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La mano del maestro.

Por Laudel de Jesús.

Los dos príncipes también murieron de amor.

Yudd Favier.

Los dos príncipes, último estreno de Teatro de las Estaciones llenó de luz el Teatro Principal de
la Ciudad de Sancti spíritus .La puesta en escena que combina la actuación en vivo, el títere y
la técnica del Teatro de sombras, remueve los lazos afectivos entre los espectadores de la Villa
y la agrupación matancera .Año tras año los espirituanos gozamos el grandísimo privilegio de
contar con Rubén Darío Salazar, con su talento, teatro y, maestría.

El Guión escrito por María Laura Germán, a su vez dramaturga y actriz, toma como
plataforma de despegue el poema El príncipe ha muerto, de Helen Hunt Jackson y Los dos
príncipes de José Martí. El producto resulta una propuesta sugestiva, inquietante y
conmovedora. El texto construye el antes, el durante y el después del texto martiano, con
marcada organicidad y fluidez.

Rubén Darío deja sentada una tesis teatrológica: para un texto y una puesta en escena sombría
como Los dos príncipes no cabía otra técnica que Las sombras. En la puesta en escena el amor
y la muerte conviven como una suerte de premonición salpicada de sorpresas.

Rubén Darío Salazar encontró en la música un elemento concretizador de la época y las


situaciones, funciona a veces como condimento para las atmósferas, pero en la mayoría de las
ocasiones funciona como recurso dialógico. La efectividad de la música compuesta por
Reynaldo Montalvo es de una factura precisa que enmarca epocalmente el suceso que la
dramaturga concibió para nosotros. La Partitura fue construida a partir de la sonoridad
barroca pueden escucharse timbres familiares a Marcelo, Ortiz, Antonio María Vivaldi, Sanz,
Albinoni, Bruno, y Teleman. Este último compositor tomado como fundamental referente.

Estas intervenciones de corte instrumental, se engranan con las pausas, silencios, y voces en
vivo de los actores que, entrenadas y dirigidas por el propio artista de la música, evidencian
acorde tras acorde la intensión del director de colocar al actor como centro del espectáculo,
se encarga al detalle de los estados afectivos que genera la urdimbre base del tejido
espectacular. El diseño gestual de los actores para sus personajes, entrenados por Lilian
padrón, y guiados por La mano del maestro, enmarcan la época tratada y caracterizan
psicológicamente los personajes con aplastante organicidad y gracia interpretativa.

Destaco el momento en que ante la pérdida del hijo por parte de La pastora esta se quiebra
emocionalmente. Es admirable el diseño sinuoso de los movimientos, el modo en que las
actrices Marial Laura Germán y María Isabel Medina hacen emerger el conflicto mismo de la
obra. Es eficaz el engranaje de los estados afectivos, y la proyección corporal. Conducta
escénica débito del estudio y la investigación para deconstruir una gestualidad verosímil, en
tanto época medieval.
La mano del maestro ha tocado con su barita mágica cada detalle de la escena y así segundo
por segundo, acción por acción, sonido por sonido, color por color, tejido por tejido, sacude los
cimientos de la longeva relación entre padres e hijos. La fractura que provoca en el alma
humana la intolerancia y la prepotencia.

El demiurgo dividió el espacio en dos: efecto concretizador de la división de clases que nos
acompaña cada día en la sociedad actual, y que en Los dos príncipes es un total acierto de la
dramaturga y el director. En este sentido destaca el tratamiento dado al primer cuadro donde
contrasta el punto de vista distinto que asumen los padres ante el nacimiento de su hijo: la
música, y la conducta escénica devienen signo evidente del conflicto a presenciar, de la
marcada distancia de pensamiento entre Los reyes y Los pastores. Símbolos de dos clases
sociales, dos formas distintas de asumir la vida y su acontecer.

El tejido espectacular deja en claro la herencia martiana y el modo en que María Laura Germán
interpreta al genio y lo concretiza. Aunque el texto goza de total autonomía y traiciona en su
ejercicio a la escenificación, este y el proceso de escritura espectacular tienen zonas de
coincidencia resultado de la estrecha relación afectiva y de labor que une al director y a la
dramaturga. La puesta bebe de una plataforma donde lo temático da paso a la técnica
empleada al tiempo que lo técnico complementa al tema tratado: dos niños que mueren de
amor también, pero mueren debido a la intolerancia de los adultos, en específico de Los Reyes.

Martí presente siempre entre nosotros y vivo en Teatro de las Estaciones, hace de Los dos
príncipes una puesta ideal para debatir como tema tabú. Martí adelantado también en esto
,hablo a los niños de su tiempo de la muerte de la orfandad y la intolerancia con total
desenfado y belleza estética. Teatro de las Estaciones habla a los niños de hoy en una
conversación franca y sobre todo, bellamente concebida.

Martí pródigo en amaneceres y ocasos, es interpretado por Zenén Calero, que ajustando los
enlaces entre el Barroco y el Impresionismo, pone en movimiento la idea base de la puesta en
escena. Cada detalle deviene en movimiento y recurso expresivo. Rubén concibió el ámbito
visual del espectáculo donde la dramaturgia: tejidos, texturas, sonidos, gestos, luz y sombras
provocan que la época emane nítida .El tema es casi tangible.

Zenén Calero – Rey Midas del diseño -transgrede y proyecta sombras desde lugares y hacia
direcciones impredecibles. Ofrece una gama de tonalidades que ora desde el color y la textura
ora desde la sombra mantienen en vilo la atención del espectador, ofrece infinidad de aristas y
posibilidades para la recepción. La capacidad de sorpresa en Los dos príncipes provoca a un
tiempo aprehensión y deslumbramiento. El vestuario dista de lo entendido como adecuado
para la técnica del teatro de sombras y aporta la cualidad inequívoca de caracterizar clases
sociales.

La escena final es de seda, la muerte de los dos niños ,el modo en que el dolor une a Reyes y
Pastores, el tratamiento dado a la dolorosa situación desde el color ,la música y la
interpretación actoral ,provoca el estremecimiento último.
La filosofía de la obra emerge suave como venida desde muy lejos: todos somos iguales ante la
enfermedad, el dolor y la muerte… no sirve de nada la riqueza y el poder, todo es correr tras el
viento…

Confieso mi aspiración de tocar al espectador y hacerlo sublimar, confieso que quisiera para la
agrupación que dirijo ese nivel de elaboración artística, ese concepto ante la profesión que
defiende Teatro de Las estaciones, rozar alguna vez esa belleza y esa profundidad conceptual,
es un sueño.

Todavía recuerdo La mano del maestro Rubén Darío Salazar cuando humildemente mostraba,
en un desmontaje de la Puesta en escena, cada detalle de Los dos príncipes, haciendo ver
como sencillo todo aquello que nos deslumbró.

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