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MATERIALISMO HISTÓRICO Y MATERIALISMO DIALÉCTICO

El conjunto del pensamiento marxista se acostumbra a definir en casi todas las exposiciones
convencionales del mismo por el materialismo histórico y por el materialismo dialéctico. De manera
preponderante por este último, que en las visiones más ortodoxas del marxismo se representa como
conteniendo al primero en tanto que rama aplicable a las sociedades humanas de una ciencia o
filosofía general del mundo.
Sin embargo, ni Marx ni Engels se propusieron ni acometieron nunca una sistematización de conjunto
sobre lo que sea uno u otro materialismo, aunque se pueda rastrear su génesis en diferentes textos
suyos, no pocas veces textos polémicos que, como en el caso de Lenin en Materialismo y
empiriocriticismo, no pretendían ser manuales completos de ningún área del marxismo sino responder
a los requerimientos de disputas políticas muy concretas. De la exploración de estos textos se puede
deducir un hilo conductor de la concepción materialista de los autores del Manifiesto comunista, pero
jamás un sistema acabado, como con demasiada frecuencia se ha querido hacer, aunque sólo sea por
las muchas veces y la contundencia con que Engels, por ejemplo, negó que Marx y él aspirasen a
construir sistema alguno (en el Anti-Dühring y en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica
alemana con especial insistencia).

Lo anterior explicaría por qué jamás emplearon Marx y Engels la expresión «materialismo dialéctico»
(que fue acuñada con posterioridad por Plejanov) y sólo incidentalmente Engels la de «concepción
materialista de la historia», en el principio del Anti-Dühring, para contraponerla a esas otras
concepciones de la historia que únicamente de forma tangencial toman en consideración en su
metodología la producción social de la vida material de los seres humanos.
Sentado lo anterior, es indiscutible que en el marxismo existe una concepción materialista de la historia
y que el conjunto de la visión del mundo marxista (para emplear, de nuevo, una formulación de Engels)
puede describirse como materialista y dialéctica. Pero la forma de entender ambas cosas ha sido
polémica a lo largo de la historia del movimiento marxista, sobre todo de la última. A ello puede haber
contribuido la circunstancia antes mencionada de que ni Marx ni Engels se tomaran nunca el trabajo
de urdir una presentación sistemática, como si intentó toda su vida Marx del funcionamiento general
del capitalismo.
De hecho, una primera cuestión sobre la que se podría reflexionar es el hecho de que no parece que
esta carencia sea un olvido ni un defecto. La exposición genérica de una filosofía global se podría
entender como contradictoria con el materialismo y sobre todo la concepción de la praxis marxista.
Una vez que saldaron cuentas con el idealismo hegeliano, principalmente en La ideología
alemana y La sagrada familia, Marx y Engels concentraron sus esfuerzos en los objetivos prácticos de
diseccionar el capitalismo y organizar la lucha contra él. Si más adelante Engels (por cierto, en gran
medida a requerimiento de Marx) se ocupa en el Anti-Dühring y en sus esbozos de La dialéctica de la
naturaleza de retomar los fundamentos originarios del marxismo en una concepción materialista de la
historia, lo hace esencialmente para reaccionar ante la pujanza del positivismo filosófico, que
penetraba peligrosamente en el movimiento obrero, y que bajo la apariencia engañosa de una visión
universal materialista u objetiva y científica, encerraba una nueva forma de idealismo que volvía a
eludir en su exposición la estructura profunda de la sociedad capitalista.
Hay que tener siempre presente que el marxismo acaba con la misma filosofía tal como había venido
entendiéndose hasta su tiempo, y como continúa entendiéndola la ideología burguesa dominante. Lo
formulan con nitidez en la undécima tesis sobre Feuerbach: «los filósofos se han limitado
a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo».

Tras esta introducción, voy a limitarme a señalar algunas ideas acerca del materialismo histórico y el
materialismo dialéctico, sin aspirar a lograr una exposición acabada, que además se puede deducir
mejor de los textos propuestos (entre otras cosas, porque sería demasiada vanidad querer explicar
mejor que Marx y Engels lo que ellos explicaron magistralmente). De las ideas y de la introducción
finalmente extraeré algunas preguntas que pueden orientar el debate.
• Materialismo histórico

Como se ha dicho, la expresión «concepción materialista de la historia» es empleada por primera vez
por Engels en el Anti-Dühring .
Sin embargo, su exposición más brillante, aunque breve o además por eso, se contiene en el prólogo
de la Contribución a la crítica de la economía política, de Karl Marx. En este texto, escrito en 1859,
Marx resume el sentido de todas sus investigaciones de los años anteriores, tratando de encontrar el
hilo conductor y un nuevo método de crítica de la sociedad burguesa. Y alcanza una conclusión que
se la convertido en la base clásica del materialismo histórico. No merece la pena resumirla porque el
texto es lo suficientemente escueto y claro. Si acaso podríamos decir que la idea central estriba en
considerar que, en la producción social de su vida, los seres humanos entablan una serie compleja de
relaciones entre sí, relaciones independientes de su voluntad, que se corresponden con una
determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Este conjunto de relaciones
conforma la estructura económica de la sociedad, y es sobre su base que se levanta la multifacética
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.
Afirma Marx, pues, que no es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino por el
contrario, su existencia social la que determina su conciencia. Lo que significa que el elemento
predominante en el desarrollo histórico no serán las formas de la superestructura que se manifiestan
en la política, el derecho, la literatura o el arte, sino la trama de relaciones de producción que conforman
la base material de la existencia. Sobre esta idea, además, han de entenderse los procesos
revolucionarios de cambio social, cuando las fuerzas productivas materiales chocan con las
condiciones objetivas de producción, cuando éstas se convierten en trabas de aquéllas, lo cual tarde
o temprano ha de sacudir la superestructura ideológica de la sociedad, llevando a luchas que expresen
el sentido de la transformación.
Ha habido multitud de simplificaciones de esta exposición del materialismo histórico frente a las que
hay que prevenirse. De ello se quejó amargamente Engels en una carta que en septiembre de 1890
dirigió a Bloch. Advirtió en ella Engels que ni él ni Marx consideraron jamás que se pudiera entender
el materialismo histórico bajo el prisma simplista de que el elemento económico es el único
determinante de la historia. Creían desde luego que la historia se determinaba en última instancia por
las relaciones de producción y reproducción de la vida real. Sin embargo, en el devenir concreto de
las sociedades humanas, éstas interactúan dialéctica y abigarradamente con la superestructura
ideológica y cultural, hasta el punto de que incluso en determinados momentos son las luchas políticas
las que fuerzan cambios profundos de las relaciones económicas.
El propio Marx en 1877 llamó la atención de los redactores de la revista rusa Otetschestvennii
Sapiski («El memorial de la patria») sobre la inanidad de un supuesto método para la comprensión de
los acontecimientos históricos, cuya mayor excelencia consistiera en ser utilizado como pasaporte
sustitutivo del esfuerzo de investigación particularizada de hechos o acontecimientos semejantes, pero
separados en el tiempo y en el espacio. Es decir, un método histórico definido paradójicamente por su
carácter supra histórico.
La mejor manera, en cualquier caso, de comprender la manera viva y en absoluto mecanicista y
esclerotizada en que Marx y Engels interpretaban su concepción materialista de la historia es ver su
aplicación práctica en los textos históricos. En muchos fragmentos históricos de El Capital, por
ejemplo, en Las luchas de clases en Francia o en El 18 Brumario de Luis Bonaparte . Y, naturalmente,
en el Manifiesto comunista. No hay en ninguno de ellos una estática búsqueda de condiciones o
causas materiales de cada hecho histórico, sino un análisis concreto de los hechos y una investigación
abierta acerca de las complejas relaciones sociales que expresan las luchas políticas y de su íntima
trabazón con el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

b) Materialismo dialéctico
Dentro de las diferentes corrientes marxistas que se han desarrollado a lo largo fundamentalmente del
siglo XX, la forma de interpretar el materialismo dialéctico ha sido bastante más polémica que la del
materialismo histórico, en el que en los principios básicos hay sustancial consenso.
Los textos clásicos sobre los que se ha construido el materialismo dialéctico han sido el Anti-Dühring y
el manuscrito de La dialéctica de la naturaleza, ambos de Friedrich Engels. El segundo de ellos quedó
sin finalizar por el autor y el primero era una obra fundamentalmente polémica sin pretensiones de
completa sistematización, que se fue publicando en la revista de la socialdemocracia
alemana Vorwärts («¡Adelante!») desde enero de 1877. Ello en parte ha dificultado una lectura
coincidente de sus presupuestos centrales, al tener que deducirse cuando no están explícitamente
expuestos.
Hubo incluso una corriente marxista que entendió que el materialismo dialéctico, concebido como
visión general del mundo, era una extensión indebida de la teoría crítica al conjunto de las ciencias
naturales que provenía de una elaboración exclusiva de Engels ajena a Karl Marx, quien se concentró
en el análisis socioeconómico, político e histórico. Esta tesis, no obstante, es poco consistente con los
hechos. Entre Marx y Engels existía una tácita división de trabajo, y la correspondencia entre ambos
acredita que contrastaban constantemente las investigaciones de cada uno de ellos. De manera
concreta, el Anti-Dühring fue escrito tras las peticiones reiteradas a Engels, a quien por cierto no le
apetecía demasiado embarcarse en tal proyecto, de Wilhelm Liebknecht y del propio Karl Marx. Los
tres creyeron importante responder al socialista Karl Eugen Dühring, quien se infatuaba de haber
construido un sistema general capaz de fundamentar la totalidad de las ciencias, pretensión absurda
que a juicio sobre todo de Marx podía hacer demasiado daño de penetrar en la conciencia del
movimiento obrero.
Es pues indiscutible que el materialismo dialéctico, al menos en su formulación de Engels, se inserta
por completo en el pensamiento marxista y que, en caso de haber en él excesos especulativos, éstos
eran compartidos por Marx y Engels.
Pero admitido esto, hay a grandes rasgos dos formas fundamentales de interpretar el materialismo
dialéctico en el marxismo (dentro de cada una de ellas, por supuesto, subsisten a su vez diferencias
más o menos sensibles).

Una primera, más ortodoxa, fue dominante con la denominación acuñada por Plejanov de diamat en
la Unión Soviética, pero también en gran parte de la socialdemocracia heredera del pensamiento de
Karl Kautsky, quien la convirtió en doctrina oficial de la Segunda Internacional.
Según esta primera interpretación, el materialismo dialéctico se constituiría, si no en una ciencia de
las ciencias, sí al menos en una nueva filosofía general, férreamente armada y sistemática, que
estudiaría el conjunto de la realidad, la totalidad de la naturaleza, y dentro de ella por supuesto de
manera específica las sociedades humanas. El materialismo histórico no sería en consecuencia otra
cosa que una rama del materialismo dialéctico, pero éste podría abarcar en sus investigaciones y
metodología, si no los resultados concretos de la física, la biología o las matemáticas, sí su orientación
general. En una de sus formulaciones más categóricas, debida a Afanasiev, se afirma que «el
materialismo dialéctico es la ciencia que, después de resolver atinadamente el problema fundamental
de la Filosofía, manifiesta las leyes dialécticas más generales del proceder del mundo material, las
vías del proceso cognoscitivo y de la transformación revolucionaria del mundo y la sociedad»
(Fundamentos de filosofía marxista). O en palabras de Politzer que «la filosofía marxista da una
solución a todos los problemas y que esta solución procede de lo que se llama el materialismo»
(Principios elementales y fundamentales de filosofía).
Al concebir el materialismo dialéctico como una ciencia, con sus propias herramientas de
conocimiento, se enuncian, como para cualquier otra ciencia, unas determinadas categorías: lo
particular y lo general, contenido y forma, esencia y fenómeno, causa y efecto, necesidad y casualidad,
posibilidad y realidad. También se enuncian unas leyes generales del movimiento que serían de
aplicación a toda la realidad para descubrir su funcionamiento. Se trata de una reelaboración de las
leyes de la dialéctica que se contenían en la filosofía de Hegel. Aquí no obstante se conciben, de
manera «materialista», como leyes que rigen el movimiento de la realidad material y no del espíritu y
a su vez no como leyes metafísicas sino científicas. Las leyes más importantes son las siguientes:
1.- Ley del cambio dialéctico. - Nada permanece estático, el universo está en constante transformación.
2.- Ley de la acción recíproca. - El encadenamiento de todos los procesos que se verifican en la
realidad.
3.- Ley de la contradicción. - Cada cosa es una unidad de contrarios y la naturaleza avanza siempre
por medio de la negación de la negación.
4.- Ley de la transformación de la cantidad en calidad o del progreso por saltos.

Una segunda interpretación del materialismo dialéctico se debería a algunos autores y dirigentes
revolucionarios fundamentalmente de Europa occidental. De entre ellos, se pueden destacar Antonio
Gramsci, Karl Korsch o, en España, Manuel Sacristán.
Tienen éstos en común con la anterior visión que entienden que el materialismo dialéctico es la
expresión más general del pensamiento marxista. Sin embargo, rechazan la idea de que se le pueda
tomar como una ciencia autónoma y general que pudiese dar razón de las investigaciones concretas
de las ciencias positivas. Alegan que los mismos Marx y Engels jamás dedujeron de ninguna ley
general sus conclusiones sobre la sociedad capitalista, sino de la investigación particular histórica y
económica. Lo contrario sería una nueva forma de idealismo. Ni siquiera se admite que las leyes de la
dialéctica puedan ser aceptadas como verdaderas leyes, en el sentido que lo son por ejemplo las leyes
de la física, sino como meras formas generales de pensamiento, más o menos metafórico, que pueden
servir todo lo más para orientar de manera amplia la investigación, pero nunca para avanzar de lo
desconocido a lo conocido, para lo cual es indispensable recurrir a los métodos de las ciencias
positivas, trátese de la física, la matemática, la geología o la economía política.
Lo esencial para estas visiones sería «el análisis concreto de la realidad concreta», que constituía a
juicio de Lenin el alma del marxismo. El materialismo dialéctico sería una «simple concepción del
mundo» (en palabras de Engels) que rechaza en la acción de los seres humanos cualquier
componente ajeno a la realidad mundana. Es por ello materialista y por ello aspira a la liberación de la
conciencia de todos los fantasmas con los que a lo largo de la historia ha sido obnubilada. Pero no
sólo no se pretende un conocimiento ajeno y por encima del científico, sino que se basa en éste, del
que acepta su «metodología analítico-reductiva». El materialismo dialéctico permite la reflexión acerca
de la inspiración y la marcha de la investigación científica, así como posibilita el estudio de la
producción social de la ciencia, en la medida que la ciencia nace de una práctica social humana. Pero
en ningún caso posibilita la determinación de resultados específicos de la ciencia por métodos
diferentes de los que ella misma crea en su desenvolvimiento. Un físico puede ser marxista, y que sea
marxista influirá sin duda en la orientación que imprima a su labor investigadora, como al resto de su
quehacer en tanto que ser social, pero los métodos de investigación que empleará serán los de la
física; si se dedicara a hacer cábalas con la negación de la negación no llegaría a ningún lado.
La parte dialéctica no se define ni por «reglas» ni por «leyes», porque en el pensamiento marxista no
existen planillas. Nada ahorra el esfuerzo en el marxismo del estudio de la realidad concreta. Y esto
es justamente lo que añade la dialéctica. «Pues la práctica humana dice Manuel Sacristán- no se
enfrenta sólo con la necesidad de penetrar analítico-reductivamente en la realidad, sino también con
la de tratar y entender las concreciones reales, aquello que la ciencia positiva no puede recoger». Y
concluye: «El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (en esto es
pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la
abstracción y el análisis reductivo científicos (y en esto es el marxismo un materialismo)».

Expuestas así resumidamente dos grandes visiones del materialismo dialéctico para el debate, sólo
me cabe hacer tres precisiones:
• Ambas encuentran base para sus argumentos en textos concretos tanto de Marx como de Engels.
• Los matices que pueden aportar dentro de cada una de ellas distintos autores y corrientes son
numerosísimos. Aquí sólo he querido recoger un balance muy sucinto del debate.
• No se puede asociar mecánicamente ninguna de ellas a posiciones políticas determinadas dentro
del marxismo. Por poner un ejemplo cercano, la visión más heterodoxa (tómese la palabra con todas
las prevenciones que se quiera) fue expuesta por Manuel Sacristán, quien ejerció un poderoso
ascendiente intelectual sobre el sector del PCE llamado leninista que denunció el eurocomunismo. El
sector de Santiago Carrillo en cambio mantuvo siempre una concepción firmemente ortodoxa en la
tradición de la diamat soviética.

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