Intentaré realizar un análisis de lo leído a partir de mi rol como docente e investigador en
Historia. En principio, esta primera Unidad del Seminario se me presentó claramente conceptual pero muy interesante ya que me permitió comenzar a delimitar y problematizar el conocimiento científico. Es sugestiva la diferenciación entre “conocimiento vulgar” y “conocimiento científico” ya que marca una necesaria diferencia valorativa entre ambos saberes. Como historiador es mi trabajo saber dilucidar entre visiones del pasado tergiversadas y poco fundamentadas y aquellas que se sustentan en un método científico que les brinda mayor coherencia y solidez. Considero que es una disputa muy común en campos como la “Historia reciente” donde muchas veces el saber disciplinar debe desentrañar mitos y creencias basados, únicamente, en la vivencia personal o en la memoria colectiva. Con ello no sugiero que no sean valorables sino que no creo que sean suficientes. Asimismo, dentro de la disciplina histórica hay un continuo debate historiográfico, en función de los diversos paradigmas de acción e interpretación que suelen hegemonizar las investigaciones sobre el pasado, y que por lo tanto es necesario tener en cuenta al momento de analizar el trabajo del historiador. Otra cuestión a destacar es la aplicación del conocimiento científico en el aula. Analizándolo desde mi profesión como historiador, son muy claras las falencias al momento de transmitir a las escuelas los avances en el saber histórico que se realizan en los ámbitos académicos. Como consecuencia de ello, me he encontrado, en mi rol como docente del nivel secundario, con una Historia muy alejada de aquello que estudié durante los años de mi formación. En función de esta problemática, es tarea del docente incorporar nuevas interpretaciones y metodologías que permitan analizar con mayor profundidad y rigor el pasado histórico en las aulas. Esto ayudaría a generar conocimiento científico de calidad a partir del razonamiento, análisis y construcción de nuevos conceptos e interpretaciones. Como se expresa en el texto, una actitud inquisitiva, curiosa o disruptiva en el aula es suficiente para crear un ámbito científico sin la necesidad de estar en una clase de Ciencias Naturales en el laboratorio. En otras palabras, es fundamental impulsar actividades de investigación para que los alumnos se acostumbren, no sólo a comprender los contenidos, sino a construirlos y transformarlos. De esta forma, estaremos más cerca de un alumno como sujeto activo en el proceso de enseñanza- aprendizaje. Por otro lado, quisiera hacer énfasis en la función social del conocimiento científico. En la actualidad es claro, a pesar de las pretensiones decimonónicas positivistas, que el trabajo del investigador está condicionado por su presente. Es decir, las mentalidades que lo circundan y atraviesan forman su corpus cognoscente y con ello su “capacidad” para aprehender el pasado que quiere comprender. Por otro lado, es fundamental para nuestra disciplina que siempre mantenga su dinámica analítica ya que permitirá reactualizar, rectificando o ratificando, trabajos investigativos anteriores. De esta manera estaremos frente a un conocimiento científico de calidad y pragmático al servicio de toda la sociedad. Para finalizar cito un fragmento del texto, de la autoría de Esther Díaz, que considero fundamental: “el conocimiento es una manera de relacionarse con la realidad, un modo de interpretarla, de dar cuenta de ella”. Por lo tanto, es axial que tanto educadores como educandos adquieran conocimiento ya que les brindará herramientas cognitivas claves para seleccionar y diferenciar, en una época tecnológica e hiperconectada, la información valiosa y significativa de aquella superflua e irrelevante.