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BAJO
TRAI\SFEREI\CIA
OCHO ESTI]DIOS
DE CTINCA IACANIANA
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CLII§ICA
BAJO
TRAhISFERENCIA
OCHO ESTUDIOS DE
CLINICA LACANIANA
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Wi¡iÍY;"
Manantial
Impreso en la Argcn{na
gueda hecho el de¡:ósito que E¡arca la ley I1.223
ISBITI 9EO-SElb-oS_l
EDICIONNS MAT{ANTIAI
I
DIRECCIONES DE LA CURA
c.s.T.
Jacques - Alain Miller
C.S.T.*, doy estas tres letras como colofón a coloqar al pie de todo
ensayo de clinica psicoanalítica, porque resumen lo que la distingue:
ser una clínica baio transferencia.
p, .ffisicoanalítica? un saber determina-
do, de punta a punta, por las condiciones de su elaboración. es decir,
por la estructura de la experiencia analítica que, desde hace alrededor
de diez años, se denomina discurso del analista. La clínica psicoanalí'
tica, hablando estrictamente, sólo puede ser el saber de la transferen-
cia, es decir, el saber supuesto -qué en el curso de la experiencia
funciona como verdad- que se vuelve transmisible, por otras vías y
con otros efectos que los de la experiencia en que se constituye. En
consecuencia, la clínica se le presenta al analista como antitética con
el discurso, porque implica que el saber-se desprende del lugar que le
toca en la experiencia: explicitar el saber es des-suponerlo.
La ilusión según la cual no podria haber clínica psicoanalitica
encuentra allí su único mecanismo. A esta ilusión, que percluró largo
tiempo en la Escuela Freudiana,la tratamos como se lo merece: ¿sirve
acaso para algo más que para reducir la clínica al psicoanalisis? Es
decir, que con el pretexto de que sólo hay psicoanálisis de lo
particular, solo se admite una clÍnica que comparta dicha condición.
Vale-la pena hacer la pregunta: ¿el único saber clínico que existe es
el de la semántica de los síntomas de un sujeto? Se comprueba,
además, que cada vez-que la susodicha semántica es transmitida,
* tN.T.¡ Conserva¡nos las inicialcs tiancesas hel título,quc sonirnpoúbles dc reprotlucir
literalmen tc cn casttrllano.
JACQUES - ALAIN MILLER
saber que puede ser. cualquiera. Captamos así cdmo el inicio del
análisis constituye una coyuntura eminentemente favorable para el
desarrollo de la psicosis.
El síntoma, en tanto analítico, se constituye por su captura en el
discurso del analista, gracias al cual, trañsformado en demanda,
queda enganchado al Otro. El cierre del síntoma por el analista, en
tanto éste, agregándose a é1, lo complementa con el objetivo
implícito de restituirle su sentido, tiene entonces como consecuencia
la histerización del sujeto, lo que quiere decir su apertura al deseo del
Otro.
Esta se revela en las formas de "resistencia" que provoca en el
obsesivo, patente cuando es agresiva, más sutil cuando asume la foima
de la obediencia, incluso de Ia complacencia extrema, tras la cual el
sujeto retiene la puesta en juego de su deseo; en la histérica, lo que
ésta redobla, libera ensayos de extravío (del Otro), incluso una
angustia que señala que el deseo del Otro está dénudado ahora en su
función de enigma. En todos los casos, el saber supuesto del sentido
del síntoma sirve de pantalla al objeto del fantasma, cuyo lugar
p¡epara al mismo tiempo.
Debe abrirse aquí la rubrica de los fenómenos marginales, de los
sínto¡nas transitorios que acompañan el embrague del síntoma. Al
mismo capítulo pertenecen los primeros sueños, los primeros lapsus,
los primeros actos fallidos, que connotan el embrague del síntoma
sobre el sujeto supuesto al saber y sobre el deseo del Otro.
Aqpí, puede concebirse siempre un comentario por partida doble:
por un lado en la vertiente del saber, por otro, en la vertiente de la
causa del deseo; pero, esta segunda vertiente sólo aparece retroactiva-
mente. EI único punto de referencia de la clínica del análisis al inicio
de la cura es el significante de la transferencia (el Niño del Lobo, de
Robert y Rosine Lefort, ofrece en el campo de la psicosis un bello
ej emplo de metáfora transferen cial: Lobo I Señora).
nes posibles mediante las cuales hubiera podido tal vez obtener el
éxito.
Cuando Rachel vino a veÍne para pedirme un análisis, se presentó
como una rebelde: rebelde a las dificultades más cotidianas de la
existencia, cuyas contrariedades considera como malignidades de un
sino encarnizado contra ella; rebelde respecto a las obligaciones de
la vida conyugal, en las que no ve más que exigencias de un marido
empeñado en obstaculizar su autonomía; rebelde frente a las cargas
de su función materna, cuyas preocupaciones representan para ella
una angustia intolerable; rebelde, en fin, ante las obligaciones de su
profgsión, en la que no ve más que explotación y hasta esclavitud.
La sexualidad,es ante todo un deber, un engorro, aunque reconoce
que no es para nada frígida. El deber conyugal es siempre objeto de
negóciaciones a las cuales ella cede, pero no sin una contrapartida.
No duda del deseo, lo que no soporta es la demanda que implica; la
suya tanto como la de los demás.
Rachel es rebelde. La calificación de reivindicativa no le cuadra. La
reivindicación es una queja que tiene por objeto las leyes que rigen la
repartición de los bienes; no objeta la existencia de esas leyes sino sus
aplicaciones.
Sin embargo, no se queja de ningún daño en particular, de ningún
perjuicio en su contra.
Lo que padece es la violencia, pero más que ser su simple víctima,
es su juguete. Es una violencia que surge y la invade siempre que
tiene que conf¡ontarse con un semejante. Una violencia recíproca
que padece doblemente por no poder ejercerla sobre el otro, y que
exacerba su rebelión hasta la desesperación.
Ello entraña un sufrimiento difuso, una queja depresiva que da el
tono a su existencia y a su palabra: ¿por qué la vida me resulta tan
penosa, tan dolorosa?
¿Qué secreto posee el otro paru gozar de una felicidad que a mí se
me escapa radicalmente?
Este sufrimiento no estuvo siempre presente. Aparece hacia los
doce años, en el momento de la pubertad. En efecto, la adolescencia
de Rachel se resume estrictamente en un conflicto incesante, de una
intensidad que la deja atónita cuando la evoca: la confrontaciÓn
cotidiana con el padre. Su padre es para ella el agente único, el
representante exclusivo de esas constricciones que, desde entonces, la
torturan.
Ella misma está desconcertáda con esta comprobación, ya que
LIMITES DE LA F'UNCION PATERNA l3
Idilio
La oferta-del psicoanalista se reduce a la regla fundamental, que
enuncia también la única prescripción técnica u la que el psicoanaliita
se atiene.
Esto es suficiente, como lo indica Lacan, para producir el supuesto
sujeto del saber, que surge del analizante miimo, istableciendo así las
bases de la transferencia.
Nada más equívoco que la regla fundamental, en la que la histérica
capta que su palabra es eJ sostén de [a escucha del otró y la causa de
lo que puede volverle.
Entonces, el idilio puede comenzar. La palabra de la histérica se
convierte en una égloga por la cual el sujeto áedica su queja al otro, a
DIRECCION DE LA CURA EN LA HISTERICA 21
lo que ella ya sabía. En efecto, para qué sirve decirle a alguien que se
qugja, que la causa de su queja reside en aquello de lo quJsufre.-
- considerando que la histérica sostiene su deseo pór la exaltación
de la falla fálica (-.p) no debe sorprender el tope que encuentra la
interpretación que se apoye sobre la sola signific""ior, ¿"t ruto.
Tal interpretación puede ser llamada tauiorógica, estrictamente, ya
que se construye como una formación del inconsciente, aunque ella
no revele más que lo que induce el significante amo, dejand-o en la
sombra lo que sostiene al sujeto más alla de su división, es decir el
objeto de su fantasma.
_ subrayemos que ese tipo de interpretación es coherente con el
lugpr que Ia repetición propone al analista y que habí¿imos menciona-
do anteriormente.
Es por-es9 que puede resultar un efecto de apaciguamiento, más
.
aún cuando éste apela a la sugestión. El discurso del-amo puede, en
ciertas circunstancias, encajar con el discurso histérico.
, La histérica acepta retirar su queja si estima que el mantenimiento
de Ia transferencia está en juágo. El analista cura a la histérica
mientras la metonimia consienta que la relación se prolongue, es
decir indefinidamente.
Equivocación
sin embargo, es a partir de la transferencia que la dirección de la
cura de la histérica vuelve a encontrar un tope que exige del analista
ser otra cosa que el doblaje silencioso de la repetición significante,
pues se trata para él de estar presente.
cuando Freud debe reconocer que la transferencia incluye un
aspecto de resistencia, descubre que más alla de la repetición que
presta al analista los rasgos de la imagen infantil, hay una presencia
del analista.
Pues si Ia transferencia no puede reducirse totalmente, disolverse,
en las coordenadas del retorno del significante, es necesario que el
analista, en esa transferencia, también sea real.
Esa presencia del analista como real es la cuestión subyacente al
conjunto de textos freudianos reunidos bajo el tltulo de la técnica
psicoanalítica.
Freud descubre que la histérica produce.el amor en la transferencia
para hacer barrera a ese real del analista.
DIRECCION DE LA CURA EN LA HISTERICA 23
realizar
F,n este ounto la dirección de la cura de la histérica debe
operado por Lacan en la
*"ffiü¿';dñá-ui-¿"rpt-amiento
potElq"" él señala al analista' J^ salida
^^r:r^ al
^r amor de
Estar en el lugar ;.i oi;; i"'pide, de hecho' toda
o el pasaje al.acto'
tr*ri.i"n"ia. Es et i-pu.t", la huidadel sujeto juego como el analista
Ahora bien, es táfu-Lít" cambiando el
pr;;;;;itir'a la histérica a -lo que la hace deseante' para que se
áesprenda del objeto que se obliga a amar'
histérico del
El analista pu"oá 1r..1lu*lnte, desalojar al sujeto de su deseo' con'
luear desde donde s.rt"iia en el Otro los significantes
ia?ándición de ser él mismo quien cause ese deseo'
a un objeto
La histéric*, t.uutt á" t' i-pulso amoroso' apunta sino en el
"
señalado fuera de la transfereniia, no en
el pasado
,tt§:lt"tú. hace huir
que Freud, al mostrar muy rápido esa diferencia,
que Dora
a Dora, que le .iáiu r" p"erta en lai narices' antes que decir
Sucede
techaza la angustia y prefiere conservar su sintoma'
^"la
,u-i"niut*u, e--n el que mujet" ocupa el lugar de objeto'
"" para acceder a
i;';"g;iiu ., pr..io qu. deb_e pagar la histérica radical para el
"i
esta verdad: si et Oiro desea, ese deséJes
un enigma
*;f;" fantasma, elttre una significación
y
se detiene entre síntoma
goce que
fálicá que rechaza y un desenmascaramiento del objeto de
para la histérica la ocasión para
i"^"rg.¡ti". Un giá tal puede.sef
debe considerarse un fracaso.
;"J*"1' ;;;e'a. ñstá nó necesariamente
Separación
Silacausadeldeseopuedeserperoibidaporelsujeto,loespor
-i¿ff"á'
C"mpromiso habitual' que hace al
goce
medio de aparataj" edípi-
compatible con lal ielativas a las identificaciones
""rái"i"*r
cas y al buen uso de la metáfora
paterna'
Es sabido qu. .tut i¿entificaciones tanto
como esta metáfora' no
porqug eligiéndo las
son supuesto, ¿""i*iü'-p"tt ra histérica'
anatémica -identifica'
identificacion", qu" contrarian su sexualidad
a guardar al.padre..9*o objeto
ción al hombre-;ld;ve obligada
de amor y ," ni.gá-u p"sur af paár9
por1. trituradora del significante'
la cual sólo asegura su
De ahl su gusto po, i" i*iriOn ¿et iemblante,
paterna'
eficacia poi et éxito de la metáfora
DIRECCION DE LA CURA EN LA HISTERICA 25
retira, para dejarla plantada, pobre cosa traicionada por el Otro, que
desea sin ella.
Estado de rechazo y abandono que los psiquiatrasno dudan en
Ilamar, con su habitual necedad, melancolia; pero que no es más que
el resultado del efecto del deseo, cuando éste se muestra no ser,
infine, más que deseo de muerte.
Reacción terapeútica negativa, decía Freud, e incluso masoquismo
primordial. Un análisis no es para nada necesario para que ese cuadro
se realice y la lista de figuras cotidianas de esas mujeres cuyo destino
es la infelicidad sería larga.
Figuras inversas de la evocación habitual de la "bella histérica",
sostén de la gloria fálica, las que, sin embargo, dicen la verdad.
La verdad que denuncia este impasse, es que al rehusar la
castración como reguladora del deseo, la histérica no tiene otra
opción más que la de realiza$e en el objeto de su fantasma, para
dedicarse al goce del Otro.
Es en este punto que el analista debe estar presente, pues el pasaje
al acto que amenaza tiene una dimensión distinta que el acto sexual
evocado anteriormente y que no estaba destinado, finalmente, más
que a denunciar lo irrisorio del priapismo masculino.
En el mundo de la histérica, así devastado por el deseo de muerte,
el analista es entonces obligado a volver a impulsar la cura. Nuevo
impulso que encuentra su resorte en la puesta enjuego del deseo del
analista, en el punto mismo en que la demanda desaparece.
Esta sustitución reposa más en lo que conviene llamar una
r¡¡a¡rit¡bra de la transtcrenciu que L'n una lnterpretación. porque el
analista debe hacer semblante de su real así denudado y ¡o de los
significantes con que hasta entonces lo revestía la repetición.
Prótesis del deseo, planteamos, para proponer que el analista
puede sacar al sujeto de la trampa en que su goce paradojal lo
encierra, en primer lugar, ofreciéndose como objeto de su fantasma y
causa de su deseo.
Esta emboscada es la del fantasma, última defensa contra el deseo,
al que cubre de significaciones vigorizantes. Ese momento de la cura
en que arnenaza el fin, descubre el armazón de la estructura de la
histeria y estremece sus cimientos. Nueva opción para el sujeto.
O bien, él decide continuar la búsqueda que le propone su
fantasma consolidado por la desaparición terapéutica del síntoma, sin
el sostén del analista quien, in absentia" puede continuar encarnando
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desaparición dél deseo", hay algo más sencillo que el escoger como
objgto el arma misma, más aún, un arna que fue escogida en un
momento de desfallecimiento del padre -ella tenía entre tres y
cuatro años-, escogida, digo, en el padre de la biografía: e¡a un
policía aparejado de moto y pistolas. Evidentemente, no se trata del
padre castrado que el sÍntoma erige en lo imaginario; es. por lo
contrario, un padre no castrado, e incluso, castrante.
Es a ese padre al que ella está identificada a nivel del yo.
"Proyectada" siempre "hacia adc'lante". según sus palabras. convir-
tióse ella rurÍma en proyectil, y ello gracias a una sutil estrategia del
próyecto, que no describiré aquí. Esta identificación es la que
sostiene el yo autónomo, dinámico y conquistador con que viste
contrafóbicamente, retomo expresiones de Lacan, su angustia.
Se dedicó a rcemplazar en lo imaginario el "al-menos-uno" que
podiía escap¿u a la castración. Adquirió con ello'clerto haber. bajo
forma de cultura, riqueza, e incluso dos hijos. que había querido
tener y que tuvo. En ese contexto, el deseo masculino era para ella
una amenza y hasta una injuria.
A su llegada, ella misma formula su dificultad en términos de
angustia de abandono. La angustia conduce aquí directamente al
fantasma. Me serviré de él como hilo de Ariadna.
De los seis años de análisis extraigo cuatro secuencias prototípicas
de momentos de an§ustia.
Aparece, sobre la escena, diría, un objeto que es exactamente
contrario al proyectil, a saber, el objeto amorfo, el que no se mueve'
por sí solo, salvo en caso de calda.
De entrada, ya en las entrevistas preliminares, pasadas dos
sesiones, mi respuesta en suspenso a su demanda de análisis ocasiona,
junto con la angustia, esta pregunta: "Fero, ¿qué quiere Ud, de
mí? ", seguida, después de un silencio, de esta frase que la deja
desconcertada: '"Soy un paquete en consigna".
A continuación, surge un recuerdo. Del tiempo en que su padre se
calló durante su depresión, pues a seguidas de un accidente que lo
dejó inmóvil, pasó dos meses sin decir una palabra: de esta época le
han contado sobre ella: "Eras como un paquete". Quizás había
comenzado ya a hacerse la amorfa, y habrá luego muchas otras
variantes, hasta hacerse la muerta.
Un sueño ahora, repetido en el análisis durante meses e incluso
años, cada vez menos frecuente, es cielto, hasta desapareeer al fin.
EL OBJETO EN UNA FOBIA 3l
.
El tatuaje tiene para él la misma necesidad que cualquier otro
objeto para el f'etichista. Lo que lo hace temir es esa
"uruÁ.
* [N.T.] Relación entre tompot §,llo,y autos tamrynneuses,
, carritos chocado¡es.
*
..1
39
' §:i
EL HOMBRE DEL BOLIGRAFO
puedehacerningunainterpretaciónsignificativa:siesqueacaso,eny
iánto q.r. interpreáción, podemos referirnos a la significación' que
sobre todo en el ¿e nóUerto. En efecto, las significaciones
"aso
Robertonopudoadquirirfueronlas.significacionesprimordiales,.
..!] q* j. l-".un d;ñ; "otno "las másmás Cetcanas a la necesidad, las
animal en el entorno en
rig"if'L."ünes relativas a la inserción
tanto que éste es nutridor cautivante" (1' pitg' 223)' con
y Estas
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICA§
Atmv Cordié
SylviealosTaños.
S: "¿Son comestibles los hombres? ¿Sangra el papá cuando mete
la semilla en el trasero? ¿Se pone un delantal o una chaqueta para
int¡oducir el grano? ¿sangran las mamás en la clínica ginecológica
(d'accouchement) cuando no hay bebe? (Sylvie repite varias veces la
palabra accouchement Ípartol). Me gusta esa palabra".
Yo: " ¿Por qué te gusta esa palabra?"
S: "Termina en ment, como lavement llavativa]. Cuando uno está
muerto, le reparan el trasero, le ponen pomada en el trasero. Después
de la muerte uno se convierte en la abuela (la abuela materna acaba
de morir), las señoras en casa del doctor que pone la pomada, ella
murió también. Papá pone pomada en el trasero de las vacas. ¿ya
está muerta Sylvie? "
Quiero precisar cle una vez que el parlre de Sylvie es veterinario y
lleva a menudo a la niña con é! en sus visitas" Me enteré en esta sesión
de que sylvie había asistido también a un alumbramiento artificial de
una vaca.
" ¿Son comestibles los hombres? "
Ya les hablé del "Sylvie no comer". La prohibición de canibalismo
no parece estar formulada para ella: comer es comerse al otro,
comerse a sí mismo. A lo mejor se plantea la pregunta de la
diferencia entre hombre y mujer en lo que respecta a comer.
Refiriéndose a la mujer de servicio que está encinta, pregunta si se
comió a su bebé.
" ¿Sangra el papá cuando mete la semilla en el trasero? ¿Se pone un
delantal o una chaqueta para introducir. el grano? ¿.Sangran las
mamás en la clínica ginecológica, cuando no hay bebé? ','
En la escuela le han hablaclo de la diferencia sexua!, la semilla der
papá, de parto, etc., y todo eso no parece tener sentido para ella. Ha
visto con sus propios ojos a su padre sacar con las manos, del trasero
de una vaca, no a un bebé de piel, sino algo cubierto de sangre. Ven
aquí que los significantes relacionados con el nacimiento son: el
grano de papá, el parto, la sangre, la clínica, pero todos
completamente despegados de sus significados.
"¿Se pone un delantal o una chaqueta? "
El delantal sigue asociado a la imagen.de la madre. La chaqueta es
atributo de los hombres, del padre. Sin ernbargo, el padre ha debido
ANNY CORDIE
66
l. Direcciones de la cura
l. C.S.T., .Iacques-Alain Millcr 5
2. Límites de la función patenu. Michel Silvestre 1l
IL Neurosis
3. Dirección de Ia cura en la histérica. Michel Silvestre lg
4. El obieto cn utla tobia.ColetteSoler 29
III. Perversión
5. El hombre del bolígrafb. Paul Leruoine 37
@
MANANIIA