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Escritos subalternos contra-hegemónicos sobre los muros de la

revuelta

<<El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de
dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que
quiere uno adueñarse>>. (M. Foucault, Barcelona, Tusquets Editores, 1992.)

Al igual que al loco de la edad media, el discurso exteriorizado de la alteridad post dictatorial
en el debate político concreto de construcción comunitaria-organizacional a nivel estatal en
los países latinoamericanos es prácticamente nulo y sin valor trascendental –en contadas
excepciones-, no conteniendo ni verdad ni importancia para la clase política y la oligarquía
subordinada al sistema interestatal desde la independencia criolla hasta el siglo XXI.
Siguiendo al mismo loco de la edad media ejemplificado por Foucault […], y también, pero
opuestamente, al subalterno, se le confieren otras atribuciones como verdades, estas
inculcadas o más bien aprehendidas a la fuerza mediante el adoctrinamiento cultural y
educacional al que son sometidas las persona según su condición de privilegio en un sistema
individualizante y separatista; forma política de mantener o de modificar la adecuación de los
discursos y los poderes productores de subalternidades, quienes, finalmente, heredan el
pensamiento patriota incuestionable y acomodaticio para la hegemonía política, tanto como
la heterosexualidad normativa y la xenofobia inusitada, fórmula del porvenir reproductivo,
símbolo del mantenimiento del poder económico de auto explotación-acumulación capitalista
en su devenir moral y conducente a las leyes mercantiles que configuran la supuesta libertad
individual de los participantes, cómodos y oprimidos (simbolizados-simbolizante), separados
e incomunicables.
***
<<El discurso verdadero, que la necesidad de su forma exime del deseo y libera del poder,
no puede reconocer la voluntad de verdad que le atraviesa; y la voluntad, ésa que se nos ha
impuesto desde hace mucho tiempo, es de tal manera que la verdad que quiere no puede
no enmascararla>>(Foucault, 1992)

Pero hubo un susurro, una propagación subconsciente devenida en algún sueño colectivo,
al unísono, al levantarnos luego del silencio, luego del té o cualquier rito matutino, el discurso
se cae de la mesa, se hace trizas como porcelana vieja y despertamos; el oasis, la noche
anterior, como si en horario punta, aplastado por los rieles del tren que más tarde ardería para
desaparecer. La publicidad del modelo al estilo de vida dominante basado en la realización a
través de la riqueza, la fecundidad, fue el tapete por donde cientos de miles de personas
caminaron desde Tobalaba hasta la moneda un 18 de octubre. Prendió fuego con esa
prodigiosa maquinaria destinada a excluir. La clase obrera asalariada y endeudada se arroja
a la calle, nada más cabe bajo la alfombra del poder, la precarización de la vida obrera fue
objeto de burlas descaradas por parte de la clase política, vida social en los consultorios,
beneficios para el que se levante más temprano, para los románticos las flores van a la baja,
etc. Esa tarde el subalterno descubre que era un alienígena.
***
<<Pero, ¿Qué hay de peligroso en el hecho de que las gentes hablen y de que sus discursos
proliferen indefinidamente? ¿En dónde está por tanto, el peligro?>>. (M. Foucault, 1992)

El discurso como construcción de significado bajo un contexto social tan frágil, tiene efectos
importantes sobre la institucionalidad represora cuando hacia ellos –principal,
fundamentalmente- está dirigido, dado que imponen sentidos ideológicamente orientados a
la defensa de los privilegios de orden y acumulación de la élite, y que impactan sobre la
sociedad reprimida.

Esta frase es significativa, el mandatario la ha utilizado en variadas ocasiones previo al


estallido social. Siempre frente a fuerzas de orden, ya sea en las ceremonias de inauguración
de una comisaría en la Araucanía o la promoción de nuevos aparatajes represivos. Las
consecuencias de aquello es el abuso de poder, las violaciones a los derechos humanos:
Humillaciones, vejaciones sexuales, mutilaciones, brutalidad policial, arrestos
indiscriminados, allanamientos ilegales, aprensiones ilegitimas, respaldados por el poder
(Toda representación de soluciones imaginables a los objetivos humanos, sin mencionar la
redención del circulo de destierro de todas las condiciones de existencia precedentes, es
irrealizable en principio, sin recurrir en absoluto a la violencia.) (W. Benjamin, Para una crítica
de la violencia)
El enemigos poderosos e implacable se manifiesta con un palo de madera y ollas de
aluminio en la esquina de su casa, envuelto en un humo denso a la media noche, cuando es
toque de queda y vuelan los helicópteros con las luces apagadas sobre las poblaciones en
revuelta. Las mercaderías que se reparten. El enemigo poderoso e implacable de los
torniquetes del metro y el millón y medio de personas en la alameda. El enemigo poderoso e
implacable piedras y barricadas. El enemigo pueblo. Se replantea el subalterno, se mira más
indígena, el enemigo las de las estatuas extirpadas, decapitadas de los monumentos a
militares cuya representatividad descansa en las atrocidades ejercidas por parte del poder a
los ancestros del territorio.
“… las estrategias de uso –del discurso-, de legitimación y de construcción de la dominación
que se enmarcan en el abuso de poder […] prefiero hablar de desviaciones de reglas, de
normas, de temas tales como los derechos humanos.” (Van Dijk).
***
La multitud es la fuerza productiva real de nuestro mundo social, mientras que el imperio es
un simple aparato de encarcelamiento que no vive más que de la vitalidad de la multitud –es
decir, parafraseando a Marx, un régimen vampiro de trabajo muerto acumulado que no
sobrevive más que chupando la sangre del trabajo vivo (M. Hardt y A. Negri, Barcelona,
Paidós, 2002)
La violencia que genera el imperio del sistema interestatal es la violencia de explotación –y
auto explotación- por parte de otro. El subalterno dentro de la multitud ha de entenderse como
componente de todos aquellos que trabajan bajo el dominio del capital y, en consecuencia,
potencialmente como la clase se resiste al dominio del capital. La naturaleza depredadora de
las corporaciones multinacionales han minimizado al Estado y sus componentes,
desorientando cualquier otra alternativa de administración económica y de comprensión de
las subjetividades matizadas por el consumo. La relación capitalismo-estado hace posible el
ordenamiento político mundial para la viabilidad de la maximización de ganancias por la
explotación del capital como le parezca más favorable. Siempre hablamos de vencidos y
vencedores, orden básico en el capitalismo neoliberalista. La relación estado-capitalismo, al
interior de los Estados, la clase acumuladora de capital, la clase dominante, utiliza los
aparatos políticos-estatales en beneficio propio para la subsistencia del modelo, penetrando
así en las subjetividades de la clase trabajadora, acondicionado su comportamiento a través
de la economía de la subsistencia, cultivando la división de clases en el devenir de una
civilización materialista, dado el fomento de acumulación que han ejercido sistemáticamente
las clases acumuladoras. El rol político-estatal es esencial para el mantenimiento y
supervivencia del capitalismo y la clase acumuladora a nivel interestatal, dado que su
proliferación es debida únicamente a las fichas interinas en movimiento dentro de los Estados,
ya sean débiles o fuertes, en aras del progreso, aunque es inevitable lo que vergonzosamente
intentan ocultar: sus prácticas anti igualitarias en la redistribución económica.
Los costos que la maximización de ganancias y acumulación de capital han significado para
las sociedades, recae tanto y más fuertemente sobre nuestro ecosistema como en las
precarizaciones a las que son sometidas las vidas de las personas subalternas, en el devenir
de la deshumanización de la vida. La re significación de nuestra relación para con el consumo,
para nuestra interacción con las cosas es lo que se ha visto puesto en la palestra estos últimos
días, aunque de manera solapada, aquellos discursos hacen mella sobre la subalternidad que
se ha auto convocado en rebeldía desafiando al poder, tensionando practica y teóricamente
la historia materialista del Chile neoliberal como herencia de una constitución impuesta bajo
la dictadura. El subalterno no busca, en todo caso, acceder al poder, dado a que desde
ninguna posición de poder el sujeto subalterno puede ser pensado, pero busca ser parte de
las políticas que rigen, al fin y al cabo, su vida, su libertad. Gabriel Mistral lo decía, la
humanidad es algo que todavía hay que humanizar, y escabullidos en la densa barricada,
hombres, mujeres, disidencia, muestra las aporías del pensamiento hegemónico, en la lucha
por la humanización de un modelo deshumanizante.
Los muros de la ciudad hablan lo que la prensa calla. Los símbolos de autodefensa a los
cuales históricamente el pueblo ha recurrido para visibilizar la violencia estructural que es
condenatoria y relega a la desigualdad de los privilegios, y que la prensa, mediante los
discursos totalizantes que expele la clase política desde la televisión, condenan, señalando
como violentistas al pueblo que emerge desde los suburbios a reclamar la dignidad, lo justo,
lo humano.

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