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Carlos Martínez R.

El Diario de Pandora
Prologo

-se aproxima tormenta...- pensó Jorge, mientras veía las nubes mar

adentro teñirse de vainilla. No eran más de las 7 de la mañana y ya llevaban él

y su tripulación poco más de 2 horas de pesca.

El Pincoya era una pequeña embarcación de solo 11 metros de eslora y

unas 38 toneladas de peso grueso debidamente inscrita en los Registro de

Pesca Artesanal y llevaba 8 años surcando el mar al sur de Puerto Montt

dedicado a la extracción de la centolla, el erizo y el loco, esto último cuando la

veda lo permitía.

No estaban a más de una milla de la costa cuando un fuerte ruido de un

poderoso motor llamó la atención de los avezados marinos. Entonces una gran

y cegadora luz bañó de pronto a la pequeña embarcación. Jorge, descendiente

de una gran estirpe de pescadores, ya estaba acostumbrado a ver cosas extrañas

en la mar, pero esto era totalmente inédito para la tripulación, que con él
sumaban solo cinco personas y dudó de la integridad de la embarcación al ver el

terrible oleaje que la luz emitía; se aferraron fuertemente a la cubierta, exaltados

y temeroso. De pronto, la luz bajó a nivel del mar y ante el Pincoya se vio una

inmensa embarcación, de diseño moderno y color blanco.

En la proa del barco un alto y fornido hombre contemplaba silente al

Pincoya, cuando pasó frente a Jorge, a riesgo de que ambas naves colisionaran,

alzó su mano derecha saludándolo y con mirada fría volvió a fijar su vista hacia

la bahía.

Jorge leyó el nombre de la extraña embarcación antes de que se perdiera

en las sombras de la madrugada, se leía Mytilus II, la espalda del avezado

marino se erizo fríamente a ver el nombre aquel, muy conocido en las aguas al

sur de Melinka, que se perdía entre el enigma y el mito. Nunca creyó que

tendría la ocasión de verlo.

Jorge volvió a mirar las nubes que amenazaban mar adentro, -se

aproxima una tormenta...- pensó.


1

El viejo y empolvado reloj en la pared mostraba las doce y dieciocho de

esa hastiada mañana. Aún faltaban unas dos o tres horas más para que Juan

Andrés Robles volviera a la mundanidad de su vida. Y no es que detestara

vestirse de traje, no, su pomposo trabajo como asesor comunicacional en

relaciones públicas en las empresas Pérez-Toro le obligaba de tanto en tanto a

vestirse formal para algún evento importante. Tampoco odiaba estar esperando.

En su familia, Juan Andrés era el único hijo varón, de los cuatro hijos que sus

padres habían tenido, solían hacer grandes y tortuosas sesiones de shopping.

De las cuales él siempre era relegado a esperar en algún mall o portal.

Hacía cinco años que había dejado de fumar, pero en este instante

ansiaba prender uno y dejarse llevar por el hipnotízante humo. La sala donde

se encontraba era bastante grande, pero a la vista de Juan Andrés no había


ventana alguna que le ayudase a airearse del asfixiante olor a flores. Cerca de

él, a no más de nueve o diez metros, el féretro de su antiguo jefe, Don Marcial

Pérez-Toro, y aun que Juan Andrés no lo llego a conocer personalmente en los

casi 2 años que trabajo para la empresa, su obligación era estar ahí. El féretro

estaba hecho de un grueso armazón de acero de 20 mm. de espesor –para

poder resistir al peso de la tierra que echarían sobre él. La tapa estaba

compuesta de una puerta tipo holandesa de dos hojas, la superior

generalmente se dejaba abierta para que los deudos puedan despedirse del

difunto por última vez, ahora permanecía cerrada y sin ventana alguna por el

estado horroroso en que quedo el cuerpo del malogrado empresario hotelero.

Si los deudos o algún curioso pudieran ver hacia el interior, verían un

lujoso forro de seda de un color rosado salmón que demostraba el status

socioeconómico de quien ahora se encontraba en él. En cada lado del féretro

había sendas barras de soportes de un pulido bronce y sobre el enchapado de

color caoba unos extraños símbolos que Juan Andrés no lograba identificar.

Pero que le resultaban extremadamente familiares, se trataba de unos extraños

círculos negros, uno más pequeño al centro de otro más grande y desde el

borde y en dirección del centro doce relámpagos, o algo que se le parecía, se

unían.
Juan Andrés no estaba de humor para conspiraciones y hermandades

secretas, se dijo, así que se puso de pie y camino en dirección a una alejada

puerta que daba a un patio exterior tenuemente alumbrado por los insípidos

rayos del sol que podían pasar a través de las espesas nubes que son paisaje

natural del sur de chile. No había muchos familiares entre las personas que

asistían, la muerte había sido cruel y sorpresiva. Hace tan solo 12 horas antes

los cuerpos de Don Marcial y su esposa Doña María Alicia Eberhardt fueron

encontrados por su nieta en el fundo “La Agraciada” donde la pareja residía,

los forenses del Instituto Médico Legal habían llegado a la conclusión de

que solo había sido un crimen pasional, ya que no había signos de sustracción

–en una mesita de centro a poco más de 2 metros de los cuerpos habían

documentos avalados en 5 millones de pesos-y a escasos centímetros de la

mano derecha de Doña María Alicia estaba el revólver Taurus Modelo 605

calibre .357 Mágnum de propiedad de Don Marcial y debidamente

inscrita. En el barrilete aún quedaban dos balas de las seis que puede llevar en

el tambor.

El cuerpo de la señora Eberhardt aún no era entregado a sus familiares

y amigos. Pese a que aparentaban ser un matrimonio feliz, era de consenso


común los reiterados casos de violencia de Don Marcial hacia su esposa. sus

cuatro hijos fueron testigos y v í c t i m a s de muchos de esos eventos.

Juan Andrés había llegado por fin al patio interior y maldijo por un

segundo no tener un cigarro a cuál aferrarse entre el hastió y el olor perturbarte

de las flores del velorio.

El patio era de unos veintitantos metros cuadrados, en una esquina –la

opuesta a la puerta por donde salió Juan Andrés- había un gran Palto que

dejaba ver en sus ramas más altas unas frutas aun verdes que hicieron recordar

a Juan Andrés de su infancia, no había día en que su madre -la señora Marta

Cortes- no hiciera una o dos paltas para tomar la once esa comida tan

común en chile que va a las seis de la tarde antes de la cena. En el fondo del

patio se apreciaba una corrida de ventanas que dejaban ver una especie de

cocina -el centro de eventos que se había arrendado para el velorio se preparaba

para atender, horas después, un pomposo matrimonio demostrando la

versatilidad de los empresarios sureños para adaptarse a la oferta y la demanda

de estos

tiempos modernos –la gente de impecable blanco corría de acá para

allá haciendo ademanes de apuros. Juan Andrés sonrió por un segundo al

ver el caótico espectáculo al otro lado de esas ventanas.


-lo interesante de todo…-dijo una femenina voz a su lado que

sorprendió al Joven periodista -… es que esa gente no sabrá que horas

antes, en su “pista de baile” hubo un cadáver-

A pocos metros de Juan Andrés estaba una mujer de unos treinta años de

ondulados cabellos pelirrojos que combinaban a la perfección con las pecas de

sus mejillas, llevaba un hermoso y entallado vestido de riguroso negro de lino

que acentuaban sus curvas con un delicado pero largo escote que poco dejaba a

Juan Andrés a su imaginación, sus desnudos hombros eran cubiertos por una

fina estola de raso de un sobrio color gris. En su mano izquierda el humo de un

cigarrillo danzaba como si se tratase de una odalisca salida de las mil y una

noche, el joven consultor quedo ensimismado ante la soberbia belleza casi

germánica de la mujer.

-si…- dijo una vez superados sus propios temores -…eso estaba

viendo-

La vista bajo rápidamente hasta el cigarro en manos de la pelirroja

mujer. Esta, al ver la mirada de ansiedad típica en aquel con deseos de fumar

y no puede, con un gesto le ofreció del adictivo vicio.

-Hace tiempo que deje de fumar… - dijo al recibir el cigarro -… pero la


ansiedad y el aburrimiento me están matando-

-hay cosas que es mejor no volver a retomar- Sentencio la mujer con un

respiro mientras se arreglaba el cabello. Al hacer este gesto Juan Andrés vio el

intenso color celeste de sus ojos, pero el brillo propio de los ojos estaba

opacado por una inmensa pena.

- ¿conocías al difunto? - preguntó el consultor

-si… es más…- respondió con una tímida lágrima que le asomaba por

el rabillo del ojo -… el “difunto” era mi abuelo. -

Juan Andrés se sintió estúpido y ridículo pues en todo el tiempo que

llevaba en el salón no había visto muchas muestras de pesar o dolor entre los

familiares y el gesto de la hermosa mujer que le había cedido el cigarro lo

había descolocado ya que contrastaba con la frialdad con que Joaquín Pérez-

Toro, hijo menor de Don Marcial y gerente de recursos humanos de los

hoteles SunRise resort, su jefe, al fin y al cabo, había mostrado frente al féretro

de su padre.

Joaquín era un hombre afable y pese a la gran brecha que lo separaba de

sus trabajadores siempre estaba ahí para escucharlos y para ayudarlos en todo

lo que necesitara, él manejaba su área de las empresas Pérez-Toro como si de


una gran familia se tratara. Por eso Juan Andrés estaba hoy acá, por la enorme

deuda moral que sentía hacia su jefe. Pero verlo así, inmóvil, serio, con la

mirada ofuscada y con aire de desdén propio de las personas que se sienten

obligadas amostrar un respeto falso e interesado, discrepaba con la imagen de

hombre bonachón que Juan Andrés conocía.

Volvió a mirar a la hermosa nieta de Don Marcial –disculpa…- dijo una

vez superado el impase -…no sabía…-su nerviosismo aumento y no encontró

más palabras para salir de tan bochornoso momento.

-no te preocupes…-dijo la joven al percatarse del estado de alteración

de Juan Andrés - ¿y tú? ¿Lo conocías? - pregunto.

- ¿yo? No, no… trabajo en la empresa – respondió el joven consultor.

-oh, ya veo… poca gente lo conoció de verdad…-dijo con un acento

de resignación -… tan solo sus más cercanos, nunca nadie lo entenderá.

Pero no era otro hacendado más a quien la diosa fortuna le había

tocado…- sentencio.

-me imagino… a veces la gente juzga por cómo nos vemos y no por lo

que somos-. Reflexionó Juan Andrés mientras exhalaba el último suspiro

del cigarro cedido.


La joven tenía una belleza mágica para los gustos de Juan Andrés, su

cobrizo cabello largo caía por un costado de su cara, que siempre se mantuvo

mirando hacia el pasto verde del patio interior, sus mejillas redondas y lisas

como mármol carente de maquillajes se resaltaban por sus pequeñas pecas que

hipnotizaban al joven periodista.

De pronto una voz quebró la íntima conversación de aquellos

desconocidos - ¡María Ignacia!¡María Ignacia! - un joven de una edad cercana

a ellos dos la llamaba desde el salón – ¿Qué cresta haces afuera? Ven vámonos

al servicio médico legal… llamaron para avisar que podemos retirar el cuerpo

de la Oma. - dijo con furibunda voz, casi como ladrando ordenes, el novio de la

joven, que miraba con recelos a Juan Andrés.

La chica se alejó con tristeza y pese a los deseos íntimos del consultor

para que mirase hacía atrás, su cabeza se mantuvo cabizbaja hasta que

desaparecía de la vista de él en el fondo del salón. Miro la colilla de cigarro que

aún permanecía entre sus dedos y agonizaba con extinguirse. En el borde del

filtro, una gruesa y desparramada mancha roja del lápiz labial de María Ignacia,

se lo llevo a la boca por última vez, más que para inhalar los cancerígenos

vapores lo hizo para buscar un dejo del sabor de sus labios. Juan Andrés volvió

al salón, manos en los bolsillos, pensando en que haría después cuando volviese
a su casa, tenía el día libre así que lo quería aprovechar bien. Camino por entre

las personas, todos desconocidos para él.

- ¿si no es el joven Robles? -dijo un espigado y moreno hombre

dándole una palmada en la espalda.

- ¿Pancho? hola… ¿Qué haces aquí? -dijo sorprendido Juan Andrés a su

entrañable maestro y actual amigo Francisco Becerra. Francisco, que también

iba vestido de luto, pero sin corbata y con el botón del cuello abrochado, fue su

profesor de periodismo en la UFRO de Temuco, él impartía clases de Teoría y

Análisis del Discurso, además de ser profundo seguidor de los cuentos y el

mundo de JRR Tolkien. Francisco era amigo del Decano de la facultad de

Educación, ciencias sociales y Humanidades de esa casa de estudio, Don

Carlos Del Valle Rojas, cercano de la familia Pérez-Toro.

- ¿Qué hago aquí?... ¡¡¡Juan!!!¡¡¡Por Dios!!! ¿No aprendiste nada en

cinco años? - respondió Francisco -...esta es la noticia más importante en el

último tiempo… un latifundista muerto… asesinado a balazos por su anciana

esposa… eso no se ve todos los días hijo- añadió excitado.

-… pero ¿Por qué te interesa? - pregunto Juan Andrés.

- mira Robles… ya no hago clases… ya no respondo preguntas,

ahora, otra vez, yo las hago…-respondió tenuemente y mirando hacia los


lados como esperando a que nadie lo fuese a escuchar. -… no ganaba

mucho dinero enseñándole a mal criados el honesto oficio del periodista

intrépido y aventurero, así que me fui a trabajar a un pasquín horroroso

como es “el ciudadano” no me quejo… gano mucho pues eso es lo que

desea la gente leer… ¡¡¡copuchas!!!-

-pero acá no hay jet set, ni farándula… eso ocurre en Santiago y no en

el sur, menos en Temuco…- afirmo Juan Andrés.

-y tienes razón Robles, tienes razón…-reflexiono Becerra mientras bebía

un vaso con vodka naranja que recibió de un mozo que paso junto a ellos-…

pero esto no se trata de farándula y decadentes estrellas de televisión… esto

se trata de millones… millones hijo.

Francisco dijo esto último concierto brillo en sus ojos

– mira…- dijo al ver la cara de incertidumbre de su antiguo alumno -

… Marcial Pérez-Toro era el páter familia de una de las empresas familiares

más grandes de la región y, me atrevería a decir, del sur de chile ¿estamos

claro? Los hijos de este, que son 5… dominan partes de la misma… hoteles,

fundos, lecherías, unas minas de carbón en el Biobío… cosas así… la

pregunta es… y pon me atención en esto… ¿Quién heredara todo el


patrimonio? ¿Cómo se repartirán la empresa? ¿Será el fin para empresas

Pérez-Toro? -

Francisco guardo silencio un rato, como jactándose de sus propias y no

muy descabelladas ideas, Juan Andrés reflexiono un momento y recordó la

frialdad de Don Joaquín, y por un segundo, un breve segundo, temió por su

estabilidad laboral.
2

Miró sus manos temblorosas, aún se sentía extasiado por lo que había

hecho. - ¿Qué más debo hacer? - preguntó en voz alta, las voces antiguas en

su cabeza hoy ya no se escuchaban.

todo había comenzado unas semanas atrás, era un joven sin iniciativa, sin

dirección. Prisionero de sus impulsos y esclavo de sus adicciones, desde muy

pequeño fue un niño problema que caía una y otra vez en correccionales o

instituciones infantiles del Sename. En su adolescencia encontró una válvula

de escape a su violencia y desgano, la música punk, término tocando el bajo en

una banda de proscritos llamada "LeyOpresiva" al poco andar sus canciones y


sus propuestas autodestructivas fueron ganando espacio en el mundillo

underground. Pero en el fondo de su alma esto tampoco lo llenaba, hasta que,

una noche de alcohol y drogas, se vio involucrado en una riña callejera -hacía

tiempo que se disputaban territorio con un puñado de jóvenes hip hop- tomo a

un joven de diecisiete años y lo golpeo tan salvajemente que falleció en la

calle, en un charco de sangre.

Sin abogado, sin padres, sin amigos, callo en prisión. Solo y abandonado

su odio social no hizo más que aumentar. Dentro de la prisión descubrió un

nuevo mundo de fe y autocontrol. Encontró una secta cristiana dentro de la

cárcel, pero sin saber –y como reza el famoso refrán- salió de la sarten para

caer derecho en el fuego.

Así un día, una luminosa dama blanca, llego hasta donde él y ayudó a

liberarlo y el joven volvió a ver la luz del sol, volvió a sentir el viento

purificador en su rostro y la lluvia lavo sus pecados, sus muchos pecados. Y a

cambio su vida cambio, su cuerpo cambio.

Y la dama luminosa ocupo a este joven proscrito para sus deseos y él se

sintió complacido y útil más que nunca antes en su vida.


3

Juan Andrés Robles llego cansado a su departamento, al entrar vio sobre

la mesa un extraño paquete que no tomo en cuenta, y se fue directo a su cama a

descansar. El pequeño lugar estaba en uno de los tantos edificios nuevos que en

los últimos quince años se venían construyendo en Temuco, básicamente la

idea era recuperar barrios habitacionales del antiguo centro de la

ciudad construyendo edificios de entre quince o dieciocho pisos de

alturas, con pequeños departamentos de no más de cincuenta metros

cuadrados.

Pero juan Andrés no vivía solo, su madre lo acompañaba, la pobre sufría

del mal de Alzheimer pese a sus cincuenta y pocos años, había veces en que

estaba todo bien, reconocía a su hijo y recordaba claramente todo lo que había
hecho, así como había veces en que se sentaba a tejer al lado de la puerta

esperando a Manuel, su difunto esposo.

-Juan Andrés? - llamó a la puerta de su habitación -...estas ahí? -

dijo.

-si mamá, acá estoy...- dijo sesgado boca abajo en su cama.

-hijo, hoy temprano llego una encomienda para ti, quizás Manuel te

la envió, porque no llamas a tu padre y le preguntas cuando esta de

bajada? - la dulce voz de su madre le partió el corazón, Manuel Robles

murió cuando solo tenía quince años. Trabajaba en las minas del norte, pero

no era minero, era jefe de obra, iba de mina en mina construyendo oficinas,

barracas, caminos, etc.

Finalmente, Juan Andrés se reincorporó y fue a ver la encomienda, era una

caja pesada de cartón de unos 30x30 cm. no tenía remitente y solo aparecía su

nombre, sin dirección ni nada más.

- ¿mamá? - pregunto -... ¿quién trajo esto? - miro a su madre, sentada

en un sofá acariciaba una fotografía antigua.

juan Andrés abrió la caja, extrañado, en su interior un grueso libro de

portada verde y lomo de género, unas fotografías y una pequeña cajita con

candado eran todo lo que contenía el extraño bulto.


Una fotografía le llamo la atención, era de colores sepias, se veía en ella

a un grupo de doce personas, dispuestas en dos filas -como lo hacen los

equipos de futbol- la mayoría eran civiles, pero tres o cuatro aparecían con

uniformes militares. Entre los uniformados reconoció fácilmente a su padre, de

unos 18 o 19 años.

- ¿mamá? - preguntó extrañado por la fotografía -... Nunca me dijiste que

papá estuvo en el ejército -tomo la foto y se la mostró a su madre. Los ojos de

su enferma madre se llenaron de lágrimas - ¿Marcial? - dijo la anciana, -

Marcial, querido, cuanto tiempo sin verte...-

Juan Andrés no entendió que balbuceó su madre. Le había mostrado la

foto preguntando por su padre y nombra a alguien totalmente distinto. -mamá,

¿qué dices?... ¿A qué Marcial te refieres? -

Le quito la fotografía y repasó con su mirada los rostros de las

personas, uno por uno, su madre siguió perdida en su propio universo. De

pronto, como si una poderosa fuerza le llamara, volteo la fotografía, en el

reverso, y escrito con lápiz azul, se leía “4 agosto 1977" eso le extraño

poderosamente, según sabia, su padre no había pertenecido al ejército, y su

servicio militar obligatorio lo había cumplido en Punta Arenas, el año 75, dos

años antes.
Los doce hombres de la fotografía, de miradas alegres y esperanzadas,

tenían todos algo en común, no sobrepasaban los veinticinco años en promedió.

El lugar donde fue tomada la imagen era una especie de bodega, se veían unas

grandes vigas metálicas y la luz era escasa.

Un detalle llamo la atención, una bandera colgaba atrás, de tonos grises,

y en el centro una circunferencia blanca con doce relámpagos que se unían en

otro circulo, el mismo extraño símbolo que más temprano había visto en el

féretro de su antiguo jefe.

- ¿mamá? - dijo inquietado - ¿el Marcial de esta foto, es Marcial

Pérez Toro? -

su madre seguía ausente, acariciando una fotografía.


- ¿mamá? - volvió a preguntar, esta vez mas ofuscado -por favor,

mírame, ¿es Marcial Pérez Toro quien esta con papá acá? - luego señalo la

extraña bandera de la fotografía -sabes que significa este símbolo? Mamá,

ayúdame - pero su enferma madre seguía perdida entre sus recuerdos, silente.

Volvió a mirar el reverso de la fotografía, la fecha y el lugar no le

cuadraban a Juan Andrés, luego vio que una serie de letras incongruentes

estaban garabateadas en una esquina, decía "yn ntenpvnqn"

-qué extraño...- pensó al ver el garabato. Reviso las demás fotos y todas

tenían anotaciones parecidas, castro, 28 junio 1977, etc. Verifico que las

imágenes, un total de 36, en sepia fueron fotografiadas en un lapso de tiempo

de 6 meses, desde el 12 de marzo hasta el 4 de agosto.

Tomo el libro verde y lomo de género, era un pesado diario de vida

de hojas viejas y amarillentas. Leyó la primera página.

- “Comienzo este diario, a idea de mi íntimo y querido amigo Hans,

para documentar lo que hemos vivido, visto y hecho. Sé que algunos dudaran

de nuestras intenciones, pero tengo, tenemos, la convicción moral que el

futuro nos dará la razón...”-

Juan Andrés quedo helado, cerro el diario y guardo todo en la caja en

la que había llegado.


-mamita...- imploro a su madre -... Por favor, ¿puedes recordar quien

trajo esta caja? Trata, intenta...-

Su madre lo miro y sonrió, bajo la mirada a la foto que tenía en sus

manos, era una antigua foto instantánea del tipo polaroid, Juan Andrés la tomo

y su madre le dijo -él la trajo... Volvió después de tantos años y me la trajo...-

Juan Andrés no caía de su asombro, y ya no entendía nada, el diario, las

fotos, las fechas, todo era extraño. Se sintió sumido en una gran desesperación,

como si le oprimieran el corazón o le partearan el alma. La foto que tenía en

sus manos su madre era una foto del día en que ella, Marta Cortes, se

casó con su difunto padre, Don Manuel Robles Abarzua.


Interludio primero

Tac, tac, tac, sonaba la cuchara con la que Jacob Spieldstein golpeaba

los barrotes de la ventanilla de la celda -única fuente de luz- para poder así

tener algo distinto a monótono silbido de sus compañeros roncando. Lo único

que podía ver era un gran farol que a veces titilaba, a Jacob le gustaba pensar

que aquella luz no era sino la luna creciente de una noche en Viena o en París.

Jacob gustaba de ir a París, una o dos veces al año iba a la ciudad luz, casi

siempre por trabajo, nunca por diversión. Congresos, reuniones, mítines, todo

lo que pudiese llevar hasta la capital francesa él aceptaba.

Lo que más gustaba de esa urbe era la música, pero no solamente el

jazz que tímidamente se comenzaba escuchar entre los jóvenes o el tango del

cabaret, sino más bien la propia música que la ciudad emitía, su propia y

natural música. A veces diáfana, a veces monótona, e incluso a veces ruidosa

pero la música de las calles de adoquines de Boulevard de Capucines a Le

Madeleine, los golpeteos de las pesuñas de caballos tirando carros por la


Avenue Bois de Boulogne, las risas de los niños jugando por la plaza de la

concordia, en fin, la música de París.

En cambio, ahora, en esta pocilga que llamaban "barracón n*8" tenía

que conformarse con el tac, tac, tac de una sucia cuchara de madera contra

las rejas de la única abertura en 60m2 de oscuridad, oscuridad viva, que

respiraba y silbaba con un interminable fiu, fiu, fiu.

¿Qué porque estaba detenido ahí? Ni él lo sabía bien, no había robado,

ni matado, ni estafado a nadie. Un día llegaron soldados hasta la puerta de su

despacho en Linz, Austria. Helga -la hermosa secretaria- solo miró enfadada

cuándo los soldados rompieron todo y a rastras se lo llevaron. Pero su enfado

no era contra los soldados, o contra la brutalidad con la que ellos entraron al

lugar. La mirada de Helga, esa mirada de odio, vergüenza y asco era hacia él.

¿Llevaban cuánto? ¿5 años? ¿4 años? Trabajando juntos, su única

secretaria desde que se había titulado como médico. Siempre pensó que entre

ellos siempre hubo una linda relación amistosa, conocía a Frederick -el

esposo de Helga- y Octtavius el pequeño de ambos, incluso el invierno pasado

Jacob lo había atendido por un severo sarampión que había contraído.

Todo esto no le hacía entender el odio por parte de quien consideraba

una amiga, a punta de golpes en la espalda pero sin gritar ni rogar, los
soldados condujeron a Jacob hasta la calle y de ahí a un camión militar,

entonces -y solo entonces - comprendió que el odio de Helga no era contra él

personalmente, si no, contra lo que él representaba, todos abordo del camión

eran judíos como él.


4

María Ignacia sentía una terrible jaqueca, sin duda resultado de las

muchas horas que paso la noche anterior llorando. Manejaba su Hyundai accent

gl blanco por avenida los pablos en dirección a el hospital clínico de la

universidad Mayor, trabajaba ahí desde hacía dos años y pese a estar de luto por

la trágica muerte de sus abuelos, creía que volver a trabajar sería el mejor

remedio a su pena.

Su mente vagaba entre los buenos recuerdos junto a su Oma y su tata. Y

el dolor de ver el cadáver destrozado de su abuelo tendido sobre la alfombra,

María Ignacia había sido la primera persona en encontrar los cadáveres. La

radio del vehículo estaba apagada, María Ignacia se inclinó un poco para

colocar un cd, de la nada un Toyota corolla negro sin patente salió de la nada y

adelanto bruscamente al vehículo de la pelirroja, esta reaccionó al instante y le

dio lugar en el camino. Al llegar a la intersección con Martín Lutero, el

vehículo negro freno violentamente. María Ignacia se asustó en demasía, ya


eran las nueve de la noche, y por estas solitarias calles ya nadie transitaba. Su

vehículo se había detenido a unos cinco metros del Toyota Corolla negro,

señalizó a su izquierda y sobrepaso al misterioso vehículo, cuando quedo en

forma paralela al piloto trato infructuosamente ver quien era, solo vio una

extraña persona calva y de tez morena, y pese a lo entrada la noche usaba gafas

oscuras.

La joven se aterró al ver la frialdad en el rostro del joven, acelero y dejo

atrás al vehículo. Cuando ya había llegado a avenida Pablo Neruda se topó con

el semáforo cambiando a verde, cruzo la famosa avenida por avenida Inés de

Suárez, y otra vez el Toyota corolla negro salió de la nada y se apegó al

Hyundai accent blanco de María Ignacia, esta aceleró, pero el automóvil negro

también lo hizo apegan doce más al de ella.

Al llegar a avenida San Martín, el semáforo cambió a amarillo y los dos

vehículos iban ya a unos 100 km/h. María Ignacia freno con todas sus fuerzas

mientras el vehículo negro viró por la avenida con luz roja. El corazón le

saltaba a la pelirroja sin entender que había pasado. Tomo su celular y

marco el número de su novio, esa noche, finalmente, no fue a trabajar.


5

Francisco Becerra tenía un pequeño despacho en el tercer piso del muy

famoso y turístico mercado municipal de la ciudad, el diario para el cual

trabajaba era un pasquín de cuarta categoría que sobrevivía en estos tiempos de

twitter, WhatsApp y line gracias a los avisos económicos clasificados. Las

paredes del despacho parecían más un collage de algún adolecente que las

paredes de un connotado periodista, había posters del che Guevara con su

popular consigna "revolución o muerte", un poster de Albert Einstein

mostrando la lengua y rayado sobre él la formula e=mc2, un poster gigante de

Colo-colo 1991 -el año que ganaron la copa libertadores de América- y al lado

una camiseta original de aquel equipo firmada por todo el plantel. En otro

rincón del despacho estaba su cuadro de honor -como él lo llamaba- una serie

de fotografías donde aparecía posando con variados y conocidos personajes,

que iban desde Su santidad Juan Pablo II hasta la presidenta señora Michelle

Bachelet, pasando por, la cantante Miriam Hernández, los humoristas de


dinamita show, los ex alcaldes de la ciudad Rene Saffirio, Francisco

Huenchumilla y el actual Miguel Becker, más -por separado- con la archí

famosa dupla goleadora de los años '90 Iván Zamorano y Marcelo Salas, entre

otros. Francisco rondaba los cincuenta y cinco años. Cuando se le consultaba su

condición sentimental siempre respondía que estaba casado con la verdad y sus

hijos eran la información, el dato y los testigos. Una forma bastante sutil para

decir que había ocupado toda su vida a la pación del periodismo, tanto en la

trinchera -como llamaba él al hecho de trabajar como periodista investigador- o

como de docente.

El ciudadano era un diario de gran tiraje debido a lo barato de su

edición, unos $250 el ejemplar. Los demás despachos bullían con teletipos y

noticias, ahora mismo una parte de los periodistas se ocupaban del asesinato

del matrimonio Pérez-Toro/Eberthard; otra parte, del supuesto avistamiento

de objetos voladores no identificados sobre la zona del conflicto mapuche y el

resto de noticias varias de la ciudad.

Juan Andrés Robles avanzó dubitativo entre los Escritorios de

redacción de "el ciudadano”, hasta que le preguntó a una afable chica de

grandes lentes de color rojo y pelo cortado como melena -disculpa, busco a

Francisco Becerra...- Juan Andrés iba vestido con jeans azules, zapatillas
puma del mismo color y una chaqueta Doo verde petróleo, su cabellera

castaña combinaba a la perfección con sus ojos color miel. No era un astro

de Hollywood, pero era bien cotizado por las chicas que lo rodeaban. Al

verlo, la chica de los lentes rojos, señalo al fondo y dijo -al final del pasillo,

en la puerta con el afiche de "los archivos secretos x"- Juan Andrés siguió

con la mirada hacia donde apuntaba el dedo de la secretaría. -gracias. - dijo

antes de avanzar.

Juan Andrés caminaba entre los escritorios sintiendo la emoción y

adrenalina que él nunca sintió. Hacia 6 años que había egresado de la

carrera, un amigo de su padre le consiguió un trabajo como asesor

comunicacional para la empresa Pérez-Toro, un trabajo bien remunerado

pero alejado del periodismo investigativo que Francisco "pancho" Becerra

le había enseñado.

Por fin llego a una puerta color crema, pegada tenía un poster donde

aparecía un Ovni y más abajo la leyenda en inglés "the true is out there" -la

verdad está allá fuera-poster que se había popularizado gracias a la serie

"x- files" ya que adornaba la oficina del personaje Fox Molder, interpretado

por el actor David Duchovny. Una vez entrado al despacho un fuerte olor a

frituras golpeo su nariz, entre el desorden y papeles estaba Francisco.


-no puede ser!!!- exclamo al ver a su antiguo alumno -dos veces en

dos días, ni cuando eras mi pupilo te veía tan seguido -

-pancho, no seas así...- dijo Juan Andrés mientras estrechaba su mano

- muy bien sabes que no me perdía tus clases-

-y que te trae a este humilde periódico? ¿Por fin te diste cuenta de que el

periodismo es una buena carrera y te dignaste a ejercerla? - pregunto en tono

burlesco. Francisco era alto y su cabellera escaseaba hace años, unos lentes

gruesos a medio camino entre su nariz y sus ojos adornaban su rostro. Una

camisa salmón con las mangas recogidas y un pantalón café de tela eran su

uniforme diario desde hacía años -algunos estudiantes especulaban sobre si

todo su closet estaba lleno de esas dos prendas- se sentía cómodo y seguro con

esas ropas.

-ayer...- dijo finalmente Juan Andrés -... Recibí un extraño paquete,

y.…- saco de su bolso saxoline negro la fotografía de los 12 hombres y la

extraña bandera -...no se me ocurre nadie más que me pueda ayudar a

entender que significa esto... - dijo señalando la bandera.

Francisco miro unos segundos la imagen -si...- dijo al rato -... He

visto esta imagen, es extraño, porque ayer la vi en el féretro de Marcial

Pérez-Toro, y cuando volví a mi casa busqué información sobre ella. -


limpio un poco su escritorio, revolvió un resto unos papeles y finalmente

saco uno de ellos -...acá esta, ummm, es un símbolo ocultista germánico, y

viendo la relación que tenía el difunto con la comunidad alemana no me

llamó mucho la atención. -

- ¿cómo es eso de ocultista? - pregunto Robles

-sí, mira, era uno de los muchos símbolos del grupo ocultista pre-nazi,

la sociedad Thule...- dijo Becerra mostrándole una serie de imágenes en su

computador -... La sociedad Thule era un grupo ocultista muy importante,

tanto así que, se supone, influencio a Adolf Hitler, es más Eva Brown fue

miembro, muchas de las ideologías antisemitas y de la supremacía racial aria

vienen de ellos. -

- y que paso con ellos? Dijiste que eran pre-nazis...- preguntó

-bueno, la historia oficial dice que, al asumir la cancillería, Hitler

abolió todos los grupos, partidos o asociaciones nombrándolas ilegales...-

contestó Francisco -... El partido comunista alemán sufrió una persecución

mortal, la sociedad Thule no fue la excepción-

Juan Andrés miró la fotografía y preguntó - ¿es posible que hubiese

más grupos o divisiones de la sociedad en el resto del mundo? En Chile,

¿por ejemplo? -
Becerra ajustó sus lentes, cruzó los dedos de sus manos y dijo finalmente

-... No sabría responderte eso, acá existía el Partido Nacional Socialista

Obrero Chileno, ¿recuerdas la masacre del seguro obrero? Pero no hay indicios

que prueben que existieron "sucursales" de la sociedad Thule, ni en chile ni en

otro lugar que no fuera Alemania...- Juan Andrés volteó la imagen y le leyó lo

que estaba escrito, el rostro de Francisco se desfiguró por la impresión.

- ¿de dónde dices que o tuviste esto? - preguntó.

-ayer, mientras estábamos en el velorio de Don Marcial, alguien se lo

dejo a mi mamá, y ya sabes que no se puede contar con ella mucho-

Becerra hizo un gesto de aprobación mientras volvía a revisar las

caras de los doce hombres.

-de lo que estoy seguro es que ese, ahí de uniforme, es mi papá a los

19 ó 20 años...- dijo señalando a uno. De los cuatro uniformados de la foto.

-no me habías dicho que tu papá era aviador...- dijo Becerra

extrañado.

- ¿aviador? - Robles se extrañó por la observación de su antiguo

maestro.

-sí, sin duda su uniforme corresponde al antiguo uniforme de la

FACH, mira, se puede apreciar en su hombro las dos alas y la estrella...-


Extrañado Juan Andrés se dio cuenta que todo lo que siempre supo de su

padre era, o puede que sea, falso. Deseo que su madre estuviera sana para

poder interrogarla, no tenía familiares paternos en el sur, sabia de una tía que

vivía en Antofagasta y por el lado de su madre nada, era hija única y sus

abuelos hace años que habían fallecido.

-por lo que veo...- dijo Francisco -... Tu padre era un aviador y miembro

de una sociedad ocultista alemana, menuda revelación hijo, menuda

revelación-
6

-mi madre, al ver la foto, nombró a Don Marcial, no tienes alguna foto

de él por ahí, cuando tuviera unos 35 ó 40 años, ¿cómo para comparar? -

pregunto Juan Andrés Con el tiempo, todos los archivos se habían

automatizado de tal forma que solo bastaba tipear una palabra, o un conjunto

de palabras, en un computador conectado a la intranet y en pocos segundos

estaría el resultado, así lo hizo Francisco Becerra, unos segundos después, un

sin número de imágenes aparecieron en portada, y se veían en distintos

momentos y situaciones al fallecido empresario hotelero. Una imagen en

particular les llamó la atención, databa de 1978, la inauguración del hostal

alemán a orillas del lago Villarrica, tenía 43 años.

Tomaron la misteriosa fotografía y fueron comparando uno a uno los

rostros de los otros once sujetos cuya identidad desconocían. Hasta que,
sobreexcitados, ambos gritaron al unísono -¡¡¡acá esta!!!- la sorpresa fue

mayúscula, y un hielo bajo por la espalda de Robles, Don Marcial Pérez-Toro

aparecía en la fotografía, su anciana madre tenía razón, es más, lo que asusto a

Juan Andrés fue qué, Don Marcial aparecía justo al lado de su padre, con sus

brazos entrelazados como dos buenos amigos.

-esto se vuelve muy extraño...- dijo Becerra mientras se sacaba los lentes

para limpiarlos -... Tu padre y Marcial Pérez Toro eran amigos y pertenecían

a una sociedad secreta nazi- volvió a ponerse los lentes, miró a Robles, que

aún no volvía en sí.

-eso no es todo...- dijo mientras abría su bolso saxoline negro -junto con

la foto venia esto, una especie de diario de vida, no lo he revisado bien...-

Juan Andrés le entregó el libro verde de lomo de tela y hojas amarillentas.

Francisco Becerra lo tomo con delicadeza y hojeo hasta detenerse en una hoja

al azar y leyó

-... Hemos vuelto a la isla, espero que no sea la última vez. Manuel dice

que mañana habrá mal tiempo por lo que aplazaremos el regreso hasta el

jueves, el "paquete" ya está guardado, pero temo que los lugareños no

entiendan el real valor de este tesoro...- concluyó de leer


-¡¡¡guau!!!- exclamó Becerra - ¿te das cuenta que esto es dinamita

pura? Tu padre y un millonario hotelero escondieron un tesoro- dijo

golpeteando el hombro a Juan Andrés. Las implicancias eran enormes, de

alguna forma -pensó él- un viejo amigo de su padre le había conseguido

trabajo hace 6 años en las empresas de, quien, al parecer, también era amigo de

su difunto padre. ¿Pero porque en tanto tiempo nunca había existido

comunicación con él? A eso había que sumarle la repentina muerte de Don

Marcial y la extraña caja que había recibido. Pensó en todo esto y se dijo que

encontraría respuestas en otro lugar, en otra persona.

- ¿Robles? - pregunto Francisco mientras repasaba la extraña fotografía -

... ¿Estas extrañas letras las hiciste tú? - se refería a la anotación en una

esquina del reverso. A la respuesta negativa del asesor saco una lupa de una

cajonera y observo con más detalle la inscripción.

-esto fue escrito con posterioridad a la fecha... Esta escrito con tinta gel,

en los 70 no había tinta gel, y la letra no corresponde...- dijo surcando con su

vista la fotografía.

- ¿yn ntenpvnqn? - leyó con dificultad Francisco -... Solo hay una vocal.

Se podría pronunciar "in entenpunqun", parece mapudungün, pero no suena a


nada conocido...- Juan Andrés revisó el reversó de las demás fotografías y no

vio nada ni remotamente parecido, solo fechas.

- ¿porque no me dejas esto? - dijo Becerra -... Mientras vas a hacer lo

tuyo, yo leeré lo que pueda de este diario y seguiré buscando que significa

“yn ntenpvnqn"-

Se intercambiaron números telefónicos y después de un buen apretón de

manos se marchó Juan Andrés, sin antes pasar a despedirse de la secretaria de

los lentes rojos y melena que suspiro al verlo marcharse.


7

Juan Andrés se encaminó al único lugar donde podría encontrar

respuestas, a las oficinas de Empresas Pérez-Toro y Cía. Ltda. Emplazada en el

tercer piso de la torre Sinergia, en calle Antonio Varas -pleno centro de la

ciudad- las oficinas de la gerencia ocupaban todo el nivel. El lugar estaba aún

desordenado por los últimos acontecimientos y pese a que hacía años que Don

Marcial no era el responsable directo su influencia se hacía notar, todo ese

poder -por ahora- recaía en Benjamín, el mayor de los 5 hijos que tuvo la

malograda pareja.

Juan Andrés subió por el ascensor como lo había hecho los últimos 6

años, con la diferencia de que esta vez su futuro era incierto, motivado por el

contenido de la misteriosa caja, se especulaba que la empresa se dividiría en 5,

cada hijo se haría cargo de una de ellas, por ejemplo, Benjamín se encargaría -

como lo venía haciendo desde hace tiempo- de las lecherías y los silos de

semillas, Joaquín de los hoteles, Alberto Jesús -el menor- tenía una prospera
carrera como Abogado y tomaría su parte para independizarse, Claudio se

encargaría de las veterinarias -era el más cercano a Benjamín por lo que era

más factible que ambos siguieran juntos- mientras que María Alicia recibiría

su parte solo para que su esposo, un ingeniero comercial, lo administrara.

Pero eso no era, ni por asomo, la mayor preocupación de Juan Andrés,

Benjamín Pérez-Toro Eberthard fue quien lo contrató hace 6 años, a

recomendación de un amigo de su difunto padre, el amigo en cuestión, Marco

Antonio González, había fallecido hacía tres años en un fatídico accidente

automovilístico, solo quedaba Don Benjamín.

Benjamín Pérez-Toro Eberthard tenía 58 años, había heredado los ojos

azules de su madre y el temperamento enérgico de su padre, sus cabellos

castaño claro se veían matizados con algunas canas que no hacían mella en su

aspecto juvenil. siempre vestido como si recién hubiese salido del fundo, más

parecía un agricultor que a un próspero empresario, desde pequeño acompaño a

su padre en todo lo que pudo, fue testigo del esfuerzo y sacrificio que tuvo que

hacer Don Marcial para construir su imperio, de los cinco hijos, él y su

hermana María Alicia fueron los únicos que no estudiaron alguna

carrera y mientras su padre perseguía el utópico sueño de una cadena de

hoteles en la zona turística, él a los 22 años ya tenía un pequeño negocio de


producción de leche y carne de vacuno, algo que pocos sabían era que en un

momento de debilidad económica, benjamín vendió todos sus activos a Don

Marcial, quien ya poseía un vasto negocio hotelero, salvó a su hijo de la

quiebra en plena crisis económica del año '98, pero lo nombró gerente de

recursos humanos, Benjamín se sintió humillado. Relegado a un puesto

secundario y sin injerencia en la toma de decisiones importantes. En cambio,

Claudio Evaristo, 8 años menor, fue nombrado gerente comercial.

Juan Andrés había llegado a las oficinas y preparo en su mente todo un

discurso para preguntar por la razón, aparentemente, oculta de su

contratación en la empresa, se preguntaba qué tipo de favor Don Marcial tuvo

que pagar a su difunto padre.

El hall de espera del despacho de Don Benjamín era un gran espacio

blanco donde primaban el diseño metálico y los espejos, algo diametralmente

distinto a la personalidad de quien trabajaba ahí, en las paredes habían copias

de cuadros de Miró, Monet o Matta. Hablo con Anita, la asistente personal

de Don Benjamín -esta mañana ha sido de locos Andresito - dijo, llamaba

Andresito a Robles pues su ex esposo se llamaba Juan por lo que odiaba ese

nombre ahora -tanto tenga un tiempo te atenderá - finalizó e invitó a tomar

asiento, Robles se sentó en un amplio sofá de cuero café y marco metálico


cromado. Al otro extremo de la sala de espera estaba María Ignacia, la

pelirroja nieta de Don Marcial que conoció en los funerales. Juan Andrés la

saludo desde dónde estaba, saludo que apenas fue correspondido por la triste

pelirroja.

-disculpa, pensé que me recordarías- dijo Robles al ver la indiferencia

que mostró la joven doctora -... No importa, entiendo que no estas de humor

para nada -

-no, discúlpame tu, no han sido los mejores días estos últimos - se

disculpó María Ignacia -de donde dices que nos conocemos? - preguntó

extrañada -no, nos conocimos ayer, en el velorio de Don Marcial...- respondió

un tanto avergonzado Juan Andrés, la pelirroja entrecerró los ojos tratando de

recordar donde lo había visto antes, pero nada le parecía familiar en él -

discúlpame, pero no recuerdo mucho de lo que hice o dije ayer, estaba bajo

mucha presión. -

Juan Andrés, igual que el día anterior se sintió embrujado por esos labios

rojos, que esta vez, a diferencia de antes, le regalaron una amplia sonrisa. Al

momento después, la puerta del privado de Benjamín Pérez-Toro se abrió para

ver salir un montón de tipos de trajes y lentes oscuros -... Y aún no sabemos
que caminos tomaremos como hermanos y tanto lo sepamos selo haremos

saber...- los tipos salieron hacia los ascensores.

-Don Benjamín...- dijo Anita antes de que este volviera a su despacho -...

La señorita María Ignacia lo ha estado esperando hace rato...- tanto su

pelirroja sobrina como Juan Andrés se pusieron de pie al unísono, Anita miro a

Robles y concluyó diciendo -Y el señor Juan Andrés también lo ha esperado-

Don Benjamín abrazo a su sobrina fuertemente por largos segundos -mi

niña, que pasa... ¿Que necesitas? - dijo el empresario, Robles sintió una

tenue tensión en el ambiente, no sabía qué hacía tiempo que tío y sobrina no

se hablaban -disculpa por venir sin avisar, pero no sabía a donde más

acudir...- la pelirroja comenzó su relato sin importarle quien más estaba

escuchando -

...anoche, a eso de las diez, alguien trato de matarme- Juan Andrés que

seguía de pie se inquietó por lo que estaba escuchando -quien podría querer

matar a tan bella mujer?- pensó.


-pero que dices María Ignacia, ¿cómo es eso de que trataron de

matarte? - pregunto inquieto su tío.

-anoche volvía al hospital para relajarme y un automóvil negro y sin

patente intento provocar que chocara...- explicó brevemente María Ignacia,

pero fue interrumpida por Don Benjamín -oh, eso, me asustaste, pensé en otra

cosa...- dijo, a lo que prosiguió con un -relájate, no fue más que un idiota al

volante, no hay día en que no sale en las noticias algún imbécil imprudente

que provoca un accidente automovilístico - explicó el canoso empresario,

-no tío...-interrumpió la pelirroja -...tu no viste la cara del tipo ese, no

viste la frialdad y determinación cuando me tiro du vehículo por delante,

además... Esta lo de los tatas...- el rostro de Benjamín cambió drásticamente al

escuchar lo último -no está todo confirmado, María Ignacia, hasta que la PDI

no haga un informe, eso es pura especulación...- dijo cambiando su tono,

mientras miraba a Anita y a Juan Andrés.

De pronto Robles sintió que no estaba en el lugar adecuado, su mente

comenzó a trabajar, si no le fallaban los cálculos, Don Benjamín Pérez-Toro

tenía la misma edad que su difunto padre en 1977, y sólo conocían la identidad

de dos de los doce sujetos de la fotografía, quien le podría asegurar que el

empresario no está dentro del grupo, más la revelación del intento de asesinato
y la posibilidad de que la muerte de Don Marcial y doña María Alicia fuera de

otra forma, y que el extraño paquete llegara el mismo día de los funerales de

ellos dos.

Juan Andrés estaba confuso, el diario hablaba de un tesoro, tendría que

ver su búsqueda con la muerte de los octogenarios, eran muchas dudas. La

conversación entre Benjamín y su sobrina siguió un poco más, pero Juan

Andrés ya no escuchaba, perdido entre sus pensamientos no notó cuando la

pelirroja salió de la sala.

- ¿qué quería señor Robles? - preguntó Don Benjamín

-no, discúlpeme, creo que me equivoqué...- dijo mientras abría la

puerta para salir -... nos vemos el lunes jefe- dijo mientras se retiraba.

Corrió para alcanzar a María Ignacia, y cuando por fin lo hizo no

sabía cómo abordarla.

-María Ignacia, necesito hablar contigo...- dijo tomándola del brazo

mientras el ascensor se detenía frente a ellos -... Creo saber porque mataron a

tus abuelos-

Los ojos de María Ignacia se tornaron confusos - ¿tú qué sabes de eso? -

preguntó aireada.
-no sé, sólo lo que escuché de pasada recién...- dijo Juan Andrés

tratando de ordenar sus pensamientos -ayer, recibí una extraña caja, que entre

otras cosas muestra que tu abuelo y mi padre estuvieron involucrados en

esconder un tesoro...- una vez dicho lo último se dio cuenta lo fantasioso e

inverosímil que sonaba.

- ¿tesoro? ¿De qué diablos estás hablando? Mi Abuela le disparó a mi

abuelo y después se mató, nada más...- la mirada de María Ignacia se llenaron

de lágrimas y Juan Andrés se dio cuenta lo cruel que sonaba.

-tu sabes que no fue así, te escuche decirlo...- dijo blofeando -... Creo

que tú eres la clave, por algo trataron de hacerte chocar -

La duda se instaló en la pelirroja joven, el ascensor a su espalda se

cerró y Juan Andrés se dio cuenta que había tocado una fibra importante.

-yo fui quien los encontró...- dijo mirando el piso - mi tata me llamo

para que fuera ese día a “La Agraciada”, cuando llegue estaban los dos

tirados en el piso, muertos- Juan Andrés sintió pena y se avergonzó de

hacerla recordar tan triste momento

-pero hay algo que nadie ha tomado en cuenta, y se lo conté a la

PDI...- continuó -... Mi Oma, mi abuela, tenía el arma puesta en su mano


derecha...- Robles sintió que sus deducciones, por fantásticas que sonaran,

eran ciertas -... Y ella era zurda, además de tener el mal de Parkinson-

A todas luces, pensó Juan Andrés, alguien quiso pasar sus muertes por

un simple caso de matricidio. María Ignacia le contó, ya más serena, la

autopsia había encontrado restos de levodopa, un fármaco oral que se

introdujo en 1967 para tratar afecciones tales como la bradicinesia, la

rigidez o el temblor, es el fármaco anti-parkinsoniano. Lo cual avalaba la

historia de su Parkinson.

-el diario y las fotos, ¿las tienes acá? - pregunto María Ignacia.

-no, se los deje a un amigo, que seguirá buscando más información. -

respondió para luego añadir -pero tengo esto. - abrió su bolso y extrajo una

pequeña caja forrada en cuero beige y cerrada con una pequeña cerradura,

su tamaño era parecido al estuche en que vienen los lentes.

-... No sé bien que será, pero venia junto con el diario y las

fotografías - explico Juan Andrés mientras le pasaba la extraña caja a María

Ignacia.

-esto lo he visto antes, no recuerdo donde, pero lo he visto antes -

intento en vano abrir la caja, pero descubrió que era imposible, era pesada y

bajo la cubierta de cuero beige tenía una superficie metálica.


-será mejor que vayamos donde Francisco Becerra, un amigo, él tiene las

fotos y el diario, quizás ya tiene más pistas sobre este lio-


8

Se fueron ambos a reunirse con Becerra en un restaurante popular, el Rapa

Nui, ubicado en calle Adúnate entre Manuel Montt y Diego Portales, muy

famoso por sus completos con todo a $1200.- en el populoso lugar es casi

imposible que te atiendan rápido por la numerosa cantidad de personas que, a la

hora de almuerzo, concurre, pero sin lugar a dudas vale la pena la espera.

Juan Andrés y María Ignacia se sentaron en una apartada mesa en el

segundo piso, era la primera vez que la pelirroja entraba a ese local aunque

conocía muy bien de la fama de sus comidas -en especial su mayonesa casera-

María Ignacia iba vestida con una blusa blanca un tanto transparente que a ratos

hacía notar las curvas de sus pechos, una chaqueta de cuero café era el único

abrigo para la otoñal tarde, un pantalón jeans apretado de furioso azul que se

contorneaba a sus muslos y trasero volvía loco a Robles que de tanto en tanto -

de forma disimulaba- veía sus ojos perdidos en su hermosa anatomía.


Indudablemente María Ignacia no pasaba desapercibida, su frondosa cabellera

cobriza y ondulada y sus cautivantes ojos azules hipnotizaban a cualquiera que

la mirará.

La conversación en la mesa varió de todo un poco, aparte de una

presentación formal de sí mismo, Juan Andrés dio más detalles sobre el extraño

paquete que había recibido. A los pocos minutos, y antes de que les llevarán la

orden que habían perdido, apareció Francisco, extasiado con lo que había

descubierto.

-traigo buenas noticias...- dijo una vez presentado -... Descubrí que

significaba ese extraño mensaje en la orilla de la foto... Ese que decía "yn

ntenpvnqn"- saco una hoja y un bolígrafo de su maleta -al principio no

entendía cómo resolver esto, pero luego comencé a leer los primeros pasajes

de este diario...- abrió el extraño libro en una hoja marcada, ajustó sus lentes y

comenzó a leer en voz alta -"... Para efectos de salvaguardar la información

más relevante de esta operación, tanto Hans y yo, hemos acordado encriptar

en un código ciertas palabras, este código solo lo sabrán las personas

adecuadas y pertinentes a dicho mensaje, una vez entregado este, se cambiará

por uno distinto..."- Becerra volvió a cerrar el diario y miro a los dos

comensales.
-es un código, entienden? - dijo tratando de que le entendieran sus

deducciones -... Un código, ahora había que comparar cada lente para

deducir el mensaje... Y mientras hacía eso...- tomo la hoja y comenzó a

garabatear con el bolígrafo, escribió las letras del abecedario desde la A hasta

la M.

-... Hice esto mismo, este es el código más conocido y más fácil,

demasiado fácil..."

Volvió a colocar las letras del abecedario, pero justo una bajo la que antes

había escrito, pero comenzando desde la N hasta Z, sin colocar la Ñ por ser de

uso español. Entonces comenzó a intercambiar las letras correspondientes.

ABCDEFGHI JKLM

NOPQRSTUVWXYZ

Entonces el mensaje original "yn ntenpvnqn" quedaba LA AGRACIADA.

Francisco miro a la pelirroja doctora y le pregunto - dime María Ignacia,

¿Cómo se llama el fundo de tus abuelos? –incrédula miro a Francisco y Juan

Andrés, ya sabían dónde empezar a buscar. Y no había otro lugar más idóneo

donde comenzar la búsqueda de quien asesino en verdad a sus amados abuelos

y desentrañar el misterio en torno a sus muertes.


Interludio segundo.

Llovía intensamente en el campo, Jacob no sabía si era de mañana o de

tarde, la lluvia era tan intensa y fría, en días como este era normal que uno o

dos compañeros cayeran al lodazal en que se transformaba el suelo y

quedasen al borde de la hipotermia, un guardia se les acercaba y después de

observar -sin mucho detalle- al prisionero, decidía si llamar a unos

prisioneros para que lo llevasen a la enfermería o con su rifle y de un certero

disparo en la sien acababa con su -como decían ellos- sus vidas indignas de

vivir.

Jacob no se dejaba vencer, su espíritu de lucha inquebrantable lo impulsa

a seguir día a día. Aunque a veces llorara en silencio, y sintiera el peso de toda

la humanidad sobre él. Todo eso, a la hora de enfrentarse a esta nueva

realidad, quedaba escondido, sumido en capas de frialdad e indiferencia.

Parte de eso venía de su estirpe guerra, a su genética, como tanto al

abuelo Abraham le gustaba decir en cada reunión familiar a la que se le

invitaba. Descendiente de bravos judíos militares el escogió para si un


oficio diametralmente distinto. Él fue doctor, y no cualquier doctor,

siguiendo la huella de revolucionarios médicos anteriores a él y a las

investigaciones del genetista por excelencia, Sir Charles Darwin y su

evolución de las especies, Jacob se vio inmerso en el estudio biológico de

la evolución humana. Patrones genéticos, enfermedades endógenas, ley de

herencia, eran idioma normal para este joven judío de 31 años.

Siguió el trabajo de científicos y pensadores como Herbert Spencer,

Joseph Fisher e incluso ideas del demógrafo británico Thomas Robert

Malthus. Todos ellos postulantes de las teorías del Darwinismo social, El

darwinismo social es una teoría social que propugna por la idea de que la

teoría de la evolución de Charles Darwin tiene aplicaciones sociales en

instituciones humanas. Está basado en la idea de la supervivencia del más

apto concebido como mecanismo de evolución social y la creencia de que el

concepto darwiniano de la selección natural puede ser usado para el manejo

de la sociedad humana, insistiendo en la competición (étnica, nacional, de

clase, etc.) por recursos naturales o diversos puestos sociales. En general,

defiende la eugenesia como argumento para aplicar métodos de "depuración"


o "mejora" de la especie humana e implica un conjunto de reformas a las

leyes sociales o políticas en un plano de lucha entre individuos o grupos

humanos, concebidas como una forma de progreso social y biológico.

Esa fue la palabra que Jacob comenzó a utilizar, Eugenesia, hasta que

aconteció lo que todos conocerían como "la noche de los cristales rotos" y ser

judío ya no era bien visto en su amada ciudad de Viena. No intento huir, el

mundo tendría que hacer algo, el mundo debía hacer algo. Pero el tiempo

pasaba y Jacob seguía ahí, ¿cuánto tiempo? No sabía, nadie sabía, un año, dos

años, un mes. Solo importaba sobrevivir, nada más.


9

Ahí estaba, como un león acechando a su presa, gracias al camuflaje

natural que le otorga el anonimato en medio de un mar de personas. Las voces

habían vuelto -desde hace días que no le hablaban- esta vez lo enviaron a

observar, solamente a observar, a sus enemigos. Se reunirían a planear contra

él, pero -le habían advertido las voces- no podía actuar, no aquí, era un lugar

público y muy concurrido, su misión era más importante que sus deseos

personales.

Por lo que aprendió de ellos, de la nieta y el hijo, observo sus

movimientos, sus voces, todo. Ellos se interpondrían en su misión pues

trabajaban para los sionistas y para los protectores de ellos, y querrían el tesoro

para su uso personal, para pagar sus vicios y su fornicación.

Se ajustó la gorra que protegía su morena calva, y siguió escondido entre

la gente, escondido a la vista de todos. El mejor escondite siempre seria estar a

la vista de todos, ahí nadie lo vería realmente.


10

El Hyundai accent blanco girabas a toda velocidad por una de las muchas

curvas existentes en la carretera 5 sur entre Temuco y la ciudad de Freire.

-a ver...- dijo Francisco -... Para sintetizar las ideas, tu padre y tu abuelo,

respectivamente, pertenecían a una sucursal, por así decirlo, de una extinta

sociedad ocultista alemana...- miro a Juan Andrés y a María Ignacia -... Y que

además ayudaron a esconder un tesoro en chile, ¿saben que tesoro alemán

sigue escondido? - abrió el diario al comienzo.

- "... Todo comenzó para mí, cuando apenas tenía 17 años. Mi padre era

profesor de primaria, adicto al alcohol y golpear a mi madre, el dinero no les

alcanzaba para mantener a los once hijos que éramos. Con Jaime, mi

hermano mayor, decidimos salir -pese al llanto y súplicas de nuestra madre- a

buscar trabajo” tu abuelo...- dijo Francisco mirando por el reflejo del

retrovisor a la pelirroja -... Llegó hasta argentina, en concreto hasta las


chacras de la Patagonia argentina...- volvió a tomar el diario de vida secreto

de Don Marcial y leyó.

-"... Así llegamos a una gran chacra, de praderas verdes sin fin, que

limitaban a pies de las grandes montañas nevadas de la cordillera. Se llamaba

fundo Freundschaft y los dueños eran un grupo numeroso de gringos, todos

ellos altos y fornidos." -fascinado, Francisco miro a Juan Andrés y le dijo -

bueno Robles, ¿ya has deducido que tesoro me refiero? -

Juan Andrés no terminaba de entender a qué se refería Becerra, tenía

en sus manos la fotografía de su padre y Don Marcial, algo carcomía sus

entrañas, un sexto sentido, una pequeña vocecita que le decía que algo iba mal.

-si trataron de pasar como matricidio las muertes de Don Marcial y su

esposa...- pensó afligido -... Es posible que hicieran lo mismo con papá -

Su corazón latía más rápido que el Hyundai blanco, miro la vikinga

belleza de su compañera y se imaginó el sabor de sus labios. Las palabras de

Becerra le sonaron lejanas y vacías ahora.

- tu abuelo vivió en argentina a fines de los '50. Se fue pobre y volvió

adinerado...- le hablo a la joven mientras revisaba el diario buscando algo -...

Una de las teorías más fascinante de la post guerra es la referente al oro

nazi...-
La pelirroja y Robles cruzaron las miradas y pareció que el Hyundai

accent blanco aumentó bruscamente la velocidad. Juan Andrés lo comprendió

de inmediato, sin duda Don Marcial había amasado parte de su fortuna gracias

a sus negocios turísticos, pero todo había comenzado gracias a su viaje a

argentina.

-en una ocasión leí varios artículos sobre esto, es conocido por todos que

muchos jerarcas nazis huyeron a América después de la guerra, y no habrían

venido solos, de alguna forma trajeron con ellos el famoso y aun buscado oro

nazi...- los ojos de Becerra brillaban a través de sus lentes de gruesos marcos.

-... El oro nazi...- prosiguió Francisco -... Es el resultado de los saqueos

de la Wehrmacht, el ejército alemán, a cada país invadido, cada ciudad

tomada, sus bancos eran saqueados y ese oro enviado a Alemania...-

Juan Andrés comenzó a recordar una película sobre algo parecido.

-... Pero no era un oro limpio, no lo era, era un oro maldito...- agregó

Becerra con tono oscuro y flemático -... Porque además del fruto de los

saqueos, agregaron también, las piezas dentales de oro de cientos de judíos

asesinados en los campos de concentración y exterminio...-


Los rostros desfigurados de emoción, por lo escabroso del relato de

becerra, en sus compañeros era notable. Pero lo dicho por el periodista era

cierto.

Muy documentado era el tema de las torturas y vejámenes que sufrieron

millones de judíos a manos de los nazis. En muchos campos de exterminio;

tales como Balzac, Chelmno(Kulmhof), Majdanek, Sobibor, Treblinka y

Auschwitz; una vez muertos en cámaras de gas y sus cuerpos quemados, un

grupo de judíos revolvía entre las cenizas buscando piezas dentales de oro o

anillos que algunos escondían en sus cavidades anales para cuando terminara la

guerra.

María Ignacia pensó en las implicaciones que tendría lo recién revelado

para su familia, era posible que su abuelo fundara sus negocios con dinero

manchado con la sangre de la peor atrocidad cometida nunca por el hombre

moderno, el holocausto judío. Sus manos transpiraban asidas al volante del

automóvil, era muy conocida la inclinación de su abuelo por todo lo referente a

Alemania, y no sonaba tan descabellado que algo cierto fueran esas

aseveraciones, no lo sabría hasta llegar a la agraciada.


Interludio tercero.

Misha Korczak, Jacob se juró nunca olvidar el nombre de Misha

Korczak, en honor a su valentía y coraje. Él en cambio, se sentía cobarde,

traidor y cobarde. No cómo Misha Korczak, él era, él fue valiente hasta el

final, hasta su final.

Temprano ese día un guardia -como de costumbre desde hace días- los

sacos de los barracones y los llevó al campo de trabajo. No eran más de 7 u 8

de ellos, siempre los mismos. Pero esta vez el trabajo era distinto, los hicieron

cavar una gran fosa, "para nuevas letrinas" dijo uno de los guardias, Jacob

había aprendido a no creerles a los guardias.

Cavaron toda la mañana, sin descanso y si alguien se detenía un

segundo, algún guardia golpeaba con la culata de su rifle en las costillas, un

golpe de lleno y seco.

Después de eso, un camión llego hasta el páramo donde cavaron la fosa,

un regordete sargento les ordenó abrir las puertas y "sacar la basura" que
había en su interior, fue el mismo Misha quien abrió las puertas, el olor que

emanaba del interior era una hediondez indescriptible. El pobre Misha -un

fornido judío/ruso- quedó paralizado y eso que él fue testigo del asesinato de

todos los niños menores de 5 años en su aldea por mano de soldados SS y

colaboradores eslovenos. En el interior del camión y apilados uno sobre otro,

los cadáveres de cientos de prisioneros judíos, compañeros de barracones,

antiguos vecinos o simplemente desconocidos que estaban prisioneros, tal

como ellos, en este agujero que era un ejemplo del infierno en la tierra.

- ¡te dije que bajaras esa basura, judío inmundo! - gritó a Misha

el regordete Sargento nazi.

Misha seguía mirando al interior del camión, intentando

reconocer alguien entre esa masa sin forma de cuerpos muertos.

- ¡no! - gritó Misha mientras apuñaban sus manos. Era levemente más

alto que los guardias nazis, lo que en otras circunstancias le hubiese dado algo

de ventaja contra los soldados de las SS, ahora y en su estado físico, fue solo

una desventaja.

El obeso Sargento sacó su revólver y disparó en la frente al judío ruso,

la sangre salpicó en la cara a los 4 prisioneros judíos incluyendo a un


tembloroso Jacob que solo reaccionó comenzando a bajar los cadáveres del

camión, los demás prisioneros copiaron su ejemplo y le ayudaron.

Jacob no dejaba de ver el cuerpo sin vida de Misha, botado en medio

del barro y pensó -tarde o temprano, así vamos todos a acabar-


11

Marta Cortes disfrutaba de tomar el sol en el balcón, era su último

momento de placer que recordaba. Hace muchos años, Manuel –su esposo-

estaba de bajada y su pequeño hijo dormía una siesta después de jugar con su

padre. Marta camino hasta el gran balcón de la casa vieja y tomo de la mano a

Manuel y se sintió plena, llena, feliz.

Marta suspiraba, había olvidado algo, pero no sabía que era. Miraba por

el ventanal y sentía el tibio solo de otoño u pensaba –cuando vendrá Manuel a

buscarme…- dijo la mujer -… dijo que pronto volvería, sé que Manuel volverá,

él nunca me dejaría sola, nunca lo haría-

Entonces, alguien abrió la puerta, un joven de complexión atlética entro

en el apartamento.

-hola… hola…- saludo efusivamente Marta, el joven se acercó a ella,

se agacho y puso su mano derecha en la rodilla de la anciana.

-hice lo que me dijiste ayer, le entregué el diario y las fotos a nuestro

bebe… ¿ahora me llevaras? - el joven sonrió al instante en que Marta pasaba su


mano por su pelo, en un gesto maternal, el sintió sus arrugadas manos frías y

una lagrima bajo por la mejilla del joven.

-si mi vida, hoy te llevare conmigo, solo cierra los ojos y siente el sol en

tu cara…- la anciana hiso lo que le pidió, se volteó hacia el ventanal y sintió

por última vez el calor tibio del sol otoñal, y sonrió, como hace tiempo no

hacía. Plena, llena, feliz.

El joven extrajo una jeringa de su bolcillo y se lo clavo lentamente en el

brazo derecho a Marta, un líquido azul fosforescente se introdujo en el cuerpo

de la señora Cortes. Pasarían muchas horas hasta que Juan Andrés encontraría

el cuerpo muerto de su madre frente al balcón de su departamento.


12

Únicamente existía una forma de llegar a La Agraciada, después de

entrar a la carretera hacia Villarrica a unos pocos kilómetros, un estrecho

camino rural - adornado por grandes álamos que se mecían con el vaivén del

viento- te llevaba directamente a una antigua, pero bien cuidada, casona de

dos pisos. La madera con la que estaba forrada por fuera estaba pintada de un

pulcro blanco, Don Marcial gustaba que todos los años se volviese a pintar. La

techumbre era de tejas de un rojo marrón, grandes ventanas con marco de

madera pintadas del mismo tono - dos o tres por cada fachada- con visillos

blancos que hace días no se abrían iluminaban tenuemente un pasillo central

que conectaba con el living.

María Ignacia se sentía sobrecogida, con el corazón comprimido,

hacía cuatro días atrás entro a esta misma habitación, con alegría de ver a

sus queridos abuelos -don Marcial no ocultaba el amor inconmensurable y

privilegiado hacia la pelirroja- horas antes la había llamado por un asunto

preocupante que necesitaban resolver.


La puerta entre abierta no preocupo a María Ignacia, el equipo de

audio estaba encendido y en toda la habitación resonaba una alegre

melodía.

"por los ventisqueros... Por tierra del fuego... Corazón de escarcha solo

se quedó... "

Era extraño, ya nadie habitaba la casona, entraron. El helado piso

flotante del lugar se veía polvoso y desaseado. Su pobre abuela lloraría de

pena al ver el descuidado piso que con tanto esmero -y ayudada por las dos

señoras que servían como compañía y como nanas- había procurado mantener

aseado.

Las paredes estaban adornadas por las más diversas fotografías, pinturas

y diplomas. Ahí estaba María Ignacia cuando se graduó de octavo año, su

primo Juan José cuando se recibió de médico veterinario, Antonella -otra

prima- cuando se casó en la Catedral, recuerdos de vida familiar, cimentada en

mentiras y sangre, pensó la pelirroja doctora.

Sobre un tapiz de delicados y finos detalles, una roja marca señalaba el

lugar donde María Ignacia encontró el cuerpo sin vida de su abuelo, más allá,

sobre un sofá de dos cuerpos, otra mancha marcaba donde su abuela se suicidó.
- aquí fue...- dijo al cabo de unos segundos -... Nunca creí que mi

Oma podría llegar a hacer algo así... Llevaban muchos años juntos. -

Juan Andrés miro la pena en esos ojos cautivadores y solo atino a poner

su mano en el hombro de la pelirroja, esta le devolvió una sincera sonrisa, y el

corazón del consultor explotó.

Francisco se había quedado tras la pareja, contemplando una serie de

fotografías con el diario de don Marcial abierto, observaba las instantáneas y

cotejaba alguna información en el libro. Una sonrisa se apoderó de sus

facciones.

-amigos míos...- dijo Francisco -... Si les cabía alguna duda en la amistad

entre sus parientes, aquí está la prueba...- dijo apuntando una foto en

particular.

María Ignacia y Robles se acercaron a mirar, precisamente en la foto

en cuestión se veía a tres personas a orillas de un rio con un frondoso bosque

nativo de fondo y ataviados con vestimenta de pesca deportiva, estaban

Marcial Pérez Toro y Manuel Robles. Juan Andrés confirmo lo visto en la

fotografía que le habían enviado.


La tercera persona le resultaba familiar, busco en su bolso y extrajo la

fotografía de los doce, y ahí estaba, en segunda fila, con una sonrisa plena, y

unos ojos pequeños

Hundidos en su rostro. Robles sabía que lo conocía, que le

era extremadamente familiar.

-la persona que está aquí...- le pregunto a María Ignacia -... ¿lo

conoces?

La pelirroja se acercó más y vacilo en responder.

- no estoy segura...- dijo al cabo de unos segundos -... Pero me parece

que es el tío Carlos... Un amigo de mi tata-

- ¿será Carlos Fuentes? - pregunto Juan Andrés al tiempo que sus ideas y

recuerdos se aclaraban.

-si...- dijo ella -... Carlos Fuentes, era amigo del tata, no sé muy bien a

que se dedicaba, pero lo visitaba a menudo. ¿Lo conocías? -

Juan Andrés se quedó pensando un momento ¿conocía realmente a

Carlos Fuentes? ¿Conocía realmente a su padre? Quizás la respuesta no sería

de su agrado. Incluso la manera en que él llego a su vida queda en un velo de

misterio e incógnitas.
Su graduación no fue ni la mitad de lo que tenía pensado, y eso que sus

expectativas eran bastante bajas. Llegó a casa y se encontró a su madre sumida

en una crisis, una de las más grandes que él recordaba. La soledad y tristeza del

momento no hicieron mella en el amor que sentía por ella, fue hasta el

refrigerador y tomó un vaso de jugo de naranjas, busco en su mochila un

quequito, de esa marca "gansito" muy populares, y para sus adentros Juan

Andrés reía, mi cena de graduación es pato a la Orange, envídienme.

Y así se quedó esa tarde, sentado en su cama, viendo la televisión,

de pronto llamaron a la puerta, y al ver quien era se encontró a un hombre

de expresión severa pero mirada alegre, acostumbrado a ser escuchado y

respetado. El señor lo contempló unos minutos y por fin dijo:

- hola, sé que no me conoces, era amigo de tu padre, y me enteré

hace poco lo que le sucedió, sé que han pasado muchos años, lo siento...-

Se veía triste y nervioso, hacían diez años de la muerte del papá de Juan

Andrés y ya no sentía mucha pena, más pena sentía por el extraño aquel que

recién ahora se enteró de la muerte de él.

- ¿y? Dime hijo...- dijo el extraño señor -... Tú, ¿cómo estás? ¿Tu

madre está?- pregunto mientras miraba sobre el hombro de Juan Andrés


-
-no, ella no está muy bien...- dijo titubeando Robles -... Hace años que esta

así. -

Esa fue la primera vez que veía a Don Carlos Fuentes, un par de veces más

tendría contacto con él, pero con el tiempo se harían cada vez más escasas hasta,

hace tres años, desaparecer completamente.

-sí, lo conocía...- respondió finalmente Juan Andrés -... Me ayudo

a trabajar en SunRise, el hotel de don Marcial. -

Francisco estaba perdido en un gran librero atestado de los más variados

ejemplares de la literatura universal. Desde Borges a Shakespeare, un sinfín de

libros, poemarios, ensayos y novelas

-¡¡¡ajaaaaa!!!!- grito desde una esquina, Juan Andrés y María

Ignacia corrieron a verlo.

-por si quedaban dudas, aquí esta otra prueba más del pasado nazi de

tu abuelo...- Francisco saco un libro y lo oculto en su espalda. Mientras Juan

Andrés y María Ignacia se le acercaron rápidamente.

- ¿qué estás diciendo?¡¡¡ mi abuelo no era nazi!!!- dijo la

pelirroja increpando a Becerra

-fue muy fácil encontrar la evidencia...- respondió Francisco -… mira,

todo este libro tiene un hilo en común, novelas o ensayos, todos son literatura
de las mejores del mundo, pero esto...- sacó el libro que tenía escondido en su

espalda, era un recetario de cocina, grueso y tosco, totalmente fuera de lugar -

… no veo a tu abuelo cocinando. -

-¡¡¡eso no prueba nada!!!- increpo la pelirroja e intento quitarle el libro

de las manos

-oh, sí que lo prueba si hago esto...- dijo becerra mientras quitaba la

cubierta guardapolvo del recetario, en su lugar la tapa del libro dejaba leer un

nefasto título, censurado en muchos -si no todos- países, el titulo horrorizo a

Juan Andrés de inmediato y comprendió el alcance que esto estaba tomando.

Juan Andrés tomo el libro en sus manos y lo hojeo, el encabezado de la

portada, escrito en negro fuerte, decía "los protocolos de los sabios de Sion y la

subversión mundial". María Ignacia no entendía que les pasaba a ellos dos,

Francisco le explico que era un supuesto plan de dominación mundial de parte

de los judíos, pero que era en realidad un compendio de ideas antisemitas, se

sintió a congojada, ya no podría decir a ciencia cierta quién era su difunto

abuelo o que hacia cuando nadie lo veía.

-quizás no era nazi...- dijo Juan Andrés tratando de, con esto, consolar a

la estupefacta pelirroja -... Quizás solo compartía ideas, o conceptos...-


-¡¡¡Hay mi Dios!!!- interrumpió Francisco -... Al final es lo mismo, tu

papá y su abuelo eran nazis, y según esto...- alzo en el aire el diario de vida

Don Marcial -... Ayudaron ellos a traer y ocultar en chile el oro maldito de los

nazis -

-y tú crees que por eso mataron a Don Marcial y su esposa,

¿buscando esto? - pregunto Juan Andrés

-pero por supuesto...- dijo el ex profesor -... El oro siempre es un

buen motivo para matar, además son muchas coincidencias, el mismo día

que enterraron a sus abuelos te llega esa misteriosa caja...- saco la

fotografía de los doce y añadió -... Ya hemos identificado a tres de ellos, y

por algún motivo alguien encripto el nombre del fundo al reverso, creo

que la clave de la ubicación del tesoro esta acá...-

Miró en todas direcciones, buscando sin saber que, quizás otra cosa fuera

de lugar, como el recetario, pero todo parecía ordenado, todo -salvo el polvo-

le daba un toque de inmaculación al lugar.

De pronto Juan Andrés pensó, quizás el diario nos demás pistas de que

buscar. Se llevó la mano al bolsillo y sintió el pesado bulto que desde temprano

llevaba consigo, esa cajita metálica forrada en cuero cerrada, y no entendió

porque no le había contado a Francisco de ella, la saco y observo durante


varios minutos. Se quedó solo en una de las habitaciones de casona,

previo había visto a María Ignacia subir al segundo piso, adolorida y casi a

punto de estallar en llanto, y a Francisco avanzar en dirección al área de

servicio de la casa, -no creo que alguien escondiera la ubicación del tesoro

al lado de los jamones - pensó.

Con la cajita en sus manos su mente vagó por lugares perdidos en su

memoria, recordó a su padre, tenía pocos recuerdos de él, siempre trabajando y

él siempre estudiando. De improviso algo en la caja lo saco de su trance

hipnótico, un detalle del que ni se había percatado antes. Un extraño relieve en

la parte superior, un sello extraño. Tomo una hoja de una agenda que encontró

por ahí, la puso sobre la cajita y con un lápiz rayo sobre ella. Lentamente una

extraña figura comenzó a aparecer, una daga y sobre ella una circunferencia

con una cruz, la circunferencia estaba rota donde se junta a con la cruz y la

forma que resultaba era la esvástica redonda... Un claro símbolo nazi.


El contenido de la caja era incierto, pero su instinto le decía que no le

revelará a Francisco nada de ella.


13

Sabía muy bien a dónde irían, las voces no se lo habían dicho, pero era

obvio que la nieta iría a despedirse de sus abuelos, un buen lugar para morir,

pensó el moreno calvo. Ahora conducía por el camino vecinal hacia la

agraciada en un destartalado Nissan sunny beige que robo después de salir del

restorán.

Las voces le habían dicho antes que no matara a los tres por lo concurrido

que era el restorán rapa nui. Pero en la soledad de la casona patronal, sin

testigos, nada impedía que llevara a cabo su misión, además las voces se habían

callado.

Ante él se erguía la casona, una muestra amplia de lo que le habían

negado, era su derecho de nacimiento heredar lo que el impostor de Marcial

Pérez Toro había usurpado.

Se detuvo a mucha distancia de la casona y como un felino se arrastró

entre las zarzas hasta llegar a la parte posterior, se asomó lentamente a las

ventanas hasta que, en una habitación vio al reportero de espalda a la ventana,


como revisando algo. En la mano derecha del moreno una hoja de una navaja

brillaba al sol.

El intruso reviso la ventana, centímetro a centímetro buscando un punto

débil, un lugar por donde entrar fácilmente. Por fin vio un lugar, el picaporte

plástico de la ventana yacía vencido y no alcanzaba a cerrar del todo, dio

pequeños y sucesivos golpes a la ventana, procurando que no llamara la

atención al periodista.

Por fin el pestillo cedió y lentamente deslizó la ventana. Robles seguía de

espaldas a él, absorto en sus pensamientos, a unos diez metros de él. Una vez

que la ventana se abrió lo suficiente para dejarlo pasar, se colocó la navaja

entre los dientes. Como tigre en casería se agazapó y repto por el alféizar de la

ventana.

La agilidad y rapidez del moreno calvo era tal que Robles no sintió nada

extraño, volteo la mirada hacia la ventana cuando sintió una oleada de viento,

pero el invasor ya estaba escondido entre las sombras.

Ahí se quedó, unos minutos observando a Robles, con la navaja

empuñada y lista, como serpiente a dar un mordisco mortal en la yugular de su

víctima.
De improviso Juan Andrés hizo un movimiento brusco y el moreno se

agazapó más en la oscuridad, su espanto fue total cuando vio en sus manos el

cofre que las voces le habían pedido buscar, Robles lo tenía, había que quitárselo

a como dé lugar.

Pero Robles miró un papel que había garabateado y salió corriendo de

la habitación.

-Solo has aplazado lo inevitable- pensó él.


14

María Ignacia revolvía una maleta con fotos que su Oma guardaba en su

dormitorio, las miraba con melancolía y tristeza. En eso entro Juan Andrés con

la caja en sus manos y un papel arrugado en la otra.

-mira lo que he hallado en relieve...- dijo mientras mostraba la hoja

que había rayado, eran evidentes las formas del puñal y la esvástica redonda.

-ese puñal lo he visto antes... Y en esta misma casa- dijo la

pelirroja. Entonces fueron a buscar a Francisco que estaba buscando

pistas en el

área de servicio de la casona. Al bajar lo encontraron sentado en el mismo

sofá dónde, días antes, María Ignacia había encontrado a su abuela, leía pasajes

del diario aparentemente al azar, mirando las fechas y buscando entre ellas.

-Francisco, hay algo que debemos mostrarte...- dijo Juan Andrés

-no.…- interrumpió Becerra -... Yo tengo algo que leerles que

se sorprenderán- tomo el diario y buscó entre sus páginas.


-... Rápidamente Jaime y yo nos hicimos notorios entre los gringos,

sobre todo Jaime, él sabía leer y escribir -la mayoría no- por lo que pronto

comenzó a trabajar en la casa patronal. Y de rebote la suerte me llegó a mí,

sin querer al poco era jefe de cuadrilla y después ayudante de capataz...- leyó

Francisco sin mirar a sus dos compañeros y prosiguió -... No sé muy bien que

hacía Jaime en la casona, nos veíamos poco y siempre fue escueto en sus

comentarios... A veces, en las noches, miraba las estrellas y decía cosas sin

sentido para mí; recuerdo que, un día, sentados en un silo donde nos gustaba

subir a beber sidra, Jaime cerró los ojos y alzo la vista al hermoso cielo

estrellado, como mirando las estrellas con su mente, al cabo de un momento

dijo "es increíble lo poderosos que nos creemos... Pero en realidad no somos

más que una mota de polvo en la nada"...-

Tanto María Ignacia como Juan Andrés quedaron sorprendidos por lo

que leía Francisco, María Ignacia sabia de la existencia de aquel tío-abuelo,

pero Don Marcial se refería poco a él.

-... Pero no todo es bueno en esta vida, cuando llevábamos cinco o seis

meses trabajando en el fundo, Jaime cayó enfermo de la noche a la mañana...

Tuberculosis dijeron los gringos, no me dejaron verlo por miedo a esparcir la


enfermedad. Al poco, y en medio de fuertes espasmos y contracciones, Jaime,

mi amado hermano mayor, falleció en una cama del hospital del fundo..."-

Se miraron unos a otros por largos segundos hasta que Becerra

prosiguió con su lectura.

-"los gringos prometieron una suculenta indemnización a la familia en

Chile y a mí, incluso se me acercó un gringo, Fritz Hullman, que me contó que

Jaime trabajaba con él cuando enfermo. Y para prevenir me inyectó unos

medicamentos y vacunas. Don Fritz era una persona agradable, hablaba poco

español y sonreía fácil...-

Francisco dejo de leer, miro a María Ignacia y le preguntó - ¿sabes

quién es Fritz Hullman? - la pelirroja meneo su cabeza negando.

-Fritz Hullman es uno de los muchos alias del doctor Joseph

Mengele, el ángel de la muerte del campo de exterminio judío de Auschwitz

II, Treblinka...-

Juan Andrés recordó muchas clases de historia, muchos documentales

de Nat Geo, History Channel o Discovery donde el nombre del macabro

doctor nazi era nombrado como uno de los más perversos miembros del

nacionalsocialismo alemán, María Ignacia negó lo escuchado y reviso con


sus ojos el diario de su abuelo, lapidariamente corroboró lo leído por

Becerra.

-no puede ser...- dijo mientras aun asombrada se sentaba -... Puede ser

una coincidencia, un alcance de nombres, además ese tal Mengele tendría que

haber sido juzgado en Núremberg...- Juan Andrés intervino, apoyó su mano en

el hombro de María Ignacia y dijo.

-… a Mengele nunca lo juzgaron, escapo a Sudamérica gracias a una

organización de ex SS llamada ODESSA, murió mucho después en

Brasil...-

Francisco asistió lo dicho por Robles y agregó -… se dice que vivió en

argentina y Paraguay y que murió mientras nadaba en Brasil, no es de.

Extrañar que lo conociese tu abuelo-

-está bien...- dijo con resignación María Ignacia -... Aceptando el hecho

de que mi abuelo haya conocido a Joseph Mengele, eso no es prueba que trajo

el oro a chile-

- ¿no es?... Déjame leer más adelante… - contesto de inmediato

Francisco y comenzó a pasar páginas del grueso volumen que componían el

diario de vida de Don Marcial.


-...al tiempo, Don Fritz Hullman, me confidenció que cuando la guerra

en Europa termino solo pudieron esconder unas pocas cosas, y que el gran

tesoro del Führer había llegado antes que incluso él hubiese embarcado a

argentina...- miró a la pelirroja y cerró el diario, una sonrisa se dibujó en su

rostro y dijo -… yo solo me pregunto qué hare con mi parte del oro. -

No muy lejos de ellos tres, una oscura figura se escondía entre los

muebles, y escuchaba lo que hablaban. Quieren lo que es mío, solo mío, es mi

herencia, mi legado. Pensó con furia y la navaja en su mano derecha brillo con

más fuerza.
Interludio cuarto.

En poco tiempo, y sin que le preguntaran, Jacob se convirtió en

colaborador de los nazis. Desde tareas simples cómo vigilar el trabajo de los

demás prisioneros -que no paraban de llegar en trenes desde toda Europa -

hasta disponer de los cadáveres de los hornos donde los incineraban, se las

otorgaban a él.

¿Cuál era su precio? ¿Cuánto costaba su moral? El solo hecho de

permanecer un día más de vida era ya en si una recompensa admirable. El

tiempo pasaba y Jacob ya se había acostumbrado a ver piras de cuerpos

ardiendo hasta 16 horas. Para él ya no eran personas, solo cáscaras vacías

que se quemaban bajo el cielo gris.


Uno de sus muchos trabajos también comprendía en entrar a los hornos,

una vez estos apagados, y revisar entre las cenizas cualquier objeto de valor que

los prisioneros hayan escondido es sus cavidades corporales, anillos de oro,

diamantes, aros de oro. Así como recuperar dientes y muelas de oro. Un trabajo

denigrante para alguien de su educación, pero en este instante eso ya no le

molestaba, -si hubiese sido cristiano...- se decía a sí mismo -... Ahora me tengo

ganado mi trozo de infierno –

Así fue como un día buscando entre las cenizas, Jacob dijo en voz alta y

sin darse cuenta que lo hacía - ¿un diente?... Aquí está contenido el mapa de

nuestro ADN...- entre los restos incinerados de algún judío encontró un

perfecto molar, de blanco marfil y sin caries o sarro, ni manchas de quemadura.

-¡¡¡que dijiste, perro malagradecido!!!!- gritó uno de los guardias al

tiempo que se aprestaba a golpearlo con la culata de su rifle automático.

-¡¡¡no, detente!!!!...- dijo un alto oficial que pasaba por ahí, alto y de

cabello castaño oscuro, el oficial se movía por el campo sin restricción, los

prisioneros le temían tanto o más que a la muerte misma, es más, lo

reconocían con el nombre que, años después, sería leyenda, el Ángel de la

muerte, Josef Mengele.


-... ¿Qué has dicho? - le pregunto al tiempo que sacaba los guantes de

cuero de sus manos - ¿qué sabes tú, pequeño hombrecito, del mapa del ADN? -

tomó con sus dedos el diente blanco marfil que Jacob había encontrado, lo

miró con detención por largos segundos, mientras el guardia seguía

apuntando con su rifle la cabeza de Jacob.

-los estudios de científicos genetistas, tales cómo, Carl Correns, Erich

von Tschermak, Hugo de Vries y Gregor Mendel, me llevaron a investigar las

leyes de la herencia, y lo aplique en seres humanos...- respondió temblando.

El Mengele quedó sorprendido por los conocimientos del judío. Con un

gesto ordenó al soldado nazi que retrocediera, y le dijo:

-acompáñame... Quiero que veas algo- el caminar altivo del jerarca nazi

sorprendió a Jacob, caminaba como flotando sobre nubes, irradiando una luz

propia que atraía a los demás. A medida que avanzaban por el campo, los

demás soldados, guardias, oficiales o enfermeras nazis saludaban con

admiración al doctor que apenas respondía con un leve gesto cada saludo. Un

pavor horroroso se apoderó de Jacob estaba ante la presencia de alguien de

suma importancia en la jerarquía nazi.

Así llegaron hasta el despacho del doctor, ubicado en unos edificios los

cuales Jacob ni siquiera sabía que existían. El despacho era una lujosa sala
con los más finos muebles lustrados de brillante color caoba, una alfombra de

cachemira de tonos verdes iba de muro a muro con diseños en tonos similares

que recordaba el exótico lugar en tierras lejanas. Un gran librero adornaba

una de las paredes, estaba llena de libros de los más variados temas. Mientras

que la otra pared, y apilados en un librero casi idéntico al que estaba en

frente, un centenar de frascos de vidrio llenos de formol y lo que en

un momento a Jacob le pareció ser cerebros de algún tipo de animal

pequeño, gato o conejo quizás.

-y bien...- dijo Mengele una vez sentado en su despacho -... ¿A qué se

dedicaba antes de la guerra? - abrió una libreta de notas y comenzó a cotejar

datos con un cuadro que tenía abierto sobre su escritorio, nunca miró a los

ojos a Jacob.

-yo... herr doctor, trabajaba en la universidad de Berlín, herr...-

respondió sumido y tembloroso -... Realizaba estudios de campo basados en

la ley de herencia de Mendel, la herencia es... -

- ¡basta! - grito furibundo el nazi -... ¡¡¡No te creas más listo que yo!!!

Sólo pregunté a qué te dedicabas... ¡Se perfectamente que es la ley de la

herencia de Mendel!!!- se puso de pie y comenzó a caminar tras donde Jacob


estaba parado -... El mismo Führer abogó y luchó para preservar la herencia

aria sobre las demás razas-

Jacob se sentía atemorizado, la personalidad del doctor llenaba todo el

lugar, mientras que él se empequeñecía más y más hasta casi desaparecer por

completo.

-... Pero en esta inmundicia, en este... Basural, mis investigaciones no

pueden prosperar, he solicitado un asistente académico graduado desde que

llegué aquí y nada...- las palabras fuertes retumbaban en los oídos de Jacob,

que temeroso de lo que pudiese pasarle no dejaba de temblar -... Y ahora llega

usted, de todos estos brutos...- hizo un ademán señalando por la ventana un

grupo de soldados nazis que golpeaban por diversión a un anciano judío -...

Ninguno es capaz de sumar 2 + 2, menos sabrán que es una doble hélice

discoidal, ¿usted sabe lo que es? - preguntó mientras de su tabaquera extraía

un cigarro.

-esa es una pregunta con trampa, herr doctor, porque una doble hélice

discoidal no es algo, es una condición de las proteínas del ADN...- Jacob iba a

seguir explicándose pero notó la cara de hastío e indiferencia del sádico nazi.
-a eso es lo que me refiero - dijo Mengele, se volvió a sentar y buscó algo

entre su cajonera -... Trabajaras para mí, solo para mí, me ayudarás en todo lo

concerniente a genética y la búsqueda el übermann que anhela el Führer ¿y a

cambió? Te permitiré vivir hasta que me dejes de ser útil-

Jacob quedó perplejo por la crueldad que demostraba el nazi, pero

sobrevivir era el lema de Jacob, sobrevivir a costa de lo que sea y de quien sea.

Y por eso, acepto y se convirtió por unos meses en el ayudante del ángel de la

muerte.
15

Francisco se paseó por la sala buscando en el diario otra pista que le

ayudara a entender lo que había ocurrido aquí, María Ignacia saco un cigarro y

temblorosa lo encendió, con largas bocanadas fue aspirando la nube de nicotina

que emanaba de él, mientras Juan Andrés buscaba en su IPhone información en

internet. Le quedo dando vueltas muchas cosas.

Mengele decía, en el diario de don Marcial, que el oro había llegado

antes que él y según lo que leyó en internet, Después de varios meses

huyendo, en los que tuvo tiempo de internarse en el territorio controlado por

los soviéticos para recuperar sus archivos de Auschwitz, Mengele encontró

trabajo como granjero cerca de Rosenheim.

Temiendo ser capturado, juzgado y condenado a muerte, huyó de

Alemania el 17 de abril de 1949. Ayudado por una red de antiguos miembros

de las SS, a la que también pertenecía el as de la aviación Hans-Ulrich Rudel,


Mengele viajó hasta Génova y allí obtuvo un pasaporte bajo el alias «Helmut

Gregor», falso miembro del Comité Internacional de la Cruz Roja. Navegó a

Argentina en julio, pero su esposa rehusó acompañarlo y ambos se divorciaron

en 1954.

1949, Mengele llego en 1949, entonces el oro tendría que haber llegado en

un lapsus de 4 años, entre 1945 -fin de la guerra- y 1949, entonces busco en su

teléfono con conexión a internet todo lo referente al oro nazi. Su sorpresa fue

grande cuando descubrió las decenas, quizás cientos, de teorías sobre el arribo

del oro maldito.

Teorías que hablaban desde piezas de oro en tractores Lanz,

submarinos cargados de oro, que estaba sumergido en un lago de Austria o

enterrado en una carretera, muchas teorías, pero ni una cierta, ni una.

- ¿submarinos alemanes llegando a costas argentinas, repletos de oro,

y nadie hizo algo? - pensó Juan Andrés, al rato carcajeó por lo descabellado

y fantasioso de la idea.

-a ver...- dijo María Ignacia al tiempo que se ponía en pie y exhalaba

el gris humo de su cigarrillo -... Nos estamos desviando de lo primordial,

pensamos en tesoros, pero no en que alguien asesino a mis abuelos y que

intento hacerlo pasar por algo completamente distinto...-


-para poder saber QUE le paso a tus abuelos es importante primero

saber PORQUE le paso eso...- contesto Francisco Becerra ajustándose sus

lentes, Juan Andrés bloqueo su Smartphone y replicó.

- qué tal si... Que piensan ustedes si... Yo creo que esto viene de antes,

que tal si el o los asesinos comenzaron antes, de los doce de la fotografía

conocemos a tres, y los tres murieron en extrañas circunstancias...-

- ¿qué dices...- interrogó Francisco a su ex alumno -...Carlos

Fuentes también está muerto? - María Ignacia lo recordó todo.

Hacía casi un año, Carlos Fuentes, retirado ya del negocio de corretajes,

caminaba por el centro de la ciudad. Le gustaba caminar hasta el cerro Ñielol, -

estar en contacto con la naturaleza y tranquilidad que le daba el parque, iba

relajado cuando, en la intersección entre Avenida Caupolicán y Avenida

Balmaceda el semáforo le dio el verde, y Don Carlos cruzó, un automóvil

rojo -un Peugeot 204 conducido por una señora y sus dos niños- se detuvo

lentamente en su línea, incluso -recordaba después la señora- ambos se

saludaron con una sonrisa. Metros más atrás una camioneta Fiat fiorino blanca a

gran velocidad impacto al Peugeot, provocando que el vehículo rojo atropellara

a Don Carlos provocándole la muere al instante.

- ¿y tu papá?, ¿cómo murió él? - preguntó María Ignacia


-lo de él fue un accidente laboral...- respondió Juan Andrés y meditó -...

Pero, últimamente he pensado mucho en eso... Mi papá cayó desde veinte

metros de altura, su arnés de seguridad se cortó, pero es raro, todos nos

decían que él hacia revisión diaria de sus elementos de protección personal, y

ahora me pregunto, posiblemente alguien modifico el arnés...-

Las implicaciones eran varias, en las tres muertes había cabos sueltos, de

ser así habría que buscar a los otros 9 faltantes, si estaban vivos darían

respuestas a varias preguntas. Si no, habría que ver de qué forma habían

fallecido.

Pero para buscarlos había que saber quiénes eran. Francisco indagaba en el

diario, tenía la fe ciega de que la respuesta estaba ahí, muchos datos desfilaban

frente a sus ojos, nombres, fechas, lugares, datos triviales e irrelevantes para lo

que les procuraba.

De pronto miro a Robles que navegaba en su celular, y recordó algo.

- ¿Juan Andrés? - pregunto - ¿no me querías enseñar algo cuando

llegaste aquí? -

-oh!... Si...- dijo mientras extraía una hoja de su bolsillo -... ¿sabes qué es

esto? - dijo mostrándole el calco del relieve de la caja.


-...oh, sí... Lo he visto antes, es el símbolo de la sociedad Tulle, si ves acá,

está la cruz ganada o esvástica curva... Y la daga que representa la pureza de la

raza aria... ¿De dónde lo copiaste? - pregunto

-de esto...- dijo sacando de su bolsillo la caja metálica forrada en cuero

color beige. Francisco ajustó sus grandes lentes y repasó la cajita.

- ¿dónde encontraste esto? - pregunto fascinado.

-eso venía en la encomienda misteriosa que me llego ayer. Donde venían

además las fotos y el diario. No te lo había contado porque lo llevaba en el

bolsillo...- respondió Juan Andrés.

- ¿sí? sorprendente...- exclamó Becerra y añadió luego -...sin duda debe

guardar algo importante para la sociedad...-

- ¿tú no dijiste que ya habías visto este símbolo antes? - pregunto

Juan Andrés a María Ignacia.

-sí, sí...- respondió la pelirroja volviendo a la realidad -... Era una especie

de escudo familiar, mi abuelo siempre hablaba de él, decía que representaba su

familia, su legado a la posteridad, su...- el rostro de María Ignacia se desencajo,

sintió como sus mejillas se sonrojaron, la negación dio paso a la duda, y la duda

a la incredulidad y finalmente a la aceptación. Siempre había estado ahí, frente


a ella, y ahora regresaba hostil y vengativo. Su abuelo, Don Marcial Pérez Toro,

llamaba comúnmente a la insignia dorada su "más bello tesoro".

Ya no le quedaban más dudas, por eso habían matado a sus abuelos, por el

oro que trajo de Argentina y oculto en sus campos, y si el asesino llego hasta

donde él, lo más seguro es que los otros 9 miembros de la sociedad ya estarían

muertos.

Escondido tras la alacena, el intruso escucho toda la conversación, y

agradeció a las voces el actuar con cautela. Se apoderaría del tesoro familiar

gracias a estos tres, gracias a aquello habían podido alargar sus miserables

vidas.
16

El mar, en la lontananza, se veía brutal y violento, las olas golpeaban con

violencia contra los requeríos. Jorge se alegraba de haber llegado antes de que

el tiempo empeorara.

Caminaba entre el bullicio del terminal pesquero, los locatarios ofrecían a

viva voz los productos que, horas antes, de la mar habían extraído. Ahora

regresaba a su navío, a pagarles el día a sus bravos compañeros, pensando en

los arreglos que tendría que realizarle al Pincoya II, el motor sonaba extraño, y

la quilla necesitaba urgente una mano.

Entonces, entre los barcos pesqueros, volvió a ver ese blanco y moderno

navío, atracado entre pesqueros y mariscadores. Una larga fila de personas

aguardaba a subir al mismo, el marinero que vio antes, en la mañana, ahora

conversaba con una mujer de unos cuarenta años de abrigo gris y gorro negro,

el marinero -ahora en tierra - se veía de alto y fornido, de un metro noventa

fácilmente, era de piel pálida y usaba gafas negras.

Jorge intercambio miradas con él, este al reconocerlo sonrió

afectuosamente y saludo con un movimiento de su cabeza, Jorge apuro el


tranco, ese no era un mal presagio -todos lo sabían- y el tiempo comenzaba a

empeorar, mejor sería volver al hogar, pensó Jorge.


17

Salieron los tres de la casona, en dirección al pórtico, caminando

entre gigantes secuoyas y el canto de tiuques que anidan en sus copas.

Al poco llegaron hasta un enorme bosque de castaños y al pórtico

principal, desde donde nacía un cerco de pinos ciprés cortados de forma

cuadrada y muy cuidada. Ahora que no está el tata ¿quién procurará mantener

así el cerco? Pensó María Ignacia.

El pórtico está compuesto por dos grandes columnas de 80x80 cms. y

unos

3 metros de alto, los capiteles de ambos pilares eran de unos 5 cm. -uno

más grande que el otro- de los pilares nacía un portón metálico de dos hojas,

los balastros -de impecable negro- eran de un diseño pulcro y bien ejecutado

que no hacía ver los cordones de la soldadura.


-ahí está...- dijo la pelirroja señalando el pilar derecho. Claro, casi al

llegar a la altura de la bisagra superior del portón una placa metálica pintada

del mismo color que el pilar, tenía la misma figura que Juan Andrés había

descubierto en la cajita metálica.

Becerra y Robles cargaron un gran cajón que había cerca de ellos y lo

pusieron junto al pilar, Becerra inspeccionó la placa y desde la altura confirmó

que los símbolos coincidían.

Juan Andrés tomo una pequeña piedra y comenzó a dar pequeños

golpecitos contra la placa y contra el pilar. El ruido hueco que desprendía le

dio la idea de que se trataba de una cámara oculta y la placa metálica era la

entrada a ella.

Bajo ellos, María Ignacia, comenzó a recordar. Era niña, de unos 8 o 9

años, le encantaba pasar los veranos acá, se juntaban todos los primos y

jugaban todo el día. Pero ese día fue distinto, Don Marcial tomo sus

herramientas y le pidió a la pequeña Nachi -como a él le gustaba llamarle- que

le acompañase.

Una vez en el pórtico, don Marcial comenzó a perforar el ladrillo con que

estaba fabricado el pilar, la pequeña María Ignacia revoloteaba parlanchina

alrededor de su abuelo.
- ¿tata?... ¿Qué estás haciendo? - pregunto la pequeña.

- ¿esto Nachi?... Es mi legado para la familia - respondió

- ¿legado? ¿Qué es legado? - volvió a preguntar la pequeña

mientras saltaba en un pie.

- ¿legado? Es algo que guardaré aquí para que la familia siempre

siga fuerte y firme, es un tesoro...- respondió el anciano.

- ¿¿¡¡tesoro!!??- exclamó asombrada la pequeña -... ¿¿¿Con castillos

y princesas y príncipes azules y caballeros???-

-si mi vida... Todo eso...- dijo Don Marcial -... Y ladrones,

muchos ladrones... Pero éste será nuestro secreto, nuestro gran

secreto...-

María Ignacia se abrió paso entre los dos varones hasta quedar frente a la

placa metálica y presionó con su dedo índice la cacha de la daga, un pequeño y

casi imperceptible clic la placa metálica se soltó de unos diminutos goznes.

María Ignacia termino por abrir completamente la puertilla que era, a la postre,

la placa metálica. Los tres miraron por hacia el interior del agujero en el pilar y

solo vieron oscuridad, Francisco sacó su teléfono móvil y encendió la


aplicación de linterna. El interior de la cavidad estaba vacío, solo se apreciaba

los restos de ladrillos picados y una que otra tela de arañas.

La pelirroja doctora no entendía ¿su abuelo labró un escondite que no

usó? O quizás si había algo y lo cambio de lugar, de ser así, ¿dónde?

Francisco se sentía confuso, la pista en la foto los había enviado hasta la

agraciada sin duda tenía que ver con la cajita que venía en la encomienda, pero

el escondite estaba vacío.

- ¿estás segura de que no hay otro lugar en la casa o en casa de algún

otro familiar con este mismo dibujo? - preguntó Becerra.

- no, al menos que yo sepa...- respondió ella.

-oh quizás hemos llegado tarde y ya se llevaron lo que estaba guardado

aquí...- espelucó Becerra -... Quizás el asesino a tus abuelos ya se llevó el

tesoro, mejor volvamos a la casa y busquemos en el diario otra pista o indicio

que nos ayude-

Francisco y María Ignacia bajaron de la caja y se encaminaron hacia la

casa. Juan Andrés se quedó meditando, volvió su vista al agujero en el pilar,

algo no le calzaba, si don Marcial creó este escondite no revelaría su ubicación

tan fácilmente. Además, la clave en la fotografía era clara, tendría que ser este
el lugar. Llevaba la cajita metálica en sus manos y la apretaba con mucha

fuerza.

-vamos Robles...- le gritó su amigo que ya había avanzado sus buenos

pasos.

Robles miro nuevamente en el interior de la cueva y noto algo extraño en

el fondo, casi imperceptible al comienzo, pero muy notorio cuando afino la

vista.

Un tímido destello en el fondo, entre escombros de ladrillos y telas de

arañas, un destello que arrancó una sonrisa al joven periodista. Hoy es mi día

de suerte. Pensó mientras introducía su mano en la abertura. María Ignacia y

Francisco volvieron al pórtico a ver a Robles.

-ya entiendo todo...- dijo Juan Andrés mientras sonreía aun arriba del

cajón, su mano derecha apuñada la extendió hacia sus compañeros, Abrió la

mano y el brillo de lo que Juan Andrés había encontrado en el escondite.

- ¿una llave dorada? - exclamaron la pelirroja y el ex profesor al

unísono, subieron hacia donde estaba Juan Andrés y contemplaron de más

cerca el hallazgo.

- ¿es para la caja? Revisa Robles, revisa- urgió Becerra entusiasmado por

el descubrimiento. Juan Andrés introdujo lentamente la llave en la hendidura y


giro hacia la derecha, pero el cilindro no giro, volvió a intentarlo, y otra vez y

otra hasta que finalmente se abrió.

Los tres se abalanzaron sobre la caja, pero esta estaba vacía, en su interior

no había nada.

-Miren...- dijo Francisco apuntando en la tapa de la caja -... Tiene algo

escrito...-

-Gott mit uns...- leyó María Ignacia.

-Dios con nosotros...- dijeron al mismo tiempo Francisco y ella.

La pelirroja lo miro y le pregunto si sabía hablar alemán.

-no, que va, con suerte hablo español, conozco esa frase pues era el lema

de la Wehrmacht, el ejército nazi... Si, por ridículo que suene, ellos creían que

Dios está a favor de ellos... Ignorantes, olvidaron que su Dios se hizo carne, y

esa carne era judía -

María Ignacia encontró lógica en sus palabras, Robles continuó

leyendo.

-"querido amigo y camarada, en tus momentos postreros recuerda

esto. Tu amigo Hans Neumann " rayos, pensé que sería algo más decidor

que esto. - le entregó la caja abierta a becerra quien se percató de algo más

inscrito en la parte inferior de la caja. 74°10’16.18″W.


-Miren, parecen ser unas coordenadas, pero está mal, solo marca

una parte, falta la otra- dijo Becerra.

Quedaron sorprendidos, la caja les mostraba una dirección

cartográfica pero inconclusa, solo indicaba el meridiano, faltaba el paralelo.


18

Algo extraño estaba ocurriendo, los tres "ladrones" salieron rápidamente

de la casona, pero él se había quedado ahí, parado, pensando.

Hacia un día que las voces no le hablaban, y no sabía cómo actuar.

Finalmente decidió seguirlos, los tres estaban en la entrada de la puebla del

fundo, y conversaban y buscaban algo en un pilar, entonces lo entendió.

-ellos me llevarán sin saberlo al tesoro, a mi herencia de sangre- pensó

el skinhead -me servirán mejor vivos por ahora...-

De pronto un ruido de pisadas en su espalda lo alertó, metió su mano en

el bolsillo derecho donde guardaba la navaja mariposa. Las pisadas se hicieron

más cercanas hasta que una voz escucho.

-Mire amigo, no sé quién es usted, ni que hace aquí... Pero será mejor

que se vaya, no'va'ser que se me escape un tiro...- de entre las zarzas y

matorrales surgió un robusto hombre de unos sesenta años, de barba blanca y


ojos cansados, era delgado y en su sonrisa brillaba un diente de oro, el moreno

rio. Lo apuntaba con una escopeta de caza directamente al estómago.

-será mejor que usted se marche, viejo, si sabe lo que es bueno-

respondió amenazante el joven punk.

Los ojos del anciano se clavaron en la mano derecha del joven moreno

que aún seguía dentro de su bolsillo, este siguió la mirada del anciano hasta su

mano y sonrió macabramente. A sus espaldas el Hyundai accent blanco salió

rápido rumbo a la carretera y él presintió que esta demora le costaría caro si se

prolongaba más.

-retira lentamente tu mano del bolsillo...- dijo el anciano.

- ¿qué temes viejo? - dijo en tono amenazante -... ¿Has sido un buen

cristiano? ¿Crees que heredadas el reino de los cielos? ¿Crees que tu Padre

bajará y que evitará que te mate? -

El anciano no entendió lo que el moreno calvo decía, echo atrás el

percutor de la escopeta y se preparó para disparar, pero con una velocidad casi

sobre humana, el calvo saco su mano derecha y arrojo la navaja mariposa contra

el anciano. La navaja voló entre ambos dando vueltas en su eje como bailarina

de ballet y se incrusto en medio de los ojos del viejo, que cayó arrodillado y con
la cabeza hacia atrás. Un delgado e incesante hilo de sangre bajo de su frente e

inundó todo su rostro, finalmente su cuerpo se desmoronó pesadamente.

El joven punk camino rápido hacia el cadáver sin vida del campesino y

extrajo con fuerza su navaja y arrebató la escopeta de sus manos, maldiciendo

por el retrasó se fue hasta donde había escondido el automóvil que horas antes

se había robado, esperaba que los tres no se le hayan adelantado mucho, si no

perdería su rastro hasta que, quizás, fuera muy tarde.


19

Ya tenían otro nombre, Hans Neumann. Se preguntaba Juan Andrés

cuanto Hans Neumann existían en Chile, esperaba que no muchos, y en la

región menos aún.

Se habían subido al Hyundai accent blanco y marchado a gran

velocidad. Les llamó la atención un Peugeot estacionado a pocos metros de la

entrada a La Agraciada, pero no se detuvieron.

-en muchos pasajes del diario aparece un tal Hans, acá por ejemplo...-

dijo Francisco y se preparó para leer -..."Hans trabajaba con Otto Braun en la

sala verde, como nos gustaba llamarle cuando lo conocí, había sido cabo de

las SS en la guerra, una vez finalizada está se enroló en ODESSA y ayudo a

muchos a huir hasta que, cercado por agentes de Simón Wiesenthal -el judío

caza nazis- cambio su nombre y huyó también. Hicimos amistad rápidamente,


ambos trabajamos después para Fritz Hullman, aprendimos todo sobre su

magistral labor en la guerra..."

Francisco se sacó los lentes se restregó los ojos, miro por el retrovisor

a María Ignacia, inquiriéndola con la mirada. Esta sentía vergüenza por lo

último leído, su abuelo, aquel viejito robusto y cariñoso, Que tantas veces la

había cargado en sus brazos, fue aprendiz del genocida y criminal de guerra

jamás enjuiciado Josef Mengele, pensaba en todas las aberraciones y

atrocidades que le podría haber enseñado. -"... Fue así como, gracias a que

Hans demostró que yo estaba comprometido con la causa, vi con mis propios

ojos el gran tesoro que habían traído a argentina..."-

Había llegado a una parte importante del diario de don Marcial, el tesoro

y como este llegó a Sudamérica. Antes Juan Andrés había googleado las

palabras "oro nazi" y obtenido un sinfín de respuestas que hablaban de las más

descabelladas teorías.

-Una de ellas, la más escuchada por las tierras de la Araucanía...- les

explicó becerra a sus acompañantes -...era referente a unos hermanos

alemanes, los hermanos Tisch, que alrededor del año '98 recorrieron la zona

comprando antiguos tractores alemanés Lanz bulldog series 707 y 747. Se


dice que pagaron desde $500.000.- hasta $2.500.000.- por un montón de

fierros oxidados...- prosiguió añadiendo.

-... Los tractores llegaron a Chile cerca del año 1950 y fueron traídos

al país como muestra de buena fe en la Alemania de post-guerra. Dicen los

teóricos de conspiraciones que en su motor tendría una pieza hecha de dos

kilos de oro macizo de 24 quilates. Mucho dinero considerando que el gramo

de oro se taza en la actualidad a unos 18 dólares americanos...-

María Ignacia miró de soslayo a Robles que navegaba en su

IPhone buscando datos sobre el tal Hans Neumann. Mientras Francisco

volvió a leer el diario de vida de don Marcial les contó que el diario

hacía alusión a otra teoría, la de los submarinos.

-..." en la mañana del 10 de julio de 1945, a dos meses de la

capitulación de Reims, el puerto argentino de Mar del Plata registraba

sus tareas normales. La bruma del invierno obligaba que las tareas de

los pescadores realizaran no lejos de la costa, a unos 2 kilómetros, la

base de submarinos de la marina de guerra argentina desarrollaba su

rutina, hasta que el personal de vigilancia advirtió a las 7:30 horas

que, 4 o 5 kilómetros mar adentro, una nave efectuaba señales


luminosas. Se trataba del U530, uno de los temidos "Lobos grises" del

Atlántico.

Becerra les contó que en una vez terminada la guerra, la capitulación de

Reims del 8 de mayo de 1945, todos los submarinos y buques de guerra

implementaron el plan "Arco Iris", que consistía en hundir o inutilizar el navío

para que los aliados no sacarán provecho de la tecnología alemana. Al gran

almirante alemán Doenitz le exigieron que cesen de destruir los navíos o serían

enjuiciados por desacato.

-... Los pescadores locales se sorprendieron al ver sobre el puente del

submarino a gente rubia que hablaba un idioma complicado...- continuó

leyendo Francisco -... A través de mensajes con luces, los tripulantes de

submarino se identificaron como "German submarine" y que deseaban rendirse

pacíficamente, al cabo de unos minutos, el capitán de corbeta argentino don

Ramón Sayús subió al U530 y fue reducido por Otto Vermouth, teniente de

navío a cargo del submarino...-

El U530 había sido botado al mar el 28 de julio de 1942, en los

astilleros del "Deutsche Werft" de Hamburgo. Era un submarino de clase IX

C, con un desplazamiento de 1.144/1.247 toneladas, con carga completa de

Fuel-oíl su autonomía era de 11.400 Km. Pudiendo desarrollar una velocidad


de superficie de 18 nudos y en inmersión de 7 nudos. El armamento consistía

en un cañón de 10,5 cm. Un cañón A/A de 3,7 cm. Y dos ametralladoras A/A

de 20 mm, seis tubos lanzatorpedos de 21 pulgadas -cuatro en proa y dos en

popa- con 21 torpedos a bordo. También podía transportar 33 minas y estaba

equipado con Snorkel.

-... Pero la llegada del U530 no fue más que un señuelo, orquestado por

el mismo Doenitz, ni jerarcas ni oro ni planes ultra secretos venían en él...-

Francisco leía el diario -... 38 días después, al mismo puerto argentino de Mar

del Plata, llegó rindiéndose el submarino alemán U477, este si era el

indicado...-

Francisco sonrió, la prueba de que el oro había llegado a Sudamérica

estaba cerca, y tenía que ver con la extraña mitad de coordenada que estaba

grabada en la cajita metálica.

-... Ese oro, porque es tan importante, aunque hayan perdido la guerra

ese oro es alemán...- pregunto la pelirroja con un dejo de orgullo por sus

raíces.

-Jajajajaja, lo que menos es ser alemán, es el resultado del saqueo de

más de 7 bancos centrales, más el obtenido de las expropiaciones a los judíos

de Europa, ya te dije que es un oro maldito... Manchado por la sangre de


judíos muertos en campos de exterminio, entraban a los hornos y de entre las

cenizas extraían dientes de oro más anillos, aros y otros que las victimas

escondían en cavidades corporales como el ano, vagina o el propio estómago.

Con la esperanza de usarlos después que la guerra terminará...-

La crudeza de lo explicado avergonzó más a la pelirroja doctora, ya sabía

de las atrocidades cometidas por doctores nazis. Es bien conocida la historia

del "Herodes nazi" -como llamó la prensa de aquel entonces- Heinrich Graus

que mató a más de 300 niños judíos con, según él, enfermedades mentales o

problemas de conducta. A estos niños les practicaba vivisecciones con la

particular idea de probar anestésicos como el láudano en pacientes. Muchos de

las conclusiones realizadas por el criminal son estudiadas en

universidades hoy en día, omitiendo su macabro origen. Juan Andrés, que había

permanecido en silencio desde que salieron de la agraciada, por fin suspiro de

alivio.

-existen tres Hans Neumann en Chile...- dijo mientras respiraba

profundamente agotado por la incesante búsqueda -... Y, gracias a Dios, los tres

viven en Temuco... Uno es chileno descendiente alemán y dos son

inmigrantes...- la felicidad de su descubrimiento contrastaba con las caras de

vergüenza y asco de sus acompañantes -... Uno es jubilado de ferrocarriles de


Chile y vive en Santa Rosa y el otro es un anciano agricultor que vive en un

piso del edificio Rotterdam en holandesa... Esa sería mi primera opción. -

No lejos de ellos un Peugeot 504 apuraba la velocidad, las voces

habían vuelto a hablarle. No has cumplido tu misión, nos has fracasado...

Escuchó cuando trató de sintonizar la radio del vehículo robado.

-... He hecho todo lo que me han dicho... Todo...- dijo a las iracundas

voces

-has dejado vivos a los tres intrusos... Ellos serán tu perdición...

Cuando puedas mátales - sentenciaron las voces.

-pero ellos me llevarán fácilmente hasta el tesoro, hasta mi herencia

de sangre...- respondió

-¡¡¡NO ES TU HERENCIA!!! ¡¡¡NO ES TU SANGRE!!! ¡¡¡SOLO ERES

NUESTRO INSTRUMENTO DE VENGANZA!!!- dijeron iracundas las voces,

atormentado el punk fijo la vista en la carretera y mascullo maldiciones entre

dientes. Las voces no le entendían, pensó, las voces tendrían que ser calladas.
20

El sector colindante a la avenida Alemania, en Temuco, se convirtió con

el paso de tiempo en eje comercial y cultural. Las otrora casonas de estilo

colonial y habitadas por descendientes de inmigrantes alemanes,

franceses e italianos dieron pasos a centros comerciales, prestigiosas

universidades y una decena de pubs que se han convertido en punto de interés

y encuentro de jóvenes y, lo que ahora llaman, adulto/joven.

Por tal importancia, la plus valía del sector se ha elevado

estratosféricamente, alcanzando precios de locura. Un departamento de escasos

50 mt2, que en otros sectores valdría unos 900 a 1000 UF se puede

encontrar, fácilmente a 2200 UF. Un departamento de 50 mt2 equivale a una

sala de estar/comedor, dos dormitorios, un baño y una cocina con logia -vale

decir que a lo que los arquitectos modernos llaman logia ahora, es solo un

reducido espacio de no más de un metro cuadrado. Lo que antes se llamaba


"lavandería"- éstos departamentos, ataviados con los mejores y más

costos muebles, las más refinadas griferías, alfombras de pelo de alpacas,

porcelanatos finos de detalles sobrios, solo pueden ser adquiridos por personas

de un estrato socioeconómico alto.

Así es donde vivía Hans Neumann, María Ignacia, Juan Andrés y

Francisco bajaron rápidamente del Hyundai accent blanco, y entraron sin

identificarse en la conserjería. Francisco llevaba bajo el brazo el diario de vida

de Marcial Pérez-Toro y la fotografía de los doce testigos -como Becerra había

llamado a los individuos que aparecían en ella- que era consultada

recurrentemente por él.

La torre Rotterdam era un edificio de departamentos de 14 niveles. El

primero, donde se hallaban los tres, era una planta llana, la conserjería era un

espacioso mesón de color caoba, de un metro Veinte de altura por unos tres de

largo. Sobre el mesón una cenefa de unos ochenta centímetros -que desde el

cielo duro bajaba- daba inició a un gran espacio con "cielo americano".

Una adormecida persona miraba una pantalla de televisión de 14" en

vez de observar un monitor con las imágenes de seguridad.

-disculpen...- dijo a los tres visitantes al darse cuenta que no

eran residentes del edificio -... Ustedes ¿a dónde van? -


María Ignacia tomo la delantera y con voz segura, y esperando que

sus rastros nórdicos le ayudasen en su mentira dijo.

-vamos al departamento 705, a ver a mi tío, Hans Neumann...-

- ¿su tío señorita? - el conserje lo miro extrañado, de pies a cabeza -...

No sabía que el "gringo" tuviese parientes en Temuco...-

Los tres se miraron nerviosos, tendrían que ser cautos con sus

respuestas, si no, era posible que no los dejaran entrar a la torre.

-sí, resulta que somos de lejos... De Frutillar...- dijo Juan Andrés antes

que la pelirroja o su ex profesor pudiesen decir otra cosa. El conserje los volvió

a mirar, está vez frunció el ceño e interrogo a los visitantes.

-y ustedes dos ¿también son sus sobrinos? Parece que de un rincón

bien alejado de la familia...-

Juan Andrés notó la abismante diferencia entre los tres, casi al instante

y sin que nadie lo esperara. María Ignacia tomo de la mano a Robles, que

quedo hecho de una piedra.

- él es mi esposo y el su padre... Vengo a presentarlos a mi tío que

hace mucho que no nos vemos...- dijo la pelirroja doctora.


-a yaaaaah! - exclamó el tipo detrás del mesón -... Que bien, por fin el

pobre gringuito tiene visitas... En seis años que vivo acá, el pobre se lo pasa

solo todo el santo día... Vengan, yo los acompañaré...-

Se puso de pie y caminó hacia los ascensores, los tres se miraron

incrédulos.

-no se preocupe, podremos llegar solos, además su puesto de guardia no

puede quedar abandonado. - dijo Juan Andrés tomando al delgado conserje de

los hombros e intentando que no avanzara más.

-no, si para eso tengo a un "coleguita" aquí...- y corriéndose hacia un

lado señalo a un segundo conserje que entre la televisión y el monitor de

seguridad asomó. Camino hasta el ascensor y presionó el botón de subida. A los

pocos segundos las puertas automáticas se abrieron de la cabina y los cuatro

subieron a ella.

Mientras el aparato subía el silencio incómodo inundó el ascensor. El

conserje, don Miguel, se quedó frente a las puertas y sus tres compañeros tras

él, que intercambiaban miradas atónitas y sorprendidas, no encontraban la

forma de deshacerse de él.


-ya nos hemos hecho amigos con el gringuito...- dijo don Miguel

mirando sobre el hombro a los tres visitantes -... A veces hasta le compró sus

cositas. -

Juan Andrés río por el sobrenombre que usaba el conserje, en el sur se

acostumbra a llamar gringo a todos los rubios, sin importar que sean o no

norteamericanos.

Por fin el elevador se detuvo en el 7mo piso, un iluminado pasillo de

sobrios colores les dio la bienvenida, en el fondo del pasillo tenuemente

alumbrado un cartel que decía 705.

Don Miguel sacó un llavero de la cotona gris que llevaba, una llave

maestra brillo antes de entrar en la bocallave. El cuarto donde entraron,

polvoriento y desordenado, contrastaba enormemente con el resto del edificio,

en el fondo de la sala y junto a una antigua radio un octogenario anciano

dormitaba al son de la marcha improntum, las paredes de la sala no tenían

adorno alguno, y era evidente que tampoco había una televisión en el

departamento.

Don Miguel caminó relajado hasta el anciano y le hablo al oído

- don Hans, su sobrina...- el conserje miro a la pelirroja preguntándole el

nombre con la mirada.


-... Gretel... Gretel me llamo - dijo nerviosa por salir del paso, don Miguel

la miro con cara de incredulidad y le volvió a hablar al anciano.

-su sobrina Gretel ha venido a visitarla... Esta aquí, conmigo, y además

trajo a su marido y su suegro...-

Los tres se miraron sin entender lo que veían, entonces, la cabeza del

anciano inmigrante se ladeo buscando por la sala, tratando de enfocarse en

alguna dirección. En su cara arrugada coronada por una nota de cabellos

blancos llevaba gafas negras que ocultaban sus ojos.

- ¿qué dices hijo? - dijo el anciano - ¿qué sobrina? Yo no tengo

sobrinas…- busco el sonido de la voz del conserje llevándose la mano al oído.

-¡¡¡le digo que su sobrina Gretel esta acá!!!- le repitió casi gritándole al

oído. El anciano sonrió, y estiró la mano al aire, tratando de tocar a alguien o

algo.

-¡¡¡es ciego!!!- dijo Juan Andrés sorprendido -... don Hans Neumann ¡¿es

ciego?!-

-claro que está ciego, según contaron los doctores, el gringuito quedo

ciego en un incendio hace como cuarenta años, el 74 o 75, más o menos- dijo

don Miguel asombrado de que no supieran la condición de supuesto tío.


María Ignacia se agachó hasta quedar frente al oído del octogenario

alemán, y le susurró al oído - ¿sabe usted quien mató a mi abuelo? ¿Quién

asesino a Marcial Pérez Toro? - el anciano se maravilló al escuchar la voz de

la pelirroja, pero no tuvieron más respuestas que una sonrisa vacía.

Se acercó Juan Andrés y le preguntó -… ¿usted fue un SS en la guerra? -

don Miguel se sorprendió por las preguntas con las que agobiaban a su amigo. -

¿don Hans SS? - dijo preocupado - ¿...quien mierda son ustedes?¡¡¡ Que

preguntas le hacen!!!- le tomo el brazo izquierdo y levantó la camisa de franela

dejando ver una serie de números tatuados toscamente.

-don Hans nunca hubiese sido un SS, la madre del gringuito era judía

alemana, su nombre completo es Hans Neumann Lieberman, se salvó de morir

en Dashau, pero su familia no.…- don Miguel les explico que todas las tardes

se encuentran para conversar y siempre habla de su estancia en Dashau.

- ¿quiénes son ustedes? ¿Qué quieren de él? Váyanse antes que

llamé a Carabineros- amenazo don Miguel.

Los tres salieron rápido del departamento, María Ignacia tenía aún

grabada la imagen del brazo tatuado de Hans Neumann Lieberman.

-esperen, por el momento...- dijo Francisco, que se había permanecido en

silencio cuando estuvieron con el anciano alemán -... Se sabe qué muchos
criminales de guerra nazis se tatuaron números para poder huir...- miro a Juan

Andrés -... ¿y? Ahora ¿quién sigue en nuestra lista? - y salió del ascensor

rumbo al automóvil de la doctora Pérez Toro. Juan Andrés miraba a la

pelirroja y recordaba la tibia y suave sensación de tener su delicada mano asida

al de él, e imaginó -otra vez - como sería besar esos labios. La pelirroja, por el

rabillo del ojo- vio la mirada del joven periodista, y contempló en ellos la

naciente adoración, mal que mal no era tan mal partido -pensó - era

medianamente alto, se podía decir que era de complexión atlética -debía de

practicar algún deporte de forma habitual- y esos ojos almendrados de largas

pestañas negras la habían llamado la atención desde que la interceptó temprano

en la mañana.

Subieron los tres al Hyundai accent blanco y en el instante en que estaba

por cerrar la puerta, a Francisco le pareció ver algo familiar, un Peugeot 504

rojo aparcado cerca, María Ignacia sonrió levemente y pensó -sigamos el plan...

Sigamos el plan -

La tarde noche ya caía sobre Temuco, eran cerca de las 8 pm y las

luminarias públicas se encendían una tras otra mientras las hojas de los árboles

caían a la misma velocidad.

-a donde vamos ahora...- dijo la pelirroja una vez encendido el automóvil.


- ¿ahora? Vamos a santa Rosa...- y el automóvil blanco se enfilo hacia el

populoso sector.
21

El intercomunicador de la oficina de director Güell sonó abruptamente, la

oficina era una amplia planta de piso de porcelanato gris. Un sobrio escritorio

de mármol y un sillón de piel café eran el único mobiliario de la habitación. A

espaldas del, un amplio muro cortina de gruesos termo paneles -a prueba de

balas- que iban de piso a cielo, hace semanas a tras mando a sacar las cortinas

pues dijo a sus allegados que él no tenía nada que ocultar y que los cobardes se

escondían tras telas.

Estaba de pie, mirando una ciudad a sus pies, un imperio a sus pies, sabia

- gracias a un estricto control de personal y logística- que, al menos, un 45% de

la fuerza laboral de la ciudad trabajaba para él directa o indirectamente.

Ser S.E.O. Y mayor accionista de un consorcio internacional como era

OnixCorp Ltda. Le daba ciertos privilegios que hacían más gratas esas batallas

diarias en las bolsas de negocios. Finalmente contesto el intercomunicador.


-señor Güell...- dijo una temblorosa voz en inglés -... Sé que está

muy ocupado, pero según protocolo, en caso de que se active una alarma

en Sudamérica debemos avisarle personalmente a usted, señor-

Güell tomo asiento y sirvió tres dedos de escocés sin hielo en un vaso

cuyo precio es el mismo que el sueldo mínimo en muchos países y contesto

con desgano.

-y... Esa alarma, ¿dónde es? -

- en Chile señor, en concreto en una ciudad llamada... Temuco... Es el

software de reconocimiento facial que implantamos el año anterior,

identifico al sujeto ADMR09473 señor- dijo la voz tras el aparato.

El director Güell miro el vaso que recién se había servido, abrió una

hielera, saco dos cúbitos y se sirvió dos dedos más de aquel escocés de 12

años.

-gracias Alain, más noticias de ese sujeto házmelas saber en seguida. -

bebió un sorbo, y saboreó el intenso sabor a almendrados de aquel destilado, y

con eso recordó el gran precio que pago por esa botella. Presionando un

simple botón una gran parte del escritorio de mármol se opacó casi al

instante, y después de unos segundos la imagen corporativa de OnixCorp

apareció sobre un cielo cían y un dorado campo de espigas de trigo que, aunque
estaban fijas, cualquiera diría que se movían suavemente impulsadas por el

viento. Presionó una serie de puntos específicos en la pantalla hasta que

encontró lo que buscaba, una especie de agenda de contactos que repasó

velozmente hasta que se detuvo en uno y presionó el botón de llamada.

- ¿Daniel? Tengo un problema en Chile que hace mucho debería haber

resuelto...- dijo en español con claro acento inglés -y ya sabéis que, si yo tengo

un problema, vosotros tenéis un problema igual…- las amenazantes palabras

del director Güell descocieron a su interlocutor, no le gustaban las ordenes,

pero OnixCorp era un buen cliente así que, como dijo el poderoso director,

Daniel LaRossa también tenía un problema.

-está bien...- dijo LaRossa -... Envíeme todo como de costumbre, mi gente

estará en Chile en dos horas. -

El director Güell apagó su terminal y aquella volvió a aparentar ser la

cubierta de mármol de su escritorio, se puso de pie con su escocés de 15 años

en una mano y caminó hasta el muro cortina que lo protegía de una caída de

casi cien metros de altura, contempló la ciudad a sus pies, saboreo su whiskey y

recordó a Manuel Robles.


- ¡¡¡esta vez me asegurare de que permanezcas bien muerto, cabrón!!!- y

arrojo el vaso de escocés contra la pared con furia en un arrebatador impulso de

humanidad que en muchos años se había reprimido.


22

El Hyundai accent blanco estaba estacionado a unos pocos metros de

una derruida casa de madera pintada de color crema, la casa era bastante

normal para el sector, a simple vista se veían los estragos de la humedad -todo

el lado este estaba notoriamente caído- con canaletas oxidadas y sueltas.

La calle era un escondido pasaje en medio de una enmarañada red de

calles, pasajes y avenidas construidas después de años de tomas ilegales. Los

terrenos donde estaban ahora antes pertenecían a ferrocarriles de Chile.

Ya había caído la noche, antes de venir los tres pasaron a beber y comer

algo, para así tener la mente despejada y no cometer los mismos errores que

antes. Una vez que confirmaron la presencia de moradores en la casa se bajaron

del vehículo. Fue Francisco quien, después de abrir una pequeña reja metálica

negra, esta vez llamo a la puerta. Escucharon risas y murmullos desde


el interior, hasta que la puerta se abrió pesadamente, arrastrándose en el

piso de madera, dejando un notorio surco de desgaste tras de sí, una pequeña

niña de unos 5 años los recibió.

- ¿hola...- dijo Becerra a la pequeña - está tu papá? -

La niña sonrió sin decir palabra alguna y se echó a correr hacia adentro

de la casa. Al poco una robusta pero joven mujer de mejillas coloradas y pelo

castaño claro, con delantal floreado y manos mojadas con lava lozas salió al

encuentro de los tres desconocidos.

- ¿sí? ¿Qué se le ofrece? - dijo la mujer

-disculpe señora...- respondió Francisco -... Buscamos a don Hans,

Hans Neumann, ¿vive aquí? –

La mujer los miró con asombro y respondió. -aquí si vive un Hans,

pero no eh'na' Neumann, es Guzmán, ¿no se habrá equivicao’? -

Los tres "busca tesoros" se miraron impávidos, la búsqueda en la red daba

esa dirección a un tal Hans Neumann no a Hans Guzmán, Juan Andrés Robles

no lo entendía, miraba su Smartphone tratando de que éste le diera la respuesta

mágica a tal dilema. De pronto un anciano regordete -algo parecido a Santa

Claus- asomo por la puerta.


- ¿escuché que alguien me llamaba? - dijo a la robusta mujer que

parecía ser su hija.

- no papi, buscan a un tal Hans Neumann, se equivocaron...-

La cara del anciano cambio dramáticamente, y con voz gruesa pidió a su

hija que se marchara, los miro por un segundo y dijo.

- ¿y ustedes, para que lo buscan? -

-disculpe señor...- María Ignacia se adelantó y hablo -... Soy nieta de

Marcial Pérez Toro, y él era muy amigo de don Hans...-

-¡¡¡eres nieta de ese viejo zorro!!!- el anciano soltó un suspiro -... Qué

pena lo que le sucedió, lo siento hija... Tienes razón, él y Hans Neumann eran

grandes amigos... Pero Hans ya no existe...- miro a los dos varones que la

acompañaban antes de voltear y dijo -... Ahora dejen a este pobre jubilado

descansar...-

Juan Andrés puso su mano en la puerta evitando que este la cerrara, el

anciano miro sobre su hombro asustado.

- escúcheme viejo, usted también conocía a mi padre, usted conocía a

Manuel Robles...-
La sola mención del nombre del padre de Juan Andrés, fue como un

disparo en el corazón del anciano, dejo de pujar la puerta para cerrarla y

cabizbajo invitó a los tres a pasar.

-hija, porque no me vas a comprar una cajita de 120, por favor- le

pidió a la joven robusta de mejillas coloradas. La joven asintió y tomo el

dinero que el anciano le pasaba, mientras los convidó a sentarse en unos

gastados sillones.

-Manuel Robles…- dijo el regordete anciano -… pensé que nunca

más escucharía ese nombre en mi vida. Tienen que entender que el hombre

que fui ya no lo soy más. –

Robles se sintió acongojado, desde que se metió en este lio tuvo la

corazonada de que algo extraño había en la muerte de su padre hace tanto

tiempo atrás.

-creemos que mi abuelo… que su muerte no fue como dice la PDI, mi

Oma sería incapaz de hacer algo así, tenemos pruebas que arreglaron la

escena del crimen para parecer un matricidio y ocultar la verdad- dijo la

pelirroja doctora. La cara de don Hans se apesadumbro enseguida, se llevó

la mano a la cara, y se apretó fuertemente los ojos.


-oh dios…- dijo al cabo de unos segundos -… sabía que tarde o

temprano esto nos alcanzaría, lo que trajimos a chile es demasiado

poderoso como para que manos siniestras no lo quieran poseer, y la

maldad humana no tiene límites…-

-y de es usted sabe muy bien ¿Cierto? - dijo Becerra con un tono

desafiante, el anciano lo miro contrariado y sus ojos se llenaron de lágrimas

que con arrojo contuvo y negó caer, había algo en la voz, en la mirada, de

Francisco Becerra que había cambiado.

-no sé a qué te refieres…- dijo Hans cansado.

- ¿no sabe? Le recuerdo entonces…- sacó el diario de vida de Marcial

Pérez-Toro y leyó –casi de memoria- -..."Hans trabajaba con Otto Braun en la

sala verde, como nos gustaba llamarle cuando lo conocí, había sido cabo de

las SS en la guerra, una vez finalizada está se enroló en ODESSA y ayudo a

muchos a huir hasta que, cercado por agentes de Simón Wiesenthal -el judío

caza nazis- cambio su nombre y huyó también. Hicimos amistad rápidamente,

ambos trabajamos después para Fritz Hullman, aprendimos todo sobre su

magistral labor en la guerra..." ahora dígame señor don Hans Gómez o

Guzmán o como mierda quiera llamarse ahora ¿trabajo usted con Josep

Mengele sí o no? –
La violencia verbal que había demostrado Becerra sobre el anciano

sorprendió a sus compañeros, Juan Andrés lo tomo del brazo y lo llevo al otro

extremo del cuarto.

- ¿pero qué mierda te pasa pancho? - dijo Robles –crees que somos

que, ¿un grupo del mossad? ¿Caza nazis? hueon, estamos acá para

resolver quien asesinó a los abuelos de María Ignacia…- termino hablando

en voz baja, Becerra se disculpó y se tranquilizó.

-… Es tut mir leid, ich war nur Befehle, nur Befehle. Es gibt nicht einen

Tag, der mich nicht in Verlegenheit zu bringen ist nicht, was da passiert… [lo

siento, yo solo cumplía órdenes, solo cumplía órdenes. No existe un día en que

no me avergüence de lo que paso ahí]. - dijo en alemán, casi llorando, María

Ignacia lo miro y lentamente puso su mano en la cabeza del anciano.

-koiné Sorge, wir sind nicht hier, um Richter, wir wollen einfach nur

herausfinden, wer meine Großeltern Mörder [no se preocupe, no estamos aquí

para juzgarlo, solo queremos averiguar quién asesino a mis abuelos]- el

anciano levanto la cabeza sorprendida, y sonrió levemente.

-había olvidado a tu abuela, te enseño bien… hablas muy bien…- se

levantó y fue a un derruido mueble, saco una bolsa plástica llena de papeles,

facturas, y fotos, muchas fotos.


-mira hija…- le dijo con voz paternal a María Ignacia -… acá estamos los

dos, en argentina, tu abuelo era muy ambicioso… rápidamente se convirtió en

alguien muy importante en “Freundschaft”-

Juan Andrés se acercó a mirar la foto y le pidió a Becerra la foto de

los “doce testigos” -mire…- le dijo a don Hans -… ¿reconoce a quienes

salen en esta foto? -

-hace miles de años que no veía esta foto- tomo la fotografía con sus

manos, y repaso uno a uno los rostros, y de repente la volteo, leyó lo que

estaba escrito al reverso y miró a Juan Andrés.

- ¿Cómo obtuviste está foto hijo? - Robles le mostro las 8 fotos que en

total venían en la caja, y el diario de vida de don Marcial Pérez-Toro.

-alguien se las entregó a mi madre ayer, no sé quién ni con qué fin, solo

se las dejo ahí y nada más-

- ¿y ella no vio quien fue? - pregunto Neumann

-si vio, pero no recuerda, mi madre, tiene alzhéimer…- Juan Andrés

recordó a su madre, en todo el día no la había llamado, se fue hasta un rincón y

llamó al número fijo, pero nadie contesto.

-éramos jóvenes…- comenzó a relatar don Hans Neumann -…

impetuosos, creíamos que lo podíamos hacer todo. El de la idea fue tu


abuelo…- dijo señalando a la pelirroja doctora –… a Fritz Hullman, Mengele,

le pareció buena idea, los hombres del mossad nos estaban pisando los

talones, así que urdimos un plan, un plan genial, para traer todo a chile…

pero tenía que ser bien orquestado…-

Becerra camino hasta donde el anciano y pregunto, -pero ¿Cómo llego

el tesoro a América? ¿Cómo llego a argentina? -

- ¿el tesoro? - pregunto don Hans –oh, sí, claro, el tesoro…- dijo una vez

que busco en sus recuerdos –eso fue gracias al gran Heinz Schäffer, almirante

del U-977, un submarino alemán que trajo todo hasta mar del plata…-

-entonces era cierto…- dijo era asombrado el ex profesor de periodismo -

… todas esas teorías, especulaciones y fantasías, todo este tiempo-

-sí, pero no como lo cuenta la historia, amigo- Francisco lo miró con

preocupación, Hans había tirado una verdadera bomba, y ahora amenazaba con

lanzar otra más.

- ¿cómo es eso? - pregunto Becerra.

-en los libros se dice que el U-977 navego 66 días antes de rendirse en

agosto de 1945, pues no fue así, el U-977 llego el mismo día que el U-530, en

julio de ese año, pero la información la ocultaron los guarda costas argentinos,

un tal…- pensó un momento -…un tal Sayús, Ramón Sayús. Él, previo
convenio, ayudo a que el ubot de Schäffer pasara bajo y atracara lejos de la

vista de intrusos. -

Becerra saboreo el momento, ya se veía con una parte del oro en sus

manos, y ahora –para completar todo- tendría la oportunidad de contar la más

sensacional historia de todas. Pero antes, antes tendría que hacer una llamada

muy importante, salió hacia un patio interior, saco de su bolcillo un teléfono

celular y llamó.

Adentro Hans Guzmán deleitaba a los dos compañeros de Francisco

con historias de la llegada del tesoro a América, cuando Becerra sintió un

ruido entre unos matorrales del patio trasero de la covacha del gordito

anciano. Saco un cigarro de su chaqueta y lo prendió, hacía horas que no

fumaba y la sensación lo estaba consumiendo, tocio por un momento de

forma incontrolada. Cuando se detuvo de toser volvió a escuchar un ruido,

acercándose a la pequeña casa. Al fondo del patio trasero se levantaba una

gran pared de matorrales y árboles, recubiertos con basuras y desperdicios de


perros, un escalofrió recorrió la espalda de Francisco se subió el cuello de su

chaqueta y volvió a saborear el humo de su cigarro. Entonces lo vio, a pocos

metros de él, como un animal agazapado y listo para atacar, estaban tan cerca

que Becerra podía verle el blanco de sus ojos.

Dentro de la casa, Hans seguía hablando, esta vez a Juan Andrés.

-a tu padre lo contacto Marcial…- dijo don Hans -… tu padre era un

joven teniente 1° de aviación, piloteaba un Beechcraft C45…- rebusco entre las

fotografías y le mostro una, se veían una serie de uniformados y al centro don

Marcial y otra persona más, formados a los pies de un avión. –ese de ahí es tu

padre, junto con sus camaradas de vuelo. Ellos no sabían mucho al principio,

pero después de conocido el plan estuvieron gustosos de ayudar a trasladar las

cosas a chile-
- ¿les prometieron algo del oro? - dijo María Ignacia mientras

revisaba ambas fotografías.

- ¿qué oro? - pregunto con una sonrisa desconcertada Hans

Guzmán. Un grito ensordecedor vino desde el patio trasero, y la hija

del alemán entro corriendo a la habitación, sus manos manchadas de

sangre, y al llegar hasta donde estaba parado Juan Andrés se desplomo

desmayada.

Entonces lo vieron entrar, era un delgado y moreno joven que no

sobre pasaba los 24 años, iba vestido con una polera negra descocida en

el pecho, unos pantalones jeans azules desteñidos y ajados en las

rodillas, bien ajustados. En su cuello llevaba una correa para perros con

puntas afilada, su corto cabello era casi inexistente. En su mano

derecha portaba una navaja mariposa, Juan Andrés buscó a la pelirroja

antes de hablar o decir algo. Sin duda estaban en peligro, en mucho

peligro. El joven tomo aliento y corrió sobre Juan Andrés.


23

Juan Andrés sacó su billetera lentamente y la abrió mostrándole el

dinero al intruso que, cuchillo en mano, había entrado a la modesta casa de

Hans Neumann.

-Amigo...- dijo nervioso y con las dos manos en alto para que viese que

no portaba arma alguna -... Tome el dinero, pero no nos haga daño, no es

mucho, pero le puede servir-

-porque crees, que necesito tú plata...- le respondió el calvo joven -...

Típico de ustedes creen que todo lo pueden comprar, no está vez, no ahora...-

Juan Andrés se puso delante de María Ignacia, que escondió su rostro del

antisocial, y de don Hans, brazos al aire, una gota de sudor bajo de la frente del

consultor. Entonces notó que Francisco no había regresado de hacer su llamado,

vio la sangre en la navaja del hombre frente a él y pensó lo peor.


-... María...- dijo aún con las manos en alto y sin sacarle los ojos

del violento intruso -... Saca a don Hans y a su hija de aquí...-

La pelirroja hizo un torpe intento de levantar a la pesada mujer que

aún yacía desmayada sobre el piso de madera.

-... Arreglemos esto sin violencia, dime lo que quieres y te ayudaré a

conseguirlo...- dicho esto comenzó, tratando de que el atacante no se diera

cuenta, a buscar alguna forma de defenderse. De aquel rustico lugar había dos

salidas, una en cada extremo de la derruida covacha. La puerta principal estaba

a espaldas de Juan Andrés, a no más de 3 metros, pero era una puerta pesada y

en su camino había muchos objetos que solo retrasarían la huida. La otra salida

estaba a espaldas del atracador y su navaja mariposa, era un estrecho pasillo

que daba a una pequeña cocina, dos metros más y una puerta daba al patio

interior, por ahí había entrado el joven atracador.

-... ¿Qué quiero? - dijo el violento muchacho -... Quiero retribución,

quiero que me devuelvan mi herencia de sangre, lo que robaron de los dientes

de mis antepasados...-

Ahí entendió Robles, el joven estaba tras el oro de los nazis, vio

determinación, odio y rencor en sus ojos y pensó: -quizás este fue quien mató
al matrimonio Pérez-Toro /Eberthard y si mató una vez, volverá a hacerlo

cuantas veces sea necesario y sin miramientos, sin compasión-

-... Quiero ver a los asesinos de mi pueblo arder, eso quiero. ¿Me puedes

ayudar? -

-no sé lo que dices...- respondió Juan Andrés intentando distraer al

joven -... ¿Esto es por la causa mapuche? –

El odio ardió en los ojos rojos del calvo agresor, su ceño fruncido se

pronunció más y una gorda vena en su cuello pareció estallar.

- ¿mapuche? - dijo el joven -quien dijo algo de ser mapuche, me insultas

e insultas a mis antepasados, pero las voces dijeron que serían brutales las

burlas y las voces no se han equivocado...-

-nadie te molesta ni se ríe de ti, y si queremos salir todos indemnes de

aquí, debemos cooperar...- dijo Juan Andrés tratando de calmar el momento.

El malhechor levantó la navaja al aire y este destello con la luz artificial

de la habitación, rio mórbidamente y agito con destreza el arma blanca.

- ¿y quién dijo que no quería dañarlos? -

-mira, si lo que quieres es el oro, estas equivocado, no lo tenemos ni

sabemos en donde esta- dijo Juan Andrés mientras seguía tratando de ganar
tiempo para María Ignacia y don Hans que aún no lograban poner de pie a la

robusta hija del ex SS alemán.

- ¿oro? ¿De qué oro hablas? - dijo sin entender don Hans. Era segunda

vez que el anciano hacia esa pregunta. Juan Andrés pensó que era un intento,

vano, por cierto, de persuadir al calvo atacante.

Juan Andrés vio en una escoba la única arma a mano, que le podría

ayudar a defenderse. Pero los ojos le traicionaron y fue muy evidente su

intención. El calvo comenzó a moverse hacia adelante y hacia la escoba,

Robles hizo lo propio, hasta quedar cerca de un jarrón que imitaba, de manera

kitsch, a uno más elegante y de porcelana.

El calvo vio ese movimiento, pero era muy tarde, Juan Andrés ya se

había hecho de él, se abalanzó sobre Robles con la navaja en punta, el filo de

esta corto la manga de la chaqueta Doo del consultor, pero el corte fue tan

certero que rasgo superficialmente su brazo. En ese instante, y como acto

reflejo, Juan Andrés golpeó con el jarrón florera en la cabeza al calvo que

trastabillo hasta caer pesadamente sobre el piso de madera.

Juan Andrés se tomó el brazo herido y volteo a mirar al agresor. Este

estaba de pie, junto a él, lo tomo por el cuello con ambas manos, y pese a su

edad, la fuerza y poder que irradiaba era digno de campeones de la antigua


Grecia. Como si el cuerpo de Robles no pesara más que unos pocos gramos,

lo levantó y tiró contra una vitrina llena de vasos, copas y recuerdos. El

estallido contra el cristal fue gigantesco, cosa que alertó a muchos vecinos.

Juan Andrés quedó en el piso, respiraba con dificultad, el calvo se le acercó

y propinó una seguidilla de patadas en el bajo abdomen que lo dejo casi al

borde de desmayarse. Se voltio hacia sus nuevas víctimas, pero solo

encontró la pesada puerta semi abierta, río, la mujer pelirroja y el anciano

habían cargado a la robusta hija pensando que escaparían del fatídico fin

que les aguardaba, que más equivocado. Él no tendría interrupción, su

misión debía de cumplirse. Tomo la navaja del piso y con calma salió a la

calle.
24

Le dolía dejar a Juan Andrés atrás, el poco tiempo que llevaba

conociéndole le bastaba para formar un lazo de amistad y cariño que antes no

había sentido, ni siquiera cuando conoció a su novio.

Corría arrastrando a la mujer obesa, que, aunque ya había despertado

seguía siendo un lastre, más atrás cansado don Hans trataba de seguirle el paso,

a sus 83 años y después de 37 años de vida sedentaria, su estado era más que

deplorable.

No habían avanzado ni una cuadra y comenzó a notar que las casas

vecinas apagaban sus luces al oírle pedir ayuda, en estos sectores se vivía con

la ley del "no meterse en problemas ajenos, porque el sapo toca la peor parte",

la gente ya acostumbrada a ver riñas o discusiones finge que no está o que está

durmiendo. María Ignacia, por nervios o por el exceso de adrenalina en su

cuerpo, no era capaz de marcar el número de emergencia 133, sus dedos torpes
y cansados no lograban ni desbloquear correctamente su moderno teléfono

celular. Temblaba descontroladamente y su vista estaba borrosa. Solo pensaba

en Robles y pedía internamente que estuviera bien, aunque lo dudaba, lo último

que escucho cuando se alejaba con don Hans y su hija era un largo ruido de

vidrios quebrándose. Se volvió a mirar al ex amigo de su abuelo, este

totalmente doblado de dolor y agitado por la rápida subida de presión arterial

que le ocasionó tan traumático momento, se arrodilló súbitamente y se llevó la

mano al corazón, su hija corrió a su lado.

-¡¡¡papi!!!- exclamó la mujer

-arrrh... Niña, ven... Arrrh...- balbuceó cuando entre las dos mujeres lo

voltearon -... Debes saber algo...- tomo a la pelirroja doctora del cuello de su

blusa crema con estampados florales y la acercó a él.

-señor Guzmán...- dijo María Ignacia -... Cálmese, estamos lejos de ese

asesino, ya vendrá ayuda...-

Don Hans apreció con una sonrisa que la nieta de un viejo y querido

amigo estuviese en, con toda posibilidad, en sus últimos momentos.

- ¡no!... Escúchame niña, arrrh- volvió a decir mientras que su hija

lloraba por ayuda, María Ignacia se controló y comenzó a aplicar todos sus
conocimientos en médicos. Sentó a don Hans en la acera, de desabrocho la

camisa, le saco el reloj de pulsera y los zapatos.

-don Hans ¿toma algún medicamento para el dolor torácico por una

enfermedad cardíaca conocida? - la pelirroja adopto enseguida una postura de

doctora, alejando sus miedos y temblores. Don Hans negó con la cabeza.

Al anciano ex nazi le ardía el pecho, una presión en el pecho le ahogaba

y no le permitía respirar bien, sudaba frio, se sentía mareado y con nauseas, su

brazo izquierdo lo sentía entumido y con un hormigueo constante

-María, están equivocados…- logro decir aparando a la pelirroja

doctora un segundo.

- ¿equivocados en qué? - pregunto María Ignacia mientras sus dedos por

fin marcaban correctamente el número de emergencias. Don Hans la miro y

dijo:

-Gold war nicht das was wir mitgebracht. Es war etwas anderes [no era

oro lo que nosotros trajimos. era otra cosa]-

María Ignacia no entendió del todo, la hija de don Hans sollozaba

incansablemente, el anciano moría de un ataque al corazón y la pelirroja no

podía hacer algo al respecto.


-Wie gehen Sie nicht Gold gebracht? Und was war es, das aus Argentinien

mitgebracht? [¿¿Cómo que no trajeron oro? ¿Entonces qué fue lo que trajeron

desde argentina?]- respondió en el mismo idioma la doctora.

Entonces, sin previo aviso y en medio de la cacofonía de la noche,

una gutural voz retumbo a espaldas de María Ignacia.

-yo soy Azrael, ángel de la muerte, la venganza de Dios, las voces

han hablado y su sentencia es muerte…-

Al voltearse vio sobre ella, la oscura y calva figura se cernía en frente,

tapando toda ruta de escape. En su mano derecha aun llevaba la navaja

mariposa ensangrentada que uso al entrar en la modesta casa de Hans Guzmán.

María Ignacia pensó en Juan Andrés y en francisco, se sentía sola con el

hombre que posiblemente asesino a sus abuelos de frente y sin tener

escapatoria, de pronto desde su teléfono celular una voz masculina, correcta y

militar dijo:

-carabineros de chile ¿cuál es la emergencia?... ¿Aló?... ¿Aló?-


25

Una camioneta Mitsubishi montero negra bajaba velozmente por la ruta.

el conductor, Alberto Bendretti, era diestro al volante tanto así que ninguno de

los tres acompañantes que con él iban, notaban diferencias entre estar detenido

o ir a 190 km/h.

Alberto era un hombre serio, ya había afrontado la muerte como algo

normal en su trabajo, desde que -cuando apenas era un jovencito- respondió

al llamado de recuperar las islas Malvinas hasta ahora, con 56 años en el

cuerpo, que su jefe en Locke Security Corps le encargo viajar a Chile, un país

que indudablemente odiaba por el apoyo en la guerra de las Malvinas del

dictador Augusto Pinochet a Inglaterra - pero su estado mental y físico

distaba una eternidad de la que debería demostrar.

Esta vez su misión era, aparentemente, sencilla. Una operación de search

& take (búsqueda y captura). Un importante cliente -a Bendretti no le importaba


quien ni porque motivo- había ordenado capturar a un fugitivo, Manuel Antonio

Robles Witten, ex miembro de la Fach, que para todos los registros aparecía

fallecido en un accidente laboral el año 1983, por algún motivo había resurgido

y poseía información clasificada que nuestro cliente urgía desesperadamente.

No era labor de Alberto -ni de alguno de sus hombres- cuestionarse los

deseos de sus inversores, así como tantas otras misiones -su grupo había

logrado completar trabajos en lugares tan disímiles como Afganistán, Irak,

Sierra Leona, Siria, Tailandia y corea del Norte- y como buen hombre de

armas que era estaba dispuesto a llevar a cabo su misión sin importar el costo

que ello conllevaría.

El sujeto que buscaban era conocido además como agente

ADMR09473, nombre clave proporcionado por el cliente a su jefe Daniel

LaRossa, compañeros en muchas batallas, desde Malvinas hasta Kosovo,

pero con más sentido de los negocios que él.

La camioneta Mitsubishi montero estaba a dos horas de Temuco,

Facundo "el riojano" Munisaga ajustaba la mira infrarroja de su AK-21,

mientras Jiménez y Lozano compartían historias de pasadas conquistas.

-será como coser y cantar esta misión, coser y cantar...- pensó

Bendretti -.... Coser y canta. -


26

María Ignacia se sentía mareada, ida, su mundo giraba a mil

revoluciones por minutos y no entendía por qué. Se levantó como pudo y un

pavor primitivo, básico, la inundó. Descubrió que su vida estaba siendo

amenazada, estaba sola -con un anciano al borde de un paro cardiorrespiratorio

y una obesa mujer histérica- ¿Dónde estarán Juan Andrés y Francisco?

¿Dónde estará Francisco? -

El atacante seguía cerca, ella se refugió en las sombras de la noche y

no permitió que el orate calvo le viera la cara.

-hagas lo que hagas, deja a esas personas tranquilas...- dijo la

pelirroja desde el suelo tratando de incorporarse.

-este viejo y su hija no me interesan, quiero la caja de tu abuelo, quiero la

clave que encontraron en el pórtico de "la agraciada"...- dijo una voz salida de

entre la bruma.
María Ignacia trato en vano buscar la fuente de esa voz, Azrael -como se

había llamado el atacante a sí mismo - se movía con agilidad felina, burlándose

de le doctora.

- ¿quieres ver como degolló a esta perra gorda? - dijo tomando a la

robusta mujer del pelo y tirando violentamente de su cabeza hacia atrás,

colocó la navaja mariposa en el cuello pálido y presionó lentamente. María

Ignacia grito de horror, aunque no podía ver con claridad lo que sucedía.

-¡¡¡si no quieres que la dañe dime donde está la caja!!!- insistió Azrael -

... No la tenía tu amigo a quien molí a golpes, donde está la caja ¿y dónde está

el tercero de ustedes? El mayor...-

-¡¡Francisco!!- pensó le pelirroja doctora, antes que comenzara todo

este caos, Francisco había hablado con Juan Andrés y luego salió a hacer una

llamada, luego todo se volvió loco. Azrael había entrado con sangre en el

cuchillo, y María Ignacia había asumido que era de Becerra.

Cuando el calvo atacante estaba decidido a cortar la garganta a la obesa

mujer, una sombra salió de la nada, rápida y efectiva. Golpeo al joven punk en

la nuca, este cayó automáticamente, y aunque intento ponerse de pie, eso fue

inútil, un segundo golpe en el mentón lo tiro de espaldas sobre el pavimento de

la calle. A lo lejos unas sirenas rompieron el silencio de la noche.


María Ignacia fue a ver a su benefactor, pero su vista aún estaba

borrosa por el golpe y no pudo distinguir a su salvador.

-dile a Robles que siga así, pronto descubrirán la verdad...- dijo la

extraña figura antes de volver a fundirse con la noche.

María Ignacia se incorporó deprisa, comprobó que la robusta mujer, que

sollozaba descontrolada, estuviese bien. La pelirroja aún se sentía mareada por

el golpe que el calvo le había propinado, mientras don Hans seguía con su

mano derecha presionando su pecho por el feroz dolor que sentía. Las sirenas

se hacían cada vez más cercanas, cada vez.

-niña...- dijo el anciano -... No me queda... mucho tiempo... El U-

977... No.… trajo el oro de los nazis...- balbuceó al tiempo que María

Ignacia le trataba de practicar masajes cardíacos, la mujer robusta se

arrodilló al lado de su padre, llorando desesperada, la pelirroja no

escuchaba muy bien la voz débil de ex SS, que era -además- ahogada ahora

por el histérico rugir de las sirenas de ambulancias.

Hans Guzmán tomo de la mano a María Ignacia Pérez Toro, la miro a los

ojos, sus ojos claros brillaban con una luz única, diáfana, un brillo que segundo

a segundo comenzaba a extinguirse. -no lo permitiré - pensó tozuda -...no en mi

turno...- dijo casi silente -...no en mi turno-


El anciano seguía viéndola, ya había aceptado el dolor, ya no tenía

tiempo ni fuerzas para pelear contra él -perdóname...- dijo el anciano, María

no entendió porque le pedía perdón, luego se percató que no era a ella a quien

pedía perdón, si no a otro superior, al único que realmente lo podía perdonar.

Y el brillo de los ojos del anciano se extinguía, era apenas perceptible hasta

que se apagó completamente, y Hans Frederick Neumann, alias Hans Federico

Guzmán Blanco, abraza a la "no existencia". Unos fuertes y experimentados

brazos apartaron a la pelirroja doctora.

Alguien la condujo hasta una ambulancia y le hacían mil y una preguntas

de rutina, mientras le limpiaban la herida en su ceja izquierda. Pero María

Ignacia estaba ausente, en otro planeta. Pensaba en sus compañeros, como era

probable que Azrael los hubiese matado.


27

Ya daban las 1 a.m. María Ignacia estaba sentada sobre una camilla del

hospital regional Dr. Henríquez de Temuco, mirando las palmetas azules del

piso vinílico, pensando. El mundo se le venía abajo, hace menos de 48 horas

había perdido a sus amados abuelos de forma brutal dejando a toda su familia en

medio de una crisis de intereses. Y ahora, hace menos de 5 horas un desquiciado

punk trató de asesinarla a patadas en la cara. A ella y a sus transitorios amigos,

que estaban desaparecidos.

Una alegre enfermera entró a la sala de urgencias, de una estatura

promedio de las mujeres chilenas, unos 1,58 mts. De piernas gruesas y cortas,

llevaba puesto un mono Calipso térmico que asomaba al caminar, al lado de su

gafete identificatorio un único adorno, un pin con forma de mariposa de

jaspeados colores. Caminaba alegremente tarareando una canción, y se movía

hiperkineticamente por la sala, María Ignacia se preguntaba si aquella enfermera


tenía idea o no de que su paciente era una doctora, notaba que la miraba por el

rabillo del ojo.

-quédese tranquila un rato...- dijo enfermera -... Antes de darle el

alta unos caballeros quieren hablar con usted...-

María Ignacia asistió con la cabeza, el relajante muscular estaba

empezando a hacer efecto. A la sala entraron dos hombres totalmente disimiles

uno del otro, el primero bajito -1,65 con suerte- y con unos kilos de más y de

unos 50 y pocos años; el otro delgado, alto y más joven -con suerte tenía 28

años- sin dudas eran el prototipo cliché del detective de policía que se ve en el

cine, los comics o la televisión.

- ¿señorita Pérez-toro? - dijo el más bajito que se presentó cómo David

Díaz, detective de la PDI -policía de investigaciones de chile- y su compañero

Joel Quintremil - ¿nos podría aclarar ciertos hechos acaecidos esta noche? -

María Ignacia esta mareada, sentía su cabeza gigante y las palabras que

salían de la boca del detective Díaz le parecían lejanas, como un eco que

revotaba y se perdía en la sala de emergencias, todo producto del sedante

administrado por la pachorrienta enfermera de piernas cortas y gruesas.


-no recuerdo mucho...- dijo la pelirroja -... Habíamos ido a ver a don

Hans Neumann... Perdón, Hans Guzmán, teníamos que hablar con él,

preguntarle ciertas cosas sobre mi abuelo...-

-disculpe...- interrumpió Díaz -... ¿Con quienes fue? ¿Qué cosas

necesitaba saber de su abuelo? No se guardé nada para poder esclarecer lo

que sucedió - caminó derredor de la camilla y su compañero tomaba notas.

-oh, por supuesto...- dijo la pelirroja -... Iba con Juan Andrés Robles y

Francisco Becerra, dos amigos, a Juan Andrés lo golpeo primero ese tal

Azrael, yo corrí con don Hans y su hija... ¿Cómo está Juan Andrés? -

pregunto intranquila.

-despreocupe...- dijo el detective Quintremil -... Él se encuentra bien, ya

lo vera... Y ese tal Azrael es en realidad José Luis González Huentecura, un

conocido “punk" de la ciudad, arrestos por desórdenes callejeros y uno por

irrumpir en recinto privado, hacía dos meses que no sabíamos de él...-

-y dígame... - preguntó María Ignacia -... Han encontrado a Francisco

Becerra? El desapareció antes de que irrumpiera Azrael, y su navaja estaba

manchada de sangre-
-sí, no se preocupe por eso...- respondió Díaz -... Encontramos en el patio

trasero de la casa de Hans Guzmán, un perro apuñalado, la sangre en la

navaja del tal Azrael venía del can, pero de Francisco Becerra nada. -

María Ignacia se preocupó, más que por la desaparición de Becerra, por

el hecho que él llevaba consigo el diario de don Marcial.

-señorita Pérez-Toro...- inquirió el más joven de los detectives - ¿Se

encuentra bien? –

-sí, sí...Solo estoy un poco mareada. Soy doctora, y no hay de qué

preocuparse -

-está bien, si recuerda algo más, algo que nos pudiera ayudar, no se

preocupe y contáctenos- dijo el detective Díaz al tiempo que le pasaba una

tarjeta con su nombre, número telefónico y mail.

Caminaron hasta la puerta de la habitación, con paso cansino y

desganado. Cuando de improviso.

-oh, una cosa más, antes de irnos, conocía usted a.…- Díaz miro a su

compañero que al acto saco una libreta y leyó un nombre en tono casi

Imperceptible para la pelirroja herida. -... Si, si, ¿conocía usted a Don

Segundo Cifuentes Jara? –


María Ignacia se sobresaltó, ese nombre le era más que familiar, era

el cuidador de la "agraciada" un viejito de sesenta y pocos años, fiel

representante del hombre de campo chileno, con la sabiduría y filosofía de

lo rural a flor de piel. Muchas veces cargo a la pequeña Nachita -como la

llamaban don Marcial y don Segundo de niña- en el lomo de "Satanás" el

pingo azabache de don Segundo.

-sí, sí, lo conozco...- dijo una vez que compuso su expresión -... ¿Qué

pasa con él? - María Ignacia había omitido en su declaración lo de la

búsqueda del oro en la agraciada, y era altamente probable que Don

Segundo los haya visto y declarado eso, era un hombre honrado y fiel como

pocos.

- lo siento, esta tarde lo encontraron muerto en una calle vecinal en el

fundo de sus abuelos...- dijo Quintremil agregando -... Le atravesaron el ojo

con una navaja, por lo que hemos podido averiguar...-

- qué curioso...- pensó en voz alta el Detective Díaz mirando a su

compañero - ¿José Luis González Huentecura, usaba una navaja, Joel?

-sí, estas en lo cierto, una navaja mariposa, esas son muy maniobrables y

se pueden lanzar con mucha precisión, señorita Pérez-Toro, por curiosidad

¿ayer temprano fueron ustedes tres al fundo de sus abuelos? - Joel Quintremil
era, pese a su juventud, un detective sagaz y ordenado. María Ignacia se sentía

acorralada, ya habían muerto cuatro personas por culpa del maldito tesoro y ya

no quería involucrar a nadie más, además no confiaba en ellos dos, confió en

Becerra y ahora estaba desaparecido, y sentía que su misteriosa desaparición

tenía que ver más con una traición que con que le haya pasado algo.

Finalmente, los dos detectives la dejaron sola, sentada en la camilla de la

sala de urgencia del hospital regional. Mirando sus menudos pies flotando en el

aire, a unos 50 cm. del piso vinílico azul. No sabía a quién llamar, su novio -

Rodrigo - tendría que estar preocupado por ella, pero su simplicidad, antipatía y

distancia habían acabado con el amor que -quizás- algún día sintió por él. O

podría llamar a sus padres, pero hace tantos años que le eran indiferentes que

sería incómodo para los tres volverse a ver por segunda vez en dos días -ni

cuando vivía con ellos- pensó la pelirroja.

Extrañaba la tierna mirada de los ojos almendrados de Juan Andrés,

extrañaba el tibio calor de su mano sobre el hombro de ella, extrañaba el sonido

de la voz de él llamándola. Así siguió unos minutos, a la deriva entre un mar de

camillas, monitores y cortinas separadoras.

-no pensé que diría esto cuando te conocí...- le dijo una carraspeante voz -

... Pero me alegró que estés acá. -


La pelirroja alzó la vista desde las palmetas del piso. Frente a ella, a unos

escasos 3 metros, y sentado en una silla de ruedas, un magullado Juan Andrés

la observaba con devoción. María Ignacia corrió a abrazarlo, pero el joven

respondió a sus caricias con un gemido de dolor.

- ¿cómo estás? - le preguntó la pelirroja.

-bien... Nada que una siesta de 24 horas no pueda curar...-

Sin duda Juan Andrés disimulaba sus heridas ya que, llevaba ambas

manos vendadas, otra venda le envolvía el cuero cabelludo y tenía pequeños

cortes en la parte posterior del cuello.

Se miraron en silencio por segundos que parecieron horas.

- ¿así que don Hans Neumann falleció? - pregunto Robles.

-sí, paro cardo respiratorio...-

- ¿y Francisco está desaparecido y el diario de tu abuelo igual? - preguntó

con un aire de recelo, sin entender en la situación actual en la que se encontraban.

- ¿qué tanto conocías a Francisco Becerra? - inquirió la pelirroja casi

enfadada. Como poder responder a esa pregunta, pensó Juan Andrés, como

explicarle que Francisco Becerra fue la figura paterna que le ayudó a

encontrar su yo interior, que Francisco Becerra fue el padre/hermano/amigo

que lo encaminó y enderezó en la vida. Y que si estudió periodismo fue por


emular un poco a quien lo acogió y cobijo luego de la muerte de su padre,

cuando él era apenas un adolescente.

-no puedo... No quiero creer que Francisco nos traicionó...- dijo Robles

-Además alguien te salvó de Azrael, me lo dijeron dos detectives hace

poco. Quizás fue él-

-no, no, era más joven que él, definitivamente no era Francisco, se

movió con rapidez... Y me dio un mensaje para ti. - dijo María Ignacia

- ¿Un mensaje para mí? ¿Hablaste con él? - consternado Robles

preguntó.

-no.…- respondió María -... No hablamos, cuando fui a verlo solo me

dijo, "dile a Juan Andrés que va bien" o algo así-

Robles se llevó la mano izquierda a la cara, ocultando el inmenso dolor

que le provocaba esto, y pensando en el nuevo enigma que se sumaba al lio que

ya tenían.

-oh, y otra cosa más...- dijo la pelirroja antes que volviera a hablar su

compañero -... Dos veces, y en plena persecución, don Hans dijo que no había

tal oro nazi, al comienzo pensé que era para despistar a Azrael, pero la

segunda vez fue más íntimo... Usaba sus últimas energías para hacerme

entender que no habían traído oro a Sudamérica –


- ¿y si no es oro, que mierda es? - dijo Juan Andrés -... Tu abuelo en su

diario hablaba de un tesoro ¿conoces otro tesoro nazi que no sea el oro robado

durante la guerra? - miró a la pelirroja doctora y se quedaron en silencio, sin

saber que pasó dar.

- ¿y qué haremos ahora? - preguntó María Ignacia

- ¿ahora? -Robles miró a lo alto y pensó un segundo -... Ahora,

volveremos a la casa de Hans Neumann-


28

La segunda comisaria de Temuco está enclavada en la intersección de tres

calles que, a la hora de mayor tráfico, forma un agobiante nudo difícil de

desatar. Pero en la noche, cuando la gente normal duerme, y solo algunos seres

nocturnos se envalentonan a desafiar las frías y lluviosas noches de la ciudad de

la frontera. La construcción imita a viejos castillos europeos, y aunque hace

años vio modificada su arquitectura -por la prolongación de la avenida Barros

Aranas- no perdió con ello su elegancia.

En una celda, José Luis se movía con desenfreno, gritando y bufando

como desaforado.

- "... Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio

de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se

consumía..."- gritaba desde el fondo del calabozo para pesar de los demás presos

transitorios - "... He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en

el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado..."- hasta los


carabineros se impacientaban con las palabras del auto proclamado "Ángel de la

Venganza" -... Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del

amorreo, del heteo, del ferreteo, del cananeo, del hevea y del jebuseo, a los

cuales yo haré destruir..."- los carceleros se miraron contrariados por el

significado de las palabras de José Luis, se había despojado de sus ropas.

Sentado en la húmeda oscuridad de su celda, con sus uñas arañaba el frio

piso de hormigón, sus uñas eran largas y desaseadas, de un putrefacto amarillo y

llenas de hongos.

Por fin había guardado silencio, los carabineros se preocuparon por el

súbito silencio del punk, la tranquilidad de José era contraproducente.

A unos metros del calabozo, en una sección intermedia entre dos niveles,

un escritorio ordinario y unas sillas viejas eran todo el mobiliario que podías

encontrar, dos Carabineros hacían guardia a los presos que se mantenían en el

lugar, retenidos hasta el día siguiente –cuando llegaba el fiscal y ordenaba la

situación diaria.

- ¿qué tal si pones la televisión? - dijo uno de los uniformados de guardia

en el calabozo. Azrael se sumió en un inquietante silencio, avergonzado por el

fallo a su misión. Las voces ya no hablaban, y él sabía por qué. Las había

decepcionado, como a muchos antes -en su otra vida- y ya no quería


decepcionar a nadie más. Miro la celda en que lo habían encerrado, fría y

húmeda, olía a lo peor que el ser humano podía ofrecer. desechado, ignorado y

subvalorado Azrael comprendió -sumido en la oscuridad- que hasta la más

gruesa de las cadenas tenía un eslabón débil, lo que faltaba saber era cuando la

encontraría, cuando.
29

La camioneta Mitsubishi montero negra por fin había llegado a

Temuco. La determinación y templanza de Alberto Bendretti al volante era,

incluso, superior a la de cualquier corredor de fórmula 1 o de la indy car.

Eran un equipo compacto, cada uno experto en un área determinada

pero capacitado para suplir a cualquiera de sus compañeros en caso necesario.

-tengo que recordarles que está misión es clave 7...- dijo Bendretti -... Ni

su padre confesor se puede enterar que vinimos a este país de mierda- sus

compañeros, al escuchar la voz de su jefe comenzaron un rictus común para

ellos de forma automática revisaron armas, municiones, equipos de

comunicaciones, linternas, laptops, todo lo que necesariamente utilizarían.

Bendretti miró por el espejo retrovisor a sus compañeros, habían estado en

tantas situaciones así, que ya no había nervios ni preocupaciones, como


engrasadas máquinas de matar saltaban al grito de su comandante de misión sin

cuestionarse la razón o el porqué de ello.

Sabía que, tarde o temprano, tendría que ir supliendo algunas

"vacantes" en su equipo, el riesgo era alto -así como la paga- y era algo que

estaba dispuesto a sobrellevar.

Jiménez había hacheado la intranet de la policía local, y después de

descartar problemas delictuales aparentemente normales, hubo uno que llamó

la atención del equipo.

-tengo un palpito sobre esto jefe...- dijo Jiménez -... Y usted sabe que no

falló cuando "siento" algo-

Bendretti lo sabía bien, Jiménez -un xenience de 38 años- era experto en

redes de telecomunicaciones, su laptop era una extensión de su cuerpo, siempre

a la vanguardia en hi-tech. Pero toda dependencia a la tecnología se veía

mermada por su fe casi ciega en los "espíritus" que, según él, le acompañaban

y guiaban a diario. Hoy temprano, cuando Daniel LaRossa se había

contactado, los espíritus le habían advertido del peligro que encontraría en

tierras chilenas.

-el sujeto A, posee algo que el cliente busca hace años...- dijo Bendretti a

sus hombres mientras les mostraba una foto del padre de Juan Andrés Robles.
-... Debemos, a toda costa, capturar al sujeto A y extraerle la información,

pero no usaremos fuerza letal, el cliente quiere encargarse personalmente de él

La Mitsubishi montero bajo por Caupolicán hasta llegar a Bulnes, el GPS

de Jiménez le indicaba el lugar dónde se creía podrían recabar información del

sujeto A. Bendretti les recordó que, en esta misión, estaba prohibida la fuerza

letal contra terceros, no se admitirían daños colaterales,

Aunque en su fuero interno comprendía que era tan difícil como

intentar correr bajo la lluvia y esperar no mojarse.


30

El Hyundai accent blanco se desplazaba a gran velocidad. La carretera

5 sur era una moderna autopista de doble vía inaugurada hace menos de diez

años, fruto de millonarias inversiones fiscales y privadas. La veloz autopista

fue el resultado de frenar una seguidilla de accidentes automovilísticos con

grandes cifras de fallecidos.

Francisco Becerra no sentía ni un remordimiento. Al contrario de

muchos, sus cuestionamientos morales hacía mucho tiempo que los había

silenciado, escondido bajo capaz de hipocresías, de envidia o de

autosatisfacción. Claro, no había resultado como él deseaba, pero la surrealista

intromisión del auto llamado Azrael cambió todas las cartas de la mesa, o al

menos, sus cartas. Desfavorecido de nacimiento hizo lo que siempre hacía de

niño cuando no lo dejaban jugar a las "polquitas”, tomar todo lo que pudiera y

correr, correr lo más rápido que pudiera, sin mirar atrás.


Y eso hizo, corrió, sin mirar a quienes dejaba atrás. Era muy tarde para

eso, su ambición, su deseo morboso por tener más que los demás, por tener lo

que por derecho de cuna se le habían negado. Podía más que las fraternales

relaciones que comenzaba a formar con sus transitorios compañeros.

Juan Andrés y María Ignacia, hasta sus nombres compuestos parecían

burlarse de él. Nació como Idelfonso Francisco del Carmen Becerra Pino, no

muy lejos de donde había dejado botados a sus transitorios compañeros. En una

mísera mediagua sin electricidad ni agua potable. Enfermizo y enclenque no

jugaba con niños de su edad, ahí su antisocial yo comenzó a nacer. Pasaba horas

mirando a los demás por las ventanas de su casa, observando en silencio,

aprendiendo de los demás niños. Nombres, juegos, riñas, todo.

Quizás, pensaba mientras conducía el automóvil ajeno, allí comenzó su

afición por el periodismo. No, no, así no fue -se dijo reivindicando sus

creencias - todo fue gracias al viejo tractor en casa de sus abuelos. Por largos

dos meses, Francisco y sus primos, se iban a quedar en casa de la agradable

pareja de ancianos, doña Clotilde y Don Atanasio, en algún momento las cosas

le habían ido bien, la parcela que tenían cerca de Traiguen florecía de alegría.

Un día, cuando tenía 13 años, corriendo entre espigas de trigo y campos

de verde raps, Francisco tropezó con algo metálico y oxidado, con sus propias
manos comenzó a excavar y a los pocos minutos una desgastada placa emergió

entre la tierra.

Era amarillenta y en relieve dos corridas de letras dejaban leer "Lanz

bulldog", se trataba nada menos que de un viejo y gastado tractor. Francisco se

sentía maravillado con su hallazgo, su tesoro, que ahora sería para él su refugio,

su guarida.

Así pasaron muchos veranos, Francisco llevaba libros a su tractor y

leía todo el día o hasta que el hambre lo estrangulara tanto que no resistiese

el volver a casa de sus abuelos a comer algo. Que generalmente

coincidían al mismo tiempo.

Pero un verano, por allá por 1986, al llegar a su escondite secreto vio

con pavor que alguien había excavado y retirado el montón de fierros

oxidados.

Llorando como un bebé corrió hasta el granero, ahí su abuelo le contó

que un par de gringos había pasado comprado viejos tractores Lanz y que él

recordó que, en esa vega, llevaba años botados uno. - ¿cuánto más van a

pagar por un monto de latas y fierros? - había preguntado a los dos "gringos",

estos habían mostrado un maletín negro con mucho dinero, dinero nacional y
extranjero, y pasado dos fardos de apilados billetes y dijo el que más hablaba

español -aquí tiene dos millones de pesos chilenos ¿Con eso bastará? -

Su abuelo le contó que ante tamaña oferta lo que menos podía hacer

era decir que si, total -pensó el viejo - solo era un montón de fierros sin

importancia y utilidad-

Pero no era tan así, ya que para Francisco ese tractor viejo y derruido era

todo su universo, todo. Entonces, y terminadas las vocaciones, que comenzó

una frenética búsqueda de información sobre el tractor Lanz Bulldog, de donde

venía, cuando habían llegado, todo. Y su sorpresa fue enorme al enterarse que

esos "gringos" no solo habían comprado el tractor de su abuelo, ya que, días

después unos cuarenta tractores Lanz series 707 y 747 habían sido comprados

y reenviados a Alemania por los hermanos Tisch. Casi 1000 tractores

habían llegado desde Alemania a mediados de los '50 y, descubrió Francisco

que una pieza importante del cigüeñal está hecha con, supuestamente, el oro

nazi.

Ahí comenzó la afición por el oro maldito de los seguidores de Hitler,

investigó e investigó, e investigó y sus notas sobresalientes lo llevaron a

estudiar periodismo convirtiéndose rápidamente en un alumno destacado y

después en furibundo profesor. Hasta que conoció a Manuel Robles, sus


investigaciones lo llevaron hasta el rumor de un vuelo no programado entre

chile y argentina en los '70, siguió la pista del piloto de la aeronave hasta

dar con Robles, ¿que traía? ¿Quiénes venían en él? Fueron preguntas que

Robles siempre se negaron a dar. Hasta que se enteró de la muerte del ex-

piloto, de cómo dejo tras sí una esposa y un pequeño hijo pre-adolescente

frágil y desvalido.

Los engranajes de su maquinaria comenzaron a rodar. Su mente analítica,

entrenada por horas y horas de intensa búsqueda había engendrado un plan y

aunque demorase toda una vida, se haría para sí el suculento premio del oro

nazi.

Hace casi dos horas que salió de Temuco, estaba pasando por la ciudad de

Collipulli con rumbo al norte, con la fe ciega puesta en su objetivo, tenía la

mitad de la clave y ya sabía dónde encontrar la otra mitad. Le había omitido

información importante a Juan Andrés y María Ignacia, y aunque pudiesen

librarse del loco de Azrael ya les lleve a dos horas de distancia. Se relajó, el

Hyundai de la pelirroja doctora era un vehículo cómodo y fácil de conducir,

prendió la radio y le puso Play a un Cd que había en la bandeja, la voz

melodiosa de Tracy Chapman comenzó a entonar el tema "baby, I can hold

you” Francisco sonrió -la vida está comenzando a sonreírme- pensó.


31

Era difícil, para la extraña pareja que conformaban Juan Andrés y

María Ignacia, volver a la casa de Hans Neumann. La sala de estar estaba

hecha un desastre, como si un torbellino hubiese pasado en medio de la

habitación, María miraba con angustia el lugar donde José Luis había dejado

a medio

morir a su compañero. Juan Andrés no hablaba, sentía el dolor de sus

heridas y gemía en estoico silencio.

-qué crees que tenemos que buscar aquí...- dijo la pelirroja -... Solo

veo desorden -

-Hans tenía fotos de mi papá, debería haber guardado algo más,

simplemente no pudo haberse desconectado de lo que hicieron y ya...- dijo con

decisión Juan Andrés.


-qué lástima, perdimos el diario de mi tata...- dijo refiriéndose a su abuelo

Marcial Pérez -Toro, el primer atisbo de cariño en todo el día que le escuchaba

decir. -... Y la caja con la clave. -

-creo que esa clave era una coordenada, una primera pista

para encontrar la localización del oro nazi- dijo convencido

-qué piensas sobre lo que dijo don Hans, que no trajeron oro desde

argentina, que ese famoso tesoro no existe - preguntó la joven mientras

revisaban cajones, muebles, closet buscando algo que les ayudara a entender el

lio en que estaban metidos.

-es que...- dijo el joven periodista mientras revolvía una cajonera con

documentos y papeles antiguos -... tu abuelo nombro un tesoro, se fue pobre a

argentina y volvió forrado en dinero, ¿no crees que algo extraño haya en eso?

Un trabajador temporero que vuelve a su país después de... ¿Qué? ¿Un año?

¿Y funda un imperio de la nada? Hasta el más simple de los incautos se

daría cuenta de que algo raro hay en toda esa historia, tu abuelo recibió algo,

no sé qué, pero ese tesoro lo hizo millonario -

-bueno...- dijo María Ignacia -... Entonces soy la más simple de los

incautos, porque viví engañada según tu todo este tiempo- su enojo y posterior

silencio encontró desprevenido a Juan Andrés, no pensó que su compañera se


tomaría tan personal el comentario, y la pelirroja ardía en rabia sin entender

porque, ya que en el fondo ella sabía que eran ciertas las deducciones de

Robles. Evidentemente su abuelo se había beneficiado económicamente con el

tesoro que trajo desde argentina, tesoro manchado con sangre judía.

Revisaron de arriba a abajo, de un lado al otro, con la mayor libertad

que pudieran imaginarse encontrar, la familia que Hans Neumann se inventó

en casi 60 años estaba toda en el servicio médico legal esperando los

resultados de la autopsia y que le entregaran el cuerpo de quien conocieron

con el nombre falso de Hans Guzmán.

De pronto, María Ignacia encontró algo entre tantos pápeles y

documentos viejos que le llamo la atención. - ¿Juan? -dijo asombrada -… es el

mismo símbolo que Francisco había dicho pertenecer a la sociedad Thule...-

extrajo entre los papeles una porta documentos café de piel curtida donde se

veía en relieve el símbolo del sol negro, María Ignacia se lo pasó a Juan, este lo

abrió despacio. En su interior, mas papeles y fotos, que examinaron

pacientemente. Juan Andrés estaba extasiado, en muchas de las fotografías se

veía entre otros a su papá y a don Marcial. Pero nada, nada que los pudiera

encaminar hacia una pista del paradero de oro.


Mayoría de los documentos estaban escritos en alemán, y por lo que pudo

entender la pelirroja doctora, hablaban de gastos de consumos y balances, nada

muy significativo.

Robles entendía bien quien era la persona que aparecía en la fotografía,

su mediático caso -así como su búsqueda y captura en Argentina precisamente-

había resonado hasta en medios de comunicación extranjeros, un periódico

alemán título el día de su muerte "muere nazi líder de secta protegido por el

dictador Pinochet" y pese a qué María Ignacia no lo reconoció en un principio,

solo bastó la mera mención de su nombre para entender de a que se

enfrentaban.

-es Paul, Paul Scheffer, y según veo es en Villa Baviera...- dijo Juan

Andrés mirando detenidamente los detalles de la fotografía.

-...colonia Dignidad...- interrumpió la pelirroja.

Ya todo le cuadro a los buscadores del oro, la colonia Dignidad había sido

un enclave hermético en el centro de chile -geográfica como espiritualmente -

unos pocos podían entrar y menos salir. Conocida era la historia de años de

maltrato físico y psicológico de su líder a sus miembros. Incluso se dice que el

enclave fue usado como campo de detención y torturas en la dictadura militar.


Juan Andrés y su compañera comprendieron que Villa Baviera era el

lugar idóneo para esconder algo, donde más si no un lugar tan protegido como

ese.

-Tendremos que viajar hasta allá, pero hoy no.…- dijo la doctora -...

Hoy tenemos que descasar. -

Salieron de la casa de Neumann y buscaron, infructuosamente, el

Hyundai accent blanco de María Ignacia. La intuición les dijo era probable que

Francisco se halla marchado con el vehículo y que lo más seguro lo hizo en

dirección a la colonia. María Ignacia pidió un taxi por teléfono y viajaron al

departamento del joven periodista. Sin saber que lo que encontrarían ahí no les

permitiría darle caza a Becerra.


32

La Mitsubishi montero se había detenido en una calle perpendicular al

edificio donde vivía Juan Andrés Robles, con luces apagadas parecía otro

vehículo mal estacionado en esta fría noche de otoño. Bendretti esperaba, frio y

calculador, a que llegase el momento idóneo para hacer su movimiento. Un

grupo de jóvenes platicaban y reían en la esquina de la cuadra, no bajarían del

vehículo hasta el grupo se fuera. Jiménez había intervenido las cámaras de la

UOCT -unidades operativas de control de tráfico- y con un avanzado software

de reconocimiento facial comparo los rostros de muchas personas con el sujeto

A, Manuel Robles, a los pocos minutos el software alertó con pantallazos de

colores un "face match" de un 96%, nunca antes Jiménez había visto un

porcentaje tan alto. Prácticamente había encontrado la aguja en el pajar.

Siguieron al sujeto A, atreves de las grabaciones de la UOCT por las

céntricas calles hasta un edificio de departamentos, al hacer un recuento de los

habitantes del edificio se sorprendieron al ver que uno de ellos era, nada más y
nada menos, que Juan Andrés Robles, supuesto hijo del sujeto A -aunque

físicamente parecían de la misma edad- la red de cámaras del edificio era un

antiguo circuito cerrado de video sin red lan donde el gusano hacker de

Jiménez pudiese entrar. Revisaron decenas de veces las imágenes de la UOCT,

al menos no se veía salir del lugar, seguía dentro del edificio aparentemente.

Apostados en línea directa con la entrada aguardaban. En otro sector -y

pese a que no era una salida- el agente Munisaga esperaba fumando un camel

intentando pasar desapercibido en esa fría noche.

- hace dos horas que el sujeto A entro, jefe, o ya se nos fue o sigue

ahí...- dijo Lozano -... Sería mejor que entráramos ahora-

Bendretti se quedó en silencio, sopesando las opciones que tenía, según el

software y la intuición de Jiménez, el sujeto A estaba solo en el departamento y

ya tenía una vía de entrada lejos de los conserjes y cámaras de vigilancia.

Así se quedaron, en oscuro silencio, esperando. De pronto un taxi se

detuvo en la entrada del edificio y de él descendió una pareja joven, él iba con

paso lento y doloroso, con vendajes en la cabeza y manos. Ella de vestir casual

pero elegante lleva su rojizo pelo suelto.


-según facematch...- dijo Jiménez -… bueno, el software no pudo hacer

un match, debe ser por los vendajes… - se justificó el experimentado Hacker -

... Pero existe un 46% de que sea Juan Andrés Robles, hijo del sujeto A.…-

-si...- dijo Lozano riéndose y mirando sobre el hombro la laptop de

Jiménez -... Pero también dice qué hay un 25% de que sea Elvis Presley -

El comentario no causó gracia en el hacker del equipo, pero en cierta

forma era verdad no tenían la certeza cierta de quien era el acompañante de la

joven doctora, Bendretti tenía la corazonada de que era el Hijo de Robles y no

lo sabrían hasta entrar al departamento. Con un movimiento de cabeza de su

jefe y en absoluto silencio los tres comandos de bajaron de la Mitsubishi

montero y se dirigieron hacia la posición de Munisaga, quien ya había

inutilizado la red de cámaras de ese sector.

Mientras la pelirroja doctora y un aún maltrecho Robles subían por un

ascensor hacia el 9no piso del edificio de departamentos, eran cerca de la una

de la mañana y el cansancio de la jornada hacía mella en sus golpeados

cuerpos, Juan Andrés debía tomar un antiinflamatorio cada ocho horas, pero

sentía la necesidad de tomarse una caja entera ahora.


-gracias por venir...- dijo tomando aire el joven periodista -... Mi mamá a

estado sola casi todo el día, y pese a que rara vez me reconoce no me gusta

dejarla tanto tiempo botada. -

-no te preocupes...- respondió ella -... Yo te pediría lo mismo, pero no hay

quien me espere esta noche, al menos esta noche...-

Los intensos ojos cian de María Ignacia se tiñeron de pena y soledad, una

soledad tan vasta que opaco su belleza natural por un segundo. Juan Andrés

sintió la urgente necesidad de abrazarla con fuerza y decirle que ya nunca más

estaría sola, pero el ruido de la puerta del ascensor al abriese sacó del trance a la

magullada pareja que fueron recibidos por un oscuro pasillo que encendía sus

luces al pasar por un censor de movimiento estratégicamente instalado.

El departamento que Juan Andrés compartía con Marta Cortes, su madre,

estaba al final de un estrecho pasillo con el número 905 brillando con la tenue

luz que emanaba de unos plafones que bañaban de púrpura todo.

El periodista metió la llave en la ranura y al girarla la puerta se abrió

pesadamente. Todos los días Juan Andrés se encontraba a su enferma madre

sentada cerca de umbral tejiendo una interminable bufanda a Manuel, su

padre, que armaba y desarmaba a diario con la esperanza de verlo volver

algún día, tal como le había prometido antes de salir. Pero hoy, hoy era
distinto, las luces estaban apagadas en todo el departamento. Los dos entraron

y encontraron la sala de estar vacía, la silla mecedora donde Marta esperaba

paciente estaba votada y el eterno tejido también.

- ¡¿mama?!- Gritó Juan Andrés -mamá, ¡¿dónde estás?!- pero la

respuesta sorda y silente enmudeció a los dos, revisaron cada cuarto del lugar,

centímetro a centímetro y nada, absolutamente nada. El periodista, asustado

tomo el intercomunicador ubicado al lado de la puerta de acceso al

departamento y llamó a conserjería, ante la pregunta obtuvo una respuesta

negativa, nadie sabía dónde se había metido y nadie la había visto salir. Antes

de colgar el citofono le prometieron revisar las grabaciones de vigilancia.

María Ignacia se quedó paralizada viendo la mesa de centro mientras Juan

Andrés daba vueltas por el lugar revisando hasta dentro de los muebles alguna

pista, algo que le ayudase a entender donde estaba su mamá. Entonces algo

sobre la mesa de centro llamo la atención a María Ignacia, en medio de revistas

de actualidad, diarios viejos y apuntes de todo tipo, una pequeña hoja

garabateada con tinta roja y encerrada dentro de un gran círculo del mismo

color.

- ¿Juan? - preguntó la pelirroja -... ¿Esto es tuyo? -


Juan Andrés que desesperadamente pasaba cerca de ella se acercó a mirar,

extrañado tomó la hoja y leyó en voz baja las rojas letras que estaban escritas.

Perplejo miró a su compañera y no entendió a que se estaban enfrentando.

En la pequeña hoja de papel decía “45°1'20.88" S, ahí nos encontraras

y la amistad será eterna" -no, esto no lo escribí yo...- dijo consternado el

periodista. -... Y tampoco fue mamá, esta no es su letra, definitivamente no lo

es. –

Los dos se quedaron pensando, intentando entender que sucedía.

Cuando de golpe toda la luz del departamento de apagó al unísono, Juan

Andrés guardo el papel en su bolsillo y buscó a tientas la mano de María

Ignacia. Un presentimiento atacó a los dos, mucha coincidencia lo que estaba

ocurriendo y pensaron en Azrael, de cómo era una persona con muchos

recursos y de seguro escaparía del control de carabineros muy fácilmente, más

fácil de lo imaginado.

-debemos salir de aquí...- dijo Juan Andrés tomado a la delicada y

suave mano de la pelirroja -... Ven, sígueme...- y tiró de ella arrastrándola entre

los muebles y sillones de la oscura sala de estar. A tientas buscó el picaporte

de la puerta de salida y tiro de ella, fuera un pasillo tenuemente iluminado por


unos verdes cárteles de "salida de emergencia" y una flecha que los guiaba en

la oscuridad era lo único que lograban ver.

Los cárteles y las flechas terminaban en una escalera al costado derecho

de los ascensores, la escalera era una verdadera boca de lobo que amenazaba

con tragarlos completamente. Ni bien habían comenzado a bajar, Juan Andrés

sintió un ruido a sus espaldas. La puerta del ascensor se abrió con un estruendo

sordo apenas audible, al volver la mirada atrás el periodista vio salir de la

cabina un grupo de cuatro soldados ataviados con armamentos de primera

categoría, antiparras de visión nocturna o nightshots, fusiles Ak-21 con láser

infrarrojo para seguimiento nocturno y chalecos antibalas de doble placa de

Kevlar y cerámica de doble faz en rodilleras y cuellos. Armamento sólo visto en

películas y reportajes de televisión.

Juan Andrés se fundió en la oscuridad de la escalera y empujo a María

Ignacia con él, haciéndole el gesto de silencio, luego se agachó hasta quedar

con el pecho sobre los limones de la escalera. Observaba a ras de piso los

movimientos sincronizados de los tres comandos qué caminaban sigilosos y

apuntando en todas direcciones y caminando en línea directa a la puerta

cerrada del departamento 905 que compartían Juan Andrés con la

desaparecida de su madre. Se apostaron uno a cada lado de la puerta


mientras el tercero apuntó su arma automática a la cerradura. El que estaba

al lado del picaporte instaló un pequeño explosivo plástico con algún

dispositivo electrónico desconocido para Robles, les indicó con la mano al

aire tres dedos y fue contando hacia atrás. Cuando la cuenta llego a cero una

explosión sorda destruyo la cerradura de la puerta del departamento.

Los tres comandos armados con armamento sofisticado entraron a

empujones a la sala de estar, Juan Andrés y María Ignacia bajaron corriendo a

oscuras por las escaleras hasta el primer piso. Mientras Bendretti, Jiménez y

Lozano escudriñaban el vacío departamento.

- ¡maldición! - exclamó Bendretti -... ¡¡¡No hay nadie en la zona!!! ¿Nos

hemos equivocado de departamento Jiménez? - pregunto el líder de campo de

Lock Security corps

-no jefe...- dijo Jiménez -... Estoy seguro que este es el lugar, 100%

seguro- fue hasta la puerta de entrada y la volvió a abrir para que Bendretti viera

la numeración, se sorprendió al ver dos pares de huellas -atreves de unos lentes

especiales con nightshots e infrarrojos con visión nocturna- las huellas salían del

departamento y se iban hasta la escalera de emergencias.

- ¡nos han visto la cara jefa! - grito Jiménez -¡¡¡… dos se nos escapan

por acá!!!- los comandos comenzaron a correr siguiendo las huellas. Bendretti
se comunicó con el agente Munisaga que los esperaba por la parte posterior

del edificio. Este cambio, a la orden de su comandante, de posición y se

apostó fuera de la entrada principal del lugar, lo más lógico era que salieran

por ahí.

Pero Juan Andrés era más astuto de lo que pensaban, descendieron hasta

el subsuelo. -estos tipos no entraron por el hall - pensó Robles y el único lugar

obvio para él era por la parte posterior, bajando al subsuelo tenía una fácil

forma de volver -por los estacionamientos - a la primera planta sin pasar frente

a la portería y de ahí al exterior.

Así lo hicieron, María Ignacia y él, la pandereta pintada de un rojo

ladrillo, del mismo tono que el resto de la edificación- no tenía más de dos

metros y medio- la pelirroja era ágil gracias a muchas horas dedicadas al yoga

por lo que saltaron sin mayor dificultad el muro.

Mientras Munisaga entró a la fuerza al vestíbulo encañonando a los

conserjes que asustados intentaban regresar la energía eléctrica al edificio. Estos

quedaron perplejos al ver al comando apuntándolos con su fusil y la luz de una

linterna ubicada en su cabeza. Fue hasta la escalera para tratar de atrapar a los

dos que se escapaban, y sintió que niveles más arriba sus tres compañeros
descendían furiosamente y Bendretti ladraba órdenes poco audibles en medio de

la confusión y caos.

-¡¡¡baja, baja!!! - gritaba Bendretti desaforado - Han bajado al menos

uno... ¡¡¡Han bajado al menos uno!!!-

Mientras, la doctora y el periodista habían dejado unas dos manzanas atrás

al edificio de departamentos, las heridas y moretones de Juan Andrés ardían con

nuevos bríos, pero éste ahogaba los gemidos entre cada inhalación de aire al

correr. Entonces vieron un hombre estacionando un Citroën xsara rojo, Juan

Andrés se le acercó por la espalda y tomándolo del cuello lo obligó a descender.

A María le tomo menos de un segundo entender lo que hacía su compañero, así

que no cuestiono la violenta manera de hacerse con el vehículo.

-señor...- dijo tratando de consolar al afligido conductor -... Una vez

terminado este lio le llamaré para pagarle por el auto...- dijo, aunque lo último

se perdió entre el ruido de los neumáticos friccionando el pavimento y la

brusca aceleración del motor.

Raudos y sin muy hablar mucho, dirigieron el vehículo robado hasta la

avenida Caupolicán y de ahí, a toda velocidad, hasta la salida norte de la

ciudad. Ya sabían a donde buscar la otra mitad de la localización del tesoro


nazi -sea donde sea- que se había perdido con Francisco Becerra, se tendrían

que dirigir hasta el fundo el Lavadero, cerca de Parral.

La camioneta Mitsubishi montero había llegado hasta donde, momentos

antes, la pareja de fugitivos había robado un automóvil. Y luego de una

pequeña interrogación ya tenían la patente y modelo del vehículo sustraído.

Munisaga apremiante pedía seguir la caza en la dirección qué había relatado el

dueño del carro.

-no, haremos otra cosa...- dijo sereno Bendretti mientras sacaba un camel

mentolado y lo encendía lentamente para aspirarlo de largas bocanadas que le

calentaban los pulmones -... No andaremos dando palos de ciego ni corriendo

como polla sin cabeza... Jiménez, busca donde sea, vos sabes donde, al Citroën

xsara y ponnos en su ruta rápido. Antes hacemos una changuita más y nos

vamos...- ordeno Bendretti.

- ¿y cuál sería esa changuita jefa? - preguntó Lozano mientras recibía

el cigarro encendido y lo aspiraba concentrado.

Bendretti sonrió y dijo -tenemos un ángel que liberar de un calabozo...

Un maldito ángel de la venganza -


33

El Citroën xsara le quedaba menos de un cuarto de estanque de

combustible, con eso no lograrían llegar lejos, pero habiendo comprobado que

sus perseguidores tenían vastos recursos, tanto económicos como tecnológicos,

sería muy peligroso hacer cualquier movimiento electrónico en sus cuentas

bancarias o girar en algún cajero automático. Además, era seguro que el

vehículo era buscando por la policía. Eso alertaría al equipo swat de la posición

o del destino que llevaban. Cuando la falta de combustible era muy evidente, y

en las cercanías del peaje troncal de Púa, se detuvieron en una estación de

servicio y descendieron del auto. Fueron hasta las dependencias de Pronto

Copec, una cadena de servicentros a lo largo de la carretera 5 sur que ofrecía al

viajero baños, ducha, café, cigarrillos y comida rápida para cuando los viajes

son muy largos. El frio de estas horas de la madrugada congeló a la pobre

María Ignacia que no dejaba de tiritar, Juan Andrés se dirigió a un grupo de


jóvenes que, afirmados a unos vehículos de última generación y equipos

estéreos con subwoofers que harían envidiar a cualquier discoteca, converso

largos momentos e inclusive apunto en varias ocasiones al Citroën xsara.

En un momento, a uno que parecía ser el líder del grupo que iba vestido con

una llamativa chaqueta de cuero blanca con vivos motivos verdes y negros y

un

gran cartel donde se leía el lema "Monter" llevaba el pelo corto al estilo

militar y de color rubio, le mostró las llaves del vehículo. El rubio miró a sus

compañeros y sonrió, volvió a mirar al Citroën xsara y finalmente cogió las

llaves del vehículo, un segundo tipo se le acercó a Juan Andrés y le pasó algo

que este último guardo en seguida. Después volvió donde la pelirroja.

- ¿qué paso? ¿Qué hiciste? - pregunto María Ignacia.

- ¿qué hice? Me deshice del vehículo, conseguí dinero y con todo eso

salvé nuestras vidas. - respondió contento mostrándole un montón de billetes

que, si bien no lograban suplir ni una cuota de valor total del vehículo robado.

Una ver dentro del Pronto Copec se compraron dos late de vainilla, un

hot dog para Juan Andrés y unas donas bañadas en chocolate y rellenas con

manjar para María Ignacia, extremadamente se hicieron notar mucho,

saludando a todos y riendo a carcajadas, y aunque en un comienzo María


Ignacia no entendió por qué tan exagerada reacción de su compañero luego

comprendió que quería plantar una pista falsa tanto para carabineros como para

el comando que los perseguía.

Finalmente fueron hasta la caja del servicentro y compararon dos

pasajes a Santiago y salieron a la oscuridad de la noche, abrazados por el frio

de la madrugada, a un costado de local de comida rápida abrazados, como si

fuesen una pareja de eternos enamorados, aguardaron la llegada del bus.

Juan Andrés metió su mano en su bolsillo derecho y extrajo el arrugado

papel escrito con tinta roja que había encontrado en su departamento, y leyó

en voz baja otra vez lo que ahí decía “45°1'20.88" S, ahí nos encontraras y la

amistad será eterna". Estaba claro, lo primero era una parte de la clave

original que Francisco ya tenía, 45 grados 1 minuto, 20,88 segundos sur. No

sabía muy bien de cartografía ni de latitudes, el experto era Francisco, el

amigo que lo había traicionado, a él y a la pelirroja que ahora abraza a con

fuerza en ese paradero en medio de la noche. Su cuerpo frágil y suave olía a

un perfume suave y delicado, durante la jornada se había preguntado a que

sabrían sus labios, ahora estando tan cerca se preguntaba que impedía que lo

averiguara.

- ¿qué piensas? - preguntó la doctora


-nada, solo es que no entiendo quien dejo este mensaje... ¿Cómo sabía

que nos faltaba una mitad de las coordenadas? - dijo Juan Andrés mientras le

pasaba el papel. El mágico momento fue interrumpido por la llegada de un

moderno bus, se formaron en la improvisada fila que se armó para subirse a la

máquina. Juan Andrés sonrió al auxiliar de bus al pasarle los boletos, este los

marco y devolvió. La pareja, en un descuido del auxiliar, no abordó el bus si

no que dio la vuelta a la máquina y rápidamente se perdieron en la oscuridad

de la madrugada.

En medio de la carretera panamericana 5 sur un camión mack beige

cargado con madera se detuvo y la pareja corrió para subirse, el conductor de

la mole transportista rio al preguntar hacía donde se dirigían.

-al norte, lo más cerca que nos pueda dejar de Parral- respondió Juan

Andrés. El transportista se arregló la visera de su gorra y respondió indicando

hacia el norte. -bueno, voy hacia Arauco, pero los puedo dejar en los Ángeles,

es lo más al Norte que puedo llegar, no sé si les sirve de algo- Los dos se

miraron y María Ignacia hizo un gesto de aprobación, tenía mucho frio como

para regodearse en estos momentos. Subieron a la cabina del camión y este

reanudo su bullicioso andar.


La pelirroja tenía mucho frio así que el gordo transportista le prestó una

manta de polar con la que se cubrió y trató de dormir y descansar. Juan Andrés

se quedó vigilando, despierto, olvidando heridas y cansancio.

34

Nueva York se alzaba a los pies del señor director Güell, la ciudad que

no duerme, así llamaban a este lugar y era cierto, con dos horas menos que

Santiago de Chile, acá aún la gente caminaba de un lado al otro. El director

Güell miró su Rolex de oro macizo, hace más de 3 horas que Daniel LaRossa

no daba señales y eso era algo a lo que él no estaba acostumbrado. Entonces

su IPhone comenzó a sonar, una llamada entrante de un número protegido.

- ¡¿Alo?!- contestó el poderoso hombre.

-buenas noches señor director - dijo una voz con marcado acento

argentino.

-ya me estaba asustado Daniel, ¿ya tiene mi encargo? - preguntó

mientras suspiraba de alivio.


-por eso lo llamaba, señor director, hemos tenido... Inconvenientes en

Chile, el agente ADMR09473b tiene más recursos de lo que pensábamos y.…-

-no me de excusas Daniel, confié en usted y su gente. Esto es un insulto

a mi buena fe y a la corporación que represento...- contestó aireado el director

-...tiene 8 horas para lograr su objetivo, ¿si no? Es mejor que se esconda en el

más profundo de los agujeros, ¿estamos claro Daniel? -

-si señor director...- LaRossa quería seguir hablando, pero Güell corto la

llamada abruptamente sin darle opción a replica. Daniel sabía que Güell no era

un hombre de amenazas que no cumpliera.

- ¿qué tan importante es Manuel Robles? - se preguntó LaRossa -

¿porque un hombre tan poderoso cómo el director Güell ponía todo en juego

por su captura? ¿Que esconde Güell de su paso por el austral país en los ‘70? -

buscó en su teléfono móvil el número de contacto de Bendretti. Si hoy tendría

problemas el equipo de Bendretti tendría más problemas aún.


35

-... Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun

así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los

demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera,

las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar... - gritaba en su celda Azrael, tirando

de sus cadenas esperando que alguna cediese -... 'Vi en el cielo otra señal,

grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque

en ellas se consumaba la ira de Dios...-los carabineros que hacían guardia en

una sala contigua no aguantaban los gritos bíblicos y subieron el volumen al

sonido de una televisión, estaba sintonizado el canal de cable TCM y repetían

una vieja película de acción, TERMINATOR 2 con un Arnold Schwarzenegger

en su mejor momento. El Sargento segundo Pedro Santelices disfrutaba con la

película siempre, desde que la vio por primera vez hasta esta noche la había

visto unas tres docenas de veces, era tanto su fanatismo que ya se sabía de
memoria partes del libreto, más que archí famoso "hasta la vista, baby" que

repetía sin parar cada vez que encerraba a alguien en el calabozo.

-¡¡¡Muñoz!!!- gritó Santelices a un subordinado -... Anda a ver a ese

hueon!!! ¡¡¡Que me tiene los nervios de punta, aparte de loco, salió canuto el

desgraciado!!!- dijo alegando.

El cabo primero Alejandro Muñoz partió a ver a Azrael y se lo

encontró con la mirada pérdida en el cielo y repitiendo a todo pulmón.

-"Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio

eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu,

lengua y pueblo,"- Muñoz quedó estupefacto con las cosas que decía el auto

proclamado ángel de la venganza, Azrael -"... diciendo a gran voz: Temed a

Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a

aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas..."-

Un poderoso estruendo se sintió en el muro exterior de la comisaria,

arrojando con su onda expansiva bloques de ladrillos, mortero y fierros hacía

todos lados. Uno de ellos, un pedazo de no más de 6 cm dio a Muñoz en la

cabeza y lo hizo golpearse contra los barrotes del calabozo. Azrael sin pensar

tomó de la solapa de la chaqueta al magullado policía y tiró de él haciéndolo


chocar contra los barrotes una y otra vez hasta que su siniestra risa se vio

salpicada de la sangre del carabinero.

-gracias, oh Dios mío, por no abandonar al servidor tuyo...- dijo mientras

extraía las llaves del bolsillo del cuerpo muerto del cabo Muñoz.

En esa faena estaba cuándo aparecieron desde el otro lado del muro el

Sargento Santelices y dos carabineros más con sus armas desenfundadas y

apuntando a Azrael con ellas.

-¡¡¡suelta a Muñoz conchetu'mare!!!- gritó el Sargento segundo. Uno de

los carabineros se acercó al cuerpo de Muñoz y comprobó que este estaba

muerto lamentablemente. Azrael estaba con las manos en alto y comenzó a

hablar con esa voz profunda y firme, con ojos penetrantes inyectados de roja

furia y odio descontrolado.

-... Miré, y he aquí un caballo amarillo, y él que lo montaba tenía por

nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta

parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con

las fieras de la tierra...- gritó a viva voz, desafiante y amenazador.

-... Que te crei'hueon... Te voy a meter 4 balas ahora mismo...- dijo

Santelices y cuando estuvo a punto de apretar el gatillo a quemarropa contra

Azrael, una ráfaga de balas le dio por la espalda. Cayó arrodillado con la
mirada perdida y un hilo de sangre bajando rápidamente por la comisura de su

boca. El golpe al suelo de su pesado cuerpo sacó del trance a los otros dos

carabineros que corrieron tras el murete que separaba los calabozos de la sala

de vigilancia. El intercambio de fuego fue digno de cualquier escena de

película de acción.

Habían quedado los dos policías en la posición, lejos de teléfonos, radios o

celulares con los cuales pedir ayuda estaba a merced de los disparos que venían

de la abertura del muro exterior.

Los atacantes disparaban sucesivas ráfagas con sus fusiles automáticos,

mientras ellos dos, parapetados contra un murete de ladrillo y hormigón temían

utilizar demasiado sus municiones pues no tendrían más repuestos. Los dos

carabineros ni superaban los 24 años y, aunque se habían visto envueltos en

escaramuzas de toda índole, nunca habían vivido algo como esto.

- ¿cuántas te quedan? - preguntó el más joven a su compañero

- ¿municiones? Tres tiros, ¿y a ti?- respondió mientras observaba el

barril de su revólver y apoyo su cabeza en el muro que protegía sus vidas.


-¡¡¡che chilenito!!!- gritó una voz con marcado acento argentino desde

el otro lado del agujero en el muro exterior. -... Sabemos que no le quedan

disparos, será mejor para ustedes que se rindan y nos dejen sacar a nuestro

amigo-

Los dos carabineros temblaban incontrolablemente, el más joven

pensaba en sus hermanos allá en casa de sus padres, y en Anita la chica que le

gustaba, pero nunca invitó a salir. El otro ideaba planes surrealistas para salir

de este embrollo y convertirse en héroe, como siempre había soñado.

La televisión seguía encendida, en la pequeña pantalla Arnold

Schwarzenegger iba sobre una moto Harley-davidson con un adolescente

escapando de un gigantesco camión. El carabinero se sintió igual que el

personaje de la película. Atrapado y sin escapatoria, con un adolescente

temeroso que proteger.

-pásame tu pistola...- le dijo a su compañero, este lo miró asombrado -...

Cuando te diga ya correrás por ahí lo más rápido que puedas y al llegar a la

oficina pide ayuda... ¿Estás claro? -

Su compañero lo miraba atónito, la única vía de escape esta frente a ellos,

pero para llegar ahí había que pasar frente al gran agujero en el muro exterior.

Lo que proponía su colega era un suicidio.


El carabinero se parapeto con las dos armas en sus manos y con

fuerza y determinación gritó a viva voz.

-¡¡¡somos carabineros de Chile, están bajo arresto, entreguen sus armas

y salgan con las manos en alto!!!- su compañero lo miró con admiración,

colocó su mano en el hombro izquierdo y le hizo un gesto de reverencia, y se

preparó para correr cómo le había dicho.

-ja ja... Tenes coraje chileno, tenes huevos, eso o estas repirado...- dijo

la voz detrás del muro. En eso el carabinero se puso de pie y comenzó a

contar, 1-2-3, al llegar a 3 salió de su escondite disparando furtivamente por el

agujero, su compañero corrió al mismo tiempo hacia el pasillo que conectaba

el calabozo con el resto de la comisaria. A sus espaldas se inició una lluvia de

tiros de un lado al otro, pero él corrió y corrió sin mirar atrás.

Entró a una oficina, la primera que encontró, y tomó una radio y pidió

ayuda a la central. A sus espaldas la lluvia de disparos había acabado, una

solitaria lágrima rodó por su mejilla, sin duda su compañero había muerto.

Mientras en el calabozo Bendretti inhalaba por última vez su lucky strike

y lo arrojaba sobre el cadáver del carabinero recién muerto, apagándolo la colilla

con el pie.
-las voces no de dejarían sólo, ellas nunca lo harían...- dijo Azrael al ver

a los miembros de Lock Security corps frente a él.

-no sé quién palotes crees que somos, pero necesitamos tú ayuda para

encontrar a alguien...- dijo Bendretti.

-sé que las voces los enviaron, y si su camino es igual al mío y el de

mi cruzada, no puedo negarme a servirlos...- dijo el apresado seudo ángel

mientras limpiaba la sangre que tenía salpicada en su rostro.

Bendretti sonrió y dijo: - ayúdanos a atrapar a Manuel Robles, y

consideraré saldada nuestra cuenta-

- ¿Manuel Robles?... Dijiste ¿Manuel Robles? - dijo mientras abría esos

enormes ojos inyectados de furia y locura -... Es su día de suerte, las voces me

hablaron de él hace mucho y de cómo había traicionado el legado y huido con

él... Encontrarlo también es mi misión-

Sacaron a Azrael del calabozo tan rápido como pudieron, Lozano miró

el cadáver del último carabinero que les hizo resistencia y noto que llevaba dos

pistolas en sus manos.

-hey jefe...- llamó a Bendretti -... Creó que nos han visto la cara acá...-

señaló el cuerpo para que su comandante viera el detalle -... Este Chavón no

estaba solo, hay otro huevon que nos va a cagar todo...-


-Lozano, Munisaga... Revisen si encuentran a alguien, tienen 5

minutos... Si no llegan los dejamos atrás - dijo Bendretti y partió con Jiménez

y Azrael hasta el Mitsubishi montero que aguardaba bajo la oscura sombra de

un castaño. A lo lejos se comenzaba a sentir lejanas sirenas de radio patrullas

que se acercaban a la atacada comisaría. Bendretti consultó su reloj, a los dos

comandos solo le quedaban dos minutos.

Una seguidilla de disparos alertó a los ocupantes de la camioneta.

Todos venían desde el interior del lugar antes atacado. Al rato surgió del

agujero Munisaga sangrante y con el brazo caído. Bendretti abrió su puerta y

le dijo:

- ¿pero qué mambo pasó Munisaga? -

-el muy hijoputa nos estaba esperando jefe, le disparó a Lozano

directo en la cabeza... Yo escape con suerte...- dijo sobresaltado.

Azrael miró al herido soldado y en un acto reflejo demasiado rápido

para que los otros dos ocupantes de la camioneta pudiesen reaccionar, tomó la

magnum 45 de la sobaquera de Jiménez y disparo una certera bala

directamente al corazón de Munisaga que cayó de espaldas automáticamente

muerto.
El disparo había pasado por la nuca casi calva de Bendretti, que asustado

se echó hacia el volante.

-¡¡¡pero qué mierda hiciste cabrón!!!- gritó Jiménez al momento que

le quitaba la pesada arma de las manos. Azrael se sentó cómodamente en el

asiento trasero de la Mitsubishi, serio e imperturbable, mostrándoles su

desprecio total a la humanidad.

-era un lastre... Ya no nos serviría para nada mas...- dijo Bendretti

justificando la acción del demente que llevaban con ellos. Las sirenas cada vez

más cercanas hicieron que la Mitsubishi

Montero partiera velozmente de la apartada sombra donde se escondía.

Bendretti miró por el espejo retrovisor y pensó:- ¿habrá sido lo más lógico

traernos a este enfermo?- Azrael sentado en el fondo se limpió las uñas de su

mano derecha y luego se aliso una inexistente cabellera.


36

María Ignacia corría por un campo cubierto de doradas espigas de

trigo que danzaban en el suave viento, el cielo sobre ella era cian y sólo

algunas nubes pasajeras volaban por ahí.

Iba vestida con una falda beige con estampados floreados de tono pasteles,

su hermoso cabello cobrizo brillaba con los rayos del sol. Corría descalza y sin

prisa, pero la tierra bajo sus pies era suave como terciopelo.

A lo lejos distinguía a su adorada Oma y su gracioso tata Marcial que

sentados sobre un mantel preparaban un picnic, divisaba fácilmente el strudel

que tan rico le quedaba a la Oma, un plato con quesos como le gustaba al tata.

María Ignacia corría emocionada, sabía que por fin había despertado

de una mala pesadilla y respiraba aliviada, sus abuelos estaban bien, sanos y

a salvo.
Entonces el cielo se comenzó a teñir de rojo, las nubes a juntar cada

vez más, grandes, feas, amenazantes. Y el trigo se dobló por la fuerza de

viento que a su paso y se secó hasta quebrarse. Corría, pero no conseguía

llegar a donde

sus abuelos, desde la tierra surgían manos negras que tomaban sus

tobillos y no le permitían avanzar.

Los cuerpos de sus abuelos se resecaban bajo un abrazador sol y

le llamaban y le gritaban su nombre.

Hasta que una figura bañada en oro surgió amenazante detrás de

sus abuelos, con cuchillo en mano, señalando con el dedo a los

paralizados ancianos. Los cielos rojos ahora cubiertos por nubes negras

y rojas comenzaron a llorar. María Ignacia sentía las gotas en su cara,

eran gotas rojas, rojo sangre, gotas de sangre. La pelirroja cayó al suelo

y las manos negras no la dejaban levantarse, gritaba por ayuda, gritaba

por...

Y de súbito despertó, cubierta por una manta de polar gris, en la

cabina de un camión. A su lado el inesperado amigo que había ganado en

Juan Andrés Robles y más allá el robusto chofer que conducía el Mack.
Juan Andrés, sonriente por la conversación que llevaba con el

robusto hombre, la miró y con suave voz le preguntó:

- ¿estás bien? –

-si... - Dijo titubeante -... Fue sólo una pesadilla... ¿en dónde

estamos? -

-en Collipulli más menos...- respondió Juan Andrés bostezando -...

Conversaba con Armando, el camionero, mientras dormías y me contaba que en

los Ángeles tiene varios colegas de viajan hasta Curicó y nos pueden dejar en la

entrada a Parral... Eso nos arregla el problema de cómo llegar...- Juan Andrés

se sentía optimista, pese a lo habían vivido las ultimas 12 ó 13 horas, al

contrario de María Ignacia que, aún abrumada por su pesadilla, por el cansancio

y el hambre, no entendía cómo se había metido en éste lío donde revelaciones

ponían en duda todo en lo que estaba cimentada su familia y, para agregar más

dramatismo a la situación, además ponía en riesgo su propia vida.

Pero Juan Andrés era un buen amigo, un gran pilar donde ella podía

sostenerse. Desde que llegó esta mañana a la oficina de su padre hasta ahora,

incluso cuando estuvo dispuesto a dar su vida por la de ella. A menudo lo

miraba de reojo, tenía algo especial. No era como los chicos que la

frecuentaban -jóvenes snobs que a los treinta años aún se comportaban como
niños mal criados, pagados de sí mismos, egocéntricos y adinerados sin

trabajar un sólo día- que su simplicidad y buena educación le eran incluso

atrayentes.

-Juan...- dijo la pelirroja rompiendo segundos de silencio. -... ¿Qué crees

qué es el tesoro que trajeron mi abuelo y tu papá? - pregunto para sorpresa de

Armando Cáceres, el chofer del camión Mack que los llevaba a Los Ángeles.

-... ¿Tesoro? ¿Qué tesoro? - preguntó Cáceres -... Cuenten noma' miren

que uno arriba de estos camiones ve y escucha cada cosa...- añadió el robusto

chofer -... Con decirles que una vez me lleve a cabo Collado desde Pozo

Almonte hasta Iquique e incluso me invitó a jugar pool un día de esos...- los

dos acompañantes no entendían a qué se refería el camionero - ¿Qué? - dijo al

ver las caras de Juan Andrés y de María Ignacia -... ¿No conocen la historia

del gendarme Collado y la ruta A16, el camino maldito? -

Se miraron por un Segundo y por miedo a parecer desagradecidos a la

hospitalidad y buen trato de este moderno samaritano, fingieron interés en el

relato.

-se dice que por ahí por el año 2003 un subteniente de Gendarmería...-

comenzó el relato el conductor del camión - realizó una mala maniobra de

adelantamiento en la ruta entre Pozo Almonte y Alto Hospicio, allá en la


pampa nortina...- con un meneó de cabeza indicó hacia aquella dirección

cardinal -... Desde ahí muchos lo han visto, sobre todo en la noche, haciendo

"dedo" en medio del desierto. Pero si paras a llevarlo, desaparece en la

oscuridad...- dijo poniendo voz grave tratando de asustar a sus

acompañantes.

- ¿pero tú si lo llevaste? - preguntó Juan Andrés

-oh, sí... Ummm, bueno, no lo sé a ciencia cierta... Pero cuentan que una

chica lo llevo hasta Iquique y la invitó a cenar, él era joven cuando murió, 23

años, y la niña enganchó rapidito...Pero cuando lo fue a buscar, gran fue su

sorpresa cuando descubrió que llevaba 6 años muerto...- termino por relatar.

María Ignacia se tapó la cara de incredulidad, sabía que la gente era

supersticiosa, pero no a este nivel.

-señorita...- dijo Armando -... Créame, a veces los muertos caminan de

nuevo... Sobre todo, cuando le quedan cosas inconclusas...- y Armando siguió

hablando en un interminable monólogo que divagó entre apariciones

fantasmales, ovnis en medio de la carretera y "entierros" en el campo, allá en

Chol-Chol de donde Armando era nativo. Pero hubo algo de lo que dijo que

marcó a Juan Andrés, algo que gatilló un pensamiento reprimido por las
últimas horas y acontecimientos. Armando había dicho "a veces los muertos

salen a caminar" un frío le recorrió la espina dorsal al joven periodista.

Manuel Robles llevaba casi 15 años muerto, pero su madre temprano le

había dicho que fue él quien dejo el extraño paquete que contenía el diario de

vida de don Marcial. Pero él estaba muerto, muerto, pocos lo sabían, pero fue

Juan Andrés, con apenas 15 años, quien tuvo que reconocer el cadáver de don

Manuel cuando, por bus, llegó a Temuco luego de fallecer. Algo que lo

marcaría por todos los años siguientes. A todo esto, se le sumaba la extraña

persona que había salvado en último minuto a María Ignacia, que después de

eso había dicho "dile a Juan Andrés que va por buen camino" su mente

analítica le decía que era totalmente imposible que su padre muerto estuviera

por ahí, ayudándole a resolver quien mato a Marcial Pérez Toro y que objeto

trajeron desde argentina a chile en 1977.

Muchas interrogantes se atoraban en su mente, tantas que los kilómetros

se convirtieron en metros y estos en centímetros. Las horas en minutos que, a la

pausada velocidad de la voz de Armando, se hicieron segundos y finalmente

llegaron hasta la ciudad de Los Ángeles, en la región del Biobío y tal como lo

había premunido Armando tenía en la ciudad que iban hacia Parral, pero uno

les sería de más utilidad ya que llegaría hasta las mismas puertas del lugar a
donde ellos irían, un lugar famoso y casi inexistente para el chileno medio,

Villa Baviera, antiguamente conocido como la Colonia Dignidad.


37

El camión blanco Scania 380 del año 2009 condujo por el sinuoso

camino de 40 kilómetros hacia Catillo que unían el peaje lateral de la ruta 5sur

con la Villa Baviera, donde los últimos 20 kilómetros son de puro ripio, muy

común en las áreas rurales.

Los primeros colonos Alemanes habían llegado hacia el año 1961

liderados por el ex soldado y enfermero de las SS Paul Schäffer, que huía de

cargos de pedofilia, los colonos compraron el fundo El Lavadero, ubicado a las

orillas del estero que le da el nombre al loteo y del río Perquilauquén, cerca de

Catillo, una localidad del interior de Parral, en la Región del Maule, después de

eso, el fundo comienza a ser conocido como Villa Baviera, y empieza

lentamente a separarse del ritmo normal del país. En Villa Baviera se vivía a su

propio ritmo y velocidad, con estricta disciplina y férrea educación al estilo y

usanza de la antigua Alemania nazi, es decir, con un autoritario líder -semi


Dios por así llamarle - y con una obediencia casi ciega a sus órdenes y

deseos.

Al cabo de unos minutos el camión scania se detuvo a las puertas de

un gran portal de piedras.

-aquí es...- dijo el conductor mientras abría la ventanilla por enésima vez

para fumarse un nuevo cigarro cómo lo venía haciendo desde que Juan Andrés

y María Ignacia habían abordado la máquina en Los Ángeles -…Villa Baviera,

espero que encuentren lo que buscan... Aunque a esta hora difícilmente le

abrirán las puertas...- y tenía razón el chofer, ya eran más las 5 de la mañana.

Con un gesto de despedida toco el borde de su "jockey" y el monstruoso

camión siguió su camino a quien sabe dónde.

En medio de la nada, comenzaron a caminar adentrándose por el inmenso

portal que daba la bienvenida. De pronto María Ignacia vio algo entre los

arbustos, algo que brillaba con la luz de la luna de esta noche de invierno, algo

metálico. Se acercaron a mirar que era y la sorpresa de María Ignacia fue

enorme cuando vieron que entre las matas y arbustos estaba escondido el

Hyundai accent blanco que Francisco Becerra había robado cuando fueron

atacados por Azrael, una traición que causó una herida que aún no cierra en el

joven periodista.
Las puertas del automóvil estaban cerradas, pero desde los parabrisas

pudieron ver qué ni el diario ni la caja estaban en su interior, lo cual era lógico.

Unas certezas tenían, Francisco estaba acá, por lo tanto, el tesoro también lo

estaba.

Pasaron por el portal y un rústico sendero los llevo por un serpenteante

camino rodeado por árboles y palmas hasta, metros más allá, a una gran casona

de color beige y muchos techos de rojas tejas. Sobre el dintel de la que parecía

ser la entrada principal un cartel luminoso que se leía HOTEL BAVIERA, en

su interior ya se veía movimiento por lo que los dos se acercaron a investigar.

Mientras Juan Andrés llamaba a la puerta su pelirroja compañera se sintió como

en casa de sus abuelos, la construcción era llamativamente parecida a la casona

de La Agraciada, sus tejas color rojo ladrillo y esos muros pintados de beige.

Una alegre mujer de robustos pechos con un escote más grande aún, se acercó a

abrir y desde el otro lado hizo un gesto de bienvenida totalmente exagerado,

llevaba una falda negra con blondas amarillas y rojas en la parte inferior y una

polera blanca de mangas cortas y arrepolladas. Era de tez pálida y de cabellos

dorados naturales cómo poco se ve en chile.


-bienvenidos...- dijo con un leve acento alemán -... No abrimos hasta dentro de

hora y media, pero sé que podemos hacer una excepción, aunque sólo con lo de

la habitación, la cocina abre a las 7 y 30-

-gracias...- dijo Juan Andrés, pero cuando iba a continuar hablando la pelirroja

lo interrumpió abruptamente.

-estamos buscando a un amigo, es posible que haya llegado antes, es

delgado y de unos 50 años, casi calvo y con lentes gruesos de color negro...-

-no, no recuerdo a nadie con esas características...- dijo alegremente

la dependiente. -... Si me dieran su nombre lo podemos buscar, ¿no creen? -

Y los tres entraron a un pequeño lobby, las paredes estaban adornadas

con cuadros de vivos colores en que se veían escenas del diario quehacer del

campo, gente cultivando, cosechando, labrando la tierra, incluso unas mujeres

lavando ropa a orillas de un rio. Juan Andrés notó que, en todos los cuadros, en

todos, las personas que aparecían ahí eran de origen alemán, raza aria, no

había ni un moreno, ni un latino, chino, negro o mapuche, toda gente rubia.

-eh, María Ignacia...- dijo casi susurrante -... ¿Has escuchado hablar de

la germanización? -

- ¿germinación? Tiene que ver con las semillas, cierto- contestó la

pelirroja.
-no, es germanización...- dijo Juan Andrés bajando más aún la voz -

Germanización es, en historiografía y otras ciencias sociales, la extensión del

idioma alemán, el pueblo alemán y la cultura alemana; o bien, en lingüística la

adaptación al idioma alemán de una palabra de origen extranjero…- su

compañera puso cara de no entender lo que él hablaba, así que volvió a

explicarle –el pueblo alemán extendió su influencia a cada lugar al que llegaba,

antes lo hicieron los romanos y ahora lo hace Estados Unidos. Mira los

cuadros, la forma de vestir de la recepcionista, todo como si estuviésemos en

Alemania y no en las cercanías de Parral…-la pelirroja asistió, desde que habían

puesto un pie en la recepción del hotel se había sentido cómo turista extranjera.

La recepcionista prendió el monitor del computador que contenía toda

la información de los pasajeros del hotel, miró a los dos y dijo: - ¿cuál es el

nombre del amigo que están buscando? - con esa sonrisa prefabricada que

había mostrado desde que llamaron a la puerta.

-Francisco, Francisco Becerra...- dijo titubeante el periodista. La mujer

rubia tecleo el nombre y en unos segundos el monitor arrojó un resultado.

Mientras Juan Andrés siguió hablando en voz baja con la doctora.

-mientras el tercer Reich avanzaba por Europa, iban plantando semillas

de su cultura, idioma y creencias... Países como Holanda, Austria, Polonia,


Bélgica y en menor medida Francia cayeron en ese proceso, y por

lo que puedo ver chile también...- termino diciendo.

-lo siento...- dijo la recepcionista con el acento extranjero -... No

tenemos a nadie registrado con ese nombre. Pero lo que si tenemos es un

amplió dormitorio matrimonial con una preciosa vista al bosque

precordillerano único en la región...- iba a ser hablando de las bondades

del hotel con un discurso que repetía a diario como mantra religioso, pero

Juan Andrés la interrumpió.

-no, no... Usted nos confunde, no somos...- alcanzó a decir cuando

la pelirroja doctora replicó.

-sí, la aceptamos...- Juan Andrés quedó boquiabierto prácticamente, por

segunda ocasión María Ignacia fingía tener una relación amorosa con él. El

periodista miró en silencio como su compañera firmaba el check in.

La habitación era espaciosa, las paredes de madera barnizada color

caoba le daban al lugar un cálido aire hogareño. María Ignacia tanto vio la

cama se tumbó de frente a ella, cansada física y mentalmente. Juan Andrés

veía su acinturado cuerpo sobre el cobertor verde limón de la cama

matrimonial y ardía en deseos de abalanzarse sobre ella y poseerla. Reprimió


su instinto y se sentó en una cómoda silla de la misma línea de la cama, se

retorció en ella estirando los músculos de sus piernas y brazos.

La pelirroja se volteó a mirarlo, una pícara sonrisa esbozo y dijo:

- ¿ahora qué haremos? - y alzó la vista quedando por minutos viendo el

cielo de la habitación.

-una vez que amanezca podríamos buscar el galpón que vimos en

la fotografía, creó que Francisco no ha llegado a él aún -

- ¿qué no ha llegado? Si llegó como 3 o 4 horas antes- dijo la pelirroja

mientras se sentaba en la cama y acariciaba sus cabellos negros con sus dedos.

-si, a la villa llegó, pero se hospedó con otro nombre o simplemente

está afuera esperando sigiloso entrar a la bodega donde los doce Thule del

Sur se fotografiaron- Juan contaba con eso, sabía qué Becerra había escapado

con la mitad de las coordenadas para encontrar el tesoro nazi, con esa

información poco podía hacer, necesitaba la otra mitad y como tenía en sus

manos el diario de don Marcial poseía datos que ellos no.

-aún me resuena lo que dijo don Hans Neumann antes de morir...- dijo

la doctora, se puso de pie y se sacó los zapatos que llevaba puestos. Juan

Andrés admiró sus delicados pies de delgados dedos pequeños. Todo en ella

era perfecto, sus ojos, sus labios, su estatura e inclusive sus pechos, que sin
ser madre aún eran bien formados y firmes. El periodista rio para sus adentros

y pensó: - ¿a esto se refería Hitler con lo de raza pura? - María Ignacia noto

la sonrisa de su compañero y siguió su mirada directamente a sus pies.

- ¿te gustan? - dijo ella

- ¿perdón? - respondió Juan Andrés.

-mis pies, te gustan...- y una sonrisa se dibujó en su rostro -... Pues a

mí no, tengo muy chica mi patita, tengo que comprarme talla 35-

Juan Andrés sonrió para ocultar su nerviosismo, claro que le gustaban

sus pies, le gustaba todo de ella. La pelirroja se puso de pie y se sacó la

chaqueta doite de un rosado pálido y sus curvas de acentuaron más, de una

forma Juan Andrés sentía que la colorina doctora estaba seduciéndolo

adrede, sacó ese pensamiento de su mente, era imposible que se fijara en él,

además está comprometida pese a que desde que comenzó esta aventura

nunca ha hablado de él y menos él la ha llamado para, por último,

preguntarle cómo está.

- ¿ah sí? - preguntó el periodista -... Yo calzó 44 y ya sé que es un

problema encontrar zapatos o zapatillas a tu medida...- dijo tratando de

hilar una conversación y no seguir pensando en cosas que no eran.


-si... Todo un problema, cuando era adolescente no podía encontrar

zapatillas a mi gusto o a la moda, me compraban bubble gummers colloqui,

imagíname a los 13 ó 14 con zapatillas con luces...-

- ¿estás de broma? - pregunto sonriente Juan Andrés -... Ya te

imaginó así...- el periodista agradeció el momento distendido y relajado.

Hace mucho que no se reía, más aún con su madre desaparecida y ad portas

de dar con el tesoro más buscado en la historia.

-a propósito, es cierto lo que dicen de los hombres que tienen el

pie grande- dijo María Ignacia incomodando al pobre periodista.

Con una carcajada a flor de labios respondió nervioso - ¿y que dicen de

los hombres de pies grandes? -

María Ignacia puso cara de pícara y el silencio que se formó entre los

dos no sirvió para relajarlos. La doctora se avanzó despacio hacia él y fundió

los labios de ambos en un caluroso beso. Juan Andrés solo se dejó llevar.
38

La Mitsubishi montero negra estaba aparcada varios kilómetros al norte

de la estación de servicio Pronto Copec donde Juan Andrés y la pelirroja

doctora habían vendido el Citroën xsara a unos jóvenes. Gracias a las aptitudes

con una laptop de Jiménez al poco tiempo dio caza al automóvil robado, y sin

verificar quienes eran, dispararon, para regocijo de Azrael, sobre los ocupantes

del sedán, pero grande fue su desilusión cuando confirmaron que los ocupantes

no tenían nada que ver con el hijo de Robles y su pelirroja acompañante. El

espacio era un amplio descampado a un costado de la carretera y los

conductores pasaban tan rápido que no alcanzaba a ver los dos vehículos

parados. Bendretti fumaba desesperadamente, hacía poco que Daniel LaRossa

había vuelto a llamar.

Todo el bullicio y escándalo que se había producido en el asalto a la

segunda comisaria ya estaba en boca de todo el mundo, y no era una


exageración, para LaRossa todo él era todo el mundo. En esta era de

globalización las noticias fluían con rapidez inusual. El humo del cigarro de

Bendretti se elevaba entre la niebla matinal que era paisaje natural de este

sector de la panamericana 5sur.

-… las voces no me dejarían, ellas nunca lo harían... Sólo soy un siervo

a sus deseos y caprichos, nada más… - decía en voz alta Azrael, casi

hablando con el viento.

-Jiménez deja de mirar a ese palurdo...- gritó Bendretti mientras tiraba

la colilla de cigarro al suelo. Jiménez esta estático contemplando al maniático

homicida.

- ¿y? Jefe... ¿Usted dice que éste enfermo mental nos va a ayudar

a encontrar al sujeto A? - preguntó el comando.

-éste desgraciado sabe más de lo que crees, de alguna forma se enteró

de aquello que el sujeto A robo y ahora lo quiere para él - dijo Bendretti.

-que es tan valioso como para enviarnos a recuperarlo sin mediar las

consecuencias o los daños colaterales que puede acarrear- dijo Jiménez sin

despegar la vista en el órate.

Bendretti reflexionó sobre lo dicho por su compañero, sin duda lo que

estaba en juego era algo más que un simple robo. Según LaRossa el cliente era
alguien muy poderoso en la economía y política mundial, y llegar a arriesgar

todo eso por algo era ya decir mucho. En este trabajo casi siempre se daban

casos de espionaje industrial, robar o recuperar -a veces se estaba en uno u otro

lado de la moneda- de alto valor industrial. Pero esta vez era distinto, ahora

todo se había salido de control, y no era por la oposición que habían

encontrado, ni que hubiese perdido dos soldados, dos compañeros, dos -

finalmente - amigos; si no por lo enigmático que era todo, Jiménez "sentía"

que algo no estaba bien.

- ¿quién es Manuel Robles? - le preguntó Jiménez a Azrael. Ya cansado

de los monólogos absurdos y religiosos.

-... Manuel... Manuel... Las voces hablaron de él...- dijo mientras se

tomaba fuertemente la cabeza con ambas manos. Sus brazos fuertes, gruesos y

morenos eran un collage de tatuajes, pero el que más llamaba la atención eran

dos serpientes que se enrollaban uno con la otra -una roja y la otra azul- y sus

cabezas amenazantes se miraban, algunos dirán que es el símbolo moderno de la

medicina otros que es la representación gráfica antigua de nuestro ADN, lo

cierto es que llamaban poderosamente la atención.

-quiénes son esas voces que tanto te hablan, che- le preguntó

Jiménez.
-las voces son las que envió la dama luminosa para cumplir su santa

misión... No fui digno de su favor, pero ella me hizo digno de su compasión, de

su amor...- narró Azrael -... Ella obró en mí, sus dulces manos santas me

permitieron escuchar a las voces, las voces me guían, en el camino de Yave y

de la misión de su hija, la dama luminosa - termino diciendo.

Bendretti se acercó a la cabina de la Mitsubishi para escuchar al

desquiciado y preguntó: -... ¿Qué misión es esa, que mierda tiene que ver con

Manuel Robles? -

-Manuel Robles traicionó al padre de la dama, nos traicionó a todos,

robó el tesoro que los lobos trajeron desde el Valhala, el tesoro de los dientes

de los mártires y de los que crucificaron al hijo de Dios, Manuel Robles robó

el oro del Rin...-

Jiménez y Bendretti se miraron asombrados, habían escuchado muchas

leyendas sobre esto, muchos mitos, que se perdían entre mate y mate en su Mar

del Plata natal. Si quien se hacía llamar Azrael estaba en lo cierto, estaban ante

un tesoro de incalculable valor.

- ¿se da cuenta jefa? - dijo Jiménez mientras abría su laptop -... Eso

explica el por el cliente que quiere tanto que capturemos al sujeto A, por un

tesoro...por oro- comenzó a teclear en la laptop, inició una búsqueda en la red


con el término "oro Rin" y a los pocos segundos le arrojó 9763 resultados con

ese tópico. Al revisar la mayoría de los enlaces que el buscador le entregó

encontró que hacían alusión directa al oro nazi desaparecido poco después de la

rendición alemana.

-te imaginas, jefe, con todo ese fardo...- dijo Jiménez -... Nos

podemos hasta comprar una isla en el Caribe -

Bendretti sólo sonrió, nunca había traicionado a su jefe y menos a

un cliente, pero esta vez, esta vez; era algo distinto.

-Jiménez, mejor continúa buscando donde mierda se metió Manuel

Robles y el puto de su hijo... Él es la clave, después veremos que mandinga

haremos con ese oro -

Para Jiménez el paradero del sujeto A, Manuel Robles, era un enigma.

Donde se había metido después de entrar al departamento de su hijo no lo sabía.

Reviso todas las cámaras de la UOCT y nada. El software de reconocimiento

facial no daba resultado y solo sabían que Juan Andrés había vendido el Citroën

xsara y que habían comprado pasajes en un bus a Santiago, pero eso era una

pista falsa, el mismo chico que compro el automóvil en pocos pesos los vio

subirse a un camión blanco, nada más, nada.


-¡¡¡jefe!!!- gritó Jiménez -tengo buenas noticias, la acompañante del hijo

de robles es una tal...- decía mientras leía la información en su laptop -... María

Ignacia Pérez-Toro. Y ¿adivine qué? -

-no se…- respondió Bendretti

-hace 3 horas pagó una habitación en el hotel Baviera, en parral, a 2

horas de acá -

Bendretti sacó un nuevo cigarrillo y mientras lo encendía pensaba en las

posibilidades, en las muchas posibilidades.

-enciende la camioneta Jiménez, nos vamos a parral-


39

Juan Andrés disfrutaba el aroma dulce del cuerpo desnudo de la pelirroja

doctora, ya no recordaba cuando se había sentido tan feliz después de acostarse

con alguien. Siempre venía un sentimiento de culpa, vergüenza o simplemente

de indiferencia. Ahora era distinto, había pasado todo el tiempo pensando que

sabor tendrían sus labios, o como sería su cuerpo desnudo, ¿sería delgada?

¿Tendría rollitos? Tenía la respuesta frente a él. Apegado a su cuerpo,

también desnudo, descansaba el de ella.

En ese entonces no le importo tesoro perdido, comandos ultra secretos,

sociedades ocultas neonazis ni siquiera su madre perdida. Nada, solo el

perfecto cuerpo, cálido y desnudo, de la doctora María Ignacia Pérez-Toro al

lado suyo.

Se levantó al baño, una ducha le haría pensar en otra cosa, ver cuál sería

el siguiente paso, en algún lugar de Villa Baviera estaba escondido con nombre
falso su ex amigo, mentor y casi padre Francisco Becerra, escondido con el

diario de vida de don Marcial, y con la cajita con el resto de las coordenadas.

También por ahí, un tipo que decía ser su difunto padre vagaba

misteriosamente y eso sin contar con esos comandos altamente armados que

asaltaron su departamento. El agua de la ducha le caía por la nuca y bajaba

purificando su magullado cuerpo, sus heridas aun no sanaban y con el agua y el

jabón no hacían más que arder.

-conozco desde hace mucho a Francisco...- pensó en la ducha, en medio

del ruido del agua cayendo -... ¿Cómo no puedo intuir que nombre está usando?

Debe estar en este mismo hotel, durmiendo a pocos metros de nosotros,

contento después de habernos traicionado...-

Salió de la ducha y mientras se vestía, su compañera despertó. Su rostro

aún mostraba el cansancio de la jornada y de la aventura. Su desaliñado cabello

la asemejaba más a un león que a la apasionada doctora que Juan Andrés

conoció. Pero aun así era tan bella y perfecta que Juan Andrés se sintió más

abrumado aún.

-y bueno...- dijo la pelirroja -... ¿Qué haremos ahora? ¿Por dónde

comenzáremos a buscar? - se volteó y dejo caer una toalla al piso y entró al

shower door de la ducha, su cuerpo desnudo se traslucía a través del vidrio de


la puerta del baño y el periodista esta obnubilado contemplando tan angelical

visión.

-creo que debemos buscar el galpón que vimos en la primera foto, donde

están todos juntos, los doce Thule del sur... De ahí veremos hacia donde

continuamos-

Juan Andrés sabía qué su compañera apenas si lo había escuchado, pero

eso no lo detuvo a la hora de elegir entre quedarse en la habitación o irse a otro

lado. Sonrojado decidió quedarse ahí esperando, su pensamiento se veía

interrumpidos por la perfecta silueta de la pelirroja.

Y entonces, cómo una epifanía, un nombre le llegó de golpe a Juan

Andrés, Simón Wiesenthal, el caza nazis al cual Francisco idolatrada desde

siempre, recordó cuándo con furia acoso al anciano Hans Neumann, con ojos

inyectados de odio hacia el ex SS, si Becerra a usado un alias, era seguro que

usó ese.

Una vez que María Ignacia estaba lista bajaron al comedor del hotel,

tratando de pasar como una pareja normal, miraron las caras uno por uno de los

pasajeros que desayunaban en el amplio salón, y nada, ni rastro de su antiguo

amigo. Entonces fueron al despacho de la recepcionista, que estas ves era una
simpática y alegre joven de pelo castaño oscuro, pero de sonrisa igual a la rubia

de la noche anterior.

-hola, buenos días ¿en qué les puedo ayudar? - dijo la recepcionista con

el mismo acento de la chica de la noche anterior.

-hola, buenas…- contestó Juan Andrés-… estamos buscando a un amigo

que dijo se había hospedado aquí ayer tarde-

- ¿y cómo se llama su amigo? - pregunto la recepcionista de nombre

Gretel según se leía en su gafete.

-eh, si… claro, él se llama… ummm… Simón, Simón Wiesenthal-

dijo titubeante. La chica tipeo el nombre en el ordenador y la CPU

comenzó a realizar una búsqueda de todos los pasajeros del hotel.

-ummm…- hizo una mueca la joven germana de pelo castaño -… no

existe nadie llamado Simón Wiesenthal, pero si un Simón Klarsfeld…y no,

definitivamente no existe registro de una persona con ese nombre- dijo

mientras miraba con su amplia sonrisa a quienes estaban frente a ella.

- ¿Klarsfeld? - pensó Juan Andrés -... ¿Dónde he escuchado ese

apellido antes? - un dejo de familiaridad quedo rondando en su mente.

- ¿dónde podemos encontrar al señor Simón Klarsfeld? - preguntó María

Ignacia. Para asombro de su compañero. La recepcionista de unos segundos con


una sonrisa demostró que había encontrado un resultado satisfactorio. -... Me

temo que su amigo hace escasos 15 minutos abandonó nuestras dependencias...-

- ¿cómo que abandonó? -preguntó aireada la pelirroja -... ¿Se fue a

comprar? ¿Se fue, pero vuelve? ¿Canceló su habitación? - la germana

recepcionista miró a Juan Andrés sorprendida por la exaltada actitud de su

acompañante. Este estaba casi tan extrañado como lo estaba ella.

- ¿necesitan algo más? - pregunto la joven tras el mostrador. Los dos se

apartaron del lugar, Juan Andrés tomó a María Ignacia del brazo y la sacó del

hotel, caminaron varios metros en silencio, Robles no sabía cómo iniciar la

conversación sin que sonara a que la estaba regañando. Finalmente le dijo:

- ¿qué paso ahí adentro? - dijo unos pasos más atrás que ella.

-no sé, estoy cansada...- respondió maría Ignacia y siguió con su

paso segura y firme.

La gente a su alrededor realizaba sus quehaceres de forma normal, niños

jugaban en una calle con adoquines a la pelota; mujeres salían de tiendas de

abarrotes y más allá unos hombres levantaban una casa de madera. Pero todo

esto le molestaba a Juan Andrés, se veía tan actuado, tan limpio que no parecía

real. Se rio y pensó en toda la paranoia que causaba estar en un lugar marcado

por el estigma de haber tenido un líder cómo lo era Paul Scheffer y todo lo que
traía consigo -abuso sexual de menores, tráfico de armas e incluso haber

ocupado las dependencias de la entonces Colonia Dignidad como centro de

torturas en el gobierno militar- para las personas que hoy habitan este hermoso

lugar en el corazón de chile que más asemeja a un cuadro -como los que Juan

Andrés vio en las paredes del Hotel Baviera- de la campiña germana.

Miraba a su compañera, distante y fría, ni comparada a como se había

comportado en la madrugada, y pese a sentirse apenado o desilusionado,

entendía que lo ocurrido en la cama del hotel no fue más que un "touch-and-

go" muy común entre los jóvenes actualmente. Eran de mundos totalmente

diferentes, pensar en algo más era absurdo.

De improviso, Juan Andrés se quedó estático frente a una

derruida construcción.

-¡¡¡María Ignacia!!!- llamó a la doctora -... ¡¡¡María Ignacia!!! Creó

que lo he encontrado, no me preguntes cómo lo sé, pero aquí es...-

La pelirroja doctora miró a Juan Andrés y luego se percató que estaba

parado frente a una derruida construcción, de altos aleros de madera seca y con

la pintura desgastada. Tenía una alta puerta de dos hojas, que se arrastraba al

abrir y sobre ella una cruz, también de madera.

Bajo la cruz un cartel decía "gott mind uns".


- ¿qué dice ahí? - preguntó Juan Andrés -Dios con nosotros...- respondió

María Ignacia sin despegar la vista de la derruida edificación.

-dónde he escuchado eso...- pensó el joven periodista. -yo he estado

aquí... Antes, cuando era niño, con papá...- dijo balbuceante.

María Ignacia se acercó a la puerta y lentamente puso su blanca y

delicada mano en ella y comenzó a pujar hacia el interior y nada pasó, la puerta

pesada ni siquiera se movía un milímetro, estaba cerrada por dentro.

-qué curioso...- dijo una gastada voz a espaldas de los dos cazas tesoros. -

... Por segunda ocasión en el día alguien se interesa en nuestra vieja Capilla...-

Un anciano afirmado a un bastón observaba también el edificio, llevaba

un abrigador chaleco sin mangas y debajo una camisa blanca con líneas azules

delgadas y simétricas.

- ¿perdón? - dijo Juan Andrés.

-sí, hoy temprano un turista preguntó si podía entrar a nuestra capilla.

Es tan vieja y mal cuidado que ya es peligroso entrar- dijo el anciano.

- ¿sí?... ¿Y no sabe qué pasó con él? - preguntó Juan Andrés.


El anciano soltó una fuerte carcajada, se llevó los sus temblorosos

manos derechos a los ojos y seco con dificultad las lágrimas que,

involuntariamente, le brotaban.

- ¿no me digan que vienen hasta la villa por lo mismo que él? - dijo el

anciano sin dejar de sonreír. Avanzo con dificultad hacia la pesada puerta

cerrada con una cadena de grandes y gruesos eslabones y un candado de las

mismas proporciones, sacó un llavero y por unos segundos buscó entre las

llaves hasta que por fin encontró una que abrió el candado. Tiro de las pesadas

puertas hasta que se abrió, Juan Andrés y María Ignacia subieron las gradas de

la entrada y llegaron hasta el umbral, el anciano le hizo una indicación con la

mano señalando el púlpito, al fondo de la nave -de no más de 30 metros de

largo- estaba arrodillado sollozando, Francisco Becerra. Quien, pese a no ser

una persona religiosa, parecía haber encontrado la comunión con el mismo

Dios.

Juan Andrés nervioso entro en la nave principal del pequeño lugar, al

tiempo que el anciano le explicaba a la pelirroja el porqué de la puerta cerrada

con candado.

-fue el mismo quien pidió, casi ordenó, que cerráramos la puerta

con candado...-
- ¿usted no es colono? - preguntó la pelirroja doctora -... Su acento es

más... Normal, más chileno -

El anciano se sonrió, volvió a limpiarse la lágrima que otra vez bajaba

por su mejilla.

-no, no soy colono, mis abuelos llegaron por el año 1928 más o menos,

eran unos protestantes alemanes que llegaron al nuevo mundo a evangelizar-

respondió el anciano sin dejar de mirar al interior de la capilla. Hasta que

María Ignacia lo volvió a entrevistar.

- ¿y siempre vivió en la colonia? -

-no, pero estoy desde el comienzo en los años que el primer grupo

cruzó desde Argentina, yo y un puñado de chilenos descendientes ayudamos

en los

'60 a instalarse en estas tierras, ¿porque tantas preguntas hija? -

dijo el anciano que bordeaba los 80 años.

-oh...- exclamó María Ignacia, para terminar, preguntando -...

Entonces ¿es posible que usted haya conocido a mi abuelo? -

- ¿cómo se llamaba él? -

-él se llamaba Marcial Pérez Toro, y es posible que en los '70 ayudó

a construir esta capilla -


El anciano quedó paralizado al escuchar ese nombre, y la sonrisa de

tierno abuelito se borró automáticamente. Mientras en el interior derruido de la

capilla Becerra seguía en canclillas sollozando, Juan Andrés se había

acercado lo suficiente como para poder hablarle sin gritar, cuando Francisco de

improvisto habló primero.

-sabía que tarde o temprano llegarían, no sabía cómo, pero llegarían...-

al lado de Becerra estaba el diario de vida de don Marcial Pérez Toro. Abierto

en una página especial, Juan Andrés entonces se dio cuenta que su antiguo

profesor no sollozaba, si no que con un destornillador trataba de abrir un

pequeño cofre que, por lo visto, había extraído de bajo del piso de madera de la

capilla.

- ¿por qué lo hiciste? - preguntó desilusionado.

- ¿por qué lo hice? ¿Por qué lo hice? - dijo Becerra.

-... Porque tenía que hacerlo, por eso...- Francisco se levantó

lentamente y acomodo sus lentes -... Me he pasado toda la vida viendo la vida

de los demás, admirandos, contando, incluso enseñado a otros a hacer lo

mismo... Siempre viendo a los demás, escondido detrás de estos lentes, como

un Clark Kent que no es Superman-


Juan Andrés se agachó y tomó el diario de don Marcial y dijo - ¿cuánto

vale una amistad? ¿Cuánto vale seguir los delirios de un anciano? ¿Vale más

una amistad? -

-no seas hipócrita Robles, bajo otras circunstancias hubieses

actuado igual...-

- ¿¡qué dices!?- exclamó Juan Andrés -... ¿Tan bajo crees que puedo

caer? ¿Crees que contrataría un sicario para matar a un amigo? -

Francisco lo observo extrañado y no entendió lo que Juan Andrés

decía. - ¿contratar qué? No te entiendo -

- ahora no quieres entender, nos dejaste a merced de Azrael – respondió

el joven.

- ¿Quién es Azrael? ¿No te entiendo Juan? - Francisco parecía no

comprender realmente de que hablaba su antiguo pupilo -…yo solo vi una

oportunidad de robarme el diario y encontrar el tesoro por mi parte y no tener

que compartir con ustedes dos, no sé de qué estás hablando, ¿Quién es

Azrael? - explicó finalmente.

Después de una larga charla, Juan Andrés contó todo lo vivido desde

el momento en que desapareció Becerra -… y así fue cómo llegamos hasta

acá, ¿entiendes? -
-siento mucho lo de tu madre. No sabía, ahora habrá que tener el doble

de cuidado con lo que hagamos, por un lado, esta ese psicópata del tal Azrael y

por otro esos comandos-

-el diario lo llevaré desde ahora...- dijo serio Juan Andrés -... El que nos

puedas acompañar no depende de mí...- miró hacia la entrada buscando a María

Ignacia y la llamó con un gesto de su mano.

Después de unos minutos de conversación la pelirroja doctora aceptó

que los ayudase a buscar el oro perdido, al fin y al cabo, ni uno de los dos

estaba más familiarizado con el tema o con el diario de don Marcial que el

mismo Becerra.

-una parte que me dejó extrañado era la referente al oro mismo...- dijo

mientras organizaba sus ideas dentro de la roída capilla -... El diario dice así:

"... El doctor, a quien gustaba que le llamáramos Fritz, estaba muy asustado

con que Simón Wiesenthal estaba tras él. Más aún con toda la colaboración de

los gobiernos latinoamericanos sería cuestión de tiempo que las garras del

sionismo internacional se posarán sobre él. Era imperioso que el doctor Fritz

Hullman se alejará del tesoro lo más rápido posible. Incluso discutimos la idea

que el ex SS se fuera a Sudáfrica o Sierra Leona, dónde los ojos judíos no lo

encontraran. Con eso en mente urdimos un plan para internar a Chile el tesoro.
¿Cuándo? Para el mundial de fútbol de 1962, ¿dónde? a Parral, un idílico

lugar rural donde tenía aún familiares maternos. A través de un colaborador

chileno alemán conocido como Pedro Biercoff Núñez se ayudó comprar un

fundo en la localidad de Catillo, la cual fue adquirida por la "sociedad

benefactora y educacional Baviera" un grupo de inmigrantes alemanes donde

se camuflaban ex agentes de las SS y otros tantos miembros de ODESSA y sus

familiares. Quienes, al mando del estricto, pero aún leal ex enfermero y cabo de

la wermatch Paul Schäfer. Todo el mundo tenía puestos sus ojos en chile en esa

época, el fútbol se tomaba todos los ámbitos del diario quehacer, pero el país

era aún más rural, más ignorante si se quiere. Por lo que internar hacía la ya

instalada colonia Dignidad de nuestro tesoro -que en los años que estuvo en

Argentina no hizo más que crecer- era mucho más fácil que lo pensado-

-no entiendo las constantes referencias que se hacen al tesoro...- dijo

Juan Andrés -... Hans Neumann dijo que no era oro lo que habían traído a

chile. Y ahora tu abuelo dice que el tesoro creció en argentina mientras estuvo

ahí, tratándolo cómo algo orgánico -

-si, en muchos capítulos del diario deja entrever eso, es más...- dijo

Francisco -... En ninguna parte del diario tu abuelo dice ORO o DINERO o

PLATA, simplemente utiliza el término TESORO, para referirse a él -


Los tres se quedaron silentes, sin entender a qué se refería don Marcial en

su diario. Hasta que una profunda voz carraspeo a sus espaldas y dijo con tono

grueso y decidido.

-lo que don Marcial trajo a la colonia y luego robó lo queremos

de vuelta... ¡¡¡Ahora!!!-

Los tres voltearon y vieron tras de ellos a tres ancianos, uno de ellos era

el tierno abuelito que momentos antes ayudo a entrar en la capilla, los tres

estaban armados y apuntaban a Juan Andrés y sus dos compañeros.

- ¿no creo que uno de estos viejitos chotos sea el famoso Azrael?

¿Verdad? - dijo Becerra nervioso.

-aunque no lo creas, no es ni uno de estos - dijo Juan Andrés.

-¡¡¡basta de bromas carajo!!!- gritó en anciano, María Ignacia se abrió

paso entre sus compañeros y se puso delante de ellos, Juan Andrés trató de

tomarla del brazo, pero está tiro de él para zafarse del agarre. El anciano saco

una pistola de su cinturón y se la pasó a la pelirroja que seria y en silencio se

volteó y apunto a Francisco y a Juan Andrés. Perplejos los dos periodistas no

entendían nada.
-ya escucharon a herr Biercoff, entreguen el diario y las dos claves

ahora y quizás sus muertes no sean tan violentas- dijo la pelirroja. Juan Andrés

quedo helado y una gota de transpiración asomo en su frente.


40

-dama de la luz, que me hablaste con susurros y de las tinieblas me

salvaste...- decía Azrael en el interior de la Mitsubishi montero negra de los

miembros de Lock Security corps, Bendretti se aferraba furibundo al volante

de la camioneta y por el retrovisor vigilaba al orate esperando qué se quedara

callado. Jiménez revisaba en su laptop datos sobre Villa Baviera y Paul

Scheffer.

-este hijo de puta estaba bien pirado jefe. Cargos por pedofilia, por

internación ilegal de armas, torturas en la dictadura militar y la desaparición

de un extranjero, un gringo de la CIA para más remate... Un hijo de la gran

puta- Jiménez rio con su comentario y siguió buscando información en su

laptop.

- ¿en qué mierda nos estamos metiendo Jiménez? - dijo preocupado

mientras apretaba con más fuerzas el volante del vehículo. Ya había perdido
dos buenos soldados, dos buenos amigos. Sus instintos hablaban de dejar todo

e irse al otro lado de la cordillera, volver a su hogar con su fiel perro Max. Pero

no, la ambición podía más que los instintos, si era cierto, si era real, el oro nazi

era incalculable. Con todo ese dinero le alcazaba para comprarse una mansión

en la costa azul del mediterráneo y vivir por siempre sin preocuparse de nada

más. Apretó el volante cuando tomaba una extensa curva, en cuarenta o

cuarenta y cinco minutos más estarían en Villa Baviera, y esta vez Manuel

Robles no se les escaparía, ni él ni el suculento botín que escondía. Entonces

su móvil satelital volvió -por décima vez- a sonar. Bendretti lo miró asustado.

Era Daniel LaRossa, su jefe, tomó el móvil y finalmente contestó.

-¡¡¡pero qué mierdas te pasa, boludo!!!- contestó LaRossa al escuchar la

voz del comando -... No sabes las veces que te he llamado y no me contestabas,

¿dónde demonios estas? ¿Qué paso con Munisaga y Lozano? He

visto la televisión y encontraron sus cuerpos en una comisaría de

Temuco, ¿de Temuco? -

Bendretti recordó a sus compañeros caídos y se avergonzó de

haberlos dejado atrás.

-escúchame Daniel...- dijo -... Lo que tenemos acá es más grande que lo

qué el cliente te está pagando, más grande e importante... Esto supera todo,
nos podemos repartir las ganancias entre los tres, si nos ayudas a salir de este

país de mierda, ¿qué decís? ¿Estás adentro? -

Un largo silencio se escuchó en la línea, Bendretti se aferraba más

al volante en espera de una respuesta de su jefe.

- ¿a dónde vas? - dijo al poco Daniel LaRossa -... Necesito que me des

un lugar donde enviarte a buscar –

Bendretti se relajó. Todo hombre, por honesto que sea, tiene un precio;

solo falta adivinar cuál es ese precio y listo.


41

Miraba la punta del cañón de la pistola detenidamente tratando de

entender como había llegado a esa situación. La mujer que en la noche anterior

había estado en sus brazos amándolo y dejándose amar, hoy era una furibunda

colaboradora de los nazis.

- ¿qué paso? - preguntó Juan Andrés - ¿por qué estas así? pensé que...-

- ¿pensaste qué? ¿Qué me había enamorado de ti? Lo de anoche fue solo

parte de un plan mucho más grande que tú o yo...- la mirada de la pelirroja era

fría e indiferente, y apuntaba el arma cómo toda una profesional.

-lo único que tienes que entender ahora es que entregues las dos partes

de las coordenadas, nada más...- dijo, se acercó a ambos y Juan Andrés

escondió tras de sí el diario de don Marcial. María Ignacia rio y volteo a mirar a

los tres ancianos que aún apuntaban con sus armas.


- esto no es culpa de ustedes...- dijo la pelirroja doctora -... ni mía ni de

los colonos... Esto es más grande, y sólo somos peones que debemos ejecutar

nuestras órdenes...- camino en círculos y siguió hablando -... Dijiste que

recordabas haber estado antes en este lugar ¿cierto? - le preguntó a Juan

Andrés que asintió con la cabeza -... Yo también estuve aquí, hace veinte años,

aquí nos conocimos ¿no me recuerdas? -

Juan Andrés intentó recordar, pero todo era vago y se perdía en una

neblina que solo le provocaba un dolor incesante de cabeza.

- ¿no puedes? Eso fue porque nos lavaron la memoria, tu padre y mi

abuelo, con estos... ¿Señores?... Jugaron con nosotros dos, bueno, y con varios

niños más, pero al único que pude rastrear fue a ti...-

Tanto Juan Andrés como Becerra estaban sorprendidos con lo que María

Ignacia les contaba. Para Becerra esto comenzaba a explicar muchas cosas y se

sentía casi extasiado, de no ser porque su vida estaba en peligro, este sería el

mejor momento de su vida.

-aquí, en esta capilla...- siguió hablando la doctora -... Nuestros

cuerpos fueron cambiados, nuestro ADN fue adulterado en un proceso único

e irrepetible. Juan Andrés ¿te has enfermado alguna vez? -


El joven periodista se quedó pensando y en honor a la verdad, no tenía

recuerdo alguno de haber estado enfermo o haber ido a atención de urgencia,

salvo una vez -cuando niño- se cayó desde un árbol a rescatar una pelota y la

rama por donde subió se quebró y cayó unos cuatro metros ¿Consecuencias?

Se quebró la pierna derecha con fractura expuesta.

María Ignacia río y prosiguió - ¿ves? Llevas, tal como yo, en tu sangre el

resultado de años de investigación eugenésica para crear la raza perfecta, al

ario que soñaron Hitler, Bormann, Menguele y tantos otros... Pero no te creas

tanto, ni tu ni yo somos esa raza perfecta, ya te lo dije...- la pelirroja se detuvo

frente a uno de los ancianos colonos y acarició sus plateados cabellos.

-la vejez y la enfermedad son males. Que hay que exterminar...- se volteó

y se acercó a Juan Andrés y le dijo casi susurrando -... Tus hijos, Juan Andrés

Robles, nuestros hijos serán la raza aria pura...- caminó hasta el derruido

púlpito y dijo con firmeza y decisión -... Y llegado el momento, Se alzarán

sobre los demás y construirán el sueño del Führer ¡¡¡¡ un cuarto Reich que

gobernará a toda la humanidad!!!!-

Perplejo Francisco Becerra lo entendió todo -lo que Thule del sur trajo

a chile no fue oro ¿cierto? - dijo el periodista -... Lo que trajeron era otra
cosa, algo más macabro y que los nazis ATESORABAN más que cualquier

metal precioso...- dijo finalmente.

-si... - dijo con firmeza la pelirroja -... Cualquiera que crea que el tercer

Reich era un grupo de saqueadores de oro esta rotundamente equivocado, no

niego el hecho de que si había oro, pero no era relevante para nuestros

mejores planes... Nuestro tesoro es otro, es la culminación de los estudios del

gran Josef Mengele...-

-... ¿El código genético del ideal nazi? ¿Desarrollaron y replicaron

el código del ADN? - preguntó Becerra.

-un código genético perfecto, sin enfermedades ni complicaciones como

la vejez ni nada parecido...- respondió María Ignacia -... Un código genético

que tanto Robles como yo llevamos impregnado en nuestra sangre, al

mezclarse nacerán seres humanos perfectos, especímenes completamente

libres de enfermedades genéticas, cómics abuelo y tú padre en algún momento

lo quisieron...-

Juan Andrés estaba mudo, silente por tan descabellada historia, no podía

creer cómo tras la aparente sencillez y tranquilidad que mostraba la pelirroja se


escondía una fanática nacional socialista, y peor aún, su padre

involucrado a un nivel increíble.

- ¿entonces?... - balbuceó Juan Andrés aferrándose al diario de don

Marcial

-... Lo que pasó anoche entre los dos...- dijo defraudado y utilizado.

-lo de anoche fue sólo parte de un plan concedido por mi abuelo y tu

padre muchos años atrás, ¿o creías que me había enamorado de ti? Iluso- las

palabras fueron cuchillos que atravesaron el corazón al periodista que seguía

sin entender.

Becerra no lograba entender un detalle, si ellos llevaban el código

genético en su sangre, ¿porque no replicarlo? Por qué tanta búsqueda fútil e

innecesaria de lo sustraído hace tanto.

- ¿cómo fue que tu abuelo y su padre robaron el "tesoro”? –

preguntó Becerra.

-eso lo puedo responder yo... - dijo Biercoff, que había mantenido

silencio todo el tiempo -... Una vez que Marcial y Hans Neumann lograron

repetir los resultados en Villa Baviera de los experimentos de Fritz Hullman, o

Josef Mengele para ustedes, comenzamos a inocular a especímenes vivos,

utilizamos niños desde los 6 meses hasta los 5 años, nosotros buscábamos la
supremacía aria para el nuevo Reich, sin embargo alguien dentro de Thule del

sur tenía otra agenda, y esta era controlar a su voluntad a la humanidad en

provecho económico, crearía enfermedades para después crear vacunas que

vendería al mejor postor... ¿Su nombre? Helmut Güell, el actual dueño de

OnixCorp Ltda.-

Y entonces Francisco recordó, hace. Unos meses atrás, navegando por la

deep web encontró indicios de una conspiración a escala mundial para crear

nuevas enfermedades y así controlar la natalidad y la sobrepoblación en el

mundo. Todos los dardos iban fijados a esa empresa en particular, OnixCorp

Ltda., un consorcio internacional dedicado a la farmacología y la alimentación

"saludable" pero que en países del tercer mundo estaba asociado a alimentos

trans y sobre explotación de recursos naturales. Según el informe que había leído

Becerra, OnixCorp Ltda. Estaba detrás de enfermedades como la pandemia de

NH1N1, mal llamada fiebre porcina, del 2008 y la del ebola en

2014. Helmut Güell era un exitoso empresario alemán que de la noche a

la mañana se convirtió en uno de los más importantes hombres de negocios en

el mundo. Su paso en los '70 por Chile estaba casi olvidado.


-... Entonces Manuel Robles traicionó a todos y una noche, abordó el

avión Beechcraft C45, tomó los decodificadores del genoma y se perdió por

siempre...- terminó diciendo el anciano.

-aún hay algo que no entiendo...- dijo Francisco -... Y los demás

niños ¿por qué no extraer de ellos el código de su sangre? –

- solo dos sujetos completaron todas las etapas, los demás niños no, por

eso intentamos recrear todo el experimento. Pero con Menguele muerto,

Marcial y Hans fugados, no fuimos capaces de lograrlo. Fuimos traicionados

dos veces, pero ahora, con la ayuda de las coordenadas, podremos recuperar el

genoma y volver a nuestro plan inicial...- dijo el anciano. María Ignacia se

acercó a Juan Andrés y puso la pistola en su frente, la mirada de desprecio que

ella mostraba le dolía más que la presión que ejercía el cañón en su frente.

-fuiste tú quien mató a tus abuelos, ¿cierto? - preguntó el periodista.

Una siniestra sonrisa nació en los labios de la mujer. Se sentía como el ratón

con el que juega el gato antes de comérselo, sin escapatoria. Sin salida y

defraudado.

De pronto, una luz cegó a Juan Andrés. Los tres ancianos y la

pelirroja voltearon hacia la puerta de la capilla y vieron una espectral figura


que no podían reconocer del todo bien. Una familiar voz rompió el

momento.

-¡¡¡bajen las armas!!!- gritó el hombre en el portal -... Hoy nadie

morirá, al menos no ahora. -

Juan Andrés reconoció enseguida la voz, pese a los años que llevaba

sin escucharla. La extraña figura avanzó lentamente y todos pudieron

distinguir que en su mano derecha portada un arma. A medida que avanzaba

los rasgos se hacían más y más notorios. Manuel Robles había regresado a

Villa Baviera.
Interludio Quinto.

El rumor de la guerra era cercano, cada vez más cercana. Jacob había

escuchado a dos soldados conversar que el ejército rojo estaba muy cerca del

campo y que a ese ritmo sería cuestión de días el que llegasen. Temblaba por la

noticia, estaban tan cerca de poder desentrañar el misterio del mapa genético y

duplicar un ser humano perfecto, que la llegada de los bárbaros bolcheviques

estropearía todo, todo.

- ¿doctor, que haremos si los rusos llegan? - preguntó inquieto una

mañana de marzo.

- ¿hacer? - respondió Mengele -no haremos nada, ya que eso jamás

sucederá...-

Pasaban los días y el rumor crecía más y más. Y también crecían los

increíbles hallazgos que tan dispar dupla efectuaba. Con mayor brutalidad,

incluso, Jacob disponía de los especímenes. Estaba tan acostumbrado a su

trabajo que no sentía nada por aquellos.


Entonces ocurrió, una mañana de abril el doctor Helmut Koller llego

golpeando la puerta con violencia inusitada y gritando -¡¡¡ya llegaron, ya

llegaron!!!- Jacob estaba en su laboratorio y entendió de inmediato a quienes

se referían, los cañonazos se habían acrecentado con fuerza las dos noches

anteriores, entonces miró por la ventana de su laboratorio y vio como unos

soldados conducían a un grupo grande -unas treinta personas- de judíos y

disparaban a mansalva contra ellos. Jacob se inquietó, se veía como otros

grupos de soldados apresurados sacaban papeles, archivos o documentos y los

apilaban para rociarles bencina y quemarlos, el campo completo era un caos.

Entonces, mientras él seguía en shock sin saber muy bien qué hacer,

comenzó a escuchar una seguidilla de disparos por el largo pasillo que

conducía al laboratorio, uno tras otro, blam, blam, blam, cada vez más

cercano a él -¡¡¡los sujetos de prueba!!!- exclamó impávido, de pronto

escuchó como a sus espaldas se abría la puerta de un fuerte golpe, tres

soldados asustados entraron y comenzaron a meter en un carro todo lo que

encontraron, documentos, exámenes, probetas, todo. Jacob seguía ahí de pie

junto a la ventana, aceptando lo que ocurría a su alrededor.

Entonces escuchó, por el pasillo y tan fuerte que los demás sonidos del

campo parecían detenerse, el taconeó incomparable de las botas del doctor


Josef Mengele, Jacob vio su reflejo en el sucio vidrio de la ventana. Su mirada

de autosuficiencia tan típica en él buscaba entre el desecho y desorden que los

soldados habían dejado.

-y finalmente llegaron los rusos...- dijo Jacob sin voltearse a mirar al

doctor, espero unos segundos y no obtuvo respuesta alguna -... Por lo visto es

momento de separarnos, espero que logre su objetivo y que mi trabajo haya

sido de ayuda, herr doctor...- Jacob bajó la mirada y se desabrochó lentamente

el delantal blanco y volteo, alzo la vista y se encontró frente al doctor

Mengele, frente a él, lo apuntaba con una pistola semiautomática Máuser

C96.

-así que… ¿así va a terminar todo? herr doctor- tomó en sus manos el

sombrero de ala ancha y se lo colocó sobre su cabeza, el doctor Mengele no

dejaba de apuntarle con la pistola, Jacob camino hasta la puerta atravesando

el desorden de cajas o documentos que los soldados habían dejado a su paso.

-si va a disparar es este el momento, herr doctor…- dijo Jacob sin

voltear hacia atrás.

El doctor no dudo ni un segundo en disparar por la espalda al joven

judío, que cayó muerto enseguida, el doctor pasó sobre el cuerpo sin vida de
Jacob y tomó el sombrero que llevaba puesto, se lo calzo y salió del lugar para

no volver nunca más.


42

- maldito seas Daniel LaRossa, maldito tú y los que trabajan para ti- dijo

el director Güell mientras arrojaba su copa de brandy contra el termo panel de la

ventana de su despacho. Pese a que sabía que el gran ventanal no se rompería -

este estaba hecho para detener incluso balas de grueso calibre - esto no servía

para detener su frustración y enojo.

-Pobre imbécil- pensó - ¿crees que ganarás mucho dinero encontrando

el tesoro y quedándotelo para ti? - guardo la compostura y se sentó en su cómo

sillón -iluso, que decepcionante será ver la verdad del tesoro, pero me

asegurare de ver que te hundas en el barro de tu ambición... Nunca más

alguien confiara en ti, velare por que eso ocurra. -

Prendió el intercomunicador y dijo: -Alain, envíame el archivo

sobre Daniel LaRossa, y todos los trabajos que hicieron él y su equipo

para nosotros, oh, y corta todas las llamadas, inventa que fui a algún

país tercermundista donde no hay wifi, gracias-


Helmut Güell se quedó mirando el monitor de su terminal, más

relajado pero dispuesto a hundir al hombre que hizo su trabajo sucio por

años.

43

Ahí estaba, frente a sus ojos y aun así no lo podía creer. Todo lo que

había querido por años, su más íntimo deseo hecho realidad. Cuantas personas

no desean que les ocurra esto y ahora frente a él su padre -don Manuel Robles –

aparecía vivo y más joven de lo que recordaba.

Las cosas lentamente se habían vuelto locas, la persona a quien ya

consideraba amiga -e incluso algo más - lo había traicionado vilmente; el

entrañable amigo a quien creía que lo había engañado resultaba que no era así
y ahora su padre, a quien creyó muerto hace años atrás, ahora se planta a

frente a él cara a cara.

-ya escuchaste Biercoff…- dijo Manuel Robles mientras avanzaba

progresivamente entre las bancas de acolchados rojo bordeo de la capilla -…

bajen sus armas y nadie saldrá herido o muerto esta tarde-

-vaya, vaya… el traidor ha vuelto después de tanto tiempo…- dijo el

anciano secándose esa involuntaria lagrima que le nacía del ojo derecho -… y

como es su costumbre viene a hacer de héroe salvando todo en el último

momento, que cliché Manuel, que cliché. -

Manuel Robles rio de buenas ganas, su relación con Pedro Biercoff

nunca fue del todo agradable mientras Robles vivió ahí.

Juan Andrés estaba petrificado, veía a la figura de su padre, frente a él,

su voz, sus ojos, su cabello. Pero nada tenía sentido, se veía como un adulto de

unos 38 a 40 años.

- ¿papá? - finalmente pudo balbucear Juan Andrés - ¿Cómo es posible?

Dijeron que estabas muerto, vi tu cuerpo… tuve que reconocer tu cuerpo,

¿Cómo es eso posible? -

-hijo, todo tiene una explicación…- respondía sereno -… pero no es el

lugar ni el momento para ello-


- ¿no es el lugar, señor Robles? - interrumpió María Ignacia, apuntando a

Manuel con el revólver que minutos antes uso para amenazar al hijo del mismo

-… creo que este es el momento para que nos cuente a todos como

engaño a Thule sur y a mi abuelo para usar en su provecho el tesoro y

rejuvenecer por ejemplo a costa de sus “amigos”, dígalo Manuel, cuéntenos a

todos-

Era evidente que algo de cierto había en todo lo que la pelirroja había

dicho, la diferencia de edad era muy notoria, parecía un par de años más viejo

que su hijo, más fuerte y más sano que él incluso. Manuel sonrió levemente y

dijo: -señorita Pérez-Toro, me parece que usted y yo tenemos poco que hablar.

Apreciaba enormemente a tus abuelos, y en memoria a ellos y su legado no

haré lo que tenía que hacer-

-debe ser fácil venir acá...- dijo la pelirroja -... ¿Cuánto Juan Andrés?

¿Veinte años? ¿Veinticinco años? Y creer que nadie lo notara... Es un cínico

Robles, engañar para tener un beneficio personal de algo que beneficiaría a

toda la humanidad...-

-de que humanidad hablas, María Ignacia, ¿de la humanidad que

eligieran fanáticos como ustedes? - interrumpió Manuel frunciendo el ceño -...

Ya vimos lo que ustedes son capaces de hacer... Primero las razas que ustedes
consideran inferiores, después quienes tengan enfermedades psiquiátricas,

después malformaciones y así exterminarían a todo lo que estuviera en la

vereda del frente de sus ideales, nunca pararían, nunca...-

-imagínate un mundo así Robles, limpio, puro, ario... Sin los problemas

de este mundo, contaminación, escasez de recursos, sobre población, nuevas

pandemias... Sin guerras... Estaríamos libres de esa escoria llamada vías de

desarrollo... Sería un mundo ideal, un feliz mundo ideal -

Manuel Robles negó con la cabeza sin dar crédito a lo que decía la

pelirroja, no podía entender cómo, después de tantos años, después de tanto

sufrimiento la gente haya olvidado lo que fue el holocausto judío.

-ningún ser humano... Ni ario, ni árabe, ni latino... Nadie, puede decidir

quién vive y quien muere, ¿entiendes eso? Los seres humanos somos diversos y

en esas diferencias podemos encontrar puntos comunes para avanzar a un

futuro próximo mejor y más equitativo...-

María Ignacia rio sarcásticamente por el discurso de Robles, ciertamente

ni ella ni los colonos de Villa Baviera creían lo mismo que el ex piloto. Juan

Andrés que, turbado por los acontecimientos, había guardado silencio se acercó

a su reencontrado padre, metió la mano al bolsillo derecho de su jeans y extrajo


de él un ajado papel, el mismo que contenía una de las coordenadas de la

ubicación real del tesoro.

- ¿tú me dejaste esto? - pregunto - ¿qué te pasó papá? ¿Porque ahora

eres más joven? -

-la respuesta es muy complicada hijo. Pero tienes que entender que lo

que hice, fue sólo por resguardarte y procurarte una mejor vida de la que te

iba a dejar…-

Una bala surgió desde la entrada de la capilla y golpeo a uno de los

ancianos directo en la cabeza y terminando su trayectoria incrustada en el

púlpito de madera que estaba detrás de Becerra. Todos voltearon para ver quién

había hecho aquel disparo.

-ahora que tengo su atención...- dijo Bendretti que, acompañado de

Jiménez y Azrael tapaban la entrada al lugar armados -... Denme el tesoro o ese

viejo choto será solo el primero en morir-


44

Sentía el húmedo sabor de la sangre en sus labios y pensaba -aunque

esta ocasión era un caso fortuito - que esta era la primera vez que probaba

sangre humana, bueno, más de una vez arranco con las uñas alguna costra e

instintivamente se la echó a la boca y mordisqueo. Pero salvo esas ocasiones

escasas nunca había probado sangre de otra persona.

El cuerpo del anciano colono cayó estrepitosamente al suelo y el charco

de sangre alrededor de lo que fue su cabeza creció velozmente. Francisco

Becerra miró con asombro la escena, nunca había visto en primera persona

como disparaban y mataban a alguien. Pensó -pese a él, muchas veces - que

sentiría asco o miedo o algún sentimiento humano, pero lo único que sintió fue
una extraña exaltación, una especie de placer que preocupo de sobre manera.

Miraba a su alrededor y observaba caras de incredulidad y espanto en las otras

cinco personas.

Los tres asaltantes entraron apuntando a todos, el rostro desfigurado por

la locura de Azrael conmociono a Juan Andrés que reconoció enseguida a la

persona que con crueldad lo atacó el día anterior, sus heridas dolieron más aún.

Manuel Robles sostuvo con más fuerza su revólver. María Ignacia solo sonrió.

-ya...- exclamó Bendretti -… no me jodan y entreguen el tesoro... -

desafiando la amenaza del militar argentino, la pelirroja doctora se acercó a los

tres asaltantes, decidida e imparable. Militar argentino, la pelirroja doctora se

acercó a los tres asaltantes, decidida e imparable. Aun en su mano llevaba la

pistola que los colonos le habían pasado. Se acercó a Azrael, quien la mirada

con ojos perturbados y la saliva en su boca caía como un hilo delgado hasta la

punta de su negro y polvoriento zapato.

-mi dulce ángel...- dijo la doctora mientras acariciaba la calva del

moreno -... Has hecho bien, tu misión casi ha terminado-

El joven punk se sintió halagado, ante él por fin estaba su "dama

luminosa" otra vez, la había visto en el restorán el día anterior pero su misión
era vigilar y no interferir y así lo hizo. Azrael puso su revólver en la cabeza de

Jiménez quien boto enseguida el arma con la cual amenazaba a la pelirroja.

-tú sabes que disparará a la menor intervención, así que suelta tú arma-

le dijo a Bendretti al momento que Azrael lo apuntó.

- ¿fuiste tú? - exclamó sorprendido Juan Andrés -... ¿Tú planeaste que

este... Imbécil me apaleara hasta casi matarme? -

-la verdad, eso no estaba planeado, solo tenía que quitarnos las claves.

Pero tu acto de seudo héroe comprometió la integridad de su misión, y a veces,

solo a veces, no se controlarlo- Azrael sonrió.

-ciento que se tuvieran que involucrar en este enredo, pero la cosa es

así...- dijo María Ignacia mientras desarmaba a los dos comandos y pasaba las

armas a Biercoff y al otro colono -... Ahora volvemos a tener el control de la

situación -

Manuel Robles también entregó su arma, temeroso de que le dispararan

a su hijo. Ya lo había perdido una vez, no lo quería perder por segunda vez.

María Ignacia sonrió al quitarle de las manos las coordenadas completas de la

ubicación del tesoro nazi a Juan Andrés. -por fin las tengo...- dijo la pelirroja

-... Y la traición hacia mi abuelo y al Reich estará saldada con sus

muertes...-
-no hubo traición hacia Marcial, los hechos no son como tú crees...- dijo

Manuel con renovados aires -... Todo esto, desde que llegamos de argentina y

vimos a estos chiflados seguidores de Paul Scheffer hasta mi huida en avioneta

con el tesoro fue idea de tu abuelo, fue planeado por Marcial Pérez-Toro-

-no, tú lo engañaste... Tú y tus mentiras capitalistas, envenenaste su

férrea convicción con ideales anti-sionistas... Y después lo traicionaste, lo

usaste para provecho personal, ahora él está muerto y tú... ¿tú?... Tú te ves

más joven que tu hijo- dijo llena de furia María Ignacia, que apuntaba su arma

en la cabeza del padre de Juan Andrés.

-hay cosas que en tu fundamentalismo no logras entender. Que alguien o

alguna organización manejen esa tecnología es peligroso, nos fuimos a otra

ubicación, más segura, más fuera de los medios y de espías internacionales. Y

sólo lo hicimos para ayudar a la humanidad... A toda la humanidad, no a unos

pocos guiados por ególatras y asesinos- dijo Manuel Robles.

María Ignacia no lograba aceptar la verdad. Juan Andrés tomó la pistola

con la cual la joven pelirroja lo apuntaba y dijo:

-además, María Ignacia, fuiste tú quien mató a tus abuelos, ¿no es

cierto? No fue Azrael ni nadie más-


La joven lo miró a los ojos, con esos profundos ojos azules que desde la

primera vez que Juan Andrés los vio había quedado hipnotizado por ellos, pero

lo que él vio fue solo frustración y pena. María Ignacia miraba a todos lados

como procesando lo que había hecho, pero dándose cuenta recién de los

verdaderos efectos de sus acciones.

Biercoff se le acercó y habló suavemente sin dejar de apuntar a todos en

la capilla. -ya es tarde para claudicar, honra a tu abuelo y al Führer, cumple

nuestra gloriosa misión y que viva el cuarto Reich y la sociedad Thule del

sur... Por siempre –

La pelirroja miró el revólver en su mano y después a Azrael, quien

seguía apuntando a Bendretti y a Jiménez. -mi dulce, dulce ángel, mira hasta

donde te he traído... - camino hasta él, posó su mano en su hombro y besó

tiernamente su mejilla -... El tiempo ha llegado, el juicio ha llegado -

Los ojos inyectados de sangre del punk de abrieron más por la excitación,

casi saliendo de sus órbitas, y una macabra sonrisa se dibujó en su rostro.

Apretó velozmente el gatillo de su pistola, una, dos, tres veces. Hiriendo a

Bendretti, Jiménez y a Biercoff quiénes cayeron al suelo. Manuel Robles

empujo a Juan Andrés y a Francisco detrás del púlpito de la capilla donde se

incrustaron las balas que el punk disparó. El otro anciano colono -quien no
había hablado en todo el rato- disparó a quemarropa en el pecho de Azrael con

una escopeta recortada, esté fue a caer varios metros más allá, entre las bancas

de madera.

Mientras todo esto pasaba, María Ignacia salía cabizbaja y sin mirar

atrás, en su mano izquierda llevaba las coordenadas del tesoro nazi.

Manuel, Francisco y Juan Andrés seguían escondidos detrás del púlpito

esperando que terminase la balacera.


45

Los disparos habían cesado, pero el olor metálico de la pólvora de

mezclaba con el de la carne quemada y la sangre fresca. Francisco estaba

tumbado en el frio suelo de añejada madera rojiza, sus dedos temblorosos

jugaban con astillas de madera del púlpito. Un poco más allá de él Juan Andrés

y su reaparecido padre estaban igual que él, boca abajo.

No escuchaba ni un ruido más que el débil eco de sus dedos rascando el

piso de madera, aun no lograba aceptar lo que había ocurrido segundos antes.

De reojo miraba hacia las bancas y veía el ir y venir del anciano que aún se
mantenía ileso, vio cómo se acercaba al anciano que se identificó como Jorge

Biercoff y en alemán hablaba algo que Becerra no logró entender. El anciano

salió corriendo lo más rápido que su gastado cuerpo pudo correr, Francisco

toco el pie de Juan Andrés y dijo -ya no hay peligro, salgamos de aquí

antes de que vuelva con ayuda-

Los tres se reincorporaron lentamente y vieron el desastre a su

alrededor. Jiménez se retorcía de dolor, tanto a él como a su jefe Azrael les

había disparado en el estómago, una muerte lenta y dolorosa les aguardaba a

ambos pues era una herida casi incurable ya que los ácidos contenidos en el

estómago se recurrían sin control por los demás órganos, eso más el profuso

sangrado que irremediablemente terminaría en una anemia aguda que

finalmente los mataría. Más allá estaba el cuerpo sin vida de Azrael en medio

de las bancas ensangrentadas de la capilla.

Jiménez miró a los tres que, de pie frente a él, miraba compasivos el

desfigurado rostro de dolor del mercenario.

-ya es tarde...- dijo Manuel -... Por éste hombre no podemos hacer

mucho, es más importante detener a la nieta de Marcial -


-pero papá...- dijo Juan Andrés tomando del brazo a Manuel evitando

que saliera de la baleada capilla -... Tú dijiste que no somos dignos de elegir

quien vive y quien muere…-

Manuel Robles sonrió orgulloso del hijo que tenía, puso su mano en su

hombro y dijo:

-hace muchos años que ellos hicieron su propia elección, eligieron vivir

y morir así, es poco lo que podemos hacer por ellos ahora, salvo quedarnos

acá y esperar que llegue carabineros y ambulancia, lo más probable es que

mueran antes de que alguno de ellos llegue… -

-yo me quedare...- interrumpió Francisco.

- ¿pero pancho? - dijo Juan Andrés -... Tu sueño siempre fue encontrar

el tesoro nazi, ¿porque ahora, tan cerca de lograrlo, te ofreces a quedarte

acá?

-tú lo dijiste, mi sueño desde niño era encontrar el oro perdido de los

nazis, pero no verme envuelto en esto. Códigos genéticos, eugenésica, limpieza

racial... Esto no es lo que yo pensaba...- se explicó el ex profesor.

-te perderás una gran historia...- dijo Juan Andrés mientras estrechaba

su mano con la de su amigo.


-no, no me la perderé, estarás tú para escribirla- se despidió de su

amigo y vio cómo, finalmente, padre e hijo salían raudos fuera de la capilla.

Se agachó y tomó una de las pistolas que habían regadas por el piso, se acercó

al anciano Jorge Biercoff y apuntando con el arma dijo:

-ahora, usted y yo tendremos una larga conversación...- con el cañón

del arma presionó fuerte la herida en el hombro derecho del anciano que soltó

un fuerte gemido de dolor -... Primera pregunta, que fue del agente de la CIA

Boris Weisfeiler que se perdió en los '80 por estos lados y porque llevaba un

contador Geiger? -
46

Juan Andrés corría apresurado, María Ignacia se había escapado

llevándose las coordenadas de la ubicación del tesoro genético de los nazis. Su

padre, Manuel Robles, había regresado de una aparente muerte, rejuvenecido y

sano. Toda su vida había sido una mentira, un engaño, y aun había cosas que

aclarar.

- ¿ahora me podrás decir donde estuviste tantos años? ¿O seguirás

jugando a las escondidas? - dijo al trote, Manuel lo miró, sonrió y respondió:

-lo primero que debes saber, es que lo que hice lo hice por tú bien, el

tuyo y el de tu mamá. En aquellos años, Marcial y Hans Neumann habían

logrado repetir los experimentos genéticos del doctor Josef Mengele, vivíamos

amparados por el gobierno militar y los colonos adeptos a Paul Scheffer, no

eran buenos compañeros todos ellos...- dijo Manuel mientras guiaba a su hijo

por los pasajes de la villa.

-... En 1978 las cosas no iban del todo bien con argentina, nuestros jefes

en la moneda querían que preparamos algunas armas para invadir la


Patagonia Argentina, ya sabes... armas bacteriológicas, armas químicas y

cosas así. Nosotros podíamos hacerlo, teníamos sujetos con los cuales

experimentar, los recursos económicos y la tecnología para hacerlo. Pero nos

opusimos al saber los reales planes de nuestros jefes...- hizo una pausa -... No

solo querían armas para luchar contra soldados, lo que ellos querían era

atacar blancos civiles, envenenar el agua potable y causar el mayor daño

posible en la población urbana... Mujeres, ancianos, niños... Todos...-

Juan Andrés comenzó a ver otro lado a su padre, un lado más

humano -... Entonces Marcial se dio cuenta que nada se había aprendido con la

guerra y el holocausto judío. Una cosa es que nos hombres armados y en

condiciones físicas parecidas luchen por su país o sus ideales, pero otro es

atacar a personas que su único error es haber nacido en otro lugar… -

Le habían perdido por completo la pista a la pelirroja doctora, pero pese a

ello Manuel no se veía muy preocupado cómo su hijo. Juan Andrés caminaba

observando por todos lados, la villa era un extenso lugar lleno de casas y

árboles altos donde esconderse fácilmente.

-... Marcial cuando se vino a chile dejo muchos amigos de Odessa

allá...- prosiguió Manuel -... Ellos también huyeron de Argentina, algunos,

como Mengele, lo hicieron a Paraguay o a Brasil, pero la mayoría viajó a un


lugar más remoto y escondido... Un lugar de difícil acceso y como la mítica

ultima Thule de las leyendas, perdida en el mar... -

Juan Andrés comenzó a atar cabos sueltos, los mitos y leyendas de una

isla al sur de chile aparecieron en su mente como disparo fulminante.

-... Marcial se contactó con ellos, solo él sabía su paradero. Ni Fuentes,

ni Biercoff, ni el propio Neumann... Solo él. Pero Marcial no podía ir, sus

hoteles y negocios lo hacían una persona medianamente conocida y su

desaparición sería sospechosa... Entonces ocurrió lo impensado, en abril de

1979, me declararon cáncer pulmonar, así que me ofrecí a desaparecer con el

mapa del genoma, los datos de los experimentos y el tesoro en sí, porque el

tesoro existe... Extraído de los mismos dientes y muelas de los judíos

asesinados en los hornos... Se extrajo algo más que oro, los dientes guardan la

información de la evolución humana, y los judíos tienen un código genético

puro y que no se mezcla hasta 13 generaciones posteriores...-

-pero esa isla papá, esa isla misteriosa, ¿dónde está y que te hicieron

ahí? - pregunto intranquilo.

- ¿ahí? Con lo que les di más sus propias investigaciones... Me sanaron

del cáncer y me devolvieron la juventud, él trabajo de ellos allá es secreto y

humanitario, han ayudado a mucha gente sin costo u otro beneficio... -


Manuel rio ante la curiosidad de su hijo y prosiguió -... De seguro te

preguntaras dónde está Marta, tu mamá... Bueno a ella ya le llevé allá, ya no

estará más enferma - dijo consolando a Juan Andrés, que veía muy fantástico y

difícil de creer todo lo que escuchaba.

Llegaron pronto a la entrada a la villa, el mismo lugar donde la noche

anterior habían visto escondido el Hyundai accent blanco de María Ignacia

escondido entre los matorrales, pero hoy no estaba, alguien lo había sacado, y

por las marcas negruzcas en el asfalto lo había hecho con mucha velocidad.

-se fue...- dijo Juan Andrés -... Su auto estaba acá, ya no podremos

alcanzarla. -

-olvidas algo hijo- dijo Manuel -... Yo sé dónde va- y Juan Andrés

comenzó a sentir un leve zumbido como de cientos de abejas acercándose por

la espalda de Manuel, su padre.

- ¿y cómo nos iremos de aquí y llegaremos antes que ella? - preguntó el

periodista mientras el zumbido se hacía cada vez más notorio y comenzaba a

molestar a Juan Andrés.

-de la misma forma en que llegué aquí...- respondió el ex aviador -... En

esto… -
Y detrás de un bosque a espaldas de Manuel una gran luz emergió que

de un momento a otro se posó sobre los dos. La luz cegó por un momento a

Juan Andrés que se tapó con su mano los ojos para poder ver mejor.

Una ventisca se levantó proveniente de unas poderosas turbinas que poco

a poco el joven periodista comenzó a distinguir. No era capaz de articular

palabra alguna. Hasta que la gran luz fue bajando su intensidad y pudo apreciar

que no era una sola fuente luminosa si no muchas y potentes pequeñas luces

led que puestas en círculo alumbraban como una sola. Además, pudo

distinguir la futurista visión que emergió frente a él. Era una especie de avión o

nave de trasporte aéreo de alta tecnología, a cada lado dos potentes turbinas

giratorias le permitían despegues y aterrizajes verticales, no poseía alas

convencionales cómo otro avión, sino una pequeña aleta a un lado de cada

turbina.

Juan Andrés quedó sorprendido por la alta tecnología exhibida. -no todo

es sanar personas en ese lugar...- dijo riéndose Manuel Robles.


47

- Latitud 45°1'20.88" sur, longitud 74°10'16.18" oeste... - se repetía una y

otra vez María Ignacia mientras conducía a alta velocidad por la carretera 5 sur.

Entre sus manos transpiradas estaban los dos papeles con las coordenadas de la

ubicación del tesoro nazi. Aún estaba nerviosa, intranquila por todo lo que

había dejado atrás. Había puesto los datos en su Smartphone y este le mostró

un pequeño islote de menos de una milla de largo escondido entre los canales

al sur de Melinka en Chiloé. ¿Cuál es el mejor lugar para esconderse? A plena

vista, donde nadie te encontrara.

Pensó en viajar en avión hasta Puerto Montt y cruzar en balsa el canal de

Chacao, pero tendría que comprar un boleto con su nombre y Manuel Robles era

una persona con muchos recursos. Así que viajo en su vehículo, serian seis

horas y media recorrer los 679 kilómetros que la separaban de Puerto Montt y

de ahí otras tantas horas hasta llegar por barcaza hasta el lugar que marcan las

coordenadas. Aceleraba el Hyundai accent blanco lo más que podía, sabía que

Manuel o Juan Andrés o alguien más -él que saliera vivo del infierno en que se
convirtió la capilla- tarde o temprano la seguiría hasta el tesoro. Ella sabía que

tenía que apresurarse lo más que pudiese para reclamar el legado de los antiguos

jerarcas que iniciaron el camino a la pureza racial que soñó el mismo Führer.

Entonces, distraída, pensó en Juan Andrés. Recordó sus caricias y sus

besos de la romántica noche anterior, pensó en el perfume de sus cabellos y el

aroma natural de su cuerpo. Puso su mano derecha en su vientre y la esperanza

de que su óvulo fecundara un hijo de él la alegró. Sabía que el joven periodista

no la había entendido, que había subestimado su entrega a la causa de

exterminar de la faz de la tierra las enfermedades y el sufrimiento.

Cuando era una adolecente investigo, leyó, escuchó y llegó a la misma

fatídica conclusión que, 76 años antes, Adolf Hitler había llegado, La raza aria

debía imponerse a las demás razas inferiores, a los latinos, los judíos o los

negros. Entonces la providencia estuvo de su parte, cierto día –de visita en la

casa de sus abuelos- revisando las pertenencias y recuerdos de Don Marcial,

encontró el diario de vida que llevo por tantos años su abuelo, mientras

pertenecía a la sociedad Thule sur, fundada en Argentina.

Su sorpresa y asombro fue inmensa al descubrir que su entrañable

abuelo perteneció a esa organización y que en conjunto con Odessa ayudó a

refugiar a nazis prófugos en Argentina, Chile, Brasil y Paraguay. Escondió el


manuscrito en su mochila y la llevo consigo. Leyó día tras día, noche tras

noche, hasta que casi se aprendió de memoria cada letra del diario, salía todo,

todo, excepto la dichosa ubicación del tesoro.

Pero maría Ignacia no era tonta y descubrió rápidamente la verdadera

naturaleza del tesoro, y eso le asombro más. Pensó en cada una de las

ramificaciones que tendría para todos los ámbitos un descubrimiento así, el

solo hecho de poder modificar el código genético de una persona le fascino.

Eliminaría todos los tipos de cáncer, eliminaría la leucemia, el mal del

Alzheimer, el síndrome de Down, el mal de Parkinson y muchas otras

enfermedades o síndromes congénitos del ser humano. Y entonces pensó –ya

que eliminaríamos eso… quizás también podríamos eliminar los ojos

marrones, nadie quiere tener ojos marrones y seriamos todos de cabellos

rubios… altos, delgados y de ojos claros… casi germanos…- se miró al

espejo y en su reflejo vio de lo que siempre su abuelo Marcial le hablaba, su

belleza mágica, sus hermosas y delicadas facciones. Y entonces recordó,

como un flash fulminante en su cerebro. Recordó todas y cada una de las

visitas que junto a su abuelo hizo al doctor. No sabía dónde era, solo que le

sacaban sangre y después le inyectaban un suero que la agotaba mucho.


Su reflejo ya era otro, no volvió a ver la belleza que enorgullecía a su

ahora anciano abuelo. Solo vio el monstruo de Frankestein que él y Hans

Neumann habían creado. Un monstruo deforme que solo quería respuestas,

saber porque su adorable abuelo le había hecho eso, nada más.

Conducía velozmente por la carretera, hacia 4 horas que había salido

rauda de villa Baviera en su blanco automóvil, y recordó a Azrael, ya casi había

olvidado la primera vez que lo vio, lleno de odio contenido, con ganas de ver el

mundo arder, pero incapaz de hacerlo, lo conoció como José Luis González

Huentecura, en una de los muchos operativos sociales que un grupo de doctores

realizaba a la cárcel de vez en vez. Vio su debilidad mental y hablo al oído e

invento todo ese farfullo de la dama luminosa y otras cosas más para lavarle el

cerebro y tener su propio sicario. Listo para atacar cuando ella quisiera.

En el asiento del copiloto el extraño paquete que Jorge le había entregado

antes de entrar a la capilla brillaba, María Ignacia sonreía, tenía en sus manos

un arma poderosa y las personas que custodiaban el tesoro no se resistirían ante

el poder descomunal de aquella arma, la pelirroja estaba decidida, o el mundo

cambiaba o ardería con ella.


48

Las olas del mar rompían con furia contra el grueso malecón de

hormigón, las gaviotas de temprano cantaban y revoloteaban en su diaria batalla

por conseguir algo de pescado. La joven pelirroja doctora contemplaba en la

lontananza el perpetuo vaivén del mar fundirse con el gris cielo del otoño en el
sur, que poco a poco se despide y da paso a la furia del invierno. Una primera

embarcación ya se acercaba al muelle, María Ignacia llevaba sus buenas dos

horas esperando en el frio de Puerto Montt, a la espera de contratar una lancha

para viajar por los canales del sur y llegar hasta la misteriosa isla que marcaban

las coordenadas.

Miró la embarcación pintada de cian y rojo bermellón, sus hombres

cansados pero alegres descargaban su pesada cuota diaria de pescados y

mariscos, la doctora se acercó a quien parecía ser el capitán de la barcaza, un

hombre de mediana edad, pero que quizás era más joven, ya que, su abultada

barba castaña le daba un aire mayor, un grueso chaleco tejido de lana gris y.

Unos gastados jeans eran su vestir casi diario cuando a la mar se embarcaba.

-buenos días...- saludo María Ignacia -... ¿Este es el "Pincoya" cierto?

preguntó.

El capitán la miró serio, inexpresivo, distante, un turista en estas fechas

era mal augurio. -... Buenos días señorita. Si, este es el Pincoya, ¿en qué le

podríamos servir? –

-me dijeron...- respondió fingiendo inocencia -... Que ustedes hacen viajes

especiales por los canales, necesito llegar a un lugar y pagó buen dinero. -
-existen embarcaciones que cada dos horas hacen ese viaje o al menos

uno parecido, ellos la pueden llevar señorita...- dijo Jorge, el capitán del

Pincoya.

-no, no, mi viaje es... Secreto, no me puedo dar el lujo de viajar con

más personas...- respondió ella.

- ¿y dónde va que es tan misterioso? - preguntó el capitán.

-aquí, a este lugar...- y le paso una hoja de papel donde transcribió las

dos coordenadas. El capitán leyó en voz susurrante -Latitud 45°1'20.88" Sur,

longitud 74°10'16.18" oeste. ¿Sabe usted, señorita, donde queda exactamente

este lugar? - pregunto después.

-no a ciencia cierta, solo sé que, al sur, entre las islas James y

Melchor, ¿o no? - dijo sumisa e indefensa tratando de aparentar frente al

avezado marino.

-escúcheme señorita, no pasa más de una semana en que un cristiano

afuerino no viene acá buscando esa famosa isla, y créame, allá no hay nada

más que bosques y vegetación, bosques y vegetación...- dijo entregándole las

coordenadas -... le daré un consejo y por favor acéptelo. ahórrese el dinero y

vuelva a su hogar, no existen ni marcianos, ni islas milagrosas, ni nada de lo


que dicen en la internet, y si tiene alguna enfermedad que quería que le

sanen, vaya a un médico, no sea ilusa, vuelva a su casa...-

María Ignacia recibió el papel y para sus adentros rio a carcajadas -el

iluso eres tú…- pensó -… si supieran que ese lugar de milagros existe, seria

yo quien riera- Su mirada cambió repentinamente, sus facciones de hicieron

toscas y mal humoradas y con un tono de voz más fuerte le dijo al

marinero.

-te pago un millón de pesos si me llevas ahí, ahora...- los ojos del

marinero brillaron al escuchar la abultada cifra.

-no es fácil ni corto ese viaje, y la mar esta picadora hoy...- dijo para

tratar vanamente de disuadirle de su viaje -... No me puedo hacer responsable

de llevarla a recorrer los canales...-

-estoy preparada para afrontar ese u otro peligro... Usted sólo lléveme

ahí-

Cerrado el trato María Ignacia subió al Pincoya previa transacción

electrónica del precio acordado. La embarcación soltó amarras y comenzó su

singular viaje. La pelirroja doctora se sentó sola en la proa aferrada al chaleco

salvavidas anaranjado que, al subir Jorge, el capitán de la Pincoya, le había

pasado. Y así, por fin, se hicieron a la mar, bajo unas tormentosas nubes grises
cargadas de lluvia, las que auguraban un invierno furioso como hace años no se

veía.

Interludio Sexto.

Por fin el tren había llegado, el vapor de la maquina mojaba todo a su

paso, pero no ayudaba a espantar a los muchos que se aglutinaban alrededor

para poder viajar. Escondía su cara bajo el sombrero de ala ancha que tomó

rápido antes de salir del campo, empujó, pisoteó y golpeó para poder entrar a

uno de los carros, ese era su billete de libertad, su pasó a la salvación.


-pasaporte por favor- dijo una voz en francés

- ¿pasaporte? - respondió inquieto mientras buscaba entre sus bolsillos

el salvoconducto. –oh, si… acá esta, mi pasaporte- y le entregó al oficial el

salvoconducto, este miró detenidamente el papel.

-tenga usted señor… ¿Hullman? -

-sí, sí, Fritz Hullman, y gracias-

El agente ferroviario siguió revisando a los demás pasajeros de aquel

arrebozado tren, más relajado y tranquilo guardo el falsificado papel en el

bolsillo de su impermeable, miró por la ventanilla y vio el ir y venir de

soldados aliados de un lado al otro. Acaricio la pesada maleta que llevaba

en sus manos y cerró los ojos para tratar de dormir, América estaba lejos, y

habría mucho que trabajar, mucho.


49

La pelirroja no recordaba cuantos minutos llevaban navegando, ¿o

quizás eran horas? A veces se perdían las costas de las islas, otras veces a

escasos metros de ellos riscos y árboles a punto de caer les saludaban al pasar.

La mayoría del viaje fue silencioso, salvo el tac, tac, tac constante del

motor de la Pincoya, Jorge se acercó a la joven con dos tazones de café


cargado y sin azúcar y le ofreció uno, María Ignacia aceptó con una alegre

sonrisa, el viento arreciaba cada vez más y sentada ahí sin más abrigo que

aquel chaleco salvavidas anaranjado.

- ¿y? ¿Cuál es su historia? - preguntó el marino soplando el vapor de

su tasa.

- ¿mi historia? - respondió pensativa la pelirroja doctora -… ¿a qué se

refiere? - pregunto mientras sorbía el vaporoso café negro.

-todo mundo que viene hasta los canales buscando la isla Friendship

tiene una historia que contar, algo que buscan, algo que necesitan

imperiosamente o simplemente algo que ocultar. ¿Cuál es la suya? - dijo

Jorge.

La joven que quedo pensativa mirando la lontananza de los canales y

pensó por un momento inventarse alguna historia para que el marino creyese y

no volviera a preguntar. Pero después no encontró razón para ocultar la

verdad, lo que dejaba atrás le era tan insignificante que ya no le importaba,

cerca de ella, en ese mismo rumbo, su derecho de nacimiento la aguardaba y

eso era lo único que le importaba.

-busco esa isla, ¿Friendship? Porque allá esta mi tesoro, mi legado de

nacimiento. Si hayo no hay extraterrestres no me importa ni interesa. Solo sé


que allá esta lo que lograra que mi destino se cumpla- el marino miraba

sorprendido como los ojos de la joven pelirroja se llenaba de un brío nuevo y

refulgente, una luz pura y única. Ya antes lo había visto, en muchos maestros o

amigos, era un signo de gran sabiduría, pero, además, era símbolo de locura,

que sería ese brillo solo la joven lo sabía, y eso asustaba al joven marinero.

A los minutos después de la conversación ya estaban entrando al golfo

Corcovado, y de ahí una media hora más para llegar a Melinka, dejando atrás a

la isla grande de Chiloé, eran 190 kilómetros más que navegar hasta las

coordenadas que marcaban el punto del tesoro nazi.

Al cabo de una media hora más y en medio de aguas oscuras y

amenazantes Jorge hablo nuevamente.

–no creas que soy escéptico… a veces se han visto cosas raras en estas

aguas, que piensas “¿tome mucho o realmente estoy loco?”, si la gente local

fuera más, no sé, abierta a hablar con los afuerinos, habría una migración de

orates interminable a estas aguas…-

Jorge notó que sin querer había tratado de orate a la joven pelirroja y se

disculpó en seguida.

-no te preocupes, en otras circunstancias pensaría lo mismo que tu- dijo

para parecer políticamente correcta.


-estas aguas son peligrosamente misteriosas…- añadió el capitán -…

hace pocos días yo mismo, debo decir, vi al famoso barco aquel que recoge

gente y traslada hasta aquella isla, si es que es esa que dice usted…-

María Ignacia miró al capitán del Pincoya y entendió que estaba tras la

pista correcta, eran ciertas esas leyendas de una isla al sur de Chiloé donde

unas personas altas, rubias y de ojos claros, alejados del estereotipo del

chileno promedio, recogen a algunas personas o contactados para ayudarles a

mejorarse de alguna enfermedad o dolencia, son ellos quienes invitan a

los contactados, no es la gente quien acude a ellos como si fuesen médicos o

doctores que por una tarifa dan sus servicios. A la pelirroja le quedo en duda

como y porque eligen a ciertas personas y a otras no, un misterio que –estaba

segura- revelaría en poco tiempo. La leyenda habla de la apariencia germánica

de los habitantes de Friendship, y eso le dio más fuerza en su búsqueda sin

duda eran los disidentes de Thule que engañados por Manuel Robles se

refugiaron en esa casi mitológica isla. Su plan era básico, había pensado viajar

hasta allá pero no sabía cómo entrar, donde entrar y después que decir o hacer.

El solo hecho de llegar allá y decir que era nieta de Marcial Pérez-Toro y que

en su sangre corría el ADN de la raza pura tendría que bastar para que los

habitantes de la isla se rindieran a ella, o al menos eso creía.


50

Habían pasado sus largas cuatro horas desde que habían zarpado desde

Puerto Montt. El hambre le crujía fuerte a la doctora, pero no le daba mucha

importancia, era más importante llegar hasta la isla y reclamar su derecho.

Entonces, y si previo aviso, un estruendoso ruido ensordeció

momentáneamente a los dos ocupantes del Pincoya. El extraño ruido provenía

de las mismas oscuras nubes que tapaban el cielo sobre ellos. Las amenazantes

nubes parecían aglomerarse en un solo punto en un remolino oscuro.

Intuitivamente María Ignacia busco entre sus ropas el revólver con el que había

escapado de la capilla en villa Baviera. El capitán de la barcaza vio con

asombro el arma empuñada en las delicadas y pálidas manos de la hasta

entonces tímida pelirroja.

-sé que eres tú, Manuel…- grito al cumulo de nubes que se arremolinaban

sobre ellos con violencia y ruido -… no te temó, ni a tus juegos de luces- apuntó

al remolino y disparó una vez.


Las nubes violentamente se comenzaron a separar en medio del

torbellino, y en su lugar quedó una poderosa luz, Jorge la reconoció enseguida,

hacia un par de días la vio mar adentro temprano una mañana. La luz de un azul

brillante y cegador lentamente bajo su intensidad, María Ignacia no dejo de

apuntarle con el revólver.

Por fin las nubes se habían disipado y la luz se hizo más tolerable a la

vista, detrás de ella una gigantesca nave que asemejaba una embarcación

comenzó a amarizar justo delante de ellos, quedando a escasos metros del

Pincoya, Jorge ya estaba seguro, lo que había visto esa madrugada era lo

mismo que tenía frente a sus ojos ahora. De lo que era la cubierta de esa

extraña nave Aereoacuatica asomaron Manuel y Juan Andrés Robles,

Jorge vio a Manuel y lo identificó de inmediato cómo la persona que había

visto la vez anterior, Manuel no lo reconoció.

-María Ignacia...- gritó desde la futurista nave -... Cesa y desiste, desde

este punto no pasarás-

-Manuel Robles, tus mentiras pudieron con lentes débiles como las de

mi abuelo, pero conmigo no, conmigo no- respondió la pelirroja sin dejar de

apuntar a Manuel.
-María...- interrumpió Juan Andrés rogándole -... Por favor, acá te

pueden ayudar, pero no sigas con esas ideas, el tercer Reich no existe más,

baja esa arma... Si llegaste a sentir algo por mi hazlo, por favor -

El pelirrojo río a carcajadas - ¿si sentí algo por ti? Si, sentí algo...-

respondió con orgullo y furia -... Sentí lo mismo que siente la mantis al

copular, que no sirves para nada más -

-tus palabras son vacías, así como tus amenazas...- dijo Manuel -... Bota

esa arma y regresa, aquí no hay nada para ti-

Inesperadamente María Ignacia bajó el arma hasta que lo soltó al piso,

Manuel y Juan Andrés respiraron tranquilos, pero no notaron que la pelirroja

tomo la mochila que todavía mantenía cerca de ella, la abrió delicada y

pacientemente con una pequeña sonrisa en los labios.

-Manuel...- dijo la doctora -... En el diario de mi abuelo aprendí

muchos secretos, lo del tesoro fue solo uno...- extrajo lentamente una

pequeña bola metálica de no más de diez centímetros de circunferencia, en

uno de sus polos una luz roja parpadeaba sin cesar -... Supongo que

recuerdas a Boris Weisfeiler y sabes qué es esto- y mostro en el aire la bola

metálica.
La cara de espanto en Manuel lo dijo todo, pensaba que nunca más

escucharía el desafortunado nombre del ciudadano norteamericano de origen

ruso/judío Boris Weisfeiler y aunque Manuel no llego a conocerlo si se enteró

por la prensa de aquellos años de su desaparición en los '80 en las cercanías de

Villa Baviera. Sin duda el aparato que tenía en las manos era uno de las

muchas investigaciones en las que Marcial Pérez Toro y Hans Neumann

estuvieron comprometidos, era posible que María Ignacia lo obtuviera cuando

escapó de la capilla o cedido por el anciano Jorge Biercoff antes de que

entrará.

- ¡¿qué tramas?!- preguntó Juan Andrés -... El mundo que sueñas no es

posible, la humanidad ya no es como antes...-

- ¿de qué estás hablando? ¿Acaso no ves los noticieros? Guerras,

hambre, enfermedades... ¿Estás seguro que tu humanidad merece continuar

gobernando y depredando? -

- ¿y qué propones tú? - preguntó Manuel -... ¿Una humanidad estéril

y militarizada? ¿Dónde unos pocos elijan quienes puedan vivir y quienes

por capricho no? Acepta que perdieron la guerra-

María Ignacia rio -que cínico eres Manuel Robles, ustedes eligen a

quien sanar y a quien no, además, ¿estás seguro que los aliados tenían que
ganar? ¿Estás seguro que el nacionalsocialismo era el cuco? Recuerda

que la historia siempre la escribe el vencedor y nunca el vencido...-

Juan Andrés vio un momento de vacilación en los movimientos de la

pelirroja y se abalanzó sobre ella de un gran salto desde los 5 metros de altura

en que se encontraba la cubierta de Mytilus II, María Ignacia no alcanzó a

reaccionar y ambos cayeron sobre la madera de la pequeña embarcación

pesquera. Por el golpe María Ignacia soltó la bola metálica que rodó haciendo

un interminable bip, bip, bip, hasta los pies de Jorge que se había mantenido

aparte de discusión o pelea alguna, asombrado por los giros que había tomado

el viaje por los canales del sur.

Juan Andrés se incorporó rápido y corrió hacia la bola metálica que no

se detenía en sonar y prender una luz roja.

- ¿qué aparato es este María Ignacia? - preguntó a una adolorida

pelirroja que seguía en el suelo conmovida por el golpe.

-esto es uno de los muchos inventos que mi querido abuelito realizo en

colonia Dignidad, esto amigo mío es una pequeña bomba de hidrógeno. Algo

que tu pequeña mente llamaría bomba atómica... No todo era genético en

Thule, ¿cierto Manuel? –

Juan Andrés volteó a mirar a su padre que cabizbajo asumía su culpa.


-tiene razón, aunque Marcial y yo no pertenecíamos a ese grupo de

investigación...- dijo desde el Mytilus Robles -... En el submarino alemán no

solo trajeron las investigaciones genéticas de Mengele, además llegaron los

estudios sobre fusión y fisión de partículas radiactivas... El verdadero tesoro

nazi que todos buscan erróneamente no es oro, hijo, es toda la ciencia que

ellos inventaron, solo una muestra de ello llevo a los rusos al espacio y a los

gringos a la luna, ¿imagina lo que podría desencadenar en la humanidad

todo lo que se esconde en Friendship? Es muy peligroso -

Juan Andrés quedó sorprendido con la bola metálica que sonaba y

sonaba sin parar, miró a María Ignacia que se reponía del golpe y se levantaba

lentamente.

- ¿ves el cinismo en la voz de tu padre? Únete a mí y seamos los padres

de una nueva humanidad, de un nuevo orden mundial, más limpio, pacífico y

ordenado... Piensa en los ciegos, en los tullidos, piensa en un lugar sin gente

así-

-pero María...- dijo Juan Andrés -... Tú no los quieres sanar, lo que

quieres es matarlos, es seleccionar a los aptos y separarlos de los que no.…-

-eres igual que tu padre... Cobarde y cínico... ¿Acaso un granjero no

selecciona su mejor ganado? -


-pero no somos animales, no lo somos...- y mientras hablaba Juan

Andrés, la doctora salto imprevistamente sobre el brazo donde el periodista

sostenía la bomba, esta cayó contra el piso, pero antes de que golpeara el suelo

de madera, María Ignacia la tomó.

-aquí termina todo para los traidores del cuarto Reich... ¡¡¡Hail

Hitler!!!- gritó la pelirroja doctora y alzó violentamente su mano derecha con

el famoso saludo nazi, se preparó para apretar un botón de la mini bomba que

seguramente haría estallar todo en muchos kilómetros, si la amenaza fuera

cierta.

Dos secos disparos detuvieron el viaje de la mano al detonador. El

rostro inexpresivo de la nieta de Marcial Pérez Toro se quebró al observar su

ensangrentado pecho, después un fino hilo de sangre bajó por la comisura de

sus labios y sus brillantes ojos cian buscaron a Juan Andrés, que atónito

miraba en ensangrentado cuerpo de la mujer que no muchas horas antes había

tenido en sus brazos. Corrió a abrazarla, pero ya era tarde, la vida se le

escapaba rápidamente en cada segundo que pasaba, trataba de hablarle, pero

no podía articular sonido alguno.


-podría... Podríamos haber sido... Los padres de una nueva

humanidad...- logró decir entre dientes mientras su cuerpo entero tiritaba al

entrar en shock.

-resiste, te llevaremos a Friendship, allá te ayudaran...- dijo Juan Andrés.

-no... No... Déjame juntarme con mis... Abuelos... -

La boca ensangrentada de María Ignacia quedó abierta y no pudo

pronunciar más palabras, ya que, en esa pequeña embarcación pesquera en los

fríos canales de sur de Chile, la femenina y sensual pelirroja había fallecido.

Juan Andrés sintió deseos de llorar, pero los reprimió y sintió pena por no

haber ayudado de otra forma a la doctora. Luego miro a Jorge, el capitán del

Pincoya que aún no podía entender que había hecho, en su mano derecha aún

humeaba la pistola que había recogido de la cubierta de la embarcación y con

la cual había realizado dos certeros disparos a la chica que amenazaba con una

explosión nuclear. Manuel quién se había saltado poco antes ya logró

desactivar la bola metálica que había cesado su bip, bip, bip y apagado la

parpadeante luz roja.

-no te preocupes...- dijo Manuel al aún atónito marinero -... Ella murió

por todo lo que desencadenó, hiciste lo que cualquier hubiera hecho...-


En medio de las heladas aguas de los canales, María Ignacia Pérez –Toro

murió.

51

El Toyota yares verde petróleo de Juan Andrés giraba lentamente por

Rudecindo Ortega hasta llegar a calle Ziem, a las pocas cuadras se encontraban

las oficinas de “el informador” un semanario que poco a poco se empezaba a

ganar respeto en la ciudad. Al bajarse su celular comenzó a sonar, al revisar vio

un numero encriptado, supuso de inmediato quien llamaba.

- ¿Aló?... ¿papá? - dijo al contestar

-hola Andresito… ¿Cómo estás? ¿Cómo va el trabajo nuevo? - preguntó

alegre al otro lado de la línea.

-Bien papá, no gano mucho dinero como en SunRise, pero algo es algo…-
-sí, me imagino, siempre es difícil volver a comenzar…-

Se hizo un pequeño silencio en la línea y pese al optimismo que se

escuchaba en la voz de Manuel, era evidente la tensión que existía entre los dos

- ¿y mamá como esta? - finalmente preguntó el joven periodista.

-bien, me pregunta por ti todos los días… pregunta por cuando te vas a

vivir con nosotros a la isla…yo le respondo que no sé-

-papá, yo no pertenezco a ese lugar… lo siento, pero mi vida esta acá.

Con la gente normal, y diles a todos por allá que su secreto seguirá siendo

secreto, que pese a que soy periodista pueden contar conmigo…-

Y así se quedaron charlando por unos minutos más hasta que finalmente

se despidieron y Juan Andrés entro a su pequeña oficina. Su pequeño despacho

era un cubículo en medio de otros donde jóvenes periodista creaban sus notas,

reportajes y entrevistas. Al llegar hasta su monitor encontró que en él alguien

había pegado en medio una nota amarillenta que decía:

01101101 01100001 01110010 01100011 01101000 01100001 00100000

01001001 01101101 01110000 01110010 01101111 01101101 01110000

01110100 01110101

- ¿Quién dejó esta nota acá? - preguntó, pero nadie respondió. Al verla

entendió en seguida de quien se trataba, sonrió y volvió a su trabajo con un


singular respiro acompañado de un: -Francisco, no dejas de sorprenderme…-

metió la secuencia binaria en un traductor on-line y el resultado que le dio

fue “marcha Impromptu”. Un rápido googléo de esa palabra lo llevo a unos

fugases videos de una Marcha Nupcial de Richard Wagner, unos enlaces a

variadas páginas sobre música, pero la restante entrada sorprendió a Juan

Andrés, lo que él siempre quiso, ahí estaba. La noticia decía así:

Analizan partitura musical en busca de desaparecido tesoro ...

www.lavozdelsandinismo.com/.../analizan-partitura-musical-en-busca-de...

26 de set. De 2013 - El secretario de Hitler dejó pistas dentro de la

partitura de "Marcha Impromptu", según afirma periodista holandés.

Volvió a sonreír, hacia días que no sabía de su ex profesor y amigo, pero

ya se hacía una idea de donde podría estar. Miró al horizonte por una ventana

cercana y pensó –hoy es un buen día como para comenzar a escribir un diario

de vida…-
Epilogo

El mar embravecido golpeaba sin cesar contra las rocas, el Pincoya había

atracado temprano, con el clima como estaba era difícil salir a marisquear.

Jorge miro hacia mar adentro y el oleaje furibundo lo conmocionó, un marinero

pasaba cerca de él y le dijo:

-no, así tamos mal…no creo que salgamos en unos buenos días-Jorge

enojado enfoco su vista al mar y dijo:

-no creo Ortiz, hoy habrá tormenta, pero mañana pasará… todo mañana

pasará…-
Fin
Agradecimientos:

Agradecer infinitamente a mi esposa y compañera Roxana Sáez por su

paciencia y eterno amor, sin ella esto no hubiese sido posible ni de lejos. A mis

padres Juan Martínez Ehijo e Irene Riquelme Roldan por criarme como lo

hicieron, amando la lectura y enseñándome que no existe mejor arma en esta

vida que la educación. A Juan Martínez mi hermano, muchas gracias por reír,

llorar, soñar, enojarse y ayudarnos tantos años. Luis Arenas y Rosa Martínez,

por ser como son y regalarme tres hermosos y talentosos sobrinos (Elizabeth,

Jordana y Luis Alberto) que me hacen enorgullecerme a diario. A Don Sergio

Riquelme, Don Luis Troncoso, Ariel Sarabia, Patricio Lincoleo, Edgardo

Rodríguez, Juan Ignacio –nacho- Cornejo, Juan Galindo, Víctor Campos

Duget, Pablo Oyarzun Salazar, Pablo Torres, Ricardo Parada y Álvaro

Contreras Labrin por ser geniales compañeros de trabajo y aguantarme tantas

y tantas horas hablando sobre este proyecto y finalmente a Dios por darme las

fuerzas y el aguante para finalizar esta novela.

¡¡¡Gracias totales!!!

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