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Cómo mejorar la agilidad mental en tan solo

7 días

¿Has notado que necesitas más tiempo que antes para solucionar una
fórmula matemática? ¿Te cuesta recordar números de teléfono o claves
personales? ¿Sientes que ya no eres tan perspicaz en tus comentarios o
que olvidas lo que tenías que hacer en cuestión de segundos? No te
preocupes, porque puedes mejorar la agilidad mental siguiendo una
serie de sencillos hábitos.

¿Qué es la agilidad mental?


Etimológicamente, el término agilidad hace referencia a la aptitud de las
personas de ejecutar de forma rápida y eficaz una tarea. Así, cuando
hablamos de agilidad mental estamos circunscribiendo esta habilidad al
plano intelectual.
En este sentido, la agilidad mental puede definirse como la capacidad de
cambiar de sistema de referencia, de planificar, de iniciar una actividad,
de reflexionar de manera creativa y de adaptarse a las exigencias de los
cambios. Se trata, según el investigador William von Hippel, de “la
capacidad de sacar las cosas de la memoria según sea la
circunstancia particular a la que se enfrente la persona”.
Por ejemplo, cuando un individuo es capaz de coger al vuelo ese objeto
que cae repentinamente o saltar un obstáculo inesperado, decimos que
tiene una gran agilidad física, mientras que denota agilidad mental quien
es capaz de ofrecer respuestas rápidas y correctas a determinados
problemas intelectuales.

¿Para qué sirve ser ágil mentalmente?


En un entorno cambiante y exigente como el actual, la capacidad de
adaptación y la flexibilidad son dos de las habilidades más
demandas en el ámbito profesional. Las empresas buscan
profesionales que reaccionen rápido y con creatividad.
Ahora bien, mejorar la agilidad mental no solo influye en nuestro IQ, sino
que también refleja una mayor inteligencia social y desarrollo personal,
según sostienen Leah D.Sheppard y Philip A.Vernon en Intelligence and
speed of information processing: A review of 50 years of research. Como
apunta Von Hippel, “la velocidad de respuesta es crítica para un
montón de interacciones sociales que realizamos”.
De hecho, hay estudios que correlacionan la agilidad mental con el
carisma, como la investigación Quick Thinkers Are Smooth Talkers:
Mental Speed Facilitates Charisma, llevada a cabo por la Universidad de
Queensland (Austrialia), en la que sus autores explican que “las
personas que tienen esta capacidad la utilizan para tomar la iniciativa en
conversaciones, reuniones o fiestas y tienden a llamar mucho la atención
y a caer bien a los demás”, convirtiéndose en personas más sensibles
socialmente.

¿Se puede mejorar la agilidad mental?


Gracias a la plasticidad del cerebro, las neuronas son capaces de
aprender y adaptarse a los cambios. Con voluntad, cambio de hábitos
y un entrenamiento adecuado y autodirigido, las células nerviosas
pueden entrenarse y mejorar la agilidad mental. Se trata de enseñar a las
neuronas nuevas formas de comportarse que son absorbidas y
memorizadas, convirtiéndose en una respuesta automática.
En este sentido, el investigador sobre Neurociencia Néstor Braidot, en su
libro Mejora tu agilidad mental en una semana, propone una serie
de ejercicios o prácticas para optimizar nuestra capacidad de
respuesta en tan solo siete días:
 Ejercicio físico. Según el estudio Healthy Lifestyles Reduce the
Incidence of Chronic Diseases and Dementia: Evidence from the
Caerphilly Cohort, el ejercicio regular reduce el riesgo de demencia en un
60%. El deporte favorece la generación de nuevas neuronas al tiempo
que permite reducir el estrés y ‘limpiar’ las células existentes, lo que
desemboca en una mayor velocidad mental.
 Buena alimentación. Como señala Braidot, los hábitos alimenticios que
aumentan el riesgo cardiovascular están relacionados con la pérdida de
volumen cerebral. Por tanto, seguir una dieta rica en ácidos grasos
poliinsaturados potencia la creación de nuevas neuronas.
 Ejercicio mental. El cerebro actúa como un músculo más, por lo que
ejercitarlo a través de actividades como la lectura, la música, el
aprendizaje de idiomas o, simplemente, las relaciones sociales,
contribuye a que consigamos un máximo rendimiento.
 Meditación. La práctica de meditación tiene un impacto positivo en la
densidad cerebral, según la investigación Mindfulness practice leads to
increases in regional brain gray matter density. Como decíamos antes,
reducir el estrés facilita la interconexión neuronal, por lo que dedicar unos
minutos al día a relajarnos nos ayudará también a mejorar la agilidad
mental.
 Descanso. Si estuviéramos horas corriendo sin interrupción, nuestro
cuerpo finalmente desfallecería; lo mismo le ocurre al cerebro: necesita
descanso para formatearse y recuperar la concentración, memoria y
aprendizaje, como si de un ordenador se tratara.
 Actitud. El estado emocional también es clave para mejorar la agilidad
mental. Como señala el autor, “la actitud y el estilo de vida son factores
decisivos para el buen funcionamiento de la memoria”.
 Entrenamiento. Si a estos hábitos le sumamos un entrenamiento
neurocognitivo enfocado hacia la mejora de la velocidad de respuesta
mental los resultados no tardarán en llegar. Se trata de realizar ejercicios
especialmente ideados para desarrollar la concentración, la memoria y la
capacidad de respuesta, como memoramas, enigmas, matrices
numéricas y otros juegos para entrenar la agilidad de nuestra mente.

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