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net/publication/331971342
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Monika Therrien
Fundacion Erigaie
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Producción de cerámica local y materiales foráneos, Costa Caribe y Altiplano Cundiboyacense - Colombia View project
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1.INTRODUCCIÓN
El propósito de este artículo es el de presentar algunas de las líneas de investi-
gación seguidas recientemente en diferentes estudios, monografías de grado y proyec-
tos de investigación, que aportan al ejercicio de la arqueología histórica en Colombia. El
eje común sobre el cual se ha planteado el programa de trabajo a largo plazo, es el de
poner en evidencia los múltiples “estilos de vida” coexistentes durante los períodos his-
tóricos en el territorio de la Nueva Granada y las estrategias que los hacen viables. Con
ello, se disiente de las perspectivas tendientes a caracterizar las estructuras sociales
americanas, en las épocas en cuestión, como producto de un único proceso y proclives
a un modelo hispanizante o europeizante de las costumbres y se opta por un enfoque
que se acerque a los matices de la diversidad y la hibridación.
Se entiende por “estilos de vida” las prácticas cuya experimentación rutinaria las
convierte en el lenguaje tácito que permite el reconocimiento y expresa una identidad
común a un grupo, clase o pueblo, en un momento y lugar específicos. Se retoman los
aportes hechos por Bourdieu (1984:171), quien concibe como “estilos de vida” las prác-
ticas clasificables y clasificantes que agrupan o diferencian a los individuos de acuerdo
con su habitus, aquella disposición naturalizada para reflexionar y juzgar. No obstante,
nuestro programa de trabajo difiere del de Bourdieu en lo que respecta a la manera co-
mo asume a la población base del estudio: homogénea (los “franceses”) y estratificada
rígidamente por clases, es decir, sólo concebible en las sociedades modernas tardías.
A este respecto, señala Giddens que el estilo de vida, “no es un término muy
aplicable a las culturas tradicionales” y, aunque más adelante agrega que “los estilos de
*
Conferencia dictada bajo el título “Estilos de vida: más allá de la cerámica” en el Seminario Internacional
de Arqueología Histórica de América Latina y el Caribe, Panamá, del 21 al 25 de enero de 2002.
**
Profesora, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes, Bogotá-Colombia. E-mail
mtherrie@uniandes.edu.co
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vida son prácticas hechas rutina: las rutinas presentes en los hábitos del vestir, del co-
mer, los modos de actuar...” (1997:106) considera que en las sociedades tradicionales
estas prácticas son “transmitidas” y no “adoptadas”. Sin embargo, en el escenario de la
conquista y la colonización, esta rigidez en la acepción de lo tradicional se ve dislocada
por las opciones, libres o forzadas, a las que se ven sometidos los individuos al momen-
to de elegir.
Frente a esta postura, los “estilos de vida” que estructuran y, a la vez, particulari-
zan a un grupo de otro, son considerados el resultado de la interacción de cuatro di-
mensiones: la trayectoria histórica y geográfica de los grupos humanos (ambas plan-
teadas por Pratt 1992), la de los significados culturales (Clifford 1997) e identidades
sociales de las personas (Bourdieu y Giddens en Lightfoot et al. 1998:201) y la de la
sensibilidad o sentidos (Seremetakis 1996). La variabilidad presente en cada una de las
dimensiones y la confluencia de estas en tiempos y espacios diferentes, hace posible la
creación, vivencia y reproducción de hábitos y prácticas diversos. Así mismo, esa con-
fluencia puede introducir alteraciones o mimetismos en los estilos de vida de tal manera
que inducen a cambios sutiles o drásticos.
Esta aproximación permite observar e interpretar la diversidad de la cultura mate-
rial en suelo americano, la cual pasó desapercibida por la historiografía comprometida
con una perspectiva unidireccional y etnocéntrica de los períodos históricos; así, tam-
bién, es posible entender en las distintas manifestaciones culturales de hoy, las diferen-
cias provocadas por las exclusiones e inclusiones, las apropiaciones y resistencias y la
búsqueda del reconocimiento local, nacional y global.
A continuación se indaga sobre las dimensiones antes mencionadas, en dos
escenarios que conducen a identificar los diversos estilos de vida presentes en los
períodos históricos de la Nueva Granada: 1) el de la implantación de un modo de vida
urbano y 2) en las áreas marginales al entorno urbano; el análisis se sustenta en la
producción local, circulación y consumo de bienes materiales. Mientras las áreas
marginales han sido poco relevantes en la producción de la arqueología histórica, hasta
el momento, el tema de la ciudad aparenta ser un lugar común en la producción
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quedarían en él, se les facilitaría la interacción frente a los recién llegados, fortaleciendo
en apariencia los vínculos identitarios.
Nuevamente, podría argüir-
se que uno de los mecanismos
más obvios para la instrucción de
estos hábitos sería mediante el uso
de materiales foráneos. No obs-
tante, a pesar de que estos apa-
recen con frecuencia -pero en muy
baja proporción- en todas las
épocas y los sitios estudiados, la
presencia y características del ma-
terial producido localmente ofrece
otras posibilidades de interpre-
tación. En la secuencia estratigrá-
fica del edificio, correspondiente a
la ocupación de los jesuitas, la
mayor proporción de la cerámica
corresponde a la loza producida en
su propia “fábrica”, locería donde
se imitaron las formas de las va-
sijas españolas, aunque a dife-
Figura 2. Vasijas tipo Mayólica Cartagena (en bizcocho),
elaborada entre 1630 y 1767. Colección Museo Castillo rencia de éstas presentaban una
San Felipe, Cartagena (Therrien el al. 2002).
pobre decoración, cuando llegaba a
estar presente. Una buena parte del material consiste en objetos asociados al consumo
de alimentos (tazas, platos, escudillas, cf. fig. 2), otros corresponden a utensilios de
aseo (bacinillas, lebrillos, cf. fig. 3), los que permiten inducir a conservar los hábitos
españoles entre los jóvenes alumnos, indispensables para el reconocimiento social y
cultural entre sí y con otros habitantes de la ciudad, como se evidencia en el consumo
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Figura 4. Ollas, cuencos, “pailas” tipo Crespo Rojo Areno- agregarían a sus propios estilos
so, Estilo Colonial Medio (Therrien et al. 2002). de vida (Seremetakis 1996).
No todas las bases de poder, de diferenciación socio-económica o de
competencia política y religiosa, pueden ser explicadas mediante una lógica simple de
acumulación o de adquisición y consumo, más cuando sólo se sustentan en la
presencia de materiales exóticos. De igual manera, la permanencia o cambio en estos
aspectos de los procesos humanos no siempre pueden sustentarse en fórmulas
extremas como la imposición violenta -que existió y condujo- en varios casos, a la
desaparición física de aquellos que se opusieron o, la asimilación, con la consecuente
“desaparición cultural” de una población. La descripción de las prácticas cotidianas de
unos estilos de vida particulares y las estrategias para conservarlas de generación en
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A. Tortuga
B. Variedad de peces
C. Fauna doméstica
Figura 5. Restos óseos de fauna. En algunos se observan huellas de corte y modificación del hueso con
fines decorativos (?). Convento de Santo Domingo, 2000 (Therrien et al. 2002).
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archivos parroquiales. La investigación revela que por lo menos dos factores inciden en
las peculiares formas de subdividir los solares: el uso dado por las familias y el uso
comercial.
En cuanto a la incidencia de la familia en la apropiación y evolución de los
predios, se definieron dos tipos de espacialidad íntimamente ligados y dependientes:
los espacios contenedores, correspondientes a la casa paterna que ocupa un área
mayor, especialmente en su parte posterior, y los contenidos, aquellos divididos con el
objeto de ser cedidos a los hijos e incluso de éstos a su descendencia; en esta peculiar
división acaban rodeados por el terreno paterno. Por el contrario, la subdivisión predial
para uso comercial, generalmente por venta del lote, se caracteriza por la división
totalmente geométrica del espacio de terreno, donde los accesos desde la calle y al
espacio posterior son proporcionales1.
Además de las formas que caracterizan a las divisiones, es importante notar
cómo éstas condicionan el flujo, o la ausencia del mismo, entre los predios seccionados
y sus ocupantes. En el caso de los terrenos divididos entre los miembros de una misma
familia, hay fluidez no sólo con el exterior sino con el límite posterior, donde se procura
el acceso a los hijos al solar mayor de los padres, el sitio de reunión. Por el contrario,
las propiedades producto de ventas comerciales carecen de estos linderos fluidos y
sólo se limitan a una circulación entre el predio y la calle.
La falta de nuevos cuestionamientos alrededor del tema llevan a mantener como
verdaderas las versiones propuestas por la historiografía urbana tradicional, en la que
se asume un continuo repoblamiento de las áreas urbanas como producto de las
migraciones y, por ende, a tomar como aislado el desarrollo de cada predio en la
ciudad. Ello se ve reforzado cuando en los proyectos de arqueología histórica -
específicamente aquellos que se ocupan de sitios o monumentos históricos- abordan
también su objeto como un elemento arquitectónico aislado, tan único como el que lo
habitó y le otorgó su mérito patrimonial, por lo cual se desconocen aspectos como la
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Aprile-Gniset (1991:414) incluye algunos diagramas que describen ambas formas de subdivisión, aun-
que no especifica la causa de la variabilidad.
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evolución de las cuadras y sus respectivos solares, así como el arraigo de las familias o
de los distintos moradores en ellos.
Desde una perspectiva ar-
queológica, tomar en cuenta estos
patrones de subdivisión implica un reto
frente a la manera de establecer las
relaciones estratigráficas entre uno y otro
predio, o en la división de un solo solar
(en la composición y lectura de la matriz
de Harris, por ejemplo). Así mismo, exige
nuevas preguntas respecto a los
materiales culturales, con los cuales se
puede establecer la existencia o no de
identificación y reconocimiento entre
vecinos a lo largo del tiempo o durante
periodos específicos. Esto evidenciaría
Figura 6. Aerofotografía del solar ocupado por
posibles lazos familiares o estilos de vida
Flórez de Ocáriz (en el recuadro parte inferior
en común o, por el contrario, una derecha). Se observa la subdivisión predial que
modificó el espacio a lo largo de 400 años. (Insti-
exclusión y distinción entre quienes no lo tuto Geográfico Agustín Codazzi, 1943).
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Por lo general, se ha considerado que la propuesta de Hobsbawm y Ranger invalida lo aquí expuesto,
no obstante, desarrollan una distinción radical entre aquellas tradiciones genuinas que no pueden trans-
formarse de las “inventadas” que son innovadoras, en las que además no puede existir relación posible
entre sí.
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enfoques que los homogenizan como un grupo étnico, sustentado en criterios de corte
racial o económico únicamente. Es así como hacia 1630, y a los pocos años de haber
comprado un tejar localizado en la isla Tierrabomba frente a Cartagena de Indias, hacia
1630, los jesuitas iniciaron la producción de los materiales cerámicos identificados hoy
como Mayólica Cartagena y Cartagena Rojo Compacto (Therrien et al. 2002). El
inventario efectuado luego de la expulsión de la comunidad, indica cómo una buena
parte de sus esclavos se dedicaban a la elaboración de esta loza: los hombres a cargo
del procesamiento de la arcilla y elaboración de las vasijas y las mujeres de la
decoración (fig. 7); estas habilidades hicieron que algunos de los loceros fueran
altamente preciados, por encima de los esclavos carpinteros, tan cotizados en la ciudad
(Fandiño 2000). Paralelo a estas actividades, cuidaban a sus hijos, las huertas y el
ganado que proveían su sustento, cuyos productos con toda probabilidad eran
consumidos en las mismas vasijas, defectuosas o no, que sobraban de la fábrica. Así
como a los hijos de españoles y criollos se les procuraba estos materiales para
conservar y reproducir las costumbres metropolitanas, los 20 o más esclavos que
habitaban a un tiempo el tejar de San Bernabé, eran inducidos a la utilización de estos
enseres adaptados a los gustos y hábitos hispanos.
Figura 7. Vasijas tipo Mayólica Cartagena, la decoración característica consta de diseños florales y geo-
métricos en colores azul y verde claros (Therrien et al. 2002).
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