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LAS PROGRESIONES DEL MUNDO NATURAL:

SERES INANIMADOS

VEGETALES

ANIMALES

SER HUMANO

LA PERSONA HUMANA:

CONSTITUYE UNA UNIDAD INSEPARABLE DE CUATRO PROPIEDADES:

CORPORALIDAD

AFECTIVIDAD

RACIONALIDAD

VOLUNTARIEDAD

DISTINGUIBLES DESDE EL PUNTO DE VISTA DIDÁCTICO

PERO ABSOLUTAMENTE INSEPARABLES

CORPORALIDAD:

(Vida vegetativa.)

ORGANICIDAD Y FUNCIONES

VITALES.

NECESIDADES FISIOLÓGICAS.

GUSTOS Y PREFERENCIAS.

LA LIBERTAD FÍSICA.

AFECTIVIDAD:

(Vida volitiva.)

SENTIMIENTOS: El efecto que

producen en la persona los estímulos

abstractos o espirituales.

SENTIMIENTOS: El efecto que

producen en la persona los estímulos

abstractos o espirituales.
ESTADOS DE ÁNIMO: Sentimientos cuya causa no podemos precisar.

EMOCIONES: Sentimientos producidos por impresiones identificables de los

sentidos, por ideas o por recuerdos.

(Con frecuencia se traduce en gestos, actitudes u otras formas de expresión)

PASIONES: El estímulo mismo pasa a prevalecer. Es una inclinación muy viva


por cosas u otras personas.

La INTELIGENCIA HUMANA

se diferencia de la de los animales por ser:

COGNITIVA o REFLEXIVA

ABSTRACTA

AUTOCONSCIENTE

LÓGICA

ANALÓGICA

CAPAZ DE COMUNICACIÓN COMPLEJA

(ESTRUCTURADA INTELIGIBLEMENTE)

La VOLUNTAD HUMANA,

por otra parte, es:

TELEOLÓGICA

(EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS… AUNQUE NO TODOS)

DECISORIA (SELECTIVA)

(ESCOGE UN CURSO DE ACCIÓN ENTRE VARIOS

POSIBLES. IMPLICA RECHAZAR LOS DEMÁS)

POTENCIALMENTE

CONTRAINSTINTIVA

(Me provoca, pero no lo hago porqué no me conviene)

(¿Instintos o impulsos?)
PRESENTA UNA SERIE DE LIMITACIONES

EXISTE UN CIERTO GRADO DE LIBERTAD FÍSICA LIMITADA POR:

LA NATURALEZA MISMA

(VOLAR, LEVANTAR PESOS, VELOCIDAD,…)

O POR CONDICIONES SOCIALES

(PRESO = “PRIVADO DE LIBERTAD”)

EXISTE UN CIERTO GRADO DE LIBERTAD AFECTIVA(LO QUE A MÍ ME PROVOCA)

LIMITADA POR:

LAS NORMAS DE CONVIVENCIA

(“LA LIBERTAD DE CADA QUIEN TERMINA

DONDE COMIENZA LA DE LOS DEMÁS”)

UNA DE LAS GRANDES DISTORSIONES DE LA

MODERNIDAD ES LA ABSOLUTIZACIÓN DE LA

PROPIA LIBERTAD

LIMITACIONES A LASCUALIDADES DISTINTIVAS

ADEMÁS EXISTEN TAMBIÉN LIMITACIONES A LA LIBERTAD DEL PENSAMIENTO

PROPIAS: EL ERROR

INDUCIDAS: EL ENGAÑO

PODEMOS EQUIVOCARNOS EN LA ESCOGENCIA

DEL BIEN APETECIDO.

La principal LIMITACIÓN DE LA ACCIÓN VOLUNTARIA PROVIENE DEL ENTORNO:

LA INCERTIDUMBRE

OMNIPRESENTE en la

EXISTENCIA HUMANA

Debido a la INCERTIDUMBRE
Si bien podemos tomar

DECISIONES LIBREMENTE…

… No tenemos CONTROL sobre

las CONSECUENCIAS de esas

DECISIONES LIBRES.

El ser humano debe, de nuevo CONJUGAR su INTELIGENCIA y su VOLUNTAD

dentro del ámbito de la

INCERTIDUMBRE

PARA DAR LUGAR A. . .

LA ACCIÓN RESPONSABLE

La RESPONSABILIDAD es el PUENTE entre

LA INCERTIDUMBRE

COMO FACTOR EXTERNO

y la VOLUNTARIEDAD

COMO FACTOR INTERNO

Los elementos que conforman el TEMPERAMENTO:

ACTIVIDAD

(Necesidad de cambiar lo que viene dado)

EMOTIVIDAD

(Impacto producido por los estímulos)

RESONANCIA

(Duración de los efectos del estímulo)

ACTIVIDAD: NECESIDAD ÍNTIMA DE MODIFICAR LO DADO (LOS SUCESOS, A OTRAS PER-

SONAS, O A SÍ MISMOS).

LOS EXTREMOS DE SU AMPLITUD SON:


ACTIVOS: NECESIDAD IMPERIOSA DE CAMBIAR LAS COSAS. PERMANENTE
ACTIVIDAD, GRAN CREATI-VIDAD. EXPUESTOS A FRUSTRACIONES.

PASIVOS: SE SATISFACEN MÁS FÁCILMENTE. SE CONFORMAN CON EL “ESTADO DEL


MUNDO” QUE LES TOCA VIVIR.

EMOTIVIDAD: REACCIÓN ANTE LOS ACON-TECIMIENTOS.

SUS AMPLITUD SE ACOTA ENTRE:

EMOTIVOS: SOLIDARIOS CON EL MUNDO Y CON ELLOS MISMOS. TIENDEN A SER


DEPENDIENTES DEL MEDIO Y DE LOS DEMÁS.

INEMOTIVOS: MÁS AUTÓNOMOS PERO, A LA VEZ, MÁS AISLADOS.

RESONANCIA: DURACIÓN DEL EFECTO DE LOS ESTÍMULOS A LOS QUE HAN SIDO EXPU-ESTOS.

DOS EXTREMOS:

PRIMARIOS: REACCIONES INSTANTÁNEAS PERO DE POCA DURACIÓN. TIENDEN A SER


CORTOPLACIS-TAS Y VOLUBLES.

SECUNDARIOS: PERMANENCIA EN EL CHOQUE DE LA IMPRESIÓN PUEDE DEJAR


RASTROS Y SURCOS DE LARGA DURACIÓN. REVIVEN, RUMÍAN, SE AUTORE-
TROALIMENTAN.

EL SUBJETIVISMO QUE SE MANIFIESTA PRIMERAMENTE A TRAVÉS DE

LA AFECTIVIDAD

MUCHOS DE NUESTROS ACTOS ESTÁN CONTROLADOS POR :

HÁBITOS OPERATIVOS

(MANEJAR, ESCRIBIR, AFEITARSE, BAÑARSE, …)

QUE NOS PERMITEN

OPERAR AUTOMÁTICAMENTE

SIN TENER QUE PENSAR

CADA ACTO O MOVIMIENTO

PRUDENCIA: RECOGER Y ENJUICIAR INFORMACIÓN Y PONDERAR LAS CONSE-CUENCIAS


FAVORABLES Y DESFAVORA-BLES PARA UNO MISMO Y PARA LOS DE-MÁS ANTES DE TOMAR
UNA DECISIÓN Y ACTUAR DE ACUERDO A ESTE JUICIO.

ES LA MÁS FUNDAMENTAL DE LAS VIR-TUDES

Se complementa con otra virtud: LA FORTALEZA


RESISTIR: PRINCIPALMENTE

LA IRA

ATACAR: MAYORMENTE

EL DESÁNIMO

OTRA VIRTUD

EMPATÍA: UNA INCLINACIÓN, NATURAL O INDUCIDA, A IDENTIFICAR Y COMPRENDER LAS


CIRCUNSTANCIAS, LOS SENTIMIENTOS Y MOTIVACIONES DE LOS DEMÁS.

USUALMENTE SE DICE QUE ES “METERSE EN LOS ZAPATOS DEL OTRO”

ES FUNDAMENTAL EN CUALQUIER

INTERRELACIÓN HUMANA

SIN EMBARGO, ESE

“METERSE EN LOS ZAPATOS DEL OTRO”

NO IMPLICA CONFUNDIR

LA EMPATÍA CON LA SIMPATÍA

EMPATÍA significa comprender, entender los sentimientos, circunstancias de los demás…

AUNQUE NO ESTEMOS DE ACUERDO CON ELLOS, AUNQUE NOS MOLESTEN AUNQUE,


INCLUSO, NOS REPUGNEN

METERSE EN LOS ZAPATOS DEL OTRO”

NO IMPLICA:

HALAGAR O ADULAR AL OTRO

A FIN DE CONSEGUIR ALGÚN BENEFICIO QUE PERCIBIMOS COMO DIFÍCIL.

MANIPULAR AL OTRO

A FIN DE CONSEGUIR QUE ESTÉ DE ACUERDO CON NUESTRO PLANTEAMIENTO CON EL CUAL
PUDIERA NO ESTARLO.

Muchas veces nos EMPEÑAMOS en que los

demás DEBERÍAN pensar y comportarse co-


mo lo hacemos nosotros..

VIRTUD SOBRENATURAL GRACIAS A LA CUAL EL ENTENDIMIENTO CREE EN VERDADES


RELATIVAS A DIOS.

Hay dos cuestiones básicas en el tema de la fe: la determinación o


caracterización de su esencia y la relación de la fe con otras formas de
conocimiento. En cuanto a la caracterización de la fe, Santo Tomás nos dice que
nuestro entendimiento puede aceptar o asentir a una verdad movido de alguna de
estas tres maneras:

a. porque ve inmediatamente la verdad, como ocurre con los primeros


principios;
b. porque deduce la verdad a partir de principios de por sí evidentes;
c. porque es movido por la voluntad: la voluntad puede llevarnos a creer que es
verdad algo de lo cual no tenemos una evidencia inmediata ni una
demostración, como cuando queremos creer a alguien, aunque no veamos
que lo que dice es cierto. Decimos que le creemos porque queremos creerle,
porque confiamos en él.

En el primer y segundo caso tenemos conocimiento racional, y la certeza que


en ellos conseguimos está fundamentada en la evidencia. En el tercer caso no
tenemos propiamente evidencia ni conocimiento racional, aunque la persona que
acepta de este modo una verdad puede vivir con mucha intensidad la verdad en la
que cree (con mucha certeza). El tercer caso es la creencia o fe.

Respecto de la fe en Dios, los no creyentes la explican alegando que lo que


mueve a alguien a aceptar una verdad que no ve verdadera, una verdad de la que
no tiene evidencia ni inmediata ni mediata, es el prejuicio trasmitido por la mera
costumbre y la educación, o el propio interés. Santo Tomás y toda la tradición
cristiana se separan de esta interpretación asegurando que en el caso de la verdadera
fe, lo que le mueve al creyente a creer es su propio querer creer, su propia voluntad,
y ello como consecuencia de un acto de la bondad de Dios: la gracia. Dicho en
términos más claros y simples: en la fe del creyente el responsable último es el propio
Dios. No es extraño que esta interpretación del fundamento de la fe haya dado lugar
a las versiones protestantes que consideran el don sobrenatural de la fe (y por lo
tanto la salvación) como algo que depende más de la gratuidad de la voluntad de
Dios que de las acciones y voluntades de las personas. El punto de vista católico, y
también el de Santo Tomás, quiere ser más equilibrado e intenta reunir tanto la
legitimidad del acto de fe indicando que en último término tiene su origen en Dios,
como la responsabilidad de cada persona en su salvación y en su creencia en Dios al
considerar que la gracia puede estar presente pero depende de la bondad o maldad
de cada uno que se manifieste o no (podemos apartarnos de la fe voluntariamente).
La siguiente definición de la fe propuesta por Santo Tomás en la “Suma Teológica”
describe precisamente las cuatro dimensiones básicas de la fe:

”creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina


por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia”

 es un conocimiento (pues es un acto del entendimiento);


 de las verdades relativas a Dios;
 consecuencia de propia voluntad de creer;
 de la cual es responsable último la gracia de Dios.

En cuanto a la cuestión de las relaciones entre la fe y otras formas de


conocimiento, Santo Tomás aborda el problema distinguiendo los siguientes tipos de
verdades:

a. las que se alcanzan sólo por la razón: no todos los conocimientos


humanos interesan para la salvación, por lo que habrá muchas verdades que
no se ofrecen ni a la fe ni a la revelación; aquí se incluyen la mayor parte de
conocimientos científicos, por ejemplo los matemáticos;
b. las que se alcanzan sólo por la fe: el hombre no puede conocer
exclusivamente con las fuerzas naturales todo lo relativo a Dios y necesario
para la salvación, como por ejemplo que Dios es uno y trino;
c. las que se pueden alcanzar por la fe y la razón: la existencia de Dios y la
inmortalidad del alma son verdades que se ofrecen a la fe, pero también es
posible llegar a ellas mediante el ejercicio de la razón.

Dios tuvo que ofrecer a los hombres las verdades del tercer tipo también a la
fe porque son esenciales para la salvación y no todos los hombres las pueden obtener
con las meras fuerzas de su razón. Con la mera razón es muy difícil alcanzarlas,
habría que ser filósofo o teólogo, y muchos no tienen ni tiempo, ni ganas, ni capacidad
para ello. Además, el ejercicio de la razón no es muy fiable puesto que en muchas
ocasiones mezcla la falsedad con la verdad, por lo que a muchos les parecerían
dudosas verdades realmente ciertas.

Por otro lado, dice Santo Tomás, no hay incompatibilidad entre razón y fe,
entre la esfera del conocimiento natural y la esfera de conocimiento
sobrenatural. Esta última descansa directamente en Dios, pero la primera también
descansa en Él, aunque indirectamente, pues Dios mismo nos ha dado la razón y la
capacidad para comprender los primeros principios de la ciencia. Las verdades que
poseemos por revelación divina no pueden ser contrarias al conocimiento natural. Si
se da un conflicto entre ambas, Santo Tomás considerará que tal conflicto no es real:
si la investigación racional se enfrenta a verdades que la tradición y la revelación
consideran incontrovertibles, entonces lleva la peor parte la investigación racional
pues el error estará en el mal uso de la razón. Este punto de vista influirá en el
desarrollo de la ciencia pues tenderá a limitar la investigación científica y a ponerla
bajo la tutela de la religión.

La fe implica asentimiento del entendimiento a lo que se cree. Por un lado, asiente movido
por el objeto, que o es conocido por sí mismo, como ocurre en los primeros principios sobre los
que versa el entendimiento, o es conocido por otra cosa, como en el caso de las conclusiones,
materia de la ciencia. Por otra parte, el entendimiento presta su asentimiento no porque esté
movido suficientemente por el propio objeto, sino que, tras una elección, se inclina
voluntariamente por una de las partes con preferencia sobre la otra. Si presta ese asentimiento
con duda y miedo de la otra parte, da lugar a la opinión; da, en cambio, lugar a la fe si lo presta
con certeza y sin temor. Mas dado que se considera que hay visión cuando las cosas estimulan
por sí mismas nuestro entendimiento o nuestros sentidos a su conocimiento, es evidente que
no se da fe ni opinión sobre cosas vistas, sea por el entendimiento, sea por el sentido.

Santo Tomás, Suma Teológica II-II, cuestión 1, artículo 4

Según hemos ya expuesto (1-2 q.114 a.3 et 4), nuestros actos son meritorios en cuanto que
proceden del libre albedrío movido por la gracia de Dios. De ahí que todo acto humano, si está
bajo el libre albedrío y es referido a Dios, puede ser meritorio. Ahora bien, el de la fe es un
acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida
por la gracia de Dios; se trata, pues, de un acto sometido al libre albedrío y es referido a Dios.
En consecuencia, el acto de fe puede ser meritorio .

Santo Tomás, Suma Teológica II-II, cuestión 2, artículo 9

...Ahora bien, el acto de la fe, como ya hemos dicho (q.2 a.1 ad 3; a.2 y 9), es creer, y es,
por lo mismo, acto del entendimiento determinado al asentimiento del objeto por el imperio
de la voluntad. El acto, pues, de fe está en relación tanto con el objeto de la voluntad -el bien
y el fin- como con el objeto del entendimiento, la verdad. Además, por ser virtud teologal,
como también hemos expuesto (1-2 q.62 a.3), tiene la misma realidad por objeto y por fin. Es,
pues, necesario que entre el objeto y el fin de la fe haya mutua correspondencia proporcional.
Ahora bien, el objeto de la fe lo constituyen, como hemos expuesto (q.1 a.1 y 4), la Verdad
primera, en cuanto no vista, y las verdades a las que asentimos por ella. Según eso, la Verdad
primera debe relacionarse con la fe como fin bajo el aspecto de una realidad no vista, y esto
viene a parar en la razón formal de algo esperado, a tenor de las palabras del Apóstol en Rom
8,25: Esperar lo que no vemos. Efectivamente, ver una verdad equivale a poseerla, pues nadie
espera lo que ya tiene, y el objeto de la esperanza es lo que no se tiene, como hemos probado
(1-2 q.67 a.4).
(...)
Si alguien, pues, quisiera expresar en forma de definición estas palabras, podría decir que la
fe es el hábito de la mente por el que se inicia en nosotros la vida eterna, haciendo asentir al
entendimiento a cosas que no ve. Con estas palabras se diferencia la fe de los demás actos que
corresponden al entendimiento. Diciendo argumento se distingue la fe de la opinión, de la
sospecha y de la duda, que no dan al entendimiento adhesión primera e inquebrantable a una
cosa. Diciendo de cosas no vistas se distingue la fe de la ciencia y de la simple inteligencia que
hacen ver. Con la expresión sustancia de las cosas que esperamos se distingue la virtud de la
fe tomada en sentido general, la cual no se ordena a la bienaventuranza esperada.

Santo Tomás, Suma Teológica II-II, cuestión 4, artículo 1

Al hombre le es necesario aceptar por la fe no sólo lo que rebasa la razón natural, sino
también cosas que podemos conocer por ella. Y esto por tres motivos. El primero, para llegar
con mayor rapidez al conocimiento de la verdad divina. La ciencia, es verdad, puede probar
que existe Dios y otras cosas que se refieren a El; pero es el último objeto a cuyo conocimiento
llega el hombre por presuponer otras muchas ciencias. A ese conocimiento de Dios llegaría el
hombre sólo después de un largo período de su vida. En segundo lugar, para que el conocimiento
de Dios llegue a más personas. Muchos, en efecto, no pueden progresar en el estudio de la
ciencia. Y eso por distintos motivos, como pueden ser: cortedad, ocupaciones y necesidades de
la vida o indolencia en aprender. Esos tales quedarían del todo frustrados si las cosas de Dios
aspectos expresaron pareceres contradictorios. En consecuencia, para que tuvieran los hombres
un conocimiento cierto y seguro de Dios, fue muy conveniente que les llegaran las verdades
divinas a través de la fe, como verdades dichas por Dios, que no puede mentir . zmm

Pregunta: "¿Cuál es la diferencia entre un talento y un don espiritual?"

Respuesta: Existen similitudes y diferencias entre talentos y dones espirituales. Ambos


son regalos de Dios. Ambos incrementan su efectividad con el uso. Ambos son para ser
usados en beneficio de otros, no para propósitos egoístas. 1 Corintios 12:7 dice que los
dones espirituales son otorgados para edificar a otros y no para nosotros. Así como los
dos grandes mandamientos tratan de amar a Dios y a los demás, consecuentemente,
uno debe usar sus talentos para ese propósito. Pero a quién se le dan y cuándo se dan,
es diferente. A una persona (sin importar su creencia en Dios o en Cristo), le es dado
un talento natural como resultado de una combinación genética (algunos tienen una
habilidad natural para la música, arte, o matemáticas) y su medio ambiente (crecer
en una familia musical ayudará a la persona a desarrollar un talento por la música), o
porque Dios deseó dotar a ciertos individuos con ciertos talentos (por ejemplo, a
Bazeleel en Éxodo 31:1-6). Los dones espirituales son dados a todos los creyentes por
el Espíritu Santo (Romanos 12:3, 6) al momento de poner su fe en Cristo para el perdón
de sus pecados. En ese momento, el Espíritu Santo le otorga al nuevo creyente el o los
dones espirituales que Él desea que tenga (1 Corintios 12:11).

Romanos 12:3-8 enumera los dones espirituales de la siguiente manera: profecía,


servicio (en un sentido general), enseñanza, exhortación, generosidad, liderazgo, y
mostrar misericordia. 1 Corintios 12:8-11 enumera los dones como: palabra de
sabiduría (la habilidad de comunicar sabiduría espiritual), palabra de ciencia (la
habilidad de comunicar la verdad práctica), fe (una dependencia inusual de Dios),
dones de sanidades, de milagros, de profecía, de discernimiento de espíritus, de
lenguas, (la habilidad para hablar un idioma que uno no ha estudiado), y la
interpretación de lenguas. La tercera lista se encuentra en Efesios 4:10-12, la cual
habla de Dios concediendo a Su iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y
maestros. También hay una pregunta acerca de cuántos dones espirituales hay, ya que
no hay dos listas iguales. También es posible que las listas bíblicas no los abarquen
todos, y que haya dones espirituales adicionales además de los que se mencionan en
la Biblia.

Mientras que con frecuencia uno puede desarrollar sus talentos y más tarde dirigir su
profesión o pasatiempos en ese sentido, los dones espirituales fueron dados por el
Espíritu Santo para edificar a la iglesia de Cristo. En ello, todos los cristianos deben
formar una parte activa en la expansión del Evangelio de Cristo. Todos son llamados y
equipados para involucrarse en la “obra del ministerio” (Efesios 4:12). Todos son
dotados para que puedan contribuir a la causa de Cristo, en gratitud por todo lo que
Él ha hecho por ellos. Al hacerlo, ellos también encuentran su realización en la vida,
a través de su labor por Cristo. Es el trabajo de los líderes de la iglesia, el ayudar a
edificar a los santos, para que puedan más tarde estar equipados para el ministerio al
que Dios les ha llamado. El resultado esperado de los dones espirituales, es que la
iglesia como un todo pueda crecer, siendo fortalecida por la provisión combinada de
todos y cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo.

Resumiendo, las diferencias entre los dones espirituales y los talentos: (1) Un talento
es el resultado de genética y/o de entrenamiento, mientras que un don espiritual es
el resultado del poder del Espíritu Santo. (2) Un talento lo puede tener cualquiera,
cristiano o no cristiano, mientras que los dones espirituales solo los tienen los
cristianos. (3) Si bien, tanto los talentos como los dones espirituales deben ser usados
para la gloria de Dios y para ministrar a otros, los dones espirituales están enfocados
en estas tareas, mientras que los talentos pueden ser usados completamente para
propósitos no espirituales.

LAS ESCRITURAS ENUMERAN LOS DONES BAJO TRES


CATEGORÍAS ESPECÍFICAS

1 Corintios 12.4-6

4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el


mismo. 5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el
mismo. 6 Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que
hace todas las cosas en todos, es el mismo.

 “Dones”  “Ministerio”  “Operaciones”


significa el significa las significa las
motivo innato oportunidades de manifestaciones del
que Dios servicio que se Espíritu Santo en las
coloca en cada presentan para el vidas nuestras, y en las
cristiano para ejercicio de de los que reciben
expresar su nuestro Don . Para nuestro Ministerio
amor a otros. algunos esto
incluye el ejercer
un ministerio de
oficio.

Operaciones
1 Corintios 12:7-11
"
A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu
para el bien de los demás. A unos Dios les da por el
Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo
Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fepor medio del
mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para
sanar enfermos; a otros,poderes milagrosos; a otros, profecía; a
otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas
lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. Todo esto lo hace uno
mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo
determina".

En la teología cristiana, el Espíritu Santo —o expresiones equivalentes como


son, entre otros, Espíritu de Dios, Espíritu de verdad o Paráclito o Menahem:
acción o presencia de Dios, del griego παράκλητον parákleton: ‘aquel que es
invocado’, del latín Spiritus Sanctus: Espíritu Santo— es una expresión bíblica que
se refiere a la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es, además, una compleja
noción teológica por medio de la cual se describe una “realidad espiritual”[1]
suprema, que ha sido interpretada de maneras múltiples en las confesiones
cristianas y escuelas teológicas.
De esta realidad espiritual se habla en muchos pasajes de la Biblia, con las
expresiones citadas, sin que se dé una definición única. Esto fue el motivo de
una serie de controversias que se produjeron principalmente durante tres
periodos históricos: el siglo IV como siglo trinitario por excelencia, las crisis
cismáticas de oriente y occidente acaecidas entre los siglos IX y XI y, por último, las
distintas revisiones doctrinales nacidas de la reforma protestante.
En torno a la “naturaleza” del Espíritu Santo se sostienen básicamente cuatro
interpretaciones:[cita requerida]
 Según las interpretaciones de carácter modalista, el Espíritu Santo es una “fuerza o
cualidad divina” al modo de la sabiduría, la belleza, el amor o la bondad. El unitarismo,
si bien guarda diferencias teológicas básicas con el modalismo, comparte la visión de un
Espíritu Santo impersonal, que actúa siendo el poder o fuerza activa de Dios. En
cualquier caso, ambas corrientes coinciden en que el Espíritu Santo es “algo” y no
“alguien”.

 Según las interpretaciones de carácter arriano, el Espíritu Santo es una “entidad


espiritual” o naturaleza angélica de condición excelsa, muy cercana a la divinidad, pero
diferente a ella por su condición de criatura.

 Según las interpretaciones de carácter triteísta[2] el Espíritu Santo es “otro Dios”, quizá
de carácter inferior al Dios principal, pero que comparte con él la cualidad de ser
increado.

 Las interpretaciones de carácter trinitario –mayoritarias– consideran al Espíritu Santo


como una “persona divina”, noción con la que se asume la deidad del Espíritu Santo,
manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta doctrina es compartida
por católicos, ortodoxos y la mayoría de las denominaciones protestantes.

El criterio de credibilidad
Capítulo Primero

Origen y validez del criterio de credibilidad


Debemos tener, para ello, un criterio; esto es, una norma que nos permita mantener un juicio de
valor o de discernimiento correcto, con el objeto de poder tomar una decisión o una elección. Este criterio
debe ser, por tanto, válido, creíble.

¿Cuál es o en qué consiste este supuesto criterio, que denominamos "criterio de credibilidad"?

Respuesta a cómo se produce el hecho teológico cristiano


La respuesta a cómo se produce la teología como hecho la voy a dar en dos partes perfectamente
concatenadas: una primera parte o punto A, y una segunda parte o punto B.

2.1. Primera parte o punto A: la afirmación "Yo soy Dios"


Quizás no interesan estas reflexiones a la mentalidad escolástica, pero sí atañen, ciertamente, al
porvenir, ya contemporáneo, del pensamiento religioso. E importa que demos bien la respuesta para que el
hecho religioso, incluida la persona de Cristo mismo, pueda ser aceptado, o difícilmente rechazado, por
una inteligencia de buena voluntad.

Sabemos que el pensamiento católico está centrado en una figura humana —aparte de ser una
persona divina—, que se presenta como hombre ante la razón del ser humano.

Nos centramos, por tanto, en que Cristo es un ser humano y lo vamos a colocar en estos tiempos
que corremos como si antes no hubiera históricamente existido.

Vamos a quedarnos con esta hipótesis.

Es un ser humano y, en este momento, no tenemos por qué ver nada más detrás de este ser humano.
Es como si Cristo, con 30 o 40 años, se nos presentara aquí, hoy, en esta aula, pues está haciendo su vida
apostólica y dando testimonio de sí mismo en las universidades, en los foros culturales civiles e, incluso,
en los religiosos.

¿Qué es lo que veríamos en un Cristo que se nos presenta aquí y ahora? Un ser humano; nada más.
Este es el hecho externo: un ser humano que vive en nuestra época, y que en vez de llamarse Jesús, Cristo
o el Nazareno, se podría llamar el Madrileño o el Logroñés. Y se nos presenta para dar testimonio de sí
mismo. Su profesión podría ser la de físico, ingeniero, filósofo, escritor o administrativo...

¿Por qué poner esta hipótesis?

Porque el hecho religioso cristiano, humanamente hablando, en vez de haberlo fijado la Providencia
hace dos mil años, lo podría haber fijado dos mil años después. No hay ningún criterio científico por el
cual tenía que haber sido hace dos mil años, que ya están lejos. Podría haber sido hoy, como podría haber
sido hace un millón de años. Aceptémoslo así de momento. No hay argumento objetivo- científico para
afirmar —aunque de hecho sucediera— que tuvo que ser, necesariamente, hace dos mil años.

Este hecho transcendental de un ser humano, Cristo, que se presentó en la sociedad de su tiempo,
lo vamos a considerar, hipotéticamente, como historia de un ser humano que se presenta ahora en la
sociedad de nuestro tiempo. Hoy, precisamente, en este momento que estamos hablando. Y lo que vemos
en Él es un ser humano que aparece en esta sociedad actual donde los estados se han lanzado ya por una
ética permisiva, a favor del aborto, del anticoncepcionismo, de la eutanasia, etc., etc.

Admitamos que este canon permanece de esta manera, y que Cristo se sienta aquí, tras esta mesa,
para dar una conferencia. Su prestigio es mucho, pues Él —vamos a suponer— es físico o catedrático de
filosofía, por ejemplo; e, incluso, ha escrito una serie de obras y ha publicado en muchas revistas, porque
lo exige así la característica de nuestro tiempo. Podría haber recibido hasta el Premio Nobel. Tiene
anunciada una conferencia; y, claro está, se llenaría cualquier paraninfo. Es muy importante hacer estas
suposiciones para entender el hecho teológico.

Cristo expresó su vivencia y su pensamiento. No sabemos, es cierto, cómo lo hubiera expresado


hoy. Pero..., supongamos que empieza a hablar, a obrar, a testificar, y comienza con la siguiente
afirmación:

-¡Yo soy Dios mismo, señores y señoras, o señoras y señor! Yo soy vuestro Dios. Yo soy el
Verbo, yo soy más que hombre. Yo soy hombre perfecto y también Dios perfecto.

¿Qué podría acontecer? Que se hubieran producido numerosas reacciones distintas. ¿No es verdad?

Alguien, con ironía, diría:

—¡Vaya! ¡Vaya!, ¡Vaya!...

Otro, enfadado, exclamaría:

—¿Cómo? ¡Esto es un fraude!

Habría otros que, escandalizados, gritarían:


—¡Este hombre está loco!

Todo depende del auditorio que tuviese delante. No está actuando aún, sobrenaturalmente, en el
alma de ninguno de los asistentes.

La primera conclusión que podemos sacar es que, con esta afirmación, habría comenzado el hecho
teológico cristiano.

Es cierto que Cristo no hizo en el Evangelio una declaración categórica de "Yo soy Dios" en el
sentido literal de la palabra, ni pronunció una oración en los términos de "Yo soy Dios", ni hizo un
enunciado parecido al de "Yo afirmo de mí que soy Dios". Pero en el contexto de las cosas, está afirmando
de sí que es Dios. Estamos simplificando y concentrando nuestra atención en esta afirmación.

Entonces... ¿dónde reside ese criterio único de credibilidad del que todos los demás criterios
aparecen como valores que se fundan en él?

Bien. Hemos convenido en que todavía Cristo, un hombre que está entre nosotros, no ha fundado
nada. Ha venido aquí, precisamente, a este foro a sabiendas de que van a salir, o le van a seguir, sólo unos
pocos, que llamará "colegio apostólico", como se dice también "colegio de médicos" o "colegio de
abogados".

Lo primero que debemos tener en cuenta, en este criterio único de credibilidad, es el supuesto de un
hombre que da testimonio de sí mismo, de que Él es Dios, y que depende de los demás el creer o no creer
en El.

Llegados a este punto, nos encontramos, pues, con la primera parte o punto A del criterio de
credibilidad. La razón que lo constituye es el hecho objetivo, histórico, de un hombre que se presenta con
una afirmación pública, diciendo de sí mismo que es Dios.

Por qué no admito yo las otras religiones en cuanto que pudieran tocar y persuadir a mi vida
religiosa? Sencillamente, porque no hay ningún fundador de religión que me haya podido, de alguna forma,
decir o delatar que él era Dios.

El criterio de credibilidad tiene, por tanto, este primer punto A: el hecho de un ser humano, llamado
Cristo, que dice de sí mismo, afirma de sí mismo, que Él es Dios mismo, el Verbo, el Mesías, el Enviado.
No hay otro punto A, en absoluto. En este momento, la base del saber teológico se hace histórica, es un
hecho histórico. Es una historia, una biografía, que va a entrar en el discurrir de todos los demás procesos
históricos.

Si este hecho humano de Cristo lo sometemos a una serie de consideraciones filosóficas,


escolásticas, etc.; si tuviéramos que invocar criterios de autoridad apoyándonos en una persona porque es
obispo o es sacerdote o es religioso, o es doctor en teología; esto hoy no tendría la fuerza debida. Creer en
Cristo como Dios porque me lo ha dicho el obispo "tal" o el padre "cual" o el misionero "x", es pasar por
el hecho de la creencia con bastante superficialidad. Son actitudes que no tienen ya mayor porvenir.

2.2. Segunda parte o punto B: persuasión sobrenatural de la divinidad de Cristo


¿Cuál tiene que ser esta segunda parte o punto B del criterio de credibilidad, si no hay filósofos, ni
teólogos, ni supuestos Padres de la Iglesia, ni Papas, ni tampoco otros argumentos de verificación, sino
sólo Cristo mismo con su afirmación de ser Dios?
El punto B se refiere a cómo Cristo debe llenar, comunicar, este hecho histórico, este hecho de la
afirmación divina de sí mismo, para que pueda entrar en mí religiosamente.

¿Cómo podemos admitir esta afirmación que procede, en principio, de un ser humano?

Para responder a la pregunta, este punto B debe considerar, con detenimiento, aquel acto que Él,
Cristo, que se dice Dios, tiene que poner en mí para convencerme de que efectivamente es Dios.

Dicho con otras palabras, el punto B tiene como objeto aquel acto que Él, como Dios, debe hacer
en mí, poner en mi ánimo, en mi espíritu, con el fin de que me lleve a la persuasión de que efectivamente
Él es Dios.

Yo tengo ya la persuasión de que eres un ser humano, porque tengo yo en mí la persuasión de que
yo soy un ser humano como Tú, porque todos los presentes, por las características que presentamos,
tenemos la persuasión racional de ser seres humanos. Pero, al decir Tú, al afirmar de Ti que eres Dios,
tienes, naturalmente, que ponerme en un estado más que humano para que yo pueda creer que Tú eres
aquello que afirmas de Ti; es decir, no basta con que lo afirmes, tienes ciertamente que infundirme la
persuasión de esa afirmación. Tienes que notificarme ahora a nivel de espíritu esa persuasión.

En el punto primero, me das noticia histórica, es un hecho histórico, haces una afirmación de Ti, y
nada más; afirmas de Ti que eres Dios, como puedes afirmar cualquier otra cosa.

Bien. Ya lo afirmaste. Pero... ¿cómo puedes probármelo? ¿De qué manera me vas a probar que Tú
eres Dios?

No basta, ahora, el argumento de la Resurrección, que era el que aducían los primeros cristianos,
porque se supone que Cristo en nuestra hipótesis no ha muerto ni ha resucitado todavía. Aducían, es cierto,
que Cristo se había resucitado a sí mismo. Pero... ¿qué pasaba con la fe de los Apóstoles antes de morir y
resucitar Cristo? Téngase en cuenta que los propios Apóstoles tuvieron también sus crisis de fe.

Cristo tiene que poner un acto en aquellas almas que Él elige por la razón que sea; una persuasión
íntima, personal, que conduzca a unos individuos a seguirle sin saber exactamente adónde. Es lo que he
dicho yo tantas veces del joven rico. Ese muchacho que cumplió los mandamientos, fuera verdad o no;
desde el punto de vista objetivo, Cristo aceptó como verdad su afirmación sobre dicho cumplimiento y le
dice:

—Si quieres ser perfecto... ¡sígueme! —¿Adónde?

Mi razón, por su mismo proceso normal, me lleva a la conclusión de que yo no tengo que seguirle
ni a Él ni a cualquiera que me diga "sígueme", así por las buenas. Y menos si me dice: "para que seas
perfecto".

Me tendrías que explicar qué perfección es esa, porque no a toda perfección estoy dispuesto a
acceder.

Muy complicada tanta perfección.

—Pero... ¡Dime! ¿Qué significa esta perfección?

—Pues... la misma que tiene mi Padre Celestial.

—¡Uf!

Diríamos todos enseguida con mucha razón.

Es necesario que Cristo me ponga o me infunda —empleamos la palabra infundir, injertar, meter,
insuflar algo— una realidad "x" que me cree un estado de persuasión para seguirle y que, por el camino,
me vaya poniendo signos, o diciendo cosas, y yo lo vaya aceptando.

Digo a esto un hecho sobrenatural. Es un hecho sobrenatural porque no está en el proceso general
de mi naturaleza ponerme en este estado sobrenatural de aceptación.
Se requiere esa persuasión interior, esa intervención. Un acto de Dios que ya decimos sobrenatural,
porque no brota del proceso racional, que me lleve a la persuasión y me cree un campo de deseo interior
con el adicional de una cierta luz en la razón que me sensibilice para poder incluso echar mano de ella y
razonar sobre aquello que jamás se me hubiese ocurrido por su novedad. A esto llamamos el donum fidei.

Una razón cerrada, absolutamente natural, no existe. La razón humana está, por naturaleza, abierta
al don, aunque el don no brota de la razón, no emerge de ella, pero la razón está abierta al don. Los
problemas ocurren cuando nuestra razón, por múltiples motivos, se cierra al don sobrenatural.

Capítulo Segundo
La necesidad del donum fidei

1. El criterio de credibilidad es místico

1.1. El donum fidei y la validez del discurso teológico

Quiero decir, en una palabra, que el criterio de credibilidad en Jesucristo es místico. Este criterio
místico consiste en una estructura bien sencilla que, como hemos visto, posee dos elementos:

a) El hecho histórico de un ser humano, Cristo, que afirma de sí mismo: "Yo soy Dios".
b) Para que sea creída esta afirmación, Él mismo debe infundir en nuestro espíritu un don divino,
gratia fidei, la gracia de la fe, consistente en una persuasión interior, sobrenatural, que tiene el
significado de esa misma afirmación.

Cristo afirma que es Dios y me infunde, para comprenderlo sobrenaturalmente, aquello mismo que
Él afirma de sí. Tengo aquí a Cristo: primero, como ser humano que me habla; segundo, actuando en mí y
colocándome en un estado místico inicial, suficiente, básico, fundamental, de carácter sobrenatural.

La religión de Cristo es, pues, sobrenatural; esto es, sobre la naturaleza. Por tanto, está sobre los
cánones racionales de la vida, que quedan, a su vez, definidos —y por consiguiente abiertos— por este
estado de sobrenaturaleza. No desaparece el carácter racional, sino que éste, abierto al donum fidei, queda
definido por el donum fidei.

Yo no puedo extraer ni realizar ninguna deducción, en manera alguna, de la divinidad de Cristo si


no me da la persuasión sobrenatural de esa divinidad suya. . Sin este convencimiento sobrenatural de su
divinidad, yo no puedo creer en manera alguna, no puedo creer, verdaderamente, en todo lo demás que
pueda decir de sí mismo. Todo perdería su validez. Nada sería ya digno de ser aceptado, por muy hermosas
ideas, o por muy bellas palabras que Él me dijera acerca de la vida eterna o de la vida moral. Aunque me
hablara de las Personas Divinas, o de las personas angélicas, no tendría validez sin este donum fidei.

El criterio de credibilidad no son los argumentos de autoridad, como eso de afirmar: "Porque la
Iglesia lo ha dicho". La Iglesia es una conclusión de Cristo. Creó esa sociedad; luego es después que Él.
La Iglesia es para aquellos que crean, para aquellos que tengan la persuasión sobrenatural en esta divinidad
de Cristo. Entonces ya pueden decir: "La Iglesia me sirve de ayuda; la Iglesia es el medio de salvación; la
Iglesia es el lugar de la realización de la fe". Desde aquí, ya todo va adquiriendo su sentido, el valor que
realmente tiene.

El criterio de credibilidad en Cristo y, por tanto, en su Iglesia es místico. Criterio que consiste en
un don, en una gracia: la gratia fidei, la gracia de la fe, que El nos tiene que infundir en el espíritu para
que éste entre en persuasión sobrenatural y conciba que, efectivamente, Cristo es Dios.
Y este criterio nada tiene que ver con cualesquiera otras pruebas dialécticas, milagros o hechos
extraordinarios con los que Cristo me quisiera rodear. Ya no es necesario nada de esto. ¡Resucitó a algunos,
hizo milagros, curó enfermedades! Bien, bien... No tengo evidencia personal de que fuera así exactamente.

Me dirán: "Pero las Sagradas Escrituras están inspiradas por Dios".

¡Es una conclusión! Eso viene después de Cristo, de la persuasión en la divinidad de Cristo. Eso es
un valor más, aunque importante, del donum fidei. Esto quiere decir que el don de la fe, este acto suyo en
mi espíritu, me llevará a interesarme por las Sagradas Escrituras, por estos libros sagrados, y entonces
podré llegar a discernir, seguramente —no fácilmente—, el verdadero ajuste histórico de una serie de
hechos o narraciones revelados en estos libros.

Está claro que Cristo nos tiene que dar la gracia del donum fidei; esto es, debe infundirme esa
afirmación suya de tal manera que me persuada por sí misma, sin necesidad de aditamento alguno, sin
tener que resucitar muertos, ni curar cánceres, ni probarme la cura de nueve leprosos, de diez, o de siete.
Todo es inútil. No es eso. Sin la persuasión del donum fidei, siempre le pediría una prueba más, una prueba
detrás de otra, según fuesen las exigencias que su afirmación causase en mi propio corazón.

El donum fidei no nos puede dejar en estado de simples observadores, ni tampoco debemos
contentarnos con asumir, culturalmente, en nuestro lenguaje la aceptación de Dios y repetir como
papagayos "Cristo es Dios". Después de la persuasión sobrenatural, viene todo lo demás. Estamos en
disposición de que adquiera sentido el discurso teológico. Este don de la fe, el donum fidei, está muy lejos
de reducirse exclusivamente a un valor semántico.

A partir del "sígueme", consecuencia del donum fidei, la experiencia mística que Cristo va
proporcionando tiene su lógica, su discurso propio. Nace aquí la teología mística

Sentido del hecho bíblico por la persuasión mística de la divinidad de Cristo

Esto tiene, sin duda, una enorme importancia, porque ningún hecho histórico hoy pesa, ante la
exigencia rigurosísima de un relativismo y de un racionalismo pragmáticos, enormemente ilustrados, que
nos abruman. Ni el conjunto de los hechos religiosos pesan, siquiera, en la conciencia humana y, sobre
todo, en la conciencia universitaria. Hay que buscar el fundamento, aquello desde lo cual puede hallar
sentido el hecho religioso y, con éste, el hecho bíblico.

Hoy, que se habla de argumentos deductivos, inductivos, matemáticos, experimentales, etc.,


tenemos que conseguir, en contexto con el hecho persuasivo íntimo del donum fidei, la validez de cualquier
cosa que digamos de Él. Y todo lo que digamos adquirirá sentido en referencia con la divinidad de Cristo
y la persuasión mística que de ella tengamos.

Nos quedamos, pues, con el hecho de su afirmación de ser Dios y con la gracia, el donum fidei, de
la persuasión de su divina presencia en nosotros, una presencia que, suponiendo nuestro finito ser creado,
nos constituye en seres místicos, y no divinos.

3.1. La persuasión interior del donum fidei


¡Por fin no entiendo nada! Ya nada deseo entender, por mí mismo y desde mí mismo, acerca de
aquello que podrías juzgar como impertinente de entender en esta vida racional mía. Aquí tienes mi razón
mundanal, egótica, me descabezo, me decapito, te presento mi cabeza en una bandeja a modo como le
presentaron a Herodes la cabeza de San Juan Bautista. Así, yo mismo renuncio a esta razón. Te coloco mi
razón, como sangrante, sobre una bandeja. Aquí la tienes. Te la ofrezco porque, cuando se piensa en Ti con
este argumento de la encrucijada en que se encuentran la vida y la gracia, ¡ah!..

¿Hacia dónde conduce el donum fidei? ¿Cuál es su esencialidad y cuáles son sus atributos? ¿En qué
consiste el estado místico?
Hay que decir que en el donum fidei se verifica el acto místico de Cristo. Este acto reduce a cero el
específico de una razón a la deriva donde los conceptos, juicios y raciocinios se mueven a merced de la
proyección egótica del yo con sus estímulos, instintos, pasiones. Es la lógica de una razón apegada al
mundo, al yo, a los juicios, al instinto de felicidad. Con el donum fidei se produce como una
"transustancialidad" —diríamos así— donde lo que es específico de la fe pasa a ser el específico de una
razón que le ha entregado su formalidad. Ya es una actitud positiva de una razón que, en un aspecto, en su
específico, podríamos decir que ha muerto. La "muerte" en este mundo del específico de la razón es
relativa, no absoluta. Es en la vida eterna ante la visión ya de Dios, que el específico de la razón muere del
todo. Allí nadie tiene que razonar nada. Nada se razona en la vida eterna. Todo se ve. Todo es visto en
Dios. En este mundo, los conceptos, juicios, raciocinios y todo el fluir del recuerdo y del sentimiento,
adquieren pleno sentido desde el donum fidei.

De este modo, el donum fidei proporciona a la razón un régimen admirable de comprensión divina
de las cosas, y es cuando, efectivamente, la personalidad del alma va adquiriendo ese estado de no separarse
de Dios. Es entonces cuando, verdaderamente, podemos ver cómo es el argumento racional en sí mismo,
y que no es en este argumento donde está la solución de un planteamiento digno, no ya de la existencia de
Dios, sino de cómo es Dios. Porque no somos nosotros, en realidad, los que tenemos que demostrar la
existencia de Dios, sino que tiene que ser Dios mismo quien tiene que mostrarnos su existencia. Nos
demuestra, de alguna manera, su existencia experiencialmente. Y ese hallazgo de la forma cómo El
demuestra, no ya su existencia, sino este modo suyo de ser, es el objeto del donum fidei.

LOS CAMBIOS EN EL UNIVERSO

LA EVOLUCIÓN DE LAS ESPECIES:

UN FENÓMENO CONSTANTE Y PERMANENTE

De los trilobites a… !nosotros!

EL RELATO DE LA BIBLIA: EL CONTEXTO DE VEINTIDOS SIGLOS DE «FIJISMO»

LAS ESPECIES DAN PERMANENTEMENTE ORIGEN A OTRAS CON MAYORES


PERFECCIONES.

¿PUEDE ALGUIEN DAR LO QUE NO TIENE?

PRINCIPIO CAUSALIDAD:

TODO EVENTO TIENE UNA CAUSA, TODA CAUSA TIENE UN EFECTO

ARISTÓTELES DISTINGUIÓ CUATRO TIPOS DE CAUSA

MATERIAL: DE LO QUE ALGO ESTÁ HECHO.

(El marmol de una estatua)

FORMAL: LO QUE ES ESA COSA.

(Una estatua de marmol)

EFICIENTE: QUIEN HACE ALGO.

(El escultor)
FINAL: RAZÓN, FINALIDAD, CON LA QUE SE HACE.

(Para honrar a un determinado personaje o para

simplemente obtener una ganancia )

DONES PRETERNATUALES

AYUDAS QUE NO SON PARTE DE LA NATU-RALEZA HUMANA NI ASOCIADAS AL OBJE-TIVO DE


LA PERFECTA UNIÓN CON DIOS QUE LE PERMITEN:

DOMINAR LAS PASIONES (INTEGRIDAD).

NO SUFRIR PADECIMIENTOS (IMPASIBILIDAD).

CAPACIDAD DE CONOCIMIENTO (CIENCIA).

TRANSITO NO DOLOROSO DE LA VIDA EN EL MUNDO

MATERIAL A LA VIDA ETERNA (INMORTALIDAD).

JESUCRISTO:

SEGUNDA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

(LAS DISTINTAS FORMAS DEL AMOR)

SE ENCARNA A TRAVÉS DE LA VIRGEN MARÍA.

(GENÉTICAMENTE IGUAL A ELLA)

PERFECTO DIOS Y PERFECTO HOMBRE

(PERSONA Y NATURALEZA)

ÚNICO FUNDADOR DE RELIGIÓN QUE SE DECLARA DIOS.

(SHEEN: O UN FARSANTE O UN LOCO)

LOS EVANGELIOS Y LAS RELIGIONES “DEL LIBRO”.

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