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PARA UNA CLÍNICA FREUDIANA

DE LA VIOLENCIA.
LA IGNORANCIA DE LO SOCIOLÓGICO
COMO SIN SALIDA PSICOANALÍTICO

MARKOS ZAFIROPOULOS*

Después de que nuestra unidad de investigación hubo pues-


to el acento con frecuencia en la manera como el psicol!náli-
sis puede contribuir a dar cuenta de los fenómenos sociales
-ya sea que estén prÓXinJOS y movilicen el saber SOCJOlógic~,
ya sea que estén alejados y motiven el saber del etnólogo-,
con esta jornada de estudio querríamos proseguir en esta
vía, es decir en la ex_cli~ac_ión_<lgJas prácticas sociales desde
el!!_l!I1l9_de_ vista del psicoanálisis. Pero tamb1én querríamos
-justo retorno de las cosas- mostrar de qué manera cierto
saber sobre las formaciones sociales ya habita las investi-
gaciones psicoanalíticas y motiva, tanto en analistas de la
Asociación Internacional como en psicoanalistas lacania-
nos, la elaboración de clínicas del síntoma guiadas por
orientaciones que necesitamos analizar de manera crítica.
Mencionaremos aquí como paradigma de la cuestión -;;¡---
caso de la violen~iª, __

Por consiguiente, antes de empezar directamente esta


conferencia, que lleva como subtítulo "Para una clínica
freudiana de la violencia", me interesa precisar que ésta
consiste en un comentario crítico del axioma ue ho domina
u~an parte del camp2J.l,!l,l~()ana 1 1co yque_se_enun.~~a _e

* Psicoanalista y sociólogo, Director de investigaciones del CNRS,


Director de la Unidad de Investigación 4'Psicoanálisis y prácticas socia-
les" (CNRS 1 Universidad de Picardie-Amiens 1 Universidad París 7).

7
11
, _ siguiente modo: nuestras sociedades occidentales se carac- 1

rk."'l mente
¡¡,.W-
terizaninédita
por. una vi·o.l.enci·a.·
y que se ex sorial.cu.
lica or elyadesm
p.oten.cia es histórica-
ronamiento d 1
·,;.¡M sirpbólico en c~a_priiJ!era_I a_ay.q\]e sit_uar a nom re el
padre, natura]menté-rico en armonía y_ en paz.
Ahora bien, actiiáífcemos brutalmente estas palabras, en
el momento en que G.W. Bush Jr. se preparaba para lanzar
su ejército en Irak, diciendo: Rezaré por las víctimas norte-
arnericanas e iraquies. -
Muy bien.
Es conocida la influencia de la fe religiosa en el estilo de
gobierno del presidente que tiene la costumbre de inaugurar
sus reuniones políticas más importantes comulgando con sus
colaboradores mediante la común participación en una ro-
busta plegaria.
¿Qué hay para decir de nuevo?
Nada sobre el presidente, sino más bien sobre el encegue-
ci¡pjepta de quienes todavía se lamentaban hªce poco
tiempo sobre el desencalltod~l.Q.o~mQ.<I~nismo o aun -y a
elección- sobre-eJaesinoronamiento de lo simbólico, la
desaparición de tos-Tfios, mcíus"a· aún la desafiliación
generalizada que se supone caracteriza la desd1cha de
nuestras sociedades occidentales 1 - -..

"Señores psicoanalistas: ¿ustedes quería lo sagrado. ',


parece decir G. Bush.
Pues bien, ¡aquí lo tienen!
Y lo tienen en el corazón mismo del núcleo del poder de la
capital más posmoderna del Occidente cristiano.
Lo tienen incluso cuando las manos se separan para
1
Sobre el tema de la desafiliación, hay que leer la excelente obra Les
métamorphoses de la questwn soc:iale, Folio, Gallimard, París, 1995, en
la cual~-· Castel da toda su profundidad histórica a esta noción, que el
autor aplica a un análisis sobre la larga duración, que maneja dt) modo 1
muy matizado. En · · · .

que
próximo de lat1 críticas del individualismo de;;ancollad;ls
por M. Gauchet o A. Ehrenberg.

8
levantar una vez más la espada en el Nombre del Padre
muerto contra la voluntad del Padre de la Iglesia (el Papa)
y también contra el piadoso archipiélago de los templos
norteamericanos.
El último desencadenamiento de la guerra en el corazón
del hipermodernismo no desmiente, por lo tanto, nuestra 1
tesis formulada desde muy antiguo: las masacres de masas
sleffi re se hacen en el Nombre del Padre muerto .
Que la posmodernidad, des e este.punto de vista, no sea
una excepción, no debe asombrar, ya que es cierto que la
debilidad epistemológica de esta noción (de posmodernidad)
sólo puede igualarse con el axioma -recordado gracias a
nuestra práctica y sin cesar machacado por esos clínicos del ·._.,
malestar desl\l_Ill_brados ~rl~_r-everberación del duomo de la¡ '1 :',.,
basílica de San Pedro de Roma- sobre la función seinai1tíca
deí nombre-dci=padre. · ··- ·
Esta desastrosa condensación ue repliega_el síntoma re-
ligioso (en el Nom re del Padre muerto) en la universalidad
de un orerador semántico (el nombre del padreoinclusoly L-•
según e vocabulario de Claude Lévi-Strau_S§ó:un significan-
te de exce ClÓn ue ermr-·-~ r ' .. - , , .-
lico , esta con ensac10n encuentra sus ~aíces en efiesto
mau ral de L can uien en 1953 articuló en Roma la
teona e nom re el padre y la de a universal condición de
ejerc1c10 del ensamwnto s1mbol~. ·
. cruz como marca ep1stemo ógica desorientará, y du-
rante mucho tiempo, a muchos analistas que desde ahora se
creen llamados, en el nombre de la ética psicoanalítica, a
reforzar lo que, muy por el contrario, conviene (y según
Freud) atravesar por medio de la experiencia de la cura: la
nostalgia del Padre y el conjunto de sus avatares religiosos.
¿Entonces?
¿Entonces hay que hacer volver el rigor freudiano contra
la resistencia al psicoanálisis del tropismo católico que ha-
brá marcado la historia del movimiento lacaniano?

~ Según Cl. Lévi-Strauss en prefacio a M. Mauss, Anthropologie et


.Sociologie, París PUF, 1950.

9
Tal vez, pero tJlwbiénhabrá qne recordarJiUC.desde hace
muchoL e ' pnestoenguardjacontra!oqueen 1973
llamaba.. .or 1 e la fi div' 3
emos po 1 a-·ffiimula graciosa,
pero ¿acaso no es cierto que cuando desencadena la risa es
cuando Lacan se vuelve más grave y que quien ríe debe
esperar lo peor?
En eso estamos,
Los devotos (psicoanalistas o no) que en tiempos de paz
acuden compulsivamente a la bonachonería patriarcal para
restablecer la armonía en el mundo, en estos tiempos de
guerra hipermodema han podido apreciar la nocividad de sus
plegarias y quizá, por fin, les fue posible captar que al
limitar su percepción de lo simbólico al registro del sentido
común (religioso), no tenían ninguna oportunidad -como
t psicoanalistas- de iniciar una búsqueda que por fin condu-
~ jera a despejar lo que yo llamo la fazJllórbida de lo simbólico.
1 Las víctimas de la guerra han podio o apreciar el encegué-
cimiento de los intelectuales occidentales,
Demasiado tarde.
Había quedado pendiente recordar, para esas jornadas,
los motivos simbólicos de la guerra de Irak. O incluso, y de
una manera más general, había que recordar nuestra posi-
ción crítica sobre la nocividad de lo simbólico. En efecto, es
la única que abre el de las investigaciones relativas
a una verdadera c~~~~~~!lrn~~lirlffi~~~ la cual
1 du
1

1
1 de
1operadores de regulación simbólicos- e un monumento de
'la resistencia de los psicoanalistas al pslCO!HH 1s1s,

:tJ. Lacan,Psicoand/isis. Radio{rmia& Tt>lt.'l'imrm. Anngmmn, Harce~


lona, 1977.

10
- El odi_o_:t_iil lazo social4 o incluso cómo la vjolQ,m:ia 1
originaria del asesinato del padr!U' su recuerdo totémicQ_ i
~~ Nombre dciJ>a~~ejmucrto}- ..!:_Stán .(l.n ~] origen d..!' la_s'
reglas sociales per<:> ta..iiliién_\Y _e~~ eslo _qu~ !'oso~~s 1
agregamos) .en <;lfo.r~§l! _de l~J.~_J!l!l§-'!!J:~§ d.c m¡¡sajl. 1
-Tristeza en la modernidad, 5 o también cómo el discurso
de la ciencia viene a atemperar la violencia del inconsciente
melancólico y de sus pesadillas.
En fin, todo esto para volver al origen de nuestra clínica
frcudiana de la violencia.
Pero ahora querría volver sobre mis pasos y conducirlos
sin tardanza al corazón de lo que, en el campo psicoanalítico,
constituye hoy en día una verdadera revisión de la perspec·
tiva frcudiana, y que encuentra sus raíces en los textos del
joven Lacan, estudiado por nosotl'os en nuestra última obra
Lacan.J:las ciencias sociales, la declinar;_ió~ del p_ad~e (1938·
1953). 6
Vuelvo a ello porque la arqueología de lo que llamo "el
revisionismo psicoanalítico de hoy"-revisionismo que, como
contrapartida natural del diagnóstico sobre el desmorona-
miento de lo simbólico, pone el acento en los avatares del
narcisismo en la modernidad- se autoriza sin ningún pro-
blema en eso joven Lacan, en su clínica y en su antropología,
que por lo tanto ahora hay que compartí~·.

' M. Zafiropoulo~5 in P.·L. Assoun y M. Zafiropoulos, La haine, la


1

jouissmu:e et la loi, r\nthropos, París, 1D9fi.


!\ Iví. Zafiropoulns, Tristesse dmu.: la modernitrJ, Anthropos, París)
1996.
6
M. Zafiropoulos, 1Arcan y la.<; ciencias sociales, ln declinación del
padre (1938·1963), Nueva Visión, Buenos Aires, 2002.

11
En nuestro La can y las ciencias sociales, habíamos de-
mostrado:

-que muy tempranamente está en Lacan la elaboración


de una antropología lacaniana distinta de la antropología
freudiana,
- que dicha antropología -primera manera- de Lacan
(1938-1950) nutre sus bases en la antropología durkheimia-
na de la familia,
-que el estado del grupo familiar y el valor social que en
él encuentra su jefe -el padre de familia- determinan según
el Lacan de aquella época los síntomas de una maduración
subjetiva que, según el psicoanálisis (en aquella época), se
desarrolla bajo la primacía de los tres complejos siguientes:
destete, intrusión, Edipo.

Vamos a desarrollarlo:
Desde esta perspectiva, el complejo del destete domina-
do por la iii)!!_gQ_ll!ater!lª-' la incoordmaciÓn motriz, la
fragmentación del cuerpo y su angustia correlativa domi-
nan los primeros meses del sujeto desde cero a seis meses;
el comolejo de intrusión (6-18 meses) que constituye la
solucÍóil del compleJo del destete, por su lado está polari-
zado por la imago del semejante (la imago del hermano)
que ofrece al sujeto la imagen unificadora de un cuerpo
propio, es decir la imagen de su yo ideal. Ese complejo de
intrusión se caracteriza a la vez por el júbilo de los
dieciocho meses, motivado, para el sujeto, en el hecho de
concc~birse por fin en la unidad. Pero -contrapartida mór-
bida- se caracteriza también por el peligro mayor de las
violencias mortíferas de una ca_ptació_I1narcisista de la
que hay que salir por el complejo de Edipo. El complejo de
Eao, por su lado, está dominado por la imago paterna
que se supone introduce por fin al sujeto en la alteridad,
en el ideal del yo y en los intercambios sociales.
Estoy esquematizando, pero hay que volver a ese joven
Lacan para comprender nuestras resistencias de hoy y el
tipo d<' llamado al padre que éstas determinan.

l2
- la estructura libidinal pero también, precisa Lacan,
- en el plano de la estructura mental del sujeto ... con el
pleno sentido del mito de Narciso; que ese sentido indique la
muerte: la insuficiencia vital de la que surgió este mundo; o
la reflexión especular: la imago del doble que le es central; o la
ilusión de la imszgen: ese mundo, como ya vamos a ver, no
contiene al Prójimo.'

Por lo tanto, ese mundo sin padre es un mundo sin el


Prójimo.
En e ambi n ndo sin adre rolifera-
rían las psicosis, pero también un conjun o impresionante
de patologías más o menos violentas que conviene distribuir
según el momento de fijación en los complejos que impiden
el desarrollo del sujeto.
Cuando hay fijación al complejo del destete dominado por
la imago materna, es dec1r cuando domina, según el Lacan
de 1938 y según sus propios términos, el instinto de muerte
o el abandono de parte de la madre, amenazan entonces con
manifestarse:

-la huelga de hambre de la anorexia mental,


-el envenenamiento lento de algunos toxicómanos por vía
oral,
- el régimen de hambre de las neurosis gástricas,
-los suicidios no violentos.

Cuando hay fi'ación al com le'o de intrusión dominado


por la imago del semejante, se po ría as1stJr a a prolifera-
7
J. Lacan, "Los complejos familiares en patología", en La familia,
Horno Sapiens, Buenos Aires, 1977, pág. 115.
H J. Lacan, ibíd.

13
ción de las psicosis, de los delirios a deux, pero también a la
elección de objeto homosexual, al fetichismo sexual, a la ug_u-
rosis hipocondríaca.
El complejo de Edipo encuentra en la pluma de Lacan
varias verswnes:

-el complejo de Edipo en buen estado de funcionamiento,


es decir el de antes de la "crisis vienesa", donde se supone
que la idealización del padre es suficiente para llevar in fine
al sujeto fuera de la viscosidad del aferramiento nocivo a la
madre;
-el complejo de Edipo contemporáneo de la crisis psicoló-
gica de los niños de la Viena de fines de siglo que no heredan
-según el joven Lacan- sino una imago paterna en declina-
ción, que culmina en un aferramiento excesivo a la II!adre,
no compensad_QJJor la idealización de la figura P!!!e_¡:Jla. De
allí la emergencia de las neurosis de fines de siglo (neurosis
obsesiva, histeria, etc.) y el descubrimiento de parte de Sig-
munJ Freud del Edipo _])_ajo esta Tormaaei;radad_a. -

La versión del complejo de Edipo caracterizada por un


agravamiento de la carencia paterna (el padre humillado) y
la emergencia correlativa de la gran neurosts contemporá·
nea diagnosticada en estos términos por el Lacan de 1938,
con su núcleo caracterial, se expresa en las neurosis de fra-
caso, las neurosis de destino y en algunos suicidios. -
La versión de 1938 del Edipo anticipa la de 1950 en el
corpus de Lacan, donde el núcleo caracterial de la neurosis
1 se borra detrás de la nocividad aún agravada de las sico ~-
tias que se supone connotan una nueva agravación e la
1declinación de la imago paterna y,- má_s glf!IJ:llmente, Tas

violencias mduc1das por una nuevaClegradación de las capa-


cidaáes 1dentificatorias dela·s familias. --
En esta teoría de Lacan (1938-1950), las violencias y el
conjunto de los síntomas dependen de lo que él llamará por
fin claramente en 1~las cqndiciones sociales del edipismo.
Esta teoría, como puede apreciarse, gira esencialmente
en torno de la imago paterna, CU)'<J_ valg_r_de es!ructurac1ón

14
suQil'!tjva es clirectamente correlativo del valor social del padre
de familia, y luego de la integración social de la familia misma.
He repasado esta teoría con su inventario clínico porque
en ella se encuentra el conjunto de las categorías clínicas
generalmente reunidas bajo la idea de las nlte~as patologías
( anorexi~. suicidio, toxicomanía~rturbaciones narcisis-
tas, _e¡;tados_límites, violencias sociales, etc.). Cuando ustedes las
aborden ahora, habrá que recordar que al diagnosticar la
actualidad de estas perturbaciones hace más de sesenta
años, Lacan debería hacernos prudentes en cuanto al carác-
ter agudo de su actualidad.
Por ende, era necesaria un poco de historia del pensa-
miento psicoanalítico.
Pero modernicemos.
Nuestros colegas analistas siempre se interesan por el
estado de la familia con un saber sociológico que vale la pena e-
valuar, ya que está llamado, según ellos, a motivar evoluciones
clínicas que tienen la certeza de percibir y en cuyas primeras
filas se observa el desencadenamiento de los estados-lfm_ite
del_narcisismo y de la violencia.
Así lo atestigua bajo el título Familias de hoy el documen-
to publicado en el primer trimestre de 2002 por la Revue -.o ~.
Franr;aise de Psychanalyse (revista de la Sociedad Psicoana- lpr... ,
lítica de París).
Leamos el argumento de la investigación distribuida a los
redactores:
El modelo neurótico se borra y cede el lugar progresivamente
a l?spatologías identitarias y narcisistas que acaso reflei!!_n
la l!g()reza q_l1eparec:~haber_gªllª.doJac!iªtrib\lciól! tradicio-
nal de los roles en.~L~~nQ del universo_(amiliar."

Una vez más se indica hasta qué grado pulularían las


patglogías narcisistas identitarias, o los !l.'>lados-límites, en
virtud de la degr¡1dación de las capacidades iden!ifl¡:ªt_orias
de la familia occidentaL
!l Reuue Franr;aise de Psychanalyse, enero-marzo de 2002, tomo LXVI,
París, PUF, pág. 7.

15
<-,.~~ (_:'; -~·~-- -e-t(
\. 1

Sigue luego un conjunto de textos, entre ellos el del


profesor J.- By¡err, quien es uno de los teóricos franceses
de los estados- mu es, donde confirma desde muy antiguo el
la;¡¡o que se supone existe entre la sociedad pos moderna des-
cripJa porios ensa ·stas norteamericanos (como Ch. Lasch ),
pero tam ién or a unos sació o os ranceses como G.
Lipovetsky¡ y as patologías narcisistas. 10
Según estos psicoanalistas, los estados-límites proliferan
en particular porque, para ellos, se modificaría la distribu-
ción tradicional de los roles parentales.
En efecto, el argumento para el documento mencionado
formula la siguiente hipótesis:
... Hay mujeres que dejan su función tradicional en el seno del
hogar y también hay algunos hombres que renuncian a su habitual
estatuto social. Podemos preguntarnos legítimamente si esta evo-
lución no debe ponerse en relación con los cambios en la dinámica
psíquica individual constatada por todos los analistas ... 11

En consecuencia, habría una suerte de malestar narcisis-


ta en Occidente a causa de la transformación social de los
roles tradicionales parentales, y ello mientras los estudios
de los etnólogos más prestigiosos (B. Malinowski, M. Mead,
R. Benedict) habrían demostrado hace rato y siempre según
el mismo argumento, que el eso de la are· es
prácticamente inexistente en e seno de las otras culturas .. . 12
Seguramente se me juzgará no demasiado crítico, pero en
fin, uno se queda aterrado por esta ignorancia del saber de
las otras ciencias sociales.
En efecto,y lejos de ser una especíalidadoccidental, desde
hace ya veinte años C. Lévi-Strauss había indicado:
En su conjunto, las sociedades otorgan un alto valor al estado
COJ!yugaL 1·1
1!1 Íd., Jean Bergerct y Murcel Howmr, "La famille et les aléas de
l'Oedipe", págs. 71 a 88.
11
Revue Frmu;aise de Psychanal;v'!Je, Fmnille d'aujourd'hui, op. cit., pág. 7.
" lbíd., pág. 6.
11
C. Lévi-Sttauss, La mirada alejada, Madrid, Argos Vergara, 1985.

16
Lo cual queda confirmado por el conjunto de los trabajos
etnológicos, en particular por los de J. Goody.
En síntesis, contrariamente a este imaginario clínico que
concuerda con el sentido común, los etnólogos, los historia-
dores y los demógrafos han demostrado que en todos los
tiempos y prácticamente en todo lugar, la forma conyugal de
la familia ha dominado y que, correlativamente, las grandes
familias tuvieron lugar en cantidades restringidas. De allí
la fragilidal!_de la le_.Y.IaE!!,!.liano-durkhcil!'!!tna de lacontrac-
ciól}J~miliar_y de IªJeo_t:ía_ ªe]!:! declinación de la ima_g:Q ~ª­
tcr_!la.pa!:a dar cuc_n_t.a,d_e }am()~erni_c!a,~-d~l I1la.!~star y~
sus viOTencJas.
· Erícualíto a los nuevos pacires maternantes, ¿son tan poco
tradicionales como Jl.l'lrece'TJ.!?2!Ltan posrr!o.derno.s_?
En este punto, una vez más hay que leer a Lévi-Strauss:
Hay una gran diferencia entre un padre nambiquara, que
cuida tiernamente a su bebé y lo limpia cuando se ensucia, y
el noble europeo a quien, hasta no hace mucho tiempo atrás,
se le llevaban ceremoniosamente los hijos, ausentes por al-
gunos momentos de los aposentos de las mujeres donde se los
tenía confinados hasta que estuvieran en edad de aprender
la educación y la esgrima. 14

-Sí, pero y las madres, se nos dirá, ¿qué pasa con IJ!¡¡.
m~?
Las más jóvenes mujeres nambiquara desde1ian los traba-
jos domésticos y prefieren acompwiar a sus esposos en esas
expediciones aventureras, responde Lévi-S(,rauss antes de
evocar el origen etnológico de la leyenda de las amazonas.
¿Entonces?
Entonces, con esas jóvenes madres amazonas y esos pa-
dres "matcrnantes", ¿qué pasa con las devastaciones del
narcisismo entre los nambiquara? ¿Qué pensar de las anore-
xias mentales, de las toxicomanías, de los suicidios, de las
neurosis de fracaso, de las neurosis de destino, de los esta-
dos-límites y de su violencia polimorfa?
14 C- Léví-Slrauss, íd. [pág. 81 en el original francés J.

17
Ahora, un poco de historia: por cada padre europeo que, en
los siglos pasados, recibo ceremoniosamente a sus hijos se-
gún la costumbre de las grandes familias nobles, ¿cuántos
padres polvorientos, vagabundos, jornaleros que no dispo-
nían ni siquiera de la fortuna necesaria para la fundación de
una familia conyugal?
¿Se modifican nuestros roles tradicionales?
Seguramente, pero ¿de quién o g~_Sl_u~JJabla!1_nuestrªs
ínv~sligaciones psicoanalítíca~ cuando evocan la tradición
delosroles ;¡:sus reorganizaciones mó'rtiidas? ___ --m -
~¿se trataaerrora;:;r¡_¡¡¡:aré noble o del qué sobrevivía en
nuestros campos más pobres en el interior de las casuchas
más estrechas?
¿Acaso no se ve aquí la acción de)lpll_jncreíble _i&!!orancia
en loJme atañe a la diversidad de los roles tradicionales de
lo~ padr(ú!f ---------------------- -

Decididamente, toda una parte de las investigaciones


psicoanalíticas parece carecer en demasía de la profundidad
histórica y del saber etnológico elementales que le permiti-
rían no dia~osticar a cada rato, freudianamente, noveda-
des catastró teas que afectan la estructura de l!ÚlWlllia,
allí donde las otras- ciencias sociales ven en reiilicrad la
expresió11~de fo'!llá~~Vjíj-i~1.i!i.¡Sjfe}tñalnSfitu_<;Ión n.!l!Yiilfi:s-
tica (la familia) amplí_ame_11t'.' ¡}_OJ!lÍ_i1ad_a~~n todo lugary en
todo tiempo por las simples leyes de la conyugalidad.
Y a he derriostrado---=--cni.acaniiás ciíincias sociales- cómo
esta deficiencia de saber sociológico en el corpus analítico
sostiene la persistencia de la teoría lacaniano-durkheimia-
na que diagnostica de manera casi compulsiva la declina-
ció¡¡ de la familia occidental y de la irnago paternacori-su
extensión clínica mórbida, en cuya primera fila se sitúan las
violericlas sOClaTiis.- -------· ---- . -
Pero de pocol!a servido.
Este "diagnóstico" se realimenta sin cesar en las versio-
nes más variadas (aunque aplastantes), y en esta serie,
evidentemente, también hay que ubicar a la teoría recurren-
te ~ ta crisis de autoridad. -
tíma entrega pues, 2002, Familias de hoy.

18
Estimulado por el argumento antes mencionado de la Re-
vista, el doctor André Carrel escribe lo siguiente:

De esta crisis [de autoridad) somos los testigos privilegiados


en nuestra actividad clínica. Nos solicitan sin cesar, nos
requieren para reordenar la

Por otro lado, esta suerte de tesis no es el monopolio de


algunos miembros de la Asociación Internacional de Psicoa-
nálisis.
En efecto, sobre la crisis de la autoridad paterna hay que
recoger, bajo la pluma de varios psicoanalistas lacanianos,
la presencia de diagnósticos cuyo matiz catastrófico no tiene
nada que envidiar a los de la IPA.
Conocemos el valor que toma el operador nombre del
padre en el corpus de Lacan, ya que su lorclus1Ón culmmaría
e-:Fi'if"psicosis y su degradación en las psicopatías y en las
violencias sociales más graves.
Pues bien, en Les désarrois nouveaux du sujet, publicado
en 2001 bajo la dirección del doctor Jean-Pierre Lebrun,
especialista del "Mundo sin límites",'" el doctor Hílten-
brand, analizando la descomposición del lazo social, cree
percibir en nuestras cités* la el!l_ergeT!cia de un padre sin
f!Ql!tbre, 17 cuya encarnación sería el padre inrñigráñ~
Un escalofrío de espanto estremece al lector lacaniano,
pero hay que proseguir con la lectura, pues nuestro colega
* CJ1é: equivalente aproximado de "villa", la cité cslá situada dentro
de las ciudades, y constituye un enclave donde viven en mnlns condicio~
nes las poblaciones inmigrantes. IN. de la T.!
::. "Famillcs d'aujourd'huí'\ op, cit .• pág. 21.
~a Jcan-Pierre Lebrun, Les désarrois nouveaux <.tu bujet. Prolonge~
ments théorico-cliniques a u monde sans limite. Hors~ligne, Ramonville,
ErOs, 2001; Jean-Pierre Lcbrun, Un morule sons limite. Esxai pour une
clinique p.')ychanalylique du social, Colccdón Point Hors-Hgne. Rnmon-
ville, Erés, 1997.
17
Les désarrois nout'eaux du sujet, np. cit., pág. 338.

19
nos explica, como para tranquilizarnos, que en las familias
inmigrantes, el discurso tradicional dispone bien los luga-
res, pero afuera, el heredero está confrontado con el discurso
igualitario, o peor, libertario, y por ende, de retorno en la
casa, he aquí que se opone a los enunciados de autoridad del
padre socialmente desvalorizado.
Explorando, según sus propios términos, la chicana en la
cual se encuentra atrapado el hijo del inmigrante, el autor
indica que, entonces, la función del padre existe pero su
nomblJ!,..c:on)g_ que_f!_oporta del_ljifistro .. simbólico, ya no
CQ!l§.ÍliYfA ,trªnsn,Jítírse. 18
De allí! a invenCión de una noción de padre sin nombre que
se supone da cuenta de una nueva clínica de las familias de
Jos inmigrantes amenazadas por las perversiones o las psi-
cosis colectivas, en un marco más general de desmorona-
miento del lazo social que coincide con la lógica de infierno
descripta por el doctor Lebrun.
La investigación ya no se refiere aquí a la hija histérica de
un padre impotente (según, por ejemplo, el paradigma
freudiano del caso Dora), sino al hijo del inmigrante. Fuera
de toda lógica freudiana, aparece la noción de padre sin
nombre -Buficientemente próxima (en el plano sonoro) de la
noción de nombre del padre inventada por Lacan-, para
hacerla circular en el campo freudiano. No obstante, puede
observarse que procede de un movimiento de pensamiento
que reemplaza las categorías freudianas por categorías
propias de la clasificación social que, naturalmente, no
t.icnen valor heurístico desde el punto de vista de la clínica
freudiana.
En efecto, no es necesario un inmenso esfuerzo epistemo-
lógico para advertir que un hijo de inmigrante, al igual que
un hijo de padre francés (o español) debe pertenecer (para el
psieoanalista) a las categorías freudianas (neurosis, psico-
siR, perversión), y que nada debe llevar a ceder en lo que
at.añe al punto de vista freudiano de la universalidad de los
modos de estructuración subjetiva.

20
La categoría hijo de inmigrante aparece entonces como
epistemológicamente inaceptable para la orientación freu-
diana, tanto como la que la acompaña aquí, y querría hacer
admitir en el campo clínico al inmigrante por un padre sin
nombre.
Esta propuesta que trata de una categoría social específi-
ca {población migrante) está, además, suficientemente pre-
ñada de violencia segregativa para ser firmemente descar-
tada. Nuestra clínica de la violencia debe interrogar primero
a nuestras propias prácticas.
¿Se le ocurriría a un psicoanalista francés(o español) pro-
poner hacerse cargo de la clínica del hijo del francés (o del
español) como de la del hijo de un padre sin nombre'!
Lo que resulta inquietante es que la escandalosa extrava-
gancia que propone describir al padre inmigrado como un
sin nombre no detiene su publicación en el corazón mismo
del campo freudiano, lo cual parece demostrar que esta re-
traducción de una categoría social (inmigrado) a categoría
"clínica" (sin nombre) no choca desmesuradamente, y que
hasta podría encararse como un hallazgo.
Pero esta etiqueta clínica -que ilustra de manera carica-
turesca la manera en que operan los prejuicios del psicoana-
lista como resistencia a la experiencia analítica misma-,
encuentra su lugar, tal como lo hemos dicho, en una versión
lacaniana de la crisis c!!l_ autoridad!llucho_EJás _f!Jl!lll!~<l~e
ve en las t()XÍCOI!:l!_l:_l.f.¡j_~!z_(l_n Il!.~!~ll.}1CLaLe_n1ll.s pertu!!)_t:ClO.!l!:S
de !_a oraHdad, .en 113 yio)~J)cia dlE. JosJ§Y!!!l~.lh_etc:.t rasgos
específicos que pOJ1C!l a]..psicoanalista~!l. 1~ pist~.ti~-~
clínica de lo social qqc por fin desc,riQ!! eL!nfierno de nuesl!(IS
sociedades occidentales.
Ahora démosle la palabra a otro psicoanalista a quien se
le preguntará: ¿qué hacer?
¿Qué hacer, en efecto, para contrarrestar las devastacio-
nes de este mundo sin límites?
Respuesta: ponerlos.
Pero ponerlos según la buena manera pues:
... en este contexto, reforzar la autoridad no haría más que

21
provocar la escalada; ahora bien, la violencia de aquellos que
tratan de salir de un mundo sin límites ya no espera el castigo
del padre; espera más bien que se le pongan límites. Respon-
. der mediante el castigo, por qué no, pero no es eso lo que está
. en juego, incluso si a veces es necesario; pero lo que está ~p
juego es que se enuncie el límite, el "¡N o!", no tan topara que
s~a respetado sino para que sitúe la intcrlOcllc-iOn,-Para

11 que Jedé coriª'sJ~~~a a.r_<iiJc-ueJ1tro. .. · · ·· ··


Por lo tanto, si cree diagnosticar (con buena fe) una ca-_
tást_rofe social que se deduce del desmoronamiento paterno,
este psicoanalista (facaníanoi da testimonio de--su mala__ _
voluntad para apelar directamente al refuerzo securitario
del castigo.
¿Qué hacer entonces?
Algunos psicoanalistas de la IPA apelan a la reparentali-
zación. Algunos laca ni anos llaman a poner límites o a movi-
lizar la increíble valentía de pronunciar ese ¡No! con mayús-
cula y signo de exclamación, sin los cuales se podría no llegar
a captar cabalmente la importancia capital de esa palabra
hasta entonces quizás utilizada sin la conciencia exacta de
su inmenso valor.
En efecto, por último, júzguese lúcidamente con nuestro
autor lo que está en juego: ... si nos negamos a sostener un
l
"¡No!" a la inmediatez (previene el doctor Lcbrun), es como
si renunciáramos a lo humano: éste supone renunciar a la
omnipotencia infantil de aceptar la prohibición del incesto
como fundadora, a perder la Cosa. 20
Examinando con Lebrun lo que pueden hacer los psi-
coanalistas en esta sombría (:oyuntura de nuestros ado-
lescerrtesauíenes se les debe toM,Y.aeun-modo más
genera], frente a esta VIO eneJa e los JÓVenes que mani-

anahzados t
feKfana no ya solamente las ddJctiltades de los_ps1cópalas
Pci'
doctor La can en m5o,sln(i esa:verdade-
rai:are!l:_~a _e__a dimensión subjetiva que-e.star-i~j_evas-
1
:' J.-P. Lcbrun, "Une logique d'enfer", en Les désarrois nouveaux du
sujet, op. cit., pág. 284-285.
20
Op. cit., pág. 285.

22
i r l't ...(; 2"' 1°~
&r{ wc.'1.1t"f
tanda la adolescencia en 2002, otros psicoanalistas que
estuv1eron muy cerca de Lacan más bien le aconsejan a J.-
P. Lebrun mante_fler~~ .<!i~taT!~ia y le indica[! que no hay
na~e hacer, pero aprueb_aJnl su !Jalentía (}!__tratar de
decir algo. 21
Contrariamente a esta indicación, recordaremos aquí que
el texto de Lacan de 1950 que lleva por título "I11troducción
teórica a las funciones del psicoanálisis e[! crjminología","
les pide a los psicoanalistas que apliquen la ps1copaha al
psicoanálisis, es decir -según los términos del propio La-
can- que irr · · es~s_al irrealizar el crimen
[el p~j~_oa_r¡_ª-.!.§!§ no .SL.!E!.Y;tni?.'!:_O:l crimjnal ...
Hay una suerte de distancia respecto del deseo de Lacan
y de su nobleza que merece ser destacada.
Pero, por último, y para completar el análisis de las
respuestas a la pregunta "¿Qué hacer?" que acompaña este
estilo de diagnóstico verdaderamente consensual, hay que
observar que todavía otros psicoanalistas, como Ton y Ana-
trel_l<¡, proponen en los canales franceses de la telev¡slón
católica una prolongación moral o religiosa del psicoanáli-
sis.
Atacando directamente los desastres producidos por los
movimientos sociales de liberación de las costumbres, y
describiendo lQ_~_éLd_enoJl1i~_una _sociedad incestuosa
dominada por_unll:.!!Í:_sión:J't!sional y_un~_es)le-c~e d~~!éOlo­
gía sensorial que culmina en el sexo por el sexo,'rony Ana-
trella se pregunta: - - · ·· · · -· · ·· -- ·

¿Se tiene conciencia, cuando se habla de liberación sexual, de


hablar sobre todo de la liberación de la sexualidad infantil
[ ... j la masturbación, la paidofilia y la homosexualidad'' [ ... J
La militancia anticonceptiva quiso creer que poseía los me-
dios de la liberación sexual, pero estos mililantes se encuen-
tran bien solos con su píldora frente a los problemas afectivos
y a las dificultades sexuales. Al banalizar la anticoncepción,

:ll Véase al respecto el diálogo de J.-P. Lebrun con Ch. Melman in

L'honurw sans gravité, Denoel, París, 2002.


:ltJ. Lacan, Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires 1985, pág. 117.

23
y a veces el aborto, no se ha querido reconocer que, detrás del
pretexto de un goce sin restricciones, se escondían sufrimien-
tos y serios problemas psicológicos que no estaban asumidos
ni eran tratados ... 2 J

El movimiento femenino y la comunidad homosexual


apreciarán estas palabras, como tantos otros.
Para una mayoría, el a mor cristiano ha estado en el origen
del sentimiento amoroso, recuerda por último nuestro psi-
coanalista, predicando para su parroquia.
¿Qué decir?
Que el viejo F'reud, escribiendo desde Viena ~pastor
Pfister, le confiaba:

No sé si ha adivinado usted la relación oculta entre el


"análisis laico" y la ilusión". En el pnmero qmero proteger
11

al análisis frente a los médicos, y en la otra frente a los


sacerdotes. Querría entregarlo a un grupo profesional que no
existe aún, al de pastpres de almas profanos, que no necesi-
tan ser médicos y no deben ser sacerdotes. 24

Ahora se comprende fácilmente por qué.


Pero se nos encontrará seguramente poco tolerantes.
El pastor Pfister también destacó la intolerancia de Freud.
La réplíca del padre del pS!Coanáhs!S ño se hiZO esperar:

He conozco que mi observación de que los psicoanalistas de mi


fantasía del futuro no deben ser sacerdotes no suena muy
tole,:a~ú-C~Cónsidere que hable de. un futuro lejano. En
la _actualidad ":le parecen bien tart_l_!?_i_~~-~<~:;_m~~l_~_9S, ¿-e.or qlie
n~s sacerdotes??." - ·

¿Freud estaba haciendo política?


Y sí, y más preeisamente política de[Jlsicoanálisis.
El interrogante que se nos plantea hoy es el siguiente:
21
T. An<ltrella, Le sexc oublié, Patis, Flarnmarion, 1998.
Correspondencia 1909-1939 Signwnd Freud 1 Oskar P(ister, Méxi-
";·t

co, Fondo de Cultura Económica, 1966, pág. 121.


~.; Sigmunrl Freud, ibíd., pág. 124.

24
¿hay que seguir siendo tan ecuménico como lo era el Freud
de 1928, o bien aquí hay que asumir una ¡¡gparación cientí-
fica más riguro~:l!'O~e~_<l_clelo _ql¿C_J:!?yqt!e den()minar el
"tr~i_smo rea_~ionario del E_'licoanálisis"? Porque nos pre-
guntamos -habida cuenta de toao lo que acabo de desarrollar
sobre las respuestas a la crisis de autoridad-· dónde encon-
traría la orientación freudiana su lugar en los enunciados de
psicoanalistas tan encabalgados en los horrores sociales
de nuestra "sociedad-del-espectáculo" tetanizada por un
sentimiento de inseguridad que seguramente tiene menos
que ver con la proliferación de crímenes que conocería que
con esa suerte de complacencia mediática que evoca sin
cesar -y por goces no siempre gratuitos- el incesto, la pai-
dofilia, los crímenes, las violaciones colectivas-o toda otra
forma de violenCia emanada de Íos "hijos de los padres sin
nombre.
Pero dada la es ti matización de los desastres del adre
sin nombre o, más directamente, de los inm1gra os (padre e
hijo), no sor rende ue el cuerpo.e1ectoral francés -del que
los inrríígl-a os se encuentran precisamente separados- i.JJ!y_a
apelado, durante las últimas elecciones presidenciales, a
quien ocupa en este campo político, y de la manera más le-
gible, el lugar del padre francés (el presidente del Fondo
Nacional).
Entonces, ¿se trata de un esfuerzo en pos de la seguridad
disparado por la proliferación de los crímenes y delitos ver-
daderamente constatados y luego imputados de manera
poco discutible a los inmigrados? ¿O bien estamos frente a
una suerte de intento de curación !J,Ue se p~()E_one__!_r:atar,
mediante una suplencia imaginaria, la llamarada de una
suerte de paranoia que mÜ~v-rulturalrriente toma al extran-
jero~!f¡opers~.!il!]dor'? --··---------

25
Diálogo

En un diálogo ficticio con uno de nuestros colegas natural-


mente convencido del diagnóstico relativo a la ló~ica de in·
fierno de nuestras cités, examinemos primero laehncuen·
cia de los extranJeros a través de la lectura de unaObra
notable de Laurent Mucchieli, titulada Violences et insécu-
rité, fantasmes el réalités dans le débat franr;ais. 26
¿De qué nos enteramos?

De que la relación entre delincuencia e inmigración es uno de


los argumentos prineipales del Frente Nacional[que observa
con toda razónl que si bien constituyen oficialmente sólo un
7% de la koblación totaf;Tíis cxtraníeros representan eT31%
del a pobl ción de las carceles (. __ )pero en mas del 90% de los
cas.Q_ªt- se trata de individuos en situ-aciOn de arresto prcveri-
tiv.Q por infracción a la policía de los extranJeros. ---

Y concluye el autor:

Por consiguiente, la importancia de los extranjeros en la


cárcel refleja simplemente los efectos de la represión de la inmi-
gración clandestina. Es.a gente esta alll porque han ent1 ado
ir[e u.larmente en el teri-itOñOñCiéiünal y río porque hayan
contetido actos de e tncuencza. ara a or 8r un poco meriOs
incorrectamente la dehncuencia de los extranjeros, se puede
observar la estadística de las personas a las que la policía
abrió alguna cau~a en 1999. Una vez descartadas las infrac-
ciones a la policía de los extranjeros, estos últimos represen·
taban sólo el 13% de las personas con alguna causa abierta
por los servicios de policía y gendarmería, como resultado de
sus investigaciones. Según las mismas estadísticas de lapo-
licía, la delincuencia de los extranjeros registra una tenden·
cia a la baja. Ha hecho una regresión durante los últimos diez
atlas en todas las categorías de infracciones. 2 ;

26
Laurent Mucchieli, Violence et insécurité. Fantasme et réalité dans
le dribat franqais, París, La Découverte, 2001.
,, Íd., pág. 79.

26
-"Puede ser, pero entonces, ¿qyién es el responsable
del infierno de nuestra sociedad, de su violencia inédita y
de la multiplicación de los crímenes y de los delitos que
nos amenazan?
- MZ: Pues bien, antes de inculpar al inmigrado, ¿por qué
no examinar simplemente las cifras relativas a los crímenes
y a los delitos, para ponderar la importancia de la agrava-
ción del mal? ¿Qué decir en primer lugar de la evolución del
último cuarto de siglo?
"Si calculamos lo taso de violencia mortal voluntario y si
observamos su evolución histórica, rse constata] que hubo uno
ligero 11EJ_a entre 1972 y 1998",28 escribe tranquilamente Lau-
rent Mucchieli, indicando al mismo tiempo que lo único que
hace es confirmar resultados publicados por funcionarios del
ministerio de Justicia, los que concluyen con los siguientes
términos una obra publicada por la documentación francesa:

Desde mediados del siglo xx, las profundas modificaciones de


la vida económica y social en Francia no modificaron sensi-
blemente la importancia de los numerosos comportamientos
delictivos. Ya se trate de homicidios, infanticidios, golpes y
heridas voluntarios u ofensa a las costumbres, las tasas por
cada mil habitantes de la mayor parte de los crímenes y de-
litos contra las personas se han mantenido prácticamente
estables. La vida moderna no ha agravado la asociabilidad
interpersonal. 29

- Sí, pero ¿y antes? Antes de mediados del siglo veinte,


prosigue mi contradictor, ¿no est_ábamos acaso mucho mejo_r
protegidos en el seno de nuestra_¡; grafldes familias?

-MZ: ¿Por qué no interrogar a las historias e interrogarse


a largo plazo?

"Los crímenes pasan de 19,7 cada 100.000 habitantes en


'"Íd., pág. 64.
29
Aspcct de la criminalité ct de la délinquance constatées en France en
1988, París, La Documentation rran¡;ai¡;e, 1989, pág. 35.

27
1851 a 4,5 cada 100.000 habitantes en 1946", escribe el
Zeldin de la Histoire des passions franr;aises .30

-¿Así que el_siglo XJX y los siglos anteriores eran cerca de


cin~o veces más peligrosos que nuestra "posmodernidad"?
Puede ser, pero al menos en nuestras grandes familias
sabíamos a la sazón proteger bien a nuestros hijos.

-MZ: ¿Recuerda usted que lm;_lactantes_~staban práctica-


mente excluidos de las grandes ciudades francesas de los
si¡::los XVII!_Y._Jg2U'_!l.Ue~nt~<: UJ1_ 2~ y un 30% mona ante_s de
vol~e·· a ver a s~i:lt:es?"j 1 ¿Recuerda también que los
abandonos de niños conocieron un alza trágica en el siglo
xvm (cerca de 7.000 en París en 1770), y que los hospitales
creados en el siglo xvn rara vez tenían los medios suficientes
para alimentarlos convenientemente y que morían casi to-
dos en los primeros meses? Por otro lado, admitamos juntos
que el abandono en el hospital también fue un progreso y un
mal menor en relación con el infanticidio ampliamente
practicado durante los siglos anteriores.
Pero los parisinos o los barcelonences de 2003, ¿podrían ima-
ginar por un solo instante sacar de sus casas a un 90% de sus
lactantes, dejar morir a un tercio y abandonar a muchos de ellos
en morideroshospitalarios para no tener que matarlos directa-
mente?

- ¿¿¿???

-MZ: ¿Acaso no hax un modo de ignorancia sociohistórica


inaudito en evocar hoy en día la lósica de infierno de
nuestras cités? ¿No hax_un modo de ÍgnoranCTasocÍ!J_lii~tóri­
ca mcreíble al evocar sin pausaJ¡¡.-ª-e_sj_n~egraeión de !!_!!_es-
tros lazos~ociale~_y en prime~)_l,lgar_~l_de nl,!_Q.S!ragran fa-

:w Théodore Zeldin, Histoire dPs passions {ranqaises, París, Seuil, vol.


1, 1980, voL 2 y 3, 1981.
:u J acques Léauté, artículo "Anthropologie historique-histoire de
l'enfance", Encyclopaedia Universalis.

28
milia occidental, mientras que sabemos ya desde hace unos
trehifa -año-s que esta forma de lam1ha siempre Tiie üna
forrria-mlnontana ifeTodas nuestrasfáínilias eriOccídente?
Y además, si'li!-Támllra esuñespacíii<Ie estructuractón,
¿no es acaso en su corazón mismo donde se motivan las
violencias más_g@ves, tan~()ay_e!__como hoy?

-Y dale con la historia ...

-MZ: ¿Por qué no? En el siglo XVlii ( ... )muchos crímenes


eran el resultado de disputas familiares y cuanto más fuertes
eran,! osl(l_~~ma:y_or era lap,.oporcwn de crímenes y agresw-
nes en el interior de Ta--¡amilia , 3 ~indicii una investigadora de
la escuela de los Anales.

- El criminal muchas veces era de la familia, ¿pero hoy?

- MZ: "Del 20 al 40% de los homicidios y el 8% de los


asesinatos entre esposos se cometen en el domicilio común.
Cerca de la mitad de las mujeres asesinadas lo son por su
marido o por su concubina ( ... ) Alrededor del 20% de los
cónyuges se quejan de brutalidades físicas. Los maltratos a
niíios son legión, desde la simple negligencia hasta el filici-
dio, pasando por los abandonos, las privaciones, las violen-
cias físicas y psicológicas, la violación paidófila o incestuo-
sa, el rapto parental en ocasión de un divorcio, etc". 33
Clínica de la violencia: ¿acaso no es detrás de las ventanas de
las famtÍias de Francia o de España donde se anuncian el
incesto, la violación, los golpes, el crimen? De allí el éxito de las
asociaciones de mujeres golpeadas, de los derechos de los niños,
etc.

¡Ah, todos esos militantes! Menos mal que el padre


:32 Nicole Castan, "La criminalité familia} e dans le ressort du Parle-
ment de Toulouse 1690-1730", Cahier des Annales, n' 33, París, 1971.
3
~ Crimes enfamille, prefacio del Profesor Michel Bénézech, Edición nº 1,
pág. 12. El profesor Michel Bénézech, legista, psiquiatra y criminólogo
enseña criminología clínica en las Universidades de Bordeaux II y IV.

29
Anatrella ya nos había prevenido, aunque tengo que recono-
cer que el uso generalizado de la anticoncepción en todos los
met,lios_sociales hizo retrocede¡:__J:¡istÓncamen te la mortali-
dad infantiL · --

-MZ: Usted me sorprende, pero tiene razón: entre 1972y


1991 losinfanticidios dis!lli_nuye_ron en tres cuartos.

- Bueno, pero sin llegar hasta el crimen, los lazos de


vecindad se debilitan y tengo la impresión de no estar real-
mente seguro.

-MZ: Después de la familia, ¿no es entre vecinos que la


gente se agrede físicamente con la mayor frecuencia y fa-
cilidad? De allí qu_(l_e_l_perfil tipo de la víctima sea estrecha-
mente homólogo al del agresor: un hombre poi!o general
joven;sinpr6fesiün u obrero:Unao\i<iiia notiCia: bay pocos,
casi no hay psii:oiíii.alistasen el cuadro.

- ¡Ufl Pero dígame, en el plano clínico nuestras investiga-


ciones prueban bien qu~ealme_n_!e hay ní. uchos estados lí-
mites, que entre ellos se encuentra una cantidad importante
de mños de padre inmigrado a menudo toxicómanos, lo cual
prueba suficientemente las dificultades específicas del pa-
dre inmigrado y, de una manera más global, que hay una
des-simbolización generalizada.

-MZ: Era demasiado lindo, he aquí que usted recae en la


cuestión. Para el padre inmigrado, recientes investigacio-
nes demuestran que la realidad está mucho más matizada
de lo que nos dicen nuestros médicos, y yo observo que
cuando, lejos de comprometer a nuestra sociedad en la psi-
cosis colectiva, la delincuencia o la perversión, los hijos de
los inmigrados vuelven a cargar, por ejemplo, el nombre del
padre muerto del Islam, se encuentran muchos observado-
res para inguietarse de la islamizaci'on-de-nuestras cités. En
fin, usted tiene razón: perversos; delincuentes o toxicóma-
~ el estado límite de los más j~venes que hay que repa-

30
rentalizar, moralizar, cristianizar o encerrar no parece dejar
lugar a dudas para algunos de nuestros colegas que, por otra
parte, muchas veces tratan de fundamentar científicamente
sus declaraciones. Así que escuche loAue enuncia un grupo de
estudio cle.EsLq~~tras que asocian en Francia a es cialistas
en bjoTogía, de_ epi(fe_!l!i<?.l~?~~ e e ínica psicoana ítica:
La toxicomanía alcanza una prevalencia variable, según los
estudios, pero con harta frecuencia importante entre los es~
tados límite: el 69% para Andrulonis et al., el 67% para Pope
et al., el 55% para Akiskal et al., el 23% para Frances , elll%
para Baxter et al. ... "."

Uno se queda epistemológicamente consternado por el


conjunto de las declaraciones sostenidas por esta comuni-
dad de investigación, pues si la pr_evalencia gue liga a los
toxicómanos a los estados límites es tal que puede variar
entre 69% y 11% según los estudios epidemiológicos y si se
nos quiere conceder que las toxicomanías se perciben bas-
tante fácilmente, parecería que esta variación de 1 a 6 mide
menos una co-morbilidad -que une a dos categorías cuyas
bases científicas están aseguradas (Toxicomanía 1 Estados
límites)- que la in~~r.t_idum!lre del descubrimiento de una o
de la~ dos_ ca~~_ggr,í!J.S_en _c:u~stión.
Si cualquier clínico puede situar fácilmente el ruidoso
comportamiento toxicómano, queda por concluir que el bies
que produce la asombrosa variación de 1 a 6 (presentada sin
más crítica) proviene menos del descubrimiento mal asegu-
rado de las toxicomanías que de la li ereza inherente a la?..
nociónmi~!f!.~ de estado límit~, que introduce el esto e asi- ~~<(4
ficatorio del clínico en el re istro aeTa'1 t' .~ '"''"' 1
duda y, ¡¡ara decir o to o, e o a ea torio. 1
De an quizá,-yparásacar por fin de la oscuridad esta-
noción tan popular de estado límite, la idea de confiar a un
especialista indiscutible de este terreno, el doctor ~é
G~e_n, una investigación pr<!P_ia para disipar la noche o al
menos la cacofonía clínica que caracteriza a esta noción.
"' Op. cit., pág. 250.

31
En el congreso de la Asociación Internacional de Psicoa-
nálisis que se celebró en Chile en 1999, O to Kernberg
anunció con gran placer que un proyecto clínico e enverga-
dura, ded{cadO_Q_J!J1 abordaje clínico C':'!}!l!_n~tia! cl_(!__ los
pacientes borderlines, resentado por un grupo de investiga-
ción, dirigido por e actor André Green, fu¡: acogido con
ei].IUSÍGS1/l-{)__)' será fí!!anciado por la COJnÍS!Ón COILSUÜÍVa
para la investigacíón aé1 Clodor Wálrúslein-;así CO/llO poi' el
Comjté__pgJ:E:J[L invesfiE5JE!Ón. Espero que se nos presenten
más proyectos de este tipo para "torcerle el cuello" de una
buena vez a la lesis según la. cual la API sólo sostiene la
inve.~tigación empírica. De todo esto nos enteramos en el
número fuera de serie dedicado en 2001 a las Courants de la
psychanalyse conlemporaine para la Revue Franr;aise de
Psychanalyse .""
Esperamos la publicación de esta nueva investigación
cuyo proyecto da pruebas al menos de la debthdad del
consenso que actualmente reúne a clínicos alrededor de la
noción de estado límite, cuando incluso esta noción es utili-
zada larga manu y es convocada sin cesar para dar cuenta
de la violencia y de una manera más general de las pertur-
baciones del sujeto posmoderno abandonado por una Auto-
ridad en crisis.
La incoherencia científica de la teoría socioclínica de la
crisis deatitori[áaes parenw;como lo éSta fucoñSiStencia de
su prolongactÓn clínica que la mayoría de las veces toma el
rostro hipermodemo del caso límite. No podía ser de otro
modo, ya que esta teoría no es más que una versión apenas
modernizada de la teoría (muy antigua) de la declinación de
la familia occidental y de su jefe, cuya arqueología ya hemos
reconstruido y cuyo carácter obsoleto hemos demostrado.
Pero si esta nueva versión es tan exitosa y genera tantás
elaboraciones polimorfas es porque encuentra sus resortes
en un núcleo de certidumbre que reúne tanl;!l a l()s_doctos

;¡', César y Sara Bote!la, "D~J~ r.~che_r:che_gn R=!Yfll_~nl*lyse", Reuue


Fran~aÍse d<' Psychanal)'se, n 9 fuera de serie, bajo la díreceifin de André
Green, París, PUF, 2001.

32

------------------~-----
/l#Vefp :(PHr;finr
como a lo!Profanos. En este núcleo, también lo hemos dicho,
no hay nada más que la actividad ropiamcncilcnceguecedo-
ra \ie la naveta•
[amlll.ar el neurótícO,que fue llevada al
campo de ·las certezas científiCáspó.rlos pa.dre~:t!Baadores
de la sociología del siglo XIx.''"
Por lo tanto, bajo la nueva versión de la crisis de autori-
dad, la novel[! familiar analizada por Freud sigue infil-
trándose no sMo en el registro de la opinión pública, sino
también, y por el lado de los doctos, en las investi~aciones
socioclínicas, acreditando por lo mismo ese verda ero fan-
tasma social que se podría enunciar del siguiente modo: un
padre está decayendo.
Esta.sJeclinación motivaría, en el plano de las masas, el
agQhio parcísistª.fl~ los hilos, su to¡icomanía, su_p.§Lcn~s.:..
sus trastornos sujcidiarios y sus vil!Jencias.
Lejos de reconducir ese tejido social fantasmático y de
apelar a su rcparentalización, a ponerle límites, a encerrar
a los jóvenes o a cristianizar al sujeto, para nuestra orienta-
ción freudiana ha u e construir el ó1' efo -eTSlñtoma:
ma;ng:_::_g___gs tÓX:l!:Qll, p <UlglillL!L ?Cto, a!lorexias, cte.-
para la clínica del caso, como para la clínica de Jo social,
desprendiéndose primero de las ficciones socializadas que
nos hipnotizan porque cri¡ren la oantl!Jl.ll d~J iQ!!ª!...l1_ªtc¿:no
fr~n..te a la angustia de castraCÍÓJl que le es anterior.
La secrrencia imaginaria es la siguiente: habría habido Z
una famíia protectora y un potente jefe protector; vean
entonces cuán grandes son nuestro abandono y nuestra
miseria.
Volvamos a poner las cosas en el buen orden freudiano:
prif[!<l¡-o es~ la angustia de castració'!,_Y_después la queja
nostálgica con su fantasma do abandono.
Más ue a ciar a íina-ortO-eifla del adre o de la familia f
que obturaría el síntoma, más que an ar a an o e mas
sobre la ficción fantasmática de una autoridad que por fin

16
Cf, sobre este punto nuestroLacan y la.'co" ciencias Hociales, op. cit., y
Sigmund Freud, 1'La novela familiar del neurótico", en Obras Completas,
Biblioteca Nueva, Madrid, 1981, vol. 11, pág. 1361.

33
vendría a traer la paz al mundo, pa¡ece más freudiano desde
el punto de vista de la formación de los psicoanalistas
extrqe,lg autoridai, de la ficción, corno lo indicaba el Lacan
de la reposición e 1967. Para volver al síntoma por fin
inteligible, hay que <l,ejarse guiar por Freud o incluso parla
{id elida a la envoltura ormal del síntoma, que es la verda-
dera huella clínica a a que tomá amos íi~sto; segjín Ii'iillca~
ba el mismo Lacan en 1966, no a propósitoTeTosjeroglíficos
de la histeria sino a propósito del delirio que envuelve el
pasaje al acto del caso Aiméc. 37
Y si esta posición de lector del síntoma, de descifrador de
los resortes inconscientes del síntoma no conviene, cuando
por ejemplo los goces mórbidos borran las huellas significan-
tes que motivan la solución sintomática, parece menos con-
veniente concluir en la expresión de un estado límite que se
encuentra por doquier y por lo tanto en ningún lado, que
en la expresión de los límites mismos del psicoanálisis. Este
punto preciso indica el momento exacto en que conviene
romper el aislamiento de la práctica psicoanalítica como
saber analítico y ser capaz de pasar de un discurso al otro:
Perg si parece que al trabajo terapéutico -el cual por otra
parte tiene toda su nobleza-leso.rre¡¡ponde sugerir!!'l..a!!JU-
jctQ una fuerte cregncia en el padre,.!!_!!!t?~s la E!"ÍCJ:!~Iición
psjcoanalítica que querría toma!"somo (ljeg~_u d_¡lsªrrollo ¡¡1
refuer2!.o_cl~lli imagq_ pate..!lli!..C~!"ͪ-P.~J!tO_!ll! .~ s.in...sl!ILda
securitario o religioso hacia el cual, s~n Fr:~ud..}'_Fergn~zi,
la conduela, por ejemplo!_.}l'LQ!!!l:Q_ustav Jung.
Su principal preocupación no es la teoría de la libido, sino la
de la comunidad cristiana. Identifica la confesión con el
psicoanálisis y no sabe, evidentemente, que clre·Conocimien-
to de lo.íi. pec.ados no es más que la menor de · ife
la
ter!!Pia psicoanalitíca; la !Jl!Íslmport§nte es
la í!!la~o paterna, que escapa completamente a
Es ev1 en le que Jung jamás quiso ni pudo dejarse demoler
por un puciente, Porendejarn~~!:l-~!i~~ó,,s_ino que s~ _mf!_n~l! vo
:n· J. Lacan, "De nuestros antecedentes", úi Escritos, Siglo xxr, México~
1988, pág. 60.

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para sus acientes corno el salvador que se deja bañarporlos
rayos de su semejanza con ws:
Sus observaciones acerca de Jung me parecen totalmente
evidentes.:!')

En efecto. u a cosa es reconocer cllu ar del adre en los


momgnt,os más precoces de a cstructurac1 n su gctJva =iál
como lo ha recordado Lacan para el campo pSicoanalítico
francés-40 y otra m u distinta es llamar a reforzar, contra
la perspectiva reu 1ana, a 1ma~o pa erna. n es e re uerzo
hay una especie de desvío de la éíca de Frcud que se sostiene
naturalmente en el desví_s¡A_()!_<l~~lii1.<lstico relativo al males-
tar..\l!lla cultugy¡:¡ la proliferación delos casos límite~ue
en ella se perciben. Para hacerse una buena idea del extremo
al que ha llegado Jo que debe llamarse un verdadero revisio-
nismo psicoanalítico, podemos referirnos a la manera como
un importante psicoanalista de la Sociedad Canadiense de
Psicoanálisis vuelve a visitar, por ejemplo, el paradigma
freudiano de la histeria, el caso Dora, a partir de lo que él
denomina los desarrollos modernos del psicoanálisis. 41
En dicho texto, que de lejos no es su escrito más convincen-
te, P. Mahon critica a Freud sin miramientos en los siguien-
tes términos: convicciones, e uccwnes m undadas e imagi-
nación: tales sonl:as características e e mo _<¿en que reud
ha desarrollado sus hipótesis en el caso Do.!a ... (pág. 97).
Más adelante, escribe el autor: Revelando el cinismo de su
fantasma sobre la paidofilia y la virginidad de las jóvenes,
Freud añade ...
:¡¡¡ Sandor Ferenczi, carta a Freud del 25 de octubre de 1912, en
Correspondan ce ( 1908-1914), vol. 1, París, Calmann-Levy, 1992.
: Sigmund Freud, respuesta a Fcrenrzi, 27 de octubre de 1912, íbid.
19
10
"Fue mérito de La can haber restablecido la func-ión paterna, no sólo
en el caso de las neurosis de fijación edípica sino, en general, en toda
patología, dado que cada forma reclama su teorización particular, de
donde el lugar del padre no puede sor borrado", llega a indicar Andre
Green en su obra ldées directrices pour une fl~t•r"cha.nalyse contemporaine,
París, PUF, 2002.
41 P" Mahony, Dora s'en va. violen ce dans la psychanalysc., Paris, Les

Empécheurs de penser en rond, 2001, pág. 21.

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Luego recomienda a sus pares no ... tomar a la ligera la
opinión cínica de Freud ... (pág. 110) y concluye por último
que Dora presentaba una organización frágil de la persona-
lidad histérica e incluso se podría decir una perturbación de
la personalidad borderline marcada por una serie de carac-
terísticas, entre las cuales habría utla debilidad estructural
del yo y una cierta labilidad de los afectos (pág. 121).
Aquí la operación es bien completa: ya no basta con andar
diagnosticando a cada rato la proliferaéfóñCJ.e -fos borderli-
nes _como rasgoespecffrcoTen\úístrapiismiiaéfnidad. se-tí'!r- ..
ta, en cambio, de prestar una consistencia intemporal a ese
estilo de clínica para volverla hacia (y contra) el abordaje
freudiano de las neurosis de fines del siglo XIX. Esta nueva
clínica made in America, que privilegia el trauma contra el
fantasma, la norma estadística (incluso la investigación so-
bre la realidad) contra el efecto de verdad, y que también
apoya las críticas feministas, aparece como lo que es: el
producto de un rev ·sionismo sicoanalítico ~e..!!~ oculta su
odio. or Freud a uí incui_E~<>.E!Jr su antaSI!!:_aP.!!-Jriarc_al,
su cinismo, sus educciones tnfun a as y por sus presuntos
de
excesos res-¡)~to susdú-ilosasrelac1oilils con su fantasma
sobre liipliíáo/ilia. - ·- · --
:mt círculo se cierra: la inculpación del padre por parte de
las muchachas del Oeste que habfamos evocado en 199542
como complemento neurótico de la guerra en el nombre del
padre llevado adelante por los hijos del Este, se halla pro-
longada por uno de sus hermanos y en el corazón de la IPA,
contra el Padre del psicoanálisis.
Esta inculpación (D~a s'en va)~()!l_.S!' S.1l!Jtftulo violencia
en el psicoanálisis es introducida por l;lf_!~pí¡;rafe que domi-
na el texto:

La cobardía se da gustosamente aires de prudencia.


La valentía se expresa sin máscaras, y no le gusta exhibirse.

n Véase nuestro artículo "La haine inconsciente et le líen social'\ in


P.-L. Assoun y M. Zaflropoulos, La haine, la jo~¡,issanc-e et la loi, París,
Anthropos /l<~eonomica, 1995.
j't'

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Lo cual aparece como una especie de advertencia a los
lectores, a quienes se les pide que tomen este ataque contra
Freud como el fruto de una operación decidida, seria y va-
liente.
Por medio de la voz del héroe que se levanta contra el
Padre, se abre el debate.
Por lo tanto, habrá que elegir entre la teoría psicoanalítica
que se origina precisamente en la experiencia germinal de
Freud con las histéricas o la inculpación de un rostro paidó-
filo del Padre generador de borderlines.

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