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LEY DE DESARROLLO RURAL SUSTENTABLE

Jorge Moreno Collado


Dir. Gral. Del Centro de Estudios de Derecho e Investigaciones
Parlamentarias de la H. Cámara de Diputados

La Ley de Desarrollo Rural Sustentable debe ser ubicada como su ordenamiento de carácter
preponderantemente económico, dirigida a la promoción del sector agropecuario y al bienestar de la
sociedad rural de nuestro país. Para entender adecuadamente la ubicación de esta ley en el contexto de
nuestro régimen jurídico, hay que hacer referencias históricas muy precisas acerca de su origen y de las
bases constitucionales en las que se sustenta. No es fácil aceptar que esta ley sea hija póstuma de la
revolución, aunque sí es un producto tardío de la política económica que se inaugura en los años
ochenta del siglo anterior, periodo en el que las reformas constitucionales que dieron lugar a la
incorporación de la vigente fracción XX del artículo 27, fueron consecuencia en parte de los efectos de
una etapa crucial de la economía mexicana, la que de 1979 a 1982 y que tiene por extremos el auge y la
crisis, como ciclo pendular que sucedió al lapso 1976-1979, que puede ser denominado "de la crisis al
auge".

Al inicio del gobierno del presidente José López Portillo se promovieron importantes reformas cuyo
propósito era reorganizar la administración de un aparato que había crecido demasiado rápido durante
la administración anterior y rebasado los mecanismos de control y coordinación previstos en las
disposiciones vigentes. Una parte sobresaliente de las reformas tuvieron que ver con la ampliación de
las facultades del Congreso de la Unión en materia económica, particularmente la Ley General de
Deuda Pública y la modificación de la Ley Orgánica de la Contaduría Mayor de Hacienda, a las que se
agregó la revisión y actualización de los procedimientos de presentación y aprobación del Presupuesto
de Egresos de la Federación, mediante una nueva ley que permitíá un mejor control de gasto y cuya
iniciativa establecía que para hacer más eficiente la programación, las entidades que ejercieran el gasto
público tendrían la obligación de planear, programar y presupuestar sus actividades, además de
controlar y evaluar el ejercicio de su propio presupuesto, sin menos cabo de las funciones de control y
vigilancia encargadas a la Secretaría de Programación y Presupuesto y el control permanente que con
las reformas propuestas a la Ley Orgánica de la Contaduría Mayor de Hacienda, podría desplegar este
órgano de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.

En este marco, en los primeros meses del sexenio 1976-1982, se presentaron dos coyunturas favorables
para el país, que luego serían los factores de la crisis: los precios del petróleo a la alza y el incremento
de las reservas por el descubrimiento de nuevos yacimientos, así como el exceso en los mercados

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internacionales de oferta de crédito que alentaron el abandono del programa de estabilización acordado
con el Fondo Monetario Internacional. El auge del petróleo y la prosperidad que generó, no permitió
crear las condiciones necesarias para un desarrollo industrial y agrícola sostenido. Hay que reconocer,
sin embargo, que hubo un pequeño repunte en la agricultura con un importante aunque pasajero
crecimiento del producto agrícola el desenlace de la crisis desbordó los propósitos de la política
económica, pues el endeudamiento fue mucho mayor más oneroso que el contraído en épocas
anteriores.

Sabemos las medidas que ocurrieron de inmediato para tratar de solventar la crisis, desde la suspensión
temporal de pagos, hasta la nacionalización de la banca; pero lo que sin duda pudo advertirse en todos
esos años es que la economía nacional se volvió más compleja y en respuesta a ello el Estado se vio
constreñido a mejorar los instrumentos de su intervención en la economía, si bien la intervención no
necesariamente debía pasar por un número creciente de empresas públicas o de una expansión del
gasto; podría también lograrse bajo la forma de una más amplia regulación de la participación de los
particulares en la economía, aún a contrapelo de las aparentemente justificadas tendencias que desde
los ochenta pusieron énfasis en la necesidad de desregular todas aquellas actividades acosadas por un
exceso de normativización, que inhibe o ahuyenta la inversión privada.

La permanencia de una regulación abundante se deriva también de la aparición de nuevos campos de la


actividad económica, lo cual explica el número significativo de leyes relacionadas con la economía o
con sectores específicos de la misma aprobados en las últimas décadas. Esto, sea dicho de paso, ha
requerido importantes y crecientes esfuerzos de profesionalización del trabajo legislativo, que se ha
manifestado con notoriedad .en debates más intensos y mejor sustentados sobre la política económica.
En este mismo proceso se dieron los cambios en la composición orgánica de las Cámaras del Congreso
y en la representación, que ha alcanzado una expresión sociológica y no sólo ideológica de carácter
plural y diverso.

En la siguiente etapa histórica, que ocurre a partir de 1982, el congreso mexicano tendría y tiene una
participación fundamental en la definición y regulación de la política económica como política de
Estado, unas veces para reforzar la expansión del Estado en congruencia con el modelo de "desarrollo
compartido", que se fijó como meta central la redistribución de la riqueza por el agotamiento del
modelo de desarrollo industrial de sustitución de importaciones, cerrado y proteccionista; y , otras
ocasiones, para sentar las bases de la modernización de varios sectores de la economía a través de
mecanismos que perfeccionaban y complementaban el funcionamiento de los mercados.

Dentro de ese proceso destaca el conjunto de reformas constitucionales que en un primer paquete
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promovió el presidente Miguel de la Madrid en 1982 y que comprendió aquellos preceptos más
vinculados con la economía y cuya propuesta de reforma permitió al Ejecutivo sostener que: "en la
época actual no es posible separar el ámbito de la economía de la participación política y de los valores
de la sociedad", para luego sintetizar que: "La iniciativa de reformas se refiere a la rectoría del Estado
y la economía mixta; establece un sistema de planeación democrática del desarrollo, fija bases para el
desarrollo rural integral y una mejor justicia agraria, la definición precisa de las áreas reservadas
exclusivamente del Estado y la función y desempeño de las instituciones, organismos centralizadas y
empresas de participación estatal". Afirmó igualmente, que consideró necesaria "adecuar, actualizar e
incorporar los principios del desarrollo económico a la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, los cuales quedarían contenidos en los artículos 25, 26, 27 Y 28 de la Constitución".

Los temas torales de la reforma constitucional fueran la explicitación de la rectoría del Estado para
garantizar que el desarrollo sea integral, se fortaleza la soberanía de la nación y su régimen democrática
y que mediante el crecimiento económica y el empleo se dé una más justa distribución del ingreso y la
riqueza, establecida para ello, de forma, explícita las atribuciones del Estado en materia económica y la
concurrencia, en un régimen de economía mixta, de las sectores públicos social y privada. Al lado de
estas precisiones del artículo. 25, el artículo. 26 de la iniciativa establecía explícitamente las facultades
del Estado para planear el desarrollo nacional, implícito hasta entonces en la propia Constitución y
establecido en leyes secundarias. Se crea entonces el sistema nacional de planeación democracia y la
participación de la sociedad en el proceso.

Respecto a la iniciativa de reformas al artículo 28 de la Constitución, la Comisión de gobernación y


Puntas Constitucionales destacó la importancia de introducir el concepto de prácticas monopólicas,
regular la concentración de poder económico y enfrentar los nuevos fenómenos del oligopolio y el
consumismo: "se garantiza, dijeron, la oportunidad de desarrollo de la iniciativa individual y se abre el
camino a la introducción de nuevas tecnologías y formas de organización acordes con los
requerimientos actuales de la actividad económica". Destacó asimismo que la expresión "actividades
estratégicas" propuestas en la iniciativa "recoge en concisa fórmula constitucional, algunas funciones
propias de la soberanía económica, servicios a cargo exclusivo del gobierno federal y la explotación de
bienes de dominio directo, que por su significado social y nacional también deben atenderse en base al
interés general que sólo garantiza el manejo del Estado".

En el contexto de estas reformas, bajo la influencia de estos criterios de política económica, y dentro
del apartado constitucional, dedicado a la economía, se incluye la modificación del artículo 27
constitucional, la cual daría lugar, casi veinte años después, a la Ley de Desarrollo Rural Sustentable.

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Lo que quiero resaltar en este momento, es que la legislación en la materia fue obra exclusiva desde
1982, del Constituyente Permanente y de manera particular de los diputados del sector campesino que
incluyeron para que así sucediera. La Iniciativa del Ejecutivo Federal fue muy escueta respecto de la
motivación de las reformas al 27 constitucional. La circunscribió a un párrafo que explicaba: "las
nuevas fracciones IXI y XX que adiciona el artículo 27, tiene por propósito introducir el concepto de
desarrollo rural integral, así como condiciones para una impartición expedita de la justicia agraria y
el fortalecimiento de la seguridad jurídica del campo". No más. El texto de dicha fracción fue el
siguiente: "XX.- El Estado promoverá las condiciones para el desarrollo rural integral, con el propósito
de generar empleo y de garantizar el acceso de la población campesina al bienestar y su justa
incorporación y participación en el desarrollo nacional. Asimismo fomentará la actividad agropecuaria
y forestal para el mejor uso de la tierra, con obras de infraestructura, insumos, crédito y servicios de
capacitación y extensionismo.

Con sujeción a este Artículo, el Estado impulsará a la organización para la producción,


industrialización y comercialización que requiera la economía nacional yel beneficio de los
campesinos".

Al dictaminar la Iniciativa, la Comisión reconoció que el proyecto del Ejecutivo implica -como ya lo
manifesté- "la configuración de un derecho constitucional económico que recoge la tendencia del
derecho público moderno de establecer en la Ley Fundamental los principios, medios y técnicas que
deben regir la actuación del Estado en materia económica". Más adelante, expresa lo siguiente sobre la
reforma al 27 constitucional:

"Al referirse al Artículo 27, la iniciativa adiciona dos fracciones, la XIX y la XX, que introducen en
uno de los artículos básicos de nuestra doctrina constitucional el concepto de desarrollo rural integral y
las condiciones para hacer expedita la justicia y fortalecer la seguridad jurídica en el campo. Se atiende
así la antigua demanda del campo, cuyos exponentes más calificados han señalado que son el rezago y
la inseguridad jurídica las dos grandes rémoras del progreso rural y los mayores obstáculos para
impulsar la acción productiva y hacer prevalecer la equidad a favor de los campesinos mexicanos.

El concepto de desarrollo rural integral responde a la demanda de estímulo de una eficaz acción de
fomento a las actividades de la población campesina, planteamiento que las reformas propuestas al
Artículo 27 constitucional recogen en toda su complejidad, estableciendo la obligación del gobierno
federal de apoyar las obras de infraestructura, otorgar los insumos y prestar los servicios de crédito,
capacitación y extensionismo. Con respecto a esta artículo, la Comisión se limitó a realizar un
ordenamiento de materias con el propósito de otorgarle mayor precisión conceptual".
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Pero la precisión no sólo fue conceptual para reordenar materias. Detrás de este eufemismo se ocultaba
el verdadero propósito de los diputados respecto de posiciones que enseguida resaltaremos, al
transcribir el texto de la fracción XX derivado del dictamen de la Comisión confrontado con el ofrecido
por la iniciativa presidencial:

"XX. El Estado promoverá las condiciones para el desarrollo rural integral, con el propósito de generar
empleo y garantizar a la población campesina el bienestar y su participación e incorporación en el
desarrollo nacional, y fomentará la actividad agropecuaria y forestal para el óptimo uso de las tierras y
con obras de infraestructura, insumos, crédito, servicios de capacitación y asistencia técnica.

Asimismo expedirá la legislación reglamentaria para planear y organizar la producción


agropecuaria, su industrialización y comercialización, considerándolas de interés público".

Del cotejo de ambos textos resalta lo que sigue:

1. La iniciativa presidencial proponía el desarrollo rural integral a fin de garantizar a la población


campesina el acceso al bienestar. Los diputados consideraron esta expresión débil y mediatizadora
así como ambigua y engañosa, pues "mutatis muta n di", no es lo mismo garantizar la entrada a una
vivienda que garantizar la vivienda misma.

2. Igualmente los legisladores distinguieron entre "el mejor uso" y el "óptimo uso" de la tierra, pues
partiendo de un mal uso otro "menos malo" sería "mejor"; de allí la modificación de la expresión.

Más importante que todo lo anterior, fue dejar asentado en el texto constitucional el mandato al
Congreso para expedir la "legislación reglamentaria para planear y organizar la producción
agropecuaria, su industrialización y comercialización, considerándola de interés público".

El texto original de la Iniciativa dejaba de una manera general e imprecisa al Estado impulsar todo ello,
lo que no ofrecía el sector rural, a los campesinos y en particular a los productores del campo ninguna
garantía de acción obligatoria, antes bien, la redacción podría dar lugar a una interpretación que ubicara
esos mandatos dentro de las facultades discrecionales de los gobernantes específicamente del Gobierno
y la Administración Pública.

Una ley que regula materias sociales y económicas de interés público, tendría que ser, ella misma
también, un ordenamiento de especial interés público. Sin embargo, lo relatado ocurrió en 1982; las
reformas entraron en vigor en 1983, y antes de que se cumpliera cabalmente el mandato de la fracción

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XX del artículo 27 constitucional, ocurrieron otros hechos legislativos y de política económica que
modificaron drásticamente el contexto de la producción agropecuaria y las condiciones sociopolíticas y
económicas del desarrollo rural integral.

El Presidente de la República envió al Constituyente Permanente para reformar el artículo 27 que


modificó sustancialmente el régimen de propiedad de la tierra, eliminó el reparto agropecuario, no sin
antes reconocer, para efectos de legitimación, que:

"El reparto agropecuario ha sido sin duda uno de los procesos sociales más vinculados con nuestro
nacionalismo. Su extraordinaria vitalidad -afirmó la Iniciativa de 1991- transformó de raíz la
estructura propietaria del territorio nacional. Dio prosperidad a la patria y justicia a los campesinos:
los libero de la hacienda, restañó las raíces de su orgullo y de su sostenimiento, restituyó la vida del
pueblo, de la comunidad, del ejido, y se consagró en la Constitución y en las leyes del país. Sin
embargo, - decía- pretender en las circunstancias actuales que el camino nacionalista debe seguir
siendo el mismo de ayer, el del reparto agrario, pone en riesgo los objetivos mismos que persiguió la
reforma agraria y la Revolución Mexicana. Ese extraordinario cambio es y seguirá siendo motivo de
orgullo en nuestra historia. Pero hoy -afirmó lapidariamente- debemos emprender nuevos caminos".

El argumento fue impecable: el cambio no se debe al fracaso de la reforma agraria, sino a que una
nueva realidad exige nuevos derroteros, nuevas respuestas para "los mismos fines nacionalistas". Había
que preparar "un programa integral de apoyo al campo para cap_talizarlo, abrir opciones productivas y
construir medios efectivos que protejan la vida en comunidad como la quieren los campesinos de
México".

Se enfatizó la necesidad del cambio a partir de la afirmación de que “las nuevas realidades demandan
una reforma de fondo”, que tome en cuenta los lastres limitantes que laceran el campo mexicano.

Se afirmó lo obvio:

• “Desde hace un cuarto de siglo el crecimiento promedio de la producción agropecuaria ha sido


inferior al de la población”

• “El sector agropecuario fue uno de los más afectados por la inestabilidad económica, la
incertidumbre cambiaría y la inflación”

La propuesta fue la reforma al artículo 27 constitucional; bajo estos supuestos:

• Los objetivos de la reforma: justicia y libertad


• Sus lineamientos y modificaciones:

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a) Dar certidumbre jurídica en el campo, a partir de "reconocer que culminó el reparto de la tierra
que estableció el artículo 27 constitucional en 1917 y sus sucesivas reformas: se derogaron las
fracciones que atendían el reparto agrario. Por enésima ocasión, esta iniciativa afirmó; "La
reforma agraria ingresa a una nueva etapa. Para ello es esencial la superación del rezago
agrario".

b) Capitalizar el campo, para lo cual, entre otros aspectos, la reforma eliminó "los impedimentos a
las sociedades mercantiles para dar capacidad a los productores de vincularse efectivamente en
las condiciones del mercado".

c) Proteger y fortalecer la vida ejidal y comunal, reconociendo la plena capacidad de los


ejidatarios de decir el aprovechamiento de su propiedad, mediante la asociación con libertades
para la producción, y otras reformas especificas.

El examen y evaluación de estos cambios y modos de gobernar son vistos, a más de diez años de
distancia, con ojo crítico y contundente. Mario Ojeda, por ejemplo, en un libro muy reciente, contrasta
los gobiernos populistas, dice él, "de Luis Echeverría y José López Portillo con los gobiernos
tecnocráticos de Carlos Salinas y Ernesto ledillo. Si bien es Miguel de la Madrid quien da inicio a la
apertura económica, afirma en una de sus partes es Salinas quien la consolida.

Basta recordar que Salinas termina completamente con el proteccionismo económico, al firmar un
tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Por otra parte termina con la economía mixta y
con el ejido, reforma el artículo 130 constitucional en materia religiosa y establece relaciones con el
Vaticano, acciones, todas, contrarias a la ortodoxia revolucionaria. ledillo -enfatiza Mario Ojeda- va
todavía más allá: asiste el parto de la alternancia de partidos políticos en la Presidencia de la República
y con ello se da fin al largo reinado de los gobiernos revolucionarios".

El otro hecho importante que enumera el nacimiento de la Ley de Desarrollo Rural Sustentable es la
firma del TLCAN entre los gobiernos de Estados ,Unidos, Canadá y México; cuyo capítulo
agropecuario entró en vigor el 10 de enero de 2003, pero que se aplica como acuerdo comercial desde
1994. Desde antes del inicio de su vigencia, pero de manera particularmente intensa a partir de
entonces, se levantaron voces exigiendo la modificación de ese capítulo, y aún se postergación, lo cual
provocó la solicitud formal de su encomienda.

Al TLC y a la política de apertura de mercados promovida y puesta en marcha por Carlos Salinas De
Gortari, "a la política neoliberal", se le achacan los resultados ovinosos en la economía mexicana, entre
ellos la disminución del PIB; una mayor dependencia o "reincersión" de la economía de México en la
de Estados Unidos, el sacrificio del desarrollo del mercado interno en aras del crecimiento de las
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importaciones y del sector explotados; la profundización de la desigualdad social y del inequitativo
reparto del ingreso y la riqueza nacional; los cambios estructurales acompañados de privatizaciones de
empresas y servicios públicos; las consecuencias negativas de todo ello manifestadas en mayor
desempleo, subempleo, crecimiento de la economía informal, delincuencia, inseguridad, pobreza y
pobreza extrema. La calificación gubernamental del mismo fenómeno dicta mucho de esa evaluación
pesimista y hasta cierto punto facciosa y dogmática.

En términos muy simples, el capítulo agropecuario del TLC implicó, desde la firma de éste, la
desgravación de los principales productos del campo para el comercio trilateral, dando tiempo para que
cada país hiciera las adecuaciones necesarias. Sin embargo, en el lapso de los 10 años transcurridos,
existe la impresión de que la situación del campo en México no sólo no se mejoró, es decir, no sólo no
se cumplieron las previsiones optimistas de las reformas de 1991, sino que el campesino se empobreció
más, crecieron las migraciones al país del Norte y se incrementó la disimetría entre las economías de
ambos países, pues mientras entre nosotros el sector agropecuario en conjunto era obligado a ingresar
en el contexto del libre mercado, la producción agropecuaria en Estados Unidos se sobreprotegió y
sobrereguló. Muchos campesinos mexicanos y numerosas organizaciones contestatarias, califican con
este lente la realidad de México frente al TLC y advierten el riesgo que corre la soberanía alimentaría
del país, y rechazan la desgravación de tarifas e impuestos de importación, lo cual lesiona a la mayoría
de los productores, si bien beneficia a los exportadores que sin embargo son un sector minoritario y de
grandes empresas.

Llaman la atención, entre otras disposiciones del TLC, igualmente importantes, los numerales (5 y 6)
en los que se afirma que, "reconociendo que los subsidios a la exportación de un producto agropecuario
pueden tener efectos perjudiciales para los intereses de las otras Partes, cada una de ellas tomará en
cuenta estos intereses, al otorgar un de esos subsidios"; para de inmediato establecer: "Las Partes
establecen un Grupo de Trabajo sobre su_sidios agropecuarios, integrado por representantes de cada
una de ellas, que se reunirá' por lo menos semestralmente a según lo acuerden las Partes, para avanzar
hacia la eliminación de todos los subsidios a la exportación que afecten el comercio agropecuario entre
las Partes".

Este solo ejemplo nos indica en donde podemos ubicar una. fuente de controversias y un indicador de
la disimetría.

También se afirma que el paralelismo entre el TLCAN y el ALCA en varios rubros de la materia
agropecuaria dará como resultado un agravamiento del problema, que será inminente en 2005, cuando
entre en vigor.
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Como pueden ustedes advertir, la Ley de Desarrollo Rural Sustentable se ubica en un contexto de
enorme complejidad en materias económicas, social y política, tanto en los ámbitos nacional como
internacional. Después de la firma del TLCAN, y ante la inminencia de su entrada en vigor, anunciada
por las medidas de carácter gradual en la comercialización libre de algunos productos agropecuarios,
contexto del libre mercado, la producción agropecuaria en Estados Unidos se sobreprotegió y
sobrereguló. Muchos campesinos mexicanos y numerosas organizaciones contestatarias, califican con
este lente la realidad de México frente al TLC y advierten el riesgo que corre la soberanía alimentaría
del país, y rechazan la desgravación de tarifas e impuestos de importación, lo cual lesiona a la mayoría
de los productores, si bien beneficia a los exportadores que sin embargo son un sector minoritario y de
grandes empresas.

Llaman la atención, entre otras disposiciones del TLC, igualmente importantes, los numerales (5 y 6)
en los que se afirma que, "reconociendo que los subsidios a la exportación de un producto agropecuario
pueden tener efectos perjudiciales para los intereses de las otras Partes, cada una de ellas tomará en
cuenta estos intereses, al otorgar un de esos subsidios"; para de inmediato establecer: "Las Partes
establecen un Grupo de Trabajo sobre su_sidios agropecuarios, integrado por representantes de cada
una de ellas, que se reunirá' por lo menos semestralmente a según lo acuerden las Partes, para avanzar
hacia la eliminación de todos los subsidios a la exportación que afecten el comercio agropecuario entre
las Partes".

Este solo ejemplo nos indica en donde podemos ubicar una. fuente de controversias y un indicador de
la disimetría.

También se afirma que el paralelismo entre el TLCAN y el ALCA en varios rubros de la materia
agropecuaria dará como resultado un agravamiento del problema, que será inminente en 2005, cuando
entre en vigor.

Como pueden ustedes advertir, la Ley de Desarrollo Rural Sustentable se ubica en un contexto de
enorme complejidad en materias económicas, social y política, tanto en los ámbitos nacional como
internacional. Después de la firma del TLCAN, y ante la inminencia de su entrada en vigor, anunciada
por las medidas de carácter gradual en la comercialización libre de algunos productos agropecuarios, el
Gobierno de Ernesto Zedillo se ve precisado, urgido y presionado para atender de manera frontal a los
productores del campo y a cumplir el ofrecimiento de promover la legislación necesaria para el
desarrollo rural integral, hecho durante su campaña.

Justificación de un Nuevo Ordenamiento para el Desarrollo Rural


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En 1998 el Gobierno de Ernesto Zedillo concreta su propósito de iniciar una Ley sobre la materia, que
estuviere dirigida a responder a dichos compromisos y tomare en cuenta:

1º El mandato de la fracción XX del artículo 27 constitucional, el cual impone expresamente a


Estado:

a) Promover las condiciones para el desarrollo rural integral, y

b) Expedir la Ley reglamentaria para planear y organizar la producción agropecuaria, su


industrialización y comercialización, considerándolas de interés público.

2º La necesidad de legislar para el desarrollo rural

a) d)
b) e)
c) f)

Aunque no manifestado de una manera expresa, en 1998-1999, tanto la SAGAR como la CNC,
consideraban fundamental, respectivamente, que legislar en los términos de la fracción XX del artículo
27 constitucional era una condición para asegurar la continuidad del proyecto revolucionario, en el caso
de la CNC, y una necesidad ineludible para atender el periodo de transición entre una economía
proteccionista y la apertura del mercado a la luz básicamente del TLC y el tratado en vías de
negociación con)a Unión Europea, en el caso del Gobierno. Ambas posiciones eran complementarias,
pero entre ellas había puntos de discrepancia y de confrontación que se advirtieron fácilmente en el
proceso de elaboración del proyecto original.

Si bien el proyecto estaba dirigido o coordinado desde la SAGAR, en su redacción fue ineludible
incorporar las demandas, exigencias, opiniones, sugerencias y puntos de vista del se_tor campesino,
particularmente de los diputados de la LVIII Legislatura con los que se formó una comisión bilateral,
en la que también participaron los senadores y funcionarios de otras secretarías.

Al final del proceso, con un proyecto terminado, cerca del fin del sexenio, el gabinete económico
expresó sus dudas y contrariedades, lo cual inhibió su continuidad y la presentación formal del mismo.

En el sector agrario del PRI en el Congreso y en la CNC, por el contrario, se mantenía firme la decisión
de legislar al respecto, aunque algunos excesos tendían a la distorsión del ordenamiento ya redactado.
Entre muchos aspectos, dos eran notables: la redacción alternativa que propuso una Comisión en la que
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participaron distinguidos investigadores y profesores de Chapingo, la cual rebasaba el marco del
fomento agropecuario' para el desarrollo rural en el que se había asentado el propósito originario; y la
propuesta de hacer una codificación que incluyera todas las materias del quehacer gubernamentalmente
en una Código en el que estuviese regulada toda la vida económica, social, cultural, educativa, material
y espiritual del medio rural, que parecía exagerado.

Ante tales discordancias y exageraciones, el sector agrario del PRI marcó su distancia, acompañado por
el gabinete económico, al que en el fondo no le parecía acorde con la apertura económica, que se
hablara de soberanía alimentaría, ni de planeación del desarrollo agropecuario, en el contexto
neoliberal de un Estado reducido y de un mercado regulador con sus propias leyes.

No obstante lo anterior, PAN, PRD Y PT presentaron su iniciativa de Ley en noviembre de 1999, en


tanto que el PRI presentó la suya en diciembre de ese año.

Dictaminados los proyectos, los grupos parlamentarios que hacían mayoría aprobaron un dictamen con
el que el PRI manifestó su desacuerdo en virtud del carácter extremadamente asistencialista que se
imprimía a las acciones públicas en la materia. Por ello, presentó un voto particular en el que ya iba
incluido el Programa Especial Concurrente diseñado por el de la voz, a fin de responder al reclamo de
atención integral de la sociedad rural y de involucrara a todo el gobierno en sus acciones, programas y
presupuestos dirigidos al campo.

A partir de este hacha singular, se da una serie de paradojas y de procesos insólitos: La Cámara de
Diputados de la LVII Legislatura aprueba con el voto en contra del PRI el dictamen; se envía al
Senado, quien lo detiene y lo deja en el rezago; la LVIII Legislatura del Senado, vuelve a estudias la
Minuta, pero ahora la misma no es apoyada por el PAN, pero sí por el PRI y el PRO, que ganan la
votación y expiden la Ley.

Al llegar al Ejec_tivo Federal, éste la veta, lo cual es informado a la Cámara de origen el 16 de marzo
de 2001. Pese a lo extraño del veto presidencial que incluye un proyecto alternativo, la Cámara prefirió
no intentar la superación del mismo y, en acuerdo con el propio gobierno, precedió a elaborar una
nueva iniciativa, a la que se designó como de Ley de Desarrollo Rural Sustentable, esto último para
asegurar el apoyo del PVEM.

El nuevo proyecto fue producto de negociaciones que aprovecharon todo lo que ya se había avanzado.

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