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El voz a voz convirtió este medicamento contra el dolor en uno de los más
comunes entre los colombianos. Miles lo toman cada día con una fe ciega en
que la caléndula con la que es fabricado aliviará sus padecimientos. Varios
médicos sospechaban que algo andaba mal y un análisis químico reveló que no
es lo que todos creen.
Las ventas para la empresa Pronabell han sido jugosas en los últimos años.
Después de 35 años de duros esfuerzos en un mundo casi siempre dominado por
el poderoso músculo de empresas multinacionales, el químico farmacéutico Luis
Édgar Moreno Prado logró abrirse paso hasta consolidar un pequeño emporio con
cerca de 500 empleados en el país. Desde Funza, Cundinamarca, donde
estableció su laboratorio farmacéutico, parten cada semana hacia diferentes
rincones del país sus productos.
Pero hay algo que no está en la publicidad ni marcado en las cajas del Dololed:
un ingrediente oculto que explicaría la fidelidad que le tienen los colombianos.
Hace poco más de un año una persona de 65 años en Bucaramanga tocó las
puertas del Centro de Cromatografía y Espectrometría de Masas, CROM-MASS,
de la Universidad Industrial de Santander (UIS). Le contó a los químicos que
luego de padecer dolores crónicos acudió al médico en busca de una solución.
La recomendación de su doctor, quien sabía que la caléndula es una planta a la
que se le han demostrado propiedades antiinflamatorias in vitro, fue que tomara
Dololed.
La persona (cuya identidad ha sido protegida por los investigadores) les contó
que con las primeras dosis sintió su dolor disminuir, pero pocos días después
notó que tenía mareo, vértigo y dolor en el pecho y en el estómago. La persona
les pidió analizar el contenido de este “fitofármaco”.
Las etiquetas del medicamento, como las del resto que se distribuyen por
Colombia, Ecuador e incluso en Estados Unidos a través de Amazon, señalaban
su contenido: “Cada tableta contiene: extracto seco de 3:1 de flores de
caléndula (Calendula officinalis) 150 mg”. Por ningún lado dice diclofenaco.
.
Una vez recopiladas las muestras, pusieron a funcionar los sofisticados equipos
de análisis químico con los que trabajan todos los días: un cromatógrafo de
gases acoplado a espectrometría de masas y un cromatógrafo líquido de ultra
alta resolución con analizador de masas.
“Es importante dejar claro que estos efectos no van a aparecer en alguien que
usa el medicamento necesariamente. Es solo una posibilidad. Pero en personas
con factores de riesgo será mucho más fácil que este tipo de reacciones
aparezcan”, aclaró Marín.
“¿Qué tal que todo esto sea competencia? Se imagina que le demuestre lo
contrario. Qué va a decir si el daño ya estará hecho”, se pregunta Moreno.
Moreno insiste en poner en tela de juicio el muestreo: “de dónde salieron las
muestras que analizó el laboratorio, cómo garantizan quién recogió las muestras,
cómo garantiza que son éticos, que son muestras hechas por nosotros”.
Para el toxicólogo Marín, “si la persona usa el diclofenaco conscientemente
porque su médico se lo recetó es muy diferente a cuando una persona toma un
producto donde no tienen ni idea qué sustancia tiene. En el segundo caso esa
persona o el médico que se lo recomendó está actuando a ciegas. Cuando
alguien utiliza un fitoterapéutico y tiene cosas diferentes a las que debería tener
se está corriendo un riesgo muy grande”.