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Capítulo VI
La acción humana
1. Praxis y tejne.
1
Este cuadro está tomado del que Finnis presenta como estándar entre los
neoescolásticos, en su artículo “Object and Intention in Moral Judgements According
to Aquinas” publicado en The Thomist 55 (1991), pp. 1 – 27. Señala que está fundado
en el que ofrece Pinckaers y Gilby, entre otros. Es igual al que aparece en las notas de
la edición de la Suma de Teología de la B.A.C.
al bien en común; que eso implica que la voluntad naturalmente toma
posición cuando tiene enfrente un bien particular; que la voluntad
siempre sigue al intelecto; que esto último, respecto de la voluntad
como naturaleza significa que su tendencia se verifica con
conocimiento del bien; que en cada acto de la voluntad como razón hay
una forma que pone la razón, aun cuando materialiter sea, por supuesto,
acto suyo. Dicho esto, nos limitaremos a explicar aquí las partes del
acto voluntario que santo Tomás tuvo en consideración en los textos
señalados de la Summa:
a. Aprehensión del fin y simplex velle (simple querer)
Cuando la inteligencia aprehende un bien particular,
inmediatamente la voluntad, impulsada por su natural tendencia al
bien universal, toma posición frente a él. Si el bien destaca por lo
conveniente, es decir, por satisfacer parcialmente el apetito de bien
universal, la voluntad tomará una posición favorable. Si destaca por
sus limitaciones y, por lo tanto, por su inconveniencia, la posición
será desfavorable y de rechazo. El simplex velle es la tendencia al
fin en absoluto. Sin este primer querer de la voluntad no es posible
que se dé inicio al proceso por el que se elegirá aquello que conduce
al bien o fin. Por ejemplo, si alguien piensa en su propia salud, en
circunstancias normales, la querrá sin más.
b. Intención
Es el acto de la voluntad respecto del fin, pero ya no absolutamente,
como en el caso del primer y simple querer, sino según que el fin es
el término de aquellas cosas que conducen a él. Quien tiene la
intención de un fin,
inmediatamente se abre al amplio “… la intención se dice que es del
fin, no según que la voluntad se
campo de aquellas cosas que dirige absolutamente hacia el fin,
pueden conducir a él. Quien sino según tiende a él a partir de
intenta su propia salud, no sólo la lo que es para el fin. De donde la
quiere, sino que considera cuál es intención implica cierto orden de
la mejor manera de procurarla: una cosa a otra. Ahora bien, el
orden de una cosa a otra no es sino
ingerir un medicamento, tomar del intelecto, de quien es propio
cierto tipo de alimentos, hacer ordenar. Pero el intelecto que
reposo, etc. La intención del fin ordena el apetito al fin está unido
supone una voluntad que busca al mismo apetito”.
In II Sent., d. 38, q. 1, a. 3, c.
ser eficaz en su consecución.
Sucede muchas veces que hay personas que declaran querer algo
pero no hacen nada para conseguirlo. Cuando eso ocurre, muy
probablemente se quiere el bien en absoluto, pero no se tiene la
intención de obtenerlo. Ya se ha dicho que los fines no se alcanzan
simplemente por quererlos. Es necesario hacer algo para acceder a
ellos. Por eso, querer eficazmente un fin –intentarlo– pone
inmediatamente a la razón práctica y a la voluntad en el campo de
lo conducente al fin. Quien tiene la real intención de un fin, lo
mirará desde la posibilidad que le ofrece algo para alcanzarlo. Y una
vez que la razón ha reconocido esa cosa como conveniente,
comenzará a hacer lo necesario para llevar a cabo la acción que
conduce a tal fin.
En otras palabras, la intención de un fin, que primero aparece como
causa final extrínseca, supone que es perseguido también como
posible forma intrínseca del acto moral. Ya se ha dicho, recordando
un texto de Aristóteles, que el fin moral se alcanza en la acción: de
allí que ella sea considerada según es apta o no para realizar en sí el
fin intentado.
La intención supone, y así lo dice santo Tomás en algunos textos,
un juicio de la inteligencia acerca de la posibilidad real de alcanzar
el fin. Algún aventurero podría, con voluntad simple, querer visitar
Júpiter, pero si está en su sano juicio no hará nada para llegar
realmente a él. Es decir, no tendrá la intención de ir, pues ese bien
se le presentará como inalcanzable, al menos si considera la técnica
de la que actualmente dispone.
c. Deliberación
La intención, entonces, siendo la tendencia al fin, abre el apetito de
lo conducente a él. El problema está en que las cosas que conducen
a un fin suelen ser muchas o, también, acciones diversamente
configuradas. Hay que elegir la mejor. Por eso antes de la elección,
la razón práctica delibera acerca de las alternativas que conducen al
fin, cuando ninguna de estas aparece evidentemente como la mejor.
Si una fuera manifiestamente la mejor, no es necesaria la
deliberación. Ante la ausencia de esa evidencia, la razón compara
las alternativas para descubrir las ventajas y desventajas de cada
una. Algunas deberán ser excluidas inmediatamente por su
ineficacia. En el terreno moral, por definición, es ineficaz la acción
que siendo ella misma mala por eso es incapaz de conseguir un fin
bueno. En materias morales es simplemente imposible alcanzar un
fin bueno por una acción mala. Sin embargo, muchas veces, o hay
varias posibilidades de acción; o, además, no es clara su bondad o
malicia. De allí la necesidad de deliberar.
La deliberación, como la elección, no es acerca del fin, sino acerca
de aquello que se ordena al fin. Por supuesto, lo que en una acción
es fin, en otra puede ser algo que se ordena a otro fin ulterior. El
único fin que nunca puede ser ordenado a otro es el último.
La deliberación recae entonces sobre lo conducente al fin, que es
múltiple y contingente. La consideración de la razón práctica debe
alcanzar a todos aquellos elementos que sean relevantes para la
cualificación moral del acto, incluyendo aquellas cosas que sin ser
morales en sí mismas, lo son por estar incorporadas al ámbito de lo
moral por la misma acción. Por supuesto, eso no significa atender a
todos y cada uno de los detalles que estarán presentes en una acción,
sino sólo a aquellos que puedan modificar su condición moral.
d. Consentimiento
El consentimiento es el acto de la voluntad por el que adhiere a
aquello que conduce al fin, que ha sido señalado, previamente, por
la deliberación. Es, más exactamente, la aplicación del movimiento
apetitivo a aquello que la deliberación ha estimado como
conveniente.
El consentimiento, explicado de esta manera, podría confundirse
con la elección. Pero hay una diferencia: la elección implica
preferencia de una cosa sobre otra. El consentimiento, no. De allí
que cuando la deliberación ha terminado señalando varias
alternativas como buenas y convenientes, la voluntad consiente a
todas ellas, pero elige sólo una. Cuando hay una alternativa que
aparece claramente como la mejor, elección y consentimiento no
difieren realmente.
e. Elección
La intención de un bien lleva naturalmente a la elección, pues si un
fin es querido eficazmente, la voluntad querrá también aquello por
o en lo que se alcanza ese fin. Pero la acción de la voluntad respecto
de lo que conduce al fin ya no se llama intención, sino elección. La
elección es en estricto rigor la preferencia de la voluntad, informada
“la intención es el acto de la por la razón, de una de las alternativas
voluntad en orden a la razón queposibles para alcanzar el fin. Sucede
ordena aquellas cosas que son que si el fin es uno suele haber más de
para el fin al fin mismo; pero la
una vía posible para alcanzarlo. Si
elección es el acto de la
Perico quiere casarse para formar una
voluntad en orden a la razón que
compara entre sí aquellas cosas familia, tiene que elegir entre María,
que son para el fin. Y por esto,Josefa, Bernarda e Hildegarda. A su
la intención y la elección son vez, para avanzar en su conquista con
diferentes”. cualquiera de ellas, debe en un
De Veritate, q. 22, a. 13, ad 16.
momento dado elegir si visitarla en su
casa y así, aprovechar de congraciarse
con la suegra; o con más tranquilidad, pero mayor gasto, invitarla a
comer a un buen restaurante; o, ese día, simplemente enviarle un
ramo de rosas. Elegir es preferir una cosa sobre la otra, luego de
haberlas comparado. La razón medirá, entre las alternativas posibles
cuál es la más conveniente o señalará cuáles son igualmente
conducentes al fin y la voluntad preferirá una. El objeto de la
elección es, por lo tanto, aquello que conduce al fin. El fin no se
elige, sino que es principio de la elección.
f. Uso
El uso de una cosa es su aplicación a una determinada operación.
También se le llama uso a la operación a la que se le aplica una cosa.
Cabalgar es usar el caballo; sentarse, usar la silla; escribir, usar el
lápiz. A estas operaciones se aplican las potencias del alma, como
la inteligencia; los miembros del cuerpo, como los ojos o las manos;
o las cosas exteriores, como el caballo, la silla o el lápiz. Se dice
que el uso es acto de la voluntad pues ella es el motor por el cual
estas potencias, miembros o instrumentos se aplican a la operación.
En este sentido, el uso es el acto de la voluntad por el cual mueve
lo necesario para la ejecución de lo previamente elegido. En este
sentido, el uso está entre la elección y la ejecución. Hay, sin
embargo, un uso que puede ser previo a la elección: aquel por el que
la voluntad mueve a la razón a la deliberación.
g. Imperio y acto imperado.
Imperar es ordenar al imperado a hacer algo haciéndoselo saber o
mandándole. El imperado puede ser una persona o una facultad. En
el caso particular de las partes de la acción voluntaria, el imperio es
aquel acto por el que la razón, supuesta la voluntad, manda a otras
facultades a realizar lo elegido. Es decir, el imperio es el acto de la
razón por el que una vez que se ha elegido, se pasa al uso: es algo
medio entre la elección y el uso. O dicho de otro modo, la voluntad
comienza a usar lo necesario para ejecutar la acción, movida por el
imperio.
El acto imperado es el de la facultad ordenada por la razón, supuesto
el querer de la voluntad, que es la potencia motora última. El acto
imperado es el que resulta de la obediencia de las potencias a la
razón. Por ejemplo, si mi razón impera a mis facultades corpóreas
que me mantienen hasta ahora sentado escribiendo este libro, que
ya no lo hagan más, sino que me lleven a casa, el acto de levantarme
y caminar hacia casa son actos imperados. Ellos llevan impreso el
orden de la razón. Sin embargo, en la medida en que las facultades
corporales están sujetas también a las pasiones, tienen una cierta
independencia respecto de la razón. Por ese motivo, dice santo
Tomás, usando la analogía, que el imperio de la razón sobre esas
facultades o directamente sobre el irascible o el concupiscible no se
verifica como un gobierno despótico, sino como un gobierno
político.
Se ha discutido mucho si el imperio es un acto de la voluntad o de
la razón. No es el momento de abundar en este tema. Simplemente
decir que santo Tomás es clarísimo al respecto: imperar es un acto
de la razón, pues sólo esta es capaz de ordenar. Sin embargo, la
razón impera, supuesto un acto de la voluntad, ya que esta última es
la facultad que en último término mueve a las demás.
h. Goce
El goce es el acto de la voluntad que se deleita en el bien
conseguido. El amor es la conveniencia de un ente con otro. Por eso
el amor es principio del movimiento del ente que se dirige a otro
para lograr su propia completitud. Cuando ese movimiento llega a
término, entones el amor de la voluntad se manifiesta en goce. Este
es el goce perfecto, que se opone al imperfecto, que se da cuando el
fin se posee sólo en la intención, pero no en la realidad. Así, por
ejemplo, el amor de don Clotario por doña Tremebunda, mientras
ella no consiente a entrar en matrimonio, que es el fin que él
persigue, se traduce en tendencia o movimiento hacia él: conquista,
convencimiento, ruego, o lo que sea. Una vez que la esquiva doña
se ha allanado a consentir en el altar, el amor, en este aspecto, ya no
es tendencia sino goce: la voluntad de don Clotario puede descansar
y gozarse de que la amada ahora es su señora.
Santo Tomás
dirá que el objeto moral es la “Pero la buena intención no basta; por el
contrario, es preciso añadir la buena
materia circa quam, es decir, voluntad (...). Frecuentemente alguien
aquella sobre la que versa una obra con buena intención, pero
acción, que, por eso, tendrá un inútilmente, por cuanto le falta la buena
cierto carácter formal que le voluntad; como cuando quien roba para
permitirá especificarla. Pero dar de comer a los pobres, tiene una recta
intención, pero falta la rectitud debida de
para que haya especificación la voluntad. Por esto, ningún mal se
moral, obviamente, se tiene que excusa por una buena intención. En
tratar de la materia de una Romanos III, 8 se dice: Es justa la
acción considerada según entra condenación de quienes dicen ‘hagamos
adecuada o inadecuadamente en cosas malas para que vengan otras
buenas. Ahora bien, la buena voluntad se
el orden de las cosas humanas. añade a la intención, cuando la misma
Es decir, según si la acción se voluntad concuerda con la voluntad
dirige o no a la materia sobre la divina, lo que cada día pedimos
que versa, atendido el orden que diciendo: hágase tu voluntad así en la
ella tiene respecto del bien tierra como en el cielo”.
Collationes de decem praeceptis, a. 1
humano en cuanto tal. Sólo así
la materia circa quam es objeto
propiamente moral y puede entonces determinar la especie también
moral de la acción.
La materia circa quam es aquello sobre lo que versa la
acción en cuanto en ella inhiere una formalidad moral. La formalidad
moral que tenga la materia es causada porque es introducida en el
mundo de las cosas humanas por la misma acción que especifica. En
este sentido supone la intención del fin, sin la cual no hay acción. La
acción voluntaria se dirige a un objeto que en sí mismo no tiene nada
de moral, pero por el simple hecho de ser término suyo pasa a integrar
el mundo de las cosas humanas. Sin embargo, aun cuando la causa de
que la cosa se constituya en objeto moral sea la voluntad, él tiene una
especificidad que no pone ésta. El orden que el objeto tiene dentro del
mundo de las cosas humanas depende de su misma naturaleza y no de
la voluntad, entendiendo por naturaleza, en este caso, la proporción que
posea o no con los fines de las inclinaciones naturales.
“A lo segundo, debo decir que Por esto es por lo que
cuando el Aquinate se pregunta acerca de
el objeto no es la materia ex
qua (de la que está hecha la
si la acción recibe su bondad o maldad
acción), sino la materia circa
prioritariamente del acto interior o del
quam (sobre la que versa), que
exterior de la voluntad, dirá que si se
en cierto modo tiene razón de
forma, en cuanto da la atiende al orden inteligible del acto
especie”. exterior en sí mismo, la bondad proviene
S.Th., 1a2ae, q. 18, a. 2, ad 2.
primeramente de la razón y no de la
voluntad, pues es aquella y no ésta la que
descubre la proporción entre el acto moral y el orden de los fines
primeros de la vida humana.