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Introducción

El tedio es un estado de ánimo que se da con frecuencia en la infancia. Lejos de socorrer de

forma inmediata la inquietud que genera en los más pequeños los expertos dicen que es

necesario para favorecer la imaginación y la creatividad.

El tedio es un estado de ánimo natural que según numerosos expertos estimula la creatividad y

la imaginación.La familia debe actuar como guía, evitando organizar el juego o los momentos

libres de los menores, para favorecer su autonomía.

Los niños de hoy van al colegio, practican algún deporte, acuden a clase de idiomas, tocan

algún instrumento, ven la televisión, juegan con otros pequeños o con la consola... Pero las

actividades del día finalizan, los amigos se marchan a su casa y llega el momento de apagar la

televisión. Es entonces cuando el niño no tiene claro qué hacer con ese tiempo libre y entona

la temida frase: 'me aburro'. Por esa esa razón este ensayo trata de esa palabra ¿el

aburrimiento en los niños es bueno o malo? Veremos que estudios dicen lo contrario y de qué

manera es enriquecedor para todos que el niño se aburra.

Ahora los padres creen que deben ser hacedores de diversión y no es así.
«PAPÁ, MAMÁ: ¡ME ABURRO!»

Esta frase, normalmente emitida en tono quejumbroso, es un clásico de la infancia. Que

levante la mano aquel que no la haya pronunciado o escuchado alguna vez.

La diferencia, sin embargo, es que en el siglo XX, cuando una criatura manifestaba en voz alta

su aburrimiento, las respuestas más corrientes por parte de sus padres podían oscilar entre la

más completa indiferencia, un vago «ya encontrarás algo que hacer» e incluso, una frase-tipo

tan contundente como: «barré o busca algo que hacer acá en la casa que debes ayudarme».

Independientemente del grado de intensidad de la respuesta, lo cierto es que, hasta no hace

demasiado, el que un niño se aburriera no azoraba a sus padres. Hasta no hace demasiado, el

ser padres implicaba muchas cosas (como criar hijos sanos y, a ser posible, con estudios), pero

no conllevaba el ejercer de animadores de las existencias de sus críos, para así evitarles a toda

costa el fantasma del aburrimiento.

Hoy, las cosas han cambiado rotundamente. En una sociedad hiperactiva, en la que el no tener

tiempo —el “ir de cabeza”—, se ha convertido en un símbolo de estatus, el aburrimiento es un

sinónimo de fracaso. Y para los bienintencionados progenitores del siglo XXI, el que un

descendiente pronuncie las palabras «me aburro» equivale a un fallo como padres.

Una de las derivadas de la hiperpaternidad —el modelo de crianza en boga en las clases

medias y altas de Occidente, completamente centrado en el niño—, es que hace responsables

a los padres del entretenimiento de los hijos. Además de ser secretarios, chóferes,

guardaespaldas, mayordomos y managers, los hiperpadres también han de ser los animadores

lúdico-culturales de la prole. Ello significa dotarles del mayor número de estímulos posibles a

fin de que, ni durante unos minutos siquiera, el aburrimiento los invada.

Para evitarlo existen muchas opciones: de las socorridísimas pantallas en todas sus variables, a

las costosas experiencias mágicas que los hijos han de vivir sí o sí, pasando por la inacabable

oferta de extraescolares y actividades en familia que inundan un mercado cada vez más
floreciente. Esta hiperactividad no solo está extenuando a padres e hijos, está asimismo

arrasando con la capacidad de asombro infantil y creando criaturas dependientes de sus

progenitores para algo tan clave como es su capacidad para entretenerse.

Aburrirse, como explica la doctora Sandi Mann: “Es un arma de doble filo”. Esta psicóloga

inglesa lleva quince años estudiando el aburrimiento y considera que de él han surgido tantas

cosas negativas como positivas. Para Mann, autora de El arte de saber aburrirse (Plataforma

Activa), el aburrimiento ha jugado un papel clave en la historia de la humanidad. Ha sido tanto

el desencadenante de guerras como de invenciones que han cambiado el mundo. Y es que,

dependiendo de cómo se enfoque, el aburrimiento puede ser tanto un acicate para hartarse

de chocolate o enzarzarse en una pelea, como para ponerse a escribir un poema o empezar a

reflexionar sobre la existencia. El aburrimiento, concluye Mann, es una emoción y, como tal,

debemos de identificarla y saber cómo gestionarla. Hacerlo, asegura, puede ser muy

beneficioso; en especial para nuestros hiperestimulados hijos, cuyo umbral de tolerancia al

aburrimiento y su capacidad de atención son cada vez más bajos.

El primer síntoma del aburrimiento es el malestar. Quejas, protestas, mal humor, resoplidos,

enfados, incluso lloros son las manifestaciones más habituales de la inquietud que les produce

el tedio. Es el momento en el que suenan las alarmas para los progenitores que hacen piruetas

para proporcionar mil y una distracciones que 'liberen' a sus hijos de ese estado lo más rápido

posible. Sin embargo, según numerosos especialistas puede ser beneficioso y una experiencia

enriquecedora.

MOMENTOS PARA TODO

En 2007 un estudio realizado por la Universidad de Educación y Aprendizaje Permanente de

East Anglia (Reino Unido) indicaba que el aburrimiento no es algo malo sino, por el contrario,

incentiva la capacidad creativa de los más pequeños para alcanzar un desarrollo más

completo. Teresa Belton, una de los artífices del informe, aseguraba que "los niños necesitan
tiempo para no hacer nada" y que "las expectativas culturales de que los menores deban estar

siempre activos podrían obstaculizar su imaginación".

De la misma manera se expresa la psicóloga infantil Silvia Álava. "Quizá el principal problema

es que no les damos la oportunidad de tener momentos de soledad. Salen del colegio y acuden

volando a alguna actividad, luego a otra... Todo está organizado por los adultos y no se les da

mucha oportunidad de entretenerse solos".

En la sociedad actual, donde el ritmo hiperactivo y la máxima productividad imperan, el

tiempo es una dimensión muy valorada. El resultado son niños súper estimulados que no

saben en qué invertir el tiempo no planificado. "Al tener tantas actividades, además del

horario del colegio, cuando tienen tiempo libre no saben gestionarlo, para ellos es un bien

escaso. Están acostumbrados a tener la agenda muy planificada y cuando tienen huecos libres

no saben cómo ocuparlos", afirma el equipo directivo del colegio Patrocinio de San José de

Madrid.

Las nuevas tecnologías han contribuido a que los niños pasen más tiempo concentrados ante

las pantallas y que los momentos dedicados a otros juegos que estimulan más la creatividad

vayan a menos. "Son estímulos visuales y auditivos muy cómodos. No hay que demonizar las

pantallas pero sí hay que buscar ratos libres para que el niño esté solo y él mismo pueda dirigir

su acción", dice la psicóloga.

ESTADO DE ÁNIMO NATURAL

El aburrimiento ante todo es una sensación muy normal en los menores y forma parte de la

infancia. ¿Quién no ha sentido alguna vez durante su niñez el tedio? Incluso, en algunas

ocasiones, este estado es preciso. "Los psicólogos insistimos en que debemos dejar que los

niños se aburran. No tenemos que dirigir todo el tiempo su conducta para que ellos

desarrollen sus propias ideas", asegura Álava.

En buena parte de los casos el afán por satisfacer y suministrar diversión a los hijos de manera

inmediata está ocasionado por "el sentimiento de culpa de los padres por estar mucho tiempo
trabajando, o por disponer de pocos momentos para estar con ellos", comenta la especialista.

Pero el principal inconveniente del 'síndrome de los padres ausentes' tiene como consecuencia

inmediata "que los progenitores se conviertan en auténticos monitores de tiempo libre. Es

importante perder el miedo a que el niño se aburra", insiste. El problema se agrava cuando las

actividades planificadas repercuten en el bolsillo y, más aún, en época de crisis. "En ocasiones

se asocia el ocio con gastar dinero y los planes sólo se centran en acudir a un centro comercial,

al burger, al cine, etc... Existen cientos de cosas que se pueden hacer utilizando la imaginación

del niño", concluye.

El equipo docente del colegio Vizcaya, de la misma provincia, considera que "no solo

promueve la creatividad, sino que representa un descanso necesario para la mente, que al

desconectarse de las tareas cotidianas puede dedicarse a la resolución de otros problemas". Y

afirma que "es en ese momento cuando el cerebro aprovecha para soñar despierto, pensar en

cómo resolver un problema que parecía no tener solución o planificar situaciones futuras".

LAS PAUTAS ADECUADAS

El niño necesita además aprender que puede luchar contra el tedio él mismo. Para ello "la

familia y el colegio deben fomentar un entorno adecuado", cuenta Coral Regí, directora y

profesora de Biología en la escuela Virolai de Barcelona. "No debemos dirigir ese juego cuando

los niños tienen tiempo libre, pero sí podemos crear un entorno que propicie la posibilidad de

pensar, acercándoles a la lectura o poniéndoles en la pista para que inventen su propio juego",

manifiesta. Se trata de "darles pautas para que ellos descubran qué pueden hacer, y no de

resolverles y planificarles ese tiempo. Si estamos apoltronados en el sofá con el móvil en la

mano todo el día, el niño tomará ese modelo", continúa.

Amelia Baena, directora de contenidos del blog del Club de malas madres comparte esta idea.

"A veces, cuando mi buen hijo no sabe ya a lo que jugar, y requiere mi atención, le dejo y me

sorprende haciendo cualquier cosa para entretenerse. Su afición es imitarnos en aquello que

hacemos".
Buscar una adecuada combinación de periodos de actividades con los de inactividad

favorecerá además, la autonomía e independencia, la resistencia a la frustración, la resolución

de problemas y la motivación. Para ello, los expertos recomiendan que los padres actúen como

orientadores, evitando organizarles los juegos y decirles qué, cómo y con qué pueden

divertirse. "La familia debe hacer de guía del niño, aportándole retos que estén a su nivel, en

vez de ofrecer todo marcado", expresa Amparo Laliga, responsable de Innovación de los

Centros Escolares de Grupo Sorolla. De esta forma el niño podrá decantarse libremente por

una opción y generar sus propias ideas.

Que se puede lograr cuando el niño para de decir estoy aburrido:

 Juegos educativos para el tiempo libre a coste mínimo

 Pasión por la lectura. Leer es uno de los mejores hábitos y recursos que se puede

aportar a un niño. Además de un gran entretenimiento, la literatura es una excelente

forma de potenciar su imaginación a través de historias increíbles, mundos fantásticos,

personajes de cuento...

 Actividades al aire libre. Un día en el campo, tardes de parque, fútbol en la plaza, de

paseo por el barrio... El director del colegio Buen Pastor de Sevilla, Joaquín Egea, incide

en los beneficios socializadores y de conocimiento del medio que proporciona a los

niños el tiempo de juego al aire libre. "El aburrimiento en casa termina en la televisión

o la consola", expresa.

Situaciones imaginarias. El pequeño de la casa es el pirata más temido de los océanos y su

habitación es su preciado velero repleto de tesoros... Los juegos de roles no sólo fomentan la

creatividad sino que permiten un gran aprendizaje para los pequeños, que establecen

relaciones en las que están presentes el cumplimiento de las acciones propias de ese papel.

Hay cientos: animal, papá y mamá, doctor, profesor, policía, bombero...

Beneficios de los juegos de mesa. El parchís, el dominó, el monopoly o el tragabolas, entre

otros, son un clásico muy divertido sobre todo cuando se comparten con otros niños o la
familia. Además de horas de entretenimiento, contribuyen con el desarrollo de destrezas, les

enseña a esperar y respetar a los otros.

Los más tradicionales. El 'pilla pilla', el escondite o el escondite inglés, la peonza o las chapas

son algunos de esos juegos populares que les encantan. Entre sus beneficios, el desarrollo de

habilidades motoras, de estrategias...

Puzles. De sus dibujos animados favoritos, de superhéroes, el coche del momento o un paisaje

de ensueño... Muy coloridos y de muchas o pocas piezas. Existen puzles de todo tipo para

complacer sus gustos y desarrollar sus habilidades espaciales.

Manualidades. Desde cortar y pegar a perder el miedo a mancharse con las témperas o

reconocer texturas de alimentos sólo empleando el sentido del tacto... Adoran hacer

manualidades y a la vez adquieren conceptos artísticos, promueve el pensamiento original,

desarrolla la motricidad fina, etc.

Aprendiendo a jugar solos. Iniciar una actividad con el niño, darle un par de pistas u opciones

para que él pueda continuar y después alejarse contribuirá a aumentar su autonomía y su

capacidad de creación. Cuando concluya con el juego, recuerda el refuerzo positivo -'qué bien

lo has hecho', 'muy bonito', etc.- , para mejorar su autoestima.


Conclusión

En definitiva, el tedio no sólo es un estado de ánimo sino también una forma de encontrarse

con uno mismo. Por ello es imprescindible aprender a aburrirse para lograr "estar bien con

nosotros mismos a lo largo de nuestra vida", busquemos que nuestros niños sean creativos e

imaginativos no ser sus creadores de entretenimientos

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