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|UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE JURISPRUDENCIA, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES


CARRERA DE DERECHO

SEMESTRE: 2018-2019
ESTUDIANTES: JOSÉ ANDRES VIDAL
MATERIA: DERECHO CIVIL IV CONTRATOS Y OBLIGACIONES
DOCENTE: DR. CESAR MUÑOZ
TAREA No2 DE DERECHO CIVIL

NOMBRE: Jose Andrés Vidal Avellan

FECHA: 23 de septiembre del 2018

CURSO: QUINTO paralelo “B”

DOCENTE: Dr. Cesar Muñoz

ACTIVIDAD: Elaborar un resumen de la obra “Nosotros los abogados” de Mario


Martínez Crespo (1995), hasta el capítulo 7 del libro.

El PATRIMONIO LETRADO OBLIGATORIO

Esta capitulo gira en torno a la incógnita ¿Se justifica la abogacía? Si los


litigantes fueran dos personas de perfecta moral y buena fe, que están contestes
en la relación de los hechos, y deben dirimir solamente acerca de la
interpretación de la ley, o un contrato, de la que depende de sus derechos, es
claro que podrían acercarse a un juez, sin necesidad de recurrir a abogados

Pero se llega al pleito por enemistad-no por la amistad- de las partes, por
posturas irreconciliables, por una distinta apreciación de los hechos o
circunstancias que rodean el caso. Muchas veces por caprichos o por el deseo o
necesidad de no pagar o cumplir una obligación. Si desaparecieran los abogados
el juez se encontraría normalmente frente a posturas inconciliables, personas
enemistadas de tal modo que todo dialogo entre ellas resultaría difícil,
ofuscadas por el problema, que se cerrarían en sus pareceres muchas veces
caprichosos. El proceso judicial se torna así indispensable, pero el juez no puede
ayudar a los litigantes a efectuar presentaciones claras t razonables, como a
filtrar sus pretensiones separando la paja del trigo, porque la imparcialidad de
y papel no lo permite y porque ello tampoco cuenta con tiempo necesario para
ello.

Si la abogacía desapareciera seria necesariamente reemplazado por un


funcionario, y estaríamos frente a una suerte de estatalización de la abogacía,
con todos los inconvenientes que derivan de la actividad estatal. Pérdida de
tiempo, atención mucho menos personalizada y fuente innegable de corrupción.

La abogacía es casi tan antigua como el hombre mismo, y se han mantenido


incólume durante siglos. En india la defensa era generalmente personal, aunque
podía pedir el auxilio a parientes, en Egipto, los pleitos se tramitaban
necesariamente por escrito y las alegaciones verbales estaban prohibidas por
temor de que la mímica de los oradores sedujese a los jueces. Grecia, patria de
grandes oradores, los procedimientos eran verbales, y para evitar abusos
estaban prohibidos los gritos desaforados, las gesticulaciones inútiles, las
excitaciones a la piedad o indignación de los jueces y los discursos no podían
durar más de tres horas. El emperador Justino fue quien organizo la clase de
abogados, constituyendo un colegio y orden a que debían pertenecer todos los
que se consagrasen de cualquier modo a la defensa de los derechos de los
ciudadanos. Para el ejercicio de la profesión se exigía tener, cuando menos
cumplidos diecisiete años; haber sido aprobado en el examen de aptitud
científica y acreditar ante el Gobernador de la provincia de su nacimiento, una
buena reputación y costumbres.
Los abogados nunca fueron personajes simpáticos al poder, porque sus “miras”
pequeñas e individuales no correspondían a aquellos “grandes” objetivos
públicos que los gobernantes creen representar.

Dice Osorio y Gallardo” Es la abogacía ministerio del más alto interés social y
requiere para su ejercicio virtudes excelsas. Pero cuando destaca mas su
grandeza es cuando se aplica a amparar el derecho de un hombre caído frente a
todo un pueblo que lo acosa y persigue”.

Hay dos tipos de clientes: quienes confían en su abogado por sus calidades
propias i talvez porque el proceso judicial les excede, y aquellos que procuran
moveré dentro del juicio por decisiones propias y no admiten ser conducidos.
Un abogado es un criterio jurídico formado más que la memorización de datos
que hoy están y mañana resultan completamente inútiles.

La obligatoriedad debe corresponde a una real necesidad, no mas allá. Traspasar


ese límite de la necesidad significa otorgar un privilegio a un sector profesional
en desmedro de la sociedad toda. Tratándose de pequeñas causas se admite que
las partes actúen directamente, sin el patrocinio de un abogado. Si la causa no
tuviere la sencillez que se supone, el juez exigirá la presencia de un abogado
que filtre pasiones, posibilita la igualdad entre las partes, el ejercicio pleno a la
defensa y una sentencia fundada en derecho.

La primacía del interés general sobre el particular otorga legitimidad al


patrocinio letrado obligatorio; el rol del abogado como “auxiliar de la justicia”
que dejaría de cumplirse por la sola voluntad de quien no desea ser auxiliado en
el proceso, conllevaría el riesgo de un daño social que es preciso evitar. Los
jueces deben velar en la materia para que el abogado cumpla con su misión. Los
colegios profesionales los que deben velar también por el saneamiento de la
abogacía.

Ejercer técnicamente la propia defensa, puede ocurrir que el ofuscamiento o la


pasión propia del pleito se lleve a trabar el litigio impidiendo al juez desarrollar
un proceso correcto.

OBLIGACIONES DEL ABOGADO PARA CON SU CLIENTE

 La primera obligación del abogado es la de tener una verdadera actitud


de servicio. Estamos llamados a prestar servicios salvo que existan
circunstancias especiales que no inhiban de intervenir en el caso.
Debemos rechazarla cuando tenemos algún interés particular en el caso,
o cuando cualquier circunstancia de parentesco, o amistad pudiera
afectar la necesaria libertad moral para dirigir y atender el proceso.
También cuando ya actuamos en la defensa de otro, y tampoco podríamos
defender a dos codemandados cuando de alguna manera tienen entre si
intereses contrapuestos. Rechazar causas que exigen una preparación
especial que no tenemos, cuando una derivación del caso a un especialista
pueda resultar más conveniente al requirente. NO hay que menospreciar
las causas pequeñas.
 Una segunda obligación del abogado es Examinar el problema, que se le
presenta con detenimiento de modo de convertir se frente a su cliente en
el primer juez de la causa. Este estudio debe hacerse a fondo, y antes de
asumir la defensa en terreno judicial, de modo de poder disuadir a quien
no tiene razón. Son los abogados de causas fáciles, que a veces trabajan
en sucesión o juicio ejecutivos. Pero los abogados que toman causas
difíciles, ganen o pierdan, son los verdaderos abogados, los que asumen
el peso y la dificultad de las causas difíciles. El abogado que asume
cualquier pleito, debe hacer un análisis lo mas objetivo posible. También
debemos convencer al cliente que debe desistir de su oposición inútil y
buscar extrajudicialmente el mejor convenio posible. Es necesario
mantener firmeza en la postura estrategia elegida y no desvariar
conforme a los recodos que todo proceso judicial presenta.
 En tercer lugar, el abogado está obligado a prestar a su cliente el mejor
de los servicios, efectuando estudio prolijo del tema, redactando los
escritos con corrección, convicción y prolijidad forma, ejecutado con
todos los actos procesales que es menester cumplir, en el tiempo
oportuno, de modo que verdaderamente sirvamos o auxiliemos y no
compliquemos ni hagamos as daños. Tener conocimiento puntual y la
brevedad de las defensas escritas y orales, es acaso el medio mas seguro
para ganar pleitos. La brevedad y claridad, cuando consiguen ir juntas
son los medios seguiros para corromper honestamente al juez. ¿Entre la
brevedad y claridad si es necesario sacrificar una? Decidir mejor por la
brevedad, aunque sea oscura; cuando un abogado habla poco, el juez,
aunque no comprenda lo que dice, comprende que tienen razón.
 Asumir la defensa de su cliente con el mayor vigor posible, sin
contemplaciones, aunque con corrección. No debe pretender ser
“imparcial” es una causa en la que justamente se lo ha buscado para ser
parcial, en favor de su cliente. El abogado debe ser parcial y solo así
cumple ala vez con el deber de defender bien al litigante que le ha
encontrado su defensa y con el deber de presentar al juez todas las
razones posibles favorables a una parte. En la defensa de nuestro cliente
debemos extremar, utilizando todos los recursos que la ley admita. Una
obligación permanente del abogado es actuar con vigor, pero con frialdad
profesional. Hay que ponerse la camiseta del cliente, como decimos en la
jerga tribunalicia, para cumplir nuestro rol profesional con espíritu
deportivo, para no desfallecer y sacar fuerzas de nuestra debilidad, tal
como lo hacen de buenos deportistas- Pero nunca que la camiseta se nos
meta dentro del alma. De ninguna manera el abogado debe convertirse en
sirviente del cliente, poniendo su saber al servicio de las pasiones o del
interés espurios.
 El abogado esta siempre obligado a procurar poner fin al litigio, en forma
amigable, evitando la palabra final de la sentencia definitiva. Los
abogados como consejeros de sus clientes tienen el deber de hacerse ver
los errores o limites de sus posturas, los derechos de su contradictor, los
riesgos de una sentencia desfavorables, la conveniencia, en fin, de un
arreglo extrajudicial. Tomar decisiones fundamentales corresponde
siempre al cliente, el abogado que toma decisiones fundamentales por
propio arbitrio, despoja a su cliente de derechos que le pertenecen con
exclusividad.
 El abogado es un profesional independiente que puede libremente retirare
de un asunto cuando la decisión el cliente le parezcan inaceptables.

OBLIGACIONES DEL ABOGADO COMO AUXILIAR DE LA JUSTICIA

El abogado además de ser el defensor de sus clientes es aun auxiliar o colaborar


de la justicia. Es un colaborador del Juez. El poder disciplinario de los jueces en
relación a los abogados que intervienen en el proceso, de allí también al dictado
de leyes que reglamentan la profesión de abogado, la organización del colegio
profesional, de los tribunales de disciplina.

En primer termino el abogado contrae un deber de lealtad para con el juez que
se traduce en no engañarlo, es decir actuar con honradez en relación a la
exposición de los hechos y al material probatorio que se aporta al proceso. EL
falseamiento comporta una actitud ilícita e inmoral, un verdadero fraude.
Procurar ganar el juicio con buenas armas. No perturbar el desarrollo de la
prueba contraria, distraer el proceso mediante argucias judiciales. Desde el
punto de vista técnico, el abogado no puede guiarse por las sugerencias del
cliente. El abogado es responsable individual o solidariamente con su cliente de
reclamos o defensas temerarias, debiendo cargan con las costas provenientes de
su accionar. El letrado no puede en ningún caso defender una postura que
conduciría en el hipotético caso de su acogimiento a un notorio, desmesurado
enriquecimiento sin causa de su defendido o el perjuicio de las costas derivadas
del vencimiento frente a su seguro rechazo.

La abogacía es la justicia, y la petición irrazonable e inexcusable procura


justamente lo opuesto: una injusticia. Quien se resista afrontar la actividad
parcial del abogado, en favor de su parte, y en contra de otra, no puede ser
abogado; es posible que su espíritu se acomode más a la función de juez,
siempre imparcial, destinada a dar la palabra final en el pleito.

El abogado debe expresarse frente al juez- ya sea lo haga a través de escritos o


in voce - con corrección técnica. El derecho es una ciencia que tienen, como
todas, su propia terminología y es necesario utilizarla con precisión. Los escritos
de demanda, contestación y prueba deben ser especialmente concisos y
precisos, de modo que el juez, pueda rápidamente conocer con exactitud cual
es el reclamo, cuales las defensas, y cuando los elementos probatorios. En el
alegato, el abogado puede explayarse, glosando todos los elementos
introducidos ya en el proceso, profundizando en la cuestión planteada. Aconsejo
el alegado una síntesis del litigio; con un breve cuadro sinóptico que será de una
gran ayuda para el juez al que permanentemente se recurrirá. Nunca debemos
perder el estilo o caer en la torpeza o en el agravio personal hacia la contraparte,
sus abogados o en contra del juez o de los funcionarios judiciales. Aunque
cuando se detecte que el juez no vaya a ser imparcial, lo mejor es recusársele.

El abogado no solo debe guardar una actitud ética respecto al juez, sino que esa
misma conducta debe ser observada en las relaciones con el colega de la
contraparte. La primera regla es no dañar. El litigio ya es por si solo un daño y
nuestra primera misión debe ser no aumentarlo. Es imperativo lograr un proceso
tan limpio como una operación quirúrgica.

Se debe admitir el litigio, pero llevándolo con la máxima caballerosidad y


objetividad, intentando restablecer el acuerdo entre las partes a través de la
composición de sus intereses contradictorios. Esta buena relación de colegas no
debe llevarnos a modificar las reglas procesales en su favor. Aun sin consulta
con el cliente debemos actuar siempre correctamente, conforme a la ley, pero
también según los “usos y costumbres” que como aquellas cuentan con fuerza
legal.

Los jueces apreciaran dichos gestos y castigaran, en cambio, el proceder de


quienes pretender ganar los pleitos con artilugios y no por buenas razones. Los
abogados estamos obligados frente a nuestros colegas, y ante la sociedad toda,
a guardar corrección y conducta adecuada en resguardo de la abogacía como
institución auxiliar de la justicia.

El facilismo en las universidades y particularmente en las facultades de derechos


ha llevado a diplomar a una enorme cantidad de personas con el titulo de
abogado, con escasa preparación y lo que es peor, muchas veces sin vocación.

Ya en terreno de la abogacía, estimo que los colegas profesionales deben ser


muy severos con sus asociados respecto de su actuación profesional, eliminando
a quienes malversan dinero de sus clientes, falsea sus informaciones, o utilizan
su titulo de abogado para defraudar al Publio, de una u otra manera. Los jueces
deben sancionar también a los profesionales que actúan indecorosamente
dentro del proceso judicial, perturbándolo, o advierten una actitud
despreocupada o negligente que cause daño a su defendido. El público debe
colaborar también denunciado infracciones e inconductas de modo de
posibilitar la necesaria depuración. La carencia de iniciativa individual, base
angular de todas las iniciativas. Sin desconocer lo que incumbe a los
funcionarios de la administración judicial, el correspondiente público, niega una
colaboración que debe, al no ejercer el derecho que exclusivamente le
pertenecen.

Se debe exigir congruencia a las personas que a ella se dedican su existencia


mediante una vida también virtuosa. El tener buena conducta, es el primer
requisito para pertenecer a un colegio de abogados y ejercitar la profesión, no
debe quedar limitado a la presentación de un certificado policial que
cualesquiera consiguen. Todos tenemos, por supuesto, el derecho de elegir
nuestra propia vida, pero si queremos ser abogados o jueces, debemos
mantenernos siempre dentro de los limites severos de corrección, honradez y
decoro.

El reclamo, la protesta, la denuncia son incomodos, pero hay que acostumbrarse


a utilizarlos, cuando corresponde, como protección social. Debe de abstenerse
de publicitar sus servicios en un tono comercial. No se encarga de vender un
servicio son de prestarlo percibiendo o no el honorario que corresponde al
trabajo presentado. Nuestro estilo no debe ser el mismo en el comerciante que
en el profesional.
La mejor publicidad la hace espontáneamente un cliente bien atendido: un juicio
ganado siempre traer otros. Los “éxitos” profesionales trascienden del mismo
modo que una mala atención conlleva inexorablemente a la perdida de clientela.

EL ABOGADO Y SUS COLEGAS


Es un deber del abogado mantener con sus colegas un trato cordial, de respeto
mutuo, de consideración a su laboral profesional. En un pleito hay dos partes, y
los abogados deben preocuparse por la defensa de sus contendientes. Los
abogados no son parte, son solamente profesionales, representando intereses.
Se procura defender con saber y experiencia, como evitar las deficiencias que
puede aprovechar el oponente, para que el juez dicte una sentencia adecuada y
justa. Dejar pasar por altos actitudes contrarias a la moral profesional
perjudican a todos los abogados. Cultivar la hermandad de quienes han aceptado
las mismas reglas de vida. Aplaudir a rivales talentosos.; unirse en fin de intimar
y enérgicamente por la inteligencia y el corazón, en combate contra la
arbitrariedad y la infamia.
Los abogados prestigiosos son respetados por sus clientes. Cuando ese prestigio
y, ese respeto se pierden el verdadero rol de abogado no pueden ya cumplirse
eficazmente y nos convertimos en operadores.

De ningún modo dejar deslizar frases ofensivas que desmerezcan al eventual


colega; en principio en los escritos se debe hablar en nombre de la parte, y los
abogados deben pasar desapercibidos en la polémica. Los combates judiciales
no deben dejar heridas: los abogados deben limitarse a defender sin animosidad
ni pasión. Se debe ser moderado y corteses al refutar a su adversario, sin utilizar
ni la injuria ni la ironía, que, si la primera actúa como un torpe mazazo, la
segunda hiere al modo de un agudo y sutil estilete. La vehemencia y la
ofuscación del abogado en causa propia es mucho mayor que la normal de
cualquier litigante.

Cuando el respeto prime entre los colegas, el proceso será otro seguramente, la
justicia habrá ganado enormemente, y la abogacía habrá empezado a recuperar
su perdido estatus. La confianza es la base de la abogacía inglesa.

Respecto de los colegios de abogados, los hay obligatorios y los hay libres. Los
primeros cumplen un rol de derecho publico al tener a su cargo el control de la
matricula y el funcionamiento del Tribunal de Disciplina que juzga las faltas
éticas que cometieran los colegiados. Indudablemente tiene una mayor fuerza
que los colegios libres porque su representación es mayor, aunque corren el
riesgo de una excesiva politización y su instrumentalización por los participados
y facciones. Esa agremiación suele interesar a los que quieren utilizar la
institución para fines políticos o aun personales de orden burocrático.

Al derecho de asociarse con fines útiles corresponde sin dura la libertad de no


asociarse. Hay debe de entrar en las estructuras sociales (cuerpos intermedios)
cuya constitución legal es requerida por razones de orden y de bien común,
mientras se le disponga sin menoscabo de los derechos que hacen esencialmente
a la persona. Ellas se formalizan para la disciplina y le mejor resguardo moral
del ejercicio de la profesión. Por los demás, esos mismos abogados queda en
libertad de constituir, con fines lícitos, las asociaciones profesionales privadas
que deseen.
Los colegios profesionales se han ocupados preferentemente de las
preparaciones de los abogados, mediante cursos complementarios,
conferencias, revistas jurídicas, etcétera, de modo de completar la preparación
que el profesional adquiriera en su paso por la universidad.

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