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INTRODUCCIÓN

El presente artículo describe la crisis por la que atraviesa actualmente el derecho,


definiéndola fundamentalmente como un resquebrajamiento del principio de
legalidad y del sistema garantista, que son, en definitiva, los rasgos distintivos del
Derecho contemporáneo.

Sin embargo, el autor plantea un nuevo enfoque para la solución de esta crisis, el
cual tiene como punto de partida una redefinición de la razón jurídica, posibilitando
así, la elaboración y diseño de nuevas técnicas en la formulación del Derecho y,
asimismo, asignándole un papel crítico que posibilite corregir las contradicciones
que el Estado de Derecho, como tal, alberga.
Según Ferrajoli estamos asistiendo a una crisis profunda y creciente del derecho,
que él pone en tres aspectos. El primer aspecto es la crisis de la legalidad que se
refiere a la ausencia o ineficacia de controles y por lo tanto a la ilegalidad del poder.
El segundo aspecto de la crisis consiste en la inadecuación estructural de las formas
del Estado de derecho a las funciones del Welfare State (estado socialista). El tercer
aspecto está ligado a la crisis del Estado nacional que se manifiesta en el cambio
de los lugares de la soberanía, en la alteración del sistema de fuentes y, por
consiguiente en un debilitamiento del constitucionalismo.

Un autor que retoma a lo largo del capítulo es Thomas H. Marshall para su análisis
sobre ciudadanía y persona. Así mismo Ferrajoli va desplegando el concepto de
persona y el concepto de ciudadano, para asentar los derechos del hombre y los
derechos del ciudadano. Esta es una dicotomía que ya se presentó en Francia el 26
de Agosto de 1789 en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.
En esta declaración se dice que los hombres nacen libres e iguales en derechos
(art. 1) y que los derechos naturales e imprescriptibles del hombre son la libertad, la
propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Los derechos civiles incluyen
derechos de libertad, derechos de autonomía privada y derechos de propiedad, sin
embargo ninguno de ellos es un derecho de ciudadanía. Ferrajoli dice que la
confusión más llamativa es la inclusión de la propiedad privada en la misma clase
de derechos de libertad y autonomía, debido a que una persona puede ser o no
titular de una propiedad y eso es diferente a tener libertad de pensamiento, al
derecho de la libertad. Los derechos que si son universales son los de convertirse
en propietario y disponer de los bienes propios.

La superación del carácter ilimitado de la soberanía estatal y, por otra parte, del
límite de la ciudadanía para el disfrute de los derechos fundamentales representa,
pues, la condición para el desarrollo de un constitucionalismo mundial.

CONCLUSION
Al concluir este ensayo cabe resaltar que la crisis actual del Estado nacional de por
sí saludable y en todo caso imparable puede ser afrontada, en esta dirección, sólo
repensando los topoi del constitucionalismo, dentro y fuera de nuestros
ordenamientos, y al mismo tiempo aquellos a los que hay que confiar la rigidez
normativa de los derechos fundamentales y sus garantías. Es cierto que no cabe
pensar en una reforma del sistema de fuentes que reproduzca la vieja jerarquía
vertical basada en la primacía de las fuentes centrales sobre las locales y
periféricas. Esta jerarquía podría muy bien invertirse para la tutela de las
autonomías en todos los niveles, siempre que quedase preservada la rígida
primacía de las normas que garantizan derechos fundamentales sobre cualquier
otra fuente.

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