Sunteți pe pagina 1din 2

Beethoven: Sonata Kreutzer, violín y

piano

El notable violinista George Bridgetower era mulato. Su padre, que aseguraba ser hijo de un
príncipe africano, nació probablemente en Barbados, y su madre provenía de la región histórica de
Suavia, hoy en Alemania. La amalgama racial hizo a George alto, bien parecido, asediado por el
sexo opuesto y, por lo mismo, afortunado en amores.
La última década del siglo de las luces, George se la había pasado dando muestras de su genio
por todos los teatros de Londres y el sur de Inglaterra, ofreciendo una cincuentena de conciertos,
muy celebrados. En 1803 viajó a Viena y conoció a Beethoven, quien reconoció de inmediato su
talento al punto de que tocaron juntos al menos en una oportunidad. Aprovechando el impulso,
George sugirió a Beethoven que compusiera una sonata para violín y piano, para que la estrenaran
ambos, cuando se diera la ocasión.

Interesado en averiguar hasta dónde llegaba el virtuosismo del joven mulato, Ludwig accedió, y
para facilitarse las cosas, tomó prestado el último movimiento de una sonata anterior, le agregó un
nuevo movimiento lento y un allegro dificilísimo, y se los entregó a George el día antes de la
función.
George Bridgetower (1779 - 1860)

En la mañana del 24 de mayo de 1803 el prestigioso Augarten Pavilion, en las afueras de Viena,
rebosaba de personalidades influyentes y de amantes de las artes. A poco de iniciada la sonata, en
el compás 35, George desestimó la indicación que rezaba que ese trozo encargado al piano debía
repetirse y, ante un Ludwig estupefacto, atacó la repetición con su violín, ejecutándola sin tacha.
Contrario a lo que podría esperarse, Ludwig se levantó de la banqueta y se acercó a George para
abrazarlo, conmovido. (Este acto que puede parecernos insólito y poco creíble, es completamente
plausible para aquella época, pues las veladas musicales no tenían la solemnidad que hoy las
distingue).

Cuando, terminada la función, celebraban más tarde el estreno y la exitosa presentación con una
conversación bien regada por mostos vieneses, cuenta la tradición que Ludwig le anunció al
violinista mulato que le dedicaría la sonata, y ahí mismo, ante un exultante George, escribió en la
partitura: Sonata mulattica composta per il mulatto Brischdauer. A la tercera botella, la
conversación tomó su rumbo natural y derivó hacia el eterno femenino. Entusiasmado con el giro,
George se relajó e hizo un comentario descomedido sobre una dama que resultó ser amiga de
Beethoven. El maestro de Bonn se incorporó indignado y le arrancó a George el manuscrito
anunciándole que había cambiado de opinión y que prefería dedicársela a quien era en ese
momento el mejor violinista del mundo: el francés Rudolphe Kreutzer.
Por más que George suplicó, Beethoven se mantuvo en sus trece. Se despidieron resentidos,
acaso advertidos de que jamás volverían a verse.

El mejor violinista del mundo recibió el manuscrito al poco tiempo, en París. Apenas lo vio, comentó
que la pieza era intocable: Beethoven no comprende el violín, dijo. Hombre de una sola palabra,
Kreutzer no ejecutó nunca en público la pieza que le había sido dedicada.

Sonata Kreutzer - Mov 1


La sonata N° 9 para violín y piano, conocida hoy como Sonata Kreutzer, tiene tres movimientos y
su entrega completa toma cerca de 40 minutos. Se presenta aquí el primer movimiento en la
versión de una jovencísima y bella Martha Argerich al piano, acompañada por el violinista nacido
en Letonia, Gidon Kremer. El video ofrece una sencilla guía de audición que, pese a estar en
inglés, cumple su propósito si ponemos algo de nuestra parte.
--------------------
El cuadro que encabeza estas líneas está inspirado en la novela Sonata a Kreutzer, publicada por
León Tolstoi en 1899. La novela tomó su título de la sonata de Beethoven y en su tiempo fue
censurada por las autoridades rusas.

S-ar putea să vă placă și