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INTRODUCCIÓN

La llegada de los españoles a la América de esa época constituyó en un cambio


muy notable para los indígenas de la zona. Aunque muchos europeos murieron a causa
de aventurarse hacia nuevas tierras como Solís, Alejo García entre otros. También hay
que destacar sus intenciones no solo de colonizar sino también de encontrar metales
preciosos.

Varios adelantados llegaron a América, se formó una gobernación denominada


La Gobernación del Río de la Plata, teniendo como primer gobernador a Don Pedro de
Mendoza. De ahí se fueron fundando varias ciudades entre ellas la capital del gigante
de las indias, Asunción. Su área urbana estaba políticamente estructurada como
veremos más adelante.

La vida social, cultural y económica de los pueblos que ya vivían aquí y también
de los que acababan de llegar dio un giro muy importante, se difundió la cultura
guaranítica entre los Europeos, así como también la cultura Europea entre los
guaraníes.

Los religiosos trajeron consigo el arte y la arquitectura que marcó la historia


hasta los días de hoy.

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RESEÑA HISTÓRICA

El 8 de octubre de 1515 Juan Díaz de Solís (1470-1516) salió del puerto de


Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, al mando de tres carabelas y setenta tripulantes, y se
dirigió hacia el sur del continente americano.

Después de algunos importantes acontecimientos, como la muerte de muchos


tripulantes, los que sobrevivieron quedaron a vivir con los nativos que los acogieron.
En el trascurso de los años que los europeos estuvieron viviendo con los hospitalarios
indígenas, incluso aprendieron el idioma de los nativos, escucharon frecuentemente
algunas relaciones que éstos hacían sobre la existencia de una tierra fabulosa, donde
abundaban el oro y la plata; llamaban a estas regiones la “tierra de los caracaraes”,
que –decían– estaban bajo el dominio de un Rey Blanco. Los territorios a los que se
referían los nativos no tenían, en realidad, nada mitológico, puesto que se trataba
nada menos que el imperio de los Incas.

Alejo García, descubridor de Paraguay

Entre los supervivientes de la fracasada expedición de Solís y huésped de los


guaraníes se hallaba un portugués, natural del Alentejo, llamado Alejo García, quien
tomó muy en serio los relatos y concibió la idea, no menos fantástica, de marchar
hacia los territorios donde estaban aquellas riquezas. Un tiempo después, García logró
persuadir a varios de sus compañeros y con ayuda de dos mil indígenas aliados se
lanzó a la búsqueda de las citadas comarcas.

La expedición partió a principios de 1524 del puerto brasileño de Patos (Río


Grande del Sur) en dirección noroeste y luego atravesó el actual estado de Santa
Catalina hasta llegar al río Paraná. Lo cruzó a la altura del afluente del Monday, (según
el historiador Efraín Cardozo). Fueron recibidos por indios guaraníes que lo atendieron
pacíficamente. Allí el grupo reclutó un pequeño ejército de dos mil indios guaraníes
locales como refuerzo para invadir las tierras prometedoras. Atravesaron el Paraguay
por la ruta que más tarde sería cruzado por Cabeza de Vaca. Desde allí, los
expedicionarios cruzaron a la otra orilla y se internaron en las desconocidas regiones
del “Guarán”. Así pues correspondió a García –quien, para algunos, fue más bien un
aventurero obsesionado por la fiebre del oro– el honor de descubrir Paraguay por
tierra.

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Sin percatarse de tal hazaña, García siguió con su gente la ardua marcha por las
inexploradas planicies chaqueñas, allí se enfrentaron a varios obstáculos como la
sequedad, diluvios y las tribus chaqueñas indias sumamente peligrosas pero no tanto
como los indios guaraníes caníbales que acompañaban a García. Hasta que, luego de
padecer mil penurias, logró llegar a las estribaciones andinas y a los territorios de
Chuquisaca. Ya en esta comarca, y al no hallar ningún metal precioso sin propietario,
los aventureros se dedicaron al pillaje de las pacíficas poblaciones indígenas. Tras
capturar un botín de ropas, vasijas y otros valores metálicos de plata y oro, los
expedicionarios retornaron por Paraguay, donde García decidió permanecer un tiempo
para preparar otras incursiones a las regiones recién conquistadas. Durante ese ínterin
envió, junto con un grupo de indígenas, una muestra de los tesoros capturados a sus
compañeros de naufragio que habían permanecido con los nativos que los acogieron.
Pero la carrera de la fortuna no duró demasiado tiempo para García: a mediados de
1525, él y sus compañeros fueron muertos por sus aliados guaraníes cerca de la actual
San Pedro de Ycuamandyyú sobre el río Paraguay, respetando la vida de su hijo, el
primer mestizo paraguayo.

Entre los haberes de Alejo García se encuentra, además de ser el primer


europeo en llegar a tierras de Paraguay, luego de una fabulosa travesía por tierra, el
haberse adelantado en algunos años a otro conquistador, Francisco Pizarro (1478-
1541), en conseguir adentrarse por el sur en el dominio de los incas. Los objetos
preciosos que pudo hacer llegar a sus compañeros se convirtieron, con su atractivo de
mayores tesoros, en una de las principales razones para impulsar el proceso de la
Conquista en esta región del continente sur.

La fundación de Asunción

Algunos bergantines al mando del Capitán Juan de Salazar de Espinosa luego de


navegar los ríos Paraguay y Paraná, llegaron en una laguna denominada después "La
Frontera" prosiguiendo aguas arriba hasta las altas barrancas que dominaban la ribera
del río, en tierras de los caciques "Cupiratí" y "Caracará", y allí desembarcaron,
comunicándose por medio de los intérpretes o "lenguas" con los autóctonos.

Los intérpretes no necesitaban largas explicaciones para entenderse con los


indios; la parcialidad del cacique "Caracara", llenó de provisiones sus bergantines con
batata, maíz, mandioca, carne de venados, chanchos silvestres, poroto, maní, chicha,
etc.

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Salazar de agradecimiento les prometió fundar un fuerte a su que regreso.

Luego volvieron al "Paraje de la Frontera" a fin de efectuar la fundación


prometida

Esta fundación tuvo lugar el 15 de agosto de 1537, y la ciudad fue denominada


"Nuestra Señora de la Asunción". Lamentablemente, el incendio de 1543 (que
destruyó las tres cuartas partes de la ciudad), quemó el edificio del Archivo,
desapareciendo con el fuego el Acta de Fundación.

Política económica y social - Ideología

En cada expedición conquistadora que llegó a América, al Río de la Plata y al


Paraguay, deben reconocerse necesariamente al menos tres diferentes tipos de
móviles e intereses, a veces concordantes, a veces divergentes. En primer lugar, los
que impulsaban al estado español, buscando afianzar su posición de potencia marítima
y metropolitana en relación con sus flamantes colonias ultramarinas (asegurándose la
importación de ciertos productos básicos, metales preciosos, tributos, etcétera); por
otra parte, los de los propios jefes y capitanes de cada empresa, tratando de lograr sus
famosas "mercedes", feudales (beneficios pecuniarios y nobiliarios) y, en tercer
término, pero no menos importante, las propias aspiraciones de la masa
conquistadora enrolada en las armadas también ansiosa de obtener sus particulares
intereses, riquezas y, acaso, el olvido de un pasado indecoroso o punible en su país de
origen.

Al fin de cuentas, fue esta última, la masa de los intrépidos tripulantes llegados a
tierra americana la que contó en su poblamiento definitivo y, en el caso del Paraguay,
la que protagonizó el trascendental proceso de mestizaje, base y sustancia de la
conformación social nacional.

Una vez asentados en Asunción los pocos conquistadores de las primeras


expediciones originadas en la armada de Pedro de Mendoza, y los pocos más que se
irían sumando después, la fiebre del oro y la plata invadió a todos ellos por igual y a su
ansiosa búsqueda destinaron gran parte de sus primeros afanes y trajines por estos
territorios. Sin embargo, frustrada definitivamente la ilusión del enriquecimiento
áureo, fácil y expeditivo en apariencia, un destino más simple, más duro, laborioso y
duradero, terminó por imponérseles obligándoles a sentar las bases de una economía
bien característica.

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En 1541, a escasos años de la fundación de Asunción, se creaba el Cabildo,
institución básica del sistema político-comunal español. La Colonia hispano-paraguaya,
comenzaba un lento pero irreversible proceso histórico de organización interna.

Dos formas básicas de organización económica encontraron los españoles a su


llegada al territorio paraguayo. Ambas, en diferentes medidas y en diverso grado,
afectarían al posterior desarrollo histórico-económico de la Provincia del Paraguay.

Habría que agregar, aún, el propio modelo socio-económico hispano, el que llegó
con los conquistadores en sus carabelas, pues de la amalgama entre éste y una de las
formas de organización económica pre-existente en el suelo paraguayo, habría de
surgir lo que podemos denominar la economía de la colonia en el Paraguay

En la Región Oriental del Paraguay, específicamente en la cuenca oriental de


este río, se hallaron los conquistadores con los pueblos guaraníes caracterizados por
una cultura pre-civilizada, típicamente neolítica: cultivadores rudimentarios, con
pequeñas parcelas donde practicaban la roza y el cultivo intensivo de algunas pocas
especies básicas (mandioca, maíz, calabazas, porotos), hasta agotar la fecundidad del
suelo, lo que les obligaba a sucesivos desplazamientos de corto alcance buscando
nuevas sementeras.

Eran, pues, pueblos semi-sedentarios, en el sentido de que se establecían en


forma relativamente estable y su movilidad no constituía un nomadismo permanente
sino sólo una suerte de rotación poblacional, en torno a nuevos suelos, una vez que el
recurso tierra se volvía insuficientemente fértil; mientras los cultivos producían, se
asentaban en aldeamientos más o menos numerosos compuestos de una, dos y hasta
cuatro grandes casas comunales multifamiliares.

Formaban un conjunto de nucleaciones de diferente localización regional que


cubría toda la Región Oriental del Paraguay, llegando hasta Mato Grosso y el actual
Estado brasileño de Paraná, la costa Atlántica brasileña y el delta del estuario
rioplatense. Estas unidades regionales eran, sin embargo, independientes entre sí y,
aun cuando compartían todas el mismo sistema de organización y producción
económica, se mantenían celosamente autónomas.

Se trataba, desde luego, de una agricultura puramente consuntiva o subsistencial


que era complementada con la caza y la pesca, proveedoras de algunas pocas
proteínas de origen animal para su dieta alimenticia.

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Con todo, la economía y la sociedad guaraní, habrían de significar un poderoso
factor de arraigo del conquistador español en suelo paraguayo.

En contraste, toda la Región Occidental estaba poblada por numerosas tribus de


diferentes familias lingüísticas, pero pertenecientes todas al modelo de cultura
paleolítica, con una estricta economía de caza, recolección y pesca. El enorme Chaco
paraguayo era el escenario de las incontenibles correrías de estos pueblos
genuinamente nómadas, que basaban su sustento en la recolección de frutos silvestres
y en especializados sistemas de caza y pesca.

La diferenciación regional entre estas dos grandes áreas del territorio paraguayo
estaba así marcada, desde los propios inicios de la conquista; por formas de
organización económica y social fundamentalmente contrapuestas.

Es más: la mayor parte de los grupos tribales paleolíticos chaqueños, sobre todo
algunos que se desplazaban muy cercanos a la costa occidental del río Paraguay (como
los guaycurúes) o que, incluso, practicaban un habilidoso y activo desplazamiento
fluvial por medio de canoas a lo largo de este río (como era el caso de los payaguáes),
sostenían con los pueblos guaraníes de la orilla oriental un secular enfrentamiento,
sometiendo a estos últimos a permanente asedio, saqueos y violencia y buscando
proveerse de los productos de una práctica económica que no cabía en su universo
social y cultural: la agricultura.

Esta situación era particularmente patente en la región actualmente asuncena,


comarca originalmente poblada por los carios-guaraníes, en constante lucha defensiva
contra los pueblos chaqueños y, muy particularmente, contra los recién mencionados
guaycurúes y payaguáes.

En esta circunstancia encuentra su explicación, en gran parte, el que los españoles


fijaran su primer asiento estable en el territorio asunceno, pues con sus pobladores
nativos cario-guaraníes pudieron entablar, de inmediato, una forma especial de
alianza, familiarizados ambos pueblos con la economía de base agrícola y ligados de
inmediato por recíprocos intereses socio-culturales.

Los guaraníes, en efecto, se sintieron particularmente atraídos por elementos


básicos de la cultura hispana: el metal (sobre todo herramientas aptas para una mayor
productividad, como el caso de las célebres "cuñas" o hachas de hierro), el arma de
fuego, el caballo y, en fin la especial potencia combativa del recién llegado con su
característico equipamiento material.

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La notable significación del instrumental de hierro para los guaraníes, es
claramente percibida y expresada por Juan Francisco Aguirre, marino de la Armada
Española que, de su estadía en el Paraguay hacia fines del siglo XVIII, señala
certeramente en su Discurso Histórico, analizando los factores fundamentales del
contacto hispano-guaraní, la extraordinaria importancia que para este último tuvo el
hierro. "Acaso el oro ni la plata que buscaron los españoles -se pregunta Aguirre-,
equivalía al inmenso bien y superior utilidad física y sensible que producía el hierro que
empezaron a conocer los indios con tanta admiración?". Y agrega aún: "Pero podrá
contrapesarse con un monte de oro el inmenso afán que ahorró a los indios un par de
tijeras, un cuchillo y una cuña?".

Se trataba, sin duda, de un verdadero impacto cultural, de la irrupción súbita de la


cultura del hierro en una sociedad neolítica, de agrupaciones regionales dispersas, de
cultivadores rudimentarios con la sencilla tecnología del simple palo cavador y del
hacha de piedra pulida.

Por su parte, la efectividad bélica de la caballería y del arma de fuego españoles,


significaron una interesante expectativa para los guaraníes en su tradicional
enfrentamiento con las tribus enemigas del Chaco.

Los españoles, por su lado, comprendieron enseguida la importancia decisiva de


una alianza con los guaraníes de la costa oriental del río Paraguay: ellos representaban
una segura retaguardia logística, una sólida base de apoyo económico para la provisión
de bastimentos, además de las dotaciones de hombres guerreros que aportaban para
la etapa inicial y más ardua de la conquista y, posteriormente, para las primeras
acciones ya más estables y proyectivas de la colonización.

Además, basados en su peculiar sistema de vinculación social, a través del


parentesco político, los guaraníes les proveyeron también, por la vía del "cuñadazgo",
de otro elemento de capital importancia para la empresa conquistadora y colonizadora
en su fase inicial: mujeres, para afianzar el poblamiento.

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El ya citado Aguirre ofrece, nuevamente, un comentario irrebatible respecto del
papel trascendental de los guaraníes en el proceso de plasmación histórica de la
economía y de la sociedad colonial paraguaya, al rememorar que los capitanes de la
Armada de Pedro de Mendoza buscaron infructuosamente sitios seguros para
establecerse y que, "al fin, para consuelo de sus trabajos, hallaron en la Provincia del
Paraguay a los indios de generación cario, más adelantados en un chacareo de maíz,
porotos, mandioca y otras legumbres, y en el país abundantes las frutas silvestres y
otros recursos esenciales para los primeros establecimientos". Los cario-guaraníes son
los que "en la Asunción recibieron a los españoles, quienes con su amistad aseguraron
la dominación de los soberanos de Castilla sobre estas regiones... y quienes se
complacían en darles sus hijas y emparentar con ellos, por lo que recíprocamente se
llamaban con la expresión de cuñados".

Nació así una verdadera alianza social basada en lazos de parentesco político, por
la unión del hombre español con la mujer guaraní, de la cual aspiraban los guaraníes
obtener el beneficio de una o de tantas campañas como fueran precisas para
exterminar al temido y odiado enemigo chaqueño.

Esta alianza se vio reforzada por el propio interés de los españoles en llevar
adelante estas expediciones que, más que dirigidas a complacer al aliado nativo, se
encaminaban a afianzar la conquista y -sobre todo- a ampliar su dominio hasta el
mismo Perú desde donde relumbraba el atractivo de las minas de oro y plata.

Este sueño duró poco: lo suficiente como para que, en sucesivas y laboriosas
jornadas de los hispano-asuncenos cruzando el Chaco hacia las serranías andinas, se
constatara que ya otros osados conquistadores se habían posesionado de los
yacimientos que aquéllos ambicionaban. Con lo cual debieron arraigar definitivamente
en suelo paraguayo, trocando su expansivo ímpetu conquistador en intrépida acción
pobladora y colonizadora de estas tierras.

Y si bien la inicial alianza, amistad y parentesco con los guaraníes, se


transformaron paulatinamente en nuevos sistemas de relación marcados ya
irreversiblemente por las formas institucionales propias del régimen de explotación de
la colonización española, definitivamente trasplantadas al Paraguay, ese vínculo
original estaba destinado a perdurar en la progenie a cada rato renovada y reforzada
de los mestizos nacidos de la conjunción biológica hispano-guaraní.

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La población colonial se afianzó con el rápido surgimiento de los nuevos estratos
sociales criollo y mestizo, sin que fuera preciso el aniquilamiento masivo de sus etnias
progenitoras; las poblaciones española y guaraní propiamente tales, sin embargo,
declinaron progresivamente: aquélla porque paulatinamente disminuyó la afluencia de
nuevos pobladores peninsulares y la otra porque el impacto de las nuevas formas de
organización social y económica implantadas durante la colonia, la condenaron a un
lento pero inexorable ocaso biológico.

En efecto, luego de la llegada del primer contingente de españoles asentados en


Asunción, que no pasaban de tres centenares, la inmigración peninsular se volvió cada
vez más escasa. Estudiosos de este proceso histórico han señalado que, aparte de los
pobladores iníciales arribados con la Armada de Pedro de Mendoza, sólo llegaron
nuevos colonos europeos con Alvar Núñez Cabeza de Vaca, con Juan Ortíz de Zárate y
con algunas otras pocas flotas que recalaron en la Asunción del siglo XVI, cesando este
aporte poblacional casi definitivamente a partir de 1575.

Por su parte, los guaraníes de la cuenca del río Paraguay con quienes los
españoles establecieron sus contactos y vinculaciones más directas, amplias y
duraderas, cuando no quedaron sometidos al proceso de integración que se desarrolló
en la Colonia a través de las instituciones básicas, que estudiaremos en el siguiente
capítulo, sufrieron las consecuencias de enérgicas acciones punitivas que reprimieron
sucesivos intentos fallidos de rebelarse contra la dominación colonial, o se dispersaron
de sus originales hábitat regionales desintegrándose social y culturalmente y
conociendo de un paulatino decrecimiento demográfico.

Los guaraníes actualmente sobrevivientes, constituyen una ínfima minoría de las


grandes nucleaciones regionales que se encontraban en toda la Región Oriental del
Paraguay al inicio de la conquista y colonización española. Aún más, estos
sobrevivientes, según estudiosos y especialistas en la materia, descenderían de
aquellas nucleaciones tribales que, amparadas en la impenetrable cuenca selvática del
río Paraná, lograron mantenerse mucho menos expuestas al contacto inter-étnico con
los españoles.

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Por último, las tribus chaqueñas aportaron poco o nada a la formación socio-
económica y cultural de la colonia, como no fuera el sostenido asedio hostil a los
poblados hispanos e hispano-guaraníes, situación que se mantuvo hasta bien entrada
la época independiente del Paraguay. Por el contrario, varias de ellas tomaron de los
españoles algunos elementos culturales claves que no sirvieron sino para acrecentar su
nomadismo, su agresividad y su irreductible enemistad con los guaraníes neolíticos de
la Región Oriental, poniendo en zozobra a la propia población ya establecida en su
carácter colonizador en territorio paraguayo.

Tal, fue el caso de los guaycurúes que adoptaron el uso del caballo y provocaron,
durante casi dos siglos, un estado de permanente inseguridad en los poblados criollos,
mestizos y guaraníes de la Provincia del Paraguay, sumando a su economía, ya de por
sí improductiva de cazadores-recolectores-pescadores, nuevos elementos
depredatorios para el sistema económico-social de la colonia: el pillaje, la rapiña y la
piratería.

Contra éstos y otros grupos paleolíticos del Chaco, debió concentrarse gran parte
de los esfuerzos de la organización social y política colonial paraguaya en acciones
defensivas o punitivas que se extendieron hasta los propios gobiernos de Francia y
López, ya en pleno Paraguay independiente.

La declinación poblacional de estos grupos, sin embargo, fue también inexorable.


Sólo han quedado grupos aislados y dispersos cuya sobrevivencia ha sido más el
resultado de posteriores políticas de carácter indigenista, encuadradas ya en los
marcos de acción de la moderna organización del Estado paraguayo.

Los pueblos guaraníes que habitaban el Paraguay a la llegada de los españoles,


rindieron así su tributo histórico a la conformación de la sociedad nacional paraguaya
aportando los elementos básicos de su futura organización social y económica. Fueron
sus recursos naturales (tierra, selvas, yerbales, a falta de minas de oro y plata), su
rudimentaria tecnología agrícola, sus mujeres y sus propios brazos, los que se aunaron
al conquistador hispano para asegurar una nueva modalidad de poblamiento y una
nueva estructura económica y social al Paraguay que se incorporaba, desde entonces,
a la historia.

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POLÍTICA URBANÍSTICA

Luego de las fundaciones dadas, debió organizarse la ciudad; fue ahí que
surgieron los gobernadores elegidos por votaciones, esto podría darse gracias a la
aparición de la Cédula Real, creada en España que facultaba a los conquistadores a
asumir ciertos cargos de dirección.

La Corona promulgó la Real Cédula del 12 de septiembre de 1537 que facultó a


los conquistadores a designar gobernador por votación, luego de la muerte del primer
adelantado don Pedro de Mendoza, y en la presunción de que este no hubiera dejado
reemplazante.

Domingo Martínez de Irala, dejado por Ayolas como lugarteniente, tras la


muerte de este último, fue nombrado gobernador por la colonia y aceptado por el
emperador Carlos V.

Irala abandonó el Río de La Plata por los constantes ataques que los indios
hacían a Buenos Aires y decidió concentrarse en Asunción, donde se dio por organizar
La ciudad.

Asunción fue convertida en ciudad el 12 de septiembre de 1541 asumiendo la


capitalidad de la conquista. Durante su gobierno se trazaron calles, se estableció una
plaza, un templo, un cuartel, una casa para el asiento del Gobierno.

Sobre el modelo de los municipios castellanos fue creado el Cabildo en el


Paraguay, el 16 de septiembre de 1541, por Domingo Martínez de Irala y otros oficiales
reales.
Fue un órgano de gobierno muy importante y cumplió un papel de relevancia
en el gobierno de la ciudad, estaba constituido por 5 regidores y fueron nombrados
alcaldes Juan de Salazar y Gonzalo de Mendoza.

El Cabildo de Asunción se encargaba de percibir los impuestos, construcciones y


reparaciones de puentes y caminos, cuidado de la salud del pueblo, además ejerció
funciones de justicia y varia funciones políticas.

Tuvo también participación durante la Revolución Comunera.

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ÓRDENES RELIGIOSAS

Cuatro órdenes religiosas tenían asiento en el Paraguay colonial: franciscanos,


mercedarios, dominicos y jesuitas.
En la expedición de D. Pedro la Plata en 1536, habían viajado dos mercenarios,
Fray Juan de Salazar y Fray Juan de Almancia o Almazán y cuatro frailes jerónimos
orden esta última que no llegó a fundar convento en el Paraguay. Los primeros
franciscanos fueron Fray Bernaldo de Armenta y Fray Alonso Lebrón, venidos en 1338
en la carabela “Marañona”, de la cual desembarcaron en la costa del Brasil, y que en
1541 pasaron por tierra a Asunción, con el adelantado Cabeza de Vaca. Tomaron
ambos parte activa de las controversias de esa agitada época.
El primer Obispo que gobernó la diócesis paraguaya, Fray Pedro Fernández de
la Torre, franciscano, que llegó a su sede por abril de 1556, trajo consigo a varios
religiosos do San Francisco y de la Merced, los cuales de inmediato tomaron a su cargo
la tarea de convertir a los indios a la fe cristiana.
El establecimiento de los dominicos y jesuitas en el Patagua fue bastante
posterior y se produjo a comienzos del siglo XVII.
Estas órdenes, sumadas al clero secular, contribuyeron grandemente al desarrollo de
la vida religiosa y cultural. Sostuvieron iglesias, escuelas y reducciones, para la difusión
de su fe y de las nociones elementales del saber de su tiempo. Sus religiosos se
incorporaron a la vida paraguaya y en todas ellas fue grande la proporción de profesos
criollos y mestizos, que alcanzaron las más altas jerarquías en las respectivas
organizaciones locales.
Las dos figuras de mayor relieve de la difusión del cristianismo entre los indios
del Paraguay fueron el andaluz Fray Luís Bolaños (1550-1629), franciscano, y el P.
Roque González de Santa Cruz, jesuita- paraguayo, martirizado por los indios de Caaró
en 1628.

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Franciscanos

La Orden de San Francisco de Asís, aprobada en el año 1212 por el Papa


Inocencio III, revolucionó el mundo con su pobreza y sencillez evangélicas.

Su presencia en América fue la más numerosa y una de las más eficaces en la


evangelización de las nuevas tierras descubiertas por los europeos. Los franciscanos
llegaron al Paraguay en la segunda mitad del Siglo XVI y fueron de los que más gran
influencia ejercieron en la vida política y cultural.

El convento franciscana de Asunción era el más importante de la, ciudad sus


dimensiones, por el número de sus frailes y por la activa intervención de los mismos en
el quehacer cotidiano de la sociedad aquí asentada. Anejo, había un templo concurrido
por nutrida feligresía, de todo el sector Este de la capital.

Se dedicaban también los religiosos a la enseñanza de los niños y sostenían


cursos de gramática y artes para sus novicios, a los cuales podían concurrir los jóvenes
asunceños. Por otra parte, al intervenir en frecuentes controversias en defensa de la
causa comunera, contribuían a la formación ideológica de los paraguayos.

El franciscano Luís de Bolaños se destacó por crear la “reducciones”, que tan


famoso habrían de hacer después a los jesuitas. Concibió la idea de “reducir” a los
nómadas pobladores de la región en comunidades fijas y estables. Así fundaron una
extensa red de pueblos. No utilizaron violencia sino persuasión. Con humildad,
aprendiendo el idioma y comiendo los mismos frutos y la misma caza que los
guaraníes, se ganaron su confianza.

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En las reducciones se producía algodón, tabaco, yerba mate y otros rubros. El
adoctrinamiento en Guaraní fue posible a partir de los estudios Lingüísticos de Bolaños
la reducción a escritura de la lengua Guaraní, y traducción de oraciones y del
catecismo aprobado por el Concilio de Lima en 1583.

Los franciscanos entendieron también que el clima exigía construcciones


simples y prácticas, adoptado en su arquitectura un sistema de corredores laterales,
como espacio de transición entre el interior y el exterior, y como refugio de las lluvias y
del ardiente sol. Ese estilo está presente en el templo de Yaguarón, un sencillo edifico
en el que el exterior de maravillosas imágenes austero contrasta con profusión de
dorados. Muchos de los pueblos del Paraguay todavía mantiene el plano urbanístico de
las reducciones franciscanas con la iglesia aislada en la plaza y las tiras de casa., con
corredores externos e internos, en torno de ella

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MERCEDARIOS

La orden de la Merced, que en la España medieval se ‘había consagrado a la


redención de los cristianos cautivos de los musulmanes, también tuvo su casa, el
Convento Grande de San José, con Iglesia aneja, en Asunción. Los mercedarios no se
dedicaban de preferencia a la conversión de los indios, pero asistían a gran número de
negros, mulatos y zambos, descendientes de sus esclavos y de indios dándoles por los
gobernadores Ramírez de Velasco y Hernandarias. Dichos pardos habitaban en la
ranchería que rodeaba al convento en una chacra a tres leguas de la ciudad y en su
mayor parte, en a hacienda que la orden poseía en el valle de Areguá, donde una
capilla servía las necesidades del culto.

Los frailes de la Merced impartían enseñanza de las primeras letras y asistían


espiritualmente a las principales familias criollas, las cuales mostraban, notable
preferencia por ser sepultadas en templo.

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DOMINICOS

Hacia el año 1621 llegan a Asunción tres frailes dominicos y fundan el


convento de Santa Catalina Virgen y Mártir. Pertenecientes a una orden de
predicadores y teólogos eminentes los frailes de Santo Domingo se dedicaron a la
enseñanza y a la asistencia espiritual de la población urbana.

Comienzan a atender únicamente a la población española, porque los pocos


nativos que existen son atendidos por los Padres jesuitas y franciscanos. Los dominicos
han llegado con el obispo Fray Tomás de la Torre. Les ceden el templo de la Asunción,
y comienzan sus actividades apostólicas.

Inauguran, como es costumbre en la Orden, un pequeño colegio, donde se


enseñan las primeras letras. Este Colegio de Santo Domingo, andando el tiempo,
tendrá una importancia grande en el Paraguay.

En el año 1682 el convento de Santo Domingo contaba con catorce padres.


Pronto tienen abundancia de vocaciones, principalmente de los llamados "Mancebos
de la tierra", es decir, muchachos criollos. Se establece el Estudio General y noviciado
propio. Comienzan a otorgar títulos universitarios.

En 1653 se hacen cargo de la zona misional de Tabapy. Pusieron una capillita y


una Virgen del Rosario, "es pequeñita y se cree ser tan antigua como los dominicos".

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JESUÍTAS

A fines de 1607 fue erigida la Provincia independiente de la Compañía de Jesús


en el Paraguay, y su primer provincial fue el padre Diego Torres.

Todas las reducciones tenían una misma organización: la iglesia era levantada
en la parte media de uno de los lados del amplio terreno que ocupaba. Al lado de la
iglesia, la casa de los misioneros, y a continuación el colegio y los talleres; y al otro
lado, el cementerio. Las casa de los indios, generalmente, de piedra o paja y barro, con
amplios corredores, ocupaban los otros lados del terreno.

La principal ocupación era la agricultura: cultivaban maíz, legumbres, batata,


mandioca, caña de azúcar y otros. Una parte del producto era destinado al Tupã mba'e
(cosa de Dios) y la otra al Avá mba'e (cosa del indio), que los sacerdotes distribuían
entre las familias.

En todas las reducciones funcionaron escuelas de primera enseñanza, a los


varones se les enseñaba a leer, escribir y a hacer operaciones; a las niñas a leer,
escribir, hilar y a cocinar. El castellano se enseñaba para lograr la unidad lingüística. Los
sacerdotes hablaban perfectamente el guaraní, que utilizaban para comunicarse.

Las reducciones contaron con la primera imprenta fundada por los padres Juan
Bautista Neuman y José Serrano, quienes armaron una prensa, fundieron los tipos
necesarios y publicaron los primeros libros. Las impresiones se hicieron en Loreto, San
Javier y Santa María la Mayor.

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Se publicaron libros en guaraní sobre gramática, catecismo, manuales de
oraciones y hasta un diccionario. La música y el canto ocuparon un lugar destacado en
el proceso de aprendizaje.

El primer libro publicado fue el Martirologio Romano en el año 1700; más


adelante, el Flos Sactorum, del padre Rivadeneira en edición guaraní, y De la diferencia
entre lo temporal y lo eterno, del padre Juan Eusebio Nieremberg.

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ARQUITECTURA DE LA ÉPOCA

También en la evolución arquitectónica hubo mezcla y asimilación de


elementos culturales aportados por españoles y guaraníes. De por fuerza eran
utilizados los materiales proporcionados por el medio geográfico, sobre todo aquéllos
ya usados por los guaraníes para sus viviendas. Aunque las canteras de Tacumbú
podían proveer toda la piedra necesaria, ésta no fue explotada con fines de
construcción en casi toda la edad colonial prefiriéndose las abundantes maderas de la
selva para vigas y horcones, para el techo las hojas de palma o las pajas y para las
paredes la tierra apisonada contenida entre soportes de tacuaras.

El fuerte que construyó Salazar en 1537 no difería de los «ógas» de los


guaraníes a cuyo cargo corrió presumiblemente su erección, aunque el conquistador
Francisco de Villalta afirma que los españoles la levantaron con gran trabajo, llevando
«los palos a cuesta». Era una casa de madera con techo de paja rodeada de una
palizada.

En torno a la Casa Fuerte los españoles apeñuscaron sus casas, del mismo
estilo. En 1542 ocupaban los 600 conquistadores y sus agregados femeninos 250
viviendas. La comparación de estas cifras indica que el español adoptó, al comenzar la
Conquista, la costumbre guaraní de la casa colectiva que abrigaba a varias familias.

El gran incendio de 1543 modificó la estructura urbana. El adelantado Alvar


Núñez, para evitar nuevos incendios y dificultar la promiscuidad prohibió el
hacinamiento de las viviendas. Estas debieron ser construidas aisladas unas de otras,
con capacidad suficiente para el numeroso consorcio indígena adosado a cada
conquistador y con espacioso cercado de ybyrápemby. Alvar Núñez mandó edificar
para sí sobre la plaza mayor una casa a manera de fortaleza con torreones y artillería y
que sustituyó a la destruida Casa Fuerte.

Las primeras iglesias también fueron toscos ranchos de paja, tan


desmantelados y faltos de ornamento que uno de los primeros curas manifestó
carecer de capa para las procesiones. Cuando en 1556 llegó el primer obispo,
Fernández de la Torre, el gobernador bala mandó edificar la Iglesia Catedral, «hecha de
buena y bien labrada madera, las paredes de tapia bien gruesas y cubiertas de tejas
hecha de una dura palma», según refiere Ruy Díaz de Guzmán. Aparece pues un nuevo
material de construcción: las tejas de palma.

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Esta Catedral permaneció muchos años como el principal edificio de la ciudad
pero en 1603 estaba tan viejo y amenazaba ser llevada por los raudales que corroían
sus cimientos. Hernandarias decidió levantar una nueva que fuera uno de los más
«suntuosos, fuertes y galanos templos de madera que haya en estas partes», según
informó al Rey. Para animar a los vecinos, iba con ellos a cortar madera en los bosques,
siguiendo el ejemplo de bala. Las constantes ausencias de Hernandarias prolongaron la
construcción. Cuando hacia 1612 Fray Antonio Vázquez de Espinoza visitó Asunción
encontró que la Catedral, de tres naves y de madera urundey «es preciosísima y la
mejor que hay en todas las Indias» muy olorosa y de (madera) dura, está toda
curiosamente labrada y acabada».

Lo perecedero del material utilizado no aseguró muy larga vida a este edificio.
El gobernador Diez de Andino mandó levantar otro nuevo templo, inaugurado en 1689
y que duró hasta un siglo después en que fue restaurada y se construyó una nueva
fachada, por ser considerada la antigua edificación «una cavaña o galpón
despreciable» por el ingeniero Julio Ramón de César.

Aunque hacia 1574 ya se explotaban las canteras de Emboscada, lo fue


solamente para muelas de molinos y de barberos. Tampoco la cal que se descubrió en
esa zona tuvo aplicación en las construcciones. En su «Geografía y Descripción
Universal de las Indias desde el año 1571 al año 1574», Juan López de Velazco describe
así las casas: «Las casas son de tapia, que se hacen en ellas muy fuertes después de
secas, cubiertas de unos canales hechos de palmas, por tejas, que se hacen tan duras y
fuertes, que aunque se podrían hacer tejas (de tierra) las tienen por mejores». La única
modificación importante en la arquitectura primitiva fue pues la sustitución del techo
de paja por el de tejas de palmas partidas.

La herencia de la Colonia

La arquitectura entraba dentro de las características de una manifestación


eminentemente popular, con unos pocos edificios significativos tanto por su escala
como por el uso al que se destinaban. Así sobresalían la casa del gobernador y algunos
conventos y cuarteles, los cuales no han sobrevivido hasta nuestros tiempos, aunque
de algunos de ellos tenemos algún testimonio fotográfico (Ej. Casa del gobernador,
demolida a comienzos del siglo XX). De la arquitectura residencial de la época sí nos
quedan ejemplos, aunque escasos: la casa Viola (hoy museo de la ciudad dentro del
Centro Cultural Manzana de la Ribera), la llamada Casa de la Independencia, hoy
museo, que fuera originalmente residencia de la familia Martínez Sanz, y la casa
Castelví, también como parte del Centro Cultural Manzana de la Ribera.

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Características de la producción arquitectónica de ese periodo serán su carácter
ya comentado de popular: tecnologías simples (estructuras portantes de madera,
cerramientos de muros de estaqueo o adobe, aberturas sencillas), organizaciones
espaciales también muy simples, y una decidida vocación colectiva manifestada en las
galerías continuas que uniformizaban el paisaje “urbano” de la época. En dichas
galerías, de propiedad entre pública y privada, se desarrollaba la interacción social
entre los habitantes de las reducidas comunidades urbanas de la época.
La mayor parte de los templos de origen jesuítico ha perecido por la acción del
tiempo y por accidentes, y otros han sido gravemente despojados por coleccionistas y
anticuarios del Río de la Plata. Sin embargo, subsiste lo necesario como para tener una
idea aproximada de su magnitud e importancia artística, especialmente si se
consideran además las descripciones de la época.

Dichos edificios eran generalmente construidos sobre estructuras de horcones


de urundey, con paredes de adobe, vigas de lapacho tirantes de palmas y techumbre
de tejas. A veces, en lugar de adobe, se usaba piedra sin mortero Al costado, solía
haber un campanario montado sobre un armazón de postes y vigas descubiertos, que
en su parte superior tenía….una plataforma techada. Puertas, y rejas, artesanados y
retablos eran de madera labrada y tallada. Las iglesias de San Ignacio-Guazá y de Santa
Maria, destruidas a fines del siglo XVIII y sustituidas en los primeros años del XIX por
otras que también ya han desaparecido, y la Santa Rosa, consumida por un incendio en
1883, de la cual se conservan solamente un campanario de piedra y un baptisterio o
capilla que ha sufrido reformas, constituían muestras del referido estilo. Lo mismo
cabe decir de la de San Cosme y Damián, parte de la cual aún existe.

A mediados del siglo XVIII, los jesuitas acometieron la construcción de templos


monumentales, cambiando los horcones y el adobe por recios muros de piedra labrada
con pilastras, aberturas y hornacinas esculpidas. En 1767, al producirse su expulsión de
los dominios españoles, dejaron inconclusos los de Jesús de Trinidad, que todavía hoy,
pese a la acción de la naturaleza y a las depredaciones de los hombres, maravillan al
viajero. De la gran iglesia que en ese momento tenían en obra en Asunción, no subsiste
el menor rastro

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Los PP. Peragrassa, Ribera, Sepp y otros, y los hermanos Prímoli Brasanelli,
Harls y decenas más, actuaran de arquitectos, maestros de obras, tallistas y canteros.

En nuestro país, con frecuencia pretende verse arte jesuítico en todos los
vestigios coloniales de valar estético. Ello constituye un manifiesto error, ya que
mucho de lo referido debe atribuirse a los franciscanos o al clero secular y aun a
artistas y, artesanos seglares, traídos a veces del exterior para su ejecución.

Las manifestaciones mejor conservadas de la arquitectura no jesuítica son los


templos de Yaguarón y de Capiatá.

La magnífica iglesia de Yaguarón el más imponente y completo de los edificios


coloniales que se mantiene en pié, fue construida entre 1755 y 1772, merced a la
abnegación y al esfuerzo sostenido del Dr. Carlos Penayos de Castro, sacerdote
paraguayo de notable ilustración y de esclarecida ascendencia, que ejerció dicho
curato por espacio de casi cuarenta años. Constituye la más perfecta manifestación del
arte barroco en el Paraguay. La imaginería y el retablo del altar mayor, notables por su
belleza y nobles proporciones son obras de un tallista portugués. José de Sosa
Cavadas, contratado en Buenos Aires para el efecto. Para algunos altares adosados a
los muros de los costados, es posible que se hayan aprovechado elementos del templo
anterior, que era de fines del siglo XVI o de comienzos del XVII. Según parece, los
altares de las dos naves laterales fueron llevados, hacia 1850, a la entonces nueva
iglesia parroquial de Santísima Trinidad, sin que dicha sustitución reste imponencia al
conjunto. La sacristía también con un interesante artesonado de falsa bóveda y con
pinturas de la época de su construcción es de gran valor artístico. No menos notable
resulta el púlpito, ubicado en la nave principal. Igual concepto merece el presbiterio
del altar mayor.

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El templo de Capiatá, más pequeño y con su imaginería y tesoro bastante
disminuidos, es de la misma época y de similar escuela. Se supone que el maestro Sosa
Cavadas trabajó también aquí. La parte exterior del edilicio ha sido objeto de reformas,
El retablo del altar mayor de la iglesia parroquial de Valenzuela, claramente barroco y
del siglo XVIII, costeado por el P. Antonio Fernández de Valenzuela, acusa la influencia
de Sosa Cavadas.

Reviste similar interés, pese a las censurables alteraciones introducidas en su


crucero, la iglesia parroquial de Píribebuy.

Del arte franciscano, se conservó casi intacto hasta la última década el templo
de Caazapá, y en el de Itá, que es del siglo XIX, se han utilizado el retablo, las imágenes,
algunas alertas las rejas del edificio franciscano de 1698.

En otras iglesias campesinas, pueden percibirse vestigios coloniales en rejas,


puertas talladas, fragmentos de retablos o imágenes, o como en el caso del templo de
Ypané los tenían hasta hace pocos años.

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CULTURA DE LA ÉPOCA

Cultura: "el conjunto de las normas, valores, conocimientos y objetos


materiales creados y transmitidos por el hombre"

Al establecerse en sus nuevos dominios, los españoles divulgan las ciencias, las
letras y las artes de Occidente. En el continente americano, se leen y se editan libros.
Además y por especial recomendación de las autoridades metropolitanas, se estudia
física y humana del Nuevo Mundo.

La lengua española se convierte en el medio de comunicación universal de los


habitantes de toda América, constreñidos antes por el carácter local de sus idiomas y
dialectos precolombinos. Coadyuvan a una rápida evolución el uso del alfabeto latino y
la imprenta.

Excepcional es el caso del guaraní, única lengua indígena aceptada por


españoles, criollos y mestizos, aún después de integrado a la nueva sociedad el grupo
que la había utilizado como propia.

Desde 1551, funcionan dos universidades, la de San Marcos, en Lima, y la de


México, a las que luego se agregan otras, de las cuales nos interesa especialmente la
de Córdoba, fundada en 1613 por el paraguayo Fray Herrando de Trejo y Sanabria, por
haber sido la única ubicada en la Cuenca del Plata y a la que concurrieron de
preferencia los paraguayas. Establecidas principalmente para la formación del clero
americano, pronto agregaron a sus estudios los jurídicos y, algunas, ya en el siglo XVII,
las ciencias médicas. Teólogos, filósofos, juristas y médicos criollos, vinieron a
constituir el núcleo de la clase culta en cada ciudad indiana.

Los colegios, convictorios, conventos, seminarios, reducciones y otros


establecimientos religiosos, son también importantes centros de difusión cultural.

La escritura latina, la lengua española, la imprenta, las universidades y demás


centros de enseñanza, las casas de religión, los tribunales y los organismos
administrativos, sumados a la migración española, contribuyen todos a una acentuada
transformación cultural.

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Sociedad y cultura material de los guaraníes

El pueblo guaraní proviene del Amazona brasileño, y en su caminar en busca de


tierras se asentó una parte en el Paraguay, Misiones y el norte Litoraleño de
Corrientes; otro grupo migró a Bolivia y parte del noroeste Argentino, bajo el nombre
de Chiriguanos.

Los Guaraní eran de mediana estatura pero bien proporcionados. Su cabeza,


redonda; el rostro, casi circular; la nariz corta y un poco ancha; boca mediana con
labios finos; ojos pequeños y cabellos largos, rectos, gruesos y negros.

Generalmente estaban desnudos o apenas tapaban sus genitales con un


pequeño chiripá o taparrabos de tela, que envolvía la cintura y se desprendía hacia las
rodillas. En el invierno se colocaban sobre los hombros una capa corta hecha con pieles
de animales.

Las mujeres usaban una prenda mínima de corte triangular realizada con
plumas de ave denominada "tanga". Al llegar los españoles cambiaron la tanga por el
tipoy, túnica sin mangas, hecha de algodón, que cubría el cuerpo desde los hombros
hasta las rodillas. Se adornaban con plumas, pinturas y tatuajes, collares de semillas,
huesos, objetos de forma y materiales diversos, no usaban calzado.

El núcleo familiar era muy importante, razón por la cual construían casas muy
grandes en las que vivían cuñados, hijos, tíos, primos, abuelos, padres, etc.

Entre ellos, los lazos del parentesco inmediatos eran respetados y la familia
podía ser polígama, si los medios de subsistencia lo permitían. Respetaban a los
ancianos y rechazaban el incesto, el adulterio y el aborto.

Se dedicaban especialmente a la horticultura. En la huerta cultivaban


legumbres, verduras y frutales. La mandioca, el maíz, la batata y el zapallo, el maní, el
poroto, el algodón, el mate y la bixaorellana, de cuyo fruto se extrae una tinta rojiza
con la que pintaban sus cuerpos, complementada con los productos de la caza, de la
pesca y de la recolección de especie silvestres. Sus métodos de producción eran
primitivos, pues carecían de implementos de labranza y de bestias de tiro.

Las viviendas eran comunales, de troncos, techos a dos aguas con ramas, pasto
y hojas de palmera y paredes revocadas con barro. Entre cuatro y ocho de estas chozas
formaban una aldea. Éstas estaban protegidas por zanjas y empalizadas, que servían
para defenderse de los ataques de otras tribus y de los animales salvajes.

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Practicaban el cultivo en terrenos de poca extensión, pues la selva tropical se lo
tragaba todo. Utilizaban una técnica para sembrar, conocida como "milpa", que
consistía en: desmonte, quema de maleza y siembra, todo en un terreno delimitado.
Tras la extensión de fuego, la ceniza acumulada era desparramada por toda la
superficie para que actuase de abono.

Los varones realizaban el corte de la maleza y quemazón; las mujeres,


sembraban y cosechaban. Este método agrícola agotaba el suelo, por lo que debían
pasar a otro terreno y luego a otro. Esta situación llevó a los guaranís a conformar
aldeas reducidas y a mudarse cada cinco o seis años a otras tierras. No eran nómades,
pero… Conocían la técnica de ahumar los peces y la carne de caza, para mantenerla en
buen estado. Machacando el maíz hacían la chica, bebida embriagante.

Los peces más chicos eran pescados con hilo y anzuelo, de madera o metal, y
con arco, los de gran tamaño. Además utilizaban la red, ya que construían pequeños
diques en los arroyos para localizarlos con facilidad.

Gran parte de sus actividades estaban ligadas a los cursos de agua. Fueron
hábiles navegantes y constructores de canoas, que hacían con grandes troncos
ahuecados. También fabricaban balsas con cañas que movían con larguísimos palos.

Sus armas eran la macana o maza de madera, el arco y las flechas, comunes
también a los pueblos pámpidos del Chaco, de los cuales los guaraníes se
diferenciaban por el uso de flechas incendiarias.

Vivían prácticamente en el Neolítico porque además de desconocer el uso de los


metales, su vivienda, sus útiles de labranza, sus armas y su organización social
correspondían a ese estrato cultural.

Practicaban la danza y llevaban el ritmo con el mbaracá, calabaza hueca


(porongo) con piedrecillas adentro. Otros instrumentos eran el mimby, o flauta de
caña o de huesos animales o humanos, de la cual había gran variedad, el turf, o trompa
guerrera, el tacua-pu, largo bastón para marcar el ritmo con golpes contra el suelo, el
gualambau, arco sonoro que tiene una calabaza hueca como caja de resonancia, y
otros.

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Su lengua era rica y musical. Como ya hemos manifestado, ha sido la única que
ha subsistido como medio de comunicación de criollos y mestizos, y constituyen hasta
hoy uno de los factores aglutinantes de la nacionalidad paLos guaraníes del Paraguay
llamaban camba a los indios del Chaco, de cuerpo más robusto y de tez más oscura.
Por analogía el apelativo se extendió a los negros africanos.

Su ingénita inclinación al aprendizaje, hicieron a los guaraníes aptos para


integrarse antes que otras parcialidades a la sociedad cristiana paraguaya.

Ejercían la medicina los paíavaré, los cariaba y los mencionados payé. A las
prácticas mágicas de la succión y de la sajadura para expulsar a los espíritus malignos y
a las ceremonias expiratorias, agregaban procedimientos más positivos, como el uso
de infusiones y emplastos de substancias vegetales y animales. Diferenciaban las
enfermedades y utilizaban distintos métodos terapéuticos, yerbas medicinales,
amuletos y sortilegios, para cada uno de ellas.

Un sentido de solidaridad unía a los guaraníes frente a las parcialidades ajenas


al grupo, y se podían pactar alianzas o confederaciones circunstanciales para fines
defensivos o para empresas de caza. No obstante, tales acuerdos eran de vigencia
limitada en cuanto al territorio y a su duración. Nunca llegó a concretarse una
organización estable equivalente al Estado Nacional.

En caso de guerra, los ancianos de la tribu elegían a un guerrero distinguido, el


mburuvichá, para conducirlos. Fuera de estas circunstancias, el gobierno era muy
simple y los problemas se resolvían por deliberación de los hombres de más edad y
cabezas de familias o clones.

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CONCLUSIÓN

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