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ANNIE BESANT
8
PREFACIO
LA FRATERNIDAD
Directores de Mundos
----
Munric,; del AngeleSLonstruc- Silfos. Nuestros Yo Mortales
-a..
11)
-
~
irresistible que es su característica más destacada. Actual-
mente hallan en las ceremonias el medio natural para sus
dones y su deseo de ayudar a los hermanos humanos. Las
ceremonias atraen siempre su atención; cuando se las rea-
liza correctamente, proporcionan un c~uce que da curso a
sus fuerzas. Los Angeles del Poder están presentes en to-
das las ceremonias religiosas y participan de ellas en la
medida de su capacidad y dentro del nivel de la ceremo-
nia en sí. Su poder de acción será mayor si la disposición
mental de dignatarios y fieles es receptiva.
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graduados desde espíritus morenos, enanos y duendes -pa-
sando por las ondinas y los silfos- hasta las criaturas del
fuego. Los Angeles de la Naturaleza están por doquier en
torno a las moradas humanas, en árboles, flores, piedras
y nubes, y animan todas las formas.
Ellos supervisan el crecimiento de mieses, frutas y flo-
res. Producen terremotos, tempestades e inundaciones
cuando la índole de la vida humana así lo genera. Si los
hombres recabaran su ayuda sabrían controlar todos los ca-
prichos y fenómenos de la naturaleza. Hay una ley vigen-
te sobre el clima y los cambios atmosféricos; las salaman-
dras, ondinas y silfos de la Naturaleza son meros agentes
de esa ley.
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es la Voz de quien, apreciando los panoramas del espacio
extrauniversal, de las ideaciones cósmicas, habla y narra Su
visión; y al expresarla, la hace salir y la modela como forma
en Su Universo. Ante Su Voz los Angeles de la Música
saltan de Sus Labios para ser agentes del poder del Sonido;
todo el mundo de los poderes creadores se llena con la ar-
monía de Su Voz, y los ángeles son para El como arpas,
como gloriosos instrumentos templados que obedecen a Su
voluntad. Cuando cantan hacen refulgir sones cromáticos.
Viven en mundos de Luz y Sonido; son la expresión de los
colores y cantos cósmicos dentro de los lindes del Universo.
Nuestro Lagos es una lente por la que se filtra la luz
de miles de universos; es un gran órgano pulsado por el
Absoluto. Todos los Lagos de todos los universos respon-
den al teclado cósmico del Lagos. Así nacen el Color y
el Sonido (gemelos portentosos) e ingresan en las limita-
ciones del tiempo y el espacio terrestres.
Todos los ángeles y hombres, en sus yo verdaderos,
brillan con esta luz prodigiosa; responden al Son Divino;
conocen bien los tonos de la Voz Creadora. El verdadero
Yo del hombre es lente y cañón de órgano en miniatura;
al cantar y resplandecer respondiendo a la Voz de Dios,
reproduce en su nivel, exactamente, cada tono o microtono
de Su Voz, toda sombra del espectro de Su luz. Todos los
esplendores de este mundo tornasolado descienden al yo
inferior y allí se mecen para que éste también pueda oír.
Los Angeles de la Música tienen por misión hacer
descender hasta los oídos humanos esta radiación de millo-
nes de prismas, esta marejada de millones de planetas, y
llevarhacia afuera a los mundos materiales para que, hasta
-los árboles y las plantas, y el topo que está bajo tierra, oigan
la voz de Dios y, al percibirla, la obedezcan. Todos los
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sonidos que se escuchan en la tierra son un eco de Su Voz
y todas las luces, de cualquier color que sean, provienen
del brillo deslumbrante de Sus Ojos.
No es posible hacer descender a estos ángeles hasta el
yo inferior; para verlos y oírlos es menester elevarse hasta
su mundo. Cuando se traspone su umbral es posible ver-
los en multitud, bañados eternamente por miles de matices
tornasolados, entonando en antífonas las Palabras de Dios.
La música de su voz llega a través del son de sus trom-
petas y flautas, del batir de sus alas, del ígneo resplandor
de sus ojos y de la radiante belleza de sus formas. Ellos
cantan así y tocan sus instrumentos desde el nacimiento
hasta la muerte de los universos, y siguen siendo coro y
orquesta de Dios.
Necesitan los oídos y corazones humanos para sintoni-
zar el mundo y lograr que los hombres contesten cada vez
más al son y ritmo de su canto. Para ellos todos los hom-
bres y ángeles son instrumentos; cada facultad mental o
afectiva, una cuerda. Vigilan ansiosos cada raza recién na-
cida y ven en ella una promesa de nuevos instrumentos,
mayor expansión tonal, otro cañón de órgano, para respon-
der al hálito de Dios. Ven la unidad de todo; saben que ca-
da parte es fragmento de un gran instrumento en el que
Dios ejecuta cuanto oye más allá de los reinos temporales
y espaciales. Mediante este instrumento -mediante toda su
múltiple música- late Su corazón, tiene lugar el ritmo del
pulso universal. Todos los desplazamientos estelares, la
iluminación y oscurecimiento de los soles, el nacimiento y
muerte de los planetas, la evolución racial, las olas que
rompen contra la playa, el surgimiento y hundimiento de
los continentes, la fusión de los mares polares, el latido
de los corazones humanos, la germinación de la semilla ...
todo responde al ritmo del corazón palpitante de Dios.
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Así ha de ponderarse el canto que entonan los Dioses
de la Música.
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Capítulo 11
EL PRIMERMENSAJE
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eres parte, por medio del cual puedes atravesar el velo ex-
terno de la belleza hasta que no te impida más la visión
del Yo. U na vez conseguida esta comprensión estarás en el
umbral de nuestro mundo; habrás apreñdido a ver con
nuestros ojos, a conocer con nuestras mentes, a sentir
con nuestros corazones.
Por sí sola la capacidad no basta porque es un sendero
que pocos pueden recorrer hasta ahora. Sin embargo puede
considerársela un ancho camino real que lleva hasta el
puente.
Todas los verdaderos artistas recorrieron este camino
mas pocos nos encontraron, pues la mente inquisidora del
científico y la mirada penetrante del vidente deberán su-
marse a la sensibilidad del artista. El científico deberá
aprender a empezar donde concluye el artista; y luego de
ubicarse en el meollo de la naturaleza, continuar sus in-
vestigaciones hacia afuera, hacia la circunferencia. En su
realización de sí no perderá la claridad intelectual, la exac-
titud de observación que tanto aprecia sino que las dirigirá
partiendo de un nuevo punto de vista. Habrá de ubicar su
mente dentro del árbol, de la planta, del animal, del ele-
mento, del átomo que desea estudiar. Para ello primero
deberá seguir la senda del artista y del poeta, del filósofo
y del metafísico, combinando dentro de sí la capacidad de
cada uno. Poco a poco la realización del mundo angelical
empezará a iluminar su consciencia y, de igual manera,
cada problema hacia el cual dirija su mente.
Es preciso que primero adquiera la técnica necesaria
(de laboratorio y de manual), abandonándola luego, por un
tiempo, para meditar preferentemente en las bellezas de la
naturaleza recurriendo a nosotros para guía y auxilio. Si
hay sinceridad el conocimiento llegará con seguridad.
A continuación está el método ceremonial en el que
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las ideas divinas, las palabras de poder y la precisión en la
acción se combinan estrechamente correspondiendo a lama-
nera de obrar de los ángeles. Todas las iglesias y todos los
sacerdotes ·que buscan este camino deberán abrirnos sus
mentes y corazones de par en par, concediéndonos mayor
participación en sus actividades benéficas. Los miembros
de las huestes angélicas se mecen sobre las cabezas de
todas las congregaciones, y se mantienen junto a cada sa-
cerdote _pero¡con cuánta asiduidad los separan las barreras
levantadas por las mentes humanas! Tanto el sacerdote
como la congregación deberán franquear sus mentes al re-
conocimiento de nuestra presencia en medio de ellos e in-
vocar nuestro auxilio. Y pronto, muy pronto, algunos em-
pezarán a oír el batir de nuestras alas y, al fin, una felicidad
creciente en sus vidas. Traemos el mensaje de la felici-
dad como El-Que-Ha-Venido. Somos manifestaciones de la
gloria divina. Para nosotros no existe dolor ni tristeza, ni
separación, ni muerte, ni daño alguno. Para nosotros sólo
hay alegría, luz y poder siempre crecientes a medida que
aprendemos a expresar cada vez más la Voluntad Divina
que fue nuestro origen.
Para nosotros la cornucopia vital está siempre llena has-
ta los bordes; con su exuberancia nutriríamos a toda la hu-
manidad. Esta será dueña de la felicidad que jamás se
debilita, creciendo hasta llegar a éxtasis de gloria. Por tanto
los ministros de Dios deberán predicar el evangelio de la
felicidad, en nombre de Dios y en el nuestro. Si sólo abrie-
ran de par en par las puertas de sus corazones y mentes,
puertas que, a pesar de las antiguas enseñanzas de sus cre-
dos, están fuertemente cerradas para nosotros, llenaríamos
sus iglesias, mezquitas y templos.
Hasta los sanadores podrán invocamos para que los
ayudemos en su misión. Los lechos de los enfermos huma-
Zl
nos reclaman nuestra presencia, a nosotrosque no sabemos
qué es el dolor. Si nos pudiésemos acercar con libertad
podrían realizarse prodigios de curación. Para conseguir esto
deberás combinar curación con religión, con ceremonias,
al igual que con la visión de la realidad tal como la capta el
artista. Sería preciso que en cada institución dedicada al
cuidado de niños, enfermos y ancianos se cree un centro
magnético, que pudiésemos utilizar como foco. Debería ser
un edificio aparte, embellecido y consagrado mediante ce-
remonial adecuado, y su objeto sería la invocación de Rafael
y de los ángeles sanadores y la adecuación de la atmósfera
a las necesidades de su actividad. Para ello no es menester
mucho conocimiento sino únicamente sinceridad y visión.
El edificio puede tener forma octogonal, con el altar orien-
tado hacia el Este; sobre aquél habrá candelas y una ima-
gen del fundador de su Credo, incienso, agua bendita y
flores fragantes. Sería preciso que todas las mañanas se
celebrase una ceremonia de invocación de los ángeles y
todas las tardes un servicio de acción de gracias.* Del mis-
mo modo, en todas las salas y enfermerías habría que con-
sagrar y utilizar una pequeña capilla: de esa manera cada
médico se convertiría en sacerdote y cada enfermera en
acólito. Y nosotros acudiríamos a curar a través de ellos,
ayudando de cien manera distintas. La vida hogareña de
los hombres debería contar con sitio para nosotros. En algu-
nos países invocan nuestra presencia pero, incluso en esos
sitios, debido a largas y continuas prácticas el hábito perdió
vigor y pasó a ser una forma hueca. Asimismo, quienes de-
sean cruzar el puente hacia nuestro mundo deberán idear
adaptaciones adecuadas a la civilización occidental.
El método más eficaz tal vez sea erigir una capilla apar-
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te, consagrada exclusivamente a las invocaciones y ofren-
das a los ángeles. En todos los instantes de necesidad, crisis
repentina, enfermedad, parto y muerte, los ángeles gozo-
samente prestarían su auxilio; mas el poder sería mayor y
su presencia más real si se instalasen centros magnéticos en
el hogar. Bastaría con un simple objeto muy bello, mental-
mente asociado con los ángeles y su naturaleza; con un
cuenco de flores renovadas diariamente, con incienso, con
una oración o invocación corta por las mañanas y una ben-
dición por las tardes. Resultan indispensables una limpie-
za perfecta, una atmósfera de pureza extrema y un simple
estímulo de cooperación en la ayuda mutua. Además de
esa simple ceremonia podría efectuarse una adecuada refe-
rencia al Fundador de la religión del hogar y una oración,
tal vez, para recabar Su Bendición sobre ángeles y hombres.
Estos breves ejemplos bastarán para sugerir un método
general de comunión y cooperación del que podrían deri-
var variaciones con fines particulares, por ejemplo, para el
"atelier" de un artista, para quirófanos, consultorios, salas
de conciertos, o conferencias, y en una palabra, donde-
quiera los ángeles puedan ser de utilidad. En los ámbitos
de la horticultura y la agricultura nos aguardan otros cam-
pos de cooperación mutua. .
Aunque estas prácticas no produzcan gran cantidad de
seres capaces para establecer comunicación directa con los
ángeles -muy deseable y necesaria- gradualmente se pro-
ducirá un cambio en la consciencia de las gentes, con ten-
dencia a facilitar esa comunicación. Ese desarrollo se evi-
denciaría particularmente entre los niños que, criados en
dicha atmósfera, contarían con toda suerte de facilidades
para desarrollar y emplear los poderes necesarios.
También serían de esperar muchos otros resultados be-
néficos que culminarían en una elevación general de toda
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la tonalidad de vida y pensamiento humanos que se torna-
rían más sensibles, refinados y responsivos como resultado
del contacto con la consciencia de los ángeles. Con el tiem-
po esto empezaría a influir en la apariencia efectiva del
cuerpo físico, en sus movimientos y demás. Lás artes y
gracias de la vida empezarían a apreciarse y expresarse más
en general.
En los lugares más aislados de cada país podrían crear-
se centros y comunidades para uso práctico de quienes ha-
llen en sí mismos respuesta natural a estas ideas y deseo
instintivo de ponerlas en práctica. Cada comunidad o cen-
tro creado con fines espirituales encontraría considerable-
mente aumentados el valor, la extensión y el poder de su
obra por el reconocimiento de la presencia de los ángeles
y la práctica de su cooperación con ellos.
Este valle * es muy adecuado para esa empresa, y no
es improbable que en futuro no lejano se creen y establez-
can aquí centros de la Sabiduría Antigua y de la nueva
religión, en los que los trabajadores humanos y angélicos
obtengan reconocimiento y cooperación crecientes. Este
valle es particularmente apto para la obra tanto en lo mag-
nético corno en lo histórico. Cualquiera sea el método em-
pleado la cooperación incrementará grandemente su buen
éxito. Los ángeles de este sector evidenciarán gran aptitud
de combinación siempre que la obra se base en los ideales
y las ideas de la Sabiduría Antigua.
En el plano físico tu obra consiste en preparar y cons-
truir la forma: en los planos internos nos combinaremos
con los yo humanos superfísicos que fluyen en la vida,
estimulando el crecimiento interno, protegiendo el centro
de toda intrusión y conservando el poder generado.
* Se refiere al valle donde fueron recibidos los mensajes.
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El centro serviría aquí para una comunidad activa y
para quienes buscan un retiro para la meditación y el estu-
dio. La medida de su buen éxito se incrementará grande-
mente si la idea de cooperación humana y angélica se man-
tiene siempre en vista y si todos cuantos caen dentro de su
esfera de influencia reciben la sugestión de emplear la co-
operación. Es de esperar una evolución que permita la crea-
ción de un sanatorio y casa de retiro -institución semimo-
nástica- corno refugio para estudiar, meditar e investigar;
con sectores para literatura, artes y oficios, representaciones
dramáticas, ejercicios de danza y ritmo. La iniciación afor-
tunada de estos esquemas produciría un resultado que ser-
viría de modelo para la creación de centros similares en
todas partes del mundo.
Factor esencial de buen éxito en nuestra cooperación
es concretar mentalmente su posibilidad, continuo recuer-
do y empleo en el mundo mental, en toda obra que se
acometa. Quienquiera se empeñe en esta práctica desarro-
llará casi inevitablemente el poder perceptor de la presen-
cia y coo_peraciónangélicas y su constante respuesta a los
pedidos de auxilio. Hay que decir claramente que este con-
cepto deberá mantenerse del modo más simple posible, to-
talmente libre de todo sensacionalismo, o de minuciosas ce-
remonias, sin intento alguno de establecer íntimos contactos
personales con ángeles individuales ni de emplearlos con
fines de beneficio o interés personal, o por curiosidad. Es-
tos experimentos o tentativas implicarían un desastre casi
inevitable, debiéndose excluir esto rigurosamente. Actuar
con los ángeles debe ser para ti tan natural corno hacerlo
con otras personas o con animales domésticos. Corno ya se
dijo, las cualidades de Sencillez, Pureza, Rectitud e Im-
personalidad deben caracterizar a todos cuantos esperan par-
ticipar en todo el esfuerzo mutuo. Al individuo excitable,
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emocionable o desequilibrado no se le puede poner -sin
peligro- en contacto con las grandes fuerzas de la evolu-
ción angélica. Las personas de mentalidad extremadamen-
te práctica y controlada, con capacidad para el idealismo
y la imaginación positiva, son las trabajadoras ideales. Es-
tos son los caracteres que habrá que buscar desde el inicio
de los esquemas en que haya que emplear la cooperación
humano-angelical.
Aunque en gran parte el mundo se ría de nuestras
aspiraciones, está asegurada una respuesta creciente: en este
sentido existe una atracción instintiva en el corazón y men-
te humanos, que nace, en parte al menos, de antiguos re-
cuerdos, provenientes de aquellos tiempos en los que los
ángeles andaban con los hombres, y en parte también, de
la clarividencia natural latente en toda alma humana.
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Capítulo 111
EL SEGUNDOMENSAJE
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Capítulo IV
LO SUPREMO
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prometan habrán de recogerse en soledad, en lugar privado,
en una cumbre herbosa, a la sombra de una arboleda; y de
no ser así, en lo más recóndito de su corazón.
Allí primero meditarán con una finalidad fija, tratando
de intuir la profundidad y significado de nuestro gran ideal;
y una vez que lo hayan vislumbrado, tendrán que formu-
larse el firme propósito de luchar por él en esta vida y en
las futuras, pensando que para lo grande todas las cosas
son grandes.
'Tal vez de este modo podamos quebrar la caparazón
que aisla a la raza humana, caparazón de apatía que separa
con tanto espesor que la somnolencia sólo puede ser pertur-
bada por guerras, terremotos, incendios, inundaciones, ham-
bres y muertes repentinas. Tu yo superior -en realidad,
tu yo angélico- pugna continuamente par despertarte, por
enviarte una visión a través de tus ensueños; y entre tus
congéneres aquí y allá, algún durmiente se agita y estira,
con harta frecuencia para seguir durmiendo, interrumpién-
dose su sueño por fuerza de lo externo. Luego las guerras
los despiertan y rezan o Dios para que los salve de nuevos
conflictos. La peste y el hambre se dan la mano para pasar
a zancadas a través de sus vidas atolondradas y sólo des-
piertan cuando ven su reposo amenazado y, par un tiempo,
se convierten en sus yo superiores, aunque desde ellos rue-
gan a su Señor reclamando libertad. El libertador está siem-
pre con los hombres, es su yo íntimo; pero como su Yo
interno no los despertará, los tendrá que despertar el Yo ex-
terno. Has de saber que en las guerras, pestes y cataclismos
los hombres se ven a sí mismos, ven las expresiones de su
propia alma, antorcha en mano y a trancos por los dormi-
torios donde yacen sus cuerpos, para sacudir su sueño, para
ahuyentar las oscuras sombras de satisfacción y contento.
Los otros yo volverán una y otra vez hasta que se los eche
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para siempre. Se apartan de naciones y hombres que. d
responder a lo supremo, viven según sus leyes; que ni des-
cansan ni duermen rebosando un deseo ardiente que los
lleva de una ci.ma a la otra Por las montañas del mc:_ndo
espiritual. Este, es el camino de la libertad, hermano, y no
hay otro.
Quien te diga que la guerra puede cesar por acción de
la ley hace peor que mentir: encubre la verdad. Y los hom-
bres, considerándose salvados, vuelven a hundirse en sus
sueños y a su tiempo la guerra se reinicia.
En nuestra Fraternidad debemos empezar a mantener
en alto este gran ideal: LO SUPREMO, comprometiéndose
cada uno a que nada más satisfaga su alma. Debes predi-
car este evangelio: la causa de todas las cosas, buenas y
malas, reside en ti; la mejora del bien y la extinción del mal
sólo pueden conseguirse por acción interna. Debe reformarse
la vida de los hombres, no sus leyes; y las vidas sólo pueden
ser cambiadas si se las ajusta a lo supremo en lugar de jugue-
tear con lo ínfimo.
Nadie puede alegar ignorancia de esto. Un Mensajero
tras otro llegan para esparcir esta verdad por doquier. La
humanidad encerró las verdades en templos, iglesias y mez-
quitas, refugiándose en los tribunales de la ley, hasta desco-
nocerse la abnegación que fue sustituida por la negación del
Yo. La humanidad todavía ríe cuando se le dice que el amor
salvará al mundo o que otro tanto harán la pureza, la ver-
dad, la ley o el sacrificio. Endureció su corazón y, sin em-
bargo, El, que es la encarnación del amor, la verdad, la ley
y el sacrificio, llega a enseñarle una vez más las verdades
antiguas para que una guerra -mayor aún- no ocupe su
lugar como Instructor de Angeles y Hombres.
Lo SUPREMO ha de ser nuestro lema y nuestro santo y
seña, elsigno que nos haga conocer mutuamente de día y de
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noche. Busca un artista amigo que te dibuje un cuadro en
el que haya un integrante de la hueste apgélica, de pie, sobre
un globo, apuntando al cielo; debajo dirá: LO SUPREMO. De-
nomina a ese cuadro "El Angel de la Mano Que Señala".
Conviértelo en tu símbolo y talismán. Bendícelo con poder
y amor, y también con valor en procura del buen éxito. Todo
aquel que lo lleve se llenará de descontento divino, de anhe-
lo en pos de lo supremo, de ansia en procura de la meta.
Aprende a construir la forma en los mundos mentales y
llénala con tu deseo; entonces envíala afuera, a los otros
hombres. Llénala hasta los bordes con tu voluntad, llama
a un ángel para que la anime con su vida. Muy pronto, a
imitación tuya, el mundo mental estará lleno de formas ar-
dientes de naturaleza angélica que llamarán a los yo men-
tales de los hombres, y éstos serán despertados de su sueño.
Y así el mundo ideal habrá de ser inundado por este ideal,
por el ideal de LO SUPREMO.
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Capítulo V
LA PACIENCIA
\'t1luntad ck Dios.
Recut.:rdalo: el c,rigen fundamental del poder está en la
icfr::. La idea que exponemos en los mundos manifiestos no
es siuo fuerza emanada --o reflejo- de la Idea Divina. Y
pür ser esto así, ningún retraso puede reducir su potencia,
ninguna circunstancia puede impedir su expresión última.
En este conocimiento habrá de basarse la paciencia.
Capítulo VI
LA PAZ
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terremotos, los volcanes y los diluvios, tienen que renun-
ciar a sus violentas embestidas, a sus irresistibles y anima-
dos juegos, y acatar la orden de quie~ con certeza puede
. "p¡ az, calma.I"
decir:
La paz es la esencia de todas las cosas. La hora tran-
quila, la escena pacífica, el rincón de la chimenea, el apre-
tón de manos de quienes se aman, la adoración de los píos,
el culto de los santos, la bendición de los dioses, tienen por
esencia la paz; cuando ésta falta, la belleza se desvanece.
Obtén pues la paz.
Los pueblos de la tierra tienen muchas cosas aparente~
mente bellas pero que no lo son por falta de paz. Remedan
lo bello, mas no lo concretan pür falta de paz. Casi todo el.
arte humano se corrompe por demasiadas disputas y falta
de paz. Sólo los prominentes hombres de fuego concretaron
en realidad el gran arte, grande por la paz que implica. Sin
embargo, cuanto crece, ya sea brote, rosa, yuyo, insecto,
animal u hombre, es bello. Todo es producto de un arte
surgido de la paz como las flores del loto que permanecen
en la superficie del charco.
¡Hermano: si dieras al mundo este mensaje único, inci-
tando a los hombres a buscar la paz! ¡Basta de fragor de
armas; basta de luchas civiles o industriales! ¡Basta de reivin-
dicaciones entre hombres que no son sino cáscaras, hollejos
aventados con la molienda de los molinos kármicos! ¡Si la
humanidad escapara de la deuda kármica de la guerra, las
almas serían conducidas al reino de la paz espiritual donde,
tras meditar, cada cual descubre por sí la Paz Divina!
¡Ojalá la humanidad emulara a los <levasdel aire, de
pies silenciosos, que viven sus vidas, no en la negación del
sonido sino en el canto, con movimientos que son toda ar-
monía, con pensamientos individuales que pintan un cuadro
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reluciente en el lienzo del cielo, con latidos del corazón que
son susurros de júbilo! Cuando hables a los hombres de
nuestra venida, pídeles esta gracia en nuestro nombre: que
cultiven la paz. La vida debe ser movimiento y el movi-
miento sonido; pero que todos los sonidos de la vida hu-
mana tengan armonía y aprendan a tornar melodioso y
dulce su camino. Enséñales a oír la música de los árboles,
muéstrales cómo viven los abetos, los pinos y las hayas, me-
ciéndose en el viento y cantando siempre. Se mecieron y
cantaron desde que el Tiempo existió y su cantó es inca-
paz de estridencia o discordancia en circunstancia alguna.
Muchas veces nos acercamos con la esperanza de que
la humanidad oiga el batir de nuestras alas. Pero debemos
retirarnos, casi despedidos, y horrorizados, por los ruidos y
formas de sus modos de vida. La humanidad deberá tra-
bajar para abolir todo ruido que hiera el oído de un niño en
la ciudad, en la calle, en las veredas, en la fábrica, en la
alquería o en el campo, para eliminar paulatinamente esa
infranqueable barrera de ruidos, erigido entre el mundo
humano y el nuestro. La humanidad habrá de conocer el
culto de las horas apacibles, aprender la alegría de la paz,
el método de la felicidad silenciosa, pues éstos son, eviden-
temente, los senderos de la vida humana, la expresión na-
tural de la vida. Si la humanidad no alcanzó esto, ¿cómo
le enseñaremos los senderos más profundos de la paz, el
camino superhumano que lleva más allá del yo normal,
hasta el reino en que se ve a Dios paseando por Su Jardín
de paz?
Inicia una gran campaña. Pide a cuantos lleguen en
tu ayuda que la gran oleada de fealdad y violencia deberá
pasar ya que ese cambio es preludio esencial para la reali-
zación de nuestros ideales mutuos. No podemos acudir,
bajo el mandato del Príncipe de la Paz y rebosantes del
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Señor del Amor hasta que la humanidad aquiete su vida,
oiga nuestro llamado a la puerta, escuche nuestra pisada
junto al corazón. Deberán desaparecer del mundo discor-
dias y fealdades. La humanidad tiene por misión eliminar
eso. Esa misión es también nuestra pero primero compete
a la humanidad. Y en verdad ese deber promete recom-
pensas incluso desde el inicio porque la humanidad oirá
esa música, verá esa belleza, que s_uperará al sueño más
excelso, cuando los ángeles lleguemos trayendo nuestras
mercedes a los hombres, mercedes que sólo pueden brindar-
se a un mundo dispuesto a recibirlas, mercedes que no pue-
den negarse una vez efectuada la preparación, porque a
lo largo de todos los tiempos la música y la belleza fueron
mercedes de los ángeles, y todas las cualidades y todos los
movimientos divinos, hallan en el ángel su cabal expresión.
El amor mutuo se manifiesta en nosotros· con eclosiones
canoras; los grandes pensamientos son sinfonías para noso-
tros; y al responder al amor con el amor y al pensamiento
con el pensamiento, todo el aire que nos circunda se llena
de tonos y sobretonos, de armonías, cantos, melodías y
grandes coros. Nuestras mercedes no son algo para exhibir
sino belleza que no puede retenerse, belleza acabada, ex-
presión natural de nuestra correspondencia, de nuestras vi-
das de amor y trabajo en nuestro propio mundo.
La humanidad también crea cuadros siempre que pien-
sa; también compone música siempre que siente, al igual
que luz, color y forma. Y esto puede tener un brillo res-
plandeciente y bello en el mundo; la belleza de la música
puede saturar los oídos. Y todo eso rodea a los hombres
aunque con cambios, es verdad, pero sin que lo conozcan.
No viven para la belleza. No siempre emplean su vida
escuchando cantos. Y además, arruinan sus cantos, sus for-
mas, su luz, con codicia, egoísmo y vicio. Todos estos yerros
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pronto se desvanecerían con sólo destruir esas v1S1onesy
ruidos monstruosos surgidos de aquellos defectos.
Y ahora que te das cuenta de todo cuanto nosotros los
ángeles vemos; ¿puedes maravillarte de que lloremos al
contemplar a los dioses que cayeron tan bajo?
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Capítulo VII
LA EDUCACION
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Dios porque, al ser dioses en miniatura, toda su tarea es
divina.
Quienes instruyen a la nación deben ser los hijos más
nobles, los hombres más preclaros. Deben aprender a ele-
var sus almas, a descubrir los ocultos senderos de la mente
q_uellevan del cerebro a la sabiduría, y de ésta nuevamente
al cerebro. Y diariamente deben recorrer los senderos de
la carne, del sentimiento, del pensamiento, de las ideas y
de la sabiduría hasta que todos ellos resulten familiares. El
instructor deberá estudiar minuciosamente todos estos ca-
minos, uno por vez, hasta extraer la esencia de todos y
saber mantenerse libre en cada mundo. Entonces -sólo
entonces- puede educar realmente. Sólo entonces podrá
guiar la marcha de sus discípulos por el sendero que él mis-
mo recorrió, dejándolos luego en libertad de abrirse rumbo
I •
por s1 mismos.
Lo más elevado para el instructor es la sabiduría; para
el discípulo, la voluntad. El instructor recién empezará a
enseñar tras llegar a lo excelso para no equivocarse en lo
ínfimo. Entonces, conocedor del secreto revelador de la sa-
biduría, y despejador del sendero, aposentado en la sabi-
duría, podrá ordenar todas sus acciones en el mundo infe-
rior, según lo que aquélla disponga. Entonces será digno
de enseñar porque la sabiduría no puede equivocarse.
Con sabiduría examinará el cuerpo del discípulo, en
especial su cerebro, órgano de su relación. Ordenará toda
la vida terrena del discípulo de modo tal que cerebro y
cuerpo evolucionen hasta expresar la sabiduría, porque su
propósito no -puede reducirse a menos. El cuerpo deberá
ser elástico, suelto, libre; el cerebro, dúctil, sensitivo, res-
ponsivo respecto de lo alto, hermético respecto de lo bajo.
El instructor, día a día (e incluso hora tras hora) obser-
vará cómo crecen el cuerpo y el cerebro del discípulo. La
52
vida terrena debe estar siempre cubierta de alegría sin som-
bra alguna de aflicción pues ésta procederá a instruir en la
madurez: el pesar actúa como instructor en los postreros
años del discipulado jamás en sus inicios.
En los niños las cualidades de alegría y libertad debe-
rán desarrollarse en grado sumo; esto resulta esencial para
el buen éxito final. Si faltasen esas cualidades el creci-
miento se estropearía; cerebro y cuerpo se anquilosarían; las
facultades superiores se embotarían. Tanto el alimento co-
mo las vestimentas de los niños deberán ser livianos aun-
que básicamente sólidos. Habrán de ser circundados por la
pureza desde que nacen, apartándose rigurosamente de todo
lo sensual. De esa manera solamente el cuerpo se aligerará,
vigorizará, purificará, alegrará y liberará. Con alegría y li-
bertad, factores fundamentales del crecimiento, todo lo de-
más seguirá con naturalidad, y la virtud irá en incremento
al tiempo que el vicio no hará mella.
El curso a seguir tendrá que basarse en estos principios
fundamentales del maestro. Si el discípulo yerra, el maes-
tro deberá culparse por ello: no acertó en su enseñanza,
no estableció una comunión con el discípulo o, lo que es
lo mismo, careció de amor. Jamás ha de iniciarse una en-
señanza sin amor. Así como Dios vigila la evolución de
Su universo compartiendo con éste Su vida, Su sabiduría
y Su alegría, de igual modo obrará el maestro con medita-
ción continua y compartiendo con su discípulo su visión
y sabiduría. Al tiempo que observa el crecimiento de sus
múltiples discípulos en fortaleza y gracia terrenas, en do-
tes mentales, en sabiduría celestial, deberá considerar en
grado sumo los diversos dones y carácter que cada uno
desarrolle al crecer pues sólo con intenso estudio y hábil
discernimiento puede seleccionar bien y ubicar a cada cual
en su grupo natural, para formar las clases. De esa manera
53
podrán ser agrupadossóloquienespor donesy carácterson
aptos para un método acorde.
U na de las tareas más difíciles e importantes del maes-
tro es agrupar a los discípulos por clases. No ha de agru-
parlos por edad ni materia de enseñanza sino más bien por
carácter innato. U na vez que se procede a formar conve-
nientemente los grupos, éstos pueden mezclarse o combi-
narse entre sí; sin embargo, en cuanto respecta a la rela-
ción estrecha entre maestro y discípulo habrá que mante-
nerse en un agrupamiento natural. Lo mismo ocurre con
los mundos del pensamiento y del sentimiento; los fun-
damentos del arte del maestro habrán de aplicarse con sa-
biduría suprema. Cuando el maestro brinda el conocimiento
deberá simultáneamente enseñar al discípulo cómo éste
puede adquirirlo por sí mismo. Es así como, cuando te ele-
vo hasta la región de la alegría y pongo a tu disposición sus
vastos dominios, te enseño al mismo tiempo a abrir bien
los ojos para que veas por ti mismo por qué éste es el mé-
todo del maestro.
54
Capítulo VIII
LA ALEGRIA
57
bargo a la forma se la conoce por el conocimiento de la
esencia de toda forma. La belleza brinda éxtasis, respues-
ta de estremecimiento de alegría; sin embargo no vemos fo
forma de la belleza sino su yo. En este mundo de alegría
eterna no hay palabras, pues el alma de los hombres y
los ángeles no necesita palabras. Tampoco hay pensa-
mientos pues los pensamientos son sólo divisiones de ideas
así como las palabras son divisiones de pensamientos.
Aquí no puede existir la división ya que la tierra de
la alegría es unidad manifiesta pero en la forma.
La unidad es la ley fundamental del reino de la ale-
gría. Todo el conocimiento que los hombres adquieren me-
diante el pensamiento está aquí sin necesidad de pensa-
miento; todo el amor que se puede sentir existe aquí, uni-
versalmente resplandeciente, no desde un centro ni una
parte sino implícito en todo. La música que se conoce me-
diante el pensamiento, el sentimiento y el sonido, es un
eco impreciso y remoto de la música universal. Antes que
esta música se exprese realmente en los mundos inferiores,
todos los átomos de los mundos del pensamiento, el senti-
miento y la materia deberán aprender a cantar de modo
que no haya sitio sino para la música solamente. Hasta los
intersticios de las partículas que construyen la forma han
de colmarse de canto. Antes que el hombre inferior oiga
el portentoso sonido, él habrá de ser construido de nuevo
con átomos canoros para que oiga el canto universal de
los átomos.
Sin embargo, incluso entonces distaría mucho de la vi-
sión y del sonido del reino de la alegría pues allí el pensa-
miento, el amor, la belleza y la música son una sola unidad
indivisible, permutables en sus instintos, insuperables en
su vida~forma cuádruple. Y encima de ello, son una uni-
dad, como se dijo.
58
Toda ideación humana en los mundos inferiores es
aquí algo vivo, contenido, integralmente y en todas sus
Posibilidades, en un relámpago, desde el nacimiento hasta
la manifestación última y la madurez plena, y más allá de
esto hasta el desvanecimiento del poder e incluso hasta la
muerte. El nacimiento, la madurez y la muerte se conocen
aquí corno una sola unidad. En este reino en el que gobier-
na la alegría moran las ideaciones del universo; son la esen-
cia, destilada gota a gota, de la conciencia de Dios; aquí el
yo inmortal del hombre escancia los aromas de aquellas
esencias preciosas, las fragancias de aquellos perfumes.
Tan pronto el hombre inferior aspira en el mundo del
pensamiento su aroma delicioso, nace un sistema filosófico,
se forma una sinfonía, se libera un gran diluvio de ge-
nialidad.
El fuego creador que impulsa al artista se nutre con
pétalos de flores de las que se destilan estos perfumes. Pues
las flores terrestres son la mera corporización de las idea-
ciones del universo. En el reino de la alegría hay un solo
perfume, la esencia de todos los olores del mundo inferior,
que los contiene todos. Los ángeles que descienden a los
mundos inferiores, donde algún día reinará el júbilo celes-
tial, portan en sus manos incensarios que exhalan perfu-
mes de lo alto; y al volar lo agitan, colmando el mundo con
el pensamiento y el sentimiento de su poder. De manera
que los yo pensantes y sensitivos de los hombres inhalan,
en el poder perfumado, grandes hecho heroicos y amorosos
de los mundos carnales. La madre estrecha contra su seno
al hijo, dispuesta a dar la vida por él, si es preciso. La es-
clava que trabaja con rebeldía y ve ante sí una vida de
penalidades, cobra nuevo ánimo: ve al esposo fatigado y a
los hijos enfermos mas prosigue su labor. A su alrededor
se congregan los ángeles y la inundan con su perfume. Des-
59
aparece la rebeldía, llega la paz. Despierta a la mañana
con renovado coraje para seguir hora tras hora con el heroís-
mo de su vida cotidiana. Los ángeles cantan a este heroísmo
y sus voces se oyen en el reino de la alegría, y el yo inmor-
tal sonríe sabedor que pronto llegará el instante en el que
lo inferior y lo superior se unifiquen; sabedor que su pe-
regrinación terrena dará preciosísimo fruto; que su hijo
terreno llegará al hogar cargado de mercedes, dones que
sumarán esplendor, placer y poder nuevos al éxtasis con
que se expresa en el reino de la alegría.
En todos los rumbos de la vida, en los mundos infe-
riores, los ángeles secundan a todos los humanos, lleván-
doles su perfume, el aroma del éxtasis eterno. Quieren
despertar un anhelo de este aroma en todos los corazones
humanos. Quieren brindar a los hombres el conocimiento
que ellos tienen sobre el hogar celestial. Quieren mos-
trarles en el espejo de la mente el reflejo de su yo celes-
tial, la visión de su propia inmortalidad.
Esta es asimismo la misión de todos los maestros entre
los hombres, como asimismo de todos los predicadores, sa-
nadores, filósofos, artistas, científicos, estadistas y reyes. Si
captan esto correctamente, todos tienen por misión revelar
al hombre su esplendor inherente, conducirlo a través de
las tristezas de su vida terrena hacia su hogar espiritual,
que es el reino de la alegría.
60
Capítulo IX
LA VISION
LA INTEGRIDAD
67
Capítulo XI
LA UNIDAD
73
nerosidad Su sangre. Esta es la unificación verdadera que
algún día aprenderá. Ellos son los Hombres Liberados, los
Grandes de la ~ierra, los santos perfectos, las Santidades
de Dios, los Guías y Maestros de las grandes huestes angé-
licas, los ocultos Gobernantes del mundo, los Guardianes
que jamás duermen, Aquellos cuyas manos jamás se cansan
a pesar de trabajar continuamente en pro del mundo, Aque-
llos cuyos ojos rebosan compasión, poder, amor y piedad
infinita. Un orden sobre otro pervive más allá del reino
de la paz y la felicidad, permaneciendo en unidad perfecta
con Aquél del que emanaran. Ellos y Sus huestes angélicas
saludan al peregrino, le envían fuerza, ánimo y consuelo
en sus esfuerzos; le prestan ángeles para que le guíen por
el Sendero. Ante cada una de sus caídas no pueden dejar
de sonreír benevolentemente pues saben que Sus propios
logros dependieron en gran parte de sus caídas; apartan
deliberadamente sus ojos del resplandor de sus propios lo-
gros para que el orgullo no los despoje de humildad. Si
fuese posible que desde sus gloriosas cimas sintiesen algo
de miedo, éste correspondería a quien, al ensayar el sen-
dero, no murió todavía para el orgullo.
Con la ayuda de la Luz que Ellos le prodigan, con el
auxilio de sus grandes precursores, despojado de la igno-
rancia y la supersticÍón de las masas, fuerte con la fuerza
de su divinidad, el peregrino escala la montaña, aprende a
morir continuamente, a crucificarse voluntariamente en los
mundos de la forma para nacer en los mundos amorfos.
Mortifica su carne, pero no en la cueva del eremita ni en
la celda del monje, ni con el látigo ni el cilicio, ni con pe-
nitencias qu~ destruyen la belleza de la envoltura carnal.
Se mortifica mediante inteligencia y voluntad. Su ascetis-
mo corresponde a la restricción en todo. Su penitencia es
el sacrificio de todo cuanto puede obstaculizar su avance
74
en el sendero. Mas nada sabe de torturas y en sus primeros
tiempos raras veces su alma sufre angustias.
Aunque muere de esa manera continuamente, y sufre
todas las angustias de la muerte, no es desdichado. Rebosa
alegría pues sabe que toda angustia que experimente, todo
clavo o lanza que le hiera, libera más poder; cuanto más san-
gre fluya por sus heridas hacia el mundo inferior, más
fluye hacia él.
Así llega a conocer el misterio de las manos, pies y cos-
tado lacerados. Sabe que sólo cuando sus manos estén atra-
vesadas por clavos, podrá extenderlas y salvar al mundo,
que sólo cuando su cuerpo está encorvado bajo la cruz, po-
drá sostener su peso y recorrer su camino; que sólo cuando
lleve la corona de espinas, podrá emanar de él el poder
real. Sabe que sólo cuando su costado ha sido abierto,
sólo cuando la lanza de Longinos (símbolo de contienda,
separación y dolor) ha abierto su corazón, podrá pagar el
peaje para recorrer el camino; que, al dar la sangre de su
vida, se acercará continuamente al Reino de la Alegría,
donde ya no pueden afectarle la lucha, la separación ni el
dolor. En el acto mismo de dar, escucha en aquel Reino
el eco de las voces del canto de los ángeles. Su oscuridad y
su dolor son traspasados por un rayo luminoso como si se
tratase de una candela que arde en la ventana de su hogar
espiritual.
De esa manera, siempre, al morir él, al crucificarse en
los mundos de la forma, los hombres se asombran de su fir-
meza, de que hasta en las tinieblas de la agonía sus ojos
se mantengan claros. Los hombres no saben, no pueden sa-
ber que él oye la música y percibe la visión del mundo
superior y que, ante esta música y esta alegría, desaparece
todo dolor. Aunque el sendero se llame sendero del dolor,
también podría denominarse sendero de la alegría. Es pre-
75
c1so añadir: que la alegría es mayor que el dolor; que la
luz es mayor que la oscuridad. La luna, antes de ocultarse,
muestra en su rostro los primeros rayos del sol naciente.
Traté de exponer la historia del hombre inmortal, que
se sometió voluntariamente a la reclusión en la forma, al
terrible agobio de la carne. Tras soportar la prisión de la
carne durante muchas vidas, durante muchos siglos, ahora
procura recoger sus frutos. Para eso tendrá que separar su
parte inmortal de la mortalidad en que estuvo encerrado.
Tendrá que renunciar al hábito de un millar de vidas an-
teriores y librarse de la forma. El Salvador lo llamó pródigo.
Así recorre el sendero, suspirando siempre por la be-
lleza, cultivo y refinamiento de sus vehículos, de sus ins-
trumentos, para que, después de morir para ellos y su do-
minio, y de obtener su nacimiento en otros mundos, los
use y encuentre en ellos un diamante de múltiples face-
tas, que puede pulir todavía más, y perfeccionar ahora más,
para que, a través de su belleza traslúcida, la nueva gloria
(que le pertenece) brille para auxilio de su prójimo. Tal
es su actitud en el cuerpo y la forma. Siempre los ve como
materia que habrá de perfeccionarse y embellecerse.
Este es el panorama de su crecimiento interno y exter-
no. Dentro recorre el sendero, descubre el puente, lo cruza
y se identifica con Aquello de lo cual es un fragmento; y
se reconoce como parte encarnada, como aislado rayo lu-
minoso que alumbra una parte del mundo inferior. Esa par-
te ahora se convirtió en la totalidad. Ese rayo volvió a su
origen, que es la Luz. La labor externa del peregrino con-
sistirá en pulir la materia que llevara desde que se mani-
festó como parte separada, consistirá en brindarle una dia-
fanidad perfecta.
Esto significan la muerte y el renacimiento espiritua-
les. No se trata de una muerte según la opinión humana
76
pues la forma subsiste evidentemente; vive y respira; mas
simbólicamente muere porque se aparta de la forma. Entre
lo que los hombres denominan muerte y muerte simbó-
lica hay una diferencia: en la muerte de la carne, ésta
se desintegra y en la simbólica se conserva. Esta muerte
más bien se refiere al poder de la forma y su dominio de
la vida. Para ello es verdaderamente muerte. En la muerte
mortal hay un momento en el que los hombres pueden de-
cir vive, otro en el que pueden decir muere, y otro en
el que pueden decir ha muerto; mas en la muerte del
que renació, la muerte es continua. Este es un misterio que
sólo quien recorre el sendero puede resolver. Quien quiera
comprender esto, busque el camino.
77
Capítulo XII
EL SENDERO
81
Capítulo XIII
METODOSDE INVOCACION
*
Permítaseme describir lo que puede venir todavía. Per-
mítaseme dar una visión de lo que hay por delante.
Es preciso figurarse la existencia de una gran planicie
en tierra lejana, bajo un cielo diáfano, donde millares y mi-
llares de seres humanos se reúnen -y con ellos, enfermos,
ancianos y jóvenes- y forman en ese sitio grandes figuras
como estrellas, triángulos, pentágonos, invocándonos, hasta
que nosotros, descendiendo a esa tierra nos hacemos v"isi-
bles como si estuviésemos revestidos de carne: ése será un
esplendoroso descenso entre los humanos. Y descendere-
mos entonces no sólo nosotros sino que también nos acom-
86
pañarán miembros de la raza humana, venidos de las filas
de Aquellos que nada tienen que aprender ya en la tierra.
Allá vamos nosotros en medio de la multitud para curar,
guiar e inspirar, y de allí partimos para orar con ellos, ele-
vándonos todos hasta los pies de Aquel que es Padre de
todos nosotros, nuestro Lagos y Señor. Así podemos llegiir
a todos los países, a todas las gentes ...
87
Capítulo XIV
INVOCACIONESY ORACIONES
Invocaciones Matinales
91
A LOS ANGELESDE LA BELLEZAY EL ARTE
92
HIMNOS VESPERTINOS DE PLEGARIA Y ACCION DE GRACIAS
93
Que Aquellos que trabajan siempre, noche y día,
Derramen sobre ti múltiples bendiciones,
Te envíen Su Amor y gracia sobrehumanos,
Que Su compasión y Vida te colmen
Hasta que rebosantes corrientes de amor caigan
De ti hasta nosotros y retornen otra vez a ti,
Uniendo nuestros corazones con vínculos fraternos,
Enlazándonos con lazos de amor divino.
Te rogamos que siempre respandas a nuestra llamada,
Porque siempre estarán para ti abiertos nuestros corazones.
Acercaos más, benditos mensajeros de Dios.
Queremos oír a Dios en el batir de vuestras alas.
Introducción 7
Prefacio 9
Capítulo l. La Fraternidad 11
Capítulo II. El Primer Mensaje 24
Capítulo III. El Segundo Mensaje 33
Capítulo IV. Lo Supremo 37
Capítulo V. La Paciencia 41
Capítulo VI. La Paz 43
Capítulo VII. La Educación 50
Capítulo VIII. La Alegría 55
Capítulo IX. La Visión 61
Capítulo X. La Integridad 65
Capítulo XL La Unidad 68
Capítulo XII. El Sendero 78
Capítulo XIII. Métodos de Invocación 82
Capítulo XIV. Invocaciones y Oraciones 88