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Es decir, que la psicología social brinda las herramientas para el
entendimiento de las conductas de las personas influidas por otros sujetos en su
entorno, consecuencia entendible como explica Martín-Baró (1983), expresando
que “el carácter social del ser humano se cifra en la posesión de una misma dotación
genética que plantea a los individuos exigencias comunes” (p.57). Pero no
solamente el autor mencionado expresa el vínculo común entre los
comportamientos de los individuos, sino que también lo hace Pichón-Riviere (1985)
quien determina que “…no hay situación que no sea situación para un organismo,
ni organismo que no esté en situación” (p.70)
Y es que tampoco es un secreto para nadie que hay ciencias de estudio que
desde sus inicios han visto con gran deseo el conocer a fondo su principal materia
prima para hacerse más poderosos, más omnipresentes, más atractivos para la
sociedad. Evidentemente, se habla de la política, esa rama de estudio que muchos
conocen por mención, pero desconocen por esencia, y que, por supuesto, ven en la
gente su mayor base para trabajar en sus ideologías, en sus metas de alcanzar la
cima del poder, ya sea para bien o para mal, pero, al fin y al cabo, ese es el objetivo
básico y salvaje de la política.
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refiere a la esfera de lo público, al ámbito de la ciudadanía y a cómo nos
relacionamos con otras personas en ella [..] al poder y a sus líneas de acción, lo cual
constituye su núcleo central” (Montero, 2004)
En este sentido, “la Psicología Política surgió en Latinoamérica para los '80,
como resultado de investigaciones de campo hechas por psicólogos sociales
ocupados y preocupados por los ‘males’ sociales endémicos que azolaban a la
región…” (Rodríguez-Kauth, 2003). Es decir, la evidente y creciente problemática
de la región pudo inferirse como un problema ligado a las características de las
propias ideologías políticas que hacían vida en estos países latinoamericanos,
quienes veían en sus representantes políticos máximos figuras de totalitarismo en
ocasiones, de brutalidad en otras, pero todas ellas con la premisa de una concepción
de control e influencia social que no entendía de limitantes cuando se trataba de
violentar derechos y garantías de los habitantes.
De tal forma, la psicología política se veía con cada vez más fuerza como
necesaria, como imprescindible, pero difícil de abordar por quienes no fuesen
previamente, entendidos en la materia de la psicología social, evidentemente,
materia de donde terminaría surgiendo la primera. De tal forma, eruditos de la
región en la materia se plantearon la necesidad de enseñar la cara política de la
psicología social, así, “aquel momento se produjo cuando un número significativo
de psicólogos asumieron un papel político protagónico en su quehacer profesional
y en su privacidad.” (Rodríguez-Kauth, 2003)
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máximo de los motivos del repudio político colectivo; en esos momentos donde el
interés personal de unos pocos segados por una ideología se imponían al raciocinio,
a la cordura, al entender que las buenas prácticas conducen a un ambiente social
sostenible y de crecimiento.
Por ello es que los psicólogos de esa época decidieron, pese a las críticas de
muchos de sus pares por considerarlos motivados por el dinero y la conveniencia
jerárquica, hacer frente a la problemática y ponerse en los primeros puestos del
accionar político, con la finalidad de brindar cordura y paz a la población, de
entablar las buenas prácticas en ámbitos diversos, en maximizar las producciones y
los beneficios colectivos por encima de los ideológicos.
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BIBLIOGRAFÍA