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Universidad Complutense de

Madrid
Título Propio «Pensar el presente»

«Cuerpos e historia: Vulnerabilidad y


materialismo en el estudio del
feminicidio»

Elisa Cabrera García

1
Cuerpos e historia: Vulnerabilidad y materialismo en
el estudio del feminicidio

Índice

1. Introducción.

2. Materialismo y vulnerabilidad para el estudio del feminicidio.

3. «El nuevo espíritu del capitalismo»: la nueva acumulación

originaria, la feminización del trabajo y el incremento de la


violencia contra las mujeres.

4. Casos de estudio localizados:

· Ciudad Juárez: Libre comercio, maquilas y narcotráfico.

· Guatemala: Guerra Civil, expropiación de tierras y brecha


social.

5. Breve conclusión.

2
1. Introducción.

Que el cuerpo se ha convertido en una forma de reivindicación política y


filosófica es un hecho más que palmario. Sin embargo, tras el auge de los

estudios culturales algunos autores han señalado que el cuerpo sexuado ha


llegado casi a eclipsar el cuerpo obrero 1 . Terry Eagleton lo expresa de la

siguiente manera en Las ilusiones del posmodernismo: «Para los nuevos


somáticos, no todo viejo cuerpo funciona. Si el cuerpo libidinal sirve, el cuerpo

trabajador no»2. En consecuencia, el trabajo ha podido verse ignorado en la


«consideración del género, el sufrimiento o la salud desde la perspectiva de

una historia del cuerpo»3. Frederic Jameson, por su parte, ha criticado el uso

que desde los estudios culturales se ha hecho del cuerpo como acceso directo

al materialismo, ocultando la importancia del trabajo en los procesos de


constitución del sujeto a través del cuerpo. El propio Eagleton recientemente ha

hecho hincapié en que el cuerpo, ciertamente, se manifiesta como el receptor


de la historicidad que permite componer la metodología materialista4. Ya lo hizo

con anterioridad en otros estudios como Dulce violencia. La idea de lo trágico5,


donde el cuerpo sufriente constituye el eje conceptual sobre el que pivota todo

su ensayo sobre el género de la tragedia.

Efectivamente, somos partícipes aquí de la idea de que durante las dos


últimas décadas del siglo XX, la focalización de lo sexual en los estudios

feministas ciertamente produjo un olvido de la trascendencia que «el trabajo» a


un nivel amplio, como en lo sucesivo veremos, tiene sobre los cuerpos de las

mujeres y sobre sus vidas. La línea de investigación iniciada en los 70 por la


italiana Silvia Federici en colaboración con su compatriota Leopoldina


1 Eagleton, Terry. Materialism. New Haven: Polity, 2016, p. 72.
2 Eagleton, Terry. Las ilusiones del posmodernismo. Barcelona: Paidós, 1997, p. 112.
3 López, Pablo. «La plasticidad forzada. Cuerpo y trabajo». en: Daimon, suplemento 5 (2016),

p. 680.
4 Eagleton, Terry. Materialism, op. cit.

5 Eagleton, Terry. Dulce violencia. La idea de lo trágico. Madrid: Trotta, 2003.

3
Fortunati, no cayeron en la ceguera histórica que dejaba de lado la relación

existente entre trabajo femenino y violencia misógina, si bien es cierto que la


cantidad de trabajos que se centraron en esta cuestión disminuyó

significativamente bajo el imperio de los estudios sobre el cuerpo somático.


Federici y su equipo recuperaron la repercusión de los trabajos reproductivos

así como su desvalorización como uno de los puntos de partida necesarios


para el análisis de la desigualdad y la violencia de género.

No podemos dejar de mencionar la trascendencia que los estudios


feministas de la diferencia han tenido en las nuevas perspectivas

interseccionales desarrolladas por el feminismo más actual: «el cuerpo, como

lugar de identidad femenina, ha venido a ser revalorizado por el pensamiento

de la diferencia sexual a finales del siglo XX y, en particular por Luce Irigaray»6.


Como ha anotado Luisa Posada Kubissa, «la acepción de lo diferente, de lo

que no ha sido asimilado a lo que llaman el discurso logocéntrico– que es el


discurso de la razón occidental dominante-, viene a resignificarse, no como “lo

inferior”, sino como “lo-otro”, como “lo no-idéntico”, y desde ahí, viene a ser
revalorizado»7. Sin embargo, como frecuentemente recuerda Federici, «es una

ilusión concebir la liberación femenina como un «retorno al cuerpo»8. Hacer tal


cosa significaría obviar toda una serie de procesos históricos y económicos
específicos, desatender los modos en que los cuerpos de las mujeres han sido

esclavizados de las más diversas formas y cómo esas formas de sometimiento


han podido configurar formas de sometimiento del cuerpo trabajador en el

actual marco económico globalizado. Nos estamos refiriendo, como hace el


profesor Pablo López, «a los modos de organización del trabajo y las culturas

laborales desarrolladas en las últimas décadas, en el contexto del capitalismo


financiero o neoliberal, la forma en la que redefinen la relación entre cuerpo y


6 Posada, Luisa. «Las mujeres son cuerpo». En: Investigaciones feministas, 6 (2015), p. 108.
7 Ibid, p. 109.
8 Federici, Silvia. Calibán y la bruja. Madrid: Traficantes de Sueños, 2003, p. 28.

4
subjetividad, y los nuevos problemas que plantean para pensar el estatuto del

cuerpo y la violencia ejercida sobre él»9. A lo largo de este trabajo se tratará de


recuperar esta vertiente de estudio para dar luz a factores fundamentales en el

análisis de la muerte violenta de mujeres en contextos históricos específicos.


Es decir, a factores que se han venido olvidando en los diferentes estudios

realizados hasta la fecha sobre los feminicidios. Cabe señalar que El


«Feminicidio» es un concepto acuñado y difundido en los últimos cinco lustros

a raíz de la publicación de Femicide. The politics of woman killing10, editado


por Jill Radford y Diana Rusell, donde se define como la forma más extrema de

terrorismo sexista motivado por el odio, el desprecio, el placer o el sentimiento


de propiedad hacia las mujeres, el final extremo de un continuum de terror

contra las mujeres. Este texto aportó una primera definición que posteriormente
fueron modificando y expandiendo investigadoras latinoamericanas como la

antropóloga mexicana Marcela Lagarde, que lo amplía y adecúa a la


problemática de su región. En 1995 se celebra la Convención Latinoamericana

de Belem do Pará, en Brasil, que actúa como manifiesto político y


desencadena toda una serie de estudios en el marco latinoamericano que

aspiran a desentrañar las causas de tal forma específica de asesinato.

En los análisis feministas sobre las distintas formas de violencia


misógina no ha sido tan común atender a los cambios que el postfordismo ha

producido en las subjetividades de hombres y mujeres y a las subjetividades de


trabajadores/as producidas por las nuevas formas de explotación laboral. Por

ello, creemos que, para dar cuenta de las formas de violencia, también es
necesario acercase a lo que Boltansky y Chiapello denominaron «La

deconstrucción del mundo del trabajo»11, la pérdida de fuerza de las prácticas


sindicales en los modelos de producción masculinizados, la individuación y el

9 López, Pablo. «La plasticidad forzada», op. cit, p. 680.
10 Radford, Jill y Rusell, Diana (eds). Femicide. The politics of woman killing. Nueva York:
Twayne, 1992.
11 Boltanski, Luc y Chiapello, Ève. El nuevo espíritu del capitalismo. Madrid: Akal, 2002.

5
aislamiento de los trabajadores, etcétera. Porque, como nunca se cansó de

advertir Mario Tronti, estas prácticas han supuesto una herencia fundamental
«que pertenece a todos los sometidos, a todos los excluidos, a todos los

dominados»12.

Tras esta pequeña introducción, la pregunta que nos hacemos en un

inicio es: ¿cómo podemos vincular la vulnerabilidad de los cuerpos de las


mujeres con los nuevos modelos postfordistas de trabajo feminizado? El cuerpo

del trabajador o la trabajadora debe ser a la vez más astuto y más vulnerable,
más flexible y dotado de una mayor capacidad de adaptación. Lo cual equivale

a decir que los cuerpos trabajadores han de estar más expuestos al

sometimiento y más dados a ser explotado. Se crea así una cadena de

vulnerabilidades y, con ello, un aumento de la violencia hacia abajo en las


estructuras jerárquicas sociales.

Nuestra propuesta, en definitiva, nace de un interés por vincular las


nuevas formas de subjetividad que encontramos en el trabajo postfordista

(precarización, vulnerabilidad, feminización) con las nuevas formas de violencia


sobre las mujeres y las formas de feminicidio en las que se manifiesta.

Propondremos, por último, dos contextos socio-históricos que podrían ser


estudiados desde el prisma que a lo largo de este trabajo se expondrá, la
Guatemala de postguerra (1996) y el México postNAFTA (1994), a modo de

futura propuesta de investigación.

1. Materialismo y vulnerabilidad para el estudio del feminicidio.

En primer lugar, a través de dos autores que podrían considerarse entre

ellos en las antípodas, queremos subrayar la repercusión que tiene pensar la


vulnerabilidad del cuerpo como uno de los primeros pasos para introducirse en


12 Tronti, Mario. Obreros y capital. Madrid: Akal, 2001, p. 15.

6
el concepto de feminicidio. En sus obras más recientes, Terry Eagleton –

Materialism 13 – y Judith Butler –Cuerpos aliados y lucha política 14 –, ambos


publicados en 2016, parten de una premisa de trabajo muy similar, la

capacidad del cuerpo de ser vulnerable y su dependencia con respecto a otros,


así como la necesidad de formas de comunidad para su subsistencia.

Resulta curioso, como poco, viajar 20 años atrás en las obras de ambos
pensadores y echar un vistazo a sus aseveraciones sobre el cuerpo, en pleno

debate sobre la eclosión de los Estudios Culturales en los departamentos


universitarios del mundo anglosajón. Este tipo de propuesta nació como un

intento de subrayar la opresión sobre los sujetos subalternos situando el

género y la raza en el centro de su interés teórico y con la meta de motivar el

surgimiento de lo que se vino a denominar «las políticas de la identidad»15, una


serie de movimientos activistas que delimitaron su acción a la lucha por el

reconocimiento16. Las nuevas disciplinas, así como las políticas que proponían,
fueron acusadas por Eagleton y Jameson17, entre otros, de ser una pata más

de una nueva forma de capitalismo tardío donde «el efímero, descentralizado


mundo de la tecnología, el consumismo y la industria cultural, las industrias de

finanzas e información triunfan sobre las manufacturas tradicionales, y las


políticas clásicas basadas en las clases ceden su lugar a esa difusa serie de
"políticas de la identidad"»18. Ambos pensadores estaban preocupados por el

recurrente uso del cuerpo desplegado por el pensamiento posmoderno durante


estos años; como decíamos al inicio, un cuerpo eminentemente sexuado y

racializado que, cuando «las energías revolucionarias empezaron


13 Eagleton, Terry. Materialism. Op. cit.
14 Butler, Judith. Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la
asamblea. Barcelona: Paidós, 2016.
15 Eagleton, Terry. Las ilusiones del postmodernismo. op. cit., p. 12.

16 Fraser, Nancy. «Heterosexismo, falta de reconocimiento y capitalismo: una respuesta a

Judith Butler». En: Fortunas del feminismo. Madrid: Traficantes de sueños, 2015, pp. 217-218.
17 Jameson, F. y Zizek, S. Los estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo.

Barcelona: Paidós, 1991.


18 Eagleton, Terry. Las ilusiones del posmodernismo, op. cit., pp. 11-12.

7
gradualmente a retroceder» 19 vino a ocupar el lugar del cuerpo obrero.

Eagleton es profuso en dar ejemplos más que explícitos e irónicos: «El


socialismo de Guevara dio paso a las somatizaciones de Foucault y Fonda»20.

Es más, «para los nuevos somáticos, no todo viejo cuerpo funciona. Si el


cuerpo libidinal sirve, el cuerpo trabajador, no»21. Asimismo, Eagleton criticó

duramente el olvido por parte del posmodernismo y el nuevo culturalismo de la


naturaleza en la que la especie se desarrolla culturalmente:

Es importante ver, dado que el posmodernismo no lo hace para nada, que no

somos criaturas "culturales" más que "naturales", sino seres culturales en virtud

de nuestra naturaleza, es decir en virtud de la clase de cuerpos que tenemos y

de la clase de mundo al que pertenecemos22.

Por su parte, Judith Butler, una de las pensadoras más leídas y cuyos

textos de forma más clara promovieron los estudios sobre la corporeidad


sexuada23, respondió a tales acusaciones en el artículo escrito en 1996 El

marxismo y lo meramente cultural. Este trabajo pone de manifiesto y lamenta el


cisma que se produjo en la izquierda de estos últimos años 90 entre el

«marxismo unitario y progresista» que debía «retornar a un materialismo


basado en un análisis objetivo de clase» y lo que se vino a denominar «la

izquierda cultural», acusada de despojar los ideales comunes del socialismo,


de fragmentar el campo de conocimiento y el activismo político24. Según la
filósofa, tal división entre lo material y lo cultural derivó en una marginación de

ciertas formas de activismo político que, como desarrolla en Cuerpos Aliados y


lucha política 20 años más tarde, han formado parte de frentes amplios de
protesta política y han articulado movilizaciones que portan los ideales de la


19 Eagleton, Terry. Las ilusiones del posmodernismo, op. cit., p. 109.
20 Ibid.
21 Ibid., p. 112.

22 Eagleton, Terry. Las ilusiones del posmodernismo. op. cit., p. 114.

23 Recordemos los ya clásicos Gender Trouble (1990) y Bodies that matter (1996).

24 Butler, Judith. «El marxismo y lo meramente cultural». En: New left review, 2 (2000), pp. 111-

112.

8
lucha de clases por la redistribución de la riqueza. Los movimientos raciales en

Estados Unidos o los sindicatos de empleadas del Hogar en España, sin ir más
lejos, son buenos ejemplos de ello. Estos movimientos, volviendo a la

memorable cita de Mario Tronti, recogen la herencia de las prácticas que


articuló un movimiento obrero que, efectivamente, hoy se encuentra debilitado,

como señalaremos en el siguiente capítulo.

Como vemos, la batalla de los cuerpos viene desde lejos en nuestra

tradición académica de izquierdas. Pero volviendo al tema que nos ocupa, a


saber, cómo estos dos pensadores se han acercado en la actualidad a la

vulnerabilidad del cuerpo para dar así cuenta de un posible nuevo sujeto

político, en primer lugar Terry Eagleton regresa al carácter transhistórico del

cuerpo como receptor de sufrimiento para articular un modelo de materialismo


que atienda al cuerpo humano como material receptor de vulnerabilidad, siendo

esta característica y no nuestra supuesta autonomía la que nos constituye


como seres morales25. Para defender esta teoría Eagleton retoma los textos

marxianos en La ideología alemana, los Grundrisse y El Capital sobre la


naturaleza, trazando un camino desde «la matriz formada en el cuerpo de la

especie»26 hasta el sedimento histórico que se asienta en ese tipo específico


de animal que somos27:

It is the body that lies at the root of human history. Human beings manifest a

material nature (or 'species being', as Marx calls it) which includes the capacity to

realise and reproduce themselves, and in doing so to transform their conditions

of existence. It is this that is meant by having a history28.

Así, el cuerpo para Eagleton viene a ser el signo más visible de nuestra
capacidad de agencia, así como de nuestra dependencia, pues es la fuente de

nuestra actividad y es, a fin de cuentas, mortal, frágil y terriblemente



25 Eagleton, Terry. Materialism, op. cit. p. 5.
26 Eagleton, Terry. Dulce violencia, op. cit. p. 19.
27 Ibid., p. 72.

28 Ibid., p. 69.

9
susceptible al dolor29: «Is what renders us vulnerable as well as productive. It is

because we are lumps of flesh of a certain kind that we are capable of being
historical agents»30.

Es por esta característica por la cual los seres humanos están volcados al
vínculo con sus semejantes, pero al mismo tiempo, el capitalismo, señala

Eagleton con Marx, «aleja al hombre de su propio cuerpo»31, es decir, lo hace


alienarse del resto ya que el trabajo no es parte de su ser esencial, sino que los

mantiene bajo el mando de otros:

Because human beings are also alienated from each other, the body in the

corporate sense of the word disintegrates as well. Since material reality

constitutes a bond between individuals, to lose touch with that reality is also for

them to lose touch with each other32.

Según el irlandés, por lo tanto, uno de los triunfos del socialismo, sería
precisamente recuperar esa unión o ese espacio comunitario del hombre con

sus semejantes que el capitalismo habría desvanecido en el aire.

Por su parte, Judith Butler en Cuerpos Aliados y lucha política quiere

articular una teoría del cuerpo político que, a nuestro juicio, confirma la
afirmación de Eagleton acerca del mismo cuando afirma que es en esa

fundación material corporal donde se podrán construir las formas más


duraderas de la solidaridad humana33. Para Butler, «No se pueden concebir los
cuerpos individuales como si fueran totalmente distintos los unos de los otros.

Las condiciones de apoyo para los momentos más vulnerables de la vida son,
en sí mismas vulnerables»34. Al igual que Eagleton, para la americana «no hay

escapatoria posible a la vulnerabilidad y movilidad que implica la aparición en


29 Ibid., p. 21.
30 Ibid.
31 Ibid., p. 79.

32 Ibid., p. 79-80.

33 Eagleton, Terry. Materialism, op. cit. p. 152.

34 Butler, Judith. Cuerpos aliados y lucha política. Op. cit, p. 131.

10
el mundo»35. Pero mientras Eagleton nos presenta una propuesta unificadora

del cuerpo humano vulnerable, el proyecto de Butler tratará, por el contrario, de


entender cómo lo humano se produce «de maneras diferenciadas y a costa de

quienes»36.

Es decir que por mucho que a Terry Eagleton se le ponga entre ceja y

ceja que los cuerpos son materialmente todos igual de vulnerables, lo cierto es
que hay unos cuerpos que históricamente están configurados como más

vulnerables que otros, que corren más peligro que otros, si los dos entendemos
por vulnerabilidad la posibilidad de sufrir algún daño. Este trabajo parte de la

premisa de que el cuerpo feminizado, es decir, el cuerpo leído y asociado a

una serie de características históricamente establecidas en el espacio

simbólico de lo femenino, tiene más posibilidades de ser matado. Butler tratará


de hilar más fino en su concepción de la vulnerabilidad humana afirmando que

«si decimos que ciertos cuerpos se diferencian por su mayor grado de


vulnerabilidad, afirmamos que el ciertos regímenes de poder hay grupos que

son blancos más fáciles que otros37». Partimos efectivamente de la base de


que las relaciones constitutivas del cuerpo «son siempre de carácter

económico e histórico»38. Si decimos entonces, que determinado cuerpo es


más vulnerable que otro, nos referimos a su vulnerabilidad con respecto a la
historia y la economía. «Ello implica –continúa Butler– que la vulnerabilidad

siempre tiene un objeto, siempre se forma y experimenta en su relación directa


con unas condiciones que son ajenas, externas al cuerpo»39. Para Butler, la

vulnerabilidad del cuerpo es lo que convierte a este «en el medio y en el fin de


la política», porque es la característica que nos lleva a implicarnos en lo que va


35 Ibid., p. 91.
36 Ibid. p. 48.
37 Ibid. p. 141.

38 Ibid. p. 149.

39 Ibid.

11
más allá de nosotros: «es abrirse ante el cuerpo de otro»40, es lo que nos hace

interdependientes los unos de los otros. Sin embargo, la historia y la economía,


el modelo de producción capitalista, no ha distribuido la vulnerabilidad de forma

igualitaria, y sería un error, y es el error en el que creo que cae Eagleton, no


estar en condiciones de «evaluar si la forma social de la vulnerabilidad que se

ha distribuido es o no es justa» 41 . Por otro lado, cabe señalar que una


distinción taxativa entre dependientes y no dependientes apuntala

determinadas formas de paternalismo. El caso que nos ocupa, el peligro de las


mujeres a ser matadas, es paradigmático: llevamos años recibiendo

«recomendaciones» del ministerio de interior sobre las horas a las que


debemos salir, los espacios que debemos transitar, la ropa que debemos vestir,

etc., para evitar ser el blanco de un ataque. El movimiento feminista ha


criticado duramente este tipo de «recetas» que no abordan la problemática

histórica y estructural de la misoginia. Las políticas feministas son la mejor


muestra de una de las conclusiones del trabajo de Butler, que «aunque uno se

vea claramente privado de protección, no queda en modo alguno reducido a


alguna clase de "nuda vida", arrojado fuera del campo de la política»42.

Consideramos por ello fundamentales estas consideraciones sobre los


procesos históricos y económicos de la vulnerabilidad del cuerpo humano como
paso previo necesario para la comprensión del aumento de violencia contra las

mujeres registrado en los últimos tiempos43. Queremos concluir este apartado


con la consideraciones que David Harvey expone en su libro Espacios de

Esperanza44, donde sostiene que el cuerpo es utilizado en el capitalismo como


estrategia de acumulación y que las prácticas representativas que operan en la

40 Ibid. p. 150.
41 Ibid. p. 211.
42 Ibid. p. 142.

43 Rita Segato –La guerra contra las mujeres, 2016– ha manifestado enérgicamente este

incremento de la violencia patriarcal tanto en número como en las formas de ejercerla, cada
vez más brutales.
44 Harvey, David. «El cuerpo como estrategia de acumulación». En: Espacios de esperanza.

Madrid: Akal, 2000.

12
sociedad modelan igualmente el cuerpo. Estas consideraciones nos servirán

para poner de manifiesto el vínculo, no siempre evidente, entre la explotación


del cuerpo trabajador y la vulnerabilidad del cuerpo feminizado, ya que podría

decirse que, como adelantábamos en la introducción, el trabajo no se ha tenido


lo suficientemente en cuenta a la hora de considerar las formas de distribución

del género, del sufrimiento o de la salud, cuando se ha querido trazar una


perspectiva histórica del cuerpo45.

Para Harvey el cuerpo:

constituye un proyecto inacabado, histórica y geográficamente maleable en

ciertos sentidos. No es por supuesto infinita ni siquiera fácilmente maleable, y

algunas de sus cualidades inherentes («naturales» o biológicamente heredadas)

no se pueden borrar. Pero el cuerpo sigue evolucionando y cambiando de

formas que reflejan tanto una dinámica transformadora interna. [...]No es una

entidad cerrada y sellada, sino una cosa relacional que se crea, limita, sostiene y

en última instancia se disuelve en un flujo espacio-temporal de procesos

múltiples46.

Por ello, las capacidades que un cuerpo desarrolla y las actividades que

este puede realizar, es decir «la mezcla de actividades perfomativas de [las]


que dispone», no se encuentran aisladas de un determinado entorno «físico,
social y económico»47. Por tanto, «dado que todos vivimos en el mundo de la

circulación y la acumulación de capital, esto tiene que formar parte de cualquier


argumento sobre la naturaleza del cuerpo contemporáneo» 48 . El capital,

propone Harvey, aprovecha las potencias básicas de cooperación/colaboración


de los seres humanos49, característica humana que tanto Eagleton como Butler

sentaban sobre las bases de nuestra vulnerabilidad. Pero no podemos perder


45 López, Pablo. «La plasticidad forzada», op. cit., p. 680.
46 Harvey, David. Espacios de Esperanza, op cit., p. 120.
47 Ibid. p. 121.

48 Ibid. 124.

49 Ibid. 125.

13
de vista que la historia creativa del capitalismo y su desarrollo «se ha debido en

parte al descubrimiento de nuevas formas y potencialidades de usar el cuerpo


humano como portador de la capacidad de trabajar» 50 , ya hablemos de

trabajos asalariados o no asalariados. Esto es fundamental desde la


perspectiva de este trabajo, y para el desarrollo del siguiente apartado, ya que

deseamos poner nuestra atención en los cambios que se han experimentado


en el capitalismo tardío a nivel de trabajo y de género y cómo se ha

desarrollado una «nueva cultura del trabajo» que se ha fundamentado en «la


feminización de una bioeconomía fundada sobre la expropiación de la

productividad de la vida» 51 . El propio Harvey es consciente de que «Las


funciones del género en las divisiones espaciales y sociales del trabajo»52 han

sido de vital importancia en los estudios de los últimos años para comprender
«las condiciones de circulación del capital variable»53. Harvey es consciente de

que la teoría marxista presenta algunas carencias, y decididamente un estudio


de la producción de los cuerpos en el capitalismo tiene un carácter

forzosamente histórico que, por ello, requiere de una constante actualización:


«Hay innumerables elaboraciones, modificaciones, reformulaciones a la

limitada pero rigurosamente argumentada teoría de Marx sobre la producción


del cuerpo trabajador y las subjetividades individuales y colectivas»54. Pero el
geógrafo insiste: no hay contradicción alguna, no es en absoluto pertinente la

eliminación del «método de fondo del enfoque de Marx», sino que este debe
ampliarse.

Silvia Federici es quizás la figura que mejor representa este afán


conciliador. Ha dedicado su carrera a señalar una ausencia fundamental en la

teoría marxiana y a realizar la necesaria recuperación histórica de los trabajos



50 Ibid. 127.
51 Morini, Cristina. Por amor o por la fuerza. Feminización del trabajo y biopolítica del cuerpo.
Madrid: Traficantes de sueños, 2014.
52 Havey, David. Espacios de Esperanza, op. cit. p. 139.

53 Ibid.

54 Ibid. p. 139.

14
reproductivos asociados a los cuerpos de las mujeres, trabajos que son

fundamentales para la acumulación originaria y el desarrollo del capitalismo55.

2. «El nuevo espíritu del capitalismo»: la feminización del trabajo y


la nueva acumulación originaria.

En este apartado queremos poner en relación los cambios producidos


en el tejido laboral en el capitalismo tardío con el control ejercido sobre los

trabajos reproductivos que han desarrollado históricamente las mujeres y con la


apropiación por parte de este tejido laboral de ciertas características implícitas

en las prácticas de esta forma de trabajo, históricamente devaluado y no

remunerado, así como la apropiación de determinadas características

asociadas a las mujeres que las desempeñan. A fin de cuentas, una


«generalización de las condiciones de explotación históricamente ejercidas

sobre las mujeres»56. Características estas que favorecen los nuevos modelos
de explotación laboral, la creciente precarización de las vidas humanas y la

desigualdad y, de manera aun más exacerbada, la de las poblaciones de


mujeres, que ha derivado en un aumento de la violencia hacia estas en sus

mas diversas formas.

En su ya célebre ensayo Luc Boltanski y Ève Chiapello dedican un


riguroso estudio a la comprensión de la «degradación de la situación

económica y social de un número cada vez mayor de personas» y al estudio de


la actual forma de un capitalismo «en plena expansión y profundamente

reorganizado» 57 . Los investigadores consideran que los desplazamientos


operados en las últimas décadas del capitalismo han desencadenado una

deconstrucción del mundo del trabajo y un debilitamiento de las defensas del


55 Federici, Silvia. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva. Madrid:
Traficantes de Sueños, 2010.
56 López, Pablo. «La plasticidad forzada», op. cit., p. 683.

57 Boltanski, Luc y Chiapello, Ève. El nuevo espíritu, op. cit., p. 17.

15
mismo. Uno de los síntomas fundamentales observados fue la flexibilidad,

«trasladar sobre los asalariados, así como sobre los subcontratistas y otros
prestadores de servicios el peso de la incertidumbre de mercado» 58 . Esta

estrategia ha producido una mano de obra altamente maleable («empleos


precarios, interinos, trabajadores independientes» 59 ). Otros de los signos

indicados son: la formación y el aprendizaje permanentes, la subcontratación,


el trabajo interino, la dualización del trabajo asalariado, el crecimiento de la

intensidad del trabajo con idéntico salario y, en definitiva, la reducción de la


protección de los trabajadores y el retroceso social60. A este diagnóstico hemos

de añadir el «debilitamiento del sindicalismo y la disminución del nivel de crítica


al que ha sido sometida la empresa capitalista»61, ya que, como señalan los

investigadores, las instituciones sobre las que tradicionalmente recaía la tarea


de transformar las quejas y demandas de los trabajadores en «denuncias de

carácter general y protesta pública» se han ido devaluando ante el proceso de


desindicalización de las empresas y de la reducción de la autoridad de los

sindicatos en los trabajadores 62 . Algunas de las causas a las que


generalmente se vuelve para explicar este proceso, como el ascenso del

individualismo, la crisis de confianza en la acción política o el miedo al paro no


son suficientes, según los autores, para explicar esta desintegración y la
resistencia a articular modelos de resistencia contra el aumento de la

exclusión63. Por ello Boltanski y Chiapello desarrollan otra serie de factores que
se conocen en menor medida como son la represión sindical, las tácticas de

reestructuración empleadas por las empresas como fuente de desindicalización


y, en general, las nuevas prácticas de gestión empresarial como forma de

esquivar a los sindicatos.


58 Ibid., p. 300.
59 Ibid.
60 Ibid. p. 343.

61 Ibid. p. 363.

62 Ibid. pp. 363-364.

63 Ibid. p. 366.

16
En «La plasticidad Forzada» 64 Pablo López ha delineado las implicaciones

directas que estas profundas modificaciones en el espacio el tiempo y la


retribución del tejido laboral han tenido en los cuerpos de las nuevas capas de

población trabajadora y como el trabajo se ha transformado en «una zona de


vulnerabilidad e inseguridad» que tiene su traducción corporal y se encuentra

en «la base de culturas del cuerpo socialmente extendidas»65:

Se produce una intensa movilización laboral de cuerpos capaces de conducir

simultáneamente producción y reproducción, a partir de patrones temporales

flexibles y múltiples, espacios híbridos de trabajo en los que rige una altísima

tasa de explotación y lógicas de dominación no controladas sindicalmente66.

La investigadora italiana Cristina Morini ha subrayado recientemente en

su amplio estudio publicado en 2014 Por amor o por la fuerza. Feminización del

trabajo y biopolítica del cuerpo, cómo este nuevo modelo instaurado se debe a
un movimiento en el que «la condición histórica de las mujeres se ha vuelto la

medida de la explotación de todas las personas, el paradigma general de la


vida puesta a trabajar» 67 , ya que los cuerpos de las mujeres actualmente

responden a la llamada a asumir los roles productivo y reproductivo. Morini se


hace eco del trabajo de Saskia Sassen, que postuló «la existencia de una

relación sistémica entre la globalización y la feminización del trabajo


asalariado» 68 , a través de la potenciación institucional de la migración de
mujeres por parte de los Estados del Sur global, y de la inclusión de las

mujeres migrantes en el mercado de trabajo del Norte Global, excluyéndolas de


cualquier otro beneficio social. Sueldos irrisorios y contratos inexistentes es lo

que reciben las mujeres que se convierten en «sustitutas asalariadas de la


64 López, Pablo. «La plasticidad forzada», op. cit.
65 Ibid. p. 685.
66 Ibid., p. 683.

67 Morini, Cristina. Por amor o por la fuerza, op. cit., p. 17.

68 Sassen, Saskia. Globalizzati e scontenti. Il destino delle minoranze nel nuovo ordine

mondiale, Milán, Il Saggiatore, 2002, p. 126.

17
reproducción de las mujeres del Norte»69. Por todo ello, Morini concluye que

nos encontramos ante un «nuevo paradigma de acumulación» que explota las


capacidades cognitivas de las mujeres de Norte y las reproductoras de las del

sur:

[...] es precisamente en estas últimas décadas cuando el capitalismo ha

apuntado, en términos generales, a apropiarse con más fuerza si cabe de la

polivalencia, de la multiactividad y de la cualidad del trabajo y del cuerpo

femenino a partir del bagaje experiencial (cultural) de las mujeres que deriva de

las actividades que históricamente han realizado en la esfera del trabajo

reproductivo, en el trabajo doméstico, por no hablar de la tendencia del mercado

a transformar la «naturaleza» en mercancía70.

Respecto de la reproducción social y los trabajos precisados para que


esta se produzca, encontramos una doble tendencia en el capitalismo

cognitivo. De un lado, asistimos a una desvalorización absoluta del mundo de


la reproducción, trabajos que desempeñan por lo general mujeres migrantes

precarizadas por salarios cada vez más exiguos. De otro, encontramos una
transferencia de las prácticas de esa esfera del cuidado dentro de los entornos

laborales. El trabajo cada vez precisa de más tiempo, más cuidados e incluso

más afectos, donde la lógica que adopta la trabajadora y el trabajador es

«adaptativa/sacrificial/oblativa»71, lógica que «arrastra un bagaje cultural propio


de la experiencia histórica femenina»72.

Existe, como vemos, una gran contradicción en esta tendencia, una


«contradicción socioproductiva del capitalismo», tal y como la ha denominado

la feminista socialista Nancy Fraser: «por una parte, la reproducción social es


una de las condiciones que posibilitan la acumulación sostenida de capital; por

otra, la orientación del capitalismo a la acumulación ilimitada tiende a


69 Morini, Cristina. Por amor o por la fuerza, op. cit., p. 82.
70 Ibid., p. 84.
71 Ibid., p. 98.

72 Ibid.

18
desestabilizar los procesos mismos de la reproducción social sobre los cuales

se asienta» 73 . Esta es, de hecho, una de las 17 contradicciones sobre la


acumulación del capital que David Harvey analiza en Diecisiete
contradicciones y el fin del capitalismo74: «La reproducción social es para el
capital un campo amplio y conveniente en el que los costes reales se

externalizan a los hogares y otras entidades comunales, distribuyéndose


además muy desigualmente entre distintas capas o grupos de la población»75.

Y es aquí, en la esfera de la reproducción social, «donde se manifiesta más


descarnadamente la opresión y violencia contra las mujeres»76. La economía

capitalista, como vemos con Fraser, tradicionalmente se ha aprovechado sin


coste alguno de este tipo de actividades de cuidado, limpieza, alimentación,

etc. necesarias para el sostenimiento de la vida y de los vínculos sociales sin


asignarles un valor monetario77.

Entre algunas de las causas más dañinas que señala Harvey, se


encuentra el endeudamiento personal asociado a la reproducción social,

endeudamiento soportado en la mayoría de los casos por mujeres 78 . La


descentralización del trabajo reproductivo, el fomento de la migración de

mujeres del Sur Global a los países del Norte para desarrollar las tareas de
cuidado, ya inasumibles por las mujeres del norte, con jornadas laborales cada
vez más extendidas. Parece, por tanto, pertinente atender a cómo este nuevo

despliegue de las prácticas llevadas a cabo para que se produzca la


reproducción social, incrementan más si cabe la vulnerabilidad de las mujeres,

ya de por sí cada vez más precarizadas, a una escala global.


73 Fraser, Nancy. «Las contradicciones del capital y los cuidados». En: New Left Review. 100
(2016), p. 112.
74 Harvey, David. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Madrid: Traficantes de

Sueños, 2014.
75 Ibid., p. 188.

76 Ibid., p. 191.

77 Fraser, Nancy. «Las contradicciones del capital», op. cit., p. 114.

78 Harvey, David. Diecisiete contradicciones, op. cit, p. 192.

19
Como fuimos adelantando, Silvia Federici ha dedicado gran parte de su

trabajo a señalar la enorme ausencia de la reproducción social en el análisis


marxista sobre capitalismo. Permítaseme reproducir este pasaje al completo

por su contundente claridad en la exposición y que nos ahorrará algunas


explicaciones:

[...] el análisis que Marx hizo del capitalismo se ha visto lastrado por su

incapacidad de concebir el trabajo productor de valor de ningún otro modo que

no sea la producción de mercancías y su consecuente ceguera sobre la

importancia del trabajo no asalariado de las mujeres en el proceso de

acumulación capitalista. Obviar este trabajo limitó la comprensión de Marx del

verdadero alcance de la explotación capitalista del trabajo y de la función que el

salario desempeña en la creación de divisiones dentro de la clase trabajadora,

comenzando por la relación entre mujeres y hombres. Si Marx hubiese

reconocido que el capitalismo debe apoyarse tanto en una ingente cantidad de

trabajo doméstico no remunerado efectuado en la reproducción de la fuerza de

trabajo como en la devaluación que estas actividades reproductivas deben sufrir

para rebajar el coste de la mano de obra, puede que se hubiese sentido menos

inclinado a considerar el desarrollo del capitalismo como inevitable y

progresista79.

De tal forma, Federici considera que ese hándicap de la teoría marxista

ha invisibilizado las divisiones que el reparto del trabajo ha producido en la


clase obrera, a través de regímenes laborales diferenciados que han

institucionalizado el sexismo y el racismo. No fue hasta los años 70 que la


teoría feminista se ocupó de confirmar que el capitalismo implicaba formas de

trabajo forzado y reveló la inherente conexión entre «la devaluación del trabajo
doméstico y la devaluación de la posición social de las mujeres»80. Federici

parte de este punto para tratar de dilucidar los factores que causan el actual

79 Federici, Silvia. «La reproducción de la fuerza de trabajo en la economía global y la
inacabada revolución feminista». En: Revolución en punto cero. Trabajo doméstico,
reproducción y luchas feministas. Madrid: Traficantes de sueños, 2013.
80 Ibid., p. 157.

20
incremento de la violencia contra las mujeres. Para ella este incremento se ha

visto asimismo impulsado «en parte por la competición económica, en parte por
la frustración que los hombres experimentan al no ser capaces de cumplir su

rol como proveedores de la familia, y más importante todavía, impulsados por


el hecho de que los hombres ahora tienen menos control sobre los cuerpos y el

trabajo de las mujeres»81. Pero fundamentalmente concluye que las nuevas


formas y prácticas que ha adoptado la violencia contra las mujeres se produce

en «el nuevo modelo de distribución de la economía mundial globalizada»82,


relacionados muchas veces con procesos de desmantelamiento de los

sistemas de propiedad comunal de las tierras y la «devaluación que el trabajo


reproductivo y los sujetos que lo producen han sufrido frente a la expansión de

las relaciones monetarias»83.

Aunque aquí hemos tratado de trazar unas líneas generales de este

proceso de degradación del mundo del trabajo y por otro de su feminización,


efectivamente, «Las contingencias de la actividad material, de las formas

culturales y de los modos de vida locales son de gran importancia en casi todo
el mundo» y la revolución social «permanece necesariamente ligada al lugar»84

en un contexto en el que el capital es enormemente móvil. Como resultado,


señala Harvey citando a Cindi Katz, «se producen todo tipo de
descoyuntamientos en el espacio, en las fronteras y al pasar de una escala a

otra, con tanta probabilidad de recurrir a desigualdades sedimentadas en las


relaciones sociales como de provocar otras nuevas»85. Así, «la reproducción de

la fuerza de trabajo exige toda una variedad de formas y prácticas culturales


que son también geográfica e históricamente específicas»86.


81 Ibid., p. 177.
82 Ibid., p. 178.
83 Ibid.

84 Harvey, David. Diecisiete contradicciones, op. cit., p. 193.

85 Katz, Cindi. «Vagabond Capitalism and the Necessity of Social Reproduction». En: Antipode

33, 4, pp. 709-728.


86 Ibid, p. 193.

21
De lo anterior derivamos nuestra propuesta metodológica e hipótesis

iniciales, buscando atender a los diversos factores que causan los asesinatos
de mujeres y las muertes violentas de estas. A modo de ejemplo, señalaremos

sucintamente algunos condicionantes históricos y económicos locales de los


dos espacios propuestos en la introducción, dentro del marco global que

hemos tratado de delinear más arriba. Por un lado, concluimos con Harvey y
Katz, que «es en la reproducción social donde se pueden observar mejor los

estragos de la producción capitalista globalizada»87, así como la esfera «donde


comienza la reproducción de la desigualdad»88. Por otro, consideramos con

Federici que atendiendo precisamente a esta esfera podemos aportar nuevas


perspectivas a los estudios sobre el fenómeno del feminicidio.

4. Casos de estudio localizados:

· Ciudad Juárez: Libre comercio, maquilas y narcotráfico. El

tratado comercial entre México y Estados Unidos, el NAFTA, desencadenó la


instalación de las numerosas empresas de ensamblaje estadounidenses y

ocasionó una proceso de migración masiva de población rural mexicana y


centroamericana hacia ciudades fronterizas como Juárez. Las ciudades

crecieron de forma descontrolada y se establecieron enormes periferias sin


apenas servicios como transporte público o iluminación urbana. Como ha
señalado Rita Segato, este proceso vino acompañado de la instauración de

«una relación directa entre capital y muerte, entre acumulación y concentración


desreguladas y el sacrificio de mujeres pobres» 89 . Esta acumulación

desregulada se concentró en las manos de algunas familias juarenses. La


aparición de cárteles en la lucha por el control económico y territorial de la

ciudad vino de la mano poco después, así como la corrupción progresiva de las


87 Ibid.
88 Ibid., p. 194.
89 Segato, Rita Laura. «La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.

territorio, soberanía y crímenes de Segundo Estado». En: La guerra contra las mujeres. Madrid:
Traficantes de sueños, 2016, p. 33.

22
instituciones públicas. Esto ha desembocado en el surgimiento de lo que

Segato llama «guerras no convencionales».

Desde 1997 Melissa Wright comienza a realizar un estudio acerca de la

relación existente entre el asesinato de mujeres y la implementación del


NAFTA. En base a sus investigaciones Wright propuso que la forma de trabajo

que se generalizó entre las mujeres de clase baja de la ciudad generó un ciclo
de consumo y descarte de mujeres que dio lugar a un ciclo de desperdicio que

produciría lo que ella llamó una «forma de muerte corporativa». Existiría, según
la investigadora, «una complicidad entre la actividad de la maquiladora y el

asesinato y abandono de mujeres» 90 . Las mujeres que trabajaban en las

maquilas empezaron a considerarse mujeres públicas y se asociaron

directamente con el ejercicio de la prostitución:

The public association of obrera (worker) with ramera (whore) was something

that factory workers faced constantly, as women who walked the streets on their

way to work and women who walked the streets as part of their work added to

the city’s fame as a city of public women 91.

Este es un fenómeno tan aterrador como fascinante desde nuestra


perspectiva de estudio. Las trabajadoras de las maquilas han sufrido los

efectos de la devaluación absoluta de su persona y actualmente, como ha


señalado Wright, existe un conflicto sobre la dignidad de las mujeres en Ciudad

Juárez92. Nos parece también relevante señalar cómo se han realizado serios
esfuerzos por fundar sindicatos independientes en las maquilas. No obstante,

tales esfuerzos generalmente han tenido éxito entre los trabajadores


masculinos o en fábricas que emplean a un porcentaje de mujeres inferior al


90 Wright, Melissa. "The Dialectics of Still Life: Murder, Women, and Maquiladoras". En:
Comaroff, Jean; Comaroff, John L. (eds.) Millenial Capitalism and the Culture of Neoliberalism,
Durham: Duke University Press, 2001, pp. 125-146.
91 Wright, Melissa. «Necropolitics, Narcopolitics, and Femicide: Gendered Violence in the

Mexico-U.S. Border». En: Signs, 36, 3 (2011), pp. 707-731.


92 Wright, Melissa. Manifiesto contra el feminicidio. Madrid: Centro de documentación crítica,

2010.

23
habitual en las maquilas, industrias cuyos beneficios han dependido

históricamente de la mano de obra femenina93.

· Guatemala: Guerra civil, expropiación de tierras y desaparición

de las mujeres indígenas. Guatemala es el tercer país del mundo con una
mayor tasa de feminicidios94 y Amnistía Internacional ha señalado que la mayor

parte de las víctimas proceden de sectores pobres de la sociedad y trabajan en


empleos mal remunerados95. Para entender las causas profundas de la actual

brutalidad ejercida contra las mujeres guatemaltecas hay que remontarse al


conflicto armado interno que vivió el país desde 1970 hasta 1996, año en el

que se firmaron los acuerdos de paz y el armisticio96. Es más que conocida la

intervención de la CIA en el país centroamericano, que orquestó el golpe militar

tras la expropiación de terrenos que llevó a cabo el gobierno de izquierdas de


Jacobo Arbenz en 1954. Estas grandes zonas agrícolas pertenecían a la Fruits

Company, a la que estaba vinculado el entonces director de la CIA. El golpe


militar restauró el totalitarismo, se paralizó la redistribución de tierras y

surgieron grupos guerrilleros contra los que Estado, patrocinado por Estados
Unidos, organizó una campaña de antiinsurgencia. La guerra civil se saldó

cientos de miles de muertos, poblados enteros masacrados y más de un millón


de desplazados. Además, las fuerzas armadas y los grupos paramilitares
denominados «los escuadrones» perpetraron actos genocidas contra las

poblaciones indígenas. Una de las finalidades que se perseguían con la cultura


del terror practicada era la agroexplotación sustentada en el trabajo forzado de


93 Ibid.
94 Garita Viíchez, Ana Isabel. La regulación del delito de femicidio/feminicidio en América Latina
y el Caribe. Ciudad de Panamá: Secretariado de la Campaña del Secretario general de las
naciones Unidas ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres, 2011.
95 Ballester, Irene. «Diálogos de la resistencia: artistas de España, México y Guatemala en la

denuncia del feminicidio». En: Atencio, Graciela (ed.), Feminicidio. El asesinato de mujeres por
ser mujeres. Madrid: Catarata, 2015.
96 VVAA. Feminicidio: un fenómeno global. De Lima a Madrid. Bruselas: Heinrich Böll Stiftung,

2010, p. 11.

24
indígenas97. La normalización de estas prácticas de violencia misógina y racista

sentaron las bases de la Guatemala de postguerra. Se ha insistido que las


principales causas de la violencia en la «Guatemala post-conflicto» son las

grandes brechas sociales en la desigualdad en el acceso y oportunidades de


desarrollo económico, social, educación, salud y la impunidad absoluta98.

Conclusión.

Con estas breves líneas sobre estos dos contextos específicos mirados
desde una perspectiva histórica y económica, queremos hacer hincapié en el

potencial que esta mirada puede aportar al análisis de los factores que causan

la violencia misógina. También consideramos que cuando se abordan este tipo

de estudios no debemos desvincular las formas del trabajo de las formas de la


desigualdad de género, sobre todo si pretendemos hacer análisis más certeros

sobre el crecimiento de los casos de feminicidio que se están produciendo de


forma masiva en nuestras sociedades. Por ello, tenemos que acercarnos a esta

forma sistémica de violencia con una doble mirada. De un lado, la atención a


los condicionantes históricos específicos que generan determinadas formas de

violencia. De otro lado, una mirada global, que de cuenta de la mutación de las
estructuras económicas y sociales que inciden en la precarización absoluta de
la vida y, con ella, la vulnerabilidad a la que se precipitan las que la sostienen

en mayor medida, las mujeres.


97 Ballester, irene. «Diálogos de la resistencia», op. cit., p. 205.
98 VVAA. Feminicidio: un fenómeno global, op. cit. p. 11.

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