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TEMA 8.
Sólo así se explica la tendencia innata a la renovación constante del capital fijo y el
encadenamiento evolutivo, y progresivamente perfeccionado, de las innovaciones, cuyos hitos
principales, dentro de una secuencia diacronía, aparecen definidos por la aplicación de la
maquina de vapor, el motor de explosión, la electricidad, la incorporación de los sistemas
automáticos, la información y la robótica, hasta culminar en el elenco de las llamadas "nuevas
tecnologías" en torno a las cuales se vertebran los sistemas de fabricación flexible y los
principales avances asociados a la consolidación del complejo I+D (Investigación más
Desarrollo). También conocidas éstas como "tecnologías genéricas", se caracterizan por poseer
un vasto potencial de aplicación, susceptibles de contribuir al perfeccionamiento de las
tecnologías existentes y de ampliar la gama de innovaciones organizativas necesarias para el
reforzamiento de la competitividad estructural de una economía industrializada.
La industria puede ser definida como la creación de bienes en masa y por medios mecanizados.
Su método productivo específico se basa en la fragmentación y especialización de las
operaciones productivas, o en la división del trabajo (factor ya propugnado por Adam Smith, y
llevado a cabo por primera como forma organizativa en la fábrica de automóviles de Ford:
sistema de montaje "en cadena") y en la realización de tareas especializadas y subdivididas
(como proponía a principios del XIX Babbage). Dicho sistema de producción abarata
considerablemente los costes de mano de obra, al eliminar los tiempos empleados en los
desplazamientos y concentrar en una tarea simple y más fácilmente mecanizable la acción del
trabajador. Para Gramsci, la industria desde la Segunda Guerra Mundial se ha basado en el
fordismo, en los métodos de organización científica del trabajo, en la racionalización de la
producción o taylorismo, en la intensificación de la atención del trabajador, y en la separación de
la producción industrial en tres niveles: concepción y organización de la producción; fabricación
cualificada; ejecución y montaje descualificados. Este sistema de separación en tres fases
especializadas permite el que puedan separarse espacialmente, pese a su interdependencia, lo que
crea una mayor complejidad en los asentamientos industriales, e incluso la interdependencia
entre industria y servicios metaindustriales (concepción de campañas de producción, de diseño y
de promoción del producto, etc)
La industrialización supuso un gran cambio en la economía y costumbres, ideología y modo de
vida del occidente desarrollado, y, a largo plazo, aboca al mundo a una interrelación mundial de
la economía, que es designada por I. Wallerstein como "economía-mundo", al tiempo que
contribuye como ningún otro factor a establecer y acentuar las diferencias de desarrollo entre los
distintos ámbitos mundiales (es la cuna del "subdesarrollo").
La industria aparece aparentemente desvinculada de la naturaleza, precisa poco espacio y se
encuentra concentrada en espacios concretos, con una distribución a nivel mundial sumamente
irregular: las grandes zonas industriales, a modo de "manchas", se localizan en los Grandes
Lagos, Costas del Pacífico de EE.UU., región fronteriza oeste estadounidense-canadiense, región
centroeuropea, Gran Bretaña, norte de Italia, Sudáfrica, Australia, etc. Las grandes diferencias en
cuanto al nivel de desarrollo industrial tienen que ver con la época en que se originan dichos
focos (las primeras industrias son resultado de la acumulación previa de capitales y generadoras
de infraestructuras generales sobre el ámbito en que se aplican; las industrias recientes pueden no
responder a esta lógica y ser un proceso inducido desde el exterior -industrias dependientes-, con
efectos y lógica espacial totalmente distintas), con el sistema económico general del ámbito
donde se asientan (las industrias de los antiguos países socialistas tenían una premisas y
finalidades distintas de las industrias capitalistas), de la posición del país en el sistema-mundo
(país central o dependiente, en cuyo caso la industria puede ser un foco aislado, como en el caso
de las industrias de montaje).
2- Tendencias en la localización industrial.
Weber (en 1909), Hoover (1948) y otros geógrafos concedían en su momento una gran influencia
a los costes de transporte como factor de localización de las industrias, factor al que añadían en
segundo lugar el coste de la mano de obra. Según esta lógica, la industria sería dependiente de las
zonas próximas al asentamiento de potenciales consumidores y abundantes en mano de obra (lo
que implica su abaratamiento); marcando así la dependencia de la industria respecto a la ciudad.
Sin embargo estos factores son hoy claramente insuficientes para delimitar las zonas de
probabilidad en el asentamiento industrial. Es preciso tener en cuenta que desde el tiempo en que
dichos autores proponen los factores transporte/mano de obra a nuestros días, el precio del
transporte se ha reducido en general, y la mano de obra ha dejado de ser en muchas industrias un
factor crucial, masivo, debido a la mecanización y robotización casi completa de la factoría.
Por contra, hoy se propone analizar la localización industrial por medio de otros dos grandes
condicionantes: la escala de producción y la tecnología elegida.
En los sistemas capitalistas, prevalece el criterio de rentabilidad y la intervención estatal es
limitada, circunscrita a la clasificación de los usos del suelo, legislación sobre contaminación,
provisión de las infraestructuras generales de cada región, concesión de facilidades fiscales o
fiduciarias, etc.: factores que sin embargo pueden estimular la instalación industrial en zonas
poco atractivas o retenerla en las más congestionadas, como las metropolitanas. También el
Estado puede actuar como empresario industrial, puede promocionar las zonas deprimidas o
estratégicamente convenientes. Pero la lógica del asentamiento industrial recae principalmente en
los criterios de rentabilidad económica. Las grandes compañías deciden en qué región mundial y
en qué área concreta asentarán sus industrias según las ventajas globales, la coyuntura económica
concreta y la actitud de cada Estado. No se trata de un factor secundario: muchas empresas
buscan su asentamiento en países con una fiscalidad permisiva, en los que terminar la fase de
montaje de sus productos, de tal forma que en el país de origen apenas han de pagar impuestos
(lo hacen en proporción a productos semielaborados, y no como productos acabados, con un gran
impuesto de valor añadido), lo que constituye un subterfugio fiscal.
En los antiguos países socialistas, la industria se organizaba en función de los objetivos
colectivos y a partir de una visión de conjunto del territorio, partiendo de una capacidad casi
ilimitada del Estado para organizar espacialmente el conjunto de núcleos de población, fábricas,
explotaciones agrícolas, etc., como se pone de manifiesto en la región de Ural-Kuzbass en los
años 30. Se trata de una selección del emplazamiento industrial más planificada, al ser distribuida
en función del conjunto de los emplazamientos nacionales e incluso del bloque comunista, y
tener como criterio teórico el contribuir al bienestar colectivo y a cierta homogeneización del
espacio (aunque el resultado en la práctica no siempre fue armonioso: procesos de concentración
industrial, contaminación excesiva, etc.)
Cada sector industrial tiene unos condicionamientos específicos respectos a sus necesidades
básicas: suelo, capital, materias primas y fuentes de energía, mano de obra, proximidad al
mercado, transporte, relación con otras industrias, etc. Así, la metalurgia o la petroquímica
precisan de inversiones masivas (y por tanto exigen proximidad a los grandes centros financieros
y de toma de decisiones), empleo de grandes superficies, y precisan cercanía a los medios de
transporte y mano de obra numerosa. En el caso opuesto, las industrias alimenticias se ubican
casi exclusivamente en función a la proximidad del mercado. Las industrias de transformación
del cobre y aluminio precisan por su parte la existencia de gran cantidad de electricidad, por lo
que se ubican en las proximidades de centrales hidroeléctricas o termoeléctricas (evitando las
pérdidas de electricidad que se producen inevitablemente cuando ésta es canalizada por la red).
Otro factor importante en la localización industrial es el grado de sofisticación técnica que
requiera: si precisa mano de obra abundante y barata (localización cerca de una ciudad con gran
población, poca conflictividad social en su caso), o métodos técnicos más complejos y por tanto
cercanía a ciudades con universidades, etc.
Las industrias emplean directamente poco espacio (ocupan aproximadamente el 1% del suelo
total en una zona tan densamente industrializada como Alemania), pero indirectamente tienen
gran incidencia, en forma de vías de transporte, viviendas de la mano de obra, etc., por lo que
operan una profunda modificación del espacio. Su emplazamiento óptimo es en lugares llanos y
extensos, en áreas litorales en las proximidades de los puertos, o en las cercanías de autopistas,
próximas a centrales térmicas. Sin embargo, la industria huye de los viejos "países negros"
interiores o hundidos en valles montañosos, susceptibles de aumentar las desventajas provocadas
por las deficientes condiciones de vida para los propios trabajadores.
En general existe una tendencia a la una mayor flexibilidad en la localización de las industrias,
debida también al cambio en los criterios tradicionales de productividad de las industrias: si hasta
los años 60 es predominante la búsqueda de las grandes aglomeraciones para ubicar las
industrias, las "deseconomías" que las mismas producen en función de su excesivo tamaño
(pérdida de tiempo y dinero en atravesar la ciudad, salarios más elevados, mayor conflictividad
social, suelo más caro, etc.) provocan una reorientación de los asentamientos industriales. En el
caso de EE.UU., es observable la tendencia al asentamiento de industrias en regiones del sur
como California, acentuada desde principios del nuevo milenio, que ofrecen atractivos como
ventajas fiscales, menor conflictividad social y salarios (porque los sindicatos tienen menor
implantación que en zonas tradicionalmente industrializadas como la de los Grandes Lagos), y
mayor número de horas de sol al año y mejores condiciones ambientales (lo que se traduce en un
índice de satisfacción de los trabajadores mayor, y directamente en menor número de días
perdidos por bajas laborales y en una mayor productividad, como han demostrado estudios
previos).
Pero existe en general una variación en los criterios de localización industrial aún más
importante, que no afecta ya al espacio geográfico de un país, sino que depende de la
internacionalización del proceso industrial, como vamos a ver.
3- La industria a escala mundial.
La industria tienen una tendencia a una creciente internacionalización: combina materias primas
o semielaboradas, trabajadores y directivos, tecnologías y patentes de varios países, vendiéndose
sus productos en distintos continentes. Como señala Hamilton, la industria ha contribuido como
ningún otro factor productivo a una interdependencia y especialización mundiales.
La base de la industria es la búsqueda de los incrementos de productividad a base de ampliar la
escala de producción, lo que implica la necesidad de apoderarse de mercados solventes,
instalando factorías en otros países, buscando salarios más bajos mediante su instalación en los
países de la primera periferia (hasta hace poco, Europa meridional, en la actualidad Europa
oriental, frontera mexicana-estadounidense, N.P.I. -Nuevos Países Industrializados- como Corea
del Sur, Taiwan, Singapur y Hong Kong). Algunos de los países asiáticos han elevado
considerablemente su PIB e incluso su PIB per cápita en un tiempo muy reducido, aunque sea
basándose en un modelo de economía liberal absoluta agresivo con el medio ambiente, con una
escasa protección y provisión social (al menos en los primeros momentos), bajos salarios,
sostenimiento de altos índices de paro que aseguren bajos salarios, etc. Los últimos datos fiables
disponibles, de 2010, señalaban para Hong Kong un PIB por habitante de 39.086 $ (como
referencia, en ese mismo período España tenía 26.812 $, EE.UU. 41.256$, Japón 29.681$...)
Singapur contaba con 43.526$. Más llamativas son las cifras de su tasa de crecimiento del PIB
per cápita: Singapur tuvo para el período 1975-2001 un 5,2% anual (España un 2,2%), y Hong
Kong un 4,6%.
Desde 1973, en que las fiscalidades de los países occidentales se incrementan ante la necesidad
de solventar la crisis social provocada por la crisis monetaria e incremento de los precios de
hidrocarburos, otra componente básica de la localización industrial es la búsqueda de espacios
con bajas exigencias fiscales, lo que se tradujo en una oleada de traslados industriales a "zonas
francas" de producción dedicada casi exclusivamente a la exportación: Sudeste asiático (países
próximos a Japón), América Latina y África. Esta circunstancia es posible porque la cualificación
de la mano de obra, requisito que se hacía imponderable a partir de la segunda fase de la
revolución industrial, se ha visto superada mediante un diseño previo organizativo: cada
producto, por lo demás estandarizado, es el resultado de la división atomizada en funciones muy
simples de varias operaciones de montaje. Creaciones de productos aparentemente complejos
como los de la rama electrotécnica o informática, son así el resultado de operaciones de montaje
sumamente sencillas; y cuyas partes más complejas (microchips, en el ejemplo citado), en forma
de productos semielaborados, son realizadas en el país de origen.
Pero por otra parte es preciso advertir de la creciente reducción del costo de las distancias:
además del hecho ya reseñado del abaratamiento del transporte (especialmente el marítimo, y de
forma más reciente el aéreo -reducción del 20% entre 1982 y 1992), la existencia de un mercado
más extendido y repartido entre varios continentes hace que no resulte siquiera conveniente
centralizar en una sola fábrica la producción, sino que resulte adecuado dispersar las factorías,
ajustadas a la capacidad de implantación en cada uno de los grandes mercados zonales. Por
último, los grandes desequilibrios sociales existentes en los países de la primera periferia actúa
como un factor productivo: la existencia de un gran contingente de mano de obra parada en la
ciudades -sin otras expectativas económicas claras- presiona sobre los salarios, que se mantienen
en cotas bajas: el salario de un obrero industrial no cualificado en Singapur es aproximadamente
una quinta parte por hora del que cobra uno de la zona de los Grandes Lagos.
De esta forma, y para lograr que las ventajas fiscales y la implantación en países extraños no
suscite tanta animadversión, las empresas de los grandes países industriales (EE.UU., Japón,
Alemania...) tienden a ramificar sus empresas en forma de multinacionales encubiertas, con
participación de capital internacional (también de las burguesías locales del país donde se
asientan), y con una gran dispersión y fragmentación. La interdependencia económica conlleva
como consecuencia el que las compañías interestatales (entre las que se observa una creciente
tendencia a la concentración, a la fusión o absorción) implica un gran desarrollo de sus órganos
administrativos. El caso de las industrias norteamericanas es especialmente proclive a su
extensión, aprovechando su gran experiencia administrativa y organizativa, y adoptando
organigramas similares a los de las compañías de ferrocarril: una centras de la que dependen
múltiples sucursales, a veces con nombres distintos, que ocultan esta dependencia, o con
fórmulas aún más audaces: una multinacional "vende" una patente, material semielaborado,
máquina de producción, asesoramiento técnico y cuanto sea necesario a una empresa extranjera,
a la vez que en el mismo contrato se estipula la obligación de ésta de vender a la "central" el
producto acabado al precio convenido, en un plazo prefijado (en realidad se trata de una compra
de trabajo). Desde los años 30 también existe una tendencia a emplear métodos como el de la
General Motors: descentralización en divisiones autónomas, cada una con una pequeña línea de
productos (motores, coches, máquinas agrícolas, etc., en el caso de G.M.), y una oficina central,
mientras que la oficina general supervisa y dirige el conjunto, orienta la producción, y se encarga
de las labores técnicas avanzadas, ya a medio camino entre el sector industrial y el
servoindustrial.
Todas estas formas de organización también han estado motivadas por la implantación
(especialmente en EE.UU.) de leyes antitrust, que obligan a las empresas a diversificar y
enmascarar sus oligopolios, y a buscar mercados exteriores menos escrupulosos.
Por su parte, el ámbito de los países periféricos muestra en las últimas dos décadas un incremento
de las diferencias de industrialización patente entre dichos países. Los "Nuevos Países
Industrializados" apenas son una docena (Brasil, México, Singapur, Hong Kong, Corea del Sur,
Taiwan), mientras se ha extendido una segunda oleada de NPI, entre los que se encuentran
algunos como Filipinas, Malasia o Tailandia, y tal vez China (con sus peculiaridades: existencia
de empresas mixtas desde 1979, zonas francas, exportación de productos que emplean gran
cantidad de mano de obra como la de tejidos -primer productor mundial de algodón y poliéster-,
cestería, etc). Por contra, también puede hablarse de un grupo de "Nuevos Países
Desindustrializados", entre los que se encuentran aquellos en los que los prometedores inicios en
su proceso industrializador se han visto defraudados, una vez que las transnacionales instaladas
en ellos en los 60 se han trasladado: es el caso de Chile y Argentina (con rentas per cápita en
2010 de 13.625 y 13.087$ respectivamente). Los países petrolíferos de altos rendimientos han
intentado (no siempre con éxito) integrar el petróleo como actividad extractiva en industrias
relacionadas con su elaboración y refinado, si bien la complejidad técnica de tales industrias ha
conllevado la necesidad de depender de técnicos extranjeros, y en ocasiones a costa de
incrementar su deuda externa. Por último, los países petrolíferos más pobres, todavía
exportadores netos, se encuentran sin la posibilidad de recurrir al crédito internacional, dado que
la banca mundial no ha apostado por ellos, y por tanto con una industria débil.
Los países industrializados de la periferia han basado su industrialización no tanto en la demanda
interna (que continúa siendo baja: seña inequívoca de la precariedad de su industrialización, de la
inexistencia de niveles de desarrollo medios generalizados), sino más bien la exportación a otros
países de la periferia (es el caso de la industria bélica brasileña, con sus carros de combate
adaptados a las condiciones tropicales). Por otro lado, son países que se basan en las industrias de
sustitución de las internacionales, posibilitando un mayor autoabastecimiento.
Muchos países periféricos negocian con las empresas extranjeras, nacionales o mixtas las
condiciones de su implantación: régimen de impuestos, creación de una infraestructura ex-novo
para dichas fábricas (vías de transporte, etc.), posibilidad de repatriación de los beneficios a los
países desarrollados, etc. Por otra parte, son áreas con una legislación laboral permisiva,
generalmente represores de toda actividad sindical, con rasgos dictatoriales. Algunos de dichos
países se han logrado integrar técnicamente en parte de los circuitos de la producción, pero sin
poder controlar la lógica del conjunto: se trata de países sumamente dependientes del extranjero.
La asociación en minoría de capitales autóctonos con las grandes firmas transnacionales es
deseada por éstas, como una forma de que la responsabilidad y a veces el nombre de dichas
filiales no recaiga teóricamente sobre ellas: no en vano suele tratarse de las fases más
contaminantes o peligrosas de la fabricación.
En los países industrializados tradicionales la nota predominante es la tendencia a la fusión
empresarial y la apuesta por las nuevas tecnologías. De esta forma, en Europa occidental,
EE.UU. y Japón se supera la cifra del 2% del PIB dedicada a la investigación (algo menos en
España), con programas de investigación considerados prioridad nacional, como el caso del
proyecto Eureka o la "Guerra de las Galaxias" en EE.UU. Los sectores industriales dominantes
han dejado de ser los de gran tonelaje, y tienen en común el empleo de sofisticada tecnología:
microelectrónica, informática, telecomunicaciones, biotecnología, automatización, uso del láser,
energías renovables y nuevos materiales -entre ellos superconductores-. Un rasgo notorio de este
ámbito industrial es la capacidad de conectar de forma económicamente productiva la
investigación de base y la producción industrial. Respecto a la legislación laboral, algunos
geógrafos han subrayado el progresivo debilitamiento de la posición de los trabajadores,
presionados además por empleos inseguros y una mayor flexibilización del mercado de trabajo
(gran demanda de los economistas neoliberales como única receta frente al paro), y un menor
crecimiento de su poder adquisitivo, ante la competencia de mano de obra barata de los países de
la periferia e inmigrantes y la creciente automatización.
El rasgo más característico del país es la enorme inversión en investigación, bajo la tutela
tecnológica de la enormemente protegida industria militar, aunque es cierto que recientemente se
cuestionan los resultados prácticos de la misma: la sociedad civil no ha percibido en la medida de
lo esperado los frutos de la investigación espacial y militar, por lo que puede hablarse de un
"fracaso relativo" en los fines descritos, una escasa rentabilidad económica de una ingente
inversión estatal. Por otra parte, existe un problema de fondo: Japón ha "parasitado" buena parte
de los avances técnicos de patente norteamericana, sin sufrir los graves costes de la ingente
inversión estadounidense en investigación: las múltiples denuncias ante los comités
internacionales por apropiarse de tecnología de EE.UU. en general no han prosperado.
La industria tradicional se concentraba en EE.UU. en el noroeste: desde Massachusetts a
Carolina del Norte, desde Michigan a Missouri. Pero en un segundo momento se produjo un
progresivo traslado hacia Nevada, Nuevo México, Oklahoma, Arizona, Texas y Florida (el
llamado "cinturón del sol") y estados como Idaho, Utah, Colorado o Wyoming ("cinturón de la
nieve"), debido a la gran saturación y deseconomías que sufren la antiguas zonas industriales,
con unas infraestructuras ya insuficientes, escasez de suelo, en un contexto de abaratamiento de
los transportes, niveles salariales menores en los nuevos asentamientos (también con recurso a la
mano de obra inmigrante ilegal), y la defensa de algunas administraciones federales como la de
California de los nuevos polígonos industriales.
Pero en lo que no existe variación alguna es en que el poder de decisión económico se mantiene
muy concentrado: Manhattan, Chicago, Los Ángeles y Dallas son los verdaderos centros de
decisión, mientras el sur del país se ha convertido en una especie de colonia interna sin poder de
decisión.
Japón vio impulsado su crecimiento industrial, en plena recuperación de su economía tras la
postguerra ("milagro japonés") gracias a la guerra de Corea (1950-55), debido a que EE.UU.
necesitaba una plataforma de apoyo desde la que intervenir en dicho país, eligiendo Japón. Esto
supone que las grandes instituciones de preguerra, los zaibatsu (grandes compañías donde sin
embargo se mantienen los lazos "familiares" entre los trabajadores) resurjan debido a la
prosperidad general que en Japón supuso el conflicto.
Los fundamentos de su industria son las altas tasas de inversión productiva y reinversión, el
mantenimiento de unos salarios moderados, la escasa conflictividad social (factores que a su vez
se relacionan con la forma de ser de la cultura japonesa, colectivista antes que individualista, y
con el retorno de los japoneses que ocupaban territorios coloniales tras la derrota de 1945, lo que
supuso la existencia de gran cantidad de mano de obra y una presión para que los trabajadores
aceptasen salarios moderados, además de la gran emigración rural), el gran nivel del ahorro
familiar (si bien existe una preocupación por el bajo nivel de consumo mostrado, hasta el punto
de que el Gobierno alienta a la población a ahorrar menos y gastar más), la estrecha colaboración
entre la empresa privada y la pública (por la cuantiosa infraestructura de investigación que brinda
a la privada el Ministerio de Industria y Comercio Internacional o MITI, empeñado tras la guerra
en alentar la sustitución de industrias extranjeras por producción nacional). Todos los sectores
avanzados se encuentran desarrollados en Japón, prefiriendo estas ramas de mayor uso
tecnológico y menor mano de obra a la industria de base.
Oriente Medio, Indonesia, Australia, Brasil y la Unión Europea proporcionan materias primas,
dado que el medio natural japonés apenas cuenta con recursos minerales y energéticos, siendo los
principales puntos de exportación Europa occidental y EE.UU. Empresas como Sony, Hitachi,
Mitsubishi Electric, Panasonic, Nippon Electric, Honda, Nissan y otras acaban por absorber los
mercados europeos y norteamericanos, estableciendo complejos juegos de uniones y absorciones
con empresas de cada país, incluso en Rusia (llamada a ser uno de las principales áreas de
expansión en el futuro).
La industria japonesa muestra un enorme grado de concentración en las escasas regiones llanas
del país, en áreas metropolitanas. La concentración y la presión sobre el suelo se solventa en
parte recurriendo a un sistema de transportes rápidos (trenes de alta velocidad) para unir los
grandes focos industriales.
Pero la industrialización japonesa se ha hecho con grandes costes sociales: hacinamiento,
contaminación, competencia desmedida, concentración industrial, privatización excesiva de
sectores clave, etc,, que inciden negativamente en el bienestar de los asalariados.
En los antiguos países comunistas existía un gran interés por la industria, considerada sector
prioritario. En 1975 los miembros del COMECON concentraban el 35% de la producción
mundial, jugando un papel fundamental la URSS. Existía un predominio de los bienes de
producción e industria pesada sobre la industria de consumo. Por otra parte, la industria se
encontraba dispersa, por un criterio de integración y homogeneización del espacio. Las áreas
principales eran Sajonia (antigua R.D.A.), como zona de industria más diversificada h completa;
Bohemia (Checoslovaquia), Silesia y Moravia, como zonas de antigua industrialización. Como
zonas de más reciente industrialización están la del río Oder (RDA), Eslovenia, regiones
centrales entorno a la capital en Rumanía, Bulgaria y Hungría.
En la URSS eran determinantes las condiciones físicas. Se trató de contrapesar el predominio de
la región europea con la asiática, por razones estratégicas y de equilibrio territorial, y para
aprovechar los recursos minerales y energéticos de esa fría región continental: Donbass (centro
de la industria de transformación, aprovechando el hierro y carbón), los Urales (para la industria
pesada) y Kuzbass (química y de equipamiento) eran los centros principales. Sin embargo, la
baja productividad, el absentismo laboral, el poco interés, el riesgo innecesario que para los
directores suponía introducir cambios productivos, el lastre de la burocracia para introducir
novedades o simplemente contar con recursos suficientes, y el desfase tecnológico, provocaron
que tras 1991 la Europa del este viva un feroz proceso de reconversión industrial: tal industria no
puede plantear en general competencia a la de países desarrollados capitalistas, por lo que la
liberalización (excesivamente brusca) del mercado ha supuesto que en Rusia se pierdan unos 40
millones de puestos industriales. Sólo algunas industrias de la antigua R.D.A., Hungría y
Yugoslavia (con criterios organizativos de tipo mixto, y posibilidad de despido de los
trabajadores) se encontraban tras la caída del comunismo a la altura de las europeas.
De los 120 estados del Tercer Mundo, apenas 12 tienen una industria que aporte más del 20% al
PIB: Brasil, Argentina, México, Colombia, Filipinas, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Corea del
Sur, Turquía e Irán. En general se trata de una industrialización parcial, comercialmente
inestable, frágiles en términos financieros y dependiente a nivel tecnológico.
Muchas antiguas colonias inician tras su independencia una etapa de sustitución de las
importaciones, que sin embargo se ha saldado con un fracaso más o menos acentuado, tras el cual
sobrevino un incremento de la presencia de capital extranjero. De esta forma, tienen gran
importancia las transnacionales foráneas, pese a que en algunos países existe una protección por
parte del gobierno de las compañías nacionales, que, excepcionalmente, por ser excesivos los
costes del transporte desde los países desarrollados (cuando no es rentable abrir una división o
filial en dicha área), o incluso por resultar lo suficientemente innovadora y productivas, puede
competir con éxito contra la importación. Pero salvo estas excepciones contadas, el resto de las
empresas industriales es una miríada de pequeñas empresas que emplean mucha mano de obra
con escasa productividad. Pero las multinacionales, la industrias nacionales pujantes y las
industrias de pequeña escala o informales -que en yakarta, Lima o Bombay constituyen más del
50% de los puestos de trabajo industriales- se encuentran en ocasiones interrelacionadas: no es
infrecuente la firma de subcontratos entre las grandes empresas y las industrias informales, que
reciben sueldos bajísimos y se ocupan de actividades que no pueden cumplirse a gran escala:
reparaciones, recogida de desechos, calzado artesanal a medida, etc.
La industria nacional depende del mercado interior, siendo importante en Brasil, India o México,
y se ha refugiado en sectores ventajosos en relación a las multinacionales: productos pesados,
perecederos, de tecnología intermedia (como la de alimentos, bebidas, muebles, construcción,
etc.), concentrándose en las grandes ciudades.
La industria basada en capital internacional cuenta con una mano de obra barata, pero emplea
métodos más eficientes de producción, atrayendo a las empresas autóctonas, con las que
establecen distintas relaciones (realización de una parte de las producción, etc.)
El llamado "modelo asiático" de industrialización, presente en los "cuatro dragones" (Corea del
Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong) constituye un caso peculiar. Se trata de países densamente
poblados, con cierto nivel de formación y alfabetización, con regímenes políticos autoritarios y
un control férreo de la disciplina social, que mantienen vínculos con occidente: industrias de
montaje. Se trata de industrias que recurren a un empleo masivo de mano de obra, en condiciones
consentidas y alentadas por el estado. La mayor parte de los beneficios van a parar a las
multinacionales, siendo las élites locales las grandes beneficiadas del país, a costa de alentar un
control social y una dependencia económica que impide un desarrollo coherente del país. La
tecnología es de origen extranjero, siendo costosa su adquisición, y limitada (no siempre la
industrias realizan todas las fases productivas). Estas industrias no crean un tejido a su alrededor:
son industrias-isla.
El resultado final es la gran disimetría que el sector industrial tiene en los distintos espacios
regionales: los mínimos de % de porcentaje del sector industrial respecto al Producto Industrial
Bruto en 2009 se encuentran en países como Guinea-Bissau, Etiopía, Rwanda, República
Centroafricana (menos del 15%), mientras los máximos se encuentran Guinea Ecuatorial, Libia,
República del Congo, Arabia Saudí, Azerbayán, Angola, Gabon o Trinidad y Tobago, con valores
por encima del 60%. China obtiene un 48% de su riqueza de la industria, mientras EEUU obtiene
el 22%, Japón el 29% el y Alemania el 30%. En porcentaje de trabajadores, en 2008 Georgia,
Azerbayán, Hong-Kong y Filipinas dedican menos del 15% de su población activa a la industria
(las dos últimas con una elevada productividad por trabajador), mientras que los países con más
de un 30% de trabajadores del sector industrial corresponden en general a industrias obsoletas,
como sucede con muchos de los antiguos países de Europa del Este, o países en vías de
desarrollo como Irán.
Respecto a los recursos minerales no energéticos, en los últimos ciencia año se han multiplicado
por veinte el número y cantidad de los empleados en la industria, y en menor grado en la
agricultural. Los minerales no energéticos de mayor demanda son el hierro, el cobre, la bauxita
(de la que se obtiene el aluminio), los fosfatos y los nitratos. Esta creciente demanda plantea a
largo plazo el grave problema de su agotamiento. Pero existen problemas más inmediatos: la
producción de minerales se encuentra muy concentrada, y existe un gran desequilibrio entre
producción y consumo.
De los casi 600 millones de Tn. anuales de hierro consumidas, unos 450 millones son producidas
por Rusia, China, Brasil, Australia y EE.UU. Algo más de la mitad de la reservas de cobre se
hallan concentradas en Chile, EE.UU., Zambia y Canadá. Más de la mita de la bauxita se
encuentra en Australia, Jamaica y Brasil, mientras los fosfatos se concentran en el norte de
África, las repúblicas de la antigua URSS, EE.UU y China, y el nitrato casi en su totalidad en
Chile. Por otra parte, los países desarrollados consumen muchos más productos de los que
producen: el 78% del hierro, el 89% del cobre...
7- Transformaciones en tecnificación e I+D+i
La globalización ha impuesto numerosos cambios en el panorama industrial, también en lo que
se refiere a la tecnificación y conocimiento. En el mundo actual no es suficiente con desarrollar
tecnología, sino que es imprescindible logar su aplicación. Por eso, cada vez es más importante la
integración Estado–Universidad–Empresa, como sucede de forma paradigmática en las
tecnópolis (o ciudades tecnificadas) de países como Japón (como Chubu -área de Nagoya-
situada en la región central de Japón), o en Silicon Valley, la carretera 128 de Boston. A otra
escala menor, los parques tecnológicos constituyen otro punto alrededor del cual se enuclea la
I+D+i en escalas regionales.
De hecho, la posición relativa de un país o región en el mercado internacional está cada vez más
determinada por el ritmo de creación y difusión tecnológica, capaz de proporcionar la
competitividad imprescindible para un posicionamiento en una economía globalizada. Son
precisamente las industrias más tecnificadas las que adquieren un valor añadido más elevado, y
más perspectivas de posicionamiento ante las exportaciones.
Buena parte de las políticas de promoción industrial de países desarrollados se basan en una serie
de principios invariables:
- Lograr la modernización tecnológica del sector productivo de mediana y pequeña escala
(medianas y pequeñas empresas industriales, precisamente aquellas con más dificultad para
inversiones en tecnologías)
- Financiar de forma sostenible la investigación universitaria, a cambio de que ésta se centre en
gran parte en las necesidades reales demandas por diversos sectores industriales y de otros tipos
- Afianzar la formación universitaria y de formación profesional ligada a las empresas,
promoviendo la ciencia aplicada y la cualificación práctica del alumno, buscando una interacción
entre universidad y empresa
- Estímulo (a veces fiscal o por otros medios) de la innovación empresarial, promoviendo
ventajas financieras para las empresas que optan por la investigación aplicada
- Generación de infraestructuras de apoyo a la innovación: institutos tecnológicos, estrategias de
transferencia de tecnología, becas de investigación, etc.
- Evitar la fuga de cerebros, en el caso de los países con peores expectativas laborales
De hecho, puede hablarse de todo un cambio en la concepción industrial: frente a las teorías
tradicionales, que concedían una gran importancia para el desarrollo industrial a la acumulación
del capital hoy en día se pone decididamente el énfasis en el cambio tecnológico: la
productividad está en la clave del éxito industrial.
También en los sectores industriales “maduros”, tradicionalmente menos tecnificados, cada vez
resulta más importante la tecnificación como factor de aumento del valor agregado en la
fabricación.
8- BIBLIOGRAFÍA
AA.VV.: Fuentes de energía y materias primas. Madrid, Síntesis, 1988.
FRUTOS, L. M.: La era industrial. Madrid, Cincel, 1983.
MÉNDEZ, R.: Los espacios industriales en Geografía Humana. Madrid, Cátedra, 1992.
PRECEDO: La localización industrial. Madrid, Síntesis, 1992.
PUYOL, R. et al.: Geografía Humana. Madrid, Pirámide, 1990.
ROMERO, J. (Coord.): Geografía Humana. Procesos, riesgos e incertidumbres en un
mundo globalizado. Madrid, Ariel, 2007
©Oposiciongh-IMJ- 2011/2025. Reservados todos los derechos. ISBN 13: 978-84-609-8029-2
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TEMA 8.