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Pueblos, rituales y condiciones de vida

prehispánicas en
el Valle del Cauca

José Vicente Rodríguez Cuenca, Profesor Titular Dpto. de


Antropología, Universidad Nacional de Colombia

Con la colaboración de:


Sonia Blanco, Investigadora INCIVA
Alexander Clavijo, Investigadora INCIVA
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Tabla de contenido

Introducción
Capítulo I
Pueblos y costumbres en el valle del río Cauca
1.1. Conquistador, guerra de tierra arrasada y pestilencia
1.2. Pueblos, paisajes y costumbres
1.3. Organización socio-política
1.4. El sacrificio humano: ritual de transferencia de energía
1.5. El canibalismo ritual
Capítulo II
Prácticas funerarias en el Valle del Cauca
2.1. El ritual funerario: un fenómeno universal y tradicional
2.2. Los enfoques de la Arqueología Funeraria o de la Muerte
2.3. Las fuentes etnográficas
2.4. Las fuentes etnohistóricas
2.5. Las fuentes arqueológicas
2.6. Los patrones funerarios del Valle del Cauca
Capítulo III
Condiciones de vida de la población prehispánica
3.1. Presión ambiental y condiciones de vida
3.2. Medio ambiente
3.3. La alimentación
3.4. Los fitolitos del cálculo dental: paleoambiente y paleodieta
3.5. Estrategias adaptativas: guerras y tierras de nadie
3.6. Guerras y rituales: la búsqueda del equilibrio
Capítulo IV
Principales enfermedades prehispánicas
4.1. El estado de salud
4.2. Enfermedades infecciosas
4.3. Desórdenes hemopoyéticos
4.4. Desórdenes metabólicos
4.5. Lesiones de las articulaciones
4.6. Morbilidad oral
4.7. Calidad de vida de la población de La Cristalina, El Cerrito
Capítulo V
Demografía y regulación poblacional en el Valle del Cauca
5.1. Reproducción y prácticas culturales
5.2. Fertilidad y mortalidad
5.3. Tablas de vida prehispánicas
Capítulo VI
Los primeros vallecaucanos y sus orígenes
6.1. Características físicas
6.2. Los primeros agroalfareros
3

6.3. La población tardía


6.4. Los orígenes: entre el difusionismo y la microevolución
6.5. Sobre las relaciones biológicas
Capítulo VII
El legado del pasado: de bárbaros caníbales a sabios ecólogos
Bibliografía

Foto de portada: Rostros indígenas del valle del Cauca: pasado y presente
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Agradecimientos

El autor y sus colaboradores agradecen a la División de Investigación de la Universidad Nacional


de Colombia Sede Bogotá y al departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias
Humanas por su apoyo mediante las becas de investigación Prometeo 1999, 2002, 2004. Al
Instituto para la Investigación y la Preservación del Patrimonio Cultural y Natural del Valle del
Cauca (INCIVA), por su apoyo a la investigación en los proyectos de rescate en Ciudad Jardín,
municipio de Cali, Coronado, Santa Bárbara, Estadio del Deportivo Cali, El Sembrador, municipio
de Palmira, y en La Cristalina, municipio de El Cerrito; también por la beca “Víctor Manuel
Patiño” Estímulo a la investigación 2001-2002 y su hospitalidad en Calima El Darién para con
docentes y estudiantes del Dpto. de Antropología. A las empresas vallecaucanas comprometidas
con la salvaguarda del patrimonio cultural regional, entre ellas las Alcaldías Municipales de
Palmira, El Cerrito, Calima El Darién y Cali, la Fundación Ecoparque Llanogrande, el Centro
Comercial Llanogrande y el Estadio del Deportivo Cali. Al profesor Carlos Armando Rodríguez de
la Universidad del Valle y a la profesora Sonia Archila de la Universidad de los Andes por sus
ideas y sugerencias. A las arqueólogas Marianne Cardale y Leonor Herrera de la Fundación
ProCalima por su apoyo con información aún no publicada. Especiales agradecimientos a
Yolanda Jaramillo, Álvaro Gómez, Gustavo Cabal, Ticcy Y. Méndez y Carolina Arango,
respectivamente por la elaboración de las figuras, su colaboración en campo, el montaje de la
base de datos y revisión del texto, y la labor de divulgación cultural en el Museo Arqueológico
Calima que contribuye a comunicar con entusiasmo la labor arqueológica a chicos y grandes. A
William M. Romero, Ángel M. Medina y Edixon Quiñones por su colaboración en la labor de
laboratorio.
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Introducción

A su entrada en el siglo XVI al valle del río Cauca las huestes españolas en su afán por apropiarse
del oro nativo dejaron la tierra arrasada, las casas y sementeras destruidas, cabezas, manos y
narices cortadas y carnicerías públicas con perros cebados en cuerpos indígenas, en el mayor
etnocidio de su época. El mismo conquistador Pascual de Andagoya anotaba asombrado en
1540 que de 500 a 800 casas que había en Jamundí, cuando él pasó por el lugar no quedaba
memoria de esos asentamientos, salvo los cimientos pues todo fue despoblado por Sebastián de
Belalcázar. La gripe, la viruela, el sarampión y otras enfermedades se aunaron a los maltratos
físicos infringidos por los conquistadores contra la población aborigen. Posteriormente, los
sobrevivientes de este holocausto fueron subyugados, obligados a pagar tributo para enriquecer
las arcas de la Corona española y la propia empresa conquistadora; finalmente fueron
absorbidos como mestizos, ajenos y olvidados en su propia tierra. Los rituales fueron
considerados actos paganos y sus deidades producción del diablo; los indígenas a su vez tratados
como ateos y desordenados, que no respetaban ninguna norma y no se supeditaban a ninguna
autoridad pues eran behetría. Para completar este cuadro de tierra arrasada y justificar sus
abusos los conquistadores declararon que habían pacificado a “bárbaros caníbales”, que se
mataban y comían unos a otros, y esta era la causa de su perdición y extinción. Por esta razón
fueron convertidos a la religión judeo-cristiana y a las costumbres españolas, es decir, fueron
“civilizados” y salvados de su ignominia, lo que justificaba el etnocidio.
El orgullo de los pobladores contemporáneos es ser descendiente y portar el apellido de
alguno de los conquistadores, héroes y nobles según la gesta española, villanos y asesinos para
los pueblos indígenas. Entre tanto, la memoria de los aborígenes que domesticaron para la
humanidad el maíz, la yuca, la papa, el fríjol, la ahuyama y un sinnúmero de plantas que
salvaron al Viejo Mundo de la hambruna yace en el olvido.
Muchos vallecaucanos, caldenses y antioqueños desconocen sus propias raíces indígenas,
cuando actualmente más del 90% de la población es mestiza y porta en su sangre los genes de
madres liles, gorrones, bugas, chancos, ansermas, quimbayas, quindos, armas, carrapas, pozos,
paucuras y otros grupos indígenas, aunque también de padres españoles y africanos. Las
mujeres indígenas conquistaron los estómagos y corazones de los europeos, con su maíz, fríjol,
yuca, papa, arracacha, ahuyama, pijibayes, guayaba y otros productos desconocidos para el
Viejo Mundo, necesarios para su supervivencia y la empresa colonizadora. Gracias a la riqueza
de sus tierras y a la sabiduría de sus gentes el Nuevo Mundo se convirtió en un paraíso para
millares de paupérrimos campesinos de Extremadura y otras partes de España.
Sobre sus pobladores se han escrito distintas versiones que incluyen desde los cronistas
tempranos del siglo XVI1, las relaciones geográficas de los siglos XVI-XVII2, hasta
interpretaciones sobre sus sacrificios humanos3, sus procesos culturales4 y sus características

1 Pedro de Cieza de León, La crónica del Perú, Madrid, Calpe, 1922.


2 Hermes Tovar, Relaciones y Visitas a los Andes S XV, Bogotá, Instituto de Cultura Hispánica, 1993.
3 G. Eckert, H. Trimborn, Guerreros y caníbales del valle del Cauca. Traducción y edición de M. González, Bogotá, Biblioteca Banco

Popular, 2002, pp. 21-58.


4 Julio C. Cubillos, Arqueología del Valle del río Cauca. Asentamientos prehispánicos en la suela plana del río Cauca, Bogotá, FIAN, 1984;

Marianne. Cardale, Warwick Bray, Leonor Herrera, La población prehispánica del valle medio del río Cauca, entre los siglos VII-XVI
d.C,. Bogotá, Boletín del Museo del Oro, 24 (1989) pp. 55-71; Carlos A. Rodríguez. Tras las Huellas del hombre Prehispánico y su Cultura en el
Valle del Cauca. Cali, INCIVA, 1992; El Valle del Cauca Prehispánico, Cali, Washington, Universidad del Valle, 2002; M. Cardale, W. Bray,
6

físicas.5 No obstante, no se ha elaborado una monografía que articule los procesos culturales
con los biológicos y ecológicos, en el ámbito de la cosmovisión de la América Indígena, que de
cuenta del proceso de adaptación a condiciones de bosques tropicales, sus respuestas
socioculturales dinámicas y su incidencia sobre el estado de salud-enfermedad y la regulación
demográfica de las sociedades prehispánicas.
El análisis crítico de la información sobre los sacrificios humanos, cacería de cabezas trofeo y el
canibalismo descrito en las crónicas del siglo XVI, las prácticas funerarias (tratamiento de los
cuerpos, ajuar, recinto) y las características bioantropológicas de sus portadores (distribución de la
población por sexo y edad, el estado nutricional y de salud-enfermedad, la práctica de la
deformación craneal) reportadas en las recientes excavaciones arqueológicas, particularmente en
el municipio de Palmira (Zamorano, Malagana, Coronado, Santa Bárbara, Estadio Deportivo Cali, El
Sembrador), en el ámbito del enfoque teórico transdisciplinar de la ecología humana, nos permite
replantear la visión de barbarie impuesta por los conquistadores para justificar el sometimiento de
las poblaciones indígenas. Esta información bioantropológica nos permite aportar a la
reconstrucción de la memoria histórica regional, contribuir a distintas disciplinas como la
antropología, arqueología, ecología, historia, medicina, odontología, y, ante todo, construir
identidad cultural, pues las raíces de nuestra sociedad se iniciaron miles de años antes que llegaran
los españoles. La guerra de tierra arrasada y el desplazamiento forzado que se practica
actualmente por grupos violentos, también se originaron desde el momento de la conquista. En
fin, aquí tenemos las raíces de nuestros genes, gustos, alimentos y nuestra manera de pensar y
actuar.
Esta nueva información señala que las comunidades indígenas prehispánicas del valle geográfico
del río Cauca, representan un enorme potencial informativo para el estudio de su diversidad
cultural, ritual, biológica y ecológica, por cuanto desarrollaron hábiles respuestas adaptativas que
incluían sacrificios humanos, la cacería de cabezas trofeo y actitudes bélicas que les permitió
sostener una población estable y la capacidad de carga de los biomas. Los indígenas de esta región
acumularon gran cantidad de riquezas materiales utilizadas en sus rituales, entre ellas pesadas
piezas de oro –yelmos, máscaras, pectorales, narigueras, torsales- que despertaron la avaricia de
los conquistadores, quienes en su afán por arrebatárselas, arrasaron y extinguieron a los nativos.
De cerca de un millón de habitantes que había a la llegada de los conquistadores, 40 años
después sólo quedaban 35.000, producto del cruento genocidio cometido contra los nativos
americanos y, proporcionalmente, el más grande jamás perpetrado en la historia de la
humanidad; ninguna de las grandes matanzas del siglo XX puede compararse con la hecatombe
americana.6
Esta situación ha puesto en el orden del día la discusión de alternativas de desarrollo sostenible
que propendan por la recuperación del medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales.
Entre las propuestas se encuentra la conformación de un corredor ecológico que una las cordilleras
con reservorios de agua, plantas y animales y espacios en la Universidad Nacional Sede Palmira,
CIAT y Corpoica que muestren el desarrollo de nuevas tecnologías, idea propuesta y desarrollada

L. Herrera,. Diez Mil Años de Historia en el Suroccidente de Colombia. Fundación Pro Calima. Primera Edición en Español. Bogotá, Editorial
Grafos, 1992.
5 José V. Rodríguez, Antropología Física de la población indígena del Suroccidente de Colombia, Cali, INCIVA Cespedesia 16-17 (59) ,

1990, pp. 181-208.


6 Tzvetan Todorov, La Conquista de América. El problema del otro, México, Siglo XXI editores, 1989, p. 144.
7

por la Fundación Ecoparque Llanogrande (FELLG) del municipio de Palmira. En sentido educativo se
propone el rescate de la cosmovisión –concepción del mundo y de la vida- y las técnicas de
producción de la América Indígena, que si bien transcurrieron bajo una situación histórica
particular, hoy día se pueden aprovechar en búsqueda del equilibrio armónico entre los humanos y
la naturaleza.7
Gracias al estudio de la cosmovisión de los pueblos indígenas de Mesoamérica, Andes y
Amazonia, se ha encontrado que desarrollaron una unidad entre pensamiento y acción, mediante
un uso interrelacionado de la cosmovisión, la ciencia, el arte y la tecnología tendiente a construir
desarrollo, entendido como la recreación permanente del mundo mediante una relación fecunda a
través de la reciprocidad y la complementariedad, de las tres entidades del mundo: humanos,
naturaleza y deidades.8
El sostenimiento de un diálogo permanente y de relación recíproca entre las tres entidades
permitía que la naturaleza se recreara por acción de los humanos, y que lo humano fuera nutrido y
recreado por la naturaleza, que se manifiesta por intermediación de las deidades.
La vida entendida como un tejido, conjunto de hilos entrelazados por una urdimbre que forma
la base, la estructura unificadora que da coherencia e identidad global, y de trama que se
interrelaciona con la urdimbre para brindar expresión de diversidad, conforma un todo unitario
compuesto de diversidades. Cualquier intento homogenizador de imponer la propia verdad como
una verdad de todos, desconociendo los distintos factores ambientales, culturales y étnicos,
producirá un sistema desequilibrado, caos y enfermedades con altos costos ecológicos y humanos.
En las sociedades de selva húmeda tropical la relación naturaleza y humanos está mediada por
referentes similares a los que regulan las relaciones sociales, por tanto un gran número de plantas
y animales son considerados gente, y a la naturaleza se le confiere el estatus de selva humanizada.
En ellas, el chamán como depositario del conocimiento ancestral transmitido durante
generaciones, cumple el papel de regulador ecológico, administrando los ciclos, los rituales y los
roles de cada uno en la sociedad, generando normas con un alto valor adaptativo.9
Cuando ni el diálogo ni la reciprocidad se da, sobreviene el caos y la enfermedad, pues lo que
debe fluir entre todos, se detiene acaparado por alguien, descomponiéndose la vida al igual que el
agua que no fluye. De aquí deriva el tiempo del caos y el peligro de la supervivencia de la propia
sociedad.
Así como se organizaba el caos en el mundo mediante una cosmovisión ordenada y práctica
tendiente a regular el flujo de energía, también se regulaban los cultivos, la caza, la pesca, la
recolección, el intercambio, los matrimonios, el número de hijos, en fin, la producción y el
consumo, y el mismo crecimiento de la población.

7 Rigoberta Menchú, El desarrollo sostenible. Requisito para la supervivencia de la humanidad. En: El vuelo de la serpiente. Desarrollo
sostenible en la América prehispánica. Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2000, p. 15.
8 Ricardo Delfín, La sociedad maya prehispánica. Una relación sociedad-naturaleza. En: El vuelo de la serpiente. Desarrollo sostenible en la

América prehispánica. Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2000, p. 55; Roberto A. Restrepo, El concepto de desarrollo en las altas
culturas de la Antigua América, Andes Centrales. En: El vuelo de la serpiente. Desarrollo sostenible en la América prehispánica. Bogotá, Siglo del
Hombre Editores, 2000, p. 142; Carlos A. Rodríguez, María C. van der Hammen, Biodiversidad y manejo sustentable del bosque
tropical por los indígenas Yukuna y Matapi de la Amazonia colombiana. En: El vuelo de la serpiente. Desarrollo sostenible en la América
prehispánica. Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2000, p. 89.
9 Gerardo Reichel-Dolmatoff, Cosmología como análisis ecológico: una perspectiva desde la selva pluvial. En: Estudios antropológicos, G.

y A. Reichel-Dolmatoff. Bogotá, Biblioteca Básica Colombiana, 1977, p. 358; Philippe Descola, Las cosmologías de los indios de la
Amazonia. Mundo Científico No. 175, 1997, p. 60.
8

Dado que los dioses, personificaciones de distintos aspectos de la naturaleza, crean a los
humanos y les suministran agua, frutos, animales y materiales, éstos deben, a su vez, alimentarlos
a través de energía, es decir, nutrirlos en sentido figurado. Aquí el sacrificio humano, el consumo
del cuerpo de la víctima y la unción de los ídolos con su sangre cumplían esta función. Este era el
rol de los rituales, tratando de mantener la armonía y el orden en el cosmos, distribuyendo
adecuadamente la energía para que no se detuviera en un solo sitio y fluyera, atendiendo las crisis
periódicas, cíclicas u ocasionales.10
De esta manera se aprecia una profunda diferencia entre la sociedad occidental, sociedad de
masacres, consumista, derrochadora, cuyo fin es la ganancia en bien del individuo, mediante el
dominio, control y explotación de la naturaleza, y la sociedad indígena, sociedad de sacrificios,
integrada por personas que regulaban el consumo y su propia reproducción, mediante la
reciprocidad, la complementariedad, la diversidad, los sacrificios y la recreación permanente de la
naturaleza. Mientras que en la primera se pretende el dominio y explotación de la naturaleza, sin
importar su degradación, en la segunda se busca mantener el equilibrio del universo.
Este ordenamiento del mundo con sus prácticas rituales fue parte de la cosmovisión de los
indígenas del valle del río Cauca, lo que contribuyó a consolidar hace más de dos mil años
sociedades con alto nivel de desarrollo económico y complejas costumbres funerarias como
Malagana entre el río Bolo y el zanjón Zumbaculo en Palmira, una de las tierras más fértiles de
Colombia, y a la supervivencia de otras como la Cristalina en el municipio de El Cerrito, que por las
condiciones pantanosas en que habitó vivió difíciles condiciones de vida. A la llegada de los
españoles la mayoría de sociedades indígenas disfrutaba de unas condiciones de salud adecuadas,
pues sus fértiles suelos prodigaban a sus pobladores de plantas, animales y materias primas
suficientes para su supervivencia, fiestas y rituales, estos últimos celebrados en señal de
agradecimiento a sus dioses.
Para rastrear todo el proceso adaptativo en sentido temporal, infortunadamente no existen
restos precerámicos que nos permita estudiar los cambios bioculturales desde los cazadores y
recolectores hasta el surgimiento de la agricultura, y sus implicaciones para el estado de salud de
las poblaciones. Tampoco existen restos conservados disponibles para análisis ni de la cordillera
Occidental ni de la Central. De ahí que el análisis se limitará a la llanura del valle del río Cauca, y al
período circunscrito a los dos milenios antes de la llegada de los españoles.
El estudio del material óseo humano, por ejemplo, nos indica la presencia de distintas
enfermedades ya reportadas en otras regiones como los Andes11, aunque con la diferencia de que
por ser clima tropical la parasitosis era más incidente, y por ende, la morbi-mortalidad infantil. La
esperanza de vida al nacer según las tablas de vida no alcanzaba los 20 años de edad; la mortalidad
infantil oscilaba entre el 35-58% para los primeros 10 años de vida. No obstante, la probabilidad de
muerte entre los 10-20 años, especialmente entre 10-15 años era muy baja, pues en ninguno de
los sitios se han localizado individuos de esa edad. Finalmente, ninguno de los sitios ha sido
sometido a un estudio epidemiológico, desde la perspectiva biocultural e interdisciplinaria, por lo
cual amerita su revisión, para obtener una visión más amplia, holística, que indague por las causas,
el impacto, las respuestas y consecuencias del cuadro de morbi-mortalidad.

10 Yolotl González, El sacrificio humano entre los mexicas. México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 30
11 José V. Rodríguez, Los chibchas: pobladores antiguos de los Andes Orientales. Adaptaciones bioculturales,. Bogotá, FIAN, 1999.
9

Desde la óptica etnogenética –de sus orígenes-, se ha planteado una estrecha similitud entre la
población del valle del Cauca y las andinas de la cordillera Oriental.12 Además del apoyo
craneométrico y craneoscópico se cuenta con la posible filiación chibcha de Timba, Lile, Jamundí,
Atunceta y Xitirixiti, Valle, y la dispersión de la familia lingüística Chibcha por el valle del río Cauca13;
igualmente la posibilidad de unas profundas raíces culturales compartidas que se remontarían a
una época precerámica.14 Con el tiempo, el incremento del tamaño de las muestras comparadas
evitará los sesgos estadísticos, y una mejor interpretación de los sucesos antiguos.
La metodología aplicada es transdiciplinar, donde se cruza la información osteológica y dental
con la ambiental –básicamente el estudio de suelos y paisajes-, el contexto cultural deducido del
ajuar funerario, la orientación y disposición de los restos, las dimensiones del recinto fúnebre, y la
comparación etnográfica, desde la perspectiva poblacional y regional.
El método aplicado es el comparativo dentro del marco de la teoría evolutiva, teniendo en
cuenta que los cambios fenéticos –morfológicos- observados en la estructura ósea obedecen a la
relación entre las mutaciones que aportan la materia prima y la selección natural que las fija o
elimina, el flujo génico, las migraciones y el efecto de poblaciones pequeñas, marginadas o
aisladas, según los sistemas religiosos, sociales y económicos producidos por los distintos grupos
étnicos para una mejor supervivencia. Los cambios biológicos pueden ser bruscos en tiempos
cortos, y graduales en tiempos amplios, o una combinación de ambos efectos en lo que se
denomina “equilibrio puntuado”.
El presente trabajo sigue la perspectiva de la ecología humana de carácter regional, iniciada con
las excavaciones de yacimientos prehispánicos tempranos en el municipio de Palmira adelantadas
en los últimos 10 años (Coronado, Santa Bárbara, Estadio) y en El Cerrito (La Cristalina).15 Consta de
8 capítulos, en donde el primero da cuenta de las versiones de los cronistas españoles sobre las
sociedades indígenas vallecaucanas, su ubicación, recursos, poblaciones y prácticas culturales. En el
segundo se discute la problemática funeraria mediante el cruce de información cultural y
bioantropológica con el propósito de establecer asociaciones entre distintas variables
bioculturales. En el tercero y cuarto se aborda la relación entre los humanos y el medio ambiente,
los recursos y su impacto sobre las condiciones de vida. En el quinto se describen las principales
enfermedades prehispánicas. En el sexto capítulo se contextualizan los datos paleodemográficos a
la luz de la incidencia de la esperanza de vida, expectativa de muerte por cohortes de edad,
mortalidad infantil y estructura demográfica en las estrategias de reproducción biológica y cultural
de las sociedades prehispánicas. El capítulo séptimo acude a la información craneométrica y de
rasgos epigenéticos para abordar el problema de los orígenes de las poblaciones prehispánicas del
Valle del Cauca. Finalmente, el capítulo octavo hace referencia a la adquisición y aplicación del
conocimiento sobre las comunidades prehispánicas a la solución de problemas contemporáneos,

12 José V. Rodríguez, Diversidad, adaptación y etnogénesis en la población prehispánica de los Andes Orientales. En: Los chibchas:
Diversidad y adaptación de la población prehispánica de los Andes Orientales. Bogotá, Colciencias-Universidad Nacional de Colombia, 2001, pp.
251-310.
13 Sergio E. Ortiz. Lenguas y dialectos indígenas de Colombia. Historia Extensa de Colombia. Bogotá, Academia Colombiana de Historia,

Ediciones Lerner, Vol. I, Prehistoria, 1965, pp. 33-36.


14 M. Cardale, L. Herrera. Caminos y comerciantes en el suroccidente de Colombia entre 2500 y 1500 AP. En: Perspectivas regionales en la

arqueología del suroccidente de Colombia y norte del Ecuador, C. Gnecco ed. Popayán, Editorial Universidad del Cauca, 1995, p. 197.
15 J. V. Rodríguez, S. Blanco, P. Botero. Hombre y medio ambiente en una comunidad agroalfarera temprana de El Cerrito, Valle del Cauca. Bogotá,

Cali, Universidad Nacional, INCIVA, Informe MS, 2002.


10

tendiente al rescate de valores y actitudes hacia la naturaleza que tiendan a mejorar las
condiciones de vida de las poblaciones actuales.
El texto recoge la experiencia acumulada por el autor y sus colaboradores durante cerca de 20
años de investigaciones bioarqueológicas en el Valle del Cauca, con el apoyo del INCIVA, la
Universidad Nacional de Colombia, las alcaldías municipales y algunas empresas vallecaucanas
privadas.
11

Capítulo I
Pueblos y costumbres en el valle del río Cauca

1.1. Conquistador, guerra de tierra arrasada y pestilencia

En el siglo XVI los conquistadores españoles encontraron al occidente de Colombia infinidad de


pueblos dispersos por valles y lomas, cálidas, templadas y frías, que hablaban en diferentes
lenguas, unas Caribes y otras Chibchas. Algunos estaban organizados bajo el mando de señores,
caciques, principales y capitanes; otros eran behetría. Cultivaban maíz, yuca, fríjol, raíces y
tubérculos, ahuyama y frutales que proveían una variada despensa alimenticia. La carne era
obtenida de la amplia diversidad de animales de monte que cazaban y de los peces que pescaban
en el río Cauca y las lagunas de desborde. En fin, tenían suficientes recursos para su supervivencia
siempre y cuando la población no creciera más allá de la posibilidad de sustento y se mantuviera en
un límite óptimo, como parece lo lograron a través de refinadas estrategias adaptativas como los
sacrificios humanos.
La población desde Antioquia hasta Cauca oscilaba a la llegada de los españoles entre
550.000-900.000 habitantes16; hacia 1582 quedaban tan solo 35.000 indígenas con una
reducción de más del 95%, producto del genocidio, los maltratos y las enfermedades. La
crueldad del conquistador Sebastián de Belalcázar y sus huestes fue de tal magnitud que
cebaban perros en la carnicería pública de indígenas –se menciona la historia del perro Turco
que despedazó 6-7 indios en la provincia de Pequi-. También les aplicaron la guerra de tierra
arrasada, destruyendo casas, arboledas y frutales a su paso. A los indígenas como comentaba
asombrado Pascual de Andagoya en 1540, les mataban y cortaban las manos y las narices, les
robaban y les hacían otros muchos males, amarrándolos con cadenas para que acarrearan el oro
hurtado en otras provincias, y después los echaban a los perros como si fueran venados. Las
mujeres indígenas con toda razón llamaban a los españoles “ladrones y robadores”, con cuyas
arengas y arrojo animaban a los guerreros en la contienda contra los invasores.
La matanza cometida en tierras lejanas contra víctimas distantes culturalmente, consideradas
sin alma, casi animales, allí donde el tejido social se había roto, donde la ley no se podía hacer
respetar pues se encontraba en España, donde todo estaba permitido, reflejará la contradicción
del posterior desarrollo americano: el contraste entre la metrópoli y la colonia, los dominantes y
los dominados.17
Cali le rinde tributo a su cruel fundador Sebastián de Belalcázar cuya obra conquistadora
costó la vida de millares de nativos, pero la memoria de las víctimas que entregaron sus vidas
defendiendo justamente sus deidades, tierras y mujeres, y sentaron las bases agrícolas,
pesqueras y mineras para el asentamiento de los nuevos americanos, yace hoy en el olvido. Los
españoles justificaron la barbarie con que destruyeron a los nativos en el hecho de haber

16 Según el historiador Jaime Jaramillo (1964:284) alcanzaba a 250.000 habitantes; para Héctor Llanos (1981:38) ascendía a cerca de
500.000 personas entre las cordilleras Central y Occidental; de acuerdo a Hermes Tovar (1993:41) la población sobrepasaba los 3
millones pues asume que las cifras reportadas en las crónicas corresponden a los tributarios, por lo que calcula la población total,
incluidos mujeres y niños multiplicando por 3.7; no obstante, en las crónicas se hace alusión a la población total y no a la tributaria.
17 T. Todorov, Op. Cit., p. 157.
12

pacificado y cristianizado las almas de indómitos caníbales que adoraban ídolos infernales y
efectuaban cruentos sacrificios humanos.

Figura 1. Matanza de indígenas (Todorov, 1989:153).


En la visión oficial que se conoce del valle del Cauca escrita por los cronistas de Indias para
justificar la gesta conquistadora, como en estudios contemporáneos,18 esta región figura con el
rótulo de “señorío, barbarie y canibalismo” por la ostentación de poder de sus señores
mediante sacrificios humanos y prácticas canibalescas, asociadas según las fuentes escritas con
las frecuentes acciones bélicas que sostenían las comunidades entre sí. La exaltación de este
estado de guerra y barbarie fue propuesta por los españoles como la principal causa de la
extinción de los nativos. Paradójicamente, esta región también fue descrita como un territorio
donde la tierra era muy fértil para los cultivos, donde abundaba el pescado, al igual que los
animales de monte en los espesos cañaverales que la circundaban y que prodigaron de una rica
y variada alimentación, apta para el asentamiento de los nuevos colonos, ávidos de riquezas,
alimentos y materia prima.
Hartos de los maltratos y de la explotación a que fueron sometidos en las haciendas y en la
construcción de ciudades como Cartago la Vieja –hoy Pereira- (1540), Cali (1536) y Buga, los
indígenas lucharon contra los españoles por defender sus tierras y prefirieron dejar de cultivar y
morirse de hambre, que ver a sus hijos esclavizados, hasta el punto que como señaló el mismo
cronista Pedro de Cieza de León19 “se pasó por esta causa mucha necesidad, y se murieron
tantos que afirman que falta la mayor parte de ellos”. Algunos se aislaron en las regiones
montañosas y selváticas para evadir a los españoles, pero otros se mezclaron con ellos,
especialmente en la provincia de Anserma donde eran “amigos de los españoles en extremo,
principalmente las mujeres”.20

18 H. Trimborn, Señorío y barbarie en el valle del Cauca. Estudio sobre la antigua civilización Quimbaya y grupos afines del oeste de Colombia, Madrid,
Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo.
19 Cieza de León, 1922, p. 83.
20 Jorge Robledo, Relación de Anzerma. En: Relaciones y Visitas a los Andes s XVI, ed. H. Tovar. Bogotá, Instituto de Cultura Hispánica,

/1541/1993, pp. 335-361.


13

Figura 2. Crueldades españolas (Todorov, 1989:152).

Como bien apuntó el mismo Pedro Cieza de León:21

“[...] aguardaron siempre de guerra, peleando muchas veces con los españoles por
defender su tierra y ellos no ser subjetos; con las cuales guerras; y por el hambre que
pasaron, que fue mucha, por dejar de sembrar, se murieron todos los más. También hubo
otra ocasión para que se consumiesen tan presto, y fue que el capitán Belalcázar pobló y
fundó en estos llanos y en mitad destos pueblos la ciudad de Cali, que después se tornó a
reedificar a donde agora está”.
Las fuentes para la discusión de esta problemática provienen de los documentos escritos por
los primeros cronistas que observaron y describieron los pueblos y costumbres que
conquistaron en el siglo XVI, como Pedro de Cieza de León, Jorge Robledo, Pedro Sarmiento,
Sebastián de Belalcázar22; también las investigaciones etnohistóricas,23 arqueológicas24 y
bioantropológicas.25
Las fuentes escritas por los cronistas de Indias adolecen de muchos problemas de
interpretación relacionados con las posiciones ideológicas medievales asumidas para justificar el
vandalismo, el genocidio, la guerra de tierra arrasada y la apropiación de las tierras y riquezas
que cometieron los españoles contra los indígenas, la dificultad de entender las lenguas nativas
y la transmisión de relatos de generación en generación con la consecuente pérdida de sus
originalidad.26 No obstante, constituyen la información más importante de la época rescatable
en la medida que se analice críticamente y se complemente con datos arqueológicos y
bioantropológicos.
Los estudios arqueológicos si bien han avanzado en el cubrimiento de varias regiones y
períodos del Valle del Cauca, se concentran en el valle del río Cauca y en la cordillera Occidental,
haciendo falta investigar los asentamientos de la cordillera Central; por otro lado muchos sitios
han sido destruidos por la edificación de nuevas ciudades sobre sus ruinas, al igual que el

21 Cieza de León, Op. Cit. p. 82.


22 Cf V. M. Patiño, Relaciones Geográficas de la Nueva Granada (siglos XVI a XIX), 1983; H. Tovar. Relaciones y Visitas a los Andes
s. XVI, 1993.
23 Juan Friede, Los quimbayas bajo la dominación española. Bogotá, Banco de la República, 1963.
24 Cf Carlos A. Rodríguez, El Valle del Cauca prehispánico, 2002.
25 Cf J. V. Rodríguez, Salud, enfermedad y muerte en el pasado prehispánico del Valle del Cauca, 2003.
26 Alvaro F. Bolaños. Barbarie y canibalismo en la retórica colonial. Los indios pijaos de fray Pedro Simón. Bogotá, Cerec, 1994, p. 151.
14

saqueo de tumbas que surgió muy temprano en el siglo XVI. Finalmente, en la región si bien
existen instituciones que apoyan las investigaciones arqueológicas (INCIVA, Universidad del
Valle, Universidad del Cauca, Universidad de Caldas, Universidad de Antioquia), laboran muy
pocos profesionales que a duras penas pueden atender las necesidades de la arqueología de
salvamento.
Por su parte, los estudios bioantropológicos se han limitado a la observación de los restos
óseos humanos que se han logrado conservar y que permiten un análisis bioantropológico –
sexo, edad, fisonomía, estatura- que de cuenta del tratamiento mortuorio de los cuerpos, su
entorno cultural deducido por el ajuar funerario y el ambiental. La práctica de la cremación de
los cadáveres ha incidido en el precario estado de conservación de las osamentas, al igual que la
excavación de tumbas sin el debido acompañamiento de antropólogos físicos que atiendan la
necesidad de un meticuloso cuidado de los restos durante el transporte y limpieza en
laboratorio, para su mejor preservación.
Con el fin de brindar una visión más amplia del fenómeno de la guerra, los sacrificios
humanos y el canibalismo en el valle del río Cauca, es importante contextualizar esta
problemática en el ámbito de la ecología humana, que representa un enfoque interdisciplinario
sobre las relaciones entre una población humana y su ambiente físico, político y
socioeconómico.27 En este capítulo se incluye el valle geográfico del río Cauca, aunque se hace
énfasis en el Departamento del Valle, con el propósito de encontrar explicaciones a los
comportamientos humanos mediante el método etnográfico comparativo.

1.2. Pueblos, paisajes y costumbres28

El valle del río Cauca estaba ocupado a la llegada de los españoles por una gran variedad de
pequeños grupos étnicos cuyo territorio oscilaba entre aproximadamente 150 km² (Irra, Pozo,
Picara, Paucura), hasta cerca de 2400 km² (Quimbaya). La mayoría de ellas se asentaba en las
márgenes del río Cauca con clima más cálido que templado y aprovechaban la amplia variedad
de recursos pesqueros de ríos y lagunas de desborde, además de los animales de monte, y los
frutales, maizales y yucales que sembraban en las fértiles terrazas aluviales. Otros, los más
grandes como Quimbaya se extendían desde las márgenes del río hasta las zonas montañosas
de los fríos páramos. Unos terceros como Coconuco al sur, Anserma, Chancos y Caramanta al
norte poseían un clima más templado pues habitaban en regiones montañosas; aquí sembraban
papa, arracacha y tubérculos de altura (Figuras 3, 6).

27 Emilio Morán. Ecología humana de los pueblos del Amazonas. México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 19.
28 La descripción de estos pueblos se ha elaborado en base a las Relaciones del siglo XVI, entre ellas las de P. Cieza de León, /1550/1922;
J. Robledo, 1541, en Patiño, 1983; Relación de Popayán y del Nuevo Reino 1559-1560. Los cálculos de la población inicial a la llegada de los
españoles corresponden a fray Jerónimo de Escobar, 1582 (en Patiño, 1983.285-307).
15

Figura 3. Mapa de Tierra Firme del Nuevo Reino de Granada (1647) (Llanos, 1981:27).

1.2.1. Provincia29 de Antioquia (Valle de Aburrá)


El paisaje se componía de valles y sierras peladas, con un temple más caliente que frío,
dominado por los cerros Buritica y Corome. Aunque la tierra era muy fértil tenía pocos frutales y
maíz. Destacaba por sus buenas minas de oro. Santa Fe (1541) y Xundabe fueron las ciudades
fundadas en su área. Los caciques obtenían gran cantidad de oro de sus comarcanos, eran muy
exigentes y al parecer de los mismos indígenas eran mejor tratados por los españoles, como
anotó fray Jerónimo de Escobar en su Relación de la Provincia de Popayán de 1582. En otro
apartado se dice que no había caciques ni señores, era todo behetría. Era una provincia muy
grande que a la llegada de los españoles tenía más de 100.000 indígenas quedando 5000-6000
en 1560 y solamente 800 en 1582. Eran diferentes en traje y vivienda de los otros, y en el valle
de Aburrá no comían carne humana, según la Relación de Anserma de 1541.30 Belalcázar por su
lado escribía el 20 de diciembre de 1544 que en las provincias de Antioquia eran guerreros unos
contra otros, comían carne humana y hacían carnicerías entre ellos.
Apunta Sebastián de Belalcázar que tenían muchas mancebas habidas de otros pueblos por
su rescate, solamente para producir de ellas generación, y cuando la criatura estaba de un año o
un poco más criada de leche, la mataban para comer, aunque fuese su propio hijo31, y después

29 El término Provincia se refiere a un territorio ocupado por varios pueblos indígenas, con afinidades culturales, sociales, políticas y
lingüísticas (Llanos, 1981:15).
30 Hermes Tovar, Relaciones y Visitas a los Andes S XVI. Bogotá, Instituto de Cultura Hispánica, 1993, p.351
31 El reconocimiento se hacía por parte de la madre y no del padre, por lo que el hijo se relacionaba con la primera.
16

de comido, se mataba y comía a la madre; también decían que adquirían en las demás
provincias indios para comer, como en la de Caramanta, y que tenían jaulas donde engordaban
indios que comían y les sacaban los ojos para que engordaran más. De acuerdo a fray Jerónimo
de Escobar por señalamiento de sus dioses criaban y engordaban a sus propios hijos con mucho
regalo y guardaban para comérselos en fiestas y bailes, como quien engorda lechones, sin
necesidad de comidas. Los naturales mataron varios españoles en Santa Fe. Era grandeza clavar
en sus casas y puertas las calaveras de los indios enemigos que supuestamente habían comido.
Sus sepulturas eran muy ricas. Cuando los españoles entraron al valle de Aburrá los indígenas
los rechazaron hasta el punto que hombres y mujeres se suicidaron mediante ahorcamiento.

1.2.2. Provincia de Caramanta


Ubicada en la cuenca alta del río San Juan y Bocotá, con asiento en sabana cerca de montañas
muy bravas; la tierra de mucha comida, fértil para el maíz y raíces, con pocos frutales. Extraían
sal de lagunas, arroyos y fuentes; explotaban minas de oro. Había más de 29.000 habitantes a la
llegada de los españoles, quedando reducidos a 400 en 1582. Por un lado se menciona que el
cacique o señor era Cauroma y que los señores o caciques y sus capitanes tenían casas muy
grandes y plazas con cabezas ensartadas en guaduas a la entrada de sus casas, de los enemigos
apresados en las guerras; también cortaban y comían sus miembros. En la Relación de Popayán
de 1559-1560 se menciona que no había caciques ni señores entre ellos; era behetría. Tenían
ídolos y figuras de felinos y solicitaban ayuda a sus dioses cuando tenían necesidad de agua o
sol. En las plazas albergaban sus mortuorios y sepulturas en bóvedas, la boca hacia el oriente;
enterraban a las mujeres que más querían y a otra gente en estas tumbas. Se les señala de
gente belicosa y grandes carniceros de comer carne humana, que supuestamente compraban
indios para comer en la villa de Anserma.
1.2.3. Provincia de Cartama

Existe poca información sobre esta provincia que ocupaba la margen izquierda del río Cauca y la
cuenca del río Cartama. Era rica en oro, la ciudad principal era Caramanta y sus poblados se
componían de casas pequeñas.

1.2.4. Provincia de Arma

Se extendía por la margen derecha del río Cauca, la cuenca del río Arma y sus afluentes Aures,
Sonsón, Aguadas y Arma. De temple más caliente que frío, tierra muy fértil y abundante que
permitía la siembra del maíz dos veces al año. Las ciudades actuales son Sonsón, Aguadas y
Arma. Al señor principal le heredaba el sobrino hijo de la hermana; tenía muchas mujeres y se
casaban unos con hijas y hermanas de otros. Maytama era el señor principal; los señores o
caciques y sus capitanes habitaban en casas grandes con plazas y grandes fortalezas en guaduas,
ubicadas en ásperas y fragosas lomas; habitaban en cada casa 10 hombres con sus mujeres e
hijos, con sus apartados dentro de las casas. Los súbditos les hacían sus casas, labraban sus
campos, les daban las mujeres que querían y les extraían oro del río para comerciar. De 80.00032

32 Francisco Guillén Chaparro en la Memoria sobre Popayán calculó solamente 20.000, reducidos a 500 en 1583 (Patiño, 1983:314).
17

nativos a la llegada de los españoles –20.000 guerreros- quedaron 1705 en 1560 y solamente
900 en 1582. Fray Pedro Simón33 describió a un “cacique viejo, barbudo, con una olla de
presente llena de oro, y otro indio principal, mozo, con una vara con muchos platillos colgados
de ella del mismo metal”, que salió de paz a la llegada de los españoles, señalando la
importancia que tenían en su comunidad.
Poseían en lo alto de sus casas cuerpos de prisioneros presuntamente comidos que ofrecían
a sus dioses. Prendían a sus enemigos y los encerraban en jaulas de guadua para engordarlos;
luego eran atados en la puerta del señor principal, matados y consumidos con ritos y
ceremonias, por orden del cacique. Cada martes sacrificaban dos indígenas. Instalaban tablados
para sacrificios humanos en plazoletas rodeadas de hileras de guaduas, arrancadas con sus
raíces y cepas, sembradas en hileras de 20 en 20 y escalera en el medio con ídolos a cada lado.
Había muchos sacrificaderos –se calculan 49 cúes o templos de madera- con cráneos en puntas
de guadua y los más importantes en las plazas de los señores. Se nombraban capitanes en las
guerras y les acompañaban en las batallas; decían los españoles que siempre estaban en guerra
unos con otros. Se alzaron contra los españoles en muchas oportunidades hasta que se
redujeron y los tornaron a la servidumbre. Según Cieza de León eran caníbales, amigos de
comer carne humana, hasta mujeres embarazadas y señores españoles. De acuerdo a la
Relación de Popayán eran los mayores carniceros de todas las Indias, de tal manera que los
vivos eran sepultura de los muertos, comiéndose hermano y hermana, marido a mujer, hijo al
padre.

1.2.5. Provincia de Zopia

Asentada en la margen izquierda del río Cauca, y la cuenca del río Supía; su ciudad principal era
Supía. Rica en oro, con sierras muy grandes sin montañas donde se distribuían las poblaciones.
Su señor o cacique tenía muchas mujeres a quien le heredaba el hijo de la mujer principal, y si
no tenía hijo el sobrino hijo de hermana. El cacique era muy regalado, habitaba en casas
separadas y dentro de ellas había grandes sepulturas. No tenían ídolos ni casa de adoración,
pero eran grandes hechiceros y herbolarios. Secaban los cadáveres y los colocaban en un
sarcófago sin enterrar varios años, y después de estar bien seco lo inhumaban dentro de sus
casas. Todos eran amigos (Cartama, Pozo) aunque en algunos tiempos hubo enemistad y guerra
entre ellos. Al parecer de los españoles no eran tan carniceros como sus vecinos.

1.2.6. Provincia de Paucura

Sobre el río Pacora, muy fértil. Ciudad: Pacora. Había 5000-6000 indios. Cada martes
sacrificaban dos indios a sus dioses. Dentro de las casa de los señores tenían jaulas de guadua
donde engordaban a prisioneros que mataban en días festivos con gran crueldad y se los
comían; arrodillaban al prisionero y luego lo golpeaban en el colodrillo –parte posterior de la
cabeza-. Luego ponían las cabezas de sus víctimas en lo alto de las guaduas.

1.2.7. Provincia de Pozo


33 Pedro Simón, Noticias Historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentale,. Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1981, T. V,
p. 319.
18

Ubicada sobre la margen derecha del río Cauca y Pozo. Mientras que en la Relación de Anserma
atribuida a Jorge Robledo se plantea que era behetría y tenían poco respeto a los caciques y
señores, Cieza de León34 anotaba que cuando entraron allí con el capitán Jorge Robledo había
tres señores y otros principales, destacados por ser los más valientes y esforzados, entre ellos
Perequita. Estos señores tenían grandes casas con 10-15 moradores, redondas y muy altas; a
sus puertas había grandes palizadas de guadua y atalayas para avistar los caminos. Los señores
eran más temidos que en otras partes; siempre fueron más hombres en ánimo y esfuerzo que
sus vecinos. Heredaban sus hijos o sobrinos. Sus costumbres y lengua eran como en la provincia
de Arma. Sin embargo, hombres y mujeres tenían mejor disposición que los de Arma; eran de
grandes cuerpos, de feos rostros, aunque había algunas mujeres hermosas. En las casas de los
señores poseían hileras de ídolos con rostros de cera. Cuando morían los señores los enterraban
en sus casas en profundas sepulturas, con mucha chicha, armas y oro, y varias mujeres vivas.
No tenían amistad con otros vecinos, y sostenían guerras con grupos más numerosos (Picara,
Paucura, Carrapa). En la guerra llevaban cordeles para atar a sus prisioneros y comerlos. Eran
tan carniceros de carne humana como los de Arma, y dice Cieza de León35 que un día vio comer
más de 100 indios e indias de los que habían muerto y preso en la guerra, buscándolos entre el
monte como si fueran conejos. En este mismo pasaje se menciona que persiguiendo unos
indígenas en Paucura les salió al encuentro una fresca y hermosa india, pero los nativos de Pozo
le salieron al paso, y uno de ellos “le dio tan gran golpe en la cabeza que la aturdió, y allegando
luego otro, con un cuchillo de pedernal la degolló. Y la india, cuando se fue para ellos no hizo
más de hincar la rodilla en tierra y aguardar la muerte, como se la dieron, y luego se bebieron la
sangre y se comieron crudo el corazón con las entrañas, llevándose los cuartos y la cabeza para
comer la noche siguiente”.

1.2.8. Provincia de Picara

Se extendía por las cuencas de los ríos Solera y Pocito. Ciudad: Salamina. Grande y muy poblada
por varios señores; todas las sierras, laderas cañadas y valles estaban siempre labradas dando
gusto y placer ver tantas sementeras. Los señores principales eran Picara, Chuscuruqua,
Sanguitama, Chambiriqua, Ancora, Aupirimi, y otros principales. A los señores enterraban en
hondas sepulturas acompañados de mujeres vivas. A las puertas de las casas de los caciques
había plazas pequeñas cercadas de guadua con cabezas de sus enemigos colgadas; en las
guaduas hacían huecos para que silbara el viento. Cada día sacrificaban 5 víctimas a sus ídolos y
se dice que se comieron más de 300 indios auxiliares de españoles. Quemaban las casas con las
guerras. Su lengua y costumbres eran como los de Paucura, diferentes en lengua de los de
Quimbaya.

1.2.9. Provincia de Carrapa

Se extendía por los ríos Tapias, Guacaica y margen derecha del río Cauca. Tierra fértil para
frutales aunque de sierras muy ásperas. Los cronistas plantearon que había cerca de 20.000
34 Ibíd., p. 66.
35 Ibíd., p.69.
19

indios de macana, reducidos a 300 a principios del siglo XVII como consecuencia de los
alzamientos en alianza con los panches de Tocaima y Mariquita.36 Las casas de los señores eran
grandes, y las demás pequeñas, hechas en cañas. Había cinco principales, Irrúa el mayor, quien
irrumpió a la fuerza y como poderoso y tirano la mandaba casi toda. Si moría el señor sin dejar
hijos mandaba la mujer principal –tenían muchas mujeres- y aquella muerta heredaba el
sobrino del muerto. Enterraban a sus difuntos dentro de sus casas en grandes bóvedas con sus
comidas, bebidas y mujeres vivas. Comían los indios que mataban. Adoraban al sol sin templos;
acudían a él cuando enfermaban ofreciéndole sacrificios según la gravedad de las mismas. La
tierra era tan rica en oro que los guerreros salían a la guerra adornados con coronas, gruesos
brazaletes en las muñecas, y en sus banderas que eran grandes.

1.2.10. Provincia de Anserma (Umbra)

Una de las más grandes y poderosas, se ubicaba en las cuencas de los ríos Risaralda y río de Oro.
Ciudades: Guatita, Anserma (1539). Compuesta por una loma no muy grande entre dos
pequeños ríos con temple más frío que caliente, cubierta de arcabuco, montaña y cañaveral,
con muchas arboledas de frutales y las mejores minas de oro. Aunque no se daba mucho maíz
bebían mucha chicha. Tenían a sus señores en mucho –había varios caciques y hombres
principales- y les cargaban acompañados de 10-12 mujeres aderezadas –poseían varias mujeres-
y un duho para sentarse; usaban el cabello largo y habitaban en una casa muy grande y otras
con plazas donde exhibían las cabezas de sus víctimas ensartadas en guaduas. Había dos
señores principales: Humbruza y Ocuzca. En Irra estaba Cananao y también se menciona al
capitán o señor Ciricha. En la Relación de Anserma de 1541 se hace alusión a los siguientes
señores principales: Ocuzca, Humbruca, Fanfarrones, Guarda, Chatapa, Umbria.
La mayor felicidad de sus señores era beber chicha, para lo que se juntaban muchos caciques
y principales a beber, bailar y cantar en fiestas que duraban 3-4 días y noches; señalan los
españoles que se peleaban y mataban muchos unos con otros y de esta manera pasaban sus
fiestas. Había más de 40.000 habitantes a la llegada de los conquistadores, quedando reducidos
a 5.400 indígenas en 1560 y a 800 en 1582. No se casaban entre hermanos ni sobrinas hasta
tercer grado, sino con mujeres hijas de señores de otros pueblos. La primera que daba a luz
varón era la principal y su hijo heredaba. Adoraban a sus dioses y creían que ellos les daban los
maíces y la lluvia. Secaban los cadáveres entre dos fuegos.
Por el río Cauca traían de Cali en balsas todas las cosas necesarias y las de comer. De acuerdo
a la Relación de Popayán no eran caribes pero intercambian por oro y otros rescates indios
esclavos de otras provincias de Caramanta y Santa Fe de Antioquia para que se los comieran y
los llevaran a la carnicería; según Cieza de León37 no eran tan carniceros como los vecinos; en la
Relación de Anserma se les menciona como si comieran muy poca carne humana y la que
consumían era de indígenas de guerra de tierras lejanas.38 En una ocasión los españoles
afirmaron haber encontrado una olla con partes de humanos. Eran amigos y confederados con
los de Caramanta, y de los propios españoles, especialmente las mujeres.

36 Simón, 1981, tomo V, p. 295.


37 Ibíd., p. 53.
38
H. Tovar, Op. Cit., p. 340.
20

1.2.11. Provincia de Chancos


Vecinos de Anserma, intercambiaban sus mantas hasta Tunja y Bogotá. Practicaban la
deformación cefálica, y parecían pequeños gigantes, espaldudos, robustos, de grandes fuerzas,
los rostros muy largos y las cabezas anchas. Algunas veces luchaban contra los de Anserma.
Asaltaban los caminos que conducían a Cali. Los vestidos que usaban eran elaborados no en
algodón sino en cortezas de árboles, delgadas y blandas.

1.2.12. Provincia de Quimbaya

Los quimbayas ocupaban la vertiente occidental de la Cordillera Central que desciende al río
Cauca, en el área comprendida por la quebrada de los Micos al sur, colindando con quindos y
bugas; al norte con el río Guacaya, delimitando con los ansermas y carrapas. Al occidente el río
Cauca servía de límite natural, cuya margen izquierda la ocupaban los gorrones; al oriente la
parte alta de la Cordillera Central, tierra despoblada que separaba naturalmente de pijaos,
putimaes y panches. Su superficie alcanzaba cerca de los 5.000 km² de acuerdo a Juan Friede39 o
300.000 hectáreas según cálculos de Luis Duque G. Comprendía los actuales municipios del viejo
Caldas de Manizales, Villamaría, Palestina, Chinchiná, Santa Rosa, Marsella, Pereira, Armenia,
Tebaida, Calarcá, Circasia, Salento, Montenegro, Pijao, Génova y Quimbaya, y los vallecaucanos
de Cartago y Obando. Se supeditaban y servían a ella Quindío, Carrapa, Picara, Paucura, Pozo,
Arma y otros muchos pueblos.

Era la más grande y poblada de todas, se extendía por las cuencas de los ríos Chinchiná,
Otún, Consota, La Vieja. De espesos cañaverales, temple muy sano, rica en oro, sembraban en
las vegas de los ríos donde tenían granjerías y arboledas. En los límites de la ciudad de Cartago –
el único poblado prehispánico del valle del Cauca mencionado en las crónicas- había más de
20.000 habitantes, reducidos a 1500 en 1583; tenía más de 80 caciques todos alrededor de la
ciudad. Era gente rica y valiente en la guerra, y todos sirvieron a los moradores y pobladores de
esta ciudad. Eran más señores en el mandar y los indios más obedientes a sus señores. Los
principales eran Tacoronvi, Yanba, Sasaquavi, Vía, Pindaná. Para toda la provincia se calcula
cerca de 80.000 habitantes, según J. Friede.40 Todos los de esta provincia eran amigos y
confederados, pero diferentes a Umbra cuya lengua no se entendía. Había mayores señores en
extremo regalados, con muchas mujeres, todos amigos y confederados; heredaban los hijos y
faltando hijo el sobrino hijo de la hermana. En Cartago se contabilizaron 4575 indios de
encomienda. Creían que los cuerpos resucitaban en parte donde tendrían gran placer y
descanso. Decían los cronistas que no comían carne humana sino en fiestas especiales, aunque
un testigo declaró en 1542 que el cacique Yamba había matado y comido unas indígenas espías,
y en el testimonio que rindió el capitán Miguel Muñoz en 1550 al oidor Francisco Briceño en un
juicio de residencia acusaba a todos los indígenas de la región de canibalismo, pero que al
parecer de Juan Friede41 se trataba de “justificar las crueles medidas que tomó este capitán para
pacificar los indios de la región”.

39 J. Friede, 1963, p. 12.


40 Ibíd, p. 21.
41 Ibíd., p. 25.
21

1.2.13. Guadalajara de Buga


Localizada junto al río Cauca en la actual ciudad de Buga. Al oriente limitaba con la cordillera
Central que los separaba de los pijaos; al norte con el río Paila que limitaba con los quimbayas;
al occidente con el río Cauca, separándolos de los gorrones; al sur con el río Bolo, limitando con
Caloto, tributario de Calambaz.42 El llano era tierra muy caliente y de muchos mosquitos, por lo
que poblaban las partes altas, en las faldas de la cordillera Central, tierra fría donde se daba
mucha papa, frutas y otros alimentos; no había población junta. Fueron señalados como muy
belicosos, manteniendo enemistades con pijaos y putimaes. Su número a la llegada de los
españoles ascendía a 30.000 según Francisco Guillén Chaparro, quedando reducidos a 3.000 en
1582 y solamente 1000 en 1583.
1.2.14. Provincia de Gorrones
Ubicada entre la desembocadura del río Risaralda y Cartago Viejo, al norte, donde entraban en
contacto con los ansermas; al sur se extendían hasta el valle de Lile, a ambas márgenes del río
Cauca –aunque no en las orillas pues se menciona que bajaban a pescar-, en términos y
jurisdicción de Cali. Hábiles canoeros, pescaban en las lagunas y ríos gran cantidad de pescado
que intercambiaban –pescado seco y aceite- con Cali y Cartago. El desborde del río Cauca
conformaba la gran laguna de Sonso de una legua de largo que se comunicaba con el río
mediante un canal construido por los mismos indígenas de 3 estados de profundidad y 20-25
pasos de ancho, donde se criaba gran cantidad de peces; en verano se vaciaba el agua
quedando hasta dos estados de peces que secaban en barbacoas. La tierra era fértil y rica en
maíz y salvajinas.
Sus casas estaban apartadas de 2 a 4 leguas, juntas de 10 en 10 y de 15 en 15, grandes y
redondas. No tenían ídolos ni casas de adoración. Fuera de las casas exhibían cuerpos humanos
(cabezas, piernas, brazos) como signo de grandeza. Los muertos que eran más principales los
envolvían en mantas y joyas y enterraban en hondas sepulturas. Se iban a guerrear a un cerro
porque no había donde pelear por la presencia de tupidos cañaduzales. Eran grandes carniceros
de comer carne humana; hacían carnicerías sólo para comerla. Con las guerras se perdió y
consumió la gente del río. Según la Relación de Popayán, no tenían señores entre ellos, pues era
toda behetría.

1.2.15. Provincia de Cali (Valle de Lile)

Valle llano con muchos maizales y yucales, palmares y frutales. Había muchos venados
pequeños. Muy poblada de grandes pueblos, con casas grandes, redondas, altas, armadas sobre
grandes vigas. Se contabilizaban más de 30.000 a la llegada de los españoles, quedando
solamente 2.000 en 1582; K. Romoli43 por su lado, calcula en 120.000 el total de indígenas.
Gobernaban seis caciques y señores, aunque eran tenidos en poco por sus indios. Petecuy era
42 Tascón, 1938; en C. A. Rodríguez, Tras las huellas del hombre prehispánico y su cultura en el Valle del Cauca, Cali, INCIVA, 1992, p. 283.

43K. Romoli, Nomenclatura y población indígenas de la antigua jurisdicción de Cali a mediados del siglo XVI. Bogotá, Revista
Colombiana de Antropología, Instituto Colombiano de Antropología 1974, No. 16, pp.373-478.
22

un pueblo con una gran casa llena de cuerpos en tablas de prisioneros de guerra comidos; en las
casas principales del señor de esta provincia se contabilizaron 400 cuerpos desollados rellenos
de ceniza. Era señal de gran valentía y lo aprendieron de los mayores. Fueron considerados
vecinos bárbaros y caníbales pues hacían sus vientres sepulturas insaciables. En Jamundí había
500-800 casas, despobladas por Belalcázar. Hacían fiestas los de un pueblo con otro o de un
señor con otro, siendo amigos, bebiendo y comiendo; al atardecer uno de los señores
principales salía a escaramuzar contra los otros con 30-50 guerreros, golpeándose, saliendo
heridos muchos y algunos muertos, y al que allí mataban no tenían pena ni les quedaba
enemistad.
Pascual de Andagoya se asombraba en 1541 por la soledad en que quedó esta provincia
cuando él pasó, hallándola tan despoblada que no encontró en toda la tierra un pato para poder
criar, y donde anteriormente había en estas 30 leguas cerca de 100.000 casas, no quedaban
10.000 hombres por visitación; y la principal causa de su destrucción, fueron los maltratos
infligidos por los españoles que no les daban paz ni tranquilidad.

1.2.16. Provincia de Montaña (Dagua)


Cubierta de bravas montañas y de las más ásperas sierras de la región, con muchos animales de
monte. Las casas estaban construidas sobre árboles, muy dispersas y grandes con 20-30
moradores. Había más de 8.000 habitantes a la llegada de los conquistadores, reducidos a 600
en 1582. No había señores entre ellos; era todo behetría, y las costumbres eran como las de
Lile. Durante la Colonia transportaban mercancías desde Cali hasta Buenaventura por el
“camino de la muerte”, gastando 12 días de ida y otros tanto de regreso, descansando 6 al mes,
trabajo que contribuyó con la extinción de estos grupos.
1.3. Organización socio-política

El mismo cronista Pedro de Cieza de León44 explicaba las causas del carácter independiente de
las comunidades de la Provincia de Popayán (villas de Pasto, Popayán, Timaná, Cali, Anserma,
Cartago, Arma, Antioquia) que eran behetría, aborrecían servir y ser sujetos, por el hecho de
que eran regiones muy ricas en recursos, de fértiles suelos, rodeadas de montañas y espesos
cañaverales que les podía aislar de otros grupos, por lo cual, si alguien los acosaba, quemaban
las casas donde moraban pues estaban hechas en madera y paja, se mudaban a otro sitio,
construían una casa de nuevo en poco tiempo, y en 3-4 días sembraban maíz que recogían
dentro de 4 meses. Y si allí también los buscaban, abandonaban el nuevo sitio y volvían a
empezar, hacia delante o hacia atrás, pues a donde fuesen encontraban tierra fértil y aparejada
dispuesta a brindarles frutos. Por esto servían a quien querían, en la guerra o en la paz.
De esta manera el aislamiento de las distintas comunidades en pequeños valles y cuencas
interandinas y su separación por faldas cordilleranas, la dispersión y fragmentación de los
grupos, impidieron la consolidación de un poder centralizador, fomentando el surgimiento de
pequeñas unidades políticas independientes, que solamente en estado de guerra se
confederaban para enfrentar al enemigo común. Estas mismas condiciones y las consecutivas
generaciones de primos cruzados, tíos, sobrinas y medio hermanos, pudieron causar

44 Ibíd., p. 44.
23

limitaciones en los círculos exogámicos para la adquisición de mujeres como esposas, además
de problemas hereditarios, y por ende, frecuentes agresiones intratribales en la búsqueda de
mujeres.45
No obstante, existe contradicción en las crónicas, pues por un lado, por ejemplo, para
Caramanta se anota que Cauroma era el cacique o señor principal, por otro se señala que “no
hay caciques ni señores entre ellos; es behetría”. Algunos tenían pocos señores principales,
hasta 2-6, como Pozo, Carrapa, Picara y Lile; otros como Quimbaya poseía hasta 88 caciques.
Unos terceros como Arma, Zopia, Coconuco y sobre todo Anserma se destacaban por un poder
centralizador. Al parecer según el grado de importancia de sus jefes, su jerarquía se extendía
desde las comunidades que eran solo behetría, hasta capitanes, principales, caciques y señores.
Sin embargo, el término cacique era utilizado como sinónimo de señor, aunque había “mayores
señores”, “principales señores”, “señores de la tierra”, muy pocos por cierto, además de la gran
proliferación de caciques secundarios.46
Algunos eran más respetados que otros, pero en general los indígenas les rendían tributo
manteniéndoles sus casas, labrándoles los campos de cultivo y extrayéndoles oro. El oro era
símbolo de estatus y exclusividad de los grandes personajes. Los señores principales –la gran
mayoría eran varones- infundían temor y respeto, poseían muchas mujeres, se adornaban con
ricas piezas orfebres, organizaban fiestas para sus amigos que duraban varios días con comidas
y bebidas, habitaban casas muy grandes con plazoletas donde les enterraban en ceremonias
suntuosas en profundas bóvedas con ricos ajuares y sus mujeres principales, erigían templos en
guadua para los sacrificios de prisioneros de guerras y exhibían las cabezas de sus víctimas.
Entre más amplia fuera la plazoleta y mayor cantidad de sacrificios humanos ejecutara con la
respectiva exhibición de los cuerpos trofeo de sus víctimas, mayor era el símbolo de estatus y
poderío del señor principal o cacique, mayor respeto y temor infundía, y más distanciaba a sus
enemigos.

1.4. El sacrificio humano: ritual de transferencia de energía

Para las comunidades prehispánicas la muerte era concebida como un proceso más de un ciclo
constante, expresado en sus leyendas y mitos. Es lo que lleva a “alimentar al Sol para que éste
no detenga su marcha y el porqué de considerar a la sangre como su elemento vital, generador
de su movimiento. Es la muerte como germen de vida”. 47 De esta manera en México
Huitzilopochti (el Sol) era acompañado por los guerreros muertos en combate y las mujeres
fallecidas en el trance de dar a luz. La única muerte deseable era a filo de obsidiana, en combate
o sacrificado. Por esta razón se exaltaba al guerrero quien debía capturar enemigos para los
sacrificios, y se justificaba la guerra que permitía alimentar a los dioses, dadores de energía. A
través del culto a la muerte se rendía culto a la vida.
La mexicana Yolotl González48 define el sacrificio humano como “la inmolación, la
destrucción, por diversos medios, de la vida de un ser humano, a fin de establecer un
intercambio de energía con lo sobrenatural para influir en el mundo natural y el sobrenatural y

45 Luis Duque G., Los quimbayas. Reseña etno-histórica y arqueológica, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 1970, p. 66.
46 C. A. Rodríguez, 1992, p. 251; H. Tovar, 1993, pp. 343-346.
47Eduardo Matos, Muerte a filo de obsidiana. México, Fondo de Cultura Económica, 1996.
48 Yolotl González, El sacrificio humano entre los mexicas. México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 28.
24

reproducirlos; esto se realiza por medio de la aportación de la energía necesaria para que exista
un equilibrio adecuado en el cosmos, lo que incluye a la sociedad; de aquí que una de las
funciones más importantes del sacrificio, como la de todo ritual, sea la de regular”. Así, por
ejemplo en la cosmogonía mexica los dioses crean a los humanos y les proporcionan alimentos,
lluvias y riquezas en un estado de armonía, pero para la conservación del equilibrio en el orden
de la sociedad y para que ésta surja pujante y establezca su poderío y su sacralidad sobre todo
el mundo conocido, debe alimentar a los dioses con la sangre y corazones de guerreros,
doncellas, niños y ancianos.49

Figura 4. Sacrificio humano mexica (González, 1994:187).

El sacrificio humano, sobre todo cuando se presenta de forma violenta, libera energía que se
transmite de la víctima a todos los seres, animales y plantas, asegurando su reproducción y el
alimento de los mismos humanos. Si eventualmente acontece un desequilibrio –crisis, estrés o
desajuste ambiental-, se debe acudir a los sacrificios para mantener el orden. El chamán o
sacerdote como conocedor del calendario climático y regulador del ciclo agrícola, debe
reconocer los momentos de crisis y establecer las medidas pertinentes para superarlas.
Mediante la selección de las víctimas –el chivo expiatorio-, el espacio ritual y el momento
oportuno, se pretende aligerar las tensiones internas, los rencores, rivalidades y desajustes. Esta
función de transferencia de energía, regulación y estabilización de la sociedad es quizás la parte
más destacable del sacrificio humano.50
Las víctimas eran generalmente enemigos presos en las guerras, esclavos o siervos, niños de
comunidades foráneas, niñas hijas de señores principales, albinos, deformes, delincuentes
condenados a muerte, hechiceros, sacerdotes que fracasaban en sus predicciones, y, a la llegada
de los españoles, los amigos de los castellanos pues fueron considerados traidores a la causa
libertadora nativa, así fueran sus propios paisanos; en fin, el segmento de la sociedad que se
podía eliminar libremente, y por quien nadie reclamaría.

49 Y. González, 1994, p. 110.


50 Ibíd., p. 33.
25

Los sacrificantes eran habitualmente sacerdotes y señores principales o representantes del


poder que aprovechaban la oportunidad para refrendar su estatus, prestigio y poderío. La
exhibición de los cuerpos de los sacrificados servía a su vez para escarmentar a los enemigos y
templar los propios guerreros.
Los espacios correspondían a lugares especiales, sagrados, donde por un lado se establecía la
comunicación con los dioses, y por otro, se afirmaba el poder del sacrificante. Estos sitios
sagrados podían ser tablados51 altos rodeados de hileras de guaduas arrancadas con sus raíces y
cepas, plantadas en hileras de 20 en 20, por su orden y compás como calles, y en la mitad de
ellas la plataforma para los sacrificios, labrada en guadua, entoldada de esteras, con su escalera
e ídolos de madera a lado y lado, como las plazas de México, donde el espectáculo podía ser
observado por multitudes; desde allí atalayaban todos los caminos para observar todo lo que
por ellos se movía. También se realizaba sobre piedras particulares, alto de los cerros, lagunas,
ríos y caminos.
Para reafirmar la grandeza de los espacios sagrados se ubicaban ídolos, se almacenaba partes
de los cuerpos de las víctimas y se enterraba a los señores principales con gran pompa para
recuerdo y honra de sus descendientes. Quizás el lugar más espectacular en el Nuevo Mundo
fue Tlatelolco en Tenochtitlán, México, donde los españoles encontraron a su llegada un cu o
templo piramidal bañado con la sangre de los tantos indígenas apresados en las guerras,
sacrificados con navajones con los que les extraían el corazón; un patio para enterramientos de
grandes señores mexicanos; varios ídolos, entre ellos Huichilobos, dios de la guerra adornado de
piedras preciosas y joyas; braseros con incienso; “y luego junto de aquel cu estaba otro lleno de
calaveras e zancarrones puestos con gran concierto, que se podían ver, mas no se podían
contar, porque eran muchos, y las calaveras por sí, y los zancarrones en otros rimeros … papas –
sacerdotes- con sus vestiduras largas de mantas prietas …”, como describió Bernal Díaz del
Castillo52 quien entró con Hernán Cortés.
El momento seleccionado para los sacrificios correspondía ya sea cuando se presentaba el
riesgo de un desbalance en la energía del cosmos que pudiera desencadenar el caos, es decir,
en épocas de desajustes de los ciclos de la naturaleza, o en estaciones de cosecha y bonanza
para agradecer por la prodigalidad de los dioses. En las provincias de Paucura y Arma cada
martes sacrificaban dos indígenas a sus dioses, aunque no se sabía si eran las víctimas eran de
su propia comunidad o presos en las guerras.
Los procedimientos seguidos con los cuerpos de las víctimas durante el sacrificio, incluían la
extracción del corazón, el desollamiento –para extraer la piel y utilizarla como vestimenta en
rituales o para rellenarla como trofeo-, el descarnado, la decapitación y el desmembramiento de
partes del cuerpo para exhibirlos como signo de grandeza y poderío. A las víctimas se les hacía
hincar de rodillas en la tierra, agachar la cabeza y le asestaban un golpe con un mazo en el
colodrillo, del cual quedaban completamente aturdidos, sin poder hablar ni quejarse, ni pedir
misericordia; algunos inclusive se reían cuando los mataban. La cabeza posteriormente era
colocada en lo alto de las guaduas. Como anotaba Pedro de Cieza de León53 para las provincias
de Picara y Gorrones:

51 Cieza de León, 1922, págs. 60, 67.


52 Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Barcelona, Círculo de Lectores, 1971, p. 290.
53 Op. Cit., pág. 71, 86, 87.
26

“ A las puertas de las casas de los caciques hay plazas pequeñas, todas cercadas de las cañas
gordas, en lo alto de las cuales tienen colgadas las cabezas de los enemigos, que es cosa
temerosa de verlas, según están muchas, y fieras con sus cabellos largos, y las caras pintadas
de tal manera que parescen rostros de demonios. Por lo bajo de las cañas hacen unos
agujeros por donde el aire puede respirar cuando algún viento se levanta; hacen gran sonido,
paresce música de diablos…
Junto a las puertas de sus casas, por grandeza, tienen de dentro de la portada muchos pies
de los indios que han muerto y muchas manos; sin lo cual, de las tripas, por que no se les
pierda nada, las hinchen de carne o de ceniza, unas a manera de morcilla y otras de
longanizas; desto, mucha cantidad; las cabezas, por consiguiente, tienen puestas, y muchos
cuartos enteros…
Fuera de las casas tienen puestas por orden muchas cabezas, piernas enteras, brazos, con
otras partes de cuerpos, en tanta cantidad que no se puede creer”

También podía incluir el consumo del cuerpo en banquetes canibalescos. Estos últimos
tenían como función el reforzamiento del valor social del ofrendante y la adquisición de la
energía de la víctima. Como se señala para México “los datos de las fuentes son suficientes para
probar, hasta donde éstas pueden hacerlo, que los mexicas y en general los mesoamericanos
comían carne humana”.54

1.5. El canibalismo ritual

Entre los mexicas se combinaba la antropofagia ritual y la gastronómica, aderezando la carne


humana con maíz, sal, flores, tallos de calabazas, tomate; el cuerpo de la víctima se distribuía
según la jerarquía social, destinándose las partes más apetitosas para los señores principales.
Los cuerpos consumidos correspondían a víctimas foráneas, pues era tabú la carne de sus
propios integrantes como se estableció en el sitio de Tenochtitlán, donde los mexicas prefirieron
morir de hambre que consumir sus propios cuerpos55.
Contrariamente a la posición de William Arens56 que niega su existencia por la supuesta
carencia de testimonios directos, existen evidencias etnográficas57, etnohistóricas58 y
arqueológicas59 sobre la presencia de canibalismo ritual en varios pueblos americanos.

1.5.1. Las evidencias arqueológicas de la antropofagia

En el Norte, Centro y Suramérica se han excavado contextos arqueológicos que demuestran la


existencia de prácticas antropofágicas. En México60 se han adelantado investigaciones

54 Y. González, 1994, p. 286.


55 Ibíd., p. 293.
56 William Arens, The Man-Eating Myth. New Cork, Oxford University Press,1979.
57 M. Harris, Bueno para comer. Enigmas de alimentación y cultura. Madrid, Alianza editorial, 1989.
58 Díaz del Castillo, 1971; Cieza de León, 1922.)
59 Pijoán, Pastrana, 1987; T. D. White, Prehistoric Cannibalism at Mancos 5MTUMR.2346. Princeton University Press. 1992; C. G. Turner,

Cannibalism in the Prehistoric American Southwest. Occurrence, taphonomy, explanation, and suggestions for standardized world
definition. Anthropological Science, 1995, 103, pp. 1-22;
60 C. Pijoan, A. Pastrana. Método para el registro de marcas de corte en huesos humanos. El caso de Tlatelcomila, Tetelpan, D. F.

México, UNAM Estudios de Antropología Biológica 1984. III: 419-435.


27

tendientes al entendimiento de las evidencias de sacrificio humano, como el desollamiento,


desmembramiento, tratamiento térmico, canibalismo y elaboración de útiles en hueso. La gran
ventaja de los contextos mesoamericanos es que incluyen una amplia fuente de información,
entre ellas datos etnohistóricos (códices, relaciones); representaciones de sacrificios humanos
en pintura mural, códices, cerámica, relieves y estelas; restos óseos en contextos ceremoniales
donde se practicaron los sacrificios humanos; las herramientas de piedra que se emplearon para
tal fin; estudios experimentales en morgue siguiendo las huellas de corte en hueso con
instrumental lítico.

Figura 5. Escena de canibalismo.

Durante el proceso de aprovechamiento del cuerpo humano, al igual que en animales, el


corte de partes blandas adyacentes al hueso genera una serie de huellas, producto de varios
tipos de actividades: 61
1. Desollamiento, consistente en huellas de corte alrededor de la diáfisis de los huesos
largos, falanges y en porción inferior de mandíbula y cráneo, con el propósito de desprender la
piel.
2. Desarticulación o desmembramiento al separar partes del cuerpo que produce cortes
alrededor de las articulaciones, epífisis de huesos largos y sobre la superficie de vértebras y
pelvis.
3. Fileteo o destazamiento, que deja huellas de corte paralelas a lo largo de la diáfisis de
huesos largos y escápula al dividir las secciones anatómicas en pedazos.
Asimismo, los procesos de incineración ocasionan alteraciones de tipo morfológico,
estructural y composicional en los huesos. Cuando los huesos secos son sometidos a fuego, se
generan grietas y hendiduras longitudinales en la superficie de los huesos, sin producir
deformación o torsión; entre tanto, en el hueso fresco el fuego desata fracturas transversas y
hendiduras lineales irregulares y quebradas, además de deformaciones acentuadas.
En restos craneales excavados en un conjunto funerario de Cantona, Pueblo, México, los
investigadores encontraron huellas de corte en el frontal, ambos parietales, raíz de la apófisis
cigomática, apófisis mastoidea, región supramastoidea de ambos temporales y en la región de

61 C. M. Pijoan, A. Pastrana, C. Maquívar. El tzompantli de Tlatelolco. Una evidencia de sacrificio humano. México, UNAM, INAH, Estudios
de Antropología Biológica 1989, IV, pp. 561-583; X. Chávez, J. Guevara, M. West, D. Rembao, S. Zavala. Análisis por microscopía
electrónica de barrido de bajo vacío de los patrones de fractura en hueso humano. Orizaba, México, XI Coloquio Internacional de
Antropología Física “Juan Comas”, 23 al 28 de septiembre de 2001, pp.103-104.
28

la primera cresta occipital, para desprender el cuero cabelludo. En los huesos largos observaron
finas estrías paralelas más o menos perpendiculares al eje del hueso, alrededor de las epífisis
producidas por lascas al separar partes blandas, tendones y ligamentos en el proceso de
desollamiento, destazamiento, desmembramiento y desprendimiento de masa muscular de los
sacrificados.62
En la costa noroeste de Perú en asentamientos Moche correspondientes a los siglos I-VIII se
han encontrado vasijas con pinturas que representan a dioses que blanden cuchillos y sostienen
cabezas humanas, así como sacerdotes con cabeza de lechuza dirigiendo sacrificios. En la
mitología Moche existen narraciones de sacrificios de guerreros presos, que eran despojados de
sus vestimentas, golpeados, atados al cuello para hacerlos sangrar y luego muertos en
ceremonias especiales, recogiendo la sangre en vasijas consagradas, y al final sus cuerpos
descuartizados. En la Pirámide de la Luna, Trujillo, se excavó un altar de sacrificios con restos
humanos dispersos que mostraban cortes en todos los sectores donde había masa muscular; la
mayor parte de los huesos habían sido abandonados a la intemperie.63
En el suroeste americano se han localizado más de 40 conjuntos prehistóricos de
inhumaciones mezcladas en los estados de Utah, Arizona, Colorado y Nuevo México, Estados
Unidos.64 El caso más conocido de muerte violenta y mutilaciones peri-mortem –en el
momento de la muerte- se asocia a los Anazasi, cuyos huesos incluyen modificaciones en forma
de fracturas en caña verde, impactaciones, marcas de corte y quemado que son el resultado de
la manipulación humana.
A partir de estos estudios cuyos huesos humanos observan rasgos similares a los de
carnicería y preparación de restos animales, se propuso un diagnóstico taxonómico mínimo que
incluye seis rasgos para inferir canibalismo:65
1. Rompimiento de los huesos para alcanzar la médula y el cerebro.
2. Cortes en los huesos indicando carnicería.
3. Abrasión de yunque cuando se fractura el hueso sobre una superficie de piedra.
4. Quemaduras antes del rompimiento y corte.
5. Ausencia virtual de vértebras aplastadas o cocinadas para obtener médula y grasa.
6. Pulido de las extremidades debido a la cocción y agitación dentro de vasijas cerámicas.

1.5.2. Sacrificios humanos en el valle del Cauca

El valle del Cauca es el territorio con los mayores señalamientos de guerra y canibalismo
descrito en las crónicas españolas; sus moradores fueron considerados como los mayores
carniceros de las Indias, que organizaban guerras para tomar prisioneros y consumir carne
humana; “Y así, no contentándose con los mantenimientos naturales, hacían sus vientres

62 J. Talavera, J. M. Rojas, E. García, Modificaciones culturales en los restos óseos de Cantona, Puebla. Un análisis bioarqueológico. México, Serie
Arqueología, Inah, 2001, pp. 19-20.
63 H. Pringle. Templos de sangre. Discover en español, 1999, abril, pp. 48-55.
64 M. D. Ogilvie, C. E. Hilton. Ritualized Violence In the Prehistoric American Southwest. International Journal of Osteoarchaeology 2000,

10:1-3; S. Hurlbut. The Taphonomy os Cannibalism: A Review of Anthropogenic Bone Modification in the American Southwest.
International Journal of Osteoarchaeology 2000, 10:4-26.
65 C. Turner. Prehistoric Cannibalism at Mancos 5MTUMR.2346. Princeton University Press. Cannibalism in the Prehistoric American

Southwest. Occurrence, taphonomy, explanation, and suggestions for standardized world definition. Anthropological Science, 1992, 103: 1-
22.
29

sepulturas insaciables unos de otros”66. Esta versión es interpretada de diversas maneras: como
un mito creado por los españoles y empresa de autopropaganda67; reflejo de la escasez de
proteínas68; producto de la competencia por el crecimiento demográfico69; parte de la
cosmología indígena70; carencia de una actitud crítica hacia las versiones españolas71; ausencia
de parámetros claros para medir la estructura demográfica y la disponibilidad de recursos72;
producto de la tergiversación de las prácticas fúnebres indígenas.

El cronista Cieza de León73 explicaba la existencia de esta práctica, “más por valentía que por
pecado”, es decir, para capturar la energía de los enemigos; la exhibición de las cabezas de sus
enemigos era tenido por gloria, grandeza y triunfo.

Por otro lado, los españoles pudieron observar los procesos de cremación de los cuerpos,
que se realizaba mediante dos fuegos en barbacoas a manera de parrillas hasta quedar muy
secos, al igual que para el ahumado del pescado, y posteriormente envueltos en mantas para su
inhumación, acompañando el ritual con comidas, bebidas y ofrendas. Quizás los españoles
malinterpretaron este cuadro y consideraron que se consumía el cadáver. Pero esta observación
podría resolver solamente una parte del problema.

Al decir de las crónicas en las provincias de Arma, Paucura, Pozo, Picara, Gorrones, Lile
poseían tinglados con cuerpos trofeo de los consumidos en sacrificios. Según ellas los mayores
carniceros eran los pobladores de la provincia de Arma, que se comían hasta mujeres
embarazadas, familiares y españoles, contradiciendo el supuesto de que las víctimas eran
prisioneros de otras comunidades. No obstante, como afirmó Trimborn74, si tenemos en cuenta
que los indígenas consideraban “más cercano el parentesco del hijo con la madre que con el
padre, no puede caber duda de que los mismos señores no veían su carne y su sangre en los
hijos que engendraban con las prisioneras, sino por así decirlo, el interés producido por el
botín”. Además, no existen evidencias documentales de comunidades que practicaran el
canibalismo con esposas y parientes consanguíneos.

En otras provincias como Zopia y Arma engordaban a los prisioneros en jaulas de guadua
para matarlos y comerlos en rituales especiales. En Caramanta, valle de Aburrá y Anserma

66 Cieza de León, Op. Cit. p. 91.


67 Roberto Pineda, Malocas de terror y jaguares españoles: aspectos de la resistencia indígena del Cauca ante la invasión española del
siglo XVI. Bogotá, Universidad de los Andes, Revista de Antropología 1987, 3(2):87-114; C. A. Rodríguez. Tras las Huellas del hombre
Prehispánico y su Cultura en el Valle del Cauca. INCIVA, Cali, 1992.
68 Jaime Arocha. Clima, hábitat, proteínas, guerras y sociedades del siglo XVI. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Revista

Estudiantes de Arqueología 1987, 3(1), pp. 28-42.


69 H. Trimborn. Señorío y barbarie en el Valle del Cauca. Madrid, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1949.
70 J. V. Rodríguez, S. Blanco, P. Botero. Hombre y medio ambiente en una comunidad agroalfarera temprana de El Cerrito, Valle del

Cauca. Informe MS, 2001.


71 María E. Escobar. Cacicazgos del Valle del río Cauca: señorío o barbarie. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, Revista

Colombiana de Antropología 1988, 26:155-172.


72 Luis G. Jaramillo. Guerra y canibalismo en el valle del río Cauca en la época de la conquista española. Bogotá, Instituto Colombiano

de Antropología, Revista Colombiana de Antrop. 1995, 32: 41-84.


73 Op. Cit. p. 41.
74 H. Trimborn. El canibalismo. En: Guerreros y caníbales del valle del Cauca, G. Eckert, H. Trimborn. Traducción y edición de M.

González. Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 2002, pp. 21-58.


30

compraban cuerpos de habitantes de otras provincias para sus carnicerías. La provincia de


Coconuco a pesar de estar rodeada de caníbales era la única que no practicaba la antropofagia;
la de Quimbaya solamente en eventos especiales y en la de Anserma tampoco eran tan
carniceros pero vendían indios esclavos de otras provincias a los de Caramanta y Santa Fe de
Antioquia para comerlos y llevarlos a carnicería.

Como se desprende de las crónicas, no existe relación entre el canibalismo y las condiciones
ambientales de las provincias, pues tanto las cálidas de los valles como las frías andinas lo
practicaban; tampoco con el grado de organización política, ya que se manifestaba en las
provincias con poderes centralizados como Anserma y Arma, y en las comunidades
independientes como Gorrones. Finalmente, parece que no se relaciona con el tamaño de la
provincia, pues, excluyendo a la de Quimbaya, la más grande, tanto en chicos (Pozo) como en
grandes (Arma, Anserma) se describen esta prácticas.

Las principales características de las tradiciones antropofágicas de los pueblos del valle del
Cauca serían, según los cronistas:

1. Las víctimas correspondían a guerreros apresados en combate o adquiridos como


prisioneros provenientes de comunidades vecinas; estos últimos debían ofrecer resistencia al
momento de su muerte, como si se estuviese en un encuentro bélico. También consumían,
según las crónicas indios e indias de las que andaban con los españoles pues los consideraban
traidores. Es decir, no se consumían los cuerpos de sus propios integrantes sino a extraños, y no
de manera pacífica sino violenta.
2. El sacrificante era habitualmente de la alta jerarquía que reforzaba su estatus mediante
la exhibición de los cuerpos de las víctimas en las plazas cercanas a sus viviendas, demostrando
valentía y coraje con estos trofeos, para horror y espanto de sus enemigos.
3. El espacio ritual estaba constituido por plazas donde realizaban los sacrificios y casas
grandes con tablas en la parte alta donde colocaban los cuerpos y miembros de las víctimas.
4. Las herramientas para los sacrificios eran cuchillos en pedernal (piedra) y caña –cáscara
de guadua- que se usaban para extraer el corazón de las víctimas. Al igual que en México y en
Brasil, a las víctimas se les golpeaba por detrás de la cabeza.
5. El tiempo en que transcurrían los sacrificios variaba, pero se realizaban por lo general en
días festivos y épocas de guerra, aunque en Paucura cada martes se sacrificaban dos indios a sus
dioses; en Picara todos los días se sacrificaban 5 víctimas a sus ídolos; otros eran consumidos
solamente en las guerras. Si las confrontaciones se producían de manera concertada en épocas
especiales, quizás cada año, como en el valle de Lile, las guerras a gran escala se generarían por
la competencia por los recursos de los bosques, especialmente cuando la población crecía hasta
el punto de alcanzar su límite óptimo; si los bosques tropicales gastan entre 10-20 años en
barbecho para regenerarse y retornar a su capacidad productiva, se podría considerar que las
guerras no eran constantes sino cíclicas, cada 10-20 años, a no ser que el uso intensivo de los
suelos acortara los ciclos.
En consecuencia, el canibalismo buscaba absorber la energía de las víctimas, constituidas por
valientes y vigorosos guerreros apresados en combate, con el fin de hacerse valientes como él
31

según decían los pijaos del Tolima y los tupinambas del Brasil75, pues “solo los cobardes y los
débiles mueren y son enterrados”, de manera que el vencedor obtenía con el trofeo capturado
las fuerzas y aptitudes del adversario que había derrotado, pues generalmente se pensaba que
tales atributos estaban ligados a la materia del trofeo, aunque también, en otros grupos, a su
forma externa.76
Entre los jívaros la caza de cabezas y su reducción expresaba la necesidad de compensar cada
muerto anterior, mediante la captura de identidades reales o virtuales entre los vecinos ni muy
cercanos ni muy lejanos, captando para su provecho una identidad virgen que le permitiera a su
parentela perpetuarse, sin exponerse a las obligaciones inherentes de la alianza matrimonial.
Las mujeres e hijos de las víctimas eran incorporadas en la sociedad, ampliándose el grupo
doméstico sin necesidad de la reciprocidad que fundamenta la alianza matrimonial.77
Como anotó Luis Duque Gómez “la antropofagia no obedecía entre estas tribus únicamente
al impulso vulgar de la ingestión de carne humana para saciar el hambre, sino que parece haber
tenido aquí, como entre otros pueblos prehispánicos del territorio colombiano, un origen ritual
o religioso”.78
A juzgar por las descripciones existentes sobre los sacrificios humanos en el valle del Cauca,
comparten muchos rasgos similares a los rituales mesoamericanos en cuanto a los sacrificados –
prisioneros y cautivos-, los sacrificantes –los señores principales-, los espacios –cúes o templos
pero construidos en guadua-, el mecanismo –a filo de la obsidiana- y manera de muerte –
violenta-, y los mismos objetivos –alimentar a sus deidades-. De los estudios mesoamericanos se
colige que los sacrificios humanos cumplían un papel regulador con el fin de armonizar el
cosmos e incidir en la demografía de sus practicantes; para el valle del Cauca se podría pensar
que constituía una estrategia adaptativa tendiente a mantener el equilibrio entre comunidades
agrícolas que dependían de la caza y recolección de animales de monte para su ración
proteínica y del pescado, que si bien son abundantes en determinadas épocas del año, genera
fuertes competencias por el acceso a sitios privilegiados para su caza y pesca. En los bosques se
buscaba mantener la biomasa en equilibrio, es decir, permitir la reproducción de los animales
para que mantuviesen cotos reservados para la cacería, especialmente del venado que era uno
de los animales más preciados por su carne.

75 José de Anchieta, 1554; en M. Harris, 1989, p. 232.


76 G. Eckert, La cacería de cabezas. En: Guerreros y caníbales del valle del Cauca, G. Eckert, H. Trimborn. Traducción y edición de M.
González. Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 2002, pp. 61-82.
77 P. Descola, La antropología y la cuestión de la naturaleza. En: Repensando la naturaleza. Encuentros y desencuentros disciplinarios en torno a lo

ambiental. G. Palacio, A. Ulloa (eds). Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Colciencias, Icanh, pp. 166-167.
78 L. Duque G., 1970, p. 72.
32

Figura 6. Ubicación de los pueblos prehispánicos del valle del río Cauca.
33

Capítulo II
Prácticas funerarias en el Valle del Cauca

2.1 El ritual funerario: un fenómeno universal y tradicional

La muerte, como apunta John Bowker79 ha sido concebida por los pueblos del mundo “de todos
los modos posibles, desde la derrota y el castigo hasta la liberación y la oportunidad. Dentro de
ciertas tradiciones a menudo se sostienen términos opuestos e irreconciliables, incluso en
conjunción dentro de la misma tradición… Al considerar la muerte a un tiempo como amiga y
enemiga, las religiones resisten, igual que siempre, a la falacia del cuestionamiento dicotómico”.
Por esta razón existe una notable variación en el tratamiento de los muertos, tanto en el seno
de cada cultura como entre ellas mismas, por lo que inferir de datos etnográficos para llenar el
vacío existente en el conocimiento que tenemos sobre las sociedades del pasado, es altamente
riesgoso.
Toda sociedad sanciona el paso de un miembro desde un estado cualitativo a otro, del
mundo de los vivos al mundo de los muertos, mediante prácticas funerarias que varían en el
tiempo y el espacio, al igual que los ritos de paso que celebran el nacimiento, la iniciación a la
vida adulta y el matrimonio. Estas prácticas representan un fenómeno universal, masivo,
característico de cada cultura, local en cuanto detalles, diferenciado temporalmente mejor que
otros objetos de estudio como los asentamientos; además de ser tradicional y conservador, lo
que permite estudiar la formación y el cambio cultural de las comunidades en el pasado. El
ritual funerario por estos rasgos aporta una información fundamental sobre aspectos
ideológicos y socio-culturales de las sociedades, especialmente sobre sus concepciones
religiosas, sus relaciones sociales, sus costumbres culturales y actividades económicas.
Por otro lado, ofrece una serie de ventajas prácticas como el hecho de observar una alta
concentración de objetos en un espacio muy reducido; los materiales suelen conformar un
repertorio seleccionado intencionalmente; las tumbas constituyen un excelente espacio para la
conservación de los materiales; permiten reconstruir el tiempo, espacio y secuencias
tipológicas; los restos funerarios representan total o parcialmente la sociedad que los dispuso y,
finalmente, es un condensador de conductas sociales altamente significativas por lo que su
estudio es particularmente rentable. Por estas razones, constituye una de las principales fuentes
arqueológicas para el conocimiento de las sociedades antiguas.80

79 John Bowker, Los significados de la muerte, Cambridge University Press, 1996, p. 305.
80 A. Ruz L., Costumbres funerarias de los antiguos mayas. México, UNAM, 1ª reimpresión, /1968/1991; L. Binford, Mortuary Practices:
Their Study and their Potential. In: An Archaeological Perspective. Orlando, Academic Press, 1972, pp. 208-243; V. A. Aliochkin, Estructura
social y ritual funerario de las sociedades agrícolas antiguas, Moscú, Nauka (en ruso), 1986; J. M. O´Shea, Mortuary Variability. An Archaeological
Investigation, London, Academic Press, 1985; T. Chapa, La arqueología de la muerte. Planteamientos, problemas y resultados. En:
Arqueología de la Muerte: Metodología y Perspectivas actuales. Fons Mallaria. Curso de Verano 1990. Diputación Provincial de Córdoba, 1991,
pp. 13-38; C. Mata, Arqueología funeraria. Estado actual de la investigación en España. En: Actas del IIo Congreso Nacional de
Paleopatología. Valencia, octubre, 1993, pp. 167-176; M. Wysocki, A. Whittle, Diversity, lifestyles and rites: new biological and
archaeological evidence from British earlier Neolithic mortuary assemblages, Antiquity 2000, 74(285), pp. 591-601; A. M. Boada,
Variabilidad mortuoria y organización social prehispánica en el sur de la Sabana de Bogotá. En: Sociedades complejas en la Sabana de Bogotá,
siglos VII al XVI D.C. (B. Enciso, M. Therrien eds.). Bogotá, ICANH, 2000, pp. 21-43.
34

Dado que cada comunidad concibe al mundo de manera diferente existe una gran variedad
de rituales mortuorios, que tienen dos componentes considerados en conjunto: 1. El ritual o
actividades sancionadas por la tradición, esenciales para transferir al miembro de la sociedad
fallecido al otro mundo, antes, durante y después de la inhumación; 2. La posición social del
difunto, que se refleja en los elementos materiales (ajuar, forma y tamaño de los recintos,
posición del cadáver), requeridos para que una persona de determinado sexo y edad sea
transportada al otro mundo. Mediante su propio ritual de muerte la sociedad identifica y vincula
a uno de sus miembros como parte integrante de la misma. 81

2.2. Los enfoques de la Arqueología Funeraria o de la Muerte


Habitualmente se divide la historia del estudio de las costumbres funerarias en cuatro grandes
tendencias: Arqueología Tradicional, Arqueología Procesual (Arqueología de la Muerte),
Arqueología Postprocesual (Postmoderna), Enfoque Marxista. No obstante, esta división no
corresponde a una temporalidad puesto que desde principios del siglo XX tanto en el Reino
Unido y Estados Unidos, y especialmente en la escuela marxista de la Unión Soviética se
desarrolló un temprano interés por entender el sentido ideológico de los rituales fúnebres.
En los años 30 la arqueología soviética se interesó en la interpretación social de las prácticas
funerarias en dos direcciones: 1. El análisis de los enterramientos dobles de la Edad de Bronce,
considerados reflejo de la familia nuclear como la unidad social más significativa de la época; 2.
El estudio de la diferenciación social en la sociedad primitiva, buscando indicadores de pobreza
y riqueza. Posteriormente en los años 70 se consolidó la problemática de la reconstrucción de la
estructura social de las sociedades antiguas en base a las prácticas funerarias. Esta escuela
arqueológica propuso 6 componentes para analizar esta problemática: 1. El concepto sobre la
muerte (cosmovisión) de la sociedad; 2. El desarrollo cultural en torno al ritual fúnebre
(métodos y tipos de enterramiento, forma de las estructuras, actividades antes y después del
ritual); 3. Las diferencias en edad y sexo; 4. La estratificación social (el ajuar como reflejo de la
posición social); 5. Formas de matrimonio y familia (estratificación horizontal y vertical); 6.
Rasgos demográficos (esperanza de vida, causas de muerte, enfermedades, lesiones, cambios
estaturales).
Las críticas a este modelo se basan en la necesidad de complementar la información fúnebre
con excavaciones de asentamientos del mismo grupo estudiado, como también con el contexto
osteológico. Igualmente se le critica por el uso del concepto de cultura arqueológica desde la
perspectiva evolucionista unilineal, por el escepticismo asumido sobre las estimaciones
poblacionales y por aceptar el isomorfismo en la relación entre el ritual fúnebre y las estructuras
sociales. Finalmente se sugiere mayor discusión sobre las causas del cambio cultural y su
incidencia en los patrones fúnebres.82

81 Aliochkin, 1986, p. 6.
82 Ver comentarios en Current Anthropology, 1983, 24(2):145-147.
35

La Arqueología Tradicional se caracterizó por la tarea primordial de identificar culturas


arqueológicas y la reconstrucción de su trayectoria histórica en términos de movimientos de
pueblos o interacciones culturales:83
1. Los restos fúnebres son una expresión del mundo intangible de las creencias religiosas.
2. Existe un pesimismo generalizado con relación a la posibilidad de encontrar cualquier
criterio para la reconstrucción de la sociedad viva a partir de los restos fúnebres.
3. La variabilidad de aspectos encontrados y su patrón de asociaciones fueron
interpretadas generalmente mediante metáforas ideológicas.
4. Las interpretaciones simples y accesibles fueron hechas por medio de analogías formales
deducidas de las fuentes históricas y antropológicas y de la misma experiencia de la vida
cotidiana.
5. Los objetos fúnebres fueron ensamblados y usados para la descripción y cronología de
las culturas de donde provienen, debido a su buen grado de conservación.
6. Énfasis en el análisis formal descriptivo y ausencia de análisis cuantitativo.

La Nueva Arqueología rompió con los antiguos paradigmas de la tradición historicista al aplicar
los procedimientos de la antropología cultural al estudio del pasado. El enfoque Saxe-Binford
consideró el ritual funerario como condensador de conductas sociales altamente significativas,
condicionadas por dos factores. En primer lugar por la “persona social” del difunto, “un
compuesto de las identidades sociales mantenidas durante la vida y reconocidas como
apropiadas para considerarlas en la muerte”.84 Estas “identidades sociales” desempeñadas por
el muerto a lo largo de su vida corresponden a su paso por las distintas categorías de división de
la sociedad: sexo, edad, posición social, afiliación social, condiciones y localización de la
muerte.85 Dado que el referente del símbolo funerario es la “persona social” del difunto, las
diferentes “identidades sociales” que la definen deben tener una expresión en forma de
elementos o combinaciones de objetos dentro del contexto fúnebre. El segundo factor que
propone Binford como dimensión explicativa de la variabilidad fúnebre es “la composición y
tamaño de la unidad social que reconoce responsabilidades de estatus con el fallecido”. El ritual
en su forma final es la suma de comportamientos de un gran número de personas articuladas
con el difunto de diferentes maneras.86
Binford planteó tres proposiciones para ser evaluadas mediante el registro arqueológico: 87
1. Debe existir una alta correspondencia –isomorfismo- entre a) la complejidad de la
estructura de estatus en un sistema sociocultural y b) la complejidad del ceremonial
mortuorio visto como un tratamiento diferencial de personas que ocupan diferentes
posiciones de estatus.
2. Las dimensiones específicas de la “persona social” que comúnmente tienen
reconocimiento en un ritual mortuorio diferenciado, varía significativamente según la

83 J. M. Vicent. Problemas teóricos de la arqueología de la muerte. Una introducción. En: Arqueoloxía da Morte. Arqueoloxía da Morte na
Península Ibérica desde as Orixes ata o Medievo. R. Fábregas, F. Pérez, C. Fernández (eds.). Xinzo de Limia, Excmo. Concello de Xinzo de
Limia, España, 1995, p. 17; V. Lull.. Death and society. A Marxist approach. Antiquity 2000, 74(285), p. 576.
84 Binford, 1972, p. 225.
85 R. Chapman, K. Randsborg, Approaches to the archaeology of death. In: The Archaeology of death. R. Chapman, I. Kinnes, K.

Randsborg (eds.), Cambridge University Press, 1981, p. 7.


86 Binford, 1972, p. 226.
87 Ibíd., pp. 226-233.
36

complejidad organizacional de la sociedad, medida por diferentes formas de prácticas de


subsistencia.
3. Las formas en que varía la diferenciación en el ritual mortuorio varía significativamente
con las dimensiones de la “persona social” simbolizada.
En resumen, Binford88 sugiere que “la forma y estructura que caracterizan las prácticas
mortuorias de cualquier sociedad están condicionadas por la forma y complejidad de las
características organizacionales de la sociedad misma”. En las sociedades de complejidad
mínima las dimensiones de mayor relevancia en la diferenciación de estatus se basan en las
cualidades personales de los individuos implicados, como la edad, sexo y capacidades
diferenciales para la realización de tareas culturales. En los sistemas más complejos, las
posiciones de estatus son más abstractas.89
El procesualismo hizo énfasis en el análisis estadístico para el descubrimiento de relaciones
entre las variables (correlación de Pearson), la evaluación del significado estadístico de esas
relaciones (prueba de Chi-cuadrado), la interacción de conjuntos de artefactos (análisis de
componentes principales) y en las comparaciones entre grupos (análisis de conglomerados
jerárquicos) para determinar la filiación étnica; también en las comparaciones etnográficas
como fuente para verificar las regularidades propuestas en el comportamiento social y
mortuorio del análisis arqueológico.90
O´Shea propuso la clasificación de las clases de variación arqueológica mortuoria visible en 6
componentes: 91
1. Biológico: Demografía, genética, dieta, patología.
2. Preparación y tratamiento: Tipo de disposición, programa de disposición.
3. Recinto mortuorio: Variedad del receptáculo, forma y dimensiones, materia prima,
orientación.
4. Ajuar: Cantidad, cualidad, variedad, fuente.
5. Ubicación: Macro (localización del área de disposición), meso (localización dentro del
área de disposición), micro (localización dentro del recinto de disposición).
6. Ambiental: Entomológica, botánica, faunística.
Igualmente diseñó unas configuraciones de las variables referenciales esperadas para las
categorías de diferenciación social mayores.92
Valores referenciales Diferenciación vertical Diferenciación horizontal Diferenciación de estatus
especial

Edad, sexo Distribución asimétrica Distribución normal Variable

Frecuencia Pirámide jerárquica Variable pero igual en tamaño Bajo nivel de ocurrencia

Distribución espacial Disímil Similar Similar

Significados de la designación Energía diferencial invertida Niveles similares de energía Tratamientos no normativos;
simbólica en el tratamiento y ajuar invertida; uso de símbolos sin bajos niveles de energía
funerario valor invertida

88 Ibíd., p. 235.
89 T. Chapa, 1991, pp. 16-17.
90 J. M. O´Shea, 1985, p. 20.
91 Ibíd., p. 19.
92 Ibíd., p. 64.
37

Las posiciones de la Nueva Arqueología dominaron hasta mediados de los años 80, cuando
surgieron fuertes críticas impregnadas de estructuralismo, centradas en la excesiva simplicidad
con que los procesualistas abordaban el isomorfismo entre la sociedad y el mundo funerario,
aplicando unos criterios válidos solamente para unas culturas.93 El punto de partida de los post-
procesualistas es que “el referente de las pautas funerarias no es tanto el propio orden social
cuanto la representación del mismo en el pensamiento que vertebra culturalmente a la
sociedad. La materialidad de los productos funerarios aparece manipulada por un discurso cuya
voluntad de significar impone una mediación irrevocable entre “lo que las tumbas son en sí
mismas” y lo que fue la sociedad que las produjo. La cuestión es si estas mediaciones son o no
tratables en el proceso de conocimiento arqueológico”.94
Desde el marxismo contemporáneo igualmente surgieron críticos asiduos que consideran
que el registro funerario es una actividad simbólica que debe ser analizada ideológicamente,
dentro de las relaciones sociales de producción, lugar en el que se genera el conflicto social. El
problema no es medir la desigualdad en el reparto de riqueza o en la inversión de energía
(trabajo social) en las tumbas, sino “averiguar de qué manera esa desigualdad interviene
efectivamente en la reproducción de los conflictos sociales entre los vivos”.95
El Enfoque Marxista es resumido por el español Vicente Lull96 de la siguiente manera
esquemática:
1. Las tumbas son depósitos de una labor social; la muerte consume lo que la sociedad
produce.
2. No existe necesariamente isomorfismo entre la condición del individuo en vida y el
reconocimiento social proporcionado postmortem.
3. Los restos fúnebres son una expresión indirecta de la existencia o ausencia de grupos de
interés.
4. Las asimetrías entre los sitios fúnebres denotan asimetrías en el consumo social; las
diferencias en el tratamiento fúnebre no son un reflejo de las diferencias entre
individuos sino entre grupos socio-económicos y socio-ideológicos.
5. Cada producto social supone una unidad de valor entre lo que es socialmente producido
y el acceso individual al consumo.
6. El valor social de los productos fúnebres debe ser calculado sobre la base del trabajo
social necesario establecido por las relaciones sociales de producción.
7. El balance entre producción y consumo debe ser deducido para detectar las asimetrías
sociales; por esta razón la Arqueología de la Muerte siempre será incompleta sin un
claro compromiso con la Arqueología de la Vida.

A pesar de las críticas provenientes de distintos enfoques, sea estructuralista o marxista, hay
que reconocer que la principal aportación de la Arqueología Social soviética y de la Arqueología
de la Muerte o Funeraria occidental fue la recuperación de la dimensión intencional y
significante del registro funerario. Las etapas de desarrollo de los enfoques corresponden a las
fases de estudio de los cementerios, pues inicialmente se describen para caracterizarlos,

93 Chapa, 1991, p. 19.


94 Vicent, 1995, p. 25.
95 Ibíd., p. 27.
96 Lull, 2000, p. 580.
38

establecer su cronología y vínculos culturales, al igual que su correspondencia étnica,


empleando analogías etnográficas e históricas; posteriormente se analizan dentro del contexto
general de la población, según sus patrones de asentamiento y organización socio-política, con
el propósito de encontrar explicaciones sobre la variabilidad mortuoria y su asociación con la
estructura social, empleando métodos estadísticos; finalmente la información sobre las tumbas,
el cadáver y el ajuar se interpreta a la luz de su cosmovisión, la concepción del universo, de la
muerte y del papel de la persona que representa el ritual y el difunto dentro de la sociedad que
le dio vida, empleando enfoques teóricos. La descripción, el análisis y la interpretación
corresponden a las fases del desarrollo ontogénico e histórico del conocimiento
El rescate de la importancia del estudio de los restos óseos humanos como pieza clave en la
interpretación del mundo fúnebre, constituye una gran aportación, a pesar de la indiferencia de
algunos investigadores. Los estudios de paleodieta, paleopatología, paleodemografía y, en fin,
sobre la variabilidad de las poblaciones antiguas apoyados en rasgos métricos, morfoscópicos y
recientemente genéticos, han permitido abordar temas tan importantes como el
comportamiento, condiciones de vida y adaptación de las poblaciones a distintos entornos,
basada en la plasticidad de respuestas del aparato músculo-esquelético del cuerpo humano.97
Por otro lado, se plantea que estos procedimientos metodológicos distan mucho de adecuarse a
la complejidad de los contextos mesoamericanos y suramericanos, caracterizados por una gran
diversidad y complejidad de prácticas mortuorias que incluían sacrificios humanos de
prisioneros de guerra e infanticidio de niñas, rituales de desollamiento, descarnamiento,
desmembramiento, escarificación, cremación y canibalismo ritual, “además de que algunas
dimensiones biológicas y ecológicas han sido sobresimplificadas o de plano ignoradas”, como
anota el mexicano Alejandro Terrazas.98
Finalmente, se observa un problema metodológico cuando arqueólogos sin formación
osteológica excavan cementerios, lo que impide tanto un mejor registro óseo como una mejor
contextualización de la realidad fúnebre con el aporte bioantropológico, más aún cuando los
restos se encuentran en mal estado de conservación requiriendo un estudio inmediato, pues su
movilización y transporte los acabaría de malograr. De ahí la necesidad de abordar la
problemática fúnebre de una manera transdisciplinaria, donde además de los elementos
culturales se incorpore la esfera biótica, contextualizada en su horizonte temporo-espacial y
socio-histórico, y en la ideología de la sociedad que se estudia.
En Colombia se han adelantado investigaciones tendientes a reconstruir las costumbres
funerarias de cazadores recolectores y plantadores tempranos99 y sociedades agroalfareras100
de los Andes Orientales; también en el Valle del Cauca101. En alguno de estos estudios del

97 Wysocki, Whittle, Op. Cit. p. 591.


98 Alejandro Terrazas, Problemas metodológicos en la interpretación de prácticas mortuorias en contextos arqueológicos. XI Coloquio
Internacional de Antropología Física Juan Comas. Orizaba, México, 23-28 de septiembre, 2001, p.98.
99 Gonzalo Correal, Aguazuque. Evidencias de cazadores, recolectores y plantadores en la altiplanicie de la Cordillera Oriental, Bogotá, FIAN, Banco

de la República, 1990; Ana María Groot, Checua. Una secuencia cultural entre 8 500 y 3000 años antes del presente. Fian, Banco de la República,
1992.
100 Ana María Boada, Variabilidad mortuoria y organización social prehispánica en el sur de la Sabana de Bogotá. En: Sociedades

complejas en la Sabana de Bogotá, siglos VII al XVI D.C. (B. Enciso, M. Therrien eds.). Bogotá, ICANH, 2000, pp. 21-43; H. Pradilla,
descripción y variabilidad en las prácticas funerarias del Cercado Grande de los Santuarios, Tunja, Boyacá. En: Los chibchas. Adaptación y
diversidad en los Andes Orientales de Colombia, J. V. Rodríguez (ed.), Bogotá, Universidad Nacional Colciencias, 2001, pp. 165-206.
101 Carlos A. Rodríguez, Héctor Salgado. Las costumbres funerarias de las sociedades Agroalfareras prehispánicas de la región Samaria en el curso alto

del río Calima. I milenio a. C. – siglo VI d.C. Cali, Informe Final, Instituto Vallecaucano de Investigaciones Científicas, 1990; C. A.
Rodríguez. El Cacicazgo de Guabas. Variante Meridional de la Tradición Cultural Quimbaya Tardío (700-1300 D.C.). Informe Final. Instituto
39

altiplano Cundiboyacense, por ejemplo, se ha concluido en base a la premisa de la inversión de


energía por la profundidad y tamaño de las tumbas, como también por el número de objetos,
que “aunque hay variabilidad entre individuos de Las Delicias, Soacha y Candelaria, ninguno de
ellos mostró una notoria inversión de energía en la tumba ni en el ajuar funerario. La
diferenciación social estuvo basada en la dimensión de edad, sexo y en el rango heredado. Los
individuos con más alto rango social de las muestras no presentan evidencia de acumulación de
riqueza. Ninguno de estos tres casos apoya el argumento de una fuerte jerarquización
sociopolítica ni la idea de control de recursos escasos o acumulación de riqueza como fuente de
poder. Por el contrario, indican que algunos caciques “muiscas” basaban su preeminencia en
logros personales y en fuentes diferentes al control de recursos”.102
No obstante, no se tiene en cuenta que por cuestiones prácticas las tumbas de los adultos
son mayores en correspondencia a su tamaño estatural, que en las zonas planas por el nivel
freático las tumbas son menos profundas que en las lomas, y que la alta jerarquía era enterrada
en sitios diferentes al resto del pueblo –al pueblo común se le enterraba en campo raso
envuelto de una manta, sobre cuya sepultura se plantaba un árbol-, como lo describió fray
Pedro Simón,103 señalando que a los señores principales se les momificaba y colocaba en cuevas
con ofrendas majestuosas de oro y esmeraldas puestas en ojos, narices, boca y ombligo,
acompañados de sus mujeres y siervos.

2.3. Las fuentes etnográficas

La observación directa de los rituales fúnebres de comunidades vivas permite contrastar y


verificar las hipótesis deducidas del contexto arqueológico, siempre y cuando pertenezcan a la
misma región y época. Así, por ejemplo, para Asia Central y Mediterráneo se dispone de
excelentes fuentes escritas de historiadores de Grecia (Heródoto) y Roma (Plinio) antiguas. Para
el continente americano, además de las fuentes escritas de los cronistas tempranos, las
Relaciones Geográficas y Visitas, se posee una importante información etnográfica. Mientras
que las primeras tienen la desventaja de haber sido escritas por observadores que tenían una
posición religiosa medieval y, por consiguiente, no lograron entender la esencia de los rituales
indígenas, las segundas están distanciadas más de 500 años con relación a sus antecesoras
prehispánicas, y pueden estar imbuidas por la religión judeo-cristiana imperante actualmente. A
pesar de estas deficiencias no hay que desestimarlas del todo, pues su análisis crítico puede
contribuir a corroborar o replantear algunas consideraciones del registro arqueológico, más aún
si tenemos en cuenta el carácter conservador y tradicional de los rituales mortuorios.

Vallecaucano de Investigaciones. Científicas INCIVA. Alcaldía Municipal de Guacarí, 1994; Sonia Blanco. Arqueología Urbana en el
sur de Cali. Alcaldía de Cali, División de Cultura-INCIVA. Cali, 1996; S. Blanco, Reconocimiento y Prospección Arqueológica
Estación de Servicio La Gran Parada, Vereda La Acequia, Municipio de Palmira Informe final Calima Darién INCIVA (MS. Sin
publicar) 1999; S. Blanco, A. Clavijo. Prospección y rescate arqueológico del cementerio prehispánico de Coronado, Palmira, Valle del
Cauca. Manizales, I Congreso de Arqueología en Colombia, 1999; S. Blanco, Estudio de Impacto Ambiental Arqueológico Proyecto Centro Comercial
Santa Bárbara Shopping Plaza. Municipio de Palmira. Informe Parcial y Plan de Manejo para la Mitigación de Impactos del Patrimonio
Arqueológico. Ms. INCIVA. Calima- El Darién. 2001; S. Blanco, A. Clavijo. Prospección y Rescate Arqueológico en el Cementerio
Prehispánico Coronado. Palmira-Valle del Cauca. Informe final I Etapa. INCIVA. FIAN. ICAN. Alcaldía de Palmira. 1999; S. Blanco,
A. Clavijo, M. Cardale, L. Herrera, Informes Parciales 1 y 2 Proyecto Coronado-Palmira. Palmira. 1999.
102 A. M. Boada, 2000, p. 42.
103 P. Simón, 1981, T. III, pp. 406-407.
40

En tanto que no sobrevivieron indígenas en el valle del río Cauca, y que el estudio de los
rituales de las comunidades indígenas contemporáneas es muy incipiente, se traerán a colación
algunas descripciones realizadas por miembros de etnias colombianas con el fin de extraer
similitudes que contribuyan a explicar las causas de su complejidad.104 En la comunidad
Yanacona del suroccidente de Colombia según Fredy R. Chicangana la muerte y la naturaleza
son una sola, de manera que si el difunto fue adusto en vida, el viento se enoja, y al contrario
será calmado; si fue un niño siempre habrá sol y la noche será estrellada. Los deudos se
encargan de expiar las ofensas y culpas del difunto. Antes de la influencia occidental se les
enterraba de pie en un hueco que se hacía sobre otro hueco –se refiere a un hueco vertical y
otro lateral- de manera que pudiese salir de noche, y para que la tierra no fuese un peso sobre
su cuerpo y pudiese descansar; junto al cuerpo se colocaban vasijas llenas de chicha, maíz
cocinado y mantas para protegerse del frío. Después de la muerte sobreviene la visita de
Chaquilulo a la casa de los familiares, con el propósito de tranquilizar el muerto y contrarrestar
lo negativo que haya quedado flotando en el espacio.
Para los Murui-Muinane (Huitoto) de la Amazonia, de acuerdo a Eudocio Becerra, el
enterramiento depende de la forma de muerte de la persona: baide si muere joven, safenaite si
se muere viejo (se seca) y faiga si ha sido asesinado; si el difunto fue perverso en vida no se le
entierra sino que se incinera para destruir su mala energía, entre mayor maldad más se incinera
con el fin de proteger a los vivos de los posibles males. Anteriormente el infractor era
consumido y regurgitada su carne para extraer la maldad por parte de una comunidad diferente
a su originaria y su cabeza entregada al jefe como prueba del ritual. Si muere un chamán se
practica el iponako, un baile especial para evitar que se pierda su espíritu y se entierra boca
abajo para evitar que salga su poder y afecte a los vivos (entre los Yucuna se observa algo
similar, según José Juan Matapí, Información Personal).
Los enterramientos se efectúan en el interior de la maloca, con el cuerpo en posición
sedente, la espalda apuntando hacia los rayos solares –hacia el este- para recibir calor; como
ajuar funerario se colocan los objetos que hicieron parte de su vida cotidiana, inclusive antes de
morir se pueden enterrar objetos para proteger al mundo de los vivos; los chamanes que
presiden y sellan el ritual de muerte, depositan también pertenencias con significado mágico
como collares y narigueras. El pozo por lo general es circular y de profundidad hasta la cintura o
la axila de quien lo cava. Encima de la tumba se enciende una fogata para brindarle calor al
difunto de manera que sus poderes no se enfríen ni se malogren. Posteriormente se abandona
la maloca y no se puede volver a construir en este sitio. El aniversario se festeja con danzas.
En la comunidad Iku de la Sierra Nevada de Santa Marta, de acuerdo a Faustino Torres, el
ritual fúnebre depende de la causa de muerte, la edad y el sexo del difunto. El cadáver se
envuelve en una tela, hamaca o prenda de vestir, se acomoda sentado en un asiento, con un
calabacito de cal y un gorro o una mochila con aguja según el sexo. Los mamos –sabedores- no
permiten que los difuntos sean enterrados con sus propias pertenencias pues pueden tener
malas energías impregnadas que lo desfavorecerían en el más allá por sus malos actos; por esta
razón se prefiere envolverlos en helecho reforzado con cabuya.

104Recopiladas por el profesor Virgilio Becerra dentro del contexto de la asignatura Problemática Colombiana II (La muerte en Colombia
prehispánica) durante el primer semestre de 1994 en la Carrera de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia.
41

A los muertos por enfermedades se les entierra sentados mirando hacia el este o hacia las
tierras sagradas; los ahorcados son enterrados en posición vertical con la cabeza hacia abajo,
pues se supone que el espíritu se despojó del cuerpo por el ano. En este último caso se incinera
el cadáver para evitar la contaminación de los vivos y causar muertes por ahorcamiento. A los
muertos en accidentes se les prepara una ceremonia especial pero la forma de la tumba sigue
siendo igual.
El sitio de enterramiento lo define el mamo según un orden universal, y a los deudos les
corresponde realizar pagamentos o rituales para que el difunto pague sus deudas y no sufra, en
tanto que el único fin del hombre es superar todo a través de sacrificios; ese proceso de liberar
al ser y de buscarle una limpieza se llama eisa. Solamente se puede alcanzar el punto de partida
y llegar a la madre si se está limpio. Si fue correcto en la vida quedará exento de los pagamentos
y llegará directamente a Chundwa, simbolizado por el pico más alto de la sierra: el pico Colón.
Gerardo Reichel-Dolmatoff105 describió en 1966 un ritual Kogi organizado por un mamo de la
Sierra Nevada de Santa Marta. El autor sintetizó de la siguiente manera el ritual de
enterramiento:
1. Interpretación del cementerio como “aldea de la muerte”, “casa ceremonial de la
muerte”, y la fosa como “casa” y “útero”. Aquí se refleja el dualismo de la cosmovisión
Kogi, la organización de la sociedad en grupos opuestos pero complementarios, la
dualidad de la vida y la muerte, el lado derecho y el izquierdo, el bien y el mal. El
universo o huevo cósmico se interpreta como un útero, al igual que la tierra, la sierra,
la casa y la tumba.
2. Disposición del cadáver en posición fetal, envuelto en una mochila, atado con una
cuerda en el cabello. La persona regresa al útero en posición fetal, envuelto en una
mochila que representa la placenta y la cuerda el cordón umbilical, la que se corta a los
nueve días para producir el renacimiento en el más allá.
3. Posición del cadáver sobre el costado izquierdo y con la cabeza hacia el este, hacia
donde nace el sol, símbolo de luz y de vida pues el ritual de enterramiento es un acto
de “cosmificación”; en el curso de la vida los humanos siguen el camino del sol, hacia el
este, y hacia la muerte, al oeste.
4. Diferenciación de los lados izquierdo y derecho, ubicación de las manos y pies. El
movimiento de izquierda a derecha equivale a extraer lo negativo y a introducir lo
positivo.
5. Ubicación de las ofrendas en el fondo, los lados, el centro y la superficie del entierro.
Las ofrendas se colocan en los 7 puntos del espacio sagrado: al norte, sur, este, oeste,
cenit, nadir y centro. Las pequeñas ofrendas incluyen alimentos, amuletos personales,
pequeñas conchas de moluscos marinos, piedrecillas. Los bivalvos representan un
sentido femenino y los gasterópodos el masculino.
6. Interpretación de la ofrenda como “comida para la muerte”. Mediante las ofrendas los
muertos participan en la esfera alimenticia y sexual de los sobrevivientes, siendo
castigados estos últimos con enfermedades si no cumplen con sus deberes.
7. Apertura de la fosa y cerramiento de la “casa útero” acompañados de ceremonias.
8. Purificación mediante vueltas.
105 G. Reichel-Dolmatoff, Notas sobre el simbolismo religioso de los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta. En: Estudios
antropológicos, A. y G. Reichel-Dolmatoff. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura. Biblioteca Básica Colombiana, 1977, p. 238.
42

En la península de la Guajira “se es wayúu porque se tienen unos muertos a quien cuidar; se
es wayúu porque se tiene una familia de carne (o parientes maternos) que te enseña desde niño
que tienes un cementerio; y que a él vas a ir; y que por él puedes morir [...]”, señala Miguel A.
Valbuena.106 Para el wayúu los velorios y los entierros son momentos fundamentales de su vida,
con los que se trata de propiciarle o prevenirle al difunto (yoruja) cualquier acción pendiente
con relación a los vivos, parientes o enemigos.
Durante el velorio se resalta la relación social con el difunto y el reencuentro con sus
parientes y aliados, y la redistribución de su riqueza o aportación de recursos si era pobre;
durante el velorio el grupo familiar se reencuentra y se reviven historias y sucesos, se comparte
comida, bebida y se llora. Esta acción se repite durante los aniversarios. Solamente después del
segundo entierro en urna el difunto deja de ser yoruja y se va a descansar a jepirra en el Cabo
de la Vela, hacia el fondo del mar.
Si la persona es asesinada tiene otro tipo de ritual, es considerada asiirru (una víctima) y lo
caminan, le atan los pies y le colocan determinados objetos y animales pequeños con el fin de
manifestar el rechazo y la rápida venganza contra el homicida.
En la comunidad Yuko (Motilón) de la Serranía de Perijá al momento de la muerte se produce
una división en dos componentes: el elemento esencial de la personalidad del difunto, y el
elemento propio de la corporalidad. Mientras existan partes blandas adheridas al cuerpo, la
propia vida del difunto no termina y sus dos componentes continúan vagando cerca del lugar
del enterramiento primario. Por esta razón al cabo de dos años se produce una ceremonia de
enterramiento secundario, acompañado de danzas y bebidas.
Inicialmente el cadáver es envuelto en su manta en posición de cuclillas con las rodillas
contra el pecho y las manos sobre las mejillas, colocado sobre una parrilla y ahumado a fuego
lento durante tres días y noches, hasta quedar reducido a una momia ennegrecida. La tumba se
cava en el centro que habitó el difunto, orientando la pequeña fosa en sentido norte-sur, y en el
fondo una armazón sobre la que se coloca el cuerpo con la cara hacia el oeste. La tumba se
cubre con una reja de madera y se abandona la casa del muerto, acompañando el ritual con
llantos; la pintura roja con achiote se considera señal de duelo. Durante el enterramiento
secundario se conduce la momia a una cueva solitaria en la sierra de Tocore, donde reposan
centenares de momias.107
A partir de estos datos etnográficos se puede realizar una aproximación a los rituales
funerarios de las poblaciones indígenas que concebían la muerte y la naturaleza una sola. La
ceremonia mortuoria constituyó un rito de paso de gran importancia pues contribuía por un
lado a la consolidación de la identidad y territorialidad del grupo, acompañando al muerto con
danzas, comidas y bebidas donde se mostraba el vínculo étnico del grupo; y por otro,
posibilitaba la expiación de las deudas y malas energías producidas en vida por los difuntos, con
el fin de retornar a la madre naturaleza purificado. De ahí que algunos grupos cremaban los
cuerpos con el fin de eliminar las malas energías del difunto, y otras practicaban enterramientos
secundarios para que el difunto descansara definitivamente en el mundo de los muertos; unos
terceros trataban de retener los pies dentro de nichos para que no pudieran caminar de noche.
En fin, el mundo de los muertos infundía mucho temor al mundo de los vivos, de ahí que los

106 .V. Becerra, 1994, p. 4.


107 G. Reichel-Dolmatoff, Los indios motilones. Etnografía y lingüística. Revista del Instituto Etnológico 1945, pp. 46-55.
43

enterramientos se realizaban en lugares ceremoniales especiales, alejados de las viviendas, o


cuando se practicaban en su interior éstas eran abandonadas a su suerte108.
Además de acompañar los entierros con alimentos, depositaban las pertenencias del difunto
pues podían tener mala energía, misma que podía afectar la tranquilidad de los vivos. Algunos
tipos de muerte eran considerados negativos, como el ahorcamiento y el asesinato; otros no
producían malestar, como la muerte de los niños. La orientación del cadáver tenía que ver con
la intención de que el muerto no perdiera calor, y se colocaba el cadáver de tal manera que
recibiera los rayos solares por alguna parte del cuerpo, de manera que no se malograran sus
poderes. Dentro de la concepción del ciclo vital de la sociedad, había diferencias según la edad y
el sexo del muerto. Consideraban que después de muertos irían a un gran reino aparejado para
ellos, y para mostrar mayor autoridad en el enterramiento de los señores principales
inhumaban también a sus vasallos, a quienes emborrachaban hasta quedar sin sentido, para
luego enterrarlos vivos.
El enterramiento de algunos personajes importantes como los chamanes generaba
ceremonias especiales, quizá de mayor complejidad que las de los caciques pues los primeros
infundían temor por los poderes que poseían, por lo que se inhumaban bocabajo para que la
energía se retuviera en la tierra y no afectara a los vivos.
En base a las observaciones etnográficas y a las propuestas desarrolladas por varios autores
que han trabajado en el ámbito de la Arqueología Funeraria o de la Muerte, y en la necesidad de
reforzar el componente bioantropológico y medioambiental en la interpretación de los cambios
socio-culturales, se propone la siguiente tabla de componentes funerarios.

Tabla No. 1. Categorías del análisis funerario

Categoría general Clases mayores


1. Cosmovisión Interpretación del universo, de la vida y de la muerte.
Significado de las ofrendas. Rituales de muerte: desollamiento,
descuartizamiento, cabezas trofeo.
2. Contexto socio-económico Organización social (filiación, residencia, parentesco, división del
trabajo, jerarquías)
Modo de reproducción (ciclo vital, matrimonio, trato a niños y
mujeres)
Organización política (unidades)
3. Biológica (condiciones de vida) Estructura demográfica (paleodemografía)
Composición corporal
Nutricional (paleodieta)
Estado de salud (paleopatología)
4. Preparación y tratamiento del Tipo de disposición (directo, indirecto, individual, colectivo)
cuerpo Programa de disposición (ahumado, cremado, incinerado,
momificado)
Forma de muerte (natural, sacrificado, descarnado, desollado)
5. Adecuación mortuoria (tumba) Variedad del receptáculo
Forma y dimensiones
Materiales no elaborados
Orientación
6. Artículos (ajuar) Cantidad
Calidad (valor social)
Variedad
Fuentes (origen)

108 J. Virgilio Becerra (ed.), La muerte en la Colombia Prehispánica. Bogotá, Dpto. de Antropología, MS, 1994.
44

7. Localización Macro, del área de disposición, de la necrópolis


Meso, dentro del área de disposición, la tumba en la necrópolis
Micro, dentro del área de adecuación, del ajuar en la tumba
8. Ambiental Edafológica (suelos)
Botánica (polen, fitolitos, macrorrestos)
Faunística (restos animales)
Ubicación geográfica (clima, humedad, precipitación)

De acuerdo a estas premisas la excavación de cementerios se diseña de acuerdo a tres tipos de


datos a rescatar esquematizados en un diagrama de flujo bioarqueológico:109
1. Dimensión espacial. Localización del cementerio con respecto al hábitat de la población y el
paisaje; su delimitación; localización y orientación de cada sepultura; posición de los materiales
y localización de otro tipo de estructuras en el área del cementerio.
2. Construcción, empleo y factores de deterioro de las sepulturas. Tipología de las estructuras;
número de enterramientos; preparación del cadáver; factores de destrucción (guaquería,
deterioro natural o antrópico por arado).
3. Clasificación del material. Análisis del ajuar; estudio del registro antropológico; estudio del
registro faunístico; análisis diversos (sedimentología, polen, antracología, contenidos);
cronología (tipología de las estructuras y ajuares, estratigrafía, sistema de datación absoluta –
C14-).

2.4. Las fuentes etnohistóricas

Pedro de Cieza de León en su “Crónica del Perú” describió los enterramientos de los gorrones de
la margen este del río Cauca de la siguiente manera: 110
“Los muertos que son más principales los envuelven en muchas de aquellas mantas que
son tan largas como tres varas y tan anchas como dos. Después que los tienen envueltos
en ellas les revuelven a los cuerpos una cuerda que hacen de tres ramales, que tiene más
de doscientas brazas, entre estas mantas le ponen algunas joyas de oro; otros entierran
en sepulturas hondas”.
Los pobladores del valle de Lile (Cali) practicaban el ritual de las cabezas trofeo, rellenando
de ceniza los cuerpos y cubriendo los rostros de sus víctimas con cera. Sobre sus enterramientos
anotaba:111
“Cuando los principales morían, hacían grandes y hondas sepulturas dentro de las casas de
sus moradas, adonde los metían bien proveídos de comidas y sus armas y oro, si alguno
tenían”.
El capitán Jorge Robledo en su “Relación de algunos pueblos de la Gobernación de Popayán,
1539-1541”, describió las prácticas funerarias de los pobladores de la ciudad de Cartago,
correspondiente a la Provincia de Quimbaya, 112 quienes secaban el cuerpo entre dos fuegos, le
embadurnaban con el pigmento llamado bija, le colocaban sus joyas y lo envolvían en muchas

109 J. E. Buikstra, Mortuary practices, palaedemography and paleoapthology: a case study from the Koster site (Illinois). In: The
archaeology of death. R. Chapman, I. Kinnes, K. Randsborg (eds.). Cambridge University Press, 1981, pp. 125; L. Manzanilla L., R.
Arrellín, Los entierros de los túneles al este de la Pirámide del Sol: Proyecto UNAM 1987-1996. En: Prácticas funerarias en la Ciudad de los
Dioses. Los enterramientos humanos de la antigua Teotihuacan. México, IIA UNAM, 1999, p.439.
110 Cieza de León, 1922, p. 87.
111 Ibíd., p. 93.
112 V. M. Patiño, Op. Cit. p. 30.
45

mantas de algodón. Mataban dos indígenas, colocando uno de ellos a los pies y el otro al lado
de la cabeza. Al lado del cuerpo ubicaban las armas del difunto, sillas, alimentos, bebidas y
vasijas para que comiera de noche. La sepultura era muy profunda y dentro de ella una bóveda
donde cabían 4 de a caballo, cerrando la entrada con palos; rellenaban todo el pozo que tenía 4-
5 estados de altura -un estado corresponde a una persona parada-. Antes de enterrarlo
acompañaban al difunto en su casa por más de dos meses, le hacían fiestas de noche donde le
lloraban y alababan. Las mujeres eran enterradas sin oro.
Sobre las creencias en torno a la muerte Cieza de León113 comentaba que para los quimbayas
todos los cuerpos resucitaban en partes donde iban a tener gran placer y descanso, por lo cual
colocaban en las tumbas chicha, maíz, pescado y otros alimentos, junto a sus armas y útiles para
sobrellevar la otra vida.

“Y creen que los cuerpos todos han de resucitar; pero el demonio les hace entender que será
en parte que ellos han de tener gran placer y descanso, por lo cual les echan en las sepulturas
mucha cantidad de su vino y maíz, pescado y otras cosas, y juntamente con ellos, sus armas,
como que fuesen poderosas para los librar de las penas infernales”

De esta información se colige que los cronistas hicieron especial énfasis en las costumbres
fúnebres de los señores principales y no describieron los rituales de los miembros comunes, que
quizá fueron más sencillas, en tumbas más pequeñas y con sobrio ajuar funerario. En algunas
ocasiones los cuerpos eran cremados en barbacoas a fuego lento hasta quedar secos, envueltos
posteriormente en mantas; en otras eran enterrados en sus casas. Siempre se colocaban chicha
y alimentos para su viaje al más allá.

2.5. Las fuentes arqueológicas

Las prácticas fúnebres han sido uno de los principales atractivos de la arqueología vallecaucana,
tanto en la época de contacto, cuando los conquistadores se convirtieron en los primeros
saqueadores de tumbas, como en la Colonia y en la época de colonización de la cordillera
Occidental a principios del siglo XX.114 Los saqueadores de tumbas –guaqueros- han construido
un modo de vida en varias poblaciones del occidente (Darién, Restrepo, Yotoco), hasta el punto
que se han convertido en profesionales de esta labor, causando daños irreparables al
patrimonio cultural que pertenece a todos los vallecaucanos y a la humanidad. A ello ha
contribuido la riqueza material de yacimientos como Malagana, Palmira, con grandes ofrendas
orfebres, la curiosidad de los ceramistas antiguos que produjeron bellas obras de arte
(alcarrazas, patones, máscaras y otras), y la misma magnitud de las tumbas como las de
Obando. Afortunadamente la existencia del Instituto para la Investigación y la Preservación del
Patrimonio Cultural y Natural del Valle del Cauca (INCIVA), la Universidad del Valle, y el apoyo
de la Fundación ProCalima, la Universidad Nacional de Colombia y últimamente la Fundación
Ecoparque Llanogrande (FELLG) mediante proyectos sistemáticos ha contribuido al estudio y
salvaguarda del patrimonio cultural regional.

113 Cieza de León, Op. Cit. p. 78.


114Cieza de León, 1922; Wassen, 1936; Pineda, 1945; Trimborn, 1949 Caldas et al., 1972; C. A. Rodríguez 1994, 1999, 2002; Blanco et
al., 1999; Rodríguez et al., 2002).)
46

Figura 7. Formas de las tumbas del Valle del Cauca según período (Rodríguez, Salgado, 1990)

Gracias a esta labor, hoy día conocemos muchos aspectos de la gran variación de las
costumbres fúnebres, formas, dimensiones y orientación de los recintos, que permiten inferir
diferencias en la calidad, cantidad y ubicación del ajuar, tratamiento y disposición de los
cuerpos, desde los grupos agroalfareros tempranos (Samaria, Darién, Malagana, Coronado, La
Cristalina, Santa Bárbara, Estadio) hasta los tardíos (Almacafé, CIAT, Corpoica, Guacandá, El
Carmen, Cantaclaro) (Figura 7).
En el valle del río Cauca se han adelantado estudios arqueológicos de variabilidad mortuoria
para los tres grandes períodos: Ilama, Yotoco y Sonso.115

1. Período Temprano (Ilama), I milenio a.C. En la región Calima de la cordillera Occidental


tenemos El Topacio, El Pital, La Cristalina, El Llanito, La Iberia, La Aurora, Agualinda y Samaria.
En la llanura del río Cauca están Farfán, municipio de Tulúa; Malagana, Coronado, Santa
Bárbara, El Estadio, El Sembrador, municipio de Palmira; La Cristalina, municipio de El Cerrito;
también algunas de El Carmen, municipio de Guacarí.116

Carlos A. Rodríguez, 2002.


115

E. Forero, Arqueología de rescate en la parcelación El Llanito. Región Calima. Cali, Cespedesia, 1990, 16-17(59):147-179; C. A.
116

Rodríguez, H. Salgado, 1990; M. Cardale, 1992; S. Blanco et al., 1999; J. V. Rodríguez et al., 2002.
47

Las poblaciones de este período aprovecharon los fértiles suelos de origen volcánico de la
cordillera Occidental y el valle de inundación del río Cauca, con espesos bosques (que proveían
animales de caza), recursos de arroyos y ríos (peces, tortugas, crustáceos) alternando períodos
húmedos (entre 1450-1250 y 350-200 a.C.) con temporadas secas (entre 550-350 y 200-50 a.C.).
Dentro de las plantas se ha encontrado maíz (variedad Chapalote/Nal Tel/Pollo), fríjol común,
achiote (Bixa orellana), calabaza o ahuyama (Cucurbita sp.), arruruz (Maranta arundinacea L.),
cuesco (Scheelea butyracea). Dentro de los restos de fauna se mencionan zaino (Tayassu sp.),
cusumbo (Nasua nasua), venado (Odocoileus sp), ratón, perro (Canis sp), peces, aves, reptiles,
invertebrados (moluscos terrestres). Dentro de los restos vegetales destacan las palmas
(Attalea, Scheelea), importante fuente de aceite, maíz, cucurbitáceas.117
Desde el punto de vista social eran poblaciones estratificadas, y poseían una economía
estable de agricultura y caza. Algunas construyeron canales y jarillones como en Calima y
Malagana para el manejo de las aguas. Las viviendas en la cordillera se establecían sobre
terrazas artificiales, mientras que en el valle debió ser de tipo palafito para evitar las
inundaciones. La cerámica es muy fina, entre ellas vasijas de doble vertedera y asa puente
(alcarrazas) (Figura 8), cuencos, vasijas con seres fabulosos (felinos, murciélagos, serpientes,
aves, humanos). Son importantes las representaciones del chamán o curandero quien se asocia
con la capacidad de transformarse en animal, especialmente en jaguar.118

Figura 8. Alcarraza antropomorfa femenina, Coronado, Palmira


2.5.1. Las prácticas funerarias de las comunidades tempranas

Las poblaciones Ilama de la cordillera Occidental en la región Calima inhumaban a sus muertos
en cementerios ubicados en cercanías a los sitios de habitación y dentro de sus viviendas; las
tumbas son de pozo rectangular o circular, de no más de 300 cm. de profundidad, con cámara
lateral de forma rectangular o semirectangular con extremos redondeados. No se han
recuperado restos óseos por lo que se desconoce el tratamiento dado a los cuerpos, pero en
Darién se han encontrado fragmentos de metates que posiblemente sostenían los cuerpos
debajo de la cabeza, pelvis y pies. Algunas tumbas no poseían ajuar funerario; en otras destacan
las alcarrazas, canasteros, patones, copas, ollas, cuencos, collares, volantes de huso, y

117 Cardale et al., 1995.


118 Rodríguez et al., 1993; Cardale et al., 1995; Botiva, Forero, 1993; Herrera et al., 1994; Archila et al., 1996; Herrera et al., 1997; Bray et
al., 1999; Herrera, Cardale, 1999; Rodríguez, 2002; Rodríguez, Salgado, 1990; Cardale, 199).
48

especialmente las figuras antropozoomorfas representando felinos, murciélagos, ranas y


serpientes, posiblemente asociados a las transformaciones que sufren los chamanes o
curanderos durante los trances, 119 como se manifiesta en un instrumento en oro y hueso que
ha sido considerado como trompeta, pero que en realidad se asemeja a los empleados para el
consumo de rapé de yopo.120 Al parecer existía estatus social por las diferencias en el ajuar y en
la forma y tamaño de las tumbas.

a) Hacienda Malagana, municipio de Palmira

Figura 9. Malagana, Palmira, Tumbas 7, 8, 9 (Cardale et al, 1995)


Localizado sobre el río Bolo, en suelos aluviales con zonas bajas e inundables con terrazas
adecuadas para vivienda, campos de cultivo y sitios ceremoniales.121 El cementerio se localiza
entre el río Bolo y el zanjón Zumbaculo –posiblemente un antiguo brazo-, entre dos canales
circundantes en cuyo interior se hallaba una zona elevada donde habitaron sus antiguos
pobladores. La función de los canales era la de desviar el agua de los desbordes del río Bolo
mediante otro canal hacia la parte occidental (Figura 10). En este sitio existieron, según los
autores, por lo menos dos ocupaciones anteriores a Malagana. La primera representada por una
cerámica de rasgos similares al Ilama, aunque no típicamente, denominada ProtoIlama; sus
fechas oscilan entre el siglo III a. C. y el II a.C.

La segunda correspondería a la Ilama, de presencia reducida. La tercera ocupación,


Malagana, presenta la mayor cantidad de materiales culturales y los autores la relacionan con el
período Yotoco de la región Calima (0-600 d. C.). La cerámica resalta por ser de pasta fina,

119 C. A. Rodríguez, 2002, p. 127.


120 Ver lámina 76 en Los tesoros de los señores de Malagana, Bogotá, Museo del Oro, 1996, p. 47; Richard E. Schultes, Albert Hofmann,
Plantas de los Dioses, Orígenes del uso de los alucinógenos, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p.118, 123.
121 A. Botiva, E. Forero, Malagana Guaquería Vs. Arqueología. Bogotá, Banco de la República Boletín Museo del Oro, 1991, Nº 31:125-

129; M. Cardale, L. Herrera, C. A. Rodríguez, Y. Jaramillo, Rito y Ceremonia en Malagana. (Corregimiento de El Bolo, Palmira, Valle
del Cauca). En: Boletín de Arqueología. Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, 1999, Año 14. Número 3; cf. Los tesoros
de los señores de Malagana, Museo del Oro, 1996.
49

pintura roja y crema, con motivos geométricos. Sobresalen las alcarrazas con figuras
antropomorfas, al igual que la fina orfebrería y el trabajo sobre piedra.122

Zanjón
Zumbaculo

Río Bolo

Figura 10. Fotografía aérea de Malagana entre el río Bolo y el zanjón Zumbaculo, obsérvense los dos canales concéntricos
señalados por las flechas.

Las tumbas eran de pozo rectangular, con los cuerpos en posición de decúbito dorsal y los
miembros extendidos (Figura 9). Algunos cuerpos muestran signos de cremación. El ajuar
funerario estaba compuesto por vasijas pequeñas, cuencos o alcarrazas, conchas marinas,
cuentas de collar en cuarzo, estas últimas colocadas dentro de la boca o alrededor del cuerpo.
Algunas tumbas presentaban un lecho de metates sobre el cual se colocaba el cuerpo.
Los esqueletos estaban enterrados con la cabeza orientada hacia el norte, exceptuando los
entierros 16 y 2 que fueron colocados en posición este; el cuerpo en posición decúbito dorsal
con los miembros extendidos. Siete de los cráneos (2, 4, 6, 7, 12, 15, 16) estudiados muestran
deformación tabular erecta por compresión occipital. Dentro de las lesiones destaca la
enfermedad articular degenerativa en codo, desgaste dental, opacidad del esmalte.123 De
Malagana destacan las tumbas suntuosas saqueadas por guaqueros, con gran cantidad de
piezas orfebres, alcarrazas, cuentas de collar de cuarzo y figuras humanas (Figura 11).

122 cf. Los tesoros de los señores de Malagana, Museo del Oro, 1996; M. Cardale, L. Herrera, C. A. Rodríguez, Y. Jaramillo. Rito y ceremonia
en Malagana, Boletín de Arqueología, 1999, Año 14, No. 3,
123 G. Correal, Estudio de los restos humanos y de los restos de fauna del sitio arqueológico de Malagana, Municipio de Palmira. En:

Informe Proyecto Malagana, M. Cardale, L. Herrera, C. Rodríguez. Cali, 1995, pp. 83-118.
50

Figura 11. Alcarraza antropomorfa de estilo Malagana; la posición sentada en banco, la boca con los dientes en forma
apretada y el tocado sugieren que corresponde posiblemente a un chamán (Labbé, 1999:20).
Dentro de los restos de fauna se mencionan zaino (Tayassu sp.), cusumbo (Nasua nasua),
venado (Odocoileus s.p), ratón, perro (Canis sp.), peces, aves, reptiles, invertebrados (moluscos
terrestres). Dentro de los restos vegetales destacan las palmas (Attalea, Scheelea), importante
fuente de aceite, maíz, cucurbitáceas.124

b) Coronado, municipio de Palmira

El Cementerio prehispánico de Coronado se encuentra ubicado en el perímetro urbano del


municipio de Palmira, en las coordenadas 76° 21’ y 19,5” de longitud Oeste y 3° 29’ y 47,7 “ de
latitud Norte . El yacimiento está delimitado por los barrios 20 de julio al oriente, Ingenio
Central Tumaco al occidente, al norte con algunas ladrilleras y el barrio Coronado y hacia el sur
con las urbanizaciones Villa Caimitos, Poblado Lourdes y Palma Real y el tradicional barrio
Caimitos, derivados todos ellos de lo que antiguamente correspondió a la denominada hacienda
Los Caimitos.
El área total del lote es de 50 hectáreas dedicadas en su mayor parte al cultivo de pastos y
depósito de basuras y escombros, pero fue proyectado para ser urbanizado y a raíz de las
labores de instalación de tubería se descubrió la existencia del cementerio prehispánico.
Antiguamente se adelantaron prácticas agrícolas mecanizadas para el cultivo de soya y caña, las
cuales facilitaron el aplanamiento actual del terreno, en sus orígenes moderadamente
ondulado. El sector hace parte del vértice de un cono de deyección correspondiente a las
corrientes hídricas que descienden de la cordillera Central, que aportan materiales de carácter
coluvio aluvial. Los zanjones Mirriñao y Zambrano afluentes del río Palmira, aportaron otros
materiales que dan a estos suelos su carácter fértil. La zona objeto de la excavación conformó
una especie de pequeña colina natural o un conjunto de ellas, circundada por agua, situación
que facilitó el asentamiento y la construcción de sitios ceremoniales como el cementerio
evidenciado.
Entre 1998-1999 los arqueólogos del INCIVA, con el apoyo de ProCalima y la Universidad
Nacional adelantaron el rescate del cementerio más grande del Valle del Cauca, integrado por
148 tumbas, fechadas entre los siglos III a.C. y el II d.C. 125 Se analizaron 101 individuos, de los
cuales 4 neonatos (3.96%), 31 infantiles (30,69%), 5 juveniles (4.95 %), 61 adultos (60.39%). Las
tumbas en su mayoría eran de pozo simple rectangular, oval y cuadrangular, aunque también se
evidencian nichos, escalones, zanjas y divisiones entre el pozo y la fosa (Figura 12). El esqueleto
habitualmente yacía en posición de decúbito dorsal y los miembros extendidos. La mayoría

124M. Cardale et al., 1995.


125S. Blanco, A. Clavijo, M. Cardale, L. Herrera. Informes Parciales 1 y 2 Proyecto Coronado-Palmira. Palmira, 1998; S. Blanco, A.
Clavijo. Prospección y Rescate Arqueológico en el Cementerio Prehispánico Coronado. Palmira-Valle del Cauca. Informe final I Etapa.
INCIVA. FIAN. ICAN. Alcaldía de Palmira, junio 28 de 1999.
51

presenta orientación NS de la línea cabeza-pies, aunque se observan algunos orientados EW e


incluso SN, por lo que es difícil establecer un patrón generalizado.

Figura 12. Coronado, Palmira, Área 1, tumba 6 (Blanco, Clavijo,


1999).

Figura 13. Máscara antropomorfa de Coronado,


tumba 47.
52

Figura 14. Coronado, Palmira, Área 1, tumba 47, con máscara (Blanco, Clavijo, 1999).
El ajuar está compuesto por vasijas rituales y domésticas (cuencos grises y rojos, alcarrazas,
vasos silbantes), colocadas cerca del cuerpo (encima de la cabeza, al lado del hombro, entre las
piernas, hacia los pies); se destacan las máscaras antropozoomorfas, que observan las mejillas
hinchadas como si mascaran coca (Figuras 13, 14, 36). Abundan las cuentas de collar de cuarzo
entre la boca y cerca de la pelvis; además de cuentas de lidita de forma cilíndricas. También se
encuentran cuentas de collar en oro con figura de babilla y otros adornos orfebres con figura de
insectos.
c) La Cristalina, municipio de El Cerrito

La Hacienda La Cristalina donde se localiza el cementerio prehispánico excavado se ubica entre


los ríos Cerrito al sur y Zabaletas al norte, los zanjones Culifunche al oeste y el Zumbaculo al
este. En el sitio se distinguen cuatro patrones fúnebres, aunque todos comparten la posición de
decúbito dorsal con los miembros extendidos y la cabeza orientada en promedio 20.9° NE,
exceptuando T-15 (78° SE) y T-3/1 (90° E); los pies dentro de un nicho (exceptuando las tumbas
infantiles sin forma definida). En promedio los cuerpos yacen a 120-140 cm. de profundidad en
el horizonte C, y el rasgo aparece a los 85-95 cm., definiéndose bien en el horizonte Ab que
corresponde al piso de habitación de la época. Exceptuando las tumbas No. 26 y 40, no
contenían ajuar funerario interno.126

J. V. Rodríguez, S. Blanco, P. Botero, La Cristalina, El Cerrito: un yacimiento ritual agroalfarero temprano en el Valle del Cauca. Bogotá, Cali,
126

Universidad Nacional de Colombia, INCIVA, 2002.


53

Figura 15. La Cristalina, El Cerrito, tumba 40 (caracol marino de ofrenda).

El primero corresponde al parecer a los enterramientos más antiguos -720 a.C. a 20 d.C.,
fecha calibrada- incluye las tumbas No. 27, 31, 34, 40, tienen un pozo rectangular a un lado de la
fosa, 10-20 cm. encima del nivel de la fosa. En algunas se observan huellas de postes a la
entrada de la fosa y presencia de ajuar funerario (T-27, T-40). Hay un caso donde un pozo es
compartido por dos fosas individuales de individuos de diferente sexo (T-31, 34). Solamente se
observan individuos adultos de ambos sexos.
El segundo parece pertenecer a enterramientos más tardíos del período Yotoco -350 a 690
d.C., fecha calibrada- incluye las tumbas T-3, 9,10, 14, 15, 17, 26, con planta de forma similar a
la suela de zapato, con fosa donde yace el cuerpo separada del pozo de forma cuadrangular por
un canal. Comprende niños y adultos de ambos sexos. El tercero (Tumbas No. 16, 30, 35, 36) de
forma indefinida, atañe a niños.
El cuarto tipo está representado solamente por la tumba No. 1 que no contenía esqueleto ni
ajuar interno; el pozo es rectangular y la fosa frontal de forma elipsoidal. A juzgar por la
alcarraza fitomorfa fragmentada de color rojo localizada en el descenso del pozo a la fosa,
parece concernir a una tumba Ilama.
Las tumbas observan la mayor cantidad de materiales sobre sus cubiertas, que inicialmente
configuraban montículos pero con el paso de los años y de la mecanización agrícola se
aplastaron, dispersándose el material (Figura 16).
Así, por ejemplo, el 89% del material lítico yacía sobre las tumbas, el 7.1% en los pozos y
solamente el 3.9% en las fosas. La cobertura de las tumbas con fragmentos gruesos de cerámica
y material lítico se ejecutó probablemente persiguiendo varios objetivos: 1. Para marcar o
señalizar el sitio; 2. Como acto ceremonial; 3. Como protección contra el pisoteo del lugar,
debido a que las características físicas del suelo son muy inestables ante la presión superficial. Al
igual que en otros lugares del país, por ejemplo en los Llanos Orientales y en el Cocuy, la gente
al pasar cerca de las tumbas colocaba piedritas en señal de veneración y respeto hacia los
muertos. Las tumbas infantiles, especialmente las No. 15 y 16, además de las No. 3 y 14,
observan la mayor concentración de material en su cubierta. Es probable que la alta mortalidad
infantil les conmoviera mucho de ahí que colocaran la mayor cantidad de ofrendas sobre sus
tumbas.
54

Figura 16. La Cristalina, El Cerrito, tumba 15, infantil con montículo funerario.

La presencia de acumulaciones de cerámica, líticos, restos de moluscos, carbón, barro


quemado y huellas de fogones cerca de las tumbas, no asociadas con enterramientos, puede
indicar que son el producto de ceremonias fúnebres de acompañamiento de los muertos con
comidas y bebidas hasta la noche, cuando aprovechaban la presencia de moluscos que
solamente salen de noche pues de día se esconden en la hojarasca.
La introducción de los pies dentro de un nicho puede obedecer a una intencionalidad ritual de
cubrirlos para que los muertos no retornaran al mundo de los vivos como posiblemente
practicaban algunas comunidades del sur de Florida, aunque allí se les mutilaban los pies antes de
enterrarlos.127 Los cuerpos muy cremados presentan desarticulación de sus miembros y mayor
proceso de descomposición; las huellas de las parihuelas donde secaban los cadáveres se aprecian
alrededor del cuerpo. A su vez, los cuerpos enterrados cubiertos quizás por mantas como
describían los cronistas para las comunidades del siglo XVI, no observan avanzada descomposición
tafonómica ni adherencias de carbonatos, pues los textiles protegían el cuerpo de la acción de los
agentes tafonómicos.

127 R.S. Carr, M. Iscan, R. A. Johnson, A Late Archaic Cemetery in South Florida. The Florida Anthropologist 1984, 37(4):172-188.
55

Figura 17. La Cristalina, El Cerrito, tumba 26 (dual, acompañada de cuenco).

Siguiendo los principios de la arqueología funeraria se analizó estadísticamente la variación


de las tumbas, encontrando que existen relaciones de carácter práctico en la construcción de las
tumbas, por lo cual sus variables construcciones internas, forma de la fosa, pozo y tumba están
significativamente correlacionadas entre sí a nivel de confianza 0.01, y a su vez con la cerámica
Roja, Rojo/Crema y Sin Decoración. La cerámica en general está correlacionada entre sí, es
decir, que a mayor presencia de uno de los tipos se esperan altas frecuencias de los otros, sin
prelación.
Del sexo dependen otros factores como la deformación craneal, la presencia de ajuar y la
orientación del esqueleto. Así, mientras que de 5 cráneos femeninos 2 están deformados (40%);
de 5 masculinos 4 observan esta práctica (80%), pero el único individuo masculino que no está
deformado (T-40) incluía como ajuar un caracol marino que connota un gran valor cosmogónico
(Figura 15), indicando quizás que esta persona poseía estatus adquirido, mientras que los
primeros estatus heredado y no necesitaban ostentar.128 A su vez, el sexo masculino poseía
mayor estatus que el femenino, que a su turno perdía sus dientes con más frecuencia. Llama la
atención el caso T-26A, individuo masculino adulto que manifiesta lesiones en cara y cuerpo
producidas por alguna agresión en actitud defensiva, y posiblemente corresponda a algún
guerrero que fue cremado e inhumado con su mujer al lado izquierdo (Figura 17). Por otro lado,
destaca el tratamiento diferencial de los cuerpos, ya que solamente dos individuos masculinos
(T-9B, T-26A) presentan huellas de intensa cremación y desarticulación, probablemente con el

128 A. M. Boada, 1995.


56

fin de eliminarles sus “malas energías”. El individuo masculino de la T-40 que tenía un caracol al
lado de su hombro izquierdo, tenía carbón dentro de su boca (Figura 15).
De la edad dependen la entrada de la fosa (canal divisorio) y la ubicación de la tumba, pues
las periféricas son básicamente infantiles, pero son las que tienen mayor cantidad de material
cerámico, como se aprecia en la T-16 que es la más rica en materiales. Probablemente la muerte
infantil generaba un gran sentimiento de solidaridad, por lo cual la comunidad les ofrendaba de
manera significativa. Excluyendo las construcciones internas, la forma del pozo y la forma de la
tumba, las variables seleccionadas observan diferencias significativas, especialmente la edad, la
orientación del esqueleto, la presencia de lesiones óseas y la de cerámica, la ubicación del ajuar
y el tratamiento del cuerpo.

d) Estadio Deportivo Cali

En el lugar en donde se desarrolla la construcción del estadio del Deportivo Cali, en Palmaseca,
Palmira, la arqueóloga Sonia Blanco129 del INCIVA rescató entre 2003- 2004 un cementerio
prehispánico con más de 40 tumbas que por sus características funerarias es muy diferente a los
anteriores, aunque el ajuar se asemeja al estilo Malagana. De todas las tumbas la más
espectacular es la No. 7, que corresponde a un enterramiento primario, individual, orientado
este-oeste (Figura 18). El cuerpo es de una mujer en posición de decúbito ventral con los
miembros inferiores flejados y las manos debajo de la pelvis –en posición sedente-. Esta
inhumación es la que mayor número de objetos presentó como ajuar; lo más destacable
corresponde a 9 útiles elaborados en hueso humano –radio, peroné- alineados al lado derecho
del cráneo, orientados norte-sur, localizados entre los 92 y 99 cm. Los útiles corresponden a
punzones -posibles desangradores- pues presentan un borde afilado con el canal medular
abierto, nueve de ellos con puntas romas y afiladas (Figura 19). Dos objetos tallados en hueso
animal parecen corresponder a objetos para absorber alucinógenos, similares a otros
elaborados en hueso y con cubierta de láminas en oro recuperadas en el yacimiento de
Malagana.130

129Sonia Blanco, Gustavo Cabal. Cementerio prehispánico temprano, Estadio Deportivo Cali. Monitoreo arqueológico durante la
cimentación de la tribuna oriental. Palmaseca, Palmira- Valle del Cauca. Informe Parcial, octubre 28 de 2003.

130 Ver Los tesoros de los señores de Malagana, Bogotá, Banco de la República, 1996, lámina 76, p. 47.
57

Figura 18. Tumba 7 del Estadio del DepCali, Palmira; en la parte superior derecha se observan huesos humanos afilados; en la
inferior un collar de caracoles y una piedra de amolar.

Asociado a dichos útiles, se encontró un caracol marino de la Familia CYPRAEIDAE, otro


caracol marino pequeño (sin identificar) con cuatro perforaciones simétricas a manera de
instrumento musical, huesos de animales y una cuenta de lidita plana y perforada, hallada en la
punta de uno de los útiles.

Figura 19. Punzón elaborado en radio humano, T-7, DepCali, Palmira


En el costado derecho del esqueleto, cerca de las costillas, se registraron dos líticos
correspondientes a un núcleo y un raspador respectivamente. Hacia los pies del individuo, se
recuperaron 24 cuentas medianas de caracoles marinos (Cerithidea?) perforados en la parte
superior y uno un poco más grande (posiblemente de la misma especie), igualmente perforado,
que parecen haber formado un collar, el cual se encontraba dispuesto en forma semicircular
(Figura 20). Un poco más abajo, hacia el oeste y de manera horizontal orientada norte-sur, se
encontró una placa lítica, posiblemente una piedra de machacar como la que usan las chamanas
zapotecas para macerar las plantas medicinales,131 de 23 cm. de largo.
Por último, asociadas al collar y a los huesos de los pies, se evidenciaron dos cuentas de
cuarzo de 12 y 17 cm. de diámetro respectivamente, perforadas en la mitad, una cuenta más
elaborada en concha o hueso y huesos de animal (mandíbula de mamífero roedor), este último
hallado en el centro del collar.
En las tumbas excavadas hasta el momento, en este cementerio prehispánico, se aprecian
dos sectores claramente diferenciados: el primero se encuentra al norte del cementerio donde
aparecen individuos adultos en posición extendida, orientados norte-sur o este-oeste,
concentrados al oeste del eje C y entre el eje 14 y el eje 17; cabe señalar que las labores de
zanjados previas al monitoreo arqueológico, alteraron algunos contextos como es el caso de una
tumba destruida en la esquina sureste de la zapata E- 18, lo que hace pensar que el cementerio
en el sector referido se extendía hasta el límite tentativo que nos muestra el canal del P.S. 33.

131 R. E. Schultes, A. Hofmann, Plantas de los Dioses, p. 174.


58

Figura 20. Collar en caracoles marinos de la tumba 7 del Estadio.

En esta área de enterramientos de cuerpos extendidos, se presenta una interesante


diferenciación de individuos con ajuar hacia el oeste y sin ajuar hacia el este. En el segundo
sector localizado al sur, se encuentran individuos adultos e infantes en posición flejada,
regularmente acompañados de ajuar; la excepción es el neonato del contexto 23. Estos
yacimientos varían en posición y orientación de los muertos y algunas veces están muy juntos.

2.5.2. Las costumbres funerarias de las poblaciones del período medio (Yotoco) (I milenio d.C.,
inicios del II milenio)

En la región Calima tenemos los sitios de El Dorado, La Iberia, El Topacio, Jiguales I y II, Samaria,
La Primavera. En la llanura del río Cauca se encuentran Malagana, Coronado, Santa Bárbara, La
Cristalina, El Estadio (Deportivo Cali). Las comunidades Yotoco alcanzaron significativos niveles
de jerarquización y especialización en actividades como la agricultura, alfarería y metalurgia, e
incremento de la densidad poblacional. El caracol al parecer “fue un bien de elite obtenido por
intercambio y quienes lo poseían ocupaban un lugar muy importante en la escala social”.132
También son frecuentes las inhumaciones en sarcófagos como la tumba 21 del sitio Samaria en
el curso alto del río Calima (Figura 22).133
Período que transcurre entre los siglos I y finales del XII d.C.134 o entre 0-1100 d.C. 135 Durante
600 años, entre el 50 a.C. y el 550 d.C. las poblaciones se vieron afectadas por una larga
temporada de humedad, especialmente en la llanura de desborde del río Cauca, lo que las
obligó a replegarse a terrenos más elevados. En la región Calima se construyeron camellones y
zonas de drenaje.

132 C. A. Rodríguez, 2002, p. 161.


133 C. A. Rodríguez, H. Salgado, 1990.
134 Cardale et al., 1989:15.
135 Rodríguez, 2002:129.
59

Figura 21. Alcarraza Yotoco con poblado; casas con cumbreras rectas (Cardale et al., 1989:13).

A juzgar por la iconografía en la cerámica se plantea continuidad entre Ilama y Yotoco,


aunque hay un mayor énfasis en el color y disminución del modelado. Aparecen vasijas grandes
y se acude al uso de desgrasante de roca triturada. Hay un apreciable incremento poblacional y
sobre las laderas se adecuan terrazas más amplias para la vivienda; las casas según la
iconografía son de cumbreras rectas (Figura 21). Se establece una extensa red de caminos, se
construyen sistemas de eras y zanjas para los cultivos (maíz que desempeña un papel muy
importante, calabaza, fríjol y otros) en la parte plana y anegadiza del valle del Dorado; también
se intensifica la tala de bosques. En el valle del río Cauca poco se conoce este período, aunque
existen evidencias de ocupación para inicios del I milenio en Malagana, Coronado y la
Cristalina.136
Entre el 550-650 d.C. sobreviene una temporada seca, marcando una transición en este
período, y entre 650-1200 d.C. aparece una época húmeda.

Figura 22. Samaria, Alto Calima, tumba 21 (Rodríguez, Salgado, 1990).


Las comunidades del período Yotoco en la región cordillerana, al igual que las Ilama
enterraban a sus muertos en cercanía o dentro de sus viviendas, en estructuras fúnebres

136 Cardale et al., 2000, Blanco et al., 1999; Herrera, Cardale, 1999; Rodríguez et al., 2000.
60

similares a las anteriores. Algunas observan escalonamiento entre el pozo y la cámara, sin ajuar
y sin cuerpo quizás por su descomposición. Primaba el entierro primario aunque se han
detectado secundarios. En la llanura los cementerios de Malagana, Coronado y La Cristalina
137
presentan pozos cuadrangulares, rectangulares o semi-rectangulares, sin cámara y en su lugar
una fosa de variadas formas (cuadrangulares, rectangulares, semi-rectangulares, elipsoidales,
semiovales), separada por un escalón del pozo.138 Los cuerpos reposaban en posición de
decúbito dorsal con los miembros extendidos, algunos con huellas de parihuelas. El ajuar varía
extremadamente, desde exuberantes objetos orfebres en Malagana, exóticas máscaras en
algunas tumbas de Coronado, hasta tumbas sin ningún ajuar a su interior, como las de la
Cristalina, o aparentemente un simple caracol marino. En todos se aprecia deformación craneal,
práctica considerada símbolo de rango heredado entre algunos grupos chibchas. 139

2.5.3. Las costumbres funerarias de las sociedades del período tardío (siglos VIII-XVI d.C.)

Se divide a su vez en las tres grandes tradiciones culturales: Quimbaya Tardío al norte del Valle,
Sonso en la región Calima y Bolo-Quebrada Seca al sur del Valle.
Es considerado una tradición (horizonte, serie) por compartir estilos similares contiguos e
incluye el complejo Guabas-Buga, los estilos quebrada Seca y río Bolo; se extendió desde
Popayán al sur hasta Bolívar y Trujillo al norte. El cambio sociocultural es considerado como
parte de un movimiento de poblaciones sobre una extensa zona de la región Andina, que se
apropiaron de territorios y que la gran heterogeneidad morfométrica lo sustenta. Durante este
período se aprecia la construcción de grandes plataformas artificiales. Las tumbas alcanzan
grandes profundidades, con enormes cámaras y ricos ajuares, reflejando quizás la realización de
enterramientos múltiples y la reutilización de los recintos funerarios; en algunos se han
encontrado sarcófagos. La representación del rostro refleja igualmente formas diferentes, entre
ellas la nariz aguileña y los ojos en forma de granos de café (Figura 23).140
Los yacimientos arqueológicos en el municipio de Palmira se ubican en el valle, cerca al
río Bolo (Malagana, 300 a.C. a 50 d.C.), en el casco urbano (Coronado, 200 a.C. a 200 d.C.), cerca
al aeropuerto (Palmaseca, 1140 d.C.) y en la franja del corredor ecológico que se propone, como
CIAT (1280 d.C.), Corpoica (860 d.C.), Cantarrana (1000 a 1110 d.C.).141

a) CIAT, municipio de Palmira

Excavado entre 1991-1992 por Carlos A. Rodríguez y David Stemper (1993) en el Centro
Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) de Palmira, corresponde al Período Tardío ubicado
cronológicamente entre 1000-1600 d. C. La cerámica observa similitudes estilísticas con la

137 S. Blanco et al., 1999; L. Herrera, M. Cardale, 1999; C. A. Rodríguez et al., 2000.
138 F. Bernal, 1997; H. Salgado, 1996; J. V. Rodríguez et al., 2000, 2002.
139A. M. Boada, 1995.
140 Bray, 1989:108; Cardale et al., 1989:17; Rodríguez JV, 2003; Bernal, 1997; Salgado, 1996; Rodríguez et al., 2000, 2002.
141 Cubillos, 1984, Rodríguez, Stemper, 1993.
61

hallada en los sitios Tinajas, Sachamate y Quebrada Seca excavada por J. C. Cubillos (1984) en el
extremo sur del valle geográfico del río Cauca. Se aprecia modificación del paisaje mediante
grandes movimientos y acarreos de tierra para crear montículos con fines residenciales,
funerarios y, posiblemente agrícolas.142 La población nativa inició la ocupación del sitio en
condiciones de sedimentación de desborde, laminar, tranquila, producto de desbordes lentos
de los ríos Cauca y Bolo hacia sus márgenes. Posiblemente el hombre manejaba las palmas
(Geonoma sp.). Con el incremento de las condiciones de humedad la población transporta limos
finos para adecuar el piso de habitación.

Figura 23. Figura antropomorfa con ojos en forma de grano de café y nariz aguileña, Guabas, Buga.
También se excavaron tres tumbas de pozo de forma rectangular, cuyo rasgo se inicia a los
100-120 cm. de profundidad. Sus dimensiones oscilan entre 150-195 cm. de largo, 90-130 cm.
de ancho y 150-230 cm. de profundidad. Se caracterizan por no tener ajuar funerario. Según los
autores, fueron elaboradas al inicio de la ocupación Quebradaseca, tanto por su estratigrafía
como por la cerámica localizada.
Las poblaciones correspondientes al período Quimbaya Tardío (siglos VIII-XVI d.C.) en el
norte del valle del río Cauca elaboraron complejos sistemas de enterramientos, con tumbas muy
profundas cuyos pozos alcanzaron hasta 720 cm. de profundidad y las cámaras dimensiones
nunca vistas, de 360x800x335 cm., con enormes ajuares hasta de 800 objetos de cerámica, lítico
y metal, como se observó en la tumba No. 2 de Dardanelos, municipio de Obando,143 donde se
encontró solamente un esqueleto articulado, de sexo femenino adulto en posición de decúbito
ventral –de gran significado cosmogónico- y muchos restos dispersos, desarticulados
anatómicamente y fragmentados, señalando que fueron removidos durante la última
inhumación. Otras tumbas de La Margarita y El Carmen,144 municipio de Guacarí, presentan

142 C. A. Rodríguez, D. Stemper, 1993, p. 77.


143 C. A. Rodríguez, J. V. Rodríguez, 1999.
144 C. A. Rodríguez, El Cacicazgo de Guabas. Variante Meridional de la Tradición Cultural Quimbaya Tardío (700-1300 D.C.). Informe Final.

Instituto Vallecaucano de Investigaciones. Científicas INCIVA. Alcaldía Municipal de Guacarí. 1994.


62

pozos rectangulares simples y cámara a un lado, de no más de 280 cm. de profundidad, con
ajuares más simples, aunque la tumba No. 3 resalta por su entierro colectivo y 31 objetos de
ajuar funerario. En Ciudad Jardín, Cali,145 se excavaron tumbas profundas cuyos pozos
descendían hasta casi 6 m de profundidad y en una de sus paredes escalones para descender,
las cámaras alcanzaban hasta 226 cm. de altura, con un tejido de vigas en el techo de la bóveda
elaborado en arcilla y repello de algunas de las vigas en caliza blanca.

b) Hacienda El Carmen, municipio de Guacarí

Cementerio excavado por Carlos A. Rodríguez y colaboradores.146 La ocupación está fechada


entre los siglos VIII-XI d.C., en un ambiente de borde lacustre, con viviendas construidas sobre
rellenos artificiales cercanos a los cultivos. Dentro de estos últimos se han encontrado
evidencias de maíz, ahuyama, palmas. Entre los restos de fauna destacan moluscos
gasterópodos (caracoles), peces (bocachico, bagre sapo), mamíferos (curí, chucha, venado,
armadillo, perro, zorro, zaino, ñeque). La producción alfarera corresponde al estilo de la Cultura
Quimbaya Tardío, emparentados de alguna forma con los creadores de las culturas Sonso y
Bolo-Quebrada Seca, existentes entre los siglos V-XVI d. C. Los representantes meridionales de
dicha cultura serían, según el autor, los portadores del cacicazgo de Guabas, existente entre
700-1300 años d. C.147

Figura 24. El Carmen, guacarí, tumba 16 (Cuenca, Rey, 1996)

145 S. Blanco, 1996.


146 C. A. Rodríguez, 1994; A. Cuenca, F. Rey, 1996.
147 C. A. Rodríguez, 1994, p. 109.
63

Las tumbas son de pozo con cámara lateral donde ubicaban el cuerpo con su ofrenda; hay
otras variantes con depresiones en el piso y con nichos. El pozo es de forma rectangular
orientado NE-SW y NW-SE; unos pocos están orientados NS. La longitud varía entre 180-265
cm., aunque se presentan tumbas colectivas que pueden alcanzar dimensiones entre 345-425
cm (Figura 24). La anchura oscila entre 50-135 cm. y el de las tumbas colectivas entre 170-275
cm. La profundidad alcanza entre 118-410 cm., siendo más profundas las colectivas.
En planta las cámaras observan formas rectangulares, semirectangulares y con tendencia a
elípticas o cuadradas. La longitud oscila entre 80-225 cm., la altura entre 50-130 cm. y la
profundidad 120-280 cm. El cuerpo era colocado en posición de decúbito dorsal con los
miembros extendidos y la cabeza orientada hacia el norte o nordeste (Figura 25). Es probable
que esta orientación esté relacionada con el punto cardinal de donde provienen los portadores
de esta cultura148 aunque también se puede relacionar con la iluminación que puede proyectar
el astro solar sobre el cuerpo del difunto teniendo en cuenta que la mayoría de cementerios
presenta esta orientación. Algunos cuerpos eran quemados sobre esteras de fibras, como se
aprecia en algunas tumbas de la hacienda El Carmen. El cronista Cieza de León señalaba que en
algunas partes los quemaban hasta convertirlos en ceniza, y en otras solamente hasta quedar el
cuerpo seco.

Figura 25. El Carmen, Guacarí, tumba 3 (Rodríguez, 1994).


Al lado del cuerpo (cabeza, sobre el cuerpo o al lado de los pies) se colocaban objetos de
cerámica (vasijas, volantes de huso, figuras antropomorfas), hueso (instrumentos) y piedra
148 C. A. Rodríguez, Op. Cit. p. 39.
64

(metates, manos de moler), costumbre similar a la practicada por sociedades tempranas. La


cantidad oscila entre 5-99 objetos. Parece ser, al juzgar por las descripciones de los cronistas,
que las tazas en las que solía beber, los platos llenos de manjares y las vasijas con chicha eran
para que el muerto comiera de noche, lo que era verificado por sus congéneres. 149 Al pozo
también arrojaban objetos de cerámica como se evidencia por los fragmentos encontrados en
gran concentración, lo que podría confirmar la descripción de los cronistas de que se quebraban
(mataban) las vasijas con piedras y arrojaban los fragmentos a la sepultura para que todo
muriera con el difunto. Las ceremonias realizadas al cabo de año, en donde se bebía, comía y se
quemaban objetos, podría explicar la presencia de carbón en las tumbas y sobre ellas.
La cerámica está constituida tanto por vasijas de uso doméstico como ritual, entre ellas
figuras antropomorfas y volantes de huso, quemadas al aire libre, cocción completa e
incompleta en atmósfera oxidante, con desgrasante de arena, cuarzo blanco y tiesto triturado;
el color corresponde al café amarillento, café oscuro y rojo.
En la Margarita, Guabas, Carlos A. Rodríguez y Carlos H. Illera excavaron a principios de los
años 80 una tumba fechada en 1120 d.C., con características especiales que denotan una
posición de elite de un individuo masculino deformado, inhumado con 5 individuos más en
diferentes posiciones, entre ellos dos mujeres adultas y otros de diferentes edades. El ajuar
estaba integrado por 31 objetos, entre ellos cerámica, dos figuras antropomorfas (Figura 23), un
puñal en hueso de venado, agujas, dientes para collar y piezas metálicas.

c) Dardanelos, Cruces, Obando

Ubicado en colinas de la Formación Zarzal, modificadas para viviendas y enterramientos.


Corresponde al sitio PK 187+400 de la Troncal del Gasoducto de Occidente, Hacienda
Dardanelos, Corregimiento Cruces, municipio de Obando.150 Están fechadas entre los siglos VIII
a XIII d.C.
La Tumba 1 había sido saqueada, pero se pudo establecer que el pozo tenía una forma
rectangular, con dimensiones de 210x115x237 cm. (longitud, ancho, profundidad), con un nicho
(190x50x45 cm.) en el pozo y doble escalonamiento. La cámara tenía unas dimensiones de
286x154x241 cm., con un esqueleto puesto sobre fibras vegetales. Se obtuvo una fecha de
1080±60 años d.C.
La Tumba 2 (Figuras 26, 27) es la más espectacular de todas, tanto por sus dimensiones –de
las más grandes excavadas en Colombia-, la cantidad y diversidad de objetos que integraban el
ajuar funerario -800 objetos- como por su contenido ritual, pues había solamente un esqueleto
articulado en posición de decúbito ventral extendido, acompañado de pequeños morteros
perforados para colgar como los usados por los curanderos. En el pozo, de forma rectangular de
dimensiones 400x320x642 cm., se encontró abundante material (cerámica, volantes de huso,
morteros, semillas, carbón, huesos humanos dispersos). La cámara era de grandes dimensiones,
800x360x720 cm. y 335 cm. de altura. Se obtuvo una fecha de 780±50 años d.C. A juzgar por su
edad (20-25 años), su sexo (femenino), se podría pensar que correspondió a alguna curandera
que adquirió estatus por sus poderes, y preparaba las bebidas con hierbas maceradas con los

149
Cieza de León, p. 30.
150 C. A. Rodríguez, 1996.
65

morteros según el tipo de enfermedad diagnosticada. En algunos grupos indígenas los cuerpos
de las mujeres fallecidas durante el parto, de las hechiceras y suicidas se enterraban boca abajo.
151

Figura 26. Dardanelos, Obando, tumba 2 (Rodríguez, 1996).

Figura 27. Dardanelos, Obando, tumba 2 (Rodríguez,


1996).

151 Alberto Ruz L. Costumbres funerarias de los antiguos mayas. México, UNAM, 1991, p.230.
66

El hecho de haberse encontrado cerca a su cuerpo dos morteros para colgar con el cual
machacaban las hierbas para la elaboración de los brebajes durante los procedimientos de
curación de enfermos, confirmaría su ocupación de curandera. Contenía en su lado este un
entierro primario femenino con huellas de cremación, boca abajo, sin deformación craneal. Por
otro lado, el hallazgo de cerca de tres centenares de volantes de huso; más de un centenar de
vasijas; collares con dientes de animales; implementos de oro; y las mismas dimensiones de la
tumba - cerca de 100 metros cúbicos excavados - confirman su elevado estatus social.

Hasta el momento es la tumba de mayores dimensiones excavada en el Valle del Cauca.


Desdichadamente el elevado nivel freático y la presencia de un nacedero de agua a su interior
deterioraron los restos óseos. Las demás tumbas ofrecen hallazgos interesantes con gran
sentido ritual, como la Tumba 7 que contenía tres caracoles marinos a la entrada de la cámara, y
en su pozo huesos humanos desarticulados y dispersos.

A juzgar por estas características se puede pensar que las tumbas fueron reutilizadas durante
varios siglos por una misma comunidad que tenía en su memoria la tradición funeraria, y que
mantuvo la forma de las mismas, pero que al inhumar nuevos individuos desarticulaba y
dispersaba los anteriormente enterrados. Algunos individuos de gran estatus fueron
preservados quizás por el respeto que se les profesaba, como se manifiesta en la Tumba 2, al
igual que el ajuar funerario que se concentró sin alteración en el lado noreste de la cámara,
acumulado en tandas, vasijas sobre vasijas.
Llama la atención la incidencia del medio ambiente en la toma de decisiones en la
elaboración de este conjunto ritual, pues al aprovechar las colinas de la Formación Zarzal y el
hecho de que el nivel freático en su época fuese más bajo les permitió construir estructuras de
grandes dimensiones y profundas, sin correr el peligro de derrumbes. Por esta razón las tumbas
se mantuvieron intactas durante varios siglos, a pesar de que el nivel freático sea hoy día más
alto.

d) Complejo Bolo Quebrada Seca

Las tumbas del complejo Bolo-Quebrada Seca, del valle de Lile y de la cordillera Central
(Inspección Aguaclara, municipio de Palmira), en comparación con las precedentes, son
monumentales. En la Calle de la Escopeta, Barrio Ciudad Jardín de Cali152 se excavaron unas
tumbas ubicadas dentro de un gran cementerio cerca de plataformas habitacionales. Las
tumbas son de pozo cuadrado o rectangular, de 80 cm. en promedio de longitud, profundidad
entre 280-550 cm., con escalones excavados en la pared NW para facilitar el descenso
distanciados a 30-48 cm.; algunos pozos poseen nichos hacia el norte o sur quizás para facilitar
el acomodamiento de los cuerpos. La cámara es ovoidal entre 200-300 cm. de longitud y 100-
350 cm. de altura; algunas cámaras poseen tejido de vigas en el techo de la bóveda elaboradas
en arcilla, seguramente para evitar el desprendimiento de sus paredes; también se observa
repello de las vigas en caliza blanca (Tumba 2) (Figura 28). En el piso de las cámaras se aprecia
un tendido de piedras de río orientadas NE sobre el que seguramente reposaba el cadáver. Los

152 J. Ford, Excavations in the Vicinity of Cali, Colombia. London, Yale University Publications in Anthropology, 1944, Nº 31, pp 1-83.
67

restos óseos se encuentran en mal estado de conservación. Como ajuar se hallaron cuentas de
collar, narigueras en oro y material lítico. En la tumba 6 se halló un entierro múltiple primario
compuesto por 7-8 individuos, adultos y niños, puestos unos encima de los otros, orientados
EW, con una gran capa de fibra vegetal recubriéndolos (Figura 29).153

Figura 28. Ciudad Jardín, Cali, tumba 2 (Blanco, 1996b).

153 S. Blanco, 1996, p. 19.


68

Figura 29. Ciudad Jardín, Cali, tumba 6 (Blanco, 1996b).

En las lomas de la Hacienda Cantaclaro, Inspección de Aguaclara, municipio de Palmira,154 se


localiza un enorme cementerio integrado por decenas de tumbas cuya profundidad de los pozos
oscila entre 3-10 metros; algunas cámaras tienen forma de casa circular con refuerzo en sus
paredes, otras poseen techo a 4 aguas con orientación este-oeste, unas terceras poseen varias
cámaras ubicadas a distintos niveles (Figura 30). Los pozos son cuadrangulares y poseen paredes
rectas, con escalones para facilitar su descenso; están separados de las cámaras por un pequeño
corredor. Los restos óseos se encuentran en mal estado de conservación; se ubicaron volantes
de huso muy burdos similares a los descritos
en otros contextos de este período Bolo
Quebradaseca. En estas lomas se ubican
también terrazas para posible vivienda y una
compleja red de caminos que surcan los
filos de las lomas de La Buitrera, comunicando
la cordillera Central con el valle, desembocando
hacia la región del río Bolo.

154Inspeccionado en septiembre de 2004 por un equipo integrado por arqueólogos del INCIVA, Universidad Nacional e ICANH; ha
sido saqueado desde el siglo XVIII como consta en documentos de archivo.
69

Figura 30. Tumba No. 8, Hacienda Cantaclaro, Aguaclara, Palmira

2.6. Los patrones funerarios del Valle del Cauca

Como se puede apreciar por esta sucinta descripción de los patrones fúnebres del valle del
Cauca, la complejidad de los enterramientos se incrementa con el tiempo, pues las tumbas
alcanzan mayores dimensiones e incluyen construcciones adicionales como nichos, escalones y
reforzamiento de las bóvedas de las cámaras; aparecen los entierros colectivos con grandes
cantidades de vasijas y restos humanos dispersos y desarticulados como si las tumbas hubiesen
sido reutilizadas. Objetos de gran significado cosmogónico como las cuentas de cuarzo
características de Malagana y Coronado desaparecen, pero los caracoles marinos continúan
vigentes hasta épocas tardías mostrando su gran significado cosmogónico. La orientación
general de la cabeza continúa hacia el norte, al igual que la posición de los cuerpos en posición
de decúbito dorsal extendido, con la cabeza hacia el norte.
La mayoría de estudios arqueológicos ha hecho énfasis en las pautas fúnebres, con especial
atención en las características de los recintos (forma y dimensiones de las tumbas), y su
contexto cultural (cerámico, orfebre), desde la perspectiva individual. A partir del estudio del
cementerio de Guacarí, y, especialmente de Coronado, Palmira, se empieza a contextualizar la
información fúnebre con la categoría bioantropológica (demografía de la población enterrada),
proyectándose una dimensión poblacional, agregada.
De esta manera se pueden aplicar enfoques más amplios de la arqueología funeraria. Sin
embargo, la categoría medioambiental ha quedado relegada a un segundo plano, por lo cual la
relación entre los humanos y el medio ambiente no se puede apreciar en toda su dimensión.
Para poder incluir todas las categorías del contexto fúnebre se requiere de un trabajo
transdisciplinario, con la participación de especialistas en distintas ramas del saber, entre ellas la
bioantropología, arqueología, edafología, biología y otras disciplinas de apoyo. No obstante,
esta labor solamente se puede aplicar con un presupuesto bondadoso con las necesidades del
70

proyecto, o a través de un apoyo interinstitucional. La posibilidad de integrar un equipo


interdisciplinario e interinstitucional facilitó la realización de la presente investigación, que en
otras épocas solamente se podría adelantar en proyectos de rescate arqueológico.
En síntesis, podríamos establecer algunos puntos comunes a los sistemas de enterramientos
en el valle del Cauca, dentro de una cosmovisión que interpretaba la vida y la muerte bajo un
mismo sistema de flujo de energía, como en las sociedades mesoamericanas:155
• Tanto la vida como la muerte fueron desbiologizadas, pues ambas tuvieron una
connotación cultural: se nacía cuando la familia lo consideraba pertinente, se moría para
continuar otra vida, diferente cualitativamente.
• Tanto la vida como la muerte estaban integradas en el concepto del manejo de la
energía: unos eran sacrificados para que otros vivieran –absorbieran la energía de los
sacrificados-.

Los testimonios escritos y las excavaciones arqueológicas de contextos mortuorios de


algunas comunidades indígenas del valle del Cauca dejan entrever otros aspectos importantes:

2.6.1. El tratamiento brindado a los cuerpos

Estos eran secados sobre fuego lento en barbacoas, embadurnados con un pigmento llamado
bija, y envueltos en mantas. Al cremar los cuerpos su volumen se reducía, por cuestiones
prácticas o religiosas, perdiendo su articulación en las extremidades, especialmente de las
inferiores. Por esta razón al ser colocados sobre parihuelas (Figura 31) dentro de las tumbas, las
piernas podían desubicarse en relación con el eje del cuerpo (Figura 35). Los esqueletos yacen
en posición de decúbito dorsal extendido con la cabeza orientada hacia el norte, de manera que
fueran iluminados y cargados de energía por el sol, o señalando el norte como origen de todos
los indígenas –menos probable-. Los pies en algunos sitios yacen dentro de nichos quizás para
no perturbar al mundo de los vivos que temían mucho por la intranquilidad de los muertos
(Figuras 12, 14, 17). Los entierros boca abajo tuvieron un gran significado ritual, probablemente
para orientar hacia el quinto punto cardinal, el centro de la tierra, y evitar las posibles malas
energías (Figuras 18, 27).

155Linda Manzanilla, Carlos Serrano (eds.), Prácticas funerarias en la Ciudad de los Dioses. Los enterramientos humanos de la antigua
Teotihuacan. México, UNAM, 1999; Eduardo Matos M., Costumbres funerarias en Mesoamérica, Arqueología Mexicana, 1999, vol VII,
No. 40, pp. 11-17; Mercedes de la Garza, La muerte y sus deidades en el pensamiento maya. Arqueología Mexicana, 1999, vol VII, No.
40, pp.40-45.
71

Figura 31. Huellas de parihuelas en tumba 5, Área 2, Coronado, Palmira

En El Estadio, Palmira, se localizó un conjunto de huesos craneales y postcraneales cremados


correspondientes a individuos de diferentes sexos y edades, con huellas de fracturas
transversales evidenciando que corresponden a cuerpos sometidos al calor en acontecimientos
rituales (Figura 32).

Figura 32. Conjunto de restos cremados y desarticulados sin huellas de corte, Estadio tumba 44.

2.6.2. El ajuar

Figura 33. Pieza orfebre en tumba 60, Área 1, Coronado, Palmira


72

Compuesto por los adornos personales, chaquiras, armas, asientos, vasijas con alimentos para
su mantenimiento en la otra vida y sus mujeres si tenía varias. Algunos quebraban las vasijas y
sus trozos arrojados a las tumbas. Otros usaron objetos de uso cotidiano como vasijas, armas,
artefactos empleados en diferentes oficios (hachas, volantes de uso, morteros, manos de
moler), y adornos personales (cuentas de collar).

Figura 34. Cuentas de collar de cuarzo, Coronado, Tumba 5

Algunos objetos tuvieron un gran significado ritual como los morteros de colgar para
machacar quizás plantas medicinales (Dardanelos, Obando tumba 2), los caracoles marinos
(Estadio, tumba 7; La Cristalina, tumba 40; Dardanelos, tumba 7), máscaras (Coronado), cuentas
de collar en cuarzo (Malagana, Coronado, Santa Bárbara, El Estadio) (Figura 34), objetos
orfebres, metates, alcarrazas. Los caracoles marinos, las piezas orfebres y las cuentas de collar
en cuarzo señalan que existieron lazos económicos con otras áreas como el Pacífico y cordillera
Central, como se manifiesta por la profusión de caminos entre el valle y ambas cordilleras. La
elaboración de máscaras (Coronado), alcarrazas antropo-zoo-fitomorfas y retablos demuestra
profundos conocimientos en el manejo de arcillas y el control de la temperatura durante la
cocción.

2.6.3. La forma y tamaño de las tumbas


73

Figura 35. Santa Bárbara, Palmira, tumba 28 (piernas desarticuladas y huellas de cremación del cuerpo).

Variaba ampliamente, desde tumbas pequeñas de poca profundidad y pozo simple en los
períodos tempranos de la llanura, hasta enormes, profundas y complejas construcciones con
pozo y cámara, cuya entrada era tapada con palos, en las lomas. Las tumbas más profundas se
localizan en colinas demostrando que las poblaciones tenían buenos conocimientos de suelos,
nivel freático y arcillas. En la cordillera Occidental, por la conformación volcánica de los
horizontes superiores, exigía la búsqueda de suelos arcillosos estables; por esta razón, las
comunidades procuraron ubicar las cámaras en profundidades que tuvieran características
adecuadas para su excavación. Hay huellas de reutilización de tumbas durante un lapso de
tiempo prolongado pues algunas como las de Dardanelos, Obando, presentan muchos cuerpos
desarticulados tanto en el pozo como la cámara, con las epífisis de los huesos destruidas,
permitiendo la penetración de raíces al interior de los huesos tubulares.

2.6.4. Los rituales de acompañamiento

Los cadáveres no eran enterrados inmediatamente, sino que se mantenían en el interior de la


casa del difunto, siendo acompañado con fiestas por sus familiares y amigos durante varios días
y noches, llorando y recordando sus hazañas. Esta ceremonia no ofrecía riesgos para la salud de
los acompañantes por la presencia de cadáveres, pues éstos eran secados, embadurnados con
pigmentos y envueltos en mantas, por lo que debieron despedir agradables olores. Hay huellas
de comilonas rituales de despedida del difunto, cuyos restos formaban parte del ajuar como en
El Carmen, Guacarí (moluscos, peces, aves, curí, chucha, venado, armadillo, perro, zorro, pecarí,
ñeque) y la Cristalina (caracoles de hábitos nocturnos).

2.6.5. El estatus social

La riqueza de las ceremonias y del ajuar dependía del estatus del individuo, siendo complejas y
profundas en los individuos de mayor categoría. No obstante, en La Cristalina las diferencias no
son tan marcadas mientras que en Malagana, durante la misma época, son muy significativas.
Con el tiempo se incrementa el tamaño de las tumbas pues los suelos de las colinas como la
Formación Zarzal en Obando y las lomas de Aguaclara en Palmira, permitían elaborar pozos
hasta de 10 metros de profundidad. En los períodos tardíos, como señalan los cronistas las
tumbas de los señores principales se construían cerca de sus aposentos y templos,
acompañados de hileras de guaduas con las cabezas ensartadas de enemigos apresados en la
guerra. Esta información no ha sido corroborada por el registro bioarqueológico.

2.6.6. El tipo de muerte


74

En la cosmogonía indígena el tratamiento mortuorio dependía además del estatus social, del
ciclo vital y del tipo de muerte. Dos tipos de muerte eran reconocidas y enaltecidas: los hombres
en las guerras y sacrificios y las mujeres durante el parto. Las diferencias regionales y
temporales introducen otro factor de variabilidad mortuoria.

Figura 36. Máscara antropozoomorfa de Coronado, Palmira.


75

Capítulo III
Condiciones de vida de la población prehispánica

3.1. Presión ambiental y condiciones de vida

Durante la búsqueda de alimentos y en la evitación de los depredadores (parásitos y el mismo


hombre), la salud de las poblaciones humanas se vio afectada por los cambios en los hábitos
dietéticos, el mayor sedentarismo, la convivencia con animales domésticos, el desplazamiento
por largas rutas comerciales, el tipo de vivienda y la ubicación de los poblados, además de la
actividad económica (molienda, hilado, tejido de cestas y esteras) que afectan dientes y
articulaciones.156 Este conjunto de eventos produce presión ambiental o estrés, concepto usado
ampliamente desde la perspectiva biocultural de la ecología humana, y que se entiende como
los estímulos ambientales que producen una reacción en el organismo vivo, que puede ser
favorable o desfavorable. En los estudios de estrés se utiliza con frecuencia la idea de ajuste,
acomodación, adaptación, balance y homeostasis.
El estrés es producto de tres factores: 1. Las restricciones ambientales; 2. Los sistemas
culturales desequilibradores; 3. El grado de resistencia del huésped.157 Así como el medio
ambiente provee de recursos alimenticios y materiales necesarios para la supervivencia,
suministra también los elementos estresantes que afectan la salud de la población, entre ellos
los agentes patógenos, las sequías, las inundaciones y otros desajustes ambientales que pueden
provocar desabastecimiento de alimentos, hambrunas, pestes, epidemias y guerras.
Los sistemas culturales pueden servir, por un lado, como amortiguadores y protectores
necesarios para la obtención de los recursos necesarios del ambiente, y su redistribución
mediante comportamientos de reciprocidad que habitualmente se observan en comunidades
que practican la exogamia. La cosmovisión indígena que interpreta el universo como un todo
integrado armónicamente por humanos, deidades, plantas y animales, permite que la persona
ocupe un papel protagónico y activo dentro de la sociedad y comparta tanto los beneficios
como la escasez, mediante rituales comunitarios. No obstante, las normas impuestas por una
minoría en las sociedades jerarquizadas pueden generar momentos de escasez cuando los
líderes acumulan riquezas excesivamente sin tener en cuenta las necesidades de las
comunidades, provocando protestas sociales, revueltas y guerras.
El nivel de inmunoresistencia del organismo individual incide en tanto que los agentes
patógenos pueden afectar en menor o mayor grado la salud de las personas. Es decir, no todos
los estresantes se pueden evitar totalmente, y algunos se filtran en el sistema cultural. En esas
circunstancias el individuo puede sufrir un estrés biológico observable en el tejido óseo y dental.
A su vez, la disrupción fisiológica puede devolverse y afectar el medio ambiente por la
sobreexplotación de los recursos, y al mismo sistema cultural a través de conflictos sociales.
Este modelo demuestra que evidentemente la salud es una variable clave en el proceso
adaptativo.158

156 D. Campillo, Paleopatología. Los primeros vestigios de la enfermedad. Barcelona, Fundación Uriach 1838, T. 5, 2ª parte. 1994, p. 83; T.
Molleson, La lección de los huesos de Abu Hureya. Investigación y Ciencia 1994, No. 133, pp. 60-65.
157 A. H. Goodman, R. B. Thomas, A. C. Swedlund, G. Armelagos, Biocultural Perspectives on Stress in Prehistoric, Historical, and

Contemporary Population Research. Yearbook of Physical Anthropology 1988, vol. 31, pp. 169-201; C. S. Larsen, Bioarchaeology. Interpreting
behavior from the human skeleton. Cambridge University Press, 2000.
158 A. C. Goodman et al., 1988.
76

Para medir el nivel de adaptación de una población, algunos investigadores como Selye159
han propuesto el Síndrome de Adaptación General, que propone una reacción en tres estadios:
estadio de alerta, estadio de resistencia, estadio de agotamiento. Si el estresante es muy fuerte
e intenso, el huésped es incapaz de resistir y, por consiguiente, el organismo puede sucumbir.
En este sentido el estrés se entiende como una reacción del cuerpo humano ante fuerzas
ambientales (estresantes) que lo perturban y lo desvían de la condición de homeostasis.
Dentro de los elementos estresantes se cuentan el frío y la hipoxia de altura en los Andes, el
calor y los parásitos en valles interandinos de los ríos Cauca y Magdalena, la Amazonia y
Orinoquia. Las fluctuaciones climáticas diarias, estacionales y cíclicas generan estrés mediante
cambios en la radiación solar, la humedad, las lluvias, la intensidad de los insectos vectores de
enfermedades y depredadores. Dependiendo del tiempo de ocupación del ecosistema, la
adaptación puede ser específicamente genética, de desarrollo (adaptación ontogénica), y de
corto plazo o reversible, estacional o de aclimatación.
Las consecuencias del estrés en los individuos dependen de varios factores como la
susceptibilidad genética, el sexo, la edad y la capacidad de reacción. Si el individuo carece de
capacidad de respuesta para sobrellevar la presión se incrementa el nivel de desajuste
fisiológico. Existe una jerarquía en la respuesta ante la presión; los tejidos blandos son atacados
más rápido y severamente que el tejido óseo; si el estrés es severo y prolongado puede llegar a
afectar el hueso, y los osteones, las células básicas del mismo, pueden ser depositados
(exostosis como en la treponematosis) u absorbidos (lisis como en la tuberculosis ósea) o
alternar ambos procesos. Las funciones hematopoyéticas, de protección de órganos vitales y de
mantenimiento del balance químico se pueden ver alteradas produciendo diferentes
enfermedades.160 Así, la tuberculosis, la lepra y la treponematosis pueden causar cambios
específicos en el hueso, las primeras de procesos líticos –cavitación- y la tercera mediante
periostitis, mientras que otros patógenos como los estafilococos y estreptococos dejan
solamente cambios generalizados. Por otro lado, la hiperostosis porótica por anemia
ferropénica, los defectos del esmalte por arresto en la formación del esmalte de la corona
dental, junto con el arresto en el crecimiento reflejado en la longitud de los huesos largos
(líneas de Harris) suministran claves para definir diferencias nutricionales generalizadas.
La observación del impacto del estrés en el tejido óseo se apoya en el método de la anatomía
comparada de la paleopatología, paleoepidemiología y paleogenética,161 en la perspectiva
biocultural,162 el diagnóstico diferencial,163 poblacional,164 regional165 y del desarrollo,166 en el

159 1956, en Little, 1995.


160 D. J. Ortner, J. Putschar, Identification of Pathological Conditions In Human Skeletal Remains. Washington and London, Smithsonian
Institution Press, Contribution to Anthropology 1985, No. 28.
161 W. A. Neves, Paleogenética dos grupos Pré-históricos do Litoral Sul do Brasil (Paraná e Santa Catarina). Rio Grande do Sul, Instituto Anchietano de

Pesquisas, Pesquisas, Antropología 1988, No. 43; A. J. Goncalves de Araújo, L. F. Ferreira (eds).. Paleopatología, paleoepidemiología. Estudos
Multidisciplinares. Rio de Janeiro, Panorama Escola Nacional de Saúde Pública, 1992.
162 C. Serrano C., R. M. Ramos. Perfil bioantropológico de la población prehispánica de San Luis Potosí. México, UNAM, 1988.
163 D. J. Ortner, J. Putschar, 1985; J. E. Buikstra, J. E. Diet and Disease in Late Prehistory. In: Disease and Demography in the Americas.

Washington, Smithsonian Institution Press, 1992, pp.87-101.


164 D. H. Ubelaker, 1992.
165 J. Verano, D. H. Ubelaker, Disease and Demography in the Americas. Washington, Smithsonian Institution, 1992.
166 A. H. Goodman, Skeletal growth and time of agricultural intensification. In: The Cambridge Encyclopedia of Human Growth and

Development, Ulijaszek, Johnston, Preece (eds). Cambridge University Press, 1998, pp. 387-390.
77

contexto de la ecología humana167 analizando diferentes variables para evaluar la calidad de


vida de las poblaciones del pasado.168
Así, los estudios poblacionales y regionales señalan que los niños son más sensibles que los
adultos, las mujeres que los hombres, los individuos gráciles que los robustos, los agricultores
que los cazadores-recolectores, los pobladores de tierras bajas que los andinos, los
agroalfareros tempranos que los tardíos.169 Una vez identificadas las estructuras afectadas, para
su interpretación se requiere del análisis de cuatro componentes: causa, impacto, respuesta y
consecuencia.170

a) Causa

Es el esfuerzo por identificar los estresantes relevantes que actúan sobre los grupos humanos,
es decir, las condiciones ambientales, sociopolíticas y económicas, cuyos orígenes pueden
cambiar en el tiempo y el espacio. Así, por ejemplo, se han considerado cuatro factores
influyentes en el predominio de las enfermedades infecciosas como causas de enfermedad y
muerte: la densidad y concentración poblacional, lo suficientemente numerosas para que
algunas enfermedades se pudieran arraigar; el hacinamiento y la consecuente higiene deficiente
que propiciaron el contagio a las enfermedades infecciosas (especialmente la TBC); la
insuficiencia de alimentos, temporal o crónica que redujo la resistencia a las infecciones; el
contacto estrecho con agentes transmisores de patógenos (animales y plantas).171

b) Impacto

Se refiere a la ruptura del comportamiento normal (homeostasis) del organismo. Se refleja en


líneas de arresto del crecimiento (líneas hipoplásicas, líneas de Harris), osteoporosis,
mortalidad, baja expectativa de vida, que actúan como indicadores del impacto. En perspectiva
histórica el impacto de las enfermedades infecciosas (viruela, sarampión, gripe) ha sido
devastador en algunos momentos, sobre todo en poblaciones que se mantuvieron aisladas
durante mucho tiempo y que por el contacto con los europeos se vieron reducidas
drásticamente (guanches de las islas Canarias, indígenas americanos, aborígenes
australianos).172

c) Respuesta

167 M. Little, Adaptation, Adaptibility, and Multidisciplinary Research. In: Biological Anthropology. The State of the Science, Boaz, Wolfe
(eds). Oregon State University, IIHER, 1995, pp. 121-147.
168 A. Pérez-Pérez, Problemática de la caracterización de las condiciones y calidad de vida de poblaciones humanas de épocas pasadas.

Valencia, Actas del IIo Congreso Nacional de Paleopatología, Asociación Española de Paleopatología, 1993; R. H. Steckel, J. C. Rose (eds). The
Backbone of History. Health and Nutrition in the Western Hemisphere, Cambridge University Press, 2002..
169 D. Owsley, R. Jantz (eds.). Skeletal Biology in the Great Plains. Migration, Warfare, Health, and Subsistence. Washington, Smithsonian Institution

Press, 1994; J. V. Rodríguez, Los chibchas: pobladores antiguos de los Andes Orientales. Adaptaciones bioculturales. Bogotá, FIAN,
1999.
170 A. H. Goodman, R. B. Thomas, A. C. Swedlund, G. Armelagos, Biocultural Perspectives on Stress in Prehistoric, Historical, and

Contemporary Population Research. Yearbook of Physical Anthropology 1988, 31: 169-201.


171 T. McKeown, 1990, p. 74.
172 W. H. McNeill, 1984.
78

Son las acciones del organismo para solventar la situación crítica y restaurar la homeostasis. La
efectividad se puede medir en términos del tiempo requerido para recuperarse, su duración y
resistencia. Si bien se ha señalado que “durante casi toda su existencia la capacidad del hombre
de controlar su entorno y limitar su número fue insuficiente para promover su salud de modo
significativo más allá de la de otras cosas vivas”173 produciendo altas tasas de mortalidad infantil
y baja esperanza de vida hasta bien entrada la revolución industrial, no obstante en el
continente americano las numerosas fuentes alimenticias, las eficientes transformaciones del
medio por los indígenas, la reciprocidad, la rápida y eficiente adaptación cultural, los mismos
sacrificios humanos y la regulación demográfica produjeron un entorno rico y propicio para la
expansión de nuevos europeos.174

d) Consecuencia

Se refiere a los efectos tanto del impacto como de las respuestas del individuo, el desempeño
físico, el crecimiento, la resistencia a las enfermedades y la reproducción. De todos estos
marcadores los defectos del esmalte son los más importantes, por cuanto su formación es un
proceso regular que está sujeto a factores que pueden retrasar o detener su crecimiento. Es
sensible a desequilibrios metabólicos producidos por deficiencias nutricionales o por
enfermedades, o ambas causas. No se remodela y se preserva mejor que cualquier tejido duro,
por lo cual los problemas de su desarrollo proporcionan una excelente fuente de información,
tendiente a reconstruir el estrés retrospectivo y la historia de la morbilidad de las poblaciones
humanas del pasado y presente. Cualquier factor ambiental conducente a desequilibrios
metabólicos resultará en cambios visibles en la estructura del esmalte. Los defectos
macroscópicos son conocidos como hipoplasias, hipocalcificaciones y los microdefectos como
bandas de Wilson. Los defectos del esmalte son más incidentes en el 1/3 cervical y medio de la
corona de los dientes anteriores, en mujeres, en niños entre 2-4 años de edad, en estatus social
bajo, en individuos agricultores que en cazadores recolectores y en tierras bajas tropicales con
alta incidencia parasitaria que en las regiones andinas.175

3.2. Medio ambiente

El valle del Cauca corresponde a las Regiones Andina, Pacífico y Depresiones Interandinas,
Subregiones Cordillera Occidental y Central y Valle del Cauca.176 De estas las más estudiadas
geohistóricamente son la Cordillera Occidental y especialmente el valle del río Cauca; la última
es la única que posee información osteológica de sus antiguos pobladores.

3.2.1. Cordillera Occidental


173 T. McKeown, 1990, p. 63.
174 A. Crosby, 1988.
175 M. Skinner, A. H. Goodman,Anthropological Uses of Developmental Defects of Enamel. In: Skeletal Biology of past peoples: Research

Methods, S. R. Saunders, A. Katzenberg eds. New York, Wiley-Liss, 1992, pp. 153-74.
175 IGAC. Suelos y bosques de Colombia. Bogotá, Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Subdirección agrícola, 1988.
175 J. V. Rodríguez, S. Blanco, P. Botero, La Cristalina, El Cerrito: un yacimiento ritual agroalfarero temprano en el Valle del Cauca. Bogotá, Cali,

Universidad Nacional de Colombia, INCIVA, 2002.


79

La llamada provincia de la montaña correspondía a la región de las cuencas de los ríos Anchicayá
y Dagua. La cuenca alta y media del cañón del río Dagua presenta zonas climáticas secas, con
bosque muy seco tropical y bosque seco tropical, con climas cálidos secos y muy secos,
temperaturas superiores a los 24º C, precipitaciones que oscilan entre los 500 y 1000 Mm. al
año.177 A pesar de ser tan difícil su acceso y estar cubierta de monte muy espeso, sus lomas y
algunos valles estaban poblados con tierras muy fértiles, con muchas comidas y variadas frutas,
y, al parecer de Pedro de Cieza de León en más cantidad que en los llanos. Había en todos
aquellos montes muchas fieras, especialmente grandes tigres, que algunas épocas llegaron a
devorar indígenas y españoles. Las casas que tenían sus habitantes eran algo pequeñas, con
techo elaborado en hojas de palma, que abundaban por los montes, y cercadas de gruesos y
muy grandes palos a manera de pared, para resguardarlas de las fieras.
Según las pesquisas realizadas por los investigadores de ProCalima, los paisajes de la región
Calima, conformados por colinas suaves y valles inundables sufrieron cambios considerables a
través del tiempo. Así, en el periodo Ilama se presentaba una abundante y variada fauna
silvestre desarrollada en los bosques húmedos subtropicales y en los valles subpantanosos; para
el periodo Yotoco, los análisis de polen y fitolitos muestran una reducción en los bosques para
dar espacio a áreas de cultivo, los valles cenagosos se drenaron por medio de camellones y el
paisaje cambió radicalmente a favor de una mayor dominación de la población humana. 178

En la región Calima la economía se basaba en la agricultura del maíz, cultivado mediante


camellones sobre las laderas. Estos camellones son paralelos, cortados en el mismo sentido de
la pendiente. El patrón de asentamiento, dadas las difíciles condiciones topográficas de la
región, se caracterizaba en el período Sonso tardío por la construcción de viviendas sobre
plataformas artificiales hechas sobre las pendientes de las lomas, dispersas o concentradas,
formando pequeños poblados, como el caso del sitio excavado en el Cabo de la Vela, Jiguales,
Valle del Cauca.179

3.2.2. Valle del río Cauca


Constituye una planicie ubicada entre las cordilleras Occidental y Central, con alturas entre 800
y 1000 msnm, con una longitud de 200 Km. y una amplitud promedio entre 10 y 20 Km. Esta
región es una depresión geotectónica rellenada durante millones de años por la deposición de
sedimentos fluviales y lacustres de agua dulce, formados cada vez que los materiales efusivos
procedentes de los conos volcánicos de Herveo, Tolima y Santa Isabel taponaban al norte de
Cartago la salida de las aguas del río Cauca hacia el Atlántico.
Las investigaciones fisiográficas adelantadas por el equipo del edafólogo Pedro Botero
señalan que la planicie del valle del río Cauca está formada por varias unidades fisiográficas que

177 Salgado, Stemper, 1995.


178 Anne Legast, La fauna en el material precolombino Calima. Bogotá, FIAN, Banco de la República, 1993.
179 C. A. Rodríguez, 1992, p. 171.
80

presentan orígenes, formas de sedimentación y procesos actuales distintos. En el área de


estudio estas unidades son las siguientes:180

Figura 37. A orillas del río Cauca en Cartago (Grabado del siglo XIX)

a. Planicie de piedemonte de la cordillera Central. Formada por la coalescencia de muchos


abanicos aluviales y coluviales; se presenta como un plano inclinado, con su parte más alta
hacia la cordillera y su pie en contacto con la llanura de desborde del río Cauca. Los
sedimentos de esta planicie son relativamente gruesos y heterogéneos.
b. Llanura de desborde del río Cauca. Conformada por las áreas donde el río Cauca está
sedimentado actualmente durante sus salidas del cauce mayor. La existencia de una
pendiente mínima favorece la formación de meandros, madre viejas y sinuosidades,
fácilmente inundables en época de invierno. La llanura aluvial alterna posiciones de
albardón y napa cerca de los cauces, a basines y pantanos lejos de ellos, durante las
inundaciones y retiradas de las aguas.
c. Planicie de piedemonte de la cordillera Occidental. Se forma por pequeños abanicos
aluviales y coluviales coalescentes provenientes de esta cordillera.
Los sedimentos y los abanicos provenientes de la cordillera Central son más abundantes y de
mayor fuerza por cuanto es más grande y alta que la Occidental -sin tener en cuenta probables
basculamientos o movimientos tectónicos de elevación o subsidencia-, por lo cual el río Cauca
ha sido empujado hacia el occidente, encontrándose actualmente cerca de la cordillera
Occidental.
En los bosques de galería se conserva vegetación nativa de carácter secundario, en donde
predominan la guadua (Guadua angustifolia), el samán (Samanea saman), guamos (Inga spp.) y

180Rodríguez J. V., Blanco S., Botero P. La Cristalina, El Cerrito: un yacimiento ritual agroalfarero temprano en el Valle del Cauca. Bogotá,
Cali, Universidad Nacional de Colombia, INCIVA, 2002.
81

el gualanday (Jacaranda caucana). El bosque subxerofítico lo componen hierbas como el escobo


(Sida rhombifolia), pajarito (Crotalaria spp.), dormidera (Minosa pudica) y cordoncillo (Piper
anisobum) entre otros. El sector que ocupa hoy día el ingenio “Manuelita” estuvo cubierto por
selvas vírgenes pobladas de monos. En la cuenca del río Bolo abundaban los burilicos,
chambimbes, espinos, higuerones, palobobos, totorales y cachimbos; en la cuenca del río Sonso
los higuerones, ceibas, guaduales, guayabales, mestizos, yarumos, chambimbes, chiminagos,
guamos, chagualos181. Con la construcción del Ferrocarril del Pacífico (1915-1925) y el
ensanchamiento de los ingenios se talaron estos bosques, particularmente el comino crespo de
la cordillera Central. Con el tiempo, el uso intensivo de la tierra para el monocultivo de la caña
de azúcar, la mecanización excesiva y los tratamientos aplicados al suelo, han generado un
agudo deterioro de los suelos, salinidad, compactación, empobrecimiento de su contenido
orgánico, y, ante todo, empobrecimiento de la flora y fauna circundante, rompiendo el
equilibrio biológico-ecológico.
Los sectores de las cuencas de los ríos Nima y Amaime y en las cuencas bajas de los ríos
Toche, Cabuyal y la quebrada Teatinos se presenta erosión severa y muy severa; otras áreas
erosionadas se aprecian en los sectores de Potrerillo, Calucé, Ayacucho y El Mesón (Chontaduro,
La Buitrera).
Algunas regiones surcadas por varios ríos como el municipio de El Cerrito, ubicado entre los
ríos Cerrito al sur, y Zabaletas al norte, los zanjones Culifunche al oeste y el Zumbaculo al este,
fueron objeto de sedimentaciones provenientes de la cordillera Central, que conformaron
antiguamente una depresión semipantanosa, con depósitos propicios para la agricultura en
algunas temporadas, pero que a su vez humedecían excesivamente la región en temporadas de
altas precipitaciones, desfavoreciendo los asentamientos humanos y conduciendo al repliegue
de sus antiguos habitantes. El río Amaime en dirección oriente-occidente surca a unos 10 km al
sur y el Cauca aproximadamente a 12 km al oeste en dirección sur-norte; sus grandes
inundaciones y sus desplazamientos por el valle, incidieron en la fisiografía y en la posibilidad
prehispánica del diverso uso de las tierras de la región al acumular depósitos que podían
beneficiar o perjudicar los asentamientos humanos.
Los cambios climáticos ejercieron una presión ambiental sobre las comunidades
prehispánicas, siendo afectadas cultural y fisiológicamente por las condiciones de excesiva
humedad. Esto obligó a las poblaciones a rellenar depresiones para mejorar las condiciones de
sus asentamientos, o en caso de fuertes inundaciones a abandonar la región. En el ámbito
fisiológico favoreció la propagación de enfermedades gastrointestinales, parasitarias e
infecciosas, alterando la adaptabilidad de las
poblaciones, su rendimiento ocupacional y capacidad
reproductiva, y, finalmente, al colapso –muerte- del
organismo, particularmente de la población infantil por su
gran sensibilidad.

V. M. Patiño. Recursos naturales y plantas útiles en Colombia. Aspectos históricos. Bogotá, Biblioteca Básica Colombiana, Instituto
181

Colombiano de Cultura, 1977, pp. 58-62.


82

Figura 38. Desborde del río Cauca (Grabado del siglo XIX)

A su llegada a Cali en 1538 Pedro Cieza de León182 comentaba que encontraron en el valle
del río Cauca “muy grandes y hermosos pueblos, las casas juntas y muy grandes […] El valle es
muy llano, y siempre está sembrado de muchos maizales y yucales, y tiene grandes arboledas de
frutales, y muchos palmares de las palmas de los pijibayes: las casas que hay en él son muchas y
grandes, redondas, altas y armadas sobre derechas vigas […] Estos indios están apartados del
valle y río Grande a dos y a tres leguas y a cuatro, y algunos a más, y a sus tiempos bajan a
pescar a las lagunas y al río Grande dicho, donde vuelven con gran cantidad de pescado [...]
matan en esta laguna infinidad de pescado muy sabroso […] tienen grandes depósitos dello seco
para vender a los de las sierras, y grandes cántaros de mucha cantidad de manteca que del
pescado sacan […] Es muy fértil de maíz y de otras cosas esta provincia de los gorrones; hay en
ella muchos venados y guadaquinajes y otras salvajinas y muchas aves […] hay piñas, guayabas,
guabas y guanábanas, paltas y unas uvillas que tienen una cáscara por encima, que son
sabrosas, caimitos, ciruelas, otras frutas hay muchas y en abundancia; y a su tiempo singulares
[…]”.

3.2.3. Cordillera Central

Por la banda derecha del río Cauca, hacia el oriente, se extiende la Cordillera Central. En las
faldas de las sierras, en ambas vertientes, había muchos pueblos de diferentes costumbres que
combinaban asentamientos en distintos pisos térmicos con el fin de acopiar recursos de climas
variados, aprovechando su fertilidad, donde los quimbayas, por ejemplo, cultivaban variados
productos agrícolas.
1. Valle del río Cauca, entre 600 a 1.000 msnm, precipitación de 1.850 Mm. y temperatura
media de 29,5 °C. Está cubierta de valles y bosques secos, con períodos lluviosos en los sectores
profundos de las cuencas hidrográficas.

182 Cieza de León, Op. Cit., p. 82.


83

2. Cinturón superior de palma y guadua, entre los 800 a 1.700 msnm., precipitación de
2.000 Mm. y temperatura entre 20 °C a 24 °C.
3. Cinturón de palma de cera, entre 2.000 a 3.000 msnm., precipitación de 2.000 Mm.,
temperatura entre 12°C a 15°C.
4. Zona de páramo por encima de los 3.200 msnm., temperaturas inferiores a 12 °C.

Figura 39. Terrazas tardías para vivienda y caminos en La Buitrera, Palmira; vista desde la Reserva Nirvana.

Los indígenas no ocupaban ni los pisos paramunos de frailejones y pajonales, ni los fríos de
monte bravo. El templado, por encima de los 1.000 m de altura sobre el nivel del mar, ni frío ni
caliente, con una temperatura media de 20° C y una pluviosidad promedia de 2000 Mm.
anuales, era muy sano y de gran fertilidad por la constitución volcánica de sus suelos. Su paisaje
ondulado de incomparable belleza y el fácil drenaje de los terrenos rodeados de variados
cinturones de vegetación, atrajeron a nativos y colonizaciones antioqueñas contemporáneas.
Los primeros recreándolo conservando sus bosques y empleando el sistema agrícola del
policultivo; los segundos talando desmesuradamente el bosque convirtieron la región en
sabanas para el ganado vacuno. Este piso era el más densamente habitado, cultivando allí maíz,
yuca, fríjol, diversos árboles frutales (chontaduro, caimitos, ciruelas, aguacates, guabas,
guayabas) y también se obtenía material para la construcción de sus viviendas, como la guadua
bambusa, las cedrelas y otras especies madereras. En esta faja de terreno se obtenían dos
cosechas anuales de maíz, para lo cual rozaban los cañaverales y rotaban las sementeras pues
las rozas antiguas se cubrían rápidamente de monte.
Un poco más arriba, en las tierras frescas y sanas, cultivaban maíz, batata, arracacha, frutos y
posiblemente papa, que a pesar de no haber sido mencionada por los cronistas, se le ha
encontrado en algunas tumbas saqueadas.183 La yuca era escasa, pues en Pampana, por
ejemplo, no se daba por ser el suelo poco apto para ese cultivo. En los cañaverales obtenían una
gran variedad de animales de monte y colmenares colmados de miel. En los ríos circundantes

183 L. Duque, 1970, p. 36.


84

abundaba el pescado. En las fuentes saladas se explotaba la sal que era intercambiada con
tribus vecinas.

Anotaba Cieza de León que había caimitos, tan grandes como duraznos, negros por dentro,
con cuesquecitos muy pequeños y una leche que se pegaba a las barbas. Una ciruelas, muy
sabrosas; aguacates, guabas y guayabas, algunas tan agrias como el limón, de buen olor y sabor.
En el monte había muchas alimañas, entre ellas chuchas, cantidad de venados, algunos conejos
y muchos guadaquinajes de buena carne y sabrosa para comer. El temple de la provincia era tan
sano, ni frío ni caliente, que los españoles vivían mucho tiempo y con pocas enfermedades.

Las últimas estribaciones de la Cordillera Central, hacia el Valle del Cauca, se caracterizan en
el área del Municipio de Palmira por presentar un vallecito transversal (en sentido norte – sur),
ubicado entre los 1200 y 1500 msnm, en Aguaclara y La Buitrera, cuyas características
principales se refieren a un clima suave, transicional entre cálido y medio, relativamente
húmedo, surcado por gran cantidad de aguas que bajan de las montañas y las colinas vecinas.
Sus suelos fértiles se derivan de depósitos fluviovolcánicos y coluviales, cuyo relieve y
características generales son similares en varios aspectos a los del Valle del Dorado en la región
Calima. En los filos de las montañas se aprecian huellas de antiguos caminos que conducen al
valle, particularmente uno que desciende de la Reserva Nirvana y se enfila en línea recta hacia
Malagana, en el río Bolo.184
Dada la riqueza de minerales, flora y fauna exóticas que posee la cordillera Central, muy
posiblemente esta región proveía de sal, oro, cuarzo, materia prima para la elaboración de
instrumentos líticos, sustancias alucinógenas, y de una gran variedad de aves y otros animales
de monte que se hallan en el páramo de Las Hermosas. Las evidencias se manifiestan en la red
de caminos, en los aterrazamientos antiguos que se preservan en La Buitrera y en las centenares
de tumbas que se aprecian en Aguaclara al borde de la loma Cantaclaro, que demuestran la
existencia de una gran población en el piedemonte de la cordillera Central.

3.3. La alimentación

A juzgar por las descripciones de los cronistas, el maíz y la yuca eran la principal fuente de
energía de la dieta indígena, pues gracias a la fertilidad de los suelos y al clima sembraban dos
veces al año. Dentro de las plantas obtenidas en excavaciones arqueológicas destacan el maíz
(variedad Chapalote / Nal / Tel / Pollo), la yuca (Manihot esculenta L), el ají (Capsicum sp.), el
algodón (Gossypium cf. Barbadense), calabazas, y Phytolacca rivinoides de donde obtenían
pigmentos.185 Tenían igualmente grandes arboledas de frutales y palmares de pijibay (piña,
guayaba, guanábana, palta, uvilla, ciruela, palmas, etc.) que proporcionaban vitaminas y
minerales.
La proteína era obtenida básicamente del pescado del cual había abundancia en el río Cauca
y las lagunas formadas por las inundaciones, mismo que secaban y ahumaban para su
intercambio; los animales de monte también eran fuente de proteína, al igual que el fríjol. Del
pescado y de las palmas obtenían grasas y aceites para alimento y lumbre. En los contextos

184 Ver proyecto “Palmira señorial: paisajes, pueblos y culturas”, DIB, Universidad Nacional de Colombia, Fundación FELLG, 2005.
185 C. A. Rodríguez, 2002, p. 250.
85

arqueológicos se han hallado restos de moluscos gasterópodos (caracoles) (Aperastoma


traslucidum, Lampadium laberinthus, Hidrobia acutea, Pleikocheilus coloratus), peces como
bocachico (Prochilodus reticulatus), bagre sapo (Speudopimelodus bufonius), aves, curí (Cavia
porcellus), chucha (Didelphys marsupiales), venado (Odocoileus virginianus), armadillo (Dasypus
novemcinctus, sabanicola), perro (Canis familiaris), zorro (Canis cerdocium), zaino (Tayassu
pecari), ñeque (Dasyprocta punctata) y aves (Anatidae).186 De esta manera se puede colegir que
la dieta era abundante y balanceada entre alimentos formadores (proteínas), energéticos
(carbohidratos, grasas, aceites) y reguladores (vitaminas y minerales). Algunos animales fueron
enterrados en condiciones especiales como el curí y la chucha, quizás correspondiendo a la
existencia de animales totémicos.187
Fray Pedro Simón188 describía con asombro en el siglo XVII la fertilidad de estas tierras, hasta
tal punto que casi no había necesidad de labrarlas, rindiendo el maíz hasta 100 o 200 “hanegas
por una”, si el año acierta, “lo alto de las sierras es frío, a la mitad de ellas templado y en los
valles caliente y esto toda la vida… y así los frutos de ellas se dan todo el año…”. De las palmas
se extraían “muy suaves palmitos y fruta sabrosa, la cual molida entre piedras, se saca muy
buena manteca que se come, y arde en los candiles y lámparas como aceite, y muy buena y
sabrosa leche como de almendra”.

La sal era obtenida de fuentes salinas ubicadas cerca de ríos, como en Cartago –hoy Pereira-,
donde a una legua en el pueblo de indios de Consota corría un pequeño río; cerca de él se
formaba un pequeño cerro del cual nacía una fuente grande muy denegrida y espesa; sacando
la de abajo y cociéndola en grandes vasijas se ponía a cuajar hasta formar un gran pan de grano
blanco, tan puro como la sal de España. En Coinza, cerca de la antigua Cartago, los indígenas
elaboraban bombas de navíos con guadua para transportar el agua salada de la que obtenían
este mineral. Los indígenas de la provincia de Cali no tenían sal por lo que la obtenían de sus
vecinos de la provincia de los Timbas. Mientras que en las provincias de Anserma y Caramanta
se conseguía buena sal, en las de Arma, Carrapa y Picara faltaba, de ahí que los indígenas se
veían obligados a obtenerla de unas yerbas que cocían, siendo “mala y de ruin sabor”.189

3.4. Los fitolitos del cálculo dental: paleoambiente y la paleodieta:

Los fitolitos son acumulaciones de material mineral, producidos por el metabolismo del
organismo vegetal como parte integral de las células o tejidos de la planta. Estas acumulaciones
pueden estar constituidas por sílice, oxalatos o carbonatos, comunes en las hojas, estructuras
florales, madera y corteza. Se pueden incorporar en el cálculo dental de las personas durante el
consumo de alimentos, por lo que se utilizan como indicadores de paleoambiente y paleodieta.
La identificación de silicofósiles en cuatro poblaciones prehispánicas del valle del río Cauca
(Coronado, Santa Bárbara, La Cristalina, Guacarí), estudio adelantado por Diana Carolina
Ramírez y Andrés Ricardo Otálora190 permitió un acercamiento a la paleodieta con la

186 Ibíd., p. 195.


187 Ibíd., p. 196.
188 P. Simón, Op. Cit., T. V, pp. 337-338.
189 Cieza de León, 1922, pp. 114-118.
190 Diana Carolina Ramírez, Andrés Ricardo Otálora, Identificación de fitolitos en el cálculo dental de comunidades prehispánicas del

Valle geográfico del río Cauca- Colombia. Una aproximación a la paleodieta. Bogotá, Facultad de Odontología, 2004.
86

identificación y asociación de fitolitos a las familias botánicas de Arecaceae, Poaceae,


Annonaceae y Sapotaceae.
Del total de los especímenes botánicos analizados se pudieron determinar fitolitos
característicos de la familia de las Arecaceae, de forma esférica o elipsoidal con superficie de
ornamentación. La familia de las Poaceae donde se destacan las formas bilobulares, estuvieron
presentes en todas las poblaciones del estudio, excepto en la muestra de La Cristalina en El
Cerrito. La familia de las Annonaceae cuyo fitolito representativo es un estoma silicificado se
presentó en un individuo de la población de Coronado y la familia de las Sapotaceae cuyas
estructuras son formas de fitolitos sin determinar en la clasificación pero descritas como formas
monstruosas o Teratolitas fue encontrado en un individuo de la población de Guacarí.
El alto grado de corrosión manifestado en los fitolitos de cálculo dental, indica condiciones
extremas (pH alcalinos y la gran humedad) de los paleosuelos. La presencia de cristales o vidrios
volcánicos en la masa de cálculo dental señala la influencia de las actividades volcánicas en la
formación de los suelos de la llanura del río Cauca. Las características propias de un ambiente
lacustre se establecieron por la presencia de Diatomeas (microorganismos eucariotes
unicelulares con organelas, que se caracterizan por tener una pared silícea), Esponjas y
Tecamebas, que debido a su alta resistencia a la degradación, son indicadores de sedimentos
lacustres. Esto sugiere, el cultivo de alimentos neotropicales en zonas pantanosas y sin un buen
drenaje de los campos de cultivo, lo que supone zonas de fácil inundación, áreas pantanosas y
unas condiciones de vida en una ambiente extremo.
Las fuentes etnohistóricas también pueden contribuir a dilucidar esta problemática. En ellas
es muy generalizada una positiva descripción de los rasgos físicos de los indígenas, señalándolos
de gandules, pequeños gigantes, membrudos, espaldudos, de grandes fuerzas. Si hubiesen
tenido deformaciones, problemas nutricionales y de salud con toda certeza los españoles las
hubiesen resaltado con el fin de contribuir a la justificación de la labor pacificadora de estos
llamados “bárbaros caníbales”. Esto no significa que no existieron tales deformaciones pues los
mismos indígenas fueron muy prolijos en su representación, por lo menos en lo que atañe a las
poblaciones de Tumaco La Tolita donde se han reportado figurillas con varias deformaciones,
como parálisis facial (Figura 40), cifosis de la columna y síndromes genéticos, expuestas en el
Museo Arqueológico “Julio César Cubillos” de la Universidad del Valle en Cali191.
Infortunadamente, la construcción de la ciudad de Cali, los trabajos forzados y las enfermedades
traídas del Viejo Mundo (viruela, sarampión, tifus, etc.), acabaron en el transcurso de 30-40
años con la mayoría de la población nativa, por lo que se ha perdido su memoria genética.

191H.Sotomayor. Enfermedades en el arte prehispánico colombiano, Boletín del Museo del Oro 29, pp. 63-73, 1990; Arqueomedicina de
Colombia Prehispánica. Bogotá, Cafam-Comisión V Centenario, 1992.
87

Figura 40. Figurillas Tumaco con parálisis facial (Museo Arqueológico “Julio César Cubillos”, Universidad del Valle)

3.5. Estrategias adaptativas: guerras y tierras de nadie

Mientras que los conquistadores aplicaron la guerra de tierra arrasada contra los indígenas,
destruyendo todo a su paso, estos últimos las adelantaban con el propósito de mostrar su valor
y heroísmo, capturar guerreros enemigos que se hubiesen destacado en el combate, y
sacrificarlos con el fin de alimentar a sus dioses en señal de agradecimiento por las lluvias,
cosechas e hijos. Las cabezas de sus víctimas pasaban a engrosar los tinglados de cuerpos
trofeo, señal de sus victorias. Los españoles al no entender esta actitud, viendo además el
rechazo generalizado que padecieron como invasores, consideraron que los indígenas
mantenían un permanente estado de guerra solamente para saciar el hambre de carne humana,
razón por la cual, a su parecer, se extinguieron. Como parte de la conquista ideológica
establecida por los vencedores, los españoles encontraron a los indígenas tan despreciables,
que los declararon indignos de vivir. No obstante, como anotara el historiador Tzvetan Todorov,
mientras unos –los indígenas- eran sociedades de sacrificios, los otros –los europeos- eran
sociedades de matanzas.192
La guerra y el canibalismo bélico habitualmente se asocian al grado de desarrollo socio-
económico. Así, las sociedades segmentarias del nivel de bandas y aldeas, por la imposibilidad
de producir grandes excedentes que pudieran abastecer a un grupo poblacional extenso pues
dependían de la caza y recolección, además de pequeños cultivos, carentes de una organización
política y militar incapaz de unificar bajo un gobierno central a los enemigos derrotados en la
guerra en torno a un sistema tributario, no podían obtener beneficios a largo plazo de los
prisioneros, por lo que se favorecían más matándolos y dispersándolos para disminuir de esta
manera la competencia por los recursos. De acuerdo a M. Harris “sacrificarlos y devorarlos es,
pues, el resultado previsible; si el cautivo no puede producir excedentes, resulta más útil como
alimento que como productor de alimento”.193 Sin embargo, el alimento no era la carne en sí
puesto que abundaba en el valle del río Cauca, sino la energía que pudiese contener el guerrero
caído y que podría enriquecer y enaltecer al vencedor.
En este sentido la guerra en los pueblos grupales y aldeanos poco numerosos y diseminados
en bosques tropicales, sometidos a presiones reproductoras, surge de la necesidad de los
pueblos preindustriales de desarrollar una estrategia menos costosa o más benigna para lograr
baja densidad de población y alta tasa de crecimiento.194 Uno de los resultados más benéficos
tanto para vencedores como vencidos de la dispersión de las aldeas después de un conflicto
bélico, estriba en la creación de tierras de nadie en áreas como los bosques, que por lo regular
suministran distintos recursos. Esta misma situación se observa en áreas de acceso pesquero
como estrechos de ríos y lagunas.
A pesar de poseer suelos bastante fértiles -depositados durante millones de años a partir del
antiguo brazo de mar, la laguna formada durante los represamientos del río Cauca y los
depósitos del los ríos que descienden de la cordillera Central y Occidental-, aptos para distintos
tipos de cultivo, existieron limitaciones ambientales, como las frecuentes inundaciones del río

192 T. Todorov, Op. Cit., pp. 137, 155.


193 Marvin Harris, Bueno para comer. Enigmas de alimentación y cultura. Madrid, Alianza editorial, 1989, p. 244.
194 Ibíd., p. 41.
88

Cauca que anegaba vastas regiones de la llanura, la formación de densos cañaduzales que
entorpecían una expedita circulación de las poblaciones y las labores de cacería. Por otro lado,
las fuentes de proteína animal diferente al pescado provenían de los bosques circundantes, al
igual que la miel y los materiales para las viviendas, por lo que su acceso generaba una fuerte
competencia por la explotación de esos recursos. Para no agotarlos y desembocar en agudos
conflictos sus vecinos destinaban franjas despobladas que delimitaban diferentes grupos entre
sí.
De esta manera, por ejemplo, en la provincia de Quimbaya la faja de tierra cálida que se
extendía por la orilla del río Cauca, cubierta de frondosos cañaverales y múltiples ciénagas,
estaba deshabitada, y era considerada por los quimbayas como “tierra caliente y malsana”.
Según Juan Friede195 “la faja despoblada era una especie de “tierra de nadie” que, como
pudimos constatar en otra ocasión separaba frecuentemente las posesiones de una tribu de las
de sus vecinos (en este caso los quimbayas de los gorrones y carrapas), delimitando sus predios
de caza, pesca y agricultura”.
Estas diferencias entre distintos grupos étnicos que habitaban el valle del Cauca fueron
aprovechadas por los conquistadores españoles para armar alianzas con el fin de facilitar la
sujeción y disolución de comunidades vecinas.

3.6. Guerras y rituales: la búsqueda del equilibrio

La fertilidad y riqueza de las tierras del valle del río Cauca que produjo sentimientos de
admiración a los conquistadores españoles a su llegada en el siglo XVI, que permitió el
asentamiento de sus colonias y el abismal incremento poblacional moderno a partir de unos
cuanto inmigrantes, constituye una prueba fehaciente del grado de adaptación alcanzado por
las comunidades indígenas a un frágil ecosistema tropical, del conocimiento milenario del
mismo y el alcance del punto de equilibrio por intermedio de estrategias adaptativas como las
guerras, los rituales y las ceremonias de canibalismo. La protección del medio, la conservación
de los recursos y la regulación demográfica se desarrollaron a través de hábiles sistemas
cosmológicos, reglas socio-económicas y religiosas. De bárbaros caníbales han pasado a
convertirse en ejemplo de sabios ecólogos, cuyos conocimientos vale la pena rescatar para
buscarle soluciones a los problemas del presente, de manera que se haga compatible el
desarrollo tecnológico con la conservación del ecosistema. Situaciones similares se han
observado en la Amazonia y otras partes del mundo desde la perspectiva de la ecología
humana.196
En síntesis, como bien lo apuntó Gerardo Reichel-Dolmatoff197 “las cosmologías y estructuras
míticas de los aborígenes, junto con la conducta ritual derivada de ellas, representa, en todo
sentido, un conjunto de principios ecológicos y que en estos principios se formula un sistema de
reglas sociales y económicas de alto valor adaptativo en el esfuerzo continuo de mantener un
equilibrio viable entre los recursos del medio ambiente y las necesidades de la sociedad”.

195 J. Friede, Op. Cit., p. 14.


196Gerardo Reichel-Dolmatoff, Cosmología como análisis ecológico: una perspectiva desde la selva pluvial. En: Estudios antropológicos, A.
y G. Reichel-Dolmatoff. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura. Biblioteca Básica Colombiana, 1977, pp. 355-375; Emilio Morán E.
1993. La ecología humana de los pueblos de la Amazonia. México, Fondo de Cultura Económica, 1993; P. Descola P. 1997. Las
cosmologías de los indios de la Amazonia. Mundo Científico 1997, No. 175, pp. 60-65.
197 G. Reichel-Dolmatoff, Op. Cit. p. 358.
89

Capítulo IV
Principales enfermedades prehispánicas

4.1. El estado de salud

Figura 41. Alcarraza Malagana con figura antropomorfa, posiblemente extrayéndose algo del pie (Archila, 1996:28).

Con base en la descripción de las figuras antropomorfas, al registro arqueológico y a las fuentes
etnohistóricas, podemos deducir que las poblaciones del Valle del Cauca andaban descalzas por
largos y tortuosos caminos excavados en línea recta por las laderas de las montañas, cuyo
tránsito se complicaba durante las temporadas de lluvias, afectando los pies desnudos que se
podían llenar de niguas, otros bichos y espinas (Figura 41). Soportaban cargas pesadas a sus
espaldas de 2-3 arrobas que colgaban mediante bandas sujetas a la cabeza, contribuyendo a la
deformación de la cabeza y a la producción de procesos degenerativos en la espalda (Figura 42).

Figura 42. Alcarraza Malagana femenina portando una mochila colgada de la frente (Archila, 1996:29).

Los desbordes del río Cauca y de los ríos que descienden de la cordillera Central debieron
generar desastres que obligaban a los pobladores de la llanura a desplazarse a lugares más
90

elevados, exigiendo respuestas adaptativas inmediatas y al levantamiento de las viviendas sobre


palafitos. Los niños en estos ambientes debieron padecer de enfermedades parasitarias propias
de zonas pantanosas. Los tupidos cañaduzales debieron producir cortadas en los desnudos
brazos y piernas de los pobladores de la llanura. La pesca y canotaje por el río, el porte de
pesadas cargas y los tortuosos caminos moldearon musculosos cuerpos, que adornaban con
vistosos tatuajes.
Con la llegada de los españoles se destemplaron enfermedades como el catarro, viruela,
sarampión. En 1546 llegó del Perú una gran pestilencia que “… barrió la tercera parte de estas
grandes provincias. Daba un dolor de cabeza con accidente recio de calentura –y- pasábase el
dolor al oído izquierdo agravando de tal suerte, que en dos o tres días pasaban sin remedio de
esta vida los apestados”.198 A los españoles se les murieron sus indias de servicio, quedando
pocas o ningunas. Fue tal el horror y asombro producidos por esta enfermedad que generó
visiones entre los nativos que decían haber visto muchos indios de los que ya habían muerto,
como le sucedió a unas mujeres indígenas que elaboraban sal en Consota, Cartago.199

“Y estando juntas muchas indias haciendo sal para las casas de sus señores vieron un hombre
alto de cuerpo, el vientre rasgado y sacadas las tripas y inmundicias, y con dos niños de
brazo; el cual, llegado a las indias, les dijo: “yo os prometo que tengo de matar a todas las
mujeres de los cristianos y a todas las más de vosotras”, y fuese luego. Las indias y indios,
como era de día no mostraron temor ninguno, antes contaron este cuento, riéndose, cuando
volvieron a sus casas”.

Otro de los males que afectaron estas provincias fueron los temblores y bramidos de tierra, y
las erupciones volcánicas de la cordillera Central que arrasaban con viviendas, árboles, plantas,
sembrados, peces y animales de monte con los torrentes de ríos y quebradas, y de ceniza y
escombros de piedra pómez –tan grandes como huevos de avestruz y encendidos y chispeantes
como sale el fuego de la fragua que parecían estrellas erráticas-, especialmente por las villas de
Toro, Cartago la Vieja –hoy Pereira- y alrededores, como la erupción ocurrida el 12 de marzo de
1595.200
Si las condiciones medioambientales de la suela plana del Valle del Cauca fueron precarias y
produjeron limitaciones alimenticias, entonces la población debió adolecer de problemas
nutricionales y afectar, por ende, su estado de salud. En consecuencia, sus restos óseos deben
estar afectados por líneas hipoplásicas en los dientes, líneas de Harris en los huesos largos,
cribra orbitaria en el techo de las órbitas, osteoporosis u osteomalacia, que reflejan limitaciones
nutricionales. Para dilucidar esta controversia se puede acudir a los estudios guiados por las
líneas investigativas que analizan los efectos del medio ambiente en los humanos, tanto físico
como cultural, reflejados en el estado nutricional, la salud y la estructura demográfica; en el
ámbito de las respuestas bioculturales al incremento del tamaño poblacional y a la densidad de
población; la variación interpoblacional en esas respuestas y su significado respecto a diferentes

198 P. Simón, 1981, t. V, p. 297.


199 Cieza de León, 1922, pág. 78.
200 P. Simón, pp. 299-301.
91

medios de subsistencia, asentamientos, complejidad social y las respuestas adaptativas


individuales y poblacionales al contacto con otras poblaciones.

4.2. Enfermedades infecciosas

a) Tuberculosis

Figura 43. Proceso osteolítico en base de cuerpo mandibular (Bugalagrande).

Si bien la tuberculosis no fue frecuente en el Valle del Cauca, no obstante se trae a colación por
la existencia de un caso muy particular, único en el ámbito paleopatológico mundial pues
manifiesta lesiones por TBC ósea en cráneo, mandíbula, costillas, vértebras y pelvis, proceso que
debió haber soportado por lo menos durante una década de su vida, evidenciando la existencia
de una sólida respuesta inmunológica. El individuo en cuestión corresponde al entierro T-01,
recuperado en el kilómetro 242+500 del Gasoducto de Occidente, hacienda La Lucerna, municipio
de Bugalagrande, Valle del Cauca.201 Corresponde a una tumba de posible pozo simple de dos
metros de profundidad, haciendo parte de un extenso asentamiento compuesto de
enterramientos y basureros de casi un kilómetro de longitud a lo largo del derecho de vía, de
características culturales similares, fechados posiblemente entre los siglos XIV-XV d.C. Entre los
restos culturales se cuentan fragmentos de cuatro cántaros que cubrían los restos óseos y una
copa que yacía sobre el cráneo.
El esqueleto es de sexo masculino, 35-40 años de edad, de constitución muy robusta pues
observa huellas de fuertes inserciones musculares a nivel del cuello, extremidades y mandíbula.
Por lo visto pertenecía a una persona de rango elevado ya que presentaba marcada
deformación fronto-occipital oblicua. Al parecer era el orfebre pues se encontraron morteros
usados en tal labor asociados al cuerpo; quizás el sometimiento del cuerpo a las elevadas
temperaturas de los hornos de fundición debilitó sus pulmones propiciando el contagio con la
Mycobacterium tuberculosis, generalmente por inhalación de núcleos de gotitas de Pflugge
contaminadas, producidas al toser, estornudar y hablar en condiciones de hacinamiento.

201J. V. Rodríguez, F. Etxeberria. La tuberculosis en la Colombia prehispánica. Madrid, Boletín de la Asociación Española de Paleopatología
1998, 19: 8-17.
92

Figura 44. Aplastamiento de cuerpos vertebrales (Bugalagrande).

A nivel patológico observa procesos líticos en el frontal (1/3 inferior), occipital, maxilar con
destrucción parcial de incisivos; también en el cuerpo mandibular izquierdo, donde resalta una
perforación por cloaca tipo tuberculoso, pues no se ve asociada a procesos inflamatorios por
abscesos periapicales (Figura 43). Algunas costillas observan procesos destructivos
(cavitaciones) en ángulos costales, cuerpos y fosita costal sin regeneración. El cuerpo de la
vértebra T3 presenta hundimiento en parte superior y erosión en cara inferior. El cuerpo de T4
se aprecia hundido, osteofitos marginales en borde superior; abscesos en cara superior; en T5
hay aplastamiento significativo de cuerpo vertebral; osteofitos desarrollados; abscesos en
cuerpo. Conformación de la típica cifosis póttica (Figura 44). No hay compromiso de los arcos
neurales. El cuerpo vertebral de T6 está aplastado, con alteración degenerativa de fosita costal
superior derecha, sin compromiso del arco neural. En L1 hay hundimiento del cuerpo en cara
superior con osteofitos marginales, por apinzamiento del disco intervertebral; lesión osteolítica
intensa en forma de caries, geoda con escasa reacción ósea en cara inferior del cuerpo
vertebral. En L2 geoda en cara inferior del cuerpo. El ilion derecho presenta una lesión lítica en
el área retroauricular (Figura 45).
Como se sabe, la tuberculosis fue la mayor causa de mortalidad infantil, juvenil y de adultos
jóvenes en las sociedades preantibióticas, especialmente en poblaciones con deficiencias
nutricionales, con hacinamiento por condiciones antihigiénicas, afectadas por otras
enfermedades y estrés psicosocial.202 Las personas con una respuesta inmunológica pobre
pueden desarrollar lesiones primarias en los pulmones y nudos linfáticos hilares. Si la muerte no
acontece durante la infección primaria, los patógenos invasores se pueden encapsular en tejido
calcificado, deteniendo la progresión de la enfermedad. Los focos localizados se pueden romper
y diseminar las micobacterias por el cuerpo vía directa o hematógena, afectando todo tipo de
tejido, incluido el hueso. Ya que las lesiones óseas ocurren relativamente tarde durante el
desarrollo de la enfermedad, después de afectar considerablemente el tejido blando, su
presencia es indicativa de una respuesta inmunológica de un tiempo relativamente prolongado.
El individuo afectado no necesariamente moría de esta enfermedad.

202M. L. Powell, Endemic treponematosis and tuberculosis in the prehistoric southeastern United States: Biological costs of chronic
endemic disease. In: Human Paleopathology. Current Syntheses and Future Options, D. J. Ortner and A. C. Aufderheide (eds). Washington and
London, Smithsonian Institution Press, 1991, pp. 174.
93

Figura 45. Proceso osteolítico en ilion (Bugalagrande).

La tuberculosis de la columna destruye generalmente el tejido óseo, con poca o casi nula
regeneración, afectando primordialmente los cuerpos vertebrales cuyo aspecto se ve
deformado por la erosión y descalcificación. Con la presión sobre los cuerpos por el peso del
tronco se puede producir cifosis angular y espondilitis tuberculosa (anquilosamiento de dos o
más vértebras). Las vértebras afectadas pueden regenerarse produciendo la fusión de dos o más
de ellas. La región de la columna más afectada es la lumbar (L3-L4) y la torácica (T6-T10) (Figura
44). También puede trastornar las articulaciones de la cadera (coxo-femoral) (Figura 45), rodilla
y codo.203
En la sabana de Bogotá y en el Cauca204 se han reportado varios casos de tuberculosis ósea,
mientras que el presente texto incluye el primer reporte del Valle del Cauca.

b) Treponematosis

Las lesiones treponematósicas se clasifican en sífilis venérea, lúes o simplemente sífilis, “mal
veneciano, napolitano o francés”; bejel, sífilis endémica o treponarid; pian, frambesia, yaws, épian,
bubas; y la pinta, mal de pinto o carate, producidas respectivamente por las espiroquetas
Treponema pallidum -las dos primeras-, T. pertenue y T. carateum.205. Sobre sus orígenes existen
tres planteamientos:206 a) La hipótesis colombina asevera que la sífilis fue traída de Europa por
Cristóbal Colón en su viaje de 1493, pues apareció en el Viejo Mundo durante las guerras italianas,
entre 1494 y 1559, ajustándose a la idea de una procedencia americana. b) La hipótesis
precolombina plantea que la sífilis venérea estaba presente en Europa antes de los viajes de Colón

203J. V. Rodríguez, 1999.


204Ernesto L. Rodríguez, Aproximaciones al estado de salud-enfermedad de una comunidad antigua en el valle de Popayán. “La tuberculosis en las
comunidades antiguas”. Popayán, Trabajo de Grado, Carrera de Antropología, Universidad del Cauca, 2001.
205G. Correal, 1996.
206G. Correal, Apuntes sobre paleopatología precolombina. En: Bioantropología de la Sabana de Bogotá, siglos VIII al XVI d. C. B. Enciso,
M. Therrien eds. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, Colcultura, 1996, pp. 145-161; G. Bogdan, D. S. Weaver. Pre-
Columbian Treponematosis in Coastal North Carolina. In: Disease and Demography in the Americas, J. W. Verano, D. H. Ubelaker (eds).
Washington and London, Smithsonian Institution Press, 1992, pp. 155-163; S. J. Schemer, A. K. Fisher, D. C. Hodges. Endemic
Treponematosis in prehistoric Western Iowa. In: Skeletal Biology in the Great Plains. Migration, Warfare, Health, and Subsistence, D. W.
Ousley, R. L. Jantz (eds). Washington and London, Smithsonian Institution, 1994, pp. 109-121; B. M. Rothschild, C. Rothschild.
Treponemal Disease in the New World. Current Anthropology 1996, 37, pp.555-561; J. V. Rodriguez, C. A. Rodríguez, F. Bernal, Dos casos
de posible treponematosis procedentes del Valle del Cauca. Dpto. Antrop. Univ. Nal. Col. Maguaré 1998, 13, pp. 85-98.
94

y fue importada al Nuevo Mundo por viajeros europeos.207 c) La tercera hipótesis, denominada
unitaria, plantea orígenes independientes tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. Hudson208
propuso que la sífilis, yaws, pinta y muchas formas locales de treponematosis endémica se pueden
agrupar no como treponematoses -varias enfermedades-, sino como una sola enfermedad,
treponematosis, con origen en un pasado muy remoto, quizá en el Paleolítico Superior en el Africa
subsahariana, extendiéndose por todo el mundo en las sucesivas migraciones humanas.

Figura 46. Diferencias entre sífilis venérea, sífilis endémica y yaws (izquierda a derecha, en sombreado los huesos más
afectados y en rayado afectados en menor medida) (Modificado de Bogdan, Weaver, 1992:161).
En general, se acepta que antes de Colón existían infecciones treponematósicas tanto en el
Viejo Mundo (incluidas África y Asia) como en el Nuevo Mundo de las Américas.209 La presencia de
la pinta como forma endémica de Centroamérica y parte de Suramérica, y el descubrimiento de
restos óseos antiguos en el Viejo Mundo serían la comprobación de esta hipótesis. En este sentido,
los primeros americanos habrían traído la enfermedad cuando cruzaron Beringia; la pinta
constituiría una forma geográfica aislada, y probablemente la treponematosis humana más
antigua.210
Las fuentes escritas, dadas las limitaciones de los conocimientos médicos de los siglos XVI y XVII
se referían a estas infecciones con el mismo nombre: épian, bubas. No obstante, los cronistas la
describen en el valle del río Magdalena, en el Caribe y en los Andes, pero no en el valle del río
Cauca. Además, relacionaron el papel de los orígenes de las bubas con el ayuntamiento de hombre
a mujer, por comer y beber en platos y copas usadas por enfermos de este mal; por dormir con
sábanas y usar ropa de tales pacientes. La enfermedad podría transmitirse, entonces, por contacto
sexual o con la piel, correspondiendo a sífilis venérea o a frambesia; ambas se observarían tanto en

207 C. J. Hacket, On the Origin of the Human Treponematosis. Bulletin of the World Health Organization 1963, 29, pp. 7-41.
208 E. H. Hudson, Treponematosis in Perspective. Bulletin of the World Health Organization 1965, No. 32, pp. 735-748.
209 T. A. Cockburn, The Origin of the Treponematoses. Bulletin of the World Health Organization 1961, No. 24, p. 223.
210 Hackett, 1963, p. 7.
95

clima templado (Tunja, Bogotá) como tropical (Caribe). Por otro lado, tanto en México como en el
Caribe los enfermos de yaws eran considerados con un estatus especial, divino, por el aspecto
hinchado de su cuerpo como una frambesia.
Evidencias esqueléticas de sífilis venérea en el Nuevo Mundo antes de la época precolombina se
han reportado en distintos yacimientos americanos, incluyendo el territorio de la Sabana de
Bogotá en Aguazuque,211 con fecha entre 5000-3000 a.P. y Madrid, un yacimiento Formativo
ubicado quizás entre 3000-2000 a.P.212
En resumen, los planteamientos evolutivos y los datos etnohistóricos y arqueológicos
demuestran la existencia de treponematosis en la América precolombina. Por otro lado, si el
argumento de la delimitación geográfica entre la sífilis - asociada a clima templado - y el pian -
asociado a clima tropical - es válido, entonces en el Valle del Cauca prehispánico con clima de tipo
Bosque Húmedo Tropical encontraremos la segunda lesión y no la primera, y por consiguiente, las
manifestaciones treponematósicas de los dos casos de Palmira y Obando de esa región
corresponderán a frambesia.
En el cráneo la lesión característica ha sido denominada clásicamente caries sicca; la lesión se
inicia en el borde osteoperióstico, generalmente en la tabla externa, destruyendo parte del diploe
por la granulación sifilítica. Los huesos afectados de la extremidad inferior encajan en la categoría
de huesos largos con cambios superficiales. Las estrías, los hoyuelos, los nudos y las placas reflejan
la enfermedad ósea de carácter inflamatorio, perióstica en naturaleza, en contraste con las
lesiones osteomielíticas, que se caracterizan por los canales de drenaje (cloacas) y el secuestro en
asocio al involucro (formación perióstica). La expansión de la fíbula y el engrosamiento cortical de
la tibia, como también la inflamación y reparación intramedular reflejan la formación de hueso
perióstico nuevo.213
La lesión sifilítica produce ocasionalmente la conocida forma de tibia en sable, y está
invariablermente asociada con manifestaciones de reacción perióstica en la superficie. El
remodelado es tan completo que hace imposible el reconocimiento de cualquier evidencia de
reacción perióstica. Rara vez afecta a los niños.214
El yaws tardío observa dactilitis destructiva de falanges aisladas. Los huesos largos,
especialmente la tibia y los huesos del antebrazo, presentan periostosis gomatosa y osteomielitis,
muy similar a la sífilis terciaria. Otra lesión frecuente es el encorvamiento de la tibia que produce la
llamada pierna en bumerang, similar a la tibia en sable de la sífilis congénita, que produce un
engrosamiento y concavidad de la cortical posterior, acompañado de adelgazamiento de la cortical
anterior, tal como se presenta en las deformaciones raquíticas La fíbula rara vez se ve afectada por
las deformaciones, y ocasionalmente se encorvan también el radio y la ulna.215
Según los diagramas de Steinbock216 la diferencia entre la sífilis y el yaws reside en que en la
primera, las áreas más afectadas son la tibia y bóveda craneal; en menor medida el fémur y otros

211 Gonzalo Correal, Apuntes sobre Paleopatología precolombina. En: Bioantropología de la Sabana de Bogotá, siglos VIII al XVI d. C. B.
Enciso, M. Therrien eds. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 1996, pp. 145-161.
212 J. V. Rodríguez, A. Cifuentes. Madrid: un yacimiento ritual agroalfarero temprano en la Sabana de Bogotá. Bogotá, FIAN, Informe

Final, 2003.
213 J. J. Elting, W. A. Starna, A Possible Case of Pre-Columbian Treponematosis From New York State. American Journal of Physical

Anthropology 1984, Vol. 65, pp. 267-273.


214 B. M. Rothschild, C. Rothschild, Treponemal Disease in the New World. Current Anthropology 1996, No. 37, p. 558.
215 Ortner, Putschar, 1985, p. 180.
216 Powell, 1991, p. 175.
96

huesos largos. En el yaws afecta con mayor incidencia la tibia, la fíbula y el tercio distal del fémur
(excluyendo las epífisis).
En el Valle del Cauca se han reportado solamente tres casos de treponematosis, localizados
en Palmira (Corpoica, Estadio) y Obando.217

Figura 47. Huesos largos afectados por periostitis (Corpoica, Palmira).

En el sitio PK 187+500 del Gasoducto de Occidente excavado en predios de Corpoica,


municipio de Palmira, se halló una tumba de pozo con cámara frontal, con ajuar funerario
compuesto de 49 volantes de huso, característico de la Cultura Bolo-Quebradaseca, con fecha
siglo IX d.C. del cual el No. 9 corresponde a restos encontrados en una tumba, de 232 cm de
profundidad, con ocho individuos en enterramiento de tipo colectivo secundario, representado
por huesos largos muy fragmentados, sin epífisis (fémures, tibias y fíbulas), y piezas dentales.
Era un individuo adulto medio (aproximadamente 35 años), de sexo masculino. En el tercio
inferior de la diáfisis de ambos fémures manifiesta reacción perióstica difusa, con
ensanchamiento del hueso, estriado, hoyuelos y cavitaciones superficiales. Las tibias presentan
engrosamiento de la cortical, ligero esclerosamiento de la cavidad medular y reacción perióstica
difusa desde la tuberosidad tibial hasta la epífisis distal; se aprecian hoyuelos, estrías, placas de
necrosamiento (Figura 48).

Figura 48. Periostitis y engrosamiento anormal de huesos largos (Obando).

217 Rodríguez, Rodríguez, Bernal, 1998.


97

En el sitio PK 187+400 del Gasoducto de Occidente, corregimiento Cruces, municipio de


Obando, Valle del Cauca, restos humanos compuestos de fragmentos de fémur y tibia
rescatados de la tumba No. 1, de pozo con cámara frontal, perteneciente al período Quimbaya
Tardío (siglos XI a XVI d. C.). El individuo posiblemente de sexo masculino, adulto, presenta un
apreciable engrosamiento en la cara posterior de los fémures, con una adición de la cortical de
casi 5 mm (Figura 50); reacción perióstica con mayor incidencia en el lado lateral, acompañada
de estrías, hoyuelos, placas de necrosamiento, vinculando la línea áspera. La tibia izquierda
manifiesta esclerosamiento de la cavidad medular, engrosamiento más acentuado en la parte
superior; reacción perióstica difusa con mayor énfasis en la cara medial (Figura 48).

Figura 49. Estrías, hoyuelos, placas de condensación por periostitis (Obando).

La periostitis primaria con frecuencia se produce por traumas o enfermedades infecciosas


(Figura 49). Ambas alteran solamente una parte del hueso afectado. La distinción entre
periostitis y la osteomielitis no siempre se puede llevar a cabo. Sin embargo, en la periostitis no
se observan las típicas reacciones de la osteomielitis, como las cloacas, el involucro y los
cambios de la cavidad medular. Entretanto, el hueso perióstico tiende a ser superficial, al menos
en los estadios tempranos de la lesión.

Figura 50. Grosor anormal por periostitis (Obando).


En los huesos largos la porción más afectada es la tibia por cuanto está más próxima a la
superficie que los otros huesos, por consiguiente menos protegida por masa muscular. En la
sífilis, por ejemplo, se presenta una marcada y expansiva periostitis porosa, con un foco mayor
concentrado en la porción anterior proximal de la diáfisis, que se torna anormalmente gruesa.
En el fémur se limita a la diáfisis anterior distal. La fíbula también resulta afectada en la porción
media de la diáfisis.
98

Los rasgos descritos de la lesión infecciosa de los tres individuos procedentes de Palmira y
Obando son compatibles con enfermedad treponematósica, más cercana al yaws (frambesia).

4.3. Desórdenes hemopoyéticos

a) Hiperostosis porótica

La hiperostosis porótica, también denominada espongio hiperostosis u osteoporosis simétrica


se le identifica por la apariencia esponjosa y porosa de la bóveda craneal como resultado del
engrosamiento del diploe, acompañado de un adelgazamiento de la lámina externa.
Generalmente afecta la bóveda craneana, en especial el frontal, los parietales, el occipital como
también el techo orbitario. La mayoría de autores la han asociado con la existencia de anemia
ferropénica.218

Figura 51. Hiperostosis porótica (La Cristalina, El Cerrito T3 2/2).

Macroscópicamente se le identifica por pequeñas perforaciones que penetran la tabla


externa y varían en tamaño y distribución; microscópicamente se aprecia un espacio
intertrabecular amplio y alargado que penetra en la superficie ósea. En el ámbito radiográfico
en norma lateral, se observa en el techo orbitario un incremento del grosor; en norma
anteroposterior se evidencian alteraciones del borde orbitario y un incremento de la granulosi-
dad de la lámina externa.
Algunos investigadores diferencian entre las lesiones poróticas de la bóveda craneana, las
que integran bajo el concepto de hiperostosis porótica, de las lesiones del techo orbitario, que
designan con el nombre de cribra orbitalia. Recientes estudios evidencian una asociación
temporal, geográfica y ecológica con su frecuencia en sociedades prehistóricas. En primer lugar,
es poco conocida antes del Neolítico, se incrementa a partir de este período o con la adopción
de la agricultura, y se reduce en el siglo XX. En segundo lugar, su distribución es más frecuente
en regiones ecuatoriales. Finalmente, su prevalencia es más alta en las regiones bajas y costeras
que en los altiplanos.219

P. Stuart-Macadam, Porotic Hyperostosis: A New Perspective. Amer. J. Physical Anthrop. 1992, vol. 87, pp. 39-47.
218

D. H. Ubelaker, The Biological Impact of European Contact in Ecuador. In: In the Wake of Contact: Biological Responses to Conquest.
219

New York, Wiley-Liss, 1994, pp 147-160.


99

Por otra parte, investigaciones clínicas han demostrado que la anemia ferropénica es un
mecanismo adaptativo de defensa del organismo contra elementos patógenos, por cuanto la
deficiencia de hierro en el torrente sanguíneo le hace difícil obtener el mineral necesario para su
crecimiento y desarrollo.
Los cronistas no reportaron parasitosis en las tierras frías del Nuevo Reino de Granada ni
otras enfermedades endémicas. En cambio, en la Relación de Tenerife de 1560, se describen las
enfermedades de tierras calientes y el hábitat de los malebúes y otros caribes. Los relatores se
impresionaban por las lesiones contraídas por los nativos al beber agua de ríos y ciénagas en los
tiempos de aguaceros, lo que enfermaba a las mujeres paridas que morían de pasmo “[...] y las
criaturas tampoco se solían criar, que morían de lombrices y no se entendía, y agora se tiene
mucha cuenta dándoles yerba lombriguera de cuando en cuando y vino, y desta manera se crían
y ama a los naturales”.220
En el Valle del Cauca se ha reportado cribra orbitaria en Zamorano, Palmira, en tres niños
menores de 10 años (T-3 de 8 años, T-4 de 3 años, T-5 de 4 años) de una tumba colectiva
compuesta por 11 individuos, sin deformación craneal.221 En la Cristalina, El Cerrito en un
infante de la tumba 3 2/2.

4.4. Desórdenes metabólicos

a) Osteoporosis. La osteoporosis senil es una enfermedad producida por un desbalance entre la


resorción y formación de hueso que se manifiesta por una significativa reducción de la masa
ósea, hasta un nivel debajo del requerido para cumplir una función normal de sostén. Con el
incremento de la edad es posible un aumento de la actividad osteoclástica, una disminución de
la actividad osteoblástica y combinaciones de ambas anormalidades.222
En el Valle del Cauca se observa después de los 40 años de edad y afecta más severamente a
la mujer que al hombre, especialmente a las posmenopáusicas. Aunque existe una reducción de
la masa ósea la mineralización continúa siendo normal. La osteoporosis, causa de osteopenia
radiológica se clasifica en dos clases: primaria (posmenopáusica, involutiva, idiopática) y
secundaria (producida por trastornos endocrinos, hereditario nutricional o de otro orden).

4.5. Lesiones de las articulaciones

Por enfermedad articular degenerativa (EAD) se entiende el conjunto de afecciones de las


articulaciones, denominada en la literatura alemana osteoartrosis; osteoartritis en la
anglosajona; degenerative joint disease (DJD) en las publicaciones osteopatológicas
norteamericanas; artropatías en idioma español. La EAD es una “degeneración lentamente
progresiva del cartílago articular que, en general se manifiesta en las articulaciones que
soportan mayor peso y en los dedos de las manos de sujetos de edad avanzada”.223

220 V. M. Patiño, 1983, p. 169.


221 C. A. Rodríguez, J. V. Rodríguez, Los habitantes Prehispánicos de Palmira. En: Revista Hispanoamericana, Fundación
Hispanoamericana de Cali, 1989, No. 9, pp. 4-44.
222 Ortner, Putschar, 1985.
223 E. Rubin, J. L. Farber, Patología. México, Editorial Médica Panamericana, S. A. de C. V., 1990, p. 1234.
100

La afección concierne no sólo a las estructuras articulares en sentido estricto, sino también a
los huesos adyacentes. La EAD ha sido llamada indistintamente artritis por desgaste y artropatía
degenerativa por cuanto las superficies articulares además de ser deslizantes, deben ser
elásticas para soportar cargas mecánicas y amortiguar los golpes; la disposición en arcos
semicirculares de la trama fibrilar garantiza la elasticidad y la resistencia a la compresión. Por su
estructura el cartílago articular hialino está expuesto a cargas mecánicas exógenas, de las cuales
la bipedestación, las fatigosas carreras y el esfuerzo muscular en la columna vertebral generan
sobrecargas de punta, que en las extremidades inferiores pueden alcanzar varias veces el peso
corporal. Como consecuencia se produce la degradación progresiva del cartílago articular que
conduce a un estrechamiento del espacio articular, a un engrosamiento del hueso subcondral y
con el tiempo a una articulación dolorosa no funcional.224

a) Artritis degenerativa. Es la más común de todas las enfermedades articulares. Afecta


primordialmente la columna vertebral, particularmente las caras articulares y los bordes de los
cuerpos de las vértebras cervicales y lumbares, produciendo espondiloartrosis, cambios
poróticos y labiación osteofítica; la articulación C6-C7 y la L5-S1 evidencian la mayor afección.
Los osteofitos incrementan su intensidad de L1 a L5. El proceso de degeneramiento se inicia
hacia los 30 años y se intensifica después de los 40 años de edad. Mientras que en las mujeres
las vértebras cervicales son las más afectadas, en los varones esta afección se agudiza en las
lumbares.
La articulación temporo-mandibular es la otra porción del cuerpo más afectada por procesos
artríticos. Se aprecia mayor asociación con el sexo femenino y con individuos mayores de 40
años que han sufrido pérdida de dientes posteriores y fuerte atrición. Las articulaciones
escápulo-humeral y coxo-femoral presentan procesos degenerativos moderados.

4.6. Morbilidad bucodental

Los indicadores de las enfermedades dentales más conocidos son la caries, la enfermedad
periodontal, los abscesos alveolares, los desajustes en el desarrollo dental, las anomalías y el
desgaste.
a) La caries. Se le define como una enfermedad infecciosa y transmisible en donde la
destrucción progresiva de la estructura dental se inicia a partir de una actividad microbiana
(Lactobacillus acidophilus, Streptococcus mutans) en la superficie del diente. Puede afectar cual-
quiera de las caras de la corona, cuello o raíz (oclusal, mesial, distal, vestibular y lingual).
Aunque para que se desarrolle la caries se requiera de una condición bacteriana, algunos
factores internos de la estructura dental pueden contribuir a desarrollarla; también incide el
tipo de dieta alimenticia y la calidad de la higiene dental. Dentro de los factores internos
tenemos la calidad del esmalte y las vías de penetración bacteriana; una cavidad pulpar
expuesta genera un área propicia de infección de alto riesgo que puede conducir a la aparición
de abscesos y a la destrucción de los tejidos gingival y óseo; finalmente, a la exfoliación de la
cavidad alveolar y a la resorción ósea.225

Ortner, Putschar, 1985, p. 419.


224
225S. Hillson, Dental Pathology. In: Biological Anthropology of the Human Skeleton. M.A. Katzenberg, S. R. Saunders (eds). New York,
Wiley-Liss, 2000, pp. 249-285.
101

Figura 52. Absceso en M1, pérdida de M2 y caries en M3 (Coronado).

En La Cristalina, El Cerrito, el 23,18% de los dientes examinados del maxilar tienen caries, y
15,54% de la mandíbula, para un promedio de 19,24%; el 78% de los individuos masculinos
están afectados por caries mientras que en mujeres la cifra alcanza un valor de 55%, los dientes
posteriores son los más afectados por la presencia de fosas y surcos marcados.226 En las
poblaciones indígenas contemporáneas asciende en promedio a 11,3; al igual que en las
anteriores afecta en mayor medida a las mujeres (12,4) que a los hombres (10,2).227
Resumiendo las características estructurales, ontogénicas, genéricas y culturales de la caries,
podemos concluir que se manifiesta preponderantemente en la superficie oclusal de la corona,
con preferencia en los molares superiores; se incrementa dramáticamente después de los 15
años de edad; su frecuencia es mayor en mujeres; su incidencia es nula en cazadores-
recolectores, surge en plantadores tempranos y se incrementa en las poblaciones agroalfareras,
alcanzando su mayor frecuencia en las poblaciones contemporáneas (COP de 12,7).

b) Desgaste dental. Habitualmente la superficie oclusal de los dientes se desgasta, bien sea por
la acción mecánica producida por el contacto de diente contra diente (atrición), bien por el
contacto con materiales extraños (abrasión). Así, el desgaste depende del grado de abrasividad
de los alimentos, la duración y fuerza del movimiento masticatorio, las características de la
oclusión del individuo y del pulido patológico causado a los dientes durante el sueño (bruxismo).

Figura 53. Desgaste en M1 y M2 y caries en M3.

228
Tabla 1. Desgaste dental por dientes examinados de La Cristalina, El Cerrito

Relación Esmalte Dentina Exposición Ausente


pulpar

226 A. Forigua, J. Salgado, Análisis clínico y radiográfico de cráneos prehispánicos de la población de El Cerrito, Valle del Cauca. Bogotá, Facultad de
Odontología Universidad Nacional de Colombia, Trabajo de Grado, 2002.
227 B. Herazo, Antropología y epidemiología bucodental colombiana. Bogotá, Ecoe Ed., 1992.
228 Forigua, Salgado, 2002, p. 71.
102

n % n % n % n %
Maxilares 34 24,64 53 38,40 1 0,73 50 36,23
Mandibular 61 41,21 30 20,27 2 1,36 55 37,16
es
Total 95 33,23 83 29,02 3 1,04 105 36,71

La gran resistencia del tejido dental a la acción de factores exógenos permite su conservación
en las excavaciones arqueológicas, y gracias a la estrecha relación existente entre los hábitos
alimenticios y su nivel de desgaste, este factor es utilizado frecuentemente por los estudiosos
de distintas especialidades para deducir comportamientos culturales. Por consiguiente, el grado
de atrición y abrasión, la tasa de desgaste y la inclinación que asume la corona por este efecto,
se han empleado para analizar las diferencias regionales, las tendencias temporales, la
diferenciación sexual y su relación con estrategias de subsistencia.
Mientras que los cazadores-recolectores exhiben una mayor tasa de desgaste en sus dientes
anteriores, y forma redondeada en sentido labial de la corona por su utilización en calidad de
herramienta, los agricultores presentan mayor desgaste en los molares, un ángulo oblicuo de la
corona y una abrasión ahuecada en la corona de los incisivos y caninos. Por otra parte, las
facetas de desgaste interproximal son superiores en las primeras poblaciones. La utilización de
morteros, metates y manos de moler en piedra arroja gran cantidad de partículas silíceas de
alto valor abrasivo que inciden en las tasas y forma de desgaste de los dientes. Finalmente, dado
el tamaño de los dientes y la mayor cantidad de alimentos consumidos por los hombres, éstos
manifiestan índices más altos de desgaste.
En las poblaciones prehispánicas se reporta con frecuencia un tipo de desgaste interproximal
que genera una acanaladura entre los dientes afectados, exponiendo la pieza a caries cervical.
Se le ha denominado interproximal grooving.229 También es frecuente detectar un desgaste en
ángulo oblicuo en sentido lingual en los primeros molares superiores quizás por el uso de labret
–palillo que atraviesa la boca de lado a lado-; la corona se desgasta en forma acanalada como si
obedeciera a una abrasión generada por un objeto redondo de unos 3-4 mm de diámetro.

229 D. H. Ubelaker, Human Skeletal Remains. Excavation, Analysis, Interpretation. Smithsonian Institution, Manual Archaeology 1989, No. 2.
103

Figura 54. Desgaste funcional en la Cristalina (izquierda) y en fueguino (derecha) para templar la cuerda del arco.

c) Enfermedad periodontal. La encía forma parte de la mucosa oral, que rodea a los dientes y
finaliza en un borde delgado adherido estrechamente a ellos. En general, la enfermedad perio-
dontal incluye una respuesta inflamatoria de la encía a uno o más irritantes. Los factores locales
que contribuyen a su desarrollo vincula microorganismos, cálculos, enclavamiento de alimentos
y otros agentes externos. La inflamación si no es tratada progresa hacia una periodontitis
crónica severa que debilita y destruye al periodoncio. Habitualmente se observa en personas
con precaria higiene oral.230
Si en las poblaciones contemporáneas la caries extendida es uno de los principales causantes
de la pérdida de dientes, contribuyendo a incrementar el índice COP, en las sociedades
prehispánicas existen, además de la caries y de la enfermedad periodontal, otros factores que
conllevan a la pérdida de piezas dentarias: el excesivo desgaste, los traumas, el necrosamiento
pulpar, la osteitis periapical, la resorción ósea y la avulsión participan en este proceso. La
resorción alveolar producida por la enfermedad periodontal puede ser una de las causas
principales conjuntamente con los abscesos periapicales.
Los dientes más susceptibles a la enfermedad periodontal son los molares superiores e
inferiores mientras que los más resistentes son los caninos; los incisivos y los premolares se
encuentran entre estos extremos. Este patrón de supervivencia dental es aplicable a las
poblaciones de cazadores-recolectores, agricultores tempranos y a las contemporáneas.
A juzgar por las estadísticas expuestas existe una fuerte correlación entre la acumulación de
cálculo dental, la falta de limpieza en la boca, la dieta alimenticia y la periodontosis. La
mineralización de la placa bacteriana, compuesta de una capa pegajosa de glucoproteínas,
partículas de comida y microorganismos vivos y muertos constituye el factor irritante principal
de la evolución de la enfermedad periodontal. Por lo visto, los hombres consumían mayor
cantidad de alimentos ricos en proteínas y su higiene dental, además, era bastante precaria.
En La Cristalina el 30,44% presentaron dicha lesión; un 26,09% correspondió a individuos
edéntulos; se aprecia con más frecuencia en individuos con rango de edad entre 23 y 44 años,
de los cuales 45% masculinos y 20% femeninos (Tabla 2).

230 Rubin, Farber, 1990.


104

Tabla 2. Condición de dientes examinados para enfermedad periodontal de La Cristalina231

Enfermedad periodontal No presenta No Total


Relación Leve Moderada Severa valorable
n % n % n % n % n % n %
Maxilares 23 16,17 32 23,18 0 0 76 55,07 7 5,08 138 48,25
Mandibulares 32 21,62 35 23,64 0 0 76 51,37 5 3,37 148 51,75
Total 55 19,23 67 23,44 0 0 152 53,14 12 4,19 286 100

d) Abscesos. La invasión de bacterias orales en las caries dentales o cuando el desgaste


dental es muy severo se expone la cavidad pulpar que se inflama produciendo pulpitis. Al existir
una fuerte presión en el interior de la cámara pulpar se disemina la inflamación; si continúa la
inflamación se puede producir un necrosamiento de la pulpa, se propaga la inflamación a través
de los conductos radiculares hacia la región periapical. El absceso periapical se desarrolla a
partir de la necrosis pulpar, ya sea en forma directa o después de la formación de granulomas o
quistes periapicales. Si no se trata la lesión se puede extender hacia el hueso adyacente
produciendo osteomielitis.232
Mientras que en las poblaciones modernas los abscesos se forman frecuentemente como
consecuencia de la caries, en las sociedades prehispánicas, con una tasa de caries muy baja y un
alto índice de atrición lo más probable es que surjan por efecto del desgaste dental que produce
la exposición de la cámara pulpar. Distintas poblaciones con diferente sistema de subsistencia
tienden a observar casi la misma frecuencia aunque las causas pueden variar.
El índice COP se mide en las poblaciones contemporáneas de acuerdo al número de dientes
cariados, obturados por caries y perdidos también por caries.233 Su aplicación a las sociedades
prehispánicas no es muy apropiada por cuanto la principal causa de la pérdida de dientes se
relaciona más con la enfermedad periodontal y menos con la caries, además que no poseían
sistemas de obturación. En cazadores-recolectores la frecuencia de pérdida de dientes es baja;
en los grupos agrícolas o de economía mixta su tasa se incrementa, al igual que el nivel de
caries, enfermedad periodontal y los abscesos periapicales. La mayor rata se aprecia en las
sociedades modernas y sufre un incremento considerable en los grupos con salud dental muy
precaria.
A la luz de las cifras obtenidas es indudable que existe una alta correlación entre la
frecuencia de los abscesos periapicales, la intensidad del desgaste dental, la enfermedad
periodontal aguda, y por ende, con el sexo masculino, la edad avanzada, los hábitos alimenticios
y la salud oral. En los varones de edad avanzada el severo desgaste dental, la fuerte
acumulación de cálculo dental, la utilización de la parte izquierda a nivel de los molares en
alguna práctica cultural y el mayor consumo de alimentos abrasivos y con mayor contenido
proteínico favorecían la mayor frecuencia de abscesos y de pérdida de dientes por esta
anomalía.
En la Cristalina se observan abscesos periapicales en el 2,09% de los dientes, de los cuales
1,44% en maxilares y 2,70% en mandibulares (Tabla 3).

231 Salgado, Forigua, 2002, p. 67.


232 Rubin, Farber, 1990.
233 B. Herazo, 1992.
105

e) Defectos en el desarrollo dental

Los defectos del desarrollo dental se utilizan con frecuencia para medir el grado de estrés y el
nivel nutricional y de salud tanto de poblaciones contemporáneas como prehistóricas. En los
dos últimos decenios se han producido varios estudios sobre este efecto en poblaciones
prehispánicas, que analizan su distribución por edad, sexo y tendencias históricas.234
La formación de la corona y raíz dental está condicionada por factores genéticos, cuya
interrupción afectan la amelogénesis y odontogénesis, es decir, la formación de esmalte y
dentina, respectivamente. Factores ambientales como la inadecuada ingesta de alimentos (por
ejemplo el exceso de flúor) pueden afectar permanentemente la estructura del esmalte y
dentina, produciendo efectos visibles en el ámbito macroscópico (hipoplasia, hipocalcificación)
o microscópico (estrías de Retzius, bandas de Wilson).235

Hipoplasia del esmalte

Es el defecto de desarrollo más conocido y estudiado. Se le define como la alteración estructural


del esmalte que puede suceder por una hipomineralización (mineralización reducida) o por
reducción cuantitativa del esmalte con una mineralización normal, observable
macroscópicamente en la superficie de la corona, especialmente de los dientes maxilares
anteriores, en forma de bandas u hoyuelos. Microscópicamente incluye una deficiencia en el
grosor del esmalte acompañada de una convergencia de las estrías de Retzius y una ausencia de
la estructura prismática observable en la superficie del esmalte.
Diferentes investigaciones encaminadas a establecer la edad de aparición de las líneas de
decrecimiento han concluido que la hipoplasia coincide con la edad del destete,
aproximadamente entre los dos y cuatro años. El estrés fisiológico producido por el cambio de
alimentación al abandonarse la leche materna parece ser el agente causal a esta edad; los
defectos en la dentición decidual indicarían por tanto estrés maternal o problemas de
infancia.236 Dentro de los factores potenciales que propician el surgimiento de la hipoplasia se
cuenta el estrés generalizado, las deficiencias nutricionales, los factores genéticos, la ingesta de
productos tóxicos, los traumas y las enfermedades infantiles.237

234 A. H. Goodman, J. C. Rose, Dental enamel hipoplasias as indicator of nutritional status. In: Advances in Dental Anthropology, ed. M. A.
Kelley, C. S. Larsen. New York, Wiley-Liss, 1991, pp. 279-93.
235 Ibíd.
236 S. M. Duray, Dental Indicators of Stress and Reduced Age at Death in Prehistoric Native Americans. Am. J. Physical Anthrop., 1996,

99(2), pp. 275-286.


237 D. H. Ubelaker, Enamel Hypoplasia in Ancient Ecuador. Journal of Paleopathology, Monographic Publication, 1992, No. 2, p. 209.
106

Figura 55. Banda hipoplásica en incisivo (Ciudad Jardín, Cali).

Los estudios sistemáticos realizados en grupos antiguos del Ecuador238 que comprende desde
poblaciones precerámicas hasta comunidades coloniales señalan que la hipoplasia, y por
consiguiente el estrés fisiológico fue mínimo en las series más antiguas; continúa con niveles
bajos al introducirse la agricultura hasta el primer milenio a. C.; se incrementa marcadamente
durante el primer milenio a. C.; declina parcialmente durante el primer milenio d. C. y se
incrementa dramáticamente a partir de esta época aunque declina de una manera estable
durante el período histórico. En líneas generales las tendencias en la frecuencia de hipoplasia
coinciden con el incremento en el nivel de dependencia de la población con relación a los
productos agrícolas, el incremento de la sedentarización y de la densidad de población. Aquí los
defectos hipoplásicos se detectan con mayor frecuencia entre los 3,0 y 4,5 años de edad,
evidenciando su relación con un aumento en el estrés maternal en las poblaciones más
recientes y una coincidencia con la elevación de los niveles de parasitosis y otras enfermedades
infecciosas.
En La Cristalina, El Cerrito, Valle, se observa un 7,69% de dientes con hipoplasia, con mayor
prevalencia en superiores (7,97%) que en inferiores (7,43%); el 6% en el tercio medio, el 2,07%
en el tercio cervical.239 En Ciudad Jardín, Cali, Valle del Cauca, se han localizado individuos con
bandas hipoplásicas muy marcadas. En El Cerrito, Valle del Cauca, se excavó un cementerio con
17 tumbas que contenían 24 individuos, fechado entre 2200-1500 años. A juzgar por el análisis
paleopatológico preliminar de los restos óseos humanos, en donde se evidencia la presencia de
hiperostosis porótica, defectos hipoplásicos y cierre prematuro de suturas en 4 (28%) de los 14
niños, se puede colegir que estaban sometidos a un fuerte estrés ambiental, lo que incidía en su
estado de salud. Los otros niños quizás por su corta edad –menos de un año- no alcanzaron a
desarrollar lesiones óseas.

Figura 56. Defecto del esmalte en incisivos (La Cristalina).

4.7. Calidad de vida de la población de La Cristalina, El Cerrito

238 Ubelaker, 1992.


239 Forigua, Salgado, 2002, p.72.
107

Figura 57. Fractura de radio (La Cristalina T26A).

La población de La Cristalina, El Cerrito del Valle del Cauca es la mejor estudiada en el contexto
bioantropológico de esa región. A juzgar por los datos obtenidos, se puede colegir que la calidad
de vida era muy precaria, pues la mortalidad infantil era muy elevada, los adultos no
alcanzaban los 55 años de edad, y eran sometidos a fuertes presiones por el desgaste de los
dientes y tener que soportar pesadas cargas a su espalda. Además, las agresiones les producían
fracturas que afectaban a su vez su capacidad fisiológica (Figuras 57, 58). Por otro lado, la
esperanza de vida al nacer era muy corta por lo que se deduce que la reproducción biológica de
la población era muy lenta, y, por consiguiente la transmisión de las novedades culturales era
igualmente lenta. De esta manera la población permanecía durante muchos años casi sin
innovaciones tecnológicas que le permitiese enfrentar los bruscos cambios climáticos,
incidiendo en su capacidad de supervivencia y reproducción. En conclusión, observamos una
inadaptación de la población a su medio.
En general la estatura promedio de las poblaciones era de 149 cm. en las mujeres y de 159,8
cm. en los varones, similar a la reportada en otros cementerios del Valle del Cauca (159 cm.
para hombres y 147,2 cm. para mujeres en Coronado); no se aprecian deformaciones
corporales. La deformación craneal es similar a la reportada en Coronado (92%) y Malagana.240
En Coronado el 25% de los casos estaban afectados por defectos hipoplásicos, el 12,5% por
fracturas, cifras muy superiores a la de otros cementerios prehispánicos. Para Coronado se
reportó un 32,9% de hipoplasia del esmalte, 3,7% de cribra orbitaria. 241

Figura 58. Trauma facial con la consecuente pérdida de dientes maxilares izquierdos (La Cristalina).

Tabla 3. Presencia de lesiones dentales en La Cristalina por individuos242

Patología EDAD SEXO Total


0-11 23-43 44-54 M F I
n % n % n % n % n % n % n %
Hipoplasia 7 63,64 0 0 0 0 3 33,4 4 44,5 0 0 7 33,3

240 G. Correal, en Cardale, Herrera, Rodríguez, 1995, pp. 83-108.


241 Ángel María Medina, William M. Romero, Reconstrucción paleodemográfica de la población del cementerio de Coronado, Palmira, Valle del Cauca. Cali,
INCIVA, 1999.
242 Forigua, Salgado, 2002, p. 68.
108

Desgaste 7 63,64 6 85,71 1 50 8 88,8 6 66,7 0 0 14 66,7


dental
Absceso 0 0 3 42,85 1 50 2 22,3 2 22,3 0 0 4 19,5
periapical
Lesión de 0 0 5 71,42 0 0 3 33,4 2 22,3 0 0 5 23,8
Furca
Resto 0 0 5 71,42 0 0 3 33,4 2 22,3 0 0 5 23,8
radicular
Otros 0 0 2 28,57 0 0 1 11,2 1 11,2 0 0 2 9,6

Al comparar varias muestras prehispánicas del Valle del Cauca mediante la misma
metodología y observador, empleando tres variables de significativo peso en la evaluación de
las condiciones de vida de una población, como son la caries, la hipoplasia del esmalte y los
dientes perdidos antemortem, según el sexo, encontramos datos interesantes sobre los cambios
en la salud oral (Tabla 4). La población de El Cerrito (La Cristalina) es la más afectada por los
dientes perdidos antemortem con un elevadísimo valor de 64,5%, muy posiblemente por caries
y por defectos del esmalte en dientes deciduales que debilitaron la corona, produciendo
pérdida de piezas a muy temprana edad. La pérdida de dientes incide en el conteo de caries y
defectos del esmalte, por lo que manifiesta relativamente bajos valores de estas dos lesiones.
Santa Bárbara, yacimiento temprano ubicado cerca del río Palmira, observa el mayor valor de
hipoplasia y el menor de caries. Guacarí (El Carmen), yacimiento tardío, al contrario, presenta
altos valores de caries y bajos de hipoplasia y dientes perdidos antemortem, señalando quizás
un mejoramiento de las condiciones de vida con el tiempo. Coronado, otro yacimiento
temprano ubicado en Palmira, arroja altos valores tanto de caries como de hipoplasia.
Respecto a las diferencias sexuales, apreciamos que las mujeres en todos los grupos, sean
tempranos como tardíos expresan valores inferiores a los reportados para varones, tanto para
caries como para hipoplasia. Contrariamente a lo que se podría esperar en sociedades descritas
como guerreras, belicosas y sexistas, donde las mujeres deberían tener un estatus inferior, el
sexo femenino poseía un buen estatus, y, por ende, unas mejores condiciones de vida. Al
parecer gozaban de cuidados por parte de la sociedad y podían ocupar posiciones de estatus
como se refleja en el hecho de que las tumbas más complejas hasta ahora excavadas en el Valle
del Cauca, en el Estadio (T-07) y en Obando (T-2) eran femeninas. Ambos esqueletos yacían
boca abajo, poseían un suntuoso ajuar funerario cargado de un profundo sentido cosmogónico,
y para el segundo caso, era la tumba de mayores dimensiones.
Como sabemos por los estudios de suelos, las condiciones climáticas en que habitó la
población de El Cerrito entre finales del I milenio a.C., principios del I milenio d.C. fueron de
intensa humedad, pues los ríos Cerrito al sur, y Zabaletas al norte, además de los zanjones
Culifunche al oeste y el Zumbaculo al este, conformaron sedimentaciones provenientes de la
cordillera Central, sobre una antigua depresión semipantanosa, con depósitos propicios para la
agricultura en temporadas secas, pero que a su vez humedecían excesivamente la región en
temporadas de altas precipitaciones, lo que favoreció el desarrollo de enfermedades infecciosas
por parasitosis.243

J. V. Rodríguez, S. Blanco, P. Botero. Hombre y medio ambiente en una comunidad agroalfarera temprana de El Cerrito, Valle del
243

Cauca. Informe MS., 2001.


109

Tabla 4. Presencia de lesiones dentales en poblaciones prehispánicas del Valle del Cauca244

Población Caries Hipoplasia Perdidos Caries por Hipoplasia


antemortem sexo por sexo
Sexo n % n % n % M F M F
S. Bárbara 13/136 8,7 24/110 17,9 15/149 10,1 8,7 0,0 11,9 6,0
El Cerrito 41/200 17,0 22/208 9,6 156/242 64,5 7,5 6,6 7,0 2,6
Coronado 186/745 20,0 87/622 12,3 136/964 14,1 12,0 3,4 11,0 0,6
Guacarí 40/201 16,7 3/115 2,5 22/249 8,8 13,7 2,1 2,5 0,0

244Estudio adelantado por la odontóloga Luz Dary Escobar, revisando los materiales analizados previamente por Forigua, Salgado,
2002, con el propósito de unificar los criterios metodológicos pues existen diferencias en los resultados. Se han publicado otros
reportes dentales (C. D. Rodríguez et al., 2001a, b; A. Perafán, 2001) que no se tuvieron en cuenta puesto que fueron realizados bajo
otra metodología, donde no se contó con la experiencia clínica.
110

Capítulo V
Demografía y regulación poblacional

5.1. Reproducción y prácticas culturales

Figura 59. Canastero Calima con madre dando de lactar a un niño (Labbé, 1998:69).

La fecundidad, la maternidad, la lactancia y el cuidado en general de la infancia constituyeron


preocupaciones del mundo prehispánico cuyo interés se reflejó en las figuras femeninas
asumiendo estos roles (Figura 59). Conscientemente también se preocuparon por la regulación del
crecimiento demográfico dentro de la cosmovisión indígena tendiente a mantener la armonía
entre los recursos y su consumo. En tanto que el suministro diario de alimentos depende del
número de personas que van a consumirlo, el incremento de la población exige tanto la búsqueda
de nuevas tecnologías para atenderlas, como una mayor explotación del medio para conseguirlos.
Por esta razón, las comunidades prehispánicas fueron conscientes de la necesidad de mantener el
equilibrio entre la producción y el consumo, mediante normas y rituales que afectaban
directamente las tasas de fecundidad, según las presiones ejercidas por la sociedad y el medio
ambiente.
La reproducción de las poblaciones humanas es el resultado de factores biológicos y culturales
que actúan sobre las sociedades para producir la continuidad generacional. Dentro de los factores
biológicos que afectan la reproducción se encuentran la dieta alimenticia, las enfermedades, la
duración de la lactancia, los nacimientos múltiples, la esterilidad, la edad de aparición de la
menarquía, la menopausia y el deseo sexual. Las prácticas culturales afectan directa o
indirectamente las tasas de fecundidad y de mortalidad, a través de una gran variedad de valores y
patrones culturales, según las presiones optimizadoras impuestas por el medio ambiente y el nivel
de desarrollo tecnológico.
En aras de una supervivencia material inmediata, las familias practican una serie de
comportamientos de regulación de la población que incluye reajustes en el cuidado y el trato dado
a los recién nacidos, a los niños, a las niñas y mujeres, la frecuencia en la lactancia, así como la
111

frecuencia y el calendario de la actividad sexual, incluyendo la definición legal de la edad en que se


permite el matrimonio. Por esta razón, cuando en un momento histórico surgen ventajas
económicas que representa la mano de obra infantil que se utiliza en las labores agrícolas y
domésticas, la sociedad se siente inclinada a incrementar la fecundidad. En la medida en que
empeoran las condiciones generales de vida en el campo y la situación de empleo desmejora,
aumenta la limitación de la fecundidad.245
El estudio demográfico de las poblaciones vivas se realiza mediante la caracterización
cuantitativa del número de habitantes, la proporción por sexos y edades, las tasas de fecundidad,
mortalidad y migración. El crecimiento de una población se puede predecir mediante el estudio de
la interrelación entre la fecundidad, la mortalidad y la migración. En su intento por reconstruir las
condiciones de vida de las comunidades prehispánicas, en las dos últimas décadas, bioan-
tropólogos y arqueólogos se han interesado por documentar y explicar los cambios en su estructu-
ra poblacional, tanto en el plano evolutivo como en el tránsito de las sociedades cazadoras-reco-
lectoras y horticultoras a la agricultura. La medición e interpretación de las diferencias en el nivel
de salud, en las expectativas de vida, en las tasas de mortalidad, fecundidad y crecimiento
poblacional es uno de los objetivos principales de la paleodemografía y paleopatología.246 Mientras
que la demografía se considera objetiva en cuanto se basa en el conteo directo del número de
individuos de distinto sexo, edad, grupos familiares y locales y en la observación inmediata del
estado nutricional, la paleodemografía, resultante del conteo de muertos (esqueletos, muchas
veces fragmentados), sin acceso directo a las características de la población viva y funcional, ha
generado enconadas críticas y controversias, ya que los restos óseos que se analizan para estos
efectos no necesariamente corresponden a los más débiles, sino a las personas que lograron
sobrevivir largo tiempo, suficiente para que la enfermedad dejara huella en el hueso.247
Anteriormente los paleodemógrafos afirmaban enfáticamente que a partir del análisis de los
restos óseos de un cementerio prehistórico podían reconstruir la composición por edades, la
mortalidad en diferentes cohortes de vida, la longevidad de los adultos de ambos sexos, la
proporción de sexos, las tasas de nacimiento, fecundidad y mortalidad, el incremento natural, el
tamaño de las familias y el de toda la población, los posibles efectos de los períodos nutricionales
críticos, las enfermedades y el esfuerzo (estrés) físico.248 Hoy día se sugiere que distintos factores,
tales como los errores de muestreo, patrones culturales y problemas conceptuales (el
entendimiento, entre otros, de los conceptos de demografía estacional y estable, la mortalidad
selectiva y la heterogeneidad oculta en los riesgos de población) pueden afectar los resultados
paleodemográficos. De una simple y frecuentemente poca informativa tabulación de datos,
cruzados por cohortes de edad y clasificados por sexos la paleodemografía ha pasado a asumir
roles cada vez más críticos recurriendo a muestras arqueológicas más numerosas, asumiendo

245 M. Harris, E. B. Ross. Muerte, sexo y fecundidad. La regulación demográfica en las sociedades preindustriales y en desarrollo.
Madrid: Alianza Ed., 1991.
246 G. R. Milner, D. A. Humpf, H. C. Harpending. Pattern Matching of Age-at-Death Distribution in Paleodemographic Analysis.

Amer. J. Physical Anthropology, 1989, 80: 49-58.


247 J. E. Buikstra. Diet and Disease in Late Prehistory. In: Disease and Demography in the Americas. Washington, Smithsonian Institution

Press, 1992, pp.87-101; J. W. Wood, G. R. Milner, H. C. Harpending, K. M. Weiss. The Osteological Paradox. Problems of Inferring
Prehistoric Health from Skeletal Samples. Current Anthropology 1992, 33(4):343-370.
248 J. L. Angel, The bases of paleodemography. Amer. Journal Physical Anthropology 1969, 30: 427-38; J. L. Angel. Paleodemography and

Evolution. Amer. Journal Physical Anthropology 1970, 31: 343-54.


112

patrones de referencia etnográficos.249 Este último procedimiento implica una acentuada


interdisciplinariedad entre arqueólogos, bioantropólogos, patólogos, demógrafos y estadísticos, es
decir, de un complicado mecanismo de retroalimentación.

5.2. Fertilidad y mortalidad

El número de individuos que nacen está condicionado por las características de la reproducción
humana, particularmente de la mujer. La fecundidad o fecundabilidad se define como la capacidad
que tiene una mujer para reproducirse, si convive con un hombre apto para la reproducción y la
concepción no se limita de ninguna manera; la fertilidad es el número de descendientes vivos que
ha producido al final de su período reproductor.250 La influencia de la fecundidad sobre el
crecimiento de la población depende de factores como la edad del matrimonio, la proporción de
mujeres fecundas, la práctica de la poliginia –casarse con varias mujeres-, la posibilidad de las
viudas de casarse de nuevo y en general del trato dado a las mujeres. La fertilidad total se mide
como el número de hijos vivos engendrados por una mujer dada. La tasa de natalidad se mide por
el número de niños nacidos por 1000 habitantes de la población. La tasa de natalidad específica de
la edad se calcula como el número de descendientes por 1000 mujeres en una cohorte de 5 años.
Por otro lado, para poder conocer la variación de la población es importante establecer la tasa
de mortalidad, que varía según la edad del individuo. Para su cálculo se requiere saber la edad en
que mueren los individuos y el número de personas de cada edad de la población. La tasa de
mortalidad se expresa como el número por 1000 de una población dada, que vive en un momento
x que habrá muerto en el momento x+1.251
En los cómputos demográficos se utiliza la tabla de vida para sintetizar los atributos de la
estructura demográfica de una población dada. La tabla muestra los datos según la agrupación en
cohortes de 5 años, con columnas que designan el número de individuos por cada cohorte (Dx), su
porcentaje (dx), el número total de supervivientes (lx), la probabilidad de muerte en una
determinada cohorte de edad (qx), el número total de años vividos entre el intervalo de edad x (lx)
y el x+5 (Lx), el número total de años vividos por todos los supervivientes del intervalo de edad x
(Tx), y la expectativa de vida (ex).252 La expectativa de vida depende de la relación entre el número
total de años (Tx) y el número de supervivientes (lx). La esperanza de vida se mide normalmente
como el número medio de años que le resta de vida a un individuo de edad determinada dentro de
una población particular. Es uno de los indicativos más importantes que expresa el nivel de vida;
mientras las sociedades preindustriales tenían una esperanza de vida al nacer entre 20-30 años, las
contemporáneas alcanzan los 70-80 años; en Colombia los 72 años de edad.
En los grupos etnográficos actuales como los caingang, xavante, cayapo y yanomamo253 y los
kung,254 la expectativa de vida al nacer se aproxima a los 20 años; el porcentaje de la población

249 N. Howell. Village composition implied by a paleodemographic life table: The Libben site. Amer. Jour. Physical Anthropology 1982, 59:
263-69; A. A. Brewis, M. A. Molloy, D. G. Suttan.. Modeling the Prehistoric Maori Population. Amer. Jour. Physical Anthropology 1990,
81(3): 343-56.
250 J. Z. Young, Antropología física. Introducción al estudio del hombre. Barcelona, Ed. Vicens Vives, 1976:387.
251Op. Cit. p. 367.
252 D.H. Ubelaker. Reconstruction of Demographic profiles from Ossuary Skeletal Samples. A Case Study from the Tidewater

Potomac. Washington. Smiths. Contrib. Anthrop. 18, 1974.


253 M. Layrisse, H. D. Heinen, G. Salas. Demografía de los indígenas Warao. Caracas, Antropológica, Fundación La Salle, 1977, 46-48:

45-70.
113

menor de 15 años oscila entre los 40-60%, con una tasa de fecundidad entre 2,0 (kung) y 3,7
(warao).

5.3. Tablas de vida prehispánicas

Los datos paleodemográficos hay que analizarlos en el contexto del ciclo vital de la población
indígena, su grado de fragilidad o susceptibilidad, la incidencia de diferentes factores como el
papel jugado en el ciclo, la diferenciación social, política, sexual y ocupacional de los integrantes
de la sociedad; además de los factores medioambientales en general. En el ámbito temporal los
cazadores-recolectores poseen un nivel de vida superior a los agroalfareros; de estos últimos el
nivel de la población del Formativo temprano (II-I milenio a.C.) es inferior a la del precontacto
intermedio, pero superior a la del precontacto tardío. Los niños son los más sensibles a las
enfermedades infectocontagiosas como la parasitosis y tuberculosis, que debilitan el organismo
de una manera muy significativa. Si los padres no lo sacrificaban al nacer o en los primeros años
de vida, acto que no era considerado homicidio pues el nacimiento era concebido como un
fenómeno cultural y no biológico, lo incorporaban a la sociedad mediante rituales de paso; su
principal actividad es el juego y pequeñas labores domésticas.
Por su parte, los jóvenes entre los 10-14 años son los más estables, aprenden diferentes
labores como la caza, textilería, orfebrería y otras al lado de los adultos, recibiendo protección
de estos últimos en caso de riesgo; de ahí su muy baja probabilidad de muerte. A partir de los
15-20 años se inician en las labores que han aprendido, ya solos sin acompañamiento, asumen
su carga tributaria si existe, y se someten a todos los riesgos característicos de los adultos, pero
sin contar con su experiencia. Por esta razón la probabilidad de muerte se incrementa respecto
a los adolescentes. Una vez adultos, si han sobrevivido acontecen los riesgos laborales, de la
guerra y de la diferenciación social, política y sexual, por lo cual se incrementa la probabilidad
de muerte que se acentúa hacia los 40 años de edad. De esta manera, la mujer por los
numerosos partos, la lactancia prolongada, las precarias condiciones sanitarias y el sexismo
existente en la mayoría de poblaciones indígenas tenían un promedio de vida menor que la de
los varones en aproximadamente 5 años.
Los datos paleodemográficos en los grupos prehispánicos, con algunas excepciones, en general,
se aproximan a los etnográficos. Así, los estudios de cementerios prehispánicos agroalfareros
reportan una esperanza de vida al nacer cercana a los 20 años de edad, una mortalidad infantil
próxima al 35%, casi el 50% de la población se ubica en la cohorte de los 0-14 años, los intervalos
entre 10-14 años y entre 20-24 se caracterizan por la tasas de mortalidad más bajas.255 Por su
parte, en cementerios precerámicos la mortalidad infantil es menor y por ende la expectativa de
vida en los primeros años es superior, señalando posiblemente unas mejores condiciones de vida
para los cazadores recolectores antiguos que para las poblaciones agrícolas sedentarias256. Es decir,
que con el surgimiento de la agricultura las condiciones de vida no necesariamente mejoraron.

254 G. R. Milner, D. A. Humpf, H. C. Harpending. Pattern Matching of Age-at-Death Distribution in Paleodemographic Analysis.
Amer. J. Physical Anthropology, 1989, 80: 49-58.
255 J. V. Rodríguez. Los chibchas: pobladores antiguos de los Andes Orientales. Adaptaciones bioculturales. Bogotá, FIAN, 1999.
256 M. N. Cohen, G. J. Armelagos (eds.), Paleopathology at the Origins of Agriculture. New York, Academic Press, Inc., 1985.
114

Para el valle del Cauca disponemos de varias muestras arqueológicas que nos permiten
aproximarnos a los indicadores demográficos, tanto de épocas tempranas (La Cristalina,
Coronado) como tardías (Guacarí, Guacandá, Saija, Obando).257
En La Cristalina, El Cerrito, la relación entre esperanza de vida y rangos de edad es inversa, es
decir, que a mayor edad menor esperanza de vida, lo que no sucede con la probabilidad de muerte
pues en los primeros 10 años de vida es de 58,3%; en otras palabras significa que de cada 10
individuos nacidos casi 6 morían antes de los 10 años; esta tasa de mortalidad disminuye hacia la
juventud entre los 10 y 30 años y vuelve a aumentar después de los 35 años. Esta tasa es superior a
la de otros cementerios reportados para el valle del Cauca, que alcanza 35,5% en Coronado y
34,1% en Guacarí. La esperanza de vida al nacer de La Cristalina es de apenas 19,8 años, cifra
inferior a la de Guacarí de 21,5 años, Saija, Cauca de 20,2 años, Guacandá, Yumbo de 22,8 años y a
la de Coronado, Palmira de 22,3 años.258 La densidad de población en esta región era muy baja,
pues el cementerio abarca casi 800 años y el número de inhumados es muy reducido (24
individuos), en casi 2000 m² prospectados.259
En la llanura del río Cauca el cementerio de Palmira-Coronado corresponde a la misma época
de La Cristalina. La reconstrucción de la tabla de vida de esta necrópolis evidencia que la
esperanza de vida era de 22,3 años al nacer, la mortalidad infantil para los primeros 10 años de
vida alcanza el 35,5%. La probabilidad de muerte entre los niños de 0-4 años es de 0.300, la de
los jóvenes de 10-14 años de 0.000 y se incrementa significativamente a partir de los 25-29
años, con una cifra inicial de 0.246, y de 0.664 entre los 40-44 años. No figuran personas de más
de 50 años de edad (Tabla 5).
En El Carmen, Guacarí, se excavaron 44 individuos, de ellos 29 adultos (65,9%) y 15 niños
(34,1%). De los que se les pudo estimar el sexo, 25 eran masculinos (56,8%) y 16 femeninos
(36,3%). La expectativa de vida al nacer era de 21,5 años, con una mortalidad infantil de 34,1%
(0-10 años); no se halló ningún caso entre los 10-14 años de edad; resultando un elevado índice
de mortalidad en las cohortes de 30-34 años (0.426) y 40-44 años (0.391). Se aprecia
deformación fronto-occipital erecta y relativamente pocas lesiones dentales (desgaste, caries,
anomalías de desarrollo). Resalta el robusto desarrollo muscular de la cintura escapular
reflejando una gran actividad física relacionada quizás con el canotaje.
Tabla 5. Datos demográficos comparativos del Valle del Cauca, Soacha (Cundinamarca), Warao (Venezuela)

Sitio N Esperanz Mortalid Mortal Mortalidad Probabilid Probabilid Probabilid


a de vida ad idad 15-19 ad de ad de ad de
al 0-10 10-14 años muerte muerte muerte
nacer años años 20-24 años 30-34 años 45-49 años

La Cristalina 24 19.8 58.3 0.0 0,0 0.000 0.300 0.600


Coronado 110 22.3 35.5 0.0 5,5 0.000 0.469 1.000
Guacarí 44 21.5 34.1 0.0 4,5 0.370 0.426 1.000

257 Las muestras de Guacandá, Obando y Saija no son confiables puesto que la estimación de la edad y del sexo se realizó solamente
sobre la base del análisis dental, sin contar con el esqueleto craneal ni postcraneal, lo que representa serios problemas metodológicos.
258C. A. Rodríguez, E. L. Rodríguez, W. M. Romero. La población de la sociedad Sonso entre 1000 y 1550 d.C. y su relación con la

muerte. El caso del cementerio prehispánico de Guacandá en Yumbo, Departamento del Valle del Cauca. Bogotá, Boletín de Arqueología
2002, 16(3), pp. 27-94.
259 Rodríguez, Rodríguez, Romero, 2000.
115

Guacandá 81 18,0 33,5 3,7 16,0 0,263 0,581 1,000


Soacha 134 19,3 38,0 2,3 3,8 0,095 0,200 0,590
Warao 133 19,3 38,0 12,9 10,8 0,237 0,238 0,281
8

Aunque pueden existir diferencias metodológicas y sesgos por el tamaño de las muestras, al
comparar los cementerios reportados para la región con análisis bioantropológico, podemos
apreciar que la mortalidad infantil de La Cristalina es significativamente mayor, y por ende, la
esperanza de vida es menor que Coronado –temprano, siglos III a.C. a II d.C.- y Guacarí –tardío,
siglos IX a XI d.C.-. Sin embargo, la probabilidad de muerte en las cohortes de edad 20-24, 30-34
y 45-49 años es menor. Esto significa que temporalmente, si bien hay un descenso apreciable
en la mortalidad infantil, se incrementa la posibilidad de muerte de los adultos, concomitante
quizá con una mayor carga de trabajo en la sociedad agroalfarera tardía. En consecuencia,
podemos afirmar tentativamente que los niños de las sociedades agroalfareras tempranas
observaban una calidad de vida muy inferior al de las tardías, pero los adultos gozaban de una
menor carga laboral por lo cual el estrés era menor y podían llegar hasta viejos aún sin dientes
como el caso de la mujer de la tumba 26 de la Cristalina, El Cerrito.
Los resultados paleodemográficos del Valle del Cauca prehispánico son similares con los del
cementerio muisca de Soacha, Cundinamarca, cuando se emplea la tabla de vida ajustada. En
comparación con la población contemporánea Warao de Venezuela, la esperanza de vida al
nacer es similar en tanto que se aproxima a los 20 años de edad; la participación de la población
infantil para los primeros 10 años de vida es de 38%, cercana a la mortalidad en épocas
prehispánicas. No obstante se evidencia que en las cohortes de 10-14 y 15-19 años el 12,9% y el
10,8% de la población Warao, respectivamente, corresponden a estas cohortes de edad; como
son individuos vivos, la ausencia o baja frecuencia en los cementerios prehispánicos, mundo de
los muertos, significa que los jóvenes poseían una baja probabilidad de muerte, es decir, no
estaban sometidos a fuertes presiones sociales que redujeran su condición física, y por ende, su
calidad de vida; lo contrario sucedía con los rangos de edad superiores a los 30 años que poseen
en los cementerios prehispánicos mayor probabilidad de muerte con relación a la población
contemporánea.
En conclusión con relación a las condiciones de vida de la población del Valle del Cauca,
temporalmente se aprecia un mejoramiento en su calidad, manifiesto en un leve descenso en la
mortalidad infantil, reducción de los defectos del esmalte y de dientes perdidos antemortem.
Las mujeres, contrariamente a lo que se suponía en sociedades guerreras y sexistas, podían
alcanzar edades avanzadas en mejores condiciones de vida que los varones, gozaban de buen
estatus, ocupaban posiciones de curanderas o chamanas como se refleja en la suntuosidad y
complejidad de sus tumbas (Figuras 7, 27). Comparativamente con las sociedades prehispánicas
andinas, tenían valores similares de mortalidad infantil, aunque las causas eran diferentes pues
en las primeras obedecían quizás a enfermedades infecciosas respiratorias –TBC-, mientras que
en las vallecaucanas quizás a infecciosas parasitarias.
116

Capítulo VI
Los primeros vallecaucanos y sus orígenes

6.1. Características físicas

Las características físicas de los pobladores del valle del río Cauca son similares a las de las
poblaciones de los Andes Orientales. La frente es ancha, inclinada, con arcos superciliares
prominentes. El rostro destaca por ser muy ancho, de pómulos muy prominentes, aplanado en
su porción frontomalar, pronunciado en la región cigomaxilar, de altura media. Las órbitas son
muy anchas, de altura media, lo que reproduce unos ojos con superposición del párpado
superior. La nariz es medianamente pronunciada, de anchura media, de baja altura, algunas
veces de dorso convexo. La mandíbula resalta por su robustez y anchura.

Figura 60. Tabla deformatoria (Museo Arqueológico Universidad del Valle)

Habitualmente se deformaba la cabeza mediante la aplicación de fuerzas verticales al frontal


y occipital a los niños recién nacidos, con tabletas de cerámica como las que se exhiben en el
Museo Arqueológico “Julio César Cubillos” de la Universidad del Valle (Figura 60), con dos
perforaciones laterales con las que se sujetaban mediante cuerdas, causando deformación
fronto-occipital erecta. De esta manera se producía una cabeza muy corta, muy ancha, alta.

Figura 61. Cráneo deformado (La Cristalina).

A juzgar por las inserciones musculares de la cintura escapular que manifiestan líneas nucales
prominentes y apófisis mastoideas voluminosas, la gran actividad física en este sector del
cuerpo por la labor de canotaje, cargar objetos pesados sobre la espalda, la labor de caza y
117

agricultura y el porte de armas para la guerra, generaban cuerpos robustos y espaldudos. La


estatura oscilaba entre 157-166 cm en hombres y 148-156 cm en mujeres. Pedro de Cieza de
León260 anotaba en el siglo XVI que algunos chancos que confinaban con la provincia de
Anserma eran “tan grandes, que parecen pequeños gigantes, espaldudos, robustos, de grandes
fuerzas, los rostros muy largos, las cabezas anchas; porque en esta provincia y en la de
Quimbaya, y en otras partes destas Indias … cuando la criatura nace le ponen la cabeza del arte
que ellos quieren que la tenga; y así, unas quedan sin colodrillo y otras la frente sumida y otros
hacen que la tenga muy larga; lo cual hacen cuando son recién nacidos con unas tabletas, y
después con sus ligaduras; las mujeres destos son tan bien dispuestas como ellos; andan
desnudos ellos y ellas; y descalzos …”. Usaban narigueras llamadas caricuris a manera de clavos
retorcidos de oro, y en los cuellos se adornaban con chaquiras; en las orejas traían anillos
retorcidos y otras joyas.

Figura 62. Cráneo deformado (Guacarí).

Gracias a la existencia de abultados músculos en brazos y pantorrillas los indígenas se podían


adornar con cintas, lo que los españoles como Jorge Robledo interpretaron como deformación,
pues según él portaban “debajo de la rodilla un gran bulto de chaquira, ques unas cuentecitas
menudas mui iguales, blancas, parejas; y otro tanto encima del tobillo, para que crien
pantorrilla, i lo mismo hacen en los brazos para criar molledo, i lo mismo en las muñecas de los
brazos”.261 Esta versión sobre el uso de chaquiras para deformar brazos y piernas en
poblaciones prehispánicas del valle del Cauca fue aceptada y difundida por algunos
investigadores262 como otra característica más de los “caribes”, misma que no ha sido
confirmada por las evidencias osteológicas.263

6.2. Los primeros agroalfareros

260
Cieza de León, 1922, p. 85.
261 Cespedesia, 1985, 14(51-52):27.
262 Duque, 1970, p.80.
263 J. V. Rodríguez, 1990, p. 181.
118

Figura 63. Cráneo deformado (La Cristalina).

Las características físicas de los cazadores recolectores, primeros habitantes del valle del Cauca
se desconocen pues hasta el momento no se han hallado restos óseos correspondientes a esas
primeras etapas. En lo que respecta a las poblaciones agroalfareras tempranas se conocen por
los restos excavados en Malagana,264 Coronado, Santa Bárbara, Estadio Deportivo Cali, en el
municipio de Palmira, y La Cristalina, municipio de El Cerrito.265 Los restos de Malagana, Santa
Bárbara, Coronado y La Cristalina son muy similares, por lo que se pueden integrar en un solo
grupo biológico. En general, su cabeza es muy corta y muy ancha, alta, debido a la deformación
craneal de tipo fronto-occipital tabular erecta. La frente es ancha, inclinada también por la
deformación. Los otros rasgos son muy similares al resto de pobladores vallecaucanos
prehispánicos. En el Estadio del Deportivo Cali aparecen individuos muy diferentes,
dolicocéfalos –de cabeza alargada-, muy robustos, con fuerte desgaste dental, enterrados de
manera diferente a lo que se estilaba en los otros grupos, quizás indicando que existen relictos
de poblaciones más antiguas de la época de los cazadores recolectores.

El grupo de La Cristalina, El Cerrito, es muy similar a grandes rasgos a Coronado y Santa


Bárbara; algunos individuos están deformados, preponderantemente masculinos. Resalta el
exagerado grado de deformación del individuo T-33, masculino, 40-50 años de edad, de tipo
fronto-occipital tabular erecta, con una fuerte compresión en sentido antero-posterior (Figura
63). Su rostro es igualmente muy particular, con aspecto adusto por la prominencia de los arcos
superciliares y el prognatismo alveolar; la nariz es muy ancha, corta y prominente. En general
observa inserciones musculares muy desarrolladas, estatura reconstruida de 165,3 ±3,1 cm. La
forma irregular de la tumba que no se pudo establecer en campo por la presencia de
estructuras adicionales, las características impresionantes de su rostro, además de la acentuada
deformación craneal y el hallazgo de adornos personales, nos induce a pensar que tuvo algún
estatus dentro del grupo social al que perteneció, infundiendo temor y espanto por su rostro.

6.3. La población tardía

Provincia de la Montaña (Dagua)

264 Gonzalo Correal. Estudio de los restos humanos y de los restos de fauna del sitio arqueológico de Malagana, Municipio de Palmira.
En: Informe Proyecto Malagana, M. Cardale, L. Herrera, C. Rodríguez. Cali, MS, 1995, pp. 83-118.
265 Rodríguez et al., 2002.
119

Figura 64. Cráneo deformado (Dagua).

Figura 65. El camino de la muerte a Dagua.

Los pobladores de la región de Dagua eran diferentes, tanto por el tipo de deformación (tabular
oblicua), como por sus características morfométricas. Así, por ejemplo, el individuo No. 01
excavado en el valle alto del río Dagua,266 masculino, 35-40 años de edad, observa deformación
fronto-occipital tabular oblicua (Figura 64), produciendo una cabeza muy corta y muy ancha. El
individuo es muy robusto, con marcadas inserciones musculares a nivel de las líneas nucales,
apófisis mastoides y proyección glabelar. La estatura es de 158,0±3,6 cm. El individuo No. 02,
masculino, 20-25 años de edad, manifiesta acentuada deformación fronto-occipital tabular
oblicua y marcadas inserciones musculares, con líneas nucales muy prominentes. Como rasgo
patológico característico resalta la asimilación de la primera vértebra cervical a los cóndilos
occipitales, que habitualmente se presenta por portar pesados objetos en las espaldas.
Los cronistas describieron a los habitantes de Dagua como gente fornida, de grandes fuerzas
que por caminos, cuestas y despeñaderos subían agarrados de bejucos con cargas y fardos que
pesaban tres o más arrobas; algunos transportaban a cuestas un hombre o una mujer en unas

266Jorge Alarcón. Rescate arqueológico en el Valle Alto del río Dagua. Bogotá, Banco de la República, Boletín de Arqueología 1995, Año
10, No. 1.
120

silletas de corteza de árboles, así fuesen los cargados de gran peso, sin mostrar cansancio ni
demasiado trabajo (Figura 65).

Figura 66. Cráneo deformado (Guabas).

Los esqueletos excavados en la hacienda El Carmen, municipio de Guacarí (Figura 62), a pesar
de pertenecer al período Quimbaya Tardío, no observan grandes semejanzas con restos del
antiguo Caldas, asociados a material Quimbaya. Por sus rasgos físicos se asemeja más a la
población del Valle del Cauca. Aquí también se aprecia la deformación fronto-occipital tabular
erecta por la presión de tablas en frontal y occipital. Resalta la robustez mandibular, reflejada
en una rama ascendente ancha y cuerpo mandibular grueso.
La población de Guabas, Buga, es igualmente similar al resto de vallecaucanos prehispánicos,
incluida la deformación fronto-occipital tabular erecta (Figura 66). Destacan las fuertes
inserciones musculares a nivel de la cintura escapular, reflejando una gran actividad muscular,
quizás por labores de canotaje. El rostro es muy ancho, aplanado, con pómulos muy
prominentes. La nariz, a diferencia de los anteriores, es más prominente y más angosta.

6.4. Los orígenes: entre el difusionismo y la microevolución

Las hipótesis sobre los orígenes de las poblaciones prehispánicas de Colombia han oscilado
entre posiciones difusionistas y migracionistas, y microevolutivas, pasando por formas
alternativas.267 A su vez, sobre los orígenes de la diversidad humana se han postulado tres
modelos teóricos: 1. Cladogénesis, que sustenta que mediante la simple divergencia o
ramificación de las sociedades humanas se forman nuevas lenguas, nuevos grupos humanos y
nuevas culturas, en unidades discontinuas con mosaico de lenguas, rasgos genéticos y tipos
culturales. Ejemplo de este desarrollo se propone a las poblaciones polinésicas, de origen
relativamente reciente pero que no constituyen la generalidad. 2. Etnogénesis. Señala que cada
grupo étnico posee múltiples orígenes en lugar de un ascendiente común, pues los vínculos
entre las sociedades humanas son laxos por la difusión lingüística y cultural, misma que incide
en la conformación genética mixta. Como ejemplo se propone que la mayoría de comunidades
americanas y siberianas se formaron mediante un proceso de fisión-fusión. 3. Difusionismo.
Aunque los movimientos migratorios no son absolutamente indispensables para la difusión de

267 cf J. V. Rodríguez, 1999.


121

técnicas, herramientas o genes, los préstamos constituirían la forma más frecuente con el que
un grupo con logros adaptativos y creciente tasa de crecimiento se impone sobre sus vecinos.
G. Reichel-Dolmatoff268 planteó un origen difusionista para las poblaciones tardías del Ier
milenio d.C., en tanto que “el alto valor del maíz, junto con su fácil adaptación a diferentes
suelos, alturas y condiciones climáticas, hicieron posible tal vez la penetración al interior del
territorio y el poblamiento de las faldas y serranías, distantes de los recursos de los ríos y
lagunas. Parece haber sido el cultivo de maíz lo que permitió a una creciente población
expandirse rápidamente sobre las vertientes de las cordilleras colombianas, zonas que hasta
entonces probablemente habían sido poco pobladas”. Estas dos premisas, la poca población en
faldas y cordilleras y el poder adaptativo del maíz que facilitó el crecimiento demográfico, así
como las migraciones masivas, fueron planteadas cuando se conocía muy poco sobre las
poblaciones prehispánicas y sus procesos adaptativos en el interior del país y casi nada sobre
sus condiciones de vida y características físicas. No obstante, hoy día se ha acumulado una
importante información sobre el propio valle del Cauca,269 el Alto Magdalena,270 los Andes
Orientales271 y otras regiones del país, contribuyendo a conformar un cuadro más objetivo de
las dinámicas poblacionales prehispánicas.
En lo referente al Valle del Cauca la ocupación humana en la cordillera Occidental
(yacimientos localizados en Sauzalito y El Recreo, municipio de Darién, y en el valle de El Dorado
y Lusitania, municipio de Restrepo) se remonta a principios del Holoceno con fechas entre 9.600
y 4000 años a.P., y corresponden a ocupaciones precerámicas de pobladores que emplearon
azadas elaboradas en cantos rodados de rocas ígneas como diabasa y gabbro, y que
posiblemente fueron utilizadas en el procesamiento de recursos vegetales o en la elaboración
de otros artefactos líticos, en el contexto de una economía generalizada272 . Artefactos similares
se han hallado en el valle de Popayán, Cauca, señalando una temprana adaptación de las
poblaciones del suroccidente de Colombia a ecosistemas tropicales. Por otro lado, en el valle de
El Dorado en la región Calima se han hallado granos de polen de maíz fechados en 4730±230
a.C., y evidencias de tala de bosques para siembra a pequeña escala, planteando la posibilidad
de una mayor antigüedad de las prácticas agrícolas en esta región; también se han reportado
evidencias antiguas para el Cauca Medio.273
Si en la cordillera Occidental se aprecian evidencias tan antiguas de presencia humana con
prácticas hortícolas y si en el valle del río Cauca se han hallado restos de megafauna –
mastodonte- asociados a elementos culturales274, se podría pensar que la ocupación de la
llanura del río Cauca se remontaría a épocas muy antiguas, por lo menos a principios del
Holoceno –hace cerca de 10.000 años a.P.- cuyos pobladores, al igual que en los Andes
Orientales de Colombia pudieron desarrollar con el tiempo estrategias adaptativas, con base al
conocimiento regional de paisajes, plantas y animales, dando lugar a procesos agrícolas y

268 G. Reichel-Dolmatoff, 1986, p.87.


269 cf C. A. Rodríguez, 2002.
270 R. D. Drennan, Las sociedades prehispánicas del Alto Magdalena. Bogotá, ICANH, 2000, p. 136.
271 Carl H. Langebaek, Arqueología Regional en el territorio Muisca. Estudio de los Valles de Fúquene y Susa. University of Pittsburg,

Department of Anthropology, Memoirs in Latin American Archaeology 1995, No. 9; J. V. Rodríguez J. V. Los chibchas: pobladores antiguos
de los Andes Orientales. Adaptaciones bioculturales. Bogotá, FIAN, 1999.
272 (Herrera et al., 1989:4; Gnecco, Salgado, 1989:39)
273 Francisco J. Aceituno, Interacciones fitoculturales en el Cauca Medio durante el Holoceno temprano y medio, Arqueología del Área

Intermedia No. 4, pág. 89-113.


274 C. A. Rodríguez, 2002, p. 29.
122

alfareros locales. Por consiguiente, la aseveración de que Ilama (I milenio a.C.) representa una
cultura exógena “que no surgió como producto de la evolución sociocultural de las poblaciones
con un modo de vida recolector-productor que ocuparon la región Calima entre 7000 y 2000
a.C.”, 275 podría no tener sustento arqueológico pues ésta debió tener su origen en los procesos
socio-culturales que enmarcaron el cambio global de los horticultores que le antecedieron.
En lo que respecta a los orígenes de la población Yotoco del I milenio d.C. que sucedió a
Ilama, los investigadores de la región están de acuerdo con que su raíz se encuentra en su
antecesora y que el cambio se dio mediante un proceso de transición, proceso que “parece
haber tenido lugar alrededor del primer siglo antes de Cristo”.276 Por su parte Carlos A.
Rodríguez afirma que Yotoco por su análisis estilístico y tipológico de la cerámica, la orfebrería y
los patrones funerarios “permite establecer su estrecha relación con la cultura de los colectivos
humanos creadores de las expresiones Ilama”, es decir, que “las poblaciones Ilama
evolucionaron y generaron nuevas formas más complejas de expresión sociocultural”.277 Esta
aseveración también se apoya en la similitud bioantropológica entre las poblaciones Ilama y
Yotoco, lo que apoyaría la hipótesis de que realmente se trataba de una misma población
diferenciada socioculturalmente.278
Referente a Sonso del II milenio d.C. se plantea que en algún momento Yotoco desaparece y
es reemplazada por otra población, cambio que fue parte de un movimiento de grupos sobre
una extensa zona de la región Andina que se apropiaron paulatinamente de territorios ajenos,
“proceso que tomó, seguramente, varios siglos, iniciándose hacia finales del primer milenio d.C.
y continuando a principios del segundo”279 En las mismas representaciones antropomorfas se
aprecia el cambio pues en las Sonso la nariz es demasiado grande y exageradamente aguileña;
los ojos se representan en la forma estilizada conocida como “grano de café”.
Dentro de los grupos que migraron a la región Andina se mencionan los Karib que habrían
introducido el conocimiento de la aleación del oro con el cobre conocida como tumbaga, y que
habrían tenido su origen en los llanos Orientales, según lo planteó el americanista francés Paul
Rivet280 en los años 40 y que tendría su soporte en la distribución de familias lingüísticas
aborígenes de Colombia. Como anotó el arqueólogo Luis Duque Gómez281 refiriéndose a los
quimbayas, es evidente que en “la composición étnica y en la integración cultural de los pueblos
que vivían en el territorio del antiguo Caldas, jugó un papel muy importante el sustrato chibcha,
que debió desplazarse desde la región de Urabá hacia esta zona, siguiendo el curso de los ríos
Atrato, San Jorge, Sinú, Cauca y Magdalena, hasta llegar a estas comarcas… Este sustrato
chibcha habría sufrido el impacto de migraciones posteriores de origen Karib, cuya ruta principal
parece haber sido el río Magdalena y el Atrato, y que al llegar al territorio caldense flanquearon
a los grupos allí existentes, dominándolos en parte o ejerciendo influencia sobre sus formas
lingüísticas y culturales”.

275 Ibíd., pág. 102.


276 M. Cardale, W. Bray, L. Herrera, Reconstruyendo el pasado en Calima, Resultados recientes, Boletín del Museo del Oro, 1989, pág. 12.
277 C. A. Rodríguez, 2002, p. 129.
278 Ibíd., p. 133.
279 M. Cardale et al., 1989, p. 17.
280P. Rivet, La métallurgie en Amérique précolombienne, Travaux et mémoires de l’ Institute D’Ethnologie, Paris, Institute D’ Ethnologie No.

XXXIX, 1946, p. 67.


281 L. Duque G., Los Quimbayas, Instituto Colombiano de Antropología, 1976, p. 82.
123

No obstante si observamos el mapa de distribución lingüística (Figura 68) la penetración


Karib no habría abarcado el Valle del Cauca pues Jamundí, Lile, Dagua y Atunceta pertenecerían
a la familia lingüística Chibcha,282 movimiento que habría tenido lugar hacia finales del I milenio
d.C., influyendo significativamente en chancos, pijaos, pantágoras, amaníes, samanaes, irras y
quindíos283; entre tanto, la penetración chibcha se remontaría a un período muy remoto,
proviniendo quizás de una escisión de un tronco ancestral con las poblaciones andinas.

6.5. Sobre las relaciones biológicas

Estas hipótesis surgidas del ámbito arqueológico, etnohistórico y lingüístico se pueden verificar
mediante los datos de la craneometría, comparando muestras de distintas regiones y períodos.
De esta manera, con el propósito de obtener un cuadro que de cuenta de las relaciones
biológicas de las poblaciones antiguas del Valle del Cauca, se procede a la comparación
craneométrica, que consiste en la medición de las estructuras de la bóveda craneal y esqueleto
facial –órbita, nariz, rostro-, en cuanto a su longitud, anchura, altura y proyección, según
estándares internacionales, y que han servido para abordar la problemática del poblamiento
temprano de América y de Colombia. En un estudio anterior se analizaron 65 variables
craneométricas de las que se seleccionaron 16 por cuanto presentan mayor grado de
diferenciación, tanto intragrupal como intergrupal (GOL, XCB, BNL, BBH, MFB, BPL, ZYB, NAH,
OMF, OBH, NLB, NLH, NFA, SSA, NMA, SIA).284 Las similitudes pueden obedecer a un origen
común, convergencia evolutiva o a errores estadísticos cuando las muestras son muy pequeñas
y no representan a la población de donde proviene.
En las reconstrucciones de filogénesis, la homoplasia, que cobija la convergencia, la reversión
y el paralelismo, puede crear similitud entre poblaciones filogenéticamente distintas,
produciendo errores de interpretación sobre sus orígenes.285 Para evitar la homoplasia se
recomiendan los siguientes requisitos para seleccionar los caracteres más informativos que
denoten verdaderamente una relación filogenética:
1. Los rasgos deben ser independientes unos de otros, con el fin de evitar la redundancia de
algunos segmentos.
2. Deben ser homólogos, es decir, son informativos solamente si provienen de un ancestro
común.
3. Deben minimizar la homoplasia, analizando el ritmo de cambio de los caracteres; siendo
difícil detectar los de cambio rápido para inferir filogenia; por lo cual se prefieren los de cambio
lento, conservativo.
4. Deben ser relativamente numerosos para evitar el azar en los cambios; si la homoplasia es
relativamente grande en una serie de caracteres, entonces una amplia serie de rasgos
incrementará la alerta de redundancia.

282 S. E. Ortiz, Lenguas y dialectos indígenas de Colombia. Historia Extensa de Colombia. Bogotá, Academia Colombiana de Historia,
Ediciones Lerner, Vol. I, Prehistoria, 1965, p. 33.
283 L. Duque, Op. Cit., p. 83.
284 J. V. Rodríguez, Diversidad, adaptación y etnogénesis en la población prehispánica de los Andes Orientales. En: Los chibchas:

Diversidad y adaptación de la población prehispánica de los Andes Orientales. Bogotá, Colciencias-Universidad Nacional de Colombia, 2001, pp.
251-310.
285 S. Freeman, J. C. Herron, Evolutionary Analysis. New Jersey, Prentice Hall, 1998; J. V. Rodríguez, 2001, p. 258.
124

Las diferencias y similitudes de la comparación intergrupal se plasman gráficamente


mediante un cladograma o dendrograma, árbol construido a partir de variables diferenciadoras,
de carácter parsimonioso si maximiza el número de homologías y minimiza el número de
sucesos evolutivos.
En el presente estudio se compararon varios grupos tempranos Coronado, Santa Bárbara, El
Cerrito, Estadio, y tardíos como Guacarí (culturalmente Quimbaya Tardío), Guabas (Buga) y
Dagua (Cordillera Occidental), para un total de 26 cráneos masculinos y 11 femeninos.
En la comparación craneométrica las 16 variables (Tabla 6) dan cuenta de las dimensiones
lineales y angulares del esqueleto facial (frente, rostro, órbitas, nariz) y tres del neurocráneo;
hay que acotar que la deformación craneal afecta básicamente la bóveda craneal. El análisis de
componentes principales señala que las anchuras (transversa máxima, frontal mínima,
bicigomática, orbitaria, nasal) son las que más discriminan, para el primer componente; también
la altura basibregmática. Los ángulos observan poco valor discriminante, excluyendo el
simótico. En la prueba ANOVA el mayor valor de F se aprecia para la anchura frontal mínima
(11,589), anchura orbitaria (8,250) y anchura nasal (2,671).

Tabla 6. Dimensiones craneométricas medias de grupos del Valle del Cauca


125

POBLACIÓN

CORONADO
QUIMBAYA

EL CERRITO

BÁRBARA
GUACARÍ

ESTADIO

DAGUA
SANTA
VARIABLE

BUGA
1 GOL 171,3 157,4 155,0 157,5 159,0 165,6 172,2 164,0
8 XCB 157,3 157,6 164,8 154,5 151,7 152,1 143,9 161,0
5 BNL 89,0 93,0 94,5 97,0 94,0 99,3 100,4 96,0
17 BBH 128.8 137,0 132,0 139,2 133,5 143,7 136,8 134,0
9 MFB 95,3 97,6 96,7 102,2 92,7 101,5 97,6 100,5
40 BPL 98,0 92,5 95,0 98,0 96,0 96,5 100,7 96,5
45 ZYB 138.3 141,0 149,5 145,7 142,5 145,5 133,6 138,5
48 NAH 68,7 67,2 70,9 68,1 71,8 66,9 72,3 78,0
51 OMF 42,8 41,9 42,5 43,5 41,5 39,8 42,6 46,5
52 OBH 36,9 33,8 34,4 35,0 34,8 34,8 34,0 36,0
54 NLB 25,7 26,4 25,0 26,3 26,2 26,8 26,9 26,0
55 NLH 51,7 48,5 51,7 50,2 50,3 51,3 52,0 54,0
75.1 NFA 13,3 16,4 23,0 28,5 21,0 20,5 19,7 29,5
SSA 121,7 133,5 125,4 127,1 129,7 128,9 122,9 118,7
77 NMA 138,2 146,4 147,4 144,9 150,6 144,3 135,2 142,9
SIA 103,5 116,7 97,0 110,6 119,3 95,0
44 EKB 99,3 98,9 100,5 103,1 98,4 101,0 98,9 104,0
50 IOB 18,9 19,7 20,6 20,7 22,5 21,5 21,0 21,0
SC WNB 10,6 9,4 8,6 10,7 10,5 7,8 11,0 9,9
60 MXL 55,0 52,2 55,6 56,3 54,5 55,5 56,5 54,5
61 MXB 66,0 68,0 65,6 67,0 65,0 63,2 68,7 63,0
El 65 BCB 126,5 126,3 125,7 131,7 123,8 125,7 123,6 120,5 estudio
66 BGB 101,0 101,3 99,7 110,3 93,7 99,9 100,1 94,5
intergrupal se llevó a cabo mediante el análisis de conglomerados jerárquico, clasificando los
grupos en un conjunto de datos, basándose en el principio de que los miembros de un grupo
han de ser más similares entre sí que los no miembros; la similitud intragrupal es mayor que la
intergrupal y los conglomerados suelen mostrar cohesión interna y aislamiento externo. La
distancia aplicada fue la euclídea al cuadrado (dij), definida como la distancia entre dos puntos i
y j, medidos en cantidades p de variables: dij = [(xi – xj)² + (yi – yj)²]. La matriz de distancias se
construyó mediante el método de Ward, en donde los conglomerados han de ser lo más
homogéneos posible, y las desviaciones no son más que las distancias de todos los puntos a las
medias de los conglomerados a los que pertenecen. Para evitar los riesgos de las diferencias de
las escalas de los ejes, se estandarizaron las escalas de las medidas mediante puntuaciones
estándar, con lo que todas las variables tendrán igual importancia. Los datos se procesaron
mediante el programa SPSS versión 12.0.286
Al comparar los grupos del Valle del Cauca y Quimbaya del Quindío (Figura 69), se evidencia
que El Cerrito y Coronado configuran un mismo enjambre, muy cercano entre sí, demostrando
que constituyen una misma población; se le podría agregar Santa Bárbara, pero,
infortunadamente, su muestra es muy pequeña y aparece anexada a Guacarí y Buga que son
grupos septentrionales del Valle. No obstante la proximidad entre los grupos tempranos y

286 S. Shennan, Arqueología cuantitativa. Barcelona, Editorial Crítica, 1992. p. 220.


126

tardíos septentrionales señala que comparten un ancestro y origen común. Quimbaya se aleja
del resto de grupos, al igual que Estadio y Dagua, planteando un origen diferente para estas
poblaciones. Estas distancias evidencian que mientras que las poblaciones tempranas
mantuvieron cierta homogeneidad, las tardías son muy heterogéneas, quizás por movimientos
poblacionales que se mezclaron con las ancestrales.
Al comparar toda la población del valle con grupos suramericanos se aprecia que se aproxima
más a las poblaciones arqueológicas de los Andes Orientales, incluidas las precerámicas, y a las
de los llanos venezolanos (Figura 70). El dendrograma de comparaciones conforma cinco
grandes enjambres con subdivisiones menores. Así, el primer enjambre está integrado por los
grupos Arawak de Venezuela (Cerro de Luna, La Pica, Guajira, Motilón y Huila). El segundo por
grupos Chibchas de los Andes Orientales de Colombia (Muiscas de Bogotá y Sogamoso, Herrera,
Chitarero y el Valle). El tercer enjambre está integrado por grupos Karib de Cuba (Taino),
Suriname, Panche y Quimbaya de Colombia. Un cuarto enjambre está constituido por la
Patagonia Argentina (Paraná, Tierra del Fuego). Un quinto enjambre por grupos andinos de
Aruba, Colombia (Muisca de Tunja, Guane, Lache, Nariño), Perú (San Damián, Chicama,
Paucarcancha), Chile (Atacama, HOHL), horticultoras de Brasil (HOLL), contemporáneas
(Botocudo, que podría ser un relicto paleoamericano aislado en la selva amazónica) y Siboney
de Cuba –grupo precerámico-. La menor distancia del Valle se aprecia con Muisca de Bogotá
(9,9), aunque también con Herrera (14,4), Huila (16,0), Muisca de Sogamoso (16,8), Chitarero
(17,6) y Panche (18,2).
Los rasgos morfológicos craneales, epigenéticos o discretos, son considerados de alto valor
genético. Al comparar la muestra del Valle con grupos de América y Siberia, muestra una gran
afinidad con Muisca de Bogotá (10,2), Muisca de Sogamoso (11,3), Chitarero (13,9), Guane
(15,9), Caribe (16,4), Tequendama (16,5) y Aguazuque (17,4), evidenciando su afinidad genética.
Esta proximidad craneométrica se puede explicar mediante varias alternativas. 1.
Convergencia adaptativa entre las poblaciones del valle del Cauca y las andinas, que no es el
caso pues existen diferencias ecológicas muy marcadas entre el bosque seco tropical del valle y
el bosque andino. 2. Comparten un tronco común, por consiguiente retuvieron algunos rasgos
genéticos ancestrales, e inclusive lingüísticos. Como se sabe, se cuenta con la posible filiación
chibcha de Timba, Lile, Jamundí, Atunceta y Xitirixiti, Valle, y la dispersión de la Familia lingüística
Chibcha por el valle del río Cauca.287 3. El estudio está sesgado por el tamaño de la muestra y por
consiguiente de errores estadísticos. No obstante, al comparar las muestras utilizando rasgos
epigenéticos (no métricos o discretos), la proximidad del Valle con las poblaciones arqueológicas
andinas, incluidas las precerámicas es igualmente significativa.
En consecuencia, si la población Ilama-Malagana ya había alcanzado un importante desarrollo
cultural como se manifiesta en sus elaboraciones orfebres, en las costumbres fúnebres y en las
adecuaciones del paisaje, y si poseemos evidencias de megafauna en la llanura del valle del río
Cauca,288 y precerámicas en la región Calima289 y al sur en el Departamento del Cauca,290 es muy

287S. E. Ortiz, Lenguas y dialectos indígenas de Colombia. Historia Extensa de Colombia. Bogotá, Academia Colombiana de Historia,
Ediciones Lerner, Vol. I, Prehistoria, 1965, pp. 33, 36.
288 C. A. Rodríguez, 2002.
289 Héctor Salgado, Medio ambiente y asentamientos humanos prehispánicos en el Calima Medio. Cali, INCIVA, 1989.
290 Cristóbal Gnecco, Ocupación temprana de bosques tropicales de montaña. Popayán, Editorial Universidad del Cauca, 2000.
127

probable, entonces, que existan manifestaciones culturales anteriores a la Ilama-Malagana en esta


región.
De esta información podemos deducir el siguiente cuadro de poblamiento y migración. Hace
varios milenios, grupos de cazadores y recolectores atravesaron la región del Darién por el Caribe
pues la costa Pacífica, por un lado, y el valle del río Cauca eran impenetrables; el primero por la
existencia de intransitables zonas de manglares y pantanos, y la segunda por la estrechez y relieve
escarpado del valle en la región antioqueña. Desde el Caribe se escindieron dos grandes oleadas,
una hacia el Orinoco y la otra hacia el valle del río Magdalena, por lo cual las poblaciones andinas y
orinocas comparten un tronco ancestral común de bastante antigüedad. En la región baja del Alto
Magdalena una rama se escindió hacia los Andes Orientales y la otra traspasó la cordillera Central
enrumbándose por el valle del río Cauca hacia el norte; de aquí el compartimiento de rasgos
comunes entre andinos y vallunos, por un lado, y en menor medida con los panches del
Magdalena. Posteriormente, grupos Karib que ascendieron por los valles interandinos se
mezclaron con los grupos Chibcha ancestrales, en la región de influencia Quimbaya y en la
cordillera Occidental, sin afectar genéticamente la población de la llanura del río Cauca. Este
cuadro coincide con el mapa lingüístico de Sergio Elías Ortiz y sustenta la validez del modelo
etnogenético de poblamiento bioantropológico (Figura 68).291
En lo referente a los estudios genéticos vale la pena señalar que la calidad del ADN antiguo
obtenido de restos óseos de La Cristalina, El Cerrito,292 es muy variable entre individuos sometidos
a las mismas condiciones diagenéticas, y no se puede atribuir al uso de diferentes protocolos de
extracción, pues los 4 utilizados para esta muestra no eliminan completamente las sustancias
inhibidoras. Para el protocolo 1 se obtiene un 70% de resultados positivos para ADN mitocondrial.
Las estrategias más exitosas en la amplificación de ADN son las que recurren a secciones medianas,
pues la de MPS es demasiado sensible, al igual que las que usan un número mayor de 250 pb. Los
posibles responsables de la inhibición de la amplificación de la PCR en las muestras estudiadas son
los ácidos fúlvicos, húmicos y taninos, productos de la millard, y el mismo ADN degradado, a causa
de procesos taxonómicos naturales.293
Este estudio conlleva a considerar que los tratamientos postmortem de los cuerpos, tales como
la cremación y el uso de sustancias oleaginosas –posiblemente la bija- producen fijación de
biomoléculas y su inhibición en la extracción de ADN. Esto afectó considerablemente los productos
de aislamiento y amplificación.
Los estudios dentales donde se compara una muestra de Obando con grupos vecinos, con base
en solo tres rasgos morfológicos, conducen a plantear un aporte genético desde Ecuador,
“mediante una migración regional ocurrida durante el período tardío en ambas regiones”.294 No
obstante, este trabajo observa serios problemas metodológicos pues no se establece ni el tamaño
de la muestra ni la metodología seguida; el empleo de solo cuatro rasgos de poco valor taxonómico
diferenciador –incisivos en pala, metaconulo, Carabelli, protostílido- no ofrece un cuadro objetivo;

291Ortiz, 1965, p. 36.


292Freddy Rodríguez, Bioarqueología molecular de la población prehispánica de La Cristalina: análisis de ADN mitocondrial a partir de restos óseos
arqueológicos. Bogotá, Carrera de Antropología Universidad Nacional de Colombia, Trabajo de Grado, 2003.

F. Rodríguez, 2003, p. 269.


293

Carlos David Rodríguez, Antropología dental prehispánica. Variación y distancias biológicas en la población enterrada en el cementerio prehispánico de
294

Obando, Valle del Cauca, Colombia entre los siglos VIII y XIII d.C. Cali, Syllaba Press, 2003, p. 114, 119.
128

finalmente, la matriz de distancias, por el contrario, apunta a una mayor cercanía con el grupo de
Cuba (21,7) que con Ecuador (95,9) y Páez (68,2).

Figura 67. Cráneo alargado de El Estadio, tumba 30.

En consecuencia, podemos afirmar que el poblamiento de la llanura del río Cauca es bastante
antiguo y se puede remontar quizá a principios del Holoceno –hace cerca de 10.000 años-; las
poblaciones prehispánicas más antiguas del Valle del Cauca comparten un tronco ancestral común
con los chibchas de los Andes Orientales; estos cazadores recolectores debieron ser similares a los
dolicocéfalos hallados en las excavaciones del Estadio del Deportivo Cali (Figura 67); la población
agroalfarera temprana –Ilama- se extendió hasta Buga y Guacarí, y contribuyó a la formación de la
tardía –Sonso, Bolo y Quebrada Seca-; la población agroalfarera tardía del norte del Valle
(culturalmente Quimbaya) y de la cordillera Occidental (Dagua) tienen múltiples orígenes, con
apreciable influencia Karib.
129

Figura 68. Dispersión de familias lingüísticas de Colombia (Ortiz, 1965:33)


130

Figura 69. Dendrograma de distancias euclídeas craneométricas mediante el método de Ward de grupos masculinos del Valle
del Cauca.

ESCALA 0 5 10 15 20 25
GRUPO +---------+---------+---------+---------+---------+

S. Bárbara
Guacarí
Buga
Cerrito
Coronado
Estadio
Quimbaya
Dagua
131

Figura 70. Dendrograma de distancias euclídeas craneométricas mediante el método de Ward de grupos masculinos de
Sudamérica.

ESCALA 0 5 10 15 20 25
GRUPO +---------+---------+---------+---------+---------+

Cerro Luna
La Pica
Guajira
Motilón
Huila
Muisca Bogot
Muisca Sogam
Herrera
Valle
Chitarero
Paraná
Fueguino
Taino
Suriname
Panche
Quimbaya
Guane
Nariño
Aruba
HOHL
HOLL
Atacama
Paucarcancha
ARHL
San Damián
Chicama
ARLL
Botocudo
Muisca Tunja
Tequendama
Aguazuque
Siboney
Lagoa Santa
Lache
132
133

Capítulo VII
De bárbaros caníbales a sabios ecólogos: el legado del pasado

Los datos arqueológicos, bioantropológicos y los mismos etnohistóricos nos muestran otra realidad
de las sociedades que habitaron el valle del Cauca antes de la llegada de los españoles. De
bárbaros, desordenados, violentos y desalmados caníbales que describieron los españoles a su
llegada con el fin de justificar la conquista, se han convertido en poblaciones que ordenaron el
mundo de acuerdo a una cosmovisión que tendía a mantener el equilibrio entre los humanos, los
animales, las plantas, el medio ambiente y las deidades que suministran los recursos295. A través de
sacrificios, similares a los que practicaban las poblaciones mesoamericanas, ofrendaban la sangre
de prisioneros de guerra y cautivos, misma que servía de alimento para las deidades y armonizar el
cosmos.
Gracias a estas prácticas ecológicas de profundo valor adaptativo, desarrolladas en el transcurso
de miles de años a juzgar por sus similitudes biológicas con poblaciones andinas chibchas con las
que comparten un remoto tronco ancestral común, los indígenas vallecaucanos lograron regular el
crecimiento demográfico, mantener sus sementeras con exquisitos maizales, yucales y frutales,
pescar abundantes peces en ríos y lagunas, cazar animales que prodigaba el monte, y recrear el
medio ambiente que les suministraba estos recursos. Estos mismos sirvieron para que se pudieran
asentar los nuevos vallecaucanos, mestizos descendientes de los pocos indígenas que
sobrevivieron a las enfermedades y maltratos, de los españoles que se apoderaron de las tierras y
riquezas nativas, y de los esclavos africanos que fueron introducidos como consecuencia de la
reducción de la mano de obra aborigen.
Dentro del pensamiento dialéctico de los indígenas296 –oposición de la vida y la muerte, el orden
y el caos, luz y oscuridad, cielo e inframundo, masculino y femenino- concebían la muerte como
algo consustancial a la vida, que si bien era temida, la aceptaban como una nueva forma de vida en
otro mundo al que llegaba el espíritu una vez consumido el cuerpo, según la manera de muerte,
para continuar sirviendo a sus deidades de acuerdo a los oficios desempeñados en esta vida. La
mujer fallecida durante el parto y el varón al filo de la piedra –en la guerra o en sacrificios- eran
consideradas como las muertes más dignas. Durante ese proceso el espíritu debía nutrirse, por lo
que en la tumba junto al cadáver se colocaba chicha, alimentos y objetos que había utilizado
durante su vida, según su oficio: volantes de huso si había sido tejedora, armas para los guerreros,
metates y manos de moler usados en el procesamiento del maíz y raíces, morteros y otros objetos
usados por las curanderas.
La tumba era considerada casa de los muertos -el inframundo- mediante la cual se retornaba al
útero que le había dado vida –el cielo-, de ahí la forma particular de las cámaras, y el pozo, quizás
recordando el cordón umbilical que une los dos mundos. Dado que el ritual mortuorio duraba
varios días, para evitar los malos olores y acabar de expulsar las malas energías los cuerpos eran
secados sobre barbacoas. Como el sol constituía el dios supremo, el dador de vida, luz, energía y
calor, proveedor de los ciclos climáticos, los cuerpos eran orientados de tal manera que recibieran
la luz del astro durante su diario saliente y poniente, habitualmente con la cabeza hacia el norte.

295 Roberto A. Restrepo (ed.), El vuelo de la serpiente. Desarrollo sostenible en la América prehispánica. Bogotá, Siglo del Hombre Editores,
2000.
296 Mercedes de la Garza, La muerte y sus deidades en el pensamiento maya. Arqueología Mexicana, 1999, vol VII, No. 40, pp.40-45.
134

Las curanderas, temidas por sus poderes, eran enterradas boca abajo –el quinto punto cardinal-
para que sus energías se quedaran en la tierra y no perturbaran el mundo de los vivos.
El registro óseo desvirtúa el estado de permanentes guerras en el que supuestamente vivían las
comunidades prehispánicas. También se desvirtúa el sexismo inherente a las sociedades guerreras;
aquí la mujer se presenta como una persona que gozaba de estatus, respeto y admiración por
parte de los guerreros y otros miembros de la sociedad. Los mismos cronistas se admiraron de la
valentía y gallardía de mujeres guerreras, como la Gaitana en Timaná, Huila, la cacica y mujer del
cacique Pete en Cali, y otras muchas mujeres que, sosteniendo con una mano sus hijos y con la otra
mazas, piedras y picas defendieron sus hogares de la soldadesca europea, que con caballos, perros,
espadas y lanzas les quisieron arrebatar sus bienes; si se descuidaban los ibéricos podían terminar
en las ollas de los fogones indígenas. Bien señalaba en verso el poeta Juan de Castellanos en
1586297 refiriéndose a la defensa femenina de la provincia de Cali:
“Manifestaba bien ser gente rica,
Según las joyas y gallarda traza;
Entre los escuadrones la cacica
Y otras mujeres muchas, o con maza,
O con grueso bastón, o larga pica,
Para las emplear en esta caza,
Con que pensaban ocupar las brasas
Y colgar los pellejos en sus casas.”
La mujer del cacique Pete animaba las tropas nativas para arremeter contra los españoles,
romper sus filas y asir a los enemigos por sus barbas y cabellos. Las mujeres iban tras los guerreros
por las laderas, llamando a los españoles “ladrones y robadores”, portando sus propios estandartes
y banderas, tocando tambores, portando macanas, lanzas, tiraderas, agudos y volantes pasadores,
sin darle tregua al bando de los cristianos.
Dentro de la sociedad la mujer ocupaba una posición importante pues al fallecer el cacique le
sucedía la esposa principal, o el sobrino hijo de hermana, con lo que se fortalecían los lazos por
línea femenina. Contrariamente a las sociedades sexistas de los Andes, aquí las mujeres gozaban
de mejores condiciones de vida y no se mencionan sacrificios que las afectaran exclusivamente
como entre muiscas, panches, malebúes, y otros grupos indígenas de Colombia. Las curanderas
eran muy temidas y se les prodigaba una especial atención en sus entierros, siendo las más
espectaculares del mundo vallecaucano.
La pretendida “prolongada beligerancia que existía entre ellos, y, por consiguiente, del régimen
de inseguridad tribal que reinaba en aquel entonces en casi toda esta comarca”, como anotó Luis
Duque Gómez298 para los quimbayas y sus vecinos, no encuentra sustento en los documentos
recabados por los investigadores, y, como plantea el historiador Juan Friede299 “se trata de la
tendencia de algunos cronistas a atribuir, generalizando, la hostilidad que pudiera existir entre
unas y otras tribus por cuestiones económicas o políticas, a todas las tribus americanas, sin
excepción, y presentar a los españoles más como pacificadores que como conquistadores”.
Si bien no se niegan hostilidades por la competencia en el acceso a los cotos de caza, los sitios
de mejor captación de peces, y por las mismas mujeres, no obstante estos momentos se mitigaban

297Juan de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias, Bogotá, Gerardo Rivas Editor, 1997, p. 875.
298 L. Duque G., Los Quimbayas, 1970, p. 65.
299 J. Friede, 1963, p. 14.
135

mediante dos procesos. Primero, instaurando “tierras de nadie”, habitualmente cubiertas de


frondosos cañaverales y múltiples ciénagas, que separaban las posesiones de una comunidad de
otra, por ejemplo, entre los quimbayas, gorrones y carrapas, delimitando sus predios de caza,
pesca y agricultura. En segundo lugar, la fortificación de las viviendas con guaduas y la ubicación de
cabezas trofeo ensartadas a sus entradas infundían un profundo temor, desestimando posibles
asaltos. Con la llegada de los españoles se exacerbaron las hostilidades, siendo aprovechadas por
los peninsulares para aunar esfuerzos en el proceso de conquista.
No todo era jardín de Edén en el Valle del Cauca prehispánico, pues si bien disponían de ricos
recursos de plantas y animales, las inundaciones y desbordes del río Cauca y sus afluentes que
descienden de la cordillera Central, causaron estragos, desplazando a sus moradores a partes más
elevadas, y propiciaron el desarrollo de enfermedades parasitarias que afectaron primordialmente
la población infantil, causándole una alta mortalidad que en ocasiones alcanzó casi el 60% en los
primeros 10 años de vida como en La Cristalina, El Cerrito. La esperanza de vida al nacer se
aproximaba a lo 20 años; la cohorte entre los 10-20 años era muy estable desde el punto de vista
de los riesgos de salud, pero a partir de esa edad se incrementaban como consecuencia de la carga
laboral que debían soportar a sus espaldas, que prácticamente se las molía al tener que transportar
hasta 2-3 arrobas por empinadas cuestas, especialmente en los caminos hacia el Pacífico, por la
cordillera Occidental, y hacia la cordillera Central. En estos trayectos también sufrían sus pies,
piernas y articulaciones de las caderas.
La tuberculosis cuya presencia fue elevada en los Andes, en el valle del Cauca fue muy rara y la
treponematosis –posiblemente frambesia o yaws- poco frecuente. Los dientes sufrieron el rigor de
la molienda del maíz y raíces entre piedras –metates y manos de moler-, cuya fricción desprendía
partículas que desgastaban las superficies y producían fracturas; con la edad se perdían las piezas
dentales generando molestias al comer.
Los cronistas destacaron el carácter independiente –behetría- de las comunidades de la
Provincia de Popayán (villas de Pasto, Popayán, Timaná, Cali, Anserma, Cartago, Arma,
Antioquia), que aborrecían servir y ser sujetos, pues eran regiones muy ricas en recursos. Si les
acosaban, abandonaban sus casas y se mudaban a otro sitio, donde encontraban lo suficiente
para sobrevivir. Y si allí también los buscaban, abandonaban el nuevo sitio y volvían a empezar,
pues a donde fuesen encontraban tierra fértil, bosques y ríos con abundantes animales. Por
esto servían a quien querían, en la guerra o en la paz.
Con la llegada de los españoles iniciaron una enconada lucha contra las fuerzas foráneas para
no dejarse someter, desastrosa para los nativos pues las picas y flechas no pudieron contra las
espadas y lanzas metálicas, apoyadas por mosquetones, caballos y perros cebados en carne
indígena. Como consecuencia de la guerra de tierra arrasada y las enfermedades, se extinguió
más del 90% de los aborígenes, y el resto de mezcló con los españoles, pues éstos necesitaban
de los alimentos indígenas y de sus conocimientos agrícolas para su propia supervivencia. La
mujer nativa fue clave en este nuevo proceso de conquista, de ahí que de esta madre americana
y del padre español surgieron los primeros mestizos, que posteriormente se mezclaron con los
esclavos africanos traídos para suplir la carencia de mano de obra. De esta obra conquistadora
surgieron los vallecaucanos actuales, mestizos triétnicos portadores de genes indígenas,
españoles y africanos, consumidores de maíz, papa, cubios, hibias, fríjol, maní, zapallo, yuca,
guayaba, lulo, palmas, algodón y muchísimas plantas más de su madre América, pan de trigo,
arroz, leche y ganado vacuno de su padre España, y plátano de sus ancestros africanos.
136

De aquí surgió el mestizaje de una gran masa de libertos de todos los colores de piel, mezcla
de indígenas, españoles y esclavos africanos, que constituían para 1797 la gran mayoría -más del
60% del total- de la población del valle del Cauca: 87,2% en Toro; 68.2% en Cali; 62,8% en
Cartago; 55,7% en Buga; 48,8% en Anserma. Comparativamente la población blanca era
minoritaria: 34,8% en Buga; 16,3% en Cartago; 7,3% en Cali; 4,1% en Anserma y 1,9% en Toro.
Los esclavos africanos eran también minoría: 22,0% en Cali; 18,9% en Cartago; 14,8% en
Anserma; 8,7% en Buga y 8,3% en Toro. Los indígenas, excluyendo Anserma donde constituían
el 32.3% en 1797, apenas alcanzaban el 2,6% en Toro, 2,5% en Cali, 2,0% en Cartago y 0,8% en
Buga300; en esta última, por ejemplo, de más de 30.000 indígenas a la llegada de los españoles,
quedaban 1200 en 1583 y solamente 101 en 1797. Tal fue el triste fin de los otrora altivos
vallecaucanos que con su sudor enriquecieron sustancialmente las arcas de la Corona española.
En consecuencia, el Valle del Cauca tiene una deuda histórica para con sus ancestros nativos,
bárbaros y caníbales según la visión española que se quiso mostrar como pacificadora, sabios
ecólogos para la historiografía actual, cuyo mejor tributo es reconocer sus aportaciones para el
desarrollo de la humanidad. El rescate de la cosmovisión indígena que tendía a recrear el medio
ambiente y a resaltar el papel de la persona en la conservación de los recursos, la práctica del
policultivo –maíz, fríjol y zapallo-, el empleo de pesticidas –barbasco, ají- y abonos orgánicos, la
rotación de las tierras, la cría de animales que proporcionan mayor cantidad de proteína
conservando el medio -el curí-, pueden contribuir a mitigar el deterioro de los ecosistemas
vallecaucanos actuales, afectados por el monocultivo de caña de azúcar y la sobre explotación y
contaminación de sus aguas. En síntesis, las poblaciones prehispánicas del valle del río Cauca y sus
cordilleras circundantes dejaron un legado ecológico que puede ser útil para solucionar problemas
del presente.

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