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Las permisiones (e.g. derechos y facultades) se usan para conferir una ventaja práctica (i.e.
normativa).
La permisión puede provenir de una petición, de un reclamo, ser arrebatada por la fuerza o
bien puede ser una concesión graciosa, pero en todo caso es siempre un hecho a partir del
cual un individuo o una clase de individuos puede hacer algo que antes jurídicamente no podía.
Fuera del caso de la sustitución irregular del orden jurídico, la permisión opera a partir del acto
que permite (la “fuente de la permisión”) a un individuo o a una clase de individuos.
Dice Hart que una apropiada forma de penetrar al significado de palabras del discurso jurídico,
consiste en colocar la palabra en cuestión en frases u oraciones en las que habitualmente es
usada. 3 Siguiendo esta estrategia consideremos, por ejemplo, las siguientes oraciones:
(1) a Aulus Agerius le es permitido nadar en la piscina.
(2) a Aulus Agerius le es permitido celebrar contratos.
(3) a Aulus Agerius le es permitido exigir el pago que le es debido.
La idea de que la conducta que cubre la permisión es una conducta que se puede hacer, se
aprecia fácilmente cuando las frases en que la expresión ‘le es permitido se cambian por frases
conteniendo el verbo de modo poder. Así, por ejemplo:
Pareciera que lo permitido se opone a lo obligado. Sin embargo, esta impresión no es siempre el caso.
En efecto, la conducta obligada está siempre permitida.
XOφ x Per, φ
Sin embargo, los alcances de esta permisión son restringidos; no se permite la omisión; por el contrario,
la omisión se prohíbe.
De lo anterior se sigue que, cuando se permite se intenta producir una ventaja práctica a favor de una
persona o clase de personas. Todos los actos jurídicos por los cuales se permite pretenden que ciertas
cosas ocurran. Efectivamente, los actos que permiten no reflejan un estado de cosas, las crean, tienen
una función normativa.