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Resumen
Enmarcado en el eje: La canción actores y contextos, queremos compartir la
experiencia de habilitar el espacio compositivo en la escuela, como recurso para
alcanzar un aprendizaje integral, holístico y emancipatorio, brindando algunas
herramientas compositivas en las clases de música de la escuela secundaria, para que
l*s estudiantes puedan decir, contar, expresar a través de su canción, lo que piensan,
sienten.
Introducción
Durante muchos años se ha creído que la música, ha estado reservada a unos pocos
talentosos, y que para llegar a “componer” primero hay que dominar muy bien el lenguaje
musical (audio percepción-lectoescritura)
En mi recorrido como docente, hace 19 años he podido ir derribando algunos mitos
respecto al “talento y genio musical” de la mano de autores como Cristopher Small, quien
sostiene que todo ser humano nace normalmente dotado con el don de la música, y que
lo que afirma la Industria que una “minoría talentosa” tiene el poder de producir música
para la mayoría poco talentosa, se basa en una falsedad.
Significa que nuestros poderes de hacer música para nosotros mismos han sido
apropiados, y que a la mayoría de la gente le han robado la musicalidad que es suya
por derecho de nacimiento, mientras unas pocas estrellas, y sus cuidadores, se hacen
ricos y famosos por vendernos lo que nos han dado a entender que nos falta.
(Small;2009, pag.4)
Dentro del aula, fui sorprendiéndome con las habilidades de mis estudiantes que
estaban ocultas bajo un manto de desinterés (Carabetta /Lucy Green;2016) cuando incluí
sus territorios musicales como parte del repertorio. (Samper; 2009) emergieron e
hicieron suya la propuesta.
Al conectar con la música de una manera integral y permitirle ser vehículo portador
de múltiples sentidos, habilité el espacio de la composición para mí y para mis
estudiantes. Cuando me di el permiso de hacerlo, pude llevar la propuesta al aula. La
misma fue recibida con mucho entusiasmo y con respuestas altamente satisfactorias.
Algunos de l*s autores con los trabajaremos en este relato (C. Small, K. Swanwink,
A. Samper, Lucy Green) dan cuenta de la importancia de hacer música y aprender en la
práctica con otros; si bien el aprendizaje desde el punto de vista cognitivo es un proceso
individual, estar acompañad*s, formar parte de grupo de pares, genera condiciones
altamente positivas en este proceso de aprendizaje en prácticas musicales colectivas.
De lo personal a lo colectivo
Cuando me permití componer y dejar salir mis canciones, pude habilitar la propuesta
a las estudiantes del taller de música 3er año, de la escuela secundaria en la que me
encontraba trabajando.
Valorar la canción como instancias compositivas, cargadas de sentido, (Swanwick;
1988) sin que la experiencia se centre en la lógica del lenguaje formal académico, fue un
desafío para mí. Proponer otro modo de aprender y abordar la lógica de la música como
una experiencia más integral y orgánica, respondía a lo que L. Green (Caranetta, 2016)
presenta como “procesos de aprendizaje informales” (característicos en los músicos
populares) que se sustentan en grupos de pares y esfuerzos colaborativos.
Frente a esta propuesta, la respuesta por parte de las alumnas fue contundente…
desde ese año, replico la experiencia y cada grupo puede iniciar un proceso de
composición colectiva, cargando de sentido sus producciones musicales. Poniendo en
juego distintas competencias: como la escucha, la ejecución, la improvisación y la
composición. El aprendizaje aquí se asume de manera holística, integral y colectiva.
Propuesta
Bronca Alegría
Enojo Entusiasmo
Tristeza Paz
Desagrado Orgullo
Implementación
Es importante aclarar que el grupo de trabajo, era armado según las preferencias de
ellas mismas. Algunos empezaron por escribir la letra y desde allí esbozaron ideas
melódicas, definiendo cuál de ellas era más pregnante y oficiaría de estribillo. Otros
empezaron eligiendo una secuencia de acordes que daría estructura a las frases… y sobre
esa base armónica fueron definiendo el ritmo, estilo de la canción y poco a poco iban
armando la letra junto con la melodía.
Los consumos culturales, la presencia de la música en tempranas edades, generan
una plataforma de percepción, de estructuras (armónicas, formales) que ofician de
“modelo”, lo vernáculo/ convencional que llama Swanwik, (1988) muchos de los grupos
en sus propuestas, iban tendiendo a “imitar” el estilo de canciones que escuchan
habitualmente.
Este proceso fue completándose en 5 encuentros. Clase a clase cada grupo llevaba un
registro, hojas borrador nombres de acordes y se completaba grabando con el celular lo
que había quedado firme ese día para poder retomar desde allí a la clase siguiente. La
diversidad de respuestas para las propuestas de composición se mantuvo a lo largo de
todo el proceso. Diferentes respuestas para el mismo «problema», y todas ellas eran
posibles.
Esto sucede en parte porque para muchos docentes supone lo que llamamos un “voto
de confianza”. Es como un “salto al vacío”. También, como en todos los aspectos relativos
al modelo de aprendizaje informal, ¡permitir que los estudiantes guíen su propio
aprendizaje no es un estado permanente de cosas! Lo que tiende a ocurrir es que el
docente se vuelve gradualmente más y más demandado.
Cierre
Los docentes se sorprendieron, al ser testigos de las cosas que estaban haciendo
sus estudiantes y que ellos no habrían considerado posible. Por lo tanto, no es la
música “en sí misma” la que es capaz de revelar otros aspectos sino la “habilidad
musical” en sus múltiples colores. (Green Lucy en Carabetta 2016 pag.149)
Beineke (2017) da cuenta que en las prácticas creativas en educación musical que
destacan el valor de las actividades de composición en el proceso de aprendizaje,
encuentran resonancia y respaldo en las pedagogías marcadas por preocupaciones de
orden social, que reconocen los alumnos como sujetos activos del propio aprendizaje, y
que los consideran no solamente consumidores de cultura, sino productores de cultura.
Como afirma Aróstegui (2012), permitir que los alumnos creen sus propias
composiciones les convierte en protagonistas de la acción educativa, y como la música es
elaborada por ellos, resulta una experiencia significativa y conectada a sus vidas. En este
pensamiento ganan relevancia proposiciones como las de Bitencourt, Pessôa y Silva
(2008), que argumentan que el desarrollo de la capacidad creadora de los alumnos a
través de actividades de composición puede formar personas capaces de intervenir y
transformar la sociedad en que viven de manera crítica y consciente, contribuyendo así
a un desarrollo más igualitario y con menos concentración de poder y control.
No podemos dejar de advertir que, desde esta perspectiva, el conocimiento es
considerado como un constructo social, y por tanto el proceso educativo es facilitado por
interacciones sociales. Construir canciones, canciones que construyan, que inviten a
pensar y pensarnos desde otros lugares. Canciones que empoderen, que cuestionen y
resignifiquen realidades, canciones que oficien de puentes entre el mundo
subjetivo/interno y el material/externo, que transformen e interpelen, que oficien de
puentes, evocando, explorando, engendrando otros mundos…
Que la canción sea herramienta de transformación individual y colectiva…y que
llegue allí hasta donde tenga llegar, a iluminar, a cuestionar o simplemente a invitar a
otrxs a dejarse atravesar por la experiencia.
Bibliografía