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Manejando mis emociones

5 NOVIEMBRE, 2015 | Pilar Herrera

V I DA C R I S T I A N A

¿Quién no se ha levantado por la mañana con el pie izquierdo?, ¿con mal humor
o con ánimo irritable? ¿Qué tal de la otra forma? Con un estado de ánimo muy
positivo, con ganas de vivir y de luchar, queriendo gozar de la vida y hacer
felices a los demás. Muchas veces nos sentimos alegres, llenas de gozo, y otras
veces muy tristes, desanimadas, o peor aún, con ira y enojo.

Como mujer, creo que por nuestra naturaleza femenina y por los cambios
físicos y hormonales que tienen lugar en las diferentes etapas de nuestra vida –
pubertad, embarazo, menopausia etc.– sufrimos quizás más que los hombres
estos cambios en nuestro cuerpo que afectan a nuestras emociones y
relaciones. Somos por naturaleza seres emocionales, y eso no es malo en sí
mismo, Dios nos ha creado con emociones, y ellas son parte de nuestro ser. A la
vez, debemos tener cuidado con no dejarnos llevar por nuestras emociones,
porque si dejamos que ellas nos gobiernen, nos llevarán a tomar decisiones con
consecuencias irreversibles en algunos casos de las que nos arrepentiremos
toda la vida. Bien nos dice la Escritura que “la ira del hombre no obra la justicia
de Dios”, Santiago 1:20.

Qué son las emociones


Creo que muchas veces confundimos los “sentimientos” con las “emociones” y
se usan indistintamente. Según el Diccionario de la RAE un sentimiento es el
“estado afectivo del ánimo producido por causas que lo impresionan
vivamente”. Por su parte, una emoción es la “alteración del ánimo intensa y
pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción
somática”. Los sentimientos son más duraderos, y las emociones son
alteraciones del ánimo que son pasajeras.
Cuántas veces escucho a personas dar consejos, no solo en películas sino en la
vida real, que dicen algo similar a: “Escucha a tu corazón y déjate llevar por lo
que te dicte”. Piensan que porque una emoción sea fuerte, ya es verdadera y
válida en sí misma, pero eso es un engaño. La Biblia nos alerta en cuanto a
esto: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas”, Jeremías 17:9.

Las emociones están muy relacionadas con el corazón, y no debemos anularlas,


ya que seríamos robots sin ellas, personas frías y calculadoras. Pero no
debemos dejarnos dominar por ellas: son pasajeras y, por muy intensas que
sean, deben estar sometidas y conducidas por la Palabra de Dios.

Emociones en control
Muchas veces durante alguna predicación o tiempo de alabanza, nos sentimos
tan eufóricos y agradecidos a Dios que le prometemos servirle toda la vida, en
todas las áreas, y con todo nuestro corazón. Pero cuando viene un problema o
alguna dificultad, pronto nos olvidamos de nuestra promesa.

Por desgracia, he oído a muchos jóvenes decir que tal chico o chica era la mujer
u hombre de su vida porque lo sentían así, se lo dictaba su corazón, y “sabían”
que era la persona que Dios le había preparado, aun a sabiendas de que era un
no creyente. Las emociones nos pueden engañar, por eso debemos siempre
juzgarlas a la luz de la Palabra de Dios. Creyentes incluso, han dicho que como
no sentían la necesidad de orar o de ir a escuchar la Palabra de Dios, no lo
hacían porque sería hipocresía. ¡Qué engaño!

Emociones bajo control


Entonces, ¿cómo podemos tratar con nuestras emociones a la luz de la Palabra
de Dios para no equivocarnos? Aquí algunos consejos que pueden ayudarnos:

1. Nuestras emociones forman parte de un todo en nuestro ser junto con


nuestros pensamientos, sentimientos etc. Por eso, Dios nos exhorta a
guardar nuestro corazón “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
porque de él mana la vida”, Proverbios 4:23. Guardar nuestro corazón no
es esconderlo, sino llenarlo y protegerlo con la Palabra de Dios y nuestra
obediencia a ella.
2. Cuando un intérprete de la ley le preguntó a Jesús cuál era el gran
mandamiento de la ley, Jesús le contestó: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Mateo 22:37.
Aquí vemos que cuando adoramos y alabamos a Dios, todo nuestro ser
está envuelto, incluyendo nuestras emociones. Lo triste y peligroso es
cuando nos dejamos llevar solamente por ellas, y dejamos a un lado
nuestra mente y razón. Esto puede traernos consecuencias graves, e
incluso muchos han manipulado las emociones de las personas,
distorsionando la Palabra de Dios para que hagan lo que su líder
espiritual ordene. Necesitamos las emociones, por supuesto, pero con
raciocinio. Es decir, controlar el corazón con la razón.
3. Cuando nuestras emociones nos dicten algo abiertamente contrario a los
mandatos de la Palabra de Dios, tenemos que obedecer lo que Dios nos
dice sin dudar. Por sinceras y fuertes que sean nuestras emociones,
seguirlas a expensas del mandato divino es desobediencia abierta a lo
que Dios ya nos ha dejado dicho. “Engañoso es el corazón más que
todas las cosas”, Jeremías 17:9.
4. Las emociones que no nos llevan a acercarnos más a Dios y hacer su
voluntad vienen de la carne y no del Espíritu. Por lo tanto, no debemos
vivir según la carne nos dicte, sino según el Espíritu de Dios que mora en
nosotros, “ustedes no están en la carne sino en el Espíritu, si en verdad
el Espíritu de Dios habita en ustedes”, Romanos 8:9. Debemos hacer
morir con Su ayuda las manifestaciones, las emociones y obras de la
carne.
5. El Espíritu mismo nos da el poder para dominar y distinguir si nuestras
emociones son de Dios y me ayudan a crecer en mi vida cristiana, o si son
de la carne y las tengo que desechar. No está en mis fuerzas, sino en el
poder del Espíritu, como Pablo enseñó a Timoteo: “Porque no nos ha
dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio (de disciplina)”, 2 Timoteo 1:7.

Podemos concluir diciendo sí a las emociones que me ayudan a conocer y


acercarme más a Dios, pero no dejarnos llevar por ellas, ni que dominen
nuestra vida y decisiones. El cristiano solo debe dejarse dominar por la
Palabra de Dios y nuestra obediencia a ella.

Hija y sierva de Dios por pura gracia. Esposa del pastor Luis Cano desde 1985,
madre de Bequi y Débora. Junto a su esposo sirve en la “Iglesia Cristiana
Evangélica” de Ciudad Real, España. También es maestra de inglés en un
colegio público de infantil y primaria. Desde hace 30 años participa
activamente en la “Asociación de Campamentos Cristianos Castilla La Mancha”
para niños y adolescentes.

ETIQUETAS
DOMINIO PROPIO • EMOCIONES • FRUTO DEL ESPÍRITU • MADUREZ

¿Van todos los niños que mueren al


cielo?
4 NOVIEMBRE, 2015 | Sam Storms
B I B L I A & T E O LO G Í A

Los reveladores videos sobre las prácticas de “Planned Parenthood


(http://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/los-hechos-lo-que-debes-
saber-sobre-planned-parenthood)”, la organización más lucrativa de
planificación familiar en Estados Unidos, han despertado la curiosidad de
muchos sobre el destino eterno de esos adorables bebés que nunca llegaron a
nacer. ¿Están esos niños que mueren en su infancia entre los perdidos? La
misma pregunta se aplica para aquellos que llegan a vivir más allá de su niñez,
pero quienes debido a una discapacidad cerebral o alguna otra limitación de
sus facultades mentales, no tienen capacidad de discernimiento moral,
deliberación o voluntad.

Esto es más que una cuestión teórica diseñada para la especulación, pues toca
una de las experiencias más inquietantes de la vida, emocional y
espiritualmente hablando: la pérdida de un niño.

El punto de vista que yo he adoptado es que todos los que mueren en la


infancia, así como aquellas personas mentalmente discapacitadas, ya que son
incapaces de tomar una decisión informada, se encuentran entre los elegidos
de Dios, escogidos desde antes de la fundación del mundo para ser salvos. La
evidencia para este punto de vista es escasa, pero significativa.

1. En Romanos 1:20 Pablo describe a los recipientes de la revelación general


como aquellos “que no tienen excusa”. No pueden atribuir su incredulidad a la
falta de pruebas, pues hay suficiente revelación en el orden natural acerca de la
existencia de Dios como para establecer la responsabilidad moral de todos los
que la presencian. ¿Podría esto implicar que aquellos que no han sido
beneficiarios de la revelación general (infantes) no son, por lo tanto,
responsables ante Dios o sujetos a Su ira? En otras palabras, ¿no tendrían “una
excusa” los que mueren en la infancia, ya que estos no han recibido revelación
general, ni tienen capacidad para responder a ella?

2. Hay textos que afirman o implican que los niños no distinguen la bondad de
la maldad, y por lo tanto, carecen de capacidad para tomar informadas
decisiones morales. De acuerdo a Deuteronomio 1:39, se dice que ellos “no
tienen conocimiento del bien o del mal”. Sin embargo, esto en sí no garantiza la
salvación de los infantes, puesto que todavía podrían ser considerados
responsables por el pecado de Adán.

3. Debemos tener en cuenta la historia del hijo de David en 2 Samuel 12:15-23


(especialmente el versículo 23). El primer hijo de David y Betsabé fue herido
por el Señor con una grave enfermedad hasta que murió. Durante los siete días
antes de su muerte, David ayunó y oró, con la esperanza de que el Señor
tuviese compasión de él, y que el niño pudiese vivir. Sin embargo, tras la
muerte de su hijo, David se lavó, comió, y adoró. Al preguntarle por qué él había
respondido de esa manera, David dijo: “Pero ahora que ha muerto, ¿por qué he
de ayunar? ¿Podré hacer que vuelva? Yo iré a él, pero él no volverá a mí” (v. 23).
¿Qué significa cuando David dice: “Yo iré a él”? Si esto no es más que una
referencia a la tumba o a la muerte, en el sentido de que David también morirá
un día y será enterrado, uno se pregunta entonces, ¿por qué decir algo que
indiscutiblemente es obvio? Además, pareciera que David estuviera
experimentando cierta medida de consuelo en saber que va a “ir a él”, la cual es
la razón por la que él reanuda la rutina normal de su vida, y el porqué del cese
de su dolor. Es como si de esa verdad él estuviera extrayendo consuelo y
aliento ¿Cómo podría ser algo de esto cierto si David se hubiera estado
refiriendo a que simplemente iba a morir como su hijo? Más bien, pareciera ser
que David realmente creía que él se iba a reunir con su bebé fallecido. ¿Implica
esto que al menos este bebé en particular fue salvo? Quizás. Pero de ser así,
¿acaso nos justifica para construir una doctrina en la que afirmemos la
salvación de todos los que mueren en la infancia?

4. El testimonio coherente de las Escrituras es que las personas son juzgadas


en base a los pecados cometidos voluntaria y conscientemente en el cuerpo
(ver 2 Cor. 5:10; 1 Cor. 6:9-10; Ap. 20:11-12). En otras palabras, el juicio eterno
siempre es basado en el rechazo consciente de la revelación divina (ya sea en la
creación, la conciencia, o Cristo) y en la desobediencia voluntaria. ¿Son los
niños capaces de alguna de estas? Las Escrituras no presentan evidencia
explícita de ningún otro juicio basado en otro fundamento. Por lo tanto, los que
mueren en la infancia son salvos porque en verdad no pueden satisfacer las
condiciones del juicio divino.

5. En relación al punto anterior, esto es lo que R.A. Webb afirma:


“[Si un infante que ha muerto]
fuese enviado al infierno en base al
pecado original, la Mente Divina
tendría una buena razón para
juzgarlo, pero la mente del infante
quedaría en una perfecta
incógnita en cuanto a la razón de
su sufrimiento. Bajo tales
circunstancias, estaría consciente
del sufrimiento, pero no tendría
entendimiento acerca de la razón
de su sufrimiento. No podría
comunicarle a su prójimo, ni podría
explicarse a sí mismo el porqué de
tan terrible aflicción. Por lo tanto,
todo el significado, la importancia
de su sufrimiento, y la esencia
misma del castigo estarían
ausentes siendo que son un enigma
consciente; y la justicia, entonces,
quedaría decepcionada de su
vindicación. Tal infante podría
sentir que está en el infierno, pero
no podría explicar a su propia
conciencia la razón de estar allí. ”


6. Nosotros tenemos lo que pareciera ser una clara evidencia bíblica de que al
menos algunos bebés son regenerados en el vientre, y si ellos hubiesen muerto
durante su niñez, hubieran sido salvos. Esto proporciona al menos una base
teórica para examinar si lo mismo pudiera ser cierto para todos los niños que
mueren en la infancia. Como Ronald Nash señala: “Si este tipo de cosas sucede,
aunque sea una vez, ciertamente pudiera ocurrir en otros casos”. Textos que
apoyan esta teoría incluyen Jeremías 1:5 y Lucas 1:15.
7. Algunos han apelado a Mateo 19:13-15 (también a Marcos 10:13-16; Lucas 18:
15-17) donde Jesús declara: “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo
impidan, porque de ellos es el reino de los cielos”. ¿Está Él diciendo
simplemente que si uno desea ser salvo, uno debe ser tan confiado como un
niño (es decir, carente de escepticismo y arrogancia)? En otras palabras, ¿está
Jesús simplemente describiendo el tipo de personas que entran en el reino?
O ¿está diciendo que estos mismos niños han sido beneficiarios de su gracia
salvadora? Si esto último fuera cierto, entonces Jesús estaría implicando que
sabía que esos niños que estaba recibiendo morirían durante su infancia. ¿Es
eso creíble?

8. Permítanme concluir con un argumento que es totalmente subjetivo, y por lo


tanto, el valor de su evidencia es cuestionable. Dada nuestra comprensión del
carácter de Dios como se presenta en las Escrituras, ¿te parece que Él es el tipo
de Dios que condenaría eternamente a los niños basado solamente en la
transgresión de Adán? De nuevo, esto es una pregunta subjetiva (y tal vez
hasta sentimental). No obstante, merece una respuesta.

Yo solo puedo hablar por mí mismo, pero el primero, tercero, cuarto, quinto, y
octavo punto me parecen que son lo suficientemente convincentes. Por lo
tanto, yo creo en la salvación de los que mueren en la infancia. Afirmo su
salvación. Pero no porque sean inocentes ni porque sean merecedores del
perdón, sino solo porque Dios soberanamente los ha escogido para darles vida
eterna, regenerar sus almas, y otorgarles los beneficios de la salvación por
medio de la sangre de Cristo, aun sin una fe consciente.

Nota del editor: Este artículo ha sido adaptado y abreviado de Tough Topics:
Biblical Answers to 25 Challenging Questions [“Temas difíciles: Respuestas
bíblicas a 25 preguntas provocadoras”] (Crossway, 2013).

PUBLICADO ORIGINALMENTE EN THE GOSPEL COALITION


(HTTP://WWW.THEGOSPELCOALITION.ORG/ARTICLE/DO-ALL-
INFANTS-GO-TO-HEAVEN). TRADUCIDO POR ANDREINA LOPEZ

Sam Storms es el pastor principal de predicación y visión en la Iglesia


Bridgeway, en Oklahoma City, Oklahoma.

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CIELO • NIÑOS • PREGUNTAS DIFÍCILES • SALVACIÓN

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