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El pensamiento político en el mundo antiguo

El pensamiento político en Platón

El pensamiento político de Platón se expresa sobre todo en su obra sobre la


República. En ella, se narran los diálogos de Sócrates, maestro de Platón.

La obra busca establecer una forma de gobierno y de ciudad ideal, a fin de


tener un patrón con qué comparar las sociedades existentes, y orientar de
alguna manera la acción que busque mejorar la vida de la ciudad.

La sociedad ideal

¿Cómo tendría que ser una sociedad ideal? Dado que la sociedad debe
existir para satisfacer las necesidades de los hombres, y que éstos no son
independientes unos de otros ni autosuficientes para abastecerse, el primer
fin que debe garantizar toda sociedad es un fin económico. Los hombres
tienen diferentes capacidades y habilidades, siendo preferible que cada uno
desarrolle las que posee por naturaleza, lo que introduce la división del
trabajo en la organización de la sociedad. En una ciudad ideal deberán existir,
por lo tanto, todo tipo de trabajadores: granjeros, carpinteros, labradores,
herreros, etc., de modo que todas las necesidades básicas que de
garantizadas, posee una ciudad ideal no puede faltar de nada.

Sin embargo, continúa Sócrates, una sociedad que sólo atendiera las
necesidades materiales básicas sería una sociedad demasiado dura, pues el
hombre necesita también satisfacer otras tendencias de su naturaleza
relacionadas con el arte, la poesía, la diversión en general, etc.. El fin de la
ciudad, que comienza siendo estrictamente económico, no se limita a la
producción de bienes económicos, sino que se encamina más bien a hacer
posible una vida feliz para el hombre.

A medida que la sociedad aumenta en número de ciudadanos, los recursos


necesitan ser ampliados, lo que puede dar lugar a la conquista de territorios
vecinos para satisfacer las necesidades de todos, conduciendo a la guerra;
pero si seguimos el mismo principio de división del trabajo tendrá que haber
especialistas en la guerra, que sean los encargados exclusivamente de las
actividades bélicas, a los que Sócrates llamará guardianes de la ciudad.

Falta todavía, pues, algo en esta ciudad ideal: determinar quiénes serán los
encargados de gobernarla. A la clase de los artesanos y de los guardianes
hemos de añadir una tercera clase, la de los gobernantes. Éstos serán
elegidos de entre los mejores de los guardianes, que serán llamados desde
entonces "auxiliares", reservando el término de guardianes para la clase de
los gobernantes.
Las clases sociales en la República

Del análisis de las necesidades sociales que debe cubrir una sociedad ideal
deduce Sócrates, pues, la necesaria existencia de tres clases sociales: la de
los artesanos, la de los guerreros o auxiliares, y la de los gobernantes o
guardianes. Pero cada una de estas clases ha de tener unas características
distintas a las que poseen en la sociedad actual dice Sócrates.

La clase de los artesanos, que generalmente realiza las actividades


productivas pero no obtiene los beneficios económicos de su producción, lo
que es fuente de conflictos, ha de ser en la ciudad ideal la poseedora de la
riqueza; del mismo modo será la única clase que tenga derecho a la
propiedad privada y a la familia; y ha de permitírsele disfrutar de los goces
materiales que derivan de la posesión de la riqueza.

La clase de los guerreros o auxiliares, por el contrario, no puede tener acceso


la riqueza, para evitar la tentación de defender sus intereses privados en lugar
de los intereses colectivos, y terminar utilizando la fuerza contra los
ciudadanos; estarán desprovistos de propiedad privada, y tampoco tendrán
familia, debiendo vivir en unos barracones en los que tengan todo lo
necesario para realizar sus actividades, en los que vivirán de forma
comunitaria, compartiéndolo todo hombres y mujeres, pues no hay ninguna
razón para excluir a las mujeres de ningún tipo de actividad, ya que tanto en
el hombre como en la mujer se encuentran similares dones o cualidades
naturales, igualmente útiles para la ciudad.

La clase de los verdaderos guardianes o gobernantes, debido a su


responsabilidad y a las elevadas tareas que le encomienda Platón, (el buen
gobierno y el consiguiente beneficio del conjunto de la sociedad), tampoco
tendrá acceso a la propiedad privada ni a la familia, debiendo velar
únicamente por el buen gobierno de la ciudad; deberán centrarse en el
estudio a fin de conocer lo bueno para gobernar adecuadamente la ciudad,
por lo que su vida estará alejada de todas las comodidades innecesarias para
cumplir su función.

La pertenencia a una u otra clase en la República

¿Cómo se determinará quiénes han de pertenecer a una u otra de estas


clases sociales? No, desde luego, en función del origen familiar, como ocurre
en la sociedad ateniense de la época. Para determinar quién ha de formar
parte de una u otra clase será necesario establecer un proceso educativo en
el curso del cual se podrá determinar qué tipo de naturaleza tiene cada ser
humanoy, por lo tanto, a qué clase social ha de pertenecer.

Aquí establece Sócrates una comparación entre la naturaleza del Estado y la


naturaleza del individuo: del mismo modo que en el estado encontramos tres
clases sociales, encontramos en el individuo tres partes del alma,
correspondiéndole una virtud a cada una de ellas. El paralelismo entre la
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moral individual y la moral del Estado permite establecer que la virtud que
corresponde a cada clase social ha de corresponder a los individuos que la
constituyen. La virtud de la clase los artesanos es la templanza, es decir, el
disfrute con moderación de los bienes materiales; la virtud propia de la clase
de los guerreros o auxiliares es la valentía o coraje; y la virtud propia de los
verdaderos guardianes gobernantes es la sabiduría.

Ahora bien, estas tres virtudes pertenecen, cada una de ellas, a una parte del
alma: la sabiduría al alma racional; la valentía al alma irascible y la templanza
al alma concupiscible. Aquellos en quienes domine el alma racional han de
pertenecer, por lo tanto, a la clase de los verdadero guardianes o
gobernantes; en quienes predomine el alma irascible, a la clase de los
guerreros o auxiliares; y en quienes predomine el alma concupiscible, a la
clase de los artesanos.

Habiendo determinado la virtud que corresponde a cada clase social estaremos en


condiciones de determinar en qué puede consistir la justicia en la ciudad ideal: la justicia
consistirá, no pudiéndose identificar con la sabiduría, ni con el coraje, ni con la templanza,
en que cada clase social (y cada ciudadano ) se ocupe de la tarea que le corresponde. La
injusticia consistirá en la injerencia arbitraria de una clase social en las funciones de otra:
que los auxiliares o los artesanos pretendan gobernar, por ejemplo.

Correspondencia entre las clases sociales, tipos de alma y virtudes


Clase social Tipo de alma Virtud
Gobernantes Racional Sabiduría
Guerreros Irascible Coraje
Artesanos Concupiscible Templanza

Si la pertenencia a una clase social viene determinada por la naturaleza del


alma, y no por el origen familiar, una sociedad tal ha de dar una importancia
primordial a la educación. Será, en efecto, a través de ese proceso educativo
como se seleccionen los individuos que han de pertenecer a cada clase
social, en función de su tipo de alma; y qué tipo de educación ha de recibir
cada individuo en función de la clase social a la que deba pertenecer.

En la República establece Platón detalladamente el programa de estudios que


debería imperar en la ciudad ideal, haciendo especial hincapié en el
educación de los gobernantes. Todos los niños y niñas deberían recibir
inicialmente la misma formación. Platón considera que la educación recibida
en los primeros años de la vida es fundamental para el desarrollo del
individuo, por lo que en la ciudad ideal nadie ha de ser privado de ella, ni en
razón de su sexo ni por ninguna otra causa: el proceso educativo tiene, al
mismo tiempo que un objetivo formativo, la misión de determinar qué tipo de

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alma predomina en cada individuo, es decir, su naturaleza, en virtud de la cual
formará parte de una u otra clase social.

El análisis de las formas de gobierno en la República

En función de lo dicho lo largo de la República, en torno a la ciudad ideal,


Platón realiza un análisis de las formas de gobierno, que irá graduando desde
la mejor hasta la peor.

En primer lugar sitúa la aristocracia, es decir, el gobierno de los mejores,


("aristos"), que vendría representado por el gobierno del filósofo-rey de la
República ideal; en ella los mejores son los que conocen las Ideas, los
filósofos, y su gobierno estaría dominado por la sabiduría.

La segunda mejor forma de gobierno la representaría la timocracia, el


gobierno de la clase los guardianes, que no estaría ya dirigida por la
sabiduría, sino por la virtud propia de la parte irascible del alma, que es la
propia de dicha clase, abriendo las puertas al desarrollo de la ambición, que
predominaría en la siguiente forma de gobierno, la oligarquía, el gobierno de
los ricos, y cuyo único deseo se cifra en la acumulación de riquezas.
Posteriormente encontramos la democracia, cuyo lema sería la libertad e
igualdad entre todos los individuos y cuyo resultado, según Platón, es la
pérdida total del sentido de los valores y de la estabilidad social. No cabe
duda de que Platón tiene en mente la democracia ateniense que tan odiosa le
resultó después de la condena de Sócrates, aprovechando para satirizar el
predominio de los discípulos de los sofistas en la vida pública.

Por último, en el lugar más bajo de la escala, se encuentra la tiranía, que


representaría el gobierno del despotismo y de la ignorancia, dominado el
tirano por las pasiones de la parte más baja del alma, dando lugar al dominio
de la crueldad y de la brutalidad.

El análisis de las formas de gobierno en el Político

En el Político nos ofrecerá otra clasificación de las formas de gobierno, según


el criterio de la buena ordenación del gobierno, es decir, del respeto de las
leyes. El gobierno puede estar en manos de uno, de varios, o de muchos. Si
respetan las leyes la monarquía es el mejor, seguido de la oligarquía y, en
último lugar, de la democracia, por lo que la democracia es catalogada como
la peor forma de los gobiernos que tienen ley; pero si no se respetan las leyes
entonces la jerarquía se invierte, siendo mejor la democracia, peor la
oligarquía y, en último lugar, la tiranía.

El análisis de las formas de gobierno en Las Leyes

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En "Las Leyes" se amplían algunos de los aspectos tratados en la República,
respecto a la educación, el análisis y las funciones de la guerra, el
endurecimiento de las leyes, etc., en una dirección en la que predomina el
pesimismo acerca de la posibilidad de implantar la ciudad ideal de la
República y en la que Platón tienden hacia consideraciones prácticas, a veces
difícilmente conciliables con la vida real, en el intento de construir una
sociedad perfecta aislada del tiempo y del espacio y de todo posible devenir.
Tomado de: http://www.webdianoia.com/platon/platon_fil_polis_3.htm

El pensamiento político en Aristóteles

El interés por las cuestiones sociales y políticas es una de las preocupaciones


centrales de Platón, y queda reflejado suficientemente en la República.

En la obra de Aristóteles es también importante la reflexión sobre la


dimensión política de la vida humana. Aristóteles estudia las cuestiones
sociales y políticas en las "Constituciones" y en la "Política".

No se trata de una obra en la que se busque el diseño de una sociedad


perfecta, sino más bien de un esfuerzo intelectual que busca descubrir en las
sociedades contemporáneas al filósofo (y en la suya propia) cómo se
desarrolla la dimensión política y social del hombre.

Como Platón, el punto de partida en Aristóteles es el reconocimimiento de que


el hombre es un ser político y social por naturaleza. Es decir, la vida política, o
sea, la convivencia social bajo algún régimen de gobierno, es natural al
hombre.

El hombre es un animal social (zóon politikon), es decir, un ser que necesita


de los otros de su especie para sobrevivir.

Todo individuo nace en el seno de la sociedad primera, la familia, por lo que


siempre la sociedad es anterior al individuo. Por eso dice Aristóteles, “La
sociedad es asimismo por naturaleza anterior a la familia y a cada uno de
nosotros”.

La sociedad es entendida como un organismo, es decir, por un todo


compuesto de órganos diferentes y complementarios. Así como un brazo o
una pierna no cumplen función de tales si son separados del cuerpo de una
persona, así el individuo es a la ciudad. Una parte que encuentra su sentido
por su inserción en ese todo. Esto ilumina la gravedad de la pena del
destierro, porque al desvincular al hombre de su comunidad, se lo privaba de
esta dimensión social que era parte de su naturaleza.

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“Es pues manifiesto que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues
si el individuo no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el
todo político en la misma relación que las otras partes lo están con su
respectivo todo. El que sea incapaz de entrar en esta participación común, o
que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella, no es más parte de
la ciudad, sino que es una bestia o un dios. (Aristóteles, Política, libro 1,1)

La célula esencial de la comunidad social es la familia. La simple necesidad


de la unión de dos para poder procrear y asegurar las necesidades de la
crianza exigen la conformación de este primer grupo social. Y a su vez, estas
necesidades de procreación, protección y crianza de la prole, hacen que las
familias se nucleen en organizaciones más amplias, para ir obteniendo bienes
cada vez mayores y más complejos, desde la tribu hasta la conformación de
la ciudad.

O sea, tanto la familia como las organizaciones intermedias entre ella y la


ciudad, son naturales, en el sentido de que son exigidas por la naturaleza
humana para lograr los fines propios de la misma. El hombre no puede
alcanzar su fin sin la participación en la vida social.

Muestra de ello, señala Aristóteles, es la palabra. A diferencia de los animales,


el hombre tiene la capacidad del lenguaje, el cual no es creación de un
individuo, sino un modo de comunicación que necesita del otro para
aprenderse y ejercitarse.

“El por qué sea el hombre un animal político, más aún que las abejas y todo
otro animal gregario, es evidente. La naturaleza - según hemos dicho - no
hace nada en vano; ahora bien, el hombre es entre los animales el único que
tiene palabra. (Aristóteles, Política, libro 1, 1)”

Tanto Aristóteles como Platón reconocen que el fin de la sociedad es lograr el


bien de los hombres. ¿Y cuál es el bien específico que el hombre alcanza en
la vida de la ciudad? La vida moral, la vida conforme al fin del hombre en
tanto tal. Hacer capaz al hombre de alcanzar la felicidad por la posesión de la
sabiduría, debería ser entonces el fin de la polis, de todo gobierno justo.

De ahí también la necesidad de que un Estado sea capaz de establecer leyes


justas, es decir, leyes encaminadas a garantizar la consecución de su fin. Las
relaciones que se establecen entre los individuos en una sociedad son, pues,
relaciones naturales. Aristóteles estudia esas "leyes" de las relaciones entre
los individuos tanto en la comunidad doméstica, la familia, como en el

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conjunto de la sociedad, deteniéndose también en el análisis de la actividad
económica familiar, del comercio y del dinero.

Así, respecto a la comunidad doméstica, considera naturales las relaciones


hombre-mujer, padres-hijos y amo-esclavos; de esa naturalidad se deduce la
preeminencia del hombre sobre la mujer en el seno de la familia, la de los
padres sobre los hijos y la del amo sobre los esclavos; en este sentido no
hace más que reflejar las condiciones reales de la sociedad ateniense de la
época.

Respecto a la actividad económica considera que hay una forma natural de


enriquecimiento derivada de las actividades tradicionales de pastoreo, pesca,
caza y agricultura, estableciendo sus dudas acerca de que sea una actividad
natural el trueque, a menos que sea para satisfacer una necesidad. El uso del
dinero como forma de enriquecimiento es considerado "no natural", criticando
especialmente el aumento del dinero mediante el préstamo con interés.

A Aristóteles debemos la primera clasificación de las formas de gobierno, en


función del número de gobernantes. Así, la monarquía se caracteriza por el
gobierno de uno, la aristocracia por el gobierno de pocos, y la república por el
gobierno de la mayoría (en otras ocasiones «todos»); por el contrario,
degeneraciones suyas son: de la monarquía, la tiranía; de la aristocracia, la
tiranía; y de la república, la democracia (en otras ocasiones habla de
demagogia), algo que no suele ser mencionado por los tratadistas políticos
actuales:

«De los gobiernos unipersonales solemos llamar monarquía al que vela


por el bien común; al gobierno de pocos, pero de más de uno, aristocracia
(bien porque gobiernan los mejores (áristoi) o bien porque lo hacen
atendiendo a lo mejor (áriston) para la ciudad y para los que forman su
comunidad); y cuando la mayoría gobierna mirando por el bien común,
recibe el nombre común a todos los regímenes políticos:
república (politeía) [...].
Desviaciones de los citados son: la tiranía, de la monarquía, la oligarquía,
de la aristocracia y la democracia, de la república. La tiranía, en efecto, es
una monarquía orientada al interés del monarca, la oligarquía, al de los
ricos y la democracia, al interés de los pobres. Pero ninguna de ellas
presta atención a lo que conviene a la comunidad» (Aristóteles, Política,
1279a-1279b).

Es necesario interpretar la clasificación en tres tipos de formas de gobierno no


como derivada de la observación de la realidad de las ciudades griegas
directamente, sino como una sistematización lógica de ella. En la práctica,
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esa ambigüedad condujo a Aristóteles a reconocer que las formas de
gobierno existentes son una mezcla no homogénea de las tres posibilidades
lógicas; en contacto la forma política (la república, por ejemplo) con
su materia correspondiente (la sociedad ateniense, por ej.), se producen las
degeneraciones, la corrupción propia del mundo de la physis. Asimismo, en la
clasificación Aristóteles deja muy claro que las formas correctas de gobierno
lo son siempre en torno al bien común, y degeneran cuando sólo
salvaguardan los intereses de una parte de la sociedad política. O sea, no se
pueden considerar injustas o corrompidas por el hecho de presentarse
mezcladas, sino solo cuando no se dirigen al bien común.

Un régimen puede durar en el tiempo a pesar de haberse corrompido. Esta


capacidad de perdurar es lo que Aristóteles llama eutaxia.

En cuanto a la valoración de una forma sobre otra, no hay un criterio único.


Como simple abstracción lógica, la monarquía es señalada como la mejor
forma de gobierno, aquella en la que un hombre sobresalga tanto por encima
de los demás, por la excelencia de sus virtudes, que sea su monarca y
gobernante natural.

Luego, la aristocracia y la república o politeia seguirían en orden de


perfección respectivamente.

El problema es que en la realidad, Aristóteles reconoce que es difícil


encontrar ese hombre virtuoso como el que describe en el monarca ideal, o
que la aristocracia no tienda a convertirse en una oligarquía.

Entonces, la elección de la forma de gobierno, es una decisión prudencial. De


acuerdo a cada realidad y cada tiempo, será más conveniente una u otra.

Para el caso concreto de Atenas, prefiere la Politeia, o República, porque le


parece preferible una sociedad en la que predominen las clases medias y en
la que en los ciudadanos se vayan alternando en las distintas funciones de
gobierno, entendiendo que una distribución más homogénea de la riqueza
elimina las causas de los conflictos y garantiza de forma más adecuada la
consecución de los objetivos de la ciudad y del Estado.

Texto nro.7
El pensamiento político griego y romano.
Dra. Elisa de los Ángeles Villoria

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Platón y Aristóteles representan el pensamiento griego. Aristóteles fue
discípulo de Platón, para luego convertirse en su crítico. Platón simboliza lo ideal,
Aristóteles encarna lo real; Platón representa la filosofía y Platón la ciencia. Aunque
en realidad no hay una ruptura total entre el idealismo platónico y el
experimentalismo aristotélico, hay un desplazamiento del centro de la perspectiva.
Por su parte, Cicerón fue el representante del pensamiento político romano.
Abogado y político, su formación pertenece a la cultura griega. Escribió “La
República” y “Las Leyes”, tomando los títulos de Platón, así como su forma de
escribir en diálogo; acude al género del sueño para sus obras
A continuación analizaremos conceptos desarrollados por estos tres
pensadores.

A- PLATÓN

1.- Influencia socrática; vida y obras.

Platón (427-347 a.C.) nació en el seno de una familia aristocrática, y algunos


autores atribuyen a ello su actitud crítica respecto a los regímenes democráticos,
aunque otros hacen derivar tal posición del juicio y condena a Sócrates por las
instituciones populares. Sócrates no dejó obras escritas, pero se considera que sus
ideas quedaron reflejadas en los textos platónicos. “El gran interés de Sócrates, al
menos en sus años maduros, lo constituyó la ética”, o sea el complicado problema
de la relación entre “la multitud de convenciones locales y mudables y la justicia
verdadera y permanente” (Sabine: Historia de la Teoría Política; p. 36). Como los
sofistas, Sócrates fue un humanista, pero a diferencia de ellos “llevó a su
humanismo la tradición racional de la antigua filosofía física” (ibídem). De allí su
idea de que “la virtud es conocimiento” y que por tanto “puede aprenderse y
enseñarse”. Aristóteles le atribuye la generación del método de “búsqueda de la
definición precisa”. Sócrates pues se preocupaba por “el descubrimiento de una
norma de acción general y válida”, esto es, de conceptos éticos que sirvieran como
patrón de medida para evaluar todos los fenómenos de la vida social –las ideas, las
leyes, los comportamientos-. Esos conceptos debían ser difundidos a través de la
educación, y servir además para aplicarla a casos particulares, de modo de
“producir y mantener una sociedad de excelencia demostrable”. “Esta visión de una
ciencia de la política racional y demostrable es lo que persiguió Platón durante toda
su vida” (ibidem, 37).

No se conocen con exactitud las ideas políticas de Sócrates; pero esa


identificación de virtud y conocimiento induce a pensar que fue un intenso crítico de
las ideas democráticas tal como se aplicaban en su tiempo, en particular del
principio de que cualquier hombre podía desempeñar cualquier cargo. Ello
explicaría en mayor medida el proceso y condena de Sócrates, acusado de

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“corromper a la juventud” orientándolos en contra de los principios de la ciudad 1. Se
puede asumir por tanto que las ideas políticas que Platón desarrolló en La
República constituyen su elaboración personal a partir de los principios aprendidos
junto a su maestro (ibidem). No se conoce el grado de fidelidad, porque “se dice
que... (Sócrates) se lamentaba, en vida, con cierto asombro irónico: “¡Cuántas
cosas me hace decir este joven!” (Prelot, Historia de las ideas políticas; pp. 38-39).

Entre los hechos significativos que inciden en su vida podrían señalarse: a)-
su pasión política y sus aspiraciones de participación en las instituciones, para las
que cree estar más capacitado que otros por su origen aristocrático y su educación,
pero de la que se ve alejado por sus ideas, ya que era un profundo admirador del
régimen espartano; b)- sus viajes a Sicilia, gobernada por tiranos –Dionisio I y
Dionisio II-, a los cuales espera influir para hacer realidad su teoría del “filósofo rey”.
La experiencia termina en un fracaso, porque los celos y desconfianzas de los
tiranos en él los lleva a desterrarlo; y en la primera oportunidad incluso es
embarcado por la fuerza en un navío espartano, cuyo capitán lo vende como
esclavo. Esta experiencia lo llena de amargura, y a partir de ella se aleja de la
política práctica y se concentra en la producción teórica.

La obra de Platón comprende tres períodos. a)- El primero es el período


“socrático”. En él Platón traza su retrato de Sócrates como hombre, maestro y
amante de la verdad. Todas sus obras son “diálogos” en los que Sócrates es el
principal interlocutor y el talento superior. En ellas –el Crotón, el Protágoras, el
Menón, la Apología de Sócrates- no se evidencia oposición ni a la democracia, ni a
los valores individuales. b)- En el segundo período el protagonista continúa siendo
Sócrates y se repite el estilo del diálogo, pero ya aparecen nuevos elementos: el
rechazo a la democracia –Platón culpa del asesinato de Sócrates a la chusma, que
“amenaza a cada hombre como bestia al acecho” (496.c), y la figura del “filósofo
rey” como ideal de régimen político. En esa obra Platón se aleja del pensamiento
tradicional griego –que ama la libertad y la ley- porque excluye totalmente el
Derecho: todo el sistema se subordina al filósofo rey que conoce lo que es bueno
para los hombres, y que concreta un régimen paternalista sobre individuos que
tienen el papel de súbditos que están bajo la tutela real; y aparece la idea de la
Edad de Oro representada por la etapa monárquica patriarcal y hereditaria, donde
gobernaba uno, el más sabio. c)- En el tercer período no usa más a Sócrates como
interlocutor, aparentemente porque se da cuenta que se había alejado mucho de
sus enseñanzas. La obra más representativa de esta etapa es: Las Leyes. En ella
Platón restaura a la Ley en el lugar que le asignaban los griegos. Sigue teniendo
como ideal el gobierno de un filósofo rey libre de ataduras, pero como es imposible
encontrar ese hombre bueno y sabio, admite la conveniencia de un régimen regido
por una Ley Suprema que rija a gobernantes y gobernados. Dada la frágil
naturaleza humana, es preferible el gobierno de la ley (Enciclopedia Internacional
de las Ciencias Sociales, T. 8).

La Política es para Platón el arte de conducir a la a la sociedad humana,


mediante el libre consentimiento de sus miembros. Las formas de mando basadas
en la violencia y la coerción no constituyen formas “políticas”, porque no hacen
1

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posible el desarrollo de las virtudes individuales y sociales que posibilitan una
buena vida en común.

La República de Platón pertenece al género utópico, lo cual supone la


elaboración de una construcción ideal, pero con puntos de contacto con la realidad
como para servir de modelo.

2.- Concepción antropológica

Para Platón los hombres son naturalmente desiguales, porque nacen con
distintas aptitudes. En realidad, la clasificación platónica de los hombres deriva de
su enfoque sobre las necesidades de la sociedad: la producción, la defensa y la
conducción. En consecuencia, postula la existencia de tres tipos de hombres, con
almas compuestas de metales diferentes, e impulsados por diferentes capacidades
y apetencias. Ellos son: a)- los trabajadores, cuya aptitud radica en la capacidad
para la producción, munidos de un alma de hierro o de bronce en la que priman las
facultades apetitivas y nutritivas, que supone que residen más abajo del diafragma.
Ellos, destinados a satisfacer las necesidades físicas de la sociedad, guiados por la
virtud de la templanza, serán los agricultores y artesanos; b)- los guerreros, de
temperamento irascible, cuyas almas de plata contienen facultades ejecutivas y
valerosas, que residen en el pecho. En la ciudad ideal que postula ellos serán los
guardianes. Aptos para gobernar bajo el control de otros, su virtud es el valor; c)-
los gobernantes, cuya alma racional –de oro- facultada para el conocimiento y el
pensamiento reside en la cabeza, y que serán los magistrados. Ellos, guiados por la
virtud de la sabiduría, son los encargados de fijar los fines últimos del conjunto
social, y de velar por el bien común. (Sabine, op.cit., p. 50). Estas facultades no son
hereditarias, y aunque la mayor parte heredará el alma de sus padres, puede haber
excepciones y compete a los magistrados comprobarlo. De ahí que el régimen
social que postula no es el de castas.

3.- La Educación

El enfoque de la educación entronca naturalmente con el planteo


antropológico de Platón. Se debe dar a cada niño la mejor educación posible
conforme a sus aptitudes, y se debe hacer un control estricto de su desarrollo para
percibir a qué tipo pertenecen. Se debe observar su belleza y gracia –porque las
aptitudes del alma se reflejan en la belleza física-, y también las cualidades de su
corazón y de su espíritu; y se los debe someter a una serie de pruebas sobre el
dolor, el temor y el placer. En función de ello se determinará quiénes están aptos
para continuar los estudios: gimnasia, arte militar, música, y también aritmética,
física y astronomía. Con este bagaje de conocimientos y capacidades se los
destinará a la defensa de la ciudad. A los treinta años, los más notables –aquellos
que se hayan manifestado como hombres de acción y obtuvieren empleos y grados
militares importantes, y que evidencien gran capacidad intelectual- serán
adiestrados en el arte de pensar, de hablar, de dialogar; y se los instruirá en
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filosofía, ciencia que eleva el alma a la sabiduría pura y que es la fuente de toda
verdad. A los cincuenta años, los que hayan pasado con éxito por esa serie de
pruebas y testimoniado un alto grado de sabiduría y virtud, entrarán en el cuerpo
supremo de los magistrados. Así, mediante la educación y la selección progresiva,
el poder será confiado a los “políticos”, o sea a los hombres probados en la
capacidad intelectual, la virtud y la experiencia práctica.

La educación también debe hacerse extensiva a las mujeres, porque Platón


afirma la igualdad de sexos. Considera que las mujeres tienen las mismas aptitudes
que los hombres para la función pública y también para la guerra, pudiendo formar
parte de la infantería ligera. Toma en ese sentido el modelo de Esparta (Prelot,
op.cit., pp. 47-48).

4.- Teoría Social

Para Platón la sociedad es una entidad natural, porque las familias se asocian
para dar satisfacción a sus mutuas necesidades de supervivencia, desarrollo común
y defensa. No se trata por tanto de la teoría del pacto –que ya aparece esbozada en
Antifón y Glaucón, y que será desarrollada en la modernidad-, porque esta teoría
supone un Estado interesado prioritariamente en la protección de los derechos de
igualdad y libertad de elección. En este contexto los hombres están destinados por
naturaleza a servir a la Sociedad, que es concebida como un sistema de servicios
en el que todos dan y reciben algo, y a un Estado que es el ente regulador de ese
intercambio mutuo. De allí deriva su principio de la división del trabajo y la
especialización de funciones, en correspondencia con la cual la importancia social
de los hombres depende del valor del trabajo que realiza –con lo cual se conecta el
platonismo con lo que será la teoría medieval-.

El Estado, que es un grupo cooperativo destinado a satisfacer las


necesidades, y no un ente jurídico-, debe ocuparse de los individuos desarrollen
sus aptitudes naturales, que se profundizan con la “preparación” y la “acción”, para
ponerlas al servicio del conjunto social. Los magistrados deben velar por la vigencia
de las virtudes sociales, porque si bien el conocimiento de la virtud hace el hombre
bueno, para ello debe desarrollarse en una sociedad buena. “Hay un bien, tanto
para los hombres como para los estados, y captar ese bien, ver lo que es y por qué
medios se puede conseguir y gozar, es un problema de conocimiento” (Sabine,
op.cit., p. 45).

Platón tiene una concepción totalitaria del poder político, que debe avanzar e
inspeccionar todos los aspectos de la vida, porque liberado a sí mismo el hombre
no respeta las leyes que guardan el orden público. Por tanto, Platón privilegia al
Estado sobre el individuo, cuya plenitud deriva de su sujeción al Estado. Los
principios de “virtud” y “deber” deben orientar la vida de los ciudadanos, porque
harían posible la “estabilidad” y “la paz” (ibidem, 44). En el platonismo por tanto
todo es público, y no hay espacio para lo privado. En cuanto a lo religioso, se debe
imponer y velar por que los ciudadanos rindan culto a los dioses de la ciudad, pero

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son permitidos los dioses particulares relacionados con las tradiciones de la
multitud.

5.- Las formas de gobierno

Platón diferencia las formas de gobierno de los Estados Jurídicos y no


jurídicos. En el primer caso, que se concreta en los Estados que tienen la Ley por
máximo soberano y donde se cuida el bien común, las formas de gobierno –que
dependen del número de miembros y del grado de participación de la ciudadanía-
son: la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia. La tercera es la peor de estas
formas gubernativas. En los Estados no jurídicos los regímenes gubernativos son:
la tiranía, la oligarquía y la democracia extrema. Como en ellas no hay una Ley
soberana y se contemplan los intereses del sector gobernante, la mejor es la
democracia porque se contempla el bien de la mayoría.

El sistema de gobierno ideal que propone es el del Filósofo rey, que ostente
todo el poder, que no esté limitado por las leyes porque él conoce lo que es bueno y
orienta a ese fin a su gobierno. Es un padre o un pastor que cuida a su rebaño. Es
un alegato a favor del Absolutismo Ilustrado. Se diferencia del tirano porque vela
por el bien común, y porque gobierna con la persuación y no con la fuerza. Sólo
admite como válida la tiranía cuando tiene como asesor a un sabio –que es lo que
intentó concretar en Siracusa. La forma de gobierno y estado platónicos constituyen
un tipo ideal.

En los Estados reales debe imperar el gobierno de la Ley –de ahí las formas
jurídicas-. Sea de uno o de varios, en todos los casos lo que propone es un régimen
sofocrático, esto es, de los sabios, preferentemente de los ancianos cuya sabiduría
ya se ha desarrollado y probado. En cuanto a la estructura del régimen propone una
forma mixta, mezcla de monarquía-democracia o de aristocracia-democracia,
porque en ella se combinan el principio de la sabiduría y el principio de la libertad.
Aunque todos deben participar en las asambleas electorales, sólo los sabios deben
gobernar, sea elaborando las leyes –Consejo-, sea cuidando de su cumplimiento y
velando por el bien común –Magistratura o Realeza-. El Estado debe desarrollar en
los individuos la templanza, que determina la sumisión a la Ley. Ahora –en Las
Leyes, obra de la senectud- critica a Esparta por haber priorizado las virtudes
guerreras.

Platón tiene un objetivo ético: presentar el Estado ideal que sirva como
modelo a alcanzar, en particular en su finalidad, su moralidad, su concepción, esto
es, la idea de que el Estado tiene la finalidad de producir el tipo moral más alto
posible de ser humano, y un estilo de convivencia fundado en las virtudes y el
conocimiento.

b)- ARISTÓTELES

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1.- La obra política de Aristóteles

Aristóteles (s. IV a.C.) fue un discípulo de Platón durante 20 años, pero


después se independizó de él y asumió una actitud crítica.

Se diferenció de Platón tanto en su estilo de vida como en algunas ideas. a)-


Era natural de Estagira y vivió en Atenas como extranjero –jurídicamente era un
meteco-, lo cual le impidió participar en la vida política de la ciudad, en tanto que
Platón era un ateniense que tuvo actividad política en las instituciones dada su
calidad de ciudadano; b)- Aristóteles combatió las ideas de Platón sobre el
comunismo de bienes y de mujeres, porque consideraba a la familia como la célula
del Estado; c)- era un teórico realista, en tanto que Platón era utopista; d)- Su
método fue tomado de las ciencias naturales. Además de racionalista era empirista
-observaba la realidad concreta-, además de comparar los elementos de esa
realidad para establecer las semejanzas y las diferencias (ej. compara las
Constituciones). Hizo un análisis riguroso recurriendo constantemente a la “duda
metódica” “con el objeto de discutir y refutar los puntos de vista de sus adversarios”
(Prelot: Historia de las ideas políticas; p. 54).

Tiene con Platón ciertos puntos de contacto. a)- Reconoció la primacía del
derecho natural y del ideal moral sobre la realidad; b)- Estaba convencido de que
en el pasado había existido una organización ideal –la Edad de Oro-, a partir de la
cual las formas del presente eran una degradación. Pero mientras para Platón ese
ideal pertenece al reino de las ideas, a un nivel trascendente, para Aristóteles
pertenece al plano de lo inmanente, pero pasado.

La obra en la que Aristóteles recopiló los textos constitucionales de 158


Estados y confederaciones se ha perdido, y de ella sólo ha llegado a la actualidad
la Constitución de Atenas, que analiza extensamente, considerando sus órganos
políticos, y la estructura y comportamiento de las autoridades administrativas y
judiciales.

En La Política -obra que sí ha llegado hasta nosotros-, Aristóteles analiza “los


componentes de la Ciudad: el territorio, la población, su organización familiar, la
condición de los ciudadanos y, sobre todo, el gobierno. “El poder es considerado en
sus fines, en sus formas y en su vida. Los regímenes políticos son estudiados en su
estructura y en su rendimiento, en su evolución y en su desaparición” (ibídem, 57).
Así, La Política “constituye un verdadero tratado del Estado, en sus aspectos
descriptivo y normativo”; y en ella, además de analizar y criticar los diferentes
sistemas existentes, establece el régimen que para él es el mejor.

Otras obras de Aristóteles son: La Ética y El Económico.

2.- La ética y la política

a)- La finalidad del gobierno es hacer a los hombres virtuosos. Pero para
Aristóteles, la política no está subordinada a la moral –como para sus
predecesores-, sino que la política, “que es el arte o la ciencia de la conducta
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colectiva, engloba a la moral, en la medida en que ésta es el arte o la ciencia de la
conducta individual”. Con este planteo Aristóteles es congruente con su tendencia a
subsumir lo individual a lo general. La política es más importante que la moral,
porque ésta permite el gobierno de uno mismo, en tanto aquella se orienta al
gobierno de la Ciudad, que es una entidad superior.

b)-. Esa correlación entre lo general y lo particular aparece también en


relación a la finalidad de la vida humana, que es la felicidad; pero el hombre no
puede alcanzar esa felicidad desligado de lo general; o sea que sólo en un estado
virtuoso y ordenado, el hombre puede alcanzar esa finalidad. Es el Estado el que
debe proveer los medios para que los ciudadanos logren una “vida buena”. El
planteo de la felicidad no se asemeja por tanto al individualismo moderno,
precisamente por esa conexión entre individuo y comunidad. También a diferencia
de los teóricos modernos, Aristóteles considera que “se necesitan buenos
ciudadanos para que la Ciudad sea buena, y no.… una buena Ciudad para tener
buenos ciudadanos” (Prelot, 59).

c)- El Estado es una entidad natural que se origina a partir de las familias,
que se forman por la necesidad del hombre y de la mujer de formar pareja para la
generación y por tanto conservación de la especie. De la fusión de familias nacen
las villas y aleas, y de ellas el Estado. Del mismo modo, a partir del poder paterno
se genera el poder real, aunque hay una diferencia sustancial entre uno y otro,
porque el primero atiende al ámbito particular y doméstico (como la relación padre-
hijo y amo-esclavo) y el segundo al ámbito de lo público. Lo que queda claro en
este planteo es que, también a diferencia de los teóricos iusnaturalistas de la
modernidad, el Estado es una construcción natural y no artificial nacida del pacto.

d)- El hombre es para Aristóteles un “animal político” que encuentra su


plenitud sólo en el seno de la comunidad política o Estado. No concibe el “hombre
aislado”, porque aquél que no necesita de sus semejantes es “o un ser superior,
dios o semidiós, o bien es un ser degradado...., una bestia”. “Quien desconoce las
ventajas de la vida cívica y no acepta sus reglas es el peor de los animales”
(ibídem, 58-9). El “estado de naturaleza” es para Aristóteles –a diferencia del
planteo iusnaturalista- el estado político.

e)- El papel del Estado es formar a los individuos en la virtud, induciéndole a


subordinar las necesidades materiales deben subordinarse a las espirituales –del
mismo modo que el hombre se subordina a la comunidad-. El Estado en
consecuencia no debe propender a la grandeza militar ni al enriquecimiento, porque
ello induciría a los ciudadanos a orientar su vida en la búsqueda de honores
militares o de riquezas. El Estado debe contentarse con ser autárquico, y privilegiar
la educación: debe orientar a los individuos a que actúen rectamente. Los valores
que debe presentar como modelos son: la moderación, la justicia, la equidad, la
magnanimidad, el valor. Sólo a partir de la obtención de hombres virtuosos se podrá
construir la “virtud colectiva”, que es el fin de la política.

f)- También es función del Estado impulsar a los hombres a cumplir con sus
deberes para con la comunidad. Así se construirá entre todos una vida “bella, buena

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y deseable”. No deben sentir tal cumplimiento como una carga, porque el vivir
intensamente los asuntos de la Ciudad honra la condición humana.

3.- El poder político: forma y extensión

En la concepción del poder difiere Aristóteles de sus predecesores. Para


ellos –como el caso de Jenofonte y de Platón- lo importante era el ascendiente
personal del gobernante, y dentro de este planteo la constitución o incluso las leyes
tenía escasa significación. Aristóteles invierte esta cuestión: “retira al hombre del
poder para dárselo a la ley, porque según él, lo que es general resulta superior a lo
que es particular. Por otra parte, diferencia “la primera ley” o Constitución, de las
demás leyes que le están subordinadas.

En cuanto a la extensión, para Aristóteles el poder político debe alcanzar


planos muy diversos, inclusive aquellos que hoy se consideran dentro del ámbito de
lo privado. Así:

a)- La vida familiar debe ser cuidadosamente reglamentada. Fija la edad del
matrimonio (18 para las mujeres, 37 para los varones), las épocas de concepción
de los hijos (el invierno), el número de hijos –para evitar la despoblación y la
superpoblación-, las formas de evitar la concepción –autoriza el aborto sólo en la
primera fase del embarazo- y el abandono.

b)- La educación también está muy reglamentada, desde el nacimiento:


juegos a someter al infante y la educación formal posterior

4.- Las formas de gobierno

Aristóteles hace una doble calificación, que combina. a)- Desde el punto de
vista cuantitativo, el gobierno puede ser: de uno, de unos pocos o de todos. b)-
Desde el punto de vista cualitativo los gobiernos pueden ser “puros” o “impuros”
(desviados o corrompidos), según gobiernen en función “del interés general” y
acomodados a las leyes, o bien cuando predomina “el propio interés” de los
gobernantes.

Son formas puras: la monarquía, la aristocracia y la república.

Son formas impuras: la tiranía, la oligarquía y la democracia.

4.1.- Aristóteles señala varios tipos de regímenes monárquicos. Así por


ejemplo: a)- la monarquía absoluta, en la que el rey tiene todo el poder, que deriva
de la realeza patriarcal, que fue la primera forma históricamente hablando, que se
impuso en los orígenes de los Estados, cuando éstos fueron como una familia
ampliada. b)- La monarquía heroica de los tiempos de los pueblos guerreros, en la
cual la función esencial es el mando de la guerra y el pontificado. c)- La tiranía es el
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régimen en el cual se gobierna en interés de uno solo, por medio de la violencia y la
rapiña, razón por la cual ningún hombre de bien puede tolerarlo.

4.2.- Los regímenes aristocráticos pueden adoptar cuatro formas, de los


cuales son las mejores:

a)- La aristocracia en la cual se le da cierta participación a la muchedumbre,


con lo cual a la “virtud” propia de la aristocracia y a la “riqueza” de la oligarquía se
agrega el principio de “democracia”; o sea que la masa tiene derechos políticos.
Pero las funciones esenciales están monopolizadas por las clases superiores. El
ejemplo estaría representado por Esparta, aunque ahí no existía la riqueza.

b)- La otra forma de aristocracia, que es la que goza de las preferencias de


Aristóteles, es la que denomina “politeia”, o sea “constitución” y también “república”.
En ella también se combinan elementos de aristocracia-oligarquía y de democracia,
de modo que tanto puede considerarse una “oligarquía ampliada” (porque tienen
participación los virtuosos y los ricos) como una “democracia restringida”. En este
caso excluye del gobierno de la ciudad, además de los esclavos, a los labradores,
los artesanos y los comerciantes, porque hacen “tareas serviles” o sea de esclavos.
Da participación a las personas de ingresos medios, porque sólo los ciudadanos
acomodados están en condiciones de regir bien la ciudad: son los ciudadanos
“mejores” porque “viven con bienestar”, “ni desviados por la riqueza y sus ciudades,
ni oprimidos por la indigencia y sus inquietudes” (Presto, 67). “Los ciudadanos que
poseen una propiedad mediana están en la posición más conveniente de todas
para practicar la virtud, que es esencialmente la moderación. Más fácilmente que
cualquier otro, el hombre colocado en el justo medio se plegará a las sugestiones
del orden y la razón”. Como forma de elección de los magistrados propone
combinar la elección –que dará preeminencia al saber y la virtud-, con el sorteo,
que abrirá el camino a la igualdad. También le llama a este gobierno “mesocracia”
porque impera el junto medio, al mezclarse “las leyes de la oligarquía con las
normas de la democracia”.

4.3.- La democracia es el gobierno de lo que no tienen nada o tienen muy


poco. Ese principio de pobreza o riqueza es lo que diferencia la oligarquía de la
democracia, porque, aduce, si gobernara la mayoría, pero se tratara de una
mayoría de ricos, el régimen seguiría siendo oligárquico. Aristóteles diferencia
diferentes tipos de democracia:

a)- Aquella en la que la participación en las funciones está ligada a la


posesión de un ingreso modesto y al pago de un pequeño impuesto, o sea que en
ella rige el principio censitario.

b)- Aquella en la cual se exige un censo para ser elegible, pero no para ser
elector.

c)- Aquella en la cual no hay restricciones para la elegibilidad, pero como no


impera la retribución pecuniaria de los cargos, de hecho sólo participan como
elegibles los ciudadanos que tienen una cierta fortuna.

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d)- Aquella en que no hay restricciones de elegibilidad, y hay retribución
pecuniaria por la ocupación de cargos públicos. Esta es para Aristóteles la peor
forma de gobierno, porque los pobres buscan ocupar las funciones no para servir a
la comunidad, sino para garantizarse un medio de vida. En ese caso las leyes no
tendrán estabilidad, porque los gobernantes las irán cambiando de acuerdo a sus
necesidades inmediatas, y por ello no reinará “el orden inconmovible” de la ley que
postula como ideal. Ese pueblo rechaza las normas y se hace déspota, desviación
que ocurre bajo la influencia de los demagogos. Por eso a esta forma Aristóteles la
llama demagogia. Este régimen implica a derogación del reino de las leyes, porque
se reemplazan las disposiciones generales, impersonales y objetivas, válidas para
todos, por las decisiones individuales y subjetivas.

c)- CICERÓN

1.- La influencia griega en Cicerón

Marco Tulio Cicerón vivió en la época de descomposición de la República


Romana, en el siglo I a.C. Participó activamente en política, ocupando distintas
magistraturas durante 25 años desde el 76 a.C. en que se inició como cuestor, al 51
a.C. en que fue procónsul en Cilicia. El momento culminante de su carrera ocurrió
en el 63 a.C., en que se desempeña como cónsul. Fue un hombre políticamente
moderado, que bregó por la permanencia de las instituciones republicanas, hecho
que lo llevó a oponerse a la dictadura pro-oligárquica de Sila y a intentar la
formación de un partido republicano de centro, que integrara miembros el sector
políticamente moderado –socialmente los “caballeros” o alta burguesía financiera a
la que él pertenecía-, la derecha moderada –el sector más progresista de los
“patricios”- y a la izquierda moderada -integrada por un sector de plebeyos-. Su
proyecto sin embargo tuvo corta vida. Fue asesinado en el año 43 a.C. por unos
soldados, abandonado por Octavio –a quien apoyó-, que se había unido
temporariamente a enemigos de Cicerón –Marco Antonio y Lépido-.

La tradición acostumbra remarcar la influencia profunda que recibió de Polibio


y de Platón. Como Polibio –que se considera que recogió y difundió la tesis oficial
de Roma-, adhería al sistema “mixto” de gobierno, que combinaba elementos de
monarquía, aristocracia y democracia. Como Platón, tituló sus obras La República y
Las Leyes, presentó el contenido en forma de diálogos, ofreció “el ideal del mejor
gobierno y del mejor ciudadano, tomados simultáneamente en su relación de
conexión necesaria” (Prelot; 83) y presentó una imagen del “político”, esto es, del
“político ideal de toda la literatura griega: el “Jefe” de Jenofonte, el “Sabio, rey-
filósofo o filósofo-rey de Platón, el “Buen ciudadano” de Aristóteles” (ibídem, 84).
Aunque no escribe propiamente una utopía, sino que usa el método histórico,
construye una “utopía del pasado”, porque idealiza las instituciones que han
existido para presentarlas como modelo para el porvenir (ibídem, 85). Su
concepción de la virtud y del deber del gobernante, que lo lleva a plantear que la
autoridad se sostiene en buena medida sobre el prestigio moral, proviene de la
filosofía estoica (ibídem).

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Ese hecho de la influencia griega ha llevado a algunos autores a desvalorizar
a Cicerón considerándolo un imitador de Platón, lo que implica obviar el hecho de
que él tenía una formación clásica profunda. En contrapartida, otros han tratado de
presentarlo como el pensador original que ofreció en su obra el proyecto de lo que
sería el Principado, el régimen polítici que intentaría efectivizar Pompeyo, y que
concretaría Augusto. Esta tesis sobre Cicerón como el teórico del Principado tiene
amplia aceptación entre los politistas. Pero Prelot coincide con P. Grenade, según el
cual la obra La República es una pintura de “El ideal del hombre de Estado, tomado
por cicerón del pensamiento griego, madurado por su experiencia personal y
adaptado así al pensamiento romano y al cuadro político de la Ciudad republicana”.
(ibídem)

En sus obras el tema es el estudio del Estado, o sea en términos latinos la res
publica. Los seis libros de La República tratan de: 1.- De las diversas formas de
gobierno; 2.- De las instituciones romanas; 3.- De la naturaleza homana y de la
justicia en todo el gobierno; 4.- De la educación y de la vida de familia; 5.- De las
costumbres austeras de los tiempos antiguos; 6.- De las relaciones entre la religión
y la felicidad de las sociedades, con el sueño e Escipión como conclusión. En
cuanto a su obra Las Leyes, sus partes son: 1.- El origen del Derecho; 2.- Las leyes
religiosas; 3.- La organización del poer, magistratura y reglas políticas y prácticas.
“Los dos volúmenes son, pues, de un gran valor documental, nos informan
ampliamente sobre las instituciones de Roma y de la Antigüedad”. (ibídem, 83.
Lamentablemente, sólo una porción de esas obras ha llegado a nosotros.

2.- Ética y Política

a)- La Política es concebida por Cicerón como una actividad impregnada de


un alto contenido moral, porque el individuo cumple un deber consagrándose a ella.
Para desempeñar el gobierno de la ciudad deben desarrollarse las mayores
potencias humanas: la sabiduría y la virtud, a las que debe añadirse la experiencia
cuando se trata de los cargos más altos; de allí la importancia de respetar el cursus
honorum. Sólo los hombres de bien pueden desempeñarse adecuadamente en los
cargos políticos, consagrándose al servicio de la Ciudad, que es el de los
ciudadanos. Se trata de una actividad que tiene una serie de inconvenientes –en los
que Cicerón insiste en forma reiterada-: la incomprensión e injusticia de los
ciudadanos, la asociación con hombres de “poco recomendables”, el poner en
juego la propia reputación. Pero en la medida en que es un deber cívico, el
individuo debe consagrarse a ella; y sólo cuando ya hubiera prestado ese servicio
puede dedicarse a su vida privada y a sus negocios particulares. Y es un deber
cívico para los hombres de bien, porque lo peor que puede a ellos pasarles es estar
bajo la dirección de un mal hombre.

b)- El poder debe ser desempeñado por un hombre no sólo virtuoso, sino
además munido de suficientes conocimientos como para desempeñar esa función;
de ahí que debe instruirse en la ciencia y el arte de la política. La ciencia moral y la
ciencia política son así los dos instrumentos en los que todo gobernante debe estar
formado, la que ello le dará “competencia y autoridad”. Ese “mejor ciudadano” –que
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se corresponde con el filósofo-rey de Platón-, debe ejercer una “autoridad
benévola”. Debe ser una especie de “tutor” del pueblo y de “moderador”, porque
debe dirigir, controlar, ayudar y moderar los conflictos. El objetivo de todo gobierno
es favorecer “la perfección moral y la felicidad” de su pueblo, y debe estar
impulsado por “el desinterés y la humanidad”.

c)- El/los gobernantes que son los depositarios transitorios del poder, reciben
del pueblo la “autoridad” para mandar, autoridad que no deriva sólo de las
condiciones personales del gobernante sino que es un “hecho social”. La existencia
de un “pueblo” reunido en una región determinada, que conforma el Estado -en este
caso, la Ciudad-, impone la existencia de una autoridad con poder de mando, para
conducir a su pueblo a la virtud y la felicidad. Cicerón entiende por pueblo: “un
“grupo numeroso de hombres asociados unos con otros por su adhesión a una
misma ley y por una cierta comunidad de intereses”. (Prelot, 86).

d)- La causa de la asociación en un Estado no es un pacto o cotrato entre


hombres aislados, producto de la necesidad de protección, sino que es un hecho
natural, porque “la naturaleza humana tiende a huir de la soledad y está ávida de
vida en común y de sociedad”. Así, como Aristóteles y después Santo Tomás,
Cicerón considera que los hombres son seres sociales por naturaleza, y que el
origen del Estado debe rastrearse en los hechos históricos: diversas familias
eligieron una zona donde asentarse y “un hombre” los organiza y reúne en una
Ciudad, que luego se extiende sobre sus vecinos; y a partir de entonces se hacen
necesarios “una autoridad permanente y un gobierno constituido” (ibídem).

e)- Tanto la fundación como el desarrollo del Estado es para Cicerón una obra
colectiva, porque por sabio y virtuoso que sea el gobernante, “la grandeza de un
Estado necesita la colaboración de toda la colectividad, que trascienda del individuo
tanto en el espacio como en el tiempo; y “se requiere el esfuerzo de un pueblo
durante generaciones para llevar el poder político a su grado de perfección”. (Prelot,
87).

3.- Las formas de gobierno.

Las formas de gobierno son para Cicerón -que en ello sigue la tradición-, tres:
la monarquía o gobierno de uno, la aristocracia o gobierno de unos pocos –los
mejores-, y la democracia o gobierno de todo el pueblo. Considera que
históricamente la primera forma de gobierno ha sido la monarquía, derivada del
poder paterno; pero como ella deriva en despotismo, se produce la rebelión popular
contra el déspota. El régimen se torna entonces republicano-aristocrático, porque el
pueblo carece de la preparación suficiente para gobernar. Pero una vez que
adquiere los derechos, el régimen deriva hacia la democracia.

Cicerón rechaza las tres formas puras. a)- La monarquía es el régimen que
goza de las preferencias de Cicerón, en relación a las otras dos; pero le teme a la
transformación de la monarquía en despotismo y la rechaza porque impide que los
miembros de la ciudad “participen en las deliberaciones”, “se pronuncien sobre las
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decisiones a tomar” e intervengan “en la confección de las leyes” (ibídem, 88). Por
otra parte, según Prelot “toda su terminología y su ideología son republicanas”
(ibídem, 87). b)- Al régimen aristocrático lo cuestiona porque durante su vigencia se
profundizan las diverencias entre los sectores, porque los hombres del patriciado
tienden a gobernar en su beneficio. c)- Al régimen democrático lo considera el peor
de los tres, porque impide “la equidad”, entendiéndose por ello que no se hace
justicia porque no se da a cada cual lo suyo. Esta concepción se relaciona con la
idea que en la época antigua se tenía de la sociedad: había diferentes tipos de
hombres, ubicados en clases con diferente tipo de jerarquía y dignidades, e intentar
igualarlos y no reconocer esas diferencias jerárquicas rompía con el orden
tradicional, que era el mejor.

Cicerón adhería el régimen mixto, esto es, un régimen de gobierno que


combinara los elementos monárquico, aristocrático y democrático. En ese sentido
avala la estructura tradicional romana, donde “la magistratura” retiene ciertos
elementos monárquicos, “la aristocracia” está representada en el Senado, y “la
democracia” se concreta en las Asambleas populares.

4.- La Justicia natural y el derecho positivo.

Cicerón pone el acento en el papel de la justicia dentro del Estado, porque


afirma como Aristóteles que es deber de éste propender a la vida feliz de la Ciudad;
y como para que exista esa felicidad se debe dar a cada uno lo suyo, esto es, debe
haber equidad, la justicia es una de las funciones esenciales del Estado.

Cicerón desarrolla en relación a esta cuestión el principio de la ley natural,


evidenciando la influencia de los estoicos. Afirma así:

a)- “que la naturaleza humana y la recta razón emiten órdenes que deben
ser respetadas por quien las escucha;

b)- que esas órdenes de la recta razón no pueden ser modificadas por el
derecho positivo y que los poderes públicos son impotentes a su respecto;

c).- que las manifestaciones de esa recta razón tienen un carácter eterno y
universal” (Prelot, 89)

En consecuencia, Cicerón desarrolla la idea de la existencia de una ley no


escrita, la ley natural o ley de razón, que precede a toda ley escrita (derecho
positivo) a la cual ésta debe ajustarse para tener legitimidad.

El tema que no deja absolutamente claro es el de los derechos individuales.


Para los romanos, como para los griegos, el hombre sólo puede ser feliz si se
desarrolla en la Ciudad y se acomoda a su normativa, o sea si vive en función del
bien común. Es por ello que en la Ciudad del mundo clásico “Todo se encontraba
bajo la vigilancia del Estado, incluso la religión, incluso la vida privada y todo le
estaba subordinado, hasta la moral; el hombre carecía de toda garantía en sus
derechos individuales” (ibídem). “No obstante, el derecho romano aporta a esta
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concepción totalitaria y autoritaria del Estado un correctivo jurídico capital: la
distinción entre el derecho público y el derecho privado” y con ello se ha producido
un notable adelanto en relación a los griegos.

Cicerón plantea la existencia de derechos individuales, pero “no ha tenido la


osadía intelectual suficiente para ver en el derecho individual un derecho
trascendental inherente a la personalidad. Los derechos del individuo son, en la
época en que él escribe, inmanentes a un ordenamiento jurídico procedente del
Estado” (Prelot, 90).

En tiempos de Cicerón se da el tránsito de la República al Imperio, bajo la


forma de Principado, que según algunos autores se corresponde al planteo
ciceroniano por el predomino de un primer ciudadano. El régimen de monarquía
absoluta posterior no tiene nada que ver con la teoría política o jurídica romanas: se
consideró una solución producto de la necesidad de supervivencia, y fue una idea
importada de Cercano Oriente, de las monarquías egipcia, persa y macedónica

Bibliografía consultada

PRELOT, (1986), “Historia de las ideas políticas”, Ediciones La Ley, Bs. As.

SABINE, George (1982), Historia de la Teoría Política. Edit. Fondo de Cultura Económica.

TOUCHARD, Jean (1998): Historia de las Ideas Políticas. Madrid, Edit. Tecnos

PONSATI, A. (1976) Lecciones de Historia de las Instituciones. Buenos Aires, Ediciones Astrea

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