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ESTUDIOS BÍBLICOS ELA:


¿QUÉ MÁS QUIERES?
(COLOSENSES)
por
Rafael Porter
Ediciones las Américas, A.C.
Domicilio: Dirección Postal:
Prol. Reforma 5514 Apartado Postal 78
72130 Puebla, Pue., México 72000 Puebla, Pue., México
A menos que se indique lo contrario
todas las citas bíblicas están tomadas de la
Versión Reina-Valera 1960
Primera edición, 1990
© Todos los derechos reservados
editado por el personal de:
EDICIONES LAS AMÉRICAS, A.C.
Domicilio: Prol. Reforma 5514,
72130 Puebla, Pue., México
Dirección postal: Apartado 78, 72000 Puebla
Tels: 248–39–23; 248–23–23, FAX 249–59–84
ISBN 968–6002-86–3
CONTENIDO
1. Nada Nuevo Bajo el Sol
(Colosenses 1:1–8)
2. Como Andar Dignamente
(Colosenses 1:9–12)
3. Aptos para Compartir la Herencia
(Colosenses 1:13–23)
4. La Esperanza de Gloria
(Colosenses 1:24–29)
5. Como Vivir la Vida Cristiana
(Colosenses 2:6–10)
6. Resucitados para Nueva Vida
(Colosenses 2:11–15)
7. ¿Sombra o Realidad?
(Colosenses 2:16–23)
8. Sentado a la Diestra de Dios
(Colosenses 3:1–4)
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9. El Vestido Adecuado
(Colosenses 3:5–14)
10. El Fruto de la Palabra
(Colosenses 3:15–4:1)
11. El Comportamiento Correcto
(Colosenses 4:2–6)
12. El Toque Personal
(Colosenses 4:7–18)
ESTAMOS COMPLETOS AL ESTAR EN COLOSENSES
CRISTO
INTRODUCCION 1: EL MINISTERIO DE CONCLUSION 4:
1–23 PABLO: Proclamar la provisión 7–18
completa hecha por Dios en Cristo 1:24–
4:6
REVELACION DE IMPLICACIONES NOTAS
LA DE LA PERSONALES
PROVISION 1:2 PROVISION 2:1
4–2:15 6–4:6
Su saludo 1:1–2 Revelación del Rechazo de los ritos Informe de su
Su oración 1:3–23 misterio acerca de humanos 2:16– situación 4:7–9
• Su acción de los gentiles 1:24– 19 Saludos
gracias 1:3–8 27 Rechazo de las personales 4:10–
Una iglesia madura 3– Proclamación de reglas 15
5 Cristo a humanas 2:20– Intercambio de
Una iglesia todos 1:28–29 23 cartas 4:16
fructífera 6–8 Lucha para que no Reconocimiento de Exhortación a
• Su petición 1:9–23 sean nuestra posición en Arquipo 4:17
Que sepamos lo que Dios decepcionados 2: Cristo 3:1–4 Saludo final 4:18
quiere hacer 9 1–5 Dejar la ropa de la
Que andemos Conclusión que vida antigua 3:5–
dignamente 10–23 debemos andar por 11
fe en Cristo 2:6– Revestidos de la
Llevando fruto 10a
Creciendo en su 7 ropa de la vida
Advertencia que nueva 3:12–15
voluntad 10b
nadie nos lleve Resultados del
Siendo fortalecidos 11
cautivos 2:8 control de la
Dando gracias al
Provisión completa Palabra de
Padre 12–23 que tenemos al Dios 3:16–4:6
Nos capacitó 12 estar en
Nos libró 13a Cristo 2:9–15
Nos trasladó 13b–20
Nos reconcilió 21–23

1
Nada Nuevo bajo el Sol
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Colosenses 1:1–8
“¡Yo puedo hacerlo solo!”
Desde que el mundo es mundo, el hombre ha querido demostrar que es capaz de
salvarse a sí mismo. No quiere reconocer su dependencia de nadie, ni siquiera de Dios. Le
gusta pensar que es autosuficiente.
Esta actitud es la trampa favorita de Satanás. Su deseo es ver que una persona alcance
grandes triunfos materiales sin tomar en cuenta al Creador. Su intención es convencernos
de que podemos esforzarnos y hacer buenas obras para lograr nuestra salvación, o para
vivir una vida cristiana aprobada por Dios.
En la actualidad, comprobamos que las cosas siguen igual. Las grandes religiones del
mundo apoyan esta mentira del demonio. Aunque haya muchas diferencias entre ellas,
enseñan que podemos hacer algo por nosotros mismos para satisfacer las exigencias del
Señor. Pero no pueden garantizar que sus seguidores tendrán paz, porque es imposible
realizar todo el tiempo el cien por ciento de lo que se requiere.
Las sectas también presentan el mismo concepto, aunque en diferentes formas. Para
ellos, la obra de Cristo por sí sola es insuficiente para asegurarnos la vida eterna. Por fuerza
hay que añadirle otros requisitos, o cuando menos nuestras buenas acciones. Según ellos,
nadie puede saber con certeza la cantidad de obras aceptables que se necesitan para lograr
la salvación sino hasta después de la muerte (Hebreos 2:15; compare con 1 Juan 5:13).
Aun entre algunas iglesias que se consideran evangélicas, con frecuencia se hace
énfasis en todo lo que tenemos que realizar para ser salvo, o para seguir en ese estado, pues
consideran que lo mínimo que se puede hacer para mantenerse en comunión íntima con
Dios, es obedeciendo sus leyes.
Así que hoy, como en la iglesia en Colosas, el problema del legalismo sigue siendo el
mismo. La gente quiere vivir conforme a las reglas propuestas por el mundo:
• Debo vivir conforme a lo que yo puedo lograr.
• Debo seguir las reglas inventadas por hombres.
• Puedo confiar en mi capacidad de agradar a Dios.
La respuesta divina al legalismo humano es Jesucristo. Es imposible que cumplamos
con todas las exigencias del Señor. Si aceptamos someternos a la autoridad de cualquier
sistema legalista, seremos irremisiblemente condenados. La solución es reconocer que el
Padre nos ha proporcionado un camino a través de su Hijo. El es Dios mismo y por lo tanto,
el único capaz de darnos todo lo que nos hace falta. No podemos añadir nada a lo que él ha
hecho.
El problema que Pablo enfrentó en Colosas era el mismo de siempre: los judaizantes,
que él llamaba “perros feroces” y que iban tras él para devorar a los nuevos creyentes de las
congregaciones que iniciaba. En varias épocas, surgieron tres diferentes tipos:
1) Hechos 10–11
El tema: la salvación
La pregunta clave: ¿Para quiénes es la
salvación?
Estos judaizantes creían que la salvación
era sólo para los judíos.
2) Hechos 15
El tema: la salvación
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La pregunta clave: ¿Cómo se puede ser


salvo?
Estos pensaban que para ser salvo, había
que guardar la ley mosaica y que tenían que
añadirle
algo a la obra de Cristo
3) Gálatas, Colosenses, Filipenses 3
El tema: la santificación
La pregunta clave: ¿Cómo podemos andar
con Dios y agradarle?
Estos postulaban que para ser “espiritual”,
había que guardar la ley mosaica. La vida
cristiana se vivía por obras.
El cuadro anterior, nos ayuda a comprender que el problema de la iglesia de Colosas era
la misma trampa de Satanás. Estaban a oscuras, sin encontrar lo que era verdadero, aunque
era una buena iglesia. Pablo describe a los hermanos como santos y fieles (1:2). Eran
maduros, su fe era evidente, mostraban amor y esperanza (1:3–5) porque habían recibido la
Palabra de verdad que había producido fruto y estaban creciendo (1:5–6). En todos
sentidos, era una iglesia admirable.
Fue entonces que Satanás puso su trampa favorita: el sistema legalista que decía: “¡Tu
puedes hacerlo!” A través del apóstol, se deja oir la voz de Dios diciendo que sólo él puede
transformar las vidas y realizar en los creyentes lo que él espera ver. En verdad, ha hecho
todo por medio de Cristo. No nos falta nada.

¡PENSEMOS!
¿En qué formas se presenta esta doctrina satánica en el
lugar donde usted vive? ¿Qué cree la gente que apoya estas
ideas? ¿Cómo debemos responder a sus enseñanzas?

EL AUTOR Y LA FECHA
Existen fuertes evidencias de que fue Pablo quien escribió esta misiva, como sucede
con todas las que envió desde la cárcel: Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. El
testimonio que contiene y el paralelismo con las epístolas mencionadas, proveen las bases
para considerar a ese apóstol como autor de Colosenses. Según las circunstancias que lo
rodearon durante el tiempo que pasó en la cárcel, la fecha más probable para esta carta sería
aproximadamente 60 d.C.
LA SITUACION HISTORICA
Poco se sabe acerca del origen de la iglesia en Colosas. Parece que no fue fundada por
este apóstol, porque encontramos en ella varios indicios de que nunca había estado allí. Sin
embargo, la conocía bien (1:3–8). Pudiera ser que se tratara de un grupo producto de la
iglesia de Efeso, con la que sí había colaborado mucho, pues conocía personalmente a
algunos de sus miembros, tal vez desde el tiempo en que había estado en esa ciudad (4:7–
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17). Es posible que varias personas evangelizadas por él hubieran regresado a formar una
iglesia allí.
Sea cual sea el origen de la congregación, Pablo sentía una relación especial con ella.
Había recibido un informe de parte de Epafras, quien les ministraba fielmente. Se inquietó
mucho al escuchar que los judaizantes estaban influyendo fuertemente en los fieles y
escribió esta carta en respuesta a su amenaza.
PROPOSITO Y TEMA
Los legalistas proclamaban la doctrina de que la santificación se logra por medio de la
ley, presentando en esencia el mismo problema que surgió en la iglesia de Galacia. Por
medio de su misiva, el apóstol Pablo quería combatir esa doctrina y corregir a quienes se
habían desviado.
En su epístola a los Gálatas, había dicho que era imposible ser salvo por la fe y
santificado por la ley, pues ésta trae condenación y sólo sirve para que reconozcamos el
pecado. Sin embargo, no tiene poder para vencerlo. Si nos sujetamos a la ley, estamos
perdidos (Gálatas 3:10–12).
En esta carta, Pablo enfoca el tema desde una perspectiva diferente, haciendo énfasis en
la doctrina positiva de la total provisión que tenemos en Jesucristo. Dios suple todo lo que
nos hace falta para vivir la vida cristiana con éxito. Estamos completos cuando estamos en
él. Por eso, la vida espiritual es vivir en Cristo y no en el legalismo.
LA TOTALIDAD DE DIOS SE ENCUENTRA EN CRISTO
ESTAMOS COMPLETOS AL ESTAR EN EL,
NO NOS FALTA NADA
ORGANIZACION DEL LIBRO
El problema doctrinal que enfrentaban los colosenses es el eje central donde gira la
organización del libro. Los otros temas que trata se colocan alrededor de éste. Empieza con
un saludo de parte de Pablo (1:1–2), y su oración a favor de ellos (1:3–23), y termina con
algunas notas personales a los hermanos que conocía (4:7–18).
En el cuerpo de la carta, Pablo describe el ministerio que el Señor le dio, a saber:
proclamar que sólo en Cristo se encuentra la provisión completa hecha por Dios para
nuestra salvación (1:24–4:6). Se divide en dos partes relacionadas íntimamente entre sí.
Primero, indica que en Cristo estamos completos (1:24–2:15). La idea principal de esta
sección es que únicamente él tiene todo lo que necesitamos.
La segunda parte del libro (2:16–4:6) presenta las consecuencias lógicas de esa
provisión: si Dios nos ha dado todo lo que nos hace falta, entonces la vida espiritual tiene
que reflejar que estamos en él, y no basarse en alguna forma del legalismo por medio del
cual pretendemos satisfacer a Dios.
SU SALUDO 1:1–2
SU ORACION 1:3–23
SU MINISTERIO 1:24–4:6
Revelación de la Provisión en Cristo 1:24–2:15
Implicaciones de la Provisión en Cristo 2:16–4:6
NOTAS PERSONALES 4:7–18
SU SALUDO 1:1–2
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Pablo introduce su carta con un saludo a la iglesia donde se presenta a sí mismo y a su


colega Timoteo en el ministerio. Afirma que recibió su apostolado en forma directa del
Señor, sin discutir.
Al definir a los destinatarios, nos proporciona algunos indicios de la condición
espiritual en que se encontraban. Dice que son santos y fieles. Es obvio que los acepta
como hermanos en Cristo. Al llamarles santos, el apóstol se refiere a ellos como personas
que han sido apartadas por Dios para gozar una relación especial con él, la cual debe
producir un cambio práctico en su vida, aunque éste no es requisito previo para alcanzar la
comunión con el Señor.
Además de dirigirse a ellos como santos, también considera que son hermanos fieles.
Esta palabra se utiliza mucho en el Nuevo Testamento. Su raíz denota a alguien que cree o
confía. Esta idea básica conlleva dos significados principales. A veces se usa para referirse
a un creyente, o a alguien o algo que es digno de nuestra confianza y que no nos va a
defraudar. El uso más común es cuando algo es confiable, como se presenta en esta
traducción. El contexto nos sirve para entender el significado que estaba en la mente del
autor en cada caso.
Normalmente, en los saludos a las iglesias, se define a los destinatarios en forma
general, para identificarlos como creyentes auténticos, como hace el apóstol aquí. Pablo
indica que los consideraba verdaderos hermanos en Cristo, en quien depositaron su
confianza y que habían sido apartados por Dios para gozar con él de una relación de hijos.
SU ORACION 1:3–23
Después de su breve saludo, Pablo les informa que está intercediendo a su favor y hace
una lista de lo que está pidiendo. Al estudiar esta oración, podemos aprender un patrón
digno de imitar cuando nosotros lo hacemos por otros hijos de Dios. La primera parte es
una acción de gracias por ellos (1:3–8), por la evidencia de la obra que estaba haciendo el
Señor en sus vidas.
Alejandro Whyte, famoso predicador escocés, era conocido como una persona muy
agradecida con sus semejantes. Le gustaba enviar tarjetas postales en gratitud por algún
acto bondadoso o favor recibido. A menudo, sus mensajes animaban a los destinatarios en
momentos en que necesitaban una palabra de estímulo para seguir adelante. Pablo también
lo hacía con los hermanos de las iglesias donde ministraba; acostumbraba expresar su
agradecimiento por el fruto del evangelio que se manifestaba entre ellos.
DAMOS GRACIAS A DIOS SIEMPRE POR VOSOTROS
Una iglesia madura 1:3–5
Pablo sentía gratitud a Dios por las evidencias de madurez que habían alcanzado y les
felicita por mostrar las características de: fe, amor y esperanza (1 Corintios 13:13; Romanos
5:2–5; 1 Tesalonicenses 1:2–3, 5:8; 2 Tesalonicenses 1:3–4; Efesios 1:15–18; y Colosenses
1:3–6)
En cuanto a la primera, había oído acerca de su fe en Cristo y agradece a Dios por ella,
pues ésta incluye la confianza en la obra salvífica de nuestro Redentor, el reconocimiento
de que él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia y que se manifiesta en el diario andar,
estando ciertos de que él es capaz de suplir nuestras necesidades y realizar sus propósitos
en el mundo y en nuestras vidas.
El amor de la iglesia madura se basa en la relación personal con Dios, e incluye el que
se expresa a otros también. Pablo se refiere específicamente en este caso al afecto que ellos
manifestaban por todos los santos.
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Finalmente, la esperanza que una iglesia madura muestra, se fundamenta en la


comprensión y estabilidad doctrinal, especialmente con respecto a la comunión presente y
futura con Dios por medio de la obra de Cristo. Esta es la que nos da seguridad para
acercarnos al Señor, enfrentar los problemas difíciles que encontramos en la vida diaria, y
esperar el cumplimiento del plan divino para el futuro del mundo y de nuestra propia vida.
Nuestra esperanza está guardada en los cielos; no se va a perder. No tenemos que
preocuparnos por ella.
Una iglesia como la de Colosas es producto de la enseñanza correcta de las Escrituras,
de su aplicación, de la comunión íntima unos con otros y con Dios, del testimonio de vidas
transformadas por el Señor y de su compartir la fe. Se necesita que esos tres elementos se
den en forma equilibrada para que una iglesia sea verdaderamente madura.

¡PENSEMOS!
Considere la condición espiritual de la iglesia a la cual asiste
a la luz de estas tres características de madurez. ¿Es
madura? ¿Qué le hace falta? ¿Qué podría hacerse para
lograrlo?

Una iglesia fructífera 1:6–8


Cuando los miembros de la congregación en Colosas escucharon la Palabra de Dios,
conocieron la verdad de las “buenas nuevas” de salvación por medio de la fe en Jesucristo
(1:5). Al recibirlas, al igual que muchos otros alrededor del mundo, respondieron con fe.
Confiaron en Jesucristo y ésta empezó a crecer y a producir fruto en sus vidas (1:6).
La recepción de la Palabra no fue meramente un conocimiento intelectual estéril. Había
producido fe, amor y esperanza en ellos. El evangelio es en esencia un organismo vivo que
produce frutos, no como el maíz, sino como un árbol. El maíz muere hasta su raíz después
de que ha producido. Por el contrario, un árbol da fruto y sigue creciendo.
Así había sido la obra del evangelio entre ellos. Los fieles ministros de Cristo habían
llegado para enseñarles (1:7), y tenían buenos fundamentos porque amaban a Dios y a los
hermanos en Cristo. Por eso, Pablo daba gracias a Dios (1:8).
Sin embargo, a pesar del buen fruto que daban, había surgido el problema de una
doctrina falsa. Preocupado, Epafras viajó para conseguir la ayuda de Pablo.

¡PENSEMOS!
La llegada del verdadero evangelio de Jesucristo debe
producir fruto y crecimiento continuos en el pueblo de Dios,
que se manifieste en las tres evidencias de madurez cristiana.
¿Qué debe mostrar una iglesia fructífera y en crecimiento?
Conforme a esta norma, ¿cómo está su iglesia? Pablo
siempre acostumbraba dar gracias a Dios por las
características saludables que encontraba en las
congregaciones que visitaba. ¿Por cuáles daría gracias al
visitar la iglesia a la que usted asiste? Tome un momento
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para escribir los motivos de acción de gracias que tiene que


dar por ella. Exprésela en oración al Señor ahora mismo.
¿Qué más hace falta para que su iglesia manifieste el fruto
del evangelio de verdad en su área de influencia? Pida al
Señor que realice esta obra en medio de ella.

2
Como Andar Dignamente
Colosenses 1:9–12
Cuando oramos a favor de otros, ¿cómo lo hacemos? ¿Qué deseamos para ellos? Pablo
fue de los líderes de la iglesia primitiva que invertía mucho tiempo intercediendo por las
congregaciones e individuos entre quienes ministraba; lo hacía continuamente. Esa
costumbre es una de las características más sobresalientes de su ministerio. Se refiere a esa
práctica en todas sus cartas menos una, la epístola a los Gálatas. Pero es indudable que
también oraba por ellos. Al estudiar sus oraciones aprendemos mucho sobre el sentir del
apóstol.
SU PETICION: QUE SEPAMOS LO QUE DIOS QUIERE 1:9
Los colosenses se encontraban amenazados por los legalistas. Sin embargo, Pablo no
pide por eso. Aunque en ese tiempo el apóstol estaba encarcelado, tampoco menciona ese
problema. Su petición era en tono positivo, reflejaba su interés personal en sus necesidades.
Quería que el conocimiento de la voluntad de Dios controlara las vidas de los creyentes.
La primera parte es de alabanza, de acción de gracias por su fe, amor, y esperanza, y
por la forma en que habían recibido la Palabra del Señor (1:3–8). La segunda parte contiene
lo que pedía específicamente por ellos (1:9–23).
Esto pone de manifiesto su discernimiento espiritual. No los critica por haber permitido
la presencia de los maestros falsos, pues sabía cuál era la esencia de la dificultad. Más bien,
su preocupación se centraba en el estado espiritual en que se encontraban. Para él no era
suficiente saber que eran salvos; quería saber cuál era su madurez. Tampoco deseaba que
tuvieran un entendimiento meramente intelectual de la voluntad divina, sino que éste
dirigiera sus vidas.
EL DESEO DE PABLO ERA QUE LOS HERMANOS
CONOCIERAN LA VOLUNTAD DE DIOS
Y QUE ESTA CONTROLARA SUS VIDAS
A su vez, esto traería consigo sabiduría de lo alto y discernimiento. Estos elementos de
su petición demuestran que no se estaba refiriendo a un conocimiento académico, sino a
una realidad práctica, que fuera capaz de transformar la conducta de los oyentes.

¡PENSEMOS!
Cuando nosotros oramos por los hermanos de nuestra
iglesia, ¿cómo lo hacemos? ¿Qué clase de peticiones
elevamos al Señor? Piense en alguien por quien debe orar. A
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la luz de la oración de Pablo, haga una lista específica de lo


que puede hacer por esa persona. ¿Cómo cambiará esa
oración nuestras intercesiones a favor de otros?

PROPOSITO DEL APOSTOL: QUE ANDEMOS


DIGNAMENTE 1:10–23
El conocimiento de la voluntad de Dios debía producir en los colosenses y en nosotros
un nuevo estilo de actuar, distinto al anterior. Que nos permita vivir dignamente,
agradándole en todo y no basándonos en el legalismo, sino en una relación personal con él.
(2:6–7; Efesios 4:1).
AL CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS
ANDAREMOS DE MANERA DIGNA,
AGRADANDOLE EN TODO
¿Cómo se logra esto? El escritor usa cuatro gerundios para describirlo (10b–12). Los
resultados de conocer la voluntad divina forman un ciclo repetitivo en nuestra vida porque
se alimentan unos a otros.
Llevando fruto 1:10a
El primero es que se fructifica en toda buena obra. En otras palabras, se producen
buenas obras, sin tomar en cuenta las exigencias de la ley, sino en forma natural, así como
las plantas vivas producen sus frutos. De la misma manera, el Espíritu Santo morando en
nosotros producirá fruto espiritual (Gálatas 5:22–23). Por consecuencia, el creyente que es
dirigido por lo que Dios quiere hacer en su vida, le agrada en todo. Pero una viña que no da
uvas, es considerada inútil.
Creciendo en la voluntad de Dios 1:10b
El segundo resultado es que la comprensión de la divina persona crece más cada día. El
autor sigue usando como ejemplo la agricultura, un concepto que los receptores de su carta
entendían. Al observar los árboles en primavera, se hace evidente que les brotan nuevas
ramas. Este ciclo se repite cada año en esa temporada.
Si un árbol no hace esto, no produce fruto y es muestra de que no tiene vida. Así es
también con un creyente auténtico. Siempre producirá más porque sigue creciendo
continuamente en el conocimiento de Dios, como lo hacen las plantas. Pablo deseaba ver lo
mismo en los hermanos de la iglesia de Colosas.
Siendo fortalecidos 1:11
El tercer resultado de una vida que está controlada por el Señor, es que recibirá la
fortaleza necesaria para vivir como él quiere. Pablo utiliza distintas palabras relacionadas
con el vocablo “poder” para subrayar la verdad de que una vida digna, que agrada a Dios,
recibe una fuerza especial. Así, los creyentes tienen la capacidad de vivir conforme lo desea
el Padre Celestial.
Esta fuerza se recibe de acuerdo a la medida de la potencia de la gloria divina; no tiene
límites naturales como el hombre, porque procede de Dios mismo. No nos la otorga sin
propósito, ni para satisfacer nuestros gustos; sino con el fin de soportar y vencer cualquier
aflicción o problema.
Dando gracias al Padre 1:12–23
Finalmente, una vida digna se caracteriza por acciones de gracias al Señor por todo lo
que hace a nuestro favor. Al reconocer esto, tenemos que contemplar sus beneficios y
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agradecerle cada cosa que recibimos. El resultado entonces es una actitud humilde, gozosa
y agradecida.

¡PENSEMOS!
¿Cuántos cristianos conoce que muestran lo anterior?
¿Cómo son los que usted conoce? ¿Son irritables,
quejumbrosos, criticones? ¿Son agradecidos?
Considere los siguientes versículos de Colosenses y observe a
lo que se refieren: 1:3, 12; 2:7; 3:15, 17; 4:2. Compare 1
Tesalonicenses 1:2; 2:13; 3:9; 5:18 y Filipenses 4:4. Recuerde
que Pablo escribió estas palabras estando en la cárcel.
A la luz de todo lo que hemos recibido del Señor, ¿cómo
debemos comportarnos? ¿Qué hacer para cambiar? Observe
una vez más cuál es el punto de partida para poder lograr
esto según Colosenses 1:12.
En fin, Pablo quería que tuvieran una vida verdaderamente espiritual, haciendo a un
lado el conflicto que existía con el legalismo, sabiendo que Dios ha hecho todo por
nosotros. Cuando confrontó el error propagado por los judaizantes, el apóstol lo hizo
conociendo el corazón del problema que es la falta de aprecio por lo que Dios había hecho.
Por eso, les anima a dar gracias por todas sus maravillas. Al hacerlo, aumentaría su
comprensión de lo que significa el perfecto plan divino.
AL AGRADECER A DIOS SU AMOR POR NOSOTROS,
ENTENDEMOS LA GRANDEZA DE SU PLAN
Observemos la oración de Pablo por los colosenses, y descubriremos algunos principios
dignos de imitar y que necesariamente tienen que afectar nuestra vida:
1. Debemos pasar mucho tiempo en oración.
2. El discernimiento espiritual nos ayuda a comprender la prioridad que la oración debe tener
si queremos lograr resultados positivos. El apóstol no los criticó por su problema, sino que
se preocupó de su estado interno.
3. No le era suficiente con saber que eran salvos, sino que quería ver madurez en sus vidas.
4. Debemos orar específicamente por las necesidades de nuestros hermanos en Cristo.
Pablo estaba preocupado por el bienestar de la gente y por eso oraba continuamente por
las iglesias. En especial, esta enfrentaba un problema doctrinal serio que podía tener
consecuencias desastrosas. Sin embargo, Pablo tomó tiempo para alabarles por su fe y
amor. Les recordó que estaba orando para que sus vidas fueran productivas y maduras.
Insistió en decirles que daba gracias a Dios por ellos y no les atacó por haber caído en error.
Parece que practicaba lo que predicaba Colosenses 4:6 porque su palabra era siempre
con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno. Nuestra
conversación debe ser amable, pero también con sal. Estos dos elementos evitan la
corrupción en el hablar.
Pablo no estaba satisfecho con que permanecieran en el mismo nivel que cuando habían
aceptado a Cristo ni los abandonó porque aparecieron doctrinas falsas. Estaba interesado en
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forma personal en las vidas de aquellos a quienes ministraba y cuantas veces podía
demostraba esa preocupación.
PABLO SE PREOCUPABA
POR EL BIENESTAR ESPIRITUAL
DE LOS HERMANOS ENTRE QUIENES TRABAJABA
¡PENSEMOS!
A la luz de las actitudes de Pablo y sus oraciones por los
hermanos de las iglesias, ¿qué aprendemos? ¿Cómo
debemos orar por los creyentes que conocemos? ¿Qué
cambio quiere Dios lograr en su propia vida?

3
Aptos para Compartir la
Herencia
Colosenses 1:13–23
En el libro de Colosenses Pablo enfrentó a los judaizantes, la secta contemporánea que
más daño hacía en aquellos días. Ellos, al igual que otros sectarios, creían que la muerte de
Cristo por sí sola no era suficiente para salvarnos y que era necesario añadirle algo más
para obtenerla, o por lo menos para alcanzar la santificación personal. Desde el principio
del libro, el apóstol trata de demostrar que no es así.
Antes que nada, agradecía la divina influencia que se manifestaba entre los miembros
de la iglesia de Colosas (1:1–8) y pedía que el Espíritu Santo produjera en ellos sus frutos
(1:9–12a).
Al final de su oración, les indicó que debían estar agradecidos por lo que el Padre había
hecho por ellos; haciéndolo, se darían cuenta de la grandeza de su obra y aumentaría su
reconocimiento de tan maravillosa provisión. Pablo señaló cuatro motivos específicos para
dar gracias (1:12b–23).
Al meditar en ellos, debemos hacernos tres preguntas: ¿Quién los hace? ¿Cuándo?
¿Tienen algún fundamento en la ley? Al contestarlas, apreciaremos la grandeza del favor
del Señor, quien gracias a su misericordia, intervino para solucionar los problemas que
teníamos: habíamos sido despojados de nuestra herencia (1:12; Efesios 2:19), estábamos
sujetos al dominio de la oscuridad (1:13; Efesios 2:1–3), éramos culpables del pecado
(1:14; Efesios 2:13–16), y andábamos alejados de Dios (1:21; Efesios 2:12–13). En otras
palabras, éramos sus enemigos, condenados por nuestras rebeliones. Sin embargo, él
cambia todo esto dándonos una nueva posición, no basada en el legalismo, sino en su amor.
DIOS NOS CAPACITO PARA RECIBIR LA HERENCIA
1:12B
El primer aspecto de la obra de Dios es que nos hizo capaces de recibir parte de la
herencia de su pueblo, la cual pertenece a los santos, a los que andan en la luz. ¿Quién
realizó esta obra? Dios mismo. ¿Para quién lo hizo? Para nosotros, que no tuvimos que
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hacer nada ni teníamos derecho a reclamarla; éramos completamente indignos porque


estaba reservada para gente santa. ¿Cuándo lo hizo? El pasaje no dice específicamente
cuándo, pero indica que fue en el pasado. Se refiere a una obra consumada en otro tiempo.
No llenábamos los requisitos para compartir la heredad del pueblo escogido; la
gozamos sólo porque él nos ha abierto una puerta de acceso. La descripción que Pablo
emplea para definir este privilegio no quiere decir que seamos dignos, sino que hemos sido
hechos aptos, competentes. El Padre Celestial nos ha dado el derecho a recibirla.
Antes estábamos alejados de la ciudadanía de Israel, ajenos a los pactos, y por lo tanto,
éramos enemigos del pueblo de Dios. Sin embargo, por medio de Cristo somos coherederos
y copartícipes con ellos (Efesios 3:6). Le damos gracias a Dios, no por la herencia que
obtendremos, sino por habernos capacitado para recibirla. Es decir, debemos agradecer lo
que ya ha hecho.
DIOS NOS LIBRO DEL DOMINIO DE LAS TINIEBLAS
1:13A
La segunda cosa que Dios ha realizado en nuestro favor es que nos libró del dominio de
las tinieblas; él hizo todo. ¿Para quién? Para nosotros, los indignos, los dominados por ellas
(Efesios 5:8, 11, 13; 6:12). ¿Cuándo? Otra vez se menciona como un hecho pretérito.
Pablo aclara la naturaleza de esta obra divina usando dos contrastes. Primero usa la
figura de la luz y la oscuridad. Anteriormente, mencionó que la herencia era para quienes
andaban en luz (1:12b). Pero nosotros no andábamos en ella, sino en tinieblas (1:13a).
El segundo contraste se refiere a los dos reinos en que nos movemos los humanos. Uno
es el de tinieblas, donde la mayoría de la gente está bajo el dominio de Satanás, tal como
nosotros. La segunda alternativa es el reino de luz, en que el amado Hijo de Dios gobierna.
En Lucas 22:52–53, Jesucristo hizo referencia al conflicto permanente que existe entre
esas dos áreas de influencia y sabía quién controlaba la otra; era evidente que Satanás se
oponía a su reino de luz. Aparentemente el poder demoníaco ganó en esos momentos, pero
después esa victoria provocó su caída; tuvo su oportunidad, sin embargo, perdió la batalla.
Ahora, gracias a la obra del Hijo de Dios, somos parte de su reino, compuesto de aquellos
que lo reconocen y someten a su autoridad. El Señor nos ha librado del dominio de las
tinieblas. Eramos esclavos de ellas, pero ahora hemos sido libertados; ya no tienen dominio
sobre nosotros.
DIOS NOS TRASLADO AL REINO DE SU HIJO 1:13B–20
Pablo registra que, a través de la obra consumada por Cristo en la cruz, Dios nos hizo
ciudadanos del reino de su Hijo amado (1:13b). Por eso, hemos dejado de ser enemigos y
extranjeros, para ser parte del pueblo especial del Padre.
La palabra trasladar que Pablo utiliza en este caso, es empleada para referirse a un
cambio de nacionalidad (Efesios 2:19; Filipenses 3:20). No entre límites territoriales, sino
en lo espiritual, en el reino de Cristo que se encuentra en el corazón de quienes han
confiado en él.
¿Cómo realizó Dios este cambio? Por medio de la redención, palabra que se usaba para
referirse a la compra de un esclavo o prisionero de guerra en el mercado público después de
pagar el precio estipulado (1:14). Sólo así podía conseguir su libertad.
En este caso, el aspecto más importante de nuestra redención es el perdón de pecados.
En la Septuaginta, traducción del Antiguo Testamento del hebreo original al griego, la
misma palabra se emplea para describir el año de jubileo, el año de libertad (Levítico
25:31). Perdonar significa librar al hombre de la deuda que tiene con Dios. En otras
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palabras, el Señor ha eliminado el obstáculo que existía para que fuéramos libres gracias al
sacrificio de Cristo. Por eso debemos darle gracias.
Esa obra está completa. Por medio de ella, Dios nos ha capacitado para recibir la
herencia de los santos en el reino futuro (1:12b), nos ha librado del poder de la oscuridad
(13a), y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, quien pagó con su muerte el precio
marcado para librarnos de la esclavitud de nuestras transgresiones (13b–14). Todo esto ya
se ha logrado, ¿qué más nos falta? ¿Qué tiene la ley que ver en este proceso? ¿Por qué
tratar de añadir algo más a esta provisión divina, como si dependiera de nosotros?
Esta referencia a la obra del Redentor animó a Pablo a explicar con más detenimiento
los favores que había recibido de él y continúa con un resumen completo de la doctrina de
la Cristología (1:14–23). En la siguiente sección de su carta, se observan los dos elementos
teológicos más importantes sobre Jesucristo: ¿Quién es? y ¿qué hizo? Su propósito era que
reconociéramos las bondades de Dios y recordáramos quién es su Hijo y el papel que tuvo
en nuestra salvación.
Es interesante observar que varias sectas modernas utilizan este pasaje, cuyo objeto era
exaltar a Cristo y darle la preeminencia en todo, para tratar de demostrar que Jesucristo no
es Dios. El apóstol no intentaba limitar al Señor al hacer su descripción. Más bien, veremos
al ir estudiando el texto, que deseaba demostrar que es Dios mismo y que él ha realizado
todo por nosotros.
¿Quién es Cristo?
1. La imagen del Dios invisible 15a
Esta referencia demuestra su estrecha relación con Dios. La palabra imagen incluye dos
conceptos:
a) Semejanza. Se usaba para referirse al proceso de fabricar monedas. El original se oprimía
contra una sustancia suave como la cera. Después de endurecerse, esa copia se usaba de
molde, el cual forzosamente tenía que reflejar el original.
b) Revelación. De la misma manera, Cristo manifiesta la naturaleza del Dios invisible (Juan
1:18). En el sentido estricto de la palabra, es la revelación exacta de se carácter.
2. El primogénito de la creación 15b
La segunda referencia tiene que ver con la relación que tiene el Hijo con la creación.
Antes de examinar el significado de esta expresión, vale la pena hacer tres observaciones:
a) El propósito de Pablo era exaltar a Cristo. Ya mencionamos esto, pero lo repetimos aquí
porque este punto es el más discutido. Parece extraño que algunos tomen esta descripción
para decir que el Señor fue un hombre limitado, sin poseer parte de la naturaleza divina.
b) La palabra primogénito en el Nuevo Testamento nunca se usa para poner énfasis en génito,
es decir, nacido, que indica que alguien nació, sino en primo que denota que la persona es
la primera. Cristo lo es en la creación.
A la luz de estas observaciones, tenemos que preguntarnos: “¿Qué significa primogénito?”
La palabra conlleva tres distintas acepciones, todas relacionadas con alguna cualidad del
Señor:
i) Preexistencia. Ya existía antes de toda la creación.
ii) Superioridad. El es el primero; tiene preeminencia sobre todo.
iii) Herencia. Entre los israelitas, el primogénito heredaba todo lo que pertenecía al Padre.
Por lo tanto, todo le pertenece.
La expresión siguiente explica la razón por la cual esto es posible: “Porque por él fueron
creadas todas las cosas… todo fue creado por medio de él y para él”.
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c) El uso de ese nombre no es para identificarlo con la creación, sino para distinguirlo de ella.
Se trata de un contraste que demuestra que él es diferente a todo lo que Dios ha creado. El
Padre lo ha nombrado número uno.
Tiene derechos y privilegios que nadie más puede obtener. Así que esta expresión en lugar de
limitarlo, demuestra que Jesucristo existía antes de la creación, es número uno,
administrador, representante y heredero del Padre, encargado de vigilar lo que le pertenece.
Por lo tanto, es Señor de todo cuanto existe.
Todas las cosas se hicieron para él 16
Como Creador del universo, es su dueño. Lo que se hizo fue hecho por él y para él. Es
evidente que el propósito de Pablo en este versículo es el de comprobar su superioridad
sobre lo creado.
4. Es eterno 17
Aunque en este versículo no se habla categóricamente de la eternidad de Cristo, sí
afirma que existió antes de todas las cosas. Es él quien las smantiene en su debido orden,
incluyendo los cielos y la tierra, lo visible y lo invisible, tronos, dominios, principados y
potestades. Sea lo que sea, Cristo existió antes de ello. Pablo lo quiere diferenciar de las
cosas creadas.
5. Cabeza de la iglesia 18a
En cuanto a su relación con la iglesia, Cristo tiene autoridad sobre todo el pueblo de
Dios porque es su soberano.
6. Es el principio 18b
Esta expresión hace énfasis en varios aspectos de su relación con el universo y la
iglesia; él es eterno y tiene autoridad sobre ellos. Es la fuente de todo lo que existe. Otros
pasajes afirman lo mismo al hablar de Dios y su Hijo, quien es el principio y el fin de todo
(Apocalipsis 1:8, 11, 17; 22:13).
7. El primogénito de entre los muertos 18c
El fue el primero en resucitar. Por eso tiene autoridad sobre la muerte y los muertos,
habiendo arrebatado a la muerte su victoria (1 Corintios 15:55).
8. Es preeminente en todo 18d
El propósito de todas estas verdades es demostrar que él es superior, que merece el
primer lugar sobre todo el universo, las criaturas, el pueblo de Dios y nuestras vidas.
9. Todo lo que Dios es, está en él 19
La última descripción de Cristo es la más importante de todas. Sin embargo, no ha
causado el impacto debido porque no la comprendemos. Es necesario tomar nota de que la
expresión al Padre no se encuentra en el texto original; fue agregada por los traductores
con el fin de aclarar el significado del versículo, pero lo ha hecho más difícil de interpretar.
La expresión central aquí es toda plenitud, que quiere decir totalidad o perfección. El
verbo que sirve como raíz de esta palabra es estar completo o terminado. Literalmente, se
refiere a lo completo o perfecto. Describe, en fin, la perfección del Padre.
Pablo afirma que esa totalidad decidió habitar en Jesucristo porque le agradó hacerlo
así. En otras palabras, en base a esa explicación de Pablo, podemos decir que todo lo que
Dios es, está en Cristo. No le falta nada.
Al reunir todas estas afirmaciones, debemos preguntarnos: “¿Qué otra persona puede
ser todo lo que se dice acerca de Cristo aquí?” Unicamente Dios. Entonces, ¿Quién es
Cristo? El es Dios mismo, revelado en forma visible a los hombres (Juan 1:1, 14, 18;
Hebreos 1:8).
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LA TOTALIDAD DE DIOS RESIDE EN JESUCRISTO


¿Qué ha hecho Cristo?
1. Nos redimió 14a
Pagó con su propia sangre el precio para conseguir nuestra libertad de la esclavitud del
pecado.
2. Nos perdonó 14b
Fue también a costa de su vida que nuestro Señor Jesucristo logró que el Padre
perdonara nuestras transgresiones. Solo así podía seguir siendo justo y perdonador a la vez
(Romanos 3:24–26). De otra manera, tendría que haber demandado de nosotros el precio
que nuestro pecado exigía, la muerte.
3. Creó todo 16
Todo lo que existe fue creado por Jesucristo. Lo que está en la tierra y en los cielos,
visible o invisible. Aun las autoridades de toda clase, sean gobiernos humanos o
espirituales, fueron hechos por él para su gloria.
4. Hace que la creación subsista 17
Después de haberla hecho, no la abandonó para que funcionara por sí misma, como si
fuera un gran reloj al cual se le diera cuerda y se olvidara de él. El Señor sigue activo en el
universo y lo sostiene. Podemos confiar en la continuidad de las reglas científicas de un
siglo a otro precisamente porque sabemos que él está a cargo de ellas y están bajo su
control. Según Pablo, esta tarea nunca fue encomendada a otra persona.
5. Dirige todo lo que ocurre a su pueblo 18
Tal como hace con el universo, rige en lo que sucede a su pueblo. El es la cabeza del
cuerpo. La ciencia ha estudiado exhaustivamente el funcionamiento del cuerpo humano. La
cabeza dirige todo. A través de los nervios, manda instrucciones a los distintos miembros
del cuerpo; así es Cristo con la iglesia.
6. Reconcilió todas las cosas 20–22
Dios, por medio de Cristo, restauró la amistad y armonía entre él y el hombre que se
había alejado por causa del pecado. Hizo la paz entre el Creador y el pecador por medio de
su sangre. A través de él, el Padre proveyó el camino por el cual toda la creación puede
alcanzar la paz.
La barrera que existía entre judíos y paganos fue eliminada por nuestro Salvador.
Ambos pueblos pueden acercarse a Dios en Cristo. Además, permitió que personas de todas
clases sociales, razas, naciones, sexos o religiones, pudieran estar en paz el uno con el otro.
Al final de la historia, también la creación estará en paz gracias a su obra, y el león y la
oveja morarán juntos en tranquilídad (Isaías 11:6–9).
7. Nos presentará al Padre siendo santos, sin mancha, e irrepresibles 22
Nuestro Señor Jesucristo ha hecho tanto a favor de nosotros que al llegar frente a Dios,
seremos tal como él, sin ninguna falta, porque el Señor nos verá a través de su Hijo. ¿Qué
más nos hace falta? Es a este punto al que Pablo nos quiere llevar: al reconocimiento de que
no nos falta nada.
¡CRISTO HA HECHO TODO!
LA PREEMINENCIA DEL HIJO 1:14–23
Su Persona Su Obra
¿Quién es? ¿Qué ha hecho?
Imagen de Dios Nos redimió
Número uno de la Nos perdonó
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creación Creó todo


Dueño de todo Hace subsistir todo
Eterno Manda en la iglesia
Cabeza de la iglesia Resucitó
Principio Hizo paz entre Dios y su
Primogénito de los muertos creación
muertos Nos presenta ante Dios
Preeminente como santos, sin mancha e
En él reside la totalidad irreprensibles
de Dios Entonces: él ha hecho todo
Entonces: es Dios mismo

¡PENSEMOS!
Las religiones humanistas ponen en tela de duda las
verdades que hemos considerado en este estudio. Las niegan
en muchas maneras, incluyendo el uso equivocado de estos
versículos. ¿Cómo respondería a alguien que dijera que la
obra de Cristo es buena y que forma parte de nuestra
salvación, pero que no es suficiente? ¿Podemos hacer algo
para ganar el derecho de entrar al cielo? Si así fuera, ¿cómo
lo lograríamos? ¿Qué diría Pablo al respecto? Utilice este
pasaje para confirmar su respuesta.

DIOS NOS RECONCILIO POR LA MUERTE DE SU HIJO


21–23
La lista de motivos específicos por los cuales debemos dar gracias a Dios al pensar en
lo que ha hecho a nuestro favor, concluye con la reconciliación, misma que se mencionó en
el estudio que acabamos de considerar sobre la obra de Cristo. Juntamente con lo referente
a la creación (v. 20), hemos sido reconciliados con el Señor por medio de la muerte de su
Hijo.
Antes, al igual que los gentiles paganos, estábamos lejos, sin esperanza alguna, ni deseo
de acercarnos al Padre. Nuestra actitud era hostil, de enemigos. Sin embargo, él demostró
su amor para con nosotros mandando a Cristo para que muriera y nos reconciliara
(Romanos 5:8). No lo merecíamos, pero a pesar nuestro, lo hizo. De manera que por haber
confiado en Cristo tenemos esperanza de obtener la vida eterna y de ser considerados
irreprensibles.
Al meditar en lo anterior, debemos ser agradecidos porque reconocemos que él hizo
todo lo que necesitábamos. No nos falta nada.
DEBEMOS DARLE GRACIAS A DIOS
POR TODO LO QUE HA HECHO POR NOSOTROS
¡NO NOS FALTA NADA!
¡PENSEMOS!
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Haga una lista de todo lo que Dios ha hecho a su favor.


Incluya tanto la provisión espiritual como la temporal y
material. Aparte algún tiempo para agradecérselo.
Parece raro que un pasaje dedicado a enseñar la seguridad absoluta que tenemos en la
obra Cristo sin confiar en nuestros esfuerzos personales, sea utilizado con tanta frecuencia
para introducir duda en cuanto a la seguridad de la salvación. El versículo 23 ha sido
interpretado mal, pero, ¿cómo se debe entender?
Subraye las tres palabras claves: fe, esperanza y evangelio. Observe que no se
mencionan obras aquí, la cuestión a tratar es la fe. Es legítimo preguntarnos, y la Biblia lo
hace con frecuencia también: ¿vamos a permanecer en la fe? Tome nota de que esta
permanencia depende de la fe; no de obras de ninguna clase. Así que nadie puede hacer
algo para lograr la salvación; la única forma es por medio de la fe.
Tenemos que analizar la naturaleza de la condicional empleada por Pablo. Al decir si en
verdad permanecéis…, utiliza una construcción gramatical en el idioma original que supone
que sí lo harán. Se podría traducir: Ya que permanecéis… En otras palabras, está diciendo
que Cristo nos presentará santos, sin mancha e irreprensibles, porque permanecemos
fundados y firmes en la fe.
Esta afirmación concuerda con el mensaje de Juan en el sentido de que la persona que
confía en Cristo, permanece en él; quien no lo hace, da testimonio de que nunca ha
confiado de verdad (1 Juan 2:19). Estas son las buenas noticias: los que hemos creído en
nuestro Salvador con sinceridad, permanecemos fundados y firmes en la fe, porque Dios ya
ha hecho todo por nosotros.
Así que, ¿qué podríamos añadir? Debemos confiar en él, no como obra o mérito, sino
en reconocimiento de la verdad, y alabarle por una salvación tan grande. Si él ha hecho
todo, no hay por qué dudar ni tener miedo en cuanto al futuro.
El resto del libro se dedica a examinar las consecuencias lógicas de esta verdad:
Si Cristo es Dios… Si ha hecho todo y no nos falta nada, entonces, ¿qué nos toca hacer
a nosotros? Analizaremos esto en los próximos capítulos.

¡PENSEMOS!
El evangelio verdaderamente nos trae buenas noticias.
Piense en alguien que debe escuchar este mensaje, o pida a
Dios que le señale una persona con quien hablar de
Jesucristo. Pídale que él abra la puerta y que le dé la
oportunidad de compartir estas buenas noticias esta semana.

4
La Esperanza de Gloria
Colosenses 1:24–29
La manera en que Pablo escribió a los colosenses para ayudarles en su lucha contra los
que atacaban la esencia del evangelio, nos revela mucho acerca de su actitud hacia el
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ministerio. Al hacer la presentación del argumento doctrinal de la carta, elige como punto
de partida su llamamiento y nos deja ver el propósito de su trabajo.
Frente a los judaizantes legalistas que querían mantener su relación con Dios haciendo
buenas obras basadas en la ley, la iglesia de Colosas tenía que entender perfectamente bien
el mensaje del verdadero evangelio y sus implicaciones.
El escritor quería que conocieran el deseo de Dios de que anduvieran dignamente, y de
que fueran capacitados para hacerlo a través de su Hijo.
En la introducción, el apóstol primero demostró que Jesucristo es Dios mismo; él hizo
todo por nosotros y suple todo lo necesario. Estamos completos en él; no nos falta nada.
Esto constituye la esencia del evangelio. Como éramos incapaces de salvarnos, el Señor
mostró su amor enviando a su Hijo para morir por nosotros.
Pablo fue hecho ministro de estas buenas nuevas (1:23). Dios le llamó para
proclamarlas (1:24–4:6). Primero, presenta el contenido de la revelación que había recibido
del Señor (1:24–2:15). El mensaje que se le dio era que Cristo ha proporcionado todo
(2:10). Después se consideran las implicaciones prácticas de esta verdad, estableciendo
como debemos vivir a la luz de esa obra en nuestro favor (2:16–4:6).
LA REVELACION DEL MISTERIO ACERCA DE LOS
GENTILES 1:24–27
Pablo está agradecido por haber sido elegido para realizar un ministerio especial: el
privilegio de anunciar a los gentiles que ellos también podían participar en el programa de
Dios. Aunque él no lo había revelado antes, ahora lo hace claramente; el mensaje procedía
de Dios mismo.
Al relatar su apreciación de este ministerio, lo hace con una perspectiva equilibrada:
para él era un gozo y un gran honor. Sin embargo, la causa de Cristo le había traído
sufrimiento. Aun así, se alegraba en medio de él, no porque le gustara, sino porque se daba
cuenta de la importancia que tenía para ejemplo del pueblo de Dios (24).
Los padecimientos que experimentaba continuamente por la iglesia eran para el bien de
ella. Al leer que cumplía en su carne lo que faltaba de las aflicciones de Cristo, podríamos
pensar que la muerte vicaria del Redentor no había sido suficiente para lograr la salvación
de los creyentes. Sin embargo, no se estaba refiriendo al sufrimiento como condición para
alcanzar redención pues acababa de comprobar que no faltaba nada para realizarla ni para
alcanzar la santificación.
Al hablar de sus tribulaciones por causa de la iglesia, Pablo las identifica con el
sufrimiento de Cristo por nosotros. La lucha continuaba, y sigue hasta el día de hoy.
Siempre hay alguien que sufre en el pueblo de Dios. El apóstol cumplió con lo que hacía
falta en su tiempo. Quien se dedique a la obra del Señor sufrirá, al igual que Jesucristo.
Pablo estaba dispuesto a pagar este precio porque sabía que era para beneficio de sus
hermanos (25).

¡PENSEMOS!
Identifique las diversas formas en que nuestro Señor fue
afligido para el bien de su iglesia. ¿Cómo le fue a Pablo?
¿Cómo estaba sufriendo en los momentos de escribir esta
carta? ¿En qué otras maneras padeció?
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¿Quién sigue esta lucha hoy? ¿Estamos dispuestos a sufrir


por el pueblo de Dios? ¿Cómo? ¿Estamos preparados?
En seguida subraya que su mensaje tenía cuatro características: ante todo, era la Palabra
de Dios; no una opinión humana común y corriente. El Señor se lo había dado y eran sus
palabras no las de él (25).
En segundo lugar, dice que era un misterio; da la impresión de que era algo difícil de
entender, un secreto, pero la palabra que empleó no tenía esa connotación. Más bien se
refiere a algo oculto. Como lo describe posteriormente, su mensaje había estado escondido
a las generaciones anteriores, pero ahora había sido revelado con toda claridad a los santos
(26). ¿Cuál era ese mensaje que no se había dado a conocer antes? Esta pregunta sirve de
introducción a las otras dos características de la misión paulina.
En tercer lugar, lo presenta como las riquezas de la gloria. El misterio que había estado
oculto tiene que ver con las gloriosas riquezas de Dios que se han derramado entre los
gentiles (27).
Por último, y como complemento del anterior, Pablo expresa el contenido de su
mensaje: “…es Cristo en vosotros (los gentiles), la esperanza de gloria”. Habían vivido
alejados de Dios, sin esperanza (Efesios 2:11–13). Pero ahora, en Cristo, se nos considera
diferentes y se nos da la misma gloriosa esperanza que ha dado a los judíos. No nos falta
nada para recibir la misma herencia. Los que antes éramos paganos e incrédulos, ahora
tenemos la esperanza de recibir la gloria. Resumiendo, el misterio era que el Mesías es la
única esperanza para judíos y gentiles (27).
CRISTO ES LA ESPERANZA
DE JUDIOS Y GENTILES
LA PROCLAMACION DE CRISTO A TODOS 1:28–29
Pablo proclamaba el mensaje a todos para presentarlos perfectos en Cristo. En el breve
resumen contenido en estos dos versículos, encontramos la filosofía ministerial del apóstol.
Es un patrón digno de aprender de memoria e imitar en nuestros respectivos trabajos en la
obra del Señor.
Su alcance era universal. Tres veces repite que su meta era llegar a todo hombre; los
amonestaba y enseñaba con el fin de que fueran perfeccionados en Cristo. La repetición de
la palabra hombre no quiere decir que sólo se preocupaba por los de ese sexo, más bien su
interés era abrir el camino para todos, no limitarlo. Usa la palabra para referirse a todo el
género humano. Su sueño era presentar a todos perfectos delante de Dios (28).
LA MOTIVACION DE PABLO
ERA PRESENTARNOS
PERFECTOS EN CRISTO
Con esto en mente, Pablo anunciaba el mensaje a todo mundo, amonestando y
enseñando continuamente, día y noche. Su trabajo era arduo, casi imposible, pero él nunca
dijo que fuera fácil. Sin embargo, Dios siempre le proveyó lo necesario. En este breve
versículo emplea diferentes palabras para indicar la grandeza de su lucha y el poder que
Dios había puesto a su disposición. Esos eran los recursos con que contaba para
presentarnos perfectos en Cristo (29).

¡PENSEMOS!
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¿Para qué vive usted? Evalúe la meta que tiene para su vida.
¿Tiene alguna ambición personal de mayor importancia?
¿Por qué hacer de esa meta el propósito para vivir?
Pablo dice que su meta requería una gran inversión de
esfuerzo. ¿Qué pasos tendría usted que tomar si la hiciera
suya?

LA LUCHA PARA QUE NO FUERAN DECEPCIONADOS


2:1–5
Debido a la importancia de su objetivo, el enemigo se había dedicado a evitar que se
realizara. Trató de desviarlo y presentar obstáculos al crecimiento de las personas con
quienes trabajaba. Por eso, el apóstol luchaba para que no fueran engañados por quienes
esgrimían argumentos persuasivos (2:1).
Su deseo era que comprendieran la grandeza de su salvación (2:2–3; Efesios 3:14–21) y
las implicaciones de esta verdad para sus vidas. Solo así desaparecería la tendencia a
regresar a las antiguas prácticas del sistema judaizante con sus leyes y ritos vacíos. El
problema es que no entendemos cabalmente la grandeza de la obra hecha por Dios en
nosotros.
El estímulo para seguir adelante en la vida espiritual viene del vínculo de amor que
tenemos con otros hermanos en Cristo, porque perseguimos el mismo fin. Este lazo nos
ayuda a ver lo que Dios hizo a nuestro favor por medio de la obra de nuestro Señor
Jesucristo. Cuando lleguemos a ese conocimiento, descubriremos todos los tesoros de
sabiduría y entendimiento que evitarán que seamos llevados por otras tradiciones y
religiones.
Esta convicción constituye el mejor seguro contra el engaño. Pablo estaba preocupado
por el peligro que corrían de descarriarse por otros sistemas doctrinales. Por eso luchaba a
favor de los hermanos de Colosas, para que no se desviaran.
Los judaizantes, tal como las sectas falsas modernas, se apoyaban en otras fuentes de
autoridad que consideraban iguales a la Biblia. En realidad, les daban mayor importancia
que a la Palabra de Dios. Frente a esa amenaza Pablo respondió: “Que nadie os engañe con
palabras persuasivas” (v. 4).
Las palabras que el apóstol utilizó para describir a estos maestros falsos indican que
estaban tratando de engañar a la gente por medio de la lógica, utilizando frases calculadoras
y razonamientos convincentes. Hoy en día sucede lo mismo. Con presentaciones atractivas,
logran persuadir a muchos que no han reconocido la grandeza de la salvación que Dios nos
ofrece por medio de la fe en Jesucristo y nada más. Pablo nos advierte que estemos alertas
contra quienes vienen con palabras bonitas y argumentos fuertes, pero que contradicen este
mensaje.
LA DOCTRINA FALSA DE QUE PODEMOS OBTENER
LA SALVACION POR NUESTRO PROPIO ESFUERZO
SIEMPRE VIENE ENVUELTA
EN PAQUETES ATRACTIVOS
El pueblo de Dios cuenta con su mensaje directo: Cristo ha hecho todo por nosotros; no
podemos añadir nada a su obra. Sin embargo, Satanás ha repetido un concepto falso a
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través de sus enviados que son muy hábiles para convencer, diciendo que tenemos que
hacer algo más, porque no es lógico que la salvación sea un regalo de la gracia divina.
El apóstol nos recuerda que de principio a fin, todo depende de que estemos en Cristo.
Así como lo hemos recibido por fe, debemos vivir por fe (2:6–7). Este mensaje es distinto
al que se maneja en el mundo, que dice que el cristiano debe ser obediente a la ley y
depender de las buenas obras.
Los dos conceptos se contradicen. No se puede ser salvo por la fe más las obras porque
entonces no se requeriría de la fe. Tampoco se puede empezar con fe y vivir por buenas
acciones. No pueden mezclarse los dos principios. ¿Cuál camino seguiremos? ¿El que Dios
estableció, que es por fe en la obra redentora de Cristo, o el que Satanás promueve,
diciendo: tú puedes hacerlo?

¡PENSEMOS!
Pablo se preocupaba como lo hacemos nosotros, de que
muchas personas, aun en iglesias evangélicas, insisten en
tratar de añadirle algo a la obra de Cristo para ganarse
puntos con Dios. Creen que de alguna manera pueden
agradarle para que les conceda algún crédito especial.
¿Ha escuchado algo semejante entre hermanos de su iglesia?
¿Cómo responde usted? A la luz de este pasaje, ¿cómo cree
que Pablo respondería?

5
Como Vivir la Vida Cristiana
Colosenses 2:6–10
Pablo desearía responder claramente a todos los sistemas religiosos actuales como hizo
con los judaizantes de su tiempo. A los que proclaman el postulado egoísta de que podemos
hacerlo todo, les diría que no es posible. Si nuestra salvación dependiera de nosotros,
estaríamos sin esperanza.
Aun habiendo confiado en Cristo para ser salvos, no podríamos hacer suficientes
buenas obras para agradar al Señor y mantener la comunión con él. Por eso, el apóstol
advirtió a los colosenses que no se dejaran engañar por maestros falsos que enseñaban un
mensaje distinto usando palabras bonitas y persuasivas (2:1–5).
Ellos habían empezado bien, dando buenos frutos y mostrando una fe firme en
Jesucristo. Por eso, a través de su epístola, quería animarlos a perseverar en el mismo
camino. No debían hacer caso a las religiones mundiales, ni a las sectas falsas, ni a los
maestros de su propia iglesia, que predicaban que la salvación o la santificación se obtienen
por esfuerzo personal.
Necesitaban estar seguros que, de principio a fin, todo el proceso de nuestra salvación y
de la perseverancia en la comunión con Dios es una obra que Cristo consumó en la cruz. No
podemos añadir nada para agradar a Dios.
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LA CONCLUSION ES QUE DEBEMOS ANDAR POR FE EN


CRISTO 2:6–7
El punto principal de esta carta puede resumirse en estas palabras: “De la manera que
habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él”. Puesto que lo primero había sido hecho
por fe, su vida cristiana también debía basarse en ella porque el mismo principio se aplica
para ambos estados. Por fe alcanzamos la salvación (2:5), entonces, debemos vivir por fe
(2:6). La vida cristiana consiste en andar por fe, no por obras.
LA VIDA CRISTIANA SE VIVE POR FE,
NO POR OBRAS
Pablo explica como se hace esto desde las perspectivas teológica y práctica. Quienes
hemos confiado en Cristo fuimos arraigados en él, en quien está puesto el cimiento. Las
raíces ya se han echado, en él, no en nosotros mismos. Ahora podemos gozar de los
resultados de su obra.
Ya que todo ha sido hecho, ahora estamos involucrados en un proceso continuo para ser
sobreedificados y fortalecidos, confirmados en la misma fe. Es un desarrollo actual y
constante, que no termina mientras tengamos vida.
Para poner en palabras de aquellos días este concepto, podríamos decir que es como
alguien que compraba un terreno. Tenía todo el derecho a construir sobre él y seguramente
querría hacerlo sobre un cimiento sólido, así debemos hacerlo nosotros también.
Al confiar en Cristo, nosotros hemos sido plantados en él por medio de la fe. Las raíces
son firmes. Ahora Dios está edificando sobre esa base cada día. Es una vida que se fortalece
continuamente. Al experimentar esto, la confianza total crece también.
Este estilo de vida produce una consecuencia: gratitud. No merecíamos nada, Dios nos
ha hecho un regalo por su gracia a través de Jesucristo. Quien no siente agradecimiento en
su corazón por todo ello, probablemente no ha reconocido la gravedad de la condición
espiritual en que se encontraba y la grandeza de la misericordia de Dios (2:7).

¡PENSEMOS!
La perspectiva teológica que Pablo presentó en estos
versículos no es difícil de entender. El problema es ponerla
en práctica. ¿Qué diferencia hay actualmente entre vivir
según la ley y las obras o la fe? ¿Cómo se comporta una
persona que vive por fe en Cristo?

LA ADVERTENCIA ACERCA DE QUE NADIE NOS LLEVE


CAUTIVOS 2:8
El principio explicado entra en conflicto directo con el que el mundo sigue, pues las
tradiciones que enseña dicen que el hombre puede ganar su entrada a la presencia de Dios si
obedece una serie de reglas y hace buenas obras. Esta filosofía sólo sirve para engañar al
hombre y esclavizarlo, y Pablo expresa una palabra de precaución ante ese peligro.
Literalmente, el vocablo que usó es que nadie los lleve cautivos. Porque ese es el camino al
que conduce la filosofía de las buenas obras; produce esclavitud y no asegura la salvación
ni una vida victoriosa como sucede después que conocemos a Cristo.
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¿Cómo podemos ser engañados? Pablo explica que de dos maneras diferentes. Primero,
por la filosofía, la búsqueda de la sabiduría humana. Parece lógico, pensando
humanamente, creer que tenemos que hacer algo para ganar la salvación. El apóstol indica
que el evangelio y la filosofía humana no concuerdan. El primero parece locura para los
humanistas (1 Corintios 1:18–31).
En segundo lugar, por medio de huecas sutilezas, o engaños vacíos. Se refiere a algo
vano que nos decepciona. La clase de desviación señalada por la palabra original parece
estar relacionada con la búsqueda del placer. La gente añora algo que le satisfaga, y las
buenas obras se presentan como la fórmula para obtener contentamiento. Sin embargo,
resultan ser vacías cuando nos encontramos con la imposibilidad de hacer suficientes para
estar seguros de que hemos alcanzado el nivel que Dios exige. Al contrario de lo que se
esperaba, no se halla satisfacción por este camino, sino esclavitud.
¿Cuáles son las bases de este sistema? El problema básico que frustra los principios de
la filosofía es que no se adapta al camino que Dios estableció, sino que es el intento del
hombre de agradarle a su manera. Pablo presentó tres observaciones a este respecto.
Primero, demostró que es fruto de las tradiciones de los hombres. Los judaizantes
basaban sus ideas en los dichos de los fariseos. Jesucristo ya había dirigido su atención al
conflicto que existe entre las doctrinas de Dios y las de los hombres. Los judíos habían
rechazado las primeras para seguir sus propios reglamentos (Marcos 7:1–13; Gálatas 1:13–
17). A tales personas les había dicho claramente: “…habéis invalidado el mandamiento de
Dios por vuestra tradición… su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran,
enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:6–9).

¡PENSEMOS!
Nosotros no encontramos judaizantes en las calles de
nuestras ciudades predicando leyes farisaicas, al menos en el
sentido literal. Pero, ¿cuáles son las tradiciones humanas
que se proclaman hoy día para desviar a la gente de la fe en
Cristo? ¿En qué maneras contradicen estas leyes las normas
que Dios ha establecido? ¿Cómo debemos responder a estas
personas a la luz de esta enseñanza de Pablo?
Después dice que está basada en los rudimentos del mundo indicando que sus principios
básicos no son prácticas mundanas, como muchos lo interpretan. Pablo no tiene en mente
esa clase de mundanalidad. Viendo la explicación que da en otros pasajes, se puede
comprobar que más bien se refiere a la actitud del mundo que intenta afirmar: Yo lo haré.
En Gálatas, Pablo enseña que estos mismos rudimentos nos esclavizaban hasta que
Cristo vino y nos dio una nueva vida. Los judíos estaban cautivos bajo la ley y los gentiles
paganos bajo otros dioses. Pero todos por igual estaban bajo los rudimentos del mundo y
por lo tanto, en esclavitud. Así que el énfasis en el legalismo y las obras no ayuda a la
comunión, sino que nos hacen esclavos (Gálatas 4:1–11).
A través de toda la Biblia encontramos un contraste entre los principios básicos del
mundo y los que Dios ha dictado. El primero quiere convencernos que la salvación es por
ley y obras (Colosenses 2:20–21). Si fuera así, podríamos hacerlo todo por nosotros
mismos; nuestro esfuerzo nos daría la victoria. No necesitaríamos la muerte de Cristo.
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No obstante, el plan del Señor se basa en una serie de normas muy distinta. Los que
creen en él afirman que la salvación es por la fe, sin ningún otro requisito (Hebreos 5:12).
Tal como en tiempos de Pablo, las sectas modernas niegan esto y emplean las mismas
tácticas de los judaizantes, usando argumentos parecidos.
En tercer lugar, Pablo señala que la enseñanza de los maestros falsos no era según
Cristo. Si no era el camino que él vino a enseñar, entonces ¿cuál era? El intento de agradar
al Señor por medio de obras no es algo que Dios haya dicho, sino que es invento del
hombre. Nuestro Salvador vino a presentar otra alternativa; él es el camino, la verdad y la
vida. Nadie puede acercarse al Padre si no es por él (Juan 14:6).
LA PROVISION COMPLETA QUE TENEMOS AL ESTAR
EN CRISTO 2:9–10
¿Qué principio básico apoya Cristo? El escritor lo presenta contrastándolo con el del
mundo. La verdadera espiritualidad es producto de su obra. El ha provisto todo lo que nos
hace falta.
El fundamento que hay para esta confianza se aclara en dos premisas teológicas
relacionadas entre sí. La repetición de la misma raíz en los dos siguientes versículos
establece definitivamente el parecido que existe entre ellas.
Primero afirma que la totalidad de Dios se encuentra en Cristo. La palabra clave aquí es
plenitud, refiriéndose a algo completo, la medida completa de algo, o sea, la suma de lo que
se menciona. Pablo enfatiza este concepto al decir toda la totalidad de la deidad reside en
él en forma corporal. En otras palabras, lo que la humanidad vio en el cuerpo físico del Hijo
de Dios no era diferente en ningún detalle de lo que es la divindad. Así que Jesucristo es
Dios mismo (2:9).
LA TOTALIDAD DE DIOS
ESTA EN CRISTO
En segundo lugar, usando la misma raíz gramatical, presenta la relación que tenemos
con Cristo diciendo que cuando estamos en él, estamos completos. Por lo tanto, tenemos su
misma medida; la totalidad de él está en nosotros. Si permanecemos en él, no nos falta
nada. El provee todo lo necesario para la vida cristiana.
Esta idea se desarrolla más ampliamente en los versículos siguientes, al listar lo que
obtenemos gracias a él, pero comienza con el resumen en el versículo 10.
AL ESTAR EN CRISTO, ESTAMOS COMPLETOS.
NO NOS FALTA NADA
Frente a los maestros judaizantes que querían esclavizar a los colosenses bajo el yugo
de la ley y las obras, Pablo asegura que Cristo ya ha provisto todo lo necesario para
continuar la vida cristiana. No falta nada. Dios nos ve con la misma perfección con que ve a
su Hijo. Asimismo confirma el principio que ya había señalado antes en el sentido de que la
vida espiritual se vive por fe en el Salvador y no en el legalismo.
Las personas que quieren andar conforme a la filosofía de este mundo confiando en su
propia capacidad para satisfacer al Creador, jamás lo conseguirán. Nunca podrán cumplir
con todos los requisitos que él demanda. La provisión completa está en Cristo, quien siendo
Dios mismo, nos proporciona todo lo necesario. No podemos añadir nada a lo que ya hizo.

¡PENSEMOS!
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A pesar de la claridad con que Pablo presentó los principios


básicos para vivir la vida cristiana, existe mucha confusión
entre los hijos de Dios en todas partes. Considere las
implicaciones de esta enseñanza para su propia vida. Si lo
que Pablo afirma es cierto, ¿cómo debe afectar esto su vida
esta semana?

6
Resucitados para Nueva Vida
Colosenses 2:11–15
Eduardo aceptó a Cristo como su Salvador personal hace tres años. Desde entonces su
vida ha sido diferente, pero no tanto como él quisiera. Sigue luchando con varios problemas
internos. Parece que se enoja con demasiada frecuencia con un compañero de trabajo. A
veces siente la tentación de tomar algo que no le pertenece, tal vez de poco valor y que a
nadie le hará falta. En otras ocasiones lucha con el orgullo, o con la atracción física hacia
una mujer llamativa.
Aunque quiere agradar a Dios, se da cuenta de que su deseo y el poder para hacerlo no
siempre se ponen de acuerdo. Le da gracias al Señor porque su vida ya no es como antes,
pero todavía no es lo perfecta que desearía. ¿Qué más puede hacer? ¿Qué le hace falta?
Algunos le han dicho que debe dejar de vivir conforme al patrón del mundo y hacerlo
conforme a las normas que Dios ha decretado. Pero, ¿cómo? La hista de reglas que le han
dado no le da poder para cumplirlas.
¿Cómo podemos llevar una vida verdaderamente cristiana que agrade al Creador?
Después de haber recibido la vida eterna, ¿cuál es el secreto para andar de manera digna, de
acuerdo a la grandeza de la obra que el Padre celestial ha hecho en nosotros?
Ya hemos visto los dos principios fundamentales que sostienen la vida espiritual:
1. Se vive por fe (2:6–7).
2. El que está en Cristo tiene todo lo necesario para ser espiritual (2:9–10).
En Colosenses 2:9–15, el punto principal que Pablo quiere dejar claro en nuestra mente
es que la verdadera espiritualidad es el resultado de la obra del Salvador y que en él
tenemos todo lo que nos hace falta. Puesto que la totalidad de Dios está en Jesucristo,
cuando estamos en él, estamos completos (2:9–10).
Parte de la razón por la cual Eduardo tiene esas luchas al igual que nosotros, es que no
ha comprendido los diversos aspectos que la provisión divina incluye. Por eso, Pablo
presenta las cuatro facetas específicas de lo que significa la muerte del Señor por nosotros
(2:11–15).
Todas ellas manifiestan las siguientes tres características:
Primero, recibimos la capacidad para andar en forma correcta por nuestra posición en
Cristo. Se repite la expresión en él para mostrar que todo lo que tenemos es porque estamos
asidos de su mano, no porque lo merezcamos.
En segundo lugar, todo fue hecho en el pasado. El tiempo griego empleado es aoristo y
se refiere a un acto pretérito, completo y consumado. Fuimos circuncidados, sepultados,
resucitados, y Dios ya nos dio vida con él. Esta provisión divina ya ha terminado, a
nosotros solo nos toca reconocer individualmente lo que hizo en forma total.
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La tercera característica es que todo se hizo gracias a nuestra identificación con Cristo.
En cada caso se emplea la preposición griega sun, que manifiesta que todo lo que tenemos
es juntamente con nuestro Salvador. Esta es la base de la aceptación divina, la única
posible, y se aplica tanto en el pasado, como en el presente o en el futuro. Dios nos ha
aceptado porque nos ve en su Hijo y nos ha dado toda bendición espiritual juntamente con
él.
CIRCUNCIDADOS CON EL 2:11
En él tenemos la verdadera circuncisión, no la física hecha por hombres, sino la
espiritual, la que cambia el corazón (Filipenses 3:3). En el Antiguo Testamento, una
persona podía entrar al pueblo de Dios por ese acto. No es que recibiera la salvación, sino
que se consideraba parte de esa nación y de su pacto.
Nosotros éramos paganos porque no fuimos circuncidados en cuanto a la carne según el
rito establecido, y por lo tanto, no pertenecíamos al pueblo escogido. Pero al estar en
Cristo, somos circuncidados con una circuncisión más importante, por la cual somos
añadidos a la iglesia, la nueva nación de Dios. Además, el simbolismo de ese mandamiento
consistía en cortar la carne del prepucio, el cual puede compararse con nuestra vieja
naturaleza autosuficiente, que trata de agradar al Altísimo por su propio esfuerzo, y que
tiene que desaparecer cuando pasamos a ser parte del cuerpo de Jesucristo.
AL ESTAR EN CRISTO, DIOS NOS
HA HECHO PARTE DE SU PUEBLO
SEPULTADOS CON EL 2:12A
El pasaje dice que además de ser circuncidados, fuimos sepultados y resucitados
juntamente con él para vivir una nueva vida. Una enseñanza que Pablo repite varias veces
acerca de la muerte de Cristo es que nosotros nos identificamos con él en su muerte, de
manera que ahora estamos muertos al pecado.
La palabra bautismo tenía varias acepciones en la literatura del tiempo de Pablo.
Originalmente, se utilizaba en el oficio de tintorería, para denotar el proceso de meter
alguna tela en la tinta varias veces para cambiarle color. El resultado del bautismo era que
éste y la tela se hacían iguales, idénticos, de tal manera que en adelante, ya no se podía
pensar en la una sin pensar en el otro. Así fue como la palabra se empezó a utilizar para
significar identificación. La oración que estamos estudiando tiene más sentido si la
traducimos con ese vocablo. Es por ella que fuimos sepultados juntamente con él. En
Romanos 6:4–10, el apóstol alude a la misma verdad: estamos muertos al pecado, porque
nos hemos identificado con el Salvador y estamos vivos para Dios (Romanos 6:11).
AL ESTAR EN CRISTO,
ESTAMOS MUERTOS AL PECADO
¡PENSEMOS!
Al reconocer que estamos muertos al pecado pero vivos para
Dios, ¿cómo afecta nuestra vida este conocimiento? ¿Cómo
debemos cambiar esta semana?

RESUCITADOS CON EL 2:12B


Al referirse al hecho de que hemos muerto al pecado por habernos identificado con
Cristo en su muerte, nos queda una impresión negativa. No obstante, así como no
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permaneció en la tumba, nosotros tampoco quedamos muertos. Dios levantó a su Hijo de la


muerte y le dio nueva vida de la misma manera que hizo con nosotros vivificándonos en él.
Por lo tanto, estamos identificados con Cristo en su resurrección también. Contamos
con el poder del Señor para salir de ese estado y entrar a una nueva vida. Recibimos este
poder por medio de la fe en el mismo que levantó de los muertos a Jesucristo.
AL ESTAR EN CRISTO,
SOMOS RESUCITADOS CON EL
PARA UNA NUEVA VIDA
VIVIFICADOS CON EL 2:13
Antes de continuar disertando acerca de la nueva vida que Dios nos ha dado, Pablo
describió la condición en que nos encontrábamos antes de confiar en Cristo. En lugar de
estar muertos al pecado, estábamos muertos en nuestros pecados; nos habían dominado de
tal modo, que merecíamos la muerte por los delitos cometidos contra la ley divina. Además,
no habíamos sido circuncidados y estábamos alejados de su pueblo. De manera que no
teníamos esperanza de gozar las bendiciones del Padre.
El nos ha dado vida eterna. Esta afecta nuestro destino futuro y la vida abundante que
nos satisface diariamente porque es la fuente del poder transformador que nos capacita para
agradarle solo a El.
Para darnos esta vida, Cristo tuvo que cumplir algunos requisitos previos; cuando
menos tuvo que eliminar tres problemas en relación con nuestra vida anterior que se
introducen en el idioma original con un participio aoristo que puede traducirse después de
haber… Expresan algo que ocurrió antes de la acción del verbo principal.
Primero, Cristo perdonó todos nuestros delitos (2:13). Este acto supone la existencia de
la ley divina; éramos infractores de ella, culpables porque tendríamos que sufrir el castigo
de muerte. Sin embargo, Dios nos perdonó todo. Ya no debemos nada.
En segundo lugar, tuvo que anular el acta que estaba expedida en contra nuestra (2:14).
Pablo explica que el resultado del proceso judicial era un decreto contrario a nosotros que
nos condenaba. Este era una barrera que obstaculizaba el camino a Dios. No nos era posible
acercarnos a él por su causa. Esta sentencia fue clavada en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo. Por lo tanto, al estar en él, la lista de acusaciones ha sido borrada y quitada de en
medio, y ahora podemos acercarnos a su trono con toda confianza.
Finalmente, el Señor tuvo que despojar de autoridad al tribunal que nos había
condenado (2:15). Se refiere a él como compuesto por principados y potestades en las
esferas espirituales o terrenales. En cualquier caso, los menciona porque se oponen a la
obra transformadora de Dios en nosotros. Esas autoridades constantemente nos acusarían de
pecado y tratarían de desacreditarnos ante el Padre y los hombres. Cristo les ha retirado
cualquier argumento que podrían haber utilizado para condenarnos. Habiendo triunfado
sobre ellos en la cruz, Dios los exhibió públicamente como se hacía con un enemigo
conquistado y llevado prisionero de guerra. La victoria es del Señor. El ha triunfado sobre
todo enemigo y nosotros lo hacemos juntamente con él.
En fin, el mensaje de Pablo en este pasaje es que Cristo se ha encargado de eliminar
todo obstáculo a nuestra comunión con Dios y nos ha dado una vida nueva. No queda nada
por resolver. El lo ha hecho todo y el Padre nos ve a través de su perfección. Estamos
completos por estar en él.
Esta es la base de una espiritualidad verdadera. Estamos libres de la culpa, de los
fracasos y de las faltas cometidas en el pasado. Sabemos que hemos sido perdonados de
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todo pecado. Ya no somos esclavos de nuestro antiguo estilo de vida. No tenemos por qué
tomar en cuenta las opiniones y críticas de otros. Podemos aceptarnos y amarnos a nosotros
mismos así como a otras personas. Todo esto es cierto porque estamos en Cristo y tenemos
todo lo que nos hace falta. Ogilvie lo expresa así: “Cristo es todo lo que necesitamos. En él
lo tenemos todo; sin él, lo que tenemos no vale nada”.
Si esta enseñanza es la verdad, entonces, ¿por qué seguimos condenándonos unos a
otros? ¿Por qué no nos podemos aceptar como somos? ¿Por qué permitimos que Satanás
nos acuse una y otra vez del pecado que cometimos con anterioridad? La filosofía de este
mundo nos dice que no puede ser verdad la argumentación de Pablo porque es demasiado
fácil y que es necesario luchar para establecer nuestra propia justicia. Si la escuchamos,
permaneceremos condenados bajo la culpa que nosotros mismos hemos decidido cargar por
haber fallado en nuestro intento de vivir rectamente por nuestro esfuerzo propio (Romanos
10:1–4).
Por otro lado, si aceptamos la realidad bíblica y confiamos en Cristo, no solamente para
nuestra salvación sino como base de nuestra vida diaria, encontraremos que en él tenemos
todo. En lugar de inseguridad y condenación, encontraremos confianza y certeza absolutas.
No dejaremos que nadie nos juzgue; ni aun nosotros mismos.

¡PENSEMOS!
Trate de encontrar alguna otra persona que ha estudiado
este pasaje. Una de las dos tome el papel de Eduardo, cuya
historía se relató en la introducción de este capítulo,
mientras el otro trata de aconsejarlo acerca de sus
problemas. En base a lo que se ha estudiado en esta porción
bíblica, ¿cómo le ayudaría? ¿Qué le diría? Al terminar,
cambien papeles y después discutan como se pueden resolver
sus problemas si llegaran a presentarse en el futuro. Si no
tiene a nadie con quien hacer esta tarea, considere cómo
respondería a alguien así.
¿Será posible que los cristianos auténticos luchen con
problemas semejantes? ¿Cómo quiere Dios que vivamos?
¿Qué debemos hacer para realizarlo? ¿Qué pasos debe dar
usted para lograrlo?

7
¿Sombra o Realidad?
Colosenses 2:16–23
Durante mis años de ministerio en Centroamérica, tenía que viajar a diferentes partes de
Guatemala y otros países para participar en conferencias y cursillos para pastores y líderes.
Al principio me agradaba salir y conocer nuevas personas y lugares. Sin embargo, al paso
del tiempo aumentó el número de viajes y empecé a buscar oportunidades para regresar a
casa lo más pronto posible.
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Para sorpresa de mi esposa, en varias ocasiones llegué a casa sin avisarle de antemano.
¡Qué gratos momentos pasábamos! Imagine el entusiasmo con que nos veíamos. Recuerdo
una vez en especial en que me acerqué a la cocina donde sabía que la encontraría
trabajando. Silenciosamente me asomé y en la pared ví su sombra. ¡Qué emoción! Poco a
poco entré y abracé esa sombra. ¡Qué grato estar allí por fin, abrazando la sombra de mi
amada! En verdad, ¿así lo haría? No. Cuando regreso de viaje no deseo estrechar una
sombra; quiero estar con mi querida esposa.
Al presentar las implicaciones prácticas que conlleva la verdad de que Cristo ha
provisto todo lo que necesitamos, Pablo incluye una ilustración parecida a la anterior. Los
legalistas habían estado acariciando un reflejo, mientras que la esencia de la promesa divina
ya se había manifestado. Era hora de que dejaran atrás el espejismo y vieran la realidad.
El apóstol relata la manera en que Dios lo envió para ser ministro del evangelio (1:23) y
como, en ese carácter, proclamaba las buenas nuevas de la misericordia divina que puede
ser nuestra por medio de Cristo (1:24–4:6). Pero primero explica el contenido de la
revelación que recibió (1:24–2:15). En concreto, su mensaje era que el Señor ha provisto
todo (2:10). Después, presenta los resultados prácticos que se esperan de su mensaje,
explicando como debemos vivir a la luz de lo que nuestro Redentor ha hecho por nosotros
(2:16–4:6).
Si estamos completos porque estamos en Jesueristo, y si es cierto que hemos muerto y
resucitado con él, entonces, ¿qué haremos ahora? En los siguientes capítulos Pablo contesta
esta pregunta desde distintas perspectivas, empezando con el lado negativo. Indica que no
debemos permitir que nadie nos juzgue en cuanto a las antiguas reglas.
Muchos cristianos piensan que la vida de fe equivale a guardar una larga lista de
reglamentos y que seguir a Jesús significa perder el gozo. Pablo se propone corregir esa
impresión. La vida espiritual verdadera es estar en Cristo, no en el legalismo. Tampoco
consta de una cierta cantidad de normas que se deben obedecer. Por lo tanto, no hemos de
someternos a ningún sistema fabricado por los hombres (2:16–17, 20–23).
Tome nota del énfasis que pone en su advertencia contra ellos; no se refiere a que
podían vivir como paganos, sino que no tenían que aceptar normas humanas cuyas
tradiciones eran una sombra de la realidad que se había manifestado. Puesto que esto ya
había sucedido, ¿por qué seguir haciendo hincapié en la mentira? Más bien, tenían que
poner su atención en Jesucristo y su obra de redención (v. 17).
LA VERDADERA ESPIRITUALIDAD
NUNCA ES EL RESULTADO DEL LEGALISMO
RECHAZO DE LOS RITOS HUMANOS 2:16–19
Debido a que estamos completos en Cristo, no podemos permitir que se nos juzgue en
cuanto a ritos humanos, los cuales son una sombra de la realidad. Al estar presente la
esencia verdadera, ¿quién quíere volver a creer en un espejismo?
Quienes tratan de juzgarnos así, se caracterizan porque aparentan una humildad falsa,
siguen costumbres religiosas inventadas por hombres y se basan en su experiencia personal.
Están convencidos de que ésta es lo más importante y por lo mismo, han abandonado la
comunicación activa con la cabeza del cuerpo que es Cristo. Sus tradiciones son una
sombra de lo que ha de venir.
Que nadie os juzgue 2:16–17
Los judaizantes opinaban conforme a sus prácticas religiosas y leyes ceremoniales,
juzgando a los creyentes en cuanto a la comida o bebida que consumían. Aducían que en la
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antigüedad, Dios había hecho una clara distinción entre la comida limpia y la inmunda. Por
lo tanto, no debían comer esta última, ni beber lo prohibido. A través del tiempo, los
maestros de la ley habían ampliado la lista dada por el Señor añadiendo otras muchas
reglas.
También criticaban la forma en que celebraban los días festivos. Decían que Dios había
establecido ciertos días que debían apartar para actividades religiosas (Levítico 23). Pero en
el transcurso de su historia, se habían aumentado otros días que ellos consideraban
importantes. Tenían una fiesta de la luna nueva, semejante a la de otras naciones junto con
el día de reposo. (Isaías 1:12–14). Los fariseos habían ampliado estas leyes también y
cuidadosamente observaban a la gente para asegurarse de que las cumplieran al pie de la
letra.
Pablo indica que el Padre Celestial les había dado esos ritos para enseñarles verdades
espirituales que tendrían un cumplimiento posterior. Ahora, al ver que se había hecho
realidad lo prometido en el Antiguo Testamento, debían poner atención en eso y su
significado y dejar atrás el simbolismo del pasado (2:17).
LOS LEGALISTAS CREIAN EN UNA SOMBRA
EN LUGAR DE LA ESENCIA, LA CUAL
SE ENCUENTRA SOLO EN CRISTO
Que nadie os prive del premio 2:18–19
En las competencias atléticas, los jueces deciden quién merece el premio. Ellos son los
responsables de observar a los participantes para asegurarse de que guarden las reglas
establecidas y eliminar a los que no lo hagan.
El único requisito para alcanzar el éxito en la lucha espiritual es estar en Cristo. Muchos
líderes y movimientos religiosos proponen que sigamos otro camino. Nos animan a
esforzarnos con el fin de hacer suficientes méritos para agradar a Dios y recibir el premio.
Sin embargo, éste no es el camino que él estableció y jamás podríamos satisfacerlo por ese
medio. El juez tendrá que descalificarnos por no haber cumplido las reglas estipuladas.
Quienes quieren privarnos del premio nos distraen de la manera legítima de ganarlo,
proponiendo otra estrategia. Los judaizantes se basaban en su propia experiencia como si
ésta fuera la autoridad máxima para determinar la verdad.
LOS LEGALISTAS NOS QUITAN EL PREMIO
Y NOS ROBAN EL GOZO DE LA VIDA CRISTIANA
La interpretación del versículo 18 es difícil, debido a algunos aspectos de la descripción
que utiliza el apóstol, pero no debemos olvidar que estaba en lucha constante contra los
judaizantes. No hay nada en este versículo que no pueda explicarse a la luz de esa
controversia y no tiene nada que ver con la suposición de que el apóstol estaba enfrentando
una forma incipiente de gnosticismo, movimiento que surgió en el siglo siguiente.
Observemos las características de quienes quieren privarnos del premio. En primer
lugar, se menciona su humildad. No obstante, se nota que ésta es algo que quieren utilizar
para convencer a otros de la validez de su enseñanza. Tal como los fariseos que Cristo
enfrentó, estos líderes hacían un espectáculo público de su falsa piedad.
En segundo lugar, se hace referencia al culto a los ángeles. La Biblia de las Américas
traduce esta frase como: “la adoración a los ángeles”. Esta traducción denota en forma
correcta la falta de claridad en cuanto al significado del pasaje. Quienes creen que Pablo
luchaba contra una forma primitiva de gnosticismo aplican esta expresión a la adoración
rendida a los ángeles por los hombres, por considerarlos emanaciones entre Dios y el
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hombre. Sin embargo, hay otra explicación más sencilla, que corresponde a los condiciones
que existían en los días de la iglesia de Colosas: los fariseos creían que los ángeles
adoraban a Dios y que por medio de sus actividades religiosas, ellos podían participar de
esa adoración.
No se basaban en la Palabra de Dios, sino en las cosas que habían visto. Al estudiar esta
frase en el idioma original, o al compararla con diferentes versiones de la Biblia, se nota
que hay dos alternativas. La mayoría de los manuscritos encontrados dice: “basándose en lo
que no han visto”; mientras los más antiguos, afirman que se “basan en cosas que han
visto”. No hay manera de resolver este debate en forma definitiva. Pero considero que en
este caso la mejor opción es que se “basan en las cosas que ellos han visto” es decir, su
propia experiencia, en lugar de obedecer lo que Dios ha expresado. Pablo respondería que
tenemos que someter nuestras vivencias e ideas a lo que el Señor ha revelado en su Palabra.
Asimismo, los judaizantes tenían la cabeza hinchada. Creían que lo sabían todo dentro
de su comunidad, pero su orgullo no tenía razón de ser; no tenía buen fundamento. Su
actitud estaba siendo estimulada por la carne.
Finalmente, lo que les faltaba era más importante que lo que tenían. Habían perdido
contacto con la cabeza, quien es la fuente del verdadero crecimiento espiritual. Por lo tanto,
a pesar de toda su actividad y arrogancia no podían acercarse al Señor; al contrario,
carecían de verdaderas espiritualidad. Para poder nutrirse y funcionar de la manera que el
Padre quiere, el cuerpo debe permanecer unido a la cabeza. Pablo infiere que los legalistas
practicaban el asceticismo, y que se fundamentaban en su experiencia y orgullo, teniendo
como único resultado la pérdida del premio. Estas actitudes no sólo estorban el crecimiento
que Dios quiere lograr en nosotros, sino que definitivamente impiden gozar la vida cristiana
como él lo ha planeado.

¡PENSEMOS!
¿Qué costumbres existen en el pueblo de Dios hoy en día que
podrían considerarse semejantes a éstas? ¿Qué principios se
observan en este pasaje que pudiéramos aplicar para
evitarlas? ¿Qué debemos hacer en cuanto a estas prácticas?

RECHAZO DE LAS REGLAS HUMANAS 2:20–23


No las tomamos en cuenta porque hemos muerto con Cristo 20–21
Los que hemos confiado en Jesucristo nos identificamos con él en su muerte (v. 20a).
Así que como la ley ya no afecta al Señor, tampoco a nosotros. Tenemos nueva vida.
Al morir con él y empezar una vida nueva, debemos dejar atrás los dictados del mundo.
Al leer estas palabras, podría pensarse que se refieren al estilo de vida de los mundanos;
pero tome nota de la descripción que a continuación hace el apóstol al hablar de quienes
viven conforme a ellos. No se refiere a los que participan en actividades paganas, sino a los
que no lo hacen porque han aceptado acatar una lista de los que participan en actividades
paganas, sino a los que no lo hacen porque han aceptado acatar una lista de preceptos
hechos por el hombre que parecen ser buenos y que tratan de satisfacer a Dios por medio de
sus propios esfuerzos. Este problema es el que se observa a través de toda esta certa.
Pablo quiere que comprendamos que si estamos muertos con Cristo, debemos dejar
atrás cualquier intento legalista que promueva que las obras son el medio para alcanzar la
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salvación y la idea de que nosotros podemos hacerlo todo. Tenemos libertad en Cristo; todo
se ha hecho nuevo en él. Entonces, ¿cómo someternos de nuevo a un sistema que dice: “No
manejes, no gustes, no toques”? Si hemos muerto con Cristo a las exigencias de este
mundo, no debemos someternos a sus reglas (v. 20b–21).
No las tomamos en cuenta porque se basan en normas humanas 22
Los mandamientos que seguía este grupo no procedían de Dios, sino de los hombres. Su
fuente era el mundo; se basaban en la opinión humana y no en las Escrituras. Pablo no
utiliza la palabra original que normalmente se emplea para identificar los mandamientos del
Antiguo Testamento, sino la de Isaías 29:13 que Cristo usó en Mateo 15:9 para señalar los
mandamientos inventados por hombres (v. 22a).
Además, indica que no tenían nada que ver con cosas ni temas de valor permanente,
sino con lo temporal (v. 22b). Eran efímeras, así como su efecto. Entonces, ¿para qué hacer
tanto esfuerzo?
No las tomamos en cuenta porque no ofrecen poder 23
Aunque las prohibiciones pueden tener cierto valor, adolecen de una debilidad evidente:
dependen de una obediencia perfecta y no nos proporcionan la capacidad para hacerlo. Así
que solo sirven para condenarnos. Aunque tengan apariencia de espiritualidad, muestran el
mismo defecto de otras religiones inventadas por hombres. Si nos ponemos bajo la ley de
nuevo, nos volvemos a condenar (Gálatas 3:10–13; Romanos 7). El legalismo siempre
resulta en condenación, porque no podemos cumplir con él en forma cabal (Romanos 3:19–
22). Por lo tanto, no tenemos que sujetarnos a él.
EL PRINCIPAL PROBLEMA DEL LEGALISMO ES
QUE NO DA PODER PARA CUMPLIR
CON SUS REQUERIMIENTOS
Entonces, ¿cuál es la solución? La misma que Pablo indicó con anterioridad: confiar en
la provisión completa que tenemos en el Salvador. El ya ha hecho todo. El que está en él,
está completo.

¡PENSEMOS!
Hace varios años prediqué este mensaje en una iglesia y
después del culto tres personas me vinieron a decir: “No se
debe predicar así en la iglesia, porque los hermanos que
oigan el mensaje saldrán con la idea de que pueden vivir
como quieran”.
Si ya estamos completos, ¿qué haremos? ¿Nos da esto
libertad para vivir como queramos? ¿Nos da la posibilidad
de pecar a nuestro gusto sin preocuparnos por las
consecuencias? ¿Cómo debemos vivir?
La salvación es por la fe en Jesucristo nada más, sólo él tiene méritos suficientes para
redimirnos. No necesitamos añadir nada por nuestra cuenta, aunque podemos saberlo y aun
así seguir tratando de vivir la vida cristiana confiando en las buenas obras, diciendo: “El
hombre espiritual debe hacer tal o cual cosa, o dejar de hacerla”.
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Hoy día, tal como en tiempos de Pablo, hay hermanos que quieren someternos a un
yugo legalista. Para ellos la vida cristiana es una serie de leyes y prohibiciones. ¿Cómo
contestamos?
La vida cristiana no es un legalismo, sino la certeza de que estamos completos en
Cristo. Por lo tanto, no hace falta nada y solo se requiere una relación personal con nuestro
Salvador.

¡PENSEMOS!
¿Cuáles son algunos de los mandamientos de hombres que se
encuentran en nuestro ambiente evangélico hoy día? ¿Cómo
debemos responder a ellos?
Si la vida cristiana no es un mero formalismo, ¿qué debemos
hacer? ¿Cómo debemos vivir hoy?

8
Sentado a la Diestra de Dios
Colosenses 3:1–4
Si pudiéramos auspiciar una competencia para determinar cuál es el pasaje menos
comprendido de la Biblia, uno de los más probables sería Colosenses 3:1–4. La manera en
que la mayoría de los cristianos lo explican, va directamente en contra del mensaje que
Pablo ha venido exponiendo.
No se refiere a que nos apartemos de las cosas malas del mundo (2:15–23), porque esa
era la prohibición que acababa de desechar en el capítulo precedente, donde indica que aun
poniendo nuestros mejores deseos para glorificar a Dios, la realidad es que no tenemos la
capacidad de evitarlas con suficiente frecuencia para satisfacer las exigencias divinas.
Su instrucción tampoco tiene que ver con una actitud de contemplación en la que
constantemente pensemos en el cielo y en lo que recibiremos al llegar a él. El interés
principal del apóstol es el presente y nos exhorta a pensar en lo que Cristo ha hecho a favor
de nosotros y en la provisión divina que alcanzamos a través de él. Asimismo hace
referencia a la esperanza futura que gozaremos en base a esa verdad espiritual actual.
A través de toda su carta, el propósito del escritor es señalar la manera en que debemos
vivir para glorificar a Dios y no cambia de tema en este capítulo. Si la vida cristiana
auténtica no se basa en el ritualismo ni en una lista de reglas, entonces ¿cómo debe vivirse?
Si ya estamos completos en Cristo, ¿qué debemos hacer? ¿Hemos adquirido la libertad para
vivir como queramos? La misma sección que nos advierte contra el legalismo responde a
estas preguntas.
En los capítulos anteriores, Pablo había establecido tres principios básicos:
1. Debemos andar por fe, de la misma manera en que recibimos a Cristo. Esto se logra
confiando diariamente en nuestro Salvador y no en nosotros mismos (2:6–7).
2. En Cristo estamos completos; no hace falta nada. El que está en él tiene todo lo necesario
para ser espiritual y para agradar a Dios (2:9–10). Este principio pone énfasis en la
provisión divina. Hemos sido identificados con Jesucristo en su muerte y resurrección.
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3. Ya no dependemos de las reglas humanas (2:16–23) Las tradiciones solo son una sombra de
lo que Dios quiere hacer en nuestra vida. La realidad se encuentra en Jesucristo, y en su
obra. La ley no tiene ningún poder, sólo sirve para privarnos del premio que el Señor quiere
darnos, el cual no podríamos obtener aunque hiciéramos nuestros mejores esfuerzos.
Después de mencionar la maravillosa provisión de Dios que nos permite vivir conforme
a la nueva vida que nos ha dado Jesucristo (1:24–2:15), Pablo describe las consecuencias
lógicas que deben darse. Primero presenta el lado negativo: no debemos permitir ciertas
cosas (2:16–23). A continuación presenta el lado contrario de la moneda (3:1–4:6) y nos
enseña varios principios para llevar una auténtica vida espiritual.
LA VIDA CRISTIANA SE BASA EN
NUESTRA UNION CON CRISTO
Para comprender como debemos vivir, se requiere tener una perspectiva más amplia,
mirando primero hacia atrás para apreciar lo que Cristo ya ha hecho por nosotros y después
hacia adelante, pensando en la esperanza que tenemos en cuanto al futuro.
Al hacer lo primero, el apóstol nos recuerda de nuevo que hemos muerto y resucitado
con Cristo; nos hemos identificado con él y por eso estamos muertos; nuestra vida está
escondida juntamente con él en Dios (3:3). También lo dice en Gálatas 2:20: “Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo
en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí”.
Asimismo hace memoria de que hemos resucitado con nuestro Señor Jesucristo. Por lo
tanto, gozamos una nueva vida, no por nuestros méritos, sino por el poder del mismo
Espíritu que le dio vida a él al resucitarle de entre los muertos (Romanos 6:4–11). Así que
la vida espiritual verdadera es el resultado de nuestra identificación con Cristo en su muerte
y resurrección.
Lloyd Ogilvie, pastor norteamericano, ha comentado acerca de este concepto de Pablo:
“La unificación con Cristo en su muerte y resurrección es la llave que abre la puerta al
poder para vivir la vida cristiana victoriosa”. Cuando nos damos cuenta de que estamos
unidos con él por esos dos actos, tenemos deseos y propósitos renovados, y una nueva
perspectiva de la vida.
Además del vistazo al pasado, vemos adelante y notamos que de igual manera, seremos
glorificados juntamente con él (3:4). Es lógico concluir que nuestro futuro tampoco se basa
en nuestro propio esfuerzo, sino en lo que el Salvador ha hecho; él es nuestra vida. Cuando
seamos manifestados delante de Dios, será con él, y por eso nuestra presentación será tan
gloriosa.
El concepto principal que Pablo quiere que comprendamos en este pasaje presenta un
contraste: si no debemos acatar las cosas y reglas humanas, ¿a qué debemos someternos?
Dos veces Pablo responde haciendo un énfasis especial para que no lo pasemos por alto.
Primero, nos exhorta a buscar las cosas de arriba, porque al hacerlo, veremos a Cristo
sentado a la diestra del Padre.

¡PENSEMOS!
Pablo no menciona esta verdad en este pasaje por
casualidad. ¿Por qué describe a Cristo de esta manera?
¿Cuáles son las implicaciones? ¿En qué cosas de arriba
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debemos fijarnos? ¿Qué diferencia hará con respecto a


nuestra vida?
El propósito del apóstol es que nos fijemos en que Cristo está sentado a la diestra del
Padre; como ya ha terminado su obra, ahora se halla sentado a su mano derecha. No queda
nada pendiente por hacer. Al estar en esa posición, se da testimonio de que Dios ha
aceptado su obra consumada a nuestro favor.
LA VIDA CRISTIANA SE BASA EN LA
BUSQUEDA DE LAS COSAS ESPIRITUALES
Otra vez Pablo nos anima a poner la mira en las cosas celestiales. Si vamos a considerar
algo, que no sea lo que ocurre aquí abajo en la tierra, es decir, no hemos de fijarnos en lo
que podemos lograr, sino en lo que el que está sentado con el Padre ya ha hecho. En eso
debemos meditar.
Entonces, ¿cómo podemos buscar las cosas de arriba? En lugar de poner nuestra
atención en las reglas humanas, debemos vivir con los ojos puestos en Cristo. Lo logramos
pensando en la posición que tenemos en él, como se anotó antes. Al mirar para atrás,
apreciamos nuestra muerte y resurrección en unión con nuestro Salvador y al hacerlo hacia
adelante, percibimos nuestra glorificación con él, porque él es nuestra vida. De manera que
nuestra posición delante de Dios no se basa en lo que podemos lograr, sino en lo que Cristo
hizo por nosotros.
Al pensar en las implicaciones de este pasaje, debemos comprender que lo opuesto del
legalismo no es el libertinaje. Del mensaje de Pablo se desprende que la verdadera
espiritualidad no es seguir una larga lista de mandamientos y prohibiciones; sino una
relación personal y viva con Dios mismo, que resulta de la meditación en él y en su obra a
favor de nosotros.
Cuando Cristo se manifieste en gloria, debido a que estamos en él, iremos con él. La
seguridad de que tendremos esta comunión nos debe motivar a ser como él es. Así que, no
queremos someternos de nuevo a formalismos, sino al control de Dios en nuestra vida.
LA VIDA CRISTIANA ES EL RESULTADO
DE NUESTRA ESPERANZA FUTURA
Tenemos que aprender a pensar en esto diariamente y esperar que haga su obra en
nosotros. Debemos quitar nuestros ojos de las cosas que nos rodean, tales como “no
manejes, ni gustes, ni aun toques” (2:21). La vida espiritual verdadera no se encuentra en
ellas, sino en el que está sentado a la diestra del Padre.
Estamos completos en él.
Morimos juntamente con él.
Fuimos resucitados juntamente con él.
Y seremos glorificados juntamente con él.
¿Qué más nos hace falta?

¡PENSEMOS!
Al analizar el mensaje que Pablo ha presentado en esta
porción, ¿qué debe producir en nuestra vida? ¿Cuál es la
diferencia entre un cristiano verdadero y un adepto a alguna
otra religión humana? ¿Con un judaizante? ¿En qué
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manera debemos ser distintos de lo que fuimos antes de


andar en Cristo? ¿Habrá algún cambio de actitud o de
actividad que todavía hace falta en su vida? ¿Qué quiere
Dios que usted haga al respecto?

9
El Vestuario Adecuado
Colosenses 3:5–14
El Lago Atitlán en Guatemala es uno de los sitios más bellos del mundo. Era uno de
nuestros lugares favoritos y a menudo nos escapábamos para pasar un rato descansando. En
la orilla se encuentran varios pueblos indígenas que en los últimos años han sido invadidos
por numerosos turistas jóvenes que han llegado para quedarse a vivir en ellos. En muchos
casos, los padres pagan sus gastos para mantenerlos lejos de la casa y evitar que los
avergüencen con su estilo de vida.
En las tiendas típicas ha surgido un fenómeno extraño: en su interior se encuentran dos
distintas clases de ropa. Usted puede comprar un vestido típico nuevo a precio normal, con
un ligero aumento por causa del turismo. Pero además, se encuentran vestidos usados y
gastados, que se cotizan a precios más elevados y que son buscados por los jóvenes que
desean usar ese tipo de ropa, trayendo como consecuencia el aumento desmesurado en su
valor.
En su mayoría, los recién llegados son hijos de norteamericanos adinerados que han
decidido gozar la vida en esos lugares y que prefieren usar esa clase de vestuario para
imitar el sencillo estilo de vida de los lugareños. Aunque pueden volver a casa y cambiar su
forma de vivir cuando lo deseen, han elegido ese camino, lo cual sorprende a los
aborígenes, que en verdad no han tenido oportunidad de escoger otra forma de vivir. Esa
vida es la única que conocen y tienen que aceptarla.
Pablo se dirige a los colosenses como si lo hiciera a esos jóvenes. Les recuerda que
siendo hijos del Rey de Reyes deben vestir conforme a esa nueva posición; usando la ropa
adecuada según la provisión que Dios les ha dado en Cristo.
Enfatiza que somos ciudadanos de un país extranjero. Por lo tanto, todavía no nos
hemos acostumbrado totalmente a la nueva manera de vivir, pero tenemos que aprender a
seguir las costumbres de la nueva patria, y vestirnos adecuadamente. Al estar en Cristo, hay
ciertas manifestaciones específicas de la unión con él que deben ser visibles. Pablo habla de
éstas como si fueran ropa.
Por el lado negativo, existen algunos antiguos hábitos, aquellas cosas que solíamos
hacer en nuestra patria y que debemos dejar atrás (3:5–11). En contraste con el legalismo
que las religiones del mundo ofrecen, no da opción al libertinaje. Puesto que ya no somos
ciudadanos de este mundo, debemos abandonar el estilo de vida que lo caracteriza y seguir
el que demanda nuestra nueva posición.
DEBEMOS DESPOJARNOS DE LA ROPA VIEJA 3:5–11
Eliminar la antigua forma de vida 3:5–7
Pablo enlista algunas de las características comunes de los incrédulos que no tienen
cabida en el pueblo de Dios. Anteriormente todos andábamos así, pero ahora debe notarse
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un cambio en nosotros al abandonar esas actividades y actitudes inadecuadas. Se presenta


una serie de prohibiciones, no para que se cumplan de acuerdo a un legalismo, sino para
que seamos puros y glorifiquemos a Dios.
Algunas cosas que los ciudadanos de este mundo ven como normales, literalmente
deben matarse, o dejarse atrás; se deben considerar muertas, porque no pueden seguirse en
la nueva ciudadanía que hemos adquirido. El apóstol se refiere a dos en forma directa:
Los pecados sexuales
Nuestro Señor ya había indicado que delante de él no hay diferencia entre las faltas que
se cometen y las que no se consuman, pero que quedan en la mente. El pueblo de Dios debe
manifestar una ética sexual distinta a la que sigue el mundo. La inmoralidad y la vida
espiritual están en abierta oposición. Las personas que viven para dar satisfacción a sus
pasiones ilícitas, fornicación y deseo sexual desenfrenado, sin ningún control del Espíritu
Santo, viven un estilo de vida que les impide entregarse a Dios y agradarle.
Debemos huir de cualquier actividad que nos impulse a fijar nuestra atención en tales
cosas. Tarde o temprano, la pornografía, prostitución, fornicación y adulterio nos alejarán
de Dios. Como somos parte de su pueblo, no podemos jugar con tales cosas.
Los pecados de codicia
Al referirse a esta segunda característica que es muy común entre “los hijos de
desobediencia”, Pablo pone como ejemplo la pasión ilícita hacia una mujer ajena, pero el
concepto es mucho más amplio. Se refiere también al materialismo, que es el deseo de más
posesiones; de conseguir algo que no nos pertenece, de tener lo mismo o más que los
vecinos, etc. Esta actitud se considera idolatría porque nuestros deseos se anteponen a Dios.
Pablo presenta cuatro razones por las cuales no deben aparecer en nuestra vida.
Primero, no nos convienen porque son terrenales. En los versículos anteriores, les había
exhortado a buscar lo de arriba, no lo que está en la tierra (3:1–5).
En segundo lugar, debemos evitarlas porque merecen la ira de Dios (3:6). Tercero,
porque caracterizan a los hijos de desobediencia, quienes se conocen por su rebeldía hacia
el Señor (3:6). Por último, porque son manifestaciones de la vida anterior, cuando
andábamos sin Cristo (3:7). Como ahora somos nuevas criaturas en él, se requiere de un
cambio (2 Corintios 5:17).
El concepto que Pablo presenta en este pasaje nos plantea un serio problema. Las cosas
que debemos abandonar son las que produce nuestra propia naturaleza (Gálatas 5:19–21);
lo que somos cuando controlamos nuestra propia vida. Debemos dejarlo todo atrás, pero la
verdad es que no podemos por nosotros mismos.
Un dicho popular en inglés dice: “Por fin encontré a mi enemigo: soy yo”. Esto es muy
cierto. ¿Cómo puedo abandonar lo que soy? Pablo dice que debemos darnos por muertos,
junto con nuestra antigua manera de ser y aprender a vivir en Cristo. La nueva vida consiste
en dejar que él tome el control de mis acciones, después fijar mi vista en él y lo que ha
hecho por mí (3:1–4).
Eliminar las cosas viejas de esta manera no constituye otro legalismo. Somos incapaces
de hacerlo porque representa todo lo que somos. Jamás podríamos vencer nuestra
naturaleza por esfuerzo propio. Sin embargo, se nos permite hacerlo porque morimos con
Cristo (3:3). La misma idea se presenta en Romanos 6:11: “Consideraos muertos al pecado,
pero vivos para Dios en Cristo Jesús”. En Gálatas 2:20 también Pablo nos explica: “Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”.
Las actividades mencionadas pertenecen al pasado; no a nuestra vida actual. Es bueno
estar convencidos de ello y asegurarnos de que así es en realidad. Es indudable también que
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hay otras actitudes que permanecen entre el pueblo de Dios que no tienen cabida entre él.
Es necesario quitarnos esa ropa vieja también.
Cambiar la ropa vieja 3:8–11
¿Se ha fijado alguna vez en la apariencia de la gente que viene de otro país o de otra
región cuyas costumbres y estilo de vestir son totalmente diferentes? Siempre se ven algo
extraños y es que su ropa no corresponde a nuestra cultura
Pablo indica que muchas veces, aun después de confiar en Cristo como Salvador,
nosotros también nos volvemos a poner la ropa que usábamos cuando andábamos en
nuestra vida anterior. No se nos ocurre que ese vestuario ya no corresponde a la nueva vida
que hemos alcanzado. El interés del apóstol Pablo es animarnos a mudarnos de ropa y
ponernos algo más adecuado, de acuerdo al pueblo en que hemos pasado a residir.
DIOS QUIERE QUE NOS QUITEMOS
LA ROPA QUE USABAMOS ANTERIORMENTE
¿Cuáles son los vestidos viejos que debemos dejar? Al analizar en qué consiste esa ropa,
nos damos cuenta de que se refiere a pecados de actitud y de palabra.
Los pecados de actitud 3:8a
1. La ira es una reacción interna a lo que pasa a nuestro alrededor. Muchas veces, nadie se da
cuenta de lo que sentimos porque no dejamos que el problema aflore a la superficie. No
obstante, sentimos dentro de nosotros su efecto negativo. Normalmente, es temporal.
2. El enojo resulta cuando se exterioriza la actitud anterior. La gente se da cuenta de lo que
ocurre cuando la bomba estalla. La explosión que resulta es mayor cuando tratamos de
suprimir la ira por demasiado tiempo.
Hace algunos años, mi esposa tuvo la alegría de guiar a otra señora al conocimiento de
Jesucristo. Cuando empezó a discipularla, la amiga le contó: “¿Sabes Helen? Hasta que
encontré a Cristo, yo había pasado toda mi vida enojada”. Con demasiada frecuencia, su
emoción interna se convertía en una expresión externa. Es triste que muchos cristianos
tengan reacciones parecidas. Pablo nos explica que es una de las ropas viejas que
pertenecían a la patria antigua. Ahora, al estar en Cristo, debemos quitarnos ese vestido y
ponernos un vestuario más adecuado. Ya no tenemos por qué pasar la vida sintiendo enojo.
El fruto del Espíritu produce una respuesta totalmente distinta a las circunstancias adversas
de la vida. Nos da amor, gozo, paz, y paciencia.
3. La malicia, al igual que las dos características anteriores, no se refiere a una actividad, sino a
una actitud. La palabra empleada describe el deseo de hacer mal a otro.
Los pecados de palabra 3:8b–9a
1. La blasfemia puede cometerse contra Dios u otras personas. Como el apóstol está hablando a
quienes están en Cristo, es difícil que quisiera advertirles de hacerlo contra el Señor. Lo
más probable es que se refiera a la difamación contra sus semejantes. Muchos hermanos
critican y acusan a otros a veces falsamente. Un hijo de Dios no debe vestirse con esa ropa.
2. Las palabras deshonestas son indecencias en el sentido moral o sexual, pero también pueden
ser palabras abusivas como las que se usan para maltratar a otros verbalmente. En forma
más amplia, podemos decir que incluyen cualquier uso de la lengua que no contribuye a la
edificación mutua (Efesios 4:29). En esta categoría están las insinuaciones sexuales que
aparecen en nuestra conversación y ataques que expresamos en nuestro trato con otras
personas. Todas ellas son cosas que no convienen a los hijos de Dios. Tal vez esta
interpretación parezca demasiado rígida, pero capta la idea que Pablo tenía en mente.
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3. Otro pecado verbal es la mentira, que con demasiada frecuencia aparece entre los escogidos
de Dios. Al usar el verbo en forma presente junto con la prohibición, el apóstol indica que
era algo que estaba sucediendo en forma continua. Los cristianos se mentían los unos a los
otros. Pablo les exhorta diciendo: “¡Dejen de hacerlo! ¡No es la conducta adecuada para los
ciudadanos del reino de los cielos!”
¿Por qué debemos despojarnos de la ropa vieja? 3:9b–11
¿Por qué cambiar nuestras actitudes y palabras y eliminar ese estilo de vida antiguo?
1. Porque Dios ha transformado nuestra vida (3:9b–10). El viejo hombre ha sido eliminado y
ahora estamos vestidos de uno nuevo. Aunque no hemos llegado a la perfección (Filipenses
3:12–14), tampoco somos igual que antes. Dios ha transformado nuestra vida. Esas
actitudes y palabras son los ropajes del hombre viejo (3:9b) y no nos convienen.
DIOS ES QUIEN ESTA TRANSFORMANDO
NUESTRA VIDA
2. Porque el nuevo hombre se transforma día tras día (3:10–11). Dios nos está cambiando
diariamente para hacernos a su imagen, lo cual produce un conocimiento cada vez más
completo, no en el sentido teórico de la teología, sino en la práctica. La experiencia
personal que da el andar con Cristo se suma a las vivencias cotidianas y amplían nuestro
entendimiento de la voluntad del Señor para nuestra vida (1:9–12).
Un resultado evidente es que se eliminan las diferencias y barreras artificiales que los
hombres levantan entre ellos. Al comprender la grandeza del plan divino, ya no creemos en
distinciones sociales, de raza, y de religión. Nos convencemos de que todos los que estamos
en Cristo estamos unidos en él.
La iglesia es una unidad donde se han eliminado los conflictos entre griegos y judíos,
circuncidados e incircuncisos, bárbaros y escitas, siervos y libres y que se basan en la
orientación que el mundo da en forma común y corriente. Estas divisiones, puestas para
separar a la humanidad, han sido rotas por medio de Cristo, quien de todos, ha hecho un
solo cuerpo. Todos tenemos entrada a la presencia de Dios gracias a los méritos de su Hijo.
Por eso debemos vivir de una manera que refleje esa realidad espiritual.

¡PENSEMOS!
¿Qué clase de ropa nos ponemos hoy día y que se asemeja a
la del mundo? ¿Cuál llevamos puesta que debemos
eliminar? Si un cristiano se viste con ropa adecuada, ¿cómo
se identificará? ¿Qué diferencias se notarán en él? ¿Qué
cambios hacen falta para que usted elimine la ropa
inadecuada? ¿Qué debe hacer al respecto?

PONERNOS LA ROPA NUEVA 3:12–14


Cierta clase de ropa identifica al que la usa. Todos reconocemos a policías, militares,
estudiantes de cierto colegio, enfermeras, etc., por su vestimenta. De igual manera era en la
antigüedad. Las vestiduras servían para distinguir a los oficiales del rey y sus familias. Hoy
en día los líderes políticos normalmente se visten más como la gente común de su país. Aun
así, se espera que lo hagan siguiendo ciertas normas.
¿Qué clase de ropa identifica a un hijo de Dios? Ya hemos visto la que no debe usar;
ahora veremos en qué consiste el vestido nuevo, de lujo, que va con un hijo del Rey de
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Reyes. Al contrastar el antiguo modo de vida con el nuevo, Pablo vuelve a usar como
ejemplo la ropa que el pueblo escogido debe llevar. Tiene que ser digna de lo que somos.
DIOS QUIERE QUE NOS PONGAMOS
ROPA DIGNA DE NUESTRA VIDA NUEVA
Las prohibiciones y mandamientos que presenta en este pasaje, parecen reglas y normas
que se deben obedecer por fuerza. Sin embargo, su deseo no era tal cosa, porque éstas no
tienen poder para hacernos aceptos delante de Dios. Más bien es el patrón de vida que debe
distinguir a una persona que ya ha sido hecha completa por su fe en Jesucristo.
Una evidencia de que esta ropa no es para hacernos aceptables delante Dios es la
descripción que hace el apóstol de las personas que deben vestirse así. Para ello, utiliza tres
expresiones para identificarlas. Son gente escogida por Dios; él tomó la iniciativa. Además,
son santos, apartados de los demás para ser un pueblo distinto. Finalmente, se nota que son
los amados del Señor. Nos ponemos la nueva ropa porque somos escogidos, santos y
amados, no para llegar a serlo; todo lo tenemos en Cristo.
Notemos que estos ropajes tienen dos características: primero, tienen que ver con las
relaciones personales que llevamos con otros. Son manifestaciones del amor (Juan 13:34–
35). En segundo lugar, se puede observar que cuatro de las seis piezas equivalen a frutos
del Espíritu Santo, quien las produce en nuestra vida, al igual que las otras dos. No son
cosas legalistas que nosotros hacemos para ganar la aceptación divina, sino que son
expresión de Dios mismo y lo que él es y que se manifiesta a través de nuestra vida.
1. La entrañable misericordia es un intento para traducir la expresión en el idioma original
que literalmente decía: entrañas de misericordia. Para la mentalidad griega, la parte más
profunda de una persona no era el corazón, sino las entrañas. Por eso, si esta cualidad
cristiana brota en forma natural de la parte más honda de nuestro ser, se describiría como
misericordia de las entrañas. Así es como Pablo lo presenta, diciendo que debemos
manifestarla hacia quienes sufren, y hacerlo desde lo más recóndito de nuestro ser.
Esta compasión es un interés sincero por los que padecen o tienen alguna necesidad. Dios
ama a tales personas y los quiere ayudar. Nosotros también, siendo sus hijos, debemos
compartir ese sentimiento para con los demás.
2. La benignidad es bondad y gracia. Identifica a una persona con una disposición amable.
3. La humildad no se refiere a una modestia falsa y forzada que no nace del corazón; al
contrario, el fruto que produce el Espíritu de Dios es una actitud de humildad sincera, que
considera a los demás como superiores a sí mismo y procura ayudarlos (Filipenses 2:1–4).
4. La mansedumbre no es la falta de convicciones como algunos la conciben; el mejor
ejemplo es Cristo, quien admitía que era manso. No es alguien que permite que otros lo
pisoteen. Es más bien lo contrario de arrogancia y egocentrismo. Se manifiesta a través de
un carácter controlado, apacible y gentil, pero firme que busca el bienestar de sus
semejantes.
5. La paciencia es una de las dos palabras que se traducen como tal en el Nuevo Testamento.
A veces describe a alguien que soporta una carga pesada o circunstancias difíciles que le
hacen daño y que a pesar de ellas, aguanta la aflicción. La otra palabra se utiliza para
describir una relación personal. Aunque una persona reciba ofensas y sufra mucho, todo lo
soporta y sigue buscando el bien del otro. A veces se traduce como longanimidad, y es lo
que Pablo quiere dar a entender aquí. Literalmente, quiere decir lento para enojarse.
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Conociendo cuánto Dios nos ha perdonado, y nuestra propia tendencia a pecar y a


ofenderlo, debemos estar dispuestos a perdonar a otras personas también (Efesios 4:32).
Pablo describe dos actos que acompañan este tipo de paciencia. Primero, se nota que nos
ayuda a soportar y aguantar lo que no nos gusta en otros. En segundo lugar, nos hace
perdonar las ofensas que se cometen contra nosotros. Debemos perdonar en la medida en
que Cristo lo hizo. Si aplicamos esta norma, nadie debe atacar o criticar a otros.
6. El amor, aunque se presenta al final, es la parte más importante de la ropa nueva que
debemos usar. Es el resumen de todo lo anterior y es lo que sirve para unirnos. Al decir que
el amor es el vínculo perfecto, Pablo abre la posibilidad de interpretarlo en distintas formas.
Aunque no conocemos con seguridad cuál de ellas tenía en mente, todas son ciertas.
Primero, es en sí un lazo perfecto; no hay cosa mejor para unir el pueblo de Dios, porque
produce la perfección en nosotros. Es a través de él que el Señor realiza esta obra. Al
mostrarlo en forma sincera, no nos falta nada pues es la prueba inequívoca de que Dios ha
hecho su obra perfecta en nosotros.
En fin, ¿cuál es el vestido correcto para un hijo de Dios? Nuestro Señor nos lo indicó en
Juan 13:34–35. Debemos vestirnos de amor. Así, todo el mundo se dará cuenta de que le
pertenecemos y que somos ciudadanos de su reino.

¡PENSEMOS!
A la luz de este estudio sobre las vestiduras para los hijos de
Dios, ¿qué ropa debemos salir a buscar para adornarnos
adecuadamente? ¿Hace falta algo en su vestuario? ¿Qué
quiere Dios que usted haga al respecto? ¿Qué paso debe dar
primero?

10
El Fruto de la Palabra
Colosenses 3:15–4:1
Cada árbol produce frutos conforme a su propia especie. Un naranjo no puede dar
aguacates y el manzano no produce limones. Dios ha hecho cada uno para que dé su fruto
según su clase. Este principio tan conocido de la naturaleza también se puede aplicar en la
esfera espiritual.
En Gálatas 5:16–23, Pablo muestra que cuando el Espíritu Santo viene a residir en
nosotros, produce frutos espirituales y en Colosenses 3:16 presenta la clase de resultados
que se obtienen cuando la Palabra de Dios mora en nosotros. Vemos que son totalmente
distintos a lo que nuestra naturaleza nos impulsa a hacer.
El apóstol escribió a la iglesia de Colosas porque habían llegado a ella maestros falsos
que enseñaban que la vida espiritual consistía en guardar preceptos humanos basados en el
Antiguo Testamento. Como era imposible cumplir toda la ley a cabalidad, los judaizantes
habían inventado algunas modificaciones propias y exigían que todos las siguieran si
querían agradar a Dios.
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El escritor de esta carta prueba que el hombre jamás producirá los resultados que
agradan al Señor porque es imposible. Es necesario reconocer que la solución al problema
no se encuentra en nuestro esfuerzo, sino en la obra consumada por Cristo en la cruz porque
él ha provisto todo lo necesario. Cuando estamos en él, estamos completos, sin que nos
falte nada. Por ello, debemos fijar nuestros ojos en él, y no en nosotros mismos. Al hacerlo,
empezamos a desear lo que él, desea y esperamos su pronto regreso para llevarnos con él.
Tenemos que mantenernos firmemente establecidos en los cuatro principios
fundamentales que Pablo ha propuesto en los capítulos anteriores de su carta, donde dice
que la verdadera espiritualidad:
1. Es el resultado de la fe, no de obras (2:6–7).
2. Es producida gracias a la obra consumada de Cristo. El que está en el Salvador tiene todo lo
necesario (2:9–10).
3. Nunca se obtiene por medio del legalismo. Por lo tanto, no debemos someternos a un sistema
de reglas humanas (2:16–17, 20–23).
4. Es resultado de nuestra decisión de vivir para glorificar a Dios (3:1–4:6).
Este último principio de la vida espiritual, nos da las indicaciones que debe seguir
verdadero hijo de Dios. A continuación, Pablo explica la implicaciones específicas que esto
conlleva.
Primero, es necessario poner la mirada en las cosas de arriba donde Cristo está sentado
a la diestra del Padre (3:1–4). Retiramos la vista de nosotros mismos para fijarla en lo que
él ha realizado. Nos identificamos con él en su muerte, resurrección y glorificación y
nuestra esperanza futura es llegar a estar en su presencia.
En segundo lugar, debemos considerar muertas las cosas que caracterizaban nuestro
antiguo estilo de vida (3:5–11). Estábamos acostumbrados a seguir las actividades de los
incrédulos que no convienen al pueblo de Dios y que deben morir porque ya no tienen
cabida en medio nuestro al estar en Cristo (3:5–7). De la misma manera, la ropa vieja, las
actitudes que todavía se encuentran en el pueblo escogido y que no son adecuadas para su
nueva posición, deben eliminarse y empezar a usar un ropaje distinto (3:8–11).
Al despojarnos de él, estamos listos para hacer las actividades que corresponden a la
posición que ahora ocupamos en Cristo (3:12–14). Al ver nuestros “vestidos reales”, la
gente sabrá que somos hijos del Rey de Reyes.
Por último, debemos dejar que la Palabra de Cristo transforme nuestra vida y dé su fruto
en nosotros (3:15–4:6). Al hacerlo, traerá cuatro diferentes actitudes que son los adornos de
la verdadera espiritualidad.
CUANDO LA PALABRA DE DIOS MORA
EN NOSOTROS PRODUCE SU FRUTO
EN NUESTRA VIDA
LOS FRUTOS QUE PRODUCE LA PALABRA DE DIOS 3:15–
17
Unidad 3:14–15
La paz de Dios debe gobernar en nuestro corazón. La expresión empleada en el idioma
original que se ha traducido como gobernar literalmente quiere decir funcionar como
árbitro. El concepto viene del mundo deportivo y tiene que ver con una competencia o
conflicto. El que decide quién gana la competencia es el árbitro.
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Es la paz divina la que debe funcionar en ese carácter en nuestra vida y hacerlo
continuamente. Cada día, al entrar en contacto con otras personas, necesitamos de un
árbitro que decida quién tiene la razón. En este caso, la paz de Dios en nuestro corazón
decide quién gana el debate entre los miembros de la iglesia, no la puntuación que cada uno
alcanza.
El Señor quiere que sigamos la paz. Esta va de la mano con el vínculo perfecto que es el
amor. Fuimos llamados a formar parte de un cuerpo (3:15; Efesios 4:1). En este versículo,
el apóstol no se está refiriendo a la paz con Dios, sino a la paz de Dios. El ha propiciado
que haya paz entre los que antes estaban luchando cuando nos hizo un solo cuerpo. Por lo
tanto, ésta se extiende hacia los demás y es la única que puede dar el fallo final en caso de
que surjan diferencias entre hermanos; todos debemos contribuir a que reine en la
congregación. Se pierde si sobreviene alguna discusión seria y tenemos que restablecerla
antes de seguir adelante.
Gratitud 3:15b
La segunda evidencia que resulta cuando la Palabra de Dios mora en nosotros es el
agradecimiento. Pablo subraya la importancia de esta cualidad al decir que debemos
hacerlo continuamente. Tres veces en este pasaje nos recuerda acerca de esto.
3:15 - sed agradecidos
3:16 - cantando con gracia en vuestros corazones al Señor
3:17 - dando gracias a Dios Padre por medio de él
Una cosa que hace falta en las iglesias de nuestra época es la gratitud, misma que
debiera ser una parte íntegra de ellas. Debemos sentirla cuando reconocemos el amor y el
plan de Dios, por su obra consumada en nosotros por medio de la muerte de nuestro
Redentor y por nuestros hermanos en Cristo y lo que hacen por nosotros.

¡PENSEMOS!
¿Cuándo fue la última vez que usted dio gracias a Dios por
algún hermano específico de su iglesia? ¿Quién le ha hecho
algún bien en su congregación? ¿Quién le ha servido de
bendición? Dele gracias a Dios por esa persona ahora y
después escríbale una nota de agradecimiento.

Edificación mutua 3:16


Cuando la Palabra de Cristo mora abundantemente y fructifica, se observa que hay una
edificación y ayuda mutuas. Nos dedicamos a la enseñanza con toda sabiduría y nos
exhortaremos unos a otros. La primera afecta el conocimiento y la segunda cambia nuestras
relaciones personales. De esta manera nos apoyamos en todo, con el fin de entender lo que
el Señor nos quiere decir y ponerlo en práctica.
Además, nos motiva a cantar salmos, himnos y cánticos espirituales con gratitud, de
todo corazón. En otras palabras, todo tipo de alabanza. El versículo se refiere a la expresión
de la verdadera adoración al Señor.
Glorificar al Señor 3:17
Por último, cuando se cumple la condición anterior, hacemos todo en el nombre del
Señor. Al decir en su nombre, no quiere decir repetir alguna fórmula mágica, sino expresar
nuestra dependencia o reconocimiento de su autoridad. Como somos sus representantes,
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todo lo que hacemos debe ser para él, el único que merece todo el crédito por lo que
realizamos, ya sea de palabra o de hecho.
También somos sus embajadores. Hacemos todo para el extendimiento de su reino con
corazón agradecido, sin quejarnos, dándole gracias por todo.
Este estilo de vida no es rito ni legalismo. Es todo lo contrario. En primer lugar, es esa
comunión personal con Dios la que nos mueve a relacionarnos con otros creyentes y con
otras personas porque sabemos que Cristo debe ser glorificado en todo.
Al desarrollar esta exhortación, Pablo define cómo debe ser nuestro comportamiento
con nuestros cónyuges, hijos, padres, siervos y amos. Prácticamente toca todas las esferas
de la vida fuera de la iglesia.
LA SUMISION A LA AUTORIDAD 3:17–4:1
Al ser controlados por la enseñanza de la Palabra de Dios y hacer todo en su nombre,
desarrollamos una actitud distinta hacia la autoridad que tiene que afectar nuestras
relaciones con quienes nos rodean. En breve, el concepto de Pablo que sirve de base a esta
sección es que Dios es el Soberano del universo; tiene toda autoridad. Quienes reconocen
su derecho a reinar sobre todas las cosas, en especial sobre su propia vida, aceptarán a las
autoridades que él ha puesto en el mundo.
Al respecto, Pablo presenta tres esferas y subraya la actitud que debemos seguir,
contraria a la que mundo enseña. Da una exhortación distinta para quienes deben someterse
y para quienes detentan esa autoridad. A estos últimos les dice que no deben abusar de la
posición que Dios les ha confiado.
CUANDO LA PALABRA DE DIOS MORA EN
NOSOTROS PRODUCE LA ACTITUD
CORRECTA HACIA LAS AUTORIDADES
El apóstol señala tres verdades que pueden aplicarse a cada una de las tres esferas.
Primero, todas se basan en el principio expresado en los versículos 3:15–17 donde explica
la importancia del amor, la unidad, la gratitud, la edificación y la glorificación de Cristo.
No dio estas enseñanzas para que algunos ejerzan dominio sobre otros, sino para facilitar la
expresión del amor y la edificación mutua.
En segundo lugar, debemos notar el énfasis que hace en el deber, en vez de en el
derecho; no quiere decir que exijamos lo que nos corresponde. Más bien, su propósito es
que cada quien haga lo que le toca hacer.
En tercer lugar, estos deberes son recíprocos e incondicionales. No implica la idea de
que hagamos nuestra parte cuando la otra persona haga la suya, porque así nunca
llegaremos a la meta. Son recíprocos porque juntamente presenta los dos lados de cada
exhortación. Ambos, el que debe someterse como quien ejerce la autoridad, reciben una
advertencia.
En cada área, el énfasis principal se pone en la persona que debe sujetarse. Debemos
tomar nota de que repite el principio de que la sumisión es como si se hiciera para el Señor:
3:18 - como conviene en el Señor
3:20 - porque esto agrada al Señor
3:23 - como para el Señor, y no para los hombres
En el aspecto que pareciera más difícil de creer, el que se refiere al trabajo de los
estaban bajo amos paganos, en cada versículo repite que es al Señor a quien sirven. La
recompensa también viene de Dios. Así que cuando la vida no parece justa y se requiere
que el esclavo sufra, puede recordar que no es a un amo injusto al que obedece, sino al
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Señor, de quien viene el premio. A fin de cuentas, el mismo amo recibirá la recompensa
que merece. Sin embargo, por el tiempo presente, el siervo cristiano debe hacer su trabajo
de acuerdo al principio de que lo está haciendo para su Señor y no para el hombre:
3:22 - obedeced a vuestros amos… temiendo al Señor
3:23 - como para el Señor, y no para los hombres
3:24 - sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa
Por otro lado, para que los superiores no se crean demasiado poderosos, se les advierte
contra el abuso de autoridad. El que reconoce la superioridad de Dios, lo manifiesta por su
sumisión a él y no abusa de los privilegios que ha recibido:
3:18 - El esposo ama a su esposa, y no es áspero con ella
3:21 - El padre no permite que sus hijos se sientan frustrados y desanimados por su
manera de tratarlos
4:1 - El amo trata a sus siervos con justicia y equidad
Tal como lo hace en la carta a los efesios, Pablo traza las relaciones que deben
distinguir a los cristianos con sus cónyuges (3:18–19), con sus hijos y padres (3:20–21), y
con esclavos y amos (3:22–4:1).
Marido y mujer 3:18–19
La esposa debe someterse al esposo. Esta instrucción está relacionada con la autoridad
que debe ejercer el marido y se refiere al establecimiento de un orden, no de una orden. No
se trata de indicar que la mujer es inferior. Es sabido que en cualquier empresa, alguien
tiene que tener la última palabra. Si no es así, cuando llegan los desacuerdos, cada quien
trata de que su punto de vista sea el que se siga. Dios ha dicho que el esposo debe tomar las
decisiones en forma controlada, por amor a su mujer; no usando su liderazgo como le
plazca, sino procurando el bien de la esposa.
En segundo lugar, se debe notar que la sumisión es voluntaria. La forma del verbo en el
idioma original indica que ella decide hacerlo por su propia iniciativa. No es algo
obligatorio, sino que tiene que surgir de su interior.
Además, la sujeción es constante. Pablo utiliza el tiempo presente continuo para
demostrar que no ocurre una sola vez. La decisión debe renovarse día con día, al enfrentar
las circunstancias de la vida. Esto es lo que se espera de la mujer cristiana, y que haga todo
“como conviene en el Señor”.
El marido debe querer a su esposa. El concepto contemporáneo del apóstol consideraba
a la mujer como una propiedad del hombre, de la cual podía disponer a su arbitrio. Pablo
deja claro que no debía tomarse como una pertenencia más. Enseguida exhorta a los
esposos por el lado positivo, a que amen a sus mujeres con un amor distinto al de los
paganos, que lo hacían basándose en lo que la mujer era o hacía. Al igual que en el caso de
las esposas, debía ser un sentimiento sincero, motivado por una decisión propia que
resultaría en buscar lo mejor para ellas, sin tomar en cuenta sus merecimientos (1 Corintios
13; Romanos 5:8).
Por el lado negativo, el escritor les advierte que tengan cuidado en la forma de tratarlas.
La raíz del verbo que se traduce como áspero es semejante al verbo picar, o ejercer presión
sobre algo con una punta bien afilada. En sentido figurado, en español podría aplicarse a la
comida picante. El griego sigue la misma idea, pero refiriéndose a alimentos de sabor
amargo o ácido, que pican como el vinagre.
Al usar este término, Pablo quería decir que los esposos no deben tratar a sus mujeres
en forma desagradable o brusca, quejándose o enojándose constantemente. El tiempo
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gramatical empleado indica que en efecto, esa era la manera en que los colosenses lo
estaban haciendo. El apóstol les exhorta a dejar de hacerlo.
Hijos y padres 3:20–21
Los hijos deben obedecer a sus padres. Al estudiar este pasaje con cuidado, se nota que
se hace una distinción entre lo que se requiere de la esposa y lo que se pide a los hijos. La
primera debe someterse, mientras que los hijos deben obedecer. Aunque las dos ideas son
semejantes, existen algunas diferencias. Se puede ser obediente en forma literal sin
someterse de corazón. Hay una historia que narra que un niño aceptó sentarse por la fuerza
después que sus padres habían insistido en que lo hiciera. En seguida, exclamó: “¡Me voy a
sentar, pero por dentro, seguiré parado!”
Por otro lado, es posible someterse a una autoridad reconociendo que es superior a
nosotros, pero desobedecer sus órdenes. Tal actitud nunca se manifiesta en forma abierta de
rebelión o desafío. Aparentemente aceptamos sus decisiones, pero no seguimos sus
ordenanzas. Es lo mismo que hacían los apóstoles cuando sufrían por causa del nombre de
Cristo (Hechos 5:17–42).
A los hijos se les pide obediencia. Parece que no se les concede la misma alternativa
que a la esposa. Hay muchas referencias en las Escrituras que tratan la actitud negativa
hacia los padres como algo incorrecto y claramente se estipula que los hijos deben
honrarlos y reverenciarlos.
Además se debe notar que el apóstol pide una obediencia total; en todo. El tiempo
presente continuo indica que debe ser a diario. La enseñanza de Pablo al respecto parece
indicar que Dios es suficientemente grande para lograr sus propósitos a través de los
padres. La parte que les corresponde hacer a los hijos cristianos es confiar en él y aceptar la
palabra de los padres. El Señor se encarga de garantizar los resultados, que con toda
seguridad serán para nuestro bien y para su gloria. De nuevo la carta indica que la
obediencia a la autoridad de los padres es equivalente a la obediencia a Dios y él se agrada
de ella.
Al decir que los padres no deben exasperar a sus hijos, significa que no deben abusar de
su autoridad. El escritor hace una distinción entre lo que es la disciplina y los regaños o
actitudes de crítica. La primera, que debe ser motivada por el amor, está indicada en la
Biblia. No obstante, si se zahiere al hijo constantemente, se sentirá desanimado. Hay que
corregir lo necesario, pero en forma equilibrada buscar ocasiones para felicitarlo y
animarlo. Nuevamente, la exhortación toma la forma verbal que nos indica que ellos lo
estaban haciendo y que debían dejar de hacerlo.
Siervos y amos 3:22–4:1
Los siervos también deben acatar en todo la voluntad de sus amos (v. 22). Las
condiciones actuales son diferentes a las de aquellos días. Ya no existe la esclavitud en la
misma forma, pero existen situaciones semejantes en la esfera del trabajo. Aunque el
control del jefe sobre la vida de una persona no es tan completo como en ese tiempo,
muchos de los principios establecidos en este pasaje pueden aplicarse a nuestro empleo. La
esclavitud de aquel tiempo afectaba a la mayoría del pueblo, e incluía a profesionitas tales
como maestros y médicos.
La esencia de esta exhortación es que el trabajador debe rendir un producto bien hecho
para que su amo reciba el beneficio. Los requisitos son iguales, aunque su jefe no sea
cristiano. El empleado debe dedicarse continuamente a cumplir al pie de la letra lo que se
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espera de él. No debe hacerlo en forma parcial, rindiendo correctamente sólo cuando
alguien lo vigila, sino que debe ser cumplido en todo tiempo (v. 22).
Los siervos deben trabajar de todo corazón para sus amos (vs. 23–25), haciendo lo
mejor posible. Su rendimiento debe estar motivado por el temor al Señor, reconociendo que
él ha dado la autoridad a su amo, sabiendo la importancia que tiene el buen testimonio que
resulta de hacer bien sus labores. Su desempeño debe ser como para el Señor, no para los
hombres (v. 23a, 24b). El sueldo verdadero, duradero y justo viene de Dios, no de los
hombres (vs. 24–25). El que sincermente quiere servir a Cristo, recibirá como recompensa
una herencia (v. 24a). El que hace injusticia, obtendrá el pago conforme a ella (v. 25).
En fin, Pablo ve el trabajo como algo de gran valor y con propósito, como una manera
de dar buen testimonio y de glorificar al Altísimo. En esta área, el cristiano verdadero debe
hacer su mejor esfuerzo para que Dios sea glorificado a través de él.
Los amos deben tratar con justicia y equidad a los siervos (v. 4:1). Al hablar del otro
lado de la moneda, Pablo se dirige al amo cristiano, informándole de la responsabilidad que
tiene en relación con sus empleados. Según lo que pensaban sus contemporáneos, los
esclavos no tenían derechos porque eran una propiedad más del amo y podían hacer lo que
quisieran con ellos.
Especialmente en este aspecto, donde menos se espera una manifestación de sumisión
mutua, el empleador cristiano debe recordar que él también tiene un amo que va a juzgarlo
con rectitud y que recompensará a cada quien conforme a la forma en que usó los recursos
que puso en sus manos.
Se instruye a los amos cristianos para que sean diferentes a los demás. Deben tratar a
sus servidores con justicia y equidad y reflejar su sumisión a Dios en su relación con ellos.
Si en verdad es creyente, debe tratarlos como quisiera que el Señor lo hiciera con él.
Así que al someter nuestra vida al control de la Palabra de Dios, hay muchas actitudes y
actividades que se requiere revisar. La iglesia de hoy debe meditar en ellas. ¿Manifestamos
unidad, gratitud, edificación mutua y glorificamos a Dios conforme al patrón establecido en
este pasaje? Si no lo hacemos, es fácil que algunas sectas traten de descarriar a nuestras
ovejas.
¿Cómo estamos en cuanto a la sumisión a la autoridad? Mujeres y esposos, ¿se ve en su
hogar alguna muestra del patrón que el apóstol presenta en el pasaje? ¿Cómo están sus
hijos? ¿Su trabajo? Si quienes nos observan, sea de lejos o de cerca, no ven una diferencia
notable en nuestra vida, ¿cómo van a creer a nuestro mensaje y aceptar seguir a Dios?

¡PENSEMOS!
Al considerar estas exhortaciones y las preguntas anteriores,
¿qué área de su vida necesita atención para que pueda
glorificar a Dios?
Actitudes unidad, gratitud, edificación mutua, glorificación
a Dios.
Sumisión al cónyuge, padres, hijos, amos o empleados.
Disposición para hacer todo de la mejor manera posible
para que Dios sea glorificado en su vida.
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¿Qué quiere Dios que haga? ¿Cuál debe ser el primer paso?
Apúntelo en algún lugar donde lo pueda ver y empiece a
pedir al Señor en oración que le ayude a realizarlo.

11
El Comportamiento Correcto
Colosenses 4:2–6
¿Cómo debe ser la conducta de un hijo de Dios? En la conclusión de su carta, Pablo
contesta esta pregunta refiriéndose a algunas áreas prácticas y específicas de nuestra vida.
Aunque se podría pensar que todos debemos saber la respuesta a esa cuestión por ser tan
fundamental, muchas veces nuestra actuación diaria muestra que no hemos comprendido la
importancia de esta enseñanza.
En un sentido, el contenido de este pasaje podría considerarse un resumen de las
implicaciones que expresó en cuanto a la verdadera espiritualidad. ¿Cómo se aplican estos
principios a lo que la gente a nuestro alrededor puede observar?
Las características más sobresalientes que deben identificar a un cristiano se reflejan en
las relaciones personales bilaterales. Es semejante a la luz eléctrica. Aunque no se puede
observar cómo fluye desde afuera, para que funcione debe tener dos alambres conectados.
Al cortar alguno de ellos, se apaga. Así también es la luz espiritual de los creyentes en un
mundo oscuro y perverso; necesita una relación doble para que siga brillando.
El primer alambre equivale a una conexión vertical. La persona unida a Cristo sabe que
tiene necesidad de mantenerse en contacto con el Señor, lo cual se logra por medio de la
Palabra de Dios y la oración. Cuando estudiamos la Biblia, él habla con nosotros y cuando
oramos, tenemos el privilegio de hablar con él.
LA RELACION PERSONAL CON DIOS SE MANTIENE
POR MEDIO DE LA ORACION CONTINUA
En otros pasajes, el apóstol señala la importancia de meditar en las Escrituras, mientras
que aquí sólo hace referencia a la oración. A través de ella, nosotros podemos
comunicarnos con el Todopoderoso para estar con él.
En forma continua, Pablo ponía en práctica lo que predicaba. Una de sus características
más notables era la oración. Lo hacía pidiendo por su propio ministerio, pero también por
otras personas con quienes colaboraba. Ya lo vimos al comenzar a estudiar esta carta, al
igual que en todas las otras que escribió (1:3). Ahora exhorta a sus lectores a imitar su
ejemplo y dedicarse a la oración.
PERSEVERANCIA EN LA ORACION 4:2–4
La oración como un guardia militar en la batalla 4:2
Al recomendarles que se mantuvieran en relación estrecha con el Padre Celestial a
través de la oración continua y persistente, compara ésta con un vigía militar en medio de la
guerra. Lo sabemos porque utiliza una expresión que se usaba en el ejército velando en ella
para describir lo que se debe hacer.
En tiempo de guerra, los vigilantes están dedicados a su tarea y la cumplen con sumo
cuidado. No se les permite dormir, ni por un momento. Tampoco pueden relajarse, pues
deben evitar que el enemigo tenga oportunidad de sorprenderlos eliminándolo a él y a sus
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compañeros. Así también nosotros debemos dedicarnos a la oración, esperando la


respuesta.
Oración con acción de gracias 4:2b
Siempre debe hacerse con acción de gracias. Es la reacción natural a la confianza que
tenemos en que Dios nos oye y nos contesta aun antes de ver la respuesta. Si reconocemos
que el Señor controla todo y que el resultado será conforme a su plan para nosotros y para
que su nombre sea glorificado, podemos darle gracias anticipadas.
Oración por los que predican el evangelio 4:3–4
La petición de Pablo era que se le permitiera presentar la Palabra con fidelidad. Al
seguir su ejemplo oremos por otros que proclaman el evangelio, podiendo a Dios que les dé
oportunidades para que puedan explicarlo diligentemente. Esta solicitud es de gran
importancia en nuestro tiempo en que existe tanta confusión con respecto al evangelio. Es
necesario que éste se presente con toda claridad para que la gente entienda lo que significa
antes de rechazarlo.
Aun estando en la cárcel, Pablo quería alcanzar a los que estaban en derredor, entre
ellos, a los soldados que lo custodiaban. Para lograrlo, necesitaba el apoyo del pueblo en
oración ferviente y continua, para que se abriera una puerta a través de la cual el evangelio
pudiera penetrar. Su deseo era hablar del misterio de Cristo, por quien se encontraba en
prisión.
También hoy en día, debemos orar mucho por quienes predican las Buenas Nuevas.
Luego entonces, un verdadero creyente en Cristo debe estar identificado por tener una
relación personal con su Señor apoyada por medio de la oración persistente.

¡PENSEMOS!
Considere la exhortación a la oración que Pablo presentó a
los colosenses. ¿Hasta qué punto está cumpliendo usted con
esta enseñanza en su vida? Al considerar los tres aspectos
principales que se relacionan con ella en el pasaje, ¿está
realizando cada uno diariamente? ¿Qué pasos tendría que
dar para lograrlo? Defina lo que hará en esta área de su vida
para mantener una relación adecuada con Dios.

LA CONDUCTA Y CONVERSACION SABIAS 4:5–6


Un hijo de Dios debe ser conocido por la forma en que se relaciona con sus semejantes,
en especial con los inconversos, los que están fuera de la iglesia. Frente a una sociedad
incrédula, el autor les recomienda que tengan un comportamiento discreto. Les exhorta a
tener cuidado en cuanto a su conducta y conversación para que su testimonio los atraiga a
Cristo y reciban una impresión favorable del evangelio.
LA RELACION PERSONAL CON OTROS SE
MANTIENE POR MEDIO DE LA CONDUCTA
Y CONVERSACIONES SABIAS
Su conducta 4:5
Pablo pide que tengan un comportamiento ejemplar en medio de la sociedad perdida.
Tienen que aprender a andar sabiamente frente a los que no conocen a Cristo, de tal manera
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que su forma de vida atraiga a los inconversos, quienes se convencerán de su propia


necesidad cuando noten la forma distinta en que viven y que es muchísimo mejor.
La raíz del verbo redimir que utiliza al sugerirles que rediman el tiempo, es la misma
empleada para describir la redención que Cristo logró en la cruz. Cuando fuimos salvados,
el precio que pagó fue aplicado a nuestra cuenta para que fuéramos librados de la esclavitud
del pecado. Esta misma expresión era usada con respecto el precio que debía pagarse para
obtener la libertad de un esclavo común.
Pablo la empleó aquí para referirse al concepto de conseguir, literalmente comprar, el
tiempo. Su intención es exhortarlos a aprovechar bien el tiempo, usarlo en la mejor forma
posible. Debemos aprender a usar cada oportunidad que Dios nos dé para realizar algo útil,
con valor verdadero y permanente.
Su conversación 4:6
Además del comportamiento en general, lo que hablamos es muy importante. Por esta
razón, el escritor Santiago pone tanto énfasis en el uso de la lengua. La gente nos conoce
por lo que sale de nuestra boca.
Rosten dijo: “Un dibujo expresa más que 10,000 palabras. Sin embargo, para expresar
ese sencillo dicho, tuve que utilizar palabras. Vivimos motivados por ellas, son las que nos
inspiran”. Arnold añadió: “Cuida tus palabras. El control de la lengua es de suma
importancia. Con la excepción del beso, es la forma de comunicación más emocionante que
se ha desarrollado”. Así que, nuestra conversación es vital.
Buena parte de la impresión que dejamos en otras personas se basa en lo que decimos.
Pablo dice que nuestras palabras deben manifestar tres características:
Tener gracia
Primero, deben ser agradables y corteses, amables, bondadosas, principalmente frente a
los incrédulos. No hay nada peor en el testimonio de un cristiano que una lengua criticona,
amargada, quejumbrosa, chismosa e incapaz de felicitar o animar a otros.
El cristiano debe hablar con gracia, evitando los patrones de conversación malévola. No
debemos consentir en hablar de esa manera, más bien, debemos alejarnos de quienes lo
hacen.
En contraster con las malas conversaciones de otros, Pablo acostumbraba felicitar el
esfuerzo de los que intentaban hacer lo bueno, aun cuando fallaran. Amaba aun a aquellos
que deseaban destruirlo y procuraba manifestar ese amor hacia ellos, tanto en su hablar
como en sus acciones.
Estar sazonadas con sal
El apóstol empleó una ilustración común y corriente en la vida diaria de su tiempo para
que pudieran entender bien su inquietud. En la cultura de su tiempo y en el uso bíblico que
se da a esta ilustración, se toman en cuenta los tres usos de la sal. Cada uno añade algo de
valor a su mensaje.
En primer lugar, se usaba en aquel tiempo, como se hace hoy, para dar sabor a la
comida. De la misma manera, nuestra conversación debe producir una buena impresión en
la mente de quien nos oye. No debe ser como la comida sin sal que resulta insípida, ni
tampoco con demasiada que la haga difícil de ingerir. Nuestra plática debe tener los
ingredientes requeridos para dar buen gusto, que lo hagan atractivo y agradable.
En segundo lugar, se usaba para preservar la comida y evitar su descomposición.
Nuestras palabras deben incluir los elementos necesarios para prevenir corrupción o
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deterioro de quienes nos escuchan. Aunque no debemos ser criticones, debemos estar
dispuestos a corregir a otros cuando sea necesario.
Finalmente, se utilizaba para provocar sed a quienes la consumían. Ayuda a prevenir la
deshidratación por falta de suficiente agua en el cuerpo. En semejante manera, nuestro uso
de la lengua debe provocar en otros una sed, el deseo de aprender a tener una vida mejor,
tal como la que han visto en nosotros.
Los tres usos que se dan a la sal demuestran que nuestras palabras deben incluirlos si
queremos mantener un buer testimonio frente a los inconversos.
Dar la respuesta adecuada
Debemos tener cuidado en la forma de responder a cada persona. Responder en este
caso se aplica no sólo a palabras, sino a acciones que denotan lo que somos. Es una forma
de actuar que responde a las personas y sus acciones, ya sea que nos parezcan deseables o
no.
En fin, este propósito de cuidar nuestra conversación, abarca el hablar y las acciones.
La respuesta total que da un cristiano auténtico a los inconversos que lo rodean, viene a ser
la base para evaluarlo a él y a su espiritualidad.
Si no mostramos un interés sincero en esa gente, rechazarán la validez de nuestro
testimonio. Un antiguo dicho comenta, “lo que haces habla tan fuerte que no puedo oir lo
que dices”. En un sentido, Pablo rechaza esta distinción, cuando señala la importancia de
que haya armonía entre estos dos aspectos. Si andamos mal, ningún incrédulo nos harà
caso. De la misma manera, si nos expresamos mal verbalmente, tampoco nos tomará en
cuenta. Ambos aspectos van de la mano, si uno falta, ambos pierden su valor.

¡PENSEMOS!
Evalúe el uso que dio a su lengua durante la última semana.
¿Qué impresión tuvieron sus vecinos y amigos al escuchar su
conversación? ¿Habrá algún área donde Dios tiene que
mostrar su control? ¿Qué quiere él que usted haga al
respecto?
Esta aplicación es sumamente sencilla en comparación con las verdades profundas que
Pablo revela en esta carta tan breve pero poderosa. Sin embargo, el contenido de estos
versículos es tan importante como el contenido de la parte doctrinal. Esta relevancia radica
en el hecho de que es a través de nuestra conducta y conversación, que mostramos la
verdad de lo que predicamos al mundo que nos rodea.
La oración es la clave para obtener el poder para poner en práctica las verdades
estudiadas. La conducta y conversación son las formas en que esos principios se
manifiestan a quienes nos observan. Al concluir este libro, Pablo demuestra que nuestra
doctrina sana tiene que ir acompañada por una conducta congruente.
El apóstol desea que a través de la oración continua establezcamos una relación
adecuada con el Padre. Además, que el resultado de nuestras peticiones se refleje en una
relación adecuada con los de afuera a través de una conducta y conversación correctas.
Entonces, ¿cómo debe ser la vida del cristiano? Consiste en una relación vertical con
Dios y una relación personal horizontal con los demás. Se logra al mantener vivas estas tres
actividades:
1. Dedicarse a la oración continua.
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2. Andar sabiamente
3. Hablar sabiamente, cuidando nuestra lengua.

¡PENSEMOS!
Antes de dejar este estudio considere de nuevo estas tres
áreas. ¿Qué cambio sería el más urgente en su vida, en base
a estas exhortaciones? ¿Qué acción debe tomar? Escriba una
lista de los pasos que usted cree serán necesarios para que se
realice este cambio en su vida.

12
El Toque Personal
Colosenses 4:7–18
El ministerio de Pablo giraba alrededor de ciertos hombres claves con quienes
colaboraba. El mismo había entrenado a la mayoría de ellos y mostraba gran confianza en
su fidelidad y capacidad de realizar la obra de manera digna que glorificara a Dios.
El apóstol concluye su carta a los colosenses con varias notas personales en las cuales
describe a algunos de esos ayudantes que servían con él en el ministerio. Los felicita por su
fidelidad y los presenta como compañeros dignos de imitar, y que consideraremos al
estudiar estas notas.
INFORME DE SU SITUACION 4:7–9
En una carta tan breve como esta, era difícil ponerles al día en cuanto a todo lo que
pasaba en Roma. Tal vez por causa de la situación política en que se encontraba tampoco
convenía decir mucho por escrito. Por eso, dice que Tíquico y Onésimo les informarían de
su estado y cómo le estaba yendo.
El primero era uno de los delegados de las iglesias que había acompañado al apóstol en
su último viaje a Jerusalén (4:7–8). Probablemente fue enviado como uno de los guardianes
de la ofrenda para los necesitados (Hechos 24:17; Romanos 15:25–26; 1 Corintios 16:1; 2
Corintios 8–9). Se menciona en otros pasajes también como su colaborador en varios
aspectos de la obra. Esta vez llevaba las cartas y explicaría la situación en Roma.
Se listan algunas de sus características más notables. Era un hermano amado,
probablemente por su amabilidad. En muchas y variadas maneras había mostrado una
actitud de cooperación y servicio.
Además, lo presenta como ministro y consiervo, dos palabras que indican la disposición
de servir a otros. No buscaba la gloria ni ser servido; más bien su actitud era de ayuda y
colaboración. Trabajaba bien con otros.
Pablo también lo identifica como obrero fiel, digno de confianza. Tíquico manifestaba
esto en cuatro tareas específicas que aparecen en la Biblia. Fue uno de los que llevaron y
cuidaron de la ofrenda enviada a la iglesia en Jerusalén (Hechos 20:4). Este ministerio da
evidencia de la confianza que los hermanos tenían en él. También lo consideraron apto para
tomar el lugar de Tito en Creta (Tito 3:12). Además, fue enviado como representante del
apóstol para ayudar en la resolución de una situación difícil en Efeso (2 Timoteo 4:12). Por
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último, en esta ocasión es enviado con las cartas y como mensajero para explicar los
acontecimientos que estaban sucediendo en Roma (Colosenses y Efesios).
La última cualidad que conocemos de Tíquico era la capacidad de animar a los
decaídos. Al observar las cuatro cartas que Pablo envió mientras estaba en la cárcel, se nota
que esas iglesias estaban desanimadas por causa de los graves sufrimientos que padecían.
Tíquico fue enviado para que fuera a ellas y animara a los hermanos.
CUANDO ESTAMOS DESANIMADOS
NECESITAMOS EL APOYO DE OTROS
HERMANOS FIELES
Juntamente con Tíquico, Pablo había enviado a Onésimo, un esclavo que había
escapado de Colosas. Dios había hecho que milagrosamente se encontrara en Roma con el
apóstol donde había conocido a Cristo. Su historia se presenta en la carta que manda a
Filemón, su amo cristiano de quien había huído. Después de hablar con él del Salvador y de
pasar tiempo preparándolo, Pablo lo envió de regreso a su dueño. Tal vez él deseaba que
cuando oyeran la historia de lo que Dios había hecho para transformarlo, los hermanos se
sintieran animados.
Este esclavo cuyo nombre quiere decir útil, anteriormente había sido totalmente inútil a
su amo. Al escribirle a Filemón, le informa que ahora es su hijo y por lo tanto le serviría de
verdad, como un hermano en la fe (Filemón 10– 11, 16). Además, el apóstol lo considera
como hermano amado y fiel. Aunque antes no lo era, ahora se lo presenta como digno de
confianza. Dios tiene que haber hecho una gran obra en su vida. Este siervo fiel también les
informaría de lo que ocurría en Roma.
LA TRANSFORMACION DE LA VIDA DEL
ESCLAVO INUTIL SERVIRIA PARA ANIMAR
A LOS DESANIMADOS
SALUDOS PERSONALES 4:10–15
Saludos de sus colaboradores en Roma 10–14
El autor envía saludos de tres de sus colegas en el ministerio que eran bien conocidos
por los colosenses. De los seis que mandan saludos, estos tres son los únicos judíos que
colaboraban con Pablo en la obra de Dios. Parece que éste se sentía aislado de su pueblo.
Estos siervos no le hacían competencia, sino que trabajaban juntamente con él de manera
que le animaban a seguir adelante en la obra sirviéndole como un estímulo. La expresión
que Pablo utiliza se deriva de una medicina que aliviaba el dolor. Estos tres hermanos eran
como un bálsamo para Pablo que alejaba y aliviaba el dolor de su aflicción.
Aristarco era un judío macedonio que vivía en Tesalónica. Fue compañero de Pablo. Lo
llevaron preso durante la manifestación pública en Efeso (Hechos 19:29). Fue otro de los
enviados con la ofrenda para Jerusalén (Hechos 20:14). También acompañó a Pablo en su
viaje a Roma (27:2). El apóstol se refiera a él diciendo que es su compañero de prisión
(Filemón 23–24; compare Romanos 16:7) y colaborador (Filemón 24).
Marcos era el sobrino de Bernabé y autor del evangelio que lleva su nombre. Salió con
Pablo y su tío en uno de sus viajes misioneros, pero cuando la presión aumentó, optó por
dejarlos y regresar a casa (Hechos 12:12, 25; 13:13). Después, cuando Bernabé quiso
llevarlo de nuevo, Pablo no estuvo dispuesto a invertir más tiempo en el joven. Este
conflicto provocó la división entre los dos misioneros.
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Después de varios años de separación, Pablo volvió a mencionarlo. Aunque aquí no lo


describe, les da el mandamiento de recibirlo. En la carta a Filemón lo presenta como
colaborador suyo (Filemón 24). Al final de su ministerio, Pablo afirma que Marcos le era
útil en el servicio (2 Timoteo 4:11). Obviamente, el esfuerzo de Bernabé de tomarlo e
invertir tiempo en él demuestra la influencia de su tío en su vida.
Jesús, llamado Justo era otro colaborador que mandaba saludos a los hermanos de
Colosas (Colosenses 4:11). Su sobrenombre es común, pero no sabemos nada más acerca
de él que lo que se nos dice al final del versículo 11.
Además de estos tres judíos, Pablo envía un saludo de parte de Epafras (Colosenses
4:12–13) quien había sido enviado a Roma para acompañar al apóstol en los días difíciles
que estaba atravesando. Había sido maestro de ellos y Pablo le consideraba un consiervo
amado.
Aunque este ministro fiel estaba lejos, seguía manifestando un interés genuino en ellos.
Siempre oraba y luchaba constantemente a su favor. Su propósito era que estuvieran firmes,
perfectos y completos en el conocimiento de toda la voluntad de Dios; deseaba que
supieran lo que el Señor quería hacer en ellos para que anduvieran como es digno de él. En
este deseo Pablo y Epafras estaban en armonía completa.
Asimismo, tenía gran solicitud por ellos. Era celoso y hacía todo para su bien. Su
trabajo manifestaba esta actitud, la cual nos enseña cómo debe ser el corazón de todo siervo
de Dios. Primero, con un interés sincero en los hermanos, dedicándose a orar por ellos
continuamente, luchando para que sepan la voluntad de Dios y sean firmes, perfectos y
completos.
Al observar las vidas de estos ayudantes de Pablo, nos damos cuenta de que estaban
dispuestos a trabajar sin cesar, no dándose a la pereza. Colaboraban con otros para lograr
los propósitos de Dios; no competían entre sí buscando ser alabados, sino que juntos
anhelaban dar la gloria al Señor. Estas cualidades no se basaban en un conocimiento
intelectual de la Palabra de Dios, sino que son las actitudes que sólo el Espíritu Santo puede
producir en nosotros. Ellas son las verdaderas bases para evaluar a un obrero del Altísimo.

¡PENSEMOS!
Haga una lista de las características de estos hermanos y
cómo ayudaban al ministerio. Al lado de cada una, escriba
una o dos maneras en que se revelan exteriormente. Evalúe
su propia vida. ¿Cuáles muestra usted? ¿Cuáles le hacen
falta todavía? Identifique un área donde usted cree que Dios
quiere hacerlo cambiar. Empiece a pedirle en oración que
transforme este aspecto de su vida para que sea la clase de
líder que él quiere que sea. ¿Habrá algún paso que usted
podría dar esta semana para acercarse más a esta meta?

Saludos dirigidos a los hermanos 15


Además de los que Pablo enviaba de parte de sus colegas, pidió a los mensajeros que
saludaran a los que sin duda verían dentro de poco tiempo. En especial, quería que se
comunicaran con los hermanos de Laodicea, porque tenía otra tarea en relación con ellos.
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INTERCAMBIO DE LAS CARTAS ENVIADAS POR EL


APOSTOL 4:16
Les exhorta a intercambiar cartas con la iglesia de Laodicea. De esa manera ambas
congregaciones podrían aprovechar el mensaje que les enviaba. Aparentemente enfrentaban
circunstancias semejantes y podrían animarse unos a otros, pero también la perspectiva de
la otra carta podría darles una orientación adicional que les sirviera e instruyera.
EXHORTACION A ARQUIPO 4:17
Pablo envió instrucciones a Arquipo para que terminara la tarea que Dios le había dado.
En Filemón 2 Pablo lo describe como “nuestro compañero de milicia”, una expresión que
alude a un “colega en el ejército”. Luchaban juntos en la guerra espiritual.
Aunque no se dan más detalles acerca de lo que le sucedía, parece que las aflicciones lo
habían desanimado. En lugar de tirar la toalla, Pablo le invita a tener cuidado en el
cumplimiento el ministerio que había recibido del Señor. Le recuerda que éste es de Dios y
no de los hombres. Por lo tanto, debía permanecer firme para que al final fuera hallado fiel.
Este lema es apto para cualquier hijo de Dios. Todos hemos recibido alguna encomienda
como parte del cuerpo de Cristo y debemos tener cuidado de llevarla a cabo y ser hallados
dignos de ser sus siervos.

¡PENSEMOS!
¿Qué ministerio le ha dado Dios a usted? ¿Está desanimado?
¿Por qué? ¿Qué pasos podría dar para obtener la victoria y
cumplir con él?

SALUDO FINAL 4:18


Pablo termina la carta con su saludo propio. Su interés en ellos era tan importante que
lo escribió con su propia mano. Les recordaba de su aflicción para que supieran que sufría
con ellos y para que oraran por él también. Su deseo era que experimentaran la gracia de
Dios en forma práctica.
REPASO DEL LIBRO
Pablo escribió esta carta a la iglesia de Colosas donde probablemente nunca había
estado. Sin embargo, por medio de varias comunicaciones con los hermanos se había
establecido una relación especial con ellos.
Pablo envió esta carta al darse cuenta de que los judaizantes se estaban infiltrando en
medio de ellos y que enseñaban su doctrina de la santificación por medio de la ley. Su
propósito era frenar la influencia de ese movimiento y afirmar claramente la base de nuestra
espiritualidad. Su idea principal es que al estar en Cristo, tenemos todo lo que necesitamos
para agradar a Dios. No nos falta nada. Tenemos todo por medio de la fe en nuestro
Salvador.
AL ESTAR EN CRISTO, TENEMOS TODO
NO NOS FALTA NADA PARA AGRADAR A DIOS
La introducción presenta un breve saludo (1:1–2) y la oración de Pablo a favor de ellos
(1:3–23). Da gracias a Dios porque esa iglesia era madura y fructífera (1:3–8). Su petición
era que supieran lo que Dios quería hacer en ellos y que por consecuencia, anduvieran
dignamente (1:9–23).
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La vida que resulta cuando se comprende la voluntad de Dios es una vida fructífera
(10a), que crece cada vez más en la práctica de la voluntad divina (10b), que es fortalecida
(11), y agradecida a Dios (12–23). Este reconocimiento nos hace pensar en todo lo que el
Señor ha hecho por nosotros y este último es el aspecto de mayor relevancia que tenemos
que considerar para entender plenamente su plan.
Dios nos capacitó para recibir la herencia (12); nos libró del dominio de la esfera de las
tinieblas (13a); nos trasladó al reino de Su Hijo (13b–20); y nos reconcilió por medio de su
muerte (21–23). En esta parte de sus peticiones, Pablo aclara que el Señor Jesucristo es
Dios mismo, quien ha hecho todo por nosotros. En fin, no nos hace falta nada.
Después de esta prolongada introducción, se dedica al tema central de la carta. Lo inicia
mencionando su propio ministerio y dice que Dios lo había llamado a proclamar a todo el
mundo gentil la provisión completa que había hecho en Jesucristo (1:24–4:6).
Primero aclara que se le asignó la tarea de revelar ese misterio (1:24–2:15). En esta
sección el autor define el contenido de la revelación que recibió y está agradecido con el
Señor porque le dio una parte especial en su plan. El apóstol tiene el privilegio de
anunciarles a los gentiles que ellos también pueden participar en el programa divino. Cristo
es la esperanza no sólo de los judíos, pero también de los gentiles (1:23–27). Por lo tanto,
proclama este nuevo mensaje universal a todo el mundo con el fin de presentar a toda
persona perfecta, sin falta ninguna, en Cristo.
La grandeza de estas maravillosas buenas nuevas que le habían sido encomendadas,
impulsaba a Pablo a luchar para que no fueran desviados de la verdad por gente que trataba
de engañarlos esgrimiendo argumentos persuasivos basados en la lógica humana (2:1–5).
La esencia de su mensaje y la respuesta a sus enseñanzas es que tal como recibieron a
Cristo por fe, así también debían aprender a vivir por ella y nada más (2:6–7).
La filosofía que el mundo nos presenta, es distinta a este mensaje. Las tradiciones y
principios fundamentales que propone indican que nosotros podemos ganarnos la entrada a
la presencia de Dios si obedecemos ciertas reglas y hacemos buenas obras. Esta filosofía
sólo sirve para descarriar a la gente y esclavizarla (2:8).
Por el contrario, la verdadera espiritualidad es reconocer que la totalidad de Dios está
en Cristo (2:9) y que cuando somos de él, estamos completos (2:10–15). En Cristo tenemos
la verdadera circuncisión no hecha por hombres, sino la espiritual, la que transforma el
corazón pecaminoso (2:11). Hemos sido sepultados a la vida antigua y renovados para
llevar una nueva vida juntamente con el Señor (2:12). El ha eliminado cualquier obstáculo
que pudiera evitar nuestra comunión con Dios y nos ha dado vida (2:13–15). Por eso no nos
queda nada por hacer. Cristo hizo todo y estamos completos en él.
En la segunda división del libro, Pablo edifica sobre la base ya establecida de la
provisión completa que tenemos en Cristo y explica las implicaciones de ella (2:16–4:6).
Debido a que estamos completos, no debemos dejar que nadie nos juzgue en base a los ritos
viejos (2:16–19) que son sombras de la verdadera espiritualidad. Ya que tenemos la luz
verdadera, ¿por qué regresar a la oscuridad? Quienes pretenden juzgarnos se caracterizan
porque muestran una humildad aparente, porque siguen los ritos religiosos y por el énfasis
que hacen en su propia experiencia sin tomar en cuenta la Palabra de Dios. Aunque estén
convencidos de que su vivencia es suficiente, han perdido la comunicación con la cabeza
del cuerpo, es decir, con Cristo mismo.
Ya que hemos muerto con él a los requerimientos del mundo que se basan en el
esfuerzo propio, no debemos someternos a esas normas humanas (2:20–23). Aunque las
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reglas que proponen tienen cierto valor, contienen una gran debilidad: no proveen el poder
necesario para cumplirlas. Sólo sirven para condenarnos.
Por el lado positivo, en lugar de tratar de vivir según esas reglas, debemos tener los ojos
puestos en Jesucristo y la obra que ha realizado por nosotros (3:1–4). El está sentado a la
diestra de Dios; su obra ya está terminada y ha sido aceptada por el Padre. Por eso, en él
tenemos una esperanza segura para el futuro.
El sustituto del legalismo no es el libertinaje. Puesto que ya no somos ciudadanos de
este mundo, debemos abandonar su estilo de vida y adoptar las prácticas que corresponden
a nuestro nuevo hogar (3:5–11). Pablo describe las obras pecaminosas que debemos
eliminar. La nueva forma de vivir se realiza cuando damos al Señor el lugar correcto en
nuestra vida.
En contraste con la vida antigua, Pablo describe el estilo que debemos aceptar como
nuestro. Lo asemeja con una ropa que podemos vestir (3:12–15). Aunque parece una serie
de reglas, no lo es, sino que es un patrón de vida que debe caracterizar a la persona que
Dios ya hizo completa por medio de la fe en Cristo. En lugar de los rituales antiguos, Pablo
presenta cuatro actitudes que transforman el interior de la persona.
Cuando éstas controlan nuestra vida y la Palabra de Cristo reside en nuestro corazón, el
resultado se manifestará en nuestra conducta, especialmente en las relaciones personales
con otros (3:16–4:6). En general, intentaremos edificar a nuestro prójimo y glorificar a Dios
en todo lo que hacemos (3:16–17). Tal como en su carta a los efesios, Pablo presenta un
resumen de las relaciones que deben existir entre los cónyuges (3:18–19), los hijos y padres
(3:20–21), esclavos y amos (3:22–4:1).
Les exhorta a mantener una relación personal con Dios por medio de la oración
persistente (4:2–4) y por último a que tengan cuidado con respecto a su conducta y
conversación frente a los incrédulos, de tal manera que su testimonio sirva para ganar a
otros a Cristo (4:5–6).
Pablo concluye la carta con varias notas personales (4:7–18). En ellas, describe a varios
hermanos que han sido fieles en su ministerio y los alaba por su fidelidad. Asimismo,
anima a los demás a recibirlos y a imitar su ejemplo. Al final, termina la carta con un
saludo personal.

¡PENSEMOS!
Utilizando este repaso del libro y el cuadro sinóptico que
aparece al principio, considere de nuevo el mensaje de esta
carta. Medite en ella y en las implicaciones para su propia
vida.
Escriba una lista de los principios que ha aprendido en este
estudio. ¿Qué le ha enseñado Dios? ¿Qué pasos debe dar en
base a lo aprendido? Haga una lista de lo que el Señor le ha
dicho que haga. Ore a Dios, pidiéndole que transforme su
vida y realice estos propósitos. ¡Obedezca lo que le diga que
haga!

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