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No era la primera vez que hacia ese viaje, de hecho el recorrido lo había
realizado en unas cinco o seis ocasiones. Me gustaba mucho trasladarme por
ferrocarril, lo prefería al viaje en autobús que ocupaba unas ocho horas, era pesado
y hacerlo de noche significaba no dormir, llegar desvelado y con pesadumbre a mi
centro de trabajo; en cambio en el ferrocarril, si bien el tiempo de traslado era mucho
mayor, entre unas 15 a 18 horas, nunca había certeza de su puntualidad, pero era
más tranquilo y con mucho mayor espacio para poder concluir el trabajo
comprometido.
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Universidad para el Bienestar Benito Juárez García-Plantel Tlaltizapán, Mor.
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componía de la sección de camas y de los compartimientos, por supuesto, el precio
de los boletos correspondía al nivel del carro que uno podía pagar.
Una de las características de viajar en tren era que, sin razón aparente, éste
se detenía constantemente en el trayecto, ya fuera porque habría que darle paso al
convoy que venía en sentido contrario, ya fuera por que algún tren de carga estaría
realizando una maniobra, a ciencia cierta creo que nunca lo sabré. Por ser época
de lluvias el tren en el que viajaba no iba ser la excepción a cada momento se
detenía, por lo que al llegar a la estación de Ozumba, ya era de noche y llovía de
manera cuantiosa deteniendo la marcha continuamente. Para ese entonces ya me
habría fumado unos cuantos cigarros y tenía muy bien localizado al vendedor de
cervezas, que siempre se podía encontrar en los vagones de segunda, aunque
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también hacia sus recorridos por todos los vagones. El trayecto hasta la ciudad de
Puebla siempre fue un enigma, ya que lo hacía de noche dormido en algunos de los
gabinetes.
Esta parte del recorrido siempre me fascinó, el paisaje esta constituido por
diversas formaciones geológicas que dan lugar a la presencia de serranías cuyas
estructuras plegadas permiten observar en cada una de las capas de las rocas
sedimentarias y metamórficas parte de la historia geológica del planeta, además se
pueden contemplar una gran diversidad de lomeríos, colinas, pequeños valles y el
impresionante cañón del Tomellín formado por el río del mismo nombre. Paisaje que
permite también apreciar las asociaciones de selvas bajas caducifolia, plantas
cactáceas y matorrales xerófitos, estos últimos en algunos tramos del recorrido
formaban verdaderos bosques. Hoy toda esta región forma parte de la Reserva de
la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán. El río de Tomellín, que es uno de los afluentes del
río Grande que nace en la Sierra Juárez, y que a su vez va formar parte del gran río
del Papaloapan fue, desde la época prehispánica, uno de los caminos naturales
entre los pobladores de los valles centrales de Oaxaca con la región de Puebla-
Tehuacán y por supuesto con la antigua Tenochtitlán.
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zarandeó y detuvo de golpe. El conductor que en ese momento se encontraba cerca
del lugar donde yo me ubicaba corrió hacia los vagones de adelante, minutos
después algunos pasajeros bajaron a las vías, otros sólo nos asomábamos por las
ventanas o por las puertas que se forman en la unión de los carros. Al poco tiempo,
primero como rumor y luego con toda la certeza del hecho nos enteramos que el
tren se había descarrilado.
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averiados, con una especie de gato hidráulico levantar cada uno de los ejes de los
carros y colocarlos nuevamente en la vía, volver a medir la distancia entre ellas y
volverlas a sujetar a los durmientes, trabajo que les llevó varias horas,
prácticamente hasta el anochecer.
Para esas horas yo ya tenía hambre, al querer ir por una segunda cerveza y
comprar algo para comer, me encontré con que éstos se habían agotado, quedé
resignado a pasar hambres y mitigarla con la última cajetilla de cigarros Delicados
que me quedaba. No era el único que se encontraba en esta situación, la mayoría
de los pasajeros que viajábamos en el carro Pullman no teníamos ni alimentos ni
bebidas, sin embargo, la solidaridad surgió de inmediato entre los demás pasajeros,
en especial los viajeros de segunda clase, quiénes en la estación de Puebla se
habían aprovisionado de algunos víveres, nos ofrecieron de manera solidaria y sin
aceptar remuneración algunas tortillas con sal, frijoles y chile, no faltó que
mitigáramos la sed con un poco de mezcal que gustoso intercambié por los cigarros
que me sobraban. Por supuesto las historias empezaron a contarse, recuerdo el de
una señora ya muy mayor que nos contó que a ella le tocó ir en el tren que se
descarriló cerca de Apizaco, Tlaxcala, me decía “… aquella que hasta su corrido le
cantan”, que en voz de Oscar Chávez se oía “… y la máquina seguía pita y pita y
caminando”.
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Nacionales de México, no les cobrará el viaje de regreso a la ciudad de México o
donde ustedes decidan bajar”, resignado, entre el hambre y la resaca de los
mezcales me decidí quedarme en mi compartimiento hasta que el tren empezará a
moverse nuevamente.
Tlaltizapán, Mor.
Octubre del 2019