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EL PERÍODO DE LA CRISIS Y

RECUPERACIÓN DEL URUGUAY ENTRE


1933 Y 1959
GUÍA DE ESTUDIO
(Resumen de los libros “ Breve Historia del Uruguay Independiente” de Benjamín Nahúm, Historia del Uruguay de
Alfredo Traversoni y de la Colección Historia Uruguaya, de varios autores, de la Editorial Banda Oriental )

II.- CRISIS POLÍTICA Y RECUPERACIÓN ECONÓMICA


(1933 - 1958)
Este período, que se desarrolla entre dos crisis ( la gran depresión de los años 30 y la Crisis
económica, política y social de los 60´), se puede dividir en tres etapas .

A ) LA DICTADURA DE GABRIEL TERRA., LA SEGUNDA PRESIDENCIA CONSTITUCIONAL


DE TERRA Y EL GOBIERNO DE ALFREDO BALDOMIR (1938- 42) :
Que está caracterizada por el predominio político de los grupos que dieron y apoyaron el Golpe de
estado del presidente Terra ( los sectores no Batllistas del Partido Colorado y el sector Herrerista del
Partido Nacional ), la sanción de una nueva Constitución (1934), la proscripción o el exilio de los
líderes del batllismo , una política económica a favor de los sectores más ricos y conservadores que
apoyaron el golpe, la gradual recuperación de los efectos negativos de la gran depresión , que se
convierte en nueva etapa de prosperidad a partir del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el estímulo
que ésta genera en la industria nacional, que debe comenzar a producir para sustituir las importaciones
de productos de consumo provenientes del mundo industrializado y la controversias que genera la toma
de posición que debería tomar el Uruguay frente al conflicto. Este última controversia, es una de las
causas del Golpe de Estado del presidente Alfredo Baldomir , que se realiza en contra de los sectores
que lo llevaron al poder, restablece la plena vigencia de la democracia, acuerda la sanción de una nueva
Constitución (1942) y alinea al Uruguay en el bando de los Aliados.

B) EL GOBIERNO DE JUAN JOSÉ DE AMÉZAGA (1943-1947):


Electo como un representante neutral del partido colorado, equidistante del sector batllista y los sectores
no batllistas , preside un gobierno de reconciliación nacional, que comienza a estimular el cambio del
modelo agro exportador al de crecimiento hacia adentro (Modelo ISI ). Su gobierno, se ha considerado
como una etapa de transición hacia el período Neobatllista.

C) EL PERIODO NEOBATLLISTA (1947 - 1958):


Caracterizado por un nuevo impulso reformista, está enmarcado en las prácticas del Estado Benefactor,
que se aplicaron en todo el mundo Occidental en la Edad de Oro de 1945 – 1973, iniciada al finalizar
la 2GM. En este período el Batllismo regresa al poder , liderado por la figura de Luis Batlle Berres, y
propiciado por una coyuntura internacional muy favorable por lo menos hasta 1955, emprende nuevas
reformas y una ampliación del papel interventor del Estado, como propietario de empresas públicas ,
controlador de la economía y promotor del desarrollo social y cultural. La prosperidad, y el prestigio
internacional, refrendado nuevamente por los triunfos deportivos, ubican a los uruguayos en una postura
auto complaciente, que ponen de relieve, al señalar nuestras diferencias con los países de
Latinoamérica, con la reiterada expresión: “como el Uruguay No hay”. La aplicación del Modelo de
Industrialización por Sustitución de Importaciones , sostenido con la transferencia de riqueza, que el
Estado impone al sector agro- exportador, y los buenos precios alcanzados por nuestras exportaciones,
genera una prosperidad que se derrama por las clases medias, y los sectores trabajadores y se expresa en
la ampliación de la educación y el desarrollo de la cultura popular, intelectual y artística. La
excepcionalidad del Uruguay, también se proclama por la adopción del viejo plan del Batllismo de
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establecer un poder ejecutivo Colegiado coparticipativo en la dirección del Estado, lo que se acuerda, entre
los partidos políticos y se sanciona con la nueva Constitución de 1952, que establece , a esos efectos, en
sustitución del Presidente de la República un organismo denominado Consejo Nacional de Gobierno.
Tras la finalización de la Guerra de Corea (1953) y a medida que los países europeos se recuperan de
los efectos de la Guerra y comienzan a prosperar, el modelo aplicado por el Batllismo comienza a
dar síntomas de mal funcionamiento , el crecimiento económico se convierte en estancamiento y el
Batlllismo, que recurre con creciente frecuencia a las prácticas del clientelismo político, se desgasta en el
ejercicio del poder. En ese contexto, surge el Ruralismo: un sector opositor que desde fuera de la política
reivindica los intereses de los sectores agropecuarios y cuestiona el estatismo y la políticas económicas y
sociales del Batllismo. El otro gran opositor del Batllismo , el sector Herrerista del partido Nacional,
todavía dirigido por el anciano caudillo, Luis Alberto de Herrera, aprovecha la oportunidad para
proponer un alianza electoral al Ruralismo y derrotar a su viejo adversario y al Partido colorado en las
elecciones de 1958.

A ) LA DICTADURA DE GABRIEL TERRA., LA SEGUNDA


PRESIDENCIA CONSTITUCIONAL DE TERRA Y EL
GOBIERNO DE ALFREDO BALDOMIR (1938- 42) :

LOS ANTECEDENTES : LA CRISIS DE 1929 Y LA GRAN


DEPRESIÓN

La crisis de 1929 se extendió desde Estados Unidos al todo el mundo rápidamente,


produciendo un impacto de dimensiones desconocidas hasta ese momento. La gran
reducción de las importaciones afectó con dureza a los países productores de materias
primas y la cancelación del crédito estadounidense tuvo dramáticas consecuencias en
Europa, especialmente en Alemania. Las primeras medidas que los gobiernos tomaron
ante la crisis agravaron sus efectos inmediatos y generaron un clima de agitación social .

En el Uruguay sus efectos se hicieron sentir a través del comercio internacional: cayeron los precios de los
productos exportables (lana, 72%; carne, 53%); sus volúmenes de exportación (40% en promedio), y por
tanto los dólares recibidos (45 en 1932 frente a 100 en 1927). Con menos dólares para comprar, bajaron las
importaciones a la cuarta parte, quedaron sin materia prima las fábricas y sin artículos los comercios, y el
número de desocupados ascendió a 30.000 en un total de 94.000 trabajadores registrados en el Censo
Industrial de 1930. El peso uruguayo sufrió una persistente desvalorización (15%, 30%, 60% en octubre de
1931 frente a la libra y el dólar), lo que provocó una fuerte suba del costo de vida, que perjudicó de lleno a
los sectores sociales con ingresos fijos (jubilados, empleados, obreros).
El Consejo Nacional de Administración, que era el órgano de gobierno que tenía a su cargo la dirección
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económica y financiera del país, tomó varias medidas para enfrentar esa crisis y sus efectos sociales.
Pero en la mitad de ese periodo hubo que renovar al titular de la Presidencia de la República, como lo
disponía la Constitución, y se realizaron las elecciones de noviembre de 1930. Ambos partidos mayores se
presentaron divididos a las urnas. El Colorado, con Gabriel Terra, apoyado por el batllismo que seguía
siendo la mayoría del Partido, y el anticolegialista Pedro Manini Ríos, a quien se le dio la ventaja del
"handicap" (con sólo el 17,5% de los votos colorados podría ocupar la Presidencia de la República) para que
votara dentro del lema. El Partido Nacional presentó la candidatura "popular" de su caudillo civil, Luis
Alberto de Herrera, junto a la "doctoral" del Dr. Eduardo Lamas. Al perder la elección (por una diferencia de
15.000 votos cuando en las anteriores sólo los separaron 1.500 votos) los blancos se pelearon y dividieron y
en 1932 se organizaron dos directivas rivales: la "herrerista" y la de quienes se llamarían ",nacionalistas
independientes" hasta 1958.

LA PRESIDENCIA CONSTITUCIONAL DE GABRIEL TERRA,


1/3/1931-31/3/1933
La elección de Gabriel Terra a la Presidencia de la República no arregló el fraccionamiento partidario que se
reflejaba en los órganos públicos. Terra se alejó enseguida del Batllismo y formó un grupo propio que rodeó
a la Presidencia de la República.
Sin embargo, en el Consejo Nacional de Administración había mayoría batllista (cuatro en seis colorados,
más tres blancos); en el Senado, fuerte mayoría nacionalista; y en Diputados la representación proporcional
no daba mayoría a ningún sector Tales divisiones eran paralizantes y estimulaban la justa impaciencia de
quienes, afectados por la crisis, reclamaban medidas urgentes - y coherentes - del Gobierno para superarla.
Algunas se tomaron: el Banco de la República fue encargado de controlar la compra y venta de moneda
extranjera, para evitar la especulación que reforzaba la devaluación del peso uruguayo; en 1932 se suspendió
el pago de la amortización de la Deuda Externa, falto el país de divisas; y se creó la "Caja Autónoma de
Amortización" que escalonó los pagos al exterior en cinco años. Como siempre, con la caída de las
importaciones disminuyeron los ingresos del Estado. Hubo que reforzarlos subiendo otros impuestos y aun
bajando los sueldos de los empleados públicos (entre 6 y 15%). Para proteger la industria (y por tanto, la
ocupación) se prohibió la importación de algunos artículos, se duplicó el arancel de otros y se subió el
arancel general de 31 a 48%. En apoyo del agro, el Estado compró cereales, abrió una Sección de Crédito
Agrícola en el Banco de la República e inauguró el Mercado de Frutos.

El Estado amplió su intervención en la economía y a la fundación del Frigorifico Nacional en 1928, se


agregó la de ANCAP (monopolizar el alcohol, refinar y comercializar el petróleo, fabricar cemento) en 1931,
resultado de un acuerdo político entre batllistas y nacionalistas independientes, que Herrera denostó
llamándolo "pacto del chinchulín" porque también implicaba un reparto de posiciones políticas y empleos
públicos (del que su sector quedaba afuera). Al mismo tiempo (15/10/1931) se creó Usinas y Teléfonos del
Estado (UTE) para desempeñar el monopolio de la telefonía, junto con el de generación de la electricidad.
Todas estas medidas, tomadas por el órgano competente (Consejo Nacional de Administración) y por los
sectores políticos que lo apoyaban (batllistas, nacionalistas independientes), no pudieron superar la más
severa crisis que el país había enfrentado en su historia. Y al contrario, le generaron una grave impopularidad
porque todos los sectores afectados por ellas se fueron uniendo en su contra. Estancieros, que veían aumentar
la contribución inmobiliaria; industriales, que experimentaban suba de impuestos; empleados públicos, cuyos
sueldos se rebajaron; obreros y jornaleros, que enfrentaban carestía de la vida o desocupación, todos
clamaron contra el órgano de Gobierno "responsable" de tales medidas. Como a la vez el Presidente Gabriel
Terra no podía actuar en materia económico-financiera por disposición constitucional, muchas personas
creyeron que si actuaba, lo haría mejor que el Consejo y se superaría la crisis. Él mismo lo creyó y empezó
una campaña política contra ese organismo, la segunda cabeza del Poder Ejecutivo bicéfalo, achacándole
indecisiones y demoras -por su naturaleza pluripersonal- que la gravedad de la crisis económica no admitía:
era el momento de concentrar el poder en manos de un solo hombre que tomara resoluciones rápidas y
enérgicas, tal como las requería la mala situación del país. Al Presidente, y a sus partidarios ("terristas"), que
pregonaban tal reforma institucional -salteándose lo que para su reforma establecía la propia Constitución- se
le unieron los "herreristas", deseosos de tener en el Estado el peso político al que le daba derecho su fuerza
electoral. Naturalmente en contra de esa postura estaban las fuerzas políticas que gobernaban: el batllismo,
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con mayoría en el Consejo Nacional de Administración, y el nacionalismo independiente, con fuerte
representación en el Senado: un conflicto político -por la disputa del Poder- subyacía entonces en las
argumentaciones de cada conjunto de fracciones político-partidistas (terristas y, herreristas versus batllistas y
nacionalistas independientes). Los primeros atacando al Consejo y ensalzando a la Presidencia, y los
segundos al contrario. Como lo habían visto tempranamente algunos
embajadores europeos, esa confrontación iba a dirimirse por la fuerza y la
ganaría quien la poseyera: la Presidencia de la República, de la que
dependían el Ministerio del Interior (la policía) y el de Defensa (el
ejército). Basándose en la primera -el segundo se mantuvo "neutral" pero
complaciente- el Presidente Terra ordenó el 31 de marzo de 1933 la
disolución del Consejo Nacional de Administración y del Parlamento,
asumiendo todo el Poder.

Este Golpe de Estado fue poco resistido: la población en general


permaneció pasiva, más preocupada por los problemas del diario vivir que
le planteaba la crisis que por la defensa de las instituciones; algunos
dirigentes políticos fueron apresados o deportados; y sólo el suicidio del
ex Presidente Baltasar Brum esa misma mañana, gesto de protesta que no
provocó reacciones, señaló una posición extrema. Aunque a los pocos días
también murió Julio César Grauert, de resultas de una gangrena provocada
por balazos policiales, y hubo destierros y cárcel, la Dictadura no prohibió
la actividad política ni ilegalizó los partidos, aunque estableció censura de prensa.

Versión del suicidio de Baltasar Brum por el Ministro británico en Montevideo:


"La Sra. Brum estaba en el balcón exhortando a su marido a morir antes que rendirse, y a las 4 p.m., en un
momento de exaltación combinado con el disgusto de que ningún intento se hubiera hecho por sus colegas
«Batllistas» para rescatarlo, el Dr Brum avanzó hasta la mitad de la calle y después de despedirse de su
esposa de lejos, se disparó en el corazón". (R.C. Michelí, 3/4/1933).

Opinión inglesa sobre el Golpe de Estado de Terra:

"El coup d'Etat es muy favorable a los intereses británicos, que han venido sufriendo por años la
persecuciones y hostilidad de la facción «Batllista», la que ha recibido un golpe del que le costará mucho
recobrarse. [...] Yo felicité al Presidente por el éxito de su coup, y Su Excelencia alegremente replicó que él
estaba seguro de que nosotros los británicos estaríamos complacidos". (R.C. Michelí, 3/4/1933).

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EL RÉGIMEN TERRISTA, 1933-1938

Concentrando todo el Poder en sus manos, como lo creía necesario para tomar las medidas que permitieran
superar la crisis económica, Terra buscó enseguida "legalizar" la nueva situación convocando a elecciones
para que una Asamblea Nacional Constituyente reformara la Constitución, hacia el presidencialismo, y le
diera poder en las instituciones del Estado a las fuerzas políticas que habían prohijado el Golpe, terrismo y
herrerismo. La Asamblea Constituyente - en cuya elección se abstuvieron el batllismo y el nacionalismo
independiente- se instaló el 25 de agosto de 1933 y elaboró la Constitución de 1934. En ella se reimplantó un
Ejecutivo unipersonal integrado por el Presidente de la República, asistido por un Consejo de Ministros
integrado con nueve miembros, seis del partido mayoritario y tres del siguiente en número de votos
(concesión al herrerismo). El Poder Legislativo mantuvo las dos Cámaras, pero la de Senadores tendría ~5
bancas de la mayoría y otras 15 de la minoría (otra concesión al herrerismo, que le daba poder de veto a las
decisiones del Gobierno; Senado "del medio y medio" como despectivamente lo llamó la oposición al
Golpe); la Cámara de Diputados, se elegiría por representación proporcional. Se crearon organismos de
contralor de la gestión del Estado: Tribunal de lo Contencioso Administrativo, Tribunal de Cuentas, y se le
dio carácter constitucional a la Corte Electoral. Los gobiernos departamentales también se reformaron,
estableciéndose el cargo de Intendente para el Ejecutivo y la Junta Departamental para el Legislativo. Se
reconoció el derecho a voto de la mujer, que reglamentaría la ley, y derechos sociales a la familia, la
maternidad, la enseñanza y el trabajo.

Aunque surgida de un Golpe de Estado, la Constitución de 1934 dio un paso adelante en varios sectores de
la legislación nacional pero tenía una desventaja esencial: se elaboró para consagrar el acuerdo entre terristas
y herreristas y el desplazamiento del poder de sus adversarios batllistas y nacionalistas independientes.
Cuando esa circunstancia política fuera superada, la Constitución dejaría de tener validez histórica.

Al mismo tiempo que se plebiscitó la Constitución, el 19 de abril de 1934, se eligió a Gabriel Terra para la
Presidencia de la República para el período 1934-1938; en su Gabinete ministerial hubo seis terristas y tres
herreristas y el Senado se repartió entre unos y otros, como se había dispuesto.

Aunque el terrismo se consideró innovador (y habló de la "Revolución de Marzo" y de la 'fundación de la


Tercera República") fue un movimiento moderadamente conservador y sobre todo pragmático: otorgó
concesiones a las fuerzas económicas que lo habían respaldado (estancieros, industriales, banca y empresas
extranjeras), pero no desatendió a sectores populares, creando el Instituto de Alimentación, el de Viviendas
Económicas, reorganizando la Salud Pública y aprobando el Código del Niño, en su defensa. Quiso alejarse
ideológicamente del batllismo, pero la crisis mundial lo obligó a recorrer casi el mismo camino:
intervencionismo estatal, política de sustitución de importaciones, proteccionismo, control de la moneda y
tipos de cambio, etc.
Cierta influencia ideológica de las corrientes europeas en boga en los años 30, también se hizo sentir, pero
en un tono moderado que alejaba al régimen de los extremos del fascismo italiano y del nazismo alemán,
admirados ejemplos, entonces, de las clases conservadoras del mundo por sus objetivos de "eficiencia" y
"disciplina" social. Algo se tomó, por ejemplo, del corporativismo, es decir la representación política de los
sectores económicos: se integró el Directorio de la Administración Nacional de Puertos con miembros de las
Cámaras empresariales; el del Frigorífico Nacional con delegados de la Asociación y de la Federación Rural;
la Comisión de Importación y Cambios con representantes del comercio y la industria.

En el sector de la intervención del Estado, la actitud del terrismo fue contradictoria o ambivalente. Si por un
lado promulgó la "ley Baltar", que derogaba la posibilidad de que los Entes Autónomos existentes detentaran
nuevos monopolios (que iba contra ANCAP en primer término, por presión de las compañías petroleras
anglonorteamericanas Shell y Standard Oil); por otro lado tomó a su cargo la tarea de erigir la represa
hidroeléctrica del río Negro (que hoy lleva el nombre de Gabriel Terra) comenzada por la empresa alemana
Siemens en 1937 y, a causa de la guerra, terminada por los norteamericanos, cuyo objetivo fue dotar a la
empresa estatal UTE del monopolio de generación y distribución de energía eléctrica. El caso especial de la
creación de CONAPROLE es citado con justicia como la mejor representación de la idea que el terrismo
tenía sobre la intervención del Estado en la economía: se instalaba con capital del Estado una empresa
productora y distribuidora de leche (artículo considerado de primera necesidad) pero su dirección y
Organización quedaban en manos de los productores, nucleados en cooperativa. De hecho, el capital público
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sirvió de soporte inicial al privado, para que luego éste marchara solo, lo que lo diferenció del batllismo
estatista.

En el plano del comercio exterior, la crisis no lo dejó marcar diferencias similares. Hubo que acentuar la
intervención del Estado para comprar a quienes nos compren", fijar cuotas de importación por países y por
rubros, otorgarle distinto valor en pesos uruguayos a las divisas que ingresaban por ventas del agro, la
industria o los servicios, crear finalmente una Comisión Honoraria de Importación y Cambios (1934) que
controlara la maraña de disposiciones sobre ventas, compras y divisas extranjeras. Necesitado como siempre
de recursos, el Estado, a través del Banco de la República, fijaba un tipo de cambio bajo (en pesos
uruguayos) a los dólares que venían del exterior por la venta de lana, por ejemplo; y uno alto para vender
esos dólares a los importadores, que traían máquinas o autos o géneros. El efecto era triple: el Estado se
quedaba con la diferencia entre esa compra y esa venta de divisas; los estancieros protestaban porque no se
les pagaba el precio "real" de su lana; los importadores también protestaban porque les resultaba demasiado
caro el articulo que importaban. Como se comprende, este mecanismo así general en todos los paises e
inevitable en la época- implicaba transferir ingresos no percibidos por el agro al Estado o a la industria o a
los servicios. En vez de disminuir el papel del Estado en la economía, como el terrismo lo había prometido a
los rurales, comerciantes e industriales, su papel se vio aumentado: un permiso de importación, un tipo de
cambio favorable que concediera,
determinaba la vida o la muerte de una empresa, de una industria, de una fábrica. Para contentar en algo a
cada sector, el Estado fijó varios tipos de cambio que le daban más o menos oxígeno a cada uno ("oficial",
"libre", "libre compensado"), y defendían el peso uruguayo y los ingresos del Estado. Quien llevó a cabo la
operación más resonante en ese plano fue el Ministro de Hacienda César Charlone. Considerando que el oro
que tenía el Banco República como respaldo del peso (encaje) se había valorizado mucho frente a la
desvalorización (por la crisis) de las principales divisas extranjeras (dólar, libra, franco), emitió más pesos
uruguayos sobre ese nuevo valor del oro. Fue la ley de Revalúo de 1935, que le proporcionó al Estado casi
50 millones de pesos sin modificar el respaldo oro legal de la moneda uruguaya. Con razón la gente apodó a
Charlone con el nombre de un famoso prestidigitador y mago chino de la época, Fu-Man-Chú. Con ese
dinero en la mano, el Estado alivió a los ganaderos: primas a la exportación, rebaja de la contribución
inmobiliaria, prórroga de deudas hipotecarias. También le alcanzó para apuntalar la educación y las
jubilaciones, pero cuando ese fondo se agotó Charlone repitió la maniobra. En 1938 la segunda Ley de
Revalúo redujo a la tercera parte el respaldo oro del peso, lo que significó una devaluación pero le
proporcionó nuevos recursos al Estado para pagar gastos estatales, deudas y obras públicas. Como era
habitual, la devaluación provocó un alza del costo de vida interno que perjudicó a empleados, obreros y
asalariados en general.

Sin embargo, en esta década la industria creció estimulada por la política oficial de "sustitución de
importaciones". Si no había dólares para comprar afuera, lo deseable era producir aquí, dentro de fronteras,
lo que se necesitara. Para ello se reforzó el proteccionismo, se eximió del pago de impuestos a la importación
de máquinas, se liberó de impuestos a las industrias nuevas. La misma desvalorización de la moneda
encarecía el producto extranjero e inclinaba a consumir el nacional, y la desocupación proporcionó a los
industriales mano de obra barata y abundante. Los censos de la década del 30 muestran un crecimiento de la
producción industrial de 54%; de los obreros de 22% y una tasa de crecimiento anual del conjunto de 13%
ente 1936 y 1938.
Otra fue la situación del agro: el Censo de 1930 marcaba casi las mismas existencias de animales que en
1908. El estancamiento se debía a la falta de praderas mejoradas, baja productividad, y, ahora, a la caída de
volúmenes exportados y de precios por la crisis mundial. El Estado intentó mejorar la situación con rebaja de
impuestos, como se dijo; creando una Comisión de Mejoramiento Ovino y otra de Forrajes; impulsando al
Frigorífico Nacional y buscando ensanchar su posición en el mercado consumidor inglés con un tratado
comercial (de 1935), que le permitiera superar los obstáculos que los Convenios de Ottawa (1932), entre
Gran Bretaña y sus Dominios, le habían creado. Pero nada modificó sustancialmente el estancamiento
productivo del campo. Sólo debe anotarse, y es importante, que en esta década del 30 puede considerarse
completado el proceso de mestización del ganado vacuno.

La situación política en los años del terrismo estuvo dominada por la lucha entre quienes habían sido
desplazados del Poder (batllistas y nacionalistas independientes) y quienes lo detentaban ahora: "terristas"
(que reunían a las fracciones coloradas no batllistas) y herreristas. Estos buscaron afirmarse aprobando una
serie de leyes electorales (entre 1934 y 1939) que mantuviera la unidad de los partidos (aunque fuera
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formalmente, porque desde el punto de vista ideológico las diferencias eran profundas) e impidiera la
formación de un conglomerado supra-partidario que pudiera vencerlos en las elecciones. A pesar de su
debilidad, la oposición intentó una revolución (la de 1935), que fracasó; y lo mismo ocurrió con el proyecto
de formar un gran Frente Popular que aglutinara a todos los enemigos del terrismo porque nadie quiso
abandonar su color político.

Pero a medida que la crisis económica se mitigaba y sus peores efectos parecían superarse, la población
uruguaya, acostumbrada a ser convocada a elecciones, empezó a desear la vuelta a la normalidad
institucional. En 1938 se desarrolló una gigantesca manifestación popular que pedía "Nueva Constitución y
Leyes Democráticas", que expresaba esa aspiración y la necesidad de modificar la Constitución de 1934 para
lograrla.
La evolución de la política internacional también influyó en
los partidos políticos y en la gente común. La política agresiva
del fascismo y del nazismo hacían presagiar un futuro
sombrío, que les quitó un cierto halo de admiración que
suscitaron en algún momento y volcó la opinión pública hacia
las democracias amigas, Francia e Inglaterra. Esto también se
reflejó en el Gobierno y en todos los partidos políticos, y el
impulso hacia la recuperación de una democracia más amplia
se fue generalizando en el país.

En las elecciones del 27 de marzo de 1938, el


terrismo se encontró dividido en dos
candidaturas presidenciales: la del General
Alfredo Baldomir ex-jefe de policía de
Montevideo, militar y arquitecto, cuñado de
Terra; y la del prestigioso cirujano Eduardo
Blanco Acevedo, consuegro de Terra. El
primero se mostró más abierto a captar la
nueva situación política que reclamaba un
cambio, y fue apoyado por los batllistas y
nacionalistas independientes que creyeron era posible empujarlo en esa dirección. Tal apoyo -y por primera
vez el sufragio femenino- determinaron su triunfo electoral y su ascenso a la Presidencia de la República el
19 de junio de 1938. En setiembre del 39 comenzó la 2 GM y en Diciembre sus repercusiones afectaron al
Uruguay directamente, al producirse la Batalla del Río de la Plata y la voladura del Graff Spee.. A partir de
ese momento se iría fisurando definitivamente la unidad de la alianza política que había creado la
Constitución del medio y medio.

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PRESIDENCIA DE ALFREDO BALDOMIR, 1938-1943

La Presidencia constitucional de Baldomir duró hasta el 21 de febrero de 1942. Ese día dio un Golpe de
Estado que lo mantuvo en el poder hasta el 1º de marzo de 1943, dando tiempo así a la elaboración de una
nueva Constitución, la de 1942, que restableció la representación proporcional en ambas cámaras y permitió
el regreso del Batllismo al poder. El cambio de la situación y la traición del presidente con relación al
Terrismo y el Herrerismo que lo habían llevado al poder, se justificó por su posición pro- aliada frente a la
Segunda Guerra Mundial.
Uruguay decretó su neutralidad el 5 de setiembre de 1939, aunque acompañó
al resto de América Latina en el panamericanismo y la defensa hemisférica
proclamada por Estados Unidos. Esa postura del Gobierno coincidía con los
valores cívicos caros a los uruguayos: vigencia de la democracia (esta vez
entre naciones), respeto por el derecho internacional (único amparo de los
países pequeños).
En lo que el panamericanismo implicaba de reconocimiento de la hegemonía
estadounidense en el Continente, halló la fuerte oposición nacionalista de Luis
Alberto de Herrera; pero el Gobierno lo acompañó, creándose una Comisión
parlamentaria de "actividades anti-nacionales", aprobándose una ley contra
"asociaciones ilícitas", compra de armas, e incluso planteándose la concesión
de bases militares (Laguna del Sauce) a los norteamericanos. Esto generó una
ardua polémica que profundizó el antagonismo entre batllistas y nacionalistas
independientes por un lado, que defendían la causa Aliada (Estados Unidos,
Inglaterra, Francia Libre) y rodeaban a Baldomir; y terristas y sobre todo herreristas, que postulaban una
neutralidad cerrada, basada en un fuerte nacionalismo que dio motivo a ser interpretado como simpatía hacia
las potencias del Eje (Alemania, Italia, Japón). Como se aprecia, a los motivos de enfrentamiento interno

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(defensa o ataque al terrismo y su Constitución) se sumaron las discrepancias sobre política internacional (a
favor de los Aliados o neutrales), todo lo cual hizo inevitable la lucha política entre los sectores que
buscaban mantener la Constitución del 34 para conservar sus posiciones de poder (terristas y herreristas) y
quienes deseaban anularla para reimplantar una democracia política plena y volver al Gobierno (batllistas y
nacionalistas independientes).

El Presidente Baldomir, presionado por la situación internacional, por Estados Unidos y por las simpatías
populares hacia los Aliados no pudo (y probablemente tampoco quiso) dejar de alinearse con los segundos.
Estos reclamaron como precio de su apoyo una nueva Constitución, con lo que acordó un Presidente trabado
en su actuación por el Senado del "medio y medio". El 21 de febrero de 1942 disolvió las Cámaras y sin
violencia ni arrestos (se le llamó el "Golpe bueno"), designó un Consejo de Estado que preparó una nueva
Constitución.

La Constitución de 1942 mantuvo en el Poder Ejecutivo a la Presidencia de la República y a un Consejo de


Ministros sin cuota partidaria y con respaldo parlamentario. En el Poder Legislativo ocurrió la reforma más
importante: se eliminó el Senado del "medio y medio" y se lo sustituyó por la misma Cámara elegida por
representación proporcional, con un Vicepresidente de la República que la presidía; quedaba igual la Cámara
de Representantes con 99 diputados electos por representación proporcional. También los Gobiernos
Departamentales, con Intendentes, Juntas y juntas vecinales locales. Como la de 1934, esta fue una
Constitución de circunstancias: deshizo lo que aquella había hecho en favor del terrismo y del herrerismo.
En las elecciones del 27 de noviembre de 1942 la Constitución fue aprobada por plebiscito y ganó el Partido
Colorado. Se presentaron por primera vez desde el Golpe de Terra todos los partidos políticos y se
restableció plenamente la democracia política.
La fórmula ganadora, Juan José Amézaga y Alberto Guani, contó con el apoyo del Batllismo y del
baldomirismo. A la vez que se afianzó con el acto eleccionario la vuelta a la democracia, se lo tomó como
una manifestación de apoyo a la causa Aliada y de oposición frontal a las ideologías totalitarias que ésta
combatía en la Guerra Mundial.
Se cerraba otro capítulo de la historia nacional y se abría un período de transición democrática con la
Presidencia de Juan José Amézaga.

PRESIDENCIA DE JUAN JOSÉ AMÉZAGA, 1943-1947


Amézaga era un colorado "neutral" que contó con un apoyo que excedió los marcos partidarios. El peligroso
clima internacional hizo que la población -y aún los sectores políticos- sintieran la necesidad de respaldar al
Gobierno para preservar la República. Su figura fue adecuada a un período de transición que debía terminar
la restauración de la democracia, a la vez que permitir el retorno del
batllismo al poder.
Embarcado de lleno en la Causa Aliada (toda América, salvo
Argentina había roto relaciones con los países del Eje el 25/1/1942), el
Gobierno la apoyó en toda circunstancia y llegó a declarar la guerra
(gesto simbólico) a Alemania y Japón el 22/2/1945.

En lo interno, Amézaga siguió la senda del Batllismo al aprobar la


instalación de los Consejos de Salarios en 1943, el salario mínimo en
algunas industrias, el Estatuto del Peón Rural, etc. En 1946 se aprobó
la ley de derechos civiles de la mujer: que finalmente la igualó al
hombre en cuestiones de familia y propiedad.

Los sectores políticos sufrieron cambios importantes. Se fueron debilitando los herederos del terrismo, al
tiempo que se fortalecía el Batllismo, que recuperaba su papel de primera fuerza del Partido Colorado. En el
Partido Nacional, herrerismo y nacionalistas independientes profundizaron sus discrepancias al punto que
estos últimos obtuvieron un lema propio (Partido Nacional Independiente) que les permitió votar sin
acumular con el mayoritario herrerismo, fuera del Partido Nacional.
Cuando llegó el momento de las elecciones de 1946 se presentaron tres fórmulas coloradas, siendo la
batllista la de Tomás Berreta - Luis Batlle Berres; el nacionalismo votó dividido entre herreristas y
9
nacionalistas independientes, y los partidos menores (Socialismo, Comunismo, Unión Cívica) alcanzaron al
13% de sufragios entre los tres.

En la economía, el acontecimiento de mayor incidencia fue la Guerra Mundial. Los frutos del agro (carne,
lana, cueros) se vendieron fluidamente a los países aliados en guerra, a los que un pequeño país como
Uruguay sólo podía ayudar materialmente con alimentos y materias primas. La exportación de lana subió de
53 a 70 millones de kilos, pero parte de la ganancia se la quedó el Estado con la ya conocida diferencia de las
tasas de cambio, y poco le quedó al productor para reinvertir y aumentar la productividad. Algo similar
ocurrió con la carne, la mitad de cuya producción fue a alimentar el mercado interno.

En la agricultura se aplicaron precios estímulo para ampliar la producción de algunos cultivos (girasol, lino,
maní) vinculados a una política de sustitución de importaciones, alentada por la guerra.
Ella fue la que incidió también en la industria, que amplió su gama de productos de consumo pero dependió
aún más de las importaciones de maquinaria y petróleo. Otra vez (1941) se reorganizó el Contralor de
Importaciones y Exportaciones, que estableció listas y cupos de artículos para comprar o vender al exterior.
Los "cambios múltiples" siguieron cumpliendo su rol de extraer recursos al agro (pagándole menos pesos por
sus dólares de exportación) para inyectarlos en la industria y en el Estado, que así se hacía de dinero para
compensar la caída de ingresos aduaneros. Como la Primera, la Segunda Guerra Mundial produjo ganancias
al país, que vendió todo lo que produjo. Su balanza comercial fue favorable en 80 millones de dólares; el
stock de oro del Banco de la República pasó de 80 toneladas a 172; Inglaterra nos quedó debiendo £ 17
millones (alrededor de 80 millones de pesos). Esta vez, ese auge llegó a algunos sectores bajos de la
sociedad. El Estado impulsó una política de mejoras de la situación del obrero instalando Consejos de
Salarios (13/11/1943) integrados con representantes de la patronal, los obreros y el Estado, que
invariablemente se inclinaron por aprobar aumentos de salarios. Esa política buscó la pacificación social en
un momento de zozobra internacional- al mismo tiempo que ampliar un mercado de consumo interno que
debía absorber lo producido por la política de "sustitución de importaciones".
Esto se completó con el régimen de Asignaciones Familiares, la indemnización por despido, el derecho a
vacaciones pagadas, el Estatuto del Peón Rural, donde se fijaron condiciones laborales y de remuneración del
trabajador del campo.
Todas estas mejoras permitieron un aumento del nivel de vida de los obreros por crecimiento del salario real:
de un índice 95 en 1941, se pasó a 122 en 1946. Aunque seguían subsistiendo tres centrales obreras, esta
política gubernamental y el giro de los comunistas uruguayos de apoyo a un Gobierno pro-Aliados (que
también incluían a la URSS) modificó la situación del movimiento obrero. Se disolvió la CGT (comunista) y
se fundó un Comité Pro-Unidad con el objetivo de unificarlo. Pero esto no se logró en este período.
A nivel de clase media, la entrada en el mercado de trabajo se basó en un crecimiento del funcionariado
público a través de la corruptela del "clientelismo político" (cargo público a cambio del voto). Los
empleados públicos pasaron de ser 46.000 en 1940 a 58.000 en 1944. El acrecido presupuesto estatal se
financió con mayores impuestos y recurrencia a deuda pública, interna y externa. La bonanza producida por
la Guerra llevó a pensar que la situación que se estaba creando tenía fácil solución. Pero la Guerra terminó, y
también la bonanza.

10
EL NEOBATLLISMO 1947-1959

Durante la Segunda Guerra y en los años siguientes, Uruguay vivió una prosperidad que
permitió el desarrollo de su economía. Entre 1947 y 1958 la figura dominante de la vida
política fue Luis Batlle Berres, promotor de un nuevo impulso reformador inspirado en el
de José Batlle y Ordóñez; por eso se le conoce como Neobatllismo. La prosperidad
dependía de algunas condiciones de la economía mundial, que al modificarse la pusieron
en crisis, así como también al modelo político de Luis Batlle.

El Neobatllismo, aprovechando la debilidad de las economías de los países desarrollados


y para diversificar la economía local, promovió el desarrollo de la industria. Para que esto
fuera posible, era necesario crear un mercado interno fuerte capaz de consumir sus
productos. Se desarrolló una política de fomento y creación de empleos y de mejora de la
situación laboral, con leyes que protegieron a los trabajadores. En estas acciones el
Estado tuvo un papel protagónico: reguló la economía, intervino como productor y gran
empleador, promovió políticas proteccionistas, entre otras medidas. En esta época se
afirmó la idea de que el país era excepcional, lo que se reflejaba en expresiones como:
“¡Como Uruguay no hay!”, “la Suiza de América” o “la Tacita de Plata”.

Fue una etapa de gran prosperidad económica pero sus bases eran frágiles. El
crecimiento económico del país, al igual que lo que ocurría con otros países del
continente, estaba sostenido en condiciones externas y particulares: la crisis de posguerra
en Europa. Cuando las economías industriales tradicionales se recuperaron, la
prosperidad se vio fuertemente afectada. Los productos primarios que el Uruguay
exportaba a muy buenos precios empezaron a perder valor. A la vez, los productos
industriales importados volvieron a abundar y a competir con los nacionales, más
costosos de producir y, generalmente, de menor calidad. La crisis del modelo económico
llevó a la crisis al neobatllismo y en 1958 perdió las elecciones con el Partido Nacional.

En la segunda posguerra mundial el Batllismo volvió nuevamente al poder en la figura de un sobrino de José
Batlle y Ordóñez, Luis Batlle Berres. Aun cuando la situación internacional y la interna del país habían
cambiado mucho, ciertos rasgos característicos de su política lo mostraban como una renovación del viejo
tronco batllista, de donde se lo ha designado como neo (nuevo) batllismo: impulso a la industria, ampliación
de la esfera de actuación del Estado, extensión de la legislación laboral y social, afianzamiento de la
democracia política. El protagonismo desarrollado por Luis Batlle en ese movimiento lo personalizó
excesivamente, y su figura suscitó devociones apasionadas y críticas encendidas. Esto hizo perder de vista
muchas veces la necesidad de una discusión serena del proyecto de nación subyacente en su política.
La ascensión de Luis Batlle al poder tuvo un breve prólogo : la Presidencia de Tomás Berreta.
11
PRESIDENCIA DE TOMÁS BERRETA
1DE MARZO - 2 DE AGOSTO DE 1947
Típico caudillo de vieja escuela, popular entre los chacareros de Canelones y conocedor de los problemas de
la agricultura, Tomás Berreta subió a la Presidencia de la República con el respaldo del mayoritario
Batllismo.

Antes de asumir viajó a Estados Unidos para comprar


tractores y trilladoras; tuvo tiempo de enviar a Inglaterra
una misión negociadora cuyo encargo de cobrar lo que se
nos debía por abastecimientos de carne y lana durante la
Guerra, se concretaría después con la compra por el Estado
de las empresas inglesas de ferrocarriles, tranvías y aguas
corrientes. Hombre ya mayor (72 años), y de salud
comprometida, dejó de existir seis meses después, el 2 de
agosto de 1947, en medio de la tristeza de un pueblo que
había percibido su bonhomía y sus buenas intenciones.

PRESIDENCIA DE LUIS BATLLE BERRES,


1º DE AGOSTO DE 1947 - 1DE MARZO DE 1951
Ascenso
Como Vicepresidente, Luis Batlle asumió la Presidencia de la República el 1ºde agosto, por licencia a
Berreta para ser intervenido quirúrgicamente. Al fallecer éste, el 3 de agosto Luis Batlle quedó confirmado
en el cargo presidencial. Criado en el hogar de José Batlle y Ordóñez desde los ti años -por fallecimiento de
su padre Luis- convivió con los hijos de aquél, César, Rafael y Lorenzo. Empezó su carrera política a los 25
años y cuando ascendió a la Presidencia tenía 49, siendo uno de los hombres más jóvenes en ocupar ese
cargo en la historia del país.

Característica especial del hombre, pero también de una nueva época, recurrió a los medios de comunicación
para difundir sus ideas y expandirías en vastos sectores de la población: compró CX 10 Radio Ariel en 1936
y fundó el diario "Acción" en 1948. Dentro del Batllismo, fundó un sector político cuyo número electoral
(Lista 15) le dio nombre ("quincismo", "quincista") al movimiento. Integrado por un núcleo de jóvenes
brillantes, estos fueron llamados 'jóvenes turcos" por sus ideas innovadoras.
Se dice que sus primos -y rivales políticos- los hijos de Don Pepe y herederos de "El Día", portavoz político
del Batllismo, se opusieron a la candidatura de Luis a la Intendencia de Montevideo porque podía darle
demasiada figuración política; en cambio aceptaron que fuera candidato a
Vicepresidente, cargo anodino y sin relieve. La muerte de Berreta lo
elevó abruptamente al más alto cargo del país. Ironía de la historia, que
habría de repetirse veinte años después...

La industria como motor de la economía:


El eje de la política económica neobatllista fue la promoción de la
industria, especialmente la de sustitución de importaciones. El modelo
ISI, como se le llamó, aprovechaba la debilidad transitoria provocada por
la guerra mundial en la industria europea para hacer nacer, en los países
latinoamericanos, una industria propia. Así creció una industria de
artículos de consumo -ropa, alimentos, bebidas, textiles- que exigió mano
de obra e impulsó el desarrollo de sectores comerciales y de servicios.
El neobatllismo aplicó el dirigismo estatal, o sea el estado la benefició a través de diversos instrumentos
como:
 el contralor de comercio exterior,
 el control de cambios
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 los créditos del Banco República.

En primer lugar el gobierno de Luis Batlle mantuvo el Contralor de Exportaciones e Importaciones creado
en 1941 y que establecía los destinos de las exportaciones, la procedencia de las importaciones y el valor de
los dólares que se recibían de los exportadores (por los productos uruguayos vendidos en el extranjeros) y el
valor de los dólares que se entregaban a los importadores (para comprar productos en el exterior). Por
ejemplo, en 1947 se fijó en 1,52 pesos lo que recibirían los exportadores (de carne, lana, etc) por cada dólar
que ellos recibían del exterior y que debían entregar al Contralor de Exportaciones; y a los importadores
uruguayos se les cobraba 1,90 pesos por cada dólar que se les entregaba para pagar mercadería importada. La
diferencia de 38 centésimos por dólar quedaba en manos del estado para dar créditos a los industriales, o
cobrarles menos impuestos, o cobrarles menos los dólares que precisaban para importar combustible o
maquinaria. Se producía una transferencia de ingresos desde un sector (los exportadores agropecuarios, o sea
los estancieros) hacia otro sector (los industriales).

La cantidad de pesos que los importadores debían pagar por cada dólar que el estado les entregaba para
importar un producto extranjero subía o bajaba de acuerdo a la opinión que el Contralor de Importaciones
tenía de la necesidad o no de importar ese artículo. Por ejemplo si era combustible o maquinaria o materia
prima para las fábricas eran menos pesos, pero si eran artículos suntuarios o que se podían hacer en el país
debían pagar menos. En l947 un decreto clasificó las importaciones en tres categorías fijando distintos
valores a los dólares entregados o sea tipos de cambio múltiples. Dos años después la clasificación en tres
tipos también se aplicó a las exportaciones. En los años 50 el sistema se hizo más complejo y los valores y
permisos se otorgaban empresa por empresa llegando a pesar el favoritismo político y el amiguismo.

También se protegió a la industria nacional mediante el sistema arancelario (impuestos de aduana) poniendo
impuestos altos a los productos extranjeros que podían competir con los fabricados en Uruguay o bajando los
impuestos a aquellas importaciones necesarias para las industrias como maquinaria y combustibles. Otras
medidas fueron el no cobro de impuestos a las industrias nuevas o a la ampliación o modernización de
fábricas y los préstamo del Banco República con bajos intereses a largo plazo.

Estas medidas y la situación internacional (los países europeos, tradicionales abastecedores de productos
industrializados, estaban en plena reconstrucción después de la guerra) favorecieron el crecimiento
industrial. Pero este crecimiento fue desparejo. Se destacaron las industrias dinámicas en contraposición con
las tradicionales. Entre las primeras se encuentran: productos eléctricos, química, derivados del petróleo, etc;
entre las segundas: alimentos, bebidas, cueros, etc. La mayor parte de la producción se dedicaba al consumo
interno con la excepción de los tops (lana lavada y peinada) que se exportaba. El desarrollo industrial
también benefició a otros sectores económicos como ciertos cultivos vinculados a la industria (remolacha,
caña de azúcar, cebada cervecera, maní, tabaco, girasol, arroz).

El control del comercio exterior:


La política proindustrial se financió con las divisas provenientes del sector agropecuario. Para el
neobatllismo, la actividad primaria debía suministrar los capitales para el desarrollo manufacturero, que
actuaría como dinamizador general de la economía. Esta transferencia de recursos del agro a la industria se
concretó a través del contralor del comercio exterior y la política de cambios múltiples, instrumentos ambos
que habían sido ya empleados desde el período de Terra.
El contralor del comercio exterior consistía en asignar prioridades de valor, procedencia o destino a las
exportaciones o importaciones, según el interés del país. La política de cambios múltiples implicaba que la
cotización de la divisa variaba en función de tales criterios. Lo que sucedía en todos los casos, sin embargo,
era que el estado "compraba" barato el dólar que ingresaban los exportadores por los productos del agro y
vendía "caro" el que requerían los importadores. Como el monopolio del contralor lo tenía el Banco
República, la diferencia quedaba a favor del estado. Esa diferencia subvencionaba las actividades
económicas de interés -por ejemplo, la industria- o cubría necesidades del estado, como el presupuesto
público o el pago de la deuda.
Medidas sociales
Las medidas económicas fueron acompañadas por medidas de carácter social. Se creó el Consejo Nacional
13
de Subsistencias (1947) para controlar los precios de los artículos de primera necesidad y se subsidiaron los
alimentos básicos como la carne, el pan y la leche (el estado daba una compensación a los productores y
fijaba el precio de la venta al público). Desde 1943 venían funcionando los Consejos de Salario donde
obreros y patrones discutían los salarios que se pagarían y el estado participaba a través de un delegado.
Durante el periodo de presidencia de Luis Batlle los delegados del estado acompañaban la posición de los
obreros lográndose mejoras en el salario real. Además el estado absorbió mano de obra a través del empleo
público no existiendo desocupación a pesar que el campo seguía expulsando trabajadores. Se creó el Consejo
de Asignaciones Familiares (1950), extendiendo los beneficios que recibían que recibían las familias de los
trabajadores (prestaciones a los hijos de los trabajadores, asistencia hospitalaria en el parto, salario por
maternidad, etc. Estas medidas complementaban otras tomadas en el período de gobierno anterior
(indemnización por despido a todos los trabajadores, derecho a vacaciones pagas, compensación por
desocupación y bolsas de trabajo para los obreros de frigoríficos y barracas de lana y cuero, estatuto del peón
rural) que hicieron de los años 40 una década de triunfos para los reclamos de los gremios obreros. En
muchos casos las leyes que beneficiaban a los trabajadores se obtenían después de prolongados y violentos
conflictos como el de los trabajadores de las barracas de lana que debieron enfrentarse con rompehuelgas
armados y el intento de crear “sindicatos amarillos”.

En 1948 se separó la Caja de Jubilaciones en tres organismos: Civil, Industria y Comercio, Rural y Servicio
Doméstico. El sistema se burocratizó por la designación de muchos funcionarios que además no ingresaban
por capacidad sino por afinidad partidaria. Se dieron jubilaciones a temprana edad (hombres con 55 años de
edad y 35 de trabajo, despedidos con 10 años de trabajo, mujeres con hijos pequeños) aumentando
considerablemente el número de pasivos disminuyendo la capacidad financiera de las cajas. El clientelismo
político, el uso de las “recomendaciones” de los dirigentes políticos corrompió el sistema jubilatorio:
personas con derecho a jubilarse veían demorados sus trámites y debían recurrir a algún “político para mover
el expediente”, mientras que otros sin causal jubilatoria obtenían una rápida jubilación presentando una
“tarjeta de recomendación”.

Contradictoria realidad del agro:


El traspaso de recursos no satisfizo a los ganaderos. Para aumentar la rentabilidad, bajaron la inversión y
pidieron subsidios, agravando el estancamiento del rubro después de la etapa de oro de la posguerra.
Otros sectores fueron, en cambio, más dinámicos. Es el caso de la lechería, que duplicó la producción en una
década, como también de algunos cultivos, como el trigo, el lino, el girasol, que pese a la desventajosa
situación internacional tras la recuperación de la agricultura europea y la fabulosa expansión de la
norteamericana, lograron, gracias a un decidido apoyo estatal, aumentar su área de explotación y sus
volúmenes.

14
El neobatllismo: del apogeo a la derrota:
La "Suiza de América", como se identificó a nuestro país en éste período, se asentaba en una sociedad próspera
e integrada; o eso creían muchos uruguayos. Pero detrás de esta mirada, la crisis germinaba.
La política neobatllista dividió las aguas: los obreros, un amplio espectro de clases medias y los industriales,
vivían su hora de gloria. Un contingente desmedido de empleados públicos dependía del Estado, que extendía
sus protectores brazos confiado en un desarrollo económico sin fin. El trabajo y la educación eran un camino
seguro al bienestar y al ascenso social de las capas populares y medias.
Luis Batlle Berres con los
campeones del 50
El Tiempo del Neobatllismo e Imágenes

Conaprole La foto seguramente fue tomada a finales de la década de 1940, y retrata el reparto de diversos
bienes de consumo (en este caso, leche) a la población en caso de un aumento inesperado de precios, por parte
del Consejo Nacional de Contralor de Precios, más conocido como Subsistencias.
El organismo fue una pieza clave dentro del andamiaje del Neobatllismo, caracterizado por el
intervencionismo estatal de la economía con medidas como los elevados aranceles de importación. El
mismo fijaba los precios de los artículos de primera necesidad a fin de asegurar su adquisición y extensión
dentro de las clases populares.

Discurso de Luis Batlle Berres con motivo de la nacionalización


de los ferrocarriles

15
PRESIDENCIA DE ANDRÉS MARTÍNEZ TRUEBA,
DE MARZO DE 1951 – 1º DE MARZO DE 1952
Enseguida de acceder a su cargo, Martínez Trueba propició conversaciones entre dirigentes de ambos partidos
mayoritarios con el objetivo de realizar una reforma constitucional que implantara el Colegiado, vieja idea de
Batlle.

Esto le ganó de inmediato el apoyo de la ortodoxa Lista 14 (los hijos de


Batlle), pero también la sorprendente adhesión de Luis Alberto de Herrera,
quien siempre había sido anticolegialista. Con el Colegiado veía ahora la
posibilidad de acceder al Poder aunque fuera como minoría, y participar
también en el reparto consiguiente de cargos directivos de las empresas
estatales. Los dirigentes menores y locales también adhirieron porque ese
reparto también implicaría el de cargos menores, que se podrían distribuir
entre clientelas electorales más amplias, lo que reforzaría su poden
Razones de otro nivel parecen haber motivado a los dirigentes políticos
principales. La popularidad de Luis Batlle ("Luisito") hizo temer que una
eventual segunda Presidencia le diera una fuerza incontrastable que hiciera
correr peligro a las instituciones; tampoco era aceptable su "populismo" o
"demagogia", que contravenía los intereses de los sectores conservadores de
todos los partidos. La instalación de un órgano pluripersonal en el Poder Ejecutivo eliminaría ese peligro,
diluyendo su autoridad y por tanto su prestigio.
También el clima internacional, en el que la Guerra Fría entre las grandes potencias (Estados Unidos y la
URSS) amenazaba convenirse en "caliente" y atómica (bloqueo de Berlín, 1949; Guerra de Corea, 1950-1953),
influyó en la mente de algunos dirigentes. El futuro azaroso que parecía amenazante, sería mejor enfrentado por
un Gobierno de ancha base popular en el que coparticiparan los dos partidos grandes. La celeridad con que se
procesaron las conversaciones interpartidarias para redactar un proyecto de nueva Constitución, habla a las
claras de que todas esas ideas pesaron -en diverso grado según los dirigentes- en su rápida aceptación. Véase:
una comisión especial integrada con delegados nacionalistas y batllistas elaboró un borrador; éste pasó a las
Cámaras Legislativas que lo aprobaron por 2/3 de los integrantes de cada una convirtiéndolo así en Ley
Constitucional; esta Ley fue sometida a plebiscito el 16 de diciembre de 1951 y aprobada por pocos votos
(herreristas, del Interior; el Montevideo colorado dijo no) entró en vigencia el 25 de enero de 1952. Todo el
proceso de reforma había durado menos de un año...

La Constitución de 1952 tuvo como innovación principal la sustitución de la Presidencia de la República por el
Consejo Nacional de Gobierno en el Poder Ejecutivo de la Nación. Este Consejo estaría integrado por nueve
miembros elegidos directamente por el cuerpo electoral y duraría cuatro años en funciones. Seis surgirían de la
lista más votada dentro del lema más votado (pero si otra lista tenía más de un sexto de los votos del lema
tendría derecho a un cargo); y los otros tres Consejeros serían del lema que siguiera en número de votos según
reparto proporcional entre sus listas. La Presidencia del órgano, sólo de carácter representativo, debía rotarse
anualmente entre los cuatro primeros titulares de la lista4anadora. El Consejo estaría acompañado por un
Ministerio cuyos miembros serían políticamente responsables ante la Asamblea General y por lo tanto pasables
de censura.
El Poder Legislativo no sufrió modificaciones: 31 Senadores elegidos directamente y por representación
proporcional tomando a toda la República como circunscripción electoral; y 99 diputados elegidos de la misma
manera pero por departamento (dependiendo su número de la población de cada uno).
El Poder Judicial no sufrió modificaciones: jueces, tribunales, Suprema Corte de Justicia.
Los Entes Autónomos tuvieron mayor autonomía pero la coparticipación de los dos grandes partidos se tradujo
en una cuotificación política de los miembros de sus Directorios . Así surgió el "3 y 2": tres cargos para la
mayoría y dos para la minoría en Directorios de cinco miembros y proporción equivalente para los funcionarios
de menor jerarquía.

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Los Gobiernos Departamentales también se colegializaron: el Ejecutivo en manos de un Consejo con igual
distribución partidaria (4 y 3 en Montevideo; 3 y 2 en los demás departamentos); el
Legislativo desempeñado por una Junta, de 65 miembros en
Montevideo y 31 en los otros departamentos.

LOS COLEGIADOS COLORADOS, 1952-1959

EL PRIMER COLEGIADO,
1º DE MARZO DE 1952 – 1 -DE MARZO DE 1955
Por única vez, los miembros del Primer Colegiado fueron elegidos por la Asamblea General: Andrés Martínez
Trueba, como Presidente del Consejo por todo el periodo (también por única vez), Francisco Forteza y Antonio
Rubio (los tres de la Lista 15); Héctor Alvarez Cina y Luis A. Brause (de la Lista 14); Eduardo Blanco
Acevedo (por los colorados no batLlistas); y tres blancos, Alvaro Vargas Guillemette, Martín Echegoyen y
Roberto Berro (herreristas).
Las dificultades del país en su evolución económica y social no tardaron en agravarse. El fin de la Guerra de
Corea bajó precios y volúmenes de la exportación, se agudizó la inflación y con ella el malestar social y los
reclamos salariales. Traducidos en una serie de huelgas de empleados públicos y privados, el Consejo las
enfrentó decretando Medidas Prontas de Seguridad, que la Constitución autorizaba para tratar situaciones
internas graves. Se recurrió a ellas para detener al movimiento obrero mediante la clausura de
locales sindicales, arresto de dirigentes y destitución de funcionarios. Si estos hechos daban razón a quienes
apoyaron al Colegiado para que un Gobierno bipartidista enfrentara tales problemas, el fraccionamiento de los
partidos hizo difícil alcanzar acuerdos para actuar con rapidez, como lo requería un Poder realmente Ejecutivo.
En el Consejo había por lo menos cuatro fracciones, y todas debían acordar -y querían ser tenidas en cuenta
para llegar a ese acuerdo en cuestiones complejas de por sí, como presupuesto, política de cambios, medidas
financieras y otras de naturaleza confidencial que era imposible mantener en ese estado cuando se requerían
tantas deliberaciones previas.
Además, se continuó con la corruptela del "clientelismo político", atiborrando a los Entes del Estado de
funcionarios innecesarios, lo que los hizo deficitarios e ineficientes; y muchos dirigentes se auto-votaron
privilegios ("ley de autos baratos"), que corroyeron la confianza de la ciudadanía en la política y en los
políticos, debilitando progresivamente sus sentimientos democráticos.
Se acentuó el fraccionamiento partidario y el propio Luis Batlle (quien no había hablado contra la implantación
del Colegiado porque era un dogma" batllista) postuló el eslogan del "Todo o nada" (o todo el poder para
gobernar, o el llano), acentuando las discrepancias dentro del Batllismo y del Partido Colorado.

Opinión del Embajador francés sobre Luis Batlle:

"Por la política demagógica que ha hecho durante su presidencia, el Sr. Luis Batlle ha colocado a las finanzas
públicas en una situación difícil pero se ha ganado un sólido prestigio entre los obreros. No tendrá escrúpulos,
parece, en levantarlos contra las medidas de sana gestión financiera que él mismo ha vuelto indispensable y
que el Consejo Nacional de Gobierno estará obligado a tomar (la congelación de salarios, por ejemplo)".
(Albert Ledoux, 2/3/1952).

En el Partido Nacional se consolidó el alejamiento del Herrerismo de Daniel Fernández Crespo y su


movimiento popular montevideano, creándose así una opción no-herrerista. El Nacionalismo Independiente se
fracturó en un sector "unionista", que buscó volver al Partido y otro "intransigente", que no quería saber nada
de Herrera.
En el campo, disgustado por una política "urbana" que lo desconocía, y por un manejo de la política cambiaría
que le quitaba valor a su producción exportable, empezó a surgir en los primeros años de la década del 50 un
movimiento gremial de pequeños y medianos productores dirigido por un propagandista radial de convincente
palabra, Benito Nardone alias “Chicotazo”. Si bien surgió como colorado, su prédica diaria en defensa del
campo y los productores rurales, y en contra de la ciudad y sus industrias 'ficticias", lo fueron enconando contra

17
el Batllismo y convirtiéndolo en un futuro factor de poder. En suma, los problemas económicos que se fueron
tornando más acuciantes; la debilidad de un órgano ejecutivo (Colegiado), que acentuaba el fraccionamiento de
los partidos; y la disgregación de éstos, estimulada por los intereses sociales discrepantes que decían
representar y por una forma de gobierno que los empujaba a dividirse para llegar a por lo menos una fracción
del Poder, fueron elementos que aparecieron y se desarrollaron en la década del 50. Sus resultados a mediano
plazo serían el debilitamiento de los partidos políticos, de las instituciones públicas y, lo más grave, de la
conciencia cívica democrática de la ciudadanía.
Las elecciones de 1954 demostraron una inusualmente alta ventaja de los colorados frente a los blancos
(444.000 votos contra 309.000). También fue clara la victoria de la "15" sobre la "14" y la casi desaparición de
los colorados no batllistas. En el Partido Nacional, la votación de Herrera casi fue igualada por la del Sector de
Fernández Crespo más los "unionistas" del Nacionalismo Independiente, lo que llevaría a realineamientos
internos importantes en el futuro. La izquierda mantuvo globalmente sus votos (5,4% del total emitido) aunque
se registró un retroceso de los comunistas y un avance de los socialistas. La Unión Cívica subió unos puntos,
pero no varió su incidencia en el panorama político general.
Algunos observadores anotaron que estos resultados revelaban el peso de la personalidad política de Luis Batlle
y la esperanza de que su propuesta de "renovación, y reforma" implicara cambios que permitieran recuperar un
buen nivel de vida, sin reparar en las corruptelas que se habían empezado a generalizar en su anterior gobierno.
Similar esperanza de cambios positivos habían manifestado los muchos votantes no-herreristas del Partido
Nacional, quienes parecieron buscar una política más urbana y moderna que la tradicionalista de Herrera.

EL SEGUNDO COLEGLADO,
1- DE MARZO DE 1955 - 1 DE MARZO DE 1959

Resultado de esas elecciones, el Segundo Colegiado se integró con seis miembros de la Lista 15, encabezados
por Luis Batlle; y por el Partido Nacional, dos herreristas, uno de los cuales era el propio Luis Alberto de
Herrera, y Daniel Fernández Crespo, del separado Movimiento Popular Nacionalista.

Para lograr una mayoría parlamentaria que no


alcanzaba solo, Luis Batlle concedió al
"catoroismo" ministerios y cargos en los directorios
de los entes autónomos y se propuso gobernar con
sus ideas de impulso a la industria nacional (para
dar trabajo) y apertura de mercados exteriores para
vender nuestra materia prima (por ejemplo, lana)
con trabajo nacional agregado (por ejemplo,
peinaduría) o sea, "tops".
Pero el término de la Guerra de Corea en 1953
marcó el comienzo del fin de la bonanza:
decrecieron las exportaciones y sus precios, se
mantuvieron las importaciones, la moneda comenzó
a depreciarse y a instalarse la inflación. Esto se
tradujo en intranquilidad social de todos los
sectores. Los ganaderos, por ejemplo, cansados de
reclamar tipos de cambio más justos para su
producción, retuvieron la venta de su lana y algunos
contrabandearon su ganado al Brasil para obtener mejores precios. Esto afectó el trabajo de los frigoríficos y
restringió el consumo interno de carne. Los obreros, enfrentados a la creciente suba del costo de vida,
recurrieron a una serie de huelgas que luego se unieron a las de protesta estudiantil en favor de la Ley Orgánica
de la Universidad en 1958.
El clima social se fue enrareciendo y se notó un creciente recurso a la intervención de organismos gremiales (ya

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fueran de estancieros, de industriales, de obreros o de estudiantes) para obtener lo que cada sector reclamaba,
marginándose a los partidos políticos cuyo rol de intermediación y trasmisión entre la Sociedad y el Estado
había sido lo habitual. Esta sustitución acentuó la intransigencia y el enfrentamiento social que un Gobierno
debilitado por el fraccionamiento político (sobre todo en el Parlamento) no pudo enfrentar con coherencia.
Muchas veces adoptó resoluciones contradictorias, tironeado por intereses sociales opuestos que buscaba
satisfacer alternativamente.
No fue menor la responsabilidad de la oposición en este proceso de debilitamiento del Poden Tanto
"catorcistas" como herreristas se ensañaron en el ataque a la política de Luis Batlle, que tildaron sin matices de
"demagógica" y "personalista". A ello se agregó el pasaje a la arena política del movimiento ruralista,
inicialmente sólo gremial, de Benito Nardone, que
impulsó una reforma constitucional presidencialista
buscando adeptos en los descontentos de los dos partidos
tradicionales. Cuando empezó la campaña electoral de
1958, Herrera ofreció hábilmente el lema Partido
Nacional para acoger a los ruralistas de Nardone, cuyo
creciente peso en la campaña pensó que podría darle,
finalmente, el triunfo electoral.
A esa unión, siguió la de los blancos no-herreristas de
Fernández Crespo y la de los nacionalistas independientes
"unionistas", que fundaron la Unión Blanca Democrática
(U.B.D.). Reunió un amplio espectro social,
principalmente urbano, que propuso una política
económica liberal (opuesta al dirigismo "quincista") y la
erradicación de las corruptelas políticas ya mencionadas.
Basados en una moderna campaña publicitaria,
organizada por asesores profesionales, impactaron en la
mentalidad de muchos montevideanos, que la vieron como una posibilidad real de cambio.

Las elecciones se realizaron el 30 de noviembre de 1958 y significaron una resonante derrota del Partido
Colorado, debida sobre todo al descrédito en que había caído la gestión de gobierno del "quincismo". Los
blancos ganaron por 120.000 votos (en el total de un millón) y contra las esperanzas de la ciudad, los votos
ruralistas de Nardone (que arrastró a muchos productores colorados) le dieron el triunfo a la alianza herrero-
nardonista sobre la U.B.D. dentro del Partido Nacional.
Por primera vez en 93 años el Partido Nacional quedaba habilitado para tomar el Poder. Y también por primera
vez, el Partido Colorado debía hacer oposición. Cristalizados durante tantos años en sus roles anteriores,
¿sabrían ahora ambos Partidos desempeñar los papeles contrarios? Observadores extranjeros lo pusieron en
duda, porque además, y paradojalmente, la victoria de unos y la derrota de los otros, aumentó el
fraccionamiento interno de los dos, y con él, su debilitamiento. Realidad que venía a contradecir la ilusionada
esperanza de la mayoría de la población de que "esto tiene que cambiar". Esa esperanza fue la que la llevó a
votar por el "otro" Partido, ya que el que estaba en el Poder había fracasado notoriamente. La "rotación de
partidos", hecho normal en cualquier democracia madura, era impensable en el Uruguay, un país cristalizado
políticamente en agrupaciones tradicionales desde el comienzo de su historia. Y sin embargo ocurrió: ello
marca al año 1958 como un punto de viraje, no sólo en las orientaciones de gobierno, sino y sobre todo, en la
nueva percepción que despuntaba en el electorado sobre el papel que debían cumplir los Partidos y los hombres
políticos en la conducción de la Nación.

19
EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL EN
LA SEGUNDA POSGUERRA
1947-1958
Como antes en nuestra historia, las desgracias ajenas nos favorecieron desde el punto de vista económico. La
Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la Guerra de Corea (1950-1953) aumentaron los volúmenes exportados
y los precios de la producción rural nacional. Ocupados en la guerra, los países industrializados no pudieron
vendernos muchos artículos que debieron producirse localmente: ese fue un motor de Ja política de sustitución
de importaciones que ahora impulsó el Batllismo con subsidios y tipos de cambio favorables. Lo que, además,
aumentó la oferta de trabajo y redujo la oposición de los favorecidos industriales a subas de salarios que
ampliaban el mercado adquisitivo interno, elevaban el nivel de vida general y disminuían la conflictividad
social. Pero este modelo de crecimiento económico tenía límites: la industria necesitaba maquinarias y
combustibles que sólo podían pagarse con las divisas de las exportaciones del agro. Este se frenaba en su
producción porque subsistían viejos obstáculos (atraso tecnológico, baja productividad) a los que ahora se
agregaban nuevos (tipos de cambio desfavorables). Veamos la situación de cada sector

EL AGRO

La ganadería seguía estancada, como lo revelaba una existencia de bovinos casi igual en 1946 (6:8 millones)
que en 1930(7:1). Esto era preocupante porque de la producción de carnes dependía buena parte de las divisas
obtenidas con su exportación y la alimentación de la población. Esta última estuvo sometida a las necesidades
de la exportación, y se le aplicaron "vedas" (o prohibición de ventas) cuando hacía falta exportaría, lo que
molestaba mucho a una población aferrada a su plato habitual.
El Estado intentó promover praderas mejoradas, pero sin mayor resultado, porque los ganaderos lo
culpabilizaban por sus escasas ganancias: recibían pocos pesos por 105 dólares que ganaban en el exterior su
carne y su lana, porque el Estado les aplicaba un tipo de cambio deliberadamente bajo. Eso disminuía sus
beneficios, desestimulaba la inversión y por tanto, las mejoras que hubieran elevado la productividad.
En 1948 se creó el Instituto Nacional de Colonización, con la idea de comprar y subdividir latifundios e instalar
colonos emprendedores asesorados por técnicos del Estado. Pero sus recursos fueron escasos y apenas si
colonizó 150.000 hectáreas.
En el sector lechero los incentivos del Estado tuvieron más éxito. Al asegurársele buen precio y
comercialización en el mercado interno, la producción se duplicó entre 1945 y 1955. Se implantaron cultivos
forrajeros, se tecnificaron los establecimientos y la multiplicación de subproductos halló buena receptividad en
el montevideano, que comenzó a incorporarlos a su dieta habitual.
También creció el sector agrícola por una política estimuladora del Gobierno "quincista". Se fijaron precios
oficiales -a los que el Estado compraba las cosechas- al trigo, girasol, lino, maní, algodón, para abastecer el
consumo y la industria nacional, se importaron tractores y se concedieron créditos baratos. Estas concesiones
hicieron que más de un millón de hectáreas pasaran de la explotación ganadera a la agrícola y lechera.
Pero a mediados de la década del 50 la situación desmejoró en este sector; era el resultado de la recuperación
europea de la posguerra y de la enorme producción estadounidense, cuyo exceso la famosa Ley 480 de Estados
Unidos le permitía colocar gratis, o casi, en todos los mercados del mundo, desplazando a los demás
productores agrícolas. Fue el caso del trigo uruguayo en Brasil, que se dejó de colocar.
Además, aquel país se opuso al ingreso de "tops" (que tenían trabajo uruguayo incorporado al vender la lana
lavada y peinada) lo que motivó una fuerte polémica e incluso un viaje de Luis Batlle a Estados Unidos para
defender el trabajo de los obreros uruguayos. La "Guerra Fría" existente hacía que se mirara con malos ojos a
los países que buscaran mercados en el bloque soviético, lo que constituía otro obstáculo adicional para la venta
de los productos nacionales.

20
LA INDUSTRIA

La política de sustitución de Importaciones, que venía desde principios de siglo y se acentuó con la Crisis de
1929 y las Guerras Mundiales, impuso ala industria un fuerte crecimiento que llegó al 8,5% anual entre 1945y
1954, sobresaliendo la metalurgia, derivados del petróleo, textiles. Como antes, el grueso de esta producción se
dirigió al mercado interno: Construcción, bienes de consumo, bebidas, alimentos, vestimenta, etc. Es que éste
se había ampliado en el sector obrero (de 81.000 trabajadores en 1936 a 190.000 en 1955) y en los sectores
medios empleados en los servicios: público, bancario, administración.
El reverso de estos aspectos positivos, sin embargo, empezó a manisfestarse ya en este período. El límite de la
política de sustitución de importaciones era lo reducido del mercado interno. Cualquier empresa alcanzaba
pronto a colmar la demanda, mundial como estaba de una tecnología extranjera diseñada para abastecer grandes
mercados con poca mano de obra. A poco de empezar a producir, y no había a quién venderle. Entonces, se
producía a "media máquina", con costos elevados, que no permitían la exportación, y anulaban la posibilidad de
seguir creciendo.

LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN LA ECONOMÍA

La intervención del Estado en la vida de la economía se renovó con vigor en el período neobatllista, como
correspondía a su tradición.
Siguió controlando el comercio exterior por medio de cuotas y tipos de cambio (bajos) que atribuía a los
dólares de las exportaciones, los que vendía (altos) a los importadores. Se quedaba con la diferencia que le
permitía enfrentar sus gastos (burocracia), financiar a otros sectores (industria) o conceder créditos. Baste un
ejemplo: en 1947 los exportadores de carne o lana cobraron del BROU $ 1,52 uruguayos por cada dólar
recibido del exterior; y ese mismo dólar fue vendido por el BROU a los importadores a $ 1,90 un Diferencia a
favor del Estado: 38 centésimos por cada dólar Esta era la transferencia de ingresos de los ganaderos a los
industriales, comerciantes y el Estado y el motivo de la queja de los rurales contra el Gobierno neobatllista.
Se establecieron tipos de cambio múltiples: la cantidad de pesos uruguayos que los importadores debían pagar
por cada dólar que necesitaban para comprar afuera variaba según el criterio del Contralor de Exportaciones e
Importaciones sobre la necesidad (o no) que de ese artículo importado tenía el país; y también variaba el tipo (o
la cantidad de pesos uruguayos) que el exportador recibía por cada dólar cobrado afuera.
Cada año se fueron acentuando los controles (siempre había "escapes") y multiplicando los tipos de cambio. Se
alcanzó un punto de tal complejidad que para evadirlo empezó a funcionar el "amiguismo" y el favor político,
lo que abrió paso a la corrupción y las componendas.
El Gobierno neobatllista también desarrolló un fuerte proteccionismo a la industria a través de exención de
impuestos, créditos a nuevas manufacturas y a la ampliación de fábricas, subsidios a ciertas exportaciones,
precios sostén para cultivos industriales. Esta política pesaba mucho en el Presupuesto del Estado y allí iban
muchas de las divisas ganadas por el agro. Por eso éste las tildaba de "industrias ficticias" y contrarias al
"destino natural" del país, que estaba en la ganadería. La prédica de Benito Nardone fue creciendo en virulencia
contra tal política y sus sostenedores batllistas, aunque tampoco fuera muy efectiva por el mismo motivo que el
mencionado antes: empezó a funcionar el "amiguismo político" a favor de unas, y no de otras, empresas, con lo
que se determinaba su prosperidad o su ruina.
En el área de las nacionalizaciones, el Estado pudo dar un paso gigantesco con la compra de los servicios
públicos en manos de empresas británicas.
La deuda que Inglaterra acumuló durante la Guerra por nuestras ventas de carne (£ 17:0) sólo estuvo dispuesta
a saldarla vendiendo las empresas de sus connacionales: los ferrocarriles (£ 7.150.000), los tranvías (E
1.800.000) y las aguas corrientes (E 3.060.000). Uruguay no tuvo otro remedio que comprarlas porque era la
única forma de cobran Así pasaron a poder del Estado servicios esenciales, pero que estaban en muy malas
condiciones (Herrera los llamó 'fierros viejos") y requirieron grandes inversiones para funcionar. Sumándose a
los Entes Autónomos ya existentes (UTE, ANCAP, Frigorífico Nacional, Servicio Oceanográfico y de Pesca -
SOYP fundado en 1945- PLUNA (Primeras líneas aéreas uruguayas, estatizada en 1951), representaron, sin
embargo, en 1955 el 16% de la producción industrial nacional y ocuparon al 10% de los trabajadores
industriales. La cara negativa que mostraron luego fue producto de la acentuación del "clientelismo político",
que los colmó de funcionarios innecesarios y los convirtió a corto plazo en una pesada carga para el Estado.

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LA LEGISLACIÓN SOCIAL DEL NEOBATLLISMO

En la concepción original de la ideología batí lista, renovada, como sabemos, en estos años, el Estado era el
componedor y árbitro de los conflictos sociales. La acción de Luis Batlle desde el Gobierno a favor de la
industria fue la expresión de su convicción de que ésta era la rama de actividad económica que mejor distribuía
el ingreso, asegurando buenos salarios al obrero, retribución al capital, servicios bien pagos a la clase media.
Varios instrumentos utilizó el Estado para asegurar ese mejor nivel de vida urbano: con el Consejo Nacional de
Subsistencias (de 1947) controló los precios de los artículos de primera necesidad; subsidió los básicos de la
carne, el pan y la leche; subió el salario real de muchos gremios al votar los delegados estatales a favor de los
obreros en los Consejos de Salarios (creados en 1943, con Amézaga) que fijaban éstos; absorbió marzo de obra
a través del empleo público. Si bien esta última modalidad fue muy criticada porque sirvió para favorecer
apartidarios políticos y para "comprar" votos, venía a complementar una actividad privada urbana que no
captaba la mano de obra que cada año entraba al mercado de trabajo, y a un campo que no sólo no la absorbía
sino que la expulsaba. Esa política estatal, que innegablemente se convirtió en corruptela, en lo inmediato
aseguró la paz social, aunque a mediano plazo desfondó a los Entes y acreció desmesuradamente el déficit
presupuestal.
Organismos laterales estuvieron dirigidos a la misma finalidad de mejorar la condición de vida de las clases
populares. Por ejemplo, la reorganización de la Caja de Jubilaciones en 1948 en tres sectores: Civil; Industria y
Comercio; Rural y Servicio Doméstico. Con Jubilaciones tempranas (varones con 55 años, despidos, ley
madre) se intentó mitigar la desocupación. Pero otra vez ocurrió el mismo fenómeno de la corruptela política:
se concedieron, masivamente, jubilaciones a cambio de votos, y aunque una pequeña jubilación permitió vivir
mejor a mucha gente en lo inmediato, a mediano plazo las Cajas entraron en un agudo déficit que debió cubrir
el Estado.
Se habrá percibido que todas esas buenas intenciones procuraron mejoras inmediatas, pero contribuyeron a
hipotecar un futuro que rápidamente se tornó inseguro.

URUGUAY EN LOS AÑOS 50.-

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