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ALLOCUTIO DEL 05 DE AGOSTO DE 2019 – LEGIO MARIAE

Buenas tardes a todos hoy seguimos contemplando el poema Por qué te amo, María de
Santa Teresita, que en esta oportunidad gira en torno al elocuente silencio de María.
“Cuanto estimo, María, tu elocuente silencio” – Y para Teresita, ese silencio de María
es un silencio estimable y, no solo eso, sino que también es un silencio elocuente.
¡Cuán necesario es practicar este silencio!, especialmente hoy que estamos rodeados de
tantas voces que nos prometen felicidad, alegría, bienestar, pero que no nos conducen
hacia Dios y hacia lo que verdaderamente somos, sino que, antes bien nos distraen en
nuestro camino hacia Él. ¡Cuán necesario es el silencio para poder discernir cuál de estas
voces, cuál de estas palabras nos conducen realmente a Dios! Y no es cualquier tipo de
silencio, sino que es un silencio para que acontezca la Palabra, silencio para “escuchar”,
sí, silencio para escuchar a Dios y guardar su palabra: “Dichosos los que escuchan la
Palabra de Dios y la guardan”. Este silencio no es simplemente oír, sino que implica hacer
vida lo que se escucha, hacer que el Reino de Dios acontezca en el lugar donde hacemos
silencio: “La Palabra de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros”
Asimismo, es un silencio elocuente, porque implica llevar a otros esa Palabra de Dios
que escuchamos y que acontece en nosotros, no como exigencia impuesta sino como
aquel que ha encontrado la moneda perdida y llama a todos sus amigos para darles
cuenta de su felicidad. ¡Cuán necesario es dar a conocer a otros con quién nos hemos
encontrado en ese silencio! Ya dirá San Pablo: ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! Hoy
podemos decir, ¡ay de mí si no doy a conocer a ese Cristo que me ama y con el que me
he encontrado! Y ese testimonio tiene que imbuir toda nuestra vida: “Predica el
Evangelio en todo momento y si es necesario usa las palabras”- dirá San Francisco de
Asís. ¡Cuán necesario es que nuestra vida también hable por si sola, y hable sobre todo
de con quién nos hemos encontrado y ha cambiado nuestra vida”
“De un alma que su auxilio solo espera de Dios” Y María, se abandona totalmente en
Dios. José, según la ley judía podía o apedrearla o repudiarla en secreto. María se siente
custodiada por el Señor, sabe que puede confiar en él. Dios le ha confiado a su Hijo y
María le confía su vida, sus preocupaciones, sus afanes. Ella realmente hace carne en su
vida esa frase del ángel Gabriel en la Anunciación: “No tengas miedo”. María sabe que
el Señor es su auxilio y no espera nada sino de él. En él ha puesto su confianza y todo su
tesoro porque el Señor le ha hablado al corazón en ese silencio y María ha dejado que
el Verbo, la Palabra de Dios se encarne en ella.
Que María, mujer de silencio y mujer que confía solo en auxilio del Señor, nos enseñe a
escuchar la Palabra de Dios en nuestra realidad y a dejar que ella se haga carne en
nosotros y podamos tener los mismos sentimientos de Cristo. Amén.

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