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La escena de la pantalla
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Una aproximación a la presencia fotográfica,
cinematográfica y electrónica
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La esencia de la técnica no es tecnológica. —MARTIN HEIDEGGER
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¿Qué sucede cuando las tecnologías expresivas que nos permiten expandirnos hasta
límites inimaginables se convierten a la vez, en tecnologías perceptivas— transformando
a la vez nuestra comprehensión del mundo tanto como nuestra aprehensión de nosotros
mismos de forma radical? Elaine Scarry afirma que “creamos cosas para que éstas nos
recreen a su vez, revisando el interior de nuestra conciencia corporeizada.”1 Y es que
estas tecnologías expresivas que se originan en las prácticas de la escritura y las bellas
artes, efectivamente nos van “recreando” a medida que las usamos—¿Pero cuánto más
poderosa se torna una revisión de nuestra conciencia corporeizada con el inicio de
tecnologías perceptivas tales como el microscopio, el telescopio o los rayos X? No sólo
cambiaron la forma de expresar el mundo y a nosotros mismos sino que estas
tecnologías perceptivas modificaron profundamente el sentido de nuestras vidas hasta
convertirlo en un medio transparente y naturalizado. Hace poco (no mucho tiempo atrás)
que asistimos a la “reconstrucción” más extrema de nosotros mismos por medio de estas
tecnologías perceptivas (y expresivas) de la fotografía, el cine, la televisión y la
computadora. Por ser todas ellas profundamente transformadoras “del interior de la
conciencia corporeizada” (y de sus acciones exteriores) y por tener una presencia
dominante en nuestra cultura, estas tecnologías dejaron de pertenecer solamente a los
científicos, médicos o a una elite instruida, sino que nos pertenecen a todos nosotros –en
todo momento.
En efecto, huelga decir que en el transcurso del siglo pasado todas las
tecnologías de representación fotográfica, cinematográfica y electrónica tuvieron un gran
impacto sobre nuestros medios y modalidades de expresión y significación. Pero quizás,
menos evidente es el impacto tremendo que estas tecnologías tuvieron sobre el "sentido"
o significado histórico particular que adquirimos y construimos de aquellas coordenadas
espaciotemporales que moldean y orientan profundamente nuestra existencia social,
personal y corporal. En este momento en Estados Unidos, así vayamos o no al cine,
miremos o no televisión, así tengamos o no equipos de video (cámaras, videocaseteras
o dvd), así dejemos o no a nuestros chicos jugar a los videojuegos, así escribamos o no
los artículos académicos en computadora, así paguemos o no nuestras cuentas o
compremos online—todos somos parte de la misma cultura de la imagen en movimiento
y vivimos vidas cinemáticas y electrónicas. En realidad, no estoy exagerando al decir que
ninguno de nosotros puede escapar a los encuentros que—directa e indirectamente—
tenemos con el fenómeno objetivo de las tecnologías fotográfica, cinematográfica,
1Elaine Scarry. “The Merging of Bodies and Artifacts in the Social Contract,” en Culture on the
Brink: Ideologies of Technology, ed. Gretchen Bender and Timothy Druckrey (Seattle: Bay Press,
1994), 97.
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
televisiva y digital ni a las redes de comunicación y a los textos que estas tecnologías
producen diariamente. Tampoco sería una extravagancia plantear que estos encuentros
objetivos nos van transformando, ampliamente en lo social y aún en lo personal, en
sujetos corporeizados. Es decir, que las materialidades aparentemente nuevas de la
comunicación humana que forman los medios fotográfico, cinematográfico y electrónico
históricamente no sólo simbolizaron sino también conformaron una alteración profunda
de las viejas formas de conciencia temporal y espacial de nuestra cultura y del sentido
corporal de “presencia” existencial en el mundo, en nosotros y hacia los otros.
Esta nueva clase de presencia que empieza a ser percibida y encarnada
subjetivamente, va a ser simbolizada y sostenida primero por el medio fotográfico y luego
por los medios cinematográfico y electrónico, en la medida que surge y a la vez co-
constituye las prácticas materiales y objetivas de representación y existencia social. Por
ello, si bien es cierto que las tecnologías cinematográfica y electrónica colaboraron en la
creación de la cultura de la imagen en movimiento o del mundo que habitamos hoy,
también es cierto que ambas se distinguen de la tecnología fotográfica tanto como
pueden distinguirse entre sí, básicamente por su materialidad concreta y por su
trascendencia existencial. De modo que cada tecnología no sólo propone una mediación
diferente para las figuraciones de nuestra existencia corporal sino que a la vez, las
constituye. Es decir, cada una de estas tecnologías pone a disposición de nuestros
cuerpos vividos formas totalmente diferentes de “estar-en-el mundo.” Cada una nos
implica en diferentes estructuras de investidura material y –porque cada tecnología
establece una afinidad especial con las diferentes funciones, formas y contenidos
culturales– cada una nos estimula a través de modos diferenciados de presentación y
representación de respuestas estéticas y responsabilidades éticas. Como nuestras
formas estéticas y nuestras representaciones de la “realidad” son producidas
externamente y luego alteradas primero por la fotografía, luego por el cine y ahora por
los medios electrónicos, los principios y criterios evaluativos de lo que importa en
nuestras vidas también se ven alterados y transformados. Resumiendo, así como hizo la
fotografía en el siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte, del mismo modo las
pantallas cinematográficas y electrónicas de finales del siglo veinte y comienzos del
veintiuno solicitan y moldean nuestra presencia en el mundo, nuestras representaciones
en él y nuestras sensibilidades y responsabilidades acerca de él de modos diferentes.
Cada una altera nuestra subjetividad de modo diferente y objetivamente, mientras cada
una nos invita a que seamos cómplices en la formulación de las investiduras de espacio,
tiempo y corporalidad en una experiencia personal y social significativa.
Estas consideraciones preliminares se basan en la creencia de que los cambios
históricos en nuestro sentido del tiempo, del espacio y de presencia existencial y
corporeizada no pueden considerarse menos que una consecuencia de cambios
correspondientes en nuestras tecnologías. No obstante, también deben considerarse
como algo más –porque, como Martin Heidegger nos recuerda en el epígrafe que inicia
este ensayo, “La esencia de la técnica no es tecnológica.”2 Esto quiere decir que la
tecnología no capta su especificidad material característica ni puede funcionar dentro de
un contexto neutral produciendo efectos neutrales sino más bien, que la tecnología está
determinada históricamente tanto por su materialidad como por su contexto social,
económico y político y por eso mismo, porque se encuentra co-constituida por ambos
puede transmitir no sólo su valor tecnológico sino también valores culturales. Igualmente,
los seres humanos nunca usamos simplemente la tecnología en un sentido puramente
instrumental, sino que vamos incorporándola a nuestra vida a medida que creamos y
captamos con ella una estructura de significados y metáforas dentro de la cual se
establecen relaciones sujeto-objeto que no son sólo de cooperación y de co-constitución,
sino también dinámicas y reversibles.
2Martin Heidegger, “La Pregunta Por La Técnica” trad. William Lovitt, en Martin Heidegger:
Basic Writings, ed. David Farrell Krell (New York: Harper and Row, 1977), 317.
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
No es por casualidad que en nuestra cultura, hoy dominada por los medios
electrónicos (y sólo en segundo lugar por los medios cinematográficos) muchas
personas describan y consideren mente y cuerpo en términos de sistemas y programas
de computadora (aún cuando continúen relatando y describiendo sus vidas en términos
cinematográficos). Tampoco son desdeñables las personas que describen y entienden
los sistemas y programas de computadora en términos de mente y cuerpo humano (por
ejemplo al describirlos como sistemas inteligentes o susceptibles a una infección viral) ni
ignorar que estos nuevos “seres” generados por computadora son los héroes
cibernéticos más populares de las ficciones cinematográficas (por ejemplo, Robocop,
Paul Verhoeven, 1987; o Terminator 2: Judgement Day, James Cameron, 1991). Como
sugiere Elena Del Río “La [T]ecnología deriva de la mismísima corporeización como
condición humana y … el imaginario humano es, por necesidad, una estructura diseñada
y sustentada en la tecnología.”3 De este modo, con estos pocos ejemplos podemos ver
como una nueva tecnología está comenzando a alterar cualitativamente nuestra
orientación perceptiva en el mundo y hacia el mundo, en nosotros y en los otros. Más
aún, a medida que esta nueva tecno-lógica comienza a transformarse en una presencia
omnipresente y normativa que alcanza a toda la cultura, su papel pasa a ser
determinante para configurar el modo socio-lógico, psico-lógico, axio-lógico e inclusive
bio-lógico en que vivimos nuestra vida cotidiana.
En relación con esto, las más poderosas son las tecnologías de percepción que
también sirven como tecnologías de representación–es decir, la fotografía, el cine, la
televisión, y la más reciente, la computadora. Todas ellas potencian la expansión de
nuestros sentidos y además, expanden nuestra capacidad de ver y razonar sobre
nosotros mismos. Sin duda, que un artefacto tecnológico como el automóvil que extiende
nuestras capacidades físicas (y cuya función tecnológica no es la percepción ni la
representación sino el transporte) ha cambiado profundamente el contorno de los
sentidos espacial y temporal del mundo de la vida y también la capacidad de percibirnos
corporal y simbólicamente a nosotros mismos.4 Sin embargo, las tecnologías de
percepción y representación de la fotografía, las películas, la televisión, el video y las
computadoras nos moldean de dos maneras: primero a través de condiciones materiales
muy precisas por medio de las cuales se implican y expanden nuestros sentidos latentes
hasta llevarlos a un nivel corpóreo transparente y vivo que el filósofo de la tecnología
Don Ihde llama nuestra “micropercepción” y luego, mediante su función representativa
concreta involucran nuestros sentidos consciente y textualmente hasta llevarlos a un
nivel hermenéutico que el autor denomina nuestra “macropercepción.”5 La mayoría de
los teóricos y críticos del medio cinematográfico y electrónico se orientan por esto
3 Elena del Río, “The Body as Foundation of the Screen: Allegories of Technology in Atom
Egoyan’s Speaking Parts,” Camera Obscura 37–38 (verano 1996): 97. Las referencias siguientes
se citarán en el texto.
4 La referencia aquí no es solo a la manera en que el transporte automotor extendió la capacidad de
movimiento de nuestros cuerpos físicos y por lo tanto nuestro sentido vivido de la distancia y el
espacio, los ritmos de nuestra temporalidad, y la moneda de cambio que crea y expresa nuestros
valores culturales relativos a cosas tales como la clase y el estilo sino también a la manera en que
ha cambiado el sentido que tenemos de nuestros cuerpos. La frase vernácula de lamentarse por
“estar sin ruedas” habla ontológicamente de nuestra incorporación, sumamente real, del automóvil,
tanto como de su incorporación de nosotros.
5Don Ihde, Technology and the Lifeworld: From Garden to Earth (Bloomington: Indiana
University Press, 1990). Ihde distingue dos formas de percepción: “Lo que normalmente se
considera como percepción sensorial (lo inmediato y enfocado en el cuerpo de la visión real,
escucha, etc.),yo lo denominaría micropercepción. Pero también existe lo que podríamos llamar
percepción cultural o hermenéutica, que yo llamaría macropercepción. Ambas pertenecen al
mundo de la vida. Y ambas dimensiones de la percepción están muy estrechamente unidas y
entrecruzadas.” (29; énfasis agregado).
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
8Fredric Jameson, “El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado”, New Left
Review 146 ( July–Aug. 1984): 77.
9Stephen Kern, The Culture of Time and Space:1880–1918 (Cambridge, MA: Harvard University
Press, 1983), 6–7.
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
19Debe notarse que la expresión banco de memoria se relaciona con la cultura electrónica (no
fotográfica). Sin embargo nos sirve como un medio de lectura hacia atrás para reconocer una
economía de representación literal tanto como metafórica y sugiere que cualquier intento por
comprender lo fotográfico en su “originalidad” está informado de un modo generalizado por la
conciencia electrónica contemporánea.
20La suspesión de la creencia en el “realismo” no es lo mismo que la incredulidad en lo real. Es,
sin embargo, un rechazo a la transparencia de dicha creencia en el “realismo” y un reconocimiento
de que nuestro acceso a lo real será siempre mediado y epistemológicamente parcial.
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
21 Para los lectores poco familiarizados con el cortometraje, La Jetée es un relato articulado en una
estructura recursiva. Un sobreviviente de la Tercera Guerra Mundial tiene un recuerdo recurrente
del rostro de una mujer y de una escena en el aeropuerto de Orly donde, de niño, había visto un
hombre siendo asesinado. Debido a su memoria vívida los científicos de una cultura post-
apocalíptica–que ahora viven bajo tierra con el mínimo poder y sin esperanza–hacen experimentos
para enviarlo devuelta a su pasado vívido así, quizás, puede viajar en el tiempo hacia el futuro y
pedir ayuda para el presente. Después de muchos experimentos, el hombre es capaz de vivir
brevemente en sus imágenes del pasado y de encontrarse y empezar una relación esporádica
verdaderamente, con la mujer que él recuerda, tanto como visitar brevemente el futuro. A pesar de
que está al tanto de que no tiene futuro en su propio presente, con la ayuda de aquellos del futuro
el protagonista elige volver al pasado y a la mujer que ama. Pero este retorno final a la escena de
su recuerdo de infancia original en el aeropuerto de Orly revela en última instancia, primero, que
lo que había visto como niño era él mismo como adulto siendo perseguido por gente de su propio
presente, y en segundo lugar, que su recuerdo original era, de hecho, la visión de su propia muerte
como adulto.
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
que de una eterna atemporalidad. La imagen crece y se despliega y la mujer pasa de ser
una supuesta odalisca a ser alguien que no es sólo un perdido objeto de deseo
inmortalizado sino también– o incluso más– un sujeto deseante y mortal. En síntesis, lo
que en el cortometraje veíamos previamente como una acumulación de momentos
nostálgicos logra una presencia presente y sustancial en su repentino acceso al
momentum adquiriendo, en consecuencia, potencia para la acción efectiva.
Junto con André Bazin, pensamos la fotografía como una forma primaria de
momificación (si bien, a diferencia de Bazin, yo afirmo que el cine no lo es).22 Y si bien,
trata de atestiguar y de preservar la propia-presencia real y su sentido del mundo y la
experiencia, no puede preservar su presente. Lo fotográfico no funciona–como lo
cinematográfico– como un “nacimiento” (una presencia que se halla siempre
constituyéndose a sí misma en presente),– ni como lo electrónico– como un “ser que es
sí mismo” (una presencia absoluta en el presente). Más bien funciona para fijar un “ser
que ha sido” (una presencia de un presente que está siempre en pasado). Por lo tanto, al
materializar, objetivar y preservar con sus actos de posesión, la fotografía se relaciona
con la pérdida, con el pasado y con la muerte, sus significados y valores se ligan
íntimamente con la estructura y la estética así como con la investidura ética de la
nostalgia.
Si bien hay una dependencia de la fotográfico, lo cinematográfico tiene más que
ver con la vida y con la acumulación de experiencia– que con su pérdida. La tecnología
cinematográfica anima lo fotográfico y le restituye su materialidad, visibilidad y la
percepción verosímil en una diferencia que no es de grados sino de clase. Las películas
(cuadros en movimiento) son una representación visible pero no de una actividad
concluida o pasada sino de una actividad que surge y está siendo. Además, y más
importante, cabe mencionar que la imagen en movimiento no sólo representa objetos en
movimiento visiblemente sino también–y en simultáneo– nos presenta el mismo
movimiento de la visión. 23 La novedosa materialidad y tecnología del cine surgen en la
década de 1890, el segundo de los “momentos” transformadores de “la revolución
tecnológica dentro del propio capitalismo” que menciona Jameson. Durante este
momento otras tecnologías novedosas, en especial el motor de combustión interna y la
corriente eléctrica, inyectaron de energía al capitalismo de mercado hasta llevarlo a una
fase mucho más controlada y mucho más expansiva que es la estructura del capitalismo
monopólico. En este período, Jameson ve una correlación con la emergencia de la
nueva lógica cultural del modernismo– una lógica que reestructura y finalmente llegará a
dominar la lógica del realismo en la medida que representa más adecuadamente la
nueva experiencia perceptiva de una era marcada por la extraña autonomía y la fluidez
energética de las imágenes en movimiento, junto a otros fenómenos mecánicos. Aunque
puedan parecer muy verosímiles en términos fotográficos, las películas fragmentan,
reordenan y sintetizan el tiempo y el espacio como una animación en un modo nuevo y
absolutamente “cinemático” que no tiene ninguna necesidad de la teleo-lógica objetiva
del realismo. Por ello, aunque el modernismo halló en la pintura, fotografía y escultura de
los futuristas sus más notables formas de expresión (intentaron representar el
movimiento y la velocidad mediante formas estáticas) y en el Cubismo (quienes
privilegiaron la representación desde perspectivas múltiples y la simultaneidad temporal
mediante formas estáticas), tanto como en las novelas de James Joyce (quien articuló la
24 Aquí es importante destacar que James Joyce, en 1909, fue “instrumental al introducir la primer
sala de cine en Dublin” (Kern, Culture of Time and Space, 76–77).
25 Arthur M. Danto,“Moving Pictures,”Quarterly Review of Film Studies 4 (winter1979):17.
26Esta transformación fundamental del movimiento automático por el movimiento autónomo
puede entenderse como un fenómeno que no es meramente provocado como simple “ilusión”
técnica, si consideramos que la relación con nuestros propios cuerpos vividos es precisamente
similar: me refiero a que, nuestras operaciones psicológicas automáticas son constantemente
rescritas y transformadas por nuestras acciones autónomas e intencionadas a menos que estas
operaciones sean destacadas porque, en una instancia particular, nos molestan y les prestamos
atención de forma específica.
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31 Ibid., 78.
32Brooks Landon, “Cyberpunk: Future So Bright They Gotta Wear Shades,” Cinefantastique 18,
no.1 (Dec. 1987): 27.
33Si bien todas las imágenes en movimiento se siguen una a la otra de forma seriada, cada imagen
fotográfica o cinematográfica (o cuadro) se desarrolla o proyecta analógicamente antes que
digitalmente. Esto significa que, la imagen desarrollada o proyectada como un todo y sus
elementos son diferenciados por una cuestión de gradación antes que por el discreto on/off de
valores absolutamente numéricos.
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34 Guy Debord, La Sociedad del espectáculo (Detroit: Black and Red, 1983), n.p.
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
comprometido con la fuerza de algo que podríamos denominar gravedad física y moral–
y al menos en la euforia del momento, con el peso de las consecuencias del mundo-real.
(En realidad, no se trata sólo del uso deliberado de las tarjetas de crédito y la compra
electrónica como evidencias mundanas y omnipresentes de esto, sino también, de que la
exuberancia, si bien no tan generalizada pero demasiado optimista, de la “descarga”
sencilla de nuestra propia responsabilidad cuando enviamos y hacemos circular, por
ejemplo, solicitudes electrónicas para salvar el National Endowment for the Arts.)35
La inmaterialidad y liberación gravitacional de lo electrónico también vuelve
digitales “los misterios elegíacos de la durée y la memoria” y de la condición humana.
Los relatos, la historia y una investidura centrada (y central) en el cuerpo humano vivido
y en su mortalidad se atomizan y dispersan a lo largo de un sistema que configura la
temporalidad, ya no como el flujo coherente de una experiencia consciente y mordaz
sino como la erupción de un deseo efímero y la transmisión de información aleatoria,
infinita y que no ha sido evaluada. (Podemos referir aquí, en primera instancia, a los
catálogos de comercialización en línea y al aumento de las subastas en internet, y en
segunda instancia, a la propia experiencia, generalmente una desilusión, por tratar de
buscar cosas en internet más importantes que un pasaje aéreo económico.)36 A
diferencia de la temporalidad fotográfica y cinematográfica, el valor principal de la
temporalidad electrónica reside en el bit temporal y discreto del presente instantáneo–
que (gracias a la televisión, el videocaset, el disco digital, la memoria de computadora y
el software) puede ser seleccionado, combinado y reproducido al instante o bien ser
reiniciado por el espectador/usuario a tal punto que la dirección irreversible de las
temporalidades anteriores y el flujo temporal objetivo no sólo se ven superados sino
también relanzados a través de la creación de una red temporal recursiva.37 Con esto me
refiero, por un lado, a que la cohesión temporal de la historia y el relato dan lugar a la
discreción temporal de las crónicas y el episodio, a los videos musicales, que alguna vez
impactaron narratológicamente por sus discontinuidades y discontigüidades y a las
historias que encuentran tanto la causalidad como la realización de un agenciamiento
38 Ver por ejemplo, Sliding Doors (Peter Howitt, 1998), en la cual un personaje hace realidad
demasiado dramáticamente diferentes posibilidades existenciales; Run Lola Run (Tom Tykwer,
1998), en la que un personaje literalmente corre a través de varias repeticiones de situaciones
donde– según la teoría del caos–de pequeños cambios iniciales se producen al final grandes
cambios existenciales; Memento (Christopher Nolan, 2000), en la que el tiempo parece moverse
linealmente hacia atrás rumbo al inicio de un evento pasado pero en realidad, está lleno de lagunas
y solapamientos y también se mueve ambiguamente hacia adelante en relación con otro de los foci
narrativos de la película; y Mulholland Drive (David Lynch, 2001), en la que parece haber sólo
cohesion temporal local y subjetividades, y la representación flota libremente entre los personajes.
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39Marcel Proust, En busca del Tiempo perdido, vol. 1., trad. C. K. Scott Moncrieff and Terence
Kilmartin (1922; reprint, New York: Random House, 1981). Las películas Back to the Future
(Volver al pasado)– una trilogía– fueron dirigidas por Robert Zemeckis: Back to the Future (1985),
Back to the Future Part II (1989), and Back to the Future Part III (1990).
40 De todos los géneros del cine narrativo, la ciencia ficción fue el que se mostró más interesado en
trazar poéticamente un mapeo de aquellas transformaciones de espacialidad, temporalidad y
subjetividad conformadas y/o constituidas por las nuevas tecnologías. Así como, el cine de ciencia
ficción, en su particular materialidad, ha hecho este nuevo mapa poético concretamente visible.
Para una descripción ver mi Screening Space: The American Science Fiction Film (New
Brunswick, NJ: Rutgers University Press, 1997), 223–305.
41Mis referencias al caos en términos de sistema complejo son específicas y decididas y derivan
de nuevas circunscripciones de las complejas relaciones entre caos y orden en lo que formalmente
se consideraban fenómenos aleatorios y fortuitos. Para una descripción más legible ver James
Gleick, Chaos: Making a New Science (New York: Viking, 1987); para su aplicación a cuestiones
culturales relacionadas con las representaciones contemporáneas del caos ver también mi propio
“A Theory of Everything: Meditations on Total Chaos,” Artforum International (Oct. 1990): 148–
55.
42 El personaje, Miller, es el vidente más visionario de la película como el “chiflado” más lejano en
el espacio del relato. Es proclive a articular sistemas lógicos de relaciones, inconexos aunque
extraños, en los cuales la conexiones entre los Ovnis y América del Sur explican de dónde
proviene toda la gente de la Tierra y adónde van. Explica sus ideas sobre la “inconciencia
cósmica” y el ‘tejido de coincidencias’ al señalar como, cuando pienses en un plato de camarones
repentinamente alguien dirá ‘plato’ o ‘camarones’ o ‘plato de camarones’”.
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
43 Desde la publicación original de este ensayo, me han confrontado por los argumentos de esta
afirmación, particularmente en relación con la realidad virtual y los varios intentos de mobilizar
los sentidos humanos en el espacio electrónico. El argumento sostiene que el espacio electrónico
es más una “recorporeización” de nosotros que una “descorporeización”. Aunque, hasta cierto
punto, esto es verdad, la lógica cultural dominante de lo electrónico tiende a elidir o devaluar los
cuerpos que somos en el espacio físico–no sólo a medida que sufren con su carne y mortalidad
sino también a medida que abrigan dichas fantasías de reencarnación.
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
que está revelando, aunque pueda hacerlo parcialmente, del valor no-neutral de su
significado y del sentido vivido que representa para los que se involucran con él. En los
términos planteados por la cultura de la imagen en movimiento, sin importar cuanto se
comprometan uno con otro o compitan uno con otro y sin importar cuantas figuras o
metáforas tomen prestado entre ellos, la diferencia material entre la representación
cinematográfica y electrónica surge con considerables diferencias tanto de su valor como
de su sentido vivido históricamente. El cine es una tecnología de percepción y expresión
objetiva que viene –y se transforma– ante nosotros en una estructura que implica tanto
un cuerpo sensible como un sujeto sensual y capaz de hacer sentido. En su discurso
visual y en movimiento nos permite ver objetivamente, por primera vez, lo que antes
solía ser imposible de visibilizar: que somos a la vez sujetos intencionales y objetos
materiales en el mundo, tanto los que ven como los vistos. De este modo, nos muestra y
afirma el ser de la conciencia corporeizada a medida que se compromete con el mundo
sustancial. También afirma y nos muestra que, al compartir la materialidad y el mundo a
través de la visión y la acción, nos volvemos seres intersubjetivos.
Ahora históricamente, es la tecno-lógica de lo electrónico– y no la lógica residual
de lo cinematográfico– la que domina la forma y conforma el contenido de nuestras
representaciones culturales. Y a diferencia de la representación cinematográfica, la
representación electrónica, debido a su propia estructura, difunde fenomenológicamente
la presencia carnal del cuerpo humano y las dimensiones del mundo material de ese
cuerpo. Sin embargo, por más importantes y positivos que parezcan sus valores, en
cierta manera, por más que sus propias invenciones y usos surjan de los sujetos en
cuerpos vividos, lo electrónico tiende a trivializar o marginalizar al cuerpo humano. En
realidad, en este momento histórico particular y en nuestra sociedad y cultura, podemos
observar a nuestro alrededor que el cuerpo vivido está en crisis. En una lucha por
reivindicar su gravedad, su existencia singular, su status y su situación, tanto su
vulnerabilidad como mortalidad, su investidura vital y social en un mundo de la vida
concreto habitado por otros, el cuerpo vivido se encuentra asediado por respuestas
histéricas e hiperbólicas de los efectos descorporeizantes de la representación
electrónica. Por un lado, las imágenes en movimiento contemporáneas nos muestran el
cuerpo humano (su “carne” mortal) cuestionado fatal e implacablemente, “plagado de
agujeros” y “arrasado”, haciendo imposibles de mantener su integridad material o su
gravedad moral. Si el Terminator no logra exterminarlo, entonces lo harán las inteligentes
bombas electrónicas. Por otro lado, la obsesión popular actual por mantenerse en buen
estado físico y la cirugía estética manifiestan el deseo de reconfiguración del cuerpo
humano en algo que sea más invulnerable –un “cuerpo duro”; una máquina delgada,
estandarizada e inmortal; un ciborg capaz de interactuar físicamente con la interfaz
electrónica de la red y mantener una considerable –aunque alterada– presencia material
en el mundo de la vida, digitalizado y actual, del sujeto. Por esto, no es un accidente
histórico que, antiguamente en nuestra existencia electrónica, el físicoculturista Arnold
Schwarzenegger hiciera el papel de un ciborg de cuerpo duro e invulnerable, el
Terminator, mientras que mucho más cercano a nuestros días, y en sintonía con la
desmaterialización del cuerpo vivido, el cuerpo más liviano de Keanu Reeves dispersa y
difunde, de forma más flexible, la poca carne que ostenta a través de La Matrix (The
Matrix, Andy y Larry Wachowski, 1999), The Matrix Reloaded (Andy y Larry Wachowski,
2003) y The Matrix Revolutions (Andy y Larry Wachowski, 2003).
En el contexto de esta crisis material y tecnológica de la carne, sólo cabe esperar
que la histeria y la hipérbole circundantes sean respuestas estratégicas –y que a través
de esta crisis que está experimentando el cuerpo vivido, se las ingenie para llamar
nuestra atención lo suficiente, como para poder sostener su existencia más
enérgicamente y protestar contra su simulación o borramiento. Pues, dentro de la cultura
y tecno-lógica dominante de lo electrónico, hay algunos allí afuera que prefieren el
cuerpo simulado y el mundo virtual. Y de hecho, se han olvidado que “la tecnología
emana de la mismísima condición humana de encarnación” y en realidad creen que el
Vivian Sobchack. Pensamientos corporeizados. Corporeización y Cultura de la imagen en movimiento
cuerpo (despectivamente llamado “carne” o wetware) se vive mejor sólo como imagen o
como información. De hecho, sugieren que la única posibilidad de negociar la propia
presencia en nuestro mundo de la vida, electrónico, es reconfigurando el cuerpo a través
de la descorporeización, para digitalizar y descargar nuestra conciencia a las redes
neuronales y memoria y dentro de pantallas de una existencia exclusivamente
electrónica.45 Esta presencia, que es electrónica tanto como insustancial, puede ignorar
el SIDA, los sin techo, las hambrunas, la tortura, las consecuencias sangrientas de la
guerra y todas las demás enfermedades de la carne de las que la carne es heredera, al
margen de la imagen y el datascape (paisaje digital). Pretende ignorar que el cuerpo
vivido una vez imaginó su tecnología sino también que le dio sustento terrenal, gravedad
y valor. Pretende ignorar su propia historia. De hecho, devaluando el cuerpo físico y
vivido y la materialidad concreta del mundo, la cultura dominante y la tecno-lógica que
configuran nuestra “presencia” electrónica contemporánea nos sugiere que– si no
tenemos cuidado– estamos en peligro de convertirnos, pronto, en meros fantasmas en la
máquina.
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_____________________________!
!Traducción del original “The Scene of the Screen: Envisioning Photographic, Cinematic
and Electronic Presence” en Carnal Thoughts: Embodiment and Moving Image Culture,
Los Angeles, UCLA Press, 2004, por Eva Noriega. Revisión técnica Eduardo A. Russo
Material de uso interno para la cátedra Teorías del Audiovisual, 2014, FBA, UNLP.
45 Desde que este ensayo fue escrito, es interesante notar que la retórica de descargar la propia
conciencia en la computadora se ha vuelto más disperso y se ha “trascendentalizado”. Ahora, la
retórica habla de subir (uploading) la propia conciencia a la World Wide Web.