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LA SIGUANABA

Leyenda de La Siguanaba
Esta criatura de la mitología guatemalteca se presenta a los hombres infieles
como una mujer de hermoso cuerpo y cabello largo. Pero cuando la observan de
cerca, tiene rostro de caballo.
Según la leyenda, La Siguanaba se aparece frecuentemente en áreas solitarias,
especialmente en barrancos. Esto se debe a que es ahí a donde atrae a los
hombres para luego arrojarlos, haciendo que pierdan la vida y el alma a favor de
ella.
En otra de las versiones se afirma que La Siguanaba era una mujer joven que fue
obligada a casarse con un hombre cuarenta años mayor que ella. Dicho hombre
la hechizó, convirtiéndola en una mujer fea y vieja.
Otra adaptación de la leyenda dice que aparece en lugares cercanos al agua, ya
que se suele bañar al mismo tiempo que peina su cabello con un peine de oro. Los
hombres que la observan en esta situación quedan embrujados por la hermosa
mujer. Es entonces cuando ella los llama.
En el momento en que ya se los ha ganado, muestra su rostro con apariencia de
caballo. Sus víctimas ven sus ojos rojos y la piel arrugada, sus uñas crecen al
momento en que desata una risa aterradora.
Origen del nombre
Se desconoce su origen exacto, pero Adrián Recinos le atribuyó dos posibles raíces.
Una de ellas proviene de un idioma maya no identificado, donde la palabra significa
mujer desnuda. El otro tiene su origen en el náhuatl Ciuanauac o Ciguanauac, que
se traduce como amante.
Otros ligan el vocablo a la palabra k’iche’ Siguán, que quiere decir barranco o
precipicio.
Datos curiosos
 Se dice que para no perder su alma, los hombres que son atraídos por La
Siguanaba deben morder una cruz o una medalla.
 Hay quienes aseguran que La Siguanaba no es un solo ser sino que existen
varias. Según algunos ancianos, en algún momento atraparon a una
Siguanaba y la hicieron prisionera.
Leyenda de El Sombrerón
El Sombrerón es una de las leyendas más populares de Guatemala. Se trata de un
personaje legendario de la tradición oral guatemalteca también conocido como el
Tzitzimite, el Tzipitío o el Duende. Se lo describe como un enano o un hombrecito
de muy corta estatura (aproximadamente medio metro de alto) que lleva un enorme
sombrero con el que esconde la mirada y sus sucias intenciones. En el hombro lleva
una guitarra endemoniada con la que da serenata y enamora a las mujeres bellas
de ojos grandes y pelo largo que tienen la mala suerte de llamar su atención.
Hay muchas versiones de la leyenda de El Sombrerón. En unas viaja en una mula
en la que lleva carbón. En otras versiones son cuatro mulas o un brioso caballo
negro. Su piel se ve oscura y su vestimenta negra por el polvo de carbón que lleva
en el lomo de su montura. De su ropaje únicamente sobresale un cincho grueso con
brillante hebilla, y unas botas de charol con espuelas de plata y taconcito cubano
con las que hace mucho ruido al caminar o bailar.
Cuenta la leyenda que el Sombrerón era un carbonero de Guazacapán, en el
departamento de Santa Rosa. Otras versiones indican que era un ranchero que
llegó a Guatemala procedente del norte de México a mediados del Siglo XVIII. Lo
cierto es que la leyenda se origina justo antes de los terremotos de Santa Marta en
1773, cuando la capital de nuestro país todavía se llamaba Santiago de los
Caballeros de Goathemala, luego del suicidio de un hombre que había sido
condenado por el tribunal de la inquisición a llevar un enorme sombrero y que se
había convertido en objeto de burla de toda la ciudad. Tras su muerte, las personas
temían salir por las noches y toparse con el espíritu del Sombrerón.
Se dice que el Sombrerón es un ser maligno muy galante, enamorado y seductor
empedernido, y que sabe entrar a las casas sin abrir las puertas. Aparece a la hora
del crepúsculo y recorre las calles y los barrios de la ciudad. Cuando ve a una
hermosa jóven de ojos grandes y cabello largo, amarra su mula al poste de la casa
donde vive ésta, toma su guitarra y empieza a cantar una ranchera que acompaña
con el taconeo de sus botas. Si la mujer se asoma a su ventana al escuchar la
música y mira al Sombrerón, caerá irremediablemente bajo el embrujo de su dulce
voz. A partir de ese momento el Sombrerón la visitará todas las noches para darle
serenata, hasta ganarse su alma.

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