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“LOS MERENGUES” UN CUENTO ANTICAPITALISTA.

Rivera Huapaya Kenyi Johan


Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo
Facultad de Ciencias Histórico Sociales y Educación
Carrera Profesional de Ciencias de la Educación
Especialidad de Lengua y Literatura
Ciclo V / Semestre Académico 2018-I
Ciudad Universitaria de Lambayeque, abril-julio 2018

En el presente trabajo se pretende hacer un análisis literario, apoyándonos en teorías


científicas (realidades que interpretan, y construyen nuestro mundo). Entendiendo al
texto literario como un universo ficticio formado por el psicologismo del autor; donde
los personajes desde su operatoriedad (ficción) pueden tener personalidades, actitudes y
pensamientos propios. Siguiendo un postulado del poeta chileno Vicente Huidobro “el
poeta es un pequeño Dios” (Huidobro, Espejo del agua ,1916). Siendo el escritor Julio
Ramón Ribeyro, capaz de crear un universo en cada cuento, presentando de distintas
formas un solo ideal: la valoración del ser humano.

Teniendo conocimiento sobre los elementos que conforman la poética ribeyriana, plan-
teamos dos interrogantes que nos ayudaran a analizar con fundamentos teóricos y sin
recaer en la retórica acostumbrada: ¿Cómo el psicoanálisis interpreta la formación de la
personalidad del marginal, dentro de los merengues? ¿Ribeyro usa el diálogo como es-
trategia narrativa para mostrar una pugna social? Para concluir ¿es la intención del texto
generar una revolución de la clase marginal peruana? Todo esto es apoyado por el mate-
rialismo filosófico que nos dice que: “los referentes materiales de la literatura (persona-
jes, sentimientos, ciudades, elementos físicos) pueden y deben analizarse mediante con-
ceptos, porque solo a partir de su materialización es posible su interpretación en la lite-
ratura”. (maestro, 2004, pg.61)
1. JULIO RAMÓN RIBEYRO:

Nació en lima en 1929 y murió en la misma ciudad, en 1994. Hijo de Julio Ramón
Ribeyro Bonello y de Mercedes Zúñiga Rabines. Su familia era de clase media, aun-
que en generaciones anteriores había pertenecido a la clase alta limeña. En su niñez
vivió Santa Beatriz, distrito de clase media limeña y luego se mudó al barrio de Santa
Cruz, ubicado en el distrito de Miraflores. Su educación escolar la recibió en el Co-
legio Champagnat de Miraflores, posteriormente estudio letras y derecho en la Pon-
tifica Universidad Católica del Perú, entre los años 1946 y 1952.

En 1953 gano una beca de periodismo, otorgada por el Instituto de Cultura Hispánica,
que le permitió viajar a España; durante muchos años recorrió Europa, realizando
varios oficios para sobrevivir, como: reciclador de periódicos, conserje, cargador de
bultos en el metro, vendedor de productos de imprenta, etc. Por el año 1958 regreso
al Perú y trabajo como profesor en La Universidad Nacional de San Cristóbal De
Huamanga, en Ayacucho; donde se dedicó a la creación de un Instituto de Cultura
Popular.

Volvió a Europa en el año 1961 donde trabajo como periodista y traductor, posterior-
mente en 1983 recibió el Premio Nacional de Literatura, lo que influyo a que en el
año 1985 la Unesco lo nombrara embajador del Perú, cargo que ocupó desde 1986.
Fallece en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas en el distrito de Sur-
quillo, Lima; días después de obtener el Premio de Literatura Juan Rulfo.

Ribeyro es considerado el mejor cuentista de la generación del 50’ ya que su obra


literaria consta de:

 Ensayos: Prosas apátridas, La casa sutil y Los dichos de luder.


 Teatro: diez piezas reunidas en dos volúmenes, Teatro y Vida y pasión de San-
tiago el pajarero y Atusparia.
 Novelas: Crónicas de San Gabriel, Los geniecillos dominicales, Cambio de guar-
dia.
 Biografía: La tentación del fracaso (tres volúmenes).
 Cuentos: Los gallinazos sin plumas (ocho cuentos), Cuentos de circunstancias
(doce cuentos), Las botellas y los hombres (diez cuentos), Tres historias suble-
vantes (tres cuentos), Los cautivos (doce cuentos), El próximo mes me nivelo
(nueve cuentos). Todos los cuentos se han reunido en una compilación, deno-
minada; La palabra del mudo.

Notamos que en Ribeyro la narrativa corta (el cuento) es la más voluminosa, la de


mayor calidad literaria y carga critica; “narrativa que le ha permitido ser considerado
una figura importante en la renovación de la narrativa peruana de mitad del siglo XX”
(Ciro Alegría 1966).
1.1. LA GENERACIÓN DEL 50’

En el año 1950 cuando llega a su fin el oncenio dictatorial del General Odría, para-
dójicamente se abre un breve periodo de prosperidad económica para el Perú y se
produce un fenómeno social de mucha transcendencia. El capitalismo neoliberal se
comienza a instalar en el país, brindando una falsa modernidad cosmopolita (progreso
urbano); razón por la que se producen migraciones masivas a la capital. Los indígenas
y provincianos ven a la ciudad de Lima como un lugar donde se puede progresar, es
por eso que la ciudad comienza a crecer de manera espectacular; creándose así las
barriadas en los cerros y los suburbios marginales. “surge por primera vez en el Perú
el fenómeno de la marginalidad suburbana”. (Boniface Ofogo,2002. Pg,9).

En el marco de este contexto histórico nace una visión modernista. Un grupo de jó-
venes escritores preocupados por el rumbo que debe tomar la creación literaria del
país, deseosos de referir la nueva realidad social; reciben el nombre de Generación
del 50’. Los miembros iniciales, que podrían considerarse como fundadores, serían
pues: Julio Ramón Ribeyro, Carlos Eduardo Zavaleta, Eleodoro Vargas Vicuña, En-
rique Congrains Martin, Felipe Buendía, Sebastián Salazar Bondy, Luis Loayza y
Alejandro Arias. “Ellos buscan redefinir el papel del artista y del lector y al mismo
tiempo proponen una nueva visión de la realidad vigente, subrayando su deseo común
de enmendarla”. (Boniface Ofogo,2002. Pg,12).

Sobresale con su narrativa corta, Julio Ramon Ribeyro; quien en toda su obra cuen-
tística tiene una intención elemental: “dar palabra al marginado, al que nunca ha te-
nido voz, al que ha permanecido ausente de la vida y la literatura de su país, a los
seres vulnerables. La ironía y el humor sustituyen el silencio. El idiota, el tonto, el
loco, el niño, el moribundo, el frustrado, el antiguo aristócrata que perdió protago-
nismo en la nueva sociedad, todos estos seres son las voces que animan los cuentos
de Ribeyro, y en cierta medida es su voz propia”. (ángel esteban, 2002, pg. 26) Ya
que como protagonista omnipresente comparte sus miserias; quizás porque la vida de
mil oficios en Europa lo volvió más sensible, valorando el sacrificio de la vida del
peruano clase media en la sociedad moderna que se estaba configurando.

En palabras de Jesús.G. Maestro “el conocimiento del texto y el autor como elemen-
tos aislados no tienen sentido, hay que ubicarlos en su contexto social para que ad-
quieran sentido”. Es así que, conociendo el contexto histórico social que permitió el
desarrollo de los principios literarios de Julio Ramon Ribeyro, podemos decir que:
“su profunda y decidida vocación social, la impugnación del sentido tradicional de la
existencia y de la realidad, mediante la búsqueda de elementos que dibujen un nuevo
horizonte, su negatividad y su marginalidad.” (Boniface Ofogo,2002. Pg,13) Están
justificadas por vivencias propias. En otras palabras, la relación autor - texto están
plenamente justificada en toda la obra literaria de Ribeyro.
1.2.LA POÉTICA RIBEYRIANA.

A lo largo de su carrera literaria, Ribeyro, ha logrado plasmar una poética1 notable


dentro de la narrativa corta (cuento), inspirado por el entorno social limeño de su
época.

Como uno de los miembros de la generación del 50’, pretende fijar literariamente el
espacio urbano de la Lima moderna en la literatura (Lima la horrible, en palabras de
Salazar Bondy). Ribeyro innova en el Realismo Urbano; con un clima de escepti-
cismo, fatalismo y el pesimismo. “Ribeyro ha edificado su universo ficticio teniendo
como principales facultades: el poder de fabulación, intuición para descubrir el mo-
mento significativo que revele un carácter, un destino humano, refinamiento cultural
e inteligencia distanciadora. Porque sin duda existe un orbe, un mundo, una realidad
ribeyriana” (Miguel Gutiérrez, 1988). Esto es apoyado por el Psicoanálisis, eviden-
ciando que en la producción literaria de Ribeyro hay material inédito, para ser anali-
zado. “ya que el territorio de la ficción se nutre directamente de la conciencia de los
autores y de los personajes que lo habitan, arrastrando siempre situaciones problemá-
ticas y complejas”. (Julián Pérez, 2010, pg. 141)

Ribeyro se siente sucesor de la tradición realista del siglo XIX. En sus relatos indaga
el modo de transcurrir en el tiempo, la vida y el hombre. “Para ello recoge experien-
cias de escritores que lo anteceden y ensaya su propio estilo, sencillo, con visión
objetivista2 y preocupado por la calidad literaria de la expresión” (Mejía Baca, 1964).

En la narratividad Ribeyriana avizoramos una fuerte influencia Borgeana, respecto a


la expresividad del lenguaje en el discurso narrativo y una influencia Kafkiana, por
el uso de elementos simbólicos que le agregan a sus relatos todos los elementos dis-
torsionadores para mostrar duda, indecisión, caos, magia y fantasía.

El mismo Ribeyro es capaz de aventurar una breve teoría acerca del cuento, un decá-
logo personal3(ángel esteban, 2002, pg. 19):

 El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha
hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
 La historia puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es
inventada real.
 El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que se pueda leer de un tirón.

1
Humberto eco ha definido la poética como: “[…] el programa operatorio que una y
otra vez se propone el artista, el proyecto de la obra por realizar como la entiende explí-
citamente o implícitamente el autor”
2
realismo carente de sentimentalismo.
3
Que puede emular los postulados de Poe o el famoso decálogo de Quiroga.
 La historia debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto
es mejor. Si no cumple ninguno de estos efectos no existe como cuento.
 Es estilo del cuento debe ser directo, sencillo sin ornamentos, ni digresiones.
Dejemos eso para la poesía o la novela.
 El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monologo, narración pura y sim-
ple, epístola, informe, collage de texto ajeno, etc., siempre y cuando la historia
no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
 El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un
conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
 En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es
absolutamente imprescindible.
 El cuento debe conducir necesariamente, inexorablemente a un solo desenlace,
por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace el cuento ha fallado.

1.3. LOS MERENGUES

Este cuento es el décimo primero de la colección de cuentos publicada en el año 1958


con el título, “Cuentos de circunstancias”, que posteriormente será adherido a “La
palabra de mudo”, que es una recopilación de toda la obra cuentística de Ribeyro.
Específicamente hemos tomado el cuento del libro “La palabra del mudo”, antología
hecha por Carlos Garayar con un prólogo de Ángel Esteban. publicada en el año
2002, por la editorial del Comercio s.a.

LOS MERENGUES
Apenas su mamá cerró la puerta, Perico saltó del colchón y escuchó, con el oído pe-
gado a la madera, los pasos que se iban alejando por el largo corredor. Cuando se
hubieron definitivamente perdido, se abalanzó hacia la cocina de kerosene y hurgó en
una de las hornillas malogradas. ¡Allí estaba! Extrayendo la bolsita de cuero, contó
una por una las monedas -había aprendido a contar jugando a las bolitas- y constató,
asombrado, que había cuarenta soles. Se echó veinte al bolsillo y guardó el resto en
su lugar. No en vano, por la noche, había simulado dormir para espiar a su mamá.
Ahora tenía lo suficiente para realizar su hermoso proyecto. Después no faltaría una
excusa. En esos callejones de Santa Cruz, las puertas siempre están entreabiertas y los
vecinos tienen caras de sospechosos. Ajustándose los zapatos, salió desalado hacia la
calle. En el camino fue pensando si invertiría todo su capital o sólo parte de él. Y el
recuerdo de los merengues –blancos, puros, vaporosos- lo decidieron por el gasto to-
tal.
¿Cuánto tiempo hacía que los observaba por la vidriera hasta sentir una salvación
amarga en la garganta? Hacía ya varios meses que concurría a la pastelería de la es-
quina y sólo se contentaba con mirar. El dependiente ya lo conocía y siempre que lo
veía entrar, lo consentía un momento para darle luego un coscorrón y decirle:

- ¡Quita de acá, muchacho, que molestas a los clientes! Y los clientes, que eran hom-
bres gordos con tirantes o mujeres viejas con bolsas, lo aplastaban, lo pisaban y des-
mantelaban bulliciosamente la tienda. Él recordaba, sin embargo, algunas escenas
amables. Un señor, al percatarse un día de la ansiedad de su mirada, le preguntó su
nombre, su edad, si estaba en el colegio, si tenía papá y por último le obsequió una
rosquita. Él hubiera preferido un merengue, pero intuía que en los favores estaba
prohibido elegir. También, un día, la hija del pastelero le regaló un pan de yema que
estaba un poco duro. - ¡Empara! - dijo, aventándolo por encima del mostrador. Él tuvo
que hacer un gran esfuerzo a pesar de lo cual cayó el pan al suelo y, al recogerlo, se
acordó súbitamente de su perrito, a quien él tiraba carnes masticadas divirtiéndose
cuando de un salto las emparaba en sus colmillos.

Pero no era el pan de yema ni los alfajores ni los piononos lo que le atraía: él sólo
amaba los merengues. A pesar de no haberlos probado nunca, conservaba viva la ima-
gen de varios chicos que se los llevaban a la boca, como si fueran copos de nieve,
ensuciándose los corbatines. Desde aquel día, los merengues constituían su obsesión.
Cuando llegó a la pastelería, había muchos clientes ocupando todo el mostrador. Es-
peró que se despejara un poco el escenario, pero no pudiendo resistir más, comenzó a
empujar. Ahora no sentía vergüenza alguna y el dinero que empuñaba lo revestía de
cierta autoridad y le daba derecho a codearse con los hombres de tirantes. Después de
mucho esfuerzo, su cabeza apareció en primer plano, ante el asombro del dependiente.
¿Ya estás aquí? ¡Vamos saliendo de la tienda!
Perico, lejos de obedecer, se irguió y con una expresión de triunfo reclamó: ¡veinte
soles de merengues! Su voz estridente dominó en el bullicio de la pastelería y se hizo
un silencio curioso. Algunos lo miraban, intrigados, pues era hasta cierto punto sor-
prendente ver a un rapaz de esa cabaña comprar tan empalagosa golosina en tamaña
proporción. El dependiente no le hizo caso y pronto el barullo se reinició. Perico
quedó algo desconcertado, pero estimulado por un sentimiento de poder repitió, en
tono imperativo:
- ¡Veinte soles de merengues!
El dependiente lo observó esta vez con cierta perplejidad, pero continuó despachando
a los otros parroquianos.
- ¿No ha oído? – insistió Perico excitándose- ¡Quiero veinte soles de merengues!
El empleado se acercó esta vez y lo tiró de la oreja.
- ¿Estás bromeando, palomilla?
Perico se agazapó.
- ¡A ver, enséñame la plata!
Sin poder disimular su orgullo, echó sobre el mostrador el puñado de monedas. El
dependiente contó el dinero.
- ¿Y quieres que te dé todo esto en merengues?
-Sí –replicó Perico con una convicción que despertó la risa de algunos circunstantes.
-Buen empacho te vas a dar –comentó alguien.

Perico se volvió. Al notar que era observado con cierta benevolencia un poco lasti-
mosa, se sintió abochornado. Como el pastelero lo olvidaba, repitió:

-Deme los merengues- pero esta vez su voz había perdido vitalidad y Perico compren-
dió que, por razones que no alcanzaba a explicarse, estaba pidiendo casi un favor.
- ¿Va a salir o no? – lo increpó el dependiente
-Despácheme antes.
- ¿Quién te ha encargado que compres esto?
-Mi mamá.
-Debes haber oído mal. ¿Veinte soles? Anda a preguntarle de nuevo o que te lo escriba
en un papelito.
Perico quedó un momento pensativo. Extendió la mano hacia el dinero y lo fue reti-
rando lentamente. Pero al ver los merengues a través de la vidriería, renació su deseo,
y ya no exigió, sino que rogó con una voz quejumbrosa:
- ¡Deme, pues, veinte soles de merengues!
Al ver que el dependiente se acercaba airado, pronto a expulsarlo, repitió conmove-
doramente:
- ¡Aunque sea diez soles, nada más!
El empleado, entonces, se inclinó por encima del mostrador y le dio el cocacho acos-
tumbrado, pero a Perico le pareció que esta vez llevaba una fuerza definitiva.
- ¡Quita de acá! ¿Estás loco? ¡Anda a hacer bromas a otro lugar!
Perico salió furioso de la pastelería. Con el dinero apretado entre los dedos y los ojos
húmedos, vagabundeó por los alrededores.
Pronto llegó a los barrancos. Sentándose en lo alto del acantilado, contempló la playa.
Le pareció en ese momento difícil restituir el dinero sin ser descubierto y maquinal-
mente fue arrojando las monedas una a una, haciéndolas tintinear sobre las piedras.
Al hacerlo, iba pensando que esas monedas nada valían en sus manos, y en ese día
cercano en que, grande ya y terrible, cortaría la cabeza de todos esos hombres, de
todos los mucamos de las pastelerías y hasta de los pelícanos que graznaban indife-
rentes pelicanos.
2. EL PSICOANÁLISIS

Teoría creada por el médico y neurólogo austriaco Sigmund Freud (1856 – 1939); es
un modelo teórico descriptivo y explicativo de los mecanismos, procesos y fenóme-
nos implicados en la vida anímica humana.
Es posible encontrar una relación simple y obvia entre el psicoanálisis y la literatura,
ya que se establece que la obra literaria es una manifestación inconsciente del autor,
para influir sobre el consciente del lector; Por lo tanto “la relación entre psicoanálisis
y literatura nos permitirá conocer la diversidad problemática en la cual se encontra-
ban nuestras sociedades contemporáneas” (Julián Pérez, 2010, pg. 142).

Jacques Marie Émile Lacan4, como ferviente seguidor de Freud, plantea un nuevo
enfoque en el campo literario; por el énfasis en el aspecto cultural y simbólico de
lenguaje, nos permite identificar al inconsciente como el efecto de nuestras relaciones
con los demás. En lo que concierne a la literatura, “sostiene que debe considerarse al
texto literario como algo que hace aparecer y actualizar para el receptor sus propias
emociones sepultadas, olvidadas, haciendo así de él un sujeto de deseo

2.1.LA PERSONALIDAD DEL MARGINAL, ENFOQUE LACANIANO.

Aquí vamos a encontrar rasgos característicos de un marginal, apoyados en las cate-


gorías fundamentales de Lacan (Julián Pérez, 2010, pg. 144 - 146):

Estadio de espejo o imaginaria: el niño en edad temprana debe vivir una relación
simbiótica con la madre para empezar a formar su personalidad en base a la repeti-
ción.
Estadio de lo simbólico: la estructura preexistente de los roles sociales y las relacio-
nes que forman la familia y la sociedad.
El orden o registro de lo real: el deseo articulado en el sueño; las actitudes del
consciente ordenado por un deseo del inconsciente.

En primera instancia, notamos solo la aparición de la figura materna (la madre). Apa-
rece por primera vez al inicio del texto (la segunda acción siguiendo el orden crono-
lógico): “Apenas su mamá cerró la puerta, Perico saltó del colchón y escuchó, con
el oído pegado a la madera, los pasos que se iban alejando por el largo corredor”.
Paradójicamente, esta aparición de la madre es una acción que indica la salida de la
casa.
La segunda aparición (la primera acción en el orden cronológico): “por la noche,
había simulado dormir para a su mamá”, solo indica que la madre está presente en
la noche.
Ribeyro nos deja entrever que la presencia de la madre es escasa en el hogar, lo que
desencadena en la falta del acercamiento sentimental que es común entre madre- hijo,

4
13 de abril de 1901 – 9 de septiembre de 1982. fue médico, psiquiatra, y psicoanalista francés.
ya que nos presenta verbos como: “escuchó y espiar”; que indican lejanía y cierta
desconfianza por parte del niño. Además, y no suena tan descabellado, si nos situa-
mos en el contexto histórico en el que se basa el cuento, pensar que la madre se au-
senta todo el día para trabajar o conseguir dinero para la sobrevivencia de ella y del
pequeño. En palabras de Julián Pérez “la madre representa una realidad externa para
el menor” (2010, pg. 145). Es así que el niño se ve descuidado por la figura materna,
el primer cuerpo al que se arraiga después del nacimiento; se observa incompleta la
relación básica familiar, como si el mundo moderno arrancase a la madre del núcleo
familiar. Es así que se presenta con la ausencia de la madre, la ruptura del núcleo
familiar como primer elemento fundamental para la formación de la personalidad del
marginal.

Aún más visible es la ausencia total del padre y según Julián Pérez “solo cuando el
niño reconoce la prohibición en el padre, reprime sus deseos primarios, es decir, el
inconsciente”. Entonces, el padre; es la figura que impone las normas, la ley familiar.
Inferimos que el niño ha crecido con una distorsión social de tal modo que; no reco-
noce las leyes e inocentemente las puede trasgredir, como si fuese algo normal. Ya
que se observa nula la estructura básica familiar, no hay padre, hermano mayor,
abuelo o tío. La falta del ejemplo racional a seguir, como el segundo elemento fun-
damental para la personalidad del marginal.

también nos encontramos con el nombre del personaje principal “perico”, que sirve
como recurso connotativo para que el lector idealice la figura del niño marginal; “Pe-
rico se acerca a Pericote, nombre de un pequeño roedor (ratón), pero también mote
puesto a los ladrones y a quienes se mueven raudos por zócalos y rincones. Por con-
ducta y fisonomía el nombre calza con el personaje” (Oscar Quezada 2017, pg. 127).
Según esto el lector se podría imaginar a perico con las siguientes características:
escuálido, veloz, pequeño, mirada evasiva, acciones picaras, etc.

posteriormente, el niño comienza una acción juzgable (para el lector), luego de reco-
nocer el escondite donde su madre guardaba el dinero: “se abalanzó hacia la cocina
de kerosene y hurgó en una de las hornillas malogradas. ¡Allí estaba! Extrayendo la
bolsita de cuero, contó una por una las monedas […] y constató, asombrado, que
había cuarenta soles […]”. Nótese que el niño si está consciente y sabe que su accio-
nar es moralmente malo, y esto lo plantea el narrador por la presencia escalonada de
los siguientes verbos: “se abalanzó, hurgó, contó y constató” que había dinero. Estos
verbos simularían el accionar de los ladrones; los cuales se abalanzan a sus víctimas,
hurgan en sus pertenecías, encuentras el dinero y constatan sus ganancias. y que ade-
más ha espiado a su madre lo que haría un Marca: “delincuente que espía a un ciuda-
dano indicando la presencia de dinero o algún objeto valioso, para que luego sus com-
places ejecuten el robo”.
Por otro lado, una intervención del narrador directa (flash back), nos da otro dato “-
había aprendido a contar jugando a las bolitas-”. El autor nos hace conocer que el
niño ha aprendido a contar con juegos callejeros, no va a la escuela, por lo tanto; la
educación formal, que le podría enseñar las normas sociales, aún no está presente en
su vida. “El niño es arrojado a la vida adulta y a los problemas de ella, antes de haber
tenido tiempo para construir su propio ser psicológico” (Anne bar-din, 1995.pg. 14).

El niño no conoce la prohibición paterna, ni la prohibición social; factores que se


encargarían de distorsionar los conceptos de moral y ética: “Se echó veinte al bolsillo
y guardó el resto en su lugar, ahora tenía lo suficiente para realizar su hermoso pro-
yecto”, el niño tiene un conocimiento empírico sobre las normas sociales, pero encu-
bre su mala acción, justificándola; en la conciencia de Perico está bien que se haya
tomado el dinero, puesto que se usará en un hermoso proyecto. Se toma lo hermoso
como un sinónimo de bueno, aquí podemos utilizar como intertexto la frase de Ma-
quiavelo: “el fin justifica los medios”5; es decir, para Perico el tomar(robar) el dinero
de su madre está justificado; pues lo hace con una intención buena, hermosa, glorifi-
cante. La distorsión de la responsabilidad social como tercer elemento fundamental
para la formación de la personalidad del marginal.

No contento con haber tomado el dinero, se plantea una mentira para ocultar su mala
acción y que la responsabilidad no recaiga sobre él: “Después no faltaría una excusa.
En esos callejones de Santa Cruz, las puertas siempre están entreabiertas y los veci-
nos tienen caras de sospechosos”. Se toma conciencia de que el medio social que lo
rodea está lleno de personas con dudosa reputación y que su madre se creerá total-
mente la mentira, desconfiará de sus vecinos antes que de su pequeño. Vemos a la
mentira como el cuarto elemento fundamental para la formación de la personalidad
del marginal.

Luego de tener el dinero, se dirige a la calle y mientras va pensando en que gastar el


dinero tomado: “En el camino fue pensando si invertiría todo su capital o sólo parte
de él”, lo denomina “capital”, como si fuese un dinero obtenido mediante trabajo
honesto y honrado. Aquí una muestra de la distorsión de la ética y moral del niño.

Pero estas acciones negativas están impulsadas por un deseo: “el recuerdo de los me-
rengues –blancos, puros, vaporosos- lo decidieron por el gasto total. ¿Cuánto tiempo
hacía que los observaba por la vidriera hasta sentir una salivación amarga en la
garganta? Hacía ya varios meses que concurría a la pastelería de la esquina y sólo
se contentaba con mirar”. Parece ilógico creer que transgredir las normas morales y
sociales sea motivado por el deseo de algo tan simple como los merengues (dulces

5
“El príncipe”, Nicolás Maquiavelo. Traducción de Ángeles Cardona. Editorial el Comercio S.A. Lima –
Perú. 2000.
baratos que se comían en la merienda), ya que son simples de preparar6 y por ende su
costo es barato. El deseo es impulsivo, ya que ni siquiera conoce el sabor de los me-
rengues: ¿Cuánto tiempo hacía que los observaba por la vidriera hasta sentir una
salvación amarga en la garganta? Hacía ya varios meses que concurría a la paste-
lería de la esquina y sólo se contentaba con mirar […]. A pesar de no haberlos pro-
bado nunca, conservaba viva la imagen de varios chicos que se los llevaban a la
boca, como si fueran copos de nieve, ensuciándose los corbatines. Desde aquel día,
los merengues constituían su obsesión. Era simple pedirle a su madre una moneda y
así lograr comprar uno y hasta dos merengues, para satisfacer su obsesión.

Según Zizek “no importa la actitud que toma el sujeto, sino el porqué de la actitud”
(Julián Pérez, 2010, pg. 146). Es decir, en el texto no es importante estudiar la actitud
que toma Perico, sino el porqué de esa actitud. Así que Ribeyro con un flash back nos
muestra una serie de antecedentes que son los detonantes para la actitud de Perico:

“[…] El dependiente ya lo conocía y siempre que lo veía entrar, lo consentía un


momento para darle luego un coscorrón y decirle: - ¡Quita de acá, muchacho,
que molestas a los clientes!”. Aquí el narrador muestra que: Perico ya era cono-
cido por el dependiente7 (el encargado de la atención en la pastelería), por pena
lo dejaba estar un rato dentro de la tienda y por el desagrado de los clientes, lo
golpeaba y lo botaba a la calle. Perico era una ser que generaba pena a la gente
obrera y trabajadora (clase media baja igual que él), sin embargo, era presionado
por la clase alta para discriminar a su igual. “[…] los clientes, que eran hombres
gordos con tirantes o mujeres viejas con bolsas, lo aplastaban, lo pisaban y des-
mantelaban bulliciosamente la tienda”. Y después de describir a personas típicas
de la clase alta limeña de los años 50, inferimos que para la gente de clase alta
pasaba desapercibido este pequeño ser; hasta que generaba una molestia (asco o
repudio).

“[…] Un señor, al percatarse un día de la ansiedad de su mirada, le preguntó


su nombre, su edad, si estaba en el colegio, si tenía papá y por último le obsequió
una rosquita. Él hubiera preferido un merengue, pero intuía que en los favores
estaba prohibido elegir”. Aquí Perico logra la lastima de un señor, tal vez alguien
de clase media que ha ascendido y se ve reflejado en ese niño pobre y escuálido.
El señor Interroga a Perico, como si tratase de encontrar más similitudes (fami-
liares, circunstanciales) entre en él y el pequeño. Pero pese a todo esto no le regala
un merengue, lo que demostraría un obsequio sincero; si no que le regala una
rosquita, algo que le sobraba.

6
Preparación: clara de huevo batida, azúcar, preferiblemente glas; se le añada vainilla o avellanas. Se
cocina a 120grados hasta que se evapore la mayoría de agua, para mantener el centro suave. (receta de
conocimiento popular peruano).
7
Persona encargada de atender a los clientes en una tienda o comercio, subalterno del gerente, sin
trato directo con el dueño. (gran diccionario de la lengua española, 2016. Larousse Editorial, S.L.)
Por la caridad Perico tampoco iba a conseguir nada, ya que no tenía derecho a
pedir los merengues y la gente regala lo que sobra. Después de todo perico estaba
dispuesto a seguir tentando a que alguien, por caridad, le regale un merengue;
hasta que: “[…]un día, la hija del pastelero le regaló un pan de yema que estaba
un poco duro. - ¡Empara! - dijo, aventándolo por encima del mostrador. Él tuvo
que hacer un gran esfuerzo a pesar de lo cual cayó el pan al suelo y, al recogerlo,
se acordó súbitamente de su perrito, a quien él tiraba carnes masticadas divir-
tiéndose cuando de un salto las emparaba en sus colmillos”. Perico percibe la
mofa, la burla. Se da cuenta que genera lastima y que es tratado como un ser
mucho más inferior a un ser humano y se compara con un perro; es decir, su
existencia queda reducida a un ser que sirve de compañía y diversión, sin capaci-
dad de razón y opinión. Ahora queda claro que su deseo simbólico (los meren-
gues), está muy ligado a su deseo real (ser aceptado en la sociedad).

Para el psicoanálisis Lacaniano; la formación de la personalidad de un marginal en


Los merengues, se justifican. Ya que un niño en desarrollo social se ve obligado a
transgredir las normas sociales (no tan consciente de las consecuencias), por un deseo,
ocultado tras un símbolo que funciona como objeto codiciado. Después de todo, la
intención de Perico es obtener un estatus social dentro del orden social limeño.

3. PRAGMATICA.

Rama de la lingüística que se inquieta por explicar como una situación influye en la
interpretación del significado del signo lingüístico. Influenciado directamente por
Charles Sanders Peirce8 (quien es considerado el padre del pragmatismo), Morris9 es
el primero en utilizar el término “pragmática” definida como: “la ciencia de la rela-
ción de los signos con sus intérpretes”. (Morris, 1985, pg.67).

La pragmática ha ido desarrollándose a lo largo de la historia, generando diversas


teorías sobre el uso del lenguaje en la comunicación humana y estas se enfocan en
aspectos parciales del uso del lenguaje. Las más frecuentes citadas en los dossiers de
gramática son:
 Teoría del acto de habla: creado por John Langshaw Austin y reforzado por
John Searle.
 El principio de cooperación: creada por Hebert Paul Grice.

Llevando la pragmática a la aplicación práctica, una discusión es vista como un acto


habitual y común posee una serie de mecanismos que entran en juego al mantener un
dialogo. Conversar no es un acto inconsciente; si no que implica de conocimientos,
habilidades y una intención. Demostrando la peripecia de Ribeyro para generar una

8
10 de septiembre de 1839 – 19 de abril de 1914. Fue un filósofo, lógico y científico estadounidense.
9
Charles William Morris. 23 de mayo de 1901 – 15 de enero de 1979. Fue un filósofo y semiótico esta-
dounidense.
normalidad y cotidianidad en un acto verbal, tan preciso que nunca se pierde la hila-
ridad de la conversación y no existen vacíos.

3.1.EL DIALOGO COMO PUGNA SOCIAL, ENFOQUE AUSTINIANO.

Apoyándonos en la teoría de Austin descubriremos que implica “discutir”, y lo des-


cubre preguntándose ¿qué significa “decir algo”? y la respuesta obtenida es; que decir
algo equivale a consumar tres actos simultáneos (Marcella Bertuccelli, 1996, pg. 39):

 Acto locutivo: emitir palabras (sonidos) con estructura sintáctica, para expresar
un sentido y referencia.
 Acto ilocutivo: cuando al decir algo, se añade cierta fuerza o se agregan acciones
físicas.
 Acto perlocutivo: se da como consecuencia del acto ilocutivo, y su función es
evidenciar los efectos causados sobre el oyente; es decir analizar su reacción
frente a una acción lingüística.

Según esto; en un suceso de habla concreto, tres elementos de la comunicación influ-


yen en la dirección de la conversación:

 emisor: sujeto que cumple una función expresiva.


 receptor: sujeto que cumple una función representativa.
 Una señal: entre el emisor y receptor, funciona como objeto de relación y al estar
dentro de la dimensión perlocutiva del lenguaje, cumple una función apelativa.

Ribeyro cambiando de estrategia narrativa, diseña un dialogo entre dos personajes.


Perico (niño, pobre y andrajoso) y un Dependiente (adulto, trabajador, prejuicioso).
Se plantea un nuevo ambiente, con el fin de mostrar una pugna social; un marginado
luchando por ser aceptado en la sociedad limeña y se le devuelva la dignidad hu-
mana.

El niño está de regreso en la pastelería: “Cuando llegó a la pastelería”, que es el


lugar donde su dignidad humana ha sido rebajada. Llega con una actitud calmada:
“había muchos clientes ocupando todo el mostrador. Esperó que se despejara un
poco el escenario”, pero sigue siendo ignorado por los clientes (hombres y mujeres
de clase social alta) y sin necesidad de expresar palabras, sus acciones comienzan a
tomar una fuerza ilocutiva: “pero no pudiendo resistir más, comenzó a empujar.
Ahora no sentía vergüenza alguna y el dinero que empuñaba lo revestía de cierta
autoridad y le daba derecho a codearse con los hombres de tirantes”. Con la inten-
ción de iniciar un dialogo (concretar la compra – venta de merengues) con el depen-
diente: “su cabeza apareció en primer plano, ante el asombro del dependiente”.

Esta actitud que Perico va tomando causa una respuesta por parte del dependiente;
quien forma una expresión de molestia combinada con una intensidad ilocutiva de
hastío, se hace una pregunta obvia, expresando cansancio por la actitud monótona
del niño: “¿Ya estás aquí?”, y una advertencia, indicando que se retire antes de reci-
bir un golpe, mostrando que no es su intención golpearlo; pero si fastidia a su clien-
tela no le temblará la mano: “¡Vamos saliendo de la tienda!”.

La situación toma el matiz cotidiano, pero desde el psicologismo del niño ya no lo es


y la actitud ilocutiva desafiante de Perico se maximiza, estimulada por las palabras
del dependiente: “Perico, lejos de obedecer, se irguió. Es aquí cuando perico realiza
una promesa explicita con una fuerza exclamativa, en palabras de Searle: Perico tiene
una intención reflexiva, ya que quiere producir un efecto e intenta que el Dependiente
reconozca su intención y produzca tal efecto mediante la interpretación de su enun-
ciado (Marcella Bertuccelli, 1996, pg. 45): “con una expresión de triunfo reclamó:
¡veinte soles de merengues!”. Esta fuerza ilocutiva causa por fin una respuesta, pero
no solo en el Dependiente, si no también alcanza a los clientes: Su voz estridente
dominó en el bullicio de la pastelería y se hizo un silencio curioso Algunos lo mira-
ban, intrigados, pues era hasta cierto punto sorprendente ver a un rapaz de esa ca-
baña comprar tan empalagosa golosina en tamaña proporción”. Perico obtiene por
fin lo que desea; logra ser escuchado, visto e ilusoriamente admirado por los clientes
(ricos y pudientes de la sociedad limeña).

Pero ¿perico había logrado por fin su meta?: “El dependiente no le hizo caso y pronto
el barullo se reinició”. Claro que no. Se desarticulo el curso de la discusión, violando
el principio de cooperación10; ya que el Dependiente ignora la máxima social “que
indica que se debe ser cortes y seguir la conversación hasta que culmine” (Lecch
1983). Esta actitud del dependiente es una actitud perlocutiva originada por la ex-
presión de Perico. Primero; porque es ilógico, que un niño (rico o pobre) compre esa
cantidad dulce de merengue. Segundo; conociendo a aquel niño que llega a limos-
near al local, se ve imposible que desperdicie tanto dinero en un simple dulce, así que
solamente decide ignorarlo. Y tercero; porque, no puede preferir atender a un niño
marginal, antes que, a sus clientes ricos y cotidianos.

Se quedo desconcertado el niño por haber sido ignorado y el narrador describe una
reacción interna producto del psicologismo de Perico: “pero estimulado por un sen-
timiento de poder”. Esa reacción interna desencadena una valentía al niño que le da

10
“los dos participantes deben contribuir a la conversación solicitada, en la fase reque-
rida y de forma consecuente” (Marcella Bertuccelli, 1996, pg. 53)
la fuerza para alzar la voz y exigir que se le atienda, porque esta vez tiene dinero; por
lo tanto, el derecho de ser escuchado, tratado amablemente y ser atendido. “repitió,
en tono imperativo: - ¡Veinte soles de merengues!”, pero el Dependiente vuelve a
ignorarlo: “El dependiente lo observó esta vez con cierta perplejidad, pero continuó
despachando a los otros parroquianos”. Aunque ya lo ha visto, da indicios de que la
petición de Perico le causa molestia, el niño solo lo va a hacer perder el tiempo; por
lo tanto, es mejor ignorarlo.

Esta falta de respeto molesta a Perico, pues ya tiene el dinero y está pidiendo algo
con el derecho de un comprador; por lo tanto, tienen que atenderle y la actitud del
Dependiente causa tal reacción perlocutiva, que se exalta, retándolo directamente: -
¿No ha oído? – insistió Perico excitándose- ¡Quiero veinte soles de merengues!, el
Dependiente reacciona al reto altanero y decide prestarle atención, pero creyendo
que Perico está divagando; le responde primero con una acción violenta (acción kiné-
sica dentro del relato): “El empleado se acercó esta vez y lo tiró de la oreja”. Poste-
riormente tomando la actitud de Perico como grosera y burlesca, le responde de
forma irónica: “- ¿Estás bromeando, palomilla?”, ante esta acción violenta y esta
pregunta, el niño solo se agacha, intentando protegerse para no recibir un golpe. Por-
que esa reacción era costumbre en el Dependiente: “Perico se agazapó” esta reacción
hace que el vendedor sienta pena del niño y no lo golpea, sino que le hace una pre-
gunta (su expresión denota fastidio y molestia): “- ¡A ver, enséñame la plata!”.

Después de esto Perico siente que su promesa está a punto de ser cumplida, que ob-
tendrá los merengues, es decir tendrá un lugar dentro de la sociedad, el Dependiente
aprenderá a tratarlo con buena actitud: “Sin poder disimular su orgullo, echó sobre
el mostrador el puñado de monedas”. Por fin la conversación toma el tono y la di-
rección adecuada, Perico se siente como un cliente de esa linda panadería, pero solo
es una ilusión, sin notar que el Dependiente toma conciencia que la cantidad que pide
es exagerada: “El dependiente contó el dinero- ¿Y quieres que te dé todo esto en
merengues?” vive el momento como un espejismo, se siente ganador, poderoso y
responde con el éxtasis de un vencedor (al sentirse ganador de la discusión): “-Sí –
replicó Perico con una convicción que despertó la risa de algunos circunstantes”.
Hasta ese momento Perico no era consciente de que el lugar estaba lleno de personas
a las que le causaba incomodidad su presencia, pero al ver esta actitud del niño, las
personas como espectadores de este espectáculo (se podría insinuar que hasta có-
mico) salen del anonimato; como vimos, con una risa colectiva y a continuación con
un comentario certero: -Buen empacho te vas a dar –comentó alguien. Aquí podemos
ver que: no es el Dependiente quien pone en un lugar o estatus social a Perico, es este
comentario anónimo de un miembro de la sociedad alta. es decir, de alguna manera
es una de las personas que siempre han ignorado al niño Perico, quien por su accio-
nar, su actitud y su reto hacia el dependiente ha llegado a tener presencia. Pero no la
suficiente: “Perico se volvió. Al notar que era observado con cierta benevolencia un
poco lastimosa, se sintió abochornado”. Y así vuelve a su realidad, es el mismo niño,
que lo único que causa es pena.

La única opción de salir librado de la situación en la que estaba y recuperar un poco


de dignidad, es tomar los merengues y salir de la pastelería: “Como el pastelero lo
olvidaba, repitió: -Deme los merengues-”. Posterior a esto, el narrador nos muestra
que conscientemente, Perico asume su estatus social, su realidad existencial queda
resumida a un ser inferior a los clientes de la pastelería: “pero esta vez su voz había
perdido vitalidad y Perico comprendió que, por razones que no alcanzaba a expli-
carse, estaba pidiendo casi un favor”. El niño ya ha cambiado su actitud, su intención
sigue siendo la de cumplir su promesa, aunque ya ha perdido el motivo oculto (obte-
ner un espacio en la escala social y recuperar su dignidad).

Es en este nivel de la conversación se retoma el principio de cooperación, ya que los


roles se intercambian, ahora quien dirige la conversación es el Dependiente y Perico
queda dispuesto a solamente tener respuestas de índole perlocutiva:

“- ¿Va a salir o no? – lo increpó el dependiente


-Despácheme antes.
- ¿Quién te ha encargado que compres esto?
-Mi mamá.
-Debes haber oído mal. ¿Veinte soles? Anda a preguntarle de nuevo o que te
lo escriba en un papelito”.
Aunque Perico sin ser consciente rompe la máxima de calidad al decir una mentira,
mentira que es muy obvia para el Dependiente, quien deja de tratarlo como un mar-
ginado y lo trata como trataría a un niño de clase social alta.

Pero el niño no está conforme con esta nueva actitud del Dependiente, ya que mien-
tras retiraba el dinero miro a los merengues y el deseo volvió a él, entonces: “ya no
exigió, sino que rogó con una voz quejumbrosa: - ¡Deme, pues, veinte soles de me-
rengues!” y según Searle, “la finalidad ilocutiva de la petición o ruego, es la misma
a la de la orden, ambas tienen la intención de provocar una repuesta inmediata en el
receptor”. (Marcella Bertuccelli, 1996, pg. 47) Es decir, la intención de Perico era la
misma, obtener los merengues y como la actitud retadora no le sirvió, vuelve a la
vieja táctica de causar pena: “Al ver que el dependiente se acercaba airado, pronto
a expulsarlo, repitió conmovedoramente: - ¡Aunque sea diez soles, nada más!”. Con
intención de cumplir la promesa que se había planteado al comienzo de la conversa-
ción, la de obtener los merengues; por decisión propia es Perico quien pierde el re-
conocimiento y la aceptación que había logrado y esta actitud genera una respuesta
perlocutiva acompañado de una reacción kinésica por parte del Dependiente: “El em-
pleado, entonces, se inclinó por encima del mostrador y le dio el cocacho acostum-
brado, pero a Perico le pareció que esta vez llevaba una fuerza definitiva.- ¡Quita
de acá! ¿Estás loco? ¡Anda a hacer bromas a otro lugar!”. Ya había alcanzado re-
conocimiento, su deseo oculto estaba cumplido, ya no había necesidad de persistir
por querer obtener tan exagerada cantidad de merengues, hubiese pedido uno y así
saciado también su deseo material. No le quedo más opción que darse por vencido y
salir del local. Perdiendo el respeto y sin obtener los merengues: “Perico salió furioso
de la pastelería. Con el dinero apretado entre los dedos y los ojos húmedos, vaga-
bundeó por los alrededores”.

Llega el momento en el que la única opción que le queda es regresar el dinero a su


casa, pero ya era demasiado tarde: Pronto llegó a los barrancos. Sentándose en lo
alto del acantilado, contempló la playa. Le pareció en ese momento difícil restituir
el dinero sin ser descubierto y maquinalmente fue arrojando las monedas una a una,
haciéndolas tintinear sobre las piedras.

Es aquí donde ubicamos una reflexión del niño, las palabras del narrador nos aden-
tran una vez más al psicologismo de Perico y nos muestra el desenlace de la trans-
gresión social: un niño que pierde la inocencia, pasa de ser un marginado a ser un
marginal: “Al hacerlo, iba pensando que esas monedas nada valían en sus manos, y
en ese día cercano en que, grande ya y terrible, cortaría la cabeza de todos esos
hombres, de todos los mucamos de las pastelerías y hasta de los pelícanos que graz-
naban indiferentes pelicanos”.

4. EL SENTIDO DEL TEXTO

- Desde el psicoanálisis, podemos ver como Ribeyro con su inmensa capacidad


creadora nos muestra los elementos externos que influyen en la personalidad
del marginal:
 Ruptura del núcleo familiar.
 Ausencia total del padre.
 Falta de educación formal.
 Distorsión de la responsabilidad social.
 La mentira.
 Deformación de la ética y la moral.

El psicoanálisis, nos permite observar como la marginación hacia un niño, in-


fluye en la decisión de este en convertirse en un marginal.
Y por otro lado nos permite encontrar el deseo real: ocupar un estatus en la so-
ciedad limeña; y el deseo simbólico: comprar y comer los merengues.
- La pragmática, nos ayuda a descubrir el motivo por el que Ribeyro incluye el
dialogo como estrategia narrativa. Y resulta que es para mostrar la pugna so-
cial entre la clase alta limeña y la clase media baja (marginados), con una es-
cena cotidiana de la década de los 50´, con algo tan simple como una discusión
bien elaborada literariamente; apoyándose con intervenciones del narrador, y
sin vacíos. Ribeyro nos muestra como los de la clase alta marginaban a los po-
bres, y aunque estos intentaban superarse socialmente, sus planes siempre eran
frustrados. Es decir, su estatus social era impuesto y no podían evadirlo.

- Respondiendo a la siguiente pregunta: ¿es la intención del texto generar una re-
volución de la clase marginal peruana? Nos atrevemos a decir que si, ya que el
cuento simboliza el rechazo de Ribeyro a la cultura capitalista (posteriormente
neoliberal). Ya que vemos a un niño que es un arrojado del capitalismo (sin di-
nero, ni reconocimiento social), se rinde ante el programa capitalista:

 Dinero: el niño al verse con sin este medio económico, busca la manera
de hacerse de él y sin importarle romper las normas sociales, lo consigue
y lo considera su capital.
 Un proyecto futuro: como ya tiene su capital, se plantea el proyecto de
comprar una gran cantidad de merengues.
 Ser parte del capitalismo: ir a un lugar con una atmosfera capitalista
(lugar donde se produce el intercambio comercial), una panadería, ya
que ahí se produce el intercambio de capital “dinero” por bienes “meren-
gues”.

A pesar de todo lo que ha hecho el niño sigue siendo marginado, aunque tenga di-
nero no es aceptado por los demás capitalistas y no lo dejan formar parte del pro-
grama capitalista (capital - bienes).

Lo que Ribeyro nos muestra, es que el peruano no debe rendirse ante el capita-
lismo, aunque tengas dinero nunca alcanzaras un estatus social y siempre serás
marginado. Ya que, como en toda su vida, él fue marginado; en Perú y en Europa
por no tener dinero y por ser de un país tercermundista. A pesar de haber alcan-
zado fama, obtenido premios, trabajar en cargos importantes y poseer dinero seguía
siendo de un país tercermundista y eso nunca iba a cambiar. Sobre esto hace una
afirmación personal su amigo, y con quien compartió un tiempo en Paris, Mario
Vargas llosa: “todos sus cuentos y novelas son fragmentos de una alegoría sobre la
frustración fundamental de ser peruano: frustración social, individual, cultural, psi-
cológica” (Mario Vargas llosa, carta del 24 de octubre de 1966).

Ribeyro estaba cansado de querer formar parte del sistema y que a pesar de su es-
fuerzo las cosas no cambien, y veía que eso no solo le pasaba a él, sino que les pa-
saba a todos los peruano y eso lo plasma en este cuento; “ los merengues”.
Referencias

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