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Para dar una idea de la centralidad que tiene en su obra el objeto a, baste decir que, según
registra Jorge BELINSKI (2007), tiene más de doscientas entradas en LACAN. Desde su
aparición en 1957 como objeto parcial imaginario hasta su posición en la intersección de los
tres registros, en el centro del nudo borromeo, su definición adquiere diferentes matices,
de acuerdo a lo que Jacques-Alain MILLER definió como diferentes paradigmas del goce. En
este trabajo vamos a transitar el pasaje que va desde la introducción de lo que MILLER
llama el paradigma del goce en lo real en el Seminario VII - La ética del psicoanálisis (1959-60)
hasta el giro dado en Seminario XI - Los cuatro conceptos del psicoanálisis (1964), con su
orientación hacia el llamado paradigma del goce fragmentado. En estos años, al decir de Guy
LE GAUFEY (2011), el objeto a, más allá de los desarrollos posteriores, encuentra su régimen
de «velocidad crucero» en tanto objeto causa del deseo: de la atmósfera psíquicamente
irrespirable en las cercanías del DasDing, al trayecto (aim) que describe la pulsión alrededor
del objeto a para llegar a la meta (goal), LACAN encuentra su propia fórmula de La Cosa
freudiana.
A través de sus analogías estructurales, esta tríada puede vincularse con las tres categorías
cenopitagóricas propuestas por Charles Sanders Santiago PEIRCE (primeridad, segundidad,
terceridad), como lo insinúan algunos autores, (Françoise PERALDI, Nicole EVERAERD-
DESMEDT o María Lucía SANTAELLA BRAGA), articulándose en una lógica que subtiende los
fenómenos y que –más allá de su juego propio– permite la adherencia de las características
de lo particular analizado.
Pero mientras de cara a la propuesta peirciana las características de los dibujos se
manifiestan con una particular construcción del signo visual, el complejo anudamiento de
estos registros muestra, del lado lacaniano, el efecto de aparejo que hace posible el
fenómeno del sujeto que ese signo produce. Entre ambos, existe aquella distancia que
Roland Barthes (La cámara lúcida ) convoca a franquear cuando sugiere la comparecencia
subjetiva del crítico, simultánea al estudio analítico, en la escena de su análisis, evidente en
la propuesta del punctum; esa cosa fuera de lugar, un resto entre la obra y la interpretación.