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LA DIMENSIÓN DE LA ÉTICA PROFESIONAL EN LA FORMACIÓN DEL

ESTUDIANTE DE PSICOLOGÍA

Autores: Lic. Anabel Nayle Murhell; Psic. María Valeria Contreras


Institución: Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán
Contacto: (0381) 4350758/156036496; anabelmurhell@arnet.com.ar;
anabelnayle@hotmail.com; valeria_contreras78@hotmail.com
Resumen
En esta producción se plantean interrogantes acerca de la formación ética en la carrera
de psicología.
A partir de la práctica docente, así como de la lectura y análisis de la Ley Nacional de
Salud Mental de la República Argentina, Ley de Educación Superior, conjuntamente a
los códigos deontológicos vigentes, avizoramos la relevancia por incluir en la formación
académica, un cuerpo de conocimientos relativos a las normativas que regulan y
orientan la práctica profesional. Sin embargo, hablar de formación en ética profesional
va más allá de recetas o medidas tranquilizadoras; invita a la praxis, a la reflexión
sobre la práctica. Apunta a la revalorización de un posicionamiento crítico, reflexivo y
activo del estudiante (futuro profesional psicólogo) en relación al marco deontológico
que regula la práctica. En este sentido, el profesional será el intérprete de las normas
explícitas en los códigos deontológicos y responsable de su puesta en acto.
Palabras Claves: formación ética – estudiante – práctica profesional

En la historia de la humanidad se han sucedido acontecimientos que marcaron giros


importantes en relación a los contenidos éticos y morales, vinculados intrínsecamente al
desarrollo del campo profesional de la psicología, cuya praxis se encuentra inmersa en
un entramado social que convoca a lidiar con la incertidumbre, lo complejo y perplejo
de la sociedad actual. En tal sentido, se observa una significativa preocupación por
definir los principios y normas éticas que rigen la práctica del profesional del psicólogo.
Preocupación relativa a la especificidad de esta ciencia y a la peculiaridad de su objeto
de estudio: la dimensión del sujeto, su singularidad en situación.
La ética profesional reactualiza su vigencia en la realidad contemporánea. Esta
preocupación se ve manifiesta, en el proceso de codificación y legalización, por un lado
desde la formación universitaria en su arista ética, y por el otro, la regulación
deontológica de las profesiones.
Es así que, en el año ’95 la Ley de Educación Superior, Ley N° 24521/95, legisla por
primera vez la enseñanza de la ética profesional. La misma, en el artículo 3º plantea:
“La Educación Superior tiene por finalidad proporcionar formación científica,
profesional, humanística y técnica en el más alto nivel, (…) y desarrollar las actividades
y valores que requiere la formación de personas responsables, con conciencia ética y
solidaria, reflexiva, críticas, (…)”. Así también, establece en el artículo 28° inciso a); en
relación a las funciones básicas de las instituciones universitarias: “Formar y capacitar
científicos, profesionales, docentes y técnicos, capaces de actuar con solidez
profesional, responsabilidad, espíritu crítico y reflexivo, mentalidad creadora, sentido
ético y sensibilidad social, atendiendo a las demandas individuales y a los
requerimientos nacionales y regionales.”
Este hecho, da cuenta de la preocupación por incluir un cuerpo de conocimientos
relativo a lo deontológico y ético en la formación de los estudiantes universitarios a
partir de la sanción de leyes de ejercicio profesional en las distintas provincias y la
regulación de ésta a través de la consolidación de códigos deontológicos, provinciales,
nacionales y regionales.
En este sentido, la psicología como disciplina científica ha transitado un recorrido
marcado por la tendencia a precisar tanto, su campo de intervención en el marco de la
salud mental y su objeto de aplicación, así como la legitimación y especificidad de su
práctica. En esa línea, la Ley Nacional de Salud Mental N°26.657 de la República
Argentina, promulgada en noviembre de 2010, “tiene por objeto asegurar el derecho a
la protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos
humanos de aquellas con padecimiento mental…(Art.1, 2010)” entiende a la salud
mental “como un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos,
culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una
dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y
sociales de toda persona”(Art.3, 2010), remite a un sujeto de derecho en situación,
contextualizado.
La práctica profesional del psicólogo se desarrolla en una realidad socio –histórica
atravesada por múltiples determinantes que le imprimen características particulares,
configurando un espacio de entrecruzamiento, donde se presentan situaciones en las
que está obligado a intervenir. Esto implica una relación entre la problemática a
atender (sujeto en cuestión), el contexto institucional - social, el código de ética
profesional y su propio sistema de valores y creencias. La ética profesional, excede lo
estrictamente normativo: apunta además a un posicionamiento ético del profesional
psicólogo; cuestiona e interpela, requiere un campo particular de acción del profesional
para analizar las situaciones dilemáticas considerando sus particularidades,
especificidades y los fundamentos normativos y principios que la sostienen. Ni
exclusivamente heterónoma, ni meramente subjetiva, interpela al profesional/sujeto con
su propio acto. Analizar una situación a la luz de cuestionamientos éticos, implica
buscar los fundamentos éticos de la práctica profesional, los deberes y obligaciones
pautados por un grupo de profesionales y el posicionamiento ético de este profesional
que se pone en acto.
Es allí donde aparecen los dilemas éticos, contingentes y recurrentes en su práctica;
por lo cual, su intervención, reviste un carácter decisional que va más allá de lo
estrictamente deontológico donde se pone en juego el Ethos del profesional.
Esto, interpela a los docentes a pensar sobre cuáles serían las condiciones de
posibilidad para la formación ética en el ámbito universitario. Al respecto, la Ley
Nacional de Salud Mental, establece en su Art.33 que “La Autoridad de Aplicación debe
desarrollar recomendaciones dirigidas a las universidades públicas y privadas, para que
la formación de los profesionales en las disciplinas involucradas sea acorde con los
principios, políticas y dispositivos que se establezcan en cumplimiento de la presente
ley, haciendo especial hincapié en el conocimiento de las normas y tratados
internacionales en derechos humanos y salud mental. Asimismo, debe promover
espacios de capacitación y actualización para profesionales, en particular para los que
se desempeñen en servicios públicos de salud mental en todo el país”.
Como docentes, resuenan preguntas recurrentes de los estudiantes haciendo
referencia a “¿cómo estudiamos los códigos?”, “¿es necesario estudiar todo?”. Lo cual
lleva precisamente a plantearnos qué entendemos como formación ética en el trayecto
académico del estudiante de psicología y desde qué concepción la sostenemos. Sin
dudas, la formación en esta área, contempla el conocimiento de los códigos
deontológicos existentes, que además de regular y orientar la práctica, representan una
conquista de la profesión, en tanto pudo legitimarse como disciplina científica
reconocida por el conjunto de la sociedad, con las garantías y responsabilidades que
ello trae aparejado. Es indiscutible la importancia que adquiere el conocimiento de lo
deontológico en el desempeño profesional; sin embargo, resulta limitado para remitirnos
a la formación ética del profesional psicólogo.
Hablar de formación en ética profesional va más allá de recetas o medidas
tranquilizadoras; invita a la praxis, a la reflexión sobre la práctica. Apunta a la
revalorización de un posicionamiento crítico, reflexivo y activo del estudiante (futuro
profesional psicólogo) en relación al marco deontológico que regula la práctica. En este
sentido, el profesional será el intérprete de las normas explícitas en los códigos
deontológicos y responsable de su puesta en acto. La formación ética profesional
implica por un lado, una instrucción de un conjunto de normas, valores y principios
éticos - deontológicos preexistentes y por otro, una relación con el otro que a su vez
recae en la relación con el colectivo al que pertenece.
Esta línea de pensamiento, se plantea en contradicción al pensamiento moderno
universitario, sostenido en una concepción de ciencia acabada, completa, coherente.
Sumado, la situación de masividad que caracteriza en líneas generales, a la realidad de
las universidades públicas; donde el anonimato ha conquistado a tal punto la modalidad
de lazo social que ha dejado de ser una preocupación.
En este marco de situación, la cátedra propone como estrategia de enseñanza -
aprendizaje el análisis de situaciones dilemáticas relativas a los distintos ámbitos de la
práctica profesional, donde su intervención reviste el carácter de una elección singular
que va más allá de lo estrictamente deontológico. Situación que podríamos pensarla
desde lo que Jean- Pierre Obin denomina el “infierno de la ética”, dada la intranquilidad
de lo no resuelto que impone una situación de elección ética; “infernales” en tanto
posicionan al profesional frente a una “soledad infranqueable”. Es allí donde se pone en
juego su ethos; ethos que “abarca todo nuestro obrar, con sus diversas variantes, pero
también las creencias sobre ese obrar y las actitudes con que se lo asume o se lo
impugna (…) otorgándole sentido…” (Maliandi 1991:27)
Por lo tanto, no sería posible arribar a una respuesta unívoca, de carácter
exclusivamente normativo o moral. Por el contrario, la ética profesional, diferenciada de
la obediencia moral, promueve la vía de la responsabilidad dado su carácter íntimo,
reflexivo. Al respecto, G. Salomone y M. Domínguez (2006:14) expresan que “Si la
ética comporta una decisión que atañe a la existencia, no se tratará del saber hacer
{savoir faire} de aquél que domina el ejercicio de la técnica, sino de un saber-hacer-ahí-
con {savoir y faire avec}, cada vez, en el acto de lectura, con aquello que se le
presenta, sea ello un texto del código deontológico, un texto histórico – social o el texto
que un paciente trae a consulta”.
Esto, constituye el eje transversal de trabajo con los estudiantes, desde el inicio de la
materia hasta su conclusión. La misma consiste en la elaboración de un trabajo
integrador a partir del planteo, análisis y toma de decisión en situaciones dilemáticas;
en algunos casos son propuestas por la cátedra y en otros se invita a los alumnos a
elegir una situación que implique un dilema ético.
Por ello, la educabilidad ética no puede ser concebida como un hecho dado,
remitiéndonos a la idea de que un sujeto sea o no educable, en tanto, la ética -como
cuestionamiento-, interpela al sujeto en su condición de tal, se aprende y se construye a
lo largo de toda la formación, incluso de la praxis, en la cual intervienen y se conjugan
los saberes adquiridos, las experiencias de relaciones con el otro, y el propio ethos. En
última instancia implica el pasaje de una racionalidad moral, al reconocimiento del otro
–y de si mismo- como humano, como sujeto de derecho investido por el reconocimiento
de principios universales.

Bibliografía:
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Ley Nacional de Salud Mental N° 26657.
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