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El caos reciente es el producto del incremento de las medidas de corte socialistas. (Foto: EFE)
Por ejemplo, Nelson Espinal expone que hay países latinoaméricanos que han abrazado proyectos
de corte socialistas y que, con excepción de Nicaragua y Venezuela, fueron capaces de prosperar,
desconociendo que esos proyectos han presentado algunos de los síntomas que hoy están
exacerbados en Venezuela: corrupción, inflación, y gasto público descontrolado. El aparente éxito
del socialismo en países como Ecuador y Brasil fue debido al incremento de los precios de las
materias primas; una vez este boom acabó, también terminó el “éxito” socialista. Decir que Chile
abrazó un proyecto socialista es desconocer que la constitución chilena es de bases liberales y no
contiene una lista de “derechos sociales”.
Del mismo modo, a pesar de haber nacionalizado una veintena de empresas desde el 2006—a un
costo que supera el 3.5% del PIB—Bolivia es referido como otro caso de éxito socialista . Sin
embargo, la expansión del gasto aún no se refleja presiones de devaluación debido a que el Banco
Central de Bolivia mantiene fija la tasa de cambio a costa de sus reservas, las cuales se han
reducido en un 50 % en los últimos 4 años.
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Pero enfoquemos el análisis al caso venezolano. El partido decano del sistema de partidos
venezolano es el Partido Comunista de Venezuela (PCV), fundado en 1931, y que, a pesar de haber
sido ilegalizado varias veces, aún mantiene su organización. Del PCV se desprenden otros partidos
políticos que abandonaron el comunismo y abrazaron el socialismo democrático, donde su
accionar refleja el convencimiento de que la economía de mercado es apenas una etapa
transitoria hacia alguna forma de socialismo.
Venezuela es un caso de estudio que pasó de ser un éxito económico a un desastre humanitario.
Desde la aparición económica del petróleo, alrededor de la década de 1920, hasta finales de la
década de 1950, Venezuela tuvo tasas de crecimiento económico que permitieron reducir la
pobreza y que hicieron del país un foco de inmigración de asentamiento. En 1975, el gobierno del
socialdemócrata Carlos Andrés Pérez nacionaliza las industrias del hierro y el petróleo. Luego,
eventos geopolíticos hicieron que el precio del petróleo se incrementara súbitamente,
produciendo ingresos exorbitantes que inclinaron la balanza del poder en la sociedad a favor del
Gobierno. A pesar de la existencia de una economía de mercado, las políticas de los gobiernos
venezolanos hasta 1998 se caracterizaron por una mayor intervención del estado en la economía,
reflejada en controles de cambio, devaluación e inflación monetaria, controles de precios y
salarios, barreras al comercio, redistribución forzada de la riqueza, e impuestos altamente
progresivos. Todas esas políticas acompañadas de la típica retórica anti-imperialista
tercermundista.
Con la llegada de Hugo Chávez al poder en 1998, las políticas socialistas se exacerbaron. Los
primeros años del gobierno fueron dedicados al control político, y la economía funcionaba
relativamente. A partir del año 2003, la conflictividad política, llevada de la mano por leyes de
corte confiscatorio, hicieron que se acentuara la intervención en la economía. Nuevamente, con la
subida de los precios internacionales del petróleo, el gobierno incrementó el gasto público, en
especial el llamado gasto “social” a través de transferencias monetarias que aparentaban reducir
la pobreza. Dentro de esta estrategia, el poder del régimen se incrementó al entregar a Rusia y
China bloques de reservas de petróleo a cambio de préstamos para consumo presente, dejando al
país como un simple peón dentro de la geopolítica mundial. El caos reciente es el producto del
incremento de las medidas de corte socialistas, en especial la hiperinflación. Escribía Keynes sobre
Lenin que “declaró que la mejor manera de destruir el sistema capitalista era la de corromper el
dinero. A través de un proceso de inflación continuo, los gobiernos pueden confiscar,
secretamente y a hurtadillas, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos”.
Después de algunos viajes a Venezuela, fui testigo de esta crisis económica. Me sorprendió
escuchar a jóvenes profesionales argumentar que Venezuela “nunca se convertiría en otra Cuba”,
mientras que los supermercados estaban vacíos y sus casas carecían de papel higiénico. Del mismo
modo, mi colega Osmel tuvo que mudar a su familia a la República Dominicana como resultado de
la crisis, y comenzar una nueva vida como profesor universitario y empresario.
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