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Cualquier alimento puede provocar alergia. En la infancia los alimentos implicados son la
leche, el huevo, el pescado, seguidos por las legumbres y los frutos secos. En la edad
adulta este perfil va cambiando, de forma que raramente se mantiene la alergia a la
leche y algo más frecuente, pero también escasa, es la presencia de sensibilización a
huevo. Sin embargo, son cada vez más importantes las alergias a los frutos secos, el
marisco, las frutas frescas y algunas especias.
Estos datos son variables según las costumbres dietéticas de cada población y son
distintos entre diferentes países. No obstante, lo que parece cada vez más claro es que
existe un incremento en los casos de alergia, lo que indica que existen algunas causas no
bien conocidas que actúan deberán actuar como factores desencadenantes.
No obstante, la única forma que tienen las personas afectadas por cuadros alérgicos
causados por alimentos es evitar el consumo de los productos que causan la afección.
Pero ello no siempre es posible y mucho menos fácil de conseguir. En la actualidad no son
pocos los alimentos que se preparan con mezclas de múltiples productos. En algunas
ocasiones incluso se emplean extractos, lo que hace casi imposible poder determinar la
composición precisa de ingredientes. Un etiquetado adecuado, en el que se incluyan no
sólo los ingredientes mayoritarios, sino todos aquellos que hayan tenido que ver en la
preparación del producto final, como los aditivos, sería de gran ayuda para las personas
afectadas.
Las alergias definen otra categoría de problema, englobada como una reacción no tóxica
a los alimentos y que se suele manifestar siempre que se consumo el elemento
desencadenante del proceso. Dentro de las reacciones no tóxicas se encuentran:
• Las producidas por una intolerancia a alimentos, como por ejemplo a lactosa, que
produce diarreas y vómitos y que están relacionados con falta de enzimas
encargados de su metabolismo o degradación en el organismo.
• Las que tienen un origen inmunológico, es decir, una respuesta del sistema
inmune de nuestro organismo ante una sustancia que reconoce como extraña. De
ellas las que se conocen mejor son aquellas que están mediadas por la
inmunoglobulina E (IgE), que son las que se conocen generalmente como
alérgicas.
Algunas alergias alimentarias pueden terminar curándose. Ello depende en gran medida
del alimento implicado, de la edad del paciente y de la severidad del problema. Así, por
ejemplo, es más probable que desaparezca una alergia a la leche de vaca que una alergia
al pescado o a los frutos secos. De la misma forma, es más probable que termine
curándose una alergia cuando el niño es pequeño (lactantes) que en niños mayores
(escolares o adolescentes). En general, es más probable que desaparezcan alergias
causantes de reacciones leves que los casos graves.
Normalmente se desarrollan en las edades infantiles, pero eso no quiere decir que un
niño no alérgico no lo sea nunca. En muchos casos, conforme avanza la edad, se aprecian
cuadros alérgicos que no se habían desencadenado previamente. Por ello, y ante una
sospecha, es necesario acudir al médico para que pueda hacer un diagnóstico preciso.
La única fórmula preventiva conocida contra las alergias es evitar los alimentos implicados. Una consulta al
especialista puede contribuir a dictar una dieta sustitutiva segura.
El único tratamiento factible para los cuadros alérgicos causados por alimentos pasa por
limitar su consumo, es decir, evitar los productos respecto a los cuales el paciente se
encuentre sensibilizado. En esta lista deben incorporarse igualmente los derivados y los
alimentos elaborados que contengan cantidades pequeñas de la sustancia responsable de
la alergia.