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“El guionista-director tiene que escribir bien porque hace una película en palabras”

Frank Baiz, uno de los maestros del LabGuion 2019, tuvo el privilegio de vivir un curso de guion con
Gabriel García Márquez en la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños.

De título es matemático graduado de la Universidad Central de Venezuela con Master of Science


de la Universidad de Londres. De oficio en la vida es escritor, guionista y asesor de guiones. Más de
30 años dedicado a las historias, en distintos países de Latinoamérica y el Caribe, lo han llevado a
la docencia, y por eso en la actualidad dicta el taller de guion en la Maestría de Escrituras
Audiovisuales de la Universidad del Magdalena, el taller de personajes en la Maestría de guion de
la Escuela de Cine y TV de San Antonio de los Baños, en Cuba y es tutor de guionistas en la
Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional sede Bogotá.

Fue el editor invitado de la edición 28 de Cuadernos de Cine Colombiano cuyo tema central fue “El
guion y el guionista”. En su artículo, Baiz relata la experiencia vivida como alumno de Gabriel
García Márquez en la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños:

“Gabo sostenía que el armamento del escritor, la metodología que lo constituía y lo garantizaba a
él como literato, pero que era válido para los guionistas, estaba constituido por el empeño y la
constancia. Acudía a la anécdota de que cuando se le estancaban las ideas se dedicaba a pintar y
repintar una pared en su casa de México. Una vez dijo que sin esa disciplina no habría sido jamás
escritor ni nada por el estilo. Que habría sido sin duda maricón, un borracho feliz como cualquier
otro borracho feliz de la costa colombiana. Mercedes –su mujer–y la pared eran su disciplina. Eso
dijo”.

Años después, Frank regresó a la Escuela convertido en maestro de guion para las nuevas
generaciones. En esta entrevista comparte con el LabGuion su visión sobre la actualidad del guion
en Latinoamérica.

Carlos Mario Cano R. ¿Cuáles son las tendencias que usted logra ver hoy en los guiones de
Latinoamérica?

Frank Baiz. Comienzo por Colombia pero también generalizando un poco a lo que he visto en
directores y guionistas de Latinoamérica. Ha habido una transformación del discurso social de
interés político hacia un interés diverso que aborda temáticas más personales, ligadas a lo
individual, a lo particular. En las convocatorias del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC)
de hace 5 o 6 años había un altísimo porcentaje de guiones que hablaban de la guerra. De eso se
sigue hablando pero no desde esa perspectiva tan sociológica, sino que pareciera interesar más lo
que le pasa a los individuos. Otros ejemplos de lo que digo son el cine puertorriqueño que aborda
la tragedia del huracán desde una óptica personal y el cine ecuatoriano que aborda el problema
indigenista que sigue existiendo allí.

Todo esto significa que también ha habido cierta apertura hacia el cine de género, se ensaya el
cine de ciencia ficción o la comedia negra, por ejemplo. Yo creo que ha habido una diversificación
y un enriquecimiento del panorama temático para bien. Es un proceso que está en curso y ocurre
en general en Latinoamérica, incluyendo Cuba, Santo Domingo, México.

C.M. ¿Cómo debería trabajar hoy un guionista frente a tanto andamiaje tecnológico que a veces
pareciera eclipsar el oficio de contar historias?

F.B. No sé cómo es ese eclipse del oficio de contar historias al que te refieres. Yo no creo que las
únicas historias reales y genuinas provengan del narrador oral, o que solamente los grandes
contadores de historias sean los viejitos de las esquinas de los pueblos.

Contar historias es una función natural del ser humano porque nos comunicamos de esa manera y
así le damos sentido a la vida. La mitología y las religiones están construidas sobre eso. Todas
nuestras interacciones sociales se hacen a partir de historias que contamos todos los días, desde la
historia que usamos para vender un producto, hasta la que contamos para engañar a un amigo o
enamorar a una mujer.

Gracias a la tecnología vivimos en una hiperinflación de historias. Los niños viven dentro de ese
caldo de cultivo y saben más que nosotros que las historias se cuentan en todos los niveles y en
todos los ámbitos: en el teléfono, en la televisión, en la escuela, en los juegos, en todos lados
estamos habitados por las historias.

Yo no creo que se haya perdido el oficio de contar historias, yo lo que veo y en eso soy enfático, es
que el guionista debe tener la capacidad de discriminar entre lo que es esencial y superficial en el
oficio. Todo producto, en particular audiovisual, es sustancial y a la vez un espectáculo para llamar
la atención de la gente. Lo que yo le recomiendo a los guionistas es que enfrenten ese mar
enorme de posibilidades con un sentido crítico y con una mirada profunda para saber qué es lo
que sirve y lo que no sirve, y que no se dejen encandilar por el espectáculo.

C.H. ¿Qué ventajas y riesgos entraña el rol contemporáneo de director-guionista?

F.B. Muchas veces el director ve la película y el guionista ve la historia entonces lo primero que
tengo que negociar cuando trabajo con un director-guionista es lograr que separe esas dos
instancias. Le digo: dejemos de momento la película y vamos a hablar de la historia, no me cuentes
una película que todavía no está hecha.

Son dos perspectivas muy importantes para el guionista: la de una película posible y la de una
historia en formación. La historia preexiste a la película y la conforma. El ejercicio que se requiere
en este caso es que el director deje a un lado, por un momento, la idea de que ya está trabajando
con la película y que no puede resolver un problema dramático, por ejemplo, con un simple
movimiento de cámara o con un pretendido trabajo del actor, porque los problemas dramáticos
deben ser abordados en el trabajo con la historia. El director comienza a entender que su papel
como guionista y su papel como director son diferentes. El inconveniente se resuelve con el
hallazgo de un lenguaje común entre el asesor y el guionista-director. El director llega a entender
que, al separar los roles, enriquece su perspectiva.
Al guionista-director hay que enseñarle a escribir como guionista. En este punto hay una polémica
sobre si el guion es o no literatura. Si bien no va a ser una obra literaria es producto de un hacer
literario con el lenguaje. El guionista-director también tiene que entender que su cámara
momentánea es la palabra, no puede construir las imágenes si no a través de la palabra, por eso
es que un guionista tiene que escribir bien, porque está haciendo una película con palabras.

La ventaja es que el director está viendo la película y tiene soluciones visuales, audiovisuales y
cinematográficas que a un guionista puro quizás se le escapan. El rol de asesor tiene que ser el de
una especie de coach, no solamente técnico sino de la percepción creadora de la persona, lo cual
termina muchas veces desembocando felizmente en el enriquecimiento de ambas miradas, tanto
la de su mirada como guionista, como su mirada de director.

C.M. ¿Qué pueden aprender los guionistas que provienen de cinematografías emergentes de otras
más consolidadas como España, México y Argentina?

F.B. No haría tanta diferencia entre una y otra cosa, el cine tiene la diversidad del lenguaje y las
posibilidades propias del arte; del cine clásico, por ejemplo, se sigue aprendiendo. Las diferencias
entre cinematografías se permean entre sí. Llevado al lenguaje de los profesores de guion: cuando
en la Escuela de San Antonio de los Baños dan talleres cuyo enfoque es más cercano a la
cinematografía emergente no se dejan de citar los clásicos de los manualistas de Hollywood y, por
otro lado, cuando lees alguno de los manualistas existe la referencia de ciertos cines que podrían
ser muy distintos al del mainstream.

Un guionista se nutre de ambas fuentes, el cine emergente puede ofrecer visiones alternativas o
nuevas miradas, pero yo no creo que la idea para un guionista sea inscribirse en una corriente o
en la otra, tiene que nutrirse de todo eso que le está diciendo el cine porque ahí encontrará
posibles guías. Cuando se hace un guion o una película nueva se escribe y se traiciona lo que hay,
entonces siempre se es clásico y emergente a la vez.

C.M. ¿Qué tanta relevancia tienen los eventos alrededor del guion en Colombia?

F.B. De alguna manera, no sé si paradójica, resulta sorprendente la diversidad y cantidad de


espacios particulares para trabajar los guiones y el número de potenciales guionistas colombianos.

Colombia le está ofreciendo en este momento un espacio en crecimiento a los guionistas locales y
de Iberoamérica, y el caso emblemático es el Laboratorio Internacional de Guion, que se ha
consolidado y es referente. Es el representante más claro de la tendencia, pero también hay otros
eventos, las convocatorias del FDC que reciben una cantidad enorme de aspirantes, las maestrías
en la Universidad Nacional y en la de Magdalena. Colombia puede en este momento decir cosas
sobre el guion, las está diciendo y está siendo escuchada.

C.M. ¿Cómo lograr que esa masa crítica alrededor del guion termine traducida en un acercamiento
y conexión cada vez más profunda con el público local?
F.B. Una constante en la cinematografía local y latinoamericana es que el público no ve mucho
cine de su propio país. En Venezuela la gente dice que no ve cine venezolano, en Colombia sucede
lo mismo, en México pasa un poco. Primero, hay un problema de comunicación de masas que
rebasa el ámbito de lo que pueden o no ofrecer los cineastas. El otro problema es cómo hacer
películas que sean universales sin dejar de hablar de lo local. Por citar un ejemplo, Roma, que no
podría ser una película más local y universal al mismo tiempo.

Esta es una búsqueda que no debe ser únicamente de contenidos. Decía Christian Metz, un teórico
importante del cine, que en el cine la forma es el contenido: el problema no está solamente en
encontrar de qué hablar, sino cómo decirlo, de qué manera dramatizar lo que se quiere mostrar
y ese es un reto que no solamente tiene Colombia sino que es un reto universal. Por eso el asunto
no es solo enseñar guion, hay que entender que un cine propio o nuevo es algo que va más allá de
un catálogo de contenidos. Y que lo importante con los guiones es que sean cada vez más capaces
de contar historias que sean a la vez efectivas y profundas, que diviertan, pero también que
permitan ahondar en los personajes y en los temas de fondo. Es importante entonces pensar en
los contenidos y en las nuevas formas, pero no podemos dejar de trabajar en el problema de cómo
se construyen los guiones, cómo se piensan y cómo se dramatizan las historias.

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