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¿POR QUÉ FUE NECESARIO PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL DE

AMÉRICA LATINA, PROPONER EL CARÁCTER POLÍTICO DE LA


DISCIPLINA?

América Latina siempre ha sido una gran fuente de debate, ya sea en


ocasiones por sus carencias ideológicas, amalgamadas de miles de otras ideologías
que “toma prestadas” para definirse a sí misma, o en otras circunstancias, por lo
distinta e interesante que resulta ser al momento de aplicar sobre ella, sobre las
personas que la viven, que la sienten, diversos modelos teóricos o prácticos de
diversas ramas. Esta característica no es ni mucho menos un elemento
indispensable, siempre presente, en Latinoamérica, pero sí representa una
particularidad resaltante que revela lo diferente que puede ser esta región del mundo
a muchas otras.

En este sentido, se presenta a continuación una interrogante particular que


intentará justamente demostrar qué tan única es Latinoamérica al momento de
entenderla, de concebirla, de analizar las reacciones que de ella surgen al aplicarle
conceptos y teorías de ramas tan particulares y complejas como lo es la psicología,
en este caso específico, de la psicología social, y de su presentación necesaria de sí
misma como una herramienta que puede ser perfectamente aplicada en el ámbito
político de los diversos países que componen la región en cuestión.

Por supuesto, no está de más iniciar dicha aventura sabiendo de antemano a


qué se enfrenta, y para ello, se pone sobre la mesa lo que se entiende como
psicología social, que como bien explica Martín-Baró (1983), no es sencillo de
explicar, debido a que muchos autores que realizan trabajos en esta especialidad no
se toman más que unas pocas líneas para conceptualizarla, siendo entonces
insuficiente. Sin embargo, de una forma algo concisa como lo explican Álvaro &
Garrido (2007), citando a Ross (1908), se enuncia a la psicología social como “el
análisis de las uniformidades debidas a causas sociales, es decir, a los contactos
mentales o a las interacciones mentales” (p.13).

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Es decir, que la psicología social brinda las herramientas para el
entendimiento de las conductas de las personas influidas por otros sujetos en su
entorno, consecuencia entendible como explica Martín-Baró (1983), expresando
que “el carácter social del ser humano se cifra en la posesión de una misma dotación
genética que plantea a los individuos exigencias comunes” (p.57). Pero no
solamente el autor mencionado expresa el vínculo común entre los
comportamientos de los individuos, sino que también lo hace Pichón-Riviere (1985)
quien determina que “…no hay situación que no sea situación para un organismo,
ni organismo que no esté en situación” (p.70)

De todo lo anterior entonces se puede inferir que el individuo, como ser


maleable, está eternamente condicionado a las conductas de su entorno,
modificando su propia forma de actuar según las condiciones que lo rodean. Esto
no debe de extrañarnos, debido a que hoy en día se pueden ver reiteradas y
numerosas conductas individuales que suelen venir acompañadas por la influencia
colectiva, como lo son las modas de los selfis, el comprar zapatos de una marca
específica por un famoso lo usa y todos a su vez lo compran… es decir, que la
influencia social está muy marcada en el comportamiento de las personas, lo que
permite entonces que la psicología social tenga razón de ser, y su aplicación pase a
un plano mucho más interesante para algunos en particular.

Y es que tampoco es un secreto para nadie que hay ciencias de estudio que
desde sus inicios han visto con gran deseo el conocer a fondo su principal materia
prima para hacerse más poderosos, más omnipresentes, más atractivos para la
sociedad. Evidentemente, se habla de la política, esa rama de estudio que muchos
conocen por mención, pero desconocen por esencia, y que, por supuesto, ven en la
gente su mayor base para trabajar en sus ideologías, en sus metas de alcanzar la
cima del poder, ya sea para bien o para mal, pero, al fin y al cabo, ese es el objetivo
básico y salvaje de la política.

Por ello, el conocer a la sociedad se convirtió desde siempre en un atractivo


enorme para la política, viendo así en la psicología social una herramienta capaz de
brindarles todas aquellas respuestas que tanto deseaban acerca del comportamiento
social, de los detonantes de los mismos para sus influencias. Porque “la política se

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refiere a la esfera de lo público, al ámbito de la ciudadanía y a cómo nos
relacionamos con otras personas en ella [..] al poder y a sus líneas de acción, lo cual
constituye su núcleo central” (Montero, 2004)

Evidentemente, esta posibilidad de ampliar los conocimientos acerca de las


personas resultaría en todo un atractivo para el ámbito político latinoamericano,
pero es curioso analizar que, en realidad, la derivación de su estudio no vino de la
mano a un factor intencional, sino más bien necesario, motivado al contexto que se
vivía en el continente para la época a la que se le designa la aparición de la hoy
denominada psicología política.

En este sentido, “la Psicología Política surgió en Latinoamérica para los '80,
como resultado de investigaciones de campo hechas por psicólogos sociales
ocupados y preocupados por los ‘males’ sociales endémicos que azolaban a la
región…” (Rodríguez-Kauth, 2003). Es decir, la evidente y creciente problemática
de la región pudo inferirse como un problema ligado a las características de las
propias ideologías políticas que hacían vida en estos países latinoamericanos,
quienes veían en sus representantes políticos máximos figuras de totalitarismo en
ocasiones, de brutalidad en otras, pero todas ellas con la premisa de una concepción
de control e influencia social que no entendía de limitantes cuando se trataba de
violentar derechos y garantías de los habitantes.

De tal forma, la psicología política se veía con cada vez más fuerza como
necesaria, como imprescindible, pero difícil de abordar por quienes no fuesen
previamente, entendidos en la materia de la psicología social, evidentemente,
materia de donde terminaría surgiendo la primera. De tal forma, eruditos de la
región en la materia se plantearon la necesidad de enseñar la cara política de la
psicología social, así, “aquel momento se produjo cuando un número significativo
de psicólogos asumieron un papel político protagónico en su quehacer profesional
y en su privacidad.” (Rodríguez-Kauth, 2003)

Es de ahí, entonces, donde nace la psicología política, enmarcada desde las


bases de la psicología social no por capricho, por supuesto, sino como razón obvia
de las connotaciones sociales que la propia política emana en su quehacer, pero con
la finalidad de mejorar todos aquellos aspectos que fueron en su momento el motivo

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máximo de los motivos del repudio político colectivo; en esos momentos donde el
interés personal de unos pocos segados por una ideología se imponían al raciocinio,
a la cordura, al entender que las buenas prácticas conducen a un ambiente social
sostenible y de crecimiento.

Por ello es que los psicólogos de esa época decidieron, pese a las críticas de
muchos de sus pares por considerarlos motivados por el dinero y la conveniencia
jerárquica, hacer frente a la problemática y ponerse en los primeros puestos del
accionar político, con la finalidad de brindar cordura y paz a la población, de
entablar las buenas prácticas en ámbitos diversos, en maximizar las producciones y
los beneficios colectivos por encima de los ideológicos.

Así, la importancia de este planteamiento de la psicología política por parte


de la psicología social se puede englobar en el siguiente párrafo de Rodríguez-
Kauth (2003), quien evidencia las intenciones de este planteamiento en un simple
ejemplo:

Un pobre es igual a cualquiera, la diferencia está en que él no tiene ánimo -


por falta de fósforo y proteínas- como para hacer marchar sus neuronas que
se atrofiaron por ser pobre social, afectiva e intelectualmente. Son ellos, los
que nos requieren para salir de la condición en que los hundió un sistema
político y económico perversamente injusto.
En conclusión, el planteamiento del aspecto político de la psicología social,
de no haber surgido en el momento de crisis que la motivó a aparecer, hubiese sido
todo un problema grave para los pueblos de Latinoamérica, quienes han vivido en
las últimas décadas momentos que tal vez ni hubiesen sido posibles de soñar en un
contexto donde la psicología política no hubiese sido concebida. Por ello, y más
allá de las repercusiones personales que los actos puedan tener, este hecho
demuestra que la prevalencia del colectivo siempre será un motivador mayor, sobre
todo para aquellos con consciencias no egoístas, y si, más inclusivas.

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BIBLIOGRAFÍA

Álvaro, E., & Garrido, A. (2007). Orígenes sociológicos de la psicología social.


Reis(118), 11-26. Recuperado el 23 de Enero de 2019, de
https://www.redalyc.org/pdf/997/99715251001.pdf

Martín-Baró, I. (1983). ¿Qué estudia la psicología social? En I. Martín-Baró,


Acción e ideología (págs. 1-52). San Salvador, El Salvador. Recuperado el
23 de Enero de 2019

Montero, M. (2004). Introducción a la psicología comunitaria (Primera ed.).


Buenos Aires, Argentina: Paidos. Recuperado el 23 de Enero de 2019

Pichón-Riviere, E. (1985). Vínculos, campos de interacción y de conducta. En E.


Pichón-Riviere, Teoría del vínculo (págs. 61-70). Buenos Aires,
Argentina: Nueva Visión. Recuperado el 23 de Enero de 2019

Rodríguez-Kauth, A. (2003). Actualidad e historia de la psicologia politica


latinoamericana. Recuperado el 23 de Enero de 2019, de
http://lodel.irevues.inist.fr/cahierspsychologiepolitique/index.php?id=1587

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