Sunteți pe pagina 1din 4

Gracia Para Ceder

Por Derek Prince

El tema de este mensaje es "Gracia para ceder". Debo aclarar primero que hay
ciertas cosas que los cristianos nunca deben ceder. Nunca deben ceder a Satanás,
porque la Escritura dice: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Santiago 4:7).
Tampoco deben ceder al pecado, porque el capítulo seis de Romanos dice que no
debemos presentar nuestros miembros al pecado. Pero hay circunstancias y
situaciones que ocurren en nuestra vida que sólo se pueden resolver cuando
aprendemos a ceder.

Yo encuentro que esta es una marca de la madurez que yo busco en mí mismo


y estimo en otros: saber cómo ceder. Recientemente escuchaba a un joven
predicador a quien Dios ha bendecido mucho. Es un excelente joven y Dios ha
hecho mucho por él. Pero todo el tema de su mensaje se centraba en lo que él
podía hacer. Todo lo que decía era cierto y bueno. Pero escuchándolo pensaba:
"Hermano, quisiera que terminaras con esto." Porque hay un lugar en Dios donde
llegamos al final de lo que nosotros podemos realizar. No hablo meramente del
potencial que tenemos en nuestra capacidad carnal, o en la educación que
tengamos, sino hasta en nuestro ministerio que nos ha sido dado por Dios. Hay
un punto, por designación divina, donde llegamos al final de nuestra fuerza. El
problema con muchos es que no lo pueden reconocer.

Lo que digo es el resultado del trato de Dios conmigo a través de los años y,
estoy seguro, que Dios no ha terminado aún. Me propongo citar algunas
escrituras usando varias ilustraciones que hablan sobre la "gracia para ceder" y su
importancia en la vida cristiana.

La Medida De La Fuerza Espiritual

La primera escritura que examinaremos con relación a este tema es Romanos


capítulo 15, versículo 1: Así que, los que somos fuertes debemos soportar las
flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.

Esta, creo yo, es la manera en que la Biblia mide la fuerza espiritual. No por
cuánto pueda realizar usted mismo, sino por cuánto puede usted soportar las
flaquezas de los demás. Satisface mucho ser fuerte en su propia capacidad, en su
propio ministerio, y en su propia experiencia, ser el hombre que tiene todas las
respuestas, mas eso no requiere de mucha fuerza espiritual realmente, como la
que requiere soportar las debilidades de otros. Yo creo que Dios y las Escrituras
miden la fuerza espiritual en proporción con cuánto podemos soportar, llevar, las
debilidades de otra gente. Para mí personalmente, esto nunca ha sido fácil.
Esta idea es totalmente opuesta al espíritu de este siglo que dice: "Procura todo
lo que puedas por ti mismo. Deja que los débiles se cuiden de sí mismos."

En estos últimos días, he estado meditando mucho sobre todo el planteamiento


del aborto que, para mí, es una crimen horrible y aborrecible. Pero mucha gente
lo justifica diciendo que es una manera para que no vengan niños indeseados a
este mundo: refiriéndose a niños ilegítimos o que son el resultado de hogares
emproblemados o de madres ineptas. La sociedad mata a estas criaturas antes que
vean la luz. Sé por experiencia, no importa lo que digan las Cortes Supremas o
quienes sean, que Dios clasifica el aborto de asesinato. Lo sé por experiencia y lo
veo claramente presentado en la Escritura.

Pero, el punto que quiero hacer ahora es que, una vez que se comienza a tomar
lo que conviene de norma para medir lo que es correcto, habremos caído en un
camino descendente y resbaladizo que desemboca en una confusión espantosa.
No se dejarán esperar otros planteamientos: ¿Qué de las criaturas que nacen con
impedimentos irremediables, las que nunca llegarán a ser más que un vegetal?
¿Por qué razón se debe de tener con vida a una criatura así?

Ya hay un caso, en las cortes del estado de California, de padres que


deliberadamente dejaron de alimentar a una criatura que nació irremediablemente
discapacitada: la dejaron morir de hambre. Después que se resuelva tratar a los
discapacitados de esa manera, se procederá entonces con los ancianos, los
enfermos mentales, y así sucesivamente. Una tras otra, estas personas serán
suprimidas en nombre del humanitarismo.

No tengo que señalar que esta no es la respuesta cristiana. No sólo porque el


aborto está prohibido por Dios, sino porque la actitud que lo motiva es totalmente
anticristiana. Los cristianos no se quitan de encima a los débiles. Ni siquiera los
remitimos a una institución donde nunca más tengamos que oír de ellos.

Una de las marcas más sobresalientes de los cristianos del primer siglo es que
cuidaban de los débiles. Se preocupaban por los enfermos. No los hacían a un
lado. Esto es realmente lo que impresionó al mundo antiguo. No podían entender
por qué estos cristianos se preocupaban por personas que no tenían nada que
ofrecer: gente que sólo eran una carga. Yo he llegado a la conclusión de que
deshacerse de las cargas humanas no es fuerza, es debilidad.

Los creyentes que son una carga, los discapacitados, los enfermos, los débiles,
son los que prueban nuestra fuerza espiritual. Obviamente hemos llegado a un
punto en este país, y en otros también, donde no podemos permitirnos vivir bajo
las normas establecidas de este siglo. La principal motivación de los cristianos no
es evadir legalmente cuanta responsabilidad podamos sin ser castigados. Mi
motivación principal es agradar a Jesucristo entodo lo que hago. Una vez que
comenzamos a vivir para complacer a Cristo, inevitablemente llevaremos una
vida completamente diferente de los inconversos alrededor nuestro. No tenemos
necesidad de ir a vender la doctrina puerta a puerta, porque en sí mismo, agradar
a Cristo nos hará diferentes.

Negándonos A Nosotros Mismos

Pablo dijo que "no debemos… agradarnos a nosotros mismos " (Romanos
15:1). Yo he descubierto que cada vez que realizo algo eficaz para Dios, algo
aceptable para él, comienzo por no agradarme a mí mismo. He hallado que esta
es una norma invariable: toda vez que realizo algo sólo porque me gusta, no vale
la pena para Dios. Lo primero que debo hacer es negarme a mí mismo. Este ego
(que siempre se está afirmando, diciendo: yo quiero, yo desea, yo siento, yo
pienso, si quiere saber mi opinión…Eso es lo que me gusta…) tiene que ser
negado. Tengo que decirle: ¡No!

No es difícil saber lo que significa negarse a sí mismo. Todo lo que tiene que
hacer es decirse ¡No! a usted mismo. Si usted no se niega a sí mismo y sigue
negándose, no podrá llevar una vida cristiana. No se puede dar gusto a sí mismo
y complacer a Cristo. Es imposible.

Las siguientes son las palabras de Jesús en Lucas 9:23: Y decía a todos: Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y
sígame.

Es el acto inicial de una persona que decide seguir a Cristo. Su primer paso es
negarse a sí mismo. No se puede seguir al Señor sin tomar primero esa decisión.
Y sigue diciendo Jesús: "…tome su cruz cada día…"

Nunca me gustaron las palabras cada día. Por mucho tiempo las pasaba de
lejos a ese versículo, porque conocía otro que no menciona el cada día. Mateo
16:24, usa las mismas palabras, pero sin el cada día. Entonces mi teología y mi
enseñanza estaban fundadas en la experiencia de "una vez por todas en la cruz",
que es perfectamente correcta y teológicamente exacta. Pero no agota las
posibilidades. Aquí en Lucas 9:23, Jesús, furtivamente, incluye el cada día.
"…tome su cruz cada día…" Yo creo que todos los días presentan la oportunidad
a todos los cristianos de tomar su cruz. Si la aprovecha, tendrá un día victorioso.
Si pierde la oportunidad, tendrá un día de derrota.
Y ¿qué es su cruz? Escuché a Charles Simpson decirlo de esta manera: "Su
cruz es donde cruzan la voluntad de usted y la voluntad de Dios." La cruz es un
instrumento de muerte. Es donde se entrega la vida. Jesús dijo comino a la cruz
hablando de su vada: "Nadie me la quieta, sino que yo de mí mismo la pongo.
Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar" (Juan 10:18). En
este sentido, nadie puede quitarle la vida a usted. Si no la cede voluntariamente,
usted todavía seguirá en control de ella.

Su cruz, querido hermano, no es su esposa; a menos que tenga el poder para


ponerla y para volverla a tomar cada día. Ni su esposo, querida señora. Tampoco
la enfermedad que usted no escogió y de la que no se puede sanar. La cruz es la
oportunidad que usted tiene de decidir no agradarse a sí mismo.

Personalmente puedo decir que todas las veces que he tenido luchas internas y
he tomado la decisión correcta, las bendiciones han seguido. Entonces, y sólo
hasta entonces, puedo ministrar. No puedo ministrar mientras esté agradándome a
mí mismo. El viejo ego en mí no tiene nada que dar a nadie. Tiene que ser
entregado antes que el poder de Dios fluya a través de mi vida. Y Jesús nos
rercuerda que debemos hacerlo todos los días.

Tomado de Gracia para ceder por Derek Prince. Usado con permiso de Derek
Prince Ministries --International.

S-ar putea să vă placă și