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Términos y fuentes
Hapalá ( )הפלהes el vocablo hebreo que se utiliza para hablar sobre el aborto; proviene de la
raíz del verbo lehafil ( )להפילque significa ‘dejar caer’, y como tal, el término aparece en
forma compuesta una sola vez en el texto bíblico. En el libro del Éxodo 23:26 se lee: “No
habrá mujer que pierda a sus hijos, ni una estéril en tu tierra…”, pero aquí, la expresión que
pierda, en hebreo meshajelá ()משכלה, comprende a la mujer que pierde a sus hijos durante
el periodo de embarazo, así como durante la infancia de los mismos. En este sentido, la
legislación hebrea entiende como hapalá la pérdida, caída, de todo comienzo de alma
viviente: néfesh hayá ( ;)נפש חיהen terminología jurídica, una persona de derecho. Por lo
tanto, la hapalá no es un acto de carácter legal o ilegal sino una situación de efectos civiles-
familiares.
Cabe señalar que el pasaje anteriormente citado pertenece a una sección
denominada Mishpatim ()מישפטים, que son leyes o decretos que tratan el estatus de la
esclavitud, indemnizaciones, perjuicios personales, leyes de solidaridad, épocas y pagos de
labores, obligaciones de peregrinación y maldiciones en relación de transgredir alguno de
los anteriores estatutos. La temática de la hapalá se presenta como una consecuencia de la
práctica de la idolatría; en sentido religioso el argumento mira hacia dos sentidos: no habrá
mujer en medio de ti, Israel, que pierda a sus hijos, que los pierda durante la gestación, que
los haga caer de su vientre; ni habrá en medio de ti quien sea estéril, que no tenga el favor
divino de procrear. Así, la hapalá en primera instancia se entiende como una prerrogativa
divina de castigo ante la ruptura de la práctica de deberes morales, la praxis de ellos
supondría evitar dicha sanción. No obstante, aunque el texto bíblico aquí hace alusión a la
acción de hapalá, ya sea de manera natural o provocada, en ninguno caso lo cataloga como
un acto criminal per se, pero sí como una instancia e impedimento legal que compromete el
ejercicio del derecho en plenitud.
El pasaje clásico, aunque auxiliar al primero, sobre la cuestión del aborto se
encuentra en Éxodo 21:22-23 en donde se habla de manera explícita de la acción de hapalá
así como de su penalización: “Si riñeren dos hombres, y golpearen accidentalmente a una
mujer embarazada y perdiere sus hijos, pero no ocurre a ella desgracia; será penado con lo
que le establezca el marido de la mujer, y será entregada la indemnización delante de los
jueces. Pero si ocurre a ella una desgracia, se dará vida por vida.” Párrafo de difícil
comprensión dado que el delito cometido tipificado como asón ( )אסוןcausante de veyatzú
yeladéia ()ויצאו ילדיה, literalmente salieran los hijos de ella, sólo se encuentra en otros
pasajes en el libro del Génesis 42:4, 38 y 44:29; en ellos, asón es toda situación que pudiera
poner en riesgo mortal la vida de un ser humano, pero en especial de un hijo.
En ambos pasajes la hapalá se presenta como una instancia legal que en ninguno de
los casos es rea de sanción penal, pero en el caso en que ella resulta de una situación de
violencia entonces sí es sujeta de consecuencias civiles y penales: si ocurriera que perdiera
los hijos de ella, se dará vida por vida, la pena capital. La versión samaritana de ambos
pasajes hace más hincapié en la respectiva pena por el daño o la muerte de la potencial vida
existente.
Esta perspectiva legal tiene sus paralelos en los códigos penales de las culturas
meso-orientales de la antigüedad: persas, hititas, asirios, etc. En tales códigos se describen
las penas para aquel que golpea a una mujer preñada, difiriendo tan sólo en las
circunstancias y en la pena de muerte si el agresor pertenece o no a la familia. (Skorka :42)
Este último detalle, vendría a matizar el caso expuesto en el texto bíblico: si riñeren dos
hombres; empero, profundiza en el marco legal de la responsabilidad y la manera como los
grupos sociales absorben el impacto de la pérdida de un potencial miembro de clan, de la
tribu, del pueblo.
Hasta este momento del desarrollo del derecho hebreo, la hapalá como pérdida de
un alma viviente, néfesh jayá ()נפש חיה, no tendrá connotación moral individual en el
sentido de asesinato; sí como la pérdida de un posible miembro del clan pero no uno sujeto
de derechos. Es tan sólo en la experiencia del exilio babilónico y el contacto con el mundo
griego en que el foco sobre la hapalá cambia de los afectos al acto mismo.
Jerusalén y Alejandría
La experiencia del exilio en Babilonia, Persia y Egipto no sólo obligó a los judíos a
integrarse a las respectivas sociedades que los acogieron, sino convivir con la cultura legal
de dichos países. En el exilio se configura la noción de identidad comunitaria cuya
membresía se obtiene por filiación étnica o familiar. Así, en lo que es la reforma de
Nehemías y Esdras, la calidad jurídico-social de los integrantes ya no sólo del clan o la
tribu, sino los del pueblo de Israel como una única entidad se reinterpretan: en el marco
mítico-religioso la concepción de la zéra kodesh ()זרע קודש, la semilla santa, en la que no se
admite la mixtura ni la pérdida de ella, la hapalá restringe su conceptualización a la etapa
de gestación. Este enfoque aunque buscase el efecto social de estrechar los lazos
interfamiliares, intercomunitarios e intranacionales, las consecuencias políticas son el
restringir los efectos del derecho; de esta manera, el estatus de la potencial vida en el
vientre materno es reconsiderado. Alrededor de la cuestión de la hapalá la reforma jurídica
y social de Esdras 9:1-2 reformula la noción con ayuda de pasajes controversiales o de
difícil interpretación.
El texto de Génesis 9:6-7, situado en la sección de la historia de Noé, al momento
de pactar dios con Noé como representante de la humanidad toda, enuncia: “Quien derrame
la sangre de una persona, por la persona su sangre será derramada; porque con la imagen de
Elohím, él hizo a la persona. Ciertamente ustedes fructifíquense, auméntense, pululen en la
tierra y auméntense en ella.” La controversia se sitúa en la expresión hebrea shfáj hadam
beadám ()שפך הדם באדם, dado que ella puede entenderse como derramar la sangre dentro
de una persona, con la persona o por la persona. Aunque el contexto del pasaje refiere al
pago de daños mortales entre hombre y bestias y de hombres con hombres, enfocar la cita
bajo la perspectiva de la hapalá encamina a un argumento restrictivo sobre la práctica, así
como la rectificación de la pena capital para sus autores.
La cita anterior trae a colación la bendición de la procreación presente también en
Génesis 1:28: “Y Elohím los bendijo y Elohím les dijo: ‘Sean fértiles, y multiplíquense,
llenen la tierra y conquístenla y ejerzan dominio…’ ” Cambiar el sentido de bendición a
estatuto de ley afectando la instancia jurídica de hapalá al convertirse en un mero acto
punitivo de consecuencia capital. No obstante, dado que la no se esclarece el marco legal al
que pertenece la potencial vida, la restricción de Éxodo 20:13 anula la condena de muerte al
comprenderse positivamente: haz que viva.
Sin embargo, queda la ambigüedad en la figura jurídica de la vida residente en el
vientre materno. No matarás, ¿indulta a los participantes activos del acto de hapalá? ¿A la
vida en potencia que como semilla santa aguarda en el vientre materno? ¿Está acaso siendo
protegida la futura vida desde el vientre? Y de ser así, ¿qué figura jurídica le corresponde?
Si alguien durante una pelea diere un golpe en el vientre a una mujer embarazada, y ésta
abortare, en caso de que lo abortado careciere de forma y no estuviere desarrollado, aquél
deberá pagar una multa por el ultraje y por haber obstaculizado a la industriosa y productiva
naturaleza en su labor de traer a la existencia a la más excelente de las criaturas vivientes, el
hombre; pero, si la criatura estuviere ya formada y todos sus miembros hubieren ya recibido
sus propios lugares y cualidades aquél debe morir.
La traducción de los LXX suma palabras clave ausentes en la versión masorética hebrea y
que clarifican el pasaje. Aparece la palabra άμβλωση que vierte al griego el sentido de
hapalá y añade los parámetros legales en los que se considera delito de pena de muerte: si
en el caso de lo abortado sea sin figura (άπλαστον) o no presente desarrollo o crecimiento
(άοιατνπωτον) es exento el culpable de muerte; pero si ya presenta forma (μεμορφωμένον)
y se diferencias sus órganos como la hechura de los animales creados (κάλλιστον
τεχνιτευούση και δημιουργούς ζώον), entonces, continúa Filón diciendo, “se trata de un ser
humano, el cual él ha aniquilado en el taller de la naturaleza […]” (III, 109); y por lo tanto
se aplica la sentencia penal de muerte. Más delante, el filósofo alejandrino puntualiza que
(…) La muerte (…) [es] el castigo de los que provocaren un aborto cuando ya el feto
estuviere completamente formado. La opinión de que las criaturas que todavía están
adheridas al vientre de la madre son parte de las que darán a luz es sustentada por filósofos,
cuya vida está dedicada a la labor de la especulación, y también por los más ilustres
médicos, los que han investigado acerca de la estructura del ser humano, examinando
detalladamente sus partes visibles y ocultas (…) con miras de evitar que, en caso de
requerirse un tratamiento médico, resulte descuidada por ignorancia alguna causa de serio
peligro. (III, 117)
En este pasaje de su obra, Filón es quizá el primero de los comentadores respecto al tema
de la hapalá en que considera explícitamente tanto los supuestos jurídico-filosóficos de la
acción como los efectos