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El riesgo de xenofobia en América Latina

Hasta hace poco, las imágenes del rechazo masivo a personas huyendo de sus países parecía algo
reservado para ciudadanos de países europeos frente a sirios y afganos en busca de refugio en su
adversidad, algo muy distante para América Latina, una región unificada por el idioma, la cultura
y una fuerte historia de hermandad. Sin embargo, esos lazos de fraternidad que aún sobreviven
del “sueño de Bolívar”, hoy enfrentan un gran reto por cuenta de los cientos de miles de
venezolanos que huyen de la crisis económica en su país, bajo el régimen de Nicolás Maduro.

Con el incremento de venezolanos en el exterior, crecen también los episodios de discriminación.


En Brasil, Colombia, Perú, Chile y Panamá se registran noticias de que algo más empieza a darse
socialmente y puede generar circunstancias aún más difíciles de las que ya enfrentan quienes
emigran buscando las oportunidades que su país no les da en este momento. La situación, que
comenzó con comentarios desagradables en redes sociales ha generado manifestaciones
intolerables a grados extremos como lo que pasó al norte de Brasil, donde hace pocos días, un
hombre prendió fuego a una casa donde se refugiaban 31 venezolanos.

Por ejemplo, en Colombia, donde hay más de 600 mil venezolanos según la oficina de Migración
de este país, se registran agresiones en el transporte público en Bogotá, ciudad donde es habitual
encontrar a migrantes venezolanos como vendedores ambulantes. De igual manera, ha sucedido
en los barrios donde han llegado a vivir. Académicos de la Universidad de Medellín analizaron la
percepción de los habitantes de la zona Metropolitana de Bogotá y concluyeron que 80 por ciento
de la población local relacionan la migración de venezolanos con el incremento de delincuencia
y prostitución.

Por su parte, algunos medios han contribuido a este clima de discriminación al vincular de manera
generalista la nacionalidad venezolana en los titulares de inseguridad. Cuando se repite el mensaje
de que venezolanos son los que cometen algún delito, queda en el imaginario que solo son un
problema, dejando a un lado a una comunidad que busca trabajar y superar la crisis de la que
huyen.

Es rápido el paso de los estereotipos errados de los migrantes venezolanos como un símil de
inseguridad, a los insultos y luego a las agresiones. En Brasil, según datos de la organización
Human Rights Watch se ha quintuplicado desde 2014 la llegada de migrantes. Es el caso de Boa
Vista, capital de Roraima, donde han llegado más de 40 mil venezolanos, y donde han aumentado
los episodios de xenofobia al punto que motivó un viaje del presidente brasilero Michael Temer,
para atender esta situación, comprometiéndose a buscar soluciones para esta población.

Por su parte, la crisis migratoria ha llegado también a Panamá donde su política de apertura y
recepción al extranjero contrasta con el cierre de las fronteras a los venezolanos. El presidente de
este país Juan Carlos Varela, tomó medidas desde finales del año pasado exigiendo visas a los
venezolanos para controlar su ingreso masivo. Algo que a octubre de 2017 se calculaba en 2.000
personas por semana.

Como si el escenario se repitiera, los venezolanos llegan a Perú y también son atacados como el
caso ocurrido en el transporte público en Lima que se hizo viral. Un pasajero registró cuando un
vendedor ambulante fue agredido por una persona que le gritó: “Huyen de su país como ratas”.
El vendedor insistió una y otra vez que estaba como vendedor “por necesidad”.

Escenas similares se repiten en Chile, donde se han hecho virales actos xenófobos. Un gran
contraste con el imaginario de una región unificada y solidaria. Paradójicamente mientras esto
ocurre, el presidente de Venezuela, niega el éxodo masivo de venezolanos y asegura es
desinformación de los medios de comunicación.
Con esta sumatoria de hechos está claro que las autoridades de la región no sólo tienen el desafío
de diseñar políticas públicas que atiendan una migración masiva, sin precedentes en la región.
Son muchos los frentes por atender. Por supuesto primero el humanitario y de necesidades
básicas. Luego el de oportunidades, que es el que más resienten los nacionales que sienten que
estas ni siquiera son suficiente para ellos, como para venir ahora a ofrecérselas a los recién
llegados. Pero también tienen el reto de diseñar estrategias para que sectores de la sociedad no
caigan en discriminaciones, que pueden derivar en mayores actos de violencia, y en
desafortunadas noticias sin precedentes en la región donde se exacerban los nacionalismos y
regionalismo que alimentan el odio hacia el diferente.

[Adaptado de https://www.connectas.org/analisis/el-riesgo-de-la-xenofobia-en-america-latina/]

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