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Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo libre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.”
Por lo tanto, para responder a la pregunta del poder que ostenta el curador y el crítico
frente a la producción artística y a la elaboración de curadurías, pienso que el curador tiene el
poder de tomar una posición crítica frente a las producciones artísticas audiovisuales o los
artefactos que sean, y construir con ellos un discurso. El crítico de arte o el curador puede bien,
elegir las imágenes que presenté y con ellas elaborar un discurso que sustente los dispositivos
hegemónicos de control, de exclusión, y de jerarquía social del aparato de estado; o puede utilizar
su material como máquina de guerra. Y para responder a la pregunta de quién tiene más poder
sobre la obra de arte, el artista, el curador, o el crítico de arte; creo que se trata de una cuestión
de otro orden, no obstante, pienso que una curaduría que busque ser máquina de guerra debe
trabajar en conjunto con el artista, y si el artista no participa de la labor curatorial, la labor crítica
le concierne al curador, porque si de arte comprometido se trata (que puede no ser el caso
1
Tomado y parafraseado de: http://mientraslaruedagira.blogspot.com.co/p/el-arte-y-la-otredad.html
siempre), si buscamos un verdadero cambio social por medio de las artes, el curador y el crítico
de arte deben asumir una postura responsable y ética sobre la difusión de las curadurías artísticas.
Después analicé las imágenes –imagen 4- de una animación del 2003 llamada Les triplettes
de Belleville, en la cual en el minuto 1:10 aparece la representación de una mujer aparentemente
de origen africano, que se convierte en una imagen referencial del cuerpo de la mujer negra,
como La imagen 2, la mujer negra es entonces en la memoria colectiva (Aby Warburg, 1998), por
casi dos siglos, la representación de una mujer voluptuosa, sin ropa, “salvaje”, toda un showman.
Es importante aclarar que al igual que la primera imagen, el responsable de esta también es un
hombre, blanco y francés llamado Sylvain Chomet –ver imagen 5-. Entonces, con estas dos
“representaciones” me apoyé en una escritora feminista y crítica literaria chilena llamada Lucía
Guerra que aborda el problema de la representación. Ella encuentra, al igual que yo, problemático
el término “representación” entendido como un “volver a mostrar” y afirma que es una falsa
noción de la artes pensar en su capacidad de captar una realidad identificable. Guerra-
Cunningham más bien piensa que “representar” constituye más bien un proceso de creación y
modulación que modifica, distorsiona, y/u omite elementos de eso representado
arbitrariamente. Así pues, las representaciones deben, para ella y estoy totalmente de acuerdo,
ser vistas como una realidad filtrada por preconceptos culturales de quienes representan (Guerra,
2007). En suma, la representación es, entonces, un dispositivo discursivo/creador de discursos,
hegemónico y de poder; es la materialización del poder de quien representa sobre el
representado. La representación es la belleza disruptiva dionisiaca al servicio del aparato de
estado. Cuando la belleza apolínea, la del orden; la lógica; lo “bonito”; “la transfiguración del
genio” (Eco, 2006) ha representado a los grandes reyes, héroe, doncellas, al cuerpo que importa;
la belleza dionisiaca, la del desorden; lo grotesco; lo que incomoda a la vista (Eco, 2006)
representa al Otro, al que si desaparece no nos alarmamos.
Ahora, ¿cómo construimos los roles que deben cumplir los cuerpos de las negritudes?
Como dije anteriormente, la representación es una herramienta creadora de discursos, por lo
tanto, además de hablar sobre los cuerpos y los comportamientos del Otro, también les
asignamos roles determinados dentro de la sociedad que los excluye. Mi segundo análisis fue
encontrar en la memoria colectiva, al menos uno de los papeles que desempeñan las negritudes
En las imágenes 6 y 8 encontramos la labor típica de la mujer negra: la “sirvienta”, una palabra que
duele escribir porque deshumaniza inmediatamente, es menos que nada y nadie. En la imagen 6
encontramos a la Olympia de Manet (pintor blanco francés) de 1863, una imagen icónica de una
trabajadora sexual que se roba toda la atención del espectador y que elimina por completo la
representación de su “sirvienta” que además es más negra que el fondo del cuadro, como quien
dice “eres menos que nada y nadie, que vemos más el fondo que tu rostro”. Lo único que vemos
de ella es su uniforme muy blanco, porque si la mujer negra no está desnuda, mecanismo por el
cual se exotiza su cuerpo, está usando uniforme como en las imágenes 8 (propaganda de un
producto de limpieza llamado Límpido, cuyo personaje principal es una trabajadora doméstica
negra) y 10 (fotografía polémica publicada en la revista Hola en el 2011, de la familia de Sonia
Zarzur).
Quisiera terminar este proyecto diciendo que siempre hay luz al final del túnel, y que si
hasta aquí este pseudo ensayo/bitácora es desalentador, hay un algo en el campo del arte que
nos regresa la esperanza, y nos tranquiliza de la idea que la representación es la única
herramienta que existe para representar (valga la redundancia) y que pertenece sólo al aparato
de estado. Encontré como máquina de guerra las estéticas decoloniales, en la cuales no me voy a
concentrar, sólo quiero decir que son la forma en la que el paradigma de la representación, como
dispositivo hegemónico, se rompe. En cuanto a las estéticas decoloniales Gómez y Mignolo nos
dicen:
“Las estéticas decoloniales son entonces —en su pluralidad, dentro y fuera del denominado campo del arte,
como conjunto heterogéneo de prácticas capaces de realizar suspensiones a la hegemonía y totalización del
capitalismo— formas de hacer visibles, audibles y perceptibles tanto las luchas de resistencia al poder
establecido como el compromiso y la aspiración de crear modos de sustitución de la hegemonía en cada una
de las dimensiones de la modernidad y su cara oscura, la colonialidad. El reto, además, consiste en pensar
dicha pluralidad en su articulación alrededor de una opción civilizadora otra.” Gómez, P & Mignolo, W. (2012),
p.16.
Y digo que el paradigma, entendido en función del aparato estatal, se rompe porque son los
sujetos representados quienes (se) representan El Otro como un Mismo. Es para mi tranquilidad
y para la de quienes leen este escrito que las estéticas decoloniales nos permiten eliminar el
concepto del Otro de una forma creativa.
¡Gracias Camila!
Bibliografía
Eco, U., & Pons Irazazábal, M. (2006). Historia de la belleza (7a ed. ed.). Barcelona: Lumen.
Galeano, E. (1995). El libro de los abrazos (5a ed. ed., Biblioteca Eduardo Galeano). Bogotá: Tercer
Mundo Editores.
Gómez, P. & Mignolo, W. (2012). Estéticas decoloniales. Bogotá: Universidad Distrital Francisco
José de Caldas. Tomado de: https://adelajusic.files.wordpress.com/2012/10/decolonial-
aesthetics.pdf
Guerra, L. (2007). Mujer y escritura: fundamentos teóricos de la crítica feminista. México: UNAM.
Kristeva, J. (1998). Poderes de la perversión: Ensayo sobre louis-Ferdinand céline (3a ed. ed.).
México: Siglo XXI.
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