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la vida cristiana, por su profunda relación con la fe, la esperanza y la caridad. Hoy
recogemos tres testimonios.
“Si la hija (la oración) vive de la madre (la fe), aquí la hija tiene que alimentar a la
madre” (Kierkegaard).
“Ser testigos de Jesús siempre, pero más en nuestro mundo secularizado, requiere
hombres y mujeres de fe, de amplia experiencia de Dios y generosa comunicación
de esa experiencia… Hoy, más quizás que en un cercano pasado, se nos ha hecho
claro que la fe no es algo adquirido de una vez para siempre, sino que puede
debilitarse y hasta perderse, y necesita ser renovada, alimentada y fortalecida
constantemente. De ahí que vivir nuestra fe y nuestra esperanza a la intemperie,
expuestos a la prueba de la increencia y de la injusticia, requiera de nosotros más
que nunca la oración que pide esa fe, que tiene que sernos dada en cada momento.
La oración nos da a nosotros nuestra propia medida, destierra seguridades
puramente humanas y dogmáticas polarizantes, y nos prepara así, en humildad y
sencillez, a que nos sea comunicada la revelación que se hace únicamente a los
pequeños” (Pedro Arrupe SJ).
La alusión al símbolo «piedra» sería como la cara B del símbolo esponja. Nuestro
mundo interior necesita de un filtro para que no se contamine y descubra aquello
que sin duda irá en la línea de inquietar lo que estaba pacífico, de rechazar lo que
estaba asumido, de crear inquietud donde había paz y serenidad, de envolver en
el ruido lo que estaba silencioso, de llenar de tristeza lo que estaba empapado de
alegría…
La alusión al símbolo «piedra» sería como la cara B del símbolo esponja. Nuestro
mundo interior necesita de un filtro para que no se contamine y descubra aquello
que sin duda irá en la línea de inquietar lo que estaba pacífico, de rechazar lo que
estaba asumido, de crear inquietud donde había paz y serenidad, de envolver en
el ruido lo que estaba silencioso, de llenar de tristeza lo que estaba empapado de
alegría…
La alusión al símbolo «piedra» sería como la cara B del símbolo esponja. Nuestro
mundo interior necesita de un filtro para que no se contamine y descubra aquello
que sin duda irá en la línea de inquietar lo que estaba pacífico, de rechazar lo que
estaba asumido, de crear inquietud donde había paz y serenidad, de envolver en
el ruido lo que estaba silencioso, de llenar de tristeza lo que estaba empapado de
alegría…