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INTRODUCCION

Me han pedido que presente este libro en un mundo


donde campea el escepticismo pero con una extraña va-
riante: todas las religiones, en la totalidad de sus escritu-
ras, afirman un hecho: el de la existencia de los Angeles
y sus ocasionales apariciones entre los hombres. Puede
· ' 1os '"angeIes", "espmtus
denommarse ' · de Ia natura 1eza", "de-
vas" (resplandecientes), "elementales". . . Por lo general,
' · "ángeIes" o "devas" se ap1·1can a 1os grados su-
Ios termmos
.
penares; y Ios vocabl"os espmtus
,. de Ia natura 1eza""l
, e e-
mentales" y "hadas", a los grados inferiores.
En esta etapa de la evolución nos encontramos bajo el
influjo de una fuerza natural que paulatinamente llegará
a ejercer predominio en todas las regiones de la naturaleza.
Esa fuerza es la que opera a través de la activa participación
de ángeles y hombres, propendiendo a la estructuración de
un puente en el que las razas humana y angélica se com-
binen en mutuo beneficio. Y ese puente está constituido
por las ceremonias, en particular en las religiones y en la
francmasonería, al encarar éstas los mundos espirituales su-
periores más allá de todos los mundos, desde el super-
humano y el humano hasta el más bajo de todos, el subhu-
mano.
No he profundizado el tema en la medida en que
lo ha hecho el señor Geoffrey Hodson pero sus observacio-
nes coinciden con múltiples detalles de libros hindúes y
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con mis conocimientos generales sobre la materia que yo
obtuviera leyendo y viajando. Por ejemplo, en Hungría
los elementales de la tierra parecían criaturas especialmen-
te activas y graciosas, auténticos gnomos cabalmente distin-
tos de las magníficas huestes de Kubera, en la India, aun-
que ambas entidades corresponden al reino mineral.
Este libro resulta particularmente interesante por las
sugerencias efectuadas por los ángeles sobre la manera de
acercarse a ellos, y asimismo sobre una cooperación mutua,
y es posible que sean muchos los que estén dispuestos a tra-
bajar en pos de la "Fraternidad de los Angeles y los
Hombres".

ANNIE BESANT

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PREFACIO

No ignoro que quienes lean por primera vez este li-


bro se juzgarán incapaces (y hasta renuentes) para creer
que los ángeles existen corno seres reales y tangibles, o que
pueden comunicarse con ellos. Creer en esto puede pare-
cer fantasía a los escépticos del siglo xx. Sin embargo, a
pesar de dar por sentada esa disposición mental y de juz-
gar corno perfectamente natural dicho escepticismo, lo me-
nos que puedo pedirle al lector es un poco de paciencia.
Estoy convencido de que esta obra le resultará algo valiosa
y le enriquecerá e iluminará su mente si por lo menos sien-
te interés por los profundos problemas de la vida y procura
comprenderlos.
Creo sinceramente que, en el pasado, la comunicación
entre ángeles y hombres fue estrecha. Creo que los ánge-
les cooperaron con los hombres en la creación de grandes
civilizaciones, que escaparon al ámbito de visión de los
historiadores. Y creo también que, como la historia se re-
pite, no está lejano el día en que esa comunicación y co-
operación se restablezcan. Cuanto documento en las páginas
siguientes lo recogí hace poco, durante unas vacaciones,
en un distante valle de Inglaterra, y ésta es la primera parte
de mis enseñanzas, elaboradas en forma sucesiva en cada
ocasión en que puedo huir de mis tareas en Londres en
procura de la paz y el sosiego esenciales para captar debi-
damente esos mensajes.
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El método de la enseñanza que recibo nada tiene en
común con la mediumnidad, la escritura automática ni el
trance. Cuando recibo las comunicaciones me hallo total-
mente despierto, y repito con las palabras más adecuadas
posibles entre nosotros la dinámica individual y recíproca
de las ideas dentro de un nivel en el que la consciencia
opera libre de limitaciones mentales o corporales. Deberá
tenerse presente que en los niveles superiores de la cons-
ciencia humana el estado de vigilia no es extraño. Lo
único novedoso consiste en la transferencia de los resulta-
dos de la comunicación recibida al cerebro físico.
La medida de mi capacidad clarividente guarda corre-
lación con largos años de ejercicio y meditación tendientes
a desarrollar mis facultades naturales en ese sentido. Lo
que aquí explico tiene por destinatarios a los realmente
interesados en la cuestión, sin que ello implique justipre-
ciar el material de esta obra; el valor en sí se mantendrá
o declinará según sus méritos.
Ruego a mis lectores que juzguen mi trabajo según el
mérito que le atribuyan y nada más, considerando que si
percibimos la verdad esto depende de nuestra capacidad
de vibrar al unísono con la fuente que la expresa.
Es probable que, tras. una rápida lectura, este libro sea
pura fantasía para muchos, pero si se esforzasen en des-
pertar su consciencia superior mediante meditación y vida
disciplinada, no tardarían en descubrir la verdad donde
sospechaban la existencia de embustes, y en hallar atisbos
de estados de consciencia repentinamente perceptibles
donde recelaban visiones fantásticas. . . Y allí precisamente
radicará la recompensa de aquéllos y la justificación de mi
obra.
GEOFFREY HonsoN
Febrero de 1927
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Capítulo 1

LA FRATERNIDAD

El ideal de esta fraternidad consiste en conducir a án-


geles y hombres (dos ramas de la infinita familia de Dios)
hacia una colaboración estrecha. El objetivo principal de
esta cooperación es la elevación de la raza humana.
Para esta finalidad los ángeles, por su parte, están dis-
puestos a participar lo más estrechamente posible en todos
los sectores de la vida humana y en todas las actividades
humanas encaminadas a esa cooperación.
Los miembros de la raza humana qae franqueen su
mente y su corazón a sus hermanos de la otra esfera reci-
birán inmediata respuesta y contarán con una convicción
cada día mayor de su realidad.
Los ángeles no imponen condiciones, restricciones ni
límites a las actividades y evoluciones que sean producto
de esa cooperación siempre y cuando el hermano humano
no los invoque con el objeto de lograr beneficios personales
y materiales. Asimismo desean que el lema sea "Fraterni-
dad" * y que ésta se aplique a la vida humana en todos
sus aspectos.
Los ángeles exigen que quienes invoquen su presencia

* Véase Capítu~o IV.


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concentren todas sus facultades para desarrollar las cuali-
dades de:
Pureza;
Sencillez;
Rectitud,
Impersonalidad.

De igual manera deberán concentrarse para adquirir el


conocimiento del gran Plan mediante el cual los compo-
nentes espirituales, intelectuales y materiales (humanos y
universales) siguen ordenadamente su evolución progresi-
va. De esa manera el fundamento de todo quehacer huma-
no consistirá en las enseñanzas y doctrinas de aquella An-
tigua Sabiduría Divina, de carácter soberano, como in-
fluencia directriz en los consejos de los ángeles.
Las divisiones principales de la hueste angélica, con
la que la cooperación puede ser inmediatamente práctica
y beneficiosa, son:
Los Angeles del Poder;
Los Angeles de la Salud;
Los Angeles Guardianes del Hogar;
Los Angeles Constructores de la Forma, que incorpo-
ran siempre las ideas arquetípicas;
Los Angeles de la Naturaleza;
Los Angeles de la Música; y
Los Angeles de la Belleza y el Arte.

LOS ANGELES DEL PODER

Los Angeles del Poder enseñarán a los hombres a li-


berar los grados más profundos de energía espiritual que
late dentro de ellos y colmarán, moldearán, inspirarán y
cargarán toda actividad humana con la energía ardiente e
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Directores de Directores de Mundos

Directores de Mundos

Mundo del Angeles de Nuestros Yo Angélicos


Poder Creativo la Música Nuestros Verdaderos Ye,
1 Mundo de la Angeles de la _1:t-
Unidad .Belleza y el Arte Nuestros
Yo Inmortales
Mundo de la Angeles de la
Alegría y de Paz s;
Alegría e
:,

Mundo de! Angeles Nuestros Yo Morlales g-


Pensamier-10 Constructores del Pensamiento 0 ~

----
Munric,; del AngeleSLonstruc- Silfos. Nuestros Yo Mortales
-a..
11)

Sení 1miento tores, Guardianes


y__de la Naturaleza
Sala!"andras,
Qn-9,na~
del Sentimiento "' -
~"'
"TI
Mundo de la Angeles Morenos, Nuestros Yo o
Carne Constructores Gnomos Mortales Sólidos 3
'"
EL UNIVERSO DESCRIPTO
POR EL ANGEL EN SU ENSEÑANZA

-
~
irresistible que es su característica más destacada. Actual-
mente hallan en las ceremonias el medio natural para sus
dones y su deseo de ayudar a los hermanos humanos. Las
ceremonias atraen siempre su atención; cuando se las rea-
liza correctamente, proporcionan un c~uce que da curso a
sus fuerzas. Los Angeles del Poder están presentes en to-
das las ceremonias religiosas y participan de ellas en la
medida de su capacidad y dentro del nivel de la ceremo-
nia en sí. Su poder de acción será mayor si la disposición
mental de dignatarios y fieles es receptiva.

LOS ANGELES DE LA SALUD

Los Angeles de la Salud, encabezados por el Arcángel


Rafael, rebosantes de amor hacia sus hermanos humanos,
llevan adelante su obra continuamente. Su presencia jun-
to a los lechos de los enfermos es un hecho real aunque
quienes les deben su salud rehúsen en su mayoría acep-
tarlos en su mente y en su corazón. Muchos sufrientes
actuales y pasados los conocen bien. Suman millares los
ángeles ubicados junto a los aposentos de los enfermos, en
hospitales u hogares, en los umbrales espirituales y men-
tales, dispuestos a entrar. Hasta ahora son pocos los que
lo lograron a causa de las inquebrantables barreras alza-
das por las mentes humanas. Si esos ángeles rompiesen las
barreras a pesar de la resistencia, la valiosa salud que lle-
van en sus manos extendidas se disiparía con el esfuerzo
realizado para vencer esa oposición.

LOS ANGELES GUARDIANES DEL HOGAR

Los Angeles Guardianes gustan de la vida doméstica


humana; disfrutan participando de las horas de trabajo y
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descanso; se encariñan con los niños y sus juegos; gozan
de la atmósfera feliz del hogar. Procuran proteger los hoga-
res humanos apartando toda influencia peligrosa, todo con-
flicto, toda tiniebla, toda enfermedad. Prestan oído a los
nocturnos rezos infantiles, los retransmiten al Señor y vi-
vifican todo pensamiento de amor humano sumándole algo
de su amor y su vida. En muchas ocasiones dan a su pen-
samiento una misión definida y lo dejan caer iluminado y
aumentado en el corazón del receptor. Prestan ayuda al
anciano y al enfermo. Están siempre listos para proteger
de todo mal. Gozosos se acercan a los de corazón y hogar
abiertos, portadores de múltiples bendiciones de lo alto, que
son de armonía y amor.

LOS ANGELES CONSTRUCTORES

Los Angeles Constructores dirigen la evolución en to-


dos los mundos, la modelan según lo establecido y ·se
afanan siempre por mejorarla, perfeccionarla y vigorizarla.
Toda chispa inmortal nacida en los mundos del pensa-
miento, del sentimiento y de la carne, al crecer y conver-
tirse en hombre está én deuda con los Angeles Construc-
tores respecto de todos sus vehículos o cuerpos; lo mismo
sucede con todo brote, planta, animal, globo y universo.
Clasificados de acuerdo a niveles estos constructores tra-
bajan individualmente en el que les corresponde y así los
inferiores construyen los brotes y los superiores los mun-
dos. Existen incluso los que construyen las formas exter-
nas de los ángeles y los hombres. Debido a que se los des-
conoce en cuanto a ubicación y auxilio, en los últimos
tiempos el parto se convirtió en tiempo de agonía y muerte.
Cuando los seres humanos invoquen su ayuda, estos ánge-
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les enseñarán a la raza humana a dar a luz su progenie
alegremente; entonces apreciarán que el gran sacrificio no
se desfigura con el miedo ni los gritos de dolor y agonía.
Estos ángeles, fabricantes del hombre, consideran Reina
a una Santidad que, liberada del agobio de la carne, ~e
elevó hasta unirse con las huestes angélicas. Aquella tra-
baja siempre en pro de la maternidad humana y ahora mis-
mo dirige toda su fuerza enorme y toda Su Cohorte An-
gélica en pos del enaltecimiento de la maternidad en todo
el mundo. A través de sus mensajeros angélicos Ella está
presente en todo nacimiento humano, invisible e ignorada,
es verdad, mas bastaría que los hombres abrieran sus ojos
para que se les revelara.
Aquella Reina envía a los hombres este mensaje por
medio de lá Fraternidad:
"Llego en vuestro auxilio en nombre de Aquel a Quien
hace mucho tiempo di a luz. Llevo en mi corazón a todas
las mujeres, allí las mantengo en parte y de esa manera las
ayudo en su momento de necesidad.
"Elevad a todas las mujeres de vuestra raza hasta que
todas semejen reinas. Para estas reinas cada hombre será
como un rey, y la honra mutua permitirá apreciar la rea-
leza de los demás. Que cada hogar, par pequeño que sea,
se convierta en una Corte; que todo hijo sea un caballero;
que todo niño sea un paje. Todos deberán tratar a los de-
más con cortesía, honrando en cada uno su estirpe real,
su regia prosapia, parque todo hombre lleva sangre de mo-
narca: todos son hijos del REY."

LOS ANGELES DE .LA NATURALEZA

Los Angeles de la Naturaleza están muy diseminados


y cada cual mora y trabaja en su propio elemento. Están

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graduados desde espíritus morenos, enanos y duendes -pa-
sando por las ondinas y los silfos- hasta las criaturas del
fuego. Los Angeles de la Naturaleza están por doquier en
torno a las moradas humanas, en árboles, flores, piedras
y nubes, y animan todas las formas.
Ellos supervisan el crecimiento de mieses, frutas y flo-
res. Producen terremotos, tempestades e inundaciones
cuando la índole de la vida humana así lo genera. Si los
hombres recabaran su ayuda sabrían controlar todos los ca-
prichos y fenómenos de la naturaleza. Hay una ley vigen-
te sobre el clima y los cambios atmosféricos; las salaman-
dras, ondinas y silfos de la Naturaleza son meros agentes
de esa ley.

LOS ANGELES DE LA MUSICA

Si se desea apelar a los dioses de la Música habrá que


elevarse hasta los niveles del Yo donde la energía y el
poder creador están atesorados, pues los Angeles de la Mú-
sica son sólo manifestaciones del Divino Verbo creador, ex-
presiones de la voz de Dios. Cuando Este habla brota de
sus corazones un potente estallido de cantos y su resonan-
cia se expande en la totalidad de los órdenes graduados de
su raza.
Cantan de a miles respondiendo a la Palabra de Dios
y su son semeja un millón de arpas ejecutadas por manos
inmortales; su voz parece las olas del mar. Desde el cen-
tro del universo, como enorme marejada, surge su canto
en esplendorosas olas sucesivas contestando al Verbo en
un orden tras otro; sus coros se propalan hasta los confines
del Universo.
La creación jamás cesa. Su voz se oye constantemente;

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es la Voz de quien, apreciando los panoramas del espacio
extrauniversal, de las ideaciones cósmicas, habla y narra Su
visión; y al expresarla, la hace salir y la modela como forma
en Su Universo. Ante Su Voz los Angeles de la Música
saltan de Sus Labios para ser agentes del poder del Sonido;
todo el mundo de los poderes creadores se llena con la ar-
monía de Su Voz, y los ángeles son para El como arpas,
como gloriosos instrumentos templados que obedecen a Su
voluntad. Cuando cantan hacen refulgir sones cromáticos.
Viven en mundos de Luz y Sonido; son la expresión de los
colores y cantos cósmicos dentro de los lindes del Universo.
Nuestro Lagos es una lente por la que se filtra la luz
de miles de universos; es un gran órgano pulsado por el
Absoluto. Todos los Lagos de todos los universos respon-
den al teclado cósmico del Lagos. Así nacen el Color y
el Sonido (gemelos portentosos) e ingresan en las limita-
ciones del tiempo y el espacio terrestres.
Todos los ángeles y hombres, en sus yo verdaderos,
brillan con esta luz prodigiosa; responden al Son Divino;
conocen bien los tonos de la Voz Creadora. El verdadero
Yo del hombre es lente y cañón de órgano en miniatura;
al cantar y resplandecer respondiendo a la Voz de Dios,
reproduce en su nivel, exactamente, cada tono o microtono
de Su Voz, toda sombra del espectro de Su luz. Todos los
esplendores de este mundo tornasolado descienden al yo
inferior y allí se mecen para que éste también pueda oír.
Los Angeles de la Música tienen por misión hacer
descender hasta los oídos humanos esta radiación de millo-
nes de prismas, esta marejada de millones de planetas, y
llevarhacia afuera a los mundos materiales para que, hasta
-los árboles y las plantas, y el topo que está bajo tierra, oigan
la voz de Dios y, al percibirla, la obedezcan. Todos los
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sonidos que se escuchan en la tierra son un eco de Su Voz
y todas las luces, de cualquier color que sean, provienen
del brillo deslumbrante de Sus Ojos.
No es posible hacer descender a estos ángeles hasta el
yo inferior; para verlos y oírlos es menester elevarse hasta
su mundo. Cuando se traspone su umbral es posible ver-
los en multitud, bañados eternamente por miles de matices
tornasolados, entonando en antífonas las Palabras de Dios.
La música de su voz llega a través del son de sus trom-
petas y flautas, del batir de sus alas, del ígneo resplandor
de sus ojos y de la radiante belleza de sus formas. Ellos
cantan así y tocan sus instrumentos desde el nacimiento
hasta la muerte de los universos, y siguen siendo coro y
orquesta de Dios.
Necesitan los oídos y corazones humanos para sintoni-
zar el mundo y lograr que los hombres contesten cada vez
más al son y ritmo de su canto. Para ellos todos los hom-
bres y ángeles son instrumentos; cada facultad mental o
afectiva, una cuerda. Vigilan ansiosos cada raza recién na-
cida y ven en ella una promesa de nuevos instrumentos,
mayor expansión tonal, otro cañón de órgano, para respon-
der al hálito de Dios. Ven la unidad de todo; saben que ca-
da parte es fragmento de un gran instrumento en el que
Dios ejecuta cuanto oye más allá de los reinos temporales
y espaciales. Mediante este instrumento -mediante toda su
múltiple música- late Su corazón, tiene lugar el ritmo del
pulso universal. Todos los desplazamientos estelares, la
iluminación y oscurecimiento de los soles, el nacimiento y
muerte de los planetas, la evolución racial, las olas que
rompen contra la playa, el surgimiento y hundimiento de
los continentes, la fusión de los mares polares, el latido
de los corazones humanos, la germinación de la semilla ...
todo responde al ritmo del corazón palpitante de Dios.
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Así ha de ponderarse el canto que entonan los Dioses
de la Música.

LOS ANGELES DE LA BELLEZAY EL ARTE

Todo lo di_vino es bello y expresa, en su nivel, la be-


lleza perfecta de lo Absoluto.
Cuando mayor es la densidad en la que Dios Se limita,
más honda se oculta Su belleza. Entre las huestes angé-
licas, algunos que. ven la belleza de Dios la incorporan a
sí mismos y en el mundo de la forma asumen el deber de
ayudar a los constructores de las formas para que plasmen
todo sin perder de vista la belleza del modelo al que se
ajustará su obra.
Estos Angeles de la Belleza procuran moldear el creci-
miento y las formas acabadas para que la belleza interna
refulja cada vez más. Así como los Angeles de la Música
son la voz de Dios, éstos son la Mano de Dios; y con ella
Dios pinta en el lienzo del Universo el cuadro de la visión
que contempló. El hombre siempre aspira a la Belleza y
trata de modelar, pintar o dibujar según lo más elevado que
aprecie; se asimila a los Angeles de la Mano de Dios por
un tiempo; el ritme de ellos se hace suyo. Si el hombre
los llamara, llegarían para añadir a su visión la de ellos y
su numen de color y forma; despertarían en él su sed por
todas las cosas bellas; se esforzarían por estimular a su men-
te para que rompiese con las convenciones y limitaciones
de su tiempa. _Implantarían nuevas teorías, nuevos ideales
en su cerebro, para vencer la tendencia de la mente huma-
na a limitar y fijar leyes y liberar al espíritu creador, escon-
dido en lo hondo como en una prisión. Así su alma se
vería libre y, en su ascenso con las alas del arte, llegaría a
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tener la visión siempre nueva; se remontaría por sobre los
cánones del pasado, porque la Belleza Divina todavía está
sometida a la ley del cambio y día a día crece en esplendor.
. Los Angeles del Color y la Forma brindarían al hom-
bre esta belleza progresiva, este prodigio siempre creciente,
esta hermosura infinita de Dios, para que cada hombre
participase con ellos en el honor de actuar como Mano del
Artista Supremo.
lnvóquese a los ángeles en las escuelas artísticas; inví-
teselos para que presten ayuda, entonces, será desterrada
la fealdad y todo el mundo será más bello.
El mensaje de los ángeles consiste en que la Belleza
ocupa un lugar muy prominente entre las ofrendas del altar
de los Dioses; en que la Belleza ha de considerarse virtud
y la fealdad pecado; en que lo bello, gracioso y delicado es
lo único que deberán ver los niños desde que nazcan.
La Belleza no nace ni muere: es eterna. Sólo puede
manifestarse una porción de la Belleza personificada; sólo
un rayo del Sol eterno de la Belleza puede brillar en el
universo. Los hombres lo ven y, encandilados por esto,
suponen observar el Todo cuando ni Angeles ni hombres
pueden verlo jamás. Mas esa porción crece, el fulgor
aumenta a medida que el universo lo incorpora cada vez
más. El Yo y la Belleza aparecen cada vez más como uno
de los mundos manifiestos tal como son en los mundos
inmanifiestos.
La belleza verdadera es siempre nueva; esta es la señal
que permite distinguirla de la falsa. La belleza falsa (pro-
ducto de los yo inferiores) no cambia, está fija y como
todo lo que está fijo en un universo que no cesa de crecer,
es vieja desde que nace.
Debido a que el movimiento impregna todo el univer-
so, la verdadera belleza deberá sugerir movimiento. Un
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cuadro muerto no es bello aunque la muerte no carezca
de belleza. La Belleza es alma de todas las cosas naturales
y yace oculta en toda virtud y, en especial, en el amor.
No se necesita otro modelo, no se necesita otra ley, ni hay
otra virtud tan grande como el amor a la belleza, porque
ésta es la esencia de todas aquellas cosas.
Toda ley que se plasme, todo estatuto que se ponga en
vigencia ha de responder a esta pregunta: "¿Será bello el
resultado?" Este será el ideal con que el ciudadano medirá
su conducta y sus deberes para con el Estado. Este es el
modelo que inspirará a las naciones en sus Consejos y Li-
gas para que, de una sola ojeada, el Artista-Gobernante del
Mundo evalúe el mérito de gobiernos y reyes. Para El la
medida de la fealdad de una nación será la medida de su
desgobierno: la medida de su belleza, como la de la ver-
dadera majestad de su rey, será la del progreso realizado.
Felicítense, por tanto, los continentes, naciones y hombres
por la presencia de los Angeles de la Mano de Dios. Todos
los hombres pueden convertirse en artistas porque la Visión
Resplandeciente se aproximará tanto que la apreciarán
hasta los ojos más opacos. En toda familia nacerán poetas,
soñadores, pintores y escultores y todo el mundo será un
atelier; y la tierra, la piedra y el ladrillo serán como arcilla
en manos de un artista.
Serán construidas ciudades más bellas que las de la An-
tigua Grecia porque los seres humanos son griegqs reen-
carnados. Pero desde entonces han crecido; los ángeles que
enseñaron en Grecia crecieron desde aquel tiempo. Juntos
podrían llenar todos los continentes con ciudades más her-
mosas que las de la antigüedad.
Habrán de moldearse los pensamientos, los sentimien-
tos y la carne. Habrá de fabricarse una Raza semejante a
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Dios en belleza y poder; las huestes angélicas cooperarán
en la tarea.
Esta es la visión del porvenir que los ángeles traen con-
sigo: un futuro esplendoroso de posibilidades ilimitadas
para el tiempo en que una vez más los hijos de Dios (los
ángeles y los hombres) se asocien para ejecutar el Plan.

23
Capítulo 11

EL PRIMERMENSAJE

Puesto que el Gran Ser se acercó tanto a tu mundo y


al nuestro, es muy im_portante crear un puente entre am-
bos y que su uso libre por ambas partes se produzca lo antes
posible. Es preciso que tracemos mejores medios de co-
municación y su estudio bien puede tener por objeto am-
pliar ese puente y capacitar a tus hermanos para que lo
usen. Y todos nos hallarán a menos de la mitad de camino
porque fue el Mismo Señor quien decretó nuestra unión
mediante vínculos de unidad más estrechos.
Lo más esencial de tu parte es creer en nuestra exis-
tencia. Para eso deberá haber mayor información dis-
_ponible sobre nosotros, presentándola de modo tal que
resulte aceptable para los científicos, poetas, artistas y soña-
dores. En tus estudios científicos y a medida que profun-
dizas en los reinos superfísicos, te ubicarás siempre debida-
mente en la manipulación y ajuste de las fuerzas de la
naturaleza. Detrás de todo fenómeno encontrarás un miem-
bro de nuestra raza. Nuestra posición en la naturaleza se
parece mucho a la del maquinista: no se trata de la fuerza
misma; la dirige; y así como su cuidado y vigilancia cons-
tantes son esenciales para que la máquina funcione efi-
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cazmente, de igual modo los ángeles o devas * son esen-
ciales para que la máquina de la naturaleza funcione
eficientemente al igual que sus componentes, desde el áto-
mo hasta el arcángel. Mientras no se conozca la presencia
de nuestras huestes invisibles habrá brechas en su capta-
ción; brechas que sólo :podrán llenarse mediante la com-
prensión de nuestra ubicación en el esquema de las cosas.
Es improbable que este conocimiento se logre con ins-
trumentos físicos. Por ello lo que sigue en importancia es
el incremento numérico de seres humanos capaces de po-
nerse en contacto con nosotros. Quizá se descubra que el
método más fácil de aproximación es el amor a la natura-
leza. Quienes deseen encontrarnos tendrán que aprender
a intimar con la naturaleza mucho más de lo· conseguido
hasta ahora por la humanidad promedio. Además de una
captación más honda de la hermosura de la naturaleza de-
berá evidenciarse esa reverencia hacia todas las formas y
modalidades, hacia la totalidad de sus múltiples manifes-
taciones, y esa reverencia nacerá del reconocimiento de la
presencia divina de la que dichas formas, modalidades y
hermosuras son sólo manifestación externa. Es natural que
de esta captación nacerá la comprensión de que toda be-
lleza es de naturaleza sagrada y el deseo de acercarse a la
Divinidad que mora en ella. Luego de esto habrá de lo-
grarse un sentimiento vivo de unidad con la naturaleza
hasta que puedas descubrirte en cada árbol, en cada flor,
en cada hierba, en cada nube que pasa, y comprender que
las múltiples diversidades que constituyen un valle, un jar-
dín o un vasto paisaje montañés, marino o celeste, son tan
solo manifestaciones del Yo Unico que mora en ti, del que

* De11a:vocablo que abarca toda la esca.la evolutiva, desde el


último espíritu de la naturaleza hasta el arcángel más elevado.

25
eres parte, por medio del cual puedes atravesar el velo ex-
terno de la belleza hasta que no te impida más la visión
del Yo. U na vez conseguida esta comprensión estarás en el
umbral de nuestro mundo; habrás apreñdido a ver con
nuestros ojos, a conocer con nuestras mentes, a sentir
con nuestros corazones.
Por sí sola la capacidad no basta porque es un sendero
que pocos pueden recorrer hasta ahora. Sin embargo puede
considerársela un ancho camino real que lleva hasta el
puente.
Todas los verdaderos artistas recorrieron este camino
mas pocos nos encontraron, pues la mente inquisidora del
científico y la mirada penetrante del vidente deberán su-
marse a la sensibilidad del artista. El científico deberá
aprender a empezar donde concluye el artista; y luego de
ubicarse en el meollo de la naturaleza, continuar sus in-
vestigaciones hacia afuera, hacia la circunferencia. En su
realización de sí no perderá la claridad intelectual, la exac-
titud de observación que tanto aprecia sino que las dirigirá
partiendo de un nuevo punto de vista. Habrá de ubicar su
mente dentro del árbol, de la planta, del animal, del ele-
mento, del átomo que desea estudiar. Para ello primero
deberá seguir la senda del artista y del poeta, del filósofo
y del metafísico, combinando dentro de sí la capacidad de
cada uno. Poco a poco la realización del mundo angelical
empezará a iluminar su consciencia y, de igual manera,
cada problema hacia el cual dirija su mente.
Es preciso que primero adquiera la técnica necesaria
(de laboratorio y de manual), abandonándola luego, por un
tiempo, para meditar preferentemente en las bellezas de la
naturaleza recurriendo a nosotros para guía y auxilio. Si
hay sinceridad el conocimiento llegará con seguridad.
A continuación está el método ceremonial en el que
26
las ideas divinas, las palabras de poder y la precisión en la
acción se combinan estrechamente correspondiendo a lama-
nera de obrar de los ángeles. Todas las iglesias y todos los
sacerdotes ·que buscan este camino deberán abrirnos sus
mentes y corazones de par en par, concediéndonos mayor
participación en sus actividades benéficas. Los miembros
de las huestes angélicas se mecen sobre las cabezas de
todas las congregaciones, y se mantienen junto a cada sa-
cerdote _pero¡con cuánta asiduidad los separan las barreras
levantadas por las mentes humanas! Tanto el sacerdote
como la congregación deberán franquear sus mentes al re-
conocimiento de nuestra presencia en medio de ellos e in-
vocar nuestro auxilio. Y pronto, muy pronto, algunos em-
pezarán a oír el batir de nuestras alas y, al fin, una felicidad
creciente en sus vidas. Traemos el mensaje de la felici-
dad como El-Que-Ha-Venido. Somos manifestaciones de la
gloria divina. Para nosotros no existe dolor ni tristeza, ni
separación, ni muerte, ni daño alguno. Para nosotros sólo
hay alegría, luz y poder siempre crecientes a medida que
aprendemos a expresar cada vez más la Voluntad Divina
que fue nuestro origen.
Para nosotros la cornucopia vital está siempre llena has-
ta los bordes; con su exuberancia nutriríamos a toda la hu-
manidad. Esta será dueña de la felicidad que jamás se
debilita, creciendo hasta llegar a éxtasis de gloria. Por tanto
los ministros de Dios deberán predicar el evangelio de la
felicidad, en nombre de Dios y en el nuestro. Si sólo abrie-
ran de par en par las puertas de sus corazones y mentes,
puertas que, a pesar de las antiguas enseñanzas de sus cre-
dos, están fuertemente cerradas para nosotros, llenaríamos
sus iglesias, mezquitas y templos.
Hasta los sanadores podrán invocamos para que los
ayudemos en su misión. Los lechos de los enfermos huma-

Zl
nos reclaman nuestra presencia, a nosotrosque no sabemos
qué es el dolor. Si nos pudiésemos acercar con libertad
podrían realizarse prodigios de curación. Para conseguir esto
deberás combinar curación con religión, con ceremonias,
al igual que con la visión de la realidad tal como la capta el
artista. Sería preciso que en cada institución dedicada al
cuidado de niños, enfermos y ancianos se cree un centro
magnético, que pudiésemos utilizar como foco. Debería ser
un edificio aparte, embellecido y consagrado mediante ce-
remonial adecuado, y su objeto sería la invocación de Rafael
y de los ángeles sanadores y la adecuación de la atmósfera
a las necesidades de su actividad. Para ello no es menester
mucho conocimiento sino únicamente sinceridad y visión.
El edificio puede tener forma octogonal, con el altar orien-
tado hacia el Este; sobre aquél habrá candelas y una ima-
gen del fundador de su Credo, incienso, agua bendita y
flores fragantes. Sería preciso que todas las mañanas se
celebrase una ceremonia de invocación de los ángeles y
todas las tardes un servicio de acción de gracias.* Del mis-
mo modo, en todas las salas y enfermerías habría que con-
sagrar y utilizar una pequeña capilla: de esa manera cada
médico se convertiría en sacerdote y cada enfermera en
acólito. Y nosotros acudiríamos a curar a través de ellos,
ayudando de cien manera distintas. La vida hogareña de
los hombres debería contar con sitio para nosotros. En algu-
nos países invocan nuestra presencia pero, incluso en esos
sitios, debido a largas y continuas prácticas el hábito perdió
vigor y pasó a ser una forma hueca. Asimismo, quienes de-
sean cruzar el puente hacia nuestro mundo deberán idear
adaptaciones adecuadas a la civilización occidental.
El método más eficaz tal vez sea erigir una capilla apar-

,,. Véase Capítulo XIII.

28
te, consagrada exclusivamente a las invocaciones y ofren-
das a los ángeles. En todos los instantes de necesidad, crisis
repentina, enfermedad, parto y muerte, los ángeles gozo-
samente prestarían su auxilio; mas el poder sería mayor y
su presencia más real si se instalasen centros magnéticos en
el hogar. Bastaría con un simple objeto muy bello, mental-
mente asociado con los ángeles y su naturaleza; con un
cuenco de flores renovadas diariamente, con incienso, con
una oración o invocación corta por las mañanas y una ben-
dición por las tardes. Resultan indispensables una limpie-
za perfecta, una atmósfera de pureza extrema y un simple
estímulo de cooperación en la ayuda mutua. Además de
esa simple ceremonia podría efectuarse una adecuada refe-
rencia al Fundador de la religión del hogar y una oración,
tal vez, para recabar Su Bendición sobre ángeles y hombres.
Estos breves ejemplos bastarán para sugerir un método
general de comunión y cooperación del que podrían deri-
var variaciones con fines particulares, por ejemplo, para el
"atelier" de un artista, para quirófanos, consultorios, salas
de conciertos, o conferencias, y en una palabra, donde-
quiera los ángeles puedan ser de utilidad. En los ámbitos
de la horticultura y la agricultura nos aguardan otros cam-
pos de cooperación mutua. .
Aunque estas prácticas no produzcan gran cantidad de
seres capaces para establecer comunicación directa con los
ángeles -muy deseable y necesaria- gradualmente se pro-
ducirá un cambio en la consciencia de las gentes, con ten-
dencia a facilitar esa comunicación. Ese desarrollo se evi-
denciaría particularmente entre los niños que, criados en
dicha atmósfera, contarían con toda suerte de facilidades
para desarrollar y emplear los poderes necesarios.
También serían de esperar muchos otros resultados be-
néficos que culminarían en una elevación general de toda

29
la tonalidad de vida y pensamiento humanos que se torna-
rían más sensibles, refinados y responsivos como resultado
del contacto con la consciencia de los ángeles. Con el tiem-
po esto empezaría a influir en la apariencia efectiva del
cuerpo físico, en sus movimientos y demás. Lás artes y
gracias de la vida empezarían a apreciarse y expresarse más
en general.
En los lugares más aislados de cada país podrían crear-
se centros y comunidades para uso práctico de quienes ha-
llen en sí mismos respuesta natural a estas ideas y deseo
instintivo de ponerlas en práctica. Cada comunidad o cen-
tro creado con fines espirituales encontraría considerable-
mente aumentados el valor, la extensión y el poder de su
obra por el reconocimiento de la presencia de los ángeles
y la práctica de su cooperación con ellos.
Este valle * es muy adecuado para esa empresa, y no
es improbable que en futuro no lejano se creen y establez-
can aquí centros de la Sabiduría Antigua y de la nueva
religión, en los que los trabajadores humanos y angélicos
obtengan reconocimiento y cooperación crecientes. Este
valle es particularmente apto para la obra tanto en lo mag-
nético corno en lo histórico. Cualquiera sea el método em-
pleado la cooperación incrementará grandemente su buen
éxito. Los ángeles de este sector evidenciarán gran aptitud
de combinación siempre que la obra se base en los ideales
y las ideas de la Sabiduría Antigua.
En el plano físico tu obra consiste en preparar y cons-
truir la forma: en los planos internos nos combinaremos
con los yo humanos superfísicos que fluyen en la vida,
estimulando el crecimiento interno, protegiendo el centro
de toda intrusión y conservando el poder generado.
* Se refiere al valle donde fueron recibidos los mensajes.
30
El centro serviría aquí para una comunidad activa y
para quienes buscan un retiro para la meditación y el estu-
dio. La medida de su buen éxito se incrementará grande-
mente si la idea de cooperación humana y angélica se man-
tiene siempre en vista y si todos cuantos caen dentro de su
esfera de influencia reciben la sugestión de emplear la co-
operación. Es de esperar una evolución que permita la crea-
ción de un sanatorio y casa de retiro -institución semimo-
nástica- corno refugio para estudiar, meditar e investigar;
con sectores para literatura, artes y oficios, representaciones
dramáticas, ejercicios de danza y ritmo. La iniciación afor-
tunada de estos esquemas produciría un resultado que ser-
viría de modelo para la creación de centros similares en
todas partes del mundo.
Factor esencial de buen éxito en nuestra cooperación
es concretar mentalmente su posibilidad, continuo recuer-
do y empleo en el mundo mental, en toda obra que se
acometa. Quienquiera se empeñe en esta práctica desarro-
llará casi inevitablemente el poder perceptor de la presen-
cia y coo_peraciónangélicas y su constante respuesta a los
pedidos de auxilio. Hay que decir claramente que este con-
cepto deberá mantenerse del modo más simple posible, to-
talmente libre de todo sensacionalismo, o de minuciosas ce-
remonias, sin intento alguno de establecer íntimos contactos
personales con ángeles individuales ni de emplearlos con
fines de beneficio o interés personal, o por curiosidad. Es-
tos experimentos o tentativas implicarían un desastre casi
inevitable, debiéndose excluir esto rigurosamente. Actuar
con los ángeles debe ser para ti tan natural corno hacerlo
con otras personas o con animales domésticos. Corno ya se
dijo, las cualidades de Sencillez, Pureza, Rectitud e Im-
personalidad deben caracterizar a todos cuantos esperan par-
ticipar en todo el esfuerzo mutuo. Al individuo excitable,
31
emocionable o desequilibrado no se le puede poner -sin
peligro- en contacto con las grandes fuerzas de la evolu-
ción angélica. Las personas de mentalidad extremadamen-
te práctica y controlada, con capacidad para el idealismo
y la imaginación positiva, son las trabajadoras ideales. Es-
tos son los caracteres que habrá que buscar desde el inicio
de los esquemas en que haya que emplear la cooperación
humano-angelical.
Aunque en gran parte el mundo se ría de nuestras
aspiraciones, está asegurada una respuesta creciente: en este
sentido existe una atracción instintiva en el corazón y men-
te humanos, que nace, en parte al menos, de antiguos re-
cuerdos, provenientes de aquellos tiempos en los que los
ángeles andaban con los hombres, y en parte también, de
la clarividencia natural latente en toda alma humana.

32
Capítulo 111

EL SEGUNDOMENSAJE

Los ángeles no te piden que los adores -lo cual sería


impropio- sino que los ames. Sólo piden que les permitas
unirse a ti en tus actos de loor y acción de gracias a quien
es Padre de todos nosotros, y de adoración al Instructor
Supremo de Angeles y Hombres. El valor de nuestras ora-
ciones crecerá al elevarse junto con las tuyas. Tu vida se
enriquecerá con la respuesta a nuestra alabanza en común.
Nuestra esfera de utilidad para con Dios se ensanchará por
la participación en la tuya. Las vidas humanas se enrique-
cerán, el mundo se alegrará por la inauguración de la
Fraternidad entre Angeles y Hombres. El objeto de la Fra-
ternidad es aumentar la extensión del amor humano, in-
cluyendo a los ángeles en su aureola rosácea de modo que
el concepto de fraternidad, tónica de la edad venidera, no
halle límites y se extienda hasta incluir a todos los seres
vivientes, mortales e inmortales -moradores del mundo eté-
reo de aire, fuego y agua-, población de los limitados do-
minios del espacio.
Está cercano el tiempo en el que ya no serán invisibles
para ti; porque a medida que la humanidad abra sus mun-
dos, cesarán en su resistencia a que los humanos ingresen
en los suyos; abriendo de par en par las puertas los invita-
33
rán a trasponerel portal, ofreciéndolesplena participación
en los tesoros de valor incalculable que por tan largo tiem-
po custodiaran. El amor abre las puertas. Primero amor
entre los humanos para que éstos no hagan mal uso de las
gracias que se les otorguen; amor también hacia los propios
hermanos, que dará el poder de la revelación. Los ángeles
te envían su amor y su saludo extendiendo sus manos en
comunión, según mandato del Señor que recientemente
volvió a reunirse con hombres y ángeles. El Señor llega ro-
deado de ángeles, igual que en la antigüedad; y Sus servi-
dores somos portadores de Su mensaje de fraternidad y
amor: "Conservad la misma mente entre vosotros porque
no hay más que una Vida, ilimitada, inagotable, que es
la verdadera esencia de todos vosotros. Id a los hijos de
los hombres; aproximaos a ellos una vez más para que vuel-
van los días en que los ángeles andaban con los hombres.
Hacedlo; es la Voluntad de Dios."
¿Cuál será la respuesta de los hombres de la tierra?
La esperamos. Quisiéramos encender tal fuego en sus
corazones que pudieran sentir el calor de esa misma gran
Uama que arde en nosotros, la llama de la Vida Divina,
que se reproduce a medida que se consume, renovando sin
cesar el poder ígneo en la vida de aquellos en quienes arde.
Este es el designio de la vida del ángel; éste es el secreto
del fuego angelical, fuego divino que arde sin cesar: es la
llama que brota de la chispa inmortal, de nuestros yo ínti-
mos, y que surge del ígneo corazón central del universo,
el Sol Universal.
Todas las facultades humanas crecerán, ensanchándose
todos los poderes, hasta que la vida sea un éxtasis revelán-
dose en todo una belleza insospechada, hasta que brote
dentro de los hombres una capacidad inopinada para el
amor, la vida y la felicidad. Así todos encontrarán el sen-
34
dero que conduce al Reino de la Felicidad, del éxtasis, del
júbilo, al que quiere llevar nuestro Señor, movido por Su
compasión divina
Todo esto y mucho más te aguarda en el futuro, y este
futuro estará cerca o lejos según sea tu respuesta al Señor y
a Sus huestes angélicas. El quiere franquearte un mundo
nuevo -nuevo y, con todo, más antiguo que la humani-
dad- un Reino invisible aún. Mas El apartará los velos de
tus ojos y la visión gloriosa será tuya.
Ven a este Reino, la tierra de la inmortalidad habitada
por nosotros, y participa con nosotros de las alegrías inaca-
bables, de los esplendores de un mundo en el que la muerte
se desconoce, en el que no hay separación ni dolor. ¡Ojalá
la hermosura, el poder y la dicha de la visión fluyan hacia
tu mundo, curando sus penas, librándole de su esclavitud,
fealdad y vicio, para. que todos los hombres alcen sus cabe-
zas dignamente luego de volver a ser los dioses que deben
ser!
¡Basta de ojos tristes, de mejillas ajadas, de miradas ce-
ñudas, de rostros enrojecidos, de hogares repugnantes! ¡Sea
bella vida para todos, sin exclusiones! Pues El-Que-Viene
lo hace para todos y desea eliminar las negras manchas de
tu raza, pues ve que dentro de ella Dios pugna por su liber-
tad. Estas vidas lóbregas, lúgubres y tristes como tumbas
se tornarán agradables; se colmarán de alegría, recibirán la
libertad que el Señor manda darles.
Haz surgir al dios que se desarrolla. No lo rebajes ni
entierres cada vez más hondamente en el lodo de tu egoís-
mo. De esa manera todo surgirá. Nacerá una raza más bella.
Evolucionará un tipo más noble. Los cuerpos humanos,
felices, sanos, fuertes y libres, serán templo más digno y
moradas idóneas para el Dios oculto en ellos.
Venimos a ayudarte con esta finalidad. En tu ayuda y
35
en Su ayuda llegamos a ti con nuestros ofrecimiento. Sen-
tirnos el apremiante y agotador peso de la tierra y te hon-
rarnos en tu gran peregrinación tan lejos de Su Rostro -del
que partiste-, tan hundido en los densos munqos de la ma-
teria. Ahora que tu rostro está orientado hacia el hogar na-
tal, El nos manda que entonemos el canto de bienvenida,
que nos echemos al camino y que, uniendo nuestras manos
a la tuya, te conduzcamos más rápidamente por el Sendero
del Retorno a Su Morada, la Mansión de la Luz.

36
Capítulo IV

LO SUPREMO

Hay excesiva complacencia en lo que no es Jo más ele-


vado y poca tendencia a apuntar siempre más arriba en
todo cuanto se realiza. Hasta en las amables charlas entre
amigos debiera sustentarse siempre el ideal de que pensa-
mientos, palabras y hechos deben ser los más elevados.Pero
como esto no es así, se embota la agudeza del corazón y la
mente; se debilita el sentido de grandeza; las minucias atas-
can al alma y retardan su avance por el Sendero. Esto no
debería ser así; no debe ser así. Hasta lo pequeño es gran-
de para los que son dueños de una aspiración continua.
Convierte todas las cosas en algo grande. Tus paseos -a pie
o en coche-, tus charlas familiares, todos los quehaceres
domésticos, todas las obligaciones mundanas, tus goces y
aflicciones, tus esfuerzos y horas de 2~scanso deberán ser
grandes, lo más grandes que se te ocurran, lo más grandes
que estén a tu alcance.
1.o SUPREMO ha de ser tu lema y todos los que engro-
sen nuestras filas deberán someterse a él.
Hasta nosotros nos sometemos y cuantas veces un hom-
bre formule esta promesa interior, un ángel la repetirá y
la portará como antorcha, para sumarla al gran depósito
de poder acumulado para nuestra obra. Todos los que esto

37
prometan habrán de recogerse en soledad, en lugar privado,
en una cumbre herbosa, a la sombra de una arboleda; y de
no ser así, en lo más recóndito de su corazón.
Allí primero meditarán con una finalidad fija, tratando
de intuir la profundidad y significado de nuestro gran ideal;
y una vez que lo hayan vislumbrado, tendrán que formu-
larse el firme propósito de luchar por él en esta vida y en
las futuras, pensando que para lo grande todas las cosas
son grandes.
'Tal vez de este modo podamos quebrar la caparazón
que aisla a la raza humana, caparazón de apatía que separa
con tanto espesor que la somnolencia sólo puede ser pertur-
bada por guerras, terremotos, incendios, inundaciones, ham-
bres y muertes repentinas. Tu yo superior -en realidad,
tu yo angélico- pugna continuamente par despertarte, por
enviarte una visión a través de tus ensueños; y entre tus
congéneres aquí y allá, algún durmiente se agita y estira,
con harta frecuencia para seguir durmiendo, interrumpién-
dose su sueño por fuerza de lo externo. Luego las guerras
los despiertan y rezan o Dios para que los salve de nuevos
conflictos. La peste y el hambre se dan la mano para pasar
a zancadas a través de sus vidas atolondradas y sólo des-
piertan cuando ven su reposo amenazado y, par un tiempo,
se convierten en sus yo superiores, aunque desde ellos rue-
gan a su Señor reclamando libertad. El libertador está siem-
pre con los hombres, es su yo íntimo; pero como su Yo
interno no los despertará, los tendrá que despertar el Yo ex-
terno. Has de saber que en las guerras, pestes y cataclismos
los hombres se ven a sí mismos, ven las expresiones de su
propia alma, antorcha en mano y a trancos por los dormi-
torios donde yacen sus cuerpos, para sacudir su sueño, para
ahuyentar las oscuras sombras de satisfacción y contento.
Los otros yo volverán una y otra vez hasta que se los eche
38
para siempre. Se apartan de naciones y hombres que. d
responder a lo supremo, viven según sus leyes; que ni des-
cansan ni duermen rebosando un deseo ardiente que los
lleva de una ci.ma a la otra Por las montañas del mc:_ndo
espiritual. Este, es el camino de la libertad, hermano, y no
hay otro.
Quien te diga que la guerra puede cesar por acción de
la ley hace peor que mentir: encubre la verdad. Y los hom-
bres, considerándose salvados, vuelven a hundirse en sus
sueños y a su tiempo la guerra se reinicia.
En nuestra Fraternidad debemos empezar a mantener
en alto este gran ideal: LO SUPREMO, comprometiéndose
cada uno a que nada más satisfaga su alma. Debes predi-
car este evangelio: la causa de todas las cosas, buenas y
malas, reside en ti; la mejora del bien y la extinción del mal
sólo pueden conseguirse por acción interna. Debe reformarse
la vida de los hombres, no sus leyes; y las vidas sólo pueden
ser cambiadas si se las ajusta a lo supremo en lugar de jugue-
tear con lo ínfimo.
Nadie puede alegar ignorancia de esto. Un Mensajero
tras otro llegan para esparcir esta verdad por doquier. La
humanidad encerró las verdades en templos, iglesias y mez-
quitas, refugiándose en los tribunales de la ley, hasta desco-
nocerse la abnegación que fue sustituida por la negación del
Yo. La humanidad todavía ríe cuando se le dice que el amor
salvará al mundo o que otro tanto harán la pureza, la ver-
dad, la ley o el sacrificio. Endureció su corazón y, sin em-
bargo, El, que es la encarnación del amor, la verdad, la ley
y el sacrificio, llega a enseñarle una vez más las verdades
antiguas para que una guerra -mayor aún- no ocupe su
lugar como Instructor de Angeles y Hombres.
Lo SUPREMO ha de ser nuestro lema y nuestro santo y
seña, elsigno que nos haga conocer mutuamente de día y de
39
noche. Busca un artista amigo que te dibuje un cuadro en
el que haya un integrante de la hueste apgélica, de pie, sobre
un globo, apuntando al cielo; debajo dirá: LO SUPREMO. De-
nomina a ese cuadro "El Angel de la Mano Que Señala".
Conviértelo en tu símbolo y talismán. Bendícelo con poder
y amor, y también con valor en procura del buen éxito. Todo
aquel que lo lleve se llenará de descontento divino, de anhe-
lo en pos de lo supremo, de ansia en procura de la meta.
Aprende a construir la forma en los mundos mentales y
llénala con tu deseo; entonces envíala afuera, a los otros
hombres. Llénala hasta los bordes con tu voluntad, llama
a un ángel para que la anime con su vida. Muy pronto, a
imitación tuya, el mundo mental estará lleno de formas ar-
dientes de naturaleza angélica que llamarán a los yo men-
tales de los hombres, y éstos serán despertados de su sueño.
Y así el mundo ideal habrá de ser inundado por este ideal,
por el ideal de LO SUPREMO.

40
Capítulo V

LA PACIENCIA

Para entender el concepto que ahora expondremos, de-


berías imaginar un anhelo de acción tremendamente compri-
mido y a punto de estallar, pero combinado de modo tal con
la paciencia que pudiese mantenerse así durante mil años.
Deberás aspirar a esta paciencia sublime-pues esa cualidad
encierra una multitud de virtudes, a saber: poder de auto-
control, de represión, visión del Plan, conocimiento de lo
real, desapego respecto de los resultados, coordinación de la
voluntad, de la mente y del cuerpo para que, en su mo-
mento, actúen en función de unidad. Esta clase de paciencia
no apaga el fuego del anhelo de servicio; aquél arde cada vez
con mayor ímpetu bajo la presión de la voluntad y la mente.
Y al final, cuando llega la orden, y transcurrida una era,
estamos en el día de desechar las restricciones, de nosotros
brota el poder almacenado durante tanto tiempo y nos con-
vertimos en catapultas de Dios.
Ahora bien: ese día llegó. Las energías almacenadas, pro-
ducto del poder del gran ideal, se esparcieron por el mundo.
No te inquietes por el resultado; el fin está asegurado. La
Jerarquía no trazó su plan en vano; lo hizo antes de que se
pudiese contar con la humanidad, siempre a la espera· del
tiempo maduro. Por esto decirnos que el fin está asegurado.
41
üía tncfa·:;a pJ,miíica para edades pür nacer gran-
csquemas que incorporan la VoluntadDivina,también
c:11 dcra!le, ])ara áiwcles
~ o J
v hombres de su elección.
¿Qué sc,mos sino ír:c1dentes, pajuelas aventadas por el
h de Dios? Pero con algo más: dentro de estas pajuelas
k:y ir1 1?ntico halito, hay intercambio de soplos y se realiza la

\'t1luntad ck Dios.
Recut.:rdalo: el c,rigen fundamental del poder está en la
icfr::. La idea que exponemos en los mundos manifiestos no
es siuo fuerza emanada --o reflejo- de la Idea Divina. Y
pür ser esto así, ningún retraso puede reducir su potencia,
ninguna circunstancia puede impedir su expresión última.
En este conocimiento habrá de basarse la paciencia.
Capítulo VI

LA PAZ

La páz es principio esencial de la naturaleza y no sólo


cualidad por adquirir; pertenece a la esencia innata de todas
las cosas y aglutina como el amor. Después de todo movi-
miento existe reposo; después de todo ruido hay silencio;
y de igual manera detrás del movimiento y la música de las
esferas existe paz que es el equilibrio de Dios. Aunque todos
Sus planetas y toda Su población se mueve El está inmóvil
y en Sus vastos dominios no hay nada que perturbe Su paz
tan firmemente fundada. También tú, si quieres el buen
éxito, deberás hallar esa paz, ese poder del equilibrio divino
que nada del mundo externo puede conmover ni circunstan-
cias siniestras destruir. Quisiera dirigir tu pensamientu hasta
este gran descubrimiento, el descubrimiento <le lo que den-
tro de ti es un reflejo de la paz de Dios. No es propiedad
tuya, no es cualidad que tengas que adquirir; es un poder
que deberás liberar, es el centro giroscópico de tu alma. Al
principio es como un aislamiento del alma; cuanto más pro-
fundo es el silencio, mayor es la ausencia de sonido.
El camino de este reino atraviesa la mente porque las
sendas que conducen a sus fronteras están empedradas de
pensamientos, y por allí habrá de deambular el alma. Has
de empezar,pues, con el pensamiento. Piensa con frecuen-
43
cía en la paz, mas no la confundas con quietud ni estado
alguno de cosas externas, ¡x>rmás tranquilo y silencioso que
eso sea. Tendrás que sumergirte a mayor profundidad, hasta
los últimos recovecos del alma, en busca del reino de la
paz. Ese reino no está en la mente ni en el corazón aunque
la esencia de éstos radique en su profundidad. Medita en la
paz y así apisonarás el camino que después tendrás que re-
correr, para que esté liso y cómodo para tus plantas. Cuando
te acerques a la frontera se irá desvaneciendo gradualmente
el sentido de la vida manifiesta; te sentirás solo. No ternas.
No es más que el aura del reino de la paz, que se extiende
¡x>rdoquier y te encuentra en el camino. Entra en ella y que
su poder te fortalezca para las últimas etapas de la búsqueda.
Tan pronto la calma se profundice en tu derredor, salúdala
y déjala penetrar en tu alma hasta que todo nervio y todo
átomo se tranquilice.
Como muchos, no confundas este hondo reflejo con la
meta. La paz está mucho más abajo. Hay que explorar
hasta los últimos rincones. Aunque toda la naturaleza pa-
rezca detenerse y llegarse a la meta, acelera tu búsqueda. El
puente levadizo está abajo. ¡Adelante! Porque en compa-
ración con la paz que ahora te espera, la que acabas de
conocer semeja disputa y alboroto, y dista tanto de la reali-
dad corno el fuego terreno del sol espiritual. Sin embargo,
pertenecen a la misma familia y debían entrecruzarse. U na
es la paz externa, la otra la tuya, la de tu búsqueda. Traspón
pues las puertas y piérdete en la paz que es tu mismidad.
Cae en el abismo. Sumérgete en ese charco que, aunque
parezca diminuto, es la totalidad, es el lago de la paz.
Piensa profundamente en estas palabras, hermano, y pro-
cura indagar. Esto es parte de nuestra disciplina angélica, es
la escuela de las hueste angélicas. Al carecer de las anclas
que son los cuerpos terrenos, los ángeles son inútiles en las
44
grandes faenas hasta hallar el punto fijo dentro de sus ínti-
mas profundidades, y ese punto les sirve como tu cuerpo
a tu mente: de palanca; al carecer de carne, deberán encon-
trar el punto de apayo en la profundidad de sí mismos.
¿Por qué no habrás de hallarlo también tú y, en posesión
del punto de apoyo y de la carne, conservar el equilibrio in-
móvil que es expresión de paz espiritual, el más profundo
punto final del yo, más allá del cual el yo no existe?
De esta fuente interna, tan honda, surgió el pvder que
la furiosa tempestad del Mar de Galilea no pudo contrarr !S-
tar. De este Reino habló El y dijo al viento y a las olas:
"¡Paz, calma!" Aunque no es la paz terrena, maneja un
poder que todas las cosas de la tierra han de reconocer como
irresistibles en su grandeza. Cuando dio Su paz a los Suyos
diciendo: "No como da el mundo doy Yo", habló desde este
mismo reino interno. De allí vino también el pader que, con
Su música, amansó a las criaturas más salvajes y belicosas
de los desiertos de la Tracia; el poder que hacía descender
las ramas de los árboles, manteniéndolas quietas; el pader
que forzaba al león, al tigre y a la serpiente a abandonar su
fiereza y violencia, manteniéndolos tranquilos, pvrque Orfeo
cantó: "¡Paz, calma!" Y en Su presencia siempre hay paz,
parece haber cesado el movimiento..
De manera que Quien vive pvr siempre en el reino del
equilibrio eterno viene a traer la paz; y como El, que viene
de allí y trae la paz al mundo, tú también puedes encontrar
la paz en el mismo manantial, en el punto más hondo, el
más firme, en el punto de quietud dentro de ti, y cesará la
guerra de tu yo inferior. También debes adquirir la magia
de aquel reino remoto, que dará a tu voz el poder de decir:
"¡Paz, calma!" Nadie que viva en estos mundos externos
puede resistir ese poder. Los silfos más fieros, las criaturas
más feroces del fuego, los elementales de la tempestad, los

45
terremotos, los volcanes y los diluvios, tienen que renun-
ciar a sus violentas embestidas, a sus irresistibles y anima-
dos juegos, y acatar la orden de quie~ con certeza puede
. "p¡ az, calma.I"
decir:
La paz es la esencia de todas las cosas. La hora tran-
quila, la escena pacífica, el rincón de la chimenea, el apre-
tón de manos de quienes se aman, la adoración de los píos,
el culto de los santos, la bendición de los dioses, tienen por
esencia la paz; cuando ésta falta, la belleza se desvanece.
Obtén pues la paz.
Los pueblos de la tierra tienen muchas cosas aparente~
mente bellas pero que no lo son por falta de paz. Remedan
lo bello, mas no lo concretan pür falta de paz. Casi todo el.
arte humano se corrompe por demasiadas disputas y falta
de paz. Sólo los prominentes hombres de fuego concretaron
en realidad el gran arte, grande por la paz que implica. Sin
embargo, cuanto crece, ya sea brote, rosa, yuyo, insecto,
animal u hombre, es bello. Todo es producto de un arte
surgido de la paz como las flores del loto que permanecen
en la superficie del charco.
¡Hermano: si dieras al mundo este mensaje único, inci-
tando a los hombres a buscar la paz! ¡Basta de fragor de
armas; basta de luchas civiles o industriales! ¡Basta de reivin-
dicaciones entre hombres que no son sino cáscaras, hollejos
aventados con la molienda de los molinos kármicos! ¡Si la
humanidad escapara de la deuda kármica de la guerra, las
almas serían conducidas al reino de la paz espiritual donde,
tras meditar, cada cual descubre por sí la Paz Divina!
¡Ojalá la humanidad emulara a los <levasdel aire, de
pies silenciosos, que viven sus vidas, no en la negación del
sonido sino en el canto, con movimientos que son toda ar-
monía, con pensamientos individuales que pintan un cuadro
46
reluciente en el lienzo del cielo, con latidos del corazón que
son susurros de júbilo! Cuando hables a los hombres de
nuestra venida, pídeles esta gracia en nuestro nombre: que
cultiven la paz. La vida debe ser movimiento y el movi-
miento sonido; pero que todos los sonidos de la vida hu-
mana tengan armonía y aprendan a tornar melodioso y
dulce su camino. Enséñales a oír la música de los árboles,
muéstrales cómo viven los abetos, los pinos y las hayas, me-
ciéndose en el viento y cantando siempre. Se mecieron y
cantaron desde que el Tiempo existió y su cantó es inca-
paz de estridencia o discordancia en circunstancia alguna.
Muchas veces nos acercamos con la esperanza de que
la humanidad oiga el batir de nuestras alas. Pero debemos
retirarnos, casi despedidos, y horrorizados, por los ruidos y
formas de sus modos de vida. La humanidad deberá tra-
bajar para abolir todo ruido que hiera el oído de un niño en
la ciudad, en la calle, en las veredas, en la fábrica, en la
alquería o en el campo, para eliminar paulatinamente esa
infranqueable barrera de ruidos, erigido entre el mundo
humano y el nuestro. La humanidad habrá de conocer el
culto de las horas apacibles, aprender la alegría de la paz,
el método de la felicidad silenciosa, pues éstos son, eviden-
temente, los senderos de la vida humana, la expresión na-
tural de la vida. Si la humanidad no alcanzó esto, ¿cómo
le enseñaremos los senderos más profundos de la paz, el
camino superhumano que lleva más allá del yo normal,
hasta el reino en que se ve a Dios paseando por Su Jardín
de paz?
Inicia una gran campaña. Pide a cuantos lleguen en
tu ayuda que la gran oleada de fealdad y violencia deberá
pasar ya que ese cambio es preludio esencial para la reali-
zación de nuestros ideales mutuos. No podemos acudir,
bajo el mandato del Príncipe de la Paz y rebosantes del

47
Señor del Amor hasta que la humanidad aquiete su vida,
oiga nuestro llamado a la puerta, escuche nuestra pisada
junto al corazón. Deberán desaparecer del mundo discor-
dias y fealdades. La humanidad tiene por misión eliminar
eso. Esa misión es también nuestra pero primero compete
a la humanidad. Y en verdad ese deber promete recom-
pensas incluso desde el inicio porque la humanidad oirá
esa música, verá esa belleza, que s_uperará al sueño más
excelso, cuando los ángeles lleguemos trayendo nuestras
mercedes a los hombres, mercedes que sólo pueden brindar-
se a un mundo dispuesto a recibirlas, mercedes que no pue-
den negarse una vez efectuada la preparación, porque a
lo largo de todos los tiempos la música y la belleza fueron
mercedes de los ángeles, y todas las cualidades y todos los
movimientos divinos, hallan en el ángel su cabal expresión.
El amor mutuo se manifiesta en nosotros· con eclosiones
canoras; los grandes pensamientos son sinfonías para noso-
tros; y al responder al amor con el amor y al pensamiento
con el pensamiento, todo el aire que nos circunda se llena
de tonos y sobretonos, de armonías, cantos, melodías y
grandes coros. Nuestras mercedes no son algo para exhibir
sino belleza que no puede retenerse, belleza acabada, ex-
presión natural de nuestra correspondencia, de nuestras vi-
das de amor y trabajo en nuestro propio mundo.
La humanidad también crea cuadros siempre que pien-
sa; también compone música siempre que siente, al igual
que luz, color y forma. Y esto puede tener un brillo res-
plandeciente y bello en el mundo; la belleza de la música
puede saturar los oídos. Y todo eso rodea a los hombres
aunque con cambios, es verdad, pero sin que lo conozcan.
No viven para la belleza. No siempre emplean su vida
escuchando cantos. Y además, arruinan sus cantos, sus for-
mas, su luz, con codicia, egoísmo y vicio. Todos estos yerros
48
pronto se desvanecerían con sólo destruir esas v1S1onesy
ruidos monstruosos surgidos de aquellos defectos.
Y ahora que te das cuenta de todo cuanto nosotros los
ángeles vemos; ¿puedes maravillarte de que lloremos al
contemplar a los dioses que cayeron tan bajo?

49
Capítulo VII

LA EDUCACION

El método que ha de seguir el instructor es el siguien-


te: primen:,, elevar el alma; segundo, expandir la mente;
tercero, avivar la inteligencia; y cuarto, coordinar cuerpo,
mente y alma.
Para instruirte deberé primero llamarte al reino de la
alegría * para que te mantengan en presencia del conoci-
miento. Esta es la verdad ordenada en serie; es la verdad
reflejada en el alma humana; es el aspecto vital del saber,
es la síntesis de todo cuanto ha de saberse; es la unidad que
se expresa en el reino de las ideas.
El conocimiento se diferencia de la sabiduría: ésta cre-
ce siempre, aquél es estacionario. La sabiduría es el yo del
conocimiento; el conocimiento es la sabiduría expresada en
ideas. La sabiduría es innata en el alma humana; el alma
humana puede adquirir el conocimiento. Ya no es pre-
ciso el conocimiento adquirido pues sólo es útil como llave
para abrir la sabiduría oculta. El conocimiento pertenece
a lo irreal, la sabiduría a lo real. El conocimiento muere; la
sabiduría es eterna. El conocimiento es el aroma; la sabi-
duría es la flor. El conocimiento es la luz; la sabiduría es

* Véase Capítulo VIII.


50
el sol. El conocimiento es el cuadro; la sabiduría es la vi-
sión. El alma del hombre es el artista.
Para el instructor el discípulo es el artista que traduce
la sabiduría en conocimiento después de adquirir la sabi-
duría mediante el conocimiento. El instructor tendrá que
enseñar sabiduría, no conocimiento. La misión del instruc-
tor consiste en elevar al discípulo, ponerlo en presencia
del conocimiento para que pueda disponer de ·éste según
su deseo observándolo siempre, guiando la selección, in-
fluyendo en la expresión de lo adquirido. Una vez que
el discípulo se familiarizó con el conocimiento, el instruc-
tor le enseña su uso corno llave que abre la sabiduría
oculta. Tan pronto las puertas giran de par en par y se re-
vela la sabiduría, el instructor se hace a un lado y sólo
vigila desde lejos.
Recién al elevarse el alma la sabiduría puede revelarse;
por ende, quienes se dediquen a la enseñanza deben pri-
mero aprender a elevar los corazones humanos. La ense-
ñanza ha de iniciarse con la oración para que el discípulo
aprenda a liberar su alma de lo terreno. Al ser libre podrá
remontarse en alas de la oración para elevar su alma. Una
vez que el instructor eleve al discípulo hasta las alturas
donde mora el conocimiento, el instructor deberá retener
a aquél de la mano para que se mantenga en equilibrio en
sitio tan inusual.
Entonces -s(>lo entonces- es tiempo de que el ins-
tructor empiece a enseñar.
Para enseñar hay un solo método: la participación, por-
que es así como Dios enseña y todo instructor respecto de
su discípulo debe asemejarse a Dios. Arte de enseñar es
arte divino; el designio de Dios en el Universo es educar.
Todas los instructores tienen que aspirar a semejarse a

51
Dios porque, al ser dioses en miniatura, toda su tarea es
divina.
Quienes instruyen a la nación deben ser los hijos más
nobles, los hombres más preclaros. Deben aprender a ele-
var sus almas, a descubrir los ocultos senderos de la mente
q_uellevan del cerebro a la sabiduría, y de ésta nuevamente
al cerebro. Y diariamente deben recorrer los senderos de
la carne, del sentimiento, del pensamiento, de las ideas y
de la sabiduría hasta que todos ellos resulten familiares. El
instructor deberá estudiar minuciosamente todos estos ca-
minos, uno por vez, hasta extraer la esencia de todos y
saber mantenerse libre en cada mundo. Entonces -sólo
entonces- puede educar realmente. Sólo entonces podrá
guiar la marcha de sus discípulos por el sendero que él mis-
mo recorrió, dejándolos luego en libertad de abrirse rumbo
I •
por s1 mismos.
Lo más elevado para el instructor es la sabiduría; para
el discípulo, la voluntad. El instructor recién empezará a
enseñar tras llegar a lo excelso para no equivocarse en lo
ínfimo. Entonces, conocedor del secreto revelador de la sa-
biduría, y despejador del sendero, aposentado en la sabi-
duría, podrá ordenar todas sus acciones en el mundo infe-
rior, según lo que aquélla disponga. Entonces será digno
de enseñar porque la sabiduría no puede equivocarse.
Con sabiduría examinará el cuerpo del discípulo, en
especial su cerebro, órgano de su relación. Ordenará toda
la vida terrena del discípulo de modo tal que cerebro y
cuerpo evolucionen hasta expresar la sabiduría, porque su
propósito no -puede reducirse a menos. El cuerpo deberá
ser elástico, suelto, libre; el cerebro, dúctil, sensitivo, res-
ponsivo respecto de lo alto, hermético respecto de lo bajo.
El instructor, día a día (e incluso hora tras hora) obser-
vará cómo crecen el cuerpo y el cerebro del discípulo. La
52
vida terrena debe estar siempre cubierta de alegría sin som-
bra alguna de aflicción pues ésta procederá a instruir en la
madurez: el pesar actúa como instructor en los postreros
años del discipulado jamás en sus inicios.
En los niños las cualidades de alegría y libertad debe-
rán desarrollarse en grado sumo; esto resulta esencial para
el buen éxito final. Si faltasen esas cualidades el creci-
miento se estropearía; cerebro y cuerpo se anquilosarían; las
facultades superiores se embotarían. Tanto el alimento co-
mo las vestimentas de los niños deberán ser livianos aun-
que básicamente sólidos. Habrán de ser circundados por la
pureza desde que nacen, apartándose rigurosamente de todo
lo sensual. De esa manera solamente el cuerpo se aligerará,
vigorizará, purificará, alegrará y liberará. Con alegría y li-
bertad, factores fundamentales del crecimiento, todo lo de-
más seguirá con naturalidad, y la virtud irá en incremento
al tiempo que el vicio no hará mella.
El curso a seguir tendrá que basarse en estos principios
fundamentales del maestro. Si el discípulo yerra, el maes-
tro deberá culparse por ello: no acertó en su enseñanza,
no estableció una comunión con el discípulo o, lo que es
lo mismo, careció de amor. Jamás ha de iniciarse una en-
señanza sin amor. Así como Dios vigila la evolución de
Su universo compartiendo con éste Su vida, Su sabiduría
y Su alegría, de igual modo obrará el maestro con medita-
ción continua y compartiendo con su discípulo su visión
y sabiduría. Al tiempo que observa el crecimiento de sus
múltiples discípulos en fortaleza y gracia terrenas, en do-
tes mentales, en sabiduría celestial, deberá considerar en
grado sumo los diversos dones y carácter que cada uno
desarrolle al crecer pues sólo con intenso estudio y hábil
discernimiento puede seleccionar bien y ubicar a cada cual
en su grupo natural, para formar las clases. De esa manera

53
podrán ser agrupadossóloquienespor donesy carácterson
aptos para un método acorde.
U na de las tareas más difíciles e importantes del maes-
tro es agrupar a los discípulos por clases. No ha de agru-
parlos por edad ni materia de enseñanza sino más bien por
carácter innato. U na vez que se procede a formar conve-
nientemente los grupos, éstos pueden mezclarse o combi-
narse entre sí; sin embargo, en cuanto respecta a la rela-
ción estrecha entre maestro y discípulo habrá que mante-
nerse en un agrupamiento natural. Lo mismo ocurre con
los mundos del pensamiento y del sentimiento; los fun-
damentos del arte del maestro habrán de aplicarse con sa-
biduría suprema. Cuando el maestro brinda el conocimiento
deberá simultáneamente enseñar al discípulo cómo éste
puede adquirirlo por sí mismo. Es así como, cuando te ele-
vo hasta la región de la alegría y pongo a tu disposición sus
vastos dominios, te enseño al mismo tiempo a abrir bien
los ojos para que veas por ti mismo por qué éste es el mé-
todo del maestro.

54
Capítulo VIII

LA ALEGRIA

Y ahora cantaré a la alegría, la alegría de los Dioses


cuando se manifestaron en la región del embeleso.
El reino de la alegría es el de los sueños, donde éstos
se convierten en realidad, y todo pensamiento y respuesta se
estremecen gozosos.
El reino de la alegría es el de los Dioses; allí vive el
Dios que mora en el hombre.
Porque los hombres son Dioses y la Porción Divina
mora en el reino de los Dioses.
El reino de la alegría está detrás de la mente, junto a
los pórticos de la paz eterna.
Los ángeles participan de este reino con los hombres;
y éstos son los Dioses canoros.
Los aires rebosan trémulo gozo por el cual vivimos y
respiramos.
Allí todo está colmado de contento como brote en pri-
mavera.
Hay por doquier frescor matutino de rocío, de retoño,
de flor.
Los ángeles siguen su rumbo, revolotean leves sobre
sus alegres alas.
55
La naturaleza exhibe sonrisa perenne, que es siem-
pre nueva.
Su risa resuena por bosques y valles pür la dicha de la
primavera eterna.
En aquel reino, todo poder, toda visión, toda verdad
y toda obra se expresan en términos de alegría. Un impul-
so volitivo proyecta una ola placentera Por esa región; las
nuevas tareas se encaran con la sonrisa de quienes saludan
al amigo más querido. Almas y corazones se estremecen con
el júbilo danzante de la primavera; grandes coros de ánge-
les entonan sus cánticos de alegría. Querubines y serafines
retozan con sus :r:ostrosnimbados de gozo. En esta región
el pensamiento es poesía.
En el reino de la alegría el hombre inferior debe unirse
con el superior, y juntos corretean por sus prados. El hom-
bre superior llama continuamente al inferior: "Ven, ven
al reino de la alegría". Tan pronto se abren sus ojos se le
manifiesta un esplendor tras otro. Los serafines flautistas
y los querubines cantores ejecutan al unísono su concierto
en el reino de la alegría. Ni ojos ni oídos terrenos pueden
captar el paisaje y la música de aquel reino, ni mano terre-
na de hombre inferior podrá jamás escribir con acierto su
prodigio y belleza, su éxtasis y vívido placer. En este reino
nace toda felicidad terrena; un solo estremecimiento ocu-
rrido en él genera mil horas felices en el mundo inferior.
Sus flores silvestres son madres de las flores más deliciosas
de la tierra; sus árboles, al agitarse en la brisa vespertina,
lanzan melodías divinas a los oídos humanos inferiores. El
reino de la alegría tiene aire fresco de primavera; perlas fra-
gantes de lirio; vastos océanos de gélidas superficies cris-
talinas, que reflejan el sol del mediodía; ríos de cristal,
arroyuelos con aguas que son gemas; cascadas y cataratas
que semejan rayos de sol desmochados que brillan en un
56
millar de prismas; olas de espuma, lluvias de ramitas dia-
mantinas con cada gota iluminada por un sol interior;
altos árboles, revestidos de esmeralda como las augustas
madres de los Dioses; nubes que viven y brincan como cor-
deros, que flotan p:>r un cielo de inmensidad arrobadora,
en perpetua mutación cromática, iluminando como mil
puestas de sol; aire balsámico ligero y sonoro como el curso
de un arroyuelo; atmósfera de partículas que estalla,n cons-
tantemente y siembran radiaciones espléndidas y vitalidad
y todas las refrescantes fragancias de la primavera ...
El reino de la alegría es una región de hermosos valles,
de pronunciadas alturas, de enormes precipicios, de inmen-
sos barrancos, con piedras y rocas ornamentadas con miles
de gemas, con tierra que es reverbero que refleja los colo-
res del ci~lo. Todas las partículas de tierra son vida sepa-
rada, son diamantes en forma de corazón, son trémulas y
diáfanas, y rebosan color y luz. Cada sombra que recorre
el cielo modifica el color de la tierra y se desmenuza en
mil colores a través de millares de prismas de la natura-
leza. Allí no hay desiertos pero cada región semeja un oasis
donde cada espejismo es realidad.
En ese país tan distante (y al mismo tiempo tan pró-
ximo) mora el inmortal yo humano, siempre acompañado
por su pariente angélico, con el estímulo de la alegría, cada
cual con su personalidad. Allí no hay distancias porque to-
do .el mundo está a sus pies; no pasa el tiempo porque la
eternidad es propia. Así es el país donde viven las almas
humanas; así es el hogar espiritual del hombre.
Si bien hablo de tierra, río, cielo, árboles que se me-
cen majestuosos, precipicios y claros, cimas y llanuras,
me refiero tan sólo a la esencia de todo eso, no a su forma.
Y ese variado paisaje es la tierra luminosa donde todo es
de luz; no existe forma que se reconozca como tal; sin em-

57
bargo a la forma se la conoce por el conocimiento de la
esencia de toda forma. La belleza brinda éxtasis, respues-
ta de estremecimiento de alegría; sin embargo no vemos fo
forma de la belleza sino su yo. En este mundo de alegría
eterna no hay palabras, pues el alma de los hombres y
los ángeles no necesita palabras. Tampoco hay pensa-
mientos pues los pensamientos son sólo divisiones de ideas
así como las palabras son divisiones de pensamientos.
Aquí no puede existir la división ya que la tierra de
la alegría es unidad manifiesta pero en la forma.
La unidad es la ley fundamental del reino de la ale-
gría. Todo el conocimiento que los hombres adquieren me-
diante el pensamiento está aquí sin necesidad de pensa-
miento; todo el amor que se puede sentir existe aquí, uni-
versalmente resplandeciente, no desde un centro ni una
parte sino implícito en todo. La música que se conoce me-
diante el pensamiento, el sentimiento y el sonido, es un
eco impreciso y remoto de la música universal. Antes que
esta música se exprese realmente en los mundos inferiores,
todos los átomos de los mundos del pensamiento, el senti-
miento y la materia deberán aprender a cantar de modo
que no haya sitio sino para la música solamente. Hasta los
intersticios de las partículas que construyen la forma han
de colmarse de canto. Antes que el hombre inferior oiga
el portentoso sonido, él habrá de ser construido de nuevo
con átomos canoros para que oiga el canto universal de
los átomos.
Sin embargo, incluso entonces distaría mucho de la vi-
sión y del sonido del reino de la alegría pues allí el pensa-
miento, el amor, la belleza y la música son una sola unidad
indivisible, permutables en sus instintos, insuperables en
su vida~forma cuádruple. Y encima de ello, son una uni-
dad, como se dijo.
58
Toda ideación humana en los mundos inferiores es
aquí algo vivo, contenido, integralmente y en todas sus
Posibilidades, en un relámpago, desde el nacimiento hasta
la manifestación última y la madurez plena, y más allá de
esto hasta el desvanecimiento del poder e incluso hasta la
muerte. El nacimiento, la madurez y la muerte se conocen
aquí corno una sola unidad. En este reino en el que gobier-
na la alegría moran las ideaciones del universo; son la esen-
cia, destilada gota a gota, de la conciencia de Dios; aquí el
yo inmortal del hombre escancia los aromas de aquellas
esencias preciosas, las fragancias de aquellos perfumes.
Tan pronto el hombre inferior aspira en el mundo del
pensamiento su aroma delicioso, nace un sistema filosófico,
se forma una sinfonía, se libera un gran diluvio de ge-
nialidad.
El fuego creador que impulsa al artista se nutre con
pétalos de flores de las que se destilan estos perfumes. Pues
las flores terrestres son la mera corporización de las idea-
ciones del universo. En el reino de la alegría hay un solo
perfume, la esencia de todos los olores del mundo inferior,
que los contiene todos. Los ángeles que descienden a los
mundos inferiores, donde algún día reinará el júbilo celes-
tial, portan en sus manos incensarios que exhalan perfu-
mes de lo alto; y al volar lo agitan, colmando el mundo con
el pensamiento y el sentimiento de su poder. De manera
que los yo pensantes y sensitivos de los hombres inhalan,
en el poder perfumado, grandes hecho heroicos y amorosos
de los mundos carnales. La madre estrecha contra su seno
al hijo, dispuesta a dar la vida por él, si es preciso. La es-
clava que trabaja con rebeldía y ve ante sí una vida de
penalidades, cobra nuevo ánimo: ve al esposo fatigado y a
los hijos enfermos mas prosigue su labor. A su alrededor
se congregan los ángeles y la inundan con su perfume. Des-
59
aparece la rebeldía, llega la paz. Despierta a la mañana
con renovado coraje para seguir hora tras hora con el heroís-
mo de su vida cotidiana. Los ángeles cantan a este heroísmo
y sus voces se oyen en el reino de la alegría, y el yo inmor-
tal sonríe sabedor que pronto llegará el instante en el que
lo inferior y lo superior se unifiquen; sabedor que su pe-
regrinación terrena dará preciosísimo fruto; que su hijo
terreno llegará al hogar cargado de mercedes, dones que
sumarán esplendor, placer y poder nuevos al éxtasis con
que se expresa en el reino de la alegría.
En todos los rumbos de la vida, en los mundos infe-
riores, los ángeles secundan a todos los humanos, lleván-
doles su perfume, el aroma del éxtasis eterno. Quieren
despertar un anhelo de este aroma en todos los corazones
humanos. Quieren brindar a los hombres el conocimiento
que ellos tienen sobre el hogar celestial. Quieren mos-
trarles en el espejo de la mente el reflejo de su yo celes-
tial, la visión de su propia inmortalidad.
Esta es asimismo la misión de todos los maestros entre
los hombres, como asimismo de todos los predicadores, sa-
nadores, filósofos, artistas, científicos, estadistas y reyes. Si
captan esto correctamente, todos tienen por misión revelar
al hombre su esplendor inherente, conducirlo a través de
las tristezas de su vida terrena hacia su hogar espiritual,
que es el reino de la alegría.

60
Capítulo IX

LA VISION

Toda actividad deberá sujetarse a la visión, abstenién-


dose de iniciarla sin ésta. Si los planes no se basan en la
visión, fallarán irrevocablemente. La visión es relativa y
gradual. No es fija sino que se modifica con el curso del
tiempo y, por ende, necesita renovarse continuamente. La
visión es el contacto del yo pequeño con el gran yo. Es
el conocimiento de las ideas divinas.
La visión llegó antes del nacimiento de las estrellas y
los mundos; la visión antecede a lo manifiesto y lo inma-
nifiesto. La visión precede al primer acto de Dios; es la
vida de lo inmanifiesto y del mundo en el que mora. La
visión revela el plan, es la esencia de lo real, es aquello
de lo cual brotó y creció, y por lo que se realiza la expre-
sión última. La visión regula el movimiento de las esfe-
ras, guía al universo, rige el cosmos; la visión se halla de-
trás de miríadas de estrellas y mundos, y trasciende las
infinitudes del espacio. Si se sondease en el meollo más
recóndito de Dios, se lo vería aposentado en medio de
la visión, que en sí misma es el corazón de lo real. De la
visión de Dios deriva lo real, y de lo real deriva lo irreal.
La visión pasa a la manifestación a través de lo inma-
nifiesto. Si se desease huir de los confines del universo
en procura del Cosmos, en procura de lo Absoluto, se ha-
llaría la visión, tan amplia, omniinclusiva e infinita que
61
sobrecogería. Allí habría oscuridad y silencio tan hondos
que excluirían toda posibilidad de movimientó.
Tal es la visión de lo Absoluto. Las alas no permiten
volar a través de sus espacios vacíos; es imposible caer en
sus lóbregas profundidades; los ojos son incapaces de tras-
pasar su oscuridad cabal; alas, ojos y voz de nada sirven.
Hay que retornar en busca de sones, luces y movimiento.
Sin embargo, lo que para los humanos es negación posi-
tiva, resulta ser la visión de la que surgen todos los uni-
versos. Es preciso, por tanto, descender otra vez en el
mundo de los humanos, y allí se descubrirá un reflejo de
oscuridad comprensible, ya que, mirando en sus hondu-
ras, aparecerá la visión y se estará al tanto de cuanto fue,
es y será. Esta es la visión del Presente, que subyace en
la eternidad.
Nadie, ningún humano está en posesión de la visión.
Ni siquiera los directores de sistemas o mundos pueden
considerarla propia, ya que ellos no son sino sombras pro-
yectadas en sus oscuras cimas. Empero, eso no se desva-
nece, no se mece en el aire ni en el éter. No cambiará
jamás. Simplemente: ES.
El punto superior dentro de cada uno es tan sólo un
reflejo de aquella visión. La visión ordena todas y cada
una de las células de todos los mundos. Todos los que
viven están ordenados por esa visión en su involución y
evolución. No es Dios, ya que Dios, el hombre, el ángel,
el mundo, el director de mundos y también el director de
los directores de mundos deberá adecuarse a ella. N adíe
sabe ni sabrá jamás de donde llegó pues trasciende el co-
nocimiento, hasta el Conocimiento Supremo. La visión es
ápice y base a un mismo tiempo, facetas de una pirámide
de todo lo manifiesto e inmanifiesto. Cuando se opera el
retorno y los hombres, ángeles, mundos y directores de
62
mundos pasan de lo manifiesto a lo inmanifiesto, la visión
persiste y no se altera en sus múltiples expresiones.
De manera que, hermanos míos, es menester ver a la
visión en todas las cosas. Siempre que los ojos reposen so-
bre una forma, habrá de descubrirse la visión, y cuando
se oiga un sonido y se capte una luz, una idea o una rea-
lidad, aunque esto ocurra tan sólo por escasos momentos,
habrá de recordarse que detrás de todo eso está la visión
y, al recordarlo, será preciso dirigir los poderes hacia una
infatigable búsqueda de ella pues, una vez que se la en-
cuentre, quedará revelada la clave del conocimiento. No
se halla aquí, ni allí, ni en parte alguna: está en todas
partes. Al contemplar a la belleza se contempla al Yo.
Y cuando se contempla al Yo, uno se contempla a uno
mismo. Detrás de los yo mayor y menor está la visión.
La visión con que se cuenta, los sueños de vidas futuras,
el esplendor de los grandes planes, el impulso interior de
hollar el sendero, de descubrir la meta, el ansia de perfec-
cionar el mundo, de curar al enfermo, de aliviar toda aflic-
ción, de aniquilar la ignorancia humana, en fin, la visión
de todo esto es apenas un débil reflejo de lo que ve Quien
es la suma de todo cuanto existe. Pues detrás de El tam-
bién existe la visión.
Hay una graduación en la que se ordenan todas las
visiones, grandes y pequeñas. Habrá que recordar esto y
tratar ·siempre de experimentar la pequeña porción par-
ticular elevándola, de un nivel al otro, siguiendo las gra-
daciones que llevan de lo irreal a lo real, y de esto a la
visión propiamente dicha. Así como ninguna visión ase-
quible puede parangonarse con la del director de mundos,
de igual modo la visión de El no puede compararse con
aquélla de la cual brota. Habrá de buscarse la visión en
toda vida humana, en todo mundo humano. La visiónse
63
halla detrás del átomo y el brote, detrás de la planta que
crece y del árbol recio, detrás del enodio, del le6n, del ti-
gre; detrás del ángel y el hombre, detrás de los arcángeles
y los Señores Solares. Y el alma no conocerá reposo hasta
haberla encontrado. Incluso la vista mental es respecto
de la visión como las ideas sobre un mundo podrían serlo
respecto de las infinitas ideaciones que subyacen en todos
los mundos. Sin embargo, la vista es el instrumento del
conocimiento, pues en ella hay una graduación, una escala
de visión que se desplaza en espiral sin fin a través de todos
los mundos y el espacio. La vista física se halla en alguna
parte de esta espiral; más allá se encuentra la vista mental,
la visión de la mente; y después, la vista espiritual, la que
lleva hasta la vista universal, y desde allí a la Vista Cós-
mica; y más allá todavía está la vista desconocida, desco-
nocida salvo en que en ella no hay fin: en alguna parte
del arcano infinito lo supremo y lo ínfimo se juntan. Nada
separa a la vista superior de la inferior; tampoco difieren
salvo que se muestran en almas individuales.
He aquí el punto de partida de cada búsqueda: si puede
manifestarse a través de los humanos, será de ellos total-
mente, pues esa enorme espiral puede encontrarse también
dentro del hombre, no porque le pertenezca sino porque
lo atraviesa desplazándose en círculos desde abajo, pene-
trando (por así decirlo) por sus pies, ascendiendo por él
hasta pasar sobre la cabeza hasta el yo más profundo. Las
espirales atraviesan todas las cosas; dentro de sí habrán de
escalar todas las cosas a través de esas espirales. Estas pe-
queñas espirales son respecto de las grandes curvas de la
escalera cósmica como sus reflejos circulares lo son re:;pe,c·
to del arco iris, y no el arco iris propiamente dicho, sino
sus expresiones luminosas. Detrás de las curvas menor y
mayor está la visión, es decir, la visión de la espiral total.
64
Capítulo X

LA INTEGRIDAD

Si ubicas y pisas este sendero, trata de que cuanto ha-


gas sea cabal y eficiente. Carencia de integridad es nega-
ción de lo divino. Así como la divinidad está implícita
en todo el universo, de igual modo la integridad deberá
impregnar toda tu obra. Créate un modelo. Carencia de
integridad significa dispersión dinámica pues sin integridad
nada se perfilará, nada tendrá expresión acabada. La obra
habrá de considerarse como vasija llena de fuerza, es decir,
de la fuerza de la idea que hay tras ella. La integridad
hace que la vasija adquiera un contorno perfecto. Cuando
el contorno de una forma es perfecto, la fuerza no se pier-
de. La obra habrá de considerarse como cáliz elevado hasta
la mente para recibir, a través de ésta, el poder de la idea
de la que la mente es la expresión última. Cuando hay
una obra inacabada, el cáliz está deforme y el vino se vuel-
ca. Por ende, deberás obrar siempre con integridad. Ese es
el modo de obrar de Dios en todo Su universo, donde ni si-
quiera lo más pequeño deja de ser impresionado por Su
mente. Nada se descuida, por insignificante que sea. Nada
deja de impregnarse por completo, por más grande que sea,
manteniéndoselo dentro del ámbito de Su mente. Dios con-
vierte a Su universo en un cáliz perfecto. Todo lo controla
65
y nada se derrocha. Jamás se desborda 1acopa de Su obra,
repleta hasta el tope. Lo mismo ocurre con la obra de Sus
ministros que son la doble jerarquía de Arcángeles y San-
tos perfectos, Sus Eminencias, Sus manos derecha e iz-
quierda.
El ser humano sólo puede pugnar con dignidad por un
solo ideal: el de integrar las filas de los ministros de Dios,
ya sean humanos o angélicos. Esto sólo puede lograrse imi-
tando acertadamente los métodos divinos. La integridad es
tónica de la obra de Dios. ¡Así deberá ser también la tuya!
Sin ella lo superior es irrealizable. Si tu obra se relaciona
con los detalles vitales, presta solícita atención a los deta-
lles. Si tu obra se relaciona con planes más vastos, de exten-
sión más amplia, realiza tu planificación con igual inten-
sidad. De esa manera tu obra absorberá el p:>der de la
idea en que se basa. De esa manera será coronada por
el buen éxito.
La idea requiere una condición sine qua non: ser ver-
dadera, esto es, expresión de la idea divina. Entonces cons-
tituirá fuente de poder, y dará el poder, la energía diná-
mica, a la obra que es su postrera expresión, alzándola has-
ta- las cimas fl ;o-nas del operario que anhela prestar su
servicio como mano de obra de Dios. La idea representa la
cabeza; el operario, la mano de obra de Dios.
En este concepto basarás tu obra. Así serás dueño de
grandeza. Así vivirás en concordancia con lo Supremo.
Así poseerás la verdad. Así ingresarás en el Reino de la
Alegría para vivir en ella por siempre, porque la alegría y
el trabajo son sinónimos en Dios. No existe la alegría
sin el trabajo. Todo trabajo implica alegría y, por ende,
hermano mío, cuando trabajes, recuerda a la alegría. Trata
de convertir tu mundo en fiel reproducción del Reino de
la Alegría. Mantén muy 1lta tu alegría; inunda con ella
66
tu casa y tu jardín. Haz que la alegría impregne tu ve-
cindad. Predica, enseña, inculca la alegría. Ponla muy en
lo alto. Mantenla ante la vista de los hombres. Corporízala
y haz que todos hagan lo propio. De esa manera podrás
llevar la sensación del Reino de la Alegría a los terrenos
corazones humanos.
¡Basta de parcelar tu obra, trabajando en comparti-
mientos estancos! ¡Ejercítate para ver en todo lo expresión
de la Unidad! ¡Practica el descubrimiento de sinónimos y
dedícate a homologarlos! No pases del trabajo al juego, del
juego a la oración, de la oración al culto en tu templo,
del templo a la recreación. Haz que todo aparezca ante
tu vista como es en realidad, es decir, como cabal unidad.
Así imprimirás un nuevo sentido a la vida. Y recuerda:
por encima de todo está lo que demanda tu raza.
Los humanos perdieron el sentimiento de unidad. Se
dejaron ganar por la ilusión de la diversidad. Se hallan es-
clavizados por la separación aparente de las cosas. Perdie-
ron la significación y visión auténtica de la vida. Esta visión
tendrá que ser recuperada antes de poder concretarse ade-
lanto alguno. La clave de la visión auténtica del sentido
de la vida es la unidad en la diversidad. Por ello tú y tus
hermanos habrán de enseñar la unidad.
La unidad es el atributo intangible por excelencia. Pro-
cura captarla_en el mundo inferior y ,.--rás cómo se escapa.
Por tanto habrás de elevarte sobre la diversidad, más allá
de las formas, más allá de las ideas. Atrás quedará incluso
el Reino de la Alegría, y esto debido a que también la ale-
gría es una idea. Una vez barrido de tu alma el último
rastro de eso, podrás hallar la unidad.

67
Capítulo XI

LA UNIDAD

Así como existe un reino de la alegría, de igual modo


hay un mundo en el que está ausente la diversidad; en él
sólo hay unidad. Está por encima del Reino de la Alegría,
pues ésta es la región de las ideas universales y la unidad
ti-asciende las ideas. No puede hablarse con precisión sobre
esta tierra pues las palabras implican diversidades. Hay sólo
una expresión definidora de este reino: reino de la unidad.
Allí no hay necesidad de otras palabras y las palabras no
existen pues la sola palabra "unidad" lo expresa todo. Ana-
lizar es perder la unidad, sintetizar es perder la unidad. La
unidad no puede ser analizada ni sintetizada: la unidad
es una sola.
¿Qué deberá emplearse entonces en los mundos infe-
riores? Habrá de obtenerse el sabor. La mente puede de-
gustar el sabor de la unidad y ésta puede expresarse activa-
mente como esfuerzo mutuo. El sabor de la unidad fue
captado en los mundos inferiores siempre que hubo esfuer-
zo mutuo. En los mundos superiores, más allá de la mente,
no existe nada más, pues aquéllos se hallan más unidos al
mundo de la unidad. La unidad es la verdadera vida de
esos mundos. La unidad es la corporización de la voluntad
de Dios. El hombre de los mundos inferiores nada puede
68
conocer sobre esta irresistible voluntad. Puede saberse que
la voluntad de Dios dio existencia a todas las cosas y las
mantiene en sí misma, que es el poder impulsor que mora
en toda vida, pero esto constituye sus atributos y no la vo-
luntad misma. El hombre puede elevarse, mediante la
voluntad, a través del pensamiento, a través de la región de
las ideas e incluso a través de la unidad hasta el mismo Yo.
Entonces el hombre puede conocer la voluntad de Dios.
Esta es una senda que cualquier hombre puede seguir
de inmediato, y de modo irremisible aquélla será seguida
por toda la humanidad. Quien quiera acortar la estada en
los mundos de la forma, si su alma está repleta de forma
y separación, ubíquese en la senda por donde llegó, vieja y
trillada senda recorrida por muchos de su raza y de la nues-
tra. Esa senda está a sus pies; será preciso que la recorra.
La senda pasa por su corazón y el peaje deberá abonarlo
con sangre de su corazón; lleva a través de su mente y ten-
drá que estar preparado a hacer a un lado su mente. En-
tonces descubrirá el puente, tan difícil de cruzar pues allí
el camino se angosta demasiado. Sin embargo, cada paso
que dé lo ensanchará.
La raza humana está ahora cerca de ese puente. La
etapa siguiente de la evolución mental humana llevará al
cruce del puente, al paso de lo concreto a lo abstracto, del
pensamiento a la idea, de la separación a la unión, de la
forma a lo amorfo, de lo mortal a lo inmortal, de lo iluso-
rio a lo real,. de lo temporal a lo eterno, del hombre natu-
ral al hombre espiritual, del No-yo al Yo. Ese puente lo
cruzaron todos los santos y es la línea demarcatoria entre
el espíritu y la mente. No es un sitio, es un estado; no
es exterior, está dentro.
Una vez que se cruza el puente, desaparecen los luga-
res; sóloquedan estadosde conciencia.Quien quieracru-
69
zar ese puente deberá dejarse atrás, en primer lugar por-
que ningún yo separado puede ingresar en el estado de
unión con el Uno y en segundo lugar porque el yo deberá
quedarse en los mundos inferiores como heraldo y emba-
jador entre ambos reinos separados por el puente. U na vez
abonado el peaje con sangre del corazón, y ya listo para
dejar de lado a su mente, el valiente romero deberá avan-
zar con rapidez hacia el puente y de inmediato estará del
otro lado.
Ya no tendrá el sostén del puente; sólo durante el cruce
podrá sacar provecho de su apoyo. Una vez cruzado el
puente el peregrino se hallará en el reino de la alegría donde
el dolor quedó atrás para siempre donde no se conoce la
separación, donde habita el conocimiento. Habrá llegado
al primer sitio de descanso. Aquí descubrirá la paz, reno-
vará su coraje y su fuerza para las etapas sucesivas de su
pregrinaje; aquí pasará revista al trayecto recorrido; aquí se
unificarán pasado y presente; aquí avizorará el futuro y
recogerá las múltiples corrientes energéticas liberadas en
el pasado, haciéndolas confluir en una sola. Entonces di-
rigirá esta corriente dinámica única. Ya no flotará sobre
sus olas a merced de esa corriente; en adelante se autocon·
trolará. Mediante conocimiento del pasado será dueño del
futuro. Aquí adunará los productos de sus muchas vidas
y las evaluará;aquí homologará causas y efectos; aqui co-
menzará a ser quien rija causas y efectos, reconociéndolos
en sentido de unidad; aquí resumirá en un todo las expe-
riencias zodiacales de sus muchas vidas.
De esta manera vivirá tras cruzar el puente, trabajará
reconociendo a su yo inferior (el hombre dejado detrás en
los mundos de la forma, debajo del fuente) como instru-
mento suyo. En adelante empleará a hombre inferior co-
mo instrumento. Jugará a su arbitrio con la mente, el sen-
70
timiento y el cuerpo. A su arbitrio los reducirá al silencio,
los privará de todo anhelo de iniciativa, les enseñará a que
respondan a su más dulces pensamientos, a desarrollar ca-
balmente su automatismo, para que trabajen en los mun-
dos de la forma de modo tan perfecto como si él mismo
los empleara.
Ahora retira aquella parte de sí que enviara abajo cu-
bierta de forma para que pudiera dominar a ésta y deja al
cuerpo despajado del yo, tan sólo como instrumento. Más
tarde se apartará aún más lejos. Por ello resulta muy im-
portante que la forma sea gobernada, perfeccionada, ejer-
citada y preparada desde el principio para hacerla a un lado,
a voluntad, según la libertad que· se requiera en los mun-
dos superiores, pronta para volver a prestar servicio con
eficiencia absoluta. Ese es su deber en el mundo de la
forma.
Realizará su trabajo fácilmente pues ahora trabajará ya
desde lo alto. Ya no se trata de una corriente de pensa-
miento ni de una elevación de pensamiento o sentimiento,
ni de un anhelo de la carne, asociados con él. Los recono-
cerá como no-yo, repudiará sus pretensiones y gobernará el
pensamiento, el sentimiento y la carne con su voluntad
liberada. Todo esto no es más que la brocha con que pinta
en los mundos inferiores, la visión que le es propia en
los mundos del otro lado del puente. Los afilará como lápi-
ces para dibujar correctamente el modelo que tejerá en el
telar del tiempa y el espacio, directores ilusorios de los
mundos de abajo.
Estas son las lecciones que tendrá que aprender antes
que, una vez más, emprenda el camino que lo llevará a
librarse del dominio del tiempa, del espacio y de la forma.
Tornará sus cuerpas uno a uno y los perfeccionará así co-
mo el operario afila y ajusta sus herramientas para que le
71
sirvan a la perfección sin que fallen en ninguna tarea que
ejecute. El cuerpo deberá purificarse y tornarse sensible,
puntual y controlado; además tendrá que estar a gusto. En
cada nervio, tendón, músculo, órgano, carne, piel y hueso
reinará el bienestar, el equilibrio perfecto y el sosiego total.
Su fuerza vital deberá conservarla corno joya preciosa en
el mundo inferior. Sin aquélla será inútil el cuerpo más
fino; con ella pueden realizarse todas las cosas. Ella es la
fuerza vital de la forma en que el mismo es inmanente.
No utilizará más que la parte de su cuerpo que exige
la tarea inmediata; el resto descansará corno reservorio de la
fuerza vital. Así logrará salud, desarrollará el género espe-
cial de fuerza necesaria para manifestar, mediante la for-
ma que sostiene en los mundos inferiores, la visión y el
poder adquirido más allá del puente. De esa manera se afi-
nará más el cometido, habrá mayor seguridad contra el
error por eventual falla del instrumento.
Esta labor no será nueva porque luego de apreciar la
visión de la región que está más allá del puente durante
múltiples vidas antes de cruzarlo, se preparó con el cono-
cimiento y poder que le permitieron gobernar cuando estu-
vo preso en los mundos inferiores. Su yo real, inmortal,
con el que ahora se identifica y unifica influyó en él de
modo constante mediante incubación y sugestión, median-
te atmósfera, visión y sueño, para que se preparase.
Cultivará y refinará sus sentimientos y pensamientos
y los tomará responsivos sólo para lo alto, eliminando cuan-
to puede responder a lo bajo. Una vez construida y per-
feccionada la pirámide invertida, procederá a la decoración
y perfección de lo alto para prepararse para la siguiente
etapa del viaje.
Sólo así el hombre inferior puede regenerarse en los
mundos inferiores. Esto significa la nueva vida. El hombre
72
deberá morir para su yo inferior a fin de lograr nuevo na-
cimiento en el yo superior. Así como el hombre cuando
muere en la tierra nace en los mundos del sentimiento y
el pensamiento, de igual modo puede decirse que muere al
retirarse de la soberanía de la forma. No se le coloca en
una tumba ni su cuerpo desaparece de la vista de los hom-
bres, pero realmente muere. Este es el significado de la
crucifixión: la muerte es esencial para el nacimiento. To-
do hombre deberá recorrer el camino que siguió el Salvador.
En estos nacimientos y muertes hay un orden cíclico.
La crucifixión al término de un ciclo conduce al naci-
miento en el comienzo del ciclo siguiente. En las espirales
sin término deberá repetirse el gran drama, y siempre que
se lo representa, el hombre asciende. Esto bien puede de-
nominarse crucifixión pues la muerte en la cruz de los
mundos materiales tendrá que repetirse día tras día, hora
tras hora, minuto tras minuto, por parte de quien quiera
hollar el sendero. ·
El hombre deberá desechar la idea de atrincherarse en
un texto o de avanzar por las espirales de la escala confiado
en las aflicciones ajenas, por más grandes que sean. Esta
ilusión fue la que causó un retraso en el progreso del mun-
do occidental: se cteyó que por el sufrimiento ajeno pue-
den olvidarse las faltas propias, que bañándose en sangre
ajena es posible llegar hasta los pies de Dios. Esas doctri-
nas tal vez consuelen a las masas, pues encierran verdad
aunque falseada. Mas quien quiera salvar de verdad a las
masas deberá dejar detrás esas doctrinas, y encontrará y re-
correrá el sendero confiando únicamente en la fuerza de
su divinidad inherente.
Una vez nacida la gran determinación dentro de su
corazón, una vez dado el primer paso, tendrá junto a él
el auxilio de muchos Salvadores que compartirán con ge-

73
nerosidad Su sangre. Esta es la unificación verdadera que
algún día aprenderá. Ellos son los Hombres Liberados, los
Grandes de la ~ierra, los santos perfectos, las Santidades
de Dios, los Guías y Maestros de las grandes huestes angé-
licas, los ocultos Gobernantes del mundo, los Guardianes
que jamás duermen, Aquellos cuyas manos jamás se cansan
a pesar de trabajar continuamente en pro del mundo, Aque-
llos cuyos ojos rebosan compasión, poder, amor y piedad
infinita. Un orden sobre otro pervive más allá del reino
de la paz y la felicidad, permaneciendo en unidad perfecta
con Aquél del que emanaran. Ellos y Sus huestes angélicas
saludan al peregrino, le envían fuerza, ánimo y consuelo
en sus esfuerzos; le prestan ángeles para que le guíen por
el Sendero. Ante cada una de sus caídas no pueden dejar
de sonreír benevolentemente pues saben que Sus propios
logros dependieron en gran parte de sus caídas; apartan
deliberadamente sus ojos del resplandor de sus propios lo-
gros para que el orgullo no los despoje de humildad. Si
fuese posible que desde sus gloriosas cimas sintiesen algo
de miedo, éste correspondería a quien, al ensayar el sen-
dero, no murió todavía para el orgullo.
Con la ayuda de la Luz que Ellos le prodigan, con el
auxilio de sus grandes precursores, despojado de la igno-
rancia y la supersticÍón de las masas, fuerte con la fuerza
de su divinidad, el peregrino escala la montaña, aprende a
morir continuamente, a crucificarse voluntariamente en los
mundos de la forma para nacer en los mundos amorfos.
Mortifica su carne, pero no en la cueva del eremita ni en
la celda del monje, ni con el látigo ni el cilicio, ni con pe-
nitencias qu~ destruyen la belleza de la envoltura carnal.
Se mortifica mediante inteligencia y voluntad. Su ascetis-
mo corresponde a la restricción en todo. Su penitencia es
el sacrificio de todo cuanto puede obstaculizar su avance
74
en el sendero. Mas nada sabe de torturas y en sus primeros
tiempos raras veces su alma sufre angustias.
Aunque muere de esa manera continuamente, y sufre
todas las angustias de la muerte, no es desdichado. Rebosa
alegría pues sabe que toda angustia que experimente, todo
clavo o lanza que le hiera, libera más poder; cuanto más san-
gre fluya por sus heridas hacia el mundo inferior, más
fluye hacia él.
Así llega a conocer el misterio de las manos, pies y cos-
tado lacerados. Sabe que sólo cuando sus manos estén atra-
vesadas por clavos, podrá extenderlas y salvar al mundo,
que sólo cuando su cuerpo está encorvado bajo la cruz, po-
drá sostener su peso y recorrer su camino; que sólo cuando
lleve la corona de espinas, podrá emanar de él el poder
real. Sabe que sólo cuando su costado ha sido abierto,
sólo cuando la lanza de Longinos (símbolo de contienda,
separación y dolor) ha abierto su corazón, podrá pagar el
peaje para recorrer el camino; que, al dar la sangre de su
vida, se acercará continuamente al Reino de la Alegría,
donde ya no pueden afectarle la lucha, la separación ni el
dolor. En el acto mismo de dar, escucha en aquel Reino
el eco de las voces del canto de los ángeles. Su oscuridad y
su dolor son traspasados por un rayo luminoso como si se
tratase de una candela que arde en la ventana de su hogar
espiritual.
De esa manera, siempre, al morir él, al crucificarse en
los mundos de la forma, los hombres se asombran de su fir-
meza, de que hasta en las tinieblas de la agonía sus ojos
se mantengan claros. Los hombres no saben, no pueden sa-
ber que él oye la música y percibe la visión del mundo
superior y que, ante esta música y esta alegría, desaparece
todo dolor. Aunque el sendero se llame sendero del dolor,
también podría denominarse sendero de la alegría. Es pre-

75
c1so añadir: que la alegría es mayor que el dolor; que la
luz es mayor que la oscuridad. La luna, antes de ocultarse,
muestra en su rostro los primeros rayos del sol naciente.
Traté de exponer la historia del hombre inmortal, que
se sometió voluntariamente a la reclusión en la forma, al
terrible agobio de la carne. Tras soportar la prisión de la
carne durante muchas vidas, durante muchos siglos, ahora
procura recoger sus frutos. Para eso tendrá que separar su
parte inmortal de la mortalidad en que estuvo encerrado.
Tendrá que renunciar al hábito de un millar de vidas an-
teriores y librarse de la forma. El Salvador lo llamó pródigo.
Así recorre el sendero, suspirando siempre por la be-
lleza, cultivo y refinamiento de sus vehículos, de sus ins-
trumentos, para que, después de morir para ellos y su do-
minio, y de obtener su nacimiento en otros mundos, los
use y encuentre en ellos un diamante de múltiples face-
tas, que puede pulir todavía más, y perfeccionar ahora más,
para que, a través de su belleza traslúcida, la nueva gloria
(que le pertenece) brille para auxilio de su prójimo. Tal
es su actitud en el cuerpo y la forma. Siempre los ve como
materia que habrá de perfeccionarse y embellecerse.
Este es el panorama de su crecimiento interno y exter-
no. Dentro recorre el sendero, descubre el puente, lo cruza
y se identifica con Aquello de lo cual es un fragmento; y
se reconoce como parte encarnada, como aislado rayo lu-
minoso que alumbra una parte del mundo inferior. Esa par-
te ahora se convirtió en la totalidad. Ese rayo volvió a su
origen, que es la Luz. La labor externa del peregrino con-
sistirá en pulir la materia que llevara desde que se mani-
festó como parte separada, consistirá en brindarle una dia-
fanidad perfecta.
Esto significan la muerte y el renacimiento espiritua-
les. No se trata de una muerte según la opinión humana
76
pues la forma subsiste evidentemente; vive y respira; mas
simbólicamente muere porque se aparta de la forma. Entre
lo que los hombres denominan muerte y muerte simbó-
lica hay una diferencia: en la muerte de la carne, ésta
se desintegra y en la simbólica se conserva. Esta muerte
más bien se refiere al poder de la forma y su dominio de
la vida. Para ello es verdaderamente muerte. En la muerte
mortal hay un momento en el que los hombres pueden de-
cir vive, otro en el que pueden decir muere, y otro en
el que pueden decir ha muerto; mas en la muerte del
que renació, la muerte es continua. Este es un misterio que
sólo quien recorre el sendero puede resolver. Quien quiera
comprender esto, busque el camino.

77
Capítulo XII

EL SENDERO

¿Qué razón puede dársele a quien pregunta: "Por qué


debo recorrer el sendero del dolor"? Hay una razón sola
pero suficiente en grado sumo: el amor. Pues el amor es el
que produce los primeros murmullos de descontento den-
tro del corazón humano.
El valor de su peregrinaje, la estimación de su propia
importancia, pueden ser calculadas por el poder de amar.
Llega un tiempo en la larga serie de sus vidas en el que
el amor pide una respuesta y asume el gobierno: el hom-
bre se entrega al poder del amor. El amor inunda su ser,
llena su corazón, halla entrada en todos los rincones, en
todos los recovecos de su alma; en él encarna el yo del
amor. Ya no puede, pues, negar el amor. Lleno de amor,
mira al mundo a través de sus ojos. No ve en los demás
términos la totalidad de la vida manifiesta. Repleto de
amor, ve en todas las cosas una expresión propia. El amor
es su cosmos, el amor es su Yo. Así iluminado, así exten-
dido, ve los pesares y sufrimientos del mundo. Oye los
gritos de todas las almas que sufren; las lágrimas de dolor
caen sobre su corazón y queman como gotas de fuego
líquido.
Aves, bestias, peces del mar ... hallan cabida en su
78
corazón. Siente las angustias de aquéllos cuando los ve
asesinados por quienes nada saben de amor. Al ver esto, al
sentirlo en lo profundo de su alma, se levanta para sal-
varlos y se descubre impotente, incapaz de contener la ma-
no de la crueldad, de sanar la herida. Carece de conoci-
miento y poder para suprimir las agonías de animales y de
hom~res, y siente que su corazón se desgarra. Entonces,
consciente de su impotencia, es tan grande la angustia de
su alma, que da nacimiento a la resolución de obtener ese
conocimiento y ese poder.
Así es como encuentra el sendero y pone en él su pie.
Si alguna vez vacila, el amor lo empuja hacia adelante. Si
en su flaqueza vuelve la espalda, el amor cierra el camino.
Si se extravía por los placenteros senderos de la ilusión y
consentimiento, el amor lo vuelve a poner en su rumbo.
Si con argumentos huecos y teorías muertas los filósofos
le invitan a detenerse, si quieren tapar sus· oídos ante los
gritos de dolor, el amor hace resonar su gran trompeta y
ahuyenta esas teorías y filosofías yertas. Arde con tal arre-
bato interior que no puede detenerse más. Si en su marcha
alguna vez se ilusiona con sueños, el amor despierta su
alma y los hace añicos, al tiempo que reclama acción. Si
tropieza, el amor le sostiene.
En los primeros pasos del sendero encuentra que cerca
del amor están el conocimiento y el poder. Extiende las
manos para ayudar y ve cómo la llaga se cicatriza. Rebo-
sante de alegría nueva, rebosante de la alegría del amor
expresado, prosigue su camino. Podría preguntársele sobre
la razón del dolor: la razón se revela mediante el amor.
Así crece el conocimiento, el conocimiento de la causa del
dolor humano. Entonces oye decir al amor: "El conoci-
miento y- el poder deberán unirse en tu interior antes que
puedas sanar de sus pesares al mundo".
79
De esa manera el amor pone en sus manos el modelo
que deberá llevar ante sí y escribe en él el nombre de Dios.
Los hombres le ven pasar por su camino con d modelo
en la mano. Pero al empeñarse en leer el Nombre, sólo ven
poder, conocimiento, amor. No pueden leer el Nombre de
Dios. No ven más que la coraza, la espada y el escudo
que Dios presta a Su hijo que se dirige hacia casa.
Así armado y equipado, cruza el puente, oye los cantos
de bienvenida de los ángeles, encuentra la fuente del co-
nocimiento, el poder y el amor, bebe su cuota de ellos; y
satisfecho, se reconoce divino. Semejante a Dios, vuelve a
sanar y salvar al mundo que dejó detrás. No hay dolor que
no responda a la magia de su contacto ni sed que no miti-
gue con su poder, ni mal que su conocimiento no disipe,
ni forma de vida, elevada o baja, en que no pueda verse
a sí mismo. Sana por identificación. Ahuyenta el dolor
porque él es el yo del dolor, por el dolor no es más el
lado oscuro de la alegría; por ser alegría, es también dolor.
Al abandonar el mundo de los hombres, viene a ser
su redentor. Este es el premio, ésta es la meta; por esto
marchó hacia el sendero. En el acto de la redención conoce
1a mayor de sus alegrías, la alegría del amor expresado
cabalmente.
Quienes esto leen, ¿no sintieron dentro de su corazón
las tristezas del mundo? ¿Sus corazones fueron heridos por
los gritos de dolor que surgen del mundo, o es que duer-
men todavía? Podrán dormir por algún tiempo, pero día
llegará en que el amor los tomará de la mano y los ubicará
sobre el sendero. Por esta causa vine yo, hablando en
nombre del yo angélico, deseoso de mostrar a los hombres
el camino, de hablarles de su esplendor, de las glorias que
aún quedan por revelar. Tu propia alma te despertará al
conocimiento de tu divinidad. Te levantarás y convertirás
so
a tu yo terreno en un templo que será morada digna de tu
otro yo, el Yo que es divino. El sagrario de ese templo
estará en tu corazón. Dentro de ese sagrario interior llegará
Cristo a morar. Por esta razón procura que el templo de tu
cuerpo, el vehículo de tu vida, sea hermoso, que a través
de esta belleza el esplendor de Dios se revele interior-
mente.

81
Capítulo XIII

METODOSDE INVOCACION

Las ceremonias consisten en una invocación a los An-


geles por la mañana y un servicio de acción de gracias por
la noche.
Para esta finalidad se han efectuado las siguientes su-
gestiones: Puede emplearse un sagrario interno o externo,
dedic¡ido, de ser posible, sólo a este objeto y consagrado
mediante un rito apropiado para invocar el poder de los án·
geles y establecer un centro y atmósfera en los que se ·posi-
biliten el contacto y la cooperación. La ceremonia inicial
podrá realizarla un sacerdote de la religión del país, que
simpatice con los ideales expresados, o un ocultista posee-
dor del conocimiento y poder necesarios.
Hacia el Oriente habrá un altar donde los fieles co-
loquen:
a) flores aromáticas, renovadas día tras día;
b) símbolos religiosos;
c) un cuadro o una estatua del fundador de la
religión;
d) agua bendita;
e) incienso; y
f) velas.
82
En los casos en que no pueda obtenerse todo, deberá
haber flores y un simple objeto bello.
Las condiciones esenciales son: una limpieza perfecta,
una atmósfera de pureza extrema y un simple deseo de
mutua cooperación entre ángeles y hombres para auxilio
del mundo.
Alegría, sencillez, pureza y belleza deben caracterizar
todas las ceremonias, preparaciones y disposiciones.
Todas los participantes en las ceremonias estarán reves-
tidos de mantos sencillos, de color correspondiente al del
grupo de ángeles cuyo auxilio se invoca; las prendas inte-
riores deberán ser blancas. Uno de los participantes oficia-
rá y actuará de enlace entre los dos grupos correspondien-
tes de ángeles y hombres.

GRUPOS DE ANGELES COLORESQUE HAN


DE USARSE

Angeles guardianes del hogar Rosa y verde suave


Angeles sanadores .......... . Azul oscuro
Angeles de la maternidad y del
nacimiento .............. . Celeste
Angeles ceremoniales ....... . Blanco
Angeles de la música .... ~ .. . Blanco
Angeles de la naturaleza .... . Verde
Angeles de la belleza ....... . Amarillo (color de la sabidu-
ría)

Es posible dedicar oraciones con finalidades particu-


lares. Cuando es invocado más de un grupo de ángeles, el
oficiante de cada uno deberá revestirse con color apropia-
do y celebrar la ceremonia correspondiente.
Procedimiento. Una vez empezados los servicios, de-
berán sucederse con regularidad y celebrarse inmediata-
mente después de las abluciones matinales y vespertinas.
83
Es deseable la presencia de niños, que deberán vestir de
blanco.
Todos entrarán en procesión, los niños en primer lu-
gar y los oficiantes al final. Los niños se ubicarán en semi·
círculo, frente al altar, el rostro hacia sus mayores, dejan-
do un pasadizo en el centro para el desplazamiento de los
oficiantes.
Cuando hay infantes, ancianos, enfermos o mujeres
grávidas, deberán colocarse lo más cerca del altar; el resto,
salvo los niños, permanecerá de pie y en filas rectas detrás
de aquellas personas.
Cada oficiante, uno par cada grupo de ángeles, avan·
zará par turno hacia el altar y repetirá la invocación apro-
piada, durante la que alzará el florero sobre su cabeza si-
guiendo a las flores con su mirada. El oficiante, al tomar
su parte especial en la ceremonia, empleará todos sus pode-
res de pensamiento y voluntad para llamar a los ángeles.
(La medida de la eficiencia en cada ceremonia guarda
proporción con la suma de conocimiento, voluntad y poder
de pensamiento empleados par el oficiante.)
Todos los presentes se unirán al oficiante con toda
su capacidad, siguiendo con la intención el sentido de la
plegaria.
El esfuerzo realizado no deberá producir tensión física_
indebida, mas no ha de permitirse que la ceremonia dege-
nere en mera repetición de fórmulas. Al mismo tiempo, de-
berán mantenerse con firmeza un sentimiento intenso de
alegría y una sensación de anticipo, por la compañía de los
ángeles.
*
En el servicio vespertino de acción de gracias, después
de la oración, el oficiante deberá mantener en alto las flo-
84
res, ofrendando su belleza y suave fragancia a los ángeles.
A través de esas flores emitirá amor y gratitud profundos,
de su corazón hacia las huestes angélicas. Todos los pre-
sentes enviarán, de igual modo, su amor á través del
oficiante y de las flores, y luego en silencio, dando las gra-
cias, y con sus oraciones particulares, se irán directamente
a acostar.
Cuando es imposible que infantes, enfermos, ancianos
y mujeres grávidas se hallen presentes, el grupo o parte de
éste se dirigirá del altar hasta donde aquéllos se hallen,
con otro florero que haya permanecido en el altar durante
la ceremonia. Entonces, de cara al paciente, se repetirá la
ceremonia particular requerida, invocando a los ángeles
guardianes de los niños y ancianos, a los ángeles construc·
tores para que protejan a las embarazadas, a los ángeles
sanadores para que se ocupen de los enfermos. Cuando de
ese modo se visita una sola sala, el florero deberá dejarse
en un sagrario pequeño ubicado en el lugar. Cuando los
que necesitan visita son varios, las flores se distribuirán en-
tre las salas, colocándoselas en recipientes apropiados, en
sus respectivos sagrarios. Cuando no se pueda obtener un
bello objeto apropiado para estos sagrarios, bastarán las
flores.
*
Incluso corriendo el riesgo de ser reiterativo, hay que
aclarar que este ritual deberá mantenerse en su forma más
sencilla posible, enteramente libre de sensacionalismo o ce-
remonia esmerada, sin intención de obtener un contacto
personal estrecho con los ángeles individuales ni de em-
plearlos con motivos de provecho, interés o curiosidad per-
sonales. Estos intentos conducen casi invariablemente ha-
cia el ,desastre y habrán de evitarse rigurosamente. Deberá
85
ser tan natural trabajar con los ángeles como con los seres
humanos o con los animales domésticos; y las cualidades
de SENCILLEZ, PUREZA, RECTITUD e IMPARCIALIDAD carac-
terizarán a todo aquel que desee tomar parte en tales em-
presas con buen éxito.
U na confianza completa en el poder y justicia divinos
caracteriza a las huestes angélicas; y si los hombres tra-
bajaran con ellos, también adquirirían esas cualidades. De-
be desarrollarse la capacidad de juzgar lo importante de
una circunstancia temporal apreciando su relación con la
totalidad, con el esquema completo, hasta el punto de que
sea imposible exaltarse indebidamente, abatirse o dejarse
dominar por algún suceso particular o una serie de acon-
tecimientos. Deberá buscarse el poder de seguir trabajan-
do con fe y certidumbre totales, a pesar del aparente fra-
caso de una empresa particular, porque así es como actúan
los ángeles. Los cristianos harían bien en recordar y repe-
tir con frecuencia la Colecta del día dé San Miguel y To-
dos los Angeles.

*
Permítaseme describir lo que puede venir todavía. Per-
mítaseme dar una visión de lo que hay por delante.
Es preciso figurarse la existencia de una gran planicie
en tierra lejana, bajo un cielo diáfano, donde millares y mi-
llares de seres humanos se reúnen -y con ellos, enfermos,
ancianos y jóvenes- y forman en ese sitio grandes figuras
como estrellas, triángulos, pentágonos, invocándonos, hasta
que nosotros, descendiendo a esa tierra nos hacemos v"isi-
bles como si estuviésemos revestidos de carne: ése será un
esplendoroso descenso entre los humanos. Y descendere-
mos entonces no sólo nosotros sino que también nos acom-
86
pañarán miembros de la raza humana, venidos de las filas
de Aquellos que nada tienen que aprender ya en la tierra.
Allá vamos nosotros en medio de la multitud para curar,
guiar e inspirar, y de allí partimos para orar con ellos, ele-
vándonos todos hasta los pies de Aquel que es Padre de
todos nosotros, nuestro Lagos y Señor. Así podemos llegiir
a todos los países, a todas las gentes ...

87
Capítulo XIV

INVOCACIONESY ORACIONES

Invocaciones Matinales

A LOS DEVAS DE CEREMONIAS

Hermanos de las huestes dévicas,


Venid todos en nuestra ayuda.
Dadnos vuestro ígneo poder dévico
Como os damos nuestro amor humano.
Llenadlo todo con poder y vida;
Participad con nosotros en los trabajos de esta tierra
Para que la vida formal se torne libre.

A LOS ANGELES DE LA MUSICA

¡Salve, Devas de la Música!


Venid en nuestra ayuda.
Entonad para nosotros cantos de alegría.
Llenadnos con vuestra divina armonía.
Despertadnos para que podamos oír vuestra voz.
Armonizad nuestros oídos con vuestro canto.
Animad nuestra música terrena con vuestra luz.
88
Participad con nosotros en los trabajos de la Tierra.
Que los hombres oigan las melodías que cantáis
Más allá de los reinos del Tiempo y el Espacio.

A LOS DEVAS GUARDIANES DEL HOGAR

¡Salve, Angeles Guardianes del Hogar!


Venid en nuestro auxilio.
Participad con nosotros en nuestra labor y recreación.
Estad con nosotros para que oigamos vuestros vuelos
Y sintamos vuestro aliento en nuestras mejillas.
Acercaos y sentid nuestro amor humano;
Tomad nuestras manos en las vuestras.
Relevadnos por algún tiempo
Del agobio de esta carne.

Permitidnos participar con vosotros


De vuestra admirable libertad por el espacio,
De vuestra inmensa vida en el aire soleado,
De vuestra gran intensidad jubilosa,
De vuestra unidad con la Vida.

Ayudadnos a trabajar y recrearnos.


De modo que se acerque el tiempo
En el que toda nuestra raza
Os conozca bien
Y os salude como hermanos peregrinos
En el sendero de Dios.

¡Salve, Angeles Guardianes del Hogar!


Venid en nuestro auxilio.
Participad con nosotros en nuestra labor y recreación,
Para que la Vida interior sea libre.
89
A LOS ANGELES CONSTRUCTORES

¡Salve, hu estes dévicas constructoras!


Venid en nuestro auxilio.
Ayudad a este nuevo nacimiento
En el mundo de los hombres.

Fortaleced a las madres en sus dolores.


Enviad vuestros ángeles de bien,
Que atiendan el lecho del nacimiento
Y asistan a la alborada
De esta nueva vida.
Dad al niño que viene
La bendición del Señor.

¡Salve, huestes dévicas constructoras!


Venid en nuestra ayuda.
Ayudad a ese nuevo nacimiento en el mundo de los
hombres,
Y que su divinidad interior pueda verse en libertad.

A LOS ANGELES SANADORES

¡Salve, Devas del Arte de Curar!


Venid en nuestra ayuda.
Derramad vuestra vida que cura
En este .................. (dígase lugar o persona)

Que toda célula se cargue de nuevo


Con fuerza vital.
Dad la paz a todo nervio.
Que el sentimiento atormentado se calme.
90
Que la marea creciente de la vida
Inflame todo miembro
Para que vuestro poder curador
Restablezca alma y cuerpo.

Dejad aquí (o allí) un ángel que vele,


Conforte y proteja,
Hasta que vuelva la salud o la vida se aleje,
Para que mantenga alejado todo mal,
Acelere el retorno de la fuerza,
O conduzca a la paz donde cese la vida.

¡Salve, Devas del Arte de sanar!


Venid en nuestra ayuda
Y participad con nosotros de los trabajos de esta tierra.
Que Dios se vea libre en el hombre.

A LOS ANGEL.ES DE LA NATURALEZA

¡Salve, Devas de tierra y cielo!


Venid en nuestro auxilio.
Dad fertilidad a nuestros campos.
Dad vida a todas nuestras simientes,
Para que esta nuestra tierra sea fructífera.

¡Salve, Devas de tierra y cielo!


Venid en nuestro auxilio.
Participad con nosotros en los trabajos de nuestro mundo.
Que la divinidad interior sea libre.

91
A LOS ANGELESDE LA BELLEZAY EL ARTE

¡Salve, Angeles de la Mano de Dios!


Venid en nuestra ayuda.
Imprimid en nuestros mundos
De pensamiento, sentimiento y carne
Un sentimiento de Belleza Divina.

Ayudadnos a percibir la visión del Yo,


A reconocer en todas las cosas creadas
La Belleza del Yo.
Que a través de la Belleza encontremos,
Profundamente oculto tras velos externos,
De color, línea y forma,
El verdadero Yo.
Así, habiéndonos ayudado,
lnspiradnos con el poder
De expresar en nuestras vidas
Todo cuanto hayamos visto,
La Bondad, la Verdad y la Belleza.

Permitid que os veamos y conozcamos,


Angeles de Su Mano;
Que al veros aprendamos a participar
En vuestra tarea de sembrar belleza por el mundo.

¡Salve, Angeles de la Mano de Dios!


Venid en nuestro auxilio.
Participad con nosotros en los trabajos de la tierra.
Para que la belleza interior pueda revelarse.

92
HIMNOS VESPERTINOS DE PLEGARIA Y ACCION DE GRACIAS

Que las bendiciones de lo alto


Fluyan y embellezcan al amor humano,
Que por gratitud enviarnos a vosotros
Los Angeles protectores del día.
Aceptad nuestro amor y oraciones de gratitud
Y ayudadnos a vivir y trabajar de tal modo
Que siempre y día tras día
Vuestras huestes nos encuentren
Cada vez más con vosotros.
Imploramos esta noche vuestra tutela para todos;
Estad con los niños, los ancianos y los enfermos.
Rodead sus lechos con las alas de la vida y la paz.
Protegedlos, os rogarnos, hasta la aurora
Y que, al volver una vez más el sol
A darnos vida, calor y luz,
Volvamos a empezar nuestra obra
Con salutaciones y alabanzas
A Aquel que es Padre de todos nosotros.
Que muy juntos todos
Sus humanos y angélicos hijos
Trabajen en Su Nombre
Para alcanzar el glorioso día
En que en nuestro mundo y el suyo
Reine sólo Su Voluntad. AMÉN.

La noche nos congrega al cerrar nuestro terrenal día,


Y ahora aquí nos congregamos, nuestra angélica hueste,
Para ofrendarte nuestro amor y gratitud,
Para darte las gracias por tu servicio.

93
Que Aquellos que trabajan siempre, noche y día,
Derramen sobre ti múltiples bendiciones,
Te envíen Su Amor y gracia sobrehumanos,
Que Su compasión y Vida te colmen
Hasta que rebosantes corrientes de amor caigan
De ti hasta nosotros y retornen otra vez a ti,
Uniendo nuestros corazones con vínculos fraternos,
Enlazándonos con lazos de amor divino.
Te rogamos que siempre respandas a nuestra llamada,
Porque siempre estarán para ti abiertos nuestros corazones.
Acercaos más, benditos mensajeros de Dios.
Queremos oír a Dios en el batir de vuestras alas.

En silencio y serenos de corazón y mente


Te saludamos al cerrarse el día.
Que El te envuelva en Sus eternos brazos
Hasta que Su esplendor y júbilo brillen en ti.

Bendito seas, permanece con los niños esta noche.


Permanece con los ancianos y enfermos.
Que cada lecho tenga su ángel guardián
Para que todos duerman en paz y despierten a tiempo
De sentir la presencia del guardián, aún con ellos. AMÉN.
INDICE

Introducción 7
Prefacio 9
Capítulo l. La Fraternidad 11
Capítulo II. El Primer Mensaje 24
Capítulo III. El Segundo Mensaje 33
Capítulo IV. Lo Supremo 37
Capítulo V. La Paciencia 41
Capítulo VI. La Paz 43
Capítulo VII. La Educación 50
Capítulo VIII. La Alegría 55
Capítulo IX. La Visión 61
Capítulo X. La Integridad 65
Capítulo XL La Unidad 68
Capítulo XII. El Sendero 78
Capítulo XIII. Métodos de Invocación 82
Capítulo XIV. Invocaciones y Oraciones 88

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