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Las familias son necesarias. Un Ministerio de Educación, no. La educación es necesaria.

Un
sistema estatal, no. Lo que no quiere decir que no sean deseables tanto un sistema estatal
como un Ministerio. Pero cuando estos últimos quieren controlar la sociedad entonces
tenemos un problema.
Es mucho más fácil decir "No, papá" que "No, Estado". Porque la dominación legal, cultural
e ideológica (no siempre legítima) que ejerce el Estado en nuestras sociedades es mucho
mayor que la que ejercen las familias. En un paradigma liberal se trata de que siempre la
Sociedad -es decir, los ciudadanos- esté por encima del Estado -o sea, los grupos
ideológicos que ejercen el dominio del monopolio de la fuerza-.
Por ello, cuantos más recursos razonables tengan las familias para organizar su vida al
margen de lo que los partidos que controlan el Estado decidan, mejor. Sea pin parental,
homeschooling, cheque escolar... cualquier medida que favorezca la autonomía y la
pluralidad es liberal. El deber del Estado es implementar un marco -educativo, fiscal y
cultural- donde los ciudadanos no sientan la necesidad de ejercitar su derecho al pin
parental o el homeschooling. Eso significará que el Estado es liberal, no autoritario tanto en
su versión conservadora o socialista (totalitario si llega a convertirse en fascista o
comunista).
Si la izquierda que confunde la educación pública con licencia para el adoctrinamiento se ha
puesto como se ha puesto con el pin parental, imaginen cuando se plantee el
homeschooling, un mega pin parental a todo el sistema educativo, sus inercias
endogámicas e intereses creados. En el fondo sucede que el sistema educativo socialista
va a rebufo de una filosofía posmoderna que, como dice el filósofo francés Jean-François
Braunstein en su obra La filosofía se ha vuelto loca, se ha convertido en un disparate tan
ridículo como peligroso, siguiendo las modas de la ideología de género, el animalismo
zoofílico y otras sandeces políticamente correctas, como el multiculturalismo que hace que
en EE.UU. discutan muy seriamente si Antonio Banderas es blanco, negro o del color con el
que sienta y perciba su autoidentidad étnica...
El pin parental va a resultar, vistas las falacias liberticidas de los críticos de izquierda, la
solución menos mala al gran problema no solo del sistema educativo sino del pensamiento
hegemónico que está escorado a las izquierdas: su incapacidad para asumir la crítica, la
libertad y la diversidad. Los que niegan la preeminencia de los padres respecto al Estado
han convertido al Estado en un sustituto de Dios. Abraham no se podía negar ante Jehová y
ahora pretenden los socialistas que nos arrodillemos obedientes y sumisos no solo ante las
leyes sino también ante sus valores.
La demagogia izquierdista sobre el pin parental ha hecho falaces analogías con ¡las
transfusiones de sangre! y con ¡la ablación! (en todo caso la analogía pertinente es con la
circuncisión religiosa que practican judíos y musulmanes, ¿pretenden prohibirla?). Aunque
son falacias reveladoras de quienes las proponen: pretenden la ablación de las mentes a
través de transfusiones masivas de ideología, queriendo silenciar el debate, tan normalizado
tienen el adoctrinamiento.
De todos modos, hay que reconocer que el pin parental es una mala respuesta a un
problema peor: la captura ideológica del sistema educativo por parte del activismo de
izquierdas. Necesitamos recuperar los valores de la verdad, la objetividad y la honestidad
como objetivos de un sistema educativo público. El caso es que hay padres legítimamente
preocupados por la educación moral que reciben sus hijos de manos de quienes confunden
la eticidad, las normas morales universalmente válidas, con su moral particular. En esto, la
deformación espiritual como si fuese formación ciudadana, son especialistas tanto los
conservadores de sacristía como los socialistas de casas del pueblo. Pero no nos
engañemos, son estos últimos los que controlan hoy en día los recursos culturales y
educativos satanizando a los que se resisten a ser adoctrinados en colectivismo económico,
pedagogía coeducativa y alarmismo ecologista.
La enseñanza es demasiado importante para dejarla en manos de los ministros y
consejeros de Educación.

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