Presentamos a continuación un fragmento de la una exposición del profesor de filosofía
Claudio Mayereger de La Plata, sobre las propiedades del ser humano, donde concluye reflexionando sobre la propiedad religiosa: Hemos recorrido hasta a aquí el ser lógico, el ser moral, el ser social unido al ser doméstico, político y jurídico, el ser gestual racional, el ser educacional cultural, el ser técnico artístico y por último el ser histórico. Nos queda una última propiedad que es el ser religioso. Habiendo partido del ser lógico hemos dicho que es la propiedad primera porque de alguna manera está presupuesta en todas las otras. Ahora concluimos con el ser religioso pues ésta es la propiedad última en la que de alguna manera culminan todas la otras. Culminan todas las otras porque en ella todas de algún modo desembocan y al mismo tiempo todas las propiedades son atravesadas por ésta. Para decirlo de otra manera, el ser religioso esta como latente en todas ellas en cuento que todas tienden a ésta última que las corona. Cada una de las propiedades del hombre apunta a algo que dice razón de fin último en la naturaleza humana bajo algún respecto particular. Si hablamos del ser lógico éste nos remite a la verdad, si hablamos del ser moral y al libre arbitrio del hombre se nos remite al bien. La verdad y el bien en toda su amplitud en última instancia son la verdad subsistente y el bien absoluto, es decir, son Dios. Las dos propiedades primeras de alguna manera nos remiten a Dios, en cuanto que el fin hacia el que las propiedades tienden como fin de la naturaleza cuya son la propiedades visto en su realidad última es Dios mismo. La socialidad del hombre tiende a la plenitud de la justicia y hasta de la amistad, sin la cual no hay plenitud de paz entre los hombres y eso dice razón de un bien trascendente. La gestualidad racional del hombre dice relación a una integridad armónica entre lo espiritual y lo corpóreo del hombre, en una paz y beatitud ultima de la misma naturaleza humana en la cual lo espiritual como hegemónico y lo corporal como expresivo tienen unidad perfecta. La corporeidad propia del hombre mismo es por naturaleza racional y está llamada a expresar esa armonía. El ser cultural y educacional dice relación a la plenitud de perfección del hombre en orden a su fin último. La tecno dice perfeccionamiento de todo lo que es medio o instrumento producido por el hombre en orden al perfeccionamiento del propio vivir humano. Estas últimas propiedades nos remiten a los fines de las otras y desde ellas nos llevan al fin último. El ser técnico implicaría la armonía del espíritu con el mundo material todo en cuanto éste es humanizado por la tecne y desplegado a los fines del espíritu empezando por la propia voz del hombre hasta la totalidad de los entes inertes que el hombre humaniza con sus artes. Descubrimos así un ordenamiento armónico de la totalidad de la realidad física regida por el espíritu. Por último el ser histórico nos remite a la plenificación de toda actividad temporal en orden al complimiento del fin último del hombre y a la realización plena de sus vivir como vivir moral y espiritual. De manera tal que el conjunto de las propiedades se encuentra una remisión a lo que trasciende al hombre mismo y a toda cosa finita. De allí que la religiosidad es la propiedad última en el sentido de que todas las demás culminan en ella, en el sentido de que todas las demás dicen razón final a la religiosidad. Que la religiosidad es una propiedad del hombre es algo que toda la tradición filosófica clásica ha señalado con vigor. Recogiendo esa tradición en sede cristiana dice San Gregorio el Taumaturgo que la religiosidad es un privilegio propio del hombre por ser éste racional ya que solo el hombre por ser racional puede conocer a la divinidad y darle le culto que le debe, es un privilegio y por eso es lo que todos los hombres y todos los pueblos aprecian por encima de todo salvo que estén dementes o tarados. Ésta propiedad última nos remite al horizonte fundamental de la existencia del hombre sobre la tierra. Los seres humanos están llamados a vivir religiosamente por su naturaleza. Esto que decimos quiere decir que lo que hace del hombre un ser religioso es el ser una naturaleza espiritual, personal, capaz de conocer el ser divino, capaz de amarlo y capaz de obrar en relación con Él tributándole el culto que esa relación reclama. Pensemos que la palabra culto viene de la misma raíz latina que la palabra cultura y se refiere en principio a cultivar esa relación del hombre con la divinidad. Incluye por lo tanto aquellas actividades que están directamente a cultivar ese vínculo en la vida social e individual. La presencia de la religiosidad en toda la actividad del hombre sobre la tierra es un hecho histórico. Los centros pre urbanos más antiguos que se conocen y que han escavado los arqueólogos están vinculados a lugares de culto. Los centros urbanos antiguos todos están centrados en un templo o complejo de templos, sean las ciudades sumerias, las egipcias, las del antiguo valle del indo, las del río amarillo en la China, en la civilización mezo americana o en la ¿andina?. En todo caso el centro urbano va ligado a la presencia central culminante como centro de significación total de la vida civilizada del hombre en la construcción del templo. Decimos esto para que se advierta que la afirmación de San Gregorio el Taumaturgo se corresponde con los hechos históricos. Esa presencia central del lugar de culto no prejuzga ni de si la concepción de la divinidad es adecuada o inadecuada y cuan inadecuada pueda ser. Ni di si el culto mismo es conforme a la divinidad, conforme a la humanidad o no. En eso caben todos los errores y extravíos que pueden darse en la naturaleza humana y en la condición humana. No afirmamos que la religión como propiedad del hombre sea siempre rectamente cultivada sino que la propiedad de la naturaleza humana es un fenómeno manifiesto, un hecho histórico. El síntoma de ésta misma propiedad se puede encontrar en el mausoleo de Lenin en la Plaza Roja de Mozcú, centro de culto del ateísmo soviético donde existe un culto antropolátrico, inmanentista, materialista, pero es un culto aunque en su forma más degradada y corrompida posible. Pero la propiedad está siempre presente aun cuando la noción de la divinidad sea tergiversada al extremo y cuando el culto se ha pervertido, pero se conserva la figura de la religiosidad porque el hombre es un ser naturalmente religioso. Se puede mostrar filosóficamente que la religiosidad es una propiedad humana en cuanto que el hombre por ser un ser racional tiene por objeto de su inteligencia al ser y el hombre aunque conozca de modo experimental solo seres finitos tiene la capacidad de captar al ser infinitamente perfecto. Pues la inteligencia como inteligencia tiene por objeto todo lo que es y por lo tanto está llamada en última instancia a conocer el ser sin limitación, sin defecto, sin imperfección. Hay una apertura radical de la inteligencia como inteligencia al ser divino y en la voluntad como voluntad también pues la voluntad es amor del bien, no de este bien o de este otro bien, sino del bien sin más y por lo tanto está abierta al bien absoluto. Ni la inteligencia ni la voluntad por su objeto formal pueden saciarse sino en el ser y en el bien divino. Ni la inteligencia ni la voluntad pueden reposar en virtud de su objeto formal sino en el ser plenamente perfecto y en el bien plenamente perfecto.