Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
DE LA VIOLENCIA.
LA IGNORANCIA DE LO SOCIOLÓGICO
COMO SIN SALIDA PSICOANALÍTICO
MARKOS ZAFIROPOULOS*
7
11
, _ siguiente modo: nuestras sociedades occidentales se carac- 1
rk."'l mente
¡¡,.W-
terizaninédita
por. una vi·o.l.enci·a.·
y que se ex sorial.cu.
lica or elyadesm
p.oten.cia es histórica-
ronamiento d 1
·,;.¡M sirpbólico en c~a_priiJ!era_I a_ay.q\]e sit_uar a nom re el
padre, natura]menté-rico en armonía y_ en paz.
Ahora bien, actiiáífcemos brutalmente estas palabras, en
el momento en que G.W. Bush Jr. se preparaba para lanzar
su ejército en Irak, diciendo: Rezaré por las víctimas norte-
arnericanas e iraquies. -
Muy bien.
Es conocida la influencia de la fe religiosa en el estilo de
gobierno del presidente que tiene la costumbre de inaugurar
sus reuniones políticas más importantes comulgando con sus
colaboradores mediante la común participación en una ro-
busta plegaria.
¿Qué hay para decir de nuevo?
Nada sobre el presidente, sino más bien sobre el encegue-
ci¡pjepta de quienes todavía se lamentaban hªce poco
tiempo sobre el desencalltod~l.Q.o~mQ.<I~nismo o aun -y a
elección- sobre-eJaesinoronamiento de lo simbólico, la
desaparición de tos-Tfios, mcíus"a· aún la desafiliación
generalizada que se supone caracteriza la desd1cha de
nuestras sociedades occidentales 1 - -..
que
próximo de lat1 críticas del individualismo de;;ancollad;ls
por M. Gauchet o A. Ehrenberg.
8
levantar una vez más la espada en el Nombre del Padre
muerto contra la voluntad del Padre de la Iglesia (el Papa)
y también contra el piadoso archipiélago de los templos
norteamericanos.
El último desencadenamiento de la guerra en el corazón
del hipermodernismo no desmiente, por lo tanto, nuestra 1
tesis formulada desde muy antiguo: las masacres de masas
sleffi re se hacen en el Nombre del Padre muerto .
Que la posmodernidad, des e este.punto de vista, no sea
una excepción, no debe asombrar, ya que es cierto que la
debilidad epistemológica de esta noción (de posmodernidad)
sólo puede igualarse con el axioma -recordado gracias a
nuestra práctica y sin cesar machacado por esos clínicos del ·._.,
malestar desl\l_Ill_brados ~rl~_r-everberación del duomo de la¡ '1 :',.,
basílica de San Pedro de Roma- sobre la función seinai1tíca
deí nombre-dci=padre. · ··- ·
Esta desastrosa condensación ue repliega_el síntoma re-
ligioso (en el Nom re del Padre muerto) en la universalidad
de un orerador semántico (el nombre del padreoinclusoly L-•
según e vocabulario de Claude Lévi-Strau_S§ó:un significan-
te de exce ClÓn ue ermr-·-~ r ' .. - , , .-
lico , esta con ensac10n encuentra sus ~aíces en efiesto
mau ral de L can uien en 1953 articuló en Roma la
teona e nom re el padre y la de a universal condición de
ejerc1c10 del ensamwnto s1mbol~. ·
. cruz como marca ep1stemo ógica desorientará, y du-
rante mucho tiempo, a muchos analistas que desde ahora se
creen llamados, en el nombre de la ética psicoanalítica, a
reforzar lo que, muy por el contrario, conviene (y según
Freud) atravesar por medio de la experiencia de la cura: la
nostalgia del Padre y el conjunto de sus avatares religiosos.
¿Entonces?
¿Entonces hay que hacer volver el rigor freudiano contra
la resistencia al psicoanálisis del tropismo católico que ha-
brá marcado la historia del movimiento lacaniano?
9
Tal vez, pero tJlwbiénhabrá qne recordarJiUC.desde hace
muchoL e ' pnestoenguardjacontra!oqueen 1973
llamaba.. .or 1 e la fi div' 3
emos po 1 a-·ffiimula graciosa,
pero ¿acaso no es cierto que cuando desencadena la risa es
cuando Lacan se vuelve más grave y que quien ríe debe
esperar lo peor?
En eso estamos,
Los devotos (psicoanalistas o no) que en tiempos de paz
acuden compulsivamente a la bonachonería patriarcal para
restablecer la armonía en el mundo, en estos tiempos de
guerra hipermodema han podido apreciar la nocividad de sus
plegarias y quizá, por fin, les fue posible captar que al
limitar su percepción de lo simbólico al registro del sentido
común (religioso), no tenían ninguna oportunidad -como
t psicoanalistas- de iniciar una búsqueda que por fin condu-
~ jera a despejar lo que yo llamo la fazJllórbida de lo simbólico.
1 Las víctimas de la guerra han podio o apreciar el encegué-
cimiento de los intelectuales occidentales,
Demasiado tarde.
Había quedado pendiente recordar, para esas jornadas,
los motivos simbólicos de la guerra de Irak. O incluso, y de
una manera más general, había que recordar nuestra posi-
ción crítica sobre la nocividad de lo simbólico. En efecto, es
la única que abre el de las investigaciones relativas
a una verdadera c~~~~~~!lrn~~lirlffi~~~ la cual
1 du
1
1
1 de
1operadores de regulación simbólicos- e un monumento de
'la resistencia de los psicoanalistas al pslCO!HH 1s1s,
10
- El odi_o_:t_iil lazo social4 o incluso cómo la vjolQ,m:ia 1
originaria del asesinato del padr!U' su recuerdo totémicQ_ i
~~ Nombre dciJ>a~~ejmucrto}- ..!:_Stán .(l.n ~] origen d..!' la_s'
reglas sociales per<:> ta..iiliién_\Y _e~~ eslo _qu~ !'oso~~s 1
agregamos) .en <;lfo.r~§l! _de l~J.~_J!l!l§-'!!J:~§ d.c m¡¡sajl. 1
-Tristeza en la modernidad, 5 o también cómo el discurso
de la ciencia viene a atemperar la violencia del inconsciente
melancólico y de sus pesadillas.
En fin, todo esto para volver al origen de nuestra clínica
frcudiana de la violencia.
Pero ahora querría volver sobre mis pasos y conducirlos
sin tardanza al corazón de lo que, en el campo psicoanalítico,
constituye hoy en día una verdadera revisión de la perspec·
tiva frcudiana, y que encuentra sus raíces en los textos del
joven Lacan, estudiado por nosotl'os en nuestra última obra
Lacan.J:las ciencias sociales, la declinar;_ió~ del p_ad~e (1938·
1953). 6
Vuelvo a ello porque la arqueología de lo que llamo "el
revisionismo psicoanalítico de hoy"-revisionismo que, como
contrapartida natural del diagnóstico sobre el desmorona-
miento de lo simbólico, pone el acento en los avatares del
narcisismo en la modernidad- se autoriza sin ningún pro-
blema en eso joven Lacan, en su clínica y en su antropología,
que por lo tanto ahora hay que compartí~·.
11
En nuestro La can y las ciencias sociales, habíamos de-
mostrado:
Vamos a desarrollarlo:
Desde esta perspectiva, el complejo del destete domina-
do por la iii)!!_gQ_ll!ater!lª-' la incoordmaciÓn motriz, la
fragmentación del cuerpo y su angustia correlativa domi-
nan los primeros meses del sujeto desde cero a seis meses;
el comolejo de intrusión (6-18 meses) que constituye la
solucÍóil del compleJo del destete, por su lado está polari-
zado por la imago del semejante (la imago del hermano)
que ofrece al sujeto la imagen unificadora de un cuerpo
propio, es decir la imagen de su yo ideal. Ese complejo de
intrusión se caracteriza a la vez por el júbilo de los
dieciocho meses, motivado, para el sujeto, en el hecho de
concc~birse por fin en la unidad. Pero -contrapartida mór-
bida- se caracteriza también por el peligro mayor de las
violencias mortíferas de una ca_ptació_I1narcisista de la
que hay que salir por el complejo de Edipo. El complejo de
Eao, por su lado, está dominado por la imago paterna
que se supone introduce por fin al sujeto en la alteridad,
en el ideal del yo y en los intercambios sociales.
Estoy esquematizando, pero hay que volver a ese joven
Lacan para comprender nuestras resistencias de hoy y el
tipo d<' llamado al padre que éstas determinan.
l2
- la estructura libidinal pero también, precisa Lacan,
- en el plano de la estructura mental del sujeto ... con el
pleno sentido del mito de Narciso; que ese sentido indique la
muerte: la insuficiencia vital de la que surgió este mundo; o
la reflexión especular: la imago del doble que le es central; o la
ilusión de la imszgen: ese mundo, como ya vamos a ver, no
contiene al Prójimo.'
13
ción de las psicosis, de los delirios a deux, pero también a la
elección de objeto homosexual, al fetichismo sexual, a la ug_u-
rosis hipocondríaca.
El complejo de Edipo encuentra en la pluma de Lacan
varias verswnes:
14
suQil'!tjva es clirectamente correlativo del valor social del padre
de familia, y luego de la integración social de la familia misma.
He repasado esta teoría con su inventario clínico porque
en ella se encuentra el conjunto de las categorías clínicas
generalmente reunidas bajo la idea de las nlte~as patologías
( anorexi~. suicidio, toxicomanía~rturbaciones narcisis-
tas, _e¡;tados_límites, violencias sociales, etc.). Cuando ustedes las
aborden ahora, habrá que recordar que al diagnosticar la
actualidad de estas perturbaciones hace más de sesenta
años, Lacan debería hacernos prudentes en cuanto al carác-
ter agudo de su actualidad.
Por ende, era necesaria un poco de historia del pensa-
miento psicoanalítico.
Pero modernicemos.
Nuestros colegas analistas siempre se interesan por el
estado de la familia con un saber sociológico que vale la pena e-
valuar, ya que está llamado, según ellos, a motivar evoluciones
clínicas que tienen la certeza de percibir y en cuyas primeras
filas se observa el desencadenamiento de los estados-lfm_ite
del_narcisismo y de la violencia.
Así lo atestigua bajo el título Familias de hoy el documen-
to publicado en el primer trimestre de 2002 por la Revue -.o ~.
Franr;aise de Psychanalyse (revista de la Sociedad Psicoana- lpr... ,
lítica de París).
Leamos el argumento de la investigación distribuida a los
redactores:
El modelo neurótico se borra y cede el lugar progresivamente
a l?spatologías identitarias y narcisistas que acaso reflei!!_n
la l!g()reza q_l1eparec:~haber_gªllª.doJac!iªtrib\lciól! tradicio-
nal de los roles en.~L~~nQ del universo_(amiliar."
15
<-,.~~ (_:'; -~·~-- -e-t(
\. 1
16
Lo cual queda confirmado por el conjunto de los trabajos
etnológicos, en particular por los de J. Goody.
En síntesis, contrariamente a este imaginario clínico que
concuerda con el sentido común, los etnólogos, los historia-
dores y los demógrafos han demostrado que en todos los
tiempos y prácticamente en todo lugar, la forma conyugal de
la familia ha dominado y que, correlativamente, las grandes
familias tuvieron lugar en cantidades restringidas. De allí
la fragilidal!_de la le_.Y.IaE!!,!.liano-durkhcil!'!!tna de lacontrac-
ciól}J~miliar_y de IªJeo_t:ía_ ªe]!:! declinación de la ima_g:Q ~ª
tcr_!la.pa!:a dar cuc_n_t.a,d_e }am()~erni_c!a,~-d~l I1la.!~star y~
sus viOTencJas.
· Erícualíto a los nuevos pacires maternantes, ¿son tan poco
tradicionales como Jl.l'lrece'TJ.!?2!Ltan posrr!o.derno.s_?
En este punto, una vez más hay que leer a Lévi-Strauss:
Hay una gran diferencia entre un padre nambiquara, que
cuida tiernamente a su bebé y lo limpia cuando se ensucia, y
el noble europeo a quien, hasta no hace mucho tiempo atrás,
se le llevaban ceremoniosamente los hijos, ausentes por al-
gunos momentos de los aposentos de las mujeres donde se los
tenía confinados hasta que estuvieran en edad de aprender
la educación y la esgrima. 14
-Sí, pero y las madres, se nos dirá, ¿qué pasa con IJ!¡¡.
m~?
Las más jóvenes mujeres nambiquara desde1ian los traba-
jos domésticos y prefieren acompwiar a sus esposos en esas
expediciones aventureras, responde Lévi-S(,rauss antes de
evocar el origen etnológico de la leyenda de las amazonas.
¿Entonces?
Entonces, con esas jóvenes madres amazonas y esos pa-
dres "matcrnantes", ¿qué pasa con las devastaciones del
narcisismo entre los nambiquara? ¿Qué pensar de las anore-
xias mentales, de las toxicomanías, de los suicidios, de las
neurosis de fracaso, de las neurosis de destino, de los esta-
dos-límites y de su violencia polimorfa?
14 C- Léví-Slrauss, íd. [pág. 81 en el original francés J.
17
Ahora, un poco de historia: por cada padre europeo que, en
los siglos pasados, recibo ceremoniosamente a sus hijos se-
gún la costumbre de las grandes familias nobles, ¿cuántos
padres polvorientos, vagabundos, jornaleros que no dispo-
nían ni siquiera de la fortuna necesaria para la fundación de
una familia conyugal?
¿Se modifican nuestros roles tradicionales?
Seguramente, pero ¿de quién o g~_Sl_u~JJabla!1_nuestrªs
ínv~sligaciones psicoanalítíca~ cuando evocan la tradición
delosroles ;¡:sus reorganizaciones mó'rtiidas? ___ --m -
~¿se trataaerrora;:;r¡_¡¡¡:aré noble o del qué sobrevivía en
nuestros campos más pobres en el interior de las casuchas
más estrechas?
¿Acaso no se ve aquí la acción de)lpll_jncreíble _i&!!orancia
en loJme atañe a la diversidad de los roles tradicionales de
lo~ padr(ú!f ---------------------- -
18
Estimulado por el argumento antes mencionado de la Re-
vista, el doctor André Carrel escribe lo siguiente:
19
nos explica, como para tranquilizarnos, que en las familias
inmigrantes, el discurso tradicional dispone bien los luga-
res, pero afuera, el heredero está confrontado con el discurso
igualitario, o peor, libertario, y por ende, de retorno en la
casa, he aquí que se opone a los enunciados de autoridad del
padre socialmente desvalorizado.
Explorando, según sus propios términos, la chicana en la
cual se encuentra atrapado el hijo del inmigrante, el autor
indica que, entonces, la función del padre existe pero su
nomblJ!,..c:on)g_ que_f!_oporta del_ljifistro .. simbólico, ya no
CQ!l§.ÍliYfA ,trªnsn,Jítírse. 18
De allí! a invenCión de una noción de padre sin nombre que
se supone da cuenta de una nueva clínica de las familias de
Jos inmigrantes amenazadas por las perversiones o las psi-
cosis colectivas, en un marco más general de desmorona-
miento del lazo social que coincide con la lógica de infierno
descripta por el doctor Lebrun.
La investigación ya no se refiere aquí a la hija histérica de
un padre impotente (según, por ejemplo, el paradigma
freudiano del caso Dora), sino al hijo del inmigrante. Fuera
de toda lógica freudiana, aparece la noción de padre sin
nombre -Buficientemente próxima (en el plano sonoro) de la
noción de nombre del padre inventada por Lacan-, para
hacerla circular en el campo freudiano. No obstante, puede
observarse que procede de un movimiento de pensamiento
que reemplaza las categorías freudianas por categorías
propias de la clasificación social que, naturalmente, no
t.icnen valor heurístico desde el punto de vista de la clínica
freudiana.
En efecto, no es necesario un inmenso esfuerzo epistemo-
lógico para advertir que un hijo de inmigrante, al igual que
un hijo de padre francés (o español) debe pertenecer (para el
psieoanalista) a las categorías freudianas (neurosis, psico-
siR, perversión), y que nada debe llevar a ceder en lo que
at.añe al punto de vista freudiano de la universalidad de los
modos de estructuración subjetiva.
20
La categoría hijo de inmigrante aparece entonces como
epistemológicamente inaceptable para la orientación freu-
diana, tanto como la que la acompaña aquí, y querría hacer
admitir en el campo clínico al inmigrante por un padre sin
nombre.
Esta propuesta que trata de una categoría social específi-
ca {población migrante) está, además, suficientemente pre-
ñada de violencia segregativa para ser firmemente descar-
tada. Nuestra clínica de la violencia debe interrogar primero
a nuestras propias prácticas.
¿Se le ocurriría a un psicoanalista francés(o español) pro-
poner hacerse cargo de la clínica del hijo del francés (o del
español) como de la del hijo de un padre sin nombre'!
Lo que resulta inquietante es que la escandalosa extrava-
gancia que propone describir al padre inmigrado como un
sin nombre no detiene su publicación en el corazón mismo
del campo freudiano, lo cual parece demostrar que esta re-
traducción de una categoría social (inmigrado) a categoría
"clínica" (sin nombre) no choca desmesuradamente, y que
hasta podría encararse como un hallazgo.
Pero esta etiqueta clínica -que ilustra de manera carica-
turesca la manera en que operan los prejuicios del psicoana-
lista como resistencia a la experiencia analítica misma-,
encuentra su lugar, tal como lo hemos dicho, en una versión
lacaniana de la crisis c!!l_ autoridad!llucho_EJás _f!Jl!lll!~<l~e
ve en las t()XÍCOI!:l!_l:_l.f.¡j_~!z_(l_n Il!.~!~ll.}1CLaLe_n1ll.s pertu!!)_t:ClO.!l!:S
de !_a oraHdad, .en 113 yio)~J)cia dlE. JosJ§Y!!!l~.lh_etc:.t rasgos
específicos que pOJ1C!l a]..psicoanalista~!l. 1~ pist~.ti~-~
clínica de lo social qqc por fin desc,riQ!! eL!nfierno de nuesl!(IS
sociedades occidentales.
Ahora démosle la palabra a otro psicoanalista a quien se
le preguntará: ¿qué hacer?
¿Qué hacer, en efecto, para contrarrestar las devastacio-
nes de este mundo sin límites?
Respuesta: ponerlos.
Pero ponerlos según la buena manera pues:
... en este contexto, reforzar la autoridad no haría más que
21
provocar la escalada; ahora bien, la violencia de aquellos que
tratan de salir de un mundo sin límites ya no espera el castigo
del padre; espera más bien que se le pongan límites. Respon-
. der mediante el castigo, por qué no, pero no es eso lo que está
. en juego, incluso si a veces es necesario; pero lo que está ~p
juego es que se enuncie el límite, el "¡N o!", no tan topara que
s~a respetado sino para que sitúe la intcrlOcllc-iOn,-Para
anahzados t
feKfana no ya solamente las ddJctiltades de los_ps1cópalas
Pci'
doctor La can en m5o,sln(i esa:verdade-
rai:are!l:_~a _e__a dimensión subjetiva que-e.star-i~j_evas-
1
:' J.-P. Lcbrun, "Une logique d'enfer", en Les désarrois nouveaux du
sujet, op. cit., pág. 284-285.
20
Op. cit., pág. 285.
22
i r l't ...(; 2"' 1°~
&r{ wc.'1.1t"f
tanda la adolescencia en 2002, otros psicoanalistas que
estuv1eron muy cerca de Lacan más bien le aconsejan a J.-
P. Lebrun mante_fler~~ .<!i~taT!~ia y le indica[! que no hay
na~e hacer, pero aprueb_aJnl su !Jalentía (}!__tratar de
decir algo. 21
Contrariamente a esta indicación, recordaremos aquí que
el texto de Lacan de 1950 que lleva por título "I11troducción
teórica a las funciones del psicoanálisis e[! crjminología","
les pide a los psicoanalistas que apliquen la ps1copaha al
psicoanálisis, es decir -según los términos del propio La-
can- que irr · · es~s_al irrealizar el crimen
[el p~j~_oa_r¡_ª-.!.§!§ no .SL.!E!.Y;tni?.'!:_O:l crimjnal ...
Hay una suerte de distancia respecto del deseo de Lacan
y de su nobleza que merece ser destacada.
Pero, por último, y para completar el análisis de las
respuestas a la pregunta "¿Qué hacer?" que acompaña este
estilo de diagnóstico verdaderamente consensual, hay que
observar que todavía otros psicoanalistas, como Ton y Ana-
trel_l<¡, proponen en los canales franceses de la telev¡slón
católica una prolongación moral o religiosa del psicoanáli-
sis.
Atacando directamente los desastres producidos por los
movimientos sociales de liberación de las costumbres, y
describiendo lQ_~_éLd_enoJl1i~_una _sociedad incestuosa
dominada por_unll:.!!Í:_sión:J't!sional y_un~_es)le-c~e d~~!éOlo
gía sensorial que culmina en el sexo por el sexo,'rony Ana-
trella se pregunta: - - · ·· · · -· · ·· -- ·
23
y a veces el aborto, no se ha querido reconocer que, detrás del
pretexto de un goce sin restricciones, se escondían sufrimien-
tos y serios problemas psicológicos que no estaban asumidos
ni eran tratados ... 2 J
24
¿hay que seguir siendo tan ecuménico como lo era el Freud
de 1928, o bien aquí hay que asumir una ¡¡gparación cientí-
fica más riguro~:l!'O~e~_<l_clelo _ql¿C_J:!?yqt!e den()minar el
"tr~i_smo rea_~ionario del E_'licoanálisis"? Porque nos pre-
guntamos -habida cuenta de toao lo que acabo de desarrollar
sobre las respuestas a la crisis de autoridad-· dónde encon-
traría la orientación freudiana su lugar en los enunciados de
psicoanalistas tan encabalgados en los horrores sociales
de nuestra "sociedad-del-espectáculo" tetanizada por un
sentimiento de inseguridad que seguramente tiene menos
que ver con la proliferación de crímenes que conocería que
con esa suerte de complacencia mediática que evoca sin
cesar -y por goces no siempre gratuitos- el incesto, la pai-
dofilia, los crímenes, las violaciones colectivas-o toda otra
forma de violenCia emanada de Íos "hijos de los padres sin
nombre.
Pero dada la es ti matización de los desastres del adre
sin nombre o, más directamente, de los inm1gra os (padre e
hijo), no sor rende ue el cuerpo.e1ectoral francés -del que
los inrríígl-a os se encuentran precisamente separados- i.JJ!y_a
apelado, durante las últimas elecciones presidenciales, a
quien ocupa en este campo político, y de la manera más le-
gible, el lugar del padre francés (el presidente del Fondo
Nacional).
Entonces, ¿se trata de un esfuerzo en pos de la seguridad
disparado por la proliferación de los crímenes y delitos ver-
daderamente constatados y luego imputados de manera
poco discutible a los inmigrados? ¿O bien estamos frente a
una suerte de intento de curación !J,Ue se p~()E_one__!_r:atar,
mediante una suplencia imaginaria, la llamarada de una
suerte de paranoia que mÜ~v-rulturalrriente toma al extran-
jero~!f¡opers~.!il!]dor'? --··---------
25
Diálogo
Y concluye el autor:
26
Laurent Mucchieli, Violence et insécurité. Fantasme et réalité dans
le dribat franqais, París, La Découverte, 2001.
,, Íd., pág. 79.
26
-"Puede ser, pero entonces, ¿qyién es el responsable
del infierno de nuestra sociedad, de su violencia inédita y
de la multiplicación de los crímenes y de los delitos que
nos amenazan?
- MZ: Pues bien, antes de inculpar al inmigrado, ¿por qué
no examinar simplemente las cifras relativas a los crímenes
y a los delitos, para ponderar la importancia de la agrava-
ción del mal? ¿Qué decir en primer lugar de la evolución del
último cuarto de siglo?
"Si calculamos lo taso de violencia mortal voluntario y si
observamos su evolución histórica, rse constata] que hubo uno
ligero 11EJ_a entre 1972 y 1998",28 escribe tranquilamente Lau-
rent Mucchieli, indicando al mismo tiempo que lo único que
hace es confirmar resultados publicados por funcionarios del
ministerio de Justicia, los que concluyen con los siguientes
términos una obra publicada por la documentación francesa:
27
1851 a 4,5 cada 100.000 habitantes en 1946", escribe el
Zeldin de la Histoire des passions franr;aises .30
- ¿¿¿???
28
milia occidental, mientras que sabemos ya desde hace unos
trehifa -año-s que esta forma de lam1ha siempre Tiie üna
forrria-mlnontana ifeTodas nuestrasfáínilias eriOccídente?
Y además, si'li!-Támllra esuñespacíii<Ie estructuractón,
¿no es acaso en su corazón mismo donde se motivan las
violencias más_g@ves, tan~()ay_e!__como hoy?
29
Anatrella ya nos había prevenido, aunque tengo que recono-
cer que el uso generalizado de la anticoncepción en todos los
met,lios_sociales hizo retrocede¡:__J:¡istÓncamen te la mortali-
dad infantiL · --
30
rentalizar, moralizar, cristianizar o encerrar no parece dejar
lugar a dudas para algunos de nuestros colegas que, por otra
parte, muchas veces tratan de fundamentar científicamente
sus declaraciones. Así que escuche loAue enuncia un grupo de
estudio cle.EsLq~~tras que asocian en Francia a es cialistas
en bjoTogía, de_ epi(fe_!l!i<?.l~?~~ e e ínica psicoana ítica:
La toxicomanía alcanza una prevalencia variable, según los
estudios, pero con harta frecuencia importante entre los es~
tados límite: el 69% para Andrulonis et al., el 67% para Pope
et al., el 55% para Akiskal et al., el 23% para Frances , elll%
para Baxter et al. ... "."
31
En el congreso de la Asociación Internacional de Psicoa-
nálisis que se celebró en Chile en 1999, O to Kernberg
anunció con gran placer que un proyecto clínico e enverga-
dura, ded{cadO_Q_J!J1 abordaje clínico C':'!}!l!_n~tia! cl_(!__ los
pacientes borderlines, resentado por un grupo de investiga-
ción, dirigido por e actor André Green, fu¡: acogido con
ei].IUSÍGS1/l-{)__)' será fí!!anciado por la COJnÍS!Ón COILSUÜÍVa
para la investigacíón aé1 Clodor Wálrúslein-;así CO/llO poi' el
Comjté__pgJ:E:J[L invesfiE5JE!Ón. Espero que se nos presenten
más proyectos de este tipo para "torcerle el cuello" de una
buena vez a la lesis según la. cual la API sólo sostiene la
inve.~tigación empírica. De todo esto nos enteramos en el
número fuera de serie dedicado en 2001 a las Courants de la
psychanalyse conlemporaine para la Revue Franr;aise de
Psychanalyse .""
Esperamos la publicación de esta nueva investigación
cuyo proyecto da pruebas al menos de la debthdad del
consenso que actualmente reúne a clínicos alrededor de la
noción de estado límite, cuando incluso esta noción es utili-
zada larga manu y es convocada sin cesar para dar cuenta
de la violencia y de una manera más general de las pertur-
baciones del sujeto posmoderno abandonado por una Auto-
ridad en crisis.
La incoherencia científica de la teoría socioclínica de la
crisis deatitori[áaes parenw;como lo éSta fucoñSiStencia de
su prolongactÓn clínica que la mayoría de las veces toma el
rostro hipermodemo del caso límite. No podía ser de otro
modo, ya que esta teoría no es más que una versión apenas
modernizada de la teoría (muy antigua) de la declinación de
la familia occidental y de su jefe, cuya arqueología ya hemos
reconstruido y cuyo carácter obsoleto hemos demostrado.
Pero si esta nueva versión es tan exitosa y genera tantás
elaboraciones polimorfas es porque encuentra sus resortes
en un núcleo de certidumbre que reúne tanl;!l a l()s_doctos
32
------------------~-----
/l#Vefp :(PHr;finr
como a lo!Profanos. En este núcleo, también lo hemos dicho,
no hay nada más que la actividad ropiamcncilcnceguecedo-
ra \ie la naveta•
[amlll.ar el neurótícO,que fue llevada al
campo de ·las certezas científiCáspó.rlos pa.dre~:t!Baadores
de la sociología del siglo XIx.''"
Por lo tanto, bajo la nueva versión de la crisis de autori-
dad, la novel[! familiar analizada por Freud sigue infil-
trándose no sMo en el registro de la opinión pública, sino
también, y por el lado de los doctos, en las investi~aciones
socioclínicas, acreditando por lo mismo ese verda ero fan-
tasma social que se podría enunciar del siguiente modo: un
padre está decayendo.
Esta.sJeclinación motivaría, en el plano de las masas, el
agQhio parcísistª.fl~ los hilos, su to¡icomanía, su_p.§Lcn~s.:..
sus trastornos sujcidiarios y sus vil!Jencias.
Lejos de reconducir ese tejido social fantasmático y de
apelar a su rcparentalización, a ponerle límites, a encerrar
a los jóvenes o a cristianizar al sujeto, para nuestra orienta-
ción freudiana ha u e construir el ó1' efo -eTSlñtoma:
ma;ng:_::_g___gs tÓX:l!:Qll, p <UlglillL!L ?Cto, a!lorexias, cte.-
para la clínica del caso, como para la clínica de Jo social,
desprendiéndose primero de las ficciones socializadas que
nos hipnotizan porque cri¡ren la oantl!Jl.ll d~J iQ!!ª!...l1_ªtc¿:no
fr~n..te a la angustia de castraCÍÓJl que le es anterior.
La secrrencia imaginaria es la siguiente: habría habido Z
una famíia protectora y un potente jefe protector; vean
entonces cuán grandes son nuestro abandono y nuestra
miseria.
Volvamos a poner las cosas en el buen orden freudiano:
prif[!<l¡-o es~ la angustia de castració'!,_Y_después la queja
nostálgica con su fantasma do abandono.
Más ue a ciar a íina-ortO-eifla del adre o de la familia f
que obturaría el síntoma, más que an ar a an o e mas
sobre la ficción fantasmática de una autoridad que por fin
16
Cf, sobre este punto nuestroLacan y la.'co" ciencias Hociales, op. cit., y
Sigmund Freud, 1'La novela familiar del neurótico", en Obras Completas,
Biblioteca Nueva, Madrid, 1981, vol. 11, pág. 1361.
33
vendría a traer la paz al mundo, pa¡ece más freudiano desde
el punto de vista de la formación de los psicoanalistas
extrqe,lg autoridai, de la ficción, corno lo indicaba el Lacan
de la reposición e 1967. Para volver al síntoma por fin
inteligible, hay que <l,ejarse guiar por Freud o incluso parla
{id elida a la envoltura ormal del síntoma, que es la verda-
dera huella clínica a a que tomá amos íi~sto; segjín Ii'iillca~
ba el mismo Lacan en 1966, no a propósitoTeTosjeroglíficos
de la histeria sino a propósito del delirio que envuelve el
pasaje al acto del caso Aiméc. 37
Y si esta posición de lector del síntoma, de descifrador de
los resortes inconscientes del síntoma no conviene, cuando
por ejemplo los goces mórbidos borran las huellas significan-
tes que motivan la solución sintomática, parece menos con-
veniente concluir en la expresión de un estado límite que se
encuentra por doquier y por lo tanto en ningún lado, que
en la expresión de los límites mismos del psicoanálisis. Este
punto preciso indica el momento exacto en que conviene
romper el aislamiento de la práctica psicoanalítica como
saber analítico y ser capaz de pasar de un discurso al otro:
Perg si parece que al trabajo terapéutico -el cual por otra
parte tiene toda su nobleza-leso.rre¡¡ponde sugerir!!'l..a!!JU-
jctQ una fuerte cregncia en el padre,.!!_!!!t?~s la E!"ÍCJ:!~Iición
psjcoanalítica que querría toma!"somo (ljeg~_u d_¡lsªrrollo ¡¡1
refuer2!.o_cl~lli imagq_ pate..!lli!..C~!"ͪ-P.~J!tO_!ll! .~ s.in...sl!ILda
securitario o religioso hacia el cual, s~n Fr:~ud..}'_Fergn~zi,
la conduela, por ejemplo!_.}l'LQ!!!l:Q_ustav Jung.
Su principal preocupación no es la teoría de la libido, sino la
de la comunidad cristiana. Identifica la confesión con el
psicoanálisis y no sabe, evidentemente, que clre·Conocimien-
to de lo.íi. pec.ados no es más que la menor de · ife
la
ter!!Pia psicoanalitíca; la !Jl!Íslmport§nte es
la í!!la~o paterna, que escapa completamente a
Es ev1 en le que Jung jamás quiso ni pudo dejarse demoler
por un puciente, Porendejarn~~!:l-~!i~~ó,,s_ino que s~ _mf!_n~l! vo
:n· J. Lacan, "De nuestros antecedentes", úi Escritos, Siglo xxr, México~
1988, pág. 60.
34
para sus acientes corno el salvador que se deja bañarporlos
rayos de su semejanza con ws:
Sus observaciones acerca de Jung me parecen totalmente
evidentes.:!')
35
Luego recomienda a sus pares no ... tomar a la ligera la
opinión cínica de Freud ... (pág. 110) y concluye por último
que Dora presentaba una organización frágil de la persona-
lidad histérica e incluso se podría decir una perturbación de
la personalidad borderline marcada por una serie de carac-
terísticas, entre las cuales habría utla debilidad estructural
del yo y una cierta labilidad de los afectos (pág. 121).
Aquí la operación es bien completa: ya no basta con andar
diagnosticando a cada rato la proliferaéfóñCJ.e -fos borderli-
nes _como rasgoespecffrcoTen\úístrapiismiiaéfnidad. se-tí'!r- ..
ta, en cambio, de prestar una consistencia intemporal a ese
estilo de clínica para volverla hacia (y contra) el abordaje
freudiano de las neurosis de fines del siglo XIX. Esta nueva
clínica made in America, que privilegia el trauma contra el
fantasma, la norma estadística (incluso la investigación so-
bre la realidad) contra el efecto de verdad, y que también
apoya las críticas feministas, aparece como lo que es: el
producto de un rev ·sionismo sicoanalítico ~e..!!~ oculta su
odio. or Freud a uí incui_E~<>.E!Jr su antaSI!!:_aP.!!-Jriarc_al,
su cinismo, sus educciones tnfun a as y por sus presuntos
de
excesos res-¡)~to susdú-ilosasrelac1oilils con su fantasma
sobre liipliíáo/ilia. - ·- · --
:mt círculo se cierra: la inculpación del padre por parte de
las muchachas del Oeste que habfamos evocado en 199542
como complemento neurótico de la guerra en el nombre del
padre llevado adelante por los hijos del Este, se halla pro-
longada por uno de sus hermanos y en el corazón de la IPA,
contra el Padre del psicoanálisis.
Esta inculpación (D~a s'en va)~()!l_.S!' S.1l!Jtftulo violencia
en el psicoanálisis es introducida por l;lf_!~pí¡;rafe que domi-
na el texto:
36
Lo cual aparece como una especie de advertencia a los
lectores, a quienes se les pide que tomen este ataque contra
Freud como el fruto de una operación decidida, seria y va-
liente.
Por medio de la voz del héroe que se levanta contra el
Padre, se abre el debate.
Por lo tanto, habrá que elegir entre la teoría psicoanalítica
que se origina precisamente en la experiencia germinal de
Freud con las histéricas o la inculpación de un rostro paidó-
filo del Padre generador de borderlines.
37