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International Center for the Arts of the Americas at the Museum of Fine Arts, Houston

Documents of 20th-century
Latin American and Latino Art
A DIGITAL ARCHIVE AND PUBLICATIONS PROJECT AT THE MUSEUM OF FINE ARTS, HOUSTON

Registro ICAA: 1157190


Fecha de Acceso: 2019-05-08

Cita Bibliográfica:
Balza, José. "Análogo simultáneo (sobre los objetos de Armando Reverón). " In Análogo
simultáneo, 11- 53. Caracas, Venezuela: Galería de Arte Nacional, 1983.

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protected by copyright. All
rights reserved. Reproduction Resúmen:
or downloading for personal En este ensayo, a partir de nociones sociopolíticas sobre el rol de los objetos en la sociedad y
use or inclusion of any portion
su condición de constructores de cultura, el escritor venezolano José Balza reflexiona en torno
of this document in another
work intended for commercial al conjunto de objetos creados por Armando Reverón. Según el autor, en ellos se imbrican vida
purpose will require permission y obra, ritual y cotidianidad. Apoyado en testimonios de escritores y críticos (Julián Padrón,
from the copyright owner(s).
Emilio Santana, Alfredo Boulton, entre otros), Balza describe el proceso de edificación de la
ADVERTENCIA: Este docu-
vivienda-taller reveroniano: El Castillete, ubicado en Macuto (litoral central venezolano). En ese
mento está protegido bajo la
ley de derechos de autor. Se rústico ámbito marino, su flora y su fauna, el autor analiza la significación de las muñecas, sus
reservan todos los derechos. utensilios del oficio y objetos de ficción (el teléfono, el acordeón y la pajarera, etcétera). A su
Su reproducción o descarga
juicio, la creación de tales objetos obedeció a la necesidad imperiosa del artista de construirse
para uso personal o la inclusión
de cualquier parte de este un universo paralelo a la realidad donde introyectaba vida y arte; dichos objetos configuran toda
documento en otra obra con una escenografía autónoma, o “tablado trágico”, en el mundo síquico de su cotidiano.
propósitos comerciales re-
querirá permiso de quien(es)
detenta(n) dichos derechos.

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Análogo, Simultáneo
(Sobre los objetos de Armando Reverón)

r I

t Tras su inmovilidad, los objetos son acciones. 11


Sabemos, incluso, que su aparente estabilidad resulta de una
energía vibrante: partículas, tensiones, vectores que concre-
tan un instante del espacio. Siempre energía que se sostiene
en sí misma: coincidente por un delicado equilibrio: la in-
movilidad.
Así, ya aceptada su insistente presencia -como carga a
punto de dispersarse, como atracción duradera que el momen-
to sostiene-- sólo nos queda añadir que obj eto puede ser
cualquier jerarquía de lo real: la inusitada variación del mun-
do, la refracción de ese mundo en el pensamiento de los
hombres.
El obje.to - una idea, aquella sensación, las cosas, los se-
res- abarca, entonces, todas las posibilidades de encarnación
para la vida. Objeto: evidencia forjada por la sensibilidad y
la inteligencia. Objeto: discurso cotidiano (lo excepcional)
que envuelve la existencia diaria.
Para algunos individuos su vida es un objeto más, ceñido
a la inextricable fluidez de lo humano. Vivirse como objeto
alude al hábito de las multitudes: vida sobre vida; amistades
y lujos; miseria y canto; nacimiento y muerte: desconcierto.
Pero alguien -obedeciendo a un impulso siempre suyo,
intraducible-- puede vivir para atenderse como escenario de
la existencia habitual y como doble o múltiplo de esa existen-
cia. Desde luego, esto ocurre únicamente a per:sonalidades

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arte, la soberana magnitud de las revelaciones sociales y es-
divergentes: dioses, sabios, artistas. En cada caso operará una
téticas.
razón inesperada para abrir el fenómeno, y esa causa, hemos r. ¿Qué significa entonces la inclinación de un artista --cuya
dicho, nunca podrá ser detectada por completo; forma parte
del secreto que impulsa a algunos hacia la aspiración divina, 1 obra pictórica expone rotundamente su originalidad visual,
hacia la sabiduría (el desconcierto) o la creación. A los de- su fuerza personal, el magma de un país indeciso; y los ex-
más -a nosotros- corresponderá ser testigos de tal aventu- pone con la cerrada coherencia de aquello que se basta a sí
ra, de tal pasión: del sacrificio y el desdoblamiento extremo. mismo-; qué significa, a pesar de esto, su decisión de forjar
un universo paralelo no sólo a su vida sino también a su
. La literatura, el arte, la arquitectura, las religiones -por
arte? ¿Es posible excederse con igual misterio en esa triple
ejemplos- son pruebas constantes de esa voluntad o de ese
escogencia? ¿Por qué? ¿Es que hay alguien a quien no le
rapto: la elección de una coherencia paralela a la vida; en
sean suficientes su rutina diaria o su capacidad excepcional
ellas se esconde la decisión de un desciframiento. Nada más
de pintor, para que necesite lanzarse a la invención de un 13
12 exacto (ilimitado, ambiguo) que el arte de los individuos,
universo, de un código nuevo, tan imprescindible y tan im-
para revelar su historia o la historia de sus pueblos. Frotando
portante -en él- como su propia existencia o su propio
la personalidad de un hombre con la trayectoria de su país,
arte? ¿Cuántas veces ha ocurrido esco en la historia? Quizás
saltará el espectro indirecto que revele ambas exactitudes.
no tengamos respuestas para ninguna de tales preguntas. Pero
Esta ha sido la norma de las civilizaciones, durante milenios.
en cambio, aquí está, entre nosotros, la figura de un hombre
Tras el creador: su mente, sus tradiciones culturales su in-
que hizo posible formularlas: porque su presencia determinó
vención. Desde el creador: una obra que se resuelve' en esas
esas tres inserciones (vida, obra, invención paralela) de un
convergencias.
múltiple destino: fue Armando Reveróo.
Así, la personalidad de una nación o de un continente pue-
de ser revisada en las numerosas cabezas que la integran: sus
filósofos, sus músicos, sus científicos. Esas fuerzas, aceptán-
dose entre sí, configuran una totalidad. Biografías, expos1c10nes, cronologías exhaustivas, films,
Ha habido, también, quienes saltaron de un código a otro, permiten hoy al interesado recorrer las incidencias más natu-
e~ el arce, para complementar un solo concepco: la multipli- rales, extrañas o desorbitadas en la vida de Reverón. A todo
Cidad de ser, de expresar. Podríamos pensar en los dramatur- ello responde un público ávido y numeroso, que realmente se
gos griegos, cuya creación hilaba simultáneamente la forma interesa por la personalidad y la obra del artista. De manera
verbal (armoniosa, oscura, popular y exigente a la vez) con indudable, como ocurrió con Ramos Sucre y con Julio Gar-
mendia o Teresa de la Parra, Venezuela comienza a mirarse
la música, el movimiento corporal, la voz y los colores, para
de manera más lúcida en Reverón.
respaldar el humor y la tragedia: la catarsis del autor y del
público. O podríamos aludir a Leonardo: dibujante, pintor, Ninguna de aquellas obras sobre el artista o un arduo inte-
rés por él --como el nuestro, ahora- podría agotar las diver-
diseñador, escritor, político discreto, inventor. Podríamos
sas perplejidades que suscitan su vida y su obra, sin embargo.
acercarnos a Duchamp: artista y jugador. Pero en cualquiera
Por eso, sería recomendable leer y ver todo, conocer al máxi-
de estos casos, el disparo de su genio -aunque aborde áreas
mo cuanto nos refiera a Reveróo: quizá así algo tangible
diferentes- converge hacia una misma dimensión: el "gran"

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pueda ser obtenido para orientarnos sobre tao densa y com- yos son los campos, los jardines, los patios de la casona colo-
pieja conducta. nial. Su aguda proximidad con Josefina (¿hermana, niña
Este breve tránsito, que nos lleva fundamentalmente hacia ideal; novia de juegos: dama de mimbre?) perdurará hasta
algunos de los ambientes y de los objetos que lo rodearon, la muerte prematura de la muchacha. También aquí, en Va-
sólo permitirá destacar, como es lógico, ciertos espacios y lencia, un tío materno lo inicia en la pintura. Y durante esa
ciertas realidades incluidos en ellos. Lo demás -aun nuestras infancia (de esplendores y dolorosas distancias) Reverón,
posibles interpretaciones acerca de todo eso- permanece muy niño, construye algunos de sus juguetes: no sólo las
fuera de cualquier seguridad conceptual. formas rutinarias por las que son atraídos los pequeños, sino
también muñecas: semejanzas de seres paralelos a los que
diariamente ·ve: pero al mismo tiempo, seres más delicados,
Restando importancia a los sucesos que precedieron la manipulables a voluntad. Muñecas con las cuales Reverón se
14 noche de su nacimiento o detallando sorpresas, actos desacos- confunde: son suyas, son de Josefina. Son de ambos. El y 15
tumbrados y sospechas en ese itinerario, biógrafos y críticos Josefina (y las muñecas) forman un mismo ser.
coinciden (por omisión, por exceso) en dar un aura escalo- A los doce años sufre el ataque de fiebre tifoidea que, en
friante a esa noche. Una poción digna de Macbeth, un som- diagnósticos del futuro, será considerado como punto de par-
brío escenario a lo Goya, una secuencia silenciosa y cruel del tida para explicar su dispersión psicótica. A los catorce, ha-
Popol Vuh: tal mezcla podría dar la atmósfera del 10 de biendo muerto ya su padre, se instala en Caracas con Dolores
mayo de 1889, cuando Armando Reverón nace en una quinta de Reverón. Vuelve al contacto con la abuela, ahora enrique-
de S·ama Rosalía, en Caracas. El oscuro tejido de ese alumbra- cido para él a través del piano que ella ejecuta con agrado.
miento combina a un padre drogómano, despótico y débil y Pinta al aire libre; su vinculación con la madre es sostenida,
a una madre confundida, delicada, posible. Julio Reverón y cal vez fresca.
Dolores Travieso de Reverón: pareja de conflictos, de inesta-
bles frecuencias.
Nada más ilógico y, sin embargo, necesario que el inme- Caracas, 1904. Acaba de ser concluido el edific'io para la
diato alejamiento del niño. Es llevado seguramente por su Academia de Bellas Artes, en la esquina de Santa Capilla,
madre a la hacienda Caño Monagas, cerca de Valencia, donde según proyecto del arquitecto Alejandro Chataing. Si cami-
vive un matrimonio amigo, los Rodríguez Zocca. Estos y su namos desde la Plaza Bolívar hacia Santa Capilla, aquella
pequeña hija Josefina serán la más sólida familia que cono- fachada se integrará a las agujas del santuario, sobre casas
cerá Reverón durante su infancia. En sucesivas y breves visi- de colores vivos; al fondo habrá niebla en la cordillera. A
tas a Caracas, apenas hablará con su padre, pero tendrá la esa Academia ingresa Reverón un junio, cuatro años más
fantasiosa presencia de su abuela materna, adicta a las genea- tarde. Se aproximan los calores más fuertes del verano, pero
logías y al ensueño con castillos y reinados. comparada con Valencia la ciudad mantiene un clima de
La calidez (y algunas sorpresivas noches frías) de Valen- dulce frescura. Caracas es entonces el duradero plano de su
cia; la proximidad de montañas siempre apartándose, como concepción inicial, aunque numerosos monumentos y edifi-
calcinadas y, sobre todo, los verdes exuberantes de pastizales, cios públicos estén creando tensiones desde sus dispersas pre-
naranjos y arboledas, .rodean la casa, rodean al muchacho. Su- sencias. Reverón puede dirigirse al túnel del Calvario, al vía-

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dueto de Caño Amarillo, al Arco de la Federación. Puede el primero de ambos indicios: quizá desde mucho antes, Re-
atravesar el pasaje Linares o visitar la iglesia de Santa Teresa, verón conocía el mar. Pero jamás --como al iniciar sus via-
ver de lejos la Logia Masónica, el Palacio Federal, el Teatro jes- lo había sentido aparecer tras las montañas que condu-
Municipal. Puede pasar, también, frente al Palacio de Mira- cen a La Guaira o con la vitalidad que muestra en el puerto
flores. Apenas curiosea el Palacio de Justicia o el Ministerio o a través de sus insistentes metamorfosis: el Caribe, el Océa-
de Hacienda, pero le fascinan en cambio los mascarones y no. Viajes: encuentros con la piel móvil de la tierra; acepta-
la presencia del Teatro Municipal. Nada nos cuesta, hoy, ver ción del encuadre cambiante. Hallazgo del plasma irreal.
al joven Armando detenerse, entre intrigado y burlón, frente Inseguridad de lo estable. Algas de polvo, severidad lunar.
a este teatro. Arriba, establecidas en concreto desde comien- Alfabeto innumerable: agua. Días y noches existen para
zos de siglo, están las figuras cargadas con los emblemas his- surgir y devolverse en el mar. Aunque sepa que algún día
tóricos y apoyadas contra los mascarones. Cabré y Magriña, llegará a Madrid, a un pueblo francés, comprende inesperada-
16 su autor, había venido de España a cumplir un vasto (e mente que el final del viaje no interesaba: este mar es su 17
interrumpido) plan de ornamentación cívica. Y estas obras destino. ¿Por qué dudar que Reverón viaja para no llegar?
forman parte de ese programa. Si nos detenemos con Reve- ¿Son explicables esos brevísimos saltos por las ciudades sin
rón ante tales imágenes, volveremos a sentir la fusión del las largas, lascivas noches de encantamiento con el Mar?
ciclo y la máscara, que tanto le interesó en aquellos días. El otro enlace corresponde - como siempre habrá de ocu-
rrir en la vida del artista: de un polo al otro- no a la con-
junción con lo natural sino a la inclinación por el iovemo,
Entre 1911 y 1915, Reverón cumple sus vlaJeS a Europa. por el artificio y los testigos: Revcrón corea, con otros artis-
Los itinerarios han sido precisados por sus biógrafos: Espa- tas plásticos (buscando fondos para alguna insegura empresa
ña-La Guaira-Puerco Cabello-Valencia-Caracas: la primera intelectual) en el Circo Metropolitano de Caracas. Estamos
vez; España-Francia-España-Caracas, la segunda. en 1914: ¿qué significa el traje brillante y .algo ridículo; el
No vamos a tocar aquí la concreción de su encuentro con ritual, el toro, los aplausos? ¿Qué significa esto? No importa
Goya, ni sus visitas al Louvre o sus lecturas memoriosas de el fracaso económico del acto. Hay un triunfo en ese gesto
Lope de Vega, Calderón y otros del siglo de oro español. de los veinticinco años: el otro se ha asomado, pero Reverón
Tampoco sus ejercicios de retentiva visual para escoger colo- no lo sabe.
res y discriminar matices con sesenta tarjetas distintas. Menos
el progresivo acercamiento a su madre: una intimidad de
silencios, apoyos y discreción. Durante la lenta búsqueda de los centros definitivos (para
Pero nos ceñiremos a dos enlaces. Ahora Reverón ha cum- su vida, para su obra) Reverón trabaja en La Guaira, dando
plido veinticinco años y su vida se aproxima a un momento clases de dibujo. Su madre permanece en Caracas, y el aleja-
divisorio: cuanto es realidad sin aparentes secretos no tarda- miento es sereno, regular. Estamos en 1919, y ya se han sedi-
rá en desdoblarse, en hurgar desde s.í mismo, para revelar sus mentado las bruscas impresiones del mar: ahora éste le perte-
otras potencias. (Atrás quedan muchas obras pintadas al aire nece con intermitencias. Ni una señal dramática en su retiro
libre, su autorretrato de 1910, el retrato de su amigo Enrique hacia el litoral. Sólo, tal vez, la muerte repentina de una mu-
Planchare y algunos lienzos de la ciudad) . Veamos,. entonces, chacha: una de sus alumnas adolescentes. Muerte que escoa-

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de, otra vez, la desaparición de Josefina, su amiga y hermana por imprecisos impulsos de dolor, de abandono, de distancia-
de Valencia. Vestido con traje oscuro y corbata, recorre pen- mientos y muerte: esto es lo que Reverón entrega a la in-
sativo las callejuelas, los muelles. En su trabajo personal, candescencia elemental de Juanita. Ella nada sabe de arte;
pronto abandonará para siempre el género de naturalezas no conoce las letras; ríe y se desliza, virgen, en el encanta-
muertas. miento: así, y dentro de ese círculo mágico quedará para
Pero un año antes, Reverón ha vivido una experiencia siempre.
singular: un conjunto musical, en el que predominan las
estridencias de trompetas; un conjunto de atenta batería para
los pasodobles, el merengue o ciertos ritmos antillanos y de El torero imagina a la bestia que debe afrontar; su figura
México y que todavía deja asomar algún joropo, toca en la existe sólo por el toro: para él. Reverón lo sabe; su voluntad
Plaza Vargas, frente al viejo mercado de La Guaira. Había ha discernido el disfraz. Tiene rato en la plaza. Se sabe mi-
18 llegado el rotundo carnaval porteño. Risas, comparsas, aven- rado por su faja roja, por su chaqueta y por la elegante segu- 19
turas. Los antifaces y la proximidad del mar; cuerpos ocultos, ridad del cuerpo. Atraviesa la fiesta: y el toro nunca llega.
voces fingidas. Un tenebroso disfraz de murciélago (¿o de Casi al borde del fastidio intuye que él mismo es el toro:
esqueleto con alas?), negro y ágil se acerca a un dominó, de hombre y bestia; animal y disfraz unidos. Cuando así lo
capucha y guantes, en el día. Por la noche, el dominó recibe comprende, la plaza abre sus avenidas: bullicio, gente, más-
con sorpresa a un ajustado torero: sombrero cordobés, zapatos caras. El espado es un tablero enorme, con salidas y entradas
negros, crespo en la frente. El conjunto toca el valse El bo- que conducen al mismo punto: el lugar de los músicos. Re-
iote, de absoluta actualidad en ese momento, y el torero esta- verón, el toro, el torero están en un laberinto. Nadie puede
blece contacto con el dominó. ¿Bailan? El torero, por supues- rescatarlo, nadie lo ve, perdido tras el disfraz. Ese laberinto,
to: Reverón; el dominó oculta a una muchacha de cátorce desde luego, pertenece a la Plaza Vargas de La Guaira; pero
años: Juanita. Se divierten, se confunden. ¿Ella se marea? El se traslada al pensamiento, a la carne del hom~re: será, desde
solicita pintarla, como modelo; ella no entiende, pero quiere hoy, el tiempo propio det cual nunca podrá salir.
aceptar. Con irregularidad, desde este carnaval ambos comen- Su inicial alegría de la tarde dio paso al fastidio; éste a la
zarán a acercarse para toda la vida. Compartirán la casa de desesperación. En ese instante suena el valse El bojote y, des-
la madre, en Caracas, de Pilita a Mamey, o la casa de El Valle concertado, el torero se acerca a un dominó. ¿Quién lo viste?
o la del pintor Ferdinandov en Punta de Mulatos. O la casa ¿Un muchacho o una mujer? Reverón aborda a esa persona.
cerca de la Plaza López (también muy inmediata al radio de Le pide bailar, le pide ver sus manos. Le propone que sea su
atracción de Ferdinandov) que Reverón alquilará en 1919. modelo.
La experiencia singular de Reverón durante ese carnaval Pero ambos están bajo el disfraz. Juanita se confía, feliz;
nos permite unir diversos puntos para aludir a un descenso: Armando quiere saber de ambos, de sí mismo; y la roma.
apenas aludir, porque ignoramos cuál puede ser el fondo de Bajo diversas actitudes, bajo diversas facetas, el disfraz los
tal acto, del éncuentro entre Armando y Juanita. rodeará durante toda su vida. Ninguno de los dos podrá ver
Un hombre de casi treinta años, y la niña de catOrce. Un completamente el cuerpo del otro, porque él no lo permitirá,
temperamento escueto y misterioso: siempre ajeno, aun cuan- no lo aceptará. La posible entrega de ambos, la felicidad y el
do la alegría y los juegos estén presentes; un carácter cruzado dolor futuros, quedan anudados por este artificio.

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" ... todo el encanto, toda la dulce languidez del alma tro-
pical se mece en los cocoteros. Cuando son muchos y se pasa
r Juaoica, un nuevo Reverón (sí: el mismo de la fiebre tifoi-
dea, el del padre drogadicto, el compañero de Josefina, el
junto a ellos, tienen vaivenes de hamaca, desperezos de siesta reiterado observador de Ferdinaodov; el que presiente al
y susurros de abanico. El mar se clarea siempre allá en el mar; el niño que hizo muñecas; el torero del Circo Metro-
fondo, y a través de tantos tallos que se retuercen y se enco- politano, sin embarg<;>) está anunciando un diferente objeto
gen con actitudes de dolor humano, en aquella perspectiva en su destino: la sustitución.
que está a la vez poblada y desierta como una iglesia vacía,
hay una paz intensa en donde sólo vibra la nota azul del mar,
suave, lejana como un ensueño. Cuando se va subiendo una Los proyectos de mudarse a Macuto son más firmes. Pri-
montaña y se ven los cocoteros de arriba, sus cabezas desme- mero opta por vivir con Juanita en Punta de MulatoS. Un
lenadas sobre la finura del tallo parecen alfileres erizados en rancho, con piedras que son utlizadas como camas y asientos;
un acerico, que es la playa. Si el cocotero es uno solo y se 21
20 él y Juanita. Los pescadores hao ayudado a trasladar esas
mira a distancia, en pleno aislamiento, erguido frente al mar, rocas. Pero hada 1921, su madre, Dolores Travieso, se entu-
tiene entonces la melancolía de un solitario que medita, y la siasma con la idea de Armando, y acepta comprar un terreno
inquietud de un centinela escudriñando el horizonte; sus pal- cerca del bar "Las Quince Letras", en Macuto. Así se inicia
mas desgajadas en el espacio a tao larga distancia de la tierra la construcción de lo que será llamado el castillete y la es-
parecen flores puestas en un búcaro de pie muy largo. Si se tructura de una vida paralela en el artista. Hada 1925 la casa
mira de tao lejos que lo etéreo del tallo se ha perdido en la queda concluida.
atmósfera, aquellas hojas flotando en el ambiente tienen en- Dice Juaoita cincuenta años después en el castillete: "Com-
tonces el misterio de un jirón de incienso que sube, y pare- pramos un rancho en treinta pesos, que vienen siendo como
cen evocar el símbolo místico de las oraciones abriendo sus doscientos bolívares, y entonces Armando decía, a mí me
tesoros junco al cielo". (Teresa de la Parra: lfigenia, 1924). gusta pa'acá arriba, porque no hay tanta tierra pa' los cuadros
como abajo, y entonces hablamos con él, el señor Andrés Re-
yes, que era el dueño de esto" 1 . Y según algunas notas del
propio Reverón, publicadas por Alfredo Boulton, la construc-
Hasta hoy, quizá la vida del artista pudo corresponder a ción del inmueble incluye: "Adquisición del ·terreno en dos
cualquier otra vida. Aun resulta un objeto de las multitudes, lotes de 675 y 380 metros cuadrados al precio de Bs. 1,00 el
como nosotros. Es verdad que falca poco para que el inter- metro.
minable lienzo azul -<¡ue trabaja cuadro tras cuadro- cul-
Pleitos relativos a la delimitación del terreno y demarca-
mine como una de las más reconocibles partes de su obra.
ción final del mismo.
Ya esa "época azul" define sus límites, su personalidad, los
paralelismos con Ferdioandov; ya estos cuadros nos indican Dibujo y planos de la planta y fachadas principal y late-
que sobre su vida cotidiana está la elección del creador, ori- rales que marcan el comienzo de los estudios relativos a la
ginal, exiguo, poderoso: por lo cual veremos alzarse un obje- construcción final del caney.
to afectivo (su existencia) sobre otro objeto mental (su obra
azul). Pero desde la transfiguración en la Plaza Vargas, co.o l. Itamar Martínez: ]uanita Mota, la mujer de Reverón.

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Compra de los materiales necesarios para la construcción: arriba del pequeño rancho donde Armando vivía desde 1920,
maderas de Carenero, transportadas economtcamence por frente a un botiquín llamado "Las 15 letras". Era un terreno
ayuda del capitán del vapor "Maracaibo"; cemento y piedras con grandes peñones, donde crecían cujíes, cocoteros, naran-
y otros materiales y su transporte desde la playa, desde La jos y frutas de pan. Había también árboles de lechazas,
Guaira y el río de El Cojo cargados al hombro por hombres, limoneros y jazmines. Parecía el antiguo lecho de una que-
mujeres y niños y otras veces en mulas y burros o en carretas brada que había ido arrastrando hasta ese lugar aquellos
y carretillas pagados a 10 céntimos por piedra grande y 5 peñascos. El pintor construyó allí dos ranchos. Uno pequeño,
céntimos por piedra pequeña, lo cual resultó muy costoso. de techo de paja, que servía de dormitorio, cuyos muros eran
Rieles, cabillas, alambres, tornillos y tuercas para la cons- de coleto y de varas clavadas en la tierra. El cenero del
trucción de los sótanos destinados al W.C. blindado y a los terreno lo ocupaba un espacioso y alto caney cubierto de
baños subterráneos y otras bóvedas. palmas. Las paredes eran de escacadas de caña y de grandes
22 Alquiler de las herramientas y útiles empleados en la cons- cortinas de cañamazo que servían para tamizar la luz. El 23
trucción: serrote, berbiquí, mandarria, hachas, pisones, ras- piso de tierra pisada y muy limpio. Toda la construcción fue
trillos, cucharas, cepillos, machete, tenazas, martillos, atorni- hecha de maderas coreadas en los bosques cercanos. Hacia
lladores, alicates, ecc. la parte del fondo de la gran habitación había como un
Contratación del personal: Ingeniero, Mr. Keller, albañiles, segundo piso, muy estrecho, donde el artista ponía a secar
carpinteros, herreros, peones, etc. sus cuadros. Debajo de ese lugar recuerdo un gran armario
Nivelación del terreno. Compra de cubos para el agua y de madera muy tosca en que se iban almacenando las pin-
de petróleo para proteger la construcción. turas. Sobre las vigas y horcones que sostenían el techo
Fiesta para la colocación de la primera piedra: Día do- había como un cielo raso de mecates y cabuyas cruzados
mingo. donde también colocaba los lienzos. Cuando éstos estaban
Invitados: los amigos, relacionados y vecinos, el construc- listos y preparados con caseína, el sonido de tambor que
tor Mr. Keller y sus obreros. Hoyos de un metro y medio emitÍan al tocarlos era indicio de que el proceso de prepa-
de profundidad para situar las columnas rústicas de Aragua- ración estaba alcanzado. Pendía un trapecio para ejercicios
ney y de vera. Trabajos para clavar en tierra las columnas físicos que divertía mucho a los visitantes. Colgaban de las
y fijarlas con cemento y piedras. A las 3: 00 p.m. gran al- vigas pedazos de tul y la luz penetraba por las rendijas de
muerzo con el siguiente menú: Sancocho de pescado, halla- lo que él llamaba "la enramada". De un lado estaba la tarima
quitas, caraocas, carne frica, guasacaca indígena, plátano frito, en que las modelos posaban recostadas en cojines multicolores
pescado frito, arroz blanco, tortilla, papas rellenas, pan isleño, y rellenos de hojas secas. La luz entraba por un boquete
helados, brandy, vinos, ron, ponche crema, aguardiente de circular que separaba el techo de los tabiques; boquete re-
caña, café y chocolates" 2• cubierto de malla de chinchorro de pescador. Sobre aquella
Boulton mismo, por su parte, se refiere de esta manera tarima Reverón preparaba el escenario donde iban a reposar
a la aparición del palacete: "Dolores Travieso de Reverón las figuras. Cortaba ramas de onoto, hojas de palma y de
compró una parcela de 27 metros por 27 metros, situada más lechozas que situaba alrededor del tema para que sirvieran
de referencia cromática. . . . ( ) Cuando la pose tenía
2. Texto de Reverón, citado por Alfredo Boulton. lugar en el jardín, colocaba al modelo sobre unos bancos

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que servían también de asiento, y sacaba un maltrecho para- un entusiasmo infantil, y con mirada misteriosa que recuer-
sol, cuya sombra protegía al pintor" 3 . da las aventuras de los niños que construyen sus sueños en
Pero tomemos, aun, dos percepciones del castillete, escritas base a los juegos, Reverón obliga a sus visitantes a descender
con veinte años de diferencia: al sótano por una escalera. Entre los dos ranchos, hay varios
Julián Padrón, en 1932: "Hay tres ranchos indígenas: uno peñones que hacen las veces de sillas" 5 .
paralelo a la playa, dormitorio y bodega de sus cuadros. Más
allá, detrás de un cují, el rancho para depósito de víveres y
cocina, sobre piedras al borde de un hoyo convenido así en Hay calor y este junio de 1979 irradia una luz de azogue,
subterráneo, trampa de los rumores raciales de la tierra ... tan clara que no parece permitir las distancias: todo está
Y vertical, entre estos dos, levantó el rancho del estudio. invadiéndonos o alejándose: palmeras, clemones, hicacos,
los pilares son tallos de palmeras atornillados sobre dur- uveros, y los almendros, de vasta sombra tejida. Estos árboles
24 mientes de madera. El techo de palma. En alto un soberado que siguen afuera -apartados, es cieno, por el concreto- 25
de escalera. Por cielo raso una red de mecates donde se vigilan de algún modo al castillete. No son los mismos de
ponen a secar las telas después de preparadas. El piso es de antes, pero su figura, con seguridad, tiende a ser la misma.
tierra amarilla color de onoto, con algunas piedras brotadas. El bar -transformado- sigue allí. Y la carretera separa
Transitado el aire por dos chinchorros de moriche y un con decisión la acera y los malecones. Pero se conserva algo
trapecio. En un extremo un escaparate ,de cajones para guar- de tierra, de rocas, de hierba. Edificios y casas irregulares
dar los cuadros grandes. Al frente, dos caballetes: uno grande bordean la especial callejuela, reconstruida con grises losan-
y otro más pequeño, hechos por el artista, de tallos de ges. Si avanzamos hoy hacia el refugio de Reverón, aun
cocotero. Encima una sombrilla gradúa la luz. A un lado una podemos entrever (tapada por nuevas construcciones) la
tarima de tablas de coco, para posar las modelos. Y por gran montaña al fondo. Es la cordillera con sus familiares
paredes del rancho, grandes cortinas de cañamazo corridas elevaciones: su vientre azul, sus pulsiones de esmeralda. Un
sobre mecates que le traen los barcos anclados en el puerto" cuerpo a punto de moverse: así vio Reverón a la montaña
( Revista Elite) 4 • familiar. Así esmvo ella en 1920, cuando comenzó la in-
vención, el diseño de piedra para esta casa desconcertante.
Emilio Santana, 1952: " ... las instalaciones en su terreno
Esto que ahora contemplamos al acercarnos a la puerta del
de Macuto consisten en dos ranchos. En uno almacena sus
muro es idéntico a cuanto él miró: el despliegue refulgente
cuadros. En un rincón ha instalado un tablón cubierto por
de la alta tierra, las líneas y el lomo de un animal imaginario:
coleta que le sirve de cama cuando deja de dormir en el
la cordillera. Abajo, casi en nuestras manos, esa caja de
suelo. El otro rancho es la cocina de Juanita. En la cons-
prodigios construida en piedra: la casa del artista.
trucción de esta dependencia ha predominado su espíritu
fantasioso. El piso ha sido construido de tablas. Abajo ha Pero si hemos arribado a la entrada y nos volvemos, o si
dejado un hueco de grandes dimensiones que hace las veces damos unos pasos hacia atrás para mirar mejor desde lejos,
de sótano. Pero Reverón no guarda nada en ese sótano. Con entonces la ruta por donde ascendimos comenzará a bajar
con suave declive. Nuestros pasos se adaptan a la superficie
3. Alfredo Boulton: La obra de Armando Rever6n.
4. Citado por Emilio Sanrana en Armando Rever6n. 5. Emilio Santana: Armando Rever6n.

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que desciende : y hay un ritmo distinto en nuestros pies: Ante nosotros están los caneyes (dormitorio y taller) ;
caminamos hacia el otro reino que complementa· a la mon- podemos descender al sótano, ver la cocina, las jaulas con
taña: el mar, batiente y desigual, el doble de la cordillera gansos, guacamayos y monos; sentir los arbustos de grana-
y de Reverón: el Caribe, el mar de las Antillas: testigo y dos, multicolores, indicadores. Pero la mirada no nos sirve
usurpador de su mirada; centro y reto de su equilibrio pic- ahora: ni para describir ni para entrar en cuanto las cortinas
tórico, lecho lateral de su existencia; misteriosa envoltura y las ventanas o el techo de palma y las columnas guardan.
de la luz reveroniana. De este modo, nuestros pasos, al bajar Miramos y no hay revelación. Quizá sea necesario recorrer
del castillete hacia el malecón, son también los pasos de minuciosamente el palacete y olvidarlo, para que sus imáge-
Reverón: hace cincuenta, treinta, veinticinco años. nes atraviesen la memoria (la . nuestra, la de otros, la de
Pero regresemos. · Pocas pisadas, y estamos frente a la puer- Reverón) y surja entonces una posible causa para su fun-
ta del muro: un semicírculo, un anuncio de gruta: tal esfe- dación, una palabra ajustada a su presencia visible.
26 ricidad quiere indicarnos algo muy noble, muy secreto: 27
Reverón aspiraba a enmarcar su vida en la gracia de esa
onda o quería dar un ritmo de piedras que respondiera al Al principio el muro fue una línea de piedra: los límites
del mar. Media luna, cripta, nicho: emblema de rituales; para el nuevo reino. Adentro estaban Reverón y Juanita,
serena línea femenina: arriba la forma de la puerta contrasta el mono intemporal; algunas plantas, las cortinas como ma-
con la madera fuerte y oscura de sus hojas. llas. Concluye la . intensidad azul en la pintura de estos
Antes que éstas se abran, veamos un momento la torre, años, y el artista se divierte con amigos y curiosos: gente
elemento escenográfico de gran ornato, cuya campana puede de playa, turistas, también. Lentamente, no obstante, la línea
esconder ecos de festejos, de religiones o de caprichos cum- divisoria comienza a crecer: un cerco, una pared: la alta
plidos por un mono. La torre de Reverón: un fragmento del muralla envolverá con los años el territorio elegido. Aunque
inconsciente ubicado fuera de su cuerpo. Desde allí se vigila, cumpla bromas con algunos amigos o con algunos visitantes,
se exalta, se repite. ya Reverón no está expuesto a la mirada de cualquiera.
La construcción puede obedecer a un viejo sueño de niño
Y al abrir la puerta, on:a vez tendremos la mansión irreal
(la abuela toca el piano; se interrumpe: cuenta largamente
que los autores precedentes nos han descrito. Pero no la
al niño sus imágenes de caballeros y castillos) o a un acuerdo
miremos aún: dejemos que este junio de 1979 levigue con
entre él y Juanita para proteger sus propiedades o, aun, a un
su luz el gran árbol que todo lo preside: es el "indio des-
símbolo de la progresiva tendencia autista que se realiza
nudo" planta~o por el propio artista. Ha crecido, ha rodeado
en el creador. Pero, tal vez, al cerrar con muros los contornos
desde arriba la construcción central y vibra con ondulaciones del castillete, Reverón culmina la creación de ese animal
que, quizá, no derivan sólo del aire. Alguien lo mueve, desde viviente que, según Aristóteles, es la tragedia y es lo bello.
su verdor y desde la blancura del cielo. En efecto, este escenario sería una de las exigencias primor-
Pasada la puerta, se asciende un poquito más: .Pequeños diales de lo trágico: un cuerpo que sea suyo, según Platón.
vegetales y, sobre todo, piedras harán contacto con los pasos. La muralla, al cerrarse, otorga vida completa al espacfo del
Estas son, para el artista, encarnaciones de la tierra: un suelo drama: Reverón eleva así los círculos concretos para su
áspero, casi cortante, algo que aleje de la gravitación. invención mayor: su otra vida. Cuanto vaya a ocurrir aquí,

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aunque nutriéndose de la existencia cotidiana de Reverón (la ese asomo de los adornos algo más que un interés por dar
suya, la nuestra); aunque sirviendo de atmósfera a la gran color local al cuadro.
obra plástica de esos días y del futuro, ya no pertenece Los pasos, los ritos, sus saltos y procedimientos extraños.
a ninguno de estos niveles: cuanto va a ser inventado, ima- ante el cuadro, no se quedan fuera de la superficie de éste:
ginado, forjado, es sólo el enlace entre esas dos posibilidades esos movimientos traspasan el momento y se inscriben en
de la existencia: pero a la vez, la rotunda irrupción de una el lienzo, como una parte más de su carácter (Lo que puede
nueva vida. Imitación de lo conocido; esclarecimiento in- estM o no estat" en el todo, sin que en nada se eche de ver_.
directo de toda una conducta, pero sobre todo sustitución, r no es parte del todo). Con esta gestualizaci.6n corporal, según
erección de un acto duradero (que es celebrado a diario, [ Juan Calzadilla, Reverón se adelanta a lo que mucho des-
durante años) cuyos momentos o cuyos elementos se traban pués desarrollarán los arriscas del "action-painting" norte-
inexorablemente como totalidad. Cícemos por última vez la americ~no. Miguel Arroyo sostiene una aseveración similar.
:t. S Poética de Aristóteles, y quizá sus frases ciñan mejor lo que Y ahora que lo ubicamos en estos años de deslumbramien- 29
la voluntad de Reverón esconde, como un animal abstracto, to, cuando ya hemos visualizado algunos de sus ambientes
eras el cuerpo del castillete: "Es preciso, pues, que, a la y de sus invenciones, ¿cómo verlo en la plenitud de la edad,
manera como en los demás casos de reproducción por imi- afianzado desde su propio cuerpo, en medio del castillete?
tación, la unidad de la imitación resulte de la unidad del Films viejos y nuevos (éstos porque recogen antiguas imá-
objeto, parecidamente en el caso de la tral).1a o intriga: por genes, y las restauran) pueden ayudarnos. Veamos entonces
ser reproducción imitativa de una acción debe ser la acción las obras cinematográficas concebidas por Edgar Anzola, Ro-
una e íntegra, y los actos parciales estar unidos de modo berto de Lucca, Margot Benacerraf, Joseph Fabry y Angel
que cualquiera de ellos que se quite o se mude de lugar Hurtado, para encontrar algunas de sus imágenes:
cuartee y descomponga el todo, porque lo que puede estar Hoy: lleva una camisa larga y algo vieja; el pelo revuelto,
o no estar en el todo, sin que en nada se eche de ver, atado con un turbante rojo. Las alpargatas que se está
no es parte del todo". poniendo son de hilo grueso, blanco, pero adornadas con
estambres a un lado. En las orejas, desde luego, los tapones
de algodón (o de estambre). Un pantalón deshilachado. Nos
Entre 1925 y 1935 han ubicado los estudiosos la época mira desde la puerta del castillete. Quizá estuvo pintando.
blanca de Reverón: materialización de una conciencia en Hoy: acaba de quitarse el gran lienzo blanco que llevaba
fuego absoluto, consagración y equilibrio para el desastre. sobre la cabeza. La franela es un tejido abierto (y está tan
Una crisis mental ( 1933) circunda esta cristalización del roca) que el pecho y la espalda se mueven libremente bajo
genio, explicada entre nosotros por interesados especialistas: ella. Alpargatas, tapones en los oídos, un short destartalado.
desde sí misma y desde su significación universal para el El cuello en tensión, los brazos moviéndose, la mirada cam-
ojo. A. los años del óleo y el coleto, suceden las obras sobre biante, el corso plano, de bella movilidad bajo la franela.
papel con pintura de base de cola. Contra el vientre, un bejuco ajustado, hiriente y divisorio.
Para pintar un cuadro, Las hijas del sol, Reverón coloca Los pinceles han sido fabricados por él y permanecen en-
sobre las modelos algunos ornamentos especiales: plumas y vueltos con tela, para que la piel no reciba el efecto directo,
collares, seguramente preparados por él. Es necesario ver en duro, de la madera. Tampoco toca metales en esos momentos

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1

ni saluda dando la mano. Está pintando; se aleja del cuadro, t suyo será sometido a la norma; de nuevo no querrá parecerse
se acerca, con violencia. Al fondo, las modelos son excusas
para esta agitación. Usa la paleta como si fuera un espejo, t a ninguno de nosotros. Otra vez su voluntad, su amplitud,
lo llevarán a establecer un principio suyo, una ley individual:
para verse, para ver al modelo y al cuadro. A su lado, el
mono Pancho (un mono sucesivo: que ha muerto y vuelve
l una sexualidad abierta, femenina y masculina a la vez, abar-
cadora, tácita y pública al mismo tiempo. El espacio del
a ser de nuevo el mismo en otro mono) está vestido, y l. sexo, en él, cubrirá su inteligencia y su locura; los contactos
lleva la cabeza tapada por una máscara metálica o por un
yelmo extraño (¿Ante este demonio casi desnudo y gesticu-
~ que establecen la piel y la mirada; la huida ante un otro
solo: para darse en invenciones, en lo indirecto, a mil pre-
lante, cuyo cuerpo baila y se frota eróticamente contra el sencias.
aire, ante ese desbordamiento, dónde queda aquel muchacho Traigamos algunas frases de Juanita, sobre esto : "En-
de traje oscuro, cuidadoso y atento, que vestÍa camisa im- tonces dijo, bueno, algún día que yo la necesite yo la
30 pecable y corbata de lazo?). puedo buscar, mi mamá vive más abajo, yo me crié en 31
El Mamey, yo me crié ahí. . . allí en El Mamey, mi mamá
vive más abajo, cuando usted la necesite y usted quiera ir,
Pero el estremecimiento de la cabeza, b movilidad de va pa'allá, la señora Reve.rón -Reverón era ella, la mamá.
los pies; la cintura que avanza y luego se esconde; el terrible Bueno, da la casualidad que un día por cierto dije - me voy
bejuco, cuyo poder divide al cuerpo en una zona para la a ir, me voy pa'llá. El estaba aquí en La Guaira dando clases
conciencia y otra para la excreción y los genitales; la mirada de dibujo y pintura, e!>taba trabajando en el Colegio Miche-
misma que coquetea simultáneamente con la modelo, con lena. Bueno, cogí y me fui y cuando llego allá, entonces
la materia pictórica, el cuadro, la paleta y con aquellos que misia Aurora lo llamó: Bueno, Armando. . . Aquí tienes
presencian el trabajo, todo confluye hacia una abierta cópula una visita que te está esperando, que se llama Juanita.
solar. Su respiración, sus gestos exceden (o amplían) el Entró a la puerta y dijo, bueno mamá -yo me acuerdo
r!tual de pintar. Allí se está consumando una ilimitada de esas palabras como si las estuviera diciendo aquí-,
descarga, una sensual transgresión al acto aparente: un coito dijo: bueno, mamá si usted no me quiere a esta muchacha
alucinado con lo exterior. Si tal energía puede desbocarse no me quiere a mí tampoco, le dijo él; si usted no me la
así, si sus transfiguraciones eróticas pueden alcanzar este quiere a ella no me quiere a mí tampoco; entonces ella
desconcertante juego consigo mismo y con lo otro, ¿de qué
dijo: no, hijo, cómo no, yo la voy a querer, basta que yo
espacio psíquico viene? ¿Cómo se enlaza con el múltiple
sea una persona enferma que no puede atenderte, ni en-
diseño de su existencia? Para intentar responder apenas
tiendo de esas cuestiones de arte ni nada, tú necesitas una
tenemos algunos balbuceos. Reverón asciende en tal grado
gente que te ayude, cómo no, para mí es otra hija -dice
la escala de su invención personal (una vida paralela, sus-
ella ... "
titutiva) o desciende hacia oscuros impulsos, hacia atraccio-
nes tan vertiginosas, desoladoras y placenteras a la vez --con " .. . Y así, él era así, casi un santo, un santo parao,
tal intensidad: cualquiera que sea el sentido de su con- un santo que andaba así, pendiente del arte, pendiente de
ducta-, que hasta en ese ámbito común, la sexualidad, su todo; él no se ocupaba de nadie y de nada, yo sé que no
propuesta será delirante, única, irreconocible. De nuevo nada tuvo hijos por la calle ni tuvo nada".

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"Mira, óyeme, para decirte francamente yo andaba libre- todos subyugados al predominante blanco que hada que los
mente con Armando, como hermanos, como un par de contornos de los objetos a veces desapareciesen. Fundió el
hermanos andábamos nosotros, comprendes ... " 6 • color en luces. Pasta blanca que estallaba sobre el lienzo y
Y, finalmente, esta admirable, sintética expresión de Juan que en grandes rasgos esparcía en generosa abundancia de
Liscano: "Su sensualidad inicialmente fue difusa: se con- materia, aplicada con vivacidad, arrebatadora velocidad y tino.
centró en la visión. Poseyó con los ojos y por los ojos" 7 • Ese período de su producción está señalado por una alta
invención plástica. Fue un gran hito en la evolución pictó-
rica del post-impresionismo dentro del concepto general y
Concluyen los años de la época blanca. Lujuria del blanco, mundial de ese proceso. En aquel gran momento, Reverón
de la edad límite para la exultación sexual: todo un silencio, llegó a concebir y a plasmar una fórmula pictórica que
filosofía interior que sólo cuaja en los movimientos rituales ningún post-impresionista había alcanzado, al revelarnos el
32 para pintar y en el lienzo mismo. El continuo testigo del ar- infinito alcance que encerraba el estudio de la luz púra y 33
tista, Alfredo Boulton, condensa su opinión sobre la obra de la pureza de la luz. En la historia de aquel movimiento
de este periodo así: "El Período Blanco representa la in- sabemos que hubo muchos caminos, y que todavía los hay,
cursión de la pupi la mucho más allá de toda convenciona- que llevaron a diversas expresiones muy importantes, pero
lidad del color, excediendo en mucho al experimento im- el que recorrió Reverón fue un camino visto fundamental-
presionista en su búsqueda hacia los propios límites del mente sólo por él y nadie más. Y esa es precisamente su
color. trascendencia, pues nos permitió conocer otra realidad más
en la integración de la luz, que de por sí ya es de suma
Reverón traspasó la barrera cromática y destruyó el arco-
importancia en la historia general de la pintura contempo-
iris y el prisma, alcanzando en el blanco, con el blanco y por
ránea post-impresionista".
el blanco, todo el resumen de lo que podía decirse sobre
el color. Simplificó la fórmula newconiana de la escala cro-
mática reduciendo el problema a su punto primario, glo-
rificando el blanco, él, que había abolido las tierras de su
paleta. Entornando la mirada no percibía formas, pero sí
tonalidades. Veía únicamente una luz que lo dominaba todo, II
cuya fuerza disolvía cualquier otra presencia que pudiese
El largo camino hacia la recreación ha sido cum-
oponérsele. En Reverón, entonces, la luz era sólo blanca,
plido. Los vecinos, las viejecitas amigas de Juanita, los
como había sido azul en su período anterior y llegaría a ser
numerosos artistas y escritores que admiran al genio y
sepia en el próximo; pero a diferencia de los dos otros,
acuden de 1 vez en cuando al castillete con amistad, con
fue de un predominante, (sic) con valores adyacentes de
alegría, siguen viendo la figura magra y tensa, la vida
importancia menor. Aparecieron a veces verdes y azules-
extraña de un pintor asombroso siempre consigo mismo,
turquesas-carmesí y bermellones, ocres, amarillos y rosas, pero
con todo.
6. Itamar Martínez: }ttanita Mota, la mujer de Reverón.
Algunos crmcos y, sobre todo, los otros pintores del
7. Juan Liscano: Tras la experiencia de Armando Reverót¡,. nomento, ya no dudan que la fascinante materia de su obra

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(materia táctil, temática, futura) constituye un coherente r donde la noción de hogar obedeciera a un principio personal:

l
y laborioso sistema gráfico, urdido y tramado por un talento Juanita, él y los animales, indiferenciados; donde los utensi-
excepcional. Sobre la vida quizá extravagante de Reverón lios hogareños, los materiales de trabajo, el sexo, imitando
se levanta el prodigio de una obra asombrosamente personal, a los existentes, tuviesen distinta consistencia. Sólo faltaba
continua y grave: imágenes completas y complejas para 1:1n esta plenitud de su obra: la blancura, el sello de un estilo
nuevo universo de la pintura; imágenes que son el otro l. absoluto, los estremecimientos de la composición, la corres-
destino de este hombre. Pero, tocado ese cielo, superada esa pondencia entre cuerpo, gesto y pintura, para que la nueva
dimensión lumínica que ofrecen sus lienzos, el espíritu de realidad fuera abordada o creada: ..... en el espacio abierto
Reverón se agita en insondables fenómenos. Hubo una crisis por la creación, ya no hay sitio para la creación" 9 • El exceso
mental en 1930 y ahora surge otra en 1935. El magma lleva a la carencia: la prolongada, elusiva invención asumirá
imaginativo que fue lanzado hacia otros cielos, que regresó su momento total: así como la obra sirve de enlace para
34 convertido en la blanca pintura de este período, no halla una nueva vida (ya fraguada, anterior, pero por fin com- 35
consuelo ni fondo; oculto en este cuerpo, un nuevo demonio pleta), los soportes de esa nueva vida, autónomos, rotundos,
de la vitalidad (la misma de siempre) se estremece, palpita, sostenidos exclusivamente por ellos mismos, pueden devol-
utiliza la condncta de Reverón para asomarse. El resultado vernos hacia la obra plástica, hacia la vida convencional del
de ese delirio de la conciencia son los cuadros, visibles a creador: hasta tal punto su invención obedece a fuerzas rea-
cualquiera. Pero la imagen única, aquella que sólo se revela les, hasta tal . punto ellos son en verdad la invención d~
para el creador a través de sus obras, excede cuanto los una existencia. Esos soportes, desde luego, son el mimdo
demás perciben. El sabe, sin embargo; él palpa la continui- de objetos creados por Reverón a mediados de la década
dad que su vida quiere obtener, después de estos años. Sólo del treinta.
él habría reconocido entonces que la imagen de sus obras
"lejos de constituir una suerte de duplicado de una realidad
í
dada y percibida, era una suerte de <<relevo», de lugar de Para pintar mezcla tierra y óleo; prefiere el fardo ames
enlaces . . . " 8 • que el lienzo. "Me pedía rollos de coleto, sacos de café",
En efecto, aquí, con la imagen propuesta por su obra, dice Boulton. Los pinceles, como sabemos, han sido fabrica-
en esa objetivización de su psiquis, Reverón hallará la sín- dos por él y envueltos en tela; los toma de una bandeja,
tesis de cuanto su vida cotidiana pueda significar y de cuanto también invención suya. La paleta se mueve en sus manos,
sa pensamiento pueda proyectar. La obra fue el relevo de como un espejo, dirigido hacia múltiples imágenes.
su personalidad común; la obra es el enlace con la conflic- Hoy: coloca el rústico caballete fuera del caney (o lo
tiva asunción de un imaginario o de una superposición dt" traslada Juanita hacia la playa), abre el parasol sobre sí
lr. realidad. Elementos, señales, hechos, anunciaban que es- mismo, y su sombra protectora, junto al pantalón, es lo
taba ·condenado a la sustitución: a la creación de un cúerpo único que lo envuelve, dentro de esa atmósfera dorada, cal-
ecológico absolutamente suyo: donde la geografía estuviera cinante. El quitasol se eleva - él lo sabe-- como un centro
1
determinada por él: un pedazo de Macuto, el castillete; religioso: porque debajo está el iniciado, el sacerdote; el
1
8. Pierre Francastel: La figttra y el lugar. 9. Mauricc Blancqot: El espacio literario.

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tapasol de tela clara se eleva, y en ese impulso de maquina está coronada por las alas magníficas de un paJaro: Juanita
leonardesca, que presiona simultáneamente hacia arriba y 1 camina con el gran guacamayo azul y oro en el hombro.
1
hacia abajo, Reverón constituye el centro de las fuerzas. r En la tarde, esa misma luz agobia los lirios que el pintor
Bajo sus pies, la tierra que lo aspira; sobre su cabeza, las ha sembrado; y vuelve a dar tonos aceitosos a las hojas del
alas de una máquina para el ensueño. En el centro de ambos: taparo. El sonido del mar llega, casi visual. Los habitantes
él, su cuerpo, ya dividido en la cintura con una fuerza saben que el malecón está solitario, que las palmeras se
vegetal: el bejuco. Puede pintar: ser halado por los extre- deslizan sobre sí mismas, en indetenible viaje.
mos; puede crear un cuadro: se deja discutir a sí mismo Por la noche, la luz prosigue, engañosa. Está bajo la tierra
desde el aire y la piedra. Para transmitir el equilibrio de y tras de las cosas, como arena: es el tejido último de
una obra, atraviesa primero esta conjunción, ese magno cada ser: una lámpara sonora, que acaricia la oscuridad.
abrazo de lo disperso, esa coincidencia de las fuerzas, ese Luz negra que desdobla la piel de la montaña; profunda luz
36 número doble: el cielo, la tierra y él: el tres. circular, que bate en las olas y se hunde en el rojo nocturno, 37
Si la sesión ha ocurrido en el castillete, al concluir, el en el mar.
artista hace sabias indicaciones al mono Pancho, y éste se
lanza a tomar el mecate de la campana. Vuelan los sonidos,
hay un desconcertante repiquetear: el instinto transmite la A veces, sin embargo, Reverón abandona el círculo elegido
noticia: el cuadro está listo. Aire, tierra y cuerpo. Comienzo y vuelve a Caracas. A su alrededo+, la ciudad se ha trans-
y fin de una obra. El bejuco ajustado a la cintura selló formado. Casi no recuerda la India, del monumento a Ca-
las comunicaciones entre lo alto y lo inferior. Ese contacto rabobo, que Eloy Palacios concibió y que Gómez -celoso
del cuerpo con lo vegetal no sólo aislaba la inteligencia porque la obra fue encargada por otro gobierno- desplazó
de los testículos y el culo, sino que comunicaba con lo en el mapa de Caracas. Tampoco se intexesa mucho por las
vegetal: raíces, inmovilidad del silencio. Pero el mono cierra esculturas de Cruz Alvarez García, de Pedro Basalo o de
la imagen del acto: su movilidad, su bestialidad, acuden a Mujica, como sí lo hará, al contrario, con los trabajos de
celebrar la creación: es el polo que faltaba: la reanudación Maragall y Narváez que surgirán más tarde en lugares pú-
del ciclo: aquello que fue concebido por exigüidad y lucidez, blicos de la ciudad. Pero a través de sus viajes y de las
deja al artista otra vez en manos del instinto. visitas a sus amigos (o con algunas publicaciones, de las
cuales -El Unwe1'sal, Fantoches, Elite, Billike11,-- se trae
pedazos al castillete) percibe ondas que lo envuelven: cosas
La luz no se interrumpe. Al amanecer abruma con su de conversaciones, de hechos un tanto desfigurados: dichos
catarata de posibilidades cromáticas; en la mañana pule las a veces con risas, otras con temor. Así, se entera de las
partes del teatro habitual: la gran montana detrás, la boca declaraciones en el T eat1'o Capitol, donde numerosos poetas
inmensa, adelante. Enlaza la torre y el soberado, delimita son aplaudidos por la juventud. Entre ellos, Jacinto Fombona
la entrada al sótano. Al mediodía ablanda los cortinajes de Pachano. Sabe de los versos escritos por Luis Barrios Cruz.
henequén; corta la imagen de una hamaca, burila la figura Conoce la conmoción creada en Caracas por la visita del
que se desplaza cerca de la cocina: un cuerpo vestido de aviador Lindberg y tiene noticias de los extraños dramaturgos
rojo y verde, de suelto cabello y amplios senos, cuya cabeza Pirandello y Bernard Shaw. Ha visto (pasa por allí casi

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obligatoriamente) la reconstrucción del Panteón Nacional y, Atrás queda el suicidio de José Antonio Ramos Sucre;
en apariencia sin prestar mucha atención, sigue ciertos ru- y una novela, Cttbagua, escrita por Enrique Bernardo Núñez,
mores sobre la cárcel de La Rotunda, sobre desapariciones que pasó silenciosamente por la escena caraqueña.
y fiestas cuyo centro es la misma figura: Juan Vicente
Gómez.
.. La mirada sólo puede perseguir lo visible. Pero entre
ambos se intercala la personalidad (del artista, del país)
A veces, entonces, Reverón abandona el círculo elegido
que, al convertirse en arte --escritura, cuadro- con1orma
y vuelve a Caracas. Son viajes variados e irregulares que,
la red de una percepción.
ineluctablemente, lo llevan a la Escuela de Artes Plásticas.
Antonio Edmundo Monsanto y Manuel Cabré, sus eternos Puede haber mil razones técnicas o derivadas de la historia
amigos, lo reciben y lo celebran, al exaltar sus ocurrencias del arte, para explicar la textura visual (el desenfoque, lo
y su humor. Estas salidas tienen, casi siempre, un objetivo impreciso) en la obra de Reverón. Pero no olvidemos que
38 simple: vender algunos cuadros. D urante años, las obras en algún último reducto, el inconsciente alumbra. Así, el 39
maestras que hoy admiramos fueron trasladadas a Caracas paisaje -el país- visto por el artista tiene que ser vencido
y vendidas por el propio artista en precios que no excedían por la malla psíquica que una tradición política (dictadura,
los trescientos bolívares. Es verdad que algunos coleccionistas inseguros ensayos democráticos) tiende ante Reverón. El
siguen su trabajo y que, sobre todo en la década del treinta, velo cubre la realidad venezolana, cuando se trata de abar-
algunas mujeres con dinero bajarán a Macuto para que carla. Algo está más allá: no hay aprehensión directa y
Reverón las pinte. Pero él viaja a la ciudad y tanto en la Reverón lo sabe: por eso escribe la irradiación de cuanro
Escuela de Artes Plásticas como en el Museo de Bellas Artes ningún venezolano de su momeiKo puede tocar, gozar o
-que se inaugura en febrero de 1938- Reverón hará el atender directamente.
canje de su trabajo por esas pequeñas sumas, que son ur-
gentes en su casa. En oportunidades visita oficinas, consul-
torios y bufetes, ofreciendo sus cuadros. Su pobret:a es la
pobreza confiada en la p1aa esperanza, como apunta Jorge "En la espuma como en la niebla y el silencio hay imá-
Luis Borges sobre Evaristo Carriego. genes fugitivas. Son tan ligeras en su eternidad que apenas
Alguna vez presenció, en el grupo de sus amigos, una podemos sorprenderlas; pero en ocasiones, un sonido, una
agitada y sibilina conversación sobre el recién fundado Par- palabra u otro accidente inesperado, provoca la revelación
tido Comunista de Venezuela. maravillosa en el hondo misterio de las costas y serranías",
Cuando vuelve al castillete, cansado y con cierta excitación apuntó Enrique Bernardo Núñez, hacia 1930, en su novela
silenciosa, lleva algo de dinero; a veces regresa con los Cttbagt¿a. Nadie como Reverón para suplir desde su in-
cuadros. Pero en su mente zumban los comentarios elogiosos consciente ese accidente inesperado. Es verdad que el paisaje
a su trabajo, frases, chistes, imágenes de una ciudad que se vuelve a obedecer a la mirada deslumbrada y que la 1·evela-
transforma y tras cuya quieta máscara -esa que ha explo- ci61z rrza,ravillosa está bajo el enceguecedor tejido de la luz.
rado Teresa de la Parra- bulle un oscuro tejido, un sinuoso Pero algo del propio paisaje interviene entre la naturaleza
vehículo de poder: el petróleo. y la percepción: un cuerpo oscuro que intenta absorber y

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desplazar lo visual: el petróleo venezolano, ya convertido en muñecas, las cosas, los remedos de utensilios, los objetos
el lienzo exiguo donde aparece el país. de la ficción, invaden los pasillos, la sala, el soberado, los
r1 armarios. Para un intruso, irreales; para Reverón, máxima
cualidad de lo concreto, figuración exacta del tejido del
Durante una de sus visitas a Caracas, vuelve a ver rostros mundo, escenografía autónoma, criaturas cuya movilidad
que ya le resultan desconocidos: pero son rostros amigos, singular sólo puede ser recibida por su mirada, y cuyos
marcados por el tiempo y por una fuerza dura: la cárcel. gescos y cambios de humor únicamente encuentran testigo
Juan Vicente Gómez ha muerco; una ambigua corriente de en el artista. El tablado trágico ha mostrado sus fronteras
libertades y cuidados se establece. Cae La Rotunda. La ciu- materiales: cuanto allí ocurre pertenece a un nuevo mundo,
dad se afianza sobre nuevas construcciones: casas, barriadas, a una personalidad extremada que vigila y determina ese
urbanizaciones, la creación del Banco Central de Venezuela, cosmos. Igual caben, en escena, la risa y los pasos; la sor-
40 de la Maternidad "Concepción Palacios". presa y la envidia; los desnudos, las joyas. El poder, el 41
olvido.
Cartón, restos de periódicos y tuercas; un alambre, un
El largo camino de la recreación ha sido cumplido. Capa resorte, un pote de hojalata; :~serrín, algodón, vidrios. Aque-
tras capa, lo real fue atravesado por Reverón: y en cada llas tapas de botellas, este brillante papel de cigarrillos, esos
uno de sus círculos atrapó aquellos elementos o coordenadas .. papeles coloreados; hilachas, pedazos de pelucas, celas, cor-
q:.1e servirían para forjar un mundo suyo. Desde el mar tezas, hojas secas, un pedazo de madera, páginas en blanco,
hasta la montaña; desde su familia irregular a un hogar tinta, óleo, tiza, conchas de coco, semillas, tierra otra vez
insólito; desde el castillete basca sus cuadros, todo confluye y arena; hilos, fósforos, resortes; caparas pulidas, cañas y
hacia el centro del cenero: el tablado trágico que Ramos veradas, liencillo: en todo ello la materia renace, encuentra
Sucre concibe como último escenario del lenguaje, de la exactamente a quien pueda verla, medirla, trasladarla de su
historia. La sintaxis, los vocablos de la otra vida -la nues- significación a una rusticidad inagotablemente lúcida. La
tra- nada tienen que ver con lo que Reverón afianza en personalidad de su creador impulsará o retrasará las actitu-
1937: nada, aparre de las similitudes externas. Un escenario, des, las posiciones de cantas cosas y cantos seres; ellos, ahora,
unos personajes extraídos exclusivamente de su corazón, co- marcan la atmósfera de lo único real: y es la otra presencia
mienzan a proliferar en los ambientes del castillec~. Ni él (visitantes, amigos, vecinos) cuanto pasa a ser imitación:
ni Juanita cuentan realmente; tampoco el mono y los arbus- porque refleja el universo de muñecas y cosas. Aquellos no
tos. Tal como antes levantó la muralla, ahora imagina, crea son nada~ y por eso las invenciones resultarán ser los ver-
e insufla vida propia a un abigarrado conjunto de objetos, daderos modelos. El silencio, la filosofía estable de estos
de seres. Primero tímidamente, al ser convocados por su seres; su sexo, notable, manipulable, encadenan una nueva
hacedor (a quien también ayuda J uanica: cosiendo, plan- corriente de energías que circula entre la mirada del pintor
chando, preparando telas); luego abruptos, seguros: posee- y sus cuadros. El objeto último: una vida naciente, propia,
dores de un espacio que maduró durante años en el sueño íntimamente suya, del artista, ha sido alcanzado.
del artista, espado que ahora se extiende simultáneamente Podemos hoy, 28 de agosto de 1979, regresar al castillete
en la realidad inmediata y en la mente de aquél: así las de Macuto, y rehacer la marcha hacia el semicírculo de la

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entrada y ver la torre o imaginar al propio Reverón entrando el número de la única voz amiga
y saliendo, con su mono, con Juanita y el guacamayo. Pero y oye tan sólo la voz de un disco
cuanto sea cumplido por nuestra conciencia no tocará real- que le dice WRONG NUMBER.
mente el mundo suyo. Nos ha desplazado. Su irrealidad so- O como alguien que herido por los gansters
mos nosotros, y aunque estemos durante toda la vida (como alarga la mano a un teléfono desconectado.) 10 círculos
les ocurrió a sus testigos inmediatos) rechazando la fuerza para el dedo. Es el silencioso vehículo que no tardará en
de ese mundo inventado, él será siempre más poderoso: ~errar el planeta (la aldea global de Marshall McLuhan),
persistirá en los días, en el tiempo, que es el laberinto y que con el tiempo unirá a los hombres desde las galaxias.
personal donde Reverón se internó en la Plaza Vargas de El teléfono de Reverón: no para sus cuadros ni para la
La Guaira. Desde ese tiempo duradero, los objetos de Re- realidad externa: una caja electrónica por la cual transita el
verón nos deslizan hacia lo no existente: nuestros días pa- sonido de la materia cósmica en su más puro cuerpo. Telé-
42 sajeros, nuestra muerte. Ellos, en cambio, persisten en la fono fuera del tiempo: línea para detectar los secretos del 43
lozanía de su tragedia y de su horror, triunfantes. laberinto. Audífono con el cual el artista puede hablar para
¿Qué decir, cómo mirar, qué fondo encontrar precisamente secretos interlocutores (nosotros, los de hoy, los de maña-
en la piel o en el lenguaje iniciático de esas piezas maestras, na); y cuya bocina le trae los ecos de fantasiosas ancianas
de ese engranaje para un mundo paralelo al nuestro? Nada; (como su abuela) y de ciudades remotas. Teléfono: baraja
mucho : tal vez sólo la fuerza de su extensión simultánea: sin hilo de los hombres.
quizá el enlace entre ellos y las otras vidas de Reverón; La gran mantilla negra, igualmente, nos depara algunas
posiblemente el nudo que ata a una realidad con otra y que ilustraciones concisas. El prolongado tejido (hilo negro, pa-
las vuelve (y se vuelve) indescifrable. pel transparente, papel plateado) nos remite como siempre
Es fácil notar en los objetos de Reverón presencias y a una expresividad rudimentaria: torpeza del bordado sobre
facturas arcaicas; eso ha servido para pensarlo como a al- tela transparente. Quien tejiera (¿el mismo Reverón, algunas
guien que quiere volverse primitivo, paradisíaco. No olvide- viejecitas vecinas, Penélope?) poco ha practicado las delicade-
mos, sin embargo, que todo fue hecho a mano y con ele- zas artesanales aquí; y corremos el peligro de pensar en la
rusticidad del objeto.
mentos simples: de allí su fascinación arquetípica, de allí
sus texturas psíquicas tan infantiles, como objetos. Pero esa Como si esto fuera poco, el tema de la mantilla se refiere
primera mirada puede resultar engañosa. a una plaza (¿Plaza Bolívar, esquina de Catedral?). Surge
la torre con su reloj, hay espacios de paseo, figuras a distan-
Basta descorrer un poco la ejecución rápida y (buscada-
cia y en primer plano. Una evocación. Los árboles, el cielo,
mente) torpe, para afrontar un alucinante idioma de con-
indican que un ojo sabio organizó la escena. Con brillo in-
temporaneidad. Así, anotemos el teléfono. Fue construido
fantil, el tramoyista da luz metálica a los faroles, y se acoda
a partir de una observación minuciosa y de una admiración
en las rejas de la plaza.
envolvente: aquí lo tenemos, en modelo de actualidad para
Pero no en vano Reverón sintió alguna vez la admiración
la época: oscuro, regido por ganchos para ser colgado, por
de Caracas por Lindberg. U n avión atraviesa el cielo, un
cables y timbres, fabricado en metal y madera. Números
apresurados (Fue como alguien que ha marcado 10. Ernesto Cardenal: Oración por Marilyn Monroe.

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audaz globo deja atrás lo firme; como soñando, el paracai- dio; los persistentes pasodobles, todos con letras fugaées y
dista se abre hacia el aire. Naves intuidas por Leonardo; pre- sin embargo sinceras, de evidencias amorosas, traición y can-
sencias aparentemente débiles para Reverón; pero firmes, dor: esas traslaciones del sonido le gustaban. Escuchó y vio
estables en su percepción. ¿Qué son ellas, además de servir aparatos de radio; escuchó y vio los discos recién inventados;
como recurso escenográfico? Son la réplica del tul, el comen- a tal comentario de la sonoridad, él responde creando instru-
tario a la mantilla y a su creador: el vuelo, las inconmensu- mentos: una caja de madera y un cuerpo de cartón plega- ,
rables distancias. El espacio que el artista ha traído desde ble; con señas pintadas, maleables: así nace su acordeón y así
cielos inpensables, para su mundo análogo. Todo importa en recorta un poco de madera, la barniza, le da forma de cintu-
la mantilla: su tosquedad, su diseño ( Penélope teje); pero ra: y tiene una guitarra. Cuerdas de alambre, brazo y clavi-
quedémonos un poco más en la figura del paracaidista: el jas hechos con palma de coco. Esta guitarra no sólo poblará
nar lo ha traído hasta nosotros, porque alguien quiere decir- con melodías la mente de su dueño sino que reposará en los
44 nos que conoce el aire, la ascensión y el rito extraordinario brazos de alguna muchacha cuando pose. Y, desde luego, 45
de caer, de ser suspendido entre dos fuerzas. Y ese alguien será instrumento predilecto para el concierto de los grandes
sabe ser llamado por el vacío y por la tierra: una vez desde fantasmas: las muñecas. De su gusto por lo hispánico exttae
la atadura vegetal impuesta a su cintura, sintió cómo las alas la pandereta: un objeto tan imitador, tan perfectamente acor-
del tapasol cedían, subían, arrancaban la parte superior !le de con la otra realidad, que hasta suena. Lleva colores, pape-
su cuerpo y lo lanzaban en mares vertiginosos, fugaces, altí- les y estambres vivos, como adornos. Ante el silencio (o el
simos. Ese que, pintando bajo el sol, deja en el suelo sus sonido) ilimitado del acordeón y la guitarra, esta pandereta
pies, es el mismo paracaidista que ahora avanza sobre la ciu- se hace dueña de una irrealidad no prevista: su sonoridad.
dad, en una mantilla liviana y fatal: el tiempo. Uno tras otro, los objetos se agrupan en las escalas psíqui-
Muy distinta intención esconde la hermosa pajarera: con cas de su autor; en un escalón imaginario, el teléfono, los
caña y lata, con trozos de veradas, el artista forja una jaula aviones y el paracaídas; en otro, la plaza, el tejido, los instru-
para once pájaros. Tienen colores de óleo o de tiza y pastel, mentos musicales. Pero también existe un área para utensi-
tienen una vasija con agua, pero están firmemente detenidos lios que pueblan el hogar imaginario: repisas, mesas, bancos.
por alambres y por una puerta cerrada. El vuelo nunca será Y estas sillas: hechas con tablas, con patas de mader:~. y fo-
posible: Reverón ha querido fijar estas aves y ese pequeño rradas por un tramado tamiz de juncos secos. La silla peque-
aire, porque en el código de las metamorfosis aspiradas por ña: la gran silla con elegantes pedazos de hojas de palmeras.
el artista, la inmovilidad sólo debe ser cumplida por los se- Almohadones, un cofre, un farol.
res errantes. Expertos, necesarios jugadores invisibles llegarán de pron-
Muchos años atrás, con Ferdinandov, el artista descubrió to para iniciar la partida. Y mágicamente aparece la caja de
las representaciones, el teatro súbito y el canto; frecuentaban dominós: Tiene su tapa: adentro están las piezas hechas ·con
lugares donde alguien registraba una guitarra o aceleraba un prisa, para crear una barrera al fastidio. Aun no se ha secado
cuatro. Muchos años atrás, vestido de torero, saltó a un rue- la pintura que recubre cada dominó, cuando ya el pincel co-
do auténtico para desafiar al toro. Entonces (y aun antes: loca los puntos, las cantidades: y entonces la cara del objeto
con el piano de la abuela) atendió a las canciones. Un tango, se vuelve una mancha en expansión, como le gusta a Reverón
un merengue, la nueva música americana difundida por ra- que ocurra en sus propios cuadros. Los jugadores están en

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su imaginación; somos nosotros, que ahora vemos las piedras ero y lo cubrimos con ella, ¿hacia dónde verdaderamente
del dominó y seguimos la partida iniciada por el artista. mirar, qué es exactamente lo mirado: "La forma no era me-
Pero a estas alturas de nuestro recorrido un estremecimien- nos curiosa ... La aspereza alternaba con la dulzura", en la
to sacude al escenario; todo se oscurece: Reverón está ha- historia de Borges estas frases preceden la entrega de la más-
ciendo un objeto que aún no podemos contemplar. Pensemos, cara por el rey al poeta. En el lenco y asombroso tablado de
entonces, en un descifrable relato de Jorge Luis Borges, cuya Reverón, las máscaras nos anuncian el punto más alto de sus
acción propone a un rey y a un poeta que intentan (aquél invenciones. Ya no es el castillete mismo --o Juanita, arran-
ordenando que se celebren sus victorias; el poeta tratando de cada al carnaval- ni el mono prolongado durante años; no
convertir en versos, en belleza el suceso) asomarse a un tex- son los utensilios, los juguetes. Ahora el demiurgo se inclina
to memorable. Ante el fracaso del escritor, su rey le otorga sobre el espejo (¿su paleta?) y desde él inicia la sustitución
una máscara de oro, para que vuelva a escribir la obra. final: por eso tal vez con la ayuda de Juanita, el castillete
46 El intento precedente era extraño, sin embargo: "La forma co~enzará a llenarse de nuevas figuras: un niño, un negro,
no era menos curiosa. Un sustantivo singular podía regir un muJeres.
verbo plural. Las preposiciones eran ajenas a las normas co- Así, el muchachito cosido en tela clara no disimula sus
munes. La aspereza alternaba con la dulzura. Las metáforas costuras; son las huellas del alumbramiento. Ya habrá tiem-
eran arbitrarias o así lo parecían" 11 . Así, tras la oscuridad, que po para fabricarle ropas, como a los demás nuevos habitantes.
es una máscara total, Reverón vuelve de nuevo a su tablado. El niño tiene los ojos cerrados (¿duerme o no quiere ver,
Ahora sabemos lo que trae: antifaces, joyas, pulseras, colla- como debió hacer durante mucho tiempo el pequeño Reve-
res. Pero, sobre todo, máscaras. Hay dos, más pálidas, aunque rón en Caracas, en Valencia?) y la lengua afuera se conjuga
algo coloreadas en las mejillas; están fabricadas con lienzo con el falo evidente. Lengua: hoja para nutrirse de vitalidad
y cartón. Una de ellas posee corbata, cuello blanco y camisa. jugosa, terrena; falo infantil y al descubierto: sólo separado
No sirve para mirar desde ella sino para contemplarla. por una mínima diferencia del ritual público (escando casi
La otra, quizá sacada del liencillo o del coleto, trae mar- desnudo) que su creador cumple ante los cuadros.
cados tonos rosa. Esa piel dulce pudiera encantar si no fuera A su lado está el muñeco negro. Ha sido ensamblado con
por las arrugas que contraen la boca y que dan una certeza porciones de algún juguete y terminado en tela. Lleva gua-
terrible a sus pómulos. Los ojos no existen: hay un vado. yuco blanco, cadena y redoma; también zarcillos. No es Ja
sombra del otro, porque su apariencia se detiene encre la
¿Qué debemos hacer? ¿Descifrar las máscaras cuyos ojos
niñez y lo adulto. Pero lo enriquece su porte activo, ágil,
nos siguen y nos obligan a pensarlas, como si fuesen parte
de pirata. Su color, sin embargo, aún lo impregna de la mate-
de un secreto? ¿O trasladarlas en el laberinto de Reverón a
ria psíquica tras la cual se ocultó Reverón para mostrarlo.
un carnaval específico: a todos los carnavales? ¿O será más
acertado tomar aquella de ojos vados, colocarla sobre nues- Ahora se acercan ellas. Ante la consistencia rotunda que
tro rostro y mirar desde ella? ¿Lograremos ser él, el hacedor, poseen algunas, surge el vado de la Dama de Mimbre.
y entender su visión? Bueno. Ahora que está en nuestras No es realidad cabal sino un espectro: cuanto interesa en ella
manos, ahora, cuando subimos la máscara hasta nuestro ros- es lo que significativamente interesa a Reverón en ese arque-
tipo: la mujer elegante, algo impositiva en su actitud. Los
11 . Jorge Luis Borges : El espejo 'J la máscara. senos, de eco egipcio, son taparas pulidas. Ella avanza, pasa

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'
frente a él, frente a nosotros; nos deja su vacío: su forma iba a inventar también. En esas pagmas, un autor posterior,
secreta, la ausencia de cabeza y de brazos. Pero se mueve en Stockhausen, podría haberse reconocido. En esas páginas, la
la transparencia de sí misma: y Reverón la contempla en música revisa y convoca todos los componentes del tablado:
silencio, grave; olvida que su creación resume su más honda ella es la indescifrable escritura del genio, su comentario, el
imagen para la criatura ideal. apógrafo de un mundo también desplegado en objetos.
Ahora tOda la riqueza del Caribe se transmuta en materia:
la luz es gruesa, táctil; un ritmo que cambia, firmemente
atado a brillos melódicos, sacude estos cuerpos. Ritmo de Guillermo Meneses había recorrido el enigmático conjunto
baile, '-'trueno" para los jóvenes de los años veinte; "descar- creado por Reverón. Sus palabras fueron éstas: "Algunos de
ga" para futuras juventudes. Merengue, son, mambo, gua- los cuadros que proviene11 del mundo de las <<muñecas>>, esta-
guancó. Sonido del Caribe, de lejanas interioridades del Afri- blecen muy netas diferencias con la anterior producción del
48 ca, dan contornos a estos cuerpos; pero en ellos el esplendor pintor. Afirmaríamos que en sus obras anteriores hay lo que 49
se vuelve patético y la luminosidad abrasante. Han aparecido podríamos llamar serenidad melancólica. Los modelos se con-
las muñecas de Reverón. vierten en severas figuras femeninas de sensualidad muy
Elijamos ésta, de pelo negro, liso y largo; con uñas pinta- noble y triste. Las que corresponden a las muñecas -por el
das y pulseras. En la cintura un pañuelo rojo, y adornos de contrario- podrían servir como elementos pertenecientes a
papel y mecate. Elijamos , aquélla, con pañuelo también roji- cienos ambientes de lujuria y violencia que nunca antes se
zo en la cabeza, sobre la estopa del pelo rubio. Su sexo: abier- vierqn en la obra de Reverón" 12.
to, oferente; indicando los túneles de un erotismo muy firme. Y aun añade: "Algo de extraño -cierta incapacidad para
•En ambas, carnes pálidas, estaturas normales en nuestra po- las tareas normales de la existencia- lo hizo apartarse del
lblación; en ellas, senos y cuerpos armoniosos, pero reservan- trato social e inventarse una vida solitaria en un rancho de
do siempre un vago índice de horror: como si su existencia la playa cercano a Macuto. Lo acompañaron a lo largo de la
nunca pudiera ser completamente ficticia o completamente existencia una mujer y un mono. Realizó una obra absoluta-
real; en ambas, cálida ambigüedad expresiva: a punto de mente personal, como si tuviese derecho a inventar el sentido
rechazarnos o de aceptar todo: a punto de entregarse a la mismo de la pintura. Actuó -si miramos su trabajo desde
) ndiferencia o al asombro. En ambas caras, las líneas gene-, el punto de vista de lo mucho que había aprendido- como
rales de un mismo rostro: el del propio Reverón. si olvidara conocimientos y creara la idea misma de la luz y
Cerremos el taller del universo paralelo. Aquí quedan los de los colores, haciendo del blanco durante largo tiempo la
objetos; y allí permanecen, intocadas, sus significaciones. He- base de su ejercicio artístico" 13.
mos atravesado una vida para sentirlos surgir, para alimentar Juan Calzadilla, por otra parte, encuentra en ese mundo
el recuerdo de un cosmos que se impuso en el pensamient($ estas .•raracterísticas: "Sospecho que cuando él construía un
del artista hasta sustituir la vida habin1al de los otros. Saldre- juguete, para hacerle una mala pasada a un visitante, de 75
mos, seguros de no haber comprendido realmente. La oscu- metros de tripa, se ponía más cerca del espíritu contempo-
ridad vuelve al escenario, y apenas nos queda tiempo para
mirar cierta escritura del artista: sus partituras, sus obras 12 y 13: Guillermo Meneses: Prólogo al libro de Alfredo Boul-
musicales, creadas con signos que la música contemporánea ton La obra de Armando Rever6n.

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ráneo que cuando investigaba con lucidez horriblemente pic- siempre, no da tÍtulo a sus cuadros; y deja sin fechar (o colo-
tórica los macices de un mediodía calcinante encima del mar. ca fechas alteradas) en ellos. La proporcionada, personal y
Quiero decir que descubro en Reverón una actitud que me honda evolución de sus técnicas y sus temas, serán la fuente
atrevo a definir (ingenua y provisionalmente) como dadaís- más fiel para agrupar los diversos momentos de su obra.
ca; desde luego se traca de una actitud inconsciente, no sos- Una continuidad variable, una totalidad que absorbe cada
pechada ni siquiera por él mismo. En este sentido, acepto detalle: he allí la congruencia del creador.
que no sólo fue nuestro más sabio y quizá nuestro único ver-
dadero informalisca o pintor de la materia, sino también el
más agudo de nuestros dadaístas" 14• El 24 de octubre de 195 3, sus amigos Cabré, Alfredo Plan-
chan y el doccor Báez Fino!, llevan a Reverón al sanatorio,
desde el castillete. Se inicia un largo año de crisis y mejo-
50 El objetO - una idea, aquella sensaClOn, las COSaS, los rías; Juanita estará cíclicamente presente; acompañándolo, 51
seres- abarca todas las posibilidades de encarnación para trayéndole alimentos y ternura, desde la cosca. El volverá a
la vida. Por eso, desde una multiplicación de lo cotidiano, dibujar.
Reverón extrae su arte; y de ambos una verdad nueva, abso- Aún queda un último escenario por poblar: su propio
lutamellle concebida por él: cosas, cuerpos, im{tgenes. Segui- cuerpo. La íntima perplejidad, la honda confianza del pa-
rá pintando hasta el final de su vida; será atraído por el ciente, hallarán eco, comprensión y cauce en el doctor Báez
puerto de La Guaira y recorrerá las mismas callejuelas que Finol, su psiquiatra. Pero nunca conoceremos con exactitud
conoció en su juventud, cuando daba clases de dibujo. Pero cómo Reverón mostró ante el médico los desenlaces de un
un acento sombrío atraviesa estas formas del muelle, de las destino que reunía al niño de Valencia y sus muñecas; a la
edificaciones portuarias. Podemos verlo pasar frente a la muerte de Josefina y del padre; a la inestable y fija proximi-
Casa Guipuzcoana o ubicarse en el balcón de la Corporación dad de su madre; al viajero del mar; al disfraz; al pintor, al
del Puerto. Vuelve a pintar la Plaza Vargas. Dice Boulton hacedor de una vida exclusiva; al hierofante de ritos eróticos
sobre esta etapa de su trabajo: "la menos artificiosa e ima- abiertos y secos; al genio, en fin, en este cuerpo. Cuerpo
ginativa. Es el mejor canco a los valores vitales de la cierra". que -durante una de las crisis finales- atiende al silencio
En 1943 muere su madre, Dolores Travieso, quien vivía de las venas, a los ruidos del estómago y a los gases del intes-
desde dos años antes cerca del castillete. Juanita, ahora bajo tino, a las pulsaciones de las vísceras: porque allí aun nace
una presencia doblemente joven y vieja a la vez, ve llegar otra posibilidad de lenguaje: la soledad abrumadora de lo
los períodos más g¡:aves de padecimiento mental. En una biológico, su intrasmisible pasión, su autonomía espléndida
oportunidad, llagados los pies, Reverón no acepta que se y macabra. Cuerpo que traspasa al niño y al anciano, al hom-
extraigan las larvas allí crecidas. Las reconoce como pertene- bre y la mujer (Penélope teje); que mira y es mirado (una
cientes a la naturaleza. Lo acompaña el mono; sus cuadros máscara de oro para el poeta), hasta ceñir, simultáneamente
-a precios ínfimos- son comprados rápidamente: por ami- lo imposible: la vida y la muerte. Stt indwidualidadJ en todo
gos, por aventureros, por nadie. Ahora, como antes, como casoJ es abarcanteJ colectwizadoM 1 z. Así, luego de una mejo-

14 . Juan Calzadiila: El taller de Rever6n. 15 . Alejandro Otero.

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ría mental, muere de "hemorragia cerebral ocasionada por Santana, Emilio: A1"mando Reveró1z, Colección Artes, N9 14, IN-
hipertensión" a las 6:45 de la tarde, el 18 de septiembre CIBA, Caracas, 1967.
de 1954.
Films de: Edgard Anzola (1937)
Caracas, junio-septiembre, 1979. Roberto de Lucca ( 1945)
Margot Benacerraff (1952)
Joseph Fabri ( 1979)
Angel Hurtado ( 1979)

BIBLIOGRAFIA

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