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Tratado de métodos de análisis

de los sistemas económicos


mundialización capitalista y crisis sistémica
Autoridades

Directorio

Eudomar Tovar
Presidente
Armando León Rojas
José Félix Rivas Alvarado
José Salamat Khan Fernández
Julio César Viloria Sulbarán
Nelson J. Merentes D.

Jorge Giordani
Representante del Ejecutivo Nacional

Administración

Eudomar Tovar
Presidente
José Salamat Khan Fernández
Primer Vicepresidente Gerente (E)

Comité Permanente de Publicaciones

José Félix Rivas Alvarado


Presidente
Armando León Rojas
Carlos Mendoza Pottellá
Jaime Luis Socas
Iván Giner
Txomin las Heras
luciano vasapollo

Tratado de métodos de análisis


de los sistemas económicos
mundialización capitalista y crisis sistémica
Catalogación en fuente de Biblioteca Ernesto Peltzer
Vasapollo, Luciano
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos : mundialización
capitalista y crisis sistémica / Luciano Vasapollo. – Caracas: Banco Central de
Venezuela, 2013. – 920 p.–

Colección. –
ISBN: 978-980-394-088-1 (Ejemplar). –

1. Sistemas económicos 2. Economía comparada 3. Capitalismo 4. Socialismo


5. Marxismo 6. Producción (Teoría Económica) 7. Política económica
8. Imperialismo I. TÍTULO

Clasificación Dewey: 330.15/ R845


Clasificación JEL: B2; H1

Edición original en italiano: Trattato di economia applicata.


Analisi critica della mondializzazione capitalista,
Editoriale Jaca Book, Milán, 2006
© International Copyright Editoriale Jaca Book
Todos los derechos reservados
© De esta edición: Banco Central de Venezuela, 2013

Producción editorial
Gerencia de Comunicaciones Institucionales
Departamento de Publicaciones, BCV
Avenida Urdaneta, esquina de Las Carmelitas
Torre Financiera, piso 14, ala sur
Caracas 1010, Venezuela
Teléfonos: 801.5514 / 8380 / 5235
Fax: 536.9357
publicacionesbcv@bcv.org.ve
www.bcv.org.ve
RIF: G-20000110-0

Traducción
Hernán Carrera
Diseño gráfico y diagramación
Diana Chollett
Corrección de textos
María Bolinches
Impresión
Litoven C.A.

Hecho el Depósito de Ley


Depósito legal: lf35220133302856
ISBN: 978-980-394-088-1
Impreso en Venezuela – Printed in Venezuela
ÍNDICE

Prefacio a la presente edición XVII


Agradecimientos XIX
Presentaciones XXI
otras Presentaciones XXXI
Prefacio La economía: entre ciencia y “no ciencia” XXXV

PRIMERA PARTE PARA UNA CRÍTICA A LOS FUNDAMENTOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS

Introducción Por una reconstrucción crítica de la fase actual


del capitalismo en proceso de mundialización 3

CAPÍTULO I ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


1. La esencia del capitalismo 17
2. Dimensiones fundamentales del funcionamiento de un sistema económico capitalista 19
3. Conceptos para la valoración del funcionamiento del sistema económico capitalista 21
4. La vigencia del análisis marxista del sistema capitalista: una discusión aún abierta para
la crítica de la economía política y aplicada 22

Capítulo II LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


1. Antes de Marx 35
2. La contribución de la escuela socialista 37
3. La utilización socialista de Ricardo 38
4. Thomas Hodgskin 39
5. John Gray 40
6. Robert Owen 41
7. Claude-Henry Saint-Simon 42
8. Sismonde de Sismondi 43
9. Pierre-Joseph Proudhon 44
10. Hacia el socialismo científico: Rodbertus, Weitling 47
11. La mistificación de la economía política, según Marx 51

CAPÍTULO III CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA


(EL CORAZÓN DEL PROCESO PRODUCTIVO)
1. Modo de producción capitalista y teoría marxista del valor 57
2. Plustrabajo-plusvalía 66
3. Las clases sociales 73
4. Marx y el valor: a manera de recapitulación 74
5. Por un uso del análisis marxista en los desafíos actuales 77

SEGUNDA PARTE CATEGORÍAS Y DINÁMICAS DEL SISTEMA CAPITALISTA

CAPÍTULO I FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


1. Las categorías marxistas y su traducción estadística 87
2. Limitaciones de los conceptos económicos neoclásicos convencionales 89
3. La centralidad del debate sobre trabajo productivo e improductivo 90
4. La contabilidad nacional 96
5. Los operadores económicos 96
6. El PNB y el PIB 100
7. Renta, consumo y ahorro 107
8. La inversión como categoría central del sistema capitalista 109
9. Inversión productiva e improductiva 111
10. La dinámica de las inversiones fijas 114
11. Distribución y redistribución de la renta 116

CAPÍTULO II CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE


1. Algunos problemas planteados por la contabilidad nacional 121
2. Análisis crítico del sistema de cuentas nacionales 126

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


VI
CAPÍTULO III PARA UNA CRÍTICA DE LA CONTABILIDAD NACIONAL
1. El marxismo y el sistema de cuentas nacionales 131
2. Hacia una macroeconomía alternativa 133

CAPÍTULO IV LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


1. Indicadores macroeconómicos para los modelos de crecimiento cuantitativo 137
2. Modelos económicos 144
3. Dinámica económica y modelos: los límites teóricos de la economía dominante 149

TERCERA PARTE CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA A LA ESTRUCTURA DE GESTIÓN:


EL SISTEMA EMPRESA Y EL SISTEMA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

CAPÍTULO I POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


1. Los modelos de empresa y los sistemas de valoración 177
2. Aspectos particulares y determinación contable del autofinanciamiento 192

CAPÍTULO II LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO


1. Reglas básicas de funcionamiento 223
2. Algunas reflexiones sobre el doble carácter del proceso de gestión pública
de la empresa socialista 226

CAPÍTULO III POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


1. Evolución de las bases conceptuales de la Administración Pública 235
2. Los proceso de reforma en la gestión pública para la construcción socialista 238
3. Validez, eficacia y eficiencia en la Administración Pública 242
4. La necesidad de establecer sistemas e indicadores de control 245
5. Importancia y beneficios del control 252

CAPÍTULO IV ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADO


Y POLÍTICA ECONÓMICA
1. Instrumentos y mecanismos 255
2. Las funciones actuales de la Administración Pública 257
3. El análisis de las políticas públicas como fuente de ejercicio de la Administración Pública 259
4. Del ciclo de la política pública al análisis de la política pública 260

VII
CAPÍTULO V POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA
APLICADA AL SISTEMA ESTADO
1. Bases conceptuales y fundamentos de la concepción del Estado y de la
Administración Pública contemporánea 263
2. Nota sobre algunas concepciones “débiles” del marxismo ortodoxo en lo referente
al Estado. El contexto actual del profit State 268
3. Para una aproximación al análisis del Estado en la fase neoliberal:
profit State contra welfare State 275
4. El servicio público en la construcción socialista 284
5. La gestión pública socialista y el proceso de construcción del socialismo 285

CUARTA PARTE CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA A LOS SISTEMAS ECONÓMICOS:


REGULACIÓN Y PLANIFICACIÓN EN EL CAPITALISMO Y EN EL SOCIALISMO

CAPÍTULO I CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


1. Cuál liberalismo, cuál economía de mercado, cuál globalización 293
2. La financiarización de la economía 299
3. Liberalización financiera, el dinero capitalista y la asimetría monetaria 301

CAPÍTULO II SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE


PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA
1. Un repaso a los principios de la planificación 311
2. Reflexiones sobre el caso de Italia 314
3. Particularidad de la planificación socialista 320
4. Reflexión sobre la actualidad de la planificación socialista 322

CAPÍTULO III OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA


1. La transición al socialismo: los diversos enfoques 327
2. Cambios en los modelos económicos socialistas 329
3. Características particulares de algunos modelos de planificación económica 330

CAPÍTULO IV CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN


1. La visión de Guevara y la participación popular 343
2. De fines de los años sesenta al Período Especial 350
3. Elaboración del plan y poder popular 353

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


VIII
CAPÍTULO V LA VALIDEZ DE ALGUNOS INSTRUMENTOS ANALÍTICOS DE
LA MACROECONOMÍA
1. Potencialidad analítica de las tablas input-output y de otros instrumentos. Su utilización 357
2. El alto potencial de las tablas de interdependencias sectoriales 359

QUINTA PARTE CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA MUNDO.


LA ECONOMÍA ABIERTA: EL COMERCIO INTERNACIONAL Y EL IMPERIALISMO

CAPÍTULO I COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS


A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS
1. Ciclos largos e internacionalización de los mercados 367
2. El papel del comercio internacional 371
3. La teoría clásica del comercio internacional 374
4. La visión neoclásica del comercio internacional: el teorema de Heckscher-Ohlin (-Samuelson) 376
5. Crítica de la teoría de la especialización internacional a través del comercio 378
6. La crítica de Joan Robinson 379
7. Crítica marxista de los costos comparados 383

CAPÍTULO II EL ANÁLISIS ESTADÍSTICO-ECONÓMICO DE LAS RELACIONES


INTERNACIONALES
1. La estructura de la balanza de pagos 391
2. Algunos factores críticos 397

CAPÍTULO III LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE


LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO
1. El enfoque de Marx 401
2. Formación del capital financiero (Kf) 402
3. La teoría del imperialismo en Lenin 403
4. Estados Unidos como economía imperialista 407
5. Imperialismo económico 409
6. No solo Estados Unidos: el Europolo en la competencia global 423

CAPÍTULO IV IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


1. El conflicto norte-sur, pero también este-oeste 435
2. El desarrollo desigual y combinado 440

IX
3. Neoliberalismo y desarrollo desigual también en los países de capitalismo maduro 448
4. Imperialismo y financiarización en la fase actual de la mundialización:
recaídas (no solo) económico-productivas de la competencia global 450
5. Imperialismo y economía militar estadounidense: el complejo militar-industrial 453

SEXTA PARTE
TENDENCIAS ACTUALES DEL CAPITALISMO: ENTRE EL CRECIMIENTO CUANTITATIVO
Y LA CRISIS ESTRUCTURAL

CAPÍTULO I ALGUNOS MODELOS Y CATEGORÍAS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA


FASE ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIALIZADO
1. Cuatro criterios de relevancia general 469
2. Competencia, concentración, monopolio 470
3. Composición orgánica del capital y caída tendencial de la tasa media de ganancia 472
4. Renta y plusganancias 476

CAPÍTULO II LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


1. La primera revolución industrial 481
2. La segunda revolución industrial y el fordismo 483
3. El concepto de crisis 485
4. Retrato del poder de clase 489
5. La contraofensiva del capital 491
6. La revolución de la información o tercera revolución industrial 494
7. Pobreza en la abundancia creada por la revolución científico-técnica 500

CAPÍTULO III COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


1. Cómo se generan las crisis de subconsumo y sobreproducción 505
2. Ciclos y crisis económicas 506
3. Los años de la gran crisis energética 508
4. El carácter internacional del ciclo capitalista durante los años setenta
y comienzos de los ochenta 510
5. El carácter internacional del ciclo capitalista 512
6. El papel del comercio exterior en la transmisión del ciclo 513
7. La dependencia de las materias primas 514
8. Las relaciones monetario-financieras y la transmisión del ciclo 515

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


X
9. Exportación del capital e internacionalización del ciclo 517
10. El ciclo económico de los años ochenta, la política macroeconómica y el nuevo
paradigma tecnológico 518
11. El proceso de formación de la política económica en Estados Unidos 519

CAPÍTULO IV UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL:


LA INTERPRETACIÓN DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL Y DE LA NUEVA
DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO
1. Consideraciones e interpretaciones en torno a la globalización neoliberal 523
2. La globalización como proceso objetivo 529
3. La globalización como fenómeno subjetivo: el proyecto político de la globalización
neoliberal se transforma en competencia global 531
4. La competencia global como fase actual del imperialismo 533
5. Aspectos del actual panorama económico-financiero mundial frente al mito globalizador:
el ejemplo de los fondos de pensión 540
6. De la globalización de la pobreza y la desigualdad a la globalización de los
derechos de la humanidad 542

SÉPTIMA PARTE ESCENARIOS NEOLIBERALES Y VIGENCIA DEL ANÁLISIS CIENTÍFICO DE MARX


EN LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA

CAPÍTULO I EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


1. ¿Cómo continúa la revolución industrial? 551
2. ¿Choque entre modelos de capitalismo? 556
3. Nuevos esquemas en el gobierno de la empresa 559
4. Empresa posfordista y economía del conocimiento 561

CAPÍTULO II LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


1. Modelo comunicacional y control social 567
2. La economía del conocimiento para los paradigmas de la sociedad
de la comunicación desviante 572
3. Sociedad y procesos inmateriales en la economía del conocimiento:
una aproximación desde la teoría marxista 580
4. ¿El valor del conocimiento o el conocimiento creador de valor? 586

XI
CAPÍTULO III DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS
EN LA COMPETENCIA GLOBAL
1. El sistema internacional de dominación político-económica 591
2. El mercado del capital financiero global 597
3. Los instrumentos para la “interdependencia económica”; es decir, las estrategias
para imponer la dependencia en la competencia global 599
4. Los programas de ajuste estructural (PAE) como estrategia política
de la globalización neoliberal 610
5. Consideraciones generales sobre las reformas estructurales 619
6. Consecuencias de la aplicación de las políticas neoliberales 622
7. Los resultados de las políticas neoliberales: saqueo y explotación bajo ropaje “tecnocrático” 629

CAPÍTULO IV NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN


DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
1. El proletariado moderno en las nuevas contradicciones capital-trabajo 633
2. La desocupación estructural y la precariedad como características del sistema posfordista 639
3. Colocados en la poscrisis: retomar las filas del conflicto capital-trabajo en la
dimensión internacional 644

OCTAVA PARTE CAPITAL CONTRA NATURALEZA

CAPÍTULO I CÓMO EL CAPITALISMO DESTRUYE A LA HUMANIDAD


1. Una “desnaturalizada” mundialización del capital 657
2. La sociedad del consumismo y del desarrollismo cuantitativo 663

CAPÍTULO II UN “DESARROLLO SUSTENTABLE” DE MERCADO, DENTRO DE LAS


DINÁMICAS DEL DESARROLLISMO CUANTITATIVO DEL CAPITAL
1. ¿Cuál desarrollo, sustentable cómo, por qué y por quién? 669
2. Los límites de un crecimiento sin progreso y sin desarrollo solidario y autodeterminado 671

CAPÍTULO III EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE


1. Maldito PIB 677
2. Los llamados indicadores alternativos y las leyes ambientales. ¿Cuál “perspectiva verde”? 679
3. Los indicadores estadístico-empresariales para la medición del impacto ambiental 680
4. Las leyes ambientales: instrumentos de control para el análisis de gestión 683
5. Los indicadores de sustentabilidad 686

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XII
CAPÍTULO IV LAS ENERGÍAS “LIMPIAS” DEL CAPITAL: LOS AGROCOMBUSTIBLES
Y LOS CRÍMENES PROGRAMADOS CONTRA LA HUMANIDAD
1. Producir combustibles con alimentos: la monstruosidad del crecimiento 691
2. Ejemplos de cumbres y controversias 694

CAPÍTULO V LINEAMIENTOS CONCLUSIVOS: PARTIR DE LAS LUCHAS


DE LOS MOVIMIENTOS DE BASE Y DE UNA TEORÍA ECONÓMICA
SOCIOECOLÓGICA-POLÍTICA PARA UN DESARROLLO FUERA DEL MERCADO 701

NOVENA PARTE LA CRISIS SE TORNA SISTÉMICA. LA SOLUCIÓN ES POLÍTICA

CAPÍTULO I UNA CRISIS LARGA Y PROFUNDA, QUE VIENE DE LEJOS


1. Un poco de historia y de teoría económica 713
2. Crisis del proceso de acumulación 716

CAPÍTULO II UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


1. Crisis contra trabajo 721
2. Armas y finanzas contra los trabajadores 725
3. Una competencia global con fuertes rasgos financieros 729
4. La crisis es provocada por la ruptura de los fundamentos de la economía y refuerza
las finanzas especulativas 735

CAPÍTULO III ¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?


1. Crisis del mercado capitalista: la planificación socialista como única solución 741
2. Dinámica de la acumulación capitalista y crisis sistémica 750
3. Una época histórica en disolución: la crisis es también de civilización 752

CAPÍTULO IV EL PAPEL ACTUAL DEL EUROPOLO Y DE LOS PODERES FINANCIEROS


1. Cómo se llega al Eurobang 757
2. Globalización polarizada y acumulación flexible: cómo se llega a la crisis de
la deuda soberana 760
3. Por qué los keynesianos yerran el análisis de la crisis 763

XIII
CAPÍTULO V EL CONFLICTO CAPITAL-TRABAJO SIGUE SIENDO CENTRAL
1. Mundialización neoliberal y aumento de la desigualdad 769

DÉCIMA PARTE A CRISIS SISTÉMICA, SOLUCIONES POLÍTICAS

CAPÍTULO I NO HAY YA ESPACIO SIQUIERA PARA EL “WELFARE DE LOS MISERABLES”


1. El Europolo de la pobreza 777
2. ¿Cómo salir de la crisis del capital? Propuestas ante todo políticas y luego económicas 781

CAPÍTULO II EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


1. Por un sistema de relaciones internacionales horizontales 787
2. Poner de nuevo en el centro los intereses del mundo del trabajo: un programa
mínimo de contratendencia 791
3. Propuestas posibles y practicables 798

CAPÍTULO III FORZAR EL HORIZONTE HACIA UNA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO


1. El problema trabajo-tecnología está en el centro de la política 801
2. Alias, la nueva alianza para la planificación socioeconómica solidaria y “libera”, la nueva
moneda a favor de los trabajadores 805
3. La crisis como oportunidad de transformación 808

BIBLIOGRAFÍA 811

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XIV
Dedico este libro a la memoria viva del Comandante Supremo de la Revolución
Bolivariana, Hugo Chávez Frías, maestro imprescindible en el aprendizaje teórico y en
el accionar de batallas pasadas, pero sobre todo de las que nos aguardan en el futuro
a todos los revolucionarios, patrimonio y ejemplo vivo en la lucha por la emancipación
de su pueblo y de toda la humanidad.
Nunca podré olvidar los encuentros, breves en su duración pero de estremecedora
intensidad emotiva y política, que tuve la fortuna –y en particular el honor–
de compartir con el Comandante y que llevo dentro de mí como recuerdo indeleble
y estímulo irrenunciable para continuar, cada vez con más fuerza y convicción, la dura
batalla por la construcción y el fortalecimiento del socialismo revolucionario.

A Ernesto Che Guevara y a todos los revolucionarios que aportan y obtienen


su contribución político-cultural de las luchas de resistencia, de autodeterminación
y de emancipación de los pueblos. Por tanto, a los estudiosos marxistas que, como
Alfredo González, poniéndose siempre en juego, coherentemente, desempeñan
un importante papel de intelectuales orgánicos del movimiento internacional de los
trabajadores, al lado de todos los rebeldes antiimperialistas y anticapitalistas en
busca de libertad.
L.V.
PREFACIO A LA PRESENTE EDICIÓN

Transcurridos casi seis años desde la primera edición de este Tratado de métodos de análisis de los sistemas
económicos, es una gran satisfacción conocer el juicio positivo de los tantos lectores italianos y cubanos,
que lo han conocido a través de las respectivas ediciones, acerca de su plena validez científica y político-
cultural; juicio que, pienso, ha contribuido de alguna manera a que el Banco Central de Venezuela
decidiera traducir y publicar, bajo su prestigioso sello editorial, una versión actualizada y ampliada de
este texto originalmente impreso en Italia por la casa editora Jaca Book (2007).
Los tiempos y formas de la acción política de los Gobiernos neoliberales y occidentalocéntricos
dependen, cada vez más, de las condenadas decisiones de política económica asumidas por un modo de
producción capitalista que se encuentra ya sofocado por su propia crisis sistémica. Se percibe inme-
diatamente –y no solo entre los iniciados– que este sistema no tiene ya nada que ofrecer, en sentido
evolutivo y de progreso, a los destinos de la humanidad. La crisis sistémica es, al mismo tiempo, global
y también de civilización.
En el occidente imperialista, los actores político-sindicales, al igual que los integrantes de movi-
mientos sociales que propugnan una alternativa socialista para la superación del modo de producción
capitalista, no han sabido estar a la altura del desafío, mientras que, en cambio, sí han sido capaces
de aprovechar la ocasión las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas de los países de la
Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), al dar vida a esa extraordinaria
experiencia que es el socialismo del, para y en el siglo xxi.
El antiguo problema central de las fuerzas del movimiento internacional de los trabajadores, esto
es, la fusión de la teoría y la praxis del cambio para una alternativa socialista como sistema, sigue sin
resolverse. Las dramáticas condiciones objetivas –sociales, ambientales– determinadas por los capita-
lismos no encuentran salida en una práctica real, concreta y factible para la superación del modo de
producción capitalista; o al menos así ocurre en todo el occidente de capitalismo maduro.
¿Qué hacer?
Continuar la batalla teórica, seguir impulsando un nuevo e incisivo protagonismo por parte de
las organizaciones del movimiento internacional del trabajo y del trabajo negado, a fin de crear las
condiciones subjetivas para una alternativa a través de la politización del conflicto social y, en especial,
del conflicto central entre capital y trabajo.
Por nuestra parte, seguimos involucrados como intelectuales militantes en las universidades, en
los centros de investigación, en los movimientos sociales y sindicales combativos, abiertos a la “mes-
colanza” de las culturas obreras, campesinas y de las nuevas figuras del mundo del trabajo que la
crisis sistémica impone dramáticamente bajo las mil formas de la pobreza –viejas y nuevas– y de
la precariedad del vivir social.
Es eso lo que cotidianamente nos empeñamos en hacer como intelectuales militantes en el Centro
de Estudios de Transformaciones Económicas y Sociales (Cestes) de la Unión Sindical de Base (USB)
que, con todos sus colaboradores internacionales, participa activamente en la Red de Redes de Intelec-
tuales y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad.
Por tales razones, resulta motivo de orgullo el que este Tratado, siguiendo su edición de 2007, haya
sido publicado en Cuba en tres volúmenes y en número de 15.000 ejemplares, y se le utilice allí en
todas las facultades de Economía y en los centros gubernamentales de estudios económicos.
Ahora, a esta nueva edición venezolana se le suman importantes actualizaciones y revisiones, lo
que incluye nuevos capítulos y partes enteras, particularmente en lo concerniente al conflicto capital-
naturaleza y a la explicitación más reciente de la crisis sistémica del capitalismo.
Ha sido gracias a la asidua investigación de campo adelantada desde el Cestes, y en particular a la
incansable labor y las relevantes contribuciones científicas de Rita Martufi, así como a la importante
colaboración de Joaquín Arriola, que me ha resultado posible actualizar esta nueva versión.
Valga reiterar nuestra cálida gratitud científica y político-cultural, junto con nuestra fraterna amis-
tad, a todos los colaboradores internacionales ya nombrados en los “Agradecimientos” de la primera
edición, especialmente a Efraín Echevarría, Hugo Pons y Esteban Morales, que, junto con el gentil
aporte de Joaquín Arriola –continuo hasta hoy–, hicieron más completa y estructurada la obra original.
Un sincero agradecimiento a todo el personal de la prestigiosa oficina de publicaciones del Banco
Central de Venezuela, que dedicó tiempo y profesionalismo a la aparición de este volumen.
Gracias de todo corazón al traductor de esta edición, el profesor Hernán Carrera, que con fuerte
empeño, gran profesionalidad y participativa pasión cumplió magistralmente la dura y fatigosa labor
de una traducción ciertamente no sencilla.
A todos ustedes estoy sinceramente agradecido.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XVIII
AGRADECIMIENTOS

Este trabajo ha sido posible gracias, también, a los aportes diversificados, que de seguidas se espe-
cifican, de muchos colaboradores del Centro de Estudios de Transformaciones Económico Sociales
(Cestes-Proteo).
En las diferentes fases de bosquejo y redacción del Tratado han colaborado con el autor Esteban
Morales, de la Universidad de La Habana, Centro de Estudios sobre Estados Unidos (Cuba); Efraín
Echevarría, director del Departamento de Marxismo, Universidad de Pinar del Río (Cuba); y Hugo
Pons, Universidad de La Habana, Centro de Estudios de Economía y Planificación (Cuba). Particu-
larmente importante, incluso en materia de consejos para el planteamiento general, ha sido el aporte
de Joaquín Arriola, de la Facultad de Economía de la Universidad del País Vasco (España); sus valiosas
contribuciones permitieron hacer más completa y mejor estructurada la obra entera.
El autor agradece a los tantos colegas y amigos, colaboradores internacionales del Cestes y de
las revistas Proteo y Nuestra América (en particular a Ricardo Antunes, del Instituto de Filosofía y
Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas, Brasil; a Rémy Herrera, de la Universidad
de París 1 Pantheon-Sorbonne y del Centre National de la Recherche Scientifique (Centro Nacional de
la Investigación Científica, CNRS, Francia); a Andrea Micocci, Universidad de Malta-Link Campus y
Segunda Universidad de Nápoles, y Alejandro Valle, Universidad Nacional Autónoma de México, di-
rectivo de la Sociedad de Economía Política y Pensamiento Crítico de América Latina (Sepla), quienes
con su disposición a la lectura de los borradores y al intercambio de ideas facilitaron la sistematización de
este Tratado.
Un agradecimiento a Enzo Di Brango y a Grazia Orsati por sus excelentes traducciones, su partici-
pación y sus críticas estimulantes.
El autor expresa un afectuoso agradecimiento al espléndido grupo de jóvenes investigadores del
Centro de Estudios Cestes-Proteo, como Giampaolo Graziano y Biagio Borretti, por sus útiles contri-
buciones en la fase de elaboración y de revisión, que constituyeron una fuente importante para hacer
más orgánico el texto.
A lo largo de todo el trabajo fueron fundamentales para el autor algunos nexos político-culturales
y humanos; particularmente importantes han sido los llamados a la formulación científica, a la suge-
rencia crítica y a la amistad de Alfredo González, exdirector de Análisis Macroeconómico del Ministe-
rio de la Economía (Cuba); Alessandro Mazzone, Universidad de Siena; Hosea Jaffe, Universidad de
Ciudad del Cabo (Suráfrica), y James Petras, Universidad Estadal de Nueva York y Universidad Saint
Mary (Halifax, Canadá).
Gracias, finalmente, a Sante Bagnoli y a toda la casa editorial Jaca Book, por la continua confron-
tación de ideas en plena libertad y por su valoración profunda y sincera de mi trabajo.
Sin la ayuda constante, el reclamo, los preciosos aportes y el espíritu de dedicación de Rita Martufi,
investigadora socioeconómica, responsable del Comité Científico del Cestes y de las revistas Proteo y
Nuestra América, este trabajo no habría podido realizarse.
A todos ustedes les estoy sinceramente agradecido por el intercambio científico mantenido durante
la formulación del Tratado, que consolida todavía más la espléndida colaboración en el debate político-
cultural que, desde hace ya muchos años, mantenemos a través de la relación académica y, de manera
más general, con la actividad de investigación del Cestes; y, sobre todo, gracias, de todo corazón, por
el trato de fraterna amistad.

L.V.

Nota bene. Por todo cuanto pudiera corresponder a eventuales citas no correctamente transcritas, el autor y el editor
de la edición italiana se excusan a priori y, en caso de que les fueran señaladas, proveerán una errata y cuidarán de
una más acertada citación en posteriores reediciones. Las citas tomadas de textos en lenguas distintas a la italiana,
con fines divulgativos, fueron siempre traducidas al italiano por Enzo Di Brango, de manera de facilitar la tarea
del lector.

[Nota del traductor para la presente edición. Por la razón arriba expuesta, todas las citas de textos en lenguas
extranjeras han sido ahora vertidas al castellano a partir de su traducción italiana. Ello incluye los textos originalmente
escritos en español.]

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XX
PRESENTACIONES

Hosea Jaffe
Universidad de Ciudad del Cabo (Suráfrica)

En este importante trabajo, Luciano Vasapollo se confronta con los temas más difíciles de la economía
contemporánea; con la ciencia de El Capital de Marx, más que con la política del Manifiesto Comu-
nista. Y no es que Vasapollo no sea un político; las décadas que ha dedicado a escribir, hablar y actuar
en defensa del socialismo, el de Cuba en particular, y contra el imperialismo comandado por Estados
Unidos y la Unión Europea, son políticamente importantes; pero, como marxista científico, él da
prioridad a la economía respecto a la política.
En estos períodos de crisis rampante, de jugueteo poskeynesiano con las soluciones neoliberales
impuestas desde el Estado, que no pueden nunca funcionar y que, de hecho, nunca funcionan, no
tiene fin la lista de “nuevas” teorías y teóricos marxistas. A Vasapollo no se le puede encontrar en tal
lista. Él se aferra, con la obstinada tenacidad de un verdadero hombre de ciencia, al “buen viejo Marx”
y a los tres libracos de su nunca envejecido El Capital, para demostrar que la economía marxista, y solo
la economía marxista, puede analizar y darle un sentido pleno a los libros contables de las empresas
nacionales e internacionales.
Es quizá sobre todo por esa razón que este extenso y excelente Tratado de métodos de análisis de los
sistemas económicos de Luciano Vasapollo, debería ser lectura obligatoria para todo el que sepa apreciar
escritos económicos inteligentes, claros e, incluso, a trechos justificadamente airados.
Es por esas razones que resulta para mí un placer escribir esta presentación para un crítico de la eco-
nomía política, un crítico de la ciencia, que ha devenido, en estos años de colaboración internacional,
en excelente amigo y colega. Juntos hemos pasado largos y agradables momentos, y esperemos que so-
cialmente útiles, en conferencias internacionales sobre la así llamada (pésimo término) “globalización”,
en Roma, en Italia, en Europa, y sobre la economía política internacional, en La Habana, Cuba.
Juntos, también, hemos presentado en muchas ciudades italianas y en Cuba el libro que escribimos
conjuntamente, Introduzione alla storia e alla logica dell’imperialismo [Introducción a la historia y a la
lógica del imperialismo] (Milano, Madrid, Lyon, 2005). He tenido siempre gran placer al escuchar a Va-
sapollo dirigirse a los académicos, a los trabajadores y a los estudiantes. En mis reseñas de sus libros más
“divulgativos”, en italiano, español y aun en inglés, he hecho notar su estilo directo, que se evidencia
también en este libro. En este último trabajo, Vasapollo se mantiene fiel no solo a la economía política
marxista sino, sin anunciarlo mucho, al materialismo histórico del Marx que tanto tomó de bueno de
Hegel y de los enciclopedistas franceses. De un lado, el materialismo histórico ha sido un componente
intrínseco del más general materialismo dialéctico que fluye a través de todo el pensamiento escrito
de Marx. Del otro, ha motivado todos los escritos y los actos políticos de Luciano Vasapollo. Se trata de
la unidad de teoría y práctica.
Para Vasapollo, el pensamiento debe hacerse practicable para ser escribible. Al mismo tiempo, la
práctica sería un despilfarro de esfuerzo y tiempo humano si no pusiera de manifiesto, aunque fuese
indirectamente, un concepto fundamental; usualmente, en su caso, un concepto marxista. Sobre todo
en este libro, el concepto de fondo, sin el cual toda la actualidad económica sería inútil y carente de sig-
nificado, es aquel del tiempo de trabajo humano como medida del valor de cambio. Como economista
marxista o, mejor, como marxista, Vasapollo no tiene tiempo para teorías a lo Habermas que sostienen
que las máquinas, como las computadoras o los robots, crean un valor de cambio cuantitativa y cuali-
tativamente distinto de los valores de uso que en realidad, y obviamente, ellos crean, como bien consta
a muchos consumidores tras haber comprobado sus beneficios y sus costos. Es el trabajo humano, y
solo el trabajo humano, el que crea, ambos a una, la categoría de valor.
En la introducción y en la primera parte, que cuidadosamente colocan los fundamentos para las
partes siguientes, el libro muestra la evolución de las categorías y definiciones económicas marxistas
respecto a aquellas de los predecesores burgueses clásicos guiados, naturalmente, por David Ricardo
(1772-1823).
Las categorías discutidas van desde aquellas del valor hasta las de la productividad, la acumulación
de capital y los ciclos, la rotación y circulación del capital. Esta labor analítica preparatoria viene
seguida inmediatamente por otras profundizaciones, que examinan la división del capital en produc-
tivo, comercial y financiero; una división que toca muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. Esto
es especialmente válido (pero ciertamente no solo) para los así llamados países “ricos”, “avanzados” o
“industriales” que constituyen la parte alta de la fisiología, fisonomía y psicología del cuerpo político
del sistema capitalista que gobierna el mundo. Las leyes fundamentales que rigen este sistema son
tratadas en el libro sucesivamente: la tasa declinante de ganancia, la sobreacumulación de capital, su
centralización y concentración. En un apropiado orden histórico y lógico, esta categorización con-
duce a un tratamiento preliminar acerca de cómo y por qué se forman los monopolios capitalistas.
Después, en las últimas partes del Tratado, son estudiados y explicados los resultados y eventos con-
comitantes: la globalización y la competencia global e, inevitable e ineludiblemente, el imperialismo
económico.
Lo significativo en tal método es que no se trata de una diatriba contra el capitalismo, diatriba
que es todavía corriente en el socialismo eurocéntrico, y en consecuencia, permítaseme agregarlo,
también en lo que erróneamente se ha dado en llamar tercermundismo, de lo cual yo mismo he sido
acusado por, precisamente, aquellos “revolucionarios” que sueñan y combaten por lo que no es sino

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXII
una contradicción en los términos: una Europa socialista. Para mí, Luciano Vasapollo no es uno de
ellos, ni este libro suyo es otra cosa que una contribución a la crítica científica de la economía política.
Tal contribución tiene por fuente el firme convencimiento de que, incluso 165 años después
del primer trabajo publicado por Marx –su tesis universitaria–, la unificación que este hizo de la
filosofía histórica materialista y de la economía política clásica abre camino a la macroeconomía.
En el presente trabajo, Vasapollo demuestra que es posible –y útil– comprender la contabilidad
nacional macroeconómica utilizando las categorías fundamentales de Marx, conjuntamente con su teo-
ría del valor-trabajo y de la plusvalía. Más aún, aplica él tales categorías y teorías a la economía política
del imperialismo.
Me siento feliz y honrado de que mis Processo capitalista y teoria dell’acumulazione [Proceso capi-
talista y teoría de la acumulación] (Milano, 1973) y Marx e il colonialismo [Marx y el colonialismo]
(Milano, 1977) le hayan sido de alguna utilidad al escribir ciertos capítulos de este libro. Ese placer
personal nace del hecho de que los dos libros mencionados surgieron del trabajo desarrollado durante
los primeros años cincuenta, en Suráfrica, acerca de la economía política del capitalismo mundial, que
es precisamente el objeto de este nuevo texto de Vasapollo sobre la economía política aplicada.
Ya en la primera parte señala Vasapollo el elemento colonial en la génesis histórica del modo de pro-
ducción capitalista. Posteriormente desarrolla esa tesis en las sucesivas partes que se ocupan de –para
usar sus términos– “colonialismo y modo de producción capitalístico”*. Y rememora para el lector al
Marx que escribe, en una carta a un ruso, dos años antes del Manifiesto Comunista:

Es la esclavitud lo que ha dado valor a las colonias, son las colonias lo que ha creado el comercio
mundial, y el comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria mecanizada. (...) Sin la
esclavitud, Norteamérica, el país más desarrollado, se transformaría en país patriarcal.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África abrieron nuevos caminos a la
burguesía en ascenso. El mercado de las Indias Orientales y de la China, la colonización de América,
el intercambio con las colonias, el aumento de los medios de cambio y de las mercancías en general,
dieron al comercio, a la navegación y a la industria un auge nunca visto y, con ello, un rápido
desarrollo al elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición (Wage, Labour and
Capital, 1850) [Trabajo asalariado y capital].

Y que ha escrito estas famosas palabras en el primer volumen de El Capital, palabras que este Trata-
do en general, con sus secciones de economía pura y las de carácter histórico, revela ciertas:

El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, el exterminio, esclavización y


sepultamiento en las minas de la población aborigen, la incipiente conquista y saqueo de las Indias
Orientales, la transformación de África en un coto de caza comercial de pieles negras, son los rasgos
distintivos de los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen
factores fundamentales de la acumulación originaria. Sobre sus talones pisan las guerras comerciales
de las naciones europeas, con el globo por teatro.

* (n.t.) En italiano, “capitalista” es sustantivo, y refiere a la persona que detenta grandes capitales, mientras que “capitalístico”
es adjetivo, y se aplica por tanto al sistema, modo de producción, etcétera. Hosea Jaffe utiliza el primero de esos términos para
ambas opciones, en tanto que Vasapollo, en este y otros casos, establece la distinción que rige en su lengua. En la presente
traducción, como es lógico, se aplicará en lo sucesivo el uso del habla hispana. La cursiva es nuestra.

presentaciones
XXIII
Estas palabras son el tráiler del film de la vida real de la globalización capitalista, con sus com-
petencias y guerras del siglo xx y de nuestro siglo xxi. Al concentrarse, antes que nada, a lo largo de
las primeras partes de su Tratado en el primer tomo de El Capital de Marx, el autor ayuda al lector a
adentrarse sin temor en el terreno prohibido del colonialismo capitalista: el terreno prohibido por el
socialismo eurocéntrico. Ese adentramiento refuerza la idea que, desde hace mucho, vengo sostenien-
do: que su autor, Vasapollo, quien es ya ampliamente conocido como un antiimperialista, en especial
por su defensa de la Cuba socialista, no es un miembro de la familia y ni aun un mero conocido del
socialismo eurocéntrico. Es, simplemente, un economista político marxista, científico y antiimperia-
lista. No es para nada fácil ser antiimperialista y científico, porque mucho del antiimperialismo, si no
casi todo, es o bien anárquico o bien eurocéntrico-americocéntrico, o ambas cosas. No solo su crítica
de la economía, sino también sus muchos discursos y escritos sobre el capitalismo colonialista y el im-
perialismo capitalista, deberían atraer a aquellos lectores que procuran asimilar, de manera placentera,
la comprensión y la aplicación a la actualidad de la economía de Marx.
Como acabamos de sugerir, este libro no acepta ni considera la vetusta noción de que el capitalismo
nació de la “lucha de clases entre una burguesía en ascenso y las clases feudales”. Vasapollo se mantiene
leal al recién citado análisis de Marx sobre los orígenes globales y complejos del modo de producción
(y de cambio, se debería añadir siempre) capitalista. Esta lealtad se manifiesta asimismo en su trabajo
acerca de esa región semicolonial del mundo que sufre de ser llamada con el ridículamente racista y
eurocéntrico nombre de Latinoamérica, en lugar del más apropiado Indoafricano o Afroindio que han
escogido para sí los oprimidos y superexplotados no europeos que allí viven y trabajan. Esa moda de
llamarla “Latinoamérica”, sin embargo, no desluce en este excelente trabajo de economía política in-
ternacional. Luciano Vasapollo tiene, aparte de mí, muchos amigos que se preocupan por redesarrollar
la tesis original de Marx en relación con la verdadera génesis histórica del sistema capitalista y, en par-
ticular, la pregunta de si fue este un producto de la “lucha de clases entre la burguesía en ascenso y los
señores feudales” o, por decirlo educadamente, del “descubrimiento de América”. Existen ya muchos
libros sobre ese origen “americano”, entre ellos algunos de marxistas italianos. Esta discusión se haría
ciertamente más vivaz y sus temas se tornarían más penetrantes con la participación del convincente
autor del libro cuya presentación aquí escribo.
La cuestión clave acá analizada es la del valor, y en particular la plusvalía y su “actualidad”. Para
arribar a ese análisis, el autor habla no solo de Marx, sino también de muchos otros economistas
políticos, clásicos, neoclásicos y neoliberales. Siendo su principal tema de preocupación el de la teoría
del valor-trabajo, del salario y la plusvalía, ha tenido necesariamente que discutir la acumulación de
capital. Al hacerlo, no ha evitado la larga evolución de las teorías a ese último respecto.
Sabemos que hubo al menos ocho diferentes períodos en esa evolución. Primero, la escuela fisio-
crática encabezada por Quesnay (1694-1774), que prácticamente a disgusto examinó la acumulación
“primitiva” u “original” a través de incursiones en América, África y Asia, conjuntamente con incursio-
nes contra el feudalismo en decadencia. Después, en medio de la primera crisis comercial posnapoleó-
nica, la de 1818-1820, vinieron Ricardo y Malthus (1766-1834); y luego, en la crisis que precedió a las
revoluciones de 1848, Rodbertus y Kirchmann. Solo entonces apareció Marx y, casi un siglo después,
Lenin, Luxemburg y los otros, que argumentaron contra los neoliberales de anteayer, Struve, Bulgakov
y los Narodniki. La evolución continuó con El imperialismo y la acumulación del capital, de Bujarin, y
con los trabajos de Grossman e Hilferding que usó Lenin para escribir su El imperialismo... Tras ellos

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXIV
vinieron Varga y el resto de la escuela de Stalin. Penúltimos hemos sido Sweezy, Baran, Amin, Frank,
Dos Santos, Emmanuel, yo mismo y otros que han examinado la todavía en funcionamiento economía
política del capital monopólico imperialista. Finalmente, el desastre de la economía neoliberal y la
ineficaz respuesta de Negri y otros.
De tal manera, el libro incluye asimismo fuertes referencias a algunas de las principales escuelas
de pensamiento en lo concerniente a la economía capitalista. Vasapollo trata la problemática de la
acumulación de capital en su estrecha conexión, en primer lugar, con la tasa de ganancia generalizada,
y generada por la misma plusvalía. Igualmente, toma en consideración la dinámica acumulativa de ca-
pital que acompaña e influencia la tasa de cambio de dicha acumulación; por ejemplo, el monto anual
de la suma del capital variable adicional (v) y el capital constante, y especialmente el fijo adicional
(matemáticamente, d(c + v) / dt).
Siguiendo a Marx, Vasapollo restringe estas variaciones de la acumulación de capital, paso a paso, a
las variaciones anuales de tiempo de trabajo total empleado para producir la suma del trabajo nacional
o global y los medios de producción nacionales o globales. Lo hace siguiendo asimismo su principio
básico; esto es, que la macroeconomía corriente (de un país o del mundo) puede y debe ser leída e
interpretada por medio y en términos de las categorías fundamentales de El Capital de Marx, a través
de las definiciones de tiempo de trabajo, valor de cambio, salario (la unidad de capital variable) y
plusvalía (convertida en ganancia).
Siempre en las primeras partes, pero no solo, leemos acerca de la “ley de la caída tendencial de la
tasa de ganancia”. En este caso, la reinterpretación marxista de la tasa de cambio de la acumulación
de capital como variación anual de tiempo de trabajo (por ejemplo) conforma la parte derecha de una
ecuación importante. La parte izquierda de esta es la tasa de cambio de la plusvalía (el numerador
de la tasa de ganancia). La parte a la derecha del signo de igualdad es la tasa de cambio del capital
acumulado (el denominador de la tasa de ganancia). Aquí, la validez del método de Marx se evidencia
en el hecho de que puede ser probado matemáticamente –mediante el análisis matemático– que la
condición para una tasa de ganancia declinante es la desigualdad (la tasa de cambio en el tiempo de
la plusvalía relativa debe ser menor que la tasa de cambio en el tiempo de la acumulación relativa
de capital). Matemáticamente viene esto dado por:

dS /dt /S < [d(c + v) / dt / (c + v)]

En palabras simples: la variación porcentual anual de las ganancias debe ser menor que la variación
porcentual anual de la acumulación de capital. Solo si esta condición se cumple plenamente, la tasa de
ganancia tiende a caer. Si la parte izquierda de la ecuación excede a la de la derecha, entonces la tasa
de ganancia tiende a crecer, no a caer. Tal crecimiento acontece en la mayor parte de las inversiones
imperialistas en el “Tercer Mundo”, donde la tasa de ganancia es en promedio dos o tres veces la del
“Primer Mundo”.
La tendencia periódica a caer que experimenta la tasa de ganancia en el bloque de los países impe-
rialistas (los de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, u Organi-
zation for Economic Cooperation and Development) se debe no solo a un crecimiento de la masa de
capital constante, sino también a un aumento del capital variable y a una tasa de plusvalía (ganancias-
salarios) que en el Tercer Mundo (que a partir de 1990 pasó a incluir a Rusia y la Europa del Este) es
en promedio nueve veces más baja que en el bloque OCDE.

presentaciones
XXV
En sus partes finales, este libro explica cómo el imperialismo impone una tasa de plusvalía (S/V)
de entre 3 a 1 y 4 a 1 para los indígenas de Asia, África y América Latina, lo que causa un desempleo de
más de 50% y una pobreza en masa. Esa tasa de plusvalía es inversa para la mayor parte de los trabaja-
dores del bloque OCDE. Esta sección es una lectura esencial.
El libro todo es un tratado fundamental cuando analiza la productividad, el dinero, la rotación de
capital, la diferencia entre la plusvalía producida por trabajadores al servicio del capital industrial y
la de aquellos que sirven al capital comercial, financiero y productor de renta. También en las partes
sucesivas se ocupa el autor, desde el punto de vista teórico, de la subdivisión de la plusvalía en las
formas representadas en la vida cotidiana por la ganancia productiva, la ganancia en la distribución
de mercancías –del transporte al comercio–, la renta y los intereses. Entre las preguntas a las que
brinda respuesta se encuentran estas: ¿cómo se mide la productividad? ¿En peso, en volumen o en
otras cuantificaciones de los valores de uso (por ejemplo, toneladas de carbón por minero por año)?
¿Es más estrictamente correcto calcular la productividad en euros o dólares de producto interno bruto
(PIB) por trabajador por año? El libro aborda estas preguntas en la teoría y con referencias estadísticas
nacionales, de la Unión Europea, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), para demostrar que es a partir de las fuentes oficiales de datos y
políticas económicas que aplica la crítica marxista de la economía.
Entre los muchos y complejos problemas examinados se encuentran las diferencias entre la centra-
lización y la concentración de capital; el papel de cada una en la formación del capital financiero de
las multinacionales y de las otras variantes del capital monopólico; los escritos de Marx sobre el capital
monopólico y el colonialismo, en su propio tiempo y antes; Lenin, Hobson, Hilferding y otros sobre
el capital monopólico y el imperialismo de fines del siglo xix; en fin, un necesarísimo examen de la
economía liberal, de la revolución marginalista, y una cuidadosa crítica de los criterios de producción,
distribución y clasificación neoclásicos; todo esto para terminar con una defensa de la teoría marxista
contra los críticos keynesianos, los poskeynesianos, los sraffianos y los ambientalistas.
En estos tiempos nuestros en los que resulta cada vez más demostrable la devastación ecológica,
el papel de los monopolios nacionales y globales es convenientemente descuidado por los partidos
de derecha, de izquierda y de centro que juegan con el consumismo de masas. Entre estos se cuenta
la izquierda “antiimperialista” (sic) que vocifera contra la privatización pero garantiza la propiedad
y el uso de automóviles privados, grandes camiones, motocicletas y autobuses, que provocan 70%
del devastador recalentamiento global. La producción de esos medios de transporte constituye, por
mucho, la más grande industria capitalista (mucho más grande que la bélica). La industria de vehículos
propulsados por hidrocarburos es imperialista de origen y en sus vastos mercados petroleros, que a su
vez han sido causa importante de guerras internacionales. Hay actualmente en el mundo un millardo
de vehículos de propulsión petrolífera, 85% de los cuales se encuentra en los países de la OCDE. El
movimiento verde ha fallado miserablemente al rehusar oponerse a la industria de vehículos propul-
sados por derivados del petróleo, incluidos los aviones, que destruyen el ozono y son cada vez más
populares, y que son fabricados por gigantescos monopolios. Vasapollo ha hecho bien al analizar en
este libro también los problemas que preguntan por cuál desarrollo, malamente planteados por los
movimientos verdes, que han estado a la vanguardia en el ataque contra la economía política marxista.
Este Tratado analiza, asimismo, la problemática de la reproducción ampliada, sobre la base de los
capítulos xxi al xxv de El Capital. Marx mismo planteó la división del capital industrial en dos ramas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXVI
principales, una que produce bienes de consumo (Pc) y la otra, medios de producción (Pp), con la
producción esclavista colonial de las plantaciones de algodón y con el mercado colonial alimentado
por los productos coloniales. La reproducción ampliada fue ubicada por Marx en el contexto del
capitalismo colonialmente globalizado de mediados del siglo xix. Vasapollo renueva esta conexión en
su análisis del imperialismo, del neoliberalismo y de su estructura centro-periferia.
Este libro es uno de los pocos, escritos después de Marx, que coloca la reproducción ampliada en
las matrices coloniales e imperialistas del modo de producción capitalista. Es ese último el fundamento
histórico, y político-económico en general, de la manera en la cual el libro escudriña y revela en su efec-
tiva naturaleza las características y contradicciones de este particular modo de producción (que, como
el feudalismo, es eurocéntrico y no originario de las civilizaciones asiáticas, africanas o precolombinas).
Las partes finales del Tratado, enfocadas sobre la economía de nuestros días –interpretada siempre
por medio de la teoría económica marxista–, se ocupan de las fluctuaciones económicas y de la declina-
ción del capitalismo en un vórtice de crisis. Nuevamente se trata de una lectura esencial, especialmente
en un tiempo en el que los medios –y algunas organizaciones de la izquierda de masas– aclaman el “fin
de la historia”, que no significa más que “capitalismo por siempre, socialismo nunca”.
La tesis de Vasapollo sobre la crisis es la marxista y esto es que las crisis económicas son inevitables
en el capitalismo. Hay conflictos entre la producción de mercancías y los mercados nacionales y mun-
diales. En los “buenos períodos”, el mercado atrae la mercancía producida. Después, de improviso
(como en 1818, 1929, 1973, 1987, etcétera), el mercado rechaza la producción, los precios se precipi-
tan cuesta abajo y, con ellos, los valores capitales del mercado. Empujadas por esta crisis, se desarrollan
y explotan otras: el intercambio Pc-Pp deviene en desigualdad y se rompe, influenciando ambas ramas
de la reproducción ampliada; surgen contradicciones entre comercio e industria; el capital financiero
domina al capital industrial; el capital especulativo se enrosca en una espiral de crecimiento; se produce
la ruptura del “intercambio desigual” a causa de las revoluciones sociales en el Tercer Mundo que
exporta materias primas, minerales, petróleo y otros productos semicoloniales económicos; la compe-
tencia entre los monopolios de la Unión Europea, de Estados Unidos y de Japón, y entre los mismos
Estados, se transforma en característica principal de la “globalización”; e, igualmente inevitable, las
guerras mundiales interimperialistas se convierten en la única posible solución de las grandes crisis
(antes de 1914-1918, 1929-1939), y además existen las guerras neocoloniales (Vietnam, las guerras
por el petróleo en Iraq, Irán, Angola, etcétera) para resolver las crisis del capital y de la mercancía,
guerras que todavía hoy, en todos los casos, las empeoran.
El lector encontrará todo esto y mucho más. Cada una de las cosas que halle, arrojará luz sobre los
terribles sucesos de nuestros días; cosas como la invasión de Iraq, del Líbano y mañana, ¿de quién?,
¿Siria? ¿Irán?
Tenemos todos necesidad de una brújula para guiarnos a través de esta complicada madeja de he-
chos y causas, y este Tratado nos la provee. Por eso, y sobre todo por la devoción de Luciano Vasapollo
al método científico de estudio y de representación de la crítica de la economía política y aplicada,
estamos todos agradecidos.

presentaciones
XXVII
James Petras
Universidad Estatal de Nueva York (Estados Unidos) y Universidad de Saint Mary, Halifax (Canadá)

Conozco al profesor Luciano Vasapollo desde el punto de vista científico, además de en lo perso-
nal, desde hace más de diez años. Comencé a apreciarlo, primero, a través de sus escritos científicos;
después, participando en conferencias científicas y profesionales y, más tarde, como coautor de una
importante publicación académica.
Escribir una presentación para su libro, incluso sobrecargado de trabajo, es un placer en tanto
que para mí no se trata de un ejercicio de rutina, sino de una importante oportunidad para adquirir
conocimiento. Ya desde los primeros capítulos entendí que no me había equivocado y comencé a
tomar notas no solo para el prólogo mismo, sino también para mis propios escritos sobre la economía
política contemporánea. Es este un óptimo Tratado y también un fuerte estímulo para la investigación
académica.
El profesor Vasapollo es uno de los más versátiles e innovadores economistas políticos aplicados, en
el verdadero sentido de la palabra. En el ámbito de la economía aplicada, ha conducido investigaciones
avanzadas que analizan variables sociales, políticas y económicas en un marco explicativo histórico,
aplicado a la contemporánea “teoría de la crisis”. Sus publicaciones sobre teoría macroeconómica y,
especialmente, sobre las relaciones entre valor y trabajo, son muy citadas y pueden ser reencontradas
en las notas a pie de página y en las bibliografías de los trabajos de insignes estudiosos de Europa y de
Sur y Norte América.
El Tratado es una síntesis soberbia de las investigaciones y publicaciones previas del profesor Va-
sapollo. De una manera clara y precisa, pone los conceptos y categorías analíticas en el centro de
atención de los estudiantes de economía. El Tratado está escrito en un estilo pedagógico, concebido
para alcanzar varios objetivos. Brinda una visión del capitalismo como sistema operante, al proveer una
clara exposición de las dimensiones, de los principios operativos, de los conceptos y valores políticos,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXVIII
sociales y económicos que distinguen al sistema capitalista de las economías precapitalistas y poscapi-
talistas. Con objetivo rigor científico, el profesor Vasapollo produce una clara exposición de las catego-
rías de la economía política clásica, examinando sistemáticamente valor, productividad, acumulación
del capital y distribución del valor en el proceso circulatorio de la producción.
La explicación objetiva de los principios de la economía política clásica es seguida por una precisa
exposición crítica y un análisis de las reglas fundamentales del sistema capitalista, que enfatiza en las
tendencias intrínsecas del capitalismo a la sobreacumulación y la crisis, la centralización, la concentra-
ción y la formación de monopolios, así como a la creación de un permanente “ejército de reserva de los
trabajadores”. El profesor Vasapollo propone una alternativa al “razonamiento lineal” de los teóricos
del “equilibrio”, y para ello recurre al método dialéctico, que muestra los elementos contradictorios del
sistema capitalista: cómo la competencia lleva a la concentración, cómo la acumulación comporta
exceso de capacidad y crisis de sobreproducción, cómo la expansión de las fuerzas productivas genera
una excedencia de mano de obra.
El Tratado tiene la virtud de ofrecer un preciso resumen histórico de las teorías liberales, del siglo
xviii a nuestros días, junto con una brillante crítica de los teóricos marginalistas y del equilibrio. Esto
lo consigue al detenerse en el desequilibro y las crisis de producción, y en la tendencia a las grandes
desigualdades socioeconómicas en la distribución. En esta parte, el profesor Vasapollo plantea una
brillante crítica filosófica de la “racionalidad” de la teoría neoclásica, demostrando la destrucción y el
atraso inherente a la lógica de la reproducción capitalista ampliada.
El autor examina y contrapone de manera crítica el keynesianismo, el marxismo y el ambientalismo
a las teorías neoclásicas. Resume sus contribuciones, ampliando y profundizando nuestras concepcio-
nes sobre la teoría económica contemporánea y avanzando más allá de las simplísticas fórmulas de la
economía neoclásica.
El valor del Tratado está en la manera en que une discusiones teóricas y analíticas con una brillante
exposición de análisis empíricos y estadísticos. En la parte consagrada al desarrollo de los nuevos
indicadores socioeconómicos, el autor propone medios y métodos precisos para la construcción de
los indicadores que miden las variables en las coyunturas contemporáneas. A diferencia de tantos
economistas políticos, Vasapollo es un economista estadístico aplicado o, mejor, un crítico marxista de
la economía aplicada, de nivel mundial, que tiene un perfecto dominio de las técnicas matemáticas y
estadísticas. Eso permite a los estudiantes aplicar los conceptos clave y provee una base para la experi-
mentación de las hipótesis empíricas.
El Tratado conjuga una exposición concisa y crítica de los enfoques convencionales del neo-
liberalismo ortodoxo con una excelente discusión sintetizadora, así como con una aplicación del
marxismo del siglo xxi como un medio útil para entender el capitalismo contemporáneo. El pro-
fesor Vasapollo se detiene sobre las crisis y recesiones recurrentes en el contexto de las constantes
reestructuraciones dinámicas del capitalismo. Y procede mediante el examen de las dinámicas
de la Revolución Industrial, lo que él llama “fordismo”, su declinación y crisis socioeconómica y
la “solución” en el mundo “posfordista” del neoliberalismo. Aquí Vasapollo nos permite cons-
tatar su profundo conocimiento acerca de cómo la fuerza política y social del capital, bajo la for-
ma de una contraofensiva al avance de los trabajadores en los años sesenta, condujo al crecimien-
to de la economía “globalizada”, con la cual el capital ha encontrado una manera de consolidar
su hegemonía.

presentaciones
XXIX
En las partes conclusivas propone Vasapollo una “prospectiva general” y pasa a analizar el creci-
miento de un modelo de “acumulación de capital” centrado en Estados Unidos y alimentado por la
fuerza técnico-militar, en competencia con el modelo europeo y japonés –“concentrado en el merca-
do”– de construcción del imperio, basado en las relaciones neocoloniales con las colonias precedentes,
así como el relativo declive de la competitividad estadounidense en la manufactura. Vasapollo iden-
tifica la principal causa de debilidad en los proyectos concurrentes para la construcción del imperio:
la expansión dinámica de la arquitectura financiera global y su extrema inestabilidad, basadas sobre
esquemas “piramidales” (hedge funds) cada vez más especulativos y más lejanos, en todo momento, de
la producción de medios y servicios reales.
El profesor Vasapollo ha escrito un magnífico libro para los estudiantes universitarios, que ofrece
mucho más que los requerimientos de un texto universitario. El Tratado plantea una discusión funda-
mental y precisa de los modelos teóricos pasados y presentes. Adicionalmente, elabora una prospectiva
crítica alternativa que es compleja, pero clara y lógicamente desarrollada. El valor didáctico y divulga-
tivo del texto de Vasapollo reside en la capacidad de hacer comprensibles para los estudiantes, de una
manera simple, ideas complicadas. Y no solo eso: ofrece los medios estadísticos y analíticos para poder
avanzar en la carrera científica de economía aplicada.
Este Tratado sobrepasa a los otros en su capacidad de proponer los lineamientos de una encuesta
científica y de estimular a los estudiantes a apartarse de la teoría para examinar los acontecimientos
contemporáneos. En otras palabras, este no es solamente un libro para un curso académico, sino
además una guía para todos aquellos que desean entender el mundo de una manera crítica pero
también práctica.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXX
OTRAS PRESENTACIONES

Samir Amin
Presidente del Foro del Tercer Mundo y del Foro Mundial de Alternativas (Francia)

El economista desempeña en la sociedad capitalista contemporánea funciones análogas a las de las


grandes hechiceras en las sociedades de antaño: proveer fórmulas mágicas que legitimen el poder de
los dominadores. Su instrumento es una construcción cuya buscada complejidad está a la medida
de su carácter artificial: esa construcción, que plantea falsas preguntas para evitar las verdaderas, le-
jos de ser científica, como pretendería, es la negación perfecta de la ciencia. Vasapollo desmonta aquí
los mecanismos de esa producción paracientífica y, al mismo tiempo, contribuye a liberar a las clases
populares de una alienación que no las deja crecer para mejor tenerlas bajo dominio.

Ricardo Antunes
Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas (Brasil)

El nuevo libro de Luciano Vasapollo es una relevante contribución académica y científica a la com-
prensión del mundo productivo capitalista de hoy. Sostenido por una sólida formación en la crítica
de la economía política, tema sobre el cual ha demostrado ya gran competencia con la publicación de
numerosos libros y artículos tanto en Italia como en el extranjero, este nuevo Tratado será de gran uti-
lidad a cuantos tengan por absolutamente insuficientes, para una verdadera comprensión del mundo
del capital en nuestros días, tanto la econometría como la teoría marginalista.
Atilio Borón
Universidad de Buenos Aires; secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales (Clacso)

Luciano Vasapollo, uno de los más atentos estudiosos contemporáneos del capitalismo, nos ofrece
en esta obra un aporte de primerísima importancia para la comprensión de los grandes problemas
económicos, sociales y políticos de nuestro tiempo. Es un libro que recupera didácticamente las prin-
cipales categorías teóricas del análisis marxista y que, al mismo tiempo, demuestra las potencialidades
explicativas de este a través de su aplicación al examen de los “capitalismos realmente existentes”. Tanto
los estudiantes como los militantes encontrarán en estas páginas una serie de instrumentos teóricos y
metodológicos de gran utilidad para comprender y cambiar el mundo en que vivimos.

Reinaldo A. Carcaholo
Departamento de Economía de la Universidad Federal de Espírito Santo (Brasil);
tutor del Programa de Enseñanza Tutorial PET-SESU-MEC

En los últimos años ha crecido el interés de los intelectuales y de muchos militantes sociales por un
retorno al estudio de Marx. Ese interés responde a una fuerte razón: la teoría económica de Marx
ofrece el único punto de partida sólido para una crítica a fondo, no superficial, de la actual realidad
capitalista. Ese retorno no puede agotarse en citas del autor; exige creatividad crítica (crítica de la
sociedad y del pensamiento socioeconómico contemporáneo). Y es justamente eso lo que podemos
esperar de este libro de Luciano Vasapollo, reconocido internacionalmente como investigador, analista
social y académico. Estamos, por tanto, felices con su publicación.

Guglielmo Carchedi
Universidad de Ámsterdam (Holanda)

Este Tratado es una actualización rigurosamente científica de las categorías marxistas. Está dirigido
no solo a estudiantes y estudiosos, sino también al mundo más propiamente político y sociocultural.
El lector encontrará, en un estilo accesible incluso a los no iniciados en estos trabajos, instrumentos
indispensables para la comprensión del capitalismo contemporáneo y para la formulación de proyectos
dirigidos a la superación del modo de producción capitalista.

Rémy Herrera
Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne y Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS, Francia)

El libro de Luciano Vasapollo es una contribución verdaderamente notable a la teoría marxista con-
temporánea. El autor ha cumplido con éxito el esfuerzo de proporcionar a los lectores, a un mismo
tiempo, una crítica sistemática de las dominantes corrientes neoclásicas y neoliberales en los diferentes

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXXII
campos de investigación de la economía, y los poderosos instrumentos teóricos y empíricos de un
pensamiento alternativo en esa disciplina. De hecho, Vasapollo nos demuestra, con claridad y firmeza,
que el marxismo sigue siendo hoy un medio esencial, en manos de las clases populares, para la trans-
formación radical de la sociedad.

Françoise Houtart
Universidad Católica de Lovaina (Bélgica); secretario ejecutivo del Foro Mundial de Alternativas

En momentos en los que se universaliza la ley del valor (la globalización) y todos los seres humanos
somos golpeados en nuestra propia cotidianidad por los efectos destructivos de la fase neoliberal del ca-
pitalismo, es muy importante hacer una nueva lectura de la crítica de la economía política de Marx, que
analizó la lógica del proceso desde su inicio. La obra de Luciano Vasapollo se percata de esa necesidad.

Alfredo Jam Massó


Director de Análisis Macroeconómico del Ministerio de la Economía y la Planificación (Cuba);
Premio Nacional de Economía 2006

A su incansable actividad en apoyo a la causa del socialismo, el profesor Luciano Vasapollo suma
ahora este trabajo en el campo de la teoría y de la enseñanza, además de su empeño en la divulgación
y clarificación de las ideas de los fundadores del marxismo. De esa manera honra el pensamiento del
comandante Ernesto Che Guevara, quien sostenía: “Sin conocer El Capital, no se es economista en el
sentido más completo de la palabra”. Y es precisamente ese el propósito de esta obra, enfilada a mostrar,
con aplicaciones absolutamente actuales, la esencia del pensamiento marxista y su absoluta actualidad.

David Laibman
Universidad de la Ciudad de Nueva York (Estados Unidos), editor de Science & Society

Este trabajo es de gran importancia, en un momento en que es particularmente fuerte la necesidad


de un texto claro, completo y crítico en el campo de la economía política. Vasapollo ofrece al estu-
diante los conceptos y los instrumentos clásicos de la tradición de la economía política, desarrollando
sistemáticamente cada idea, pero sin excesivo formalismo. Además, completa esa tradición con las
teorías y las argumentaciones económicas actuales, particularmente aquellas que tienen que ver con la
globalización y con los retos que hoy debe afrontar la economía internacional.
Al valorar los más significativos elementos de las economías ortodoxas, Vasapollo muestra cómo las
teorías principales no son erradas, sino más bien superficiales, y que pueden ser mejor utilizadas si se les
incorpora al más rico y profundo marco del marxismo. Este trabajo sigue la estela de la mejor tradición
de recuperación crítica y ocupará lugar relevante en el ámbito académico y político, favoreciendo la
superación del actual callejón sin salida del neoliberalismo.

otras presentaciones
XXXIII
Alejandro Valle
Universidad Nacional Autónoma de México; directivo de la Sociedad de Economía Política
y Pensamiento Crítico de América Latina (Sepla)

Un problema de la disciplina económica es su conexión con la realidad; la economía convencional es


autista, al decir de muchos estudiosos del mundo. La economía marxista ha sido siempre otra cosa
y el libro de Vasapollo lo confirma. El Tratado es una crítica de la economía burguesa aplicada y es
indispensable para comprender al enemigo, para definir las estrategias de los trabajadores y construir
un mundo diferente. No es solamente un trabajo importante en sí mismo, sino también un claro guion
acerca de aquello que debemos investigar quienes nos ocupamos del análisis concreto de la realidad
concreta.

Henry Veltmeyer
Universidad de Saint Mary, Halifax (Canadá)

Vasapollo ha creado una guía para el pensamiento y la acción en la economía política del desarrollo ca-
pitalista actual, que es absolutamente indispensable. No es solo que no existe nada como su libro, sino
que se trata de una obra excelentemente concebida y bien escrita. Estudiantes y activistas no tendrán que
buscar ya en otra parte un mapa que los guíe a través de la intrincada dinámica del capitalismo de estos
días. Se trata de un verdadero y realmente valioso tour de force por la crítica de la economía aplicada.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXXIV
PREFACIO
LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”

Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos,
el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye
el socialismo. Parecía ciencia sabida, tan sabida como el sistema eléctrico concebido por algunos que se
consideraban expertos en sistemas eléctricos. Cuando decían: “Esta es la fórmula”, este es el que sabe. Como si
alguien es médico. Tú no vas a discutir con el médico acerca de anemia, de problemas intestinales, de cualquier
especialidad, al médico nadie le discute. Puedes creer que es bueno o malo, qué sé yo, puedes hacerle caso o no;
pero nadie le discute. ¿Quién de nosotros va a discutir con un médico, o con un matemático, o con un experto
en historia, en literatura o cualquier materia? Pero somos idiotas si creemos, por ejemplo, que la economía
‒y que me perdonen las decenas de miles de economistas que hay en el país‒ es una ciencia exacta y eterna, y
que existió desde la época de Adán y Eva. Se pierde todo el sentido dialéctico cuando alguien cree que esa
misma economía de hoy es igual a la de hace 50 años, o hace 100 años, o hace 150 años, o es igual a la época
de Lenin, o a la época de Carlos Marx. A mil leguas de mi pensamiento el revisionismo, rindo verdadero
culto a Marx, a Engels y a Lenin. Un día dije: “En esta universidad me hice revolucionario”; pero fue porque
hice contacto con esos libros, y antes de empatarme, por mi propia cuenta y sin haber leído ninguno de esos
libros, estaba cuestionando la economía política capitalista, porque me parecía irracional ya en aquella época,
y estudiaba economía política en el primer año por Portela, 900 páginas en mimeógrafo, durísima, casi
a todo el mundo lo suspendía. Era el terror aquel profesor. Una economía que explicaba las leyes del
capitalismo, mencionaba las distintas teorías sobre el origen del valor, y mencionaba también a los marxistas,
los utopistas, los comunistas, en fin, las más variadas teorías sobre economía. Pero estudiando la economía
política del capitalismo comencé a sentir grandes dudas, a cuestionar aquello*.

Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba


Discurso pronunciado el 17 de noviembre de 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana,
en ocasión del 60° aniversario de su ingreso a esa casa de estudios.

* (n.t.) La versión aquí transcrita ha sido tomada del original en español, según aparece reproducido en la página web www.cuba.
cu/gobierno/discursos/.
1. Este trabajo tiene un objeto delimitado en el tiempo y en el espacio. No es una exposición acerca de
la llamada “economía pura” (admitiendo que ella tenga estatuto científico, no solo en sentido formal,
sino de explicación de la realidad); ni tampoco una teoría del modo de producción capitalista (MPC)
en sus formas de movimiento, leyes y tendencias para cada época (es ese el altísimo nivel de abstracción
de la concepción marxista en El Capital). Se quiere ofrecer aquí, como indica el subtítulo, una guía para
la comprensión de la fase actual de mundialización de la producción y reproducción social en forma
capitalista, pero en referencia a la teoría del modo capitalista de producción como proceso comprehen-
sivo. En ese sentido, se trata de economía aplicada y no de la acepción académica que individualiza las
varias economías aplicadas; por ejemplo, al ambiente, a la ingeniería, a la sociología, etcétera.
Presentar una crítica comprehensiva –aunque no exhaustiva, naturalmente– quiere decir asimis-
mo indicar posibles líneas de indagación ulterior, bien sea afrontando el material empírico o bien
examinando aspectos aquí –por necesidad– apenas señalados, y desarrollando las determinaciones
conceptuales aquí propuestas, a veces con alguna simplificación por el uso también didáctico del texto.

2. La crítica marxista de la economía política concierne a las leyes y las categorías que regulan el
modo de producción capitalista y a la dinámica de sus contradicciones intrínsecas; y la economía
política no atañe a “la producción”, sino a las relaciones de los hombres en la producción. Ninguna
comunidad humana es pensable sin que actúe, trabajando, sobre la naturaleza externa, puesto que
la producción es siempre reproducción de una comunidad que, si dejase de trabajar y producir, se
extinguiría inmediatamente (también el campesino autosuficiente basa sus relaciones de trabajo en la
entidad familiar).
El error de reducir la economía política a la sola producción, sin las relaciones de producción, da
lugar no solamente a las “robinsonadas” que ya Marx evidenciaba, sino sobre todo a la “naturalización”
de la economía, como ocurre con el gran Ricardo, que estima naturales y eternas las relaciones que
conceptualiza (como capital, trabajo, tierra).
Pero los economistas burgueses consideran las categorías económicas como categorías naturales de
la producción y, por tanto, no modificables.
La crítica marxista de la economía política se ocupa de analizar los fenómenos de la sociedad
capitalista, develando tras ellos las leyes y categorías del modo de producción capitalista, como reflejo
de las relaciones sociales de producción y, por tanto, de las relaciones de clase de la sociedad capitalista.
Entonces: el objeto de la economía política, las “relaciones de los hombres en la producción”, es la
producción y reproducción de hombres, siempre, pero de vez en vez, en relaciones y condiciones determi-
nadas. El modo específico en que el trabajo vivo y el así llamado “trabajo muerto”, es decir, los medios de
trabajo y, en general, los “medios de producción” en los que el trabajo vivo antecedente es depositado,
define las figuras fundamentales, epocales, de la producción y reproducción de hombres; es decir: los modos
de producción. En el MPC, el trabajo vivo tiene forma de fuerza-trabajo asalariado, el “trabajo muerto”
tiene forma de capital y la producción ocurre solo y en tanto el capital, en su proceso, incorpora el trabajo
vivo, como se explicará más adelante.

3. Admitida esa premisa, la mundialización es globalización financiera (movimiento instantáneo de los


capitales, competencia monetaria y guerra entre áreas monetarias). De otra parte, solo parcialmente se
ha cumplido la globalización de los movimientos de mercancías.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXXVI
Completamente distinto es el caso del trabajo, que se presenta ante todo empíricamente como en-
trada de centenares de millones de personas, de individuos que se convierten en trabajadores asalaria-
dos, en formas directas o más o menos enmascaradas. Puesto que estas masas de individuos coexisten
para el capital y lo hacen ya sea a escala mundial, de cada país, o de zonas y territorios de cada país, este
aspecto se presenta como segmentación de una clase trabajadora en ciernes, sujeta a diversos grados de
explotación y sistemáticamente colocada en situación de competencia consigo misma (son ejemplos
la tercerización, la deslocalización o producción dislocada en regiones y Estados diversos, la precariza-
ción, la desocupación fluctuante, la desocupación estancada, todo en los procesos internos de la fábrica
social generalizada). Pero esto es: a) continuidad de la producción, es decir, producción y reproducción
(si el trabajo de la hipotética comunidad, pequeña o grande, se detuviera del todo, incluso por un mes
solamente, todos estarían muertos, etcétera); lo que significa, por tanto, b) trabajo y por ende produc-
ción, siempre dentro de determinadas relaciones, llamadas por eso relaciones de producción. Todavía
más, eso significa c) que las fuerzas productivas de la comunidad, subjetivas u objetivadas (máquinas,
“tecnología”, etcétera) existen, se modifican, se desarrollan y también se deterioran, siempre dentro
de determinadas relaciones de producción. De hecho, un algo así como unas “fuerzas productivas”
inmovilizadas en su abstracción, sin las relaciones en las que se desarrollan y operan, no puede existir o
bien está fuera del proceso productivo: desechos que la herrumbre hará tornar al ciclo natural.

4. En este proceso ya pluridecenal1 (basta leer los datos estadísticos de las fuentes oficiales como el
Istat, la Eurostat, el Banco Mundial, etcétera) se modifica y se refuerza el triple comando sobre trabajo
asalariado.
Primer comando: frente a la masa segmentada, estratificada, disponible, de los vendedores de
fuerza-trabajo, el capital tiende a escoger en todo momento a cuáles y cuántos trabajadores incorporar
a la producción o, por el contrario, descartar; es decir, precarizar o simplemente invitar a considerarse
inútiles (como dice Mazzone, invitados a morir)2. El segundo aspecto del comando u ordenamiento
del capital es el ejercitado sobre el producir en sí mismo. Desde el momento en que se quiere realizar
un bien o servicio, es el capital el que tiende a asumirlo y hace aparecer como fuerza productiva suya el
uso de las técnicas, la organización del trabajo, las innovaciones de proceso y de producto, que hacen
posible la realización de ese producto dado o gama de productos en un tiempo determinado.
El tercer aspecto del comando del capital consiste en el hecho de que el producto (bien o servicio)
es mercancía y por tanto debe ser vendido, y solo con esa venta se lleva a cabo la valorización del capital.
En consecuencia, todo el proceso productivo de mercancías es regulado por las férreas leyes del
proceso de valorización.
En un mercado capitalista desarrollado, determinados sectores mercadológicos (y en perspectiva
todo el mercado) entran en crisis de sobreproducción en el momento en que la tecnología utilizada, la
fuerza-trabajo operante y la organización del proceso de trabajo permiten la producción de mercancías
en una cantidad tan elevada que no puede ser absorbida por el mercado (como no sea a precios tan
bajos que no posibiliten la valorización). Se tiene entonces exceso de oferta frente a una demanda
depauperada o, por lo menos, inferior. Entiéndase que eso no significa que tales mercancías no sean
“queridas”, deseadas por algún consumidor, dado que frecuentemente las crisis de sobreproducción
conviven con amplios estratos de pobreza difusa en los países de capitalismo avanzado y en todo el
mundo, sino que apenas indica que esas mercancías no son vendibles más que a determinados precios,

LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”


XXXVII
los cuales no permitirían la valorización (cierre positivo del ciclo de valorización) del capital invertido
en su producción.
Eso quiere decir que el capital invertido para producirlas se quema, se pierde, no se valoriza; no solo
no retorna con crecimiento, sino que no retorna en absoluto. Por tanto, no es un problema de cantidad
de mercancías producidas en exceso con respecto a las necesidades reales de la población; es un proble-
ma de mercancías que no pueden ser vendidas “a su valor”. Por eso los productos, las técnicas, las líneas
del producto, serán adoptados o descartados en función de la valorización y solo de la valorización.
Pero con eso, entonces, no solo el trabajador individual sino el trabajador en general es de nuevo
sometido en su mismo trabajo, no a los fines de aumentar la riqueza de la sociedad sino a los de la
valorización, sin cuya realización la unidad de producción (empresa) pierde su objetivo fundacional.

5. Si se prescinde de todo lo antes dicho, no se puede entender el proceso de mundialización capitalista


en curso. Es por eso que, en las diversas tentativas de construir una ciencia económica –pero también
una crítica de la economía–, un escaso conocimiento del capitalismo lleva a equivocar la ruta y a
terminar “atrapando hormigas creyendo cazar elefantes”.
Una parte sustancial del problema consiste en la falta de comprensión de las reglas del juego de
una sociedad en la cual el poder se distribuye en función del dinero que se posee, generando al mismo
tiempo una ideología según la cual el poder se distribuye en función de las capacidades innatas de
cada quien. El capitalismo es una forma de organización de la sociedad, cuyo dinamismo interno y
capacidad de cambio tienen una profunda unidad en las leyes de movimiento del mismo MPC. Pero
esta unidad escapa al análisis teórico de los economistas y de otros científicos sociales que consideran
solamente aspectos parciales del proceso, o fenómenos reportados en modelos matemáticos o estadís-
ticos muy elaborados, pero aislados del contexto en el que surgen3.
En este Tratado no se pretende develar ningún secreto, ni presentar las claves de interpretación defi-
nitiva de un sistema tan complejo como el capitalista. Se trata más bien de reflexionar sobre algunos de
los principales elementos teóricos del estudio del capitalismo, cuya comprensión es fundamental para
poder luego desarrollar propuestas de acción en el marco de la realidad concreta en que viven los indi-
viduos: el ambiente de trabajo, el espacio de consumo, las relaciones internacionales, el contexto de la
familia y de las relaciones personales, sociales y culturales, los determinantes del conflicto social –con
el conflicto capital-trabajo en su centro–, en este punto ya flanqueados por las otras contradicciones
capital-ambiente, capital-Estado de derecho.

6. Después de haber discutido en anteriores trabajos científicos el papel y el desarrollo de los proce-
sos económico-productivos, incluidas las dinámicas del así llamado capital informativo y de los mo-
delos capitalistas desde el punto de vista de las modernas ciencias empresariales, y después de haber
tratado los mismos temas en una lectura de carácter más directamente político-económico (véanse
algunos de mis libros publicados por Jaca Book desde 2003, en colaboración con autores extranjeros
como J. Arriola, H. Jaffe, J. Petras), es de hecho útil, a los fines de una mejor comprensión de la actual
fase de la competencia global, transferir con este texto dichas temáticas al plano de una crítica de la eco-
nomía aplicada, en una explicación y determinación de las tendencias en curso en el mundo capitalista.
Una formulación de este género es diferente, y con frecuencia incluso opuesta, a algunos análisis
de autores citados en varias partes del texto. Tales referencias, que a veces no son compartidas en su

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XXXVIII
contenido, sirven para dar una panorámica sintética de los diversos puntos de vista “contra”; es decir,
de aquellas perspectivas que no tienen nuestra visión marxista de los problemas económico-sociales,
pero comparten el análisis de contratendencia respecto a los proyectos del capital.

7. Si el análisis propuesto en el texto hace referencia a la teoría marxista, específicamente a la crítica


de la economía política de Marx, no es ciertamente por una suerte de proselitismo ideológico o de
sectarismo político-cultural que se escoge ese camino: el hecho es que, al día de hoy, es solo gracias a
Marx que se puede entender y valorar críticamente el funcionamiento y las contradicciones del sistema
capitalista y, por tanto, de su modo de producción4.
Si bien es verdad que durante los últimos años, en Italia, parece que se estuviera recuperando un
poco del terreno perdido en décadas pasadas en materia de estudios sobre Marx y las teorías marxistas,
con la difusión de una literatura renovada en varios ámbitos disciplinarios5, es también cierto que en
el ámbito académico persiste un radical ostracismo, sobre todo cuando esa literatura es desarrollada
como crítica de la economía política y aplicada.
La marginalización –o, mejor dicho, la expulsión fuera del campo académico y sobre todo del
ámbito científico en general– de la crítica de Marx a la economía política y de la economía política
marxista, nos induce hoy con fuerza a desarrollar una visión actualizada de la función metodológica,
conceptual e ideológica de la crítica de los marxistas a la economía política y a la economía aplicada.

8. En el Tratado se propone una crítica a la economía aplicada. En efecto, la teoría económica domi-
nante contempla y difunde esencialmente modelos de reducción de los costos de producción, gracias
al despido y la precarización de un número cada vez mayor de trabajadores, inútiles en un mundo
productivo más y más mecanizado. Es esa la regla de un nunca mejor llamado mundo posfordista
de la acumulación flexible, que no tiene necesidad de reinsertar nuevamente al expulsado en el ciclo
productivo.
Se tiende así, por ejemplo, a considerar el tiempo del desempleo como una condena, una condición
de impotencia y de inutilidad, y no, en cambio, como un momento en el cual poder vivir y procurarse
enriquecimiento educativo, superando de tal forma la alienación causada por la desocupación y por
un trabajo –en la mayoría de los casos– impersonal, esclavizante, pero productivo. De allí deriva,
asimismo, el lugar común de considerar al desempleado como un peso para la sociedad, un trasto pro-
fundamente inútil; no se utiliza esa condición para prepararse para una nueva función ocupacional que
requiera mejor formación, para garantizar una renta y permitirle al desocupado elegir las formas del
vivir social en función, también, de un tiempo liberado del trabajo. La condición de desempleado debe
ser sometida al capital completamente, sin conflictividad, hasta el límite incluso de la marginalización,
la desesperación, el suicidio social.

Durante largos períodos de desempleo, los potenciales trabajadores viven en condiciones de gueto:
encerrados bajo llave en una situación de desesperación económica. ¿Cómo podría ser de otra manera,
si ninguno está produciendo? Si no se produce ningún boom o emergencia, algunos trabajadores de
reserva se adaptarán en los bajos fondos del mundo del trabajo, pero para todos los otros será la
ruina. Falta de asistencia médica, dietas inadecuadas y competencia violenta por recursos limitados
son los medios del sacrificio. Como el conjunto de los sacrificados por el trabajo en los campos,
en Estados Unidos el ejército industrial de reserva está constituido principalmente (y aún más:
desproporcionadamente) por miembros de las minorías. Esta macabra cosecha extiende sus efectos

LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”


XXXIX
más allá de los mecanismos de la remoción: no basta la reclusión espacial (los guetos). Desde el
punto de vista de los conservadores, se ha hecho necesario instalar nuevas señales para hacer menos
vagos los confines entre subeconomía y economía de superficie. Por ejemplo, los llamamientos a
restablecer los valores de la familia funcionan como llamados eufemísticos para que el horror del
sacrificio de la mano de obra excedente sea contenido o devuelto a la oscuridad. Los valores de la
familia son un eufemismo para la reocupación militante de lo visible por parte de las fuerzas del
orden social, y no son en ningún modo interpretados como reclamo de abolición de la subeconomía:
al contrario, esta representación es solo otra espectacular manera de reencontrar y controlar el oscuro
límite entre las dos economías (Critical Art Ensemble, 1998: 89).

La contradicción más absurda del imperio del capital está justamente en despreciar el tiempo libre
y el enriquecimiento intelectual y práctico del tiempo libre fuera de las lógicas del capital. La des-
ocupación y la siempre creciente precarización del trabajo y del vivir, en las sociedades occidentales,
es el espejo del límite histórico al que está llegando la producción capitalista. Frente a ese límite, la
comunicación desviante es utilizada para tornar compatibles con el sistema incluso a sus víctimas más
evidentes, los desempleados, los precarizados, destruyendo de antemano toda voluntad y posibilidad
de rebelión.

9. En el texto se presta atención a las modalidades concretizables del proyecto del imperio del capital en
el actual proceso de mundialización y, en consecuencia, también a la gestión del capital desde el punto
de vista subjetivo, para identificar cómo se decide, se comunica, se sigue y se controla el conjunto de
las operaciones gerenciales encaminadas a lograr el dominio de la lógica del mercado sobre todas las
entidades de valores que se liberan en la esfera social.
Se advierte así que, para alcanzar esos objetivos, el capital asume una forma-empresa, que es la
fábrica social en general, y una forma-institución, que es el profit State (el Estado de la ganancia),
estructuras de representación del modelo capitalista con modalidades diversas y articuladas de ser y
de actuar, las cuales, sin embargo, responden todas a las escogencias del modelo neoliberal conoci-
do como posfordista, fuertemente caracterizado por los recursos inmateriales de la información y la
comunicación.
Se trata de un modelo centrado, de manera cada vez más acentuada, en la búsqueda de formas
flexibles de acumulación; es decir, basadas en criterios de flexibilidad productiva, de precariedad del
trabajo y de todo el vivir social, a partir de la valorización de los nuevos modelos comunicacionales
desviantes, capaces de imponer en su territorio el dogma cultural del mercado, de la ganancia, del vivir
según los principios de la empresa.
Nace así una forma de verdadero totalitarismo cultural, que utiliza para sus propias afirmaciones
un capital humano e intelectual homologado: el intelectual se convierte en función orgánica de la
clase dominante del profit State, sometido y funcional exclusivamente a las exigencias, a los valores, a
la lógica de la ganancia, del mercado, de la empresa, para procurar por todos los medios la destrucción
social y cultural de los “rebeldes”, de los no homologados.

10. A todo ello se opone el Tratado desde una manera simple de afrontar un mundo complejo: más que
la pertenencia a una escuela, una forma de vida; es decir, la unión indisoluble entre teoría y praxis en
el intento de contribuir a la crítica para la superación del modo de producción capitalista. Un “estilo”
de vida que ha sido el de los grandes revolucionarios, como el Che Guevara.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XL
El 7 de octubre de 1959, Fidel Castro anuncia el nombramiento del Che como jefe del Departa-
mento de Industrias del Instituto Nacional de la Reforma Agraria. Fue en ese período que se concibió
el sistema de presupuestos, aplicado solamente en el sector industrial de la economía cubana. Tal
sistema fue la manera en que se organizó la economía estatal de Cuba en el sector industrial, con la
centralización en un fondo único de todos los ingresos de las empresas pertenecientes a dicho departa-
mento. De ese mismo fondo se extraían los recursos para la gestión, según las previsiones y de acuerdo
con programas de ejecución que, a su vez, respondían a un plan anual. Entre 1961 y 1962 se inicia
la aplicación del sistema presupuestario, para eliminar la anarquía heredada y para reforzar el Estado
revolucionario, utilizando formas avanzadas de control, contabilidad y programación de la producción
que se hallaban en vigor en algunas empresas extranjeras radicadas en el país, y cuyo sistema era,
generalmente, centralizado. Se partía del principio de que las formas de gestión económica, desde el
punto de vista técnico, debían tomarse de donde estuvieran más desarrolladas, para luego adaptarlas a
la nueva sociedad.
La conformación del sistema se basaba en:

– Técnicas contables avanzadas que permitiesen un mayor control y una eficiente dirección
centralizada.
– Técnicas de cálculo aplicadas a la economía y a la dirección, como los métodos matemáticos
aplicados a la economía.
– Técnicas de programación y control de la producción.
– Técnicas de presupuesto como instrumento de planificación y control por medio de las finanzas.
– Técnicas de control económico por vía administrativa.
– Experiencias de los países socialistas.

En este sistema, la empresa no tiene disponibilidad líquida en una cuenta propia; consigna todo
al presupuesto nacional y gasta también de acuerdo con un plan, del que recibe todos los recursos
necesarios, por lo que no requiere utilizar créditos. El propio Che fue decidido crítico del sistema
presupuestario, sobre todo por cuanto respecta al papel de los cuadros, a las fallas del mecanismo de
administración y de control de calidad, a la falta de aprovisionamientos y los inventarios ineficaces, a
los problemas derivados de la amplitud óptima de las fábricas, etcétera. Una vez fijados los sistemas de
organización del trabajo, las normas de trabajo, remuneración y estímulo, y un control riguroso
de los procesos y los costos desde el mismo ministerio hasta el más pequeño establecimiento, para
organizar la salvaguarda de los recursos nacionales y tomar decisiones dirigidas a corregir los procesos
en Cuba, se exigía disciplina financiera, respeto a la disciplina contractual y a los estándares cualita-
tivos, procesos todos estos para los cuales se concebía la participación amplia de los trabajadores y
del sindicato.
La construcción del socialismo y del comunismo es para el Che un fenómeno de producción, or-
ganización y conciencia. No es solamente una tarea administrativa-técnica-económica, sino más bien
ideológica-técnica-política-económica. ¡He ahí la síntesis teórica y práctica!
Por ejemplo, en su escrito La planificación socialista: su significado, traducido al italiano por Baldini
y Castoldi (1996, pp. 139-140), pone el Che Guevara en evidencia la gran diferencia entre cálculo
económico mercantil y ética del sistema social de valores:

LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”


XLI
Al ir desarrollando pragmáticamente nuestro sistema llegamos a avizorar ciertos problemas ya
examinados y tratamos de resolverlos, siendo lo más consecuente ‒en la medida en que nuestra
preparación permitiera‒ con las grandes ideas expresadas por Marx y Lenin. Eso nos llevó a buscar la
solución a la contradicción existente en la economía política marxista del período de transición. Al
tratar de superar esas contradicciones, que solamente pueden ser frenos transitorios al desarrollo del
socialismo, porque de hecho existe la sociedad socialista, investigamos los métodos organizativos más
adecuados a la práctica y la teoría, que nos permitieran impulsar al máximo, mediante el desarrollo
de la conciencia y de la producción, la nueva sociedad; y ése es el capítulo en que estamos enfrascados
hoy (...)
5) Para nosotros, “la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista”, etcétera, y,
por tanto, le atribuimos mucho mayor poder de decisión consciente que Bettelheim.
6) Consideramos de mucha importancia teórica el examen de las inconsecuencias entre el método
clásico de análisis marxista y la subsistencia de las categorías mercantiles en el sector socialista, aspecto
que debe profundizarse más.
7) A los defensores del “cálculo económico” les cabe, a propósito de este artículo, aquello: “de nuestros
amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardo yo”**.

11. Hay entonces, esencialmente, dos maneras de comprender la realidad económica. Una es aquella
que considera exclusivamente la realidad que se contabiliza en mercancías, en precios. Según ese punto
de vista, la competencia del economista no atañe a la economía del vivir, del trabajo y de la convi-
vencia civil, sino que se restringe al estudio de los aspectos de la realidad que tienen una expresión
monetaria (por ejemplo, de acuerdo con esta concepción, el objeto de la economía aplicada se limita
exclusivamente a lograr la estabilidad de los equilibrios contables fundamentales: oferta y demanda,
importaciones y exportaciones, gasto e ingreso nacionales, cantidad de dinero y cantidad de produc-
ción, etcétera). Tal concepción, absolutamente dominante en el moderno paradigma neoliberal, se
basa en la idea de que en los hechos existen tan solo individuos programados para actuar, de manera
casi unívoca, en función de la búsqueda racional y sistemática del interés personal. Cualquier otro
incentivo, de naturaleza relacional, ética, ideológica, o determinado por los valores de la persona, es
considerado como no pertinente para la praxis del análisis económico (Ormerod, 1994, 1998: 44).
La otra perspectiva toma en cuenta el hecho de que, más allá de la realidad de las mercancías y los
precios, se puede considerar un cuadro económico más amplio o, quizá mejor dicho, un cuadro amplio
y socialmente económico que incluye, por ejemplo, el mundo de los precios como uno de sus tantos
componentes: uno que corresponde a la realidad de los valores. Según esta concepción, los fenómenos
estrictamente monetarios interactúan con los fenómenos económicos que no se expresan en forma de
precios y que derivan esencialmente del trabajo.
Tales fenómenos adquieren, a nuestros ojos, connotaciones de naturaleza social, relacional, con-
ductual, integrando y ampliando nuestra consideración de los hechos monetarios. Por ejemplo, esta
concepción estima como un fenómeno económico de primera magnitud la explotación del trabajo
asalariado y argumenta que un tratamiento exclusivamente contable de los problemas económicos no
permite encontrar soluciones a largo plazo. Las páginas que siguen abordan los argumentos económi-
cos según ese punto de vista.

** (n.t.) El texto original –en español– fue publicado por Cuba Socialista en junio de 1964. La versión que aquí se inserta ha sido
tomada de www.archivochile.com, que a su vez lo cita de Guevara, E. (1977). Escritos y discursos (t. 8), La Habana: Editorial de
Ciencias Sociales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XLII
12. En el presente texto se quiere analizar, en primer lugar, la diferencia cualitativa del capitalismo
en relación con los sistemas económicos precedentes, en tanto que se trata de un sistema que se
centra en el rol del dinero en el proceso de acumulación y en el carácter mercantil del dinero y de la
fuerza-trabajo. En consecuencia, se introducen algunas nociones básicas de teoría económica, sobre
inversiones, ocupación, comercio, en las relaciones internacionales, y sobre el papel económico del
Estado, para ver cómo se traducen estos conceptos en la dinámica histórica del capitalismo. Por eso
se confrontan, en las páginas que siguen, los conceptos de crecimiento cuantitativo de la economía,
de la revolución tecnológica, la globalización neoliberal y el papel de las transnacionales y multinacio-
nales6, sin olvidar el análisis de los desequilibrios territoriales y geográficos que se están produciendo
y el modo en que golpean las periferias del mundo capitalista. Para adelantar esta investigación, se
introduce la noción fundamental de “crisis económica” y las teorías de la crisis. Se subraya el papel
del comercio internacional y el carácter mundial del capital productivo, cada vez más condicionado
por las decisiones del capital financiero, para así brindar una descripción actualizada de las principales
relaciones internacionales que tienen lugar en el campo de la economía.
Se busca, por otra parte, profundizar en el conocimiento de las dimensiones estructurales de las
políticas económicas que se aplican actualmente en todo el mundo, mediante la presentación de la
concepción que está en la base de los programas de ajuste estructural y de las propuestas neoliberales
esenciales en materia de instrucción, mercado de trabajo, sistema financiero, políticas sectoriales y
reforma del sector público.

13. Es solo mediante el desarrollo comprehensivo de los temas abordados en los varios capítulos del
Tratado que podrá el lector encontrar los aspectos específicos del proceso de mundialización capitalista
en su fase actual y las argumentaciones que explican los nexos.
Cuanto se ha afirmado hasta ahora, sin embargo, indica a grandes rasgos el objeto del presente
trabajo y las categorías que se utilizan para dar expresión conceptual a masas de datos que, de otra
forma, serían en sí mismas poco significativas, y a representaciones parciales del proceso extensamente
difundidas (“cultura empresarial”, “de lo social”), pero que, precisamente por parciales, obstaculizan
antes que facilitar la comprensión del todo.
Se trata de unilateralismos que pretenden presentarse como absoluto, asumiendo momentos del
proceso como verdad única (financiación, cultura, progreso tecnológico, uso de la ciencia, hasta llegar
a la “cultura de las tres i”: impresa, inglesa, informática).
Por ese motivo, los economistas del “fenómeno parcial” son expertos en explicar lo que ya ha
sucedido, encuentran dificultad en explicar lo que sucede y son incapaces de prever lo que sucederá
en el futuro.

14. El encuadramiento creciente de los organismos estructurados específicamente para potenciar la


generación de conocimientos (universidades y centros de investigación) forma ya parte integrante de
las relaciones industriales y transforma a sus propios trabajadores pensantes en asalariados sometidos
directamente a una relación capitalista, obligados a orientar su pensamiento y su conciencia hacia la
producción de un saber susceptible de rápida mercantilización; o, si forman parte de instituciones
públicas, herederas de la institución medieval de la libertad de cátedra, supeditados a una serie de
presiones y condicionamientos (financieros, políticos, mediáticos, de carrera) a fin de que el trabajo
de producción de conocimiento se adapte a las necesidades de la acumulación de capital.

LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”


XLIII
También por ese motivo, la economía política y sus anexos y conexos (economía aplicada, política
económica y un largo etcétera hasta llegar, en Italia, a disciplinas muchas veces inventadas con el fin
clientelar de ocupar cátedras) no han de considerarse ciencias.
En general, en los países de capitalismo maduro, la derrota de los países del bloque socialista euro-
peo ha seguido justificando la idea del capitalismo como único y último horizonte de la humanidad,
y con ello la afirmación en el ámbito de los estudios económicos –y por extensión universitarios– del
predominio absoluto del pensamiento neoclásico en el análisis y estudio de la macro y microeconomía
y de otras disciplinas más específicas en el área de la economía aplicada.
Nunca como hoy, a todas estas, se había sentido la necesidad de la crítica de la economía política
de Marx y de un análisis actualizado de la crítica marxista de la economía aplicada, para afirmar su
vigencia y su capacidad científica de análisis interdisciplinario en las nuevas condiciones.
He allí por qué retornar a la crítica de la economía política. He allí por qué este Tratado busca repre-
sentar una crítica de la economía aplicada a partir de Marx y de la determinación real de la economía
política marxista, reconociendo también límites y errores.

15. La posible instauración de una auténtica democracia participativa de base es la idea de fondo que
recorre todas estas páginas; pero para que la ciudadanía universal sea también un derecho y no una re-
presentación, mucho camino queda por andar. A la verdadera ciudadanía universal se opone el sistema
perverso del capitalismo, que le da a quien tiene ya mucho y le quita a quien no tiene, concediendo el
poder del dinero solo a quien ya lo detenta, a fin de que lo utilice con el objetivo de hacer más dinero
para obtener más poder. En el sistema de la así llamada “sociedad de mercado” se subordina, en
realidad, la sociedad al mercado y el mercado capitalista es medio para dominar a la mayoría de los
ciudadanos.
La historia enseña a desconfiar de las modas políticas, sociales, económicas, académicas, que tienen
una vida efímera. No pocos textos neoliberales –e incluso aquellos aferentes a corrientes de pensa-
miento de la izquierda liberal progresista– que hoy día causan “furor”, expresan las condiciones e
ilusiones de los países más ricos del mundo en este presente y huidizo momento. Los verdaderos hitos
literarios dedicados a la construcción de la conciencia social, en cambio, pueden ser por un cierto
tiempo dejados en el olvido, pero resisten. No hacen furor ni ruido. Brindan una contribución de
otro tipo, más sedimentada, más lenta, menos espectacular, menos escénica. Incluso, muchas veces,
circulan de mano en mano de forma casi clandestina. Cuando una obra posee auténtica capacidad
de explicación y de comprensión de los procesos sociales, continúa brillando a pesar de los años, con
una persistencia que no se apaga. Resiste las olas y las modas y deviene en instrumento de formación
cultural y político-social.
A este respecto, Fidel Castro sostiene en su discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universi-
dad de La Habana el 17 de noviembre de 2005, en ocasión del 60° aniversario de su ingreso a esa casa
de estudios:

cuando supe lo que era el comunismo utópico, descubrí que yo era un comunista utópico, porque
todas mis ideas partían de: “Esto no es bueno, esto es malo, esto es un disparate. Cómo van a venir las
crisis de superproducción y el hambre cuando hay más carbón, más frío, más desempleados, porque
hay precisamente más capacidad de crear riquezas. ¿No sería más sencillo producirlas y repartirlas?”.
Por ese tiempo parecía, como le parecía también a Carlos Marx en la época del Programa de Gotha,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XLIV
que el límite a la abundancia estaba en el sistema social; parecía que a medida que se desarrollaban las
fuerzas productivas, podían producir, casi sin límites, lo que el ser humano necesitaba para satisfacer
sus necesidades esenciales de tipo material, cultural, etcétera.
Todos se han leído aquel Programa, y es, por cierto, muy respetable. Establecía con claridad cuál era
la diferencia, en su concepto, entre distribución socialista y distribución comunista, y a Marx no le
gustaba profetizar o pintar futuro, era sumamente serio, jamás hizo eso.
Cuando escribió libros políticos, como El 18 Brumario, Las luchas civiles en Francia, era un genio
escribiendo, tenía una interpretación clarísima. Su Manifiesto Comunista es una obra clásica. Usted la
puede analizar, puede estar más o menos satisfecho con unas cosas o con otras. Yo pasé del comunismo
utópico a un comunismo que se basaba en teorías serias del desarrollo social, como el materialismo
histórico. En el aspecto filosófico, se apoyaba en el materialismo dialéctico. Había mucha filosofía,
muchas pugnas y disputas. Siempre, desde luego, hay que prestar la debida atención a las diversas
corrientes filosóficas.
En este mundo real, que debe ser cambiado, todo estratega y táctico revolucionario tiene el deber de
concebir una estrategia y una táctica que conduzcan al objetivo fundamental de cambiar ese mundo
real. Ninguna táctica o estrategia que desuna sería buena***.

Es en ese contexto que intenta, con ansia, insertarse este libro. Se trata de una reflexión sobre el
marco económico nacional, regional y mundial en el que se desarrolla la actividad cultural militante.
No se ofrecen recetas, sino más bien indicaciones y orientaciones para que se cumpla, con la lucidez
más amplia y profunda posible, el trabajo del lector, en las respectivas dimensiones socioculturales (es-
tudiantes, investigadores, estudiosos, sindicatos, partidos, asociaciones ciudadanas de carácter cultural,
de solidaridad internacional, etcétera). El deseo es que la lectura de este Tratado se convierta en un
estudio que pueda hacer crecer la idea de la necesidad y la posibilidad real de construir, en la cultura y
en la fatiga, la superación del modo de producción capitalista.
Vuelve aquí el ejemplo del Che Guevara, que en La planificación socialista: su significado (trad. Baldini
y Castoldi, 1996: 26) escribe: “Teoría y práctica, decisión y discusión, dirección y orientación, análisis
y síntesis, son las contraposiciones dialécticas que debe dominar el administrador revolucionario”****.
Reforzar esa convicción, dándole un amplio aliento de cientificidad a dicha afirmación, es el objetivo
último de estas páginas.
Todo eso quiere también decir que la interdisciplinariedad y la multidisciplinariedad, entendidas
como cultura básica que sepa derrotar esa cierta visión aplanada sobre la univocidad mercadocéntrica,
constituyen un imperativo ineludible para el avance de la ciencia de la transformación social que
objetivamente se encuentra en curso y que puede tener desenlaces catastróficos o, por el contrario, po-
sitivos. Asumir esto como un principio de nuestra función docente, de nuestro papel de investigadores
y de intelectuales orgánicos del movimiento internacional de trabajadores es nuestro mayor desafío.
El Che tenía claro que en una sociedad nacida del capitalismo no se puede renunciar a nuevos
mecanismos económicos, pero entendidos como mecanismos de sostenimiento del trabajo político
y revolucionario; tenía asimismo claro que el camino por recorrer sería largo y a ese respecto decla-
raba, en sus escritos políticos, que el objetivo que debía perseguirse para construir el socialismo del

*** (n.t.) La versión aquí transcrita ha sido tomada del original en español, según aparece reproducido en la página www.cuba.
cu/gobierno/discursos/.
**** (n.t.) El texto original –en español– fue publicado por la revista Trabajo en julio de 1961, con el título de “Discusión colectiva,
decisión y responsabilidad única”. La versión que aquí se inserta ha sido tomada de www.archivochile.com.

LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”


XLV
siglo xxi, era el de crear finalmente un hombre nuevo, capaz de hacerse cargo de las experiencias, de
las derrotas y de las esperanzas de la época presente, para convertirlas en semilla de la nueva sociedad.
Sobre ese sendero estamos hoy en camino.

­— notas —

1 Sobre el análisis de tales procesos, véanse los varios análisis-encuestas publicados en Proteo, revista cuatrimestral de carácter

científico y de análisis de las dinámicas económico-productivas y de las políticas laborales, bajo curaduría del Centro de Estudios
y Transformaciones Económico Sociales (Cestes-Proteo) y de la Federación Nacional de las Representaciones Sindicales de Base
(RdB) (Italia), años varios, 1997-2006.

2 Para los argumentos tratados en esta introducción como planteamiento general y de fondo, fueron fundamentales las suge-

rencias críticas de A. Mazzone y las referencias a muchos de sus trabajos (véase la bibliografía).

3 “Los economistas, en particular, tienen notable responsabilidad para bien y para mal: las acciones de los políticos serán tanto

más eficaces cuanto más rigurosos y realistas sean los análisis que deben prepararles. Y aquí nos encontramos frente al pro-
blema de las condiciones en que se encuentra la teoría económica. Como he tratado de argumentar en este libro, esas con-
diciones son bastante infelices: la estructura fundamental de la teoría dominante es estática, justo en una época en la que las
innovaciones juegan un papel de gran relevancia, transformando y a veces sacudiendo la vida económica, o más bien la entera
vida social. En la teoría dominante se cierra el paso para el análisis dinámico, o se le introduce por medio de expedientes como
aquel de asumir desplazamientos de curvas que son estáticas, es decir, hipotéticas y fuera del tiempo; pero sin explicación algu-
na para aquello que se asume. En la teoría dominante se hace amplio uso de métodos matemáticos, que, por norma, brindan
garantía de rigor; pero el rigor es solo uno de los dos requisitos de las propuestas científicas: el otro es la relevancia. Cuando
ambos requisitos son satisfechos, la propuesta tiene eficacia interpretativa, que después de todo es lo que cuenta en cualquier
ciencia”. Cfr. Sylos Labini (2004: 114-115).

4 Es difícil retomar los hilos de un discurso sobre la teoría y el análisis marxista en los tiempos actuales, caracterizados frecuen-

temente por el oscurantismo cultural, por el “liquidacionismo” de la historia del movimiento obrero y de la teoría marxiana y
marxista, es decir, de una parte fundamental del análisis científico de la sociedad que se llevó a cabo en los siglos xix y xx. Parece
que se vive en un período en el que se está realizando con metódica tenacidad un verdadero apartheid político-cultural contra
el pensamiento marxista, llegando hasta el punto de excluir las teorías de Marx de la “ciudadanía” científica y académica. Esta-
mos en presencia del intento de ejecutar un proyecto de abatimiento de la identidad científica en la diversidad de los enfoques
culturales; y la homologación en una suerte de “pensamiento único” neoliberal, en sus diversas variantes y articulaciones,
también de “izquierda”, golpea a los estudiosos que hacen referencia a aquellas ideas, excluyéndolos del enclave de la ciencia
oficial.

5 Piénsese, por solo citar algunas de las orientaciones, en los libros de Fineschi (2001), Carandini (2005), Gattei (ed., 2002),

Mazzone (ed., 2002), Mazzone (en Quaderni Lavoro e p., 2005), Musto (2005), Vasapollo (ed., 2002; 2003; 2005), Vasapollo,
Petras, Casadio (2004) Vasapollo, Jaffe, Galarza (2005).

6 Aun si en adelante se utilizará en el texto mayormente el término empresa multinacional, quede claro que en esta la casa matriz

desempeña un papel predominante en lo que toca al proceso de decisión estratégica, mientras que en la empresa transnacional
se conjugan las exigencias de coordinación con aquellas capaces de favorecer la autonomía en el conjunto de experiencias por
parte de las filiales, sujetas a la dinámica de integración y dirigidas al intercambio de conocimientos, productos y servicios. La
empresa transnacional deja en manos de sus unidades en el extranjero la facultad de decidir sobre las funciones empresariales
críticas, que varían de un país a otro. La empresa multinacional clásica, en cambio, no exporta solamente un producto, sino
también un sistema cultural y conductual, que es impuesto rígidamente, a diferencia de la empresa transnacional, que sigue
una estrategia de adaptación e integración en el contexto del macrosistema ambiental que la acoge.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


XLVI
primera parte

PARA UNA CRÍTICA A LOS FUNDAMENTOS


DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
Introducción
Por una reconstrucción crítica de la fase actual
del capitalismo en proceso de mundialización

1. Es preciso ubicar la economía actual en el ciclo histórico en el que estamos inmersos. Ese ciclo
comienza en los años setenta con una gran, y todavía no resuelta, crisis capitalista de acumulación, más
que de sobreproducción1, y se caracteriza por generar grandes transformaciones estructurales, entre
estas la redistribución de la pobreza y de la riqueza. Hay actualmente un aumento de la pobreza en
los países ricos y un aumento de la riqueza entre ciertos sectores de la población de los países pobres.
Si la competencia global es una ley del sistema, también lo son las de concentración y centralización
del capital, que generan la evolución cotidiana propia del capitalismo. Del mismo modo, el actual pro-
ceso de acumulación flexible significa mayor concentración y centralización. La concentración implica
que, por el proceso de acumulación, los capitales individuales se hacen más grandes, más poderosos.
Las pequeñas empresas que no tienen un grado suficiente de concentración no son eficientes y, tarde
o temprano, terminan bajo el dominio del gran capital, representado por las multinacionales. A través
del proceso de centralización, el pez grande se come al pequeño: los capitales crecen no solo por su
propia dinámica interna, sino asimismo porque se unen mediante fusiones y adquisiciones.
Actualmente asistimos a un acelerado proceso en ese sentido: el sector automovilístico, la industria
farmacéutica, la banca y el comercio2 se están centralizando a gran velocidad, dando lugar a enormes
cadenas empresariales diseminadas a escala planetaria y fuertemente diversificadas.
En pocos años, casi todos estos sectores de la economía serán dominados por unas pocas empresas
de escala mundial. Este proceso ha llegado a un punto en que el comercio internacional está subor-
dinado a los flujos determinados por las grandes empresas en sus estrategias de localización mundial.
El comercio de productos finales entre países cede cada vez más espacio al comercio de componentes
entre filiales de una misma empresa, ubicadas en diferentes países en razón de la deslocalización pro-
ductiva y del uso imperialista de las inversiones directas en el extranjero (IDE) y del comercio exterior.

2. Cumplida la transición de la era industrial a la posindustrial (o sea, de la información), hoy podemos


tranquilamente afirmar que nos encontramos ya en la fase de la posinformación y de la comunicación
desviante; en una fase simplistamente llamada posfordista y de la economía del conocimiento. La
información se encuentra muy personalizada, en el sentido de que los mensajes no son ya dirigidos a
grandes masas de personas, sino que tienden a ser calibrados en función de las exigencias y caracte-
rísticas de grupos cada vez más pequeños, hasta llegar al individuo mismo, para después extenderse a
enteros enclaves sociales. Vivimos en la era de la competencia global, pero en un ámbito productivo
individual y de soledad social.
El sistema empresa, por tanto, debe saber operar una mezcla entre los diversos tipos de comuni-
cación para obtener, de cada tipo de información, el resultado comercial y social determinado por las
exigencias empresariales: su destinatario es la entera sociedad, concebida como conjunto de sujetos
aislados e incapaces, en consecuencia, de organizar el disenso en relación con el imperio del capital,
para el cual el control de la información es igual a dominio técnico-social totalizador.
La comunicación no solo se ha homologado a sí misma, sino que tiende a homologar también el
tiempo y el espacio, para hacerlos funcionales a sus intereses. De hecho, en la concepción capitalista
toda forma de tiempo libre, sea que se le emplee para el reposo, la regeneración o el trabajo intelectual
(que, cuando es verdadero e independiente, resulta a estas alturas denigrado porque “no es material-
mente productivo”), es considerado tiempo perdido y es reducido hasta llegar a cero. Entonces, la
comunicación orientada invade incluso la esfera privada del individuo, en un intento por difundir
cada vez más el verbo del consumismo, convertido en fundamental para no ser excluidos de la masa,
de un mundo que no consiente la idea de ser distinto, puesto que el “no homologado” es un “distinto”
peligroso al que es preciso marginar y derrotar.
Gracias a la comunicación desviante, en el imperio capitalista se tiende cada vez más a la homo-
logación, a la anulación de aquello que es distinto del estándar, de lo que es “otro”, de la alteridad.
La individualidad del hombre no es funcional a la doctrina capitalista, desde siempre inclinada a
considerar las cosas simplemente con base en su valor de cambio y a las personas como fuerza-trabajo,
causando así una reificación y mercantilización total de los recursos humanos y sociales. El derecho a
la infuncionalidad ha sido, por tanto, completamente anulado; derecho que, por el contrario, habría
que replantear con fuerza para derrotar uno de los peores males del capitalismo: la anulación del
hombre. Un derecho reivindicable a través de las diversas formas de reapropiación del tiempo liberado
del trabajo asalariado. En cambio, la comunicación desviante impone estilos de vida que también al
tiempo libre lo hacen funcional al modo de producción capitalista.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


4
El concepto de trabajo abstracto es la mejor introducción para comprender la digitalización del
proceso productivo, que la difusión de la microelectrónica ha hecho posible y luego propagado.
Cuando se habla del capital como contradicción en proceso, Marx prefigura la asombrosa historia del
Novecientos, el siglo en el cual el capital, por instinto de conservación de su modelo económico-social,
destruye la potencialidad que él mismo ha creado en la esfera técnica. Y cuando preconiza el desarrollo
de las facultades creativas, artísticas y científicas, Marx intuye la intelectualización del trabajo que
caracteriza la transición posfordista. Llegado un cierto punto del desarrollo de la inteligencia aplicada
a la producción, el modelo capitalista funciona como jaula paradigmática, aprisionando la actividad y
la inteligencia bajo las formas del salario, de la disciplina, de la dependencia (...) La historia moderna
no avanza dialécticamente hacia un resultado positivo, no se ve en sus horizontes alguna superación
dialéctica. Aparece más bien como un dispositivo patógeno, como una doble atadura. ¿Y qué es una
doble atadura? (...) Una forma de comunicación paradójica, en la cual el contexto relacional se ve
contradicho por el contenido de la comunicación (...) En el plano histórico podemos decir que el
capital semiotiza el proceso tecnológico según un código (el código de la valorización económica) que
no es el adecuado para su contenido material y social. De ello resulta un sistema de malentendidos,
instrucciones contradictorias, superposiciones perversas (Berardi, 1998: 48).

Por otra parte, el período actual del capitalismo se caracteriza asimismo por la hegemonía del capital
financiero. El sistema bancario, que constituye la parte central del sistema financiero, es el mecanismo
básico de la centralización (no de la concentración, puesto que esta es resultado de la acumulación
que cumple cada empresa o capital privado). Por medio del dinero de sus clientes, la banca convierte
un conjunto de pasivos (depósitos) en activos (créditos). Por ejemplo, los trabajadores de una empresa
depositan sus salarios en sus cuentas corrientes en un banco, y este concede ese dinero a la empresa,
como crédito, para hacer una inversión en nuevas tecnologías que determina el despido de una parte de
su planta laboral.
¿Qué clase de democracia económica es esa?

3. Hoy la comunicación que sostiene el proyecto de la nueva fase del capitalismo es una comunicación
por la comunicación, que se reproduce a sí misma y no comunica otra cosa que la cultura de la ganan-
cia, y que tiende a transformarse en comunicación nómada desviante, total, global. También ella es
mercancía, por tanto; una mercancía estratégica que transmite la cultura del imperio del capital en un
mercado ya mundializado, en el que la crisis de producción ha sido completamente suplantada y sus-
tituida por la crisis de la distribución social de los bienes, del beneficio y de la riqueza comprehensiva
y socialmente obtenida.
La lógica de esta cultura, vehiculada a través de la comunicación desviante, es bastante vulgar y
limitada, pues no hace sino ponerse de parte de la ideología burguesa y tiene por único objetivo el de
enmascarar los intereses de clase que están detrás de cada teoría. Ese esfuerzo es obviamente necesario
para la afirmación del pensamiento neoliberal, pero debería ser consciente de sus limitaciones y dejar
intactas las raíces gnoseológicas de la ciencia y de su método general de investigación.
Desde este punto de vista, las necesidades de la academia italiana no derivan de ningún juicio de
valor, puesto que es de las condiciones subjetivas de la ciencia capitalista de donde derivan los juicios
de valor, la ideología y las doctrinas políticas.
De otra parte, el predominio ideológico en la crítica conduce frecuentemente a negaciones en
bloque. Como sugiere Joan Robinson (1959: 362):

Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
5
debemos admitir que toda doctrina económica que no sea formalismo trivial, contiene juicios
políticos. Pero es ingenuo escoger las doctrinas que queremos aceptar por su contenido político. Es
tonto rechazar un análisis porque no estamos de acuerdo con el juicio político del economista que
lo sostiene.

La economía política, “en el sentido más amplio de la palabra, es la ciencia de las leyes que rigen la
producción y el intercambio de los medios materiales de vida en la sociedad humana” (Engels)3. Ella
estudia el sistema de leyes que rigen la producción, la distribución, el intercambio y el consumo de
bienes materiales. La relación económica es una relación práctica, productiva, en la cual las personas
o clases sociales se realizan por medio de los productos de su trabajo, y viceversa. En estas relaciones
se define quién dirige el proceso de producción, qué se produce, cómo producirlo, quiénes y cuántos
tendrán acceso al mercado y en cuáles condiciones. Por este motivo, la economía política debe ser
considerada como un conjunto de leyes sociales que regula un sistema de producción y distribución
socialmente determinado.

4. Es costumbre considerar que la sustitución de la economía política por la así llamada economics*
se consuma a fines del siglo xix. La obra de Alfred Marshall y su esposa, Economia dell’industria [The
Economics of Industry], es presentada como el primer tratado sobre esta postura. En efecto, parece
pertinente comentar brevemente las premisas de ese trabajo desde el punto de vista del desarrollo de
la ciencia. La ciencia empírica moderna, que viene a desarrollarse a partir de los siglos xvi y xvii en la
Europa del Renacimiento, recorre constantemente las creaciones de representación idealizada de la rea-
lidad como base de los experimentos, los razonamientos y las proyecciones sobre la realidad. Trabajar
con esas idealizaciones no solo no es criticable, sino que constituye un instrumento esencial de la labor
científica, tanto para las ciencias naturales y matemáticas como para las sociales. El problema surge,
en el caso de estas últimas, cuando se pretende convertir tales idealizaciones en imaginarios comparti-
dos de sociedades perfectas, a los cuales deberíamos aproximarnos a pasos cuantitativos, calculados y
calculables. Este tipo de utopía ocupa un lugar central en el pensamiento neoclásico, y parece ser una
característica de la ciencia de la modernidad. La competencia perfecta, la libertad de mercado, el libre
cambio, el equilibrio general, la teoría de la planificación estratégica de mercado, el funcionalismo y
su propuesta de institucionalización equilibrada, y muchas otras, asumen las hipótesis de previsión
perfecta (omnisciencia).
En el siglo xix se generaliza la filosofía del positivismo, la idea de la “tangibilidad” y el “realismo
formalizado” como evidencia principal de la ciencia. Las supuestas enormes virtudes del cálculo di-
ferencial e integral, como el modelo matemático, comienzan a crear un ambiente de integralismo
científico, una especie de metafísica que sustituye la realidad concreta del mundo y, en la vida diaria,
los modelos teóricos.
El pensamiento neoclásico introduce profundos cambios en la metodología de la economía, que
comienza a caracterizarse por su renuncia a la teoría de la división social del trabajo, seguida por la
negación de la ley del valor y el abandono de la teoría del superávit o surplus, de la plusvalía y, por tan-
to, del análisis de las contradicciones de clase. Ello introduce una visión mercadocéntrica, en la que el
mercado de competencia perfecta es el criterio de medida y de regulación de toda la actividad humana.

* (n.t.) Economía a secas.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


6
La renuncia del pensamiento neoclásico a la teoría del valor constituye un importante retroceso.
Mientras la economía fue concebida como ámbito de reproducción de la vida humana, la teoría del
valor pareció adecuada para tal análisis; pero cuando la economía, como ciencia burguesa, deviene
en administración de la escasez, desaparece ese elemento. Hacer de la administración de la escasez el
objeto de la propia teoría o análisis, significa orientar la visión económica sobre la base de la oferta y la
demanda. Es por ese motivo que se establece la teoría subjetiva del valor, primero el valor de utilidad
y luego la simpleza empirista y fetichista de la sujeción de los precios a la oferta y la demanda y sus
conceptos derivados: competencia, escasez, etcétera4.
En este rechazo no deben olvidarse los elementos ideológicos acerca de las consecuencias clasis-
tas del análisis de Marx. Según Knut Wicksell (1851-1926), la teoría del valor-trabajo preocupaba
extremadamente a los neoclásicos porque se había transformado en un arma terrible contra el orden
existente: si el trabajo era la única fuente de valor, entonces todos los demás factores de producción
privados debían ser considerados como parásitos de la producción y su retribución, como un robo, al
ser el trabajo el único elemento con derecho a la remuneración.
De manera independiente surgieron la “escuela austríaca” y la de Jevons, en Inglaterra. A estas
siguieron Marshall, Walras y Pareto, de la así llamada escuela de Lausanne, quienes crearon las bases
generales del pensamiento económico marginalista. Esta escuela, que fue llamada de la utilidad mar-
ginal, refleja el desplazamiento de la oferta y el costo hacia la demanda del consumidor, haciendo así
de la utilidad un pertinente instrumento de análisis de las decisiones económicas. Estas categorías no
eran el resultado de un costo real, sino de la utilidad (subjetiva) marginal de las mercancías. Tales ideas
fueron sucesivamente refinadas hasta demostrar que no es la utilidad total la que determina el precio,
sino la utilidad para el último comprador. Esta interpretación alejaba ulteriormente del peligro de
contaminación de los clásicos, facilitando el uso de la matemática en la economía.
Los factores de producción comenzaban a abrirse camino en forma independiente y así el valor de
cada factor podía presentarse como una función de los precios de la mercancía que producía; ello dio
origen a la teoría de la utilidad marginal. En esta fase del pensamiento económico, el ciclo productivo
comienza a ser presentado como algo que tiene origen en las decisiones del consumidor y no en la
necesidad de autocrecimiento del capital.
Paul Samuelson, en su libro Economics, publicado en las principales lenguas del mundo, define la
economía como el estudio de la manera en que los hombres y la sociedad deciden, con o sin empleo del
dinero, usar recursos productivos limitados, que podrían tener aplicaciones alternativas, para producir
variadas mercancías en el tiempo y distribuirlas, para el consumo, entre las diversas personas y grupos
de la sociedad (Samuelson y Nordhaus, 2001: 25). Obsérvese cómo el objeto de estudio cambia hacia
el análisis costos-beneficios del mejoramiento de la distribución de los recursos.
Se sustituye así el proceso de producción y reproducción de la vida económica de la sociedad por
procesos de selección y cálculos para determinados fines. El objeto de la economía es para los neoclá-
sicos la mejor forma de localización de los recursos para elevar su rendimiento; por tanto, la reproduc-
ción y la acumulación del capital se corresponden con la exigencia de esta racionalidad económica.

5. Las críticas contra esta interpretación de la economía no se hicieron esperar. Sismonde de Sismondi
(1773-1842) se lamentaba de cómo la economía política inglesa, envuelta en cálculos cada vez más
ocultos, se hacía progresivamente incomprensible, señalaba la necesidad de acercarse más a la vida y

Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
7
a la realidad, y llamaba a estar en guardia contra el surgimiento de todo tipo de ideas que llevasen a
perder de vista los hechos, como el considerar que el bien público se identifica con el aumento de la
riqueza, al margen del sufrimiento de los seres humanos.
Era ya entonces evidente el camino errado emprendido por los economistas, que había llevado a la
ciencia a un callejón sin salida por su total desprecio de los problemas reales. Se podría citar todavía a
un gran número de estudiosos, entre ellos, Leontief, Robinson, Galbraith (Assmann, 1997: 93-193),
que criticaron la persistente indiferencia de la ciencia económica en relación con su aplicación práctica
y con la explicación de los hechos reales. Actualmente existen ramas enteras de la teoría económica que
tienen como presupuesto una especie de inmunización, de negación ideológica de las críticas.
Sin embargo, la actitud de los así llamados “economistas clásicos”, con la cual se estrenaba la histo-
ria de esta pseudociencia, había sido todo lo contrario que tecnicista y, mucho menos, dogmática: las
obras de Marx, Malthus, Ricardo y Smith parecen realmente poco para los ejercicios de abstracción o
modelización, al privilegiar más bien la comparación con los fenómenos históricamente determinados
que caracterizaron la época y las naciones en las que vivieron, como fue, por ejemplo, el largo ciclo de
crecimiento registrado en vastas áreas de Europa y de América a mediados del ochocientos.
De aquella lección de realismo queda bien poco en la ciencia económica actual, en la que, con fre-
cuencia, el modelo pretende incluir forzosamente la realidad de las cosas, con peligrosas desviaciones
ideológicas. Los credos ideológicos no se sostienen si no hay quien los asuma como base para aplicar-
los como reglas del juego. Según Robinson (1959: 362), aunque muchos presupuestos de las teorías
económicas no puedan ser probados, tienen la capacidad de proveer hipótesis que pueden servir para
orientar la acción económica de las naciones y de las empresas. Estando así las cosas, el pensamiento
presupone los fundamentos ideológicos de la burguesía como clase dominante.
He ahí por qué la “no ciencia” económica hace del economista un cazador que va a atrapar hormi-
gas cuando creía estar cazando elefantes...

6. Parece claro que la economía política marxista y el pensamiento neoclásico parten de presupuestos
ideológicos y científicos diferentes, aunque no necesariamente excluyentes (Figueroa, 2004: 198-199).
Estos dos puntos de vista deben coexistir y entrar en conflicto para explicar la realidad económica de
hoy. Esa coexistencia es parte de la dialéctica del pensamiento científico: la administración de la escasez
es hija de la dialéctica instrumental del medio y el fin (Marx, 1976: III, 49).
La teoría valor-trabajo es hija de la razón productiva en función de la vida humana. Adoptar la
teoría del valor-trabajo no significa rechazar los aspectos válidos de las otras. La ley de la oferta y
la demanda, por ejemplo, suministra una serie de indicaciones útiles acerca de las fluctuaciones de los
precios. No se debe pretender descartarla, pero es bueno integrarla dentro de una visión fundamental
que explique el nivel en torno al cual fluctúan los precios, nivel que es determinado por la teoría del
valor-trabajo.
Marx planteaba que si al salario, la plusvalía, el trabajo necesario y adicional se les despoja del
carácter capitalista, se mantienen en pie las bases que son comunes a todas las modalidades sociales de
producción. Por tanto, ambos análisis son necesarios y legítimos, y en la docencia y la investigación
se requiere una síntesis capaz de evidenciar el motivo por el cual entran en conflicto, cuáles son los
intereses sociales en juego.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


8
Desde el punto de vista académico, científico y práctico, la relación entre la economía política marxista
y el pensamiento neoclásico debe plantearse en términos de no exclusión absoluta, puesto que es
necesario considerar que este se compone de múltiples escuelas y tendencias, muchas veces contra-
puestas entre sí; la acepción “pensamiento único” es útil solamente desde el punto de vista políti-
co general, pues sus aplicaciones en todos los modelos capitalistas no son iguales ni determinan los
mismos resultados.

7. Como hace evidente Ernesto Che Guevara (1964):

En El Capital, Marx se presenta como el economista científico que analiza minuciosamente el carácter
transitorio de las épocas sociales y su identificación con las relaciones de producción; no da paso a
las disquisiciones filosóficas.
El peso de este monumento de la inteligencia humana es tal que nos ha hecho olvidar frecuentemente
el carácter humanista (en el mejor sentido de la palabra) de sus inquietudes. La mecánica de las
relaciones de producción y su consecuencia, la lucha de clases, oculta en cierta medida el hecho
objetivo de que son hombres los que se mueven en el ambiente histórico**.

Es por eso que la crítica marxista de la economía, a partir de la crítica de Marx a la economía polí-
tica, se desarrolla cada vez más sobre bases científicas, produciendo contenidos de crítica real y libre de
prevenciones, no solo ante la economía burguesa, sino también ante la economía política marxista, en
relación con la forma en que fue desarrollada y aplicada en muchos casos en los países del socialismo
del área soviética.
Queda claro que la economía política marxista es simultáneamente ciencia e ideología crítica, como
todas las demás. Paradójicamente, ella limitó su propio desarrollo al definirse únicamente como cien-
cia, con lo cual se paralizó e ignoró determinadas realidades en nombre de una verdad preconcebida
(Hinkelammert, 1997; 2001). La crítica no puede tener por objetivo el transformar la ciencia en un
poder absoluto; en Marx, la crítica del pensamiento que lo precede conduce a un pensamiento de
síntesis.
La racionalidad de tipo económico debe conectarse con la racionalidad social del modelo, y no al
contrario; en otras palabras, la racionalidad social necesita de la realidad económica como premisa,
pero esta última no expresa automáticamente la racionalidad social. No se trata ni de la cantidad ni de
la calidad de los bienes o servicios, sino más bien del modo en que estos se producen y de las relaciones
sociales que a largo plazo derivan de ese modo de producción.
Por ejemplo, según las ideas del Che Guevara, ese elemento podía poner en peligro la existencia
misma del socialismo, preparando su reversibilidad. A este respecto, refiriéndose a un párrafo del
Manual de economía política de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, en el cual se afirmaba
que no existía una fuerza capaz de restaurar el capitalismo en aquel país y de minar el campo socialista,
escribió Guevara:

** (n.t.) La presente cita ha sido aquí transcrita del original en español, según lo reproduce el sitio web www.marxist.org.
Corresponde a un texto publicado por primera vez bajo el título “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento”, en
Nuestra Industria, Revista Económica, Nº 5, febrero de 1964, La Habana.

Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
9
Afirmación que puede ser objeto de discusión. Las últimas revoluciones económicas de la URSS
se asemejan a las que tomó Yugoslavia cuando eligió el camino que la llevaría a un retorno gradual
hacia el capitalismo. El tiempo dirá si es un accidente pasajero o entraña una definida corriente de
retroceso.
Todo parte de la concepción de querer construir el socialismo con elementos del capitalismo sin
cambiarles realmente la significación. Así se llega a un sistema híbrido que arriba a un callejón sin
salida o de salida difícilmente perceptible que obliga a nuevas concesiones a las palancas económicas,
es decir al retroceso (2006: 112)5.

Por otra parte, es necesario contextualizar la crítica, considerando las hipótesis y condiciones de
cada modelo y fase del capitalismo.

8. Hoy, en la actual fase de la competencia global capitalista, hay la propensión a someter completa-
mente el mundo, en toda dimensión y no solo en la económica, en todos los campos de lo humano,
a la configuración de la empresa y de la ganancia, y quien sufre las mayores consecuencias es el in-
dividuo –singular y socialmente–, que se deja homologar sin oponerse, renunciando a su libertad y
personalidad; cosa quizá ya por demás descontada, puesto que cotidianamente se reciben estímulos
para convertirse en masa homologada, para asimilarse al imperio del capital.
De hecho, los espacios y tiempos se hacen cada vez más reducidos y funcionales a la difusión de
las ideas dominantes del capital comunicacional. Los medios de comunicación de masas, las com-
putadoras y la telefonía móvil han convertido el globo en un pueblo pequeño, no solo por motivos
informativos y culturales, sino también para hacer frente a las exigencias de un mercado día a día más
mundial y para difundir e inculcar en la gente la mentalidad de la mercantilización: cada cosa tiene un
precio, un preciso valor de cambio.
Entonces la ideología capitalista y la cultura de empresa transmitida de variadas maneras a través
de la comunicación nómada desviante, influencian no solo el intercambio sino también la producción
y el consumo, en tanto que la primera deviene en comunicación –piénsese tan solo en el ejemplo del
teletrabajo– y el consumo, como consumo de mercancía-mensaje y viceversa, resulta en comunicación;
y aquellos que controlan la comunicación desviante son los agentes de la nueva clase dominante en el
imperio del capital posfordista.

La comunicación, en su forma social capitalista, se caracteriza por la tendencia a realizarse de ma-


nera total, sea en lo que concierne a la extensión, sea en lo que respecta a aquello que puede ser
comunicado en el ámbito de la circulación de personas, bienes (y servicios) y mensajes. Bajo el modo de
producción capitalista, comunicación es mercado, y el intercambio es esencialmente intercambio
de mercancías (...) también los mensajes se convierten en mercancías, de la misma manera como
las mercancías no podrían ser mercancías si no fuesen también mensajes. Como la circulación de
mensajes-mercancía –antes que mercancías-mensaje–, y como la circulación de personas mediante
medios de circulación que son también mercancía, toda la comunicación resulta convertible en
mercado (Ponzio, 1997a: 53).
El “tiempo libre de los pocos”, el de aquellos que, como clase dominante, detentan el control de la
comunicación, es visto bajo la misma exigencia de evitar la pérdida de tiempo –mediante la aceleración
de la comunicación y la eliminación de los intervalos y las mediaciones entre propósito y realización–
que caracteriza “el tiempo libre de los muchos”. Con la evidente diferencia, sin embargo, de que los
primeros pueden generalmente, y en ciertos aspectos exclusivamente, disponer de los medios para hacer
cumplir tal exigencia (Ponzio, 1997a: 56).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


10
Sin embargo, a pesar de ese intento de hacer funcional el tiempo libre, el capitalismo sigue pro-
duciéndolo, y de manera siempre creciente, bajo la forma de desempleo estructural y de empleos
intermitentes y precarios, con modos de vida y de reacción sometidos a las dinámicas del imperio del
modo de producción capitalista. Marx pensaba que el sistema fabril había resuelto los problemas de
la producción, vale decir, la escasez del producto y de sus frutos. Pero intuyó un nuevo problema: el
de la distribución. La crisis de la distribución habría a su vez conducido a la revolución, con la cual
los victoriosos trabajadores habrían cambiado radicalmente los itinerarios de la distribución burguesa.
Esta especulación siguió tomando forma incluso mucho más tarde, en las visiones utópicas –tanto
como bien ejemplificadas– de René Clair en la película A nous la liberté [Para nosotros la libertad].
El film describe una época ubicada tras la gloriosa revolución, en la cual los trabajadores disfrutan la
vendimia de un “cero trabajo” y viven solamente para festejar, beber y cantar, mientras las máquinas
trabajan para producir los bienes necesarios para el advenimiento de esa utopía. Todas las princi-
pales corrientes del arte moderno (futurismo, constructivismo, Bauhaus) ilustraron esa inminente
utopía secular.
Sería, sin embargo, injusto endilgar a Marx la culpa del frecuentemente embarazoso optimismo
del Novecientos. Aun habiendo demostrado que una economía capitalista racionalizada podría poner
fin al problema de la producción, Marx comprende también que no basta con las mercancías para
satisfacer a las personas. Y prevé que, en la era del capitalismo, al aumento de la producción correspon-
dería un aumento de la alienación de nuestra humanidad con respecto a los procesos económicos, los
productos de la economía y los demás seres humanos. En términos de condiciones psíquicas indivi-
duales, las cosas no mejorarían, sino más bien empeorarían de una torcida manera. Según Marx, una
vez examinadas otras variables, más allá de las productivas, no existía ningún avance social “unilineal”
(Critical Art Ensemble, 1998: 63-64).

9. Actualmente, en plena época de declinante “éxito” ideológico del neoliberalismo, existen variadas
fuerzas, partidos, instituciones y estudiosos –muchos de los cuales habían tenido algo que ver con el
marxismo– que discuten el beneficio real, para algunos sectores sociales de masas, particularmente
los menesterosos, de haber implementado la política económica del capital. Si se tiene en cuenta que
el proyecto social (capitalismo atemperado de carácter social) de reestructuración capitalista consiste
esencialmente en procesos regresivos de distribución de la riqueza, que permiten incrementar la acu-
mulación mientras se reduce el consumo por parte de la población, no hay duda de que también este
modelo tiene efectos positivos solo para algunos sectores de la sociedad; vale decir, los privilegiados.
La profunda transformación que ha sufrido el mundo con la así llamada globalización de los proce-
sos económicos y sociales, hecho que configura la actual fase imperialista de competencia global, ha
permitido exponer con claridad los límites de muchos paradigmas teóricos, cuyos núcleos duros se
ven debilitados o superados. Para Guadarrama (1996: 325), “ninguna concepción del desarrollo de la
sociedad ha podido transitar sin tropiezos por el complicado sendero de la historia”.
Toda teoría económica es signo del período en que fue escrita y aquellas que tienen la fortuna de
predominar están en constante lucha con otras concepciones. La desaparición del campo socialista
y el paso del bloque de Europa Oriental a la economía de mercado, han obligado a una profunda
transformación en el sistema de referencia internacional por parte de los marxistas y, sobre todo, de
países socialistas como Cuba, incluso con formas de acomodamiento económico interno que inciden

Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
11
sobre aspectos importantes del modelo económico allí aplicado. Pero es en los países capitalistas,
y particularmente en los llamados avanzados, donde se cierra con mayor violencia el debate con el
pensamiento marxista, postulando el capitalismo y la economía burguesa como única verdad para la
humanidad. Esto se verifica sobre todo en la academia, en la docencia y –valga como ejemplo– en los
programas de estudio de los cursos de economía. Hasta los años setenta fue tangible la presencia de
materias de crítica al pensamiento dominante: una diversidad de textos de autores marxistas, en los
cuales predominaba un enfoque global de la economía como ciencia social.
En los últimos años, el sistema imperante de dominación ideológica ha llevado incluso a muchos
estudiosos a renegar del marxismo para no ser acusados de anticientificidad; ese ha sido, en la academia
italiana, el precio que muchos han escogido pagar para afirmarse, hacer carrera, convertirse en hombres
de poder, sin renegar del método de análisis de clase, sino más bien pasando a defender los intereses de
la otra clase. Poniéndose de parte del capital contra los trabajadores.
Se introducen así, en la instrucción universitaria, cursos orientados exclusivamente a la profundi-
zación del pensamiento neoclásico, produciendo la expulsión, fuera del ámbito científico oficial, de
la crítica marxista de la economía e impidiendo la confrontación directa entre la economía política
marxista, la macro y microeconomía y otras así llamadas ciencias económicas aplicadas de contenido
más específico, que parten de la perspectiva teórica e instrumental neoclásica.
Las relaciones interdisciplinarias, en todo caso, constituyen un complejo problema metodológico
y científico, dado que el objetivo final de la interacción no es la ciencia en sí, sino el perfil profesional
del futuro graduado y su campo de aplicación en el mercado. En un sentido general, afirmar, como
se hace hoy en las universidades italianas, que nosotros los críticos marxistas de la economía no mere-
cemos espacio científico porque el marxismo no se adapta a la interdisciplinariedad de los currículos
estudiantiles, significa esconder que la interdisciplinariedad así entendida es aquella que se centra en
las reglas del mercado y la ganancia, en las lógicas neoliberales, sepultando así la cultura general que
debería exaltar la diversidad. Para hacer pasar ese mensaje se recurre una vez más a todos los recursos de
la comunicación desviante, no solo a través de los “nuevos” contenidos de las disciplinas académicas,
sino utilizando el conjunto de medios de una propaganda omnipenetrante que hace del estudiante un
cliente; de la universidad, una empresa; de la cultura, una mercancía.

10. Aun cuando el pensamiento económico actual homologa y engloba en sí mismo cualquier trabajo
intelectual y todo tipo de ciencia, se sigue mirando en esa dirección con expectativa y deseo de conti-
nuas innovaciones tecnológicas que puedan acelerar no solo los tiempos de producción sino también
los del intercambio y la venta.

Keynes, los poskeynesianos y los neoclásicos encuadran la economía en un modelo en el que pocas
constantes dirigen el mecanismo entero. El modelo que necesitamos debería hacer ver la economía
como ecología, ambiente, y estar compuesto por unas cuantas esferas interactivas: una microeconomía
de los individuos y de las empresas, especialmente multinacionales; una macroeconomía de
gobiernos nacionales y una economía del mundo. Toda teoría económica precedente postulaba que
una economía controlase totalmente las otras, como simples funciones independientes (...) Pero la
realidad económica está hoy compuesta de variables parcialmente dependientes. Ninguna controla
totalmente las otras. Ninguna es controlada totalmente por las otras. Y ninguna es plenamente
independiente. Una tal complejidad puede a duras penas ser descrita. No puede ser analizada y no
permite predicciones. Para hacernos de una teoría económica que funcione, necesitamos una síntesis

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


12
capaz de simplificar esta complejidad. Pero por el momento no hay señales de esa teoría. Y si no surge
una nueva síntesis, podemos decir que hemos llegado al fin de la teoría económica (Drucker, 1988:
149-150).

11. Escribir hoy de marxismo sería un mero ejercicio teórico si no fuésemos capaces de “actualizar” las
categorías marxistas para comprender el capitalismo contemporáneo. Si es cierto que uno de los más
grandes legados del revolucionario de Tréveris*** es el representado por su metodología, a través de la
cual es posible leer e interpretar las tendencias de la economía capitalista para poder luego accionar por
su destrucción y superarla en el socialismo, entonces ningún marxista debe preocuparse por el hecho
de que Marx no lo haya “dicho todo”: ¡sería tonto, más bien, pensar lo contrario!
Por curso inexorable de sus propias leyes económicas, el capitalismo será superado, sin duda, por
un nuevo régimen de producción, seguramente capaz de resolver las contradicciones latentes en la
economía y la sociedad capitalistas.
Parafraseando a Engels: la organización social de los hombres, impuesta por la naturaleza y la histo-
ria, será a partir de un determinado momento, y como resultado de la acción de las leyes económicas,
obra propia y libre. Los poderes objetivos y externos de la historia se desplegarán bajo el dominio del
hombre mismo. Solo a partir de ese momento esbozará el hombre su historia con plena conciencia de
lo que hace. Y solo a partir de entonces comenzarán las causas sociales a producir, prevalentemente y
cada vez en mayor medida, los efectos deseados; será como el salto de la humanidad del reino de la
necesidad al reino de la libertad.
A medida que crecía el movimiento de masas, crecía también la necesidad de comunicar a esas
masas, de una manera accesible, los contenidos principales del marxismo, teoría que representaba los
intereses de los explotados. Hacia 1893 comenzaron a circular en Europa los primeros resúmenes de
la obra de Marx y fue Engels en esa tarea el más grande sostén. En 1921 se publica el primer texto
sobre marxismo, de Bujarin, fuertemente criticado por Gramsci y Lukács en razón de su contenido
reduccionista de la complejidad y su esquematización. Esa limitación real de los manuales y textos hace
que se produzca, tras la muerte de Lenin, una pérdida de la cosmovisión revolucionaria del marxismo
y un profundo déficit de nuevas ideas y conocimientos. El marxismo ortodoxo se oficializó en la di-
mensión propagandística burocrática y se dogmatizó. Fueron criticados, y a veces además etiquetados
como antimarxistas, con la consecuente exclusión de la corriente principal, pensadores como Gramsci,
Lukács, Althusser, Che Guevara y otros que no quisieron renunciar a su propia originalidad.
El dogmatismo condujo a diversas interpretaciones extremas del marxismo, a un cierto teoricismo y
a la pérdida de contacto con la realidad, tanto del mundo socialista como del capitalista; es esa una de
las razones por las cuales el marxismo crítico e innovador no pudo concentrarse y denunciar eficazmen-
te y a tiempo las contradicciones existentes en el campo socialista, que lo llevaron más tarde al colapso.

12. Ya Engels, en varias cartas (a Francisco Mehring en 1883 y a Bloch en 1890), reconocía con
honestidad que el énfasis puesto por él y Marx en el contenido económico había llevado al excesivo
economicismo de sus discípulos. Hoy puede afirmarse, más de un siglo después, que una parte con-
siderable del marxismo desde entonces difundido ha manifestado una incapacidad real de desmentir
esta sentencia de Engels.

*** (n.t.) Trier, la ciudad alemana donde nació Carlos Marx.

Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
13
Fueron difundidas muchas verdades que no eran tales, como aquella del mito de la crisis general
del capitalismo, olvidando el principio marxista de la unidad entre lo absoluto y lo relativo como
camino para comprender la práctica en general. La interpretación del sistema de contradicciones del
capitalismo como un proceso lineal, que marcha hacia el socialismo a través de etapas sucesivas de
profundización de su crisis general, no solo es inconsistente, sino que no concuerda con la práctica.
Se cometió un grave error de previsión al sobrevalorar las crisis de crecimiento del sistema en de-
terminados períodos e interpretarlas como una crisis estructural del modelo de producción capitalista.
Esto creó la confusión de concebir esta crisis como la posibilidad real de una caída de los pilares funda-
mentales del sistema en un tiempo no lejano; el mundo subdesarrollado, donde las contradicciones del
capitalismo son cada vez más agudas, era presentado como el lugar de la expansión del ideal socialista y
revolucionario. Todo ello provocó un gran conflicto con la práctica: una situación revolucionaria tiene
diversos niveles de maduración y, por tanto, puede arribar o no a niveles de ruptura; al mismo tiempo,
la maduración de una situación prerrevolucionaria y su conversión en revolucionaria propiamente
dicha, no es de por sí garantía del triunfo de una revolución que, a su vez, puede no ser necesariamente
socialista. Estas condiciones reclaman todavía un conjunto de factores adicionales, como el papel de la
subjetividad comunista y de las vanguardias, la forma en que se articulan los diferentes movimientos
políticos y la importancia de la correlación internacional de fuerzas.
Lenin descubrió que la transición del capitalismo a un régimen superior podía realizarse en un solo
país, y aun bajo determinadas circunstancias aparentemente desfavorables, acaso en los eslabones más
débiles del sistema y no en aquellos donde el capitalismo hubiese agotado sus posibilidades de desarro-
llo, como previeron Marx y Engels. Esto torna más traumática toda transición, con el riesgo, incluso,
de que sea esa la causa del fracaso de algunos movimientos revolucionarios, y ello no solamente en los
países donde el capitalismo no había concluido siquiera con la formación del Estado-nación.
Tras la crisis de la Europa del Este, se reestructuró el sistema de contradicciones del mundo
contemporáneo: el conflicto entre socialismo y capitalismo fue transferido al de las contradicciones
intercapitalistas, como la que se da entre los intereses de los Estados imperialistas y los de los países
explotados del Tercer Mundo, o en la competencia global entre bloques imperialistas, hoy disfrazada
de globalización de las interdependencias e interconexiones.
No se pierda de vista la tesis del Che Guevara, según la cual muchos países subdesarrollados, a
pesar de ser objeto de la más brutal explotación, tienen gobiernos – hasta democráticos y progresistas–
aliados al capital financiero internacional: son, en una perspectiva más realista, polos semiperiféricos
de expansión del capital.
Contra la ortodoxia y la superficialidad que con frecuencia han infectado asimismo a muchos
intelectuales que, en las décadas pasadas, han competido en la triste batalla de las citas, para aducir a
su favor esa frase de Marx, aquella expresión recóndita; contra esos mismos pensadores que, cuanto
más han utilizado el verbo marxista para apalear a los “desviacionistas”, tanto más rápidamente se han
pasado, con armas y bagaje, al servicio del capital; contra esa utilización impropia y mística, además de
políticamente (partidistamente) interesada, de Marx y de su obra, hoy los militantes, los intelectuales
marxistas, partiendo de la lección del “maestro de la crítica de la economía política”, deben estar en
grado de conducir una cerrada y despiadada crítica contra las nuevas formas que ha asumido el capital.
Al intentar un esbozo de ese camino, nos ceñiremos a algunos temas que consideramos centrales en la
actual dinámica del modo de producción capitalista.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


14
13. Una de las características esenciales del modo de producción capitalista es que los empresarios
“compran” a los trabajadores, o mejor dicho su fuerza de trabajo, para producir bienes y servicios con
el objetivo de obtener una ganancia.
En un sistema económico capitalista, la mayoría de los bienes y servicios son producidos en las de-
pendencias de un patrón (los llamados hombres de negocios, capitalistas o directivos de empresa) que
busca obtener ganancias vendiendo esos bienes y servicios en el mercado. La mayoría de las personas
que producen mercancías en una sociedad capitalista, trabajan para otra persona (el patrón) y reciben a
cambio un sueldo o salario. Incluso en la subeconomía o sector informal, la mayor parte de los trabaja-
dores son asalariados6. Por tanto, en la economía capitalista el trabajo se organiza en función de la ganan-
cia; los productores de mercancías (para el mercado) no son los trabajadores, sino el capitalista o
gerente que en ellos delega la tarea; y los bienes, los servicios y el tiempo de las personas (trabajo) se
intercambian a través de los mercados.
Para comprender el capitalismo debemos responder algunas preguntas fundamentales:

– ¿Cómo se organiza el trabajo?


– ¿Cómo funcionan los mercados?
– ¿Quién determina el monto de la ganancia y el monto de los salarios?
– ¿Quién determina las tecnologías?
– ¿Por qué algunos trabajadores ganan más que otros?

Las posibles respuestas que se pueden dar a estos interrogantes dependen, en gran medida, de la pers-
pectiva con la que veamos la realidad económica; es decir, del tipo de teoría que se decida adoptar para
interpretar la realidad. Nuestra escogencia de campo es la de la crítica de la economía política de Marx.
Ciertamente, la teoría marxiana, y luego el marxismo****, no tienen las características típicas de las
así llamadas “ciencias burguesas”. El marxismo interpreta las leyes de las ciencias naturales, sociales
y económicas como un aspecto de la realidad concreta, un aspecto real y casi siempre independiente
de la voluntad del individuo; hechos estrechamente conectados con las relaciones –y la correlación de
fuerzas– entre las clases y con la modalidad del conflicto capital-trabajo en un determinado período
histórico.
Para llegar a ese resultado, se necesitan los más de 40 años de estudio que permitieron a Marx,
en primer lugar, apropiarse de los instrumentos de la economía política, para luego someterlos a una
crítica cerrada; elaborando así, siempre en clave científica, una teoría compleja para su superación y,
con ello, para la superación del modo de producción capitalista.

14. En las varias partes del Tratado se colocará siempre al centro del análisis la esfera productiva (el pro-
ceso productivo, como unión de proceso de trabajo, proceso de valorización y proceso de circulación),
identificando, en la relación capital-trabajo, la dialéctica que funda el modo7 de producción capitalista,
que es también la contradicción inmanente y fundamental del modo-movimiento mismo y de la cual

**** (n.t.) Como es usual en italiano y algunas otras lenguas, el autor utiliza aquí –y a todo lo largo de su Tratado– el término
“marxiano” para referirse a la obra de Marx, propiamente dicha, y “marxista” o “marxismo” para aludir al pensamiento al que
esta, posteriormente, ha dado pie. En la presente traducción, sin embargo, se ha optado por el uso común de “marxismo” o
“marxista” para ambos casos, como se encuentra ya asentado en habla hispana.

Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
15
derivan –o por la cual son en cualquier caso influenciadas– las demás contradicciones internas de
la sociedad capitalista. Si la contradicción capital-trabajo es la fundamental, entonces es fuente del
dinamismo pero también de la contradicción del modo-movimiento de producción capitalista.
En este Tratado, en todo caso, por su misma naturaleza, no se podrá afrontar de manera orgánica
el análisis del proceso laboral, en todas sus facetas e implicaciones. Se buscará, de todos modos, poner
de relieve su centralidad en la explicación de buena parte de los fenómenos y de las tendencias típicas
del modo de producción capitalista.

­— notas —

1 Sobre este tema en particular, cfr. Pala (1981), donde entre otras cosas se someten a férrea crítica todas las varias teorías “sub-

consumistas” acerca de las crisis económicas (de Luxemburg a Keynes y a Sweezy).

2 Ese proceso, fácilmente observable desde hace décadas –si no siglos– por cuanto concierne a la formación de monopolios y

oligopolios de las materias primas, hoy es pavorosamente creciente aun en ámbitos poco menos que vírgenes unos pocos años
atrás: piénsese en el agua, la biodiversidad, etcétera (hemos llegado incluso a la gestión monopólica del proceso de elaboración
de mapas del DNA de poblaciones enteras: véase el caso de Islandia). Sobre esta y el conjunto de caracterizaciones directas e
indirectas –en términos económico-productivos y sociopolíticos– de la actual fase de la mundialización capitalista, de aquí en
adelante serán frecuentes en el Tratado las referencias, aun si no siempre explícitas, a trabajos previos del autor y particular-
mente a Martufi, Vasapollo (1999; 2000a; 2000b; 2000c; 2003); Cararo, Casadio, Martufi, Vasapollo, Viola (2001).

3 Citado en Muñoz (2004: 55-63).

4 Para una reconstrucción crítica de los orígenes de la escuela marginalista y una confrontación directa de esta con la crítica de

la economía política marxista, cfr. Bujarin (1970).

5 A este respecto, en el XX aniversario de la caída en combate del Che, señalaba Fidel: “hay muchas ideas del Che que son de

una vigencia absoluta y total, ideas sin las cuales estoy convencido de que no se puede construir el comunismo, como aquella
idea de que el hombre no debe ser corrompido, de que el hombre no debe ser enajenado, aquella idea de que sin la concien-
cia, y solo produciendo riquezas, no se podrá construir el socialismo como sociedad superior y no se podrá construir jamás el
comunismo” (Castro, 1987: 93-117).

6 La relación de trabajo asalariado va por tanto más allá de la forma jurídica más o menos válida, “encarnándose” en la sustancia

de la relación social instaurada entre el que “da trabajo” y el trabajador.

7 “Marx siempre usó la locución ‘modo de producción capitalista’. No casualmente, porque ‘sistema’ es un concepto ‘absoluto’,

indeterminado, inconexo, siempre idéntico a sí mismo y, como tal, una abstracción ‘mental’, contraria entonces al método de
Marx, fundado en la ‘abstracción real” (Ciufo, 2001: 195).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


16
­c apítulo i

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS

1. La esencia del capitalismo

1. En primera instancia, debe paragonarse aquello que es capitalismo con lo que no es capitalismo, a
través de estas dos fórmulas:

M - D - M* donde M = M* (circuito no capitalista)1


D - M - D* donde D < D* (circuito capitalista)

M = mercancía
D = dinero

En este enunciado se resumen casi 100 años de comprensión de la economía, desde la clásica,
pasando por Marx, hasta Keynes2 (salvo la ortodoxia liberal, que interpreta la realidad de manera muy
distinta). En estas dos fórmulas está la diferencia específica de lo que es el capitalismo.
2. No era capitalista la economía china del siglo vii, o la de los romanos en el Mediterráneo, porque
ambas se correspondían con la primera de las fórmulas del párrafo anterior. En todas esas economías,
incluida la de los viejos países socialistas de la Europa Oriental, la actividad económica consistía en
un intercambio de mercancías por otras mercancías, por medio del dinero. En estos intercambios, las
mercancías tienen el mismo valor: M = M*. Un zapatero vende sus zapatos y el dinero que obtiene lo
utiliza para comprar dos camisas. Por tanto, las dos camisas tienen el mismo valor que los zapatos. Es
un intercambio equitativo: quien da, recibe el equivalente de aquello que da. Es el principio funda-
mental de la igualdad; el principio del intercambio es un principio igualitario: así funcionan todas las
economías que se definen como economía “con mercado”.
A fin de que este sistema funcione, basta con que las personas se especialicen en producir algo que
otros necesiten, vendan su producto en el mercado y reciban por ello un dinero; en pocas palabras, la
división social del trabajo es una premisa. En estas economías, “dinero” no es equivalente a “poder”. El
dinero es un medio de cambio y un equivalente universal de los valores. La gente puede tener dinero,
pero eso no les otorga un poder de decisión sobre la dinámica de la sociedad. En las sociedades arcaicas
construidas sobre este modelo, el poder político estaba en manos de los patricios, de los senadores, de
los políticos o de los reyes, que no necesariamente eran quienes controlaban la actividad económica.

3. El capitalismo no es una economía con mercado, sino una economía de mercado. Y hay en esto algo
más que una sutil diferencia sintáctica.
Si en los otros sistemas económicos de intercambio la división del trabajo permite un mejoramiento
del nivel de vida y del disfrute de los bienes materiales, en el capitalismo el objetivo no es el intercam-
bio equivalente. La actividad no comienza con dos personas que cumplen un trabajo productivo y
venden sus productos en el mercado para así conseguir mejorar su propio nivel de consumo. El circuito
económico comienza con el dinero (D). El dinero, entonces, no es ya un medio para organizar el
mercado y facilitar el intercambio, sino que se convierte en el principio y fin de la actividad económica.
El dinero sirve para comprar fuerza de trabajo y medios de producción, que a su vez sirven para
cumplir un proceso productivo y fabricar una mercancía (M) que se pueda vender para, así, obtener, en
conclusión, una cantidad de dinero que necesariamente debe ser mayor que la que se tenía al comienzo
(D').
Por tanto, para que el capitalismo funcione debe obligatoriamente producirse acumulación, de
manera que en cada intercambio lo que se obtenga al final sea mayor que lo que se tuvo al inicio.
Y es que, de no ser así, el capitalista no perdería su tiempo, por ejemplo, en construir un edificio o
en contratar obreros para producir zapatos. El capitalismo se basa en un principio de desigualdad y
desequilibrio3.

4. En el capitalismo es preciso controlar el principio y el final del proceso. Solo quienes controlan el
dinero tienen control de la propia vida, porque controlan su economía. Por ese motivo, en el capita-
lismo el dinero es igual a poder.
Esto nos lleva a importantes conclusiones, una vez que se descubre que la mayor parte de la pobla-
ción no determina su propia actividad económica. Casi toda la población es fuerza-trabajo. Así, mien-
tras el sastre es sujeto de su actividad económica, dado que tiene una cierta autonomía productiva, el
trabajador de una fábrica textil es objeto de un proceso económico que no controla.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


18
Por tanto, hay un implícito y fundamental desequilibrio de poder que es consustancial al sistema y
sin el cual ese sistema no existiría. Tomar conciencia de estas cosas contribuye a entender dónde están
los nudos gordianos de las propuestas económicas y sociales y los límites reales de los proyectos que
pueden realizarse a largo plazo.

2. Dimensiones fundamentales del funcionamiento


de un sistema económico capitalista

1. Tradicionalmente, la metodología de análisis del sistema capitalista partía de la consideración de una


estructura económica articulada con una superestructura jurídica-política y otra cultural e ideológica.
Esta concepción parece hoy algo obsoleta debido a los cambios que se están produciendo, que hacen
que la esencia económica sea cada vez más información-comunicación-conocimiento y que la dimen-
sión cultural sea crecientemente objeto de acumulación capitalista.
En consecuencia, es mejor analizar el sistema capitalista en tres dimensiones: la competencia –y
por consiguiente la rivalidad–, el poder y el cambio. Estas tres dimensiones son consustanciales e
irrenunciables para el funcionamiento de tal sistema.

2. a) Competencia. Teóricamente, la competencia siempre existe en el capitalismo4. La existencia del


mercado es la garantía y la institución a través de la cual se realiza la competencia.
Tradicionalmente se habla de competencia entre empresas y entre capitales. Aun si hubiese solo una
empresa en un mercado, que gozaría por tanto de una posición monopólica, es al mirar el mercado
entero que no podremos hablar sino de competencia generalizada de capitales diferentes. Sería impensa-
ble, de hecho, la existencia de un único capital monopólico para todos los sectores económicos, con lo
cual la competencia estaría anulada en todo el mercado5. Por otra parte, ocurre con frecuencia que un
capital que actúa como monopolio en un sector, esté presente en otro en condiciones no monopólicas6
y, en consecuencia, sometido a un nivel de competencia mayor7.
Otra competencia fundamental es la que se desarrolla entre capital y trabajo, debido a que la fuerza
de trabajo absorbe una parte del dinero que se genera al final del ciclo. Cuanto mayor sea la parte que
absorban los trabajadores, menor será el grado de remuneración del capital, incluyendo en esto lo
destinado a la acumulación, es decir, lo que se retiene para recomenzar el ciclo.
La compensación proporcionada a los trabajadores a cambio de su obra es el salario global (de
clase); salario en forma directa, indirecta y diferida, que en esencia [l’entità del quale è] es fruto de la
así llamada “redistribución” de los réditos. Cuando se habla de redistribución, sin embargo, es preciso
distinguir entre un nivel primario y otro secundario. Mientras la retribución primaria es, en general,
aquella que ocurre sobre la base de las relaciones sociales de producción, la redistribución secundaria
es la recaudación de réditos a través de los impuestos y su posterior erogación bajo la forma de gasto
social. Esa redistribución secundaria no podrá nunca sustituir la redistribución primaria que se realiza
en el sistema capitalista. Por ese motivo, el hecho de que existan países con un alto nivel de protección
social, de gasto social, de Estado social, se explica por el accionar histórico de los trabajadores, que a
través de sus luchas han conseguido apropiarse de una parte sustancial de la riqueza generada en el
proceso productivo.

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


19
Finalmente, la competencia, como categoría, refiere directamente al fenómeno de la competencia
entre trabajadores. Esa competencia existe siempre porque el capital, en su movimiento, tiende a redu-
cir el número de trabajadores ocupados, en relación con la masa creciente de medios de producción.
En una sociedad capitalista concreta, ese fenómeno puede también presentarse como competencia.
Sobre todo entre trabajadores ocupados y desocupados, pero también entre trabajadores urbanos y
rurales, entre trabajadores asalariados del sector privado y trabajadores del Estado, trabajadores “inter-
nos” e inmigrantes, trabajadores de empleo estable y de empleo precario.
En muchos casos, esta situación de competencia da lugar a conflictos entre los mismos trabajadores,
con consecuencias ventajosas para la parte patronal que, con frecuencia, procura crear a su favor las
condiciones de la competencia entre trabajadores. Un ejemplo de esto es la así llamada flexibilización
del mercado laboral, que consiste en deteriorar las condiciones contractuales de una parte de los asala-
riados para romper la unidad de los trabajadores ante el capital; vale decir, para reducir las exigencias
en materia de producción y distribución del excedente entre los trabajadores8.

3. b) Poder. El poder es una dimensión económica y política fundamental en la sociedad capitalista.


A diferencia de las economías no capitalistas, en aquella la jerarquía social se estructura en función
del mayor o menor control que se ejerza sobre el circuito del capital. La jerarquía social reproduce la
jerarquía del control del dinero: “dime cuánto dinero tienes y te diré cuánto poder tienes”.
Es sin embargo verdad que, al dibujar los mapas y los entresijos del poder, se deberá tener en cuenta
una multiplicidad de factores que actúan en el ámbito social, capaces de complicar enormemente el
análisis de tales relaciones.
Abandonada la dicotomía arriba apuntada: dinero-poder / ausencia de control sobre el dinero-
ausencia de poder (dicotomía útil en niveles muy elevados de abstracción), y descendiendo a un grado
de análisis menos abstracto, esas relaciones deben ser engranadas en estructuras analíticas mucho más
complejas y difusas. Es al tener que experimentar esos pasos que se nos hacen necesarias las “teorías
cojinete”, que nos permitan pasar de niveles altísimos de abstracción, típicos del análisis que hiciera
Marx de los MPC, a niveles intermedios, útiles para el análisis económico, sociológico y político de
las relaciones de poder (y, en general, de todas las relaciones sociales activamente operantes en el tejido
humano)9.

4. c) Cambio. El capitalismo es un sistema que ha cambiado y cambia continuamente. Por ese motivo
es fundamental hacer un continuo y permanente análisis de las transformaciones que se están produ-
ciendo en el sistema a todos los niveles, tanto el de la economía mundial, la mundialización, la globa-
lización, etcétera, como el de la economía nacional: cambios de la estructura productiva, del mercado
de trabajo, de la propiedad del capital, de las inversiones estratégicas, cambios jurídico-legislativos sin
los cuales ningún mercado funcionaría, etcétera.
Sin solución de continuidad se están produciendo transformaciones en las estructuras de poder y
de competencia.
Por tanto, seguir el paso de los cambios que se producen en el ámbito de la economía que queremos
analizar, es indispensable para garantizar la viabilidad de las propuestas que puedan elaborarse.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


20
3. Conceptos para la valoración del funcionamiento del sistema económico capitalista

1. De seguidas, procedamos a una breve caracterización de los conceptos de eficiencia, justicia, igual-
dad y democracia, típicos del modo de producción capitalista, que deben, por tanto, servirnos de guía
en la comprensión de sus dinámicas y, sobre todo, de la diferencia entre aquello que la realidad nos
muestra y lo que ella es en su totalidad.

2. a) Eficiencia. La eficiencia (maximizar los ingresos y minimizar los costos) es uno de los conceptos
que más se escuchan nombrar, actualmente, en la civilización de la técnica. Es un criterio estratégico
de valoración de toda actividad económica. Una empresa, pública o privada, una ONG o cualquier
otra institución que no estime su eficiencia y que no desarrolle instrumentos adecuados de eficiencia,
está expuesta al fracaso.
No obstante, se discute el contenido del concepto de eficiencia. Desde el punto de vista más
técnico-contable, se considera eficiente solo aquello que tiene un precio, que cuesta dinero. Así, por
ejemplo, el empresario mide el grado de eficiencia de sus trabajadores en función de cuánto les paga.
Desde una perspectiva macroeconómica, empero, habría que introducir toda una serie de factores
que no tienen un precio, un costo monetario directamente contabilizado, como por ejemplo los fac-
tores ambientales. Es decir, el grado de transformación en las condiciones ecoambientales que genera
toda actividad económica10.

3. b) Justicia. Incluso la eficiencia tiene una dimensión social. Por ejemplo, la justicia, en términos
económicos, es una de las dimensiones sociales que derivan de la actividad económica. El concepto
de justicia, en este caso, corresponde a la distribución de las tareas y los beneficios de esa actividad,
distribución en la que se establece a quién le toca el peso de la producción económica y quién utiliza
aquello que se produce.
Sobre este tema se determinan cosas curiosas. Shaikh y Tonak (1994) hicieron una investigación
acerca de los sistemas de seguridad social en cinco países desarrollados, durante 20 años11. Tras estudiar
el gasto público y el sistema de determinación del ingreso en esos países, concluyeron que todo el gasto
social derivaba de los impuestos que pagaban los trabajadores, salvo en el período correspondiente a
mediados de los años sesenta, cuando hubo una verdadera redistribución social. En la práctica, el así
llamado “Estado de bienestar” había sido hecho posible gracias a una actividad de solidaridad entre los
trabajadores (Diego Guerrero, de la Universidad Complutense de Madrid, realizó una investigación
similar sobre el caso de España, arribando a los mismos resultados)12.

4. c) Igualdad. El sistema capitalista se caracteriza por generar y reproducir desigualdad. Tender hacia
la igualdad en la repartición de los costos y las ganancias implica el llevar a cabo políticas de inter-
vención social contra la lógica del capitalismo, que actualmente tiene muchos nombres: eficiencia,
competitividad, crecimiento... Producir igualdad quiere decir, en definitiva, frenar el funcionamiento
del sistema.

5. d) Democracia. La democracia es otro aspecto fundamental que ha de evaluarse en las estrategias del
capitalismo. Se trata de un proceso con tres características: responsabilidad del poder, libertad pública

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


21
e igualdad política. La democracia supone que todos los encargados de las decisiones económicas
deben poder participar en la toma de tales decisiones.
Desde comienzos de los años setenta, este criterio es fuertemente cuestionado por sectores que están
interesados en renunciar al principio de igualdad y, por tanto, en evitar que esa igualdad se traslade al
ejercicio del poder. Tal posición es teorizada por varias organizaciones internacionales con argumentos
que denuncian “excesos de democracia” en los países desarrollados. Sostienen que los problemas de la
economía mundial derivan de una hipertrofia democrática, que llevarían a la clase política a adoptar
decisiones “irresponsables” en materia de gasto público, impuestos y financiamiento del déficit13.

6. En los programas económicos se habla siempre de eficiencia, pero nunca de democracia o de justicia,
que son conceptos relativos a los programas políticos y que el Estado tiene el deber de tutelar. Pero un
cambio de valores, incluso en la esfera económica, pasa necesariamente por la introducción de criterios
de equidad, participación, igualdad, democracia y justicia en la gestión de los procesos.
De otra parte, el esquema tradicional de la crítica marxista de la economía evidencia que la es-
tructura, la dimensión económica, determina la superestructura ideológica y política, representada en
última instancia por el Estado; luego, no tiene sentido pensar en un ejercicio de la democracia a nivel
de superestructura si ello no modifica también los órdenes de la estructura.
Uno de los problemas que registró la economía mundial en los años setenta fue el agotamiento de
los espacios de acumulación de capital, por falta de productos o actividades nuevas que pudieran ser
objeto de compra y venta en el mercado; es decir, de conversión en mercancía. El resultado fue que las
industrias culturales comenzaron a formar parte del mercado, con una amplia perspectiva de desarrollo
futuro. Los productos intelectuales (música, discos, imágenes, etcétera), incluso los que en sí mismos
no tienen carácter directamente económico, se van transformando en mercancías. Por otra parte, desde
la dimensión económico-productiva se van generando regulaciones que no pasan por la mediación
político-institucional tradicional, que tienen mucha influencia en la reproducción del cuerpo social y
en la vida de las personas.
Así, de la misma manera en que se puede decir “dime cuánto dinero tienes y te diré cuánto poder
tienes”, se puede también decir: “dime cómo trabajas y te diré cómo vives”. O sea, hay una evidente
determinación de las formas de vida y de pensar de la gente por parte del proceso económico y del
proceso de trabajo. Por tanto, seguir pensando en esquemas de estructura, infraestructura y superes-
tructura, sin una actualización crítica en el contexto del capitalismo actual, nos hace perder de vista
muchos fenómenos de interpenetración, como estos que hemos apenas mencionado.

4. La vigencia del análisis marxista del sistema capitalista:


una discusión aún abierta para la crítica de la economía política y aplicada

1. Desde sus orígenes, el comunismo fue visto como un “fantasma”14 que recorría amenazante Eu-
ropa, debido a las derivaciones ideológico-clasistas de sus conclusiones. Por vez primera, una teoría
abarcaba la posibilidad de sustituir el capitalismo como parte del propio orden de funcionamiento de
ese sistema15.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


22
Según Engels, “Marx era un hombre de ciencia (...) para Marx la ciencia era una fuerza histó-
rica motriz, una fuerza revolucionaria (...) porque Marx era un revolucionario”. El propósito de
desentrañar la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna fue cumplido a
partir de la aparición de El Capital; la concepción materialista de la historia no es ya una hipótesis,
sino una tesis científica demostrada. A partir de ese momento, Marx comienza a ser considerado
como un estudioso con un especial interés por lo político; algo similar a lo ocurrido con Demócri-
to, cuya obra enciclopédica, a diferencia de la de Aristóteles, dejó de ser transmitida en la tradición
manuscrita.
En el epílogo de la segunda edición del primer tomo de El Capital, Marx se lamentaba de que el mé-
todo de su libro había sido poco entendido en Europa, donde se le tachaba de metafísico y deductivo,
con todos los inconvenientes de la escuela económica inglesa. Marx fue también acusado, en esa época,
de utilizar el método de Hegel, pero en sentido negativo, es decir, idealista. Después de 1894, año
en que se publica el tercer tomo de El Capital, nace la famosa polémica acerca de las contradicciones
entre el primer tomo y el tercero, tanto desde la derecha, con Eugen Böhm-Bawerk, como desde la
izquierda, con Eduard Berstein y Werner Sombart en Alemania y Tugan-Baranovsky en Rusia, quienes
sometieron a una fuerte crítica el método y las conclusiones de Marx.
En dos trabajos, Marxismo y revisionismo y Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico
del marxismo, Lenin recoge las críticas al marxismo, no solo las provenientes de teorías hostiles, sino
también las surgidas desde dentro del pensamiento marxista.
Lenin observaba cómo los cambios que se habían producido en el desarrollo capitalista, así como
la imposibilidad de interpretarlos teóricamente desde el punto de vista marxista, produjeron entre
los estudiosos divergencias que podían desembocar en una crisis interna extremadamente grave, y
utilizaba ya la expresión “crisis del marxismo”, muy en boga hoy. Lenin apuntaba también la necesidad
de la cohesión de todos los marxistas en el rescate y la defensa de los fundamentos teóricos y de las
tesis fundamentales del marxismo. En otro trabajo, Vicisitudes históricas de la doctrina de Marx, explica
magistralmente el hecho de que los cambios en la práctica social, como la Revolución de 1848 y la
Comuna de París, convierten al marxismo en una doctrina que comienza a ser relevante y que reafirma
su fuerza y su veracidad a partir de la Revolución Rusa de 1917.

2. Como resulta claro para Lenin, el contenido del marxismo, al igual que el de otras doctrinas sociales,
puede ser dañado por una práctica que apunte fuertemente al politicismo y al economicismo. En el
caso específico del marxismo, el asunto es comprender en todo momento que no se trata de un dogma
ni de una doctrina acabada, sino de una guía para la acción que tiene la capacidad de asumir cada tanto
los cambios que se producen en la vida social e interpretarlos.
La caída del socialismo en la Europa del Este, el auge de la ideología neoliberal y neoconservadora,
el grave retroceso de la izquierda y de los movimientos revolucionarios, han hecho bajar el telón sobre
los problemas del capitalismo y propiciado una contraofensiva en torno a la crisis del marxismo16.
Como en otros tiempos, estas ideas toman cuerpo tanto a lo interno de las fuerzas revolucionarias
como fuera de estas.

3. Los cambios actuales nuevamente relativizan los paradigmas homogeneizadores, en la pretensión de


establecer un paradigma único: el neoliberal.

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


23
Francis Fukuyama, por estos días, ha descubierto de nuevo el fin de la historia17; se proclama el fin
de los paradigmas, de las utopías, del Estado y, como es lógico, del marxismo. Todos estos anuncios
no son otra cosa que maneras de construir principios abstractos, en nombre de los cuales se adquiere
legitimidad para continuar destruyendo las condiciones que hacen posible la vida de los seres huma-
nos18. Sería necesario retomar el imperativo categórico de Marx en la Crítica de la filosofía del derecho
de Hegel: “el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones sociales en que el hombre sea
un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable”.
Es necesario recordar que Marx le hizo notar en una ocasión a su yerno Lafargue que él mismo no
se consideraba “un marxista”, queriendo con ello evitar el habitus dogmático y doctrinario para poder
afrontar libremente la crítica de la economía política y el examen del pensamiento filosófico que lo
había precedido.

4. Es necesario reconocer, además, que después de Lenin se instauró una ortodoxia marxista que poco
a poco se fue alejando del pensamiento clásico, hasta transformarlo en una caricatura. Existen muchas
explicaciones acerca de por qué pudo esto ocurrir. Algunas interpretaciones asocian esta cuestión al
autoritarismo de Stalin, que intentó transformar el marxismo en una ciencia funcional al poder cons-
tituido, despojándolo de su carácter crítico. En esta misma perspectiva, los críticos del marxismo no
ahorran energías para señalar que las deformaciones no son otra cosa que el fruto evidente de las se-
millas de dogmatismo y autoritarismo contenidas en la obra de Marx, potenciadas por el “despotismo
asiático” que se habría albergado en la persona de Lenin. Para ellos el estalinismo, con todos sus errores,
no es más que la continuidad natural de una suerte de autoritarismo ya inherente al pensamiento de
Marx y a la teoría y la acción política de Lenin, y con ello se liquida toda la concepción general de los
clásicos del marxismo.
La respuesta no consiste en canonizar a los clásicos del marxismo. Se trata más bien de rescatar el
espíritu esencial de su obra, en medio de un creciente revisionismo, reconociendo las indiscutibles
enseñanzas de su legado.
Frecuentemente se pretende hacer análisis positivistas de la obra de Marx; ello constituye un deplo-
rable error metodológico. No es el marxismo lo que está en crisis, sino las interpretaciones del marxis-
mo caracterizadas por el dogmatismo y la esquematicidad. Esas versiones reduccionistas del marxismo
se presentan a sí mismas como oficiales y rompen la delicada y compleja relación entre sistema y
método, a beneficio del sistema. De esa manera se transfiguró el marxismo en un sistema cerrado,
al concebir la ciencia como una construcción lógica de categorías congeladas en el tiempo. Es esa
caricatura del marxismo la que está en crisis y en su esclerotización perdió, incluso, la capacidad de asi-
milar a importantes representantes de esta ciencia que sostuvieron un pensamiento crítico en Europa
Occidental y en América Latina.

5. Hay variadas interpretaciones de las causas de esta crisis, y también diversas actitudes o maneras de
actuar en consecuencia. La primera ve en la crisis del socialismo real una señal de descomposición de la
concepción marxista. Se ignora con ello que en los escritos clásicos del marxismo no estaban, ni podían
estar, todos los componentes del modelo socialista, y que aquellos que estaban fueron ignorados en
la práctica; las referencias al socialismo eran solo una serie de principios fundamentales, no siempre
tenidos en cuenta.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


24
La segunda actitud es aquella que podría considerarse dogmática e incluye a quienes, fieles al legado
marxista, pretenden, sin embargo, hallar respuestas clásicas a todas las preguntas, más allá de la realidad
y de la práctica.
Consideramos que tales posiciones no favorecen hoy ni al marxismo ni al socialismo. Es muy
importante erradicar de la teoría revolucionaria la incapacidad de comprender los cambios sin revisio-
nismo ni dogmatismo. La crítica marxista de la economía política y aplicada debe abarcar también la
economía política marxista, es decir, la estudiada y concebida hasta ahora por los marxistas.
Actualizada, la teoría de Marx, de hecho, produce no solo una nueva filosofía y una nueva eco-
nomía política y aplicada, basada en las posiciones de clase del proletariado, sino también su crítica
y su constante afinamiento; las contradicciones son el motor propulsor de todo progreso, incluido el
progreso de la inteligencia. Para Lukács, el dejarse instruir constantemente por la realidad, el asimilar
lo nuevo, es una condición esencial, de absoluta prioridad, en la praxis de la teoría marxista, que en
todo caso mantiene, como dice Bujarin, el siguiente objetivo estratégico: “En la sociedad socialista,
la economía política perderá toda razón de ser: quedará solo una ‘geografía económica’ –ciencia de
carácter monográfico– y una ‘política económica’, ciencia normativa”19.
Las ciencias sociales han desarrollado en los últimos años un amplio y complejo sistema de
categorías, muy esnob, que frecuentemente es impuesto desde los grandes centros de poder inte-
lectual de la burguesía y acríticamente asumido, también con frecuencia, por la llamada izquierda
alternativa y radical. Los nuevos hechos deben ser explicados con nuevos modelos de análisis. Pero
los viejos conceptos son defendibles mientras sigan siendo válidos para interpretar la realidad.
De hecho, no se trata de condenar la ciencia a la repetición de aquellos viejos conceptos, pero sí
de estar alertas contra el esnobismo cultural y de precisar la medida en que lo viejo y lo nuevo
se presentan en cada caso concreto, como momentos de la realidad que se somete a análisis. To-
mar seriamente en consideración esta actitud, enriquecería notablemente nuestra relación con las
obras de los clásicos y nos pondría en guardia contra el exceso de teorización. Detrás de la excusa
de “lo nuevo que avanza”, muchas veces se ocultan nuestra ignorancia y pereza analítica.
La tercera actitud frente al marxismo es innovadora; o sea, considera el análisis marxista como
algo vivo, capaz de adecuarse a las nuevas circunstancias superando todo dogmatismo y haciendo
valer lo mil veces repetido y pocas veces comprendido: que el marxismo no es un dogma sino una
guía para la acción. La teoría marxista del MPC refiere precisamente a las formas de movimiento del
modo de producción y a sus tendencias intrínsecas en cada época. Está, además, formulada en un
nivel de abstracción en el que no comparecen ni pueden comparecer, singularmente, los capitalismos
históricos reales (esos que ya A. Labriola llamaba las configuraciones del modo de producción). Es
necesario introducir teorías y modelos de menor nivel de abstracción para llevar cuenta de los datos
de partida, de las tradiciones y condiciones de la capacidad productiva, de la habilidad y competencias
técnicas, de las instituciones y de la cultura en general. Es dentro de ese medium que vienen actuan-
do y modificándose las “leyes generales” del MPC (cfr. Marx, El Capital, tomo I, cap. XIII), y es a
través de ese proceso cognoscitivo que se desarrolla, y eventualmente se modifica, incluso la teoría
más general (como sucede en toda ciencia). Esta última es la única posición correcta, siempre que
quede claro en qué dirección se intenta renovar y no se pretenda fundir el marxismo con supuestas
corrientes actuales20.

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


25
6. En la discusión científica se hace necesario que los economistas de izquierda trabajen también sus
modelos matemáticos y estadísticos y demás instrumentos, que, en todo caso, deben estar fuertemente
caracterizados por la renovación de la crítica de la economía política y aplicada y centrarse en el
análisis de clase, en la vigencia del análisis económico de Marx, en la cientificidad del materialismo
histórico y del materialismo dialéctico. Asimismo, se debe partir del análisis de la fase actual de la
globalización neoliberal, que, particularmente en los países de capitalismo maduro, modifica las mis-
mas modalidades de producción y las relaciones sociales, siempre y de cualquier modo centradas en
la extorsión de plusvalía; vale decir, en el mismo modo de producción capitalista, en la explotación
capitalista.
En la fase actual se asiste a una globalización de los mercados o, mejor dicho, a una cada vez
más feroz competencia global21, causa y efecto del aumento de la competitividad y productividad del
sistema económico en su conjunto y, en particular, de los operadores económicos individualmente.
El mejoramiento de los transportes y de la comunicación electrónica, así como el desmantelamien-
to progresivo de las barreras arancelarias, incluidos los renovados acuerdos políticos y económicos
internacionales, tienen aparentemente el carácter de una liberalización aumentada, pero en los he-
chos muestran una fuerte connotación proteccionista y competitiva, y han llevado a las empresas
a confrontarse más directamente y a comportarse como si operasen en un mercado sin fronteras
territoriales.
El mercado, convertido en cada vez más dinámico y competitivo, parece hoy presentar una clara
tendencia a convertirse en mercado único; pero se trata, en cambio, de un mercado que tiene una di-
mensión de feroz competencia mundial, en el cual se van definiendo las áreas de influencia de al menos
tres polos imperialistas: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón (o, mejor, variable imperialista
del área asiática). Estas dinámicas se aceleran particularmente en el marco de la crisis de valorización
iniciada en los años setenta, que todavía continúa.

7. Junto con la internacionalización del proceso productivo se registran profundos cambios en los
modelos conductistas subjetivos y sociales, que se hallan en la base de la manifestación de la demanda
de bienes y servicios producidos. En los países que hasta no hace mucho eran definidos como indus-
trializados, y que hoy se prefiere definir como área del capitalismo avanzado, el consumidor se ha
convertido en un sujeto mucho más complejo con respecto al pasado, desde el momento en que la
densa red de información de que dispone lo lleva a asumir conductas cada vez más flexibles y multi-
dimensionales22. Esto deriva de un contexto general en el cual la información electrónica nómada y la
conexa comunicación desviada y desviante han asumido un rol estratégico y dominante, tanto en el
terreno de la producción y la acumulación como en el del consumo y, sobre todo, en el plano social,
como hipótesis de un totalitarismo cultural orientado a vaciar de contenido la democracia y destruir
el papel de la política.

Los paradigmas del progreso y la cohesión social son abandonados discretamente para ser sustituidos,
respectivamente, por la comunicación y el mercado. La impresión general es que el mundo se ha
desplomado en el caos. Cabalgamos estas grandes transformaciones, pero ignoramos a dónde nos
están llevando. ¿Cuál será el escenario político, económico, social, cultural, ecológico del planeta
cuando este tremendo terremoto del siglo llegue a su fin? Actualmente, nadie parece en capacidad de
describirlo (Ramonet, 1999: 113).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


26
El flujo comunicacional electrónico es una de las más evidentes representaciones del poder, re-
curso clave y determinante de los profundos cambios socioeconómicos que han caracterizado estas
últimas décadas, influenciando, al mismo tiempo, de manera notable, el ambiente territorial y social;
un ambiente en el cual todo sistema de producción ha modificado profundamente su modo de ser, de
presentarse y de actuar.
Los cambios mencionados han empujado y empujan a los centros responsables de las empresas a
elaborar y adoptar modelos decisionales apropiados para mantener y mejorar su propia posición en el
mercado, en un esfuerzo por restablecer y reinventar la empresa no solo en el orden estructural, sino
también y sobre todo en el de sus mecanismos de funcionamiento y de condicionamiento de toda
estructura social. De tal manera, sean las opciones de tipo microeconómico o sean aquellas de carácter
macroeconómico, imponen la cultura y los parámetros competitivos, de eficiencia empresarial, como
valores sociales, como nuevos paradigmas del devenir social. Este novedoso totalitarismo, inducido
por la sociedad del capital-información, es inicialmente de carácter empresarialista, pero en la realidad
deviene en cultura de empresa que se impone en el territorio como idea competitiva general, como
ideal de la “escala social” y, por tanto, como distribución de la forma política del vivir social23.

8. Para cumplir dichas transformaciones se hace necesario actuar según el llamado principio de flexibili-
dad, que solo puede ser adoptado si la empresa y todo el cuerpo social están en capacidad de adecuarse
con rapidez a los cambios en curso, haciéndose vehículo de la representación del poder en una fase de
darwinismo socioeconómico, en la que el capitalismo escoge rasgos cada vez más salvajes24.
Cuando se habla de sociedad de mercado, queda implícito que ella esté basada cada vez más en la
flexibilidad empresarial, entendida como capacidad del empresario, del top management, de los centros
decisionales de la empresa, para actuar de manera tal que se optimice el uso de los recursos, incluidos
los informativos y comunicacionales, en el curso de vías adaptativas que permitan no solo producir
bienes y servicios diversos dirigidos a mercados diversos, sino también, al mismo tiempo, gerenciar el
delicado diseño estratégico empresarial de total condicionamiento social a la cultura de empresa.
Se utilizan para tal fin estructuras sociales y recursos cada vez más inmateriales, siguiendo el prin-
cipio del mínimo costo y máximo beneficio; recurriendo a recursos del llamado capital intangible, de
un capital de la abstracción como conjunto de recursos inmateriales, a partir de la información, de la
comunicación y el conocimiento; cumpliendo, en clave crecientemente estratégica, la lógica del máxi-
mo grado de adaptabilidad a las exigencias de un mercado que es también mercado del vivir social.

9. Tales dinámicas identifican al bien llamado posfordismo, basado de manera cada vez más acentuada
en la acumulación flexible, cumplida a través de los recursos del capital inmaterial de la abstracción. Se
trata de un paradigma de la acumulación, capaz de imponer el paso de organizaciones sociales y em-
presariales fuertemente jerarquizadas a otras basadas en la progresiva descentralización de las funciones
y en nuevas formas de asociación, de trabajo precario, flexible, con escaso contenido de garantías25. Es
el mundo computarizado y matematizado, es la informatización de los procesos productivos y de las
formas del vivir y el devenir social.
En todo caso, el principio de flexibilidad incide, más allá de las relaciones con la fuerza de trabajo,
también en los aspectos internos y típicamente propios de la dirección de empresa. Asimismo, expe-
rimenta importantes recaídas estructurales, comunicacionales y decisionales sobre la manera de

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


27
establecer la planificación y el control, y hace de la comunicación el recurso central también a lo
externo de la empresa, hacia el cuerpo social en su conjunto, en las nuevas dinámicas de los flujos
electrónicos de un capital de información nómada.
En efecto, los procesos decisorios y evaluativos fundamentales de la empresa tienen posibilidad de
ser aplicados y transformados en eficientes planes operativos de carácter social, en tanto que subordi-
nados a una nueva función empresarial de valencia estratégica que invada la sociedad con un modelo
de comunicación eficiente, que sepa concretizarla en programas de control, en una representación del
poder capitalista como valencia total, dominio de los mecanismos sociales, económicos y culturales;
por eso la definimos como comunicación desviada y desviante al mismo tiempo.
La concatenación de la función estratégica empresarial con los modelos decisorios institucionales
da vida a los procesos comunicacionales desviantes. Se trata de verdaderos planes ejecutivos con fases
de control, que se vierten sobre los trabajadores y los sujetos presentes en el territorio, caracterizando la
nueva fase de gestión del capitalismo, ahora orientada al dominio tecnosocial de todo el cuerpo social
en un ámbito de competencia global totalizante.

10. La verdadera renovación del marxismo parte, precisamente, del análisis de las transformaciones
en curso, y puede ser ciencia del cambio radical solamente si conserva el dinamismo intelectual de
su núcleo duro. La continua evolución de la crítica de la economía debe basarse, obviamente, en la
asimilación crítica de cuanto de positivo se ha elaborado a lo largo de la historia del marxismo. Es
necesario, además, entender con claridad que ninguna teoría puede explicar cada uno de los aspectos
de una realidad que cambia velozmente, y aceptar con honestidad un cierto retraso gnoseológico del
marxismo como producto de la actitud asumida por los propios marxistas, que han pretendido ubicar
cada nuevo acontecimiento en marcos teóricos ya establecidos.
En el plano ideológico ha habido un profundo retroceso del prestigio del marxismo en la concien-
cia de las masas, producto de la ofensiva ideológica del imperialismo, de la indiscriminada cadena de
errores que se han cometido en la práctica de la construcción del socialismo real y de la influencia
de este fenómeno en el movimiento obrero y comunista internacional.

11. Ningún científico marxista coherente puede negar la necesidad objetiva de un profundo proceso de
renovación del modelo sociopolítico-económico instrumentado en el viejo campo socialista. Mucho se
ha escrito sobre este asunto; aquí nos concentraremos solamente en un aspecto que consideramos no
suficientemente tratado al analizar la caída del socialismo.
En el análisis marxista, las clases y la misma clase obrera, son un proceso real y relacional: cons-
tituyen una relación social históricamente construida; por tanto, ninguno de los condicionamientos
objetivos o subjetivos viene dado de una vez y para siempre. Con la intención política de mantener
el empuje de las masas, se difundió un grupo de “verdades” que en realidad no eran tales, como la
absoluta armonía entre ideología individual e ideología oficial, la supuesta solución de los problemas
de la nacionalidad o la juventud anagráfica como garantía del cambio político generacional.
Todas esas interpretaciones negaban, en realidad, que la ideología se forma en un proceso muy
heterogéneo de relaciones sociales y de influencias, y que es entonces necesario distinguir entre país
social y país político. Se ignoró, por ejemplo, que los diversos sectores sociales de un país pueden ser
atraídos, y en cierta medida pueden también ser organizados en formas y con motivaciones políticas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


28
que no reflejan sus intereses. Ya Lukács subrayaba la inconsistencia metodológica de considerar como
definitivos determinados hechos que representaban únicamente momentos aislados e inmóviles de
determinados procesos. En realidad, el proceso mediante el cual un sistema social, desde sus bases
estructurales, va formando gradualmente en los hombres nuevas dimensiones de comportamiento
ético, de conducta cotidiana, etcétera, no responde a una relación causa-efecto. Incluso, es este proceso
lo que realmente revela si el ser social determina la conciencia social. La legitimación del sistema
social se da en el nivel individual y, por ese medio, en el colectivo y, finalmente, en el de las masas en
movimiento; eso es cierto si el sistema está legitimado individualmente, dado que la mayoría de los
hombres se comunica en la historia construyendo su propia vida cotidiana.
En los países de la Europa del Este se fue perdiendo lo que nosotros llamamos afirmación individual
de la naturaleza clasista de la sociedad, toda vez que los principios esenciales del socialismo se distor-
sionaron gradualmente como norma cotidiana, dejando de ser aspiración común de la mayoría de los
miembros de la sociedad, que a mediados de los años ochenta desconfiaba de la capacidad del sistema
para resolver los problemas existentes. La población de los países de la Europa del Este y de la Unión
Soviética aceptó pasivamente la destrucción del socialismo, no solo por la manipulación ideológica,
sino también porque al centro de las necesidades y aspiraciones de las personas se habían asentado
valores, modelos de conducta y expectativas que negaban los intereses esenciales del socialismo. Se
produjo una suerte de desnaturalización clasista del sistema social, tanto en el plano de la reforma es-
tructural como en el de los valores y el “marxismo oficial” no tuvo ante ello la capacidad de ponerse en
guardia y mantenerse atento, sobre todo entre los muchos estudiosos marxistas “de cátedra”, desligados
de los movimientos reales, que tienen el deplorable hábito de aplicar modelos y teorías sin ningún
análisis crítico.
En efecto, todas las teorías nacen refutadas y mueren refutadas, y esto es así tanto para las ciencias
naturales como para las sociales: el marxismo no constituye una excepción. No obstante, en este
caso no se trata de una crisis gnoseológica, puesto que el marxismo tiene todavía los instrumentos
fundamentales para analizar el capitalismo y la realidad que este instaura26. La interpretación científica
de la historia a través de sus diferentes formaciones socioeconómicas en conflicto, esa que se conoce
con el nombre de materialismo histórico, permitió y permite a los hombres comprender y conocer las
verdaderas leyes que rigen la sociedad.

12. Por otra parte, la teoría acerca del modo de producción capitalista, la teoría de la forma del valor,
la ley de la plusvalía y la ley general de la acumulación capitalista permiten un análisis en profundidad
de las relaciones de producción de este sistema en su interrelación con las fuerzas productivas.
La teoría del ciclo económico y la teoría de las crisis aportan una aproximación muy precisa a una
de las regularidades más importantes entre las leyes fundadoras del sistema capitalista. Los clásicos
no solo descubrieron de esta manera las leyes generales del proceso de producción, sino que también
estudiaron, en la medida en que fue necesario, algunas leyes aparente o más inmediatamente percepti-
bles (es decir, visibles) del modo de producción capitalista, como la ley de la competencia, que, según
Marx, “no explica las leyes ni las produce, simplemente las pone en evidencia”. Así como todas las leyes
sociales se cumplen solamente a través de la acción de los hombres, también la competencia cumple
las leyes económicas de la sociedad capitalista: “aquello que está implícito en la naturaleza del capital
es hecho explícito como necesidad externa [mediante] la competencia” (K. Marx, Grundrisse, trad. it.,
Lineamenti, vol. II, p. 333).

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


29
Sin la competencia no puede cumplirse la ley económica fundamental, la de la plusvalía y su repar-
tición como ganancia, renta, interés, etcétera. Fundamentalmente, la competencia es, en la concepción
marxista, una ley imperativa externa, es decir, actúa a través de la circulación. La competencia, un
potente motor de regulación de las relaciones entre los capitalistas, es al mismo tiempo un poderoso
instrumento de fetichización: mientras más abandonamos el proceso de valorización del capital, más
vemos manifestarse la relación externa entre los capitalistas y más oculto queda el secreto de su meca-
nismo interno.
El fetichismo de la mercancía es, de una parte, resultado del carácter privado del trabajo, que hace
que la relación de producción entre hombres que producen mercancías aparezca como relación de
cosas dotadas de valor. Pero cuando en el MPC se lleva a cabo la producción de mercancías y todo
entra en el proceso productivo y sale como mercancía, el fetichismo se desarrolla posteriormente.
En la superficie de la sociedad se muestran solo intercambios equivalentes de M - D, o también FT - D
(donde por FT entiéndase fuerza de trabajo). A espaldas de estos intercambios se desarrolla el proceso
que aparece fetichistamente como resultado de tres factores, capital, tierra y trabajo, de cada uno de
los cuales brotan, como de un “árbol perenne”, las tres fuentes de ingreso: ganancia, renta y salario27.
La vieja economía política no se ocupó de este problema. Para ella, la correspondencia entre factor
de producción y réditos tenía un carácter natural y necesario; por eso no comprendió la característica
propia del capitalismo, en el cual el proceso de producción, actuado por hombres, se impone sobre los
hombres como automovimiento del capital.
En todo esto, junto con la repulsión recíproca (la competencia) de los capitales, se desarrolla la
atracción de unos por otros, que determina la acumulación de medios de producción bajo un solo
capital; existe, como se puede ver, una estrecha relación entre competencia y centralización.

13. En la teoría de Marx sobre el MPC, el movimiento que va de lo abstracto a lo concreto permite
mostrar el fundamento de la producción burguesa, basada en el capital y la plusvalía, y luego también
el proceso de esta producción, tal como se manifiesta a través de leyes visibles. Sin estas leyes visibles no
se puede realizar la propiedad capitalista. Constituye así otra gran contribución de Marx al pensamien-
to clásico el esclarecimiento de la transfiguración de las categorías fundacionales (valor y plusvalía) en
categorías de superficie (ganancia, precios); es decir, del fetichismo mercantil del dinero y el capital,
mediante los cuales las relaciones reales, derivadas de una división del trabajo basada en la propiedad
privada y en la explotación del trabajo vivo, aparecen transfiguradas en el sistema de relaciones econó-
micas y sociales concretas. El fetichismo expresa un fenómeno real, pero es necesario trascenderlo para
comprender el movimiento real del modo de producción.
En el método aportado por Marx al criticar y superar a los clásicos, el análisis económico viene
acompañado por la visión comprehensiva del proceso social a través del prisma de las relaciones y de las
consecuencias políticas, dado que el desarrollo de todo sistema se realiza sobre la base de la división de
los hombres en clases y grupos sociales que, conforme a su propia posición en el modo de producción,
generan un sistema de intereses que los empuja a comprometerse con una u otra posición política
respecto al sistema en cuestión.
Es precisamente sobre la base de este punto de vista que los clásicos, primero, y Marx, más direc-
tamente después, analizan el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en
el capitalismo, cuyas contradicciones indican el límite histórico y la posibilidad allí dispuesta para la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


30
transición a una nueva forma de asociación y reproducción de los hombres en la naturaleza. He allí el
carácter históricamente transitorio del capitalismo, puesto en evidencia justamente en las bases de sus
leyes internas. Una renovación del marxismo, hoy, debe seguir antes que nada estos principios:

a) Unidad orgánica entre teoría y praxis.


b) Fusión entre objetividad científica y acuerdo ideológico con las masas trabajadoras.
c) Adecuada unidad entre lo empírico y lo teórico.
d) Dialéctica de lo universal, lo particular y lo singular.
e) Dialéctica de lo absoluto y lo relativo, atención sistemática a la realidad.
f ) Humanismo; vale decir, el hombre como protagonista verdadero de los cambios sociales.
g) Receptividad crítica ante todo elemento positivo concebido dentro o fuera del marxismo.

De esa manera debe entenderse la proclama de Marx y Engels, cuando dijeron que “el comunismo
no es para nosotros un estado de cosas que deba ser instaurado, un ideal al cual la realidad deberá
conformarse. Llamamos comunismo al movimiento real que ha de abolir el actual estado de cosas”28.

­— notas —

1 Para un análisis más profundo, podemos en cambio sostener que este proceso M - D - M* es típico también del modo de

producción capitalista (MPC), en la medida en que el proceso de trabajo finalice en la realización de un output (valores
de uso) y, por tanto, de mercancías. La particularidad del MPC, sin embargo, radica en el hecho de que el proceso de trabajo
está “flanqueado” y “dominado” por otro proceso (que caracteriza el MPC en cuanto tal): el de valorización. La distinción
neta entre proceso de trabajo y proceso de valorización corresponde a la producción capitalista, en la cual se generaliza la
forma de mercancía y la misma fuerza de trabajo se convierte en tal: “Como unidad de proceso de trabajo y proceso de
creación de valor, el proceso de producción es un proceso de producción de mercancías; como unidad de proceso de trabajo
y de proceso de valorización, el proceso de producción es un proceso de producción capitalista, la forma capitalista de la
producción de mercancías” (K. Marx, El Capital, tomo I, p. 231. Ed. Riuniti, Roma 1989, 1964. Si se quiere, véase también K.
Marx, El Capital, tomo I, cap. I, nota 32). El proceso de valorización se efectúa solamente en el terreno mental, conceptual,
puesto que es inexistente en lo práctico o material. Para un tratamiento más profundo de estos temas, véase más adelante,
pero también Vercelli (1973).

2 Marx utiliza este esquema interpretativo para explicar, en el capítulo III del primer libro de El Capital, la metamorfosis de la

mercancía y, en el libro segundo, como esquema de interpretación del proceso de circulación del capital. Keynes leyó poco y
mal a Marx, pero, cuando presenta su teoría sobre las inversiones, reproduce implícitamente el esquema de acumulación de
Marx (ver, por ejemplo, la definición de inversión en la teoría general de Keynes).

3 Algunos autores prefieren hablar de “construcciones asimétricas”.

4 Aun cuando puede variar en intensidad, ser dislocada espacial y geográficamente, etcétera, es impensable, en todo caso,

la ausencia total de competencia y la consecuente formación de un único capital mundial (tesis, sin embargo, sostenida en
un pasado).

5 De otra parte, cuando se habla hoy de mercado (de cualquier tipo y mercancía), debemos necesariamente referirnos al mercado

mundial.

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


31
6 Resta añadir, y con mayor razón si pensamos en el nivel global, que difícilmente nos encontremos frente a monopolios verda-

deros y propiamente dichos, en sentido técnico; es más correcto hablar de oligopolios.

7 La competencia es fundamental en el modo de producción capitalista, porque de otra forma cederían algunas piedras angula-

res del funcionamiento mismo de su mecanismo. Esto es demostrable a nivel lógico, antes que empírico.

8 Marx utiliza las tres formas de la competencia para desarrollar las leyes fundamentales del capitalismo: la ley de la sobrepobla-

ción relativa, la ley de la concentración y centralización del capital y la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancias (cfr., a
este respecto, el capítulo XXIII del tomo I de El Capital y los capítulos XIII-XV del tomo III).

9 Sobre la necesidad de tales “teorías cojinete”, cfr. Mazzone (2005) y Fineschi (2001).

10 La externalidad ambiental (vale decir, los efectos sobre el ambiente) y la crítica a la ineficiencia ambiental del mercado como

mecanismo de asignación de los recursos, están en la base de los asuntos que se plantea la economía ecológica. Para una visión
crítica del pensamiento económico a partir de los postulados de esta última, cfr. Nardo (1987). La revista Capitalism, Nature,
Socialism promueve un análisis marxista de la ecología y de los problemas ambientales. Sobre el tema ha escrito el director de
la revista O’Connor (1997) y ha intervenido Bellamy Foster (2000; 2002).

11 Por último, véase también Shaikh (2003).

12 Guerrero (1992).

13 Crozier, Huntington, Watanuku (1975).

14 Así lo definieron los propios Marx y Engels en el preámbulo del Manifiesto del Partido Comunista.

15 Las hipótesis de superación del MPC por un MP más progresista e igualitario se fundamentan, precisamente, en la historicidad

del mismo MPC. Siendo este una formación económico-social históricamente determinada, sería inconcebible e ilógico, y aun,
justamente, antihistórico, postular su hipotética eternidad. Es precisamente contra el enfoque ahistórico de los clásicos, que
daban por descontada la insuperabilidad del capitalismo y de sus “suertes magníficas y progresivas”, que se batieron en el pla-
no teórico-científico Marx y Engels. Y es precisamente la historia (Althuser solía decir que Marx había abierto para los hombres
el “continente Historia”), con su incesante movimiento, lo que ocupa el corazón del método por excelencia de la teoría y la
práctica marxista: el materialismo histórico.

16 Acerca de la “crisis del marxismo”, véanse dos diferentes problematizaciones: La Grassa, Soldani, Turchetto (1979) y Mazzone

(2003).

17 Solo para volver a ver la misma tesis, algunos años después, en uno de sus últimos trabajos.

18 Alejandro Mazzone, en sus tantos trabajos (véase la bibliografía final), desde hace años afirma justamente que el problema del

hambre en el mundo es en realidad planificado exterminio; es decir, negativa a destinar a la seguridad alimentaria de millones
de seres humanos recursos que están disponibles y que se destinan, en cambio, al armamento, a políticas de apoyo a intereses
estrictamente privados, etcétera.

19 Aunque, en verdad, más que en la sociedad socialista, esto tal vez solo pueda ser posible en el comunismo, siendo en cambio

necesaria una economía política marxista en la etapa de transición.

20 Este tipo de análisis no es nuevo en absoluto, pero requiere ser muy diligentes en evitar los extremos y las mecanizaciones (no

se debe olvidar, por ejemplo, que la teoría keynesiana perdió su vigor cuando fue adaptada al modelo IS-LM).

21 Sobre estos temas, cfr. Martufi, Vasapollo (2000a); Vasapollo, Petras, Casadio (2004); Vasapollo (ed., 2003).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


32
22 Sobre estos conceptos, a lo largo del presente texto se hará frecuente referencia a investigaciones previas del autor, en particu-

lar a Martufi, Vasapollo (1999; 2000c; 2003).

23 “A lo interno del proceso de elaboración tecnosocial, del proceso de programación, se delinean las alternativas que, por el con-

trario, han desaparecido completamente de la escena de representación política e ideológica. Dependiendo de la interfaz de uso
que el programador realiza, la tecnología puede funcionar como elemento de control o como elemento de liberación del tra-
bajo. El problema político es absorbido completamente por la actividad misma del trabajador mental, y particularmente del
programador. El problema de la alternativa, del uso social alternativo, no puede ya ser separado de las formas de la actividad
misma” (Berardi, 1998: 206-207).

24 “La sociedad capitalista, para poder funcionar como sociedad fuertemente democrática, debe prescindir de la concreta existen-

cia de los seres humanos; es decir, debe no tomar en cuenta la manera como las mujeres y los hombres viven realmente. Sobre
la base de esta consideración, definimos como sociedad abstracta la organización capitalista de la sociedad, regulada por las
instituciones de la democracia formal. Abstracta, no en el sentido de que sea una sociedad irreal, sino en el sentido de que hace
abstracción de la realidad social. Sociedad abstracta, entonces, en el sentido de que es un sistema indiferente a las condiciones
existenciales de los hombres y las mujeres de carne y hueso. El sistema de indiferencia social es el resultado de la combinación
de la realidad del capitalismo con la forma de la democracia. Tal resultado se ha de imputar no a la forma democrática, sino a
la realidad capitalista. Un rasgo fundamental de la sociedad sometida al capital en forma de democracia, es la separación de
hecho de la esfera política con respecto a la esfera social. En la esfera política se afirman principios de participación, libertad,
igualdad, fraternidad, justicia. La sociedad capitalista formalmente democrática es, por tanto, una sociedad ambigua. De una
parte proclama principios, de la otra, crea presupuestos estructurales para que no se cumplan. En sustancia, es una sociedad
amañada” (Viola, 1989: 15).

25 La jerarquía no desaparece, aunque de interna pasa a ser externalizada y difuminada sobre la red empresarial en su conjunto.

Sobre estos temas se hará en lo sucesivo frecuente referencia a Martufi, Vasapollo (2000c; 2003).

26 Dos buenos ejemplos de lectura de la realidad económico-social contemporánea con instrumentos marxistas, una referida al

capitalismo, en general, y la otra, más específicamente, a una de sus formas particulares (el liberalismo), son Saad-Filho (ed.,
2002) y Saad-Filho, Johnston (ed., 2005).

27 Vercelli (1973: 74 ss.) apunta cuatro formas fundamentales del fetichismo: 1) una relación social se manifiesta como relación

entre dos cosas; 2) las leyes sociales se presentan como leyes naturales; 3) una relación social se presenta como relación entre
una cosa y ella misma; y 4) las fuerzas productivas sociales del trabajo se presentan como fuerzas productivas del capital. Mien-
tras las formas 1, 2 y 3 se fundamentan en la esfera de la circulación y derivan del intercambio de productos provenientes de
los varios procesos laborales privados que producen mercancías diversas (división social del trabajo), la 4 se basa en la esfera
productiva y surge de la división técnica (“manufacturera”) del trabajo, que se origina en un preciso plan del capital (voluntad
extraña a los trabajadores e, incluso, contrapuesta a ellos). Sobre estos argumentos, cfr. todo el cap. III de Vercelli (1973).

28 Marx, Engels (1974: t. III, 510); Marx, Engels (1972: t. v, 34).

ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS


33
Leyenda
Se presentan a continuación los símbolos y abreviaciones más utilizados en las páginas que siguen, a
fin de evitar el enlentecimiento de la lectura con continuas precisiones y tornar más ágil la consulta:

A amortizaciones
C consumos privados
Δ movimiento de un valor
E expresión monetaria de la hora-trabajo
j jornada laboral
tvus total de los valores de uso y servicios histórica y socialmente necesarios para la reproducción
de la fuerza-trabajo
G gasto público
gf grado de explotación
I inversiones
K capital fijo
L factor productivo trabajo
v capital variable
TN trabajo necesario para la reproducción de la fuerza-trabajo, que coinciden con el trabajo pagado
TV trabajo vivo
PST plus-trabajo, que coincide con el trabajo no pagado
π productividad
vn valor necesario para la reproducción de la fuerza-trabajo
W plusvalía
ss salario social real
X exportaciones
FL fuerza-trabajo

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


34
Capítulo II
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX1

1. Antes de Marx

1. El principio que está en la base de las obras de economía política que Marx leyó en París en 1844 –y
sobre todo en Indagación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776), de Adam
Smith– es que la felicidad de los individuos depende del bienestar de la sociedad; el bienestar de la
sociedad crece con el aumento de la riqueza de las naciones; la riqueza tiene por fundamento el trabajo;
el trabajo, en efecto, valoriza los productos naturales y está, de hecho y de derecho, en el origen de la
sociedad.
La economía política2 clásica, si bien por una parte ponía el trabajo en la base del progreso huma-
no, por la otra identificaba al sistema capitalista, fundado sobre la propiedad privada de los medios
de producción y sobre el trabajo asalariado, como el único sistema económico racional y, por tanto,
natural. Había que dejar hacer a las leyes naturales de la economía. Tal principio, que Smith heredó
de los fisiócratas, devino en palabra de orden del liberalismo económico. Además, dejando hacer a
la técnica, el progreso que ella reporta deviene en progreso general. Por poner un solo ejemplo, la
“economía política” defiende la división técnica3 del trabajo porque de esa manera se incrementa la
fuerza productiva, y ello se transmuta, naturalmente, en más riqueza para toda la sociedad.
David Ricardo toma de Smith los fundamentos de su doctrina económica. En los Principios de
economía política, lleva él adelante la investigación smithiana, al tiempo que la critica en sus puntos
débiles. Ricardo comenzaba su obra afirmando de manera indiscutible que “el valor de una mercancía
(...) depende de la cantidad relativa de trabajo que es necesaria para su producción”.

2. En tiempos más recientes, Sylos Labini (2005) invitó, en un libro de fácil lectura, a “reestudiar los
clásicos” de la economía política, apreciable invitación a la heterodoxia en un panorama donde la
cansada teoría marginalista, en todas sus variantes y no de último también por parte del neoinstitu-
cionalismo (Ankarloo 2002), todavía hace las veces de dueña de casa. En ese texto, y aun cuando no
le dedica capítulos específicos, Sylos Labini mantiene frecuente diálogo con Marx, a quien ubica en la
categoría de los “clásicos” junto a otros gigantes del pensamiento: Ricardo y Smith. Condición para la
inclusión de Marx entre los clásicos, avisa el autor, es que se deje “de lado su proyecto revolucionario”
(2005: 30)4.
Una lectura radicalmente distinta, en la que Marx es interpretado como crítico incansable de la
economía política clásica, la ofrecen Grossmann (1971) y Milios, Dimoulis, Economakis (2002: viii):

La crítica de la economía política de Marx no constituye una “corrección” de los “errores” o de


las “incomprensiones” de la economía política clásica, sino la formación de un nuevo campo
teórico, que modela un nuevo objeto teórico de análisis y un nuevo “paradigma” de argumentación.
A diferencia de la teoría del valor de Ricardo, la marxista es una teoría de la forma de valor del
producto-mercancía, conectada por eso desde el inicio con su forma de dinero, y después de precio,
y por tanto a la teoría monetaria. El valor de una mercancía no puede ser determinado en cuanto tal,
sino solamente a través de su forma de aparición; no puede ser determinado aisladamente, sino solo
en relación con todas las otras mercancías presentes en el proceso de intercambio. Esa relación del
valor de cambio se materializa con el dinero. En el sistema marxista no puede existir ninguna otra
“incorporación material” de trabajo (abstracto), ni ninguna otra forma cuantitativamente definida de
aparición (o de medida) del valor. En la medida en que el dinero incluye la única forma de aparición
del valor, las dos cantidades no pertenecen al mismo nivel de abstracción. En otras palabras, ellas
son inconmensurables y, consecuentemente, no pueden ser materia de comparaciones cuantitativas
y cálculos matemáticos. En el sistema de Marx, el valor no pertenece al mundo de las cantidades
empíricamente individualizables (y mensurables): solo el dinero puede hacer tal cosa.

3. En sus Principios..., Ricardo precisa que no es el genérico costo de producción –que incluye, además
del trabajo, la ganancia y los intereses–, ni el trabajo que una mercancía puede comprar, sino el trabajo
empleado en su efectiva producción, el trabajo fijado en la mercancía misma, lo que determina su va-
lor. Y así critica a Smith, reprochándole el haber considerado válida la teoría del valor-trabajo solo para
los tiempos primitivos que precedieron la apropiación del suelo y la acumulación de capitales, pues de
tal manera no se atribuye a esa teoría un significado rigurosamente científico. Ricardo se opone a ello y
sostiene que la intervención del capital no modifica en absoluto la validez de la ecuación valor-trabajo;
que también en las sociedades precapitalistas, al igual que en la sociedad burguesa, los medios de pro-
ducción, que en el capitalismo asumen la forma de capital, intervienen en la producción e influencian
el valor, pero lo influencian en función de la cantidad de trabajo fijada justamente en el capital, la
cual se suma a la cantidad de trabajo directamente empleado en la producción. En consecuencia, es

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


36
únicamente el trabajo lo que regula el valor. El valor, entonces, corresponde al costo de producción,
pero el costo de producción se resuelve sobre todo en trabajo.

2. La contribución de la escuela socialista

1. La capacidad de incidir del socialismo premarxista residía precisamente en la crítica dura y feroz en
relación con el capitalismo, el comercio, el mundo de la industrialización. La sociedad industrial es
entonces el escenario socioeconómico del primer socialismo, e inherentes a ese tipo de desarrollo son
los terribles daños de orden físico, cultural y moral provocados por la Revolución Industrial (trabajo
infantil masivo, una expectativa de vida disminuida para la clase obrera a menos de 25 años, depaupe-
ración, degradación, prostitución, etcétera).
El socialismo “premarxista” se originaba justamente de esos daños. Del examen del mundo del
trabajo y de sus condiciones laborales se formó la conciencia de que la fábrica capitalista constituía
una ruptura en la historia del trabajo humano, al reunir a un vastísimo número de trabajadores en un
único espacio físico de ocupación, pero, al mismo tiempo, privarlos del resultado final del trabajo, la
mercancía. Los “premarxistas” se plantearon, pues, el problema –que más adelante será centro de
la discusión para Marx y Engels– de la reconstrucción de la posibilidad, por parte de los trabajadores,
de intervenir en el proceso productivo, eliminando la apropiación capitalista de su resultado. Esto
se resolvía en la previsión de la posibilidad, al alcance de todos los hombres, de vivir bajo una nueva
organización social, en la cual habría una subdivisión equitativa de los productos, derivada de una
producción racional, organizada comunalmente o influenciada por la colectividad, aun si continuara
siendo privada.
Planteada la cuestión en esos términos, se comienza a entrever una cierta diferenciación, entre los
primeros socialistas, respecto al tema central de la propiedad privada. Consecuentemente, variaban
las propuestas según se tratara de derrotar, reformar o condicionar a esta última. Algunos pensadores
consideraban que la sociedad capitalista se podía reformar; otros sostenían que una transformación
solo podía darse a través de una revolución, incluso violenta. Muchos, en cambio, tenían posiciones
intermedias: estaban los asociacionistas, los colectivistas, los organizadores del trabajo, los cooperati-
vistas, y no se olvide a aquellos que predicaban la insurrección permanente: los libertarios. Frente a esa
multiplicidad de opciones, es posible identificar los puntos que aproximan a todos estos pensadores
que legaron propuestas tan aparentemente divergentes.

2. El primer punto de encuentro lo forman el rechazo pleno al mundo burgués y la propuesta de una
sociedad democrática. En todos los socialistas “utópicos” se encuentra un concepto sustancial y no
formal de democracia, que no se refiere nunca, o casi nunca, a formas políticas democrático-liberales.
La suya es una democracia con participación directa del pueblo en la vida política, mediante la co-
munidad de vivienda, el asociacionismo, la unidad de producción industrial o agrícola, etcétera; una
participación que, en la práctica, supera incluso las más avanzadas formas liberales-constitucionales.
Y que con frecuencia corresponde a una democracia de clase que se expresa en la dictadura de la clase
obrera, que no solo niega la sociedad conservadora, sino que tampoco tiene ningún punto de contacto
con las instancias democráticas pluripartidistas.

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


37
3. Al pasar del premarxismo inglés al francés, las diferencias doctrinarias y de formulación salen in-
mediatamente a la luz. En el primero hemos notado una acentuada tendencia al análisis económico
e, incluso, propiamente, al verdadero estudio y profundización de una ciencia, la economía política.
En el movimiento socialista francés encontramos, en cambio, no a los desarrolladores o críticos de las
teorías smithianas o ricardianas, sino a teóricos que se ponen en primera fila de los sucesivos asaltos
revolucionarios y de las revueltas populares. En Francia el socialismo ganó, sin duda, por lo que res-
pecta a la praxis, a la verdadera práctica revolucionaria, a expensas no tanto de la teoría como tal (de
hecho, hubo también teóricos puros en el protosocialismo francés), como del desarrollo teórico en
clave socialista de la ciencia económica.

3. La utilización socialista de Ricardo

1. El elemento filosófico que confirió características propias al núcleo central de una ideología socialista
y que creó, por tanto, las condiciones para un espacio político propio del movimiento obrero, fue
derivado de la teoría económica de Ricardo.
La teoría ricardiana del valor-trabajo fue la base de la ideología socialista, particularmente la inglesa.
El trabajo humano aparecía así como el elemento central de todo el desarrollo productivo, y el produc-
to que de ello se obtenía retornaba solo en parte –en el salario– al trabajador que lo había constituido.
Y, viceversa, la ganancia del capital aparecía como ganancia obtenida directamente del trabajo obrero5.
El resultado político de esta ideología era clarísimo: el objetivo del movimiento obrero pasaba a ser la
eliminación de esas condiciones de subordinación económica y la adquisición, para los trabajadores, de
un papel social que se correspondiera con el económico, en el cual los trabajadores son los proveedores
de trabajo, como elemento de valoración de las mercancías. Las posiciones teóricas ricardianas y su
consecuente concepción de la ganancia, unidas a las cuestiones antes mencionadas, están presentes,
aun con matices y acentos diferentes, en todas las principales figuras del socialismo premarxista, y
especialmente en los teóricos del movimiento obrero inglés, de Owen a William Thompson, de Gray
a Hodgskin y a John Francis Bray.
En ese marco ideológico, dos elementos resaltan por su gran importancia: in primis, los temas
socialistas tomados de la economía política sitúan los objetivos socialistas en el corazón del proce-
so industrial capitalista, antes que en la restauración de relaciones sociales que el industrialismo ha
efectivamente trastornado. En segundo lugar, la ideología socialista se desarrolla sobre el mismo
terreno de la nueva ciencia del industrialismo: la economía política, la ciencia de la cual se había
recabado con mucha frecuencia la argumentación ideológica acerca de la inevitabilidad de la con-
dición obrera. Es en este contexto que la teoría ricardiana del trabajo como medida del valor de
cambio se transmitirá a la reflexión de Marx sobre la formación de la plusvalía. Finalmente, la cla-
rificación del hecho de que la ganancia industrial nace del trabajo asalariado estuvo en la base del
movimiento de cooperativas de producción, que fue característico del primer socialismo inglés. Si
la producción ocurre mediante la libre asociación de los trabajadores, la ganancia queda elimina-
da y la cuota salarial se hace más elevada, próxima, vale decir, a la cuota de valor que el trabajo
ha producido.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


38
2. Se puede entonces afirmar que en el período de la economía política ricardiana surge, simultánea-
mente, la oposición de los pensadores socialistas premarxistas. Si para Ricardo el interés predominante
es comprender las relaciones de la producción capitalista y hacerlas valer como formas absolutas de la
producción, estos otros se apoderan de las contradicciones y de los “misterios” inherentes al modo
de producción capitalista para combatirlos desde la perspectiva del proletariado industrial. Ya estos
autores comienzan a designar el surplus o la ganancia directamente con el término de “plusvalía”,
producto del trabajo que el obrero cumple gratuitamente una vez concluido el tiempo de trabajo que
reintegra o paga el valor de su fuerza-trabajo, y que produce el equivalente a su salario.
En la misma medida en que había sido importante hallar la ecuación valor-trabajo, lo era también
–y será este el punto central del análisis económico marxista– representar como plusvalía el plustrabajo
que se cumple en un plusproducto*. Logran ellos, pues, por primera vez, intuir que si el valor tiene
su origen en el trabajo, entonces la ganancia es sustracción del producto elaborado por el trabajador,
y que se resuelve esto directamente en apropiación de un tiempo de trabajo por el cual el obrero no
recibe retribución alguna. Luego, cualquiera que sea la forma del interés pagado a los capitalistas –sea
en forma de renta o de interés monetario o de ganancia industrial–, es pagado por el trabajo ajeno. Por
tanto, los intereses de capital, en general, se resuelven todos en plustrabajo, que a su vez se representa
en un plusproducto; solo este último es propiamente capital. Todavía estos elementos se presentan de
diversa manera en las varias figuras del movimiento socialista.

4. Thomas Hodgskin

1. Thomas Hodgskin atribuye solamente al trabajo la capacidad de producir valor y desarrolla el tema
ricardiano con sentido clasista; vale decir, identificando el conflicto entre trabajo y capital. Denuncia
él la forma de apropiación de los capitalistas, quienes reducen al obrero al salario más bajo posible y se
embolsillan indebidamente toda la excedencia del valor producido por el trabajo.

2. En particular, sobre la acumulación de capital y la relación con la ganancia, escribe:

El capital fijo pertenece a una clase de persona que ni lo fabrica ni lo usa (...) El capitalista, en
tanto que simple poseedor de los utensilios, no es un trabajador. Él no contribuye en modo alguno
a la producción. Él adquiere la propiedad del producto de un obrero y la cede a alguien más, bien
por un lapso de tiempo determinado, como ocurre con la mayor parte de los tipos de capital fijo,
o para siempre, como en el caso del salario, si piensa que puede ser usado o consumido en su
beneficio. No permitirá jamás que el producto de un obrero, venido en posesión suya, sea usado o
consumido por otro obrero, si no es en su favor. Él utiliza o presta su propiedad para obtener una
parte del producto y del rédito natural de los trabajadores, y toda acumulación de tal propiedad
en sus manos significa extensión de su poder sobre el producto del trabajo e impedimento para
el incremento de la riqueza nacional. Es eso lo que sucede actualmente (...) Al no permitir a los
obreros fabricar o utilizar los instrumentos de trabajo a menos que obtenga por ello una ganancia

* (n.t.) Entiéndese por “plustrabajo” el que cumple el obrero cuando –como ha explicado antes el autor–, una vez satisfecho
mediante el salario el valor de su fuerza-trabajo, se dedica a generar plusvalía; y el “plusproducto”, como la mercancía que
produce en ese tiempo adicional de su jornada laboral.

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


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superior a lo que cuesta el mantenimiento de esos mismos obreros, el capitalista, como poseedor
de todo el producto, le pone evidentemente al trabajo productivo límites mucho más restringidos
que los que prescribe la naturaleza. A medida que el capital se acumula en las manos de terceros,
aumenta la tasa de ganancia pretendida por los capitalistas, y así nace un impedimento artificial
para la producción y para el incremento de la población (...) En el estado actual de la sociedad, en el
que los obreros no son nunca los poseedores del capital, cada acumulación de capital incrementa el
monto de la ganancia que a estos se les exige y elimina todo trabajo capaz de procurar una cómoda
existencia (...) Si se admite que el trabajo lo produce todo, incluido el capital, es absurdo atribuir
una fuerza productiva a los instrumentos que el trabajo construye y emplea (…) Los salarios, como
los instrumentos, no promueven la producción. Es el trabajo, y no el capital, lo que paga todos los
salarios (…) La invención y el uso del papel moneda han revelado que el capital no es cosa de ahorro.
Mientras el capitalista, para lograr su riqueza o para disponer del trabajo de otros, tenía que poseer
una verdadera montaña de metales preciosos o de mercancías, se podía pensar que la acumulación
era verdaderamente el resultado de un ahorro, y que de ella dependía el progreso de la sociedad. Pero
desde el momento en que fueron inventados el papel moneda y los títulos, y el poseedor de simples
pedazos de papel o pergaminos obtiene un rédito anual en pedazos de papel, con los cuales consigue
todo aquello de lo que pueda tener necesidad para su uso y consumo, si este poseedor se encuentra
al final del año más rico que al comienzo, porque no ha gastado todos sus trozos de papel, o si al
año siguiente tiene el derecho de cobrar un número mayor de trozos de papel, que le da la facultad
de disponer de una cantidad todavía mayor del producto del trabajo, no hay duda de que el capital
no es cosa de ahorros y que el capitalista individual no se enriquece por un ahorro real, material,
sino mediante una operación que lo pone en condiciones (…) de adquirir una parte más grande del
producto del trabajo (…) El empresario industrial posee moneda en metálico o papel, con la que
paga los salarios. Sus obreros intercambian los salarios por productos de otros obreros, quienes a su
vez tampoco conservan su salario, ni en moneda ni en papel. Eso regresa al industrial, quien les da
a cambio el paño producido por sus obreros. Con eso paga de nuevo los salarios y así la moneda,
metálica o en papel, reinicia su circuito6.

Y Marx, en su Storia dell’economia politica (Teorie sul plusvalore), al analizar la obra de Hodgskin en
relación con la caída de la tasa de ganancia, sostiene:

Yo he explicado la caída de la tasa de ganancia, a pesar de la estacionalidad e incluso del aumento


de la tasa de plusvalía, con el hecho de que el capital variable disminuye respecto al capital
constante; es decir, el trabajo vivo presente disminuye con respecto al trabajo pasado, empleado y
reproducido. Hodgskin y el autor de The Source and Remedy of the National Difficulty lo explican
con la imposibilidad, por parte del obrero, de hacer frente a las pretensiones del interés compuesto,
vale decir, de la acumulación del capital (…) El sentido general es el mismo. Si digo que la tasa
de ganancia disminuye con la acumulación porque el capital constante aumenta en relación con
el capital variable, eso significa que, al prescindir de la forma determinada por parte del capital, el
capital empleado crece respecto al trabajo empleado. La ganancia cae, no porque el obrero sea menos
explotado, sino porque en general se emplea menos trabajo en relación con el capital empleado
(1993a: 321-322).

5. John Gray

1. También John Gray toma de Ricardo y de Owen el tema de la crítica al capital y el principio del
valor-trabajo. Se hace él portavoz de una polémica contra la aristocracia terrateniente desde el punto

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de vista de los fisiócratas y, como estos últimos, piensa que en la industria no hay creación de plusvalía.
En cambio, los “agricultores pueden consumir todo su ingreso y todavía enriquecer al Estado, porque
su trabajo crea un excedente llamado renta”7.
Y Marx, al analizar la obra de Gray, sostiene:

Es este el único escrito importante que se enlaza directamente con la doctrina fisiócrata (…) Este escri-
to contiene, en primer lugar, un óptimo y conciso resumen de la doctrina fisiócrata (…) Hay
que distinguir netamente entre producción de plusvalía y transferencia de plusvalía (…) Y esta es
la grandeza de la fisiocracia. Se pregunta ella cómo se produce y reproduce la plusvalía (que en él
[Gray] equivale a renta). La cuestión de cómo se reproduce a escala ampliada, de cómo se acrecienta,
pasa a un segundo plano. Se debe primero descubrir la categoría, el secreto de su producción (1993a:
411-412).

Partiendo de premisas mercantilistas, Gray consigue explicar, como los fisiócratas, que la ganancia
de la industria no es otra cosa que profit upon alienation.
Y continúa Marx: “Este inglés llega a la lógica conclusión de que esa ganancia solo es tal si el
producto de la industria se vende en el exterior. De la premisa mercantilista extrae la lógica conclusión
mercantilista” (1993a: 413).
Entonces, esa ganancia solo es tal si la industria vende sus mercancías en el extranjero. Escribe en
efecto Gray:

Ningún industrial, sea cual fuere su ganancia personal, añade algo a la renta de la nación si su
mercancía es vendida y consumida en el país. De hecho, el comprador (…) pierde exactamente
tanto (…) cuanto gana el industrial (…) entre comprador y vendedor se produce un intercambio
del cual no deriva ningún incremento de renta. Para remediar la falta de un excedente, el empresario
agrega una ganancia de 50% a lo que gasta en salario; o seis peniques por cada chelín pagado en
salario… y si el producto es vendido en el extranjero, esa será la ganancia nacional para tantos y
tantos trabajadores8.

2. Y, regresando directamente al problema de la ganancia, prosigue:

Un industrial puede enriquecerse solamente en tanto sea un vendedor (en tanto produzca su producto
como mercancía). Si deja de ser un vendedor, inmediatamente cesa su ganancia, porque no es una
ganancia natural, sino artificial. El agricultor, en cambio (…) puede existir, prosperar y hacer crecer
la suya, aun sin vender nada (…) Los vendedores no se enriquecen como resultado del aumento del
valor nominal del producto (…) dado que lo que ganan como vendedores, lo pierden en la misma
exacta medida en calidad de compradores9.

6. Robert Owen

1. Considerable fue también el análisis teórico realizado por Owen sobre temas del trabajo y la riqueza.
Afirmó, siguiendo a Ricardo, que el valor de las mercancías únicamente podía medirse por el trabajo
y que solo el progreso científico podía acrecentar el valor del trabajo; de esa manera, los trabajadores

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


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no tendrían ya que estar sujetos a los sistemas de esclavitud que los habían oprimido en el pasado, sino
que –haciendo referencia a los tiempos de trabajo efectivamente empleado para producir la riqueza
nacional y más allá de todo “típico problema” de acumulación capitalista y por tanto de riqueza– se
llegaría a la conformación de la nueva organización social.

2. Escribe Owen:

la unidad de medida natural del trabajo es, en principio, el trabajo humano, o las fuerzas humanas,
manuales y mentales, que conjuntamente intervienen en él (…) del mismo modo se quiere calcular
la media del trabajo y de la fuerza humana; y desde el momento en que ello constituye la esencia
de toda riqueza, se puede también calcular el valor contenido en todo producto, y procediendo en
modo análogo para todos los productos se pueden determinar las relaciones de intercambio entre
ellos; el conjunto de estos valores permanecería constante por un determinado período. El trabajo
humano vendría de esa manera a asumir su valor natural o intrínseco, que aumentaría con el progreso
de la ciencia; es ese, en efecto, el único objetivo realmente útil de la ciencia. La demanda de trabajo
humano no estaría ya sometida al capricho, ni el sostenimiento de la vida humana sería, como ahora,
un artículo de comercio de valor siempre cambiante, y las clases trabajadoras no serían esclavizadas
por un sistema artificial de salarios, más cruel en sus efectos que cualquier esclavitud jamás practi-
cada por una sociedad, bárbara o civilizada (1971: 184-193).

Owen intentó materializar su proyecto en la fábrica y ciudad cooperativa de New Lanark, en Es-
cocia, organizada sobre principios de propiedad cooperativa de los trabajadores. Más allá de eso, New
Lanark se convirtió además en una pequeña ciudad socialista, con asilos, escuelas, asistencia sanitaria,
vida cultural, todo ello gestionado sobre bases comunitarias.

7. Claude-Henry Saint-Simon

1. Saint-Simon, uno de los más fecundos y geniales socialistas “utópicos”, dedicó toda su vida a proyec-
tos de reorganización económica, política y social. Pero, aun cuando su mensaje fue radical, no puede
ser clasificado como un socialista, si con tal definición se identifican los ideales de ruptura definitiva
con el sistema capitalista. El suyo puede ser considerado un socialismo “industrial”, que se apoyaba en
el progreso económico. Al criticar, pues, el atraso económico y social de las civilizaciones precapitalistas
y atacar duramente la “anarquía” capitalista –incapaz de resolver los problemas sociales, puesto que era
guiado por especuladores–, el problema emergente del análisis saintsimoniano era el de la adecuación
de las estructuras sociales y políticas a un proceso de rápida industrialización y expansión productiva
mediante la “reorganización” del capitalismo, para dar vida a una nueva dimensión de la sociedad, a un
nuevo Estado de científicos, organizado jerárquicamente pero no autoritariamente. Los científicos, al
administrar de manera más funcional los asuntos del Estado, debían sustituir a todo Gobierno político.
En la célebre parábola de Saint-Simon (1819) se argumentaba acerca de la inutilidad de la nobleza,
los senadores, los ministros, etcétera, frente a los verdaderos “productores”: obreros, maestros de arte,
industriales, banqueros, etcétera10.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


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2. En todo el pensamiento de Saint-Simon es el mundo del trabajo lo que tiene importancia primaria.
Los trabajadores, en cuanto productores de riqueza social, debían ser los llamados a asumir, junto
con los científicos, la dirección del Estado. De un lado están los “productores”, aquellos que quieren
construir la sociedad valiéndose de su propio trabajo y del conocimiento científico adquirido; del otro,
los ociosos, los ineptos, esto es, nobles, curas, aristócratas que, aprovechándose de sus posiciones de
privilegio, no solamente no son útiles al capitalismo industrial, sino que amenazan su sobrevivencia.
El industrialismo saintsimoniano es por tanto progresista; su objetivo es organizar el sistema capita-
lista, pero manteniendo al individuo subordinado a la sociedad, es decir, al capitalismo renovado y
reformado.
Saint-Simon no distingue entre intereses de los patrones e intereses de los obreros; para él, se trata
siempre de “productores”, a niveles diferentes; y si privilegia a los asalariados es solo porque quiere
que mejore la situación de la clase más numerosa y más pobre. Nos encontramos, entonces, ante una
sociedad en la que reina la colaboración entre las clases y desaparecen los antagonismos. Pero aun si el
pensamiento de Saint-Simon pareciera interclasista, lo cierto es que, efectivamente, arrojó luz sobre la
existencia de una lucha de clases entre los “productores” y los sectores más atrasados de la sociedad, los
estratos improductivos. Aunque considerara que los empleadores y los obreros formaban parte de una
única clase, con intenciones comunes pero sociológicamente diferenciados, al final de su vida cambió
completamente de opinión.
En el nuevo cristianismo, además de presentar un cristianismo renovado, una religión social que
tuviera en cuenta la fe individual, se afirmaba sobre todo el principio de la conflictividad de clase en la
historia y particularmente en la sociedad dominada por la propiedad privada de los medios de produc-
ción. Uno de los conceptos dominantes del ensayo era el relativo a la liberación del hombre, del obrero,
de la opresión material, y el uso de la religión para lograr ese fin. Se concluía que, mientras en las
reflexiones precedentes había buscado reorganizar el capitalismo para darle una mayor funcionalidad,
ahora se planteaba en primer término organizar a la masa de trabajadores mediante una reforma de la
religión que deviniese en cultura popular universal. Así comenzó por la realización terrena de la justicia
y la emancipación de la “clase más numerosa y más pobre”.

3. Al pensamiento de Saint-Simon hicieron referencia muchos seguidores que, aun con diferencias
internas, conformaron la escuela saintsimoniana. El saintsimonismo fue un gran movimiento intelec-
tual que encaró los argumentos típicos de las doctrinas socialistas: desde el tema de la igualdad hasta
el de la libertad, la democracia, la propiedad, pero partiendo siempre de la consideración crítica del
liberalismo y planteando la desaparición de la propiedad privada.

8. Sismonde de Sismondi

1. En el ginebrino Sismondi hallamos un análisis económico que ve en el “valor constituido” del


tiempo de trabajo la fuente de todas las contradicciones de la industria y el comercio modernos.

El valor mercantil de una cosa –dice– es fijado siempre, en última instancia, con base en la cantidad
de trabajo necesario para crear la cosa evaluada; pero ese valor no corresponde al costo (de tiempo)

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


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actual, sino al que se obtendría con medios quizá más perfectos; y esa tal cantidad, en tanto que
difícil de valorar, viene siempre a ser fijada fielmente por la competencia (…) Tanto la demanda del
vendedor como la oferta del comprador son calculadas sobre esa base. El primero podrá afirmar que
esa cosa le costó diez jornadas de trabajo, pero si al segundo le parece que puede ser hecha en ocho, y
si la competencia les ofrece a ambos la demostración, es en ocho jornadas que se estabilizará el costo
de mercado y se reducirá el valor. Ambos contratantes tienen la percepción de que la cosa es útil,
que es deseada, y sabrán que sin deseo no habría venta alguna, pero la determinación del precio no
mantiene relación alguna con la utilidad11.

2. Y Marx escribe:

Sismondi, en sus Nouveaux principes, acepta la explicación exacta de la distinción smithiana (en el
mismo sentido en que es aceptada como evidente también por Ricardo): la verdadera diferencia entre
clases productivas e improductivas es esta: “Una intercambia siempre su propio trabajo por el capital
de una nación, la otra lo intercambia por una parte del ingreso nacional” (…) Sismondi –siguiendo
también aquí a Smith– escribe a propósito de la plusvalía: “Aunque el obrero haya producido con su
trabajo diario mucho más que su remuneración diaria, es raro que tras la repartición del producto
con el propietario inmobiliario y con el capitalista le quede algo más que lo estrictamente necesario”
(1993: 163).

Sismondi se da cuenta de que su época está caracterizada por el desarrollo cíclico del capitalismo,
con sus crisis. Percibe que, en efecto, a los trabajadores se les da lo estrictamente necesario para sobrevi-
vir; luego, entre el salario del obrero y el valor de lo que produce existe una diferencia, que él denomina
como el “mejor valor”. Y dado que de esa plusvalía solo pueden beneficiarse los empresarios, es ella
causa de una enorme desigualdad en la distribución de la riqueza; desigualdad que, por otra parte, está
destinada a agravarse continuamente:

Por una parte, en efecto, la plusvalía se hace tanto más grande en cuanto mayores son los progresos
alcanzados por las artes y las ciencias en su aplicación a los procesos productivos; por la otra, la
competencia entre los empresarios tiene el efecto de reducir su número. En realidad, quien inventa
un nuevo procedimiento se cuida de no divulgarlo y de que no se haga colectivo, sino que antes bien
lo utiliza en exclusiva, a gran escala, para reducir sus propios costos y arruinar de tal manera a su
competencia (Denis, 1973: 41-42).

9. Pierre-Joseph Proudhon

1. La figura de este pensador domina la historia del socialismo, el francés y el europeo, en toda la etapa
central del siglo xix. Economista y filósofo, o ni lo uno ni lo otro según el juicio de Marx12, con él
nos encontramos ante una propuesta de socialismo, o más propiamente de socialismo libertario, que
tiene por premisa no a la clase obrera como entidad modernamente concebida, sino a ciertos artesanos
o, mejor, a la pequeña burguesía colocada a los márgenes en la sociedad de alto desarrollo industrial.
En efecto, Proudhon no fue un socialista –“Yo estoy limpio de las infamias socialistas”, dice en su
Filosofía de la miseria–, como no fue un utopista en el sentido exacto de la palabra. Fue un reformador
que colocaba al centro de su pensamiento los problemas del crédito, del préstamo sin intereses, capaz

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


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de hacer sobrevivir a una pequeña burguesía productora ya condenada por el desarrollo del capitalis-
mo: fue, ante todo, un crítico de la sociedad industrial.
Por cuanto atañe a su figura, Marx sostiene:

El buen Proudhon confunde el dinero como medio de circulación con el dinero como capital (…)
puesto que el capital es prestado en forma de dinero, él cree que es el capital-dinero –vale decir, el
dinero en efectivo– el que posee esta cualidad específica. Todo debe ser vendido, nada prestado. En
otras palabras: del mismo modo como aceptaba la mercancía, pero no el que se convirtiera en dinero,
aquí acepta la mercancía y el dinero, pero no que se desarrollen hasta convertirse en capital. Lo cual,
si lo despojamos de todas sus formas fantásticas, quiere decir simplemente que no debe pasarse de
la pequeña producción campesina y artesanal a la gran industria. (…) Y por último, la plusvalía en
forma de moral: “Todo trabajo debe suministrar un excedente”. Y con ese precepto moral queda,
naturalmente, muy bellamente definida la plusvalía (1993a: 562-563).

En una de sus obras más apreciadas, Che cos’è la proprietà? [¿Qué es la propiedad?], Proudhon estudia
el derecho de propiedad en el mundo moderno, con sus derivaciones socioeconómicas y, tras calificar
de irracional a la propiedad privada, arriba a la famosa conclusión de que “la propiedad es un robo”.
De hecho, en esa obra el acto de apropiación es visto todavía como violencia y fraude; el trabajador,
aun después de haber recibido su salario, tiene un derecho natural de propiedad sobre aquello que
ha producido. Estando así las cosas, las líneas de desarrollo del proudhonismo estaban claras, pero la
aplicación de su definición de la propiedad al análisis y a la perspectiva de acción en la sociedad lo
llevaron hacia algunas posiciones que se desviaban de la línea trazada.
Si la propiedad, vista en su origen, “es un principio en sí mismo viciado y antisocial, está sin em-
bargo destinada a convertirse, por su misma generalización y por el concurso de otras instituciones, en
el perno y el alma de todo el sistema social” (Proudhon, 1903).

2. Proudhon hablaba de “conciliación” entre las clases, negaba la necesidad de la coalición y organi-
zación obrera y no se proponía en absoluto oponer al capitalismo algún otro sistema, sino que quería
intervenir en él con medios reformistas, como los “bancos del pueblo”13 y, finalmente, el “crédito
gratuito”.
Afirmaba que desde el momento en que hay tantas necesidades que satisfacer, ello presupone tantos
bienes que producir y tantos hombres comprometidos en la producción; estando así las cosas, hay
que presuponer un ciclo productivo basado en la división del trabajo, pero al suponer tal división es
necesario pensar también en el intercambio y, en consecuencia, en el valor de cambio.
Escribe Proudhon (1945):

Los economistas han evidenciado muy bien el doble carácter del valor, pero no han conseguido
dar cuenta con similar claridad de su naturaleza contradictoria, y allí se inicia nuestra crítica (…)
No basta que hayamos señalado ese sorprendente contraste, propensos a enjuiciarlo como algo
extremadamente simple: es preciso además mostrar que esa pretendida simplicidad esconde un
pensamiento profundo que debemos penetrar. En términos técnicos, el valor de uso y el valor de
cambio están en razón inversa uno del otro.

Proudhon asimila el valor de cambio a la “rareza” y el valor de uso a la “abundancia”, de manera que
a la escasez de oferta de productos –en relación con la demanda– corresponde un precio alto.

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


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En realidad, no considera la demanda como categoría económica válida por sí misma, sino
que identifica el valor de uso con la oferta y el valor de cambio con la demanda: lo que él llama
la opinión; por tanto, habrá una eterna lucha entre lo que es útil y la opinión, entre productor
y comprador.

3. A estas alturas, se podría verdaderamente decir que toda la teoría del valor de Proudhon se basa en
la sustitución del valor de uso y del valor de cambio, de la oferta y la demanda, por nociones comple-
tamente abstractas como la rareza y la abundancia, lo útil y la opinión. Pero Proudhon va todavía más
allá, al introducir el concepto de valor “constituido” o valor venal. Parte para ello de la premisa de que,
si se admite la utilidad y que el trabajo es la fuente del valor, y dado que la medida del trabajo es el
tiempo, entonces el valor relativo de los productos es determinado por el tiempo de trabajo cumplido
para producirlos. Finalmente, el precio no es más que la expresión monetaria del valor relativo de un
producto y el valor “constituido” de otro producto cualquiera no es sino el valor que se constituye al
considerar el tiempo de trabajo preestablecido. Consecuentemente, las conclusiones a las que arriba
Proudhon –al partir del valor constituido basado en el tiempo de trabajo– llevan al hecho de que una
cierta cantidad de trabajo y una jornada de trabajo equivalen a cualquier otra jornada de trabajo: en
paridad cuantitativa, en términos de tiempo y de trabajo, el producto de uno puede ser intercambiado
por el producto de otro sin que exista, entonces, ninguna diferencia cualitativa en el trabajo. Sostiene,
además, que “el trabajo de todo hombre puede comprar el valor que ello contiene”. De seguir por
ese camino, se podría también afirmar que todos los salarios son pagados en igual medida para un
mismo tiempo de trabajo. En efecto, Proudhon supone que una cierta cantidad de trabajo contenida
en un determinado producto equivale a la retribución del trabajador, es decir, al valor del trabajo, sin
considerar en absoluto la formación de la plusvalía.

4. En la práctica, Proudhon establece una relación –aún más: instituye una equivalencia– entre una
cierta cantidad de trabajo y los productos que con ello se han creado, sin percatarse de que en tal forma
se llegaría a suponer una sociedad compuesta por trabajadores que reciben como salario su propio
producto y en la que las jornadas de trabajo equivalen todas unas a otras, pasando así completamente
por alto el problema de la ganancia industrial y de su origen. Y si con la categoría de ganancia entramos
en la oscuridad más completa, no es más clara su explicación del “excedente de trabajo”.
Escribe Proudhon a ese propósito:

un axioma generalmente admitido por los economistas es que todo trabajo debe dejar un excedente.
Esta afirmación es para mí de una verdad universal y absoluta: es el corolario de la ley de la
proporcionalidad, que puede considerarse como el sumario de toda la ciencia económica. Pero, y me
disculpo con los economistas, el principio de que todo trabajo debe dejar un excedente no tiene en su
teoría ningún sentido y no es susceptible de demostración alguna (…) Este principio del excedente
del trabajo vale para los individuos solo en la medida en que ello emana de la sociedad, que así les
confiere el beneficio de sus leyes (Proudhon, 1945).

En otras palabras, quiere él afirmar que la producción del individuo social supera la del individuo
visto aisladamente, que el excedente de trabajo se explica con la sociedad-persona y que los economis-
tas no han captado la “personalidad de este ser colectivo”.

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Proudhon explica que el trabajo debe dejar a todo productor un excedente y que esto ocurre en
tanto que toda nueva invención que permita producir con la misma cantidad de trabajo una mayor
cantidad de mercancías, reduce el valor venal del producto. Y así afirma:

He demostrado con la teoría y con los hechos que todo trabajo debe dejar un excedente (…) Pero
este principio, tan cierto como una afirmación aritmética, está todavía lejos de cumplirse para todos.
Y así, mientras cada jornada de trabajo individual va logrando, como consecuencia del progreso de la
industria colectiva, un producto cada vez mayor, y el trabajador tendría por eso mismo que hacerse
cada vez más rico, aun con el mismo salario, existen sin embargo en la sociedad algunas categorías
que hacen progresos y otras que decaen (Proudhon, 1945).

5. En pocas palabras, aun queriendo apoyar su anarquismo en un análisis económico, Proudhon cae
continuamente en verbalismos y malas abstracciones.
Es preciso, sin embargo, reconocerle el mérito de haber sido el primero en plantear una concepción
antiestatal de la gestión económica. La Revolución de Febrero vio florecer en París y en Lyon una
espontánea explosión de asociaciones obreras de producción. Y fue esa naciente autogestión de 1848,
más que la revolución política, lo que para él constituyó el “hecho revolucionario”. El dato más impor-
tante era el hecho de que hubiese sido el pueblo quien le dio el primer impulso y no un teórico o un
doctrinario o el Estado mismo. Pero su “colectivismo”, si quiere llamársele así, rechaza asimismo cate-
góricamente el estatismo. En cuanto al comunitarismo, el preconizado por los comunistas era para él
opresión y esclavitud; en consecuencia, Proudhon busca una combinación de comunidad y propiedad,
y la encuentra en la “asociación”. Los instrumentos de producción y de intercambio, afirma, no deben
ser gestionados ni por compañías capitalistas ni por el Estado, sino que su gestión debe ser encomendada
a asociaciones obreras. Y del análisis de estas asociaciones pasa a teorizar sobre la “comuna autónoma”,
como grupo natural que los hombres forman entre ellos, sobre una base local. Ella debe concebirse co-
mo un “ser soberano”, que tiene el derecho de gobernarse por sí mismo, de administrarse, de impo-
nerse impuestos, de disponer de su propiedad: como la autogestión es incompatible con la existencia
de un Estado autoritario, la comuna no puede coexistir con un poder centralizado de arriba abajo.

10. Hacia el socialismo científico: Rodbertus, Weitling

1. A través de la Renania, el socialismo premarxista había ido penetrando en Alemania. De Fichte a


Marlo y a Rodbertus, el radicalismo crítico se trasladaba del terreno filosófico al económico. De Gall
a Weitling, el utopismo derivado de Owen, Fourier y Saint-Simon se orienta hacia las formas del
colectivismo, bien conocidas en la literatura francesa e inglesa.
La “Liga de los Justos”, tras penetrar y difundirse en Suiza e Inglaterra, mantiene su centro ideal
en aquellas poblaciones renanas donde se inicia la educación política de Marx, quien de la “Liga de
los Comunistas” –sucesora de la primera– deriva uno de los elementos principales de la doctrina del
Manifiesto: el internacionalismo.
En ese marco, recordemos que los orígenes del socialismo científico se encuentran precisamente en
Alemania, patria de Johann Karl Rodbertus (1805-1875), quien desde el punto de vista del análisis

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


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económico representa el punto de ruptura entre socialismo ante litteram y socialismo científico; y
patria de Wilhelm Weitling (1808-1871), gracias a cuyo pensamiento se llegó al fortalecimiento de la
“Liga de los Justos”, organización obrera de los weitlingianos que fue la primera en plantear el proble-
ma de la necesidad de un partido autónomo de clase. El socialismo moderno, con todas sus variadas
posiciones internas, halló su basamento en la economía política burguesa y en particular se refirió, casi
exclusivamente, a la teoría del valor de Ricardo. Las dos tesis que Ricardo planteó, en 1817, como
premisas de sus Principios, fueron:

a) El valor de toda mercancía está determinado solo y únicamente por la cantidad de trabajo
requerido para su producción.
b) El producto del trabajo social es repartido en su totalidad entre las clases de los propietarios te-
rratenientes o inmobiliarios (renta), de los capitalistas (ganancia) y de los trabajadores (salario).

Tales premisas, como ya hemos visto, habían llevado en Inglaterra a conclusiones socialistas.

2. Pero es solo en 1842, en Alemania, que un pensador consigue, a partir de las dos afirmaciones de
Ricardo, extraer conclusiones completamente socialistas. El logro es de Rodbertus, que, de hecho, es
considerado el fundador del socialismo prusiano.
También Rodbertus sostenía que la renta de los terratenientes y la ganancia de los capitalistas
constituían una deducción o exacción sobre lo producido por los trabajadores. Lo que en la economía
marxista será definido como tasa de ganancia o tasa de la renta inmobiliaria, aparece en Rodbertus con
el nombre de “magnitud de la ganancia del capital y del interés o magnitud de la renta”:

La magnitud de la ganancia del capital y del interés es resultado de su relación con el capital (…)
en todas las naciones civilizadas, la suma de capital = 100 es aceptada como una unidad de medida
para calcular esta magnitud. Cuanto mayor sea la relación entre el monto de la ganancia y del interés
correspondiente al capital y 100, o, en otras palabras, cuanto mayor sea el porcentaje que rinde un
capital, tanto mayores serán la ganancia y el interés14.

En ese punto, Marx lo contradice decididamente:

Esto no está bien. La tasa de la renta inmobiliaria es calculada ante todo sobre el capital; luego, en
cuanto excedente del precio de una mercancía, sobre el precio de sus costos de producción y sobre la
parte del precio que constituye la ganancia (1993a: 65).

Pero veamos todo el razonamiento de Rodbertus:

Para un determinado valor producido o para el producto de una determinada cantidad de trabajo, o,
lo que también es lo mismo, para un determinado producto nacional, la magnitud de la renta está en
proporción inversa a la magnitud del salario, y en proporción directa a la productividad del trabajo.
Más bajo es el salario, más alta es la renta; cuanto más alta es la productividad del trabajo, tanto
más bajo es el salario y tanto más alta la renta (…) La magnitud de la renta depende del tamaño de
la parte que le queda a la renta una vez deducido el salario del producto total, sin tomar en cuenta
todavía la parte del valor producido que sirve para reponer el capital, que puede ser descuidada (…)

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


48
El salario es igual al importe del mantenimiento necesario; es decir, a una determinada cuantía real
de producto, más o menos igual para un determinado país y un determinado período de tiempo (…)
si el salario –en cuanto mantenimiento necesario– es una determinada cuantía real del producto,
representará un valor mayor si el valor producido es alto, un valor menor si es bajo; y, en consecuencia,
suponiendo igual el valor producido que debe ser dividido, absorberá una parte mayor si el valor
producido es alto y una parte menor si es bajo, y finalmente dejará para la renta una cantidad mayor
o menor del valor producido. Pero si es válida la regla según la cual el valor producido es igual a la
cantidad de trabajo que este ha costado, la magnitud del valor producido es determinada únicamente
por la productividad del trabajo, o por la relación entre cantidad del producto y cantidad de trabajo
empleado para producirlo (…) De hecho, si una misma cantidad de trabajo se traduce en menos
producto, o, en otras palabras, si la productividad disminuye, esa cantidad de producto contiene
más trabajo. Pero la cantidad de trabajo determina el valor del producto, y el valor relativo de una
determinada cantidad de producto determina la magnitud del valor-producto (…) Entonces, la renta
será tanto más alta cuanto más alta sea la productividad del trabajo (…)

Si para un determinado valor-producto se da la magnitud de la renta, la magnitud de la renta de la


tierra y la de la ganancia del capital tienen entre sí una relación inversa (…) Cuanto más alta o baja
sea la renta de la tierra, tanto más baja o alta es la ganancia del capital, y viceversa (…) La magnitud
de la ganancia del capital es simplemente determinada por la magnitud del valor-producto en general
y del valor del producto bruto, y del valor del producto manufacturado en particular, o por la
relación de productividad entre el trabajo en general, el trabajo de producción bruta y el trabajo de
manufactura en particular.

Y he aquí algunas conclusiones a las que llega para Europa:

1. (…) en las naciones europeas, la productividad del trabajo –del trabajo de producción bruta y
de manufactura– generalmente aumenta (…) tras lo cual la parte de la ganancia nacional destinada
al salario es disminuida, mientras se aumenta la que queda para la renta (…) Por tanto, la renta es
generalmente aumentada (…)
2. (…) la productividad de la industria aumenta en mayor proporción que la de la agricultura (…),
y así, a pesar del aumento general de la renta, aumenta solamente la renta de la tierra, mientras
disminuye la ganancia del capital15.

Al leer atentamente el análisis de Rodbertus, entendemos que hemos llegado a un punto de fractura
en el pensamiento económico socialista: en él se afronta el problema de la plusvalía no en términos
emotivos, como había sido el caso de muchos protosocialistas, sino en términos de crítica económica
basada en datos científicos. Y es también Rodbertus quien, además de adherir al principio de la propie-
dad colectiva de los medios de producción, explica –quizá por primera vez– la crisis de sobreproduc-
ción sobre la base del escaso poder adquisitivo de los obreros, contribuyendo así de manera notable a
difundir la teoría del “subconsumo”.
A esto se agregan las varias propuestas utópicas de Rodbertus, como el “bono de trabajo”, emitido
por el Estado como anticipo a los capitalistas industriales, para que con él pagasen a los obreros. A
su vez, estos comprarían productos con los bonos que recibirían en pago, con lo cual se produciría el
retorno del papel moneda a su punto de partida.
El economista alemán sostuvo que el socialismo sería fruto de una lentísima evolución, sin necesi-
dad de lucha de clases o de revoluciones; los obreros eran invitados a esperar el transcurso de esa larga
transición, sin hacer revoluciones que pudieran anticipar lo que históricamente había de cumplirse.

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


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Entretanto, había que aceptar la renta de la tierra y la ganancia, puesto que los terratenientes y capi-
talistas cumplían algunas funciones socialmente útiles, pero económicamente improductivas. No es
preciso hacer notar, en este punto, que Rodbertus arriba a conclusiones diametralmente opuestas a las
de Marx.

3. Otro momento importante y de tránsito hacia el nacimiento del socialismo científico, en torno al
cual se fue coagulando el primer movimiento obrero alemán e internacionalista, con objetivos generales
de clase y de resistencia enmarcados en una visión comunista, fue la “Liga de los Justos”, organización
clandestina pero con apéndices legales, como las asociaciones de mutuo socorro y de prevención, tanto
en Francia como en Inglaterra y en la misma Alemania.
El estudioso, que puede ser considerado, hasta la aparición en escena de Marx y Engels, como el
jefe reconocido de la “Liga de los Justos”, fue Wilhelm Weitling (1808-1871). Teórico de un nuevo
modo de presentarse ante la clase –esto es, como estructura de partido internacionalista–, fue él mismo
obrero y tuvo numerosos seguidores, los weitlingianos, quienes fueron más agitadores y organizadores
de sociedades obreras que teóricos. Entre ellos surgió August Becker (1814-1871), tenaz difusor del
comunismo no obstante las violentas persecuciones policiales que sufrió.

4. En sus obras, y partiendo de un llamado al cristianismo primitivo, Weitling deducía un sistema


igualitario en el que, además de satisfacerse la capacidad de los individuos, se aseguraba la libertad de
todos los hombres, en un cuadro de armonía para toda la colectividad. Imaginaba una comunidad
social, caracterizada por la obligación común de aportar una contribución en obras a la colectividad,
a cambio de lo cual se obtenía la satisfacción de las necesidades primarias. Se basaba esa contribución
no en el dinero, sino en la puesta a disposición de “horas comerciales”; vale decir, bonos de trabajo me-
diante los cuales se pondría en práctica la igualdad entre tiempo de trabajo y valor de una mercancía.
Sus propuestas partían de una dura crítica del sistema burgués y, en consecuencia, de la propiedad
privada, que debía ser abolida para llegar a un nuevo sistema “obrero”. El instrumento para alcanzar
esa nueva sociedad debía ser la revolución, concebida como espontaneidad repentina, afincada en la
preparación teórica y militar de un grupo organizado jerárquicamente.
La revolución habría debido apalancarse no solo en la minoría organizada, sino también en los
obreros, en todas las masas explotadas y en el subproletariado. Después de la revolución se habría de
pasar por un período de transición en el que la propiedad privada sería abolida gradualmente, tras lo
cual se llegaría a la completa comunidad de los bienes, o sea el comunismo.
El comunismo de Weitling fue quizá infantil, pero contenía ya algunos principios del socialismo
científico: la lucha de clases como elemento propulsor de la vida político-económica de la sociedad; la
necesidad, para todos los explotados de organizarse políticamente, en plena independencia y fuera de
toda influencia burguesa, para contraponerse como fuerza autónoma al capital.
Aun si en su visión aparecen elementos utópicos, las ideas de Weitling se corresponden de manera
precisa con las concepciones y posturas del movimiento obrero en el cual se desenvolvía e, incluso,
por el que fue directamente inspirado, pues una característica de su teoría fue el no ser de escritorio,
sino elaborada en la vivacidad de las discusiones de las ligas obreras, que por entonces se formaban. La
descripción del porvenir de felicidad y perfección no obstaculizaba el accionar político en su presente,
ya que la acción sindical era puesta siempre en primer plano.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


50
En la historia del movimiento obrero y del pensamiento socialista, Weitling se ubica como momen-
to de tránsito entre el protosocialismo y el socialismo marxista, organizado políticamente en el partido
de la clase obrera. Este partido de nuevo tipo, después de largos debates con intervención de Marx y
Engels, se funda en 1847 y lo constituye la Liga de los Comunistas, que agrupaba a obreros, trabajado-
res e intelectuales de todos los países, aun cuando prevalecían entre sus miembros los alemanes. De he-
cho, la Liga de los Comunistas es hija de la Liga de los Justos, y nace cuando Marx entra en esa última
organización y conduce una dura batalla política que hace prevalecer las tesis del socialismo científico.
Efectivamente, la Liga de los Comunistas no tiene ya nada que ver con el protosocialismo, aun si
representó su conclusión natural. Con la Liga de los Comunistas nos encontramos ante una concep-
ción muy contemporánea: las tesis desarrolladas fueron aquellas que todavía hoy son comunes a las
diversas tendencias del socialismo y la estructura organizativa concebida era similar a la de algunos
de los partidos socialistas actuales de tipo “movimiento”; en particular, por ejemplo, los de América
Latina o de otros países de la semiperiferia.
Con la Liga de los Comunistas se cierra el discurso sobre ese socialismo frecuentemente llamado
utópico, que todavía halló una precisa y efectiva confirmación histórica por muchos decenios y que,
sin importar cómo se le juzgue, representó una etapa fundamental del pensamiento político en el
mundo contemporáneo.

11. La mistificación de la economía política, según Marx

1. Con Marx, la crítica socialista a la sociedad capitalista gana un espesor teórico científicamente
fundamentado y de nivel seguramente superior a la realizada por sus predecesores.
La primera y fundamental mistificación de la economía política es, según Marx, tomar por objeto la
producción, sin indagar en la formación de las relaciones de los hombres en la producción; relaciones
que, por sí mismas, vienen a constituir una determinada forma de producción y de reproducción de la
propia comunidad humana. En los clásicos se deriva una segunda mistificación: asumir un cierto tipo
de economía, una particular forma social de la reproducción humana, como la economía y la sociedad
tout court**. De tal manera, la economía no ve el capitalismo como una realización histórica que tuvo
un inicio y tendrá seguramente un final. Luego, la historicidad de la formación económico-social
queda obliterada en la economía política clásica. A fortiori, valdrá esto en la economía marginalista,
que con respecto a los clásicos perderá también el enfoque dinámico, en el intento de calcular simultá-
neamente, estadísticamente, el equilibrio económico –de los salarios, de la distribución, etcétera– dado
por la pluralidad de “factores productivos”.

En las teorías marginalistas, distribución, cantidades producidas y precios relativos solo pueden ser
determinados simultáneamente en la relación de unos con otros, sobre la base de los datos constituidos
por los gustos de los consumidores, la dotación de “factores de producción” y las condiciones técnicas
de producción. La determinación de estos datos es vista como algo que cae por amplio margen fuera
de la esfera de la economía (Garegnani, 1981: 16).

** (n.t.) La economía y la sociedad a secas.

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


51
Y es justamente la ausencia de una perspectiva histórica lo que permite ese proceso de “naturaliza-
ción” de las instituciones capitalistas entendidas en calidad de “datos”, como marco en el cual resolver
los problemas de optimización de la distribución de la riqueza.
Resulta evidente que en dicha óptica la cuestión de la transformación social no puede ser obje-
to siquiera de hipótesis, puesto que el plano en que ello actúa es un dato externo a la indagación
económica16.
El estudio de la realidad del capitalismo en el país de su mayor desarrollo, Inglaterra, al que llega a
través de los trabajos de Engels sobre la situación de los trabajadores ingleses, y de otra parte, el estu-
dio de los autores socialistas, los premarxistas o socialistas utópicos como Proudhon, Fourier, Owen,
convencieron a Marx de la irreconciabilidad de los presupuestos teóricos de la “economía política” y la
realidad de la sociedad burguesa.
Primero, en los Manuscritos económico-filosóficos (1844), Marx se refiere a los resultados del duro
análisis al que la propia economía política somete a la sociedad industrial moderna. Los teóricos de la
economía política afirman que el valor de una mercancía viene dado por el trabajo socialmente nece-
sario para producirla, pero de igual forma demuestran que, con el salario, el trabajador obtiene apenas
una pequeñísima parte del producto del trabajo. Al mismo tiempo, el salario es el precio de venta de la
prestación, venta que el trabajador se ve necesitado de hacer, aceptando así, bajo la máscara de un libre
contrato, una esclavitud similar en sus contenidos, si no en la forma, a la de la antigua sociedad esclavista.
Los economistas defienden el progreso técnico, pero si bien es cierto que este incrementa siempre
las ganancias de los capitalistas, también es verdad que significa para el obrero bajos salarios, pésimas
condiciones de trabajo, desempleo y continua miseria. Además, la división del trabajo, al reducir la
actividad laboral a operaciones mecánicas repetidas al infinito, le quita al trabajo todo atractivo y
produce, aparte de daños a la salud del obrero, un embrutecimiento moral sin retorno.

2. Si todo lo anterior es cierto, entonces la sociedad capitalista no es, en absoluto, un mundo de


relaciones armónicas, sino más bien el lugar de una guerra generalizada. Obreros y capitalistas están
en conflicto por la determinación del salario; terratenientes e industriales están en lucha porque los
primeros quieren hacerse pagar el precio más alto posible por los productos de la tierra que sirven
para el sustento de la clase obrera; mientras, a los industriales les interesa que el salario sea el más bajo
posible; los pequeños propietarios y los grandes industriales están enfrentados porque las leyes de la
competencia provocan la concentración del capital y la ruina de los primeros; los banqueros –el capital
financiero– están en conflicto con el capital productivo –los industriales– por la tasa de interés sobre
los préstamos. Los desempleados y los depauperados están enfrentados a los empleados estables en la
guerra por la conquista o la preservación de una forma de sobrevivencia. Sobre todo, los “vendedores
de trabajo”, siempre y necesariamente en sobrepoblación, están en permanente competencia entre sí.
En síntesis, se puede sostener que en los Manuscritos del 44 Marx llegó a señalar la historicidad
de las relaciones de producción y a percibir el carácter “contradictorio” de la sociedad capitalista. En
ese momento, sin embargo, faltaba todavía una teoría económica marxista que diese razón de esas
contradicciones y que explicase el funcionamiento de la sociedad capitalista.

3. De Petty a Ricardo, la economía política clásica ha indagado en el nexo interno de las relaciones
burguesas de producción, aportando importantes análisis sobre la estructura y sobre las dinámicas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


52
socioeconómicas, aun cuando desde la hipótesis del modo de producción capitalista como forma
natural, y por tanto eterna, de la sociedad.
La primera formulación socialista se desarrolla sobre el mismo terreno de la ciencia del industrialis-
mo, sobre el terreno de la economía política, de la cual derivó la argumentación ideológica acerca de
la inevitabilidad de la condición obrera. Es en ese contexto que la teoría ricardiana del trabajo como
medida del valor de cambio influirá en los estudios de Marx y en la formación de la doctrina de la
plusvalía. La propia identificación de la ganancia industrial que surge del trabajo asalariado, está en
la base del movimiento de cooperativas de producción, que fue característico del primer socialismo
inglés. Si la producción es realizada por trabajadores en libre asociación, entonces la ganancia queda
eliminada y la cuota salarial será cada vez más alta, hasta hacerse próxima a la cuota total de valor que
el trabajo ha producido.
Los diversos pensadores del movimiento socialista inglés, aun cuando presentaban de maneras di-
ferentes sus análisis, estaban preocupados por el hecho de que los salarios de los trabajadores pudieran
siempre resultar –dada la teoría de la ganancia, derivada de la ecuación valor-trabajo– inferiores al valor
de los bienes producidos. Así determinan, en efecto, una diferencia, de la cual el capitalista se apodera
indebidamente, con la consecuencia de generar explotación y miseria; consecuencias que solo pueden
ser eliminadas restituyendo el superávit sustraído arbitrariamente al trabajo. Los protosocialistas in-
gleses, en particular, parten en realidad de los problemas ricardianos. Estos pensadores comienzan ya
a designar la plusvalía, o ganancia, directamente con el término de “plustrabajo”, o sea, como trabajo
que el obrero realiza gratuitamente una vez cumplido el tiempo necesario para reintegrar el valor de su
fuerza de trabajo y producir el equivalente de su salario17.
Así como había sido importante hallar la ecuación valor-trabajo, resultaba ahora vital –y será esto
piedra de toque en el análisis económico maduro de Marx– mostrar el carácter fetichista de esa ecua-
ción, al cual habían quedado atados tanto Smith como Ricardo.
Así, aunque solo con base en una teoría en la que el trabajo tiene una estructura conceptual que se
articula en diversos grados de abstracción, se desarrolla una teoría coherente del valor y de la plusvalía.
Los premarxistas, los socialistas utópicos, llegaron por primera vez a intuir que si el valor tiene origen
en el trabajo, entonces la ganancia es sustracción del producto del trabajador y que esto se resuelve
conceptualmente en apropiación de un tiempo de trabajo por el cual el obrero no recibe retribución
alguna. Luego, toda forma de interés o forma de remuneración a los capitalistas, sea como renta,
interés monetario o ganancia industrial, es una detracción, derivada del trabajo de otros.
Todavía estos elementos se presentan diversamente ordenados en las varias figuras del movimiento
socialista.

Esta tendencia a la conformación de una economía vulgar, que Marx encuentra ya en los economistas
que más admira, traduce los límites de clase de la economía política. A partir del momento en que
la preocupación por la coherencia formal del sistema de categorías se impone sobre la voluntad
de penetrar la realidad, al punto de enredarse si hiciera falta en soluciones contradictorias, en
formulaciones equívocas, resulta de hecho inevitable que el fetichismo de la mercancía se trastoque
en una especie de misticismo de las formas categoriales. Las abstracciones de la economía política,
llenas de un contenido no explicado, parecen formar una ciencia rigurosa, autónoma, segura de
su método, pero que en los hechos expresa una realidad mutilada, parcialmente cancelada. Esto
hace que los economistas estén predispuestos a sucumbir a las presiones de la clase dominante, a
asumir una actitud negativa en oposición a quienes ejercen la crítica de la economía política en clave

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


53
socialista, tanto como a desembarazarse de las categorías más consistentes (valor, trabajo, etcétera)
para limitarse a aquellas que hacen de la economía una disciplina que concierne a un orden natural
(Vincent, 1970: 224).

­— notas —

1 Sobre algunos temas tratados en este capítulo, cfr. el prefacio a Vasapollo (ed., 2002) y Vasapollo (1996); en particular, para las

escuelas y los pensadores del socialismo premarxista, véase la tesis de grado de Vasapollo: La categoria del profitto dal socialis-
mo utopistico al socialismo scientifico [La categoría de la ganancia, del socialismo utópico al socialismo científico] Roma, 1980.

2 El objeto de estudio de la economía política, las causas de la riqueza nacional y las leyes de su distribución (como resuena en

su nombre alemán: Nationalökonomie), cambia después de la “ruptura epistemológica” de sello marginalista (los primeros
años setenta del siglo xix ven aparecer las obras de Jevons, Menger y Walras). Para una reconstrucción crítica de ese paso, cfr.
De Marchi, La Grassa, Turchetto (1994: 15-41). Un clásico de la historia del pensamiento económico que reconstruye bien ese
período, aunque concentrándose sobre todo en la problemática de la teoría del valor y de la distribución, es Dobb (1999).

3 Hay diferencia entre división técnica y división social del trabajo. Si esta última siempre ha existido y presupone la pluralidad de

actividades laborales en el seno de cualquier sociedad posible, comenzando por la familia –es, luego, un “producto natural” de
la evolución humana–, la división técnica es mucho más reciente y se sostiene en lo interno del proceso laboral. En la fase manu-
facturera fue impuesta por el capitalista para aumentar las tasas de productividad del trabajo, al especializar a los trabajadores
en tareas individuales: es, entonces, una consecuencia “artificial” del desarrollo organizativo del proceso laboral (que adquiere
nuevas formas, especialmente con la Revolución Industrial y en la evolución de la manufactura en industria). En el siglo xx (fase
tayloriana), la totalidad del trabajo humano fue fragmentada en una pluralidad de tareas privadas de sentido para el ejecutor.
Sobre este asunto, cfr. las clásicas páginas de Braverman (1998). Sobre el sinsentido del trabajo asalariado en la llamada fase
posfordista y sobre la necesidad de reencontrar el sentido integral de la actividad laboral, cfr. Antunes (2002; 2006).

4 La operación dirigida a despojar a Marx de su valencia o lado político es de vieja data, y hoy es desempolvada incluso por auto-

res que alguna vez fueron rigurosamente marxistas y militantes revolucionarios. En algunos ambientes académicos se tiende a
ceder ante presiones ideológicas adversas que intentan marginar excesivamente ese lado político –cuando es ese el verdadero
objetivo de la crítica marxista de la economía política: “la comprensión de las leyes de movimiento de la sociedad burguesa”–,
en favor de aproximaciones “reduccionistas” y confinadas al mero limbo de la academia. Tal es el peligro en el que parece
incurrir uno de los mejores estudiosos marxistas actualmente vivientes, Fred Moseley (1995: 92), cuando escribe: “Considero
que la probabilidad de una revolución de la clase trabajadora contra el capitalismo debe ser una cuestión completamente
separada de la teoría económica de Marx, que no tiene ninguna relación con la validez de la teoría de Marx. El problema de la
revolución implica una elaboración política acerca de cómo los trabajadores reaccionan ante el desarrollo capitalista, y no atañe,
en cambio, a las teorías de Marx relativas a las tendencias objetivas de ese desarrollo”. Si bien es cierto que no sostenemos la
identidad de lo político y lo económico, y que convenimos con Moseley en que ambos campos tienen tiempos y características
de comportamiento completamente diferentes, debería sin embargo servir para algo, en la vertiente política, el conocimiento
de las leyes objetivas del modo de producción capitalista.

5 “Precisamente en consecuencia de su éxito en poner a la luz el estrecho nexo que une salarios y ganancias, el trabajo de Ricardo

había revelado el potencial antagonismo que caracteriza la repartición del producto entre las dos clases. Con ello había debilitado
seriamente la posibilidad de una visión armónica de la sociedad capitalista, y la influencia que su trabajo tendrá en los escritores
socialistas del período inmediatamente posterior a su muerte, se encargará pronto de revelarlo” (Garegnani 1971: 22-23).

6 Hodgskin (1827). Del mismo autor, cfr. Hodgskin (1970), una parte del cual puede ser leída también en Papi (ed., 1976), que

recoge asimismo escritos de Owen y Ferguson.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


54
7 Gray (1797), cit. en Marx (1974: 335).

8 Ibíd., vol. I: 335-336.

9 Ibíd., vol. I: 337.

10 Cfr. la bibliografía saintsimoniana de A. Mazzone, I.H. Mazzone (1962).

11 Cit. en Marx (1974: 49).

12 Reléase el celebérrimo Preámbulo de Marx a su Miseria de la filosofía (1988: 3): “El señor Proudhon tiene la desventura de ser

singularmente desconocido en Europa. En Francia tiene él derecho de ser un mal economista porque pasa por buen filósofo
alemán. En Alemania tiene derecho de ser mal filósofo, porque pasa por uno de los mejores economistas franceses. Nosotros,
en nuestra doble calidad de alemanes y economistas, hemos querido protestar contra este doble error”.

13 El acta de fundación y los estatutos de la sociedad del “banco del pueblo” fueron suscritos el 31 de enero de 1849. Se proponía

organizar el crédito y procurar a todos, al más bajo precio, el uso de la tierra, de las casas, de las máquinas, los capitales y los
servicios de todo género, así como facilitar a todos la venta de los productos y la colocación del trabajo en las condiciones más
ventajosas.

14 Rodbertus (1851), cit. en Marx (1974, vol. II: 7-75).

15 Rodbertus (1851), cit. en Marx (1974, vol. II: 7-75).

16 No por ello, sin embargo, puede definirse la economía marginalista como científica y “neutral”, en términos weberianos, ya

que su escogencia inicial, consciente o no, es un juicio de valor: la aceptación del “sistema capitalista” como el mejor en pro-
ducir y distribuir la riqueza nacional. Para algunas reflexiones al respecto, cfr. en particular el prefacio a Vasapollo (ed., 2002) y
Vasapollo (1996).

17 Enrique Dussel, en el curso de sus profundos estudios sobre la obra de Marx, ha escrito intensas páginas acerca del trabajo vivo

y el plustrabajo como única fuente del valor, haciendo una distinción importante entre fuente (quelle, en alemán) y fundamento
(grund) de valor. Para una profundización de estos problemas, cfr. Dussel (1999; 2004a; 2004b; 2005).

LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX


55
Capítulo III
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA
(EL CORAZÓN DEL PROCESO PRODUCTIVO)1

1. Modo de producción capitalista y teoría marxista del valor

1. El trabajo ha sido de siempre una actividad socioeconómica-productiva fundamental. Sea que fuese
actividad de caza, pesca o pastoreo, desarrollada en comunidad o en régimen de apropiación privada de
sus frutos, y aun si evaluada de distintas maneras según el período histórico y la pertenencia a un deter-
minado estrato, clase, raza o etnia, y, en consecuencia, asumida bajo acepciones tanto positivas como
negativas, ha sido la única actividad funcional –y necesaria en cuanto tal– a la supervivencia del género
humano. Esto era inmediatamente perceptible durante los milenios de reproducción de la comunidad
arcaica, en la que el trabajo cumplido socialmente era igual al trabajo necesario para la reproducción
de la comunidad, y el plustrabajo general era inexistente o solo excepcional. Las economías en las que
el superávit es nulo son llamadas estacionarias. En aquellas en las que existe un superávit, al sistema
económico se le denomina progresivo2.
Un modo de producción es un complejo, una totalidad de relaciones que estructuran las modalida-
des de interrelación entre los individuos que conforman una determinada comunidad3.
Es el modo en que esas relaciones determinan cómo han de producirse los bienes y servicios nece-
sarios para la reproducción de una comunidad humana, históricamente determinada y espacialmente
delimitada (el modo en que la naturaleza es apropiada y transformada por el hombre). Al vivir el
hombre en comunidad y no aisladamente (excepto en las fantasías robinsonianas, que alguien ha
pretendido que fuesen bases espistemológicas válidas de la teoría económica moderna)4, las relaciones
que se desarrollan en ese contexto de vinculaciones humanas, intersubjetivas, son relaciones sociales.
Todo modo de producción ha desarrollado sus propias relaciones sociales, que con el tiempo han
definido también las diversas pertenencias a estratos, a castas, a clases, “creando” diferenciaciones ad
hoc, incluso en forma pseudoracial.
El modo de producción capitalista (MPC) se diferencia de modos de producción precedentes prin-
cipalmente porque “libera” al hombre de los vínculos preexistentes de tipo personal, de sangre, de
familia, esclavistas, típicos de las épocas anteriores. Así, al destruir –aun si no completamente– los
viejos modos de producción (MP) y, en parte, su legado jurídico, el modo de producción capitalista
genera una “revolución” en el ámbito social del derecho, consecuencia de la cual los hombres son todos
formalmente libres e iguales ante la ley. El trabajador, entonces, no es ya el esclavo que tiene necesaria-
mente que trabajar y servir a su patrón, no es el campesino enfeudado en la esfera jurídico-territorial
de su “señor”; es ahora un hombre “libre” que puede, por iniciativa propia, vender su fuerza de trabajo
en el mercado y alienarla al mejor postor. Luego, no hay constricción al trabajo, sino solamente conve-
niencia, oportunidad, interés.
Históricamente, el proceso de “liberación” del hombre de los viejos vínculos feudales está desco-
nectado de otro proceso paralelo, que Marx definió como “acumulación originaria” (del modo de
producción capitalista). Se caracteriza este por la “carrera” hacia la privatización de los medios de pro-
ducción, concentrados en las manos de (relativamente) pocas personas: piénsese en la privati-
zación de las tierras (enclosures, cercamientos), en la progresiva destrucción de la práctica arte-
sanal, que sustrae a los “maestros” de taller y a sus aprendices los instrumentos necesarios para la
producción, etcétera.
La privatización de los medios de producción implica que la mayoría de la población activa, en
términos laborales, sea “expoliada” de toda posibilidad concreta (y no formal) de trabajar libremente
por cuenta propia, al no tener acceso a esos medios, que pasan a ser apropiados privadamente y no
colectivamente, como ocurría, por ejemplo, en muchas sociedades primitivas5. En el modo de pro-
ducción capitalista, el trabajador (potencial), expropiado de los medios de producción necesarios para
ejercer su propia actividad de manera libre, independiente y autónoma, posee solamente su fuerza de
trabajo (que es también la única mercancía que, una vez vendida, le garantiza la supervivencia). En
el mercado del trabajo (de la fuerza-trabajo), el trabajador vende la única mercancía que posee (cuyo
valor de uso es el trabajo vivo); una mercancía fundamental para el capital, la única capaz de producir
un valor excedente respecto al necesario para la propia reproducción.

2. El trabajador parece, entonces, libre de vender su propia mercancía y el capitalista-comprador es


libre de comprar la mercancía que necesite. Pero ninguno de los dos es libre de desentenderse uno del
otro: su relación de producción es a un mismo tiempo funcional y conflictiva6.
El trabajador, que posee solamente su propia fuerza de trabajo como mercancía de supervivencia,
no puede hacer otra cosa que venderla al capital. Y el capital no puede no comprar fuerza de trabajo,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


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desde el momento en que es esa la fuente de su valorización. El trabajador, en este proceso de nexos
dialécticos en el que los dos polos se necesitan mutuamente, es libre e igual solo formalmente, pero no
sustancialmente. Porque, en comparación con un dador de trabajo, no tiene él una fuerza contractual
que le permita escoger si venderse o no, y ni siquiera cuándo, a qué precio, etcétera. El dador tiene
siempre una fuerza adquiriente superior que la fuerza cedente (como lo había señalado ya A. Smith).
El dador de trabajo, entonces, en la medida en que hay abundancia de oferta de fuerza de trabajo, tiene
la libertad tanto formal como sustancial de comprar no ya la fuerza de trabajo en general –en cuanto
está constreñido, de cualquier modo, a comprarla–, sino una particular fuerza de trabajo: tiene el po-
der de escoger, cosa que está negada para el (aspirante a) trabajador. En el poder-libertad de escogencia,
que se origina en la propiedad de los medios de producción, se funda el poder del dador de trabajo,
tanto en el mercado de la fuerza de trabajo como en el proceso productivo (triple comando del capital
sobre el trabajo; véanse páginas anteriores).

3. La libertad formal del trabajador actual no hace desaparecer un elemento que, en lo sustancial, ha
sido común a todos los modos de producción en los que la propiedad de los medios de producción es
ajena al trabajador. Este elemento es la relación de dependencia que se instaura entre patrón y traba-
jador; entre quien detenta el poder del comando y quien lo sufre. Es más que evidente que las formas
de subordinación y de sumisión del factor trabajo al factor de señoría (que en el modo de producción
capitalista asume las formas del capital) son muy diversas de un modo de producción a otro; lo per-
sistente es el vínculo de dominación que existe entre los dos polos de la relación y que en el modo de
producción capitalista asume la forma de relación de explotación.
Podemos afirmar, entonces, que la producción capitalista es el reino de la “formalidad”, que oculta
la sustancia de las relaciones sociales que en ella se instauran (véanse, a ese propósito, las categorías
de fetichismo de la mercancía y fetichismo del capital). Más aún, la producción capitalista tiende a
hacerlas desaparecer en el mundo de lo no dicho.
La neutralidad de las instituciones sociales y la igualdad, garantizadas ambas por el derecho, son
construcciones de origen histórico-social que derivan, en última instancia, de las relaciones de fuerza
entre las clases (hegemonía).

4. El punto de partida del análisis económico, o, mejor, de la exposición marxista, es la mercancía; es


decir, la descomposición de un organismo complejo hasta llegar a su célula y, en esta, a la contradicción
interna entre valor de uso y valor de cambio. Pero “en el análisis de las formas económicas de nada
sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único medio de que disponemos, en este terreno, es
la capacidad de abstracción” (Marx, Prólogo al tomo I de El Capital).
El método de abstracción, al que Marx recurre, sirve para identificar en el fenómeno estudiado
los elementos fundamentales, determinantes, abstrayéndolos de los secundarios o derivados, que solo
posteriormente serán tomados en consideración.
No se trata, pues, de plantar en el ruedo generalizaciones vacías de contenido real o empírico, sino,
por el contrario, de distinguir, en la exposición científica, más niveles de abstracción. Los aspectos
históricamente determinados, que representan la esencia, la verdadera clave de lectura de un modo
de producción, se combinan en la realidad con muchos otros que determinan y especifican el modus
operandi. Estos aspectos pueden ser analizados y desarrollados en un nivel de abstracción más bajo,

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...


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según el método consistente en remontar de lo abstracto a lo concreto; esto es, de reconstruirlo todo
en sus momentos constitutivos. En la teoría de Marx, “el” capitalismo no existe (y el mismo término
de capitalismo aparece raramente: se habla, por abreviación, de capital y de producción capitalista);
objeto de la teoría es el MPC, en sus abstractas categorías fundamentales de especificidad histórico-
social, y luego, a partir de allí, las configuraciones históricas efectivas de ese modo de producción: los
diversos “capitalismos”, nacionales, internacionales, etcétera.
A ese respecto escriben Roncaglia y Sylos Labini (2002: 7): “La economía, como todas las ciencias
que estudian la sociedad, está históricamente determinada, ya que la sociedad misma cambia de ma-
nera irreversible en el tiempo histórico: las ciencias sociales han de ser vistas como cercos que en parte
se superponen y que se mueven en la historia”.
En los procesos de abstracción que los economistas construyen a partir de la realidad concreta,
restringen ellos necesariamente su propio análisis (y las construcciones de sus propias teorías) a sola-
mente unos determinados ámbitos: “aíslan algunos aspectos que escogen como objeto para su trabajo
de análisis, y luego proceden a la construcción de teorías, introduciendo hipótesis simplificadoras
para aislar aquellos elementos que consideran principales en el problema que se disponen a afrontar.
Las diferencias entre los distintos enfoques dependen de las escogencias cumplidas en este proceso, y
particularmente en su primera fase” (Roncaglia y Sylos Labini, 2002: 3)7.
Es cierto que todas las épocas comparten características peculiares en cuanto al modo de producir,
pero “las determinaciones que cuentan para la producción en general deben ser aisladas, de manera
que en la unidad (…) no sea luego olvidada la diferencia esencial. En ese olvido consiste, por ejemplo,
toda la sabiduría de los economistas modernos que demuestran la eternidad y la armonía de las rela-
ciones sociales existentes” (Marx, 1978a: 7).
La tarea que se plantea Marx es la de “develar la ley económica del movimiento de la sociedad
moderna”, partiendo de la característica específica, históricamente determinada, de esa sociedad, como
muy lúcidamente lo sugiere Alessandro Mazzone (1987b: 253):

El modo de producción capitalista es un proceso en determinación de forma; por eso es infinitamente


expansivo sobre sus propias bases, y trata sus propias precondiciones históricas como naturwüchsig,
como presupuestos dados. Esto no excluye, sino que más bien implica, las contradicciones. De hecho,
“a lo interno” del movimiento de las formas, o, para decirlo correctamente, como su contenido
formado, se despliega otro proceso: el de la universalización del trabajo o cooperación. El “límite”
de la producción capitalista es “el capital mismo” porque el contenido formado es infinidad positiva,
y esta entra en contradicción con la forma de movimiento que le es (fue) propia. La teleología
del modo de producción según sus portadores (“agentes” del “valor que se valoriza”, “verdaderos
productores de mercancías”, en fin: capitalistas y derivados) es superada por la teleología del
trabajo social, que es teleológico en cuanto trabajo, y cuya fuerza productiva social se incrementa
incondicionalmente.

5. La primera y fundamental diferencia del modo de producción capitalista con respecto a los prece-
dentes, es el constituirse como producción generalizada de mercancías. Cada mercancía se presenta,
ante todo, como un objeto con características muy precisas, listo para ser utilizado en cualquier modo.
Esas características, sus cualidades naturales, como la forma, el color, la medida, el material, etcétera,
distinguen una mercancía de otra. Está claro que el individuo que se ha procurado la mercancía por
medio del intercambio, la consume. La consume porque las particulares cualidades naturales que ella

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


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le aporta le son útiles, en cuanto puede usarlas. La utilidad de un objeto determina su valor de uso.
Luego, el valor de uso de una mercancía es función directa de la utilidad que ella tiene para quien la
consume o la usa8.
Se puede decir, entonces, que en cuanto al valor de uso las mercancías son distintas entre sí porque
tienen cualidades diferentes. A cada necesidad en particular corresponde una mercancía con cualidades
particulares. Las mercancías son intercambiadas precisamente porque sus valores de uso presentan
cualidades diferentes.
El valor de uso está, pues, estrechamente ligado a la cualidad intrínseca de esa mercancía o, mejor,
de esa cosa. La posesión de un valor de uso no es en absoluto característica únicamente de la mercancía
(capitalista), entendida como cosa producida para el intercambio; en toda época y sociedad, los objetos
de consumo poseen un valor de uso o utilidad.
Marx considera de manera innovadora el valor de uso en el campo de investigación de la economía
política, en tanto que esta última es la ciencia social de las relaciones entre seres humanos, y el valor de
uso no implica en sí mismo, directamente, una relación social.
En todo caso, el valor de uso tiene, sin embargo, un papel particular en la economía, puesto que es
siempre necesario para el consumo.
Pero la conexión entre los diversos tipos de valor ocurre solo mediante el intercambio de productos.
En las formaciones económicas preburguesas, la característica fundamental de los productos era ser
objetos de utilidad, valores de uso, y solo excepcionalmente se convertían en mercancías; en la forma-
ción económica capitalista, en cambio, es ante todo mercancía, valor de cambio. La utilidad de la mer-
cancía es solo una condición para que pueda producirse el valor de cambio; es decir, para que la
mercancía pueda tener un mercado, haciendo que se encuentren un comprador y un vendedor.

6. Si es entonces cierto que las mercancías se distinguen por valores de uso diferentes, también es ver-
dad que solo en el intercambio se establece una confrontación entre cosas, entre mercancías diversas;
confrontación que en el intercambio presupone un “algo” común a las varias mercancías, y ese “algo”
está ya presente antes del intercambio, en la esfera de la producción.
Se debe ahora responder algunas preguntas: ¿Qué es el valor de cambio? ¿Sobre la base de qué
elemento, de cuál principio, son las mercancías iguales entre ellas? ¿Qué cualidad, aparte de la de ser
valor de uso, debe poseer una mercancía para tener la misma cualidad que tienen todas las mercancías?
En primer lugar, Marx afirma decididamente que el valor de cambio es una relación cuantitativa,
que corresponde a la proporción en la cual mercancías (valores de uso) de un determinado tipo se
intercambian por mercancías (valores de uso) de otro tipo; por ejemplo: 2 metros de tela = 1 som-
brero. Luego, desde el punto de vista del valor de cambio, es indiferente que un comerciante tenga
un sombrero o dos metros de tela, en el sentido de que, a los fines del intercambio, ambas cosas son
equivalentes, aun si tienen cualidades distintas. Se desprende de esto que el valor de cambio de una
mercancía no está directamente relacionada con su valor de uso.
Para responder las otras interrogantes, Marx se pregunta una vez más: ¿qué es lo que se intercambia?
Mercancías. ¿Qué son las mercancías? Productos para el intercambio, que son valores de uso para
quien los consume. No son realmente productos, sino productos para otros, que devienen realmente
para otros solo a través de la mediación del intercambio. Lo que distingue inmediatamente a los produc-
tos respecto a los objetos de la naturaleza es el hecho de que los hombres han empleado trabajo para

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...


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transformarlos. Pero eso no es suficiente para convertirlos en mercancías: producto y mercancía son dos
categorías distintas.
Luego, para decir que dos mercancías tienen, en una relación determinada, el mismo valor de cam-
bio, hay que precisar cuál es la característica que las emparenta. Por ejemplo, ¿qué tienen en común dos
metros de tela y un sombrero? No el valor de uso, que ciertamente es distinto, pero sí el hecho de que
para producir ambas cosas fue necesario invertir la misma cantidad de trabajo abstractamente humano.
Así como los valores de uso de cada producto no son iguales, tampoco lo son los trabajos necesarios
para su producción: son equivalentes solamente en el hecho de ser producidos por el trabajo abstrac-
tamente humano.

7. El valor es el resultado del trabajo abstracto universal. Su magnitud se mide por la cantidad de
trabajo que lo ha producido. La medida de valor está determinada, en consecuencia, por lo que dure la
erogación de trabajo abstractamente humano: por el tiempo de trabajo empleado para producirlo.
Si esto es así, como ya fue evidenciado por Marx, se podría concluir que mientras mayor sea el
tiempo exigido para la producción de una mercancía, tanto más grande será su valor. De allí se podría
deducir que un obrero lento produce mercancías que tienen un valor mayor que las que produzca otro
que trabaje rápidamente; pero no se puede asumir, como escala de magnitud del valor, la prestación
laboral de un productor en particular y su tiempo de trabajo individual. Para esto se debe partir de un
nivel social medio de habilidad, en condiciones sociales medias de producción. Entonces, para las relaciones
que se desarrollan en esas condiciones, se utiliza el concepto de tiempo de trabajo socialmente necesario,
o tiempo medio necesario para producir un determinado objeto o servicio.
Por consiguiente, el valor incorpora trabajo social, en el sentido antes explicado, y trabajo abstracto.
¿Pero qué es el trabajo abstracto? Desde el momento en que se ha dicho que en el intercambio
no se considera el valor de uso de las mercancías, desaparece toda diferencia entre las características
particulares de los trabajos que las han producido. Los trabajos, por tanto, no se diferencian ya uno del
otro, sino que son reducidos a un tipo de trabajo general, que es el mismo para toda actividad humana.
Trabajo abstracto, entonces, porque se le considera en abstracción de las características particulares
de todo tipo de prestación de fuerza de trabajo. Por ejemplo, un obrero que pasa de una fábrica de telas
a una de sombreros, gasta igualmente energía muscular y mental, aunque produzca mercancías que
tienen valores de uso diferentes. Luego, el trabajo es abstracto, en el sentido de que se ignoran todas las
características particulares, específicas, especiales, que diferencian un género de trabajo de otro.
El trabajo abstracto no es el trabajo en general: mientras este último existe en todos los modos de pro-
ducción, el trabajo abstracto es la forma específica que asume el trabajo en general en este modo de
producción. Entre ambos hay relación, pero no coincidencia. Marx tiene un nombre muy preciso para
identificar esa relación: fetichismo de la mercancía.

8. En este punto se introduce, en la teoría marxista, un cambio de horizonte que lleva a pasar del valor
del trabajo al valor de la fuerza de trabajo, superando así aquellos problemas inherentes a la determi-
nación del valor trabajo que la economía política clásica no había podido resolver.
Uno de los elementos fundamentales que diferencian la teoría del valor de Marx de la de Ricardo
es la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo. El trabajo abstractamente humano es la medida del
valor, no es entonces una mercancía y, como tal, no tiene sentido hablar de valor del trabajo.

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62
Pero la economía política clásica era incapaz de entender completamente este cambio de terreno o
este desplazamiento de la problemática, dado que para ello habría tenido que superar el horizonte del
modo de producción capitalista. Ciertamente, sería erróneo pensar que los más grandes pensadores
de la economía política se sometieron directamente a los intereses de la burguesía y se negaron
conscientemente a llevar más allá sus búsquedas. Marx, en las Teorías sobre la plusvalía, afirma por el
contrario que la grandeza de Ricardo, con respecto a sus adversarios sentimentales (Sismondi, por
ejemplo), es la de haber visto en el modo de producción capitalista el modo más favorable al desarrollo
de las fuerzas productivas y a un superior desarrollo de la individualidad, y haber defendido, en
función de ese punto de vista, el progreso de las relaciones de producción capitalistas, incluso, si fuese
necesario, contra la burguesía misma. Tanto en él como en Smith se encuentra frecuentemente esa
honestidad científica que no teme ni a las contradicciones que reflejan lo real, ni a las consecuencias
de los nuevos conocimientos. Pero todo su mundo intelectual se insertaba, contemporáneamente,
en un contexto burgués, y no lo inmunizaba contra las tentaciones de popularizar las categorías
económicas, o sea, de limitarlas a su descripción superficial. Según Marx, el mismo Smith tenía ese
defecto, ese tosco empirismo que quiere ignorar las contradicciones de lo real y se sublima mitificando
las representaciones más inmediatamente conformes con la organización mental del investigador,
y dejando de lado, por considerarlos secundarios, algunos aspectos fastidiosos, aberrantes, de la
realidad (Vincent, 1970: 223-224).

9. Es la mercancía fuerza-trabajo la que se vende y no el trabajo. Consecuentemente, lo que se cons-


tituye es un mercado de la fuerza de trabajo y no del trabajo. Cobra sentido, entonces, hablar solo de
valor de la fuerza de trabajo9. Veamos por qué: la fuerza de trabajo se puede definir como la capacidad
que tiene todo individuo de ejecutar un trabajo en términos genéricos. En una sociedad capitalista, los
obreros tienen la característica especial de intercambiar en el mercado, con los dueños de los medios de
producción (y por tanto de las mercancías), una mercancía particular: su fuerza de trabajo; es decir, su
capacidad laboral, su “energía, músculos, sudor, intelecto”, para decirlo con Marx. Desde el momento
en que el obrero vende (intercambia) su fuerza de trabajo; esta es una mercancía y como tal tiene un
valor.
¿Cuál es ese valor? Se puede decir que es un valor parejo a la cantidad de trabajo necesario para
la producción, para el adiestramiento y la reproducción del trabajador mismo; esto es, a los medios
necesarios para su subsistencia y para la procreación históricamente necesaria. El valor de la fuerza de
trabajo, por tanto, no guarda relación alguna con la cantidad de trabajo que el obrero pueda ejecutar,
es decir, con el valor de las mercancías que produce. Por ejemplo: para vivir un día, un obrero necesita
un total de mercancías equivalentes a cuatro horas de trabajo; el patrón, entonces, lo remunera con
el equivalente en salario a cuatro horas laborales, pero puede hacerlo trabajar cuanto quiera10 (nueve
horas, pongamos), apropiándose del producto de esas cinco horas adicionales de trabajo. Se entiende,
entonces, que en ese intercambio el capitalista se apropia –sin remunerarlo– del valor correspondiente
a cinco horas laborales.
En otros términos, se podría decir que en la mercancía se cristaliza el trabajo de toda una jornada
laboral, pero el obrero recibe en forma de salario el equivalente a solo una parte de ella: la parte que
corresponde al valor de su fuerza de trabajo, valor definido por los medios necesarios para su manteni-
miento y para la reproducción de la especie de los trabajadores. El salario, pues, corresponde solamente
a una parte de las horas laborales diarias; las horas restantes crean la plusvalía, es decir, un valor que es
producto del trabajo gratuito sustraído a los obreros, del plustrabajo, y del cual se apodera el capitalista
en tanto que propietario de los medios de producción.

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10. La relación capitalista de producción (es decir, la relación capital-trabajo) bien puede ser definida
como el corazón del modo de producción capitalista, ya que determina (aunque no de manera mecá-
nica ni lineal) la peculiar combinación (Verbindung)11 de los trabajadores y los medios de producción
que caracteriza un específico modo de producción12. El proceso de producción capitalista, a su vez, está
sin embargo compuesto por la unión de dos procesos: el de producción inmediata y el de circulación.
El proceso de producción inmediata (PPI), por su parte, también está constituido por dos procesos:
a) laboral; b) de valorización13. El PPI está dirigido a la transformación de valores de uso existentes en
otros nuevos y diferentes, así como a la conservación de los viejos valores de uso, a fin de que puedan seguir
desempeñando sus funciones. Sin embargo, no son solo valores de uso los que “produce en cadena”,
sino también valores de cambio.
Y además:

el proceso capitalista de producción, enfocado en conjunto o como proceso de reproducción, no


produce solamente mercancías, no produce solamente plusvalía, sino que produce y reproduce
el mismo régimen del capital: de una parte al capitalista y de la otra al obrero asalariado (Marx,
1989: 634).

Internamente, en ese proceso se hallan inmediatamente contrapuestas las clases sociales de los
asalariados y de los capitalistas.
Aun si en apariencia un trabajador se percibe a sí mismo (sobre todo en el proceso laboral) en una
relación-posición de tipo técnico-funcional entre hombre y máquina14, una relación fundada en la
racionalidad técnica y organizativa (de la cual el gerente es solo un “ejecutor”), en realidad es una
relación social lo que se instaura entre capital variable y capital constante (entre quien proporciona
el trabajo vivo y quien detenta el trabajo muerto que lo funcionaliza a sí mismo y al trabajo vivo).
Esa contraposición no se plantea entre un trabajador y un capitalista, sino entre la clase trabajadora
(trabajador colectivo) y la capitalista (o, mejor, clase de los capitalistas). En cada unidad de producción
tenemos, por una parte, una fracción del trabajador colectivo –portador de fuerza de trabajo y provee-
dor de trabajo vivo–, organizada sobre la base de principios de cooperación, y por la otra, al capitalista
individual, personificación del capital.
Es en el proceso laboral15 (PRL) donde se provee concretamente el trabajo vivo, donde resalta el
trabajo concreto16 (trabajo entendido cualitativamente), y ese proceso está determinado por el modo en
que el capitalista (individual) organiza su propia empresa, por la manera como combina los factores
productivos17 (entre los cuales se cuenta la fuerza de trabajo) y organiza en la práctica la actividad
empresarial. Es el “lugar” en el que el capitalista y el gerente ejercitan su mando y (re)producen las
jerarquías internas de la empresa, que reverberan así a lo interno de la sociedad (véase, al comienzo, el
triple comando del capital sobre el trabajo).
El análisis del proceso laboral es entonces fundamental para comprender las novedades que ince-
santemente se introducen tanto en el ámbito de la organización técnica como en el de la gerencia de
la empresa y del factor trabajo (y no solo allí), pero también, sobre todo, para entender las relaciones
sociales, de poder y de subordinación que se generan18.
El PRL es el corazón “técnico-organizativo” del proceso de producción inmediato: allí se experi-
mentan las técnicas extractivas de plustrabajo. Sin embargo, no es “independiente”. Puede ser orga-
nizado de las maneras más diversas (que van desde la persistencia, todavía hoy, de sistemas de tipo

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decimonónico, hasta los más modernos, incluso combinados eficazmente entre sí), pero debe en cual-
quier modo ser funcional a otro proceso, que determina las características generales: el de valorización
(es decir, el proceso productivo de plusvalía: PRV).
Si una empresa capitalista solo tiene razón de existir en la medida en que produce ganancias, y si la
única fuente de plusvalía es el trabajo vivo, es consecuencia lógica que el proceso laboral no pueda ser
organizado siguiendo criterios no rentables, sino respetando las exigencias dictadas por el proceso de
valorización, que pretende que la plusvalía sea siempre mayor que cero (W > 0); por tanto, podemos
sostener que el PRL está subordinado al PRV.

11. Mientras el PRL está orientado a producir valores de uso, el PRV produce valores de cambio. En
el PRL se evidencia el plustrabajo. El PRV, en el que es en cambio relevante la plusvalía, está dirigido a
producir más valor que el que haya sido introducido en el proceso (y más de cuanto sea necesario para
reproducir la fuerza de trabajo). Lo que se evidencia en el PRV no es el trabajo concreto, cualitativa-
mente diferenciado, sino el abstracto (que es la medida del valor y, por tanto, de la plusvalía). El trabajo
abstracto prescinde de las cualidades específicas del trabajo concreto o específico (el peón cumple deter-
minadas funciones y operaciones que no son las mismas del obrero metalmecánico o del trabajador de
la construcción); luego, el trabajo es considerado solo desde el punto de vista cuantitativo (como gasto
de energía muscular e intelectual), y calculado en horas-tiempo de trabajo efectuado.
El trabajo abstracto es adecuado como medida del valor19 debido a su intrínseca característica de
homogeneidad20, que se presta para ser medida cuantitativamente, a diferencia del trabajo concreto
que es siempre desigual.

En el capitalismo, el valor de las mercancías viene dado por el nuevo trabajo abstracto empleado en
su producción, más el trabajo abstracto contenido en los medios de producción; esto es, por la suma
del trabajo nuevo y del trabajo pasado. Ese es el valor contenido en las mercancías. Solo el trabajo
abstracto es valor de una mercancía (Carchedi, 2002: 122).

A título de una mayor –aunque fugaz– precisión: la cantidad de trabajo contenida en una mercan-
cía no es igual al precio de producción.
Mientras el PRL está entonces orientado a producir un valor de uso (en el que destaca esa misma
calidad: se compra un “objeto” por el valor de uso que posee, por sus “cualidades intrínsecas”), el
PRV tiene por objetivo la producción de valores de cambio; el valor de cambio es la otra cualidad de
la mercancía que permite realizar la plusvalía en el mercado. Ambos procesos están inseparablemente
conectados, porque la misma mercancía producida es unión de valor de uso y valor de cambio.

12. Pero el valor de cambio, con el avance del capitalismo, no es solamente un concepto que utilizamos
para analizar la duplicidad del proceso de producción inmediato y por tanto de los valores (de uso y de
cambio) de las mercancías, sino también una cualidad que cada vez más caracteriza concretamente el
trabajo como actividad específicamente cumplida.
Con el desarrollo del maquinismo (y con la incorporación de las funciones del trabajo vivo y del
saber a las máquinas, trabajo muerto), el trabajo vivo es expropiado (por subsunción) cada vez con
mayor fuerza de sus características, especificidad, particularidad, cualidad. Una consecuencia de esta
tendencia es que el trabajo vivo resulta cada vez más homogeneizado; por ejemplo, el trabajo obrero

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es frecuentemente reducido a funciones de control completamente similares, si no iguales, entre sí.
Piénsese en los nuevos trabajadores así llamados “cognitivos”, para quienes la actividad de carácter “in-
material” prevalece sobre la manual, allí donde las capacidades de problem solving o de procesamiento
de datos, etcétera, son más o menos tendencialmente homogéneas, para no hablar de las funciones
laborales típicas de los “nuevos servicios”.
El trabajo abstracto, entonces, no es ya solo un concepto (solamente) intangible, sino el resultado
de la necesidad del capital de usar una fuerza de trabajo tendencialmente cada vez más descalificada21,
menos especializada, flexible, adaptable (Cleaver, 2000: 112).
Es el proceso de “banalización”, de nueva estandarización descalificada y precarizada del trabajo, del
que se habla desde hace años en el ámbito de la así llamada fase posfordista. Estamos en presencia de
una suerte de “metafisicación” del trabajo vivo.

2. Plustrabajo-plusvalía

1. De acuerdo con los principios de funcionamiento de la economía burguesa, el “factor” trabajo


(productor de bienes y servicios) es remunerado con el “precio justo”. La prestación laboral es fruto
de un intercambio (igualitario) entre el trabajador y el empleador: uno aporta su actividad laboral y el
otro la remunera. Ambos son sujetos jurídicamente libres e iguales. Al encontrarse en el mercado, han
concordado en el interés de suscribir un contrato22 que, en condiciones de concurrencia perfecta y de
equilibrio de los poderes recíprocos y de conocimientos, satisface a ambos: a uno porque ha vendido
su prestación laboral al mejor oferente, al precio más alto obtenible al momento, en esas determinadas
condiciones; al otro, porque la ha comprado al precio para él más conveniente, dadas las mismas
circunstancias23.
Pero está claro que si queremos analizar concretamente la sociedad capitalista y su movimiento,
debemos abandonar el mundo de las formulaciones marginalistas y retornar al análisis de clase.
Para Marx, el salario (social, puesto que de clase) no es otra cosa que el precio que paga la clase
capitalista a la clase trabajadora por su reproducción como fuerza de trabajo. El salario es un precio
(expresión monetaria del valor) histórica y socialmente determinado. Y aquí es necesario un breve
asomo de crítica a la convicción generalizada de que hubo en Marx una teoría del empobrecimiento
absoluto del proletariado, es decir, de la reducción constante del salario hasta más allá de los niveles de
sobrevivencia de la clase trabajadora. Es bueno y prioritario precisar que Marx, cuando habla de leyes
del capitalismo, se refiere a tendencias, y nunca a leyes mecánicas (a la manera de las leyes químicas,
biológicas o físicas)24.
El salario, además de su forma directa, comprende también la indirecta y la diferida, con una mul-
tiplicidad de componentes como, por ejemplo, prestaciones y aguinaldos, vacaciones, liquidaciones,
pensiones, servicios de seguridad social, precios subvencionados y tarifas reguladas.

2. El capitalista compra la fuerza de trabajo en su valor; es decir, paga al trabajador un salario apenas
suficiente para adquirir los medios para su propia subsistencia25. Si, como hemos ya supuesto, ese valor
es producto de un trabajo de cuatro horas, eso significa que cuando el obrero termina de trabajar las

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primeras cuatro horas, ha agregado ya al valor de las materias primas y de las máquinas un superávit de
valor suficiente para cubrir los medios necesarios para su propia subsistencia. Si el proceso productivo
concluyese en ese momento, el capitalista vendería el producto a un precio igual a los gastos sostenidos.
Pero el obrero se ha vendido al capitalista por una jornada completa. Si, como supusimos previamente,
la jornada laboral es de nueve horas, en las cinco horas restantes el obrero continúa agregando valor, que
excede ahora el destinado a comprar los medios para la subsistencia. Se trata, en términos marxistas, de
plusvalía, de la cual el capitalista se apropia para su solo provecho. En otras palabras: en la producción
capitalista, el producto del trabajo necesario va a manos del trabajador en forma de salario, mientras la
parte no retribuida del trabajo, el plustrabajo, se la embolsilla el capitalista en forma de plusvalía.
También en las sociedades esclavistas o feudales, de una parte del trabajo se apropiaba una clase en
particular que de maneras diversas tenía el control de los medios de producción. Lo característico del
modo capitalista de producción no es el hecho de que exista explotación de una parte de la población
por otra, sino la forma que tal explotación asume; es decir, la producción de “plusvalía, por la cual el
capitalista no paga ninguna equivalencia. Es sobre esta forma de intercambio entre capital y trabajo
que se funda la producción capitalista, el sistema de trabajo asalariado, llamado a reproducir continua-
mente al obrero como obrero y al capitalista como capitalista” (Mandel, 1997b: 81).

3. La producción de la plusvalía nace, entonces, de la prolongación del trabajo más allá de los límites
del trabajo necesario para reintegrarle al capitalista el salario o precio de la fuerza de trabajo.
En El Capital, Marx subraya, sin embargo, que no es solamente a través del alargamiento de la
jornada laboral que el capitalista obtiene ese excedente: junto con esa forma de plusvalía, que deno-
mina absoluta, analiza él la plusvalía que llama relativa, por cuanto depende de la incorporación de
maquinarias e innovaciones tecnológicas, del incremento de los ritmos, de la reducción de los llamados
“tiempos muertos”, del aumento de la productividad. Las nuevas tecnologías, en efecto, acrecientan la
productividad del trabajo, al reducir el tiempo laboral necesario para remunerar el salario y aumentar
correlativamente –invariable como queda la duración de la jornada laboral– la parte de plusvalía em-
bolsillada por el capitalista, lo que equivale a decir que aumenta el plustrabajo con respecto al trabajo
necesario.
De lo hasta aquí escrito resulta que el valor de toda mercancía producida en la sociedad capitalista
puede ser descompuesto en tres partes. La primera parte representa el valor de las materias primas y de
las máquinas, y eso no sufre en el ciclo productivo ninguna variación cuantitativa de valor, siendo capital
constante, que se representa simbólicamente como c. La segunda parte, la que incorpora el valor de la
fuerza de trabajo, sufre en cambio una alteración de valor, en tanto que, además de reproducir el equi-
valente de su propio valor, produce también un excedente, la plusvalía, y es llamada, por tanto, capital
variable, representado por la letra v. La tercera parte es la plusvalía en sí misma, designada con la letra p.
Se puede, por tanto, escribir el valor de una mercancía con la siguiente fórmula:

c + v + p = valor total

4. El capitalista, cuando anticipa el salario, compra por una cierta cantidad de tiempo la fuerza de
trabajo de sus “dependientes”, que inserta en su empresa. La fuerza de trabajo es el trabajo vivo en po-
tencia, es la capacidad laboral que un sujeto posee y vende al capitalista para poder sobrevivir (siendo

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esa su única fuente de acceso a valores de uso, por medio de valores de cambio). Esa fuerza solo tiene
valor en el momento en que es subsumida en el capital y se transforma en trabajo vivo. Es un no-valor,
no-capital, en cambio, si se mantiene al margen de esa subsunción y permanece por tanto improductiva
de valor26. El trabajador, aun manteniéndose independiente del capitalista27, es expropiado, pierde
la propiedad de su fuerza de trabajo: mientras dure ese tiempo, no es ya propietario sino portador de
fuerza de trabajo. Al adquirirla, el capitalista asume su mando, su disponibilidad.
En el plano de los objetivos, un capitalista no crea una empresa para permitir a los trabajadores
sobrevivir gracias a su actividad empresarial, sin que pueda él obtener algo más28; tampoco lo hace, en
verdad, para satisfacer necesidades expresas del mercado. Esto último es más bien un instrumento para
alcanzar su verdadero objetivo: obtener ganancia.

5. El problema, entonces, es identificar la “fuente” de la ganancia. Las teorías sostienen puntos de vista
que explican de manera diversa esta característica del MPC: hay quien sostiene que todos los factores
productivos (capital, trabajo, medios de producción) producen ganancia29, y hay en cambio quien
(Marx), partiendo de los clásicos de la economía política y diferenciando trabajo de fuerza de trabajo,
sostiene que la ganancia tiene su fuente únicamente en el trabajo vivo (TV ) humano.
Trabajo vivo es el que cumple concretamente el trabajador (actividad laboral transformadora-
conservadora de valores de uso) en un proceso laboral. Al decir de la teoría marxista, una vez adquirida
la fuerza de trabajo, el capitalista puede disponer de ella despóticamente y según sus exigencias, como
propiedad suya30. El capitalista no se contenta con una cuota de TV = TN (TN: trabajo necesario),
sino que en la jornada laboral (j) le impone a los trabajadores la obligación de proporcionar una cuota
de TV > TN: ese superávit de horas laborales constituye el plustrabajo (PST ).
El PST es precisamente esa parte del TV no pagada (se paga solo el TN) que determina la plusvalía31
(W ), que a su vez representa la forma valorativa del PST, así como el valor necesario (VN) es la forma
valorativa del TN. Una empresa capitalista solo tiene razón de existir si el PST > 0. Ese es el núcleo
de la teoría marxista de la explotación, que no tiene nada de “humanista”, piadosa o moral: es una
teoría científica, en la medida en que es capaz de demostrar “fríamente” el origen de la W (que genera
ganancia).

6. El límite de la jornada laboral, apartada la exigencia física (si se supera ese límite, a la fuerza de
trabajo se la destruye, no se la reproduce), está determinado no de manera natural, sino histórica y
socialmente por la lucha de clases32, que cristaliza aquí en la definición contractual del horario máximo
de dicha jornada; ese límite es fijado por la capacidad de la clase trabajadora para hacer bajar el límite
máximo legal de horas laborables y, por tanto, de aumentar la cuota de TN en la j.
El PST absoluto reacciona contra ese límite contractual y busca desplazarlo hacia lo alto; una vez
alcanzado el tope, procura aumentar el grado de densidad, reduciendo todos los tiempos muertos de
la jornada laboral e incrementando, de hecho, la carga del trabajador (aumenta el tiempo en el cual
se genera TV ). Esta tendencia es típica de las últimas décadas: véase el ejemplo del toyotismo, que,
reduciendo a cero los “poros” improductivos y el desperdicio, ahorra tiempo de trabajo que sería de
otra manera perdido; ello alarga la jornada de trabajo, aun habiendo sido determinada su duración
máxima. Pero esta operación tropieza frecuentemente con limitaciones de diverso tipo, y el capitalista
debe, por tanto, recurrir a la extracción de PST relativo. Ello opera sobre la productividad gracias a

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


68
la introducción de nuevas máquinas y de formas organizativas del proceso laboral más racionales,
eficaces, eficientes y cooperativas, liberando, en consecuencia, excedentes de fuerza de trabajo.
El aumento de la productividad implica una mayor cantidad de output producido por unidad
laboral (o tal vez una menor cantidad de trabajadores en ella) y, una vez generalizado ese aumento,
también para la producción de bienes que se “insertan” en la cesta de sobrevivencia-reproducción de
la fuerza de trabajo.
Escribe Mandel en su Tratado, a propósito de la W absoluta y relativa:

El aumento de la plusvalía absoluta puede derivar de una intensificación del trabajo, lo que equivale
en el fondo a una prolongación de la jornada laboral (…) Esta intensificación puede a su vez derivar
de diversos procedimientos: aceleración del ritmo de trabajo, aceleración de la velocidad de las
máquinas, aumento del número de máquinas que se debe controlar.
El aumento de la plusvalía relativa deriva esencialmente del incremento de la productividad del
trabajo gracias al uso de nuevas máquinas, de métodos de trabajo más racionales, de una más avanzada
división del trabajo, de una mejor organización del trabajo, etcétera (1979b: 229).

7. Si se quiere determinar en qué medida el capital se ha valorizado, se debe partir de la constatación


de que la plusvalía deriva solamente del trabajo vivo. Por tanto, al calcular el grado de valorización del
capital se puede considerar como igual a cero la parte del capital constante. Para determinar el grado
de valorización se hace referencia solo al producto en valor realizado ex novo (v + p). La plusvalía debe
por ello ser puesta en relación con el capital variable anticipado. Se obtiene así la fórmula de la “tasa
de plusvalía”:

tasa de plusvalía p' = p / v

Durante una parte de la jornada laboral, el obrero produce, por tanto, un valor que es el de los
medios de subsistencia para la reproducción de su fuerza de trabajo. Esta parte de la jornada es defi-
nida por Marx como “tiempo de trabajo necesario”, y el trabajo que se cumple en ella, como “trabajo
necesario”. El trabajo que el obrero desempeña durante la segunda parte de la jornada laboral, produce
solamente plusvalía para el capitalista. Ese trabajo lo llama Marx “plustrabajo”, y a la parte de la jorna-
da en la cual ello ocurre, “tiempo de trabajo excedente”.
La plusvalía es determinada por la duración de la parte excedente de la jornada laboral. De ello
se desprende que la plusvalía se comporta en relación con el capital variable como el plustrabajo en
relación con el trabajo necesario.
La tasa de plusvalía es, pues, exacta expresión del “grado de explotación” a que es sometido el obrero
por parte de los capitalistas. Se deduce de todo lo arriba expuesto que la ganancia no es entonces otra
cosa que la plusvalía misma. Incluso, la ganancia es más propiamente la forma fenoménica de la plus-
valía, es decir, el resultado del capital anticipado en su conjunto. La ganancia del capitalista deriva del
hecho de que tiene para la venta algo que no ha pagado. La ganancia consiste en el excedente del valor
de la mercancía sobre su costo; vale decir, en el excedente de la suma total de trabajo incorporado a la
mercancía, respecto a la cantidad de trabajo pagado que esa mercancía contiene.

8. Sobre una base rigurosamente científica, y como consecuencia de su análisis de la teoría del valor,
Marx prueba que, a diferencia de todas las otras mercancías, el valor de la fuerza de trabajo se compone

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de dos elementos. El valor de los medios vitales indispensables para la supervivencia de un obrero
conforma solamente el límite inferior del valor de la fuerza de trabajo, su mínimo físicamente puro de
sobrevivencia. El valor de la fuerza de trabajo es influenciado, más allá de factores culturales, históricos
y sociales, por el nivel de vida tradicional en un determinado país, por las modas, etcétera. Pero, apunta
Marx, también el volumen de las necesidades básicas y su modo de satisfacción dependen en notable
medida del nivel cultural de la sociedad y son resultado de la historia. El límite de sobrevivencia
inferior del valor de la fuerza de trabajo tiene tendencia a bajar (como consecuencia de la innovación
tecnológica y de los aumentos de la productividad del trabajo, y, por tanto, de la disminución de la
cuota de valor incorporado a los medios de subsistencia del obrero), mientras que su límite social,
en viceversa, aumenta al crecer el nivel tecnológico, sociocultural y social en su conjunto de la clase
obrera y esto a medida que el trabajo deviene en más complejo y que su grado de especialización crece
junto con su cualificación. Con la revolución científico-técnica, el crecimiento del aporte intelectual,
del conocimiento y de las capacidades inmateriales de los trabajadores, se convierte en una necesidad
social, de lo cual toma gradualmente conciencia la clase que los agrupa, mientras los capitalistas se
esfuerzan por todos los medios en obstaculizar su satisfacción.
Luego de haber desarrollado, pues, la teoría de la plusvalía, Marx revela, por primera vez en la his-
toria de la ciencia económica, el mecanismo de la explotación capitalista y lo hace de manera rigurosa-
mente científica, partiendo del análisis del capital como trabajo apropiado, no pagado a la clase obrera.

9. Pero Marx fue todavía más allá, para mostrar que la apropiación por los capitalistas del trabajo no
pagado de los obreros se realizaba conforme a las leyes internas del capitalismo.
Es fundamental, a este respecto, lo que explica con lucidez Alessandro Mazzone:

La expresión “misión histórica del capital” no debe entenderse en sentido reductivo, como simple
desarrollo cuantitativo “ilimitado” de las fuerzas productivas. Ad oculos, la expansión de la producción
posible tiende ya a superar la de las exigencias relevantes, si bien no la de la demanda solvente de
efectos útiles, que como valores de uso tienen forma de mercancía. Pero esto es un efecto derivado.
Es en primer lugar el “desarrollo incondicional de la fuerza productiva del trabajo social o fuerza
productiva social del trabajo” lo que, como medio infinitamente recurrente de la valorización, entra
en contradicción con ese objetivo, primero, y por eso con la figura de relación, o de medida, en que
ello aparece (el quantum de la ganancia). La contradicción, por tanto, es la del contenido formado,
la fuerza productiva del trabajo capitalista, con su forma, el modo de producción; y esta se mueve
dentro de la relación teleológica del producir, donde la incondicionalidad (¡como categoría!) del
incremento de la fuerza productiva del trabajo social (“común” y “universal”) se opone al “objetivo
limitado” de la valorización (…)
Pero la expresión marxista “misión histórica del capital” tiene un sentido válido, incompatible con
el utopismo (y, a fortiori, con el ilusionismo chiliástico, positivo o negativo). En ese sentido, merece
ser retomada. La negatividad contenida en el concepto de “incremento incondicionado de la fuerza
productiva del trabajo social” remite a la contradicción específica del modo de producción y, por tanto,
a la posibilidad real de una nueva forma de movimiento de la actividad “trabajo humano” dentro
y junto a las potencialidades y las actividades naturales que constituyen el “producir”. La teleología
libre del trabajo, que su universalización capitalista ha hecho posible, es posibilidad real, puesta
como libre en la dinámica del modo de producción en la época. Es meramente ilógico no ver que,
en cuanto simple eventualidad, o posibilidad abstracta, esta posibilidad real tiene el mismo valor
que otras, incluida la de la destrucción de la biósfera. Pero la materialidad del proceso es el tiempo
real, y la actividad finalística, teleológica, es ella misma material. Así lo es la cualidad nueva del

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continuum naturaleza-hombre que resulta de la universalización del trabajo. La posibilidad real
del autogobierno racional de este continuum, que llamamos también libertad o comunismo, es dada
por el movimiento del modo de producción, en su temporalidad específica como proceso material.
Si –al final del siglo xx– pueda valer para el capitalismo el verso famoso de Schiller, “Der Mohr Hat
Seine Schuldigkeit Getan / Der Mohr Kann Gehen”*, dependerá sin embargo de condiciones y
variables, en laxo sentido sociopolíticas, que no aparecen en este nivel de análisis (1987: 259-260).

Se deduce de ello que la clase obrera solo puede liberarse de la explotación capitalista mediante la
superación del modo de producción capitalista. Esta deducción tenía, y tiene todavía, una importancia
muy grande, puesto que pone resueltamente en discusión toda clase de ilusiones acerca de la supera-
ción de las contradicciones capital-trabajo dentro del modo de producción capitalista, por medio de
reformas, cualesquiera que sean. Y esto es todavía más cierto para las leyes del desarrollo general.
Sostiene Engels en su Anti-Dühring que, con la superación del capitalismo y la abolición de la
propiedad privada sobre los medios de producción, al pasar esta a manos de los trabajadores se verán
ellos liberados del yugo de las relaciones económico-sociales, porque habrán tomado así conciencia de
las leyes objetivas y las aplicarán, también a plena conciencia, en interés de toda la sociedad33.

10. Es solo en la medida en que son válidas las tesis arriba expuestas que podemos sostener, con Marx,
que la ganancia no se origina en el intercambio, sino que proviene del hecho de que las mercancías se
venden, precisamente, en su valor (la “paradoja de la ganancia”).
Por otra parte, en el tomo II de El Capital evidencia Marx, de manera explícita, que en el costo del
producto comparecen todos los elementos constitutivos de su valor, por los que el capitalista ha pagado
o puesto su equivalente en la producción; y que, en consecuencia, esos costos deben ser reintegrados,
para permitir que el capital se conserve y recupere su entidad original. Por eso, el valor de una mer-
cancía viene dado por la duración del trabajo que se requiere para su producción, y solo una parte del
total de ese trabajo es pagada. De otra parte, los costos de la mercancía son, en cambio, solo esa parte
del trabajo que el capitalista ha remunerado.
Tradicionalmente se ha buscado en el capítulo 9 del tomo III de El Capital la explicación de Marx
acerca de la formación de una tasa general de ganancia (tasa media de la ganancia) y la transformación
de los valores de las mercancías en precios de producción, partiendo del punto de que los precios de
producción no son otra cosa que precios realizados al hacer la media de las varias tasas de ganancia
de los diversos ámbitos productivos. Al agregar esa media a los precios de costo sostenidos por los
mismos ámbitos productivos, se tiene la definición “clásica” de precio de producción. Los precios de
producción, entonces, se basan en el hecho de que existe una tasa tendencial general de la ganancia, la
cual a su vez se basa en el hecho de que las tasas de ganancia de cada ámbito productivo, en particular,
han sido ya transformadas en otras tantas tasas medias de ganancia.
Hace más de 30 años, Roman Rosdolsky escribía muy claramente:

La plusvalía terminará por revestir la forma modificada de la ganancia, así como la tasa de ganancia
adoptará la de la tasa de plusvalía. Pero este último desarrollo, escribe [Marx] en los Lineamientos
fundamentales, entra “solamente en el análisis de numerosos capitales y no tiene todavía un puesto

* (n.t.) “El Moro ha pagado su culpa, el Moro puede marcharse”.

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aquí”, considerada la existencia de una tasa media de ganancia y la correspondiente transformación de
valores en precios de producción, causada por la concurrencia, cuyo análisis queda excluido del sector
del “capital en general”. Este desarrollo se desprende por completo del proyecto de obra económica
trazado por Marx en los Lineamientos fundamentales. Como se ve, el esbozo de 1857 es, en el fondo,
el programa de su obra definitiva. De hecho, según el mismo Marx, los tomos I y II de El Capital
contienen solamente, como los Lineamientos fundamentales, “el análisis abstracto del fenómeno de la
formación del capital”, o del proceso de reproducción y de circulación bajo su “forma fundamental”;
en pocas palabras, del “capital en general”.
El método solo cambia, efectivamente, con el tomo III. En este último, de hecho, Marx se esfuerza
en analizar las formas económicas que “tienden progresivamente a sucederse en la esfera del capital”
y “que aparecen en la superficie de la sociedad por la acción de los distintos capitales, unos sobre
otros; por la concurrencia, en fin, así como se presentan en la conciencia normal de los trabajadores
ocupados en la producción”. Es solo en este punto que la investigación sale de la esfera del “capital en
general”, aunque Marx repita a ratos en el tomo III que lo que más que nada le interesa comprender
es “la organización interna del modo de producción capitalista en su media ideal”, y que la teoría
de la concurrencia propiamente dicha “se encuentra fuera del proyecto de su obra” y representa una
“eventual continuación” (…) Son estos, entonces, los problemas que Marx dejó para una “eventual
continuación”, y que trató en El capital solo de manera fragmentaria o en relación con otros temas.
Nos parece que los problemas más importantes son los del mercado mundial, las crisis económicas
y el “movimiento real de los precios corrientes” (que Marx declaró explícitamente querer conectar “a
una particular investigación sobre la concurrencia”). Cabe lamentarse del hecho de que los marxistas
hayan prestado muy poca atención a todas estas observaciones metodológicas (1970).

En efecto, como lo explica Marx ampliamente en el tomo III de El Capital, las condiciones sociales
de la producción son tomadas por cosas, y las condiciones materiales de la producción son entendidas
como el resultado de hechos puestos en marcha arbitrariamente por los individuos.
La teoría económica de Marx, como el resto de la teoría marxista en su conjunto, está caracterizada
por su clara naturaleza social, por una intrínseca tendencia a la acción, a la práctica, por una estrecha
ligazón entre teoría y práctica. Para los marxistas, conocer el mundo ha significado siempre transfor-
marlo. Las leyes económicas objetivas de la sociedad capitalista se manifiestan en el curso de la lucha
de clases por la superación del capitalismo.
Marx reveló la tendencia objetiva de la producción capitalista a la máxima explotación de la clase
obrera. Tal tendencia se ha verificado y verifica en el curso de toda la historia del capitalismo. La
tendencia del capitalismo avanzado es a combinar la extracción de PST absoluto y relativo. Como la
extracción de la W absoluta encuentra límites, también el aumento del PST relativo mediante la intro-
ducción de nuevas maquinarias comporta problemas. Un aumento de productividad puede implicar
un incremento de los salarios reales en términos absolutos34 (dado que cada unidad laboral produce
más valor).
Las prácticas de aumento de la productividad pueden tener, por eso, efectos contradictorios sobre los
salarios. Un aumento de la productividad del trabajo35 comporta la reducción del valor de la fuerza
de trabajo (y por tanto del TN) y, en consecuencia, la reducción del salario (o al menos el relativo). El
efecto contradictorio es el siguiente: si el aumento de la productividad “envilece el valor y los precios
de muchos productos de lujo, desarrolla la producción en serie (…) incorpora en el mínimo vital una
serie de nuevas mercancías (…) tiende por el contrario a acrecentar el valor de la fuerza de trabajo”
(Mandel, 1997b: 244).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


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Esto significa que el [capital variable] del trabajo colonial es constreñido a subsidiar el [capital
variable] del trabajo de los países imperialistas, y este último recibe una parte de [plusvalía] colonial
que contiene la reducción del [capital variable] colonial. Por esta razón la alta productividad no ha
reducido los salarios en Estados Unidos y otros países (Jaffe, 1973: 98).

A ese respecto, Jaffe habla, recordando a Engels, de desproletarización de la clase trabajadora occi-
dental y de su progresivo aburguesamiento; es a partir de esa convicción que desarrolla de seguidas el
concepto de plusvalía negativa:

Al contrario, [el capital variable] ha aumentado en los Estados imperialistas, no obstante una
declinación relativa del número de trabajadores productivos (…) Inversamente, [el capital variable]
en las colonias ha disminuido relativamente, no obstante un incremento absoluto del número de
trabajadores productivos coloniales (minería, yacimientos petrolíferos, plantaciones, transporte)
(Jaffe, 1973: 98).

Este fenómeno solo puede ser comprensible si se le interpreta como una cantidad de valor y no
como una masa física (número de trabajadores).

3. Las clases sociales

1. Si Marx dejó alguna herencia “pesada” a la posteridad, es la de una definición orgánicamente comple-
ta de las clases sociales. Incluso aludir solamente a tal problemática nos resulta imposible: intentaremos
solo delinear a grandes trazos qué es una clase social y con base en cuáles parámetros puede ser definida
(obviamente, cuanto esbocemos en ese sentido deriva orgánicamente de lo expuesto más arriba).
Contra la deriva weberiana de tanta izquierda local (pero, ¿ha habido nunca un verdadero análisis
de clase no mezclado con idealismo mal digerido, en Italia y no solo en ella?), que sostiene el criterio de
los ingresos como parámetro identificador de las clases sociales –¡pero no el único!–, nosotros sostene-
mos la necesidad de regresar a la esfera de la producción, a las relaciones de producción.
Las clases sociales se definen sobre la base de las relaciones que mantienen en la esfera de la produc-
ción; el criterio de última instancia es jurídico: el de la propiedad de los medios de producción y, todavía
más, el de la propiedad del producto terminado (Bordiga, 1980). El criterio, en su esencia, divide a la
sociedad humana en dos macrogrupos: uno que es propietario de los medios de producción y de los
productos, y otro que está privado de tal propiedad (la propiedad en sí, ontológicamente, es privación,
negación: exclusión). Es el caso que en el MPC la clase que detenta los medios de producción y los
productos tiene la necesidad de llevar estos últimos al mercado y venderlos para realizar una ganancia,
que de seguidas, al menos en parte, es invertida: el modelo conductual del capitalista es dinámico.
El motor de sobrevivencia de esta clase es la acumulación: lo recabado en el mercado es reinvertido
(→ capital) en la esfera productiva para comenzar otro ciclo productivo. La clase capitalista no está
fundada sobre privilegios de sangre, religiosos o culturales: esencial es la propiedad y, por tanto, la
disponibilidad de capital.
Frente a esta clase social y en oposición a ella se encuentra la de los trabajadores, que se define
por su extrañamiento del capital, por su exclusión del libre acceso a los medios de producción y a los

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productos: con el primero de esos elementos entra en contacto solo en cuanto trabajo vivo, y con el
segundo, como consumidor36. No posee más que su propia capacidad de trabajar (fuerza de trabajo).
Y su supervivencia, como clase, deriva de la venta de esa fuerza de trabajo (así como la clase capitalista,
para valorizar su propio capital, necesita comprar fuerza de trabajo y “ponerla en acción”, esa fuerza es
el único “factor productivo” especial, porque produce más valor de lo que vale). La clase trabajadora se
divide internamente en “sector” productivo y “sector” improductivo (de plusvalía)37.

2. Definidas las clases sociales fundamentales (atención, las de aquí arriba son definiciones muy abs-
tractas y “puras”, y en la realidad difícilmente se les encontrará como han sido descritas), hay que aludir
ahora a los criterios de “adscripción”, de pertenencia de un sujeto individual a una clase38 u otra: el
criterio utilizado es el de la función que desempeña el sujeto en el PRT.
Un sujeto es capitalista si desempeña las funciones del capital y es propietario de los medios de
producción y/o de los productos terminados (y por ende del capital); es en cambio un trabajador si
cumple las funciones del trabajador colectivo. Con el desarrollo del capitalismo y del sistema organiza-
tivo empresarial, las tareas fundamentales del capitalista (coordinación y unidad del proceso de trabajo,
decisiones, dirección, control y, de allí, coerción al trabajo) no son ya ejecutadas por un solo sujeto –el
capitalista propiamente, que es también empresario y director material de su propia empresa–, sino por
una pluralidad de sujetos que no pertenecen a la clase capitalista, puesto que no son propietarios de los
medios de producción ni de los productos, y que solo tienen el dominio y el poder de disposición. Aun
así, desempeñan algunas funciones del capital (por ejemplo, dirección, decisiones no finales, control).
Es ese el fenómeno que da origen a las clases medias, con frecuencia caracterizadas por la mezcla de
funciones pertenecientes tanto al ámbito del capital como al del trabajo. El grado de preponderancia
de unas u otras define su mayor cercanía a la clase capitalista o a la trabajadora. Como resultado de
reestructuraciones y de la incorporación de nuevas máquinas que cumplen por sí mismas actividades
de control y de gestión (funciones del capital) anteriormente desempeñadas por las clases medias, estas
pueden estar sujetas a la descalificación (superfluidad) de la fuerza de trabajo: son en tal caso víctimas
de lo que se ha denominado “proletarización” del segmento medio, que no es una cuestión reducida
al ingreso. Esa reducción es más bien solo un síntoma, un efecto de la función desempeñada por
miembros de esta clase, que pierden el ejercicio de las tareas del capital y son “degradados” al rango del
trabajador colectivo39.

4. Marx y el valor: a manera de recapitulación

1. Si para muchas teorías económicas (las marginalistas en primer lugar) la ganancia es fruto de diversas
fuentes, independientemente de todos los “factores productivos” (trabajo, tecnología, capital), para la
teoría marxista la única fuente de “creación de nuevo valor”40, y por tanto de plusvalía, es el trabajo
vivo. Define este término a esa particular actividad humana, manual e intelectual, subsumida en el
proceso de valorización del capital, que al transformar valores de uso dados en nuevos valores de uso,
y al transferir valor al valor de cambio generado por el proceso de valorización, incrementa el valor del
objeto de esa transformación. La plusvalía consiste en una cierta cantidad de valor creada por el trabajo

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


74
vivo (el trabajo, por tanto, es sustancia del valor), pero cuya contraprestación en términos salariales
simplemente no existe. El plustrabajo es esa parte del trabajo regularmente cumplido durante la jor-
nada laboral que el capitalista no paga: es la fuente de la plusvalía. Luego, es solamente en la medida
en que el capitalista logra extraer cuotas de PST a sus asalariados, que consigue “procurarse” el capital
necesario para comenzar un nuevo ciclo productivo (expansivo).

2. La teoría marxista del valor (de la producción del valor) se fundamenta entonces, necesariamente, en
la teoría de la explotación, que “científicamente” (puesto que demostrable objetiva y empíricamente)
ha sido derivada del modelo de “división” de la jornada de trabajo (cfr. arriba).
Esa teoría de la explotación tiene un gran valor heurístico no solo desde el punto de vista de la cien-
cia económica y de las ciencias sociales en general, sino también en lo político. La fijación de límites
a la jornada laboral y las mismas prácticas de clase desarrolladas en el proceso de trabajo, dirigidas a
elevar las tasas de plusvalía (absoluta y relativa), son intrínsecamente políticas, ya que en última ins-
tancia rigen todo el modo de producción capitalista. Si el trabajo vivo (TV), y específicamente el PST,
es la única fuente (viva) creadora de plusvalía (W ), y por ende de capital y de riqueza en la sociedad
capitalista, todo el modo de producción entraría en crisis si viniera a faltar esa fuente. Y es ahí que
se revela el carácter inmanentemente político de la lucha en torno a la jornada laboral y a las cuotas
de PST.
Pero la teoría del valor se desarrolla a todo lo largo del ciclo (re)productivo del capital, no solo en
la esfera del proceso laboral (PRL). Actúa también en la esfera de la circulación (realización del valor
de cambio contenido en las mercancías), donde produce, incluso, efectos desestabilizantes para el
mercado capitalista.
Si el valor de una mercancía es determinado por el tiempo de trabajo humano, ¿cómo puede
calcularse ese tiempo? Hay al menos dos tesis principales a ese respecto. Una se remonta a las más
antiguas civilizaciones chinas, de donde sigue un “hilo conductor” que en Europa podemos remontar,
por intensidad de exposición y de elaboración, a Locke. Sostenía él no solo que la propiedad privada
era la justa contraprestación del trabajo (“sudor”) propio, sino que el valor de una mercancía fuese
determinado por las horas laborales invertidas en producirla. Una interpretación similar se desarrolló
gradualmente hasta llegar a Ricardo y fue abrazada incluso por muchos marxistas (incluido Engels)
que no comprendieron el fundamental paso adelante cumplido por Marx.

3. Si la teoría clásica del valor hablaba de la cantidad de trabajo contenida en la mercancía, Marx (suya
es la segunda tesis) se distancia de esa interpretación mecánica.
La primera diferenciación importante sostenida por Marx es entre precios de mercado y valor. Si
los primeros son algo empíricamente tangible e inmediatamente evaluable, y están sujetos a la ley de
la oferta y la demanda (son clarísimos los pasajes al respecto en los Grundrisse). El segundo, el valor,
es un concepto que no tiene un inmediato correlato material, visual; antes bien, es exclusivamente un
cálculo, que puede llevarse a cabo sobre períodos más o menos largos, y es resultado de la media de los
precios de mercado que efectivamente se realizan. El valor, luego, es una media, un cálculo (determi-
nado necesariamente ex post, después de la venta de las mercancías).
El valor no representa más que el trabajo socialmente necesario (dada la tecnología, dada la fuerza
de trabajo) para producir la cantidad de mercancías que la “demanda” ha pedido. El valor es ajeno a

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las interpretaciones y enfoques subjetivistas que pretenden poder calcularlo ex ante, con anterioridad
a la venta de las mercancías, mediante un cálculo banal de la cantidad física de trabajo necesaria para
producir una unidad de un producto (¡que todavía no se ha convertido siquiera en mercancía!). Con
un procedimiento como ese no solo se salta el momento de la determinación de precios (sujeto a las
leyes del mercado), sino que se pretende reducir el valor, que es una “magnitud” social, a un “número”
aislado del contexto social, que determina el valor de una mercancía.

4. En Marx (que no utilizó nunca la expresión “valor-trabajo”), la teoría del valor se fundamenta, en
cambio, en un enfoque objetivo, que no prevé cálculos subjetivos, quizá propios de cada capitalista.
Según Marx, los precios de producción de las mercancías terminan por coincidir con los precios rea-
lizados en el mercado. Ellos se separan siempre del valor, que es una media y un “punto” en torno al
cual oscilan los precios (hacia arriba o hacia abajo). No hay, por tanto, coincidencia entre el valor de
las mercancías y su precio de mercado. El valor es algo distinto que el precio de la mercancía y no tiene
nada que ver con la cantidad física de horas de trabajo invertidas por un (grupo de) trabajador(es)
para hacer el producto. Pone en evidencia, en cambio, solamente la cantidad de tiempo de trabajo
socialmente necesario para la elaboración de esa mercancía (de la cual, ex post, se calcula precisamente
el valor, como media). Pero esa magnitud es fundamental.

Si se quiere, la economía política burguesa puede ser considerada como provista de lentes deformantes
que, aun cuando permiten ver, le impiden penetrar hasta la base de las formas fenoménicas. Le
resulta prácticamente imposible, sin superar las espontáneas representaciones de los agentes de la
producción y el intercambio, arrojar luz sobre las relaciones entre la apariencia y la esencia, sea que
considere estos fenómenos como manifestaciones de misteriosas esencias ubicadas fuera del campo
del análisis económico, sea que se fie de las apariencias. Para Marx, por el contrario, las relaciones
entre la apariencia y la esencia, que no son las descritas por Hegel en su Lógica, son relaciones
analizables entre los movimientos visibles de los fenómenos y las fuerzas que dan origen a esos
fenómenos y explican el movimiento. Solo arrancando el velo que cubre el mundo de la mercancía,
hay posibilidad de descubrir la ley del movimiento del modo de producción capitalista, y es solo
así que se pueden comprender tanto las variaciones de los fenómenos como el desarrollo de las
contradicciones de ese mismo modo de producción. La esencia está indudablemente escondida, pero
su naturaleza no tiene nada de misterioso, a partir del momento en que se elimina el obstáculo de la
mística fetichista de la mercancía.
Marx pudo así demostrar, en El Capital, que la renta y la ganancia tenían origen en la plusvalía y que
el sistema de precios se explicaba como expresión fenoménica de la ley del valor en una economía
capitalista (…) Los precios, en sus diversas oscilaciones, en sus desviaciones respecto al valor,
manifiestan la necesaria relación con el tiempo-trabajo socialmente necesario. Aun si el valor no es un
orden de magnitud concretamente mensurable con criterios microeconómicos o macroeconómicos,
no es solamente una hipótesis del sistema. (Nota: estas pocas observaciones no pretenden, ciertamente,
agotar el problema. Parten ellas de la idea de que el famoso problema de la transformación es un falso
problema. Los precios, precios de producción, precios de mercado, no son formas modificadas de los
valores –sobre todo no de los valores individuales–, sino formas fenoménicas autónomas que, a través
de la concurrencia, expresan la ley del valor y sus contradicciones) (Vincent, 1970).

Correspondió a Engels y a Marx encontrar una crítica de la teoría económica y política que de-
moliera los viejos esquemas, una teoría capaz de adaptarse y dialectizarse en todo momento con la
realidad de clase. Para hacerlo se debía, y se debe, desembarazarse del enfoque de la ciencia económica

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


76
clásica y colocar la economía política en su justo punto: como elemento fundamental de una estruc-
tura dialéctica, articulada en diversos niveles, que diese razón también de las dimensiones jurídica,
política, etcétera.

5. Por un uso del análisis marxista en los desafíos actuales

1. La situación actual de la clase trabajadora se caracteriza, en parte, por una brecha tendencialmente
creciente entre el verdadero valor de la fuerza de trabajo y el salario real obtenido. Este hecho se explica
por un aumento de las necesidades socialmente indispensables para la sobrevivencia de los trabajado-
res, y se debe también a la intensificación de los ritmos de trabajo y de la productividad social, con un
crecimiento del nivel material, social y cultural de toda la sociedad. Como resultado, el salario real está
fuertemente desfasado con respecto al valor social creciente de la fuerza de trabajo; el salario social inte-
gral sigue perdiendo en confrontación con la cuota destinada a la ganancia y, en general, a la apropiada
por los capitalistas a manera de retribución del capital. La amenaza siempre inminente y creciente del
desempleo –en particular, la actual convivencia de la desocupación coyuntural con la estructural– y
el paradigma de acumulación flexible de la así llamada era posfordista, responden a la automatización
de la producción y a la intensificación del trabajo. Todo ello ejerce una influencia sustancial en el em-
peoramiento generalizado de la situación mundial de la clase trabajadora en sus más diversos aspectos.
La “inseguridad de la existencia”, de la que habló Engels, sigue acentuándose. Estos hechos objetivos
son una confirmación convincente de la vigencia de la teoría marxista del empobrecimiento relativo.
El desarrollo mismo del capitalismo contemporáneo ratifica completamente otra tesis fundamental de
Marx: la de la intensificación del proceso de proletarización en el seno de la sociedad capitalista, y del
incremento, si bien en formas diversas y articuladas, del trabajo subordinado y del trabajo asalariado.
El actual problema económico-social del trabajo no está conectado solamente con el desempleo,
de carácter cada vez más estructural, sino que atañe a una serie de temas, al mismo tiempo, de tipo
cuantitativo y cualitativo, y por ende a las nuevas figuras del trabajo: en particular, al precario, al
trabajo negado y al no-trabajo, figuras de cualquier modo internas, propias del modo de producción
capitalista. El problema del trabajo existe, prácticamente, incluso para aquellos que tienen un empleo,
dado que se trabaja cada vez más en condiciones más y más precarias, con un salario social absoluto
–y también relativo para el trabajador individual– cada vez menor y con altos niveles de movilidad e
intermitencia.

2. La crisis actual del capitalismo –crisis también de sobreproducción y de demanda, a causa de la


tendencia a la contracción en su conjunto del salario social de toda la clase trabajadora–, se debe por
otra parte al pase de la acumulación material a formas inmateriales de acumulación del capital. Los
nuevos procesos de acumulación están ligados a fuertes incrementos de productividad no redistribuida
y a procesos de tercerización, que se acompañan con significativos desplazamientos en la renta finan-
ciera. Todo esto evidencia que el así llamado ciclo posfordista de la fábrica social generalizada produce,
además de desempleo estructural, mil formas de trabajo atípico y flexible –es decir, precario–, que
sin embargo corren paralelas a un fuerte crecimiento de la riqueza social, debido a los significativos

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...


77
incrementos de productividad. Pero se trata de una riqueza social que, en modo alguno, retorna al
factor trabajo.
Así, se llega a identificar una economía marginal que evoluciona en el tiempo replanteando nuevas
figuras sociales, nuevos sujetos que, si hasta no hace muchos años tenían garantías y eran funcionales
al desarrollo, hoy en cambio son excluidos, precarizados, expulsados, marginados, hasta constituir esas
áreas de pobreza en fuerte crecimiento que el actual modelo tiende a reproducir en formas parcialmen-
te nuevas. En Italia, por ejemplo, ha habido en los últimos años un enorme aumento en la apertura de
las llamadas “partida IVA”**, que se corresponde con el surgimiento de nuevos trabajadores autóno-
mos, nuevos pequeños empresarios, atrapados como nunca en las reglas y los vínculos de explotación
típicos de los regímenes de subordinación. Se trata de nuevas figuras del mercado de trabajo, que no
son sino resultado de la decisión del capital de expeler mano de obra, de crear una actividad económica
inducida y de carácter predominantemente terciario, mal retribuida y sin su carga contributiva; es ese
el producto de un recurso generalizado a formas más o menos veladas de trabajo a destajo, en contra-
posición a toda forma de rigidez en lo laboral y retributivo. De esta manera, el mercado de trabajo se
hace cada vez más flexible y compatible con el sistema de centralidad de la empresa y de la ganancia,
al adaptar todo el cuerpo social, a través de las funciones del profit State –es decir, del Estado de la
empresa y la ganancia– a la organización de la fábrica social generalizada.
Hoy, en todo caso, la mayoría aplastante de la población de los países capitalistas está compuesta
por trabajadores asalariados y el trabajo asalariado constituye la base del capitalismo –a una escala
mucho mayor que en tiempos de Marx– en los procesos y las dinámicas de funcionamiento del modo
de producción capitalista de siempre.

3. Los cambios más recientes en la estructura de la clase trabajadora indican la extrema importancia de
la categoría del obrero “colectivo”, introducida y analizada en El Capital. Esa categoría comprende por
igual a los operarios del trabajo material y mental que participan directamente en la fabricación de un
producto y que, en cualquier modo, son, respecto al capital, trabajadores asalariados, subordinados.
Y así, a pesar del paso de la era fordista a la llamada posfordista, del obrero-masa al “obrero social”,
de la centralidad de la fábrica a la fábrica social generalizada, de los “overoles azules” a los cuellos
blancos, del trabajo material a los trabajadores del conocimiento y la inteligencia, aun así, también en
los países de capitalismo avanzado se mantiene y arraiga el trabajo asalariado, con formas cada vez más
sofisticadas e incisivas de explotación.
En el capitalismo contemporáneo, el carácter colectivo del proceso laboral se acentúa todavía más al
incrementarse la socialización de la producción, al ir más allá del llamado “obrero colectivo” y asumir
el aspecto de los grandes complejos productivos, aun con externalizaciones y deslocalizaciones, pero
de cualquier modo con modalidades que reúnen a todos los trabajadores en un mismo ámbito de
subalternidad, de coerción y explotación. Con hechos como el aumento del número de trabajadores
asalariados que son empleados fuera de la producción material propiamente dicha; con el aumento
en general del número de los empleados, los flexibles, los precarios, los temporarios, los atípicos; con
el incremento de la tasa de trabajo intelectual o del falso trabajador autónomo en la composición del
trabajador colectivo, las tendencias actuales dan amplio testimonio de la “desproletarización” de la
clase obrera o de la clase trabajadora en general41.

** (n.t.) Código fiscal obligatorio para todo aquel que ejerce una actividad sujeta a impuestos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


78
Desde siempre, los trabajadores pertenecientes a estas nuevas categorías, al igual que el proletariado
industrial, han sido constreñidos a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. Hoy más que ayer, los
obreros y los trabajadores en general están amenazados por el desempleo que sigue a la introducción de
la automatización. Sus salarios son a veces inferiores al mínimo umbral de sobrevivencia; se acentúan
así las diferencias con aquella parte de los trabajadores privilegiados que va a constituir la llamada
“aristocracia obrera”.
Estas diferencias –como por ejemplo el nivel salarial, el grado de satisfacción de las necesidades,
la diversidad, incluso dentro de una continua precarización de todo el vivir social– pueden ser, sin
embargo, factores de acercamiento. La misma inserción de las leyes fundamentales de la producción
material en la esfera de la ciencia y de la cultura, es un factor que, aunque a primera vista parezca
improbable, puede facilitar la superación del capitalismo.

“Técnica” y “uso capitalista de la técnica” son dos cosas distintas. Y además, también la técnica del
dominio tiránico puede ser estudiada y entendida. La tiranía del capital “global” no puede reproducir
burguesías “orgánicas” ni en las metrópolis, donde ellas más bien se reducen, ni mucho menos en los
países de la periferia, o en aquellos en los que ha sido derrotado el protosocialismo “real”. Las formas
de dominación –desde la manipulación hasta la violencia bélica– pueden perpetuar la dominación,
bloquear la vida que le está asociada, forzarla a una decadencia incluso prolongada. A ese respecto,
nihil novi sub sole. Extraño y verdaderamente “nuevo” sería que la dominación, de por sí, se hiciese
plena y progresiva hegemonía, forma al menos relativamente progresista de desenvolvimiento del
corpus collectivum en sus configuraciones e instituciones, desarrollo de los individuos y de la sociedad
sobre la base de lo que ha devenido posibilidad real, y por tanto actuación y ampliación de las
potencialidades sociales humanas.
La tarea, para nosotros, parece ser más bien la de reproducir, a la altura de los tiempos actuales, el
análisis de todo el espectro de la reproducción social en su conjunto, y de las formas de hegemonía.
Debemos averiguar cómo está hecha la cadena –es mucho allí el trabajo por hacer– antes de poder
quizá identificar nuevamente, si lo hay, algún “eslabón” en el cual hacer presa verdaderamente, más
allá de la justificada denuncia y condena.
La tiranía moderna puede dominar, manipular, bombardear, exterminar. Pero no puede “resolver
prácticamente” el problema planteado por Rousseau, resuelto de diferente manera por Hegel y después
por Marx, y desde entonces devenido mucho más maduro en las cosas: el autogobierno racional de la
comunidad humana. Por eso, me parece, todo aquello que es “razón”, “dignidad humana”, “cultura”
y (obviamente) “democracia”, está hoy bajo ataque y se encuentra objetivamente de la misma parte.
Aun el mostrar estas cosas será un trabajo largo. Pero no inútil, y no vano (Mazzone, 2000).

4. Se llega así a una fase en la cual están aflorando rápidamente sobre la escena económico-social
nuevas subjetividades, nuevas pobrezas y, por tanto, nuevas figuras que reagrupar en un proyecto
de recomposición y organización del conflicto capital-trabajo, a partir de una ofensiva por parte de
todos los trabajadores. Se trata de forzar el horizonte, a partir de la superación de las fronteras so-
ciales entre la clase obrera propiamente dicha y los intelectuales, las nuevas figuras del trabajo, del
trabajo negado, del no-trabajo, acomunando a estos grupos sociales en su lucha por la emancipación
social y haciéndolos reencontrarse en los hechos del conflicto capital-trabajo, para superar en la lucha
los esquemas de lo que algunos estudiosos –incluso de origen marxista– han decretado como el fin
del trabajo.
¡Pero cuál final del trabajo! Está cada vez más vivo el análisis científico de Marx sobre el trabajo
asalariado, sobre la “proletarización” y el empobrecimiento, absoluto y relativo, de estratos cada vez

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...


79
mayores de la sociedad del capitalismo avanzado, para no hablar de los niveles de esclavitud, de feuda-
lismo y de miseria absoluta en el Tercer o Cuarto Mundo.
Los exmarxistas, que hoy adoran definirse críticos del marxismo para caer en los brazos del neoli-
beralismo, que hablan al respecto de un final del trabajo, plantean falsos problemas. En la mejor de las
hipótesis, se trata de una incorrecta lectura de la realidad que retoma los viejos esquemas sociales, eco-
nómicos y teóricos: los liberales y neoliberales, los que quieren el capitalismo como fin de la historia.

­— notas —

1 También para algunos contenidos de este capítulo, cfr. Vasapollo (1996; ed., 2002).

2 Para una introducción sucinta pero eficaz a tales problemas, cfr. Romagnoli (2001: 63 ss.).

3 “Si consideramos la sociedad burguesa en su conjunto, se presenta siempre, como resultado último del proceso social de pro-

ducción, la sociedad misma, es decir, el hombre mismo en sus relaciones sociales. Todo lo que tiene una forma definida, como
producto, etcétera, se presenta solo como momento, como momento evanescente, en este movimiento. El mismo proceso
de producción inmediato se presenta aquí exclusivamente como momento. Las condiciones y objetivaciones del proceso son
igualmente momentos de éste, y como sus sujetos aparecen solamente los individuos; pero los individuos ligados por relacio-
nes recíprocas que ellos reproducen y producen ex novo. Es su peculiar y constante proceso de movimiento, en el que ellos se
renuevan a sí mismos tanto como al mundo de la riqueza, que ellos crean”. Marx (1997: II, 410-411)***.

4 Para una penetrante crítica de estos fundamentos de la “ciencia” económica burguesa de inspiración marginalista, con refe-

rencia sobre todo a la “escuela austríaca”, cfr. Bujarin (1970).

5 En un proceso lento que llevará de la subsunción formal del trabajo al capital a una real (hoy en un estadio extremadamente

avanzado y generalizado en todo el mundo).

6 Cfr. Cazzaniga (1981).

7 En su texto, Roncaglia y Sylos Labini (2002: 4) sostienen de seguidas que la principal diferencia entre el planteamiento clásico

y el marginalista es que, mientras los clásicos concebían la economía política como ciencia que estudia la sociedad y su movi-
miento, y es por tanto una ciencia social, el segundo elabora una teoría totalmente centrada en el problema de la escogencia
racional: optimizar la utilización de recursos escasos. En cuanto tal, es ese un problema de naturaleza lógica, susceptible de
ser “plegado”, “restringido” a las lógicas cuantitativas de la matemática. En cuanto tal, esta aproximación es también emi-
nentemente ahistórica: al abstraerse del contexto social en el que la escogencia racional debe cumplirse, y revelar solamente
su lógica, su racionalidad (recuérdense los asomos de completud, transitividad y monotonicidad de la escogencia racional), y
estando esta última orientada a la maximización de la ganancia (empresa), del bienestar individual (consumidor) y del sueldo-
salario (trabajador), la naturaleza de esa escogencia-comportamiento será siempre la misma, en prescindencia pues del contex-
to socioinstitucional en el que se toma y en que produce sus efectos (más aún, tales instituciones serían redundantes o incluso
un estorbo para una formulación de este tipo). Es por eso que las instituciones políticas, jurídicas y sociales son “dadas” y no
investigadas, y escapan de las preocupaciones intelectuales de los marginalistas. La escuela marginalista da vida, pues, a una
ciencia axiomática, mientras que la clásica es una ciencia social.

*** (n.t.) La cita se reproduce aquí a partir de la edición de los Grundrisse por la editorial Crítica, Barcelona, 1978.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


80
8 Cfr. Grossmann (1971: 104) y Carchedi (1991: cap. 2).

9 Cuando algún teórico, incluso de izquierda, clama contra la mercantilización del trabajo, no se da cuenta de que el trabajo

(vivo) es el valor de uso de la fuerza de trabajo y no es producido como mercancía, por lo que no es mercantilizable; antes bien,
es el único “factor de producción” que toma parte en el proceso laboral en condición de no-mercancía (cfr. Pala: 1981). Es
justamente ese error el que anima el fetiche del intercambio simétrico entre “dador de trabajo” y trabajador. Es ese intercambio
entre supuestos iguales lo que funda la discrepancia entre trabajo vivo y trabajo pagado, entre trabajo necesario y plustrabajo.
Que se continúen cometiendo errores similares, todavía hoy, es rendir las armas.

10 Está claro que en este punto estamos abstrayendo los conceptos de una serie de vínculos (contractuales, organizativos, etcé-

tera) que en la realidad material son fruto tanto del desarrollo de la tecnología y de la ciencia organizativa, en general, como
de las diversas prácticas de clase, y que varían según las coyunturas económico-sociales y la lucha de clases. Piénsese en el
contrato de trabajo, que “garantiza” la existencia de límites en la utilización-explotación del trabajo vivo por parte del dador de
trabajo. El contrato de trabajo es, precisamente, uno de esos vínculos (eminentemente político, por cuanto expresión formal de
la relación de fuerza entre las partes de clases involucradas) que, en el nivel de abstracción en el que estamos aquí razonando,
no hemos tomado en consideración.

11 Hemos preferido traducir el término alemán Verbindung como “combinación”, antes que “unión” (a la manera en que fre-

cuentemente lo hacen los traductores de Marx), por considerar que expresa mejor el proceso de organización y complementa-
rización de factores productivos que determina el mismo proceso productivo.

12 “El modo de producción (…) no depende tanto, y de seguro no directamente, de las fuerzas productivas como de las relaciones

sociales de producción” (Jaffe, 1990: 69).

13 Tal distinción, es bueno subrayarlo, no significa que existan dos procesos separados (laboral y de valoración), sino que se trata

de dos aspectos diferentes del único proceso de trabajo que se da en la relación de producción capitalista. Al respecto, cfr.
Vercelli (1973: 44 ss.).

14 Mientras en la primera fase del desarrollo capitalista, en la que prevalecían todavía los artesanos y después la manufactura, la

herramienta estaba en función del hombre y de su calidad “artesanal”, con el desarrollo del maquinismo y de la división no
ya subjetiva sino objetiva del trabajo, el sistema de máquinas se convierte en un gran autómata del cual los trabajadores son
apéndices funcionales.

15 “El proceso laboral es una actividad orientada a la producción de valores de uso, a la transformación para fines humanos de los

elementos naturales, a las condiciones de ‘recambio orgánico’ entre hombre y naturaleza. Es entonces, en sus relaciones más
simples, condición ineludible e inmodificable de cualquier sociedad humana” (Vercelli, 1973: 44).

16 El trabajo debe ser entendido en su doble composición de trabajo concreto y trabajo abstracto.

17 El modo en que se estructura la relación inmediata entre trabajo vivo y máquinas, y las estrategias y tácticas de gestión y do-

minio de tal relación y de todas aquellas que surgen dentro de la empresa.

18 En materia de estudios sociológicos del proceso laboral, el panorama italiano es, cuando menos, decepcionante. Si los primeros

de esos análisis (piénsese en Panzieri), que “hicieron escuela” en diversas partes del mundo, se remontan a 30 o 40 años atrás,
y los últimos aportes apreciables se detienen a fines de los años ochenta, es innegable que no se ha “explotado” nunca el
estudio del proceso laboral en Italia, más allá de determinados ambientes (como la articulada experiencia obrerista). Todo esto
a diferencia, por ejemplo, de Estados Unidos o la Gran Bretaña, donde todavía se producen análisis profundísimos y de largo
alcance.

19 Ha sido un error constante de mucha publicística marxista, que se remonta a Engels (cfr. Weeks, 1981: especialmente el cap.

I), sostener que el valor de una mercancía es equivalente a la cantidad de trabajo incorporado (horas de trabajo) a la mercan-

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...


81
cía misma (embodied labour), valor entonces definible subjetivamente, a priori, antes de la realización de la mercancía en el
mercado. Weeks (1981: 56), en cambio, recuerda que el valor aparece solamente como precio (en lo cual concuerdan muchos
teóricos marxistas contemporáneos que se han ocupado del problema del valor: de Carchedi a Moseley, Laibman, Shaikh, por
solo citar algunos, ni siquiera pertenecientes todos a las mismas “escuelas”). El valor de la mercancía es solamente una “me-
dia” elaborable ex post, que define el trabajo socialmente necesario para producirla.

20 Fue justamente la ausencia de homogeneidad entre los miembros de la ecuación lo que creo problemas de medida a los prime-

ros clásicos (por ejemplo, Smith): cantidad de horas trabajadas-cantidad de output agrícola. Sobre este punto, cfr. Garegnani
(1981: 16 ss.).

21 Más que de descalificación, Rieser (2004) prefiere hablar de “calificación alienada” –es decir, no controlada ni controlable– del

trabajador. De cualquier manera, al hablar de descalificación hay que tener siempre presente que se hace con esto referencia
a una tendencia. Pero no solo. Se tiene en cuenta también el hecho de que hay al menos dos interpretaciones diferentes, y
no necesariamente coexistentes, de descalificación: una en sentido smithiano, como parcelización cada vez más avanzada de
las funciones laborales y, por tanto, pérdida de profesionalidad; y otra, marxista, que abarca la superfluidad del trabajo vivo
expulsado del proceso laboral por haber sido sustituido por máquinas.

22 Según la teoría marxista, “el contrato de trabajo (...) es un contrato de abdicación, de sumisión al capital, es la expresión de una

relación de domino” (Gianquinto, 1976: 55). La relación jurídica que se instaura con el contrato de trabajo entre el capitalista y
los trabajadores es una relación social de producción, una relación entre clases. Es un contrato que presupone la existencia de
la clase capitalista y de la clase trabajadora, y que se fundamenta en el proceso de explotación (lo legitima al regularlo), que,
en cuanto tal, es coerción al plustrabajo.

23 Lo presupuesto es que las decisiones económicas sean entonces tomadas por sujetos racionales que actúan sobre bases utilita-

ristas: “Las empresas buscan maximizar cuanto más la ganancia; los consumidores buscan obtener la mayor satisfacción posible
de sus compras y, como trabajadores, buscan maximizar sus salarios hasta el saldo neto de los costos de mantenimiento”
(Sloman, 2002: 32).

24 Por ejemplo, el revolucionario de Tréveris teorizó acerca de una tendencia al empobrecimiento claramente relativo y no ab-

soluto (cosa esta última que sí hicieron algunos marxistas esclerotizados de la Unión Soviética. Mandel reporta en su Tratado
(1997b) algunos ejemplos en las pp. 250 ss.).

25 La subsistencia no es la biológica (aun cuando no faltan casos, períodos y lugares en los que el salario se ubica en esos niveles

o incluso por debajo), sino la histórica y socialmente determinada; es decir, la que está en correspondencia con el desarrollo
comprehensivo de toda la riqueza de la sociedad.

26 “El trabajador asalariado existe en la medida en que puede vender su fuerza de trabajo, y toda otra forma de existencia ha sido

para él, hasta ahora, prácticamente inimaginable” (Sottile, 2004: 1).

27 Esta es una de las grandes diferencias del MPC con respecto a modos de producción anteriores, en los cuales los trabajadores

estaban ligados por vínculos serviles o “naturales” a sus patrones, que disponían de sus vidas no solo durante el tiempo de
trabajo, sino a todo lo largo de su existencia. El trabajador no era siquiera formalmente (como en el MPC) igual al patrón.

28 En términos “ortodoxos”, el empresario no tendrá motivo alguno para invertir si no prevé al menos una “ganancia normal”; o

sea: tasa de ganancia normal (%) = tasa de interés libre de riesgos + premio por el riesgo (Sloman, 2002: 56 ss.).

29 La clásica y fundamental función de producción marginalista, es decir, y = f (L, K) –donde L es trabajo y K es el capital que com-

prende las materias primas–, presupone que todos los elementos de la función sean cualitativamente iguales, intercambiables,
lo que niega la peculiaridad típica de la fuerza de trabajo; al proceder de esa manera, desaparece la diferencia fundamental,
identificada por Marx, entre fuerza de trabajo y trabajo: la primera es la única mercancía que, adquirida e inmersa en el pro-

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


82
ceso productivo, puede producir más que lo que cuesta. A ese respecto escribe Pala (1981: 57): “Todos ellos [Bayles, Ricardo,
Jevons, Marshall, Keynes, Sraffa] siguieron considerando, al menos para fines económicos, es decir capitalistas, productivos (o,
mejor, ‘rentables’, para decirlo con Keynes), diversos elementos además del trabajo, y en primer lugar el capital como objeto,
fetiche incluso, torvamente enmascarado como tiempo (...) Sobre eso reposa la errónea tesis de la pluralidad de los factores de
producción, voluntariamente confundida con la real pluralidad de los determinantes del precio y de las formas de apropiación
del producto. Todos esos factores son colocados como cualitativamente idénticos en el plano del proceso social de producción,
es decir, como formalmente intercambiables (a la manera de Wicksell) en el ámbito de una función de producción o de una
tecnología”.

30 El análisis que venimos adelantando se cumple en un nivel de abstracción muy elevado; está claro que, en el terreno de lo

concreto, las manifestaciones del poder empresarial y el de su comando de trabajo están limitadas por toda una serie de “to-
pes” físicos, jurídicos, organizativos y prácticos, así como por la misma lucha de clases en general y por la resistencia que en el
ámbito empresarial oponen los trabajadores al comando capitalista.

31 “La plusvalía no es otra cosa que la diferencia entre el valor creado por el trabajador y los costos de su mantenimiento” (Mandel

1997b: 154).

32 Y por tanto políticamente. Aquí la política se pone de relieve en la medida en que es interpretada en la acepción más global

del término (políticas de clase, de organización empresarial, de gestión de conflictos industriales, etcétera, solo por dar los
ejemplos más cercanos a la materia que tratamos). Para dar también un ejemplo actual y concreto, piénsese en la directiva
europea en materia de horario laboral aprobada el 12 de mayo de 2006. Esta permite una total “liberalización” de las gestiones
de horario de trabajo (a favor del capital), de manera tal que el total de horas laborables es anualizado para posibilitar una
flexibilidad extrema de los turnos laborales. Un trabajador no debe ya trabajar por una cantidad x de horas al día o a la semana.
Dónde, cómo y cuándo trabajar, lo establece la empresa, o esta en concertación con los sindicatos. Con este sistema se puede
llegar a trabajar 74 horas/semana. En ese caso, la lucha de clases ha reportado ventajas al capital europeo.

33 Es cierto, sin embargo, que hoy esa problemática se ha hecho más compleja, para evitar que el socialismo se reduzca a la mera

abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción (y las mercancías), mientras se deja tal vez persistir modelos
organizativos típicos, si no idénticos a los de la burguesía (ontológica y teleológicamente diferentes a aquellos que deberían ser
desarrollados en una sociedad socialista y comunista). Sobre estos puntos, cfr. Carchedi (1987; 2006a).

34 Pero ello es posible solo cuando: a) el ejército industrial de reserva es limitado; b) las organizaciones sindicales reducen o elimi-

nan la competencia entre los trabajadores y los organizan para reclamar, con sus luchas, aumentos salariales (Mandel, 1997b:
240-241).

35 El aumento de la productividad por medio de la incorporación de nuevas maquinarias (que para ser rentable desde el punto

de vista del capital debe ser labour saving y profit-increasing) implica una modificación en la composición orgánica del capital
(K / v), en la cual el componente del capital fijo (K) aumenta con respecto al componente del capital variable (v). La relación
entonces no es entre la masa material de los instrumentos de trabajo y el número de trabajadores, sino entre el valor de los
medios de producción y el precio de la fuerza de trabajo (Mandel, 1997b: 280). También Jaffe (1973: 17 y 77 ss.) sostiene esta
tesis: la “composición orgánica del capital, que es un concepto de valor, es frecuentemente confundida con la ‘composición’
físico-técnica; por ejemplo, el número de máquinas por obrero en una determinada industria, o el capital constante (valor) por
obrero (un concepto que no es de valor)”.

36 Las relaciones con los medios y los productos son mediadas, en el primer caso, por relaciones de producción, y en el segundo

caso, por relaciones mercantiles, a su vez intermediadas por el dinero. Es solo al pasar al mercado que el trabajador deviene
en consumidor y puede apropiarse de las mercancías que él mismo (como trabajador colectivo) ha producido, pagándolas por
otra parte a un precio mayor, porque incluye la ganancia capitalista. En este caso la exacción se cumple dos veces: la prime-
ra, con la sustracción de la plusvalía; la segunda, con la exacción de dinero en cantidad superior al costo de producción de
la mercancía.

CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...


83
37 Sobre la productividad de plusvalía por parte de la clase trabajadora (los trabajadores productivos, precisamente), cfr. más

adelante.

38 Las clases sociales son siempre “indiferentes” a los sujetos individuales que a ellas pertenecen. Por poner un ejemplo, la movili-

dad social y el “éxito” de un sujeto que escala hacia la jerarquía clasista del capitalismo no implica el fin o la inexistencia de las
clases sociales, sino apenas que la movilidad subjetiva es posible solo a lo interno de clases sociales que existen objetivamente
y como totalidad, prescindiendo de la presencia individual de un sujeto u otro.

39 Acerca de este tema, aquí apenas insinuado, cfr. Carchedi (1977).

40 Sobre el neovalor (Neuwert), léase Perri (1997: 211-217).

41 Por años, a causa de deformaciones y perezas teóricas (sostenidas también por traducciones “interesadas”), se ha confundido a

la clase obrera con la clase que es referencia en los análisis de Marx. En verdad, el sujeto intermodal es la clase trabajadora en-
tendida en su conjunto, en su generalidad y heterogeneidad (a este respecto son utilísimos los numerosos trabajos de Costanzo
Preve y Gianfranco La Grassa). Fineschi (2001: 156) escribe a este propósito: “Forma asalariada (…) no significa en absoluto
solo fábrica, sino realizar el proceso laboral como momento del capital. De hecho, Arbeiter significa literalmente ‘aquel que
trabaja’, aquel que realiza el proceso laboral. Si la división entre capital y trabajo es una Verhältnis, es decir, una relación en
sentido fuerte, ello es exhaustivo de la totalidad, y por tanto se deberá entender ‘clase de los trabajadores’ y no ‘clase obrera’
(quedando como obvio que también los obreros son trabajadores). Si los obreros de fábrica, como tales, no son el sujeto histó-
rico, entonces esa figura debe ser reconstruida a la luz de las determinaciones objetivas del conjunto de la reproducción social
en su forma capitalista”. La tesis del autor se desprende tanto de una atenta lectura filológica de los textos de Marx, como de
un profundo estudio del fundamento lógico de El Capital, que confirma la identificación de las clases sociales a partir de su
noción lógico-funcional.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


84
Segunda parte

CATEGORÍAS Y DINÁMICAS DEL SISTEMA CAPITALISTA


Capítulo I
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL1

1. Las categorías marxistas y su traducción estadística

1. Como hemos visto previamente, las categorías fundamentales del análisis económico marxista se
expresan en términos de valor, de tiempo de trabajo: K (capital constante) representa el tiempo de
trabajo social indirecto incluido en los inputs físicos del proceso de producción; v (capital variable)
representa el valor (de reproducción) del tiempo de trabajo social directo empleado en la producción
de las mercancías, y W (plusvalía), el tiempo de trabajo social directo empleado en el mismo proceso
de producción de las mercancías.
Con tales categorías se construyen las relaciones fundamentales del análisis económico marxista: la
tasa de explotación o tasa de plusvalía W/v, que expresa la relación entre tiempo de trabajo directo no
pagado y pagado; la composición orgánica del capital K/v, que se presenta también como K/K + v, la
cual expresa la distribución del capital entre tiempo de trabajo social indirecto y directo; y la tasa de
ganancia W/K + v, o relación entre plusvalía realizada y capital anticipado.
Estas categorías de valor son esenciales para establecer la dinámica del capitalismo. En realidad, las
leyes principales y el funcionamiento del sistema capitalista –la competencia, la concentración y cen-
tralización del capital, la determinación del salario en función de la existencia de una sobrepoblación
(laboral relativa permanente) o la tendencia a la caída de la tasa de ganancia– se explican a través de
estas categorías y relaciones.

2. Un problema de gran importancia es la traducción de las categorías de valor en precios. En efecto,


los valores-tiempo, como tales, no tienen una expresión contable en la sociedad capitalista, donde
todas las relaciones económicas aparecen medidas en precios. Las categorías en valores-trabajo (o valor-
tiempo) tienen una correspondencia en términos de precios que no siempre resulta evidente. Esta
traducción de las categorías y relaciones, en términos de valor, a sus equivalentes monetarios o en
precios, ha dado lugar a una abundante literatura económica en torno al llamado “problema” de la
transformación2.
El tema se complica, de otra parte, porque la economía convencional incluye un conjunto de
nociones similares a las de Marx, pero con un contenido sustancialmente diferente.
El más importante es el concepto de “capital”, que en Marx es una relación social (la relación que
se expresa en el proceso de producción de mercancías-apropiación privada de la plusvalía), mientras en
la economía convencional es un concepto polisémico, útil para designar indistintamente:

a) El capital monetario.
b) Los bienes de capital.
c) La inversión productiva.
d) La inversión financiera.
e) El flujo de rendimientos en distintos períodos de producción, determinados por la tasa de
descuento temporal, etcétera.

Además, en la economía convencional no se considera la diferenciación fundamental que hace la


economía marxista entre actividades productoras de nuevo valor y actividades consumidoras del valor
creado; es decir, entre actividades productivas y consumidoras de plusvalía.

3. La diferencia de perspectiva entre la economía marxista y la convencional impide, por tanto, utilizar
directamente las estadísticas económicas para indagar en la evolución del proceso de acumulación
capitalista. Para hacerlo se requiere un proceso previo de “reelaboración” de los indicadores estadís-
ticos, de los agregados y de las funciones macroeconómicas, a fin de adaptarlos a las nociones y a los
agregados propios de la economía marxista3.
La imposibilidad práctica de hacer una traducción completa de los datos estadísticos a partir de las
nociones marxistas, obliga igualmente a trabajar en muchas ocasiones con datos aproximados; es decir,
con valores que no miden exactamente aquello que quieren medir, pero cuya evolución coincide, en
gran medida, con la de la categoría en referencia. Por el mismo motivo, la lectura de los indicadores
estadísticos y agregados convencionales, desde un punto de vista marxista, supone una relectura que
hace decir a los datos “otras cosas”, diferentes a aquellas a las que alcanzan los analistas convencionales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


88
2. Limitaciones de los conceptos económicos neoclásicos convencionales

1. La teoría económica convencional –esto es, la que interpreta la realidad en función de la perspectiva
del capital– tuvo su bautismo a fines del siglo xix, en una espiral de popularización creciente, cuyo
objetivo principal omitió la interpretación de la dinámica económica de la sociedad para devenir en
justificación del orden existente. Las tentativas de Léon Walras (1900) (equilibrio general), de Alfred
Marshall (1920) (equilibrio parcial) o Vilfredo Pareto (1945) (equilibrio óptimo y eficiente), entre
otros, para desarrollar una “economía positiva” –es decir, neutral frente a los fenómenos sociales y
basada en el principio de la información perfecta–, se produce paradójicamente en el mismo período
histórico-científico (1870-1930) en el cual se establece el así llamado principio de indeterminación
de Heisenberg (1927) en las ciencias físicas; principio que establece que, en las observaciones de la
naturaleza, el acto mismo de observar modifica el comportamiento de los parámetros físicos y por
tanto no corresponde nunca, teóricamente, a un conocimiento exacto de la realidad. Disponemos solo
de una información relativa (probable), sujeta siempre a un margen de error.
En consecuencia, desde fines del siglo xix venía la economía transformándose en una ideología que
intentaba ocultar, tras un aparato de creciente complejidad matemática, un simplismo teórico cada vez
más inútil a los fines cognoscitivos de la realidad.
Habrá que esperar las grandes crisis de los años veinte y treinta para que entre los economistas de la
academia surja un cierto espíritu de venganza contra el pensamiento analítico clásico4.
Después de la Segunda Guerra Mundial se impone un pensamiento ecléctico que, sin renunciar al
componente ideológico de la teoría económica, busca también una cierta capacidad normativa, a fin
de administrar la intervención pública en el ciclo económico y en el cambio estructural a largo plazo.
Esta nueva orientación dominante, conocida con el nombre de síntesis neoclásica, supone el control de
la evolución de la ciencia económica, particularmente en Estados Unidos, donde se utiliza al stablish-
ment académico para imponer esta nueva concepción doctrinaria de la economía.
De esta manera, el desarrollo de los sistemas estadísticos y contables es un intento de crear una
economía funcional a la necesidad de gestionar el capitalismo en la era del consumo de masas y de la
producción fordista-taylorista.

2. Con la publicación en 1936 de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, J.M. Keynes
coloca en el centro de su análisis –fuertemente influenciado, como es obvio, por la gran crisis del 29– el
hecho de que en el sistema económico capitalista no se cumplía automáticamente la plena ocupación,
cosa que solo podía ocurrir mediante el sostenimiento de la demanda por parte del Estado y, por
tanto, con intervenciones en términos de gasto público. Esto reforzaba el filón de estudios sobre la
renta nacional y la ocupación, así como sobre la moneda, la balanza de pagos y la inflación, y entraba
en abierta polémica con los neoclásicos. Sobre la huella de Keynes, se profundizan los estudios sobre
las fluctuaciones cíclicas y sobre el desarrollo –es decir, sobre la dinámica económica, completamente
abandonada por la formulación neoclásica–, para retomar temáticas ya analizadas por los clásicos y
tratar de actualizar contenidos a lo largo de estas líneas de razonamiento, que llegan sucesivamente
a desarrollar teorías sobre el comercio internacional, sobre la actualidad del intervencionismo estatal
en la economía y sobre los problemas del subdesarrollo. Son precisamente las ideas de J.M. Keynes
las que contribuyen en mayor medida a la aplicación práctica de la teoría económica. Las primeras

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


89
generaciones de economistas neoclásicos muestran una bien marcada tendencia teórico-empírica en la
elaboración de sus análisis. A partir de los análisis pioneros de discípulos de Keynes como Roy Harrod,
o de Jan Tinbergen (1939) y Ragnar Frisch, y a partir de los trabajos también pioneros de la Econo-
metric Society, toda una generación de economistas norteamericanos –como Evsey David Domar,
Lawrence Klein, Simon Kuznets, etcétera– se dedicó a la creación de modelos estadístico-económicos
y contables que permitieron desarrollar la contabilidad nacional.
Pero el aporte más relevante lo da Wassily Leontief, quien elabora las primeras tablas de input-
output, el más sofisticado instrumento de la contabilidad macroeconómica capitalista. Esas tablas,
por otra parte, descienden directamente de los instrumentos soviéticos de planificación. Si las tablas
input-output son el instrumento estadístico “clásico” (marxista-ricardiano) de análisis de la economía,
la contabilidad nacional es la traducción estadística de la visión neoclásica o convencional.
Pero procedamos con orden, partiendo de la identificación de los fundamentos de la contabilidad
nacional.

3. La centralidad del debate sobre trabajo productivo e improductivo

1. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, hoy no se puede hacer referencia a un sistema a fin de
cuentas estable, que determinaba las condiciones para la reproducción del trabajo, sino que más bien
hay que vérselas con una realidad en la que el crecimiento de la productividad se corresponde con
un fenómeno de desempleo en masa. Tal desocupación se muestra como una evidente contradicción
ligada a los procesos de acumulación. Con ello, seguramente, ha entrado en crisis el sistema de relacio-
nes que hasta ahora había involucrado a los agentes sociales y el mismo Estado social cuyas acciones
resultan ahora inadecuadas, y además ineficaces frente a las transformaciones que interesan los aspectos
diversos del desarrollo del capitalismo maduro posfordista.
La brecha entre crecimiento de la riqueza financiera y contracción de la riqueza real, entre eco-
nomía real y economía financiera, ha sido favorecida en nuestro país no solo por la especulación
internacional, por la falta de control, sino sobre todo por las decisiones de política económica que no
producen ni distribuyen trabajo, renta y riqueza, sino que destruyen recursos.
Si bien en lo inmediato la urgencia de una reforma es de naturaleza financiera, el proyecto neolibe-
ral abarca bastante más que el intento de sanear el balance. No obstante los repetidos ataques, el welfare
State sobrevive como residuo gastado pero todavía simbólico de la socialdemocracia keynesiana. Hasta
que esa anomalía no sea removida, la revolución liberal posfordista de la acumulación flexible seguirá
incompleta. La política social debe, en todo caso, mantenerse al paso de los tiempos de los nuevos
procesos de acumulación del nuevo ciclo capitalista.
Las decisiones de política económica forman parte de un proceso más general, basado en una
total recomposición de los conflictos y de las tensiones sociales a través de una reestructuración de las
relaciones económicas e industriales, con base en las lógicas del capitalismo salvaje. Todo esto se realiza
a través de modalidades del consenso que se difunden mediante políticas de un nuevo consociativismo,
que atraviesa e involucra el sistema de partidos, los sindicatos confederados, las asociaciones empresa-
riales, las instituciones bancario-financieras y el sistema conexo de las comunicaciones de masas. Si el

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


90
consociativismo nace y se desarrolla ya a partir de los años setenta, es en los años ochenta y noventa que
la tendencia clasista de la cogestión y concertación de las organizaciones históricas de los trabajadores
encuentra su máxima expresión y su punto de no retorno.
También el desarrollo del Estado social dependió en gran medida del modelo de acumulación
fordista, del trabajo asalariado, del crecimiento y la plena ocupación; y como premisa tuvo la nor-
malización del trabajo asalariado de un número creciente de personas, es decir, su transformación en
ciudadanos-trabajadores, lo cual condujo a la generalización de la relación de trabajo fordista. Esa ge-
neralización encuentra hoy límites en la acumulación posfordista, que cuestiona el modelo tradicional
del Estado social.
Según ese modelo, la participación social de los ciudadanos estaba ligada esencialmente al estatus
de trabajador asalariado y de ese vínculo se desprendía para los individuos la posibilidad de organizar
el conflicto capital-trabajo, con el fin inmediato de mejorar los niveles de bienestar y de justicia social.
La crisis del mercado de trabajo –vale decir, del principio predominante de distribución de la actividad
y la renta– crea en cambio una situación en la cual el desempleo, así como las dificultades en aumento
que para el vivir social confrontan estratos crecientes de la población, no pueden ya ser regulados
a través de simples retoques de las magnitudes en el ámbito de las estructuras institucionales ligadas a
la modalidad del welfare y de las premisas económicas de políticas expansivas. Entonces, es el modelo
keynesiano lo que se pone en duda: la actual crisis del mercado de trabajo no encuentra explicaciones
creíbles en la simple relación entre demanda de consumo y demanda de fuerza de trabajo, y no es
regulable a través de una política económica y fiscal expansiva.
El salario del trabajo está hoy cada vez más desconectado de la productividad, que sirve solo a la
ganancia. Se corresponde esto con la separación que establece el posfordismo entre crecimiento de
la producción y crecimiento de la ocupación, así como con la decidida financiarización de la economía,
que implica una distribución de la renta todavía más desplazada hacia fuertes determinaciones del pro-
ceso de acumulación. La cada vez más inicua estructura redistributiva de la renta implica la decadencia
del papel del Estado social, ya que el Estado se convierte en un agente que interviene directamente en
el sistema económico para apoyar la acumulación, y que regula y controla no solo la redistribución de
la renta sino todo el orden social en respaldo exclusivamente a la ganancia.
La creciente internacionalización de los flujos financieros, así como el desarrollo del proceso de
desindustrialización de los países occidentales, ha llevado a una disminución de la influencia de las
políticas económicas impulsadas individualmente por los Estados, frente a mecanismos de acumula-
ción cada vez más globales. Bajo un modelo de acumulación flexible, el Estado abandona el sistema
de protección social porque este solo representa una rigidez y, como tal, debe ser abolido para poder
asumir las funciones del profit State.

2. El sistema empresa se afirma y desarrolla creando una simbiosis socioeconómica, psicológica y cultural,
con los consumidores reales y potenciales y con todo el cuerpo social. Lejos de seguir de manera pasiva
la evolución de la demanda genérica del mercado, impone a la sociedad todas las reglas de la ganancia
y la cultura de mercado, fracturando la solidaridad del cuerpo social y rompiendo la unidad de clase.
La comunicación desviante es así parte fundamental de los modelos estratégicos del capitalismo
posfordista, que van a articularse exitosamente tanto con los procesos y los productos como con las
dinámicas socioculturales –más que económicas– de la sociedad entera.

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


91
En esta evolución posfordista pierde terreno la comunicación publicitaria clásica, en tanto que
surgen formas alternativas de modelos comunicacionales desviantes que utilizan nuevos instrumen-
tos, como expresión del carácter y del modo de presentarse del sistema capitalista en su conjunto.
Instrumentos como las campañas de opinión, la sponsorización o la participación en iniciativas
de aparente contenido social, se convierten, en manos de los mass-media y de las diversas formas
que asume el Profit State, en mensajes directos e indirectos de subordinación y sumisión a la úni-
ca compatibilidad tenida por posible: la de las reglas del mercado, considerado como la única gran
divinidad social5.
Esa comunicación, a la vez nómada, estratégica y desviante, está entonces integrada y entendida
como competencia de la empresa y de las instituciones, del profit State, en tanto que impresa en la
cultura gerencial de la fábrica social generalizada. Con adecuados instrumentos y técnicas, se le difun-
de para activar, perdurablemente, procesos productivos de recursos inmateriales compatibles con la
acumulación flexible posfordista.
Se alcanzan así nuevas fronteras para el incremento del valor de empresa, para la acumulación flexi-
ble. Se trata de oportunidades para crear recursos innovadores y cualificadores de toda la estructura de
acumulación del capital intangible. Una estructura buscada por el profit State mediante la transmisión
de la cultura de la ganancia en todo contexto del vivir social, a través de la dominación técnico-social.
A los bienes intangibles de gran relieve, como por ejemplo las competencias profesionales y tecno-
lógicas, la cultura, la formación, se suma el recurso intangible de la comunicación nómada desviante.
Pero todo es coartado por el patrón unívoco de la idea de mercado, de la cultura empresarial, capaz de
interactuar con lo externo a esta y envolverlo, poniendo en marcha elaborados procesos de recíproco
conocimiento para hacer plegar la sociedad al pensamiento único neoliberal.
La comunicación, a su vez, asume valor de función de dominio técnico-social en el momento en
que produce y difunde nuevos recursos intangibles como la imagen y la “cultura empresarial en lo so-
cial”. Comunicación estratégica desviante integrada, entonces, como función institucional estratégica
que permite lograr la competitividad social de todo el sistema, a través de la adquisición y transmisión
del nuevo conocimiento y la cultura del profit State. Es este el verdadero totalitarismo del profit State,
del imperio del capital que aniquila el vivir social, al hombre y su humanidad, su ser, como centro de
la organización social.
La introducción de la producción con bajo contenido de trabajo ejecutivo no suprime el interés
de los grupos del gran capital, más que de la pequeña empresa, por los espacios de producción des-
localizada con bajo salario; simplemente los impulsa a buscar sus bases importantes más cerca de los
polos productivos tradicionales. Estos últimos siguen ofreciendo para la acumulación capitalista una
combinación difícilmente igualable en cuanto a concentración de consumidores solventes, frecuen-
temente de alto ingreso. Zonas, pues, de libre cambio, con sistemas productivos caracterizados por
especializaciones susceptibles de ser explotadas mediante procesos intensos de externalización de las
partes del ciclo productivo con bajo valor agregado. Se trata de zonas caracterizadas por una movilidad
total de las mercancías y de los capitales, y con marcada flexibilidad en las formas de trabajo y de
salario. Son las áreas económicas impulsoras de la misma Unión Europea, donde el movimiento hacia
la integración ha caracterizado y reforzado muchas variables, excepto las relativas a los salarios, a las
condiciones de trabajo y a la seguridad social. De hecho, existen diferencias muy marcadas entre los
salarios de los distintos países y regiones de la Unión Europea, diferencias cuyo fundamento se halla

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


92
no tanto en la productividad como en la desregulación de la relación salarial para hacerla funcional a
la nueva acumulación posfordista.

3. Es así que, en la sociedad de la acumulación flexible basada en los recursos del capital inmaterial, de
la comunicación y el conocimiento, se hace fundamental discutir si, desde el punto de vista material,
el mismo trabajo puede ser productivo o improductivo, si puede o no puede ser incluido en el sistema
capitalista de producción según esté o no organizado bajo la forma de empresa capitalista.
Según la definición de trabajo productivo aportada por Marx, el trabajo del empleado público, del
policía, de los soldados y sacerdotes, no tiene nada que ver con el trabajo productivo. No porque sea ese
un trabajo “inútil”6, o porque no se materialice en “cosas” o en servicios, sino tan solo porque está
organizado sobre principios de derecho público y no en la forma de empresa capitalista privada. Un
empleado del servicio estatal de correos no es un trabajador productivo, pero si ese servicio fuese
organizado en la forma de una empresa capitalista privada que recabase dinero por la entrega de cartas
y paquetes, los trabajadores asalariados de esa empresa serían trabajadores productivos. Está claro que
la actual liberalización y privatización de los exservicios públicos en los países de capitalismo maduro,
más allá de la forma aparentemente ajustada en muchos casos al derecho público, en términos reales se
concretiza en formas de trabajo cuya finalidad es la extracción de plusvalía y, por tanto, esos servicios
son identificados como la nueva frontera de un trabajo en todo caso productivo.
Como vemos, cuando Marx define el trabajo productivo, lo abstrae totalmente de su contenido, del
carácter y del resultado concreto y útil del trabajo. Lo considera únicamente desde el punto de vista de
su forma social. El trabajo organizado en una empresa capitalista es trabajo productivo. El concepto
de “productividad”, como los demás conceptos de la crítica de la economía política de Marx, tiene un
carácter histórico y social. Por esa razón, sería sumamente incorrecto atribuir un carácter “material” a
su teoría del trabajo productivo.
Desde esa perspectiva, no se puede considerar como productivo solamente el trabajo útil para
la satisfacción de necesidades materiales, excluyendo por ejemplo los que responden a necesidades
culturales, ético-morales o espirituales. La naturaleza de la necesidad no tiene ninguna importancia.
Del mismo modo, Marx no atribuyó un significado determinante a la diferencia entre trabajo físico
e intelectual. De ello habló en un conocido pasaje del capítulo XIV de El Capital. Se supone que los
trabajadores intelectuales, o también llamados cognitivos, sean “indispensables” para el proceso de
producción y, por tanto, que “ganen” retribuciones derivadas de los productos creados por los traba-
jadores materiales7. Según Marx, sin embargo, aquellos crean un nuevo valor. Por ese valor reciben
una retribución parcial, y dejan otra parte en manos del capitalista como forma de valor no pagado,
de plusvalía.
El trabajo intelectual necesario para el proceso de producción material no difiere en ningún aspecto
del trabajo físico. Es “productivo” si está organizado sobre principios capitalistas. En este caso, es abso-
lutamente igual que el trabajo intelectual esté organizado conjuntamente con el trabajo físico en una
misma empresa, oficina técnica, laboratorio químico u oficina de contabilidad, o que sea separado en
una empresa independiente, como podría ser un laboratorio químico experimental que tenga la tarea
de mejorar la producción, etcétera.
La siguiente diferencia entre tipos de trabajo tiene un importante significado para el problema
del trabajo productivo: se trata de la diferencia entre el trabajo que “se concreta en valores de uso

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


93
materiales y el trabajo o los servicios” (Marx, 1978a, tomo I: 143) que no asumen forma objetiva.
Es preciso recordar que se trata de una definición “secundaria”, válida solo si se aceptan las premisas
mencionadas, es decir, si preliminarmente se supone el trabajo organizado en forma capitalista. En
realidad, el mismo Marx señaló con frecuencia que el trabajo productivo –en el sentido ya definido– y
el trabajo que produce riqueza material no coinciden, y que divergen en dos aspectos. El trabajo
productivo, en efecto, incluye el trabajo que, aunque no se vea representado en cosas materiales, está
organizado sobre principios capitalistas. De otra parte, el trabajo que produce riqueza material pero
no está organizado en la forma de producción capitalista, no es trabajo productivo desde el punto de
vista de la producción capitalista (Marx, 1993a). Si no adoptamos la “definición secundaria”, sino la
“característica determinante” del trabajo productivo, que Marx define como trabajo que crea plusvalía,
veremos que toda traza de trabajo concebido en clave materialista queda eliminada de la definición
de Marx.

4. A primera vista, la concepción del trabajo productivo desarrollada en algunos escritos de Marx no
considera en esa categoría a los trabajadores y empleados del comercio y del sector crediticio (Marx,
1978a, tomo II: cap. VI; tomo III: cap. XVI-XIX). Marx no considera productivo ese trabajo. Según
muchos científicos sociales, incluida una gran parte de los marxistas, Marx se negó a considerar pro-
ductivo ese trabajo porque no produce cambios en las cosas materiales. Según ellos, esto es un residuo
de las teorías “materialistas” del trabajo productivo.
Al referirse a la oposición de la “escuela clásica” a tal concepto8, alguien se ha preguntado con
estupor: ¿cómo pudo Marx cometer ese error después de haber descubierto, con tanto ingenio, la
psicología fetichista del productor de mercancías? Algún otro, después, ha criticado las teorías que
separan los aspectos “intelectual” y “material” del trabajo, para luego agregar que esas concepciones de
la economía política clásica no fueron sometidas por Marx a la crítica que ameritaban, dado que, en
general, Marx apoyó esas concepciones.
¿Corresponde a la verdad la aseveración de que los tomos II y III de El Capital están empapados
de esa concepción “materialista” del trabajo productivo, que Marx sometió a una crítica detallada y
destructiva?
En realidad, no hay contradicción evidente en las ideas de Marx. No renuncia él al concepto de
trabajo productivo como trabajo organizado sobre principios capitalistas, independientemente de su
carácter concreto y utilitarista, típico del modo de producción capitalista. Pero si no es así, ¿por qué
Marx no considera el trabajo de los vendedores y los empleados organizados en una empresa comercial
capitalista como trabajo productivo? Para responder a esta pregunta debemos recordar que cuando
Marx, en numerosos análisis previos a El Capital, escribía sobre trabajo productivo, comenzaba con
el problema del capital productivo. Según esa teoría, el capital pasa por tres fases en su proceso de
reproducción: capital-dinero, capital-productivo y capital-mercancías.
Las fases primera y tercera representan el “proceso de circulación del capital”. En este esquema,
el capital “productivo” no se opone al improductivo, sino al capital en “proceso de circulación”. El
capital productivo organiza directamente el proceso de creación de bienes de consumo, en el sentido
más amplio. Este proceso incluye todo el trabajo necesario para la adaptación de los bienes a los fines
de consumo; por ejemplo, el almacenaje, el transporte, el empaquetamiento, etcétera. En el proceso de
circulación, el capital organiza la “circulación pura”: la compra y la venta, por ejemplo, o la transferencia

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


94
del derecho de propiedad, abstraída de la transferencia real de productos. Este capital supera la fric-
ción del sistema mercantil capitalista; fricción que, por así decirlo, obedece al hecho de que el sistema
se encuentra escindido en unidades económicas individuales: precede y sigue al proceso de creación
de bienes de consumo, aunque esté ligado a ello indirectamente. La “producción de capital” y la
“circulación de capital” son en el sistema de Marx independientes y tratadas separadamente, aunque
al mismo tiempo este no pierda de vista la unidad de todo el proceso de reproducción del capital. Esa
es la base de la diferenciación entre el trabajo usado en la producción y el empleado en la circulación.
Pero esa división no tiene nada que ver con una división del trabajo en “trabajo que produce cambios
en los bienes materiales” y trabajo que no tiene esa propiedad. Marx distingue entre el trabajo utilizado
por el “capital productivo”, o más precisamente por el capital en la fase de producción, y el trabajo
utilizado por el capital-mercancías o el capital-dinero, o más precisamente por el capital en la fase de
circulación. Solo el primer tipo de trabajo es “productivo”, no porque produzca bienes materiales, sino
porque es utilizado por el capital “productivo”, y esa es la forma del capital en la fase de la producción:
produce plusvalía.
La participación del trabajo en la producción de bienes para el consumidor –no necesariamente
bienes materiales– representa, para Marx, una propiedad adicional del carácter productivo del trabajo,
pero no el criterio para establecerlo. Ese criterio sigue siendo la forma capitalista de organización del
trabajo: el carácter productivo del trabajo es una expresión del carácter productivo del capital. El
movimiento del capital por sus fases determina las características del trabajo que se utiliza. Aquí Marx
permanece leal a su idea de que en la sociedad capitalista es el capital la fuerza motriz del desarrollo:
sus movimientos determinan el movimiento del trabajo, que está subordinado al capital.
Así, según Marx, es trabajo productivo todo tipo de trabajo organizado en las formas del proceso
capitalista de producción o, más precisamente, el utilizado por el capital “productivo”, es decir, por
el capital en su fase de producción. El trabajo del vendedor no es productivo porque es contratado
por el capital en su fase de circulación (no aporta, pues, transformaciones en el valor de uso, ni pre-
serva del deterioro su integridad)9.
El trabajo del actor cómico al servicio del empresario teatral es productivo, aunque no provoque
cambios en los bienes materiales y, desde el punto de vista de las exigencias de la economía social, sea
menos útil que el trabajo del vendedor10. El trabajo del actor es productivo porque lo usa el capital
en su fase de producción. El resultado de la producción no consiste en este caso en bienes materiales,
sino en juegos, en chistes, pero esto no modifica el asunto. Los chistes del actor tienen valor de uso y
valor de cambio. Su valor de cambio es mayor que el valor de la reproducción de la fuerza de trabajo
del actor, es decir, supera su salario y los gastos en capital constante. Luego, el empresario obtiene
plusvalía. Por otra parte, el trabajo del taquillero que vende los boletos para asistir al espectáculo del
actor es improductivo, porque es contratado por el capital en la fase de circulación11, es decir, ayuda
solamente a transferir el “derecho de ver el espectáculo”, el derecho de una persona a disfrutar de
los chistes del actor (derecho adquirido mediante un intercambio de tipo mercantil: dinero contra
mercancía-diversión).
Es evidente, a estas alturas, que interpretar las categorías económicas de una manera y no de otra,
incluso en el campo del socialismo realizado, implica un sistema de contabilidad nacional comple-
tamente diferente, con representación de órdenes socio económico-productivos también del todo
diferentes.

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


95
4. La contabilidad nacional

1. Toda ciencia –sea social, natural o humana– tiene necesidad, para poder avanzar y elaborar tesis, de
una base de conocimientos de la cual partir, de datos, de un complejo de informaciones sobre el cual
operar y desde el cual moverse para sus análisis.
La ciencia económica burguesa, en sus diversos intentos de comprender y “dominar” o “provocar”
una pluralidad de fenómenos sociales12, se resolvería en mero ejercicio mental improductivo si no
tuviese un “campo de aplicación” (la sociedad) para sus propias teorías y no pudiese hacer uso de
datos –y por tanto de los instrumentos que los proveen– para conocer ese “campo operativo” en el que
pretende actuar13.
Para desarrollar análisis económicos y proponer políticas económicas, un dato fundamental del cual
partir es el de la riqueza nacional, conocible gracias al instrumento de la contabilidad nacional 14. Sirve
esta, precisamente, para el cálculo de la riqueza producida en una nación y por una nación15.

2. Partiendo de la expresión contable implícita en las tablas de input-output, en las que el consumo
intermedio equivale al consumo del capital constante en un período, y el valor agregado, al tiempo
de trabajo directo pagado (remuneración de los asalariados-capital constante) y no pagado (exceden-
te bruto de la explotación-plusvalía), se obtienen los principales conceptos contables. Pero antes de
afrontarlos, describamos brevemente la naturaleza y función de los llamados “operadores económicos”.
En la base de la contabilidad nacional “está la idea de que todo el sistema productivo depende, en
su funcionamiento, de cuatro (…) grandes categorías de operadores económicos: familias, empresas,
administración pública, exterior” (Cozzi y Zamagni, 1995: 78).

5. Los operadores económicos

1. Los operadores económicos son agentes-sujetos que permiten leer los movimientos productores y
consumidores de riqueza en un determinado territorio. Se les define por la función que cumplen en el
ciclo de producción-consumo y por la utilización que hacen de los bienes y servicios adquiridos (según
sean finales o intermedios). Son, pues, los agregados de sujetos económicos homogéneos que permiten
la identificación de amplios movimientos económicos dentro de un país.
Mientras las familias individualizan al operador económico que desempeña exclusivamente la ac-
tividad de empleo –vale decir, el consumo de bienes y servicios adquiridos–, el operador empresas
desempeña exclusivamente la actividad de producción de bienes y servicios (sean estos finales o in-
termedios)16. Entonces, mientras la empresa es el sujeto económico que ofrece en el mercado bienes y
servicios, la familia demanda bienes y servicios. Tal es la diferenciación fundamental utilizada por el
SEC (Sistema Europeo de Cuentas Económicas Integradas) y que luego ha sido utilizada también en
Italia por el Istat*, aun si deslindándose esta última, en algunos puntos, del modelo SEC.
Al tomar en consideración las actividades de producción y consumo, debemos tener un espa-
cio productivo y mercantil determinado como referencia para nuestros cálculos, o de otra forma

* (n.t.) Instituto Nacional de Estadística.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


96
tendremos un modelo indeterminable de contabilidad nacional. “Las acciones económicas pueden
ser definidas con respecto al territorio y/o a los operadores que las desempeñan” (Alvaro, 1999: 21).
Eso significa que, con base en los resultados que tengamos intenciones de obtener, podemos hacer
cálculos a partir de los operadores residentes en un determinado territorio (sea una nación, una región,
una provincia, una ciudad, etcétera) u operantes en él. La distinción es importante si consideramos
una economía no cerrada, en la que los operadores bien pueden cumplir su actividad en el exterior o
desde el exterior.
En lo que respecta a la población, esta puede ser dividida en una “porción” residente (habitual-
mente) y otra presente. Mientras con la primera definición excluimos a quienes no son residentes
habituales, con la segunda no tomamos en consideración a los residentes que no están presentes, los
que temporalmente se encuentran fuera de los confines. Es evidente que según el criterio escogido,
obtendremos resultados diferentes.

2. Si para la familia la identificación y la descripción son tareas más simples, para el operador empresa
esto se complica un poco. Según el modelo tradicional, las empresas se clasifican en tres sectores eco-
nómicos: agrícola, industrial y terciario. Las unidades estadísticas de definición son la firma o empresa,
la unidad local y las instituciones17.
A los fines del cálculo estadístico, la empresa es la

unidad jurídico-económica que produce bienes y servicios destinados a la venta y que, con base en
las leyes vigentes o en sus propias normas estatutarias, tiene la facultad de distribuir las ganancias
obtenidas entre los propietarios, sean estos privados o públicos. El responsable está representado por
una o más personas naturales, en forma individual o asociada, o por una o más personas jurídicas.
Entre las empresas se incluyen: las empresas individuales, las sociedades de personas, las sociedades
de capital, las sociedades cooperativas, las empresas especiales de municipalidades o provincias o
regiones. Son considerados como empresa también los trabajadores autónomos y quienes ejercen
profesiones liberales (definición de la Istat)18.

Elemento determinante para esta definición son los fines de lucro.


La unidad local, en cambio, es un establecimiento o un cuerpo de establecimientos situado en un
determinado lugar, en el que materialmente se realiza la producción o la distribución de bienes o la
prestación de servicios. Las unidades locales se subdividen en operativas y administrativas (que difieren,
estas últimas, física o al menos funcionalmente de las operativas).
La institución es una unidad con contabilidad propia y dotada de autonomía en sus decisiones,
cuyas funciones principales son la producción de bienes y la provisión de bienes no destinados a la
venta. Se financia ella predominantemente mediante:

a) Pagos obligatorios que inciden en las familias y las empresas (y este es el caso de la Administra-
ción Pública, de aquí en adelante AP).
b) Contribuciones voluntarias de familias y/o sujetos cuya organización esté dirigida a la gestión de
intereses comunes (como es el caso de las instituciones sociales privadas).

3. La Administración Pública, o las administraciones públicas, tercero de los operadores anteriormente


citados, puede subdividirse en tres subsectores:

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


97
a) La administración central, cuya actividad principal es ejercida en la mayor parte del territorio
nacional. Comprende ella el Estado y los entes nacionales de investigación, de asistencia y
económicos.
b) Las administraciones locales, cuya actividad incide solo en una parte limitada del territorio na-
cional (por ejemplo, región, provincia, comuna, servicio sanitario local –ASL–, ente económico
local, etcétera).
c) Entes de previsión (por ejemplo, INPS, Inail**).

Si bien los servicios que presta la AP son tanto de consumo final como intermedios o productivos,
en el sistema italiano de contabilidad nacional (calcado servilmente, en este caso, del modelo SEC),
convencionalmente, todos esos servicios son considerados finales, es decir, para consumo de las familias.

4. El operador “exterior”, llamado “resto del mundo” (RdM), que hoy adquiere un papel todavía más
decisivo en las economías nacionales, está conformado por todas las personas –naturales y jurídicas–
que, sin tener residencia en el país considerado, mantienen con él alguna actividad económica. La
residencia de la persona jurídica coincide con el concepto de centro de interés, mientras que la de la
persona natural mantiene su acepción habitual.

5. Es oportuno, de pronto, entender mejor algunas configuraciones particulares relativas a los operado-
res y agentes económicos, para analizar mejor el contexto en que se opera. Por ejemplo, es importante
establecer una distinción entre dos tipologías de empresas públicas: de un lado, aquellas cuyo capital
social pertenece total o mayoritariamente al Estado; del otro, la empresa que se caracteriza por la
presencia de factores extraeconómicos y, que por tanto, es diferente de la privada, sea por la propiedad
o por su propia esencia. Este último caso se refiere a las empresas creadas para solventar problemas
sociales (como, por ejemplo, para mantener el índice de empleo) o para facilitar el mantenimiento de
un justo equilibrio de la economía entre lo público y lo privado.
Es también oportuno hacer una clasificación de las diversas tipologías de empresa que pueden ser
definidas como “públicas”. Se tienen así empresas del Estado, empresas que son propiedad del Estado
y empresas financiadas por el Estado.
Empresas del Estado son aquellas que están sometidas a su control directo y cuya contabilidad se
inserta totalmente o en gran parte en los balances estatales. Las empresas propiedad del Estado, en
cambio, son en todo similares a las empresas privadas, pero se caracterizan por una fuerte participación
del operador público, lo que garantiza su control. Finalmente, las empresas financiadas por el Estado,
aun siendo de carácter público, tienen en su gestión un determinado grado de autonomía.
El objetivo de las empresas públicas no está en la maximización de la ganancia, sino en una serie de
metas que deben ser alcanzadas en nombre de los intereses de la colectividad. Está claro, de hecho, que
aun siendo para ellas fundamental el alcanzar resultados de gestión positivos, el reverso de esa exigen-
cia es la necesidad de considerar seriamente todos los factores vinculados con la economía nacional.
En ese sentido, puede decirse que entre los objetivos principales de una empresa pública está el lograr
eficiencia en la asignación de los recursos, una eficiencia redistributiva y social que permita brindar la

** (n.t.) Instituto Nacional de Previsión Social e Instituto Nacional para la Aseguración contra Infortunios en el Trabajo.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


98
máxima satisfacción a los consumidores, asegurar la mayor transparencia posible y corregir los fallos
del mercado.
Hay sectores específicos de la economía que desde siempre han estado sujetos a control por parte
del Estado, en tanto que proveen servicios estratégicos esenciales para los ciudadanos y para otras
empresas. Nos referimos a empresas que operan en el campo de la energía, del agua, de las telecomuni-
caciones, el transporte, etcétera, por no citar también los consumos colectivos, públicos por excelencia,
como los de asistencia social, sanidad, defensa, previsión, formación escolar; vale decir, la “producción
de welfare”. En estos sectores, la intervención del Estado es garantía para todos de un acceso igualitario
a la calidad de los bienes y servicios producidos, que en caso contrario podrían estar distribuidos de
manera no uniforme ni equitativa, sea en términos económicos o en un sentido social general.
En confirmación de lo dicho baste recordar, por ejemplo, cuán importante fue en Italia, y especial-
mente en el Mezzogiorno (sur), la intervención del Estado durante la delicada fase de la reconstrucción
de posguerra. La presencia de las empresas públicas en la economía caracterizó también a los demás
países europeos, en particular a los más gravemente golpeados por los daños de la Segunda Guerra
Mundial, en tanto que la intervención estatal fue capaz, por ejemplo, de cubrir la insuficiente oferta
de capital de las empresas privadas.
El viejo modo de ser de la empresa pública y el papel de la economía pública en su conjunto entran
en crisis en los países de capitalismo maduro y, por tanto, también en Italia, en el momento en que
naufraga el modelo keynesiano de sostenimiento del desarrollo. El éxito de las políticas keynesianas
radica en su capacidad de hacerse intérpretes de las nuevas formas de acumulación fordista, neutrali-
zando al mismo tiempo la carga revolucionaria y subversiva de las ideas de la revolución bolchevique
del 17. La aplicación del modelo keynesiano es, ciertamente, una conquista debida a las luchas del
movimiento obrero (Antoniello, Vasapollo, 2006), una conquista dirigida a favorecer formas de pro-
greso civil y de mejoramiento de las condiciones de vida de las clases más desposeídas; pero al mismo
tiempo es un proyecto de mediación, instrumental, porque funge de amortiguador del conflicto social:
sirve a un desarrollo con una cierta redistribución, pero que, sin embargo, no toca los márgenes de
rentabilidad de las grandes y medianas empresas capitalistas.
La crisis del modelo fordista implica la crisis de las políticas keynesianas, desde el momento en que
estas últimas representan la más avanzada síntesis del compromiso social.
Desde comienzos de los años ochenta se ha verificado en todos los países de modelo capitalista, e in-
cluso donde más marcada era la apuesta por la economía mixta, un proceso de redimensionamiento de
la presencia pública en la economía. Ha sido esto así, al menos en la intención declarada, para tratar
de adecuar la gestión productiva pública a las nuevas condiciones de la competencia internacional. En
esencia, las motivaciones principales estaban más vinculadas con razones político-formales que con
exigencias reales de eficiencia económico-productiva. Por tanto, la motivación de lograr para las empre-
sas públicas una mayor competitividad, se vio después necesariamente sometida a lentitudes y controles
burocráticos que con frecuencia no les permitieron un funcionamiento más ajustado e innovador.
El variado papel asumido por el Estado en la regulación de la gestión de las empresas públicas ha
pasado por el reforzamiento de los procesos de “privatización”, que han afectado incluso la producción
dirigida a satisfacer necesidades colectivas básicas. Se llega así a una consecuente reducción del poder
del “Estado-empresario” y, al mismo tiempo, a forzar el proceso de privatización del welfare State, im-
poniendo una restricción de sus características de universalidad en la prestación de servicios públicos

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


99
fundamentales. Se ha incentivado, de esta manera, el recurso creciente a la asistencia médica privada,
a la instrucción y formación de connotaciones empresariales, a los sistemas integrados de pensión de
carácter privado.

6. EL PNB y el PIB19

1. El macroagregado más ampliamente utilizado hasta hace poco tiempo para el cálculo de la riqueza
nacional es el producto nacional bruto (PNB), cuyos orígenes se remontan a las obras de Simon
Kuznets (1901-1985). La importancia de este concepto reside en la posibilidad que brida de medir el
valor total de la producción de un país y, por tanto, para decirlo con Samuelson y Nordhaus (1987: 98),
de “medir el rendimiento de todo un sistema económico”20.
El PNB es la medida monetaria21 del valor producido y leído en su dinámica de flujo: flujo de bienes
y servicios finales, más inversiones (privadas), más el gasto de la Administración Pública.
A ese respecto escriben conjuntamente Cozzi y Zamagni (1995: 82):

En la definición de PNB (… ) se ha hecho referencia al flujo anual de la producción global de bienes y


servicios. Se ha llevado a cabo, por tanto, una agregación de producciones heterogéneas (pan,
automóviles, etcétera) que solamente pueden sumarse unas con otras en términos de valor. Cada
cantidad producida, expresada en su propia unidad de medida, ha sido entonces evaluada en su propio
precio unitario.

Samuelson y Nordhaus (1987: 101) justifican esa decisión: “Porque (…) los precios de mercado
reflejan el valor económico relativo de los diversos bienes y servicios, es decir, los precios relativos de los
diversos bienes reflejan el valor que los consumidores atribuyen a las unidades últimas (o marginales)
de consumo de esos bienes”. Como se puede ver, el cálculo del PNB está estrechamente ligado a (y
depende de) la teoría marginalista del valor. Que después esa correlación, en la realidad, no se corres-
ponda con la verdad, ya es otra cosa.

En pocas palabras, el producto nacional bruto es la cifra que se obtiene al aplicar la medida monetaria
a los diversos tipos de computadoras, naranjas, cortes de cabello, naves de guerra y máquinas que
toda sociedad produce empleando la tierra, el trabajo, los recursos de capital y el know-how de que
dispone. Es igual a la suma de los valores monetarios de todos los bienes de consumo y de inversión,
más las compras por parte del sector público (Samuelson y Nordhaus, 1987: 99).

2. Ya con esto se puede empezar a entrever una particularidad típica de la contabilidad nacional de
corte marginalista. Cualquier bien o servicio (excepto los intermedios y los “malos”, como los negocios
ilícitos, criminales) produce valor y riqueza. El cambio de perspectiva con respecto a los clásicos es evi-
dente. Estos últimos (incluido el más sólido crítico de la economía política clásica, Marx) reconducían
las categorías constitutivas de la riqueza nacional a una distinción central (que lo será también para la
teoría marxista del valor y de la explotación): la que hay entre trabajo productivo y trabajo improductivo
(de valor) (sobre estos problemas, cfr. más adelante; por ahora, remítase a Shaikh, Tonak, 1994).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


100
Para simplificar al máximo la diferencia que cursa entre ambos enfoques, considérese que, según
las actuales metodologías de contabilidad nacional, incluso la actividad profesional, de consultoría,
de un abogado, produce valor, riqueza, y por tanto es calculada en la categoría de servicios finales a los
que hemos aludido antes. Para un estadístico o un economista de enfoque clásico –o en cualquier caso
heterodoxo–, eso resulta un absurdo imperdonable (desde el momento en que falsea enormemente las
estadísticas nacionales): un abogado no produce valor, sino que más bien absorbe, en forma de dinero,
el valor producido por otros en otras esferas.
La diferencia fundamental entre estas dos perspectivas radica en el modo de ver el funcionamiento
de la economía en la práctica. Los marginalistas buscan discernir, por medio de mediciones, si la eco-
nomía se expande o contrae, o si hay una amenaza de recesión, o cuál es el nivel de desarrollo. Quien
se inspira en los clásicos, como los marxistas, quiere entender las leyes económicas que atañen a las
modalidades de acción y redistribución de la riqueza social, y no simplemente medir el funcionamien-
to estructural de la economía.

3. Siendo el PNB una expresión monetaria del valor total, se enfrenta a las variaciones de precios que
determina la inflación. Es evidente que si se adelantaran cálculos sin considerar esas variaciones, ten-
dríamos estadísticas completamente inexactas en relación con la situación real de los flujos de riqueza
nacional. Es para resolver ese problema que se recurre al deflactor (instrumento que, en pocas palabras, es
una media ponderada de los precios que permite calcular la diferencia entre el PNB nominal y el real)22.
Al referirnos más arriba a los bienes y servicios (a los precios de los bienes y servicios) utilizados
para el cálculo del PNB, los hemos calificado como finales. La necesidad de calcular exclusivamente los
bienes y servicios finales (los adquiridos por los consumidores) es evidente: de esa manera se eliminan
del cálculo todos los bienes y servicios intermedios, que de otra forma implicarían una duplicación de
los cómputos23. Es con esa finalidad que se utiliza el concepto de valor agregado, destinado a restituir el
equilibrio de las cuentas: para obtenerlo, del valor de las ventas de una empresa debemos sustraer el valor
de los materiales y servicios adquiridos de otras empresas; en términos más técnicos, el valor agregado24
se obtiene al sustraer, del valor de la producción vendible, el valor de los bienes y servicios intermedios.
Definidos, pues, los elementos rudimentarios para el cálculo del PNB, podemos concluir con la
fórmula clásica para una economía cerrada:

PNB = C + I + G

donde C son los consumos privados, I son las inversiones y G es el gasto público, es decir, los con-
sumos públicos. En una economía abierta se considera también (X - M), donde X son las exportaciones
y M las importaciones.
Hay que agregar, sin embargo, que I representa las inversiones brutas, incluidas las amortizaciones,
por lo que el valor representado en el PNB se ve alterado o, mejor, no logra describir acertadamente
la realidad de la riqueza “corriente” del país. Es para evitar tal inconveniente que se utiliza otro índice,
a pesar de ser más difícil de determinar por la escasez o imprecisión de los datos que comporta: el
producto nacional neto (PNN), que viene dado por los consumos privados, más las adquisiciones del
sector público, más las inversiones netas.
Recapitulando con Samuelson y Nordhaus (1987: 108)25, el PNB (y el PNN) pueden ser definidos
como suma de tres componentes principales:

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


101
a) Gasto personal por consumo de bienes y servicios.
b) Gasto por inversiones, sean inversiones internas o exportaciones netas.
c) Gasto público por bienes y servicios.

Antes de proseguir, conviene recordar una diferenciación ulterior: mientras el PNB expresa el valor
total de la actividad económica realizada dentro y fuera de un determinado país por sus residentes, el
PIB mide solo el valor total de la actividad económica realizada dentro del país en cuestión, tanto por
residentes como por no residentes.
Hoy el PIB es más conocido y utilizado entre los economistas burgueses que el PNB. Se determina
el primero de dos posibles maneras, completamente equivalentes: con el método de flujo de productos
y con el de costos o réditos. El resultado es siempre el mismo:

PIB = C + I + G + X - M

Corresponde al conjunto de los réditos del trabajo y los réditos del capital (amortizaciones, rentas,
intereses, dividendos, etcétera).
La equivalencia se obtiene, entonces, al considerar genéricamente los componentes de la ganancia
(junto con salario y renta), lo que se traduce en un saldo que se adecúa automáticamente a las varia-
ciones de costos, réditos y valores.
Mientras el concepto de PIB coincide con la sumatoria del valor agregado de las empresas que ope-
ran en el ámbito del país estudiado, el de PNB representa el producto interno más una cuota ideal de
producción realizada en el exterior con factores productivos pertenecientes a los residentes del país en
cuestión, a lo cual se resta la cuota ideal de producción realizada en el país con factores de producción
que pertenecen a residentes del operador “resto del mundo”.
El PIB y el PNB son los indicadores más utilizados para comparaciones internacionales y para
cuantificar la tasa de acumulación, aunque en este caso sea mal empleado.

4. Como acabamos de decir, el término “bruto” en el PIB, o en el PNB, señala que en el indicador se
está agregando el valor de la amortización de capital, es decir, el valor monetario de la “reconstrucción”
o sustitución de los bienes de capital consumidos en el período precedente. Por tanto, para medir el
incremento neto de la producción habría que deducir la amortización del capital:

PIB - A = PIN

o, mejor,

PNB - A = PNN

donde PIN es producto interno neto y PNN es producto nacional neto.


El producto se mide a precios de mercado o al costo de los factores. La diferencia consiste en la
inclusión, en el primer caso, de los impuestos indirectos netos, vale decir, al neto de las transferencias,
obtenidas del Estado o sobre el valor de la producción.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


102
La naturaleza de estos impuestos puede ser considerada de dos maneras: como una exacción sobre
el valor monetario de la producción –caso en el cual se deducen del tiempo de trabajo no pagado o
plusvalía–, o mediante la consideración de que para su pago se proceda a un incremento del precio de
venta de los productos por encima de su precio de producción. La contabilidad nacional adopta esta
segunda modalidad, con el resultado de que, cuando se agregan al producto, esto se llama “a precios de
mercado” y, si no es así, se procede a medirlos “al costo de los factores”.
El producto nacional neto al costo de los factores es el que, en términos de remuneración a los
factores productivos, se denomina “renta nacional” (RN) en sentido restringido.
El PNNCF o RN es la macromagnitud más significativa. Permite ella medir la renta per cápita
(por persona) de manera más precisa que el PIB per cápita habitualmente utilizado, ya que deduce
las variaciones de precios inducidas por las cargas impositivas a la producción, que pueden diferir
sustancialmente entre países y entre períodos, distorsionando así las comparaciones internacionales.
Si de la renta nacional se deducen el importe de los dividendos no distribuidos, los impuestos a las
empresas y las cargas sociales (es decir, la parte de la plusvalía que se mantiene en la RN), se obtiene la
renta personal (RP), que representa una medida aproximada de la capacidad de gasto de las economías
internas, tanto de los trabajadores como de los capitalistas.
Si de la RP se deducen los impuestos directos –en particular, el impuesto a la renta–, obtenemos
la renta disponible (RD), que mide el potencial de consumo de las economías familiares en bienes de
consumo y bienes de lujo durante un período determinado.

5. El cuadro que sigue sintetiza los diferentes conceptos utilizados para medir “la producción” y su
equivalente aproximado en términos de las categorías de valor-trabajo: capital constante (K) y plusvalía
(W). La c minúscula corresponde al capital (constante) circulante, parte integrante –junto con el
capital fijo– de K. Las letras griegas expresan una fracción de la categoría considerada:

Valor bruto de la producción c+v+W


– Consumo intermedio c
Valor agregado = producto interno bruto a precios de mercado (PIB) v + W + αK
– Impuestos indirectos – transferencias
= Producto interno bruto a costo de factores
– Amortización αK
Producto interno neto a costo de factores [v + W ]a
+ ingresos de los factores nacionales en el exterior – pagos a los factores extranjeros en el país
Producto nacional neto a costo de factores = renta nacional [v + W ]b
– (Utilidades no distribuidas + impuestos sobre la sociedad + cotizaciones sociales)
+ Transferencias (prestaciones de la prevención social + intereses del débito público)
= renta personal v + χW
– impuestos directos
= renta disponible β(v + χW )

α = proporción destinada a la amortización de K.


β = 1 – impuesto directo por unidad de rédito.
χ = 1 – α – inversiones netas por unidad de plusvalía.

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


103
6. El cálculo del valor de la producción puede realizarse, en función de la disponibilidad de estadísticas,
desde tres perspectivas:

a) Desde el punto de vista de la producción, o de la oferta, o de la formación, uniendo los valores


agregados de las distintas ramas de producción. Sería el método seguido mediante la utilización
de las tablas de input-output, o de otros sistemas de estimación del valor agregado sectorial.
b) Desde el punto de vista de la distribución de la suma total de valores agregados entre los facto-
res, equivale, en cambio, al importe bruto de los ingresos o réditos de los trabajadores (sueldos
y salarios), de los capitalistas (utilidades o ganancias) y de los rentistas (renta e intereses). Me-
diante la estimación del total de los ingresos obtenemos otro método de cálculo del valor de la
producción en un período dado, es decir, de la distribución entre los factores.
c) Desde el punto de vista de la utilización, mediante el cálculo de los consumos o las demandas
de los distintos sectores institucionales se computa el total de consumos, que debe coincidir con
el total de ingresos por rubro o definición, esto es, con el valor de la producción. Tradicional-
mente, la contabilidad nacional desagrega esos consumos en sus diversas formas de utilización:
consumo privado (C), consumo de capital fijo o inversión (I), consumo o gasto público (G)
y saldo neto del comercio exterior (si el saldo [X - M] es positivo, supone un consumo en el
exterior o ahorro; si es negativo, un exceso de consumo o endeudamiento nacional).

La comparación de estas tres vías de cálculo es el fundamento sobre el que se basa la teoría del
“equilibrio” entre oferta (producción) y demanda (consumo), que se postula como situación óptima
de funcionamiento de la economía capitalista.

En efecto, si
consumo + inversiones + gasto público + (exportaciones-importaciones) = PIB; y
réditos salariales + réditos capitalistas + rentas = PIB; y
valor agregado agrícola + valor agregado industrial + valor agregado de los servicios = PIB; entonces
valor agregado = producción = oferta; y
C + I + G + (X - M) = consumo = demanda; entonces
oferta = demanda

Nótese, de paso, que en esta igualdad no se toma en consideración la existencia del Estado, salvo
en la estimación del PIB por medio de la demanda; en la estimación por el ingreso o por la oferta
se le considera, por tanto, en términos de distribución primaria o producción bruta al costo de los
factores.

7. Pero esta serie de igualdades o identidades no deja de ser, en definitiva, un conjunto de tautologías
sin contenido teórico real. Si aplicamos los criterios de la producción material (tiempo y trabajo),
propios de la teoría marxista, resulta evidente que la identidad final solo se sostiene si se elimina una
de las dos variables reales del sistema analítico; es así que el tiempo desaparece en la teoría conven-
cional de la oferta y la demanda, por cuanto, en realidad, la producción del período en consideración
precede, temporalmente, al consumo de la mercancía final y, al mismo tiempo, esto es posible porque

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


104
la producción deriva de un proceso precedente de consumo (de bienes de producción y de fuerza
de trabajo). La identidad es solo aparente, porque el contenido material del proceso de “consumo-
producción-consumo” cambia en cada uno de los procesos, y en realidad el valor monetario de cada
fase de producción difiere del valor monetario de la fase previa de consumo y de la fase siguiente de
producción.
Esta dificultad analítica y esta incomprensión teórica del ciclo de la producción (D - M - D'), más
los problemas de medición y cálculo estadístico, explican el hecho de que, cuando se busca paragonar
el valor del PIB según las estimaciones de los distintos procedimientos, este difiere sistemáticamente
en mayor o menor medida.

8. Los datos básicos de la contabilidad nacional, como se ha dicho, nos permiten identificar los grandes
trechos de la evolución de la economía. Se podrá identificar, por ejemplo, e incluso con el valor agre-
gado bruto (PIB) como único dato, la tendencia sostenida al estancamiento de la economía capitalista,
con un crecimiento (tasa de acumulación) cada vez más reducido.
La contabilidad macroeconómica permite identificar solamente en el trabajo la fuente de valor
agregado del proceso de producción, por cuanto, obviamente, el gasto de materias primas no forma
parte del valor agregado, pero sí incluye el valor de sustitución del capital en forma de amortización,
al margen del valor neto de la producción.

9. El valor agregado neto –agregado el PIN o el PNN, según se consideren los factores exteriores
utilizados en el propio país (PIN) o los factores nacionales que se utilizan fuera (PNN)– es el indicador
que mide con mayor aproximación la autovalorización del capital26. Si se considera tal agregado en
relación con el tiempo de trabajo productivo, obtenemos una categoría analítica de gran utilidad: la
expresión monetaria de la hora laboral (E )27 que, puesta en relación con la expresión monetaria del
salario por hora (CL), nos permite identificar la evolución estadística de la explotación del trabajo, ya
que E > CL (al menos a nivel macroeconómico, aun si no necesariamente al nivel microeconómico de
cada empresa en particular).
Como vemos, la primera categoría estadística de la economía marxista exige disponer simultánea-
mente de dos datos: la ocupación asalariada productiva y el valor agregado neto de la economía.

10. Si recordamos que el PIN = PIB - A, es decir, que el producto interno neto a precios de mercado
viene dado por el producto interno bruto menos las amortizaciones y que el PIN representa el valor de
los bienes y servicios que, al pasar por el mercado, están destinados al consumo final, a las inversiones
netas y a las exportaciones (PINPM = C + [I - A] + X - M)28, entonces resulta que dicho valor abarca la
transformación del contexto ambiental.
Se toma en consideración el hecho de que el PIB, y por ende la renta interna bruta (RIB), engloban
el desvalor agregado (DISVA), vale decir, el deterioro del ambiente en el que operan las empresas; si tales
partidas de costos, conectadas con la transformación del contexto ambiental, no deben ser considera-
das como elementos de remuneración de los factores productivos, entonces el monto de los recursos
producidos que deben ser distribuidos entre los factores productivos estará dado por RIB - DISVA,
donde DISVA representa el conjunto de costos conectados con la transformación o, mejor, el deterioro
ambiental provocado por las empresas.

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


105
El DISVA se ha convertido en una variable económica importante y actual, particularmente
en los estudios sobre valoración del impacto ambiental, ya que el deterioro del ambiente ha llega-
do a niveles tan elevados, que condicionan no solo el desarrollo económico sino todo el futuro de
la humanidad.
Si se quiere separar esos costos del valor de los bienes destinados a usos finales, se tendrá PINN
= PIN - DISVA, y esto significa que el producto interno, el neto de las amortizaciones y del con-
sumo de los elementos ambientales, viene dado por un PIN del que se sustrae el desvalor agrega-
do. El concepto de desvalor agregado es muy importante en los estudios de valoración del impacto
ambiental29.
Es precisamente en el intento de elaborar nuevos modelos de medición de la riqueza nacional, pero
que tengan presente también el impacto que las actividades económicas producen en el ambiente, que
Samuelson y Nordhaus consideran oportuno sustituir el PNB por otro patrón de medida: el BEN
(bienestar económico nacional) , que podría calcular toda una serie de “partidas” hoy no tomadas en
cuenta (por ejemplo, la economía sumergida, el tiempo libre o, en lo que respecta a las “partidas con
signo menos”, los daños causados al ambiente).

11. Habiendo definido los principales instrumentos necesarios para calcular los valores totales de una
economía nacional en su conjunto, adentrémonos ahora en los meandros de la producción de valor de
una empresa o de un complejo de empresas.
En un proceso productivo, la materia prima ma, una vez que ha cruzado los confines de la empresa
A, es transformada, por los factores productivos trabajo (L) y capital (K), en producción vendible (pv).
Si se considera la totalidad de las unidades que constituyen el sistema económico de un país, todas ope-
rando en el mismo intervalo de tiempo, se hablará entonces de producto interno bruto (PIBpm = PIBcf
+ IIN, donde IIN representa los impuestos indirectos netos). En este caso la producción vendible, o la
producción o demanda final, está dada por el flujo de bienes y servicios que haya cruzado las fronteras
de la totalidad de las empresas y haya sido encaminado hacia las unidades de consumo del país, o bien
hacia las unidades de consumo o de producción de otros países (exportaciones), o que habrían podido
cruzar la frontera de la empresa (destinada a la formación de capital). Si es cierto que el valor agregado
a los costos de producción está dado por la suma del producto de los bienes y servicios destinables a
la venta y el de los servicios no destinables a la venta (que es, este último, el producto predominante
de la AP), se deduce en consecuencia que, al sumar al valor agregado los costos de producción y los
impuestos indirectos al neto de las contribuciones corrientes a la producción, se tiene el producto
interno bruto a precios de mercado.
Dado que los servicios de la AP no tienen un precio de mercado y no es posible calcular la dife-
rencia entre producción y costos intermedios, en el caso de las administraciones públicas se evalúan
directamente los elementos que constituyen el valor agregado, método que se sigue también para las
instituciones sociales privadas y, en general, para los demás servicios que, junto con la AP, forman el
ramo de servicios no destinables a la venta. Se considera, pues, para este ramo, lo facturado igual al
costo, que está representado por los gastos de retribución del personal, de intereses y rentas, de compra
de materiales y servicios corrientes: en síntesis, por las cuotas de amortización. Se suman, pues, las
remuneraciones de los factores productivos y la amortización, puesto que los servicios son brindados
sin contraprestación inmediata.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


106
7. Renta, consumo y ahorro

1. La renta, en líneas generales, puede ser definida como el incremento, calculado en términos mone-
tarios, de la riqueza de un sujeto30 en un determinado período. Es una variable de flujo, contrapuesta
al concepto estático de patrimonio, que identifica la cantidad de riqueza en un momento dado. Luego,
mientras el primero es medido en referencia a un lapso determinado (usualmente un año) e identifica
el flujo de moneda (riqueza) ganada o de alguna otra manera percibida (en razón de sueldo-salario,
de eventuales réditos mobiliarios o inmobiliarios, beneficios, pensiones, etcétera), el segundo refiere al
fondo monetario (riqueza) que un sujeto posee en un momento dado: he allí la estaticidad del concep-
to de patrimonio con respecto al de renta (cfr. Samuelson y Nordhaus, 1987: 548 ss.).
Las transferencias de renta pueden ocurrir entre el operador familias, por una parte, y la AP y el
resto del mundo por otra; o entre la AP y familias y el resto del mundo, por otra.
Por renta nacional (RN) entendemos el agregado obtenido mediante la suma de todas las rentas
personales producidas en un período de tiempo determinado. Para ser todavía más precisos, podemos
definirla como el “flujo neto de bienes y servicios” (Graziani, 1977: 67) concretados en un período que
va de t0 a t1, donde por “neto” se entiende que se le han sustraído todos los bienes y servicios integral o
parcialmente “destruidos” (utilizados) para producir nuevos bienes y servicios31.
Por “empleo” de la renta nacional se entiende generalmente el conjunto tanto de transferencias de
renta, con carácter obligatorio o voluntario, que acontecen entre los operadores económicos finales
(y se habla en tal sentido de redistribución), como de consumos, es decir, las erogaciones de renta
disponible realizadas por los operadores para la compra de bienes y servicios finales.
Como renta disponible (RD) se conoce la cantidad de renta de que dispone realmente un sujeto,
una vez deducida de su renta personal (RP) la cuota de los impuestos personales (IP). Se tendrá
así que

RD = RP - IP

2. La RD se divide, entonces, en gastos de consumo (incluidos los pagos por intereses) y ahorro
personal neto.
La renta disponible del operador familias, por ejemplo, se obtiene al sumar a la renta atribuida
el excedente de las transferencias recibidas de la AP, sobre las hechas a la misma AP y, además, del
excedente de transferencias recibidas del resto del mundo, sobre las erogadas al resto del mundo.
Consecuentemente, la renta disponible de la AP se obtiene al sumar a la renta atribuida el excedente
de las transferencias recibidas de las familias con respecto a las hechas a las mismas familias y, al mismo
tiempo, el excedente de las transferencias recibidas del mundo con respecto a las que ha hecho a este
último operador. Si se consolidan las dos sumas anteriores, desaparecen las transferencias entre AP y
familias y quedan solo las que se producen entre familias y resto del mundo, y entre AP y resto del
mundo. En todo caso, para obtener la renta disponible del país es preciso todavía sumar el ahorro de
la sociedad, es decir, el autofinanciamiento (renta no distribuida).
La renta disponible del operador familias es en parte destinada a la adquisición de bienes y servicios
corrientes, y en parte ahorrada32, y lo mismo ocurre en la AP, que en parte destina la renta disponible
a la compra de bienes y servicios corrientes (consumos públicos) y en parte a la formación del ahorro.

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


107
Con referencia en particular a Alvaro (1999), y también a la simbología allí utilizada, considérese
RNBDPM = CFN + ANB; donde se sabe que el primer miembro representa la renta nacional bruta
disponible a precios de mercado, CFN son los consumos finales nacionales y ANB, el ahorro nacional
bruto. Se define como propensión media al consumo la relación CFN/RNBD, o sea, cuál parte de
cada posible unidad monetaria de RNBD es destinada al consumo, mientras que ANB/RNBD es la
propensión media al ahorro; por eso se tendrá que CFN/RNBD + ANB/RNBD = 1. Como se infiere
de allí, podemos sostener que la propensión media al consumo y la del ahorro son dos conceptos
especulares, pues, dado que R = C + A, toda unidad adicional de renta es subdividida entre C adicional
y A adicional. Luego, al conocer a una se obtiene la otra.
Pero más allá de la propensión media al consumo y al ahorro, estamos en capacidad de conocer
también las propensiones marginales al consumo (PMC) y al ahorro (PMA), obtenidas del siguiente
modo: ΔC/ΔR; ΔA/ΔR. Un cálculo como este identifica las variaciones de un tiempo t0 a un tiempo
t1 de C y A al variar de R.

3. El ahorro es llamado positivo cuando, cubiertos ya los gastos de consumo, la familia consigue
“conservar” una cantidad monetaria que va a engrosar el ahorro. El ahorro es llamado negativo si la
renta de una familia no es suficiente para sostener todos los gastos de consumo y, por tanto, recurre a
préstamos: en este caso es evidente que la cuota de ahorro no solo no es positiva, sino que encima es
(algebraicamente) negativa. De una familia que no ahorra ni positiva ni negativamente, se dice que ha
alcanzado el punto de equilibrio.
Los gastos sostenidos para la “destrucción” (consumo) de bienes y servicios de la compra domés-
tica son los consumos privados (excepto la adquisición de viviendas, que son consideradas bienes de
inversión). Por eso, los consumos privados coinciden con el total de los gastos efectivos y figurativos
sostenidos por las familias –residenciadas en el país considerado, y en un intervalo de tiempo dado–
para adquirir bienes y servicios corrientes que son parte de la esfera doméstica. Se admite entonces que
el consumo coincida con el gasto; es decir, que un bien, por el solo hecho de ser adquirido dentro de un
período, debe ser considerado como “destruido”, o completamente consumido, en ese mismo período.
Si las convenciones de base son esas, entonces, a pesar de que en el precio de mercado de un de-
terminado bien o servicio se incluya la imposición fiscal o parafiscal introducida por la AP en diversas
fases del circuito de la renta, los impuestos debidos a la AP por servicios generales y las tasas por
servicios particulares no deben ser incluidos en el cómputo de los consumos.
De allí se deduce que los impuestos pagados (sea por las familias o por las empresas) deben con-
siderarse una simple transferencia unilateral a la AP, ya que convencionalmente se considera que no
constituyen la contraprestación de un servicio. Luego, los servicios colectivos no pueden ser tratados
como servicios consumidos por las familias y las empresas, y lo son entonces como servicios que la
AP produce y ella misma consume. La AP es así un operador al que se considera asimilado a las em-
presas, puesto que produce y presta servicios, y al mismo tiempo asimilado a las familias, en vista de
que, convencionalmente, se parte de la hipótesis de que autoconsume los servicios que ha producido.
Los consumos finales comprenden tanto los consumos de las familias (consumos privados) como los
consumos colectivos de la AP y de las instituciones sociales privadas.
Los consumos colectivos pueden ser clasificados según varios criterios; en cualquier caso, son ser-
vicios no destinados a la venta, y su prestación no depende de una demanda efectiva del mercado.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


108
Al no existir, para fines de contabilidad, un precio de mercado, los consumos colectivos son valorados
con base en los costos asumidos para producirlos; es decir, por el gasto efectivo o figurado en que
incurre la AP para la adquisición de bienes y servicios corrientes y para la remuneración de los factores
productivos empleados en ello (la suma, por tanto, de los gastos de remuneración de personal, de com-
pra de bienes y servicios corrientes, de alquiler de oficinas e inmuebles y de amortización de capitales
fijos empleados por la misma AP).

4. Se ha precisado ya que los operadores finales utilizan la renta en parte para el consumo y en parte
para el ahorro, entendido este como el equivalente del valor de los bienes producidos pero no consumi-
dos, y añadidos al capital preexistente. Identificado y definido el agregado de los consumos finales na-
cionales, queda con eso determinado el agregado del ahorro nacional bruto disponible, es decir, el valor
que expresa y permite el proceso de acumulación del país en consideración. Generalmente, el ahorro
no es utilizado por los operadores económicos finales para la compra de bienes de producción, sino
que es puesto a disposición de las empresas, que lo emplearán para la formación bruta de capitales fijos,
en inversiones fijas brutas y variaciones de existencias, vale decir, como capital de trabajo. No entran en
el cómputo de las inversiones fijas brutas (que incluyen las amortizaciones) los bienes inmateriales
(patentes, etcétera) ni los bienes no reproducibles (terrenos, yacimientos, obras de arte, etcétera), como
tampoco los bienes duraderos adquiridos por las familias –salvo edificaciones de uso habitacional– o
los adquiridos por la AP para fines de defensa militar de la nación, ya que son de rápida obsolescencia
técnica y económica.

8. La inversión como categoría central del sistema capitalista

1. Para poder emprender una crítica sostenida de las actuales teorías y prácticas económicas, es nece-
sario introducir algunos conceptos fundamentales utilizados por la ciencia económica dominante, que
se han hecho también parte de nuestro lenguaje y de la vida cotidiana.
Uno de los fenómenos más difíciles de entender y aceptar, en nuestro sistema económico, es la
existencia simultánea, casi todo el tiempo, de fábricas improductivas y personas que buscan trabajo,
a la vez que siguen habiendo necesidades humanas insatisfechas. Las personas tienen necesidad de
productos que los trabajadores desempleados podrían producir si entraran a trabajar en las fábricas
improductivas. Y sin embargo, no ocurre tal cosa. ¿Por qué?
Porque en el sistema capitalista el objetivo de la actividad económica no es producir cosas útiles,
bienes y servicios para satisfacer las necesidades básicas. Esa actividad, en efecto, es solo instrumental.
El objetivo de la actividad económica es obtener una utilidad o ganancia.
La inversión es el motor del proceso de acumulación de la economía capitalista, lo que determina
la dimensión del proceso económico. La relación entre ganancia e inversión asocia las dos variables
fundamentales en la dinámica económica de corto y largo plazo. La inversión solo se realiza si se prevé
la obtención de una ganancia. La utilidad esperada determina la inversión, y la inversión determina el
volumen de producción que se obtiene, el empleo y el desempleo.

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


109
La acumulación, y no la necesidad, es el origen de la producción capitalista. Es por eso que en la econo-
mía de mercado puede encontrarse un gran despilfarro: el uso que se hace de los recursos disponibles
depende exclusivamente de la ganancia que con ellos se obtiene.
Ganancias actuales y ganancias esperadas son, en la economía capitalista, los dos indicadores funda-
mentales, los que definen el nivel de la inversión y, por tanto, de la producción de mercancías. La tasa
de ganancia dirige la conducta tanto de cada empresa en particular, como de la mayoría de las empresas
y los sectores que constituyen y determinan las dinámicas macroeconómicas. Esta idea fundamental se
expresa en cinco tesis básicas:

a) El funcionamiento de la economía en su conjunto está estrechamente vinculado con el volumen


de la inversión.
b) La magnitud de la inversión que hacen los capitalistas depende de la tasa esperada de utilidad,
del rendimiento que creen obtendrán con ella.
c) La economía de un país forma parte de la economía capitalista mundial. Los niveles de inver-
sión, ocupación y producción de la economía de un país no dependen solamente de la inversión
y la renta nacionales, sino también de la inversión y de las ganancias existentes en otras partes
del mundo.
d) El volumen de producción y el número de personas empleadas dependen en el corto plazo de
la demanda total de bienes y servicios. La inversión constituye una parte de la demanda total;
por tanto, sus dinámicas dan lugar a oscilaciones de la demanda total y, en consecuencia, a
fluctuaciones de la producción y la ocupación.
e) La demanda de trabajo es siempre inferior a la oferta de trabajo. Eso hace que el desempleo sea
un rasgo permanente del sistema capitalista.

El volumen de producción y, por ende, de población ocupada, depende de la demanda total de


bienes y servicios en un período determinado.
Una de las características de la economía capitalista es que tiene fronteras, pero no conoce fronteras.
La acumulación se realiza a escala nacional, pero también a escala mundial, de manera que la tasa
de ganancia esperada depende de las condiciones nacionales de acumulación, pero también de la
posible ganancia que se pueda obtener fuera del espacio nacional.

2. Con lo hasta aquí escrito se puede definir un modelo del funcionamiento de los fundamentos
económicos más relevantes. En todo caso, hay que tener en cuenta el hecho de que un modelo es
una visión simplificada de la realidad: hay tantos modelos posibles como variables que considerar
fundamentales. Por este motivo, todo modelo refleja las ideas de quien lo elabora, al mostrar algunas
variables y esconder otras; se escoge siempre lo más relevante en función de las opiniones de quien
establece el modelo. Luego, todo modelo tiene un carácter “no neutral”.
En el modelo arriba descrito, se deduce que el nivel de producción final depende, en última instan-
cia, del nivel de inversión inicial. La inversión está ligada a una demanda de bienes y servicios, a una
demanda de materias primas, y determina el volumen de producción, vale decir, la oferta, que tiende
siempre a adaptarse a la demanda.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


110
Como siempre hay recursos improductivos, el grado en que un euro invertido se transforma en un
euro de producción, depende también del grado de utilización de los recursos productivos, y esto será
un factor de determinación de la tasa de crecimiento de la economía. Cuanto más bajo sea el nivel de
utilización, más habrá que invertir para obtener el mismo nivel de crecimiento de la economía. Ese
nivel de inversión determina también la situación de la fuerza de trabajo. El desempleo, hemos dicho,
es la diferencia entre la oferta de trabajo y la demanda de trabajo33.
Los economistas “ortodoxos” endosan el fenómeno del desempleo a una pluralidad de factores:
rigidez del mercado de trabajo (a causa de organizaciones sindicales demasiado fuertes y “egoístas”:
piénsese en las vehementes acusaciones que a este respecto lanzara contra los sindicatos una de las
más feroces escuelas económicas, la “escuela austríaca”), salarios demasiado elevados y rígidos “hacia
abajo” (que son, entre otras cosas, consecuencia del excesivo poder sindical), sistemas asistenciales y de
previsión excesivamente onerosos. Las causas de la ausencia de equilibrio en este particular mercado
serían, en fin, factores exógenos. El mercado, si se le dejara estar, libre de actuar según sus propias
leyes, a largo plazo conduciría a la desaparición del desempleo. La explicación es simple: así como
el precio de equilibrio de una mercancía x se alcanza cuando la demanda iguala la oferta, así, si los
trabajadores aceptaran las “reglas del juego mercantil” y accedieran a las rebajas salariales, los recortes
en la seguridad social, etcétera, tales que el precio de su fuerza de trabajo se redujese a los niveles de
la demanda, se alcanzaría el equilibrio y el desempleo quedaría eliminado. En tal estado de cosas, la
única forma de desocupación que eventualmente sobreviviría sería la “natural”, “friccional”, necesaria
y transitoria al ser causada por los desplazamientos interocupacionales de los trabajadores y por la
búsqueda de nuevos empleos. Con toda justicia sostiene Cersosimo (1996: 27), en referencia a la teoría
neoclásica, y con mayor razón en lo que toca a sus planteamientos sobre el desempleo, que ella es de
“signo deliberadamente clasista”.

9. Inversión productiva e improductiva

1. El uso de los recursos es un factor muy importante para distinguir entre la inversión que genera
nueva capacidad de producción y la que se dedica solo a producir medios de producción que ya
existían previamente. La inversión neta es aquella que amplía los medios de producción disponibles,
y la verdadera acumulación es la diferencia entre la inversión bruta y la depreciación o amortización
del capital.
A veces parece que la inversión es poco eficiente; esa constatación introduce el problema del grado
de utilización de los recursos. Si es bajo, el volumen de esfuerzo de inversión que se requiere para
ampliar la capacidad productiva será mayor.
La eficiencia de la inversión está determinada por su propio volumen, por la utilización de los
recursos que se invierten y por el nivel de producción que se obtiene.

2. Inversión es también la financiera, que consiste, simplemente, en acumular más dinero (las inver-
siones financieras son del tipo D - D' sin pasar por M), si bien, como se ha subrayado, la inversión
real es la llamada formación bruta de capital fijo (FBCF). En el lenguaje común, “inversión” tiene

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


111
un significado diferente, más amplio, más ambiguo. Invertir en la bolsa, en la compra de acciones,
de oro o de viviendas, son actividades que por sí mismas no aumentan la capacidad productiva de la
economía: se limitan solamente a redistribuir la riqueza o, mejor, en este caso, a destinar cuotas de PIB
cada vez más altas a la renta, y no a la ganancia o los salarios. Por eso, los instrumentos para medir la ac-
tividad económica son muy ineficientes, puesto que las estadísticas públicas no ponen suficientemente
en evidencia las diferencias de peso entre este tipo de inversión financiera y la inversión productiva.
Invertir para construir una casa, genera un producto físico. Si se invierten € 500.000 y la casa se
vende por € 700.000, los € 200.000 de diferencia pasan a ser parte del producto interno bruto (PIB,
cuya definición veremos más adelante) por incremento de actividades inmobiliarias, aunque se trate
de la misma casa. Si la casa se incendia o se derrumba por un terremoto y se percibe el pago de un
seguro por € 700.000, también eso forma parte del PIB (aunque no exista ya la casa, el indicador del
PIB nos dice, sin embargo, que la actividad económica está aumentando)34. O sea que, en teoría, si
bien estamos hablando de la misma casa, hay más dinero. Este es un claro ejemplo de contradicción
entre la estadística económica y la riqueza social. La riqueza social es solo una parte de aquello que la
estadística económica mide.
Desde el punto de vista del bienestar social, la inversión es más estratégica que la demanda o el
consumo, ya que la demanda total (que es el consumo total) está formada por el consumo privado,
el consumo público y la inversión. Un euro consumido por un ciudadano se agota al momento del
consumo, dando por válida una decisión anterior de inversión y producción de una determinada
mercancía, pero un euro gastado en inversión genera un efecto multiplicador, porque se traduce en
demanda de fuerza de trabajo, que a su vez se traduce en demanda privada, en forma de salario, y
genera finalmente un nuevo producto que consumir.

3. La inversión da valor a una mercancía ya producida en el pasado (la compra de una máquina, por
ejemplo) y promueve la creación de nuevas mercancías, proyectando hacia el futuro la decisión actual
de invertir. Dado que los consumos públicos y privados varían muy lentamente, la variación de la
demanda total depende, en buena medida, de la variación en las inversiones. El control de la inversión
se transforma así en la variable clave del circuito de acumulación. Formalmente:

Demanda total = demanda de consumo + demanda de inversión


+ demanda del Estado (gasto público)

Por ese motivo, los recursos disponibles para la inversión de hoy están condicionados por el consu-
mo público y privado de ayer.
Ahora bien, ese excedente de recursos disponibles para la inversión puede provenir también del
exterior. Precisamente, el objetivo básico de los ajustes estructurales (que explicaremos más adelante)
es reducir el consumo para aumentar el excedente.
Como puede verse, temporalmente no es cierto que la inversión sea producto del ahorro nacional,
como normalmente sostiene la teoría generalmente aceptada. Esto es todavía más evidente en el llama-
do mundo globalizado en que vivimos. Si el ahorro viene dado por la renta (o también el producto)
menos el consumo, no es verdad que para invertir mañana debamos ahorrar hoy. Es posible aumentar
la inversión sin reducir el consumo, gracias a la ayuda exterior.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


112
4. Lógicamente, los agentes claves para imprimirle mayor o menor dinamismo a la economía son aque-
llos que controlan la inversión. Los inversionistas son los capitalistas. Por tal motivo, es importante
saber por qué los inversionistas deciden invertir o no invertir.
Los factores que determinan la decisión de invertir son claves en la economía. Lo que se invierte es
el excedente. Originalmente se consideraba el excedente como un conjunto de mercancías (toneladas de
acero, de maíz, de azúcar, etcétera), pero es mejor contemplarlo como “cantidad de dinero”. El excedente,
entonces, es la cantidad que le queda a los capitalistas después de pagar la maquinaria y a los trabajadores.
¿Por qué invierten las personas? ¿Quién toma la decisión de invertir? Podemos diferenciar las so-
ciedades en función de quiénes son los que toman esa decisión y en función de las razones que la
determinan. Por eso en las sociedades capitalistas la mayor parte de las decisiones de inversión las
hacen empresarios que buscan obtener ganancias. Los capitalistas controlan el proceso de realización
de inversiones porque controlan la mayor parte del excedente. Ellos pueden emplear sus utilidades de
seis maneras diferentes:

a) Invirtiéndolas en el país.
b) Elevando su propio consumo.
c) Enviado los recursos al exterior para construir allí establecimientos, filiales, fábricas (inversión
en el exterior).
d) Buscando elevar esas utilidades mediante la inversión en actividades improductivas, como pu-
blicidad y gastos políticos.
e) Prestando esas utilidades a cambio de intereses.
f ) Reduciendo el pago de intereses, al utilizarlas para cubrir las deudas que han contraído.

5. Los capitalistas invierten para tener una utilidad futura. Dado que la razón para invertir es obtener
utilidades, el volumen de la inversión dependerá de cuán elevada piensen que será la tasa de rendimien-
to. El orden de las seis mencionadas posibilidades de uso de las utilidades refleja también un orden que
va de mayor a menor inversión productiva.
La tasa de rendimiento no se puede conocer anticipadamente. Por ese motivo, los inversionistas
potenciales establecen sus expectativas a partir de dos elementos centrales: la tasa esperada de rendi-
miento de los bienes de capital (bienes de producción) que se considera hoy y la utilización futura que
se espera hacer de los medios de producción35.
Las posibilidades futuras de venta de la producción y los costos de producción determinan la tasa
de rendimiento. En consecuencia, los precios de las mercancías y el salario son los dos elementos de
más arduo control –y más complejos– en la economía de mercado.
Esto supone que las condiciones de la oferta y la demanda afectan la inversión y se influencian
mutuamente, de manera que si las condiciones del costo son favorables (por ejemplo, una reducción
de los costos salariales), las de la demanda tenderían a ser negativas (disminuyen las ventas porque
los trabajadores asalariados tienen menor poder adquisitivo) y viceversa (aumenta la utilización de la
capacidad instalada; mejoran las condiciones de la demanda; pero aumentan los salarios y disminuye
el desempleo; empeoran las condiciones de costo).
Para que el nivel de inversión sea elevado, la economía debe alcanzar un equilibrio entre las condi-
ciones de costo y la demanda. Cuando las condiciones de la demanda o de costo son muy desfavorables,

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


113
el nivel de inversión es muy bajo; el excedente se utiliza para invertir en otros países o para elevar el
consumo de productos de lujo. Una característica de los países desarrollados es tener una FBCF su-
perior al 25% del PIB, mientras que en los países de semiperiferia menos desarrollados la FBCF es de
menos de 15% del PIB.

10. La dinámica de las inversiones fijas

1. En macroeconomía, las inversiones están representadas por el complejo de bienes producidos por
un sistema económico en un determinado período de tiempo, los cuales, al configurarse como bienes
de fecundidad repetida y con largo ciclo de utilización, no sirven ni directa ni inmediatamente para
satisfacer necesidades, sino para producir a su vez otros bienes y servicios; en microeconomía, la inver-
sión corresponde a la compra o la producción propia de bienes de capital inmovilizados a mediano o
largo plazo, o en todo caso temporalmente, como maquinarias, muebles, automóviles, plantas fabriles,
equipamientos, instalaciones o suministros.
Las inversiones se pueden subdividir en inversiones reales, que tienen el objetivo de fortalecer la
estructura del patrimonio, el valor de los bienes productivos y la potencialidad de la renta; e inversio-
nes financieras, que están constituidas por acciones, obligaciones, títulos del Estado, participaciones,
productos financieros varios, etcétera. Una segunda subdivisión las diferencia en inversiones fijas, que
se cuentan entre las reales y tienen que ver con la compra, por parte de la empresa, de maquinarias,
equipamientos e instalaciones, que generalmente tienen un largo ciclo de utilización; e inversiones
en suministros, que están representadas por variaciones en el stock de existencias o inventario de la
empresa y que tienen por lo general una vida más breve que las fijas: usualmente un solo ejercicio con-
table, aunque de cualquier manera constituyen inmovilizaciones temporales y, por tanto, inversiones
de corto período (sobre estos temas, véase Alvaro, Vasapollo, 1999).

2. En primer lugar hay que subrayar que las inversiones, y más precisamente los procesos decisorios de
la inversión, constituyen un objetivo prioritario y estratégico para el sistema empresa y, por tanto, vistas
aquellas en su conjunto, para el sistema país. Desde el momento en que cualquier inversión presupone
el empleo de recursos financieros con el fin de producir una utilidad en el futuro, resulta de inmediato
evidente que la ausencia de certezas acerca de la efectiva realización y el monto de tal utilidad, hace
que la decisión de invertir comporte la asunción de riesgos, debidos a la divergencia entre rendimiento
efectivo alcanzado y rendimiento esperado. Una sana y eficiente gestión de empresa, en la lógica de
la economía de mercado, implica una continua producción de propuestas y decisiones de inversión,
en relación con las cuales se cuantifican y evalúan los respectivos flujos de caja; cumplido esto, siguen
necesariamente otros momentos de decisión, referentes a la selección de las propuestas de inversión, en
los que es preciso adoptar criterios oportunos de aceptación, que a su vez podrían plantear una revisión
crítica de toda la decisión de inversión, incluso después de la fase de aceptación. El conjunto de estas
decisiones lleva a la planificación estratégica de los procesos de expansión y de acumulación del capital.
Los procesos decisorios de inversión pueden referirse a la expansión de procesos productivos y/o
de productos existentes, o a la determinación de nuevos procesos y productos. La sustitución y la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


114
expansión de activos inmovilizados, y el desarrollo de recursos intangibles como la investigación, el
conocimiento y otros, son parte del proceso de acumulación del capital. En cualquier caso, el pro-
blema de toda actividad económica de tipo capitalista es la adecuación de la capacidad productiva
a las dinámicas evolutivas de la demanda futura o, mejor, a las dinámicas futuras del mercado, en
una óptica de acumulación continua mediante previsiones y acciones económicas que se definen a
través de momentos decisorios que, necesariamente, deben ser capaces de enlazar los programas de
producción con los programas de inversión y de acumulación. Las decisiones de inversión se con-
vierten así en valencia estratégica y son, por tanto, planificadas a través de técnicas de capital bud-
geting; es decir, técnicas capaces de definir reglas y procedimientos con base en los cuales se puedan
disponer los medios de producción en forma de hacer frente a las dinámicas evolutivas del mercado.
Todo ello, al mismo tiempo, preservando el grado máximo de economía y de conveniencia finan-
ciera, como fundamento para decidir la aceptación y realización de proyectos de inversión (Insin-
ga, 1992) compatibles con los planes de desarrollo de la empresa y las necesidades de acumulación
de capital.

3. Las decisiones de inversión tienen que ver con múltiples aspectos de la vida empresarial y de los
mecanismos de desarrollo del capital: desde la sustitución o ampliación de los bienes de instalación, las
inversiones de tipo financiero o las relacionadas con bienes inmateriales, hasta todas las llamadas inver-
siones indirectas, basadas en la continua disminución de los costos, como por ejemplo las reducciones
salariales, el aumento de los ritmos de trabajo, la intensificación de la explotación del obrero, los incre-
mentos de productividad no redistribuidos al trabajo, el ahorro en los costos referentes a la protección
ambiental y a la prevención de accidentes. En todo caso, las decisiones de inversión forman parte de
los procesos de planificación estratégica empresarial relacionados con la identificación y valoración
de la nueva capacidad productiva que el sistema empresa debe adquirir en función de las dinámicas de
acumulación. Los modelos decisorios de inversión son contrastados con las previsiones de evolución
de la estructura del mercado y de la tipología de la demanda futura, además de, obviamente, con las
potencialidades de la competencia y el previsible o hipotético desarrollo tecnológico, y no digamos con
el progreso que efectivamente es posible aplicar al propio proceso productivo. Pueden ser diversas las
tecnologías o tipologías de instalación o de recursos inmateriales por emplear en el ciclo productivo:
precisamente, la gerencia está llamada a elegir la más conveniente entre aquellas que el progreso técnico
torna disponibles. En su conjunto, un problema de capital budgeting tiene que ver con procesos de
análisis global de costos, de la demanda, del precio, todo ello exhaustivamente y en relación con la
adquisición de nueva capacidad productiva. Un modelo óptimo de decisión de inversión no puede
prescindir, por otra parte, de la consideración de la variable tiempo, ni de todos aquellos elementos
que, en algún sentido, puedan reconducir a la variable riesgo-incertidumbre (incertidumbre respecto a
los rendimientos de los factores productivos, incertidumbre acerca del nivel de competencia presente
en el mercado, incertidumbre sobre los precios, los gustos y las escogencias del consumidor, etcétera).
Los criterios, pues, que deben inspirar y guiar la escogencia entre modelos alternativos de decisión
para las inversiones empresariales, deben también estar en capacidad de evaluar la variable tiempo, en
consideración del grado de incertidumbre acerca de los flujos de caja originados por cada una de las
alternativas posibles. Al desfase temporal vinculado con la determinación de costos e ingresos se suma
la incertidumbre en la estimación de sus montos efectivos.

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El proceso decisorio puede llevar a la realización o no de las inversiones y a la modificación, con
base en criterios de economía, complementariedad y sustituibilidad, de las fases y los procesos de
acumulación de capital que se contemplan entre los proyectos alternativos de inversión. En todo caso,
realizar una inversión es algo que, en la economía capitalista, requiere del empleo de recursos que sean
capaces, a través del proceso productivo, de acrecentarse y producir así utilidad económica.
En su complejidad, un proceso de inversión no es sino un conjunto de operaciones referentes a
la transferencia de recursos en el tiempo. Tal procedimiento se compone de varias fases, las primeras
de las cuales se caracterizan, predominantemente, por un egreso monetario neto, mientras que las
finales ven prevalecer el ingreso monetario neto. En todo caso, los modelos decisorios de inversión se
distinguen según las condiciones y el grado de certeza en la ejecución de los flujos de caja respectivos,
más que por la predeterminación de los objetivos por los que el proyecto mismo es puesto en marcha.

4. En lo que respecta a esa última especificación, la de los objetivos o fines, doctrinariamente se habla
de “inversiones de expansión” cuando se persiguen incrementos cuantitativos o cualitativos de la ca-
pacidad productiva; de “inversiones de sustitución” cuando no es ese incremento lo que se busca y el
dinero es empleado para remediar la obsolescencia técnico-económica de los bienes instrumentales;
de “inversiones de racionalización” cuando se procura hacer disminuir los costos unitarios de produc-
ción, aumentando la productividad y los estándares cualitativos y cuantitativos; y, finalmente, están
las llamadas “inversiones estratégicas en recursos inmateriales”, que tienen por objetivo primario el
aumentar la productividad y ocupar nuevos nichos de mercado, acrecentando en su conjunto el capital
intangible de la empresa.

11. Distribución y redistribución de la renta

1. La renta es atribuida a los factores productivos por la función que estos cumplen. La distribución
funcional considera como uno solo los flujos de renta de capital y de trabajo, aun si en la práctica hay
que tomar en cuenta su forma mixta. Dado que la producción se logra mediante el empleo de trabajo
y capital, su equivalente monetario es repartido por las empresas entre quienes detentan tales factores
productivos, para lo cual se representa la renta interna bruta a precios de mercado. Se intuye, por tanto,
la siguiente igualdad: PIBPM = RIBPM36, en la que el primer miembro representa la fase de formación o
producción de la renta o los recursos y el segundo, la fase de distribución.

2. Detectar la distribución de la renta es tarea que presenta dificultades por varios motivos: por la pre-
sencia de rentas mixtas, por el hecho de presentarse la AP como empresa y como unidad de consumo,
porque el operador “resto del mundo” se presenta como fuente y como destinatario de flujos de renta.
Valga precisar que la PA, cuando es considerada como unidad de consumo, recibe rentas, intereses y
dividendos sobre los capitales que posee.

3. Si recordamos que PIBPN = PIBCF + INN (donde PIBCF es producto interno bruto a costos de fábrica
e INN son los impuestos indirectos netos), eso significa que el PIB representa para la empresa el costo

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116
de empleo de los factores productivos trabajo y capital (vale decir, sueldos, salarios, intereses, dividen-
dos, ganancias, renta, amortizaciones). No obstante, para quienes detentan esos factores productivos,
todo ello equivale en primera instancia a elementos de renta.
Si se consideran analíticamente los componentes de la renta, se pone de relieve que una parte de
la renta producida no da lugar a flujos, puesto que la unidad productora de renta es la misma a la
que pertenecen los factores productivos (por ejemplo, las rentas mixtas de las empresas individuales);
luego, esa renta es producida y atribuida, pero no distribuida. Tampoco en la sociedad es distribuida
toda la renta, ya que una parte es reservada para autofinanciamiento, en forma propia e impropia (es
decir, en forma de dividendos no distribuidos y de reservas para fondos varios y amortizaciones).
Tomando en cuenta lo antes dicho, la renta nacional bruta disponible a precios de mercado puede
ser destinada a consumos finales nacionales y al ahorro nacional bruto. Si además se considera que
entre residentes y no residentes del país se pueden dar transferencias en cuenta de capital, entonces el
ahorro nacional bruto disponible vendrá dado por la suma algebraica del ahorro nacional bruto y las
transferencias netas a cuenta de capital en el exterior.
Para que se produzca el paso de renta producida a renta distribuida, solo hace falta que una par-
te de la renta nacional bruta al costo de los factores fluya a la Administración Pública en calidad
de imposición fiscal directa e indirecta. De allí que la AP tiene una renta disponible proveniente de
los impuestos directos, de las contribuciones sociales y de los impuestos indirectos netos (impuestos
indirectos percibidos por la AP menos las contribuciones corrientes a la producción).

4. La renta bruta disponible de las familias es destinada al consumo final nacional de las familias y al
ahorro bruto. El ahorro nacional disponible está conformado por la suma total del ahorro bruto de las
familias y de la AP, más la renta producida y no distribuida de las empresas.

­— notas —

1 Frecuentes en este capítulo serán los llamados a importantes obras sobre el tema; en particular, se tendrán como puntos de

referencia los contenidos de Álvaro (1999), De Meo (1975), Giannone (1992), Guarini, Tassinari (1996), Samuelson, Nordhaus
(1987) y Graziani (1977).

2 Cfr. al respecto Vasapollo (ed., 2002). La crítica clásica de la teoría del valor-trabajo aparece en el texto de 1896 de Eugen von

Böhm-Bawerk (1975).

3 Son muchos los autores que han utilizado los datos de la contabilidad nacional para adaptarlos a una lectura bajo categorías

marxistas. Un trabajo pionero a ese respecto es el de Eugen S. Varga (1948), al igual que el análisis de Shigeto Tsuru sobre com-
parabilidad de las categorías marxistas con los agregados keynesianos, Sugli schemi della riproduzione [Acerca de los esquemas
de la reproducción], incluido como apéndice en Paul M. Sweezy (1942). El economista que mayores progresos ha hecho en esta
reformulación de las estadísticas en categorías marxistas es Anwar Shaikh (1990); cfr. también Shaikh, Tonak (1994).

4 Joseph Alois Schumpeter es quien mejor expresa la dimensión política e histórica de este razonamiento. Otros autores, como

Michal Kalecki o Piero Sraffa, dotaron de perspectiva histórica esta suerte de pensamiento neoclásico. Será John Maynard
Keynes quien, en sus obras de los años treinta, formulará el concepto de ruptura con el pensamiento vulgar.

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


117
5 Sobre el papel del Estado-empresa y las formas de control social a través de la comunicación desviante, cfr. Martufi, Vasapollo

(1999; 2000b).

6 Repetimos: no es la utilidad social, el contenido del trabajo, lo que determina ni mucho menos la productividad, sino la forma

social en que este se produce (lo determinante es el aspecto formal y no el material, es decir, qué se produce).

7 Es evidente que al definir a un trabajador como material o mental, establecemos a nivel conceptual una diferenciación que en la

realidad no existe: de hecho, el trabajo, en el ejercicio concreto de la actividad laboral, es siempre tanto material como mental.
No obstante, al definirlo como material o mental identificamos el aspecto predominante (desde el punto de vista social) del
trabajo. Para profundizar en estos asuntos, cfr. Carchedi (1983; 1987; 1991).

8 Para la escuela clásica, la concepción de Marx es tautológica: el trabajo productivo, o trabajo que crea valor, debe estar cierta-

mente representado en cosas “materiales”.

9 Porque, como ya hemos dicho, son estos tipos de actividad (transformación, conservación) los que hacen productivo el trabajo.

10 El actor produce, en cualquier caso, una mercancía inmaterial: la mercancía-diversión.

11 El capitalista, en esa fase, no compra fuerza de trabajo para ponerla en el proceso productivo; o sea, no es utilizada para la

transformación o conservación de valores de uso.

12 Que ella, sin embargo, “naturaliza” las más de las veces, y con frecuencia, aplicando al estudio de los fenómenos sociales, los

mismos presupuestos epistemológicos, los mismos métodos y las mismas técnicas utilizadas por las ciencias naturales.

13 Leamos lo que escribe Alvaro (1999: 28) a ese respecto: “La economía política necesita ‘confrontarse’ continuamente con los

datos de la observación, con la realidad económica medida y ‘estadisticada’. Es decir, con la estadística económica, porque sin
la estadística económica la economía política se convierte en estudio, análisis, elaboración de modelos teóricos, aptos para
describir el funcionamiento de sistemas económicos hipotéticos, cuya validez se agota en la verificación formal de su cohe-
rencia interna, en tanto que construidos sobre proposiciones deducidas del comportamiento de un irreal e imaginado homo
oeconomicus”.

14 Para un tratamiento más profundo de los temas confrontados en este parágrafo, cfr. Alvaro (1999).

15 Esta distinción está en la base de la diferencia que corre entre producto interno bruto (PIB) y producto nacional bruto (PNB).

Pero este tema se abordará más adelante.

16 En verdad, esa diferenciación neta no refleja fielmente la realidad social. Bien pueden haber casos en los que algunos opera-

dores desempeñen una actividad no relacionada con las incluidas en los modelos estadísticos, como, por ejemplo, familias que
produzcan bienes y servicios, y sin embargo no sean calculados porque no pasan por el mercado.

17 Para una profundización en los problemas relacionados con la definición e identificación de los operadores económicos, y para

una más intensa descripción de las diferentes desagregaciones factibles en el marco de las categorías de operadores, cfr. Alvaro
(1999: 31-71).

18 Mientras que las empresas individuales y las sociedades carentes de personalidad jurídica (por ejemplo, empresas agrícolas,

de servicios o industriales con, respectivamente, menos de 20, 50 o 100 asociados) son incluidas en la categoría “familias”.
Por tal motivo es difícil distinguir, en estos casos, los gastos destinados a adquisición final (es decir, de consumo), de aquellos
necesarios para la actividad empresarial. No obstante, y a diferencia del modelo utilizado por el SEC, el Istat distingue en dos
cuentas separadas las actividades de consumo y de producción que cumplen las familias, en modo tal que logra proveer datos
más precisos y desagregados en lo que respecta a las diversas actividades realizadas por estos sujetos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


118
19 Tanto en este como en los sucesivos parágrafos 7 y 9, aun cuando se incluyen llamados a algunos de los manuales introducto-

rios a la economía política y la contabilidad nacional más utilizados en las universidades italianas, se hará referencia predomi-
nante a la destacada escuela de estadística económica de la Facultad de Estadística de la Universidad La Sapienza, de Roma,
y a cuanto se expone detalladamente en las obras básicas de sus más importantes representantes, De Meo (1975), Giannone
(1992) y Alvaro (1999).

20 “Naturalmente, la gente no vive solo de pan, ni la sociedad vive solamente de su producto nacional bruto. Pero en nuestro

camino hacia ese utópico estado de opulencia en que desaparecerá toda preocupación por el bienestar material, tendremos
necesidad de una medida que resuma el rendimiento económico agregado” (Samuelson, Nordhaus, 1987: 98).

21 El cálculo se basa en “precios de mercado”.

22 PNB real = PNB nominal/deflactor PNB.

23 “Quedan excluidas todas las adquisiciones de materiales y servicios de otras empresas (…) porque esas adquisiciones serán

debidamente calculadas en el PNB con base en los estados de cuenta de dichas empresas” (Samuelson, Nordhaus, 1987: 104).

24 En relación con esto, valga subrayar la diferencia entre “valor de la producción vendible” (que es el valor, en su conjunto, del

bien producido) y “valor agregado” (el incremento de valor que una empresa lleva a cabo: en resumidas cuentas, su “cuota de
participación” en la formación de la riqueza-renta nacional). Cfr. Graziani (1997: 68).

25 Se ha utilizado en esta parte la terminología de Samuelson y Nordhaus, dada su difusión en el ámbito didáctico y académico.

26 Como tema no resuelto se mantiene la necesidad de definir qué ramos o actividades no se deben considerar en este indicador,

por ser simplemente consumidores de renta y no generadores de valor. Cfr. Gouverner (2002: cap. III).

27 Este indicador es el inverso de la productividad aparente del trabajo.

28 Donde C son los consumos finales; X, los “bienes y servicios destinados a la exportación”; I, los “bienes de inversión o forma-

ción de capital”; y M, el “monto de las importaciones de bienes y servicios”.

29 También sobre este tema, de particular importancia son las consideraciones de Giannone (1992) y Alvaro (1999).

30 Sea que se trata de una persona natural o jurídica, un conjunto de tales sujetos (operadores) o un país completo.

31 En palabras de Graziani (1977: 65): “Se entiende por renta nacional el flujo neto de bienes y servicios que afluyen periódica-

mente a favor de una determinada colectividad, en el curso de un período de tiempo dado”. Aún más, la RN puede ser leída
desde otra perspectiva: flujo de productos o flujo de pagos (desde el punto de vista de quien cede renta). Sobre estos temas,
cfr. Samuelson, Nordhaus (1997: 957 ss.) y Graziani (1977: 71-73).

32 El ahorro es, claramente, la parte de la renta que no es consumida. Por tanto, tenemos que S = Y - C, donde, como ya sabemos,

S es igual a ahorro, Y a renta y C a consumo.

33 En economía, la oferta de trabajo está constituida por las personas que quieren trabajar (no por las ofertas de empleo, que

son la demanda de trabajo). En general, según la teoría económica dominante, cuando la demanda y la oferta se igualan hay
equilibrio de mercado (con precio y cantidad de equilibrio relativos). En el mercado de trabajo encuentra la economía neoclá-
sica una de las excepciones más estruendosas y problemáticas: el equilibrio entre demanda y oferta de fuerza de trabajo no se
alcanza prácticamente jamás.

34 El ejemplo de la casa incendiada ha sido tomado de Wim Dierckxsens (1998; 2002; 2004a).

FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL


119
35 El análisis de la influencia del uso de la capacidad instalada en los niveles de inversión es abordado por Josef Steindl (1976), un

clásico en la materia.

36 Con tal relación se establece la igualdad “desde el punto de vista cuantitativo”, tomando en cuenta que los dos agregados

hacen referencia a “dos fases distintas del circuito de la renta”.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


120
Capítulo II
CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE

1. Algunos problemas planteados por la contabilidad nacional

1. A partir de la Segunda Guerra Mundial se desarrollan de manera articulada los sistemas de contabi-
lidad nacional, con el objetivo de conocer el comportamiento de los principales agregados macroeco-
nómicos y los efectos de las políticas económicas y sociales internas.
El sistema socialista elaboró el modelo de balance de la economía nacional, desarrollado en la
Unión Soviética en los años veinte y posteriormente transferido al resto del campo socialista y al sis-
tema del Comecon1.
En los países caracterizados por el libre mercado, los intentos de representación cuantitativa de
la economía se remontan a William Petty (Sandoval González, 2004) y se desarrollan luego con los
fisiócratas. Sin embargo, es solo a fines del siglo xix que nace la contabilidad nacional contemporánea.
Las principales referencias conducen a Richard Stone. Sus trabajos dieron origen al sistema nor-
malizado de contabilidad y sirvieron de base para la elaboración del sistema de Naciones Unidas.
Para Stone, “un sistema de contabilidad social es un medio práctico para describir lo que ocurre en una
economía, en la medida en que ello puede ser expresado en términos de transiciones y en un conjunto
de cuentas enlazadas bajo el principio de la partida doble” (2004: 12). Según este estudioso, el sistema
se compone de cuatro clases de operadores: empresas, familias, Administración Pública y resto del
mundo. Cada uno de ellos produce, consume y ahorra.
Entre los trabajos pioneros en la construcción del sistema de cuentas nacionales (SCN en adelante)
es necesario recordar también los del Grupo de Oslo, que organizó la disciplina en torno a un centenar
de conceptos macroeconómicos, con una serie de ecuaciones de marco coherente.
Mención particular exigen los trabajos de W. Leontief, quien, conocedor del sistema de balances de
la vieja Unión Soviética, diseño el método input-output, ampliamente utilizado en muchos países; algo
parecido, el balance intersectorial, había sido concebido por los planificadores de la Unión Soviética.
La diferencia sustancial entre un sistema y otro es que en el campo socialista se tomaba en cuenta el
indicador “producto social global”, que se centra en la producción de bienes y servicios directamente
vinculados con la producción, circulación-distribución y comercialización de bienes materiales, según
una particular interpretación de los esquemas marxistas.
El primer SCN fue adoptado por la ONU en 1953 y desde entonces ha sido objeto de sucesivas
adaptaciones. En 1989 comienza la aproximación entre el sistema que se aplicaba en el campo socia-
lista y el utilizado por la ONU; entre ambos existen profundas diferencias. A partir de la “caída del
muro”, esa dicotomía desaparece con el tránsito de los países del Este hacia la economía de mercado.

2. Los principios de la contabilidad nacional implican la valoración de la actividad económica en un


espacio (un país) y un período de tiempo (un año) determinados. Si bien los conceptos que sustentan
la contabilidad macroeconómica se basan en teorías que describen valores y precios, la necesidad de
alcanzar un cierto realismo en las mediciones permite vislumbrar cómo tras las naciones desarrolladas
existe una teoría implícita del valor-trabajo.
En la contabilidad nacional el valor agregado se interpreta, de manera realista, como la agregación
de valor en el proceso de producción, sea que se clasifique este en términos sectoriales o globales. Sin
embargo, un primer problema se deriva ya de las actividades comprendidas bajo la idea de “produc-
ción”. Por todo un período prevaleció la opinión de algunos autores que consideraban que la mayor
parte de las actividades de servicios no debían sumarse a la producción material2. Pesenti (1984: 918-
919) sostiene que el enfoque objetivista, clásico y marxista, se distingue del subjetivista posricardiano y
de las modernas escuelas económicas porque el primero considera que la renta nacional está compuesta
por el “flujo de nuevas mercancías, es decir, de bienes materiales producidos dentro del mismo año”.
Para esa escuela del pensamiento, entonces, lo relevante es el “aspecto material del producto nacional”
(918). Pesenti continúa asegurando que para la contabilidad nacional de los países socialistas, fundada
sobre tales criterios, era fundamental la distinción entre “la esfera de la producción material y la de los
servicios” (919). Tales diferencias, y la consecuente elaboración de un cierto modelo de contabilidad
nacional alternativo –pero, como veremos, insuficiente– al ortodoxo, surgen de una bien precisa dis-
tinción entre trabajo productivo y trabajo improductivo, fundamentada en el aspecto material del pri-
mero e inmaterial del segundo (entendido como servicios; de allí, a través de los años, nacen también
las diversas teorías que ven “productividad” solamente en la clase obrera de las fábricas). Esa diferen-
ciación ha conllevado el surgimiento de enormes errores en el curso de la evolución del pensamiento

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


122
marxista, hasta hacer prevalecer, en lo que toca a este tema, el aspecto material del producto a los fines
de calificar como productiva o improductiva la actividad que lo produjo, en lugar de valorar el aspecto
formal preminente: el de las relaciones sociales de producción en las que se desenvuelve el proceso laboral.
Es solo después de haber identificado las relaciones productivas (relevantes, repetimos, desde el punto
de vista formal) que se puede pasar a una segunda fase: la de diferenciación entre las varias y diversas
actividades que se cumplen en el mismo proceso de trabajo; esto es, entre trabajo productivo e impro-
ductivo (y no entre trabajo y no-trabajo), según esté o no dirigido a la transformación o conservación
de un determinado valor de uso en un nuevo valor de uso (sobre estos problemas, véanse, por ejemplo,
los textos de Carchedi, 1983; 1987; 2001). Pero ese proceso de transformación-conservación puede
ser de naturaleza material o intelectual, por lo cual la materialidad del producto no es relevante a los
fines de calificar el trabajo empleado en producirlo. Relevantes, en definitiva, son más bien: a) las rela-
ciones sociales de producción (aspecto formal); b) el aspecto ontológico del trabajo empleado (si está
o no dirigido a la transformación-conservación del viejo valor de uso, sea este material o intelectual,
en un nuevo valor de uso). Es por ese motivo que la contabilidad de tipo soviético, en la que se tenía
por predominante el aspecto material del bien producido, era insuficiente a los fines del cálculo de
la riqueza nacional, y lo sería hoy todavía más: el marxismo soviético se encontraría completamente
desconcertado en la lectura de la “sociedad de la información”, del “conocimiento”, etcétera, en las
que una miríada de “trabajadores intelectuales” son altamente productivos (de plusvalía). Léase, por
ejemplo, lo que escribe Pesenti: “La mescolanza de mercancías y servicios, establecida según la concep-
ción y la contabilidad occidental, para la cual la producción es producción de ‘utilidad’ y no de bienes
materiales, confunde las cosas y hace más difícil entender la correlación de fondo entre producto,
renta y gasto”. A la luz de cuanto acabamos de sostener, está claro que una tesis como esta resulta
insatisfactoria y desencaminada. Podemos, sin más, estar de acuerdo acerca del carácter equívoco de
la contabilidad nacional neoclásica, que a todos los trabajos (y no-trabajos) los hace productores de
valor, pero, en todo lo demás, hay que rechazar una definición como esa. Sobre el problema aquí
expuesto, planteado por los diversos modelos de contabilidad nacional, cfr. en general Graziani (1977:
66 ss.), donde se alude a la encendida discusión que suscitó en el siglo xix y en la que participaron
economistas italianos del calibre de Francesco Ferrara (también ellos sosteniendo, entre otras cosas, la
“materialidad” de los bienes por calcular a los fines de la contabilidad nacional).
Actualmente predomina la idea de que las actividades de distribución y transporte, que absorben
una gran cantidad de trabajo asalariado, implican modificaciones en las mercancías y, por tanto, deben
sumarse en los cálculos del valor de la producción nacional.
Más controversial es el caso de las actividades financieras y las de arrendamiento (inmobiliarias,
leasing, etcétera). Estas actividades no producen valor nuevo, sino que simplemente absorben rentas
provenientes del sector productivo.
Un problema similar se presenta con los servicios públicos. Al no ser trabajo destinado a la produc-
ción de valor-capital, algunos autores sostienen que no se trata de trabajo productivo y que, por tanto,
deberían excluirse del cálculo del valor (social) agregado. En este caso, a diferencia de las actividades
que se basan en la obtención de una renta a partir de un derecho de propiedad (sobre un activo fijo
material o sobre activos financieros), puede considerarse que los empleados públicos realizan una
actividad funcional al proceso de reproducción capitalista y están, entonces, indirectamente sometidos
al capital. Pero no por ello se insertan en la categoría de trabajo productivo, en sentido marxista3.

CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE


123
Trabajo productivo, en los términos de Marx (que, como se ha visto en el parágrafo 3 del capítulo
anterior, se contraponen radicalmente al modelo prevaleciente de contabilidad nacional), es solamente
el utilizado por el capital para su propia valorización. Un trabajo de idéntico contenido puede ser
productivo e improductivo. Ello depende de una consideración sobre la naturaleza del trabajo: si ese
trabajo en concreto genera directamente plusvalía –es decir, revaloriza directamente el capital– o no.
Es, pues, independiente del carácter más o menos útil de ese trabajo y se expresa cada vez más como
trabajo colectivo, como “capacidad de trabajo socialmente combinada), menos vinculada a la forma y
el contenido de los trabajos individuales. Es productivo (de plusvalía) el trabajo que tiene por objeto
la transformación material o intelectual de un valor de uso, que es cambiado o conservado a los fines
del proceso productivo4. Por largo tiempo prevaleció en el ámbito marxista una idea completamente
“clásica”, debida a una incomprensión de fondo de los textos (en verdad, algunos no clarísimos) de
Marx (aunque el todo se hace más comprensible si se tiene presente la naturaleza de muchos textos
suyos que permanecían en forma de cuadernos no definitivos y no publicados). En concordancia con
esa concepción “clásica”, se consideraba productivo solamente el trabajo material que produjese, es
decir, un producto tangible, material también él. A partir de esas tesis, se nos privó por decenios de ins-
trumentos de lectura de las transformaciones internas del MPC (piénsese en el variado y heterogéneo
sector de los “servicios” –cfr. Carchedi, 2004–, todos igualmente considerados improductivos por “in-
tangibles”). Para un análisis crítico de tal literatura, véase Guerrero (1990), donde el autor, entre otras
cosas, señala el justo método, desde el punto de vista marxista, para identificar la productividad –o no–
de la plusvalía. Es esa una determinación formal, no material. No tiene nada que ver con la materialidad
o no materialidad del trabajo o del producto. El aspecto material, simplemente, no tiene relevancia
para estos fines. Lo que cuenta es la inserción del trabajo (asalariado) en una organización capitalista y
que sea empleado en la esfera de la producción. Y, como escribe Guerrero (1990): “ninguno de estos
elementos hace referencia al contenido material del trabajo o al valor de uso obtenido”, tras lo cual pre-
cisa que “en Marx, el análisis ‘material’ o ‘técnico’ se refiere a los contenidos invariables del proceso de
producción, mientras que el análisis ‘formal’, o específicamente ‘económico’, se ocupa de las variacio-
nes de las formas, o sea de la dinámica de las relaciones de producción históricamente determinadas”.

3. El concepto de trabajo productivo es de difícil traducción estadística, dado que en la contabilidad


nacional se toma en consideración todo tipo de trabajo mercantil. Estas diferencias conceptuales y
metodológicas obligan a introducir reacomodos en los datos estadísticos, a fin de adaptarlos a las
categorías útiles para el análisis de clase.
Estamos hoy en capacidad de elaborar estadísticas muy detalladas sobre la composición de la po-
blación activa, vista desde la óptica de la actividad laboral que desempeña y de las modalidades en que
la ejerce. Piénsese en los datos que indican no solo las tendencias generales del MPC, sino también
algunas variaciones ocurridas durante los últimos años en los varios “sistemas” capitalistas objeto de
estudio5. Sin embargo, esos datos no nos dicen nada sobre la productividad6 o no productividad de los
trabajadores tomados en consideración.
Los asalariados son la mayoría de la población7 (en la Zona Euro, los 115,6 millones de asalariados
de 1994 se convirtieron en 131,3 millones en 2005, lo que significa pasar de 82,3% a 83,7%). El
número de capitalistas ha disminuido como consecuencia de la centralización del capital, mientras
que el número de trabajadores autónomos ha aumentado, como efecto de la precarización creciente

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


124
del mercado de trabajo y de las nuevas formas de externalización o tercerización de los contratos en
las empresas8.
Más de la mitad de los ocupados de la Unión Europea de los 12* trabaja en la industria manu-
facturera y el comercio. El único cambio perceptible en los años más recientes es el incremento de la
externalización de actividades por parte de las empresas industriales, que ha incrementado el volumen
de los ocupados en servicios a las empresas que hoy desempeñan el mismo trabajo cumplido antes en
la empresa matriz y que era imputado a la industria. El peso de los empleados públicos ha disminuido
en la Unión Europea de los 12 en los últimos años.

4. Donde se presentan las mayores dificultades para la estimación cuantitativa de los datos disponibles,
es en lo que respecta a los criterios de la distribución del valor agregado que se expresa en los datos de
la contabilidad nacional. No es casual que, en esta interpretación macroeconómica, la disputa mayor se
plantee en torno a la definición de “capital” que utiliza la economía convencional. Es de sobra conoci-
do que el concepto de “capital” empleado en la teoría económica dominante corresponde a un término
polisémico, que incluye tanto el capital-dinero o capital financiero (del cual se obtiene una renta en
forma de intereses) como los medios de producción de los cuales se obtiene la ganancia capitalista. Lo
que esa teoría no explica es el origen de tales rentas y ganancias. Fue John Bates Clark, economista de
la “nueva generación” posclásica, quien se preocupó por proponer diversas fuentes para las diversas for-
mas de ingresos, con el propósito de eliminar el análisis de la explotación. Según él, en la producción
intervienen permanentemente cuatro factores: el capital, que rinde intereses al capitalista; los bienes
de capital, los medios de producción y la tierra, que reportan una renta empresarial; la actividad de los
empresarios, que genera su ganancia; y el trabajo del obrero, que se remunera con el salario: “la libre
competencia intenta dar al trabajo lo que crea con el trabajo; a los capitalistas, lo que se crea con el
capital; y a los empresarios, lo que se crea con la función de coordinación” (Clark, 1899). Cuarenta
años antes, Marx denunciaba ya la manera en que las formas transfiguradas de las relaciones capitalistas
identificaban el proceso de trabajo con el proceso de creación del valor de la mercancía y hoy, en forma
de teoría de los factores de producción, se presentan como una nueva apología que, bajo la máscara de
la teoría económica burguesa, crea la apariencia de que las rentas de la sociedad dependen del papel
que desempeñan la tierra (condiciones naturales), los medios de producción elaborados (capital) y el
trabajo en el proceso de distribución del mercado9.
Desde la formación del primer pensamiento neoclásico (marginalista), hacia fines del siglo xix, has-
ta nuestros días, la ganancia ha sido considerada desde una doble determinación: por una parte, como
recompensa por la “abstención” de consumo, y por la otra, en una forma que genera un incremento
del valor del capital mediante un proceso de autocrecimiento autónomo. De cualquier modo, esta
explicación resulta excesivamente subjetiva hasta para sus defensores. Se aduce entonces la existencia
de un rendimiento marginal decreciente de los factores, que reproduce la teoría de Ricardo aplicada a
los medios de producción producidos, haciendo abstracción del hecho de que la tierra no “se produce”,
mientras que los medios de producción sí. Esta segunda dimensión fue refutada definitivamente por
Sraffa y los economistas neoricardianos hace casi cincuenta años10. Sin embargo, el argumento moral

* (n.t.) La de los países que se integraron a ella antes de 1995: Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Gran
Bretaña, Irlanda, Dinamarca, Grecia, España y Portugal.

CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE


125
de la recompensa por la abstención sigue siendo, en última instancia, la base de la explicación que
reciben los neófitos decididos a adentrarse en los arcanos de la ciencia económica dominante.
La idea de que la remuneración del capital-medios de producción, o del capital financiero, o de la
tierra, provenga exclusivamente de un derecho de propiedad sobre tal medio de producción, sea este
dinero o tierra, precisamente, no forma parte de la realidad que quiere analizar la teoría convencional.
Se termina así por considerar científico el argumento de la abstención, pero no se quiere admitir el
justo peso jurídico-político de la propiedad.

2. Análisis crítico del sistema de cuentas nacionales

1. Para el sistema de contabilidad de la economía nacional, la producción se limita a las actividades que
generan bienes materiales y servicios pertenecientes a la llamada esfera productiva. Las demás activida-
des –educación, salud, cultura, deportes, defensa, administración, etcétera– no crean producción: son
clasificadas en la esfera no productiva y tratadas como servicios no productivos. En el SCN se computa
como producción toda actividad socioeconómica que tenga un contenido mercantil, independiente-
mente del hecho de que su origen sea o no productivo.
En cuanto al ámbito territorial, el sistema de balance material (de enfoque soviético) se limita al
espacio económico de un país, mientras que el SCN incluye los flujos de y hacia el exterior, vinculando
así la economía interna con el operador “resto del mundo” mediante las relaciones que se establecen
entre las cuentas que lo componen. De esta manera, se considera que el SCN suministra informaciones
periódicas sobre las variables que permiten describir todo el estado de la economía de un país en su
conjunto, en calidad y en valor. Las cuentas nacionales proveen el marco conceptual para describir
las relaciones entre las variables macroeconómicas fundamentales: la producción, la renta y el gasto11.
Se ha dicho igualmente que, en sentido general, la contabilidad nacional es un registro sistemático
de los hechos económicos que cumplen los operadores de un país; en su acepción más restringida y
práctica, es el conjunto de las diversas estadísticas sobre la formación y utilización del producto bruto,
del gasto y de otros conceptos macroeconómicos, presentados en cuadros y computados según las
normas generalmente aceptadas de la contabilidad. Otros autores consideran, más específicamente,
que el SCN es una técnica estadística directa que brinda una representación cuantitativa, completa y
coherente de la economía nacional.
De un modo u otro, la intención es presentar el sistema como un modelo perfecto, tanto en el pla-
no teórico como en relación con el tipo de información que provee. El objetivo, también en este caso,
es construir una ciencia económica absoluta e indiscutible por su nivel de formalización: un intento,
pues, de construir modelos que no necesariamente se preocupen por adherir a la realidad o al conjunto
de las relaciones sociales. Y se trata, en cambio, de reconocer los límites de ese análisis y, después de
haberlos determinado, buscar, con el máximo de objetividad, superarlos.
Se debe empezar por reconocer que este análisis impone límites en el campo de los fenómenos
que abarca; de hecho, solo permite tratar los fenómenos que son cuantificables en términos de mer-
cado, excluyendo aquellos que no lo son o que son de difícil o imposible cuantificación, aunque se
reconozca su importancia. Al utilizar la moneda como única unidad de medida, se tiene la ventaja

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


126
de poder agregar, modelar y presentar cuadros numéricos y análisis comparativos, pero de otra par-
te se dejan fuera todos los fenómenos no cuantificables o de difícil cuantificación en términos de
valor monetario.
Según Shaikh y Tonak (1994: 32-34), el SCN es de inspiración neoclásica y constituye una idea-
lización de la realidad que se presupone de previsión perfecta. En la concepción neoclásica, una acti-
vidad es productiva siempre que sea considerada socialmente necesaria, es decir, con tal de que tenga
demanda y las personas estén dispuestas a pagar directamente por ese producto. Sobre esa base, todas
las actividades potencialmente mercantilizables son consideradas productivas. Por tanto, lo que no
llega al mercado no entra en esta definición.
Podrían discutirse muchos elementos de ese sistema, pero a los efectos de este trabajo nos limitare-
mos a algunas críticas de importancia indiscutible.

2. El SCN presenta todas las relaciones de la sociedad en un único nivel metodológico, el estadístico-
formal, e ignora en su totalidad los procesos reales que se dan tras ellas. Así, por ejemplo, detrás de la
distribución de los capitales en los distintos ramos está el proceso general de distribución en el ámbito
de la división internacional del trabajo. En el pensamiento clásico, en cambio, y sobre todo en Marx,
se analiza la relación entre los productores de mercancías, que ante todo tienen como base la ley del
valor-trabajo.
La concepción de trabajo productivo que se asume en las cuentas nacionales introduce una perma-
nente distorsión del sistema. En el capítulo 14 del tomo I de El Capital, escribe Marx:

La producción capitalista no es ya producción de mercancías, sino que es, sustancialmente, producción


de plusvalía. El obrero no produce para sí mismo, sino para el capital. Por eso, ahora, no basta con
que produzca en términos generales, sino que ha de producir concretamente plusvalía. Dentro del
capitalismo, solo es productivo el obrero que produce plusvalía para el capitalista o que trabaja por
hacer rentable el capital. Si se nos permite poner un ejemplo ajeno a la órbita de la producción
material, diremos que un maestro de escuela es obrero productivo sí, además de moldear las cabezas
de los niños, moldea su propio trabajo para enriquecer al patrono. El hecho de que este invierta su
capital en una fábrica de enseñanza en vez de invertirlo en una fábrica de salchichas, no altera en
lo más mínimo los términos del problema. Por tanto, el concepto de trabajo productivo no entraña
simplemente una relación entre la actividad y el efecto útil de esta, entre el obrero y el producto
de su trabajo, sino que lleva además implícita una relación específicamente social e históricamente
dada de producción, que convierte al obrero en instrumento directo de valorización del capital
(1976: 425-426).

En otras palabras, trabajo productivo es aquel “que se intercambia directamente por capital”; vale
decir, el trabajo que el capitalista compra, como capital variable, con el propósito de utilizarlo como
valor de cambio y plusvalía. Trabajo improductivo, nos precisa Marx, es aquel que no se intercambia
por capital, sino directamente por renta, por salario o ganancia y, naturalmente, por los diversos ele-
mentos que forman la ganancia del capitalista, como pueden ser el interés y la renta del suelo.
De las definiciones de Marx se deducen necesariamente dos conclusiones:

a) Todo trabajo que el capitalista compre como capital variable con el fin de sacar de allí una plus-
valía es trabajo productivo, independientemente de que este se materialice o no en objetos12,

CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE


127
o de que sea o no objetivamente necesario o útil para el proceso social de producción; por
ejemplo, el trabajo de un payaso, usado por un empresario de circo.
b) Todo trabajo que el capitalista no compre como capital variable es no productivo desde el punto
de vista de la economía capitalista, aun cuando pueda ser objetivamente útil y pueda materiali-
zarse en artículos de consumo que satisfagan necesidades humanas de subsistencia.

A primera vista, estas dos conclusiones son paradójicas y contradicen el concepto corriente de tra-
bajo productivo. En la mayoría de los textos de economía política, y en el SCN, el trabajo productivo
es abordado, de hecho, desde el punto de vista de su necesidad objetiva para la producción social en
general, o para la producción de bienes materiales. En estos análisis, el factor decisivo es el contenido
del trabajo, es decir, su resultado, que usualmente es un objeto material creado mediante la acción del
trabajo.
El asunto que aborda Marx no tiene nada en común con este concepto, salvo el nombre. Para Marx,
trabajo productivo significa trabajo incorporado al sistema social de producción13.
Al pensador de Tréveris le interesaba el problema del tipo de producción social, de cómo se explici-
ta, en términos sociales, la actividad laboral de las personas que no están empleadas en esa producción
(por ejemplo, el trabajo dirigido a la satisfacción de necesidades personales o al servicio de una casa).
¿Cuál es el criterio que permite incluir la actividad laboral de los hombres en la producción social?
¿Qué hace de esa actividad un trabajo “productivo”? A ese problema dio Marx la siguiente respuesta:
todo sistema de producción se caracteriza por el conjunto de relaciones de producción determinadas
por la forma social de organización del trabajo. En la sociedad capitalista, el trabajo está organizado en
forma de trabajo asalariado y la economía se estructura en forma de empresas capitalistas, donde los
asalariados trabajan bajo el mando de un capitalista.
Los trabajadores productivos crean mercancías, producen servicios y, de cualquier manera, rinden al
capitalista una plusvalía. Solo el trabajo organizado en las empresas capitalistas bajo la forma de trabajo
asalariado, adquirido por el capital con el propósito de extraerle plusvalía, se agrupa valorativamente
en el sistema de producción capitalista. Ese trabajo es trabajo “productivo”. Todo tipo de trabajo que esté
comprendido en este sistema de producción inmediata puede ser considerado como productivo, es
decir, todo tipo de trabajo organizado en la forma social característica del sistema de producción aquí
considerado. Dicho de otra manera, el trabajo es considerado productivo o improductivo no por su
contenido –es decir, no en términos del carácter de la actividad laboral concreta–, sino desde el punto
de vista de la forma social de su organización, de su compatibilidad con las relaciones de producción
que caracterizan el orden económico de la sociedad capitalista.
Marx señaló frecuentemente esta característica, que diferencia su teoría de las más corrientes sobre
el trabajo productivo, las cuales asignan un papel decisivo al contenido de la actividad laboral.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


128
­— notas —

1 Consejo de Ayuda Mutua Económica, instituido en 1949 por los países socialistas de Europa Oriental (Unión Soviética, Albania,

Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Rumanía y Ungría), con excepción de Yugoslavia, en contraposición al Plan Marshall y para
coordinar las economías de los países comunistas. Posteriormente se incorporaron Cuba, Mozambique y Vietnam, mientras
que Albania lo abandonó en 1962. Fue disuelto en 1990.

2 Sobre este debate, cfr. Guerrero (1990).

3 “Los funcionarios pueden convertirse en asalariados del capital, pero no por ello se transforman en trabajadores productivos

(…) El trabajo productivo se intercambia directamente por dinero en cuanto capital, es decir, por dinero que en sí mismo es ca-
pital, que está destinado a funcionar como capital y que como capital se contrapone a la capacidad de trabajo” (Marx, 1985a:
83).

4 “El valor y la plusvalía producidos [en el proceso laboral productor de plusvalía] son resultado de la acción de una sola categoría

de agentes: aquellos que, por medio de su trabajo concreto, transforman las características materiales e intelectuales de los
objetos y de los instrumentos de trabajo en un valor de uso diferente, que es el del producto” (Carchedi, 1991: 31). Sobre este
punto, cfr. también Carchedi 1977; 1987.

5 Alessandro Mazzone es uno de los estudiosos más atentos a diferenciar entre MPC, que es un concepto concebido a un nivel

muy abstracto de razonamiento, con leyes que norman su comportamiento general, sus tendencias, etcétera, y, de otra parte,
los capitalismos en particular, que de manera concreta, en la cotidianidad económica, social, humana, geográfica, se manifies-
tan y se diferencian.

6 Nos referimos aquí a la productividad de plusvalía y no a su acepción corriente.

7 Y esto, póngase atención, en los países de capitalismo avanzado, donde debería más bien extenderse, al decir de algunos

científicos atolondrados y superficiales, el fin de la clase obrera y del trabajo. Si se piensa en países como China, India, etcétera,
las tasas de población asalariada son todavía más elevadas.

8 Tras las cuales se esconden con frecuencia formas solo jurídicas y no sustanciales de “autoempresarialismo”. En Italia, la gran

incidencia de trabajadores conocidos como “en partida IVA” ha llevado desde hace años a hablar de “trabajadores autónomos
de última generación”, para identificar a un falso “autoempresariado” que nombra a asalariados atípicos expulsados, despe-
didos y obligados a “inventarse” un trabajo aparentemente propio pero absolutamente precario.

9 “Por eso la economía vulgar no tiene ni la más remota idea de que la fórmula tripartita de que parte, a saber, tierra-renta,

capital-interés, trabajo-salario o precio del trabajo, encierra tres combinaciones evidentemente imposibles. En primer lugar,
tenemos el valor de uso tierra, que no tiene de por sí ningún valor, y el valor de cambio renta del suelo, con lo que se establece
una proporción entre una relación social, considerada como una cosa, y la naturaleza, es decir, se establece una relación entre
dos magnitudes inconmensurables. Luego, viene la relación de capital a interés. Si el capital se concibe como una determinada
suma de valor expresada sustantivamente en dinero, es absurdo que un valor represente mayor valor de lo que vale. La fórmula
capital-interés hace desaparecer, precisamente, todo eslabón intermedio y reduce el capital a su fórmula más general y, por
tanto, inexplicable por sí misma y absurda. Es por eso que el economista vulgar prefiere la fórmula de capital-interés, con su
cualidad oculta de valor desigual a sí mismo, a la fórmula de capital-ganancia, que nos acerca más a la relación real y efectiva
del capital. Luego, movido por la intranquilidad de conciencia que le dice que 4 no es igual a 5 y que, por tanto,100 táleros, no
pueden ser 110 táleros, salta del capital como valor de la sustancia material del capital, a su valor de uso como condición de
producción del trabajo, de la maquinaria, de las materias primas, etcétera. Con lo cual consigue, a su vez, establecer, en lugar
de la inconcebible primera proporción según la cual 5 = 5, una proporción perfectamente inconmensurable entre un valor de
uso, una cosa material, de una parte, y de otra una determinada relación social de producción, la plusvalía, como ocurre en lo
referente a la propiedad de la tierra. Tan pronto como llega a esta relación entre magnitudes inconmensurables, el economista
vulgar lo ve ya todo claro y no siente la necesidad de seguir reflexionando, pues con ello ha llegado, en efecto, a lo ‘racional’

CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE


129
de la idea burguesa. Finalmente, la relación entre el trabajo y el salario o precio del trabajo es, como se demostró en el libro
I, una expresión que contradice antes que todo el concepto de valor y también el de precio, que no es de por sí, en términos
generales, más que una determinada expresión del valor; hablar del ‘precio del trabajo’ es algo tan irracional como lo sería
hablar de logaritmos amarillos. Pero al llegar aquí el economista vulgar se siente verdaderamente satisfecho, puesto que ha
llegado a la profunda concepción del burgués, que paga dinero por trabajo, y además la contradicción de la fórmula frente al
concepto de valor lo exime de comprender este mismo valor” (Marx, 1978a: tomo III, cap. XXIII).

10 Sraffa (1982); Harcourt (1975).

11 Dornbush, Fisher (1985).

12 Piénsese en un software, que es hoy el prototipo de la mercancía inmaterial, aun si debe ser incorporado, para su uso, a un

soporte material.

13 Como dijimos anteriormente, el aspecto relevante y calificador es el formal, que identifica las relaciones sociales en las cuales

se desarrolla la actividad laboral.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


130
Capítulo III
PARA UNA CRÍTICA DE LA CONTABILIDAD NACIONAL

1. El marxismo y el sistema de cuentas nacionales

1. Para interpretar de manera exacta la idea de Marx, es necesario comprender con claridad que la fase
de circulación del capital no equivale a una circulación del capital, no corresponde a una distribución
real de productos, es decir, a un proceso de transferencia de manos de los productores a las de los
consumidores, necesariamente acompañado de servicios de transporte, almacenamiento, empaque-
tamientos, etcétera. La función de la circulación del capital, que consiste solo en transferir de una
persona a otra el derecho de propiedad de un producto, es por tanto una transformación del valor, de
su forma mercancía a su forma dinero o, inversamente, una realización del valor producido. Son estos
los “gastos de circulación, derivados del simple cambio de forma del valor, de la circulación idealmente
considerada” (Marx, 1966: 120-121). “Aquí nos referimos solo al carácter general de los gastos de
circulación que surgen de la metamorfosis puramente formal” (121). Marx demostró claramente la
siguiente afirmación: “La ley general es que los gastos de circulación que corresponden simplemente a
un cambio en la forma de la mercancía no agregan a esta ningún valor” (132).
Marx diferenció entre esta “metamorfosis formal”, que es la esencia de la fase de circulación, y
la “función real” del capital-mercancía (1978a: 265). Y como parte de esa función real incluyó el
transporte, almacenamiento, “distribución de las mercancías bajo una forma distribuible” (1966: 264),
“expedición, transporte, distribución, venta al detal” (276-282). Debe entenderse que la realización
formal del valor es la transferencia del derecho de propiedad sobre productos y se limita a servir de
vehículo a su realización, y con ello, al mismo tiempo, al verdadero intercambio de las mercancías, a su
paso de unas manos a otras, al metabolismo social. Pero teóricamente la realización formal, la función
genuina del capital en la circulación, es totalmente diferente de las mencionadas funciones reales, que
son, en esencia, ajenas a ese capital y tienen un carácter “heterogéneo”.
En las empresas comerciales corrientes, estas funciones formales y reales se mezclan y entrelazan
habitualmente. El trabajo del vendedor de un negocio sirve a la función real de la conservación, del
embalaje, del transporte, y a las funciones formales de la compra y la venta. Pero es posible separar estas
funciones, con base tanto en las personas como en los lugares: “Las mercancías preparadas para ser
compradas o vendidas pueden imaginarse también en muelles y otros lugares públicos” (282) como,
por ejemplo, en depósitos comerciales y de transporte. Marx consideró todas las funciones reales como
“procesos de producción que simplemente se prolongan en la circulación, y cuyo carácter productivo
se esconde bajo la forma de esta última” (tomo II: 121).

2. Así, el trabajo que se aplica a estos “procesos de producción” es trabajo productivo, que crea valor
y plusvalía. Si el trabajo del vendedor consiste en llevar a término funciones reales (conservación,
transporte, empaquetamiento, etcétera), entonces es trabajo productivo, y no porque se encarne en
bienes materiales (la conservación no produce tales cambios), sino porque es empleado en el “proceso
de producción” y, por tanto, es empleado por el capital productivo. El trabajo del mismo empleado
comercial es improductivo solo si sirve exclusivamente para la “metamorfosis formal” del valor, para
su realización, para la transferencia ideal del derecho de propiedad del producto de una persona a
otra. La “metamorfosis formal” que se produce en la oficina de ventas y que está separada de todas las
funciones reales, exige también ciertos gastos de circulación y gastos de trabajo: llevar la contabilidad
y los libros comerciales, la correspondencia, etcétera. Este trabajo no es productivo, pero, insistamos
una vez más, no porque no crea bienes materiales, sino porque se utiliza en la metamorfosis formal, en
la fase de circulación del capital en forma pura1.
A pesar de cuan rigurosamente expone el análisis de Marx, a partir de una visión actual del proble-
ma se presentan algunos límites evidentes; sin embargo, las bases esenciales de análisis conservan su
vigencia, y justamente al considerar el concepto de producción y reproducción reales de las relaciones
capitalistas de producción.

3. De cuanto se ha dicho, resulta evidente la enorme diferencia que existe entre una conta-
bilidad nacional a la manera de Marx2 y la de corte neoclásico. Que, a pesar de todo, es el úni-
co instrumento que actualmente nos permite conocer algunos comportamientos de los sistemas
económicos.
Aunque, de cualquier forma, sea actualmente de una considerable utilidad, las grandes limitaciones
de este sistema (SCN) han sido señaladas desde el inicio por sus defensores y críticos. Graves limitacio-
nes se encuentran, por ejemplo, en la descripción integral del proceso de desarrollo: aspectos como el

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


132
mejoramiento de la calidad de vida de la población y el efecto sobre los recursos naturales han quedado
explícitamente fuera de ese sistema.
Como parte de la macroeconomía contemporánea, el SCN asume, en cambio, un conjunto de
reglas –conocidas y planteadas a priori– que evidencian incertidumbre y una infinidad de hipótesis
teóricas que no necesariamente colocan sus principales puntos de referencia en la realidad, aunque se
sostenga que el objetivo central de todo proyecto de contabilidad nacional sea el de buscar la estabili-
dad del sistema macroeconómico y su funcionamiento equilibrado.
Sobre esa base, se encuentran en la literatura dos maneras principales de recoger los resultados de la
macroeconomía contemporánea: el análisis clásico y el keynesiano.
Se diferencian uno de otro, fundamentalmente, por sus presupuestos y sus conclusiones, así como
por una multiplicidad de modelos y teorías que no en todos los casos cuentan con un mismo nivel de
reconocimiento y difusión, pero que sirven de base a las políticas de ajuste estructural que durante los
últimos años han sido aplicadas en todo el mundo.

2. Hacia una macroeconomía alternativa

1. Aunque frecuentemente ignorado por la ciencia económica oficial al servicio de las clases domi-
nantes, es justamente El Capital de Karl Marx lo que permite delinear un modelo de reproducción
del capital social que podría constituir la base para el desarrollo de una macroeconomía alternativa,
centrada en la ley del valor, y a partir de la cual podría analizarse –enmarcados de otra manera– todo
un grupo de procesos económicos y sociales.
En el tomo II de El Capital se describe el proceso de reproducción simple y ampliada del capital
social, y se demuestra que la reproducción del capital constante consumido en la producción del sector
1 está unida a la reproducción de las clases sociales en el sector 2. Según Marx (1966, tomo II: 351),
la esencia del problema consiste en “cómo se repone a base del producto anual el valor del capital
absorbido por la producción, y cómo se entrelaza el movimiento de esta reposición con el consumo de
plusvalía por parte de los capitalistas y el de salario por parte de los obreros”.
En otras palabras, en la reproducción macroeconómica se entrelazan dos procesos: el de reproduc-
ción del capital social y el de las clases sociales, al mismo tiempo. Para Marx, también en la macroeco-
nomía se manifiesta el sistema de relaciones de clase.
La categoría central que se desprende de la sección tercera del tomo II de El Capital es la de capital
global nacional. El capital global representa el conjunto de los capitales individuales de un país, lo que
es igual al capital fijo, como base material para la reproducción, más el producto social, que es el valor
anual de todos los bienes y servicios logrados por la sociedad, expresión del valor de todo el trabajo
social y de todas las utilidades (Marx, 1966, tomo II: 382).
Como es posible observar, de esta manera se suman tanto el valor de las partes del producto social
que corresponden al capital, como las partes que corresponden al fondo de consumo.
Esquemáticamente, el capital global puede ser representado como en el gráfico que sigue más abajo.
Tanto para la reproducción simple como para la reproducción ampliada, Marx asume las mismas
hipótesis:

PARA UNA CRÍTICA DE LA CONTABILIDAD NACIONAL


133
a) Se trata de una economía completamente capitalista y existen solo dos clases sociales: la de los
trabajadores y la de los capitalistas.
b) El precio de las mercancías coincide con el valor3.
c) Se prescinde del comercio exterior.
d) Se supone que O = D (con O por oferta y D por demanda).

Producto social global

Producto constante fijo Producto social

Plusvalía

Capital constante circulante Capital constante circulante

Capital variable Producto del valor anual


La división de la sociedad en dos sectores (el sector 1, productor de medios de producción, y el
sector 2, productor de artículos de uso y consumo) sirve de base para prever hipótesis acerca de las
relaciones intersectoriales basadas en intercambios de valor.
Para Marx, “todo el valor social del producto se descompone en renta, en salario más plusvalía o,
según su expresión, en salario más ganancia (interés), más renta del suelo” (Marx, 1966, tomo II: 386).
Este concepto constituye una muestra de genio, por la cual deberían estar agradecidos los macroeco-
nomistas modernos.

2. El estudio de la reproducción del capital social debe basarse en el análisis del ciclo M-M ', ya que esta
fórmula expresa la realización de la mercancía.
A su vez, en la reproducción del capital social en su conjunto debemos diferenciar la producción
social en dos sectores fundamentales: el que produce medios de producción (MP) y el que produce
medios de consumo (MC).
En ambos sectores debe tenerse en cuenta tanto el valor de cambio y el valor de uso como la pro-
porcionalidad entre ellos.
También en este nivel de análisis, el problema básico es la realización del capital social. En el análisis
de Marx, el único factor que convierte la reproducción simple en ampliada es que una parte de la
plusvalía no se consume, se invierte.
El sector 1 acumula y garantiza así una reproducción ampliada. Esto genera la necesidad y la
posibilidad de que también el sector 2 acumule y desarrolle una reproducción ampliada. Por tanto, se
garantiza así que los dos sectores de la producción crezcan y que el capital social en su conjunto cumpla
el proceso de reproducción ampliada.
Podemos ahora formular, a partir de allí, algunas consideraciones:

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


134
a) El desarrollo del sector 1 impulsa el desarrollo del sector 2.
b) La reproducción ampliada del sector 2 presupone la reproducción ampliada del sector 1.
c) Del desarrollo del sector 1 depende el desarrollo del sector 2. De aquí se deduce el papel pre-
ponderante de la producción de medios de producción con respecto a la producción de medios
de consumo a nivel social.

Una economía subdesarrollada se apoya más en la producción de bienes de consumo personal que
en la industria. Esto puede condicionar tres tipos de situaciones:

a) Crisis de sobreproducción.
b) Exportación de los excedentes al mercado mundial.
c) Inyección externa de recursos para incrementar el consumo de las clases sociales (remesas, cré-
ditos, transferencias).

3. Una interesante aplicación del método marxista de análisis de las cuentas nacionales es la que presen-
tan Shaikh y Tonak (1994). Estos autores someten a fuerte crítica el concepto neoclásico de actividad
productiva, que considera como tal todo aquello para lo que existe una demanda social, aquello por
lo que la gente está dispuesta a pagar y tiene, por tanto, un precio de mercado. Asimismo, ponen en
discusión la concepción neoclásica presente en el SCN, en el que no se distingue entre las formas de
consumo y las formas de producción. Así, por ejemplo, especifican que el trabajo de un guardia
de seguridad es un trabajo necesario que garantiza consumo, pero no es un trabajo productivo (Shaikh
y Tonak, 1994: 17-19). Presentan estos autores un análisis alternativo que se mueve entre el sistema de
balance material aplicado antaño en el bloque socialista y el SCN, al considerar ambos como extremos.
El comercio, la actividad militar, la policía y otras actividades alternativas no son consideradas por ellos
como productivas, sino como formas de consumo social. El centro de su propuesta es la separación
de las actividades no productivas que puedan ser necesarias pero no pertenecen a la esfera productiva.
Shaikh y Tonak no establecen una proporcionalidad entre el incremento de la ocupación y el creci-
miento de la producción, pero la correlacionan con el incremento del consumo; consideran, además,
que detrás de las cuentas de producción está el trabajo humano que asume el concepto de trabajo
productivo de Marx, al cual nos referíamos anteriormente. El objetivo de estos autores es presentar
un análisis comparativo entre el sistema de categorías macroeconómicas, derivado del marxismo, y el
modelo input-output para demostrar la posibilidad real de interpretar el SCN desde una perspectiva
marxista y sin que, necesariamente, sean excluyentes el uno con respecto al otro.
Por ejemplo:

Categoría marxista Modelo input-output

Capital constante Demanda intermedia


Capital variable Costo del trabajo
Plusvalía Ganancia
Valor total Producto total (bruto)
K + V + W Materias primas (consumos intermedios), salarios, ganancias

PARA UNA CRÍTICA DE LA CONTABILIDAD NACIONAL


135
En lo que respecta al uso, se podría proceder del mismo modo:

Categoría marxista Modelo input-output

Costo de producción Consumo intermedio


Producto necesario Consumo entre los trabajadores
Plusvalía Consumo del capital e inversión total
Valor total Producto bruto

Partiendo de estos presupuestos, Shaikh y Tonak estiman empíricamente las principales variables
macroeconómicas –como plusvalía, ganancia, crecimiento, productividad del trabajo, etcétera– de
Estados Unidos, tanto desde el punto de vista marxista como del tradicional, y al comparar, en cada
caso, los resultados, obtienen desviaciones entre un método y otro que tal vez puedan ser significativas.
Otros economistas, como Mandel, Tonak, Aglietta y Vargas, han realizado, desde 1920 hasta hoy,
el estudio de diferentes variables y procesos mediante el método marxista, demostrando el gigantesco
potencial heurístico de esta teoría para el análisis macroeconómico.
Estos estudios han sido ignorados o minimizados porque presentan un modelo de la realidad a
través del lente de las variables reales y de las relaciones de clase.
Al mismo tiempo, sin embargo, es preciso subrayar que no se ha sistematizado suficientemente el
análisis macroeconómico marxista, lo que no implica imposibilidad de hacerlo ni niega la necesidad
de ese enfoque alternativo.

— notas —

1 Guerrero (1990) escribe al respecto: “Marx diferencia muy claramente la circulación ‘real’ o ‘material’ de la circulación ‘pura’

o ‘económica’, y sostiene que la primera no es auténtica circulación: ‘las industrias de la conservación y de la conservación de
mercancías (…) deben considerarse como procesos de producción que persisten dentro del proceso de circulación’ (Marx). La
circulación ‘pura’ consiste apenas en la transmisión de derechos de propiedad (o de arrendamiento, de uso, etcétera) sobre la
mercancía, transmisión que aparece como una necesidad solamente en la producción mercantil”.

2 Que no sirve, ciertamente, para satisfacer la aproximación puramente ideológica de algún militante marxista incapaz de un

enfoque científico, pero permite conocer los verdaderos procesos de movimiento del modo de producción capitalista, los mo-
dos de acumulación, los sectores impulsores, productivos e improductivos, y, en fin, los orígenes sociales de la crisis. Estudios
profundos en este sentido han sido llevados a cabo por Moseley (1991) y Wolff (1986).

3 En este caso razonamos utilizando una “cláusula de abstracción” por la cual se supone que precios y valor coincidan, cosa que

en la realidad no sucede porque el valor es solamente una media de los varios precios de mercado y, mientras estos últimos
están sujetos a la ley de la oferta y la demanda, el valor es la media que escapa de las oscilaciones causadas por esa ley e iden-
tifica el trabajo social necesario para la producción de las mercancías.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


136
Capítulo IV
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO1

1. Indicadores macroeconómicos para los modelos de crecimiento cuantitativo

1.1. Generalidades sobre la modelística del movimiento del capital


1. El modo de producción capitalista, como significativamente expresa Alessandro Mazzone, es tam-
bién movimiento de producción capitalista. Su dinamismo, a despecho de todas las teorías que buscan
extirparlo quirúrgicamente para el propio uso y consumo, es intrínseco, inmanente al modo mismo.
Por definición, no existe capitalismo sin dinamismo. Si el capital sobrevive solo en la medida en que
se acrecienta, el mundo social en que vivimos necesita comprenderlo en su dinamicidad, en su proce-
sualidad, en su movimiento continuo (y es justamente ese movimiento continuo el que nos constriñe a
tener siempre presente la totalidad del modo en sí mismo)2.
Toda forma de capitalismo nace en determinadas condiciones histórico-sociales, se desarrolla mo-
dificando su propio espacio social, humano y también geográfico, produce trastornos tan intensos que
modifican la faz de la tierra, e induce, incluso, profundísimas perturbaciones antropológicas. Todo ello
sucede, además, a velocidades tan altas que tornan ridículos los tiempos de transformación típicos de
los modos de producción precedentes. Y no porque, por obra de algún teórico chistoso, el capitalismo
sea estático o el reino de lo económico esté “detenido”. Antes bien, porque el capital, por primera vez
en la historia de la humanidad, pone en movimiento fuerzas transformadoras tan poderosas e intensas,
gracias, precisamente, a su continua acumulación y, por tanto, a su continuo movimiento.
Como hemos hecho notar en otras partes de este trabajo, el movimiento del capital, sin embargo,
no es “indoloro”. Produce en su propia interioridad una tal cantidad de contradicciones (mucha aten-
ción a esto: contradicciones internas, endógenas y no exógenas), que vuelve sus vías de acumulación
cada vez más frenéticamente convulsas y tormentosas, críticas. Luego, el mismo crecimiento de los
“sistemas económicos nacionales” sufre esas consecuencias, aun si de manera distinta de un país a otro
(las diferencias dependen también del grado de integración de cada “sistema-país” y del contexto de
mundialización del capital).

2. En el intento de elaborar instrumentos conceptuales idóneos para comprender los fenómenos de


crecimiento de cada país, la economía dominante ha pasado los últimos siglos construyendo una
múltiple variedad de modelos de crecimiento cuantitativo y de métodos de cálculo de la riqueza y del
movimiento de la riqueza de un país, todo ello dirigido, por caminos diferentes y a veces contrapues-
tos, a alcanzar un conocimiento mejor del funcionamiento del sistema capitalista.
Un modelo, en palabras de Graziani (1977: 17), es “toda teoría que establezca relaciones cuantitati-
vas entre magnitudes”3. Es entonces un conjunto de ecuaciones que define y da solución a esas relacio-
nes cuantitativas. Un modelo es, por tanto, una construcción mental, teórica, dirigida a la descripción
y comprensión de la realidad económica. Característica fundamental es su extrema abstracción de
toda una serie de variables y matices4 que enriquecen enormemente la realidad en comparación con
la representación simplificada del modelo, con la consecuencia de que, frecuentemente, la realidad es
completamente otra cosa, algo muy distinto a lo estudiado.
Es por ese motivo que frecuentemente son objeto de ataque por parte de críticos o de una particular
construcción teórica5.
Con las siguientes palabras resume Graziani (1977: 17) la naturaleza y objetivo de un modelo
económico:

La construcción de un modelo económico representa un intento de describir la realidad económica


mediante un sistema de ecuaciones. Este intento se corresponde con la idea de que el sistema
económico está constituido por un conjunto de magnitudes, ligadas entre sí por vínculos de
interdependencia recíproca, y que tales vínculos pueden ser determinados y descritos sintéticamente
como nexos funcionales entre variables.

El complejo de ecuaciones –que siempre tiene al menos una solución– que dan vida a la estructura
de un modelo, puede ser dividido en cuatro familias: a) técnicas; b) de comportamiento; c) definito-
rias; d) de equilibrio. Sin embargo, mientras las dos primeras categorías son verdaderas ecuaciones,
las sub c), más que ecuaciones, son identidades, y las sub d), más que ecuaciones son condiciones de
equilibrio (Graziani, 1977: 21-22).
Para concluir brevemente el discurso introductorio a la modelística, léase una rápida clasificación
de algunos tipos de modelos:

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


138
a) Integrado: la solución de todas las incógnitas del sistema de ecuaciones debe ser simultánea.
b) No integrado: las incógnitas son agrupadas en conjuntos diferentes, cada uno de los cuales es
resuelto con un conjunto distinto de ecuaciones.
c) Causal: en presencia de varios subgrupos de ecuaciones (véase arriba), hay uno autónomo y los
demás dependen de este para su solución.
d) Completo o incompleto: el primero subsiste cuando todas las incógnitas encuentran solución en
él*, y viceversa para el segundo caso.
e) Estático: tiene una sola solución, que es la misma para todo lapso temporal que se considere.
f ) Dinámico: desemboca en una serie de soluciones que se suceden ordenadamente.
g) Analítico: dirigido a reproducir los mecanismos de funcionamiento de la realidad económica.
h) Estratégico-político-económico: además de desempeñar la función del analítico, está dirigido tam-
bién a ejercer influencia en la solución.

A continuación se introducen algunos indicadores macroeconómicos que son cotidianamente uti-


lizados, en los mencionados modelos, para el estudio de aspectos particulares de la vida del sistema
económico nacional e internacional.

1.2. La relación consumo-renta


1. La relación existente entre el agregado consumo y el agregado renta fue objeto de los estudios
pioneros de Ernst Engel (1897), quien fue el primero en observar las relaciones cuantitativas de bienes
y servicios con respecto a grupos familiares con diversa renta, lo que lo llevó a formular las primeras y
famosas “curvas de Engel”.
Estas curvas son construidas en modo tal de precisar cómo varían los consumos de familias con
distinta renta (o los consumos de la misma familia al variar su propia renta), identificando para ello los
bienes y servicios que más están sujetos a esa variación.
En la base de la relación entre consumos y renta está una “ley psicológica fundamental” identificada por
Keynes, quien sostuvo que al crecer la renta crece el consumo, pero en proporción inferior que aquella.
Por tanto, al aumentar la renta tiende a disminuir la propensión marginal al consumo (PMC). Adi-
cionalmente, se deduce de allí que los incrementos de renta deben ser superiores que los incrementos
de consumo.

2. Si tenemos la propensión marginal al consumo y la propensión media y las relacionamos entre sí,
obtenemos otro indicador: el de la elasticidad del consumo con respecto a la renta, que, en caso de ser
mayor que 1, en términos absolutos, indica que el consumo de bienes y servicios aumenta en medida
más que proporcional al aumento de la renta. En caso de ser menor que la unidad, nos dice entonces
que el consumo aumenta menos que proporcionalmente respecto a la renta, y por tanto los bienes
y servicios tendrán una demanda inelástica. Para un análisis más a fondo de las relaciones entre renta y
consumo, cfr. Alvaro (1999: 531 ss.), que trata las distintas teorías.
Por ejemplo, la tesis de Duesenberry acerca de la naturaleza fundamentalmente proporcional en
el largo plazo –pero no en el corto– de tal relación, en la que este identifica un proceso de lenta
adaptación de los consumos con respecto a la variación de la renta. Allí se reporta también la tesis de

* (n.t.) Al suo interno.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


139
Friedman (1957), quien elabora la “teoría de la renta permanente”, según la cual la renta y el consumo
están compuestos por dos sumandos, uno de carácter permanente y otro transitorio.
El consumo permanente, que indica las preferencias usuales del consumidor, tiene una naturaleza
más bien estable. El consumo transitorio depende, en cambio, de circunstancias cambiantes que se
desarrollan en el tiempo. La renta permanente es esa parte de la renta que se percibe de manera estable
(y la que se cree que se percibirá de esa manera en el futuro). La renta transitoria proviene de eventos
accidentales, no previsibles ni calculables ex ante. Para Friedman, entonces, la única relación de pro-
porcionalidad que se puede identificar es la que se da entre renta y consumos permanentes6.

1.3. El multiplicador
1. El multiplicador es un coeficiente que indica la magnitud del incremento de producción que viene
determinado por cada incremento unitario de las inversiones. Cuando Keynes7 concibe este instru-
mento, parte del presupuesto de que un aumento de las inversiones (I) conlleva un aumento del PNB
en una cantidad multiplicada, mayor que la cantidad de la inversión misma. Eso es, justamente, el
efecto multiplicador. Según el cual

+ΔI → +Δ producción y ocupación;


y
-ΔI → -ΔI producción y ocupación.

Una vez que se ha efectuado un gasto primario, con base en el efecto del multiplicador se deriva
una cadena infinita de gastos de consumo secundarios. Cadena infinita, pero convergente, al ser finita
su suma final. La consideración fundamental que surge de esa teoría keynesiana es que el nivel de
equilibrio de la renta nacional está determinado por la igualdad entre ahorro e inversión, y que la
divergencia ex ante entre estos dos agregados produce variaciones no intencionales de las existencias;
por tanto, en términos ex post, la inversión estará dada por la suma de la inversión conjeturada y de la
variación de las existencias.
De esta manera queda claro, como lo destaca Gandolfo (1975), que los principios básicos de la
teoría de la determinación de la renta nacional son colocados ex ante, y solo así el ahorro y las in-
versiones encuentran igualdad contable. Cosa muy diferente es la fase ex post de control, en la que
necesariamente se realizan las separaciones entre los agregados de referencia del ahorro y los de las
inversiones. Solo en ese sentido es comprensible la llamada teoría del multiplicador, que indica cómo,
en una situación de equilibrio de subempleo, un aumento de la inversión autónoma produce un
incremento de la renta de e-quilibrio como múltiplo del aumento de la inversión; simplificando, el
efecto ocurre sencillamente porque los incrementos de gasto autónomo conducen a aumentos de la
renta que, a su vez, por medio de la propensión al consumo, determinan aumentos de los consumos y,
por tanto, ulteriores aumentos de la renta. El coeficiente multiplicador viene dado por el recíproco de
la propensión marginal al ahorro.

2. El valor del multiplicador, que depende de la propensión marginal al consumo, puede ser expresado
también con la propensión marginal al ahorro. Leamos qué dicen al respecto dos manuales muy utili-
zados en los cursos introductorios de economía política de los primeros años universitarios:

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


140
Mayor es el gasto adicional de consumo, tanto mayor es el multiplicador. En viceversa, tanto mayor
es la propensión marginal al ahorro, y por tanto la “dispersión” debida a nuevo ahorro en cada ciclo
de gasto, menor será en definitiva el multiplicador (Samuelson, Nordhaus, 1987: 150).
El incremento de las inversiones provoca, directamente, un incremento igual de la demanda
global, la cual determina un incremento a la par de la renta. Este último dispara un mecanismo
de retroalimentación (feedback). De hecho, provoca un incremento de los consumos y, por tanto, de
demanda y de renta, el cual, a su vez, actúa nuevamente sobre los consumos, y así de vuelta. El
proceso converge en un valor finito porque los sucesivos incrementos de la demanda son cada vez
inferiores y tienden a cero (Cozzi, Zamagni, 1995: 335).

La importancia del multiplicador para la economía de vocación neoclásica es enorme. Posibilita, en


primer lugar, ese optimismo de fondo que impulsa las soluciones de política económica. Con su sim-
plicidad y aplicabilidad, y sobre todo con su adherencia a fenómenos que aparentemente –pero solo en
una visión superficial– podrían desencadenarse, el multiplicador enciende la atención del estudiante
de macroeconomía cuando llega a estudiar las teorías poskeynesianas.

1.4. Relación capital-producto


1. Una empresa, para poder producir, necesita combinar los dos factores productivos: K (capital, en-
tendiendo por ello las instalaciones) y L (trabajo).
La relación capital-producto indica cuántas unidades de capital es necesario invertir para lograr,
anualmente, un cierto número de unidades de producto nacional, precisando así, en efecto, el grado
de utilización de los recursos productivos disponibles, cuyo mejoramiento debería obtenerse sin cons-
treñir al colectivo a un ahorro excesivo. Efectivamente, la relación capital-producto será más baja en
la medida en que los recursos productivos estén en régimen de pleno uso, y en esto puede ser funda-
mental, según los keynesianos y poskeynesianos, el papel intervencionista del Estado, al estimular las
inversiones y el progreso tecnológico, asegurando la utilización plena del capital y el trabajo.
Al utilizar las relaciones funcionales ligadas a la relación capital-trabajo, se pueden identificar los
siguientes indicadores:

1.4.1. Productividad del trabajo


1. Por productividad del trabajo se entiende la renta producida por cada empleado en un determinado
intervalo de tiempo. La productividad puede ser calculada tanto para el factor trabajo como para el
capital, e incluso, si bien con mayor dificultad, para ambos factores simultáneamente. Se puede calcu-
lar la productividad media del trabajo mediante la división de la renta producida entre el número de
empleados o el número de horas trabajadas (dos maneras diferentes, entonces, de calcular el factor L).
Podemos además calcular la productividad marginal del trabajo, que indica el incremento reditual
por unidad adicional de trabajo.
De igual manera, se puede calcular la productividad del capital (producto o renta lograda por una
unidad de K) sustituyendo en L el factor K.

2. La productividad de L y de K puede ser clasificada de distintos modos: genérica, específica y global.


Para el sistema económico en su conjunto se recurre a la relación entre PIBt (o el PINt ) y el número
total de empleados o de las horas trabajadas. Esa productividad es conocida como producto por unidad
de trabajo (PUL).

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


141
a) Productividad genérica: Por productividad genérica de L o K se entiende la relación entre la pro-
ducción total alcanzada en un determinado tiempo y la cantidad de L o K empleada en el
proceso productivo.
b) Productividad específica: Indica la relación entre una parte del producto elaborado en un determi-
nado tiempo por L o K y la cantidad total de L o K empleada en la producción.
c) Productividad global: Combina la productividad de ambos factores (tanto L como K) utilizados
en un proceso productivo para obtener la producción x. Una premisa para ese cálculo es, obvia-
mente, que los dos términos sean sumables (homogéneos), por lo que es necesario reducirlos a
una unidad de valor.

1.5. Relación deuda pública-PIB


1. Casi cotidianamente oímos hablar por televisión o leemos en los periódicos, artículos que aluden a la
relación entre deuda pública y PIB. Sobre todo desde que, incorporados a la Unión Europea y suscritos
los acuerdos de Maastricht y Ámsterdam, esa relación se convirtió en uno de los índices fundamentales
de la “salud” de la economía nacional, al que es preciso tener bajo control para respetar los parámetros
básicos fijados por las políticas comunitarias en materia económica8. Tratándose de un dato de stock,
se puede calcular la deuda pública de un año t1 con solo sumar a la deuda pública del lapso precedente
t0 las necesidades del sector público en el mismo año t1.
La deuda pública equivale en la práctica al total de los préstamos acumulados por el Estado, esto es,
incluyendo el total de obligaciones que ha emitido y, por tanto, al conjunto de los pasivos del Estado;
el déficit es un flujo y no un dato de stock del nuevo débito en que incurre el Estado en un año cuando
gasta más de lo que obtiene en ingresos.
Los criterios de Maastricht establecen que, para entrar en la Unión Monetaria Europea (UEM), un
país debe tener baja inflación y una sana política fiscal. En otras palabras, las tasas de interés nominales
deben ser bajas (lo que significa que los mercados confirman expectativas de baja inflación) y, al menos
por los dos últimos años, estar exentos de devaluación.
El déficit de balanza no debe sobrepasar el 3% del PIB, y la relación deuda-PIB no debería superar
el 60%. Muchos economistas han puesto en duda la validez de los criterios de Maastricht y, sobre todo,
su rigidez.

1.6. El principio de aceleración


1. Según el principio de aceleración9, y partiendo de la hipótesis de que el stock de capital sea utilizado
plenamente10, a un aumento de producción debe corresponder un aumento del stock de capital, tal
que la relación fija entre capital invertido y producción permanezca inalterada.
En la base del principio de aceleración está, pues, la convicción de que, al menos en el corto plazo,
existe y puede mantenerse esa relación fija entre stock de inversión y producción, a la que hemos
apenas aludido.
La variación de la renta determina, entonces, el coeficiente de aceleración. Es importante hacer
notar que, mientras la teoría de la “dependencia de la inversión respecto al nivel de la renta” sostiene
que “existe un flujo de inversión neta incluso si el flujo de la renta se mantiene constante”, según el
principio de aceleración “la inversión (neta) es nula si la renta no varía” (Gandolfo, 1975: 36).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


142
2. En cierto sentido, el principio del acelerador es el inverso del multiplicador: el acelerador representa
el efecto de la variación de la renta sobre las inversiones y el multiplicador analiza la influencia de las
inversiones sobre la renta.
La inversión depende de las variaciones de la renta y, al menos en el corto plazo, existe una relación
fija entre stock de capital y producción; por tanto, si la producción aumenta, aumentará también
el stock de capital –es decir, la inversión, ya plenamente utilizada–, de manera tal que se mantenga
inalterada la relación antes mencionada, según lo establece el principio del acelerador. Este principio
fue expuesto por primera vez en 1917, por G.K. Clark, para señalar, en efecto, que las variaciones en
la demanda de bienes de consumo pueden ampliarse sobre la demanda de instrumentos de produc-
ción, ya que para producir un bien de consumo adicional se tendrá que recurrir a la adquisición de
nuevas maquinarias, en el entendido, obviamente, de que los instrumentos de producción estuvieran
en utilización plena. Se deriva de allí, como bien lo ha evidenciado Gandolfo (1975), que mientras el
principio del acelerador analiza los efectos de una variación en la demanda de mercancías adicionales
sobre el monto de gastos en maquinarias, el multiplicador, como se ha visto, considera el fenómeno
inverso, es decir, los efectos de una variación de las inversiones sobre el monto del gasto en bienes de
consumo en una –por así decirlo– cadena de relaciones causa-efecto. De manera simplificada: aumenta
la ocupación entre los trabajadores o su salario; ello conduce al aumento de la renta y, en consecuencia,
de la demanda de bienes de consumo, y esto determina una mayor actividad productiva, tanto en las
empresas que producen bienes de consumo como en aquellas que producen maquinarias.
Todo esto ocurre, justamente, bajo los términos de
una relación en la que el incremento de la inversión
Multiplicador k = 1/1 - c
Renta
Acelerador
Inversión neta provoca un aumento cada vez mayor de la
renta nacional, y ello según el coeficiente descu-
bierto por Kahn: el multiplicador, que es igual al
inverso de la propensión marginal al ahorro.
1.7. Indicadores de distribución
1. Los indicadores de distribución reciben en la economía convencional menos atención, a pesar de
que el mismo Keynes consideró, con una visión próxima a la clásica, que la norma de distribución de-
termina a largo plazo la senda de crecimiento. La distribución fundamental entre salarios y ganancias
puede calcularse con relativa facilidad.
Hay muchas otras formas de calcular esta distribución. Por ejemplo, en la relación PIB por ocu-
pado y salario real, o bien considerando los costos unitarios del trabajo, que se determinan al dividir
la remuneración salarial entre el valor agregado. Una caída de estos indica una distribución del valor
agregado negativa para los trabajadores y, en consecuencia, una relación de fuerza peor para ellos. Es lo
que se registra con claridad desde mediados de los años setenta en los principales países de capitalismo
maduro.

2. En la época de la llamada globalización capitalista, la distribución de la renta entre ganancia capita-


lista y rédito se ha transformado en un factor clave de la evolución económica. Hay diversas maneras
de poner en evidencia esta evolución, analizando directamente el valor del excedente bruto empresarial
en los sectores productivos y en los sectores rentistas. Pero puede hacerse también indirectamente.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


143
Una regla clave es la relación entre la tasa de crecimiento del valor agregado y la tasa de interés a lar-
go plazo. Si esta última crece más que el producto, se está en presencia de un proceso de transferencia
creciente de valor del sector productivo al rédito financiero.
Como puede observarse a partir de los datos oficiales, hay un claro cambio de tendencia desde
1980, comienzo de las políticas neoliberales en Estados Unidos y Gran Bretaña. Desde esa fecha, la
tendencia a la evolución creciente de las rentas de capital hacia formas de rédito financiero, en desme-
dro de posibles usos productivos (salarios o ganancias), ha sido una constante en el funcionamiento
del capitalismo global.

2. Modelos económicos

2.1. La formulación de modelos


1. Los indicadores económicos de los que se ha hablado nos permiten alcanzar “apreciables” niveles de
conocimiento acerca del aspecto cuantitativo de los fenómenos económicos analizados. Sin embargo,
presentan fuertes limitaciones, más allá de la crítica que se planteará a continuación; de hecho, no
están en capacidad de decirnos nada sobre las causas y las modalidades de producción y desarrollo de
los fenómenos económicos estudiados.
Leamos lo que escribe Alvaro (1999: 611) a tal respecto:

El sistema de cuentas económicas es un conjunto de identidades contables. Los agregados económicos


que aparecen, en tanto que agregados determinados en términos ex post, cuando mucho indican
cómo se manifestaron los fenómenos; no presentan referencia alguna en torno a la naturaleza de las
causas que están en la base de su manifestación.

Es justamente para hacer frente a tales lagunas que los economistas construyen modelos, con base
en los cuales intentan una lectura más completa y compleja de los fenómenos económicos, con ayuda
de la estadística. El modelo económico es una construcción conceptual o empírica que trata de explicar
las “leyes de movimiento” del capital o ciclo económico. El ciclo económico está caracterizado por
cuatro diferentes fases:

a) Expansión o coyuntura favorable, con incrementos continuos de producción, ocupación de los


factores productivos, precios y renta.
b) Crisis, o interrupción del movimiento de crecimiento, con colapso de los precios de algunos
bienes (se trata del llamado punto de inversión superior).
c) Coyuntura desfavorable como fase de recesión o, en términos más generales, de contracción
de la producción, de la ocupación de los factores productivos, de los precios y de la renta en su
conjunto.
d) Punto de inversión inferior, como preparación para una nueva expansión, es decir, una recupe-
ración del crecimiento en cuanto a volumen de producción.

2. La historia de la “modelística económica” puede ser dividida, simplificando, en dos macroperíodos.


El primero surge con la economía política clásica y prevalece en los estudios económicos hasta fines

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


144
de los años cincuenta del siglo xx: es ese que, siguiendo un razonamiento de tipo deductivo, construye
“modelos teóricos de economía pura” (Alvaro, 1999: 612) y les atribuye una validez temporal de largo
alcance, concebidos como han sido para identificar y explicar las “leyes fundamentales” del sistema
económico.
La segunda fase es la que pone el viento a su favor a partir de la segunda mitad de la centuria. Se
caracteriza por modelos sustentados en un enfoque metodológico de tipo inductivo, que trabaja sobre
la base de datos observacionales y, a partir de ellos, identifica relaciones funcionales entre los varios
agregados económicos, para darle así vida a esa rama de la economía bien conocida como econometría.
Si el modelo keynesiano del multiplicador es seguramente prodrómico respecto a todos los de-
sarrollos posteriores en materia de modelística, entre los primeros en ser formulados y entre los más
seguidos figuran otros como el de Harrod y Domar que, entre otras cosas, fundan la moderna teoría
del crecimiento cuantitativo y pertenecen a la primera categoría de modelos antes señalada, es decir, a
los de “economía pura”.

2.2. Los modelos de Harrod y Domar


1. El problema que se plantean Harrod y Domar es el de encontrar-determinar la evolución de la renta
que permite al sistema económico, a partir de una situación de equilibrio, continuar creciendo en
equilibrio; es decir, igualando el nivel de la demanda agregada y el de la producción que se obtiene al
utilizar de modo normal los bienes capitales que están a disposición.
A continuación se hará una primera presentación de sus modelos, para retomarlos posteriormente
como síntesis y en confrontación con el modelo de Keynes y al análisis de Marx.

2. Bajo el modelo de Harrod, el tipo de medidas que podrían aplicarse para mejorar el crecimiento
de una economía no debe asentarse en una política mixta, de combinación de medidas monetarias y
fiscales. Según este modelo, para generar una senda de crecimiento sostenido a largo plazo es necesario
reducir el ahorro; en otras palabras, se trata de evitar la existencia de un nivel de ahorro que esté por
encima de las necesidades que la economía plantee para alcanzar la plena ocupación e introducir
innovaciones tecnológicas. Por eso resulta fundamental la reducción del ahorro y la política económica
debe enfocarse directamente hacia ese fin (Galindo, Malgesini, 1994: 21).
En cuanto a la política fiscal, Harrod sugiere distribuir mejor el nivel de ahorro en la economía.
El sector público debe ahorrar, si los agentes privados no lo hacen, y llevar a término las inversiones
necesarias pero con un bajo volumen, sin incurrir en una inflación de la demanda derivada por una
política fiscal expansiva.
Para que el Estado pueda ahorrar más, tendrá que sacar fondos de los operadores privados, por lo
que la demanda será menor y, en definitiva, los empresarios obtendrán menos ingresos. Según Galindo
y Malgesini, puede suceder que los empresarios no estén ya dispuestos a invertir, y el esfuerzo habrá
sido inútil.
La solución que ofrece Harrod ante esa perspectiva es la introducción de la llamada “planificación
indicativa”, que consiste en establecer, por ejemplo, una tasa de crecimiento que pueda cumplirse en
cinco años y llamar a los empresarios a alcanzarla, tratando de obtener de ellos un compromiso activo.
Si están de acuerdo, se sigue adelante y el Estado garantiza que la demanda se mantendrá e, incluso,
podrá aumentar. Se deduce que la política fiscal y la política monetaria, juntas, pueden asegurar un

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


145
crecimiento de la demanda, conjuntamente con el potencial de oferta de la economía, pero esto puede
conducir también a una inflación de la demanda. Es en ese sentido que la planificación indicativa
desempeña un papel fundamental.
Domar formuló posteriormente y de manera independiente su propio modelo de crecimiento.
Publicado después del de Harrod, llega, aunque por vías distintas11, a las mismas conclusiones de este
último.

2.3. La generalización de la macrodinámica: el modelo de Harrod-Domar


1. Los modelos macroeconómicos elaborados independientemente por el inglés Harrod y el estadouni-
dense Domar parecen estar basados en un modelo análogo, elaborado en 1928 por el economista
soviético Feldman. Tales modelos son frecuentemente reunidos bajo el nombre de modelo Harrod-
Domar, aun si las fuertes diferencias entre los dos modelos originales no permitirían esa unión. Como
se ha mencionado y se comprueba de la exposición previa, los modelos de Harrod y Domar, aun
cuando invierten las posiciones de las variables, llegan al mismo resultado:

Una variación de la demanda, y en particular de las inversiones, genera un incremento de producción,


cuyo monto es definido por el multiplicador. A su vez, ese incremento pone en movimiento el
acelerador, determinado así una ulterior expansión de las inversiones, y esto provoca un sucesivo
aumento de producción, que corresponde al multiplicador, y el ciclo se reinicia (Alvaro, 1999: 621).

[La ecuación Harrod-Dumar,] en sus términos más simples, indica que para lograr y mantener en el
tiempo la plena ocupación de la fuerza de trabajo disponible en el sistema, como también la plena
utilización de la capacidad productiva, hace falta que, en función de asegurar el financiamiento de
las inversiones, la propensión al ahorro se iguale con el producto de la tasa natural de crecimiento
y el coeficiente de capital producido. Y esa condición se debe verificar independientemente del
modelo conductual de los operadores económicos y del marco institucional en que se opera (Alvaro,
1999: 623).

2. El modelo de Harrod-Domar amplía las ideas de Keynes a través de la macroeconomía dinámica, es


decir, del análisis de las fuerzas determinantes de las tasas de incremento de las principales categorías
de la demanda (bienes de capital, exportaciones, etcétera). En este sentido, según Galindo y Malgesini
(1994), el modelo expone la importancia de las expectativas como factor que podría tener influencia
sobre esas variables.
Este modelo le agrega un punto de vista dinámico a las teorías de Keynes y establece, al mismo
tiempo, una base para sucesivos y mejores desarrollos a través de la introducción de nuevas hipótesis
o variables. Se llega así a determinar el hecho de que la tasa de crecimiento de la renta nacional
debe ser igual a la relación que existe entre la propensión media al ahorro y la relación marginal
capital-producto12.

3. Frente a los elementos similares en ambos modelos, existen algunos aspectos que los diferencian,
especialmente el hecho de que a Harrod le interesa la propensión media al ahorro y Domar, en cambio,
considera relevante la propensión marginal. Por otra parte, este último no determina implícitamente la
función de inversión, mientras el primero desarrolla la teoría a través del acelerador.
En cuanto a los períodos de largo plazo, estos autores exponen dos dificultades distintas, a las que
deben hacer frente las economías. Para Harrod es la escasez de mano de obra lo que puede perjudicar

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


146
el crecimiento. En cambio, para Domar es la escasez de inversión lo que puede llegar a ser perjudicial.
Finalmente, son también distintas las visiones respecto a la situación económica. Mientras para Ha-
rrod el objetivo básico es eliminar la desocupación, en tanto que situación habitual, para Domar lo que
perjudica la evolución de un país es la capacidad productiva no eficientemente utilizada.
La tasa de crecimiento garantizada del modelo de Harrod está basada en la teoría de la demanda
efectiva, de Keynes, la cual solo puede entenderse en el contexto de la demanda efectiva insuficiente
y de la desocupación voluntaria. Pero la experiencia de los países en vías de desarrollo sugiere que
la desocupación no es del tipo keynesiano; y si existe desempleo de tipo estructural, es evidente
que la formulación del modelo de Harrod no ofrecería un marco conceptual adecuado para entender
sus verdaderas causas.
El problema de desempleo que preocupaba a Keynes se caracterizaba por la existencia de un exceso
de capacidad instalada. El problema de la desocupación en los países en vías de desarrollo surge por-
que la capacidad productiva y la demanda efectiva no han estado nunca en un nivel apropiado.

2.4. El modelo de Solow


1. El modelo de crecimiento económico de Solow, también llamado modelo de crecimiento econó-
mico neoclásico, es el más conocido. Se basa en una función de producción neoclásica, en la cual el
producto depende de la combinación de trabajo y capital, y utiliza las típicas premisas neoclásicas:
productividad marginal decreciente, competencia perfecta, etcétera. Su principal conclusión es que
las economías alcanzarán un estado estacionario, en el cual el crecimiento del producto per cápita es
nulo. En ese estado estacionario, el nivel de producción depende de la función de producción, vale
decir, de la tecnología y de la dotación de los factores. Sin embargo, en ese estado el capital aumenta
la tasa de crecimiento de la población, y lo mismo hace la producción. Por eso, la producción per
cápita se mantiene invariable si la tecnología no evoluciona a través del tiempo. Sucede esto porque la
hipótesis de competencia perfecta en todos los mercados elimina las potenciales ganancias por mejorías
tecnológicas, para las que no existen incentivos, ni recursos para invertir en tecnología.
La regla de oro del crecimiento económico nos dice que la mejor tasa de ahorro es aquella que
maximiza el consumo. Con una tasa de ahorro menor es posible aumentar el consumo. Sin embargo,
una tasa de ahorro mayor implica un stock de capital tan elevado, que gran parte del ingreso debe ser
utilizado para financiar su depreciación y no es entonces posible utilizarlo para el consumo.
Solow consideró como eje central de la acumulación el capital físico, la creación de grandes em-
presas, la producción en serie y a gran escala. Solo después emergen como variables principales el
capital humano, la instrucción y la calificación, por su capacidad para generar nuevo conocimiento y
provocar, así, retornos crecientes (crecimiento endógeno).

2. En el modelo de Solow, la acumulación de conocimiento como resultado del crecimiento económi-


co tiene dos funciones. En primer lugar, el progreso tecnológico puede ayudar a explicar el “residuo de
Solow”; segundo, permite que la formación de capital se incremente cada vez más.
Según Weitzman (1996), la nueva teoría del crecimiento determina el residuo de Solow y la rele-
vancia de la “endogenización” del conocimiento.
En este modelo, el nivel del producto a largo plazo por habitante, en estado estacionario, depende
de la tasa de ahorro de la economía, que es la que determina el stock de capital, y de la función de

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


147
producción, que depende del estado de la tecnología. En estado estacionario, la tasa de crecimiento
de la producción agregada depende de la tasa de crecimiento de la población y de la tasa de progreso
tecnológico, mientras que la tasa de crecimiento de la producción per cápita es independiente de la tasa
de ahorro (inversión) y depende solo de un cambio tecnológico exógeno.

Cuando el sencillo modelo elaborado por Solow, que sirvió y sigue sirviendo como marco analítico
para el desarrollo de otras investigaciones teóricas –que analizan algunas cuestiones abstractas relativas
al funcionamiento del sistema económico de mercado–, tiene como punto de referencia el modelo de
Harrod, modifica la problemática de conjunto; el de Solow se caracteriza por ser un modelo de oferta,
en el cual los problemas de mercado están ausentes y el ahorro es igual a la inversión; además, por
hipótesis, la ley de Say queda verificada.

3. Según Galindo y Malgesini (1994), el modelo de Solow parte de tres consideraciones:

a) La población y la fuerza de trabajo crecen a una tasa proporcional constante, que se considera
independiente de otros aspectos y variables económicas.
b) El ahorro y la inversión son una proporción fija del producto neto, en cualquier punto del
tiempo.
c) Por lo que respecta a la tecnología, se supone que ella esté condicionada por dos coeficien-
tes constantes; concretamente, la fuerza de trabajo por unidad de producto y el capital por
producto.

Para Galindo y Malgesini, el factor relevante en el crecimiento económico, desde la perspectiva del
modelo de Solow, es la relación que existe entre el capital y el producto.
Se formulan entonces las siguientes hipótesis: se supone que en la economía se produzca un solo
tipo de bien, cuyo nivel de producción se expresa con la variable Y; además, se supone que al final todo
el ahorro será invertido, lo que implica, a su vez, que no es necesario incluir una función de inversión.
El modelo de Solow establece que el capital está positivamente relacionado con el ahorro y ne-
gativamente con el incremento de la población; además, integra las partes de la formalización del
equilibrio general de Walras o, dicho de otra manera, admite la posibilidad de sustituir el capital y el
trabajo; es decir, que una determinada cantidad de producción puede ser obtenida a partir de diferen-
tes combinaciones de capital y trabajo.
Por otra parte, el modelo admite la igualdad entre el ahorro y la inversión, de manera que el exceso
o la insuficiencia de demanda, que jugaba un papel fundamental en el modelo de Harrod, está aquí
ausente.
Una de las conclusiones del modelo elaborado por Solow es que en un régimen transitorio, o
breve, se observa una correlación entre tasa de inversión y tasa de crecimiento, mientras que la tasa de
crecimiento a largo plazo no depende de la tasa de inversión.
En los modelos que contemplan el progreso tecnológico, el crecimiento es más rápido cuanto ma-
yor sea el nivel de conocimiento humano acumulado. En la visualización del modelo de crecimiento
de Solow es posible reconocer tres factores determinantes de la acumulación: capital, progreso técnico
y capital humano.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


148
4. En el ámbito de la teoría del crecimiento, el problema del nivel de desarrollo de una economía fue
inicialmente considerado como un tema vinculado a los niveles de producto y capital per cápita con
los que cuenta una economía: un país menos desarrollado se caracteriza por un producto o patrimonio
de capital per cápita menor que el de uno desarrollado.

5. Siguiendo el modelo de Solow, el estudio se detiene a indagar la posibilidad de que los países menos
desarrollados alcancen, a largo plazo, a los más avanzados: es ese el terreno del análisis de convergencia
del crecimiento.
A tal fin, valgan las siguientes consideraciones sintéticas:

a) El residuo de Solow se refiere a la parte del crecimiento del producto nacional que no puede ser
atribuida a la acumulación de los factores.
b) Desde la posición neoclásica respecto al crecimiento, el modelo de Solow, desarrollado a finales
de 1950, está entre los más reconocidos. En un artículo publicado en 1956 por el Quaterly
Journal of Economics, Robert Solow describe una manera diferente de analizar el crecimiento.
Se pone allí en discusión la conclusión central del modelo de Harrod, en el sentido de que el
crecimiento es inestable en las economías de mercado por una tendencia crónica al ahorro en
exceso, por sobre las necesidades del capital.
c) El estado estacionario hace referencia a una situación en la cual las variables crecen a una tasa
constante, posiblemente igual a cero.
d) El modelo tiene un punto estacionario único y estable que será alcanzado sean cuales fueren
las condiciones iniciales, dado que, si el progreso técnico se difunde por el mundo entero, es
posible prever que habrá convergencia de las tasas de crecimiento per cápita y los niveles de renta
per cápita; es decir, que las economías en las que el capital por habitante es inicialmente bajo
(regiones pobres), crecerán a tasas superiores a las de aquellas economías donde esa proporción
es mayor (regiones ricas). Esa situación se señala como hipótesis de convergencia.
e) Recuérdese que en la literatura sobre crecimiento económico, este modelo es conocido como
neoclásico, pero también es clasificado como parte de la síntesis clásico-keynesiana.
f ) Las hipótesis de convergencia económica entre países ricos y pobres, o entre sectores tecno-
lógicamente avanzados y atrasados y en los procesos de acumulación, tienen en la teoría del
crecimiento, como base, la estructura del modelo neoclásico de Solow-Swam.

3. Dinámica económica y modelos: los límites teóricos de la economía dominante

3.1. La “revolución” de Keynes


1. Uno de los progresos de Marx respecto a su tiempo fue el desarrollo de un modelo que explica el
comportamiento general de la economía a partir de conceptos elaborados en un nivel agregado. El
comportamiento microeconómico, en este caso, deriva del comportamiento macroeconómico en su
conjunto: en Marx los fundamentos de la microeconomía son macroeconómicos.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


149
Esta manera de analizar la realidad es diametralmente opuesta a todo lo que la escuela marginalista
o utilitarista desarrolló en los últimos treinta años del siglo xix. En esta última, el comportamiento
de las variables macroeconómicas (los precios, el bienestar y la utilidad) es determinado a partir de la
agregación de conceptos creados para definir el comportamiento microeconómico de los agentes. Para
la escuela marginalista, la macroeconomía tiene fundamentos microeconómicos13.
La “revolución” de Keynes, en la primera mitad del siglo xx, consistió en un retorno a la visión
que fue de Marx, con un modelo de interpretación económica basado en conceptos definidos a nivel
general o macroeconómico (la “demanda efectiva”). Keynes, que no conocía muy bien la obra de Marx
y era profundamente anticomunista, no reconoció nunca la paternidad de Marx sobre el “método
agregado”14. El núcleo central de la revisión que hace Keynes del pensamiento neoclásico consiste en la
refutación de la ley de Say (Sweezy, 1946) y del principio fundamental del equilibrio15.
La teoría keynesiana no es sino un intento de encontrar salida a la crisis capitalista, y ese esfuerzo
lo cumple poniendo inmediatamente en discusión que la situación normal, de equilibrio, del sistema
económico, sea la de plena ocupación, o que las fuerzas espontáneas del sistema reporten automática-
mente las situaciones críticas transitorias en la vía hacia la plena ocupación. El planteamiento keyne-
siano sostiene decididamente que el sistema puede no moverse de manera espontánea en situaciones
de equilibrio estable de desempleo, y que a tal fin resulta indispensable la intervención del Estado,
sin que esto signifique, de su parte, asumir la propiedad de los medios de producción. Por tanto, la
intervención pública tiene el propósito de contribuir a regular una economía de crecimiento y de
pleno empleo utilizando los instrumentos del gasto público, los instrumentos fiscales y monetarios,
para combatir la fase de crisis.

2. Sin embargo, las limitaciones propias del pensamiento económico de su época impidieron a la
crítica formulada por Keynes ir más allá16, lo que facilitó a sus discípulos, sobre todo norteamericanos,
la reelaboración de muchas de sus contribuciones en lo que vendría a ser conocido como la “síntesis
neoclásica”: un Keynes “equilibrista”, que él mismo no consiguió refutar firmemente17.
A pesar de todo ello, será Keynes, con su nueva visión, quien permitirá desarrollar los modelos de
análisis macroeconómico que buscan mostrar la dinámica de la acumulación capitalista. Esos modelos
constituyen el desarrollo más importante de su teoría y su crítica permite identificar mejor los progre-
sos teóricos de la economía de Marx18.

3.2. Keynes según Harrod


1. La contribución más popular de la economía keynesiana es el modelo de crecimiento llamado
de Harrod-Domar. Propuesto inicialmente por Harrod (1939: 14-33) y desarrollado más tarde por
Domar (1948), estuvo en la base de las teorías del crecimiento en la posguerra19.
Harrod usa el análisis de corto plazo de Keynes y lo introduce en un modelo de crecimiento de
largo plazo. En la teoría de la demanda efectiva, la inversión es el motor principal de la demanda. Pero
en el largo plazo, dice Harrod, la inversión es endógena y no solo crea demanda, sino que modifica
también la capacidad productiva (Shaikh, 2006).
Para elaborar un modelo de esta doble dimensión de la inversión, Harrod subraya que en el
largo plazo:

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


150
a) El ahorro efectivo en la economía es una propensión constante de la renta total (producción).
b) La fuerza de trabajo crece a una tasa constante, sin que esto signifique la existencia de rendi-
mientos decrecientes: por el contrario, estos también son constantes (con esa hipótesis se aleja
Harrod de los modelos neoclásicos).
c) Se supone que exista una única combinación de capital y trabajo en la función de producción y,
además, que no exista progreso técnico que pueda alterar esa relación, ni tampoco depreciación
del capital.
d) La inversión deseada por los empresarios es una proporción constante de la diferencia entre la
producción de un año y la del año precedente.

Por tanto, el nivel de producción es una función lineal de la producción del año precedente. Si se
conoce el nivel de un período inicial y se precisan además las propensiones al ahorro y a la inversión,
se pueden estimar los niveles de producción para todos los períodos que siguen.
En el modelo de Harrod, un incremento de capital asociado con un aumento de la producción se
expresa como aumento efectivo del stock de capital en un determinado período, subdividido entre el
incremento efectivo de la producción. El stock de capital que se genera debe ser el que los empresarios
consideran adecuado en función de las necesidades derivadas del nuevo nivel de producción y renta.
Siempre según este modelo, cuando se produce un aumento de la renta, el nivel de ahorro es
escasamente suficiente para cubrir la inversión deseada por los empresarios, dado que el ahorro cubre
la inversión ya realizada.

2. Para encontrar un equilibrio entre deseo y realidad, Harrod comienza por aceptar la igualdad entre
ahorro e inversiones, de la cual se deriva lo que él mismo denominó ecuación fundamental. Establece
dicha ecuación que, si se quiere que la economía mantenga en el tiempo el equilibrio entre las inversio-
nes y el ahorro, la tasa de crecimiento de la renta nacional debe ser igual a la relación que existe entre la
propensión media al ahorro y la relación capital-producto. Este tipo de crecimiento está representado
por la “tasa de crecimiento efectivo”.
De todo esto deriva Harrod, asimismo, la llamada “tasa de crecimiento garantizado”, que es la tasa
de crecimiento que debe haber para lograr que los empresarios mantengan una tasa estable de inversión.
Para hacer coincidir ambas tasas de crecimiento y llegar a un cierto equilibrio, es necesario que el
incremento del stock de capital realizado por los empresarios sea igual al requerido, para que el stock
obtenido se adapte a las necesidades del nivel de renta.
En definitiva, el stock de capital que se posee llega a adecuarse al deseado cuando la producción
aumenta al ritmo de la tasa garantizada.
Por tanto, en opinión de Harrod, se tiene una senda de equilibrio que garantiza que las decisiones
de inversión de los empresarios coincidan con la creación de una renta tal que permita, con la ya
existente propensión al ahorro, llegar a un nivel de ahorro suficiente para cubrir la inversión de los
períodos sucesivos. Cualquier desviación fuera de esta senda provocaría a su vez desviaciones y desequi-
librios en la trayectoria del crecimiento económico.
En otras palabras, para este autor existe un nivel de producto que crece a una tasa natural. Para que
se dé un crecimiento sostenido y equilibrado con pleno empleo, esa tasa debe ser igual al crecimiento
efectivo, que a su vez debe ser igual al crecimiento equilibrado.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


151
El modelo de Harrod asigna al sector público una función reveladora: debe ahorrar, si no lo hacen
los agentes privados, para así llevar a cabo las inversiones necesarias y, al tiempo que mantiene la plena
ocupación, asegurar un crecimiento de la demanda agregada que sea acorde con el potencial de la
economía, desde el punto de vista de la oferta.

3.3. Marx y Keynes según Domar


1. Domar formuló su modelo de crecimiento independientemente de Harrod. Partió para ello de la
combinación de lo que se conoce como un “modelo keynesiano simplificado” y un “modelo marxista
simplificado”.
El primero pone en evidencia que el consumo y el ahorro equivalen a la renta nacional o producto
nacional (el Estado, y por tanto las tasas, no existen en el modelo: el ahorro es función de la renta, las
inversiones son función de la renta y de las expectativas, la inversión es igual al ahorro y la renta es igual
a la capacidad productiva en plena ocupación). A ese marco añade el modelo simplificado de Marx,
que coincide con lo anterior salvo en que:

a) No hay una función de inversión.


b) Cuando el stock de capital se mantiene por debajo de una cierta “cantidad crítica”, las inversio-
nes coinciden con la variación en el tiempo de dicho stock.

Ello significa que Domar introduce, gracias a esta versión modificada de los esquemas de Marx, la
posibilidad de una acumulación del capital. Esa referencia a una “cantidad crítica” del stock de capital
documenta una versión del aumento de la composición orgánica del capital que, según Marx, reduce
la tasa de ganancia tendencial. En la versión keynesiana de las expectativas, por tanto, las modifica
hacia abajo20.

2. El modelo de síntesis de Domar coincide con su versión simplificada del modelo de Marx, al
cumplir una función más: la capacidad productiva de una economía de plena ocupación depende del
stock de capital y varía de modo continuo (lo cual expresa Domar con una ecuación diferencial) bajo
la forma de una proporción constante de dicho stock. Esa proporción es la relación entre la capacidad
productiva y el capital requerido por las condiciones técnicas del momento. La capacidad productiva
de plena ocupación depende, por tanto, del nivel del stock de capital y de su grado de utilización.
De esta manera establece Domar que la economía estará en equilibrio solamente si la tasa de
crecimiento coincide con la multiplicación de la propensión al ahorro sobre la renta por la constante
producción-capital (que, a su vez, es la tasa máxima de crecimiento que puede alcanzar la economía).
Se trata, entonces, de una expresión muy similar a la que Harrod había llamado ecuación fundamental
o tasa de crecimiento efectivo.
Muestra asimismo Domar que la acumulación depende del mantenimiento de la distribución del
valor agregado entre capital y trabajo:

las rentas del capital (ganancias e intereses) se mantienen como fracción constante de la renta nacio-
nal; entonces [si las condiciones técnicas no cambian] se puede demostrar que el rendimiento medio
del capital no se modifica, a pesar de la continua acumulación. Por lo que concierne a nuestro
sistema, esa situación se puede prolongar indefinidamente (1949: 310).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


152
Pero si la tasa de crecimiento es inferior a la de equilibrio, parte del capital se mantiene inmóvil
mientras baja la tasa de rendimiento sobre las inversiones; esto hace caer las inversiones y deja sin uso
una porción todavía mayor del capital, por lo que la rentabilidad cae aún más: se pone así en marcha
un proceso en cadena que conduce a una depresión y a la crisis. El modelo muestra, por eso, cuál debe
ser la tasa de crecimiento de las inversiones para alcanzar el máximo nivel de crecimiento potencial
en una senda de equilibrio y de renta efectiva. De allí la necesidad, sostiene Domar, de inversiones
públicas, a fin de garantizar la tasa de crecimiento requerida para sostener la rentabilidad del capital y
el equilibrio de la acumulación.

3. Ambos modelos (o su síntesis) permiten deducir la existencia de una serie de dificultades inherentes
al proceso de crecimiento en el tiempo, que pueden llegar a impedir un crecimiento equilibrado con
plena ocupación.
Harrod explica que no existe ningún mecanismo seguro para evitar que una economía llegue a
igualar la tasa natural y la garantizada, siendo esta última inestable. Por su parte, Domar ubica el origen
del problema en la existencia de una inversión de nivel demasiado bajo para la economía.
Estos modelos muestran que la tasa de acumulación es función de las decisiones empresariales
encaminadas a lograr ganancias, sin garantía alguna de que el nivel de inversión se ajuste al requerido
por una economía de libre mercado. Una situación de depresión a largo plazo –que genera un volumen
de desempleo mayor, junto con la subutilización de los recursos– es resultado de una posible evolución
del proceso económico capitalista, y no de una perturbación externa al funcionamiento del sistema.
El problema de desempleo que preocupaba a Keynes se caracterizaba por la existencia de un exceso
de capacidad instalada.
Los autores hasta aquí abordados son complementarios, en cuanto analizan el problema por sus
dos lados: la tasa de crecimiento garantizado de Harrod se basa en la doctrina de la demanda efectiva
de Keynes: solo puede entenderse en un contexto de demanda efectiva insuficiente y desocupación
involuntaria. Harrod se concentra en el problema potencial de la subutilización de la mano de obra,
que puede perjudicar el crecimiento: el desempleo es una de las situaciones habituales y eliminarlo
debe ser el objetivo principal para garantizar el nivel de la demanda agregada. En cambio, para Domar
es la escasez de inversiones lo que puede resultar dañino. Si el problema se enfoca especialmente desde
el lado de la producción o de la oferta agregada, es la capacidad productiva no eficientemente utilizada
lo que perjudica el crecimiento económico.

3.4. La respuesta neoclásica: hacia la síntesis


1. La conclusión central del modelo Harrod-Domar –el hecho de que el crecimiento es inestable en
las economías capitalistas por causa de una tendencia crónica al exceso de ahorro, por encima de las
necesidades del capital– produce fastidio en la economía ortodoxa, que busca siempre el modo de
justificar la tendencia innata al equilibrio óptimo en el proceso económico capitalista de libre mercado.

La carrera por asegurarse el control de África y Asia cambió la política de todas las naciones europeas,
hizo surgir alianzas contrarias a todas las líneas naturales de simpatía y de asociación histórica,
constriñó a toda nación del continente a consumir una parte cada vez mayor de sus recursos
materiales y humanos en el equipamiento naval y militar, condujo a la nueva gran potencia, los
Estados Unidos, de una posición de aislamiento a rivalizar de lleno en la competencia internacional;
y, por el número, el alcance y la urgencia de los problemas que ha impulsado a las marquesinas de

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


153
la política, se ha convertido en un factor constante de amenaza y de perturbación de la paz y del
progreso de la humanidad. La nueva política ha ejercido una influencia enorme en el arte de gobernar
de las naciones que se han involucrado (…) Mientras Alemania y Rusia han sido quizá las más claras
en su confesa decisión de considerar el beneficio material de su propio país como único criterio al
cual conformar su conducta, otras naciones no han tardado en aceptar el mismo modelo. Y, aun si la
conducta de las naciones en sus relaciones recíprocas ha sido en todos los tiempos determinada por
consideraciones egoístas y miopes, la adopción consciente y deliberada de este criterio, en una época
en la que el intercambio entre las naciones y su interdependencia para todas las cuestiones esenciales
de la vida humana han crecido enormemente, representa un paso atrás, presagio de graves peligros
para la causa de la civilidad21.

La ortodoxia liberal no encontrará una alternativa hasta llegar a 1956. En ese año publicó Robert
Solow su conocido modelo de crecimiento, que le valió el reconocimiento del mundo académico, del
stablishment político y, como era inevitable, le facilitó la obtención del premio Nobel en 1987 (Solow,
1956: 65-94).
Al comienzo parece que el modelo de Solow va a explicar cómo el ahorro, el crecimiento demográ-
fico y el avance tecnológico influyen en el aumento del producto en el tiempo. Pero que el verdadero
objetivo es contradecir las conclusiones fundamentales del modelo Harrod-Domar, resulta evidente
desde la primera página del artículo: “Cuando los resultados de una teoría parecen desprenderse direc-
tamente de una suposición especialmente crucial, entonces, si esa suposición es dudosa, los resultados
también lo son. Quisiera probar que esto es así en el modelo de Harrod-Domar de crecimiento eco-
nómico” (Solow, 1956).
Si se le mira sin dejarse desviar por los ecos mediáticos y académicos, la respuesta de Solow se basa
en un argumento más bien pobre desde el punto de vista teórico: el hecho de que el crecimiento equi-
librado sea un filo de navaja a cuyos lados hay desequilibrio y estancamiento. Se basa eso únicamente
en la suposición harrodiana de que la producción tiene lugar en proporciones fijas. Si se asume, en
cambio, que capital y trabajo son perfectamente sustituibles por cualquier combinación de proporcio-
nes recíprocas, Solow considera que el argumento del filo de navaja se transforma en un caso particular
y no puede ser aplicado al funcionamiento del capitalismo en general:

La conclusión básica de este análisis es que cuando la producción tiene lugar bajo las usuales
condiciones neoclásicas de proporciones variables y rendimientos constantes a escala, no es posible
establecer una oposición simple entre tasas de crecimiento naturales y deseadas. Puede ser que no
exista –y en el caso de la función Cobb-Douglas no existe nunca– un filo de navaja. El sistema puede
ajustarse a cualquier tasa de crecimiento de la fuerza de trabajo y llegar a un estado de expansión
estable y proporcionada (Solow: 1956)22.

2. El punto de partida de la acumulación no es, para Solow, la inversión, sino la demanda y oferta
de bienes. Para determinar el volumen de la oferta, utiliza él la conocida función de producción23: el
producto es el resultado de una determinada combinación de dos factores, capital y trabajo, cuyos ren-
dimientos a escala son constantes: el incremento de la producción es siempre proporcional al aumento
del uso de los factores y cada factor es retribuido conforme a su “productividad marginal”24.
La función de producción es la clave del sistema neoclásico, dado que ella sirve para “demostrar”
aquello que Clark proclamó, al principio del siglo xx, como el objetivo fundamental de la teoría
marginalista:

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


154
la teoría debe orientarse hacia el capital, no al trabajo, al producto extra que un aumento de capital
asegura [y que por tanto] bajo la influencia de la competencia completamente libre, el pago de todo
el trabajo debe igualar el producto de todo el trabajo, y que el interés sobre todo el capital debe ser
conforme al producto de todo el capital [y por tanto demostrar que] la ley natural (…) excluye toda
explotación (1899).

3. En los supuestos del modelo, si la economía se mantiene en estado estacionario –es decir, en un
equilibrio de largo plazo–, el capital por trabajador alcanza un valor de equilibrio y permanece inva-
riable. En consecuencia, también el producto por trabajador alcanza un estado estacionario. Luego, en
un estado estacionario tanto K como Y alcanzan un nivel permanente.
Ese estado estacionario se alcanza en el capitalismo por vía de la definición misma de los supuestos
del modelo, que establece que el ahorro per cápita debe ser igual al aumento del capital, sin cambio
técnico; es decir que el ahorro se invierte, o que se invierte solo cuanto se ha ahorrado y todas las
inversiones amplían la capacidad de producción, pero no la intensifican.
Si por alguna razón se produce un cambio tecnológico, o una variación en el volumen de la pobla-
ción (que es igual a la fuerza de trabajo), y la economía se aleja del estado estacionario, sea por exceso
o por insuficiencia de capital por trabajador, hay fuerzas que la impulsan hacia el equilibrio de largo
plazo del estado estacionario. Solow encuentra un ancla nueva para el equilibrio del crecimiento: los
salarios. Una caída de los salarios en el momento justo (para compensar un aumento de la población,
o un cambio del coeficiente capital-producto, derivado de nuevas tecnologías) resuelve el problema.
“Este resultado contradice la posición de Harrod, según la cual se necesitará una tasa de interés en per-
petua disminución para mantener el equilibrio” (Solow, 1956: 83). Las “consecuencias catastróficas”
del desequilibrio en el modelo Harrod-Domar, derivadas de la hipótesis de las “proporciones fijas”,
desaparecen, por cuanto en el modelo de proporciones variables de Solow la reducción del precio de la
fuerza de trabajo se traduce en una disminución de la oferta de trabajo (o sea que los trabajadores, de
allí en adelante, se desvanecen en el aire o se transforman en vagabundos) y el crecimiento reemprende
su senda equilibrada.
Suele decirse que el modelo de Solow constituye un progreso respecto al de Harrod-Domar, dado
que toma en cuenta la influencia de un tercer factor de producción, ese al que hoy llamamos “tecno-
logía” o “capital inmaterial”.
Solow plantea que el cambio tecnológico incrementa la calidad del trabajo y el rendimiento de los
trabajadores mediante la especialización, la instrucción y otros factores. El progreso técnico permite un
crecimiento sostenido de la producción por trabajador, porque cambia la función de producción, que
a su vez modifica la función del ahorro. La tasa de cambio tecnológico determina la tasa de crecimiento
en estado estacionario de la renta per cápita, es decir, el crecimiento del producto por persona. Una
vez que la economía se encuentra en estado estacionario, la tasa de crecimiento de la producción por
trabajador depende solamente de la tasa del progreso tecnológico. De esta manera, el modelo de Solow
demostraría que el progreso tecnológico es la única explicación del aumento constante del nivel de vida.
Sin embargo, Solow considera un tipo de cambio tecnológico neutral, que no influencia las propor-
ciones entre los factores, y que mueve la curva de la función de producción solamente hacia la derecha.
Como él mismo reconoce, “cambios perfectamente arbitrarios en la función de producción (es decir,
cualquier cambio tecnológico no proporcional) (…) difícilmente pueden conducir a conclusiones
sistemáticas” (1956: 85)25.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


155
3.5. Los modelos neoclásicos de crecimiento económico internacional
1. El modelo neoclásico estándar de crecimiento presupone la hipótesis de convergencia si las econo-
mías tienen un estado estacionario común, por lo que aquellas que se sitúan a un nivel inicial inferior
crecerán más rápidamente.
La convergencia económica se refiere a la tendencia que tienen los niveles de producción per cápita
a igualarse a través del tiempo. La convergencia económica simple se verificará cuando los países o
regiones con mayor producción per cápita tengan un nivel de crecimiento económico menor que
los países con menor producción per cápita. En presencia de factores idénticos, como instituciones,
funciones de producción (tecnología) y tasas de ahorro, todos los países convergerán hacia un mismo
estado estacionario. Dado que no todos los países tienen las mismas características, estudios empíricos
indican que la convergencia solo se verifica entre países o regiones que posean características similares.
Los países europeos con menor índice de PIB per cápita en 1960, crecieron durante los siguientes 40
años más rápidamente que sus contrapartes continentales con índice mayor. La misma cosa se verifica
entre los países de América Latina. Sin embargo, entre los países de África no parece verificarse la
convergencia económica. En el caso de México, datos recientes muestran una diversidad de resultados:
los estudios de Esquivel (1999), que examinan el período 1940-1995, presentan una convergencia
de 1,64% anual entre diferentes Estados, pero estudios realizados para el período 1985-2003 no dan
resultados similares.

2. La hipótesis neoclásica de convergencia es excesivamente abstracta, no solo por las hipótesis que
asume respecto a la existencia de una función de producción lineal del tipo Cobb-Douglas, sino tam-
bién por su incapacidad para expresar las dinámicas reales de desarrollo de regiones enteras del mundo
–desde el punto de vista de los ingresos, desarrollo tecnológico y nivel de vida en general– donde se
verifica una profundización de la brecha frente a las regiones más avanzadas.

3.6. Contabilidad del crecimiento económico


1. La contabilidad del crecimiento económico se basa en el modelo neoclásico de crecimiento econó-
mico, y es utilizada en análisis empíricos para explicar cuáles son los factores que contribuyen a ese
crecimiento. Esta contabilidad representa un punto de vista descriptivo.
La ecuación básica para explicar las fuentes del crecimiento es la siguiente:

pΔy = wΔL + (ρ + δ) ΔK + R (ecuación 1)

Donde:
p: nivel de precios (constante).
Δy: variación en el producto (PIB).
w: salario real (constante).
ρ: tasa de retorno real del capital.
δ: tasa de depreciación real del capital.
ΔL: variación en la ocupación de mano de obra.
ΔK: variación en el capital.
R: residuo. Crecimiento no explicado por los incrementos en los factores tradicionales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


156
Operando algebraicamente, se llega a la siguiente ecuación:

Tasa de crecimiento económico = tasa de participación del trabajo en el PIB


x tasa de crecimiento de la cantidad de trabajo + tasa de participación
del capital en el PIB x tasa de crecimiento del capital + residuo

2. Las búsquedas empíricas dieron como resultado, en la mayoría de las economías, que gran parte del
crecimiento fuera “explicado” con el argumento del residuo: con frecuencia el residuo “explicaba” más
del 50% del crecimiento económico.
La explicación que a su vez se dio como respuesta a esos resultados fue que para calcular la con-
tribución del trabajo y del capital al crecimiento económico, debe agregarse el mejoramiento en la
calidad del trabajo (capital humano) y el mejoramiento en la calidad del capital (progreso técnico).
Bajo las premisas neoclásicas de competencia perfecta, el mercado adquiriría estas mejoras mediante la
remuneración de los factores; es decir, las diferencias en la productividad de los diversos tipos de traba-
jo se reflejarían en salarios diferentes y las diferencias en la productividad de los distintos tipos de
capital se reflejarían en diferentes remuneraciones al capital.
En la contabilidad del crecimiento económico, la ecuación que incluye los mejoramientos en la
calidad de los factores sería entonces:

Tasa de crecimiento económico = tasa de participación del trabajo en el PIB


x tasa de crecimiento de la cantidad de trabajo + tasa de crecimiento de la calidad del trabajo
+ tasa de participación del capital en el PIB x tasa de crecimiento del capital
+ tasa de crecimiento de la calidad del capital + residuo (R')

En esta última fórmula, el residuo R' no incluye la contribución del cambio en la calidad del
trabajo, ni la del cambio en la calidad del capital, al crecimiento económico.
Las causas de la variación del residuo han sido analizadas por los economistas de distintas maneras.
Algunos hablan de “cambio tecnológico”, otros de “incremento de la productividad total de los facto-
res” y hay quien prefiere hablar de “reducción” de costos reales.
El cambio tecnológico pide a los economistas que analizan las causas del crecimiento económico
comenzar por las invenciones, la investigación y desarrollo, las innovaciones técnicas.
El mejoramiento de la productividad total de los factores lleva a pensar, según diversas formulacio-
nes teóricas, en externalidades de diferente tipo: economías de escala, distribuciones y complementa-
riedad. La reducción de costos reales lleva a contemplar todas las mejorías posibles, desde el punto de
vista gerencial de un director de producción o un empresario.

3. Los economistas han ido concentrándose en algunas formas particulares de reducción de costos
reales. Paul Romer (1986) se concentró en las recaídas que produce el “conocimiento”. Robert Lucas
(1988)26 se concentró en las externalidades que producen los incrementos del capital humano. Estos
autores desarrollaron modelos de crecimiento que intentaban hacer endógeno el factor R o R ' (por eso
se llaman modelos de crecimiento endógeno), pero no representan la multiplicidad de la reducción de
costos reales.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


157
Desde esta perspectiva, los obstáculos al crecimiento económico pueden provenir solamente de las
políticas económicas públicas o estatales.

4. Por otra parte, hay determinados conceptos que, si bien no son condición necesaria para pasar de un
estado de bajo crecimiento económico a uno elevado, pueden tornarse útiles para alcanzar un elevado
nivel de crecimiento por un período prolongado. Dicho de otra manera, estos modelos constituyen
el arquitrabe ideológico de los ajustes recomendados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial (BM) como fórmulas mágicas para aplicar en todos los países del mundo.
Los programas de ajuste estructural hunden sus raíces en el artículo 1 de la carta programática del
FMI, donde puede leerse que se “favorecerá el crecimiento equilibrado del comercio internacional”.
Por tanto, los países que regularmente presentan déficit comercial necesitan ser sostenidos financie-
ramente para no ser excluidos del comercio internacional de bienes y servicios. Para responder a los
problemas de balanza de pagos, a disposición de los países miembros que tienen bajo ingreso, ha pues-
to el FMI financiamientos en condiciones particulares, que de hecho se han revelado como auténticas
condiciones de subalternidad política y de usura económica, bajo el dominio de los poderes de las
multinacionales y del capital financiero internacional.
Este tipo de financiamiento comenzó a ser ofrecido en 1986, en el marco del Servicio de Ajuste
Estructural (SAE), que posteriormente, en 1987, se convierte en Servicio Reforzado de Ajuste Estruc-
tural (SRAE) y se constituye en elemento central de la estrategia de la institución para ayudar –así se
declara– a los países pobres.
En general, la aplicación del SRAE en los países se da en contextos de inestabilidad macroeco-
nómica, en los cuales los problemas más relevantes son los déficit fiscales y de cuenta corriente, la
declinación pronunciada de los ingresos reales y el aumento de la deuda externa.
Para el FMI, esos países fueron llevados a tales condiciones de insostenibilidad por años de pésimos
Gobiernos en lo económico y de shocks externos adversos.
Por tanto, los programas del SRAE, con el total condicionamiento económico que comportan,
constituyen para el FMI el instrumento perfecto para “ayudar” a esos países a superar los problemas
externos y retornar al camino del crecimiento, mediante la aplicación de políticas económicas “correc-
tas” y de reformas estructurales que posibiliten la asignación eficiente de recursos a través del mercado.

5. Las recomendaciones en materia de política económica –que condicionan la posibilidad de perci-


bir ayuda a través del SRAE– provienen del paradigma teórico neoclásico, según el cual el mercado
funciona cuando, en condiciones “adecuadas”, se maximiza el beneficio para el productor y la utilidad
para el consumidor, con lo que se maximiza también, de hecho, el bienestar de la sociedad. Así, las
reformas están dirigidas a transformar las anticuadas estructuras económicas de países con bajo ingreso
y convertirlas en exitosas economías de mercado.
En ese esquema, los mercados deben funcionar libremente, para lo cual hay que eliminar las regu-
laciones que enlentecen su funcionamiento y apostar por fuertes proceso de privatización. Igualmente,
se privatizan las funciones del Estado, con excepción de los “bienes públicos” (orden público y defensa
nacional).
Por todo lo dicho y a los fines del análisis, es posible dividir el SRAE en dos fases complementarias:
la primera incluye la estabilización económica a corto plazo, que tiene como objetivo facilitar el rápido

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


158
retorno del país en cuestión a los mercados mundiales, a través de medidas económicas dirigidas,
principalmente, a reducir el déficit fiscal y mantener bajo control la inflación; la segunda fase consiste
en las reformas estructurales de la economía, propiamente dichas, que el FMI considere necesarias, las
cuales permitirán al país una inserción exitosa en los mercados mundiales, a largo plazo, y por tanto
pondrán fin a la necesidad del financiamiento facilitado.

3.7. Equilibrio sin tecnología


1. Las teorías se deben confrontar continuamente con la realidad. El funcionamiento de la econo-
mía capitalista no responde casi nunca al funcionamiento de los modelos. Esa falta de realismo, sin
embargo, no parece fastidiar a la economía dominante, que sigue difundiendo, en los libros de texto
que se usan, todo el aparato del keynesismo cocinado en salsa marginalista por la síntesis neoclásica.
Como escribe Weeks (1989):

El argumento generalmente difundido de que la economía capitalista tiende automáticamente al


pleno empleo ha sido vaciado de varios contenidos básicos, a los que podemos encontrar todos en la
literatura económica más avanzada:
1. El mecanismo walrasiano del equilibrio de los mercados no es una guía adecuada para el
funcionamiento de las economías reales (no existe ninguna buena teoría, como lo ha puesto en claro
Hahn, de los movimientos que van de situaciones de menos que plena ocupación a situaciones de
plena ocupación).
2. Si hubiese una teoría satisfactoria del ajuste en desequilibrio, ello no implicaría necesariamente
que moverse hacia la plena ocupación signifique, consecuentemente, una reducción del salario real
(las parábolas que se basan en modelos de una mercancía no sobreviven a la prueba de un modelo
multi-mercancías).
3. Si hubiera una tendencia automática al pleno empleo y esta estuviera asociada a una reducción del
salario real, el resultado no sería único (en el mundo real, el dinero no es neutral).
Naturalmente, ningún libro de texto se toma en serio el argumento de que las economías capitalistas
tienden automáticamente al pleno empleo. Pero, prácticamente sin excepción alguna, los textos
estándar, tanto para licenciaturas como para especializaciones, repiten que, en abstracto, las cosas
funcionan así; que la teoría pura es correcta en su lógica y que, en todo caso, se trata de una
aproximación óptima, en relación con la cual se pueden juzgar los resultados del mundo real. Esa
solución de compromiso perpetúa un dogma y su poderoso mensaje ideológico. Constituye esto una
prepotencia ideológica no empíricamente probada y un caso especial desde el punto de vista lógico.
Es grano para el molino de los ideólogos de derecha y una barrera para el desarrollo de una teoría que
vaya a los problemas fundamentales de una economía capitalista.

En particular, hay elementos muy relevantes cuyo tratamiento es completamente insatisfactorio en


ambos tipos de modelo. De un lado, la formalización de los modelos se efectúa a través de ecuaciones
algebraicas basadas en el principio de identidad. Del otro, el dinamismo tecnológico, una de las carac-
terísticas que más claramente definen el modo de producción capitalista, recibe un tratamiento que
fluctúa entre lo inadecuado y lo inexistente, según de cuál modelo se trate.

2. Entre los modelos keynesianos y neoclásicos (así como en la síntesis de ambos, las curvas IS-LM)
hay algunos lugares comunes: todos definen la existencia de caminos o trayectorias de equilibrio,
más estrechos en el caso de los modelos keynesianos, más anchos en los modelos neoclásicos. Todos
muestran que la acumulación capitalista puede desplegarse con un funcionamiento regular, siempre

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


159
que la tasa de acumulación se produzca dentro del sendero estrecho, o en las grandes “aeropistas”,
del equilibrio.
Nada mas lejano del modelo marxista de acumulación, aun cuando, como se ha visto, en algunas
versiones keynesianas originales se recurre a la inspiración en el autor de El Capital para encontrar una
solución que se presume satisfactoria.
Para Marx, la acumulación capitalista no se produce nunca en condiciones de equilibrio. Al con-
trario, para Marx el capitalismo es una formación económico-social en la que el equilibrio es solo una
excepción, y su verdadera condición “natural” es la de no-equilibrio27. La regularidad o irregularidad
del proceso no depende de la verificación de determinadas identidades macroeconómicas, sino de algo
más prosaico y menos formal, como es la lucha de clases y, como consecuencia de esta, de la forma en
que se lleva a cabo la distribución del excedente productivo, o valor agregado. Marx pone en evidencia
cómo el capitalismo, en su desenvolvimiento dinámico, implica una tendencia a la reducción de la tasa
de ganancia, como consecuencia directa de la existencia de la competencia. Marx demuestra que lo que
provoca esa caída no es un factor natural, como la evolución demográfica, la fertilidad decreciente de
los suelos o la entrada en escena de un nuevo capital venido de fuera, sino una tendencia inherente al
proceso de aumento del poder productivo del capital. Este es uno de sus principales aportes teóricos,
vinculado al descubrimiento de la reproducción del capital constante, que no había sido analizado por
sus contemporáneos de la escuela clásica28.
El paradigma marxista es, por el momento, el único que le da a la tecnología el tratamiento inter-
disciplinario que requiere, si es que se busca comprender su papel en el proceso de acumulación. Las
categorías de “fuerzas productivas” abarcan la intuición de Marx en el sentido de que el crecimiento
capitalista incorpora siempre alguna forma de progreso técnico, precisamente por la necesidad de
mantener a flote la tasa de ganancia y la participación de mercado frente a la competencia.
De esa intuición deriva Marx su teoría de la acumulación, que no es una teoría del equilibrio
sino una teoría de la crisis. El capitalismo no se desarrolla sobre un sendero de equilibrio, ni ancho ni
estrecho; y lo contrario de esto no es una teoría del crecimiento no equilibrado, como la desarrollada
por discípulos de Keynes durante varios decenios (Joan Robinson, Nicholas Kaldor et al.).
En la concepción de Marx, la acumulación se expresa tanto en términos de equilibrio de pleno em-
pleo (neoclásico) o de subempleo (keynesiano), como en términos de desequilibrio (poskeynesiano),
y conduce siempre al estancamiento y la crisis, que acontecen en términos de exceso de mercancías
(crisis de sobreproducción) o de exceso de capital (crisis de sobreacumulación), como crisis cíclicas o
grandes depresiones.
Al poner la crisis y no el equilibrio en el centro del análisis, la economía marxista permite entender
mejor lo que ocurre en la realidad.

3.8. La “no identidad” entre crecimiento económico cuantitativo y desarrollo real cualitativo
1. A lo largo de la historia, la idea de desarrollo ha sido concebida en su dimensión esencialmente
económica y la teoría del desarrollo se mantuvo ligada a su concepción neoclásica de crecimiento eco-
nómico, es decir, a su identificación con el crecimiento de la riqueza29. Se usaron conceptos similares,
incluyendo sinónimos del desarrollo como riqueza, evolución económica, industrialización, moder-
nización, etcétera, pero el más utilizado fue y es la dimensión cuantitativa del crecimiento económico,
entendida como aumento de la producción total de bienes y servicios durante un período, que se

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


160
evidencia a través del crecimiento del PIB de un país a mediano y largo plazo, y que se transforma en
términos redistributivos, desde el punto de vista contable, con el incremento de la renta per cápita,
etcétera.
Un concepto más amplio, que recoge los aspectos no considerados por el producto bruto, es el de
desarrollo económico comprehensivo, que incluye, aparte de aspectos como el nivel de producción, tam-
bién datos estructurales como el grado de instrucción de la población, los indicadores de mortalidad,
la expectativa de vida, etcétera. En el concepto de desarrollo comprehensivo se integran asimismo
nociones más abstractas, como la libertad política, la previsión social y muchas más.
¿Por qué no se usa el concepto de desarrollo económico y social comprehensivo, u otras mediciones
del bienestar, en lugar del concepto de PIB, para medir el crecimiento económico? Esencialmente, por
la dificultad de medir el desarrollo económico, que es un concepto muy amplio y sin consenso general
para su definición exacta. Por otra parte, es también muy difícil llevar una observación de desarrollo
económico a una medida numérica: por eso las comparaciones interregionales o intertemporales son
muy dificultosas. El producto interno bruto es una medida numérica de fácil interpretación; además,
se define y cuantifica bien en los modelos económicos, donde por lo general el producto de una eco-
nomía es el resultado de la combinación de insumos o input.
Entre otras cosas, eso le permite a la economía de mercado mantener escondidas, en la contabilidad,
sus limitaciones y contradicciones; esto es, la dramática realidad de que la exaltación del crecimiento
cuantitativo en el modo de producción capitalista conlleva necesariamente explotación, desigualdades,
pobreza, desocupación, inequidad, enfermedades, guerras; vale decir: falta de verdadero desarrollo en
términos sociales y políticos.
Y todo esto porque un crecimiento económico no implica necesariamente una mejoría del bienes-
tar social, de la igualdad de oportunidades entre todos los miembros de la sociedad.

2. Los aportes del mundo científico e institucional a la discusión de la identidad entre crecimiento
económico y desarrollo real han sido múltiples; se subrayan, en general, el carácter históricamente
condicionado del desarrollo y la necesidad de la participación del Estado y de otras instituciones. No
obstante, no son pocos los que consideran que el crecimiento económico automático, en condiciones
de mercado, genera una especie de círculo virtuoso de desarrollo, por lo que las únicas políticas posi-
bles son las congruentes con un mercado abierto y desregulado.
En síntesis, este pensamiento postula cuanto sigue:

a) Una baja tasa de interés es un atractivo para acceder a créditos que incrementen la producción
y la recuperación de sectores deprimidos. Además, permite tener más recursos disponibles para
el consumo, el ahorro o la inversión.
b) La inversión real se incrementa con tasas más favorables, por el principio de actividad generado-
ra de recursos.
c) Cuando la inversión real se incrementa, conduce a la producción de recursos económicos que
son usados para atraer nuevos capitales.
d) Por esto se generan más puestos de trabajo, ya que se necesita mano de obra adicional en la
nueva producción.
e) Una mayor ocupación aumentará los ingresos de las unidades familiares.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


161
f ) Con ingresos adecuados, el consumo se estimula, y del mismo modo, si existen excedentes, estos
serán destinados al ahorro.
g) Este ahorro se canaliza hacia el sector financiero y, a su vez, retorna al círculo virtuoso como
crédito generador de más inversión, empleo y consumo.

3. Una visión fuertemente crítica establece que la pobreza no es causa sino consecuencia del subde-
sarrollo, y que los problemas que condicionan esta situación deben ser buscados, sobre todo, en las
relaciones de dependencia existentes entre el norte y el sur, que entrañan la necesidad de reformular
el marco de las relaciones internacionales y la cooperación para el desarrollo. Para esta corriente de
pensamiento, el subdesarrollo y el desarrollo son dos caras de una misma moneda, una característica
del sistema de relaciones internacionales del capitalismo30.
Desde ese punto de vista se acentúa el hecho de que las causas del subdesarrollo son estructurales,
en oposición a la corriente desarrollista, que ponía el peso en las causas endógenas. Como argumenta
Paul Barán (1956), no se puede hablar de una sola historia del capitalismo, ni de la estructura que este
ha tenido, sino de una colección de historias con una estructura similar, cada una de las cuales atraviesa
en fechas distintas sus principales etapas.
Se deduce que el objeto de estudio tiene que ser cambiado: no puede ser el desarrollo como cre-
cimiento económico cuantitativo, sino el subdesarrollo como consecuencia de aquel, junto con la
búsqueda de causas y soluciones para un problema tan extendido mundialmente como este.
Uno de los núcleos fundamentales del debate de los años sesenta del pasado siglo fue el de las
relaciones entre comercio y crecimiento. La teoría convencional del comercio internacional, tan-
to la clásica como la neoclásica, apostaba y sigue apostando por una relación positiva entre ambas
variables.
La atención de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) se dirigió a los
beneficios crecientes obtenidos por los países ricos gracias a una transferencia sistemática de recursos
sustentada en el deterioro de los términos de intercambio, mediante el cual se refieren los índices de
precios de las exportaciones e importaciones y su variación respecto a un año considerado como base.
Tras las conclusiones de la Cepal, muchos fueron los estudios sobre la relación de intercambio, y no
pocos de ellos contradictorios entre sí por el horizonte de las investigaciones: las premisas adoptadas,
los objetivos expuestos, los períodos contemplados, los productos incluidos o excluidos, las regiones
abarcadas, etcétera. Pero una realidad es indiscutible: la relación entre comercio, crecimiento cuantita-
tivo y desarrollo no es lineal, ni demuestra por qué deba ser necesariamente positiva para todos, como
postula el pensamiento económico dominante.
Todos, sin embargo, parecen convenir en los siguientes elementos como causa del deterioro:

a) Inelasticidad de la demanda de productos primarios, motor del desarrollo de muchos países.


b) Estructuras diferentes del mercado de trabajo entre los países desarrollados y los subdesarrolla-
dos, lo que se yergue como obstáculo para que las ganancias en productividad de estos últimos
sean absorbidas a través del incremento de los salarios.
c) Las prácticas proteccionistas y discriminatorias contra los países subdesarrollados.
d) Los efectos de la relación de intercambio repercuten también sobre la capacidad de adquisición
de las exportaciones.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


162
3.9. Crítica del desarrollismo: PIB, desarrollo humano y más
1. La medición del crecimiento económico es usualmente utilizada para valorar los resultados econó-
micos de un país en un determinado lapso y se calcula, generalmente, en términos reales para tomar
en cuenta los efectos de las variaciones en los niveles de precios. Implícitamente, se supone que un
alto crecimiento económico sea ventajoso para el bienestar de la población, por lo que, dicho de otra
manera, sería ese un resultado deseado por las autoridades políticas y por la población misma del
país en cuestión. Tanta credibilidad se le otorga a esta opinión, que se concibe una especie de círculo
virtuoso del crecimiento, según el esquema presentado anteriormente. El creer que las cosas realmente
funcionan según estos esquemas automáticos ha conducido a considerar que toda política racional
debe ser congruente con tales postulados; se concluye, así, que son factores externos los que conducen
a los países hacia la crisis y la inestabilidad.
La utilización de la medida del crecimiento económico como parámetro del incremento del de-
sarrollo comprehensivo equilibrado acarrea todos los problemas que surgen al considerar el producto
interno bruto como medida del bienestar. Esa medida es limitada, de una parte, por problemas de
medición, ya que, por ejemplo, no incluye algunas actividades como el trabajo doméstico o el trabajo
“negro”, ni la dimensión social –como calidad de la enseñanza, salud, impacto ambiental–, para no
hablar ya del impacto global del llamado desvalor agregado y, entre estas cosas, de los efectos de la
economía de guerra. La magnitud de las actividades que no son incluidas en la medición del producto
interno bruto varía de un período a otro y entre países; por tanto, las comparaciones intertemporales e
interregionales del crecimiento económico se ven ligeramente distorsionadas cuando estas actividades
alcanzan magnitudes considerables. Por otra parte, como medida del bienestar social, el PIB sufre de
una serie de deficiencias conceptuales. Brevemente se puede decir que:

a) No toma en cuenta los efectos negativos en el bienestar de muchas actividades que aumentan
el producto interno bruto, como es el caso de algunos factores externos (por ejemplo, polución
ambiental, producción bélica, etcétera).
b) No considera la totalidad de los efectos positivos de actividades que incrementan el bienestar
(por ejemplo, mejor distribución de la riqueza y de la renta).
c) No registra aspectos intertemporales, como por ejemplo el consumo acelerado de recursos natu-
rales, la depreciación del capital o el endeudamiento de una economía, que puede implicar que
la generación actual goce de un alto crecimiento económico a costas de un menor producto para
las generaciones futuras.

Por estas razones, un mayor crecimiento económico cuantitativo no representa necesariamente un


aumento del bienestar para la mayoría de la población.

2. El PIB, al que se presenta como el indicador sintético más importante del sistema de cuentas
nacionales, es la expresión máxima de ocultamiento de las diferencias entre la economía formal y la
economía real. El concepto de valor agregado que le sirve de base presupone que el simple hecho de
que el dinero pase de mano en mano significa generación de riqueza, no obstante la vacuidad del
contenido de este movimiento. El PIB es esencialmente la medida del output neto, como sumatoria de
las actividades económicas privadas: se asume que todo producto o servicio ofrecido como mercancía
o moneda constituye, por definición, un aumento de la riqueza nacional.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


163
El PIB no hace diferencias entre costos y beneficios reales, ni entre actividad productiva o impro-
ductiva (o incluso destructiva) y, menos aún, entre economías sustentables e insustentables. Es una
especie de sumatoria que contabiliza el cómo hacer dinero, sin preocuparse de cómo se le ha obtenido
ni para qué, por lo cual no incluye los costos sociales ni los naturales. Un indicador ignorante de todo
aquello que sucede fuera del campo monetario (Dierckxsens, 2004b).
El PIB mide todas las actividades que incluyan una transacción monetaria y hace caso omiso de todas
las demás. Por ejemplo, si una persona sufre un accidente automovilístico e ingresa en graves condicio-
nes a una clínica u hospital, se produce, por causa de los gastos de hospitalización, un crecimiento del
PIB; la economía de guerra, las guerras de agresión contra los pueblos, al sostener la demanda por me-
dio de los gastos militares, primero, y luego mediante la reconstrucción de los países destruidos por la
guerra misma, seguramente acrecientan el PIB. E incluso, por ejemplo, la extracción de minerales o la ta-
la de bosques producen riqueza, pero no se contabilizan las graves pérdidas ocasionadas al ambiente.
Por otra parte, si el PIB crece más deprisa que la población, es indicio de un mejoramiento de la
calidad de vida, mientras que, al contrario, el nivel de vida empeora si el PIB crece más lentamente que
la población. Dado que el PIB per cápita no tiene en cuenta el costo de la vida en cada país, no puede
ser considerado como un indicador válido del nivel de calidad de vida, desde el momento en que no
considera el verdadero desarrollo humano, sea que se le mida por el poder adquisitivo real o por los
beneficios sociales que recibe la población.
Como ha quedado dicho, el PIB ignora la riqueza natural existente y, de esa manera, es incapaz
de considerar el despilfarro y deterioro del ecosistema. El uso de los recursos naturales es considerado
solo en términos de creación de ingreso monetario, de riqueza, mientras se desdeña e ignora el proceso
simultáneo de pérdida de riquezas naturales y sociales relacionadas con esos recursos. Desarrollo y
ambiente no deben ser objetivos antagónicos.
Con el método actual, al tener que contabilizarse los gastos hospitalarios, el deterioro de la salud
de la población termina siendo, en lugar de una pérdida, una ganancia. De la misma manera, resulta
poco claro cómo la actividad especulativa y las actividades de bolsa puedan conducir a la creación de
riqueza, si generan incluso crisis del mercado de valores y ataques especulativos capaces de desarticular
social y económicamente a países enteros y aun regiones31.

3. Incluso los economistas neoclásicos reconocen que existen tres grandes categorías de problemas de
mercado: la tendencia de la competencia a autoeliminarse, el carácter corrosivo del interés material
sobre el contexto moral de la sociedad y la existencia de bienes públicos y de factores externos.
El término “factor externo” es muy controversial: presupone que los mercados son perfectos y que
los problemas y contradicciones son supuestamente externos a estos, así como lo son en el pensamiento
neoclásico. Uno de los factores externos más evidentes es el daño ambiental, tema que el SCN es
completamente incapaz de analizar.
En su análisis, Karl Marx (1966: 473) arriba a un resultado de gran actualidad: “la producción
capitalista solo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción, minando
al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”.
Para el autor de El Capital, la lógica de la plusvalía impone una tendencia al suicidio colectivo de
la humanidad: aun con las debidas actualizaciones, está claro que Marx tenía plena conciencia de este
problema.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


164
Este tipo de factor externo fue definido por Meade (1952) como una propiedad de la función de
producción, aun cuando lo valorase en términos de mercado y lo asociara al hecho de que el output de
una empresa no depende solamente de los factores de producción que utiliza, sino también del output
de factores usados para otras cosas. No hay duda de que en las últimas décadas el problema que ha
recibido más atención es el relativo al impacto ambiental de la producción.
El SCN ignora los efectos de la actividad económica en el ecosistema y la función que este cumple,
tanto en la absorción de emisiones y desechos como en el suministro de recursos. En su contabilidad
se calculan solo algunos recursos naturales cuyo precio es establecido por el mercado, pero no los
procesos naturales que tienen lugar en los ecosistemas y que constituyen incrementos o decrecimientos
del patrimonio natural; tampoco se calculan recursos como el patrimonio genético, la flora, la fauna o
las funciones ecosistémicas.
Todo ello es consecuencia de considerar la economía como un sistema cerrado y autosuficiente. El
SCN, en síntesis, muestra algunas limitaciones en lo que respecta a la relación entre producción de
riqueza y ambiente (Claude, 1997); en particular, no considera el agotamiento de los recursos natu-
rales como depreciación. Por el contrario, lo registra en la producción e incrementa el PIB, lo que no
permite una orientación hacia un desarrollo eco-socio-sustentable. La mayoría de los expertos coincide
en señalar que el agotamiento del capital natural debe ser registrado del mismo modo que el de otros
bienes productivos.
La degradación del ambiente no es contemplada en el SCN, principalmente en razón de la gran
dificultad que entraña la estimación monetaria de los fenómenos ambientales, locales o globales. Los
gastos de protección del ambiente contra la contaminación son incluidos en las cuentas de la renta
junto con el consumo intermedio y final, y no son desagregables. Los bienes y servicios no comercia-
lizados se excluyen de la contabilidad o se consideran de manera inadecuada. Tampoco los esfuerzos
realizados por un grupo de países, al adoptar un sistema de cuentas satélite, resuelven a fondo el
problema, aunque al menos se han dado así los primeros pasos en la llamada contabilidad ambiental,
en términos físicos y monetarios.

4. El desarrollo, en lugar de lo anterior, debería ser capaz de combinar tres necesidades: la dismi-
nución de la pobreza, el crecimiento socioeconómico y la tutela del ambiente y de los ecosistemas
naturales.
El desarrollo del siglo xx favoreció exclusivamente a los países ricos, ligado como estuvo a la acu-
mulación capitalista. El concepto de desarrollo, por el contrario, no debe estar ligado al concepto de
crecimiento cuantitativo, en tanto que para poder lograr un desarrollo también en los países pobres,
es necesaria una renuncia al desarrollo sin límites de los países ricos, al tiempo que su medición debe
tener connotaciones socioambientales cualitativas.
Frente al PIB, que analiza el progreso económico, Halstead y Cobb (1996) proponen un indicador
alternativo: el indicador del progreso genuino (IPG). Este último mide el consumo y el deterioro
de los recursos naturales, renovables y no renovables; de hecho, el IPG sustrae del PIB los costos de
contaminación del agua y del aire, el consumo de energía no renovable y el deterioro de la capa de
ozono. En este indicador no se consideran los gastos improductivos, sino solo aquellos que son útiles,
es decir, que aumentan directa o indirectamente el bienestar humano, como las prestaciones sociales
o la seguridad social; el principio de prevención, incluso, está por encima del de reparación. De esta

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


165
manera, se reclaman nuevas formas de medir la productividad, de forma tal que se garantice en cada
caso una renta suficiente a los ciudadanos.

5. La concepción del desarrollo como mero crecimiento del PIB entra en crisis ya en los años setenta,
con la caída del sistema monetario internacional, la primera crisis energética y otros factores que gol-
pean sensiblemente la dinámica del comercio internacional. Se hace evidente, además, la incapacidad
del modelo existente para asimilar el crecimiento demográfico, mientras que las crecientes demandas
de financiamiento externo terminan por generar, en los años ochenta, la crisis de la deuda externa y la
detención del desarrollo.
La respuesta teórico-ideológica de las clases dominantes fue el consenso para las políticas económi-
cas de Washington y los programas de ajuste estructural, como condición reclamada por el FMI y el
Banco Mundial a todo país que aspire a un auxilio financiero.
Al decir de muchos economistas, la emergencia del neoliberalismo y la caída del campo socialista
cambiaron la correlación de fuerzas a nivel internacional. Si en los años setenta se consideraba la
propuesta del Nuevo Orden Económico Internacional (NIEO)32, con la cual se postulaba que el norte
debía fundamentalmente adaptarse al sur del mundo, en los años ochenta es ya el sur el compelido a
adaptarse supinamente al norte.
La convicción de que indicadores monetarios como el PIB no están en capacidad de revelar el
empeoramiento y empobrecimiento de los recursos, ha estimulado esfuerzos correctivos como los que
llevaron a la creación del “PIB verde”, un indicador que toma en cuenta la degradación del ambiente
y sus consecuencias para el desarrollo económico; sin embargo, se trata de un instrumento muy difícil
de calcular, ya que es casi imposible definir los efectos del cambio climático, de las transformaciones
culturales y científicas o de las recaídas de las crisis económicas.
Emerge, pues, un nuevo concepto de desarrollo, en el que se asume el carácter más complejo, mul-
tidimensional, incluyente, plasmable, de todo el proceso y cuyo objetivo no es solo el crecimiento eco-
nómico sino la erradicación de la pobreza, la redistribución de la renta y la protección del ecosistema.
Es con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a fines de los años ochenta,
que surge finalmente una manera de atender al desarrollo humano que presupone un cambio radical
de los proyectos antes expuestos33. A partir de 1990, con la publicación de los Informes sobre Desa-
rrollo Humano del PNUD, se abre una nueva etapa no solo en la concepción del desarrollo, sino en
su medición34.
El informe de 1994 se refiere a un nuevo paradigma de desarrollo, capaz de colocar al ser humano
en el centro y de considerar el crecimiento como un medio y no como un fin, que proteja las oportuni-
dades de vida de las generaciones futuras y respete los sistemas naturales de los cuales dependen todos
los seres vivos. A tal fin, considera también la posibilidad de proceder a una reestructuración de los
esquemas de distribución de la renta, la producción y el consumo a escala mundial, como condición
necesaria y prioritaria. En el informe de 1997 se estudia el problema de la reducción de la pobreza,
mientras que el de 2000 analiza los derechos humanos como parte fundamental del desarrollo y con-
sidera el desarrollo humano como medio para hacerlos realidad.
En lo que toca a las mediciones, el PNUD diseñó un índice de desarrollo humano con base en
tres componentes: longevidad, educación y renta per cápita. Aun siendo este un índice general, está
claro que cuando las personas disponen de esos tres elementos pueden encontrarse en condiciones de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


166
acceder a otras oportunidades, en términos cualitativos. Aun en su imperfección, es una alternativa al
PIB per cápita y se le utiliza cada vez más para evaluar el atraso de algunos países del mundo.
Aunque la concepción del desarrollo humano representa un indudable paso adelante, es también
cierto que no ha significado una verdadera recuperación del concepto de desarrollo, ya que ha predo-
minado la tendencia –muchas veces ideologizada– de identificar, por ejemplo, como modelos únicos de
desarrollo, aquellos que coinciden con el supuesto éxito de algunos países en determinadas etapas
de su evolución: en el siglo xx fue así con el modelo japonés, primero, y en los años sesenta-setenta,
con el de los “tigres asiáticos”.
Pero es más tarde, con los programas de ajuste estructural, que el FMI y el Banco Mundial consi-
guen imponer nuevamente el ideal de un modelo único centrado en el equilibrio macroeconómico.
Los Informes de Desarrollo Humano del PNUD han evolucionado en el tiempo. No obstante, y
sin disminuir su mérito, es preciso admitir que se han convertido en una especie de certificación de
agencia de rating internacional, que clasifica los países por su más alto o bajo desarrollo humano y
mide las etapas y fases de su camino, etcétera35.
De cualquier manera, estos indicadores no resuelven el problema, sino que lo postergan –ya que
los costos humanos y monetarios de hoy tendrán necesariamente que recaer sobre las generaciones
futuras–, y además lo desplazan en el espacio, aunque no pasa de ser una ilusión la idea de que existan
todavía en el planeta lugares en los que se puedan revertir los estragos que hemos causado al ambiente.

3.10. Modelos neoliberales, nueva macroeconomía clásica y teorías


keynesianas de última generación: acumulación sin crecimiento
1. Frente a la aplicación de políticas neoliberales a partir de los años ochenta, la economía política
convencional retomó, incluso, la defensa de los mismos modelos que Keynes había criticado en los
años treinta del pasado siglo.
Esta “nueva” macroeconomía se manifiesta inicialmente con los llamados “modelos de oferta”36. Tal
versión de la macroeconomía convencional se asienta en la constatación de la falta de operatividad de
las políticas anticíclicas de demanda y propone actuar con medidas estructurales orientadas prin-
cipalmente a la reducción del costo de la mano de obra y a la desregulación de la economía, o al
relanzamiento de la demanda mediante el keynesianismo militar, con el argumento de que un contexto
de mayor competitividad y salarios reducidos permitirá un incremento en la ocupación de la fuerza de
trabajo y mayores tasas de crecimiento económico. Estos argumentos, que no han encontrado nunca
comprobación en los resultados económicos y que se basan en un principio tan antiguo como la
ley de Say (“toda oferta crea su demanda”), criticado tanto por Marx como por Keynes, sirvieron,
sin embargo, como plataforma ideológica de los programas de privatización y desregulación –y de
debilitamiento de las organizaciones de los trabajadores– impulsados por Margareth Tatcher y Ronald
Reagan a comienzos de los años ochenta.
La economía de la oferta fue el ataque más abiertamente político a las políticas keynesianas basadas
en el pacto social y el gasto público. La desfiscalización de las rentas más elevadas se justificó con
argumentos como la “curva de Laffer”, construido por encargo del Gobierno republicano norteame-
ricano, que defiende la disminución de impuestos a los ricos con la tesis de que estos muestran una
tendencia marginal al consumo inferior a la de los pobres y, dado que, por definición, todo lo que
no se consume se ahorra; y dado además que el ahorro, también por definición, es igual a inversión,

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


167
entonces dejar el dinero en manos de los más ricos favorece la formación de una tasa mayor de
inversión-acumulación37.
Que el resultado principal de esta política fuera un largo período de estancamiento económico,
acompañado por una redistribución brutal de los ingresos de los sectores medios y pobres hacia los
ricos, con un aumento del gasto superfluo por parte de estos, así como por una orgía de inversiones
especulativas financieras e inmobiliarias, no conmovió los fundamentos de la economía políticamente
aceptable y acentuó todavía más el retorno al siglo xix. En particular, los nuevos modelos macroeco-
nómicos consideran los recursos del capital intangible –la comunicación y la información, por ejem-
plo– como la nueva fuerza productiva en el marco metodológico neoliberal. Por ello postulan que a
medida que los flujos de información circulan entre los operadores económicos, continúan reforzando
la calidad de las decisiones, dado que el procedimiento que implementan los agentes de la información
económica –y las consecuentes respuestas– se caracterizan por la racionalidad. De esa manera, sostie-
nen, este postulado es garantía de equilibrio en la asignación del tiempo de trabajo social a las diversas
producciones y, por tanto, de un equilibrio entre oferta y demanda que garantizará el crecimiento
cuantitativo más elevado de la economía.
Poco importa que la “racionalidad” sea tan antigua como Adam Smith, ya que no es otra cosa que la
versión sofisticada, con formalismos matemáticos, de un comportamiento postulado doscientos años
atrás por el homo oeconomicus; esto es, que las decisiones relativas a la asignación del tiempo económico
individual deben tomarse en función, exclusivamente, de la obtención intertemporal del máximo ren-
dimiento económico, medido en unidades monetarias. Este reduccionismo fue aplicado por autores
como Gary Becker para tratar de explicar el comportamiento humano en su conjunto38. Poco importa
que se trate de un psicologismo baratillo y más viejo que el capitalismo mismo: su única supuesta
virtud es postular que el contexto más adecuado para el comportamiento racional de los individuos
es el de una economía basada en los principios del mercado capitalista. Esta cualidad de justificación
ideológica compensa, sin duda, las limitaciones eurísticas de la teoría.

2. Estos postulados acerca del comportamiento básico de los seres humanos han dado vida a una
columna cerrada de economistas que se proclaman fundadores de una nueva macroeconomía clásica39.
Con el argumento de que los postulados microeconómicos de los modelos keynesianos no están sufi-
cientemente fundamentados, la nueva macroeconomía pretende basar el análisis de la acumulación en
los comportamientos individuales de los agentes económicos que, se supone, toman decisiones con el
objetivo de buscar la máxima ganancia monetaria hoy posible, o su incremento potencial en el futuro,
y que para ello relacionan el beneficio potencial con el costo de oportunidad del “dulce ocio”, del no
hacer nada: este criterio único de comportamiento se define como “expectativa racional” o razonable.
A fin de que estas expectativas puedan manifestarse, se requieren algunas condiciones ambientales que
eviten confusiones y ruidos en las señales que reciben los operadores. Estas condiciones son el punto de
partida (racional) de toda actividad económica y se corresponden con las del modelo abstracto del equi-
librio walrasiano. Se parte, entonces, de la hipótesis de que todos los mercados están siempre en
equilibrio y son flexibles en precios y cantidades, condiciones que además son las únicas con las que
puede funcionar correctamente la acumulación.
La principal diferencia con respecto a los modelos de hace un siglo es que ahora la información no
es perfecta y a los operadores les cuesta obtenerla, de manera que el costo de su obtención se incluye en

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


168
el tratamiento óptimo de las decisiones y en la anticipación del comportamiento de los mercados. Tal
novedad está asociada al peso creciente de los mercados financieros y especulativos durante las últimas
décadas. En realidad, los modelos de equilibrio basados en expectativas racionales fueron usados para
intentar predecir el comportamiento de los mercados financieros globales, con el doble resultado de
favorecer tanto la asignación de varios premios Nobel a los economistas que los crearon, como sonoros
fracasos prácticos en la compraventa de títulos financieros, culminados en la explosión de la burbuja
especulativa de la “nueva economía” y la quiebra de importantes agentes privados (y la consecuente,
pero esta sí silenciosa y no teorizada, socialización de los costos).
Esta nueva macroeconomía clásica persigue, sin embargo, el mismo objetivo ideológico que la
economía de la oferta, y lo hace con modelos todavía más sofisticados desde el punto de vista mate-
mático, pero con idéntica vulgaridad teórica: toda intervención pública que busque poner remedio a
los desequilibrios –supuestamente siempre temporales–, en cualquier mercado, por ejemplo mediante
estímulos generales o selectivos a la demanda, será siempre anticipada por los agentes, racionales, que
anticipadamente adaptarán su propio comportamiento a las decisiones del sector público, eliminando
así el impacto correctivo que este perseguía.
Tal argumentación, tomada de las relaciones entre autoridades monetarias y mercados financieros,
omite el hecho de que en este caso el volumen de los operadores privados es mayor que el de los Go-
biernos (calculado por los activos líquidos que poseen, es decir, los respectivos portafolios de valores y
reservas internacionales) y que operan además en un contexto de movimientos instantáneos y de desre-
gulación total. No es ese el caso del resto de las actividades económicas, pero no tiene esto importancia
cuando el propósito que se persigue es la justificación ideológica del neoliberalismo.

3. De la manera como lo define la nueva macroeconomía clásica, el crecimiento económico cuantita-


tivo tiene siempre origen en un factor externo, un shock, nunca explicado teóricamente, pero a partir
del cual se postula un proceso de amplificación en ondas, como consecuencia de las pésimas decisiones
a las que se ven impelidos los operadores por causa de las falsas percepciones a las que induce el factor
externo perturbador. Cuando los economistas de dicha corriente han querido explicar el origen de
estos factores perturbadores, se han limitado a recurrir al tema del carácter monetarista de las pertur-
baciones. Más recientemente, para dotar de mayor realismo al modelo, han postulado fluctuaciones
vinculadas a la productividad. De esta manera, han construido modelos de crecimiento asociados a los
ciclos de mercado, en los cuales los movimientos de acumulación se vinculan con decisiones posterio-
res de producción y consumo, mientras que el uso de la fuerza de trabajo, su oferta, se presenta como
un factor externo, no explicado por el llamado modelo “real”40.
La respuesta keynesiana a este tipo de modelos ha sido particularmente ambigua. Por una parte,
apoyada en trabajos de don Patinkin o de A. Leijonhufvud, se ha desarrollado una corriente keynesiana
que analiza el movimiento de la acumulación en términos de desequilibrios fundamentales de los mer-
cados41, en abierto contraste con los modelos de equilibrio general en boga, pero que, sin embargo, en
relación con la dinámica del crecimiento económico no dice nada relevante que no pueda encontrarse
en el fundador de la escuela. Los acomodos, en estos modelos, se realizan más sobre las cantidades que
sobre los precios, ya que critican la hipótesis de ajuste instantáneo de los modelos neoliberales. Ed-
mond Malinvaud ha llegado a explicar la existencia de dos causas del desempleo: el desempleo clásico,
asociado a la existencia de salarios reales demasiado elevados, y el desempleo keynesiano, vinculado a
una insuficiente demanda efectiva42.

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


169
Sin embargo, las teorías keynesianas de última generación no logran vincular la existencia de la
desocupación, como rasgo permanente del capitalismo, con la tendencia a la formación de una so-
brepoblación relativa, única garantía de que, a largo plazo, los trabajadores aceptarán, sin excesivo
conflicto, las condiciones capitalistas de explotación.

4. Otros autores, tras asumir la crítica a la falta de consistencia microeconómica del keynesismo, han
pretendido reforzar esos fundamentos, dando así lugar a la conocida “nueva economía keynesiana”43,
que acepta la hipótesis de que la gente se comporta correctamente cuando responde a expectativas
racionales, pero argumenta que en la formación de esas expectativas y en las decisiones consecuentes
pueden producirse rigideces, sobre todo en los precios, que derivan precisamente de decisiones racio-
nales de los operadores.
La diferencia básica entre la nueva macroeconomía clásica y la nueva economía keynesiana radica,
por tanto, en que la primera considera que no existe la desocupación involuntaria y que la única cosa
que debe hacer la autoridad pública es favorecer la flexibilidad de los precios, particularmente en el
mercado de trabajo; mientras que para la segunda sí existe la desocupación involuntaria, que debe ser
combatida, temporalmente, con intervenciones públicas, sobre todo si van dirigidas a modificar las
rigideces de cantidad, como, por ejemplo, facilitando los incrementos de productividad, más que de
los precios.
En líneas generales, por tanto, se asiste en las últimas décadas a una convergencia entre corrientes
de pensamiento ortodoxas, en un intento de explicar el funcionamiento de la acumulación de capital
como la simple agregación de comportamientos individuales. De todo esto deriva, a los efectos prác-
ticos, una puesta en foco de políticas económicas que, por una parte, cargan sobre los trabajadores la
responsabilidad de la situación de desempleo que sufren y, por otra, promueven intervenciones públi-
cas orientadas a la flexibilización de los precios y de las cantidades en los mercados (en primer término,
flexibilización hacia abajo del precio de la fuerza de trabajo), a la promoción de la inversión privada y
de la oferta de bienes y servicios, al incremento de la productividad y de la cantidad de valores de uso
que son llevados al mercado para producir ganancia (privatizaciones de servicios públicos).

­— notas —

1 Entre otros importantes llamados, también en este capítulo serán referencia fundamental los escritos de la Escuela de Estadísti-

ca Económica de la Facultad de Estadística (Universidad de Roma La Sapienza), en particular De Meo (1975), Giannone (1992),
Alvaro (1999) y Guarini, Tassinari (1966).

2 Sobre el concepto de totalidad y su centralidad para una teoría materialista y dialéctica de la sociedad contemporánea, siguen

siendo fundamentales las páginas de Lukács (1991).

3 Para un abordaje en profundidad de los problemas vinculados con la elaboración de un modelo y con sus varias tipologías, cfr.

Graziani (1977: 17-34).

4 Léase de nuevo lo escrito por Graziani (1977: 18): “Un modelo (…) está constituido por un conjunto de ecuaciones. Pero un

conjunto de ecuaciones no puede representar más que el esqueleto de un fenómeno; en el esquematismo del modelo, los
matices, las excepciones, los casos particulares, se pierden irremediablemente. Un modelo, entonces, solo puede dar una re-
presentación aproximada y parcial de la experiencia”.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


170
5 Es en el intento de superar la debilidad típica de los “modelos cerrados”, que muy frecuentemente, se les “abre” para dejar

solo incógnitas sustituibles con datos exógenos y, por tanto, variables basadas en factores no incluidos en el modelo.

6 Una teoría ulterior, a este respecto, es la elaborada por Modigliano, Ando y Brumberg: la “hipótesis del ciclo de vida”. Acerca

de ella, cfr. Alvaro (1999: 538-539).

7 “La proposición central de la economía keynesiana es que el nivel de equilibrio de la renta nacional se determina en correspon-

dencia con el punto en que hay igualdad entre ahorro e inversión. En otros términos, dada la inversión (…) la renta de equilibrio
es aquella que genera un volumen de ahorro exactamente igual a la inversión dada” (Gandolfo, 1975: 37).

8 Con el Tratado de Maastricht, la Unión Europea ubicó en 60% del PIB el tope máximo para la deuda pública. Hoy día, Italia

supera largamente ese límite (entre 2001 y 2006 su media fue de 108%).

9 “El principio de aceleración (acelerador) es una teoría de las determinantes de la inversión. Establece que el capital necesario

para la sociedad, sea que esté constituido por suministros o por equipos, depende principalmente del nivel de producción: los
agregados al capital, las inversiones netas, ocurrirán solamente cuando la producción esté creciendo (Samuelson, Nordhaus,
1987: 190).

10 El acelerador determina “la cantidad adicional de capital técnicamente necesaria para hacer posible un incremento unitario de

la producción, cuando un elevado grado de utilización de las instalaciones induce a efectuar nuevas inversiones para afrontar
los incrementos esperados en la demanda final” (Cavalieri, 1994: 322).

11 Mientras para Harrod la variable independiente es Y y la dependiente es I, para Domar es a la inversa.

12 Se entiende por relación capital-producto el coeficiente de stock de capital requerido por las empresas, tomando en cuenta el

crecimiento de la renta.

13 Simplificando, se puede sostener que el sujeto microeconómico que toma en consideración la escuela neoclásica es el mismo

sujeto, pero agregado, que opera a nivel macroeconómico. Así, una operación de suma elimina una infinidad de problemas
ligados al comportamiento de los grandes agregados-operadores económicos. La operación haría temblar a cualquier científico
social, pero qué importa. En el fondo, a los fines de la teoría marginalista, interesa solamente la actuación racional imputada,
por axioma, al operador microeconómico de la misma manera que al macroeconómico. Para una crítica de estas operaciones
de ábaco, cfr. Lunghini (2002).

14 En su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Keynes afirma: “El gran enigma de la demanda efectiva, con el que

Malthus había luchado, se desvaneció de la literatura económica. (…) solo pudo vivir furtivamente disfrazada, en las regiones
del bajo mundo de Marx, Gesell y Douglas” (Keynes, 1963: 32).

15 “(...) el principio de Say, según el cual el precio de la demanda global de la producción en su conjunto es igual al precio de

la oferta global para cualquier volumen de producción, equivale a decir que no existe obstáculo para la ocupación plena.
Sin embargo, si esta no es la verdadera ley respecto de las funciones globales de la demanda y la oferta, hay un capítulo de
importancia capital en la teoría económica que todavía no se ha escrito y sin el cual son fútiles todos los estudios relativos al
volumen de la ocupación global” (Keynes, 1963: 26). Keynes cita favorablemente a Malthus cuando este afirma, en sus Princi-
pios de economía política: “De todas las opiniones expuestas por hombres capaces e inteligentes que he encontrado, la de Say,
quien afirma que ‘un produit consommé ou detruit est un débouché fermé’ (1, 1, cap. 15) me parece ser la más directamente
opuesta a la teoría acertada y la más uniformemente contradicha por la experiencia” (Keynes, 1963: 364).

16 “Keynes, de igual manera que los economistas que él mismo criticó, no ha considerado nunca el sistema en su totalidad,

nunca ha estudiado la economía en su marco histórico; no ha apreciado nunca, de un lado, la interconexión de los fenómenos
económicos, y del otro, de los fenómenos tecnológicos, políticos y culturales” (Sweezy, 1946: 104).

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


171
17 Por ejemplo, considérese la buena acogida que le dio a la interpretación que de su teoría general hiciera el joven Hicks en un

artículo publicado en 1937 en la revista Econometria, “Mr. Keynes and the Classics: A Suggested Interpretation”, que serviría
luego de base para el proyecto del modelo IS-LM, la más convencional de las interpretaciones del pensamiento keynesiano.

18 No profundizaremos aquí en la crítica del modelo neoclásico, ni en su versión ortodoxa, keynesiana, ni en la de síntesis. El

lector interesado puede consultar en Weeks (1989). También Dalle Magne (1972) y Linder, Sensat (1977) critican algunos
planteamientos del manual de introducción a la economía (neoclásica, naturalmente) más vendido. Katouzian (1982) analiza
la dimensión ideológica (vale decir, de falsa conciencia) que se oculta bajo la postura neoclásica. Un texto más breve es el de
Herb Thompson (1079: 291-305).

19 La presentación del modelo de Harrod se puede estudiar en Cardona Acevedo, Zuluaga, Díaz, Cano Gamboa y Gómez Alvis

(2004).

20 La diferencia principal entre la versión de Harrod y la de Domar consiste en la posibilidad de acumulación de capital y en el

concepto de tiempo discreto, en el primer caso, y continuo en el de Domar: “Las variables de Harrod son discretas en el tiempo:
cada una se mide en varios períodos finitos que están uniformemente distanciados. Las variables de Domar son continuas a
través del tiempo: el elemento de continuidad necesita la medición de las variables como tasas de crecimiento en este preciso
momento, más que como suma de un período” (Huang, 1970: 174).

21 Cfr. Hobsbawm (1987: 62-63).

22 Solow concentra su ataque en la versión temporal discreta de Harrod, olvidando que en el método de Domar se establece la

posibilidad de variación marginal de los factores, a través de la ecuación diferencial que define la relación entre el stock de
capital y el potencial máximo de producción.

23 “La función de producción muestra la productividad marginal decreciente del capital: cada incremento del capital en una uni-

dad causa en la producción un aumento menor que el derivado de la unidad de capital anterior. Esto significa que cuando se
dispone solo de un pequeño capital, una unidad adicional de capital es muy útil y añade una gran cantidad de producción; cuan-
do el capital es muy grande, en cambio, una unidad adicional es menos útil y acrecienta solo un poco la producción” (Ledesma
2004: cap. 13).

24 Solow (1956: 67-68, 77-79, 90) insiste en esto reiteradamente.

25 Vale decir, que los cambios tecnológicos no son contemplados en el modelo.

26 Un abordaje más extenso del tema se encuentra en Lucas (2005: 1-16).

27 Aquí hay que precisar que frecuentemente se confunden desequilibrio y no-equilibrio. Los dos conceptos son completamente

diferentes. Mientras el primero indica un estado de ruptura de una condición “natural”, que es la del equilibrio (y, en con-
secuencia, del desequilibrio se tiende al equilibrio y por eso es este un concepto utilizado también por el neoclasicismo), el
no-equilibrio, en cambio, es el “estado normal de una economía, y el equilibrio (…) una excepción casual” (Carchedi, 2006b:
101). Y es justo aquí que yace una importantísima divergencia de fondo entre marginalistas (y también muchos marxistas) y lo
que sería una lectura más correcta desde el punto de vista del propio Marx.

28 Itoh (1980: 100). Se trata del principio que está detrás de la “masa crítica” de capital que recoge Domar en su modelo, a partir

de la cual la tasa de ganancia cae poco a poco a medida que se desarrolla la acumulación, pero que, como él mismo dice,
requiere un mayor análisis para ser entendida correctamente en su funcionamiento efectivo.

29 Para una introducción válida a la economía del desarrollo, como crítica de las teorías desarrollistas ortodoxas, cfr. Volpi (1999). Pa-

ra una crítica radical de la idea burguesa de desarrollo económico que, para la ideología dominante, coincide con el progreso
tout court, cfr. Jaffe (1990), donde se sostiene que la idea de “progreso” se desarrolla hacia fines del siglo xix en un “sentido

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


172
específico: ‘progreso’ significa proceder cada vez más rápido, producir cada vez más en un año, en un día o incluso en un
segundo, conquistar cada vez más espacio, y, el más peligroso y errado de los significados, la idea de que la especie humana
pueda ‘controlar’, y hasta ‘dominar’, la propia fuente originaria, la prehistoria y el ambiente, la ‘naturaleza’ misma”. Para una
fuerte crítica del desarrollismo cuantitativo capitalista, cfr. Vasapollo (ed., 2006).

30 Para Hosea Jaffe, el subdesarrollo es más bien consustancial, inmanente al MPC, y especialmente en la forma particular pro-

ducida por el colonialismo. Para una lectura original de la literatura marxengelsiana, a la luz de la teoría y de la práctica colo-
nialistas, cfr. Jaffe (1977), un clásico de este autor, donde elabora sus tesis fundamentales, como las que atañen a la plusvalía
negativa y al aburguesamiento de la clase trabajadora occidental, integrada a las estructuras y los mecanismos de explotación
de las democracias occidentales, opulentas, imperialistas y colonialistas (en prejuicio de la clase trabajadora de los países
coloniales).

31 De otra parte, como escribe Lunghini (2001), podemos, cuando mucho, pensar que la bolsa es un juego de suma cero, pero

nada más. Es impensable, es absurdo pensar en la posibilidad de que la bolsa pueda “crear” riqueza, cuando puede solo redis-
tribuirla. Sobre estos temas, desde la visión actual de los científicos cubanos, cfr. Vasapollo (ed., 2006).

32 Véase la “Declaration and Action Programme on the Establishment of a NIEO” en Ebb, Kallab (1982). El NIEO fue propuesto

en 1974 por los países del sur del mundo, bajo el impacto de la crisis petrolera de 1973.

33 Esta noción se inspiraba, entre otras cosas, en los trabajos del premio Nobel Amarthya Sen, que plantean la necesidad de hacer

del ser humano el centro y el fin mismo del desarrollo. No se confunda el concepto de desarrollo humano con otros como
desarrollo económico, atención a las necesidades primarias o al bienestar humano, o con teorías sobre la formación del capital
humano.

34 No obstante las muchas críticas formuladas a la metodología del PNUD, lo cierto es que esta ha ido perfeccionándose y resulta

hoy la más completa de todas.

35 El tema puede ser profundizado en Vasapollo (ed., 2006).

36 Hailstones (1983); Raboy (1982).

37 Una crítica de la curva de Laffer, en la que se expone, además, cómo se argumenta tal formulación, puede verse en Bowles,

Gordon, Weisskopf (2000) y en Sharpe (1990).

38 Becker (1976; 1981; 1993).

39 Sargent, Lucas (1981); Lucas (1985); Fisher (1992).

40 Kydland, Prescott (1982: 1.345-1.370), (1988: 343-360); Cooley (1995).

41 Benassy (1982); Drèze (1991).

42 Malinvaud (1983).

43 Mankiw, Romer (1991).

LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO


173
Tercera parte

CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA A LA


ESTRUCTURA DE GESTIÓN: EL SISTEMA EMPRESA Y EL
SISTEMA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
Capítulo I
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA

1. Los modelos de empresa y los sistemas de valoración

1. En la práctica empresarial moderna se ha establecido un sistema de valoración de la empresa que,


mediante modelos de cálculo del valor inmaterial, le agrega al valor material de sus inversiones (acti-
vidades) la consideración de aspectos como la capacidad organizativa, su inserción en los mercados,
las redes de relaciones o la valoración del grupo de trabajo que labora por contrato o comisión para
la empresa.
En una comparación audaz, Gallino ha equiparado la empresa moderna con una república. Se
trata de una imagen que solo calza parcialmente, ya que en la empresa el peso de las decisiones no se
reparte equitativamente entre los actores (como sucede, al menos en principio, con los cargos elec-
torales en las democracias modernas), pero que sin duda es útil para arrojar algo de luz sobre uno
de los aspectos fundamentales de la actividad empresarial, caracterizada por relaciones que –en últi-
ma instancia– pueden definirse como políticas, puesto que son “esencialmente relaciones de poder”
(Gallino, 2005: 19).
En cualquier contexto capitalista, la empresa tiene como objetivo fundamental el maximizar la
ganancia a través de la optimización de los índices de eficacia y eficiencia. De esta manera, se tiende
a satisfacer a todas las partes interesadas o “poseedores de interés” (stakeholders) que, a diverso título,
participan en la vida y los acontecimientos de la empresa.
Las categorías de stakeholders directos son tres: los accionistas, los gerentes y los trabajadores, aun-
que en contextos de capitalismo como el renano o el japonés, a esas tres clases directamente interesadas
se suman también los proveedores, los bancos, los clientes, los inversionistas financieros y la Adminis-
tración Pública.
Si es fácil recordar que entre los opositores de la empresa –es decir, quienes tienen intereses contra-
dictorios con respecto a los objetivos y la finalidad de esta– se cuentan la competencia, los accionistas
minoritarios y adversos, y las fuerzas hostiles de naturaleza política, social y del mundo de la infor-
mación, también es preciso recordar, con igual claridad, que los poseedores de interés positivo (los
verdaderos stakeholders) obtienen beneficios por su participación en los resultados de la empresa, la
comunidad de objetivos y la solidaridad de propósitos. A ellos compete el control real de la empresa.
Ese control no ha de entenderse en términos jurídico-formales (sentido en el que, de hecho, corres-
ponde a la mayoría accionaria); se trata, en cambio, del control gerencial ejercido por los sujetos que
deciden las estrategias empresariales y la medida y distribución de los resultados económicos obtenidos.
Esas tareas son potestad de los sujetos económicos que efectivamente guían la empresa y que deter-
minan y modifican, de ser el caso, los lineamientos de la planificación estratégica.
En esa determinación, que llega a redefinir los modelos mismos de la empresa, los accionistas
devienen, con frecuencia, en espectadores y, entonces, el control de los stakeholders deja de ser formal
para hacerse sustancial y se divide de distintas maneras entre ellos. Esta tendencia es mayoritaria en el
capitalismo de tipo anglosajón, en el cual prevalece el modelo de public company, que se traduce en un
capitalismo gerencial en el que lo continuo es el reacomodo entre propiedad y control.

2. Con base en las modalidades de gestión de la empresa, en los procesos de reacomodo entre propiedad
y control, y en las escogencias que llevan a cada país a ubicarse en una u otras de las áreas de influencia
del capitalismo internacional, muchos estudiosos1 identifican y distinguen tres formas principales de
capitalismo. Con la primera de esas formas, la más signada por una fuerte competencia empresarial e
individual, se refiere al capitalismo de los Estados Unidos, que, desarrollado a partir del nacimiento de
la gran empresa, se caracteriza por la presencia de un eficiente aparato gerencial, dotado de imponentes
medios financieros en los que es perceptible la presencia de un mercado bursátil dominado por el alto
accionariado empresarial.
En razón de este modelo se habla, desde hace ya casi un siglo, de capitalismo gerencial, término
cuya formulación acabada aparece ya en una histórica investigación de Berle y Means (1932, 1966),
adelantada en Estados Unidos durante los años treinta con el beneplácito del Consejo para las Cien-
cias Sociales de la Universidad de Columbia, Nueva York. Según estos dos estudiosos, la transforma-
ción entonces en curso del capitalismo norteamericano, que mostraba –al menos en su superficie– el
ascenso y la afirmación de las figuras empresariales por sobre los mismos propietarios de empresa,
estaba determinada por una tendencia natural en la evolución del capitalismo nacional, dominado,
en medida cada vez mayor, por las grandes compañías. La introducción de nuevas y costosas tecno-
logías, y la expansión de regímenes de competencia más despiadados cada vez, habían provocado, en

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


178
efecto, procesos de agregación y selección que solamente permitían la sobrevivencia y el éxito de los
organismos capaces de afrontar las economías de escala. En esos contextos, como es obvio, la figura del
patrón o dueño perdía materialidad, ya que no existía ningún capital privado individual que estuviese
en capacidad de resistir ante aquellos gigantes empresariales. La difusión del accionariado entre esos
colosos favoreció la emergencia de la figura del gerente: un técnico que asume la conducción de la
empresa, en sustitución del propietario, y que por otra parte garantiza la separación entre el interés del
dueño y el interés de la empresa.
Son numerosas las críticas formuladas a esa visión2, pero de particular relevancia son aquellas que
niegan del todo su validez y sostienen que el llamado capitalismo gerencial no ha llegado a ser del
todo una realidad ni siquiera en Estados Unidos. El argumento más persuasivo, a ese respecto, es el
que pone en evidencia el hecho de que los grandes gerentes son, por lo general, también accionistas
destacados de las compañías que dirigen, de manera que resulta imposible separar, por principio, el
interés de la empresa del interés del capital privado (Baran, Sweezy, 1968). Dos breves consideraciones
pueden formularse: a) con frecuencia los gerentes son también propietarios de una ingente –o al menos
suficiente– cuota accionaria que les permite “dictar la ley”, lo que implica, entonces, una difícil dife-
renciación entre ejercicio del poder de mando y propiedad privada; b) el gerente desprovisto de todo
título accionario, y por tanto del derecho de propiedad, está obligado a responder ante alguien por su
propio desempeño. ¿Y ante quién, si no los accionistas? Es decir, ante los propietarios. Quede claro que
la posesión de acciones, por sí misma, no convierte a un hombre en capitalista: ese hombre puede ser
tan solo un ahorrista. Es aquí que opera el engaño de la participación accionaria democrática, cuando
una inversión de ahorros se hace pasar por un título de propiedad con poderes concretos de dirección
y decisión. De ese poder están dotados solamente los grandes accionistas, que frecuentemente llegan,
entre otras cosas, a controlar grupos enteros de accionistas con cuotas reducidas; esto, además, facilita-
do por la enorme dispersión del accionariado “popular”.
Aunque similar en muchos sentidos al estadounidense, el modelo de capitalismo personal-indivi-
dual, que refiere sobre todo al capitalismo británico, es de una naturaleza más personal-familiar. Esa
naturaleza familiar y no gerencial de la propiedad ha llevado en Inglaterra al desarrollo de un sistema
económico y social cerrado, atento, más que nada, a la conservación de privilegios adquiridos. A su
vez, esta situación ha impedido el nacimiento de un sistema gerencial eficiente y competitivo, capaz de
estimular un adecuado desarrollo de la economía británica.
Alemania, en cambio –y de un modo similar el Japón–, le ha dado a su propio desarrollo capitalista
características comunitarias: en ese orden, la empresa está constituida por diversos sujetos económicos,
cada uno de los cuales desempeña su papel en aras de un objetivo común: el desarrollo a largo plazo.
La ganancia inmediata reclamada por los stakeholders estadounidenses es sustituida por un incremento
del valor de la empresa a largo plazo, de manera que la ganancia inmediata es menor, mientras en
contrapartida es mayor la preocupación por una larga vida para la empresa. Parecido al capitalismo
alemán, como ya hemos dicho, es el modelo existente en Japón, que quizá se sostiene más en el sentido
de pertenencia a la “comunidad-nación”. Entre muchos estudiosos, el sistema de estos dos países recibe
el nombre de modelo renano-japonés.
Hay, entonces, países en los cuales resulta más interesante que en otros analizar los modelos operan-
tes de capitalismo, dado que, además de representar las condiciones ya expuestas en áreas territoriales
muy extensas, se caracterizan a veces por el éxito y por la originalidad de los modelos mismos. Entre

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


179
esos modelos, merecen particular atención los sistemas de gestión adoptados en Estados Unidos e
Inglaterra (public company), en Japón y Alemania (empresa consociativa de tipo renano y japonés) y en
Italia (empresa patronal-familiar).
En el modelo anglosajón de capitalismo, las public companies se caracterizan por la fluidez del
capital, ya que los accionistas, para minimizar riesgos, tienden a conservar sus paquetes accionarios
por poco tiempo. El carácter predominantemente especulativo de la inversión, que busca resultados a
corto plazo, hace que sean poco apreciadas las inversiones que no produzcan rendimientos inmediatos.
Está claro que la reducción de la incertidumbre al mínimo, elemento característico de las Public
Companies, tiene como consecuencia principal una menor rentabilidad del capital: los accionistas, en
efecto, enfrentan un riesgo mínimo en sus inversiones, pero también obtienen un retorno muy inferior
al de las inversiones calificadas de alto riesgo. Para suplir esa carencia resulta necesaria la intervención
de gerentes altamente calificados, capaces de asumir la responsabilidad de las inversiones y del uso de
los capitales adquiridos por la empresa.
Es precisamente en ese contexto de “revolución gerencial” que las public companies han caracteri-
zado el mercado. La diferenciación entre quienes poseen el capital y quienes efectivamente ejercen el
control de la empresa es favorecida por la capilarización del capital accionario. Al estar el capital repar-
tido entre una miríada de pequeños accionistas, los consejos de administración se ven imposibilitados
para establecer las líneas de acción; de allí el papel fundamental del gerente, que, desvinculado de la
propiedad de los capitales, condiciona y decide la política de la compañía.
Los objetivos de la alta gerencia, en cualquier modo, tienden al logro de ganancias inmediatas para
así satisfacer las exigencias de rentabilidad planteadas por los accionistas, quienes al final del ejercicio
son los llamados a evaluar el desempeño del gerente y a aprobar o rechazar su continuidad al frente
de la empresa. La consecuencia de esta visión es que el carácter exiguo de las inversiones destinadas al
desarrollo futuro, a la expansión, imprime a estas compañías un cierto grado de rigidez e inmovilidad.
En general, el modelo capitalista anglosajón se ha basado fundamentalmente en el mercado finan-
ciero, en el cual se llevan a cabo, en efecto, fuertes procesos de financiarización de la economía, toda
vez que las finanzas se han convertido en autorreferente. Es justamente en ello que se basan, a su vez,
los procesos de la llamada fase de globalización, mejor definida como competencia global.
De hecho, en esta lógica el capital se desplaza a donde obtiene el mayor rendimiento: se persigue
la ganancia a todo costo y en toda condición. Para ello, se utiliza el trabajo donde este cuesta menos, la
producción se lleva a cabo allí donde menores son los controles sobre el impacto ambiental, se absorbe
el ahorro y se adelanten procesos crecientes de separación respecto a la economía real. Se viene a
crear, de esta manera, una realidad en la que es cada vez mayor la brecha y el desdoblamiento entre
economía real y finanzas; incluso, una realidad en la que las finanzas premian los resultados negativos
de la economía real (como por ejemplo la flexibilización de los salarios y la reducción de la ocupación).
Se trata, en última instancia, de un modelo de capitalismo –y su correspondiente sistema empresa-
rial– que se concreta en una economía financiera fuertemente especulativa, la cual prevalece sobre –y
se lleva a pique– las exigencias de la producción y de la economía real. En ese sistema, globalización
significa dominación del mundo por medio del empleo de un capital especulativo; a través de la
expulsión, fuera del mercado, de las empresas que se demuestren débiles en la exclusiva carrera por
la ganancia; mediante el crecimiento del desempleo y la utilización de un trabajo cada vez más super-
explotado3, todo lo cual se traduce en la ampliación de las bolsas de miseria y de las áreas en que esta

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


180
prevalece en su forma más absoluta. Y esto no solo en las periferias del imperialismo, sino también en
su seno. Piénsese en la manera en que son organizados amplios sectores de los llamados “servicios”, o
de la “producción inmaterial” (¿quién ha visto alguna vez cómo, a qué ritmos y con qué intensidad tra-
bajan los jóvenes informáticos?), o de la “tradicional” producción material en fábricas reestructuradas
ad hoc y conforme a los “principios japoneses”. Todavía hoy, por tanto, sigue siendo central el “tiempo
de trabajo”, y la nuestra es, fundamentalmente, una economía del tiempo de trabajo.
La empresa consociativa, típica del sistema alemán y japonés, se caracteriza –como hemos dicho–
por la tendencia a incrementar su valor a largo plazo, así como por la fuerte presencia de operadores
financieros entre los accionistas y de una alta gerencia. Pero además, se da en ella una estructura
particular de la composición accionaria. Se distinguen, de hecho, un “núcleo duro”, constituido por
los accionistas estables, dueños de la mayor parte del capital, y una multitud de accionistas menores,
que poseen aquella otra parte que efectivamente se transa en el mercado. Los bancos, los inversionistas
financieros y los más fuertes “poseedores de interés”, como los propietarios originales, controlan eleva-
das sumas de capital; no obstante, en este tipo de empresa no hay la posibilidad de que algún accionista
alcance posiciones de mayoría absoluta. Consecuentemente, y en interés del desarrollo y crecimiento
de la compañía, adquiere una importancia fundamental la figura del gerente, que tiene como objetivo
prioritario la maximización del valor de la empresa en una óptica de expansión. Su papel es procurar
una mezcla óptima de crecimiento, rentabilidad del capital invertido y dinamismo del desarrollo en
su conjunto.
Alemania se caracteriza por sus numerosas analogías con el sistema de empresa japonés. En su mo-
delo se producen, en efecto, equilibrios entre accionistas, estructuras públicas y bancos. Sin embargo,
en cuanto concierne a la estructura accionaria, hay que subrayar que en los últimos treinta años se ha
verificado una caída consistente en la presencia de accionistas privados y del sector público, a favor de
una creciente irrupción de las aseguradoras y los bancos.
Rasgo principal del capitalismo alemán es el papel fundamental que desempeña la “banca universal”.
En Alemania, el sistema bancario se caracteriza por la propiedad privada de los bancos y la existencia de
la Hausbank* es decir, por una relación bancaria fundamental y fiduciaria, que nace de la convicción
de que la estabilidad de las relaciones de financiamiento e intercambio cooperativo entre la banca y la
empresa constituye un factor imprescindible para el crecimiento de esta última. Se manifiesta esto en el
conferimiento al sistema bancario, directamente, de importantes tareas específicas en lo que respecta al
mercado de capitales de riesgo, así como en la presencia de directivos del Hausbank en cuestión en los
consejos de vigilancia de la empresa, con la finalidad de reducir las asimetrías informativas y de lograr
una más correcta evaluación de los créditos y de su costo relativo.
Al igual que el japonés, el modelo alemán se caracteriza asimismo por la existencia de un sistema
de “cogestión”. En esencia, significa eso que entre los stakeholders presentes en la gestión se cuentan
también los trabajadores, a través de sus representantes sindicales. En la práctica, la corresponsabilidad
se aplica a través de los sindicatos y de su presencia en el consejo de empresa, en el cual se interpela a
los trabajadores por los asuntos que atañen al personal, y en el consejo de vigilancia, que designa a los
directivos, o sea el o los gerentes responsables de la gestión.
Se determina, de esa manera, una compresión forzada de los conflictos sociales y una ausencia casi
total de conflictos internos en la empresa; el sentido de pertenencia y de cooperación hacen muy fuerte

* (n.t.) Banca de empresas: aquella cuya actividad principal y rentabilidad se basan en la relación con determinadas compañías.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


181
y estable la organización empresarial alemana. Los trabajadores que, como contrapartida de esta “paz
laboral y social”, obtienen en este contexto salarios más elevados y horarios de trabajo más reducidos
con respecto a las medias anglosajonas, demuestran un mayor sentido de “fidelidad” a la empresa, lo
que fortalece la potencia del sistema económico alemán.
A partir de los años ochenta, en Estados Unidos comenzó a plantearse la necesidad de limitar el
excesivo poder de los gerentes. Se busca hacer más estable el accionariado mediante la intervención
de inversionistas también estables, capaces de propiciar una mejor concentración de la propiedad. En
esa perspectiva, se ha producido una disminución del número de inversionistas privados, acompañada
por el nacimiento de las relationship investing: sociedades financieras que obtienen un rol directo en la
gestión de las empresas al adquirir elevadas participaciones accionarias en ellas. Siempre en la óptica
de concentrar la propiedad, se ha pensado en convertir a los gerentes en accionistas, para involucrarlos
más directamente en la suerte de la compañía. Por otra parte, se busca también que los consejos de
administración de las grandes sociedades, además de reunirse más frecuentemente, se manejen
de manera tal que permitan una relación directa con los propietarios, en presencia de solo uno o
máximo dos gerentes.

3. La más importante y evidente limitación que condiciona el proceso de desarrollo real de las em-
presas, así como la recuperación de la competitividad de la economía, está en la estructura misma
del sistema industrial y en la escasa propagación de los factores indispensables para la adquisición de
características éticosociales, incluso en compatibilidad con la economía de mercado.
La estructura de la economía italiana, por ejemplo, está compuesta por un número demasiado
reducido de grandes empresas –en relación con la dimensión real de la economía nacional–, y por
una pluralidad de pequeñas y medianas empresas, cuya dimensión promedio es inferior a la de sus
similares en otros sistemas industriales. Se llega así a entender que la pequeña empresa es una realidad
heterogénea, ya que responde a una diversidad de funciones que le permiten existir en el capitalismo
maduro. Esa configuración empresarial responde a exigencias específicas de reestructuración del capital
internacional y de división internacional del trabajo, así como a modalidades locales del capitalismo
mismo, que en diversas zonas de Italia determinan algunas peculiaridades para un desarrollo explosivo.
Para la pequeña empresa existen, de hecho, mecanismos de sobrevivencia que son comunes bajo los
diversos modelos de capitalismo, pero que además encuentran terreno fértil allí donde el mercado
de trabajo asume dinámicas particulares, como es el caso italiano. Por esto se desarrollan fenómenos
económico-productivos que derivan su importancia no tanto del capital, como de la forma en que se
evalúa la ubicación de Italia en la división internacional del trabajo.
Más allá de lo dimensional, el elemento de mayor debilidad estructural en el sistema industrial
italiano es la naturaleza de las estructuras de la propiedad y su difícil adaptabilidad a las exigencias que
ese mismo sistema plantea actualmente, a los fines de su relanzamiento.
Como es cada vez más frecuente en el mundo occidental –y desde hace algunos años también en los
países de la Europa del Este–, los cambios tecnológicos, la introducción de nuevas técnicas de gestión
empresarial y la especialización de los recursos humanos y financieros, requieren continuas adapta-
ciones en la propiedad del capital. En los últimos años se ha producido una evolución gradual de
los sistemas de propiedad y de gobierno de las empresas, para tratar de equilibrar y minimizar las
perturbaciones que estos modelos conllevan.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


182
En esencia, se asiste a una aproximación progresiva de estos modelos opuestos, el de las public
companies y el de empresas consociativas: mientras el modelo capitalista anglosajón se pone en mar-
cha hacia un accionariado más estable, en el modelo renano-japonés disminuye la incidencia de
las llamadas participaciones cruzadas y tiende a ampliar la participación y la dependencia directa de las
empresas respecto al mercado financiero.

4. En Italia, como lo ha documentado ampliamente la revista Proteo (años 1998 a 2006) a través de
encuestas sobre perfiles locales del desarrollo (que se resumirán de seguidas en sus líneas generales),
la situación que realmente se ha venido a crear es la de una cada vez más efectiva concentración
jerárquica en la gestión y en la propiedad de las empresas. Las formaciones de allí derivadas implican
numerosos problemas; in primis, los relativos a la estabilidad de las decisiones empresariales: Gallino
(2005: 70-71) observa que, al sucederse las generaciones, las grandes familias ven crecer el número de
sus miembros interesados a título diverso en la conducción de la empresa, lo que hace más difícil el
logro de una síntesis cuando no hay delegación en una gerencia autorizada4.
A esta configuración del modelo italiano de capitalismo le resulta funcional la marginalización de
la economía del sur del país y la formación periférica del centro-norte-este (C - N - E), al tiempo que
se mantiene firme el hecho de que en el noroeste (N - O) existe todavía una formación industrial con
características específicas que, por varias décadas, se ha plantado como la dominante en el desarrollo
nacional, tanto en lo territorial como en sus varias articulaciones sectoriales.
Este capitalismo de propiedad concentrada en las manos de grandes familias, por demás dominante
en la economía italiana, se configura como centralista y se basa en una industria caracterizada por
las mayores dimensiones de la empresa, mayor intensidad de capital fijo, mayor uso de tecnologías
modernas y mayor innovación, así como por un carácter más estratégico de la producción, en relación
con los restantes sectores. Sobre esas bases, el N - O ha parecido ser por mucho tiempo la única región
en respetar los términos impuestos por tales parámetros, propios de la economía del capitalismo de
grandes familias, y que, de alguna manera, también ha condicionado y hecho funcional a sus propios
intereses el papel productivo y el peso político de las empresas públicas y de la economía pública en
general, moldeando además todo el territorio circundante a sus propios imperios empresariales (pién-
sese en el ejemplo clásico de Torino).
También el mundo de las pequeñas y medianas empresas (PYME) ha llegado a un momento cru-
cial. En añadidura a las dificultades asociadas con la expansión e intensificación de la competencia, las
PYME italianas enfrentan un importante y fundamental paso generacional que podría resultar decisi-
vo, no solo desde el punto de vista de las estructuras de propiedad, sino también para la organización
y la división del trabajo entre las empresas5.
La condición fundamental para la consolidación del sistema local está entonces signada por varia-
bles como la innovación tecnológica-organizativa, el sistema informativo desarrollado, el recurrimiento
creciente a los recursos inmateriales, pero, sobre todo, por la capacidad de controlar el mercado de tra-
bajo, de desregularizar y precarizar las relaciones de trabajo, y por la flexibilidad de las remuneraciones.
En otras palabras: por formas de regulación social compatibles con la nueva estructura productiva, que
expulsen y marginen a los sujetos sociales no homologables, conflictivos y no compatibles. Y entonces
el modelo de desarrollo local se adapta, se transforma en una multiplicidad de variantes locales, en el
intento de plegar por cualquier forma la “resistencia” de la fuerza de trabajo y de los sujetos sociales.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


183
Al contrario de lo que ocurre en otros sistemas de PYME, las italianas son típicas empresas en las
que propiedad y control coinciden en las mismas manos. Esta característica no representa, por supues-
to, una limitación en sí misma: puede llegar al serlo en el momento en que, frente a una transición
generacional, el control familiar no encuentre continuidad y, por tanto, la propiedad sea puesta en
discusión.
Cuando estas dificultades golpean empresas fuertemente integradas en el seno de distritos indus-
triales, como ocurre con frecuencia en Italia, entonces los efectos de la transición pueden extenderse,
incluso, a las organización de la producción y a la división del trabajo entre las empresas, para provocar
el fraccionamiento de dichos distritos y la consiguiente pérdida de las economías asociadas a ese parti-
cular tipo de organización productiva.
En cualquier caso, el modelo italiano asume todavía como recurso principal las nuevas formas del
distrito industrial y de la economía de signo local. Eso significa especialización de las estructuras y de la
fuerza de trabajo en el seno de redes de empresas en continua transformación, cuya actividad se reparte
en múltiples localizaciones y se cumple bajo estructuras dinámicas y cambiantes. Al mismo tiempo, se
recurre masivamente a la flexibilidad salarial, a la intensificación de los ritmos y a la acentuada división
del trabajo, todo lo cual empuja a la precarización y a la negación de los derechos sindicales. Se arriba
así al surgimiento de nuevos sujetos locales del trabajo, frecuentemente en los márgenes del sistema pro-
ductivo oficial, que realizan labores subpagadas, trabajo “en negro”, y que, para garantizarse un míni-
mo ingreso, se ven obligados a aceptar condiciones cualitativas de trabajo típicas de comienzos de siglo.
Más allá de esas limitaciones y de los elementos estructurales, el crecimiento del sistema industrial
italiano está seriamente amenazado por la escasa propagación de los factores indispensables para un
desarrollo equilibrado y socioambientalmente compatible. Resalta en ese sentido, en primer lugar, la
ausencia misma de reglas de competencia en el mercado, todavía hoy falseadas por vínculos de corrup-
ción con estructuras institucionales y con el sistema político-partidista, en lo que es mejor conocido
como “sistema tangentopoli”6.
Además de contribuir a alimentar el proceso inflacionario, la falta de competencia en el mercado no
incentiva a las empresas a procurar innovaciones o una mejor calidad en sus productos y servicios. A
ninguno de estos problemas, entre otros que amenazan la competitividad de la industria italiana, se les
ha querido nunca resolver, ni aun en parte, mediante una acción de gobierno de la industria, es decir,
una política industrial que debería estar acompañada por una eficaz política de competencia, todo ello
unido al nuevo papel, no clientelar ni asistencial, de un Estado intervencionista y empleador.
Aun aceptando por un momento las reglas liberales de mercado, la industria italiana habría nece-
sitado, para poder adquirir una mayor competitividad, no solo un más elevado nivel de eficiencia en
los mercados de factores productivos y de servicios, sino también un desarrollo y un reglamento de
control estatal del mercado de derechos de propiedad, al mismo tiempo que la fijación de nuevas reglas
redistributivas del valor, pero sobre todo de la riqueza, del nuevo patrimonio de la empresa.
En el momento en que la Comisión de la Comunidad Europea volvió a hablar de política industrial
–luego de que el término hubiera entrado casi en desuso–, en Italia no se comprendió la importancia
y necesidad de una acción de gobierno de la industria, ni la propuesta de un modelo de desarrollo
diferente y moderno, basado también en un papel productivo y estratégico de la empresa pública.
Para la reapertura de un debate sobre los procesos de transformación de la economía y la sociedad,
la reflexión habría tenido que partir de una primera fase de estudio, de profundización científica,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


184
dirigida a clasificar la economía y las modalidades de desarrollo de un territorio, de un área económico-
geográfica, según las características de las unidades productivas allí localizadas, y así llegar, consecuen-
temente, a identificar la forma que espacialmente asumen la distribución y la interdependencia de las
actividades productivas. Habría tenido que verificar, luego, si surgían especializaciones económicas
capaces de generar modificaciones en el mercado de trabajo, en las tipologías de trabajo, en el tejido
social, en la cantidad y calidad de los recursos humanos expulsados o puestos al margen del nuevo
ordenamiento socioproductivo que se estaba definiendo.
Siguiendo ese enfoque, una economía pública apropiada, articulada y orientada, incluso de carácter
local, puede hacer que un determinado territorio adquiera nuevos rasgos sobre los cuales poner en
marcha un desarrollo socialmente compatible, a partir de las nuevas características sociales y demográ-
ficas de su población residente. Para hacerlo, hay que saber identificar la forma que pueden asumir las
empresas públicas en una economía tercerizada y, en algunas fases, lugares y sectores, con caracteres
posfordistas; como también cuáles grupos sociales y en cuáles condiciones socioeconómicas estarían en
capacidad de contraformar una economía pública diferente, comprehensiva y eficiente, de contenido
y valor social.
Y de allí, una cierta conformación también social del desarrollo, como, al menos en parte, fue
anteriormente propio de la fábrica y en esta se identificaba y organizaba.
En cambio, nunca más se ha elaborado alguna propuesta seria y alternativa de desarrollo. Tras haber
eliminado la anomalía que representó el Ministerio de la Participación Estatal, se cometió el error de
duplicar nuevamente la política industrial con dos ministerios, el de la Industria y el del Tesoro, que se
hizo cargo del proceso de privatización.
Solo a través de una ampliación de las bases de las grandes empresas públicas y del reforzamiento
del tejido de las PYME, en el marco de una economía pública equilibrada y eficiente, habría podido
la industria italiana remprender la carrera y recuperar aquellos márgenes de competitividad con carac-
terísticas también sociales. Era importante para el país la recuperación tecnológica en sectores tradi-
cionales, al igual que lo era aprovechar la adaptabilidad a las exigencias y alternativas que se presentan
de tanto en tanto, como solamente es posible con un Gobierno serio, orientador del desarrollo, que
no puede prescindir de la fundamental presencia pública en los servicios esenciales y en los sectores
estratégicos de la economía.
Era necesario entender el nexo indisoluble entre los cambios en los lineamientos del desarrollo y el
papel local y central de la industria pública (y de la economía pública, en general). Por el contrario, se
mantiene el viejo modo de entender y hacer política industrial: la industria tradicional (de producción
estandarizada) es ubicada y utilizada en las áreas periféricas, con bajo costo del trabajo y baja conflic-
tividad, elevando así los niveles de precariedad social; mientras que con la industria innovadora (de
producción creativa), asentada en las áreas centrales, con un mercado de trabajo altamente especializa-
do, se impulsa y determina una suerte de aristocracia salarial, convirtiendo así en marginales a los otros
sujetos económicos del trabajo. Piénsese en los empleados públicos, en los artesanos, en los pequeños
comerciantes, en los que desempeñan trabajos precarios, en los subocupados, en la creciente masa de
desocupación abierta o más o menos oculta, hasta llegar a las áreas cada vez más densas de expulsión y
completa marginalización productiva y social, carentes de toda forma de ingreso.
Si la primera fase del llamado paso al posfordismo consistió en la introducción masiva de tecnología
del tipo labour-saving, en la drástica reducción del personal de planta y en la destrucción de toda

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


185
forma de contrapoder obrero en los lugares de trabajo, en la siguiente se procede a desestructurar
la relación laboral misma, alterando el esquema establecido de la unidad de tiempo, lugar y acción
que caracterizaba la producción en masa. Se generalizan entonces los contratos atípicos: a término, a
tiempo parcial, de formación-trabajo, los trabajos socialmente útiles, el trabajo “gris” y “negro”, todos
caracterizados por la precariedad y por el redimensionamiento de los derechos y de la flexibilidad del
vivir social.
Simultáneamente cambia la forma misma de la empresa, que se vuelve descentralizada, desloca-
lizada y externalizada en su producción, mientras se refuerzan los nexos organizativos internos y de
red. Continúa así la tendencia de nuestro esquema productivo a la tercerización, muchas veces lograda
mediante la flexibilización del trabajo y de la remuneración.
El proceso de reestructuración y redefinición del modelo italiano de capitalismo se desarrolla según
las nuevas lógicas interpretativas del neoliberalismo: nuevos instrumentos de análisis económico que
se ciñen al enfoque de la globalización neoliberal o, para decirlo mejor, a las reglas de la competencia
global entre países y entre áreas económicas. Estos procesos de transformación crean nuevos sujetos
económicos: precarios, no protegidos y frecuentemente ni aun considerados, ya que lo predominante
es la cultura de la compatibilidad industrial.
Es importante, en todo caso, interpretar la evolución del modelo de desarrollo considerando tam-
bién el tercer agregado en su repartición territorial y social, ya que ello confirma la superación tanto de
la vieja concepción del “dualismo industrial” como la del desarrollo económico basado en el llamado
modelo de “piel de leopardo”, aun si esta última hipótesis, caracterizada por mil localismos sin deno-
minador común alguno, no tiene ya confirmación posible.

5. Dentro de la situación que genera en Italia el sistema de gestión empresarial que algunos estudiosos
llaman “patronal”, se hacen presentes serias limitaciones financieras: antes de efectuar inversiones,
la gerencia debe considerar los recursos inmediatamente disponibles, a menos que esté dispuesta a
incurrir en fuertes endeudamientos. Hay, además, limitaciones económicas: un alto costo del capital,
debido a las exiguas posibilidades que tienen los accionistas de diversificar su propio portafolios de
inversiones. Finalmente, a menudo es poca la profesionalidad de la clase gerencial, en tanto que los
cambios en su conducción siguen lógicas dinásticas, político-clientelares y no profesionales.
Por otra parte, los objetivos de rentabilidad a corto plazo se han traducido en escasez de inversión
en desarrollo tecnológico y, por tanto, en una limitada competitividad de las empresas italianas frente
a las europeas en general.
La empresa familiar siempre ha frenado el desarrollo de la cultura gerencial y, con ello, su propio de-
sarrollo competitivo; ocurre así porque el pasar de manos, como herencia, no presupone continuidad
en esos desarrollos. Una compañía con fines de lucro no puede fundarse en factores de continuidad
genética, sino que debe dotarse de una gerencia activa, dinámica, capaz de promover estrategias efi-
cientes. La familia patronal ha condicionado siempre la vida toda de la empresa y no es de extrañar que
casi nunca logre actuar en sintonía con los gerentes.
En ese contexto, la intervención del Estado se hizo fundamental –y hasta indispensable– para el
capitalismo italiano y aun para las diversas modalidades de desarrollo equilibrado de la economía en
el país. Fue eso lo que permitió implementar aquel modelo de “economía mixta” que pudo compensar
las ineficiencias estructurales típicas del capitalismo familiar italiano y, al mismo tiempo, garantizar

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


186
una mínima salvaguarda de los intereses colectivos que ese mismo modelo, de características oligopó-
licas, habría, sin duda, descuidado y oprimido.
Desde la perspectiva de esos propósitos –salvar a las empresas más débiles, incapaces de resistir el
impacto oligopólico de las grandes familias y, simultáneamente, evitar la conformación de monopolios
en los sectores económicos estratégicos del país–, se entiende el papel fundamental e irrenunciable que
asumieran el ENI, el ENEL y el EFIM**.
Para comprender mejor la importancia de estos entes de gestión estatal, baste recordar que durante
el decenio 1971-1981 se ubicaron los tres, en términos de empleo, entre los diez grupos industriales
más importantes de Italia.
En los años setenta esa importancia estuvo en continuo crecimiento, sobre todo en lo referente a
contener la crisis que golpeaba a la mayor parte de las empresas privadas, así como a la voluntad de
concentrar los esfuerzos públicos en favor de las deprimidas áreas del sur o mezzogiorno. No hay más
que reflexionar acerca de la fuerte incidencia de las inversiones en las participaciones estatales y su
concentración en el sur de Italia. Por ejemplo, sobre el alto porcentaje que ello representó, respecto al
total de inversiones realizadas en 1971 y 1972 por los mencionados entes.
En esas circunstancias, y hasta el inicio de los años ochenta, el único accionista de dichos entes
fue el Estado; el capital social, llamado fondo de gestión, financiaba las sociedades de participación
estatal a través de la compra de acciones o mediante la concesión de préstamos. La masiva cantidad de
inversiones realizadas por estos entes en el curso de los años, llevó no pocas veces a una insuficiencia
del mencionado fondo que, aunque resulta por medio de la emisión de obligaciones o con préstamos
bancarios, condujo a largo plazo a una situación de subcapitalización y al crecimiento de la relación
entre endeudamiento y facturación.
Se llegó así a una dependencia cada vez mayor respecto a los flujos de transferencia monetaria por
parte del Ministerio del Tesoro y, por tanto, a un debilitamiento de la autonomía operativa de los entes
de gestión.
La gestión de empresas, realizada en Italia siempre en interés de unos pocos sujetos económicos,
está llegando seguramente a una declinación –sobre todo en el nivel nacional– como resultado de las
estrategias de globalización financiera y de competencia global del capitalismo internacional. El capita-
lismo italiano no ha sido capaz de construir empresas de nuevas características, dotadas de dinamismo,
de autonomía, con facilidad de acceso al financiamiento y, más que nada, que no sean manejadas desde
estrechos vértices, sino por una variedad de actores económicos.
En Italia parece estar en curso un intento de adaptación al modelo de desarrollo del capitalismo
anglosajón, más que al sistema renano. La escogencia no está necesariamente relacionada con el refe-
rente financiero respectivo: el mercado bursátil, en el caso del modelo anglosajón, y el vínculo banca-
empresa para el renano-japonés. La decisión se juega más bien en las diferencias de interpretación de
las funciones del Estado social, del sistema de solidaridades, de las garantías sociales. En el panorama
económico-financiero italiano parece asomar una tesis de liberalismo salvaje, poco preocupado por
las compatibilidades sociopolíticas del modelo de desarrollo económico, en el cual se querría otorgar
progresivamente más espacio a los procesos de financiarización de la economía. Una financiarización
cada vez más virtual y ligada a las lógicas de los grandes potentados financieros internacionales.

** (n.t.) Los entes nacionales de hidrocarburos, de energía eléctrica y de financiamiento a las industrias manufactureras,
respectivamente.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


187
6. En el profit State, la centralidad de la empresa se constituye para todas las instituciones en un factor
de determinación política, social y económica que, a través de procesos de completa reestructuración
económica e institucional –característicos de la época–, reafirma el ataque contra las condiciones de
vida de los trabajadores y de los segmentos más débiles de la sociedad. Se convierte, además, en un
intento por romper la unidad de clase para provocar y consolidar en la sociedad procesos de cambio
sujetos a una lógica individualizante y solipsista, con el declarado propósito de instituir un pacto social
omnímodo que, afincado en el consociativismo, aniquile toda forma de antagonismo y conflictividad.
La crisis del Estado social es manifestación de una crisis general: la de la formación política y social
a través de la cual el Occidente capitalista desarrolló una cierta relación entre momento productivo
y momento social. La creciente internacionalización de los flujos financieros, primero, y después la
ampliación del proceso de desindustrialización de los países occidentales, ha hecho que las condiciones
económicas –y las políticas económicas– de cada país en particular tengan escasa incidencia en los
mecanismos de acumulación, cada vez más globales y flexibles.
Desde ese punto de vista, el proceso de internacionalización de la economía mundial transcurre
en los cauces de un profit State global, fundamentado en una división del trabajo que lleva a los países
occidentales a detentar, en concentraciones cada vez mayores, el poder financiero y tecnológico y el
control de los flujos comerciales, lo que les permite someter a sus contrapartes en el Tercer Mundo.
Resulta así más fácil globalizar también la cultura del “desastre mundial” que se produciría de no ser
aceptadas las recetas del neoliberalismo: la cultura del mercado salvaje se convierte en “salvación de la
humanidad”, ya que pareciera estar siempre a punto de producirse, en la economía internacional, una
debacle que arrastraría incluso a los países occidentales a niveles de pobreza absoluta. Con ese mensaje
se pone en marcha un terrorismo social que es perfectamente funcional a los planes de reestructuración
del capital y a su redefinición de las áreas de influencia; un mensaje que han hecho suyo, incluso,
Gobiernos de centro-izquierda, como también algunos antiguos líderes de lo que hoy, en forma de
degeneración, queda del socialismo reformista, que han terminado por asumir el capitalismo como
última posibilidad de gobierno de la humanidad.

7. En el contexto de la financiarización de la economía, la comunicación asume connotaciones cada


vez más financieras. En el modelo anglosajón, se trata de una comunicación que se orienta más a la
adquisición y reforzamiento de la estructura accionaria, a la recuperación de recursos de capital de
riesgo mediante la ampliación del accionariado difuso; en el modelo renano-japonés, en cambio, está
más dirigida a reforzar e involucrar a los financistas externos en el largo plazo7.
En ambos modelos se toma en cuenta que, en general, la comunicación financiera desviante tiene
un fuerte valor informativo de carácter social. Se trata de una información atenta a todos los procesos
comunicacionales que, de alguna manera, permiten no solo ejercer directa influencia, por ejemplo,
en el precio de las acciones emitidas por la empresa, sino también, en clave indirecta, de conducir a
todos los sujetos de un territorio hacia la financiarización de la economía. Se provoca así un impulso,
incluso por parte de las clases populares, a la subscripción de acciones y títulos, como parte de un falso
e ilusorio accionariado popular que lleva al sujeto a sentirse “dueño de casa” hasta en la misma empresa
que explota su trabajo y le extrae plusvalía.
De hecho, el principal objetivo de la comunicación financiera desviante es involucrar a los estra-
tos populares, a los pequeños ahorristas, en calidad de operadores económicos fundamentales, con

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


188
supuesta capacidad de incidir en la evolución y los cambios de toda la estructura financiera de la
empresa y en el desempeño de los títulos que conservan en sus propios portafolios, todo ello en clave
útil, se entiende, al gran capital en esa su fase económico-bursátil.
Lo que varía en la nueva sociedad globalizada no es solamente la modalidad de ejecución de los
procesos productivos, sino el modo mismo de ser y presentarse del sistema empresa y, sobre todo,
la coordinación de las tareas, el modelo que se establece para la toma de decisiones y su posición y
función en la nueva estructura organizativa del trabajo y de lo social, en general8.
La formación de los trabajadores, el modo de decidir y de imponer el consenso social y los proce-
sos comunicacionales desviantes que le son propios, constituyen, pues, problemas complejos que de
manera específica afronta la fábrica social generalizada, las instituciones del poder administrativo. Posi-
blemente no exista todavía hoy una base suficiente de investigaciones empíricas que permita ofrecer –si
es que alguna vez ello es posible– un cuadro representativo de estos procesos.
Se puede, sin embargo, ofrecer instrumentos para comenzar a identificar algunas de las modalida-
des de escogencia del sistema informativo conectado con la adaptación activa, con la flexibilidad, con
la competencia global, con los cada vez más intensos procesos de aceptación de las compatibilidades
y lógicas de la empresa. Tales procesos pueden jugar un papel extremadamente importante en los
resultados –en el éxito, en la falta de éxito y muchas veces también en los fracasos– de un nuevo modo
de entender y de hacer vivir el sistema de relaciones sociales y políticas a los trabajadores todos, los
ocupados y los no ocupados, y en general al macrosistema ambiental.
Sigue siendo cierto, por otra parte, que los hechos, problemas y procesos sociales fundados en las
lógicas de la empresa y en los modelos decisionales del neoliberalismo son, en diversa medida, inter-
dependientes. Los problemas son siempre interpretados por hombres e instituciones, por intelectuales
que han aceptado convertirse en instrumento del totalitarismo neoliberal, en condición de expertos
empresariales. Ellos interpretan y actúan en y sobre el cuerpo social con un enfoque propagandístico,
difusor de la cultura del capital, utilizando un lenguaje y una cultura de tipo empresarial. Ni uno ni
otra son nunca “objetivos”: las decisiones dependen siempre del sujeto transmisor y evaluador. Se
concluye que los juicios de valor no revelan otra cosa que una “relación” entre el sistema-sujeto y el
sistema-objeto en lo que respecta al proceso decisorio.
En consecuencia, la definición de los problemas y las decisiones conexas dependen de la percepción
global de cada uno de los sujetos que toman las decisiones, siempre dentro de su propia experiencia.
De igual manera, el grado de acuerdo entre diversas personas, sobre un determinado problema, de-
pende de qué tanto compartan una misma “visión del mundo”; en este caso, homologada al dominio
tecnosocial de un capitalismo cada vez más centrado en las exigencias, las lógicas y la cultura de
la empresa.
La idea de fondo es que no basta con trabajar sobre las actitudes en sí mismas –aun si puede ser
ese, a corto plazo, un método útil–, sino que es preciso remover las causas por las que se establecen
actitudes negativas y promover, en cambio, aquellas que permiten instaurar posturas positivas hacia la
cultura de empresa en el cuerpo social, por parte de los trabajadores y de todos, bajo un modelo fuerte,
comprehensivo, de concertación y consociativismo. Es este un ámbito de totalitarismo que impone la
cultura y los valores de la empresa como único referente en los procesos comunicacionales y decisorios,
que así devienen en un modo del vivir social en el imperio del capital.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


189
8. Estas nuevas modalidades de determinación del valor empresarial reflejan el carácter social de la
producción, como lo sostuvo Marx mucho tiempo atrás:

la forma mercancía (…) proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de estos como si fuese
un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos,
y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la
sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores
(1978a, tomo I: cap. I).

En efecto, fijarle un precio al capital de relaciones, organizativas o humanas, con un reflejo in-
mediato en la valoración financiera de la empresa, equivale a atribuirles un potencial de rendimiento
ampliado como consecuencia de la mera forma empresarial, del proceso concreto de valoración del
capital. El capitalismo ya ha transformado en mercancía la capacidad de generar valor (la fuerza de
trabajo) y la expresión monetaria del valor (el dinero). Hoy, el propio proceso social de organización
de la producción, la forma que reviste el proceso de valorización del capital –es decir, la empresa–, se
convierte igualmente en mercancía, valor que se valora, expresión de la riqueza social capitalista, que
adopta siempre la forma de una “ingente acumulación de mercancías”, a la cual se incorpora ahora el
mismo instrumento de producción de mercancías, el capital social en marcha, la empresa.
Las empresas socialmente difundidas en el sistema territorial apuntan hoy a sujetos económicos
cada vez más complejos, consumidores expertos e informados, atentos no solo al precio de los pro-
ductos sino también, y sobre todo, a los servicios que ofrecen, a la calidad y a los valores intangibles
contenidos en el producto, pero que al mismo tiempo se hacen más susceptibles, de hecho, a los
procesos de homologación conductual, a los imperativos y a las lógicas competitivas y meritocráticas
de la empresa, de la ganancia, del mercado. En consecuencia, la fábrica social generalizada debe, en
esencia, alcanzar una posición estratégica definida, de largo aliento, desde la cual transferir su propio
perfil de marca, de imagen, de cultura, para llegar a adquirir el consenso de producto, pero sobre todo
de comportamiento valorativo de un vasto número de consumidores.
En el desempeño de su función productiva –que en todo caso tiene siempre por objetivo principal
la creación de valor económico–, las empresas se están orientando de manera creciente hacia proyectos
estratégicos de exaltación de la calidad, del capital humano, de los valores intangibles de compor-
tamiento y, por tanto, de la comunicación desviante. Esta última se convierte en recurso intangible
estratégico, irrenunciable, para la expansión del sistema empresa, para la afirmación del mensaje social
y, en consecuencia, para los procesos de acumulación flexible, que necesitan de continuos recortes en
la ocupación y ahondan la demanda social de trabajo, de cultura, de bienes, de tiempo liberado del
trabajo.
Si a esto se añade el nuevo tipo de distribución de la economía posfordista, caracterizada más por la
producción de servicios y de información que por la simple distribución física de productos, se puede
entender que ya las empresas no contemplen el área de ventas sino como simple medio de guerra
comercial-comunicacional: como primer eslabón en la cadena decisional enfilada hacia los clientes y
dirigida a imponer las reglas de la competitividad del mercado en todo el cuerpo social.
Los consumidores son inducidos a ver el producto desde una perspectiva distinta: quieren siempre
encontrar alguna nueva línea, su atención se desplaza del producto-mercancía a su contenido en tér-
minos de servicio, de recurso inmaterial. En ese sentido, el punto de venta, en sí mismo, se convierte

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en dispensador de servicios y de comunicación del modelo de vida deseado por el capitalismo, y es solo
posteriormente que se configura en mercancía-sustancia.
En la práctica, el producto se hace protagonista, ya que se propone como punto de referencia de
la iniciativa empresarial en lo que respecta al vivir social. Asimismo, se sintoniza con las tendencias en
curso del modelo capitalista de referencia, en tanto que constituye no solo un objeto de consumo, sino
un portador de “valores generalizados” que tienen por fin, con frecuencia cada vez mayor, los procesos
de acumulación flexible basados en el capital intangible. Este nuevo tipo de producto debe saber
imponer las tendencias socioculturales que penetran en los estratos más diversos de la sociedad, para
así poder sumar los múltiples tipos de consumidores, de individuos sociales en general, a un proyecto
de consenso en torno a la empresa y a los modelos valorativos del mercado y de la ganancia, todo
ello a través de una guerra comercial definida por la comunicación estratégica desviante. Una guerra
comercial comunicacional, en cuanto comunicación del modo de producir, de distribuir, de consumir,
de vivir en el imperio del capital.
De cualquier modo, la nueva tecnología influye, desde una óptica de control generalizado, en la
sociedad que se está formando; sociedad en la que estarán presentes, de manera creciente y masiva, el
comercio electrónico, el teletrabajo, la telemedicina, etcétera Elementos que condicionarán, segura-
mente, no solo el mercado de trabajo y el de consumo, sino el vivir social en su conjunto, el modo de
ser del sujeto en el territorio.
De todo lo anterior se desprende que el modo más eficaz de expandir y conquistar una red es dis-
poner de información lo más rápidamente posible. Se tornan por eso esenciales los recursos relativos al
uso, en términos productivos, del capital intelectual: es la guerra capitalista por la homologación y la
conquista de las mentes, por la transformación de los hombres y de las mentes en factores del capital.

9. Está claro, en todo caso, que la revolución de la información ha influido en la gestión de la lógi-
ca y de las necesidades empresariales de capital intelectual, sea este el de carácter más humano o el
estructural; actualmente se le ha dado prioridad al desarrollo del primero, por ser más rentable. Sin
embargo, esto ha creado problemas para el capital humano, que se ha visto impelido a perseguir su
homologación en el eficientismo empresarial para poder mantenerse en el mercado, sometiéndose así
completamente al imperio del capital y obligándose a vender “inteligencias” adecuadas a los tiempos
cada vez más veloces del ciclo productivo capitalista.
Se puede decir, entonces, que el capital intelectual, humano y estructural, está constituido por todos
los conocimientos, informaciones y experiencias capaces de crear nueva riqueza. Se trata, en esencia,
de elementos del capital humano y de la abstracción, de nuevos recursos humanos y no tangibles, que
en estas últimas décadas adquieren importancia creciente en razón de estrategias de diferenciación
para la competencia global. Estrategias que se llevan a cabo porque los procesos productivos acusan
los efectos de todos los progresos obtenidos en el campo de la información, de la comunicación y del
conocimiento.
¿Pero dónde encontrar el capital humano de la empresa? Suele buscársele entre las personas que
componen el sistema empresa, entre las estructuras empresariales y entre los clientes. Hay entonces tres
tipos de capital intelectual: el humano, el estructural y el de los clientes.
El capital intelectual humano está representado por todas las capacidades de las personas que actúan
en función de las lógicas de la empresa y que son capaces de ofrecer soluciones para las necesidades
empresariales:

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


191
el capital humano (…) es el lugar donde se inician todas las escalas: la fuente de la innovación, la
home page de la intuición. Si el capital intelectual es un árbol (…) los seres humanos son la savia (…)
que lo hace crecer. El dinero habla, pero no piensa; las máquinas cumplen, ejecutan, con frecuencia
mejor que cuanto pueda hacerlo un ser humano, pero no inventan (Stewart, 1999: 136).

Para atrapar lo mejor del capital intelectual humano, es necesario reducir lo más posible los trabajos
que no requieren razonamientos. Un obrero que trabaja ocho horas al día en una cadena de montaje,
no aporta en ese sentido nada realmente útil a la empresa, pues, para empezar, no externaliza nada de
lo que conoce o podría conocer. El capital humano se hace mentalmente disponible solo al asumir la
forma de capital intelectual humano homologado a los paradigmas del imperio del capital.
Relevante, para esta nueva función del capital intelectual humano, es la capacidad de hacerse “por-
tador calificado” de la comunicación nómada desviante, que podrá así difundirse mejor en el territorio
e impulsar en la empresa flujos informativos de entrada y salida dirigidos al consenso social. De esta
manera, el bagaje de experiencias de ciertos hombres de cultura, de aquellos que son tradicionalmente
sensibles a las sirenas del poder, se transforma en patrimonio empresarial, en acumulación flexible, pa-
ra recibir y distribuir en el cuerpo social, a los exclusivos fines de la empresa, el recurso información,
para destruir las oportunidades creativas e innovadoras presentes en ese cuerpo.
Impulsado, pues, por el sometimiento a las lógicas de la ganancia sobre el capital intelectual huma-
no, el aumento del valor patrimonial de la empresa halla a su vez correspondencia en un incremento
de su valor social. Un incremento capaz de enriquecer y caracterizar los procesos de desarrollo de
todo el sistema económico, al exportar exclusivamente cultura empresarial a todo el territorio y al
enriquecer en particular, cualitativamente, la función cultural de la empresa, a través de la adquisición
de flujos informativos dirigidos a ejercer control sobre la complejidad y turbulencia del ambiente
socioeconómico.
De hecho, la función empresarial es así gobierno de lo diversificado, de lo multiforme, ya que, al
difundirse en el territorio, crea imágenes y consenso dentro y fuera de la empresa y aumenta su valor
prospectivo, sea en términos de capital intangible y de capital intelectual humano, o de posterior
retorno como capital material y financiero. Finalmente, incrementa de esta manera los procesos de
acumulación flexible9.

2. Aspectos particulares y determinación contable del autofinanciamiento

2.1. Dinámicas, valores y valoraciones de la empresa


1. Todo proceso conductual y relacional se ve hoy determinado en función del nuevo modelo econó-
mico-social neoliberal, a su vez sustentado en una institución que ha devenido ya en divinidad social:
la empresa. Y es solo a partir de los diferentes sistemas de empresa propuestos por las distintas formas
de capitalismo y de sus interrelaciones con el macrosistema ambiental en su conjunto (accionistas,
bancos, financistas varios, gerentes, trabajadores, Administración Pública, clientes, proveedores, ins-
tituciones, etcétera), que se puede realmente entender el alcance efectivo del choque que se viene
produciendo entre los diversos componentes del “liberalismo global”.
Todo modelo de empresa es fruto de las condiciones económicas, de la historia, de las tradiciones
y de la cultura del país en el que actúa. Por tanto, la finalidad de todas ellas –la creación de valor

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


192
económico, el incremento de su propio valor por medio del proceso de acumulación, en sus diversas
formas– puede ser alcanzada a través de diferentes modalidades de desempeño y objetivos de gestión,
que, naturalmente, cambian en el curso del tiempo y deben tomar en consideración los aspectos
económico-competitivos, culturales, tecnológicos, conflictivos y sociopolíticos.
El control de una compañía, la facultad de tomar las decisiones estratégicas y operativas funda-
mentales, son elementos que dependen de las posiciones que asuman los operadores económicos.
Varía esto desde el control típico de las public companies del modelo anglosajón, en el que los objetivos
son establecidos por el vértice, hasta la situación opuesta en el modelo germano-japonés, en el cual
la función de la gerencia es sobre todo de mediación, y su tarea es diseñar y ejecutar estrategias cuya
decisión incumbe a los varios componentes de la empresa.
En los últimos años se viene verificando una evolución gradual en los sistemas de gobierno de las
empresas, para tratar de equilibrar y minimizar los inconvenientes que estos modelos presentan. Se
asiste, en esencia, a un acercamiento progresivo de esos modelos opuestos, el de las public companies y
el de las empresas consociativas. Mientras en Estados Unidos se inicia un movimiento hacia un accio-
nariado más estable, en Japón disminuye la incidencia de los cruces accionarios y se tiende a ampliar la
participación y la dependencia del mercado financiero. Ocurre que el modelo anglosajón, concebido
sobre principios mucho menos igualitarios –y entre los que, antes bien, predominan la agresividad,
el individualismo y el darwinismo económico–, se está difundiendo cada vez más, no obstante las
evidentes injusticias socioeconómicas que implica, a expensas de las clases sociales más desfavorecidas.

2. Son diversos los métodos utilizados por las diferentes disciplinas económico-empresariales para
valorar las inversiones de la empresa y para considerar a esta misma como “inversión”, como proceso
continuo de acumulación10.
Mediante el conjunto de recursos informativos sobre los que se apoyan los procesos decisorios en
este ámbito, resulta posible estimar la cantidad y calidad de las operaciones de las que es preciso partir
para implementar nuevas formas de inversión. Al momento de emprender cualquier nuevo proyecto,
deben estar ya bastante claros los procedimientos evaluativos de su rentabilidad y sus potenciales
caídas en el curso de los procesos globales de acumulación de capital. La solución de ese problema
puede provenir de aproximaciones de naturaleza subjetiva, basadas en valoraciones intuitivas que
inmediatamente se traducen en momentos decisorios, o ser resultado de metodologías de carácter
objetivo, con explícita estimación cuantitativa de los costos y beneficios de toda la inversión, incluido
el retorno esperado. En otras palabras, se trata –a los fines de los procesos decisorios de inversión– de
procedimientos de acción basados en la medición real de los procesos de acumulación vinculados con
la rentabilidad global y la inversión misma11.
Hasta no hace muchos años, los modelos decisorios eran esencialmente derivados de la contabili-
dad de gestión –es decir, de los valores inscritos en balance–, y había una fuerte correlación entre la
dimensión de la compañía y la capacidad de crear valor a través de procesos de acumulación basados en
inversiones materiales, de lo cual derivaban ventajas competitivas las grandes empresas, en relación con
las pequeñas. Hoy, en cambio, una de las tareas más marcadamente estratégicas que cumple la gerencia
posfordista es la de conocer y aumentar el valor de la compañía mediante procesos de acumulación
flexible sustentados en recursos inmateriales, lo que le permite cumplir una gestión eficiente en medio
de condicionamientos mayores, derivados de una desenfrenada competencia. La turbulencia misma

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


193
de los mercados y la desintegración de los viejos modelos de acumulación y de inversión, impulsan
a la alta gerencia posfordista a reexaminar las decisiones de carácter estratégico, e influencian cada
vez más los modelos relativos a la creación y distribución del valor empresarial mediante formas de
acumulación de capital intangible.
A diferencia del pasado, hoy se difunden también entre las pequeñas y medianas empresas los
elementos que más fuertemente impulsan e influencian las decisiones empresariales de carácter es-
tratégico, como la disponibilidad de –y la especulación con– factores de capital financiero, el recurso
humano calificado, los procesos de deslocalización productiva y la externalización de algunas fases de
su ciclo, en busca siempre de costos cada vez menores del trabajo, de disponibilidad de infraestructuras
y servicios de alta calidad y de valorización de la información, de la comunicación y de todos los
recursos del capital inmaterial.

3. Se arriba así a una nueva manera de concebir la inversión, a una acumulación flexible creciente-
mente basada en aspectos financieros y en la inversión sobre activos fijos inmateriales, más allá de las
dimensiones de la empresa.
Si bien se asiste, en efecto, a una disminución significativa de esas dimensiones, también es evidente
un proceso cada vez más intenso de globalización de la economía en sentido financiero, y particu-
larmente bajo formas flexibles de acumulación macroeconómica y empresarial, con importantes y
decisivas consecuencias sobre los modelos estratégicos, societarios y sectoriales que se adoptan para
hacer frente a las circunstancias –siempre nuevas– que se presentan en la competencia capitalista
internacional.
Todo ello crea situaciones particulares que van a influir y modificar también los sistemas de valo-
ración de las inversiones. En mercados más o menos estables, o en todo caso fácilmente controlables,
bastaban simples reglas de corrección contable para derivar procesos decisorios; en un sistema de
globalización, de internacionalización y de financiarización de la economía, en una época dominada
por los servicios telemáticos e informáticos, en presencia de continuos procesos de reestructuración y
de acumulación flexible, de tomas de control (takeover), de fusiones y concentraciones con sus respec-
tivos e intempestivos cambios en los modelos decisorios de inversión, se hace más difícil cuantificar y
monetarizar la acumulación de capital en su conjunto, así como es más difícil identificar cuáles son los
modelos decisorios realmente capaces de crear y expandir el valor empresarial.
Los procesos de competencia global en la economía y su financiarización, las nuevas formas de
acumulación flexible y la turbulencia de los mercados, se convierten, por tanto, en factores de extrema
importancia, capaces de influir fuertemente en los procesos decisorios de cuanto concierne a la crea-
ción de valor de las inversiones y a la acumulación en su sentido más amplio.

4. Desde esta óptica, los sujetos del vértice empresarial –la gerencia en general– no pueden descuidar
jamás el papel social y político que representa la empresa en su propio ambiente de operaciones.
La comunicación desviada y desviante constituye, entonces, un recurso generador a su vez de otros
recursos empresariales, pero sobre todo de valores sociales. Los pasos de los procesos comunicacionales
deben ser desarrollados orgánicamente, con el propósito de incrementar la acumulación de capital y de
inducir, a través de la información, a la persuasión social acerca de las virtudes del modelo neoliberal
posfordista; todo en un marco de destrucción de la cultura existente en el territorio, para imponer

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


194
socialmente la cultura de la eficiencia empresarial, para romper la unidad de clase de los trabajadores
mediante procesos de cooptación consociativa, en un modelo social de concertación que des-solidarice
al cuerpo social en su conjunto12.
Acompañados por verdaderas tragedias étnico-nacionales –ocasionadas por la redefinición y repar-
tición de los territorios nacionales en función de los equilibrios entre potencias y de las necesidades
del capitalismo internacional–, los resultados macroeconómicos evidenciados en estos últimos años
han comenzado a poner en tela de juicio, de manera clara y definitiva, lo que se configuraba como un
auténtico e irrefutable dogma socioeconómico, basado en un modelo de desarrollo no compatible ni
con lo social ni con lo ambiental.
Los verdaderos resultados emergen claramente: hacer de las finanzas un campo de especulación sig-
nifica exportar por doquier un capitalismo financiero que ataca toda forma de solidaridad en nombre
del individualismo, del darwinismo económico-social, y que crea aversión hacia todo lo que es público,
hacia cuanto signifique relaciones sociales con valores no mensurables a través de la moneda.

5. Esta serie de consideraciones hace ver claramente la necesidad de establecer un criterio de referencia
para la guía de las sociedades. Muchos autores, especialmente los vinculados a la escuela japonesa, han
ubicado ese criterio en la capacidad de gestionar y crear valor empresarial.
Según esto, es fundamental optar por inversiones que produzcan ese valor, en lugar de destruirlo
(Copeland, Koller y Murrin, 2002: 21-40). Y es que frecuentemente la remuneración del capital inver-
tido (capital-gain) se consigue cuando este es desinvertido o liquidado a un valor superior al original.
Pero el valor empresarial se crea y desarrolla manteniendo y reforzando los nexos con el ambiente
externo a la empresa. Resulta cada vez más importante, entonces, vincular el microsistema empresarial
al macrosistema ambiental.
En las estrategias de inversión se ha visto ya que el empresario debe, ante todo, establecer las
combinaciones óptimas de producto en función del mercado y evaluar, asimismo. las limitaciones
derivadas tanto de la disponibilidad de recursos como –y muy especialmente– del contexto ambiental
y de la estructura organizativa de la empresa. Como es evidente, en primer lugar hay que evaluar y
determinar cuáles son las exigencias y necesidades que el nuevo producto puede satisfacer, en relación
sobre todo con la tecnología, con las dimensiones y los segmentos del mercado que la compañía cubre.
Siguen luego las investigaciones encaminadas a conocer y comprender el comportamiento de los con-
sumidores y el de la competencia. Objetivo fundamental es acertar en la determinación de la “ventaja
competitiva” en términos de eficiencia interna y externa de la empresa, ventaja que puede referirse o
bien a los costos de producción o bien al precio del producto; se trata, en todo caso, de comprender el
grado de diferenciación que alcanza la empresa con respecto a otras.

6. Una vez efectuado un cuidadoso examen de la situación inicial de la empresa, se identifican las pers-
pectivas futuras, aquellas que le permitirán adoptar comportamientos adecuados para llevar a cabo, en
el curso de los años, sus objetivos estratégicos. Para ello es necesario, en primer lugar, determinar cuáles
podrían ser los factores críticos en sus ámbitos de acción, principalmente a través de un análisis de sus
fortalezas y debilidades. Asume también fundamental importancia, en lo que toca a las perspectivas
estratégicas, el comportamiento social de la empresa, es decir, el complejo de relaciones que esta pone
en marcha para vincularse con todo el macrosistema ambiental.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


195
En cuanto al análisis de los factores críticos para el éxito, vale recordar que se alude con ello a varia-
bles que caracterizan a la empresa en un determinado sector y que le otorgan una ventaja competitiva
respecto a otras (por ejemplo, su propia imagen, los precios de venta, la distribución, etcétera). Es evi-
dente que esos factores están ligados a sus llamadas fortalezas y debilidades, así como a las actitudes que
asume el empresario ante el mercado; actitudes que pueden ser defensivas o, por el contrario, agresivas.
En cualquier caso, las perspectivas estratégicas están estrechamente correlacionadas con la actitud
social que asume la gerencia. No está de más recordar que toda empresa, en el cumplimiento de
su propia actividad, provoca innumerables efectos sociales, por lo que resulta fundamental analizar
la actitud de la alta gerencia en lo que respecta al ambiente, al compromiso social y a los valores de la
sociedad. Esto último es de esencial importancia, ya que permite a la empresa dar el salto de la lógica
económico-operativa –cortoplacista, ligada a las vicisitudes internas, atenta a maximizar la renta que
se ha de distribuir en dividendos– a una visión valorativa de largo plazo, basada principalmente en las
relaciones con el ambiente externo y dirigida al incremento continuo del valor de la empresa, en su
más amplio sentido.

7. Si a través del sistema de valores de la transformación económica-gerencial es posible obtener flujos


de información acerca de la situación financiera patrimonial, y si a través del monto del resultado
económico del ejercicio (REE) se obtienen flujos similares sobre la gestión económica en particular,
entonces se puede afirmar, ciertamente, que para una empresa en plena actividad, la cuantificación
de la renta ocurre de manera conjunta con la del capital de trabajo, ya que toda operación gerencial
influye tanto en la potencialidad de la renta como en el capital13. Expresado esto en símbolos, es por
tanto válida la siguiente relación:

CNF (t) = CNI(t) + REE


De donde
CNF (t) - CNI(t) = REE

Donde CNF es el capital neto final (es decir, el saldo del estado patrimonial al concluir el ejer-
cicio), CNI es el capital neto al inicio del ejercicio y REE es el saldo del balance del mismo período
contable.
Si REE = RN (renta neta) > 0, la empresa ha conseguido una utilidad o, en términos genéricos, una
ganancia. Se puede entonces sostener que el REE se deriva de la contraposición de ingresos y costos
de competencia del ejercicio, y no del aumento del monto del capital de trabajo; es más, se logra un
incremento de dicho capital si la transformación económica obtiene utilidades.
Al ser válida la relación CNI(t+1) = CNF(t), entonces el capital de trabajo está representado por el
sistema de valores capaces de conectar un período contable con el siguiente, de modo de asegurar la
continuidad de gestión.
Nótese como con esta formalización contable se expresa, precisamente, la fórmula básica del aná-
lisis marxista. Basta identificar el capital neto al inicio de ejercicio (CN ) con el capital monetario (D)
que se emplea para adquirir medios de producción (c) y trabajo (v): CNF es el capital neto final, con el
valor de c que resta al final del período, y REE es el saldo del balance del mismo período contable, con
la diferencia entre D' y D, es decir, la plusvalía.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


196
De esta manera el ciclo D - M - D', en el cual D' > D, expresa un rendimiento neto positivo.
Pero el nuevo ciclo comienza como acumulación ampliada, en función de: a) el capital constante no
consumido en el período antecedente (no amortizado) y b) la tasa de ganancia (en nota contable, la
relación REE - CNI ).

8. Prosiguiendo, pues, con la nota contable, se puede decir que:

K de funcionamiento y ganancia = PNFIN + RN



si REE = RN > 0

PNF > PNI (con REE = resultado económico del ejercicio;
RN = renta neta; PNI = patrimonio neto inicial)

Se han realizado entonces, en la compañía, transformaciones económicas positivas y el stock de


recursos se equipara a la RN; luego, RN es la medida de la nueva riqueza lograda en el ejercicio. De aquí
se sigue que RN > 0 (ganancia) es igual a la medida de la riqueza que, de ser distribuida (retirada), no
afectará el stock de factores disponibles al final del ejercicio, con respecto a los existentes al momento
del inicio. Si PNF = PNI, toda RN > 0 es distribuida en dividendos; si PNF > PNF, no toda RN > 0 es dis-
tribuida en dividendos, sino que parte permanece en la empresa como medio de autofinanciamiento.

Pérdida y endeudamiento
Si REE = RN < 0

Si al final del ejercicio se quieren mantener intactos los factores productivos –como stock de facto-
res iguales a los del inicio del ejercicio– y no hay nuevas aportaciones de los socios, entonces se hace
necesario incrementar los pasivos financieros (PF), es decir, el endeudamiento.
Si la empresa quiere mantener intacto su stock de factores (A = AR + AF = CI; donde A = activida-
des, AR = actividades reales, AF = actividades financieras y CI = capital invertido) tras haber obtenido
una transformación económica negativa que redujo A, debe entonces contraer nuevos pasivos (PF),
financieros o de funcionamiento (comerciales, de reglamento). Las deudas no cubren la pérdida, pero
permiten reconstruir el mismo stock de factores (A), es decir, el mismo CI.

9. Se ha visto el capital de funcionamiento como el conjunto de factores disponibles para las futuras
transformaciones productivas, al conectar el pasado y el futuro con respecto al instante t. Se distinguen
además, otras configuraciones del capital14:

a) El capital de venta o cesión determina el valor de la empresa como complejo económico en


funcionamiento. Ese valor lo representa el precio contratado entre las partes y alcanza una
magnitud mayor o menor en función de la capacidad de renta o beneficio que, según se puede
prever, tendrá ella en los años futuros (capital económico). El capital de venta es, entonces, un
precio que no viene dado por la suma algebraica de activos y pasivos, ya que a su formación

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


197
concurre el valor de rendimiento de la empresa (cálculo del K económico). De hecho, el precio
de venta es acordado entre las partes sobre la base de la renta que esta sea capaz de producir
en los ejercicios futuros, lo cual a su vez se determina mediante un conjunto de factores (la
fidelidad de la clientela, la ubicación física de las plantas, la capacidad de mercadeo, el buen
servicio de transportes, etcétera). Ese valor de rendimiento es un modo de ser de la empresa, una
cualidad que le es inherente.
b) El capital de liquidación –o disolución– se determina en el momento en que la empresa deja de
funcionar, es decir, cuando cesa su actividad y el objetivo es establecer el monto –monetario–
de la realización o venta de sus bienes; monto que no es sino el resultado de la suma algebraica de
activos y pasivos, sin considerar las posibles conexiones subsistentes entre tales valores. Tampoco
hay consideración de condiciones futuras, por lo que la evaluación refiere únicamente al instan-
te de la liquidación.
c) El capital de fusión o de incorporación establece, en un proceso de fusión –por unión o por
incorporación–, el valor de los capitales de las empresas participantes y, luego, el de la empresa
resultante.
d) El capital de transformación determina el valor de la empresa tras un cambio en su personalidad
jurídica.

10. El capital económico es el valor de la compañía ya constituida y activa, considerada como objeto
unitario de negociación (muy utilizado en las ventas y fusiones). El valor de rendimiento, como activo
fijo inmaterial del adquiriente tras la compra, no es un elemento del capital de trabajo de la empresa
activa y vendida. Es, en cambio, el mayor valor que se atribuye al capital de una empresa vendida
en bloque, respecto al neto que se obtiene, y marca la diferencia entre el total de activos y el total
de pasivos.
El valor de rendimiento se origina en la organización eficiente, en la ubicación, en la clientela fiel
y numerosa; vale decir, en el conjunto de condiciones que hacen próspera una compañía y le aseguran
una renta. Solo figura entre los elementos activos del capital cuando ha dado lugar a un costo (lo que
ocurre únicamente si se compra una empresa en funcionamiento) y en tal caso se amortiza en un plazo
mínimo (normalmente no superior a cinco años).

11. La doctrina concuerda en el hecho de que deben ser, al menos, tres los requisitos que cumpla una
metodología eficaz y confiable de valoración del capital económico de la empresa15: la racionalidad –ha
de tener firme consistencia teórica y validez conceptual intrínseca–, la generalidad y la objetividad, en
el sentido de que debe fundamentarse en datos comprobados o por lo menos particularmente creíbles
–y por tanto aplicables– y prescindir, por otra parte, de los intereses particulares de los sujetos invo-
lucrados en la negociación, en el caso de una valoración que tenga por fin la eventual compra-venta.
Al ser el capital económico, entonces, una entidad de carácter abstracto, el proceso de estimación
debe llevar a un concepto de valor que pueda considerarse general y común, y no a determinaciones
individualizadas y ligadas a posiciones subjetivas específicas.
A las concepciones empresariales que apuntan a resaltar el valor de rendimiento, concentrando
esfuerzos en la conquista de segmentos de mercado y en el incremento de la ganancia, se contrapone
hoy, definitivamente, otra que sostiene que el valor de una compañía no depende únicamente de las

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


198
utilidades que alcance. Según esta última concepción, ello más bien puede producir –y lo haría muy
frecuentemente– una reducción del retorno en los flujos de caja y del valor creado para los accionistas,
por lo que la actuación empresarial ha de ser medida cada vez más en términos de eficacia en el merca-
do de control societario. Atribuye esta postura un valor estratégico al volumen y a la composición de
los distintos elementos de la empresa, incluidos los recursos de naturaleza intangible.

12. Se considera entonces que16:

AUTF = AUTFP + AUTFI


AUTFI = AUTFI+ - AUTFI–

Donde
AUTF = autofinanciamiento.
AUTFP = autofinanciamiento propio.
AUTFI = autofinanciamiento no propio.
AUTFI + = las reservas acumuladas en el ejercicio.
AUTFI –= son las reservas utilizadas en ese mismo ejercicio.

Asimismo, si UB = utilidades de balance y DIV = dividendos,

UB = DIV + AUTFP

Se tiene que

AUTF = AUTFP + AUTFI + - AUTFI –

Donde, en tal caso, AUTF representa el autofinanciamiento neto total, puesto que refiere a la
dinámica de las inversiones netas en el ejercicio considerado.

13. Desde el punto de vista patrimonial, el autofinanciamiento puede considerarse como crecimiento
neto de los recursos; desde una perspectiva financiera, en cambio, ofrece a la empresa la posibilidad de
satisfacer parte de sus necesidades financieras sin recurrir –o, mejor, recurriendo en medida menor– a
fuentes externas de financiamiento.
Puede decirse, en un primer análisis, que el autofinanciamiento está constituido por las utilidades
netas ahorradas, no distribuidas, a lo que se suman las amortizaciones del período y los fondos acu-
mulados para gastos, riesgos y pérdidas, de los que es preciso restar los fondos efectivamente utilizados
en gastos durante ese mismo lapso. Por tanto, la autofinanciación se puede definir como la suma de
las utilidades netas ahorradas, de las ganancias y de las amortizaciones y reservas efectuadas al término
del período en cuestión.
Como puede verse, el autofinanciamiento total se determina de tal modo que equivale a la suma del
autofinanciamiento propio y el autofinanciamiento no propio. Estas dos configuraciones provienen de
dos fases diferentes del proceso de formación de la renta.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


199
En la fase de determinación, la renta asume una forma que es más la de un resultado de naturaleza
contable que la de un efectivo rédito económico de la gestión y, en consecuencia, en términos conta-
bles es posible influir en la determinación del autofinanciamiento al actuar con base en los fondos de
amortización y los fondos para gastos, pérdidas y riesgos futuros; por eso, en esta fase cobra relevancia
el financiamiento no propio. En la fase de asignación de la renta es posible actuar sobre la entidad del
autofinanciamiento propio; se autogeneran así recursos de capital, al retener utilidades que no se
distribuyen entre los accionistas. De esta manera, al proceso de autogeneración se destina solamente
una parte de las utilidades: la correspondiente a aquella ganancia cuya entidad no está condicionada
por la determinación de la renta y las políticas de repartición de dividendos.

14. El autofinanciamiento se puede definir en relación con todos los componentes, es decir, glo-
balmente, en las dos fases mencionadas, o también por vía de una diferenciación entre inversiones
netas (capital invertido, CI) finales y endeudamiento total (capital de crédito, CACR) final, una vez
deducidas las inversiones iniciales del neto del endeudamiento total inicial. Recordando los símbolos
ya utilizados, se tiene:

AUTFt +1 = (CIt+1 - CACR t+1 ) - (CIt - CACR t )

Naturalmente, habrá formación de autofinanciamiento si esta ecuación es positiva y a condición de


que, si se han producido aumentos o nuevos aportes de capital social, estos sean de magnitud menor
que el autofinanciamiento global.
En efecto, si en el período considerado se han producido modificaciones del capital social (CASO),
será necesario rectificar la fórmula anterior para deducir los nuevos aportes y sumar las reducciones por
rembolsos. Y entonces, con los símbolos apuntados:

AUTFt +1 = (CIt+1 - CACRt+1) - (CIt - CACRt ) - ΔCASO +t + 1 + ΔCASO -t + 1

De todo lo anterior se desprende que las fuentes de autofinanciamiento son cuatro:

a) Utilidades ahorradas.
b) Enajenación de bienes ya amortizados.
c) Acumulación de reservas para futuros gastos, pérdidas y riesgos.
d) Amortizaciones computadas en los costos plurianuales.

Como se dijo anteriormente, podría también considerarse la línea de crédito de suministros como
una quinta fuente. A primera vista, los flujos de ese origen podrían ser valorados conjuntamente con
las utilidades ahorradas; no obstante, si se toma en cuenta rígidamente el significado contable –y
sobre todo económico– del autofinanciamiento, esto no resulta aceptable, ya que la adquisición de
este tipo de flujos implica el correspondiente endeudamiento con los proveedores que, en la práctica,
anula el flujo financiero activo. Valga de todas formas recordar que, en la realidad gerencial, el crédito
de suministros y la dilación en los pagos que genera constituyen, de hecho, una forma indirecta de
autofinanciamiento.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


200
2.2. Privatizar para contrarrestar la devaluación del capital 17
1. El valor de la empresa es siempre expresión de su propia capacidad –en cuanto manifestación de la
relación social capitalista, es decir, de la propiedad privada de los medios de trabajo y producción– para
a) incrementar el valor agregado en el proceso de producción y b) garantizar la apropiación por parte
del capital, en forma de ganancia, de ese valor agregado, o de su mayor parte18.
En los últimos veinte años ha cambiado notablemente el contexto en el que las empresas compiten.

– Las cuotas de mercado de las grandes sociedades –y sus respectivas ganancias– han sufrido el
embate de empresas de dimensiones menores que, gracias a su flexibilidad operativa y estratégi-
ca, logran incrementar su valor empresarial.
– La disponibilidad de capital monetario, de capital financiero, no es ya prerrogativa exclusiva de
las grandes empresas, sino también de las medianas y pequeñas. El capital, en efecto, busca y
crea nuevas oportunidades de inversión, y de otra parte la disponibilidad aumenta por efecto de
la presencia en el mercado financiero de nuevos operadores e instrumentos (bancas de inversión,
fondos comunes, sociedades de inversión de capital variable, fondos de pensión, contratos de
arrendamiento –leasing– y de venta de cuentas por cobrar –factoring–, financiamiento de pro-
yectos –project financing–, etcétera).
– Internamente, ha crecido en las empresas la importancia relativa de los servicios de soporte
(transporte, distribución, colaboración externa, etcétera). Estos servicios son ahora un factor
determinante para el éxito de las actividades empresariales, incluso las de modestas dimensiones.
– El ciclo de vida del producto ha experimentado súbitamente una notable aceleración: ciclos cada
vez más cortos exigen frecuentes inversiones futuras, capaces de preservar el valor de la compa-
ñía y, por tanto, de sus acciones19. Esto se traduce en una reducción del tiempo de rotación del
capital y, por consiguiente, en un incremento de la plusvalía apropiada por el capitalista.
– La mundialización de los mercados es ya un dato fáctico, que se evalúa atentamente en los pro-
cedimientos estratégico-decisorios y que exige a las empresas, allí donde sea posible, transformar
los riesgos en ventajas competitivas. Ese objetivo solo pueden alcanzarlo mediante oportunas
decisiones estratégicas, dirigidas a crear valor o al menos mantenerlo.
– La integración vertical y horizontal y las sociedades multibusiness (los llamados conglomerados)
han perdido importancia, en tanto que frecuentemente no están en capacidad de lograr las
sinergias previstas y son muchas veces, por el contrario, fuente de deseconomías.
– La volatilidad de las tasas de cambio y de interés ha inducido a las empresas a dotarse de eficientes
estructuras financieras, capaces de preservar el flujo de caja existente y, con ello, su propio valor.

2. A diferencia del pasado, también entre las pequeñas y medianas empresas es posible observar la
difusión de los elementos que hoy más fuertemente impulsan e influencian las decisiones empresariales
de carácter estratégico, como la disponibilidad y la especulación con factores del capital financiero,
los recursos humanos calificados –y de allí el capital intelectual homologado–, los procesos de deslo-
calización productiva y de externalización de fases del ciclo –en busca de costos cada vez más bajos
del trabajo–, la disponibilidad de infraestructuras y servicios de alta calidad, y la valorización de la
información, de la comunicación y de todos los recursos del capital inmaterial. Se llega así a una nueva
manera de desarrollar los mecanismos de acumulación, hoy ciertamente de características financieras,

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


201
basados en inversiones en activos fijos inmateriales y en capital intelectual humano muy calificado,
pero también en búsqueda de nuevas oportunidades para inversiones productivas funcionales al para-
digma de la acumulación flexible y de la producción ajustada (lean production), centrada en el control
del sistema de red internacional.
Por tanto, la empresa socialmente difundida en el sistema territorial, que podemos definir como el
sistema de fábrica social generalizada, es una entidad abierta y dinámica que para crecer y desarrollarse
debe saber crear, más allá de la producción de bienes, flujos adicionales de recursos inmateriales. En esos
flujos, la información, la comunicación desviante y el capital intelectual homologado son elementos cla-
ves, ya que están en capacidad de circular libremente y sin obstáculos para el condicionamiento social.

3. Para evitar la devaluación del capital ha sido adoptado un conjunto de medidas, como, por ejemplo,
las operaciones cambiarias y con tasas de interés, las privatizaciones y la desregulación. El fenómeno
de las privatizaciones, que ha caracterizado estos últimos veinte años, se ha manifestado en los paí-
ses europeos con diversas modalidades e intensidad, precisamente como necesidad de los diferentes
modelos del capitalismo internacional. Punto en común, sin embargo, ha sido el poner en tela de
juicio las conquistas del movimiento obrero, comenzando por considerar incompatibles las políticas
de mediación económico-social de sello keynesiano.
Se comienza a configurar así para el Estado un papel que no es ya el de regulador y mediador del
conflicto, sino el de un Estado-empresa que poco a poco derriba el welfare State, que destruye con las
privatizaciones el papel de la economía pública: un profit State que transmite por todo el tejido social
la idea-fuerza de las compatibilidades de la empresa, de la competitividad del mercado, de la ganancia.
Es por eso mismo interesante analizar más de cerca las diferentes modalidades con las que este
proceso se ha revestido.
Valga recordar, en primer lugar, que son diversas las técnicas con las que es posible ejecutar las
operaciones de privatización; todas, en cualquier caso, dirigidas a favorecer procesos de redefinición y
repartición de la economía entre las grandes familias del capitalismo. Entre los sistemas más aplicados
por varios países, en particular europeos, se encuentra sin duda la oferta pública de venta (OPV). En
Inglaterra, en Francia y Alemania fue muy utilizado este método para las grandes privatizaciones, que
también a escala internacional ha tenido amplio uso (baste recordar que en los años que van de 1984
a 1992, 45% de las empresas privatizadas y 75% del valor total de las operaciones respondieron a esta
técnica). Además, es importante considerar que países como Austria, Holanda, Japón, Francia, Gran
Bretaña, Malasia, Tailandia y Portugal procesaron a través de las OPV casi 100% de sus privatizaciones.
En los países del este europeo, en cambio, se recurrió mucho más a la subasta pública; de hecho, un
procedimiento mucho más cónsono con la privatización de establecimientos de medianas y pequeñas
dimensiones. De igual modo se dieron en estos países privatizaciones mediante “bonos”, convertibles
luego en acciones, que fueron distribuidos al público a precios ventajosos, impulsando así una suerte
de accionariado popular. En naciones caracterizadas por situaciones de extrema gravedad financiera
y que necesitaban métodos de venta muy rápidos y simples, se apeló predominantemente a la nego-
ciación privada. Fue esta la opción adoptada por muchos países de América Latina, como México,
Bolivia, Argentina, Chile, Brasil y Costa Rica.
El sistema de employees buy out (o sea, la venta de las acciones a los empleados y gerentes de la propia
empresa) ha sido muy frecuentemente utilizado en Francia, Chile, Venezuela, Inglaterra, Argentina,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


202
Costa de Marfil, Estados Unidos, Portugal, Nigeria y Pakistán. La concesión por contrato de activida-
des, aunque practicada solo a nivel local, ha encontrado alguna aplicación en Japón, Canadá, Estados
Unidos e Inglaterra.
Antes de presentar las diferentes aproximaciones al proceso de privatización cumplido en el ám-
bito internacional, es oportuno asentar algunas reflexiones de carácter general sobre los argumentos
considerados, o voluntariamente adoptados, para justificar la venta de empresas públicas por parte del
Estado; una política que alcanzó, incluso, a aquellas que presentaban buenos niveles de eficiencia eco-
nómica y que respondió a la exigencia de rediseñar el desarrollo capitalista para revitalizar los procesos
de acumulación en sus diversas formas.

4. Si algo resulta inmediatamente evidente, desde la perspectiva actual, es que todo proceso de pri-
vatización ha tenido efectos negativos, cuantitativos y cualitativos, en la ocupación. Muchas veces,
antes, las nacionalizaciones se dieron precisamente para preservar el puesto de trabajo en empresas
que atravesaban momentos de seria crisis y que se exponían a ser expulsadas por un mercado salvaje
y no reglamentado. En estos casos quedó afirmado el principio keynesiano de un Estado empleador y
garante en los conflictos, y de un mercado regulado y tendente a la plena ocupación.
Igualmente es preciso tener en cuenta que, aun en los casos en que una privatización resulta exi-
tosa (en el sentido de que se crean condiciones económicas generales de estabilidad, que podrían,
pues, posibilitar la absorción de algunas franjas de desocupación), ello de todas formas repercute
en la reducción de los costos directos e indirectos del trabajo, así como de los gastos en una serie de
factores: en la protección ante riesgos e infortunios, en la manutención ordinaria y extraordinaria, en
el mejoramiento del impacto ambiental de la producción. Es precisamente al bajar esos costos que
se obtienen, en el pase de lo público a lo privado, buenos resultados, que mejoran los valores de los
indicadores de eficiencia y eficacia. No debe olvidarse, por ejemplo, que, en el mejor de los casos, con
ese pase aumentan la movilidad y la flexibilidad del trabajo y del salario, y se incide negativamente en
los ritmos, la condensación y los turnos de trabajo. A esto debe añadirse que casi siempre los procesos
de privatización han provocado una disminución de garantías y limitación de derechos sindicales, hasta
llegar, particularmente en los países de más bajos niveles de desarrollo económico y democrático, a la
falta absoluta de toda forma de garantía en cuanto al ingreso, a lo sindical y a los derechos plenos de
los trabajadores.

5. La eficiencia, la competitividad y la mejor rentabilidad que, supuestamente, deberían resultar de la


venta de una empresa pública, son también ilusorias y no hallan comprobación en los hechos; sobre
todo porque es muy difícil establecer una relación de pertinencia entre la propiedad de una empresa
y su eficiencia y, además, porque los indicadores típicos de productividad, eficiencia y eficacia empre-
sarial no son casi nunca “transportables”, mediante simples criterios cuantitativos, de lo privado a lo
público, o viceversa.
No existen reglas fijas, precisas, dogmas económicos. La economía, en particular la empresarial, se
estudia en los procesos de interacción entre realidades internas y externas, leyendo los vínculos reales
–no los que vienen forzados por determinaciones político-partidistas y de negocios–, interpretando las
dinámicas empresariales y las consecuencias sociales que tienen lugar entre macrosistema empresarial
y macrosistema socioambiental.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


203
Se entiende así que, cualquiera sea el modelo de capitalismo en referencia, la opción por los pro-
cesos de privatización se hace fundamental para el neoliberalismo como exaltación del libre mercado;
un mercado en el cual, aun bajo formas diferenciadas, prevalece siempre y en todo caso la economía
financiera especulativa, en desmedro del factor productivo trabajo. Las privatizaciones, savia vital del
capitalismo, resultan determinantes para hacer surgir los principios dominantes y tensar las fuerzas en
pos de objetivos de ganancia, inmediata o a mediano plazo, que jamás se transforman en procesos de
redistribución equitativa y utilidad social generalizada. Los equilibrios, la estabilidad, la rentabilidad,
las metas que a través de las privatizaciones busca alcanzar el sistema capitalista internacional, el profit
State global, se han revelado simplemente como procesos de desestabilización de los equilibrios políti-
cos, sociales y ambientales.

6. No hay que perder de vista el hecho de que, en última instancia, el valor de la empresa depende de su
capacidad para explotar el trabajo, es decir, para sustraer, en beneficio del capital, ese valor agregado. La
sustracción del valor agregado o plusvalía exige un control riguroso del tiempo, pues toda dilación en
el uso productivo del capital (esto es, en poner en marcha la explotación del trabajo, o su convalidación
en la distribución y venta) retarda el inicio de un nuevo ciclo de acumulación: el tiempo es oro cuando
se emplea para explotar el trabajo. Por este motivo, el crédito de proveedores, el retraso en el pago de
la mercancía adquirida, representa una apropiación de tiempo por parte de la empresa deudora y un
retardo equivalente en el proceso de valorización de la empresa suministradora. Es en este contexto
que se ubican los procesos de privatización forzada de los que se ha venido hablando, impuestos por el
neoliberalismo a partir de los años ochenta del pasado siglo y dirigidos a una drástica rebaja del costo
del trabajo mediante despidos, precarización, externalización y deslocalización.

2.3. El valor de la empresa


1. Como resultado de cambios notables en el ambiente competitivo de las empresas, en los últimos
veinte-veinticinco años ha surgido la necesidad, tanto en el ámbito gerencial-operativo como en el
académico, de reforzar o sustituir los principios y las teorías tradicionales de la actividad empresarial
con nuevos planteamientos, capaces de dar cuenta de los principales aspectos de este cambio. Implica
esto no solamente una aceleración de los procesos de centralización (acumulación autónoma) y con-
centración (fusión de capitales autónomos) del capital, sino también un cambio cualitativo implícito
en el proceso de internacionalización y de valoración inmaterial propio de la actual fase de desarrollo
capitalista.
Hoy día, el principio que cumple papel fundamental en la economía moderna, que constituye el
perno central de la actividad empresarial, es el concepto de valor de la empresa20. La razón es simple: la
realidad económica y la actitud de sus operadores se han hecho cada vez más competitivas y agresivas
(desafíos, competencia, ansia de éxito, etcétera). Además, junto al mercado de productos y servicios
ha nacido el mercado de control de la sociedad; la disminución del déficit y, consecuentemente, de las
tasas de interés pasivas pagadas por la deuda pública del Estado, ha liberado una enorme cantidad de
recursos, que fluye hacia el mercado financiero.
Por tanto, el número de accionistas se ha incrementado notablemente, y estos se encuentran cada
vez menos dispuestos a tolerar resultados insatisfactorios, lo cual los lleva a hacerse mucho más partíci-
pes de la actividad gerencial de la empresa. Por otra parte, también los capitales derivados del circuito

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


204
bancario han aumentado y están irrumpiendo en los mercados, sobre todo estadounidenses. De allí
que a los gerentes modernos se les plantee el nuevo problema de la “gestión del valor”. Por eso, en este
marco global de cambios, muchos autores apuntan a una misma teoría de referencia para el manejo de
las empresas: la teoría de la creación de valor, que se muestra capaz de orientarlas en relación con las
nuevas características de los mercados y, en líneas más generales, de todo su ambiente externo.

2. Es importante recordar, sin embargo, que en la historia de las disciplinas empresariales son varios
los principios y teorías que han contribuido a adecuar las funciones de la empresa a las cambiantes
exigencias de la actual realidad competitiva. Estos principios y teorías pueden ser resumidos de la
siguiente manera:

– El principio de orientación al mercado. La evolución de los estudios de mercadeo ha enfocado


hacia el cliente y el mercado la atención de las empresas (que en este caso son llamadas market-
oriented). Asume entonces particular importancia la valoración de algunos bienes inmateriales:
la marca, la imagen, etcétera. El capital, en su fase de expansión, amplía la esfera del mercado
para insertar en este no solo las actividades del trabajo, crecientemente limitadas y controladas
en su tiempo de vida por exigencia del proceso de acumulación (ciclo producción-distribución,
o su equivalente para el trabajador: trabajo-consumo).
– El principio de la ventaja competitiva. La búsqueda de condiciones de ventaja frente a la compe-
tencia es una de las principales vías que la empresa escoge, tanto para generar ganancias como
para reforzar su propia posición en el mercado.
– El principio de programación a largo plazo y el principio de orientación estratégica. Complementa-
rios uno del otro, el primero de estos principios obliga a la empresa a tomar previsiones sobre
posibles escenarios futuros, de manera que le sea posible poner en marcha diversas alternativas
de desarrollo y de gestión. El segundo se caracteriza por una perspectiva temporal aún más
prolongada, en tanto que su propósito principal es establecer o redefinir los fines de la actividad
empresarial, el ámbito competitivo en que se concentra y las áreas que incluye.
– El principio de excelencia. Desarrollado esencialmente en Japón, es solo recientemente que ha en-
contrado aplicación en Europa y, específicamente, en Italia. Su objetivo no apunta únicamente
a la calidad del producto y del proceso (entendida como cumplimiento de las normas vigentes),
sino que refiere principalmente al mejoramiento de toda la organización empresarial a través de
la responsabilidad del personal, la flexibilidad organizativa, la participación de los proveedores
(partnership), etcétera (Guatri, 1994: 4-6).

Estos principios determinan la capacidad de la empresa para influir tanto en los ritmos que aceleran
la composición orgánica del capital –y, por tanto, la tendencia a la caída de la tasa de ganancia (princi-
pio de la calidad total)–, como en el incremento de la plusvalía relativa (principio de excelencia) y en la
recepción de plusvalía generada fuera de la empresa mediante el alza de los precios de venta por encima
del precio de producción (principio de orientación al mercado). Además, le confieren capacidad para
prever las diferencias de rendimiento por sector y le brindan movilidad intersectorial a sus propios
activos (principio de programación a largo plazo y principio de orientación estratégica).

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


205
2.4. La teoría de la creación de valor
1. La teoría de la creación de valor se basa en el presupuesto de que la sobrevivencia y el desarrollo
a largo plazo de una compañía solo se aseguran al generar nuevo valor. Es fundamental, entonces,
elegir inversiones que produzcan valor empresarial, en lugar de destruirlo21. Esta “creación de valor”
se refiere implícitamente al proceso de transferencia intersectorial de valor, analizado por Marx en los
esquemas de acumulación, como consecuencia de las diferencias relativas en la composición orgánica
del capital. No obstante, incorpora asimismo la idea (y el intento de cuantificar la capacidad en ese
sentido) de alterar los precios de venta también a través de los precios de producción, a fin de obtener
una “renta mercantil” en el proceso de valorización de las mercancías producidas, a expensas de las de
otros capitalistas, sean del mismo sector o no. Es esa capacidad lo que se esconde tras expresiones como
la “competitividad” o el “valor” de la empresa.
Esa teoría puede ser analizada desde dos aproximaciones diferentes: la europea y la anglosajo-
na. En esta última perspectiva, el objetivo primario es la maximización del valor de mercado del
capital, mientras se da por implícita la optimización del capital económico. Se explica esto porque
en los países anglosajones (Gran Bretaña y Estados Unidos) la eficiencia de los mercados financie-
ros es superior a la de sus pares europeos, tanto por número de sociedades inscritas como por vo-
lumen de transacciones. Se desprende de allí que la vinculación entre el resultado que la empre-
sa obtiene en el mercado de bienes reales y el que consigue en el mercado financiero es, sin duda,
más directa.
Sin embargo, en relación con este tema existen fuertes contradicciones, ya que los mercados finan-
cieros filtran los datos de la economía real según una lógica ligada únicamente a la ganancia (renta)
financiera. Pero el rendimiento financiero de un activo no está necesariamente vinculado con los
fundamentos económicos de la empresa –vale decir, con su capacidad de extraer plusvalía–, como sí lo
está con las condiciones especulativas asociadas a un mercado en el cual no son solamente precios de
producción los determinados directamente por la evolución de la oferta y la demanda (la mercancía
que se compra y se vende no es la empresa cuyos activos fijos e inmateriales incorporan trabajo, sino
su título de propiedad, que no incorpora trabajo alguno).
Al respecto basta considerar que, como ocurre con creciente frecuencia, incluso si el desempeño de
la economía real es negativo, el valor de los títulos que se transan en el mercado experimenta fuertes
incrementos. Por ejemplo, en una fase de recesión económica es muy posible que, a causa del estan-
camiento del consumo, la inflación baje y, consecuentemente, crezcan las expectativas sobre una baja
de la tasa oficial de descuento; esto favorece un crecimiento del mercado accionario que, sin embargo,
refleja un momento negativo de la economía: un momento en el que la caída de dicha tasa no señala
una posible recuperación económica, sino una oportunidad inmediata de ganancia22. Es oportuno,
entonces, subrayar que el desempeño del mercado financiero puede divergir del verdadero estado de la
economía. Sería por tanto deseable pasar de una noción de valor económico-financiero a una de valor
económico-competitivo. De esa manera, el concepto de valor se completa y favorece al mismo tiempo
la recuperación de la función socioeconómica de la empresa.
Desde la óptica europea, la teoría de la creación de valor se refiere a la medida del valor del capital
económico que representa una valoración de la empresa, ya no ligada a los valores del mercado, sino
efectuada de manera general, racional, demostrable y objetiva23. El punto de referencia para la creación
del valor no es el mercado accionario, sino la empresa misma en su capacidad de valorizar el capital,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


206
de generar plusvalía y apropiarse de ella. Luego, los flujos de renta y de caja que se producen en lo
inmediato tienen un significado modesto para la valoración del capital económico, mientras que revis-
ten gran importancia las potencialidades acumuladas para producir tales flujos positivos en un futuro.
En esencia, el crecimiento del valor del capital económico es asegurado mediante la capacidad de
generar flujos de caja positivos en el largo plazo, o una rentabilidad económica también positiva. Una
vez creado el valor, en términos de capital económico, es deseable que este sea transferido a los precios
de bolsa (que sea reconocido, pues, por el mercado), para que el accionista pueda obtener un beneficio.
Recordemos que la ganancia de capital (capital gain) constituye el objetivo primario del accionista,
quien, sea que participe o no participe en la gestión, es afectado por los resultados en tanto que titular
de la sociedad, en sentido jurídico.
Por tanto, si la gerencia no lograra transferir las variaciones del capital económico a los precios
de bolsa, no estaría en capacidad de distribuir24 el valor obtenido y con ello penalizaría al accionista
y a la propia empresa, ya que los posteriores aumentos de capital no podrían ser obtenidos a precios
adecuados y esta última vería así comprometida su situación financiera.

2. La teoría de la creación de valor requiere, pues, una sana gestión empresarial, basada en una visión de
largo plazo que sea capaz de identificar una serie de objetivos claramente definidos, ciertos e integrados
entre sí. En un sentido práctico, la relevancia de esta teoría es reconocible en su capacidad de:

a) Motivar a la gerencia, mediante incentivos sujetos al logro de desempeños factibles en el largo


plazo.
b) Integrar el contexto estratégico con el financiero.

La estrategia y las finanzas tienen diferentes objetivos y utilizan conceptos diferentes de valor. La
estrategia busca maximizar el valor para los clientes, mientras que las finanzas procuran maximizar para
el accionista el rendimiento de la inversión. Sin embargo, en una perspectiva de largo plazo ambos
objetivos pueden convergir; de hecho, una estrategia válida permite alcanzar una ventaja competitiva
sostenible que, al tiempo que genere valor, resulte compatible desde el punto de vista financiero con el
objetivo de crear nuevo valor.
En 1974, desde The Wall Street Journal se criticó abiertamente el método de estimación del valor con
base en la utilidad por acción, que resulta demasiado simple, por cuanto ignora muchos componentes
contables. Como alternativa se propuso el método basado en los flujos de caja descontados (discounted
cash flow), que tiene la ventaja de tomar en cuenta todos los posibles elementos que influyen en el valor
societario. El flujo de caja es descontado a una cierta tasa que refleja el nivel de riesgo, mientras que
en el método anterior el único dato de interés era la utilidad contable, que al ser multiplicada por un
determinado coeficiente (por ejemplo, la relación precios-utilidad) daba el valor.
La debilidad de este método se hace visible en un ejemplo simple: si tuviésemos que confrontar dos
sociedades y sus utilidades resultaran las mismas, tendríamos que concluir que sus respectivos valores
se igualan. Y esto es cierto solo si la utilidad refleja con buena aproximación el flujo de caja; en ese caso,
el método es bueno. Pero cuando las cosas divergen, el enfoque resulta inconsistente. En efecto, puede
ocurrir que una sociedad necesite invertir más capital para tener el mismo nivel de ventas y de utilidad
que la otra, y entonces el valor de la primera será inferior al de la segunda. Además, este método no

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


207
considera la importancia de los ciclos, y el desempeño de las inversiones y de sus rendimientos no es
tan fácilmente previsible, etcétera.

3. Antes de identificar las intervenciones capaces de crear valor, es necesario identificar también, en
un nivel estratégico, los factores determinantes del valor que constituyen la palanca que habrá que
controlar y gestionar para incrementar los flujos de caja futuros. Esos factores son:

– El spread o diferencial, o sea, la rentabilidad económica que para la gestión se deriva de la diferen-
cia entre la tasa de rendimiento del capital propio (ROE) y el costo de ese mismo capital (CK):

spread = ROE - CK

– La tasa de crecimiento del capital propio (cp) que se expresa en la relación entre el ROE y la tasa
de reinversión de las utilidades periódicas no distribuidas en forma de dividendos (rein):

cp = ROE x rein

– La duración temporal del spread. Es bueno recordar que en condiciones de competencia per-
fecta la ganancia es nula, según la teoría neoclásica, lo que debe ser interpretado como si no
existieran diferencias entre las tasas de ganancia obtenidas por las diferentes empresas. Por
tanto, para mantener en el tiempo una situación de ganancia, el comportamiento estratégico
de la empresa debe estar dirigido a crear situaciones de ventaja competitiva, ya que solo de
esa manera es posible mantener una condición de equilibrio y por tanto de ganancia (Guatri,
1994: 31-35).

La previsión del flujo de caja disponible consta esencialmente de cuatro fases:

a) Definición de los componentes relevantes de los flujos de caja disponibles.


b) Desarrollo de una perspectiva histórica de la sociedad.
c) Desarrollo de hipótesis de previsión para los elementos del flujo de caja y los escenarios relevantes.
d) Cálculo y valoración de los flujos de caja disponibles que se prevén en términos de creación
de valor.

2.5. Identificación de las intervenciones aptas para crear valor


1. Para acrecentar su capital económico, una empresa debe apelar a todas las intervenciones –sin dis-
tinguir entre operaciones de carácter ordinario o extraordinario– que le permitan alcanzar su objetivo.
Y, cuando resulta necesario, debe también volver a ponerlo todo continuamente en discusión.
Esquemáticamente, se pueden identificar tres categorías de intervenciones capaces de crear valor:

– Intervenciones internas. Son aquellas que se basan en las potencialidades internas de la com-
pañía y que pueden desarrollarse a través de: a) el logro de una posición sostenible de ventaja

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


208
competitiva, alcanzable esencialmente mediante el liderazgo en los costos, la diferenciación, la
focalización, etcétera; b) una eficiente política de control de riesgos, que en sí misma constituye
un instrumento válido a los fines de aumentar el valor; c) una estrategia de la calidad, que
sea compatible con las características del producto y con el mercado en el que este se posicio-
na; d) una política de mercadeo dirigida a maximizar la cuota de mercado, con respecto a la
competencia; e) una política de dividendos que, al definir la tasa de retención de utilidades,
determine el autofinanciamiento y, en consecuencia, el crecimiento. Este conjunto de interven-
ciones contribuye a modificar las condiciones de generación y realización de valor. La ventaja
competitiva permite obtener una tasa de rendimiento superior a la media (normal) del sector de
actividad y, por tanto, obtener superganancias. La reducción de los riesgos implica, asimismo,
disminución de los costos de financiamiento y, por ende, de las transferencias de renta finan-
ciera, con lo cual se maximiza la parte del excedente que se mantiene como utilidad para la
empresa. La estrategia de producto y la estrategia de mercadeo permiten maximizar la diferencia
entre precio de producción y precio de mercado. La política de menores dividendos reduce el
consumo capitalista en beneficio de la reinversión y, en consecuencia, del aumento de la tasa de
acumulación.

– Intervenciones de tipo externo. Consisten en el ingreso de la empresa a nuevos mercados o seg-


mentos de estos, o en su salida de aquellos en que opera. Se realizan a través de la adquisición
o la fusión con otras empresas o partes de ellas, y también mediante la venta de participaciones o
de otros bienes o componentes de la empresa que se consideren superfluos a los fines de alcanzar
sus objetivos. Apuntemos aquí que Marx señala cómo la expropiación de los pequeños capitalis-
tas por la intervención de los grandes –hecho que acelera la centralización del capital– se deriva
de la reducción de la tasa de ganancia, consecuencia a su vez de las presiones competitivas de las
empresas. Sin embargo, este mismo proceso acelera la masa de la acumulación, aun cuando su
tasa, ligada a la tasa de ganancia, esté disminuyendo25.

– Intervenciones de reestructuración financiera y societaria. Las primeras se caracterizan por una


modificación de la estructura financiera, o también solamente de la composición del capital
propio o del capital de crédito. Las segundas refieren al logro de las potenciales sinergias que se
podrían obtener con operaciones de adquisición y fusión con otras sociedades que operen en
mercados más o menos vinculados.

2. El mérito por la citada diferenciación de categorías ha de atribuirse a Copeland, Koller y Murrin


(2002). De hecho, en su texto sobre el valor de la empresa se analiza primero la conducta estratégica y
operativa del director general de una sociedad multibusiness y, de seguidas, se reelaboran y clasifican las
intervenciones capaces de crear valor.
En esta obra, además, se presenta un modelo denominado Pentágono para la valoración de las opor-
tunidades de reestructuración, que puede ser de ayuda para poner en práctica el método del valor y para
escoger la estrategia más conveniente desde el punto de vista económico:

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


209
Valor actual de mercado

Divergencias Máximo valor potencial para


de percepción un takeover

Valor de la 2 5 Valor óptimo


empresa tal como tras la
se encuentra reestructuración
(valor efectivo)

Oportunidades Oportunidades de
estratégicas y operativas reestructuración financiera
de la empresa

Valor potencial con 3 4 Valor potencial con


mejoramientos externos mejoramientos internos
Oportunidades de
venta-adquisición

Fuente: Copeland, Koller y Murrin (2002).

Este modelo pentagonal sobre la creación de valor permite a la gerencia observar la empresa desde
un punto de vista particularmente crítico: el de un hipotético comprador que pone en marcha un
proceso sistemático de adquisición de acciones para llegar a controlarla (takeover). Esto conlleva, por
una parte, a constatar las lagunas y puntos débiles de la compañía y, por la otra, a analizar mejor las
preferencias de los accionistas. Los vértices del pentágono hacen referencia al proceso de valorización
del capital en una situación de competencia abierta y en dinámicas sectoriales diversas.
El valor actual de mercado y el valor efectivo reflejan el valor actual del capital y se diferencian solo
por la tasa de descuento o devaluación del capital percibido. El valor potencial con mejoramientos inter-
nos solamente puede ser superior al anterior si existen condiciones sociales que permitan obtener un
incremento en la plusvalía relativa. El valor potencial con mejoramientos externos incluye el cálculo del
rendimiento potencial de la relación del capital con los activos-inversiones de la empresa en cuestión.
El valor óptimo tras la reestructuración es superior al anterior si la centralización efectuada mejora la
relación de fuerzas con el capital financiero y reduce el débito que este deduce –en forma de renta
financiera– de las ganancias de la empresa. En la consideración del valor de mercado se incluye, por
tanto, la diferencia entre el valor actual de su actividad y la rentabilidad potencial, mejorada esta última
por medio de un proceso de intensificación de la explotación del trabajo y de otros cambios –tanto en
las condiciones de competencia intrasectorial como en el rendimiento neto a través de transferencias
de renta– realizables por vía de la centralización del capital.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


210
Por tanto, según este modelo, el primer elemento que se debe determinar –sobre la base de las es-
trategias internas en curso– es el valor efectivo de la empresa. Luego, al confrontarlo con el valor actual
de mercado –obtenido directamente de la cotización corriente de las acciones–, se puede verificar si
entre ambos valores existen divergencias, que se generan a partir de las diferentes percepciones que,
con respecto a la visión interna, tienen los accionistas, los mercados financieros y el ambiente externo.
Si entre el valor efectivo (el que tiene la compañía tal como está) y el de mercado hay una divergencia
negativa, la empresa se encontrará en riesgo de ser objeto de un intento de compra o toma de control
(takeover), y se deberá entonces proceder a una mejor gestión de las actividades. Resulta entonces
necesario eliminar esa divergencia a través de la búsqueda sistemática de posibles oportunidades para
aumentar el valor. Esas oportunidades, que se dividen en las tres categorías anteriormente citadas, son
analizadas en un orden preciso: oportunidades realizables con mejoramientos internos, oportunidades
ejecutables con mejoramientos externos y, finalmente, oportunidades concretables mediante operacio-
nes de reestructuración.
Por medio del análisis de las posibles mejoras internas se identifican y evalúan las principales pa-
lancas de que dispone la empresa para alcanzar su valor potencial. Ejemplos de esas palancas son la
reducción de los costos operativos, el aumento de la eficacia en las actividades de investigación y
desarrollo, o la puesta en marcha de una política de mercadeo más efectiva para aumentar los ingresos
(punto 3 del pentágono de reestructuración).
En la fase siguiente (punto 4 del pentágono) se considera el potencial incremento del valor de la
compañía que podría lograr la gerencia con toda una serie de posibles mejoras externas; por ejemplo,
la adquisición o la venta de actividades o de áreas enteras del negocio.
Por último, la empresa puede también alcanzar su máximo valor potencial (punto 5 del pentágono)
mediante un cambio en su estructura financiera, sea por vía de la disminución del costo del capital o de
su recomposición. El hipotético comprador podría entonces renunciar a su propósito, al desaparecer
su eventual ganancia: la constituida por la diferencia entre el valor de mercado y el valor real de la
compañía reestructurada26.

3. Llegados aquí, resulta indispensable circunscribir y definir el objeto del que estamos hablando: el
concepto de valor de la empresa. El valor es el fruto de una estimación que puede hacerse en cualquier
momento, en relación con determinadas exigencias. Valorar una compañía significa apelar a con-
ceptos, criterios y métodos aptos para dar cuenta de una medida del capital; medida que ha de estar
dotada de:

– Racionalidad: debe derivar de un proyecto claro.


– Demostrabilidad: debe ser posible atribuir valores controlables a los parámetros y a
las variables.
– Objetividad: ha de excluir el influjo perturbador de quien hace la estimación.
– Estabilidad: no puede sufrir variaciones continuas por cambios de opinión.

Pero el factor que le imprime realismo a esa valoración es necesariamente, como ya se ha dicho, el
contenido de los recursos del capital intangible, ligados al conocimiento, al capital intelectual.
¿Cómo valorar y cuantificar esa forma de capital?

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


211
Hay quienes no consideran muy ventajoso el invertir en la comunicación, en el capital intelectual,
en el conocimiento, pues no ven los beneficios que se puedan derivar de ello. Por tal razón, muchos
empresarios siguen prefiriendo las inversiones en “recursos financieros y materiales”, como dinero y
maquinarias, inventarios, etcétera27. Sin embargo, “el capital fijo hoy necesario para crear riqueza no
es la tierra ni el trabajo físico, ni las máquinas-herramientas ni las plantas fabriles: es un capital hecho
de conocimiento” (Stewart, 1999: 8). Pero, ¿qué tanto de este capital está oculto y cómo se le puede
clasificar?
Para responder a esa pregunta hay que recordar que el capital intelectual se distingue por:

a) El conjunto semipermanente del saber: en sustancia, la experiencia adquirida en el tiempo a tra-


vés de la utilización del personal técnico interno, de gerentes y dirigentes, de obreros, empleados
y cuadros, de consultores externos y de intelectuales “de área” disponibles y condescendientes.
b) Los medios que acrecientan el conjunto del saber, como datos, conocimientos e informaciones,
comunicaciones que “forman” a los trabajadores en la cultura de empresa gracias al papel desem-
peñado por los intelectuales homologados, internos y externos.

Es fundamental, entonces, brindar a los trabajadores una formación adecuada, que les permita
contribuir con ideas y soluciones a resolver los problemas y posibilitar una mejoría de la eficiencia
productiva, de manera que asuman también ellos el papel de capital intelectual homologado.
Se forma así el capital intelectual humano, un capital homologado a los esquemas de valores del
totalitarismo capitalista por medio de la comunicación desviante estratégica y del propio capital inte-
lectual homologado.

2.6. La valoración de la empresa


1. El desarrollo de la teoría de la creación de valor ha suscitado, como lógica consecuencia, el interés
tanto del mundo académico como del gerencial-operativo por los métodos de valoración empresarial.
Para valorar una compañía hay que tomar en cuenta todos los elementos que la componen, lo
cual conduce a la estimación de su capital económico. Esa estimación puede ser obtenida mediante
métodos directos e indirectos de valoración.
Los primeros son aquellos que refieren a valuaciones efectuadas por el mercado. Por esa vía re-
sulta fácil precisar el valor de las sociedades cotizadas en la bolsa, mientras que para aquellas cu-
yas acciones no se transan en el mercado, el único referente son los precios efectivamente pagados
por ellas.
Sin embargo, los métodos directos se revelan poco confiables. En efecto, el valor negociado en
el mercado está frecuentemente condicionado por circunstancias subjetivas de negociación, muchas
veces transitorias y contingentes. Además, es bueno precisar que las negociaciones desarrolladas en las
bolsas europeas (excluida la inglesa) tienen por objeto, en lo cuantitativo, partidas más bien modestas
y limitadas de títulos accionarios, que representan solo una pequeña parte del capital propio de las
sociedades en cuestión. Eso significa que los precios de esos títulos no pueden dar cuenta del valor de
una participación mayoritaria o de control y, por tanto, no son idóneos para facilitar la estimación del
capital económico de una compañía. Se hace entonces necesario recurrir a metodologías indirectas,
que no se basan en los datos del mercado.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


212
2. En general, este tipo de evaluaciones se plantea cuando resulta necesario:

– Determinar si la compañía está en riesgo de sufrir un intento de compra hostil.


– Establecer el precio de compras y ventas.
– Precisar el precio de colocación para la cotización en bolsa.
– Recurrir a un aumento del capital por pagar.
– Estimar el momento oportuno para efectuar esa inversión de capital (Calori y Ubago Vivas,
1990).

Los métodos indirectos son procedimientos típicos para la estimación del capital económico. Se
basan fundamentalmente en tres tipos de información:

– Financiera: los flujos de caja que generarán, en el futuro, las inversiones acordadas.
– Rentística: las rentas que producirán esas inversiones, también en un futuro.
– Patrimonial: el valor patrimonial actual de las inversiones escogidas.

Del uso de cada uno de estos tipos de información, toman nombre los siguientes métodos de valo-
rización indirecta del capital económico: método patrimonial, método rentístico y método financiero.

2.6.1. El método patrimonial


1. El método patrimonial es el más simple y el más utilizado en la evaluación empresarial. Equipara
el valor de una compañía con el de su patrimonio; a la par, pues, del valor del capital neto rectificado
(rectificado por el eventual ajuste de los activos a los valores de mercado y de los pasivos a los valores
de liquidación).
El método patrimonial define el capital neto de balance como la diferencia entre los elementos
activos y pasivos del capital de la empresa. En particular, al analizar esto último, se procede a la revisión
contable de los elementos activos y pasivos y a la reformulación a valores corrientes de cada uno de los
elementos activos no monetarios (por ejemplo, los inmobilizados técnicos) y pasivos del patrimonio,
para determinar así una serie de plusvalías y minusvalías. De manera que el capital neto del balance de
ejercicio nos informa sobre el estado actual del uso de las inversiones y de sus fuentes, pero no acerca
de su valor de mercado (valor corriente); en consecuencia, se hace necesario transformar su valor
contable en valor corriente, a través de las siguientes operaciones:

a) Revisiones contables de cada elemento activo y pasivo.


b) Reformulación a valores corrientes de los elementos activos no monetarios, para determinar así
plusvalías o minusvalías.
c) Actualización del valor de los débitos y créditos sin intereses.

Más allá de este método de valoración patrimonial, definido como “simple” porque contempla en
los activos solo los bienes materiales –además de los créditos y la liquidez–, existe también el méto-
do patrimonial complejo, así denominado porque comprende asimismo la valorización de los bienes
inmateriales no contabilizados (marcas, capital humano, tecnología, etcétera). Este último se utiliza

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


213
cuando los bienes inmateriales adquieren una notable importancia, es decir, cuando se les considera la
fuente más importante para el éxito a largo plazo.

2. Naturalmente, los bienes inmateriales están sobre todo relacionados con las áreas de mercadeo
y de tecnología, y reflejan las condiciones relevantes para conservar y desarrollar la capacidad de renta
de la empresa28.
Estos métodos, aunque tienen aspectos positivos (la simplicidad, la capacidad de informar sobre la
amplitud y la solidez patrimoniales de la compañía), presentan algunos importantes elementos nega-
tivos; en particular, al darle relevancia al costo individual de los elementos patrimoniales –por sobre la
combinación de los factores productivos–, ignoran completamente los resultados que se obtendrán en
el futuro, descuidando así el aspecto dinámico y limitándose, de hecho, a un análisis de estado, de tipo
agregado, sin llegar al análisis de sistema.
En conclusión, puede afirmarse que este método, a los fines de conocer el capital económico, es
necesario, en tanto que dicho valor se origina en el patrimonio, pero no es suficiente, ya que, como se
ha dicho, el valor del capital económico no depende solamente de los elementos patrimoniales, sino
de cómo estos se integran y funcionan en el transcurso del tiempo.

2.6.2. El método rentístico


1. Para el método rentístico, el valor de una empresa está en función de su capacidad de producir
rentas en el futuro. Ese valor puede entonces expresarse en la siguiente fórmula:

W = f(R)

Donde
W = valor de la empresa.
R = renta futura.

Pero si bien es esta una fórmula de fácil enunciación y de inmediata comprensión, se constata
enseguida que es difícil traducirla en términos de cálculo, por ser demasiado simplista y escasamente
explicativa. A fin de determinar ese valor, hace falta entonces especificar:

– La función que conecta a W con R.


– La definición de los parámetros de la función escogida.
– La manera en que R debe ser definida y medida.

2. El riesgo general de una empresa se sintetiza en la posibilidad de sufrir en su gestión pérdidas


que amenacen el capital propio y su remuneración. La recompensa que por ello se espera puede ser
deducida de la apreciación global de dicho riesgo. Por tanto, para su estimación resultan determinantes
no solo los elementos de riesgo internos y externos y sus posibles desarrollos futuros, sino también la
intuición y la experiencia del evaluador (Guatri, 1994: 65-67)29.
La valoración rentística presenta algunas limitaciones. En particular, descuida algunos aspectos de
la realidad empresarial (los relativos a su potencialidad) y, además, adolece de algunas incertidumbres

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


214
y dificultades que se hacen patentes, por ejemplo, al momento de estimar la renta media-normal
prospectiva y la tasa de capitalización (Paganelli,1990: 47).

2.6.3. El valor neto actual o Net present value (método financiero)


1. La literatura anglosajona, y en especial la norteamericana, ha identificado en el Net present value
(NPV) –también conocido como modelo de flujos de caja netos y actualizados– el mejor método
para determinar el valor de la empresa. De hecho, la sucesión de flujos netos de caja –a los que una
empresa dará potencialmente origen en el curso de su vida– es considerada actualmente como el único
parámetro que permite precisar correcta y objetivamente ese valor y sus variaciones.
Al contrario de lo que ocurre con los métodos rentístico y patrimonial, la utilización de los flujos
de caja permite superar las rigideces convencionales que introducen los principios contables para poder
medir aquellos componentes de la renta que no tienen expresión monetaria (amortizaciones, aprovi-
sionamientos, inventarios de almacén). Este método obliga a considerar todas las variables; vale decir,
aquellas de las que se derivan los flujos de entrada y salida, que tienen la capacidad de crear (o destruir)
valor, sin omisiones ni duplicaciones (Paganelli, 1990: 49).
Para determinar el NPV es preciso actualizar los flujos de caja que se producirán en el futuro, a una
tasa de interés que tenga en cuenta el nivel de riesgo y la inflación esperada. En lo sustancial, esa tasa de
actualización está constituida por el costo del capital, de débito y de riesgo, que grava sobre la empresa.
El esquema procedimental para obtener el flujo neto de caja es el siguiente:

Cuadro 1 2. El monto del NPV, determinado de esa

Utilidad neta manera, puede tener signo positivo, negativo o


+ amortizaciones neutro.
+ inversiones en capital fijo y circulante En el primer caso, el flujo que prevé generar
la empresa, dadas las previsiones de inversión, es
Flujo de caja operativo positivo. Eso significa que crea valor en beneficio
+ disponibilidad de caja de los accionistas, por un monto que en núme-
+ capital social ros absolutos es igual al valor estimado del NPV.
- rembolsos de préstamos Esta afirmación puede ser fácilmente explicada si
se analiza la tasa de actualización utilizada en el
Flujo de caja disponible denominador del término NPV.
- gastos discrecionales Si el NPV presenta signo negativo, quiere decir
que la empresa destruirá valor a menos que mo-
Flujo neto de caja difique los planes de acción preseleccionados. De
otra forma, se entiende que no podrá perseguir los
Fuente: Calori y Ubago Vivas (1990).
objetivos que se había planteado y que se expon-
drá de hecho al peligro de una compra hostil.
Un valor nulo del NPV indica que si la empresa pusiera en marcha el plan previsto, no acrecentaría
el valor económico de su propio capital, pero tampoco lo destruiría. En ese caso, en efecto, los flujos
previstos serían suficientes para pagar los intereses pasivos a los acreedores, distribuir dividendos y
recuperar las inversiones contempladas en la planificación, pero no dejarían beneficio alguno para el
accionista. Sin embargo, conviene precisar que un plan de acción que prevea un flujo de caja nulo no es

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


215
descartable a priori, ya que en algunas situaciones, caracterizadas por una fuerte competencia, podría
ser con frecuencia el único viable (Calori y Ubago Vivas, 1990).
El NPV no es el único método de valoración financiera, aunque se le considera ya, en su ámbito,
el único instrumento idóneo para medir el valor de la empresa. Sin embargo, en la literatura no todos
concuerdan con este juicio. Guatri, en particular, pone en evidencia que solo es utilizable si el horizon-
te temporal del análisis es limitado, ya que la confiabilidad de las previsiones sobre los flujos de caja
resulta inversamente proporcional al paso del tiempo (al pasar más allá de 10 años, existe el riesgo de
hacer cálculos carentes por completo de significado). Además, las pruebas empíricas de comprobación
del método no siempre se han demostrado confiables30.
Por tanto, el método financiero depende de la norma de distribución de la plusvalía entre la utilidad
neta empresarial y la renta financiera. En la fase de la globalización neoliberal, el incremento del peso
de las rentas financieras ha deprimido el valor neto actual del capital productivo, sin que ello haya
implicado una alteración previa en las condiciones de producción y generación de valor; alteración
que solo se ha producido en las condiciones de distribución de la plusvalía entre el capital productivo
y el capital financiero.

2.6.4. El método mixto patrimonial-rentístico


1. Los métodos mixtos han sido ampliamente discutidos por la doctrina y son muy aplicados en el
perfil operativo. Se les define como mixtos en tanto que representan una mediación entre los métodos
patrimoniales y los rentísticos.
El más simple entre los mixtos es el llamado método del valor medio, que atribuye el mismo peso
al componente patrimonial y al rentístico. En ese marco, el valor del capital económico viene dado por
la media aritmética simple del valor del patrimonio neto rectificado y del valor de capitalización de la
renta esperada, estimada mediante la fórmula de la renta perpetua (R/i).
En otros métodos mixtos, ese valor es estimado autónomamente y en su monto completo. De ellos,
los principales son:

– El método de capitalización limitada de la ganancia media.


– El método de capitalización ilimitada de la ganancia media.

Si bien los métodos mixtos son fruto de un compromiso, presentan en su aplicación una validez
suficiente para que, con las debidas limitaciones, sean todavía aplicables.

2. En definitiva, los diversos métodos de valoración de la empresa se basan en la estimación del


rendimiento objetivo del capital, tomando en consideración tanto la evolución pasada como las previ-
siones capitalistas de rendimiento futuro.
Pero estos métodos no necesariamente estiman ese valor objetivo. Por una parte, como se ha seña-
lado antes, la norma de distribución del excedente (es decir, de la plusvalía) entre ganancia empresarial
y rentas, sobre todo financieras, modifica el rendimiento esperado de la inversión productiva. Y, sin
embargo:

Esto no afecta para nada el nivel de la cuota general de ganancia, pues para estos efectos la ganancia
es igual a interés + ganancias de todas clases + renta del suelo, siendo indiferente, en cuanto a dicha

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


216
cuota general de ganancia, la distribución que de ella se haga entre estas diversas categorías (Marx,
1978a, tomo III: cap. XIV).

Por otra parte, el desarrollo del capital mediante acciones bursátiles supone algo más que una nueva
forma de participación en la propiedad de los medios de producción y en el capital, es decir, en la
ganancia. Su mera existencia distorsiona los cálculos contables sobre el valor de la empresa, ya que el
rendir siempre una ganancia inferior a la media en forma de dividendo, permite una estimación de
ese valor muy por encima del rendimiento real de la empresa, si se compara su ganancia media con el
rendimiento (dividendo) proveniente del capital por acciones.
Es precisamente esa la causa que se esconde tras el auge de la llamada new economy, basada en una
capitalización bursátil de las empresas de comunicación e informática a un valor muy superior al real,
es decir, al que se deriva de la explotación directa del trabajo. La dificultad de traducir en ganancia
capitalista media esa valorización empresarial, explica a su vez el hundimiento de su cotización en una
de las crisis de devaluación más agudas de las últimas décadas.

3. La moderna teoría de la empresa no es capaz, sin embargo, de determinar cuál es el nivel que
puede adoptar el llamado valor ampliado, ese valor agregado extendido que se expresa en el precio
asignado a un proceso específico de organización del trabajo social.
En ausencia de una teoría real del valor –como la del valor-trabajo–, la teoría de la creación de
valor de empresa puede solamente especificar los mecanismos de manifestación de ese valor y lo hace
elaborando diversas técnicas para cuantificarlo en un momento dado, a partir de las señales que emite
el mercado.
El mercado, por su parte, remite a las transacciones financieras, en tanto que en el capitalismo la
eficacia en la asignación de cantidades de trabajo social a la producción de mercancías se expresa y
cuantifica en forma de dos cantidades de dinero que se relacionan entre sí, D y D', entre las cuales la
mediación del proceso de producción es contingente: en el ciclo D - M - D', lo que importa es única-
mente que la relación [D' - D] = Δ > 0. Y por eso no se puede, ni siquiera, pasar por la cuantificación
de la magnitud de un valor de uso nuevo para el mercado (X ), sino solo lograr la asignación de dos
magnitudes diferentes en dos momentos distintos para la misma cantidad monetaria.
En el capitalismo, el dinero genera más dinero. La empresa, cuantificada en dinero, se manifiesta en
la circulación de bienes en forma de más dinero (D') que el valor de sus actividades materiales.
Pero la magnitud de esta D', en la que se expresa el valor de la empresa, tiene algunos límites
bien definidos por el proceso de valorización social o, propiamente, por el proceso de valoración del
capital, por la capacidad de gestionar una parte del trabajo social y traducirlo en valores capitalistas, en
mercancías de un valor acrecentado.
El valor de mercado de una empresa, en última instancia, expresa el ritmo al cual ella incrementa la
capacidad productiva del trabajo:

Por aumento de la capacidad productiva del trabajo entendemos un cambio cualquiera sobrevenido
en el proceso de trabajo, por virtud del cual se reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario
para la producción de una mercancía; es decir, gracias al cual una cantidad más pequeña de trabajo
adquiere potencia suficiente para producir una cantidad mayor de valores de uso (Marx, 1978a,
tomo I: cap. 10).

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


217
En definitiva, ese valor de mercado está en relación directa con la capacidad y velocidad con la
que contribuye a incrementar la plusvalía relativa. O, lo que es lo mismo, el valor de cambio de esta
expresión contingente de la fuerza social de trabajo que es la empresa aumenta en proporción inversa
a su contribución a la reducción del valor de cambio de las mercancías en general, disminuyendo así la
fuerza de trabajo, los medios de producción o ambos tipos de capital al mismo tiempo:

Al capitalista que la produce le tiene sin cuidado, de suyo, el valor absoluto que la mercancía tenga.
A él solo le interesa la plusvalía que encierra y que puede realizar en el mercado. La realización de
la plusvalía incluye ya por sí misma la reposición del valor que se desembolsó. El hecho de que la
plusvalía relativa aumente en razón directa al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, mientras
que el valor de las mercancías disminuye en razón inversa a este desarrollo, siendo, por tanto, el
mismo proceso que abarata las mercancías el que hace aumentar la plusvalía contenida en ellas, nos
aclara el misterio de que el capitalista, a quien solo interesa la producción de valor de cambio, tienda
constantemente a reducir el valor de cambio de sus mercancías (Marx, 1978a, tomo I: cap. 10).

Las diversas técnicas de determinación del valor de mercado de la empresa esconden así, bajo la
cuestión del precio individual, la valorización social de la economía de recursos en la organización
(actividad intangible) de la fuerza de trabajo social para la formación de nuevos contenidos de valor
(valores de uso) en condiciones de mayor rentabilidad capitalista, es decir, de mayor producción de
plusvalía relativa. Pero no debe olvidarse que:

Toda empresa de producción de mercancías es, al mismo tiempo, una empresa de explotación de la
fuerza de trabajo; pero bajo la producción capitalista de mercancías, la explotación se convierte en
un sistema formidable que, al desarrollarse históricamente con la organización del proceso de trabajo
y los progresos gigantescos de la técnica, revoluciona toda la estructura económica de la sociedad y
eclipsa todas las épocas anteriores (Marx, 1978a, tomo II: cap. 1).

Por tanto, la evolución del valor de la empresa debe reflejar, inmediatamente o en forma mediata,
la evolución actual y potencial de la explotación del trabajo. Esta determinación se establece entre el
valor de la empresa a breve plazo y el que ha de tener a largo plazo. Cuando se produce una evolución
en la determinación del precio de las inversiones (actividades), acompañada por factores que modifican
el precio en el breve plazo –factores vinculados a la oferta y la demanda de actividades empresariales,
como la disponibilidad de fondos de inversión y de ahorro, la evolución de las cotizaciones bursátiles,
etcétera–, podemos detectar una evolución a largo plazo, necesariamente influenciada por el rendi-
miento asociado a las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


218
— notas —

1 Sobre estos temas, y también para lo que sigue, véase por ejemplo Vasapollo (1996) y Martufi, Vasapollo (1999; 2003).

2 Que sigue siendo, con todo, muy aclamada, incluso en sus variantes extremas. Desde esa perspectiva, la propiedad privada

de los medios de producción, tras la irrupción del gerente, ha dejado de ser relevante (si no en lo formal, al menos sustanti-
vamente): esa propiedad ha sido despojada de todo poder dentro de la empresa. Y por eso, los gerentes no solo serían los
nuevos empresarios –en lo cual se podría muy bien concordar–, sino que se habrían convertido también en los “patrones” de
la empresa. Ferrarotti (2005) da continuidad a la tesis central de la revolución gerencial cuando escribe: “Se produce un divorcio
clamoroso entre poder y propiedad. Los gerentes profesionales tienen el poder sin tener la propiedad. El accionista, incluso el
gran accionista, debe delegar el poder: no siempre está en capacidad de controlar las decisiones cotidianas, y ni siquiera las
estratégicas. Se convierte, cada vez más, en un propietario ausente, una figura desvaída, en vías de extinción”(10).

3 Sobre las transformaciones en curso en el proceso de trabajo y sobre las técnicas de organización laboral y de taylorización

de amplios sectores anteriormente ajenos a tan intensos grados de explotación, véase el bien compilado libro de Linhart y
Moutet (2005).

4 La familia Agnelli cuenta hoy con cerca de 200 miembros; los Michelin, industriales del caucho, son 400; los alemanes Haniel

son ya 900 (Gallino, 2005: 70).

5 Los estudios sobre las PYME y sus distritos abundan desde hace décadas. Para una profundización en la crisis de este modelo

empresarial –crisis reconocida incluso por los máximos exponentes del Club de Distritos italiano– y sobre la necesidad de
promover procesos de centralización e integración, remitimos al número 3-2002 de la revista Economia Italiana, del grupo
bancario Capitalia, donde, entre otras, se encuentran intervenciones de Geronzi, Becattini, Bellandi y Onida.

6 Para una explicación sociológica e histórico-materialista del fenómeno tangentopoli*** y de la experiencia de Manos Limpias,

cfr. Carlo (2000: 266-272).

7 Acerca del dominio social de la comunicación desviante, véase, también para lo que sigue, Martufi, Vasapollo (2000).

8 Sobre tipologías de empresa, modelos decisorios y procesos valorativos, como también para lo que sigue, cfr. Alvaro, Vasapollo

(1999).

9 Si se habla de capital intelectual humano, la organización en redes resulta mucho más adecuada que la que se construye sobre

bases jerárquicas. Las redes permiten relacionar a las personas entre sí, a través de datos e informaciones. En estas, al contrario
de lo que sucede en los canales jerárquicos, la información puede llegar simultáneamente a todos los interesados, sorteando
muchos pasos burocráticos; el control y la supervisión se ven reducidos, pero aumentan los resultados en términos de eficiencia
empresarial.

10 Los procesos decisorios de inversión deben, en todo caso, responder a requisitos que son de extrema importancia. Un primer

aspecto es el que atañe al análisis de las tendencias previstas en materia de ventas y recuperación, de los cuales se obtiene una
referencia inicial para los presupuestos operativos y de caja del ejercicio administrativo subsiguiente, útil a su vez para estimar
el importe bruto de los financiamientos que las operaciones corrientes hacen posibles. Referencia básica de las inversiones,
dicho importe suministra respuestas adecuadas acerca de la eficacia de las diversas formas de actividad empleadas. Se trata, en
última instancia, de un test de decisiones sobre los posibles desempeños de las inversiones o desinversiones.

11 La técnica de análisis de costos-beneficios permite confrontar inversiones diversas, independientemente de su tipología o del

sector productivo al que pertenecen. No obstante, los proyectos de inversión difieren entre sí en razón del desembolso inicial,

*** (n.t.) Tangentopoli deriva de tangente, comisión o soborno; Manos Limpias fue el nombre con que se conoció un célebre
proceso anticorrupción a comienzos de los años noventa, de inmensa repercusión en Italia.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


219
de las características y los tiempos del flujo de caja, de la extensión de su vida económica y de la economía global que repre-
senten uno a uno. Vale también considerar la tesis, muy frecuente en la realidad, de que el análisis de costos-beneficios no
necesariamente concierne a la confrontación de proyectos diferentes, sino que puede estar dirigido, como proceso decisorio,
a la implementación –o no implementación– de un único proyecto de inversión; por ejemplo, a los fines de poner en marcha
procesos de expansión o modificación de estructuras de un componente cualquiera del activo patrimonial o, por el contrario,
perseverar en su estructura actual.

12 Sobre este tema, cfr. Martufi, Vasapollo (1999; 2000b) y Vasapollo (1996).

13 Sobre los temas que siguen, véase, por ejemplo, Alvaro, Vasapollo (1999).

14 Obsérvese que las diversas configuraciones del capital que se suman en la valoración mercantil de la empresa expresan, en

última instancia, la contribución relativa que esta hace al mejoramiento de las condiciones generales de valoración del capital,
contribución que puede manifestarse por distintas vías: en el aumento del rendimiento de las restantes empresas, al liberarlas
de parte de la competencia (capital de liquidación); en el reforzamiento del proceso de centralización y concentración de capital
(capital de fusión); en la reducción de las rentas que pesan sobre las utilidades del capital productivo (capital de transforma-
ción); o en el potencial conjunto de todas estas vías de incremento del rendimiento del capital social (capital de venta).

15 Véase al respecto Guatri, 1987.

16 Cfr. Alvaro, Vasapollo (1999), también para lo que sigue acerca de los diversos métodos.

17 Para una profundización en el tema del Estado social y las privatizaciones, como también para lo que sigue del texto, cfr. Mar-

tufi, Vasapollo (2003).

18 Para profundizar también en el valor de la empresa y los problemas que ello plantea, cfr. Alvaro, Vasapollo (1999).

19 Actualmente, gracias a la informática y a la innovación tecnológica en materia de productos y procesos, la inversión inicial es

rápidamente recuperada –si el producto ha sido bien concebido– y debe entonces ser sustituida por una nueva serie de inver-
siones, si es que se quiere aumentar o al menos preservar la cuota de mercado, por una parte, y por otra el valor de la empresa.

20 El valor de la empresa se diferencia de la renta financiera (D'-D) derivada de la actividad empresarial, incluida la renta futura,

por incluir el conjunto de los activos tangibles e intangibles; vale decir, la organización colectiva del trabajo social, como una
nueva mercancía que puede representar en sí misma un valor (de cambio).

21 Cfr. Copeland, Koller, Murrin (2002: 21-40).

22 Otro ejemplo es el que se verifica cuando el valor de las acciones que una sociedad mantiene en bolsa se incrementa por efecto

del despido de personal, ya que la mejoría de los resultados de gestión hace más rentable la compra de esos títulos.

23 Una valoración se define como general cuando se produce en situaciones normales, o sea, haciendo abstracción de toda

contingencia; por ejemplo, cuando una compañía debe ser comprada o vendida. Una valoración racional implica que el proce-
dimiento evaluatorio debe ser coherente, inteligible y compartible. Una valoración es demostrable y objetiva cuando los valores
utilizados para obtenerla son suficientemente creíbles (Guatri, 1990: 15-16).

24 No casualmente, la teoría de la creación de valor es conocida en Europa también como teoría de la creación y distribución de

valor.

25 Cfr. Marx (1978a, tomo III: cap. XV).

26 Cfr. Copeland, Koller, Murrin (2002: 240-241).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


220
27 “Para resumirlo todo en una frase, capital intelectual es todo aquel material intelectual –saber, información, propiedad intelec-

tual, experiencia– que puede ser puesto a punto para crear riqueza” (Stewart, 1999: 8).

28 Un bien inmaterial debe presentar las siguientes características: 1) transferibilidad (tiene que ser cedible o traspasable a terce-

ros); 2) mensurabilidad; 3) debe estar en el origen de costos con utilidad diferida en el tiempo.

29 La dificultad mayor, sin embargo, estriba en el hecho de que R no es la misma si la empresa mantiene su actividad como capital

privado, independiente, o si incluye un proceso de centralización que modifique las condiciones de competencia en su sector
de actividad específica.

30 Se puede profundizar en esta temática consultado Guatri (1990: 185-188); el texto, además, sigue siendo referencia funda-

mental para la teoría de la creación de valor y los métodos evaluativos.

POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA


221
Capítulo II
LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO

1. Reglas básicas de funcionamiento

1. El socialismo puede tener, sobre todo en el plano político-económico, un carácter más o menos
centralizado o descentralizado, y asumir por tanto muy diversas modalidades de organización sin
comprometer los principios básicos de funcionamiento del sistema. En lo que toca a la planificación,
la relación entre centralización y descentralización es un debate que nunca se ha cerrado. En algunas
ocasiones se ha señalado que el grado de centralización depende del nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas, de manera que en países subdesarrollados la planificación debe ser, en sus fases iniciales,
fuertemente centralizada, con muy poca autonomía de las unidades productivas. Por el contrario,
en condiciones de desarrollo y de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, el
mecanismo decisorio permite una mayor descentralización del proceso de planificación, sin que ello
implique pérdida alguna de eficacia (obtención de los objetivos perseguidos) o de eficiencia (obtención
de esos objetivos con el mínimo costo).
En todo caso, cualquiera que sea la modalidad de organización socialista de la economía, el ámbito
individual de decisión de los agentes económicos –vale decir, de las unidades productivas (empresas)
y de los trabajadores y ciudadanos– requiere el desarrollo de nuevas técnicas microeconómicas para la
toma racional de decisiones, como lo subraya Hugo Pons en muchos de sus trabajos, a los que se hará
frecuente referencia en este capítulo y en los sucesivos de esta tercera parte.
En ese sentido, se debe diferenciar entre nacionalización y socialización de las empresas, ya que la
desaparición de la propiedad privada de los medios de producción no implica su socialización inmedia-
ta. De hecho, la “propiedad estatal” no garantiza el control de los trabajadores sobre su propio trabajo,
pues de no avanzarse en la democratización de las relaciones económicas, estos se encontrarán, respecto
al producto de su trabajo, en una situación de alienación similar a la vivida bajo el capitalismo1. La
propiedad estatal, en sí misma, no quiere decir nada, ni garantiza el socialismo. Ella solamente implica
un proceso de centralización, en un único sujeto jurídico-económico, de una serie de capitales, cuya
propiedad pasa de una pluralidad de sujetos titulares y cotitulares a manos de uno solo. Hay entonces
una reductio ad unum de los sujetos titulares. No sirve de nada sostener –como sin embargo se hizo en
el pasado– que el Estado socialista, al centralizar los poderes directivos y la propiedad de las empresas
estatizadas, garantiza de por sí, como representante de los intereses de la mayoría de la población, un
correcto desempeño de la actividad empresarial a los fines sociales. Antes bien, ese monopolio resulta
peor que la competencia capitalista: si no es controlado directamente por las masas populares, no pue-
de ser sino presagio de ulterior autoritarismo, burocratismo e ineficiencia. El socialismo, en cualquier
nivel, no es pensable ni construible si no está fundado sobre una sólida base de democracia directa. Sin
ese control democrático, la propiedad estatal termina por crear y privilegiar una nueva clase social, que
surge de la gestión monopólica estatal de los medios de producción.
Solo cuando se produce el control social sobre el proceso de producción, la posesión de los medios
de producción es ejercida por las propias unidades productivas y estas, desde su entorno espacial, to-
man decisiones acerca de las inversiones y el cambio tecnológico, se puede hablar de autonomía relativa
de dichas unidades; autonomía que puede estar acompañada –o no– de la correspondiente forma ju-
rídica que garantice la condición de “sujeto jurídico” (Betterlheim, 1993: 101-110). Cuando se pasa a
la socialización del proceso económico, la dimensión microeconómica adquiere más importancia. En es-
ta fase, la planificación debe articular las decisiones macroeconómicas, propias del nivel global de
producción, con las microeconómicas, relativas a la organización del proceso de trabajo y las referentes
al consumo.

2. En este campo, la primera gran diferencia entre el sistema capitalista y el socialista concierne a las
decisiones sobre precios. En el capitalismo, como se ha dicho, esa decisión se establece mediante un
procedimiento microeconómico, fragmentado a nivel de las empresas y de los sectores. Estos deter-
minan las normas de distribución, las estructuras de costos y los niveles factibles de diferenciación de
ganancias, que se expresan en forma de precio de mercado. Por el contrario, en el socialismo se habla
de precios de producción macroeconómicos, que expresan la asignación relativa de tiempo de trabajo
social en cada producción.
Esa característica implica una diferencia enorme en materia de contabilidad empresarial. Los ele-
mentos financieros del análisis contable pierden en el socialismo importancia, en beneficio de criterios
más técnicos, reales, que permiten el desarrollo de una contabilidad física en términos de tiempos de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


224
trabajo, calculados en forma directa e indirecta. No se trata de precios, sino de la contabilidad del
vínculo entre unidades de producción; así, la agregación de las contabilidades de esas unidades deviene
en un gran mapa de la contabilidad social. Las técnicas contables son sometidas a un cambio radical.
Los libros de partida doble ceden su sitial de honor a las tablas microeconómicas de input-output.
No es posible describir los desafíos teóricos y prácticos que plantea ese cambio. En breve recuento,
de un lado vemos que la teoría económica convencional, que en el sistema capitalista cumple un
papel principalmente apologético, encuentra en el socialismo una funcionalidad práctica; del otro,
hallamos que en este último se tornan obsoletas las técnicas contables que conocemos en la empresa
del sistema mercantil. Los criterios de eficiencia microeconómica reclaman una mayor atención. Una
vez más, sin embargo, la eficiencia financiera se ve sustituida por la eficiencia real. El objetivo central
del análisis “empresarial” es ahora la reducción de los consumos intermedios sin pérdida de eficacia y,
naturalmente, se requiere desarrollar nuevas técnicas de internalización de las deseconomías externas,
tales como los costos ambientales de la producción. Bajo el socialismo, los sistemas de contabilidad
ambiental adquieren relevancia. Aunque estos existen desde hace un tiempo, no son factibles en un
sistema de precios de mercado vinculados a la generación social con apropiación privada del valor
agregado (Nardo, 1987: capítulos 26-27; Georgescu-Roegen, 1973).

3. Otros elementos que experimentan una notable mutación en el sistema socialista son el contenido y
la forma de las funciones de utilidad microeconómicas. El socialismo no solo mantiene la posibilidad
de distribuir el tiempo entre ocio y trabajo, sino que se organiza, justamente, para ampliar progresi-
vamente las posibilidades de escogencia de la población en torno a este asunto, que se convierte en
objetivo central del aumento de la productividad2.
Uno de los errores de los sistemas socialistas del siglo xx fue, precisamente, desconocer esta dimen-
sión, esencial para mantener la motivación y el consenso social.
En el capitalismo, la expresión de las necesidades (la función de utilidad) se cumple a posteriori,
una vez efectuada la distribución del valor agregado. El límite de las necesidades es establecido para la
persona por la renta de que dispone; si esta es nula o casi nula, incluso las manifestaciones de la necesi-
dad de sobrevivir le serán negadas. El gasto a cuenta de la renta personal torna válidas las decisiones pre-
cedentes en materia de asignación del trabajo social. En el socialismo, por el contrario, la expresión de
las necesidades se convierte en un input del proceso de toma de decisiones en la producción. Es sobre
la base de las necesidades individuales y colectivas (sociales, empresariales, ambientales, etcétera), cor-
porizadas en su expresión a través de procedimientos técnicos adecuados, que resulta posible planificar.
Así, en lugar de una fundamentación microeconómica de la macroeconomía, como ocurre en
un sistema descoordinado de decisiones privadas, el socialismo requiere una fundamentación ma-
croeconómica de la microeconomía, en la que los precios se hacen endógenos y las decisiones sociales
determinan las decisiones de las unidades de producción, al tiempo que las decisiones relativas a la
función de utilidad personal, que se suman en forma de función agregada del bienestar social, orientan
las decisiones de inversión.

4. Los elementos aquí señalados son solo principios o reglas básicas de funcionamiento. Sin duda, son
muchas las posibles formas de organización social del proceso de producción socialista. El debate re-
ciente, posterior a la desaparición de los Gobiernos socialistas de tipo soviético, testimonia la existencia

LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO


225
de posiciones relativamente divergentes. Partiendo de la inevitable centralidad de la democracia econó-
mica (Devine, 1998), los modelos propuestos divergen sustancialmente, desde aquellos que plantean
un socialismo basado en la socialización de la inversión, pero que mantenga la independencia jurídica y
social de las empresas, incluida la propiedad privada (Schweickart, 1996), hasta los que piden un socia-
lismo descentralizado, con un sistema de planificación construido por agregación de abajo hacia arriba
(Albert, Hanhel, 1991; Albert, 2003). Hay, también, quienes ven en el desarrollo de las tecnologías de
la información y la comunicación una posibilidad de poner en marcha la planificación centralizada3.
En última instancia, la sustitución del capitalismo por el socialismo es una cuestión política e
histórica y exige una reflexión que se aleja de los objetivos del presente trabajo. Sin embargo, al señalar
los principios económicos básicos de este sistema, queremos mostrar que existe una teoría económica
del socialismo, que puede incluso adoptar parcialmente los instrumentos técnicos de la economía
neoclásica; naturalmente, con otros fundamentos teórico-prácticos, diferentes a los de la economía
capitalista que los vio nacer.

2. Algunas reflexiones sobre el doble carácter del proceso


de gestión pública de la empresa socialista

2.1. Los estudios sobre las modalidades de acción de la empresa socialista


1. El proceso de reforma de la Administración Pública ha suscitado, durante los últimos años, un
fuerte interés entre profesionales y académicos, políticos y electores, ricos y pobres. La readaptación
de sus elementos ha sido y es un objetivo en la mayor parte de los países, dadas las condiciones que
ha impuesto el neoliberalismo. El estudio de la Administración Pública, fundamental también para
comprender las modalidades de acción de la empresa socialista, ha adquirido con el tiempo un carácter
multidisciplinario, con un continuo intercambio entre disciplinas (Stillman, 1991) que lo nutren de
diversas maneras; así, por ejemplo:

– De la ciencia política ha tomado debida nota de la importancia del poder, de la política misma
y de las políticas públicas.
– De la ciencia administrativa ha recibido elementos relativos a las funciones de gestión, a la toma
de decisiones y a los sistemas de información.
– De la sociología ha heredado elementos de aproximación a los sistemas, así como la valoración
de la importancia de la teoría organizativa y de la teoría de los recursos humanos.
– La historia, la economía y la psicología, finalmente, han introducido el análisis de las decisiones
administrativas, los instrumentos económicos sobre finanzas públicas, sobre balances y sobre
política fiscal, y los estudios acerca del comportamiento de los actores y de los grupos que
forman parte de las organizaciones públicas.

Partiendo de dichas consideraciones, se busca seguidamente evidenciar algunos aspectos que signan
el actual proceso de desarrollo de la Administración Pública, particularmente en los países subde-
sarrollados. Se procura asimismo presentar algunas ideas que, dentro de una estructura adecuada y

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


226
en una primera aproximación al problema, contribuyan a un análisis lógico que ayude a explicar las
particularidades del papel de la empresa socialista y de su aparente doble carácter.

2. Estar de acuerdo con Stillman no es un buen motivo para dejar de analizar otras opiniones u otras
reflexiones que difieren de esa multidisciplinariedad en el análisis del proceso del sector público, en
particular del vinculado a las actividades de gestión pública en la sociedad capitalista. Es necesario, por
ejemplo, tener presentes las consideraciones de aquellos que afirman (Henderson, 2003) que, desde
el momento en que los economistas introdujeron las categorías de producto nacional bruto (PNB) y
producto interno bruto (PIB), estas se han convertido en punto de referencia incontestable para los
políticos de todo el mundo.
Basada desde siempre en valores patriarcales, la economía ha ignorado el trabajo de las mujeres en
la educación de los hijos, la asistencia a los ancianos o las labores comunitarias de carácter voluntario,
actividades que se consideran “no económicas” en términos de PNB; mientras, por el contrario, son
apreciados como “económicos” los valores monetarios alcanzados mediante la destrucción ambiental,
las catástrofes y las guerras.
Los economistas han pasado a formar parte de los organismos gubernamentales para impartir
consejos acerca del crecimiento económico cuantitativo, sin cuidar de su compatibilidad ecosocial y
desde ese enfoque han pretendido organizarlo todo, de la educación a la salud, de la asistencia social al
sistema de pensiones, y hasta las políticas comerciales y militares.
Las cifras del PNB y del PIB han dominado los vértices del Grupo de los Ocho4, también conocido
como G-8. Los economistas teóricos y aplicados han sobresalido con respecto a sus críticos y sus rivales
de otras disciplinas como la ciencia política, la sociología, la psicología, el derecho5, la antropología,
la ecología, la termodinámica, las teorías de sistemas y del caos, y los han sustituido en materia de
políticas públicas. Así, por ejemplo, armados con sus modelos econométricos sobre la inflación y la
ocupación, han logrado que, mediante la introducción de las políticas restrictivas y monetaristas y con
la financiarización neoliberal, se provoque el desempleo de millones de trabajadores, la miseria y el
hambre para 80% de la población mundial6.
Al evaluar el estado actual del desarrollo humano, el Programa de las Naciones Unidas para el De-
sarrollo (PNUD) pone el acento en las pésimas consecuencias derivadas de los años noventa (Capdevila,
2003). En ese período se registró una fuerte diferencia entre los países del sur que crecieron de manera
dinámica y los que permanecieron paralizados. Durante esa década, el índice de desarrollo humano
disminuyó en 21 naciones. En el plano económico, 54 tuvieron una tasa de crecimiento negativa,
la matrícula escolar disminuyó en 12 y en 14 aumentó la mortalidad infantil. En el mismo lapso, la
pobreza se incrementó en 37 de los 67 Estados de los que hubo datos disponibles.
Es evidente, entonces, que el punto de partida para analizar el proceso de gestión pública, en las
condiciones presentes, radica en el hecho de que este se basa en el reforzamiento del papel de coerción
y dominio ejercido, en primer lugar, a través de las políticas neoliberales que actualmente dominan el
mundo. Esto lleva a los países subdesarrollados a una reducción virtual de su capacidad para afrontar,
de manera unilateral, un proceso de Administración Pública en beneficio de sus propias compatibi-
lidades ecosociales. El impacto de las relaciones internacionales sobre las relaciones internas de cada
país se hace, en virtud de la óptica de mercado, cada vez más agudo, hasta cancelar para las economías
dependientes toda especificidad de los mencionados procesos.

LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO


227
2.2. El proceso de gestión pública
1. Hay una cierta y reciente tendencia a caracterizar la gestión pública como una articulada multiplici-
dad de procesos que se circunscriben a la esfera de la actividad económica y social, pero que se articulan
con la proyección exterior de la política de cada país. En este ámbito no se valora el impacto externo
de las políticas nacionales. Todo ello asume expresión particular en los países subdesarrollados, donde
condiciona la situación de dependencia respecto a las formas superiores de dominación ejercidas por
los países capitalistas desarrollados.
La fragmentación de los procesos y de los componentes de la Administración Pública es usada
como instrumento de sumisión y de dislocación de los países subdesarrollados, para así reducir su
capacidad de maniobra frente a las economías desarrolladas y sus instrumentos de poder.
Por otra parte, se tiende siempre a menospreciar la interrelación de la gestión pública y la política
pública, olvidando que son dos caras de una misma moneda: la Administración Pública. De la misma
manera, para eliminar el carácter integral de esa gestión, se enmascara su condición global y se deja de
lado que sus acciones y resultados deben ser medidos por el impacto social que tengan.

2. La gestión pública es la puesta en marcha de recursos propios por parte de una autoridad pública,
con el propósito de ejecutar proyectos concretos, específicos e individuales (Meny, Thoenig, 1992). Esa
autoridad dispone de distintos medios –personas, materiales, una imagen o créditos financieros–, que
utiliza para transformarlos en bienes y servicios capaces de satisfacer las necesidades de la sociedad en
la que se cumple el proceso de gestión.
Es posible también encontrar estudiosos del tema (Robbins, De Cenzo, 1996) que ponen el énfasis
en la planificación, la organización, la dirección y el control, como elementos esenciales para alcanzar
los objetivos de la gestión pública. A ese fin se considera que:

a) La planificación abarca objetivos, establece estrategias y desarrolla planes para coordinar


iniciativas.
b) La organización determina qué se necesita, cómo se hará y quién lo hará.
c) La dirección se ocupa de encauzar y motivar a todas las partes involucradas, de escoger los
canales de comunicación más efectivos y de resolver los conflictos.
d) El control permite hacer el seguimiento de las actividades, para garantizar que se cumplan tal
como fue planificado y para corregir cualquier desviación significativa.

3. No hay por qué no estar de acuerdo en el hecho de que muchas cosas han cambiado, durante el
último cuarto de siglo, al influjo de la teoría y la práctica del Estado. Así, se ha puesto en tela de juicio
el papel del sector público y sus mecanismos de intervención. El avance del proceso de globalización ha
hecho que las transformaciones del Estado se tornen propicias para la difusión de ideas que prometen
soluciones, no obstante su escasa fundamentación científica (Echevarría, 2001). A ello se puede agre-
gar que la desaparición del campo socialista, por la derrota del socialismo en Europa, sepultó lo que
aparentemente era un nuevo paradigma para el proceso de administración y gestión pública. Desde el
punto de vista de esa gestión, es necesario señalar que los cambios no ocurren en la oscuridad y que
los relativos a la Administración Pública no se producen en el contexto de las acciones burocráticas,
técnicas o metodológicas. Los cambios producidos deben modificar profundamente la fisionomía, el

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


228
estado y la participación de las clases sociales y de los grupos profesionales (Espina Prieto, 1994), así
como su dinámica interna y de cambio; además, deben también reflejar de manera diversa las diferen-
tes generaciones de ciudadanos (Domínguez, 1994).

4. A partir de los temas presentados, que permiten caracterizar la gestión pública, es necesario hacer
también referencia a una concepción diferente, como es aquella que se determina en el momento en que
se construye el socialismo. Desde ese punto de vista, es posible definir la gestión pública socialista como:

el proceso en el que el conjunto de las reglas y las decisiones están dirigidas a incentivar y a coordinar
acciones y recursos con un grado de eficiencia y eficacia tal, que contribuya a garantizar la satisfacción
equitativa de las necesidades sociales, en un contexto de justicia social y donde la condición empresarial
esté sujeta a la capacidad de aportar mayores beneficios materiales y espirituales, que garanticen una
amplia reproducción de las condiciones socioeconómicas en las que actúa la sociedad, protegida por
el contexto de sus propias restricciones jurídico-políticas (Pons, González, 2002).

Al margen de las insuficiencias del modelo tradicional de intervención del Estado en el desarrollo
económico y en el proceso social, como también de la incapacidad del modelo neoliberal, está de-
mostrado que es necesario aumentar la eficiencia en los procesos de gestión pública, para impulsar su
administración hacia el perfeccionamiento.
Son dos los motivos que llevan a todo Estado a desarrollar un enfoque particular de la gestión y
administración públicas. Por un lado, todo sistema político tiene sus propias tradiciones, sus caracte-
rísticas, su contextualización, sus condiciones; por el otro, no hay una sola forma o una mejor manera
de administrar y dirigir el Gobierno y los asuntos públicos. Hay una capacidad o competencia de inter-
vención, como conjunto articulado y diferenciado de ideas, de modelos y de proyectos, cada uno con
sus ventajas y desventajas, sus debilidades y fortalezas. La unión o combinación de esos dos motivos se
ha llevado a cabo de manera muy diversa en las distintas modalidades de gobierno de la Administración
Pública y de sistemas de gestión pública existentes en el ámbito internacional. Ciertamente, se pueden
encontrar algunas similitudes, pero incluso allí donde los sistemas políticos presentan características
comunes –por ejemplo, el de cuño británico que rige en Canadá, Australia y Nueva Zelandia, además
de la propia Gran Bretaña–, existen importantes diferencias, puestas de relieve por diferentes autores.

5. La gestión pública actúa y se desarrolla en ámbitos sectoriales. Está constituida por los organismos e
instituciones que tienen responsabilidades públicas hacia la población y, como tal, establece las reglas
de buen comportamiento y de control de las iniciativas en beneficio colectivo, al tiempo que ofrece
directamente servicios públicos en los casos que considera necesarios.
La dimensión, la estructura y las características del sector público varían de un país a otro. La
particularidad de esta gestión puede ser analizada a partir de su comportamiento estructural, pero ese
análisis debe contemplar también su impacto social. Una de sus características, que puede ser recono-
cida socialmente, es la calidad y la eficacia del servicio que ofrece a la población. Hay que considerar
que la gestión pública está sometida a continua y cotidiana supervisión en cuanto tiene que ver con los
servicios que abarca o que están sujetos a sus reglas. De allí la necesidad de introducir innovaciones en
los métodos y procedimientos de trabajo, que aumenten la calidad de ese servicio y su eficiencia,
en función de satisfacer las exigencias de los ciudadanos.

LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO


229
Se hace entonces necesario, para prestar atención a las necesidades y prioridades, establecer un
estrecho nexo con las comunidades locales, aumentando la capacidad de respuesta a sus exigencias
e informando oportunamente a las personas o agrupaciones, cuando no sea posible satisfacerlas por
limitación de recursos u otras causas.
Naturalmente, la calidad y la eficacia no están separadas de la eficiencia al momento de utilizar los re-
cursos. Se puede ofrecer un servicio de calidad y hacerlo eficientemente dentro de los límites impuestos
por la disponibilidad de recursos, siempre que se busquen soluciones idóneas para ello. La adopción de
métodos modernos de dirección y organización puede ser particularmente útil a ese respecto, sobre todo
al existir un mayor conocimiento y dominio de las actividades gracias al permanente progreso humano.

6. Es sabido que en la gran mayoría de los países se exige al Estado la creación de condiciones para el
buen funcionamiento de la gestión empresarial privada, y que ello se hace a costas de su papel en la
distribución de los ingresos en favor de las grandes mayorías nacionales, lo cual está agravando los ya
altísimos índices de pobreza y marginalidad. Por otro lado, está claro que los esfuerzos en ese sentido
y los recursos destinados al desarrollo continúan siendo fundamentales y, sobre todo, que son un pro-
blema de naturaleza interna, más allá de las soluciones que planteen los capitales privados nacionales
o las inversiones gubernamentales (Aguilera et al., 2001).
En la realidad, en cambio, se ha creado un movimiento que apunta hacia la virtual extinción de la
participación del Estado nacional, en favor del reforzamiento del poder del gran capital transnacional
y de las oligarquías nacionales, cada vez más dependientes estas de aquel. En ese contexto se ha pro-
movido la liberalización de los mercados, la desregulación y la privatización, mientras la equidad y la
justicia social pasan a ser asuntos secundarios.
La llamada crisis del Estado ha sumido a los países pobres y subdesarrollados en una posición de
debilidad para todo lo que concierne a sus intereses nacionales frente al proceso de globalización neo-
liberal, limitando sus posibilidades de ejercer una política independiente, en favor de sus respectivas
poblaciones, y empeorando su ya precaria situación en el plano económico y social.

2.3. El impacto de los cambios en la participación del Estado


1. Los cambios político-económicos que han tenido lugar en el plano internacional durante los últimos
veinte años, han generado una concepción distinta del papel de lo público; a ese propósito ha sido
acuñado el concepto de nueva Administración Pública, que pierde toda coherencia de no ser sustentado
en los elementos de la nueva gestión pública.
En realidad, la denominación asignada a este nuevo concepto elude a las raíces que determinan el
carácter y las particularidades de los procesos de Administración Pública, así como el contenido de
esas características.
No obstante, las versiones y consideraciones coherentes con el advenimiento del modelo neoliberal,
y con su impacto sociopolítico, pretenden identificar las potencialidades que ofrece la gestión empre-
sarial con las de la gestión pública. Estas innovadoras versiones podrían ocultar algunas hipótesis y
esconder ciertas intenciones (Barzelay, 1993):

a) La tendencia que se manifiesta en el sector público de algunos países occidentales, donde el


aparato ejecutivo del Estado ha sido transformado mediante la introducción de técnicas de
gestión empresarial y de organización económica.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


230
b) La identificación de la nueva gestión pública como perspectiva innovadora para el análisis y la
comprensión de los problemas de Administración Pública; perspectiva cuya contribución se
basaría en el empirismo y en la aplicación de valores tradicionales del modelo administrativo.
c) La concepción de la nueva gestión pública como un modelo, es decir, como una serie de prin-
cipios, de políticas y de técnicas que son considerados de nivel superior y cuya aplicación,
implícita o explícita, sería recomendable.

2. Una característica de la llamada nueva gestión pública es que, en lugar de plantearse como objetivo
la transformación de las instituciones políticas dentro y fuera del poder ejecutivo, persigue la preser-
vación y consolidación del poder político, en el sentido de que no contempla, para esas instituciones,
cambios que puedan influir en sus basamentos, su distribución o sus formas de legitimación, como
tampoco en la naturaleza del régimen político, en las relaciones entre los poderes del Estado, en la
estructura territorial del poder o en los sistemas de representación. Por otra parte, las reformas sus-
tanciales, lejos de concentrarse en el carácter institucional y en el papel del Estado, se focalizan en las
políticas públicas, desde las económicas hasta las sectoriales en materia de educación, salud, vivienda
y otras más.
En lo esencial, es en los países subdesarrollados donde los cambios en la gestión pública han tenido
manifestaciones más peculiares. El eje en torno al cual han girado estos cambios es la búsqueda de una
estabilidad macroeconómica basada en la aplicación de medidas de carácter fiscal y monetario. Estas
medidas, que se ciñen a las políticas neoliberales, han provocado la reducción del papel del Estado y
el abandono, por parte de este, de importantes responsabilidades públicas. Las economías subdesarro-
lladas, sujetas a los flujos de financiamiento multilateral, provenientes de instituciones internacionales
–como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial–, han terminado por encontrarse más
destrozadas de lo que ya estaban, en la medida en que la aplicación de soluciones que propician la
expansión del capital privado –y sobre todo de las transnacionales, como su forma más presente y
organizada– ha conducido a una reducción del impacto positivo que para lo social podría tener la
nueva gestión pública.
Una vez más, el proceso mismo establece los límites de sus soluciones y crea las causas de su nece-
saria desaparición.

2.4. Empresa pública socialista y relaciones socialistas de producción


1. Hay una posibilidad de abordar, desde ese punto de vista, la dualidad del proceso que se cumple en
la empresa socialista, en el sentido de que esta se desdobla en dos formas: la empresa gubernamental
socialista y la empresa pública socialista.
Desde esa perspectiva, el concepto de empresa pública socialista puede ser discutible. A primera vis-
ta aparece como un ente de carácter temporal, condicionado por una determinada etapa de evolución
de las relaciones sociales en el proceso de construcción socialista.
No obstante, hay aspectos que deben ser tomados en consideración y cuya explicación trasciende
el objetivo de este libro:

a) El concepto y el carácter del Estado como representante de los intereses de la clase que detenta
el poder.
b) Las particularidades propias del grado de maduración de la propiedad social socialista.

LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO


231
c) El nivel, las formas y las soluciones en la realización de la propiedad social socialista.
d) El nivel de desarrollo del proceso de socialización de la producción.

Se hace entonces necesario introducir de inmediato aspectos estratégicos de análisis, en conside-


ración del hecho de que el Estado desaparece o, mejor dicho, se extingue. Y si bien ello marca un
nuevo escalón en el desarrollo humano, su concreción debe ser puesta en relación con la materialidad
representada por la empresa pública.

2. Este simple razonamiento se confronta con una pregunta: ¿será la empresa pública socialista la
manifestación más avanzada de la maduración de las relaciones socialistas de producción, como expre-
sión del carácter de las relaciones de propiedad? Obviamente, la respuesta requiere de un estudio más
profundo. En todo caso, se pueden esbozar algunos elementos que habría que considerar:

a) La empresa socialista constituye el eslabón de base de la economía; concentra y representa el


peso fundamental de la propiedad socialista sobre los medios de producción más importantes.
La empresa pública socialista basa la propiedad social en los medios llamados a satisfacer las ne-
cesidades fundamentales para el ejercicio de la calidad de vida del ciudadano, como la educación
y la salud, y con ello puede representar el proceso de construcción del socialismo.
b) La satisfacción de las necesidades básicas para la reproducción material de la sociedad está con-
dicionada por el funcionamiento de la empresa estatal socialista; el producto que realiza debe
estar, cualitativamente, en capacidad de contribuir al beneficio social a través del mercado, pero
sobre todo de otros tipos de distribución con los que realiza el intercambio. La empresa pública
satisface las necesidades fundamentales de la sociedad sin recurrir al intercambio, a través de
la acción directa. No es lo mismo recibir las medicinas a través del mercado, de una red de
distribución minoritaria que pertenece a una empresa estatal socialista, incluso subvencionada,
que recibirlas directamente de las farmacias de los hospitales sin costo alguno para el paciente.
c) Con la empresa estatal socialista se cumple una particularidad de la propiedad social socialista:
mientras se manifiesta en el proceso de producción a través del mercado, introduce todavía
un momento de compromiso, de mediación, en el carácter de la socialización de la propiedad
socialista. No obstante, ella debe estar de inmediato en capacidad de realizar efectivamente la
propiedad social socialista de una manera más directa y madura, al no existir ya la necesidad
ni del mercado ni del cambio, para arribar así a una distribución social sin distinciones, que
establezca como parámetro real la más completa equidad.

Otros aspectos y contenidos pueden ser desarrollados con mayor profundidad. Por el momento,
el objetivo es introducir solamente aquellos que nos resultan necesarios para extraer conclusiones y
contribuir, de alguna manera, a desarrollar las bases conceptuales que nos permitan enfrentar y dar
directamente respuesta a ideas distorsionadas y malintencionadas, que desvían los contenidos ideoló-
gicos propios del proceso de construcción socialista.

3. Como posibilidades superiores de autogobierno de la sociedad, los modelos de organización


socioeconómica y política del y para el pueblo deben marcar, de manera efectiva, la ruptura en la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


232
continuidad y el desarrollo de sus mecanismos de gobierno, por medio del reforzamiento de la acción
colectiva y del perfeccionamiento innovador del principio de representación en la explicitación de la
economía socialista sobre una base territorial.
Junto con el reconocimiento de la diversidad de las comunidades –condicionadas por los principios
históricos, las tradiciones, las relaciones económicas y los espacios geográficos, como también por
intereses comunes–, es necesario adoptar para la economía un nuevo papel social, como parte del cual,
de una manera u otra, se hagan propias las competencias gubernamentales en toda la actividad pro-
ductiva y de servicios distribuida en el territorio y se vincule, además, todo ello a la actividad política
de gobierno, a las organizaciones de masas y a las entidades económicas más importantes (Instituto de
Filosofía, 1997).
Por otra parte, en el proceso de construcción socialista la gestión pública debe mejorar el trabajo de
dirección y administración de las entidades económicas de carácter local y diferenciar claramente las
funciones de gobierno de las administrativas; ello a su vez hace posible erradicar el desdoblamiento y
separar la gestión política pública de la gestión pública.
Obviamente, la preminencia que corresponde a la primera, con el ejercicio del poder público,
se materializa en la definición de las tendencias que se expresan en sus políticas, en la valoración de
coyunturas y en las funciones de control, que pueden ejercerse en una dimensión más amplia. Como
forma esencial de organización popular, la política de gobierno de la economía debe ejercer una acción
preferencial en la gestión de las políticas públicas, al igual que un papel de análisis y de estímulo de ese
proceso en su contexto.
De esta manera, vista a través del prisma de las particularidades del proceso de construcción socia-
lista, la gestión pública está en condiciones de alcanzar su verdadero objetivo.
Se puede afirmar, además, que solo de esa manera se muestra ella realmente como algo nuevo y
sustancial en el devenir de un proceso de globalización solidario y socialista, en el que lo global sean
los derechos de la humanidad, como un alto grado de dignidad humana y un profundo contenido de
equidad social.

­— notas —

1 Véase el vívido recuento que del trabajo en la Hungría socialista hace Miklos Haraszti (1989), en el que se ilustra la alienación

del individuo por parte de la máquina productiva estatal: “Al final, la única cosa que me ayuda es transformarme en máquina”
(54); “arriba, en sus oficinas, en la cocina secreta de la economía” (138); “y cuando los jefes hablan de ‘nosotros’, la cosa se
torna peligrosa, ya que sin duda significa ‘debemos sacrificarnos’, equivalente a ‘deben sacrificarse” (10).

2 En la Crítica al Programa de Gotha, de 1875, Marx escribió: “En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad

común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se pre-
senta aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición
a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante
un rodeo, sino directamente. La expresión ‘el fruto del trabajo’, ya hoy recusable por su ambigüedad, pierde así todo sentido.
De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de
una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el
económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede. Congruentemente con esto,
en ella el productor individual obtiene de la sociedad –después de hechas las obligadas deducciones– exactamente lo que ha

LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO


233
dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social de trabajo
se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo de cada productor por separado es la
parte de la jornada social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le entrega un bono consignando que ha
rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca
de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de
trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de ésta bajo otra distinta. (…) En una fase superior de la sociedad
comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo y, con ella, el
contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera
necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y
corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte
del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡Dé cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus
necesidades!” (http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe3/mrxoe303.htm). *

3 Cockshott, Cottrell (1993). Una primera presentación de estas posiciones puede encontrarse en Arriola (2006).

4 Grupo de coordinación de políticas integrado por las que han sido consideradas como las principales potencias del mundo capi-

talista y que, en cierto sentido, dirigen la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Está compuesto
por Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Francia, Japón, Italia, Alemania y Rusia.

5 En el mundo anglosajón, y desde hace algunos años también en Italia, halla cada vez más difusión el “análisis económico del

derecho”, completamente fundado en metodologías neoclásicas, aun si con frecuencia mezclado con análisis institucional. Cfr.
uno de los manuales más difundidos en Italia y en Estados Unidos: Cooter, Mattei, Monateri, Pardolesi, Ulen (1999).

6 Además de lo ya señalado, vale la pena considerar el hecho de que el Fondo Monetario Internacional impone políticas de esta-

bilización que deprimen todavía más las condiciones sociales en los países sometidos a su “cuidado”, tanto así como para dar
razón a Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, cuando declara: “Si Argentina le hubiese hecho caso al Fondo Monetario
Internacional, estaría ahora mucho peor”; o también al director del Centro de Desarrollo Internacional de Harvard, Jefrey Sachs,
quien ha manifestado: “El FMI recomienda soluciones anticuadas o falsas: cura los síntomas, pero no las causas”.

* (n.t.) [La presente versión en español fue tomada de www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gotha.htm.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


234
Capítulo III
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO
DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

1. Evolución de las bases conceptuales de la Administración Pública

1. En los estudios sobre organización de la Administración Pública1, a partir de los años cuarenta y
todavía hoy, se difunden las teorías de Max Weber, por ese entonces ya muerto. Weber explicó lo que
llamaba “modelo ideal” de burocracia, basado en la división del trabajo, en la jerarquización y en la
existencia de reglas y normas, con énfasis en la comunicación escrita y los funcionarios competentes.
La teoría de Weber2 sobre la administración burocrática fue retomada, explicada o criticada a todo
lo largo del siglo xx. Si bien su concepto de burocracia no fue un aporte nuevo (las jerarquías venían
siendo utilizadas desde tiempos antiguos en la estructura militar y lo mismo cabe decir de normas y
reglamentos), hay que recordar que sistematizó y caracterizó la estructura organizativa de la Adminis-
tración Pública. Por otra parte, los análisis críticos de su obra se sostenían en el hecho de que en su
visión la burocracia constituye una estructura despersonalizada y formal, que se refleja en los resultados
de la gestión pública.
Tras el establecimiento del sistema socioeconómico capitalista, como ineludible consecuencia de
la naturaleza de su base económica, la Administración Pública es esencialmente neutral durante su
primera etapa. Más tarde, frente a la urgencia y las exigencias de la colectividad, desarrolla formas
propias que tienden a convalidar su actividad, pero sin transformar la base en la que se apoya. Nacen
así fórmulas, instrumentos sostenidos en el derecho administrativo capitalista.

2. Si esa es, en lo fundamental, la situación que se presenta en la Administración Pública de los paí-
ses capitalistas, no se puede dejar de mencionar la evolución de otra Administración Pública que,
primero en la Unión Soviética y luego en los demás países del llamado campo socialista, habría podido
crecer y consolidarse bajo principios de igualdad y justicia social para la mayoría de la población.
La actividad administrativa de un país que ha escogido el socialismo como vía de desarrollo pone
su acento, durante la primera etapa de transformación de la base económica, en la conversión de la
propiedad de los medios e instrumentos de producción. A tal propósito, esa actividad se intensifica,
en expansión de la ya creada en condiciones de capitalismo monopolista, para cambiar la estructura
clasista –y, con ella, la de esa base económica–, al tiempo que establece una democracia de base, en
oposición a la democracia burguesa.
Esta nueva Administración Pública conlleva el despliegue de una actividad capaz de determinar los
desafíos del nuevo sistema en su período de transición, así como de crear las condiciones para afirmar
jurídicamente la construcción del socialismo (Garcini, 1982).
Para esta nueva administración, la socialista, las formas y fórmulas adoptadas por su predecesora no
son del todo adecuadas. Aunque su uso y aplicación puedan ser válidos en determinadas circunstancias
y condiciones, según las particularidades de la etapa en curso y las necesidades coyunturales, en térmi-
nos reales no son apropiadas. Su aplicación está históricamente condicionada.

3. La crisis económica que estalla en los años setenta del pasado siglo, caracterizada en su última etapa
por el estancamiento económico y la inflación (fenómeno combinatorio conocido como “estanfla-
ción”), golpea duramente al sistema capitalista, aun si no tan profundamente como la vivida entre
1929 y 1933.
Es por esos años cuando se ponen en boga las teorías del neoliberalismo, impulsadas por Milton Fried-
man y basadas en viejas doctrinas del liberalismo económico que se fueron desarrollando a partir de los
años cincuenta, aun cuando durante todo el período keynesiano se mantuvieron en un segundo plano.
Los neoliberales desprecian la teoría keynesiana, acusan al Estado de ser el responsable de la in-
flación existente y proponen un cambio en la forma de intervención estatal en la economía, por
considerar que el único factor que regula esta última es el mercado. Entre otros aspectos, promueven
la disminución del gasto público, con el argumento de que niveles elevados no incentivan el trabajo3.
Todo ello implica, como consecuencia, la contradicción entre el desarrollo económico cuantitativo de
un país y el bienestar real de la mayoría de sus ciudadanos.
La política neoliberal4, hoy imperante en el mundo, tiene repercusiones directas en la Administración
Pública. Se manifiesta en la actualidad una fuerte crisis de los servicios que el Estado, obligatoriamente,
debe proveer a los ciudadanos. La falta de soluciones, ante problemas cada vez mayores, provoca la de-
silusión de las mayorías hacia las llamadas sociedades democráticas. Los pobres son los más golpeados,
pero los sectores que sufren el deterioro de su calidad de vida están en continuo incremento5.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


236
El neoliberalismo hace que el Estado se ubique cada vez más lejos de los intereses de la mayoría de
la sociedad, y que sea con capacidad y empeño cada vez menores que se dedique a resolver sus proble-
mas. Sobre la Administración Pública se descarga el descontento social, pero también mucho más que
eso, si se tiene en cuenta que en muchos países ella se ha ido contaminando con el fenómeno de la
corrupción, que corroe sus estructuras y su credibilidad.

4. Sin embargo, habría que analizar otros factores que influyen en los cambios y las reformas que se
vienen produciendo en la Administración Pública a partir de los años noventa del pasado siglo. Veamos
algunos:

– Las crisis económicas: se manifiestan como crisis fiscales e incrementan la deuda externa, los
déficit presupuestarios, la desocupación y la inestabilidad, no solo económica sino también
social. Indiscutiblemente, los Gobiernos deben afrontar esa realidad y su repercusión en la Ad-
ministración Pública, que ve cada vez más restringidos los recursos que destina a la solución de
los problemas de los ciudadanos.
– La globalización neoliberal: “La globalización neoliberal constituye la más impúdica recoloniza-
ción del Tercer Mundo” (Castro Ruz, 2003). Su consecuencia más directa es provocar la depen-
dencia de la industria y de los mercados menos favorecidos, respecto a los grandes capitales de
los países desarrollados, lo que brinda a estos la hegemonía mediante una mayor penetración
y control de las economías nacionales. Aumenta el movimiento de capital internacional, pero
no con la misma rapidez la producción y los servicios. Se establecen nuevos tratados comercia-
les, desventajosos para los países del Tercer Mundo. Los Estados nacionales van perdiendo su
sustento económico, en un marco globalizado. Crisis de valores y de la cultura nacional. Todo
esto impone cambios en la Administración Pública, por la necesidad de adecuarse a las nuevas
demandas de un mundo globalizado. “La globalización neoliberal destruye rápidamente la na-
turaleza, envenena el aire y el agua, deforesta las tierras, desertifica y erosiona los suelos, agota
y dilapida los recursos naturales, cambia el clima. ¿Cómo y de qué vivirán los 10 millardos de
seres humanos que muy pronto seremos?” (Castro Ruz, 1999b)6.
– Los cambios políticos de los años noventa: la caída de la Unión Soviética y la disgregación del cam-
po socialista generaron cambios importantes en el marco político internacional, que repercutie-
ron en los ámbitos económicos y sociales del planeta entero. Se modifica así la geografía política
del mundo, se agudizan las contradicciones étnicas y religiosas y los conflictos territoriales. El
planeta asume un carácter unipolar, que da vía libre a la política impuesta por las potencias
imperialistas. La contradicción fundamental es ahora entre norte y sur, entre centro y periferia,
entre áreas y países desarrollados y subdesarrollados. Al mismo tiempo surge en los movimientos
de izquierda una crisis de escala mundial y aumenta el escepticismo ante las propuestas políticas
de cambio.
– El desarrollo técnico-científico: la revolución ocurrida en la esfera tecnológica, y fundamental-
mente en las comunicaciones, repercute con fuerza en la Administración Pública de los distintos
países. Las nuevas formas de control y seguridad de la información, más allá de permitir un me-
jor uso de la gestión administrativa, marcan cambios importantes en este campo. La informática
se tradujo en modernización de los servicios públicos, si bien significó también la sustitución del

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


237
hombre por máquinas, con la consiguiente y frecuente desocupación allí donde los cambios no
se sostuvieron en una política dirigida a enfrentar dicho problema.
– La crisis de gobernabilidad: el término gobernabilidad empezó a utilizarse con fuerza en los años
setenta, frente al deterioro de la autoridad de los partidos políticos, los líderes, las instituciones y
los Gobiernos, que ponía en peligro la estabilidad del sistema político. Las políticas económicas
introducidas producen mayores crisis de gobernabilidad, dado que deterioran las condiciones de
vida y aumentan las contradicciones, la pobreza, la marginalidad y la desocupación, al tiempo
que se reducen los servicios y la previsión social, se resquebraja el sistema social de relaciones y
todo ello se transforma en descontento crecientemente manifiesto. Esta situación, que puede
observarse fácilmente en todo el mundo capitalista –sea avanzado, intermedio o de bajo nivel
de desarrollo–, reimpulsa la reacción de los diversos sectores de la población, que comienzan a
reanimarse en busca de soluciones ante las ineficiencias del sistema.

5. Todo lo antes dicho conlleva la búsqueda de cambios en el modo de administrar los recursos para el
bienestar social. Nacen nuevas ideas, o renacen algunas ya experimentadas, con el objetivo de dar solu-
ción a las cambiantes situaciones que debe afrontar la humanidad. Las transformaciones o reformas que
de allí derivan tienen por meta común alcanzar decisiones para adecuar la organización del servicio pú-
blico en las estructuras del ejercicio de gobierno, en cuanto gestión política del Estado (Aucoin, 2001).

2. Los procesos de reforma en la gestión pública para la construcción socialista

1. Las reformas de la Administración Pública están condicionadas, en cada país, por la dependencia
del Gobierno respecto a los grupos de poder7, por las condiciones sociales y económicas, por el papel
de los líderes, etcétera, lo que implica que no existe una forma única de administrar los recursos en la
función pública y que no podemos, entonces, hablar de modelos ideales o simplemente mejores.
Algunos estudiosos8 afrontan el análisis de esas reformas desde dos diferentes niveles, que se fun-
damentan en las categorías de eficiencia y eficacia. Con esa óptica, para evaluar la eficiencia se anali-
za el bajo rendimiento de la Administración Pública (en este caso preferimos referirnos al operador
Administración Pública) en relación con su elevado gasto, y se toman en consideración la cantidad
de funcionarios públicos existentes, el despilfarro de recursos y de energía institucional y el uso de
técnicas administrativas obsoletas.
A partir de ese análisis, se recomienda la aplicación de fórmulas de reordenamiento de los aparatos
administrativos y el uso de técnicas y métodos modernos, orientados a la reducción de las estructuras
de personal necesarias para su operatividad. En general, son acciones tendentes a la reducción de
costos, con las cuales se limita la responsabilidad del Estado hacia la sociedad: sirven a veces como
justificativo para evadir esa responsabilidad frente a los contribuyentes.
Estos dos niveles de análisis condicionan a su vez un tercero que refiere a la crisis de legitimidad, el
cual permite afirmar que la no credibilidad en la gestión de gobierno genera la necesidad de cambios
en la Administración Pública, pero que, al mismo tiempo, la ineficiencia y la ineficacia provocan una
ulterior desconfianza. Se desarrolla así un círculo vicioso.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


238
La crisis de legitimidad se deriva de la incapacidad del Estado para satisfacer las demandas de los
ciudadanos y dar solución a los problemas más agobiantes de la sociedad. El intercambio político-
económico entre clase trabajadora y Estado, que es base del “compromiso histórico” en el mundo
occidental –vale decir, el origen del welfare State–, se fundamenta precisamente en el reconocimiento
político-jurídico de esa clase social, de las organizaciones que representan sus intereses (los sindicatos)
y de su practicabilidad institucional, así como en la obtención, para ella, de sistemas asistenciales, de
prevención y de pensiones, y en la existencia de servicios “gratuitos” (aunque, en verdad, estudios
recientes demuestran que buena parte del “peso” del Estado social fue sostenido por las mismas clases
subalternas; cfr. Shaikh, 2003) o a precios subvencionados. A cambio, la clase trabajadora garantiza el
respeto a las reglas, la no conflictividad, relaciones laborales más mórbidas, el control de los focos re-
voltosos, la moderación salarial: en definitiva, la paz social. Roto ese equilibrio, difícilmente los actores
logran recompensarse alternadamente y con mayor razón cuando el Estado, justamente en crisis de
legitimidad, no consigue ya garantizar la contrapartida de la paz social.
La ineficiencia de los métodos de ejercicio del poder provoca el cuestionamiento del papel del
Estado. Esta crisis se manifiesta en la escasa participación de los ciudadanos en las elecciones y en las
decisiones gubernamentales, lo que a su vez impulsa tendencias a ampliar la consulta popular. Como
respuesta, surgen en la sociedad civil las organizaciones no gubernamentales (ONG)9, que promueven
la participación colectiva y la instauración de métodos más democráticos para la toma de decisiones.

2. Es posible ahora analizar las reformas que se están adelantando en la Administración Pública como
respuesta a los problemas de eficiencia, eficacia y crisis de legitimidad (Aucoin, 2001):

a) Restricción del gasto. Se manifiesta en la racionalización de los servicios; es decir, en el recorte


de los servicios públicos, en la reducción de los aparatos administrativos, en la disminución del
personal y en el desechamiento de nuevos proyectos. El análisis que conduce a la escogencia de
estas medidas tiene por único punto de mira la eficiencia, entendida como racionalización de los
recursos para obtener mayores resultados. Esto, lejos de resolver los problemas, los exacerba, aun
cuando en muchos casos sea real y preocupante el aumento considerable de los costos públicos
en instituciones momificadas por el exceso de estructuras, ineficientes en su nivel de dirección
y no en su componente trabajo. Este tipo de reforma provoca el incremento del desempleo.
Podemos citar como ejemplo las reformas ejecutadas en el Reino Unido durante el gobierno de
Margaret Thatcher –un clásico de las reformas administrativas–, proceso en el cual el número
de los empleados públicos se redujo de 750.000 a 500.000. Para 250.000 personas, eso signifi-
có, entonces, la pérdida del puesto de trabajo. Pero la reducción de los gastos se logra también
al comprimir el costo del trabajo: no hay sino que pensar en los cambios que en el ámbito del
trabajo siguen a la privatización de entes públicos (económicos o no) y a la externalización o ter-
cerización de funciones. Cambia la relación laboral, cambia el respectivo contrato y empeoran
o desaparecen las garantías que antes estuvieron aseguradas. Piénsese, si no, en el caso de Italia,
donde la externalización se ha masificado incluso en la Administración Pública.
b) Privatizaciones. Esta modalidad ha sido muy utilizada en países de América Latina y Euro-
pa10: la venta de concesiones, a la empresa privada, para la prestación de servicios públicos; de
esta manera se reducen costos –sobre todo el del trabajo y el de mantenimiento ordinario y

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


239
extraordinario– y el Estado se exime de la responsabilidad respectiva. Durante los años ochenta
y noventa, en todos los países capitalistas, el Estado vendió a empresarios privados todo tipo de
servicios (cementerios, autopistas, parques y jardines, empresas productoras de servicios)11, con
lo cual muchas veces cedió partes de la soberanía nacional a otros Estados o a multinacionales.
La venta de servicios públicos aporta inicialmente al Estado algún pequeño capital, pero esta
opción se ha ido cerrando porque no queda ya mucho que privatizar.
c) Cobertura. El análisis se confronta con la realidad actual: ¿servicios públicos para todos?, ¿ser-
vicios públicos solo para los más necesitados? Basta revisar algunas estadísticas de países lati-
noamericanos para darse cuenta de que con las privatizaciones, lejos de resolverse la situación
social, se incrementan la pobreza, la desocupación, las perturbaciones sociales, las necesidades
más urgentes de la población. Como paliativo para estos problemas, se crean entonces nuevas
estructuras que regulan la actividad de la empresa privada en el sector público. Como parte del
proceso de privatización, se establece también la competencia, que puede ser externa (entre los
sectores público y privado, como por ejemplo en salud y educación) o interna (entre diversos
organismos del sector público). La competencia resulta ser así el falso elemento caracterizador
que mantiene determinados servicios en la esfera de uno u otro sector. ¿Pero cuál competencia?
La privada, orientada a la ganancia y no a las necesidades sociales, incluida la competencia entre
los empleados del sector, basada en “el empeño en hacer bien”. Los servicios a la población se
rigen por las normas del mercado (Aucoin, 2000: 23)12.
d) Subcontratación y externalización. Se subcontrata al sector privado para la prestación de servi-
cios y productos, sobre todo a lo interno, es decir, en el aparato administrativo (limpieza,
servicios informáticos, etcétera)13. Aunque esta modalidad no sea algo nuevo, sí alcanza nuevas
cotas: actualmente se están subcontratando servicios tales como el control de las prisiones, con
el objetivo de reducir costos.
e) Reconversión. Se procede a la liberalización o creación de estructuras estatales que operan con
cierta independencia, sujetas a las presiones del mercado. Por otra parte, con la intención de
reestructurar el servicio público se crean organismos basados en el cumplimiento de tareas
de mercado, con metas y presupuestos que se determinan de acuerdo con objetivos económicos,
y no ya sociales. Este es el caso de las reformas adoptadas inicialmente en Gran Bretaña y Nueva
Zelanda. Se manifiesta esto en algunos casos como un proceso de reestructuración, con cambios
de proyecto y en la gestión de procesos y operaciones, que se traducen en disminución de
personal y de los costos del trabajo.
f ) Politización de la burocracia. Se ignora la profesionalidad del servicio público, dado que se con-
sidera esto un obstáculo para el cambio y, en consecuencia, dejan de valorarse el mérito y el
conocimiento adquirido por el personal. En su remplazo, algunos líderes políticos tienden a
nombrar en esos cargos a dirigentes del sector privado o a seguidores de sus partidos (piénsese
en el spoil system o clientelismo y en la consultoría externa). De esta manera, se promueve el
favoritismo, elemento que conlleva, entre otros males, la corrupción del sector público.
g) Descentralización del Estado. Esta reforma se manifiesta no solo en el área administrativa, sino
también en la esfera económica, social e institucional, por lo que repercute en toda la estructura
de la sociedad. Actuando contra el interés general, se reorganizan instrumentalmente las fun-
ciones para otorgar mayor posibilidad de decisión y de gestión a los entes locales y territoriales,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


240
a los organismos y sectores. Las medidas que tienden a la descentralización pretenden ofrecer a
los ciudadanos una mayor participación en el campo de las decisiones y reforzar así el concepto
de democracia14. Sin embargo, para que esto funcione en su plena dimensión, el Estado debe
descentralizar recursos, lo que parece ser la parte más crítica del proceso15.

3. Cuando se analizan las reformas que tienen lugar en la Administración Pública, el punto central
es identificar los esfuerzos por asumir técnicas y procedimientos de la administración privada. La idea
es “hacer el gobierno lo más parecido posible a los negocios”.
No podemos negar algunas semejanzas entre el sector privado y el público, pero las diferencias entre
ambos marcan un límite para la extrapolación de métodos; de otra forma, el Estado se transforma en
empresa, y abandona así el interés general para asumir como central el interés privado de la empresa.
Eso, justamente, es el profit State.
El sector público tiene como objetivo fundamental y primario la prestación de servicios para alcan-
zar el bienestar social, y esto sobre la base del interés colectivo, no individual. Además, esos fines deben
ser trazados por los Gobiernos centrales y locales, en representación de la sociedad.
Por otra parte, en el análisis se considera como una importante diferencia la falta de responsabi-
lidad del sector público para atender al tema de la eficiencia a partir de la rebaja de los costos, sea
por escaso interés de sus funcionarios o por las repercusiones políticas de su propia gestión. Se olvida
que los ingresos de la Administración Pública provienen de fondos también públicos; vale decir, de
un aporte financiero que se cumple en términos de contribución social, precisamente para recibir
ventajas sociales.
La tendencia a recurrir a métodos del sector privado implica también la propuesta de que el sector
público se rija por los mecanismos del mercado, de la oferta y la demanda, para así aceptar que sean
el sistema de precios y la elección del consumidor los que eleven la oferta, y que sea la pertinencia del
resultado económico, como objetivo, lo que haga caer la ineficiencia. Sin embargo, con la introduc-
ción de mecanismos de mercado en la Administración Pública se pone en peligro la satisfacción de las
necesidades colectivas y el logro del bienestar social.
Todo esto presupone la idea de que al asumir las técnicas y los métodos del sector privado se
estaría reinventando la Administración Pública en clave de mercado. Lo que no es más que un absurdo
conceptual.

4. En el proceso de desarrollo de la Administración Pública contemporánea, el principio de la dicoto-


mía política-administración constituye el objeto de un importante debate. La administración puede
considerarse como algo separado y distinto, pero siempre subordinado a la guía política (Aucoin, 2000).
La función de la Administración Pública se concentra en aconsejar a los dirigentes políticos y en
hacer aplicar la ley. Esta diferencia de funciones no es absoluta, ya que existe una estrecha interrelación
entre la información para quienes deciden y la aplicación de normas, reglamentos y leyes, lo que
provoca en muchos casos que ambas se interfieran. Si bien este elemento constituye una forma ideal
de manifestación de la Administración Pública, en la práctica se comporta de manera diferente y no
siempre las funciones de ambas partes están bien delimitadas.
Quien gobierna necesita de la Administración Pública para delinear sus propias políticas, pero por
otra parte hay que estar siempre atentos a su buen funcionamiento, en función de los intereses sociales.

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


241
3. Validez, eficacia y eficiencia en la Administración Pública

1. Detrás del accionar público en su conjunto están las particularidades que la propiedad imprime al
proceso en sí mismo. De esta manera, el Gobierno puede influir en la propiedad privada mediante
el sistema legal y los mecanismos regulatorios, con el otorgamiento de subsidios directos e indirectos
(subsidios provistos por vía fiscal, también conocidos como costos y beneficios fiscales), a través de
la concesión de créditos (directos o en forma de garantías crediticias) o por la provisión de servicios
públicos (Stiglitz, 1988).
Para el estudioso, se trata de analizar los orígenes del gasto público y su impacto en la sociedad
en su conjunto. Eso conduce directamente a la determinación de la eficacia del Gobierno o, mejor,
del Estado como productor y distribuidor de recursos en favor del bienestar social. De igual manera,
la eficiencia en el sector público es función de la provisión de bienes y servicios en relación con los
objetivos y con los recursos asignados: es esto lo que permite hablar de productividad, como bien se
argumenta en The Search for Government Efficiency, la obra publicada por Downs y Larkey en 1986
(Lane, 1995: 244).
Considerada, pues, desde el punto de vista de la productividad, esa eficiencia se mide a partir de
datos que cubren un determinado período, de duración generalmente intermedia. La validez, por otra
parte, puede ser focalizada de modo directo, al preguntarse cuándo un programa alcanzará sus metas
y objetivos (Trillo, 2002).
Es así que las categorías económicas de validez, eficacia y eficiencia alcanzan una dimensión que
trasciende su valor económico, para llegar a su verdadera dimensión social desde el momento en
que expresan, de manera particular, las interrelaciones existentes entre la base económico-productiva
y su proyección en el conjunto de relaciones –ciertamente no solo económicas– que determinan el
sistema político.
En el contexto de la actividad económica, es necesario tomar en cuenta algunos aspectos concep-
tuales que desempeñan un papel determinante en el comportamiento de la economía y en la valora-
ción de sus resultados. Esto adquiere todavía mayor importancia en el caso de una práctica económica
orientada hacia la equidad y la justicia social, en la consolidación de un modelo que satisfaga las
verdaderas exigencias del desarrollo humano.
Ese conjunto de medidas está condicionado por la objetividad de las metas y los fines trazados,
cuya expresión se concreta en los planes a través de sus distintos niveles y escenarios. Eficacia, en otros
términos, es aquello que demuestra el grado de dominio –entendido como máximo conocimiento–
ejercido sobre el ambiente o, mejor dicho, el macroambiente económico-social, más allá de la claridad
y precisión de sus proyecciones. En ese sentido, se debe hablar de diversos grados de eficacia o de logro
porcentual de los objetivos. Puede suceder que dos instituciones alcancen el mismo objetivo utilizando
una cantidad de recursos completamente distinta cada una. Al analizar la eficacia no se evaluarán los
beneficios adicionales que se deriven del logro de los objetivos, ni la posibilidad de que existan fórmu-
las alternativas para alcanzarlos (Trillo, 2002).
El análisis de la llamada productividad, en este caso como productividad parcial de los factores, puede
contribuir a la solución del mencionado problema. Para ello es preciso disponer de indicadores que
establezcan la relación entre el resultado y los recursos económicos y sociolaborales necesarios para
obtenerlo. Sin embargo, los indicadores de productividad, generalmente, tienen como límite lo que

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


242
puede obtenerse y, por tanto, pueden existir dos indicadores iguales con niveles diferentes de ingresos
y egresos. También puede suceder que unidades eficaces se clasifiquen en posiciones peores que otras
porque no aprovechan todas las posibilidades de la producción. El problema podría resolverse si se
establece una correlación entre los indicadores de eficacia y el costo de la prestación de servicios,
mediante un análisis de costos-beneficios (entendidos también como costos y beneficios sociales).
Tales categorías cumplen un papel crucial en la proyección, el análisis, la formulación, la imple-
mentación y evaluación de las políticas públicas y, sobre todo, de la económica. Es de particular im-
portancia el tener presente, en el análisis del sector público, que la política económica es determinante
para el desarrollo y la evolución de las demás políticas.
Mientras la Administración Pública socialista se ejerce a través de la propiedad social sobre los me-
dios de producción, concentrada en el Gobierno como representante de los intereses de la sociedad, en
las sociedades de economía de mercado la posibilidad de proyectar o planificar la política económica
está sujeta a la aceptación de los propietarios-empresarios, que están fragmentados y carecen de la iden-
tidad de intereses comunes. Eso hace que, en este caso, el peso fundamental de la reglamentación de las
políticas públicas se concentre en la política fiscal. De cualquier modo, la prestación y la aplicación de
esas políticas está ligada de manera indisoluble a una categoría fundamental: la eficiencia.

2. Las decisiones relacionadas con cambios de política tienen efectos tanto en la equidad como en
la eficiencia económica. Consecuentemente, la literatura relacionada con temas de políticas públi-
cas afirma que esos criterios son los modelos de base para la evaluación del bienestar en la sociedad
(Hernández, Granadillo, 2003). En concordancia con lo señalado por Joseph Stiglitz, Hernández y
Granadillo (2003), hacen referencia a la diversidad –y controversialidad– de las opiniones que a ese
respecto se expresan en los debates actuales sobre los efectos de las políticas públicas. Hay quienes dan
mayor importancia a la reducción de la desigualdad, por considerar que es ese el problema fundamen-
tal de la sociedad, mientras otros afirman que lo esencial, a largo plazo, es la eficiencia, puesto que
garantiza un aumento de los niveles de producción y de renta, que llevará a su vez a la disminución de
las desigualdades.
En su trabajo Análisis costo-beneficio, Hernández y Granadillo dejan entrever algunos aspectos que
han estado presentes en la conceptualización de la eficiencia y que en su contenido se asocian inevita-
blemente con el “principio de Pareto”, cuyo postulado establece que una acción es eficiente u óptima
si mejora la situación de personas o entes sin perjudicar o empeorar la de otros. Ese mismo principio
establece que una asignación de recursos será mejor que otra si con ella al menos un individuo pasa
a encontrarse en una situación mejor que con las otras, mientras los demás individuos se mantienen
en idéntica situación. Sobre esta base, cualquier cambio que mejore al menos las condiciones de un
individuo, sin empeorar las de los demás, constituye un mejoramiento del bienestar social. Por el
contrario, un cambio que no mejore la situación de nadie y empeore al menos la de uno, constituye
una disminución de ese bienestar social.

3. Así, según este criterio, para que una economía sea eficiente debe satisfacer tres condiciones, a
las cuales se alude, indistintamente, como condiciones para la optimización o la eficiencia de Pareto.
Se trata de la eficiencia en la producción (o asignación de factores), la eficiencia en el intercambio
(o el consumo) y la eficiencia conjunta de intercambio-producción. Una vez alcanzadas estas

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


243
condiciones, no es posible efectuar otras redistribuciones de bienes o consumos que resulten eficientes
en el sentido de Pareto.
La eficiencia económica es expresión de la racionalidad determinada por la obtención de resultados
cada vez mayores con un menor costo en recursos, al focalizar la atención en la optimización de los
resultados a partir de los recursos empleados. Esto implica que la eficiencia, en su proyección práctica,
conlleva la comparación; en otros términos, su comportamiento expresa una tendencia. La noción de
eficiencia económica introduce la relación entre producción y recursos, mediante la aplicación de un
principio de comparación entre comportamientos diferentes. Desde la perspectiva del sector público,
interesa esta visión de eficiencia relativa, puesto que no se sabe cuál será el mejor entre los posibles
comportamientos (Trillo, 2002).
Según muchos autores, sin embargo, el estudio de la eficiencia técnica o productiva debe centrar su
atención en el uso de los recursos humanos, o del capital, para la producción de uno o más bienes y
servicios. Habrá eficiencia técnica si es posible aumentar la producción a partir de un determinado
nivel de recursos, o si es posible reducir el uso de estos para lograr un cierto nivel de producción.

4. En el caso de una sociedad que construye el socialismo, la eficiencia es el objetivo central de la


política económica y constituye una de sus más importantes potencialidades. Esta afirmación reclama
de la sociedad un mejor uso de los recursos, el incremento de la productividad del trabajo, el logro de
mejores resultados económicos, pero con un alto impacto de compatibilidad social y con costos meno-
res, también aquí económicos y ecosociales a un tiempo. De esa manera, se tendrá un efecto positivo
en el balance financiero, se facilitará la participación en el comercio internacional y el acceso a los
mercados de capital y de inversión, y se equilibrará el efecto negativo de acciones que puedan ser
adoptadas y aplicadas por los enemigos políticos contra el país y su soberanía nacional16.
A partir de la infraestructura económica y social existente, así como de los recursos humanos y na-
turales y de un desarrollo técnico-científico que debe ser usado eficientemente, crece la importancia del
análisis de los componentes subjetivos que están detrás de la categoría de eficiencia y, especialmente,
la acción del hombre sobre el ambiente, la forma en que hace uso de los recursos, el modo en que los
asigna, distribuye y consume, y el impacto global que en lo social tienen las relaciones y las actividades
productivas y económicas.
Los problemas materiales que afronta un país en vías de desarrollo están acompañados por deficien-
cias de funcionamiento e ineficiencias que a veces concurren para agravar las dificultades. Las insufi-
ciencias en el control interno y la contabilidad, la mala práctica de proyectar actividades económicas
y hacer planes sin medir los costos ni exigir calidad, la tendencia a tomar decisiones no coordinadas
con los intereses sectoriales, territoriales o de empresa, el olvido de que la primera misión de todo ente
productivo es contribuir cada vez más a resolver las necesidades económicas y sociales del país –y no de
las multinacionales o de los países imperialistas y neocolonialistas–, la actitud de algunos funcionarios
que se dejan engatusar con regalos o invitaciones, la falta de iniciativas o de voluntad para promoverlas
y el no tomar decisiones en el tiempo justo, por descuido o por exceso de precaución, son fallas que
tienen un impacto social negativo y atentan contra la eficiencia del proceso económico y social.
Al igual que las transformaciones que se suceden, la eficiencia de la sociedad debe mostrarse siem-
pre en todas sus dimensiones: en el plano macroeconómico, a través de los procesos de regulación que
favorecen la estabilidad a ese nivel, que promueven y garantizan la acción equilibrada de las políticas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


244
económicas; en el plano de la microeconomía, con la aplicación de un conjunto articulado de me-
didas, integrado en el sistema de perfeccionamiento empresarial, que contribuya al incremento de la
eficiencia en el proceso productivo, concebido este en su sentido más amplio, como interrelación de
la producción, de la distribución y del consumo.
Además, los elementos determinantes de la eficiencia no pueden referir solo a la reducción de
costos y al margen de ganancia empresarial, ni hacer de esa reducción el instrumento fundamental para
medirla. Las manifestaciones de la eficiencia deben alcanzar el plano institucional, mediante la simpli-
ficación del momento de la toma de decisiones, a fin de que estas sean las adecuadas y se asuman en el
momento justo, para así poder responder lo más rápidamente posible, de la manera más objetiva y con
los necesarios reglamentos, con estructuras apropiadas y formas organizativas idóneas, a las demandas
de la sociedad. Responder, pues, no solo en términos directamente económicos, sino también en los de
una equidad social entendida en su sentido más amplio.

5. Finalmente, valga decir que para una sociedad que construye el socialismo, el concepto de eficiencia
real debe estar estrechamente ligado a la calidad del consumo final, ya que la no satisfacción del consu-
mo, tanto social como individual, y tanto cualitativa como cuantitativamente, conduce al despilfarro
de recursos. De allí se deduce que la eficiencia, en términos prácticos, debe ser analizada en su doble
expresión: como costo cada vez menor de los productos, gracias al aumento de la productividad, y
como incremento cada vez mayor de la satisfacción de las necesidades de la población.
La eficiencia económico-social es una categoría en la que debe basarse el análisis detallado y exhaustivo
para describir la capacidad de los recursos y las condiciones que pueden, por una parte, ampliar la capa-
cidad de respuesta frente a las amenazas externas y, por la otra, potenciar la independencia económica.

4. La necesidad de establecer sistemas e indicadores de control

1. En términos de economía de gestión, de eficiencia y eficacia, solo es posible obtener resultados


cuando los dirigentes del servicio público están activamente involucrados en la búsqueda y aplicación
de soluciones en estos ámbitos, cuando eso es parte del desarrollo de sus funciones y ponen en práctica
las medidas que contribuyan a su cumplimiento.
Al referirse a estos aspectos, algunos estudiosos (Aucoin, 2001) señalan que la implementación de
estos criterios es un proceso interactivo, que exige tener en cuenta que la especificación de los objetivos
no es una simple función gerencial. De hecho, es también una función de la conducción política el
establecer y aclarar, tanto como sea posible, los objetivos que deben cumplirse en cada una de las áreas
de la actividad política o económica.
Mediante la identificación de un conjunto razonado de indicadores de control de gestión, es posi-
ble obtener un instrumento muy eficaz para la evaluación de los resultados, cuya adopción representará
un significativo paso adelante para toda la organización.
Por norma, en el sector público, los dirigentes informan acerca de los recursos utilizados en la
ejecución de las actividades; sin embargo, muchas veces se limitan al análisis de los consumos, a
la comparación con las asignaciones previstas en el presupuesto y con los niveles de ejecución y de

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


245
consumo en períodos previos, con alguna referencia discrecional a la marcha de los planes. Esto no es
suficiente. Es fundamental que se precise, de igual modo, si la utilización de esos recursos se correspon-
de con la correcta implementación de los objetivos trazados por la organización. Desde esa perspectiva,
la introducción de un buen sistema de indicadores de implementación y cumplimiento, previamente
definidos y aprobados por las instancias superiores, puede facilitar la evaluación necesaria, siempre
que haya una clara correspondencia entre dichos indicadores y los recursos previstos y empleados en
cada caso.

2. Naturalmente, es importante asegurar la operatividad de los indicadores para medir el resultado y,


cuando sea necesario, proceder a adaptarlos a través de ajustes en la información y en su estructura
inicial. A ese fin, se entiende que todo indicador debe presentar las siguientes características:

a) Tener una adecuada relación con el objetivo.


b) Reflejar con claridad el nivel de dificultad del objetivo que se ha de alcanzar en un determinado
período.
c) Ser mensurable.
d) Ser practicable, es decir, que permita obtener datos ciertos sobre el desempeño.
e) Ser rentable: que los costos de obtención de la información sean económicamente justificables.
f ) Ser confiable en la información que ofrece, que además debe ser oportuna y comparable en el
tiempo y el espacio.

Por consiguiente, se considera importante que el sistema de indicadores sea completo, lo que im-
plica que debe reflejar los aspectos más relevantes –y la importancia relativa de cada uno– del objetivo
que se quiere alcanzar y hacerlo en el tiempo oportuno. Además, su estructura debe facilitar el análisis
del resultado en términos de eficiencia, eficacia, relación costos-ingresos y calidad (Ministerio de Eco-
nomía de España, 1997).

3. Existe una gran cantidad de indicadores, que se refieren a materias distintas y a puntos particulares.
En este sentido, se pueden señalar los tres tipos siguientes (Ávalos, 2001: 6-7; véase también Alvaro,
Vasapollo, 1999):

a) Indicadores de gestión:
– Indicadores de eficacia.
– Indicadores de eficiencia.
b) Indicadores de resultados.
c) Indicadores de impacto social.

Ávalos (2001) propone una segunda clasificación, para la cual señala:

según su orientación, los indicadores se pueden dividir en cognoscitivo-previsionales, normativos y


prospectivos (de control y concomitantes de gestión). Además, existen propuestas para identificar
la naturaleza de su construcción con base en cuatro distintos niveles: A = medios o recursos; B =

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


246
resultados o productos, bienes o servicios; C = usuarios, beneficiarios o clientes; D = contexto, de
cuya relación se confirman los criterios de manera específica.

A esto agrega Ávalos (2001) la tipología de indicadores que concibe:

a) Indicadores de estructura:
– Estructura de medios.
– Estructura de actividades o productos.
– Estructura de usuarios o clientes.
b) Indicadores de relación medios-actividad:
– Indicadores de capacidad.
– Indicadores de productividad.
c) Indicadores de resultados o de satisfacción al usuario:
– Indicadores de eficacia.
– Indicadores de eficiencia.
– Indicadores de calidad del servicio o producto.
d) Indicadores de resultados hacia el contexto:
– Indicadores de cobertura o penetración.
– Indicadores de incidencia.
– Indicadores de impacto.
– Indicadores de cambio contextual.

4. Es preciso tener en cuenta que el sistema de indicadores debe estar en sincronía con las particula-
ridades y características propias de cada proceso de gestión pública, o sea, del sistema político, país
y coyuntura en que se actúa. Del mismo modo, los factores que determinan el carácter de la gestión
de la política pública imprimen su sello en la concepción del sistema de indicadores que debe ser
seleccionado y establecido.
Durante los últimos veinticinco años, en los países de capitalismo maduro, el modelo de base
keynesiana –en todas sus diversas formas de presentación– ha terminado por disolverse, cancelando así
el concepto mismo de civilidad burguesa que, no obstante las enormes contradicciones, pervivía en él.
El desmoronamiento de toda la estructura productiva preexistente destruye las formas de convivencia
civil que ese modelo de mediación social llegó a determinar. Así, toda forma de garantía de la época
fordista es eliminada de raíz por la transformación productiva propia del nuevo modelo capitalista, el
posfordista de acumulación flexible.
Lo que ahora hay es la univocidad de los propósitos perseguidos a través de los procesos de finan-
ciarización, así como de las nuevas modalidades de explotación del trabajo y de reestructuración del
mercado, que únicamente determinan procesos expansivos de las ganancias empresariales. Esto es po-
sible gracias a una función gerencial-empresarial puntual, que se vale del modelo de concertación con
intervención directa del profit State17; vale decir, del Estado como portador de cultura e intereses de
empresa, encaminados al logro de metas que se miden no tanto ni solo en la capacidad de hacer uso
de técnicas, métodos y actitudes innovadoras, como en la imposición de modelos conductuales que
sepan expresar el más alto nivel de coherencia con la programación estratégica que está al fondo de esa
cultura de empresa que se busca transmitir al cuerpo social.

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


247
5. El cambio más profundo se ha verificado en el sistema trabajo y en el sistema protección social. La
crisis del sistema trabajo ha modificado sensiblemente la sociedad actual, en tanto que –como ya
hemos visto– se ha producido una explosión de la desocupación estructural, junto con el fin de la
fábrica como centro de la producción, la transformación del trabajo en sentido de inmaterialidad y el
aumento de sus formas subordinadas y libres de toda norma, desarrolladas sobre todo entre las filas del
nuevo ejército posindustrial de reserva, con la consecuencia de un creciente transvase del mundo de
las garantías al de las no garantías.
Prevalece cada vez más la economía financiera especulativa en perjuicio del factor productivo, sea
en términos de ataque directo al salario y a las condiciones de vida de los trabajadores –aumento de
los ritmos de trabajo, pérdida creciente de garantías y tutelas, flexibilidad y precarización laboral– o de
minimización del salario indirecto, con embestidas cada vez mayores a toda la esfera de los derechos
universales, a través de un redimensionamiento a fondo del Estado social.
El activo papel desempeñado por el profit State en los nuevos procesos de acumulación flexible, en
la reestructuración capitalista de la era posfordista, arrasa con el Estado social, garante del equilibrio
entre capital y trabajo, que hasta los años setenta funcionó como un sistema que integraba en su seno
las instituciones del trabajo, la participación de los trabajadores en la producción y las organizaciones
de masas. Ese sistema, con las distintas formas de protección social que estaban ligadas a su organiza-
ción, ha venido sufriendo desde hace veinte años un proceso de progresivo empantanamiento. Se ha
acompañado esta política con la hipótesis de que la desocupación no debería tener causas estructurales
y que, por tanto, no deberían favorecerse los procesos de desarrollo sostenido, por ser causa de una
fuerte inflación. Así, el inicio de los años noventa se caracteriza, de hecho, por una auténtica renuncia
a las políticas de desarrollo por parte de los Gobiernos y del nuevo pensamiento económico liberal.
El objetivo del sistema capitalista así configurado no es ya la plena ocupación. Se inicia entonces,
simultáneamente, una etapa de desmantelamiento del Estado social, que es visto como la persistencia
de elementos de “socialismo” derivados de aquel consociativismo que, a lo largo de las décadas en que
el movimiento obrero manifestaba toda su fuerza, atenuó los conflictos de clase.

6. El Estado social que en los años de posguerra se planteó en los países occidentales, estaba basado
en un modelo cuyo funcionamiento puede ser esquematizado de la siguiente manera: el desarrollo de
la economía garantizaba el empleo y ese desarrollo avanzaba regularmente, de manera que el mercado
debía ser capaz de resolver el problema de la ocupación; entretanto, el Estado intervenía colateralmente
para cubrir las interrupciones temporales o las situaciones de marginación de la fuerza de trabajo y
para asegurar así las condiciones de paz social, mediante la implementación de formas diversas de
“solidaridad”, en los momentos en que decaía la relación con el mercado, fuese por causa de desempleo
temporal, enfermedad, vejez o necesidades educativas.
Ese modelo se fundamentaba en una organización social a su vez basada en el trabajo fordista a
tiempo completo de los hombres, así como en la disponibilidad de las mujeres para garantizar las ac-
tividades de reproducción, frente a las cuales la intervención del Estado era completamente marginal.
Tras esa organización se hallaba una fuerza contractual determinante, que se manifestaba en una alta
y victoriosa conflictividad por parte del movimiento obrero. Tal modelo era posible gracias también
a una visión de largo plazo –en clave antiobrera– de los Gobiernos conservadores y moderados, los
cuales entendían que al no haber en el sistema espontaneidad alguna que tendiese al pleno empleo,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


248
debía entonces ser imputada al Estado –en función de suplencia respecto a los empresarios privados– la
carga de mantener la estabilidad de la demanda y la plena ocupación.
El bienestar o welfare garantizaba la relación entre economía, política y sociedad como proyecto
de gobierno político de la crisis, con propuestas de welfare compatible que definían ese pacto social,
centrado en el gasto público que sostenía el viejo modelo de Estado. Con el incremento del gasto, era
inevitable que surgiese el problema de la solvencia de los fondos del Estado y, con ello, de los límites
que debían ponerse a su expansión.
Los Gobiernos de los países occidentales, que solo parcialmente habían digerido la revolución
keynesiana, tuvieron por tanto que empezar a confrontarse con el problema del bloqueo del gasto
público. Pero apenas ese bloqueo se produjo, a partir de los años ochenta, la desocupación comenzó a
crecer vertiginosamente en todas partes. La supuesta improductividad del Estado generó una auténtica
redefinición política, económica y social, de signo restaurador, contra aquello que, por causa de la
conmoción, se presentaba como verdadero despilfarro de recursos.
Los cambios debidos al ciclo posfordista de acumulación flexible, que provocan también la crisis fis-
cal del Estado, determinan que los costos del bienestar o welfare no sean ya compatibles en un sistema
de alta competitividad internacional, en el que no hay espacio para la mediación con las necesidades
colectivas irrenunciables. Se llega así a una situación de profunda crisis, en la cual el Estado no puede
ya ayudar a la masa cada vez más amplia de desocupados y de trabajadores precarizados: ha dejado
de ser compatible con los modos de acumulación capitalista la existencia de un Estado que pueda
garantizar una red de protección social mínima para todos y para las sucesivas fases de la vida; no es ya
posible asegurar una relación estable de trabajo, que esté flanqueada por una oferta eficaz de servicios
básicos y por políticas de sostenimiento hacia el más débil.

7. El profit State funciona con escogencias de política económica que forman parte de un proyecto
más general, basado en un rediseño total de los conflictos y tensiones sociales a través de la rees-
tructuración de las relaciones económicas e industriales, que pasan a sustentarse en las lógicas del
capitalismo salvaje. Todo esto se lleva a cabo mediante modalidades del consenso que se difunde por
medio de las políticas de un nuevo consociativismo, que atraviesa e involucra el sistema de partidos,
los sindicatos confederados, las asociaciones empresariales, las instituciones bancarias y financieras y
el sistema conexo de la comunicación de masas. Si el consociativismo nace y se desarrolla a partir de
los años setenta, es dos décadas después que la tendencia desclasada de la cogestión y la concertación
encuentra en las organizaciones históricas de los trabajadores –sindicales y partidistas– su máxima
expresión. Ese momento marca asimismo el punto de no retorno del proyecto neoliberal, sustentado
en el desmantelamiento del Estado social y en intensos procesos de privatización.
Si bien en lo inmediato la urgencia de la reforma del welfare es de naturaleza financiera, el proyecto
neoliberal contiene bastante más que el simple intento de saneamiento de los balances. No obstante
los repetidos ataques, el Estado de bienestar sobrevive como residuo desgastado pero todavía simbólico
de la época keynesiana.
La crisis actual del welfare State está ligada a una realidad que es de cambio en marcha del papel del
Estado, ya que la extraordinaria fase de transformación que está viviendo la economía, de industrial a
posindustrial, reclama una mayor flexibilidad del mercado de trabajo y torna inadecuada la forma es-
tatal del ciclo fordista. Al cambiar también el papel y las figuras típicas del trabajador industrial masivo

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


249
–para el que ahora está prevista una presencia intermitente en el mercado de trabajo, con escasísimas
perspectivas de conservar “el puesto” por tiempo indeterminado–, se determinan y se agregan nuevos
y graves problemas a los que ya caracterizaban el sistema de protección tradicional. En el caso italiano,
no es ya compatible siquiera el giro “clientelar-asistencial” que se había impuesto al Estado social
nacional en razón de sus peculiares categorías. El crecimiento de las prestaciones se había producido
en Italia por medio de una contratación política y corporativa en la que se confrontaron, por un lado,
las individualidades preocupadas solo por mejorar su propia situación, sin importarles los demás y, del
otro lado, los partidos políticos interesados únicamente en incrementar su propio consenso social, lo
que de hecho dio lugar a un sistema asistencial corporativo, clientelar y basado en la desigualdad.

8. La acumulación flexible tiende cada vez más a manifestarse como eliminación gradual y reducción
real de las ventajas aseguradas por el welfare, pero sobre todo como empobrecimiento progresivo de las
capas sociales tradicionalmente protegidas por todas las áreas de la función pública: cuadros medios del
sector terciario, artesanos y pequeños comerciantes; esto es, aquellas capas profesionales cuya identidad
y seguridad estaban aseguradas por la presencia más o menos firme y garantizada de la protección
social y de los servicios públicos. Las soluciones tecnocentristas que se van delineando en la Europa de
Maastricht* prefiguran la conformación de un bloque de fuerzas económico-sociales cuya afirmación
no puede dejar de producir, como consecuencia, el abandono de los excluidos y de las áreas geográficas
mayormente expuestas a la marginalización, al tiempo que procura difundir la cultura rampante y
autoafirmativa del mercado para crear el consenso del pensamiento único neoliberal, tan formidable-
mente interpretado por los Gobiernos europeos de centro-izquierda o de raigambre socialdemócrata.
Efectivamente, desde los años ochenta, y particularmente desde inicios de los noventa, se acentúan
en Italia las decisiones que llevan a formas de capitalismo con rasgos de auténtico darwinismo social.
Tales decisiones se deben a la escogencia europeísta acríticamente asumida por el poder político, eco-
nómico y financiero del país, que acepta, se somete e, incluso, sirve de promotor de las compatibilida-
des monetaristas de la Europa de Maastricht.
La causa de la crisis estructural del welfare State reside en el hecho de que los esquemas de protec-
ción social –ante riesgos como el desempleo, la vejez, la invalidez, etcétera– entraron en contradicción
con las necesidades y apetencias de control social producidas por la sumisión total a la cultura de
empresa del profit State.
La implantación de propuestas político-económicas se concentra ahora, con gradaciones varias,
en políticas de recorte del gasto público, en incentivos y transferencias cada vez más conspicuos a las
grandes empresas, en reformas institucionales y constitucionales de carácter presidencialista y cre-
cientemente autoritarias, en el sofocamiento de las minorías y de las diversas incompatibilidades, al
punto de poner en discusión hasta derechos democráticos elementales como la ley de representaciones
sindicales unitarias y el derecho a huelga.
Es evidente que la crisis del Estado social y la determinación de las formas del conflicto social
deben ser asumidas como problemas centrales, al momento de reflexionar sobre la crisis de la idea
de desarrollo y de elaborar una perspectiva de cambio radical del modelo de desarrollo. De hecho,
hay que entender que la reforma del welfare es, simplemente, la manera institucional de secundar los

* (n.t.) Por referencia al tratado constitutivo de la Unión Europea, suscrito en esa localidad holandesa en 1992.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


250
nuevos procesos de acumulación flexible: es el profit State, que interviene en la confrontación con las
nuevas estrategias de inclusión y de exclusión planteadas por la globalización del modo de producción
capitalista y del mercado.
La afirmación de las culturas financieras y sus nuevos horizontes, que marcan la metamorfosis de
los sistemas económicos y sociales del mundo capitalista, ha producido profundas transformaciones
en el imaginario colectivo. Ideas-fuerza nacidas en el terreno propiamente económico-productivo del
nuevo ciclo posfordista, han sido impuestas en la cultura social hasta instituir la imagen dominante
del mercado global y de la individualidad sin vínculos sociales, sin solidaridad de clase.

9. El Estado, en su función de garante de la seguridad social (en el campo de la salud, de la educación,


de la prevención y la asistencia, en la tutela de las capas más débiles de la población), necesita no solo de
un desarrollo económico equilibrado, sino también de altos niveles de ocupación y de un ponderado
sistema tributario.
En Italia, durante la fase anterior de desarrollo –la fordista y taylorista–, se configuró en lo sustan-
cial una tendencia a la unificación del mundo laboral en algunas pocas figuras, capaces de representar
toda el área del trabajo dependiente. Hoy, la nueva modalidad de la acumulación flexible impulsa,
en cambio, una tendencia a la división, a la fragmentación, a la precarización de dicho mundo. Se
organiza el mercado de trabajo de manera tal que la división, la intermitencia y la flexibilidad sean
sus elementos característicos. Y el primer elemento divisorio es la implantación del desempleo como
fenómeno masivo, permanente y estructural, que se acompaña con la redefinición privada de todo el
vivir social.
Es en esa perspectiva que el proceso de privatización comienza en Italia por golpear fuertemente el
welfare, apuntando al desmantelamiento de la universalidad de los derechos y postulando un Estado
social ahora dirigido exclusivamente, y de manera ineficiente, a la cobertura de las necesidades de los
estratos más pobres de la población.
Es así que nace y se desarrolla en Italia el nuevo consociativismo político y económico, el de la
era de la globalización neoliberal, que también aquí plantea políticas económico-fiscales y de gas-
to público, etapas de privatización desenfrenada, el desmantelamiento del welfare State y reformas
político-constitucionales, en general con el único condicionamiento de estar todo ligado a la lógica del
mantenimiento del consenso electoral, con lo cual, de tanto en tanto, se satisfacen intereses particulares
vinculados al mundo de la empresa, así como a una nueva partidocracia todavía más sedienta de poder
que sus predecesoras, pero más compatible con los nuevos esquemas de reestructuración capitalista. Y las
nuevas necesidades, por su parte, se basan no solo en el consumo de mercancías, sino sobre todo de ser-
vicios, para hacer también compatible la organización de la producción, sustentada en procesos de
tercerización cada vez más intensos y funcionales a la adecuación general a la nueva realidad del capital.

10. Se perfila para los trabajadores un horizonte más y más precario. Las clases menos favorecidas verán
cómo se recorta cada vez más su salario directo e indirecto, sin que se establezca alguna política seria
para estimular la ocupación, sin redistribución alguna de la renta, con incentivos y desgravámenes
crecientes para las empresas, que se contrabalancean con la falta o la intermitencia de rentas para los
bolsillos de la mayor parte de los ciudadanos, restringidos también en su acceso a aquel salario indirec-
to que, a través del welfare, garantizaba la universalidad de los derechos.

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


251
Incluso en una óptica reformista y absolutamente minimalista, los nuevos enfoques de una po-
lítica de inspiración socialista deben estar completamente dirigidos a la lucha contra el desempleo
estructural, para crear nuevas posibilidades de trabajo con utilidad social y colectiva, para impulsar
una producción no necesariamente mercantil, para ampliar las posibilidades de empleo de las mujeres,
de los inmigrantes, de los jóvenes y favorecer así, también, el reforzamiento del sistema público de
prevención. Es necesario, además, poner en marcha una política seria de reducción generalizada del
horario laboral, en correspondencia con el salario, que abarque también y decididamente el sector
terciario –público y privado–, la pequeña empresa y la microempresa, así como reconocer una renta
social mínima a los desempleados, a los precarizados y a quienes solo cuentan con la pensión mínima;
en pocas palabras, dar impulso a un nuevo, moderno y eficiente welfare State.
La capacidad de análisis científico y de iniciativa política debe hoy manifestarse en lineamientos de
contratendencia frente a la sociedad de la empresa y la privatización; en la determinación de reglas para
que el Estado vuelva a ser no solo el garante de los equilibrios, el contralor, sino al menos un Estado
interventor y ocupador, que cree nuevos y diversos trabajos no mercantiles, que sea capaz de impulsar
y regular la eficiencia de un sistema orientado hacia el reforzamiento de un nuevo welfare State, que
garantice los derechos adquiridos de los trabajadores, de los pensionados, de todos los ciudadanos,
que satisfaga nuevas necesidades, en un nuevo y más moderno sistema signado por la calidad de vida.

5. Importancia y beneficios del control

1. El proceso de control puede ser definido como el conjunto de acciones que permiten comprobar que
las actividades en marcha se desarrollan según lo dispuesto en los planes correspondientes, y dentro
de las normas y principios fijados por la organización pública o entidad para el logro de los objetivos
previstos, al tiempo que facilitan la información necesaria para rectificar oportunamente ante cualquier
desviación significativa que pueda provocar lo contrario. Una definición más breve permite también
decir que “se trata de un proceso dirigido a garantizar que las actividades reales se adecúen a las activi-
dades planificadas” (Stoner, Freeman, 1994: 638).
Una vez que se disponga de planos correctamente elaborados y hayan sido bien definidos los obje-
tivos de la organización o del ente público, es preciso verificar periódicamente si las medidas y acciones
previstas para alcanzar esos objetivos se están cumpliendo en los tiempos y en la forma. Por ese motivo,
para el proceso de dirección y de gestión resulta complemento indispensable un sistema de control
bien proyectado y estructurado, que tome en cuenta las características de la actividad y cuyo costo y
complejidad se mantengan dentro de los límites racionales, desde el punto de vista del impacto social
en su conjunto.

2. Si se analizan los criterios de los diferentes autores que estudian este proceso, se ponen en evidencia
puntos en común en lo que atañe a los pasos fundamentales que se deben cumplir para organizar un
buen sistema de control. Esos pasos básicos buscan una secuencia lógica que permita, desde el inicio,
identificar con claridad y precisión lo que se quiere controlar, para así poder diseñar un instrumento
apropiado que facilite, en función de sus resultados, introducir las rectificaciones necesarias en el

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


252
desempeño de la actividad. Una vez conocidos los pasos básicos que deben ser considerados en todo
el proceso, será útil ahora una breve información acerca de los tipos de control a los que se refieren
algunos autores.
También a este respecto se encuentran puntos comunes. En general, se hace referencia a tres
grandes tipos:

a) Aquellos que se establecen con carácter preventivo, antes de iniciar la actividad (ex ante).
b) Los llamados controles concomitantes, que se ponen en marcha mientras la actividad se está
cumpliendo.
c) Los de feedback, que se utilizan después que la actividad ha concluido (ex post).

A cada una de estas tipologías corresponde un conjunto de indicadores de gestión de tipo preven-
tivo (ex ante), de actividad (concomitantes) o de control final (ex post).
Se reconoce que los controles concomitantes tienen la ventaja de funcionar mientras la actividad
está en desarrollo, por lo que facilitan la aplicación de medidas inmediatas que permiten rectificar a
tiempo cualquier desviación en los parámetros de actuación.
Más complejo resulta establecer los preventivos, particularmente si no se dispone con anticipación
suficiente de la información requerida.
Los controles de feedback tienen el inconveniente de que su aplicación es posterior a la ejecución de
la actividad: se trata de hechos cumplidos, que ya no es posible rectificar.
En definitiva, la adopción de una u otra tipología, o de todas, depende de la actividad y de la
situación coyuntural que vive la organización en un determinado momento.

­— notas —

1 Con el término Administración Pública se aludirá en lo sucesivo a la implementación de decisiones y políticas del sector público,

además de identificar al operador público AP (Administración Pública) propiamente dicho.

2 En el curso de toda su vida, Weber –consciente o inconscientemente– osciló con frecuencia entre posiciones fuertemente idea-

listas y posiciones decididamente materialistas. Carlo (2000) revalúa muy cuidadosamente este segundo enfoque weberiano,
utilizado tanto en el análisis de la religión –aunque no siempre– como en el de las clases sociales, fundadas en las relaciones de
propiedad, y diferenciadas de las capas o estratos, fundados en cambio en las desigualdades de ingresos; así como en el análisis
de la misma burocracia y de su papel de dominio, funcional a los intereses capitalistas.

3 Al analizar este problema, Fidel Castro ha dicho: “Uno de estos estudios muestra cómo de 48 programas de ajuste del FMI,

puestos en práctica entre 1986 y 1990, el 78% incluía la reducción del gasto público, sobre todo en la esfera social, y esta
exigencia fue acogida de las siguientes maneras por los gobiernos de los países deudores: en 92% de los casos se redujeron
los fondos relativos a la alimentación, a la salud o a la asistencia económica a la población; el 62% disminuyó los recursos
destinados a dos de esos tres sectores, y un 29% rebajó todo el gasto social en más de 20%” (Castro Ruz, 1999b).

4 Para una reconstrucción de los procesos de transformación de la Administración Pública en respuesta a las políticas y exigencias

liberales, cfr. Cassese (2005), donde se recorre más de un siglo de historia de la organización de la AP italiana, con detenimiento
especial en los últimos decenios, abrumadoramente influenciados por los parámetros dictados por la Unión Europea.

POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


253
5 A medida que el Estado se retira, se promueve masivamente el desarrollo del llamado non profit sector o sector sin fines de

lucro que, sobre la base del subsidio –que no de la gratuidad, como se verá en las páginas que siguen–, ofrece toda una serie
de servicios sociales anteriormente provistos por la AP. La enorme diferencia es que mientras la antigua actividad de la AP res-
pondía al principio de la obligatoriedad y a la búsqueda de la igualdad cualitativa en la prestación de los servicios, en el caso
del non profit solo pueden reclamárseles al voluntarismo y a la capacidad de emprendimiento de los sujetos que lo integran.

6 Véase también Castro Ruz (1999a), recopilación de discursos dedicados en su mayor parte a la globalización, al desastroso

neoliberalismo y a las contradicciones del capitalismo actual.

7 Piénsese una vez más cómo en Europa los grupos de poder han logrado, mediante instrumentos como el reglamento comu-

nitario, la Directiva y la Corte de Justicia Europea, transformar profundamente en las últimas décadas las formas de la AP y, en
general, de los Estados miembros de lo que fuera primero la Comunidad y luego la Unión Europea.

8 En el texto The Search for Government Efficiency, de Downs y Larkey, escrito en 1986, se habla mucho de este tema, retomado

también por Lane (1995).

9 Las ONG de los países desarrollados pueden también constituir un vehículo de penetración de las ideas y acciones de los respec-

tivos Gobiernos y grupos de poder, que a través de ellas promueven financiamientos e iniciativas en los países del Tercer Mun-
do. Para una crítica de las ONG, cfr. Petras, Veltmeyer (2002: 185-201), que dedican todo un capítulo al tema, como también
Petras (2003: 313-328) y Pala (2001). Con esto, ciertamente, no se pretende sostener que todas las ONG son instrumentos de
control y penetración, utilizados por el capital para actuar sobre y dentro de la “sociedad civil”.

10 Sobre las privatizaciones en Italia y, en general, en Europa, cfr. Martufi, Vasapollo (2003). Con el sistema de concertación,

durante los años noventa se cumplieron en Italia una serie de experimentos favorables al capital.

11 Víctimas del frenesí privatizador fueron incluso los sistemas de alcantarillado y cloacas.

12 Considérense los avanzados procesos de privatización, en distintos lugares del mundo, de un bien como el agua (¡!). En Italia,

muchas comunas traspasaron a gestión privada sus sistemas de acueductos y redes de distribución del agua. Ciertamente, en
respuesta han surgido movimientos ciudadanos de protesta (como es el caso de la significativa lucha napolitana).

13 Este es, por otra parte, un proceso muy acentuado en el sector privado, donde las más modernas y grandes redes empresariales

se basan en tal principio.

14 En tal dirección apunta en Italia, por ejemplo, la ley del 8 de junio de 1990, Nº 142 (Ordenamiento de las Autonomías Locales).

15 No se debe confundir el proceso de descentralización que implica la transferencia de poder de un nivel superior a uno inferior,

con la descentralización que solo se refiere a la creación de organismos territoriales en los que el poder se mantiene en el nivel
central. Estos dos procesos pueden ocurrir de manera paralela o independiente, si bien ambos son importantes para el desa-
rrollo de la Administración Pública.

16 Vale la pena recordar aquí la experiencia de Cuba, víctima de un bloqueo, por parte de Estados Unidos, que se ha prolongado

por cerca de 45 años y cuyo impacto negativo en la economía del país supera los 80.000 millones de dólares**. En esas con-
diciones, resulta obligación política preguntarse cómo medir la eficiencia de la economía cubana.

17 Sobre estos temas, cfr. Martufi, Vasapollo (1999).

** (n.t.) Para el momento de la primera edición de este libro, en el año 2006.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


254
Capítulo IV
ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE
ESTADO Y POLÍTICA ECONÓMICA

1. Instrumentos y mecanismos

1. Al día de hoy, sobre 200 Estados que hay en el mundo, más de la mitad mantiene en sus manos par-
ticipaciones accionarias relevantes en empresas proveedoras de servicios como el agua, la electricidad,
el transporte, etcétera En muchos otros ámbitos, el “inversionista público” controla cuotas de capital
privilegiadas, o bien opciones que le permiten tener la última palabra en las decisiones cruciales de la
industria respectiva y, en definitiva, de la economía nacional.
Basten algunos datos gruesos para refutar ese lugar común que, desde hace una veintena de años,
proclama el fin de la intervención estatal en la economía, bajo el signo de los procesos de desregulación
y del avance de las privatizaciones en gran parte del mundo occidental (y no solo en este). Esa tenden-
cia, en realidad, es todo menos indiscutible: en algunas situaciones que marcan ejemplo, la cesión al
sector privado de cuotas de control tradicionalmente públicas ha generado dificultades y colapsos. Se
reconoce tranquilamente que las privatizaciones han fallado en sectores como el energético, en el que
con ellas se han registrado incrementos de hasta 300% en las facturas y notables disminuciones del
servicio (Gallino, 2005: 51; Martufi, Vasapollo, 2003).
El renovado interés hacia el papel del Estado en los sectores fundacionales de la economía nacional
(energía, infraestructura, transporte) reabre hoy el debate en torno a un siglo de intervención estatal en
la economía, que ha caracterizado al capitalismo occidental mucho más de lo que la historiografía está
dispuesta a admitir. Surgida frecuentemente de exigencias coyunturales (la gran depresión estadouni-
dense o la crisis del sistema industrial y bancario italiano que llevó, en los años treinta, a la creación del
Instituto para la Reconstrucción Industrial, IRI), la actuación episódica del Estado en la economía se
transformó muchas veces –como puede históricamente demostrarse– en intervenciones estructurales y
programáticas que determinaron el curso del desarrollo capitalista, mucho más de cuanto haya podido
hacerlo la “libre evolución del mercado”.

2. La intervención del Gobierno en la economía es tan antigua como el capitalismo, pero es solo duran-
te el período de la Primera Guerra Mundial que comienzan a surgir preocupaciones acerca del control
de los ciclos. La tradición neoclásica había olvidado este fenómeno y es en 1913, con la obra de Wesley
Mitchel, Business Cycles [Los ciclos económicos], que se inicia su estudio social. Hasta ese momento,
Estados Unidos había pasado por 30 ciclos. Fue entonces que se empezaron a aplicar algunas medidas:

a) La primera medida “neutralizadora” del ciclo que se pensó implementar fue la de política mo-
netaria, o sea, la organización de los agregados monetarios (M1, M2, M3).
b) Posteriormente nace la política fiscal, lo que históricamente da lugar a dos variantes de política
económica: la monetaria y la fiscal.

La llamada gran depresión, o “crisis de 1929-1933”, demostró que la política monetaria, por sí sola,
no era del todo eficaz como instrumento anticíclico. En condiciones de prosperidad, la organización
de los agregados monetarios no puede, por sí misma, controlar el boom, y en períodos de depresión, la
política monetaria más liberal no es capaz de impulsar la recuperación. Por tanto, es necesario utilizar
otros instrumentos, considerados más poderosos. En realidad, es iluso pensar que los instrumentos de
la política económica son infalibles, de la misma manera que sería un esquematismo el considerar que
no pueden cumplir función alguna. Por lo que respecta a la política fiscal y en términos conceptuales,
para el Estado se trata de organizar el gasto público, los impuestos, los préstamos que el propio Estado
percibe y la deuda pública, de manera tal que permitan modificar los comportamientos y las decisiones
de los diversos operadores económicos. Se pueden establecer dos grandes grupos de instrumentos
concretos de política fiscal:

a) Mecanismos estabilizadores.
b) variación de las tasas.

3. Adicionalmente, se puede hablar de otros instrumentos que, de hecho, controlan la llamada diná-
mica de movimiento de los mecanismos, como por ejemplo:

a) Subsidios agrícolas: aumentan durante la depresión y disminuyen con la recuperación.


b) Impuesto a la renta: de estructura progresiva, aumenta a la par de la renta1.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


256
c) Seguro de desempleo: aumenta cuando se incrementan los salarios, transformándose en reserva
para tiempos de depresión.
d) Pagos por previsión social: disminuyen durante la recuperación, cuando aumenta el número de
puestos de trabajo y se incrementan durante la depresión, cuando estos se reducen.

Como puede observarse, se trata de mecanismos que –según lo establecido por la política fiscal–
buscan controlar el flujo de los recursos estatales, adecuándolo a las necesidades concretas de cada
momento del ciclo. Naturalmente, los cambios que se verifican en la economía pueden hacer que estos
mecanismos, a su vez, sean cambiados o eliminados, para poner en marcha otros que respondan mejor
a las necesidades de la dinámica cíclica de la economía.
Todo ello pasa a través de las peculiaridades que la confrontación política y las dinámicas electorales
imprimen al proceso de formulación y ejecución de la política económica, como resultado del debate
político.

2. Las funciones actuales de la Administración Pública

1. Según el razonamiento de muchos autores (Aucoin, 2000), la Administración Pública afronta hoy
desafíos en cuatro dimensiones: la gestión de las políticas públicas, la gestión de los organismos de
Gobierno, la gestión de los servicios públicos y la gestión de los recursos humanos. Entre las cuatro
existen interrelaciones que, si no se atienden eficientemente, pueden provocar irregularidades en la
actividad administrativa:

a) Gestión de las políticas públicas: la formulación de estas políticas ha pasado actualmente de


un incrementalismo desarticulado2 a la planificación estratégica3; en consecuencia, se trabaja
con estrategias que se mejoran en el curso mismo de su implementación. Bajo el enfoque del
incrementalismo desarticulado se corre el riesgo de prestar poca atención a las innovaciones,
disminuyen las posibilidades de coordinación interna y externa y se pueden perder de vista
los objetivos o resultados originalmente planteados en las políticas públicas. Pasar al enfoque
de la planificación estratégica permite descubrir nuevas opciones, mejorar el nivel de análisis,
desarrollar proyectos alternativos, adecuar el número de participantes y diseñar una evaluación
más eficaz de esas políticas4. Es un fenómeno “empíricamente” perceptible que la planificación
asume una importancia cada vez mayor en la gestión de los asuntos públicos. Piénsese en el caso
de Italia, donde, tras los fallidos intentos de “planificación global” de los años sesenta y setenta,
durante los últimos años se ha reacentuado la tendencia a asumir la planificación –sobre todo a
nivel local: región, provincia, ciudad metropolitana, comuna– como un auténtico instrumento
de gobierno (en materia económica, territorial, urbana, ambiental, etcétera). Piénsese asimis-
mo en la nueva forma de planificación “horizontal” (la llamada “programación negociada”: del
acuerdo de programa al contrato de programa, y de allí al pacto territorial y así hasta el contrato
de área). Un eminente estudioso del derecho administrativo, Palma (1966), sostiene que la pro-
gramación es un verdadero “método de gobierno, es decir, se programa gobernando, se gobierna
programando” (64).

ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADO Y POLÍTICA ECONÓMICA


257
b) Gestión de los organismos de gobierno: existen diversas maneras de organizar las estructuras admi-
nistrativas, en consonancia con las características de cada país y cada Gobierno. Sin embargo, en
ese campo el debate fundamental está centrado en la relación entre autoridad, responsabilidad,
rendición de cuentas y centralización-descentralización. El equilibrio en este último binomio
es muy complejo, por lo cual la discusión acerca de cómo y cuándo descentralizar o centralizar
constituye un importante reto para la Administración Pública contemporánea. Por otra parte,
la organización del Gobierno puede implementarse a través de estructuras especializadas y de
coordinación, si bien el problema fundamental es, justamente, conseguir la coordinación y la
cooperación entre ellas para lograr eficiencia en su gestión. En ese sentido, también la desburo-
cratización de los organismos constituye un desafío. Para ese fin se aplican hoy sistemas moder-
nos de control, que permiten hacer más ágiles los servicios públicos. Con idéntico objetivo se
trabaja para implementar estructuras colegiadas y para incrementar la flexibilidad en el uso de
los recursos.
c) Gestión de los servicios públicos: en este caso se afianza la tendencia a la evaluación del desempeño
como elemento ideal para mejorar los servicios públicos, ya que permite fijar objetivos, determi-
nar resultados concretos y establecer normas. El enfoque se centra en los resultados y distingue
entre la calidad del servicio y el servicio de calidad. Requiere, para ser eficaz, de una verdadera
interacción entre funcionarios públicos y ciudadanos, en la que estos últimos participen más
en las decisiones y avancen en el conocimiento y ejercicio de sus derechos como consumidores.
Con el objetivo de mejorar los servicios públicos, se generan constantemente incentivos que se
pueden resumir en la defensa de las normas de servicio y de los derechos de los ciudadanos, al
darles a estos la posibilidad de participar en el proceso de mejoramiento a través de la consul-
ta popular y mediante la implementación de sistemas de atención a los reclamos y protestas.
La base de todas las mejoras está en un mayor acercamiento a los usuarios, para conocer sus
necesidades y principios y exigir una también mayor responsabilidad de los funcionarios. Sin
embargo, estas medidas no llegan a resolver completamente los problemas que se presentan.
d) Gestión de los recursos humanos: el tema de los recursos humanos adquiere una gran importancia
y constituye la prioridad en la estructura administrativa. Este concepto, que aparece en los
años setenta, refiere a las personas que tienen una determinada y necesaria competencia y están
dispuestas a ponerla en función de los objetivos de la organización. Entre otros aspectos que
merecen aquí atención, destaca la relevancia de los valores morales de los funcionarios de la
Administración Pública, dado el impacto que esto tiene en la aplicación de las políticas corres-
pondientes. En este sector, esos valores se convierten en requerimiento indispensable para el
desempeño laboral. La capacidad y el talento de los hombres constituyen un importante recurso
para la organización. El trabajo de recursos humanos requiere de planificación y competencia
por parte del personal que lo adelanta. En la Administración Pública se trabaja actualmente
para hacer que los funcionarios ingresen a estos servicios por méritos profesionales y éticos, para
evitar el proteccionismo político y el nepotismo, que tanto daño hacen al buen desarrollo de las
actividades, así como la corrupción, uno de los desafíos de esta dimensión.

2. Otro aspecto que se ha de tener en cuenta en este ámbito, para encontrar soluciones innovadoras a
los problemas y al estudio y para conocer los planos de análisis, es la definición del carácter estructural

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


258
de las políticas públicas, que cobran expresión a través de los programas, los objetivos y los resultados
que se espera alcanzar. Por otra parte, la capacidad de gestión de políticas públicas eficientes ha de
considerarse sin comprometer ni sustituir la dinámica de la sociedad y del sistema político, con lo cual
se manifiesta la influencia de la política en la gestión y viceversa.
En este análisis hemos hecho referencia al contenido de la Administración Pública, lo que per-
mite una aproximación a las condiciones actuales, a los retos que se deben afrontar y a los debates
más frecuentes acerca de las reformas que podrían hacerla más eficiente. Contrariamente a lo que
se supone, hay todavía mucho que hacer. Y en primer lugar, siguiendo la línea principal que debe
caracterizar la política de la Administración Pública y de su operador (AP), hay que centrar siempre
la atención en disminuir las desigualdades sociales, en lugar de aumentarlas. Quizá sea esta la misión
más importante.

3. El análisis de las políticas públicas como fuente de ejercicio


de la Administración Pública

1. En los últimos tiempos, la racionalidad y complementariedad de las políticas públicas son linea-
mientos trazados por los Gobiernos en los procesos de reforma, modernización y perfeccionamiento
de la Administración Pública, que pueden estar en capacidad de resolver los problemas de la sociedad
contemporánea.
El concepto de Administración Pública corresponde a una estructura –la de las políticas públi-
cas– que enuncia un proceso y un resultado. El primero –el proceso– es un concepto de stock, y el
segundo –que corresponde a los resultados obtenidos– es una magnitud de flujo. La administración es
un concepto de equilibrio y las políticas corresponden a un concepto de dinámica (Lahera, 2000). Las
políticas públicas constituyen procesos dinámicos, en los que se mezclan aspectos de hegemonía y de
interacción entre la sociedad y el sistema político en cuestión.

2. Desde el punto de vista conceptual, existen definiciones tanto de políticos como de académicos que
se ocupan del tema.
En las definiciones, incluso muy articuladas, puede casi siempre notarse que hay un conjunto de
factores que es interesante tener en cuenta:

a) Las políticas públicas son acciones que los Gobiernos deciden cumplir o no cumplir.
b) Las políticas públicas apuntan a problemas concretos.
c) Conocer los objetivos de la sociedad o del sistema político que se toma como marco de referen-
cia para la definición de las políticas públicas.

Si el análisis se adelanta en una sociedad en la que existe la propiedad social de los medios funda-
mentales de producción, el camino se hace más complejo, pero a veces más objetivo y socialmente más
válido, cuando la participación popular se lleva a cabo a través de las diversas formas organizativas de
la sociedad, en cuyo caso la política pública podría definirse de la siguiente manera (Pons, 2000):

ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADO Y POLÍTICA ECONÓMICA


259
Una vía propuesta por el Gobierno para resolver una necesidad o un problema social, que se pre-
sume vinculado a las condiciones históricas concretas que lo crean y a los intereses sociales, y en la
cual las medidas aplicadas contribuyen al creciente bienestar y perfeccionamiento de la sociedad en
su conjunto.

3. Existen diversos criterios y enfoques conceptuales a partir de la reforma más general, concebida
como política en su contenido tradicional, en el que se inscribe el conjunto de las materias que con-
ciernen al Estado.
Se deduce que las políticas pueden ser de distinto tipo (Pons, González, 2001: 30-31):

a) Política pública: se manifiesta en un conjunto de decisiones, que abarcan el contenido previa-


mente expresado en un contexto global.
b) Política pública sectorial: se aplica en determinadas esferas de actividad socioeconómica, como
las de la educación, la salud, el ambiente, la prevención social, etcétera.
c) Políticas públicas institucionales: lineamientos que guían y enmarcan el proceso de gestión de un
ente o de un organismo no directamente productivo. Declaraciones o acuerdos implícitos que
generan pensamiento y acción en la toma de decisiones del ámbito en que se actúa; es decir,
que limitan el área en el que deben adoptarse y tienden a asegurar la coherencia de los objetivos
preestablecidos por el ente en cuestión.
d) Políticas públicas empresariales: lineamientos que guían y enmarcan el plan de una empresa pú-
blica. Ese plan se convierte en el instrumento por excelencia de la política empresarial, en tanto
que establece y determina sus vías de acción. En este caso, la política pública puede ser conside-
rada como el mecanismo que articula la política de la empresa con los intereses socioeconómicos
que se expresan en las políticas macroeconómicas y mesoeconómicas.

4. Del ciclo de la política pública al análisis de la política pública

1. En el estudio de la política pública, lo primero que debe tener presente un analista es el ciclo que
recorre una política desde el momento en que se define y estructura el problema hasta llegar a la
evaluación de esa misma política.
El análisis de las políticas constituye una búsqueda para la acción e implica todo el proceso de la
política pública, que se puede centrar en:

a) Los aspectos externos a la Administración Pública, al ocuparse de un determinado problema, de


sus dimensiones, gravedad, número de personas que afecta, etcétera.
b) La implicación y el comportamiento de los actores sociales críticos involucrados en el proceso.
c) Los objetivos y los resultados, para conocer los ajustes necesarios entre las previsiones y los
resultados efectivamente alcanzados.
d) Los medios utilizados –recursos humanos, financieros, organizativos y tecnológicos– para desa-
rrollar la política (Tamayo Sáez, 1997: 282).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


260
2. Las políticas públicas conforman un proceso y su análisis busca responder a una serie de requeri-
mientos que se plantean en cada una de las fases del ciclo. El papel del analista consiste en aplicar, en
tanto le sea posible, sus conocimientos técnicos y la visión política del problema.
El análisis de las políticas públicas es preventivo e incluye en sí mismo posibles alternativas en
relación con los numerosos problemas que existen en la sociedad. Xavier Ballart (1996) sostiene que
ese análisis se propone como una disciplina científica que produce información, útil para el proceso
decisorio, acerca de las respuestas institucionales frente a situaciones problemáticas. Por otra parte,
William N. Dunn (1994), uno de los autores más citados sobre el tema del análisis de políticas,
sugiere que estas producen información muy importante, en el plano decisorio, acerca de las po-
líticas que se deben aplicar y que pueden ser utilizadas para resolver problemas en circunstancias
políticas concretas.

3. Cualquier política puede quedarse rezagada en sus objetivos o resolver solo una parte de un gran
problema. Considérese que (Patton, Sawicki, 1993):

a) La política es eficaz a medida que logra, en breve tiempo, resolver el problema que le da origen,
al alcanzar los objetivos y las metas que se propuso y generar impactos o efectos positivos en el
objeto para el que fue planteada, todo ello con una utilización racional de los recursos en juego.
La eficacia es expresión de la objetividad de las metas y de los fines trazados, que se concretizan
en el plan a través de sus diversos niveles y distintos escenarios. A veces se piensa que la eficacia
de una política o de un programa es el punto central de la optimización de los recursos. La
eficacia o logro de las metas supera las cuestiones económicas y de eficiencia, aun cuando en
términos de medida no sea posible cuantificarla o evaluarla sin hacer referencia a los costos y a
la productividad, por lo cual en ámbitos políticos se habla de política eficaz en términos econó-
micos. Podría darse el caso de que la política programada y ejecutada consiga sus propósitos y
con ello, sin embargo, llegue a crear la posibilidad de programar otra política, sin restar por eso
mérito a su eficacia. Y es que resulta normal, en un ámbito dinámico, que las políticas cambien
o se combinen con otras.
b) La política es válida cuando los resultados obtenidos son precedidos por un conjunto de acciones
y medidas adelantadas por los actores políticos y ha habido una correcta selección de instrumen-
tos políticos capaces de propiciar el logro de resultados extraordinarios, en correspondencia con
un uso racional de los recursos asignados por el Gobierno para la ejecución de dicha política.
La validez se explica como el conjunto de medidas y acciones necesarias para obtener resultados
extraordinarios, en consonancia con los requerimientos de la sociedad en determinadas situa-
ciones, que se alcanzan sobre la base de la racionalidad en la asignación de recursos apropiados,
tanto en calidad como en cantidad.

4. Por otra parte, para abarcar el papel del funcionario público, el análisis político ha de considerar
que los responsables del servicio público deben estar dispuestos a desarrollar su propia visión, misión
y tareas por vías que hagan posible la activación de nexos con otras organizaciones.
Si los dirigentes no actúan en esa dirección, la coordinación interdepartamental sufrirá las conse-
cuencias, sea en el terreno de la formulación de políticas o en el de su implementación.

ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADO Y POLÍTICA ECONÓMICA


261
Es esa perspectiva sectorial o amplia lo que se espera de todos los dirigentes; vale decir, el consenso y
la capacidad de ser parte de todo el accionar público del Gobierno, y no funcionar simplemente como
dirigentes de organismos aislados e independientes (Aucoin, 2001).
De esa manera se podrá lograr un adecuado servicio público, sustentado en políticas válidas y
eficaces, que den solución a problemas sociales cruciales para toda la colectividad y favorezcan el uso
adecuado de los recursos disponibles por parte de todos los actores políticos y económicos.

­— notas —

1 Aunque existe también el criterio proporcional. Explicado en palabras simples: mientras el criterio progresivo (progresividad de

la tasa) prevé una pluralidad de alícuotas ascendentes, que van a incidir sobre la renta a medida que esta aumenta, en el siste-
ma proporcional existe, en cambio, una sola alícuota que vale para todas sus magnitudes y que se aplica, consiguientemente,
a quienquiera que sea titular de una renta.

2 Incrementalismo (o potenciamiento) desarticulado: tratamiento de las políticas sin visión de sistema; en la medida en que

se reciben los resultados, se trabaja para mejorarlos. Implica una proyección hacia el futuro que parte únicamente de lo ya
obtenido.

3 Planificación estratégica: proceso que consiste en la búsqueda de una o más ventajas competitivas para la organización y en la

formulación e impulso de estrategias en esa dirección.

4 Para una introducción general a la función programática de la Constitución italiana y a las varias ramas de aplicación de los

instrumentos programáticos en Italia, cfr. Tucci (2003), a quien remitimos también para una ampliación de la bibliografía de
ámbito jurídico.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


262
Capítulo V
POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA
ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO

1. Bases conceptuales y fundamentos de la concepción del Estado


y de la Administración Pública contemporánea

1. El estudio de la Administración Pública y de sus fundamentos ha sido objeto de análisis por parte
de especialistas pertenecientes a diversas disciplinas y corrientes del pensamiento. En el ámbito in-
ternacional es posible encontrar una infinidad de definiciones, si bien entre ellas es una constante el
considerar la Administración Pública en vinculación con las funciones del Estado que tienden a la
satisfacción de las necesidades colectivas de los ciudadanos.
Otra constante es la ausencia de indicaciones precisas acerca de las relaciones de propiedad, elemen-
to necesario como punto de partida para conocer el contexto histórico en que se mueve la definición y
para saber cómo se plantea alcanzar su objetivo fundamental: la satisfacción de las necesidades colecti-
vas mediante actos concretos (González, Pons, 2001).
2. Los enfoques actuales analizan la Administración Pública desde diversos puntos de vista. Algunos
centran su atención en las instituciones que la componen y en el comportamiento de sus trabajadores,
otros consideran las diferencias o semejanzas con la administración privada y, finalmente, algunos
estudiosos se interesan particularmente por las decisiones que llevan a la ejecución y desarrollo de las
políticas públicas. En general, no se toman en cuenta las connotaciones de clase ni las particularidades
del sistema político en el que la administración se desenvuelve.
Para ciertos especialistas y estudiosos no es necesario, sino inútil, trabajar en una definición de la
Administración Pública (Garcini, 1982). Pero, según la visión hoy más difundida, es necesario caracte-
rizarla tomando en cuenta su función en la distribución de los recursos en la sociedad, para el bienestar
colectivo, y esto es fundamental en el proceso de construcción de la economía y de la sociedad sobre
una base socialista.

3. Para tratar de definir un concepto de Administración Pública, es preciso considerarla no solo en


su estructura sino también en su dinámica, complementada por los hechos concretos en que se ex-
terioriza, para así poder comprenderla integralmente. Se debe entonces delimitar el contenido de las
funciones que ella cumple en tanto que parte del Estado.
Naturalmente, existe un estrecho vínculo entre Gobierno y administración. La importancia de
esta relación fue subrayada por Lorenz von Stein en su concepción estructural de la Administración
Pública: “El Gobierno debe no solo aplicar la ley, sino, hasta un cierto punto, dotarla de contenido”
(Stein, 1987: 133). En este caso, el concepto de Gobierno se coloca directamente en el campo político,
frente al cual se encuentra la administración (Forsthoff, 1958: 32). En consecuencia, negar la existen-
cia de una función política claramente diferenciada de la administrativa, equivale a negar la presencia
del gobierno y su expresión en la estructura y en los fines del Estado, lo que significaría afirmar su
inexistencia (Garcini, 1982).
En realidad, en su significado más amplio (Amato Muñoz, 1954: 23), la Administración Pública es
el Gobierno; es decir: todo el conjunto del proceder humano que determina cómo distribuir y ejercer
la autoridad política. Hay diversos enfoques para discernir sus problemas; uno de ellos diferencia la
Administración Pública de otras ramas del Gobierno, la legislativa y la judicial, que respectivamente
consisten en la creación de normas y en su aplicación para garantizar los derechos.

4. Existen, además, diversas versiones y definiciones del concepto de Administración Pública, surgidas
en épocas sucesivas con el desarrollo de las ciencias políticas. Sin embargo, es posible señalar su coin-
cidencia en ciertos elementos comunes:

a) Se observa que el proceder de la Administración Pública está estrechamente vinculado a la


función del Estado, en sus aspectos internos y externos, para alcanzar sus fines y objetivos.
b) No se evidencia el sistema político, que vendría a ser el escenario desde el cual se puede arribar
a una visión clara tanto de la Administración Pública en sí misma como de su finalidad en la
sociedad.
c) No se alude a la participación popular en la toma de decisiones para trazar las políticas públicas
ni, por tanto, a su contenido de clase.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


264
d) No se señalan las relaciones de propiedad, que servirían como punto de partida para saber en
qué contexto histórico se inserta la definición y cómo sería posible alcanzar el objetivo funda-
mental: la satisfacción de las necesidades colectivas mediante actos concretos.

Es entonces necesario, para fines de trabajo, plantear una definición del concepto de Administra-
ción Pública, que será entendida como

El proceso en el que la política pública es capaz de expresarse en el conjunto de decisiones que se


adoptan para alcanzar las metas sociales y satisfacer prioritariamente las necesidades de la mayoría
de la sociedad, a través de la gestión pública, por los actores que participan en ella, mediante la
planificación, distribución y control eficiente de los recursos disponibles y la coordinación precisa,
organizada y eficaz de sus capacidades, bajo el amparo de los principios jurídicos, éticos y políticos
que reflejan la capacidad creciente del autogobierno social (González, Pons, 2001)*.

Hay criterios que vinculan el nacimiento de la Administración Pública al Estado. Sin embargo,
en términos reales, la existencia del Estado está condicionada por un conjunto de hechos que, histó-
ricamente, se producen después de que el hombre se ve en la necesidad de organizar, reglamentar y
distribuir los recursos a su disposición entre los miembros de su grupo o tribu.

5. Según lo dicho hasta ahora, es absurda la pretensión de buscar en situaciones culturales diversas,
relativas a etapas anteriores, las características de un fenómeno que por definición es exclusivamente
contemporáneo. Las peculiaridades culturales de la polis griega, del Imperio Romano, del feudalismo
medieval o de cualquier otra situación histórica, resultan significativas para nuestros problemas si, en
lugar de imponerles categorías actuales, se analizan como experiencias pasadas, con objetividad, para
considerar la importancia de diferencias y similitudes (Garcini, 1982).
Es preciso reconocer que en esas formaciones culturales no existía la diferenciación de funciones
de gobierno en sus ramas legislativa, ejecutiva y judicial, como ocurre hoy; no obstante, dado que la
administración judicial, sistematizada desde la antigüedad, presenta analogías muy instructivas para
la rama ejecutiva contemporánea y que el ordenamiento de los procesos políticos ha tenido siempre un
significado fundamental para la Administración Pública, su historia tiene mucho que enseñar para la
comprensión de los problemas administrativos de la actualidad1.
Max Weber (1994) demuestra que en la antigüedad hubo ejemplos de una burocracia más bien de-
sarrollada: el Egipto del período del Imperio Nuevo, el principado romano y, sobre todo, la monarquía
diocleciana y el Estado bizantino fundado sobre esta última.
El Estado, que hoy desempeña un papel fundamental en la administración de los recursos de la
sociedad, tiene antecedentes que objetivamente se explican a través de la historia. Como entidad,
nace cuando la sociedad primitiva se divide en clases sociales y aparece la esclavitud como forma de
explotación de algunos hombres por otros.
La propiedad privada es anterior al surgimiento del Estado; solo con la propiedad se inicia para
los hombres la posibilidad de cambiar de posición respecto a los medios de producción: nacen así los

* (n.t.) La presente versión en español fue tomada de “Reflexiones sobre las políticas públicas en la construcción del socialismo
del siglo xxi”, ponencia presentada por Evelin González Paris en la III Conferencia Internacional sobre la obra de Carlos Marx y
los desafíos del siglo xxi, según se reproduce en http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/congreso06/conf3_gparis.pdf.

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


265
desheredados –los nadatenientes– y los propietarios. Es de esa manera que se constituye la clase social
dominante y, con esta, la necesidad de ejercer la coerción en defensa de sus intereses. El Estado y el
derecho devienen en instrumentos para el ejercicio del poder y la defensa del privilegio conquistado
por quienes detentan los medios de producción.
En esta perspectiva, la existencia del Estado estuvo condicionada a la aparición y el desarrollo de la
división de la sociedad en clases; por tanto, no siempre existió2. Su origen está indisolublemente ligado
a esa su función primaria, que Weber esclarece con acierto, de aplicar sistemáticamente la violencia
y de someter con ella a los hombres. Se trata de un producto de la sociedad cuando esta arriba a un
determinado nivel de desarrollo: destinado a mantener el orden y el poder mismo, nace de la sociedad
pero se coloca sobre ella y se distancia. Eso es el Estado, que existe, bajo diversas formas, para defender
los intereses de la clase social que preserva y conserva el poder de propiedad sobre la parte fundamental
de los medios de producción; es decir, aquella que concentra bajo su dominio la objetivación de la base
económica de una sociedad3.
En el papel de propietario que ejerce la fuerza pública, esa clase asume el derecho de recabar im-
puestos a través de funcionarios que actúan como órganos de la sociedad; necesitará, entonces, tomar
en cuenta la posibilidad de que esos funcionarios se sientan en la prerrogativa de colocarse por encima
de la sociedad.

6. Como hemos visto, la Administración Pública no puede reducirse en su accionar a la llamada


función ejecutiva. Sus actividades van mucho más allá de la simple aplicación de la ley. Se trata de una
acción y una actividad dirigidas a cumplir finalidades estatales.
Se puede entonces definir la función administrativa como la gestión de entidades económico-
productivas, a objeto de dar satisfacción a las necesidades colectivas de los ciudadanos, en el marco de
las directivas dictadas por los gobernantes (Garcini, 1982: 6).
El proceso de desarrollo de las instituciones del Estado, más allá de los elementos que permiten
explicarlo, se basa en la evolución económica de un período histórico determinado, con el que se
corresponde el comportamiento de la Administración Pública en su trayectoria evolutiva, a través de
las diversas formaciones económico-sociales4. Es en esas condiciones que se manifiesta un significativo
interés por el estudio de los métodos tendentes a lograr una administración más eficaz y eficiente,
ligada a las prácticas de la actividad privada, en particular cuando el capitalismo entra en su fase
imperialista.
En ese primer momento, el estudio constata la influencia de los postulados de Taylor5, que respon-
den a las necesidades del período de surgimiento y desarrollo de la fase imperialista del capitalismo.
Una de las principales áreas de interés para Taylor, en cuanto científico de la organización del trabajo,
eran los estudios sobre la eficiencia, en términos de movimiento y tiempo, aplicados al trabajo de los
individuos y de las organizaciones industriales. Sus propios estudios se concentraron en la medición
precisa de los movimientos de los obreros en relación con el tiempo, con la finalidad de proponer
procedimientos más eficientes y económicos.
Más allá de esto, Taylor advertía que los estudios sobre el tiempo y el movimiento, sobre la supervi-
sión funcional, la contabilidad de los costos, los salarios diferenciados y otros elementos similares, eran
solo detalles de su filosofía fundamental: la de la revolución intelectual, la del nuevo enfoque (Taylor,
1911). La clave de su sistema era la aplicación del método científico –mas no por eso neutral– a todos

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


266
los problemas y niveles de la administración, incluida la formación de los trabajadores y su coopera-
ción con el patrono, para hacer sentir sus efectos benéficos en todas las fases de las relaciones sociales.
Los discípulos de Taylor (Stoner, Freeman, 1994: cap. I), entre los que se cuentan Gantt, Gilbreth,
Emerson, Cooke, Brandeis, ampliaron luego el ámbito de su teoría y elaboraron postulados.

7. En un segundo momento, el estudio de la Administración Pública adquiere un carácter más cien-


tífico. No obstante, ese carácter estaba condicionado por la creencia de que los principios enunciados
eran permanentes y que, una vez descubiertos y aplicados, sería posible incidir en los resultados del
trabajo administrativo.
El enfoque del llamado movimiento de la administración científica, que parte de la administración
en el ámbito empresarial, ha dado contribuciones válidas a la disciplina, sobre todo por su insistencia en
el método científico, por su interés en los problemas concretos de la práctica cotidiana y por haber
elaborado técnicas específicas que se aplican con provecho a los organismos públicos. Esto es evidente
en la organización y en los métodos, en la gestión de recursos humanos, en la planificación, en la
administración financiera, en las relaciones humanas y en otras esferas de actividad.
El proceso de nacimiento del socialismo como sistema socioeconómico, en la Unión Soviética,
marcó un nuevo momento de desarrollo de las técnicas administrativas. En el mismo período en que
el mundo se dividía en dos sistemas socioeconómicos, nacía una nueva manera de administrar y tam-
bién, como resultaba evidente, una etapa de competencia por el desarrollo teórico en este campo. Sin
embargo, en términos reales, el desarrollo de la teoría de la administración socialista fue insuficiente.
El proceso de estudio y creación se concretó más en los elementos funcionales de la gestión que en
su concepción como sistema. Por otro lado, la base teórica para el desarrollo de esta disciplina en el
socialismo se concentró fundamentalmente en la teoría del Estado, con lo cual se limitó su proyección
hacia los aspectos de la administración como proceso, que por su parte se centró básicamente en el
terreno empresarial.
En los años treinta del siglo xx se agudizan las contradicciones imperialistas; entre 1929 y 1933,
el capitalismo sufre una gran crisis económica, proceso que al final resulta inherente a la estructura y
dinámica de este sistema.
El nuevo contexto, signado por esa difícil situación, pone en evidencia la necesidad de una nueva
elaboración teórica sobre la economía capitalista, ante el agotamiento de la teoría del liberalismo
económico y la crisis de la economía política burguesa previa. Lo importante era salvar el sistema.
Hacia ese objetivo dirige sus esfuerzos Keynes6, que basa su teoría en un capitalismo regulado,
propone soluciones a corto plazo y establece la necesidad de la intervención directa del Estado en
las cuestiones económicas. Particularmente, Keynes sostiene que es necesaria esa intervención en el
campo de las obras públicas, como instrumento para regular la intervención privada y provocar un
incremento de la producción y del ingreso, que a su vez hará posible una mayor demanda de consumo.
Esto produjo un cambio en el carácter de la Administración Pública, al aumentar la participación del
Estado en la economía.

8. Desde los años treinta y hasta aproximadamente los setenta, se desarrolla entonces el Estado social
o Estado del bienestar, que refuerza sus características una vez terminada la Segunda Guerra Mundial
(Fernández, 2001).

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


267
A todo esto se debe unir el papel de potencia principal que, como resultado de las transformaciones
ocurridas a partir de ese conflicto bélico, pasó a desempeñar Estados Unidos. Este país no solo ha
dado impulso a la tendencia moderna de la administración, sino que en la segunda mitad del siglo se
convirtió en el principal centro de poder imperialista, con lo que amplió la capacidad de influencia y
proyección de su modelo de Administración Pública.
El funcionamiento del welfare State repercute en el desarrollo de esa administración mediante el
incremento de los servicios, fundamentalmente los relativos a la previsión social, la educación y la
salud; así, esta etapa trae consigo el nacimiento de vastos aparatos públicos y el aumento del número de
empleados dedicados a esas actividades. Luego, con la crisis del welfare State en los últimos decenios, la
maquinaria burocrática estatal es sometida a profundas transformaciones que inciden en las funciones
del Estado y de la Administración Pública. Se abre paso un aparato que deja de actuar como instru-
mento de conciliación de intereses contrapuestos, que ya no busca promover compromisos interclasis-
tas, sistemas participativos más amplios, sistemas retributivos más igualitarios o, en el proceso laboral,
sistemas de relaciones industriales más “democráticos”7. Todo ello, naturalmente, en beneficio de la
acumulación de capital bajo condiciones de aguda y avanzada lucha de clases (con la clase trabajadora
en posiciones de fuerza paritaria, si no predominante, respecto a la clase capitalista).
El Estado que sigue al “social”, tras la crisis de este último, asume otras formas y también funcio-
nes fuertemente orientadas a favorecer la lucha de clases que conduce la clase capitalista. Solo hay
que pensar en las experiencias de Margaret Thatcher, de Reagan8 y, en fin, de la construcción de lo que
hemos llamado el profit State.
Los estudiosos modernos de la administración definen el servicio público como la actividad que
esta realiza cuando considera que la iniciativa privada no satisface, o no está en capacidad de satisfacer,
una necesidad colectiva que no es posible desconocer, por lo que procede a ocuparse de ella directa-
mente o a través de una empresa privada a la que encarga, mediante una concesión, la prestación del
servicio, delegando a ese fin parte de sus poderes9.
Lo hasta aquí dicho permite enmarcar la Administración Pública desde el punto de vista conceptual
y estructural, en vinculación con los intereses de las clases sociales que detentan el poder político y
económico, y en correspondencia con la base económica de cada sistema socioeconómico. Es así
que al esclavismo, al feudalismo y al capitalismo corresponde una Administración Pública que está
en función de la minoría en el poder. Esta característica se modifica con el surgimiento y desarro-
llo de la Administración Pública socialista, a partir de lo cual comienza a representar los intereses
de la mayoría.

2. Nota sobre algunas concepciones “débiles” del marxismo ortodoxo


en lo referente al Estado. El contexto actual del profit State

1. Un rasgo de la globalización –convertida en proyecto universal neoliberal– radica en pretender que


se la pueda identificar con una suerte de despolitización y que, por eso mismo, pueda ella consistir,
en última instancia, en la extinción de los Estados nacionales. Esta visión es fuertemente contradic-
toria, ya que justamente las concepciones neoliberales más rigurosas en el plano teórico, reclaman un

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


268
redimensionamiento estatal como condición para alcanzar el nuevo constitucionalismo necesario para
un neoliberalismo disciplinado.
La concepción que plantea como necesaria la extinción del Estado-nación se apoya en la dimensión
supranacional que ocupan las empresas multinacionales. Con el acercamiento cada vez mayor a una
economía mundial altamente internacionalizada, se avanzará probablemente hacia entidades políticas
y económicas propias de Estados redimensionados en su proyección funcional regional, pero también,
al mismo tiempo, hacia la creación de Estados capaces de cumplir un papel importante en el ejercicio
–convenientemente articulado– de las regulaciones, así como en la formación y desarrollo de bloques de
integración económica y en la conciliación de los conflictos de orden político que puedan presentarse.
La internacionalización del capital y la producción, como ley económica del capitalismo, es expre-
sión de las leyes universales de desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de pro-
ducción. Obviamente, la acción crítica no debe estar orientada a luchar contra la internacionalización
de esas fuerzas y esas relaciones, sino contra los efectos negativos de su forma capitalista y de las leyes
que la regulan y, por consiguiente, contra los efectos y contra las propias relaciones sociales productivas
del capitalismo.

2. En el pasado, incluso en los estudios marxistas más meticulosos, no se entendía en profundidad


la naturaleza del capitalismo monopolista de Estado (en lo sucesivo CME), independientemente de la
forma en que se manifestaba y del tipo de políticas que ponía en práctica. Parece que todavía hoy, entre
los marxistas se atestigua un análisis bastante claro acerca de la creciente influencia del Estado burgués
en el proceso de desarrollo, pero la idea de su subordinación total a los intereses de los monopolios no
es del todo exacta.
En realidad, el Estado en todo momento favorece más a algunos sectores del capital que a otros, de
manera que estos compiten –como parte del juego político– por acaparar para sí esos favores, aunque
el Estado en todo caso debe cumplir una serie de funciones de regulación macroeconómica y social en
beneficio del propio modelo de capitalismo. El CME no es solamente una modificación del capitalis-
mo monopolista para lograr una forma más adecuada de funcionamiento del sistema, sino un medio
con el cual el capital multiplica su capacidad para desarrollar las fuerzas productivas con base en los
progresos tecnológicos y en la transnacionalización.
Ello le da al capitalismo una gran capacidad de maniobra y adaptabilidad al poder, con la fun-
ción principal de manipular permanentemente el conjunto de contradicciones para así evitar que su
maduración conduzca a la destrucción del sistema. Esa capacidad ha sido decididamente mejorada
en los últimos años, a través del dominio de las nuevas tecnologías de la información y mediante un
poderoso andamiaje de manipulación ideológica mundial, nunca antes visto, que exalta las relaciones
de producción del capital y se orienta, con fuerza cada vez mayor, a obstaculizar por todos los medios
las posibilidades de lucha contra la construcción económico-social capitalista, al tiempo que se apoya
en el hecho de que las condiciones para la maduración del factor subjetivo son mucho más complejas
que las contradicciones objetivas10.
Un elemento poco estudiado, y mal interpretado por la ortodoxia del marxismo, es el mecanismo
de funcionamiento de la economía capitalista actual. De hecho, aun si se llega a reconocer el capita-
lismo monopolista de Estado, ello rara vez conduce a un análisis correcto y concreto de los cambios
ocurridos en el mecanismo de mercado y de sus consecuencias políticas.

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


269
Como para otras cuestiones, también en este caso se ha perdido la capacidad de llevar el análisis de
lo abstracto a lo concreto. Como se ha adelantado, el CME le brinda a la economía capitalista un me-
canismo de regulación macroeconómica consciente, en el que interactúan dos contrarios: la influencia
centralizadora del Estado y las relaciones del mercado monopólico. La recomposición espontánea de
los contrarios se ha considerado siempre un atributo de la reproducción capitalista. Sin embargo, esa
representación refleja en realidad solo un rasgo esencial del sistema capitalista, en una determinada
etapa de su desarrollo.
En el curso de este último siglo se ha producido un notable crecimiento de la intervención pública
en la economía y en la producción. El nuevo rol asumido por el Estado con el compromiso fordista-
keynesiano, el de un Estado empresario, intervencionista y empleador, caracterizó a casi todos los
países industriales al menos hasta fines de los años setenta11.

3. En las últimas décadas, con el desarrollo de los mercados telemáticos, la propaganda, la televisión,
las bolsas, etcétera, ha evolucionado la información que está al alcance de los sujetos activos en el cam-
po de la economía, hasta desarrollar en ellos la capacidad de conocer el mercado antes de llegar allí con
mercancías y servicios. A nivel macroeconómico, esta economía altamente diversificada y compleja
requiere todavía la participación del Estado, la ayuda de la inversión estatal directa. Al ejercer así su
influencia en la dinámica del sector privado –a través de la política fiscal, monetaria, de inversión, de
competencia comercial, etcétera–, el Estado brinda posibilidades de desarrollo.
Esto no significa, en modo alguno, que con el desarrollo del capitalismo crezca absolutamente la
intervención del Estado, que puede ser mayor o menor de un período a otro. En todo caso, el Estado
neoliberal modifica la forma mediante la cual se ejerce la regulación de los mercados, pero sin que eso
altere su capacidad real para regular los fenómenos políticos y sociales en beneficio del capital.
De cualquier modo, la división dogmática entre anarquía total de la producción bajo el capitalismo
y planificación absoluta en el socialismo no solo es poco concreta, sino antimarxista e incorrecta. Ya Le-
nin ponía de relieve que esa dicotomía extrema solo servía para simplificar y distorsionar el problema.
La planificación no siempre es garantía de desarrollo armónico y equitativamente distribuido,
como se demostró en la práctica. Puede surgir, en cambio, lo que se dio en llamar anarquía planificada,
cuando las proporciones impuestas por el plan no concuerdan con las necesidades del desarrollo y con
las expectativas de los agentes económicos. No puede identificarse planificación con estatismo.

4. En el contexto antes delineado, la definición del modelo liberal de desarrollo centrado en el profit
State12 (un Estado del todo funcional a los intereses de la empresa) hace también plenamente compren-
sible el papel que la empresa pública debe cumplir en la economía total del país. Además, se entiende
mejor cómo las diferentes funciones específicas atribuidas a la economía pública –a nivel central y en
las áreas locales– son el tejido conectivo capaz de “enlazar” en un todo homogéneo el nuevo modo de
ser y de presentarse del desarrollo capitalista.
Es de esa manera que la empresa posfordista, devenida en empresa socialmente difundida en el
territorio, una fábrica social generalizada, descompone las tareas, crea nuevos trabajos atípicos, rompe
la unidad de clase de los trabajadores y basa sus procesos de acumulación flexible en el capital infor-
mación, en la comunicación desviante, en la imagen de la competencia capitalista, en los recursos del
capital de la abstracción, para irrumpir en el cuerpo social a través del papel de control total asumido

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


270
por el Estado-empresa, por un profit State que tiene todavía un papel fundador en los procesos de
acumulación, muy al contrario de cuanto sostiene Berardi:

El dinero (es decir, la economía) y el Estado (es decir, la política) no pueden ya gobernar ni
disciplinar el mundo productivo, cuando al centro del mundo productivo encontramos no ya
la fuerza descerebrada, el tiempo de trabajo manual igual, cuantificable, sino el fluido psíquico, la
etérea sustancia de la inteligencia, que escapa a toda medida, que no se puede plegar a regla alguna
sin producir enormes patologías, sin producir una verdadera locura, una auténtica parálisis en la
cognición y en la afectividad (Berardi, 1998: 211).

Pero a estas alturas, en la práctica es algo más lo que se requiere para responder a la complejidad
real de las necesidades empresariales posfordistas: la cantidad y calidad de información, definida y
reelaborada como capacidad de escogencia por parte del destinatario, debe transformarse en comuni-
cación desviante total, que invade el cuerpo social para imponer la cultura de mercado y la imagen de
la idea-empresa, con fuertes rasgos de coerción social global.

5. Al transformarse el mecanismo de mercado, se transforman las relaciones de competencia, que


se hace más aguda, y todo es arrasado por el dominio de los mercados mediante la expansión de la
competencia global: todo eso está sucediendo, por ejemplo, en una fase como la actual, en la que
el dominio de las condiciones de producción está determinado no por los factores tradicionales,
sino por factores del capital intangible, como conocimientos, habilidades, innovaciones, formación
continua, etcétera.
En la teoría clásica de la información, asume relevancia fundamental la trayectoria de la cadena de
transmisión que, a partir de la búsqueda y obtención de las informaciones, las transforma en procesos
decisorios. De esa manera se producirá comunicación por parte del sistema, que tendrá la tarea de
seguir programas operativos que posteriormente serán sometidos a definiciones que apuntan al control
social, con un modelo unívoco de política comunicacional desviante que crea y gestiona imágenes13.
La interacción e integración de las formas específicas de actividad comunicacional hacen posible
transmitir e imponer la “idea-fuerza” empresarial en el tejido social, hasta condicionarlo y someterlo
a la lógica de la ganancia. Se desarrollan de esa manera las sinergias comunicacionales desviadas y
desviantes, en el sentido de que los flujos comunicacionales son orientados casi exclusivamente no ya
a la conquista de cuotas de mercado por parte de una empresa en particular, sino al interés de homo-
logación de la cultura y al modo de ser de la sociedad competitiva de la ganancia.
Tales sinergias determinan un modelo único de comunicación estratégica desviada y desviante, que
crea la estructura y la instrumentación estratégicas capaces de absorber y desarrollar conocimiento, al
tiempo que valoriza e incrementa el patrimonio de imagen y credibilidad de la fábrica social genera-
lizada, favoreciendo así los procesos de capitalización de estos recursos intangibles, como paradigma
de acumulación flexible para el modelo neoliberal posfordista: el profit State del dominio tecnosocial.
El paso a un sistema informativo automatizado, con la consecuente sustitución de las comunica-
ciones en papel por las de tipo telemático, plantea un intenso y peculiar nivel de sociohomologación
dirigido a la cooptación, subordinación e individualización de la fuerza de trabajo. Sobre estos temas,
por otra parte, no hay todavía un conocimiento lo suficientemente sólido como para traducirlo en
criterios de proyección plenamente social del sistema comunicacional estratégico desviante.

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


271
La revolución informática es la revolución finisecular que ha contribuido notablemente al cambio
económico, político y social de los últimos veinte años, al modificar la organización del trabajo y las
formas de acción de la comunicación. Es posible ahora estar en relación con otros de una manera
absolutamente abstracta, que permite compartir el espacio, los contenidos, el modo y el tiempo de
la presencia. Hay en la relación con la realidad un deslizamiento hacia formas más virtuales, pero del
todo conformistas y coercitivas, incluso impuestas en función de la paz social y sometidas al dominio
de la cultura del mercado.
Esta mutación de la comunicación, que se ha hecho cada vez más abstracta, más descontextualizada,
más privada de referencias a las lógicas valorativas de las personas, cada vez más desviada y desviante,
se ha reducido progresivamente a una autorrepresentación de los individuos, que quedan privados de
referencias internas a la clase social: individuos aislados que solo tienen vínculos y espacios sociales en
el contexto de la cultura de empresa.
La representación del trabajo es cada vez más individualizada: el trabajador se siente cada vez menos
parte de un grupo, de una clase, y pierde toda posibilidad de valorizar y socializar su escaso tiempo
libre. Ocurre así no solo por causa de la elevadísima fragmentariedad de la clase trabajadora, que desde
hace décadas sufre reestructuraciones a escala mundial, sino también debido al rol que ha asumido la
forma-comunicación y a sus evidentes contenidos desviantes.

6. La comunicación se convierte así en proceso de valorización económico-patrimonial del capital


de la empresa socialmente difundida; por tanto, capital acumulado mediante nuevas y diversas mo-
dalidades. Este proceso de acumulación flexible deriva, sin embargo, de un modelo integrado, capaz
de reconducir, coherentemente unidos, los flujos informativos y las varias formas de comunicación
desviante impuestas al cuerpo social por el imperio del capital14.
Es este un aspecto crucial en la interacción hombre-sistema informativo. Se deben definir, de he-
cho, las vías comunicacionales mediante las cuales el operador social recupera la información necesaria
para establecer o experimentar una escogencia. Se trata, para el sistema de empresa, de formular planes
de acción no automáticos, sino basados en conocimientos que hay que organizar, de manera cons-
ciente, en función de metas u objetivos explícitos, derivados de una programación táctico-operativa y
de la planificación estratégica, determinada en el momento por el modelo de capitalismo y el respec-
tivo sistema de empresa: una estrategia que para el trabajador individual puede ser poco visible. En
sustancia, se trata de reglas de jerarquización en la presentación de la información y de los procesos
comunicacionales desviantes, que a su vez van a influir en los procesos decisorios de toda la sociedad y
que el trabajador, como operador, debe seguir.
Para llegar a tales determinaciones, la organización empresarial y social institucional no necesita
establecer reglas precisas, sino algunos principios que sirven de guía y que median, además de otras
cosas, entre dos aspectos particularmente relevantes. Por un lado, tales principios se resienten de la
estructura organizativa que el capital se ha dado en ese momento, a la que está conectado todo sistema
hombre-comunicación. Por el otro, los principios-guía pueden también resultar no congruentes con
las otras estructuras organizativas del modelo capitalista y dar así pie a comunicaciones ambiguas.
En consecuencia, se tendrá que reforzar de seguidas el sistema de control del contexto social, pre-
cisamente a través de una más correcta supervisión de cuanto debe llegar al operador social por medio
del canal comunicacional.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


272
La comunicación interna y externa, implícita y explícita, comercial, institucional y organizati-
va, personal, impersonal y telemática, de carácter estratégico o más estrechamente operativa: todas
las formas de comunicación convergen en un único modelo comunicacional, nómada, integrado,
desviado y desviante, buscado y determinado por el vigente modelo capitalista en su conjunto y
transmitido en su territorio a través de la fábrica social difundida, trátese de la empresa privada o
pública o, incluso, de la propia institución pública. Asume así un rol estratégico el profit State, sea
como propuesta y mecanismo institucional central, o en las miles de formas de las unidades locales
y periféricas.
Toda planificación es, en el mejor de los casos, el resultado de un proceso de optimización en el
que se toman en cuenta los numerosísimos parámetros y vínculos que todo modelo capitalista y todo
sistema de empresa imponen a través del profit State, y que deben mantenerse claros y presentes a
lo largo de la trayectoria que cumple el proceso comunicacional nómada desviante. Solo una parte
de estos vínculos, y no necesariamente la preponderante, está constituida por criterios relativos al
modo en que socialmente se reciben la información y las modalidades concretas de implementación
de la comunicación desviante. Ya la sola optimización de las variables referidas a la transmisión de la
información, por parte de cualquiera de las formas que asume el profit State, puede conducir a resul-
tados no particularmente brillantes, sobre todo cuando se privilegian algunos vínculos con respecto
a otros.
Se hace preciso en todo caso, ya en la fase de planificación, recurrir a modelos comunicacionales
desviantes suficientemente avanzados, así como proceder constantemente a la verificación de un crite-
rio fundamental para la confiabilidad del modelo en cuestión, como es la capacidad de control que se
requiere ejercer, genéricamente, sobre el operador social. En ese sentido, el control capitalista –ejercido
a través de la fábrica social generalizada y del profit State– concierne no solo a los sistemas productivos
de bienes, sino también a las actividades que implican el uso de tecnologías con base informática.
Para ello se produce y desarrolla comunicación desviante, como recurso intangible y estratégico que se
utiliza una y otra vez para los fines del proceso continuo de acumulación flexible del capital material,
del financiero, pero también y crecientemente del intangible, del capital de la abstracción. Una suerte
de economía virtual que devora la economía productiva real15.
Surge así, para el neoliberalismo posfordista, la necesidad de una gestión unitaria, integrada, de
una comunicación desviante encomendada directamente a un organismo empresarial-institucional
de alto nivel: el profit State en sus miles de formas, capaz de coordinar el conjunto de las actividades
comunicacionales desviantes y de superar todo conflicto de competencia, especialmente la separación
funcional, la desorganización y contradicción ínsitas en el manejo fragmentado de esas actividades por
distintos cuerpos de la estructura capitalista16.
Todo esto está estrechamente ligado a la financiarización de la economía –resultado de las crisis
energéticas de los años setenta–, con la cual se ha inmerso el capitalismo internacional en un proceso
de mutación de carácter cada vez más degenerativo, en la ilusión de que el incremento de los medios de
pago en papel o electrónicos pueda estar en capacidad de crear riqueza real.
Pero hacer finanzas especulativas no significa crear riqueza real, no significa crear nuevos puestos
de trabajo, no significa crear nuevos bienes, resolver nuevas y antiguas necesidades, dar respuesta a las
aspiraciones individuales y colectivas de disfrutar de tiempo libre mediante la reducción del horario
laboral. Significa, en cambio, exportar por doquier un capitalismo financiero que ataca toda forma

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


273
de solidaridad, en nombre del individualismo, y crea aversión hacia todo lo que es público, hacia
todo lo que implique relaciones sociales cuyo contenido y valor no puedan ser medidos a través de
la moneda.

7. Ese es el verdadero significado de la globalización neoliberal: una globalización de los mercados


financieros, en la que solo encuentra campo abierto la libertad absoluta de movimientos de capital, en
desmedro del trabajo, mientras que el movimiento de las personas y de las mercancías sigue sometido
a políticas proteccionistas, muchas veces de connotaciones explícitamente racistas. El movimiento de
capitales en clave global es un fenómeno nuevo, que ha asumido características de irreversibilidad, en
perjuicio del desarrollo de la economía real, al concentrar la riqueza en un número cada vez menor de
sujetos, aumentar en el planeta las áreas de pobreza, los niveles y grados de marginalidad, y producir
actividades extrañas y contrarias a la utilidad social colectiva.
Es en ese contexto que se configuran, también en Italia, los ataques al Estado social, en una carrera
hacia el individualismo utilitarista anglosajón, hacia el modelo del neoliberalismo salvaje y las políticas
monetaristas –convertidas ya en ideología hegemónica–, que desarticula y arrasa hasta los principios
mismos de la civilidad, como los de la tolerancia y la solidaridad entre grupos y generaciones diferentes.
La superación de la era fordista abre una fase de redefinición del capitalismo, de características
posindustriales que, de hecho, supera las lógicas interpretativas de tipo industrialista y obrerista, para
pasar a una jerarquización de los modelos de desarrollo que se basa, principalmente, en modalidades
de transformación social y económica de las que, crecientemente, emergen nuevos sujetos sin garantías.
Se trata de una población directa o indirectamente ligada a esa nueva empresa socialmente difundida
en el territorio, la fábrica social generalizada, que por otra parte está dotada de una muy específica
capacidad de autocontención en relación con la oferta y la demanda de trabajo, que ejerce mediante la
marginalización, la precarización, la desregulación y la expulsión de los sujetos económicos y produc-
tivos no compatibles. Es ya este un pueblo de nuevos desempleados y de extrabajadores regulares que
han sido, de hecho, precarizados, privados de toda garantía de continuidad en el trabajo, expulsados
de la empresa madre y sometidos a una nueva forma de trabajo a destajo, superexplotados; se trata
muchas veces de nuevas formas de trabajo subordinado, de trabajos atípicos que quedan fuera de las
garantías legales y retributivas, sociales y asistenciales, propias del trabajo dependiente. Baste ver, como
ejemplo pasmoso, la institucionalización del precariado en la Administración Pública, con el empleo
de personal que recibe garantías y salario fuertemente reducidos. También el enorme aumento de las
partidas IVA, es decir, de los nuevos trabajadores autónomos, los nuevos pequeños empresarios, que
no son sino el resultado de la decisión del capital de expulsar mano de obra, de procrear la llamada
tercerización –mal retribuida, libre de cargas contributivas–, de apelar, por regla general, a formas
más o menos disfrazadas del destajo corporativo en contraposición a toda forma de rigidez laboral y
retributiva, hasta hacer que todo el cuerpo social sea flexible y compatible con el sistema de la cen-
tralidad de la empresa y de la ganancia, adaptándolo así, a través de las funciones del profit State, a la
organización de la fábrica social generalizada.
El mensaje social que cotidianamente se transmite en toda Europa, aun si con modalidades a veces
diferentes, está siempre basado en la dogmática validación de los criterios de eficiencia del enfoque
capitalista norteamericano, para así impulsar un auténtico darwinismo económico a través de todas
las formas de flexibilidad social, laboral y salarial. Se busca la derrota de todo comportamiento que

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


274
se revele rígido, conflictivo, no homologable a las compatibilidades de la ganancia, a las leyes de un
mercado cada vez menos regulado y cada vez más salvaje. Y esto se acompaña con continuos recortes
del gasto público en todo el continente. El ciclo productivo se ha saltado los muros de la fábrica, para
generalizarse en la sociedad entera.

8. No obstante todo lo expuesto, las principales carencias cognoscitivas de la teoría marxista no se


manifiestan en el estudio y explicación de la sociedad capitalista, sino en la explicación de los procesos
de la sociedad socialista en construcción. Contra lo que es opinión corriente, la teoría económica de
los primeros marxistas no atañe, en general, a los países socialistas: sus análisis son relevantes para
estudiar la prospectiva del funcionamiento de las economías capitalistas. Con la expansión geográfica
del capitalismo hacia el este de Europa, se hicieron además útiles para estudiar las tendencias de las
nuevas economías de mercado. Por otra parte, como bien lo explicaron ellos mismos en sus trabajos,
Marx y Engels solo pudieron esbozar ese análisis en términos muy generales; y Lenin, que vivió pocos
años de la construcción socialista, se ocupó mucho más de la resolución de problemas prácticos que del
análisis del sistema. Por eso, una de las grandes carencias de los estudios marxistas es la que viene dada
por la inexistencia de una teoría que explique científicamente la transición al socialismo17.
Ciertamente, no se debe culpar por ello a los “padres”. Para Engels, por ejemplo, la sociedad socia-
lista no se hacía de una vez y para siempre: como todas las otras, estaba sometida a constantes cambios
y transformaciones. Fueron los marxistas y los científicos sociales de los países del socialismo realizado
quienes perdieron precisión y capacidad crítica al explicar las transformaciones en curso. No pudo de-
terminarse siempre con claridad la velocidad de los cambios, ni medirse las consecuencias a largo plazo
para decidir su aceleración. En concreto, no se desarrolló una ciencia acerca del ejercicio democrático
del poder en los países socialistas. La relación entre poder y hegemonía, los problemas de liderazgo, los
problemas del ejercicio democrático bajo la guía de un partido único, fueron temas poco estudiados.
En sentido general, consideramos que el único dogma que se desprende de las obras de los padres
es la ausencia de dogmatismo. En esas obras no encontramos las respuestas de todas las interrogantes
(¿y cómo podría ser de otra manera?), pero hay un método de análisis que permite hallarlas.

3. Para una aproximación al análisis del Estado en la fase neoliberal:


profit State contra welfare State

1. Con la consolidación de las políticas neoliberales, el Estado social se transforma en Estado-empresa,


en profit State que asume como central la lógica del mercado, la salvaguarda y el incremento de la
ganancia; que transforma los derechos sociales en donativos de beneficencia, que impulsa una comu-
nicación social que lleva a asumir la ganancia, la flexibilidad y la productividad como nuevas formas de
“divinidad social”, como filosofía inspiradora del único modelo de desarrollo posible18. El profit State
sigue tributando condiciones favorabilísimas a los empresarios y aplicando descuentos excepcionales
a la ganancia. Eso no se traduce siquiera en mejoras del gasto social (también porque disminuye el
peso contributivo de las empresas), ni en incrementos de las inversiones en el mercado italiano, ni en
reducciones del horario de trabajo, ni en aumentos de salario o en operaciones redistributivas a favor

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


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del trabajo, ni crece el empleo. A todo ello se agrega la fuerte contracción que está sufriendo, en las
más diversas formas, el welfare, el bienestar, con reducciones del gasto social que significan reducción
del salario indirecto, del salario social.
Sindicatos confederados, empresarios y Gobierno plantean continuamente mensajes apocalípticos
sobre la caída y la privatización de las diversas formas de gasto social, que no son ya financiables por
causa de la tendencia demográfica a un envejecimiento de la población y, consecuentemente, de la
elevada incidencia que adquiere el gasto en pensiones y salud.
Son tantos los métodos con los cuales es posible adelantar la llamada flexibilización y privatización
del welfare… Piénsese, en primer lugar, en la venta de bienes de propiedad pública (las empresas, las
viviendas de edilicia popular), y aun en el traspaso a organismos privados del manejo y provisión de
servicios esenciales, incluso a través de la posibilidad de remplazar el servicio público por el privado
(por ejemplo, las pensiones sociales, sustituidas por las pólizas de las compañías aseguradoras).
También a manera de ejemplo, recordemos que dentro de esa óptica, dirigida a favorecer las polí-
ticas de flexibilidad y de privatización del welfare, se introdujo en Italia el trabajo interino; se priva-
tizaron las oficinas de colocación o empleo (ya en 1997, con el Gobierno de centro-izquierda), que
cedieron lugar a las agencias especializadas de los nuevos “caporales”; se optó por la descentralización
y la privatización también de los servicios de empleo a nivel regional y provincial; y se propusieron
todavía otras reformas, todas orientadas a la institucionalización del precariado y del trabajo “negro”,
con incentivos para las empresas y ninguna garantía para los trabajadores.

2. La formulación general de las políticas atinentes al trabajo está fuertemente inspirada en las lógicas
contributivas y previsionales privadas, que no producen más que la disminución de las tutelas y pro-
mueven un empleo y un salario flexibles, sin regulaciones, con escasas garantías de conjunto. Un papel
fundamental han jugado en esto la precarización (del trabajo y de las retribuciones) y la movilidad (son
ya millones los que se han visto obligados a cambiar de sector laboral y constreñidos, muchas veces, a
aceptar formas diversas de flexibilización del salario).
Lo que hoy domina la escena económica es el derrumbamiento de cualquier rigidez en los costos y
las normas, para favorecer a la empresa. Se trata de propuestas encaminadas al control de las capas más
débiles de la sociedad, hasta hacerlas chantajeables y condicionadas por el poder. Para ello se activan,
sin duda, factores que favorecen la conflictividad horizontal entre los varios componentes sociales, se
obstaculiza la recomposición unitaria del mundo del trabajo y se estimula, en cambio, el surgimiento
de verdaderos “asistidos sociales”, funcionales a una nivelación hacia abajo del conflicto social y po-
lítico. Se cumple así, también, una utilización instrumental del sector terciario, acorde a las reglas de
la eficiencia capitalista, mediante el aprovechamiento de la economía non profit [sin fines de lucro], de la
llamada economía social y de la autorganización, que suplen el papel del Estado social.
También a través de las modalidades de ejecución de los procesos de privatización es posible adver-
tir cómo el neoliberalismo internacional se está remodelando, en términos sobre todo financieros, para
reducir las opciones y las formulaciones de tipo público y colectivo que caracterizaron a las llamadas
economías mixtas. En efecto, se asiste hoy, como ya hemos dicho, a una aproximación gradual de dos
modelos opuestos: el de las public companies y el de las empresas consociativas. Mientras en Estados
Unidos se avanza hacia un accionariado más estable, en Japón disminuye la incidencia de los cruces
accionarios y se tiende a ampliar la participación directa del mercado financiero, con una creciente
dependencia de las empresas respecto a este último.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


276
Considerando que el modelo renano se ha demostrado económica y socialmente superior, sería
lógico esperar que ese sistema empresarial prevaleciera, en detrimento del modelo anglosajón. Pero
eso no sucede. En la realidad, de hecho, este último tiende a imponerse, no solo en los países que
buscan adoptar una vía media entre uno y otro, sino también en aquellos donde se originó el modelo
renano-japonés.
Pero la gestión de la crisis o, mejor, la forma de redefinición del proceso de acumulación capitalista
hasta ahora usada, muestra elementos de debilidad: de un lado, acentúa la dicotomía del sistema oeste-
nuevo este; del otro, produce, en el occidente de capitalismo avanzado, efectos sociales que vuelven a
poner en discusión, ante todo, los propios arreglos políticos. Desde el punto de vista financiero, lleva
al predominio de un ciclo de acumulación acrecentado y de tipo flexible, que no llega a pasar a través
de intermediario productivo alguno: no hay transformación del capital en medios de producción, en
producción efectiva y en realización del surplus de inversión productiva. En el plano local, la financia-
rización se suma a la sobrecarga enorme de la desigualdad en la distribución interna de la ganancia,
que tiene por consecuencia un retroceso en las formas políticas y económicas que eran típicas de las
democracias en Occidente.
Hoy el capital reclama siempre mayores ganancias, con la excusa de la creciente competitividad
internacional y de la globalización. A través de los modelos comunicacionales de la fábrica social
generalizada y de las funciones del profit State, el pensamiento único neoliberal transmite a toda la
sociedad su cultura de darwinismo económico y social, en nombre del mercado y de los exclusivos
intereses de la empresa.

3. Las informaciones necesarias para que las instituciones puedan desempeñar a cabalidad una decidida
función estratégica de control social, acompañada por un coherente y eficiente programa operativo de
ruptura de la solidaridad de clase de los trabajadores, tienen la característica de cubrir arcos de tiempo
similares y refieren a las tendencias que durante ese período puedan evidenciarse en cuanto atañe
a los factores tanto internos como internos-externos, o del todo externos, del modelo específico de
capitalismo en cuestión.
El propósito de la planificación estratégica del control social es, precisamente, identificar con la
máxima anticipación las oportunidades que se perfilan para el conflicto social, con el objetivo de poner
en marcha a tiempo las políticas de control y, si es posible, de homologación de las fuerzas antagónicas,
a la vez que se diseñan las estructuras organizativas que mejor se presten para hacer frente a los cambios
de situación.
Dada su naturaleza, esa función la cumple, en el máximo nivel de responsabilidad, una autoridad
institucional, un nuevo tipo de “patrón”, un nuevo tipo de “economía”, un nuevo tipo de “poder”.
Son las mil caras del profit State, que requieren grandes cantidades de información, adecuados instru-
mentos y modelos comunicacionales nómadas desviantes de carácter estratégico, así como capacidad
para reprimir, en el plano de la “cultura” y de la homologación, toda forma de disenso, de rebelión, de
conflicto social.
En los procesos decisorios, la separación estructural que se presenta entre los sujetos y los niveles
sociales involucrados puede provocar, además de desarmonías en relación con el ambiente externo,
también otras en el sistema institucional. Estas últimas pueden presentarse cuando las institucio-
nes centrales y las correspondientes a la empresa (el profit State, en sentido general), que definen el

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


277
pensamiento estratégico del control, no han evaluado correctamente la situación operativa que se
deriva del análisis de campo.
La comunicación estratégica desviante encuentra así un límite en su función de control, ya que al
dirigirse al conjunto de los sujetos presentes en el territorio, se basa en dinámicas siempre nuevas, que
involucran competencias y culturas diversas, y que deben ser reconducidas a la unidad de lo que puede
definirse como la cultura de la comunicación del profit State. Esa cultura es transmitida, en primer
lugar, por las conductas de carácter integrador de las instituciones centrales y locales, conductas que se
sustentan firmemente en la cultura de la empresa y del mercado, que se hace cultura social a través de
las diversas representaciones de la fábrica social generalizada.
La búsqueda de una cultura del profit State, que imponga la univocidad de sus propios modelos de-
cisorios, debe tener en cuenta que una organización social y económica compleja produce “lenguajes”
diversos en los varios subsistemas que la componen y, por tanto, requiere que la transmisión de sus
mensajes sea reconducida a la unidad de un mismo modelo comunicacional, desviante e integrador.
Un modelo elaborado y transmitido por medio de procesos conductuales y decisorios totalizantes, eje-
cutados para integrar y unir la estrategia y la comunicación del control social en un continuo devenir
del dominio tecnosocial.

4. La descripción que hasta aquí hemos hecho confirma que no es solo la gran empresa quien funge de
directora de la vida socioeconómica del ciudadano común, sino la totalidad del sistema de fábrica so-
cial generalizada, que fija sus bases en la imposición de la lógica de la flexibilidad a todo el vivir social;
lógica, por otra parte, desarrollada y transmitida gracias a la “disponibilidad” de un capital intelectual
homologado de alto nivel.
Ocurre así gracias al papel asumido por el profit State, que cuenta para ello con el acrecentado
poder de algunos entes públicos, que se configuran en su homologación al sector privado y se con-
vierten en entes-empresa; con la todavía más fuerte centralidad de los bancos, como sujetos que
controlan y direccionan los recursos financieros para el desarrollo local; y con los sujetos político-
comerciales locales, que incrementan su poder específico respecto a los extralocales. En consecuencia,
parece claro que el llamado a huir del localismo no es determinante, tampoco, desde el punto de
vista de los procesos de redistribución del poder, que de manera creciente reflejan las dinámicas del
modelo de desarrollo central basado en el Estado-empresa; es decir, en el profit State que consta-
ta, que atrae hacia sus propias lógicas y necesidades un capital intelectual homologado que se hace
portador de los procesos de flexibilidad y de difusión social de los intereses y las lógicas del sistema
empresarial.
Cualquiera que sea el sistema de empresa, los diversos modelos de capitalismo confluyen en la
univocidad de intenciones a través de procesos de financiarización, así como de nuevas modalidades
de explotación del trabajo y de reestructuración del mercado, que únicamente determinan procesos
empresariales expansivos. Tales procesos llevan al éxito de la empresa y la afirman en el largo plazo, cosa
que logran a partir de modelos de acumulación flexible basados en inversiones financieras y de capital
con rasgos cada vez más inmateriales.
Para efectuar semejantes transformaciones se hace necesario actuar según el llamado principio so-
cial de la flexibilidad, lo que equivale a utilizar para ese fin estructuras institucionales que imponen en
el cuerpo social el principio del mínimo costo y máximo beneficio; así como a aplicar, en sentido cada

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


278
vez más estratégico, la lógica del máximo en grado de adaptabilidad a las exigencias del mercado, que
es también mercado del vivir social.
La flexibilidad no tiene en el capitalismo un carácter neutral; antes bien, y con mayor razón en esta
fase de predominio del capital sobre el trabajo, es absolutamente “parcial”: la administra el capital, a
su placer y ventaja (cuando la fuerza de trabajo no consigue contraponerle sus propios intereses de una
manera organizada, o cuando no tiene el valor necesario para arrancarle posiciones de privilegio). Por
tanto, la flexibilidad en términos absolutos y neutros no existe. Y es precisamente por eso que la clase
trabajadora no puede a priori, preconceptualmente, ser contraria a la flexibilidad como tal, pero sí a la
que en su contra administra el capital. Es en el plano de las prácticas (conflictivas) de clase, y por tanto
de la lucha de clases, que se arrancan mejores condiciones y mayores poderes en la gestión de la flexibi-
lidad. Sin embargo, solamente en una sociedad liberada del dominio del capital sobre el trabajo y del
trabajo mismo (el asalariado) podrá ser libremente administrada por los seres humanos una verdadera
flexibilidad19. Como principio del vivir social, ella significa, en cambio, precariedad, pues se hace posi-
ble a partir de la extensión de la flexibilidad tecnológica, que actualmente permite tanto incrementar la
productividad como flexibilizar la producción, lo que lleva a una notable contracción del volumen de
la fuerza de trabajo y a una disminución del tiempo de labor necesario para la producción. El trabajo
no está disponible para todos y la flexibilidad de las relaciones laborales torna precario e inestable el
vivir, incluso para aquellos que todavía gozan de un empleo más o menos estable. El universalismo de
los derechos se convierte en “welfare flexible”, es decir, en “welfare de los miserables”.
Es en ese contexto de “soluciones compatibles” que se configuran, también en Italia, los ataques
al Estado social, en una carrera hacia el individualismo utilitarista anglosajón, hacia el modelo del
neoliberalismo salvaje y las políticas monetaristas, convertidas ya en ideología hegemónica. Se van
de esa manera desarticulando y arrasando hasta los principios mismos de la civilidad, como los de la
tolerancia y la solidaridad entre grupos y generaciones diferentes, principios-guía en un país como el
nuestro, para el que tan significativo y fundamental ha sido, en el plano del condicionamiento de las
decisiones de política económica y en el plano cultural, la contribución de las tradiciones y de la fuerza
del movimiento obrero.
La política económica neoliberal llevada adelante por Gobiernos de centro-izquierda y de centro-
derecha ha producido en Italia, por ejemplo, un cuadro macroeconómico que evidencia tendencias
recesivas, contracción y precarización del empleo, reducción del salario real y una disminución de la
inflación que se debe, principalmente, a la fuerte caída de la demanda, al aumento de las capas de
pobreza y de las tasas de desocupación. La respuesta a las trágicas consecuencias de la globalización
neoliberal no está dirigida a la preservación de los principios solidarios y la ejecución de políticas serias
para salvaguardar también unas prestaciones sociales congruentes, sino a la creación de una estructura
centrada en políticas de recorte del welfare, que golpean crecientemente a los estratos más menesterosos
de la población. Para alcanzar esa meta se ha impuesto una política de ahorros en sectores fundamen-
tales como la previsión y la salud, que tiene como objetivos prioritarios la movilidad y flexibilidad del
trabajo, las privatizaciones y los recortes indiscriminados en el gasto público: la privatización misma
del welfare.
En última instancia, estamos en presencia de continuas proposiciones cuya valoración no tiene
carácter social, sino que se basa exclusivamente en parámetros de eficiencia y eficacia competitiva en
el mercado, indicadores típicos de la gestión de empresas, que ahora deben determinar las dinámicas

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


279
evolutivas del Estado social. Es la cultura de empresa, es la moralidad del liberalismo, es la lógica
de la ganancia y del mercado, que debe ser cargada sobre las espaldas ya débiles de los enfermos, de
los ancianos, de los desempleados y subempleados, de los precarios, de los pensionados, de todos los
estratos marginados de la sociedad.
Se trata, pues, de un profit State que asume la “carga” del welfare de la flexibilidad, abandonando
completamente el deber de brindar protección social a todos los ciudadanos y abatiendo toda forma
de universalismo de los derechos. Se incrementan así verdaderas formas de pobreza y de marginación
absoluta, la miseria de un siempre creciente número de personas que no logra acceder siquiera a los
niveles mínimos de sobrevivencia, a los más indispensables cuidados médicos y hospitalarios, a una,
al menos mínimamente, digna vejez, a una aceptable calidad global de la vida. Eso es el welfare de los
miserables, de los excluidos: el paso del universalismo de los derechos a la garantía escasa de la caridad.

5. De lo previamente explicado sobre el papel activo que desempeña el profit State en los nuevos
procesos de acumulación flexible, en la reestructuración capitalista de la era posfordista, se deduce
inmediatamente por qué el Estado social, garante del equilibrio entre capital y trabajo hasta los años
setenta (un sistema que integraba en su propia estructura las instituciones del trabajo, la participación
de los trabajadores en la producción, las organizaciones de masas), ha sido arrasado por la transforma-
ción productiva. La política del Estado social, sustentada en la estructura estable de la producción, se
vino a menos. Y su organización, con todas las diversas formas de protección social a ella ligadas, sufre
desde hace veinte años un progresivo proceso de empantanamiento20.
El Estado social que se planteó en la posguerra en los países occidentales se basaba en un modelo
cuyo funcionamiento puede ser esquematizado de la siguiente manera: el desarrollo de la economía
garantizaba ocupación y puestos de trabajo; el desarrollo avanzaba regularmente, de modo que el
mercado estuviese en capacidad de resolver el problema del empleo, mientras que el Estado intervenía
marginalmente para cubrir las interrupciones temporales del poder de compra de la fuerza de trabajo
y para asegurar las condiciones de paz social, mediante distintas formas de “solidaridad”, en los mo-
mentos en que fallaba la relación con el mercado, por causa de desempleo provisional, enfermedad,
vejez o estudios.
Este modelo se engranaba en una organización social basada en el trabajo fordista a tiempo comple-
to de los hombres, y en la disponibilidad de las mujeres para garantizar las actividades de reproducción,
respecto a las cuales la intervención del Estado era puramente marginal. Ese modelo está hoy defini-
tivamente agotado. Los cambios producidos por el ciclo posfordista de la acumulación flexible, que
determinan la crisis fiscal del Estado y el aumento de los costos del welfare, lo hacen incompatible para
un sistema de alta competitividad internacional.
Para poner remedio a esta situación de profunda crisis, en la que una masa creciente de desemplea-
dos y de trabajadores precarios se ven desamparados, ya no es posible garantizar una red de protección
social mínima para todos y para las distintas fases de la vida, porque ello no es ya compatible con
los modos de la acumulación capitalista; ya no se puede garantizar una relación estable de trabajo,
afincada en una oferta eficaz de servicios básicos y en políticas de discriminación positiva en favor de
los más débiles.
Es evidente que la crisis del Estado social, junto con la determinación de las formas del conflicto so-
cial, deben ser asumidas como cuestiones centrales al reflexionar sobre la crisis de la idea de desarrollo

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


280
y para elaborar una perspectiva de cambio radical del modelo que ese desarrollo debe seguir. Es nece-
sario, de hecho, entender que la reforma del welfare no es sino, simplemente, la forma institucional de
secundar los nuevos procesos de acumulación flexible; es el profit State que busca confrontarse con las
nuevas estrategias de inclusión y de exclusión que se expresan en la globalización del modo de produc-
ción capitalista y del mercado. La afirmación de las culturas y de los nuevos horizontes financieros que
han signado la metamorfosis de los sistemas económicos y sociales del mundo capitalista, ha producido
profundas transformaciones en el imaginario colectivo, derivadas de la imposición, en la cultura social,
de ideas-fuerza nacidas en el terreno más propiamente económico-productivo del nuevo ciclo posfor-
dista. De esa manera se ha instituido la imagen dominante del mercado global y de la individualidad
sin vínculos sociales, sin solidaridad de clase.

6. La experiencia del Estado social fue instrumentada en Italia por una capa político-dirigente de ex-
tracción medio-burguesa, que determinó la forma asistencialista y la degeneración de los mecanismos
de inclusión administrados por la vía del clientelismo. Ahora, mientras se busca sofocar el conflicto
entre trabajo y capital consintiendo una representación social de la empresa, la práctica de la solidari-
dad –en la forma en que fue inspirada y dirigida por el Estado social fordista– se vacía progresivamente
de todo significado, a medida que la ideología y el ejercicio de la privatización generalizada destruyen
los instrumentos de poder económico y de legitimación moral que habían permitido alimentar la
solidaridad y el compromiso social con el gasto público.
La acumulación flexible tiende cada vez más a manifestarse también como finalización gradual y
reducción efectiva de las ventajas aseguradas por el welfare, pero sobre todo como progresivo empobre-
cimiento de las capas tradicionalmente protegidas, empezando por toda el área del empleo público, los
mandos medios del sector terciario, los artesanos y pequeños comerciantes o esas capas profesionales
cuya identidad y seguridad estaban aseguradas por la presencia, más o menos garantizada, de la protec-
ción social y de los servicios públicos.
Por otra parte, es posible detectar, en las nuevas representaciones del mercado de trabajo, la ines-
tabilidad, la intermitencia, la reversibilidad de los roles, de las competencias de los trabajadores, que
dictaminan la superación de las formas fordistas y keynesianas de la relación entre capital y trabajo, en-
tre economía y sociedad, para reconstruirla sobre las bases del profit State, más adecuadas y disponibles
para los nuevos imperativos de mando deseados por la acumulación capitalista flexible y ejecutados por
las élites del capital internacional, que operan sinérgicamente en el mercado global de las mercancías
y las finanzas.

7. Más allá de estos elementos, se deben considerar algunos aspectos de carácter financiero, como el
gasto público. Con ese instrumento se ha buscado, a través de los años, “balancear las distorsiones
producidas por el funcionamiento del mercado capitalista” y, en particular, redistribuir la riqueza pro-
ducida y garantizar el equilibrio económico del Estado. Las crisis financieras han contribuido a incre-
mentar la crisis fiscal del Estado, producto del desequilibrio creciente en el balance estatal y fiscal y de
la desproporción entre egresos e ingresos de la masa financiera. A todo esto se deben agregar los movi-
mientos monetarios, dirigidos a obtener incrementos de capital financiero en desmedro del equilibrio
interno de las finanzas públicas, que han contribuido al crecimiento del déficit fiscal y favorecido a un
restringido lobby económico-financiero.

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


281
El conflicto social que se plantea en varios sectores del welfare (pensiones, sanidad, siniestros, em-
pleo) pone en evidencia la necesidad de una redefinición de la intervención estatal, principalmente
en lo que corresponde al saneamiento de la gran fábrica, a la reconstitución del pleno empleo y al
desarrollo de las políticas sociales: tres fundamentos del welfare completamente aniquilados.
El welfare garantizaba una relación entre economía, política y sociedad, como proyecto de gobierno
político de la crisis, con propuestas de bienestar compatibles y tendentes a definir el pacto social, cen-
trado en la deuda pública, que sostenía el viejo modelo de Estado. Al crecer la deuda, era inevitable que
surgiese el problema de la solvencia de las cuentas del Estado y, por tanto, de los límites que había que
poner a esa expansión. Los Gobiernos de los países occidentales, que habían digerido solo parcialmente
la revolución keynesiana, tuvieron por tanto que empezar a enfrentar el problema del bloqueo del gas-
to público. Pero apenas ocurrido ese bloqueo, a partir de los años ochenta, la desocupación empezó a
crecer vertiginosamente por doquier. La improductividad del Estado generó una auténtica redefinición
política, económica y social, de signo restaurador, contra aquello que –por causa del trastrocamiento–
fue presentado como un verdadero despilfarro de recursos. Nacen, entonces, las nuevas soluciones,
compatibles con el nuevo ciclo posfordista de la acumulación flexible.
Se define el papel del nuevo profit State, por ejemplo, a través de las soluciones tecnocentristas que
se van delineando en la Europa de Maastricht. Perfilan ellas la recomposición de un bloque de fuerzas
económico-sociales cuya afirmación no puede sino producir, como consecuencia, el abandono de los
excluidos y de las áreas geográficas más expuestas a la marginación, al tiempo que procuran difundir
la cultura rampante y autoafirmativa del mercado para crear un consenso –políticamente peligroso–
en torno a ese nuevo bloque neocentrista que busca estructurarse alrededor del pensamiento único
neoliberal.
El Estado, en su función de garante de la seguridad social (en el campo de la salud, de la educación,
de la previsión y asistencia, en la tutela de las capas más débiles de la población), necesita, además de
un desarrollo económico equilibrado, altos niveles de ocupación y una ponderada tributación fiscal.

8. Con el inicio de los años noventa se acentúan en Italia las decisiones que apuntan hacia formas de
capitalismo con rasgos de auténtico darwinismo social. Tal opción, que impone el paso del capitalismo
italiano –fundado sobre un modelo de economía mixta– a formas neoliberales de capitalismo salvaje,
basadas en hipótesis económicas monetaristas, se debe a una acrítica escogencia europeísta del poder
político, económico y financiero de nuestro país, que acepta, se somete e, incluso, se hace promotor
de las compatibilidades monetaristas de la Europa de Maastricht, la Europa deseada e impuesta por los
grandes capitales financieros.
El poder contractual de los trabajadores, el Estado social y la democracia de masas, son puestos
en discusión radicalmente para construir –apoyándose en cada elemento de debate sobre los puntos
de resistencia y de condicionamiento de la unidad de los trabajadores– una nueva fase del desarrollo
capitalista. Fundamento de esa nueva fase es la reorganización de las formas del trabajo y del mercado
de trabajo. En la fase anterior de desarrollo, la fordista y taylorista, se configuraba en Italia, sustan-
cialmente, una tendencia a la unificación del mundo del trabajo, dependiente en algunas figuras que
estaban en capacidad de representarlo en su conjunto. Hoy, la nueva modalidad de la acumulación
flexible impulsa, en cambio, una tendencia a la división, a la fragmentación, a la precarización de
dicho mundo. Se organiza el mercado de trabajo de una manera tal que la división, la intermitencia y

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


282
la flexibilidad sean los elementos característicos. Y el primer elemento de división radica en el hecho
de que el desempleo se constituya en fenómeno de masas, permanente y estructural, acompañado por
la redefinición privatizadora de todo el vivir social.
Es desde esa óptica que el proceso de privatización comienza en Italia a golpear fuertemente el
welfare, con miras a abatir la universalidad de los derechos, al tiempo que presupone un hipotético
Estado social dirigido exclusivamente –y de manera ineficiente– a la cobertura de las necesidades
de los estratos más pobres de la población. Es así como nace y se desarrolla en nuestro país el nuevo
consociativismo político y económico.
El consociativismo neoliberal de la era de la globalización plantea, también en Italia, políticas
económico-fiscales y de gasto público, etapas de privatización desenfrenada, el desmantelamiento del
welfare State y reformas político-constitucionales que, en general, no tienen más condiciones que las
dictadas por la lógica de la preservación del consenso electoral, por lo que, de tanto en tanto, satisface
intereses particulares ligados al mundo de la empresa, o al de una nueva partidocracia todavía más
sedienta de poder que la anterior, pero más compatible con los nuevos esquemas de reestructuración
capitalista.
En Italia, la actual formación política y los proyectos de reforma del welfare State, del sistema
electoral, del Estado y de la Constitución, encuentran su punto de referencia en el plano de la rees-
tructuración productiva que sigue las prospectivas del modelo de desarrollo neoliberal. Un modelo
basado, como siempre, en la intensificación de los procesos de acumulación y, luego, en las reformas
institucionales, para plegar las nuevas necesidades sociales a las exigencias de conservación. Y esas
nuevas necesidades, por su parte, se resumen en la necesidad de consumir no solo mercancías, sino
sobre todo servicios; esto es, en hacer compatible la organización de la producción, sustentada a su vez
en procesos cada vez más intensos de terciarización, funcionales a la adecuación a las nuevas realidades
del capital.
Los Gobiernos de raíz neoliberal han abatido y desmantelado definitivamente lo que quedaba del
Estado social y de las conquistas alcanzadas por las luchas sindicales de los años setenta, que habían
garantizado mejores niveles de vida para algunas capas de la población. Este recurso del poder del
Estado se expresaba también en el ámbito de los grandes principios constitucionales, con la posibilidad
de construir, junto a la esfera de la economía, una esfera desmercantilizada, la esfera de los servicios
públicos del welfare, como garantía de la paz social. Había así una esfera de las instituciones de solida-
ridad, que se traducía en un complemento más o menos alto de la renta individual.
La causa de la crisis estructural del welfare State reside en el hecho de que los esquemas de protec-
ción o seguro social (desempleo, vejez, invalidez, etcétera) entraron en contradicción con el desarrollo
de las necesidades de control social, como producto de la sumisión completa a la cultura de empresa
del profit State.
Una ulterior consideración tiene que ver con la separación ya abismal entre el lugar donde se
forman las necesidades y el lugar donde se producen los medios para satisfacerlas. Ya no se puede decir
que el crecimiento cuantitativo se corresponde con una ampliación de la ocupación y del bienestar.
Todos estos elementos han puesto fuera de juego y desestructurado los presupuestos del Estado social
keynesiano de la época fordista, toda vez que se ha modificado la relación entre Estado y mercado y se
han venido a menos las respuestas que este brindaba en su relación con la gente.

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


283
4. El servicio público en la construcción socialista

1. La actividad del sector público se cumple a través de instituciones de variado tipo y de formas
organizativas diversas. Su carácter viene dado por elementos de la Administración Pública y de las
empresas públicas. Según algunos, la actividad económica del sector empresarial público se asemeja
a la del sector empresarial privado en cuanto atañe a las formas de control de costos y objetivos. Sin
embargo, en términos reales, la empresa pública actúa en función de minimizar los costos, mientras
que la privada tiene como incentivo la maximización de la ganancia.
Todo esto impone algunas consideraciones. En primer lugar, el Estado desempeña el papel de
representante de la propiedad social sobre la mayor parte de los recursos productivos. Esto le imprime
un carácter especial a la empresa estatal: su gestión, en efecto, está orientada, fundamentalmente y de
manera directa, a la obtención de beneficios o utilidades para la satisfacción de las principales necesi-
dades de la sociedad en su conjunto, sin diferencias individuales de ningún tipo.
Sin embargo, existen diferencias que están condicionadas por la posición que se ocupa respecto a
la sociedad. La empresa es una organización que persigue una finalidad interna, claramente orientada
hacia un fin que se concreta en resultados que satisfacen, en primer lugar, el interés colectivo de
sus miembros: el crecimiento de la propia empresa, el balance económico-financiero que refleja la
capacidad de gestión, la porción de mercado que domina y que garantiza su autofinanciamiento y
desarrollo. Se puede decir que la empresa, en términos generales, se define como proyectada hacia
fines internos.
La empresa estatal socialista, por su parte, debe ser el eslabón de base de la economía. Su actividad
se organiza de acuerdo con el objeto social aprobado por la instancia política correspondiente, según
las normas y reglamentos de cada país y en función de la descentralización de facultades, que persigue
acercar la toma de decisiones al nivel en que se llevan a cabo los procesos productivos; con esto se busca,
a su vez, desarrollar la iniciativa y lograr una mayor flexibilidad de la gestión, de manera que reviertan
en un incremento del rendimiento social, en su sentido más amplio, para beneficio de la colectividad.
Ello le da un carácter diferente al de esa proyección interna que define a la empresa capitalista.
Así, en el proceso de gestión pública socialista, la dirección central del Gobierno debe establecer
el ámbito regulador y las disposiciones del ejercicio de su función, en la cual la producción de bienes
y servicios está llamada a privilegiar la creciente satisfacción de las necesidades de la mayoría de la
población. Esto significa adoptar la función de canalizador de los recursos, con el impacto primario de
satisfacer los objetivos sociales.

2. A ese fin, la autoridad pública dispone de instrumentos de gestión como, entre otros, la planificación,
la contabilidad, la gestión de recursos humanos, la informática y los procedimientos de organización
del trabajo. Desde ese punto de vista, la actividad de una autoridad pública no es diferente a la de una
empresa. Ambas administran situaciones que se pueden calificar con parámetros de productividad, de
costos, de eficiencia.
Esa realidad le imprime un carácter particular a la relación que se establece entre estos entes u
operadores económicos: la empresa y el Estado. En este caso, la búsqueda de una mayor eficiencia y
eficacia del aparato administrativo estatal no debe estar condicionada a la transferencia, hacia el sector
público, de la lógica que ha prevalecido en la empresa. Más bien al contrario.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


284
A partir de la lógica en que se desenvuelve el papel del Estado, se debe definir y diseñar el compor-
tamiento del ente empresarial en el que se sustenta su base económica; por ejemplo, promoviendo la
obligatoria participación de los trabajadores en la definición y aprobación de los planes de producción
y finanzas de la empresa, como medida para el perfeccionamiento de esta última.
Se deriva de allí la necesidad de adoptar un enfoque de reforma de la Administración Pública,
orientado hacia la transformación sustancial del funcionamiento del aparato del Estado y basado en
un estilo de gestión democrático y participativo, en el incremento de la participación social, en el de-
sarrollo del potencial de acción de la sociedad civil, en la concentración y el perfeccionamiento de los
procesos de formulación, ejecución y evaluación de las políticas, sobre criterios de eficiencia, calidad
y transparencia.
Esto significa, entre otras cosas, desarrollar la capacidad de las políticas públicas para movilizar
las potencialidades de integración y acción conjunta, para maximizar la eficiencia y la productividad
social de los recursos asignados al sector público. Del mismo modo, se debe perfeccionar y desarrollar
cada vez más la formación de mecanismos que aseguren, junto con una real participación social en los
momentos particularmente importantes de la gestión pública, el ejercicio de los derechos de los ciuda-
danos, el funcionamiento democrático de sus estructuras, la transparencia de los actos públicos y
su control social y la vigencia plena de la práctica de rendición de cuentas.

5. La gestión pública socialista y el proceso de construcción del socialismo

1. El desarrollo es necesario, decía el Che Guevara, para que un país mejore socialmente, para que toda
persona, individualmente, obtenga un mejor salario y una vida mejor. Si es así, entonces toda persona,
todo habitante del país, debe estar interesado en ese progreso y debe, por tanto, ser protagonista
(Guevara, 1977).
Otra manifestación podría derivarse del desarrollo de la gestión pública, en el proceso de construc-
ción socialista, sobre la base de una economía subdesarrollada, que tendría características peculiares, y
en una globalización verdaderamente destinada a superar los límites impuestos por el capital privado.
Vale la pena considerar algunos aspectos que podrían definir una regla para profundizar en el análisis
de las características de la gestión pública en tales condiciones.
En la construcción de una sociedad socialista que dependa de las condiciones impuestas por
la resolución del subdesarrollo, el sector público podría estar formado por las organizaciones que
ejercen funciones de interés colectivo, a partir de lo establecido en el marco constitucional del país
respectivo.
No obstante, es necesario profundizar en algunas consideraciones. En primer lugar, sobre el ejerci-
cio del Estado, en su papel de representante de la propiedad social sobre la mayor parte de los recursos
productivos. Esto le confiere a la empresa estatal un carácter especial y distinto al que pueda darse
en otras sociedades, en el que su gestión se orienta fundamental y directamente a la obtención de
beneficios o utilidades que serán destinados a satisfacer las principales necesidades de la sociedad en
su conjunto, sin diferencias individuales de ningún tipo. Es aquí que el grado y el carácter del proceso
empresarial condicionan el ejercicio del derecho de propietario.

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


285
A este respecto, habría que recordar que

las fábricas son propiedad de todo el pueblo y, como el pueblo está representado en nuestro país por el
Estado, son propiedad del Estado. Este tiene la misión, encomendada por el pueblo cubano, de
dirigir la producción hacia las metas propias de una revolución socialista. Precisamente, el carácter
socialista de la Revolución Cubana determina las características generales de la producción; frente a
la anarquía de la producción capitalista, se alza el plan racional de la producción socialista (Guevara,
1977)**.

En otras palabras, el hecho de que la Asamblea Nacional del Poder Popular sea la representación
más genuina del Estado y de todo el pueblo de Cuba, conlleva implícitamente la necesidad de evaluar
si la categoría empresa estatal debe mantenerse para todas las entidades o, como podría suceder, si la
denominación de empresa gubernamental debe adoptarse en el momento en que esta es administrada
directamente por un órgano de gobierno y no por el Estado mismo. El Estado cubano lo hace con
aquellas entidades concebidas por el sector público socialista a través de las organizaciones y las enti-
dades del poder popular.
En consecuencia, las entidades y organizaciones que –sin distinción– son definidas como empresas
estatales, deben ser consideradas en el ámbito de su función pública y en su función gubernamental.
Esto quiere decir que son consideradas de manera distinta, vale decir, como expresión del grado de
madurez y consolidación de la propiedad social socialista. Esta diferencia está condicionada por la
posición que orgánicamente ocupa cada tipo de empresa respecto a la sociedad.

2. La empresa es una organización dirigida a obtener resultados que deben responder a intereses pro-
pios, sean de sus propietarios o de sus miembros. Se puede afirmar entonces que ella, en cualquier
sistema socioeconómico, manifiesta en general un carácter introvertido. La autoridad pública, por el
contrario, está dirigida a lo externo, al interés colectivo. La razón de esto último se encuentra en la bús-
queda de resultados y objetivos también externos, ya que sus actividades están dirigidas a la satisfacción
de necesidades que lo son igualmente.
Se manifiesta eso en la subordinación de las decisiones de la autoridad pública a los intereses de
la sociedad, lo que implica la defensa de los intereses sociales antes que los colectivos e individuales.
El proceso está, además, signado por el carácter social volitivo que manifiesta la construcción de una
sociedad de este tipo. De cualquier manera, la autoridad pública actúa en función de provocar impac-
tos que reporten beneficio a las grandes mayorías y posiblemente a toda la sociedad (resoluciones del
Partido Comunista de Cuba, en particular de 1997).

3. En el proceso de gestión pública, la dirección central del Gobierno debe establecer el contexto regu-
lador y las disposiciones en que ejercita su función, así como aquellas que obligan, en la producción de
bienes y servicios, a privilegiar la creciente satisfacción de las necesidades de los más amplios sectores
de la población. Eso significa asumir las funciones de canalización de los recursos para satisfacer, como
primer impacto, los objetivos sociales.

** (n.t.) La presente versión en español fue tomada de “Discusión colectiva, decisión y responsabilidad única”, texto originalmente
publicado por la revista Trabajo en julio de 1961, según se reproduce en www.archivochile.com.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


286
No se trata de una concepción teórica del proceso, sino de su propia y particular estructura. Por esta
razón, en lo que respecta a la administración, la autoridad pública dispone de variados instrumentos
de gestión, entre los que se cuentan la planificación, contabilidad, gestión de recursos humanos, infor-
mática y procedimientos de organización del trabajo.
Desde ese punto de vista, la actividad de una autoridad pública no es diferente a la de una empresa:
ambas administran situaciones que se pueden calificar con parámetros e indicadores de productividad,
de costos y de eficiencia, entre otros.
Esa realidad le imprime un carácter particular a la relación que se establece entre estos entes econó-
micos: la empresa (como operador económico) y el Estado, en el proceso de construcción socialista.
En este caso, la búsqueda de una mayor eficiencia y eficacia del aparato administrativo estatal no debe
estar condicionada por la lógica que ha prevalecido en la empresa, sino más bien al contrario.
A partir de la lógica que impone el papel del Estado, se debe definir y diseñar el comportamiento
del ente empresarial en el que se sustenta su base económica; por ejemplo, la obligatoria participa-
ción de los trabajadores en la definición y aprobación de los planes de producción y finanzas de la
empresa, es seguramente un asunto que debe ser tomado en consideración para el perfeccionamiento
empresarial. Además, uno de los aspectos en los que se verifica la eficacia de la gestión estatal es el de la
capacidad de previsión y proyección para enfrentar los desequilibrios en la esfera económica, de fuerte
impacto para el ámbito social y político.

4. Seguramente un hecho está claro: la extinción del Estado, con la desaparición de las clases sociales,
no implica de por sí la desaparición de la Administración Pública. Ciertamente, es un gran problema
de teoría política y administrativa el imaginar, en la fase de transición, nuevas instituciones políticas,
jurídicas y administrativas que consientan la destrucción del Estado (también el socialista). Marx puso
siempre de manifiesto la imposibilidad o dificultad de una simple proyección: los procesos históricos
tienen sus propios tiempos y movimientos, que difícilmente pueden ser previstos con precisión. Por
tanto, las instituciones del mañana serán un work in progress del futuro. Consideramos, sin embargo,
que no es del todo improductivo comenzar a formular hipótesis acerca de eventuales instrumentos de
transición que podrían experimentarse en la eventual práctica futura.
La distribución de los recursos en función de la satisfacción de las necesidades de los miembros de
la sociedad seguirá siendo tarea necesaria y el nivel de efectividad de ese proceso signará la eficacia del
proceso de la administración socialista y comunista. El tipo de organización de base debe ocupar un lu-
gar especial en la gestión pública socialista y debe, también, independientemente de las características
particulares de cada país, llevar a la participación creciente de la sociedad en su propio autogobierno.

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


287
— notas —

1 Para profundizar en este tema, cfr. Forsthoff (1958).

2 Para una interesante reconstrucción de las primeras formas de gobierno y su evolución, analizadas desde el punto de vista

antropológico, cfr. Rouland (1992).

3 Para una disertación sobre las teorías marxistas del Estado, cfr. Jessop (1982).

4 Nos referimos a las formaciones definidas por sus modos de producción: comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo,

capitalismo.

5 Frederick W. Taylor (1856-1915), ingeniero norteamericano que dio un significativo aporte a la organización científica

del trabajo.

6 Keynes elabora una teoría en la que se plantea resolver las crisis económicas y políticas a corto plazo, fusionando los intereses

del capitalismo con el Estado. Esa teoría refleja fundamentalmente los fenómenos de la esfera de la circulación.

7 Cuando a este respecto se habla de “democracia”, hay que tener presente que se trata en todo caso de una “democracia

controlada”, limitada a los grandes actores sociales, que finalmente son aquellos que pueden prometer y asegurar un control
y un orden social más intensos, condiciones estas indispensables para esa “democracia” que en los lugares de trabajo se con-
cede a cambio, justamente, de control y sedación de la conflictividad de clase y de base (piénsese, para el caso italiano, en las
funciones cumplidas por el llamado Estatuto de los Trabajadores, ley del 20 de mayo de 1970, Nº 300).

8 Lippit (2004) describe la administración Reagan como uno de los tres factores fundamentales que contribuyeron, en el curso

del último cuarto del siglo pasado, a transformar fuertemente la estructura social de la acumulación (Social Structure of Accu-
mulation) en Estados Unidos, al modificar profundamente la relación de fuerzas entre la clase trabajadora y la capitalista (a tal
propósito reconstruye el papel no neutral de esa administración en la histórica huelga de controladores aéreos del sindicato
Patco, iniciada el 3 de agosto de 1981 y duramente combatida por Reagan, que logró despedir en bloque a 11.000 contro-
ladores huelguistas). Los otros dos factores decisivos para esa evolución fueron los conflictos laborales terminados cada vez
más frecuentemente en favor de los capitalistas (Lippit pone los ejemplos tajantes de la “huelga Caterpillar” en 1991-1995 y
de la política antisindical de Wall-Mart) y “el papel cumplido por la globalización y el cambio tecnológico”, que garantizaron
al capital un mayor margen de maniobra y un contundente poder de chantaje contra los trabajadores: “La externalización, la
transferencia de fases productivas al extranjero, la automatización de las oficinas y la eficiencia hecha posible por la tecnología
informática, sirvieron en conjunto para debilitar la más potente arma que posee el factor trabajo: la negativa a vender su propia
fuerza de trabajo [por debajo de determinadas condiciones]” (342).

9 Según la economía ortodoxa, un bien es público cuando sus externalidades positivas*** son tan elevadas con respecto a los

beneficios del sector privado, que no puede ser producido por este último. Es entonces socialmente deseable, pero no rentable
desde el punto de vista privado. Para ahondar en el tema, véase cualquier manual de microeconomía; por ejemplo, Sloman
(2002: 204 ss.) o Schotter (1997: 723 ss.).

10 Sobre estos asuntos, cfr. Martufi, Vasapollo (2000b).

11 Acerca de estos temas resulta útil consultar Arriola, Vasapollo (2005).

12 Sobre esta formación y sus consecuencias político-económico-sociales, cfr. Martufi, Vasapollo (1999).

13 Sobre el tema pueden consultase muchos autores que provienen del obrerismo.

*** (n.t.) Sus efectos positivos sobre terceros.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


288
14 También para lo que sigue, una profundización en la comunicación desviante –como caracterización del dominio social com-

prehensivo– puede hallarse en Martufi, Vasapollo (2000).

15 “En definitiva, se ha ido configurando un paradigma productivo con un espacio y un tiempo propios, en discontinuidad respec-

to a la experiencia previa. Un paradigma que permite simular un espacio y un tiempo de la producción (en red y simultáneo),
en cuyo seno se maximizan los objetivos del sistema económico financiero y se minimiza la ‘entropía’ local, puesto que volun-
tariamente se descuidan los efectos de desorden inducidos en la sociedad y en el ambiente, en los que se descarga el máximo
de ‘entropía’ externa. Se ha creado así un lugar ‘mental’ (virtual) de la producción –el corazón del sistema de empresa– junto
al lugar físico al que estamos habituados. Lugar que está hecho de puntos discontinuos pero interconectados, de comunica-
ciones y reacciones simultáneas, de tiempos no necesariamente secuenciales, de elevado orden. Su funcionamiento implica

relativamente poca energía, toda concentrada en el intercambio de informaciones y en la simulación. La riqueza, la acumula-
ción y, en definitiva, el poder, están aquí. En cambio, la producción material, la verdadera y auténtica, ocurre en un lugar ‘físico’,
donde se llevan a cabo grandes dispendios e ingentes despilfarros, que se revierten sobre el ambiente social y natural. Y es allí,
fuera del fortín ‘virtual’, donde se adoptan las decisiones estratégicas, donde se combate una auténtica guerra por la posesión
y la expropiación del tiempo, que se difunde por todo el territorio y que ha sustituido aquella tradicional que se libraba por la
posesión del espacio. Es el tiempo de las personas empleadas en la producción lo que se coloniza, y no ya o no tanto el espacio
geográfico donde se asientan las industrias, dado que su movilidad por el planeta depende ahora de cuánto de su tiempo están
dispuestos a ceder para su funcionamiento los habitantes de los países que las acogen (Melfi o las fábricas automotrices argen-
tinas solo fueron construidas después que se aceptó el sistema de trabajo por turnos continuos)” (Agostinelli, 1997: 47-48).

16 Para profundizar al respecto, cfr. numerosos artículos de Martufi y de Vasapollo en la revista Proteo (www.proteo.rdbcub.it).

17 Una tal “teoría de la transición” no podrá ser “puramente económica”, sino que deberá ser una teoría general en la que el

elemento político sea central.

18 Para profundizaciones, cfr. Arriola, Vasapollo (2005).

19 Sobre estos temas, véase también Tiddi (2002).

20 Sobre la evolución-involución impuesta por el neoliberalismo a las políticas del Estado social, cfr. Martufi, Vasapollo (2003).

POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO


289
Cuarta parte

CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA A LOS


SISTEMAS ECONÓMICOS: REGULACIÓN Y PLANIFICACIÓN
EN EL CAPITALISMO Y EN EL SOCIALISMO
Capítulo I
CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO

1. Cuál liberalismo, cuál economía de mercado, cuál globalización

1. La crisis económica, y con ella el nuevo ciclo de profunda reestructuración capitalista que estamos
viviendo, pueden remontarse a 1968, con la puesta en discusión del welfare State en Occidente. Otras
de sus etapas fundamentales pueden ubicarse en 1971, antes de la crisis petrolera, con la supresión de
la convertibilidad del dólar y el derrumbe de una forma de hegemonía estadounidense; y en 1975, con
el proyecto de nuevo orden económico internacional presentado por los países no alineados y recha-
zado por los países occidentales, lo que abrió de seguidas la crisis de la deuda en el sur. Finalmente,
entre los pródromos del cambio puede inscribirse el ingenuo proyecto gorbachoviano de perestroika,
con la disgregación –entre 1989 y 1991– de la Europa del Este y la disolución de la Unión Soviética.
Ya en 1970, el crecimiento económico y la expansión de los mercados se habían ralentizado nota-
blemente, y para 1980 el mundo entero había entrado en un período de estancamiento. A partir de
entonces, los mayores países capitalistas se han preocupado exclusivamente por gerenciar la crisis –en
dos terceras partes del globo– mediante la invención de nuevas salidas financieras, con un fuerte salto
hacia los procesos de financiarización de la economía.
De esa manera, el neoliberalismo se deja ver como una subcategoría de la globalización que “fa-
vorece el desarrollo del comercio internacional a expensas de los mercados locales y nacionales, y en
nombre de la eficiencia” (Dierckxens, 2003: 37). El acaparamiento de cuotas cada vez más consisten-
tes del mercado mundial, por parte de las empresas multinacionales respaldadas por los Gobiernos
neoliberales, se corresponde con un aumento efectivo del capital financiero; estas empresas, también
llamadas “transnacionales”, han experimentado un crecimiento vertical de sus cotizaciones en bolsa1.
Tanto en el léxico económico como en el lenguaje común, es ya de uso corriente el término “glo-
balización”, como señal irrenunciable de la tendencia del liberalismo económico a constituirse en el
único modelo de desarrollo que la historia no logrará contradecir ni superar. Es desde el conjunto de la
lógica de la globalización del modelo capitalista que se puede y debe entender la escogencia realizada,
aparentemente irreversible a estas alturas, entre inversiones productivas en la economía real y procesos
de inversión de carácter exclusivamente financiero-especulativo.
Se va afirmando, en efecto, una separación cada vez más pronunciada entre la marcha de la econo-
mía real, con sus procesos políticos, económicos y sociales, de una parte, y las escogencias de financia-
rización de la economía, por la otra. Se trata, en este último caso, de modelos decisorios liberales que
apuntan hacia inversiones financieras desligadas de la evolución de los procesos productivos reales y
que únicamente siguen una lógica especulativa al insertarse por trechos en dinámicas desconectadas,
e incluso muchas veces contrapuestas, al cuadro económico-político general, todo ello en pos de la
maximización de la ganancia. Es en ese contexto de “burbuja financiera” que se siguen obteniendo ga-
nancias sin fatiga, creando rentas financieras y de posición* que para la economía del país en cuestión
se traducen en una ilusión de riqueza, mientras destruyen la eficiencia y la ocupación. Al desarticular
los mecanismos del tejido productivo, los procesos de financiarización no solo se convierten en fuente
de riqueza fácil para los inversionistas, sino que determinan el surgimiento de elementos rentísticos y
patrimoniales de baja tributación, cuando no de completa evasión y elusión fiscal2. E Italia es terreno
fértil para la especulación financiera internacional, que se ve favorecida por una bolsa joven, asfíctica,
inestable, donde los nuevos mercenarios del capitalismo financiero encuentran conveniente recurrir a
la ilusión de la riqueza de papel, la renta financiera.

2. El liberalismo, en otras palabras, se ha demostrado incapaz de hallarle una salida a la crisis. Su


práctica ha generado, más que ninguna otra cosa, la aparición de nuevas formas de caos económico,
producto de la desregulación y de la globalización financiera. Para entender el liberalismo en todas sus
implicaciones, hay que empezar por distinguir en él tres tipos diferenciados:

a) El liberalismo doctrinario (thatcherismo).


b) El social-liberalismo (Alemania, Suecia).
c) El liberalismo de fachada (Japón, los reaganianos de Estados Unidos).

Veamos de seguidas, con mayor detalle, las características de cada uno de ellos.

* (n.t.) Renta diferencial que se deriva de una posición de ventaja respecto a otros.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


294
3. El liberalismo doctrinario pretende aplicar la doctrina liberal en su integridad. Es una ideología ex-
tremista, que sueña con la completa eliminación del Estado y con su sustitución por el reino universal
del mercado. Su carácter doctrinario se revela en la urgencia que le imprime a las privatizaciones.
Esta precipitación se explica menos por el deseo de obtener recursos financieros que por la voluntad
ideológica de crear, en el campo de la opinión, una situación radicalmente nueva y quizá irreversible.
Por lo demás, aplica todos los ingredientes tradicionales del liberalismo, en dosis todavía más ele-
vadas: reducción del papel regulador e interventor del Estado en la economía, liberación de precios,
del cambio y del crédito, desregulación financiera (eliminación de los controles de riesgo en la acti-
vidad bancaria) y del mercado de trabajo (reducción de la protección social, supresión de garantías
ocupacionales).
El social-liberalismo representa la aplicación de un liberalismo temperado con un poco de Estado
social. Como el anterior, se caracteriza por su aversión hacia el Estado y su objetivo es debilitarlo.
En el caso de Alemania, frecuentemente definida como una “economía social de mercado”, la
aplicación del liberalismo se caracteriza por la negativa a oponer el mercado y lo social. Por eso, quienes
participan en los diferentes mercados se obligan a observar un conjunto de minuciosas reglas del juego,
que dan lugar a una abundante reglamentación. Con todo, el liberalismo alemán se caracteriza asi-
mismo por una tendencia a aligerar el peso de las reglamentaciones (desregulación que se traduce, por
ejemplo, en reducción de los controles de calidad por parte de los organismos gubernamentales), una
conducta moderada en materia de privatizaciones y la voluntad de elevar la flexibilidad del mercado de
trabajo, lo que repercute en un ligero incremento de la desocupación, una disminución sensible de los
subsidios por desempleo y ausencia de inflación. Fuera de esto, se expresa en una política preventiva
muy estricta y en una política monetaria que concede gran autonomía al Banco Central (al Bundesbank
primero, y ahora al Banco Central Europeo).
En Suecia (“socialdemocracia”), el liberalismo se caracteriza por una marcada apertura hacia el
exterior. A lo interno rige una cierta libertad para la fijación de precios, moderada por una densa
concentración industrial que asegura un fuerte control de los mercados. La moda liberal se traduce
en Suecia en desregulación de las tasas de interés y en la puesta en marcha de una política monetaria
de mercado. El mercado de trabajo sigue prácticamente reglamentado, gracias a la fuerte protección
social, y tanto el gasto público como el ingreso fiscal se mantienen en niveles muy elevados.
Japón presenta un liberalismo de fachada porque detrás de su apariencia de gran economía liberal se
esconde la realidad de una economía perfectamente dirigida y protegida. La política económica no as-
pira a reabsorber el déficit. Si bien la economía financiera (los mercados de capitales) se ha liberalizado,
la economía real es todo menos liberal. Existe un sistema fuertemente jerarquizado de subcontratación
que permite a las grandes empresas controlar con facilidad toda la producción.
Al otro lado del océano, en Estados Unidos, la ley de comercio promulgada el 23 de agosto de 1988
permite al Gobierno adoptar medidas proteccionistas cuando un competidor “amenace la seguridad
nacional”. Entre las que pueden adoptarse figuran la fijación de cuotas de importación y el bloqueo
de las inversiones extranjeras. La ley admite también el aumento de los subsidios a los agricultores
norteamericanos, con el fin de hacer frente a las exportaciones agrícolas de Europa. En materia interna,
Reagan aplicó la desregulación de ciertos sectores económicos (especialmente transporte y comunica-
ciones) y redujo la carga fiscal. Ninguna medida de importancia se aplicó al mercado de trabajo. Por
lo que se refiere al déficit público, la incapacidad de detener su crecimiento desde 1982 refleja una
renuncia explícita a uno de los principios esenciales del liberalismo, el equilibrio fiscal3.

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


295
4. Cualquiera que sea el modelo de capitalismo que se considere, estará basado, siempre y en todos los
casos, en la exaltación del libre mercado, en el cual prevalece también siempre –aun cuando en formas
diferentes– la economía financiera especulativa, en detrimento del trabajo como factor productivo.
Pero es ese mismo capital financiero el que, a través de sus flujos y de su síntesis monetaria, y al apuntar
a la obtención de ganancias en las mejores condiciones, exporta al mismo tiempo las contradicciones
de la organización capitalista en su conjunto. Así, por ejemplo, la percepción subjetiva de la crisis del
Estado social determina, en los grupos que por distintas causas aparecen involucrados, dramáticos
fenómenos de ruptura de la confianza hacia los sectores políticos del mismo Estado, conjuntamente
con una profunda escisión respecto a las instituciones. Además, hay el miedo de perder esos pequeños
privilegios que algunos grupos sociales intermedios habían ya consolidado, al pensarse como parte de
los sectores y actividades de algún modo amparados por el Estado social.
La privatización del empleo público, de los servicios públicos y la misma empresarización de funcio-
nes típicas del Estado social –como la educación, la salud, etcétera–, están generando por doquier fe-
nómenos de desocialización y de unidad, al menos teórica, entre los que pasan a ser exsectores medios
y la masa de aquellos contra quienes opera la exclusión definitiva del circuito laboral y la perspectiva
de un futuro precario.
Es evidente, al mismo tiempo, que los resultados que se derivan de las escogencias de política
económica del nuevo ciclo posfordista, al centrarse en la fuerte privatización de la economía y de
la cultura del cuerpo social –y en la flexibilidad generalizada, además–, terminan por configurar un
proyecto más general. Lo que se busca es una completa recomposición de los conflictos y tensiones
sociales a través de la reestructuración de las relaciones económicas e industriales, con base en la lógica
de un capitalismo salvaje global que no puede ya aceptar los márgenes de mediación de la era fordista.
Las contradicciones entre reglas de mercado y garantía de una vida digna para los ciudadanos-
trabajadores no pueden ya resolverse a partir de los automatismos internos de ese mismo mercado,
impuestos por las políticas liberales a través de los espacios de mediación del Estado y de intervencio-
nes de tipo keynesiano.
La lógica imperante, ahora, es la de un capitalismo “salvaje”, sin ley, que persigue sin escrúpulos la
pura realización de la ganancia y que, de esa manera, crea descompensaciones sociales, en términos de
aumento del desempleo y disminución de la calidad de vida en general. El proceso de reconversión, de
reestructuración, de innovación tecnológica, está basado exclusivamente en la caída de la ocupación,
en la reducción de las rentas del trabajo dependiente: las “mejores” políticas empresariales son aquellas
que se basan en mayores ganancias derivadas de recortes ocupacionales más fuertes y en la flexibiliza-
ción del trabajo y del salario.
Adelantada a través de inversiones que han sido posibles gracias al surplus de ganancias provenientes
de incrementos de productividad nunca retribuidos a los trabajadores –y solo en muy pequeña parte
destinadas a la inversión productiva–, la financiarización de la economía, junto con la liberalización
del cambio y las ventajas de la libre circulación de mercancías, han asegurado a los grandes grupos
industriales un mayor abanico de opciones para la diversificación no solo de tecnologías y de instala-
ciones –con el consiguiente incremento de los procesos de acumulación de capital–, sino también de
la oferta y de la clientela.
Todo el razonamiento remite a una lógica subordinada a esa burbuja financiera que no determina
crecimiento real, sino apenas un crecimiento aparente, sostenido en la especulación y la ganancia fácil,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


296
y que a través de los soportes telemáticos permite el desplazamiento en pocos segundos de millares de
millardos en divisas de todo tipo, con el solo fin de desestabilizar países, de controlar la economía y
la política, de sofocar todo impulso hacia procesos de verdadera democracia económica. Y todo ello
reconduce, a su vez, al pensamiento único liberal de un profit State “global”, esto es, a la asunción, a
escala internacional, de los Estados que hacen propia la política y la cultura de la empresa.
La política económica neoliberal, centrada en los procesos de privatización, ha conformado un
cuadro macroeconómico que evidencia tendencias recesivas en muchas áreas, así como contracción
y precarización del empleo, disminución del salario real, una reducción de la inflación que es sobre
todo expresión de la fuerte caída de la demanda, altísimas tasas de desempleo oficial e “invisible” y la
emergencia y difusión de nuevas condiciones de inquietud económico-social. La Unión Europea que
se ha construido es la de la compatibilidad con los performances de la empresa: un profit State “europeo”
que, como parte del Profit State “global”, no toma en cuenta la salvaguarda de un solo parámetro de
compatibilidad social y ambiental, de siquiera una necesidad real del ciudadano trabajador, para no
hablar de los estratos sociales todavía más débiles.

5. Los cambios mencionados han empujado a las directivas de las empresas a elaborar y adoptar mo-
delos decisorios apropiados para preservar y mejorar su propia posición en el mercado, así como a
“reformular y reinventar” el negocio no solo en su esquema estructural, sino también y sobre todo en
sus mecanismos de funcionamiento y de condicionamiento de toda estructura social.
Para llevar adelante esas transformaciones, se hace necesario actuar según el llamado principio de
la flexibilidad, que solo puede ser adoptado si la empresa está en capacidad de adecuarse rápidamente
a los cambios en curso, tanto fuera como dentro de ella misma. Cuando se habla de flexibilidad
empresarial, se hace esencialmente referencia a la capacidad del empresario, de la alta gerencia, de los
centros decisorios de la empresa, para poner en marcha mecanismos adaptativos que permitan no solo
producir bienes y servicios para mercados diversos, sino también, y simultáneamente, gerenciar el
delicado diseño estratégico empresarial de condicionamiento de la sociedad a la cultura de empresa. Se
utilizan para ese fin estructuras sociales y recursos cada vez más inmateriales, siguiendo el principio del
mínimo costo y máximo beneficio y aplicando, en clave cada vez más estratégica, la lógica del máximo
grado de adaptabilidad a las exigencias del mercado, que se ha convertido también en mercado del
vivir social.
La flexibilidad tecnológica permite actualmente tanto incrementar la productividad como crear fle-
xibilidad en la producción, para provocar así en esta última una notable contracción del volumen de la
fuerza de trabajo y una disminución del tiempo de trabajo necesario. El empleo no está disponible para
todos y la flexibilidad de las relaciones laborales hace la vida misma precaria e inestable, incluso
para aquellos que todavía gozan de un puesto de trabajo más o menos estable.
De allí que toda forma de garantía de la época fordista sea eliminada completamente con la trans-
formación productiva del nuevo modelo capitalista posfordista de la acumulación flexible. La crisis del
sistema trabajo ha modificado sensiblemente toda la sociedad; sus consecuencias han sido la desocupa-
ción estructural, el fin de la fábrica como centro de la producción (al menos en los países de capitalis-
mo maduro), la transformación inmaterial del trabajo y el aumento de sus formas subordinadas y no
reglamentadas, que se desarrollan sobre todo entre las filas del nuevo ejército posindustrial de reserva,
con un trasvase de trabajadores del mundo de las garantías al de las no garantías.

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


297
Además, el derrumbe del modelo fordista ha llevado al surgimiento de los nuevos modelos de
acumulación flexible, caracterizados por una marcada diferenciación de los productos –hasta llegar a su
personalización– para garantizar una más fuerte apetencia por parte de los consumidores. El principio
que guía este modelo parte del hecho de que, al ser la demanda la que fija la producción –frente a una
competencia aparentemente desenfrenada, si bien muchas veces imperfecta–, la base de esa competen-
cia internacional radica cada vez más en la calidad del producto, mientras que la calidad del trabajo
se caracteriza de manera creciente por los recursos inmateriales del capital intangible –secundados por
el trabajo manual mal pagado, deslocalizado y cada vez menos reglamentado, y por servicios externa-
lizados y con escasas garantías– y no ya por la relación entre cantidad producida y precio (elementos
típicos del fordismo).

6. En el mundo neoliberal, cualquiera sea la versión que se quiera considerar, los desequilibrios eco-
nómicos primarios son la inflación, el déficit fiscal y el déficit de la balanza de pagos. El resto de los
problemas, como la pobreza, por ejemplo, son simplemente problemas “sociales”. Como puede verse,
se trata de una visión demasiado simplista y restringida de la economía. Para esta teoría, el desorden de
los precios es la principal causa de todos los problemas. Y si estos, en general, están desequilibrados, se
pueden producir desequilibrios particularmente entre precios:

– Urbanos y rurales.
– Internos y externos.
– De producción y de venta.
– Del dinero y de la fuerza de trabajo (salarios).

Para los neoliberales, el problema del déficit fiscal se debe al excesivo gasto del Estado en relación con
sus ingresos, por lo que solo puede cubrirse con la emisión de nuevas cantidades de la moneda nacional
o mediante el financiamiento a crédito; es decir, apelando a la deuda pública. El punto es que, si se
recurre al financiamiento del mercado, se terminará por competir con proyectos privados por el crédito
disponible. El objetivo del FMI es forzar a los Gobiernos a que paguen la deuda externa, en todo caso.
En la práctica, lo que generalmente hacen los Estados es utilizar parte de sus exportaciones para
pagar la deuda externa.
Sabemos que:

PIB = C + I + G + (X - M)

Normalmente se dice que la causa de los problemas está en el hecho de que el consumo es muy
elevado, cosa que no permite que se paguen las deudas de la economía.
La solución pasaría por la restricción del consumo y la reducción de las importaciones. Es decir:

PIB = disminuir C + I + G + (aumentar X - disminuir M)

Por eso, según esta teoría, el aumento de la inversión implica que disminuya el consumo y que
esto favorezca el incremento de las reservas del Banco Central. Por tanto, si la inversión privada es

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


298
menor que el gasto público, la situación se puede resolver de dos maneras: aumentando la primera o
reduciendo el segundo.
Para reducir el gasto público hay que reducir los salarios, el empleo público, o los subsidios y el
gasto social; es decir, hay que hacer que los precios reflejen los costos de producción. A fin de que las
expectativas de ganancia disminuyan, deben reducirse las expectativas de demanda mediante la baja de
la tasa de cambio. Con la devaluación mejoran las expectativas inflacionarias y disminuyen los salarios,
para compensar el aumento de los costos y lograr así la disminución del consumo.

7. Este sistema de apertura externa y de modificación de los precios relativos no siempre ha funcionado
en la práctica, dado que, particularmente en los países de la semiperiferia, son las clases urbanas las
que generan demanda de importaciones y es la gente que vive en zonas rurales la que genera productos
para la exportación.
Lo cierto es que con este proyecto neoliberal se consigue un incremento del nivel de reservas del
país para pagar la deuda y posibilitar un crecimiento relativo de la economía. Sin embargo, el problema
de fondo es que la sostenibilidad interna y externa se basa en la determinación de los niveles de consu-
mo de la población. Por otra parte, en los años setenta y ochenta se aplicaron mecanismos de política
económica que hoy ya no es posible utilizar. Por ejemplo, no parece conveniente que toda la lógica del
crecimiento se apoye en el factor externo, por el gran costo social que eso produce. En la actualidad, es
evidente que el fenómeno de la globalización se apoya en la hegemonía del capital financiero.
Por tanto, si no hay una intervención del sector público que rompa con esa hegemonía del sector
financiero, no se podrá resolver el problema.

2. La financiarización de la economía

1. En las facultades de economía, la macroeconomía vulgar o dominante explica que la tasa de ganan-
cia es igual a la tasa de interés, puesto que en una economía equilibrada todas las actividades producen
el mismo rendimiento, la misma utilidad, y también porque el dinero se movería de una actividad a
otra. El equilibrio determina que la tasa de ganancia de las actividades productivas sea la misma de las
actividades financieras.
Si la tasa de interés es mayor que la tasa de ganancia, el dinero no se dedicará a producir zapatos,
sino que se empleará en actividades financieras: en deuda o en depósitos a plazo fijo.
Una de las principales características de la economía de los años ochenta fue el predominio del
capital financiero. En todo el mundo, las tasas de interés fueron mayores que las tasas de crecimiento
de la economía. Por tanto, a nivel mundial, una parte del excedente pagó tasas de interés crecientes.
Las tasas de crecimiento de la economía se vieron reducidas por el crecimiento de las altas tasas de
interés, lo que equivale a decir por el predominio del capital financiero. Esto significa que el drenaje
de recursos de la economía productiva a la economía financiera fue, y es todavía, enorme. Sin duda, en
estos casos se hace necesaria una reforma financiera, porque reducir el peso de este último sector es un
factor clave de una reforma de la organización económica.
Finalmente, otros determinantes esenciales de la inversión, sobre todo para las grandes empresas
con capacidad de invertir en otros países, son:

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


299
– La tasa de ganancia esperada en el resto del mundo.
– La tasa de interés nacional.
– La tasa de interés en el resto del mundo.

2. La tasa de interés (i) es el costo del dinero pedido en préstamo. Cuando una empresa debe hacer una
fuerte inversión y necesita por tanto recurrir al dinero a crédito, considera la relación de los intereses
activos (los que la banca cobra por los créditos) y pasivos (los que la banca paga por los depósitos) con
la tasa de ganancia o de rendimiento esperado. Si las tasas de interés son muy altas, puede suceder que la
empresa decida no solicitar el crédito para financiar la inversión; incluso, puede decidir no hacerla y,
más bien, aprovechando esas elevadas tasas, utilizar sus propias utilidades para conceder préstamos de
efectivo a otras empresas (compra de acciones u obligaciones de una compañía), a particulares o al
Estado (compra de bonos del Tesoro o deuda pública).
La tasa de interés no es para el inversionista solamente un costo, sino que también representa una
oportunidad para ganar dinero sin invertir en bienes de capital. En consecuencia, el nivel de inversión
será tanto mayor:

– Cuanto mayor sea la tasa de ganancia esperada en el país en cuestión.


– Cuanto menores sean las tasas de ganancia que puedan obtenerse en el resto del mundo.
– Cuanto menores sean las tasas de interés en todo el mundo.

Una de las características de la coyuntura actual –valga decir, de los últimos veinticinco años– es
que el crecimiento de las tasas de interés es superior al crecimiento de los precios y mayor que la tasa
de crecimiento de la economía. Si esta situación se prolonga ya por tanto tiempo, es solo porque los
agentes que controlan el sistema productivo controlan también el sistema financiero. Pero, ciertamen-
te, no es posible que pueda seguir sosteniéndose por mucho más.

3. Si nos atenemos a las formulaciones doctrinarias, resulta que el sistema económico debe estar estre-
chamente conectado con el sistema financiero y, en consecuencia, los mercados de capital no deberían
tener una vida autónoma, separada del contexto económico-social general, en tanto que constituyen,
en las dinámicas del desarrollo capitalista, una suerte de termómetro de la credibilidad y del nivel de
eficiencia de los sistemas-país y del sistema capitalista en su conjunto. Si se observa cuanto ocurre
cotidianamente en la realidad de los mercados, se toma inmediatamente conciencia de que una vez
más los esquemas más corrientes de la doctrina quedan desmentidos.
Las leyes del capitalismo no tienen moral: las inversiones financieras siguen caminos especulativos con
dinámicas propias que van más allá del marco económico-político, para perseguir la mayor remunera-
ción y hacer cumplir la ley férrea de la ganancia a toda costa, debilitando en consecuencia la economía
real. No existe una motivación científica que guíe el desempeño de las inversiones financieras; todo se
coloca en una fe ciega en las leyes del mercado, en mecanismos que apuntan exclusivamente hacia las
mejores condiciones de rentabilidad, provocando así altos costos sociales.
Cuando priva esa fe ciega, cuando no hay mecanismos de control que puedan salvaguardar el
interés social colectivo, ocurre normalmente que los buenos desempeños bursátiles, las ganancias fi-
nancieras, crean condiciones para la contracción de las inversiones productivas y empujan la economía
real hacia vías negativas, que provocan alta desocupación estructural e incrementan los costos sociales

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


300
en general. Muy frecuentemente se presencian fuertes bifurcaciones entre la marcha de la economía
real y la dimensión del mercado de capitales. Baste pensar que en Inglaterra, donde se da la más alta
tasa de capitalización bursátil, se acompaña esto con datos desconsoladores para la economía real; y
viceversa: Alemania, que evidencia una fuerte hegemonía económica –por lo menos a escala continen-
tal–, muestra en cambio escasísimos resultados en términos de desarrollo del mercado bursátil. De allí
se deduce que una fuerte capitalización de la bolsa no necesariamente asegura un desarrollo sólido y
eficiente de la economía real: el “garito financiero” premia con frecuencia a las empresas capaces de
recortar el empleo, de disminuir el salario real otorgado a los trabajadores, de incrementar al máximo
la flexibilidad y la movilidad de los asalariados y de su retribución.
Vivimos en un sistema capitalista de rasgos financieros, un capitalismo sin leyes, muchas veces in-
cluso fuera de la ley, capaz de justificarlo todo con las hipotéticas e ilusorias virtudes autorregulatorias
del mercado4.
Con la financiarización de la economía, fenómeno que explota con las crisis energéticas de los años
setenta, el capitalismo internacional se coloca en un contexto de mutación de carácter cada vez más
degenerativo, en la ilusión de que el incremento de los medios de pago en papel o electrónicos pueda
estar en capacidad de crear riqueza real. El vínculo indisoluble entre globalización y financiarización
demuestra la enorme fragilidad de un modelo capitalista basado en la especulación financiera, que se
distancia más y más del valor efectivo de la economía real.
Ese es el verdadero significado de la globalización; una globalización de los mercados financieros,
en la que solo encuentra campo abierto la libertad absoluta de movimientos de capital, en desmedro
del trabajo, mientras que el movimiento de las personas y de las mercancías sigue sometido a políticas
proteccionistas, muchas veces de connotaciones racistas5. El movimiento de capitales en clave global es
un fenómeno que ha asumido características de irreversibilidad, en perjuicio del desarrollo de la eco-
nomía real, al concentrar la riqueza en un número cada vez menor de sujetos, aumentar en el planeta
las áreas de pobreza, los niveles y grados de marginalidad, y producir actividades extrañas y contrarias
a la utilidad social colectiva.

3. Liberalización financiera, el dinero capitalista y la asimetría monetaria6

3.1. El predominio del capital financiero


1. La decisión de los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, en 1980, de llevar a cabo
la desregulación del sistema financiero, la eliminación de los controles y la libre circulación de los
capitales financieros, ha dado lugar a una situación en la cual la autoridad de los Gobiernos nacio-
nales y los bancos centrales es sustituida por decisiones que derivan exclusivamente de las señales del
mercado. Sin embargo, es solamente en el mercado financiero donde la autoridad del mercado es casi
absoluta; “casi”, porque las monedas continúan siendo nacionales. Entonces, mientras los habitantes y
las mercancías de un país tienen un mercado nacional y si quieren salir de esa nación deben pasar por
los mecanismos del comercio internacional, las monedas de los países tienen un mercado mundial.
La evolución futura del mercado financiero global, su dinámica y sus contradicciones, represen-
tan las condiciones y posibilidades de la acumulación mundializada. El proceso de globalización, así

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


301
condicionado por esa evolución, reclama la comprensión de sus propios determinantes para visualizar
una prospectiva más regular de los cambios en curso. Pero el análisis de la evolución financiera exige
un pequeño recordatorio sobre la condición del dinero en la sociedad moderna.

2. En las sociedades precapitalistas, el dinero cumple la función de medio de cambio, unidad de cuenta
y expresión del valor de las mercancías. Su aparición y generalización facilitan la división personal del
trabajo, a través de la especialización de los trabajadores. A medida que el comercio se extiende a zonas
más lejanas, el uso del dinero facilita asimismo la división espacial del trabajo, mediante la especializa-
ción productiva de las regiones que se relacionan entre sí por el intercambio comercial.
Las sociedades precapitalistas, sociedades con mercado, funcionan con base en la lógica de la pro-
ducción y del intercambio de equivalentes, según la bien conocida expresión que hemos visto en la
primera parte del presente Tratado:

M - D - M'
M = M'

Donde D representa el dinero y M la mercancía.

Pero en las sociedades capitalistas el dinero amplía sus funciones y llega a cambiar de naturaleza. La
reproducción social se efectúa bajo la lógica de la acumulación y la realización del valor:

D - M - D'
D < D'

El dinero aparece como previo a la producción, e incluso el cambio llega a adquirir, en la reproduc-
ción social, autonomía con respecto a las mercancías.
Durante los miles de años en que cumplió funciones de intermediario entre mercancías equivalen-
tes, y aun en la primera etapa del capitalismo, el dinero fue siempre dinero-mercancía; es decir, tenía
un valor intrínseco. Por tal motivo, se trataba casi siempre de dinero metálico (oro o plata) o de otros
bienes con valor de uso propio (sal, camellos). La aparición del dinero fiduciario mantuvo siempre un
vínculo con un valor de uso particular; como bien lo explica Marx, no era más que una representación
subordinada del dinero real7.

3. Pero la evolución del capitalismo muestra que este sufre en su desarrollo mutaciones estructurales
importantes, que permiten hablar de distintas fases en su devenir histórico. También el sistema mone-
tario está sujeto a modificaciones de carácter estructural, aun cuando estas no han recibido la atención
debida por parte de los autores marxistas.
Algunos economistas poskeynesianos han hecho importantes aportes a ese respecto. De acuerdo
con Chick (1986: 111-126) y con Chick y Down (1988: 219-250), el sistema bancario ha conocido
cinco etapas en su evolución orgánica bajo el capitalismo:

a) Una primera fase en la cual los títulos bancarios no son todavía medios de pago y los bancos son
simples intermediarios entre ahorristas e inversionistas.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


302
b) Una segunda fase en la cual los depósitos y títulos bancarios (dinero bancario) son utilizados
como medios de pago. El multiplicador de las reservas es menor mientras más descentralizado
esté el sistema e inferior sea la cuota de mercado del banco en cuestión.
c) En la tercera fase aparecen los préstamos interbancarios y aumentan tanto la coherencia del
sistema como el volumen del crédito con respecto a las reservas.
d) En la cuarta fase aparece una autoridad monetaria central, que acepta asumir en última instancia
el papel de usurero. Las reservas continúan siendo exógenas. En todo caso, la oferta de crédito
se torna mucho más elástica cuando el sistema bancario puede expandirlo sin peligro de encon-
trarse en una situación de escasez de reservas. En esta fase, la oferta de crédito para la inversión
está determinada por la demanda. La expansión del crédito va más allá de las necesidades de la
economía productiva y se produce un desarrollo de los mercados financieros, que reclaman una
porción creciente. En etapas recesivas, esa demanda puede suponer una restricción del volumen
de crédito disponible para las actividades productivas.
e) En la quinta fase, la competencia interbancaria fuerza a los bancos a cubrir la demanda expansi-
va de créditos, para lo cual compiten por los depósitos de otras entidades financieras e, incluso,
por atraer los fondos de ahorro a largo plazo allí depositados. La competencia se extiende a la
conquista de la cuota crediticia de otros bancos y el resultado final es el alza de los intereses
pasivos. En esta fase, la capacidad de la autoridad monetaria para controlar el volumen del cré-
dito disminuye hasta el punto de que la disponibilidad de recursos financieros pasa a depender
únicamente del mercado. Una parte creciente del financiamiento se destina a usos especulativos,
con lo cual se rompe la relación entre el crédito bancario y el comercio financiero, de un lado, y
la economía real, la de la producción y el comercio de bienes y servicios, del otro.

En esa evolución, lo que importa subrayar es cómo el sistema bancario es capaz, en cualquier
momento, de crear crédito independientemente del ahorro, cosa que rompe la identificación entre
ahorro e inversión, tan estimada por la economía neoclásica. Cuando la evolución del sistema alcanza
ese momento, el dinero bancario es dinero en el sentido más pleno de la palabra, al tiempo que deja de
tener vinculación directa con una base de mercado real (el dinero-crédito sustituye al dinero-mercancía
como equivalente general en el sistema productivo y se convierte, por convención, en una unidad
de cuenta).

4. A pesar de estas importantes profundizaciones analíticas, una limitación del análisis poskeynesiano
radica, precisamente, en la insuficiente consideración de los aspectos internacionales de las relaciones
económicas y sociales; insuficiencia esta que disminuye la capacidad de interpretar la génesis de la
globalización financiera.
En realidad, la quinta fase de esa evolución no culmina hasta tanto el sistema bancario nacional no
rompe los últimos vínculos y establece la existencia de una autoridad monetaria central.
La globalización financiera, con la aparición de los mercados europeos, ofrece esa posibilidad: la
última fase evolutiva de los sistemas bancarios nacionales exige de estos la superación de su propia
dimensión nacional. Se transforma así, esta fase, en el estadio terminal de dichos sistemas.
Las nuevas tecnologías han contribuido de manera determinante a este desarrollo, al eliminar las
barreras de tiempo y espacio en la circulación de los capitales financieros: un dólar puede encontrarse

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


303
en este momento en Hong Kong y, tras pulsar una tecla en la computadora, un instante después
se ha desplazado a Nueva York. Se pulsa una más, y al segundo se cambia en euros en Frankfurt,
Alemania.
Son entonces también importantes las razones inherentes a las características del capital financiero
y a las particulares facilidades que brinda la circulación del dinero: no hay peso alguno, no ocupa es-
pacio; es posible transportarlo en cualquier cantidad con solo algunas operaciones contables y, gracias
a esas nuevas tecnologías, el tiempo no es un elemento que cuente para su circulación de un punto a
otro del planeta.
De igual forma, el factor dimensión también es importante. La concentración y centralización
de capitales ha llegado a un punto en el que los actuales mercados nacionales, incluso los más gran-
des (Japón, Estados Unidos), se han hecho pequeños para los volúmenes que pueden movilizar los
grandes operadores financieros (bancos, fondos de pensiones, compañías aseguradoras).

5. En principio, los bancos (multinacionales) sirven de apoyo para la realización del capital interna-
cional en el circuito D - M - D'. El gran desarrollo del sistema mundial de crédito, a fines del siglo
xix, acompañó a las empresas comerciales y productivas en la expansión hacia las colonias y en la
formación de imperios, por una parte, y por otra en la creciente corriente de intercambios en Europa
y Norteamérica. Hoy, por el contrario, la mayor parte de los fondos que negocian los bancos multina-
cionales se dedica a operaciones estrictamente financieras en los mercados de capital, operaciones en
las cuales intervienen solo los grandes bancos, sea en la compra de divisas o en la concesión de créditos
internacionales.
El mercado internacional de capital, lugar donde se realizan las operaciones financieras, está consti-
tuido por una red de plazas repartidas por todo el mundo: Londres, Nueva York, Tokio, París, Frankfurt,
Ámsterdam… pero también Singapur, Hong Kong, Panamá, Luxemburgo, Bahréin, Bahamas y las
Islas Caimán. Esa red ha contribuido a fortalecer el carácter autónomo de la circulación financiera, a
multiplicar la cantidad de operaciones que se cumplen estrictamente dentro de ese marco, no ligadas al
proceso productivo real, y a incrementar cada vez más el carácter ficticio de los movimientos de capital
(economía casino). Los organismos financieros han diseñado los mecanismos más refinados para hacer
que “el dinero produzca más dinero”.
La centralización de capitales en el sector financiero se ha acelerado con las medidas neoliberales
de gestión de la crisis. Las políticas neoliberales tienden a transferir la utilidad del sector productivo al
financiero, porque este último es el encargado de reconvertir las actividades productivas, reasignar los
recursos para ellas y establecer qué y cómo producir. Es este sector el que pone en movimiento los nue-
vos procesos productivos: es siempre el dinero-crédito el que enciende la máquina de la producción,
que consiste en fabricar mercancías con cuya venta obtener más dinero. El dinero es “el principio y el
fin”, “el alfa y la omega”, “el Paraíso y el Apocalipsis” de la producción capitalista.

3.2. El nuevo sistema: la globalización financiera


1. A partir de los años ochenta, el papel fundamental de la divisa clave no es ya el servir como medio
de pago internacional, sino ser la reserva monetaria de valor internacional: en el decenio de Reagan,
Estados Unidos pone su política económica al servicio del mantenimiento de ese papel internacio-
nal para el dólar. Por eso, a falta de hegemonía comercial, crea un sistema paralelo de circulación

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


304
internacional del capital financiero, constituido por los mercados europeos, que permite mantener
el dólar como divisa dominante y evitar que los desequilibrios comerciales y financieros de Estados
Unidos se trasladen a su moneda.
Para entender mejor la fase actual, podemos describir sintéticamente los distintos regímenes mone-
tarios por los que ha pasado el sistema internacional de pagos desde la implementación de los acuerdos
de Bretton Woods:

– 1948-1971: Durante la eficiente regulación del sistema de Bretton Woods, la circulación inter-
nacional de mercancías consiste, en última instancia, en un comercio de trueque: los pagos se
hacen en dinero metálico, es decir en (dólares respaldados en) oro. Este sistema logra funcionar
mientras Estados Unidos garantiza unas reservas de oro y divisas equivalentes –o al menos en
suficiente medida– al valor de las reservas acumuladas en dólares en los bancos centrales del
resto del mundo.
– 1971-1985: Sin embargo, cuando las condiciones estructurales se modifican y comienzan a apa-
recer los primeros déficit de cuenta corriente en la economía norteamericana, Estados Unidos
rechaza el acuerdo y rompe las reglas del juego. Su dominio político-militar es garantía de la
aceptación de un volumen de crédito no vinculado a sus necesidades de importación de mercan-
cías. La crisis del sistema de Bretton Woods se presenta tradicionalmente como la dificultad de
la divisa clave, el dólar, para honrar la promesa de convertir en oro todos los dólares depositados
en los bancos centrales del resto del mundo, como consecuencia de un déficit en la balanza
de pagos que supera las reservas federales en ese metal. La declaración de inconvertibilidad
transforma automáticamente las reservas en dólares de los bancos centrales del mundo entero
en títulos de deuda de la economía norteamericana, sin valor material y sin otra garantía que
su aceptación como certificados bancarios de dichos títulos. La circulación internacional de
mercancías se mantiene sobre esas bases durante casi una década, sin que los acreedores logren
tener la fuerza suficiente para ejecutar los créditos, ni para establecer un nuevo sistema de pagos
con garantía.
– 1985-2006: Pero este pseudosistema genera fuertes presiones inflacionarias. La acumulación
de dólares equivale a una emisión interna de liquidez por parte de los diferentes países, y la
resistencia del banco central obliga a diseñar otro sistema de liquidación y de deuda internacio-
nal. La desregulación financiera, que comienza en 1980, culmina a mitad de la década con la
generalización de los mercados europeos. Su punto de partida es una transacción en la que un
valor producido en un país cualquiera (“resto del mundo”) se realiza en otro (Estados Unidos),
sin que ello implique desembolso monetario alguno entre comprador y vendedor. Una transac-
ción contable, dentro del sistema bancario, que se traduce en el pago desde una cuenta bancaria
que está a nombre del importador a una cuenta a nombre del banco que actúa por encargo del
vendedor dentro de Estados Unidos; de ese modo no se produce salida alguna de dinero-crédito
ni, por tanto, aumento de la liquidez internacional. En lugar de eso, la banca que recibe el pago
obtiene un permiso de emisión en una moneda que no es el dólar estadounidense: la apertura
de una cuenta en eurodivisas –es decir, en cualquier otra eurodivisa–, a nombre del vendedor,
que se transforma en un activo bancario cuando el banco comienza a emitir crédito en euro-
divisas8. En otras palabras, las transacciones de la era de la globalización financiera eliminan la

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


305
presencia de la autoridad monetaria y le asignan un nuevo papel a las instituciones bancarias,
que se convierten en garantes de las transacciones reales a cambio de un derecho de emisión sin
restricciones en el nuevo mercado financiero global.

2. Estados Unidos consigue así pagar sus importaciones, pero no con exportaciones, ni con emisiones
de deuda, sino creando una nueva mercancía, que podemos denominar permiso de emisión de crédito
mundial. La creciente financiarización de la economía mundial se traduce entonces, además, en una
mayor capacidad, por parte de Estados Unidos, para cubrir su desequilibrio de cuenta corriente me-
diante la absorción de liquidez internacional. De esta manera, Estados Unidos mantiene sus estrategias
político-económicas sin tener que restringir su propio desequilibrio externo, a diferencia del resto del
mundo, que en última instancia solo puede pagar sus importaciones con exportaciones. La asimetría
entre el dólar y el resto de las monedas nacionales, que en el sistema de Bretton Woods se basaba
en el dominio comercial y productivo de la economía norteamericana, ahora, en el no-sistema de la
globalización, se fundamenta en cambio en el papel político de Estados Unidos, que sirve para generar
la confianza necesaria en las transacciones inmateriales de los mercados europeos.

Fase del sistema Bretton Woods Crisis de Bretton Woods Globalización financiera
monetario internacional 1948-1971 1971-1980 1980-2006

Medio de pago Dinero-mercancía Dinero-crédito nacional Dinero bancario


nacional (dólar oro) (dólar no convertible) mundial (eurodivisas)

Autoridad institucional FMI Reserva Federal Ninguna

Límite del sistema Balanza de pagos Credibilidad Colapso de la cadena


de Estados Unidos político-económica de creación-aceptación
de Estados Unidos del dinero

Riesgo del sistema Solvencia de los pagos Credibilidad estatal Credibilidad bancaria

En esta perspectiva y vista de conjunto, la globalización financiera aparece como un intento de pre-
servar la hegemonía del imperialismo norteamericano. En términos de valor, el imperialismo implica
una transferencia sistemática de riqueza social de los países y pueblos dominados hacia los dominantes.
Gracias al sistema financiero global, Estados Unidos puede recibir, a través del comercio internacional,
una masiva transferencia de riqueza incorporada a los bienes y servicios, y mantener intacta la cantidad
de dinero-capital que sirve para el pago de las mercancías. De allí su interés en que el dólar siga siendo
la moneda de reserva y, sobre todo, la moneda-refugio. En caso de que apareciera otra divisa que pueda
cumplir el mismo papel, no habría manera de evitar la incorporación del país que la emita (o del polo,
como sería la Unión Europea con el euro) al lado privilegiado de las transacciones internacionales,
lugar que ahora ocupa con exclusividad Estados Unidos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


306
3.3. Nuevas rivalidades y competencia global
1. Los mercados europeos son compatibles con una autoridad monetaria solo si esta es internacional;
es decir, si la política monetaria se traslada a una autoridad global supranacional9. Se requiere, por
tanto, un nuevo sistema monetario internacional, a fin de que dichos mercados dejen de ser libres y
se conviertan en regulados. Además, hay que tomar en cuenta que el de la moneda no es un mercado
como los otros, por al menos dos razones:

a) Si los mercados de bienes son asunto de los operadores privados, y se puede considerar la pre-
sencia del Estado como la de un productor más (consumidor o agente), entonces el Estado (o
la autoridad monetaria) juega un papel específico en el mercado de la moneda, dado que puede
actuar unilateralmente sobre su oferta.
b) A la moneda no se le quiere tener por sí misma, a diferencia del acero o de los servicios de
peluquería. Puede construirse una función de utilidad o una demanda de moneda, pero estas se
definen siempre en función del resto de la economía.

En ausencia de una regulación estatal –es decir, en condiciones de libre mercado o mercado puro–,
la creación y circulación de dinero no se traduce, en ningún caso, en un hipotético precio de equilibrio,
ya que la carencia de equilibrio es la característica definitiva de un mercado de moneda en cortocircui-
to respecto a la circulación de valores reales.

2. La realidad de la economía internacional presenta problemas adicionales. En particular, se considera


que la moneda tiene simultáneamente dos precios:

– Uno en el tiempo (tasa de interés).


– Otro en el espacio, que es su precio en otra moneda (tasa de cambio).

La tasa de cambio, como precio relativo de dos monedas, o de una en términos de otra, introduce
en el mercado de la primera las consecuencias de las decisiones tomadas por el Estado de la segunda,
y viceversa. Puede fijarse la tasa o tipo de cambio, pero hay que actuar sobre las balanzas de pago para
equilibrar, o sobre las reservas, pero esto no puede durar más que un determinado tiempo.
La crisis económica demuestra que aquello que se definió como una teoría no era más que un con-
junto de hipótesis o postulados que, al costo de estrellarse contra la dinámica real de la economía, de-
vino durante los años ochenta en ideología oficial de las agencias internacionales de financiamiento10.
Desde que el sistema basado en el modelo dólar-oro comenzó a mostrar sus limitaciones, la Unión
Europea tomó medidas para aislarse de la crisis monetaria internacional, con mayor rapidez y eficacia
que Japón.
La creación del Sistema Monetario Europeo, como medida de estabilización monetaria regional, es
la respuesta a la decisión de Estados Unidos y el FMI de iniciar una etapa de desreglamentación de las
tasas de cambio de mercado a escala mundial. La decisión de crear una moneda europea es la respuesta
al intento de Estados Unidos, en el contexto de su pérdida de hegemonía comercial, de mantener el
dólar como moneda internacional.
Las reservas de los bancos centrales tienen una importancia estratégica en la conformación de la
jerarquía imperialista mundial. Mientras la creación monetaria es un fenómeno nacional, los países

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


307
que logran que su moneda forme parte de las reservas de los bancos centrales del resto del mundo
obtienen con ello una posición privilegiada en los intercambios reales: tener una divisa aceptada de esa
manera, equivale a comprar –en el resto del mundo– mercancías, servicios y valores a cambio de títulos
de crédito.
Se obtienen, además, valores de uso específicos, importaciones, a cambio de meros signos de cam-
bio genéricos. Los extranjeros que posean tales billetes pueden cambiarlos, en el país que los emite, por
mercancías exportables, o gastarlos allí en cualquier bien o servicio no exportable. Así, mientras los
países sin divisa de referencia se ven obligados a producir bienes exportables por un valor equivalente
a las importaciones que desean, el país que cuenta con tal divisa puede importar con solo presentar a
cambio su producción total de valores, como contrapartida potencial al valor de esas importaciones.
Estas vienen a ser entonces una restricción menor en la asignación de los recursos, mientras que
constituyen una restricción importante en los países que no cuentan con una moneda que sirva como
instrumento de pago internacional; restricción tanto más significativa cuanto mayor sea la dependen-
cia estructural de las importaciones. Esta asimetría se refuerza, en favor del país emisor de divisas, si
sus billetes fungen como reserva de valor internacional; vale decir, si los bancos centrales convienen en
mantenerlos en sus propias reservas por largos períodos.

3. La estabilidad monetaria es una de las condiciones para que una divisa sea aceptada como reserva
internacional de valor o, en otras palabras, para que su función de equivalente de valor sea estable en
el tiempo. Pero la estabilidad de una divisa tiene dos caras: como medio de pago internacional, viene
dada por el valor relativo de la moneda en términos de otras monedas nacionales (tasa de cambio); en
cuanto reserva de valor, en cambio, la referencia de estabilidad es la cantidad de valores que permite
adquirir en el país emisor. La inflación y la tasa de interés serán los signos claves para determinar el
grado de estabilidad de una divisa que sirva de reserva internacional de valor.
La reacción de Estados Unidos ante el proceso de creación del euro puede interpretarse a partir
de su política de aumento de las tasas de interés y del mantenimiento de una tasa de cambio sobre-
valorada, como parte de una estrategia dirigida a evitar que el euro desplace a Estados Unidos de la
situación que actualmente disfruta gracias a su hegemonía en la constitución de las reservas de los
bancos centrales del resto del mundo.

4. Por otra parte, la globalización financiera genera importantes contradicciones en el proceso de


acumulación de capital. No permite resolver los enormes problemas creados y acrecentados en los
decenios de crisis, ni tampoco mediar entre las distintas fracciones del capital. Ciertamente, la globa-
lización es de algún modo una extensión de la ley de la centralización y concentración del capital, que
se expresa, por ejemplo, en el reforzamiento del poder económico y político de los grandes capitalistas,
propietarios de las empresas multinacionales, y en la creciente subordinación a estas de las pequeñas y
medianas empresas, limitadas al papel de subcontratistas y sujetas a control externo.
En cierto sentido, la globalización neoliberal es también creación de condiciones para una centra-
lización a mayor escala. Y es en este punto que se manifiestan algunas contradicciones graves entre
fracciones del capital multinacional. En particular, hay una asimetría creciente entre las ganancias
del capital productivo y las del capital financiero y especulativo, que abre hoy una brecha en la unidad del
capital en torno a las políticas neoliberales vigentes.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


308
La historia del capitalismo enseña cómo el empleo masivo de la tecnología incrementó la produc-
tividad del trabajo humano y, hasta cierto punto, incluso los salarios, pero es preciso recordar que las
leyes férreas del libre mercado exigen la máxima restricción de los costos de producción –sobre todo
ese que se recupera con dificultad, como es el costo del trabajo– para poder mantener en óptimo punto
el indicador de eficiencia, medido como relación entre sacrificios y beneficios, o sea, como costos de
producción e ingresos (ganancias realizadas).
La continua mutación socioeconómica de la sociedad capitalista, en los cambios culturales y en las
necesidades inducidas, las transformaciones globalmente reconducibles al progreso tecnológico, han
llevado, en el curso del último siglo, a la afirmación de varios modelos de desarrollo para la producción
industrial en masa. Fue así que en Estados Unidos se afirmó, a comienzos de la pasada centuria, el
llamado “modelo taylorista-fordista”, que se fundamenta en la incorporación de tecnologías mecánicas
a la producción y en la subdivisión del proceso en numerosas operaciones individuales, que pueden
entonces ser ejecutadas del mejor modo y en el menor tiempo posible11. La parcelización del trabajo
y la producción en serie estandarizada y masiva de bienes caracterizan este modelo que, al depender
de la demanda creciente de bienes de consumo, tuvo su crisis a comienzos de los años setenta con la
saturación de la demanda y la disminución de la productividad.
De igual forma, desde la posguerra hasta hoy se pueden identificar muchos “capitalismos”, es decir,
muchos modelos geográficos y sociales de desarrollo económico. En particular, resalta el paso de un
modelo de progresiva concentración territorial de la producción, de la renta y de la población, a otro
de difusión local de las dinámicas de desarrollo, que ha afectado áreas de relevancia media. Esto, en
cualquier modo, no ha llevado a la reducción de los desequilibrios norte-sur, ni a una disminución de
las capas de pobreza absoluta o relativa, y en cambio ha dado lugar a formas de superación de la dicoto-
mía ocasionada tanto por la diversificación económica de las regiones intermedias y el enlentecimiento
de las más avanzadas, como, sobre todo, por el nacimiento de nuevos sujetos sociales y económicos
marginales y marginados. Se va profundizando así la brecha entre un mundo rico y sectores cada vez
más vastos de población excluida, precarizada, cercana al umbral de la pobreza; masas sociales a las que
estos procesos de desarrollo marginan y empobrecen al punto de poder ser consideradas como parte
de los “nuevos miserables” en la sociedad de la opulencia. Todos los períodos del desarrollo económico
han provocado una creciente diferenciación territorial y social, puesto que sus fases acentúan los flujos
migratorios y los procesos de urbanización y, con esto, los procesos de expulsión de las garantías de
ingreso económico, con sus consecuentes fenómenos socioeconómicos que transforman las relaciones
centro-periferia –en clave geográfica– y entre sujetos con garantías y sujetos sin garantías –en clave
económica–, y que van engrosando así las filas de las nuevas marginalidades, de las exclusiones, de las
nuevas pobrezas.
Todo esto es aún más cierto hoy, en la actual fase de mundialización capitalista con características
de auténtica competencia global.

CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO


309
­— notas —

1 En el curso de los años noventa, la cotización accionaria en la bolsa neoyorquina se incrementó a más del doble. Esto es signo

tangible de la financiarización creciente del capital mundial.

2 Mientras la evasión es el ocultamiento de una carga fiscal (para lo cual en Italia, por ejemplo, están previstas sanciones penales

y administrativas), la elusión consiste en la aplicación (abusiva) de una norma favorable en lugar de aquella, más desfavorable,
prevista por la ley para esa determinada carga fiscal. En palabras de uno de los mayores tributaristas italianos: “Quien evade,
crea la carga fiscal, pero luego se sustrae a las consecuencias que de allí se derivan; quien elude, evita crear el caso tributario
correspondiente a un determinado resultado económico, y crea otro equivalente, al que corresponde un tratamiento fiscal más
favorable” (Tesauro, 2003: 249). Carlo (1979; 1986) ha insistido por años en el carácter estructural de la evasión fiscal empresarial
para los fines de la acumulación capitalista.

3 Que hoy parece ser observado más por los Gobiernos “progresistas” que por los conservadores: véanse las políticas de

los gobiernos de Bush en Estados Unidos y de Berlusconi en Italia, y confróntense con las políticas de rigor aplicadas por la
administración Clinton y por los Gobiernos técnicos y de centro-izquierda en Italia.

4 Sobre la actual fase neoliberal de financiarización de la economía, se pueden consultar diversos textos publicados por el autor,

solo o en colaboración con otros, en Jaca Book; cfr. la bibliografía final.

5 Véase por ejemplo, en materia de inmigración, la ley Bossi-Fini, promulgada en Italia durante el último gobierno de Berlusconi

(2001-2006), que se caracterizó por una formulación claramente etnocéntrica e introdujo elementos “biológico-identitarios” a los
fines de una definición de “italianidad”. Para una lectura de este orden, cfr. Bettini (2002: 831 ss.).

6 El presente parágrafo se remite a los contenidos del artículo de Arriola (2001b), de la misma forma en que, al aparecer estos

mismos temas en las páginas que siguen, se hará frecuente referencia a algunos de sus trabajos.

7 “Das Papiergeld ist Goldzeichen oder Geldzeichen”. Marx: , MEW 23: 142 (cfr. 138-160).

8 Se puede ver el mecanismo desvinculante de este proceso en Krugman y Obstfeld (1995: 780 ss.), aun si no va más allá de su

descripción mecánica. Cfr. también Gill (1983: 157).

9 La presencia de los euromercados, que ha conducido a la pérdida de control sobre los agregados monetarios a corto plazo de

los bancos centrales, explica por qué el control de la inflación se logra hoy solamente mediante intervenciones de tipo reductivo
en las variables que conforman la demanda de dinero, en particular los salarios.

10 Las ideas anteriores han sido tomadas de la obra de Byé y Destanne de Bernis (1987), donde se encuentran ampliamente

desarrolladas.

11 La elevada fragmentación de las tareas laborales que llevó a cabo el taylorismo estaba dirigida, sobre todo, a la destrucción de

uno de los mayores poderes de la clase trabajadora: el de contraponer su propio conocimiento, su calificación, a las exigencias del
capital. La simplificación extrema de las labores y la consecuente especialización servían precisamente para eso. Y es en ese proceso
que se produce la transformación del obrero-artesano calificado en obrero-masa escasamente calificado o fácilmente adiestrable.
Cfr. Braverman (1998).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


310
Capítulo II
SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN
Y DE PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA

1. Un repaso a los principios de la planificación

1. La planificación ha sido muchas veces considerada únicamente como una fase fundamental de
la actividad económica, particularmente ligada a la existencia del socialismo. Se trata, en cam-
bio, de un proceso inherente al desarrollo de la sociedad y, por ende, de la especie humana. Uno
de los elementos que han signado la evolución del hombre ha sido el saber equilibrar la disponi-
bilidad de recursos y la satisfacción de las necesidades. Todo el mundo, de un modo u otro, siente
la necesidad de planificar sus actividades vitales o, cuando menos, intenta hacerlo. Es esto lo que
diferencia al ser humano de otras especies: la capacidad de proyectar teóricamente un fin u obje-
tivo que se propone realizar. Por ese motivo, algunos autores consideran la planificación como un
proceso en el que “organizamos nuestra acción tomando en cuenta un determinado fin” (González
Gutiérrez, 2001).
2. Conceptualmente, el proceso de planificación ha sido interpretado de muchas maneras, según la
época, las condiciones económicas y el lugar. Algunos autores sostienen que “comprende la definición
de los objetivos o metas de la organización, la identificación de una estrategia general para alcanzar
esas metas y el desarrollo de una completa jerarquización de planes para integrar y coordinar las acti-
vidades. De tal manera, comprende tanto los fines (lo que se quiere hacer) como los medios (el cómo
hacerlo)” (Robbins, De Cenzo, 1996: 58-59).
O también, para citar otra célebre definición: “Planificar significa (…) establecer las premisas deci-
sorias para decisiones futuras; más brevemente, planificar significa decidir sobre las decisiones” (Luh-
mann, 1990: 123).
Obviamente, la planificación así concebida está circunscrita a una forma específica, en el contexto
de un sistema de relaciones productivas en el que los objetivos finales no tienen, necesariamente, que
estar orientados hacia la profundización de la justicia y la elevación del bienestar social, con sentido de
equidad. En términos más apropiados, la aproximación de algunos autores cubanos, a partir de la obra
de Alfredo González y más tarde también de muchos de los últimos trabajos de Hugo Pons –a cuyas
formulaciones a este respecto se hace frecuente referencia en este texto–, permite acercarse a una de-
finición que considera la planificación como una visión del futuro que implicaría en sí misma una
valoración de la situación actual, su proyección dinámica y el proyecto de un hipotético futuro, y en
la cual se inserta el proceso de control sistemático, periódico y permanente, que permite controlar la
ejecución de las actividades y evaluar el resultado en función de priorizar el grado de satisfacción de
las necesidades sociales1.
La planificación no es solamente un modelo. Como proceso, ella significa, en primer lugar, actuar
metódicamente según las circunstancias; es decir, considerar la importancia de una decisión tomada,
cuáles son sus consecuencias, en qué momento es mejor tomarla, en qué momento se debe esperar
(Rodríguez, 2000: 5).
Como actividad, la planificación se inserta en el proceso de dirección. Sea que se trate de un ejérci-
to, una empresa o un equipo de fútbol, en la entidad respectiva deben estar presentes y activos cuatro
elementos: la organización, la planificación, la dirección2 y el control (González G., 2001).

3. Al analizar estos elementos, González G. (2001) considera los contenidos más generales que los ca-
racterizan y diferencian. Así, explica que la organización es la forma en que se reúnen y ordenan los
diversos componentes y, en particular, las relaciones jerárquicas y las funciones. La planificación se
concibe como la identificación de objetivos y la escogencia de las acciones que se emprenderán para
alcanzarlos. La dirección es un proceso ejecutivo de toma de decisiones y, finalmente, el control es la
comparación de los resultados con los objetivos inicialmente planteados.
Estos elementos se sitúan en el marco de un proceso de carácter lógico, cada uno de ellos como
punto de partida del otro, y en su conjunto constituyen la estructura del proceso de gestión:

a) La planificación incluye metas, establece estrategias y desarrolla planes para coordinar actividades.
b) La organización determina lo que se debe hacer, cómo se hará y quién habrá de hacerlo.
c) La dirección se ocupa de coordinar y motivar a todas las partes involucradas, seleccionar los
canales de comunicación más eficaces y resolver los conflictos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


312
d) El control permite hacer el seguimiento de las actividades, para asegurar que se ejecuten según lo
establecido y corregir eventuales desviaciones significativas.

Desde ese punto de vista es posible hablar de planificación en su significado más amplio. Cuando
esta proyección dinámica se dirige hacia la actividad económica en sentido general, se habla de plani-
ficación de la economía nacional.
En la literatura especializada en temas de administración, el tema de la planificación se identifica
generalmente con la programación y acoge así las experiencias de las multinacionales y, en general, de
la economía empresarial en el ámbito del mercado capitalista. No obstante, es posible encontrar reco-
mendaciones útiles para el sector público, no solo en cuanto a la organización de las instituciones que
lo componen, sino también en lo concerniente a las responsabilidades que les competen en la elabora-
ción, introducción y control de los planes de desarrollo económico y social. Es asimismo útil conocer las
experiencias de otros países y los tipos de planes que se elaboran como instrumento de dirección de
las actividades económicas y de servicios, en función de los fines y objetivos de las organizaciones. Esta
información puede constituir un punto de referencia para el perfeccionamiento de la planificación.

4. Algunos autores sostienen que las organizaciones utilizan principalmente dos tipos de planes: los
estratégicos, que están dirigidos al logro de sus objetivos generales, y los operativos, que indican cómo
han de manifestarse las estrategias en las actividades rutinarias. Como primera fase, en todo caso, se
debe alcanzar la definición de la “misión”, término por otra parte cada vez más difundido en el ámbito
empresarial: una meta general que refleja las bases de la organización, sus objetivos, sus valores, su
ámbito y el lugar que aspira a ocupar, como proyecto final, en el macrosistema espacial, sea que se trate
de una empresa o del operador país3.
El proceso formal está caracterizado, en todo caso, por la necesidad de enfrentar algunos aspectos
particulares de la planificación, que la hacen variar según la naturaleza de los procesos socioeconómicos
a los que se aplica.
En el capitalismo, el control de la propiedad privada sobre los medios de producción aísla a los
productores y los coloca en una guerra de todos contra todos, dado que cada uno actúa en su propio
interés personal; más aún, es gracias a su actuación egoísta que, según la ortodoxia dominante, se
alcanzaría el bienestar general (aunque, en verdad, la heterogeneidad de los fines está siempre pronta
a desmentir tales axiomas).
En estas condiciones, las leyes económicas son frecuentemente dictadas de manera espontánea e
incontrolada, como potencias extrañas que se imponen a los hombres y los dominan, por efecto de las
fuerzas ciegas del mercado o, mejor dicho, por causa de la formación de un mercado mundial en el
que se evidencia el carácter internacional de las contradicciones entre burguesía y proletariado (AAVV,
2002).

Las condiciones del proceso de internacionalización del capital y la concentración de las actividades
económico-productivas en manos de las grandes multinacionales, permiten ampliar la capacidad de
influir sobre el comportamiento del mercado y de poner en práctica algunas formas de control basadas
en técnicas de investigación cada vez más modernas y en tecnologías más y más desarrolladas. Sin
embargo, el control social de la producción no se cumple en interés de toda la sociedad, sino en el de
la burguesía monopólica. Además, esta posibilidad no elimina la extemporaneidad ni la anarquía
de los procesos económicos (AAVV, 2002: 50).

SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA


313
Antes bien,

este intento de control monopólico estatal de la economía confirma la tesis marxista según la cual el
desarrollo de las fuerzas productivas conduce en el capitalismo inevitablemente al control social de
la producción; control que solo en el dominio de la propiedad social puede llevarse a cabo en interés
de toda la sociedad (AAVV, 2002: 51)4.

En el socialismo, por el contrario, la sociedad, devenida en sujeto único de la propiedad y de la


gestión económica, tiene la posibilidad de dirigir y regular conscientemente el desarrollo de la produc-
ción social como proceso único, orientado a la realización de su finalidad suprema: el desarrollo libre y
universal del hombre (AAVV, 1991).

5. Es necesario señalar que el mecanismo de control estatal de la economía permite, en países con
economía de mercado, influir en el curso de la reproducción capitalista, a partir de la aplicación de
métodos que contribuyan a acelerar o desacelerar el proceso de estímulo para el avance económico.
Sin embargo, es fundamental insistir en el hecho de que ese control no se ejerce en función de los
intereses de la sociedad, sino en el de aquellos entes, empresas5 y organizaciones privadas que dominan
la actividad económica. Ese control no está en condiciones de eliminar la anarquía y espontaneidad
de los procesos económicos; más bien los condiciona, dentro de límites que permiten la preservación de
relaciones económicas convenientes para el nivel de propiedad privada alcanzado.
Aunque es muy difícil hacer comparaciones eficaces entre países, dada la disparidad de los datos,
puede decirse que en cualquier situación de control estatal de la economía de mercado, y al menos
hasta concluir los años setenta, resaltó siempre un dato unívoco: la fuerte presencia de las empresas
públicas, sus positivas consecuencias indirectas –en términos macroeconómicos– sobre los sistemas
productivos y, por ende, su peso fundamental en la economía general de cada país en cuestión. Esa
situación se mantuvo hasta el inicio del llamado “intenso proceso a etapas forzadas” de privatización,
que ha afectado, aunque de maneras y con tiempos diversos, a la mayoría de los países europeos desde
los primeros años ochenta hasta hoy.
Es sabido que el objetivo de las empresas públicas no radica en la maximización de la ganancia, sino
en una serie de metas de otra índole, que deben ser alcanzadas en nombre del interés de la colectividad.
De hecho, aun cuando sea para ellas fundamental el lograr resultados de gestión positivos, deben por
otra parte tomar muy seriamente en consideración todos los factores vinculados con la economía
nacional y con el interés económico y social general. En ese sentido, puede decirse que una empresa
pública tiene entre sus objetivos principales el logro de una eficiencia distributiva, redistributiva y so-
cial que permita llevar al máximo la satisfacción de los consumidores, asegurar la mayor transparencia
posible y corregir las fallas del mercado.

2. Reflexiones sobre el caso de Italia

1. La necesidad de intervenir en sectores económicos en los cuales la iniciativa privada se encontraba


en dificultades, llevó en Italia, por ejemplo, al surgimiento de las participaciones estatales, un sistema

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


314
que en el pasado dio notables resultados positivos, no obstante sus contradicciones y los nexos a veces
perversos que se dieron entre el mundo partidista y la gestión económica. Baste recordar el impulso
conferido al desarrollo económico italiano en el período que va de la posguerra a comienzos de los
años setenta, aun cuando ese crecimiento se hizo acompañar por desequilibrios sectoriales y territo-
riales, además de económico-redistributivos. En confirmación de lo dicho, recuérdese asimismo la
importancia que tuvo en Italia, y sobre todo en el Mezzogiorno, la intervención del Estado durante
la delicada fase de la reconstrucción posbélica. Es fundamental recordar también que los objetivos de
una empresa pública deben ser capaces de justificar la presencia del Estado en los sectores estratégicos
para el desarrollo de la economía nacional, lo cual ha de traducirse en el apoyo a las empresas presentes
en sectores caracterizados por una rentabilidad a largo pazo y a las inversiones de alto riesgo y, al mismo
tiempo, en la aplicación de políticas estructurales de empleo (requisitos que el Ente Nacional para la
Energía Eléctrica, ENEL, cumplió plenamente en su campo)6.
Se trata de objetivos que exigen, pues, una valoración crítica de las fronteras entre Estado y mer-
cado, así como una profunda reflexión político-económica y social previa a la realización de cualquier
programa de privatización, particularmente, en los sectores estratégicos. Parece justo recordar que el
artículo 42 de la Constitución italiana prevé dos formas de propiedad, la pública y la privada, y que
está consagrado que esta última puede ser expropiada por motivos de interés público. No se menciona
en ningún artículo que sea la propiedad pública la que haya de ser abolida. De la formulación de la
carta magna del 48 se deriva el papel que debe tener una economía pública apropiada, articulada y
dirigida, incluida la de carácter local, que puede hacer que el país se dote de un modelo económico
sobre el cual impulsar un desarrollo compatible en lo social y en lo ambiental. Fue eso lo que se
quiso hacer en Italia a través de la economía pública, no obstante las limitaciones y distorsiones.
Perseguir tales objetivos sería aún más válido, desde el punto de vista económico y social, en esta
fase del desarrollo italiano, en la que se asiste a intensos procesos de desindustrialización y de fuerte
competencia internacional. Además, si desde siempre ha habido sectores específicos de la economía
sujetos a control por parte del Estado, en tanto que proveedores de servicios estratégicos y esenciales
para los ciudadanos y para otras empresas (de entre las cuales se hace referencia a aquellas que operan
en el campo de la energía, del agua, de las telecomunicaciones, etcétera, sin considerar consumos
colectivos, públicos por excelencia, como los de asistencia y salud, defensa, prevención social, es decir,
la “producción de welfare”), hoy, justamente, la participación del Estado en esos sectores es todavía
una garantía más para todos de acceso paritario a la calidad de los bienes y servicios que se pro-
ducen. Para alcanzar esos objetivos, sin embargo, hay que saber identificar siempre, en los diversos
contextos políticos y períodos histórico-económicos, la forma que pueden asumir las empresas pú-
blicas y cómo se debe distinguir una economía pública diferente, comprehensiva y eficiente, de valor
social, que se acompañe de un crecimiento de la base de grandes empresas y de un reforzamiento del
tejido de PYME.

2. Ese podría ser el significado de una economía pública equilibrada y eficiente, capaz de lograr que la
industria italiana adquiera la fuerza adecuada para ponerse de nuevo en competencia y recuperar los
márgenes de competitividad que tanto necesita. Ello habría permitido, y todavía hoy permitiría, una
importante recuperación tecnológica en sectores tradicionales para el país, además del aprovechamien-
to propio de la adaptabilidad a las exigencias y alternativas que se presentan de cuando en cuando.

SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA


315
Todo esto solo es posible con una seria conducción y dirección del desarrollo, que no puede pres-
cindir del fundamental y eficiente papel público en los servicios esenciales y en los sectores estratégicos
de la economía. En cambio, se prolonga la falta absoluta de una propuesta seria y alternativa de
desarrollo, que se centre también en el papel de una eficiente empresa pública.
Después de haberse eliminado la anomalía representada por el Ministerio de las Participaciones
Estatales, como ya se ha dicho, se cometió el error de duplicar nuevamente la política industrial con
dos ministerios, el de la Industria y el del Tesoro, que se ocupó de dirigir el modelo de desarrollo hacia
un intenso proceso de privatización.
Al relanzamiento y redefinición del papel de la empresa pública no contribuye, ciertamente, la
falta de claridad de los Gobiernos de centro-izquierda ni de los de centro-derecha, encabezados por un
Berlusconi primero empresario y luego presidente del Consejo de Ministros. Se ha tratado siempre, en
todos los casos, de lineamientos de dirección de la economía que parecen centrados exclusivamente en
el tema de las privatizaciones, en el ataque a los derechos sociales y laborales, atentos solo a las com-
patibilidades del mercado, de la eficiencia, de la competitividad, de la eficacia de la empresa. Ello ex-
plica todavía mejor los rasgos cualitativos, además de cuantitativos, de la reestructuración del capital,
así como la buscada redefinición de la economía mixta, o más bien su sustitución por una política
unívoca de privatizaciones que asume un rol fundamental para cancelar, incluso, lo que de bueno
había logrado la economía pública.
En febrero de 1998, en un informe presentado al Parlamento, el entonces ministro del Tesoro,
Carlo Azeglio Ciampi, enumeraba las principales tareas de la privatización en el país. Específicamente:

a) Permitir una cesión selectiva del patrimonio estatal, con cuyo ingreso se influya en la contención
de la deuda pública.
b) Alejar al Estado de aquellos sectores en los cuales no es ya comprensible su papel de empresario.
c) Contribuir al reforzamiento de los mercados financieros.

El objetivo que se perseguía era la valorización de las empresas públicas para después venderlas. La
exigencia que se plantea una empresa privada es obtener las máximas ganancias para sus accionistas, y
ese objetivo se aviene mal con una estrategia de sector. ¿De qué manera, en términos de simple renta-
bilidad, sería justificable, por ejemplo, una intervención de potenciamiento eléctrico en una zona poco
poblada o rural? Más aún: ¿cómo se podría pensar en justificar, en términos de ganancias, inversiones
innovadoras de alto potencial tecnológico en las centrales eléctricas más viejas, situadas en zonas de
bajo desarrollo económico?

3. La empresa pública italiana fue llevada a operar, especialmente a partir de los años ochenta, en
condiciones de absoluta incertidumbre, lo que seguramente no facilitó su ya de por sí difícil recu-
peración, que en algunos casos parecía, además, imposible. A generar incertidumbre concurrió muy
probablemente, junto con la falta de una articulada política de desarrollo, la vertiginosa aceleración
que se imprimió al proceso de privatización, con todas sus consecuencias económicas, políticas y
sociales. Paradójicamente, el decaimiento del control político, que ciertamente representa un hecho
positivo, produce el desplazamiento del sistema de empresas públicas, que de improviso se enfrentan a
una redefinición de sus funciones y objetivos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


316
Operar en el mercado sin contar ya con protección alguna, ha representado para la empresa pública
italiana un tránsito que pone en evidencia, dramáticamente, sus debilidades estructurales. La más
evidente radica en su incapacidad de anticiparse al mercado y responder dirigiendo por sí misma los
procesos de transformación que puedan imponerse. De igual forma, la lentitud para reposicionarse en
el mercado y para la internacionalización de sus actividades es claro ejemplo de la debilidad ínsita de
las escogencias que se adoptaron en su creación y determinación.
Como ya hemos dicho, esto explica –con mayor claridad todavía– la sustitución de la economía
mixta por una política de privatizaciones que cumple, por otra parte, un papel fundamental también
en la contención de los conflictos de clase en sus diversas formas.

4. En un país como Italia, que se había estructurado con base en esquemas de economía mixta, la in-
tervención del Estado en la economía se derivó de necesidades contingentes que llevaban a compensar,
integrar y en algunos casos sustituir la gestión privada en sectores que se hallaban en dificultad, para
así cumplir con la tutela del interés colectivo. Conviene recordar, pues, que esa intervención se produjo
para compensar las fallas e insuficiencias del sector privado; de hecho, sin la intervención pública, el
capitalismo italiano no habría estado en capacidad de sobrevivir y fortalecerse a nivel internacional.
En Italia es posible ubicar las primeras intervenciones estatales en apoyo de la economía ya en 1929,
tras la crisis económica que afectó la economía mundial. Con mayor precisión, el origen del sistema
de participaciones estatales se remonta a 1933, año en que se constituyó con carácter provisional el
Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI, que en 1936 se transformó en permanente), con
el objetivo de adquirir parte de los tres bancos mixtos italianos que se hallaban en evidente dificultad
y garantizar así los depósitos y el ahorro de los ciudadanos.
Después, en la segunda posguerra, se consolidó el papel del Estado como empresario. En esos años se
tenía por fundamental la presencia pública en sectores estratégicos como las fuentes de energía,
la química, la industria siderúrgica. El surgimiento de las llamadas economías mixtas, caracterizadas
por la presencia conjunta de empresas públicas y privadas (las primeras para garantizar un desarrollo
general y las segundas con reglas de ganancia), tenía el propósito de asegurar economías de escala y
condiciones de paridad y, sobre todo, de impedir la aparición de monopolios.
Hasta el inicio de los años noventa, Italia tuvo participaciones estatales en una vasta gama de
servicios infraestructurales (ferrocarriles, gas, electricidad, comunicaciones, transporte, etcétera). El
control público se ejercía a través de holdings también públicos, los entes, o de empresas autónomas o
especiales. El Ministerio de las Participaciones Estatales controlaba directamente los tres grandes entes
de derecho público: el IRI, el ENI y el EFIM*.
En los años ochenta y durante la primera mitad de los noventa, con base en datos del Istat**
relativos a las cuentas de los sectores institucionales, el sector público había alcanzado un peso superior
al 20% en términos de la producción de valor agregado, y contribuía con el 38% a la formación de
capital fijo y con más de 20% a la totalidad del empleo. Son los años en que nos encontramos ante ese
capitalismo definido como patronal, familiar, en el que cuatro o cinco clanes controlan la economía
del país, aun cuando la pequeña y mediana empresa tienen una fuerte capacidad de exportación.

* (n.t.) Instituto para la Reconstrucción Industrial, Ente Nacional de Hidrocarburos y Ente de Participaciones y Financiamiento de
Industrias Manufactureras, respectivamente.
** (n.t.) Instituto Nacional de Estadística.

SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA


317
El control real, político y económico, está directa o indirectamente en manos de aquellos grupos. No
obstante, ese modelo patronal se ve moderado enseguida, después de la crisis del 29, por la vía italiana
de economía mixta, es decir, por el papel de las participaciones estatales.

5. Al menos hasta un cierto período, el papel de la empresa pública fue en nuestro país extremadamen-
te relevante, dado que permitió bloquear la formación de monopolios y moderar siquiera los excesos
del capitalismo de mercado puro, además de posibilitar algunas fases de desarrollo en áreas deprimidas,
como el Mezzogiorno. Con esto no se pretende rescatar por completo el papel y las dinámicas de la
empresa pública, pues no hay que olvidar que entre ella y el mundo político y partidocrático surgió
reiteradamente un entramado perverso.
Tangentopoli*** fue tan solo la representación de un sistema de cuya existencia se sabía desde años.
El “factor K”**** fue determinante en el desarrollo de la economía: durante décadas, el bloque demo-
cratacristiano impulsó la economía pública en función, justamente, de controlar el eventual ascenso de
los comunistas en Italia. Por otra parte, muchas veces los sindicatos confederados y el mismo Partido
Comunista aceptaron las consecuencias del “factor K”, ya que a través de la mediación política, dentro
de un modelo consociativo, obtenían las migajas del clientelismo a cambio del aplacamiento de las
iniciativas de lucha del movimiento obrero italiano.
Si tales escogencias político-económicas permitieron –aun si de manera oscilante y con serios pro-
blemas redistributivos– un significativo crecimiento, libre de excesos monopólicos, en un país como el
nuestro, caracterizado por un típico capitalismo familiar, entonces es justo preguntarse: ¿qué es lo que
ha cambiado hoy y en estos últimos diez años? La globalización neoliberal, la internacionalización de
los mercados, los nuevos mecanismos de comunicación, ¿realmente han impuesto la total y desenfre-
nada privatización de los sectores públicos estratégicos? ¿Y con qué resultados? Una respuesta correcta
solo puede darse si se considera el cuadro histórico-económico del cual surgió el paso de la economía
mixta a la llamada “vía italiana a la privatización”.

6. Hasta la Segunda Guerra Mundial, Italia fue un país basado en una economía predominantemen-
te agrícola. Se ha señalado que el desarrollo industrial habido entre los años cincuenta y setenta se
concentró solo en algunas zonas, sin extenderse a las áreas más deprimidas. En el contexto europeo,
Italia –como se ha visto– se caracterizaba por esa posición diferente y variada que desde los años
treinta asumió en cuanto se refiere a la intervención pública en la economía. Y es así que se llegó a
crear un modelo de capitalismo completamente original, que históricamente presenta paradojas y
contradicciones.
El boom económico de los años cincuenta vio nacer las grandes familias capitalistas que, al pasar
indemnes a través del proceso de transformación económico-social que siguió al conflicto bélico, han
incidido profundamente en las modalidades del desarrollo en su conjunto. La industrialización que
caracterizó esos años implicó una brecha entre el norte y el sur del país, determinada sobre todo por el
hecho de que, mientras para la parte septentrional se adoptaron políticas de integración con los demás
países europeos, el Mezzogiorno siguió cada vez más aislado económica y socialmente.

*** (n.t.) Ver nota 6 del Capítulo I, Tercera parte.


**** (n.t.) K por Komunismo. Término acuñado en 1979 por el periodista Alberto Ronchey para aludir al pacto no escrito que
negó al Partido Comunista Italiano, el mayor de Occidente, toda posibilidad de acceso al gobierno.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


318
Fue entonces la familia patronal, fundada en aristocracias ciudadanas o caracterizada por una con-
junción solidaria, la protagonista principal del desarrollo económico de nuestro país. Luego, con el
tiempo, se pasó de la afirmación de la pequeña y mediana empresa familiar al desarrollo de la gran
empresa familiar: son esas las modalidades que han constituido la columna vertebral de nuestro siste-
ma económico.
La intervención del Estado en la economía fue producto, como ya hemos dicho, de la necesidad
de compensar la gestión privada o, incluso, de sustituirla en aquellos sectores donde confrontaba
dificultades, a los fines de asegurar el interés colectivo. Junto a las empresas públicas tradicionales (fe-
rrocarriles, monopolios, correo), aparecieron en la primera mitad del siglo una serie de entes de gestión
(IRI, ENI, etcétera) que en 1956 se reunieron bajo el control de los ministerios de las Participaciones
Estatales y de la Industria. Si se suman –como ocurrió luego– las diversas empresas municipalizadas
(gas, electricidad, transporte) y las financiadoras regionales, se tendrá un cuadro completo de la vaste-
dad de los sectores económicos controlados por el Estado.
Las empresas de participación pública fueron posteriormente reagrupadas en holdings. Por ejem-
plo, el IRI controlaba las participaciones industriales, bancarias y de otros servicios; el EFIM, las que
se daban en los sectores metalúrgico y mecánico; el ENI, las petroleras, petroquímicas y textiles; el
EAGG, las empresas cinematográficas, mientras el Eagat se imponía en el sector de aguas termales y el
EGAM en el de minerales.
Históricamente, en los años setenta se ejecuta la llamada “descentralización productiva” que, tras
desincorporar algunas fases del proceso productivo, las redirecciona hacia empresas de menores di-
mensiones. Con ello, la pequeña empresa se caracteriza cada vez más por su marcada independencia
respecto a las grandes compañías a las que provee, en tanto que se especializa y se distingue por su capa-
cidad innovadora. Se produce, en sustancia, una forma de industrialización difusa, que tiene la ventaja
de asociar los beneficios de la pequeña dimensión con los de la grande. El escenario que presenta la
realidad italiana en ese momento se caracteriza entonces, en primer lugar, por la presencia de los gran-
des holdings privados (de tipo familiar, con apoyo gerencial); siguen luego las empresas públicas que
han impulsado el desarrollo y, finalmente, un elevado número de pequeñas y medianas empresas
que destacan por su capacidad innovadora y alto nivel de eficiencia.

7. Hasta la fecha, nuestro país está marcado predominantemente por la presencia de pequeñas y me-
dianas empresas, mientras que las grandes compañías siguen sumando un número muy restringido.
Esta situación se debe en gran parte a problemas de naturaleza político-económica e histórico-cultural.
Italia, en efecto, es un Estado todavía joven, con una historia muy fragmentada a sus espaldas; en
consecuencia, y a diferencia de países como por ejemplo Alemania e Inglaterra –caracterizados desde
siempre por burocracias muy centralizadas–, no ha adquirido una “cultura de la organización”, por lo
que solo hace énfasis en procesos de desarrollo individualistas, basados en la creatividad y la audacia
de algunos individuos.
Resulta claro, entonces, que para entrar con propiedad en los procesos de competencia global que a
estas alturas identifican el sistema económico mundial, es necesario ingeniárselas para que se produzca
una justa conciliación entre “familias y clan gerencial”. Es necesario superar el conflicto existente, en el
capitalismo italiano, entre propiedad y gerencia, para propiciar entre estas dos fuerzas una cooperación
que permita a Italia lograr un desarrollo unitario y estructural.

SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA


319
Hasta hoy domina en Italia, sustancialmente, un capitalismo tripartito, compuesto por una forma
de empresariado de élite típica de las grandes compañías, un empresariado de la pequeña y mediana
empresa y, finalmente, un empresariado asistido.
Esta situación pone de relieve el problema histórico de las “tres italias empresariales”, que tiene una
explícita conformación geográfica: los empresarios de élite se concentran en la Italia septentrional, al
centro se halla un tipo de empresariado difuso y al sur el llamado “empresariado asistido”, ligado de
manera más directa y dependiente al sistema político-partidista-institucional.

3. Particularidad de la planificación socialista

1. Está claro que el Estado capitalista, aun en el caso de seguir la experiencia italiana de economía mix-
ta –que hemos presentado en el parágrafo anterior–, no está en condiciones de regular directamente la
política económica en función de favorecer los intereses de la mayoría de la población. La política está
sometida a los intereses de los propietarios de las empresas y en particular de aquellas que tienen el peso
mayor en las actividades económico-productivas: las grandes multinacionales.

A la ejecución de las leyes económicas del capitalismo y a su ciega actuación, se oponen las leyes
económicas propias del socialismo, en las que se expresa el carácter específico de la propiedad socialista
y, en general, de las relaciones de producción socialistas. Estas leyes no actúan aisladamente, sino en
estrecha interrelación, como un sistema, y, en correspondencia con esto, también su uso consciente
debe ser un sistema (AAVV, 1991).

La concepción marxista de la transición del capitalismo al socialismo, como fase intermedia para
alcanzar el comunismo, se fundamenta en la teoría general de la caída del sistema capitalista mundial
y en la visión de las esencias fundamentales del paradigma comunista (AAVV, 1996a). Por caída no ha
de entenderse aquí “caída final”, mecánica y automáticamente concebida, como sin embargo muchos
marxistas –y no marxistas– han teorizado. El término debe leerse más bien en la acepción grossman-
niana***** (por décadas y todavía hoy malinterpretada), entendiendo por esto una crisis general del
“sistema” capitalista, de características tales que crea los presupuestos para impulsar un nuevo ciclo
de acumulación y expansión del capital, a través de la destrucción de capitales que, en comparación,
resultan excesivamente ineficientes o no competitivos7.
La caída, entonces, no señala el fin del capitalismo y el alba del socialismo, sino que se inserta en la
dinámica de los ciclos económicos del capital.
La posibilidad de hacer un uso consciente de las leyes económicas, condicionadas en su aplicación
por las características del período de transición al socialismo, abre espacio a la organización planificada
del desarrollo de la producción social. La capacidad de regular planificadamente la economía constitu-
ye, claramente, la ventaja fundamental del socialismo sobre el capitalismo, ya que hace posible trabajar
por la utilización óptima de los recursos disponibles y por el desarrollo armónico y sustentable de la
producción social, asegurando y haciendo prevalecer los intereses de la mayoría de la sociedad.

***** (n.t.) Por alusión a Henryk Grossmann.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


320
Para poder desarrollarse, el socialismo debe, imprescindiblemente, basarse en la planificación a par-
tir de la propiedad social de los medios de producción, sin la cual no es posible hablar de planificación
socialista.

La ley del valor y el plan son dos términos ligados por una contradicción y su solución; podemos,
pues, decir que la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista, su categoría
definitoria y el punto en que la conciencia del hombre alcanza, por fin, a sintetizar y dirigir la
economía hacia su meta, la plena liberación del ser humano en el ámbito de la sociedad comunista
(Guevara, 1970)******.

En una economía de mercado capitalista, en la que generalmente se utiliza el término programa-


ción en lugar de planificación,

el objetivo fundamental de la conducción macroeconómica es tratar de atenuar los altos y bajos


del ciclo económico y las contradicciones entre el comercio exterior y la economía interna. Estas
políticas son generalmente de breve plazo y sus principales instrumentos son monetarios y fiscales
(González, 2001).

2. En el terreno empresarial existen diversos niveles de aplicación de las técnicas de planificación,


cuya columna vertebral es la competitividad entre empresas. En el capitalismo pueden existir procesos
parciales de esta índole, cuando una empresa o una multinacional planifica en parte o completa-
mente los procesos en los que participa y, para hacerlo, puede recibir del Gobierno una planifica-
ción indicativa, con el propósito de buscar un crecimiento más homogéneo del sistema. Se delinean,
pues, parámetros globales acerca de cómo se debe desarrollar la economía, para que el sector pri-
vado los tenga en cuenta en sus estrategias, aunque no se trata en modo alguno de directivas con
valor impositivo.
En la sociedad capitalista, la planificación en el ámbito de la empresa (y particularmente en el caso
de las sociedades de capital) es percibida por los accionistas como una restricción del derecho de dispo-
ner libremente del capital propio. Por eso, aunque solo en el reducido espacio en que se manifiestan las
actividades planificadoras en tales países, no deja de presentarse una dura confrontación ideológica, so-
bre todo entre la corriente neoliberal –clara enemiga de la planificación, partidaria de tornar absoluto
el papel del mercado en la asignación de recursos– y aquellas que reconocen la necesidad y las ventajas
de una mayor regulación y de la coordinación de la actividad económica nacional.

3. A nivel macroeconómico, el sistema de planificación es un reflejo de la forma en que se produce la


distribución del poder económico y político en un país. Cuando el poder de los grupos económicos
predomina sobre los intereses de la sociedad, las formas sociales de la planificación se reducen al míni-
mo, hasta prácticamente desaparecer.
En una economía socialista, la planificación nacional tiene objetivos mucho más amplios. No se
trata de la simple regulación del ciclo económico, sino más bien de definir una estrategia de desarrollo
económico y social y de llevarla a cabo mediante la programación del nivel de actividad y la definición

****** (n.t.) La presente versión en español ha sido tomada de “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento”, texto
publicado en 1964, según aparece reproducido en www.marxists.org.

SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA


321
de las dimensiones fundamentales de la economía. Por eso, Rodríguez afirma: “En su más pleno senti-
do, la planificación solo es posible en el socialismo” (Rodríguez, 2000: 4).
Dado que el Estado8 es propietario de los principales medios de producción, son mucho más
amplias sus posibilidades de tomar decisiones respecto a la actividad productiva y la distribución de
los recursos en la economía.
Es necesario precisar que la política económica, en el socialismo, se convierte en columna vertebral
del sistema de políticas públicas. La posibilidad de incidir directamente en ella le ofrece al Estado un
instrumento de acción directa y un conjunto de medios para poder responder eficazmente, y a corto
plazo, ante las perturbaciones de la economía nacional. Aumenta, además, la capacidad de proteger la
economía interna de los impactos que pueda sufrir por parte del sector externo, así como de redistri-
buir los efectos de una eventual crisis económica.
En cuanto al ámbito empresarial, debe señalarse que aun cuando en una economía socialista existen
relaciones monetario-mercantiles y un determinado nivel de iniciativa para las empresas, los produc-
tores operan en el marco de los objetivos y de las políticas generales fijadas para la economía en su
conjunto. Eso hace posible la existencia de relaciones de coordinación y cooperación y una mayor
compatibilidad entre los principios económicos y los sociales. Si bien esto no elimina un cierto grado
de contradicción entre los intereses empresariales y los colectivos, tal situación se ve atenuada por el
carácter de la propiedad y por el ejercicio de la Administración Pública socialista.

4. Reflexión sobre la actualidad de la planificación socialista

1. Los estudios sobre la planificación han sido muy influenciados en el mundo capitalista por la forma-
ción de una corriente de “sovietólogos”, presente en universidades de Estados Unidos e Inglaterra, que
dedicó trabajos importantes al análisis de este tema, y que va desde posiciones radicalmente críticas,
como las que se dan de Von Mises a Von Hayek9, hasta autores más cautos, como Alec Nove o Evsey
Domar10.
Desde posiciones de izquierda, es interesante el debate que tuvo lugar a mediados de los años
ochenta en las páginas de la New Left Rewiew11 que, sin embargo, quedó sepultado bajo los restos
políticos de la caída del Muro de Berlín.
En años más recientes, y particularmente en Estados Unidos12, se ha producido una revalorización
de las posibilidades de la planificación central como forma de organización de la economía, más efi-
ciente y alternativa a la anarquía del mercado.
Como escribe Joaquín Arriola (2006: 12) en el prólogo a una recopilación de las principales posi-
ciones presentes en ese debate:

la decisión de la revista Science and Society de dedicar en 1992 un número monográfico a pensar la
economía del socialismo futuro (“Socialism: Alternative Visions and Models”, vol. 56, n. 1, primavera
1992), fue no solamente una decisión arriesgada en el contexto del gran colapso de los años 1989-
91, sino que marca el inicio de una nueva etapa en la formación del pensamiento estratégico de la
izquierda. (…) Hace quince años no eran muchos los que se atrevían a desarrollar un pensamiento
estratégico en torno a la superación del capitalismo. De hecho, la mayor parte de las reafirmaciones

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


322
de fe socialista y comunista se basaban en un “ya lo decíamos nosotros” o en un “a pesar de todo”,
sin mayor trascendencia teórica ni práctica. Las contradicciones del proceso de acumulación
neoliberal, sin embargo, estaban dando lugar a nuevos espacios de conflicto social, nuevas formas
de resistencia que poco a poco van cristalizando en nuevas prácticas políticas. Pero, como ya se ha
señalado, un límite se impone a esta reconstrucción de las fuerzas anticapitalistas, por la carencia de
un pensamiento estratégico que prefigure la nueva sociedad*******.

2. Entre los elementos centrales de la búsqueda de una arquitectura económica alternativa al capitalis-
mo se incluyen, por ejemplo, problemas como estos: ¿qué papel deben jugar los precios de mercado en
la asignación de los recursos? ¿Qué compatibilidad hay entre centralización y descentralización en el
proceso de planificación? ¿Es posible identificar un algoritmo distributivo o de asignación más eficien-
te que el mercado? ¿Cómo establecer un adecuado sistema de incentivos en una economía socialista?
¿Pueden las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación hacer compatibles el equilibrio
y la planificación centralizada?
Como continúa diciendo Joaquín Arriola (2006: 14-15):

Pese a las diferencias en el tratamiento de los mercados, de la planificación o de la necesidad y


contenidos del período de transición desde el capitalismo a la nueva forma de organización social,
todos ellos [los participantes en el debate sobre la planificación, N.A.] asumen de forma implícita
o explícita algunos postulados, que distan aún de estar claros en los planteamientos y propuestas
programáticas de la izquierda social y política en nuestros países:
– La asignación de recursos por el mercado no es necesariamente la más eficiente desde el punto de
vista del crecimiento económico y el bienestar de la gente.
– La propiedad privada de los medios de producción no amplía sino que limita la libertad de la
mayoría de las personas.
– La eficacia y eficiencia de la organización socialista (cooperativa, colectiva) de la economía tiene
una correlación negativa con las restricciones a la democracia.
– La organización alternativa del proceso de producción es el centro de una propuesta alternativa,
y no las propuestas de cambios en la norma de distribución.
– La participación de las personas en las decisiones colectivas de producción otorga más libertad
personal que la participación individual en las decisiones de consumo.
– El imperativo del rendimiento capitalista es incompatible con el equilibrio ecológico.

Este debate ha tenido por ahora poca repercusión fuera de ámbitos académicos minoritarios de Es-
tados Unidos13, aun cuando comienza a resonar en países donde están en marcha formas de superación
del orden capitalista mediante la construcción de un sistema económico alternativo, como Venezuela
o Cuba, donde la demanda de un nuevo socialismo es realidad en construcción. Allí donde se perfila
un orden social alternativo, el debate se torna más urgente.
La búsqueda se va concretando en debates y propuestas específicas para la situación de estos países,
como el “Nuevo Proyecto Histórico”14 o los recientes debates sobre la reestructuración de la economía
socialista en Cuba15. Pero también las reflexiones analíticas que se dan en diversos países de la periferia,
acerca de las condiciones de eficiencia de la planificación proveniente del mundo anglosajón, resultan
particularmente útiles en este nuevo ciclo de confrontación con el capitalismo global.

******* (n.t.) Esta cita, y la que sigue del mismo autor, se reproducen aquí del original en español, tal como aparece en la
página web www.lainsignia.org.

SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA


323
En momentos en que las contradicciones presentes en los países centrales plantean nuevamente
la alternativa entre superación del capitalismo y retroceso a una nueva barbarie –proceso recurrente
en la historia de los últimos 150 años–, no hay duda de que la planificación económica global será
redescubierta como un método eficaz y eficiente para la asignación económica de los recursos; y, sin
que quepa tampoco duda, potencialmente más democrático que la asignación determinada por la
distribución capitalista del dinero.

­— notas —

1 Álvarez González (2006: 107) habla de planificaciones a mediano y largo plazo necesariamente vinculadas, interconectadas y

complementarias: “Solo con una perspectiva de mediano y largo plazo es posible plantear objetivos de desarrollo económico
y social que posibiliten, con el funcionamiento de dinámicas aceleradas, la erradicación de las deformaciones estructurales
presentes en la economía y la sociedad”.

2 En esta acepción, la dirección se entiende como mando.

3 Sobre estos conceptos y las relaciones entre estrategias, planes operativos y programación administrativa en la empresa, cfr.

Alvaro, Vasapollo (1999).

4 Al compartir tales afirmaciones somos, sin embargo, más cautos que los autores en juzgar “inevitable” un proceso que es solo

una posibilidad, quizá también una probabilidad, pero no una necesidad. La historia nos ha enseñado que el comunismo no
es inevitable y que el capitalismo construye al máximo las bases objetivas para su conquista. La relación entre objetividad de
las condiciones y subjetividad revolucionaria sigue siendo estratégica. Para una profundización de estos temas, léase Badaloni
(1975).

5 Piénsese en los poderosos y necesarios procesos de planificación de las grandes multinacionales.

6 Sobre estos asuntos, cfr. Martufi, Vasapollo (2003).

7 Para una interpretación similar, léanse las cartas de Grossmann a Paul Mattick en Grossmann (1971: apéndice), como también

Pala y Giussani en Giussani, Moseley, Ochoa (1989), de donde tomamos algunos fragmentos: “Para leer bien sus exposiciones
[las de Grossmann, N.A.] (especialmente cuando habla propiamente de la caída, de la concentración, de la conflictividad del
mercado, etcétera), hay que leerlas en la óptica de lo cíclico y, por tanto, de la periodicidad de las crisis, tras las cuales ocurre
la recuperación. Tal análisis resulta mucho más convincente que lo que se ha presumido, en el sentido del llamado ‘caidismo’,
como tendencia casi espontánea del sistema. De esta manera se revalúa la obra de H. Grossmann, no como fin en sí mismo,
sino más bien porque el suyo es quizá el análisis más completo de las tendencias del capitalismo contemporáneo en el campo
del marxismo clásico” (Pala, ibíd., p. 40); “No existe ninguna teoría de la caída en H. Grossmann, fue un error de su parte
escoger ese título para su libro (…) no hay ninguna teoría de la caída, sino una teoría de la crisis y punto; es decir, la crisis, la
recuperación, la siguiente crisis, etcétera. De hecho, H. Grossmann sostenía que nadie había entendido nada, que en su teoría
la caída coincidía con la revolución y que no era esto algo que ocurriera independientemente de lo que las clases y los hombres
hicieran. La característica fundamental de H. Grossmann (…) es la de vincular la lucha de clases con el devenir de la acumu-
lación y sostener que las posibilidades revolucionarias se abren cuando la acumulación ya no funciona” (Giussani, Moseley,
Ochoa, 1989: 40-41).

8 El Estado entendido no solo como representante de los intereses del pueblo, sino como pueblo mismo, lo que significa que

“la masa de la población se eleva para intervenir por cuenta propia no solo en las votaciones y elecciones, sino también en el
trabajo cotidiano de la administración” (Lenin, 1963).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


324
9 Cfr. Hayek (1944); Mises (1929).

10 Nove (1991; 1993); Domar (1989).

11 Mandel (1986; 1988); Nove (1987); Elson (1988).

12 Una contribución relevante, proveniente de Gran Bretaña y anterior a este debate, es por ejemplo el libro de Pat Devine (1988),

que prefigura algunos elementos del nuevo discurso socialista.

13 Entre sus principales contribuciones se cuentan, en una perspectiva libertaria, Michael, Hahnel (1991a; 1991b); en defensa de

un fuerte reformismo, con un cierto papel del mercado en una economía socialista, Schweickart (1996); y con un conjunto de
respuestas críticas, particularmente sobre el socialismo de mercado, Bertell Ollman (1998). Por la defensa de la planificación
socialista en la era de las nuevas tecnologías de la información, cfr. Cockshott, Cotrell (1993) y el ya citado libro de Pat Devine.

14 Dieterich, Dussel, Franco, Peters, Stahmer, Zemelman (1999); Dieterich (2002).

15 Carranza, Gutiérrez, Monreal (1995); Monereo, Riera, Valdés (2000); Bleitrach, Dedaj, Góngora Ricardo (2005).

SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA


325
Capítulo III
OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA

1. La transición al socialismo: los diversos enfoques

1. Una economía socialista puede tener diversas formas de organización y eso depende, entre otras
cosas, del grado de centralización o descentralización de las decisiones, del sistema de gestión econó-
mica, de la manera de organizar las empresas y de las diferentes formas de organizar los estímulos y los
incentivos económicos.
Como expresión de tales modalidades, existen diferentes tipos de modelos. Un tipo particular de
aproximación modelística es el de simulación, que, como su nombre lo indica, refleja determinadas
situaciones que pueden darse para obtener posibles resultados1.
Usualmente se hace referencia al modelo soviético de planificación centralizada, al del llamado
comunismo de guerra o al de la Nueva Política Económica (NEP), por solo citar algunos entre los más
característicos. Por muchos años, el modelo de planificación centralizada, nacido en los años treinta en
la Unión Soviética e introducido tras la Segunda Guerra Mundial en los países socialistas de la Europa
del Este y en China, fue considerado como el paradigma del modelo económico socialista. Se basaba
en una alta concentración de las decisiones y en una asignación de recursos de carácter material que se
conoció como “sistema de balance de los bienes materiales”.
Sin embargo, ya a mediados de los años cincuenta comenzaba a ser objeto de discusión y se iniciaba
un proceso de modificaciones y reformas. Las principales directivas de estos cambios fueron:

a) Perfeccionamiento de la base científica de la planificación.


b) Movilización política para la solución de las tareas económicas.
c) Mayor utilización de las relaciones monetario-mercantiles y de los mecanismos de mercado.

2. El debate sobre el plan y el mercado se plantea desde el comienzo del socialismo en la Unión Sovié-
tica. En la etapa del comunismo de guerra, las decisiones se modelaban con la asignación directa de
los recursos económicos. Marx y Engels habían supuesto que el trabajo, en el socialismo, podría ser
directamente social, y que no sería entonces necesaria la acción de la ley del valor para determinar los
aspectos económicos; esta forma de regulación era percibida como más revolucionaria, en tanto que
no utilizaba las categorías propias de la economía capitalista.
La transición al socialismo, que se experimenta en países con niveles desiguales de desarrollo eco-
nómico y político, debe resolver las tareas revolucionarias de acuerdo con las condiciones históricas
concretas de cada uno de ellos. Para una problematización de tales procesos se puede leer a Nove
(1986a: 37 ss.) que, al escribir sobre las posibilidades del socialismo y el socialismo posible, propone
hacer profundos cambios en algunos conceptos básicos del marxismo clásico. Véase, por ejemplo, su
cerrada crítica del concepto de “abundancia” (que considera sustancialmente irreal, a menos que surja
algún asombroso descubrimiento científico), al que propone sustituir por el neoclásico de “escasez”
(absoluta y relativa), mucho más realista, en su opinión, y útil para los fines del análisis económico y de
los procesos de planificación. Nove es categórico, por ejemplo, cuando introduce en su modelo teórico
un concepto muy utilizado por la economía dominante, como es el de costo-oportunidad: “siendo los
recursos (y el tiempo) limitados, todo tiene un costo de oportunidad” (39).
No hay, para la construcción del socialismo, modelos universales que puedan permitirse el no estar
directamente conectados con las condiciones particulares de cada país.
No obstante, el reconocimiento de la existencia de caminos diversos para la construcción del so-
cialismo, que reflejan las condiciones nacionales y la especificidad del lugar (no solo desde el punto de
vista económico, sino también sociopolítico: especificidad de su carácter, sus costumbres, la cultura,
el pensamiento, las tradiciones, es decir, de todos los aspectos que se desprenden de la actividad del
ser humano y del desarrollo de su conciencia), no niega ni los valores ni el carácter universal de la
teoría marxista-leninista que sirve de fuente a esos desarrollos. El problema es conciliar la planificación
nacional, ejercida directamente por el Estado, con los mecanismos de mercado, que están en constante
movimiento y, además, utilizar esos mecanismos sin que se tornen dominantes en las motivaciones y
en la conciencia de los hombres. Se pensaba que el modelo reformado podría dar una respuesta eficaz
a este problema, pero en la práctica no fue así.
La desaparición del campo socialista hizo más evidente y obligado el uso de instrumentos mercan-
tiles y la experimentación de formas de economía mixta –bajo control estatal, en cualquier modo–, sin
lo cual las empresas de un país de economía socialista no podrían sobrevivir en el voraz y cruel mercado
internacional.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


328
Si bien la experiencia demostró que era necesario adaptarse a las oscilaciones de los precios y de
la demanda, buscar financiamientos y, en general, actuar según las reglas legales, comerciales y finan-
cieras que rigen estas relaciones, se debe tener presente que, en la práctica, la existencia de relaciones
monetario-mercantiles y la presencia misma del mercado constituyen elementos que limitan el desa-
rrollo de las relaciones sociales de producción en la construcción de una nueva sociedad de carácter
socialista. Además, generan incertidumbre en el diseño del proceso de planificación y de las políticas
públicas asociadas, al punto que pueden ser una barrera para la determinación de los objetivos de la
política social y la política económica. En tal caso, la guía y la orientación del Gobierno deben dirigir
estratégicamente la gestión hacia la preservación de los valores principales y las metas fundamentales
del proceso de construcción socialista.

2. Cambios en los modelos económicos socialistas2

1. La primera directiva de cambio en la Unión Soviética se produjo a comienzos de los años sesenta,
mediante el desarrollo de métodos de planificación más sofisticados, propuestos por economistas de
prestigio como Kantorovich, Novozhilov y Strumilin. Se consideraba entonces que el uso de compu-
tadoras y de métodos económico-matemáticos, como la programación lineal y las tablas de inversión
e interdependencia sectorial, podrían ser alternativas válidas a la introducción de mecanismos de mer-
cado. Sin embargo, la directiva en cuestión no llegó a tener influencia decisiva en la Unión Soviética.
Donde alcanzó, en cambio, su más alta expresión y resultados más favorables fue en la RDA (Alemania
Oriental).
La segunda directiva de cambio aparece en China, impulsada por Mao Zedong, con una primera
fase en los años 1958-1960, conocida como el “Gran salto adelante”, y otra de 1966 a 1976, determi-
nada por la Revolución Cultural. Esta última estuvo caracterizada por la movilización política de las
masas para el cumplimiento de grandes objetivos económicos, así como por el desarrollo socioeconó-
mico local en el ámbito de las comunidades, la fusión de los aspectos administrativos, económicos y
políticos, la reducción al mínimo del número de productores privados y de las relaciones mercantiles
y, finalmente, la lucha contra las estructuras y los estilos burocráticos, moderada por un alto nivel de
control político y estatal de la cultura y de la vida cotidiana de los ciudadanos.
La tercera directiva, conocida como la de las reformas de mercado (descentralizado), se prolongó
desde 1965 hasta la primera mitad de los años ochenta. Iniciada en la Unión Soviética con trans-
formaciones dirigidas al perfeccionamiento de la planificación, se fundió finalmente en un modelo
combinado que conservaba las características esenciales del sistema centralizado y sumaba intentos de
reforma hacia la descentralización. Esa orientación se vio acentuada en los países socialistas de Europa
del Este, sobre todo en Polonia, Checoslovaquia y Hungría, donde alcanzó su máximo esplendor.

2. Es necesario hacer referencia al agotamiento de las capacidades del proceso de construcción socialista
en algunas de estas naciones, especialmente en Europa Oriental. Las condiciones históricas en las que
se llegó a la construcción del socialismo dejaron su impronta en la región y en cada uno de sus países.
En varios de ellos, como por ejemplo en Polonia y Hungría, la aceleración de los procesos políticos

OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA


329
bajo el impulso de fuerzas extrañas y la subvaloración de las características históricas nacionales dieron
por resultado que la construcción socialista se iniciara a partir de condiciones impuestas, alejadas de las
capacidades internas para dirigir el país hacia un rumbo acorde con sus características socioeconómicas
(AA VV, 1991: 19; AA VV, 2002: 75).
Las carencias del pensamiento socialista autóctono y el plagio del modelo soviético a despecho de la
realidad nacional, unido al creciente alejamiento entre el partido y las masas, dieron pie a graves errores
que alcanzaron su manifestación más crítica en la República Democrática alemana en 1953, en Hun-
gría en 1956, en Polonia en 1956, 1970 y 1980, y en Checoslovaquia en 1968. Estas manifestaciones
de abierto disenso golpearon también, en menor medida, a Rumanía y Bulgaria (AA VV, 1991: 19-20).
Se debe, además, considerar el desgaste económico causado por la carrera tecnológica y militar,
estimulada por las principales potencias imperialistas y secundada por la Unión Soviética, así como la
penetración ideológica de las economías de mercado capitalistas en diversas esferas de dirección y en
estratos más o menos amplios de la población. Finalmente, se debe tomar también en cuenta la falta
de adecuación de los mecanismos de dirección social a los niveles de desarrollo alcanzados por varios
de esos países. Todo esto impidió la legitimización política y económica de la orientación socialista en
Europa Oriental.
A todo lo anterior hay que añadir el proceso de aplicación de la llamada perestroika en la Unión
Soviética, a partir de 1985, que aceleró la descomposición del mecanismo de construcción socialista,
tal como hasta entonces se había concebido, al tiempo que profundizó las contradicciones del sistema
y favoreció el avance de las tendencias antisocialistas, que finalmente llevaron a la construcción de una
economía de mercado capitalista.

3. Características particulares de algunos modelos de planificación económica

3.1. Economía socialista y economía capitalista


1. Se hace aquí necesaria una caracterización de los diversos modelos económicos para identificar sus
peculiaridades y capacidades, con referencia también al desempeño de sus componentes y al cumpli-
miento de sus objetivos3.
Los economistas clásicos consideran la economía como una ciencia que estudia los modelos y los
procesos de formación y distribución de la riqueza de los países, mientras que los neoclásicos ponen
el acento en los tipos de acción que los hombres realizan para satisfacer sus necesidades, puesto que
tales acciones implican escogencias en función de los limitados medios que tienen a disposición. De
allí se deriva para los neoclásicos el concepto de neutralidad respecto a los fines, ya que el objetivo del
científico no sería otro que estudiar la manera óptima –es decir, racional y eficiente– de alcanzarlos.
No obstante, la observación de la realidad ha demostrado siempre la inexistencia de ese concepto de
neutralidad, entre otras razones porque todo modelo económico es de por sí la formulación sintética
de una teoría económica, con la cual sus teóricos, en la sociedad capitalista, necesariamente van a
dar sustancia explicativa a las formas de dominio político-económico-social del capital. Es por eso
que la llamada economía de mercado –la liberal y en su actual acepción neoliberal– es un implante
sistémico en el que todo debería ser dejado “al libre juego del sector privado en una situación de libre

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


330
competencia”, con apenas funciones mínimas para un Estado que es considerado un mal necesario.
Todo esto, obviamente, en el plano teórico. La economía planificada, muchas veces también definida
como colectivista, se traduce en un sistema económico en el que la propiedad de los medios de pro-
ducción es estatal, y es justamente el Estado el que toma las decisiones respecto a las inversiones, la
producción y la distribución de la renta, con una actualización concreta que puede asumir una forma
centralizada o descentralizada. Por un cierto número de años, algunas economías de países de capita-
lismo avanzado aplicaron –y en esto Italia tuvo un papel prioritario– la llamada economía mixta, en la
que, a pesar de que la propiedad de los medios de producción permanecía en manos privadas, el Estado
asumía un rol dirigente de la actividad económica a través de políticas reguladoras, intervencionistas
y capaces de crear empleo, sobre todo, a través de las empresas públicas. No es errado afirmar que
algunos problemas son similares incluso entre sistemas económicos que se diferencian tanto en el mé-
todo como en la formulación, aun cuando esos problemas tengan para unos y otros una importancia
diferente y, ciertamente, sean completamente distintas sus soluciones.

2. La diferencia fundamental entre la economía capitalista y la socialista, como se ha dicho repetida-


mente, se sitúa en el campo de los objetivos. En el capitalismo, el objetivo de la actividad económica es
la obtención de la máxima ganancia, bajo la forma de excedente monetario o surplus. En el socialismo,
en cambio, el objetivo es garantizar a la población el máximo nivel de bienestar. Esa diferencia funda-
mental es ignorada en la mayor parte de los análisis de economía comparada, a pesar de que sirve para
determinar las reglas del funcionamiento económico y para fijar tanto el punto óptimo de producción
como los criterios de eficacia y eficiencia en la producción y el consumo. Maurice Dobb (1972a)
pone de relieve la incoherencia de los intentos de sostener una teoría del bienestar social sobre bases
capitalistas, al demostrar la incompatibilidad entre la maximización de ese bienestar y la maximización
de la ganancia.
El capitalismo, en principio, solamente funciona si los medios de producción son de propiedad
privada, porque solo así puede orientarse el proceso de producción hacia la maximización de las ga-
nancias. La competencia entre capitales determina la asignación eficiente y eficaz de los recursos, en
forma de rentabilidad final. Sin embargo, la existencia de empresas de propiedad pública no modifica
ese criterio de organización de la producción, siempre que esas empresas acepten los criterios contables
(costos y beneficios) propios de las leyes de la ganancia. Luego, a nuestros fines, cuando las actividades
económicas se sujetan a las reglas de la competencia entre capitales privados, la propiedad pública
equivale a una forma de propiedad privada. En ese contexto, los impuestos y las cargas fiscales repre-
sentan una renta obtenida de los ingresos de los trabajadores y de los capitalistas, y su mayor o menor
nivel, así como su destino social, no alteran los principios de funcionamiento del sistema.
El grado de dispersión de la propiedad y el número relativo de operadores que adoptan decisiones
de producción influyen en el funcionamiento del sistema económico capitalista, pero no en sus reglas
fundamentales. Incluso en situaciones de monopolio sectorial, la competencia tiene lugar en sus tres
formas principales: la que se da entre capitales, que orienta el flujo de inversiones hacia las actividades
que se perciben como más rentables; la que se produce entre capital y trabajo, que determina la
distribución del valor agregado entre las rentas del capital (ganancias) y los salarios; y la competencia
entre trabajadores, que garantiza al capital la capacidad de apropiarse de una parte sustancial del valor
agregado mediante la reducción de la relación salarios-productividad.

OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA


331
Estas tres formas de competencia se manifiestan tanto a lo interno de cada sector como entre unos
y otros; vale decir, en la economía en su conjunto. Si una economía se organiza en respuesta a la lógica
de la máxima ganancia, no puede sustituir ese principio sin transformar el orden jurídico y social sobre
el cual se sostiene, o sea, el del predominio de la propiedad privada y del trabajo asalariado.
En ese sentido no hay opciones intermedias, ni es posible alguna tercera vía: todos los sistemas so-
ciales del siglo pasado fueron capitalistas, excepto algunos de carácter socialista. En ambos sistemas
puede haber actividades basadas en principios distintos a los propios, pero de manera subordinada:
piénsese en la aplicación de la NEP en la Unión Soviética durante los años veinte, que permitía
la producción y los intercambios mercantiles –sobre todo en la agricultura– con tal que estuviesen
subordinados al proceso productivo comandado por la producción industrial y el crédito socializados4.
En los actuales procesos de reintroducción del capitalismo en Rusia y –en algunos aspectos– en China,
podemos constatar que se requiere la desaparición de las estructuras sociales y jurídicas que garantizan
el acceso universal a los bienes finales, independientemente del hecho de que su producción bajo el
sistema anterior sea suficiente en cantidad o calidad.

3. La incompatibilidad básica entre capitalismo y socialismo persiste a pesar de que puedan mantener-
se, en el capitalismo avanzado, servicios sociales de vocación universalista; así, cuando en este último
sistema se ha querido garantizar la cobertura universal, se ha tenido que hacer omitiendo la lógica
mercantil capitalista, como en el caso de la educación y la salud.
En Estados Unidos, el sistema de salud, basado en principios capitalistas, se traduce en un gran
número de personas sin cobertura médica. Por el contrario, la educación obligatoria y universal es
requisito para el funcionamiento del capitalismo, en términos de control social y de formación de
mano de obra, y se cumple por medio de instituciones públicas y no mercantiles.
No trataremos aquí la posibilidad de una transición gradual o acelerada de un sistema a otro, ni si se
puede sustituir el capitalismo mediante un proceso de socialización de las estructuras de producción o,
si se requiere, la modificación de las bases de su funcionamiento y no solo un cambio en las formas de
producción, ni otros problemas teóricos importantes en el análisis de los procesos de transición5. Nos
limitamos a señalar los aspectos principales del funcionamiento económico de una economía socialis-
ta, tanto a nivel macroeconómico como en el contexto microeconómico de la unidad de producción.

3.2. Diferencias en los mecanismos básicos de la macroeconomía del socialismo y del capitalismo
1. Las características fundamentales de una economía socialista se pueden resumir en dos principios:

a) Predominio de la propiedad colectiva sobre los medios de producción fundamentales y el crédito.


b) Orientación general de la economía hacia la maximización del bienestar social de la población.

Estos dos principios significan que bajo el socialismo las decisiones macroeconómicas se toman
antes que las microeconómicas, con lo cual se condicionan las decisiones de los agentes productivos
individuales (procedimiento que es inverso en el capitalismo). A su vez, ese principio de determinación
macroeconómica se traduce en tres características de funcionamiento que diferencian a las economías
socialistas del capitalismo:

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


332
a) El nivel óptimo de producción en el socialismo no coincide con el del capitalismo.
b) Las decisiones de inversión se basan en criterios macroeconómicos, mientras en el capitalismo
son fundamentales las decisiones adoptadas con base en consideraciones microeconómicas.
c) Los cálculos económicos se basan en precios de producción y no en precios de mercado, como
en el capitalismo.

2. El nivel óptimo de producción socialista no coincide con el capitalista ni en volumen ni en compo-


sición. En el socialismo, el nivel óptimo en volumen equivale al nivel máximo, con la sola restricción
de la minimización de los excedentes. Las decisiones de inversión y de aumento o disminución de la
producción deben articularse en tiempo y cantidad entre los diferentes sectores, sea que se trate de
consumos intermedios o de productos finales.
Según los principios capitalistas de máxima ganancia, por el contrario, el nivel óptimo de produc-
ción puede ser determinado no solo con el incremento del volumen de producción, sino también, en
muchas ocasiones, con su restricción, para así alterar la relación oferta-demanda y obtener ganancias
extraordinarias mediante un aumento de los precios de mercado. De hecho, mientras mayor sea el gra-
do de concentración de la propiedad, tanto más se distancia el nivel óptimo de producción del máximo
volumen potencial. El despilfarro es una realidad muy extendida en el funcionamiento económico
del capitalismo6. En particular, se da un desperdicio masivo y permanente de recursos humanos, que
son mantenidos en situación de desempleo y subempleo. Pero además, es frecuente la disipación de
recursos materiales en producciones no necesarias socialmente; vale decir, no vendidas7.
En esencia, el despilfarro es una necesidad del funcionamiento del sistema capitalista, en tanto que
condición precisa para agudizar la competencia entre capital y trabajo, y entre capitales, a los fines de
maximizar la ganancia.
También en los sistemas socialistas se producen despilfarros. En las experiencias históricas de estos
sistemas se encuentran numerosas demostraciones de disipación de recursos, tanto en niveles interme-
dios como finales de la cadena de producción. En este caso, sin embargo, derivan de una mala orga-
nización del sistema de producción y distribución. En particular, aumentan esos desperdicios cuando
las decisiones de inversión se adoptan sin la participación democrática de los trabajadores y de los
ciudadanos en general, lo que provoca una pérdida social que podría ser valorada con la contabilidad
económica, si esta fuese organizada adecuadamente.

3. La planificación macroeconómica existe tanto en las economías capitalistas como en las socialistas.
Veamos dos citas que Johansen recoge. La primera, de 1938, es del economista británico H.D. Dickin-
son. Según esta definición, la planificación es la “toma de decisiones económicas fundamentales –qué
y cuánto se debe producir, y a quién se le asigna– mediante la decisión consciente de una autoridad
determinada, sobre la base de una revisión sistemática de todo el sistema económico”.
En 1944, C. Landauer definía así la planificación:

Planificar significa coordinar por medio de un esfuerzo consciente, en lugar de la coordinación auto-
mática que tiene lugar en el mercado, y este esfuerzo consciente debe hacerlo un órgano de la
sociedad. Por eso la planificación es una actividad colectivista, en su carácter de regulación de las
actividades de los individuos por la comunidad. Esto es cierto sin importar que el plan sea impuesto
o que no lo sea. Aun si el plan es aplicado en sujeción a consejos voluntariamente aceptados, el peso
se desplaza de las decisiones individuales a las deliberaciones de órganos colectivos8.

OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA


333
En el capitalismo, la planificación se limita a las decisiones de inversión que el Estado lleva ade-
lante para proveer servicios sociales e impulsar obras de infraestructura. A su vez, algunos operadores
privados hacen una planificación microeconómica de sus actividades, que, en el caso de los agentes
financieros y de las grandes multinacionales, incide sobre precios y cantidades, condicionando así los
equilibrios macroeconómicos. Pero tal planificación es realizada fuera de toda forma de coordinación
ex ante por parte de los operadores. Es una planificación privada, que pasa siempre por la prueba
del mercado para establecer ex post la propia adecuación al criterio de rentabilidad. También en las
economías socialistas cumplen los mercados una función, al determinar algunos precios y, sobre todo,
contribuir a revelar variaciones en la demanda. Como dice Laibman (2006b):

No se insistirá nunca lo bastante en este punto: la ideología del mercado no adquiere la preponderancia
de que goza por medio de la operación de “aparatos ideológicos” capitalistas (el Estado, los medios
de comunicación, la educación); es la vida cotidiana la que la destila espontáneamente. De allí que
resulte engañoso ver la ideología “del” mercado repetida por la izquierda en numerosos tratados
eruditos que confunden el mercado con sus formas históricas específicamente capitalistas. Esto
impide comprender una cosa esencial: los mercados son realidades que se insertan en la sociedad,
que evolucionan, y que tienen formas precapitalistas, capitalistas y poscapitalistas.

De cualquier manera, el mecanismo básico para la asignación de los recursos en el capitalismo es el


mercado, ya que a través de este se convalidan las decisiones privadas de inversión y producción y la
distribución del trabajo social que deriva de tales decisiones. La planificación es limitada –no influye
en el corazón de las decisiones de inversión, como son aquellas que conciernen a la capacidad instalada,
a su utilización y al cambio tecnológico– y, dado que es llevada a cabo por operadores particulares, es
también fragmentaria, definida en el ámbito microeconómico del grupo empresarial o de la entidad
financiera que la impulsa.
Al centro de las diferencias se encuentra el proceso decisorio relativo a la inversión: en el capitalis-
mo, las decisiones ocurren en el ámbito de la empresa y, por tanto, forman parte del funcionamiento
microeconómico de la acumulación. La existencia de una importante porción de inversiones por parte
del sector público, la cual se define en el ámbito macroeconómico, no contradice lo antes dicho, en
vista de su carácter subordinado y principalmente limitado a la infraestructura y a servicios no mercan-
tiles, como es típico de la inversión pública en el capitalismo. A este nivel, entonces, la diferencia entre
los dos sistemas no reside tanto en la dicotomía mercado-planificación, como en el carácter de la pla-
nificación misma, que bajo el socialismo es coordinada y puede ser tanto central como descentralizada.
En esas condiciones, es la planificación lo que determina tanto la asignación del trabajo social como las
decisiones de inversión fundamentales en la economía, mientras que el mercado juega un papel reduci-
do y subalterno. Las relaciones causales, en uno y otro sistema, se definen según el siguiente esquema:

– Capitalismo: mercado (macro) → planificación (micro).


– Socialismo: planificación (macro) → mercado (micro).

4. También los contenidos de la planificación difieren sustancialmente de un sistema al otro. En la


economía socialista, los planes se basan en el balance de recursos y gastos, que son contabilizados
en términos materiales. En las economías capitalistas, los balances físicos existen todavía hoy en la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


334
contabilidad agraria. En las socialistas, los balances materiales se aplican tanto a las actividades agrí-
colas como a las industriales, para reflejar en un esquema único las interconexiones de los procesos
fundamentales de la reproducción socialista ampliada. Naturalmente, estos balances se usan también
en cada actividad específica.
Así, para un determinado producto, como por ejemplo el acero, se tendrá un balance material
específico:

Recursos Gastos

Existencias a comienzos Existencias a fines de año


del año Consumo interno previsto
5. Los balances materiales son establecidos a priori
(“balance planificado de la economía nacional”) y
Previsiones de producción Detallado por región
a posteriori (“balance de resultados”), lo que per-
Detallado por ramas
mite comparar los cálculos y los objetivos persegui-
de producción
dos con lo que efectivamente se logró hacer. En el
Cantidades exportadas
balance de resultados se pueden considerar índices
Previsiones de importación
no previstos en el plan (índice de fuentes adiciona-
Fuente: Brémond, Geledan (1985). les de recursos, de pérdidas imprevistas, etcétera).

En el balance de la economía nacional se reflejan, como elementos de un todo único, el trabajo


social, la producción, la distribución, el intercambio, el consumo y la acumulación del producto
social y la renta nacional. (…) Cada una de estas partes se halla representada en el balance de la
economía nacional, en primer lugar, a través del correspondiente balance general, que comprende el
“balance de los recursos de mano de obra en la economía nacional”, el “balance de la producción, del
consumo y de la acumulación del producto social” y el “balance de la producción, de la distribución
y redistribución del producto social y de la renta nacional en la economía nacional”. A su vez, tales
balances se completan orgánicamente con un sistema de balances y cuadros parciales, cuyo objetivo
consiste en reflejar, de la manera más detallada, determinados aspectos de la reproducción. Cada
uno de estos balances tiene, además, un significado propio e independiente. Vale la pena citar, entre
muchos, los siguientes: balance de los recursos de mano de obra según el territorio del país, balance
de utilización del tiempo de los trabajadores en las diversas ramas de la economía nacional, balan-
ces materiales según los diversos tipos de artículos, balances de ingresos y egresos monetarios de la
población, balance de los fondos básicos, cuadro de los índices de producción por habitante para los
productos más importantes, y muchos otros (Borisov, Zhamin y Makarova, 1975).

En la construcción de los balances materiales es fundamental el cálculo de las normas técnicas –o


coeficientes técnicos–, que permiten establecer las necesidades unitarias de consumos intermedios y
de trabajo en cada producción. El método habitual para la determinación de esas normas se basa en
una contabilidad económica detallada de las operaciones, en términos de consumo y de producción9,
entre las diferentes ramas y sectores. Una vez establecida la composición y el volumen de producción
que se quiere alcanzar, las normas permiten determinar las cantidades de mano de obra, de materias
primas y de productos intermedios que serán necesarios para algunos millares de productos. Dado que
continuamente se introducen modificaciones o innovaciones tecnológicas, todo se recalcula perma-
nentemente. Toda diferencia entre el coeficiente y las condiciones técnicas reales de la producción se
traduce en carencia o excedente de materiales10.

OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA


335
Con la introducción de los balances materiales y el cálculo de las normas técnicas, cada empresa
recibe un conjunto de indicadores acerca de los objetivos que debe alcanzar. Esos objetivos establecen
el volumen de producción respectivo, pero pueden también incluir otros aspectos, como por ejemplo
techos para la determinación de costos (salariales, etcétera), consumo de materias primas, objetivos de
recaudación por ventas, umbrales de rentabilidad y otros.
Al momento de asignar los recursos, que son siempre limitados, la planificación establece una escala
de prioridades de tipo sectorial. Los sectores que se consideran estratégicos reciben una suficiente can-
tidad de recursos, mientras que los otros deben subordinarse a los objetivos planteados para aquellos y
aceptar también las diferencias técnicas en el cálculo de las normas de los sectores estratégicos. Este sis-
tema de asignación de recursos se conoce con el nombre de “método de las conexiones conductoras”11.

6. Los precios tienen un contenido y cumplen una función diferente en ambos sistemas. En la econo-
mía capitalista, se determinan una vez que se ha establecido la distribución del valor agregado entre el
capital y el trabajo; es decir, cuando se tiene la tasa de ganancia media o “normal” de la economía. A
partir de ese punto, los precios dependen de las condiciones técnicas de producción y de los costos de
los inputs o insumos12.
Las ventajas económicas de un sector (una más acentuada composición orgánica del capital, con
productividad superior a la media sectorial), así como el dominio oligopólico, permiten a determina-
das empresas fijar una tasa de ganancia superior (posibilidad que la economía convencional considera
como aplicada por todas las empresas y que determina el markup). Esto facilita la acumulación de
plusvalía en las empresas y sectores más avanzados tecnológicamente y con mayor poder oligopólico.
El procedimiento –aquí brevemente descrito– de fijación de precios “de mercado” no tiene nada que
ver, naturalmente, o muy poco, con la teoría del equilibrio de Walras, en la cual la fijación de los
precios consiste en un procedimiento de subasta en el mercado, entre la oferta y la demanda, que
presupone una producción llevada a cabo sin que hasta ese momento tenga precio.
Dos precios muy especiales, el salario y el interés, expresan la participación de los productores en
el valor agregado y la de los perceptores de renta en su división. A pesar de que el movimiento de los
precios relativos está condicionado en el largo plazo por las variaciones relativas de la productividad,
en el corto plazo los precios de mercado son señales muy inadecuadas para el proceso decisorio, pues
ocultan más información de la que revelan, tanto en lo que se refiere a la estructura del mercado de
los productos, como respecto a las condiciones de mayor o menor competencia sectorial en las que se
desarrolla la producción.
Puesto que los precios relativos dependen de la distribución, el conjunto de los precios solo se pue-
de establecer de manera simultánea. Ello supone una contradicción entre la macroeconomía dinámica
capitalista y el tiempo histórico, que establece una sucesión temporal y una articulación intersectorial
de los flujos de mercancías y trabajo.
Las crisis, como manifestación de valores no realizados –vale decir, de producción no convalidada
por medio del intercambio mercantil de la cantidad de dinero que se expresa en el precio–, se convier-
ten por tanto en la forma regular de funcionamiento de la economía13.
En el socialismo, los precios son índice directo de los costos materiales, con lo cual expresan la
noción clásica de precios naturales (Smith, Ricardo) o precios de producción (Marx). Como tales,
deben reflejar con la mayor exactitud posible los contenidos de trabajo directo e indirecto presentes
en la producción.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


336
La dificultad de medir simultáneamente los consumos de trabajo indirecto (incorporado en los
consumos intermedios) es lo que impide hacer los cálculos directamente en términos de valor-trabajo,
y exige un procedimiento secuencial a base de números índices y otros procedimientos técnicos para
poder aproximar tales valores bajo la forma de precio. Cuando los cálculos se distancian de los valores
de referencia, se producen desequilibrios sectoriales. Sin embargo, tales desequilibrios son estrictamen-
te técnicos, vinculados a las limitaciones de las formas de medición y podemos, por tanto, definirlos
como coyunturales. En el capitalismo, en cambio, los precios de mercado manifiestan la tendencia
estructural al desequilibrio de la acumulación.
En una economía planificada socialista, los precios no se usan para medir rentabilidades relativas
entre las unidades productivas, en tanto que “lo que realmente interesa es la rentabilidad general del
aparato productivo” (Guevara, 1976a: 213).
El cálculo del tiempo de trabajo socialmente necesario, junto con un sistema adecuado de control
de inventarios, números índices, tasas de depreciación, etcétera, determinan los precios internos de
las empresas y, sobre la base de tales costos, se analiza el desempeño relativo de las unidades de pro-
ducción, en términos de gestión y control de gastos. No obstante, las decisiones –económicamente
necesarias– de favorecer o restringir el consumo de determinados bienes, pueden obligar a establecer
precios diferentes al interno.
Con este análisis, Guevara muestra cómo en las economías socialistas los precios finales pueden
diferenciarse de los precios de producción. Tal diferencia, sin embargo, no se deriva de una regla eco-
nómica, como en el capitalismo, donde los precios de mercado reflejan no solo los costos relativos, sino
también la situación puntual de la oferta y de la demanda y el grado de competencia microeconómica.
Por el contrario, la diferencia entre los “precios socialistas” y la contabilidad de sus costos responde
a una decisión consciente, política, que se expresa a nivel político y sobre la base de consideraciones
macroeconómicas.

3.3. Experiencias de planificación socialista


1. La planificación socialista ha tenido experiencias históricas muy diversas, cuyo balance todavía no
se cierra y cuyo conocimiento es esencial para entender la posibilidad de desarrollar una economía
alternativa.
Las primeras experiencias de planificación socialista tuvieron lugar en la Unión Soviética a partir
de 1926, una vez finalizada la etapa de la NEP, que había signado el período 1921-1926. El Comité
Estatal para la Planificación (Gosplan) era el organismo encargado de elaborar los planes económicos.
Durante la primera mitad de los años veinte, esos planes tuvieron un carácter muy similar a la posterior
“planificación indicativa” francesa y estaban orientados, sobre todo, a coordinar las actividades de los
sectores público y privado de la economía. Luego, los debates de la época dieron lugar a un cambio de
dirección, que se concretó entre 1926 y 1928. A partir de entonces, los planes fueron manifestación del
deseo de cambiar las relaciones sociales existentes, en lugar de tratar de reconciliarlas con los objetivos
del Estado.
El Gosplan adquirió así una nueva dimensión y desarrolló nuevos instrumentos teóricos y analíti-
cos. Los planes quinquenales dieron concreción a la nueva modalidad de planificación, que aspiraba
a cubrir toda la actividad económica. A partir de la proyección de los objetivos de producción de un
conjunto de mercancías seleccionadas, que llegaba a varios centenares, el Gosplan elaboraba planes

OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA


337
anuales que se enviaban, a manera de proyecto, a las diversas empresas. Estas discutían sus contenidos
y remitían de vuelta sus contrapropuestas. En las negociaciones que seguían se configuraba un plan de
empresa que, una vez aprobado por la autoridad central, se convertía en base de la actividad industrial
del año siguiente.
Para hacer frente a la complejidad del plan, se establecía un cierto nivel de delegación de autoridad
sobre una base sectorial, funcional o territorial. Inicialmente se pusieron en práctica las dos primeras de
esas formas de delegación de poder, y así se crearon diversos ministerios industriales, que rápidamente
crecieron en número: 3 en 1932, 20 en 1939, 32 en 1948. Asimismo, se crearon ministerios funcio-
nales, como el del Trabajo. Con la colaboración de todos esos organismos, el número de productos
incorporados a la planificación llegó a varios millares cada año.
A partir de 1957, la distribución de competencias por sectores fue sustituida casi completamente
por otra de tipo territorial, con lo cual se llegaron a conformar 103 consejos económicos regionales
(sovnarjoz), que luego se reagruparían hasta ser solo 46 en 1963. Con esto se buscaba superar los
problemas derivados de la falta de coordinación horizontal entre regiones, así como el hecho de que los
ministerios industriales se habían convertido en una especie de imperios semiautárquicos para escapar
del control ejercido por la estructura general del Gosplan. Por su parte, la estructura de cada sovnarjoz
comprendía un consejo técnicoeconómico de asesores, un determinado número de departamentos
funcionales y varios subdepartamentos, encargados de las principales ramas económicas presentes en
su territorio. Entre el Gosplan y los consejos regionales se mantenía una relación de dependencia para
algunas materias, aunque en la práctica, a partir de los años sesenta, solo un pequeño porcentaje de los
sectores estratégicos se mantuvo solamente bajo la dirección central del organismo planificador. Como
puede verse, el sistema soviético de planificación central tuvo, desde los años sesenta, un componente
notable de descentralización (Dobb, 1972b).

2. En los años sesenta y setenta se introdujeron diversas reformas para brindar mayor autonomía a
las unidades productivas y así reducir los problemas de la oferta de bienes de consumo intermedios y
finales a la población. Esas reformas seguían más o menos la misma orientación de la más famosa de
ellas, la llamada “reforma Liberman”, que otorgó una cierta libertad en la fijación de precios y auto-
nomía empresarial para las decisiones referentes a la repartición de los incrementos de productividad
(Liberman, 1968) por encima de los objetivos definidos.
Es muy poco conocido el hecho de que, a partir de los años ochenta, se adelantó en la Unión
Soviética un proceso de democratización económica (Liberman, 1982), concebido para mejorar la mo-
tivación y la productividad de las empresas y, también, para tratar de superar los problemas existentes
en las economías de los países socialistas industrializados, que eran iguales, por otra parte, a los que
confrontaban las economías capitalistas industrializadas de la época. En palabras de Laibman (2006):

Una resolución sobre economía promulgada en 1979, en la era de Brezhnev, puso en marcha vastas
transformaciones destinadas a profundizar la democracia económica en la Unión Soviética: en las
empresas se crearon consejos de los colectivos de trabajadores, que tenían la responsabilidad de
planificar y aplicar sus propios planes y administrar sus propios fondos; se establecieron elecciones
directas para seleccionar a los dirigentes de los equipos de trabajo y los administradores de las
empresas; se desarrollaron sistemas participativos para determinar las bonificaciones (la parte variable
del salario), así como nuevos criterios “normativos” para evaluar el trabajo de las empresas, de los

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


338
equipos de trabajo y de los individuos. La elección directa de los dirigentes de empresa tomó el
carácter de un movimiento de masas, y en 1985 se había instaurado en toda la industria soviética.
No hace falta aclarar que fue abolida cuatro años más tarde, cuando entró en conflicto con los
prerrequisitos de la “propiedad privada”, según la entendían los privatizadores que más adelante
florecerían en la mafia rusa de nuestros días. Ese breve momento de floreciente democracia industrial
fue singular. No tuvo contrapartida en ningún otro país de la Europa Oriental o de Asia.

El mismo Laibman reconoce, en el citado texto, que Cuba representa una excepción respecto a
esa última afirmación, y su caso debe ser estudiado separadamente. En efecto, el sistema de planifi-
cación cubano muestra diferencias de gran importancia con el “modelo soviético estándar”. La
planificación era fundamental para Guevara, quien en una crítica a la simulación de la ley económica
fundamental del socialismo en el manual de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, declara:
“Creo que existe y que debe considerarse la planificación como tal, la planificación debe considerarse
como la primera posibilidad humana de regir las fuerzas económicas. Esto daría que la ley económica
fundamental es la de interpretar y dirigir las leyes económicas del período” (Guevara, 2006: 102).
Las nuevas técnicas de contabilidad permiten transferir las técnicas contables empresariales al desa-
rrollo del sistema socialista, mediante la planificación. Esto fue visto por el Che ya en 1963: “en un país
pequeño, con buenas comunicaciones, no solamente terrestres o aéreas, sino telefónicas e inalámbricas
(…) [hay] base para un control continuado y al día” (Guevara, 1976a: 211).
Las particularidades de una economía con tales características, como justamente es Cuba, le per-
miten al Che Guevara identificar las condiciones que hacen más eficiente la planificación centralizada,
sin tener que pasar, como en la Unión Soviética, por sistemas de descentralización y de autonomía
empresarial para eliminar los cuellos de botella en el flujo de producción.
El control de costos es para el Che el mecanismo básico para verificar la eficiencia en las unidades
productivas, que puede derivar de una “no coincidencia entre el costo de producción y el precio socia-
lista del sector” (Guevara, 1976a: 212).

3.4. Modelo de planificación centralizada


1. Este modelo se caracteriza por el grado en que las decisiones en materia económica –con excepción
de las personales o individuales– se concentran en los aparatos centrales del Gobierno y del Estado.
Esas decisiones abarcan el volumen y la composición de las inversiones, del consumo y del comercio
exterior; los niveles de producción y los recursos económicos para garantizarlos; los precios y los as-
pectos salariales; los servicios básicos y otras actividades no productivas. Como factor de coordinación
económica y contable se utiliza el llamado método “de balance de bienes materiales”, que se expresa en
términos físicos. Además, se toman en consideración algunos aspectos característicos:

a) El contenido imperativo y la estructura jerárquica de los planes, al estar basados en las decisiones
centrales, deben escindirse sucesivamente hasta llegar a los niveles inferiores. Predominan las re-
laciones de tipo vertical, mientras que las horizontales –como las de proveedor-cliente–, en tan-
to que subordinadas al sistema de dependencias verticales, tienen solo carácter complementario.
b) El papel pasivo de los instrumentos y mecanismos financieros. El predominio de los cálculos
en magnitudes físicas o cantidades conduce a la desactualización y desnaturalización de los pre-
cios, que pasan a ser de orden secundario, lo que incrementa la desconfianza hacia los cálculos

OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA


339
económicos. Las categorías monetario-financieras se convierten en reflejo pasivo de las decisio-
nes adoptadas en la determinación directa de objetivos y recursos.
c) El mercado de economía centralizada tiende a dejar insatisfecha la demanda del consumidor; los
productores no se sienten presionados a reducir los costos y aumentar la productividad, ya que
el mercado consume todo lo que se le ofrece. Además, se produce una inflación caracterizada no
tanto por el aumento de los precios, como por el incremento del dinero circulante en manos de
la población. En este campo fueron muy importantes los trabajos de Janos Kornai14. Sus concep-
tos se convirtieron en obligado punto de referencia en las discusiones sobre modelos económicos
socialistas.

3.5. Modelo de planificación descentralizada


1. Este enfoque parte de la posibilidad de no considerar ya el mercado como regulador general de la
actividad económica (ley del valor), pero manteniendo la utilización de los instrumentos de mercado,
que están llamados a cumplir funciones económicas específicas dentro de un mecanismo más general,
regulado, de planificación.
Considérense algunas de sus características particulares:

a) Métodos indirectos de decisión en lo que respecta a los niveles inferiores. En la esfera de deci-
sión directa entran la cantidad y la estructura de los ingresos de la población, los fondos que
aportan las empresas y los que están a su disposición, los fondos para el consumo colectivo y
para la acumulación y, finalmente, su distribución entre los distintos sectores y la selección de
las inversiones centralizadas.
b) Las empresas pueden plantear y fijar libremente un conjunto de precios, tomando siempre en
cuenta la voluntad expresa de combatir preventivamente las prácticas monopólicas.
c) A partir de una dotación inicial de capitales fijos y circulantes, las empresas organizan de manera
autónoma el proceso productivo, escogiendo la cantidad y la dinámica de producción, además
de su estructura de costos.
d) En las diversas fases de aplicación del modelo, las empresas pueden decidir el reposicionamiento
y la modernización de su capacidad productiva.

3.6. Modelo reformado


1. En los países en que ha sido aplicado este modelo, se ha reconocido, en mayor o menor grado, la ne-
cesidad de combinar las modalidades existentes con una mayor utilización de las relaciones monetario-
mercantiles y una autonomía empresarial más eficaz. Veamos algunos de sus principios:

a) En el plano teórico, Ota Sik15 consideró que la producción mercantil es en el socialismo una
necesidad objetiva, determinada por las posibles contradicciones que en el trabajo socialista se
derivan del grado de desarrollo de las fuerzas productivas.
b) El problema de la descentralización no es solo cuestión de conocimiento, sino también de
conciliación de intereses, cosa que no puede lograrse con métodos administrativos. El modelo
de gestión descentralizada no es una opción posible que va unida a otros modelos, sino una
necesidad inherente a la producción socialista.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


340
c) Las inversiones debían ser financiadas por fondos o créditos de las empresas, y estas tomaban
parte en la elaboración de los planes a largo plazo y en la escogencia de los proyectos.
d) Las reformas estuvieron en realidad siempre acompañadas por fuertes desequilibrios internos y
externos. En las empresas, las remuneraciones se incrementaban sin una respuesta productiva
correspondiente. El crédito interno y el déficit presupuestario crecían de manera incontrolada,
y aumentaban también la inflación y el volumen de importaciones para poder satisfacer la de-
manda interna. Según estudiosos como Kornai, gran parte de los avances económicos provenía
de la llamada segunda economía (sector informal, privado, ilícito, no estatal).

3.7. El modelo dual flexible


1. Los períodos de transformación en China (de 1966 a 1976 con la Revolución Cultural, entre 1976
y 1981, y 1984-1985, etapa vital a la que se refiere la reforma) crearon gradualmente un modelo dual
que tuvo por resultado tres tipos fundamentales de empresa, que se explicitan de seguidas:

a) Empresas estatales en áreas estratégicas, como las de energía, transporte, telecomunicaciones y


producción clave de bienes intermedios.
b) Sector de grandes y medianas empresas, en el que solo un pequeño porcentaje de la capacidad
se emplea para la producción en el ámbito de la programación nacional. Mantiene facultades
decisorias sobre el resto de sus actividades, aun cuando estas a su vez son reguladas por las
políticas macroeconómicas.
c) Sector de pequeñas empresas estatales, de propiedad colectiva y privadas, que funcionan en
sujeción al mercado.

2. El modelo dual flexible permite variar el grado de planificación y regulación del mercado en tres
maneras: alterando el porcentaje de empresas en cada sector, cambiando en cada empresa el porcentaje
de la capacidad productiva que está sujeto a objetivos obligatorios y diversificando la participación de
las diversas economías territoriales. A mediados de los años ochenta se tomaron serias medidas para
resolver el problema de la falta de control sobre los salarios, los créditos bancarios, las inversiones y las
importaciones, así como para regular el alto déficit comercial externo, las presiones inflacionarias y el
aumento de los precios del consumo. Los años noventa fueron un período de gran discusión sobre
el modelo económico, en la que se analizaron las dificultades encontradas y los resultados obtenidos.
El aporte más original del modelo chino ha sido la experimentación en el uso de instrumentos de
mercado sin perder el control centralizado.

­— notas —

1 Para profundizar en este tema, cfr. González Gutiérrez (2004).

2 Para profundizar en el tema, véanse los siguientes textos: Itoh (1995); Novozhilov (1975); Strumilin (1966); Kornai (1992);

González (1997: 2-11); AA VV (2002); AA VV (2004).

OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA


341
3 En este tema ha profundizado el economista cubano Alfredo González G. Sus trabajos son una importante fuente de consulta

al respecto y sirvieron como punto de partida para caracterizar los modelos que se presentan a continuación, también aborda-
dos y articulados en muchos trabajos de Hugo Pons.

4 Dobb (1972b), Carr (1978; 1984). Un resumen útil para entender la evolución económica de la Unión Soviética en los años

veinte es el que provee Gangart (1976).

5 Para profundizar en estos temas, cfr. Brus (1965).

6 El despilfarro de recursos materiales se deriva también de la rápida obsolescencia de los productos. Antunes (2006), retomando

a Meszáros, habla de la tasa de utilización decreciente del valor de uso de las mercancías.

7 Bowles, Gordon, Weisskpof (1989) analizan el despilfarro en la economía norteamericana, acelerada con la aplicación de las

recetas neoliberales de los años ochenta. Sauvy (1972) analiza la obsolescencia planificada de los productos como sistema
normal de planeación y fabricación en el capitalismo de nuestros tiempos.

8 Para una discusión de las diversas formas de planificación, véase el libro en dos volúmenes de Johansen (1977-1978).

9 La tabla input-output de análisis macroeconómico de Leontiev deriva precisamente de la necesidad, en la Unión Soviética, de

calcular tales coeficientes.

10 En una economía capitalista esas diferencias se manifiestan a posteriori, como excesos de oferta o de demanda.

11 Cfr. Brémond, Geledan (1985: 359).

12 La presentación analítica de esta idea la encontramos en Sraffa (1982), que propone un modelo determinado (una vez que se

ha establecido como numerario una mercancía) por n ecuaciones (equivalentes al número de productos diferenciados): pn =
r*(1 – A)-1 + w*l (donde A es la matriz de coeficientes técnicos; w, la media salarial; l, el trabajo directo; r, la tasa de rendimien-
to). Es obvio que en el mismo momento en que se determina la ganancia normal, se establece la media salarial, a través de un
procedimiento que no tiene mucho que ver con las productividades marginales (que solo se expresan como límite dinámico) y
sí, en cambio, con las condiciones coyunturales y estructurales de la lucha entre capital y trabajo.

13 Y la inflación, lejos de reflejar desequilibrios estructurales entre demanda y oferta, aparece como un instrumento en la lucha

por captar cuotas mayores del valor agregado o excedente por parte de los capitalistas. Véase Mandel, Valzer, Jourdain (1970).

14 Economista húngaro que cumplió un importante papel en el desarrollo teórico de la planificación. Más tarde se hizo revisionista

respecto al proceso de construcción del socialismo y, finalmente, se convirtió en detractor de esta corriente del pensamiento.

15 Economista checoslovaco que previó la posibilidad de construir el socialismo en presencia del papel del mercado.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


342
Capítulo IV
CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN

1. La visión de Guevara y la participación popular

1. Con el triunfo revolucionario, se abrió para Cuba la posibilidad de iniciar un verdadero proceso
de desarrollo basado en las aspiraciones del Programa del Moncada, dirigidas a dar respuestas insti-
tucionales y consistentes a las exigencias de una política de emancipación, y de coordinar de manera
planificada los esfuerzos y los recursos de los diversos organismos del Estado.
Con ese fin nace, el 11 de marzo de 1960, la Junta Central de Planificación (Juceplan), y poco
después, tras el proceso de nacionalizaciones, en 1962, se instaura definitivamente el modelo de plani-
ficación centralizada. Este toma como referencia directa el método de planificación checoslovaco, en
el que se hallan también presentes los métodos soviéticos, a partir de la elaboración de los “balances
de bienes materiales”. En esta etapa, si bien no se definía aún el carácter socialista de la Revolución
Cubana, la planificación centralizada respondía a la necesidad de ordenar y organizar el proceso de
desarrollo en curso. Ya antes se había planteado el programa del Partido Socialista Popular, que era
esencialmente un programa de desarrollo (Rodríguez, 2000: 4), como bien lo explican en muchos
trabajos Hugo Pons y Efraín Echeverría, a quienes se hará frecuente referencia en este capítulo y más
adelante al abordar estos temas.

2. Es en este período que madura el pensamiento del Che Guevara, quien reconoce que hay para el
momento una serie de tesis, en desarrollo, para el perfeccionamiento de la planificación. En cuanto al
modelo que se quiere desarrollar, el Che lo afronta con una concepción centralizada pero flexible, no
solo como modelo de construcción económica, sino también como propuesta de conciliación de los
intereses económicos y los intereses políticos.
Al comienzo de los años sesenta, la dinámica de la Revolución Cubana seguía su curso. Diversos re-
presentantes del marxismo de la época visitaban Cuba y muchas de sus obras fueron publicadas en esa
década. Lamentablemente, ese contacto del mundo científico cubano con numerosos representantes
mundiales se irá perdiendo con los años, para ser sustituido por un contacto prácticamente exclusivo
con la academia soviética y sus puntos de vista. En ese momento, sin embargo, se desencadena una
intensa polémica sobre temas referentes a la construcción del socialismo, y el Che mantiene un enfren-
tamiento con el francés Charles Bettelheim, de quien fue uno de los principales críticos en el campo
del pensamiento económico. Bettelheim defendía el modelo soviético, que, con ligeras y diversas gra-
daciones, se aplicaba en los países de la Europa Oriental. Como se sabe, ese modelo otorgaba validez
a un conjunto de categorías propias del sistema de producción capitalista, como por ejemplo las de
mercancía, dinero, crédito, etcétera, con la idea de que ellas cambiaban de contenido en un sistema
socialista. La posición del Che era otra: para él, esas categorías eran un cuerpo extraño en el tejido del
socialismo y habrían producido contradicciones tales que obligaban a crear mecanismos que, a largo
plazo, podrían destruir el sistema. En la base de esta crítica estaba la convicción de que las etapas de
desarrollo de la Unión Soviética no representaban tout court las etapas del socialismo.
Así, en sus comentarios críticos al Manual de economía política de la Academia de Ciencias de la
Unión Soviética, escribe –en la página 466– que “es muy discutible la existencia de esas llamadas cate-
gorías económicas. Como máximo son categorías económicas de la Unión Soviética, no del socialismo
(por ejemplo, el cálculo económico)” (Guevara, 2006: 21).
Según el Che, no se podía convertir la necesidad en virtud, y menos todavía en realidad del so-
cialismo. El uso de relaciones monetario-mercantiles, unido a formas diversas de proteccionismo y a
los mecanismos que de allí se derivan, son en realidad resultado de la inmadurez del desarrollo de las
fuerzas productivas y de las relaciones de producción socialistas: si bien en la primera etapa de la tran-
sición son una realidad palpable, ello no significa, en su opinión, que sean necesarios. Las categorías
mercantiles configuran en el socialismo un híbrido; no constituyen, en sí mismas, instrumentos de este
sistema. Guevara concluye:

se pretende conocer leyes económicas cuya existencia real es discutible. El resultado es que se les
confunde continuamente con las leyes económicas del capitalismo que siguen existiendo en la
organización económica soviética, se les embellece con un nuevo nombre y se sigue así adelante en el
autoengaño (…) ¿hasta cuándo? No se sabe cómo se resolverá esta contradicción (Guevara, 2006: 122).

Al reconocer esta verdad, el Che no perdía de vista la importancia de la conciencia en el desarrollo


del socialismo. Una de sus mayores preocupaciones y fuente de frecuentes discusiones con los defen-
sores del cálculo económico como método de gestión en los países socialistas, era el énfasis que estos

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


344
ponían en el desarrollo de las categorías capitalistas como instrumento para estimular, a su vez, un
desarrollo más acelerado de las fuerzas productivas.
Guevara no negaba que tal aceleración fuese posible; al contrario: afirmaba que esa posibilidad
había sido históricamente demostrada por el capitalismo. Pero el problema era construir una sociedad
nueva, en la cual se desarrollase un ser humano diferente, y esto no era posible con “las desafiladas
armas del capitalismo”. Con esas prácticas se podía, probablemente, alcanzar un nivel más alto en la
producción de bienes y servicios, pero no el hombre nuevo para la sociedad del futuro. Ese socialismo
mercantilizado no le interesaba al Che, como lo dejó en claro muchas veces al hablar de este tema
(Borrego, 2001: 208).
Uno de los méritos teóricos del Che es haber sabido sintetizar, en su trabajo sobre la transición, dos
elementos que en Marx, Engels y Lenin aparecen indisolublemente ligados: de un lado, la producción
económica y, del otro, la producción y reproducción de las relaciones sociales en las que se desenvuelve
la primera.
Estos elementos fueron separados por los teóricos de la Segunda Internacional y también por la
práctica de muchos países socialistas; simplemente, las ciencias sociales no reflexionaban sobre esa
realidad.

3. Según Carlos Tablada (1987: 56-66), el Che no idealizaba ni a los hombres ni a las clases sociales;
conocía bien la teoría, pero pensaba que no bastaba la propiedad estatal de los medios de producción
para definir como socialista un sistema de producción, y esto aun cuando en Cuba, durante los pri-
meros años de la revolución, no se cometió el error de aplicar en la economía el mecanismo realista
soviético de otorgar validez a algunas categorías económicas típicas del sistema capitalista (en Cuba ese
camino sería aplicado más tarde, a mediados de los años setenta, cuando se introdujo un sistema de
dirección y planificación económica copiado acríticamente del modelo soviético y de los demás países
socialistas destinados al fracaso; ese error fue rectificado a partir de 1986).
El Che estaba a favor del uso prioritario de los estímulos morales, sin olvidar los materiales, sobre
todo los de tipo colectivo:

Hemos reflexionado sobre este problema, hemos discutido, lo hemos visto en la práctica. Pensamos
que debemos luchar con toda nuestra fuerza para que el estímulo moral supla al estímulo material
dentro de lo posible y durante el mayor tiempo posible, es decir, estamos fijando un proceso relativo,
no estamos fijando la exclusión del estímulo material, simplemente estamos fijando que debemos
luchar porque el estímulo moral en el mayor tiempo posible sea el factor determinante en la actuación
de los obreros. Proponemos crear una fórmula mixta y no cancelar el estímulo material, pero sí hacer
que ese estímulo material no sea cuantitativo sino cualitativo1.

4. Uno de los aspectos más discutidos en la teoría de la transición es el constituido por las medidas
económicas, por el modelo y por las políticas económicas y sociales que se deben adoptar o aplicar.
Para responder a estas cuestiones no se puede hacer referencia a los clásicos, cuyo objeto de estudio
fueron las relaciones de producción del régimen capitalista y la consecuente creación de las premisas
para la revolución comunista. Las formas concretas del ejercicio del poder por parte del proletariado no
ocupan lugar relevante en esa literatura: fue la Revolución de Octubre, al ser la primera, la que habría
marcado la historia respecto al camino que se ha de seguir.

CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN


345
El conjunto de medidas aplicadas en Rusia en los años veinte, conocido con el nombre de Nueva
Política Económica (NEP), es considerado como controversial en el trabajo del Che sobre el sistema
presupuestario de financiamiento. Dedica él un amplio espacio al análisis de esta experiencia2, que
considera un retorno necesario hacia el capitalismo pero, al mismo tiempo, un paso adelante en com-
paración con el costo político y económico que debía pagar la joven revolución por causa de la ruina
económica, de la guerra y del asedio de las potencias imperialistas. Para el Che Guevara, la NEP repre-
senta una táctica estrechamente ligada a la situación económica de aquel país y, por tanto, no se le debe
dar validez universal. Se trata de una política de emergencia, de carácter transitorio, a la que Lenin
nunca consideró como una fase del período de transición al comunismo, ni como fase obligatoria para
todos los países que comienzan la construcción del socialismo.
Otras posturas sostienen lo contrario. La más importante entre ellas es la del polaco Wlodzimier
Brus (1969: 61). Esta concesión táctica promovía la libertad de comercio y eliminaba las medidas del
comunismo de guerra, con el objetivo de favorecer una ofensiva mejor preparada contra el capitalismo.
Según el Che, es en ese particular momento que se reorganizan las empresas, por lo que atañe a la auto-
gestión financiera, con base en el cálculo económico. Este elemento, además, está estrechamente ligado
a las características generales de la época en lo que respecta a las técnicas de control y las prácticas
económicas más difundidas, sobre todo el taylorismo y el desarrollo de las técnicas de programación
lineal, como la matriz de balance intersectorial y las tablas de input-output.
La NEP dejó, en el campo de la teoría económica de la transición, una herencia para el abordaje
de la relación entre racionalidad económica y racionalidad social, que diluyó la segunda en la primera.
La identificación entre ambas surgía en un momento en que la eficiencia de la gestión económica
determinaba la sobrevivencia del poder obrero, con lo cual impregnó la mente de muchos economistas
que, a pesar de las advertencias de Lenin, comenzaron a ver la NEP como una forma necesaria y única
de retorno a un referente del capitalismo.
El Che, como Lenin, pensaba que la NEP era otra cosa:

La referencia a la NEP es escueta, pero constituye uno de los pasos atrás más grandes dados en la
URSS. Lenin la comparó con la paz de Brest-Litovsk. La decisión era sumamente difícil y, a juzgar
por las dudas que se translucían en el espíritu de Lenin al final de su vida, si este hubiera vivido unos
años más hubiera corregido sus efectos más retrógrados. Sus continuadores no vieron el peligro y así
quedó constituido el gran Caballo de Troya del socialismo: el interés material directo como referente
económico (Guevara, 2006: 112).

Es sobre estas bases que se fundamenta su sistema de financiamiento presupuestario.

5. El Che insiste varias veces en el hecho de que entre la ley del valor y el plan, o entre el mercado y el
plan, hay contradicciones que no se pueden ignorar, si se quiere construir el socialismo. La planifica-
ción pone en evidencia una serie de aspectos cuyo contenido es sobre todo técnico; sin embargo, tiene
en lo esencial un contenido de carácter político que la diferencia de otras técnicas para la asignación
de recursos o para su control, como es el caso de la contabilidad o la programación. En particular, la
planificación socialista basa su contenido político en la comunidad de intereses que se da a partir de los
cambios que ocurren en la propiedad de los medios de producción, al establecerse sobre ellos la propie-
dad social. Es justamente esto lo que permite dirigir la sociedad desde un centro socioeconómico que
refleja y persigue la satisfacción de los intereses de la mayoría de la sociedad.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


346
Al centro del sistema cubano se halla el concepto de estrecha unión entre economía y política. Para
el Che, no puede haber teóricos que hablen de técnicas cuando está de por medio el destino de los
pueblos.
Durante el período de creación y consolidación del sistema socialista en Cuba, se produjo una
intensa polémica entre los defensores del financiamiento presupuestario y los del cálculo económico,
polémica difundida en los medios y cuyos máximos representantes fueron Carlos Rafael Rodríguez
y el Che. Según este último, los primeros pasos del sistema en la transición hacia el comunismo no
debían caracterizarse por el uso de la ley del valor y de las relaciones monetario-mercantiles, insidiosos
cordones umbilicales que mantienen al hombre atado a la sociedad capitalista y que hacen imposible
la redeterminación esencial de las relaciones sociales. En su opinión, la ley del valor es como un animal
domesticado, que puede ser utilizado pero solo de manera consciente (Guevara, 1988: 18-19).
De las cinco funciones que tiene el dinero, en la transición deben existir dos: el dinero como inter-
mediación en el intercambio y el dinero como medio de circulación y distribución entre el Estado y
los pequeños propietarios privados (que todavía existen) y el pueblo como consumidor. En el sistema
de financiamiento presupuestario, las finanzas deben ser el mecanismo mediante el cual se controla,
dirige, analiza y organiza la economía.
El sistema bancario, en este marco, tendrá que desaparecer, pues la banca no tiene ya por función
la concesión de créditos ni la obtención de dividendos; si lo hiciese, estaría obteniendo dividendos de
un capital que no le pertenece, como lo hace la banca privada. Todo el mecanismo se completa con un
sistema salarial, de estímulo, de emulación y de control sobre la base de estudios de la demanda, para
hacer corresponder la oferta mercantil con la demanda proveniente de la población.
El sistema presuponía la aplicación del principio de la discusión colectiva y la responsabilidad
única. Se trata de una combinación acertada y equilibrada de un régimen ampliamente participativo
con el ejercicio de la responsabilidad del dirigente a quien se delega la toma de decisiones.
Rodríguez aceptaba que, en general, el sistema de financiamiento presupuestario podía ser un mo-
delo más avanzado que el de cálculo económico, pero señalaba que exigía condiciones y premisas
imposibles de alcanzar en breve plazo. Para él, ese sistema podía resultar mejor en un futuro lejano,
más cercano al comunismo; asimismo, le atribuía un alto grado de centralización, lo que en su opinión
implicaba la disminución de la independencia de las empresas y, por tanto, una merma en el estímulo
a la eficiencia de la gestión.
El Che presentó respuestas para estos problemas, pero ello no fue suficiente para convencer al resto
de los cuadros que dirigían la economía del país. Después de un breve período de convivencia de
ambos sistemas, en los años setenta se impuso en Cuba, definitivamente, el cálculo económico para
toda la economía nacional.

6. El Che Guevara había resumido de manera simplificada las ventajas del sistema presupuestario:

a) Al proceder hacia la centralización, tiende a una utilización más racional de los fondos, con
carácter nacional.
b) Promueve una mayor racionalización de todo el aparato administrativo del Estado.
c) Crea unidades empresariales de mayores dimensiones –dentro de ciertos límites–, lo que permi-
te ahorrar fuerza de trabajo, aumentar la productividad y reducir los costos unitarios (economía
de escala).

CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN


347
d) Garantiza mayores posibilidades de estandarización de los sistemas salariales a escala nacional.
e) Simplifica el control de las inversiones.
f ) Contribuye a crear en el obrero la idea general de la cooperación entre todos, la conciencia de
pertenecer a un conjunto que es el de la población del país, y es esto lo que impulsa el desarrollo
de su conciencia del deber social.

Un aspecto no menos importante es el de la planificación y los mecanismos a través de los cuales


esta se expresa. La posición del Che, a este respecto, era que la persistencia de una producción mer-
cantil durante un cierto período no implicaba que debiera recurrirse a mecanismos capitalistas para el
funcionamiento del plan, ni que tuviera que expresarse a través de categorías capitalistas. La tendencia
debía ser a la gradual extinción de esas relaciones, hasta su total desaparición.

7. Entre la visión del Che sobre planificación y la de Carlos Rafael Rodríguez existen diferencias, pero
en ambas hay aportes que aquí presentamos de manera sintética, aun a riesgo de ser repetitivos.
La visión del Che, en lo que respecta a la planificación, puede ser sintetizada en estos puntos:

a) Una vez alcanzado el socialismo, se deben utilizar categorías y métodos diferentes a los del
capitalismo.
b) La propiedad estatal de la gran fábrica; defensa de las posibilidades de la planificación centralizada.
c) Utilización de los métodos capitalistas más avanzados de registro y control.
d) Sistema de financiamiento presupuestario: un fondo económico-financiero común.
e) Utilización del excedente no como utilidad, sino para la reducción de los costos (deber social
contra motivaciones individuales-empresariales).
f ) Búsqueda de un vínculo más social y revolucionario entre hombre y sociedad.
g) Carisma, pragmatismo, disciplina, sistematicidad, política de cuadros.

La visión de Carlos Rafael Rodríguez, en cambio, implica los siguientes puntos:

a) Amplio reconocimiento del aporte del Che al desarrollo de la economía cubana.


b) El sistema de financiamiento presupuestario es un “aporte de excepcional valor” a la teoría del
período de transición.
c) Es injusto culpar al Che por lo ocurrido en los años 1967-1970, cuando se incurrió en errores,
subjetivismos y aceleración de procesos que concluyeron con una crisis de abastecimiento.
d) La planificación es la categoría que define a la sociedad socialista.
e) El rendimiento empresarial no debe colocarse por encima de los objetivos globales de la
economía.
f ) En nuestras condiciones históricas, es necesario admitir la presencia de las mercancías en las
relaciones entre empresas.
g) El cálculo económico deberá ser utilizado en un futuro previsible.
h) Eso no significa aceptar la preponderancia del mercado en la determinación de las actividades
económicas (utilización relativa del mercado).
i) El comunismo es un fenómeno de conciencia y no solo de producción.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


348
j) En resumen: el financiamiento presupuestario tiene plena actualidad como proyección política,
no en cuanto se refiere a condiciones concretas.

8. El Che Guevara (1970: 322) se plantea un problema para nada banal, y para cuya respuesta no parece
haber ejemplos en que basarse: “¿Cómo se puede producir, en un país colonizado por el imperialismo,
sin ningún desarrollo de sus industrias básicas, en una situación de monoproductor, dependiente de
un solo mercado, el tránsito al socialismo?”.
El Che encuentra la respuesta en una combinación de técnica y de voluntad: la técnica de la pla-
nificación y la conciencia de la vanguardia política. En su razonamiento, la planificación centralizada
es el modo de ser de la sociedad socialista y el conjunto de las empresas estatales es visto como una única
gran empresa, por lo que no tiene sentido hablar de circulación mercantil entre empresas (Guevara,
1970: 3); por tanto, los cálculos económicos no incluyen precios de mercado, sino costos físicos y
rentabilidades materiales relativas.
Para el Che, la capacidad de dominio que sobre la economía aporta la planificación, permite orientar
conscientemente la evolución social y, de alguna manera, contribuye, mediante la reducción de la incer-
tidumbre, a facilitar el proceso de asignación de recursos con mayor eficacia y eficiencia que el mercado.
En este modelo de organización socialista se subraya la participación individual y colectiva. A
pesar de lo que pueda pensarse a primera vista, un modelo de mayor centralización exige un mayor
involucramiento individual por parte de todos aquellos que participan en la producción; así, el control
del obrero sobre la calidad y cantidad del trabajo y sobre el consumo de materias primas debe poder
expresarse mediante procedimientos de fijación de normas de trabajo y de evaluación de resultados,
tanto para cada trabajador como para el colectivo laboral en su conjunto. La acción adecuada de los
dos estímulos, el individual y el colectivo, es una de las condiciones del éxito en el continuo mejora-
miento de los procesos técnicos de producción (Guevara, 1976a, vol. II: 216).
Guevara sintetiza en dos aspectos fundamentales las diferencias entre los sistemas soviético y cuba-
no de planificación (Guevara, 1976a: 251-285). Si el primero se basa en el cálculo económico y en la
autogestión financiera de las unidades de producción, y en él cada unidad de producción tiene perso-
nalidad jurídica propia, el modelo cubano, sustentado en el sistema de balance del financiamiento de
las empresas estatales, refuerza en cambio la dimensión unitaria de todo el proceso de producción y,
por tanto, la dimensión macroeconómica del cálculo de la rentabilidad social.
El dinero juega papeles diferentes en los dos modelos. En el cálculo económico, es un medio
de pago; en el sistema cubano, una simple unidad de cuentas. En este caso, por tanto, las empresas
carecen de fondos propios.
También las reglas de trabajo difieren: en el modelo propugnado por el Che en Cuba destaca, por
ejemplo, la ausencia del trabajo por piezas o por hora, usual en cambio en el sistema soviético.
En materia de controles, la planificación soviética pone el acento en la verificación de los equilibrios
financieros y, dado el caso, aplica sanciones monetarias, mientras que en el modelo cubano los contro-
les y las sanciones son de tipo administrativo.

9. La actitud hacia los incentivos materiales es otro elemento de diferenciación de ambos modelos:

Este es uno de los puntos en que nuestras discrepancias alcanzan dimensiones concretas. No se trata ya
de matices: para los partidarios de la autogestión financiera, el estímulo material directo, proyectado

CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN


349
hacia el futuro y acompañando a la sociedad en las diversas etapas de la construcción del comunismo,
no se contrapone al “desarrollo” de la conciencia, para nosotros sí. Es por eso que luchamos contra su
predominio, pues significaría el retraso del desarrollo de la moral socialista (Guevara, 1976a: 264)*.

El Che reconoce que no tiene una respuesta definitiva para el problema de la relación entre es-
tímulos materiales, desarrollo de la conciencia moral y aumento de la productividad. En todo caso,
considera que el cambio de modelo de organización social tiene una finalidad, que es la de alcanzar el
reino de la libertad, y pone el acento en el uso de las nuevas relaciones de producción para contribuir
a modificar el comportamiento social.
A este aspecto subjetivo se deben agregar factores de tipo técnico en la determinación de la remu-
neración y de los estímulos:

A todo lo expuesto hay que agregar que no hay, o no se conoce, una norma matemática que determine
lo justo del premio de sobrecumplimiento (como tampoco del salario base) y, por tanto, debe basarse
fundamentalmente en las nuevas relaciones sociales la estructura jurídica que sancione la forma de
distribución, por la colectividad, de una parte del trabajo del obrero individual (Guevara, 1976a: 269)**.

En uno de sus textos más difundidos, el Che precisa cuál es el objetivo del nuevo horizonte socia-
lista instaurado en Cuba:

El hombre del siglo xxi es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no
sistematizada (…) No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año
se pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan
comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno,
con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad (Guevara, 1976b: 379-81)***.

Por tanto, la economía socialista se plantea como objetivo aumentar la satisfacción material y
espiritual de las personas, superando el carácter unidimensional de la producción mercantil y de las
relaciones sociales que de ella se derivan. En ese sentido, la planificación es concebida como uno de
los progresos de civilidad más importantes desde la Declaración de los Derechos del Hombre y el
Estado de derecho.

2. De fines de los años sesenta al Período Especial

1. Entre 1967 y 1970 se produjeron en Cuba una serie de cambios como parte de la lucha contra
la burocratización, que comprendieron, por ejemplo, la reducción de personal en los ministerios, la
eliminación del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA)3 –cuyas funciones fueron descentrali-
zadas y transferidas a los niveles provinciales– y la supresión del Ministerio del Tesoro.

* (n.t.) La cita se toma aquí del original en español, según aparece en www.marxist.org. El texto íntegro fue publicado
originalmente por Nuestra Industria, Revista Económica, N° 5, febrero de 1964, con el título de “Sobre el sistema presupuestario
de financiamiento”.
** (n.t.) Ídem.
*** (n.t.) La cita se toma aquí del original en español, según aparece en www.marxist.org. El texto íntegro fue publicado original-
mente por el semanario Marcha, de Montevideo, el 12 de marzo de 1965, con el título de “El socialismo y el hombre en Cuba”.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


350
Con base en las observaciones y críticas hechas al sistema –en cuanto se refiere al carácter de las
relaciones monetario-mercantiles entre empresas estatales y al papel de los incentivos–, y en la idea
de construir simultáneamente el socialismo y el comunismo, se redujo al mínimo el rol del dinero, de
los precios y de las finanzas; se suprimieron los cobros y pagos entre organismos, como también la
contabilidad y el balance preventivo, y se establecieron numerosas relaciones basadas en la gratuidad.
Se llegó, en definitiva, a un grado extremo de centralismo –con un fuerte componente de motivación
política– que en 1971, en particular, produjo resultados desfavorables tanto en el plano económico
como en el social, al generar una renovada tendencia a la burocratización y excedentes en la circulación
monetaria.

2. De 1971 a 1975 se impulsa el perfeccionamiento de la planificación. Partiendo del análisis de los


errores cometidos, se eliminan algunas relaciones económicas basadas en la gratuidad, se restablece el
principio de distribución según el trabajo, se ejecutan medidas de saneamiento financiero, se refuerza
la capacidad de inversión y se lleva adelante un desarrollo equitativo de los distintos sectores, de las
labores de infraestructura y de las obras sociales. La etapa, sin embargo, estuvo caracterizada por un
fuerte proceso de retorno al modelo tradicional de planificación centralizada.

3. En la etapa que va de 1976 a 1985 se introdujo un modelo más integral, conocido como modelo
de cálculo económico reducido, para aminorar la importancia de los mecanismos financiero-mer-
cantiles, lo que incluía la adaptación de la contabilidad, de las estadísticas y de las finanzas, así como
la reestructuración del sistema empresarial. Simultáneamente se cumplía un importante proceso de
descentralización, con el traspaso de la gestión de una serie de actividades a los órganos decisorios
de las economías locales territoriales. Además, se diversificó el modelo de dirección de la agricultura
con la formación de cooperativas y el desarrollo de áreas de autoconsumo, lo que implicó la creación
del llamado mercado paralelo para la venta de productos fuera del sistema de racionamiento, con
precios cercanos a los de equilibrio. Por otra parte, la industrialización avanzó con gran éxito, gracias
–entre otras cosas– a las condiciones crediticias brindadas por los países socialistas, sobre todo por la
Unión Soviética, que fueron excepcionalmente favorables.
No todo resultó como se esperaba: en 1984, diversos sectores mostraban retrasos y dependencias
externas. En esta etapa, el endeudamiento había crecido sensiblemente; la situación mostraba los sínto-
mas clásicos de una economía limitada en la oferta (nos referimos a la variedad y la calidad, no a la can-
tidad), con particulares dificultades en lo referente a la introducción del desarrollo científico-técnico.
En esencia, el papel del plan se había deformado hasta convertirse en instrumento para la obtención
de recursos cada vez mayores, sin que las condiciones y los resultados se tuvieran en cuenta para pre-
servar los niveles de eficiencia cualitativa necesarios para el buen desempeño de la economía nacional.
A partir de los años ochenta se analiza el impacto de lo que estaba ocurriendo en el contexto de la
economía nacional y se inicia un proceso de búsqueda y adecuación a las condiciones del país, con lo
cual se crean las bases para el período de rectificación de errores y tendencias negativas, que se instaura
a mediados de esa década (Rodríguez, 2000).

4. En 1986 comienza la reformulación del modelo de cálculo económico reducido. Este proceso de
rectificación se desarrolla de manera gradual, a fin de incorporar nuevos elementos y madurar ideas en

CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN


351
la búsqueda de un modelo que responda a las necesidades y particularidades de Cuba, al tiempo que se
procura eliminar los impactos negativos del “copismo”4 típico de los años setenta.
La experiencia adquirida en la rectificación previa, de comienzos de los años setenta, sirve de base
para llegar –en el plano de la economía interna– a la aplicación de un conjunto de medidas que, de
manera sostenida y eficaz, comienza a dar frutos en corto tiempo. Así, se va eliminando el mercado
libre campesino, al tiempo que se apunta fuertemente a la recuperación de la disciplina laboral y a la
erradicación de prácticas ilegítimas de gestión empresarial. En agricultura, la prioridad estratégica es el
Programa Alimentario, como parte de la aplicación de un sistema de programas para el desarrollo. Se
da, asimismo, prioridad al desarrollo del turismo y de la industria farmacéutica, a la biotecnología y a
la investigación y desarrollo de aplicaciones médicas de alta tecnología, buscando con ello una rápida
expansión de los ingresos en moneda libremente convertible, a partir de las condiciones de competi-
tividad existentes en estos campos.
No obstante el estancamiento que aquejaba a la economía nacional –acelerado y profundizado
por el impacto cada vez más negativo de la coyuntura externa–, Cuba logró mantener los programas
sociales, las inversiones para el desarrollo y la ocupación.

5. Es con la caída del sistema soviético, y de las relaciones comerciales en el seno del Comecon****, que
estalla la verdadera y profunda crisis de la economía y la sociedad cubana. Los años posteriores a esta
traumática sacudida –que, aun manteniéndose en la senda de la construcción socialista, impondrán
significativos cambios de dirección en la política, la economía, la administración y la planificación cu-
banas– son definidos como el Período Especial. En el cuatrienio que va de 1990 a 1994, Cuba vive una
de las crisis económicas más profundas y lacerantes de las últimas décadas. Solo en 1994 se consigue
imponer en la economía cubana una ruta inversa, con un PIB que vuelve a crecer y con importantes
sectores económicos revitalizados tras someterse a intensas reestructuraciones. Para hacer frente a la
crisis, los planificadores cubanos comienzan a experimentar con procesos y modelos de “desarrollo de
estructura económica mixta (pública y privada)” (Bosco, 2000: 285).
El devastador alcance de la crisis puede ser resumido en unos pocos datos5: bastaron apenas dos
años (1990-1991) para que Cuba perdiera más de la mitad de su capacidad de compra y –con la desa-
parición del “bloque soviético” y el Comecon– cerca del 75% de sus mercados tradicionales; además,
con ello se deshicieron las relaciones comerciales preferenciales de que gozaba la isla (piénsese en el
azúcar) y, por tanto, se perdieron también los proveedores de primer rango y las fuentes de financia-
miento externo (Bosco, 2000: 286)6.
Es también en este período cuando se experimenta la intensificación del embargo o, mejor dicho,
del total bloqueo estadounidense, con la aprobación de la ley Torricelli (1992) y la posterior y todavía
más feroz Helms-Burton. La combinación de estos factores da origen a lo que se ha llamado doble
bloqueo. Para hacer frente a tal situación se recurre a toda una serie de cambios estructurales en el
ámbito económico (formas de mercado, mayor flexibilidad operativa para pequeñas empresas privadas
–mientras las grandes se mantienen en manos públicas–, atención constante a la reconstrucción de
redes de intercambio comercial exterior), financiero (nuevo sistema bancario e introducción de una

**** (n.t.) Consejo de Ayuda Mutua Económica, también conocido como CAME, que agrupó a la Unión Soviética, Bulgaria,
Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumanía, República Democrática Alemana, Mongolia, Cuba y Vietnam.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


352
segunda moneda, el peso convertible, paritario con el dólar) y administrativo (descentralización de toda
una serie de funciones, incluso económicas, aun cuando se mantienen centralizadas las principales de or-
den administrativo, de planificación, etcétera). Todo esto, por otra parte, se lleva a cabo sin dejar de
dedicar una especial atención a la preservación y defensa del sistema de protección social. Al decir
de Bosco (2000: 299), el nuevo modelo de desarrollo implementado en Cuba se ha caracterizado por
una peculiaridad: la de haber logrado que convivan las reformas estructurales y la justicia social:

Las reformas institucionales y macroeconómicas en curso no han tenido un carácter social excluyente
sino participativo, con un alto involucramiento de la población en muchos procesos de toma de
decisión (…) no se han creado situaciones de marginalidad económica o social, dado que el nuevo
modelo cubano de desarrollo económico, con economía mixta, se distingue por la gran atención
prestada a las repercusiones sociales de las transformaciones estructurales que se han introducido, y
ha conseguido resultados significativos en términos de equidad.

Con esas transformaciones se crearon las condiciones para una recuperación que a estas alturas, aun
con alternancias y con tasas variables, se mantiene desde 1996.

3. Elaboración del plan y poder popular

1. Para Cuba, la elaboración del plan económico y social es un proceso continuo de interacción entre
los diversos actores económicos y sociales, un proceso dirigido al logro de los objetivos trazados por
la sociedad y a su desarrollo. De esta manera, la planificación de la economía nacional es concebida
como un proceso en el que el plan es un instrumento de gestión, mediante el cual se llevan a cabo
las directrices que se plantean en la política económica y que luego se hacen parte de la estrategia de
desarrollo; esta, a su vez, es entendida como la más alta expresión de la proyección socioeconómica y
política de la sociedad cubana. Implica, pues, la concepción de los objetivos de desarrollo económico
y social de la nación y su inserción en la economía internacional, además de las vías y medios princi-
pales para su ejecución. Todo esto, además, en las condiciones de un país cuya capacidad de desarrollo
estratégico está determinada por la acción de factores externos, como consecuencia de medidas políti-
cas que atentan contra su soberanía e independencia, como es el caso del bloqueo que unilateralmente
le ha aplicado Estados Unidos desde hace más de 45 años.
A través de la elaboración del plan, la planificación se configura como un proceso de ruptura y
continuidad, relación que está presente en cada uno de sus niveles y en cada una de las formas que
asume. La capacidad de responder adecuadamente a los requerimientos de la economía nacional, y
de preservarla en lo posible de las fluctuaciones del ambiente internacional, está condicionada por el
control ejercido sobre el comportamiento de las tendencias internas y externas.
Como todo proceso, la elaboración del plan económico socialista tiene un punto de partida, que en
este caso se origina, como se sabe, en la toma del poder político por parte de la clase obrera y de otras
clases y capas que se unen para transformar la propiedad de la base económica de la sociedad, y que se
concreta –a los fines del plan– en el reconocimiento del carácter social de la propiedad de los medios de
producción fundamentales. Por eso, este punto de partida es crucial para el proceso y debe privilegiar
los componentes esenciales para su realización.

CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN


353
El comienzo del proceso se concentra entonces, en primer lugar, como ya se ha indicado, en el
plan del año en referencia. El control resulta por eso un elemento esencial, toda vez que es a partir
del dominio y conocimiento de la realidad –según se manifestarán en su ejecución– que se hace
posible proyectar los objetivos que se quiere alcanzar. En lo esencial, esto se consigue cuando tanto
el plan como el control de su ejecución permiten conocer las desviaciones respecto a lo aprobado
y, en particular, sus causas y los medios que han de adoptarse para subsanar las deficiencias. Sobre
esta base, se deben actualizar los indicadores económicos a lo largo del año y mantener en todo mo-
mento contacto con las organizaciones correspondientes (Ministerio de Economía y Planificación,
2002: 12).

2. Las bases para el trabajo de elaboración del plan de la economía nacional, en todo el ámbito de la
planificación, se encuentran en:

– La Resolución Económica del V Congreso del Partido Comunista de Cuba.


– El plan aprobado para el año en curso y los resultados de su ejecución.
– Los trabajos realizados en los escenarios económicos y sociales.
– Las directivas que para este fin emita el Gobierno.
– Las instrucciones dictadas para ese mismo objeto.
– Las proyecciones a mediano plazo u otras similares de que se disponga.
– La participación y las motivaciones planteadas por los trabajadores en las asambleas para la
eficiencia económica.

Asimismo, la participación de los organismos centrales, de los consejos provinciales de administra-


ción y de otros organismos seleccionados, en acción conjunta con el Ministerio de Economía y Plani-
ficación (MEP), es una necesidad para la elaboración de las directivas del plan. Y esto no responde a
un requerimiento administrativo, sino más bien al proceso de afirmación, en la práctica, del principio
socialista de la propiedad social.

3. Vale la pena reiterar la necesidad, obligatoriedad y conveniencia de la participación de los trabajado-


res en el proceso de elaboración del plan de la economía nacional, desde su punto de partida, en cada
empresa y organización. No se trata de una medida que se adopta en función de las vicisitudes de la
actividad planificadora, o que esté subordinada a factores de carácter coyuntural, sino que se sostiene
a todo lo largo de la planificación socialista en Cuba, como una orientación sistemática y sistémica.
Solo así se crea la posibilidad formal de que la propiedad socialista se convierta en una posibilidad real.
Resulta por eso claro que la administración, en cada espacio de las estructuras que participan en el
proceso de planificación, está encargada de incluir en el plan los criterios de los trabajadores, y debe
responder por las desviaciones y por las modificaciones de que sean objeto sus propuestas, a fin de que
sean nuevamente analizadas y aprobadas por ellos mismos.
Este proceso implica otras acciones: después de ser evaluada la propuesta presentada por los orga-
nismos centrales, por los consejos de administración y los entes seleccionados, se procede a efectuar
las reuniones con los ministros, antes de emprender los pasos finales, al más alto nivel de dirección
colectiva, para concluir el proceso de planificación.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


354
Se debe aquí subrayar que el “sistema nervioso” central, en este caso, sería la estructura de dirección
de la sociedad cubana, que interactúa con el “sistema nervioso” periférico. Se trata de la estructura en la
cual se define y, en definitiva, aprueba el plan de la economía nacional, y que va del Comité Ejecutivo
del Consejo de Ministros (CECM) al Consejo de Ministros (CM), pasando por las Comisiones de la
Asamblea Nacional del Poder Popular (CANPP), para llegar finalmente a la Asamblea Nacional del
Poder Popular (ANPP), cuya aprobación no le imprime ya carácter de ley, como antes del Período
Especial, sino de directivas generales que trazan una norma de comportamiento para todas las organi-
zaciones económicas y de cualquier otro tipo en la sociedad cubana.
Es de esta manera que la administración de los recursos se hace realidad en la economía socialista
de Cuba, toda vez que estas acciones, como proceso, cumplen un movimiento periódico. Quizá uno de
los aspectos en los que se verifica la eficacia de la gestión estatal sea en la capacidad de previsión y
proyección para afrontar los desequilibrios y las desviaciones de mayor impacto social y político en la
esfera económica.

4. Un lugar especial ocupan, en la gestión pública socialista, las formas de organización de base en las
que se consolida el poder popular: respetando las particularidades y características del país en cuestión,
están ellas llamadas a conducir a la creciente participación de la sociedad en su propio autogobierno.
Las formas de organización del pueblo, como embriones superiores de autogobierno de la sociedad,
marcan, en efecto, la senda en la continuidad del desarrollo de sus mecanismos de gobierno, al reforzar
la acción colectiva y perfeccionar de una nueva manera el principio de representación territorial.
Con el reconocimiento de la diversidad de las comunidades –determinadas por las especificidades
locales e históricas, por las tradiciones, las relaciones económicas, las áreas geográficas y los intereses
comunes allí configurados– se debe adoptar un nuevo enfoque en el que se les reconozca, asimismo,
la facultad de gobierno en toda la actividad productiva y de servicios desarrollada en su territorio,
cualquiera que sea el nivel de subordinación, e incorporar a sus organizaciones de masas y entes econó-
micos más importantes a la actividad política de gobierno (Instituto de Filosofía, 1997).
En el proceso de construcción socialista, por otra parte, la gestión pública ha mejorado el trabajo
de dirección y administración de los entes económicos a nivel local. Al diferenciar más claramente las
funciones administrativas y de gobierno, se ha hecho posible diferenciar también la gestión pública de
la gestión de la política pública. La indispensable organización popular de gobierno, en sus diversas
formas, debe ejercer una acción superior sobre la gestión de esa política pública, cumpliendo y desa-
rrollando al mismo tiempo el papel de estimulador y evaluador de este proceso en su ámbito. A su vez,
los órganos de dirección y administración, en la forma que asuman, ejercen la función superior en la
gestión pública y participan directamente en la asignación y distribución de los recursos. Allí radica
la importancia del proceso de elaboración del plan de la economía nacional.

CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN


355
­— notas —

1 Reunión bimestral del Ministerio de Industrias (Minind), 20 de enero de 1962, en El Che en la Revolución Cubana, vol. VI:

145-146).

2 E. Che Guevara, “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento”, 1964, en El Che en la Revolución Cubana, vol. VIII:

506-507.

3 El INRA tuvo un papel destacado en los primeros años de la revolución. Fue el más importante de los organismos administra-

tivos, al abarcar en su gestión todo el peso de la actividad económica fundamental del país, concentrada en la producción
agrícola y particularmente la de azúcar. La actividad de este instituto representó el paso más importante en el proceso de
redistribución de la parte esencial de la propiedad de los medios de producción en Cuba.

4 Se denominó así la copia y aplicación acrítica y mecánica, en Cuba, de los métodos y procedimientos de planificación y con-

ducción de la economía implementados en la entonces Unión Soviética y en algunos países socialistas de la Europa Oriental.

5 Para profundizar en toda esta materia, cfr. el óptimo trabajo de Bosco (2000) que, además de tratar cuestiones casi completa-

mente veladas en Italia, tiene la ulterior virtud de contar con un lenguaje fluidísimo y de ser rico en datos e informaciones sobre
la economía cubana de las últimas décadas.

6 “La desintegración de la URSS provocó la pérdida de la más importante fuente para las importaciones de petróleo y de cerca

de 700 diversos tipos de bienes que la isla adquiría a precios preferenciales (…) [Cuba sufre además] la imprevista pérdida de
cerca de seis millardos de dólares en productos, materias primas, géneros alimentarios, etcétera, comercializados a precios
preferenciales” (Bosco, 2000: 286).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


356
Capítulo V
LA VALIDEZ DE ALGUNOS INSTRUMENTOS ANALÍTICOS
DE LA MACROECONOMÍA

1. Potencialidad analítica de las tablas input-output y otros instrumentos.


Su utilización

1. Las consideraciones anteriores nos permiten identificar algunos instrumentos de análisis económi-
co diseñados para un sistema capitalista, pero que despliegan toda su potencialidad analítica en un
sistema socialista, como, por ejemplo, las tablas input-output. Este instrumento es la más sofisticada
representación de las interrelaciones presentes en el funcionamiento de una economía cerrada.
Ciertamente, las expresiones que se recogen en algunas tablas input-output de corte capitalista
(precios al costo de los factores, precios de mercado, valor agregado como suma de las rentas de los
asalariados y surplus o plusvalía empresarial como rentas globales del capital) no coinciden con las que
encontramos en sus equivalentes socialistas (valor-trabajo o precios de producción, valor agregado
distribuido en rentas de los trabajadores –todos los trabajadores– y excedente destinado a la inversión).
El nivel de desagregación de estas tablas no permite siquiera un análisis muy detallado de las interre-
laciones y presenta algunas dificultades técnicas para convertirse en un instrumento adecuado para la
planificación general. Pero parece que es justamente en una economía planificada donde este instru-
mento puede ser más útil, no solo para ver –por medio de las matrices de coeficientes técnicos– cómo
ha evolucionado la economía, sino también para establecer criterios de reasignación general de los
recursos, a los fines de obtener el máximo output, prestando atención a las variaciones que el cambio
tecnológico introduce en la composición técnica de la producción.
Así como hay tablas de coeficientes técnicos, se podrían desarrollar otras de asignación del trabajo,
para utilizar más eficientemente los recursos humanos y mejorar la potencialidad de crecimiento del
producto social1.

2. Otros de los principales instrumentos de la economía marginalista, que cumplen en el capitalismo


una función más ideológica que analítica, pueden ser extremadamente útiles para el funcionamiento
de una economía socialista.
Las funciones de producción son ideadas en el postulado de un uso pleno de los recursos disponi-
bles; esa puede ser una descripción de la realidad del socialismo, pero no del capitalismo, en el cual,
como se ha dicho, hay un derroche consciente de recursos materiales y, sobre todo, humanos.
La función de utilidad parte del reconocimiento individual de decisiones de consumo racional,
que, una vez agregadas, forman lo que podría ser un nivel social óptimo.
Aplicada al capitalismo, sin embargo, no distingue entre la racionalidad del consumidor final,
basada en la satisfacción del valor de uso de los bienes, y la racionalidad capitalista, cuyo consumo
(intermedio) está determinado por la búsqueda de la máxima ganancia, lo que no tiene nada que ver
con el valor de uso de los bienes de capital y de la fuerza de trabajo que compra. Ocurre lo contrario
en una economía socialista, en la que el valor de uso y el valor de cambio verdaderamente se igualan
como resultado de la desaparición de este último.
Las señales de precio que el consumidor percibe son expresión directa de los costos relativos y no
sufren la influencia de decisiones especulativas por parte de productores o distribuidores. Esto facilita
la consideración efectiva de las preferencias adoptadas en el proceso de planificación de las inversiones.
El equilibrio es un objetivo concreto en el funcionamiento de una economía socialista y una quime-
ra en la capitalista, en la cual no es posible interrumpir la acumulación y el crecimiento desequilibrados
sin provocar un colapso económico.
Las técnicas de elección social sobre la base de decisiones racionales de individuos con igualdad
de condiciones solo pueden ser utilizadas correctamente, entonces, en una economía en la que la
capacidad de “voto” de cada ciudadano no esté condicionada por la renta obtenida en ciclos de
producción anteriores: solo la democracia económica permite elecciones racionales que conduzcan
al equilibrio.

3. Argumentos de esta naturaleza han llevado a Meek (1977: 172) al siguiente planteamiento:

La tendencia marginalista, que comenzó como una dura oposición al marxismo, concluyó finalmente
en la producción de teorías, conceptos y técnicas que se convirtieron en un indispensable auxilio para
el marxismo; un auxilio, además, cuya importancia aumenta en lugar de disminuir, a medida que se
amplían los medios de control centralizado de la economía. Hoy la gran pregunta, de hecho, es si en
algún momento ese producto final del marginalismo se deba ver, en la economía socialista, no como
un mero auxilio al marxismo, sino más bien como su sucesor.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


358
La economía marxista desarrolla un aparato conceptual para el análisis de la sociedad de clases,
y en particular del capitalismo; vale decir, una sociedad en la cual la mayoría de la población es
formalmente libre, pero ha sido expropiada de su capacidad de producir riqueza social, capacidad que
solo puede ejercer vendiéndola de manera directa (trabajo asalariado) o indirecta (trabajo autónomo)
a los propietarios de los medios de producción. Un sistema en el cual la dialéctica de la competencia
condiciona el proceso de acumulación.
Por el contrario, en el socialismo las características competitivas del proceso económico son sus-
tituidas por las que se derivan de las relaciones cooperativas que surgen con la socialización de los
medios de producción. Para analizar este sistema resultan particularmente adecuadas las técnicas de
optimización, los análisis en términos de equilibrio y las funciones de utilidad social.
La planificación socialista permite tomar decisiones de manera racional, ya que las asimetrías de
información, tan presentes en el capitalismo, dejan de existir.

Lo que se hace en un determinado punto, se ha decidido con completo conocimiento preventivo de


lo que se está haciendo simultáneamente en todos los demás puntos. (…) sin esto, cada centro
de decisión estaría impedido de ver lo que ocurre en el resto del sistema y, en el mejor de los casos,
tendría que fiarse de una información imperfecta y de su propia intuición. (…) Es por esa razón que
hay tantos aspectos desconocidos y aleatorios en un sistema no planificado, que en consecuencia se ve
sometido a constantes oscilaciones y fluctuaciones (…) dichas fluctuaciones suponen, desde el punto
de vista económico, un despilfarro considerable (Dobb, 1968: 85-87).

2. El alto potencial de las tablas de interdependencias sectoriales

2.1. Construcción y aplicaciones


1. En la segunda mitad de los años treinta del pasado siglo, el economista ruso Wassily Leontief
elabora los primeros modelos de tablas de interdependencias sectoriales, mejor conocidas como tablas
input-output2 (I/O). Las tablas de Leontief toman en cuenta los flujos productivos existentes entre
los distintos sectores de toda la actividad económica de un país, al tiempo que permiten conocer la
estructura productiva o, mejor, las relaciones entre los elementos que concurren para formar el valor de
la producción vendible de los diversos sectores económicos, midiendo por tanto la interdependencia
sectorial.
Las tablas input-output son el más poderoso instrumento de análisis y representación de la economía
capitalista desarrollado por el pensamiento convencional. Aunque el inventor de tal instrumento se
basó en los esquemas de acumulación ampliada de Marx –contenidos en el tomo II de El Capital–, que
aplicó a una desagregación sectorializada en ramas productivas de la economía norteamericana, sus ta-
blas son el ápice de una larga tradición teórica que puede hacerse remontar a los fisiócratas y a Quesnay.

2. El primer problema que se plantea Leontief es el de tratar de comprender cuál es la “ley tecnológica
que conecta entre sí los flujos de productos” (Graziani, 1977: 47). Planteada la cuestión, Leontief
desarrolla su modelo de medición, para el cual la cantidad de un factor x (input) adquirida por el
sector A está directamente relacionada, en términos proporcionales, con la cantidad total de output

LA VALIDEZ DE ALGUNOS INSTRUMENTOS ANALÍTICOS DE LA MACROECONOMÍA


359
(producto) producido en el mismo sector (es decir, el A, el adquiriente). La relación que “rige” tal
función se caracteriza, entonces, por coeficientes de producción3 fijos: a la variación de la cantidad de
output producida por un sector, corresponde una variación equiproporcional en las compras de todos
los factores realizadas en los otros sectores productivos4. Si los flujos de bienes que pasan de un sector
a otro son establecidos por exigencias de naturaleza tecnológica, entonces, una vez determinados, que-
dan también implícitamente establecidas las proporciones en las que los bienes de los diversos factores
se intercambian entre sí y, por tanto, las relaciones de intercambio entre los productos individuales
(Graziani, 1977: 43).
Como se puede deducir de estas primeras aproximaciones, el sistema que de allí resulta es cerrado.
Dado el circuito existente entre trabajadores y sectores productivos que intercambian prestaciones
laborales y bienes y servicios, el sistema se autoalimenta; sin embargo, el presupuesto es que la produc-
tividad de los trabajadores alcance y mantenga niveles que posibiliten su reproducción. El modelo es
cerrado, entonces, en la medida en que no necesita de factores externos para su reproducción. Resulta
evidente que este modelo cerrado es rigurosamente estático, puesto que lógicamente excluye tanto la
acumulación capitalista como el incremento de la riqueza. Todo el output es generado y “consumido”
(destruido) en el mismo período de referencia.
En el modelo descrito –que da lugar a ecuaciones tecnológicas–, la cantidad requerida por un sector
no está en función del precio5 del output, sino que es una función lineal de la cantidad producida
por ese mismo sector. Y en lo que respecta al sector trabajo-consumo, la cantidad requerida de bienes
y servicios de consumo está en función de la cantidad de trabajo cumplido. La medida utilizada para
el cálculo es, entonces, la de unidades físicas y no de unidades monetarias. Es por este motivo que
asumen importancia los coeficientes técnicos, que expresan la cantidad de bienes y servicios originados
en un sector A que son necesarios para elaborar una unidad física producida en el sector B. Si la tabla,
en cambio, se construye en unidades monetarias, se obtendrán coeficientes de gasto, que expresan el
número de unidades monetarias correspondientes al bien producido en un sector A que se requieren
para producir una unidad monetaria del bien producido en un sector B.

3. La condición básica para la existencia de un modelo como el apenas esbozado es el equilibrio, ya que
la cantidad de output realizada en un sector debe ser igual a la cantidad absorbida por todos los demás
sectores en conjunto; por tanto, la demanda se muestra igual a la oferta y el producto se revela igual
al consumo.

[Sin embargo, este sistema] no determina la dimensión absoluta de los flujos de riqueza, sino solo las
relaciones cuantitativas que se producen entre los diversos flujos. (…) El sistema puede ser conocido
en su estructura, no en sus dimensiones absolutas: es como si de una figura geométrica supiésemos
que es un cubo o una esfera, sin conocer la medida de los lados o del radio (Graziani, 1977: 51).

En efecto, un sistema como este, al admitir la reproductibilidad del conjunto de los factores, no co-
noce límites para las dimensiones absolutas, puesto que permite precisar las proporciones cuantitativas
y tecnológicas que se dan entre los factores, pero los factores mismos son asumidos como ilimitados,
nunca escasos.
Fue para hacer frente a ese problema cognoscitivo del modelo cerrado que se elaboró, posterior-
mente, uno abierto. Para “abrir” el sistema se necesita una serie de datos que permitan identificar las

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


360
dimensiones absolutas definidas, sin las cuales se torna imposible la lectura completa del sistema. La
solución que se encontró fue excluir las actividades del consumo, las laborales y las inversiones, conver-
tidas así en elementos exógenos, ya no dependientes de las magnitudes de los otros factores del sistema.
De esta manera, los únicos bienes que permanecen con vida en la representación son los intermedios
(ya que han sido “expulsados” los consumos, las inversiones, las adquisiciones de la Administración
Pública y las exportaciones).

Las aplicaciones del sistema abierto están esencialmente limitadas a fines de previsión. La característica
del sistema es la de todos los modelos de equilibrio general, lo que permite calcular las repercusiones
que pueden derivarse para todo el sistema de una modificación en cualquiera de sus partes (Graziani,
1977: 60).

Y de hecho, las tablas input-output han sido frecuentemente utilizadas, a los fines de la progra-
mación económica, para conocer las variaciones en las necesidades del consumo. Por ejemplo, dada
y conocida una demanda final preestablecida, se puede usar la tabla para determinar los niveles de
producción, las necesidades de importación y el nivel de retribución de los factores productivos.

4. La utilización de las tablas input-output implica la construcción de un modelo desagregado, ya


que las relaciones funcionales que identifican los vínculos entre los diversos agregados económicos
hacen también referencia a las actividades de ramas o sectores que participan en el proceso productivo
de bienes y servicios (cfr. Alvaro, 1999:703).
Desde el punto de vista práctico, para la construcción de estas tablas se insertan en las filas los datos
relativos a los outputs de cada sector y en las columnas, los referidos a los inputs.
La tabla, por tanto, se construye de manera tal que cada industria es tomada en cuenta dos veces: en
una fila se le evalúa como output (producto) obtenido y en una columna se le mide como input (factor
productivo) necesario. La fila indica la asignación del producto bruto total de un sector A, output que
es utilizado como factor productivo por los otros sectores. La columna, en cambio, señala los factores
productivos (inputs) necesarios para producir aquel output.

Flujos intersectoriales

Agricultura Industrias Servicios Trabajo de las familias Totales brutos


manufactureras y otros factores
Agricultura

Industrias
manufactureras

Servicios

Consumos finales
de las familias

Totales brutos

LA VALIDEZ DE ALGUNOS INSTRUMENTOS ANALÍTICOS DE LA MACROECONOMÍA


361
En el esquema simplificado de una tabla input-output que utilizan Samuelson y Nordhaus (1987:
781), se toman en consideración solamente tres ámbitos: las columnas están constituidas por los secto-
res de la agricultura, de la industria y de los consumos finales de las familias, y las filas, por la agricultu-
ra, por la industria y por el trabajo de las familias y otros factores. Quedan excluidos, pues, los datos y
las relaciones referentes a la Administración Pública (AP), al comercio exterior y a las inversiones, que
Leontief, en cambio, calcula.
A manera de ejemplo, se incluye arriba una tabla concebida sobre el mismo modelo de la utilizada
por Samuelson y Nordhaus, con una columna relativa al sector de los servicios.
Las cifras relativas a las familias, junto con los otros factores productivos provistos por estas, com-
ponen la renta nacional o producto nacional neto (PNN).
Siendo este un esquema simplificado, con exclusión de las inversiones y de las adquisiciones de la
AP, el producto nacional bruto (PNB) = totales brutos (última columna). Si en cambio calculásemos el
PNB con base en los costos de los factores y de los valores agregados (que es otro método para medir
el PNB), indicados por los salarios, entonces PNB = totales brutos, pero en la fila.

2.2. Problemas que plantean para un uso marxista


1. Recapitulando brevemente, podemos resumir ideas para crear una tabla de comparación entre los
indicadores de Leontief y los de tipo marxista: las tablas I/O forman un cuadro-matriz de ofertas
(filas) y demandas (columnas) de todos los sectores entre sí. Cada punto de la matriz de consumos
intermedios expresa el consumo realizado por un sector (vertical) en otro sector (horizontal). La suma
de todos los valores de una columna equivale a la utilización de c en un determinado período. Bajo la
matriz de consumos intermedios se sitúan los valores correspondientes al valor agregado, que se distri-
buyen, básicamente, en remuneraciones de los asalariados (v) y excedente bruto empresarial o plusvalía
(W ), y eventualmente se redistribuye parte de este nuevo valor (impuestos indirectos netos, etcétera).
La suma de los consumos intermedios y el valor agregado se denomina “valor bruto de producción”
(o producción vendible, o total), y expresa, con los debidos ajustes, el valor social de la totalidad de la
producción de mercancías en un período.

Valor agregado

Nociones de
las tablas I/O CI + CT RFK = VBP
Donde CI = consumo intermedio; CT = costo del
↓ ↓ ↓ ↓
trabajo; RFK = remuneración del factor capital;
Categorías
VBP = valor bruto de la producción; c = capital
marxistas c + v + W = M
constante; v = capital variable; W = plusvalía; M =
equivalentes
valor de la mercancía.

2. Dicho lo anterior, también en las tablas input-output se encuentran dificultades para la traducción
a categorías marxistas. En esta óptica crítica, la diferenciación entre ramas productoras de medios de
producción, ramas productoras de bienes-salario o bienes de consumo obrero y ramas productoras
de bienes de lujo para el consumo de los capitalistas, es esencial para estudiar la dinámica salarial, el
movimiento general del capital y la evolución de las leyes fundamentales del sistema capitalista. Pero la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


362
estadística convencional no comprende estas diferencias y por eso resulta imposible organizar las tablas
en función de la tipología marxista de ramas de producción6. Aun si se toma en cuenta el problema
de la producción conjunta (ramas que producen simultáneamente bienes diversos), la posibilidad de
organizar las estadísticas en sintonía con la clasificación marxista, técnicamente posible, se convierte
en un problema político-ideológico.

3. En términos agregativos, las tablas input-output reflejan la valoración monetaria de la producción


de mercancías:

– El consumo intermedio (CI ) corresponde a la noción de capital constante, fijo y circulante,


consumido en un ciclo de producción7.
– El valor agregado (VA) expresa el “nuevo valor” generado en el proceso de producción, es decir,
el capital variable (asimilable al costo del trabajo, CT, y a las remuneraciones de los asalariados)
y la plusvalía (equivalente al excedente bruto empresarial o, genéricamente, remuneración del
factor capital, RFK ).

4. Por todo esto, la equiparación de las categorías estadísticas con las categorías de la teoría del valor-
trabajo requiere un cierto proceso de reformulación de los datos de las tablas.
Por una parte, en su estructura se agrega un conjunto de actividades de “no mercado” como,
por ejemplo, los servicios de educación y de sanidad, que no producen plusvalía, ya que no ofrecen
mercancías, sino bienes sociales producidos en forma colectiva y financiados con los impuestos, o con
parte del valor agregado que se expresa en los salarios y en la remuneración del factor capital. A estas
ramas se les asigna un excedente empresarial cero y como valor agregado se considera la remuneración
de los asalariados, que en rigor no son asalariados capitalistas.
Un segundo conjunto de actividades ha sido objeto de controversias. La materia en discusión es si
se trata de actividades productivas de valor capitalista o meramente rentísticas; por ejemplo, el caso
típico de algunas ramas financieras, inmobiliarias e, incluso, del transporte y la distribución, cuya
actividad algunos estudiosos han considerado como renta, consumidora de valor8. Según la posición
que se adopte, habrá que corregir los datos reportados en las tablas para recomponer los indicadores
estadísticos del capital variable y constante y de la plusvalía. Uno de los principales ajustes consiste en
reasignar el valor agregado de las ramas de no mercado a los impuestos sobre el salario y sobre la renta,
como remuneración de capital, para establecer el verdadero nivel de v y de W.
Con los ajustes requeridos, las tablas input-output son una fuente primaria de información sobre
la contabilidad nacional.

LA VALIDEZ DE ALGUNOS INSTRUMENTOS ANALÍTICOS DE LA MACROECONOMÍA


363
­— notas —

1 Cockshott y Cottrell (1993) muestran cómo las nuevas tecnologías de la información pueden ayudar a superar muchas de las

limitaciones técnicas de la planificación central del siglo pasado y, con el concurso de las tablas de consumo intersectorial de
tiempos de trabajo y mediante el desarrollo de los algoritmos adecuados, aumentar al máximo los niveles de productividad y
producción. Asimismo, permitiría esto prestar atención a las externalidades positivas y negativas (las ambientales, por ejemplo),
para reducirlas al mínimo junto con los niveles de desperdicio.

2 Sus principales obras a este respecto son Leontief (1953; 1966).

3 El coeficiente de producción indica la cantidad necesaria de un medio de producción para obtener una unidad de output. Para

una eficaz introducción a las tablas input-output, cfr. Romagnoli (2001: 76-87).

4 Con la misma técnica analiza Leontief las variaciones internas en los sectores del consumo y del trabajo.

5 Para una exposición detallada acerca de las diversas metodologías de construcción de una tabla input-output y sobre los pro-

blemas de medición, cfr. Alvaro (1999: 717 ss.).

6 Al final del capítulo IV del tercer tomo de El Capital, Engels apunta la siguiente consideración: “la estadística guarda un silencio

casi total sobre la relación de la porción constante del capital social con su parte variable. El fisco norteamericano es el único
que ofrece lo que es posible saber en las condiciones actuales: la suma de los salarios pagados y de las ganancias realizadas en
cada rama de la industria. Por cuestionables que puedan ser estos datos, dado que se basan en las indicaciones no verificadas
de los propios industriales, resultan sin embargo muy valiosos, y son la única documentación que poseemos en ese sentido.
En Europa tenemos demasiada delicadeza para solicitar de nuestros grandes capitalistas confidencias por el estilo”*.

7 Recordemos que el capital constante C incluye también el consumo circulante (materias primas, energía, etcétera), y no solo la

amortización del capital fijo en un período, sino también el conjunto de las inversiones en medios de producción.

8 Anwar Shaikh y Ahmet Tonak (1994) resumen en su libro las principales posiciones al respecto de autores marxistas. Cfr.

también Aglietta (1976).

* (n.t.) La cita se reproduce aquí a partir de la edición de Editorial Cartago, Buenos Aires, 1973.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


364
Quinta parte

CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA MUNDO.


LA ECONOMÍA ABIERTA: EL COMERCIO
INTERNACIONAL Y EL IMPERIALISMO
Capítulo I
COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS
A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS

1. Ciclos largos e internacionalización de los mercados

1. En las disciplinas de naturaleza económica existe la tradición, ya consolidada en el tiempo, de


darle un trato específico a las relaciones económicas internacionales, incluyendo en estas tanto los
intercambios de bienes y servicios entre diversos países como las operaciones de carácter financiero.
El conjunto de tales teorías, que usualmente se conoce con el nombre de economía internacional,
asume obviamente una mayor importancia en la fase de la llamada globalización financiera y utiliza, al
mismo tiempo, los instrumentos de la microeconomía y los de la macroeconomía. En este, como en
otros casos, el aporte disciplinario distingue una parte teórica y otra descriptiva, aun si, como es usual,
tal distinción es de carácter principalmente pedagógico.
Desde nuestra perspectiva, interesa analizar los desequilibrios y las desigualdades provocadas por
un desarrollo capitalista desigual y por el surgimiento de nuevos acuerdos internacionales, nuevas
comunidades estatales, nuevas áreas de intercambio y nuevas áreas de divisas en el marco de la actual
polarización capitalista, que se conecta con la también actual división internacional del trabajo y con
la especialización productiva a ella vinculada. También en este caso, la nuestra quiere ser una crítica
de la economía que ponga en evidencia, de manera científica, los rasgos de la presente fase de mun-
dialización capitalista, entendida como competencia global, es decir, como dimensión de la fase actual
del imperialismo. Y esto porque seguimos convencidos de que una de las características específicas del
capitalismo es la forma que adopta el imperialismo.
Este tipo de relaciones de dominación existe desde hace mucho tiempo, pero el imperialismo
asume, bajo el capitalismo, una forma esencialmente económica. En los últimos años, y sobre todo
como resultado de las políticas internacionales de la administración neocons de Bush hijo, muchos
intelectuales orgánicos del stablishment estadounidense (e inglés) respaldan el retorno a las políticas
imperialistas, como una necesidad frente al caos mundial producido por Estados enemigos demasiado
fuertes –piénsese en los afamados rogue States o Estados forajidos, sobre los cuales cfr. Chomsky (2001)
y Blum (2005)– o por Estados demasiado débiles (Cooper, 1996; 2004). En definitiva, la política
imperialista no sería ya una “desviación peligrosa” con respecto a las relaciones internacionales pacíficas
y multilaterales, sino un valor agregado de la potencia Estados Unidos.
Tales formulaciones –publicadas en revistas internacionales de geopolítica–, que mal que bien tie-
nen el mérito de poner al desnudo las estrategias y las prácticas político-militares planificadas durante
la última década por la Casa Blanca, tienen también sus límites: dan una visión parcial e interesada del
imperialismo. Este es reducido al mero aspecto militar, con el cual los Estados Unidos y su Coalition
of the Willings* tratan de resolver problemas de inestabilidad y criminalidad internacional (sean reales
o potenciales). En definitiva, ese imperialismo (militar) sería la respuesta de un mundo occidental que
se ve constreñido por el terrorismo internacional a salvar al planeta frente al Mal (los argumentos reli-
giosos utilizados por Bush terminan siendo un desperdicio). Un enfoque como este es evidentemente
reduccionista, cuando menos con respecto al marxista y radical. Este último, al concebir el imperialis-
mo como una “fase” del capitalismo, elabora un concepto mucho más complejo, detallado en facetas
y completo, que se origina en un estudio profundo de la estructura económica y de los procesos de
centralización y valoración del capital1.

2. Antes del capitalismo, el sometimiento político y económico al imperio era un mecanismo de apro-
piación de riqueza por parte del poder imperial, pero esto no ocurría sistemáticamente ni modificaba,
en general, las estructuras sociales básicas de la sociedad sometida.
Bajo el capitalismo, por el contrario, las relaciones imperiales condicionan la forma y el contenido
de la producción material en los territorios sometidos, cuyas estructuras socioeconómicas se adaptan
a las necesidades de consumo de riquezas y de valorización del capital de la potencia imperial. Esto
ocurre independientemente de que el imperialismo sea de carácter colonialista, como en la época de la
dominación franco-británica en África y Asia durante el siglo xix, o que tenga un contenido poscolo-
nial, con independencia política formal de los territorios sojuzgados, como en el período del dominio
imperial de los Estados Unidos de América.
La necesidad del imperialismo económico para el correcto funcionamiento del capitalismo fue
analizada inicialmente por el economista laborista británico J.A. Hobson (1902). Pero fueron autores

* (n.t.) Coalición de los voluntarios o de los voluntariosos. El término, surgido en los años noventa, alude a las fuerzas militares
de intervención que actúan sin el consentimiento del Consejo de Seguridad de la ONU.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


368
marxistas quienes elaboraron, a comienzos del siglo xx, una auténtica teoría del imperialismo: Karl
Kaustky (1898), Rudolf Hilferding (1910), Rosa Luxemburg (1913) y Nikolái Bujarin (1915).
Lenin (1917) sintetiza todos esos aportes en el texto de divulgación más conocido, El imperialismo,
fase superior del imperialismo, en el que plantea todas las consecuencias políticas del análisis de la
dimensión imperial del proceso de acumulación capitalista2.
El fundamento del imperialismo capitalista consiste en la apropiación del valor agregado de los
trabajadores de los países dominados por la potencia respectiva.
No es nuestra intención desarrollar aquí los contenidos de la teoría económica del imperialismo, la
cual, a pesar de los intentos de algunos autores que han pretendido asignarle padres adoptivos3, conti-
núa siendo hija natural del marxismo. Lo que queremos resaltar es la posibilidad de utilizar el análisis
y los indicadores básicos de la economía neoliberal para examinar algunos aspectos de la economía del
imperialismo.

3. Nos parece importante reflexionar acerca de la estrecha relación existente entre la dinámica de
los ciclos largos de reproducción capitalista y el desenvolvimiento de la internacionalización del
capital, para hacer también algunas consideraciones sobre el escenario internacional actual y sus
tendencias.
A medida que el régimen de producción interna se desarrolla, por necesidad interna y por su apetito
de mercados cada vez más extensos, la expansión del comercio exterior no deja de transformarse.
Los procesos de exportación de mercancías, unidos al dominio colonial del centro capitalista sobre
la periferia, se erigen como características fundamentales de la internacionalización del capital en las
condiciones del capitalismo premonopolista. En la dinámica a largo plazo del desarrollo capitalista, la
primera onda larga expansiva en conocerse –que se prolongó, aproximadamente, de 1790 a 1823, y
fue un fenómeno de naturaleza esencialmente británica– sirvió de escenario para la consolidación del
sistema de dominación centro-periferia bajo la hegemonía inglesa.
La segunda onda expansiva, que cubre aproximadamente los años que van de 1850 a 1873 y se
acompaña con la instauración del modo tecnológico de producción mecanizada, propició un profun-
do avance en el desarrollo del transporte ferroviario y marítimo, así como en las comunicaciones, y
permitió que nuevos países se unieran rápidamente al proceso de industrialización al apoyarse en el
comercio exterior. De esta manera se amplió la influencia de la dominación periférica de los centros
imperialistas; fundamentalmente Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania.
La onda expansiva del tercer ciclo largo capitalista, que va aproximadamente de 1894 a 1914, para
interrumpirse con la Primera Guerra Mundial y reactivarse de 1920 a 1929, marca un hito importante
en la transformación cualitativa del proceso de internacionalización del capital, al irrumpir en la esfera
de la producción. La exportación de capitales se suma a la de mercancías como uno de los rasgos
esenciales en la internacionalización del dominio del capital, ahora transformado de simple capital
industrial en capital monopolista financiero. Esta exportación de capitales, patrocinada por los mono-
polios internacionales, marca una nueva fase y una nueva determinación en la división internacional
capitalista del trabajo entre países ricos y pobres.
El proceso se completa con una doble repartición del mundo: en lo económico, por parte de los
grandes conglomerados monopólicos; y en términos territoriales, entre las grandes potencias, con todo
lo cual se perfila la existencia de un monopolio colonial que se va ampliando gradualmente desde

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


369
fines del siglo xix hasta comienzos del xx. En esta fase se disputan la hegemonía mundial Inglaterra,
Alemania y Estados Unidos, pero sobre todo estas dos últimas naciones, ya que a partir de 1873 la
Gran Bretaña no consigue mantener su nivel de desarrollo anterior, al perder su papel dominante en
las innovaciones básicas y experimentar, simultáneamente, una disminución de las tasas de crecimiento
de su producción industrial.
Durante esta fase histórica, la característica fundamental de la división internacional capitalista del
trabajo radica en la consolidación del proceso mecanizado de producción tecnológica, que se cumple
en el llamado centro del capitalismo. En la periferia, en cambio, se consolidan, en un importante
conjunto de países, fenómenos peculiares de economías de desarrollo regresivo: monoproducción,
monoexportación, monomercado, desarrollo industrial y tecnológico escaso y unilateral: fenómenos
que, a través del intercambio desigual y demás consecuencias de la internacionalización, transforman
la economía en un contexto de mundo polarizado bajo el influjo del dominio del capital.
La onda de impacto prolongado del cuarto ciclo largo de vida del capital, que se inicia alrededor de
1945 y llega a 1973, tiene por escenario principal el nuevo modelo de acumulación de Estados Unidos,
si bien Japón y algunos países europeos (especialmente Alemania) ganan también terreno. Al final de
este período se confirma la presencia de tres centros imperialistas. Caracterizado tecnológicamente por
la transición del modo de producción mecanizado al automatizado, pero todavía con gran incidencia
del primero, este ciclo permite el definitivo crecimiento económico intensivo del centro capitalista y
propicia el despliegue de un proceso de internacionalización del ciclo del capital productivo, guiado
por las empresas transnacionales. Este proceso se distingue no solo por la proliferación cuantitativa
de empresas multinacionales, sino fundamentalmente por el hecho de que estas empresas expresan
una profunda interrelación entre capitales nacionales y transnacionales. Esto obliga, por primera vez,
a concebir la reproducción capitalista como un proceso internacional. Por todo ello, esa etapa de
desarrollo de la internacionalización es conocida con el nombre de “transnacionalización”.
Durante esta fase, el modelo de acumulación se basa en los preceptos de las recetas keynesianas, y
en ella se entretejen nuevas dimensiones y relaciones cualitativas en la división internacional capitalista
del trabajo.

4. La crisis estructural que desencadena la fase depresiva prolongada, que comienza aproximadamente
en 1973-1974, condiciona un proceso gradual de redimensionamiento económico que abarca aspectos
tanto de la reestructuración de las relaciones productivas como de las relaciones socioeconómicas en su
conjunto, fenómeno que adquirirá al mismo tiempo carácter internacional.
Ese proceso, que ha venido concretándose en las últimas décadas, ha sido también el escenario
–como se ha dicho– de la transición del modo tecnológico de producción mecanizada al automatizado y,
al mismo tiempo, de la plena manifestación de una nueva etapa en la internacionalización del capital
y en la división internacional capitalista del trabajo.
El reconocimiento de la existencia objetiva de ondas o ciclos largos y alternos de desarrollo acelera-
do o desacelerado, como característica normal y regular en la vida del sistema capitalista, nos prepara,
desde el punto de vista del conocimiento científico, para comprender la insostenibilidad de todo
discurso triunfalista –globalizador-externalizador– sobre el capitalismo, al tiempo que nos permite
reconocer que vivimos un proceso doblemente importante en su existencia; esto es, que la plenitud
del desarrollo de la fase imperialista, configurada actualmente en la competencia global, representa al

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


370
mismo tiempo la formación de la base material para su necesaria sustitución por un régimen econó-
mico más evolucionado.
Junto con estos procesos se manifiesta un nuevo estadio del sistema de contradicciones del capi-
talismo, y de manera especial de las contradicciones entre riqueza y pobreza, desarrollo tecnológico y
desocupación, o desarrollo tecnológico y ecosistema –que se expresan mejor en términos de conflicto:
capital-trabajo, capital-ambiente, capital-derechos–, pero también, al mismo tiempo, en la valoración
del capital o de la universalización de las relaciones sociales de producción capitalistas.

5. Sobre la base de lo antes dicho, resulta interesante ahora evaluar la situación de las grandes potencias
económicas para analizar de qué manera, y sobre todo en sujeción a cuáles directrices, ha respondido
cada país al proceso de internacionalización de los mercados y a las dinámicas de la competencia global.
Es preciso, ante todo, dejar en claro que el fenómeno de la internacionalización se produce a través
del comercio internacional y de la inversión productiva directa en el exterior, con lo cual una determi-
nada empresa asume las características de multinacional, al crear o adquirir filiales de producción en
diversos países4. Las inversiones directas en el exterior (IDE) son realizadas, en la práctica, por empre-
sas que quieren asentarse en otros países mediante la creación de un nuevo establecimiento productivo,
o a través de la compra de cuotas de participación en sociedades o compañías ya existentes5.
No es casual que nuestra atención se dirija específicamente al comercio internacional y a la dinámi-
ca de las inversiones exteriores, sean estas de portafolio (y por tanto más ligadas al carácter financiero-
especulativo) o propiamente inversiones directas orientadas al control accionario (y en consecuencia
de naturaleza más productiva). El análisis posterior apunta precisamente a estas dimensiones de la
economía internacional, por cuanto son ellas, más que ninguna otra cosa, las que configuran hoy el
imperialismo en su dimensión económica.

2. El papel del comercio internacional

1. No se pretende entrar de seguidas en cuestiones específicas de teoría pura del comercio internacio-
nal, entre otras razones, porque nos interesa poco el choque entre la visión neoclásica y las tentativas de
retorno a los clásicos. En nuestro enfoque de crítica de la economía, el problema de fondo no es tanto
el de reconstrucción de la teoría pura del comercio internacional, como el de precisar la manera en que
esta funge de soporte fundamental para la actual dimensión y configuración de las relaciones interna-
cionales entre los diferentes países, con miras a delinear la presente fase del imperialismo económico.
Como se hizo en las partes precedentes con el fin de entender mejor la configuración y el modus
operandi de los diversos polos geoeconómicos, también en este caso, más que la teoría, será la relación
descriptivo-aplicativa la que nos ayude a identificar aquellos fenómenos relativos al intercambio in-
ternacional que efectivamente se verifican en la realidad, así como el contexto institucional en que se
producen; en este capítulo, nos refiere eso al comercio internacional o a las dinámicas de las inversiones
exteriores condicionadas por acuerdos internacionales y organismos supranacionales. Esto permitirá
identificar nada menos que la actual dimensión del imperialismo en la competencia entre áreas y po-
los, en un contexto de globalización neoliberal que sería erróneo considerar de rasgos exclusivamente

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


371
financieros, aun cuando la iniciativa financiera ha asumido en los últimos veinticinco años un peso
extremadamente importante.
En efecto, las condiciones en que se produce la ampliación de la competencia a escala internacional
son claramente visibles y materiales, y se definen históricamente en la afirmación y difusión de las
tecnologías informáticas y telemáticas, así como en la disminución global del costo de los transportes,
que permite el fácil desplazamiento de las mercancías y determina la conveniencia absoluta de la
deslocalización de las producciones hacia contextos socioambientales más favorables al capital (AA VV,
2003: 11).

2. No es solamente a través de los movimientos de cuenta financiera que pueden identificarse los flujos
vinculados a relaciones imperialistas. El comercio internacional se transformó, durante el siglo xix, en
el sistema privilegiado por Gran Bretaña para imponer a todas sus colonias los mecanismos de apro-
piación internacional del valor, al extremo de destruir la capacidad productiva industrial de aquellas
para favorecer las exportaciones manufactureras inglesas e imponer, así, una división internacional del
trabajo en beneficio de la acumulación de capital de las empresas británicas6.
Durante la transición del capitalismo competitivo al monopolista, desde 1876 hasta la Primera
Guerra Mundial, la producción industrial mundial se cuadruplica y los intercambios internacionales
se triplican, mientras que la población aumenta en poco más de 25% (véase el cuadro que sigue).
En este período, el incremento del comercio internacional se produce de manera paralela entre el
centro industrializado, que intercambia productos manufacturados, y las colonias y países dominados,
exportadores de materias primas.
En el período que corre entre las dos guerras mundiales se suceden una serie de eventos que golpean
negativamente el comercio internacional: crisis monetarias, inflación galopante, devaluaciones, altera-
ciones del sistema monetario internacional, crisis de 1929, depresión de los años treinta, aumento del
proteccionismo y bloqueo del comercio internacional. Sin embargo, crece el peso del comercio de la
periferia hacia el centro, si bien a tasas más reducidas que en el período previo a la Gran Guerra, como
consecuencia del necesario aprovisionamiento de la industria de los países desarrollados.

Evolución del comercio internacional en relación con la evolución


de la producción industrial y de la población (1875-1938)

1876 1913 1929 1938

Producción industrial 25 100 139 185


Intercambio de materias primas y de productos alimentarios 31 100 113 117
Intercambio de productos manufactureros 32 100 104 92
Población 79 100 110 119

Fuente: Bairoch (1999).

Después de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo colonialista es sustituido por nuevas rela-
ciones políticas y económicas que permiten a las antiguas colonias acceder a la independencia formal,
al mismo tiempo que se establecen nuevos vínculos de dependencia y dominación determinados por
la nueva potencia dominante: los Estados Unidos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


372
En el nuevo imperialismo poscolonial, la ideología del libre comercio desempeña un papel central
en el reforzamiento de una división internacional del trabajo de raíz imperialista. Simultáneamente,
la existencia de procesos revolucionarios anticapitalistas, que sustraen de la dinámica de acumulación
capitalista una parte sustancial del territorio mundial, hace que la ideología económica invente en los
años cincuenta un nuevo discurso, el del llamado desarrollismo, como vía subrepticia para el creci-
miento y el mejoramiento del bienestar en los países de la periferia.
El fracaso de las estrategias de desarrollo capitalista en la periferia se manifestó con la crisis que
devastó América Latina y África en la década de los ochenta. Paralelamente, en el contexto de la con-
frontación entre capitalismo y socialismo –Guerra Fría–, se había desarrollado en el sudeste asiático un
polo regional industrializado que abarcaba países como Taiwán, Corea del Sur y Singapur, basado en
la ayuda norteamericana y las inversiones japonesas, así como en el impulso de un proceso acelerado
de acumulación bajo la forma de un capitalismo de Estado proteccionista y distribuidor de recursos.

3. Las estadísticas de la Unctad7 permiten conocer la evolución estructural del comercio mundial, por
regiones y grupos de países, para ese entonces. La participación es muy desigual: los países centrales
concentran el 60%-70% del comercio mundial; los de la periferia, alrededor de 25%-30%; y los
socialistas, 10%. Cerca del 70% del comercio de los países desarrollados se realiza entre ellos mismos,
mientras que los intercambios con la periferia representan 25%, y con los países socialistas, 5%. En
las décadas que van de 1960 a 1980, si bien el valor del comercio internacional se multiplicó por
diez, su volumen aumentó solo tres veces, reflejo de un crecimiento sustancial del precio de los bienes
exportables, derivado en su mayor parte de los países desarrollados.
A partir de 1980 asistimos a una reestructuración de la división internacional del trabajo, en la
cual no existe ya una marcada especialización por sectores productivos. Desde entonces, en efecto, los
productos manufacturados representan un porcentaje creciente en todos los países periféricos, tanto en
los menos desarrollados como en los de desarrollo relativo más elevado.
Entre 1980 y 2002, el volumen del comercio mundial vuelve a multiplicarse por tres, como había ocu-
rrido en el lapso similar anterior y su valor se multiplica por 3,1. Dicho de otra manera, el valor unitario
del comercio mundial no crece. La razón apunta al cambio que se produce en la división internacional del
trabajo en la era de la llamada “globalización”, que toma impulso con la década de los ochenta.
En la nueva división internacional del trabajo, el espacio es ocupado por empresas multinacionales
que pueden dividir el proceso de producción y deslocalizarlo, gracias a las nuevas tecnologías que posi-
bilitan su fragmentación, para aprovechar las diferencias de costo de la fuerza de trabajo. Se crea así un
nuevo y verdadero proletariado a escala mundial, en fuerte competencia internacional e intersectorial8.
El marcado incremento de las exportaciones industriales de los países de la periferia obedece a su
inserción en la “fábrica mundial” diseñada por las multinacionales, en la cual la instalación localizada
en países pobres es la más “harapienta”, la que utiliza más laboratorios, pero al mismo tiempo la que
produce menos valor agregado, con salarios más reducidos y tasas de explotación más elevadas.
Como lo evidencian los datos relativos al valor unitario de las exportaciones, son obviamente los
países periféricos los que han visto disminuir en los últimos años el valor agregado unitario, incluso
el de los principales exportadores de manufacturas. Por el contrario, los países desarrollados, a pesar
de los precios de dumping9 que aplican a sus exportaciones agrícolas, han mejorado el valor unitario de
sus exportaciones con respecto a las de 1980.

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


373
Estos cambios en la división internacional del trabajo y en las ventajas que del comercio obtienen
algunos países, nos llevan a interrogarnos acerca de los fundamentos de la teoría del comercio interna-
cional, que sigue siendo esencialmente la misma que enunció David Ricardo en 1816, en el capítulo
VII de sus Principios de economía política y tributación. La crítica de esta teoría nos permitirá establecer
los principios de la actuación imperialista en materia de comercio internacional.

3. La teoría clásica del comercio internacional

1. La escasa movilidad de los factores productivos, de los conocimientos, de las tecnologías y de los
recursos naturales y su distribución desigual entre los diversos países, determina que la producción de
bienes tenga costos diferentes para unos y otros. Para algunos países, entonces, resulta más conveniente
la producción de ciertos bienes, mientras para otros países es más fácil otro tipo de producción, lo que
lleva a determinar la llamada especialización productiva, de la que se deriva la necesidad del intercam-
bio internacional.
Recordemos que los economistas clásicos parten del presupuesto de que el valor de una mercancía
está determinado por el trabajo que contiene; por eso la medida del costo resulta del tiempo de trabajo
necesario para producirla, lo que puede variar de un país a otro.
La teoría clásica del comercio internacional es usualmente atribuida a Ricardo, quien la formuló
en sus Principios…, aun cuando en los escritos de Torrens están presentes algunas consideraciones que
anticipan la formulación ricardiana10. Ricardo puso en evidencia un aspecto muy importante, como lo
es el hecho de que el intercambio internacional no se produce en razón de la diferencia entre costos ab-
solutos sino entre costos relativos, vale decir, “costos comparados”. En consecuencia, la razón está cons-
tituida por la relación que se establece entre los precios de dos bienes en el intercambio internacional.
Según la teoría ricardiana, llamada de “costos comparados”, en el comercio internacional la ventaja
está centrada en la variable tecnológica: a fin de que se pueda cumplir el intercambio internacional,
debe existir una diferencia de “costos comparados”, que pone de manifiesto diferencias de técnica
productiva. Esto redundará en ventajas para todos los países participantes en el intercambio.
En consecuencia, toda vez que exista una diferencia entre los “costos comparados” de dos países,
habrá beneficios para ambos, siempre que la razón de intercambio internacional entre las dos mercan-
cías esté comprendida en tales costos.
La teoría del comercio internacional actualmente vigente sigue siendo la misma que elaboró Ricar-
do hace casi 200 años11. El principio fundamental de esta teoría es una construcción arbitraria, que
establece que la división internacional del trabajo en función de las ventajas relativas de los costos de
producción (“costos comparados”) permite maximizar la producción mundial agregada y, por tanto,
los ingresos de todos y cada uno de los países participantes en dicha división. En otras palabras, si
cada país se especializa en producir los bienes en los cuales su diferencia de costos de producción es
máxima con respecto a la de los demás países y si se especializa, por ende, en producir la mercancía
relativamente más económica, obtiene una ventaja general en el comercio internacional.
Esta teoría se basa en la aplicación, al comercio internacional, de algunas reglas de funcionamiento
que no se cumplen en una economía nacional, en la cual la especialización o división del trabajo se

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


374
establece sobre el principio de la ventaja absoluta y no relativa. Si una región tiene costos inferiores en
todos los productos, allí se concentrará toda la producción nacional.
Son procesos de este tipo los que explican la existencia de importantes y crecientes diferencias
espaciales dentro de los países, en términos de desarrollo, de ganancias y de especialización productiva.
La teoría ricardiana, por tanto, debe ser vinculada a una hipótesis de plena movilidad de los factores
productivos en el interior de un determinado país, y de total inmovilidad de tales factores entre un
país y otro.

2. La teoría de los “costos comparados” parte, pues, del presupuesto de que los distintos países poseen,
en medida diferente, recursos productivos naturales y recursos productivos debidos a la acción del
hombre. Esa diversa disponibilidad de recursos productivos presupone además que, en los países entre
los cuales se realiza el intercambio, haya en las diferentes ramas de producción una productividad que
permita una variada relación recíproca.
Se deduce que, a fin de que se establezcan las condiciones para un ventajoso intercambio inter-
nacional por parte de todos los participantes, se debe determinar la condición según la cual un país
resulta “superior” a otro en la producción de un determinado bien X (es decir, logra un menor costo
unitario) e “inferior” (mayor costo unitario) en la producción de un determinado bien Y.

Menos obvio, en cambio, es que pueda haber intercambio internacional incluso si uno de los
dos países es superior al otro en la producción de ambas mercancías. El gran aporte de la teoría
ricardiana fue, precisamente, mostrar las condiciones bajo las cuales también en ese caso es posible y
conveniente (para ambos países) el intercambio internacional. Así, pues, la condición necesaria para
el intercambio internacional es que en todo caso haya una diferencia en los costos comparados. El costo
comparado puede ser definido de dos maneras: como la relación entre los costos (unitarios) absolutos de
las dos mercancías en un mismo país, o como la relación entre los costos (unitarios) absolutos de la mis-
ma mercancía en los dos países (…). La proposición básica de la teoría en cuestión es que la condición
para que haya intercambio internacional es la existencia de una diferencia entre los costos comparados.
Esta, por otra parte, es solamente la condición necesaria; la condición suficiente es que la razón de
intercambio internacional esté comprendida entre los costos comparados, sin ser igual a ninguno de
los dos. Satisfechas ambas condiciones, para cada país será conveniente especializarse en la producción
del bien para el que tiene una ventaja relativamente mayor (o una desventaja relativamente menor)
(Gandolfo, 1986: 8-9).

En la teoría de los “costos comparados”, un país puede tener condiciones más ventajosas que otros
también para la producción de una serie de mercancías, condiciones que se distribuyen de manera
desigual entre sus diversos sectores productivos. Esto hace que la “superioridad” del país en cuestión
no sea la misma para todos los productos.
Si el intercambio se realiza cuando un país lleva ventaja en la producción de ambas mercancías,
pero mayor en una que en la otra, se incurre en la llamada “paradoja ricardiana”, según la cual puede
resultar conveniente importar una mercancía que se produce internamente a un costo mejor, con la
finalidad de reservar los recursos internos para producciones en las que sea evidente la “superioridad
productiva”.
Es obvio que las ventajas del comercio internacional se reparten de manera diferente entre los países
participantes; entre otras cosas porque, si varios países ofrecen las mismas mercancías en el mercado
internacional, esa competencia hará bajar los precios respectivos, mientras que se mantendrán altos los

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


375
de aquellas mercancías ofrecidas por pocos países o, en caso extremo, por uno solo. Muchos autores
señalan, acertadamente, que para considerar conveniente un intercambio hay que tomar también en
cuenta los costos de transporte, aseguración, etcétera, de las mercancías que se trasladan de un país
a otro. Pero también en esta hipótesis permanece inalterada la estructura de la teoría de los “costos
comparados”.

4. La visión neoclásica del comercio internacional:


el teorema de Heckscher-Ohlin (-Samuelson)

1. Si en la teoría clásica (Ricardo) el comercio internacional basa su existencia en las diferencias secto-
riales que se dan de un país a otro en las estructuras de productividad del trabajo, en la teoría neoclásica
esa idea se modifica para atribuir tal existencia a las diferencias que, entre los países, se presentan en las
proporciones de los factores de producción12.
A partir de las bases asentadas por la teoría ricardiana, los estudiosos escandinavos Eli Filip Heck-
scher y Bertil Ohlin pusieron de relieve que en algunos países hay más abundancia del factor trabajo
que del factor capital, mientras en otros sucede lo contrario. Cada país, entonces, se especializará
en la producción de mercancías en las que utilice el factor productivo más abundante, que serán las
que exporte. Por tanto, el teorema Heckscher-Ohlin (HO) establece que un país exporta los bienes
producidos con cantidades relativamente grandes del factor relativamente abundante en su territorio.
Este teorema parte de una acepción particular del concepto de “factores de producción”, que permite
establecer su abundancia e intensidad relativas.
Según esa perspectiva, hay un precio del capital y un precio del trabajo, que serían homogéneos y
comparables entre países. Una imagen poco compatible con la visión de Ricardo, para quien el inter-
cambio no se puede determinar mediante la comparación del valor del dinero en productos agrícolas,
tejidos u otras mercancías, sino a través de la estimación del valor de la moneda de un país, comparado
con la moneda de otro. Esto es así porque las diferencias de productividad determinan estructuras de
precios diferentes. Si dos países tuvieran la misma estructura de productividad, desaparecería para ellos
todo interés en el comercio mutuo. Pero ocurre que solamente con estructuras de productividad igua-
les resultan comparables los precios relativos de los factores y es posible definir la “abundancia” relativa,
ya que solo en ese caso existe una abundancia absoluta de magnitud homogénea y parangonable.

Las hipótesis simplificadoras adoptadas para llegar a tal resultado son, además de las usuales (ausencia
de costos de transportación, libre comercio, competencia perfecta, inmovilidad internacional de los
factores productivos), las siguientes:
1. Las funciones de producción tienen productividades marginales siempre positivas y decrecientes,
y son homogéneas de primer grado (rendimientos de escala constantes). Además, son idénticas en
ambos países, aun siendo diferentes para los dos bienes; en otras palabras, la función de producción
para el bien A es la misma en el país 1 y en el país 2, y es diferente a la función de producción para
el bien B, que a su vez es idéntica en los dos países.
2. La estructura de la demanda (es decir, las proporciones en que dos bienes son consumidos, para
toda relación dada entre los precios) es idéntica en los dos países e independiente del nivel de renta.
3. Queda excluida la inversión de las intensidades factoriales de los dos productos (Gandolfo,
1986: 96-97).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


376
2. Paul Samuelson desarrolló posteriormente el teorema HO (que denominaremos por eso HOS,
siempre por las iniciales de estos economistas) sobre la igualdad de los precios de los factores, al esta-
blecer que “el libre comercio en el mercado de bienes conduce al hecho de que el pago o remuneración
de un mismo factor de producción sea igual en los dos países, en términos tanto absolutos como
relativos”. Muchos estudios de economía aplicada, sin embargo, han confundido frecuentemente esta
teoría. El caso más evidente es el representado por la llamada paradoja de Leontief, así denominada por
el economista ruso-norteamericano que demostró que Estados Unidos, por ejemplo, exporta también
mercancías producidas mediante un uso intensivo del trabajo, aun tratándose de trabajo altamente
especializado. Leontief desarrolló este análisis a partir de un modelo de tablas intersectoriales input-
output elaborado por él mismo, con datos de la economía estadounidense en 1947. Se habló de
paradoja precisamente por ser notorio que Estados Unidos era el país con mayor dotación de capital,
en comparación con aquellos con los que mantenía relaciones económicas y, sin embargo, exportaba
principalmente productos con alta intensidad de trabajo e importaba mayormente productos con alta
intensidad de capital.
Estudios posteriores, como por ejemplo los de Stern y Maskus (1981), no pudieron confirmar la
existencia de la paradoja de Leontief al utilizar la matriz intersectorial de 1972, si bien es justo señalar
que estos dos estudiosos tomaron en cuenta el llamado capital humano, no considerado por Leontief.
En líneas generales, se puede sostener que el teorema de Heckscher-Ohlin, perfeccionado por
Samuelson, debe ser verificado caso por caso, contextualizándolo y refiriéndolo no tanto a un país en
particular, sino sobre todo a las variables temporales, espaciales y sectoriales, cuidadosamente revisadas
una por una13.

3. En lo esencial, el modelo HOS establece el caso de dos países que producen solamente dos mercan-
cías (caso clásico). Estas mercancías son bienes de consumo. No se utilizan medios de producción de
hechura humana (bienes de capital); la producción se lleva a cabo directamente, por trabajo homogé-
neo, directo y terreno, de calidad también homogénea, con ocupación plena de la dotación de tierra y
trabajo. No se producen ni se intercambian bienes de capital.
El “truco” de la teoría ricardiana, y por extensión de la teoría neoclásica, a partir del teorema de
Heckscher-Ohlin-Samuelson14 (HOS), consiste en postular que la existencia de diferentes unidades
monetarias, en los países que participan en la división internacional del trabajo, se traduce, por vía de las
modificaciones de las tasas de cambio, en movimientos de los precios relativos, lo que favorece una dis-
minución de los costos monetarios de los productos de especialización y un aumento de los costos de los
productos que no tienen ventajas relativas y, a su vez, estimula la tendencia al “monopolio” de produc-
ción y a su repartición entre todos los participantes, en función de la respectiva especialización pro-
ductiva. Los movimientos de precios equilibran los costos relativos y favorecen la especialización
internacional.
En realidad, los movimientos de dinero y de los precios de cada uno de los países con unidades
monetarias diferentes, se mueven en el mismo sentido que el dinero y los precios en las regiones de un
país que tiene una misma moneda. La salida de dinero desde la región con costos de producción supe-
rior hacia la región con costos inferiores no se traduce necesariamente en un aumento de la circulación
de dinero en esta última, ni en un consecuente aumento de los precios nominales (aumento nominal
de costos), simplemente porque el exceso de dinero obtenido por las ventas en la región sin ventajas se

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


377
bloquea, se encaja, se dedica al consumo de bienes de lujo y servicios no exportables, o sencillamente
se usa para adquirir propiedades en la región desventajada. Por otra parte, si ese flujo de dinero se
deposita en la banca, su impacto monetario no es sobre los precios, sino sobre la tasa de interés; de he-
cho, esta aumenta en la región con desventaja absoluta y disminuye en la que tiene ventajas absolutas,
donde se traduce en una expansión de la demanda de su producción. En definitiva, se profundiza la
divergencia de costos de producción entre las dos regiones, que será tanto mayor cuanto más amplias
sean las economías de escala de la producción.
Se trata, por tanto, del mismo proceso que se puede ver actualmente en los flujos financieros y
mercantiles entre los países centrales (aventajados) y los países de la periferia (desventajados): frente a
las tasas de interés más elevadas y el déficit crónico que caracterizan a las economías de los segundos,
contrastan las tasas de interés inferiores, los incrementos de la demanda y la reducción de los costos de
producción en los primeros.
Aplicado a un comercio internacional cada vez más liberalizado, el principio de las ventajas absolu-
tas refuerza el desequilibrio mundial del desarrollo.

5. Crítica de la teoría de la especialización internacional a través del comercio

1. Las versiones más frecuentes del teorema de HOS, como por ejemplo el aporte de Jones (Jones
en Villareal 1979), sustituyen la “tierra” del modelo de Samuelson por el “capital”, sin considerar el
cambio cualitativo que esto significa.
El concepto tradicional de “capital” considera no la tierra y el trabajo, sino los medios de producción
elaborados o de hechura humana. La dotación de capital que se encuentra en muchos análisis HOS
viene dada simplemente en cantidad: se trata, en apariencia, de un input homogéneo y frecuentemente
no consiste en medios de producción, ya que los únicos sectores productivos considerados son los
de bienes de consumo. Sin embargo, una dotación de capital no es lo mismo que una dotación de
tierra; por tanto, las propiedades de un análisis HOS con una determinada dotación de capital no
pueden ser las mismas que con una determinada dotación de tierra, por la simple razón de que el
“valor capital” se define únicamente en términos de precios relativos, los cuales se resuelven dentro
del análisis.

2. De esta manera, resulta poco claro qué significa decir que un país tiene una dotación de capital de
un valor determinado: ¿con qué unidad se mide esa dotación? Aun si estos enredos fuesen resueltos,
está demostrado que la relación capital-trabajo, en cualquiera que sea el sector, no tiene por qué ser
inversamente proporcional a la tasa de ganancia. Tampoco es necesario que, entre dos mercancías,
aumente el precio relativo de la más intensiva en capital, incrementando la tasa de ganancia.
Así, dos de las propiedades primarias del análisis HOS, basado en la tierra, no pueden ser trans-
feridas –por mera analogía– a la versión basada en una determinada dotación de capital15. En conse-
cuencial, la teoría HOS tiene poco que decir acerca del crecimiento del producto y el comercio, que
depende siempre del incremento de las inversiones en bienes de capital. La teoría HOS no aporta
siquiera una mejor comprensión del comportamiento del consumo en el comercio.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


378
Si la teoría HOS es todavía el cuerpo actual de la economía convencional dominante para inter-
pretar el comercio internacional, hay que agregar que muchos estudiosos han aportado enfoques alter-
nativos más o menos completos. Se habla, por ejemplo, de la llamada teoría de la disponibilidad o de
las teorías de los efectos-renta (como la de Linder y la de Barker), hasta llegar a la más conocida teoría
del ciclo del producto. Esta última, debida a Hirsch y Vernon, explica que todo producto cumple en
su ciclo vital tres fases:

a) La fase introductoria del nuevo producto.


b) La de desarrollo o maduración.
c) La de estandarización o madurez.

De acuerdo con esta teoría, dado que no todos tienen las mismas posibilidades de acceso a la
tecnología, cada país se especializará en la producción de ciertos bienes y los exportará según sea su
capacidad para aplicar las tecnologías a la creación de nuevos productos. En general, los países con alto
nivel de desarrollo industrial y tecnológico producirán y exportarán productos que se encuentran en
su fase introductoria, es decir, recientemente inventados; otros países, con nivel medio de industriali-
zación, producirán y exportarán bienes que están en la segunda fase de su ciclo vital, la de maduración;
y, finalmente, los países en vías de desarrollo producirán y exportarán bienes que se hallan en su tercera
fase, la de estandarización.
La teoría del ciclo del producto atribuye, pues, una particular importancia a los niveles de conoci-
miento tecnológico alcanzados por un país, para explicar su actuación en el intercambio internacional.
No obstante, ese enfoque no puede ser asimilado al de la brecha tecnológica, que asume principalmen-
te el aspecto de retraso.

Según Posner, del retardo en la imitación hay que sustraer el retardo de la demanda (demand lag), es
decir, el tiempo que corre entre la aparición del nuevo producto en el país innovador y la aparición
de la demanda respectiva en los otros países (...) la importación del producto tendrá lugar, entonces,
solamente en el período resultante de la diferencia entre el retardo en la imitación y el retardo de la
demanda (...) una vez producida la imitación, la importación tiende a cesar, pero, como sea que
la aparición de nuevos productos ocurre continuamente, este aspecto del comercio internacional
se perpetúa. Por otra parte, nadie ha dicho que todos los países tengan el mismo retardo en la
imitación, por lo cual, aun si uno o más países logran imitar el nuevo producto, el país innovador
tendrá siempre ventaja en otros mercados, donde ese retardo es más pronunciado, gracias a su mayor
experiencia en la producción del bien en cuestión (Gandolfo, 1986: 337).

6. La crítica de Joan Robinson

1. La teoría ortodoxa clásica y neoclásica del comercio internacional considera que un sistema econó-
mico produce, a través de sus factores productivos primarios –como, por ejemplo, maquinarias que
no son objeto de comercio internacional–, bienes finales de consumo que puede intercambiar en el
ámbito internacional. En la práctica, el factor capital es presentado ficticiamente o, incluso, es obviado
mediante el uso del factor “tierra”, como otro factor productivo que se agrega al trabajo. Obviamente,

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


379
cuando se habla de capital en general, hay que considerar tanto el circulante (remanentes y bienes
intermedios) como el fijo (instalaciones y otros bienes inmovilizados). Los activos fijos materiales no
son homogéneos entre sí, problema que sigue siendo de difícil resolución al momento de determinar la
medida del capital agregado que resulta independiente de la distribución. Esto socava los fundamentos
de la teoría ortodoxa del comercio internacional y en particular la teoría de Heckscher-Ohlin (se hace
lógicamente imposible, en efecto, identificar las intensidades factoriales y las dotaciones relativas de los
factores) y los planteamientos a ella vinculados (igualación del precio de los factores, etcétera).
Estos estudiosos han buscado, pues, extender a la esfera del intercambio internacional el aparato
analítico por el cual ha sido sometida a crítica la teoría ortodoxa (neoclásica o marginalista) del capital
y de la distribución en una economía cerrada. Dado que ese aparato analítico, si bien puesto a punto
solo en tiempos recientes, se reconecta con la visión de los economistas clásicos, y en particular la de
Ricardo, se explica su designación con el adjetivo de “neoricardiano” (Gandolfo, 1986: 361-362).
Robinson16, entre otros, demuestra en los años setenta que el comercio internacional no permite
alcanzar ningún tipo de equilibrio, ni aun en condiciones de libre comercio; además, muestra cómo
la relación entre los precios de cualquier país y los del resto del mundo se rige no solo por la tasa de
cambio, sino también por el nivel de los salarios.
Para empezar, Robinson señala que las políticas restrictivas, implementadas cuando hay un exceso
en los precios o un exceso de importaciones, reducen la demanda de importaciones por causa de la
reducción de la renta real, y no por el aumento de las tasas de interés. Para Joan Robinson, el análisis
neoclásico no llega a distinguir claramente si el restablecimiento del equilibrio en la balanza de pagos
es consecuencia de una política restrictiva interna o de la reconquista de ventajas competitivas, como
resultado, a su vez, de una disminución relativa de los costos de producción nacionales. El factor
esencial en el ajuste es, por tanto, la variación de los salarios. Puede darse una reducción de los salarios
monetarios relativos cuando la demanda de importaciones se reduce a cero. Pero cuando las impor-
taciones tienen un fuerte componente alimentario, puede suceder que su reducción se traduzca en
una catástrofe: emigración y hambre, como dice Robinson, son la mano invisible que interviene, pero
actúa por estrangulamiento.

2. La conclusión de Robinson es clara: una variación de la tasa de cambio ejerce sobre los precios
relativos nacionales y exteriores el mismo efecto que una variación similar de los salarios. Para eliminar
el déficit de un país se requiere el mismo deterioro de su situación real en términos de capacidad de
intercambio, sea que esto se lleve a cabo mediante una depreciación de la tasa de cambio o que ocurra
por reducción de los salarios monetarios.

6.1. Relación entre productividad y salarios


En una situación de competencia, la variación del nivel de los salarios (v) depende de la producti-
vidad (P): v = f (P). Definiendo:

P bruta = Y/L
P neta = Y/L - k - t
(Y: renta; L: trabajo; k: costo del capital; t: costo de la tierra)

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


380
Se establece así que la relación entre productividad y salarios monetarios determina los flujos del
comercio internacional. Un país exportará aquellos productos para los cuales su relación salario-pro-
ductividad neta sea inferior a la media internacional; de esta manera, las diferencias de productividad
entre los diversos países se mantendrán aproximadamente compensadas por las diferencias en los sa-
larios monetarios.
Si se da una situación de desocupación ΔP > Δv, se puede hablar de “trabajo (relativamente) eco-
nómico”, en tanto que su nivel será inferior al de la productividad marginal. Si, en este caso, un país
tiene una relación

ΔP > Δv

venderá siempre a precios inferiores al resto del mundo, con lo cual aumentará su cuota de mercado
para los productos que mantengan ese diferencial relativo entre productividad y salarios monetarios. A
fin de que esta situación pueda mantenerse en el tiempo, bastará que el ejército industrial de reserva sea
lo suficientemente grande para no provocar un alza de los salarios como consecuencia del aumento de
la ocupación en el sector productor de bienes exportables. ¿Qué pasa entonces con el modelo neoclá-
sico, si consideramos que existe un mercado mundial de capitales, es decir, si postulamos la existencia
de préstamos internacionales de capital, como sucede actualmente? El análisis de Joan Robinson nos
ilustra el caso.

6.2. Variaciones en el salario y en la ocupación con préstamos internacionales


En cualquier país en el que P > S (S: ahorro nacional en condiciones de plena ocupación), los
salarios monetarios deben ser tales que permitan crear un excedente de importaciones que iguale la
diferencia entre inversión (I) y S. Inversamente, en cualquier país donde la inversión sea inferior al
ahorro nacional correspondiente a una situación de plena ocupación, el nivel de los salarios monetarios
debe ser tal que pueda crear un excedente de exportaciones igual a la diferencia, es decir:

S - P = X - M
y
[S > P] = [X > M]
[S < P] = [X < M]

Por tanto, dependiendo de la configuración relativa de la repartición de la inversión mundial, habrá


una estructuración de equilibrio de los salarios relativos nacionales que variará a medida que varíe el
destino de esa inversión mundial. Supongamos que aumente la transferencia internacional de fondos
de inversión hacia un país: en tales circunstancias, aumenta en ese país la demanda de importaciones
y comienza su expansión mundial. En ese caso, la tasa de interés en el resto del mundo debe aumentar
hasta que la inversión en el resto del mundo disminuya en la misma medida en que aumentó en el país
indicado.
En el país receptor de la inversión, en la medida en que los fondos agregados de inversión se con-
sumen en bienes de capital importados, el ajuste no provoca en el plano internacional variaciones de
la ocupación, sino solo desplazamientos sectoriales de la producción para el consumo interno hacia la
producción para la exportación al país del ejemplo.

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


381
Se pueden producir variaciones, en la medida en que la reducción de la ocupación en las industrias
del mercado nacional sea mayor o menor que el aumento de la ocupación en las industrias que expor-
tan hacia el país que recibe la inversión; si el efecto neto es:

a) L↓ ⇒ V↓ ⇒ [X↑; M↓]
b) L↑ ⇒ V↑ ⇒ [X↓; M↑]

Esto hasta que se restablezca la plena ocupación, en el caso a), y los salarios monetarios se estabili-
cen, en el caso b), mientras se mantiene el incremento de la demanda de trabajo.
Pero la inversión incrementada generará siempre un aumento de esta última demanda en el país
receptor (ya que DY > DM siempre, puesto que una parte del DY está conformada por bienes no
exportables), lo que producirá un aumento de los salarios monetarios:

P↑ ⇒ L D↑ ⇒ V↑ ⇒ [X↓; M↑]
con L D = demanda de trabajo
X↓ ⇒ L O↑ ⇒ V↓
con L O = oferta de trabajo

El incremento de los salarios continúa hasta que la industria de exportación libera un volumen de
trabajo suficiente para llevar a cabo la inversión, es decir, cuando se igualan los incrementos de la oferta
y la demanda de trabajo:

ΔLO = ΔLD

En el resto del mundo, esto supone un ΔL destinado a sustituir con producción del resto del
mundo la caída de las exportaciones hacia el país receptor de la inversión. Pero, como subraya Joan
Robinson, no hay motivo alguno para que esos movimientos se compensen con exactitud. Al final, se
llega a una posición de equilibrio en la cual los niveles de los salarios relativos son tales que cada país
participa, directa o indirectamente, en el suministro del exceso de exportaciones del resto del mundo
hacia el país donde P > S.

Los países en los que el equilibrio implica un aumento de los salarios monetarios, en relación con
el resto del mundo, gozan de una relación real de intercambio más ventajosa, ya que su renta real
aumenta a medida que disminuye en los restantes países (Robinson, 1959: 156).

6.3. Limitaciones de la teoría convencional


Este análisis marca la limitación de la teoría convencional, neoricardiana o poskeynesiana, para in-
terpretar los procesos internacionales del capitalismo. En efecto, si se considera a Estados Unidos como
el país receptor de la inversión neta mundial, el análisis en términos de oferta, demanda y precios de
equilibrio explica la asimetría de los intercambios según se expresa en las relaciones imperialistas. Pero
si se amplía el análisis, la conclusión sería que, en general, todos los países receptores de inversiones
netas mejoran los salarios monetarios y su propia relación real de intercambio, lo que evidentemente es
absurdo. Al considerar la inversión internacional como un stock, la teoría convencional se hace incapaz

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


382
de analizar el proceso de autovalorización del capital a escala mundial y de distinguir entre las formas
monetaria, productiva y mercantil del capital. E incapaz también, por otra parte, de identificar el
carácter específico, en toda formación social, del sistema de precios relativos –determinado por la lucha
que enfrenta al capital y el trabajo en torno a la distribución del excedente (es decir, la plusvalía)– y de
la consecuente norma salarial nacional. De allí que no exista, pues, un sistema internacional de salarios
en equilibrio.

7. Crítica marxista de los costos comparados

1. En general, hasta fines de los años setenta la teoría marxista se ocupó poco del análisis teórico del
comercio internacional. Esto explica la ausencia de una crítica marxista de la teoría clásica en ese
campo, al menos hasta la aparición de los escritos de Samir Amin y el surgimiento del debate en torno
al intercambio desigual17.
Otra razón para este escaso desarrollo teórico radica en el hecho de que, para poder hacer un
correcto análisis de la circulación internacional de capital y de mercancías (comercio), debe antes desa-
rrollarse el tema del dinero, especialmente la relación entre valor y precio, plusvalía y ganancia. Dado
que la teoría marxista del dinero está todavía en fase de elaboración, no es casual que la interpretación
ortodoxa del comercio internacional no haya tenido respuesta teórica hasta hace unas pocas décadas.
De seguidas sintetizamos los aportes de dos de los autores marxistas que han analizado con mayor
rigor el impacto del comercio internacional en la acumulación capitalista.

2. Pierre Dockés (1980) señala que el problema de la teoría convencional del comercio internacional
se encuentra en sus propios fundamentos, al haber una contradicción entre la teoría ricardiana sobre
esta materia y su teoría del valor.
En el capítulo sobre el comercio exterior, Ricardo admite que el valor de los bienes importados se
mide con el valor de las mercancías “que damos a cambio”; es decir, según la cantidad de trabajo in-
cluido en los bienes exportados. En el capítulo referente al valor, en cambio, critica la teoría de Smith,
según la cual el valor de un bien está determinado por la cantidad de trabajo que permite obtener a
cambio (el valor de la fuerza de trabajo estaría así determinado no por la cantidad de trabajo necesario
para producirlo, sino por el valor de las mercancías que permite obtener, teoría absurda que niega la
posibilidad de existencia de la plusvalía). El intercambio internacional no se realiza a valores iguales
y por tanto puede, incluso, rendir un valor superior en las importaciones que en las exportaciones, al
contrario de lo que piensa Ricardo.
Pero Dockés se hace una pregunta fundamental: ¿la tasa de ganancia se modifica en el comercio
exterior? Según Ricardo, no, porque el comercio deja intacta la masa de capital nacional y la totalidad
del trabajo; por tanto, la masa de valores es constante. Dockés señala que a) en la generalidad de los
casos, el comercio exterior deja inalterada la tasa de ganancia, pero b) esta puede ser modificada por la
importación de bienes-salario.

a) Adam Smith consideraba que si los capitales destinados al comercio exterior no están disponi-
bles para la producción de bienes internos, la demanda se mantiene igual; por tanto, el precio de

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


383
estos sube y, como la tasa salarial se mantiene idéntica, aumentan las ganancias y su tasa. Ricardo
responde que el comercio exterior no necesariamente reduce los capitales de otras actividades,
pues se mueven capitales de bienes sostenidos con importaciones a bienes exportables, despla-
zamiento que libera capitales que permiten elevar la oferta: si Inglaterra utilizaba 1.000 horas
laborales y 1.000 libras esterlinas de capital para producir, en autarquía, vino y tejidos, mientras
que con el comercio exterior requiere solo 800 horas y 800 libras para exportar tejidos a cambio
de vino, quedan liberadas 200 horas y 200 libras de capital para las producciones destinadas al
mercado interno, lo que permite ampliar la oferta. La demanda se equilibra con la nueva oferta
y con el ingreso que resta disponible para los consumidores de vino, que lo pagan menos caro al
ser importado.

En conclusión, el poder obtener bienes del exterior con exportaciones de menor valor que los bienes
domésticos sustitutivos de esas importaciones, tiene dos consecuencias que se anulan recíprocamente:
liberar una parte del capital disponible para otras producciones, liberar una parte del ingreso
disponible para otras adquisiciones (Dockés, 1980).

b) Si los capitalistas pueden, al importar los bienes de consumo de lujo, adquirirlos a menor costo,
logran entonces elevar la tasa de acumulación si no destinan el ingreso disponible liberado a su
consumo, sino al ahorro y la inversión; de esta manera, la tasa de acumulación se incrementa
sin que aumente la tasa de ganancia, por efecto de la modificación en el uso de la plusvalía
(excedente).

De cualquier manera, el caso más interesante es el de la importación de bienes-salario. Recordemos


que Ricardo, con su teoría del comercio, intentaba facilitar la eliminación de las corn laws, leyes que
prohibían la importación de trigo (genéricamente, grano) de precio más económico que el doméstico.
Su teorema fundamental enuncia que la tasa de ganancia varía en proporción directa a la productividad
del trabajo en las industrias que producen bienes-salario, e inversamente a los precios de los bienes
salariales y de la tasa de salario monetario. Si se renuncia a las ganancias y se invierten todos los ahorros,
la tasa de acumulación es igual a la tasa de ganancia.
El argumento ricardiano se basa en la hipótesis de rendimientos decrecientes en agricultura (pro-
ductora de grano-salario) y en un salario constante en términos de grano, salario de subsistencia. El
crecimiento de la población es constante junto con la tasa de acumulación, dado que hay complemen-
tariedad entre hombres y máquinas. Pero la tierra tiene fertilidad variable y, por tanto, el rendimien-
to de la producción de bienes-salario es decreciente: la productividad marginal en la producción de
bienes-salario es decreciente. En consecuencia, el precio del grano se incrementa con el aumento de la
renta, y crecen también el salario monetario y la tasa salarial, por lo cual disminuyen la tasa de ganan-
cias, la tasa de acumulación y el crecimiento demográfico, y se debilitan el crecimiento de la renta y la
velocidad de caída de la tasa de ganancia.
La relación entre el producto (decreciente) menos la renta (constante) disminuye a medida que
aumenta la población. Dado que el salario real es constante, al disminuir este producto neto por traba-
jador disminuye también la tasa de ganancia. Como el valor del capital en grano-salario por trabajador
aumenta (sube el costo unitario de producción), la tasa de ganancia se reduce, y con ella también la
tasa de acumulación.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


384
La conclusión de Ricardo es conocida: solo la importación de grano económico permite alejar en
el tiempo el momento del estado estacionario, en el que la tasa de acumulación sea igual a cero por
la caída de la tasa de ganancia. Dado que en otros países hay mucha tierra fértil no cultivada, la tasa
de ganancia puede mantenerse elevada por mucho tiempo, con solo recurrir a las importaciones de
grano-salario.
Por lo que concierne al país exportador, hay que recordar que el análisis ricardiano de la especiali-
zación se basa en la hipótesis de precios unitarios constantes, mientras que actualmente se plantea la
existencia de rendimientos decrecientes en la agricultura. Si se es coherente y se abandona la hipótesis
de los costos constantes, una nación beneficiaria de rendimientos crecientes en una actividad y de-
crecientes en otra, se encontrará en una situación peor bajo el libre comercio que en condiciones de
autarquía, cuando los costos comparados la lleven a especializarse en el bien “agrícola”, para el cual los
rendimientos son decrecientes. La situación de cada uno de los dos países será mejor o peor que en
autarquía, dependiendo de si el ingreso de uno sobrepasa la pérdida del otro, o viceversa.
Este argumento (paradoja de Graham) es la base para reclamar protección para las “industrias
nacientes”, de manera que un país pueda modificar sus ventajas comparativas para poder especializarse
en actividades con costos decrecientes. Si a esto agregamos los costos sociales, el desempleo, la falta de
equilibrio entre las distintas actividades, la desigualdad en la distribución, y no solo los costos privados
de la especialización, se hace claro que la división internacional del trabajo puede resultar incluso
negativa. El país que tiene en granos una productividad comparativamente más alta será llevado a
especializarse, parcialmente, en la producción de ese bien, cosa que provocará un alza de su precio, un
aumento de la renta y de los salarios monetarios, una reducción de la tasa de ganancia y una baja de
la acumulación.
Por tanto, la ley de los costos comparados garantiza en lo inmediato que los costos de la producción
de consumo disminuyan, en general, pero al precio de una reducción de la tasa de acumulación.
Se modificará, en consecuencia, la repartición del producto entre las clases sociales: tomarán ventaja
los propietarios de las tierras, los asalariados permanecerán en la misma situación y los productores
capitalistas verán empeorar su situación con la libre exportación del grano-salario. Esta es una clave
para entender la historia de las políticas comerciales y de las doctrinas al respecto, y sobre todo los
motivos por los que:

– Los comerciantes se oponen a esta exportación.


– Los fisiócratas, en su mayor parte franceses, piden la libertad de exportar el grano, precisamente
porque lo hay en exceso en Francia.
– Ricardo propone importar el grano sin gravarlo con impuestos, apoyando así la política de
importación de bienes-salario con rendimientos decrecientes, más bienes y menos salario (fue
de esta manera que el liberalismo inglés se hizo favorable a los industriales y a la acumulación de
capital).

3. Anwar Shaikh18 aplica la teoría marxista del valor en una elaboración teórica sobre el comercio in-
ternacional, de cuya concepción clásica hace una crítica adecuada. Para este autor, las teorías marxistas
más conocidas (la teoría del imperialismo o la teoría del desarrollo desigual) aceptan los principios de la
ley ricardiana de los costos comparados, y es solamente a través de los movimientos internacionales de

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


385
capital que pueden afirmar la existencia de desigualdades en los intercambios internacionales. Shaikh,
por el contrario, considera que los fenómenos del desarrollo internacional desigual nacen directamente
del llamado libre comercio de mercancías; no es que el imperialismo –según este estudioso– “distorsio-
ne” la igualdad del intercambio, sino que los fenómenos del imperialismo se derivan del comercio libre
y sin restricciones entre naciones capitalistas: “la ley de los costos comparados de Ricardo es falsa en sus
propios fundamentos (…) el libre comercio es el desarrollo desigual” (Shaikh, 1990: 173).
Shaikh analiza, en primer lugar, las teorías del valor y del dinero de Ricardo, en las que basa este
su teoría del intercambio internacional, y las compara con las teorías del dinero y del valor de Marx.
En esa comparación encuentra los elementos críticos necesarios para mostrar la inconsistencia de la
teoría ricardiana.
Dado que los precios de mercado gravitan en torno a los precios de producción, Ricardo se plantea
una búsqueda en estos últimos para descubrir los “centros de gravedad”. Cree finalmente haberlos
encontrado en las cantidades de tiempo de trabajo necesario para producir las mercancías (lo que
representaría el “precio natural”).
Por tanto, la gran causa de las variaciones en los precios de las mercancías es la variación del tiempo
total de trabajo que se dedica, directa o indirectamente, a su producción. Un mejoramiento de los
métodos de producción de una mercancía, que reduzca el contenido de trabajo, hará descender su
precio de producción relativo al nivel de los de otras mercancías. Los precios relativos varían ante las
variaciones del contenido de trabajo en la producción. ¿Qué es lo que hace variar el nivel de los precios
monetarios? La respuesta a esta pregunta toma en cuenta la teoría ricardiana del dinero. El precio en
dinero de una mercancía es su precio relativo en términos de mercancía-dinero. Durante la época
clásica, su tasa de cambio estaba referida al oro. Como las mercancías se intercambian en proporción
aproximada al tiempo total de trabajo requerido para su elaboración, los precios en dinero de esas
mercancías se determinan por la cantidad de tiempo de trabajo requerido para su producción (del oro).
El oro no puede tener un precio en dinero, porque es dinero. Pero para Ricardo, una cantidad de cual-
quier mercancía comprada con una cantidad de dinero puede ser vista como un “precio-mercancía”
del oro. Luego, en la teoría ricardiana, el dinero tiene un “valor”. La cantidad de trabajo contenida en
las mercancías está referida al trabajo contenido en la mercancía dinero-oro. Si la cantidad de monedas
de oro supera los requerimientos de circulación de las mercancías, todos los precios-mercancía del
oro bajan y este comprará menos cantidad de cada mercancía, que es lo mismo que decir que todos
los precios en dinero aumentarán. El oro saldrá entonces de aquellos países en los que su “precio” es
más bajo, para dirigirse a aquellos en los que es más alto. De esta manera, los flujos internacionales de
dinero-oro llevarán a establecer un poder adquisitivo más o menos igual en todos los países (“paridad
del poder de adquisición”).
Con la teoría ricardiana de los precios, resulta que las ventajas absolutas de Portugal en el comercio
con Inglaterra se resuelven en un aumento de los precios en el país más eficiente y su disminución
en el país menos eficiente, hasta que una de las dos mercancías inglesas llegue a ser competitiva en
relación con su contraparte portuguesa. Los tejidos ingleses tienen un 90% (100, 90) de la compe-
titividad de los portugueses y el vino solamente un 66,6% (120, 80); por tanto, a medida que los
precios bajen en Inglaterra y aumenten en Portugal, los tejidos ingleses serán el primer producto en
alcanzar el precio de exportación de una mercancía portuguesa, con lo cual obtendrán una ventaja
relativa en términos de precios, aun cuando la eficiencia absoluta sea siempre mayor en Portugal.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


386
Habrá siempre un intercambio en equilibrio, en el que cada país exporta la mercancía para la cual tiene
ventaja relativa.
Tras hacer esta revisión crítica, Shaikh analiza de seguidas las teorías del valor y del dinero presentes
en El Capital de Marx. El pensador de Tréveris** diverge sustancialmente de la teoría del valor de Ricar-
do, en el sentido de que, para él, el valor de la mercancía no se resuelve cuantitativa sino socialmente:
es la distribución del trabajo social, más allá de su cantidad, lo que determina el valor relativo –en
trabajo– de una mercancía. Los valores no son solamente absolutos (tiempo de trabajo), sino que tam-
bién han de considerarse en relación con los precios. Es necesario, entonces, considerar la distribución
del trabajo en los diferentes procesos de producción de las mercancías. El tiempo de trabajo social
tiene una doble dimensión. Una es el tiempo de trabajo efectivo: 2 horas para producir 10 metros de
tejido; 40.000 metros = 8.000 horas de trabajo social consumido en la producción de tejidos. Pero si la
necesidad social es de 30.000 metros, el tiempo de trabajo social necesario para satisfacer la demanda
social de tejidos será de 6.000 horas. El primer aspecto define el valor total del producto, 8.000 horas,
así como el valor social unitario (1/5 de hora por metro), mientras que el segundo criterio define
la cantidad media de tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario para producir una unidad
de mercancía.
El primer criterio define el precio regulador de la mercancía (precio directo); el segundo, la relación
entre precio regulador y precio de mercado (precio de producción). Imagínese, por ejemplo, que $ 1
representa una hora de tiempo de trabajo abstracto y que, entonces, el precio directo de un metro de
tejido es de $ 0,20. Pero supongamos que, con ese precio regulador, la necesidad social manifiesta es de
solo 30.000 metros (3/4 de la producción), lo que significa que el precio de mercado caerá por debajo
del precio directo (regulador) a, digamos, $ 0,15 el metro. Los 40.000 metros producidos se venderán
no en $ 8.000, sino solamente en $ 6.000 y, dado que $ 1 equivale a una hora laboral abstracta, el
valor realizado en forma de dinero será de 6.000 horas. Luego, un producto que representa un valor
de 8.000 horas, se vende en el mercado por 6.000. De esta manera no puede realizarse el valor de toda
la mercancía ni, en consecuencia, tampoco la plusvalía incluida en la parte no realizada o no vendida.
La reproducción de la sociedad capitalista es necesariamente un proceso en perpetuo desorden, a
través del cual se realiza la distribución del tiempo de trabajo social; un proceso de regulación turbu-
lenta, y no una situación estática de equilibrio.
Si suponemos que la distribución del trabajo social es tal que las mercancías producidas se corres-
ponden con las diversas necesidades sociales, la oferta será igual a la demanda y el precio monetario de
una mercancía será igual a su precio regulador (precios directos = precios de producción). En un año,
la suma de los precios de todas las mercancías debe ser igual a la moneda en circulación, multiplicado
esto por la velocidad de circulación, lo que representa una tautología. En un sistema de dinero-oro,
la cantidad de oro requerida para la circulación es determinada por esa misma tautología, con una
determinada cantidad de oro por cada moneda. Pero si se altera la cantidad de moneda-oro en circu-
lación, el exceso de oferta presenta un perfil muy diferente al de un exceso de oferta de cualquier otra
mercancía, ya que el oro no puede ser vendido, puesto que es dinero.
Cuando hay un exceso de oro, este se acumula en las arcas de los bancos. Pero un tesoro en for-
ma de reservas (R) es muy distinto de un tesoro en la cajafuerte del dormitorio: en la banca toma la

** (n.t.) Trier, en alemán. Lugar de nacimiento de Karl Marx.

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


387
forma de un fondo de capital estático, un excedente de reservas por sobre el mínimo legal. Si R↑ ⇒ i↓,
a medida que los bancos procuran transformar sus reservas en capital: “En lugar de elevar los precios,
el efecto inmediato de un excedente de dinero-oro es el de hacer bajar la tasa de interés” (Shaikh,
1990: 191).
Al convenir en esta determinación causal, Shaikh se pregunta qué sucede entonces con el comercio
internacional.
Supóngase un país con surplus, en el cual comienza a entrar oro:

Ooro↑ ⇒ D↑ ⇒ Y↑ ⇒ Doro↑
y si
Ooro > Doro ⇒ i↓

Un aumento de la cantidad de oro reduce la tasa de interés, y una reducción, la incrementa19. Las
variaciones de los precios dependen de los tiempos de trabajo y las de las tasas de cambio, de la existen-
cia de mercancías-dinero. Pero en Marx no existe esa conexión directa entre variación de la cantidad de
dinero-oro y variación del nivel de precios; no es la suya una teoría cuantitativa del dinero.
¿Cómo se vinculan estos desarrollos teóricos de la ley del valor y de la teoría del dinero con el
comercio internacional? Según Shaikh, la diferencia fundamental entre Marx y Ricardo es la que
establecen entre valor y precio. El precio en dinero es para Marx la medida externa del valor de una
mercancía: su forma y nivel dependen de un conjunto de factores (oferta y demanda, límites sociales,
etcétera), pero en última instancia se encuentra regulado por el valor. En el ejemplo de Ricardo, la sali-
da de oro de Inglaterra hacia Portugal haría variar los respectivos niveles de precios hasta hacer posible
el comienzo de las exportaciones de Inglaterra. Pero este argumento depende de la teoría cuantitativa
del dinero, que en la realidad no funciona.
Marx, a diferencia de Ricardo, no establece ningún vínculo directo entre movimientos de oro y
movimientos de precios. Según Marx, la salida de oro fuera de Inglaterra hará disminuir la oferta de
capital-dinero que pueda ser prestado. Subirá la tasa de interés. A medida que la producción inglesa
sucumba ante las importaciones portuguesas, la producción interna y la inversión disminuirán. Por
tanto, la salida de oro conduce a una disminución de las reservas bancarias, a frenar la producción
y a tasas de interés más altas. Entretanto, los efectos opuestos se producen en Portugal. En algún
momento será ventajoso para los capitalistas portugueses colocar su dinero-oro en Inglaterra. Cuando
esto ocurra, el capital financiero de breve plazo se trasladará de Portugal a Inglaterra y allí la tasa de
interés comenzará a descender, mientras sube la portuguesa, hasta que lleguen a igualarse. El equilibrio
representa entonces una situación en la que Inglaterra mantiene un déficit comercial crónico que cubre
con préstamos internacionales a corto plazo y Portugal, un surplus o excedente comercial que permite a
sus capitalistas hacer empréstitos comerciales. Pero esta situación es solo temporal. Al final, Inglaterra
tendrá que pagar los intereses de los préstamos y esto, unido a los pagos por las importaciones, llevará
al hundimiento de su economía.
En el libre comercio, la desventaja absoluta de un país tiene como resultado déficit comerciales
crónicos y préstamos internacionales acrecentados. Las únicas mercancías que puede exportar ese país
son aquellas en las cuales sus costos de producción son más bajos, gracias a ventajas específicas y locales
que le permiten compensar su menor nivel de eficiencia general. “No importa que haya salarios más

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


388
bajos, porque, en el caso de los precios directos, el nivel de los salarios golpea las ganancias, pero no
tiene efecto sobre los precios” (Shaikh, 1990: 199).
En general, los países con ventajas absolutas de eficiencia productiva dominarán el comercio, al
producir la mayoría de las mercancías a valores absolutamente más bajos y, por tanto, venderlas a
precios de producción, en promedio, absolutamente más bajos. Esa situación es resultado de las ten-
dencias naturales del libre comercio.
No es el monopolio lo que determina un intercambio desigual, sino el libre comercio, que es un
mecanismo para la concentración y centralización del capital internacional.

Si el comercio se realiza entre países con niveles de desarrollo similar, es decir, con ventajas absolutas
repartidas paritariamente para los diversos tipos de producción, es posible esperar un modelo de
comercio más o menos equilibrado, en el que las estrategias comerciales, la experiencia, la disponibilidad
de recursos y otros factores serán de gran importancia. Pero no entre un país con ventajas absolutas
y otro con desventajas absolutas, vale decir, entre un país desarrollado y uno subdesarrollado. En
ese caso, el resultado natural del libre comercio es necesariamente un desequilibrio estructural en la
relación comercial (Shaikh, 1990: 199).

Finalmente, algunas conclusiones esenciales del análisis marxista que contradicen la visión tradicio-
nal de la teoría del comercio internacional:

– La especialización del comercio internacional no se establece en función de las ventajas relativas,


sino de las ventajas absolutas.
– Los términos de intercambio se determinan con la igualdad de las tasas de ganancia entre los ca-
pitales internacionales dominantes, dadas las diferencias existentes entre los salarios nacionales.
– El comercio internacional entre países con desiguales niveles de desarrollo genera asimetrías
básicas en términos de utilidades y pérdidas: no todos se aventajan de la misma manera, no
todos toman ventaja del comercio internacional.

­— notas —

1 Para una crítica aguda de la mencionada concepción reduccionista, cfr. Bellamy Foster (2002b), donde entre otras cosas se

recogen interesantes fragmentos de las tesis de los nuevos gurús del rampante imperialismo estadounidense e inglés.

2 Para un examen atento y articulado de este tema, cfr. Vasapollo, Jaffe, Galarza (2005).

3 El más interesante se debe a Fieldhouse (1977; 1984).

4 Esta forma de inversión responde a diversas exigencias, como “la imposibilidad de producir cantidades suficientes en el país de

origen, particularmente en lo que respecta al sector primario, por razones vinculadas con la escasez de recursos naturales; la
imposibilidad de vender cantidades suficientes en los países de destino, sea por motivo de la naturaleza misma de los productos
o por la existencia de barreras proteccionistas; la posibilidad de beneficiarse de las ventajas comparativas macroeconómicas
de los países de asentamiento, y en particular de los países en vías de desarrollo, que generalmente presentan bajos costos
salariales” (Lafay, 1996: 40-41).

COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS


389
5 En otras palabras, “este tipo de inversión se realiza con el objetivo de obtener el poder de decisión en una empresa en el exte-

rior. Esto comprende nuevas instalaciones, fusiones y adquisiciones entre las sociedades matrices y sus filiales en el extranjero;
además, una parte de tales inversiones puede asumir la forma de adquisición de cuotas de capital de la sociedad en cuestión”
(Eurostat, 1995: 241).

6 Cfr. Walter Rodney (1972), útil además para recordarnos que el capitalismo colonialista es obra del imperialismo europeo y no

del norteamericano.

7 Véase United Nations Conference on Trade and Development (varios años).

8 A este respecto, cfr. Martufi, Vasapollo (2000a); Casadio, Petras, Vasapollo (2003).

9 Venta por debajo del precio de costo (precios de venta subvencionados).

10 Para profundizar en este tema y, en general, en la teoría pura del comercio internacional, así como en los problemas a los que

se hará de seguidas referencia, cfr. Gandolfo (1986).

11 El texto puede ser consultado en línea en http://socserv2.mcmaster.ca/~econ/ugcm/3ll3/ricardo/Principles.pdf.

12 Para un abordaje denso de la teoría del comercio internacional, de Smith a Ricardo y a los neoclásicos, cfr. Murat, Pigliaru

(1990); referencia fundamental para el tema sigue siendo Gandolfo (1986).

13 Para una mayor profundización, cfr. Gandolfo (1986).

14 El teorema HOS solamente aporta a la teoría ricardiana la afirmación, no demostrada empíricamente, de que las ventas se

establecen en función de la dotación relativa de factores: las ventajas se manifiestan en la producción de aquellos bienes en
cuya producción interviene en mayor medida el factor (capital o trabajo) más abundante en el país.

15 Un análisis crítico general del modelo neoclásico puede verse en Gérard Destanne de Bernis (1987, cap. I; IV; X).

16 Cfr. Robinson (1969a, b).

17 Acerca de este debate, cfr. Amin, Bettleheim, Emmanuel, Palloix (1973).

18 Cfr. Shaikh (1990). Véase también Shaikh (1980; 1999).

19 Es importante considerar que la inversión no depende de la tasa de interés, sino de la tasa de ganancia, que para Marx son dos

cosas distintas: la primera es un indicador (financiero) de redistribución de la plusvalía, mientras la segunda expresa el nivel de
explotación de la fuerza de trabajo y la rentabilidad que esto genera.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


390
Capítulo II
EL ANÁLISIS ESTADÍSTICO-ECONÓMICO DE LAS
RELACIONES INTERNACIONALES

1. La estructura de la balanza de pagos

1. Al abordar en páginas anteriores los problemas relativos a la contabilidad nacional, aludimos al


operador resto del mundo (RdM), llamado también operador exterior. El término refiere, dentro del
sistema de cuentas nacionales, al conjunto de operadores económicos no residenciados en el país que
se examina. La suma de tales operadores representa las transacciones con el exterior.
El flujo global de actividades económicas que entra y sale de un país se mide con la llamada
balanza de pagos, que es el conjunto de las cuentas que permiten contabilizar los flujos económicos y
monetario-financieros con el exterior. Es, por tanto, el documento contable en el que se lleva el registro
sistemático de todas las operaciones efectuadas; es decir, todas las transacciones económicas cumplidas
en un determinado período (normalmente un año) entre los residentes de un país y operadores extrate-
rritoriales o residenciados en los demás países. La balanza de pagos resume los movimientos internacio-
nales de dinero vinculado al comercio y cualquier otro tipo de flujo internacional capital-monetario.
El Fondo Monetario Internacional recomienda actualmente que la estructura básica de la balanza
de pagos se componga de tres cuentas principales:

– La balanza de cuenta corriente, que incluye todos los movimientos de dinero asociados a movi-
mientos de mercancías (comercio de bienes y servicios), rentas de los factores (capital y trabajo)
y transferencias corrientes (principalmente, remesas de emigrantes y ayudas internacionales)
que inciden en la renta disponible del país; vale decir, que influyen en la determinación del PIB
y el PNB, o en sus conceptos derivados (PNN o RN, RP, RD). Esta balanza se subdivide en
cuatro secciones básicas: bienes, servicios (que incluyen turismo y viajes), rentas y transferencias.
Es importante resaltar, por tanto, que las rentas de trabajo y las rentas de inversión configuran
una balanza con identidad propia, diferenciada de la de servicios. En tal sección de las partidas
corrientes, la subscripción relativa a las partidas visibles o mercancías constituye la balanza co-
mercial; frente a las exportaciones se registran las entradas de divisas y, tras las importaciones,
su salida.
– La balanza de cuenta de capital, que abarca las transferencias de capital y las adquisiciones y
disposiciones de activos inmateriales. Allí se incluyen, por ejemplo, las transferencias de capital
que revisten importancia entre países miembros de la Unión Europea.
– La balanza financiera, que comprende las operaciones que tienen influencia en la posición acree-
dora o deudora del país: inversiones directas, inversiones de portafolio, derivados financieros1,
reservas y errores y omisiones son sus principales componentes. Las inversiones directas incluyen
aquellas que reflejan la intención del inversionista de obtener un rendimiento permanente en
la empresa en la que invierte, mediante un grado significativo de control o de influencia en sus
órganos de dirección. La regla práctica especificada en el Quinto manual de balanza de pagos del
FMI define como inversionista directo al propietario de 10% o más del capital de la empresa en
la que se ha efectuado la inversión respectiva. Aunque esa regla no es determinante, puesto que
es cosa aceptada que se puede alcanzar una posición decisiva en la directiva de una compañía o
sociedad con una participación menor –o, por el contrario, que esta sea para tales fines insufi-
ciente, aun superando el 10%–, el FMI aconseja utilizar dicho porcentaje como línea divisoria
esencial entre las inversiones directas y las de portafolios, cuando se trata de propiedad acciona-
ria. Las inversiones de portafolios abarcan las transacciones en valores negociables, con exclusión
de aquellas que, habiéndose efectuado en acciones, cumplan los requisitos para ser consideradas
como inversiones directas. No se incluyen los derivados financieros, aunque sean negociables.
Esta balanza se subdivide en tres componentes principales: acciones, bonos y obligaciones e
instrumentos del mercado monetario. La balanza de “Otra inversión” recoge, esencialmente,
las operaciones de préstamos –comerciales y financieros–, separadas en corto y largo plazo, y las
de depósitos, comprendidas por la posesión de billetes extranjeros. Por derivados financieros se
entienden todos los instrumentos de esta naturaleza que puedan estimarse, siempre que exista
un precio de mercado para el activo subyacente, independientemente de cuál sea ese activo y de
que se negocie o no en mercados organizados2.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


392
El cuadro que se reproduce seguidamente resume la estructura de la balanza de pagos y su división.

Balanza de cuenta corriente Balanza de cuenta de capital

Bienes (“mercancías”) Cuenta capital


Servicios Transferencias de capital
Turismo y viajes Administraciones públicas
Transporte Sectores restantes
Flotas Enajenación-adquisición de activos inmateriales no
Pasajes producidos
Aéreos
Terrestres y otros Balanza financiera
Marítimos
Inversiones directas
Otros servicios de apoyo y auxiliares del transporte
Instituciones financieras monetarias
Administración
Otros sectores residentes
Construcción
Inversiones de portafolios
Seguros
Banco Central
Servicios financieros
Instituciones financieras monetarias
Servicios informáticos
Administraciones públicas
Servicios prestados a las empresas
Otros sectores residentes
Comerciales
Otras inversiones
Leasing operativo
Banco Central
Otros servicios prestados a las empresas
Otras instituciones financieras monetarias
Servicios personales, culturales y recreativos
Administraciones públicas
Audiovisuales
Otros sectores residentes
Otros servicios culturales y recreativos
Derivados financieros*
Servicios gubernamentales
Instituciones financieras monetarias
Royalties (regalías) y rentas de propiedades inmateriales
Administraciones públicas
Otros sectores residentes
Rentas
Reservas*
Rentas de inversiones directas
Errores y omisiones
Rentas de inversiones de portafolios
Dividendos distribuidos
De otras inversiones en valores negociables *Un signo positivo supone una disminución de las
Rentas de otras inversiones reservas-entradas de capital y un signo negativo,
un aumento de las reservas-salidas de capital.

Transferencias corrientes
Administraciones públicas
Sectores remanentes
Remesas de trabajadores
Otros

EL ANÁLISIS ESTADÍSTICO-ECONÓMICO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES


393
2. La suma algebraica de las diversas secciones, en particular la de partidas corrientes y la de movi-
mientos de capital, genera el saldo de la balanza de pagos (superávit o déficit), que es igual y de signo
opuesto al saldo de movimientos monetarios, determinado por las variaciones debidas al eventual
superávit en la disponibilidad total de divisas del país en cuestión o, por el contrario, por la manera
en que se financia el déficit. El método utilizado para el cálculo es el de partida doble, en el que toda
transacción se registra dos veces: la primera como ingreso y la segunda como egreso. Esto implica que,
desde el punto de vista contable, la balanza de pagos siempre está en equilibrio. El equilibrio contable,
quede esto en claro, es algo completamente distinto al económico (que por lo demás es bien difícil de
garantizar).
Un modelo básico de balanza de pagos es el que se compone de cuatro secciones (el FMI añade
una quinta, cuyo saldo es igual a la suma algebraica de las otras y lleva el nombre de movimientos
monetarios compensatorios):

a) Partidas corrientes.
b) Cuenta de capital (privada y pública).
c) Discrepancia estadística.
d) Transacciones oficiales.

Como sub a) se incluyen las transacciones que tienen por objeto:

– Mercancías, también llamadas partidas visibles (balanza comercial).


– Partidas invisibles (servicios: fletes y seguros para el transporte de mercancías, flete de pasajeros,
servicios de comunicación, de intermediación y de naturaleza comercial y financiera, servicios
para las empresas, servicios de carácter cultural, viajes).
– Exportaciones y subvenciones gubernamentales (como, por ejemplo, cometidos militares y tam-
bién los alquileres pagados por bases militares o sedes de embajadas, etcétera).

La primera sección mide la diferencia existente entre las importaciones y exportaciones totales de
bienes y servicios entre un país y el operador exterior.
Los flujos de capital calculados como sub b) indican los préstamos que el Estado y los ciudadanos
obtienen de o conceden a otros Estados o ciudadanos residentes en el exterior. Por causa de diversos
problemas, no todas las operaciones con el exterior son calculables (transacciones no registradas) y,
por tanto, la tercera sección, llamada también “de errores y omisiones”, tiene por fin igualar el saldo
de las partidas corrientes y de las cuentas de capital con el saldo de los movimientos monetarios
(es esta la denominada discrepancia estadística, que equivale al valor neto de todas las transacciones
no registradas).
Por definición contable, la balanza de pagos debe estar en equilibrio; esto es, con ingresos y egresos
a la par. Sin embargo, ni siquiera esta convención se cumple en términos apropiados. En casi todos los
casos, la partida de “errores y omisiones” se ve considerablemente engrosada3, lo que refleja, por una
parte, deficiencias en la estadística, pero también, y de manera cada vez más determinante, la existencia
de una “economía sumergida” que internacionalmente va en aumento, vinculada al comercio ilegal, al
crimen organizado y a las transacciones financieras en los paraísos fiscales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


394
Además, este equilibrio es un artificio contable. En realidad, la balanza de pagos permite identificar
diversos tipos de movimientos de capital que no tienen razón alguna para estar en equilibrio armónico
entre sí:

– Movimientos de capital-mercancía, en forma de comercio de bienes y servicios. El subalance co-


mercial refleja estos movimientos en forma bastante realista, aunque sin incluir el importante trá-
fico de mercancías ilegales, sobre todo drogas y fuerza de trabajo.
– Transferencias de renta, en forma de rentas salariales (remesas), rentas fiscales (los pagos y los
ingresos públicos a organismos internacionales, también en forma de donaciones) y rentas de ca-
pital (regalías, beneficios no distribuidos). Se pueden, asimismo, incluir los movimientos de
capital a corto plazo o inversiones de portafolios, como parte de estas transferencias de renta que
se traducen igualmente en transferencias de propiedad.
– Movimientos de capital productivo, incluido en el capítulo de las inversiones directas.

El resto de las partidas corresponde, en la mayor parte de los casos, a artificios contables utilizados
por los Estados para “cuadrar el balance” y para diferir en el tiempo los pagos, en forma de acumulación
de deudas por pagar (o por cobrar) como consecuencia de mercancías adquiridas (o vendidas) a crédito.
Resumiendo, en general las exportaciones registran ingresos de divisas y las importaciones, flujos
de salida de divisas: un saldo positivo en la balanza refleja un excedente; uno negativo, un déficit.
Está claro, entonces, que la exportación de bienes y servicios comporta una entrada de divisas y la
exportación, una salida de divisas. Por tanto, si un exportador del país en cuestión no hace el encaje
de divisa exterior, sino de su contravalor en moneda nacional (euros, por ejemplo), aumentarán los
créditos hacia el operador exterior y, al mismo tiempo, la exposición deudora de las instituciones
monetarias centrales, que habrán aumentado la emisión de su moneda legal. Es por eso que el saldo de
la sección de movimientos monetarios (compensatorios) influye en la gestión de liquidez del sistema-
país en cuestión; en efecto, si el saldo de los movimientos monetarios es negativo, se incrementará la
circulación de moneda legal y se reducirá con saldo positivo.
Una característica de la globalización neoliberal es el creciente peso de la inversión de portafolios,
que no implica el control de la propiedad de los medios de producción, pero apunta a la obtención,
en forma de renta (financiera), de una parte de la utilidad generada en el proceso productivo. Estas
rentas, cuando se declaran, son incluidas en la balanza de pagos, en la partida de ingresos por rentas
de inversión.
Al reordenar las partidas en función de la clasificación indicada (capital-mercancías, renta y capital
productivo), el análisis de la balanza de pagos permite identificar algunas tendencias claves en el pro-
ceso de acumulación capitalista.

3. Con la creación del euro se modifica la definición del concepto de “reservas nacionales” en los países
miembros de la Eurozona. Tales reservas son ahora definidas como “activos líquidos en divisa extranje-
ra que los bancos centrales nacionales mantienen, en relación con los residentes de países distintos de
la UEM”* (Banco de España, 2001).

* (n.t.) Unión Económica y Monetaria.

EL ANÁLISIS ESTADÍSTICO-ECONÓMICO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES


395
No se considera, por tanto, ningún tipo de activos en euros, ni los activos en divisa extranjera de
residentes de los países de la UEM. Por otra parte, las reservas del Eurosistema están constituidas, en
su conjunto, por la suma de las de sus países miembros, más las que posee el Banco Central Europeo
(BCE). En consecuencia, si se hace una transacción externa con un país que no pertenece a la UEM, se
provoca un cambio en el volumen de las reservas nacionales y en el saldo del país miembro de la UEM
en el BCE. Pero si la transacción se efectúa con un país de la UEM, solo se modifica el saldo de cuentas
de los respectivos bancos centrales del Eurosistema, cosa que no influye en las reservas nacionales de
los respectivos países.
Los pagos en euros se efectúan por medio del sistema electrónico Target. Se trata de un sistema de
compensación de grandes pagos y recuperación de créditos entre los países miembros, que cumple una
función similar a la desempeñada por la Unión Europea de Pagos (UEP) de los años cincuenta: reducir
las necesidades de liquidez efectiva para finiquitar los pagos. Este sistema liquida mediante compensa-
ción los saldos, incluso, de operaciones transfronterizas, siguiendo el sistema de liquidación de la Aso-
ciación Bancaria Europea. Los créditos transfronterizos que a través del sistema Target reciben los
bancos nacionales, para sí mismos o para sus clientes, dan origen a un incremento del saldo de cuenta
del Banco Central en el Eurosistema, y los fondos enviados para pagos producen una disminución de
ese saldo. En la misma cantidad varía la cuenta que en el Banco Central mantiene el banco nacional que
recibe o emite los fondos. La operación que se realiza entre el Banco Central y el Eurosistema es asen-
tada en la balanza de pagos, por efectuarse entre una institución nacional y una extranjera, no así las
variaciones de cuenta entre el Banco Central y la banca nacional, por ser operaciones internas del país.

4. Valga precisar que el saldo de la balanza de pagos indica también, en estricto sentido, una demanda
y una oferta de moneda extranjera, así como la tasa de cambio y el precio de compra-venta de diversas
monedas entre residentes y no residentes. Si el aumento de la tasa de cambio es superior al incremento
del índice de precios habido en un país dado durante un determinado período, eso significa que la
moneda nacional, en términos de cambio, ha sufrido una devaluación superior a su pérdida de poder
adquisitivo en el país en cuestión. En general, si el aumento de los precios es superior (o inferior)
que el aumento de la tasa de cambio, se tendrá una pérdida (o una ganancia) de competitividad en el
cambio. Si se producen así anomalías fuertes y perdurables en el mercado de cambios, generalmente
no basta con los llamados desplazamientos espontáneos de la balanza de pagos para reequilibrarlo. Se
tornan necesarias, entonces, las intervenciones de las autoridades monetarias o de los bancos centrales,
interesados en inyectar o retirar cantidades de la divisa en tensión con el fin de corregir tales anomalías.
Para seguir atentamente el comportamiento del mercado de cambios y, por tanto, la estructura de
las dilaciones de pago que se registran con relación a las divisas, las autoridades monetarias elaboran
–conjuntamente con la balanza de pagos propiamente económica, construida según los principios de
la competencia– una balanza de divisas (esto es, de los encajes y desembolsos en divisas, y por ende re-
ferida al momento del pago efectivo de las divisas), justamente para considerar los desfases temporales
entre entrada y salida de una mercancía y el pago correspondiente (la salida de mercancías hace surgir
un crédito y la entrada, un débito). El desfase temporal entre flujos físicos y flujos monetarios depende
de la naturaleza de los primeros y del período al que se refiere la balanza.
El Banco de Italia define la balanza de divisas como una esquematización de la balanza de pagos,
en la que se exponen los pagos efectivos en divisas de las transacciones con el exterior4. Las casillas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


396
de la balanza de divisas son más o menos las mismas que las de la balanza económica; de hecho, los
movimientos en divisa, convertidos en moneda nacional, son diferenciados según se refieran a partidas
corrientes, a movimientos de capital o a movimientos monetarios, y se contemplan tanto errores y
omisiones como un saldo global positivo o negativo. No se consideran, por ejemplo, las transacciones
unilaterales en especie (por motivos obvios), que en cambio están presentes en la balanza económica.
A diferencia de esta última, que se da a conocer anualmente, la balanza de divisas está disponible men-
sualmente y es, por tanto, utilísima para seguir las fluctuaciones de carácter cíclico de la economía. El
saldo de la balanza de divisas es igual –pero solo desde el punto de vista contable (ya que las entradas
o elementos no coinciden)– al saldo de la balanza económica.
El saldo de la balanza de pagos en divisas es también de importancia por su correlación con la base
monetaria del país (esto es, con el conjunto de la moneda primaria, de los activos financieros equipa-
rables a ella desde el punto de vista de la liquidez y de los activos fácilmente convertibles o a la vista).
Recordemos que el saldo de esta balanza es la diferencia entre ingresos y egresos de divisas; entonces,
un saldo activo determina aumento de las reservas oficiales, emisión de moneda y, con eso, creación de
base monetaria, en tanto que un saldo negativo conlleva su destrucción. Pero el exterior no es el único
canal de creación de base monetaria; también lo es el operador público, que la crea para cubrir el déficit
estatal no financiado por la colocación de títulos públicos.
Entre las situaciones de desequilibrio, muchas veces se tienen que enfrentar circunstancias de déficit
en la balanza de pagos. En ese caso, como parte de los remedios se implementan políticas monetarias
y fiscales de carácter restrictivo (en caso contrario se denominan expansivas), que frenan la demanda
total (como puede ser la reducción del consumo y la inversión a causa de un alza de las tasas de interés),
al tiempo que comprimen la propensión a importar y pueden, en cambio, estimular indirectamente la
propensión a exportar, ya que los productores intentan, entonces, colocar en el exterior sus mercancías,
penalizadas por la disminución de la demanda interna.
Las políticas restrictivas, supuestamente pensadas para combatir en parte la inflación y, por tanto,
frenar los precios internos, se traducen siempre para los trabajadores en contracción del salario directo
e indirecto, dificultades para la obtención de créditos y, en consecuencia, empeoramiento de las con-
diciones de vida en general.

2. Algunos factores críticos

1. En definitiva, la riqueza, la naturaleza y el trabajo pueden ser propiedad de los ciudadanos de los
países dominados, pero las estructuras socioeconómicas y las reglas de funcionamiento del mercado
se organizan, cuando se está bajo el influjo de un país dominante, de manera tal que el disfrute
de los recursos naturales y del trabajo queden para beneficio exclusivo de la potencia imperialista y de
sus representantes locales. En términos económicos, ese condicionamiento de las estructuras se refleja
en un sistema de precios y flujos de valor que los autores marxistas han caracterizado, mediante su
análisis, como teoría del intercambio desigual o teoría del desarrollo desigual y combinado. Está claro
que el desarrollo desigual y combinado implica la imposibilidad teórica de concreción de algunos de
los objetivos de la Unión Europea, como la cohesión territorial, en el ámbito de la cual se cumple el

EL ANÁLISIS ESTADÍSTICO-ECONÓMICO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES


397
proceso de acumulación capitalista. Esto significa que los países de la Europa Oriental solo pueden
incorporarse al modelo social y distributivo de la Europa Occidental si la Unión Europea, en su con-
junto, refuerza su dimensión imperialista; es decir, si instala en otras regiones, extracomunitarias, los
mecanismos de apropiación del valor que se utilizan para lograr la cohesión interna en todo el territorio
de la Unión.
Así, la fuerza de trabajo tiene en los países dominados un precio sustancialmente inferior al de los
países imperialistas, y los precios de los bienes y servicios exportables están sujetos a comportamien-
tos estructurales diferentes. Este es el tema capitular para comprender hoy la teoría del intercambio
desigual.

2. El análisis de la balanza de pagos permite cap-


tar al menos parte de los flujos de valor, median-
te una interpretación adecuada de algunas de las Balanza de pagos de Estados Unidos 1960-2004
partidas que la componen. (en millones de dólares, a precios constantes de 2000)
Superada la fase del dominio colonial, en la
Concepto Suma 1962-2004
que todas las instituciones y legislaciones se desa-
Activos propiedad de
rrollan en función de los intereses imperiales, ac-
Estados Unidos en el exterior - 7.791.411
tualmente es la inversión exterior el mecanismo
Inversiones directas en el exterior - 2.633.554
habitual de estructuración imperial en el espacio
Otras inversiones privadas en el exterior - 4.976.532
económico mundial. Si bien es cierto que la
Activos del Gobierno de Estados Unidos
mayor parte de los flujos de inversión discurren
(sin reservas oficiales) - 181.317
entre los países desarrollados, la inversión que se
dirige hacia los países subdesarrollados, en pos
Ingresos por rentas de inversiones en
del dominio imperial, genera tasas de ganancia
activos en el exterior 6.247.138
mucho más elevadas, debido a la posibilidad de
Ingresos por inversiones directas 3.060.776
explotar al máximo la fuerza de trabajo y los re-
Ingresos por otras inversiones privadas 2.975.947
cursos naturales.
Ingresos del Gobierno 210.406
Dado que los Estados Unidos son hoy la po-
tencia imperial más importante, podemos ver de
Activos en Estados Unidos
seguidas, esquemáticamente, cómo se refleja ese
propiedad de extranjeros 12.128.488
poder en su balanza de pagos. Para esto, compa-
Inversiones extranjeras directas 2.277.787
remos los movimientos de inversión hacia y desde
Otras inversiones extranjeras privadas 7.849.433
Estados Unidos con su rendimiento declarado.
Activos extranjeros oficiales
en Estados Unidos 2.001.256
3. Puede observarse que, a partir de la crisis del
sistema monetario internacional, a comienzos
Pagos por rentas de inversiones
de los años setenta, las ganancias logradas por las
en activos extranjeros - 4.833.220
empresas norteamericanas superan ampliamente
Pagos por inversiones directas - 716.144
sus nuevas inversiones, mientras que a las em-
Pagos por otras inversiones privadas - 2.623.275
presas extranjeras asentadas en Estados Unidos
Pagos del Gobierno - 1.493.812
les ocurre lo contrario. Aunque la situación para
la inversión extranjera en Estados Unidos sigue Fuente: Bureau of Economic Analysis.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


398
siendo hoy parecida, en particular desde comienzos de los años noventa, las multinacionales nor-
teamericanas en el exterior no pueden percibir un porcentaje de utilidad tan alto como en las décadas
anteriores.
Al analizar la evolución de las rentas de inversión, podemos identificar otros elementos intere-
santes en la propia evolución del imperialismo económico. Los pagos por inversiones de portafolios
en Estados Unidos han sido siempre superiores a los pagos por depósitos oficiales o por inversiones
directas, que representan un porcentaje menor. Por el contrario, en las inversiones norteamericanas en
el exterior, las inversiones directas representan el grueso de los ingresos. Ya desde la crisis del sistema
monetario internacional de Bretton Woods, las inversiones de portafolios comienzan a representar,
cada vez más, el porcentaje más importante de las entradas, compensando así la caída del ingreso
durante la década de la crisis industrial mundial. A partir de 1980, con el inicio de la liberalización
financiera, las inversiones de portafolios reportan un porcentaje del ingreso superior al de la inversión
directa. En la última década, las rentas por inversiones de portafolios y las ganancias percibidas por
inversión directa alcanzan un porcentaje similar.
Esta evolución muestra cómo la llamada globalización financiera es utilizada por Estados Unidos
para administrar sus problemas de balanza de pagos y para obtener liquidez internacional. Pero ac-
tualmente, como ya se ha podido observar con relación a las ganancias percibidas, el imperialismo
norteamericano se ve sometido a crecientes dificultades para hacerse del valor internacional.
La pérdida progresiva del dominio industrial y tecnológico se traduce en un costo creciente de los
esfuerzos por administrar la balanza de pagos, de modo que, desde comienzos del siglo xxi, los pagos
por inversiones extranjeras en Estados Unidos igualan casi las entradas que ese país obtiene por sus
inversiones en el exterior, equilibrándose así la recepción de valor internacional a través de la inversión.
Se trata de un signo inequívoco de la debilidad actual del imperialismo norteamericano y de la exis-
tencia de una fase de creciente rivalidad entre las potencias por la percepción del excedente (surplus, o
sea plusvalía) mundial.

­— notas —

1 Cfr. Banco de España (2004: 119-120). Para profundizar en la estructura contable y en el significado tanto de las secciones

como de los términos, véase Alvaro (1999) y Cozzi y Zamagni (1995).

2 Transacción económica es el paso de un bien, servicio o instrumento crediticio de un sujeto u operador económico a otro. El

concepto de residente no coincide con el de nacionalidad. En el caso de los fondos de la Unión Europea, las transferencias del
FSE y el Feoga-Garantía** se clasifican como corrientes, mientras que las del Feoga-Orientación, Feder*** y Fondo de Cohe-
sión y Pagos Nacionales a la Unión Europea se consideran (salvo los pagos al FES) como transferencias de capital.

3 En Estados Unidos, entre 1960 y 1983, el importe de los errores y omisiones equivalía aproximadamente, cada año, a 0,5%

del PIB. Desde 1984, en coincidencia con el inicio de la globalización financiera, esos valores representan el equivalente a 2% del
PIB y en algunos años, por ejemplo en 2000 y 2002, ha superado el 4%.

** (n.t.) Fondo Social Europeo, Fondo Europeo Agrícola de Orientación y Garantía.


*** (n.t.) Fondo Europeo de Desarrollo Regional.

EL ANÁLISIS ESTADÍSTICO-ECONÓMICO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES


399
4 “La balanza de pagos constituye asimismo el aporte de cada país a la compilación de la balanza de pagos del área del euro,

para las transacciones con los no residentes en el área. Dentro del área del euro, la balanza de pagos de Italia equivale a una
balanza ‘regional’ y, en cuanto tal, no es un instrumento de la política monetaria y cambiaria, como lo es la balanza del área del
euro. Es, sin embargo, un instrumento fundamental para el análisis económico a nivel nacional, y en particular para el análisis
de la aformación y el uso de los recursos. Sobre la base de los aportes nacionales se calcula además, siempre a nivel del área
monetaria, la ‘presentación monetaria de la balanza de pagos” (Banco de Italia, 2004: 15).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


400
Capítulo III
LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES
A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO

1. El enfoque de Marx

1. El estudio del operador resto del mundo, y por tanto de las relaciones económicas de un país con el
exterior, no tiene sentido sin un análisis de la actual fase del imperialismo.
En el llamado pensamiento único hay conceptos mistificadores, ampliamente divulgados por la pu-
blicística –como “fin de la historia”, “nuevo orden mundial”, “teoría neoliberal de la globalización”–,
cuyo fin es promover un pensamiento funcional a los objetivos de la oligarquía financiera internacio-
nal, que quiere presentarnos el mundo en forma compatible con un orden social que haga seguro su
proyecto de dominación a nivel mundial1.
El punto central de la teoría económica de Marx, como hemos visto, es el análisis de las tendencias
del capitalismo, independientemente de la voluntad y de la conciencia de los hombres. Marx descubre
la ley económica interna en la que se apoya el movimiento del capital y nos demuestra, sobre esa base, el
límite histórico del sistema capitalista y la inevitabilidad del triunfo del socialismo. Al no estar maduras
para eso las condiciones, describe el tránsito al socialismo como una tendencia histórica de la acumula-
ción capitalista (sección VII, capítulo XXIV del primer tomo de El Capital) y afirma que el capitalismo
prepara, inevitablemente, la expropiación de los expropiadores a escala mundial. En el análisis realizado
por Marx se pueden identificar puntos claves para la interpretación de las relaciones internacionales:

a) La constante concentración de la producción y del capital. Como resultado, se reduce incesan-


temente el número de los grandes magnates del capital2.
b) Este proceso genera “el carácter internacional del régimen capitalista”.
c) En estas condiciones históricas, el monopolio del capital se convierte en motor del régimen de
producción. La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan
a un punto en que resultan incompatibles con su envoltorio o forma capitalista3.

2. Dado que la práctica social es el criterio con el que se mide la exactitud de los principios teóricos,
es necesario evaluar los nuevos fenómenos fundamentales surgidos en el seno del sistema capitalista.
Aun si esos fenómenos no alteran la esencia del modo de producción, es indispensable descifrar la
“maleza” de las nuevas formas que se presentan como andamiaje, como superestructura del viejo capita-
lismo, escondiéndolo todavía más. La fase imperialista no pone al descubierto su esencia capitalista, sino
que antes bien la hace más compleja y la esconde tras una fachada que podríamos llamar “de segundo
grado”. La esencia del surgimiento de la fase monopólica está íntegramente presente en el mecanismo
de la acumulación capitalista, estudiado por Marx en la sección VII del primer tomo de El capital 4.
Es importante llamar la atención sobre el hecho de que la libre competencia se manifestó, a partir
del capitalismo premonopolista, como antítesis del monopolio5 y era esto lo que daba a los capitalistas,
que gozaban de un monopolio temporal, el privilegio de disfrutar permanentemente de utilidades
extraordinarias. No es correcto afirmar que el monopolio constituye la antítesis de la competencia.
Como bien lo indica el propio Karl Marx, “el monopolio engendra la competencia, la competencia
engendra el monopolio. Los monopolistas compiten entre sí, los competidores pasan a ser monopo-
listas” (Marx, 1974: 149).

2. Formación del capital financiero (Kf)

1. La importancia y complejidad de este fenómeno hacen necesaria una explicación previa.


El capital ficticio crea la posibilidad real de fusionar el capital industrial y el bancario en el contexto
de una unidad monopólica nueva, ya que en la práctica el capital monopolista industrial y el capital
monopolista bancario se convierten en formas funcionales de existencia del capital financiero. En la
práctica capitalista, los capitales efectivos invertidos en la industria y en la banca no pueden absorberse
o disolverse uno en el otro y mantienen, por ello, una existencia independiente en sus respectivos
procesos de reproducción y circulación. Todo esto prueba que, aun si el capital financiero es capital
ficticio, existe sobre todo como capital financiero monopolizado.
La fusión, como unión estructural en un único monopolio, se produce esencialmente en el capital
ficticio, aun cuando tiene por fundamento el capital real y efectivo: el capital ficticio monopolizado

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


402
consta casi siempre de títulos, que pasan por las manos de los banqueros, antes de estar en posesión de
sus propietarios, y el banquero sigue administrándolos incluso después que el propietario los recibe.
Una parte considerable del capital ficticio de los monopolios industriales se halla en la propiedad
directa de los bancos y, de esa manera, se convierte en una parte del capital efectivo.

2. La combinación de un monopolio bancario con uno industrial se obtiene sin necesidad de que
se unan en una nueva estructura monopólica. Es suficiente que haya entre ellos una estrecha unión,
convalidada por vínculos financieros, por la presencia de grandes accionistas comunes, por personeros
compartidos en ambas directivas, etcétera. Se trata de nexos muy estrechos y de niveles de subordi-
nación que se establecen entre las formas funcionales del capital financiero; es decir, sobre la base de
relaciones indirectas estables y flexibles, relaciones a largo plazo, relaciones de dependencia determi-
nadas por la posesión de acciones en la bolsa. Lenin, al considerar algunas características del capital
financiero, observó que se trataba de un capital particularmente móvil y flexible, impersonal y ajeno
a la producción directa, que se presta con facilidad a la concentración y que puede ser combinado
mediante distintas formas de participación.
Todos estos fenómenos se manifiestan ya como parte de las condiciones del período de transición
del capitalismo de libre competencia, aun cuando no todavía como formas dominantes.
Fue Engels quien entendió algunos de ellos y Marx los intuyó en los problemas aquí analizados,
pero tocará a Lenin el mérito de crear las nuevas formulaciones teóricas.

3. La teoría del imperialismo en Lenin

1. Lenin no se planteó la formulación de una teoría como objetivo intelectual: esa tarea le fue impuesta
por su deseo de transformar la realidad social que lo circundaba. Por tal razón, en la obra de Lenin hay
una búsqueda incesante de comprensión de la realidad para llevar ese conocimiento a la política, sobre
la cual se funda toda su producción intelectual. Ya en sus primeras obras, a fines del siglo xix, comen-
zaban a surgir algunos elementos relativos al análisis de la transformación que se estaba dando en el
capitalismo de libre competencia y en el capitalismo monopolista o imperialismo. Se nota que Lenin,
en su elaboración teórica, había consultado el libro de Bujarin, La economía mundial y el imperialismo,
sobre una base económica.
El término “imperialismo” era ya bastante utilizado y se empleaba en sentido político para ca-
racterizar o denominar la expansión colonial de las potencias capitalistas dominantes de la época.
Con Lenin se transformó en un concepto basado en la economía política a partir de los aportes de
su pensamiento, pues el imperialismo se convierte en un concepto que caracteriza como capitalismo
monopolista una fase del modo de producción capitalista6.

2. Lo que ocurrió en ese entonces es muy parecido a lo sucedido a finales del siglo xx, época en que
los marxistas han tenido que afrontar tanto los cambios del imperialismo como las interpretaciones
erróneas provenientes de sus propias filas.

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


403
Por esa razón, era preciso combatir las falsas o débiles interpretaciones que del imperialismo formu-
laban los dirigentes de la Segunda Internacional.
La teoría leninista del imperialismo nace de la necesidad de interpretar los nuevos fenómenos del
desarrollo del capitalismo. En esa coyuntura, Lenin desplegó un intenso trabajo de búsqueda que, en
lo esencial, se resume en sus Cuadernos filosóficos (1914-1916), en sus Cuadernos sobre el imperialismo
(1915-1916) y en El imperialismo, fase superior del capitalismo (1915).
Hoy, en medio de los procesos de la llamada globalización neoliberal, sobre la estructura de fondo
de los cambios ocurridos durante los años ochenta y –en general– en los últimos 25 años, en pleno
desarrollo del capitalismo, tras la derrota del socialismo en Europa, se plantea a los marxistas una
tarea casi igual a la que debió afrontar Lenin. Es necesario hacer una lectura científica –y alternativa
al accionar de la derecha (y la izquierda) neoclásica– acerca de los sucesos actualmente en curso. Una
interpretación actual de los fenómenos del imperialismo exige un instrumento metodológico que
podemos encontrar en la dialéctica de Marx, pero también en las aplicaciones que hizo Lenin de los
principios teóricos concebidos por Marx y Engels, acerca de la fase monopolista del capitalismo7.

3. Primero que nada, Lenin aportó como base algunos aspectos filosóficos. Entre los conceptos desa-
rrollados en los Cuadernos filosóficos y en Materialismo y empiriocriticismo, hay uno de gran importancia
para la búsqueda acerca del imperialismo, que se refiere a los estudios y a la conceptualización de la
“esencia” como categoría filosófica. Lenin elaboró la teoría de los “niveles” o “grados” de la esencia, vital
para comprender qué cosa es el imperialismo –o la fase monopólica–, con respecto al capitalismo como
modo de producción, y qué es el monopolio, concepto clave de la nueva fase, respecto a la esencia
explotadora del capitalismo en su nuevo período histórico de desarrollo. Problema este que Lenin
resuelve sobre la base de las siguientes consideraciones:

a) El imperialismo está en la base del capitalismo monopolista, resultado del alto nivel de concen-
tración de la producción y del capital obtenido por un pequeño grupo de potencias capitalistas
principales.
b) El imperialismo no es otra cosa que una superestructura del viejo capitalismo, por lo que el pri-
mero no existe sino sobre la estructura del segundo: no lo niega mecánicamente, sino en sentido
dialéctico, es decir, superándolo y completándolo en una fase histórica superior de su desarrollo.
c) Por tanto, el monopolio no niega la competencia: existe por encima de ella y con ella, la supera
y al mismo tiempo la contiene; monopolio y competencia forman así una unidad dialéctica
indisoluble8.
d) El monopolio, pues, no niega la esencia más íntima del modo de producción, sino que la
expresa en un nuevo nivel de su desarrollo; plusvalía y monopolio devienen así en dos niveles o
grados de la esencia del modo de producción.
e) En consecuencia, el imperialismo no es otra cosa que una esencia económica de segundo grado
del modo de producción, esencia a su vez contenida en cada rasgo económico fundamental de
la nueva fase.

4. Resulta importante aclarar qué representa actualmente la globalización neoliberal, o mundializa-


ción, con respecto al imperialismo; si se trata de un momento completamente inédito en este último o

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


404
si, aun cuando presente fenómenos nuevos, no es sino la continuación de las tendencias ya contenidas
en la fase imperialista, en esa que desde hace muchos años hemos definido como competencia global,
ahora como configuración actual de la mundialización capitalista9. Razón por la cual no es difícil
tropezar con interpretaciones que hacen del imperialismo un término definitivamente obsoleto, bien
sea porque no se correspondería ya con una caracterización de la fase que actualmente atraviesa el
capitalismo, o porque, a diferencia del capitalismo de los años ochenta, el actual sería un régimen
de producción con “rostro humano”, que habría eliminado cuanto anteriormente podía ser objeto de
crítica. Volveremos más adelante sobre estos asuntos.
Pero la estructura de la obra del Lenin sobre el imperialismo no se parece a la de El Capital, dado
que el conjunto de los problemas que estudia es, en general, nuevo, en tanto que trasciende la simple
continuidad del estudio y búsqueda en torno al concepto de capitalismo. La obra fue escrita con
intención divulgativa y bajo la censura zarista, que limitaba su contenido en las conclusiones políticas.
Sería, sin embargo, un error desde todo punto de vista, separar el trabajo de Marx (y Engels) de la obra
de Lenin: ambos conforman el contenido integral de la búsqueda marxista en el campo de la economía
política como ciencia.
Lenin inicia su estudio del imperialismo exactamente a partir del descubrimiento científico más
importante que hiciera Marx, desde un punto de vista analítico concreto: los rasgos económicos funda-
mentales que asume el capitalismo en su nueva fase histórica de desarrollo. Ello le permite caracterizar
ese momento como una fase.
Los países entonces involucrados eran sobre todo Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos.
Como ya lo había supuesto Marx, en esos países la concentración y centralización de la producción y
del capital habían llevado a poner de relieve el dominio de un pequeño grupo de magnates del capital.
La oligarquía financiera había usurpado y monopolizado todas las ventajas del proceso de socialización
que se derivaban del desarrollo histórico del capitalismo. Lenin analiza la internacionalización del ciclo
del capital que, como resultado del proceso de concentración y centralización del dinero y de la pro-
ducción, sobrepasa ya las fronteras nacionales y da lugar al proceso de internacionalización capitalista,
que muy claramente expresa el modo en que la riqueza y el poder se concentran todavía más cuando
se inicia el predominio de los monopolios.
Se trata del salto del proceso de acumulación capitalista a un nivel internacional, con un grado tal
de concentración del poder que, incluso en el seno de la misma burguesía, se produce un fenómeno de
diferenciación económica entre la oligarquía financiera (el ápice) y el resto de la clase. Este fenómeno
tiene sus correlatos políticos, que de seguidas se pueden analizar sintéticamente.
El primer y más importante efecto se da en la tendencia histórica de la acumulación capitalista.
Al llegar a su culminación la fase de ascenso de la gran producción, en el encabalgamiento de los
siglos xix y xx, el comercio produjo la internacionalización de las relaciones económicas y del capital,
transformando así esa gran producción. Este análisis de la internacionalización es fundamental para
comprender el surgimiento y desarrollo de los “mecanismos de transmisión” de los impulsos cíclicos
desde los centros del capitalismo desarrollado hacia el resto de las economías del sistema.
Lenin debe, necesariamente, evaluar cuál será el lugar que en la historia espera al capitalismo.
Basándose, entonces, en el examen de las peculiaridades económicas del capitalismo moderno y del
sistema en su conjunto, pone en evidencia tres rasgos cualitativos generales del imperialismo como
capitalismo:

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


405
a) Capitalismo monopolista.
b) Capitalismo parasitario y en descomposición.
c) Capitalismo agonizante.

Estos rasgos testimonian que la propiedad privada ha entrado, con el imperialismo, en su fase
final, impulsando así las tendencias fundamentales del desarrollo capitalista ya descubiertas por Marx.
No estamos hablando, ni lo hace Lenin, de que se pueda fijar el momento específico de la desaparición
de la propiedad privada, pero las condiciones que genera y los obstáculos que deja en el curso de su
desarrollo y funcionamiento, nos dicen que de ella no se puede esperar sino un proceso que indique
de manera creciente y cada vez más aguda la necesidad de su desaparición. Esta tesis de Lenin es muy
importante para comprender que, no obstante sus progresos coyunturales y a largo plazo, el capita-
lismo, como lo sostuvo Marx, planta las premisas de su propia superación. Lenin no necesita regresar
a las leyes ya descubiertas por Marx. Al contrario, nos indica que el objetivo fundamental es revelar
la influencia y las consecuencias que para el capitalismo han significado los cambios ocurridos en la
economía entre fines del siglo xix y comienzos del xx, cuando se lleva a cabo el tránsito definitivo de
todo el modo de producción a una fase superior de su desarrollo; un proceso en el cual no ha sufrido
cambios el destino de ese modo de producción. Se trata, pues, de un análisis de cuanto ha ocurrido de
nuevo con posterioridad a la obra central de Marx, El Capital, pero no desde una perspectiva histórica
lineal. La esencia de estos cambios y transformaciones del capitalismo reside, en primer lugar, en el
crecimiento incesante del dominio real del capital sobre el trabajo y en el aumento de la explotación de
este último; y, en segundo lugar, en la agudización de todas las contradicciones antagónicas del capi-
talismo, que siguen impulsando su caída. Ese proceso no concluirá hasta tanto el capitalismo no haya
agotado todos sus recursos de sobrevivencia. Es muy importante, y constituye un verdadero desafío
para la humanidad, la manera en que el capitalismo se despedirá del escenario histórico.
Por tanto, con el imperialismo no desaparecerán, sino que seguirán agudizándose, las contradiccio-
nes que puso Marx al descubierto. Se agudizará además la lucha por la sobrevivencia del régimen de
producción y del sistema social como tal, y todo esto también en el plano internacional.
Los años transcurridos entre finales del siglo xx y comienzos del xxi –tras la caída del socialismo en
la Europa Oriental y en la Unión Soviética– han servido para confirmar que ni el socialismo ha perdido
sus posibilidades como alternativa social, ni el capitalismo ha obtenido un triunfo que lo haga eterno
como régimen. Basta observar las condiciones de enorme desigualdad y los conflictos –convertidos ya
en fenómenos estructurales– determinados por la actual fase de mundialización capitalista. Al mismo
tiempo, se pueden considerar las razones de la actualidad y necesidad del socialismo, siempre que las
condiciones objetivas encuentren organizada la justa subjetividad revolucionaria.

5. También se debe considerar que es imposible entender el capitalismo actual sin tomar asimismo en
consideración los mecanismos extraeconómicos de la explotación capitalista y de su desarrollo, temas
que fueron ampliamente tratados por Lenin. La explotación, en efecto, es un sistema dentro del cual
se conjugan instrumentos económicos, pero también políticos, sociales, psicológicos y de poder. Las
presiones ulteriores que el imperialismo ejerce para aumentar la explotación tienen una base y un
substrato económico, pero muchas son extraeconómicas, ya que no están directamente vinculadas al
ejercicio de la ley del valor, sino al ejercicio del poder de las clases dominantes y subalternas.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


406
En apoyo a esta explotación extraeconómica concurren mecanismos de sumisión a los intereses de
la oligarquía financiera: organismos económicos internacionales, como el Fondo Monetario Mundial,
el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, etcétera, que son al mismo tiempo “ins-
trumento de transmisión” dentro del sistema capitalista y de la economía mundial.
Pero todavía más importante es la red de poder imperialista que crea, en los distintos países, las
clases y grupos subalternos que el imperialismo explota y controla para sus fines expansionistas.
A ese fin, existen esencialmente cinco tipos de monopolios:

a) El monopolio que es producto de la concentración de la producción y del capital; sus niveles


más elevados de desarrollo solo los alcanza un pequeño grupo de potencias capitalistas, que no
representa más de 10% de todos los países que forman parte del sistema a escala mundial.
b) Los monopolios surgidos de la lucha por la conquista de las más importantes fuentes de materias
primas y de todo tipo de recursos humanos, de la biodiversidad, etcétera.
c) El monopolio nacido de los bancos, de aquellos que pasaron de ser modestos intermediarios a
transformarse en monopolizadores del capital financiero, creadores de una oligarquía financiera
que se convierte en multinacional, con una red propia de dependencia.
d) El monopolio nacido de la política colonial, que deviene en instrumento básico para la creación
de las redes de dependencia neocolonial, para el desarrollo de la exportación de capitales y el
dominio de las grandes empresas multinacionales.
e) El monopolio que, al querer aumentar continuamente sus ganancias, se vale de la violencia
política, de la manipulación –en provecho propio– de los balances estatales y del incremento
continuo del gasto militar, que es el perverso mecanismo de la política económica anticíclica
del imperialismo, conjuntamente con una política de división del mundo en áreas de influencia
económica y política, impuesta con la economía de guerra y con las guerras mismas10.

El monopolio está por eso presente en todos los rasgos económicos fundamentales del imperialismo,
donde representa algo similar a la esencia “de segundo grado” aun cuando se estructure sobre la base
del funcionamiento de la ley de acumulación, dinámica específica con la que se manifiesta la ley de
la plusvalía. Es lógico, entonces, que Lenin haya comenzado su análisis a partir de la “concentración
de la producción y los monopolios” y que cada definición suya del imperialismo, desde la más esencial
y sintética (fase monopólica del capitalismo) hasta la más amplia y compleja, esté vinculada a ese
fenómeno. Ese es el vínculo directo con Marx, con la sección VII del tomo I de El Capital, donde este
último analiza la “ley general de la acumulación capitalista” y de ella deduce tendencias históricas de
ese modo de producción que la realidad actual confirma como verdades históricas y científicas.
De seguidas, tomaremos la actualidad de Estados Unidos como ejemplo particular para hacer un
análisis de la relación entre política y economía en la dimensión y configuración actual del imperialismo.

4. Estados Unidos como economía imperialista

1. Unos dos siglos atrás, Estados Unidos –que en 1790 estaba formado únicamente por 13 colonias
orientales– era una sociedad agrícola y patriarcal con cuatro millones de habitantes, de los cuales

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


407
700.000 eran esclavos negros. Norteamérica podía contar, sin embargo, con un conjunto de factores
que favorecían su desarrollo económico.
Ya en 1894 ocupaba en el mundo el primer lugar en producción industrial. En el período poste-
rior a la segunda conflagración mundial, de la cual salió Estados Unidos victorioso, su predominio
económico se ve sostenido por un nuevo orden mundial, cuya estructura permanece prácticamente
inalterada hasta el 11 de septiembre de 2001.
La crisis económica de 1929-1933 representó una experiencia extraordinaria para todos los
países capitalistas, pero en particular para Estados Unidos. Fue ese un momento de “separación de
aguas” en la política económica, que marcó el surgimiento del New Deal y trastrocó buena parte
de las creencias políticas y económicas anteriores, para dar paso a la masiva intromisión del Estado
en la economía. Un paso que no fue ni indoloro ni tranquilo y que concitó fuerte oposición de la
clase capitalista.
Las ideas keynesianas comenzaron a apoderarse del pensamiento económico neoclásico hasta en-
tonces vigente. Una vez superada, entre 1937 y 1939, la crisis económica más grande en la historia del
capitalismo, la guerra interrumpe el curso normal del ciclo económico hasta que, a partir de 1945, se
inicia una expansión ligada, por diversas razones, al proceso de recuperación de las economías capi-
talistas devastadas por el conflicto bélico. Fue durante el período posterior a 1945 –aunque ya desde
1944, con la conferencia de Bretton Woods– que Estados Unidos se convierte en la potencia capitalista
(imperialista) central del sistema a escala mundial. Las causas fundamentales de ese proceso se pueden
resumir en los siguientes puntos:

a) Estados Unidos, y su economía en particular, no sufrió las devastaciones que la guerra repre-
sentó, en lo material, para las potencias capitalistas europeas y la Unión Soviética, que desde el
principio fueron el centro crítico de la confrontación con la Alemania nazi y con el llamado eje
Berlín-Roma-Tokio.
b) La participación de Estados Unidos en la economía mundial alcanzaba en 1945 los siguientes
porcentajes:
– Participación industrial: 40%.
– Exportaciones mundiales: 18%.
– Recursos monetarios: 33%.
c) La conferencia de Bretton Woods, realizada en 1944, llevó a la organización de un sistema
monetario internacional único (hasta entonces inexistente) y a la creación, como ya se ha
explicado, del FMI y el Banco Mundial. El “Plan White” triunfa como criterio de organi-
zación monetaria a escala internacional. Aun cuando se establece una cesta de monedas,
supuestamente en paridad de condiciones, el dólar surge como centro del referido sistema
monetario.

Más de 90% de las mercancías entonces comercializadas podían ser compradas con la moneda
norteamericana y, por tanto, la dinámica real del comercio determinó su papel como centro del siste-
ma monetario. El dólar pasó así a ocupar un lugar que le permitía ejercer las funciones monetarias y
financieras básicas: numerario de todas las monedas, medio de pago para el comercio internacional,
recurso internacional y forma de atesoramiento.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


408
2. El Plan Marshall, con el cual contribuyó Estados Unidos a financiar la reconstrucción de cuanto fue
destruido por la guerra en Europa, hizo avanzar todavía más la posición económica norteamericana a
nivel internacional. La Unión Soviética fue excluida del plan, así como de todo beneficio proveniente
de Estados Unidos. La economía estadounidense siguió produciendo al máximo, primero para abas-
tecer el tercer frente y luego para financiar la recuperación económica de sus aliados. Esto representó
una paradoja negativa para la superpotencia, ya que mientras sus aliados se restablecían y renovaban
su aparato productivo, su propia economía seguía produciendo sobre la base del mismo potencial
tecnológico con el que la había sorprendido la guerra. No obstante, a corto plazo constituyó esto una
ventaja para Estados Unidos, ventaja que solo empezó a perderse cuando los aliados culminaron sus
procesos de recuperación, hacia mediados de los años cincuenta.
Entretanto, el único interés de Estados Unidos era conservar la hegemonía económica, de la cual
puede decirse que disfrutó hasta mediados de los años sesenta. Es esa la paradoja del proyecto de
dominio estadounidense surgido de la Segunda Guerra: se trataba de una hegemonía que, según parece
indicarlo todo, respondía no tanto a la fuerza de la economía norteamericana durante los veinte años
inmediatamente posteriores al conflicto, como a la casi inexistente competencia que le hizo frente
durante tal período, así como a la debilidad que –como resultado de las devastaciones dejadas por la
guerra– presentaban las economías que habrían debido competir con Estados Unidos.

5. Imperialismo económico

1. Se debe recordar que el imperialismo de las últimas décadas, y en particular de los últimos 25 años,
ha producido muchos cambios; igualmente debemos considerar que se ha transformado y, con ello, ha
dado lugar a una economía global con forma de competencia, en cuyo centro se encuentran los pro-
cesos de financiarización. No es posible comprender los fenómenos actuales del imperialismo sobre
la base de una relectura mecánica de los textos clásicos de Rosa Luxemburg, Hilferding y Lenin, “no
porque estén equivocados, como gusta decir a la derecha, sino porque el capitalismo es un sistema que
muta, dinámico y, como escribieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, es un sistema que ‘se
auto-revoluciona incesantemente”11.

Medio siglo atrás, cuando Marx escribió El Capital, la libre concurrencia era considerada por la ma-
yor parte de los economistas como una “ley natural”. La ciencia oficial intentó aniquilar por la
conspiración del silencio la obra de Marx, quien había demostrado, por medio del análisis teórico
e histórico del capitalismo, que la libre concurrencia engendra la concentración de la producción,
y que dicha concentración, en un cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio. Ahora el
monopolio es un hecho. (…)
Así, pues, el balance principal de la historia de los monopolios es el siguiente:
1. 1860-1880, punto culminante de desarrollo de la libre concurrencia. Los monopolios no
constituyen más que gérmenes apenas perceptibles.
2. Después de la crisis de 1873, largo período de desarrollo de los cartels, pero estos constituyen
todavía una excepción, no son aún sólidos, aún representan un fenómeno pasajero.
3. Auge de fines del siglo xix y crisis de 1900-1903; los cartels se convierten en una de las bases de
toda la vida económica. El capitalismo se ha transformado en imperialismo.

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


409
Los cartels se ponen de acuerdo entre sí respecto a las condiciones de venta, a los plazos de pago,
etcétera. Se reparten los mercados de venta. Fijan la cantidad de productos a fabricar. Establecen los
precios. Distribuyen las ganancias entre las distintas empresas, etcétera12 *.

Traducido al lenguaje común, esto significa: el desarrollo del capitalismo ha llegado a un punto
tal que, aunque la producción de mercancías sigue “reinando” como antes y siendo considerada
como la base de toda la economía, en realidad se halla ya quebrantada, y las ganancias principales
van a parar a los “genios” de las maquinaciones financieras. En la base de estas maquinaciones y de
estos chanchullos se halla la socialización de la producción; pero el inmenso progreso logrado por la
humanidad, que ha llegado a dicha socialización, beneficia (…) a los especuladores. Más adelante
veremos cómo, “basándose en esto”, la crítica pequeñoburguesa y reaccionaria del imperialismo
capitalista sueña con volver atrás, a la concurrencia “libre”, “pacífica”, “honrada”13.

Algunos escritores burgueses (a los cuales se ha unido ahora C. Kautsky, que ha traicionado
completamente su posición marxista de, por ejemplo, 1909) han expresado la opinión de que los cartels
internacionales, siendo como son una de las expresiones de mayor relieve de la internacionalización
del capital, permiten abrigar la esperanza de la paz entre los pueblos bajo el capitalismo. Esta opinión
es, desde el punto de vista teórico, completamente absurda, y, desde el punto de vista práctico,
un sofisma, un medio de defensa poco honrado, del oportunismo de la peor especie. Los cartels
internacionales muestran hasta qué grado han crecido ahora los monopolios capitalistas y cuáles son
los objetivos de la lucha que se desarrolla entre los grupos capitalistas14.

Los capitalistas se reparten el mundo, no como consecuencia de su particular perversidad, sino porque
el grado de concentración a que se ha llegado les obliga a seguir este camino para obtener beneficios;
y se lo reparten “según el capital”; “según la fuerza”; otro procedimiento de reparto es imposible en
el sistema de la producción de mercancías y del capitalismo. La fuerza varía a su vez en consonancia
con el desarrollo económico y político; para comprender lo que está aconteciendo, hay que saber
cuáles son los problemas que se solucionan con el cambio de las fuerzas, pero saber si dichos cambios
son “puramente” económicos o extraeconómicos (por ejemplo, militares), es una cuestión secundaria
que no puede hacer variar en nada la concepción fundamental sobre la época actual del capitalismo.
Sustituir la cuestión del contenido de la lucha y de las transacciones entre los grupos capitalistas por la
cuestión de la forma de esta lucha y de estas transacciones (hoy pacífica, mañana no pacífica, pasado
mañana otra vez no pacífica) significa descender hasta el papel de sofista15.

No obstante los cambios, el capitalismo conserva su identidad estructural y sigue desempeñando


una función histórica en la lógica de la acumulación capitalista mundial. Continúan vigentes las ca-
racterísticas y las connotaciones político-económicas que el imperialismo presentaba desde la Primera
Guerra Mundial. En lugar de disolverse, los rasgos económicos fundamentales definidos por Lenin
se han agudizado; la concentración de la producción y del capital, el dominio de los monopolios,
la exportación de capitales, el capital financiero y la repartición del mundo en esferas de influencia
económica y política, continúan desarrollándose. Incluso el vínculo entre imperialismo y guerra, ya
analizado por Lenin, está más presente que nunca16.
La globalización neoliberal, como fase actual, ha acentuado las asimetrías estructurales dentro del
sistema, por obra de un pequeño grupo de potencias imperialistas que refuerzan así su capacidad de

* (n.t.) Para esta y todas las siguientes citas de El imperialismo, fase superior del capitalismo, se utiliza en el presente volumen la
traducción al español que realizara Ediciones en Lenguas Extranjeras (cuarta edición, Pekín, 1975), según aparece reproducida
en http://juventud.psuv.org.ve.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


410
control de la riqueza y hegemonizan los flujos comerciales y financieros. Ella, además, consolida el
dominio imperialista y refuerza la sumisión de los capitalismos periféricos, y de las clases y los grupos
subalternos que la representan en el mundo, intensificando el dominio de la oligarquía financiera. Se
trata de una oligarquía transnacional que opera a nivel planetario, que delinea la política y constituye
casi un “Gobierno mundial”17.
J.J. Rousseau subrayó la importancia de comprender cómo los dominados se ven inducidos a pen-
sar que la obediencia es un deber moral. En esa línea de pensamiento, el imperialismo cuenta con
un fuerte aparato de propaganda que utiliza ilimitadamente, a fin de que los dominados acepten su
condición como algo natural e inmutable18.
Por eso, es indispensable profundizar en la naturaleza del fenómeno imperialista, reconsiderar su
surgimiento y someterlo a un análisis actual. Solo de esa manera se pueden determinar los rasgos
histórico-económicos que asume en el presente y precisar los cambios ocurridos durante el último
cuarto de siglo.
El imperialismo implica, hoy más que nunca, la organización internacional de los mercados, de los
Estados nacionales y de las clases dominantes en la lucha por la superación de sus límites históricos,
bajo la dirección de una burguesía verdaderamente internacional, presidida a su vez por los centros
capitalistas más desarrollados y con tendencia a la hegemonización político-militar del poder por parte
de una sola potencia, imperialista e imperial al mismo tiempo: los Estados Unidos de América. Sin
embargo, desde un punto de vista económico-financiero –y no tanto en el plano político-militar– se
perfila claramente una competencia global, en la cual se pueden identificar al menos otros dos polos
imperialistas, aparte del área del dólar, como son el área del euro de la Unión Europea y el del yen o,
mejor, de la nueva variable asiática en formación.
Dentro del actual imperialismo existe una coalición económico-financiera hegemonizada por la
burguesía estadounidense, que al ser, sin duda, la más importante y más coherentemente organizada,
se erige en centro de una oligarquía transnacional19. La burguesía monopolista estadounidense es, de
hecho, la defensora de los intereses de una amplia formación del capital internacional y como tal acep-
ta su papel dirigente, más allá de lo que la competencia, sobre todo en el plano económico, impone a
los socios competidores. Se trata de una unidad de intereses contradictorios, que actúa como bloque
hegemónico contra los intereses de todo el que se le oponga, sea en los centros capitalistas desarrollados
o en el resto del mundo.

El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales


del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente
al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales
del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han
manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura
económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de
vista económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas.
(…) Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse
que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo
principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos
monopolistas, fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto
del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía
no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


411
los territorios del globo, enteramente repartido. (…) El imperialismo es el capitalismo en la fase de
desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha
adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del
mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre
los países capitalistas más importantes20.

Entendemos la crítica del imperialismo en el sentido amplio de esta palabra, como posición de las
distintas clases de la sociedad ante la política del imperialismo en relación con la ideología general
de las mismas.
Las gigantescas proporciones del capital financiero, concentrado en unas pocas manos, que ha creado
una red extraordinariamente vasta y densa de relaciones y enlaces, que ha sometido no solo a la masa
de los capitalistas y empresarios medianos y pequeños, sino a los más insignificantes, por una parte,
y la exacerbación, por otra, de la lucha con otros grupos nacionales de financieros por el reparto del
mundo y por el dominio sobre otros países: todo esto provoca el paso en bloque de todas las clases
poseyentes al lado del imperialismo. El signo de nuestro tiempo es el entusiasmo “general” por las
perspectivas de este último, la defensa porfiada del mismo, su embellecimiento por todos los medios.
La ideología imperialista penetra, incluso, en el seno de la clase obrera, la cual no está separada
de las demás clases por una muralla china. Si los jefes del llamado Partido “Socialdemócrata” de
Alemania han sido con justicia calificados de “socialimperialistas”, esto es, de socialistas de palabra e
imperialistas de hecho, Hobson hacía notar ya en 1902 la existencia de “imperialistas fabianos” en
Inglaterra, pertenecientes a la oportunista Sociedad Fabiana21.

Por esto, las alianzas “interimperialistas” o “ultraimperialistas”, en la realidad capitalista, y no en la


vulgar fantasía pequeñoburguesa de los curas ingleses o del “marxista” alemán Kautsky –sea cual
fuere su forma: una coalición imperialista contra otra coalición imperialista, o una alianza general
de todas las potencias imperialistas–, no pueden constituir, inevitablemente, más que “treguas”
entre las guerras. Las alianzas pacíficas preparan las guerras y, a su vez, surgen del seno de la guerra,
condicionándose mutuamente, engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica
sobre una sola y misma base de relaciones imperialistas y de relaciones recíprocas entre la economía
y la política mundiales22.

2. Marx afirmaba que estamos en la situación de quien sufre por el desarrollo del capitalismo del mis-
mo modo en que sufre por su falta de desarrollo. No han desaparecido, pues, ni el internacionalismo
del movimiento de los trabajadores ni el ciclo internacional de las luchas.
Por todo ello, establecer un lenguaje común –sobre la base de una clara identificación del impe-
rialismo– es tarea vital para planificar toda forma de antagonismo. Se podrán así ubicar los eslabones
más débiles, y por tanto más vulnerables, e identificar el núcleo del capitalismo desarrollado, centro
de la coalición imperialista, con su amplia red jerárquica de círculos concéntricos que giran en torno
al poder de Estados Unidos. A partir de allí se busca articular los procesos de producción y circulación
de la economía capitalista internacional, con instituciones que definen y concentran ideológicamente
la dominación y cuyos representantes políticos son un grupo de oligarcas transnacionales que, desde el
“Grupo de los Siete” o “de los Ocho” (G7, G8), coordinan las políticas del futuro: una estructura que
se sostiene sobre una red de oligarquías, clases y grupos subalternos en las diferentes regiones. Cada
centro constituye el mecanismo que rige estos procesos en América, en Europa y en Asia.
Las categorías de “centro” y “periferia” brindan, si no otra cosa, una cierta capacidad para lograr una
visión más refinada del sistema internacional. Esto sigue siendo importante, en tanto que la globaliza-
ción neoliberal, con su creciente marginalización económica del sur, ha acentuado extraordinariamente

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


412
las asimetrías ya existentes, lo que se manifiesta en los cada vez más altos y dramáticos niveles de
pobreza. Los informes del PNUD indican que en el lapso que va de comienzos de los años sesenta
a hoy, se ha acrecentado de manera espantosa la diferencia que separa al 20% más rico de la pobla-
ción mundial del 20% más pobre. Estamos en presencia de una asimetría radical que, dentro de
la economía internacional, separa a las naciones que no forman parte del centro de aquellas que sí
lo constituyen.

3. Al mismo tiempo, en otro plano de análisis, es absurdo considerar que los Estados nacionales
estén próximos a su completa desaparición. La oligarquía transnacional insiste arteramente en que
los Estados nacionales y las economías nacionales tienden a desaparecer, cuando lo que en realidad se
puede sostener es que muchas de sus características y funciones están siendo reformuladas. ¿Contra
quién va dirigida esta desnacionalización, si no contra aquellos que hoy ven amenazadas sus políticas
nacionales y la conducción de sus economías? Todo esto no hace sino reducir todavía más la capacidad
de los Gobiernos para dirigir sus procesos económicos internos, tendencia que puede ser observada
claramente en el curso de los procesos de la actual competencia global.
El concepto de libre movilidad de los factores de producción (excepto la fuerza de trabajo) se
basa en el privilegio del libre mercado y la condena de toda intervención estatal que no reporte be-
neficios a los intereses monopólicos. Todo debe fluir fuera de las fronteras, a fin de que sea fácil
presa de las multinacionales, desde el momento en que estas últimas tienen el 100% de sus bases
en los centros capitalistas desarrollados. En consecuencia, como sabemos, la supuesta “libertad de
movimientos” no es más que un engaño, no atañe a todos los miembros de la economía mundial y
es tan asimétrica como el resto de las relaciones económicas. Ni la fuerza de trabajo ni la tecnología,
las fábricas o los instrumentos gozan de movilidad ilimitada en el ámbito de la economía capitalista
del presente.
La movilidad actual no es tan libre como algunos quisieran hacer creer, ni los movimientos se des-
plazan en el mismo sentido que los intereses generales, como se quiere hacer ver. El capital se moviliza
por la inexorable lógica de la producción de ganancias, cualesquiera que sean los costos sociales o
ambientales que ello implique. Si la búsqueda de ganancia significó antaño disparar cañonazos, ahora
significa utilizar misiles nucleares y bombas inteligentes. El capital se mueve por el mundo y se sitúa
en cualquier parte. El no dejarlo moverse a donde más le plazca es ya motivo de “guerras preventivas”
y de “guerras humanitarias”.
Los Estados-cliente de la periferia subdesarrollada, en su mayor parte controlados por oligarquías
subalternas, se benefician de ese capital. Para estas últimas, lo importante es mantener el poder y a ese
fin crean condiciones de todo tipo que terminan siempre por perjudicar a la fuerza de trabajo: esa es la
ley básica de la posición subalterna respecto a los capitales del centro.
Estas dinámicas político-económicas, que caracterizan la fase actual del imperialismo, no han ex-
perimentado cambios sustanciales desde que Lenin analizara los aspectos económicos fundamentales
del imperialismo, hacia fines del siglo xix y comienzos del xx; tan solo se han hecho más complicadas.
Más bien puede afirmarse que algunos de esos aspectos, sobre todo los relativos al proceso de interna-
cionalización del capital y de la producción, fueron anticipadamente intuidos por la teoría leninista y
es solo después de las dos guerras mundiales que llegaron a delinearse hasta alcanzar hoy la forma no
de meras caricaturas, sino de un poder inmenso.

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


413
Esto se convierte en un importante punto de partida teórico-metodológico para poder entender
cómo en el último cuarto de siglo se han modificado los rasgos económicos fundamentales analizados
por Lenin.

Vastas partes de “Europa” se encontraban por eso, en el mejor de los casos, en los márgenes del núcleo
del desarrollo económico capitalista y de la sociedad burguesa. En algunas regiones, casi todos los
habitantes vivían en un siglo distinto al de sus contemporáneos y gobernantes; por ejemplo, sobre las
costas dálmatas o en Bucovina, donde en 1880 el 88% de la población era analfabeta, contra el 11%
en Austria inferior, que formaba parte del mismo imperio. Muchos austríacos cultos compartían la
opinión de Metternich, en el sentido de que “Asia comienza en la puerta oriental de Viena”, y los
italianos del norte consideraban generalmente a los italianos del sur como una suerte de bárbaros
africanos. Pero en ambas monarquías las áreas atrasadas eran solo una parte del Estado. En Rusia, el
dilema “¿Europa o Asia?” era mucho más dramático, ya que virtualmente toda el área comprendida
entre Bielorrusia y Ucrania y las costas del Pacífico estaba igualmente lejana de la sociedad burguesa,
con excepción de un pequeñísimo estrato de personas cultas. Ese dilema era en verdad tema de
fervientes discusiones públicas (…) En 1880-90, Europa era no solo el núcleo originario del desarrollo
capitalista que dominaba y transformaba el mundo, sino, de lejos, el componente más importante de
la economía mundial y de la sociedad burguesa. No hubo jamás en la historia, ni lo habrá ya nunca
más, un siglo tan europeo. Demográficamente, el mundo tenía un porcentaje de europeos más alto al
final que al comienzo del siglo: tal vez uno de cada cuatro, en lugar de uno de cada cinco. No obstante
los millones de personas que eran enviados del viejo continente a los diversos nuevos mundos, aquel
crecía más rápidamente. Si bien el ritmo impetuoso de su industrialización hacía ya cierto el futuro
de Estados Unidos como superpotencia económica planetaria, la producción industrial europea era
todavía más del doble de la norteamericana, y los mayores progresos tecnológicos ocurrían todavía
de ese lado del Atlántico23.

4. El imperialismo no es el mismo del siglo pasado, aun cuando tampoco ha cambiado tanto: se ha
creado una economía neoliberal global, en la que todos, a primera vista, son igualmente interdepen-
dientes. Para medir el alcance de las diferencias, basta constatar qué cosas han cambiado y hacer un
balance de lo que Lenin consideraba como rasgos económicos fundamentales. Basta ver, pues, qué
ha ocurrido con el monopolio, con el capital financiero, con la explotación de los capitales y con los
asuntos relativos a la repartición económica y territorial del mundo.

Pero el mundo desarrollado no era tan solo un agregado de “economías nacionales”. La indus-
trialización y la depresión hicieron de ellas un grupo de economías rivales, donde los beneficios de
una parecían amenazar la posición de las otras. No solo competían las empresas, sino también las
naciones. De esta forma, muchos británicos sentían que se les erizaban los cabellos cuando leían
artículos periodísticos sobre la invasión económica alemana: Made in Germany, de E.E. Williams
(1896) o American Invaders, de Fred A. Mackenzie (1902). Sus padres no habían perdido la calma
ante las advertencias (justificadas) de la superioridad técnica de los extranjeros. El proteccionismo
expresaba una situación de competitividad económica internacional. (…) es indudable que entre
1880 y 1914, la transformación de la estructura de las grandes empresas, desde el taller hasta
las oficinas y la contabilidad, hicieron un progreso sustancial. La “mano visible” de la moderna
organización y dirección sustituyó a la “mano invisible” del mercado anónimo de Adam Smith.
Los ejecutivos, ingenieros y contables comenzaron, así, a desempeñar tareas que hasta entonces
acumulaban los propietarios-gerentes. La “corporación” o Konzern sustituyó al individuo. El típico
hombre de negocios, al menos en los grandes negocios, no era ya tanto un miembro de la familia
fundadora, sino un ejecutivo asalariado, y aquel que miraba a los demás por encima del hombro

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


414
era más frecuentemente el banquero o accionista que el gerente capitalista. (…) Muchas veces se ha
mencionado la coincidencia cronológica entre la depresión y la fase dinámica de la división colonial
del planeta. Los historiadores han debatido intensamente hasta qué punto estaban conectados ambos
fenómenos. En cualquier caso, como veremos en el próximo capítulo, esa relación era mucho más
compleja que la de la simple causa y efecto. De cualquier forma, no puede negarse que la presión del
capital para conseguir inversiones más productivas, así como la de la producción a la búsqueda de
nuevos mercados, contribuyó a impulsar la política de expansión, que incluía la conquista colonial.
“La expansión territorial –afirmó un funcionario del Departamento de Estado de los Estados Unidos
en 1900– no es sino una consecuencia de la expansión del comercio”. Desde luego, no era el único
que así pensaba en el ámbito de la economía y de la política internacional24 **.

Desde mediados del decenio de 1890 hasta la Primera Guerra Mundial, la orquesta económica global
realizó sus interpretaciones en el tono mayor de la prosperidad, más que, como hasta entonces,
en el tono menor de la depresión. La opulencia, consecuencia de la prosperidad de los negocios,
constituyó el trasfondo de lo que se conoce todavía en el continente europeo como la belle époque. El
paso de la preocupación a la euforia fue tan súbito y dramático, que los economistas buscaban alguna
fuerza externa especial para explicarlo, un Deus ex machina, que encontraron en el descubrimiento
de enormes depósitos de oro en Suráfrica, la última de las grandes fiebres del oro occidentales, la
Klondike (1898), y en otros lugares. En conjunto, los historiadores de la economía se han dejado
impresionar menos por esas tesis básicamente monetaristas que algunos gobiernos de finales del siglo
xx. No obstante, la rapidez del cambio fue sorprendente y diagnosticada casi de forma inmediata por
un revolucionario especialmente agudo, A.L. Helphand (1869-1924), cuyo nombre de pluma era
Parvus, como indicativo del comienzo de un período nuevo y duradero de extraordinario progreso
capitalista. De hecho, el contraste entre la gran depresión y el boom secular posterior constituyó la
base de las primeras especulaciones sobre las “ondas largas” en el desarrollo del capitalismo mundial,
que más tarde se asociarían con el nombre del economista ruso Kondratiev (…) Los historiadores de
la economía tienden a centrar su atención en dos aspectos del período: la redistribución del poder
y la iniciativa económica, es decir, en el declive relativo del Reino Unido y en el progreso relativo
–y absoluto– de los Estados Unidos y sobre todo de Alemania, y asimismo en el problema de las
fluctuaciones a largo y a corto plazo, es decir, fundamentalmente en la “onda larga” de Kondratiev,
cuyas oscilaciones hacia abajo y hacia arriba dividen claramente en dos el período que estudiamos.
Por interesantes que puedan ser estos problemas, son secundarios desde el punto de vista de la
economía mundial25.

¿Cómo resumir, pues, en unos cuantos rasgos lo que fue la economía mundial durante la era del
imperio?
En primer lugar, como hemos visto, su base geográfica era mucho más amplia que antes. El sector
industrial y en proceso de industrialización se amplió, en Europa, mediante la revolución industrial
que conocieron Rusia y otros países como Suecia y los Países Bajos, apenas afectados hasta entonces
por ese proceso, y fuera de Europa, por los acontecimientos que tenían lugar en Norteamérica y, en
cierta medida, en Japón. El mercado internacional de materias primas se amplió extraordinariamente
–entre 1880 y 1913 se triplicó el comercio internacional de esos productos–, lo cual implicó también
el desarrollo de las zonas dedicadas a su producción y su integración en el mercado mundial. (…)
Como ya se ha señalado, la economía mundial era, pues, mucho más plural que antes. El Reino Unido
dejó de ser el único país totalmente industrializado y la única economía industrial. Si consideramos en
conjunto la producción industrial y minera (incluyendo la industria de la construcción) de las cuatro
economías nacionales más importantes, en 1913 los Estados Unidos aportaban el 46% del total de la

** (n.t.) En esta y las siguientes citas del mismo autor, se ha recurrido aquí a la traducción de Editorial Crítica (Barcelona, 1998),
según aparece parcialmente reproducida en www.innova.uned.es.

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


415
producción; Alemania, el 23,5%; el Reino Unido, el 19,5%; y Francia, el 11%. Como veremos, la era
del imperio se caracterizó por la rivalidad entre los diferentes Estados. Además, las relaciones entre el
mundo desarrollado y el sector subdesarrollado eran también más variadas y complejas que en 1860,
cuando la mitad de todas las exportaciones de África, Asia y Latinoamérica convergían en un solo
país, Gran Bretaña. En 1900 ese porcentaje había disminuido hasta el 25% y las exportaciones del
tercer mundo a otros países de la Europa Occidental eran ya más importantes que las que confluían
en el Reino Unido (el 31%). La era del imperio había dejado de ser monocéntrica26.

Lejos de anularse y de transformarse en su exacto contrario, los rasgos económicos del imperialismo
de fines del siglo xix y comienzos del xx, analizados por Lenin, se han desarrollado hasta alcanzar nive-
les insospechables. El primer cambio importante ocurrió con el traspaso de la supremacía interna del
sistema capitalista, que Inglaterra cedió por completo a Estados Unidos entre la Primera y la Segunda
Guerra mundiales. De esta manera, el papel de guía en la economía pasó de Europa a Estados Unidos.
Por tanto, las condiciones objetivas para la existencia de una economía mundial (mercados, volúmenes
de producción, tecnologías de transporte y distribución) se dieron prácticamente desde el fin de la
segunda conflagración.
Concluida esta, la historia del capital se encontró en una controversial encrucijada: ¿había que
dar el salto a la economía mundial, o más bien perseverar en el sistema de relaciones internacionales
entre naciones, que era un sistema jerárquico con una potencia hegemónica? Fue en torno a esa pre-
gunta que se desarrolló el gran debate político acerca del ordenamiento del mundo occidental de la
posguerra, que tuvo en la discusión del nuevo orden monetario y financiero uno de sus episodios más
importantes. Como se sabe, finalmente no se creó una moneda mundial, pero se instauró un orden
mundial con una moneda nacional, el dólar, devenido en guía y faro para el intercambio internacional.
A este orden se le dio el nombre de Bretton Woods27.
La consiguiente supremacía de Estados Unidos fue absolutamente hegemónica entre 1945 y 1965
(no más de 20 años), aun cuando el armamento nuclear en manos de la Unión Soviética la hacía relativa.
Hoy Estados Unidos no tiene la hegemonía económica, pero sí la hegemonía político-militar. Esta
situación indica que el imperialismo ha avanzado en una dinámica que ninguna potencia ha logrado
ocupar, como en el caso de Inglaterra, remplazada por Estados Unidos. El sistema no ha vuelto a
aceptar una hegemonía en el plano económico, como la de Estados Unidos en los años sesenta. Y esto
quiere decir que el sistema capitalista soporta la supremacía político-militar, pero no acepta ese mismo
nivel de sumisión a una sola potencia en lo económico.
Esta situación de hegemonía incompleta parece una condición para que las potencias capitalistas
no entablen guerras por la repartición económica y territorial del mundo, sino que colaboren. Todo
parece indicar que tal situación se mantendrá, dado que ninguna de ellas puede alcanzar a un mismo
tiempo la supremacía tanto en el plano económico como en el político-militar. Lejos de representar
un problema para la lucha antiimperialista, esa condición se convierte en ventaja: por consiguiente, la
posición de Estados Unidos es transitoria.
El propósito de la administración norteamericana de someter al resto de las potencias capitalistas y
arrastrarlas a sus posiciones en materia de política exterior, está confrontando dos obstáculos muy im-
portantes: de un lado, la competencia en el plano económico, que tiende a agudizarse nuevamente, y
del otro, el peligro que esa imposición implica para quien no ve en la guerra la solución de sus propios
problemas, o para quien no desea hacerse cargo de los costos de un conflicto que parece cada vez más

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


416
destinado a la derrota. Es exactamente esa la dinámica que recientemente comienza a manifestarse: la
puesta en discusión de la política estadounidense por parte de algunos de sus aliados. Es sintomático
que tan solo una potencia, Inglaterra, haya seguido ciegamente a Estados Unidos hasta ahora. El resto
de los países parece alejarse de esa posición, en vista de que las acciones de Estados Unidos no logran
triunfar.

5. El segundo cambio importante ocurrido en los últimos años (a ser precisos, desde comienzos de los
ochenta) fue el paso de la fase fordista-keynesiana, que tenía como base la industria metalmecánica-
automovilística-petroquímica, al nuevo paradigma tecnológico, que se sustenta en el llamado sector
electrónico-informático.
Estos cambios ponen de relieve el hecho de que la competencia global no homogeniza ni equilibra
las relaciones de interdependencia, como se nos ha querido hacer creer, sino que lleva de vuelta a un
sistema cada vez más contradictorio y desequilibrado, en el que se agudizan las incidencias de la ley del
desarrollo económico y político desigual. En América Latina, en particular, la situación ha comenzado
a caracterizarse por una creciente oposición a la globalización neoliberal y un aumento de la lucha
antiimperialista.
El paso al nuevo paradigma tecnológico no ha librado a la economía capitalista de los problemas
del ciclo y las crisis económicas. Su desempeño sigue siendo el de un modelo que se beneficia de los
progresos de la revolución científico-técnica sobre la base de un incremento de la explotación de las
masas trabajadoras.
El desarrollo capitalista ha alcanzado un nivel sin precedentes de internacionalización del capital
y de la producción, en medio de una explotación masiva que se produce a pesar de esos progresos
científico-técnicos, que son ampliamente utilizados para fines destructivos (problema ecológico, gue-
rra militar y social)28.
El primer objetivo sigue siendo, de cualquier modo, explotar al máximo a las masas de trabajadores
e incrementar la ganancia por todos los medios posibles. En los últimos 25 años, las tendencias del
imperialismo han desencadenado una dinámica de explotación y de abuso contra la naturaleza huma-
na que supera radicalmente los ya graves niveles anteriores. El capital internacional, que representa los
intereses de la oligarquía transnacional a todos los niveles y en todas las regiones del planeta, quiere
disponer de recursos siempre mayores para conservar el control de todas las clases y grupos subalternos.
Es así como se pueden mantener las plataformas de control multinacional imperialista.
El imperialismo ha impulsado su expansión, en los últimos años, con la ideología del “globalismo”,
haciendo creer a mucha gente que lo que conviene a las potencias industriales es conveniente para to-
dos. Por tal razón, los países imperialistas cuentan con poderosos aliados dentro del Tercer Mundo. De
esa manera, además, la oligarquía transnacional y su principal agente, la gran empresa multinacional,
se aprovechan del anticuado sistema Estado-nación para obtener concesiones de la clase trabajadora a
escala internacional, a través de las políticas consociativas y concertativas de los partidos y sindicatos
históricos oficiales, comprometidos por demás con las opciones y las modalidades del desarrollo capi-
talista: una conducta que estos justifican afirmando que no se puede perder la gran oportunidad que
ofrece el “banquete” de la globalización. Pero de seguidas veremos que la llamada globalización no es
otra cosa que la competencia global –es decir, la dimensión actual del imperialismo–, y la fiesta, la de
la repartición del mundo.

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


417
6. Hablar de actualización de la categoría económica de imperialismo significa dilucidar si son hoy
válidos, y de qué manera, los conceptos de reproducción ampliada, oligopolio, monopolio y, por tanto,
de evolución del capitalismo desde sus formas originarias hasta las imperialistas. En efecto, el impe-
rialismo no es un fenómeno monolítico, sino que asume formas y modalidades expresivas diferentes
según los períodos históricos en que se manifiesta.
El capital, que se reproduce a escala mundial de manera ampliada, tiene la constante e inmanente
necesidad de valorizarse, y la valorización implica expansión. Visto individualmente, el capital, en
batalla continua contra sus “pares”, desarrolla tecnologías y nuevas técnicas organizativas, prefiere
sectores “vírgenes” o que de alguna manera garanticen altas tasas de ganancia (que tendencialmente se
equiparan hasta hacer poco rentable el sector escogido), actúa sobre los diversos factores productivos
para hacer bajar el costo de sus propias mercancías y vencer en el mercado. El problema central del ca-
pital es aumentar la productividad de sus propios factores de producción (y, sobre todo, de la fuerza de
trabajo) y para lograrlo necesita máquinas. Las máquinas inciden también contra el valor de la fuerza
de trabajo, al incorporar funciones anteriormente cumplidas por esta, y progresivamente subordinan
el trabajo vivo a sí mismas.
La consecuencia es que un aumento de c deprime el valor de v, lo que conlleva modificaciones
cualitativas (además de cuantitativas) en la composición orgánica interna del capital de una empresa.
Son las máquinas, operadas por el trabajo vivo, las que permiten elevados estándares productivos con
un gasto menor en términos de tiempo de trabajo socialmente necesario. El capital que triunfa en el
mercado “regresa” a la esfera productiva para acrecentarse y, al valorizarse, expande progresivamente
su propia base material. Ello implica el aumento también progresivo de la escala de las empresas
capitalistas. Frente a capitales cada vez más grandes y competitivos, los “peces pequeños” tienen que
adecuarse o sucumbir. El proceso de fagocitosis de los capitales menores comporta la creación de
poderosísimos complejos empresariales que, en el estadio más avanzado del capitalismo, alcanzan di-
mensiones tales que su “masa” (y no se piense solo en el aspecto “físico”, sino en el de valor del capital
poseído y operable) provoca su cambio cualitativo: el capital individual pasa de ser simple competidor
en el mercado a adquirir y consolidar posiciones oligopólicas29. En determinados casos, los oligopolios
pueden también asumir la forma de monopsonios30 o monopolios de demanda.
Detenerse en las políticas empresariales de los oligopolios sería extremadamente complejo, por lo
que de seguidas delinearemos apenas un par de ejemplos, bastante concretos, de la formación y la ac-
tuación de estos grandes konzern multitransnacionales. La actual internacionalización productiva se va
configurando fuertemente también a través de la cadena productiva internacional y con la explotación
productiva de la inteligencia social, mediante el control de las patentes.

5.1. Estrategias del imperialismo económico


5.1.1. Las cadenas productivas
1. Los nuevos métodos de comunicación, veloces e invasivos de todo el cuerpo social, han hecho cam-
biar las políticas de localización, con lo cual el concepto de distrito o zona industrial ha perdido algunas
de sus especificidades, para tomar la forma de cadenas productivas y redes de carácter internacional, in-
cluso con configuraciones peculiares de las empresas involucradas, como en el caso de la joint venture.
En estos últimos años se ha difundido un nuevo concepto en la producción empresarial: el de
cadena productiva. El término refiere a una serie de operaciones de transformación que permiten

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


418
producir bienes y servicios de una manera distinta a la consagrada en la época fordista-taylorista, al
recurrir a sinergias y afinidades entre los diversos estadios de la producción, para identificar y estimular
los sectores que están más sujetos a competencia –local y global– y tienen mayor contenido de valor.
En una primera fase, el concepto de cadena describía un hipotético proceso productivo bajo la
forma de operaciones técnicas que se suceden en el curso del tiempo; en el paso de las fases iniciales
a las finales, no necesariamente debe haber la misma tecnología, en tanto que el elemento unificador
es solo el producto transformado; más que otra cosa, por tanto, de esta manera se identificaba una
cadena en el tiempo. Esta visión simplista fue cambiada por algunos industriales franceses, que con-
sideraron no solo la división del ciclo en fases sucesivas, sino también la organización de cada una de
ellas y los procesos de transferencia entre unas y otras. De esta manera se pone en evidencia el grado
de interdependencia del tejido productivo, a la vez que se describen las estrategias de integración y las
formas de organización tradicionalmente empleadas en la empresa, en el mercado y en la cooperación
entre empresas, a través de acuerdos de naturaleza comercial, de provisión de partes, de transferencia
de tecnologías, etcétera. Se dibuja, así, una suerte de cadena de carácter productivo y de tipo espacio-
temporal, de rasgos internacionales, que estimula los procesos de competencia global de tipo produc-
tivo y financiero.

2. Es así que las empresas tienden, dentro de los nuevos mercados globales, a asumir una estructura
integrada, tanto en el campo de la producción como en el de los capitales. Estos últimos pueden hoy
ser transferidos, en pocos segundos, de una parte a otra del mundo. Es el efecto de la llamada globali-
zación financiera que, como se ha visto, en ningún caso asegura inversiones más eficaces, pero deviene
en fenómeno que se conjuga con las nuevas formas de internacionalización productiva, centradas en
procesos de acumulación flexible de los recursos del capital intangible, para determinar una verdadera
competencia global internacional, aunque especialmente aguda entre los polos geoeconómicos (en
estos momentos, particularmente entre Estados Unidos y la Unión Europea, o entre el área del dólar
y el área del euro).
Al abandonar el viejo modelo organizativo, que preveía para la empresa una estructura “orgánica”
en la que quedaban comprendidas todas las fases productivas (desde la producción de know how y la
planificación hasta la cadena de montaje y los equipos de limpieza), el gran capital financiero e indus-
trial ha comenzado a adoptar una política de externalización de diversas funciones y fases del proceso
laboral, ahora delegadas en terceros, en sujetos empresariales que son jurídicamente autónomos, pero
bajo control económico y financiero.
La cadena productiva internacional, en particular, asume una estructura piramidal que, mediante
complejas relaciones de participación y de comisión, permite al capital financiero administrar de facto
enormes grupos económico-productivo-financieros. El control financiero de la empresa matriz le ase-
gura asimismo el control y poder económico, estratégico y decisorio en las políticas de todo el grupo.
La cadena, en definitiva, es un sistema de “captación de capitales menores” que de otra manera
permanecerían ajenos a las lógicas centralizadoras del gran capital oligopólico: dispersos, aislados y
en conflictiva competencia, se arriesgarían a perecer en vano31. De esta manera, en cambio, son re-
cuperados para las lógicas y las estructuras de acumulación del gran capital financiero. Se crean, por
tanto, auténticas “estructuras integradas” de valorización (cadena de valor), en las que el poder central
es sólidamente detentado por el capital financiero (monopólico e imperialista). Gracias a peculiares

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


419
relaciones de fuerza entre los diversos capitales, la empresa matriz consigue asimismo absorber parte de
la plusvalía creada a lo largo de la cadena de valor, sustrayéndola a las empresas menores.
Son tres los rasgos que caracterizan la cadena internacional:

a) Una sucesión de operaciones productivas desarrolladas en diferentes países.


b) Un conjunto orgánico y estructurado de relaciones económicas y financieras.
b) Un conjunto coordinado de conductas y acciones económicas.

La cadena internacional está entonces constituida por una red de conexiones tanto económicas
como tecnológicas, que permiten implementar estrategias de asociación en ámbitos nacionales diver-
sos. Un ejemplo de cadena es el que puede darse en el sector agroalimentario, en la cual la producción
agrícola básica de un determinado país pasa a otro donde se procesa el producto final, que finalmente
va dirigido al consumidor de un tercer país.

5.1.2. Los distritos industriales internacionales


1. Más allá de la nueva organización de la producción en cadena, en estos últimos años se ha visto el
surgimiento de una suerte de distritos industriales de carácter internacional; vale decir, agrupamien-
tos, en zonas nacionales o transnacionales, de empresas integradas entre sí como cadena productiva.
Estos distritos no pueden considerarse como sistemas locales –o nacionales– independientes, firmes y
estables, en tanto que confrontan muchas tensiones internas: algunos se agotan, otros se adaptan. Así
como en el caso de sus pares locales o nacionales, puede haber distritos industriales internacionales de
diversos tipos, según el nivel de desarrollo tecnológico de la producción, su tiempo de existencia, la
naturaleza de las relaciones entre empresas, etcétera.
Hay, en todo caso, una tendencia que parece ser común a todos ellos, como es su transformación
por obra de la colaboración ofrecida por cierta categoría de empresas, que se convierten en punto de
referencia y de cohesión de las “redes internacionales” así formadas. Las empresas de los distritos se
organizan en forma vertical para operar a través de economías externas, lo que les permite ser com-
petitivas aun desde su reducida dimensión. En este caso, las relaciones estratégicas que atañen al área
comercial se constituyen usualmente fuera del distrito respectivo y asumen un carácter cada vez más
transnacional. La empresa matriz, en cualquier caso, busca controlar las políticas de comercialización,
a través de formas diversas de gestión asociada que abarcan las filiales ubicadas en diferentes países.

2. Destaquemos que la entrada de nuevos actores, de más allá del distrito y especialmente de otros paí-
ses, puede determinar en este cambios de forma y funcionamiento. Un ejemplo es el de la adquisición
de empresas allí ubicadas por parte de compañías externas, incluso en forma de inversiones directas en
el extranjero (IDE), sobre todo si aquellas son de grandes dimensiones; en este caso puede producirse
un proceso de concentración. Se trata, en esencia, de un proceso –de carácter también internacional–
organizado verticalmente, que puede crear no pocos problemas de interdependencia; por ejemplo, se
hace difícil entender cuáles son las fronteras entre las diversas cadenas o subcadenas, y más aún por el
hecho de que tienen carácter transnacional.
En este caso, el objetivo de la empresa que forma la cadena no es lograr el control accionario de la
mayor parte del ciclo productivo, sino asegurarse el control de una parte y en particular el de la cadena
internacional. Esto lo consigue a través de los flujos de entrada y salida de las IDE en los diversos

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


420
países. Entonces, el perno fundamental de la cadena se ubica en su “centro de gravedad” estratégico,
que en clave internacional equivale a decir el país donde se halla la sede de la empresa matriz.
Para llegar al producto final hay que pasar por una serie de operaciones que requieren, a su vez, de
un número creciente de nuevas producciones (bienes intermedios, suministros materiales y, cada vez
más, recursos inmateriales, embalajes, etcétera). Cada una de estas fases exige la creación de una nueva
cadena, específica, con empresas localizadas en diversos países, cada una de las cuales se ocupa de una
determinada parte del ciclo. Se comprende entonces cuán importante es el “centro” de la cadena, lo
que muchas veces significa el país central, el que está en capacidad de organizar las cadenas intermedias
y donde se cumplen las fases del ciclo productivo con mayor valor agregado.
Resulta interesante analizar el fenómeno de los distritos y cadenas internacionales para seguir la
evolución y el comportamiento del mercado en las últimas décadas, así como para interpretar y repre-
sentar las dinámicas de la “dislocación” de actividades productivas hacia el exterior (principalmente
actividades manufactureras y de los sectores de nuevas tecnologías, sobre todo informáticas).

3. Nuestro país cuenta con una muy fuerte interconexión económico-productiva de distritos indus-
triales. Es sintomático el hecho de que en Italia, la nación de los “enanos gigantes”, de los distritos
industriales tan alabados en todo el mundo, sean hoy –en el contexto de la competencia global de los
grandes oligopolios multinacionales– cada vez más los economistas, los empresarios y los políticos alar-
mados por las dimensiones ridículamente pequeñas de las empresas italianas. Desde los bancos hasta
las asociaciones empresariales, todos piden más integración, mayor “escala”, más centralización de
capitales, y respaldan la transformación de los distritos en auténticas cadenas productivas, integradas
no solo geográficamente, sino también financiera y económicamente.

5.1.3. Las patentes


1. Un poderosísimo instrumento de “garantía jurídica” para las posiciones mono-oligopólicas es el re-
presentado por las patentes. En una sociedad en la que todo está sujeto a patente, el logotipo forma de
tal manera parte de nuestra vida cotidiana que nos parece un símbolo cualquiera, como tantos otros32.
En realidad, tras él se esconde la despiadada guerra entre capitales y un principio de exclusión muy
preciso, garantizado con la fuerza de la ley (incluso internacional). Así, en el ámbito de los acuerdos de
naturaleza tecnológica se hallan siempre presentes los contratos de cesión de licencia (licensing), que
se suscriben contra el pago respectivo y son, en sustancia, concesiones para la explotación temporal de
derechos sobre patentes o marcas, etcétera. Entre estos acuerdos de naturaleza productiva se pueden
citar la subproveeduría, la subcontratación y la coproducción.
Naturalmente, la normativa de las patentes prevé límites teóricos para la apropiación de bienes. Para
devenir en patente, un conocimiento cualquiera debe presentar características de “novedad absoluta”
y “sin evidencia”; esto permite distinguir la invención, como fruto de las capacidades humanas, del
descubrimiento, que puede ser fortuito y se adscribe antes bien a la actividad creadora de la naturaleza,
más que a la de una persona. Por tales razones, una maquinaria puede obtener la patente respectiva,
pero no así una nueva especie botánica descubierta en la naturaleza por algún investigador.
Sin embargo, estos criterios están sujetos a la interpretación de las instituciones que se ocupan de
garantizar la propiedad intelectual y no es raro que sean forzados en beneficio de una salvaje actividad
de apropiación de bienes inmateriales por parte del capital privado (Foray, 2006: 104-105).

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


421
2. La patente, entonces, representa hoy una nueva forma (título) de propiedad privada (inmaterial)
de los medios de producción y de los productos. Ella permite, a la empresa que la detenta, ejercer
su dominio absoluto sobre una idea, sobre un proyecto que queda así protegido por una norma que
prohíbe su libre reproducción. Esto, a su vez, se relaciona con la lógica articulación de un proceso de
formulación estratégica de comunicación nómada desviante, por parte del profit State, que contempla
una acumulación crítica de información, seguida por fases de síntesis operativa y de verificación en
las que se delinea el plan operativo del control social. Se llega así a la puesta en marcha de la estrategia
de control, a través del proceso decisorio de las diversas instituciones –incluso locales– disemina-
das en el territorio. Y con esto, la patente significa dominar y poner en producción (capitalista) la
inteligencia social33.
Finalmente, se arriba a la fase más delicada de todo el esquema, que contempla las modalidades
de comunicación de la estrategia de control que debe ser compartida y asimilada por todo el cuerpo
social, gracias –en particular– al capital intelectual comunicacional, que vehicula el consenso en la
forma de un verdadero dominio de carácter totalitario. La descripción del pensamiento estratégico de
control, que constituirá luego el esqueleto de la actividad de la fábrica social generalizada, viene dada
por la determinación de los objetivos y por la escogencia de unos u otros componentes de la estrategia,
entre las varias alternativas posibles. Todo ello implica una separación estructural entre los sujetos que
se han de involucrar y los niveles institucionales participantes, es decir, las diversas formas –centrales
y locales– en que se presenta el profit State global. De esta manera, si el pensamiento estratégico es
estricta competencia de las instituciones de alto nivel y se convierte, al mismo tiempo, en guía para las
decisiones y las acciones, los planes operativos son casi siempre, en cambio, de naturaleza táctica, e in-
volucran por tanto a las instituciones locales, las secciones del profit State y los subsistemas empresariales
de la fábrica socialmente difundida en el territorio.
El éxito de una estrategia de control social depende no solo de los criterios de formulación y de su
grado de coherencia interna, sino, sobre todo, de los modelos comunicacionales nómadas desviantes
que se seleccionen para la transmisión de todo el plan estratégico de dominio tecnosocial y de su
fuerza de impacto para hacerlo comprender y tornarlo así operativo y eficaz. Es precisamente en este
punto que el control de las patentes permite ejecutar los programas de impacto social para el dominio
del capital.

3. Una comunicación desviante con relevancia estratégica en la sociedad, impulsada especialmente a


través de la empresa socialmente difundida en el sistema territorial, no puede dejar de tomar en cuenta
la biunivocidad de los mensajes, del intercambio recíproco de flujos comunicacionales, en el doble
sentido territorio-empresa y empresa-territorio.
Comunicar una estrategia de control social a través del control de la patentabilidad, presupone la
consumación del proceso decisorio por parte de la fábrica social generalizada, en la que se mantiene
separada la fase de síntesis y verificación informativa, que tiene por objetivo el definir los programas de
impacto social, de aquella otra que está en cambio más directamente dirigida al momento práctico del
sometimiento coercitivo a los ideales-fuerza de la cultura empresarial. En este segundo nivel se ubica el
control de la inteligencia social a través de las patentes, las marcas de fábrica y el copyright.
Los procesos, las técnicas, los instrumentos, los flujos informativos y de planificación estratégica
del control, de la inteligencia y la creatividad social, los programas operativos y los sistemas de control

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


422
social en su conjunto, son recursos del lenguaje del profit State global, que se transforma en comu-
nicación nómada estratégica desviante generalizada, momento irrenunciable para el desarrollo y la
consolidación de la acumulación flexible a través del capital intangible, que se explicita en un sistema
mundializado, en red, cuyo control estimula los apetitos de las más grandes multinacionales. Al con-
centrar enormes masas de capital, los oligopolios pueden permitirse costosísimos centros de investiga-
ción para desarrollar nuevas tecnologías e inventar nuevos productos. El capital menor, que no tiene
la fuerza para competir, o sucumbe o se hace incorporar. Si el oligopolio reduce de hecho al mínimo la
competencia (y mediante acuerdos cartelizados puede reducirla por completo), jurídicamente, gracias
a la patente, excluye a toda la humanidad del libre usufructo del producto de ese intelecto general, que
es privatizado y capitalizado.
El bloqueo del libre acceso a la tecnología patentada (que aplica también para los otros capita-
les) comporta una ulterior reducción de la competencia, cuya ausencia aleja los tiempos de reparto
equitativo de la tasa de ganancia y preserva posiciones de privilegio que permiten incluso reducir
los estímulos para la producción de nuevas tecnologías (de hecho, estas solo se introducen cuando los
oligopolios compiten fuertemente entre sí o cuando han saturado el comercio).

6. No solo Estados Unidos: el Europolo en la competencia global

1. ¿Qué es la globalización? Si nos atenemos a la ideología oficial, es un complejo proceso de univer-


salización de los intercambios comerciales, culturales y cognitivos, provocado por la universalidad
del capital que, gracias a la new economy y a las nuevas tecnologías, puede “navegar” por el mundo
sin naves, sin aviones, sin “transportistas humanos”, en virtud de una red informática que favorece
enormemente el desplazamiento. Los capitales, las mercancías, los hombres, serían como nunca libres
de andar a sus anchas por un mundo sin fronteras. Primera acotación a la fábula: si las mercancías y
los capitales son mayoritariamente libres, los hombres no lo son en absoluto (a menos que sean turistas
derrochadores u hombres de negocios). De aceptarse ese modelo descriptivo de la globalización, esta
asumiría el semblante de una etapa del largo y obligado proceso de la evolución histórico-social lineal,
del que es campeón tanto pensamiento europeo, y el término mismo adoptaría una connotación de
“neutralidad”. Es evidente que no es así.

2. Los elementos a partir de los cuales podría redeterminarse el mapa de las nuevas dinámicas geoeco-
nómicas y productivas en el plano internacional, pueden identificarse a partir de un correcto análisis
de la fase evolutiva de los diversos sistemas capitalistas y de las modalidades de desarrollo de los polos
internacionales, aun si parece claro que en los tres mayores (Estados Unidos, Unión Europea y Japón)
esas modalidades difieren, como ya hemos visto34.
La reflexión necesaria para la reapertura de un debate sobre los procesos de transformación de la
economía y de la sociedad debe partir de una primera fase de estudio, de profundización científica,
que consiste en clasificar la geoeconomía internacional del capital, las características de cada polo y de
sus áreas de influencia, para así llegar a identificar la forma que espacialmente asumen la distribución
y la interdependencia de la actividad capitalista. Es por eso que en este análisis se procura indagar en el

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


423
fenómeno de la globalización o, mejor dicho, de la competencia global, a partir de la organización, de
la estructura y del papel que desempeñan Estados Unidos y la Unión Europea como polos geoeconó-
micos –aun si contrapuestos uno al otro–, y al mismo tiempo controlar los objetivos autonómicos del
polo asiático que se va configurando en torno al eje de China, Japón y la India, considerando también
las variables de Rusia e Irán.
La competencia global caracteriza esta nueva fase del capitalismo, que podemos resumir como
competencia y crecimiento sin desarrollo, sin expansión del empleo; a largo plazo, además, se traduce
puntualmente en “empobrecimiento absoluto”, al imponer la transformación de las clases trabajadoras
y las capas medias en sectores cada vez más marginados de la sociedad. Este fenómeno se asocia al
desarrollo de las nuevas tecnologías, sobre todo las informáticas y telemáticas, que hacen posible el
aumento de la productividad, la caída del empleo y los procesos de dislocación, en tanto que nos
encontramos en un contexto productivo cada vez menos ligado al puesto físico y al territorio.

3. Para poder reflexionar, estudiar y actuar, es absolutamente necesario entender e interpretar el he-
cho de que la nueva fase de desarrollo capitalista35 se define en torno a la centralidad del dominio
internacional; dominio determinado a través de los roles que ejercen nuevos sujetos económicos del
capital, sujetos económicos multinacionales y sujetos-país o, mejor, sujetos-polo, áreas de influencia
bien delineadas (área del dólar para el polo Estados Unidos, área del euro para el polo Unión Europea,
área yen asiática, etcétera).
Es a partir de esa lectura que se pueden interpretar correctamente los fenómenos fundamentales del
proceso de transformación, que han llevado a una redistribución territorial del dominio internacional
en general. Vale decir, a partir de algunas características que han asumido las dinámicas de desarrollo
–en sus diversas modalidades– vinculadas con una relación capital-trabajo que está siempre dirigida
al control social interno, en cada país capitalista, y al enfrentamiento externo por la determinación
del dominio global, mediante la expansión de las áreas de influencia geoeconómica de los tres grandes
bloques internacionales36.
La redistribución territorial del dominio no está determinada por una simple descentralización
del capital, ni se produce exclusivamente por la valorización de recursos locales, sino que se debe ante
todo a los intensos procesos de reestructuración del capitalismo, que, al buscar la competitividad en
el plano internacional, logra la eficiencia a partir de la imposición de una fuerte movilidad espacial y
sectorial de la fuerza de trabajo, así como mediante la diversificación de los proyectos de flexibilización
del trabajo y del salario.

4. Un elemento en discusión, en los últimos tiempos, es el nivel de crecimiento que alcanzan las
economías nacionales. Entre tanto, parece existir consenso en torno a varios puntos: la economía
marcha mejor en Estados Unidos que en Europa; las nuevas tecnologías de la información son el sector
productivo estratégico para las próximas décadas; la economía europea encuentra uno de sus mayores
problemas en la falta de flexibilidad del mercado de trabajo. ¿Será cierto todo eso? Vayamos en orden.
A partir de los años sesenta, la Comunidad Europea empezó a crecer más que la economía nor-
teamericana. Entre 1960 y 1969, la economía de los cuatro principales países europeos (Alemania,
Francia, Gran Bretaña e Italia) creció más de 1,3% al año; entre 1970 y 1979, más de 3,9% anual; en
la década 1980-1989, más de 2,1% al año. Pero desde 1992, la economía estadounidense creció cada

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año (excepto en 1995) más que la de los principales integrantes de la Unión Europea. La evolución
de los años noventa contrasta, pues, con lo que parecía una norma, y de allí se deriva el “complejo de
inferioridad” de los líderes europeos. La economía norteamericana crece más que la de Eurolandia. Eso
es un dato indiscutible. Pero su mayor crecimiento se basa en tres elementos: la venta de automóviles
y electrodomésticos, la venta de computadoras y software y el consumo de productos importados;
todo ello sostenido, sin embargo, en una forma de la economía de guerra: el keynesismo bélico. Por
tanto, el mayor crecimiento de Estados Unidos se basa en el consumo de bienes duraderos por parte
de las familias y las empresas, en particular el de automóviles, computadoras y software, además de
tecnologías avanzadas. Este consumo se efectúa –en mayor medida que en Europa– a crédito: crédito
a las familias, crédito a las empresas y crédito al exterior.
Sin embargo, parece que los europeos se han dado cuenta del filón encontrado y explotado por
Estados Unidos, donde software y electrónica se han transformado en el producto comercial guía, el
segundo motor (después de los automóviles) que mueve la economía. Pero no como lo cuentan los
medios de comunicación (el comercio electrónico, el trabajo vía Internet, etcétera), sino porque se
trata de un producto caro que se renueva continuamente; un producto que, junto con el automóvil, es
la auténtica novedad de la sociedad de los consumos y que está muy ligado a la industria militar, con
lo cual sostiene, de hecho, la economía de guerra.
Si nuestra sociedad, en lugar de cambiar de automóvil y computadora cada tres o cuatro años, lo
hiciera cada diez, provocaría una catástrofe económica. ¡Eso es el capitalismo! Una economía drogada,
además, en cuanto se refiere al sostenimiento de la demanda que se deriva del keynesismo militar, ya
que el de las nuevas tecnologías es justamente el sector que dispara e impulsa todos aquellos que dan
fuerza a la economía de guerra.

5. Por lo demás, resta el problema de la distribución de ese mayor crecimiento. En efecto, Estados
Unidos crece, pero reparte muy mal los beneficios de un crecimiento que se alimenta del producto
del trabajo del resto de los países. Así, su nivel de endeudamiento interno es ya muy elevado; en
consecuencia, la carga de la deuda puede representar a breve plazo un peso insoportable para esta
economía.
Los ingresos de Estados Unidos por venta de tecnología superan los de la Unión Europea y Japón
juntos. En 1994, Estados Unidos tenía una balanza comercial tecnológica excedentaria por un valor
de 17.000 millones de dólares, mientras la de Japón presentaba un surplus de solo 900 millones, y la
de Alemania, Francia e Italia era negativa. El saldo de la balanza tecnológica de los cuatro principales
países de la Unión Europea era negativo por un valor de 3.300 millones de dólares y el de Eurolandia,
por 5.500 millones de dólares (la deuda de España, por otra parte, es la segunda más grande, tras la
de Alemania)37.
Es en estas actividades que la famosa “flexibilidad” de la economía norteamericana supera en larga
medida a la europea. Pero cuidado: no se trata de la tan loada “flexibilidad laboral”, panacea universal
para los males del capital, que un día sí y otro también prescriben los patrones de la economía y la
política. Por el contrario, la flexibilidad de la economía norteamericana se halla sobre todo en el
financiamiento y en la producción de innovaciones, es decir, en el sistema financiero y en las empresas.
En Estados Unidos el capital está habituado a asumir mayores riesgos que en Europa y, por tanto,
la creación de nuevas empresas en sectores emergentes es mucho más fácil y dinámica que en nuestro

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


425
continente, donde un nuevo sector productivo solo se implanta si cuenta directa e indirectamente con
el apoyo del sector público.
De tal manera, Estados Unidos ha sabido mantener su supremacía tecnológica mediante la in-
versión en investigación: entre 1988 y 1997 destinó a ese fin más de 1.668.000 millones de dólares,
mientras que la “banda de los cuatro” europeos solo invirtió, en conjunto, 928.000 millones. Además,
el esfuerzo inversionista de Estados Unidos (el peso del gasto en I + D en relación con el PIB) es mayor
y más constante que en Europa: en el trienio 1989-1991 gastó por ese concepto 2,7 dólares por cada
100 producidos, y los cuatro principales de la Unión Europea, 2,2. Pero en el trienio 1995-1997, Esta-
dos Unidos mantenía su gasto en 2,7 dólares sobre 100, mientras que Alemania, Francia, Gran Bretaña
e Italia habían reducido su participación ponderada a solo 1,9 dólares por cada 100 de valor agregado.
En el trienio 1998-2001 y entre 2002 y 2004, Estados Unidos bajó a 2,6% y los cuatro grandes países
europeos se mantuvieron en 1,9%. Este es un aspecto relevante de la economía de guerra, ya que en
Estados Unidos las inversiones en I + D están dirigidas, in primis, a objetivos militares y solo luego, en se-
gundo lugar, reportan beneficios a los sectores de la economía civil.

6. Aparentemente, el crecimiento de Estados Unidos genera más puestos de trabajo que el de Europa.
Pero no todo es tan claro, aun si los medios de comunicación al servicio de la ocupación a bajo costo
se valen cada vez más de oscuros mistificadores. En primer lugar, el desempleo se mide de diferente
manera en los distintos países y, de hecho, la desocupación real en Estados Unidos se sitúa en torno a
10%, no muy distante de la media europea.
¿Y todo eso a qué costo? El sistema social norteamericano incluye, como una característica es-
tructural, el racismo, que actúa como el sistema de castas en la India. Mientras en Europa una parte
sustancial de los jóvenes blancos están desempleados, en Estados Unidos los jóvenes blancos mayo-
ritariamente trabajan. Son los negros e hispanos quienes no encuentran ocupación laboral, pero en
el sistema social norteamericano esto no es un problema económico, es un problema social. De esta
manera, la depresión económica se limita oficialmente a las escasas zonas del país donde los blancos se
han quedado sin trabajo como consecuencia de la crisis industrial.
En general, desde el punto de vista laboral, ese sistema económico se caracteriza por el hecho de
que no le permite, a unos cuantos millones de personas, huir de la pobreza a través del trabajo; pero no
porque no lo tengan, sino porque la remuneración es excesivamente baja. La posible respuesta social
se diluye en un sistema represivo que mantiene a más de un millón de ciudadanos en prisión y a cinco
millones bajo libertad condicional o vigilada.
No es en el terreno del empleo que toma Estados Unidos ventaja, sino en el de la producción de
ganancias para el capital, sostenidas directa o indirectamente por la economía de guerra.

7. La ventaja de la economía norteamericana sobre la europea radica en tres factores: el dominio


tecnológico; la flexibilidad del sistema crediticio, que favorece una más rápida introducción de inno-
vaciones en el sistema productivo y posibilita un mayor nivel de consumo a crédito; y una clase obrera
controlada y fragmentada, de manera tal que junto a sectores fuertemente regulados (autos, minería,
construcción, transporte), hay otros, y en particular los que producen bienes de consumo obrero
(textil, alimentación, servicios a las familias), que se alimentan de un flujo permanente de inmigrantes
que mantiene bajos los salarios y alta la jornada de trabajo; es decir: elevada explotación a bajos precios.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


426
El sistema tecnológico europeo no logra articular la inversión pública y privada con la misma
eficiencia que el norteamericano, en el que el gasto público en innovaciones (desde la máquina-herra-
mienta con control numérico hasta Internet, pasando por las computadoras y los motores a reacción)
se ejecuta en empresas privadas y se transforma rápidamente en bienes de consumo privado. El sistema
económico europeo tiene en la rigidez financiera su principal debilidad, como tantas veces se pone en
evidencia en muchos trabajos de J. Arriola (véase, entre otros, Arriola, Vasapollo 2004 y 2005).
En la Unión Europea, son sujetos de crédito solamente los ciudadanos con trabajo y las empresas
activas y con utilidades; se debe dar previamente prueba de la renta percibida para acceder al crédito,
sea para el consumo o la acumulación, mientras en Estados Unidos el sistema financiero actúa con
mayor soltura ante la expectativa de ganancias y rentas futuras. El sistema laboral europeo, que garanti-
za una cierta correspondencia entre productividad y salarios, no permite alimentar los beneficios de la
simple explotación del trabajo en sectores de baja productividad y bajos salarios, o al menos no de
manera comparable a como ocurre en la economía norteamericana.
Sin embargo, entre los gobernantes de la Unión Europea no hay sino una propuesta consensual
en materia de flexibilización: la llamada “del mercado de trabajo”. Por lo cual no cabe duda alguna
de hacia dónde va la “tercera vía” dominante en Europa: se quiere hacer recaer sobre los trabajadores
aquello que los gobernantes son incapaces de pedir a las empresas y al sector público. Con una dificul-
tad adicional: en Europa no hay suficientes ciudadanos negros e hispanos (los árabes son “extranjeros”)
como para imitar el modelo norteamericano.

8. La construcción de la Europa monetaria y los problemas económicos y sociales a ella conectados


han venido a coincidir con la crisis asiática38. La economía internacional ha sido profundamente
marcada por los efectos de la grave crisis financiera repentinamente desatada en el sudeste asiático. La
turbulencia de los mercados de cambio, iniciada con la devaluación del bath tailandés, se transmitió
rápidamente a Filipinas, Indonesia y Malasia, con repercusiones incluso en las más robustas economías
de la región, y determinó una oleada de devaluaciones, de caídas de las bolsas locales y de quiebras
bancarias. La difusión de la crisis, de Tailandia a las otras economías de la región, puso en evidencia
cómo mercados financieros fuertemente integrados y reactivos, si bien pueden favorecer la eficiente
asignación de los recursos, potencian, por otra parte, los riesgos de contagio entre países que en larga
medida comparten factores de desequilibrio. La experiencia del Asia suroriental sacó a la luz, además,
la estrecha interacción entre las crisis bancaria y de divisas y la globalización financiera, en un contexto
posfordista caracterizado por políticas monetarias restrictivas que tienen fuertes consecuencias en el
plano internacional, signado por la ruptura de los equilibrios precedentes.
En efecto, la desintegración de la Unión Soviética y el final del bipolarismo dejaron con vida una
sola superpotencia, Estados Unidos, y en añadidura ofrecieron al modelo de capitalismo norteame-
ricano la tentación de interpretar el fin de las ideologías contrapuestas como una autorización para
imponer su fuerza económica y política, en un contexto acentuado de “capitalismo salvaje”, en la
certeza de su propia superioridad financiera y tecnológica.

9. Por esas razones, la Europa de Maastricht fue pensada como una alternativa a la globalización
salvaje practicada por Estados Unidos, de manera de contraponerle otro polo geoeconómico inter-
nacional que, en las intenciones, habría debido tener una formulación económico-social más propia

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


427
de un capitalismo moderado y temperado. Gracias a este proceso de internacionalización económica,
comercial y financiera, el peso económico y comercial de Europa debe poder confrontarse con el de
Estados Unidos y el del polo asiático, lo que conducirá a un gran giro de carácter “pluripolar” en las
relaciones del mercado mundial, con diversas configuraciones geopolíticas y geoeconómicas para los
nuevos bloques económicos subregionales.
Los tres polos geoeconómicos están ya prácticamente constituidos, pero la confrontación entre ellos
es todavía difícil39. El coloso americano extrae de su propia fuerza interna y de su hegemonía política
una posición de primacía que le permite amortiguar, con gran facilidad, los efectos desestabilizadores
que sus mismas políticas van produciendo en lo interno y en lo externo, mediante el rol y el “juego”
de los mercados financieros. El polo asiático ha perdido el papel de guía que cumplía Japón y paga
las consecuencias de la pronunciada debilidad provocada por la reciente crisis, pero puede contar
con todo un entramado de intereses que abarca el eje ruso-chino-indio y, con referencias todavía
estratégicas, también al Japón. Esto puede conducir a una política exterior y una política económica
centralizadas.
En cambio, para Europa es necesario impulsar un proceso que la lleve a adquirir, a través de pro-
fundas transformaciones, las características de una verdadera “economía continental”, con una plani-
ficación política unívoca40.

10. A este respecto es bueno recordar que el proceso de integración europea tuvo su inicio a fines de los
años cincuenta y que desde un comienzo fue manejado como un intento de resolver la crisis posterior
a la Segunda Guerra Mundial.
Los países europeos lograron reconstruir una economía de buen nivel, muchas veces en compe-
tencia con Estados Unidos, que inicialmente fue también promotor de la integración europea. De
la indispensable necesidad de formar una unión monetaria se mostraron más convencidos los países
miembros tras el otoño de 1992, cuando vieron su primer intento, iniciado en 1978, temporalmente
destruido por la crisis financiera que repercutió en todo el contexto internacional.
Las hipótesis iniciales suponían que a través de la Unión Monetaria podría Europa gobernar su
propia demanda interna, como lo ha hecho desde siempre Estados Unidos, mediante una integración
capaz de optimizar los mejores desempeños económicos nacionales, explotar el nivel continental y
limitar el poder de Alemania.
Pero la referencia casi obsesiva al modelo alemán, presente por completo en las hipótesis de Maas-
tricht, es equivocada: Alemania ya no es una superpotencia. La antigua RDA se ha revelado un recurso
difícilmente administrable para el modelo y los procesos capitalistas alemanes. La Alemania unida
surgió acrecentada en población y territorio con respecto a la vieja República Federal, pero más débil
en términos de equilibrios políticos, estructura económica, capacidad de gobernarse a sí misma y de
ejercer una influencia internacional en clave de hegemonía geoeconómica.
Esa influencia internacional con miras hegemónicas de bloque económico, en particular sobre el
centro-oriente europeo, debe entonces asumirla el polo geoeconómico de la Unión Europea, bajo el
nombre de “ampliación”, es decir, de anexión a la Unión Europea de los países del antiguo bloque socia-
lista. El término ampliación es muy genérico y lleva a agudizar la competencia y los contrastes entre los
países que quisieran ingresar a la Unión y aquellos más poderosos que ya la integran. Dentro de esta,
los países más grandes buscan territorios de expansión económica y política en el área centro-oriental,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


428
siguiendo así prioridades geopolíticas e inclinaciones históricas y culturales, pero siempre con una
fuerte determinación a afirmar el nuevo polo europeo con carácter geoeconómico internacional.
A la luz del proyecto euro, geopolíticamente dirigido a identificar una primera Europa en tor-
no al núcleo franco-alemán, las hipótesis de la ampliación corresponden a la extensión hacia el este
de la esfera de influencia geoeconómica europea, para tener bajo control una región potencialmen-
te inestable y utilizar sus recursos, comenzando por el bajo costo de un trabajo con buen nivel de
especialización.
Desde la perspectiva del polo geoeconómico europeo, es preciso garantizar a los países más fuertes
y estables la seguridad de que no serán perennemente puestos en jaque por los más pequeños o más
reticentes, desde el momento en que estos son eslabones débiles del “capitalismo europeo”. En ese
sentido, la ampliación llevará a construir tres europas: la del núcleo fuerte, la de los restantes miembros
actuales de la Unión Europea no admitidos en el euro y la de los antiguos países socialistas. Parece en
particular evidente que la integración de estos últimos en la Unión Europea, y hasta en la Organización
del Tratado Atlántico Norte (OTAN), está dirigida contra Rusia, con el propósito de empujar a la
antaño gran potencia euroasiática hacia Asia, lo que potencialmente favorecería el reforzamiento del
nuevo polo asiático con un elemento importante. El único sentido de la doble ampliación es fracturar
la federación rusa y así liquidar para siempre el poderío de Moscú y expandir los confines del polo
geoeconómico europeo hasta los Urales. Pero eso será difícil mientras no se alcance la unidad política
en torno a una verdadera estrategia occidental europea. Por el momento, ese vacío geopolítico produce
una alianza germano-británica, en la que los alemanes están interesados en ampliar el área del euro
para difundir hacia el este sus intereses económicos y de seguridad, y los ingleses esperan que esa
“ampliación” liquide de una buena vez toda aspiración a la unidad política europea.

11. En un período en que la economía estadounidense ha seguido su propia expansión, muchas veces
forzada y drogada, la voluntad de la Unión Europea de erigirse en polo antagónico al de Estados
Unidos tiende netamente a agudizar la guerra económica entre ambos bloques, y así lo confirman las
crisis que han golpeado el área balcánica y el área medio-oriental. En Europa, en particular, la inversión
directa ha mostrado una fortísima aceleración desde mediados de los años ochenta, en concomitancia
con el arranque del proceso de integración económica puesto en marcha por el mercado único, con
una finalidad marcadamente competitiva en relación con Estados Unidos.
El creciente papel de la Unión Europea está determinado no solo por la constitución de la Unión
Monetaria, sino también por la fortísima aceleración de la inversión productiva, que, a diferencia
del pasado, se orienta cada vez más hacia los países europeos de la antigua área socialista (los cuales,
junto con los de la cuenca mediterránea, constituyen las zonas de efectiva competencia europea). Ello
representa asimismo el motivo de la ampliación política-económica, incluso de Italia hacia el este, que
se ha concretado particularmente en los últimos diez años.
Todos los fenómenos conectados con la mundialización financiera son soporte del proyecto de la
Unión Europea, tal como se está construyendo. Al mismo tiempo, el contexto de la situación económi-
ca y social que se está configurando a nivel mundial hace crecer el rechazo estadounidense a la Unión
Europea.
Se ha tomado conciencia, especialmente por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña, de que es
tiempo de ver una Europa cada vez más en crisis, ya que este gran mercado puede ofrecer perspectivas

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


429
de desarrollo neoliberal alternativas al polo geoeconómico anglosajón, que en las áreas de Europa
centro-oriental, África mediterránea y muchos países del Asia central, cuenta con cada vez menos voces
de respaldo.
El euro se inscribe en una lógica mercantilista, ya que busca crear un bloque regional europeo capaz
de competir con Estados Unidos y Japón, aun cuando supuestamente la globalización significa, en
cambio, apertura de mercados y fronteras.
Basta ver, por ejemplo, la Cumbre de Río –concluida tras la guerra de la OTAN contra Yugoslavia–,
en la cual plantó la Unión Europea las bases para la creación de un área transatlántica de libre comercio
con la América Latina, sin Estados Unidos, y más bien en abierta contraposición al Área de Libre Co-
mercio de las Américas (ALCA), el contendiente interamericano. La Cumbre de Río tuvo el declarado
objetivo de contrarrestar, a un nivel económico internacional, la hegemonía del bloque geoeconómico
estadounidense en el área latinoamericana, en un contexto en el que las exportaciones de Estados Uni-
dos son tres veces mayores que las de la Unión Europea (para no hablar de los movimientos de capital),
pero en el que esa supremacía no es ya incontrastable ni en el plano comercial ni en el de las inversiones.
Por no mencionar los continuos choques económico-productivos de estos últimos diez años, que
son el resultado de una guerra por la hegemonía económica, entre el polo Estados Unidos y el polo
Unión Europea, que se torna cada día más explícita y frontal en todas las áreas del planeta. Y el choque
se hará todavía más duro y favorable a la Unión Europea si el euro logra tener el tiempo y la oportu-
nidad para fortalecerse como divisa de referencia internacional. El impacto del euro en las relaciones
internacionales puede tener, ciertamente, efectos disruptivos en los actuales esquemas y equilibrios
internacionales, a pesar de las ambigüedades y limitaciones –de carácter interno, especialmente– que
se manifiestan en la Unión Europea.

12. A la debilidad política se suma una impresionante debilidad social, impuesta por los vínculos
monetaristas de la Europa de Maastricht y de Ámsterdam. Tal como ha sido construida, Europa con-
tribuye a debilitar la acción político-social de dos maneras diferentes. En primer lugar, por vía del
equilibrio de fuerzas en curso; desde hace más de veinte años, los países integrantes se pusieron de
acuerdo para establecer una moneda única, pero se niegan a poner en marcha una acción pública eficaz
para dar respuesta a las decisiones y necesidades reales de la sociedad.
Se escoge la vía de las privatizaciones, que es mucho más fácil que la de impulsar y aprobar reformas
para construir un sistema público eficiente, capaz de mejorar también las formas de la democracia
económica y política representativa41.
De hecho, es evidente que desde la firma del tratado de Maastricht la desocupación no deja de
aumentar, el crecimiento económico se estanca, el Estado social está en crisis por doquier. La calidad
de vida ha disminuido y la legitimidad de las decisiones político-económicas –comenzando por las de
Italia– es puesta en discusión, sin que se entrevea una nueva y unívoca línea económica y político-social
europea. Los criterios de convergencia de la Unión Monetaria, inscritos en el tratado de Maastricht,
tienen como objetivo principal la estabilidad monetaria, son fruto de una política monetarista y neo-
liberal que tiene por meta central la tasa inflacionaria, y apuntan por tanto a la estabilidad financiera a
través de la reducción de los déficit públicos de los diversos países.
Hay, pues, mucho de cierto en la tesis europeísta-monetarista del vínculo externo, que ya desde el
tratado de Maastricht ha impuesto el camino único de las privatizaciones, de las políticas monetaristas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


430
y de la reforma estructural del welfare State. Se siguen pidiendo a los ciudadanos fuertes sacrificios en
aras de un vínculo externo y no en nombre de sus intereses, ni para satisfacer mejor sus necesidades de
trabajo, de ingreso, de protección social. El vínculo externo mina la legitimidad y la autoridad política
y económica de cada país en singular, ya que, si la sede de las decisiones está en un lugar muchas
veces incontrolable y no democráticamente electo (véanse los varios organismos internacionales), no
se entiende, a la larga, cuál es la función del Gobierno y del Parlamento europeo, la función misma de
la unidad europea42.

13. De este análisis se desprende claramente que la mayor parte de los países de la Unión Europea se ve
obligada a adecuar sus situaciones económicas internas, de gran diversidad, a los parámetros de Maas-
tricht. Todo ello en una desesperada carrera a la germanización, enmascarada apenas por la esperanza
de una europeización de la superpotencia alemana, que provoca en la Unión Europea turbulencias e
inestabilidades internas y que determina, en el duro conflicto entre las diversas economías capitalistas,
la profundización del desarrollo desigual de los países europeos. La liberalización de los intercambios,
junto con la desregulación y el desmantelamiento de la legislación tutelar del salario, ha permitido a
los grupos multinacionales explotar mejor y simultáneamente las ventajas de la libre circulación de
mercancías y de las fuertes disparidades entre los países, las regiones y las localidades situadas dentro
del mismo mercado único europeo.
Más allá de los conflictos de intereses, la Europa del euro es una escogencia propia de la lógica
geoeconómica polar y divisionista, que se rige por los principios de la globalización financiera y la
competencia global.
El gran mercado continental asegura a los grupos económico-financieros de las multinacionales
una total libertad de escogencia, entre los diferentes ajustes posibles en la combinación de factores
productivos, para llevar adelante una producción integrada a nivel internacional, con rasgos propios
de competencia oligopólica.
Por tal razón, la Unión Europea transita actualmente el paso de la consolidación a la afirmación
definitiva de un verdadero bloque económico autónomo y experimenta la contradicción interna de un
desarrollo desigual y basado en modalidades diversas. Pero la suerte del euro está fuertemente condi-
cionada por el contexto externo, sea que se trate de los mercados financieros del mundo o de la política
monetaria de Estados Unidos. La hipótesis “euro” sigue tomando consistencia y perfilándose como
instrumento de guerra comercial y, por tanto, Estados Unidos sigue haciendo cuanto está en sus manos
por sofocarla. Para los estadounidenses, la mejor Europa posible es una suficientemente unida, pero
bajo su dominio. En consecuencia, toman medidas para que esté lo suficientemente desunida como
para impedir su afirmación como superpotencia competidora. Estados Unidos teme hoy más que ayer,
pues, una moneda destinada a favorecer con el tiempo las exportaciones europeas y a amenazar el
rango del billete verde como divisa de reserva mundial. La situación que se perfila es la de un verdadero
cambio de fase económica, de fuertes rasgos conflictivos, entre Estados Unidos y la Unión Europea.
He allí por qué el precedente análisis partió de la identificación de las modalidades del desarrollo en
Europa y tomó como central la fenomenología de la competencia Estados Unidos-Unión Europea,
con referencia siempre al conflicto capital-trabajo.

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


431
­— notas —

1 La ideología del “fin de la historia” no está representada únicamente por la variante radical de un Fukuyama (2003). Con cons-

trucciones lingüísticas y conceptuales más finas y elaboradas, es compartida también por muchos intelectuales de izquierda
que, tras el fracaso de los sistemas comunistas del este, se convirtieron a la economía de mercado y adoptaron las ideologías
liberales sin ningún enfoque crítico, salvo quizá aderezarlas con salsa welfarística. Sobre el tema de la globalización y del pro-
yecto de dominio imperialista, véanse los muchos trabajos de Esteban Morales, en particular sobre el papel de Estados Unidos,
a los que se hará referencia en este capítulo y los sucesivos, cuando se analizarán de manera específica los aspectos histórico-
político-económicos del imperialismo norteamericano.

2 Tal “predicción y descubrimiento científico” le es reconocido a Marx incluso por un fiero pero agudo y honesto opositor, Mark

Blaug (1995).

3 Es preciso destacar, sin embargo, cómo la socialización se conforma según los parámetros capitalistas.

4 Véase a este respecto Morales (2004b).

5 Se recuerda aquí de paso que, según la clasificación “tradicional” de las diversas tipologías de mercado, este se divide en: a)

competitivo; b) de competencia monopólica; c) oligopolio; y d) monopolio. Los tipos b) y c) son a su vez llamados “de compe-
tencia imperfecta”.

6 Sobre la construcción teórica y el desarrollo histórico-político-económico del imperialismo, cfr. Vasapollo, Casadio, Petras, Vel-

tmeyer (2004); Galarza, Jaffe, Vasapollo (2005).

7 Liodakis (2005), en una interesante intervención en materia de globalización e imperialismo, sostiene que algunas tesis leni-

nistas y algunas de sus formulaciones metodológicas están superadas. Critica, por ejemplo, el énfasis excesivo en la esfera
de la circulación, mientras se menosprecia la productiva, así como la atención preferencial a los problemas vinculados con las
rivalidades interestatales, que dejaría en segundo plano la conflictividad fundamental entre capital y trabajo.

8 Concordamos con lo que escribe Liodakis (2005: 353): “Si bien el monopolio no es un fenómeno nuevo, el estadio monopólico

y la ulterior monopolización del capitalismo contemporáneo serían concebidos como fases particulares en el proceso de con-
centración y centralización del capital, y no como una negación de la competencia, como lo han hecho algunos neomarxistas
en el pasado. La competencia, así lo subrayó Marx, es la interacción recíproca de muchos capitales y es una característica
inmanente del modo de producción capitalista. En cuanto tal, sigue siendo una característica dominante del capitalismo con-
temporáneo”.

9 El término “globalización”, a menos que se le considere como un simple nombre, no es confiable. Galbraith afirma que se trata

de una invención estadounidense para enmascarar su política de penetración en el exterior. James Petras (2003), en su reciente
libro, es todavía más explícito. Según su punto de vista, no estamos frente a una globalización simétrica, sino ante una auténti-
ca forma de imperialismo que, en sus últimas variantes, asume rasgos neocolonialistas. Es de subrayar que Petras, a diferencia
de muchos intelectuales, incluso de la izquierda radical, sostiene que, aparte de Estados Unidos, son también de naturaleza
imperialista otras dos entidades geopolíticas-económicas: Europa y Japón. Léase con provecho todo el primer capítulo del ya
citado texto. Tales tesis son, por otra parte, coincidentes con cuanto venimos afirmando desde hace años (Vasapollo, Casadio,
Petras, Veltmeyer 2004; Arriola, Vasapollo 2004; Casadio, Petras, Vasapollo 2003).

10 Sobre estas políticas escribe desde hace años Chomsky, quien se interesa especialmente por Estados Unidos. Léanse con pro-

vecho al menos algunos de los libros de su infinita bibliografía (1999; 2002a; 2002b; 2003; y Chomsky, Herman, 2005; 2006).
Instructivo a este respecto es también el ya citado Petras (2003), quien reporta algunos ejemplos tópicos acerca de cómo la
política y los potentados económicos actúan de común acuerdo y de cuáles instrumentos se sirven (desde los servicios secretos
hasta las fundaciones de beneficencia –cfr., por ejemplo, pp. 41-46, sobre los estrechos vínculos entre la Fundación Ford y la
CIA– y, hoy por hoy, incluso de las ONG).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


432
11 Borón (1995).

12 Cfr. Lenin (1974: 52-54).

13 Cfr. Lenin (1974: 59).

14 Cfr. Lenin (1974: 112).

15 Cfr. Lenin (1974: 113).

16 Sobre estos temas, cfr. Vasapollo, Casadio, Petras, Veltmeyer (2004); Vasapollo, Jaffe, Galarza (2005).

17 Para profundizar a este respecto, cfr. Borón en la bibliografía final.

18 Permítasenos hacer notar que también la religión –al menos la oficial– tiene en esto un papel fundamental. Sin embargo, no

deja de ser cierto que la religión, en momentos de crisis, de turbulencia generalizada, puede asumir funciones distintas a las de
sustentación del poder constituido e, incluso, convertirse en arma de los pobres y los oprimidos (piénsense en Fray Dolcino***
o, en general, en la teología de la liberación). A este respecto, Carlo (2000: 271 ss.) habla de “religiones desviantes” o “dis-
funcionales”, pero como excepción ante aquellas oficiales, conservadoras, dominantes.

19 Una oligarquía transnacional que ha comenzado, desde hace algunas décadas, a crear y perfeccionar sus propios canales de

gobierno global, con miras a dictar la agenda de las políticas económicas de Estados tanto dominados como dominantes. Es
en referencia a esto que algunos autores hablan de transnational capitalist state (Robinson, Harris, 2000; Cammak, 2003). Una
extremización de esta tesis, en nuestra opinión no fundamentada en un estudio profundo y coherente de la actual estructura
capitalista, es Hardt, Negri (2001). Para un interesante estudio, en cambio, sobre la nueva clase social (capitalista) transnacional,
cfr. Sklair (2001).

20 Cfr. Lenin (1974: 127-129).

21 Cfr. Lenin (1974: 150).

22 Cfr. Lenin (1974: 161).

23 Cfr. Hobsbawm (1987: 21-22).

24 Cfr. Hobsbawm (1987: 50-53).

25 Cfr. Hobsbawm (1987: 54-55).

26 Cfr. Hobsbawm (1987: 59-60).

27 Cfr. Vasapollo, Jaffe, Galarza (2005).

28 Para una profundización y análisis de los datos respectivos, cfr., por ejemplo, Martufi, Vasapollo (2000a); Arriola, Vasapollo

(2004; 2005).

29 En la tradición marxista se ha utilizado siempre el término monopolio en su acepción no técnica. Aquí utilizaremos el concepto

de oligopolio, que nos parece más cercano a la realidad. Eso no significa que en determinados sectores y en algunos períodos
históricos no se formen auténticos monopolios: Mandel (1997a) y Jaffe (1973) citan a ese respecto numerosos ejemplos.

*** (n.t.) Fraile radical italiano, opositor acérrimo del feudalismo, torturado y ejecutado por la Inquisición en 1307.

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO


433
30 Lenin (2001: 35), hace ya casi un siglo, escribía: “Se monopoliza la mano de obra calificada, se acaparan los mejores técnicos”.

El monopsonio, en todo caso, subsiste en la medida en que esa parte calificada y especializada de la fuerza de trabajo, que
no tendría posibilidad ocupacional alguna fuera de la demanda monopsónica, debe aceptar su propia “descalificación” o su
subutilización por parte de alguna otra empresa incapaz de utilizar sus cualidades.

31 Respecto a su función útil y productiva, en una lógica de cadena, así como para profundizar en aspectos técnico-industriales,

véase entre otros Panati, Golinelli (1991).

32 Sobre los orígenes del logotipo, sus funciones y su capacidad modeladora de nuevos estilos de vida, cfr. Klein (2003).

33 Para profundizar en el tema, cfr. Martufi, Vasapollo (2000b).

34 Sobre estos temas se ha desarrollado, desde hace más de diez años, un intenso debate promovido por el Centro de Estudios

Cestes, que ha llevado a la publicación de decenas de artículos, cuadernos, libros y otras publicaciones, en muchos de los cuales
ha sido fundamental el aporte, entre otros, de R. Martufi y J. Arriola.

35 David Laibman (lo más reciente, 2005) viene elaborando desde hace tiempo una teoría orgánica de los estadios del desarrollo

capitalista, sobre la base de los principios del materialismo histórico; una teoría enfocada hacia la desarticulación temporal,
en altos niveles de abstracción, que esté desligada del mero dato empírico, histórico, contingente, y que busque definir las
líneas evolutivas del desarrollo capitalista, fundándose en un estudio profundo de la naturaleza del modo y del movimiento de
producción capitalista.

36 Sobre este punto, siguen siendo referencia de gran interés las intervenciones de ancho espesor político-cultural presentadas en

algunos encuentros internacionales de la Red de Comunistas, para cuyos contenidos pueden consultarse las actas respectivas,
como por ejemplo Vasapollo (edit., 2003; 2005).

37 En años más recientes, sin embargo, las cosas no han marchado tan bien para Estados Unidos: desde 2003, en efecto, presenta

un saldo comercial negativo para los productos de alta tecnología, debido especialmente a la competencia en la aviación co-
mercial.

38 Caracciolo (1997).

39 Cfr. Martufi, Vasapollo (2000a); Casadio, Petras, Vasapollo (2003); Vasapollo (edit., 2003).

40 Sobre estos temas y para el respectivo soporte de datos analíticos, cfr. Martufi, Vasapollo (2000a).

41 Véase al respecto, en Martufi, Vasapollo (2003), un examen articulado de las privatizaciones en Europa y los retrocesos sociales

que se les vinculan.

42 Sobre la construcción político-económica de Europa y su impacto social, véase Arriola, Vasapollo (2004), rico también en datos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


434
Capítulo IV
IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN

1. El conflicto norte-sur, pero también este-oeste

1. Según la economía dominante, para superar el retraso económico de los países en vías de desarro-
llo (PVD) sería necesaria una sostenida acumulación de capital, posible a través de un excedente de
producción, para así lograr una renta superior al consumo necesario para el mantenimiento de la fuer-
za de trabajo, garantizar inversiones en nuevos bienes de capital y, por tanto, la perpetuación de la
acumulación capitalista.
Para el economista sueco Myrdal, sin embargo, en esas circunstancias se establece el llamado círculo
vicioso de la pobreza, según el cual son justamente las características limitadas de la dimensión del
mercado interno de los PVD lo que obstaculiza la creación de un excedente de producción sobre el
consumo necesario. En otras palabras, la baja renta per cápita determina una baja propensión al aho-
rro, con la consiguientemente escasa capacidad de inversión. Los términos del circuito serían entonces
tales que la producción y la renta per cápita no pueden crecer, ya que para superar la miseria se requiere
un aumento de la productividad, que depende de la formación de capital y, por tanto, del excedente
de producción y renta por sobre el consumo necesario; pero tal excedente resulta excesivamente bajo,
justamente por la escasa demanda de consumo característica de los PVD.
Pero la verdadera razón y causa del subdesarrollo reside en la explotación impuesta a esos países por
la división internacional del trabajo, centrada en la explotación capitalista.

2. Como sostiene Hosea Jaffe en toda su obra, el modo de producción capitalista (MPC) nace con –y
no podría sobrevivir sin– las colonias. Hobsbawm afirma que:

De cualquier forma, si el colonialismo era tan sólo un aspecto de un cambio más generalizado en
la situación del mundo, desde luego era un aspecto más aparente. Constituyó el punto de partida
para otros análisis más amplios, pues no hay duda de que el término imperialismo se incorporó
al vocabulario político y periodístico durante los años 1890, en el curso de los debates que se
desarrollaron sobre la conquista colonial. Además, fue entonces cuando adquirió, en cuanto
concepto, la dimensión económica que no ha perdido desde entonces. Por esa razón, carecen de
valor las referencias a las normas antiguas de expansión política y militar en que se basa el término.
En efecto, los emperadores y los imperios eran instituciones antiguas, pero el imperialismo era un
fenómeno totalmente nuevo. El término (que no aparece en los escritos de Karl Marx, que murió en
1883) se incorporó a la política británica en los años 1870 y a finales de ese decenio era considerado
todavía un neologismo. Fue en los años 1890 cuando la utilización del término se generalizó. En
1900, cuando los intelectuales comenzaron a escribir libros sobre este tema, la palabra imperialismo
estaba, según uno de los primeros de estos autores, el liberal británico J.A. Hobson, “en los labios
de todo el mundo (…) y se utiliza para indicar el movimiento más poderoso del panorama político
actual del mundo occidental”1*.

El capitalismo europeo, gracias a los grandes descubrimientos geográficos y las subsiguientes in-
vasiones, logra acumular las primeras e ingentes riquezas que serán base material para las primeras
formas de acumulación propiamente capitalista. En ese proceso, seguramente el año 1492 es una fecha
de ruptura y nuevo inicio. Las colonias, al decir de Jaffe, resultan fundamentales para la acumulación
capitalista, por su aporte en materias primas de las que Europa carece o no tiene en suficiencia. Las
materias primas necesarias para acumular y producir riqueza no son solo los minerales (y más tarde el
petróleo, el gas, etcétera), sino también, y sobre todo, una fuerza de trabajo primero esclavizada y luego
subpagada, por superexplotada.

De todas formas, no se puede negar que la idea de superioridad y de dominio sobre un mundo
poblado por gentes de piel oscura, en remotos lugares, tenía arraigo popular y que, por tanto, benefició
a la política imperialista. En sus grandes exposiciones internacionales, la civilización burguesa había
glorificado siempre los tres triunfos de la ciencia, la tecnología y las manufacturas. En la era de los
imperios también glorificaba sus colonias2.

A diferencia de Hobsbawm, Jaffe, al elaborar su teoría de la superexplotación colonialista, no se


limita a indagar en la esfera de la circulación, sino que explora un “momento” mucho más central para
la teoría marxista: el proceso laboral y, sobre todo, el proceso de valorización. Y es a partir de la esfera

* (n.t.) En esta y las dos siguientes citas del mismo autor, se ha recurrido aquí a la traducción de Editorial Crítica (Barcelona, 1998),
según aparece parcialmente reproducida en www.biblioteca.org.ar.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


436
de la producción que este estudioso explica la subsistencia y la necesidad (para el capital) de la relación
colonialista.

Un argumento general de más peso para la expansión colonial era la búsqueda de mercados. Nada
importa que esos proyectos se vieran muchas veces frustrados. La convicción de que el problema de la
“superproducción” del período de la gran depresión podría solucionarse a través de un gran impulso
exportador era compartida por muchos. Los hombres de negocios, inclinados siempre a llenar
los espacios vacíos del mapa del comercio mundial con grandes números de clientes potenciales,
dirigían su mirada, naturalmente, a las zonas sin explotar: China era una de esas zonas que captaban
la imaginación de los vendedores –¿qué ocurriría si cada uno de los trescientos millones de seres
que vivían en ese país comprara tan sólo una caja de clavos?–, mientras que África, el continente
desconocido, era otra (…) Pero el factor fundamental de la situación económica general era el
hecho de que una serie de economías desarrolladas experimentaban de forma simultánea la misma
necesidad de encontrar nuevos mercados. Cuando eran lo suficientemente fuertes, su ideal era el de
la “puerta abierta” en los mercados del mundo subdesarrollado; pero cuando carecían de la fuerza
necesaria, intentaban conseguir territorios cuya propiedad situara a las empresas nacionales en una
posición de monopolio, o cuando menos les diera una ventaja sustancial. La consecuencia lógica fue
el reparto de las zonas no ocupadas del tercer mundo. En cierta forma, esto fue una ampliación del
proteccionismo, que fue ganando fuerza a partir de 18793.

A partir de la mayor diferencia entre los niveles de productividad e intensidad del trabajo, de un
país a otro, se desarrolla la mayor explotación a la que son sometidos los más pobres por parte de los
más ricos en el contexto del mercado mundial, puesto que, económicamente, los más fuertes obtienen
en el intercambio una mayor cantidad de trabajo que la que entregan. Entre los países, sobre la base
incluso del respeto formal a la ley del valor, se produce un intercambio desigual que tiene influencia
directa en los procesos de desarrollo, tal como ocurre con la relación de intercambio desigual que se
opera entre el trabajo y el capital.
Se debe tener muy presente que la dinámica impuesta por la ley internacionalizadora del capital
presupone, necesariamente, la acción de otra ley, la del desarrollo económico y político desigual. Ambas
derivan de la esencia económica del sistema y, por tanto, de la naturaleza del capital, para el cual la
historia y los momentos de turbulencia, así como los cambios que se producen en las formas de mani-
festarse la internacionalización, constituyen, al mismo tiempo, historia y momentos de cambios cuali-
tativos de similar naturaleza en la manifestación de la ley del desarrollo económico y político desigual.
No hay que atribuir solamente a la globalización neoliberal el carácter de la dominación norte-sur
y oeste-este (piénsense en el papel que cumple la Europa del Este para las dislocaciones productivas de
los países centrales del continente o en las mismas dinámicas de la variable asiática); esto es, el carácter
contradictorio y desigual que asume el proceso de internacionalización de las fuerzas productivas y
de las relaciones sociales de producción bajo el capitalismo. La internacionalización del capital y de
la producción se deriva de la acción de las leyes de acumulación y de desarrollo económico y político
desigual del capitalismo, y en esto Lenin fue claro, directo, y se mantiene vigente.

3. Con la saturación progresiva del mercado interno, el capital pierde su capacidad de valorizarse; así,
la sobreproducción de mercancías a escala nacional genera la necesidad de exportarlas (primera fase
del capitalismo). Luego, la superabundancia de capitales internos no valorizables implica la necesidad
de invertirlos fuera de los confines patrios (y es esta la característica fundamental del imperialismo

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


437
que subrayara Lenin [2001: 75 ss.]). La exportación de capitales presupone que los países de destino
e inversión estén ya insertos en la órbita capitalista: que sean ellos mismos capitalistas y no ajenos al
MPC4. La economía capitalista, entonces, se mundializa, y lo hace en función de sus propias exigencias
de valorización. El choque global de los capitales comporta una lucha permanente, que se combate en
varios niveles: lucha económica (repartición de áreas mercantiles, acceso a materias primas), financiera
(áreas monetarias o de divisas), jurídica (patentes, acuerdos internacionales de libre comercio, protec-
cionismo) y militar (con intervenciones directas o por interpuestas personas).
Nuevos niveles de desarrollo desigual del capitalismo se registran así como producto de procesos
de integración y de marginalización económica de los países, en un contexto mundial de dominación
capitalista. A la concentración hegemónica del poder económico y político se contrapone la concen-
tración de la marginalización y la pobreza en un conjunto de naciones, como genuina expresión de la
internacionalización de la ley general de la acumulación capitalista.
Todos los datos corroboran el incremento de las diferencias entre países ricos y pobres. Esto resulta
evidente si se considera que en 1960 la riqueza de los primeros era 37 veces la de los segundos, mientras
que en 1992 la brecha había crecido a 60 veces y en 2005 llegaba a 74 veces. Entre tanto, 90% de
las patentes mundiales están en manos de los países desarrollados, que en los últimos cinco años han
recibido en concepto de intereses de la deuda externa más de lo que han enviado al Tercer Mundo
en forma de ayuda oficial para el desarrollo, y hablamos de una proporción de 1/6 entre cada dólar
enviado y recibido.
La combinación neoliberal de políticas económicas deja ver importantes contradicciones. Por
ejemplo, las fluctuaciones de las tasas de cambio han sido en algunos casos utilizadas en el intento de
controlar la inflación y, simultáneamente, ampliar las exportaciones. En otros casos, el movimiento
de las tasas de interés internas, útil para estimular y atraer el capital extranjero y controlar las presiones
inflacionarias, ha tenido implicaciones adversas para el crecimiento económico y la reducción de los
niveles de pobreza; todo ello siempre y solo en función de la necesidad de favorecer los contradictorios
procesos de acumulación de capital.
Los países que el Banco Mundial considera pobres, o sea aquellos cuyos habitantes tienen un in-
greso medio de menos de un dólar al día, y que en conjunto representan más de la mitad de la pobla-
ción del planeta, perciben 7% del PIB mundial, mientras que los países ricos, con 8% de la población
mundial, concentran casi el 70%, además de 80% del comercio internacional, dos terceras partes del
cual se realiza entre países desarrollados (Echevarría, 2004).
Los desequilibrios en indicadores no solo económicos sino sociales –como mortalidad infantil,
nutrición, derecho a la salud pública y a la asistencia médica, niveles de alfabetización y escolaridad,
esperanza de vida al nacer, acceso a los medios de comunicación de masas– demuestran que en la
dinámica capitalista actual ha prevalecido ese efecto diferenciador, que profundiza las desigualdades
económicas y sociales.

4. La carrera por acaparar las fuentes energéticas y materias primas es de vieja data. Las primeras expe-
diciones europeas parten en pos del descubrimiento de nuevas tierras que explotar y de “fuentes” de
riqueza que se pudiesen hacer manar con gran facilidad. Se puede decir, con Jaffe, que el colonialismo5
funda y da cuerpo al desarrollo y la sobrevivencia del MPC. La rapiña mundial que precede y corre
paralela al desarrollo del capitalismo a escala mundial es sobradamente conocida: “El capitalismo

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


438
se transformó en un sistema mundial de opresión (…) de la aplastante mayoría de la población del
mundo por parte de un puñado de países avanzados” (Lenin, 2001: 17).
Con el apoyo activo (político, jurídico, militar) de sus “propios” Estados, los grandes complejos
financiero-industriales invaden el mundo entero con sus capitales y se reparten (conflictivamente o
no) el planeta. Las relaciones entre las empresas imperialistas y las clases subalternas de los países do-
minados forman la base de las relaciones políticas de tipo colonial que se instauran entre los países
dominantes y las colonias. Ya Lenin señalaba la diferencia entre colonias y semicolonias: estas últimas
son formal y políticamente independientes, pero económica y financieramente dependientes. En la ac-
tual fase capitalista han desaparecido prácticamente, en nuestra opinión, las colonias de viejo estilo,
pero la relación colonial se sigue perpetrando mediante la preservación de las formas semicoloniales de
los países dominados. Estamos, pues, en presencia de un “imperialismo sin colonias” (Magdoff), lo que
no significa que se haya venido a menos la relación colonialista de explotación: es solo que el imperia-
lismo no tiene ya necesidad de ejercer su control político de manera directa, ni exclusivamente por vía
militar, sino que logra imponerlo (y de manera más útil y rentable para el mismo capital) mediante su
involucramiento indirecto en la vida económico-social del país dominado.
Lenin, sin embargo, llega a sostener, al escribir acerca de las relaciones entre los países imperialistas-
colonialistas y las colonias, que gracias al imperialismo “el más rápido desarrollo económico se produce
en las colonias” (Lenin, 2001: 116). En realidad, esa fue una convicción compartida por muchos
marxistas de la época, que luego resultó ampliamente desmentida por la historia (cfr. también La
Grassa, Bonzio, 1991). Un ejemplo de desarrollo no subordinado a las lógicas del capital imperialista
es el de China, que con una valerosa y sabia política de apertura de sus mercados (sobre todo el de la
fuerza de trabajo), con políticas proteccionistas y de apoyo a sus propias empresas, y mediante procesos
acelerados de aprendizaje e implementación in loco de la tecnología occidental, logró obtener enormes
ventajas, desde el punto de vista capitalista, y mantenerse no obstante desvinculada de las cadenas
imperialistas y de la ideología oficial burguesa (Vaccà, Cozzi, 2002).
Jaffe por el contrario sostiene, justamente, que las políticas imperialistas han sido fundamentalmen-
te de tipo “subdesarrollista” y que han empeorado las condiciones económicas de los países dominados,
al verse estos constreñidos a adoptar formas capitalistas de no-desarrollo (relativo) dirigido. Leamos:
“No hubo relativamente ninguna industrialización de los países ‘subdesarrollados’. Estos siguieron siendo
‘subdesarrollados’ por el imperialismo” (Jaffe, 1973: 69). Esto se debe a políticas colonialistas que han
limitado el sector industrial a una “producción primaria”, que con frecuencia es “monoproducción”
(minerales, materias primas, agricultura, subsistencia), mientras en el tejido productivo del país domi-
nante se desarrolla en cambio la industria secundaria6, de la misma manera que en el sector agrícola
han impulsado el “monocultivo” subordinado a los monopolios multinacionales, que ejercen auténti-
cos poderes soberanos sobre los países dominados7 (Mandel, 1997b: 741).
El subdesarrollo industrial produce, asimismo, efectos inmediatamente visibles en el campo, donde
se llevan a cabo procesos contrarios a los experimentados en los países de capitalismo maduro.
La “presión sobre la tierra” (debida al desempleo de amplias capas de la población en el sector
industrial) conlleva una subocupación crónica en el campo (sobrepoblación agrícola), que a su vez
genera un incremento de la renta del suelo. De allí que toda la sobreproducción social es “atraída”, aca-
parada por la propiedad inmobiliaria y la usura, que en esos países rinden más que el sector industrial
(Mandel, 1997b: 750 ss.).

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


439
Se cierra así el círculo vicioso. Se forma allí una burguesía compradora, dedicada a la adquisición
de tierras, al comercio, a la usura (que no producen riqueza8, sino que apenas la consumen): adiós
desarrollo9, bienvenidas las opulentas ganancias para las multinacionales occidentales que invierten en
el sector primario, donde no tienen rivales y disponen de una abundante fuerza de trabajo subpagada
y superexplotada.
Además, la sobreproducción social acaparada por las multinacionales es generalmente “repatriada”
en forma de utilidades.
De esta manera, al no ser reinvertidas en el país de origen, las ganancias derivadas de la relación
de explotación que se establece entre la clase burguesa imperialista y la clase laboral colonial, no son
utilizadas in loco para impulsar el desarrollo; sirven, en cambio, para contrarrestar la caída de la tasa
de ganancia en los países imperialistas, donde la lucha de clases ha impuesto compromisos históricos,
entre capital y trabajo, que garantizan a la clase trabajadora “central” una mayor cuota de salario direc-
to e indirecto sobre la totalidad del valor creado (aunque es preciso decir que en los últimos decenios
esa relación ha sido alterada por el capital, en su propio beneficio, prácticamente en todos los países
de capitalismo maduro).

2. El desarrollo desigual y combinado

1. Más allá de las posiciones político-culturales que cada quien pueda tener, a estas alturas es evi-
dente para todos que el desarrollo capitalista no se reparte equitativamente, como lo demuestran las
enormes desigualdades y desequilibrios existentes en el plano temporal, territorial, sectorial y social.
Los teóricos de la economía dominante ubican las causas de tales desequilibrios, por ejemplo, en el
comportamiento cíclico de la economía y en la diversa dotación físico-ambiental de los territorios, más
o menos favorable a las actividades productivas, e identifican áreas centrales de desarrollo y áreas semi-
periféricas, periféricas y totalmente marginales. Entre los desequilibrios estructurales señalan, también
a manera de ejemplo, la así denominada “fuerza contractual” de determinadas empresas, industrias o
sectores, con las consiguientes desigualdades en los ritmos de desarrollo. Asimismo, entre los llamados
desequilibrios sociales identifican algunos problemas que “normalmente” acompañan todo proceso de
desarrollo económico, debidos –entre otras causas– a la escasez de determinados recursos productivos
o a fenómenos monetarios y a la redistribución desigual de la renta. Eso que en la economía convencio-
nal es calificado como asimetría del desarrollo o desequilibrio, no es otra cosa que –como bien señaló
Marx– el carácter esencial, ínsito al modo mismo de producción capitalista, basado en la extracción
de plusvalía y, por tanto, en la explotación y en una dimensión clasista de la sociedad y del desarrollo.
En la llamada ley del desarrollo combinado y desigual, el elemento desigualdad está estrechamente
correlacionado con el de la integración entre funciones, producciones y sistemas económicos: a la
división del trabajo le es funcional la desigualdad de los salarios, a la expansión de los mercados le hace
el juego la desigualdad de las condiciones económicas y de los costos de producción.
“Desde el momento en que la combinación se produce como consecuencia de una desigualdad
preexistente, se puede entender por qué tales características se presentan siempre unidas y acopladas
en una única ley” (Novack, 2001: 150). Según la formulación de Novack se puede decir, pues, que

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


440
la desigualdad no es simplemente el resultado del sistema capitalista, sino que constituye además,
de alguna manera, la premisa, el fundamento sobre el cual se desarrolla el sistema de acumulación
capitalista con base en los criterios de la máxima ganancia. En la dinámica capitalista, la articulación
del espacio requiere el desarrollo de asimetrías esenciales, a fin de facilitar el proceso de valorización
del capital. En el ámbito internacional, ese proceso se traduce en la determinación de un espacio de
acumulación para la explotación intensiva de la fuerza de trabajo, mediante la intensificación de la
extracción de la plusvalía relativa (“el centro”), y un espacio para su explotación extensiva, mediante
la extracción de la plusvalía absoluta (“la periferia”). Ambos espacios se articulan de manera tal que las
estructuras del segundo se acoplan armónicamente a los requerimientos del primero, dando así lugar
a las relaciones sociopolíticas de dominación o de dependencia.

2. Al momento de decidir cuáles son las características esenciales del subdesarrollo de la periferia, la
más importante parece ser la diferencia en la productividad por empleado, medida como valor agrega-
do por empleado. El incremento de la productividad se cumple a ritmos más intensos o en términos
absolutos mayores en los países desarrollados, donde se alcanza la mayor tasa de crecimiento, mientras
que en los países de la periferia esa productividad crece a un ritmo menor.
De esta manera, si entre los países más pobres y los integrantes de la Organización para la Coopera-
ción y el Desarrollo Económico (OCDE) las diferencias de productividad (medida por cada trabajador
efectivamente empleado de la población activa, no por cada empleado) era de 1 a 44 en 1960, en el
año 2000 había subido a 1 a 58. Incluso en los países de la periferia o, mejor dicho, de la semiperiferia
con mayor industrialización y nivel de ingreso, la diferencia en productividad relativa se incrementó
en esos 40 años y pasó desde 1 a 4 hasta 1 a 5,5.
Esta situación se produce cuando, de más de 560 millones de personas que trabajan en la industria
mundial, solo 120 millones lo hacen en los países desarrollados. En los países de renta media-baja está
el mayor volumen de trabajadores industriales (cerca de 260 millones), y en los de renta baja hay más
(180 millones) que entre los miembros de la OCDE. No es cierto, entonces, que el subdesarrollo equi-
vale a ausencia de industria. Lo que le resulta característico, en cambio, es la baja productividad. En
efecto, cada trabajador industrial de los países del centro produce un valor agregado 16 veces superior
al de sus colegas de los países de la periferia (5 veces mayor que en los países de ingreso medio-alto, 13
veces mayor que en los de renta media-baja y 41 veces mayor que en los de ingreso bajo)10.

Valor agregado por fuerza de trabajo activa (PIB-fuerza de trabajo)

1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000

(en US$, a precios constantes de 1985)


285 35 383 427 458 517 539 596
OCDE 23.323 53 244 14 09 44 22 24 03
Países 129 15 182 208 212 223 231 256
de la periferia 1.122 3 58 7 2 2 1 8 1
Países de renta 618 74 913 107 969 959 101 107
media-alta 5.400 7 64 9 23 2 0 10 87

Continúa...

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


441
Países de renta 109 13 155 172 189 202 212 248
media-baja 9 47 2 5 6 9 7 3
Países de renta 65 103
baja 531 579 6 701 766 850 958 964 2

% respecto a la OCDE (=100)

Países
de la periferia 4,8 4,5 4,4 4,8 4,9 4,6 4,3 4,3 4,3
Países de renta
media-alta 23,2 21,7 21,2 23,9 25,1 21,1 18,5 18,7 18,1
Países de renta
media-baja 3,9 3,8 4,1 4,0 4,1 3,9 3,9 4,2
Países de renta
baja 2,3 2,0 1,9 1,8 1,8 1,9 1,9 1,8 1,7

Fuente: Banco Mundial 2003 (elaboración propia).

3. Si el subdesarrollo es un problema de poca productividad y el desarrollo es un proceso que se


caracteriza por rápidos incrementos de productividad, ¿por qué entonces no crece esta en los países
subdesarrollados a la misma velocidad que en los desarrollados, ni aun cuando tienen acceso a la
tecnología moderna de la inversión extranjera?
La explicación tradicional que da la teoría económica es la dotación de factores. Se supone que los
países subdesarrollados se caracterizan por una baja dotación de capital y una elevada dotación de mano
de obra; en consecuencia –según esa teoría–, prevalecen en ellos las industrias intensivas en mano de
obra y de poco capital, por lo cual este último no se renueva y hay entonces una baja productividad.
Pero ese argumento se contradice con algunos datos de la realidad. Leontief demostró que las expor-
taciones en las que se especializa Estados Unidos, un país que parece de alta productividad, son de una
intensividad en mano de obra mayor que la de muchos de los productos que exporta el Tercer Mundo
(Leontief, 1956). En segundo lugar, quienes sostienen esa teoría olvidan que en las naciones del Tercer
Mundo que cuentan con inversión extranjera, esta es utilizada –al menos en el sector industrial– para
comprar tecnología y procesos productivos intensivos en capital, con una productividad física similar a
la de los países desarrollados; sin embargo, su valor, medido en precios de producción, continúa siendo
menor al que se obtiene en las instalaciones productivas de estos últimos. Estas diferencias obedecen,
por tanto, a una de las relaciones sociales más importantes, como es la existente entre productividad
y niveles salariales: una relación que resulta imperceptible a todo lo largo de la teoría del equilibrio.
Desde fines de la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento económico de los países desarrollados
se caracteriza –entre otras cosas– porque los salarios se incrementan, en principio, al mismo ritmo que
la producción. Dentro de los países subdesarrollados, la productividad crece en el sector que utiliza
tecnologías modernas, pero los salarios lo hacen mucho más lentamente. La productividad aparente
del trabajo (es decir, el valor agregado por trabajador empleado) es más reducida en las naciones
subdesarrolladas que en las desarrolladas, porque la relación salario-producto es menor en las primeras
que en las segundas, y el valor unitario de los productos se expresa, asimismo, en una menor cantidad

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


442
monetaria estándar. Por otra parte, la estructura sectorial de la producción difiere profundamente
entre los países del centro y los de la periferia. Mientras en el centro la industria se caracteriza por la
existencia de una combinación de ramas productivas de bienes intermedios y finales, junto con bienes
de capital, en la industrialización parcial de la periferia todos estos últimos están ausentes o, como
mucho, asociados a los sectores de exportación.
En lo que se refiere a la producción agrícola, el modelo es radicalmente diferente de uno a otro caso.
Por ejemplo, en los países desarrollados la mayor parte de los cereales se destina al consumo animal,
mientras en los subdesarrollados es para consumo humano. La carne y los lácteos son productos de alto
valor agregado, en tanto que con los cereales ocurre lo contrario. La diferente especialización produc-
tiva refuerza a su vez las diferencias de productividad aparente del trabajo en las actividades agrícolas.
En realidad, una tonelada de cereales para alimentar animales tiene un valor mayor que una tonelada
destinada al consumo humano. Para la producción del primer tipo, hay en los países desarrollados un
amplio uso de tecnología –tractores, trilladoras, embaladoras automáticas, etcétera–, mientras en los
subdesarrollados se usa en mayor medida la mano de obra. El grado de elaboración de la alimentación
humana configura un mercado que de por sí implica mayor valor agregado por producción media y
por trabajador.

4. Afrontar el problema del intercambio desigual quiere decir concentrarse en la esfera de la circu-
lación. En rigor lógico, si hay desigualdad, esta reside en el intercambio y por tanto en el mercado.
Si la principal desigualdad entre el “norte” imperialista y el “sur” superexplotado es esta, entonces el
problema no se desprendería de las relaciones sociales instauradas en la esfera productiva, sino princi-
palmente de las existentes en la esfera de la circulación.
Ciertamente, el intercambio y el comercio no nacieron con el capitalismo; lo preceden por mucho.
Las primeras formas de comercio de las que se tenga noticia se remontan a miles de años atrás y fueron
estimuladas por la escasez de productos no disponibles y no construibles en determinadas comuni-
dades (por lo general, pequeñas). Asimismo, fueron estimuladas, desde el comienzo, por las primeras
apariciones de comerciantes extranjeros, que desde lejos llevaban nuevos productos e introducían en
los mercados indígenas lo que allí faltaba. Este tipo de comercio presupone, pues, el desarrollo dife-
renciado de las comunidades11: una de ellas produce un bien x que falta en otra, donde en cambio se
dispone de un bien y. El comercio nace, como es claro, cuando la primera comunidad necesita también
el bien y, al tiempo que produce un exceso del bien x, que la segunda comunidad requiere a su vez;
así, el bien x resulta intercambiable por y. El presupuesto del comercio, en otras palabras, es la exis-
tencia de un excedente o surplus. La población indígena adquiere así aquello que no puede o no sabe
producir. Veamos lo que escribe Mandel (1997: 299):

[La] ley del desarrollo desigual implica rápidos redireccionamientos de las corrientes comerciales, tan
pronto un pueblo se apodera de la técnica artesanal –relativamente simple– de la pequeña sociedad
mercantil, donde la ausencia de instalaciones industriales costosas facilita la transferencia de técnicas
y de técnicos.

Una sociedad, un pueblo que logra apoderarse de las técnicas necesarias para producir un bien
que antes debía adquirir, obtiene ventajas de esa producción directa12, ya que se libera del “yugo” del
comercio (que es por nacimiento especulativo)13.

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


443
El problema, como indirectamente lo hace notar Mandel, no se manifiesta en las primeras fases de
desarrollo de las fuerzas productivas, cuando la técnica artesanal es relativamente sencilla y reproduci-
ble en otros contextos sociales, pero aparece apenas el desarrollo de las técnicas y tecnologías ha avan-
zado hasta el punto de no ser ya fácilmente adquiribles o “copiables” por otros pueblos, comunidades o
sociedades, que se encuentran así en posición de desventaja. Que el comercio presupone un desarrollo
económico desigual, no es un hecho típico solamente del modo de producción capitalista (MPC), sino
de todas las épocas históricas.
Es entonces absolutamente refutable la tesis (compartida incluso por mucho del marxismo del
siglo xx) según la cual el desarrollo de las fuerzas productivas, del capitalismo y del comercio a escala
mundial, homogenizaría el mundo entero en determinados niveles de producción.

[El] marxismo no sería dialéctico si no admitiese la existencia, junto a sociedades en progreso (desde
el punto de vista de la productividad media del trabajo), de sociedades en retroceso pronunciado. La
ley del desarrollo desigual, cuya validez han querido algunos limitar a la sola historia del capitalismo,
e incluso únicamente a su fase imperialista, es entonces, en realidad, una ley universal de la historia
humana. En ninguna parte de la tierra hay un progreso rectilíneo (Mandel, 1997b: 160).

Si imaginamos las teorías del desarrollo y del intercambio desigual en el marco de las bien aceitadas
relaciones imperialistas de la fase actual del MPC a escala mundial14, podemos observar, aún más
claramente, que son justamente esas relaciones las que permiten la persistencia de la desigualdad entre
países imperialistas y países dominados.

5. Hasta aquí, se trata de la teoría del intercambio desigual, que tiene su piedra angular en la tesis (soste-
nida por “euromarxistas” como Mandel y Emmanuel) según la cual la perpetuación de esa inequidad se
fundamenta en las diferencias de productividad entre países de capitalismo maduro y países “atrasados”,
coloniales, por lo que el “centro obrero” es más explotado (en términos marxistas: produce más plusva-
lía, W ) que la clase trabajadora “periférica” (que, al ser menos productiva, es fuente de menor plusvalía).
Jaffe (1973) critica ampliamente tal interpretación al partir de un enfoque diferente: solo una
pequeña parte del intercambio desigual se produce en el marco del complejo sistema de explotación
de los países coloniales por parte de las naciones imperialistas-colonialistas. La verdadera fuente de
desigualdad entre ellos reside en el proceso laboral (y, por tanto, en el de la valorización).
En efecto, es solo gracias a la superexplotación a que está sometido el proletariado colonial que
los países imperialistas, y todo el MPC, pueden mantenerse en pie. Jaffe sostiene que, privado del
colonialismo, el capitalismo no podría sobrevivir un minuto más. Y es en ese marco que elabora la tesis
de la superexplotación (y de la consecuente plusvalía negativa, es decir, W -), en la que se apoya toda su
teoría del capitalismo-colonialismo. La clase trabajadora colonial produciría, pues, una masa de W y
tasas de ganancia tan elevadas, que hacen posible el aburguesamiento (inducido) de la clase trabajadora
occidental (que no sería ya productora de W ni, por tanto, explotada, ya que gozaría ella misma de
los frutos del colonialismo, al consumir parte de la W creada en las colonias, que resulta transferida a
sus salarios).
Luego, si para la teoría “clásica” del intercambio desigual el problema reside en las relaciones de
tipo comercial (y político) que se instauran entre países dominados y países dominantes, para Jaffe se
encuentra en el corazón mismo del proceso productivo del capital: el proceso laboral.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


444
En los países imperialistas, y durante algunas de sus fases, el capital alcanza niveles de crisis de
rentabilidad, debido a la caída de la tasa de ganancia. En Occidente, desde hace décadas son bajas
las tasas de ganancia de diversos sectores mercantiles (mientras para los oligopólicos la tendencia es
más vasta y compleja, como se ha visto anteriormente). La lógica capitalista exige que, cuando esa
tasa cae, el capital migre hacia sectores más rentables, o bien hacia “zonas” o espacios geográficos que
todavía garanticen tasas más elevadas. Es en las colonias, explica Jaffe, donde las empresas imperialistas
encuentran las relaciones económicas, políticas, laborales y contractuales más convenientes. Son las
colonias, con sus ventajosos regímenes fiscales, con su reducida legislación ambiental y de defensa de
los derechos de los trabajadores, con una fuerza de trabajo dispuesta a aceptar cualquier ocupación
y salario (porque la alternativa es el hambre en un país pobre), el lugar en el que las multinacionales
occidentales encuentran el verdadero “oro” en carne, músculos y cerebros.

6. Los “accionistas mayoritarios” de instituciones como el FMI y el BM logran legitimar y garantizar


jurídicamente auténticas maniobras de piratería y usura internacional mediante operaciones pseudo-
humanitarias, como los préstamos internacionales. Estos verdaderos “caballos de Troya” de los países
dominantes no solo se aseguran, gracias a particulares cláusulas contractuales, el “libre ingreso” en las
políticas nacionales de las naciones semicoloniales, sino también, con el uso de la deuda pública como
instrumento, entradas fijas anuales (o en cualquier caso una fortísima capacidad de chantaje político)
que, además de plegar política y económicamente a los países “prestatarios”, garantizan una ulterior
transferencia de W del país dominado al país imperialista15.
Al escribir sobre la globalización, James Petras manifiesta su juicio científico y político con una
expresión mordaz y verdadera: la define como una global-loney, es decir, una mentira global. Y en la li-
teratura crítica sobre el tema se encuentra ya difundido el asonante binomio globalise-globallies (Weeks,
2001). El proceso de globalización capitalista, sobre el cual se desvaría actualmente, ha sido ya, de años,
puesto en discusión –de una manera muchas veces no consecuente, cuando no contradictoria–, gracias
a aquel movimiento bautizado en Seattle en 1999 y desarrollado en todo el mundo, particularmente
en las “periferias”, donde se caracteriza por una mayor radicalidad.

7. Hay más. La relación colonialista garantiza no solo una superganancia para las empresas inversoras,
sino también un “bono” en la patria: en efecto, gracias a esas superganancias obtenidas en las colonias,
las empresas capitalistas están en capacidad de pagar a sus propias clases trabajadoras salarios más
elevados de cuanto en otras condiciones podrían.
Jaffe sostiene que la clase trabajadora occidental recibe en salarios más de lo que produce. Hay
un enorme ingreso de W, proveniente de las colonias, que va directamente a las arcas de las em-
presas imperialistas, pero que en parte es también distribuido entre los trabajadores que laboran
para ellas. Si nos atenemos a la teoría marxista de la explotación, la clase trabajadora occidental,
con excepción de algunos segmentos, no produce ya W , sino que más bien usufructúa la de otros.
Así, participa de la explotación capitalista: su W no es ya positiva sino negativa (recibe más que
cuanto produce).
Todo este proceso socioeconómico genera asimismo efectos políticos muy evidentes: la “aristocra-
tización” de la clase trabajadora occidental, engatusada en un compromiso capital-trabajo que se da
a través del consociativismo de los partidos históricos de la izquierda y de la compatibilidad de los

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


445
sindicatos concertacionistas con el Gobierno y la patronal, en beneficio pleno de la clase capitalista
imperialista y beneficio parcial de los trabajadores.
El capital imperialista se garantiza así la paz social y una clase trabajadora más propicia a eventuales
movilizaciones reaccionarias de masas, o cuando menos más reacia a involucrarse en experiencias de
lucha de clases o simplemente reivindicacionistas, como podrían ser las de un reformismo de carácter
estructural.
El proletariado occidental (siempre según las tesis jaffeanas, en parte compartibles) deviene por
lo general en colaboracionista y se torna peligroso para las experiencias de liberación de los pueblos
coloniales oprimidos. Nosotros preferimos hablar de aquellas organizaciones políticas y sindicales de
los trabajadores que, aun cuando aparentemente de izquierda más o menos radical, han renunciado a
la lucha de clases, al conflicto, para escoger la vía consociativa, la vía de la burocratización y la corrup-
ción, incluso y sobre todo en el campo de la ética, relativa a los valores fundacionales del marxismo.
Es por ese motivo que Jaffe califica como imposible la conflictividad de la clase trabajadora occiden-
tal y denuncia, antes bien, su total integración a los procesos de explotación capitalista; es también por
eso que sus propias esperanzas revolucionarias las coloca en las filas del proletariado y de los pueblos
oprimidos del mundo (semi) colonial.

8. Consideramos que, aun siendo extremadamente importante, el análisis de Jaffe sobre la W - debe
ser integrado o “desmonolitizado”: no toda la clase trabajadora occidental es “parásita”. Más bien,
retornando a las categorías marxistas fundamentales de función colectiva del trabajo y función colectiva
del capital, y fundamentando en tales categorías el análisis marxista de la sociedad de clases contem-
poránea, podemos identificar a la aristocracia obrera en esa parte de la clase trabajadora (en nuestra
opinión hoy no muy extensa, aunque no por eso menos importante) que, aunque sigue cumpliendo
las funciones del trabajador colectivo, goza, gracias al desarrollo del capitalismo monopolista –y, por
tanto, a las superganancias imperialistas–, de toda una serie de privilegios económicos, sociales y polí-
ticos que resultan garantizados por un triple origen material:

Primero, dentro de cada bloque [económico], los países imperialistas someten a los países dominados
a una expropiación sistemática de plusvalía, a través de instrumentos de política económica
comunes a ese bloque, y posiblemente de una moneda única o de común referencia, que sería
la del país hegemón en el bloque. Una parte de esa plusvalía puede ser usada para financiar a la
aristocracia obrera. Segundo, dado que los bloques tienen diferentes grados de desarrollo económico-
financiero, la apropiación de valor se produce de un bloque a otro en su conjunto (véase la lucha
entre el dólar y el euro por la supremacía internacional y, por tanto, por la apropiación de valor
inherente a esa supremacía). Esta es una segunda fuente de financiamiento de la aristocracia obrera.
Tercero, en la medida en que todos los países imperialistas tienen intereses comunes contra todos
los países dominados (por ejemplo, la imposición de políticas monetarias y financieras a los que
han sido golpeados por crisis financieras), hay apropiación de valor por parte de los primeros en
perjuicio de los segundos. Y esta es la tercera fuente de financiamiento de la aristocracia obrera
(Carchedi, 2005: 41).

A este respecto, se podría sostener con Jaffe (aunque es esta una tesis que debe ser estudiada y veri-
ficada) que para esa parte de la clase trabajadora se cumple la producción de W -, así como la difusión
del colaboracionismo de clases y del conservadurismo de masas en aquellos estratos que bien pueden
hacerse portadores de ideologías capitalistas dentro de las filas del proletariado.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


446
9. Además, la teoría de la superexplotación colonialista de Jaffe puede ser utilizada para “leer” las
formas actuales de apartheid económico, social, político y jurídico a que se ve sometida la fuerza de
trabajo inmigrante en los países de capitalismo maduro.
A este respecto, son muy interesantes y provechosas las páginas que Jaffe ha dedicado al apartheid
surafricano. Sin pretender paralelismos excesivos, nos parece que, en esencia, el modelo histórico del
apartheid, como forma de “colonialismo interno”, ha sido reproducido, actualizado y perfeccionado en
las sociedades “avanzadas” de hoy.
En los países imperialistas, los inmigrantes (al igual que las minorías étnicas, que en países como Es-
tados Unidos son decenas de millones), aun cuando sean de segunda o tercera generación, difícilmente
logran integrarse por completo a las sociedades “anfitrionas”. Viven en piel propia auténticas formas de
exclusión de la vida social normal. Son privados de los derechos más elementales, representan la punta
más avanzada de ese nuevo sujeto proletario que es el “precario de por vida”, fungen de permanente
ejército industrial de reserva. La misma mercancía “fuerza de trabajo”, cuando es vendida, produce
elevadísimas cantidades de plustrabajo y garantiza considerables tasas de ganancia a la clase capitalista
interna que la explota.
El proletariado migrante, en tanto que parte de la clase trabajadora en su conjunto y sin embargo
separado de esta, parece asumir los rasgos de un auténtico sujeto colonial interno en los países de
capitalismo maduro.

10. Lo que no nos parece utilizable del análisis jaffeano, en este contexto, es el concepto de W -. En
efecto, la W creada por la fuente viva inmigrante está concentrada totalmente en manos de capitalistas
(muchas veces pequeños y medianos) que no tienen necesidad de aristocratizar a la clase obrera autóc-
tona, a la que en cambio chantajean con la presión desde abajo del outsider inmigrante (que aun en
caso de estar en regla, dentro de las normas legales, está de cualquier forma fuera de las redes jurídicas y
sociales de protección, por lo que, al poder en cualquier momento pasar de la condición de empleado a
la de desempleado –y por tanto ser expulsado16–, tiende a ser siempre un sujeto extraño con respecto
a la red de garantías mínimas concedidas a un trabajador local; esto implica la precariedad continua de
su situación laboral y vital, que lo obliga a aceptar las peores condiciones laborales con tal de conservar su
“contrato de residencia”. Es de allí que surge la presión externa del inmigrante sobre la fuerza de
trabajo “interna”).
La clase capitalista logra mantener ese estado de explotación colonial dentro de su propio país
gracias a las divisiones internas de la clase trabajadora (provocadas y sostenidas por el mismo capital)
y gracias a los mecanismos –a veces no llamativos o bien enmascarados– de superexplotación, siempre
brutal aunque sofisticada.

11. En efecto, todos los parámetros macroeconómicos reflejan lo escrito anteriormente, confirmando
todavía hoy la formulación neoliberal con el mismo comportamiento de los primeros años noventa: en
general, tasas de desocupación real (masculina y femenina) que aumentan fuertemente, y retribuciones
directas e indirectas (en términos de salario y de prestaciones sociales) que se incrementan de manera
muy lenta, del todo ajenas a una redistribución equitativa, entre los factores productivos capital y
trabajo, de los aumentos de valor agregado y de productividad, todo lo cual indica una fuerte carencia
redistributiva en lo que toca a la remuneración del factor trabajo.

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


447
De este cuadro se deduce claramente que las ventajas de las que han gozado las empresas se han que-
dado, también en los países de capitalismo maduro, exclusivamente en los bolsillos de los empresarios,
de los gerentes y accionistas, quienes de ningún modo han “socializado” ninguna de las condiciones óp-
timas de crecimiento cuando se han registrado buenos resultados. El crecimiento de las ganancias y de
la productividad no se ha visto correspondido ni con incrementos salariales ni con el mejoramiento
de la calidad de las condiciones de trabajo, disminución de los horarios laborales, aumentos del gasto
social (sea en términos cuantitativos o cualitativos) ni, en fin, ha habido crecimiento del empleo.
En la práctica, el capitalismo –sea en el centro, en la periferia o en la semiperiferia– continúa em-
bolsillándose las ganancias sin crear oportunidades de empleo, al tiempo que reestructura el modo mis-
mo de ser de la empresa para seguir exclusivamente un enfoque de competitividad basado en procesos
de deslocalización productiva en el exterior, decrecimientos ocupacionales en los países donde actúa,
superexplotación del trabajo mediante el incremento del empleo temporal y de los ritmos laborales,
uso del trabajo “negro” y precario y con escasos derechos para los trabajadores y, en particular, de las
nuevas figuras del trabajo atípico, con flexibilidad del salario y del trabajo mismo, con recortes con-
tinuos al gasto social y, por tanto, con salarios reales –directos o indirectos– de capacidad adquisitiva
cada vez menor. Todo ello con el fin de obtener ganancias que, a pesar de las favorables condiciones de
las que se ha hablado, no son utilizadas en inversiones productivas, sino para la especulación financiera
o para inversiones en el exterior, en países donde se puede conseguir un trabajo especializado a bajo
costo y con poca regulación legal.

Si se considera la parte que los factores no económicos, como el patriotismo, el espíritu de aventura,
las empresas militares, la ambición política y la filantropía, juegan en la expansión militar, podría
parecer que nuestra tesis, al atribuir a los financistas una influencia política tan grande, estuviera
viciada por una visión de la historia demasiado estrictamente orientada por los hechos económicos. Y
es verdad que la fuerza motriz del imperialismo no es principalmente financiera; las finanzas son más
bien el conductor del motor imperial, capaz de dirigir las energías y de determinar el funcionamiento,
pero no son el combustible del motor, ni lo que propulsa la fuerza mecánica. Las finanzas manipulan
las fuerzas patrióticas de políticos, soldados, filántropos y agentes de comercio: el entusiasmo por la
expansión que proviene de esas fuentes, por fuerte y genuino, es anormal y ciego, mientras que el
interés financiero tiene las cualidades de concentración y de previsión de cálculo que son necesarias
para hacer funcionar el imperialismo17.

3. Neoliberalismo y desarrollo desigual también en los países de capitalismo maduro

1. Hemos visto por qué, con las políticas neoliberales, se registra una acentuación del desarrollo
desigual, no solo entre los países más desarrollados y los que están en vías de desarrollo, sino también
–y muy significativamente– dentro de aquellos que forman parte del centro capitalista.
En efecto, la tasa de desocupación total en los países industrializados es superior a 8%, y la de los
jóvenes está más allá de 15%. Hoy, más de 35 millones de personas buscan allí trabajo; más de 1/3
de los adultos tiene un nivel de instrucción inferior a la escuela media superior; entre las familias, el
40% más pobre recibe el 18% del total de ingresos; el salario de la mujer equivale a ¾ del que recibe
el hombre; 100 millones de personas viven por debajo del límite mínimo de pobreza; 5 millones no

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448
tienen vivienda. Añádase a esto la inseguridad ante las amenazas que representan la difusión de drogas
“duras”, la contaminación, el sida y el crimen.
Los avances en el proceso de producción tecnológica automatizada, que deben acompañar a largo
plazo el devenir de una fase expansiva en el desarrollo del capitalismo, pueden conducir a la consoli-
dación transitoria de las formas capitalistas, de este nuevo nivel de internacionalización neoliberal con
reversos de competencia global –incluso de carácter militar– entre países imperialistas y con grandes
posibilidades de progreso en términos de eficacia económica, competitividad y difusión del conoci-
miento, pero, al mismo tiempo, no podrán producir una verdadera, integral y equilibrada internacio-
nalización mundial del nuevo paradigma tecnológico, ni la internacionalización generalizada de los
niveles normales de desarrollo humano.
La amenaza representada por la explosión de crisis financieras y de serios conflictos comerciales no
debe ser descartada, aunque el capitalismo ha demostrado tener, frente a fenómenos de esa naturaleza,
una capacidad de maniobra superior a la que muchos le habían atribuido. La solución de las serias
contradicciones ya referidas, durante el proceso de instauración de un nuevo modelo de acumulación
altamente internacionalizado, constituye el mayor desafío del capitalismo.
Las contradicciones entre riqueza y pobreza, desarrollo tecnológico y desocupación, desarrollo
tecnológico y ecosistema, valorización del capital y marginación de un numeroso grupo de países,
son expresión de su debilidad y del carácter histórico transitorio, necesariamente, de la formación
socioeconómica capitalista.

2. La discordancia entre producción (industria, servicios, actividades públicas) y exigencias ocupacio-


nales ha sido reformulada solo en la perspectiva de un desarrollo de las posibilidades de lucro, con ras-
gos cada vez más financieros, en la cual la valorización sociocultural de los recursos humanos representa
solo un costo y no una gran ocasión para incrementar la demanda individual y colectiva, incluida la de
un desarrollo con alta sustentabilidad socioambiental, que favorecería las actividades basadas en el in-
cremento de la cultura, de la solidaridad y la civilidad. No todos los incrementos de productividad han
sido correctamente redistribuidos. Por el contrario –como se ha visto en el curso del análisis–, se
han usado casi exclusivamente para remunerar al factor capital, bajo la forma de una ganancia que
no es reinvertida productivamente, sino que termina en su casi totalidad en la “burbuja financiera
especulativa”, donde el beneficio es fácil pero no existe capacidad de crear empleos nuevos y reales.
El saneamiento financiero público y privado no se ha complementado con un adecuado fortaleci-
miento de las inversiones en investigación y desarrollo o en innovaciones, y aunque el proceso se ha
caracterizado por un fuerte incremento del progreso tecnológico, ha tenido como contraparte negativa
una continua disminución del nivel de ocupación y la precarización del empleo, con el único objetivo
de aumentar las ganancias y comprimir los costos del trabajo, vale decir, el salario social en su conjun-
to, tanto directo como indirecto.
Ocurre esto también porque el Estado ha abandonado su función reguladora del conflicto social y
ha hecho suyas las más rígidas políticas de eficiencia empresarial. Un profit State que se identifica con
las lógicas de esas empresas que, desde hace ya muchos años, tienen por regla el que las ganancias en
productividad, logradas gracias a la introducción de tecnologías cada vez más avanzadas, sean repar-
tidas exclusivamente entre los accionistas y gerentes, bajo la forma de dividendos, incrementos de las
inversiones financieras o beneficios de otra naturaleza, sin dejar nada para la conciliación social.

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


449
3. Este estado de cosas ha impedido, e impide, la redistribución de los incrementos de productividad
a los salarios directos e indirectos de los trabajadores, quienes reivindican su derecho de recibir tales
incrementos en formas remunerativas directas o indirectas, a través de retribuciones más elevadas o,
en alternativa, de reducciones del horario de trabajo, crecimiento de la ocupación y mejoramiento del
Estado social, es decir, formas de redistribución de la riqueza a los ocupados y los desocupados. En el
análisis hasta ahora realizado se ha podido verificar que nada de esto ha ocurrido, y que la remunera-
ción del factor capital se ha incrementado a expensas de los salarios y del factor trabajo, en general. Se
han desechado los parámetros que garantizaban un compromiso generalizado entre capital y trabajo en
los países de capitalismo maduro; el capital ha desmantelado progresivamente (sigue haciéndolo) todas
las instituciones políticas, económicas, sociales y jurídicas que estructuraban aquel modelo de welfare.
La clase trabajadora de estos países ha sido privada de todas las garantías y privilegios de los que
gozó en décadas pasadas. Ha sido desarticulada y reorganizada en todos los sectores con un único
objetivo: el de lograr nuevamente elevadas tasas de ganancia (aun cuando los niveles alcanzados en las
colonias son difícilmente equiparables).
Aun si se quisiera aceptar por bueno el análisis jaffeano, la fuerza de trabajo de estos países ha vuelto
hoy (desde hace décadas) a producir plusvalía. Y con mayor razón si se piensa en sectores como el de
informática, el de biotecnología, el agroalimentario y el de los cultivos genéticamente modificados,
etcétera; sectores que hoy (gracias también a sus frecuentes posiciones de oligopolio, cuando no de
verdadero monopolio) garantizan altísimas tasas de ganancia, pero que están concentrados en el “cen-
tro”, aun cuando se valgan muchas veces de una fuerza de trabajo instruida en otras partes (recuérdese
el fenómeno del brain drain o fuga de cerebros, que golpea en general a todos los países coloniales y,
en los últimos años, sobre todo a China en el sector de la ingeniería y a la India en el informático).
Eso no significa que la aristocracia obrera haya desaparecido en los países de capitalismo maduro
(ni en los coloniales). Persiste, pero es ahora más furtiva: los factores que concurren para estructurar su
base material son múltiples y, sobre todo, en el seno de una clase trabajadora fragmentada, asume una
forma menos homogénea.

4. Imperialismo y financiarización en la fase actual de la mundialización:


recaídas (no solo) económico-productivas de la competencia global

1. El análisis del imperialismo quedaría trunco si dejásemos de afrontar el problema del papel creciente
que desempeña el capital financiero en los marcos del modo de producción capitalista (MPC) avanza-
do. Si Hilferding hubo de pensar que, llegado un cierto grado de desarrollo del capitalismo, el capital
financiero dominaría por sí solo la escena político-económico-social, Lenin llevó de nuevo la teoría
marxista a su cauce original, contra aquella deriva que algo tendrá luego en común con el keynesismo.
El imperialismo es fruto de la “combinación”, de la “simbiosis” (la idea es de Bujarin) del capital
bancario y el industrial.
Las dimensiones alcanzadas por los complejos empresariales multi(trans)nacionales son enormes:
un informe emitido en 1993 por el Centro de Empresas Transnacionales de Naciones Unidas estimaba
su número en 37.000, y consideraba que en la inmensa mayoría de los casos, sus sedes principales se

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


450
encontraban en los países ultraindustrializados. Cifras no oficiales, sin embargo, retraen esa fase del
capitalismo mundial a los años setenta, período en el que 7.000 multinacionales se disputaban ya la
conquista de los mercados mundiales. Conforme a estas últimas estimaciones, el número de trabaja-
dores empleados en ellas era de 73 millones, equivalente al 3% de la fuerza de trabajo mundial (Lazar,
2003: 79). No obstante esa “capacidad de fuego”, las empresas transnacionales no siempre logran
afrontar, por medio del autofinanciamiento, los enormes gastos de inversión a los que están sometidas
y, por lo general, deben recurrir a “fuentes externas”. Invariablemente encuentran en el poder financie-
ro la disposición a conceder préstamos “asociados” y “colaboraciones” (participaciones) de largo plazo.
Los bancos, y hoy día también las aseguradoras y los llamados “inversionistas institucionales” (fondos
de pensiones y de inversión), son enormes “arcas” de dinero no invertido. Tienen necesidad de hacer
rendir su propia liquidez y, para ello, aparte de la especulación bursátil de distinto tipo (que no crea
riqueza y en el mejor de los casos puede ser considerada como un juego “suma cero”, donde el que
pierde cede a otro la cuota de riqueza que ha “jugado” en los mercados monetarios y de títulos de todo
el mundo, pero sin que nunca se cree nada nuevo), pueden invertirla en el sector productivo para así
valorizar su propia masa de dinero, que de otra forma seguiría siendo no-capital.
Todo el dinero ahorrado, incluso el del último obrero que logra juntar algo y lo pone en el banco
o en un fondo cualquiera18, es recogido para hacerlo rendir, pero no solo improductiva o especulativa-
mente, sino también con fines productivos.
Si el capitalismo es un “imán recolector de mercancías”, también puede ser llamado “imán reco-
lector de capitales”. El poder financiero logra entrar en los consejos de administración, designa a sus
propios representantes, se ramifica en todo el mundo, superando, frecuentemente (sobre todo hoy),
las limitaciones geográficas nacionales y crea complejos industrial-financieros de tipo transnacional (lo
cual no significa, de todos modos, que no tengan una base nacional o supranacional de referencia para
la defensa, en última instancia, de sus propios intereses)19. El imperialismo es, por tanto, esa peculiar
conformación del capitalismo en la que el capital financiero domina sobre el industrial, sin que este
último desaparezca ni deje de fungir siempre como sólida base material para la clase de los “corta
cupones”20.

2. La nueva y así llamada fase posfordista, de rasgos financieros, lleva al predominio de un ciclo fuer-
temente especulativo, en el cual el dinero invertido se acrecienta sin pasar a través de intermediario
productivo alguno. En la práctica, no hay transformación del capital en medio de producción, en pro-
ducción efectiva, y prevalece cada vez más la inversión financiera por sobre la tradicional productiva,
impulsando contextos de “burbuja” especulativa.
En el plano local, la financiarización va unida a un empeoramiento enorme de la desigualdad en la
distribución interna de la renta y de la riqueza producida, que cada vez menos se dirige hacia el factor
trabajo (sea en forma de salario directo, diferido o indirecto) y se desplaza hacia el factor capital en
forma de surplus financiero, es decir, como elemento predominante de remuneración en forma de ga-
nancia financiera pura. Consecuencia de este fenómeno es el riesgo de un retroceso de las democracias
en Occidente, una desocialización, una degeneración de la política y una homologación de todo el
cuerpo social a las lógicas de la ganancia.

Es este el ejemplo más grande y claro que la historia presenta del proceso de parasitismo social
mediante el cual un grupo con intereses financieros en el seno del Estado, usurpando las riendas

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


451
del gobierno, provoca la expansión imperial con el fin de atar el parasitismo económico a cuerpos
extranjeros, a los que después priva de su riqueza para mantener su propio lujo doméstico. El nuevo
imperialismo no difiere en lo sustancial de este viejo ejemplo. Ahora faltan o son subsidiarios los
tributos políticos, y han desaparecido las formas más crueles de esclavitud; algunos elementos de un
gobierno más sincero y desinteresado mejoran de calidad y enmascaran la característica naturaleza
parasitaria. Pero la naturaleza no se engaña: las naciones no pueden huir de las leyes naturales que
condenan al parásito a la atrofia, a la decadencia y finalmente a la extinción, más de cuanto puedan los
organismos humanos (…) El imperialismo es una escogencia corrupta de la vida nacional, impuesta
por intereses egoístas que sobreviven en una nación desde los primeros tiempos de lucha animal por
la existencia, y que apelan a la avidez de grandes ganancias y a la imposición por la fuerza. El hecho de
que sea adoptado como política equivale a una deliberada renuncia a cultivar esas nobles cualidades
íntimas que, para una nación como para un individuo, constituyen la victoria de la razón sobre el
instinto bruto. Es el vicio inveterado de todos los Estados que han tenido éxito, y, en el orden natural
de las cosas, su castigo es inevitable21.

Se produce así una suerte de “totalitarismo financiero” y de la cultura de empresa, que, en búsqueda
de ganancias fáciles, cada vez más de tipo financiero-especulativo y no productivo, desestabiliza regio-
nes completas (véanse las crisis de México, de Brasil, de Tailandia, de Corea, de Indonesia, de Rusia,
de Argentina), provocando procesos de inestabilidad político-económica-social con consecuencias que
se tornan más críticas y violentas por la utilización de las llamadas guerras étnicas, de los fundamenta-
lismos religiosos, de la disgregación de las unidades nacionales, y con formas cada vez más sofisticadas
de uso de la criminalidad22, todo ello completamente funcional a los paradigmas del Nuevo Orden
Mundial.

3. Un aspecto fundamental en todo este proceso de internacionalización es seguramente el relativo a


la redefinición, en el sentido de centralidad de su papel, del sistema bancario y financiero en general,
al que se ha encomendado la tarea de determinar los nuevos procesos de desarrollo internacional y las
líneas estratégicas de la competencia global.
Desde hace ya muchas décadas, en efecto, está en curso un proceso de grandes movimientos fi-
nancieros que involucra el mundo entero, con un sistema interbancario que se apoya en intermedia-
rios diseminados en todo el planeta. Los bancos universales cumplen directamente gran parte de las
funciones demandadas por clientes privados y empresas, con grandes mercados interbancarios que
vinculan entre sí los bancos radicados en el territorio y los ubicados en plazas financieras. Todo esto en
un contexto de competencia global con fuertes rasgos financieros, en el que lo nuevo, dentro del viejo
concepto de globalización, aparte de las tecnologías, es la interconexión de los fenómenos económicos
(producción, consumo, intercambio, pero también el incremento y la centralización de capital, de
técnicas e instalaciones, las nuevas formas de financiamiento, la empresarialidad, la competitividad, los
nuevos procesos de acumulación).
Estos factores tienden, sin embargo, al reforzamiento polar de los bloques económicos de los más
poderosos países-áreas de la economía mundial (Estados Unidos, Unión Europea, polo asiático), dado
el uso político de los nuevos procesos de financiarización de la economía.
La nueva globalización polarizada o, mejor, la moderna competencia global, pone en juego no solo
el papel de la empresa fordista y del proceso productivo conexo, sino también las estructuras financie-
ras y bancarias internacionales, verdadero elemento de innovación en el proceso económico mundial.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


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Lo que está sucediendo es el predominio no solo de un nuevo sistema productivo deslocalizado,
sino también de un nuevo sistema financiero y una nueva acumulación de capital, la “acumulación
flexible” de la era posfordista, basada justamente en procesos de financiarización de la economía y en el
uso masivo, en términos de acumulación de valor, del capital intangible, de los recursos inmateriales,
como el conocimiento, la información, la comunicación, etcétera.

4. Con el tiempo, la usura internacional ha ideado asimismo sus propias “cámaras de compensación”
internacionales y sus propias instituciones de reglamentación de los diversos poderes (imperialistas)
concurrentes y conflictivos, como, por ejemplo, el FMI, el BM, la OMC o la ONU. Estos organismos
constituyen la expresión más viva, aun si tambaleante, de las potencias imperialistas que dictan el
orden del día, que proclaman las agendas, dictan los vetos, aniquilan toda forma de oposición –incluso
solo verbal– por parte de “socios” que participan a título no paritario, y escriben el derecho internacio-
nal que luego harán respetar a su gusto.
Hay quien piensa que estos instrumentos son el pródromo de un Gobierno global único, dirigido
por una única clase dominante, libre de conflictos en su seno, bajo el que los Estados no representarán
ya poder alguno, tras delegarlo todo en la “red” internacional de Gobierno global. En realidad, por el
contrario, no hay un solo movimiento de estos sujetos, adelante o hacia atrás, que no sea consecuencia
más o menos directa de las voluntades políticas de los Gobiernos que (a diverso título y con poderes
desiguales) participan en tales instituciones. La presencia de los Estados es extremadamente visible y
fuerte. Por otra parte, el derecho internacional no tiene otro sujeto jurídico de referencia (sujeto de
imputación) que el Estado soberano e independiente, al menos formalmente.
Bastaría alguna referencia a las teorías marxistas no mecanicistas sobre el Estado, elaboradas en los
últimos decenios, para demostrar qué función desempeña todo ello y por quién es gobernado. Pero el
verdadero problema de estos teóricos de la “posmodernidad inventada” es que su análisis de imperios,
imperialismos y conflictos intercapitalistas no es desarrollable, está errado de raíz, desde el momento
en que niega la sobrevivencia de toda función estatal.

5. Imperialismo y economía militar estadounidense: el complejo militar-industrial23

5.1. El papel de la economía de guerra


1. El mantenimiento de la estructura asimétrica de las relaciones económicas internacionales, y en
particular de las relaciones imperialistas, requiere un uso central de la fuerza. Durante el siglo xix, la
colonización capitalista se impuso mediante el uso de la fuerza y la existencia de una clara superioridad
en ese terreno se manifestó necesaria para constituirse como imperio.

Las décadas del imperialismo fueron prolíficas en guerras, muchas de las cuales estuvieron motivadas
directamente por la agresión de las razas blancas contra las “razas inferiores”, y concluyeron con la
conquista territorial por vía de la fuerza. Cada paso de la expansión en Asia, África y el Pacífico ha
estado acompañado por el esparcimiento de sangre; cada potencia imperialista mantiene siempre listo
un creciente ejército para misiones en el exterior: rectificación de las fronteras, expediciones punitivas
y otros eufemismos utilizados en lugar de la palabra guerra, han estado en continuo aumento.

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


453
La pax britannica, que fue siempre impúdica falsedad, devino en grotesca muestra de hipocresía: a
lo largo de nuestras fronteras indias, en el África Occidental, en Sudán, en Uganda, en Rhodesia, los
combates no han cesado casi nunca (situación para 1903). Si bien las grandes potencias imperialistas
no han combatido todavía una contra otra, salvo cuando el naciente imperio de los Estados Unidos
encontró una ocasión propicia en la caída del imperio español, la autolimitación ha sido costosa y
precaria24.

Pero también en el capitalismo poscolonial de la segunda mitad del siglo xx, el recurso a la guerra ha
sido imprescindible para mantener la hegemonía del capital norteamericano en el mundo capitalista.
Como lo señala el economista cubano Osvaldo Martínez, Estados Unidos se ha especializado en
comerciar con la guerra y hacer la guerra con el comercio.
El papel de la industria militar y del gasto bélico se extiende, sin embargo, más allá del simple
mantenimiento de las “fronteras seguras del imperio”, función que existía ya en los imperios de la
antigüedad. La especificidad del capitalismo es que la actividad militar se transforma en el cerebro del
proceso productivo, se hace fundamental en el proceso de innovación permanente y acelerada, propio
del capitalismo, y en la regulación del ciclo económico, como expresión de un “keynesismo militar”
que sobrevive incluso en la era del neoliberalismo25.
El gasto militar cumple dos funciones esenciales en el funcionamiento del capitalismo norteameri-
cano. Al ser fundamentalmente un gasto planificado por el sector público (en realidad, el Pentágono
ha sido la economía planificada más grande del mundo, incluso en la época de la Unión Soviética),
contribuye a contrarrestar las ineficiencias y los despilfarros de la economía de mercado. En efecto,
mediante el gasto público militar se planifica una parte muy importante de la economía industrial y de
los servicios en Estados Unidos. En esta planificación se incluye la distribución espacial de actividades,
la ocupación, las interconexiones entre ramos o sectores, etcétera, que permiten reducir el impacto del
ciclo económico en el nivel general de output.
Este hecho fue uno de los descubrimientos de la economía virtualmente planificada durante la
Segunda Guerra Mundial, período en el cual la economía norteamericana alcanzó la plena utilización
de sus recursos productivos. Posteriormente, la economía de guerra ha contribuido a frenar las fases re-
cesivas del ciclo, al favorecer el mantenimiento del empleo industrial y propiciar niveles aparentemente
aceptables de crecimiento, medidos en términos de PIB.

2. Es significativo que el gasto bélico en Estados Unidos presente un perfil cíclico. En ello influye no
solamente la coyuntura económica interna, sino también la situación sociopolítica internacional. Pero,
en todo caso, desde la guerra de Vietnam, el ciclo muestra un perfil muy similar, con un techo y un
piso de gastos siempre muy altos (entre 300 y 400 millardos de dólares al año). La única discrepancia
es la de los años del presidente Jimmy Carter, cuando, en un contexto de disminución del poder
imperial norteamericano (lección aprendida por los sucesivos gobiernos), se produjo la reducción de
dicho gasto.
Ese papel político-económico del gasto militar explica el consenso existente a este respecto entre los
ciudadanos estadounidenses, que soportan sobre sus espaldas la mitad de lo que el mundo entero gasta
en este rubro. Pero, a diferencia de otros países, donde ese gasto es casi por completo de tipo corriente,
para pagar a los militares, en la economía norteamericana dinamiza un sector industrial orientado a la
producción de armas y actúa con un efecto de inversión propio del multiplicador keynesiano.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


454
En Europa, donde el gasto público es muy superior al de Estados Unidos, se trata de montos cana-
lizados en su mayor parte hacia la infraestructura o los servicios sociales, que activan en medida mucho
menor la capacidad industrial local. Por tanto, si bien cumplen también allí un papel en la regulación
del ciclo –por ejemplo, para el funcionamiento de los estabilizadores automáticos de la demanda
en caso de aumento del desempleo–, tienen un impacto estructural mucho menor en la capacidad
productiva de los países europeos.
La planificación del gasto militar norteamericano se ha transformado en la principal fuente de
innovaciones productivas: desde la máquina herramienta de control numérico26 hasta Internet, el
cambio tecnológico de los últimos 40 años ha estado determinado por los respectivos avances en la
industria bélica. La posibilidad de contar con ingentes fondos públicos, así como con una planificación
detallada de las actividades de investigación y de los resultados perseguidos, está en la base de las ven-
tajas tecnológicas de muchas ramas de la industria norteamericana, que posteriormente se transfieren
a la competencia de los mercados de la industria civil. Ello explica por qué entre 60% y 80% del gasto
público en investigación y desarrollo se destina en Estados Unidos a fines militares, porcentaje muy
superior a la media de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que
se sitúa en torno a 25%. Entre los países desarrollados, solo Francia, Gran Bretaña, España y Suecia
destinan montos superiores al 20% del gasto público en investigación al sector militar.

3. De esta manera, entre la fase del imperialismo colonialista del siglo xix y la del imperialismo posco-
lonial de matriz norteamericana del siglo xx, el militarismo se ha transformado en el garante del poder
imperialista y elemento esencialmente político del proceso capitalista de producción, hasta configurar
un triángulo de funciones que determinan el carácter del sistema en su conjunto: es a un tiempo el
eje de la articulación intersectorial del sistema industrial norteamericano, el motor de la innovación
tecnológica y el factor de ajuste frente al ciclo económico. Se ha desarrollado así, en Estados Unidos,
un complejo industrial militar que expresa el conjunto de intereses del capital y el Estado, y que el
proyecto paneuropeo de la Unión Europea aspira a reproducir27.
La construcción de un aparato bélico y su creciente vinculación con la política del Gobierno y la
economía, responden, en el capitalismo, a la necesidad cada vez mayor de dar respuesta al proceso
de agudización de las contradicciones de este régimen de explotación. De hecho sirve todo ello, a un
mismo tiempo, para sostener el orden imperialista y para proveer, tendencialmente, un instrumento
regulador del ciclo de reproducción.
Ese proceso, que no tiene su origen en el capitalismo, ha generado un continuo crecimiento de las
fuerzas militares y un estrecho nexo entre estas y la economía, dando lugar, con el desarrollo de los
monopolios, al nacimiento de una industria bélica que, de una manera profundamente contradictoria,
satisface las necesidades de un permanente incremento de la ganancia y de concentración del poder
económico y político en la sociedad capitalista actual. En el contexto antes descrito, el crecimiento
del aparato militar, así como el desarrollo de sus fuentes materiales de sustentación y de la industria
bélica, dejan de ser únicamente referencia de la acentuación constante del carácter agresivo-represivo
del capitalismo, en general, y del Estado, en particular, para convertirse gradualmente en requisito
para el funcionamiento del régimen capitalista de producción, un requerimiento de la reproducción
en los centros de capitalismo maduro, con sus consecuentes repercusiones en el resto del sistema
capitalista mundial.

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


455
4. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, el militarismo alcanzó su apogeo, consistentemente favorecido
por las condiciones que entonces sirvieron de premisa objetiva para la política de guerra fría: el liderazgo
absoluto de Estados Unidos, la debilidad relativa de un campo socialista en vías de formación y el fracaso
de las conjeturas de las potencias imperialistas acerca de la posibilidad de que el eje fascista, con la Ale-
mania de Hitler en primera línea, pudiera liquidar la experiencia socialista en la Unión Soviética. Así, no
obstante la alianza establecida para derrotar al fascismo, la guerra, desde la perspectiva imperialista,
no había logrado uno de sus objetivos fundamentales28.
En ese contexto, las relaciones entre las grandes empresas monopólicas productoras de armamentos
y la burocracia político-militar, que existían desde mucho antes, alcanzaron un nivel sin precedentes,
debido al ambiente de guerra fría surgido al final de la contienda mundial29. Nace así lo que se ha
conocido como “keynesismo militar”, “economía de guerra” o “economía del Pentágono”.
Durante las dos conflagraciones mundiales se había venido perfilando el sistema de vínculos entre
los monopolios y la burocracia política y militar, vínculos que se entrelazaban fuertemente en la orga-
nización y el funcionamiento de un aparato militar-industrial, lo que representaba una tarea de primer
orden con vistas a operar en situaciones de guerra. Pero, al mismo tiempo, y a diferencia de lo ocurrido
en etapas previas del capitalismo, poco a poco esos nexos dejaron de ser una medida coyuntural, im-
puesta por las crisis político-militares del momento, para transformarse en un fenómeno que se hacía
cada vez parte integrante del mecanismo general de funcionamiento de la reproducción capitalista.
Vale decir, pues, que la producción de armas –y la relativa a la guerra en general– se hizo gradualmente
parte del mecanismo de reproducción del capital como un todo, bajo el fuerte estímulo, además, que
para las grandes empresas industriales-militares representaba una producción a cargo del presupuesto
del Estado30.
En el caso específico de Estados Unidos, se conservaba una infraestructura industrial lo suficiente-
mente sólida como para mantenerla en función de las exigencias de la defensa, fuese para “conservar
la paz” o, como sucedió tras la Segunda Guerra Mundial, para sustentar la hegemonía obtenida por
ese país. Esa hegemonía se reforzó cuando, ya por concluir el conflicto bélico, el entonces presidente
Harry Truman decidió lanzar bombas nucleares sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Naga-
saki, con el pretexto de terminar rápidamente la guerra con Japón, cuando en realidad se trataba de
un chantaje nuclear dirigido principalmente a la Unión Soviética, opinión esta compartida por un
número cada vez mayor de especialistas.
Durante el período de la Guerra Fría, las acciones encaminadas a reforzar la capacidad militar
estadounidense (ya entonces también de tipo nuclear), objetivo en el que participaban todas las po-
tencias imperialistas, eran definidas e impulsadas por la búsqueda de la superioridad estratégica sobre
la Unión Soviética, superioridad que devino en punto central del discurso político imperialista. Desde
entonces, la Unión Soviética apareció como el sujeto principal en torno al cual giraba la política
militar –y en particular la cuestión nuclear– de Estados Unidos, que la definió como el “enemigo
necesario”.

5. La industria bélica ha estado siempre muy ligada a los progresos científicos y técnicos. Durante
toda la Segunda Guerra Mundial y, más ampliamente, desde comienzos de los años treinta hasta
la crisis económica de 1974-1975, esa industria se desarrolló por obra de dos factores fundamentales: la
competencia en el plano militar y la disponibilidad de grandes recursos para el financiamiento de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


456
la investigación, que pudo así implementarse sin mayores preocupaciones por los costos. Desde enton-
ces, muchos de sus resultados pasan a la economía civil, dado que los productores monopólicos están
asimismo vinculados a ese sector. El presupuesto militar se ha convertido en un factor de impulso de
los progresos científico-técnicos con objetivos militares, que después, en la mayor parte de los casos, pa-
san a la economía civil. Esta última, por otra parte, termina por crear componentes y productos que
pasan a la economía militar.
A diferencia del período de posguerra, cuando fue dominante el complejo automovilístico-metal-
mecánico-petroquímico –que constituyó la base material del ciclo fordista-keynesiano–, actualmente
ese papel lo cumple la industria electrónico-informática, convertida en la nueva base tecnológica de la
economía y de la sociedad. Este último complejo ha surgido como el núcleo de la producción social y
de la acumulación de capital, lo que se ha traducido en un nuevo dinamismo y un nuevo ciclo indus-
trial (BEA-News, 2004-2005). El resultado es un cambio en las características y en el comportamiento
del ciclo económico.
Esas transformaciones han tenido un notable impacto en la industria militar:

a) Al lograr establecer estándares tecnológicos y contar con las ventajas de producir en función del
presupuesto militar, esta industria puede disponer de mano de obra más calificada y de numero-
sos fondos para la investigación, con escasas preocupaciones respecto a los costos de producción.
Todo esto le permite gozar de un monopolio “natural” que garantiza altas ganancias.
b) La relación con las restantes actividades productivas, que se cumple a través de subcontratacio-
nes, es mucho más directa e integrada.
c) La demanda es estimulada por la oferta y esta, a su vez, por el creciente presupuesto militar. Por
tanto, la industria bélica no está sometida, como las demás ramas industriales, a una oferta de
precios decrecientes. Inmersa también ella en el nuevo paradigma tecnológico –que, como se
ha dicho, tiene por núcleo dinamizador el complejo electrónico-informático–, la integración
se realiza por vía de la oferta y no de la demanda. De esta manera, abarca en sí misma todas las
ventajas tecnológicas, más allá del hecho de poder trabajar con el presupuesto estatal.

La industria militar aprovecha, pues, las ventajas del nuevo panorama tecnológico y recibe, en los
países capitalistas desarrollados, el estímulo de una política económica que privilegia la existencia de
un presupuesto militar creciente.

6. Se puede entonces deducir que, independientemente del efecto que tenga en la economía –y, por
tanto, en el incremento del llamado presupuesto de defensa–, el gasto bélico está estrechamente ligado
al interés económico de un grupo de importantes empresas monopólicas y al poder de una extensa
burocracia político-militar, con sus respectivos grupos subordinados. Esa burocracia genera exigencias
de investigación, propaganda, formación de dirigentes y trabajo ideológico, en general, que da trabajo
a una amplia élite de intelectuales y técnicos que están a cargo de dicho presupuesto.
El proceso descrito se repite, a grandes rasgos, en todas las potencias imperialistas, y en él se basa
la existencia del llamado complejo industrial militar, como parte integrante e inseparable del sistema
de relaciones político-económicas del capitalismo monopolista de Estado, fenómeno que no se limita
al ámbito nacional.

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


457
La fusión de monopolios bancarios e industriales termina por generar su interconexión con el
Estado. Ese entramado de relaciones ocasiona, a su vez, el fenómeno de una unión especial entre
el Estado, los monopolios productores de armamento y, en general, todos aquellos que producen con
cargo al llamado presupuesto de defensa o que de este obtienen beneficios.
Esa comunión de intereses se convierte en garantía de obtención de la máxima ganancia, con una
estructura de poder ramificado que llega incluso a generar un aparato ideológico propio. En su seno,
el fenómeno de la competencia adquiere, cualitativamente, nuevas características. Cuando un sector
tiene los privilegios estatales de los que goza la industria armamentista, no hace más que transformar la
economía militar en un “compartimiento especial”, que termina por ser ajeno a las normas que rigen
para toda la economía nacional.
El imperialismo genera militarismo y este consolida, inevitablemente, el surgimiento de un grupo
de monopolios estatales-militares, como también una amplia red de vínculos y relaciones entre la bu-
rocracia político-militar y la industria monopolista que nutre al aparato bélico. Todo esto, al impulsar
e intensificar el proceso de militarización, provoca una espiral militarista que constituye uno de los
rasgos más dinámicos y contradictorios del capitalismo actual. Esa vasta red de vínculos entre la indus-
tria militar y las estructuras políticas y gubernamentales se expresa también en el ámbito del personal
de carrera, bajo la forma de un continuo intercambio de puestos en las juntas o cuerpos directivos de
unas y otras, en ambas direcciones. El hecho es que las armas carecen de todo valor de uso para efec-
tos del proceso de reproducción. También es cierto que esa dinámica no puede imponerse siempre,
pues no es lógico suponer que las grandes empresas militares-industriales representen los intereses
de todo el capital monopolista, ni que lleguen a constituir un supermonopolio que controle todo lo
que atañe al orden económico y político. La racionalidad del proceso capitalista es tan contraria a la
satisfacción de las exigencias humanas, que es capaz de producir mercancías para la destrucción, que
son, a la vez, las que más completamente alcanzan el objetivo de esa racionalidad: la máxima ganan-
cia. Una irracionalidad que se torna aún más aguda cuando se trata de armas de destrucción masiva
o nucleares.
Hay grandes empresas militares-industriales que obtienen ventajas al trabajar como contratistas o
subcontratistas del Estado31, pero que al mismo tiempo son, fundamentalmente, productoras de mer-
cancías civiles y que, como tales, requieren de un ambiente de paz relativa que favorezca el comercio y
la inversión. Más allá de esto, existe todo un sector no monopolista cuya actividad está más ligada a la
economía interna que a la producción bélica.

7. Por todo lo explicado, no es posible presuponer que los intereses del sector industrial-militar, por
más que puedan progresar, dominen conjuntamente todos los intereses de la economía capitalista. En
este marco, pues, se producen contradicciones en el seno de la oligarquía financiera, dado que no todos
sus miembros ven satisfechos sus intereses por un presupuesto militar creciente.
Con el desarrollo de la economía militar, sin embargo, se crea una tendencia permanente a trabajar
por el crecimiento de dicho presupuesto, además de una inevitable dependencia del ciclo general de la
economía norteamericana respecto a la producción de armas y la guerra en general. La llamada produc-
ción para la defensa se transforma en una necesidad de la dinámica del ciclo de reproducción de toda
la economía, que obedece al hecho de que ningún otro ramo productivo satisface tan completamente
como este el objetivo racional de la producción capitalista y el continuo aumento de las utilidades.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


458
Por eso, para avanzar en la definición del complejo industrial militar podemos decir que la Segunda
Guerra Mundial arrojó consecuencias que dieron impulso a la política de guerra fría y que acelera-
ron la formación de una estrecha alianza de los monopolios industrial-militares, los círculos bélicos
y el aparato burocrático gubernamental vinculado a la seguridad nacional, hasta crear la fusión de
las fuerzas conocidas con aquel nombre. Al hablar de fusión, nos referimos al entramado industrial,
corporativo y financiero, estrechamente ligado al Estado, que forma un mecanismo único de poder
económico y político que, aun siendo parte integrante del sistema político, ocupa dentro de este un
espacio privilegiado, producto de su competencia en los problemas de la llamada seguridad nacional y
de la defensa en particular.
Este mecanismo devino, bajo la administración Bush (hijo), en centro del poder hegemónico en
la sociedad norteamericana. Lo que ha llevado a aquellas grandes empresas a ser parte integrante del
complejo industrial militar no es su nivel de actividad, y ni siquiera el hecho de producir armamentos,
sino más bien el sostener un subsistema especial de relaciones y vínculos con el aparato estatal, con el
presupuesto federal y, en particular, con las instituciones y las personalidades gubernamentales que se
mueven en el ámbito de los problemas militares y de la llamada seguridad nacional. No hay cómo dejar
de deducir, a partir de la historia de las guerras, la importancia que siempre han tenido las relaciones
entre los Gobiernos y los productores de armas, así como el papel del dinero del Estado en la prepa-
ración de la guerra. Pero nada de esto dio lugar, en el pasado, a relaciones permanentes que llegaran a
constituir una estructura de poder como la del complejo industrial militar.

8. Lenin había ya manifestado que los intereses de la oligarquía financiera son opuestos a los de toda
la sociedad. Sin embargo, esa definición se ve superada por los grandes grupos del poder político-eco-
nómico-militarista, ya que se trata de un sector, dentro de la misma oligarquía, que detenta un poder
del que no había gozado ningún otro, ni clase social alguna hasta hoy, pues se trata de un fenómeno
generado por el desarrollo mismo del imperialismo.
Es el complejo industrial militar quien constantemente cumple el papel de catalizador del proceso
militar y de sus empresas asociadas; sus objetivos, entre otros, son el incremento de las asignaciones
para gastos bélicos, la creación de una economía de guerra y el impulso de un comercio típico de los
períodos de conflagración. Este fenómeno ha adoptado un carácter internacional, creando una com-
pleja red de nexos y relaciones entre las principales potencias capitalistas, que consideran al resto de
los países del sistema –los subdesarrollados– como mercado para la venta de armas y fuente de riqueza
para esta política.
La internacionalización de este complejo no es aislada: hay procesos de internacionalización del
capital y de la producción, más allá del crecimiento de las empresas multinacionales y de la explotación
de capitales por parte de aquellos monopolios que, además de ser los más importantes productores
y comercializadores de mercancías, son también los más importantes contratistas de sus respectivos
Gobiernos para la producción de armamento. Estos monopolios han diseminado sus filiales en el resto
de las potencias capitalistas y entre los miembros del sistema, hasta crear una turbia masa de interre-
laciones que ha servido de base para convertir al complejo industrial militar en un fenómeno que se
localiza no solo en Estados Unidos. Desde los años cincuenta, en efecto, la influencia de esa estructura
actúa sobre la dinámica económica y política de las principales potencias imperialistas, si bien con una
evidente supremacía económica, política y tecnológica de Estados Unidos.

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


459
9. Está clara, entonces, la interconexión del aparato económico-productivo militar con otros sectores
de la economía. Para estos últimos, las decisiones que se toman en la industria militar están influidas
por la obtención de la máxima ganancia.
La producción militar sirve de soporte material para la construcción de las estrategias militares y
de aquello que podríamos llamar escenarios de seguridad. Se crean así opciones de defensa y se idean
amenazas potenciales; de esta manera, los cambios que se han llevado a cabo en la producción militar, a
partir de la Guerra Fría, son reflejo de cambios ocurridos en el escenario estratégico, en el sistema eco-
nómico internacional y en las tecnologías.
A fines del siglo xx y comienzos del xxi, en la industria militar se han realizado muchos cambios
radicales, que se reflejan en los procesos de innovación tecnológica que da impulso a un mejora-
miento continuo de los instrumentos bélicos, en términos de potencia, de precisión y de capacidad
destructiva (Revista Española de Defensa, 2000: 9). Los ejércitos han mantenido sobre la industria una
presión constante para obtener instrumentos modernos y competitivos. De esta manera, las empresas
se han visto impulsadas a sostener un gran y permanente esfuerzo de investigación y desarrollo. La
consecuencia es la correlación cada vez más compleja entre la tecnología civil y la militar. Muchos de
los progresos que se han alcanzado en la microelectrónica o en las telecomunicaciones para el sector
comercial, han sido aplicados en la industria militar, aun si no directamente.
Europa y Estados Unidos han mantenido niveles similares de desarrollo científico, aunque Washing-
ton ha logrado, en general, una aplicación tecnológica militar más eficiente. Por eso la industria de la
defensa, no obstante sus ventajas, no puede ser vista separadamente de la industria civil y menos por lo
que respecta al ámbito económico creado por el desarrollo tecnológico de esta última en los países capi-
talistas desarrollados. Es esa una de las razones por las cuales la producción militar no puede ser aislada
de la producción industrial en general: el ciclo de la industria bélica es parte del ciclo industrial general.
La tasa de inversión productiva puede variar con los cambios que ocurren en el sector civil y en
el militar, sobre todo si están fundamentalmente dirigidos al aumento de la producción militar con
base en el presupuesto (Morales, 2004: 13). Este vínculo entre tecnologías bélicas y civiles refuerza la
influencia del complejo industrial militar en la economía en su conjunto.

10. Finalmente, si se quisiera definir de manera más directa el complejo industrial militar, se podría
sostener que se trata de un subsistema de relaciones económico-político-militares que tiene como base
el estrecho nexo establecido entre las grandes empresas de ese ramo y el Estado. Este subsistema ha
creado, por otra parte, su propio aparato ideológico, reproductor de las ideas del militarismo. Su cen-
tro hegemónico está en Estados Unidos y se ramifica en el mundo como un subsistema multinacional
de comercio de armas, licencias e inversiones para la producción conjunta de armamento. Se apoya
en acuerdos militares y en el sistema de bases y programas de adiestramiento y colaboración militar, y en
su expansionismo considera como un tesoro a los países subdesarrollados, que se ven así obligados al
continuo incremento de sus gastos militares y a funcionar como oligarquías subalternas, que apoyan
regionalmente los objetivos de la política imperialista.
Estas relaciones se han transformado en una necesidad para el proceso de reproducción económica,
política e ideológica del imperialismo, que en los umbrales del siglo xxi se ve reforzado por la posición
hegemónica de Estados Unidos en el plano militar, estratégico y regional. Hoy el peligro que corre la
paz mundial es mayor que en el período de la llamada Guerra Fría y la confrontación este-oeste.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


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5.2. Factores de transnacionalización de la economía militar
1. Hay un conjunto de factores que alientan, actualmente, el carácter multinacional del complejo
industrial militar. Entre estos, los más importantes son:

a) El amplio espectro de intereses económicos y político-militares de las potencias imperialistas


en todo el mundo y particularmente los de Estados Unidos, que a fines del siglo xx reforzó su
hegemonía militar.
b) El impacto de una vasta red de bases militares norteamericanas fuera del territorio de ese país.
c) La existencia de una extensa red de alianzas y pactos militares, ahora reforzada por la apertura
de la OTAN y el ingreso a esta de algunos exintegrantes del Pacto de Varsovia.
d) El brusco e inédito incremento del presupuesto militar norteamericano, alimentado por la lla-
mada estrategia de “lucha contra el terrorismo”.
e) La desmesurada ampliación del poder destructivo del armamento militar convencional de Esta-
dos Unidos, que tiende a cambiar las reglas de la guerra, al punto de que para defenderse de él
solo se puede recurrir a las nefastas tácticas del terrorismo o al uso de armas nucleares.
f ) La tendencia a desarrollar un poder nuclear táctico, dirigido a disuadir a los países del Tercer
Mundo de toda posibilidad de luchar contra el imperialismo.
g) La política exterior de extrema agresividad con la que Estados Unidos ha inaugurado el siglo
xxi, que no respeta las reglas de las instituciones internacionales. La visión del mundo que
en ella se manifiesta es la de los sectores más reaccionarios de la política y la intelectualidad
norteamericana.

El terrible 11 de septiembre de 2001 fue considerado por las fuerzas de extrema derecha de ese país
como la esperada oportunidad para restaurar un Estados Unidos imperial, dispuesto a intervenir en
cualquier parte y con cualquier justificación, como ocurrió en Iraq. La Organización de las Naciones
Unidas está paralizada ante el empuje de Estados Unidos y se ha convertido, de hecho, en un instru-
mento para imponer políticas expansionistas.

2. Como ya se ha dicho, la economía militar no está separada del resto de la economía por líneas
tajantes; por el contrario, se vale de los mismos mecanismos e instrumentos que caracterizan hoy al
sistema de relaciones económicas capitalistas a escala mundial y constituye, de hecho, un subconjunto.
Se trata de una transnacionalización encabezada por Estados Unidos y dirigida a incrementar su
capacidad militar, sea nuclear o convencional; a reforzar su papel en el comercio mundial de armas
y de tecnologías ligadas a su producción; a consolidar la capacidad disuasiva y agresiva de Estados
que, como Israel, desempeñan un importante papel estratégico dentro de alguna región de particular
interés; y a aumentar la capacidad de Estados Unidos para movilizar sus fuerzas militares sin tener que
depender de las alianzas.

3. La agresiva política del imperialismo requiere que los gastos militares de los países subdesarrollados
aumenten continuamente, para así dar respuesta a la estrategia de militarización de la economía y a la
política imperialista a nivel mundial, que esencialmente persigue los siguientes objetivos:

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


461
a) Sostener y desarrollar el sistema transnacional de altas ganancias para las grandes empresas pro-
ductoras de armas.
b) Apoyar el acceso a las fuentes de recursos energéticos y de materias primas, dondequiera se
encuentren.
c) Aprovechar la mano de obra calificada de bajo costo, especialmente en los países subdesarrolla-
dos que son clientes en el comercio de armamentos.
d) Reforzar la capacidad ofensiva de una red de Estados que apoyan la política imperialista, do-
tándolos de cuanto sea necesario para reprimir todo movimiento de rechazo o resistencia a la
explotación capitalista.
e) Sustentar las posiciones internas de las oligarquías que facilitan o dan cobertura a las políticas de
control y al saqueo de los recursos.
f ) Ampliar espacios, dentro de la competencia interimperialista, para el lucrativo negocio de la
comercialización de armas.
g) Crear tensiones regionales en torno a problemas como el narcotráfico, la emigración, las dispu-
tas territoriales, el ambiente, etcétera.

Todo esto indica hasta qué extremo se ven obligados los países subdesarrollados a participar en el
fenómeno de la producción y venta de armas, no obstante las ingentes y graves dificultades que deben
afrontar en el plano económico y social.

4. El neocolonialismo de las potencias imperialistas ha traído consigo, en particular tras la Segunda


Guerra Mundial, nuevos fenómenos y mecanismos de dominación en este plano. Se ha acelerado
el proceso de transnacionalización de la economía militarista, impulsada por el complejo industrial
militar, y para apoyarlo han surgido diversos mecanismos, como los programas de ayuda a las fuerzas
armadas, el sistema de escuelas militares y el adiestramiento de cuadros para respaldar a las oligarquías
dominantes en los países subdesarrollados.
Una clara manifestación de esa transnacionalización militarista la encontramos hoy en América
Latina, con el llamado “Plan Colombia” o “Iniciativa Regional Andina”.
La economía militar de Estados Unidos comenzó a jugar un papel fundamental desde los años
treinta, pero sobre todo a partir del impulso que recibió el gasto bélico durante la Segunda Guerra
Mundial.
Ya en la política económica basada en el keynesismo, dicho gasto aparece como un factor impor-
tante de estímulo a la demanda efectiva. A partir de ese momento y –repetimos– especialmente con la
Segunda Guerra Mundial, surge el fenómeno del complejo industrial militar, sobre el cual ya entonces
el presidente Eisenhower advirtiera cómo tal alianza de intereses entre política e industria militar había
perjudicado la seguridad nacional.
Corea (1950-1953), Indonesia (1965-1974), la época de Reagan (1981-1989) y ahora Iraq son
ocasiones en que la participación militar domina la agenda económica. El Asia meridional es actual-
mente una demostración del rápido crecimiento del imperio norteamericano, así como de la creación
de nuevas oportunidades para que las grandes empresas multinacionales de Estados Unidos expandan
el imperio económico. Los fenómenos que impulsan la necesidad del crecimiento industrial militar –y
del complejo en el que ese crecimiento se produce– no provienen del funcionamiento de la economía

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


462
en procura de garantizar la ganancia, sino del máximo objetivo estratégico imperial, de mantener el
poder hegemónico a escala mundial.
La actual oligarquía detenta el poder como nunca antes y los sectores más extremistas, capitaneados
por Estados Unidos, han llevado al mundo al borde de una guerra de proporciones indefinibles, en la
que nadie podrá vencer. Esta realidad coincide con el hecho de que las relaciones político-militares han
alcanzado en la sociedad norteamericana una condición estructural que las coloca, dentro del sistema
político, en el mismo nivel que los subsistemas conformados por el Gobierno, los partidos y el sis-
tema electoral. Y todavía se añade, para el complejo industrial militar, la ventaja de que sus relaciones
se entrecruzan con los tres subsistemas y presentan, además, un nivel de transnacionalización no logra-
do por ningún otro componente estructural del sistema político norteamericano.

5. De todo ello se deriva no solo el reforzamiento de las ansias de dominio global, a través de la trans-
nacionalización de la economía militarista y contra los países en vías de desarrollo, sino también el
peligro que para la paz mundial subyace en las mencionadas relaciones político-militares.
Es con tales hipótesis, con tales escenarios de cambio de fase, de conflictividad aguda entre el área
del dólar y el área del euro, con atención siempre a la variable asiática y al probable nacimiento de
un polo ruso-iraní-indio-chino, y bajo fuertes miras expansionistas en Eurasia, en América Latina,
contra todos los países en vías de desarrollo, que en el futuro inmediato será llamada la humanidad
a un arreglo de cuentas, en un contexto en el que la competencia global asumirá rasgos cada vez más
político-estratégicos.
A estas alturas, hasta los organismos financieros internacionales comienzan a sostener, más o menos
explícitamente, que los procesos de globalización no están ya bajo control de las autoridades moneta-
rias, sino especialmente de las autoridades político-gubernamentales.
Globalización significa financiarización, pero ya es evidente lo que desde hace tiempo sostenemos:
que el proceso en curso no puede llamarse globalización. Se trata de una auténtica, dura y despiadada
competencia global entre los tres principales bloques económicos; una competencia global, de carácter
político-estratégico, con claros rasgos no solo de economía de guerra, sino también de explicitación
estructural de una guerra que no dejará heridos en el campo.
En juego está, en los próximos años, el papel estratégico internacional de Estados Unidos, de la
Unión Europea y del polo asiático-japonés. Esto seguirá significando guerras comerciales, guerras
financieras, guerras económicas globales, hasta llegar al uso indiscriminado de la guerra verdadera por
la supremacía en áreas internacionales que se tienen por estratégicas. ¡Y todo ello de cara al mercado
único y de una globalización unívoca en propósitos!
Estamos seguramente en la fase de conflicto abierto y agudo entre bloques económicos, en el que
la Unión Europea está jugando un papel estratégico en áspera competencia con Estados Unidos. Los
problemas del bloque geoeconómico europeo serán centrales en los desarrollos políticos, económicos y
militares del futuro próximo. Las tendencias que hemos identificado marcan la fase actual del conflicto
económico y de la confrontación militar en la competencia global.
Por tanto, las masas deben desarrollar una conciencia política de lucha en concordancia con esta
realidad: una conciencia global, en la que se combinen armónicamente lo local, lo nacional y lo mun-
dial (que no es solo global, sino multinacional). Las fuerzas del imperialismo están organizadas en un
sentido transnacional, con una burguesía que tiene conciencia de sus funciones y que se las ingenia

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


463
para defender sus intereses. De allí que la respuesta no puede tener otro carácter. Una alternativa mun-
dial de lucha solo puede ser un proyecto con un contenido y significado popular transnacional. Pero,
al mismo tiempo, sin un modelo socioeconómico asequible a los sectores populares, se corre el riesgo
de llegar al gobierno para tener que limitarse luego a la administración de la crisis del neoliberalismo,
con la consecuente pérdida de legitimidad a los ojos de la clase trabajadora de todo el planeta.

­— notas —

1 Cfr. Hobsbawm (1987: 70).

2 Cfr. Hobsbawm (1987: 83).

3 Cfr. Hobsbawm (1987: 78).

4 Lenin así lo afirma explícitamente. Jaffe (1973) lo ratifica en varias ocasiones, incluso contra la convicción de Luxemburg, quien

en cambio creía que los países “periféricos” eran extraños al MPC.

5 Muchas veces los juristas logran, con su brutalidad y crudeza, ser mucho más claros y honestos que tantos economistas, cien-

tíficos sociales y políticos. Así puede leerse en un manual de derecho colonial francés de los años treinta: “La razón primera de
la colonización radica en el doble hecho de que el mercado nacional necesita de estas salidas suplementarias y también la in-
dustria requiere de mercados de aprovisionamiento de materias primas (…) Las poblaciones indígenas son incapaces de extraer
provecho de las riquezas de sus países, y las potencias coloniales no quieren depender de sus rivales para obtener las materias
que proveen las colonias. (…) El Estado colonial se enfrenta generalmente a poblaciones atrasadas, y esto es cierto incluso en
el caso de muchos pueblos que se pueden considerar civilizados (Indochina, por ejemplo). En ciertas regiones esas poblaciones
están en constante guerra unas con otras (…). Con la paz, los indígenas reciben seguridad para sus propias personas y bienes.
La potencia colonial debe abolir los usos contrarios a la humanidad (esclavitud, sacrificios humanos) y suavizar aquellos que
sean demasiado toscos (…). A estas críticas [las de los partidos radical y socialista, que ponían en duda la legitimidad de la em-
presa colonial] se puede responder que no es natural ni justo dejar tal vez la mitad del mundo en manos de pequeños grupos
de hombres ignorantes, impotentes, verdaderos niños incapaces, diseminados por superficies inmensurables, como tampoco a
poblaciones decrépitas, sin energía, sin guía, auténticos viejos incapaces de todo esfuerzo” (François, Mariol, 1929: 12, 17, 22).

6 Por lo cual los países dominados deben producir, como colonias, las materias primas que sirven a la industria imperialista cen-

tral para fabricar los productos “secundarios” que luego serán también exportados a las colonias, donde este último sector
productivo no existe.

7 Motivo por el cual esos países son llamados company countries.

8 De allí, también, las numerosas guerras civiles, que tienen por fin la repartición de la relativamente escasa riqueza de estos

países.

9 Se utiliza el término en su acepción burguesa, cuantitativa. Sobre estos problemas y las diversas interpretaciones de los concep-

tos de “desarrollo” y “progreso”, cfr. Jaffe (1990) y Vasapollo (edit., 2006).

10 Las cifras corresponden a estimaciones nuestras, a partir de los datos del Banco Mundial (2003).

11 No necesariamente muy distantes entre sí. Sin embargo, la distancia debe ser relacionada con el grado de desarrollo de una

determinada sociedad: 100 km no son la misma cosa si se recorren a pie y con bultos sobre la espalda que si se hacen en
auto o tren.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


464
12 Si ella implica un costo menor al pagado previamente por la misma mercancía.

13 Nótese cómo estas tesis están en radical oposición a las ideas “ortodoxas” sobre el comercio (internacional).

14 El colonialismo presupone ya, si no un sistema mundial integrado, al menos un sistema interintracontinental integrado, pero

en el fondo es la misma ley de desarrollo-movimiento capitalista la que presupone y tiende hacia el mundo.

15 Además de la garantizada por la superexplotación de las semicolonias.

16 Nos referimos aquí a la legislación italiana en materia de inmigración (la llamada ley Bossi-Fini), que en sus principios funda-

mentales no es muy distinta a tantas otras leyes similares de los países de capitalismo maduro.

17 Cfr. Hobsbawm (1987: 97).

18 La función principal de los fondos de pensiones es, precisamente, la de poner a disposición del capital una suma enorme de

dinero que sería de otra forma no valorizable y que este utiliza para extender su poder a escala mundial mediante inversiones
directas en el extranjero, participaciones e innumerables financiamientos. Piénsese tan solo en el caso de los “inversionistas
institucionales” estadounidenses, que son los más avanzados desde este punto de vista y representan ya uno de los poderes
financieros (e industriales) más extendidos. Con su ahorro, aun el que no tiene más fin que asegurar la propia pensión, cada
ciudadano y trabajador alimenta hoy el poderío del capital imperialista.

19 Véase nuestro análisis sobre las áreas de divisas y los polos imperialistas en Vasapollo, Casadio, Petras, Veltmeyer (2004) y

Vasapollo, Jaffe, Galarza (2005).

20 Hagamos notar cómo el análisis marxista, durante los últimos años, ha avanzado a este respecto. Piénsese en la vastísima

obra de un La Grassa, que, al criticar las tesis que limitan el papel de la clase dominante financiero-imperialista y la clase de
los parásitos corta cupones, califica en cambio de central su función estratégica. Los integrantes de esta clase serían agentes
estratégicos que desempeñan una función eminentemente política, en el sentido de dirección global de la empresa en el salvaje
mercado internacional. Véase especialmente La Grassa (2005), donde el autor destaca las continuas batallas internas de la clase
dominante.

21 Cfr. Hobsbawm (1987: 290).

22 En los últimos 15-20 años se ha evidenciado un fuerte vínculo entre financiarización de la economía y criminalidad. Piénsese,

por ejemplo, en el comercio de drogas, al cual se añaden tantos otros tráficos ilegales, como el de las armas, el mercado clan-
destino de desechos, la prostitución y el mercado de trabajadores esclavos en la así llamada economía sumergida (al sumar
estos tráficos con el de la droga, se alcanza un rango de negocios de más de 1.000 millardos de dólares anuales). Un penetrante
reportaje sobre el tema es el de Saviano (2006).

23 Sobre estos temas, sigue siendo un texto histórico fundamental el de Baran y Sweezy (1968).

24 Cfr. Hobsbawm (1987: 143).

25 Lo que de seguidas se presenta es solo el esquema analítico de base para interpretar este fenómeno. Para profundizar en el

tema se puede leer, por ejemplo, a Gabriel Kolko, uno de los investigadores que mejor han analizado la anatomía del capita-
lismo militar norteamericano: cfr. Kolko (1994; 2006). Un análisis específico de la dinámica actual del imperialismo militar se
puede encontrar en Casadio, Petras, Vasapollo (2003) y en Vasapollo (ed., 2003).

26 David Noble (1984) muestra cómo la introducción del control numérico en la industria, por no hablar de otras alternativas

tecnológicas de automatización, fue resultado de una decisión de la Fuerza Aérea estadounidense, en un proyecto conjunto
con IBM y el MIT.

IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN


465
27 Casadio, Petras, Vasapollo (2003: 81-185, 257-266). Cfr. también Arriola, Vasapollo (2004).

28 Durante todo el período de la guerra, y con particular énfasis entre 1941 y 1945, Churchil y Roosevelt sostuvieron una política

de alianza con la Unión Soviética, que se basaba en la contradicción del “aliado enemigo”. Harry Truman decidió finalmente
considerar a la Unión Soviética como el “enemigo conveniente”.

29 Ya en el National Security Case Nº 68 (NSC-68) se auspiciaba la reconstrucción inmediata y a gran escala de la fuerza militar

estadounidense, y en general la de los aliados, con la intención de rectificar el equilibrio de poder y con la esperanza de que,
al utilizar otros medios, no serían necesarios los de la guerra total.

30 Se trata de un fenómeno transnacional que, visto en el actual contexto de la globalización, de la hegemonía estadounidense

y de la llamada “lucha contra el terrorismo”, ha adquirido una amplitud inusual que hoy, como nunca, amenaza la paz a nivel
mundial.

31 Piénsese en el enorme papel desempeñado en la reciente guerra contra Iraq por empresas privadas que, desde la logística hasta

el personal, gerenciaron fases enteras de la organización y ejecución de la guerra. Cfr. a este respecto Bulgarelli, Zona (2004).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


466
SEXta parte

TENDENCIAS ACTUALES DEL CAPITALISMO:


ENTRE EL CRECIMIENTO CUANTITATIVO
Y LA CRISIS ESTRUCTURAL
Capítulo I
ALGUNOS MODELOS Y CATEGORÍAS PARA LA INTERPRETACIÓN
DE LA FASE ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIALIZADO

1. Cuatro criterios de relevancia general

1. Durante todo el desarrollo de este trabajo hemos intentado mostrar la validez del análisis marxista
para el estudio de los problemas de la economía política y de la economía aplicada. En la parte que
sigue se aplica ese análisis a la comprensión de los fenómenos sociales contemporáneos, por medio de
algunos criterios de gran relevancia.
Una visión crítica de la llamada globalización permite identificar, detrás de ese concepto polisémico,
la dinámica actual del capital.
La aplicación del paradigma marxista al estudio de la política económica dominante, que a través del
pensamiento único se expresa de manera tecnocrática en los programas de ajuste estructural, permite
a su vez identificar los verdaderos objetivos y consecuencias de dichos programas, como instrumentos
privilegiados de reproducción del desarrollo desigual combinado.
La economía del conocimiento se manifiesta como la característica más notable de la nueva fase de
acumulación capitalista. Contra la interpretación que pretende ver en el nuevo papel productivo del
conocimiento la base disolutoria de las más importantes leyes económicas desarrolladas por Marx (ley
del valor), probaremos que la mejor manera de entender los fundamentos económicos del mundo
actual es la aplicación de las categorías propias del análisis marxista.
El nuevo ciclo de acumulación capitalista se comprende con mayor rigor y profundidad al analizar
la relación capital-trabajo con las nuevas categorías derivadas de la formulación marxista, que per-
miten identificar el presente período de transición –en el proceso de acumulación capitalista– con la
denominación de posfordismo, vale decir, con la apertura de un nuevo ciclo en la confrontación entre
capital y trabajo.
Esos serán los temas que trataremos de seguidas y que, por simple comodidad expositiva, estarán
divididos entre esta sexta parte y la siguiente.
Antes de examinar las dinámicas y los cambios que las economías capitalistas han experimentado
durante estos largos años de crisis estructural, a fin de comprender cómo y de qué manera el proceso de
globalización financiera y productiva –que de alguna manera incide en todos los países occidentales–
ha influido en el sistema del vivir económico y social en su conjunto, es interesante regresar brevemen-
te sobre los conceptos mismos de algunas categorías económicas de evaluación, por la importancia
que tienen en el análisis del crecimiento cuantitativo, a través de indicadores y modelos. Se podrá así
entender mejor cuáles son los factores que repercuten con mayor fuerza en los procesos productivos de
las empresas y, por tanto, en los procesos de acumulación de capital.

2. Competencia, concentración, monopolio

1. Si bien la competencia pura en el mercado fue prevista y puntualmente teorizada en los primeros es-
tudios de economía política de Adam Smith y sus seguidores, y lo es todavía hoy en la enorme mayoría
de los manuales de economía de enfoque marginalista o similares, en realidad ella nunca ha existido.
Ningún fenómeno que se concrete en la vida real y social de los pueblos, naciones o, incluso,
pequeñas comunidades, se manifiesta nunca en estado “puro”, como si previamente algún estudioso
lo hubiese pensado y minuciosamente hubiera abstraído de cada variable las “incrustaciones” que no
dejaran funcionar el modelo ideado en el escritorio. El fenómeno social se desarrolla en contextos muy
definidos de relaciones sociales y continuamente se “ensucia las manos con la realidad”. Necesaria-
mente ocurre lo mismo también con la competencia, que es un “problema” eminentemente social. Por
tanto, cuando se habla de competencia en el mercado capitalista, hay que imaginar siempre una cosa
muy distinta a la idea “equilibrista” de Walras y sus discípulos. En el mercado se dan, sin embargo,
diversos niveles de competitividad (nunca pura), de forma tal que estos pueden identificar épocas
distintas del capitalismo y capitalismos diferentes.
En el capitalismo de los orígenes, el de las primeras acumulaciones de capital, ningún “capitán de
industria” en ciernes era capaz de plantearle límites generalizados o difusos a la competencia, ni de
imponer sus propios precios (que eran “dictados por el mercado”: la famosa empresa price taker que
todos estudiamos en los manuales de microeconomía). Esta se desarrolla poniendo en acción aquel
mecanismo sociodarwinista típico del capitalismo, por el cual el capital más débil perece, sucumbe,
porque no logra mantener la lucha contra otros capitales. Fenómenos de competencia empresarial se

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


470
encuentran muchas veces en las primeras fases de apertura de nuevos sectores mercantiles, antes inex-
plorados1, o cuando en un sector ya “copado” se promueven revoluciones tecnológicas u organizativas
capaces de trastornar todos los equilibrios previos.
Un sector es competitivo cuando se da en él la presencia de innumerables capitales en lucha por la
conquista de tajadas cada vez mayores de la demanda y, en última instancia, de poder. El desarrollo de
una determinada tecnología que al comienzo no es accesible a todos, dado su excesivo costo, garantiza
a quien la tenga, ganancias más altas que las de la competencia. La introducción de nuevas tecnolo-
gías está dirigida a reducir los tiempos de producción, a aumentar la productividad del trabajo. Para
recuperar más rápidamente los costos de esa tecnología, la empresa podría mantener los precios de su
mercancía al mismo nivel que la de otros competidores con productividad inferior. Al hacerlo así, se
mantendría un cierto “equilibrio” de mercado en lo que respecta a la cantidad de mercancía vendida
por cada empresa en particular. Además, la empresa más avanzada gozaría de una superganancia,
debido a sus mayores niveles de productividad y costos más limitados.
Pero el capitalista no puede contentarse con el status quo: necesita romper todos los equilibrios de
mercado, quiere acumular cada vez más, debe vencer a sus competidores. El capitalista es por natu-
raleza dinámico (la crisis sobreviene siempre en momentos de estancamiento) y, en una situación en
la que goce de una tecnología más avanzada que la de la competencia, preferirá vender su mercancía
a un precio inferior al del mercado, pues la superioridad tecnológica le permitirá, en todo caso, man-
tener una tasa de ganancia sustanciosa. Esto implica una “competencia hacia abajo”: las mercancías
propias tienen más demanda, hay que producir más; para hacerlo es necesario aumentar la escala de la
producción y, por tanto, la masa de capital. En ese caso, nuestro capitalista-emprendedor con la mejor
tecnología tiende a tomar una ventaja constante sobre sus competidores, que no pueden competir si
no es dotándose al menos de la misma tecnología. Sin embargo, la única solución operativa para lograr
ese objetivo es la de unir más capitales (centralización) en un mismo complejo empresarial.
En ese proceso, la tendencia implícita es a la desaparición de los pequeños capitales reunidos en
grandes complejos. La competencia se desplaza hacia “niveles” cada vez más elevados. La tasa de ga-
nancia (junto con el instinto de supervivencia) guía las políticas de integración, fusión, adquisición,
organización reticular y “en distritos” de las empresas que, para competir a escala mundial, necesitan
usufructuar capitales cada vez mayores.

2. La dimensión de una empresa capitalista (o complejo integrado de empresas: grupo) se corresponde,


en condiciones de buena salud empresarial, con un mercado de referencia equivalente. Las mercancías
allí llevadas deben ser realizadas: es ese el límite (ontológico) del mercado. Si potencialmente –obvian-
do por un instante la ley del valor– las mercancías son infinitas2, el mercado en sí mismo es limitado,
no solo geográficamente, sino también en cuanto al número (necesariamente finito) de consumidores.
Se llega por tanto, en un mercado capitalista avanzado, a la saturación de sectores mercantiles enteros,
por lo cual la cantidad de mercancías constantemente sustituibles (y en consecuencia por producir) es
limitada. A un determinado nivel, ese límite torna imposible la evolución expansiva (crecimiento) del
mercado. Este termina por ser de simple “sustitución” y la conquista de nuevas cuotas de consumidores
se lleva a cabo en ese restringido marco. Dado el proceso de “selección”, las empresas que a largo plazo
resultan vencedoras son aquellas que consiguen mantener cuotas de mercado tales que les garanticen
la sobrevivencia y las ganancias. Esas empresas no pueden ser otras que las agrupadas en grandes

ALGUNOS MODELOS Y CATEGORÍAS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA FASE ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIALIZADO
471
concentraciones, frecuentemente oligopólicas; esto es una tendencia explícita y claramente identifi-
cable. El oligopolio no solo garantiza un mayor control sobre el mercado y facilita los acuerdos entre
los actores involucrados, sino que además –y esto es fundamental–, gracias a una política de precios
concertados o pseudocompetencia, asegura también elevadas tasas de ganancia, al imponer precios más
altos –plusganancia oligo(mono)pólica– que los posibles y tolerados en un mercado competitivo. Esto
no solo incide directamente en los bolsillos de los consumidores (es lo que, en la teoría dominante,
se define como reducción del bienestar del consumidor), sino que perjudica también a los capitales
menores, puesto que las cuotas de plusvalía social son transferidas hacia las empresas oligopólicas, en
desmedro de las pequeñas y medianas.
La competencia capitalista da continuidad al proceso de expropiación que está en los orígenes del
MPC. Pero, en lugar de los productores independientes, ahora sus principales víctimas son los mismos
capitalistas.
“La historia del capital es la historia de la destrucción de la propiedad de los más, en beneficio de la
propiedad de una minoría cada vez más restringida” (Mandel, 1997b: 272).

3. Ese inmenso poder, tanto en la esfera comercial como en la productiva (poder para imponer los
propios intereses y contratos... a los capitales menores, suplidores de “fases” del proceso productivo o
de partes necesarias para la elaboración del producto final), así como las eventuales políticas de alianza,
los trust, etcétera (que posibilitan la eliminación de la competencia, si no jurídicamente, al menos de
hecho), determinan un menor estímulo a la investigación científica (históricamente muy vinculada
a las exigencias de valorización del capital), a pensar y experimentar nuevas formas organizativas y a
introducir nuevas tecnologías. Todo esto tiene una férrea lógica: si la carrera por modificar la compo-
sición orgánica del capital –mediante el incremento del capital fijo– es impulsada por la competencia,
que produce así indirectamente un progreso técnico-tecnológico y organizativo, la ausencia de compe-
tencia genera (o puede generar), por el contrario, un cierto “estancamiento” de las inversiones en ese
sector neurálgico de la empresarialidad capitalista (el capital no invertido de esa manera tendrá que ser
utilizado de otro modo: he allí que se incrementa la inversión especulativa, financiera, bursátil).
Los oligo(mono)polios ejercen, pues, una enorme presión sobre la determinación de los precios,
dada su posición de predominio y control del mercado, como también lo hacen en el plano político,
al punto de dictar, muchas veces, la agenda política de los Gobiernos. Además, gracias a su inmensa
centralización de capital, logran establecer relaciones privilegiadas con el “mundo financiero” (que
con frecuencia está involucrado en ellos, a través –por ejemplo– de consejeros de administración en
los grupos multinacionales) y son, finalmente, vectores de “detención” tecnológica, de estancamiento,
traba en el ámbito de la investigación para el surgimiento de nuevas tecnologías, nuevas ciencias
organizativas, etcétera.

3. Composición orgánica del capital y caída tendencial de la tasa media de ganancia

1. La apertura de un nuevo sector mercantil despierta usualmente una fría atención y recelos difusos
en el mundo empresarial, que por lo general invierte solo allí donde hay seguridad o, al menos, alta

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


472
posibilidad de atractivas ganancias; la tendencia, seguramente, es a invertir el capital propio allí donde
la (tasa de) ganancia es más elevada3. En el momento en que ese sector esté visiblemente abierto para la
ganancia, capitales considerables afluirán en masa. Pero la afluencia de capital es un proceso dialéctico
que debe ser leído en sus múltiples facetas: implica la reducción (cuando no la “despoblación”) de
capitales presentes en otros sectores con ganancias menos elevadas.
Mandel (1997b: 265) describe así este proceso de múltiples consecuencias:

Decir afluencia de capitales significa decir competencia exacerbada, expansión del maquinismo y
racionalización del trabajo. Pero estas transformaciones llevan (…) a un aumento de la composición
orgánica del capital. Y decir aumento de la composición orgánica del capital significa decir reducción
de la tasa de ganancia.

El reflujo de capitales (de un sector mercantil) reduce la producción, crea una escasez de mercancías
en un sector determinado y hace, pues, subir los precios y las ganancias. La afluencia de capitales pro-
voca en otros sectores, por el contrario, una competencia exacerbada y hace bajar precios y ganancias.
Así, en el complejo de sectores se establece una tasa media de ganancia a causa de la competencia de
capitales y mercancías4 (Mandel 1997b: 263).

2. La tasa media de ganancia es, pues, un valor matemático que promedia las tasas individuales de los
distintos sectores mercantiles. Pero esto, que podría ser leído de manera estática, “esconde” un conti-
nuo movimiento (proceso) de capitales (fenómeno más fácil e inmediatamente observable si el análisis
se plantea a escala mundial) que continuamente se desplazan de un sector a otro (o, permaneciendo
en el mismo, migran hacia zonas geográficas, económicas o jurídicas de más alta rentabilidad). Esa
emigración, hemos dicho, responde a una tasa de ganancia más elevada, pero ahora es preciso explicar
por qué la tasa inicial de un sector tiende a “caer”.
La competencia despiadada entre capitales conlleva la búsqueda espasmódica de técnicas de pro-
ducción, de formas organizativas del proceso laboral y de máquinas y tecnologías cada vez más avan-
zadas, de manera que sea posible aumentar la productividad del trabajo humano y bajar los costos
de producción, potenciando así las propias “habilidades” competitivas. Para lograr todo esto, aparte de
una organización científica del trabajo más eficaz y eficiente –que de por sí no necesaria o principal-
mente incide en el desarrollo de la tecnología (pero quizá sí en una utilización diferente)–, es necesario
actuar sobre la variable que podríamos llamar de la innovación tecnológica (que en última instancia
está en función de la lucha de clases capitalista) y leerla desde un modelo dinámico de evolución de
todo el capital constante (K): la variación de la composición orgánica del capital (COC).
La COC es la relación que, en una empresa, un sector o en toda la macroagrupación intersectorial,
hay entre K (capital constante)5 y v (capital variable). Muchas veces el error que se comete es pensar la
relación K/v (COC) como una relación entre masa física de máquinas y otros medios de producción
comprendidos en K y el número de unidades de fuerza de trabajo. La relación es así “física”, prescinde
del valor. Marx, en cambio, cuando habla de COC (y lo hacen también Jaffe y Mandel), lo refiere siem-
pre en términos de valor: se trata, entonces, de una relación entre valor de los medios de producción y
precio de la fuerza de trabajo.
La competencia de capitales en lucha por la supervivencia y el poder exige recurrir a tecnologías y
sistemas de máquinas cada vez más avanzadas y eficaces. El aumento del papel de las máquinas en una

ALGUNOS MODELOS Y CATEGORÍAS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA FASE ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIALIZADO
473
empresa cambia (y por eso la necesidad de una lectura dinámica) la relación entre K (c en los términos
de Marx) y v (el equilibrio es solo un estado de excepción, destinado a ser roto), e incrementa el valor
total de K respecto a v en la fracción que determina la COC (K/v). Pero si v es la única fuente de W
y “cae”, quiere decir que la tasa de ganancia (W/K + v) decrece, puesto que es la cuota de trabajo vivo
empleado (en términos de valor) lo que se hace inferior. Disminuye, pues, la cantidad de W extraíble.

[El] incremento de la composición orgánica del capital, del trabajo objetivado con respecto al trabajo
vivo, es la tendencia fundamental del modo de producción capitalista. La disminución tendencial de
la tasa de ganancia es, por tanto, una ley de desarrollo de ese modo de producción (Mandel, 1997b:
277).

Decir que la tasa de ganancia cae, significa decir que una fracción creciente del producto anual
consiste, simplemente, en mantenimiento de las reservas de capital existente, y que una fracción decre-
ciente aumenta el valor de esas reservas (Mandel, 1997b: 278).

3. Como ante toda ley social que describe, tampoco en este caso se limita Marx a delinear y analizar
leyes y tendencias exclusivamente en su estado puro. Sabe perfectamente que estas leyes se inervan,
se desarrollan dentro de sistemas sociales muy complejos que no “soportan” la pureza del concepto
abstracto y muchas veces lo desmienten, lo “ensucian” con la tosquedad de la imperfección material
del movimiento de desarrollo de la sociedad.
Por tanto, si la descrita arriba es una tendencia (+Δ COC → - Δ tasa media de ganancia), ahora hay
que afrontar las principales contratendencias (Mandel, 1997b: 279-283).

a) Aumento de la tasa de plusvalía


Considérese que el aumento de la COC implica un consiguiente incremento de la productividad
del trabajo empleado, al cual puede corresponder un aumento de la plusvalía relativa y, por ende,
de la tasa de plusvalía. Pero esto solo es posible en caso de que el incremento de productividad
(y por tanto de W relativa y de la tasa de W) iguale al de la COC 6. Sin embargo, aun en el caso
de un aumento equivalente, hay un límite lógico-teórico y práctico: el incremento de produc-
tividad, en efecto, da origen a un crecimiento de las necesidades de los trabajadores y estimula
luchas de reivindicación salarial y organización sindical que limitan la tasa de explotación. No se
puede, pues, reducir a cero el trabajo necesario, mientras que en teoría el aumento de la COC no
tiene límites (en realidad el límite, en el MPC, existe y está dado por la necesidad de valorizar;
de hecho, si se eliminara por completo la fuerza de trabajo para sustituirla con máquinas, se
pondría fin a la única fuente de plusvalía y, por tanto, de acumulación de capital de que dispone
el capitalista).

b) Envilecimiento del precio del capital constante


Al ser una relación entre valores y no entre masas físicas, la COC genera una consecuencia inelu-
dible: todo incremento de productividad determina una reducción del valor de cada mercancía
en particular (objeto de este fenómeno son también las máquinas y los medios de producción en
general). Se deriva de allí un constante “envilecimiento” de los precios de las máquinas y de K
con respecto a v (lo que incide contra la caída tendencial de la tasa media de ganancia, ya que la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


474
relación K/v cambia en favor de v). Sin embargo, tal reducción da origen a un incremento numé-
rico de esas unidades; por tanto, la caída del valor de una máquina se ve compensada por el alza
del número de máquinas, de manera que el valor de la masa total aumenta.

c) Ampliación de las bases de la producción capitalista


Gracias a la relación colonialista y a la explotación de materias primas y de fuerza de trabajo co-
lonial, las empresas de los países de capitalismo maduro gozan de un acceso privilegiado a tales
“factores productivos”, a precios más bajos y ventajosos (respecto a los que pueden obtenerse en
el corazón de los imperialismos), capaces de compensar la caída tendencial de la tasa media de
ganancia.
Pero en una perspectiva de largo plazo (como sería la de desarrollo capitalista en los países
coloniales, si bien esto no se verifica siempre y es más una excepción que una regla), esa (con-
tra) tendencia puede fallar. Y esto porque la ampliación de la base capitalista puede también
generar desarrollo en países que logran desengancharse, aunque sea parcialmente, del juego
colonialista-imperialista (piénsese en la China de hoy), y con ello crear un mercado interno,
elevar sus estándares medios de vida, incrementar los salarios (aunque solo sea en términos
absolutos), reducir las tasas de superexplotación propias de las colonias y semicolonias (véase el
emblemático ejemplo de Corea del Sur, que de zona de inversiones en entrada se ha convertido
en país de inversiones en salida, al encontrar más rentables a naciones como Vietnam, Tailandia,
etcétera) e, incluso, desarrollar sectores industriales que compiten con los imperialistas, tanto en
los confines patrios como en el extranjero.

d) Aumento de la masa de plusvalía


La expansión geográfica y mercantil del capitalismo genera un aumento del número de asala-
riados, seguido por un incremento de la masa de plusvalía (no porque varíe positivamente la
tasa –que incluso decrece–, sino porque la masa crece).
Ese proceso facilita, sin duda, la reducción del tiempo de rotación del capital (piénsese en los
cada vez más veloces medios de transporte de mercancías).
Citando de nuevo a Mandel (1997b: 283), subrayemos ulteriores consecuencias de la acción de
la ley de caída tendencial de la tasa media de ganancia:

El aumento de la masa de trabajo objetivado respecto al trabajo vivo no implica una creciente
economía de trabajo humano, sino la creación de un vasto ejército industrial de reserva, bajo cuya
presión el consumo de los productores queda limitado al producto necesario, mientras su esfuerzo
físico se prolonga e intensifica.

4. Un momento central del análisis de Marx sobre el modo de producción capitalista es el de la iden-
tificación de la relación crucial para todo el sistema, es decir, la tasa de ganancia.
En el proceso de producción capitalista, justamente como consecuencia de los nuevos métodos
de producción y de las innovaciones tecnológicas, termina por determinarse un grado mayor de ex-
plotación, que se ve acompañado por una progresiva tendencia a la disminución de la tasa general de
ganancia. Pero es el propio Marx, en El capital (tomo III, sec. III, cap. 13), quien pone en evidencia
que la ley de caída tendencial de la tasa de ganancia no excluye, en forma alguna, que aumente en

ALGUNOS MODELOS Y CATEGORÍAS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA FASE ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIALIZADO
475
términos absolutos la masa de trabajo puesta en movimiento y explotada por el capital social y, por
tanto, también la masa absoluta de plusvalía de la cual este se apropia.
La caída de la tasa de ganancia no se deriva de la disminución absoluta, sino solo de la disminución
relativa del elemento variable del capital, con respecto al elemento constante. Se deduce de allí, pues, en
el proceso capitalista de acumulación, que la incrementada masa de medios de producción puede libre-
mente disponer de una también crecida población obrera o, mejor, de una masa de trabajadores asala-
riados en aumento. En ese sentido, puede darse un aumento de la masa de plustrabajo –y por tanto de
la masa de ganancia– adquirida por el capital social, pero, simultáneamente, el valor del capital constan-
te sigue aumentando más rápidamente que el del capital variable. De esta manera, el capital social
consigue un incremento de la masa absoluta de ganancia y una disminución de la tasa de ganancia.
Está claro que –tal como el mismo Marx previó al exponer el tema– hay influencias antagónicas que
no dejan de incidir en esto y en parte neutralizan la acción de la ley de caída de la tasa de ganancia, que
sin embargo se mantiene como tendencia (como, por ejemplo, el aumento del grado de explotación
del trabajo, la reducción del salario por debajo de su valor, la disminución del precio de los elementos
del capital constante, la sobrepoblación relativa o el comercio exterior).

4. Renta y plusganancias

1. En los países de capitalismo maduro, durante los últimos 25 años, en particular, el proceso de
desarrollo industrial ha estado marcado por un fuerte aumento de la productividad del trabajo, al que
ha correspondido un ahorro de trabajo que excede decididamente la creación de nuevas oportunidades
de empleo.
En efecto, los contundentes incrementos de productividad, debidos a intensos procesos de inno-
vación tecnológica y a una consecuente redefinición del mercado laboral, se han traducido exclusiva-
mente en aumentos vertiginosos de las ganancias y de las diversas formas de remuneración de un único
factor productivo, el capital7. El factor trabajo no ha recibido ningún tipo de beneficio en términos de
retribución real por esa causa, pues no se ha producido aumento alguno del empleo ni un incremento
correspondiente de los salarios reales, ni mucho menos una reducción proporcional del horario laboral.
Ni siquiera se han mantenido los niveles previos de salario indirecto, cuantificables a través del gasto
social en su conjunto. En cuanto a la inversión, se nota un evidente enlentecimiento, ya que casi todos
los países de los tres grandes polos económicos han reducido fuertemente las inversiones públicas
(excepto las referidas a gastos militares en general), y la inversión privada real y material apenas crece
penosamente, salvo en algunos casos que, de cualquier forma, se concentra sustancialmente en las
nuevas tecnologías de la información y de los recursos inmateriales.
Son estos los aspectos realmente innovadores de la fase actual de acumulación flexible y financiari-
zación; este es el verdadero rostro de lo que con razón puede llamarse la new economy del crecimiento
destructivo sin desarrollo social.

2. Si el fenómeno que caracteriza al capitalismo es la (re)producción de capital, su (auto)valorización,


¿cómo explicar entonces un hecho aun así actual y persistente como la renta, que no produce capital?

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


476
Ciertamente ella, como institución social y económica, precede al capitalismo, e incluso por muchos
siglos. Su característica fundamental es que no instaura relación alguna de explotación ni de produc-
ción de capital: no hay fuerza de trabajo empleada. Por medio de la renta no se produce ningún valor.
Es solamente una forma de distribución de plusvalía entre la clase dominante rentista8. Si lo que se
distribuye es W, podemos sostener, en última instancia, que el trabajo vivo es fuente de riqueza tam-
bién para una clase parasitaria como la rentista y no solo para la capitalista. Quede claro que la figura
de quien “vive de la renta” (en contraposición a la clase que vive del trabajo, como la define Antunes)
no es tan “rígida” e inmediatamente reconocible como aquella que se define en un nivel abstracto, o
como las viejas –y en algunos casos todavía sobrevivientes– figuras típicas de rentistas (latifundistas,
propietarios de grandes complejos inmobiliarios). La renta caracteriza hoy también a algunas capas de
la burguesía media (o incluso del proletariado, si se piensa en eventuales herencias o en los intereses
derivados de la propiedad de modestos paquetes de títulos accionarios). Es interesante observar cómo,
en un período de crisis de las “capas medias”, como el actual, la renta puede cumplir una importante
función de “amortiguación”, al permitir a las familias de esas clases sociales hacer frente a la disminu-
ción de su poder adquisitivo, gracias a la fuente adicional de ingreso que ella representa.
La renta puede manifestarse de muchas formas concretas; las más importantes son la financiera, la
inmobiliaria, la agraria y la de situación.
La crisis de sobreproducción, con su exceso de mercancías producidas pero no valorizables, im-
pulsa o puede impulsar al capital a buscar utilidades en el sector rentístico, en caso de no encontrar
instrumentos eficaces para salir de la crisis o cuando esta alcanza niveles tales de acumulación que no
permiten ya la inversión útil en otros sectores o lugares.
La forma más agresiva de renta se encuentra en el sector financiero, que, sobre todo en los países de
capitalismo maduro y a pesar de su aparente fragmentación, está extremadamente centralizado. Es en
ese ámbito que el sector oligopólico consigue imponer su propia supremacía, incluso a los demás secto-
res de la clase capitalista y a las clases medias. Hoy este sector se caracteriza por un fenómeno típico de
los países de capitalismo maduro, como es el de estructurarse en forma tal de incluir, en el mecanismo
financiero de redistribución, a la clase trabajadora: gracias a la “democratización del capital” (¡como
si fuesen suficientes unas pocas acciones para convertirse en capitalista!), las finanzas han logrado
hacer entrar a la clase media y al proletariado en su “máquina” de guerra clasista (si el welfare State
redistribuía hacia abajo, el juego “suma cero” de las finanzas lo hace siempre hacia lo alto). Ocurrió
esto primero como efecto de los espejismos de la ganancia fácil en la bolsa, y luego ya como resultado
de “coerciones legales”, directas o indirectas: seguros (privados) de vida y contra incidentes, fondos
(privados) de previsión y de pensión (si no hay ya un Estado que te proteja con su red previsional…
¡tienes que protegerte por ti mismo!)9.
La clase capitalista recoge y cosecha, pues, los ahorros de aquellos a quienes previamente ha ex-
plotado. La parte del salario percibido que no es inmediatamente consumida, concurre a sostener esa
desmesurada cosecha de capitales que caracteriza al MPC. Y si las inversiones bursátiles de las clases
medias y proletaria tienden a menguar por insuficiencia del ingreso o del salario10, las grandes finanzas
logran, de todas formas, recoger una enorme cantidad de dinero gracias, precisamente, a la privatiza-
ción de las pensiones (fondos) y de los seguros11.
Si un fenómeno como este puede no ser inmediatamente visible, más directamente destructivos de
las condiciones de vida del proletariado y de las clases medias resultan, en cambio, las plusganancias

ALGUNOS MODELOS Y CATEGORÍAS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA FASE ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIALIZADO
477
o, mejor, superrentas, que se derivan del negocio inmobiliario (baste señalar como ejemplo los niveles
estratosféricos que durante los últimos años han alcanzado en Italia los cánones de arrendamiento en
las edificaciones residenciales).

3. La renta, en definitiva, produce una clase dominante12 que vive de la redistribución de la riqueza
producida por la clase trabajadora, sin participar mínimamente en el proceso productivo. Y si en su
forma financiera incide un poco sobre todas las clases sociales, en sus formas inmobiliaria y agraria13
afecta, sobre todo, a las clases subalternas, al proletariado (considérese la persistente centralidad de la
renta agraria en los países subdesarrollados). La renta, pues, produce una clase de parásitos que viven
del trabajo ajeno sin siquiera ensuciarse las manos con el proceso productivo.
Eso significa que los procesos de inversión y de acumulación capitalista de tipo flexible están cam-
biando completamente el horizonte. La competencia global asume cada vez más rasgos financieros y,
por tanto, los incrementos de productividad, que han tenido lugar para exclusiva ventaja de la ganancia
y del capital, se transforman predominantemente en inversiones financieras, internas o externas, y en
inversiones en recursos inmateriales del capital intangible, mientras que aquellas de tipo productivo,
capaces de crear ocupación, se tornan completamente secundarias.
En el caso de los países de la OCDE, cerca de tres cuartas partes de las operaciones de inversión en
el extranjero han tomado la forma de adquisición y de fusión de empresas ya existentes, o de cambio
de propiedad del capital existente, muchas veces seguido esto por reestructuraciones de procesos y de
productos que han determinado desocupación y precariedad, sin creación alguna de nuevos medios
de producción. Y allí donde se han producido inversiones productivas, estas no necesariamente han
disminuido la desocupación y la pobreza, sino antes bien al contrario. La prioridad en las opera-
ciones de adquisición y de fusión de empresas existentes concierne también a las inversiones fuera
de la OCDE, en búsqueda de concentraciones compatibles con los movimientos internacionales del
capital financiero.

­— notas —

1 Esto, sin embargo, no siempre se cumple. Piénsese en esos sectores que nacen ya oligo(mono)pólicos, como las actuales bio-

tecnología, nanotecnología, etcétera.

2 El industrialismo, como forma organizativa de producción, permite superar potencialmente la escasez de mercancías, que es

inducida-reintroducida solo por la ley del valor.

3 Baste el ejemplo de las nuevas tecnologías informáticas y de Internet: hasta hace 15-20 años, nadie apostaba un centavo a

su explosión como nuevo mercado. ¡Y sin embargo alguien (el empresario schumpeteriano*) lo intentó seriamente! Función
que, en este caso en particular, y al menos en las fases iniciales, fue asumida por figuras de la ingeniería informática. Una bella
“excursión” –casi un viaje antropológico– por el mundo del Silicon Valley de los ingenieros informáticos es la que se puede
leer en Lewis (2000), que de hecho es la biografía de James Clark, es decir, el fundador de empresas como Netscape y Silicon
Graphics e ideador de las telecomputadoras que una década más tarde comenzaron a popularizarse.

* (n.t.) Por referencia a Joseph Alois Schumpeter, economista austríaco.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


478
4 Sobre estos problemas, sobre la metodología agregativa utilizada por Marx y sobre los procesos de establecimiento de la tasa

media de ganancia, cfr. Baldissera (2003: cap. I). Pala (en Giussani, Moseley, Ochoa, 1989: 39-40) distingue entre caída ten-
dencial y caída tout court de la tasa de ganancia. Mientras la primera es un proceso de amplio aliento y tiende a tener como
momento de referencia la transición, identificando así una fase de crisis final del sistema capitalista, la segunda es de naturaleza
cíclica y le siguen el reinicio en un nuevo ciclo de acumulación y, por tanto, la recuperación de dicha tasa: “La caída de la tasa de
ganancia que inicialmente acompaña a la innovación tecnológica es un elemento de oscilación sobre esa tendencia de fondo
[la de la caída tendencial de la tasa]” (39). Entonces, mientras la caída tendencial es “la contradicción de fondo, inmanente al
modo de producción en sí; la otra es la contradicción cíclica, que atañe al momento de confrontación crítica entre las determi-
naciones de la producción y las de la circulación” (40).

5 El capital constante se divide en K fijo y K circulante. En un proceso de acumulación T’’, posterior a T’, es K circulante lo que

entra en los costos, y no K fijo (cfr. Jaffe, 1973: 77 ss.). Si el capital fijo indica el valor de los medios de producción, es decir, de
los instrumentos de trabajo, en lo que toca a la parte consumida en el proceso productivo, el capital circulante indica el valor
de las materias primas utilizadas, vale decir, el valor de los “factores productivos” totalmente consumidos durante ese proceso.
Podemos entonces escribir: K = kf + kc, donde K es capital constante, kf es capital constante fijo y kc es capital constante
circulante. Sobre estos temas, cfr. nuevamente Baldissera (2003).

6 Un incremento de la tasa de W, en cierta forma consistente, aun si no equivalente a la de la COC, probablemente permitiría al

capitalista seguir “apreciando” la tasa de ganancia derivada y permanecer en su sector productivo, pero eso no quita que la ley
de la caída tendencial de la tasa media de ganancia actúe igualmente.

7 Sobre estos temas, también más adelante, se hará frecuente referencia a Martufi, Vasapollo (1999; 2000a; 2000b).

8 Cuando habla de clases sociales, Marx define su modelo “binario” de capitalistas-proletarios en referencia al MPC “puro”, pero

no se olvida de incluir, en el análisis del MPC “concreto”, el hecho de que en este perviven instituciones propias de modos de
producción previos al capitalismo, como la clase de los rentistas, que, aun sin ser capitalista, con base en su relación de renta,
sobrevive y en cierto sentido prospera justamente gracias al capitalismo.

9 Cfr., entre otros, Glyn, Hughes, Lipietz, Singh (1990).

10 En Italia, por ejemplo, cerca de 50% de las familias dedica mes a mes todo su ingreso a la sobrevivencia y aún debe recurrir

cada vez más al crédito al consumo. En tales condiciones es ciertamente difícil asumir formas de inversión especulativa.

11 Gattei (1995: 117), a propósito de seguros y fondos de pensiones, escribe que “los grandes recolectores del dinero necesario

para un eventual o posible proceso de acumulación del imperialismo del siglo xxi no son los bancos, no es el Estado; son, en
cambio, las grandes compañías aseguradoras”. En esa perspectiva, el ahorro de las clases media y proletaria sirve precisamente
para financiar nuevos ciclos de acumulación de capital.

12 Que al reinvertir el dinero en forma tal de capitalizarlo, valorizándolo, puede convertirse en capitalista. Pero ya hemos dicho

también que muchas veces son los mismos capitalistas los que se limitan a ser predominantemente “rentistas”, al no poder
invertir su propio capital.

13 Aunque la agraria en particular, gracias a las biotecnologías y a los OGM**, ha sido reintroducida, y lo será cada vez más con-

tundentemente en el futuro en los países de capitalismo maduro.

** (n.t.) Organismos genéticamente manipulados.

ALGUNOS MODELOS Y CATEGORÍAS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA FASE ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIALIZADO
479
Capítulo II
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS

1. La primera revolución industrial

1. Es preciso tener en cuenta el hecho de que los instrumentos de la teoría y de la política económica
capitalista fueron diseñados en una fase de larga acumulación del capitalismo, que en tales momentos
atravesaba un período de cambio y de crisis estructural. Así, cuando se pone el acento en la crisis del
modelo socialista de planificación central, no se debe olvidar que la crisis del modelo de acumulación
capitalista la precede en quince años.
Los problemas del sistema capitalista mundial se han traducido en una pérdida de relevancia de
las teorías económicas dominantes, en particular de la síntesis neoclásica keynesiana-marginalista, que
dominó todo el período de la hegemonía mundial de Estados Unidos. El análisis de la crisis estructural
del capitalismo es un elemento central en la posibilidad de reconstruir una economía política crítica,
adaptada en sus conceptos e instrumentos de intervención sociopolítica a las nuevas reglas de funcio-
namiento del capital.
2. El capitalismo ha vivido dos grandes fases de acumulación, conocidas en la historia con el nombre
de “revoluciones industriales”. A diferencia de las revoluciones políticas, las económicas duran varias
décadas. Y apenas alcanzan todas sus dimensiones sociales y espaciales, configurando un nuevo modelo
de desarrollo, este deja rápidamente de funcionar con regularidad y comienza a desmoronarse, dando
lugar a la aparición de nuevos elementos que configurarán a su vez otro modelo de acumulación
capitalista.
Las modalidades según las cuales estos elementos se organizan para hacer realidad el fenómeno
del crecimiento, es uno de los problemas que se plantearon los economistas clásicos, impactados por
la evidencia del proceso en las primeras fases de la revolución industrial. Sus obras constituyeron, en
buena medida, un intento de explicar las razones históricas que habían hecho posible aquel fenómeno,
al tiempo que consideraban, asimismo, cuáles eran las repercusiones, las variables y las circunstancias
necesarias para la repetición, la perpetuación o la corrección del ciclo (Ormerod, 1994: 16 ss.).

3. La primera revolución industrial, que está en el origen del sistema capitalista, presupone importan-
tes cambios estructurales:

a) Nacimiento del Estado burgués, funcional al proceso de producción (función de apoyo al


sistema).
b) Creación de una acumulación de capital basada en la explotación del oro y la plata de América
Latina y de la mano de obra esclava de África.
c) Uso creciente de la energía mineral (carbón) para producir, en sustitución de la energía humana
o animal.
d) Comienzo del maquinismo.
e) Transferencia del poder social, que pasa del rey y los emperadores (derecho divino) a Gobiernos
civiles en representación de los propietarios capitalistas (derecho comercial).
f ) Aparición de las fábricas.
g) Aparición de la clase obrera.

La primera revolución industrial aportó grandes transformaciones de todo tipo: institucionales,


sociales y tecnológicas. La gran invención de la época fue la fábrica (Marx, 1978: tomo I, cap. XIII).
Llegar a concentrar en un espacio limitado a hombres y máquinas, y ponerlos a producir mercancías
que eran propiedad del dueño de esas máquinas, presupuso uno de los mayores cambios en la historia
de la humanidad, y no logró imponerse como sistema de producción sino tras décadas de lucha y
conflicto, sobre todo para expulsar a los campesinos y a los pobres de las zonas rurales, concentrarlos
en las ciudades y transformarlos en proletarios (Polanyi, 1989).
Desde el momento en que la fábrica se va perfilando como la forma dominante de producción de
bienes sociales, el escenario principal del conflicto social se traslada a su seno. Raramente la historia
que se escribe incursiona en la fábrica; la imagen que tenemos de la realidad está distorsionada por ese
hecho, ya que la historia oficial que conocemos se desarrolla toda o casi por completo en los espacios
públicos y, como mucho, accede cada tanto a los conflictos para dar sus motivaciones en términos
étnicos, religiosos o de celos e intrigas personales. Solo pocos historiógrafos nos cuentan lo que ocurre
allí donde las personas se expresan como seres humanos socializados, es decir, en el puesto de trabajo1.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


482
2. La segunda revolución industrial y el fordismo

1. El modo en que se había organizado este sistema desde fines del siglo xviii, entra en crisis en 1871.
En sus orígenes, la crisis de finales del siglo xix revela las contradicciones entonces existentes entre
algunas potencias imperialistas, que cuestionan el dominio de Inglaterra sobre el comercio y los mer-
cados de ultramar. Pero evidentes son también las contradicciones en el seno de las fábricas, donde el
dominio de los propietarios es puesto en discusión, de manera creciente, por una clase obrera cada vez
más consciente de sí misma y que desde algunas décadas atrás cuenta con un programa político y una
alternativa social propia, basada en su emancipación como clase.
Entre 1871 y 1896 se producen nuevos cambios estructurales que marcan el origen de la segunda
revolución industrial, la cual tuvo, entre otras, las siguientes consecuencias:

a) Se producen diversos avances tecnológicos


(de la energía a vapor de agua y carbón se Primeras multinacionales
pasa a la eléctrica).
Estados Unidos: Singer (1867), United Fruit,
b) Se completa la sustitución de la madera por
Babcock Wilcox, Standard Oil, General Electric
el acero.
(1880-1883), Bethleehem Steel, Alcoa (1890-1891),
c) La siderúrgica, base de la primera revolu-
Texaco, Coca Cola, Gulf (1905-1912).
ción industrial, cede el paso a nuevos secto-
Alemania: BASF, Hoechst y Siemens (1878-1879).
res industriales (como el químico).
Holanda: Unilever (1888), Royal Dutch-Shell, tb.
d) Se produce una gran revolución en el siste-
GB (1907).
ma de transporte (de la vela al vapor).
Suiza: Brown-Boveri, Ciba Geigy, Nestlé (1893-1899).
e) Se inventa el automóvil como medio de
Canadá: International Nickel (1902).
transporte individual.
Francia: Air Liquide (1910).
f ) Se acelera la concentración y centralización
Gran Bretaña: Courtlands (1911).
del capital y se pasa de la competencia al
monopolio, con la consiguiente aparición Fuente: Arriola, Aguilar (1995).

de las primeras multinacionales.

2. La segunda revolución industrial implica un nuevo salto en la productividad, es decir, en la capaci-


dad de la economía para producir bienes y servicios. Las nuevas formas de organizar la producción y
el consumo serán la novedad más radical de esta fase del capitalismo.
En el siglo xix, la productividad crece mientras los salarios son de subsistencia, lo que determina
que la diferencia vaya toda a la acumulación. Por el contrario, durante la segunda revolución industrial
–que se desarrolla en la primera mitad del siglo xx– se produce un todavía mayor crecimiento de la
productividad, pero también un gran cambio estructural, que parcialmente engloba a los salarios en
la repartición del excedente.
Si bien el inicio de esta fase varió de un país a otro según su grado de desarrollo, se le da el nombre
común de fordismo, ya que fue el nuevo “contrato social” instaurado en la compañía Ford lo que sirvió
de base para este cambio, este nuevo modelo.
Henry Ford lleva a cabo un importante avance tecnológico que le permite producir una mayor
cantidad de vehículos: la invención de la cadena de montaje, que se traduce no solo en incremento

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


483
de la productividad, sino también en disminución de los costos. Hasta ese momento, solo las clases
sociales más altas compraban automóviles.
Esa situación cambia a partir de la creación de la cadena de montaje y de una estrategia empresarial
basada en el aumento de la productividad y de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, al subir
los salarios a cinco dólares diarios, en lugar de los dos o tres que eran usuales en esa industria. Los
trabajadores se hacen así poseedores del ingreso necesario para adquirir una parte de los vehículos que
ellos mismos producen.
La revolución tecnológica de la cadena de montaje se completó con la automatización de muchas
fases del proceso productivo, y culminó en los años cincuenta y sesenta con el despliegue de las máqui-
nas de control numérico y un nuevo impulso a la productividad.

3. El fordismo implicó, pues, muchos cambios institucionales. Presupuso la participación del Estado
en la actividad económica, con nuevas funciones expresadas en la política del New Deal del presidente
Roosevelt, que teorizó John Maynard Keynes.
El cambio de la función del Estado comienza a fines del siglo xix. Por una parte, se refuerza su papel
en la organización de la explotación colonial (véase el Tratado de Berlín, de 1885, para la repartición
de África) y, por otra, se introducen dos innovaciones radicales:

a) El incremento de la legitimación, con el voto universal (masculino).


b) La centralización del control monetario (aparecen los bancos centrales).

A partir de la experiencia del New Deal norteamericano y también de la organización nacional-


socialista del Estado alemán, durante la Segunda Guerra Mundial –cuando se consolida la hegemo-
nía estadounidense– se aplicará la tercera gran novedad en materia de regulación estatal: a través
de la centralización monetaria, el Estado se inicia en la práctica de intervenir en la regulación del
ciclo económico, vale decir, en la organización de una política económica, en su doble dimensión:
macroeconómica y de políticas sociales (aparición de los primeros sistemas públicos de previsión
social).

4. Otros elementos constituyentes del período fordista son:

a) La generalización de la negociación colectiva para regular la relación entre aumentos de produc-


tividad e incrementos salariales.
b) La hegemonía de Estados Unidos, que sustituye a la Gran Bretaña en la cúspide de la jerarquía
mundial, con una moneda (el dólar) que se convierte en sistema de pago internacional y que
remplaza al oro como reserva de valor internacional en los bancos centrales.
c) La subordinación de las antiguas colonias a una división internacional del trabajo por la cual se
ven limitadas a suministrar materias primas a la industria, a precios decrecientes en relación con
los precios industriales y de bienes de consumo obrero a bajo costo (como los textiles).
d) Un elevado consumo de energía fósil, obtenida a bajo costo en los países periféricos (sustitución
del carbón por el petróleo).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


484
Este modelo de desarrollo excluye de sus beneficios a casi toda la población mundial. La principal
característica del subdesarrollo será la no participación de la mayoría de los trabajadores en el proceso
de crecimiento de los salarios que acompaña a los aumentos de productividad.

3. El concepto de crisis

1. El nuevo modelo de desarrollo, que se va delineando durante la crisis de fines del siglo xix y el
primer tercio del xx, se aplica en toda su dimensión a partir de la Segunda Guerra Mundial y hasta
1971, año en que se resquebraja el sistema monetario internacional que regulaba el espacio de los flujos
capitalistas de mercancías y dinero, con lo que se anuncia la nueva crisis global del sistema. El no-
equilibrio es un elemento esencial del funcionamiento de la economía capitalista, por más que la teoría
económica convencional quiera ocultar esa realidad y se analicen los problemas desde una perspectiva
de equilibrio. El no-equilibrio adquiere sus mayores dimensiones cuando se presenta en forma de crisis
económica (en cuyo caso es mejor hablar de desequilibrio).
Una crisis (estructural) se diferencia de una recesión o una depresión (cíclica) porque se combinan
un conjunto de disfunciones que interactúan mutuamente, reforzando un modelo de comportamiento
inestable que desemboca en la paralización del modelo de desarrollo, en la interrupción de la regula-
ridad del proceso de acumulación.
Las grandes crisis capitalistas se producen cuando las condiciones de la acumulación estable y
sostenida pierden su efectividad.
Cuando esto sucede, es todo el modelo de desarrollo, en todas sus dimensiones, lo que se pone en
tela de juicio y la superación de la crisis exige la puesta en marcha de nuevas condiciones de acumula-
ción, articuladas entre sí en un modelo que revitalice el sistema.

2. Se pueden identificar cuatro áreas fundamentales de la economía que, al combinar sus problemas de
funcionamiento, pueden desembocar en una crisis del sistema:

a) La estructura macroeconómica (que los autores de la escuela francesa de la “regulación” denomi-


nan “régimen de acumulación”), que define la relación entre acumulación (inversión), producti-
vidad y consumo, y expresa el rendimiento del capital. Frecuentemente los economistas limitan
su análisis a esta dimensión, disminuyendo así su utilidad como descripción de la realidad.
b) El sistema de producción, que bajo el fordismo se caracterizó, como ya se ha dicho, por el predo-
minio de la cadena de montaje y la automatización de las máquinas, que permitieron establecer
un sistema de elevada productividad y explotación de la fuerza de trabajo a cambio de un
crecimiento sostenido de los salarios y de la correlativa capacidad adquisitiva.
c) Las reglas de coordinación (el “modo de regulación”, para la escuela de la regulación)2, que definen
el ámbito institucional de la economía; es decir, la particular configuración de funciones y meca-
nismos de intervención social en esta. Las leyes normalmente plasman el conjunto de normas vi-
gentes en un determinado modelo de desarrollo. Así, en los inicios del capitalismo, la supresión
de las leyes sobre la pobreza –que obligaban al mantenimiento de los pobres y mendigos– fue

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


485
determinante para obligar a grandes masas de la población a ofrecerse como asalariados. En la
India, las leyes que prohibían la fabricación de prendas de vestir favorecieron ampliamente a
la industria textil británica. Y etcétera. En nuestros tiempos, las reglas fundamentales del modelo
de desarrollo fordista son la negociación colectiva, el sistema fiscal de impuestos y transferencias
públicas y la política anticíclica, por medio de la cual el Estado suaviza las oscilaciones de la
economía entre períodos de crecimiento y de recesión.
d) El orden internacional, que, sustentado en la hegemonía de Estados Unidos, se traduce en un
sistema monetario internacional basado en el dólar como medio de pago e instrumento de
reserva, así como en un intercambio desigual entre países del centro y de la periferia y en un
sistema institucional que refleja el predominio de Estados Unidos y sus aliados sobre la mayoría
de los países del mundo, en el cual el FMI, el BM, la OMC y la OTAN son las columnas fun-
damentales, mientras la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y las Naciones Unidas
desempeñan un papel secundario.

3. La crisis normalmente se presenta como una situación especial en el funcionamiento del sistema.
Sin embargo, en los últimos cien años se han producido tres grandes crisis mundiales: de 1871 a 1896,
de 1921 a 1939 y de 1971 hasta hoy. En otras palabras, a lo largo del siglo xx han sido más los años de
crisis que los de normalidad económica.
Comoquiera que la crisis parece ser la normalidad, lo que hay que explicar no es por qué se produce
la crisis, sino por qué en algunos años no la hay.
En las crisis estructurales, la dinámica de la acumulación se deteriora, se rompe. Obviamente,
entre los períodos de crisis hubo también fases de oscilación económica. Así, dentro de la larga fase
de crisis en la que todavía estamos inmersos, la economía mejoró en los años que van de 1986 a 1990
y empeoró de 1991 a 1994. Entre 1996 y 1998, la economía entró de nuevo en una fase de expansión y
en 1999-2000, en una nueva fase recesiva.
Por tanto, las crisis marcan el final de una fase en la acumulación capitalista y su superación, el ini-
cio de una nueva fase histórica. Las crisis estructurales solo se superan cuando los bloques estructurales
que las han producido son sustituidos con nuevas formas de organización social y económica.
La “reina” de las crisis capitalistas es sin duda la de sobreproducción generalizada de mercancías. Pero
no debe interpretarse esto como una crisis debida a la producción excesiva de bienes, con respecto a
las necesidades reales de las masas. Hay sobreproducción, en sentido marxista, cuando la abundancia
(relativa) de mercancías es tal que no resultan ya rentables. Esto significa que su eventual venta en el
mercado no permitiría la realización de ganancias.
Se han de diferenciar entonces los dos aspectos de la mercancía: como valor de uso, ella puede ser
necesitada por las masas y, al mismo tiempo, como valor de intercambio, ser un excedente.
Lo pone en evidencia Pal (1982: 119):

Esa posibilidad de la crisis se torna real, pues apenas se considera la producción de mercancías en
su efectivo sentido capitalista, vale decir, como proceso dirigido a la valorización del capital. En este
caso, en efecto, no solo la compra y la venta son hechos separados, sino que la producción de valor (y
de ganancia) y su realización, además de separadas, están sujetas a leyes sociales independientes una de
la otra, en tanto que derivadas de centros de decisión que son en sí mismos realmente independientes,
sean ellos capitalistas, sean trabajadores que venden su fuerza de trabajo, con los demás componentes

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


486
sociales capaces de adquirir las mercancías producidas. Todas estas circunstancias hacen que –con
el despliegue de la producción, de la acumulación y del desarrollo cuantitativo sobre determinadas
bases técnicas y sociales– la capacidad del capital para producir valores supere incesantemente su
capacidad de crear las condiciones históricas para que esos valores sean absorbidos. Quede claro: lo
que falta no son las condiciones de una comunidad que pueda absorber los objetos producidos, en
tanto que capaces de satisfacer las necesidades de la población mundial; por el contrario, estamos
muy lejos del momento en que todas las necesidades de las masas puedan ser realmente satisfechas.
Lo que falta son las condiciones –capitalistas– para que los objetos producidos como mercancía
sean vendidos, todos, a los precios que garanticen la ganancia a los capitalistas que las han hecho
producir. Se trata, en fin, de la más grande paradoja de la historia: la subproducción de objetos de
uso común para la humanidad entera se presenta en el capitalismo como sobreproducción generalizada
de mercancías.

4. El siguiente gráfico señala los puntos en los cuales se produce el factor de crisis en cada esfera y
su confluencia en la crisis general de rendimiento o remuneración del capital (y por tanto, crisis de
acumulación). Además este se complementa con el cuadro que resume las principales características del
modelo de desarrollo fordista y los factores que desencadenaron su crisis.

Orden internacional:
Macroeconomía:
crisis de hegemonía de Estados Unidos
desaceleración de la productividad
y aumento de los precios de las
1967-1969
materias primas
1971-1973

Disminución de la
remuneración
del capital

Sistema de producción: Reglas de coordinación:


resistencia obrera crisis fiscal del Estado
1946-1980 1975-1978

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


487
Régimen económico
(definido por cuatro áreas; un modelo particular de desarrollo debe mostrar
coherencia dentro de cada una y también entre ellas)

Contenido Estructura de la Redimensionamientos de


era dorada 1945-1968 la era dorada 1968-1979

Estructura Relaciones macroeconómicas que – Rápido y simultáneo creci- – Freno de la productividad.


macroeconómica aseguran la perpetuación de la vía miento de la productividad y – Presión sobre las utilidades.
(régimen de de crecimiento: del stock de capitales. – La tasa de ganancia y
acumulación) – Relación entre salarios y – Crecimiento simultáneo las inversiones.
productividad. de los salarios reales y la – La internacionalización.
– Relación entre ganancias productividad. – Inflación.
y capital empleado.
– Relación entre inversión y consumo
(cadena ganancias-inversiones-
productividad-salarios-ganancias).

Sistema Principios generales que rigen Consolidación y extensión de


de producción las técnicas de producción y la los principios tayloristas de
organización del trabajo (relación organización del trabajo:
clave entre inversión e incremento – Estandarización rigurosa
de la productividad). de las prácticas de trabajo
– Separación entre la concep-
ción del trabajo (diseño,
ingeniería) y su ejecución.

Reglas Producen compatibilidad entre el – Negociación colectiva – Presión sobre el crecimiento


de coordinación comportamiento individual y las de precios, salarios, de los salarios reales.
(modo de reglas macroeconómicas: productividad y ganancias. – Presión de la competencia.
regulación) – Vía de crecimiento. – Determinación de los salarios. – Mantenimiento de los
– Sistema de determinación – Estructura de mercado y ingresos y el Estado social.
de salarios. determinación de precios
– Sistema de determinación de de los bienes industriales.
precios (vías de redistribución – Sistemas de transferencia
entre salarios y ganancias). del Estado social y creci-
– Políticas fiscales y de crédito, miento del sector público.
que garantizan los ingresos – Política fiscal y expansión
y mantienen la demanda. del sector público.
– Etcétera. – Oferta de crédito e inflación.

Orden Los países se ponen de acuerdo para – El Plan Marshall. – El colapso del sistema de
internacional formar un sistema con una particular – La economía mundial Bretton Woods.
configuración del comercio y de bajo hegemonía de – Interdependencia creciente de
los flujos de capital, que reflejan Estados Unidos. las economías industriales.
una jerarquía de competitividad, y 1945-1968. – Orden internacional con
funciones que siguen ciertas reglas tasas de cambio fluctuantes.
implícitas o explícitas – Países subdesarrollados
y nuevos países
industrializados.

Fuente: Glyn, Hughes, Lipietz y Singh, 1990 (reelaboración propia).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


488
4. Retrato del poder de clase

1. Hay varios factores que indican un cierto agotamiento del fordismo hacia fines de los años sesenta
(Boyer, Durand, 1993). Por una parte, la saturación del mercado de productos ya existentes, introdu-
cidos de forma masiva al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Cuando los habitantes de los países del
centro comienzan a tener todos los artículos de consumo necesarios (TV, lavadora, teléfono, vacaciones
pagadas, etcétera), empieza a producirse una desaceleración en las ventas y por tanto en el crecimiento.
El mercado potencial, que son las grandes masas empobrecidas de los países periféricos, no puede
consumir porque su función en el modelo de desarrollo fordista consiste, precisamente, en trabajar a
cambio de un ingreso de subsistencia, y producir a bajo costo las materias primas y algunos bienes de
lujo o de consumo obrero que requieren los países centrales.
Es sintomático que, desde el desencadenamiento de la crisis a comienzos de los años setenta, solo
dos nuevos productos han entrado en el catálogo del consumo de masas de los países subdesarrollados:
el televisor y la computadora. Donde se observan más cambios es en el contenido de los productos,
más que en la aparición de nuevos productos con nuevas funciones: transistores por chips, acero por
plástico, cables por fibra óptica, etcétera.
Otro factor fundamental fue la redistribución del poder dentro de las fábricas, del capital hacia
el trabajo. Una de las características del modelo es que hizo posible el llamado “pleno empleo” de
la fuerza de trabajo, aun cuando este logro abarcó solamente al 20% de la población mundial y por
un lapso no mayor de dos décadas, entre 1948 y 1968. En efecto, antes y después, en los más de
doscientos años de capitalismo, no ha habido pleno empleo de la fuerza de trabajo, por lo que puede
decirse que ese fenómeno representó más bien una excepción que otra cosa. A pesar de las limitaciones
temporales y espaciales del fenómeno, su combinación con el fortalecimiento de los sindicatos y la
expansión de la negociación colectiva facilitó la organización de la resistencia obrera ante los cambios
tecnológicos en curso.
Esto tuvo, entre otras, las siguientes incidencias (Beaud, 1986):

– Aumento de la tasa de ausentismo3.


– Rechazo a las tecnologías de la cadena de montaje y de control numérico de las máquinas.
– Sabotajes a la cadena de montaje y a las máquinas automáticas.
– Reducción de los ritmos de trabajo, impuesta por los trabajadores.

Como resultado, la disminución progresiva de la productividad, unida al incremento constan-


te de los salarios, da lugar a la consiguiente reducción del excedente empresarial y del rendimiento
del capital.
A todo esto hay que añadir el cambio del panorama político. El sistema internacional adopta la
forma de una jerarquía, que responde al papel que desempeña cada país en la división internacional
del trabajo. En la “pirámide”, en ausencia de autoridades mundiales, se coloca una determinada nación
como “juez-árbitro”, que dicta las reglas del juego en función de las necesidades particulares de repro-
ducción de sus propios capitales.
A partir de 1871, Alemania y Estados Unidos ponen en discusión la hegemonía británica, que do-
minó el terreno durante el siglo xix. Inglaterra entonces comienza a perder parte de su influencia tanto
en el campo militar (la Armada británica), como en el económico (la industria textil y siderúrgica) y

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


489
el financiero (la libra esterlina). La estabilidad de los años treinta no es sustituida por algún otro orde-
namiento estable. Mediante las diversas guerras de la época, Estados Unidos (y el dólar) se coloca a la
cabeza de la economía mundial. Estos cambios implican que se pasa de un sistema de poder británico,
oro-esterlina, a un sistema dólar-oro, estadounidense.

2. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos era el único país acreedor y además no
había sufrido los desastres de los otros países aliados; disponía, entonces, de la industria y el dinero
suficientes para fungir de locomotora del desarrollo y reconstrucción de Europa y del mundo.
Este sistema funciona hasta el momento en que la industria de Europa Occidental y de Japón
retoma la carrera para disputarse con las empresas norteamericanas el mercado mundial.
Los tiempos han cambiado. Actualmente (tras las guerras de Corea, Vietnam y las que siguen hasta
el Iraq actual), le cuesta más a Estados Unidos mantener la hegemonía militar que a Inglaterra en el
siglo pasado.
Así, desde fines de los años sesenta, el oro de que dispone Estados Unidos, junto con los dólares
dispersos por el mundo, no llegan a cubrir siquiera la quinta parte de sus haberes. Esto da origen a la
caída del sistema monetario internacional, cuando el presidente Richard Nixon reconoce, en agosto
de 1971, que Estados Unidos no puede ya garantizar la plena convertibilidad del dólar respecto al
oro. Entonces el sistema económico internacional deja de funcionar como lo había hecho hasta ese
momento. En 1976, cinco años después, el FMI reconoce que el sistema monetario ya no existe. Se
dispara la cotización oficial del oro, se eliminan los controles de las tasas de cambio y, con ello, se
concede mayor poder al mercado para fijar tales precios, decisiones estas que marcan el inicio del fin
del ciclo de hegemonía financiera norteamericana hasta entonces existente.
Es en ese momento que en Europa se decide crear el Sistema Monetario Europeo (1978), para
regular sus propios intercambios, y posteriormente la moneda única (1999), para liberarse tanto de la
obligación de defender las tasas de cambio frente a la especulación de los mercados, como de la tutela
de Estados Unidos sobre el sistema internacional de pagos, que en realidad sigue ejerciendo ese país
mediante la función de reserva activa que todavía hoy cumple de manera predominante el dólar.
Otro elemento que influye en el proceso de crisis es el aumento de los precios de las materias primas
en 1973. Hasta ese momento había altos costos salariales y una productividad creciente, asociados
ambos a los bajos costos de aquellas materias. La situación cambia en 1973 y el aumento de sus precios,
especialmente de la energía (petróleo), agrava la crisis de rendimiento iniciada con la desaceleración
de la productividad a fines de los años sesenta. Es así que las ganancias de las empresas se desploman
y muchos países llegan, incluso, a tener un PIB negativo (es decir, la economía no solo no crece, sino
que se contrae).
A esta sucesión de acontecimientos se enfrentan los Gobiernos de la época con las recetas habitua-
les: se experimentan severas recesiones y se aplican las tradicionales soluciones de aumento del gasto
público para contener la caída de la economía. Pero, como la crisis es de largo plazo, ese incremento,
unido a la disminución o a la desaceleración del ingreso, desemboca en una crisis fiscal del Estado.

3. A partir de 1980 se produce un cambio fundamental. Una nueva conciencia se venía apoderando de
los líderes del mundo capitalista, que interpretan las dimensiones estructurales de la crisis. A fines
de los años setenta, son tres los tipos de respuesta que se presentan como alternativa a la crisis:

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


490
a) Las escuelas convencionales neoclásicas y ortodoxas. Son las promotoras de la economía de la oferta
(escuela de “Buchanan-Reaganomics” o de la Public Choise). Según esta visión, la causa de la
crisis radica en el Estado y se debe a su gasto excesivo, que tiene como efecto la disminución de
la tendencia al ahorro y la inversión. Dentro de estas escuelas, los monetaristas –como Milton
Friedman y Anne Krueger– consideran que la culpa es de los políticos de inspiración keynesiana,
ya que poner mucho dinero en circulación implica que se produzca inflación y, en consecuencia,
la destrucción de la economía. Algo similar plantea la escuela austríaca de Friederick von Hayek,
para la cual es el crédito lo que determina que se produzca inflación (del crédito). Estas corrien-
tes del pensamiento están presentes en los partidos que se hallan en la oposición, dentro de los
países occidentales, en el período que va de 1973 a 1979. Cuando los conservadores llegan al
poder, en los años ochenta, es con esas ideas que aplican las nuevas políticas económicas.
b) Las teorías keynesianas. Alain Barrére, James Tobin y John K. Galbraith son algunos de sus repre-
sentantes. Consideran que hay una crisis de organización, originada en los resultados del sistema
de producción y repartición. La alternativa keynesiana es crear un nuevo pacto social. La crisis
se asocia al hecho de que las nuevas teorías y los políticos del nuevo poder ven a la clase obrera
como parte del problema, no de la solución y, además, no garantizan un rápido aumento del ren-
dimiento del capital, lo que podría lograrse al impulsar la demanda mediante políticas públicas.
c) Los marxistas. Entre sus diversas corrientes destacan: 1) Los marxistas franceses, cuyos miembros
más dinámicos forman parte de la escuela de la regulación. Alain Lipietz (1983, 1993; asesor
de Miterrand, más tarde convertido en “verde”) sostiene que la crisis es resultado del ocaso de
las leyes de la ganancia. Según esta teoría, se ha producido el agotamiento de los regímenes
de acumulación, tanto extensivos (revolución industrial) como intensivos (siglo xx). 2) La
corriente radical, defendida por economistas como David Gordon, Samuel Bowles, Thomas
Weisskopf (1989) o Bowles y Edwards (1990), quienes analizan la crisis en términos de poder,
tanto de las organizaciones sociales en relación al Estado, como a partir del caso peculiar de
los países productores de energía. 3) La corriente de los ciclos económicos, descubierta a comienzos
del siglo xx por el economista ruso N.D. Kondratiev y defendida, entre otros, por Ernest Mandel
(1986b, 1997b), Mandel, Wallerstein y Kleinknecht (1982), Bernard Rosier (1975) y Rosier y
Dóckes (1983), quienes consideran la existencia de grandes ciclos –de 50 años– en la historia
económica, basados en la tecnología. Actualmente la economía transita un largo ciclo recesivo.
En general, la alternativa que postulan pasa por la sustitución del sistema capitalista por otro en
el que el mercado esté subordinado a la lógica social.

La principal debilidad de los economistas marxistas está en el hecho de que sus propuestas no
forman parte del programa político de ningún sector social relevante de los países desarrollados4.

5. La contraofensiva del capital

1. A partir de los años ochenta, los keynesianos quedan expulsados del Gobierno en Estados Unidos.
Ronald Reagan sucede a Jimmy Carter y Margaret Thatcher, a los laboristas británicos. Desde entonces,

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


491
quien toma la iniciativa es el capital en su versión más dinámica, vale decir, el capital multinacional.
Esa iniciativa será tanto política como económica.
Para comenzar, en análisis y estudios como el Informe de la Comisión Trilateral sobre la “goberna-
bilidad” de las democracias, de Michel Crozier, Samuel P. Huntington y Joji Watanuki (1975), como
culpable de la situación se señala un cierto relajamiento de los controles sobre la sociedad: un “exceso
de democracia” habría generado una suerte de laxismo frente a las responsabilidades individuales, por
culpa de un Estado excesivamente protector (plena ocupación y gasto social).
Los años ochenta dan testimonio del inicio de la contraofensiva del capital, bajo un nombre con
resonancias del setecientos: el neoliberalismo. Este se presenta como la estrategia más adecuada para
resolver la sofocante crisis. Sus medidas más importantes fueron:

a) Provocar una recesión mundial, con aumentos de la desocupación y de la precarización, para


debilitar el poder de los trabajadores y los sindicatos (en lo que después se denominaría política
de “flexibilidad”). Esta medida coyuntural se completó con la activación de nuevas tecnolo-
gías de automatización de los procesos productivos, que redujeron drásticamente la necesidad
de trabajo.
b) Desligar al Estado de toda apariencia de participación social efectiva, para ponerlo al servicio
de la recuperación del rendimiento empresarial (políticas de “desregulación y competitividad”, de
ajuste y de “privatizaciones”).
c) Retomar el control en la orientación de las políticas de los países del Tercer Mundo.

Para llevar todo eso a cabo se aplicaron las medidas más diversas: golpes de Estado (África y Améri-
ca Latina) en los años setenta; ataque contra el sistema de las Naciones Unidas, al concentrar el poder
en el Consejo de Seguridad y provocar la crisis financiera de los organismos más vinculados al “Nuevo
Orden Económico Internacional” (NOEI), como la Unctad o la Unesco, en los años ochenta; cambios
tecnológicos para posibilitar la reducción del consumo de determinadas materias primas, abundantes
en el Tercer Mundo (energía) y sustituirlas a largo plazo (con ramas como la fibra óptica); y, en fin, las
políticas conocidas como “programas de ajuste estructural” para el control de las políticas económicas
en los años ochenta y noventa, para lo cual se aprovechó la crisis de la deuda externa, que permitió
debilitar la función redistributiva del Estado, reforzar su carácter de clase y privatizar sus actividades en
beneficio del capital transnacional. Asimismo, continuar la Guerra Fría con el rearmamento ideológico
del proyecto conservador (pasar en lo interno de la lucha defensiva –Estado social, keynesianismo– a
la lucha ofensiva: posmodernismo, nuevo individualismo) e irrumpir en el espacio ocupado por el
comunismo mediante la penetración de viejos y nuevos medios de comunicación de masas (cine,
música, TV, video).
En esta dimensión “cultural” hay otros componentes menos sutiles, como el deterioro de la calidad
de la información en los periódicos y demás medios de comunicación, con el objetivo de reducir la
participación del ciudadano y el exceso de democracia. Esto contribuye a reforzar el carácter elitista de
los grupos que toman las decisiones que atañen al conjunto de los ciudadanos.
Paralelamente a cuanto se ha dicho, los Gobiernos conservadores se propusieron echar nuevas
bases para las relaciones entre países ricos y pobres. Un primer objetivo mundial del neoliberalismo
fue el control de la OPEP. Además, se buscó poner bajo control a los países que, sin pertenecer a esa

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


492
organización, tuviesen petróleo (como en el mar del Norte), con la idea de fragmentarla internamente.
Por otra parte, se procede a un reordenamiento de las instituciones multilaterales (ONU y organismos
financieros internacionales).
Este programa de restauración del poder y dominio del capital en el escenario nacional e internacio-
nal cuenta, entre sus componentes estructurales, con dos factores que sintetizan algunos de los rasgos
más significativos, por el momento, del modelo de desarrollo capitalista que se está proyectando: la
revolución de la información y la nueva globalización o mundialización de la economía.

2. Considérese además que, en particular durante los últimos años de la década de los noventa, las em-
presas siguieron generando mucho dinero, que frecuentemente fluyó hacia la especulación financiera
y hacia el incremento de los dividendos.
Esto se explica mediante un simple razonamiento de puntos sucesivos:

a) Se produce un aumento récord de las utilidades netas.


b) Lo anterior no se acompaña con incrementos significativos ni de la facturación ni del valor
agregado.
c) Hay una estabilidad sustancial de los márgenes brutos y netos de operación o explotación.
d) El valor agregado debe ser redistribuido al factor trabajo y al factor capital, pero el primero de
ellos no recibe incrementos ni de salario directo ni de salario indirecto y diferido, y por tanto
tampoco salario social en general.
e) Disminuyen las cargas fiscales y tributarias.
f ) Las cargas financieras del endeudamiento caen como consecuencia del menor costo del dinero.
g) En las empresas, los mayores flujos de dinero no se destinan a la inversión y, por el contrario, se
enajenan actividades.
h) Por varios años consecutivos, los dividendos son mayores que los incrementos de capital pagado,
lo que provoca un saldo negativo entre ambos y penaliza de hecho el autofinanciamiento, ya que
los poseedores de acciones continúan en la práctica recibiendo más que cuanto dan.
i) Se registra, finalmente, un decidido mejoramiento de la estructura patrimonial de las sociedades
y disminuye la relación entre débitos financieros y patrimonio neto, hasta tocar valores mucho
más bajos en los últimos 10-12 años, incluso para la diminuta cuota de deudas contraídas con
los bancos, en beneficio de financiamientos a breve plazo negociados con los asociados, gracias
a la centralización de la gestión financiera en cada grupo.

3. Del cuadro que dibujan los puntos anteriores se deduce claramente que las ventajas de que han
gozado las empresas se han quedado exclusivamente en los bolsillos de los empresarios, los gerentes y
accionistas, quienes en modo alguno han “socializado” las óptimas condiciones de crecimiento de estos
últimos años y en particular, por ejemplo, de 1998, año en el que se registraron los mejores resultados
de la última década.
El profit State sigue brindando a los empresarios las más favorables condiciones y otorgando des-
cuentos excepcionales a la ganancia, y esto no se traduce siquiera en mejoría del gasto social –dado
que disminuye el peso contributivo de las empresas–, ni en un incremento de las inversiones en el
mercado italiano, ni en reducciones del horario laboral, ni en aumentos de salario u otras operaciones

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


493
redistributivas en favor del trabajo. Ni siquiera, finalmente, ha aumentado la ocupación verdadera, a
tiempo completo, con salario pleno y plenos derechos.
Las multinacionales de nuevo estilo son grupos financieros con dominio industrial y una particular
capacidad para acceder, de pleno derecho, a los mercados financieros, sea para colocar sus títulos o para
operar como inversionistas. Este cambio tiene importantes consecuencias para el crecimiento cualita-
tivo y el nivel financiero de los grupos multinacionales, que adoptan esta nueva forma para convertirse
en grupos financieros de más alto nivel y con dominio industrial, pero con una actividad cada vez más
importante como operadores en los mercados financieros y cambiarios.
Surgen así formaciones industriales “en red”, caracterizadas por la multiplicación de los participan-
tes minoritarios y por afincarse en numerosas empresas asociadas que tienen, muchas veces, poderíos
económicos fuertemente desiguales.
Efecto de esta evolución ha sido el unir más las fronteras de la internacionalización productiva al
origen de un importante proceso de interferencia entre la ganancia y la renta financiera. Una parte de
los resultados de la llamada empresa globalizada corresponde a sustracciones del excedente de otras
empresas, mediante el trasvase de valores productivos en beneficio de aquellas de corte financiero, lo
que se traduce en incrementos de renta y no en ganancias dirigidas a inversiones productivas capaces
de crear empleo.

6. La revolución de la información o tercera revolución industrial

1. La tercera revolución industrial, que comienza a desarrollarse en los años ochenta, tiene como
componente fundamental la tecnología de la información. También a esta revolución podemos consi-
derarla como “industrial”. La concepción de la fábrica cambió con las tres precedentes. En la primera,
se reagruparon las oficinas, las mismas máquinas que ya existían estaban en las fábricas y los artesanos
eran los principales trabajadores, como parte del nuevo proletariado industrial. En la segunda, se
introdujeron la cadena de montaje y la organización científica del trabajo, con control de tiempos
y ritmos. Fue la fase de la llamada subsunción del trabajo al capital. El trabajador, aunque inmerso
en una organización empresarial que no era suya ni podía controlar, podía todavía ejercer un cierto
control sobre su propio trabajo (técnicas, calidad, ritmos). La hetero-dirección era menos intensa que
la que sobrevendría luego gracias al maquinismo, que expropia al trabajador hasta de sus propios co-
nocimientos y calificación, celosamente conservados porque fundamentaban el poder de resistencia de
la fuerza de trabajo subsumida al capital. Será después, con los cambios en el ámbito organizativo, con
la “revolución taylorista”, que el trabajo será despojado y despotenciado: trabajo desnudo y sometido,
contra la potencia desplegada por el capital.
Finalmente, en la tercera revolución industrial se produce, junto con las tecnologías de la informa-
ción, la automatización de los procesos. Solo así se entienden casos como el de la FIAT, a comienzos
de los años setenta, que no tuvo problemas en sustituir con robots a una veintena de trabajadores de la
fase de pintura de la cadena de montaje en Turín, ya que si bien los robots eran más caros en términos
contables, no hacían huelga ni provocaban ausentismo (Levidow y Young, 1981). En realidad, ya F.
Taylor decía que lo que había que evitar con la organización científica del trabajo era el control que
mantenía el trabajador sobre el proceso productivo5.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


494
Otro problema del capital, para retomar el control total del proceso productivo, era la concentra-
ción de todos los trabajadores en la fábrica, lo que le facilitaba a estos la realización de huelgas y otros
conflictos laborales y sociales que se traducían para los industriales en pérdidas. Esto desaparece con
la segmentación y fragmentación de los procesos productivos. En otras palabras, las series largas de la
cadena de montaje, cumplidas dentro de una misma edificación, se transforman en series breves que,
además, se cumplen en diferentes locales. Así, por ejemplo, el Renault 5 tiene 25 distintas versiones
con 25 precios diferentes, aunque esencialmente sea el mismo vehículo. La General Motors no fabrica
ya todos los componentes de un mismo vehículo en una misma fábrica con 25.000 trabajadores. Hoy
día, por ejemplo, el montaje se realiza en España, en una fábrica de 10.000 trabajadores (y con varias
instalaciones de montaje, para disminuir los posibles daños por huelga), mientras que los motores
se hacen en Hamburgo, Alemania, en una fábrica de 5.000 obreros y el resto de los componentes se
subcontratan en su mayoría. Se ahorran así los costos de 10.000 trabajadores, se producen los mismos
componentes y, además, se reduce la posibilidad de conflictos laborales.
Por todo ello, la fragmentación, externalización, deslocalización y subcontratación son la clave de
la nueva manera de producir6. Se desarrolla así un sistema reticular de empresas integradas, bien en un
único grupo o en una hilera construida sobre la base de relaciones comerciales de comisión-provisión.
Según las dimensiones y la complejidad del proceso laboral en su conjunto, la producción puede estar
organizada en más o menos niveles, con lo cual se tiene una suerte de pirámide en la que la empresa
madre o contratista principal se entiende con los proveedores de primer nivel, que a su vez comisionan
“porciones” del proceso de trabajo o simples piezas a subproveedores de segundo nivel, tercer nivel,
etcétera. Se construye, pues, una estructura que recibe el input de la gran empresa, posiblemente mul-
tinacional, y en la que de nivel en nivel se reduce la escala de los proveedores, hasta llegar a pequeñas
o aun microscópicas empresas.
El otro elemento de la tercera revolución industrial es el ahorro energético. Así, en los vehículos
se sustituye el acero por plástico, para muchos de sus componentes. O se invierte en investigación
y desarrollo7.
De igual forma, una dimensión de la revolución tecnológica que tuvo importantes consecuencias
en el panorama político mundial fue la victoria norteamericana sobre la Unión Soviética en la carrera
armamentista. Esa carrera la ganó Estados Unidos porque los recursos destinados al armamento se
obtienen a costa de disminuir los beneficios sociales, y este proceso fue allí más agudo y brutal que en la
Unión Soviética. La competencia sirvió, indirectamente, para que el sistema capitalista funcionara des-
de el punto de vista de la acumulación, ya que el capital internacional logró, por esa vía, transformar
el esfuerzo militar en producción de bienes y servicios de distribución universal. Los descubrimientos
militares fueron financiados con empeño público y el Pentágono era la unidad económica planificada
más grande del mundo. Los avances tecnológicos de la aviación militar, realizados mediante inversión
pública, terminaron por aplicarse en Boeing, Lockheed o General Electric, es decir, en la aviación y
la ingeniería civiles. Las máquinas de control numérico, al igual que Internet, son un claro ejemplo
de tecnología militar transferida al uso civil. La incapacidad de los soviéticos para impulsar una trans-
ferencia de ese tipo generó un costo insoportable para el sistema. La tercera revolución industrial,
que requiere mecanismos muy dinámicos de transferencia horizontal de información, inexistentes e
incompatibles con el carácter totalitario del sistema soviético, se transformó en la barrera definitiva que
le impidió a este último alcanzar el éxito en el plano de la tecnología y de la economía.

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


495
La caída del sistema soviético dejó en Occidente una víctima muy importante: el pacto social de
la posguerra entre capital y trabajo, en los países desarrollados, que se apoyaba en el miedo de los
capitalistas ante el peligro comunista, es decir, ante la posibilidad de perder nuevos territorios y sus
respectivas poblaciones para la acumulación de capital. Muerto el perro, se acabó la rabia: desaparecido
el miedo, la fuerza política que ejercían los trabajadores para imponer su propia participación en la dis-
tribución de la riqueza social se debilita considerablemente, al tiempo que se fortalece el pensamiento
neoliberal centrado en la idea de la sociedad-empresa, en la que lo social es absorbido por el paradigma
de valores empresariales (“lo que es bueno para la empresa, es bueno para la sociedad”).

2. Una de las tecnologías más espectaculares es la de la informática o de la comunicación. Su ingreso


al mercado, a partir de la segunda mitad del siglo xx, determinó un cambio de ritmo en los procesos
generales de innovación de medios de producción, cuya vida útil (como tecnología dominante en un
cierto período para determinadas tareas productivas) se ha hecho hoy mucho más corta. La vida media
de una computadora no supera los tres años y la de un software en sin duda todavía más breve. Así, el
éxito empresarial se basa frecuentemente, y de manera determinante, en la capacidad de renovación del
patrimonio tecnológico (Foray, 2006: 52).
Casi toda esta tecnología se desarrolla después de la Segunda Guerra Mundial. Es sobre todo a
partir de los avances tecnológicos militares del Pentágono, por ejemplo, que la tecnología eléctrica
es sustituida por la electrónica, en un proceso de cambio cuya hegemonía pertenece claramente a
Estados Unidos.
En el lenguaje corriente, con frecuencia se utilizan indistintamente los términos “información” y
“dato”, como si fuesen sinónimos, aunque la mayoría de las disciplinas les atribuyen significados muy
distintos. En general, se considera que el dato describe los aspectos elementales de un evento, aspectos
todavía no evaluados desde el punto de vista de su utilidad, puesto que no tienen una elaboración
inmediata. Por información, en cambio, debe entenderse un conjunto de datos correlacionados y
elaborados para un determinado fin, de manera de satisfacer las exigencias de quien los utiliza, que
puede transformarlos en capital-información primero y en flujo comunicacional después.

Hasta hace poco informar era, de alguna manera, proporcionar no solo la descripción precisa –y
verificada– de un hecho, un acontecimiento, sino también un conjunto de parámetros contextuales
que permitieran al lector comprender su significado profundo. Era responder a cuestiones básicas:
¿quién ha hecho qué?, ¿con qué medios?, ¿dónde?, ¿por qué?, ¿cuáles son las consecuencias? Todo esto
ha cambiado completamente bajo la influencia de la televisión, que hoy ocupa en la jerarquía de los
medios un lugar dominante y está expandiendo su modelo. El telediario, gracias especialmente a su
ideología del directo y del tiempo real, ha ido imponiendo, poco a poco, un concepto radicalmente
distinto de la información. Informar es, ahora, “enseñar la historia en marcha” o, en otras palabras,
hacer asistir (si es posible en directo) al acontecimiento. Se trata, en materia de información, de una
revolución copernicana, de la cual aún no se han terminado de calibrar las consecuencias (Ramonet,
1999: 135).

Si el uso indistinto de ambos términos –información y dato– puede permitirse en el lenguaje


corriente; otra cosa es cuando se trata de lenguaje empresarial. En este código, el dato es la pura des-
cripción de un evento, mientras que la información se entiende como un conjunto de datos agregados
en función de una determinada finalidad.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


496
La legibilidad de un texto y la comprensión de un dictado comunicacional deben respetar algunos
requisitos y reglas, so riesgo de degradar la información y el respectivo proceso comunicacional en el
cual el operador está llamado a trabajar. A este respecto, sin embargo, las soluciones son todavía de
naturaleza esencialmente “estética”, más que fundadas en evidencia experimental acerca de la efectiva
eficacia y la aplicabilidad real y completa del capital información, que se transforma en procesos comu-
nicacionales nómadas al adoptar determinados canales e instrumentos y establecer la interconexión en
red en el espacio cibernético.

La interconexión electromagnética entre computadoras hace posible el acceso al espacio cibernético,


la comunicación interactiva a distancia como experiencia común. Este espacio, de más está decirlo,
existe desde hace tiempo; pero lleva una suerte de vida larvaria, constreñido como está a una minúscula
parte de sí mismo, la frecuentada por las comunidades científicas y los poderosos lobbies financieros.
Ahora que en las ciudades comienzan los trabajos de construcción de las “autopistas electrónicas”,
el espacio cibernético dilata su ámbito disponible en favor de millones de seres humanos que tienen
poca o ninguna familiaridad con el saber físico-matemático, que la computadora objetiva. Quien usa
la computadora no tiene necesidad de saber de física relativa o de cálculo lógico más de cuanto el
automovilista deba su capacidad de conducir a sus conocimientos de electricidad y termodinámica
(Piperno, 1997: 84).

3. Toda empresa, para poder competir con un adecuado nivel de eficiencia en un contexto de com-
petencia global, debe planificar su iniciativa a largo plazo y adoptar verdaderos planes estratégicos de
y en lo social, basados en la optimización de sus recursos de gestión. El proceso de creación de valor
significa, precisamente, producción de riqueza y para ello, en la actual fase de acumulación flexible, es
indispensable acumular recursos, capital tangible e intangible, para optimizar y mantener en el tiempo
el ciclo productivo, que es de acumulación de valor y de acumulación de formas de control social.
De esta manera se van imponiendo procesos de flexibilidad generalizada, derivados de una empresa
socialmente difundida en el sistema territorial: la fábrica social generalizada. En un comienzo, esto ge-
neró dificultades de adaptación a las empresas de grandes dimensiones, caracterizadas por una excesiva
centralización y una fuerte rigidez del sistema productivo. En cambio, las empresas más pequeñas,
dotadas muchas veces de alta tecnología y capacidad innovadora, fueron más rápidas en adoptar nue-
vos modelos informativos y comunicacionales, capaces de impulsar a un mismo tiempo la creciente
flexibilidad, la coerción salarial y la reestructuración de las diversas formas de explotación del trabajo
asalariado, fuesen estas tradicionales o “nuevas”. Este tipo de empresas, en efecto, es más proclive a
adaptar su propia estructura a las cambiantes características de la demanda y de la desenfrenada com-
petitividad del mercado, en lo que respecta a las nuevas exigencias de reestructuración productiva y del
mercado del capitalismo financiero globalizado.
Muchas veces, sin embargo, en algunos contextos particulares del desarrollo capitalista, se ha pro-
ducido una alteración parcial de esta situación, en el sentido de que son las pequeñas empresas las que
no siempre logran enfrentar la competencia de las mayores, mientras que estas últimas, en cambio,
consiguen poco a poco adaptar sus estructuras –en particular, las informativas y comunicacionales– a
la fase en curso. Tienden así a hacerse cada vez más flexibles, sobre todo en lo que respecta a la fuerza
de trabajo, a la vez que descentralizan y parcelizan el ciclo productivo, diversifican la producción y la
distribución y alcanzan, finalmente, modalidades de desarrollo empresarial que se definen como en
hilera, de distrito, en red, etcétera. Se han producido de tal manera fuertes procesos de tercerización,

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


497
externalización y deslocalización, en los que la comunicación juega un papel prioritario, como recurso
estratégico del capital de la abstracción8.
Con el término “recurso” se entiende, en lenguaje empresarial, una entidad, material o inmaterial
(tangible o intangible), a través de la cual toda organización actúa para alcanzar sus propios objetivos.
Asumiendo esa definición, la palabra “recurso” tiene un significado amplio que abarca no solo las par-
tes internas que componen un sistema organizado, sino también aquellas entidades como el mercado,
la totalidad de los factores externos o el llamado ambiente externo con el cual, por ejemplo, interactúa la
organización empresarial.
En consecuencia, los recursos se clasifican en externos e internos. Los primeros son aquellos que
forman parte de todo el macrosistema ambiental externo en cual vive, se mueve, opera e interactúa el
sistema empresa9, y cuya presencia condiciona su actividad, hace posible su desarrollo y caracteriza,
además, el “modo social” de ser y de presentarse que adopta esa empresa. Los recursos internos son
aquellos que forman parte de la organización interna del sistema empresa, y se pueden clasificar en re-
cursos de intercambio (es decir, el output provisto como respuesta a la demanda del mercado), recursos
de estructura (o, mejor, el conjunto de los factores productivos utilizados) y recursos de gestión (que
sirven para canalizar los demás recursos en forma cónsona con los objetivos preestablecidos).
En este punto, se hace de vital importancia distinguir entre recursos –o bienes– tangibles e intangi-
bles, entre capital tangible y capital intangible. Los recursos –o valores– intangibles son aquellos que,
aun cuando no reflejen una medida material de la gestión económico-empresarial, son igualmente de
fundamental importancia para la vida y la evolución armónica a largo plazo del sistema empresa. Se
trata de los diversos componentes del recurso humano y de la cultura empresarial, constituidos por la
calificación profesional, el conocimiento, la formación, las competencias, la capacidad organizativa, las
ideas, la creatividad, la cultura gerencial, la imagen de la empresa.

4. En síntesis, se puede sostener que, en una acepción amplia y general del término, es el capital
información –y, en consecuencia, los modelos comunicacionales a él asociados– lo que va a constituir
el recurso clave del capital intangible, y es en este sentido que se le puede definir como capital de la
abstracción. Se puede sostener, incluso, que todos los recursos que directa o indirectamente se derivan
de la información son capital de la abstracción, esto es, conjunto de recursos invisibles que se revelan,
cada vez más, capaces de posibilitar la obtención de ventajas competitivas, con valor estratégico.
Se trata de recursos determinantes para el desarrollo y el éxito a largo plazo del sistema empresa y
de la empresa en particular, en tanto que esta última es una organización cuya finalidad es la ganancia
a través de procesos de acumulación flexible, que se basan, sobre todo, justamente en los recursos del
capital intangible.
Allí desemboca una tendencia secular del capital, identificada tempranamente por Marx: el au-
mento del valor de recursos como la educación, la especialización, ha determinado las directrices
históricas de la evolución del sistema, hasta colocar recursos y expectativas en la dimensión intangible
del capital. Precozmente aclaró Marx cuál era el valor del conocimiento en el modo de producción
capitalista, al cuantificarlo exactamente en el número de horas necesarias para la formación del traba-
jador calificado10.
La relevancia del conocimiento –o, en términos empresariales, el know-how–, considerado un re-
curso fundamental del moderno ciclo productivo, ha aumentado vertiginosamente en la presente fase

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


498
histórica, gracias sobre todo a la irrupción en el mercado de las tecnologías informáticas, que desde
los años sesenta han modificado los esquemas de los medios de producción. De cualquier modo, el
criterio para cuantificar el valor del llamado capital intangible, junto con su tendencia a la expansión,
se mantiene a grandes líneas inalterado (Foray, 2006: 37-38).
Los datos y las informaciones caracterizan, por tanto, cada sección de la organización empresarial,
donde determinan, analizan y controlan toda actividad. Pero simultáneamente establecen, cuando se
transforman en modelos comunicacionales del capital de la abstracción, las líneas de caracterización y
evolución de las relaciones entre sistemas-empresa y sistemas-país.
Se produce así la difusión del dominio tecnosocial, que pasa del espacio de la fábrica fordista a todo
el territorio de la fábrica social generalizada. Para evitar que el entrecruzamiento de informaciones de
input y output genere confusión o parálisis operativa y no lleguen a transformarse en capital infor-
mación, todo el sistema empresarial es dividido en subsistemas menos complejos. Cada uno de ellos
se caracteriza por sus propios flujos de información de input y de output, que luego se integran en el
conjunto del capital información para transformarse así en proceso comunicacional de empresa que
invade el cuerpo social.
En la moderna empresa posfordista este ensamblaje comunicacional caracteriza la composición e
integración de los subconjuntos en un único sistema empresarial que se hace modelo para lo social,
punto de referencia institucional para las diversas modalidades del control social generalizado, de las
formas de dominio y de la coerción a partir del contexto de la fábrica social generalizada.

5. Como lo han subrayado ya muchos teóricos del desarrollo tecnológico (cfr. Maldonado, 1997), en
el desarrollo y la difusión de las tecnologías informáticas hay todavía un virus que amenaza al sistema
de producción capitalista, sobre todo en su configuración tradicional, fundada en la centralización de
los medios de producción. El home informático y, desde comienzos de los años noventa, la difusión
de Internet como sistema de comunicación horizontal, constituyen, de hecho, en ciertos aspectos, un
modelo eficaz de organización y distribución de recursos desde abajo, sin posibilidad de control por
parte de los tradicionales detentadores del poder político y económico.
Con su estructura capilar y acéfala11, la red posibilita hoy la circulación libre de datos e informa-
ciones, la publicación poco menos que sin costo alguno de periódicos y el intercambio gratuito de
recursos a los que el mercado atribuye un valor económico (música, libros, software, etcétera).
El sistema digital, que ha sustituido al criterio analógico en prácticamente todas las aplicaciones
tecnológicas, hace extremadamente fácil, en efecto, la difusión de productos y tecnologías: la repro-
ductibilidad de una manufactura digital es simple y está al alcance de todos; además, la copia presenta
la misma calidad del original (Foray, 2006: 145). De esta manera, el concepto de derechos de autor se
torna rápidamente obsoleto y la tutela de las llamadas “obras del ingenio”, casi imposible.
Bien visto, ese proceso resquebraja algunos de los principios fundamentales del capitalismo, como
son el de la concentración de la propiedad de las mercancías y, gracias a la difusión del software libre,
también el de la propiedad de los medios de producción.
Se trata, en cualquier modo, de un proceso intrínsecamente ligado al largo camino recorrido para
hacer más accesibles y menos costosas las tecnologías: en la época de la “reproductibilidad técnica” de
las obras, que Walter Benjamin coloca ya a la altura de la primera revolución industrial (Benjamin,
2000), resulta cada vez más difícil erigir vallas protectoras de la propiedad de las manufacturas y de los
medios necesarios para producirlas.

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


499
6. Otra faceta de esta tercera revolución industrial es la sustitución de las materias primas inorgánicas
por otras orgánicas (como lo prueban la biotecnología y el desarrollo de nuevos materiales, muchos
de los cuales incluyen bacterias que permiten modificar la conductividad de ciertos minerales). Por
eso, precisamente, las dos grandes áreas de investigación, dinamismo y acumulación económica son
actualmente esa de la sustitución y la de las tecnologías de la información.
Estos cambios tienen, asimismo, numerosas implicaciones en el plano de la cuestión agraria y de los
bancos genéticos. Una gran parte del gasto en desarrollo tecnológico está dirigida a mejorar la produc-
tividad, incluso, en la agricultura: las vacas son ya auténticos mutantes, los pollos ya no comen maíz
sino compuestos y la agroindustria dejó de ser una fase posterior al proceso de producción: no se trata
de ordeñar una vaca y luego construir una planta lechera, ahora la vaca es industrialmente diseñada.
Por eso se intenta aplicar la tecnología en la fase inicial del proceso productivo agrario –sin tecnolo-
gía no hay producción vital en casi ningún área– y la actividad de investigación y desarrollo (I&D)
presenta un mayor grado de concentración a escala mundial, al ser uno de los factores principales de
acumulación de poder en manos del capital transnacional.

7. Pobreza en la abundancia creada por la revolución científico-técnica

1. El desarrollo capitalista no ha dejado de ser bipolar: en un polo sigue aumentando la riqueza y en el


otro la pobreza. La pobreza aumenta y se expande; la riqueza se concentra cada vez más. Esta tendencia
responde a varios factores, como por ejemplo:

a) El incremento continuo del nivel de explotación de los trabajadores o de aquellos que viven del
trabajo, sobre la base de la explotación capitalista de la sociedad del saber12.
b) Las crisis económicas perjudican, como nunca antes, a las clases medias.
c) Durante los últimos 25 años, a pesar de los cambios sustanciales ocurridos en la dinámica del
capitalismo, dentro de este sistema no se ha resuelto siquiera uno de los problemas ya presentes
al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
d) Junto con la continua concentración de la riqueza, crece también la pobreza.
e) El llamado proceso de globalización neoliberal, lejos de globalizar el desarrollo y la riqueza,
tiende a globalizar la pobreza.

Se están creando desigualdades socioeconómicas cada vez mayores y crece la miseria en casi todos
los países y regiones del mundo. Eso es consecuencia de la dinámica y de la operatividad generalizada
que ha logrado el capital multinacional a escala mundial, siempre en búsqueda de ganancias más altas,
dondequiera se encuentren.
El proceso de reproducción del capital actúa en favor de la concentración de la riqueza en el
segmento social privilegiado, que representa cerca del 20% de la población mundial; la diferencia
entre ricos y pobres aumenta en cada país, de norte a sur; la desigualdad mundial en la distribución
de la riqueza y del poder es una forma estructural de violencia permanente contra la mayor parte del
mundo, que es preciso vincular más explícitamente a la globalización neoliberal.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


500
2. En todo caso, también en los países industrializados, a pesar del elevado consumo, hay pobreza,
como privación y como desempleo, a causa de los procesos de precarización. En algunos, incluso,
está en aumento. Ni siquiera aquellas naciones en las que el capitalismo se ha desarrollado más, están
excluidas de estos problemas: los trabajadores se hallan en un nivel social del cual se puede caer fácil-
mente a las condiciones de indigencia13; la clase media ha debido soportar en los últimos 30 años, cada
vez más, la furia de las crisis económicas y de la explotación capitalista.
Tal como siempre ha sido, en el capitalismo la pobreza14 tiene una base estructural y no contin-
gente, base que está constituida por el sistema de explotación capitalista del trabajo asalariado. Hoy
día, esa realidad no desaparece, sino que se agudiza bajo el impulso de la flexibilidad y precariedad
del trabajo, resultado de la actual revolución científico-técnica. Esta tendencia al incremento de la
explotación puede notarse fácilmente al observar la distribución del valor entre salario y ganancias,
como resultado del crecimiento de la productividad:

Distribución de las utilidades resultantes de la productividad, a la ganancia (+) o al salario (-)

Unión Europea (12) Unión Europea (15) Estados Unidos Japón


1961-1970 0,0 0,0 -0,1 1,3
1971-1980 -0,3 -0,4 0,1 -1,2
1981-1990 1,2 0,9 0,2 1,1
1991-2000 0,7 0,6 0,1 0,1

Fuente: Statistical annex European Economy Spring, 2003 (elaboración propia).

Es evidente que, del incremento de la productividad, al salario se le redistribuye muy poco. Por otra
parte, la tercerización, la flexibilidad de la economía y la reestructuración capitalista, junto con otros
fenómenos como la deslocalización y la precariedad, han hecho aumentar –sobre todo en estos últimos
años– el número de trabajadores “flexibles” (Arriola, Vasapollo, 2005: 66-77).
Esa situación se refleja en la población, como puede deducirse de su participación en el PIB, tanto
en los países más pobres como en los más ricos. Esto quiere decir que, como parte del proceso de
crecimiento de la pobreza, en el caso de los trabajadores y de los inmigrantes se unen varios factores,
como por ejemplo:

a) La desventaja de vivir en un país con bajos niveles de ingreso o de pertenecer a sectores cuya
ocupación tiene un carácter precario.
b) Dondequiera que sea, es también una desventaja ser parte de la inmigración no blanca, sobre
todo africana o árabe, o provenir de los antiguos países socialistas.
c) En el caso particular de América Latina, a la condición de obrero en un país subdesarrollado
puede añadirse la de indígena o afrodescendiente.

3. Por tanto, no se puede decir que la pobreza, en general, presente un comportamiento simétrico. La
pobreza es también discriminante y asimétrica, y afecta más a los jóvenes y a determinadas categorías
de trabajadores. Estados Unidos, por ejemplo, es la sociedad capitalista con nivel medio de vida más

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


501
alto, pero también con los niveles de distribución de la riqueza más desequilibrados entre todas las
naciones capitalistas desarrolladas. “El 10% más rico de la población de Estados Unidos posee el
81,8% del patrimonio inmobiliario, el 81,2% de las acciones y el 88% de los títulos” (Federal Reserve
Bank, 1996: 5). “El 1% de la población de Estados Unidos posee el 60% de las acciones y el 40% de
la riqueza total…” (Hawken, 1993).
Esta concentración de la riqueza se corresponde con el grado de control que la oligarquía financiera
ejerce sobre la sociedad norteamericana y también con el nivel de vulnerabilidad del ciudadano común
ante los dictados políticos, sean internos o externos. Más que en cualquier otra sociedad capitalista
desarrollada, la pobreza en Estados Unidos se identifica claramente, además, con una estructura de
poder que se sustenta en la estratificación social, cultural y racial, con niveles que han sido instituidos
desde la colonización hasta la consolidación definitiva del capitalismo en ese país. Existe allí, pues, una
estructura social en la cual, en términos generales, la raza, la clase, el estatus social y el nivel de pobreza
se coalicionan estructural y fuertemente, al punto de que no han podido ser destruidos en los 200 años
transcurridos desde el nacimiento de esta nación. En consecuencia, hablar de pobreza en Estados Uni-
dos es hablar también de racismo, discriminación y marginación social. Es evidente que el capitalismo,
en lugar de reducir la pobreza, la ha incrementado continuamente, tendencia esta que no se detendrá.

­— notas —

1 Edwar P. Thompson es el historiador que más ha contribuido a mejorar la visibilidad del proletariado en los orígenes del capita-

lismo, con libros como The Making of the English Working Class. El mismo resultado lo persiguió, en parte, Hobsbawm (1987).
Noble (1993) brinda en cambio una lectura diferente, como es la que aporta, por ejemplo, sobre el movimiento ludista.

2 Cfr., a este respecto, Boyer, Sayllard (1995).

3 Para el caso de Italia se puede consultar una importante encuesta de la época, la primera realizada tras el “otoño caliente”*:

Bianchi, Dugo, Martinelli (1972).

4 Que por otra parte no es el único motivo. La fractura radical entre teoría y praxis ha sido señalada como una de las caracte-

rísticas fundamentales del “marxismo occidental” de Anderson (1977). Sin embargo, es cierto que dentro de la magmática
categoría de marxismo occidental (definición que el mismo Anderson, ya en su trabajo de 1977, critica como insatisfactoria) se
encuentran intelectuales militantes como Karl Korsch, cuya obra estuvo esencialmente dirigida a la renovación de la teoría y la
praxis revolucionarias. La función de la dialéctica, según lo que escribe Carrino (1981: 111-112) en una biografía intelectual de
Korsch, sería para este último la de “exponer” (Darstellungsweise) la totalidad histórico-social-natural, y proveer así las bases
para una teoría de la revolución social.

5 Léase lo que escribe Braverman (1998: 62) en su ya clásico texto: “El taylorismo [es una] ciencia del gobierno del trabajo ajeno

bajo condiciones capitalistas. Taylor no estaba en búsqueda del ‘mejor modo’ [best way] de desempeñar el trabajo ‘en gene-
ral’ (…) sino que más bien [la suya] era una respuesta al problema específico de cómo controlar mejor el trabajo alienado, y
eso significa fuerza de trabajo que es vendida y comprada”. Añade, además, que para Taylor era una absoluta necesidad el
“imponer al trabajador la manera precisa en que debe ejecutarse el trabajo. (…) su ‘sistema’ fue simplemente el instrumento
utilizado por la gerencia para lograr el control del modo efectivo de ejecución de toda actividad laboral, desde la más simple
hasta la más compleja”.

* (n.t.) De 1969, cuando se vivieron en ese país gigantescas movilizaciones obreras y fuertes conflictos sindicales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


502
6 Para profundizar en la temática, véase la vasta literatura sobre la “fábrica integrada” de la FIAT-SATA en Melfi, que constituye

un ejemplar caso de estudio, bien investigado en Italia por estudiosos de diferentes escuelas del pensamiento. Aquí mencio-
namos solo dos sugerencias, de las que se puede luego extraer una más vasta bibliografía: Cavazzani, Fioco, Sivini (2001) y
Pulignano (1997).

7 Para conseguir, por ejemplo, que los vehículos consuman 4 litros de gasolina, en lugar de 20, por cada 100 kilómetros de reco-

rrido. Hoy día, para producir una unidad de cualquier bien industrial se requieren dos quintas partes de las materias primas que
se necesitaban en 1900. En 1984, Japón consumía solamente 60% de las materias primas que empleaba en 1973 para una
misma producción. Una tonelada de cable de cobre puede sustituirse actualmente con 25 kg de fibra óptica, que se producen,
además, con solo 5% de la energía que se requería para producir el cobre.

8 Sobre estos temas, también en las páginas que siguen, se hará frecuente referencia a Martufi, Vasapollo (2000c).

9 Para todo lo que sigue, por “sistema empresa” se entiende una entidad organizada con fines de producción o de consumo,

actividad no necesariamente orientada a la ganancia; si, en cambio, el fin último es la ganancia, se preferirá usar, más correc-
tamente, el término empresa, o sistema de empresa.

10 Lo subraya Mandel en su análisis de la teoría marxista, al especificar que el “trabajo especializado” es considerado “como un

múltiplo del trabajo simple, que se obtiene al multiplicarlo por un determinado coeficiente” (Mandel, 1997b: 24).

11 Sobre el hecho de que la red sea efectivamente acéfala y carente de jerarquías, un lugar donde los conceptos de centro y peri-

feria pierden sentido, algunos autores avanzan interesantes perplejidades. Maldonado: “El argumento es archiconocido: en la
red todo sería centro y todo periferia. No existiría, por tanto, una sede privilegiada desde la cual se pueda ejercer una gestión
comprehensiva de los flujos de comunicación. A primera vista, se puede decir que algo de cierto hay en eso. Pero cuando a eso
que hay de cierto se le confiere, como en este caso, un carácter absoluto, más allá de todo contexto, resulta difícil sustraerse a
una actitud de atenta perplejidad. En principio, con todas las consideraciones de rigor, puede ser justo decir, por ejemplo, que
en la red no existe un centro, pero no que haya que excluir en ella, de partida, la presencia de toda forma de control sobre los
usuarios. Existe ya la sospecha, e incluso la certeza, de que algunas formas de control, aun si distintas a las tradicionales, están
presentes en la red” (Maldonado, 1997: 27).

12 Como señala Antunes (2006), aquellos que viven del trabajo, en oposición a aquellos que viven del capital.

13 El Euripes (2003)** habla de “pobreza fluctuante”, es decir, de un estado de inseguridad e inestabilidad permanente que no

permite superar, de manera definitiva y constante, el umbral de la pobreza. Es justamente este tipo de pobreza el que incide,
o al menos comienza a hacerlo, y de manera contundente, sobre segmentos medios ya integrados al mercado de trabajo pre-
cario.

14 Al menos la relativa, aunque en determinadas fases económicas y espacios geográficos también la absoluta avanza

poderosamente.

** (n.t.) Instituto privado, italiano, de estudios políticos, económicos y sociales.

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS


503
Capítulo III
COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA

1. Cómo se generan las crisis de subconsumo y sobreproducción

1. Al igual que ocurre con otros modelos teóricos marxistas, también la sobreproducción capitalista
de mercancías es interpretada en términos de valor y no de mera cantidad física de bienes producidos.
La permanente lucha (tregua oligopólica aparte) entre capitales enfrentados comporta el desarrollo
de tecnologías competitivas que posibiliten productividades más elevadas, ganancias más altas y ma-
yores cantidades de mercancías. En el régimen capitalista, sin embargo, estas últimas solo se producen
si su venta en el mercado permite cerrar el ciclo de (re)producción del capital, es decir, la valorización
del capital, la realización del valor de intercambio ínsito en este.
Una mercancía no se produce por el simple hecho de que alguien la necesite (cuestión que identi-
fica solamente una de sus calidades: el valor de uso), sino porque alguien, que en efecto la necesita (la
necesidad ajena es para el capitalismo un medio y no un fin), puede comprarla, y con ello permite la
realización de su valor intrínseco.
Muchos economistas de escuelas diversamente subconsumistas (keynesianos en diferentes salsas,
marxistas como Luxemburg, Sweezy, Baran) han teorizado acerca de un problema de “liquidez”, de
poder adquisitivo de los consumidores (solucionable hasta con políticas de deficit spending, de apoyo al
consumo), para explicar la crisis. El problema, que pertenece al plano de la esencia del capital (valori-
zación imposible), se transforma en un problema de insuficiencia de demanda, desvinculado del tema
de la valorización (¿será solo casualidad el que muchos de quienes sostienen tal tesis refuten o critiquen
la teoría marxista del valor?).

2. En más de una ocasión hubo Marx de criticar ante litteram teorías similares. El problema, leído en
clave subconsumista, es insoluble, ya que un incremento momentáneo de la demanda, impulsado por
el Estado con razones y medios diversos, no hace más que desplazar en el tiempo, posponiéndola, la
crisis de sobreproducción, para que luego esta se replantee a un nivel más elevado y agudo. Esto es así
porque la valorización momentánea de mercancías no estabiliza el mercado en una determinada cuota
productiva (cabría imaginar solo un estancamiento). Por el contrario, estimula a la esfera productiva a
proveer más mercancías que antes (y a seguir el “camino de la lucha” entre competidores, con todo lo
que de allí se deriva para la composición orgánica del capital, los niveles de productividad y los salarios).
La crisis de sobreproducción no puede eliminarse, puesto que inmanente al modo de producción
capitalista, sediento de (auto)valorización, el capital empuja siempre más allá del límite último (mo-
mentáneo) para superarse e incrementarse. Esto significa más mercancías, más capital por valorizar y
la imposibilidad de cerrar “en positivo” el ciclo de (re)producción del capital.

2. Ciclos y crisis económicas

2.1. Posguerra, ciclos y crisis


1. En el país-guía de la economía planetaria, los ciclos y las crisis económicas se manifestaron, después
de la Segunda Guerra Mundial, con la siguiente cadencia:

Estados Unidos: 1948-1949; 1957-1958; 1966-1967; 1969-1971.

Finalizada la contienda, la economía norteamericana experimentó inmediatamente varias crisis


económicas breves hasta llegar a 1969, cuando la crisis definitivamente estalla y cierra el ciclo expansi-
vo de la posguerra. En otros países, la situación fue la siguiente:

Gran Bretaña: 1951-1952; 1962-1963.


Francia: 1951-1952; 1962-1965.
República Federal Alemana: 1957-1958; 1966-1967.
Japón: 1962-1963; 1969-1971.

Como se puede observar, las potencias capitalistas, devastadas por la guerra, mostraron un com-
portamiento similar, aun cuando en la RFA la crisis explotó un poco más tarde (dado que la zona
occidental de Alemania, donde se concentraba el mayor potencial industrial, sufrió menos durante

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


506
la contienda). En el caso de Japón, la crisis estalló con mayor retardo todavía (1962-1963) porque su
proceso de recuperación económica fue mucho más lento, a causa de la total devastación sufrida.
Durante los 20 años que siguieron a ese conflicto bélico, las crisis económicas y los ciclos presenta-
ron, en síntesis, las siguientes características:

a) Asincronía general, aun cuando las economías europeas tendieron a acercarse durante las fases
de crisis económica, por compartir las mismas condiciones de gran devastación intempestiva, los
ritmos de recuperación económica y el papel central desempeñado en esta por Estados Unidos.
b) Las crisis y los ciclos tendieron a ser de breve duración.
c) En los años sesenta se empieza a observar una “tendencia al dominio” por parte de la economía
norteamericana.
d) Las crisis económicas no eran profundas y las economías se recuperaban bastante rápidamente.
e) Con la caída de los niveles de producción, descendían también los precios.

Entre 1945 y 1965 se produjeron cambios importantes en lo concerniente a la posición económica


ocupada por Estados Unidos en el plano internacional, como resultado de tres factores fundamentales:

a) Las economías devastadas por la guerra se recuperaban, comenzaban a competir y reclamaban


espacios en la economía mundial.
b) A partir de la crisis económica de 1969-1971, la economía norteamericana empezó a manifestar
claros síntomas de agotamiento del modelo de acumulación de la posguerra.
c) Se abrían caminos para un nuevo paradigma tecnológico, que se diferenciaba de la base material
del ciclo fordista-keynesiano vigente durante el período posterior a la posguerra.

Participación industrial 2. Por tanto, se abría asimismo un período en el

1945 40% que las posiciones económicas de Estados Unidos


1980 23% comenzaban a modificarse a escala internacional.
Exportaciones Los datos señalados ponen claramente en evi-
1945 18% dencia cómo entre la segunda mitad de los años
1980 12% sesenta y 1980, y tanto en el plano interno como
Recursos monetarios en el internacional, Estados Unidos comienza a
1945 33% presentar dificultades que le hacen perder espacio
1980 10% económico frente al resto de los competidores. Es
Inflación esto una clara expresión de lo que se ha definido
1945 2,8% como “paradoja de la hegemonía”, representada por
1980 10,4% el relativo retraso tecnológico en que permaneció
Desocupación Estados Unidos, dentro de sus fronteras, por apro-
1945 4% vechar las ventajas de un aparato productivo que
1980 7,2% había permanecido intacto tras la Segunda Guerra
Nivel de utilización de las capacidades productivas Mundial, mientras sus aliados-competidores resur-
1945 85,5% gían, entre mediados y fines de los años cincuenta,
1974-1978 80,5% con economías más avanzadas y dinámicas.

COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


507
3. Los años de la gran crisis energética

1. Los estudiosos del ciclo capitalista prácticamente habían desaparecido de las universidades nor-
teamericanas y cuando a fines de los años sesenta –en 1969– la economía inició un proceso de con-
tracción, los economistas neoclásicos burgueses no lo percibieron. La desaceleración, en todo caso,
perduró y se tradujo en desempleo y caída del ingreso para millones de personas. La experiencia de los
años 1964-1965 y 1966-1967, durante la guerra de Vietnam, cuando los gastos militares reanimaron
la tasa de crecimiento industrial y repercutieron en el PIB, había creado en muchos la ilusión de que
las caídas de la economía podían ser rápidamente superadas.
No obstante, en el período que se iniciaba en 1969 y por primera vez después de la Segunda Guerra
Mundial se verificó una caída real de los índices económicos –no provocada por daños de guerra–,
acompañada de rápidos y continuos aumentos de los precios, fenómeno que se prolongó por más de
un año.
Comenzaba así el comportamiento cíclico de la economía norteamericana de los años setenta, que
tuvo mucha importancia y una gran repercusión en la economía capitalista mundial y en la estadouni-
dense en particular. Se trataba de las crisis de 1969-1971, en incubación desde los años sesenta, que
perjudicaron a toda la economía capitalista, prisionera del desempeño económico de Estados Unidos
y redujeron a polvo el espíritu optimista que prevalecía en los sectores académicos y en los círculos
oficiales del Gobierno norteamericano1.

2. Durante la crisis de 1969-1971, en la economía capitalista comenzó a cambiar uno de los rasgos
que habían caracterizado la dinámica del ciclo y de las crisis durante el período de posguerra: en medio
de la caída del PIB, los precios subían y se producía una sincronización de las fases de crisis con otras
economías capitalistas desarrolladas. Si se buscara la causa más profunda de estos fenómenos, habría
que hacerlo curioseando en el agotamiento de los procesos de dinamización que la Segunda Guerra
Mundial había contribuido a imponer en la economía mundial y en la estadounidense en particular, al
servir de palanca para la recuperación y actuar Estados Unidos como su principal financiador.
A comienzos de los años setenta, las economías de Japón y de Europa Occidental habían concluido
sus procesos de recuperación, no obstante lo cual la economía norteamericana continuaba su desen-
frenada carrera productiva, que el fin de la guerra le había impuesto junto con la supremacía obtenida.
Pero al término de esa década, los recursos de dinamización aportados por la guerra se habían ago-
tado. No fue casual que ese fenómeno se hubiera ya manifestado con particular fuerza en la economía
líder, confirmando lo que Karl Marx, con peculiar perspicacia, había demostrado y Paul Samuelson
reafirmaba en 1955:

Para las naciones democráticas, el ciclo económico representaba un desafío, casi un ultimátum: o
aprendemos a controlar las depresiones y los períodos de prosperidad mejor de como lo hicimos
antes de la Segunda Guerra Mundial, o la estructura política de nuestra sociedad se verá amenazada
(Samuelson, 1955: 320-321).

La crisis económica de 1969-1971 revistió la misma dinámica del proceso que antes, en el lapso
1964-1967, había podido ser controlado y retardado gracias a la política económica de los altos mandos
militares. Pero en la de 1969-1971 se manifestaron con fuerza las contradicciones económicas causadas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


508
por el agotamiento de los factores que, a partir de 1948, habían permitido superar las crisis anteriores,
caracterizadas por caídas momentáneas, breves, no profundas y libres de presión inflacionaria.
Un fenómeno fundamental, que comenzó a manifestarse en la economía norteamericana con par-
ticular evidencia a partir de la crisis de 1969-1971, fue la contradicción existente entre la producción
y el consumo, contradicción agravada durante toda la década por los efectos negativos de la inflación
en el ingreso de los trabajadores.
Por lo que respecta a la relación entre salario y valor agregado, la situación en dicho período varió
de la siguiente manera:
Se observa claramente que en 1969 el salario
Año Salario (como % del valor agregado) representaba solo 30,7% del valor agregado, lo
que significa que, en comparación con 1947, los
1947 40,7%
trabajadores habían perdido 10% a causa de la
1957 35,6%
tendencia que empezó a manifestarse enseguida
1969 30,7%
después de la Segunda Guerra Mundial. No es
Fuente: Perlo (1980: 26). difícil entender, con base en los datos que tenemos,

de qué manera fue perjudicado el nivel de consumo


de los trabajadores. A ellos se suman, además, los relativos a la cuota de plusvalía en el mismo período:
146% en 1947; 18% en 1957 y 226% en 1969 (Perlo, 1980: 26).

3. No es tampoco difícil darse cuenta de que, en el período analizado, el ingreso real o neto aumentó
solo algo menos de 50% con respecto al incremento del índice de productividad; obviamente, esa
situación se corresponde con los notables incrementos de la cuota de plusvalía. Todo eso no hizo
más que restringir la base del mercado masivo de bienes de consumo de uso personal, como ya había
ocurrido en la economía norteamericana.
La situación se vio agravada por el proceso inflacionario. Existía la tendencia a identificar todo
aumento de los precios con la inflación, aunque hubo períodos en que estos crecieron por otras causas,
como en el caso de los incrementos estacionales y los cíclicos. Pero las continuas alzas de los precios
durante la segunda mitad de los años setenta fueron sobre todo inflacionarias. La gran desproporción
entre la emisión de dinero y el movimiento de mercancías y servicios fue la causa principal de esa
tendencia ascendente; por tanto, era justo hablar entonces de inflación crónica. Sin embargo, aplicar a
todo incremento de precios la definición de inflación, hace más fácil esconder las causas verdaderas –y
más profundas– de ese fenómeno, lo cual, por otra parte, es una tendencia muy marcada en el pensa-
miento de algunos economistas norteamericanos, particularmente interesados en dejar las cosas sobre
un plano meramente superficial. En realidad, la inflación monetaria no fue el único factor involucrado
en la subida de los precios durante los años setenta y ochenta, ni fue el único instrumento de la política
destinado a crear aumentos selectivos. Otros factores aceleraron e impulsaron ese proceso, a la vez que
contribuyeron a la inflación monetaria e interactuaron con esta:

a) El creciente proceso de monopolización de la economía norteamericana.


b) La militarización de la economía, que en los años cincuenta dio lugar al fenómeno del llamado
complejo industrial militar.
c) La política económica del Estado burgués, en especial su política anticíclica, durante los años
setenta.

COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


509
d) La caída del dólar, devaluado en 1971 y declarado inconvertible en 1972.
e) La tendencia de los monopolios a autorresarcirse por medio de reducciones de la oferta, sobre la
base del aumento de los precios.

4. La inflación entró, con la crisis de 1969-1971, en una etapa de empeoramiento sin precedentes, que
se hizo definitivamente más profunda durante la crisis de 1974-1975, hasta llevar el proceso inflacio-
nario a un callejón sin salida. No se trataba únicamente de la cuestión monetaria; intervino además
otro fenómeno, que puede contribuir todavía mejor a comprender el significado de la inflación a lo
largo de aquel período.
Además de la simultánea caída de la producción y alza de los precios, que crearon el llamado fenó-
meno de la “estanflación”, se abría camino una dinámica especial entre precios mayores y menores. A
partir de 1974, en efecto, el peso del aumento de los precios pasó de las empresas a los consumidores.
Este fenómeno se manifestó cuando el espectro recesivo y el incremento de la desocupación impulsa-
ron al sector monopólico, en particular, a subir los precios de venta para compensar, en términos de
ingreso percibido, la disminución neta de las cantidades vendidas. En realidad, el alza no tenía por qué
impactar a esa velocidad y con tales dimensiones contra el consumidor. Recuérdese que en los años
setenta se crearon diversos mecanismos para la contención del aumento de los costos de producción en
las empresas, como por ejemplo rebajas fiscales, incentivos varios, disminución del costo unitario del
trabajo, aumento de la productividad y otros. Por eso es posible afirmar que los incrementos registrados
en los índices de precios al consumidor norteamericano respondieron, más que nada, a una política de
los monopolios para compensar la reducción de las ventas con el crecimiento de las ganancias.
Hubo, ciertamente, otros factores internos, como la marcha de la productividad y la incidencia de
la crisis en algunos sectores específicos de la producción, fenómenos generales que se expresaron tam-
bién aisladamente en la crisis de la economía norteamericana. La política económica tuvo asimismo
particular importancia, según se reflejó en la plataforma republicana de los años ochenta, en la cual la
inflación era calificada como el “enemigo público número uno”.

4. El carácter internacional del ciclo capitalista durante los años setenta


y comienzos de los ochenta

1. La situación que experimentó la economía norteamericana desde los años setenta hasta los ochenta
no puede entenderse, no por completo, si no se toma en cuenta la relación entre la crisis económica
de Estados Unidos y la crisis mundial que simultáneamente tenía lugar, en la que desempeñó un pa-
pel fundamental el desarrollo de los procesos de internacionalización económica capitalista definidos
como “mecanismos de transmisión cíclica”. Se trata de una manera especial de manifestarse la llamada
“interdependencia” entre las economías del sistema, siempre, claro, en el marco de los fenómenos de
asimetría que lo caracterizan.

2. El fenómeno de la internacionalización del capital y de la producción fue bien analizado por


Lenin. Sin duda, el capitalismo es internacional; aun si, por su misma naturaleza, asume diversas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


510
configuraciones, es el primer modo de producción que se torna universal y que coexiste simultánea-
mente en diferentes partes del mundo. No sucedió lo mismo con la esclavitud y el feudalismo: el
desarrollo de las fuerzas productivas, en particular de los medios de transporte y comunicación, no lo
permitían. Pero el descubrimiento de América, junto con el desarrollo de la navegación, de la máquina
de vapor y del telégrafo, facilitó extraordinariamente la comunicación a escala internacional. Más
tarde, el descubrimiento y la utilización del petróleo y de la electricidad hicieron las cosas aún más
sencillas. En ese contexto se produce un importante fenómeno: la formación del mercado mundial y
su incesante desarrollo.
A fines del siglo xix y durante los primeros 15 años del xx, Lenin logra formular la caracterización
del capitalismo como modo de producción y sintetiza sus más importantes descubrimientos –como
se ha dicho aquí anteriormente– en la obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, publicada en
1915. Desarrollo de la concentración de la producción y del capital, nacimiento de los monopolios,
exportación de capitales, capital financiero y repartición económica y territorial caracterizan esta fase
del desarrollo del capitalismo, signada esencialmente por el predominio de los monopolios.
En ese contexto, el capitalismo se hace más internacional, en la misma medida en que las relaciones
que caracterizan el modo de producción, junto con el desarrollo de los medios de comunicación y de
las empresas coloniales, extendieron la internacionalización hasta convertirla en el rasgo más evidente
del desarrollo capitalista después de los años setenta del siglo xx.

3. En el desarrollo de la internacionalización de las relaciones capitalistas han incidido varios fenóme-


nos que, al dar cuenta de la internacionalización del ciclo del capital mundial, no hacen sino confirmar
lo que Marx estableciera en el tomo II de El Capital. Para Marx, el capital industrial no es otra cosa que
la unidad e interrelación de los tres ciclos: dinero, mercancía, producción. Al analizar históricamente el
ciclo y las relaciones de mercado –es decir, el intercambio de mercancías–, las que primero se desarro-
llan son las relaciones monetarias, aun si más lentamente que las relaciones productivas, que obtienen
su mayor impulso con el surgimiento de las empresas multinacionales, en tanto estas intervienen en
la actividad productiva de diversos países como si fuesen secciones de una misma unidad productiva.
Así, la economía capitalista, tal como comienza a operar a partir del final de la Segunda Guerra
Mundial, se convierte en capital industrial a nivel internacional. Según lo afirma Marx, “en su con-
tinuidad, el ciclo efectivo del capital industrial no está constituido por la unidad del proceso de pro-
ducción y circulación, sino, sin excepción, por la unidad de los tres ciclos: capital dinero, capital
productivo y capital mercancía” (1978, tomo II: 92). En realidad, el capital financiero, como simple
interrelación entre el capital bancario y el industrial, existía como fenómeno antes del siglo xx. Las
mismas empresas multinacionales son un fenómeno previo al desarrollo imperialista del capitalismo.
Empresas como Singer, International Harvester y Westinghouse Electric tenían sus sedes en la Rusia
zarista. También Gillette, Otis, Parke Davis y Ford tenían unidades de producción con sedes fuera de
sus países de origen. Eso quiere decir que tanto el capital financiero como las empresas multinacionales
existían ya antes de que se pudiera hablar de los monopolios como formas dominantes en el modo de
producción capitalista.
Por tanto, todo parece indicar que, así como se puede hablar del capital comercial y del capital
de préstamo como formas independientes que operan en la circulación –en tanto que no son toda-
vía formas dependientes del capital industrial–, también se puede hablar de capital financiero y de

COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


511
monopolios transnacionales que operan en la actividad productiva, mucho antes de que los mono-
polios se convirtieran en la forma dominante de la producción capitalista. Eso quiere decir que con
el surgimiento del primer capitalismo, se dio también una primera etapa en la que los monopolios
no eran todavía dominantes, pero empezaban de todas formas a labrarse camino sus modalidades
de relación.
Los ciclos del capital, especialmente a través del dinero y la mercancía, actúan en un espacio que se
internacionaliza desde un comienzo; ambos se encuentran vinculados, sea en el ámbito del comercio
de mercancías o desde el punto de vista de la exportación de capitales, y este es el rasgo dominante,
por lo que, hacia los años sesenta del siglo xix, tanto Francia como Inglaterra exportaban capitales.
De la misma manera en que dinero y mercancía, una vez desarrollado el mercado, pueden operar
independientemente en la circulación como capital mercancía y capital de préstamo, también pueden
operar a nivel internacional en el comercio y en la exportación de capital dinero, que es la forma en
que originalmente se manifiesta la exportación de capitales.

4. El desarrollo del ciclo del capital, que comienza por ser un fenómeno nacional, se internacionaliza
en dos etapas. Durante la primera, el capital dinero y la mercancía se abren camino en el campo inter-
nacional por medio de la creación del mercado mundial. Durante la segunda, entre fines del siglo xix
y comienzos del xx, en el ámbito de la concentración del capital y de la producción, en un reducido
grupo de países capitalistas nace el monopolio. Se crea así un proceso de internacionalización. Sobre
esa base se genera capital financiero y exportación de capitales, hasta llegar al dominio de los monopo-
lios a escala internacional por medio de la repartición económica y territorial.
El proceso antes analizado crea la internacionalización de las relaciones bajo la forma de capital
industrial, es decir, como unidad de los ciclos de dinero, productividad y mercancía, bajo el control de
un reducido grupo de potencias capitalistas que terminan por dominar a las demás.
No es difícil, pues, entender el carácter de la dinámica cíclica de la economía capitalista a nivel
mundial, como parte consustancial del proceso de desarrollo de la internacionalización del capital y de
la producción. Esto se manifiesta actualmente por medio del llamado proceso de globalización neoli-
beral, fenómeno al cual nos hemos referido en numerosas oportunidades en el contexto de este trabajo.

5. El carácter internacional del ciclo capitalista

1. A lo largo del análisis hasta aquí realizado, se ha enunciado sintéticamente un fenómeno que tiene
importancia determinante para comprender el carácter actual del ciclo capitalista. Junto con el de-
sarrollo –y como resultado– de la internacionalización del capital y de la producción, después de la
Segunda Guerra Mundial han surgido a escala internacional –y alcanzado niveles inusuales desde los
años setenta– lo que hemos llamado “mecanismos de transmisión cíclica” o de “transnacionalización
del ciclo”. Se trata de mecanismos que sirven de base y trampolín para la transformación del ciclo
capitalista: algo que va más allá de los posibles impactos que dan lugar a una simple interrelación de
los ciclos capitalistas nacionales por medio del mercado mundial y que crea, como nuevo fenómeno,
un “ciclo transnacional controlado”, dentro de la tendencia más general a la formación de un “ciclo

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


512
industrial mundial”. Eso quiere decir que, en el contexto de la interrelación de los ciclos nacionales,
que era un fenómeno ya existente, resultado del proceso mismo de formación del mercado mundial,
el ciclo capitalista tiende a revestirse de un carácter internacional, multinacional y controlado. Es este
un fenómeno cuya consideración resulta necesaria para una evaluación científica del fenómeno de la
internacionalización de la ley de la plusvalía, es decir, del sistema de la exportación capitalista a nivel
mundial. La mayor parte de las crisis económicas tuvo este carácter, incluyendo las crisis de 1957-
1958, que, como hemos dicho, no fueron violentas, pero sí tuvieron un gran impacto en el mundo
capitalista, al punto de contribuir a la creación de las condiciones que hicieron posible la sincronía
de la fase de crisis del período 1974-1975, el cual paralizó a las principales economías capitalistas y
bloqueó su pase definitivo a la fase de recuperación económica.

2. La sincronización del ciclo en su fase de crisis, entre las diversas economías capitalistas, estuvo
influenciada por un conjunto de “mecanismos de transmisión”, entre los más importantes de los cuales
cabe recordar, por ejemplo, el comercio exterior, la exportación de capitales, las empresas multinacio-
nales, el desarrollo del comercio de armas y las relaciones bancarias, monetarias y financieras.
La actuación de estos factores explica tanto la sincronización cíclica en la fase de las crisis que
caracterizaron los años 1974-1975, como el desempeño posterior de todas las principales economías
capitalistas durante el resto de los años setenta, período que se identificó por un proceso de recupe-
ración lenta, asimétrica y con altos niveles de desempleo e inflación hasta llegar a 1980, año en que
sobreviene nuevamente la crisis.

6. El papel del comercio exterior en la transmisión del ciclo

1. La importancia y el dinamismo de este factor, como elemento transmisor de los impulsos cíclicos en
la economía capitalista, aumentó durante los años setenta, no obstante la intensificación del protec-
cionismo durante la época de persistencia de la crisis. Solo en el primer trimestre de 1978 hubo una
disminución de las importaciones.
En el conjunto de la economía capitalista, disminuyó la participación de Estados Unidos en el
comercio mundial, como puede observarse en el cuadro siguiente.

Participación de algunas potencias capitalistas en las exportaciones mundiales (%)

País 1950 1960 1970 1975 1977

Estados Unidos 27 24 19 18 16
Alemania occidental 5 13 15 16 16
Japón 2 5 9 10 11
Francia 8 8 8 9 9
Gran Bretaña 18 12 9 10 11
Otros 39 38 40 40 40

Fuentes: Statistical Yearbook (UN) 1978: 443; Handbook of international trade-development statistics, Unctad, 1977.

COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


513
Aun cuando la importancia de Estados Unidos siguió siendo significativa, lo cierto es que a fines
de los años setenta había disminuido considerablemente la participación que ese país tuvo en las
exportaciones mundiales desde que terminara la Segunda Guerra Mundial.
Está claro que para las potencias que habían sufrido las devastaciones de la guerra, excepto Francia, el
salto no fue significativo; en el caso de Inglaterra se produjo, incluso, un decaimiento, mientras que Ale-
mania y Japón avanzaron a importantes posiciones. Se observa, en cualquier modo, una participación
en el comercio mejor distribuida. Además, puede notarse cómo Estados Unidos cede terreno en favor
de sus más fuertes competidores, expresión de una caída de la influencia de su hegemonía económica en
el período analizado. No obstante, debe considerarse que dicho fenómeno esconde a veces la competen-
cia de los mismos monopolios norteamericanos a nivel mundial, ubicados en diversas áreas geográficas.

2. La desventaja que para Estados Unidos significa la caída de su participación porcentual en el co-
mercio mundial de las exportaciones, puede verse en parte compensada por el hecho de que los otros
competidores dependen más de los estadounidenses para el crecimiento económico de su comercio
exterior, comercio en el cual, indudablemente, Estados Unidos tiene un importante e influyente papel
con respecto al resto de los países capitalistas desarrollados. Esto es todavía más válido si se considera
que en esos países la dependencia de las fuentes de energía externas (y en primer lugar del petróleo) es
muy superior a la de Estados Unidos, en tanto que este último posee el mercado real más grande del
mundo. Todo ello se convierte en un importante instrumento de negociación para la faceta económica
de la política exterior norteamericana. Además, debe tenerse en cuenta que, al ser Estados Unidos un
mercado importante –casi siempre el más importante para los principales países capitalistas– , su ciclo
económico influye continuamente, por medio del comercio exterior, en el movimiento cíclico de las
demás economías.
En 1977 la situación se mantuvo estable, con algunas ligeras variaciones. El comercio exterior
de Estados Unidos se desarrolló junto con el de otras tres potencias capitalistas, Canadá, Japón y
Alemania, que eran también sus más fuertes competidores. De otro lado, el comercio con los países
en vías de desarrollo, en general, no tiene un peso importante en el contexto de la actividad comercial
estadounidense.
Eso pone en evidencia la poca diversificación del comercio exterior de esos últimos países, que
dependen, tanto para sus exportaciones como para su capacidad de importación, de un reducidísimo
número de productos, algunos de los cuales, por otra parte, pueden representar un riesgo estratégico
para Estados Unidos, en la eventualidad de que se repita la experiencia de la OPEP. Este es un elemento
que tiene repercusión importante en la agresividad desplegada para el control de los mercados de
algunas materias primas –en particular el petróleo–, en relación con las cuales manifiesta la economía
norteamericana una significativa dependencia.

7. La dependencia de las materias primas

1. Es importante destacar el fenómeno de la dependencia de materias primas en que se encuentran los


países desarrollados con respecto a los subdesarrollados. Al comienzo de los años setenta, la dependencia

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


514
de Estados Unidos era mucho menos grave que la del resto de las potencias imperialistas. Pero esa
realidad, que en lugar de resolverse se agudizaba, repercutía en la política exterior norteamericana para
impulsarla a mantener, a todo costo, su control sobre los países productores.
Esa situación explica por qué las demás potencias se ven obligadas a apoyar a Estados Unidos en
la mayoría de sus iniciativas a escala mundial, no obstante las contradicciones y los puntos de vista
discrepantes.
El hecho es que Estados Unidos controla un conjunto de productos estratégicos, de los cuales no
pueden prescindir las otras potencias si quieren mantener sus posiciones competitivas a nivel inter-
nacional. Esta es un arma importante para la influencia política y económica norteamericana sobre el
resto de las potencias imperialistas. Se trata de un tema que ocupa un espacio privilegiado en el ámbito
de la política exterior estadounidense y ha sido siempre un punto importante de fricción con sus socios
competidores.
Para Estados Unidos, es esta una situación compleja, en tanto que atañe no solo a sus relaciones
competitivas con las demás potencias capitalistas, sino también a su confrontación –ya en curso para
entonces– con los países del llamado Tercer Mundo; cuestión que se comprende mejor si se analiza la
alta dependencia de la industria norteamericana con respecto a algunas materias primas estratégicas.
Hacia los años de la crisis económica, los setenta, esa dependencia daba también cuenta del alto
impacto del ciclo de la economía estadounidense en los países exportadores.

2. En todo el período, la posición privilegiada de Estados Unidos en el ámbito del comercio mundial
no se presta a dudas, aun cuando países como Alemania occidental y Japón compiten fuertemente
por esta (y sobre todo este último, que logra penetrar profundamente en el mercado estadounidense).
Luego, no está fuera de la realidad afirmar que, a pesar de perder terreno en la competencia por el
mercado mundial capitalista, Estados Unidos mantuvo su posición de líder, en tanto que su ciclo pro-
ductivo tenía una importancia determinante para el comercio y para el ciclo de las restantes economías
que conforman el sistema.
El comercio mundial de mercancías sería insuficiente para explicar el problema de la transmisión
del ciclo, es decir, de su carácter mundial y de la posición de Estados Unidos en el proceso. Es evidente
que en los años setenta, y sobre todo durante la crisis de 1974-1975, Estados Unidos estaba a la cabeza
del comercio mundial, tanto en el sector manufacturero como en el de las materias primas estratégicas.
Esto tenía un fuerte impacto en los ciclos económicos del resto de los países capitalistas y, en particular,
de los subdesarrollados.
Hay que decir asimismo que en el comercio de armas se manifestaba la supremacía norteamericana,
lo que explica el fenómeno del llamado complejo industrial militar y de la transnacionalización de la
economía militar estadounidense.

8. Las relaciones monetario-financieras y la transmisión del ciclo

1. El fenómeno de la transmisión del ciclo de la economía norteamericana a la economía mundial ha


sido una consecuencia directa de la situación en que se encontraban ambas, como parte del sistema

COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


515
capitalista mundial, al término de la Segunda Guerra Mundial. Esa situación puede ser sintetizada,
esquemáticamente, de la siguiente manera:

a) Durante la guerra, Estados Unidos fue el principal proveedor de los países capitalistas europeos,
que terminaron devastados, mientras su propio potencial industrial, comercial y financiero no
sufrió, sino que por el contrario aumentó.
b) Al concluir la contienda, Estados Unidos contaba con las mayores reservas de oro del mundo
capitalista.
c) Estados Unidos invadió el mercado mundial con sus productos; para comprar muchos tipos de
mercancías había que tener dólares, que comenzaron a ser considerados sobre la base del mismo
valor del oro, hasta imponerse, además, como moneda de reserva.
d) El sistema inaugurado en Bretton Woods delineó, en el plano internacional, el control de Esta-
dos Unidos sobre el movimiento monetario-financiero capitalista.
e) Aunque el sistema monetario que emergía debía estar regido por una “cesta de monedas”, en la
cual el dólar sería una entre tantas, las circunstancias ligadas al dominio político-militar deter-
minaron, en la práctica, que la estadounidense ocupara una posición central respecto a todas las
demás monedas.

2. Es solo sobre la base de esos antecedentes que se puede entender lo que sucede posteriormente en el
sistema monetario capitalista.
A pesar de todo, el sistema monetario emergente significó un paso importante en la organización
de las finanzas del mundo capitalista, al establecer un organismo (inexistente hasta entonces) diseñado
en función del control exclusivo por parte de Estados Unidos; de hecho, este sistema estuvo desde un
inicio vinculado a las fluctuaciones de la economía norteamericana. Por esa razón, influyó sobre el
resto de las economías capitalistas y ocasionó los siguientes problemas:

a) Las dificultades de la balanza de pagos de Estados Unidos, de sus desequilibrios comerciales y


hasta del financiamiento de aventuras militares, en las que se vieron involucrados, después de
la Segunda Guerra Mundial, países de Asia (Corea, Vietnam) y África, junto con otros eventos
que tuvieron influencia determinante en las finanzas mundiales.
b) El proceso inflacionario experimentado por la economía norteamericana durante los años seten-
ta, que influyó seriamente en el resto de las economías capitalistas.
c) La política implementada por Estados Unidos a través del FMI y el Banco Mundial, encami-
nada principalmente a preservar el papel del dólar como instrumento del proceso de expansión
del capital financiero estadounidense, que tuvo gran influencia sobre todo en 1971, cuando el
dólar fue devaluado, y en 1972, cuando se declaró su inconvertibilidad, cosa que puso en tela
de juicio el propio sistema monetario instituido en Bretton Woods en 1944.

3. Es necesario, para comprender el período, reconocer que aunque Estados Unidos fue la causa prin-
cipal de la crisis del sistema monetario-financiero capitalista, por haber trasvasado en este último2 sus
dificultades económicas de los años setenta y los primeros ochenta, las otras potencias se vieron siem-
pre obligadas (y todavía lo están) a apoyar las medidas de la política monetaria que Estados Unidos

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


516
puso entonces en marcha (y todavía lo hace) porque, no obstante las pérdidas sufridas, el dólar no fue
sustituido (y todavía hoy es así) como centro de la dinámica monetario-financiera a nivel mundial.
El resto de las potencias capitalistas, a pesar de contar con el apoyo de sus fuertes potentados
económicos e industriales, partían del presupuesto de que una parte importante de su propio futuro
estaba ligado al de Estados Unidos. Sus razones para pensar de esa manera, todavía hoy válidas, pueden
sintetizarse esquemáticamente en los siguientes puntos:

a) Las potencias imperialistas estiman, sobre todo desde el punto de vista estratégico, que sus po-
sibilidades de expansión y de supervivencia dependen de la política exterior de Estados Unidos,
de su dominio, de su control sobre los países del Tercer Mundo y de su presencia militar en
Europa y otras partes del planeta, a pesar de que hoy no haya justificación posible en el “peligro
del comunismo”, como se postulaba durante los años setenta y ochenta3.
b) Los grandes monopolios de esas otras potencias imperialistas obtienen beneficios muy concre-
tos, en términos de requerimientos militares, mercados, oportunidades de inversión y otros
privilegios, en los países controlados por Estados Unidos.
c) Aun cuando compiten por los mercados militares, esas potencias no logran disputarle a Estados
Unidos su posición estratégica militar a escala mundial, por lo que prefieren más bien asumir
un papel de potencias de segundo orden4.

Otros dos fenómenos desempeñaron un papel muy importante, durante los años setenta, en la
internacionalización del ciclo de la economía norteamericana y en la transnacionalización de las difi-
cultades cíclicas. Se trata de la exportación de capitales y las empresas transnacionales: dos ámbitos de
la dinámica de la economía mundial capitalista en los que Estados Unidos ejerció un fuerte dominio
al finalizar la Segunda Guerra Mundial y que continúa ejerciendo.

9. Exportación del capital e internacionalización del ciclo

1. Desde comienzos del siglo xx, y con base en el predominio de los monopolios, se produce un
crecimiento y un desarrollo importante de las exportaciones de capital.
Durante la Primera Guerra Mundial se contabilizaba ya una exportación de capitales por cerca
de 46 millardos de dólares, con evidente ventaja de Francia e Inglaterra. Antes de ese conflicto, las
principales potencias imperialistas mantuvieron esas exportaciones en un promedio cercano a 47 mi-
llardos de dólares y durante el período de posguerra, 1945-1970, se verificó un salto extraordinario en
esas cifras.

2. Tras la Segunda Guerra Mundial se hizo evidente la superioridad de Estados Unidos en este pro-
ceso, al punto de manejar más de 50% de las exportaciones de capital. Ya antes, entre la Primera y la
Segunda Guerra, había superado definitivamente a Inglaterra en el ámbito de la economía mundial
capitalista. Desde entonces, Estados Unidos se convirtió en el modelo capitalista por excelencia y
procuró representar el mundo del siglo xx, tal como lo había hecho Inglaterra hasta el xix.

COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


517
10. El ciclo económico de los años ochenta, la política macroeconómica
y el nuevo paradigma tecnológico

1. Los períodos de 1974-1975 y 1981-1984 fueron extremadamente importantes para la economía y


para la sociedad norteamericana en general. Estados Unidos sufrió la crisis económica más importante
después de la Segunda Guerra Mundial, en coincidencia y como resultado de un proceso de acumu-
lación que, tras empezar a madurar al final de la posguerra, puso en evidencia la crisis del modelo de
acumulación y de la política económica keynesiana, que la “estanflación” había hecho inoperantes.
Con la administración de Ronald Reagan, a partir de 1981, comienzan los procesos de reestruc-
turación de la política económica. Las previsiones apuntaban a la reducción rápida y sostenida de la
inflación, la disminución del desempleo y el drástico recorte del déficit fiscal.
La lógica de la política económica sería dirigida hacia una política de restricción monetaria, que
implicaría una disminución de las presiones inflacionarias, y hacia una política fiscal que estimularía un
incremento de la oferta; vale decir, una combinación entre la “ortodoxia monetaria” y las “recomenda-
ciones de oferta”, en la consideración de que este círculo vicioso conduciría a un proceso dinámico y sos-
tenido que rompería el encadenamiento caracterizado por la combinación de estancamiento e inflación.

2. Pero aquello que se podría llamar “reaganismo originario” tuvo consecuencias, como una lenta rigi-
dez de la “política monetaria” en 1981, que implicaron un crecimiento inicial de M1 cercano a 10%,
para posteriormente tener un aumento equivalente solo a 4,7% y luego decaer entre abril y noviembre
de 1981 y ser cancelado definitivamente5.
Las mencionadas medidas de política monetaria tuvieron efectos no previstos por la teoría:

a) Un crecimiento sustancial del costo del crédito, es decir, un aumento de las tasas de interés.
b) Un impulso al alza de la tasa de cambio efectiva.
c) Un impacto recesivo en el nivel de actividad económica, por cuanto limitó fuertemente la
demanda y la producción.
d) No funcionó el llamado principio de la “curva de Phillips”, según el cual un incremento de M1
produciría un incremento del ahorro, que habría de traducirse en un aumento de la inversión
productiva.

En realidad, el incremento de M1 fue directo a un ahorro que no tuvo que ver con la inversión
productiva, sino con la industria de la diversión y de la especulación, como resultado del nivel nada
estimulante en que se encontraba la tasa de ganancia, todo lo cual provocó el aumento de las tasas de
interés.
Durante ese período, la economía se vio inmersa en el peor momento recesivo de la posguerra. La
recuperación del último trimestre de 1982 no dependió solo de la política económica: la perspicacia
de los llamados economistas de la oferta (supply side economics) no consistió tanto en la política que
habían recomendado, como en darse cuenta de que el modelo de acumulación de la posguerra se había
agotado y que la economía norteamericana, en particular, estaba pasando a un nuevo paradigma tec-
nológico, dentro del cual el objetivo de la política económica no debía ser ya el estímulo directo a la
“demanda efectiva”.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


518
Todo esto ocurría porque se estaba pasando progresivamente del ciclo fordista-keynesiano, basado
en el paradigma tecnológico de la industria metalmecánica-automovilística-petroquímica, a un ciclo
llamado posfordista, que tiene su base tecnológica dominante en el paradigma electrónico-informático.

11. El proceso de formación de la política económica en Estados Unidos

1. El principio según el cual el incremento de la inversión es necesario para aumentar el consumo


constituye uno de los aspectos revolucionarios de la teoría keynesiana, ya que los clásicos creían que el
consumo y la inversión tenían un carácter alternativo.
Keynes les dio un carácter complementario. Se trata, en efecto, de determinar el grado en que
puede aumentar el consumo o el ahorro en función de un aumento dado de la inversión; la forma en
que se reparte un aumento del ingreso entre consumo y ahorro depende del multiplicador. Como lo
explica en muchos de sus trabajos Esteban Morales, estos principios teóricos básicos del keynesianismo
son fundamentales para profundizar en el proceso de formulación de la política económica en Estados
Unidos, tal como se manifestaba esta antes de que la crisis de 1974-1975 agotara el modelo de acumu-
lación. La política económica y las políticas en general se formulan sobre la base de mecanismos en los
que actualmente están presentes, por ejemplo, los siguientes factores:

a) Un nivel de actividad económica en el que se hace indispensable la intervención de los mecanis-


mos del Estado-Gobierno, en primer lugar para evitar las crisis económicas, y luego para regular
el ciclo y asegurar la ganancia de los monopolios, como principio básico de funcionamiento.
b) Un capitalismo imperialista en el que se conjugan:
–Alto nivel de producción agrícola.
–Alto nivel de producción industrial.
–Banca desarrollada y transnacionalizada.
–Alto nivel de circulación de mercancías, con mercados internos e internacionales grandes y
localizados.
–Alto crecimiento del comercio exterior.
–Creciente y compleja legislación económica.
–Un sistema de organismos económicos internacionales que funcionan bajo las directivas de
las potencias capitalistas más desarrolladas, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el
Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otros.
–Bloques económicos regionales como el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA,
extensión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte), la Unión Europea (UE), el
Bloque Asia-Pacífico (APEC), el Mercado Común del Sur (Mercosur) y otros.
–Grupos capitalistas de coordinación, como el G7 (G7+1).
–Simultáneamente, un proceso de reestructuración de la dinámica integracionista en América
Latina y el Caribe, con el Mercosur y la llamada Integración Bolivariana (ALBA).
c) Los esfuerzos de Estados Unidos para promover el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte, por medio de tratados bilaterales con los países de América Latina y el Caribe.

COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


519
Todo esto instaura una dinámica muy compleja en el proceso de formulación de la política econó-
mica, a nivel tanto interno como internacional. Sin duda, la economía norteamericana se encuentra
completamente inmersa en el nuevo paradigma tecnológico dominante, diferente al que sirviera de
base al ciclo fordista-keynesiano, que la economía dejó definitivamente tras de sí.
Los desafíos actuales de la economía norteamericana no están determinados por el crecimiento del
PIB. Eso puede ser visto claramente en las tasas de crecimiento alcanzadas a partir de 2002, pero sobre
todo de 2004.

2. La economía norteamericana siguió creciendo entre 2003 y 2006, aunque con tendencia al estan-
camiento y, en algunos casos, a la recesión. No obstante, las dificultades mayores no provienen de la
caída del PIB, sino de otros factores que, al no haber sido resueltos, continuarán incidiendo sobre el
crecimiento de la economía en los períodos siguientes. Entre esos factores, los más importantes se
pueden citar sintéticamente:

a) El déficit fiscal, que alcanzó ya niveles inaceptables para la garantía de crecimiento del PIB. Se
trata de una acumulación de deuda externa con grandes acreedores (China y Japón) y por un
monto, si se consideran otros inversionistas, de cerca de dos billones de dólares.
b) La deuda pública que, dada la población actual de 298.577.000 ciudadanos, significa que cada
uno de ellos nace con una deuda de 27.627 dólares.
c) El presupuesto militar sigue creciendo y los gastos de guerra en Iraq y Afganistán se contabilizan
aparte.
d) La desocupación real se mantiene en un nivel alto.
e) La dependencia de las importaciones de petróleo aumenta en cerca de 40% el déficit comercial.
f ) La devaluación de las monedas de Asia oriental hace las exportaciones de esa región más intere-
santes para los consumidores estadounidenses y desequilibra la balanza comercial en prejuicio
de la producción norteamericana.
g) El desastre natural y social ocasionado por el huracán Katrina, que todavía no ha sido del todo
afrontado, representa un peligro latente que –junto con los altos precios del petróleo– continúa
haciendo presión sobre el crecimiento del PIB, lo que a su vez aumenta la presión sobre el dólar.
h) El déficit corriente salta de 3,8% en 2001 a 5,7% en 2004.

3. Por todo lo anterior y por otros problemas más, se puede decir que la mayor dificultad de la eco-
nomía norteamericana, actualmente, es la de encontrarse bajo presión por la manera ineficiente e
irresponsable en que es administrada.
En este escenario de profunda y continua crisis internacional del capital, se replantea a pleno título
el “brazo de hierro”* entre Europa y Estados Unidos, en una aguda competencia que apunta al domi-
nio de Eurasia y con características geopolíticas y geoeconómicas que se concretan principalmente a
través de las IDE.
Durante la última década del siglo xx y los primeros años del xxi, los cambios de naturaleza política
y económica que han caracterizado el contexto internacional, involucran el ordenamiento capitalista
europeo, particularmente en las relaciones exteriores de índole político-económica.

* (n.t.) Prueba de fuerza.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


520
En el período posterior al nacimiento de la Unión Europea se asiste, pues, a una aguerrida lucha
económica entre esta y Estados Unidos por el control de los países exsocialistas de la parte centroc-
cidental europea, especialmente de aquellos que pertenecieron al área asiática de la antigua Unión
Soviética, todos considerados de notable interés estratégico para el dominio económico y político del
mundo.
En ese contexto, Italia juega cada vez más un papel de primer plano. En el área que los geopolíti-
cos denominan Eurasia se concentran enormes recursos materiales (petróleo, gas metano, minerales
preciosos, etcétera) y una significativa disponibilidad de capital humano (trabajadores especializados a
bajo costo y con mínimos derechos): todo ello constituye un óptimo terreno para las ganancias indus-
triales y hace de esos países un área estratégica de contienda primordial. Se trata, de hecho, de países
que justo en estos años adelantan una intensa aproximación a las políticas neoliberales en el empeño
de acceder a Eurolandia.

4. Seguramente las tendencias de fondo del contexto económico internacional están cambiando, como
se ha visto en las páginas precedentes. Hasta el momento, al incremento de la liquidez internacional
no se han sumado tensiones inflacionarias, ya que en Estados Unidos la inmigración, el aumento de
la productividad y las importaciones frenan esa posibilidad, y en Europa los proceso de inflación están
limitados por las políticas restrictivas del salario directo y del gasto social, de la ausente redistribución
del ingreso y la riqueza y, por tanto, de contención del consumo.
Pero hoy, como se ha visto, la inflación vuelve a ser una variable central: se percibe en el aumento de
los precios del petróleo y las materias primas, que provocan un alza de las tasas y una alta volatilidad
de las cotizaciones accionarias. Son los organismos financieros internacionales los que advierten sobre
el incremento de los riesgos de inestabilidad vinculados a la estructura de los mercados financieros
internacionales, en los cuales tan solo los inversionistas institucionales mueven capitales –en dóla-
res– aproximadamente equivalentes a todo el producto bruto mundial. Basta que las expectativas de
ganancia sobre los capitales invertidos estén en baja, para hacer huir enormes masas de dinero hacia
los paraísos fiscales. Se ha llegado así a pensar que solo una tremenda sacudida monetaria y una caída
de las cotizaciones bursátiles podrían restablecer una correcta relación entre el mundo financiero y
el mundo de la economía real, en un sistema monetario internacional que tenga como referencia
mayor los equilibrios fundamentales de la economía entre el polo estadounidense, el polo europeo y el
polo japonés.
A través de la guerra del dólar contra el euro, de una crisis petrolera comandada desde Norteamé-
rica y de la gestión de la new economy en el contexto general de la financiarización de la economía,
Estados Unidos juega sus cartas para sofocar los intentos de afirmación y expansión del nuevo polo
geoeconómico de la Unión Europea.
El arma de la crisis del petróleo fue usada ya en los años setenta: dos terribles ataques piloteados
por enormes encarecimientos del precio del petróleo pusieron en crisis el primer intento europeo de
crear un bloque económico antagónico al estadounidense, a través de la construcción de la “serpien-
te monetaria”**. Apenas nacida la moneda europea, temiendo que esta pudiese fortalecerse en los

** (n.t.) Denominación informal que recibieron los acuerdos monetarios estipulados en 1972 por la entonces Comunidad Econó-
mica Europea.

COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA


521
mercados y convertirse en instrumento de reserva internacional de divisas, se inició el ataque frontal de
Estados Unidos, que fue capaz de atraer hacia sí enormes cantidades de capitales europeos mediante la
oferta de altas tasas de interés y la hipertrofia de una economía financiada, precisamente, con el dinero
proveniente de la vieja Europa.
Esta última decidió, por una parte, implementar políticas monetaristas restrictivas con respecto a
los criterios financieros de Maastricht, que provocaron desempleo y acrecentaron el malestar social;
y por otra, se sintió políticamente demasiado débil y fragmentada para enfrentarse de inmediato al
superpoder estadounidense. A ello se añade que la política monetaria implantada por el Banco Cen-
tral Europeo tiende a imponer vínculos restrictivos a los Gobiernos, aprovechando las situaciones
económicas favorables para sanear los presupuestos y reduciendo la deuda pública sin intervenciones
expansivas sobre la economía, en términos ocupacionales.
Europa apunta, en realidad, a una continua competencia con el crecimiento estadounidense, sobre
la base de la estabilidad de los precios y el estímulo a la expansión de una economía de intercambios
fáciles con alta rentabilidad en los servicios, especialmente en su faceta financiera, así como a reforzar
los procesos de financiarización e imponer reformas estructurales que lleven a la liberalización (es decir,
privatización) de los desempeños sociales y a la remoción de toda forma de rigidez en el mercado del
trabajo; esto es, flexibilidad y precarización ampliadas al máximo.

­— notas —

1 En realidad, la economía se había contraído desde 1964, pero las fuertes inversiones determinadas por la guerra de Vietnam

contribuyeron a retrasar la crisis, que se manifestó como recesión en el período 1966-1967. Para profundizar en el tema, cfr.
Vasapollo, Casadio, Petras, Veltmeyer (2004).

2 Todavía hoy, China y Japón compran grandes cantidades de bonos del tesoro norteamericano, con lo cual fungen de garantes

de Estados Unidos frente al creciente déficit, que no parece tener solución a mediano plazo.

3 Se trata de algo tan importante, que el llamado peligro comunista devino, después de la Segunda Guerra Mundial, en el factor

de articulación de la política exterior estadounidense; y lo mismo vale hoy para el embargo o, mejor dicho, el bloqueo total y
los continuos actos de sabotaje contra Cuba, culpable de llevar adelante una vía de autodeterminación socialista.

4 Lo cual no quiere decir que no exista competencia en ese plano. La Unión Europea desarrolla su industria armamentista con el

apoyo, a veces, de multinacionales norteamericanas, para así asumir más directamente el aprovisionamiento para su defensa.

5 Véase al respecto el Economic Report of The President, 1981, Washington, Estados Unidos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


522
Capítulo IV
UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL:
LA INTERPRETACIÓN DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL Y DE
LA NUEVA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO

1. Consideraciones e interpretaciones en torno a la globalización neoliberal1

1. Una gran contribución del pensamiento de los clásicos es seguramente la teoría sobre la división
social del trabajo, inseparable del análisis de las clases y de las relaciones de clase y el excedente eco-
nómico (el surplus)2, estudiado por Marx como plusvalía. La conexión entre surplus, división social
del trabajo y primeras formas de comercio –o intercambio– es de clara lectura. Solo en la medi-
da en que existe un excedente, puede concebirse el intercambio de bienes diferentes. Por lo tanto,
cuando la célula básica de la sociedad (familia, clan, etcétera) deja de ser autárquica (es decir, la
que produce por sí misma todo lo que necesita y solo para sí misma) y cada quien comienza a es-
pecializarse en la producción de un bien en particular, entonces, con el desarrollo de la técnica y
con el mejoramiento de las habilidades individuales, es posible obtener de la actividad laboral un
excedente. Luego este puede ser intercambiado para obtener otros bienes que se necesitan pero no
se producen.
Pero la división social del trabajo produce también las primeras formas de división en clases, capas,
castas, etcétera. Solo gracias al excedente la sociedad puede crecer y especializarse en nuevas activida-
des –sobre todo, inventarlas–, y el hombre puede dedicarse a actividades distintas a las meramente
manuales, como serían las intelectuales, especulativas, religiosas, políticas, etcétera. Solo en la medida
en que hay alguien que produce suficiente excedente como para mantener a otro que no participa en
el proceso productivo, las actividades no manuales pueden difundirse.
El camino que lleva de la cooperación simple a la manufactura y a la gran industria, no solo como
etapas del desarrollo técnico y de la coordinación del trabajo, sino como métodos para la obtención
de plusvalía, es parte consustancial del sistema. La división capitalista del trabajo se basa en una pro-
ducción de mercancías que involucra por primera vez a toda la sociedad. Como parte de su proceso de
desarrollo, el capital supera las fronteras nacionales y, en el marco de la ley de la internacionalización,
crea primero el mercado mundial y luego su complemento: el sistema de relaciones económicas inter-
nacionales, como una compleja red que transforma a todas las naciones del mundo en un gigantesco
campo de producción y apropiación de plusvalía.
Como dijera Marx:

La producción capitalista tiene por base el valor o desarrollo del trabajo abstracto materializado en
el producto y su transformación en trabajo social. Para ello, son indispensables el comercio exterior
y el mercado mundial. Estos factores son, pues, a la vez, condición y resultado de la producción
capitalista (Marx y Engels, 1972, tomo 25, parte I: 274).

2. En materia de relaciones económicas internacionales, los estudiosos marxistas han tenido muy
poco que agregar: solo algunas indicaciones al paso del desarrollo internacional del capital, el análisis
fundamental de la época del imperialismo que hiciera Lenin, seguido por Baran y Sweezy, y elemen-
tos de una construcción incompleta desarrollada por A. Emmanuel y P. Palloix. Otros elementos
actuales para considerar son la teoría de los intercambios mercantiles y financieros internacionales
y la de las áreas monetarias a escala mundial, así como los elementos de análisis de una teoría del
comercio exterior que, referidos contextualmente a su tiempo, estaban ya presentes en las obras de
los clásicos.
Por todo lo dicho, y tomando en cuenta las consecuencias y el ambiente político del proceso en cur-
so de globalización neoliberal, puede afirmarse que durante los años setenta y ochenta, como respuesta
al proceso de crisis estructural capitalista –parte consustancial de la manifestación de agotamiento del
modelo de acumulación capitalista instaurado en la posguerra–, se inicia un fenómeno de reestructu-
ración económica en el corazón del capitalismo.
Se trata de un proceso caracterizado esencialmente por la tendencia a la sustitución del modo
mecanizado de producción tecnológica por la automatización, unido a un proceso de renovación
del mecanismo económico, dada la obsolescencia de las viejas recetas keynesianas para garantizar la
regulación económica por medio del Estado. A ello se añaden un intenso proceso de financiarización
de la economía –que apunta más a la renta que a la ganancia–, las inversiones productivas basadas en
el progreso tecnológico y las nuevas condiciones objetivas de desarrollo de algunas fuerzas productivas,
ligadas en lo sustancial a la primacía de la electrónica, la informática, la robótica, los nuevos materiales
y la biotecnología, entre otros progresos científicos3.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


524
3. El proceso de transformación que ha afectado a los mercados internacionales durante estos últimos
años ha tenido entre sus más directas consecuencias, como ya hemos dicho, un cambio fundamental en
las modalidades del proceso productivo. Las empresas más pequeñas han tenido que combinarse entre
sí para posibilitar el cambio ocurrido, de local for global (o sea, productos y producción nacional, merca-
dos internacionales) a global for global (es decir, productos y producción multilocal, mercados globales).
Se ha producido así el surgimiento de “sistemas de empresas virtuales”, que pueden operar tem-
poralmente como si fuesen una sola. Se genera una situación de redes integradas a diversos niveles y
a lo largo de una misma cadena de negocios, constituida por núcleos interactivos articulados en gru-
pos y subgrupos, que comparten algunas infraestructuras (sistemas informativos, sistemas de gestión,
valores) y están en capacidad de responder creativamente a los continuos cambios de escenario y del
mercado. Este tipo de red, donde lo que circula son las informaciones, más que los bienes físicos, es
definida como “sistema alónico”.
Se debe considerar, además, que el alto nivel de conocimiento tecnológico y científico hace indis-
pensable un nexo cada vez más estrecho entre los diferentes sectores de las empresas en cada país. El
desarrollo de los medios de comunicación y de transporte, por otra parte, anula de hecho las distancias
entre países y hace que las empresas consideren el mercado internacional en su globalidad, desencade-
nando una competencia global cada vez más feroz. Si a eso se agrega la notable transformación de los
procesos productivos, que ha impuesto la necesidad de pasar de una producción con elevado uso de
mano de obra (labour-intensive) a un modelo industrial basado en capitales materiales (es decir, insta-
laciones y equipamientos, capital-intensive) y con un alto incremento de los gastos dedicados al capital
inmaterial –como la información, la investigación y el desarrollo–, se comprende que, para la empresa
capitalista, competir en un sistema global significa mantener costos fijos muy elevados y conseguir la
manera de recuperarlos, puesto que, además, los costos variables no son ya de valor estratégico. Resulta
entonces asimismo indispensable tener socios internacionales que puedan contribuir a amortizar los
costos fijos, con los cuales definir estrategias que permitan maximizar la rentabilidad de la empresa,
a través de la compresión del costo del trabajo directo e indirecto y la reducción de la imposición
fiscal y tributaria.
Condicionados por las nuevas exigencias de la valorización del capital, estos fenómenos –asumidos
ya por las empresas multinacionales– han alcanzado dimensiones internacionales y se entrelazan con
otros en el proceso de mundialización del capital, como la reestructuración de las relaciones econó-
micas internacionales y la conformación de una nueva división internacional (capitalista) del trabajo.

4. En el contexto de este escenario se comenzó a hablar de globalización, que hoy día resulta ser el
término económico más usado y abusado: ha devenido en una suerte de palabra mágica que todo lo
explica, muchas veces sin tocar siquiera el real antagonismo internacional que esconde.
De ahí la necesidad de un debate en torno a la objetividad y subjetividad de la actual globalización,
en el que resulta interesante poner en primer plano las siguientes interrogantes: ¿Qué cosa es realmen-
te la globalización? ¿Constituye simplemente un fenómeno conceptualizable o es acaso susceptible
de ser asumido como categoría económica? ¿La internacionalización del capital es parte integrante
del proceso de globalización, o quizá la globalización es parte orgánica de la internacionalización del
capital? ¿Debe atribuírsele un efecto homogeneizador o disgregador? ¿Qué puede esperar en verdad de
ese proceso el Tercer Mundo?

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


525
5. El contenido efectivo de la globalización está dado no por la libre circulación de los hombres, no
por el libre intercambio entre las culturas, no por la mundialización del comercio, sino solamente por
la de las operaciones del capital, tanto en su forma productiva como en la financiera. En el origen
del crecimiento de la esfera financiera se encuentran flujos que llevan hacia ella partes de una ri-
queza surgida en el campo de la producción y que, antes de ser trasvasadas –en diversas formas y
en diferentes países– a dicha esfera, asumían la forma de sueldos y salarios o, en cualquier caso, de
réditos del factor trabajo. Esos flujos están en el origen de los perversos mecanismos de acumulación,
en los que la cacería desatada contra las economías nacionales está dirigida a afianzar el dominio
del capital financiero y es parte de la relación de competencia internacional entre polos geoeconó-
micos, competencia mediada por compromisos internos en las organizaciones supranacionales del
capital financiero.
La globalización neoliberal de los mercados es, como hemos dicho, un elemento característico de
estas últimas décadas. Las instituciones políticas, económicas y culturales deben confrontarse cada
día con este fenómeno, que está provocando la disgregación de las culturas, de las fronteras y de las
economías nacionales, entre otras razones porque ha asumido siempre la forma de competencia global
posfordista de la era de la acumulación flexible.
Incluso en la óptica del desarrollo capitalista, se presentan problemas jurídicos, sociales y directa-
mente económicos ligados a este fenómeno. En primer lugar, no hay controles eficaces para el funcio-
namiento de los mercados financieros, en la medida en que los operadores pueden desplazar ingentes
sumas de dinero de una parte a otra del mundo; esto, en un contexto de desregulación, significa actuar
exclusivamente según las propias exigencias de ganancia, sin que haya ningún control político ni,
mucho menos, instrumentos de intervención de las autoridades monetarias.
Se producen, por otra parte, efectos devastadores para el modelo y el ciclo productivos, en tanto
que hay una demanda cada vez mayor de recursos especializados y con un alto nivel de inmaterialidad
y flexibilidad. En cambio, las fases más débiles del ciclo, con bajo contenido de valor agregado, son
excluidas, externalizadas, deslocalizadas en el exterior en pos de trabajo especializado no regulado y
con bajo salario.

6. Por eso, una de las primeras críticas que se pueden formular a quienes hablan del “fin del trabajo” es
la de ser eurocéntricos (rectius: “occidentalocéntricos”). Una visión restringida a los países de capitalis-
mo maduro los lleva a declarar con toda simpleza que el trabajo llega a su fin.
Esto tiene como consecuencia una pluralidad de errores. En primer lugar, su ideología4 no tiene
en cuenta la (nueva) división internacional del trabajo (NDIT); oblitera el resto del mundo, para
concentrar su esfuerzo en una parte limitada y minoritaria del planeta (la inmensa mayoría de la clase
trabajadora se encuentra hoy en las llamadas periferias y semiperiferias). Según estos teóricos, el trabajo
termina, desaparece, porque el “trabajo industrial” ha desaparecido en los países “posindustriales”.
Sin embargo, no solo no ha terminado, sino que está en fortísima expansión. El punto es que hoy se
expande no en los países de capitalismo maduro, sino en los PVD; en otras palabras, el sector de la
producción industrial es “externalizado” fuera del mundo occidental (siguiendo así un razonamiento
típico del eurocentrismo, para el cual el Otro no existe o existe solo en tanto que es negado5: si el sector
industrial es exportado a otro mundo, inexistente, entonces desaparece, se convierte en un problema
que no es nuestro).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


526
Un segundo error, que antecede y funda el anterior, es la identificación de trabajo (y trabajador)
fordista con trabajo (y trabajador) tout court. La crisis del modelo organizativo empresarial fordista-
taylorista y su “superación” (en la sociedad de los servicios, del poscapitalismo, del posfordismo, de la
inmaterialidad)6 implica, en consecuencia, la crisis de la sociedad del trabajo y el ingreso a la sociedad
del no-trabajo. Alguien, encaprichándose, habla de sociedad del ocio, como cosa ya en marcha. El
razonamiento que despliegan los nuevos gurús es este: si el trabajo es reducido al trabajo fordista y este
último desaparece, es el trabajo mismo lo que ha desaparecido; si la sociedad fordista está basada en el
trabajo y el trabajo ya no existe, tampoco existe la sociedad fordista; si la sociedad capitalista está basa-
da en el trabajo y el trabajo ha desaparecido… ya no hay siquiera capitalismo. No es solo que el trabajo
nunca fue del todo homogéneamente fordista, sino que no ha desaparecido: tan solo se ha exportado
un modo de organizarlo. Por tanto, aunque sea solo para contentar al sociologismo más “escolástico” y
superficial, podemos desde ya afirmar que el trabajo “a la vieja manera” ha sido simplemente desplaza-
do y no suprimido. Pero ciertamente no podemos contentarnos con esa constatación.
El haber hecho coincidir el trabajo con el trabajo manual es otro error epistemológico funda-
mental (quizá el primero en orden de importancia, y a él no han sido tampoco inmunes muchos
marxistas más o menos ortodoxos) de quien sostiene que ha llegado el fin del trabajo. Partamos de
la constatación básica de que ningún trabajo humano es nunca puramente manual o intelectual, y
que implica siempre actividad tanto cerebral como muscular. El trabajo manual era identificado con
el de la fábrica: sucio, peligroso, masificado, descalificado y… explotado. Aun quien no compartía la
teoría científica de Marx sobre la explotación, tendía a reconocer los efectos en la relación de subor-
dinación del obrero. La explotación era palpable, se veía, se “sentía”, se “oía” y, sobre todo, no estaba
separada de la figura del obrero alienado de la fábrica fordista. Superada la cual, y superado el obrero
alienado, la nueva economía neoartesanal del trabajo autónomo de última generación cede la propie-
dad y el control a la propia actividad laboral y a la vida misma. Consecuencia: fin de la explotación
capitalista.
El trabajo intelectual, en cambio, ha sido siempre concebido como el típico trabajo de cuello
blanco o de las clases dominantes. Por años se pensó que no podía producir plusvalía7 (y no podía,
por tanto, ser explotado). Sin embargo, un trabajador8 es productivo no en razón de su manualidad o
intelectualidad, sino de su integración en el proceso productivo (de plusvalía).
La desaparición del trabajador manual en los países de capitalismo maduro (que en todo caso está
por demostrar) no significa entonces, por sí misma, la desaparición del trabajador productivo, y toda-
vía menos de la clase trabajadora (que está compuesta por trabajadores productivos e improductivos).
El trabajo permanece; solo ha cambiado de forma (ni siquiera del todo) y sigue siendo explotado9
dentro del mismo modo de producción capitalista.
La gran crítica metodológica que se puede aportar a la teoría “fin-laborista” es entonces la de no
considerar la economía-mundo (un único MPC integrado), sino leer fenoménicamente (y ni siquiera
bien, porque su lectura es limitada) solo algunas tendencias, que además son propias únicamente de los
países de capitalismo maduro. La economía, en cambio, es global desde hace siglos. Y, aunque se habla
tanto de globalización, los “fin-laboristas” desglobalizan sin motivo su propio análisis, atrincherándose
en las murallas de un pensamiento débil y posmoderno.
Es impensable un discurso acerca de la reestructuración capitalista y las nuevas formas de control
del capital sobre el trabajo sin una correcta visión global del fenómeno. La división del trabajo es, pues,

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


527
necesariamente, hoy más que nunca, división internacional del trabajo. Mientras el modelo fordista-
taylorista ha sido exportado a las periferias (pero no del todo), el toyotismo se ha difundido en los paí-
ses de capitalismo maduro (pero también en los PVD más avanzados). Sin embargo, ambas estrategias
siguen conviviendo en el capitalismo avanzado (el taylorismo ha sido difundido en los “servicios” y en
la gran distribución, y la reestructuración de sectores económicos completos, anteriormente públicos
y ahora sometidos a la ganancia, sigue las enseñanzas de Taylor).
Lo que hoy presenciamos es un complejo proceso de “combinación” de variadas estrategias organi-
zativas, que conviven a escala nacional y mundial.
Es por todo eso que el cuadro de la economía mundial integrada, y por tanto de la nueva división
internacional del trabajo que a ella corresponde, no puede ser leído sino con los lentes teóricos de la
categoría conceptual de imperialismo.

7. La relación de dependencia de las “periferias” (colonias, para Jaffe, que además, correctamente,
resalta cómo en realidad es el capitalismo “central” el que depende de aquellas) está fundada en la
subordinación económica, política y cultural de los países dominados a los dominantes. Sobre esas
relaciones, a su vez, se basan las políticas estratégicas de internacionalización y deslocalización pro-
ductiva de la empresa capitalista, incluso en la forma de fábrica social difundida. Tras la crisis de
sobreproducción (y por tanto de rentabilidad) de las últimas décadas, las clases capitalistas imperia-
listas de Occidente han recurrido a diversas estrategias para elevar de nuevo la tasa de ganancia (y,
por tanto, la tasa de explotación). En las “periferias” (para Jaffe: colonias y semicolonias), la fuerza de
trabajo produce una superganancia que, al balancear las encogidas tasas de ganancia alcanzadas en el
“centro”, garantiza la supervivencia de los complejos industriales centrales y del capitalismo mismo10.
Es la ley del valor lo que nos permite comprender correctamente la nueva reestructuración mundial y
la nueva división internacional del trabajo11. Lo que se resquebraja, en comparación con el pasado, es
la relación privilegiada que la clase trabajadora occidental mantuvo en las décadas pasadas con la clase
capitalista-imperialista.
En el curso de los años –y con amplia divulgación en numerosas publicaciones–, Jaffe ha elaborado,
en paralelo a una lectura particularmente interesante de Marx, Engels y Lenin, la que posiblemente sea
la más consecuente y radical teoría de la explotación generalizada que adelantan los países de capitalis-
mo maduro (imperialistas) en detrimento de las clases explotadas de los países coloniales.
Lo que diferencia a Jaffe de tanta literatura marxista e incluso de la más radical en la materia, es su
teorización acerca de una plusvalía negativa (que en sus escritos representa con el signo S -). La teoría
marxista “clásica” habla de la aristocracia obrera12 como un estrato de la clase trabajadora de los países
de capitalismo maduro, que goza de los frutos del imperialismo en su propia casa, aun cuando sigue
siendo –en los términos de Marx– parte de la clase explotada; es decir, produce todavía W (plusvalía),
pero ss = v + ϕ, donde ϕ es una cuota agregada de W producida internacionalmente por las clases
trabajadoras de los países dominados-coloniales.
Y ahí se sitúa la ruptura radical de Jaffe con todo el pensamiento del “marxismo occidental”13.
Sostiene él lo que podríamos definir como un concepto de “aristocracia obrera difusa”: es toda la clase
trabajadora de los países de capitalismo maduro (salvo sus fracciones realmente explotadas, compuestas
por lo general por minorías étnicas e inmigrantes) la que constituye una inmensa aristocracia obrera
que ya no es explotada –en términos marxistas–, puesto que no produce ya plusvalía; antes bien,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


528
consume ella misma plusvalía producida en otra parte (en las colonias) por otros: las clases trabaja-
doras coloniales (excepto sus fracciones privilegiadas, como por ejemplo lo fueron los “blancos” en la
Sudáfrica del apartheid).

8. En el caso de la clase trabajadora aristocrática de los países de capitalismo maduro, el saldo de plus-
valía es por tanto negativo: sus salarios son mayores que el valor producido por su fuerza de trabajo.
Las economías de esos países se desenvuelven “pacíficamente” (desde el punto de vista de los conflictos
de clase) gracias no solo a la superexplotación-superganancias de las colonias, sino también a una clase
trabajadora interna (de los países imperialistas) que, al no ser ya explotada y vivir ella misma de la
explotación de las clases trabajadoras de los países coloniales, pierde todo interés en la conflictividad y
se hace subsumir completamente en las lógicas e ideologías de sus propias clases dominantes.
De allí se deriva el “colaboracionismo difuso” de la clase trabajadora “central” con el imperialismo
doméstico (cfr., finalmente, Jaffe 2005). El llamado “pacto keynesiano” es entonces solamente una
estrategia política-económica-social de compromiso histórico entre clases sociales opuestas y conflic-
tivas en los países de capitalismo maduro, con base en la explotación generalizada de las colonias y
de su fuerza de trabajo; y esa explotación sirve, precisamente, para negar la base material-objetiva de
la conflictividad obrera en Occidente. De allí surgen las dificultades (o imposibilidades) de la clase
trabajadora “central” para asumir el conflicto. Y por eso la esperanza de un otro mundo futuro reposa,
para Jaffe, en las clases trabajadoras coloniales y en sus diversos movimientos de liberación, que, al
poner en discusión el sistema colonial, ponen en crisis el sistema capitalista.
Si esa interpretación de las asimétricas relaciones internacionales puede ser sugerente y convincente
para el período “fordista-keynesista”14, creemos, sin embargo, que en la fase actual es solo parcialmente
cierta. Tras la crisis de los años setenta y la reestructuración mundial, el capitalista colectivo ha logrado
restablecer su dominio despótico sobre el trabajo a escala planetaria, y también en los países de capita-
lismo maduro.
La clave de la lectura del modo de producción capitalista está, también hoy, durante la llamada
era posfordista de la acumulación flexible, en la estructura y las dinámicas de la plusvalía.

2. La globalización como proceso objetivo

1. La globalización, en un primer acercamiento a su interpretación, no es más que el desenvolvimiento


de una etapa cualitativamente nueva y superior en el desarrollo de la internacionalización del capital,
que, si bien no presupone la manifestación de una nueva fase en el desarrollo del modo de producción
capitalista, es evaluada como una nueva etapa en el proceso de expansión internacional, en particular,
del capital financiero.
Como bien se ha señalado en los trabajos de Efraín Echavarría –a quien entre otros se hará en lo
sucesivo referencia–, la globalización es un término que se usa para denominar la nueva forma que
reviste, en la actualidad, la esencia internacionalizadora del capital, y que se transforma en realidad en
un concepto que puede ser subsumido en otro, dado su grado de generalidad: el concepto de interna-
cionalización o de mundialización capitalista, que se convierte en categoría económica.

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


529
Los procesos referidos acerca de la relación dialéctica entre la internacionalización, concebida como
ley, y la ley del desarrollo económico y político desigual, ayudan a explicar fenómenos positivos de la
coyuntura actual de largo plazo en la historia del capitalismo y hacen que la política económica –que
en estos momentos viste el hábito de política globalizadora neoliberal– asuma una validez universal y
permanente, referida fundamentalmente a las condiciones económicas objetivas, que son en realidad
históricamente transitorias, como lo fueron en la historia del capitalismo otros procesos expansivos.
Ejemplos de ese efecto positivo se pueden encontrar en la recuperación desigual de una serie de
indicadores en los países del centro del capitalismo, como fenómeno típico de las ondas largas expan-
sivas: crecimiento de la producción –que se expresa de diferentes maneras–, de las inversiones, de la
productividad y del margen de ganancia, así como la promoción del comercio mundial que, desde me-
diados de los años ochenta, ha tenido entre los países desarrollados una expansión anual del 10%. Se
concreta esto también en un mayor y mejor acceso informativo, tecnológico, mercantil y de servicios
producidos en las diversas regiones del mundo, y en las posibilidades de incrementar la eficiencia y el
rendimiento del capital a través de procesos mediante los cuales se produce la internacionalización de
los ciclos de los componentes funcionales del capital financiero y su entrecruzamiento. Por otra parte
se registra, en conjunto, desde el punto de vista de la calidad –y sobre todo de la calidad del desarro-
llo–, todo un sistema de desigualdades en lo que concierne al bienestar de la población, desigualdades
acentuadas por el proyecto globalizador neoliberal.
En cuanto a la globalización como proyecto universal neoliberal, aplicado tanto en los países sub-
desarrollados como en los de mayor desarrollo capitalista, lo más importante es conocer la realidad,
puesto que de ello se debe derivar, y en verdad se deriva, la actitud del saber teórico, que contribuye a
despojarnos de la subjetividad que acompaña a dicho proyecto en el campo de lo político, que preten-
de presentarse como parte consustancial y universalizable del fenómeno.

2. La génesis de la globalización radica en la vocación internacional del capital. Concebirla simplemen-


te como un fenómeno nuevo en la configuración actual del imperialismo como competencia global,
sin una explícita referencia a la internacionalización del capital, significa ignorar la dialéctica de las
leyes económicas del sistema, en tanto que correlación entre el desarrollo de la esencia internacionali-
zadora y la dinámica de sus formas de manifestación.
La internacionalización del capital tuvo en primer lugar que cumplir incursiones en la esfera de la cir-
culación, fenómeno típico del capitalismo premonopolista, para adentrarse luego en la esfera de la
producción, con el imperialismo. La génesis de la manifestación de la esencia internacionalizadora del
capital se percibe dialécticamente vinculada a la génesis de la manifestación de la proyección interna-
cional de la ley del desarrollo económico y político desigual del capitalismo (Marx, 1976, tomo I: 505).
Este fenómeno resulta muy importante en lo teórico, metodológico y político, dado que las leyes
de internacionalización y del desarrollo económico y político desigual capitalista expresan acciones
contrapuestas: la fuerza de la primera tiende a la igualación, y la de la segunda, a la diferenciación, si
bien los efectos de una y otra no pueden evaluarse aisladamente.

3. Los principales fenómenos que permiten dar base a la actual formación de una nueva etapa de
la mundialización capitalista, y que –obviamente– presuponen nuevas formas de manifestación de la
esencia del fenómeno de la internacionalización, son, por ejemplo:

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


530
a) La creciente interdependencia económica internacional.
b) La elevada internacionalización del ciclo del capital productivo, que se expresa en la gran seg-
mentación de la producción en distintos puntos del planeta, en la producción just in time y en
el nivel de movilidad internacional de las mercancías y los capitales.
c) La estandarización, que significa homogeneidad de las mercancías y de la demanda respectiva,
sistema común de pesos y medidas, difusión de avances tecnológicos –en el contexto del capita-
lismo llamado posfordista, o del toyotismo a la occidental– con producción ajustada (lean ma-
nufacturing) y continua, automatización flexible, rápida difusión o transmisión instantánea de
grandes cantidades de datos a largas distancias –mediante redes interempresariales e Internet–,
disminución del coeficiente de capital por unidad de producto, etcétera.

4. En el ámbito macroeconómico, los principales fenómenos de la fase actual de la mundialización


capitalista pueden ser sintetizados como una intensa reestructuración del espacio económico interna-
cional, que se manifiesta en:

a) Desintermediación financiera y proceso de reestructuración de las instituciones financieras y


comerciales internacionales.
b) Desarrollo pleno del mercado mundial, unido a la internacionalización de la oferta y de la com-
petencia entre productores; internacionalización también de la demanda, en muchos sectores,
mediante inversiones en publicidad y mercadeo a nivel mundial.
c) Estructuración de una nueva división internacional del trabajo, capitalista, en correspondencia con
las exigencias del tránsito a la instauración del modo de producción tecnológico-automatizado.
d) Alto nivel de concentración del capital financiero internacional, condicionado por la finaliza-
ción de la internacionalización del ciclo de sus partes funcionales, con exaltación en esta etapa
de la internacionalización del ciclo del capital monetario-financiero y de su forma sui géneris de
existencia: el capital ficticio, como conjunto de los recursos del capital intangible e inmaterial.
e) Tendencia fuerte a la formación de bloques económicos, como parte de procesos de integración
que también caracterizan esta etapa como componente de la nueva fase de la internacionaliza-
ción, que responde a las contradicciones y exigencias de la valorización del capital en un contexto
en el que la interpenetración de las economías se va conjugando con nuevos modelos de eficacia
y competitividad. En ese contexto, las políticas económicas y mecanismos de autorregulación
resultan insuficientes, por lo que se presenta la necesidad de potenciar las posibilidades de éxito
de las economías con una visión regional y local, recurriendo a los procesos de complementarie-
dad que puedan derivarse de tales mecanismos.

3. La globalización como fenómeno subjetivo: el proyecto político


de la globalización neoliberal se transforma en competencia global

1. El concepto de globalización, que en diversos trabajos hemos identificado como competencia glo-
bal15, demuestra una vez más tener escaso valor heurístico, cuando no ser directamente mitificante, si

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


531
se tiene presente el desarrollo del comercio internacional en todo el mundo. Este se muestra cada vez
más concentrado, al menos relativamente, dentro de los contrapuestos polos geoeconómico-políticos
imperialistas y sus respectivas zonas de influencia (América Latina para Estados Unidos, euro-medi-
terráneo y “Eurasia” para la Unión Europea, la zona costera de China para Japón, y cada vez más el
Asia entera para China misma) (Martufi, Vasapollo, 2000a). Las batallas comerciales están en el orden
del día. Y en los últimos años han desencadenado también más guerras indirectas (antigua Yugoslavia,
Afganistán, Iraq) entre el polo estadounidense y el polo europeo. Los Estados (supra)nacionales cum-
plen en esta dialéctica profundamente política, un papel fundamental.
La función de la geoeconomía política es cada vez más importante; el acceso directo a las fuentes
energéticas y materias primas garantiza la autonomía relativa frente a otros polos imperialistas. Muchas
veces, las políticas geoeconómicas de los polos son dictadas más por la necesidad de “debilitar al adver-
sario” (Lenin, 2001: 109) que por la exigencia de aprovisionamiento directo o de apertura de nuevos
mercados (véase la guerra de Iraq, dirigida visiblemente contra los intereses europeos y chinos en la
zona, en disputa por el crudo que ahora pasa por los oleoductos estadounidenses).
En este marco de competencia generalizada entre los polos imperialistas, hay que tener presente
el problema, poco estudiado, de las “áreas de divisas” (dólar, euro, yen, yuan, islamic banking, por
ejemplo). El predominio monetario mundial garantiza lo que algunos llaman el “señoreo” (que en
última instancia se concreta en la transferencia de plusvalía a las propias arcas) y la inmensa cosecha de
capitales provenientes del mundo entero en el espacio geopolítico-monetario propio. Es esclarecedora
a ese respecto la batalla continua que se viene dando desde hace años entre el dólar y el euro, al igual
que los diversos intentos del stablishment estadounidense de hacer naufragar el proyecto del euro,
incluso con abiertas amenazas.

2. Tras el frecuente estallido de guerras (promovidas por el “frente occidental”, Estados Unidos en
primera línea) durante la “década larga” de los años noventa, sobre todo después de la aceleración
beligerante que siguió al 11 de septiembre, se ha comenzado de nuevo a hablar de imperialismo, tanto
en los ámbitos del poder como entre la gente común. Se diría que la globalización está en crisis, o
habría en todo caso que sostenerla mediante “políticas imperiales” que, frente a un competidor uni-
versal antiglobalización, deben aplanar por la fuerza el camino de la construcción de nuevos Estados
democráticos (nation building), filo-occidentales, que garanticen la libre circulación de mercancías,
de capitales y de las finanzas del oeste (en un marco de pax imperialis que, por sí sola, puede crear los
presupuestos para una nueva globalización). En esa óptica, el imperialismo es reducido a una categoría
estrictamente militar y, como mucho, política. Parece apenas la otra cara (potentemente armada y
necesariamente amenazadora) del policía global, que de las políticas de disuasión pasa a las de pena
capital. El imperialismo asume así una connotación “violenta”, y no es ya de naturaleza predominan-
temente socioeconómica. Se reduce a una política militar, a la que recurre Occidente para defenderse
del enemigo.
Pero la dimensión militar no es sino el brazo armado de las contradicciones económicas del impe-
rialismo: basta mirar el escenario que se despliega en el marco macroeconómico mundial de los años
noventa, caracterizado simultáneamente por muy débiles tasas de crecimiento del PIB (incluyendo a
países como Japón, que desempeñó una función conductora con respecto al resto de la economía mun-
dial); por una coyuntura mundial extremadamente inestable, intercalada de sobresaltos monetarios y

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


532
financieros; y por un aumento de las inversiones, en particular las financieras, que se acompaña del
crecimiento en masa de la desocupación, proceso este último de naturaleza tecnológica y estructural,
estrechamente ligado a la contención del salario real, a la flexibilización y precarización del trabajo y a
condiciones laborales de tipo medieval, en muchos países en los que la mano de obra es explotada al
extremo.
Se determina, de esta manera, una acentuación de las desigualdades en el ingreso y en las condicio-
nes de vida, incluso dentro de los grandes bloques económicos capitalistas, que viene seguida por la
marginación de regiones enteras del globo –que quedan fuera del sistema de intercambio– y por una
competencia internacional cada vez más intensa. Como consecuencia de tan grande crisis estructural,
el imperialismo vuelve a vestir sus trajes guerreros (Iraq, Balcanes, Afganistán, de nuevo Iraq, Medio
Oriente, etcétera).

3. Se desarrolla así, de manera todavía más fuerte y decisiva, la competencia entre Europa y Estados
Unidos, que tiene por objetivo el dominio de Eurasia y reviste características geopolíticas y geoeconó-
micas definidas, tanto con la colocación de las inversiones directas en el exterior (IDE) como con la
intervención en términos de globalización financiera. En este último caso, al explotar las utilidades de
las IDE, se reciclan estas en Occidente para favorecer formas de especulación financiera con ganancia
fácil, capaces de destrozar las economías débiles o de niveles medios de desarrollo, en beneficio de
las instituciones financieras, en particular de las no bancarias, en las que se basa el crecimiento de los
grandes bloques económicos. Estos elementos deben ser interpretados como los primeros signos de la
madurez de un nuevo y gran régimen de acumulación mundial, una acumulación flexible, cuyo fun-
cionamiento está sometido a las prioridades del capital privado y financiero altamente concentrado,
y en el que la Unión Europea procura jugar un papel de primer plano en abierta competencia con
Estados Unidos.
Este es el contexto de la competencia global, ampliamente tratado en páginas anteriores, en el cual,
seguidamente, profundizaremos en otros aspectos.

4. La competencia global como fase actual del imperialismo

1. Como se ha visto, abordar el fenómeno de la globalización neoliberal significa partir de varios


puntos de vista teórico-metodológicos fundamentales, que de seguidas intentaremos recapitular sin-
téticamente en sus posiciones más significativas, lo que nos ayudará a reflexionar acerca de los mitos y
las realidades de este fenómeno:

a) La globalización como sinónimo de interconexión económica de los países más ricos, que tienen
libertad de movimiento de personas y bienes.
b) La globalización como un proceso de interconexión de “los norte” –concebido tanto en lo
interno de los países desarrollados como en lo interno de los subdesarrollados–, pero también y
al mismo tiempo de exclusión de “los sur”.
c) La globalización como sinónimo de capital mundializado, proceso que supone la transición del

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


533
capitalismo de una base nacional a una base mundial ya creada, con lo cual se considera como
principal obstáculo la existencia del Estado-nación.
d) La globalización como momento en el desarrollo del capitalismo, que marca el fin de la historia16.
e) La globalización como arco del triunfo del capitalismo en tanto sistema, considerando que la
competencia entre capitalismo y socialismo fue remplazada por la competencia entre versiones
alternativas de la economía de mercado o modelos capitalistas, en un contexto de “fin de la
Guerra Fría”.
f ) La globalización considerada –entre otros aspectos– como una creciente interdependencia y
creación de bloques y áreas económicas, con sus respectivos mecanismos de regulación, órganos
de decisión, etcétera, que conducen a una revisión teórico-histórica del Estado y del concepto
mismo de soberanía. Todo ello asociado al fin de la bipolaridad y al surgimiento de una tri-
polaridad económica entre los grandes líderes y sus respectivos bloques económicos: Estados
Unidos, Japón y Alemania. Desde este punto de vista, se toma asimismo en consideración la
formación simultánea de alianzas estratégicas entre países para lograr una estructuración eco-
nómica que eleve la capacidad exportadora en la competencia entre bloques, la cual es también
evaluada como una batalla entre “diversos tipos de capitalismo”.
g) La globalización como síntoma de una transformación estructural de la economía mundial.
h) La globalización asociada a la crisis de los modelos sociales, en lo que la revolución conservadora
de los años ochenta denominó “fin de la Guerra Fría”.
i) La corriente del pensamiento que vincula la globalización a la vocación internacional del capital.

2. Ante todo se debe confirmar la necesidad de distinguir –como ya se ha indicado– entre la globali-
zación como proceso objetivo y su conversión en proyecto político, que es un fenómeno subjetivo (el
universalizable discurso neoliberal globalizador).
Nuestra posición acerca de las interrogantes expuestas y en relación con los principales aspectos
del debate teórico y del discurso globalizador, la hemos expuesto en varios trabajos anteriores, y aquí
en varios capítulos del texto, en particular cuando se ha afrontado el tema de los bloques geoeco-
nómicos y geopolíticos que identifican la fase actual del imperialismo en un evidente contexto de
competencia global.
La globalización es un concepto recurrente en el cual hay de todo, un término-comodín que casi
nunca explica nada y oculta en cambio una realidad fundamental; en otras palabras: un subterfugio
que se usa para obligar a la gente a aceptar el empeoramiento de sus propias condiciones de vida y
de trabajo.
En estricto sentido, la “globalización económica” hace referencia al proceso de formación de un
sistema económico mundial. Pero si la globalización existe como una de las nuevas tendencias del
proceso económico, no se puede afirmar que la economía sea una realidad completamente globalizada,
ni que se someta únicamente a las tendencias que apuntan a su mundialización.
Una economía, definida de manera rápida, es una estructura de estructuras en la que se ponen de
acuerdo operadores económicos, sistemas de producción y sistemas de intercambio. Los operadores
económicos fundamentales son los empresarios y los trabajadores, que al mismo tiempo son consu-
midores; la estructura de producción está formada por las empresas y las estructuras de distribución
son, en lo esencial, las que se derivan de la existencia de un mercado regulado, es decir, un mercado

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


534
en el que cada cosa tiene un precio y hay un precio para cada cosa: por eso es necesaria una unidad
de medida. Las economías modernas son economías monetarias, por lo que una economía estable-
cida en un plano mundial requiere la existencia de emprendedores y fuerza de trabajo mundiales,
precios mundiales y una moneda mundial, cosas que hoy o no existen o están “en curso de… pero
todavía no”.
La expresión “globalización económica”, vista como estructura, hace referencia a la existencia de un
mercado mundial, en el cual circulan libremente los capitales financieros (dinero, préstamos y créditos
internacionales, inversión extranjera), comerciales (bienes y servicios) y productivos (mediante la seg-
mentación de los procesos de producción y la deslocalización en diversos países, que buscan maximizar
las entradas y reducir los costos al utilizar materias primas y mano de obra a bajo costo).
Las condiciones de existencia de un mercado incluyen una estructura de precios relativos, que
permite comparar el precio de un bien o servicio con otro, y una moneda que establece una soberanía,
un tiempo y un espacio en la determinación de los valores sociales.
Existen, por los momentos, solo monedas nacionales, es decir, soberanías nacionales. Hay circu-
lación internacional del trabajo (migraciones) y de bienes y servicios (comercio), pero no mercado
mundial, porque no hay un precio único en todo el mundo para trabajos, bienes y servicios que sean
iguales; no hay, en verdad, ni siquiera un espacio económico único, puesto que la circulación de traba-
jo, bienes y servicios se estrella en la existencia de fronteras nacionales. A fin de que haya un mercado
único, tendrían que desaparecer las fronteras económicas y existir una autoridad regulatoria unificado-
ra a escala planetaria, funciones estas que las instituciones actuales (Fondo Monetario Internacional,
Organización Mundial del Comercio, etcétera) están lejos de asumir.

3. Cabe subrayar que la explotación del trabajo, que nace del desarrollo de la producción mercantil,
deviene en universal, pero ello no necesariamente implica cambiar las formas de producción sobre la
base del trabajo asalariado. Es suficiente someter esas formas de producción a las leyes de la explota-
ción y del mercado capitalista. Eso quiere decir que el capitalismo es universal en tanto que somete
a sus leyes las diversas formas de producción: mercantil simple, esclavista, feudal, primitiva, etcétera;
todas esas formas son llevadas al mercado para que se realicen. El capitalismo compendia en sí mismo to-
das las formas previas de explotación, sobre la base de la generalización de la explotación del trabajo
asalariado, y eso sucede aun si no es del trabajo asalariado que se obtiene el 100% de la producción:
toda la producción que no se realiza con los métodos capitalistas, está dominada por las leyes de la
producción mercantil capitalista.
Luego, el capitalismo es universal no porque homogenice en términos absolutos todas las formas
de producción, sino porque las somete, las domina. No las sintetiza en un solo modelo de producción,
pero las hace girar continuamente en torno al modelo dominante, aprovechando las asimetrías y las
desventajas que estas formas de producción inferiores presentan con respecto a la producción capi-
talista17. Por eso hemos podido resaltar, en diversas partes del texto, que lo que se ha definido como
el actual modelo posfordista de acumulación flexible convive hoy con la estructura fordista y con la
dimensión esclavista, incluso en los mismos países de capitalismo maduro.
Este problema, el de la manera en que el capitalismo deviene en modo de producción y se univer-
saliza, es importante para entender cómo requiere, para existir, de un nivel más alto de desarrollo de
las fuerzas productivas; y, no obstante, contradice ese desarrollo, en tanto que no lo generaliza. Por

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


535
el contrario, mantiene la diferenciación de los niveles de desarrollo, ya que la necesita como alimen-
to. Razón por la cual la ley del desarrollo económico y político desigual del capitalismo es una ley
todavía actual.
Un segundo aspecto es el que se refiere a la forma misma de funcionamiento de la economía capi-
talista, es decir, al carácter “cíclico” de su producción.
Fenómeno por el cual se debe retomar a Marx, en particular el tomo II de El Capital, donde el autor
define la ley que rige la producción capitalista y la expone con conocimiento de causa, comenzando
por la mercancía misma. Debido a conocidas vicisitudes históricas, Marx solo pudo terminar el tomo
I de El Capital, publicado en 1867, y dejó a Engels el trabajo de los otros tomos de la obra en tres
volúmenes, publicados en 1885, dos años después de la muerte de Marx, y luego en 1895, poco antes
del deceso de Engels. Algunos investigadores plantean que quizá Engels cambió algunas cosas en lo que
era el pensamiento de Marx, pero en lo sustancial fue muy respetuoso de su análisis y lo aclaró, por otra
parte, como nadie más habría podido hacerlo. En ninguna otra obra de Marx está tan coherentemente
expuesta su metodología como en El Capital y en las Teorías de la plusvalía, tomo IV. Luego, no hay
la más mínima duda de que, si queremos profundizar en el problema de la llamada globalización, el
punto de partida fundamental es el estudio de la circulación del capital, pero no porque la globaliza-
ción sea en esencia un fenómeno de ese campo, sino más bien porque la circulación del capital, con
el estudio del ciclo, es lo que permite ver en su dinámica el proceso que nos facilitará la comprensión
del fenómeno.

4. El capitalismo se generaliza sobre la base del surgimiento de dos mercados separados: el de los me-
dios de producción y el de la fuerza de trabajo. Ocurre esto en razón de la separación del productor con
respecto a sus medios y condiciones en este proceso. Ello pone en evidencia el doble carácter de todas
las categorías económicas que Marx utiliza y que lo distancian de la idea de que el capitalismo pueda
ser eterno, una última y definitiva forma de producción social, como pensaban los clásicos Petty, Smith
y Ricardo. La fuerza de trabajo, como conjunto de capacidades físicas e intelectuales que el hombre
posee para ejercer la función del trabajo –es decir, la transformación de la naturaleza para adaptarla
a sus necesidades–, ha existido siempre, pero es solo con el capitalismo que deviene en mercancía, al
igual que todos los resultados de la producción, sea o no creada con métodos mercantiles.
Son los fenómenos que ocurren en el proceso de la llamada “acumulación originaria” los que histó-
ricamente hacen surgir las condiciones sociales del régimen de producción capitalista. Esto solo sucede
a partir del nacimiento del capitalismo, no antes. Conocimientos sociales dispersos los había ya mucho
antes del capitalismo, pero solo este último hace posible, con la universalidad de sus leyes, la aparición
de las ciencias sociales como cuerpo coherente e integral de conocimiento.
Con el desarrollo del mercado mundial y con el surgimiento de los monopolios internacionales,
este fenómeno traspasa definitivamente las fronteras nacionales y deviene universal, sometiendo al
resto de los movimientos en el contexto de la economía mundial. Este proceso, consustancial a cada
país capitalista, se internacionaliza sobre la base del comercio de mercancías.
Pero el crecimiento del excedente relativo de capital en los países capitalistas desarrollados, re-
sultado del fenómeno de la concentración y centralización del capital y de la producción, suma a
este proceso la exportación de capitales y establece relaciones económicas más sólidas entre todas las
regiones del mundo, en un solo mercado mundial: el deudor está más fuertemente unido al acreedor

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


536
que el vendedor al comprador. Surge así el predominio de los monopolios internacionales y el proceso
se acelera a nivel mundial; se produce asimismo un desarrollo de las fuerzas productivas que permite
el incremento, hasta límites insospechados, del comercio de mercancías, del flujo de capitales y de la
formación de nuevos ámbitos productivos, comerciales, tecnológicos, etcétera, que ya empezaban a
abrirse cuando las empresas multinacionales hicieron su aparición. También el Estado y su papel en la
economía aceleran este procedimiento.
Se trata de un proceso que ocurre sobre la base del predominio tecnológico, comercial y financiero
de un conjunto de potencias capitalistas principales que todavía hoy siguen siendo dominantes, y en
el que la única excepción es Japón, que se agregó al concluir su recuperación económica después de la
Segunda Guerra Mundial. Aparecen así varios fenómenos, como la formación de una dinámica cíclica
a nivel mundial, creada por la interconexión de los ciclos nacionales. Además, entran directamente a la
escena países cuya característica fundamental, desde el punto de vista de sus dinámicas de desarrollo,
es la de no tener un ciclo propio y depender del mercado exterior para completar el proceso productivo
interno; o, para decirlo mejor, el hecho de que una parte importante de sus procesos productivos
ocurre en el mercado mundial, pues carecen de una base material propia para completar el proceso de
reproducción. Se asiste también al surgimiento y desarrollo de mercados reconocidos a nivel interna-
cional, con una extraordinaria tendencia a la monopolización.
En consecuencia, surge un tipo de monopolio internacional (multinacional o, mejor, transnacio-
nal) que, con bases en un determinado país, extiende sus tentáculos por el mundo, se relaciona con
países y regiones como si fuesen meros departamentos de su actividad internacional y lleva a cabo una
parte sustancial y creciente del comercio y del flujo de capitales, de tecnologías y de recursos.
Dados los niveles de monopolización alcanzados, el flujo de mercancías y de capitales se convierte
en mecanismo transmisor de los impulsos cíclicos, generados en los países capitalistas desarrollados,
hacia los menos desarrollados. Se manifiesta así el fenómeno de la llamada interdependencia, de “ali-
neación con respecto al líder”, que deriva en un carácter reflejo para las crisis, las depresiones y otros
fenómenos económicos de la dinámica cíclica del capitalismo.

5. La fase actual de la competencia global –el llamado fenómeno de la globalización neoliberal– debe
ser vista, en primer lugar, como el resultado lógico del proceso de internacionalización del capital y
de la producción. Se trata, por tanto, de un fenómeno objetivo, independientemente del hecho de
que se presenta también como un proyecto hegemónico de la oligarquía transnacional, que busca la
reestructuración del capitalismo a nivel mundial –y, como parte de ello, la “modernización” del sistema
neocolonial inaugurado tras la Segunda Guerra Mundial–, para tratar de salir de la crisis estructural de
acumulación que este afronta, cuando menos, desde mediados de los años setenta. Podemos afirmar,
entonces, que el ciclo del capital se cumple cada vez más en un espacio mundial, sea a través del ciclo
del capital dinero, del capital productivo o del capital mercancía.
La internacionalización del espacio en el que se cumplen estos procesos constituye un fenómeno
relativamente nuevo, sobre todo para los ciclos del capital dinero y del capital productivo, anterior-
mente confinados a un espacio más o menos estrecho. El capital mercancía ha constituido y mostrado,
desde los orígenes del capitalismo, un ciclo que se desarrolla en el espacio internacional e impone los
modos de operar y competir del comercio y de los flujos monetarios, que repercuten con gran fuerza a
escala mundial y minan, cada vez más, los conceptos de independencia y soberanía, como reacción al

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


537
vínculo y la integración, por ser más fuerte y porque, aun involuntariamente, no responde al dominio
y al control.
Precisamente, la complejidad de este proceso reside en el hecho de que no tiene nada de voluntario,
en tanto que ocurre bajo el predominio de los monopolios internacionales, multinacionales, de un
conjunto de potencias imperialistas encabezadas por Estados Unidos.

6. Pero la globalización neoliberal no es solamente un fenómeno objetivo. Acerca de su significado


existen tres interpretaciones con enfoques diferentes, que podríamos definir como neoliberal, de extre-
ma izquierda y, finalmente, de los “arrepentidos”.
El enfoque neoliberal considera la globalización como el triunfo definitivo del capitalismo a nivel
mundial y nos la muestra como el mejor de los mundos posibles. La interpretación de izquierda la con-
sidera apenas una estratagema, un proyecto de extrema derecha para subvertir el mundo, sin tomar en
cuenta sus especificidades político-económicas actuales. Finalmente está la visión de los “arrepentidos”,
entre los que se cuentan académicos, políticos, estudiosos –vale decir, “arribistas” en general–, que,
apenas caído el socialismo en la Europa del Este, renegaron de todo análisis marxista. Liodakis (2005)
sostiene que dentro del enfoque tradicional de la globalización se abren dos direcciones políticas:
una es la conservadora y la otra es socialdemócrata. Ambas tienen variantes optimistas y pesimistas.
Mientras las segundas son críticas, por motivos diversos, las posiciones optimistas tienden a coincidir
en muchos puntos. Para los neoliberales (conservadores optimistas) la “globalización es una necesidad
económica inevitable e irreversible, que produce beneficios para todos, e impone la necesidad impe-
rativa de una política neoliberal y de la competencia a escala internacional” (347). En cuanto a los
socialdemócratas optimistas, ellos están

ampliamente de acuerdo con este análisis [el recién citado de los neoliberales], diferenciándose solo
en el tema de la reglamentación política. Este enfoque, en todo caso, no solo implica una política de
austeridad –determinada por intereses de clase– y una depresión salarial, sino que además oblitera esa
característica –solo parcialmente entendida– de la globalización que refleja una específica estrategia de
clase del capital transnacional, ampliamente promovida a través de las empresas transnacionales y de
organizaciones internacionales como el Banco Mundial, el FMI, la OMC, el G8, etcétera. (347-348).

No faltan tampoco aquellos que, sin que puedan ser acusados de comunistas, están ya afirmando
que se debe estudiar a Marx para comprender el capitalismo. Tómese como ejemplo, entre otros, a
Sylos Labini.
En realidad, ninguna de las tres aproximaciones permite dar una interpretación real de la actual
fase del imperialismo.

7. No es posible analizar el fenómeno de la globalización sin considerar los problemas de la actual


revolución científico-técnica, que reestructura el capitalismo y permea hacia la periferia por medio
de los “mecanismos de transmisión”. Se trata de una propagación diferenciada, condicionada por la
capacidad de absorción y la competencia, que ciertamente no crea beneficios para la periferia. Esos
mecanismos de transmisión son la exportación de mercancías, las inversiones, las finanzas y las políti-
cas dirigidas por los centros capitalistas desarrollados, sobre todo, por medio de sus multinacionales.
Se controlan así también drogas, ambiente, propiedad intelectual, etcétera.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


538
Por otro lado, las políticas keynesianas resultan obsoletas para salir de la crisis estructural, pues cam-
bian los parámetros de la política económica. Las fuerzas productivas se modifican cualitativamente y
pasan a caracterizarse por la supremacía de la electrónica, de la informática y de procesos que amplían
las capacidades físicas e intelectuales del hombre hasta niveles insospechados en el proceso de trabajo;
además, esas fuerzas productivas son apoyadas por la biotecnología, por las materias primas sintéticas,
por los nuevos materiales, etcétera. Vehículos o agentes de este proceso son las grandes empresas mul-
tinacionales, mediante el control y la supremacía en las instituciones económicas internacionales y el
supercontrol de organismos de coordinación, como el G-7 (o G-8, en plan de eufemismo) o la OCDE,
sin faltar los militares, como la OTAN, etcétera.
En los últimos años, una serie de eventos de naturaleza política y económica y escala internacional
han modificado los esquemas del mercado mundial, al provocar en las relaciones de competencia
global fuertes cambios que se han concretado, desde el punto de vista del análisis de la instrumentación
económico-productiva, en un crecimiento exponencial de las importaciones, de las exportaciones y, en
particular, de las inversiones directas en el extranjero (IDE)18.
Tales procesos se deben –y están fuertemente ligados– a la actividad de las empresas multinaciona-
les que, ante los continuos cambios del mercado internacional, vinculados al desarrollo tecnológico y
a las políticas de liberalización, han impuesto crecientes niveles de competencia e implementado con
éxito una serie de estrategias de carácter expansivo.
Así, a través de operaciones de adquisición y de fusiones más allá de las fronteras, han creado au-
ténticas redes de producción a escala internacional. Se pone de esta manera en evidencia el verdadero
carácter de la globalización, que se configura cada vez más como competencia global, de naturaleza
geopolítica y geoeconómica, para los polos internacionales.
La relación entre capital transnacional y áreas de influencia está determinada por la división inter-
nacional del trabajo y, en consecuencia, por la manera en que cada una de las economías nacionales se
ubica en función de la ampliación o la redefinición de los polos geoeconómicos internacionales.
Estas dinámicas, que actúan contra las economías débiles, determinan superganancias para las ins-
tituciones financieras –en particular las no-bancarias–, en las que se basa el crecimiento de los actuales
procesos especulativos. La composición y la diferencia entre las modestas tasas de crecimiento de la
formación del capital fijo en el sector privado de los países de la OCDE y las del monto de los activos
financieros, nos coloca ante una de las dimensiones más críticas de la mundialización, centrada en lo
financiero y especulativo.
El acelerado crecimiento de la esfera financiera fue seguido al poco por la liberalización y desregu-
lación de los respectivos sistemas nacionales, en un régimen de carácter internacional en el cual una
parte extremadamente grande de las transacciones financieras se produce en el coto cerrado de las
relaciones entre instituciones especializadas, sin contraparte alguna ni en el ámbito del intercambio
de mercancías y servicios ni en el de las inversiones productivas. Existen, sin embargo, nexos muy
fuertes y de gran capacidad económica y social entre la esfera de la producción deslocalizada y la de las
finanzas. El capital financiero privilegia las operaciones de inversión financiera a breve plazo, a fin de
poder reciclar inmediatamente los fondos disponibles en inversiones directas en el extranjero, dirigidas
inicialmente al sector productivo para después regresar y estar otra vez disponibles para la especulación
financiera.

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


539
5. Aspectos del actual panorama económico-financiero mundial frente
al mito globalizador: el ejemplo de los fondos de pensión

1. Cabe señalar que el valor del comercio mundial es apenas un tercio del valor del producto mundial
bruto; eso indica que dos tercios de dicho producto se realizan en los mercados nacionales y no en
un hipotético mercado global. La apertura externa de las economías es menor en los países más desa-
rrollados que en aquellos de bajo nivel de desarrollo. La inversión extranjera ha financiado –aunque
desigualmente– transformaciones productivas, ha propiciado el incremento de la producción destina-
da a la exportación y ha aumentado la productividad y la competitividad, permitiendo así a los países
en vías de desarrollo, en proporción diversa, hacerse de economías de escala a través de sistemas de
producción internacional.
Sin embargo, más de 75% del total de los flujos mundiales de IDE se mueve entre países desarro-
llados; en realidad, ese flujo está concentrado en poquísimos países, no más de 15 economías.
Este fenómeno tiene un límite en el hecho de que las oscilaciones de las economías receptoras, hacia
adelante o atrás, son frecuentemente muy débiles. Esto significa que el crecimiento económico, la pro-
tección social y el empleo generados a través del efecto multiplicador pueden ser relativamente bajos.
Luego, el reforzamiento del mercado financiero, de las ganancias fáciles sin inversión productiva,
de las rentas financieras, se produce como resultado del ataque no solo al salario directo y al salario
indirecto, sino también al diferido, con la contrapartida de un empeoramiento de las condiciones de
vida de todos los trabajadores, ocupados o no.

2. Es desde esta perspectiva que se lee la fase actual del capitalismo mundial y de casi todos los orga-
nismos internacionales, hoy sometidos a las lógicas monetaristas de la contrarreforma del welfare State,
sostenida en el desmantelamiento de las conquistas sociales, económicas y de civilidad, a partir de la
demolición del sistema público de pensiones. El verdadero objetivo del capital, en este terreno, no es
definir de otra manera el Estado social, sino derribarlo; así, por ejemplo, no se trata de reformar las
pensiones, sino de privatizarlas, de hacer pagar a los trabajadores una alta contribución para enriquecer
al cartel de las aseguradoras.
Se introduce así, pesadamente, la lógica forzada de echar mano a los fondos de pensiones, sin con-
siderar los crack financieros y las repercusiones extremadamente negativas que para la economía real
han generado, por ejemplo, los fondos ingleses y estadounidenses. Piénsese que los fondos de pensión
del área del capitalismo anglosajón (Estados Unidos y Gran Bretaña) y del renano (Alemania y Japón)
mueven varias decenas de millones de millardos de liras que, al circular en mercados no disciplinados,
no controlados, en los que predomina un capitalismo salvaje que no persigue sino la mera realización
de la ganancia, crean serias descompensaciones sociales en términos de sustracción de recursos para la
inversión real, y por tanto mayor desempleo, mayor reducción de la calidad de vida en general y mayor
derrumbe de las garantías sociales colectivas.
Los fondos de pensión administran cifras impresionantes, que se desplazan de un país a otro en
pos de las inversiones de mayor rentabilidad: movilizan colosales intereses internacionales, aprovechan
toda ocasión favorable que ofrezcan los mercados y producen, así, inesperados apoyos para la coti-
zación de los títulos durante las tendencias alcistas e impresionantes caídas cuando la incertidumbre
predomina. De esta manera, se convierten en factor desestabilizador no solo de dicha cotización, sino

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


540
del mismo ordenamiento económico-social y político de los varios países que, de tanto en tanto, son
el blanco de la especulación financiera internacional. Considérese, además, que un fondo de pensio-
nes se constituye con el fin de brindar, con una cadencia preestablecida, una prestación en favor del
beneficiario, bajo la forma de renta o de liquidación del valor de los capitales. Se trata, en cualquier
caso, de prestaciones financieras generalmente honradas en el largo plazo, cuya gestión debería, por
tanto, estar ligada a políticas de inversión a mediano-largo plazo. Para ese fin se configuran los fondos
como inversionistas institucionales, que tendrían que actuar en función de una alta predictibilidad
para flujos de entrada y salida.
También en Italia, desde un punto de vista teórico, se intenta atribuir a la introducción de los
fondos de pensión la capacidad de desarrollar fuertemente el mercado bursátil, pero esto, ciertamente,
no puede ser válido para el mercado italiano, todavía asfíctico y atrasado con respecto a los de otros
países de capitalismo avanzado. Afirman, además, las más autorizadas fuentes institucionales, parti-
distas y sindicales, que los fondos de pensión deberían tener un efecto estabilizador y capacidad para
posibilitar una prolongación de la vida media de la deuda pública, estimular la propensión al ahorro a
través de una diversificación de los instrumentos financieros que se ofrecen a los ahorristas y favorecer
un proceso de redistribución de la propiedad de las empresas de nuestro sistema productivo, con todo
lo cual fungirían de vehículo para la difusión del accionariado popular y del ensanchamiento de las
bases de la democracia económica. Pero la realidad es otra. En los países donde los fondos de pensión
están más difundidos, países cuyos mercados financieros tienen un espesor y una extensión mucho más
significativos que en Italia, se han producido dramáticos episodios sociales que ponen en tela de juicio
la propia estructuración de esos fondos y revelan su verdadera función y finalidad.
De por sí, un fondo de pensiones debería estar caracterizado por un margen de riesgo no excesiva-
mente alto, ya que tendría que realizar solo operaciones de mediano-largo plazo. Pero la realidad ha
demostrado que la carrera por la ganancia ha incentivado la implementación de políticas especulativas
de corto plazo y la inversión de los fondos en el mercado accionario, en abierto contraste con los obje-
tivos de tipo previsional que debían privar, lo que en momentos de baja bursátil ha llegado a provocar
auténticos derrumbes, con impresionantes repercusiones para la estabilidad del fondo en cuestión y
para la marcha de la economía en general.
La experiencia ha demostrado, pues, que los fondos de pensión han tenido mayormente un efecto
desestabilizador del mercado, acompañado muchas veces de una elevación de los precios accionarios
por causa de la excesiva liquidez. Es entonces absurdo pensar que los problemas relacionados con la
crisis de la previsión pública puedan ser resueltos con el desarrollo de la previsión privada. La solución
ha de buscarse, en cambio, en el aumento de su nivel de eficiencia y en la procura de un equilibrio es-
tructural entre ingresos y gastos, entre modos de financiamiento y tipos de prestación. Esto solo puede
ocurrir a través de la ampliación de la base ocupacional, a partir de políticas de reducción inmediata del
horario de trabajo, con idéntico salario, y de la recuperación de la certeza de los derechos adquiridos.

3. La perspectiva debe ser la de canalizar el ahorro hacia las inversiones productivas, capaces de crear
trabajo, de crear riqueza que pueda medirse no exclusivamente en términos de PIB, sino también de
civilidad y humanidad, de impulsar asimismo una producción no mercantil, de desarrollar un tipo
de trabajo que pueda aportar mejorías significativas en el conjunto de las condiciones de vida, de las
relaciones sociales y de la protección social.

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


541
El incremento del grado de civilidad de una comunidad se mide por la capacidad de satisfacer las
exigencias colectivas de equilibrio económico-social, resolviendo los problemas de los ciudadanos más
débiles, para reducir las tensiones sociales y no para acrecentarlas con la inseguridad ante el futuro. Una
inseguridad que se debe también, por ejemplo, al efecto disruptivo de la falta de perspectivas ciertas,
efecto que la introducción y desarrollo de los fondos de pensión pueden provocar, tanto desde el punto
de vista individual, de cada trabajador, como, según se ha visto, en relación con el condicionamiento de
la economía real.

6. De la globalización de la pobreza y la desigualdad a la globalización


de los derechos de la humanidad

1. Como se ha visto, la financiarización de la economía se concreta, por ejemplo, a través de fondos


de pensión que, dentro de las dinámicas de la globalización, actúan en un contexto especulativo que
combina actualmente los efectos de la división de los mercados solventes a nivel internacional, de la
tecnología innovadora y de la internacionalización de las unidades de investigación y desarrollo, del
nuevo régimen jurídico del intercambio internacional y de los movimientos de capital, y que determi-
na las tasas de rendimiento y, por tanto, la escogencia de la localización de las inversiones. Estas últimas
pueden tener, pues, carácter productivo, y en tal caso se trata cada vez más de inversiones directas en el
extranjero, ejecutadas por empresas que quieren ubicarse en otros países a través de la creación de nue-
vos establecimientos productivos, o mediante la compra de cuotas de participación en sociedades ya
existentes19. De esta manera se puede hacer que las utilidades alcanzadas sean de nuevo dirigidas hacia
la inversión financiera, en pos de ganancias más fáciles e inmediatamente disponibles como masa de
dinero virtual, capaz de determinar procesos de desestabilización de las economías, incluso aquellas
de nivel medio-alto.
Se imponen así, de forma directa o indirecta, las vías geopolíticas y geoeconómicas de la “esta-
bilidad”, particularmente en América Latina, en la Europa central y oriental y en los países del Asia
central, punta de avanzada de los países con niveles medios de desarrollo.
Todo esto tiende a conformar una nueva división internacional del trabajo y representa un mundo
de posibilidades, pero también de desafíos, si se considera que la globalización neoliberal no ha sido
pensada para impulsar positivamente a los países en vías de desarrollo. A partir de este escenario se
empieza a hablar realmente de globalización.

2. En términos teóricos, pues, la globalización no es una categoría económica, como en cambio sí lo es


la internacionalización, que es más amplia y la contiene. En realidad, la globalización neoliberal, que
hemos caracterizado como la fase de la competencia global, es solo un concepto para indicar un paso
ulterior en la internacionalización del capital. La globalización es un fenómeno nuevo, pero con raíces
en el carácter internacional del capital, en el proceso de internacionalización del capital (que abarca la
centralización y la concentración).
La internacionalización del capital solo puede entenderse sobre la base del proceso de movimiento
en la esfera de la circulación y en su paso posterior a la producción, que corresponde históricamente

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


542
al surgimiento y desarrollo de las fases premonopólica y monopólica del capitalismo. Este último
concepto, que expresa relaciones económicas, de producción, de circulación y cambio, no puede, por
su grado de generalidad, ser sometido a otro.
No se puede olvidar que este proceso de internacionalización da lugar a la formación de un sistema
capitalista de economía mundial, constituido por agentes interactuantes de diverso nivel de desarrollo
y diferente estatus político: primero colonias, luego semicolonias y posteriormente neocolonias.
Esa diferencia es resultado de la acción a nivel internacional de la ley del desarrollo económico y
político desigual, que es alimentada por un fenómeno sin el cual el sistema capitalista, en su estado
actual, no podría sobrevivir. Se trata del “intercambio desigual”, que surge de las diferencias en los
niveles de intensidad y de productividad existentes entre los agentes del sistema, diferencias que hacen
que algunos países cedan a otros parte del valor que han creado.
La globalización neoliberal no es un proceso de homogenización del crecimiento del capitalismo,
que lleve a todos los miembros del sistema a un nivel superior de desarrollo. No se puede decir que
en los límites del capitalismo no se produzca crecimiento, pero este, aunque se derrama sobre la
periferia, se nutre del desnivel, de desigualdades que persisten entre unos y otros países. Este tipo
de globalización no tiende a eliminar las disparidades, ni tampoco puede. Por eso la globalización
neoliberal surge dejando tras de sí el obstáculo determinado históricamente por el capitalismo en
su desarrollo.

3. Todo el proceso de desarrollo del capitalismo ha transcurrido de esa manera: dejando tras de sí
los obstáculos de la desigualdad en los niveles de desarrollo, de las desigualdades estructurales, la
pobreza que afecta a estratos cada vez más amplios de la población mundial, los ciclos dependientes,
las asimetrías y la ausencia de bases materiales para los mismos ciclos. Esos desniveles y desigualdades
no han sido superados, a pesar de que el capitalismo alcanzó altos niveles de internacionalización
durante la Segunda Guerra Mundial. Fundamentalmente, la transnacionalización ha dado impulso a
la influencia de las multinacionales, al comercio mundial, a las inversiones y a la actividad financiera,
que han aumentado desmesuradamente. Un grupo de naciones capitalistas desarrolladas, comenzando
por Estados Unidos, controla –con evidente tendencia a la hegemonización– los elementos claves de la
economía mundial: producción, comercio, tecnologías y patentes, moneda, biodiversidad, economía
de mercado, narcotráfico, ambiente, licencias y demás.
Como fenómeno de mercado, la globalización es impulsada por una aparente capacidad de pro-
greso que la lleva a reducir el costo de los bienes, los servicios, el trabajo y la información. Las em-
presas multinacionales han adquirido, a través de la deslocalización, una capacidad extraordinaria
para fragmentar geográficamente los procesos productivos, y esto ha tenido como contrapartida el
fortalecimiento de la manufactura y de la inversión internacional.
La visión de la globalización neoliberal como fenómeno que los incluye todos, tiene como caracte-
rística la simplicidad, ya que es un fenómeno objetivo de internacionalización, unión y control de las
relaciones del capital: no puede eliminar las diferencias ni las desigualdades en el desarrollo, por tanto,
no puede consumar la existencia de un mundo totalmente globalizado.
La globalización neoliberal no abarca todos los contextos, en consecuencia es un fenómeno dife-
rente, que representa la fase actual del imperialismo: la de la competencia global. Mientras la interna-
cionalización y la transnacionalización son categorías analíticas, que están en el sustrato de todos los

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


543
procesos internacionales, la globalización todavía no lo es, en tanto que no es un fenómeno general,
sino una tendencia que aparece y que todavía choca con la diversidad y con las “razones del desarrollo
social”, a las que no llega ni es posible que pueda llegar.

4. La globalización neoliberal –vale decir, la fase actual de la mundialización capitalista, configurada


como competencia global– es, pues, una tendencia a la estandarización y homogenización de procesos
que se manifiesta en otras tendencias imperialistas, que a su vez remodelan el actual sistema neocolo-
nial. Al fenómeno de la globalización neoliberal lo acompañan también, en la superestructura de las
relaciones internacionales, las siguientes tendencias:

a) Erosión de la soberanía de los Estados, como fenómeno objetivo, influenciado por los procesos
económicos, a veces impuestos (y la consiguiente formación de organizaciones supranacionales,
de las cuales la Unión Europea es un caso emblemático).
b) La necesidad de integrarse para responder a los procesos de fortalecimiento económico y lograr
una participación ventajosa en la economía mundial obliga a los países que se integran a ceder
cuotas de soberanía, en función de políticas económicas que refuerzan los organismos suprana-
cionales y, de manera indirecta, a cada país miembro.
c) Existen las tendencias de la globalización política, sobre la base de la necesidad de regímenes
“democráticos”, pluripartidistas, con economía de mercado y “procesos electorales libres”, es
decir, libres para agentes externos en función de intereses del capital y del poder transnacional.

5. Cuanto se ha dicho es impulsado por un proyecto político que nos muestra la globalización no en
sus tendencias positivas y negativas, sino solamente como el mejor de los mundos posibles; que por
todos los medios intenta hablar de cosas en proceso como si fuesen fenómenos cumplidos y que
considera como algo objetivo el inducir modalidades de comportamiento para contribuir al paso de
lo ideal a lo real.
La globalización neoliberal es un fenómeno objetivo, que representa la etapa actual del proceso de
internacionalización del capital y de la producción. La transnacionalización, como fenómeno que es
parte de la internacionalización, lleva al control multinacional de los mercados, del flujo de capitales,
de las tecnologías y de la información. Pero el capitalismo no anula los procesos que lo caracterizaron
en sus estadios previos de desarrollo. Por eso, junto con los niveles de concentración y centralización
presentes en los procesos globalizadores, hay en el capitalismo regiones o áreas que, aunque sometidas
e influidas por los procesos de la actual mundialización capitalista, se mantienen en estadios anteriores
de desarrollo. Lo mismo ocurre con los países a escala internacional.
El capitalismo somete bajo su ley al resto de las formas de producción, propias de regímenes y
modos de producción anteriores, pero no puede eliminarlas, y más bien se alimenta de ellas. Así, por
ejemplo, junto con la producción altamente monopolizada e internacionalizada, sobrevive la pequeña
producción mercantil20. En los países en vías de desarrollo, y también en los desarrollados, este es el
caso de la llamada producción o economía informal.
Si bien es un proceso objetivo, que se basa en el desarrollo mismo del capitalismo, la globalización
neoliberal es también un proyecto de dominio. Este proyecto responde a las intenciones de acaudillar
tanto los procesos económicos como los políticos e ideológicos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


544
6. Vista como proceso, la globalización es el punto culminante de la dinámica histórica de expansión
del capitalismo, a la vez que efecto de sus leyes económicas: la centralización, la acumulación externa,
la concentración de capital y la acumulación interna, que se cumplen ahora a escala mundial y según
los principios neoliberales. En este proceso se intenta eliminar todos los obstáculos y las restriccio-
nes que los países imponen al ingreso de capitales financieros y de bienes y servicios provenientes
del exterior.
Lo previsible, entonces, es un crecimiento sin formas redistributivas, un crecimiento sin políticas
expansivas globales, un crecimiento que significará, una vez más, fortalecimiento del factor capital en
detrimento del factor trabajo, incremento de las ganancias –y sobre todo de las rentas– en perjuicio
del salario social integral. Un crecimiento destructivo de lo social, producido en un contexto en el
que se constriñe a todos los países a competir globalmente y se miden exclusivamente los incrementos
cuantitativos de los ritmos de crecimiento. De nada sirve disertar acerca del “crecimiento diversificado”
y los nuevos modelos de desarrollo sustentable, ni sobre vías para incrementar los recursos alternativos,
si ello no responde a la compatibilidad con los nuevos procesos internacionales de acumulación de
capital. En el modo de producción capitalista solo hay espacio para el máximo crecimiento cuanti-
tativo, del todo indiferente a la calidad del valor de uso convertido en mercancía; se trata, pues, de
crecimiento (cuantitativo) sin desarrollo social (cualitativo).
Triunfa entonces, al menos momentáneamente, el sistema capitalista estadounidense, que ahora
está en mayor capacidad de unificar e influenciar el mundo a través del modelo de capitalismo anglo-
sajón. Pero eso, ciertamente, no significa ruptura de la política multipolar impulsada con continuos
actos de guerra económica, que cada vez más asumirán la forma de guerra simple y llana por la afir-
mación de las jerarquías.

7. Probablemente Italia y los demás países europeos se preparan para políticas que no serán ya de
carácter fuertemente restrictivo, políticas de crecimiento, pero no sobre el clásico modelo keynesiano.
Se tratará de políticas restrictivas temperadas, moderadas, que sepan hacer convivir la recuperación
económica con el saneamiento del presupuesto estatal y la reducción de la deuda pública, para así
relanzar definitivamente el euro con una estabilidad asentada en las llamadas reformas estructurales
fuertes. Un euro que debe tener la función de catalizador de reformas de corte cada vez más “privati-
zador”, de manera que la competencia sea más y más desenfrenada y pueda la Unión Europea jugar
duro en ese escenario global. Pero para eso todavía son útiles las políticas de recorte del Estado social
y del sistema previsional y asistencial, con escasas posibilidades de crecimiento para la masa salarial y
las retribuciones en general y, por tanto, sin formas significativas de redistribución de la renta y en
particular de la riqueza producida21.
El escenario previsible apunta, pues, a la búsqueda de un reequilibrio entre la cotización del dólar y
la cotización del euro que, en lo sustancial, redefina y ponga en evidencia la estabilidad y potencialidad
de crecimiento económico de una Europa cada vez más cercana al modelo del neoliberalismo salvaje;
que al mismo tiempo haga resaltar las debilidades y los desequilibrios internos y externos de Estados
Unidos.
¿Y si el problema fuese Estados Unidos y no Europa? ¿Y si, en perspectiva, el verdadero problema
no fuera el euro sino el dólar? El duelo geoeconómico internacional entre el área del dólar y el área
del euro se juega precisamente sobre este punto, y los escenarios de guerra económico-comercial y de

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


545
guerra llana y simple, como ajuste de cuentas entre los dos polos, son factor de inestabilidad, pero de
gran presencia y actualidad.
En Europa, y en particular en Italia, el nuevo escenario será, en cualquier caso, el de un crecimiento
que no se acompaña con desarrollo económico-social general; es decir: con expansión del empleo,
incrementos del consumo y mecanismos redistributivos de la riqueza hacia el factor trabajo.
Cabe asimismo destacar una nueva dimensión objetiva del desarrollo de la internacionalización,
no solo en su aspecto económico, sino también por lo que toca a su incursión en todos los órdenes
de la vida, con lo que se entrelazan –si bien de forma desigual– la integración de las economías y un
complejo sistema institucional de políticas que abarcan un amplio abanico de temas, desde sociales y
culturales hasta militares, de seguridad y de relaciones exteriores.

8. Los instrumentos actuales de la democracia económica, incluida aquella de falso contenido repre-
sentativo (véanse los sistemas electorales de la mayoría de los países capitalistas), deben ser considera-
dos como un espacio para la discusión de proyectos, más que como un vehículo político legitimador
de proyectos económicos específicos.
Así, sobre la base de una posición democrática participativa, es preciso fortalecer la conciencia
social, a partir de la formación de un conocimiento teórico acerca de la globalización neoliberal y del
análisis de los proyectos económicos y políticos que giran en torno a ella. Es importante que haya
correspondencia entre conocimiento teórico y trabajo político en lo que respecta a las contradicciones
de esta globalización neoliberal, para, de esa manera, fortalecer los movimientos internacionales de
lucha y de resistencia en el terreno de la superación del capitalismo.

­— notas —

1 Autores como Hirst y Thompson (1997) subrayan mucho el lado subjetivo-proyectivo de la globalización, a la que en modo

alguno consideran un destino de la humanidad o un proceso irreversible. Referencia importante para nuestro trabajo siguen
siendo Casadio, Petras, Vasapollo (2003); Vasapollo, Casadio, Petras, Veltmeyer (2004); Vasapollo, Jaffe, Galarza (2005); Arrio-
la, Vasapollo (2004).

2 Sobre este histórico momento, véase el primer capítulo de Mandel (1997b) y Carlo (2000).

3 A este respecto, cfr. en particular Petras, Veltmeyer (2002).

4 Se trata de una teoría no demostrada y que no tiene prácticamente ningún valor cognoscitivo para la realidad social; por tanto,

no es científica.

5 El encubrimiento de que habla Dussel.

6 ¿Pero estamos verdaderamente seguros de que los mismos principios fundamentales del taylorismo no son aplicados hoy día

en los “nuevos sectores” económicos de los países de capitalismo maduro?

7 Tantos males acarreó a la teoría marxista la peligrosa rigidez (también en lo político) del obrerismo italiano (primera versión),

que veía en el obrero fordista-manual el único sujeto productor de plusvalía e identificaba, por tanto, al sujeto revolucionario

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


546
únicamente con la clase obrera de tipo “manchesteriano” (con base en un proceso de reducción de la clase trabajadora a la
clase obrera).

8 Lo que caracteriza a un sujeto como trabajador o no-trabajador son las funciones que cumple en el proceso productivo: si

desempeña o no la función del trabajador colectivo o la del capital. La pluralidad de funciones simultáneas, como serían la de
trabajador colectivo y la de capital, determina lo que Carchedi (1997) define como “nuevas clases medias”.

9 En un discurso más completo habría que tener presentes también a los trabajadores no productivos que, en todo caso, forman

parte de la clase trabajadora: aun cuando en términos de Marx no son explotados (ya que no producen plusvalía), sí son eco-
nómicamente oprimidos.

10 Cfr. también Petras (2003).

11 La superexplotación es garantizada incluso legalmente, gracias a la conformación de “zonas de apartheid laboral” como las

maquiladoras, las “zonas francas” y las llamadas export processing zones, donde no rige más ley que la del empresario local,
que hace custodiar los perímetros de su fábrica con guardias armados, impone jornadas de trabajo que alcanzan tranquilamen-
te las 16 horas y… todo ello sustraído al más mínimo régimen tributario (cfr. las interesantes páginas de Klein 2003: 256 ss.).

12 “Es evidente que una superganancia tan gigantesca (ya que los capitalistas se apropian de ella, además de la que exprimen a

los obreros de su ‘propio’ país) permite corromper a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera” (Lenin,
1001: 20).

13 En lo que toca a este punto, Jaffe ha criticado en más de una ocasión a los “euromarxistas” al estilo de Mandel, Bettelheim,

etcétera, por su sobrevaloración (“de matriz liberal”, al decir de Jaffe) de la alta productividad del trabajo en el “centro” como
fuente de salarios mayores y posiciones privilegiadas.

14 Jaffe recoge en varios de sus libros (1977; 1990) datos acerca de las diferentes tasas de ganancia logradas en los países de

capitalismo maduro y en los coloniales, que son interesantes e inducen verdaderamente a la reflexión.

15 Cfr., por ejemplo, Casadio, Petras, Vasapollo (2003); Vasapollo, Casadio, Petras, Veltmeyer (2004).

16 Dicho sea de paso: esta no es la primera globalización sino la tercera, y tiene por antecedentes las que se experimentaron en

las primeras décadas del siglo pasado y en torno a los años cincuenta y sesenta.

17 Sin duda, las ventajas de la producción capitalista se basan en la tecnología, en la organicidad de la producción y en su subor-

dinación al mercado.

18 Recuérdese que el manual de balanza de pagos del FMI define como “directa” la inversión que se hace para adquirir una “voz

efectiva” (o un interés duradero) en una empresa (direct investment enterprise) que opera en un país distinto de aquel en
que reside el inversionista. Las inversiones directas asumen tres formas principales: adquisición de participaciones accionarias
o de otro tipo en el capital de la empresa extranjera (equity); reinversión de utilidades no distribuidas por parte de la empresa
extranjera; otorgamiento de otros capitales non-equity (préstamos intersocietarios). El FMI incluye entre las direct investment
enterprises solo aquellas sociedades por las cuales el inversionista adquiere al menos 10% de las acciones ordinarias o del poder
de voto, aun cuando admite la posibilidad de utilizar criterios complementarios, capaces de identificar la presencia o ausencia de
un interés duradero entre el inversionista y la contraparte extranjera. Las direct investment enterprises son, a partir de allí,
subdivididas en associates (sociedades consolidadas en las que el inversionista posee hasta el 49%), subsidiaries (sociedades
controladas, 50% o más) y branches (filiales, 100%). Cfr. Banca d’Italia (1998: 101-102), Relación de la Asamblea General
ordinaria de participantes, celebrada en Roma el 30/05/1998.

19 En otras palabras, “este tipo de inversión se efectúa con el objetivo de adquirir el poder de decisión en una empresa en el ex-

tranjero. Eso incluye nuevas instalaciones, fusiones, adquisiciones corrientes entre las sociedades matrices y sus filiales en el

UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL...


547
exterior; además, una parte de tal inversión puede asumir la forma de adquisición de cuotas del capital de la sociedad”. Cfr.
Eurostat, L’Europa in cifre, III: 241.

20 Hasta el mismo esclavismo, que hoy continúa afectando a varias decenas de millones de personas en todo el mundo, incluyen-

do niños de cortísima edad.

21 Sobre estos asuntos, además de los libros citados en páginas anteriores, se hará en lo sucesivo frecuente referencia a Martufi,

Vasapollo (2003).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


548
séptima parte

ESCENARIOS NEOLIBERALES Y VIGENCIA


DEL ANÁLISIS CIENTÍFICO DE MARX EN LA CRÍTICA
DE LA ECONOMÍA APLICADA
Capítulo I
EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA
REVOLUCIÓN INDUSTRIAL1

1. ¿Cómo continúa la revolución industrial?

1. En los cambios de fase de la acumulación capitalista tiene una importancia fundamental la evo-
lución tecnológica. Dado que hoy la nueva fase concentra en un breve período de tiempo una gran
cantidad de transformaciones cualitativas del proceso de producción, se puede usar, ciertamente, el
término “revolución”.
Es entonces posible identificar, en la presente fase, una revolución industrial, que modifica el com-
portamiento estructural del sistema capitalista mientras conserva sus principios básicos de funciona-
miento, ahora bajo una forma más completa de socialización productiva. Con cada nueva revolución
industrial capitalista se modifican las formas de explotación del trabajo, alterando así las condiciones
para la manifestación de los conflictos de clase.
2. “Al igual que la primera, la segunda revolución industrial cambia esencialmente las fuentes de
energía de la producción y del transporte. Junto con el carbón y el vapor, el petróleo y la electricidad
hacen girar las ruedas y las máquinas” (Mandel, 1997: 617).
Partiendo de esa cita de Mandel, se puede definir la revolución industrial como un proceso cua-
litativo que modifica radicalmente las fuentes energéticas primarias que aseguran la reproducción de
todo el proceso productivo (aun cuando se sigan utilizando las fuentes “previas”), y que implica el
surgimiento de nuevos sectores en la producción de mercancías (como, por ejemplo, la industria
química, la metalmecánica, etcétera).
Sin embargo, esa revolución no es solamente un problema de materias primas, pues para que
estas puedan ser explotadas se requiere también de una nueva tecnología, que “salta” de un estadio
anterior a otro cualitativamente nuevo (y es ese salto cualitativo lo que posibilita la posterior difusión
cuantitativa). Pero el acceso a una nueva técnica implica una revolución en la estructura básica de la
actividad empresarial. Así, por ejemplo, de la organización productiva artesanal y familiar (“sistema
doméstico”), que precede a la primera revolución industrial, se pasa a las primeras formas de manu-
factura, para luego llegar a la fábrica y, finalmente, a la llamada fábrica social difundida posfordista de
la actualidad.
Este proceso de evolución técnico-organizativa no es neutro. La revolución técnica tiene como
presupuesto fundacional la sustitución del trabajo vivo (humano) por trabajo muerto incorporado en
las máquinas.
El artesano que posee un arte, un oficio, es progresivamente despojado de sus capacidades-cualida-
des laborales, sean intelectuales (de diseño, de elaboración conceptual) o manuales (de transformación
material de un valor de uso en otro nuevo). La tecnología lo reduce a simple ejecutor de movimientos
dictados por las máquinas (que han incorporado trabajo humano, intelectual y manual). El lugar de
trabajo y los instrumentos (medios) de producción ya no le pertenecen: son alienados a otros sujetos
que no desempeñan actividades laborales, sino solo de control, decisión y mando (coerción al trabajo).
La revolución industrial, sea desde el punto de vista de la técnica que desarrolla, de la organización
empresarial que se deriva de ella o de las materias primas y fuentes energéticas que se utilizan o explo-
tan en el proceso productivo, no es neutral, si se le analiza en el marco de las relaciones entre capital
y trabajo.
De hecho, la revolución industrial permite además otra clave de lectura, no solo como dimensión
productiva, sino también como dimensión de una revolución cultural empresarial. Si esa revolución se
concibe como el proceso histórico-técnico-social2 que transforma cualitativamente la relación capital-
trabajo y, por tanto, las modalidades de control del primero sobre el segundo, el “salto” entre la primera
y la segunda revolución industrial puede ser identificado en el generalizado proceso de automatización
del control del capital sobre el trabajo (la construcción de máquinas que se subsumen cada vez más a sí
mismas y, en consecuencia, también a las lógicas capitalistas que las regulan y fundan, el trabajo vivo).

3. Por revolución tecnológica debe pues entenderse un conjunto de innovaciones (de continuidad
sobre una misma base tecnológica) radicales (de ruptura con ella) que puede involucrar al conjunto de
los nuevos sistemas tecnológicos, con repercusiones directas o indirectas en casi todos los sectores
de actividad: se trata de un cambio de paradigma tecnológico. Piénsese en el cambio representado por la
fase fordista-keynesiana del capitalismo, vigente desde los años treinta hasta los setenta.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


552
El modo de producción de la base de desarrollo identificada con el concepto de taylorismo tiene
como principios de dirección y organización del trabajo:

a) La separación entre la concepción, la programación, el control de calidad del trabajo y su


ejecución.
b) La parcelación y la estandarización del trabajo.
c) La pérdida de la visión de conjunto del proceso de trabajo por parte del obrero (Ordóñez, 2004).

El motor a combustión interna y la electricidad ofrecieron la base tecnológica que permitió aplicar
los principios de la mecanización avanzada. La crisis del fordismo hacia fines de los años setenta,
traducida en crisis estructural de la economía mundial, hizo necesaria la búsqueda –que cumplieron
los economistas norteamericanos– de nuevos puntos de vista teóricos para superar la debacle en que la
estanflación había dejado los viejos paradigmas.
El nuevo ciclo industrial y el propio ciclo económico surgieron entonces de la electrónica y la
informática, como novedosa base tecnológica de la economía. Ello llevó a la sustitución del complejo
automovilístico, metalmecánico y petroquímico por el complejo electrónico-informático, como nuevo
núcleo integrador y dinamizador de la producción social y de la acumulación de capital. Todo esto se
traduce, actualmente, en un nuevo dinamismo económico o ciclo industrial.
Por lo que respecta a la estructura de los consumos nacionales, cabe destacar que la globalización
financiera y la internacionalización de la economía han influido en los equilibrios económicos, al
punto de que la distribución del ingreso a nivel nacional y la demanda de consumo no tienen ya la im-
portancia fundamental que revistieron en el modelo fordista. En esencia, se modificó también el papel
del Estado como operador económico y redistribuidor del ingreso a los factores de la producción. El
cambio ocurrido en el terreno productivo ha llevado a la desestructuración del trabajo y, simultánea-
mente, a la crisis del sistema general de garantías.
De esa manera, se desarrolla un sistema económico en el cual el gasto público no tiene por objetivo
un verdadero fortalecimiento infraestructural de la economía nacional, ni una eficiente producción
de servicios; por el contrario, se instituye una sociedad con mayores diferencias sociales, en la que se
reduce cada vez más el sistema de protección social de las capas ciudadanas más débiles. Esas capas no
dejan de crecer, hasta llegar a abarcar estratos a los que, hasta hace pocos años, se consideraba protegi-
dos (empleados públicos, artesanos, comerciantes). Se crean así nueva pobreza, nuevas necesidades y se
amplía, en definitiva, el área de la marginación social y absoluta.
Esta transformación, para efectos de la teoría económica, no es solo formal. Se trata, ni más ni me-
nos, de un cambio sustancial en el desarrollo de las fuerzas productivas, con lo que tiende a modificarse
también la aproximación teórica a la dinámica económica, en particular la del ciclo.
Estados Unidos es el país en el que el llamado capitalismo del conocimiento ha alcanzado su pico
máximo3, aun cuando eso ha provocado un conjunto de contradicciones, propias de las tensiones
implícitas en la aplicación de la revolución científico-técnica en una sociedad tan clasista y explotadora
como la del capitalismo norteamericano.
A esto se agrega que las exportaciones mundiales de la industria electrónica y de los instrumentos de
comunicación superan las automovilísticas, metalmecánicas y químicas, consideradas separadamente.
Eso no significa que estos tres últimos sectores no tengan ya importancia, pero sí hay en todo caso

EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


553
señales claras de que han dejado de constituir el núcleo fundamental y dinamizador de la producción
social y de la acumulación de capital.
El complejo o sistema electrónico-informático (SE-I) es un nuevo sector productivo, que no solo se
diferencia como tal sino que también toma distancia de las recaídas económicas generales del complejo
automovilístico-metalmecánico-petroquímico.

4. La dinámica del ciclo industrial del SE-I tiende, en comparación con la del ciclo fordista-keynesiano,
a modificar la marcha del ciclo económico de las siguientes maneras:

a) La fase expansiva del ciclo es más larga y el incremento de la productividad es mayor, debido al
papel dinámico de la oferta (a precios decrecientes) sobre la demanda, a su mayor integración
al resto de las actividades económicas y a la tasa más acelerada de innovación de la nueva base
tecnológica.
b) La fase de contracción del ciclo es menos duradera y recesiva (Ordóñez, 2004: 15-16).
c) El tiempo de rotación4 se ha reducido al mínimo: baste pensar en la posibilidad de adquirir
un producto informático un segundo después de su ingreso al mercado (o incluso antes) y sin
siquiera intermediarios comerciales5 .

La relación oferta-demanda, en la política económica, es por tanto escasa en inversiones, que deben
ser recuperadas en el ámbito de las nuevas formulaciones.
Las nuevas medidas de política económica a las que este ciclo induce parecen ser las siguientes:

a) Apoyo al surgimiento y desarrollo de sectores productivos claves en el SE-I, con efectos multi-
plicadores en la conversión y en la producción.
b) Estímulo al desarrollo de una infraestructura del SE-I, conforme a una estrategia integral que
considere un nuevo tipo de articulación en el ámbito de las restantes actividades económicas, así
como la importancia del trabajo intelectual calificado en los procesos productivos.
c) Promoción en el SE-I de una oferta creciente con precios decrecientes y medidas que eviten la
perpetuación del monopolio natural y estimulen la innovación tecnológica (Ordóñez, 2004).

De hecho, el SE-I surge como un sector clave en tres sentidos fundamentales:

– Brinda una mayor contribución al progreso tecnológico, tema central para el crecimiento eco-
nómico a largo plazo.
– Cuenta con una tasa de retorno mayor que la de cualquier otra actividad económica.
– Tiene efectos externos, como la aceleración de la innovación tecnológica, que benefician al resto
de la economía6.

5. Especialmente en la economía norteamericana, principal beneficiaria de la dinámica cíclica intro-


ducida por el nuevo paradigma tecnológico, se produjo un fenómeno de reactivación económica que,
iniciado a fines de 1982 (noviembre), se prolongó hasta el año 2000, con un solo y breve período
recesivo en 1991 (Bureau of Economic Analysis-BEA, 2004; 2006).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


554
También Europa juega, con sus especificidades, un papel clave en los esquemas de la nueva revolu-
ción industrial.
Los tratados de Maastricht y de Ámsterdam7 son la expresión de una política que sanciona el
predominio absoluto del mercado en la carrera por la definición y estabilización de un modelo de
capitalismo europeo, fuertemente imitativo del modelo estadounidense-anglosajón y al mismo tiempo
en competencia con él, con el fin de fortalecer el bloque polar geoeconómico europeo.
Pero Europa, a diferencia de Estados Unidos o Japón, o de otros países de Asia, no tiene una
política de crecimiento productivo de carácter unívoco y homogéneo, sino una serie de modelos de
crecimiento cuantitativo, que no son necesariamente de desarrollo económico y social, heterogéneos, a
veces nuevos, pero cualitativamente diversos. Lo que hace falta, en cambio, es una política que afron-
te activamente los problemas ocupacionales y de protección social. El problema de la desocupación
masiva existe en toda Europa: no es tan solo un problema de la coyuntura económica, sino un fenó-
meno estructural. Nos encontramos ante una situación en la que ni siquiera una plena recuperación
económica hace disminuir el número de desempleados: el crecimiento cuantitativo de la economía
no significa ni desarrollo socioeconómico comprehensivo ni crecimiento igual y territorialmente
homogéneo.
La despolarización productiva, el desarrollo económico-demográfico no metropolitano, la desin-
dustrialización acompañada de procesos de deslocalización y descentralización territorial, la descon-
centración productiva signada por la disminución de las dimensiones de la empresa, la formación y
el desarrollo de sistemas productivos locales caracterizados por su alta especialización, sus pequeñas
dimensiones y sus interrelaciones productivas: nada de esto se deriva de una naturaleza fisiológica
del proceso de difusión territorial, ya que esta es vista, en cambio, como el resultado de algunas
contradicciones del anterior modelo de desarrollo, así como de particulares condiciones exógenas y
endógenas a las áreas de “difusión” y de procesos de redefinición del modelo y el proyecto del capita-
lismo internacional.
La redistribución territorial no está determinada por una simple descentralización del capital, ni
es producida exclusivamente por la valorización de los recursos locales, sino que se debe, sobre todo,
a intensos procesos de reestructuración de los diversos capitalismos, incluso los de área regional con
connotación nacional (como la Unión Europea, por ejemplo) que, en busca de competitividad en el
plano internacional, determinan eficiencia a partir de la imposición de una fuerte movilidad espacial
y sectorial de la fuerza de trabajo, así como de la diversificación de los proyectos de flexibilización del
trabajo y del salario.
Entre las condiciones exógenas que favorecen la difusión, resaltan entonces el forzado incremento
de la productividad del trabajo –debido al papel de las nuevas tecnologías, que ya no son incorporadas
a grandes instalaciones (difusión horizontal)– y la crisis provocada de los mercados de productos estan-
darizados, además de la disminución de las barreras de entrada para nuevas empresas. Por consiguiente,
pequeña empresa y desarrollo difundido caracterizan un nuevo modo de organizar la producción con
profundas características de autonomía, pero siempre basado en formas más o menos sofisticadas de
explotación creciente de la fuerza de trabajo.

6. Todo parece indicar que la nueva fase de desarrollo del capitalismo, con todas sus crecientes con-
tradicciones, se caracteriza por aprovechar la valorización del conocimiento como principal fuerza

EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


555
productiva. Esto presupone una nueva forma de producción social, un nuevo ciclo industrial y una
nueva dinámica económica, dentro de la cual la explotación del trabajo tiene nuevos perfiles.
El paso hacia un nuevo paradigma tecnológico y hacia el modelo de acumulación, que tiene por
base tecnológica fundamental el llamado sector electrónico-informático, no debe hacernos creer que
la base tecnológica del sistema se ha modificado tanto como para haber eliminado las contradicciones
cíclicas y la base del ciclo fordista-keynesiano. Ante todo, porque el capitalismo nunca ha podido
homogeneizar su base tecnológica ni podrá hacerlo, ya que, como régimen de explotación, se nutre
de las asimetrías y de un conjunto de desigualdades sin las cuales no podría sobrevivir. Este paso a un
nuevo ciclo de acumulación, que no es el fordista-keynesiano y cuyo paradigma tecnológico es el sector
electrónico-informático, no es siquiera, al menos al comienzo, un fenómeno de los centros capitalistas
desarrollados, ni en general de aquellos que forman parte de la OCDE. No ha desaparecido tampoco
el “meollo racional” de las políticas keynesianas, es decir, la intervención del Estado en la economía.
Más bien, como siempre ha sucedido, el capitalismo avanza sobre la base de la ley del desarrollo
económico y político desigual, analizado por Lenin ya en El imperialismo…, y mantiene sus leyes en el
sistema empresa.

2. ¿Choque entre modelos de capitalismo?

1. En cualquier contexto espacio-temporal capitalista, la empresa tiene como objetivo fundamental


maximizar la ganancia a través de la optimización de los índices de eficacia y eficiencia, para satisfacer
a todos los poseedores de intereses (stakeholders) que a diverso título participan en la vida y los acon-
tecimientos de la empresa misma.
Con base en las modalidades de gestión de empresas, en los procesos redistributivos entre propie-
dad y control, en las escogencias de ubicación de cada país en las áreas de influencia del capitalismo
internacional, muchos estudiosos han llegado a identificar y distinguir varias formas principales de
capitalismo8.
Una primera forma, más caracterizada por la fuerte competencia empresarial e individual, refiere al
capitalismo de Estados Unidos, que, desarrollado con el surgimiento de la gran empresa, se caracteriza
por la presencia de un eficiente aparato gerencial, por estar dotado de imponentes medios financieros
y por el predominio de un mercado bursátil dominado por un alto accionariado empresarial. El mode-
lo de capitalismo personal-individual, que refiere sobre todo al caso británico, aun siendo en muchos
aspectos similar al norteamericano, es de naturaleza más personal-familiar. La naturaleza familiar y
no gerencial de la propiedad ha llevado en Inglaterra al desarrollo de un sistema económico y social
cerrado, que aspira sobre todo a la conservación de los privilegios adquiridos; esa situación no ha per-
mitido el nacimiento de un sistema gerencial eficiente y competitivo, capaz de promover un desarrollo
adecuado de la economía británica.
Alemania, y de manera similar Japón, han sustentado su desarrollo capitalista en rasgos comuni-
tarios, en los cuales la empresa está constituida por diversos sujetos económicos que trabajan, cada
uno en su propio papel, por el logro de un objetivo común: el desarrollo a largo plazo. La ganancia
inmediata exigida por los stakeholders estadounidenses es sustituida por el incremento del valor de la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


556
empresa a largo plazo, de manera que la ganancia inmediata es menor pero la preocupación por una
vida empresarial de larga duración es mayor. Similar al capitalismo alemán, como se ha dicho, es el
modelo existente en Japón, posiblemente más basado en el sentido de pertenencia a la “comunidad
nacional”. Para muchos estudiosos, el sistema de estos dos países se denomina modelo renano-japonés.
En el modelo de capitalismo anglosajón, las public companies se caracterizan por la fluidez del
capital, ya que los accionistas, para minimizar los riesgos, tienden a conservar por poco tiempo sus
paquetes accionarios; el carácter predominantemente especulativo de la inversión, dirigida a obtener
resultados a corto plazo, hace que aquellas que no produzcan rendimientos inmediatos sean poco apre-
ciadas. En un contexto de “revolución gerencial”, las public companies marcan la pauta en el mercado.
En efecto, la distinción entre quienes detentan el capital y quienes efectivamente ejercen el control de
la empresa se ve favorecida por la capilarización del capital accionario: al estar el capital subdividido
entre una miríada de pequeños accionistas, resulta imposible establecer líneas de acción desde el res-
pectivo consejo de administración. De allí el papel fundamental del gerente que, desvinculado de la
propiedad de los capitales, condiciona y decide la política de la empresa.

2. En general, el modelo de capitalismo anglosajón se ha basado fundamentalmente en el mercado


financiero, donde se cumplen, en efecto, fuertes procesos de financiarización de la economía: allí las
finanzas se convierten en autorreferente; justamente en eso se basan los procesos de globalización.
En esa lógica, el capital se desplaza a donde rinda más, persigue la ganancia a todo costo y en toda
condición: utiliza el trabajo donde cuesta menos, lleva a cabo la producción allí donde menores son los
controles sobre el impacto ambiental, absorbe el ahorro y adelanta, cada vez más, procesos de separa-
ción con respecto a la economía real. Se crea así una realidad en la que son cada vez mayores la se-
paración y el desdoblamiento entre la economía real y las finanzas, y en la que estas últimas, incluso,
premian los desempeños negativos de aquella (como, por ejemplo, la flexibilización de los salarios y la
disminución del empleo).
Se trata, en última instancia, de un modelo de capitalismo –con su correspondiente sistema em-
presarial– que se concreta en una economía financiera fuertemente especulativa, que prevalece sobre
las exigencias de la producción y de la economía real y las ahoga. Un sistema en el cual globalización
significa dominación del mundo a través de la usura del capital, expulsión de las empresas más débi-
les –fuera del mercado y de la exclusiva competencia por la ganancia–, crecimiento del desempleo y
uso cada vez más desenfrenado del trabajo superexplotado, todo lo cual amplía las bolsas y áreas de
miseria absoluta.
A partir de los años ochenta, en Estados Unidos muchos se dieron cuenta de la necesidad de limitar
el poder excesivo de los gerentes y se ha intentado hacer más sólido el accionariado a través de inver-
sionistas estables, capaces de propiciar una mejor concentración de la propiedad. En esa perspectiva, se
produjo una disminución del número de inversionistas privados y surgieron las relationship investing,
sociedades financieras que obtienen un papel directo en la gestión de las empresas mediante la adqui-
sición de elevadas cuotas accionarias. Siempre en la óptica de concentrar la propiedad, se ha pensado
en transformar a los gerentes en accionistas, para involucrarlos más directamente en la suerte de la
compañía, y se ha establecido que los consejos de administración de las grandes sociedades, además de
reunirse más frecuentemente y en presencia de solo uno o máximo dos gerentes, deben manejarse en
una relación más estrecha y directa con los propietarios.

EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


557
Con una estructura particular de la composición accionaria, la empresa consociativa, típica del
sistema alemán y japonés, se caracteriza por su orientación al incremento del valor a largo plazo, por la
fuerte presencia de operadores financieros entre los accionistas y por su elevada noción de la gerencia.
Hay en este tipo de empresa un llamado “núcleo duro”, constituido por los accionistas estables, que
detentan la mayor parte del capital, y una multitud de accionistas menores, que poseen solo la parte
que efectivamente se transa en el mercado. Los bancos, los inversionistas financieros y los poseedores
de fuertes intereses empresariales –como los propietarios originales– concentran elevadas sumas de
capital; no obstante, ningún accionista tiene posibilidad de alcanzar posiciones de mayoría absoluta.
El sistema empresarial alemán se caracteriza por sus numerosas analogías con el japonés. En este
modelo se establece, en efecto, un equilibrio entre accionistas, estructuras públicas y bancos. Cabe
destacar, sin embargo, que en el curso de los últimos 30 años se ha producido una caída consistente de
la presencia de accionistas privados y del sector público, en favor de una participación creciente de las
compañías aseguradoras y los bancos. Se producen frecuentemente cruces accionarios entre los bancos
y las empresas, o entre estas últimas. El modelo alemán, al igual que el japonés, se caracteriza asimismo
por su sistema de “cogestión”: en esencia, entre los stakeholders presentes en la gestión se cuentan tam-
bién los trabajadores, por medio de sus representantes sindicales. En la práctica, la corresponsabilidad
se aplica a través de los sindicatos, del consejo de empresa (en el cual son interpelados los trabajadores
por asuntos de personal) y del consejo de vigilancia (que postula al director o gerente responsable de la
gestión). Se determina de esta manera una compresión forzada de los conflictos internos. El sentido de
pertenencia y de cooperación hace a la organización empresarial alemana muy fuerte y estable.
Los trabajadores, que en este contexto obtienen (como contrapartida de la “paz empresarial y so-
cial” pactada) salarios más elevados, al trabajar un horario menor que el promedio anglosajón, de-
muestran un mayor sentido de “fidelidad” a la empresa, con lo que aumenta el poderío del sistema
económico alemán.

3. En todo caso, cualquiera sea el sistema de empresa, los diversos modelos de capitalismo han encon-
trado univocidad de intenciones a través de los procesos de financiarización, de nuevas modalidades
de explotación del trabajo y de la reestructuración del mercado, todo lo cual se traduce exclusivamente
en procesos expansivos de las empresas, que las conducen al éxito y las afirman en el largo plazo. Esto
se torna posible gracias a una puntual función gerencial y a la intervención directa del profit State,
como portador de la cultura y los intereses empresariales, con miras a un éxito que se mide no solo
y no tanto en capacidad de utilización de técnicas, instrumentos y desempeños innovadores, como
en la imposición de modelos conductuales que sepan expresar el más alto nivel de coherencia con la
programación estratégica de fondo de la cultura empresarial, para transmitirla al cuerpo social. La
gerencia que actúa en la realidad operativa del día a día debe tener un alto nivel de adaptabilidad a los
cambios técnico-organizativos internos y a las volubles condiciones ambientales externas; sobre todo,
debe basarse en la flexibilidad de las estructuras del mercado de trabajo, que varían continuamente.
Además, debe saber convivir con la formulación estratégica de fondo, centrada en el control social,
para determinar las formas de ser –en lo económico y lo social– de una empresa difundida socialmente
en el tejido territorial.
Con este nuevo modo de ser, la empresa estará lista para afrontar los desafíos del nuevo siglo
con eficiencia y sentido innovador, y sabrá implementar planes operativos para la acción de control

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


558
social, con la justa combinación de “táctica y estrategia”. Capacidad, pues, para activar metodologías
actualizadas en la gestión de los procesos de control de la fuerza de trabajo, con alta potencialidad
anticipatoria pero también con datos de flexibilidad para rápidas correcciones de tiro.
Esto solo es posible si la empresa flexible, al diseñar su estrategia, considera como un elemento
primario de esta la inserción planificada de su propia cultura en el cuerpo social. Una conjunción de
planificación y estrategia, donde la estrategia se entiende como acumulación sistemática de conoci-
mientos y capacidad de escoger entre alternativas variadas, de manera planificada, para así participar
con las “armas” adecuadas en el conflicto competitivo del mercado. Se trata de una lucha que impone
la sobrevivencia de los más fuertes en un espacio vital limitado y defendible solo mediante una pla-
nificación empresarial estratégica que asume las características de una “operación militar” contra la
competencia, pero en particular contra el cuerpo social, a fin de provocar procesos de acumulación
flexible.

3. Nuevos esquemas en el gobierno de la empresa

1. Es la función empresarial en el cuerpo social lo que predomina con respecto al sujeto. En conse-
cuencia, la nueva figura empresarial no puede ser sino de naturaleza plural e identificarse, casi exclu-
sivamente, con el top management, aunque a veces también puede ser aportador de capital de riesgo.
Se trata de un nuevo sujeto o, mejor dicho, de un pool de sujetos, capaz de dinamizar la función em-
presarial, y en particular para todo lo que corresponde a su imagen en el cuerpo social. Esa imagen se
identifica como una iniciativa empresarial cualquiera, caracterizada por la innovación, la subjetividad y
la gestión racional del consenso en torno a la cultura de la empresa, que se derivan de una innovación
de cualquier tipo proyectada en el territorio.
La función empresarial es gobierno de lo diversificado, de lo multiforme, porque al difundirse en el
territorio crea para la empresa imagen y consenso, tanto interno como externo, y aumenta así su valor
futuro, sea en términos de capital intangible o de retorno de inversión, en capital material o financiero,
con lo cual incrementa, en última instancia, los procesos de acumulación flexible.
Relevante para la función empresarial es difundirse en el territorio, establecer para la empresa flujos
informativos de entrada y de salida, dirigidos al consenso social. El bagaje de experiencias empresaria-
les y gerenciales se transforma así en patrimonio de la empresa, en acumulación flexible, al recibir y
distribuir en el cuerpo social, a sus propios y exclusivos fines, el recurso “información”, con el objetivo
de ampliar las oportunidades creativas y de innovación.
De esa manera, al aumento del valor patrimonial de la empresa le corresponde un incremento de
su valor social, capaz a su vez, este último, de nutrir y caracterizar los procesos de desarrollo de todo el
sistema económico, al exportar hacia el territorio únicamente cultura empresarial; al mismo tiempo, se
enriquece cualitativamente la función empresarial con la adquisición de flujos informativos, dirigidos
a controlar la complejidad y turbulencia del ambiente socioeconómico9.
Fundamental, para ese fin, es establecer flujos informativos continuos con el exterior, tanto de
entrada como de salida, y administrar y controlar el recurso “información” en términos de incrementos
de valor, de acumulación flexible.

EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


559
2. La evolución de la información ha ocasionado, pues, un importante cambio en la función empre-
sarial. La importancia del recurso “información” se deriva del hecho de que toda unidad o persona
que esté a cargo de las decisiones en la empresa, necesita buscar, adquirir y elaborar informaciones
para adelantar una gestión económica equilibrada. La empresa, al insertarse en mercados cada vez más
complejos y dinámicos, debe producir y transmitir flujos informativos de calidad cada vez mayor, en
paralelo con la intensificación de la complejidad ambiental y con el crecimiento de las formas que
potencialmente asume el antagonismo social. Si la función empresarial tiene como tarea estratégica
modificar el equilibrio del mercado, entonces la información se convierte en recurso intangible de valor
estratégico, y será cada vez más utilizada por el decision making para las estrategias globales de control
social, a los fines que impone la competitividad del mercado. La gran habilidad reside, entonces, no
solo en recabar información, sino en utilizarla de manera altamente competitiva y a la vez diferente
a la de la competencia, con el único vínculo común de transmitir al cuerpo social las ideas-fuerza del
mercado, que deben convertirse en ideas-guía para la sociedad entera.

3. Esas dinámicas identifican al posfordismo, basado cada vez más en la acumulación flexible a través
de los recursos del capital intangible.
Como se ha destacado ya anteriormente, desde las formulaciones de Marx acerca de la diferencia
entre trabajo simple y trabajo calificado, el capital tiende a aumentar la relevancia de los recursos in-
materiales, que posibilitan márgenes más amplios de ganancia y con menores condicionamientos. En
los años sesenta, esa característica del sistema capitalista fue identificada y tematizada para explicar las
cualidades específicas de las sociedades occidentales de consumo, caracterizadas por marcados procesos
de tercerización y potentes impulsos homologadores. En la original y heterodoxa disertación de Guy
Debord sobre la sociedad del espectáculo, que utiliza las categorías marxistas a la luz del nuevo paradig-
ma, el peso de los recursos inmateriales en el nuevo curso es ejemplificado con el valor que asumen la
publicidad, la marca, la exhibición del valor, que Debord clasifica bajo el término de “espectáculo”. En
la célebre tesis 34 del texto, el espectáculo es definido como “el capital a un grado tal de acumulación
que deviene en imagen” (Debord, 2002: 64).
El recurso inmaterial maximiza el proceso de acumulación, al tiempo que lo hace flexible y adap-
table a las fases del mercado. En la organización de la producción, ha implicado el paso de modelos
empresariales fuertemente jerárquicos a otros que están basados en la progresiva descentralización de
las funciones y en nuevas formas de trabajo precario, flexible, escaso en garantías.

4. Las funciones del sujeto empresarial en los diversos modelos de capitalismo son hoy, por tanto,
también diversas, porque lo es asimismo el punto de observación que influye o regula las relaciones
entre empresa y sociedad. En verdad, es ya predominante la idea de que en la sociedad civil el interés
general debe ser el de la cultura de empresa10. Consecuentemente, la función primaria de la fórmu-
la empresarial es sin duda la de comunicarse de la mejor manera posible con toda la colectividad,
superando definitivamente la valoración y la concepción centradas en el papel de la organización
tradicional de la empresa como fuente exclusiva de una acumulación basada en el solo trabajo de sus
propios integrantes.
Es en función de esa nueva realidad que se hace cada vez más evidente la separación entre sujeto eco-
nómico propietario (empresario-propietario) y sujeto gestor y de control (empresario-gerente-gestor),

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


560
reservándose para este último la guía de la empresa, la capacidad de impulsar las potencialidades de los
procesos innovadores y la facultad de adoptar decisiones de carácter estratégico. Las dos especificidades
se reúnen, eventualmente, en las funciones unitarias de un sujeto plural con facultades estratégicas
totales, capaz de sintetizar la profesionalidad gerencial y el espíritu dinámico y orientado al riesgo del
empresario en un todo único de capacidades para la acumulación flexible, derivadas de procesos de
explotación de todo el cuerpo social y no solo de los trabajadores de la empresa.
Ya la figura clásica del empresario individual, como poseedor del capital pero también de la creati-
vidad, innovación y capacidad de riesgo, figura ligada a la fase de desarrollo de la empresa “fordista” o
“tradicional”, ha quedado relegada a las sociedades de pequeñas dimensiones. Hace más de diez años
se abrió la fase de desarrollo definida por el management empresarial, seguida por la era de la empresa
gerencial, hasta llegar ahora a la fase de la empresa posgerencial, que en la era posfordista proyecta
una empresa socialmente difundida en el sistema territorial y centrada en los recursos del capital
comunicación.

5. La última fase en el desarrollo de las empresas –que estamos ya viviendo– constituye una nueva
época, por la complejidad y vitalidad de la relación entre empresa y contexto organizativo y territorial
en su conjunto. En esa óptica, tanto la propiedad como la dirección están llamadas a desempeñar roles
diversos, en función de un ambiente complejo, turbulento, caracterizado por el marcado dinamismo
competitivo del mercado y por la potencialidad de conflictos sociales, que deben ser dominados pre-
ventivamente. La sumatoria de la eficiencia gerencial y el innovador carácter patronal constituye la
nueva frontera para las funciones de gobierno empresarial sobre el completo macrosistema territorial
de una fábrica social generalizada. Las funciones de control son incorporadas progresivamente a las
máquinas, de manera tal que su utilización obedezca a códigos conductuales inscritos en estas; vale
decir, previstos, programados, inducidos e impuestos por el capital.

4. Empresa posfordista y economía del conocimiento

1. La industria informática avanza ya hacia la llamada “tercera fase”. Cabe recordar que la primera
está asociada a los grandes procesadores, los grandes terminales no-inteligentes, utilizados solo por las
empresas mayores y únicamente para la administración y la contabilidad. La segunda, que abarca los
últimos 10-15 años, se distingue por la fuerte expansión de la automatización individual gracias a la
presencia de la computadora personal, que entró no solo en las oficinas sino también en las casas de
una gran cantidad de personas, al tiempo que las empresas se han visto cada vez más forzadas a invertir
en telecomunicaciones e informática. La tercera fase, en cambio, se caracteriza por la información
multimedia que difunde, con presencia de tecnologías siempre novedosas que deben ser actualizadas
constantemente, mediante la cooptación salvaje de intelectuales de diverso tipo; en última instancia,
se distingue sobre todo por el totalitarismo de la comunicación estratégica desviante.
El capital intelectual estructural es lo que transforma a “un monje escribano que cumple preci-
sas pero lentas labores de caligrafía en el hombre-imagen cautivante y homologante de la comuni-
cación televisiva desviante”; es lo que difunde y amplifica las potencialidades y el valor del capital

EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


561
intelectual humano, y permite que sea utilizado y reutilizado para crear nuevo valor, nuevo patrimonio
empresarial.
Y todavía más:

El capital humano, es decir, la savia que corre bajo la corteza del árbol, produce innovación
y crecimiento, pero ese “anillo” de crecimiento deviene en maciza madera, se convierte en parte
integrante de la estructura del árbol. Lo que el capitán de industria debe hacer (...) es contener y
preservar el conocimiento, a fin de que se transforme en propiedad de la empresa. Es lo que llamamos
capital estructural (Stewart, 1999: 164).

El capital intelectual estructural tiene, pues, la tarea de recoger en la empresa el conocimiento para
no dejarlo perder, y tiene además el objetivo de vincular a los hombres con los datos, con las compe-
tencias, con los consultores, con los recursos estratégicos intangibles.
El capital intelectual clientes está representado en el valor de la relación establecida entre la empresa
y aquellos que recurren a sus servicios, y se vale de indicadores apropiados para conocer la tajada de
mercado que se ha conquistado y la manera de hacer frente a las exigencias de la clientela. El capital
intelectual humano homologado se convierte en dinero a través de la relación con esta última, que
constituye el capital más precioso para el sistema empresa. El capital clientes es una suerte de consenso
social en torno a los paradigmas de la ganancia.
La comunicación integrada se hace desviante no por ser un recurso del capital intangible empresa-
rial, sino porque, a través del capital intelectual humano homologado, es a su vez función creadora en
lo social de recursos intangibles compatibles, como el conocimiento interactivo continuo, la imagen y
las conductas ético-sociales de la empresa: en pocas palabras, la “cultura empresarial de y en lo social”.
El modelo comunicacional desviante integrado, que el profit State ha hecho suyo, transmite una cultu-
ra desviante, lo que permite a sus varios interlocutores medir la capacidad de la empresa para involu-
crarse en la preservación de un justo equilibrio entre rentabilidad, competitividad, economicidad de la
gestión e imposición de los valores ético-sociales del mercado a todo el cuerpo social.

2. La imagen social de la empresa se forma a través de las conductas que un capital intelectual humano
homologado y de alto nivel hace propias y transmite. La homologación resulta mejor representada
y es más eficaz sobre el público en general, si la vehicula y dirige un sujeto intelectual moderno y
“alternativo”, características que son más propicias para llevar a un tipo de involucramiento basado en
la comprensión y aparente respeto de los intereses colectivos, mediante la consolidación de un “garan-
tismo económico consociativo”. Garantismo entendido como salvaguarda de la libertad económica,
de los intereses de la empresa, pero siempre en un sentido de homologación de la sociedad civil a los
parámetros de la competencia capitalista.

3. Se trata de una auténtica guerra de la cibernética y de la posinformación, ya que el imperio del


capital ha terminado por asumir el recurso de la comunicación desviante como elemento fundamental
del domino y control social, de la acumulación flexible basada en el uso privado de todo espacio pro-
ductivo y social. Una lucha, pues, por el dominio del capital de la abstracción y del capital intelectual
humano homologado, que restringe los espacios vitales para la intelectualidad independiente, es decir,
aquella que quiere seguir siendo cultura y no convertirse en capital.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


562
Sin forzar la terminología, y muchas veces ni siquiera las modalidades de acción (ya que encuentran
correspondencia en la realidad operativa de cada día), puede decirse que la cultura empresarial, en esta
dimensión de control social, además de operativo, se inspira en doctrinas militares; por eso, ella presu-
pone necesariamente un procedimiento metodológico y un proceso sistemático que contempla táctica
y estrategia, como proyecto global de alta interdependencia interna y proyectado al exterior sobre el
cuerpo social en su conjunto. Esa concepción se formó en (y es típica de) los modelos culturales de la
gerencia occidental, en la cual el enfoque administrativo del recurso información es de tipo cuantitati-
vo y persigue la optimización del ciclo productivo, por lo que refiere a análisis de costos-beneficios casi
siempre exclusivamente centrados en el aporte-consumo de recursos materiales.
Distinto es el enfoque, por ejemplo, de las empresas japonesas, cuya gerencia apuesta muchas de las
posibilidades de éxito (las personales como las organizacionales) a la gestión de los recursos intangibles,
basados en la información y, consecuentemente, en su acumulación. De allí que busque crear un
capital intangible de carácter directa o indirectamente informativo.
En este tipo de cultura de la gestión empresarial, la información, y por tanto el conocimiento y
la comunicación, asumen relevancia estratégica. Es en la inversión de esos recursos que se juegan las
posibilidades de conseguir para la empresa ventajas competitivas de carácter permanente, utilizando
la comunicación como vehículo para plantar la imagen de la cultura de empresa en el territorio.
En este enfoque, es la creatividad de la gerencia lo que, a partir del conocimiento, desarrolla nuevo
conocimiento, al tiempo que identifica, en el desarrollo de los recursos intangibles, las modalidades
de acción de las técnicas de acumulación flexible, basadas en la comunicación y en las técnicas del
ciclo productivo en su conjunto. En consecuencia, tanto la estrategia general de la empresa como las
decisiones contingentes de carácter táctico-operativo se recomponen en el capital cognoscitivo del cual
la gerencia debe ser portadora, gestora y creadora, en un contexto de continuo aprendizaje enfocado
hacia la acumulación flexible, centrada a su vez en el conocimiento y en los recursos intangibles, en
sentido general.

4. De esta manera, en cualquier modelo de capitalismo o sistema empresarial, si la táctica es el arte


de las decisiones contingentes, el pensamiento estratégico elabora modelos decisorios de consenso en
torno a las actividades que constituyen el aparato motriz de la empresa. Esas actividades, tanto las ya
iniciadas como aquellas en las que es posible insertarse, tienen en todo caso el objetivo de impulsar
políticas realizables y coherentes con las prioridades y finalidades últimas de la organización, basadas
en la imposición de la propia cultura al cuerpo social. Si la eficiencia, como relación cuantitativa entre
input y output, es considerada por muchos como un indicador de corto plazo, la eficacia total de la
acción empresarial se mide por el impacto global que tiene sobre el ambiente externo a largo plazo. En
definitiva, es la evolución de la relación empresa-mercado o, mejor dicho, el mejoramiento global de la
calidad del vínculo empresa-ambiente, en términos de dominio, lo que determina el éxito, el desarrollo
eficiente y eficaz de la empresa como sistema de control y dominio social.

5. Ha sido este tipo de enfoque el que ha llevado a la afirmación del modo de hacer empresa del
capitalismo japonés, que luego se ha difundido en los sistemas empresariales occidentales. Se trata,
en última instancia, de un modelo cultural comprehensivo, generalizado, basado en la valorización de
los recursos intangibles, en la canalización de los vínculos derivados del contexto ambiental externo

EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


563
hacia el propio provecho, en el concepto de cooperación y el espíritu de colaboración. En ese sentido,
la optimización de los resultados de la gestión empresarial debe conjugarse con un aparente bienestar
de los trabajadores y con el interés general de la colectividad, pero siempre sometidos, ambos, a los
intereses y a la cultura de la empresa, que se hace cultura del cuerpo social.
Esta nueva comunicación y cultura de lo social es, pues, coercitiva, pero al mismo tiempo poderosa-
mente creativa, nómada y dinámica, tanto la de tipo interno como –sobre todo– la externa. Es perma-
nentemente utilizada para desarrollar, mantener y defender constantes contactos socioeconómicos de
aparente satisfacción mutua, tareas en las que tiene como vehículo un capital intelectual homologado
–es decir, recursos, inteligencias y hombres al servicio de la cultura de la ganancia– que crea consenso
social y valoriza todos los recursos y la cultura de la empresa.

6. Algunas consideraciones en torno a los razonamientos anteriores, para arribar luego a conclusiones:

a) El proceso de sometimiento real del trabajo al capital es el fundamento ideal de la sociedad


capitalista, ya que permite subordinar al obrero tanto en la producción como fuera de esta.
b) Ese proceso crea condiciones nunca antes sospechadas para la endogenización del progreso
científico-técnico en la producción, lo que al mismo tiempo reduce el trabajo inmediato a una
cuota mínima, objetiva el conocimiento en el capital y lleva a altos niveles la productividad del
trabajo.
c) Si la producción de riqueza se mide en el capitalismo por el tiempo de trabajo inmediato, la
difusión de las máquinas impulsa el desarrollo del conocimiento y su determinación como
fuerza productiva general, con lo cual propicia asimismo el desarrollo del individuo social.
d) Sin duda, el capitalismo se resiste y mantiene su medición del tiempo de trabajo como signifi-
cado de riqueza para su apropiación gratuita; intenta, pues, medir con el tiempo de trabajo la
magnitud de las fuerzas sociales y reducirlas a los límites requeridos, para que el valor creado se
conserve como tal.
e) La apropiación privada de los resultados de la producción y el crecimiento autosostenido del
valor son la razón de ser del capital. Para el capitalista, el desarrollo del conocimiento, de la
ciencia y de la tecnología, así como las relaciones sociales en las cuales se inscriben esos procesos,
no son más que instrumentos para alcanzar el objetivo de incrementar el trabajo ajeno y, por
tanto, la explotación de los trabajadores.
f ) En esas condiciones, si el trabajo inmediato deja de ser la fuente de la riqueza, el tiempo de
trabajo deja de ser su medida; por tanto, el valor de intercambio deja de ser la medida del valor
de uso. A partir de esta conclusión de Marx, se puede decir que en la nueva sociedad que supera
al capitalismo, el tiempo de trabajo no es la medida de la riqueza, ni el valor de su expresión más
inmediata. De allí la histórica polémica acerca de la vigencia de la ley del valor y de las relaciones
monetario-mercantiles en el socialismo.
g) Ese desarrollo apunta a que la reducción del tiempo de trabajo inmediato incremente el libre
desenvolvimiento de la individualidad y aumente el tiempo libre, que podrá ser dedicado a la
formación artística y científica.
h) En ese contexto, la riqueza real es la fuerza productiva de todos los individuos y su medida no
es ya el tiempo de trabajo sino el tiempo disponible, el tiempo libre del trabajo.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


564
i) Las fuerzas productivas han alcanzado un desarrollo tal, que no pueden seguir atadas a la apro-
piación privada de la plusvalía, sino que es la masa obrera, es decir, la clase que vive del trabajo,
la que debe apropiarse de su plustrabajo.

­— notas —

1 Sobre los temas tratados en este capítulo, serán frecuentes las referencias a Vasapollo (1996) y Martufi, Vasapollo (2000b).

2 Se pretende aquí solamente una lectura parcial de la revolución industrial, haciendo abstracción de las relaciones intercapitalis-

tas-interimperialistas y entre Estados dominantes y Estados dominados (colonias, en cualquier caso, como diría Jaffe) que, sin
embargo, son elementos fundamentales del movimiento de producción capitalista y están asimismo en la base del “estallido”
y la difusión de las revoluciones industriales.

3 La Unión Europea procura seguirle los pasos y superarlo. Al menos, esos son los objetivos que se planteó en Lisboa en el año

2000: “convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de impulsar un
crecimiento económico sostenible, con nuevos y mejores puestos de trabajo y una mayor cohesión social”.

4 Sobre la importancia de la compresión del período de rotación, véanse las bellas páginas de Dussel (2004b: cap. 13), que lee

los Grundrisse.

5 Ciertamente, este sector está también más expuesto al peligro de la duplicación “libre” y gratuita.

6 Para profundizar, cfr. Ordóñez (2004: 16-17).

7 Tres óptimos libros construidos sobre el análisis de clase de las políticas de integración europea son Carchedi (2001), Bonefeld

(2001) y Arriola, Vasapollo (2004), todavía más importantes si consideramos que, desde un punto de vista marxista, son pocos
los análisis tan orgánicos y completos sobre los procesos constitutivos de la Unión Europea y las políticas económicas de esta
última.

8 Piénsese en el clásico de Albert (1993), que distingue entre capitalismo de “modelo renano” y capitalismo de “modelo anglo-

sajón”. Pero también en los más recientes Regini (2003) y Arriola, Vasapollo (2004).

9 En la relación territorio-empresa insiste sobremanera mucha literatura contemporánea. Un ejemplo, entre los más elegantes y

“románticos”, es el representado por Dioguardi (1995), que identifica en la producción de “cultura empresarial” –dentro de la
empresa misma, pero sobre todo en el territorio limítrofe– uno de los objetivos centrales para el futuro de la empresa-red del
tercer milenio.

10 Por otra parte, se ha adoptado desde hace años la infeliz expresión “empresa-Italia”, que pretende destacar cómo una nación

entera se identifica (o debe identificarse) con su aparato empresarial.

EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


565
Capítulo II
LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA
ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO1

1. Modelo comunicacional y control social

1. A escala internacional, la reconversión económica contemporánea está dominada por los grandes
grupos de la industria manufacturera, que encaran una rivalidad muy fuerte por parte de grupos
equivalentes de la distribución concentrada.
De cualquier forma, las modalidades de acumulación del sistema dependen de mecanismos inter-
nos de los sectores financieros, a los cuales se ha adaptado y sometido momentáneamente la inversión
industrial, aun cuando se empieza a avizorar un conflicto intercapitalista por la recuperación del pre-
dominio de los mecanismos característicos de la inversión productiva. De hecho, una vez concluido
el proceso de largas y complejas fusiones, las grandes multinacionales estadounidenses y europeas
concentran en sus manos actividades estratégicas decisivas. En todo el sector empresarial de la OCDE,
más de 80% de los gastos en investigación y desarrollo –que son los más vinculados al control del
capital intelectual homologado– corresponde a sociedades clasificadas como grandes empresas.
La época histórica que se conoce como “capitalismo”, aunque en realidad se debería hablar de capi-
talismos, se caracteriza por someter todos los procesos de producción social a la relación de explotación
capitalista, es decir, a la producción, mediante el trabajo ajeno, de mercancías que son apropiadas por
el interés privado y susceptibles de ser alienadas a través de un intercambio mercantil monetario. De
esta manera, las formas de expresión de la realidad social se reducen en nuestra época cada vez más a la
producción mercantil de esas formas sociales, transformadas en mercancías.
En la fase actual de evolución del capitalismo, el aspecto más relevante de ese proceso de mercanti-
lización de la vida social es precisamente el que concierne al conocimiento. Eso no quiere decir única-
mente que este último, como producto material en forma de ideas y pensamientos, se ha convertido en
una actividad humana susceptible de expresarse como mercancía –cosa que sucede desde hace mucho,
al menos desde la primera vez que alguien pagó para que le predijesen el futuro–, sino que las formas
que adopta el proceso de producción del conocimiento se estructuran cada vez más bajo la forma de
relación mercantil.
Incluso en los países donde las pequeñas y medianas empresas son fuertes, su existencia depende en
gran parte de las oportunidades que les ofrecen los grandes grupos, que a estas alturas son esencialmen-
te multinacionales de la comunicación o, en sentido más general, de la economía del conocimiento.
Se puede entonces decir que la comunicación, por mucho tiempo considerada sinónimo de liber-
tad, de difusión del conocimiento y el saber, se ha convertido en lo contrario. De hecho, ha sometido
todos los aspectos de la vida social, política y cultural, hasta convertirse en opresión, dominio social
totalizante, nueva forma de institución total, nuevo sistema de “ergastulización”, reducción forzada al
ostracismo social de toda forma de rebelión contra la homologación impuesta por la competencia
capitalista global.
En sus implicaciones sociales, esta situación de subrepticio dominio, ejercido a través de la gestión
de los flujos informativos, se manifiesta en la forma de una ulterior simulación de la realidad, de
los fenómenos físicos, con lo cual la experiencia de los sujetos es alejada de los contextos concretos.
Adelantada con eficiencia científica, la virtualización de las relaciones, de las necesidades y hasta de
los afectos de los individuos, ha reducido de hecho los espacios de la crítica, al tiempo que propone
un modelo único de sociedad que, cuando mucho, puede ser de alguna manera declinado, pero que
no deja espacios culturales relevantes a las posibles alternativas. Ese proceso, ya agudamente enfocado
por Theodor W. Adorno (1994: 64 ss.), ha posibilitado, de hecho, la instauración de nuevas formas
de dominio mediático, que utilizan los flujos informativos y los sistemas representacionales para llevar
adelante, entre otras cosas, el control social (Frasca, 1996: 53).
Es la comunicación nómada estratégica desviante integrada, no como simple transferencia de in-
formación, sino como activación de procesos de producción de conocimiento, de ideas-imágenes,
de cultura, de estímulo a la comprensión de la idea-fuerza del mercado por parte de la sociedad y de
control de la sociedad por parte de la fábrica social generalizada, en un modelo concertacionista que se
mueve en un plano de afrontar y resolver los problemas desde una aparente dinámica de salvaguarda
de intereses recíprocos, pero que en los hechos actúa de manera totalitaria, para la compresión de toda
forma de antagonismo social.
Queda así del todo superada la concepción circunscrita a una actividad pretendidamente divulgati-
va, en sentido general, de la comunicación. Definida, planificada y administrada por las instituciones,
por el profit State y por las empresas, la actividad comunicacional debe, a lo sumo, hacer convivir el

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


568
aspecto productivo de los elementos inmateriales capaces de cualificar los bienes y servicios que se
ofrecen –aumentando así su apetecibilidad por parte del mercado–, con un capital intelectual humano
homologado que determina y guía la actividad comunicacional interactiva desviante, dirigida a la
producción y difusión de los atractivos de la imagen empresarial y de la cultura de la ganancia.

2. Toda la actividad comunicacional interactiva se convierte entonces en elemento fundamental de la


acumulación flexible, vehiculado a través de un capital intelectual humano homologado que transforma
los verdaderos valores sociales en capital empresarial, gracias al papel del capital intangible y a la entidad
del espacio cibernético. Por otra parte, al invertir en este último se consolida y acrecienta el consenso
social del profit State en otra intersección: la de la interpretación de la dimensión espacio-temporal para
fines productivos capitalistas, superando así la humanización de los procesos del vivir social.
De esta manera, nuevamente gracias al papel del capital intelectual humano homologado, se man-
tiene siempre la correspondencia en el tiempo de los distintos procesos sociales que son portadores de
actividades informativas y procesos de decisión, a través de una continua evolución y adaptación del
sistema comunicacional desviante a los mecanismos de la acumulación flexible; mecanismos capaces
de acelerar los procesos de determinación del dominio tecnosocial total en una contextualización
paradigmática de la fábrica social generalizada en el territorio, que destruye la política y las prácticas
sociales de resistencia hasta determinar el problema de la remodelación de la propia mente humana.
Se llega así a determinar la construcción de un sistema diferente, que modela la organización social
a partir del capital intelectual humano homologado y de los recursos del capital de la abstracción,
derivados de un modo de administrar información y comunicación nómada desviante, para proyectar
luego sobre el territorio toda la cultura de empresa, que es cultura del sofocamiento de toda forma
de resistencia.

3. A lo largo del texto se habrá notado varias veces que, al introducir un discurso sobre el paradigma
posfordista, el patrón de comparación utilizado ha sido evidentemente el fordista. Por eso, de seguidas
se presentan esquemáticamente las bases de la formulación del modelo de acumulación de ese período;
modelo que todavía es central en países de la semiperiferia y sigue desempeñando un importante papel
también en los países de capitalismo maduro.

Características de la fase de desarrollo fordista-keynesiano

Base tecnológica. Motor de combustión interna y electricidad.


Modo de producción y crecimiento económico. Fordista-keynesiano.
Sector de articulación Complejo industrial metalmecánico, automovilístico y
y de dinámica del crecimiento. petroquímico.
Modo de organización y solución de Corporativismo social, con solución del conflicto
conflictos entre clases y grupos sociales. social en la distribución del ingreso.
Ideología. Estilo de vida norteamericano (american way of life).
Cultura. Cultura de masas, consumo de masas.
Forma de Estado. Estado social (welfare State).

Fuente: reelaboración de Comercio Exterior (2004), España.

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


569
Pero el nuevo proceso, llamado posfordista, no puede verificarse si las transformaciones en curso en
la economía no se acompañan de cambios en la organización y en la solución de los conflictos entre las
clases y los grupos sociales, así como en la ideología y en la cultura, entendida como modo de vida; y
eso quiere decir que se debe constituir una nueva unidad orgánica entre economía política, ideología
y cultura. Eso significa que se va cumpliendo un complejo proceso en el que los cambios, si bien tienen
origen en la economía (y particularmente en la forma de producción), no pueden concretarse sin
transformaciones en la política, en la ideología y en la cultura (Ordóñez, 2004: 5).
En la determinación capitalista posfordista, el sistema fábrica, al movilizarse en pos de la realización
de sus objetivos, pone en marcha procesos de gestión en los que cada una de las acciones que inciden
en la realidad operativa empresarial están, a su vez, rígidamente conectadas a los flujos de informa-
ción y a los modelos decisorios que de allí se derivan, en un contexto de ensamblaje comunicacional
orientado al cuerpo social, en el cual el sujeto territorial es fuente y, al mismo tiempo, receptor del
capital información; es decir, una suerte de hombre-información flexibilizado en la producción, en el
consumo y en todo momento del vivir social.

4. Se puede ciertamente sostener, en síntesis, que la gestión de una organización social cualquiera –y no
solo la empresarial– es hoy reconducible al circuito dato-información-decisión-acción, para luego tornar
nuevamente al capital información. Si la decisión es el elemento motor del circuito, la información
es el que lo une estrechamente al propio ensamblaje comunicacional nómada posfordista. Veamos de
qué manera.
Es ya doctrina y praxis consolidada que sin sistema informativo la organización empresarial no
tiene razón de existir, ya que este constituye su estructura neurálgica, formada por el conjunto cohe-
rente y orgánico de todos los flujos informativos, con carácter tanto cualitativo como cuantitativo. El
desarrollo de los sistemas informativos empresariales se ha producido gradualmente, con una sucesión
de fases que ha incidido progresivamente en los niveles operativo, sectorial y directivo, y parcialmente
en concomitancia con la evolución tecnológica de los dispositivos para el procesamiento de datos y de
las técnicas respectivas.
En estos últimos años ha surgido la exigencia, por parte de la gerencia de empresa, de afrontar el
problema de la gestión de la información no ya con islas de mecanización, separadas unas de otras,
sino en un marco orgánico, en el que se entrelacen los diversos aspectos organizativos. Al considerar
así la información como recurso estratégico y el sistema informativo como estructura de fines produc-
tivos con larga vida útil, se puede incidir de manera determinante en la competitividad y la eficiencia
empresariales2.
En ese sentido, surge el capital información como recurso intangible y complejo en un sistema de
fábrica social generalizada, y ese elemento del capital de la abstracción, como todos los otros recursos
inmateriales, tiene como característica fundamental la de ser utilizable para fines diversos, pero de
difícil coincidencia. El capital información requiere, por tanto, de continuas e ingentes inversiones,
si se quiere optimizar su eficiencia y eficacia y evitar su rápida obsolescencia técnica y económica.
De hecho, hoy, con la disruptiva innovación tecnológica en curso en el ámbito de la informática y
la telemática, los sistemas informativos empresariales envejecen con extrema facilidad y exigen, por
tanto, fuertes inversiones ya en la fase misma de implementación, para disponer inmediatamente de
un sistema integrado y altamente eficiente.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


570
5. A tal fin, es fundamental saber con precisión qué cosa es hoy la comunicación en la empresa y qué
papel juegan los modelos comunicacionales en el esquema sociocultural en su conjunto en el territorio
y, por tanto, qué papel y cuál función asumen en y para la fábrica social generalizada de la llamada fase
posfordista.
En el análisis de la evolución de los mercados, de las estructuras organizativas de las empresas y de
los modos de ser del control social general sobre el territorio, cabe destacar entonces la importancia
que ha asumido la comunicación desviante externa, la cual permite a todos los sujetos económicos
interactuar con el modelo cultural de empresa y ejecutar decisiones de todo tipo sobre la base de
las informaciones obtenidas. Resulta claro que en tanto más amplia sea la red informativa a la que
puede acceder la empresa, tanto mayor será el conocimiento de los mercados, de los productos, de
las exigencias de los consumidores, de los trabajadores y de las diversas subjetividades presentes en el
territorio, que deben ser plegadas a las lógicas empresariales y de control social en general. Así, bajo
una misma lógica y a un mismo tiempo, a través de la comunicación desviante, la cultura de empresa
y de la ganancia invade el cuerpo social.
Es necesario, sin embargo, que el capital intelectual humano se convierta en valor de intercambio
para la ganancia, en una sociedad en la que la comunicación, con la telemática y la automatización, se
inserta en la producción como recurso estratégico.
En la actual fase de comunicación nómada desviante total y mundial, el sistema de producción
capitalista alcanza el máximo nivel de “desocialización”. De allí las razones de la dosificación y de los
diversos grados de involucramiento determinados por el capital intelectual homologado en un contex-
to de organización social compleja, en la que los flujos comunicacionales nómadas desviantes deben
tomar en cuenta todos los factores de impacto: desde las diversas competencias de las instituciones
locales, hasta los procesos productivos difundidos en el territorio a través de la reestructuración ad
hoc del mercado de trabajo, las tecnologías, las cambiantes condiciones del ambiente externo y los
problemas vinculados a la compresión del conflicto social, incluso a través de formas de cooperación
y homologación concertacionista de segmentos cada vez más consistentes de trabajadores. Todo esto
explica la variada sincronización, en los procesos comunicacionales, de los objetivos estratégicos de
control, tanto a lo interno como a lo externo del sistema empresarial tradicional, en un todo único con
las funciones empresariales.

6. A través de los modelos comunicacionales nómadas desviantes correlativos al principio de flexibili-


dad, la empresa, además de afirmar su propio nombre y adquirir notoriedad entre el gran público, crea
en torno a sí misma ese “consenso” que le permite mantener y mejorar su posición en el mercado3, así
como proyectar su cultura por medio de continuos incrementos de valor a largo plazo, basados en la
acumulación flexible, e invadir la sociedad en todas sus dimensiones. Encuentra así modalidades de
acción la nueva empresa de difusión social en el territorio, fábrica social generalizada que invade lo social
con formas diversificadas y cada vez más eficientes de control social.
La comunicación desviante deviene, de esta manera, en modelo comunicacional social, recurso
estratégico del capital intangible, ya que está constituida por una serie de informaciones, mensajes
y comportamientos que el nuevo sistema de empresa asume y proyecta hacia destinatarios diversos,
externos o internos, para reforzar su propia posición en el mercado, para definir su propia imagen y la
cultura de la competitividad del mercado, y explicitar el control social total.

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


571
Para poder coordinar y controlar mejor sus varios subconjuntos, la fábrica social generalizada pos-
fordista recubre toda la realidad social con modelos decisorios derivados de procesos de elaboración
interna en los sistemas de empresa, que deben tener en cuenta los vínculos ambientales.
Para optimizar sus funciones operativas y en clave de optimización de su desempeño todo, la nueva
empresa posfordista convierte el sistema informativo en elemento del patrimonio; es decir, capital de
la abstracción, compuesto por datos e informaciones conectados a procesos de aplicación, a través
de un conjunto de procedimientos y de instrumentos utilizados para su tratamiento y gestión.
El sistema de la acumulación flexible en el mercado globalizado debe dotarse de un conjunto de
estructuras y de recursos humanos altamente calificados y responsables, capaces de gerenciar de manera
eficiente y competitiva esos procedimientos.
Consecuentemente, las distintas formas de organización capitalista-empresarial del trabajo, del vi-
vir social, deben incluir, en todas las estructuras y en todos los niveles jerárquicos, recursos humanos
que tengan como tarea la gestión de las decisiones, la recolección de datos e informaciones para luego
distribuirlos y difundirlos, creando así comunicación nómada desviante. Se viene a constituir así un
auténtico sistema informativo social, como desarrollo de procesos decisorios de tipo empresarial surgi-
dos de los recursos del capital información, que invade globalmente el territorio.

7. Se llega así, pues, al desarrollo cada vez mayor de una empresa socialmente difundida4.
Esa situación influye también en la posición de los trabajadores, ya que las empresas son llevadas
cada vez más a contratar personas con un alto nivel de instrucción –o sea, los “trabajadores del cono-
cimiento”– que, además de ser retribuidos en medida superior a los trabajadores manuales, obtienen
incentivos y gratificaciones si se esfuerzan en seguir cursos que mejoren su posición profesional.
Trabajadores, entonces, que van a constituir después la élite de los técnicos o a integrar esa cada
vez más difundida “aristocracia obrera” que se contrapone a la desocupación estructural provocada por
el desarrollo tecnológico y de la info-producción: un vínculo perverso entre crecimiento económico,
desempleo, riqueza social, carencias redistributivas, aumento de la productividad y nuevas pobrezas.

2. La economía del conocimiento para los paradigmas de la sociedad


de la comunicación desviante

1. Es evidente que las modalidades de intervención informativa tienen gran relevancia en los sistemas
complejos de alto riesgo, sea que se hable de riesgos de implantación, riesgos productivos o, más en ge-
neral, económico-financieros. Por tanto, dicha intervención tiene una utilidad no desdeñable tampoco
en los procesos productivos, donde la caída de la confiabilidad informativa comporta una pérdida de
productividad o un deterioro de la calidad del producto.
Durante el período de los años sesenta y setenta, la comunicación empresarial era entendida, es-
pecialmente en Italia, como un conjunto de informaciones de carácter comercial (personal selling) que
hallaba fundamento cultural en las condiciones socioeconómicas, de la empresa y de toda la sociedad,
para el momento histórico-político en cuestión. Ya para fines de los años setenta, y especialmente
con los años ochenta, la comunicación asume cada vez más la caracterización de recurso estratégico

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


572
desviante; desviante porque se hace instrumento exclusivo, o casi, del interés capitalista general –no
de la empresa en particular–, en un modelo de auténtico totalitarismo neoliberal centrado en el capital
información.
Los cambios en la estructura organizativa de la empresa, así como la adaptación de los modelos
comunicacionales al principio general de la flexibilización empresarial de y en lo social, tienen notables
incidencias en la estructura y organización del trabajo y en la adaptabilidad de los trabajadores a la
intensa relación con la innovación tecnológica, con la informática y con una comunicación cada vez
más centrada en técnicas, instrumentos y modelos con alto nivel de determinación y control de toda la
fuerza de trabajo, y por tanto de comunicación nómada desviante como recurso estratégico del capital
de la abstracción.
Está claro que las empresas son sistemas abiertos y dinámicos, en los que el empresario decide con
base no solo en los objetivos de naturaleza estrictamente económica, sino en los de tipo social también;
sus decisiones deben entonces derivar, necesariamente, del intercambio informativo global que se es-
tablece con todo el macrosistema ambiental. Es de la sinergia entre los objetivos y las informaciones
comerciales y sociales que nacen las estrategias, los planes, los programas que deberán después ser
comunicados a todos los sectores de la organización empresarial y social, para posibilitar en todo el
territorio los comportamientos más adecuados a las exigencias empresariales.
En el caso de la comunicación desviante externa de tipo comercial, adquiere una importancia fun-
damental el mensaje que la empresa quiere hacer llegar, no solo al mercado del producto, sino a la socie-
dad entera; un mensaje, pues, que deberá ser comprensible para todos, atraer la atención, crear interés y
curiosidad, y que debe además vehicular modalidades de condicionamiento y control tecnosocial. A tal
propósito será necesario adelantar un serio monitoreo de la sociedad, de la competencia y del mercado
en general, a través de sistemas informativos de mercadeo de “producto social”, que constituyen una
suerte de sensores internos y externos de la empresa. La nueva comunicación que la empresa dirige
al mercado no es ya un instrumento que tenga por objetivo el obtener una ganancia a través de la
persuasión, homologación, masificación y manipulación de los gustos y hábitos de los consumidores.

2. Hoy la comunicación se hace desviante porque está cada vez más atenta a manipular la libertad
individual de escogencia con respecto a todo el vivir social, en una falsa exaltación de la diversidad
que busca hacer creer, al ciudadano-consumidor, que cada día está en mayor capacidad de decidir
libremente sus intereses.
Nace y se desarrolla asimismo la comunicación desviante externa de tipo organizativo, ligada a una
suerte de mercadeo social derivado del conjunto de los flujos del capital de la abstracción y estrecha-
mente conectado a estos, que tienen el objetivo de difundir la idea guía, la imagen, crear consenso en y
para la lógica de empresa. Se trata, pues, de una comunicación sociocomercial, que es completamente
distinta a la publicidad y capaz de transformarse en un único y complejo modelo de comunicación
integrada nómada desviante de valor estratégico, para la determinación de las directrices del consenso
en y del cuerpo social.
También la comunicación financiera, dirigida a los operadores y a las instituciones respectivas,
reviste para la empresa un papel fundamental y es de carácter desviante. Se trata, en este caso, de
un tipo de comunicación que puede eventualmente tener tanto las características definitorias de la
comunicación institucional, como algunos rasgos típicos de la sociocomercial, de la organizativa y del

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


573
mercadeo social. Cada transformación financiera necesita, en efecto, de capitales de riesgo y préstamos;
se hace entonces indispensable para la empresa producir comunicación desviante para demostrar a los
financistas –que cada vez más deben ser también los propios trabajadores y los pequeños ahorristas,
en una óptica de accionariado popular controlado–, como también a las instituciones públicas de
control, que es competitiva en el mercado y tiene una estructura organizativa eficiente, autónoma, que
participa de las decisiones, para así garantizar mejor la recuperación de los medios financieros.
Se trata de comunicación financiera desviante, sobre todo, porque debe imponer el sistema empresa
como referente social totalizante, es decir, como punto de referencia incluso conductual en todo el
territorio, un modelo cultural al que debe aspirar la nueva capa media, el nuevo pequeño ahorrista, de
manera que la financiarización de la economía, el “juego de la bolsa” para crear ganancias y enriquecer
a los pocos de siempre, se convierta en el “juego de todos” para aspirar al enriquecimiento fácil.

3. El principio de la flexibilidad social y del trabajo es aplicado, por tanto, como sistema de control
social. Pero un sistema rígido puede provocar perturbaciones evidentes y conflictos con las empresas.
Hay entonces que reforzar los métodos tradicionales de control con nuevos instrumentos alternativos,
que contemplen conductas coercitivas innovadoras, que permitan orientar hacia la colaboración y la
cooperación a los diversos sujetos del recurso humano presente en la empresa y en el cuerpo social –in-
cluido el sujeto sin empleo–, y adoptar para eso un modelo coercitivo-punitivo global. Estos procesos
fueron ampliamente experimentados con el “modelo tipo” de fábrica integrada (luego fábrica modu-
lar) en la FIAT-SATA de Melfi, donde se crearon muchos sistemas de control basados en el lenguaje,
incluso el electrónico; piénsese en los sistemas de comunicación audiovisual de los llamados “Andon” o
de los semáforos que dictan las órdenes o los ritmos de producción. O piénsense también en el sistema
del “kanban”, en el que, tras la aparente neutralidad del pedido externo a la unidad laboral, se esconde
el imperativo productivo dictado por la empresa (cfr. Fiocco, 1998-1999). Y aún más: el enfoque
discursivo caracteriza fuertemente a los departamentos de relaciones industriales y de relaciones sin-
dicales de la empresa, al privilegiarse el “trato personalizado” para resolver los más diversos problemas
(de ritmos, permisos, pausas, feriados, etcétera) directamente con el trabajador, en lugar de hacerlo
con las organizaciones sindicales. Finalmente, la misma estructura del proceso de trabajo, organizado
en múltiples “microempresas” dentro de la empresa madre –y en las que los premios de producción
dependen no del desempeño individual, sino de todo el equipo–, impulsa e impone un espíritu de
grupo que favorece el control horizontal y recíproco entre los mismos trabajadores. Eso significa que
si hay un “haragán”, son sus mismos compañeros quienes lo “regañan”, ya que están directamente
interesados en el desempeño positivo de toda la actividad laboral del equipo.
La comunicación, entonces, es desviante porque está completamente sujeta a la mentalidad de
producción, intercambio y ganancia de la política económica actual, con lo cual sustituye la función
hasta ahora cumplida por el “progreso”. En todos los sectores y en todas las instituciones, la palabra de
orden es ahora la misma: comunicar eficiencia y competitividad, las ideas-guía del poder capitalista.
El cambio de la ideología del progreso por la de la comunicación está produciendo innumerables
trastornos, en tanto que se hace cada vez más áspera la lucha entre el poder y la comunicación de masas.
Los medios de comunicación no conocen fronteras, ya que

La transmisión de datos a la velocidad de la luz (…) la digitalización de textos, imágenes y sonidos,


el hecho ya cotidiano de recurrir a los satélites de telecomunicación, la revolución de la telefonía, la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


574
generalización de la informática en la mayoría de los sectores de la producción y de los servicios, la
miniaturización de los ordenadores y su conexión a redes a escala planetaria, poco a poco han ido
cambiando, de arriba a abajo, el orden del mundo” (Ramonet, 1998: 78).

4. Esa suerte de anonimato que se deriva de la difusión generalizada de estos nuevos medios de comu-
nicación, provoca una abrupta reducción de las relaciones sociales y políticas en la colectividad; lleva,
más todavía, a la negación de la política. En efecto:

La desaparición de las distancias que provoca esta teleciudad mundial, produce inmediatamente
la desaparición también del espacio nacional –lugar, desde hace siglos, de la regulación social– y
el resurgimiento del caos que destruye la base del Estado nacional y genera esos fenómenos de
descomposición con los cuales los medios de comunicación nos entretienen cotidianamente
(Latouche, 1995: 31).

Las hipótesis de la web democracy, que fascinaron a los teóricos a comienzos de los años noventa,
han revelado la última de las utopías. La ilusión de una participación mayor y más directa, de una
intervención libre de mediaciones en la cosa pública, se agotó en la breve vuelta de un decenio, al
quedar en claro que la posesión difusa de un medio capaz de acortar las distancias y sincronizar los
tiempos no coincidía forzosamente con la adquisición de las competencias e informaciones necesarias
para integrar al ciudadano común en el espacio decisorio reservado a los gobernantes. Por el contrario,
la web se ha convertido en un vector de modas, tics sociales y clichés que contribuyen a la masificación,
incluso, de sociedades y grupos étnicos “remotos” en términos de cultura y tradiciones (Maldonado,
1997: 22-27).
Se asiste a un aplastamiento de las culturas y un aplanamiento de las diferencias entre los países.
Todos beben Coca-Cola o usan jeans: se convierten, en definitiva, en “hombres idénticos”; lo cual no
niega, sin embargo, que las grandes diferencias existentes entre las clases sociales se tornen cada vez más
profundas, marcadas y penetrantes. De esta situación, obviamente, extraen ventaja aquellos que deten-
tan y vehiculan el poder del capital a través de los medios de la comunicación desviante. Se trata de un
componente fundamental y calificador del nuevo modo de entender la acumulación a través del capital
intangible de la abstracción; un modo que todo lo homologa a la imagen y a la cultura del mercado y la
ganancia, de manera totalitaria, ya que se presenta en ropaje de pensamiento único de la lógica empre-
sarialista, más allá de las alineaciones partidistas de derecha o de izquierda; un modo completamente
sometido y portador de los intereses económicos de un capitalismo cada vez más salvaje, que impone
las formas del desarrollo sociocultural, homologa a los intelectuales todos –o casi–, extingue la función
de la política y llama gobierno de la cosa pública al ejercicio del poder administrativo no en función de
las necesidades de la gente, sino exclusivamente como soporte del poder económico del capital, a través
de la comunicación desviada y desviante. Es el imperio del capital sobre la comunicación.

5. El crecimiento sociocultural de capas cada vez más amplias de la población, las cambiantes condicio-
nes del mercado por causa de la intensificación de los factores comerciales, la afirmación de la telemática
y de medios de comunicación más y más sofisticados, provocan una decidida evolución del concepto
de comunicación, que no se entiende ya como simple proceso de transmisión de informaciones de
carácter predominantemente comercial, a lo interno o a lo externo, sino como capacidad organizativa
de lograr consenso en el cuerpo social. Una comunicación desviada y desviante, como componente

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


575
clave del sistema cognitivo totalizante de la fábrica social generalizada posfordista, capaz de orientar los
conocimientos y las conductas organizativas como polos de transmisión de la idea-empresa a toda la
sociedad, por medio de procesos informativos y decisorios que se convierten en modelo del vivir social.
Una estructura organizativa flexible, dotada de un fuerte modelo comunicacional ya en la fase
estratégica de la planificación, favorece el desempeño de modelos concertacionistas y consociativos,
aparentemente dirigidos a dar participación en las decisiones a todos los componentes de la empresa
–en lugar de adoptarlas en la cúpula–, aunque en realidad concebidos para reducir y comprimir la
conflictividad del mundo del trabajo, del no trabajo y del trabajo negado. Se logra esto al utilizar,
junto con los medios tradicionales, también otros instrumentos que toman en consideración los de-
seos de la empresa, de los trabajadores, de figuras externas al ciclo productivo y de los clientes, y que
permiten que las decisiones impuestas a la colectividad que se quiere transformar sean ejercidas por un
conjunto de “portadores de interés” empresarial (desde los accionistas, gerentes y financistas hasta los
proveedores, clientes, administradores públicos, trabajadores y ciudadanos en general, diversamente
involucrados).
En ese contexto juega un papel fundamental la comunicación desviante que, según el principio de
la flexibilidad social, debe perseguir objetivos encaminados a controlar a los trabajadores mediante su
involucramiento, pero solo aparente, en los procesos decisorios de la empresa; sin embargo, los estímu-
los e incentivos económicos buscan involucrarlos solamente en las decisiones no estratégicas, aquellas
que no atañen a los mecanismos de acumulación o a las modalidades redistributivas de los incrementos
de valor, dado que este modelo fuertemente concertacionista es y debe seguir siendo funcional a las
estrategias del capital.

6. La comunicación desviante se convierte así en un medio para salvaguardar los intereses de la clase
dominante en el cuerpo social, en el territorio, en una empresa difundida socialmente, en una fábrica
social generalizada, en la cual la comunicación es momento evolutivo del capital información y renuncia
a la prioridad que le había competido desde su nacimiento: la comunicación como circulación de todas
las ideas, como difusión de nuevas culturas, nuevas invenciones y descubrimientos.
El modelo comunicacional estratégico desviante integrado es, por tanto, un marco unitario de
información, conocimiento, ideas, decisiones y conductas que tienen por fin transmitir, a los diferentes
destinatarios sociales, elementos fundamentales del conocimiento y la cultura de empresa, para así
afirmar la identidad capitalista. De esta manera se define y gestiona la imagen empresarial y, al mismo
tiempo, la del valor del modelo neoliberal, reforzando y valorizando la gestión económica, social y del
consenso, centrada en las leyes del mercado, en la que es fundamental el papel de agente totalizante
que desempeña el profit State.
La comunicación estratégica desviante asume, en consecuencia, las características de comunicación
nómada social integrada y se hace parte de una nueva cultura de empresa de carácter plurifuncional,
de alta coherencia y capacidad sinérgica interna, en la que las conductas de todas las empresas y de
los sujetos institucionales de la organización capitalista son, en sí mismos, mensajes comunicacionales
desviantes.
La complejidad de los procesos de toma de decisiones en cualquier función de tipo laboral o,
más en general, económico-social, produce distorsiones interpretativas que afectan la correcta asi-
milación del contenido de la comunicación y limitan la pretendida precisión absoluta del proceso

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


576
comunicacional. Una solución a este problema es el uso de especificidades organizativas y productivas
del propio sistema empresa, que, sin embargo, muestra un alto grado de sensibilidad a variaciones en
los factores que inciden en el control social que se ha de imponer en el territorio, incluso a través de
las diversas formas y contenidos con los cuales se presenta el profit State en su multiforme explicitación
del dominio tecnosocial.

7. El uso de un enfoque de este tipo, si es de muy alta confiabilidad en su contenido y modalidades de


transmisión de la comunicación desviante, puede ser un ejemplo de aplicación de un específico modo
de ser de las relaciones hombre-sistema informativo, capaz de hacer interactuar, de manera rígidamen-
te controlada, los procesos comunicacionales desviantes y los procesos decisorios de toda la sociedad.
En una situación definida por la distribución eficiente y controlada de funciones entre el sistema
empresa, el profit State y el sistema comunicacional desviante automatizado –y en la que este último sea
no solo soporte de las decisiones, sino que establezca también vínculos con la actividad del operador
en el trabajo y del operador social en general–, el comportamiento decisorio puede ser caracterizado,
al menos preliminarmente, con base en algunos vínculos fundamentales:

a) Tipo de información y modelo comunicacional desviante que se ha de utilizar para el control de


la fuerza de trabajo y del cuerpo social en general.
b) Tiempo de recaída de las decisiones tomadas con respecto a las actividades corrientes de produc-
ción, o sociales en general.
c) Dirección social privilegiada de la comunicación desviante, transmitida en consecuencia de la
decisión tomada.

Al usar estos tres parámetros se pueden identificar trayectorias de decisión suficientemente homo-
géneas y coherentes, con una correcta y eficiente relación entre recursos humanos y sistema comuni-
cacional desviante, relativa a planes analíticamente distinguibles. Tales modelos decisorios gozan de
una elevada coherencia dentro del modelo capitalista de referencia y con la manera como el profit State
adapta el modelo general de dominio tecnosocial a las situaciones específicas.
El elemento clave de los procesos decisorios sociales es, entonces, el tipo y la organización de la
comunicación desviante que surge de la reestructuración capitalista y se convierte en estrategia funda-
mental. Esto es así porque la organización de la comunicación es –y ha de ser considerada– un recurso
que debe ser manejado y administrado con los mismos criterios gerenciales con los cuales se tratan las
ventas y las adquisiciones, ya que contribuye al desarrollo estratégico de larga duración y a la eficiencia
no solo empresarial, sino de la fábrica social globalizada posfordista, que representa la intervención
del modelo capitalista de referencia en el cuerpo social. La flexibilización tecnológica y el papel de las
tecnologías del lenguaje y de la comunicación desviante han posibilitado la flexibilización social en
apego al modelo de producción posfordista. Las del lenguaje son esencialmente tecnologías de proceso,
que determinan acumulación flexible, aparte de un fuerte desarrollo de la innovación de productos,
capaz de absorber, solo en parte, la desocupación generada por las transformaciones tecnológicas.

8. El capitalismo posfordista es, en efecto, un sistema social dinámico, caracterizado por un progreso
tecnológico constante, cada vez más sobre bases inmateriales, que expele fuerza de trabajo, mientras

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


577
que en el pasado era funcional a una acumulación de tipo más material, que creaba mercados nuevos
y reabsorbía en parte el exceso de trabajadores. Esto hoy ya no sucede, porque las tecnologías del
lenguaje son tecnologías permeantes, en tanto que el lenguaje es un instrumento intangible y no un
bien producido. Por primera vez un salto tecnológico, como es el de la informática, no tiene que ver
con la fuerza dinámica para el desarrollo social, sino que se basa esencialmente en el consenso social.
Al mismo tiempo se mantienen niveles de crecimiento sin posibilidades de redistribución de la
riqueza producida, que de esa forma no garantiza desarrollo ni ocupación, ya que no hay compatibili-
dad con la acumulación flexible, que se difunde e incide en el vivir social como una fuerza permeante
inmaterial.
La fábrica social generalizada crea un extraordinario nexo entre la planificación estratégica general
del profit State y la estrategia de comunicación nómada desviante; más aún, la planificación estratégica
de la producción y de las conductas sociales se convierte en el flujo comunicacional originario y pri-
mario para imponer la cultura de empresa en el cuerpo social. Hay prácticamente un momento en que
los recursos intangibles basados en la información se ligan indisolublemente y encuentran expresión en
las estrategias comunicacionales nómadas desviantes, dirigidas a impulsar, a través del capital imagen,
los procesos de imposición del modelo neoliberal en el territorio.

9. En esa óptica, en tanto que parte de la capacidad de la organización y la cultura de la empresa, la


comunicación desviada y desviante de valor estratégico, implementada a través de los mensajes de la fá-
brica social generalizada, se hace recurso del capital intangible para la acumulación flexible del modelo
posfordista. Todo ello siempre dirigido a la gestión del consenso social a través de la imposición de la
cultura-imagen de empresa, en una fase de reestructuración capitalista centrada en modelos de produc-
ción y acumulación flexible, con un rol para el sujeto territorial que no es ya el de simple consumidor.
Es ya esa forma de capital, con la conexa modalidad de la acumulación, lo que adquiere cada vez
más un carácter estratégico, en tanto que determina la nueva frontera de la acumulación flexible para
todo el sistema capitalista posfordista, en una óptica de control y explotación de los sujetos sociales
tanto en el momento de la producción como en todo el curso de su vida. Comunicación estratégica
desviante y comportamientos integrados, capaces de ofrecer, a todos los sujetos que a distinto título
interactúan con el sistema de la empresa difundida socialmente en el sistema territorial, un escenario
de univocidad de esfuerzos, dirigido al resultado final del control social.
Ocurre así gracias a la ruptura de la unidad de clase de los trabajadores y a la absorción del conflicto
social mediante las diversas modalidades en las que se presenta en el territorio el modelo neoliberal
concertacionista y consociativo. De esta manera, a través de la capacidad de buscar soluciones inno-
vadoras, derivadas de competencias innovadoras en la gestión óptima de los recursos invisibles, se
forma y se impone el modelo conductual integrador-concertacionista de la fábrica social generalizada,
capaz de integrar –y reconducir a unidad– la planificación estratégica del control, la comunicación
estratégica desviante y la comunicación nómada integrada.

10. La imagen asume, entonces, atuendos de recurso intangible de relevancia estratégica, lograda me-
diante la comunicación nómada integrada desviante; es entonces recurso fundamental para el desarro-
llo y el éxito de la fábrica social generalizada. La imagen, si es correctamente utilizada, se acumula hasta
transformarse en capital intangible de función productiva para la empresa posfordista y para todo el

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


578
sistema de profit State, que está unívocamente dirigido a favorecer las nuevas formas de acumulación
del capital.
Se trata, en última instancia, de capital imagen como elemento focal y de enlace de un sistema
de modelos comunicacionales desviantes de carácter global e integrado, sobre el cual confluyen en
síntesis unitaria como conjunto de recursos inmateriales de capital y acumulación con determinación
inmaterial.
La imagen de la sociedad homologada a la cultura del imperio del capital, como elemento multidi-
mensional, es uno de los aspectos que más fuertemente condicionan todas las fases del vivir social, si se
le entiende como la percepción de un contexto cultural unívoco por parte no solo de los clientes, de los
consumidores potenciales y efectivos y de los dependientes, sino de todo el microsistema ambiental;
en síntesis, por parte de todos aquellos que operan en el territorio y deben ser sometidos a la divinidad
del mercado.
El “producto fuerte” es el consenso social y este se representa mediante su homologación a formas
competitivas empresariales, pero sobre todo a la cultura del mercado, a los mecanismos meritocráti-
cos de la empresa, al individualismo exasperado, mediante lógicas de competencia desenfrenada, de
conflictividad horizontal entre los trabajadores, entre clases subalternas, sin entrar nunca en conflicto
con el capital.
En esta nueva concepción de publicidad-comunicación social –dirigida al reforzamiento de las po-
siciones de la cultura del mercado–, una comunicación externa integrada y eficaz permite, además de
dar a conocer y resaltar los rasgos distintivos de cada empresa con respecto a la competencia, satisfacer
mejor las exigencias del capital, en particular del financiero, y consolidar toda la imagen de la sociedad
individualista del bienestar, imagen derivada de la sumatoria de los valores y los incrementos de valor
de cada empresa.

11. El valor total de la empresa depende entonces, cada vez más, de la cuantificación del capital
intangible, del incremento de valor que obtiene de la comunicación, de la calidad de los recursos infor-
mativos inmateriales producidos, utilizados y capitalizados por el sistema en su conjunto. Para obtener
un alto nivel de consenso y, al mismo tiempo, crear y difundir valor empresarial, es fundamental, en
una organización capitalista compleja, que se creen y refuercen las relaciones interfuncionales entre
todos los grupos, entre todos los sujetos que operan en el territorio a partir de cada unidad empresarial.
Se establece así un continuo intercambio de ideas, informaciones y conocimientos, para hacer posi-
ble un clima de “serena” y compatible convivencia y de coparticipación activa que involucra sobre todo
a los trabajadores, a los ciudadanos como sujetos del trabajo, del no trabajo y del trabajo negado, en
un proyecto de homologación al mecanismo meritocrático y competitivo impuesto por las empresas,
pero guiado y plegado a la voluntad del capital financiero, en primer lugar.
Es solo en los últimos años que se ha resaltado la importancia de los estímulos y de la libertad de
organización de la actividad empresarial, basada en modelos de fuerte concertación y de corresponsa-
bilidad entre propiedad, gerencia, instituciones gubernamentales y organizaciones de los trabajadores.
Ha sucedido así gracias a la aceptación de la concertación por parte de las grandes organizaciones
sindicales, pero también por causa de un clima cultural distinto, que ha llevado a toda la sociedad –y
por tanto también a los trabajadores– a renunciar a la lucha a cambio de otros objetivos reivindicativos,
muchas veces de bajo perfil y casi siempre de naturaleza exclusivamente salarial.

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


579
La propiedad y los gerentes jugaron anticipadamente y horizontalizaron los conflictos sociales, al
comprender que se ha hecho necesario involucrar a las organizaciones sindicales concertacionistas en
los procesos de decisión; es decir, en aquellos de bajo contenido real pero de alto significado coparti-
cipativo-coercitivo, con la “ñapa” de conocer y someter, en clave falsamente “decisoria”, a la opinión
pública interna de los trabajadores.
Está claro, pues, que los medios de comunicación constituyen instrumentos de poder del nuevo
ciclo de acumulación del capital intangible, del capital de la abstracción; es decir: de la sociedad del
totalitarismo comunicacional.
El capital información es entonces un recurso importante, como el trabajo y el capital material y
financiero; incluso, la operatividad del sistema empresa está cada vez más ligada al “factor productivo
inmaterial información”, en tanto que capital intangible por acumular, ya que resulta determinante
para los procesos de incremento de valor empresarial y de todo el sistema capitalista.
De allí la necesidad que afronta la empresa posfordista de optimizar el recurso información, de ma-
nera de lograr una gestión social generalizada y exhaustiva, que sepa proveer a cada uno de sus propios
niveles las bases para construir modelos decisorios coherentes y eficientes y, con ellos, la capacidad de
transmitirlos como momento de totalitarismo político-social en forma de cultura de empresa, que
domina y controla el territorio y todo el vivir social.
Es posible identificar las informaciones necesarias y guiar los recursos hacia los objetivos empre-
sariales –y en general sociales– haciendo referencia a los procesos y no a las estructuras, ya que es a
partir de la integración de los recursos, a través de los procesos conexos, como se determina el funcio-
namiento global del sistema empresa y, en las dinámicas de la fábrica social generalizada, del sistema
social en su conjunto. En consecuencia, la estructura organizativa empresarial y social se modifica al
incorporar funciones homogéneas en relación con los objetivos trazados, que son y siguen siendo los
ya prioritarios para el capitalismo globalizado en la era posfordista de la acumulación flexible.
Se crean así subsistemas de carácter autónomo con objetivos específicos, que confluyen unitaria-
mente en las finalidades últimas de la empresa, primero, para luego ser proyectados al cuerpo social a
través de las escogencias derivadas de los modelos decisorios adoptados. Entonces la empresa, al actuar
por el logro de los objetivos estratégicos mediante la ejecución de los planes tácticos, se convierte en un
sistema flexible5 a las determinaciones valorativas del capital y, en tanto que proyectado hacia el con-
dicionamiento del macrosistema ambiental, es al mismo tiempo un sistema que impone socialmente
el modelo de la flexibilidad social.

3. Sociedad y procesos inmateriales en la economía del conocimiento:


una aproximación desde la teoría marxista

1. Como se ha visto ampliamente en los diversos capítulos del presente Tratado, una de las caracterís-
ticas de la fase actual de acumulación capitalista es el fortalecimiento del papel de la producción no
material, o producción intangible. Esa realidad ha sido definida como “economía del conocimiento”;
con ello se indica que el conocimiento se ha transformado en una fuerza productiva, con una presencia
cada vez más importante en el proceso de valorización y reproducción del capital.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


580
Algunos han querido ver en esa evolución del capitalismo una pérdida de sustancia del concepto
marxista de “valor”. Con ese fin, se argumenta en torno a una supuesta “materialidad” del proceso
de producción de valor-mercancía, que no existiría en el proceso de generación del conocimiento. Se
considera que la producción de este último no se vincula a la producción material (física) de bienes
y servicios, y que es un proceso anterior al de producción capitalista, mediado este por la relación
salarial y el intercambio monetario. Por eso la producción del conocimiento sería también anterior a
la producción de valor.
En esas condiciones, se puede hacer referencia a una economía del conocimiento, a la cual la
economía política marxista (que, como se ha evidenciado en la nueva especificación que damos en este
libro, preferimos definir como crítica marxista de la economía política y aplicada) no ha dado, desde
la perspectiva de la teoría del valor-trabajo, respuestas completas y pertinentes. Esto, por dos razones
fundamentales: de un lado, por las innovadoras cuestiones que se conectan al tema del capital inma-
terial y del conjunto de los recursos intangibles, que requieren un mayor desarrollo teórico para poder
lograr su generalización; y del otro, por el retraso de la ciencia social marxista en estos últimos años.
Por otra parte, como el conocimiento es generado directamente y mediante procedimientos espe-
cíficos y particulares de los seres humanos, se argumenta que su “producción” no puede medirse con
una categoría de valor, que está determinada por la noción de trabajo abstracto, como trabajo social
indiferenciado.
De esta manera, si el conocimiento se ha transformado en el factor clave de la acumulación capi-
talista, esta ya no podría ser “medida” mediante la categoría del valor-trabajo, que habría perdido así
todo sentido práctico en las actuales circunstancias históricas. No es este un problema menor, pues hay
quienes a partir de ese presupuesto circunstancial hacen derivar un replanteamiento de las coordenadas
de actuación social. El sujeto político central no sería ya la clase trabajadora, como generadora del
valor-trabajo que da sentido social al proceso de producción capitalista, sino que habría sido sustituida
por una multitud polimorfa, expresión del proceso no regulado, complejo y multidimensional que está
implícito en la generación del conocimiento.
En esa argumentación hay un uso equívoco de la categoría de valor, al menos en tres aspectos: en su
vínculo con la idea de “materialidad” de los procesos sociales, con la categoría de “producción” y con la
propia noción de “trabajo”. De allí se deriva una utilización indeterminada de la idea de conocimiento
como fuerza productiva.

2. En la historia de la humanidad es solo desde hace poco que las personas han comenzado a explicarse
determinados fenómenos naturales y a conocer sus aspectos esenciales. La aplicación de innovaciones
técnicas no ha sido en la historia un fenómeno nuevo, sino una constante en el devenir de la sociedad.
Valga recordar aquella afirmación de Marx según la cual las épocas históricas no se diferencian por los
objetos que producen, sino por los instrumentos de trabajo que utilizan, y es justamente en la época
moderna cuando se han producido los principales cambios, que en medida más o menos global han
modificado nuestras sociedades.
Hay una apreciable cantidad de autores que identifican tres períodos fundamentales como grandes
hitos en el desarrollo científico-tecnológico. El primero refiere a la revolución industrial, que provocó
cambios decisivos en el paso de la producción artesanal a la producción industrial. Ese proceso definió
claramente la individualización de dos clases fundamentales en la sociedad capitalista: capitalistas y

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


581
obreros. El segundo período, caracterizado por la contundente irrupción de la producción industrial,
por la electricidad y por el uso a gran escala de los hidrocarburos, transcurre entre fines del siglo xix
y comienzos del xx. La tercera revolución industrial –calificada como “revolución científico-técnica”
por la escuela soviética, y como nuevo paradigma técnico-económico por el pensamiento económico
marxista occidental–, en la que se generaliza la aplicación de los progresos científico-tecnológicos,
cambia el modelo de acumulación capitalista, masifica la esfera de los servicios y de las tecnologías de
la información, y lleva las comunicaciones a niveles nunca antes sospechados en la vida económica y
social de las grandes naciones capitalistas. Esta tercera revolución industrial, que se enmarca en los años
cincuenta y comienzos de los sesenta del siglo xx, alcanza su mayor connotación aproximadamente
veinte años después, con un impulso inigualable a la utilización del conocimiento para el desarrollo
científico-tecnológico y para la propia configuración económico-productiva de la llamada fase pos-
fordista de la acumulación flexible. En la actualidad, el uso indistinto de los términos revolución
científico-técnica y paradigma técnico-económico, por parte de los economistas marxistas, responde a
la confirmación, tras un análisis crítico de dichas denominaciones, de que los grandes cambios sociales
no tienen su arranque en las solas revoluciones tecnológicas: se requieren transformaciones en el orden
de las relaciones de propiedad para que se produzca un cambio social que modifique la calidad del
sistema de relaciones de producción hoy dominante. Dicho de otra manera, los cambios tecnológicos
no modifican de por sí las relaciones de propiedad y, por tanto, tampoco las relaciones de una sociedad.

3. Es en este punto que aparecen los conceptos de “economía del conocimiento” y “sociedad del
conocimiento”, con términos anexos y específicos como “sociedad inmaterial”, “recursos del capital
intangible”, “capital cognitivo”, “capital inmaterial”, “trabajadores del conocimiento”, “trabajo inma-
terial”, “trabajadores cognitivos”, etcétera.
Medido por el contenido de conocimientos que está presente en los productos y exportaciones, los
países desarrollados, que representan 20% de la humanidad, participan actualmente con más de 90%
en la creación del conocimiento científico mundial, mientras el 80% de los habitantes del planeta,
que pertenece al mundo subdesarrollado, dispone de una capacidad de generación de conocimientos
inferior a 10%.
Según una relación de 1999 difundida en París por la OCDE, en 1997 Estados Unidos invirtió
206,5 millardos de dólares en investigación y desarrollo, mientras Japón invertía 130,1 el mismo año.
Tales datos dan cuenta, por sí solos, de la prioridad que estos poderosos países imperialistas conceden
actualmente al conocimiento y a sus aplicaciones. Por magnitud, esos recursos financieros representan
entre 2% y 3% del PIB respectivo de estos países, y superan el producto nacional bruto del conjunto
de las naciones africanas subsaharianas en el mismo año (Font, Mario, 2002: 51).
Mientras los países desarrollados concentran esos recursos en la producción manufacturera, en la
mayoría de los subdesarrollados se canalizan hacia las industrias primarias. Una situación similar se
repite en la estructura de gastos corrientes dedicados a la I&D por tipo de actividad. Allí se refleja un
alto porcentaje destinado al desarrollo experimental en los grandes centros de producción y comerciali-
zación científico-tecnológica, a diferencia de los países subdesarrollados, que invierten más los recursos
en investigación básica y aplicada.
Los países subdesarrollados participan con menos de 25% de los científicos y 16% de las publica-
ciones existentes a escala mundial. En relación con las patentes, que constituyen una medida directa

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


582
de la capacidad de generar conocimientos, estos países han logrado patentar en Estados Unidos y
Europa 1% del total mundial. El acceso al conocimiento universitario es exclusivo y clasista en los
países capitalistas. Una situación similar se produce en los terrenos de la salud y la ocupación. Por
otra parte, no es una paradoja afirmar que el muy material problema del hambre depende, en última
instancia, del conocimiento inmaterial de que una sociedad dispone. De hecho, solo la disponibilidad
y el dominio de tecnologías pueden resolver situaciones y cambiar esquemas que han adquirido, con
el tiempo, un carácter casi estructural. El problema, desde este punto de vista, está en el hecho de que
los países subdesarrollados difícilmente disponen de conocimientos y tecnologías –o de la capacidad
de inversión necesaria para producirlas– que les permitan salir del impasse. Como destacan algunos
estudiosos de la sociedad del conocimiento, la actual revolución científica y tecnológica es la única
que ha tenido, en la historia reciente, un carácter esencialmente privado: el know-how no es un recurso
disponible, sino celosamente custodiado; para los países que más lo necesitarían, el acceso a ese recurso
está poco menos que negado (Curien, Foray, 2000).
No obstante esas evidentes diferencias entre los países capitalistas desarrollados y los subdesarrolla-
dos, hay autores que, al estudiar la “sociedad del conocimiento”, han afirmado de manera inequívoca
que es “muy probable que en los próximos 10 o 20 años se produzcan nuevos y sorprendentes milagros
económicos, mediante los cuales los países pobres y atrasados del Tercer Mundo se vean transforma-
dos, de punta en blanco, en potencias económicas de rápido crecimiento” (Drucker, 1993: 15). La
historia ha confirmado, y confirma, el exagerado equívoco de Peter Drucker, autor de esa afirmación
en su libro Post-Capitalist Society. El libro fue escrito en 1993. Todo comentario sería superfluo.

4. La novedad de la llamada “sociedad del conocimiento” consiste en el hecho de que acelera la ve-
locidad de su difusión y su alcance global a través de culturas, clases y geografías, hasta alcanzar una
expansión nunca antes vista, en un ámbito de dominio social generalizado y no limitado a la sola esfera
de la producción.
Esta transformación ocurre bajo el impulso de un cambio radical en el significado del conoci-
miento. De esta manera, el conocimiento se aplica no solo a los procesos productivos, sino también al
conocimiento mismo. Como ejemplo clásico de la velocidad de aplicación de los progresos científico-
tecnológicos, el teléfono requirió siete años para llegar a sus primeros 50 millones de usuarios. Internet
alcanzó la misma cifra en la mitad del tiempo, cuenta actualmente con más de 400 millones de usua-
rios y muestra incalculables posibilidades para la comunicación.
El impacto de las tecnologías de la información y la comunicación, junto con el uso de la informáti-
ca y la telemática, revolucionan la información. El desarrollo de la tecnología de fibra óptica ha elevado
enormemente la velocidad de transmisión de datos y ha hecho posible la existencia de auténticas
autopistas de la información que atraviesan países, continentes y océanos, con distancias ya cercanas
al millón de kilómetros y velocidad de hasta 10 gigabytes por segundo. Son cambios profundos, que
marcan época y obviamente superan, por su alcance internacional y por las transformaciones en el
flujo de información, la revolución que en esta esfera provocó en 1450 Gutenberg, al inventar los tipos
móviles e introducir en Europa las primeras máquinas tipográficas6.
El capitalismo medirá siempre el contenido de su riqueza a partir del tiempo de trabajo, como
creador de valor, para conservarla y lograr su autocrecimiento. Resulta que en el momento de negociar
conocimientos, la producción que se vende como mercancía es el conocimiento; este aparece aquí

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


583
como producto final (patentes) de la siguiente manera: la venta del producto-conocimiento es una
mercancía, y este producto tiene un valor y también un precio, que es el resultado del trabajo complejo.
Surge en este punto la contradicción entre la transformación del conocimiento en valor y el valor
del conocimiento como mercancía.

5. El retraso de la teoría marxista del valor-trabajo en explicar, de una manera más convincente, el
significado del conocimiento en la creación del valor bajo las condiciones actuales, no desdice el hecho
de que detrás del intercambio entre nuevas tecnologías, nuevos productos y nuevos conocimientos,
están presentes unas relaciones económicas y sociales que, en el proceso de producción y de servicios,
generan en el mundo actual un conjunto de desigualdades, por causa del dominio monopólico de los
grandes centros de poder. En este escenario internacional, la “economía del conocimiento” ha genera-
do un nuevo paradigma técnico-económico.
En los últimos informes del Banco Mundial se reconoce el aporte del conocimiento al crecimiento
económico. Pero ya en la tradición económica, sobre todo en los decenios cincuenta y sesenta del
pasado siglo, se había entendido la fórmula matemática que permitía acercarse a este fenómeno. El
modelo de Solow tuvo la virtud de demostrar que una parte importante del crecimiento económico
no podía ser explicada con ninguno de los factores de producción tradicionales; este modelo puso en
evidencia que el progreso técnico era determinante para explicar las dinámicas de crecimiento, aunque
simultáneamente reconocía que tenía esto un carácter exógeno. Otros importantes aportes fueron
obra de Arroz, Machulp, Galbraith y Bell (Triana, 2005: 26). En los años ochenta, con los trabajos
de Romer, el tema vuelve a adquirir relevancia. El conocimiento siempre ha sido aplicado al sistema
productivo. El trabajo, al fin y al cabo, es intercambio de fuerzas físicas y mentales entre el hombre y
la naturaleza. Lo que hoy marca la diferencia es la aplicación instantánea del conocimiento y el hecho
de que este sea el factor determinante de la ventaja competitiva.

6. No es posible identificar un sector del conocimiento que esté separado del resto de las actividades
productivas y de servicios. Su intangibilidad le permite llegar a todas las esferas de la vida del hombre
y, en particular, a un proceso de reestructuración que lleva implícita la importancia del conocimiento,
su aplicación a los procesos tecnológicos y a los factores organizativos e institucionales en la determi-
nación de la competitividad internacional de los países.
Existen, en todo caso, algunos elementos que pueden definir sintéticamente las características de
una economía basada en el conocimiento:

a) Surgimiento de nuevos sectores a partir de la producción, la distribución y el uso del conocimiento.


b) El conocimiento mismo se transforma en un factor productivo y en un producto, y deviene así
en elemento decisivo para la ocupación, la creación de valor y el crecimiento económico a largo
plazo.
c) La inversión en conocimientos tiene rendimientos crecientes, que pueden contrabalancear el
rendimiento decreciente de otros factores.
d) Necesidad del aprendizaje, de la formación continua y de la innovación.
e) El conocimiento se transforma en el elemento central del mejoramiento de la productividad, del
trabajo y de la competitividad.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


584
En una economía basada en los recursos del capital intangible, la productividad total de los factores
no proviene esencialmente de los factores tradicionales, sino del conocimiento.
La actividad central de la creación de riqueza no será ni la asignación de capital para usos produc-
tivos ni el trabajo.
En estas nuevas condiciones, las teorías económicas convencionales que imperaban en los siglos
xix y xx, incluidos los clásicos, los neoclásicos y los keynesianos, no se adaptan a las demandas y
exigencias del alcance y dinámica de la producción de conocimientos; el recurso económico básico no
es ya el capital, ni los recursos naturales, ni la tierra, ni el trabajo: es el conocimiento. En este contexto,
las tradicionales ventajas comparativas, en el ámbito de las relaciones económicas internacionales, son
sustituidas por ventajas competitivas, en las que se preserva un uso exclusivo del conocimiento como
factor de competencia.
La revolución tecnológica que hoy se desarrolla en las grandes potencias capitalistas ha sido resul-
tado del descubrimiento de la forma en que los oficios y el conocimiento de convierten en libros y en
metodologías. A fin de cuentas, la aplicación del conocimiento constituye la base del desarrollo tecno-
lógico. Este proceso se ha realizado y consolidado en determinados contextos culturales e ideológicos;
por tanto, su devenir, impacto y aplicación no son neutrales. Desde su nacimiento, la tecnología está
íntimamente vinculada a la estructura sociocultural y clasista y, por tanto, al conjunto de valores al que
responden sus artífices.

7. Conviene recordar que el proceso de producción implica un proceso físico de transformación de


la materia a través del trabajo. Pero no es por consecuencia de ello que el trabajo se convierte en la
medida del valor social de la producción, sino por la forma histórica capitalista de organización social
del proceso de producción general, vale decir, del proceso de reproducción de la vida social humana. Y
las formas de organización social son una realidad material, tan real como las piedras, los minerales y
la materia orgánica implicados en el proceso de producción. En verdad, no existe una separación real
entre el proceso de producción, que implica el uso de materia orgánica, y el proceso de producción
de las relaciones sociales, como se deja ver en ciertas interpretaciones del papel del conocimiento
en el proceso de producción capitalista, que conducen a una concepción premarxista de la realidad
material.
En su juventud, Marx había hecho la crítica del materialismo filosófico, que limita la realidad
objetiva a los procesos de la naturaleza y reduce el campo de análisis material de la realidad humana
a los aspectos naturales, físicos, químicos o biológicos, y más recientemente también estadísticos.
Los aspectos espirituales, el conocimiento y las relaciones sociales se interpretan como epifenómenos,
derivaciones de los procedimientos “naturales” que actúan en el hombre. El conocimiento sería así
un mero producto de procesos cerebrales y, por tanto, una propiedad de la materia como puede serlo
cualquier secreción humoral de los seres vivos.
Pero la filosofía de Marx supera también el dualismo filosófico, que establece una separación entre
materia y espíritu y aplica esta doble dimensión a todo fenómeno de la naturaleza, hasta establecer,
incluso, una relación de determinación del espíritu sobre la naturaleza.

El defecto fundamental de todo el materialismo anterior –incluido el de Feuerbach– es que solo


concibe las cosas, la realidad, la sensorialidad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no
como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


585
activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero solo de un modo
abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal (Marx,
1ª Tesis sobre Feuerbach).

Por el contrario, en el materialismo histórico (el materialismo de Marx y Engels) los fenómenos
espirituales –los que se generan y perciben a través del conocimiento– son de número limitado y se
caracterizan por situarse en un nivel superior que el de los procesos puramente sensibles. El conoci-
miento forma parte de la realidad objetiva dada por las sensaciones y pertenece al mismo campo real
de la naturaleza tangible.

El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema


teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad,
es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o
irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica es un problema puramente escolástico (Marx,
2ª Tesis sobre Feuerbach)7.

En realidad, conciencia y conocimiento no son una “reflexión” sobre la realidad, sino el contenido
mismo de la realidad (Dietzgen, 1973). Pero solo surge como realidad material mediante un proceso
social históricamente determinado. Y el proceso social se estructura precisamente mediante el trabajo.
“La sociedad es la naturaleza transformada por el trabajo”: esta aserción de Pannekoek (1976: 54)
ilustra bien la cuestión.
El conocimiento no nace espontáneamente, no es fruto de una actitud individual de reflexión
íntima sobre la realidad externa al individuo pensante, sino que aparece en el proceso de producción
de la vida social como vida material. En cada época histórica, el conocimiento se ve determinado
por las condiciones del desarrollo social y expresa el alcance y los límites propios de la sociedad del
momento. Es por tal motivo que el conocimiento está históricamente determinado, pero no solo eso:
está también determinado por la clase a la que pertenece.
El conocimiento no es neutral, sino de clase.

4. ¿El valor del conocimiento o el conocimiento creador de valor?

1. La industrialización del conocimiento, el control –por parte de los propietarios de los medios de
producción– de la energía humana y de la fatiga humana de pensar, de la abstracción, es actualmente la
forma dominante de generación del conocimiento, y lo dota de un mayor poder de dinamización de las
fuerzas productivas materiales de la sociedad que en otras fases del desarrollo histórico del capitalismo.
Toda producción de bienes materiales o de servicios requiere una determinada cantidad de cono-
cimiento. El problema consiste en determinar y precisar cuándo el conocimiento se transforma en el
componente fundamental de esos procesos y se hace imprescindible para el desarrollo de las nuevas
producciones de bienes y servicios.
Para un primer acercamiento al tema de la economía del conocimiento desde la perspectiva de
la teoría marxista del valor-trabajo, resulta necesario hacer dos aclaratorias metodológicas. En pri-
mer lugar, para Marx el valor de las mercancías está determinado por el trabajo abstracto, indistinto,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


586
indiferenciado: la magnitud del valor como cantidad de trabajo socialmente necesario para la produc-
ción de una determinada mercancía. El trabajo humano creador de valor puede ser trabajo simple,
que es el empleo de esa fuerza de trabajo que todo hombre común, en término medio, posee en su
organismo, sin necesidad de una instrucción especial o trabajo complejo, que no es más que el trabajo
simple potenciado o, para decirlo mejor, multiplicado por una pequeña cantidad de trabajo complejo,
y que puede equivaler a una cantidad grande de trabajo simple.
Desde nuestro punto de vista, el conocimiento es trabajo complejo, es decir, en palabras de Marx,
trabajo simple potenciado que se incluye en el proceso de producción y de servicios y en el propio
conocimiento, y comprende un elevado nivel de productividad y, por tanto, de competitividad. Este
conocimiento incluido puede generar, y en realidad genera, innovación para el producto, como tam-
bién nuevas tecnologías y nuevos conocimientos. El trabajo intelectual como trabajo complejo es
creador de valor.
En segundo lugar, el trabajo es la sustancia del valor, pero el trabajo en sí mismo no tiene valor (es
la fuerza de trabajo la que lo tiene): el trabajo crea valor.

2. Para profundizar en el análisis del pensamiento de Marx acerca del papel del conocimiento, del
desarrollo de la ciencia y de los procesos tecnológicos y su aplicación en la producción como fuerza
productiva directa, es necesario precisar que el estudio debe organizarse a partir de una sociedad his-
tóricamente determinada, no una sociedad en abstracto, y eso nos refiere a la sociedad capitalista. El
análisis de Marx se focaliza siempre en el carácter histórico del capitalismo y en cómo la fuerza del
capital apunta a su destrucción y no a su desarrollo; dicho en otros términos, su desarrollo conduce
irremediablemente a su destrucción.
Acerca de la subordinación real del trabajo al capital, explica Marx en los Manuscritos del 57 y 58:

El valor objetivado en la maquinaria se presenta, además, como supuesto frente al cual la fuerza
valorizadora de la capacidad laboral individual desaparece como algo infinitamente pequeño (Marx,
1976, tomo II: 121).

La acumulación del saber y de la destreza, de las fuerzas productivas generales del cerebro social,
es absorbida así, con respecto al trabajo, por el capital, y se presenta por ende como propiedad del
capital, y más precisamente del capital fijo, en la medida en que este ingresa como verdadero medio
de producción al proceso productivo (220).

Una demostración que refleja el análisis histórico concreto del papel de las máquinas en función
del capital, es la siguiente:

El volumen cuantitativo y la eficacia (intensidad) con los que el capital se ha desarrollado en cuanto
capital fijo, indican por ello en general el grado en que el capital en cuanto capital, en cuanto poder
sobre el trabajo vivo, se ha desarrollado y ha sometido a sí mismo el proceso de producción en
general (222).

En la misma medida en que el tiempo de trabajo es considerado por el capital como único elemento
determinante, desaparecen el trabajo inmediato y su cantidad como principio determinante de la pro-
ducción. Marx continúa explicando cómo el trabajo inmediato es reducido a una proporción exigua y

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


587
subordinada a la aplicación tecnológica de las ciencias naturales. Este análisis le permite concluir que
el capital trabaja, así, en beneficio de su propia disolución como forma dominante de la producción.

3. Para reafirmar la idea de que el conocimiento es trabajo complejo, es conveniente recurrir de nuevo
a Marx, quien subraya que

si bien, por un lado, la transformación del proceso productivo a partir del proceso simple de trabajo
en un proceso científico –que pone a su servicio las fuerzas naturales y, de esa suerte, las obliga a
operar al servicio de las necesidades humanas–, se presenta como cualidad del capital fijo frente al
trabajo vivo. (Marx, 1976, tomo II: 223).

Es responsabilidad de los economistas políticos de hoy desentrañar las condiciones de la amplia


difusión del conocimiento y de su mercantilización, así como desentrañar también las bases meto-
dológicas y conceptuales sobre las cuales transita la creación del valor en la época de la economía del
conocimiento. Hoy, un correcto análisis marxista debe seguramente partir de la consideración de que
la supuesta especificidad del proceso de elaboración de conciencia social, de conocimiento, no es tal, y
que se parece más bien a procesos anteriores de sometimiento directo del trabajo no mercantil al tra-
bajo mercantil: la producción de alimentos y su preparación por parte de trabajadores industriales, o
la generación de leyendas y mitos, actividades que hasta no hace mucho se realizaban en gran medida
en el contexto del trabajo doméstico, han pasado a ser parte de la realidad mercantil en forma de
supermercados, restaurantes y programas televisivos.

4. Finalmente, la sociedad del conocimiento, al ser esencialmente una sociedad capitalista, se caracte-
riza por haber sometido la actividad espiritual del hombre a la relación mercantil.
Y el valor mercantil no tiene otro contenido material que el valor-trabajo, la aplicación de energía
humana, física y mental, a la producción de mercancías, entre las cuales se encuentra, ahora, el propio
conocimiento.
La posibilidad de patentar el conocimiento, de traducirlo en rendimiento financiero privado (por
ejemplo, las patentes del genoma humano, o de determinadas secreciones de especies vegetales), es una
clara demostración de que la “economía” del conocimiento es otra expresión de la economía mercantil
o capitalista, que sistemáticamente aplica la medida del rendimiento mercantil al conocimiento y no
constituye, por tanto, excepción alguna a la aplicación de la teoría del valor-trabajo, que precisamente
explica cómo se constituye esta noción de rendimiento mercantil.
Al mismo tiempo, la economía del conocimiento no puede reputarse externa o extraña a la relación
predominante en el capitalismo, es decir, la relación capital-trabajo, por lo que no determina sino una
nueva configuración de ese mismo conflicto en la llamada fase posfordista.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


588
­— notas —

1 En el desarrollo de este capítulo serán frecuentes las referencias a Martufi, Vasapollo (1999; 2000b).

2 “La introducción de la informática –y en particular de la robótica, de la telemática y de los sistemas expertos– en el mundo

del trabajo lleva a una evolución profunda e irreversible del modo de producir y distribuir bienes y servicios. Simultáneamente,
también la organización social tiende a evolucionar bajo el impulso de las nuevas tecnologías: se modifica para el hombre la
manera de intervenir en la producción, pero también la de colaborar, interactuar socialmente y vincularse en lo privado” (Mis-
sikoff, 1984: 42).

3 Sobre estos temas vuelve con frecuencia Dioguardi (1995), desde una perspectiva y con finalidades completamente diferentes

a las nuestras.

4 Dioguardi (1995) sostiene que los medios principales de difusión de la cultura empresarial, tanto hacia adentro como hacia

afuera de la empresa, son en cambio las organizaciones sindicales. Estas deben desempeñar el papel de difusoras de cultura,
de estímulo cultural, entre todos los dependientes (nótese la completa subsunción de los sindicatos a las exigencias y políticas
empresariales, que los convierte en una simple ramificación). A su vez, los dependientes deben ser productores “autónomos”
de cultura y estímulos continuos, de manera tal que, al interactuar con la empresa y con el territorio, todas las relaciones se
conviertan en estímulos para la producción cultural. Así, pues, toda la sociedad cumple un papel indirectamente “empresarial”.

5 Cabe destacar que un sistema flexible como este no implica la desaparición de la jerarquía, del poder centralizado de decisión

y planificación. Antes bien, esa estructura flexible y operativamente descentralizada está principalmente centrada en las fun-
ciones generales de control, dirección y planificación. Sobre estos temas, cfr. Smith (2000).

6 Antes de Gutenberg había en todo el continente europeo apenas unos 30.000 libros, que en su enorme mayoría eran biblias

o comentarios de esta. Hacia 1500 ya eran más de nueve millones, sobre los más variados temas. Cfr. Gates (1995: 8).

7 Marx escribe las “Tesis sobre Feuerbach” en un cuaderno de notas en 1845, a sus 26 años, edad en que había ya elaborado

los fundamentos de su filosofía materialista de la historia. Cuando Engels las publicó, en 1888, las consideró como “el primer
documento en el que está contenido el germen inicial de la nueva concepción del mundo”.

LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO


589
Capítulo III
DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS
EN LA COMPETENCIA GLOBAL1

1. El sistema internacional de dominación político-económica

1. El programa neoliberal, como ya hemos visto en el texto, abarca no solo una determinada política
macroeconómica, sino también importantes cambios estructurales en el campo tecnológico e institu-
cional, en la política y en las relaciones entre las fuerzas sociales.
Para aplicar ese programa, los Gobiernos conservadores de centro-derecha y centro-izquierda llevan
adelante una ofensiva contra el movimiento sindical clasista, que ya desde los años setenta se traduce
en serias derrotas para el movimiento obrero. El fracaso de la huelga de los sindicalistas británicos del
carbón se tradujo en una reforma de la legislación laboral, que transformó a Gran Bretaña en el país de
la Unión Europea con mayores restricciones legales al derecho de huelga. Las privatizaciones (bajo la
ideología del “capitalismo popular”) y el deterioro de las condiciones de trabajo tuvieron su punta de
iceberg en el sistema británico de servicios públicos y generaron, con su precarización, un mercado
de trabajo que no garantiza que el trabajo sirva para salir de situaciones de pobreza.
El desarrollo del marco legislativo del neoliberalismo incluye, como primera medida, generar una
recesión para provocar así un aumento de la desocupación, evitar el pleno empleo y debilitar el mo-
vimiento sindical organizado y clasista, con el objetivo de poder contar con una mano de obra dis-
ciplinada. Recesión que desemboca, por vía monetarista, en incremento de las tasas de interés (y es
lo que hace el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Paul Volker, en 1982, con lo cual
provoca de improviso el aumento de la deuda externa de los países periféricos y la consecuente crisis
de la deuda). A los ciudadanos no se les dice que el aumento del precio del dinero tenga ese objetivo;
se sostiene, en cambio, que se provoca la recesión porque hay inflación, y que para combatirla es
preciso contener el gasto –y por ende el consumo– y adaptar la capacidad adquisitiva a la capacidad
de producción.
Otros componentes del ajuste legal son la flexibilización del salario y el empleo, la privatización y la
desregulación por vía legal, es decir, la precarización institucional: reducción del conjunto de normas
que regulan el funcionamiento de la economía y reducción también de la capacidad de intervención
directa en la economía por parte del Estado y el sector público en general.
La flexibilización es asimismo un componente de la desregulación. Consiste en reducir los obstá-
culos para el despido de los trabajadores y facilitar al mismo tiempo la contratación parcial. A su vez,
la flexibilización salarial, vinculada a la negociación colectiva, busca la individualización de los salarios
para reforzar la disciplina en el trabajo y aumentar la productividad individual, lo cual encuentra legi-
timación jurídica a través de las decenas de contratos de trabajo llamado atípico (vale decir, precario).
La privatización contribuye, por otra parte, a la saturación de la demanda de productos tradicio-
nales. Con la privatización se transforma en mercancía un conjunto de actividades que estaban hasta
ese momento en manos del Estado; en particular, las actividades más dinámicas de la nueva revolución
industrial, es decir, las comunicaciones (teléfonos, líneas aéreas), o incluso la energía y los servicios
sociales. Y todo esto, se dice, para garantizar el éxito del sistema-país en la competencia global: todos
los ciudadanos son llamados a competir por el bien común de la globalización.

2. Una de las imágenes hoy más difundidas es la que muestra que vivimos en un mundo globalizado,
en el que los márgenes de maniobra de los partidos políticos se van reduciendo, independientemente
de las ideologías. Sin embargo, hay que considerar cuáles son los actores concretos, para darse cuenta
del hecho de que los márgenes de maniobra no vienen dados, sino que se construyen a partir de la
fuerza de cada quien.
El capital financiero de muchos pequeños países de la periferia se está empleando en estos circuitos.
También muchas grandes empresas productivas se mueven por la vía de la financiarización e interrum-
pen en gran parte la producción, pues lo que se necesita producir es dinero a partir del dinero, a través
de las mil formas de finanzas especulativas, que es lo que produce mayor rendimiento. Empresas como
la General Electric obtienen hoy mayores ingresos de sus inversiones financieras que de la actividad
productiva. En el marco de las instituciones nacionales e internacionales, los nuevos actores que apa-
recen en el mercado global de divisas saben hacer presión sobre los organismos respectivos y superan a
muchos Gobiernos tanto en fondos como en capacidad de negociación.
La innovación tecnológica, la homogeneización mundial de las necesidades de los consumidores,
la disminución de las barreras aduanales y las transformaciones productivas están, sin duda, entre las
principales motivaciones “oficiales” de este nuevo proceso, que afecta ya al mercado mundial.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


592
3. El contenido efectivo de la globalización neoliberal no está dado por la mundialización de los
intercambios y el libre desplazamiento internacional de los hombres, sino por el de las operaciones y
los movimientos del capital, sea bajo la forma de inversiones productivas o financieras.
Para los diversos organismos institucionales y para quienes están ligados al mundo de las empresas,
este nuevo contexto de la competencia global polarizada se asimila a un concepto de libertad y de
supresión de todo tipo de barrera económico-social, pues, sostienen que, a través de las inversiones, las
reestructuraciones, las alianzas, las adquisiciones y las deslocalizaciones se puede construir una organi-
zación empresarial capaz de ocupar áreas geográficas y sectores de mercado profundamente vinculados
entre sí, para mejorar de esa manera las condiciones generales de vida de la población. Pero, como se
ha visto anteriormente, esto es, en la mejor de las hipótesis, pura ilusión frecuentemente sustentada
en trucos contables. Se trata, en efecto, de falsedades que solo buscan hacer “digerir” mejor los costos
sociales de la acumulación capitalista flexible del llamado ciclo posfordista.
Desde un punto de vista económico-social, la globalización neoliberal –esto es, la fase actual del
imperialismo, configurado en la competencia global– se inserta en la dinámica generada en el mun-
do por la nueva división internacional del trabajo, que pretende dotar al capital de una flexibilidad
mucho mayor, mantener su tasa de ganancia y elevar su rendimiento, facilitando así su circulación a
escala mundial.
Los profundos cambios socioeconómicos de las últimas décadas han influido notablemente en el
ambiente territorial, en el que todo sistema de producción ha modificado profundamente la manera
de ser, de presentarse y de actuar de toda la estructura empresarial.
Se asiste en la fase actual a una mundialización de los mercados, causa y efecto del aumento de
competitividad y de productividad del sistema económico en su conjunto y, más particularmente,
de los operadores económicos. El mejoramiento de los transportes y las comunicaciones y el des-
mantelamiento progresivo de las barreras aduanales –favorecido además por renovados acuerdos in-
ternacionales, políticos y económicos– han llevado a las empresas a confrontarse más directamente,
y a comportarse como si operasen en un mercado sin fronteras territoriales. El mercado, cada vez
más dinámico y competitivo, parece hoy presentar una clara e irreversible tendencia a convertirse en
mercado único, vale decir, de dimensión mundial.
Junto con la internacionalización del proceso productivo se registran profundos cambios en los
modelos conductuales que están en la base de la manifestación de la demanda de bienes y servicios. En
los países que hasta no hace mucho eran llamados industrializados, y a los que hoy se prefiere definir
como área del capitalismo avanzado, o mejor maduro, el consumidor es ahora un sujeto mucho más
complejo que en el pasado, desde el momento en que la intrincada red de informaciones de que dis-
pone lo lleva a asumir actitudes cada vez más flexibles y multidimensionales, derivadas de un contexto
general en el que la información y la comunicación han asumido un papel estratégico y dominante.

4. El nuevo proceso de internacionalización ha sido, pues, afirmado en los mercados, como proceso
de competencia global, por la empresa difundida en el cuerpo social (es decir, de tipo posfordista)
en la época de la acumulación flexible. De hecho, si se excluye el circuito de los consumos locales y
tradicionales, para la enorme mayoría de los productos no hay ya diferencias de estatus o de percepción
entre producción nacional y transnacional; usualmente, los productos que provienen de otros países,
o que están dirigidos a otros países, reciben el mismo trato que los nacionales.

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


593
Las empresas tienden ya a considerar el mercado interno como una de las partes de otro más am-
plio, articulado en muchas unidades nacionales: un mercado transnacional, en el cual la competencia
global se desarrolla en clave microeconómica como competencia entre empresas, y en una óptica
macroeconómica como competencia entre polos geoeconómicos. Las empresas, en todo caso, son el
eje impulsor de la internacionalización, en tanto que de una parte han dictado los tiempos y modos de
la transnacionalidad y por otra han extraído de allí el máximo beneficio.
El desarrollo de la internacionalización se vincula así con la crisis del fordismo; de hecho, la libe-
ralización de los mercados nacionales tiene un efecto muy disruptivo en la estructura de poder y de
equilibrio de este último. Por una parte, las empresas empujadas a la competencia internacional se
desprenden de la protección pública, mientras por otro lado disminuye el poder regulador del Estado,
que pasa a ser profit State global2.
En ese sentido, la globalización neoliberal representa el inicio de una nueva fase en la historia
del capitalismo, surgida del fin de la sociedad nacional de consumo de masas, que había concedido
demasiado poder a las clases obreras nacionales en perjuicio de los capitalistas y, al debilitar así la tasa
de ganancia, generó las condiciones para la gran crisis de los años setenta.
En la práctica, la internacionalización deviene deregulation, según lo cual no hay todavía una ver-
dadera y sistemática reorganización posfordista, sino una pérdida de viejas fórmulas organizativas para
pasar a un nuevo esquema, funcional a la acumulación flexible. La desregulación consiste, precisamen-
te, en un gradual desmantelamiento de las reglas que son identificadas como rigideces del sistema.
Su mayor impacto lo tiene, por ejemplo, en el aparato asistencial y regulador típico del welfare State.
Experimentada originalmente en tierra estadounidense, propagandizada por una ideología neocon-
servadora, individualista, liberal y aparentemente antiestatista, y pilote de la política económica de la
administración Reagan (la llamada reaganomics, de la cual se habló en otra parte de este Tratado),
la desregulación apuntó a la abolición de los instrumentos de control (leyes y entes públicos) sobre la
iniciativa empresarial privada, que eran garantía de la eficiencia del sistema económico. Hoy es la
bandera de todo Gobierno neoliberal.
La perspectiva posfordista no es de menor organización; antes bien, requiere una sistematización
más compleja, que debe gobernar una red de interdependencias mucho más amplia que la de la em-
presa fordista. Asimismo, debe coordinar el cambio que se produce también en los recursos de capital,
cada vez más de valor intangible.
De cualquier manera, la creciente internacionalización de los mercados, la ampliación del proceso
de innovación tecnológica y la expansión de la acumulación informativa, cognitiva y del capital in-
material en general, han cambiado las estrategias y las modalidades de crecimiento tradicionales de las
empresas, de los países, del vivir social como nuevo modelo político-socioeconómico de los bloques
geoeconómicos.
La alternativa proyectada consiste en generar una sociedad de consumo de masas que permita
fragmentar internacionalmente a la clase obrera, que se había unificado a escala nacional; por ejemplo,
parte de la clase obrera textil de Alemania son los trabajadores de Singapur y Malasia que laboran
en empresas textiles alemanas; una parte de la clase obrera de la industria automovilística de Estados
Unidos son los trabajadores mexicanos o argentinos de la Ford, etcétera.
Al mismo tiempo se aumenta la capacidad de consumo de una franja de la población de los países
pobres, minoritaria pero suficiente para hacer rentable el comercio internacional de productos con

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


594
alto valor agregado e, incluso, la comercialización interna de parte de la producción de las multinacio-
nales. Estos nuevos consumidores sustituyen a aquellos que se empobrecieron y quedaron fuera de la
categoría de los generadores de demanda, de los cuales, por otra parte, hay en los países desarrollados
en número suficiente para que la desocupación –el ejército industrial de reserva– permita tener bajo
control a los trabajadores.

5. El sistema de dominación internacional se incardina en la evolución de la economía a través de la


dinámica del capital, como bien lo puso en evidencia Hobsbawm ya en las condiciones de fines del
ochocientos y comienzos del novecientos.

La carrera por asegurarse el control de África y Asia cambió la política de todas las naciones europeas,
hizo surgir alianzas contrarias a todas las líneas naturales de simpatía y de asociación histórica,
constriñó a toda nación del continente a consumir una parte cada vez mayor de sus recursos
materiales y humanos en el equipamiento naval y militar, condujo a la nueva gran potencia, los
Estados Unidos, de una posición de aislamiento a rivalizar de lleno en la competencia internacional;
y, por el número, el alcance y la urgencia de los problemas que ha impulsado a las marquesinas de
la política, se ha convertido en un factor constante de amenaza y de perturbación de la paz y del
progreso de la humanidad. (…) Mientras Alemania y Rusia han sido quizá las más claras en su
confesa decisión de considerar el beneficio material de su propio país como único criterio al cual con-
formar su conducta, otras naciones no han tardado en aceptar el mismo modelo. Y, aun si la
conducta de las naciones en sus relaciones recíprocas ha sido en todos los tiempos determinada por
consideraciones egoístas y miopes, la adopción consciente y deliberada de este criterio, en una época
en la que el intercambio entre las naciones y su interdependencia para todas las cuestiones esenciales
de la vida humana han crecido enormemente, representa un paso atrás, presagio de graves peligros
para la causa de la civilidad3.

La confirmación de este análisis se verá posteriormente reforzada por la dinámica geográfica de los
flujos de inversión directa en el extranjero (IDE), que en los años noventa del siglo xx constituyeron
el instrumento principal del dogma de mando de la “estabilidad” político-económica global, devenida
en elemento prioritario de la política de control y de dominio e impuesta en el mundo gracias al nue-
vo papel asumido por los organismos político-económicos internacionales (FMI, BM, CEI, OCDE,
OMC, etcétera).
Una “estabilidad” que se convierte en ley de dominación, tanto política como económica, para el
control en todo el mundo de las áreas de interés estratégico-económico para las dinámicas políticas,
sociales y de las crisis económicas, de manera que se resuelvan siempre a favor de las grandes multina-
cionales occidentales y de los intereses de los más importantes bloques geoeconómicos y geopolíticos,
Estados Unidos y la Unión Europea antes que todos.

6. Se puede hablar de cuatro formas del capital: el financiero (o mejor capital-inversión), el productivo,
el “humano” (fuerza de trabajo) y el llamado social, o mejor “capital humano social”, que sería la
acumulación de conocimientos y prácticas productivas.
Por capital-inversión no debe entenderse un cuerpo único, sino una unidad diferenciada y jerarqui-
zada en la que se funden el capital productivo (incluyendo las IDE), el capital comercial y el capital
financiero (o sea, la inversión financiera), que en comparación con el pasado ha asumido un carácter
puramente especulativo.

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


595
El capital productivo –en el caso de las IDE– y la inversión financiera actúan mancomunadamente
para disponer de la masa de dinero necesaria para desestabilizar la economía –es decir, imponer la
“estabilidad” deseada por los grandes bloques geopolíticos– de aquellos países hacia los que se dirige
la inversión productiva. Las áreas de interés estratégico, como la Europa centro-oriental y la parte
asiática de la antigua Unión Soviética, la Eurasia, junto con la misma América Latina, constituyen
de hecho el campo de batalla donde los dos mayores polos económicos (Estados Unidos y Unión
Europea) combaten su guerra económica por el control global4.
Ello es posible, entre otras cosas, gracias a medidas de internacionalización financiera, que permi-
ten que las utilidades de las IDE sean recicladas en Occidente bajo distintas formas de especulación
financiera para una ganancia fácil.
El capital productivo está todavía sometido a las leyes de los Estados: una máquina no se transporta
tan fácilmente de un lugar a otro. El capital productivo se mueve en un espacio internacional porque
las empresas multinacionales establecen una lógica de acumulación que reúne sus actividades en diver-
sos países como un único proceso productivo.
El capital humano enfrenta todavía mayores barreras: además de pedir permiso en las fronteras,
debe tener pasaporte, y lleva más tiempo transferirlo que a una máquina. La fuerza de trabajo se mueve
en un espacio internacional con diferentes formas de regulación y en el que es valorizada de distintas
maneras.
Por su parte, el capital social –la acumulación de conocimientos y experiencia, el know-how, la
cultura productiva– es casi estrictamente nacional, e incluso muchas veces regional o local (piénsese en
el fenómeno de los distritos industriales en Italia).
Por tanto, las distintas dinámicas económicas viven en este planeta a velocidades y con barreras
muy diversas.

7. Hoy, el único mercado mundial realmente existente que haya superado los límites de la regulación
de los Estados nacionales, es el mercado del capital financiero global.
Como tal, la globalización neoliberal es una realidad inacabada, sujeta por tanto a cambios imprevi-
sibles en su devenir. Pero hay otra dimensión de la globalización neoliberal que avanza, en cambio, rá-
pidamente: en materia ecológica hay problemas regionales (como la lluvia ácida o la contaminación del
aire, la tierra y el agua), pero también mundiales (como el fenómeno de la capa de ozono, la reducción
de la biodiversidad y el sobrecalentamiento de la atmósfera), cuyo análisis requiere de profundizaciones
específicas y más amplias que las efectuadas en este trabajo.
En definitiva, podemos decir que existe la posibilidad de la globalización, pero su punto débil o
menos avanzado es el institucional.
La ausencia de una moneda nacional se completa con la inexistencia de una legislación laboral
mundial, más allá de las propuestas deliberativas representadas en los acuerdos y reglamentos de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT).
De hecho, el modelo consolidado de democracia capitalista, en todas sus diversas variantes, ha
quedado disuelto en los últimos 25 años.
El cambio más profundo se ha cumplido en el sistema trabajo y en el sistema de protección social.
La transformación es tanto cuantitativa, con una desocupación elevadísima en la Europa excontinen-
tal, como cualitativa, según hemos mostrado en las páginas anteriores.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


596
2. El mercado del capital financiero global

1. En el origen del crecimiento de la esfera financiera se encuentran flujos que llevan hacia ella partes
de una riqueza surgida en el ámbito de la producción real, y que antes de ser trasvasadas en diversas
formas a dicha esfera asumían la forma de riqueza determinada en la esfera de la producción real. Esos
flujos están en el origen de los perversos mecanismos de acumulación que determinan economías
nacionales sometidas al dominio del capital financiero como instrumentos de la relación de competen-
cia internacional entre polos geoeconómicos, competencia mediada por compromisos internos en las
organizaciones supranacionales (G8, BM, FMI, OCDE, BRI, ONU).
Tales procesos de globalización, de connotaciones financieras, siguen simplemente su lógica in-
terna, tendente a una maximización de las rentas financieras sin efecto propulsivo sobre la economía
real; rentas que se suman a ganancias industriales cada vez más altas, debidas a inmensos incrementos
de la productividad del trabajo. Se trata de incrementos que, al no ser redistribuidos socialmente, han
acrecentado las cuotas de riqueza destinadas al factor capital, por lo general en forma de renta y cada
vez menos en forma de inversiones capaces de crear ocupación; en beneficio siempre de dividendos,
intereses y capital gain que destinar a la especulación financiera o a inversiones en países con mano de
obra barata y escasos derechos.
El mayor grado de desarrollo de la globalización financiera, en comparación con los procesos en
los que participan el capital productivo o los trabajadores –que se mueven todavía en la escala del
intercambio internacional–, explica ampliamente el feo giro especulativo del capitalismo actual. Varios
factores caracterizan la aparición de un mercado global de capitales.
La crisis económica estructural que se iniciara en los primeros años setenta significó la desesta-
bilización de los mercados de trabajo y de los sistemas de organización de la producción. Hoy sigue
existiendo un sistema de circulación de personas (visas, permisos y autoridades migratorias); sigue exis-
tiendo un sistema de circulación de mercancías (permisos de importación y exportación, autoridades
aduanales), pero no existe un sistema monetario internacional, no hay una divisa mundial, no hay una
autoridad monetaria que regule el espacio internacional de circulación del dinero.
La decisión de los gobiernos de Ronald Reagan y de Margaret Tatcher, en 1980, de llevar a cabo la
desregulación del sistema financiero, es decir, eliminar los controles y garantizar la libre circulación de
capitales financieros, dio lugar a que la autoridad de los Gobiernos nacionales y de los bancos centrales
fuese sustituida por decisiones que derivan exclusivamente de las señales del mercado. Solamente en el
mercado financiero es casi absoluta la autoridad del mercado. Y el “casi” es porque las monedas siguen
siendo nacionales o de un área específica.
Entonces, mientras los habitantes y las mercancías de un país tienen un mercado nacional y si
quieren salir del país deben pasar por los mecanismos de migración o del comercio internacional, las
monedas de los países tienen un mercado mundial. No hay comercio internacional de monedas, sujeto
a regulaciones como todo comercio, sino compra-venta global o mundial de monedas.

2. La globalización financiera se derivó, sobre todo, de la decisión de Estados Unidos de manejar sus
problemas de balanza de pagos sin un ajuste real de su economía y evitar así las presiones que ejercían
los bancos centrales del resto del mundo para que no siguiera pagando sus deudas corrientes con dóla-
res de papel, no convertibles. Dado que Estados Unidos tiene la capacidad de atraer una gran parte del

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


597
ahorro mundial depositado en fondos de pensión y de inversión, logra financiar así, con ese surplus de
capital, su déficit en materia de transacciones reales.
Por ese motivo, Estados Unidos mantiene un déficit de cuenta corriente, comercio y transferencias
unilaterales que rondaba los 500.000 millones de dólares a fines de 2005, frente a los 100.000 millones
de surplus de Eurolandia. Al mismo tiempo, Estados Unidos debe mantener las tasas de interés a un
nivel superior al de Europa, a fin de atraer el capital privado necesario para compensar su déficit en
cuenta corriente. En estas consideraciones reside todo el misterio: hay mayor demanda de dólares que
de euros porque el precio en el tiempo (tasa de interés) del dinero norteamericano es mayor que el del
dinero europeo5.
De esta manera, Estados Unidos permitió que se generase un enorme mercado mundial de divisas,
en el cual el dinero genera más dinero (D - D') sin pasar por una producción real. Pero los problemas
que se generan en estos circuitos globales de divisas se trasladan al circuito de la economía real, donde
provocan las crisis de las instituciones bancarias no rentables y con ellas, de paso, de todo su portafolios
de clientes.

3. Legalmente, el FMI6 no puede intervenir en los mercados globales de divisas para ayudar a regu-
larlos, ya que, estatutariamente, la cuenta capital de la balanza de pagos no es competencia suya, sino
exclusivamente de los Gobiernos nacionales. En cualquier caso, no es posible mantener en equilibrio
ese mercado a largo plazo. Siendo un mercado esencialmente especulativo, el equilibrio consiste en
un hecho simple: lo que unos ganan, lo pierden otros. Pero una pérdida concentrada en uno o dos
agentes supone un verdadero desequilibrio del mercado financiero global, ya que produce a su vez una
gran pérdida de confianza y entonces el desequilibrio se traslada a la economía real. Lo que no se sabe
es cómo evitar que los desequilibrios temporales que golpean a algunos de los agentes se transformen
en un desequilibrio del sistema. El problema no es que quiebre un banco, sino que quiebre uno de
los diez bancos mundiales que manejan entre sí el 50% del volumen total de transacciones. Si alguno
de estos bancos cayera en una crisis de confianza, se produciría una catástrofe financiera mundial de
dimensiones imprevisibles.
Sin embargo, para los grandes inversionistas y las multinacionales, la existencia de los mercados
financieros globales es una gran ventaja, ya que les brinda acceso a un crédito no limitado por las
disponibilidades nacionales.
De esa manera, pueden solicitar un crédito global incluso cuando el Gobierno de su propio país,
por razones de política económica, procede a restringir el crédito nacional (mediante el aumento de las
tasas de interés o con limitaciones mayores a la capacidad de oferta de los bancos nacionales).
Se agrava así la desigualdad en el acceso a recursos financieros para impulsar el proceso de acumu-
lación y centralización de capital, ya que las pequeñas y medianas empresas y los consumidores están
sujetos al crédito disponible en el espacio nacional y a las condiciones particulares que este ofrece. La
existencia de mercados globales de capital, a disposición exclusiva de las muy grandes empresas, acelera
ese proceso de centralización.
Un claro ejemplo de esto lo encontramos en lo que ha sucedido durante estos últimos años con la
industria farmacéutica, en la que se adelanta un proceso de reconversión a través de la fusión de empre-
sas. El envejecimiento de la población en los países desarrollados favorece el progreso de esta industria,
que tiene un alto valor agregado y que, por otra parte, mantiene en muchos países un carácter familiar.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


598
Precisamente, esa es la razón por la cual muchas empresas transnacionales están accediendo intensa
y rápidamente al crédito internacional, para seguir absorbiendo poco a poco las pequeñas industrias
farmacéuticas nacionales.
Por todo esto, el mercado global de capitales acelera actualmente el proceso de centralización del
capital y refuerza así el papel económico, político, estratégico y social de las empresas transnacionales.

3. Los instrumentos para la “interdependencia económica”; es decir,


las estrategias para imponer la dependencia en la competencia global

1. A falta de una ruptura radical con la estructura de la dependencia económica total, los países de
desarrollo medio (y en Europa son ejemplo evidente los del área balcánica y del antiguo bloque socia-
lista), así como gran parte de América Latina (particularmente en lo que respecta al intercambio con
Estados Unidos) y del Tercer Mundo se ven constreñidos a desarrollar su industria y su producción
agrícola de una manera tal que beneficie a las naciones que sirven de vehículo a los proyectos de las
multinacionales. Jaffe sostiene en varios de sus trabajos (1973; 1990) que los países coloniales han
sido obligados a “desarrollarse” en sectores productivos que son poco adecuados para ellos. Pone como
ejemplo la agricultura africana que, dadas las características ambientales de ese continente, sería el
sector menos adecuado para un desarrollo eficaz y eficiente, por no decir ventajoso; mientras que resul-
taría mucho más ventajoso intensificarla y expandirla en terrenos más fértiles y aptos, como las grandes
llanuras verdes de Europa. En cambio, el desarrollo dictado por las lógicas colonialistas ha hecho que
en el norte (Europa) se desarrollara a marcha forzada el sector industrial y en el sur (África) el agrícola.
Con el resultado de que el desarrollo en sectores más dinámicos, como el industrial conlleva tasas de
productividad bastante más elevadas, además de la posibilidad de incrementar las fuerzas productivas a
niveles no alcanzables en sectores todavía atados a límites físicos y naturales, como el de la agricultura.
Esto agrava ulteriormente la brecha existente entre norte y sur.
Hong Kong, Singapur, Taiwán y otros países asiáticos han convertido los procesos de transforma-
ción y su desarrollo está ya directamente sometido a las exigencias del mercado europeo y estadouni-
dense. Una de las propuestas de los especialistas para que los países subdesarrollados puedan alcanzar a
los desarrollados es aprovechar los “escenarios de oportunidad”. Esta propuesta supone que los países
que están colocados en la frontera tecnológica pueden hacer uso de las posibilidades del paradigma
técnico-económico actual; es decir: aprovechar los reducidos tiempos de formación y el relativo bajo
costo de un recurso humano suficientemente calificado.
Ese análisis rechaza la teoría del ciclo del producto, según la cual los países subdesarrollados reciben
exclusivamente tecnologías obsoletas que han agotado ya sus cualidades innovadoras.
Los teóricos neoschumpeterianos del cambio tecnológico afirman que una visión dinámica del
desarrollo podría hacer posible para los países subdesarrollados, bajo las condiciones actuales, una
producción competitiva durante las fases “calientes” del desarrollo de las tecnologías. Se basa esta
afirmación en el hecho de que los ciclos de vida de toda innovación son cada vez más breves, por lo cual
los innovadores deben recuperar la inversión a breve plazo y están, en consecuencia, más interesados
en proteger y vender patentes que en mantener el control monopólico. Según varios autores7, eso

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


599
refuerza la ventaja de los costos que presentan aquellos países. Pero aun cuando esa posibilidad exista,
no se puede ignorar que este proceso acontece en la fase monopolista del capitalismo, en la que la
competencia no disminuye, sino que se agudiza para mantener ganancias extraordinarias.
Por eso resulta excesivamente optimista la concepción neoschumpeteriana, que considera que el
nuevo paradigma tecnológico tiene capacidad real para superar la brecha norte-sur en sus diversas
manifestaciones
La evidencia empírica niega esas conclusiones. Las regulaciones impuestas por la OMC al comercio
internacional dan cuenta de los niveles crecientes de protección a la propiedad intelectual, y el 90% de
las patentes está controlado por los países capitalistas desarrollados. Otras son también las perspectivas
que se derivan del fuerte papel del gasto en I&D como requisito para desencadenar cualquier proceso
de innovación verdadera en un país. La tesis marxista según la cual el capital es internacional por su
naturaleza, encuentra su mejor confirmación en la estrecha interdependencia económica de los países,
expresión concreta, a su vez, de la globalización, que no es más que la manera en que actualmente se
presenta la mundialización capitalista.

2. Es la demanda externa de los dos grandes polos geoeconómicos, Estados Unidos y la Unión Eu-
ropea, lo que modela la amplitud y la orientación del proceso de acumulación del capital asiático en
función del paradigma de la acumulación flexible occidental.
La América Central y del Sur, el África subsahariana, el sur de Asia e Indochina tienen un aparato
estatal y productivo débil, por lo que no son todavía capaces de impulsar un proceso de industrializa-
ción que sea autónomo y, por tanto, funcional a auténticos procesos de colonización por parte de los
dos grandes polos. Hay también en esas áreas países que desde los años setenta han experimentado un
crecimiento industrial, bajo la acción combinada del capital extranjero y del controlado por la burgue-
sía interna. Un papel dominante cumple en esto el capital multinacional, que ha intentado modificar
los términos de la dependencia con un nuevo impulso industrializador para la construcción de procesos
de dominación que dependan también de las importaciones, al tiempo que mantiene una estructura
salarial en la que no deben permitirse crecimientos que se alejen de los niveles mínimos de subsistencia.
Finalmente, en los países exportadores de petróleo, que cuentan con importantes recursos finan-
cieros, o en aquellos que tienen gran abundancia de recursos naturales y coyunturas económicas muy
favorecidas por Occidente, el mercado interno se expande de manera significativa y da impulso a
una industria totalmente dependiente del capital occidental (como, por ejemplo, Colombia, Chile,
Nigeria, Indonesia, etcétera).
El crecimiento económico de algunos de estos países se debe al proceso de acumulación y de
transformación tecnológica, que ha creado un nuevo y sólido modelo de dependencia financiera y
tecnológica con respecto a los dos grandes bloques económicos. La reproducción a vasta escala del
moderno aparato industrial está basada en la importación de equipos y maquinarias.
El alto nivel de importaciones inherente a este modelo de crecimiento, así como la falta de dinamis-
mo del sector exportador, la relación de intercambio desigual, la dinámica de las IDE, los movimientos
de capitales financieros y la remesa de utilidades a las empresas extranjeras son algunos de los elementos
que por décadas han originado un desequilibrio macroeconómico y una tendencia continua al déficit
de balanza comercial, frente al cual se apela cada vez más al recurso del endeudamiento externo y a un
excesivo empleo de capitales extranjeros para restablecer el equilibrio.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


600
La política económica determina, cada vez más, decisiones monetaristas y neoliberales, que dejan
intactas las causas profundas que originan los desequilibrios en la estructura productiva y profundizan
así el déficit comercial.

3. Siguiendo indicaciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, numerosos Go-
biernos continúan aplicando políticas de “reforma estructural” y de apertura comercial acelerada,
con privatización de las empresas estatales, desregulación económica y medidas antinflacionarias. Las
primeras repercusiones son la caída del salario real, el aumento del desempleo, la desindustrialización
y la ausencia de inversiones reales y productivas por parte del capital interno, y de allí la ampliación
de la dependencia total respecto a los grandes bloques económicos. Con el incremento de la deuda
pública y del uso de capital extranjero, crecen la rentabilidad de este último y la distribución hacia el
exterior de las utilidades, al tiempo que se refuerza el desequilibrio en el sector de las exportaciones. El
refinanciamiento de la deuda acumulada provoca el aumento del capital extranjero, nuevos flujos de
capital, en la idea de que ayudarán a detener la descapitalización. En lugar de eso, se sigue financiando
un desarrollo dependiente, con la ilusión de obtener una utilidad duradera. Para mantener los niveles
de rentabilidad se incentiva el uso de capital extranjero y la dependencia de sus equipos e instalaciones,
se explota a los trabajadores, se reducen las inversiones públicas y se aplican políticas restrictivas, todo
lo cual lleva a un círculo vicioso de dependencia financiera y tecnológica que incrementa la deuda
externa y hace cada vez más difícil la sobrevivencia de pueblos enteros.
Los criterios clásicos de internacionalización resultan entonces cada vez menos eficaces, sobre todo
por causa de la expansión del ambiente empresarial y de su dinamismo. En las condiciones actuales, la
internacionalización alcanza un grado muy superior en su desarrollo, al punto de contribuir decisiva-
mente a pasar al nuevo paradigma técnico-económico. El acelerado cambio tecnológico de las últimas
décadas y el reconocimiento del relevante papel del conocimiento en la competitividad, han incen-
tivado los estudios teóricos y empíricos acerca de la relación entre cambio técnico y competitividad
en el comercio internacional. Toda la teoría del comercio internacional, incluyendo una de sus tesis
más antiguas, la conocida ley de las ventajas comparadas de Ricardo8 –según la cual la especialización
comercial de los países se basa en ventajas relativas–, ha sido revisada y discutida por los economistas.
La teoría tradicional del comercio internacional dominó en el pensamiento económico por mucho
tiempo. En la concepción de Ricardo, la ventaja comparada garantiza que el comercio beneficie a
todos los países, siempre que cada uno de ellos se especialice en la producción de aquellos bienes que le
representan menores costos relativos, de manera que el intercambio dependa más de la productividad
de los factores que de la dotación de recursos. Desde esa perspectiva, el comercio internacional siempre
genera ganancias.
Los modelos clásicos y neoclásicos se han basado siempre en un conjunto de hipótesis restrictivas
de la realidad concreta: competencia perfecta, rendimientos constantes de escala, movilidad nacional de
los factores, preferencias idénticas de los consumidores y libre difusión de la tecnología. Por otra parte,
las ventajas relativas, fundamento de la especialización internacional, surgen de la comparación de la
estructura intersectorial de costos relativos entre un país y otro, es decir, de la confrontación de las
estructuras intersectoriales internacionales.
Desde hace varios años se han producido aportes científicos para la creación de una teoría del
comercio que abarque los factores tecnológicos desde una perspectiva no ortodoxa, ya que los modelos

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


601
clásicos y neoclásicos se han demostrado incapaces de explicar satisfactoriamente la realidad de estos
tiempos. Se pueden mencionar, por ejemplo, varios autores que incorporan conceptos de la teoría
neoschumpeteriana y desarrollan la concepción de competitividad estructural, basada en ventajas ab-
solutas. Los desfases tecnológicos que se producen entre los países, resultado de la brecha tecnológica,
generan diferencias significativas en la productividad de los factores y dan lugar a ventajas absolutas
en el comercio.
Esta situación conduce a una especialización comercial basada en ventajas absolutas que no tienen
que transformarse en costos relativos, dado que los competidores no son capaces, por sus limitaciones
tecnológicas, de imitar la producción del bien en cuestión. Paradójicamente, la conclusión es que el
acelerado cambio tecnológico conduce a un mecanismo de acomodamiento, basado en la ventaja-
desventaja absoluta, y produce cambios en la competitividad del país, en sus ingresos reales y en su
inserción internacional.
Los países subdesarrollados, tanto en la concepción de las ventajas comparadas de Ricardo como
en la de las ventajas absolutas de Smith –que se concentra en las ventajas competitivas–, encuentran
en el comercio internacional una barrera irremontable, que limita su desarrollo y, por tanto, sus niveles
de competitividad. Estas desigualdades se reflejan asimismo en la dinámica de las ventajas comparadas,
ya que de partida son limitadas las bases para garantizar infraestructuras, continuidad de los procesos
de formación, capacidades científico-tecnológicas endógenas, etcétera.
Todos los modelos concuerdan en concluir que esto solo es posible si el país logra disponer del
“capital humano necesario”, un término cada vez más utilizado en la literatura científica y en el léxico
político para identificar a la fuerza de trabajo o, mejor dicho, al recurso humano. Es muy común
referirse al capital humano social para aludir al conjunto de características y cualidades de las personas
que integran una organización; es decir, a sus aspectos intangibles, como pueden ser la educación,
la formación, la salud, las condiciones de vida y de trabajo, los saberes tradicionales y adquiridos, la
predisposición al cambio, etcétera.
El capital humano social es el stock de conocimientos y habilidades “útiles” que interesan al capi-
tal . Por el lado de la teoría marxista, la concepción de capital humano ha recibido fuertes críticas. En
9

efecto, esta categoría separa la relación técnica de la relación social, con lo cual la dimensión sociopolí-
tica de la empresa es ignorada y se puede así ignorar también la relación de explotación de la fuerza de
trabajo. Los economistas de Estados Unidos han calculado que 70% de la riqueza de ese país asume la
forma de capital humano. Tal vez esto explique por qué las últimas caídas de la bolsa no han provocado
una fuerte reacción en la economía real: por la simple razón de que ¾ del capital es humano y tiende
a variar independientemente del rendimiento del capital financiero bursátil.

4. La creciente interdependencia de los mercados y la innovación tecnológica han hecho cambiar todos
los sistemas locales de empresas. Las ventajas derivadas de la ubicación en distritos empresariales –coo-
peración, cercanía de los mercados, circulación rápida de las comunicaciones– no fueron suficientes
para darle al sistema una completa ventaja.
La innovación tecnológica, la forzada homogeneización mundial de las necesidades de los con-
sumidores, la disminución de las barreras aduanales y la transformación productiva, están, sin duda,
entre las principales motivaciones “oficiales” de este nuevo proceso, que incide ya en el mercado
mundial.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


602
La verdad es que, a través de las multinacionales, del comercio exterior, de las inversiones directas
en el extranjero y del papel de las cadenas productivas y empresas en red, el empresario internacional
está en continua búsqueda de nuevos mercados finales, pero sobre todo de nuevos mercados de aca-
paramiento a bajo costo del recurso humano, el trabajo, y de materias primas, por lo que garantiza el
capital en las áreas que se prestan a ser “islas felices” y paraísos fiscales.
La generalización de la producción flexible, con sus exigencias de cercanía entre quienes hacen los
pedidos y quienes proveen piezas, semiproductos y servicios, tiene un peso similar en la escogencia
de la localización, en detrimento de los países de desarrollo medio y, en particular, por ejemplo, de
aquellas industrias de América Latina, de los Balcanes y del este europeo en las que se conjugan el bajo
costo del trabajo y niveles medios-altos de especialización de la mano de obra. Esto afecta igualmente
a algunas que hacen uso intensivo de mano de obra.
Estos mismos factores explican la marginación no solo de gran parte de los países en vías de desa-
rrollo, sino de otros de la Europa centro-oriental, de América Latina y del África mediterránea. Las
oportunidades que representa la deslocalización de la producción hacia países con muy bajo salario,
posible hoy gracias a la liberalización casi completa de los intercambios, solo se traducen para esos
países –y para partes enteras de grandes continentes, esencialmente África– en movimiento mun-
dializado del capital, origen de un nuevo colonialismo que se manifiesta en forma de marginación
absoluta.
Por todo lo anterior, no hay la menor posibilidad de ver el fenómeno de la globalización –según
algunos ideólogos de derecha (y no solo) intentan hacernos creer– como si se tratara de un proceso
homogeneizador del desarrollo del capitalismo a escala mundial. Mientras un pequeño grupo de po-
tencias capitalistas ha llegado a un altísimo nivel de desarrollo tecnológico y sus ciclos reproductivos
han pasado ya al nuevo paradigma tecnológico, la mayoría de las economías del mundo se encuentra
en un nivel casi primitivo. El nuevo orden económico mundial que las potencias imperialistas pre-
tenden imponer no se caracteriza por la homogeneidad en los niveles de desarrollo, sino más bien por
un proceso de “modernización” del viejo colonialismo inaugurado tras la Segunda Guerra Mundial.
Razón por la cual puede decirse que ni la caída del socialismo europeo, ni los cambios tecnológicos
de alta significación que han tenido lugar en los últimos 25 años, han producido modificación alguna
en la esencia del sistema de explotación capitalista, ni en términos de erosión de la explotación de
los trabajadores –en particular de los obreros asalariados– ni, mucho menos, en términos de cambio
en las relaciones neocoloniales que durante casi un siglo han caracterizado el sistema capitalista de la
economía mundial.

5. El proceso de internacionalización, fundamentado inicialmente solo en las exportaciones, se ha


ampliado en el transcurso de los años hasta convertirse en un conjunto de actividades organizadas, que
van desde el diseño del producto y la localización de la producción, hasta el mercadeo y la comercia-
lización. En efecto: mientras anteriormente llamábamos exportación a la simple venta en un mercado
más amplio, en el que por lo general ignorábamos casi del todo las necesidades de los consumidores
respectivos y colocábamos nuestros productos no más allá de la superficie, hoy la palabra exportación
designa un conjunto de operaciones que se inicia con el conocimiento de las necesidades, pasa por
un análisis de costos del producto, de estructuras y accesorios, y termina con un bien-servicio que
optimiza todos los factores.

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


603
La internacionalización se define como el conjunto de operaciones que cumple una empresa para
hacerse internacional, pero en realidad significa tener factores productivos y clientes en los mejores
lugares del mundo entero y no solamente en un nicho. Se trata, en esencia, de una deslocalización del
proceso productivo. Es cierto, sin embargo, que ese proceso deslocalizador preserva las llamadas core
activitties, las actividades laborales de mayor valor agregado, con más alta concentración de trabajo
mental y know-how y más estratégicas para la supervivencia y el éxito de la empresa. Piénsese en los
procesos de desmembración que, con los años, han experimentado megaempresas como la Nike. Hoy
esa gran trasnacional del deporte no produce ya nada desde el punto de vista material: no tiene fábri-
cas, no tiene trabajadores consagrados a la “producción inmediata”. Solo produce branding, nuevos
estilos de vida por medio de design y publicidad altamente refinada, en términos del análisis semiótico
del mensaje publicitario y también por lo que atañe al aspecto “meramente” gráfico10.
Está claro que al emprender un proceso de internacionalización, la empresa sufrirá la presión de los
competidores no solo del mercado interno, sino también del externo. Y esa es la competencia global.

6. Las nuevas formas de internacionalización pueden ser clasificadas en diversas categorías, que con-
templan acuerdos de naturaleza tecnológica (joint ventures, alianzas de diverso tipo, cesión de licencias,
etcétera), acuerdos de naturaleza productiva para la realización de operaciones complejas o de determi-
nados productos (subcontratos, coproducción y subproveeduría) y acuerdos de mercadeo, asistencia y
distribución (contratos de distribución, franchising).
Muchas veces los dirigentes empresariales que no logran detentar la totalidad o la mayoría ac-
cionaria de una sociedad extranjera constituyen, como se ha visto en otras partes del texto, joint
ventures para alcanzar mayor eficacia gerencial, mayor rentabilidad y, por tanto, utilidades más ele-
vadas: “Una joint venture es la participación de dos empresas en la propiedad, dirección y control de
una tercera, creada para rendir beneficios a ambas” (Biscarini, 1996: 97). En lo sustantivo, se trata
de una colaboración entre empresas distintas, a nivel internacional, para desarrollar un determinado
proceso productivo o para llevar a cabo una determinada obra o negocio, por un período de tiempo
variable11.
Si se quiere hablar de joint ventures, hay que partir del análisis de la situación de Japón, en tanto
que ese país se ha distinguido fuertemente por la creación y desarrollo de tal tipo de empresas. Baste
pensar que cerca de dos tercios de las sociedades extranjeras más importantes en el mercado nipón se
originaron bajo esa modalidad que, además, representa un tercio de la industria petrolera. La creación
de estas empresas se inició en Japón en los años setenta, período en el que constituyeron el mejor ins-
trumento para superar las barreras que obstaculizaban la entrada en ese mercado. Después de algunos
años, sin embargo, hubo una drástica reducción de su número, en parte por el estallido de la “burbuja
financiera” de fines de los ochenta y porque, además, hasta hace pocos años, el papel de las compañías
occidentales consistía en aportar productos o tecnologías de vanguardia a cambio de la posibilidad de
entrar al mercado local. Hoy, en cambio, las empresas niponas han aprendido a dotarse por sí mismas
de esas tecnologías.
Dado que la internacionalización productiva es un fenómeno cada vez más frecuente –a nivel
microeconómico, en la gestión de empresas, y a nivel macroeconómico, para las principales economías
mundiales–, valga aclarar que con ese término se designa un proceso que implica la gestión, perma-
nente y estable, de actividades de naturaleza económica en dos o más países.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


604
A tal respecto es necesario hacer una precisión: la internacionalización productiva refiere a los
aspectos reales y característicos de la gestión de empresas, y no a los financieros (posesión de paquetes
accionarios en empresas que operan en el exterior).
Cuando se habla de empresas internacionalizadas, es necesario establecer una distinción fundamen-
tal entre integración horizontal, caso en el cual la empresa controla numerosas instalaciones que elabo-
ran el mismo tipo de productos en diversas áreas geográficas, e integración vertical, en la que el output
de una instalación es el input de otra unidad productiva localizada en un área geográfica distinta.
Los factores que impulsan al sistema empresa a adoptar este tipo de política pueden estar conec-
tados tanto con el desarrollo de su posición competitiva internacional, como con la adecuación o la
explotación de los estímulos provenientes del ambiente externo. En el primer caso se tiende a resaltar
la estructura interna de la empresa, mientras en el segundo se ponen en evidencia los impulsos que tie-
nen origen externo. En particular, se habla de oportunidades y de condiciones ambientales favorables
a tal proceso.
Cuando este fenómeno atañe a un gran número de empresas del mismo país y se acompaña con
líneas directrices derivadas de las decisiones político-económicas del sistema-país, entonces es fruto
de una formulación macroeconómica de internacionalización productiva, reconducible en el ámbito de
lo que hemos llamado competencia global, y se explica a través de una combinación de causas que
pueden ser sintetizadas de la manera siguiente:

a) Adquisición de ventajas competitivas en el ámbito de la confrontación global entre empresas y


polos geoeconómicos, de por sí determinadas por la gestión de la presencia internacional.
b) Explotación en nuevas áreas geográficas de ventajas competitivas poseídas en el mercado origi-
nario, como capacidad de influencia geoeconómica y geopolítica.
c) Búsqueda en áreas externas de condiciones que puedan traducirse en elementos de ventaja com-
petitiva para la empresa, pero sobre todo para el sistema-país.

En cuanto a los aspectos estratégicos, el proceso se concreta especialmente a través de la activación


de inversiones directas en el extranjero, con características estructurales en el tiempo.
La expansión hacia el exterior obliga, pues, a las empresas interesadas, a revaluar y adaptar su propia
organización al nuevo sistema. En ese sentido es fundamental mantener un equilibrio entre el impulso
internacionalizador y la adecuación a la estructura local en la que se opera. Esto se logra a través de
condiciones políticas del sistema. Asume, pues, un papel principal la correcta coordinación de las
relaciones de integración entre la empresa corporate, las subsidiarias y los sistemas-país involucrados,
con sus respectivas políticas económicas.
Se llega así a la conformación de una red integrada de relaciones entre empresas diversas, lograda
mediante la consideración de las experiencias alcanzadas a nivel local y las políticas estratégicas impues-
tas por los diferentes polos geoeconómicos. Se trata, pues, de un modelo basado en la interdependencia
de las unidades del grupo, en la flexibilidad y en el control geopolítico.
Hay que tener presente que, en términos de áreas territoriales de influencia,

el país que nos interesa tiene un amplio mercado, acceso a un mercado regional, bajo costo del
trabajo, mano de obra experta, excelentes factores productivos (costo de materias primas, alquileres,

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


605
electricidad y otros), bajas tasas y la posibilidad de disfrutar de incentivos gubernamentales. Todos
estos puntos pueden darnos indicios tanto del dónde invertir como del cómo obtener la ganancia que
la empresa espera de su inversión (Biscarini, 1996: 105-106).

La respuesta teórica que a ese respecto brinda una parte de la doctrina económica y económico-
empresarial, consiste en asegurar que, dadas ciertas condiciones económicas, sociales y técnicas, existe
para una determinada unidad productiva una localización “óptima” o cuando menos “más satisfacto-
ria” que otras, aun cuando sea de difícil identificación.
Existe también una segunda tradición en las teorías de la localización, cuyo fundamento radica en
la explícita consideración de los costos de transporte (Panati y Golinelli, 1995: 296).
Es preciso considerar, sin embargo, que hay otros factores que inciden en la escogencia de la lo-
calización óptima. Se habla entonces de infraestructura industrial, genérica y específica, de los input
de producción, del trabajo (vale decir, de sus costos y nivel de especialización), de los servicios de
interés industrial, de factores concernientes al mercado (medidos por la extensión del mercado local
y regional y por los niveles de competencia) y, finalmente, por las condiciones de asentamiento y vida
de la población.
El proceso de internacionalización productiva implica, entonces, una revisión significativa de las
escogencias de localización de la empresa y, por tanto, un cambio en el intercambio de mercancías.
Hay que verificar entonces si las inversiones en el exterior favorecen o no el comercio. En los
estudios de las realidades productivas de varios países se evidencia que las IDE crecen, de hecho, con
el comercio internacional y que, en esencia, ambos fenómenos están entrelazados. El crecimiento de
las empresas multinacionales en el exterior contribuye, en efecto, al conocimiento de los mercados y
acelera procesos que serían mucho más lentos si únicamente contaran con el comercio internacional.
Desde el punto de vista de la identificación de las zonas de actividad productiva, hay dos modali-
dades complementarias: el nuevo “sector” posfordista y la cadena internacional.
Se habla de sector cuando es posible hallar una cierta homogeneidad de la manufactura, o cuando
la materia prima empleada cumple el papel de denominador común en varios ciclos productivos. En la
cadena, en cambio, no hay homogeneidad tecnológica en las distintas fases del ciclo y el principio uni-
ficador está representado por el producto final transformado; en esta modalidad se asignan al exterior
algunas fases de la elaboración, a través de procesos de deslocalización productiva.
Se llega así a la conformación de la “empresa global”, que considera el mercado internacional en
su conjunto. La diferencia entre este nuevo tipo de empresa global y la empresa multinacional radica,
sobre todo, en el hecho de que para la primera el mercado internacional está compuesto por todos los
mercados de todos los países, sin distinción, mientras que la segunda tiende a mantenerlos separados.

7. La consecuencia más evidente de tal escenario es que, desde hace algunos años, la economía mundial
está sometida a un proceso de competencia global y mundialización de los mercados, con característi-
cas deslocalizadoras, mediante empresas-red multinacionales y cadenas productivas internacionales. Al
mismo tiempo se asiste a fuertes y continuos procesos de concentración de la propiedad empresarial,
todo ello en un contexto de especulación financiera.
En lo sustancial, entre los factores que influyen en el proceso de deslocalización los hay naturales, co-
mo por ejemplo la disponibilidad y características geológicas del terreno, el clima, etcétera; técnicos,
como la provisión de energía, la organización de los transportes, la disponibilidad “conveniente” de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


606
materias primas, etcétera; y demográficos, relacionados tanto con las posibilidades de hallar mano de
obra como con las oportunidades que brinda la demanda para la venta de productos.
Es evidente, en todo caso, que los factores de localización más importantes en esta fase del desa-
rrollo capitalista, caracterizada por la acumulación flexible, son los de naturaleza más directamente
económico-financiera; vale decir, capital libre de circular allí adonde es mayor la ganancia esperada
y menor la tasa impositiva, donde el trabajo es más especializado, menos pagado y menos normado,
donde son más fácilmente explotables, en términos productivos y de control, la información y los
recursos del capital intangible.
El factor trabajo, cada vez más estratégico, actúa como factor de localización en diversas maneras,
según el tipo de industria: por el lado de las industrias tradicionales y las producciones estandarizadas,
la necesidad de control impulsa la localización en áreas periféricas internacionales, que se caracterizan
por el trabajo barato y no reglamentado12; las industrias innovadoras, en cambio, tienen necesidad de
mayor autonomía y de una más alta calificación del trabajo, por lo que sus localizaciones se orientan
hacia áreas a veces más centrales y que, en cualquier caso, ofrezcan un mercado de trabajo muy espe-
cializado y flexible.
En ese sentido, las empresas de pequeñas y medianas dimensiones se han convertido en protago-
nistas de un sistema de “especialización flexible”, con un modelo alternativo al de la gran producción
en masa, en el que se conjugan la búsqueda de recursos y materias primas, de trabajo especializado y a
bajo precio y de disponibilidad inmediatamente explotable de fuertes concentraciones de recursos del
capital intangible.

8. En los últimos años, tras un período de alta concentración de las actividades productivas, se ha dado
un proceso de deslocalización que, iniciado en Estados Unidos y trasladado luego a Europa –y también
a Italia–, afecta a países periféricos, pero mucho más cercanos al centro del proceso; así, Italia y Europa,
en general, se deslocalizan cada vez más hacia la Europa balcánica y centro-oriental, y se interesan
fuertemente en los mercados euroasiáticos.
Paul Krugman (1995) sostiene que para entender el funcionamiento de la economía internacional
hay que empezar por observar lo que ocurre dentro de cada país y, en consecuencia, por el análisis de
la especialización local: así, la interacción entre rendimientos de escala y costos de transporte puede
tal vez explicar los desarrollos regionales desiguales, en los que las áreas dotadas de alguna ventaja pro-
ductiva sustraen la producción industrial a las áreas en desventaja. Esto es cierto también para Europa,
donde se postula una creciente deslocalización de las industrias aun cuando ello implique problemas
de ajuste, compensables probablemente por una mayor eficiencia.
Europa, según Krugman, se caracteriza por una separación muy acentuada entre centro y periferia,
si se considera el poder adquisitivo. Las diferencias de ingreso son en Europa mucho más grandes que
en Estados Unidos y se asocian a la ubicación geográfica.
En esa perspectiva, es posible explicar cómo muchas veces la descentralización productiva y, por
ende, los procesos de deslocalización económico-productiva, si bien son fenómenos de desconcentra-
ción geográfica de la producción, se asocian al mismo tiempo a intensos procesos de concentración
financiera y de la propiedad.
La descentralización productiva constituye, en esencia, un fenómeno opuesto a la concentración
territorial de la producción, pero no a la concentración de la propiedad y las finanzas; implica, pues,

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


607
únicamente el abandono de las áreas más centrales, a las que se deja solo el ensamblaje productivo
y el comando del ciclo, ya que la descentralización es también una desconcentración técnica, con la
consecuente descomposición de los ciclos productivos.

9. Resulta evidente, pues, que a partir de los procesos de internacionalización económica y de los pro-
cesos de deslocalización productiva, las multinacionales juegan un papel fundamental. Por esto se debe
poner el acento en los procesos de adquisición y fusión ligados a la “nueva geografía”, tanto sectorial
como en términos de propiedad, de las multinacionales.
La competencia global y el desarrollo tecnológico han influenciado fuertemente la gestión, las diná-
micas sectoriales, la localización y la organización de los procesos productivos de las grandes multina-
cionales, que por muchos años se apegaron a un modelo jerárquico diseñado en función de expandir
sus dimensiones y controlar cada fase del proceso productivo. Se tenía así la “casa matriz”, que asumía
el predominio sobre las otras empresas y tomaba las decisiones de carácter estratégico, y las filiales, que
estaban sujetas a control y constituían la parte más directamente operativa del sistema.
La intensificación de la competencia, la innovación tecnológica y la disminución de los intervalos
de tiempo entre diseño y comercialización de los productos, junto con las características generales de
la globalización financiera y la competencia global, han hecho que muchas veces las filiales nacionales
experimenten situaciones de crecimiento y eficiencia muy superiores a las de la casa matriz. Esto ha
propiciado el paso del modelo jerárquico al llamado reticular, de organización no jerárquica, circuns-
tancia que se ha visto facilitada por un mercado interno y externo favorable a esa formulación.
En el sistema reticular no existen ya una casa matriz y sus filiales, sino que se hace fundamental
una fuerte interdependencia entre las diversas unidades, que deben saber trabajar en conjunto sin una
intervención específica del centro. De hecho, se habla de centro y periferia para resaltar la ausencia de
una empresa líder que organiza y controla a las otras.
Se viene a crear así una suerte de “red de empresas”, constituida por un conjunto de relaciones
con socios que están en los países de asentamiento. Este sistema de partnership permite disminuir
los aportes de capital, integrarse mejor en el contexto local y manejar directamente las problemáticas
nacionales. La gran empresa centralizada es sustituida por una red que se extiende a escala mundial,
dentro de la cual hay formas de partnership internas (por ejemplo, la franchising) y externas (como las
joint ventures).
Las empresas multinacionales trabajan sobre dos dimensiones geográficas: la global y la regional.
La primera reúne a las empresas que operan en sectores con alto contenido tecnológico (como el de la
informática), mientras en la segunda se agrupan aquellas que actúan en función de las ventajas asocia-
das a la organización de las actividades por regiones o macro-áreas (como la posibilidad de explotar la
homogeneidad de los mercados, las mejores condiciones fiscales o un mercado de trabajo de bajo costo
y con profesionales especializados de buen nivel).

10. Es importante recordar, además, que hay dos criterios organizativos fundamentales: el vertical y el
horizontal. En las empresas multinacionales integradas verticalmente, los diferentes estadios de la pro-
ducción se localizan en lugares distintos, según las ventajas –señaladas anteriormente– que se puedan
obtener en cada caso. La relación entre las filiales tiene entonces que ver, fundamentalmente, con la
transferencia de los productos intermedios de un estadio al otro, a lo largo de los confines territoriales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


608
En las empresas multinacionales integradas horizontalmente, en cambio, un mismo estadio de la
producción se repite en otro u otros países; se produce así un mismo bien, tanto en la casa matriz
como en la filial en el extranjero, por lo que se debe escoger entre la exportación y las modalidades
de inversión.
Desde el momento en que la venta implica un producto acabado, la creación de una filial en
el exterior sirve muchas veces para eludir tarifas, cargas fiscales, barreras administrativas, costos de
transporte y legislaciones laborales, así como para comprimir al máximo los costos del trabajo. Con la
integración horizontal se intenta, además, evitar la entrada de otras empresas al mercado, por razones
de competencia.
Las empresas multinacionales cumplen, en cualquier caso, un papel fundamental en el proceso
de integración, difusión y ampliación de los intercambios, siempre en una perspectiva de “guerra
productiva y comercial” entre bloques económicos, particularmente en esta fase de aguda competencia
global. Las diversas operaciones de fusión, las alianzas y acuerdos productivos y comerciales, la propia
dinámica de las IDE y, en suma, los procesos de internacionalización de estos últimos años, dan una
idea del papel desempeñado por las multinacionales en la competencia económica mundial de los
polos geoeconómicos.
En los últimos años se han multiplicado las concentraciones industriales, bancarias y comerciales
en todos los países de capitalismo avanzado, como resultado de la necesidad de implementar alianzas
entre las empresas.
Frente a los procesos de internacionalización económica y de deslocalización productiva, en los más
importantes polos capitalistas se producen continuas fusiones, adquisiciones y concentraciones finan-
cieras e industriales, que muchas veces asumen la forma de procesos de carácter nacional-capitalista en
búsqueda de espacios competitivos.
Valga recordar que gran parte de los movimientos internacionales de adquisición y fusión se lleva
a cabo en los tres grandes bloques mundiales constituidos por la Unión Europea, Estados Unidos y
Japón, y que precisamente son esas las áreas donde los fenómenos de concentración cobran forma.
Ocurre así justamente para rediseñar el papel de las multinacionales en los conflictos geopolíticos y
geoeconómicos de la competencia global. Pero así como las adquisiciones de empresas y las fusiones
han crecido notablemente en estos últimos años, también es cierto que tales operaciones ya no se con-
centran tan predominantemente como antes en las áreas económicas desarrolladas, sino que se registra
también un crecimiento en las de niveles medios de desarrollo.
El interés de las multinacionales hacia esas áreas se debe al hecho de que sus economías presen-
tan bajos costos de los factores productivos y estándares muy competitivos de calidad y organiza-
ción; es el caso, por ejemplo –aparte de regiones ya históricas de Asia–, de la Europa balcánica y
centro-oriental.

11. Crecen, pues, la difusión de la empresa global y el papel de las multinacionales a través de la des-
localización productiva internacional. Esas dinámicas de expansión territorial se ven correspondidas
con nuevas formas e intensos procesos de ampliación del control, mediante fuertes mecanismos de
concentración de la propiedad.
En la casi totalidad de los casos de concentración de la propiedad, se invocan la eficiencia y la
competitividad, que se traducen en drásticas reducciones de personal y en la externalización de fases

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


609
del ciclo, lo que acrecienta el trabajo “negro”, precario y flexible. Así, los fuertes incrementos de pro-
ductividad se ven acompañados de condiciones y formas de redistribución siempre favorables al capital
y su ganancia.

4. Los programas de ajuste estructural (PAE) como estrategia política de la


globalización neoliberal13

4.1. Ejes, temas e intervenciones a través de los PAE


1. Quizá fue en América Latina y África donde con mayor desfachatez se aplicaron las recetas liberales,
desde el momento en que la crisis de la deuda provocó allí la debacle de las políticas tradicionales, más
o menos keynesianas, vigentes hasta entonces.
Los denominados programas de ajuste estructural (PAE) constituyen, junto con las políticas de esta-
bilización, el conjunto de medidas de política económica recomendado por los organismos financieros
internacionales a los países periféricos. En lo esencial, consisten en el mismo diagnóstico y recetario
que, bajo el nombre de neoliberalismo, han sido aplicados en los países desarrollados tras el cambio de
clima político mundial impuesto por la victoria de los conservadores a comienzos de los años ochenta.
Tres son los ejes de los programas de ajuste estructural:

a) El incremento de la competencia en los mercados: agricultura, industria y comercio mundial.


b) El mejoramiento de la capacidad de respuesta de los mercados de los factores: capital, trabajo y
conocimiento.
c) La eficiencia del sector público: regulación, políticas sociales y financiamiento.

Por tanto, el ajuste estructural atañe a una gran variedad de temas económicos:

a) Educación y capital humano (calidad del financiamiento).


b) Investigación a largo plazo (papel de los Gobiernos, infraestructura, relaciones de la investiga-
ción básica con la industria y la cooperación internacional).
c) Mercado de trabajo y relaciones laborales (sistemas de relaciones laborales, conexión con la
actividad económica, reformas).
d) Sistema financiero (evolución de los mercados financieros, financiamiento de la industria, coo-
peración internacional).
e) Agricultura (políticas agrarias, los desequilibrios y su tratamiento).
f ) Industria (políticas nacionales, gobierno y acuerdos industriales, desarrollo tecnológico, estrate-
gias de apoyo).
g) Comercio mundial.
h) Sector público.
i) Regulación (de industrias competitivas, de monopolios naturales).
j) Políticas sociales (salud, pensiones, respaldo a los desempleados).
k) Financiamiento del sector público (crecimiento, carga fiscal, reforma impositiva).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


610
2. Los PAE cubren un amplio abanico de intervenciones estatales en materia económica, comercial y
social. En distintas dosis y con diferentes ritmos temporales, según cada caso, incluyen las siguientes
políticas:

a) Liberalización comercial.
b) Privatización de industrias y servicios.
c) Liberalización agrícola (precios y cantidades).
d) Desmantelamiento de instituciones reguladoras y mecanismos de otorgamiento de licencias.
e) Desreglamentación del mercado de trabajo y flexibilización de la relación salarial.
f ) Reducción y mercantilización de los servicios sociales (mecanismos de costos compartidos, cri-
terios más estrictos de acceso a la previsión y asistencia social, exclusión social de los grupos más
débiles, competencia de mercado entre las instituciones estatales y públicas, privatización de
servicios sociales como los hospitales públicos, etcétera).
g) Atención menor a los problemas ambientales.
h) Reformas educativas orientadas a la educación para el trabajo, en lugar de la formación ciuda-
dana o del reforzamiento de las bases culturales.
i) Políticas familiares que empeoran la situación de las mujeres y los niños.

Para todos estos elementos se pide una contundente intervención estatal que, mediante la modi-
ficación del marco legislativo, de las normas y los parámetros de acción, modifique sustancialmente
el espacio y las perspectivas de la actuación pública, para centrarse ahora, de manera prioritaria, en la
ampliación del campo de acción de las relaciones de mercado en la vida social y económica.

4.2. Diagnosis
1. Los PAE son la consecuencia, en materia de política económica, de un diagnóstico de la crisis,
que identifica las causas de la inestabilidad en las variables macroeconómicas. El siguiente esquema
diagnosis-objetivos-políticas económicas resume los contenidos macroeconómicos de los planes de
estabilización que se dan en el marco de esos programas:

a) La inflación es causada por las distorsiones de los precios internos (incluida la tasa de interés) y
externos (especialmente la tasa de cambio). Se considera que los precios actuales no son de equi-
librio u óptimos, ya que la oferta no es igual a la demanda en todos y cada uno de los mercados,
lo que da lugar a constantes aumentos.
b) El déficit fiscal se explica por una tendencia consolidada a elevar el gasto público por encima
del ingreso; de esta manera, el ahorro público se torna negativo y el Estado se abastece con los
capitales disponibles, en competencia con los proyectos privados de inversión. La necesidad de
financiar el déficit sería una de las causas principales tanto de la inflación, por vía del aumento
de la masa monetaria, como de la contracción de las inversiones, por causa del encarecimien-
to de las tasas de interés.
c) El déficit de la balanza de pagos. A comienzos de los años ochenta, este indicador estaba en la
mira de los organismos internacionales, y especialmente del FMI, por cuanto se pensaba que
la capacidad de hacer frente a los acuerdos de pago internacional, y en particular los relativos al
servicio de la deuda, dependía de la existencia de una balanza comercial positiva.

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


611
4.3. Objetivos
1. Los objetivos explícitos de los programas de ajuste estructural son, en esencia, los siguientes:

a) Balanza de pagos.
b) Reducción de la inflación.
c) Eficiencia macroeconómica (productores y consumidores).
d) Aumento de la tasa de crecimiento.
e) Mejoramiento de la distribución de la renta.

Restablecer el equilibrio de la balanza de pagos y reducir la inflación son los objetivos convencio-
nales de los planes (o políticas) de estabilización, que se ejecutan por medio de políticas restrictivas de
la demanda (puesto que se consume más de lo que se produce, hay que consumir menos para lograr el
equilibrio macroeconómico básico).

2. Mejorar la eficacia macroeconómica de productores y consumidores y aumentar la tasa de creci-


miento de la economía serían las novedades introducidas por los PAE en el tratamiento de las variables
macroeconómicas. El objetivo perseguido consiste en elevar la oferta estructural (puesto que se produ-
ce menos de lo que se consume, hay que producir más para equilibrar las cuentas).
De esta manera, los PAE se presentan como innovadores frente a los planes tradicionales de esta-
bilización, ya que incorporan medios de ajuste de la oferta que –se supone– generarán el cambio de
comportamiento estructural que se persigue; es decir, imponen el paso del desequilibrio al equilibrio.

4.4. Políticas económicas


1. En concordancia con los objetivos antes enunciados, los PAE imponen casi invariablemente un pa-
quete de medidas de intervención que en algunos casos coincide con las de los planes de estabilización,
pero en otros no.
En términos generales, se pueden mencionar las siguientes clasificaciones de las políticas:

a) Demanda agregada: política propia de los planes de estabilización. Se concreta en la aplicación


de políticas fiscales y monetarias restrictivas (bajo crecimiento del dinero y restricción del gasto
público).
b) Oferta agregada: política propia de los PAE. Se instrumenta mediante la aplicación de “precios
corrientes” a la economía, lo que normalmente se produce con la liberación de los precios, el
aumento de las tasas y tarifas y, en general, con la alineación de los precios internos al nivel
de los internacionales (salvo en el caso de los salarios, a los que se busca reducir o frenar su
crecimiento).
c) Tasa de cambio: medida aplicada tanto en los planes de estabilización como en los PAE. En
principio, se promueve la devaluación de la tasa de cambio, como medida coadyuvante al ob-
jetivo de reducir la demanda interna (sin riesgo de que se produzca un desplazamiento de la
demanda, puesto que o bien no existe un sustituto nacional para los productos importados, o
los precios internos se están alineando con los externos) e incentivar el crecimiento de la oferta
exportadora.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


612
d) Financiamiento externo: medida aplicada tanto en los planes de estabilización como en los PAE.
En todos los casos, el financiamiento de las políticas de estabilización y ajuste comprende un
incremento de los flujos externos de capital para alcanzar los objetivos previstos. En materia de
estabilización, las entradas de capital contribuirían a reequilibrar la balanza de pagos y a frenar
la inflación, al incrementar la base monetaria y facilitar así una expansión no inflacionaria de la
masa monetaria. Desde el punto de vista del ajuste, los flujos de capital externo ayudarían a me-
jorar la oferta (inversión directa) o a aumentar la eficacia del capital y de la inversión (inversión
de portafolios).

2. Los PAE incluyen en cada caso un conjunto de políticas específicas, centradas esquemáticamente en:

a) Crecimiento hacia el exterior: eliminación de aranceles, barreras no aduanales, medidas de con-


tingencia, etcétera.
b) Incremento de los precios pagados a los agricultores: se considera que en los países subdesarrollados
la política de precios agrícolas discrimina el ingreso de los campesinos en favor de la capacidad
de consumo de los habitantes de la ciudad, con lo cual disminuyen los incentivos para la expan-
sión de la oferta de productos agrícolas.
c) Tasas de interés realistas: para reducir el nivel de endeudamiento de la economía, se procede a
elevar las tasas de interés, a fin de frenar la tendencia alcista del consumo y, al mismo tiempo,
facilitar la entrada de capital externo. Se incrementa así la remuneración de los pasivos en el
momento en que se desregula el control de los movimientos internacionales de capital.

4.5. Aspectos institucionales


1. Si los planes de estabilización eran tradicionalmente tarea del FMI, mientras que el Banco Mundial
se dedicaba a financiar proyectos y programas de desarrollo a largo plazo, ahora se ha modificado la
percepción de lo que son políticas adecuadas de largo plazo, ya que el BM centra actualmente sus
intervenciones en el diseño y aplicación de programas de ajuste estructural. En el área de los países
desarrollados, la OCDE se transforma en el principal vehículo –también cultural y comunicacional–
de dichos programas, en completa sintonía con los organismos antes mencionados.
Un atento estudio de los informes anuales del FMI permite elaborar el cuadro que sigue más ade-
lante, en el que se refleja el eje de las políticas recomendadas recientemente por ese organismo, además
de sus propuestas contingentes sobre puntos específicos (las cifras entre paréntesis remiten a la página
del informe respectivo en la que se desarrolla con mayor énfasis la recomendación en cuestión).
Estos programas son resultado de un diagnóstico que determina cuáles son los males de la econo-
mía para los que hay que buscar alternativas y la alternativa es el ajuste estructural.
En principio, los PAE parten de la autoevaluación que hacen el BM y el FMI de sus políticas
tradicionales y del fracaso de estas.
Actualmente, la coordinación de políticas entre el FMI y el BM es mayor que nunca, gracias a la
aplicación de mecanismos de “condicionamiento cruzado” que garantizan que el acceso de un país al
financiamiento de cualquiera de las dos organizaciones pase por la aprobación de la otra, para todo lo
que se refiere a la política económica que deberá aplicar ese país, de acuerdo con criterios establecidos
por esas instituciones internacionales.

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


613
Año del informe Tema general Recomendaciones principales Recomendaciones principales
a los países desarrollados a los países subdesarrollados

Mayo 1994 Reducir los salarios (40). Reducir las empresas públicas (58).

Octubre 1994 Reducir el déficit fiscal (45). Reducir el gasto público (59).

Mayo 1995 El ahorro global. Reducir el endeudamiento Política monetaria y crediticia


público y el crecimiento restrictiva: aumentar las
del gasto (22). tasas de interés (45).

Octubre 1995 Reducir el déficit fiscal (39) Liberalizar el comercio (53).


y los costos salariales (41).

Mayo 1996 La política fiscal. Adecuación fiscal, reducir Reducir el gasto público mediante
el gasto en salarios y la reducción del empleo
prestaciones sociales (69). en el sector (81).

Octubre 1996 Control de Flexibilizar el mercado. Mejorar la reglamentación y la


la inflación. supervisión bancaria y eliminar
el crédito subvencionado
al sector público (72, 82).

Mayo 1997 La globalización. Flexibilizar el mercado Externalización y privatización (99).


de trabajo (66).
Etcétera, etcétera,
hasta hoy.

Abril 2005 Globalización y Devaluación del dólar (10). Liberalización del comercio (17).
desequilibrios Corrección fiscal y
externos. flexibilidad del trabajo (11, 21).

Septiembre 2005 Creando Corrección fiscal (14). Más apertura (18); mejorar
instituciones. Moderaciones salariales la rentabilidad de las inversiones
y rebajas fiscales (27). extranjeras (39); corrección
fiscal (35, 38).

Abril 2006 Globalización Flexibilizar el mercado Los países con excedente activo,
e inflación. de trabajo (26, 29). revaluar la tasa de cambio (51);
Reducir el déficit fiscal (42). los deficitarios, reforzar los
derechos de propiedad y facilitar
las inversiones extranjeras (55).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


614
2. En todo esto se establecen criterios diferentes según se trate de un plan de estabilización o, más
ampliamente, de un programa de ajuste estructural:

a) Al comienzo, la estabilización exige fijar un techo para el crédito total, con un sublímite para el
crédito que se conceda al sector público.
b) Por su parte, los PAE tienen algunos criterios más extensos, como:
– Aumento de las tarifas de los servicios públicos.
– Devaluación.
– Reducción de aranceles.
– Reforma impositiva.
– Privatizaciones.

Hoy, de cualquier modo, es virtualmente imposible para un país periférico obtener financiamiento
de los organismos internacionales o refinanciar su deuda externa, si no se ha sometido a un programa
de ajuste estructural.

4.6. La política fiscal impuesta por el FMI


1. Según los paradigmas del neoliberalismo, se puede sostener que el principal responsable de los
problemas económicos de los países es el Estado, sea que se trate de agregados macroeconómicos
específicos o de trastornos estructurales. Los modelos en los que se basa el FMI para promover medios
de política económica son muy variados, pero en general provienen de las teorías de la economía de la
oferta, de la teoría cuantitativa de la moneda y de la economía de la información.

2. Se comienza por analizar los temas macroeconómicos para justificar la reducción del déficit público; se
analizan las reformas propuestas para aumentar el ingreso y, posteriormente, reducir el gasto público.
Como ya se ha dicho, los países que se someten al ajuste presentan grandes desequilibrios externos.
Estos, a su vez, son provocados principalmente por un enorme déficit fiscal (déficit público o corrien-
te), asunto que se demuestra mediante la igualdad macroeconómica básica:

S - I = (G + Tr - T ) + Xn

En la parte izquierda de la ecuación, donde S representa el ahorro e I la inversión, se encuen-


tra el exceso de ahorro del sector privado. La parte derecha muestra el déficit público, donde T
representa los ingresos estatales (tasas e impuestos), G el gasto público y Tr las transferencias; Xn
representa el saldo de cuenta corriente de la balanza de pagos, es decir, las exportaciones menos las
importaciones.
En un sentido más preciso, la brecha entre ahorro e inversión es igual al resultado de las decisiones
agregadas de los operadores económicos, tanto del sector privado como del público. El modelo supone
que los operadores privados optimizan sus resultados al tomar en cuenta las limitaciones preventivas,
como las limitaciones tecnológicas, burocráticas y políticas. Por tanto, la fuente del desequilibrio ex-
terno es el desequilibrio de las finanzas públicas, consecuencia, a su vez, de la ineficiencia en el gasto
que se efectúa sin contar con el ingreso adecuado. En este caso se produce un efecto de desplazamiento,

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


615
en el cual el Estado, a través del déficit, golpea las decisiones de inversión de los operadores privados y
obstaculiza el uso eficiente de los recursos por parte de estos últimos.
Otro punto de vista para justificar la imperativa reducción del déficit fiscal es el de la “absorción”,
según el cual el elevado gasto público genera un “sobrecalentamiento” de la economía y la lleva a crecer
más allá de sus posibilidades reales. En este caso, la expansión del nivel de ingreso provocado por el défi-
cit crea un exceso de demanda interna (absorción), que a su vez implica un aumento de las importacio-
nes; esto deteriora todavía más la balanza comercial y empeora, por tanto, la situación externa del país.
Es necesario aclarar que en este modelo los incrementos de la renta nacional provocan el aumento
de las importaciones, pero no tienen ningún efecto en las exportaciones, y es por eso que empeoran el
saldo de balanza corriente. La solución que se ofrece es una reducción del gasto público que deprima
la economía y, por tanto, la renta nacional, para de esa manera reducir las importaciones.

3. Otro problema que en el marco neoclásico se relaciona con el déficit fiscal es la inflación, el enemigo
público número uno de la asignación eficiente de recursos en una economía de mercado.
Como se sabe, en una economía de ese tipo son convencionalmente los precios, determinados
por el “libre” juego de las fuerzas de la oferta y la demanda, el parámetro que guía las decisiones
económicas y determina así la asignación de los recursos. La inflación introduce incertidumbre en
esas decisiones, principalmente a través de la variación de los precios relativos de bienes y servicios,
que puede llevar a los operadores privados a tomar decisiones erróneas y, por tanto, a una asignación
ineficiente de recursos.
En el caso que se está tratando, el déficit fiscal introduce la incertidumbre de la inflación por dos
vías: en primer lugar, porque la elevada demanda agregada causada por el gasto lleva a que los incre-
mentos de aquella no tengan reflejo en un correspondiente aumento de la producción; y en segundo
lugar, porque eso impulsa al Estado a financiar su déficit a través de la emisión de moneda. En este
último caso, según la teoría cuantitativa monetaria, al no tener como contrapartida un aumento de
la productividad, el crecimiento de la oferta de dinero se traduce directamente en un incremento del
nivel de los precios.
La solución, en ambos casos, es la reducción del déficit, si bien los efectos se producen con mecanis-
mos de transmisión diferentes. En el primero, la reducción del gasto público lleva a una disminución
de la demanda agregada, lo que a su vez, al haber una menor actividad económica, determina la
reducción del nivel de precios de la economía. En el segundo caso, la solución propuesta implica evitar
a todo costo que el déficit fiscal sea financiado con emisión de moneda, lo que deja solo dos opciones:
la reducción del gasto hasta llegar a niveles sostenibles o la emisión de títulos que permitan al Estado
recoger dinero suficiente para financiar el déficit sin recurrir a la emisión monetaria.
Como se ha dicho, el FMI condena el financiamiento del gasto a través de la emisión de moneda,
por considerar que esta maniobra es una fuente de inflación; en consecuencia, solicita la emisión de títu-
los tanto en los mercados nacionales como en los internacionales. Por otra parte, la emisión de títulos
en el mercado nacional permitiría la evolución de los mercados de capital, en caso de que estos ya
existan, o su creación, en caso contrario.

4. Los planes de ajuste contemplan asimismo entre sus objetivos una reforma fiscal que, en primer
lugar, permita el aumento del ingreso percibido por vía impositiva, a través de un sistema con menos

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


616
costos administrativos y, en segundo lugar, distorsione lo menos posible la asignación de recursos por
parte del mercado.
Simultáneamente, las reformas plantean la aplicación de impuestos simples a las ganancias y utili-
dades, con una pequeña tasa progresiva marginal, para no desestimular la actividad económica. Ade-
más, y como consecuencia de otras reformas que implican la liberalización comercial, se hace necesaria
la reducción progresiva –hasta alcanzar su eliminación– de los impuestos a las importaciones y, en
general, al comercio exterior.
Otra forma de generar ingresos a corto plazo es la privatización de las empresas y sectores públicos
que, según las instituciones financieras internacionales, están sujetas a una pésima administración por
parte de los funcionarios públicos, que son los responsables de gran parte de los pasivos del Estado.
La privatización conlleva algunos beneficios, ya que, además de aportar capital extranjero y por tanto
valiosas divisas que pasan a engrosar las reservas internacionales del país, permiten también una reduc-
ción del gasto público y con ello del déficit fiscal.
La focalización del gasto está íntimamente relacionada con la privatización de las empresas pú-
blicas, lo que incluye servicios básicos como educación y salud. El modelo neoliberal impone estas
políticas porque parte de una consideración centrada en la eficiencia económica, sin salvaguarda so-
cial alguna, según la cual la producción de bienes y la prestación de servicios por parte de empresas
estatales no refleja las condiciones del mercado: al estar protegidas de la competencia por las reglas
de los monopolios estatales, tales empresas no hacen un uso eficiente de los recursos y antes bien los
despilfarran. En este punto entran en juego la privatización y el mercado, que harán posibles –gracias a
la competencia– servicios más eficientes y a un menor costo. Pero ya que existen “grupos vulnerables”
dentro de la población, que no podrán acceder a estos servicios en condiciones de mercado, se propone
otorgar un subsidio, en la práctica una dádiva caritativa, a algunas personas, a fin de que puedan con
eso pagar en una institución privada la prestación del servicio y no queden excluidas de sus beneficios.
En términos generales, se sostiene que las medidas para reducir costos generarán a mediano plazo
un ahorro sustancial. Además, según los estudios del FMI, gracias al crecimiento económico propicia-
do por las reformas, se generará un aumento del nivel de ingresos de la población en su conjunto, lo
que hará cada vez menos necesaria la utilización de los llamados préstamos subvencionados.

4.7. La política monetaria


1. A mediados de los años ochenta, una gran cantidad de países subdesarrollados sufría crisis de hi-
perinflación. En un ambiente en el que las variaciones del nivel de precios eran la constante, y en
una situación altamente inestable para la tasa de cambio, resultaba imposible pensar en condiciones
endógenas que propiciaran la inversión y el crecimiento. En tales circunstancias, y con un alto grado
de incertidumbre respecto a las tasas futuras de cambio y de interés, los operadores económicos pospo-
nían indefinidamente sus decisiones y eran impulsados a las prácticas especulativas.
Como se ha recordado, las políticas neoliberales identifican al Estado como el operador culpable
de introducir incertidumbre económica y condiciones inflacionarias en el sistema. La aplicación por
años de políticas monetarias permisivas había llevado a que estas se convirtiesen en la perturbación
principal del ciclo económico.
Las grandes emisiones monetarias llevadas a cabo por los bancos centrales de aquellos países, con el
objetivo de financiar el “ineficiente” gasto del Estado, habían producido tasas de inflación insostenibles,

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


617
junto con altas tasas de interés nominal que desestimulaban la inversión y constantes devaluaciones
de la moneda, todo lo cual hacía disminuir continuamente el valor de las inversiones, en términos de
divisa internacional, y las posibilidades de atraer capitales extranjeros. Además, las devaluaciones con-
tinuas aumentaban el importe de las obligaciones internacionales, factor que acrecienta las presiones
sobre la balanza de pagos.

2. El FMI plantea entonces la aplicación de políticas monetarias restrictivas, con techos de emisión y
tasas de cambio fijas para alcanzar objetivos específicos de reducción de la inflación, y así comenzar a
preparar el terreno para una fuerte y duradera fase de expansión económica.
Se sostuvo que, en un primer momento, las medidas propuestas tendrían lamentables consecuencias
recesivas, pero que a mediano y largo plazo se comenzarían a experimentar los beneficios, en primer
lugar con las tasas de interés. La aplicación de los techos de emisión monetaria provocó un alza conti-
nua en las tasas de interés del mercado, que en corto plazo redujo la inversión y, por tanto, la demanda
agregada. Pero a mediano plazo, con la reducción de la inflación –producto de las medidas tomadas
durante el ajuste–, las tasas nominales de interés comenzaron a adaptarse a los nuevos niveles de pre-
cios, que hicieron disminuir el spread efectivo entre tasas de interés reales y nominales. La disminución
de ese spread se tradujo, a su vez, en un aumento de la inversión y, con ello, de la dinámica económica.
Por su parte, la estabilización de la tasa de cambio abre dos vías para reducir la inflación a niveles
sostenibles: la primera, a través de los flujos comerciales externos, y la segunda, por medio de los flujos
financieros. En la primera hipótesis, la tasa fija de cambio incentiva la entrada de importaciones a
un precio menor que el de la producción nacional, lo que introduce presiones competitivas sobre el
sector productivo y lo obliga a reducir costos y, por tanto, también el nivel de precios. A su vez, este
mecanismo de presión refuerza los objetivos de la liberalización comercial, al favorecer la desaparición
de los sectores ineficientes –por efecto de la competencia externa– y propiciar así el desplazamiento de
recursos hacia un naciente y competitivo sector exportador. A largo plazo, el país aprovechará la tasa
fija de cambio para aumentar continuamente sus reservas internacionales, gracias a los excedentes de
cuenta corriente generados por la posición favorable del sector exportador en la economía mundial.

3. En el caso de los flujos financieros, el compromiso del Gobierno central de mantener una deter-
minada tasa de cambio genera un cierto grado de confianza en los inversionistas extranjeros, que
responderán generando un flujo positivo de capitales hacia el país en cuestión. Ese flujo, sea que se
canalice hacia las IDE o hacia inversiones de portafolio, brindará un alivio en la situación exterior del
país, al permitir que aumenten las reservas internacionales y asegurar así la capacidad de pago de la
deuda externa a corto plazo. Se sostiene que todo esto reforzará también la confianza de los mercados
internacionales en el proceso de ajuste, con lo cual aumentarán los flujos de inversión y mejorarán las
perspectivas de crecimiento económico.
Como puede verse, para el FMI vale la pena sacrificar el crecimiento económico a corto plazo, con
el objetivo de lograr una disminución de la tasa de inflación que sea compatible con el crecimiento
económico a largo plazo. Al final, el objetivo implícito de las medidas es crear un sistema de precios
coherente con las necesidades de una economía de mercado que, al estar libre de regulaciones, ofrezca
a los operadores económicos una información precisa e impulse así hacia una mejor utilización de los
recursos para alcanzar el crecimiento económico.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


618
Todo esto, obviamente, es válido teóricamente. La práctica, por su lado, demuestra que las recetas
del FMI han significado un duro ataque a las condiciones de vida de la gente: empobrecimiento en
masa, condiciones de auténtica usura en el manejo de la deuda externa, superexplotación de la pobla-
ción y sofocamiento de las aspiraciones a un desarrollo social más equilibrado.

5. Consideraciones generales sobre las reformas estructurales

1. Las reformas estructurales en su conjunto son la razón de ser de las políticas neoliberales impuestas
por el FMI, según el cual no tiene sentido impulsar las reformas necesarias en materia de política
económica, ni alcanzar un cierto grado de estabilidad a través de los indicadores macroeconómicos, si
no se atacan al mismo tiempo los problemas estructurales de la economía.
Entre las reformas estructurales necesarias para los países con baja renta, el FMI da prioridad a
aquellas que incentivan rápida y directamente la inversión y la iniciativa privada. Por eso los programas
deben estar dirigidos a promover las privatizaciones y crear un fuerte sistema bancario, en un “marco
legal de reglas ciertas”.
El espíritu de esas reformas se desprende de un marco teórico desde el cual es imposible pensar en
un crecimiento económico de perspectivas duraderas sin el libre concurso de las fuerzas del mercado. A
ellas compete la responsabilidad de promover ese crecimiento en países que están hundidos en la pobre-
za, según la visión neoliberal, por culpa de sus Gobiernos tiránicos o populistas, en los que el único mo-
delo de programación es la planificación centralizada. Son los operadores económicos privados quienes,
gracias a los incentivos que ofrece la competitividad del libre mercado, comenzarán a implementar una
asignación óptima de los recursos, para así crear dinámicas empresas exportadoras, capaces de competir
en los mercados internacionales, allí donde antes solo había ineficientes monopolios estatales.
Pero, además, la asignación eficiente de recursos, lograda con la desregulación de los mercados,
no solo producirá cambios altamente positivos en el equilibrio externo del país, sino que mejorará
también notablemente –se sostiene– el bienestar de la población, por obra de las reformas internas.
La privatización de los servicios de salud y educación permitirá a la población acceder a ellos con una
mejor calidad y menor precio, una vez que los más pobres superen su dependencia de la ayuda estatal
y comiencen a generar renta.
La realidad siempre ha demostrado que tales políticas constituyen una verdadera masacre social
contra los trabajadores y otros amplios sectores de la población.

2. Es necesario aclarar que los objetivos de la privatización van mucho más allá de las estructuras de
propiedad. Se relacionan más bien, de manera directa, con lo que planteara Adam Smith en 1776
acerca de las funciones del Estado, que puede resumirse en neutralidad respecto a la actividad econó-
mica. Toda intromisión del Estado provocará peores resultados que los que se hubiesen tenido sin su
intervención. Es por eso que, según la visión neoliberal, la privatización debe desempeñar un papel
central en los ajustes previstos por los acuerdos de reforma estructural.
En el enfoque y las políticas del FMI, una economía no puede pretender desarrollarse mientras
los sectores estratégicos –como las telecomunicaciones, la minería, la energía y el petróleo, así como

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


619
los servicios públicos– estén bajo el control de la administración estatal. Así, según los organismos
financieros internacionales, los modelos sustentados en la planificación centralizada, y por tanto en
una política estatal activa a través de empresas de propiedad pública, están condenados al fracaso. ¿Por
qué? Porque los criterios en los que estas se basan para tomar decisiones son criterios “paternalistas”,
cuyo objetivo principal es lograr el mayor grado posible de equidad y, al hacerlo así, promueven de
hecho la ineficiencia y destruyen los incentivos para la actividad económica.
Las decisiones deben basarse estrictamente en criterios de desregulación y liberalización económica,
que son dictados por el mercado. Es “inmoral” que la población tenga que financiar la actividad
de empresas públicas en bancarrota, que deberían desaparecer o ser reestructuradas. Es así como se
justifica y se afirma que el ingrediente clave para transformarse en una economía de mercado es la
privatización, lo que implica que el Estado debe retirarse aceleradamente de toda actividad económica.
Solamente la fuerza del mercado y los criterios de racionalidad económica pueden romper esos atascos
institucionales para favorecer el crecimiento.
Además, se sostiene que los inversionistas extranjeros consideran en términos rentables las políticas
de privatización, que de tal forma constituyen el medio más rápido y eficaz con el que puede contar el
Estado para resolver los problemas del déficit y la deuda.

3. Llegados a este punto, conviene aclarar asimismo que en el tipo de economía de mercado que pro-
mueve el FMI, el proceso de acumulación de capital, tecnología y conocimiento no se produce en todos
los sectores, sino solamente en aquel que, según el modelo, debe ser el responsable del éxito económico
del país a largo plazo, vale decir, el sector exportador. Debe entonces el Estado tomar medidas para fa-
vorecer ese cambio estructural. Esto nos lleva al siguiente punto de análisis: la liberalización comercial.
La importancia de esta reforma estructural se deriva del objetivo mismo del ajuste, que no es sino
alcanzar la estabilidad externa en países con una enorme deuda y condiciones de permanente déficit
comercial.
En ese contexto, el proceso de acumulación debe encaminarse a la creación y fortalecimiento de
un sector exportador nacional capaz de competir a nivel mundial, objetivo que el mercado puede
alcanzar de manera natural si se le deja actuar en libertad. La primera tarea es entonces eliminar las
barreras proteccionistas y permitir así la entrada de competidores extranjeros, que ofrezcan incentivos
para aumentar la eficiencia en determinados sectores en los que el país presente una pequeña ventaja
comparativa. En consecuencia, el FMI recomienda explícitamente medidas destinadas a facilitar el
proceso de incremento de la eficiencia sectorial, a través de la eliminación de restricciones cuantitativas
a las importaciones y la disminución gradual de las licencias e impuestos de exportación14.
Con esas medidas espera el FMI que comience un proceso de transformación estructural, como el
descrito por primera vez en el siglo xviii por David Ricardo. Este análisis, bastante refinado y evolu-
cionado hoy día, presupone que la liberalización comercial incremente la eficiencia en la asignación
de recursos a través del principio de la ventaja comparada. Este principio nos dice que la economía de
un país no debe centrarse en aquella actividad que presente los mejores resultados en términos abso-
lutos, sino en la que lo haga en términos relativos, es decir, aquella que muestre un menor costo de
oportunidad con respecto a los socios comerciales.
En el caso de los países que se someten al ajuste, se afirma que la aplicación de barreras comerciales
incentiva una producción ineficiente de bienes, que sin tales barreras no estarían en capacidad de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


620
competir con los que se producen en el exterior a un menor costo. Por ello se promueve la especia-
lización del país en aquellos sectores que presentan un menor costo de oportunidad, con el objetivo
de aumentar la productividad y ampliar así el umbral inicial de ventaja respecto a sus competidores.
Las ganancias derivadas de la especialización permitirán al país contar con ingresos suficientes para
comprar en el exterior, a precios inferiores, los bienes que antes producía en casa.
Así, a medida que la competencia externa sigue desplazando la producción nacional de los sectores
improductivos, más recursos estarán disponibles para ser invertidos en aquellos que sí manifiestan una
ventaja comparativa, lo que nuevamente refuerza el proceso de especialización. Al final, por esa vía de
la especialización, el libre comercio internacional permite una mayor productividad y, por tanto, el
mejoramiento de los niveles de vida de los países que se insertan en el mercado global.

4. Según el FMI y el BM, la mejor forma de llevar a cabo el proceso de liberalización comercial es la
unilateral. Se parte de la hipótesis de que las políticas comerciales no afectan la balanza comercial; es
decir, que los cambios en las importaciones son iguales a los cambios en las exportaciones. Al dar así
paso a la fuerte presión de la competencia externa sobre los sectores ineficientes, estos desaparecerán
rápidamente y eso liberará más recursos para su posterior utilización en el sector exportador, que
generará a su vez un crecimiento del valor agregado de la producción, elemento clave que permite al
comercio exterior transformarse en motor del crecimiento.
Otro elemento clave en el proceso de conformación de dicho sector exportador es la participación
de inversionistas extranjeros. Una de las mejores formas de atraerlos, además de la privatización, es la
liberalización financiera, que tiene por objetivo no solo facilitar los procesos de inversión, sino también
asegurar verdaderas condiciones de mercado, para así asignar eficientemente los recursos.
El FMI resalta a continuación las ventajas de esta última liberalización y de la integración a los
mercados financieros globales –desregulados–, ya que promueven una asignación más eficiente de
recursos a escala mundial. Valga entonces analizar algunas de estas afirmaciones del FMI. Respec-
to a la eficiencia, se dice que la desregulación permitirá al sistema bancario desempeñar un papel
importante. La privatización del sector bancario nacional, unida a su desregulación para posibilitar
la libre determinación de las tasas de interés por parte del mercado, creará un ambiente altamen-
te competitivo, en el que los recién privatizados bancos lucharán por mantener una determinada
cuota del naciente mercado de capitales nacionales, lo que se traducirá en una reducción de las ta-
sas de interés y una mejoría de la calidad de los servicios financieros. Gracias a una mayor pers-
pectiva de ganancia y a flujos de información más precisos, esos dos hechos incentivarán aumen-
tos sucesivos de la tasa de inversión, que a su vez favorecerán la creación de puestos de trabajo y
el crecimiento a largo plazo. Simultáneamente, la desregulación estimulará la entrada de capitales
extranjeros, que permitirán iniciar la acumulación del capital necesario para impulsar un proceso
de crecimiento.
Queda claro, así, que el factor clave en los mercados de capital es la confianza de los inversionistas
hacia el país. Para el FMI y los mercados, los auxilios y las inversiones son efectivos solamente en tér-
minos de estímulo al crecimiento, que dependerá de la calidad del marco macroeconómico. Por tanto,
es de esperar que gradualmente fluyan más auxilios e inversiones hacia los países que hayan llevado a
cabo el ajuste y en los cuales se estén aplicando las políticas “correctas”, ya que los mercados confían en
que esas medidas prepararán adecuadamente el terreno para una fase de expansión.

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


621
Por el contrario –asegura el FMI–, es de esperar que los países que no se sometan al ajuste no solo
sufran la continua aplicación de políticas equivocadas y los problemas que ellas comportan, sino tam-
bién un aislamiento que los privará del aporte de los flujos financieros internacionales y los sumergirá
en un atraso todavía mayor con respecto al resto del mundo.
Entretanto, las economías que se hayan sometido al ajuste presentarán claras señales de éxito. Pero,
¿en realidad ha sido así?

6. Consecuencias de la aplicación de las políticas neoliberales

1. Si la evolución económica de los últimos años, en los países que han instrumentado los proyectos
y acuerdos de reforma estructural, estuviese en línea con las expectativas generadas en torno a esos
planes 20 años atrás, seguramente no existiría el debate actual acerca de la validez de tales políticas
económicas y su capacidad para generar crecimiento y lograr la estabilidad externa.
La experiencia reciente demuestra, en la mayoría de los casos, que la aplicación de las llamadas
“reformas de mercado” no solo han provocado un deterioro de las condiciones económicas, sino que
han llevado a los países a puntos de no retorno en materia de política económica y de estabilidad social,
hasta perder prácticamente toda capacidad de tomar decisiones soberanas e independientes.
Cada día son más los países que entran en lo que muchos estudiosos definen como la zona de
vulnerabilidad económica: una combinación de elevados préstamos extranjeros con alto componente
de liquidez, una tasa de cambio desfavorable y bajas tasas de inversión interna. En ese contexto, las
economías son cada vez más sensibles a eventos económicos o políticos adversos, al tiempo que dis-
minuyen las posibilidades de escapar de tal situación, como país, sin sufrir grandes costos sociales y
económicos por largos períodos.
Pero, en realidad, ¿a qué se debe que esos planes tan “bien” intencionados resulten tan malditamen-
te complicados? Nos atrevemos a suponer, en la mejor de las hipótesis, que podría ser una conjugación
de efectos no previstos de esas políticas y reformas lo que lleva a la aparición de cuadros tan graves,
sobre todo en términos sociales, como los observados. Ese hecho debería obligar a replantear o, por lo
menos, a volver a analizar la validez de algunos de los postulados de la teoría neoclásica hoy dominante.
Lo primero que se ha de mencionar es el hecho de que el sistema financiero internacional obliga
a los países a trabajar en ambientes de baja inflación y estabilidad cambiaria, cuando las realidades
estructurales y macroeconómicas no son capaces de promover tales condiciones.
¿Por qué? En general, los países que se someten al ajuste lo hacen para reconstruir sus reservas
internacionales y así poder seguir tomando parte en el comercio internacional. Esas reservas se vieron
erosionadas principalmente por dos hechos: constante déficit corriente y aumentos del servicio de la
deuda externa. De allí se deriva que la solución pasa por dos vías: una es la de incrementar el ingreso
a través de mejoras en el intercambio comercial, y la otra es la reducción de los pagos de la deuda, sea
mediante el refinanciamiento de la deuda pendiente o por default.
Como consecuencia de la forma en que se manejó la crisis de la deuda de los años ochenta, el
componente financiero del desequilibrio externo aumentó en amplia medida y se resolvió no a partir
de excedentes comerciales o de la cancelación de los saldos pendientes, sino mediante el regreso de los

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


622
países en default a los mercados internacionales de capital, donde pudieron nuevamente pedir créditos
en condición de deudores soberanos y de tal modo refinanciar la deuda para evitar problemas de
liquidez en el breve plazo.
De esa manera, los países se ven obligados, para atraer masas cada vez mayores de capital que
permitan refinanciar indefinidamente la deuda, a mantener políticas de baja inflación y estabilidad
cambiaria, a pesar de que, en primer lugar, continúen los déficit corrientes y, luego, la estabilización
de dichos indicadores provoque un daño irreparable a la capacidad productiva del país y, por tanto,
a la estabilidad de los restantes indicadores macroeconómicos “reales” y claves, como el crecimiento y
la ocupación.

2. Dicho esto, resulta claro el motivo por el cual se califica de fundamentales las políticas de baja infla-
ción y estabilidad: de hecho, es esa la única forma en que estos países pueden asegurarle rendimiento
al capital extranjero y de esa manera incentivar su ingreso, con el fin de seguir financiando los déficit
comerciales y el aumento de la deuda. Se crea así un círculo vicioso de endeudamiento y recesión que
obstaculiza la aplicación de políticas económicas que permitan sacar al país de la crisis.
Ese círculo vicioso, directamente relacionado con las políticas de desregulación y de liberalización
impuestas con el ajuste estructural, no solo no permite salir de la crisis, sino que crea condiciones
únicamente para empeorarla.
Las primeras políticas en producir tal efecto son las de estabilización económica a corto plazo y
más precisamente la brusca reducción del gasto público, la disminución de la oferta monetaria y la
estabilidad de la tasa de cambio. La combinación de estas políticas provoca un ambiente de altas tasas
de interés y perspectivas de baja ganancia, que ni aun en las mejores circunstancias generaría un creci-
miento estable y duradero. La reducción del gasto público con el fin de controlar la inflación provoca
una contracción de la actividad económica, lo que reduce el ingreso de la población y, por tanto, el
consumo futuro; se golpea así al sector productivo nacional, con el añadido de un grave empeora-
miento de las condiciones laborales y sociales en general para los sectores más desposeídos del país. Al
mismo tiempo, la contracción de la oferta monetaria provoca el alza de las tasas de interés que, si bien
favorece el objetivo de atraer en el corto plazo capitales extranjeros que permitan financiar el déficit
de cuenta corriente y reducir los índices de inflación, obstaculiza el desarrollo del sector productivo
nacional al imponer un costo prohibitivo de la inversión.
Finalmente, cuando la estabilización de la tasa de cambio se produce en presencia de altas tasas de
interés, provoca una entrada de capitales extranjeros que sobrevalora la tasa de cambio. Esta aprecia-
ción lacera la producción nacional de dos maneras: impone en la práctica un “impuesto” a las expor-
taciones, haciéndolas más caras en términos relativos –cosa que golpea al sector exportador–, y rebaja
al mismo tiempo el costo de las importaciones, con lo cual incentiva su consumo. La combinación de
estos dos factores intensifica el desequilibrio externo inicial, reforzando la necesidad de atraer nuevos
capitales para financiar el aumento de las importaciones.

3. Los efectos negativos de las políticas de estabilización se ven ya reforzados con la aplicación de las
reformas estructurales que condicionan la concesión de los préstamos.
Comencemos, por ejemplo, con la liberalización financiera. No obstante el aumento de las tasas
de interés, se produce un salto en el crédito, como consecuencia de la competencia entre los bancos

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


623
comerciales para atraer nuevos clientes. Esa competencia crea una burbuja financiera que a su vez se ve
reforzada por la entrada de capitales, para favorecer así la especulación. El cuadro empeora si se toma
en cuenta que gran parte del crédito no se dirige a la inversión, ni por tanto hacia el sector productivo,
sino que tiene el propósito de financiar un aumento del consumo de bienes importados, impulsado
principalmente por la liberalización comercial.
A su vez, la entrada de capitales, propiciada por las condiciones antes mencionadas, genera una
apreciación de la tasa de cambio. En el caso de que se haya adoptado una política de tasas fijas de
cambio, esa entrada de capitales generará entre los inversionistas extranjeros una percepción favorable
de la economía, que redundará en sucesivos flujos de capital. Esos flujos, muy sobredimensionados con
respecto a lo que las condiciones productivas del país están en capacidad de asimilar, crean condiciones
para el ejercicio de prácticas especulativas por parte del sector privado. En todo caso, la entrada de
capitales golpea directamente al sector exportador y, en consecuencia, a la capacidad del país para
generar condiciones endógenas “reales” para superar los desequilibrios externos.
Otro efecto adverso de la entrada de capitales son los sucesivos aumentos de la tasa de interés como
consecuencia de la reducción de la oferta monetaria nacional, que refuerza el desfavorable ambiente
interno.
Un problema adicional, para tener en cuenta, es cómo se financia el déficit, ya que cualquiera de las
soluciones propuestas atenta a largo plazo contra el equilibrio macroeconómico del país. Para empezar,
tenemos el alza de los impuestos con el fin de aumentar los ingresos del Estado y reducir de esa manera
el déficit, cosa que golpea el rendimiento del sector productivo nacional, en un ambiente recesivo de
altas tasas de interés y competencia externa a precios bajos.
Además, dada la prohibición tácita que ha hecho el FMI de financiar tal déficit por medio de emi-
siones monetarias, a lo anterior se debe sumar que el Estado se ve obligado a endeudarse a través de
títulos, que aumentan cada vez más la parte del gasto destinada al pago de la deuda.
Este elemento constituye un punto vital para explicar el hecho de que las políticas de ajuste están
destinadas al fracaso desde antes de su aplicación.

4. Continuando con el análisis, es posible ver que en la mayoría de los casos se han estabilizado los
indicadores económicos considerados como fundamentales por los mercados internacionales. Este es
uno de los argumentos que permiten al FMI defender los ajustes y afirmar que han tenido éxito,
es decir, que han logrado reducir la inflación y estabilizar la tasa de cambio en los países que se han
sujetado a los planes.
Lo que no dicen las instituciones internacionales, como el FMI y el BM, es que esa estabilización se
consigue al costo de hipotecar el futuro del país, ya que el problema básico se mantiene: el déficit co-
mercial continúa y la única forma de sostener la situación económica es, entonces, promover la entrada
de más capitales, no solo para pagar las deudas acumuladas, sino también para acrecentar las reservas
internacionales y así mantener una imagen positiva que genere confianza hacia la tasa de cambio.
Ahora es necesario explicar por qué los desequilibrios fundamentales permanecen intactos y de qué
manera se transforman en el principal impedimento para que la estabilización económica se traduzca
en crecimiento.
La causa más importante de los desequilibrios comerciales es la prematura apertura comercial.
Como ha dicho Stiglitz, no se puede ser tan miope como para simplemente esperar que se creen nuevas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


624
oportunidades de trabajo a medida que se pierden los empleos generados por las barreras proteccio-
nistas, cuando no existen condiciones económicas adecuadas para que ello ocurra. Por el contrario,
la liberalización crea condiciones idóneas para bloquear un proceso de ese tipo, al impedir que los
mecanismos de ajuste natural actúen y posibiliten el retorno al equilibrio.
Al poner simultáneamente en marcha la liberalización comercial, se liberalizan los movimientos
de capital, que no producen más que efectos negativos para el sector productivo nacional. Con las
políticas neoliberales, la entrada de capitales y el consecuente excedente en cuenta capital de la balanza
de pagos hacen que la tasa de cambio deje de estar transitoriamente determinada por la situación que
arroja la sección corriente de la balanza misma.
En tales condiciones es natural, pues, que la tasa de cambio no responda rápidamente a las varia-
ciones de los flujos comerciales o a los cambios de política económica que afectan las entradas, sino
más bien a factores financieros y expectativas volátiles. Esto se traduce como impedimento para que
la tasa fluctúe y permita la aplicación del principio de la paridad del poder adquisitivo, reflejando
al mismo tiempo los diferenciales de productividad –y por tanto de precios– y posibilitando así el
equilibrio externo. Por eso las tasas de cambio, al comportarse de tal modo, no solo no producen
convergencia entre las economías involucradas en el intercambio comercial, sino que, por el contrario,
generan divergencia. En consecuencia, la producción nacional debe entrar a competir en los mercados
con la desventaja inicial que determina la apreciación de la tasa de cambio, provocada por los flujos
externos de capital. A esa desventaja inicial hay que sumar las altas tasas de interés, que obstaculizan
el endeudamiento con fines productivos; el alza de los impuestos, implementada con el objetivo de
aumentar los ingresos estatales para disminuir el déficit; y las perspectivas recesivas en la economía,
que deprimen todavía más la inversión. Todo esto conforma un cuadro bastante desalentador para los
productores nacionales.
Por otra parte, es necesario decir que, en la práctica, los procesos de liberalización comercial fa-
vorecen la especialización en sectores en los que el país presenta una ventaja competitiva, pero no
comparativa. Esto conduce a la sobreproducción en el mercado mundial, por parte de los países so-
metidos al ajuste, de bienes de consumo primario o de materias primas, como café, caucho, etcétera,
lo que provoca la caída de los precios respectivos. Esa dinámica golpea los términos de intercambio de
estos países, empeorándolos en términos absolutos, especialmente si se tienen en cuenta los constantes
aumentos de los precios del petróleo durante los últimos años, así como de los bienes de capital
importados para equipar al sector exportador. Por esa razón, dicha dinámica es incompatible con el
crecimiento y el equilibrio externo a largo plazo.

5. La actual gestión liberal (y por consiguiente neoliberal) de la economía se basa en los principios de la
austeridad preventiva y del rigor de la política monetaria. La experiencia nos muestra que, en lugar
de austeridad preventiva, es justo lo contrario, y es la eficacia de ese contrario lo que demuestra la
ineficacia de la austeridad. La teoría neoliberal afirma que los déficit preventivos, en razón de un efecto
de desplazamiento (el Gobierno absorbe una proporción mayor de recursos para financiar el déficit),
reducen la inversión, y con ello el empleo y el crecimiento de la economía. Pero la experiencia nos
enseña, por el contrario, que los países con mayores déficit son también los que logran los mejores
resultados económicos generales y en materia de ocupación: la política de enormes déficit ha sido,
por ejemplo, sostén principal del crecimiento norteamericano durante la última década. El motor

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


625
del crecimiento estadounidense en los últimos años ha sido el enorme déficit público, que ha podido
financiar recurriendo al ahorro internacional, alimentado por el déficit externo.
El rigor monetario ha podido tener los efectos esperados, pero dio también lugar a efectos inespe-
rados que, al ser de signo negativo, anularon aquellos logros. En la ideología neoliberal, el objetivo de
la política monetaria es controlar las dinámicas propias de la moneda y, por ese medio, la inflación.
Ciertamente, se observa una misma dirección en la desaceleración de las dinámicas monetarias y de la
inflación. Lo que no resulta claro es que esta (la disminución del incremento de los precios) obedezca
a aquella (la desaceleración de la cantidad de moneda) y no a otros factores, como el aumento de la
competencia, la reducción del salario real u otros.
En cualquier caso, la utilización de la cantidad de moneda como instrumento para controlar los
precios tiene un efecto indirecto: las tasas de interés aumentan. La desaceleración de los precios, más
fuerte que la de las tasas de interés, dio lugar a la aparición de tasas de interés reales, positivas y
crecientes. Esto elevó el precio del acceso al crédito y desalentó la inversión empresarial. Además, las
inversiones financieras se convirtieron en la actividad más lucrativa y fue así como la mayor parte de
los recursos se destinó a la especulación financiera y la bolsa.
Es difícil precisar hasta qué punto las tasas de interés reales constituyen un obstáculo para el
crecimiento. La política monetaria restrictiva (control de las dinámicas monetarias) contribuye a re-
ducir la tasa de inflación, pero, al aumentar las tasas de interés reales, reduce el crecimiento de la
economía.
La salida de la crisis exige la intervención del Estado con una política de crédito y de inversión
expansiva. Pero esa intervención no puede tener éxito si no nos desembarazamos en primer lugar de la
restricción externa; dicho de otra manera, si no se rechaza el puesto asignado al país en el libre inter-
cambio entre las naciones, el papel impuesto en la división internacional del trabajo. Es una tarea más
fácil de decir que de cumplir, pero es el único camino posible si la aspiración de un Gobierno va
más allá de ser una simple porción de un mercado mundial al servicio de las multinacionales y de los
especuladores globales.

6. Todos los fenómenos citados –reducción del gasto, contracción monetaria, liberalización comercial
y financiera– llevan irremediablemente a una caída de la actividad económica, salvo que se le evite
mediante un aumento del endeudamiento. Puede producirse, entonces, un crecimiento basado en tal
endeudamiento, más que un crecimiento de las exportaciones, un crecimiento endógeno y compatible
con el equilibrio de las principales variables macroeconómicas. En tales casos, el incremento de la
deuda solo provocará el reforzamiento de las medidas destinadas a atraer capitales, hasta crear así
para el país una situación todavía más desfavorable frente a sus acreedores, cuando llegue el inevitable
momento del colapso.
Un defensor de las políticas de ajuste podría decir que esa caída de la actividad económica es buena
para el equilibrio externo del país, y por tanto contribuye al éxito del ajuste, gracias principalmente
a la presión que esto genera sobre los precios internos, lo que favorece tanto la competitividad de las
exportaciones en los mercados internacionales como la reducción de las importaciones por la caída del
ingreso. Pero ese sistema de ajuste no funciona en las economías que implementan también la libe-
ralización financiera, ya que –como se ha mencionado– los flujos financieros superan por mucho los
flujos provocados por la actividad comercial y, de esa manera, permiten el financiamiento del déficit;

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


626
en otras palabras: aunque el ingreso cae, las importaciones no solo no disminuyen, sino que tienden a
aumentar como consecuencia de los bajos precios.

7. Regresando al tema anterior, cuando esa caída de la actividad económica se produce, se deriva
una serie de consecuencias que aumenta la presión sobre el país –no solo por parte de los mercados
internacionales, sino también del organismo financiero internacional– para inducirlo a adecuarse a las
condiciones impuestas al momento de la concesión del financiamiento.
La recesión conlleva, naturalmente, una fuerte disminución de los ingresos fiscales, como conse-
cuencia de la caída de la renta. El problema reside en el hecho de que el FMI no le presta atención al
déficit fiscal estructural, sino al dinero contante, por lo que presiona a los países para que lleven a cabo
reducciones del gasto y aumentos impositivos, con el objetivo de alcanzar el equilibrio fiscal. En un
contexto recesivo, esto se traduce en políticas que exacerban la recesión inicial.
Aun así, y debido principalmente a que la inflación y la tasa de cambio se mantienen estables, la
entrada de capitales sigue golpeando directamente los fundamentos económicos del país.
Esos flujos tienen por lo general tres posibles destinos: el primero es la adquisición de empresas
públicas y sectores económicos estratégicos, recientemente abiertos a la inversión extranjera; el segun-
do es la compra de títulos de deuda emitidos por el Estado para financiar el déficit, y el tercero, el
financiamiento de la deuda privada. En este último caso, el endeudamiento externo se ve incentivado,
en particular, por el spread existente entre las tasas de interés externas e internas y por las condiciones
generadas por la liberalización financiera, que facilitan el endeudamiento de las empresas en el exterior.
Este último aspecto adquiere especial relevancia en el momento en que explotan las crisis, ya que
los rescates organizados por el FMI están encaminados, precisamente, a salvar los préstamos “malos”
otorgados por los grandes bancos internacionales en los llamados mercados emergentes. Es decir que
al final son los contribuyentes, en su conjunto, quienes deben pagar por la imprudencia y excesiva
confianza del sector bancario internacional.
El hecho de que se afronten los déficit de cuenta corriente con crecientes entradas de capital, lleva
a reforzar las condiciones que favorecen la entrada de capitales. A medida que aumenta el papel de los
agentes privados externos en la economía, aumenta también su aversión al riesgo.
Esa aversión pasa a reflejarse en un aumento de las tasas de interés que el país se ve obligado a
pagar en los mercados internacionales. A estas alturas, las autoridades han perdido ya el control de la
política económica de su país, que se encuentra completamente indefenso ante cualquier shock exter-
no: lo único que queda por hacer es reforzar las medidas recesivas y mantener la credibilidad de los
mercados internacionales, en la esperanza de que la balanza corriente empiece a mostrar créditos como
consecuencia de la misma recesión. Así, aunque la economía comience a mostrar excedentes en cuenta
corriente, los saldos no serán suficientemente grandes para poder pagar al menos las obligaciones a
corto plazo.
Al final, el encargado de poner la lápida sobre la tumba de la economía es la tasa de interés. Como
hemos dicho, el proceso de ajuste aumenta considerablemente el papel de las finanzas en las relaciones
exteriores.
En el caso más específico del gasto público y como consecuencia del constante endeudamiento del
Estado en los mercados nacionales e internacionales, la parte de ese gasto que se destina al pago de la
deuda sufre consecutivos aumentos, hasta alcanzar un peso determinante.

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


627
El FMI pone el énfasis en el cumplimiento de los acuerdos suscritos por el Estado con los acreedores
internacionales, a fin de no perjudicar la credibilidad del país y preservar la posibilidad de obtener prés-
tamos adicionales en el futuro. De esta manera, no obstante los esfuerzos del Gobierno para reducir el
déficit a través de recortes del gasto público y aumentos de los impuestos, resulta cada vez más difícil
alcanzar los objetivos planteados en los compromisos con el FMI, al tener como obligación principal el
pago de una deuda que se torna cada vez más onerosa como consecuencia del alza de las tasas de interés.

8. Por todo ello, el FMI es el responsable directo de las catástrofes económicas y sociales, ya que por
un lado apoya medidas de reducción del gasto y control de la oferta monetaria en contextos de libe-
ralización financiera y comercial, que no reducen ni el déficit fiscal ni el desequilibrio externo, y por
el otro hace aumentar la tasa de interés, con lo que crecen también las obligaciones del país y se torna
imposible salir de la crisis.
El momento clave y culminante del proceso de caída lo marca la reducción de las reservas inter-
nacionales. Esto golpea la confianza de los inversionistas internacionales hacia el esfuerzo del país por
mantener estable la tasa de cambio y hacia su capacidad de hacer frente a las obligaciones a corto plazo
sin tener que recurrir al refinanciamiento de la deuda.
Al final del ciclo, el país termina con una deuda mayor, mayor dependencia y por tanto mayor
vulnerabilidad externa, con un Estado ya incapacitado para hacer frente a las necesidades básicas de la
mayoría de la población y un sector productivo nacional que ha quedado fuera del mercado.
Las contradicciones que surgen durante la aplicación del proceso de ajuste llevan al fracaso de sus
objetivos.

9. Así que ahora nos preguntamos: ¿qué lecciones pueden sacarse de la aplicación de los planes de
ajuste, cuáles son sus grandes defectos, los que al final terminan por transformarse en la razón de su
fracaso? (Davies, 2003: 6, 12).
En primer lugar, el hecho mismo de enrostrar al Estado y a las políticas públicas la culpa de los
desequilibrios externos. Como se ha precisado, el problema no radica en reducir el déficit público para
lograr ese equilibrio, lo que puede llegar a ser una condición necesaria pero no suficiente, sino que pasa
más bien por crear condiciones que permitan liquidar las existencias y activar finalmente las capaci-
dades productivas del país, para así alcanzar resultados positivos en cuenta corriente de la balanza de
pagos. Al contrario de lo que esperan los organismos financieros internacionales, las reformas estruc-
turales que promueven la reducción del peso económico-productivo del sector estatal no favorecen el
equilibrio externo. Y no pueden favorecerlo porque el sector público debe desempeñar un papel clave
al momento de promover políticas nacionales que permitan superar las carencias productivas.
En realidad, con la aplicación de las reformas lo que se favorece es la destrucción de los sectores
productivos de los países que se someten a ellas, al tiempo que se crean ambientes recesivos en los que
desaparece la protección del Estado a los sectores claves de la economía. En tal forma, la única salida
que queda es la aplicación de una política económica activa, que impulse el reforzamiento del sector
productivo nacional y la recuperación económica, para buscar a través de esta última un aumento de
los ingresos que permita a largo plazo amortizar el déficit.
En segundo lugar, se hace necesario analizar más profundamente el hecho de que actualmente no
es el déficit público el responsable del efecto de frenado macroeconómico, como sostiene la teoría

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


628
neoclásica: son las políticas recesivas las culpables de los bajos índices de inversión existentes en las
economías sometidas al ajuste. Por más ampliamente que se incremente el ahorro nacional como
consecuencia de la reducción del déficit, la inversión no aumentará en un contexto macroeconómico
que incluye altas tasas de interés, provocadas por la política monetaria, por las perspectivas de bajo
crecimiento del PIB y por la reducción del gasto público, en particular el de índole social.
En tercer lugar, resulta hoy día obsoleto el punto de vista económico que identifica los balances
externos con la balanza comercial y con el presupuesto determinado por salarios y gasto público.
En cuanto concierne a los balances externos, valga precisar que desde hace ya algunos años, y como
consecuencia de las políticas de desregulación financiera, la balanza comercial ha dejado de ser el
centro de los desequilibrios, ya que los flujos financieros han sido más que suficientes, en el caso de
muchos países, para financiar los desequilibrios comerciales, con lo que han pasado a transformarse en
el núcleo fundamental de las relaciones económicas internacionales.
Por otra parte, en lo que se refiere al presupuesto público, hoy día en ese gasto toma mayor impor-
tancia el pago de la deuda externa, como resultado, principalmente, de las altas tasas de interés y del
endeudamiento adquirido en los mercados internacionales por los países sometidos al ajuste. De esta
manera, las políticas dirigidas a resolver los problemas de déficit y desequilibrio no tienen incidencia,
ya que dependen de un indicador distinto que, a su vez, responde negativamente a las políticas aplica-
das para reducir el ingreso y agrava así el problema inicial: la tasa de interés.
En cuarto lugar, la liberalización comercial y financiera, tal como ha sido impulsada por los organis-
mos financieros internacionales (vale decir, atenta solo a la creación de las condiciones necesarias para
superar los problemas estructurales derivados del déficit comercial, al tiempo que, de hecho, obstacu-
liza la formación de un proceso de acumulación endógena e impone presiones sobre una estructura
económica ya deformada por años de dependencia y explotación), no tiene más capacidad que la de
sacrificar la economía nacional al capital extranjero, mediante intensos procesos de privatización en los
sectores estratégicos, hasta hacerla sucumbir del todo bajo el peso de dicho capital.

7. Los resultados de las políticas neoliberales:


saqueo y explotación bajo ropaje “tecnocrático”

1. El gran crecimiento de los países industrializados en los años cincuenta y sesenta estuvo acompañado
por una declinación gradual de la importancia de los países en vías de desarrollo (PVD). La parte
que correspondía a estos en las exportaciones mundiales cayó de 31,1% a solo 18,4% entre 1950 y
1973. También la exportación de productos industriales de los países de la OCDE hacia la periferia
declinó de 1955 a 1979, al pasar de 33% a 19%. Hasta las empresas multinacionales perdieron interés
en los PVD: si antes de la Segunda Guerra Mundial todavía transferían hacia ellos cerca de 50% de
las inversiones directas, durante los años setenta ese porcentaje descendió a 25%. Esta tendencia a la
marginación parecía golpear en una misma dirección a todos los países subdesarrollados.
Con el advenimiento de la crisis mundial comenzaron a manifestarse tendencias diversificadas en
algunas áreas: OPEP, nuevos países industrializados (Corea, Taiwán, Hong Kong, Singapur, México,
Brasil y Argentina). En los años ochenta, prácticamente en la totalidad de los países de la periferia, las

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


629
características económicas fundamentales eran la deuda externa y una recesión profunda y duradera.
En esas circunstancias, las nuevas tecnologías alimentarias y las innovaciones en general, hicieron
prever que los países industrializados serían cada vez menos dependientes de las importaciones tradi-
cionales provenientes de los PVD. Pero el impacto más grave no fue la tendencia a la marginación,
sino, por el contrario, la articulación de la periferia en función de la estrategia de recomposición del
capital internacional.
Cuando el discurso liberal se transfiere a la América Latina, encuentra que los trabajadores asala-
riados desempeñan en el proceso de acumulación un papel menos relevante que en los países desarro-
llados. Esto explica por qué los programas de ajuste estructural, impuestos por la política neoliberal
del FMI en Latinoamérica, prestan tanta atención al sector público: déficit público y privatizaciones
son, respectivamente, los dos grandes objetivos de las políticas de estabilización y de los programas
de ajuste.
El ataque al Estado que se llevó a cabo en esa región durante la década de los noventa dejó secuelas
que exigirán al menos dos generaciones para ser superadas. En América Latina, y también en África,
durante las décadas anteriores a la crisis de la deuda, el Estado ejercía un papel fundamental desde los
puntos de vista tanto del consumo como de la inversión: con su actividad, suplía de alguna manera
las deficiencias del proceso de acumulación, es decir, la debilidad del sector capitalista nacional en casi
todos los países de esas regiones. Las privatizaciones cumplieron una tarea esencial en favor del capital
transnacional, que actualmente explota la mejor parte de los recursos nacionales.
En consecuencia, la dependencia –término tan insultante como real– no solo sigue siendo lo que
mejor define la situación estructural de América Latina, sino que se renueva y profundiza en doble
dirección: el creciente control transnacional de los procesos nacionales de acumulación se completa
en el continente con el debilitamiento de algunos Estados hasta el punto de que no pueden cumplir
siquiera las funciones reguladoras mínimas, en términos de creación de infraestructura y reducción del
costo de reproducción de la fuerza de trabajo (salud y educación, fundamentalmente).
Para estos países de la periferia, el nuevo siglo se inicia bajo el peso de la deuda, que funciona como
mecanismo de transmisión forzosa del excedente hacia el centro: entre los años 2000 y 2006, África
pagó 194.000 millones de dólares en intereses de la deuda y el volumen de esa deuda permaneció
inalterado. Las naciones de América Latina y el Caribe, por su parte, pagaron en el mismo período
1.100 millones de dólares, lo que no impidió que creciera el monto total de su endeudamiento15.

2. Por último, la observación más relevante con respecto a los planes de ajuste estructural es que no se
puede –ni se debe– pasar fácilmente de las recomendaciones de política económica subyacentes en un
modelo teórico a su aplicación en el mundo real.
Aunque obviamente hayan sido elaborados con el propósito de crear instrumentos confiables de
trabajo para los responsables de la política económica, estos modelos solo son capaces de explicar el
comportamiento de ciertas variables en determinadas y muy específicas circunstancias. Así, la sola
existencia de diversos fenómenos institucionales, sociales y políticos, que varían en los diferentes países
del mundo, desaconseja la formulación de modelos que permitan recomendar una serie de políticas
“correctas” para todos y cada uno de los casos.
En realidad, es necesario aclarar que no existe tal cosa como una política universal, unívoca y co-
rrecta. Cada país debe buscar de manera soberana y según su propia vía democrática, independiente y

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


630
autodeterminada, los modelos adecuados para la formulación de políticas económicas que le permitan,
en un determinado momento histórico, iniciar un proceso de desarrollo económico que tenga como
motor las principales fuerzas endógenas.
El hecho mismo de que durante la aplicación de los ajustes estructurales se sigan recomendaciones
de política económica basadas en un marco teórico, el neoclásico, hace inevitables los desastrosos
resultados que han tenido que sufrir en carne propia millardos de personas en todo el mundo.
Aun cuando pareciese, en términos políticos –más que económico-productivos–, que se está
abriendo una “nueva fase revolucionaria” del capitalismo, todo parece indicar que está en curso, y
particularmente en las áreas semiperiféricas (América Latina, por ejemplo), un nuevo estadio de la
toma de conciencia por parte de los pueblos, a partir del hecho de que el capitalismo no tiene nada
nuevo que ofrecerles. Por tanto, después de los sucesos que intentaron modificar el período histórico
como época que considerábamos de la transición al socialismo, pareciera que se ha creado un “reflujo”,
para después emprender un “retorno” que se ha iniciado con el siglo xxi: se trata de un período de
cambios revolucionarios, de lucha antiimperialista y de búsqueda de alternativas al capitalismo, más
que de proclamación de un nuevo socialismo.
Este último fenómeno, que sin duda expresa una agravamiento de las contradicciones políticas
del imperialismo, se observa con particular claridad en el caso de Estados Unidos, país en el que las
contradicciones tienden a agudizarse y respecto al cual se observa una creciente pérdida de prestigio
internacional. ¿Se tratará de un fenómeno coyuntural, resultado del carácter extremadamente agresivo
y egocéntrico de la administración de George Bush? ¿O se trata de un fenómeno en el que se mani-
fiestan las tendencias de una agudización de la lucha antiimperialista y por el socialismo a comienzos
del siglo xxi?
No tenemos duda alguna en cuanto al hecho de que vivimos un período extremadamente peligroso
para la paz mundial, pues todo parece indicar que la actual administración norteamericana, no obstan-
te las derrotas que está sufriendo, tanto internamente como a nivel internacional, ha decidido jugar las
cartas de una extrema agresividad en su política.
Prueba de ello es su llamada estrategia de lucha contra el terrorismo.

­— notas —

1 Sobre este tema, cfr., por ejemplo, Martufi, Vasapollo (2000a) y Vasapollo, Casadio, Petras, Veltmeyer (2004).

2 Para profundizar, cfr. Martufi, Vasapollo (1999).

3 Cfr. Hobsbawm (1987: 62-63).

4 Sobre estos temas se hará frecuente referencia, también en lo que sigue, a Martufi, Vasapollo (2000a) y Arriola, Vasapollo

(2004; 2005).

5 Profundizaciones en este análisis pueden encontrarse en Arriola (2001b).

6 Para profundizar críticamente en la naturaleza y las funciones del FMI, se pueden leer Pala (1996) y Donaher (2005).

DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA COMPETENCIA GLOBAL


631
7 Cfr. García, Sánchez (1999). Estos temas han sido también retomados y articulados, entre otros, por Efraín Echevarría.

8 Para una crítica de esta teoría y otras tesis sobre el intercambio desigual, de origen neomarxista y tercermundista, cfr. Orati

(2003).

9 Una crítica de matriz marxista a esta concepción la encontramos en Herrera (2004: 136-140).

10 La Nike no vende ya zapatos, ha escrito alguien, sino “emociones”, estilos de vida, tendencias, pertenencia. Sobre este punto

es muy interesante y rico en documentación el libro de Klein (2003).

11 La joint venture puede ser contractual o societaria. En el primer caso, las empresas interesadas, que mantienen su autonomía

económica y jurídica, suscriben un contrato de colaboración con límites de tiempo; en el segundo, se constituye en cambio
una nueva sociedad de capitales. Puede haber, entonces, joint ventures con adquisición de participaciones internacionales, con
creación de una empresa en un tercer país, con creación de una sociedad mixta con un socio local público o abierta a socios y
accionistas privados.

12 Baste hacer referencia a lo que está siendo del África septentrional integrada a los acuerdos internacionales de la Euromed*.

13 Para algunas de las consideraciones sucesivas, cfr. Arriola (1992: 627-644; 1993: 3-28).

14 Hay solo un pequeño detalle que los economistas neoliberales del FMI no toman en cuenta para la elaboración de sus recetas

(que, por otra parte, son prácticamente iguales para todos los países –como si cada uno no fuese una historia aparte–, lo cual
dice mucho de las metodologías que utiliza): la historia económica, que nos enseña que ningún país ha logrado nunca desarro-
llar sectores productivos enteros abriendo indiscriminadamente sus propias fronteras. Por el contrario: fue solo con cautelosas
medidas proteccionistas que los grandes países capitalistas –como Inglaterra–, luego convertidos en campeones del liberalismo,
lograron niveles tales de producción y productividad que les permitieron enfrentarse sin temor a la competencia externa. Sobre
estos temas, cfr. Chang (2002; 2003).

15 Fuente: FMI, “Perspectivas de la economía mundial”, abril 2006.

* (n.t.) Acuerdo de la Unión Europea para la cooperación con los restantes países de la cuenca mediterránea, suscrito en 1995.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


632
Capítulo IV
NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN
DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA

1. El proletariado moderno en las nuevas contradicciones capital-trabajo

1. El modelo fordista-taylorista en crisis, que explotaba predominantemente el trabajo manual de los


obreros de fábrica, ha sido hoy en parte sustituido, al menos en los países de capitalismo maduro, por
un más intenso y totalizante proceso laboral, funcional a las nuevas exigencias del capital: este ya no se
contenta con extraer “plustrabajo manual”, sino que pretende sobre todo “plustrabajo mental”. No
se contenta ya con los brazos, quiere que el trabajador empeñe también su cerebro, sus pensamien-
tos, exige un empeño mental (commitment) en el proceso de trabajo, exige y estimula (impone) el
involucramiento total del trabajador en la empresa (y cuando también las “esferas mentales” quedan
involucradas, se sabe que el trabajo ya no termina nunca: si se trabaja con una fresadora, al salir de
la planta se separa uno de ella no solo física sino mentalmente; un trabajo mental, en cambio, invo-
lucra la vida entera, los pensamientos de cada momento de la propia jornada de vida, y no solo de
la laboral).
Ello necesariamente implica una ulterior subsunción del trabajo al capital y un más intenso proceso
de alienación, en el que al trabajador no le pertenecen ya ni sus pensamientos, que deben ser funcio-
nales a las exigencias capitalistas1.
Se persigue ese objetivo por medio de una superación dialéctica del taylorismo allí donde este ya
operaba2 y con su implementación en muchos ambientes laborales en los que, hasta hace unas pocas
décadas, estaba ausente. Piénsese en el difuso mundo de los servicios: desde los personales o del hogar,
hasta los de asistencia técnica, informática, “intelectual”. A través de la organización científica del pro-
ceso laboral en esos sectores, así como del uso –donde resulte posible– de computadoras, se ha logrado
descalificar amplios estratos de “trabajo intelectual”, que en lo sucesivo son serializados, estandarizados
y homogeneizados (véase también el trabajo de oficina, cada vez más controlable gracias a la utilización
de sistemas computarizados). Hay quien, a este respecto, habla de cybertariado. El proletariado moder-
no de los países de capitalismo maduro convive con formas “viejas”, decimonónicas, de proletariado,
que se están difundiendo en los PVD (América Latina, Rusia, China, India, Vietnam, etcétera), allí
a donde ha sido exportada la “fase anterior” del proceso laboral occidental. Pero en el mismo centro
también conviven, al lado de experiencias de neo-proletariado intelectual (investigadores científicos,
programadores informáticos, etcétera), formas laborales típicas de siglos precedentes, y el trabajo a
domicilio es un ejemplo emblemático (véase el teletrabajo actual). Sin olvidar las “manchas” de prole-
tariado inmigrante, que fungen de “amortiguador social” pero en apoyo del capital, cuando este tiene
necesidad de bajar los salarios, fortalecer su mando sobre el trabajo, crear divisiones internas en la clase
trabajadora o llenar huecos ocupacionales que han dejado libres los “autóctonos”, esperanzados de
obtener algo más de la vida o simplemente sometidos a competencia con los inmigrantes.

2. La metamorfosis del trabajo, el cambio de la prestación laboral en los últimos 25 años, ha puesto en
evidencia la superación de la organización taylorista-fordista, para dar paso a una fase caracterizada por
el modelo de la acumulación flexible. Como se ha visto repetidamente en este texto, es justamente el
proceso de transformación socioeconómica del trabajo lo que determina las líneas maestras del actual
contexto económico-social, las nuevas formas que asumen los modelos de la economía capitalista.
A pesar de que hasta los momentos no se ha delineado todavía una convincente y definitiva lectura
de la sociedad actual, el contenido de la transformación económica en curso pone en evidencia que ha
cambiado tal vez la esencia del trabajo y con seguridad su organización. Emergen, ciertamente, nuevas
funciones, nuevas figuras económicas y sociales que son todavía objeto de estudio y que, seguramente,
no tienen ya nada que ver con las fases económico-sociales inmediatamente anteriores, pero en las
que se identifica siempre una centralidad del trabajo asalariado y se evidencian así los típicos víncu-
los de subordinación, característicos de la relación capital-trabajo en el clásico modo de producción
capitalista.
La realidad económica está en rápida e ineludible evolución, pero tiende a hacer más notoria la línea
de demarcación entre el capital-propiedad y una clase trabajadora3 que se ve cada vez más precarizada
y flexibilizada no solo en su vida laboral, sino en todo el vivir social, en tanto se reducen más y más las
formas redistributivas de la riqueza y los mismos márgenes de vivencia social, política y cultural, en sus
más amplios sentidos.
Resulta así esencial el análisis de la organización del ciclo productivo, de las características del
tejido productivo y social, de las relaciones entre las áreas internacionales, de la estructura económica

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


634
de cada una de ellas, para identificar las nuevas determinaciones sociales a través de la comprensión
crítica de la nueva estructura y organización del mercado de trabajo, impuesta por los nuevos procesos
de acumulación del capital.
El desarrollo de la sociedad fordista-keynesiana, con su compromiso social capital-trabajo y el
crecimiento posbélico de las clases medias, llevó a muchos sociólogos, economistas, politólogos y polí-
ticos a proclamar a todo grito, en el curso de las últimas décadas, el fin de la clase obrera (identificada
tout court con la clase trabajadora en su conjunto). En un análisis no superficialmente “sociologista” o
reduccionista de la composición-división de la sociedad capitalista, la realidad resulta ser otra.

3. Si la teoría marxista del valor-trabajo –y por tanto la teoría de la explotación de una clase por otra–
es válida, entonces el proletariado persiste hoy en los países de capitalismo maduro. Es precisamente la
cientificidad de la teoría marxista lo que nos permite ir más allá de la superficie. Hoy el proletariado no
solo existe todavía, sino que está en franca expansión por todo el mundo. Solo que esa difusión implica
diversificación, no homogeneidad de formas y subjetividades.
Si el elemento fundamental para definir al proletariado es el de constituir la clase social privada de
medios de producción y, sobre todo, de los productos de su propio trabajo (Bordiga, 1980), entonces
hoy podemos perfectamente sostener la tesis de su supervivencia y “renacimiento”. La clase trabajadora
solo puede ser entendida como un todo y no contraponiendo unos trabajadores a otros o promoviendo
formas diversas de exclusión (basadas, tal vez, en infundados criterios acerca de “subjetividades par-
ticulares” en la nueva composición de clase, que se consideran exclusivas de unos y no comunes a los
demás).
Hay al menos dos características fundamentales e inmediatamente perceptibles que objetivamente
uniforman al proletariado mundial de nuestros días: la salarización a destajo, difundida ya a escala
planetaria bajo una miríada de formas diversas (hay un auténtico retorno al sistema salarial del siglo
xix) y la creciente precariedad de las posiciones laborales, lo que comporta precariedad de derechos, de
prevención, de pensiones… y de vida.
Las funciones del sujeto del trabajo –y del no trabajo y del trabajo negado– son actualmente di-
versas en los diversos modelos de capitalismo, porque diverso es también el punto de observación que
influye y regula las relaciones entre empresa y sociedad. Con todo, es ya prominente que el interés
general de los trabajadores debe ser el mismo de la cultura de empresa, materializada a través del papel
del capital intelectual homologado, en un modo de producción capitalista que se centra en la explota-
ción del trabajo asalariado, bajo las diferentes formas en que este se presenta hoy día. Esto presupone la
desocialización de la propiedad privada y su concentración cada vez mayor, lo que a su vez determina
la destrucción de todo vínculo social como condición de trabajo libre, hasta hacer que la fuerza de
trabajo se pueda presentar en el mercado como mercancía con escasa capacidad contractual, flexible,
precarizada, dispuesta a todo. Un trabajo diferente, pero cada vez más subordinado y explotado: la
nueva forma del trabajo asalariado subordinado, antes que trabajo autónomo o liberado.

4. Pero es cada vez más cierto que mientras más se capitaliza el trabajo, mientras más se desarrolla el
capital y el trabajo se convierte en capital, tanto más se convierte el trabajo vivo en antagonista de tal
desarrollo. Cuanto más se presenta el capital como creador de ganancia –vale decir, como fuente de la
riqueza, independientemente del trabajo–, más aún se extraña socialmente el trabajo de las modernas

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
635
formas del desarrollo capitalista. Y como lo subraya Marx, la determinación antagónica del trabajo es
inherente a la duplicidad de la ley de la tasa de ganancia. Si de un lado la ganancia es ferocidad en la
utilización y en el aumento de la masa de trabajo vivo, por otra parte choca con las condiciones de su
propia producción.
La tendencia al aumento de la ganancia se evidencia inmediatamente en el trabajo vivo directa-
mente explotado, aun con su innovación y creatividad; pero, al mismo tiempo, la tendencia a la caída
de la tasa de ganancia identifica la voluntad antagónica, aun si no siempre organizada, del trabajo vivo
contra el poder del capital.
Al analizar la contradicción entre la base de la producción burguesa (medida de valor) y su de-
sarrollo, se explica cómo el sistema mismo crea las condiciones de su propia destrucción. Por esta
razón puede Marx demostrar que la riqueza efectiva se hace menos dependiente del tiempo de trabajo
inmediato que cuesta su producción, con el que no conserva relación alguna, pero sí depende, todavía
más, del estado general de la ciencia y del proceso tecnológico, o de la aplicación de la ciencia a la
producción (Marx 1976, tomo II: 228).
En estas condiciones, el trabajo ya no se muestra aprisionado en el proceso de producción, sino
que el hombre aparece como supervisor y regulador de la producción. Hay un pasaje de Marx que
sintetiza su pensamiento y que al mismo tiempo refleja la tendencia de la producción mecanizada
como antecámara para el nacimiento de nuevas relaciones sociales y, por tanto, para el desarrollo libre
de la individualidad (Marx 1976, tomo II: 228-229).
Visto desde las circunstancias actuales, lo dicho hasta ahora nos confirma el fundamento metodo-
lógico y conceptual del pensamiento de Marx para la explicación del carácter endógeno del progreso
científico-técnico del capitalismo. El eje del análisis marxista se mueve en torno a la producción de
plusvalía, que constituye el objetivo del sistema.
Para Marx, la reducción del tiempo de trabajo inmediato es resultado del papel de las máquinas en
estas nuevas condiciones de producción capitalista. Expresado en el lenguaje de hoy, se hace referencia
a productos tangibles. En la época de Marx no existía lo que hoy llamamos recursos o productos
intangibles (venta de conocimiento-mercancía). No obstante, esto nos deja una importante reflexión,
que nos confirma que el capitalismo medirá siempre el contenido de su riqueza a partir del tiempo de
trabajo como creador de valor, para conservarlo y lograr su autocrecimiento.

5. Esta aclaración de Marx es de máxima importancia para comprender en qué medida es válida –o
no– para exponer la idea del valor del conocimiento o su precio. El conocimiento, entendido como tra-
bajo que se fija en un determinado producto tangible, no tiene valor, ni como precio ni como trabajo.
Por ese motivo, al hacer referencia a lo que hoy denominamos economía del conocimiento, sería
más exacto decir que el conocimiento crea valor y lo incluye en el producto, pero el conocimiento
en sí mismo no tiene valor. Luego, la discusión se concentra en cuándo el producto que se vende es
conocimiento.
Para la teoría marxista, el estudio del conocimiento como creador de valor es un importante desa-
fío, que requiere una mayor profundización.
El desarrollo exponencial de la comunicación desviante pone en evidencia, de manera exasperante,
el carácter de separación, indiferencia y soledad previsto por el sistema capitalista posfordista-taylorista,
en el cual el desarrollo es funcional a una producción de carácter individual; es decir, a un falso trabajo

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


636
autónomo, a un desarrollo que al mismo tiempo crea desocupación y trabajo cada vez más servil. El
máximo de la comunicación, en este contexto, es el máximo de la desocialización, especialmente en el
mercado de trabajo.
Se deriva de allí, consecuentemente, que la afirmación del paradigma de la acumulación flexible
ha provocado un profundo cambio en la relación producción-ocupación, en las dinámicas salario-
productividad, y ejerce una fuerte influencia en la estructura de las inversiones, de la demanda y el
consumo nacional.
Por lo que respecta a la relación producción-ocupación, cabe destacar que si a toda disminución de
la producción le corresponde siempre una disminución de la ocupación, no se puede decir lo mismo
en sentido contrario (cuando aumenta la producción, no siempre se acompaña con un aumento de la
ocupación). La introducción de nuevas tecnologías, que ha conducido a niveles cada vez más altos de
productividad sin un aumento correspondiente de la ocupación, ha perjudicado al factor trabajo, con
la consecuencia de un incremento todavía más acentuado de los índices de desempleo. Se acrecientan
entonces las notables discordancias entre salario y productividad, toda vez que la tecnología toma cada
vez mayor ventaja con respecto al hombre en casi todos los procesos productivos.

6. En la sociedad actual todo gira en torno al recurso comunicación, devenida en piedra angular para
la homologación social a través del control y el dominio de la cultura y de las mentes.
En el mercado de trabajo, el trabajo de las mentes –es decir, el que se busca y se ofrece, el que se
tiene y no se tiene– existe desde tiempos relativamente recientes. Es resultado de un proceso histórico
que, aunque se inició con el capitalismo manufacturero y ha avanzado con ritmos y formas diversas
según el país donde se cumple, está siempre basado en la “compra-venta” de trabajo (cada vez más
intelectual) y en su consideración como mercancía que se mide en horas, como mercancía “fuerza de
trabajo”, sobre cuya explotación se sostiene el modo de producción capitalista. Esto se basa cada vez
más en el dominio de las mentes, en la cooptación de las intelectualidades: dominio también en el pla-
no de la propia identidad individual, que fundamenta en las formas sociales capitalistas su realización
en el trabajo, de manera que carecer de este, más que una pérdida económica, es visto como pérdida
de la identidad social, como pérdida del sentido de la vida.
En el caso del conocimiento, por otra parte, el proceso de acumulación presenta un rasgo peculiar:
la ciencia y la tecnología, en todas sus formas, solo se incrementan a partir de conocimientos ante-
riores, que constituyen la base para nuevas conquistas. El conocimiento, entonces, reúne no solo las
características de recurso que se consume en los procesos productivos, sino también las de “capital de
inversión”, útil para crear nuevo valor (Foray, 2006: 84).
Un importante cambio en la función empresarial es, pues, el que ha sido ocasionado por la evolu-
ción de las informaciones, por el papel que asume el capital de la abstracción en función del control del
trabajo (el intelectual en particular), de la inteligencia social, de las capas intelectuales disponibles para
la homologación.
La importancia del capital información se deriva del hecho de que toda unidad o persona que esté a
cargo de las decisiones en la empresa, necesita buscar, adquirir y elaborar informaciones para adelantar
una gestión económica equilibrada, al tiempo que controla la inteligencia social y la conflictividad
de clase. La empresa, al insertarse en mercados cada vez más complejos y dinámicos, debe producir
y transmitir flujos informativos de calidad cada vez mayor, en paralelo con la intensificación de la

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
637
complejidad ambiental y con el crecimiento de las formas que potencialmente asume el antagonismo
social, incluso en la reivindicación del tiempo libre del trabajo asalariado, el tiempo de reapropiación
del modo de ser y de vivir social.
Se desarrolla al mismo tiempo un capital intelectual completamente sometido que, con la excusa de
satisfacer los deseos no expresados del consumidor, se las ingenia exclusivamente para crear y mantener
un clima de opinión favorable a los ideales y valores de empresa. Con ese objetivo, si bien procura y
consigue diferenciarse de la competencia, asume unitariamente la transmisión del estilo de vida reque-
rido por el modelo capitalista del pensamiento único. Se ejerce así el totalitarismo de la comunicación
estratégica desviante sobre las mentes y se define el papel del capital intelectual homologado.

7. La fase posfordista de la acumulación flexible caracteriza un momento histórico-económico en el


que la salvaguarda de las ganancias unitarias se conjuga con una reducción de los costos unitarios de
producción, aun en presencia de recesión, y ello gracias al recorte de los salarios reales y a una sensible
disminución de la ocupación, con la consecuente y fuerte contracción del consumo.
La brecha entre crecimiento de la riqueza financiera y contracción de la riqueza real, entre econo-
mía real y economía financiara, ha sido y es favorecida no solo por la especulación internacional y la
falta de control, sino sobre todo por escogencias de política económica que, al absolutizar la lógica
privada y la centralidad cultural del profit State, no producen y distribuyen trabajo, renta y riqueza,
sino que destruyen recursos, porque eso es funcional a los nuevos procesos de acumulación en la actual
configuración histórica del capitalismo, con su nuevo soporte tecnológico.

8. En la teoría económica de Karl Marx, el análisis de la tecnología se proyecta en las siguientes


direcciones:

a) Su impacto en la acumulación de capital y en la cuota de ganancia.


b) El cambio tecnológico, automatización y trabajo colectivo.
c) La ciencia y el problema del capital fijo.

Se deriva de allí que todo el movimiento de la economía capitalista es impulsado por la valorización
del capital; y es en la competencia capitalista que asumen significado y se materializan la lucha de
clases, las regulaciones institucionales y los acomodos intratécnicos e intertécnicos.
La expresión “sociedad del conocimiento” es ambigua por su contenido. Todo conocimiento se
produce en la sociedad y esta última, a su vez, está determinada por relaciones de producción que deli-
mitan sus objetivos. Por tanto, el conocimiento no es neutral, no existe en abstracto. Así como la actual
desigualdad en la distribución mundial de la riqueza se deriva directamente del modo de producción
capitalista, otro tanto ocurre con el acceso al conocimiento y a su utilización.

9. Por ejemplo, la integración entre los países de la Unión Europea ha permitido a las grandes empresas
encontrar mano de obra a bajo precio dentro de ese mismo mercado, sin tener que deslocalizar exce-
sivamente sus producciones fuera del continente. Las mismas diferencias todavía existentes de un país
a otro, en lo que corresponde a servicios sociales (asistencia a las familias, por ejemplo, o las diversas
formas de ingreso mínimo, garantizado solo para los niveles de pobreza absoluta), hacen comprender,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


638
todavía más claramente, que la Europa monetaria y los objetivos del tratado de Maastricht –alcanzados
con enormes dificultades, demoras y obstáculos varios– no han tenido para nada en cuenta los aspectos
sociales y ocupacionales.
Si desde el punto de vista económico, monetario y financiero el ciclo posfordista configura una
relativa y aparente correspondencia entre los países, ciertamente no garantiza al mismo tiempo una ho-
mogeneidad en los aspectos sociales, que reclaman adecuaciones y cambios reales en cada uno de ellos
(antes bien, agudiza ulteriormente el ataque a las condiciones de vida de los trabajadores). Objetivos
no cumplidos, porque los países miembros, y en particular Italia, han escogido descuidar y profundizar
problemas fundamentales, como el de la ocupación y el de un plan de desarrollo propio y coherente
para alcanzar los parámetros impuestos por la Unión Europea.
Aumento de los ritmos de trabajo, disminución de los salarios reales, desocupación, trabajo preca-
rio, subpagado y sin derechos, recortes del Estado social, aumento de la pobreza, marginación, empeo-
ramiento de las condiciones de vida: ese es el precio pagado y todavía por pagar para la Unión Europea,
como uno de los bloques derivados de la redefinición de las áreas de intervención y de dominio en la
lógica de repartición del mundo que adelanta un profit State global, cara institucional de las diversas
configuraciones del capitalismo internacional.

2. La desocupación estructural y la precariedad como características


del sistema posfordista

1. La demanda de trabajo –que es la ocupación, incluido el autoempleo– está determinada por el nivel
de inversión y de trabajo que se requiere para poner a funcionar las máquinas. Un rasgo de la economía
capitalista es que la demanda de trabajo es siempre inferior a la oferta. Por eso la desocupación es una
característica permanente del funcionamiento del sistema.
Los cambios en las actividades laborales y en la estructura del empleo corresponden a cambios
generales en la sociedad, como expresión de un nuevo modo de desarrollo capitalista, y también a
cambios específicos relacionados con una nueva senda en el proceso de acumulación nacional. La
evolución de las estructuras de empleo en los países centrales está dominada por una tendencia secular
al aumento de la productividad del trabajo, que constituye su característica económica más específica.
Las diferentes actividades del proceso de producción, distribución y gestión están estructuralmente
vinculadas con el objetivo de alcanzar los incrementos pautados de productividad. Este aspecto común
se mantiene actualmente, pero adquiere formas muy distintas según la posición que ocupa cada eco-
nomía en particular en la estructura global.
A medida que avanza el proceso de globalización neoliberal, deben continuar diluyéndose las fron-
teras económicas, entre ellas las que separan las condiciones de vida y de trabajo de algunos países con
respecto a otros. La unificación del mercado de trabajo a escala mundial deberá significar, en algún
momento, la igualación de las condiciones de los trabajadores en todo el mundo. Eso probablemente
lleve a un ulterior deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores en los países desarrollados
y a un mejoramiento relativo en los países subdesarrollados, que se incorporan a la nueva división
internacional del trabajo.

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
639
2. La libre movilidad de la fuerza de trabajo es un mito, ya que el capitalismo no puede funcionar sin
mecanismos de coerción de sus trabajadores, como la desocupación, la precarización o las diferencias
de remuneración en función de características que muchas veces son solo un distintivo de estatus
social, pero no un factor vinculado realmente a la productividad (producen lo mismo un albañil y un
ingeniero, pero el primero recibe un salario muy inferior; es igual la productividad de un maestro de
escuela elemental que la de un profesor de liceo, pero la remuneración es diferente; la especialización
es la misma en un psicólogo y en un abogado, pero este tiene mayores ingresos que aquel, etcétera).
La unificación del mercado de trabajo se enfrenta también a diferencias culturales, de idioma, de
clima, etcétera, que impiden que las condiciones de los trabajadores de un mismo sector de la produc-
ción sean iguales en diferentes países o, incluso, regiones de un mismo país (piénsense, por ejemplo,
en el norte y el sur de Italia misma).
No hay posibilidad alguna de lograr la unificación del mercado de trabajo igualando a todos con
las condiciones de los trabajadores de los países desarrollados, puesto que los recursos existentes en el
planeta no podrían soportar esos niveles de consumo. Y esa es otra gran contradicción del desarro-
llismo capitalista: el consumismo universalizado contradice los niveles de sustentabilidad ambiental y
de recursos.
Especialmente en los países ricos, este proyecto solo se puede llevar a cabo mediante una verdadera
contrarrevolución social, que elimine en los Estados nacionales toda traza de poder de los trabajadores.
Todo sería posible si se elimina completamente la democracia en esos países. Esto solo puede lograrse
mediante profundas convulsiones sociales, que transformarían las guerras mundiales del siglo xx y la
lucha contra el fascismo en una pelea de niños.
Por todo esto, es bastante improbable que la globalización neoliberal pueda alcanzar su plena for-
ma. Aquí surge otra fuente de contradicciones, ya que un sistema basado en la emulación y en la pro-
mesa de recompensa no puede permitir que estas se muestren ilusorias, pues de inmediato comienza a
generar en su seno mecanismos de resistencia, que debilitan su capacidad de reproducción como forma
social hegemónica.
Las tres formas permanentes de sobrepoblación, tal como las expone Marx en El Capital, resultan
muy útiles para explicar la dinámica actual de la desocupación en países de capitalismo maduro, como
por ejemplo España e Italia:

a) Sobrepoblación fluida, vinculada a los altos y bajos de los ciclos de producción, medida por la
expulsión y atracción de trabajadores en el proceso de producción.
b) Sobrepoblación latente, en forma de población trabajadora no incluida actualmente en la oferta
de trabajo, como la sobrepoblación en áreas rurales o la población migrante.
c) Sobrepoblación estática-estancada, que es parte de la población trabajadora con condiciones
muy irregulares de empleo, como los trabajadores temporeros o a tiempo parcial. En las actuales
condiciones, la forma estática de la sobrepoblación está creciendo muy rápidamente en los
países centrales. Marx describe tres grupos dentro de esta categoría:
– Personas en condiciones de trabajar: actualmente jóvenes, inmigrantes y, en algunos casos, mu-
jeres potencialmente incorporables a la oferta de trabajo.
– Huérfanos y niños pobres: este grupo, muy numeroso en los países periféricos, se ha convertido
en un estrato muy reducido en los países desarrollados, gracias a lo que queda de los sistemas de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


640
protección universal. Sin embargo, las estadísticas de empleo infantil y de trabajo “negro” dicen
que sigue siendo una eventualidad, que puede ser rápidamente tomada en cuenta, como señala
Marx, cuando hay necesidad de engrosar el ejército industrial de reserva, incluso en las condicio-
nes sociales de los países más desarrollados.
– Personas inhabilitadas para el trabajo, discapacitados, también tóxico-dependientes (de drogas
o alcohol) y enfermos en general, constreñidos al trabajo “negro”, servil, sin reglas, precisamen-
te por la ausencia o el continuo desmantelamiento de la protección social para estos sectores
débiles. Representan una elevada proporción de la población total y su número crece sustancial-
mente en períodos de crisis económica como la actual, hecho que muestra la vinculación de su
génesis con el proceso de acumulación.

La ley general y absoluta de la acumulación capitalista explica cómo el ejército industrial de reserva
incrementa al mismo tiempo el volumen absoluto de la clase trabajadora y la fuerza productiva de su
trabajo. Así como en la fase expansiva de los años cincuenta y sesenta aumentaron simultáneamente
el volumen relativo de ese ejército y la riqueza social –y por tanto el capital operativo–, hoy sus filas
crecen en los países centrales con la incorporación de inmigrantes a la población activa. Actualmente,
el volumen relativo de su número se expande así con fracciones de la población local.

3. La evolución de las actividades laborales y de la ocupación en países del centro como, por ejemplo,
Italia y España, es un buen indicador de cómo se manifiestan las asimetrías en la interdependencia de
la economía global.
En primer lugar, el rápido proceso de reducción de la fuerza de trabajo en las áreas rurales, acelerado
en años recientes, difiere de procesos similares en otros países europeos por la brevedad del lapso en
que se produce esa reducción masiva y genera problemas adicionales que golpean negativamente el
crecimiento de la productividad. Un ejemplo opuesto, a este respecto, es Portugal, donde, en ausencia
de un rápido proceso de industrialización, el mantenimiento de las estructuras agrarias se traduce en
una menor incidencia de las tasas de desocupación.
En segundo lugar, el incremento de las actividades inmateriales no se concentra en los servicios
para la producción, que son los estratégicos en la nueva economía global. En Gran Bretaña, Estados
Unidos o Francia, la ocupación en este tipo de servicios se duplicó entre 1970 y 1990, hasta llegar a
10%-15% del empleo total, mientras en España, por ejemplo, abarca solo 5%. Los servicios sociales
han aumentado en los últimos años, pero la ausencia de un sistema desarrollado de protección social
los mantiene en un reducido nivel de ocupación relativa. Los servicios de distribución, fragmentados
y con un bajo nivel de centralización, requieren una fuerza de trabajo de bajo perfil. Solamente los
servicios personales, con escasa incidencia en la productividad, mantienen una elevada repercusión en
la creación de puestos de trabajo.
Los costos unitarios de la mano de obra, que reflejan estadísticamente la relación entre la evolución
de la productividad y el salario medio, brindan también cierta información políticamente relevante
acerca de la evolución de la correlación de fuerzas. Se puede observar, por lo que respecta a los seis
principales países de la escena capitalista mundial (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Italia y
Gran Bretaña), que los aumentos de los costos unitarios de la mano de obra se mantuvieron contro-
lados entre fines de los años sesenta y mediados de los setenta. Pero aun así, la evolución reciente de

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
641
esos costos refleja, más que las disparidades de productividad media entre Estados Unidos y Europa, la
imposibilidad de hacer soportar a los trabajadores de los países desarrollados, en su conjunto, el costo
de generar los recursos para una nueva oleada de centralización de la riqueza mundial.
Por el contrario, la relación entre la tasa de crecimiento de la economía y las tasas de interés a largo
plazo, como referencia de la tasa de ganancia del capital financiero, muestra un marcado contraste
entre antes y después de 1980. Anteriormente, la economía crecía a un ritmo superior a la tasa de
interés a largo plazo. Esa relación se invierte bruscamente a partir de 1980; es decir, con la afirmación
de las políticas neoliberales. Desde entonces, la existencia de algunas tasas de interés superiores a los
índices de crecimiento del PIB pone en evidencia que una parte creciente del producto social se está
desplazando hacia el capital financiero, en lo que no es sino una centralización de recursos –en forma
de dinero– en este sector.
Ese capital financiero es el arma que usa el capital para imponer sus reglas del juego. Así, en la me-
dida en que los propietarios del capital financiero y del capital productivo no son las mismas personas
–o, en general, los mismos sujetos económicos–, esta lógica de funcionamiento de la globalización, en
detrimento de la producción y en beneficio de las finanzas, puede generar importantes contradicciones
entre las multinacionales capitalistas, que se reflejarán en el terreno político y social.

4. Otro factor que explica en parte los elevados niveles de desocupación estructural en España e Italia,
con respecto a la Unión Europea, es el proceso de construcción del ejército industrial de reserva. Una
de las complejidades del actual proceso de globalización neoliberal es la obligación impuesta a la clase
obrera de mantener su reproducción en el marco de las economías nacionales, hasta tanto se forme un
ejército industrial de reserva global.
Durante los años de expansión económica, ese ejército se completó en los países centrales con
población obrera inmigrante. Estos sustituyeron a la desaparecida población rural en la función de
completar la sobrepoblación relativa, necesaria para compensar el latente exceso de demanda de fuerza
de trabajo. Estados Unidos desarrolló un más sofisticado sistema estructural de utilización de la pobla-
ción migrante para ese fin, al incluir en ese sistema la fuerza de trabajo de alta calificación.
El proceso de reproducción de la fuerza de trabajo siguió en Europa central un camino similar,
sobre todo para los sectores de baja calificación.
En los años ochenta se produce un cambio hacia una mayor proporción de “contenido local” en el
ejército industrial de reserva. La situación agrava el problema de la desocupación en España e Italia,
tradicionalmente países con sobrepoblación relativa por las necesidades de valorización del capital y
que antiguamente encontraban en la emigración una válvula de desahogo, ahora cerrada.
La acumulación de capital se tradujo, por una parte, en crecimiento económico, y por otra, en mo-
dificación de la composición técnica del capital, con una tendencia al incremento de la composición or-
gánica (es decir, en la práctica, de la maquinaria empleada por unidad de trabajo). En la medida en que
el cambio técnico es más acelerado que la tasa de acumulación, el resultado será una reducción de los
requerimientos de trabajo. En términos estadísticos, se trata de la relación entre el crecimiento de
la productividad y el del producto: todo aumento de la productividad que sea mayor que la tasa
de aumento del producto se traducirá en una reducción del empleo. Pero en una economía abierta
la estabilidad de la ocupación no depende solamente de esta relación nacional entre productividad
y crecimiento.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


642
5. El problema actual del trabajo no está vinculado únicamente con la desocupación estructural, sino
con una serie de problemas de carácter a la vez cuantitativo y cualitativo, que tienen que ver con las
nuevas figuras del trabajo y del no trabajo, con la nueva dimensión de lo precario y, más en general,
con la precariedad de la vida. El problema “trabajo” existe también para quienes tienen uno, dado que
se trabaja siempre más y en condiciones cada vez más precarias, no tuteladas, por un pago cada vez
menor y con altos niveles de movilidad e intermitencia. Es el fenómeno que en el mundo anglófono
se conoce como de los working poors, es decir, trabajadores que, aun cuando cuentan con un contrato
de trabajo, perciben un sueldo-salario insuficiente para superar el umbral de la pobreza. Fenómenos
similares se han difundido ya por todo el mundo. Por otra parte, basta pensar en los tantos trabajos de
tiempo parcial hoy existentes, que son estructuralmente “pobres” desde el punto de vista del ingreso.
Las economías avanzadas del modelo posfordista, que han marcado en particular los últimos 25
años, han dado lugar a un fenómeno de desregulación de las relaciones de trabajo con alto contenido
de precariedad. Ese fenómeno se caracteriza por diversos aspectos distintivos del nuevo ciclo de la
acumulación flexible.
Investigaciones adelantas en Europa y en Estados Unidos sacan continuamente a la luz el problema
de las nuevas pobrezas, figuras sociales que surgen junto a la de los desocupados, constituidas por
un consistente número de ciudadanos que desempeñan un trabajo precario e intermitente, con alta
movilidad. Estos trabajadores están expuestos al riesgo de aceptar salarios mínimos, a hacer más larga
la jornada laboral, a someterse a formas moderadas o generalizadas de trabajo a destajo. Sus salarios son
muchas veces por jornada: son salarios de hambre.
Se intensifica la falta de un trabajo estable o indicativo de un papel social, en especial para los
jóvenes y para las mujeres, lanzados a las más diversas ocupaciones precarias, que no permiten la
acumulación de experiencias profesionales homogéneas ni, por tanto, alcanzar una posición social y
económica definida por un papel laboral. El drama de los jóvenes, de las mujeres, de quienes alguna
vez tuvieron un empleo a tiempo completo y con garantías, es el desempleo de corta o larga dura-
ción. La desocupación se acompaña con la precariedad del trabajo y del vivir social como “normali-
dad”, con la prolongación de una existencia precaria y dedicada a trabajos que no guardan relación
unos con otros.
La descentralización productiva, la deslocalización y los procesos de externalización puestos en
marcha por las pequeñas empresas –pero también por las grandes–, reducen más y más la cuota de
agrupamientos empresariales en los cuales las condiciones de trabajo no escapan a la reglamentación.
La relación con el trabajador tiene cada vez más un carácter individual, carente de garantías. A ello
se suma la expansión del fenómeno de miniaturización de la empresa, hasta llegar a la meramente
personal, con el consiguiente crecimiento del sector del trabajo autónomo de última generación, que
reúne a estratos crecientes de trabajadores expulsados de la empresa madre y constreñidos a ejercer un
trabajo precario y desreglamentado, de hecho todavía más subordinado que el que alguna vez tuvieron.

6. La introducción de la producción con bajo contenido de trabajo ejecutivo no elimina el interés de los
grupos del gran capital, así como de la pequeña empresa, por los lugares de producción deslocalizados
y con bajo salario: simplemente los impulsa a buscar bases importantes más cerca, en las vecindades
de los polos productivos tradicionales. Estos últimos siguen ofreciendo a la acumulación capitalista
una combinación difícilmente igualable, en tanto que concentración de consumidores solventes, con

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
643
frecuencia de alto ingreso; zonas, vale decir, de libre intercambio, con sistemas productivos caracte-
rizados por determinados tipos de especialización, susceptibles de ser explotadas mediante intensos
procesos de externalización de partes del ciclo productivo que son de bajo valor agregado. Se trata,
en fin, de zonas que se distinguen por la movilidad total de mercancías y capitales y por una marcada
flexibilidad en las formas de trabajo y en los salarios.
Son estas las áreas impulsoras de la economía en la Unión Europea, donde el movimiento hacia la
integración ha signado y reforzado muchas variables, pero con excepción de las relativas a los salarios,
a las condiciones de trabajo y a la seguridad social. De hecho, existen evidentes diferencias salariales
entre países y entre regiones de la Unión Europea, y el fundamento de tales diferencias se halla no
tanto en la productividad como en la desregulación de la relación salarial, en función de la nueva
acumulación posfordista.
La desaceleración del desarrollo económico durante estos últimos 25 años –causa de un fuerte
crecimiento del desempleo– ha hecho que se incrementen desmesuradamente los niveles de presión
fiscal. Los trabajadores, en particular, han advertido acerca de las consecuencias de ese incremento, en
tanto que no se ha querido aumentar la tributación del capital, con el argumento de que los capitales
son cada vez más móviles y convergen hacia los países en los que el costo del trabajo es muy bajo.
Esto es así porque la actual situación económica se caracteriza por una globalización financiera y
una competencia económica muy fuerte y dura, que en el plano global hace que cada país procure
aumentar la productividad mediante la reducción de los costos del trabajo. En la mira están ahora los
salarios, los aportes sociales y el sistema social en su conjunto. El capital cancela el Estado social como
compromiso y amortiguador social, para hacer prevaler una política monetarista neoliberal; es decir,
una política de mercado puro, que tiene cada vez menos contenidos regulatorios. Las exigencias del
capital privado, de la riqueza no reinvertida ni redistribuida, son lo primero que se respeta, y en el
centro de las actividades políticas –además de las económicas– está el crecimiento de la ganancia de
la empresa privada. Una política tal significa desocupación en masa, precariedad y desmantelamiento
del Estado social, todo lo cual conduce a una Unión Europea en la que no hay convergencia sobre
contenidos sociales de la política económica. Los criterios de tal convergencia no deben ni pueden ser
solo monetarios.

3. Colocados en la poscrisis: retomar las filas del conflicto


capital-trabajo en la dimensión internacional

1. Ya desde 1994-1995 no se habla casi, a pesar de todo, de crisis internacional. La razón es que han
entrado prepotentemente en escena, con su efecto incluso ideológico, los principales elementos de la
nueva fase de la historia económica mundial: la clase obrera aparece derrotada en el escenario político y
en el escenario productivo (la empresa), la tasa de ganancia comienza a recuperarse y, si bien todavía no
se pone en movimiento el nuevo proceso de acumulación –porque todavía no se resuelve el problema
de la jerarquía internacional entre los países desarrollados–, la aceleración de la centralización del
capital ha liberado de escombros el terreno de juego y reforzado el poder económico y político de las
multinacionales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


644
La hegemonía del neoliberalismo es casi total en el mundo occidental. Los espacios para proyectar
una estrategia alternativa son escasos, tanto en el mundo político como en el académico. La debilidad
principal de los análisis que se ofrecen radica en su incapacidad para comprender las transformaciones
que están viviendo los países del área de capitalismo maduro, tanto en lo que se refiere al proceso de
acumulación como a las características y expectativas de los operadores presentes.
La crisis socioeconómica de superación de la era fordista, que estamos viviendo, comenzó a fines de
los años sesenta con la puesta en discusión del welfare State en Occidente y, antes de la crisis petrolera,
con la supresión de la convertibilidad del dólar. Consecuentemente, se produjo el derrumbe de una
forma de hegemonía estadounidense, determinándose en 1975 el proyecto de un nuevo orden eco-
nómico internacional, presentado por los países no alineados y rechazado por los países occidentales,
lo que abrió de seguidas la crisis de la deuda en el sur, que comenzó con la primera crisis de la deuda
mexicana, en 1982.
El último elemento de esta crisis de la era bipolar es la caída del sistema soviético, en 1985, con la
preanunciada derrota del proyecto gorbachoviano de perestroika y con la disgregación –entre 1989 y
1991– de la Europa del Este y la disolución de la Unión Soviética.
Ya en 1970 el crecimiento económico y la expansión de los mercados se habían ralentizado notable-
mente y, desde 1980 hasta hoy, los países del G7, influenciados por las políticas del Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, se han preocupado exclusivamente por gerenciar la crisis –en dos
terceras partes del globo– mediante el relanzamiento de políticas monetaristas y restrictivas con altísi-
mos costos sociales.

2. La gestión de la crisis del modelo fordista-taylorista consiste en evitar una enorme devaluación del
capital mediante la invención continua de nuevas salidas financieras, en un contexto especulativo de
globalización financiera y de intensa competencia global. Para evitar la devaluación del capital se ha
adoptado un conjunto de medidas, como por ejemplo el cambio flexible, las muy elevadas tasas de
interés, las privatizaciones, la desregulación, el ataque a los salarios de los trabajadores y al welfare State,
hasta abatir las políticas de protección social y precarizar cada vez más el mundo del trabajo.
La degradación del Estado es una realidad general, especialmente en materia de protección social
e inversión pública. No obstante, el Estado renueva sus funciones de legitimación con procesos de-
mocráticos, que se presentan como el marco más adecuado para implementar las políticas de ajuste y
estabilización, con el consenso de una nueva fracción de la clase dominante.
La gestión de la crisis fordista, tal como hasta ahora ha sido implementada, muestra elementos de
debilidad: de un lado, acentúa la dicotomía del sistema oeste-nuevo este, más que norte-sur; por el
otro, en el occidente de capitalismo maduro tiene efectos sociales que pueden llevar a poner en tela de
juicio los modelos político-económicos y, ante todo, las políticas sociales.
De nuestro análisis se desprende con claridad cómo la economía capitalista ha roto definitivamen-
te los vínculos de solidaridad y de salvaguarda del interés colectivo. Se profundizan las diferencias
socioeconómicas entre occidente y el este europeo, crece en todo el mundo la brecha norte-sur y la
misma supervivencia material está en discusión para más de tres cuartas partes del planeta. Un modelo
capitalista que empuja a ritmos forzados hacia lógicas sociales que reproducen las de la empresa, hacia
un tipo de sociedad centrada en el individualismo darwinista y que interpreta las relaciones sociales
como modalidades de la selección natural de las especies.

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
645
Tales decisiones se han hecho todavía más evidentes en estos últimos 25 años, cuando, frente
al enorme progreso tecnológico, el neoliberalismo ha escogido el camino de la involución social y
cultural, para lo cual ha desatado un fortísimo ataque del capital contra el trabajo, contra los salarios
directos e indirectos, y puesto en discusión las más elementales formas de supervivencia, empobrecien-
do así a capas cada vez mayores de la población, que hasta hace pocos años contaban con garantías y
un buen nivel de ingreso. La acentuación de la competencia global hace que apenas poco más de 200
multinacionales concentren hoy cerca de un tercio de toda la facturación mundial, lo que les permite
desempeñar, de hecho, el papel del verdadero poder en la nueva sociedad capitalista. La financiariza-
ción de la economía conduce a la disminución de las inversiones productivas –que son las que crean
ocupación–, para así tener a disposición enormes masas de capital, libres de circular, para adelantar
especulaciones internacionales que someten a los Gobiernos, países y economías enteras que no se
muestren inmediatamente disponibles y compatibles, en particular, con el modelo de capitalismo
anglosajón, que hoy parece prevalecer. Un capitalismo salvaje que quiere ser modelo universal y que
ataca sin mediación de otros polos geoeconómicos, en particular el japonés y el europeo.
Un modelo que tiene por centro a Estados Unidos, país que puede vanagloriarse de una situación
interna en la que 1% de la población percibe un ingreso igual al del 40% más pobre, y donde ese 1%
ha visto duplicarse su renta en los últimos 20 años, mientras que en el mismo período los salarios
medios han aumentado sólo 25%; y esto sin considerar que el ingreso de la población más pobre ha
disminuido cerca de 15% con respecto a los 10.000 dólares anuales de pocos años atrás. A esto se agre-
ga el enorme crecimiento de la población totalmente marginada, que no puede garantizarse siquiera
las condiciones más elementales de sobrevivencia.
Una economía seguramente “drogada”, en la que la demanda interna se sostiene por completo
en fuertes endeudamientos internos y externos, cada vez más dependiente de las importaciones, del
endeudamiento exterior y de un dólar cuyo curso es inflado por altísimas tasas de interés que permiten
atraer capitales extranjeros. La locomotora económica Estados Unidos está en crisis. Pero está en crisis
estructural, de acumulación, y no solo de credibilidad ético-moral y social, todo el esquema del sistema
capitalista internacional.

3. Al mismo tiempo, las prácticas tradicionales de la izquierda –que se enfrentan a veces a dictaduras o
guerras de agresión y avanzan otras por las vías institucionales de la lucha social, reivindicativa, urbana,
civil y obrera– tienen en este contexto dificultades, en términos de eficacia. En América Latina4, duran-
te las dos últimas décadas, las fuerzas armadas de muchos países se han transformado aparentemente en
uno de los sectores más dinámicos y modernos: tras ser sujeto portador del interés imperialista a través
de feroces dictaduras, han pasado ahora a desempeñar –siempre en interés del imperialismo– un papel
preponderante en diversos ámbitos de dominio de la economía: sector financiero, industria militar y
aeronáutica, comercialización y aun actividades de contrabando, que son relativamente importantes
en países económicamente deprimidos. Por otra parte, la transición de los regímenes militares de los
años setenta a las democracias poco participativas de los ochenta ha mantenido a los ejércitos en un
papel político activo: se habla de “democracias vigiladas”, en el sentido de que las posibilidades de
transformación social por medio de elecciones populares encuentran su límite inicial en las fuerzas
armadas. En África, la desintegración de los Estados ha llevado a cerrar las luchas armadas de liberación
nacional, que han sido sustituidas por luchas civiles entre clanes y bandas criminales, sin proyecto

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


646
social alguno. En los países desarrollados, la investigación científica pública está dominada por inte-
reses militares y es la inteligencia militar la que realiza los diagnósticos más profundos en materia de
política internacional (OTAN).
También en este último cuarto de siglo se produjo la derrota de la experiencia socialista en Europa.
Sobre la base de ese hecho, la derecha ha tratado de imponer tres ideas básicas: que esa derrota fue
resultado de haber perdido el socialismo la batalla contra las fuerzas sociales evolutivas del capitalismo;
que es expresión del triunfo del capitalismo como sistema; y que para el socialismo ha desaparecido
definitivamente toda oportunidad de ocupar un espacio a nivel mundial. Al haber presentado siempre
el socialismo como el “monstruo negativo”, responsable de todos los males de la humanidad, se ha
pretendido, además, hacer ver su derrota como resultado de esa negatividad, y al sistema que quedó en
pie, el capitalismo, como la salvación.
No obstante, después de unos pocos años podemos darnos cuenta de que la derrota de un tipo
de socialismo, el socialismo realizado, no ha significado la solución de ninguno de los problemas que
afligían a la humanidad. Los males han seguido y están aumentado, tanto en los países capitalistas
desarrollados como en los demás. El verdadero significado de la derrota empezó a manifestarse en la
comprensión de que lo que había desaparecido era el polo alternativo y equilibrador de las imposi-
ciones negativas del capitalismo y de que la llamada fase de “Guerra Fría” fue un período mucho más
tranquilo y equilibrado.
Se abría así un mundo en el que las potencias imperialistas, y Estados Unidos en particular, empe-
zaban a imponer su hegemonía; un mundo, por tanto, muy peligroso, en tanto que las decisiones están
en manos de aquellos que ven en la guerra un instrumento de dominación.
Pero además, la resistencia internacional antiimperialista y anticapitalista ha demostrado también,
tras la derrota, que el socialismo no ha desaparecido como oportunidad ni como alternativa. Por el
contrario, la misma intención imperialista de imponer un solo poder y un solo pensamiento, sin que
ello significase la solución de los problemas de la humanidad, hizo que se comenzara a pensar que los
males están ligados al dominio del imperialismo y que las soluciones, aun cuando incompletas o
criticables, están en manos del socialismo, con lo cual se creó una paradoja: la derrota ha revaluado la
necesidad del socialismo.
En todos los antiguos países socialistas, incluida la Unión Soviética, se ha evidenciado que el so-
cialismo, no obstante las ineficiencias o imperfecciones que presentó, puede ser mejorado. Se ha pro-
ducido, pues, una rectificación del período, en términos tanto de reorganización de la izquierda como
de renacimiento de las ideas del socialismo. Se diría que, en correspondencia con la aceleración de los
cambios tecnológicos, con el incremento de la velocidad de los descubrimientos científicos y con la di-
námica que va de estos a su aplicación tecnológica, algo similar está sucediendo en el ámbito de los pro-
cesos políticos.

4. La década de los años ochenta dio asimismo testimonio de una importante transformación en la
estructura de las sociedades, especialmente en América Latina. Asistimos entonces a la aparición de
nuevos actores sociales y políticos. La población urbana, que representaba 57,2% del total en 1979,
pasó a ser el 64,9% en 1980, y hoy es el 75%. Este enorme salto cuantitativo transformó el tipo de pro-
blemas que golpean a los países del subcontinente en una dimensión que no ha sido suficientemente
captada por los países desarrollados, ni tampoco por los políticos latinoamericanos: la contaminación

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
647
ambiental de las grandes zonas urbanas y el desarrollo de enfermedades derivadas de la polución,
que van a la par con la deforestación acelerada, al punto de darle al problema ecológico una nueva
centralidad política y social.
A su vez, las políticas de ajuste han modificado profundamente el mapa social. El incremento de las
actividades informales se ha visto acompañado en las ciudades por el deterioro de las condiciones de
trabajo y por el peso numérico y social de la clase obrera y de los asalariados en general. El crecimiento
de las zonas marginales y la creación en ellas de redes de sobrevivencia de uno u otro tipo, han trans-
formado a los “marginales” en un sujeto político con voz propia, todavía no suficientemente articulado
con las prácticas políticas institucionales.
Como parte de las dinámicas de la economía marginal, cabe sin duda considerar las relaciones que
todas las estructuras de la economía establecen con las realidades productivas periféricas y semiperi-
féricas del mundo. Relaciones que cambian con el tiempo, pero que siguen configurando vínculos
funcionales de subdesarrollo, impulsados específicamente por la evolución del sistema en otras áreas,
para la reproducción y la expansión de la estructura central de la economía. Se pasa así de la función
atribuida al sur del mundo como depósito de mano de obra, regulador del costo máximo del trabajo –y
con ello, de contradicciones sociales y productivas–, a su consideración como área de ventas, en apoyo
de empresas que ven contraerse sus ganancias en campos tradicionales.
Ciertamente, esto es resultado de una relación de dominio con auténticas características de colo-
nización de las áreas meridionales del mundo, en las que predominan la alta desocupación, la preca-
rización y el trabajo subpagado y “negro”, por lo que encuentran mayores posibilidades de desarrollo
aquellas actividades que mejor se prestan a tales condiciones. Se trata de una verdadera relación de
expropiación-apropiación, de superexplotación del trabajo, en la que las empresas matrices ubicadas en
las áreas periféricas conservan para sí las funciones estratégicas y más rentables del ciclo de producción-
mercantilización. La consecuencia es que, al implementar procesos de deslocalización productiva hacia
el sur del mundo, muchas veces se ubican allí establecimientos y casas filiales, mientras los centros de
dirección permanecen en otras zonas; determina esto que también en la producción tradicional se ma-
nifieste una debilidad que es causa de la precoz mortalidad de tantísimas empresas y filiales. Sobreviven
solo algunas pequeñas y pequeñísimas empresas de producción fuertemente local, que se resignan a
una situación de micromercado y a los efectos de la lógica residual.
También estos procesos de marginación de la economía periférica y semiperiférica responden al
proyecto de la globalización neoliberal, que ha forzado al capitalismo a optar por un modelo de de-
sarrollo distribuido en el territorio y basado fundamentalmente en formas cada vez más presionantes
de deslocalización, de tercerización implícita y explícita, de producción difundida, con la consecuente
precarización del trabajo y fragmentación de la unidad de clase.
Esta situación no sería muy diferente de la que se vive en los países desarrollados, si no fuese por
la existencia de esas mayorías populares que, confrontadas con la necesidad de sobrevivir pese al total
abandono de lo que ya de por sí era precaria tutela del Estado, se han visto obligadas a actuar desde sus
propias condiciones de vida y de reproducción social, para así generar nuevos espacios de socialización,
nuevas formas de acción colectiva, que ahora se tendrían que articular políticamente.
Por ese motivo, en América Latina y otros países semiperiféricos, la mayoría de los partidos políti-
cos de izquierda debate actualmente el problema de la gobernabilidad, de la toma del poder y la puesta
en práctica de un cambio en el control de clase sobre el aparato del Estado, aun si todavía no se sabe

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


648
muy bien qué tipo de ejercicio gubernamental se pretende implementar o cuáles son las orientaciones
claves para un programa de gobierno que apunte a la transformación social para superar el capitalismo.

5. En los países desarrollados, lo usual es que los partidos políticos de izquierda no logren deslindarse, a
pesar de todo, de un discurso corporativo y consociativo que focaliza el problema del cambio social en
la apertura de espacios de representación electoral e institucional y, por tanto, en el control del aparato
del Estado. Pero estamos hablando de un Estado que en el entretanto se ha modificado sustancialmen-
te por efecto de los programas neoliberales.
En efecto, la nueva economía de los Estados europeos apunta exclusivamente a la contracción total
del costo del trabajo, a las altas tasas de productividad por períodos prolongados, a un crecimiento
sostenido, sin inflación y sin recuperación de los salarios, que antes bien comprima el salario directo
e indirecto mediante la flexibilización del trabajo y del welfare State y la privatización del sistema de
pensiones y de los diversos instrumentos de protección social. De esta manera, se intenta compensar
la debilidad de Europa con respecto a Estados Unidos –completamente política– por vía de la adap-
tación al modelo estadounidense y de la implementación de una verdadera new economy, que hay que
diferenciar de la net economy, que constituye solo un aspecto.
Tales cambios en el Estado han tenido repercusiones sociales importantes, algunas de ellas analizadas
previamente en su dimensión más económica, pero que pueden resumirse en una aseveración simple: la
gente ya no cree tanto como antes que el Estado pueda resolver los problemas sociales y redistributivos
del ingreso. La acción reivindicativa ha perdido fuerza y esto es así porque las energías de la acción
colectiva no se canalizan ya prioritariamente hacia la toma del poder por parte de la clase trabajadora.

6. Los cambios que se están produciendo, ¿representan tendencias o son simples respuestas coyuntura-
les? Empezando por Estados Unidos, no parece que los fenómenos políticos internos, ni las relaciones
que se están estableciendo en la política exterior norteamericana obedezcan a una mera situación
coyuntural. El primer factor que ha de considerarse ya fue analizado previamente, cuando hicimos
referencia a los fenómenos de la hegemonía en el contexto del imperialismo actual. No obstante las
evidentes intenciones estadounidenses de imponer su política exterior, se abre paso lentamente una
actitud contestataria, tanto de sectores políticos internos como de actores políticos de otros países, que
no aceptan las imposiciones norteamericanas, en tanto que no dan resultados satisfactorios. Al mismo
tiempo, está en aumento y es irrefrenable la pérdida de prestigio de Estados Unidos a nivel internacio-
nal, a lo que contribuye un conjunto de sucesos que van desde la derrota en Iraq y Afganistán, el uso
de la tortura por parte del ejército norteamericano y los problemas de la CIA, hasta el huracán Katrina
y, en fin, su total pérdida de credibilidad como locomotora de la economía mundial.
La puesta en discusión de la actual política norteamericana ocurre en tres escenarios internaciona-
les: Iraq, Palestina y América Latina. Los hechos que han tenido lugar en Iraq y en Palestina tienen
carácter de confrontación militar; son dos conflictos signados por la resistencia popular y por la ausen-
cia de perspectivas de solución, ya que estas dependen en ambos casos de cambios que Estados Unidos
no acepta.
En América Latina se presenta una situación de creciente cuestionamiento de la política neoliberal,
que, a partir del papel estratégico de Cuba, está produciendo cambios de gobierno que han llevado al
poder a figuras de izquierda o de tendencia progresista. Se han abierto procesos políticos articulados

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
649
de diversa manera, pero seguramente progresistas y basados en la autodeterminación, en Venezuela,
Brasil, Bolivia, Uruguay, Chile, Ecuador, etcétera. El carácter de los movimientos sociales y populares
es cada vez más de fuerte impronta antiimperialista, que se refuerza y extiende bajo el ejemplo y la guía
de Cuba revolucionaria y socialista.
En realidad, los intereses de Estados Unidos y de las potencias imperialistas en general, que buscan
producir un fenómeno de reestructuración del sistema colonial, han empezado a chocar fuertemente
con las tendencias que, al menos en América Latina, van en dirección contraria, por el camino de la
democracia participativa y con fuerte referencia al enfoque socialista de Cuba y de Venezuela.
En esa perspectiva, la izquierda histórica de los países occidentales debe plantearse inmediatamente
el problema de cómo darle representación política al nuevo bloque social del trabajo y del trabajo nega-
do, partiendo de la convicción de que el Estado no puede ser el eje de la transformación social, sino que
es más bien un punto de apoyo necesario para tal fin. Si la lucha de clases se manifestó históricamente
en torno al control de los medios de producción y de los procesos de trabajo, es decir, como lucha por
la reapropiación de parte de la plusvalía extraída, la articulación política del conflicto tuvo siempre
como objetivo final la conquista de la cúspide del Estado, vale decir, la conquista del poder. Hoy los
sindicatos y los partidos históricos de la izquierda han escogido la vía consociativa, concertacionista, y
aducen como excusa que el socialismo efectivamente realizado perdió, que la revolución no funcionó,
cuando lo que se necesita, en cambio, es recomenzar desde el “fondo” de la economía y la producción,
del territorio, para relanzar la ofensiva del nuevo mundo internacional del trabajo y del trabajo negado.

7. La sociedad de la llamada globalización neoliberal crea nuevas necesidades, pero con su actual
modelo de desarrollo crea al mismo tiempo nuevas exclusiones. Resulta entonces estratégico colocar
en el centro del debate la capacidad de proyectar un modelo de desarrollo distinto, solidario y socio-
eco-compatible, en el que sean esenciales las compatibilidades ambientales, la calidad de vida, la sa-
tisfacción de las nuevas necesidades, la centralidad del trabajo y la valorización del tiempo liberado, el
reforzamiento de un Estado social diferente con la redistribución del ingreso y el valor y la socialización
de la acumulación, de la riqueza producida en su conjunto. A manera de “no-conclusión”, eso significa
construir la alternativa al capitalismo a partir del territorio, recomenzando por Marx.

8. No se trata, entonces, de reproducir simples formas de intervención en lo que respecta exclusivamen-


te a la distribución del ingreso, sino de retomar con nuevos instrumentos el conflicto capital-trabajo,
que de hecho es ahora más duro y diverso, a partir de los nuevos sujetos del conflicto social. Se trata de
reorganizar la unidad de intereses del mundo del trabajo, con la solidaridad y la fuerza que en los años
sesenta y setenta alcanzó la clase obrera mediante su organización en las fábricas y que ahora, con la
fábrica difundida en el cuerpo social, es preciso alcanzar con la organización del nuevo movimiento de
trabajadores del territorio.
El territorio, en el sentido de ambiente social, viene a asumir nuevos rasgos de clase a partir de las
nuevas características sociales y demográficas de la población residente, para identificar la forma que
espacialmente asumen las áreas residenciales y los grupos sociales que las distinguen, para definir una
subjetividad* social diferente, que anteriormente era propia de la fábrica y con ella se identificaba y

* (n.t.) Una “diversa soggettualità sociale”. Se ha optado aquí –y en párrafos sucesivos– por traducir como “subjetividad” el
neologismo soggettualità, que refiere no al modo individual de pensar sino al de un sujeto colectivo.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


650
organizaba, y que ahora representa la nueva composición de clase derivada de la nueva fábrica social
difundida en el territorio de los países de capitalismo maduro.
Un proceso de transformación profundo, como este, debe necesariamente llevar a reconsiderar las
viejas categorías económicas y sociales, las políticas económicas de antigua estampa, en tanto que su-
peradas por la evolución de los tiempos, como también las hipótesis de intervención para un proyecto
de antagonismo, de alternativa, de salida del capitalismo.
Valores y comportamientos derivados y orientados por la presencia de un modelo de desarrollo
que, a causa de la reestructuración de la empresa y del capital, incide profundamente en el territorio.
Territorio que representa el centro hacia el cual converge una parte relevante de los intereses de la
colectividad, de la clase, de las nuevas subjetividades que operan en una fábrica social generalizada en
el sistema territorial, nuevos sujetos que se recomponen en un único cuerpo organizado, como una
totalidad de partes interactuantes, y que se dotan de una determinada caracterización social porque
derivan de una determinada caracterización productiva de la reconversión neoliberal, del modo de
producir y de proponer socialmente la centralidad de la empresa, de la ganancia y del mercado.
Es evidente que ha terminado por crearse un nuevo tipo de trabajadores: los precarios, los traba-
jadores intermitentes, los trabajadores autónomos de última generación, los parasubordinados. Se
trata, en efecto, de las nuevas formas y modalidades de un trabajo que sigue siendo subordinado: de
la nueva cara del trabajo asalariado. Nuevas figuras en las cuales calzan mayoritariamente los jóvenes
y las mujeres, pero no solo ellos. A estas alturas, son ya muchos más que los clásicos y tradicionales
trabajadores dependientes; son todos aquellos que cumplen labores mal retribuidas, ocasionales, de
tiempo parcial, sin derecho a tutela alguna. Es el nuevo mercado de trabajo, de altísima precarización
y flexibilidad, impuesto por el nuevo ciclo de la acumulación flexible que crea el nuevo bloque social
del trabajo y del trabajo negado.
El mensaje social que cotidianamente transmite la izquierda liberal y liberalista, aun con modali-
dades a veces distintas, está siempre basado en la consideración dogmática de la validez de los criterios
de eficiencia de la formulación empresarial, de la centralidad social del binomio empresa-ganancia,
para impulsar así toda forma de flexibilidad social, del trabajo y salarial, con el fin de abatir todo com-
portamiento que se revele rígido, conflictivo, no homologable a las compatibilidades de la ganancia y
a las leyes de un mercado cada vez menos regulado y más salvaje. La implantación de las propuestas
político-económicas se centra entonces, con gradaciones diversas, en políticas de recorte del gasto
público, en más y más enormes incentivos y transferencias a las grandes empresas, en reformas insti-
tucionales y constitucionales de corte presidencialista y cada vez más autoritarias, en el sofocamiento
de las minorías y de las incompatibilidades; todo ello sin considerar jamás los costos sociales de un tal
modelo, las exclusiones, las diversidades, las marginaciones, las nuevas pobrezas provocadas por este
modo de ser del desarrollo económico.
En un procedimiento objetivo y científico, se debería en cambio contemplar, dentro del mismo
ámbito de estudio, un análisis económico territorial para verificar las modalidades de asentamiento del
sistema económico espacialmente concentrado, especializado en un cierto sector o en ciertas modalida-
des productivas, y relacionarlo con una población coherentemente caracterizada en términos sociales,
vale decir, capaz de poner en marcha contradicciones económico-sociales y procesos de socialización.
No se toma en cuenta el elemento económicamente más importante: que las políticas de welfare
están en dificultades porque –debido a las decisiones patronales, que apuntan a la preservación de la

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
651
ganancia mediante la reducción de la cantidad de trabajo y de su costo– no existen ya las condiciones
que antes caracterizaron las fases tendentes a la plena ocupación y al incremento de la nómina salarial,
de cuyos aportes provenía el financiamiento del Estado social.
Hoy, por efecto de la desocupación en masa, la precarización perseguida por las políticas neolibe-
rales ligadas a los procesos de globalización y por la consiguiente contracción de las nóminas salariales
–acompañada de una evasión fiscal institucionalizada–, se ha creado una situación macroeconómica
en función de la cual cae, consecuentemente, el principal mecanismo de financiamiento del welfare.
Se desarrolla de tal manera un sistema económico en el cual el gasto público no está dirigido a un
verdadero reforzamiento infraestructural de los países y a una eficiente producción de servicios públi-
cos, sino a la creación de una sociedad con mayores diferencias sociales, en la que se reduce cada vez
más el sistema de protección social para las capas ciudadanas más débiles, capas que crecen más y más
hasta englobar también a estratos sociales a los que, hasta hace pocos años, se consideraba protegidos
(empleados públicos, artesanos, comerciantes). Se crea así nueva pobreza, nuevas necesidades, y se
amplía, en definitiva, el área de la marginación social y absoluta.

9. El objetivo de controlar el Estado cambia de orientación con respecto al proyecto socialista clásico,
que tuvo en Occidente dos versiones: llegar al socialismo por la vía más corta (comunismo soviético
en Europa, revolución armada en África y América Latina) o llevar a término la incumplida revolución
burguesa, con un enfoque completamente ligado a la socialdemocracia moderada.
Las formas de lucha por el poder están en manos de los trabajadores, de los pueblos, de sus procesos
de autodeterminación. En Occidente, en los países de capitalismo maduro, donde las condiciones
son menos favorables para la izquierda clasista, se podría impulsar, al menos, un proceso táctico de
reformas estructurales para el cambio social, a partir de un programa mínimo de contratendencias5. Se
podría aprovechar, por ejemplo, la existencia de un capitalismo incompleto y en crisis estructural, que
presenta por tanto grandes huecos, formas de producción, mayorías excluidas del consumo de masas,
para articular nuevas formas de producción y consumo que se orienten no hacia la búsqueda de ga-
nancias, sino a la resolución de los problemas de la pobreza y la marginación. El objetivo de controlar
el aparato del Estado debe concentrarse, en principio, en favorecer estas nuevas formas de producción
y distribución “a escala humana”, comunitarias y cooperativas.
No se logra entender que, aun desde una óptica reformista y absolutamente mínima, los nuevos
lineamientos de política económica deben estar completamente dirigidos a la lucha contra la des-
ocupación estructural, contra la precariedad, para crear nuevas posibilidades de trabajo con utilidad
social y colectiva, impulsar producciones no necesariamente mercantiles y ampliar las oportunidades
de empleo para las mujeres, para los inmigrantes y para los jóvenes. Se trata de poner en ejecución
una seria política de reducción generalizada –en sentido tanto sectorial como territorial– del horario
de trabajo con preservación del salario, que abarque también el sector terciario público y privado, así
como las pequeñas empresas y microempresas.
Para llevar todo eso a cabo hay que saber conjugar un fuerte y renovado sindicalismo del trabajo
con un nuevo y moderno sindicalismo del territorio, que reivindique la redistribución social de la
riqueza e incida profundamente en los procesos de acumulación capitalista, a partir de una política
fiscal redistributiva que finalmente golpee y no favorezca de manera indiscriminada al factor capital.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


652
En este proyecto todavía son zona oscura –no definida– la articulación con el Estado o el papel del
capital transnacional, pero están claras las nuevas características y demandas de los sectores populares,
el balance de perdedores y vencedores de las políticas de ajuste estructural y los acuerdos de estabilidad,
como también los espacios de acción que se abren en un posible nuevo ciclo de democracias participati-
vas, radicales en tanto que centradas en el contenido de clase de la transformación político-económica.
En el orden del día se debe incluir la capacidad de impulsar, en términos no solo estrictamente po-
líticos, sino también a partir de consideraciones macroeconómicas alternativas –esta vez, sí, de carácter
global–, la necesidad de un modelo de desarrollo radicalmente diferente, capaz de generar nueva y dis-
tinta ocupación, así como una riqueza también distinta, con rasgos cualitativos y fuerte compatibilidad
social, y un nuevo modo del producir y del vivir social. Un modelo de desarrollo que apunte hacia la
distribución del trabajo, del ingreso y de la acumulación del capital; una modalidad de desarrollo con
calidad social y, por ende, ecocompatible y solidaria, centrada de inmediato en formas de socialización
de la acumulación capaces de crear una riqueza diferente y de distribuir valor difundiéndolo socialmente.
Esto solo es posible a partir de una estrategia que se trace como objetivo el control del aparato del
Estado, es decir, llevar los intereses de los trabajadores al poder.

10. ¿Se llegará a establecer una nueva articulación política de grupos y clases sociales en torno a una
propuesta de desarrollo alternativo? En la espera, el neoliberalismo comienza a agotar su tiempo.
Es por tal motivo que el sistema capitalista debe ser superado, pero eso no está necesaria ni exclusi-
vamente ligado a la acción de la ley de caída tendencial de la tasa de ganancia.
Se demuestra así la actualidad del pensamiento de Marx, que en su teoría económica distinguió
siempre entre el contenido material de la economía capitalista, las tendencias progresistas de su desa-
rrollo y las tendencias reaccionarias determinadas por su ser social en conflicto contra el trabajo.
Este es el método de la teoría marxista, que todavía hoy permite leer e interpretar las formaciones
económico-sociales-productivas y políticas del capitalismo contemporáneo y construir al mismo tiem-
po, desde el nuevo movimiento internacional de trabajadores, su antagonista.
Es por eso que el análisis de Marx y la teoría marxista en su conjunto refuerzan las características
sociales que marcan una fuerte determinación a la práctica de la transformación radical del actual
estado de cosas.
Todo esto significa retomar el estudio de la actual fase de la mundialización capitalista con la “caja
de herramientas” de Marx, desde la teoría del valor y sus conexiones con la teoría de la explotación
hasta el análisis de clase del conflicto capital-trabajo, para llegar así a una actualización de todo el
marco científico del análisis realizado por Marx y de los estudios marxistas en general. Solo así será
posible un proceso de profunda renovación para una transformación económico-social –y por tanto
política– fundamentada en una estrategia posible para establecer la alternativa al capitalismo.

­— notas —

1 Desde Estados Unidos se ha impuesto, en las grandes empresas pero también en las universidades privadas, una gestión to-

talizante de la vida y de las mentes del cuerpo docente. Estas instituciones tienden cada vez más frecuentemente a organizar
encuentros lúdicos, veladas –de gala o frívolas–, cocktail parties, etcétera, para ocupar también las horas de “ocio” de sus

NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
653
empleados. La particularidad es que en tales encuentros no se hace otra cosa que reproducir el ambiente laboral bajo ropajes
diferentes, aparentemente de “tiempo libre”, pero donde en verdad no se hace más que hablar de trabajo, resolver problemas,
averiguar, intercambiar informaciones y conocimientos: trabajar, en suma… para el propio “proveedor de esclavitud”. Sobre el
tema de la puesta en producción del tiempo libre, así como sobre otros que explican la actual fase del conflicto capital-trabajo
en el llamado posfordismo, cfr. en particular Arriola, Vasapollo (2005).

2 Se niega el taylorismo solo para hacerlo aparecer bajo otros hábitos, al menos en sus principios fundamentales. La negación es

dialéctica porque la nueva ciencia organizativa subsume en sí misma el taylorismo y lo mejora: no es sino superación, avance,
perfeccionamiento.

3 Antunes (2006), como se ha visto, la llama “clase-que-vive-del-trabajo”.

4 Cfr. Antunes, Petras, Veltmeyer (2005).

5 Hablamos, pues, de “programa mínimo” para la izquierda clasista, en una fase no revolucionaria, como la actual, al menos en

los países de capitalismo maduro, tal como se presenta, por ejemplo, en Martufi, Vasapollo (1999; 2003) y en Arriola, Vasapollo
(2004; 2005).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


654
octava parte
CAPITAL CONTRA NATURALEZA1
Capítulo I
CÓMO EL CAPITALISMO DESTRUYE A LA HUMANIDAD

1. Una “desnaturalizada” mundialización del capital

1. El modo de producción capitalista sobrevive hoy solo a través de la dominación y la explotación cada
vez más intensivas y brutales de los recursos humanos y naturales del mundo.
Los desastres ambientales que se abaten sobre el planeta, cada vez más frecuentes, han hecho com-
prender a los economistas el fracaso de la teoría clásica, basada en la divinidad del “libre mercado”. La
economía mundial está cambiando profundamente. La globalización neoliberal, las privatizaciones, la
liberalización del comercio y de los mercados de capital han empeorado los estándares de vida incluso
en las naciones de capitalismo maduro, y los países en vías de desarrollo se ven en el peligro de atrasarse
todavía más.
En estos últimos años, después de la caída del Muro de Berlín y de la desaparición de la Unión
Soviética, los grandes poderes económicos han impuesto una globalización unipolar, primero, y luego
una competencia global que, al implantar a su vez los dictámenes de la economía imperialista, ha
puesto en marcha al mismo tiempo una explotación acelerada de la naturaleza y del trabajo. Han
aumentado vertiginosamente, por eso, las alteraciones causadas por la producción salvaje y sin límites
de un desarrollismo cuantitativo, orientado solo por las reglas de la ganancia del capital internacional.
El sistema, pues, se basa por una parte en la acumulación de riqueza y de ganancias en manos de
unos pocos y, por la otra, en el desmesurado crecimiento de las desigualdades entre ricos y pobres, al
punto de que estos últimos se constituyen cada día más en ejército de miserables.
Todo está subordinado a la voluntad de acrecentar la ganancia: los hombres, los animales, la so-
ciedad, la naturaleza, cada cosa debe someterse a las reglas del desarrollo del modo de producción
capitalista y, en esta fase en particular, a los dictámenes de la especulación financiera.
Cada año, los movimientos internacionales de capital superan treinta veces el valor del comercio
mundial. El crecimiento de las rentas y ganancias ha tenido como contrapartida la disminución de los
salarios directos, indirectos y diferidos. Esto ha aumentado las diferencias entre las clases sociales y la
concentración de la riqueza en pocas manos.
Efectivamente, los procesos de financiarización de la economía permiten a los países imperialistas
apropiarse de cuotas crecientes de plusvalía y someter a sus deseos político-económicos el mundo
entero, toda la humanidad.
La financiarización de la economía es así una de las mayores causas de las crisis económicas mun-
diales. Es también la escogencia del capital internacional para tratar de salir o, mejor, esconder la crisis
estructural de acumulación que se prolonga ya por más de 35 años. Generan esos procesos una riqueza
ficticia, desvinculada del trabajo, sin trabajo verdadero, que parece, sin embargo, incontrolable.
De esa financiarización no se ha salvado siquiera la naturaleza. En efecto, mecanismos predominan-
temente centrados en la economía financiera, y por tanto no directamente productivos, son utilizados
en la explotación de ambientes naturales, como es el caso del perverso Clean Development Mechanism
(CDM) y sus Certified Emission Reductions (CER). El CDM, contemplado en el Protocolo de Kyoto,
prevé la posibilidad de que las empresas de países industrializados que tienen limitaciones de emisión,
puedan adelantar en los países en vías de desarrollo –que no están sujetos a tales restricciones– proyec-
tos dirigidos a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
El país al que pertenece la empresa en cuestión obtiene con ello una determinada cantidad de
créditos CER, que puede “abonar” en su propia cuenta de reducción de emisiones o, en caso de no
necesitarlos, venderlos a un tercero. En lo esencial, esto genera tres fenómenos económicos: primero,
las empresas de las naciones industrializadas pueden así hacer negocios escasamente controlados con
los países en vías de desarrollo (PVD); segundo, logran abstenerse de reducir sus propias emisiones de
gases-invernadero y, por tanto, seguir produciendo sin restricciones ambientales; y, tercero, se crea un
mercado financiero y especulativo de CER.
Lo mismo vale para el programa Reducing Emissions from Deforestation and Forest Degradation
(REDD), que abre las puertas a los mecanismos de mercado al permitir a los inversionistas privados
financiar proyectos llamados a frenar la deforestación; con lo cual ahora se ven millardos de dólares de
ese origen invertidos en el sector forestal del sur del mundo. El REDD ofrece incentivos a los PVD
para que reduzcan las emisiones asociadas a la deforestación. De esta manera, los bosques producen
créditos de carbono, como parte del sistema de compensación de emisiones. Con el programa REDD+
se incluye también la valorización del stock de carbono de los bosques. Forman así ambos, REDD y
REDD+, un sistema basado en mecanismos de mercado y en procesos financieros, que son manejados

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


658
por los grandes emisores de créditos europeos y norteamericanos, así como por las redes de la crimi-
nalidad organizada.
Pero además, el tráfico de créditos de carbono –o sea, el permiso de emitir carbono en los países de
capitalismo maduro, a cambio de la compra de áreas protegidas en los PVD– crea nuevas amenazas
para las poblaciones autóctonas de estos últimos: el crecimiento del valor de los bosques que habitan
atrae nuevas oleadas de inversionistas y pone en peligro los derechos de los indígenas sobre sus propias
tierras. Por si fuese poco, entre los proyectos de reducción de las emisiones se incluirán también, con
fines productivos, plantaciones extensivas de especies ajenas al medio en cuestión, que provocarán
numerosos daños al suelo, a la estabilidad climática, a los ecosistemas y a la biodiversidad2.
Si esto ocurre a escala mundial, tampoco en el plano local faltan mecanismos de especulación
financiera con la naturaleza. Tal es el caso, por ejemplo, de los “certificados verdes” en Italia. Quien
produce energía, debe incluir en su producción un determinado porcentaje de tipo renovable; quien
no lo haga o no llegue a cumplir la cuota establecida, debe comprar “certificados verdes” por un monto
equivalente al porcentaje faltante. Quien produce energía renovable en cantidades mayores de la exi-
gida, puede vender sus certificados, y si no consigue hacerlo, se los compra de todas formas el Gestor
de Servicios Energéticos (GSE), una sociedad controlada por el Ministerio de Economía y Finanzas,
que es también la encargada de emitirlos y el intermediario general entre compradores y vendedores.
Es evidente, entonces, que producir energía alternativa es algo que en Italia no sirve para disminuir
la producción de la energía que se obtiene a partir de fuentes no renovables, sino para que el capital
financiero y las multinacionales vendan y compren “certificados verdes”. Por otra parte, las sociedades
que producen “energía negra” no tienen ningún interés en reducir su producción, ya que no solo
pueden comprar certificados, sino que muchas veces los adquieren de sí mismos mediante mecanismos
societarios de “muñeca rusa” o “caja china”.
Existen muchos otros tipos de especulación financiera a costa de la naturaleza, como por ejemplo
el de las concesiones u ordenanzas edilicias: basta cambiar la calificación de uso de unas tierras, de
agrícolas a edificables –con todos los problemas de tipo ambiental y social que ello comporta–, para
que el capital financiero multiplique inmediatamente su propio valor. Y siempre se puede, además,
vender luego los terrenos comprados para reciclar el crédito especulativo.
La salvaje economía de mercado –de la cual constituyen las finanzas un aspecto cada vez más carac-
terístico de la actual fase– y la creciente desigualdad entre oferta de mercancías y necesidades efectivas
de las personas, son resultado de una competencia global centrada en el desarrollismo capitalista, en un
crecimiento cuantitativo para pocos, sin distribución de la riqueza, sin frenos y sin límites.
Ya Naciones Unidas, en su informe sobre desarrollo humano para 2001, ponía en evidencia que 86%
del PIB planetario estaba en manos de la quinta parte más rica de la población mundial, mientras que a
la quinta parte más pobre le correspondía 1%. El ingreso de 609 millones de personas (la población de
los países menos avanzados) era de 169 millardos de dólares, lo que representaba 15% del patrimonio
de los primeros 200 multimillardarios del mundo3. Hoy esa polarización está todavía más acentuada.
La llamada globalización, que no es sino la mundialización del capital en la actual era de la com-
petencia global, no ha respetado sus promesas de prosperidad y desarrollo para las enormes mayorías.
“La economía del dinero no presta atención a la economía de la naturaleza”4.
Los tiempos biológicos de otros seres vivos no coinciden con los tiempos generacionales de la actual
especie humana. Además, los equilibrios del ecosistema (y de los ecosistemas) comprenden, aparte de

CÓMO EL CAPITALISMO DESTRUYE A LA HUMANIDAD


659
los factores bióticos, también los abióticos, como el clima, el agua, rocas y minerales, etcétera, que
contribuyen en todos los aspectos a hacer habitable el planeta Tierra para la especie humana (que
evolucionó en ese contexto). Todo eso hace que la naturaleza sea limitada, tanto desde el punto de vista
cuantitativo como del cualitativo.
El sistema capitalista no se deja condicionar por esos equilibrios y no establece un límite a la pro-
ducción, en tanto que su fin es generar la valorización del capital y, por ende, ganancia y acumulación.
El concepto de crecimiento cuantitativo ilimitado, imprescindible para el capitalismo, ha sido siempre
justificado por una presunta y pretextada fe en la ilimitabilidad, irrefutabilidad y neutralidad de la
ciencia y la tecnología.
Ha sido así especialmente desde mediados del siglo xix, con las teorías de J.S. Mill, que se contra-
ponían a las de Ricardo, Smith y Malthus, más atentas y realistas. Para Mill, en efecto, el límite no
existe, en tanto que continuamente es desplazado por el progreso. Por ejemplo: una vez alcanzado el
límite de escasez (como podría ser el agotamiento de las tierras fértiles), se activa espontáneamente la
investigación tecnológica para acabar con ese límite o expandirlo. La investigación es impulsada por el
mayor retorno de inversión que se da en condiciones de escasez, al encontrar soluciones para aumentar
la productividad de las tierras existentes y desplazar así hacia lo alto su potencial cuantitativo, sin
tener que poner en cultivo nuevas tierras. Conceptos que son retomados, desarrollados y enfatizados
por los neoclásicos de fines del siglo xix y del xx, hasta llegar a los neoliberales contemporáneos, que
otorgan en sus teorías una total confianza al progreso tecnológico y no conciben que se considere los
límites de la naturaleza como tope del crecimiento. El mercado sería, pues, siempre capaz de resolver
la escasez mediante las variaciones del precio, que incentivan la investigación, la inversión tecnológica
y los productos sustitutivos5.
El crecimiento económico cuantitativo ha significado ignorar los problemas sociales y los límites
de la naturaleza.
Basta pensar en el desastre vinculado con la explotación y neocolonización del Tercer Mundo,
que no contempla protección alguna del trabajo y del ambiente, para comprender cuál es el alcance
verdadero del problema.
Como lo anticiparon Marx y Engels, la competencia global capitalista ha provocado dramáticos
problemas para la humanidad, con sus continuas inversiones destructivas de la naturaleza:

La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas
partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar
el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. (…)
Brotan necesidades nuevas que ya no logran satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino
que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas6.

A lo largo de los siglos se han sucedido tres fases principales: la colonización de países, con el
consecuente surgimiento de los imperios coloniales europeos; la fase del desarrollo capitalista, que per-
mitió a Estados Unidos apropiarse de los antiguos mercados europeos; y, finalmente, la globalización
neoliberal, que es el nuevo nombre de la mundialización capitalista como política hegemónica de los
países ricos contra los pobres.
Pero, en realidad, el llamado “desarrollo verdadero” no se ha cumplido jamás. Ha habido única-
mente un desarrollismo cuantitativo, vinculado a la historia de los países occidentales, que a través de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


660
la explotación de los recursos humanos y naturales ha mercantilizado las relaciones entre los hombres
y la naturaleza, solo para obtener ganancias y rentas para unos pocos.
El capital incluye y subordina la naturaleza, la pliega a sus necesidades: la producción capitalista
se nutre de un mundo natural que le es necesario a gran escala y que resulta, por tanto, cada vez más
mercantilizado. En esta subsunción, la naturaleza se presenta como una fuerza productiva del capital.
Los efectos de esto se manifiestan en la contaminación, la deforestación, el deterioro territorial, el
cambio climático, la depauperación y la excesiva producción de desechos.
La actual globalización no es otra cosa que la continuación en el tiempo del llamado mito del
desarrollo, considerado como el medio que permitirá a todos los seres humanos gozar de una existencia
digna y satisfactoria.

2. Para reforzar este sistema, el capital internacional ha constituido organismos que, al decir de sus
creadores, constituyen el principal apoyo del desarrollo mundial paritario: la Organización Mundial
del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
En realidad, estos organismos han servido para dar carácter central a la posición de monopolio
de las grandes empresas occidentales, y sobre todo estadounidenses. Las reiteradas crisis asiáticas y la
persistente falta de desarrollo en los países del llamado Tercer Mundo han mostrado el verdadero rostro
de estas instituciones, que, al servicio como están de los poderosos, no han producido beneficio alguno
para quienes realmente lo necesitan.
La OMC ha acentuado la brecha existente entre países ricos y pobres, de manera que estos últimos
se encuentran cada vez más atrapados por la enorme deuda externa.
A través de la disminución del gasto público y los salarios, de la expropiación y completa mer-
cantilización de la naturaleza, de la supresión de todo obstáculo para la intervención de los capitales
extranjeros, de la devaluación de las monedas locales y, en fin, de las grandes privatizaciones, esos
países –completas regiones periféricas y semiperiféricas– se han hecho cada vez más “esclavos” del gran
capital financiero y del mercado salvaje.
El crecimiento incesante de la deuda de los llamados países del Tercer Mundo con las grandes
potencias occidentales, ha hecho que tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional
les continúen exigiendo a aquellos, como condición para obtener nuevos préstamos o refinanciar los ya
existentes, la aplicación de programas de ajuste estructural plenamente alineados con las exigencias del
capital financiero y con las estrategias tendentes a reducir los costos en las grandes empresas.
Pero además de esos organismos, el sistema capitalista ha tenido que dotarse de tratados interna-
cionales y de organismos nacionales y supranacionales –siempre funcionales a sus propios intereses y
mecanismos de acumulación– en el campo específico de los temas ambientales. En efecto, tras com-
prender en las últimas décadas que se ha ido creando y fortaleciendo entre los ciudadanos una creciente
sensibilidad hacia la salvaguarda de la naturaleza y como resultado también de la presión en ascenso
del sur del mundo, se ha activado en este campo el circuito massmediático del consenso, que incluye
una vasta y diversificada organización de encuentros internacionales de gran relevancia. Es preciso
considerar en ese sentido, entre otros ejemplos, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio
Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), de Río de Janeiro, o la Conferencia de las Partes sobre Cambio
Climático, o la suscripción de tratados como el Protocolo de Kyoto, Agenda 21 y la Convención
Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), así como también el intento

CÓMO EL CAPITALISMO DESTRUYE A LA HUMANIDAD


661
de otorgar credibilidad a organismos engañosos como Green Climate Fund. De esta manera se busca
desplazar la atención de las causas a los efectos, obviamente sin resolver las primeras y postergando
infinitamente la solución de los segundos.

3. Como modelo económico, el neoliberalismo ha agudizado todavía más las desigualdades e injusticias
sociales. Con sus objetivos de consumismo, el tan ensalzado aumento del PIB ha significado –también
en los países de capitalismo maduro– un crecimiento cuantitativo sin desarrollo de calidad, que antes
bien ha conllevado un ataque al Estado social y un incremento del desempleo y de la explotación del
trabajo, aparte, claro está, de profundizar la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres.
El continuo ataque a las garantías sociales es mitificado a través de una suerte de celebración de la
inestabilidad, a la cual se presenta como la posibilidad, abierta a todos los trabajadores, de adquirir
nuevas experiencias mediante la aceptación, como hecho normal, de trabajos inestables y por tiempo
determinado, es decir, precarios. El puesto de trabajo estable es sustituido por el trabajo a término, en
nombre de la flexibilidad y la competitividad.
El llamado modelo del capitalismo social o temperado no es ya compatible con las difíciles condicio-
nes de la acumulación de capital. Así, de hecho, el capitalismo renano (¡que sigue siendo capitalismo!)
es sustituido hoy por el modelo anglosajón, que se caracteriza por menores garantías sociales y menores
costos del trabajo, vale decir, por el ataque a las condiciones generales y a los derechos laborales.
La globalización, que debía producir el milagro de un mayor bienestar y una mejor esperanza
de vida para todos, en realidad ha incrementado los problemas. La competitividad sin control y la
explotación del hombre y de la naturaleza han llevado no solo a la destrucción del ambiente y a cre-
cientes desigualdades entre ricos y pobres, sino también a crisis cada vez más graves del sistema, que
se traducen en desempeños económicos cada vez más inciertos y en el colapso de multinacionales, de
países y aun de áreas económicas como un todo.
En lo sustancial, la globalización neoliberal es la continuación de la expansión desarrollista y de las
colonizaciones que la precedieron. Es por eso que, desde tiempos en que ello resultaba insospechable,
la hemos definido y estudiado –al igual que en este texto– como competencia global.
Las desigualdades siempre mayores entre el norte y sur del mundo, el fin del Estado social, el
imparable monto de la deuda de los países del sur con los del norte y la destrucción de los recursos
ambientales, son solo algunos de los daños provocados por la llamada globalización neoliberal.
Los graves problemas ambientales que afectan a nuestro planeta se muestran en todo su dramatis-
mo justamente en la actual fase de la mundialización capitalista, caracterizada cada vez más por una
despiadada competencia global.
Se trata de un imperialismo y neocolonialismo que ponen en evidencia la explotación monopólica
y oligopólica de los recursos naturales mundiales, como condición necesaria en el intento de configurar
un nuevo modelo internacional de acumulación y una nueva división internacional del trabajo, en la
cual la mundialización de los capitales debe ser cada vez más funcional a los intereses de las oligarquías
financieras.
Es con esa óptica que debe leerse la destrucción de la naturaleza a escala mundial, la explotación
ilimitada de los recursos energéticos, la emigración y la explotación global de la fuerza de trabajo.
Es por eso que los llamados países en vías de desarrollo definen la contaminación atmosférica como
colonización de la atmósfera.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


662
2. La sociedad del consumismo y del desarrollismo cuantitativo

1. En el actual sistema capitalista, las grandes empresas nacionales, financieras y transnacionales, al


seguir solo sus propios intereses, generan un desarrollo desigual. Es por eso fundamental el demostrar
que el sistema capitalista actual y las teorías que lo legitiman son injustos y generan pobreza, desigual-
dades y trágicos problemas de sobrevivencia.
Giorgio Nebbia concluye su ensayo El desarrollo sustentable (Lo sviluppo sostenibile, Edizioni Cultu-
ra della Pace, Firenze, 1991) con una importante observación:

Es preciso impulsar un gran movimiento de liberación para derrotar las injusticias entre los seres
humanos y contra la naturaleza, una nueva protesta por la sobrevivencia, capaz de hacernos pasar
de la ideología del crecimiento a la del desarrollo. Nadie nos salvará, si no son nuestras manos,
nuestro sentido de responsabilidad hacia las generaciones futuras, hacia ese “prójimo del futuro”
de quien no conoceremos nunca el rostro, pero cuya vida y felicidad dependen de lo que nosotros
hagamos o no hagamos mañana y en las décadas por venir. La construcción de un desarrollo
sustentable y la paz se conquistan solamente con la justicia en el uso de los bienes de la Tierra,
nuestra única y común casa en el espacio, y con una justicia planetaria para un hombre planetario
[Ernesto Balducci]. Sin justicia en el uso de los bienes comunes de la casa común, del planeta Tierra,
nunca habrá paz7.

Valga recordar que, todavía hoy, más de tres cuartas partes de la población mundial se encuentran
en condiciones de extrema pobreza y son muchísimos los que viven con menos de un dólar al día. Los
países del norte utilizan más de 70% de los recursos disponibles, de manera que, para que los países
subdesarrollados puedan alcanzar un nivel de vida aceptable, el norte del mundo tendría que disminuir
su consumo y despilfarro.
Pero el despilfarro es funcional al sistema capitalista: le sirve para optimizar la ansiada valorización
del proceso económico-productivo y mejorar los resultados contables de la empresa, ya que el consu-
mo desenfrenado es la esencia misma del sistema.
Una de las fases de la valorización material del capital –y la conceptual del dogma del PIB–, y por
tanto de la realización de la ganancia, es la comercialización de las mercancías. Para ello el capital
necesita transformar los bienes en mercancías y atribuirles un valor de cambio, haciéndoles perder su
valor de uso.
Tampoco se pone límites el capital al transformar la satisfacción de necesidades en determina-
ción de consumos inducidos. No importan las desigualdades distributivas: las mercancías deben ser
vendidas, aun si el desenfrenado consumismo cuantitativo significa destrucción de la naturaleza, sea
en la producción o en la circulación y comercialización de las mercancías, o en la disposición de los
desechos derivados: también en este caso, todo es funcional al modo de producción capitalista y está,
incluso, subsumido en él.
Los problemas ambientales, económicos y de los pueblos han sido agudizados por la globalización
neoliberal, en tanto que la financiarización de la economía solo ha conducido a un crecimiento eco-
nómico ficticio.
En las últimas décadas, el crecimiento de la producción alimentaria no ha sido en modo algu-
no suficiente para resolver el problema de las necesidades de sobrevivencia. Se calcula que entre los
años 2002 y 2004 fueron oficialmente más de 950 millones las personas subalimentadas, cifra que

CÓMO EL CAPITALISMO DESTRUYE A LA HUMANIDAD


663
marca un fuerte incremento con respecto a años anteriores y que aumenta todavía más en los datos
más recientes.
El Informe sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo, de la Unesco, calcula que
más de un millardo de personas no tienen acceso al agua potable, que 40% de la población mundial
no puede permitirse el lujo de utilizar agua dulce para una mínima higiene y que en los próximos 20
años la cantidad de agua disponible para cada persona disminuirá en 30%.
Para los países industrializados y de capitalismo maduro, la preocupación no es por la escasez de un
recurso vital y estratégico como el agua, cuya carencia pone fuertemente en entredicho la sobrevivencia
misma de millardos de personas; lo que cuenta para el capital es la creciente dificultad de reposición
de este recurso como factor fundamental de la producción. En efecto, el agua es una fuente energética
importante y un elemento primario e indispensable para la producción de cualquier mercancía, o
para la reposición de otras materias primas, por tanto al capital le resulta fundamental controlarla. Por
poner solo un ejemplo: para fabricar un automóvil se requieren –a lo largo de todas sus fases produc-
tivas– cerca de 150.000 litros de agua.
El agua es, entonces, el factor esencial de la pobreza, de la vida indigna de millones de personas
y de la posibilidad misma de vida; su control es el elemento principal de numerosas guerras que los
polos imperialistas han desencadenado –y desencadenarán con mayor frecuencia y ferocidad en el
futuro– contra los pueblos8.

2. Basta releer a Malthus, que con su ensayo sobre la población fue de los primeros en señalar la escasez
y el carácter limitado de los recursos de la tierra, y recordar después a John Stuart Mill, para compren-
der que el problema de la relación entre población y consumo debe ser afrontado.
A tal fin, hay que considerar el pronunciado incremento de la población mundial en estas últimas
décadas: si en 1900 los habitantes del planeta eran 1.600 millones de personas, en el 2000 se llegó a
6.000 millones; cada año son más de 70 millones de personas las que se suman a esa población, que,
según se prevé, rondará los 7,5 millardos en el año 2025.
Está claro que a medida que crece el número de habitantes, mayores deben ser los recursos que se
destinen a su sostenimiento. Si se considera que los recursos materiales de la naturaleza no aumentan,
sino que, por el contrario, disminuyen con el crecimiento de la población, es lícito pensar que, de
mantenerse los actuales ritmos y el actual sistema de producción, en el futuro tanto pobres como ricos
sufrirán la carencia de bienes naturales.
Los problemas que recaen sobre la naturaleza por causa del aumento de la población no han sido
resueltos ni podrán resolverse confiando en el progreso tecnológico, si este no es sometido a la centra-
lidad de la política, es decir, una política que recupere el predominio sobre las decisiones económicas.
La organización conservacionista World Wide Fund for Nature (WWF) ha calculado en 1,8 hec-
táreas el espacio bioproductivo necesario para cada persona. Si se considera que un ciudadano de
Estados Unidos consume el equivalente a 9,6 hectáreas y un europeo 4,5, resulta inmediatamente claro
cuán lejana está la igualdad en el planeta, especialmente si a ello se agrega que más de tres millardos
de personas viven hoy con menos de dos dólares por día. Hay que analizar, también, los llamados
progresos socioeconómicos –con sus respectivos cambios en el consumo– ocurridos en los países del
norte, donde se encuentra una población cada vez más anciana y con diversas necesidades, así como el
creciente número de inmigrantes que se trasladan de los países pobres hacia los más ricos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


664
Prevé la ONU que, de mantenerse el actual ritmo de crecimiento de la población mundial, para el
año 2050 habrá en el planeta casi nueve millardos de personas y aumentará la proporción de aquellos
que no tienen agua suficiente para la supervivencia. Al día de hoy, son cerca de 1,7 millardos las
personas que sufren problemas vinculados con la falta de agua y se calcula que la cifra llegue en 2025
a casi cinco millardos.
Con base en estimaciones de las reservas de agua y de los productos alimentarios de primera nece-
sidad, todos los expertos del mundo coinciden en afirmar que no hay en los próximos años garantía de
un adecuado desarrollo para las poblaciones pobres.
El consumismo desenfrenado de los países desarrollados, que producen y adquieren mercancías
potencialmente inútiles y efímeras, hace que no se tome en cuenta para nada el problema ambiental o
el carácter limitado de los recursos naturales.

3. La carrera por la máxima ganancia exige una explotación siempre creciente del hombre y de la
naturaleza, y no considera siquiera el principio –sancionado por la ONU– de que todos los hombres
tienen el derecho de vivir en un ambiente adecuado para su salud y su bienestar.
En el pasado, y en parte todavía hoy, la aún no resuelta contradicción hombre-naturaleza dio lugar
a una peculiar visión ambientalista que no ha sabido captar la verdadera esencia del problema; se trata
de una visión engañosa del conflicto capital-naturaleza, que se constituye entonces en mera variante
–aun si involuntaria en algunos casos– del pensamiento y la acción del sistema capitalista.
Solo recientemente se ha producido una toma de conciencia por parte de movimientos, asociacio-
nes y personas progresistas en general, acerca de los daños ambientales que ocasionan la producción
industrial y el llamado progreso técnico, con lo cual se está comenzando a comprender que la utiliza-
ción de la naturaleza bajo las reglas del capital conduce, inevitablemente, a desastrosas consecuencias
que hacen al hombre víctima de su propia degradación.
La explotación, la privatización y la mercantilización de los recursos naturales tienen como con-
secuencia una polarización creciente del ingreso: los ricos tienden a ser cada vez más ricos, los pobres
cada vez más pobres.
Cincuenta años de desarrollismo cuantitativo no han producido mejoría alguna en el tenor de vida
de los países en vías de desarrollo. De hecho, sus habitantes tenían en 1950 un ingreso per cápita que
equivalía solo a 5,3% del ingreso promedio en los países industrializados, pero medio siglo después, en
1998, los más de 5 millardos de habitantes de los países pobres percibían una renta equivalente a 4,9%
de la que correspondió a los 800 millones de habitantes de los países ricos.
A comienzos de 2003, la quinta parte más rica de la población planetaria poseía 86% del PIB mun-
dial, frente al 1% que correspondía a la población más pobre. Además, los tres mayores millardarios
del globo tenían un ingreso mayor que el que conjuntamente recibían los 600 millones de habitantes
de los países más pobres9.
Las estadísticas oficiales acerca de pueblos que viven en condiciones de analfabetismo, pobreza y
enfermedad, confirman que más de un millardo de personas sobreviven con menos de un dólar al
día; el mismo número de seres humanos no tiene la posibilidad de utilizar agua potable ni seguridad
en su suministro, ya que menos de 1% del agua dulce está hoy disponible para el hombre; luego, son
más de 2,5 millardos las personas que no disfrutan de servicios higiénicos de calidad. Por otra parte,
los recursos energéticos no son todavía accesibles a todos y el sector está dominado por combustibles

CÓMO EL CAPITALISMO DESTRUYE A LA HUMANIDAD


665
fósiles que producen residuos gravemente perjudiciales y contaminan el aire. La economía mundial
está sometida a la volubilidad del mercado del petróleo.
Todo el sistema de bienestar y salud de la población mundial está sometido a las decisiones impues-
tas por el modelo neoliberal. Enfermedades como el sida, la malaria y la tuberculosis repercuten con
gran peso en los presupuestos de los países en vías de desarrollo, al ser administrados en beneficio de
las multinacionales.
En el modo de producción capitalista, la ciencia y la tecnología asumen un papel central, pero
exclusivamente en cuanto fuerza productiva; se convierten así, básicamente, en factor de producción y,
por tanto, en parte activa de los procesos de colonización y de los dictámenes del imperialismo.
De esa manera, la ideología de la clase dominante interviene también en el trabajo teórico y en las
finalidades de la ciencia, para despojarla de sus objetivos como conocimiento, como necesidad del saber
humano, y prescindir de su uso controlado por la política: antes que ninguna otra cosa, debe asumir la
centralidad de los determinantes de la economía de la ganancia y, con ello, su papel en el desarrollo de
la tecnología como aplicación del conocimiento científico al modo de producción capitalista.
Las leyes de la máxima productividad para la acumulación capitalista han anulado también la mo-
tivación propia de la ciencia y la tecnología; han eliminado el sentido y significado universal de la cien-
cia, en el que es independiente de la tecnología y esta última, a su vez, es consecuencia posible de la
ciencia. El desarrollismo capitalista le ha dado un cometido universal a la tecnología, al punto de crear
el concepto de tecnociencia y de utilizar exclusivamente de esa manera el saber científico.
En ese mecanismo no hay lugar para “principios de precaución”. Las consecuencias que esto tenga
para los ambientes naturales, para la salud pública y aun para la posibilidad misma de vida de las
personas, no pueden ni deben ser consideradas.
La presunta confianza en el proceso tecnológico, que nadie puede asegurar a priori, se revela enton-
ces como requisito para mitificar la necesidad incontrastable de explotar la naturaleza “cueste lo que
cueste”, aunque mejor si económica y productivamente cuesta lo menos posible10.
La economía capitalista, en efecto, refleja una lógica de colonización y mercantilización de todas las
relaciones, sea entre los hombres o de estos con la naturaleza.
El mercado y sus leyes trastruecan todos los espacios, todos los bienes comunes, y a eso se le consi-
dera como proceso necesario de modificaciones para el desarrollo, para el bienestar social, para el ver-
dadero progreso. El mundo de comienzos del siglo xxi, ese mundo en el que imperan la explotación,
el egoísmo, la injusticia, en el que diez millones de niños mueren cada año por falta de medicamentos
que cuestan apenas céntimos –y que podrían salvarse si Estados Unidos y Europa redistribuyeran tan
solo una pequeña parte de lo que gastan en mercancías fútiles–, ese mundo sigue esperando por una
oportunidad para su progreso.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


666
­— notas —

1 Esta sección del libro es una revisión corregida, actualizada y ampliada de la septima parte de L. Vasapollo, La crisi del capitale.

Compendio di Economia Applicata: la mondializzazione capitalista. Editorial Jaca Book, Milano, 2009. El autor agradece a
Domenico Vasapollo –investigador de Natura Avventura– por su importante colaboración en la fase de revisión y actualización.

2 http://www.salvaleforeste.it/Foreste-e-Clima-REDD/.

3 Cfr. Latouche (2005).

4 Nebbia (2002).

5 J.S. Mill, Essays on Some Unsettled Questions of Political Economy, 1844.

6 K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.

7 Poggio (2003: 24).

8 http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/water/wwap/wwdr/.

9 Cfr. Per uno sviluppo durevole e sostenibile (Por un desarrollo duradero y sustentable), textos a cargo de Cristina Rapisarda

Sassoon, en colaboración con Stefania Anghinelli, Francesca Feller y Daniele Ferrero, 2005, Milano, p. 15.

10 C. Modenesi y G. Tamino (ed.), Fast science, Jaca Book, Milano, 2008.

CÓMO EL CAPITALISMO DESTRUYE A LA HUMANIDAD


667
Capítulo II
UN “DESARROLLO SUSTENTABLE” DE MERCADO, DENTRO DE LAS
DINÁMICAS DEL DESARROLLISMO CUANTITATIVO DEL CAPITAL

1. ¿Cuál desarrollo, sustentable cómo, por qué y por quién?

1. La actual globalización no es otra cosa que la continuación en el tiempo del llamado mito del
desarrollo mercantil, considerado como el medio que permitirá a todos los seres humanos gozar de
una existencia digna y satisfactoria. La globalización neoliberal es ese tipo de desarrollo; de hecho, no
puede ser separada del sistema de producción capitalista que se configura como desarrollismo, como
crecimiento cuantitativo sin redistribución de la riqueza social, sin verdadero progreso.
En esencia, el desarrollo capitalista es manifestación de la voluntad de los países occidentales de
dominar el mundo a través del mercado, la tecnología y la ciencia, es decir, a través del modo
de producción capitalista, basado siempre y en todos los casos –aun si en contextos diferentes– en la
explotación del hombre por el hombre y de la naturaleza por el hombre.
La creciente multiplicación de las emergencias ambientales ha sacado a la luz nuevos problemas.
La pregunta es: ¿hasta cuándo es posible seguir explotando los recursos de la naturaleza? ¿Hasta qué
punto se puede continuar con un modelo de crecimiento cuantitativo?
Para tratar de resolver el problema ambiental se introdujo el concepto de “desarrollo sustentable”,
vale decir –según los dictámenes de la ONU–, un desarrollo capaz de satisfacer las necesidades del
mundo actual sin perjudicar la satisfacción de las necesidades del mundo futuro.
Para alcanzar ese objetivo, han sido muchas las providencias adoptadas por la comunidad interna-
cional en el curso de los años: desde la Declaración de Estocolmo de 1972 y el Informe Brutland de
1987 (que definió el desarrollo sustentable como “aquel que satisface las necesidades de la generación
actual sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas”), hasta llegar
en 1992 a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que en su
Declaración de Río proclamó 27 principios sobre derechos y responsabilidades de las naciones para un
desarrollo consciente.
En 1994 se produjo la Declaración de Aalbborg, Dinamarca (declaración de las ciudades europeas
por el desarrollo sustentable); en 1996, el Plan de Acción de Lisboa; en 1997, el Protocolo de Kyoto
(con el compromiso de los países industrializados de reducir las emisiones de gases de efecto inverna-
dero); y en 1999, durante la Tercera Conferencia Europea de Ciudades Sustentables, el Llamado de
Hannover, Alemania.
En 2001, con el Sexto Programa de Acción Ambiental, para los años 2001-2010, se trazaron obje-
tivos en materia de ambiente, salud, naturaleza, biodiversidad y cambio climático. En 2002 se celebró
la conferencia de la ONU en Sudáfrica, y en 2004, la Cuarta Conferencia Europea de Ciudades
Sustentables, nuevamente en Dinamarca.
En 2007 tuvo lugar en España la Quinta Conferencia Europea de Ciudades Sustentables. Luego se
llega a la cumbre de la FAO sobre alimentación, celebrada en Roma del 3 al 5 de junio de 2008, sobre
la cual se escribirá más adelante.
En diciembre de 2009 se realizó en Copenhague la decimoquinta Conferencia de las Partes, en la
que participaron 192 países. La motivación principal era formular nuevos objetivos vinculados con
la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, ante el vencimiento en 2012 del Protoco-
lo de Kyoto. El resultado, conocido como Acuerdo de Copenhague fue un compromiso para mantener
por debajo de 2 ºC el aumento de la temperatura terrestre, pero sin ningún objetivo vinculante para
tal fin ni para reducir las mencionadas emisiones. Sobre este último propósito, se dejó –de hecho– en
manos de los países industrializados la potestad de decidir y asumir por sí mismos compromisos vo-
luntarios e individuales para el período 2012-2020. Por otra parte, se estableció un fondo que deberá
financiar la conservación de los bosques y se acordaron compromisos de ayuda a los países en vías de
desarrollo, que deberían llegar a 100 millardos de dólares anuales en 2020. Pero no está claro quién ni
mediante cuáles mecanismos asignará esos recursos.

2. Ya en 1987, el citado Informe Brutland subrayaba, tras definir el concepto de desarrollo sustentable,
la necesidad imperiosa de involucrar a todas las partes sociales en el crecimiento económico.
El desarrollo sustentable se fundamenta en la integración de 10 componentes: ambiente, economía,
sociocultura (dimensiones del desarrollo), equidad social, equidad interlocal, equidad intertemporal
(dimensiones de equidad), diversidad, subsidiariedad, partnership, networking y participación (dimen-
siones de sistema).
Se habla entonces de desarrollo sustentable; esto es, de un modelo que debe ser capaz de responder
combinadamente a tres necesidades: el crecimiento, la disminución de la pobreza y la protección de
los ecosistemas.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


670
Pero en realidad lo que se ha impulsado así es un programa compatible con el modo de producción
capitalista. El concepto de desarrollo sustentable se ha revelado como la falsa idea de satisfacer las
necesidades sin comprometer los recursos: si esto fuese cierto, entraría en conflicto con las leyes del
libre mercado y de un capitalismo cada vez más salvaje.
Un desarrollo sustentable, entonces, basado en el crecimiento del PIB, lo que entre otras cosas im-
plica el aumento de la producción de mercancías y el consecuente agravamiento de la contaminación
ambiental.
En esta lógica, el crecimiento cuantitativo es indispensable para alcanzar los otros dos objetivos.
Se sobrentiende que el crecimiento es aumento de las cantidades producidas, pero para ser creíble y
equilibrado tendría que estar acompañado por alfabetización, educación básica y avanzada, el mejora-
miento de la salud y las condiciones de vida de toda la población, y todo esto en el sentido que aportan
las definiciones que dan los organismos internacionales.
Cabe entonces recordar la definición que estableciera la ONU en 1992: “Por desarrollo sustentable
se entiende un mejoramiento de la calidad de vida sin sobrecargar la capacidad de los ecosistemas que
le sirven de soporte”; como también la que en 1994 estableciera el International Council for Local
Environmental Initiatives (Iclei): “desarrollo que ofrece servicios básicos ambientales, sociales y econó-
micos a todos los miembros de una comunidad, sin amenazar la operatividad de los sistemas naturales,
edificados y sociales de los cuales depende la provisión de tales servicios”.
Se hace cada vez más manifiesto el vínculo entre esta idea de desarrollo sustentable y el problema
del progreso social. La enorme mayoría de las actividades productivas mercantilizadas influye sobre el
ambiente natural y social para condicionar negativamente el bienestar de la población mundial.

2. Los límites de un crecimiento sin progreso y sin desarrollo solidario


y autodeterminado

1. Nace así la extravagante idea, occidental-céntrica, pero al mismo tiempo peligrosa para el desarrollo
solidario de la humanidad, de la limitación del crecimiento, como si ello resolviese los problemas y
desastres del modo de producción capitalista y pudiese, además, hacerlo desde adentro, sin alterarlo,
sin plantearse su superación. Así, para tratar, por ejemplo, de poner freno a los cambios climáticos de-
rivados de tales modificaciones, se pide una limitación, un decrecimiento de los consumos de energía
y de mercancías.
Si esa limitación del consumo resulta inaceptable para los ciudadanos del llamado Primer Mundo,
lo es todavía más para aquellos (más de 4,5 millardos de personas) que habitan en los países del sur del
planeta, que justamente necesitan “consumir” al menos un mínimo que les permita vivir dignamente
(con agua, corriente eléctrica, alimentación, frigoríficos, educación, salud, etcétera: lo necesario para
la sobrevivencia).
Se considera que hay procesos de desertificación en marcha en todos los continentes, con la sola
excepción de la Antártida. Al día de hoy, las tierras áridas ocupan más de 40% de la superficie terrestre
y están pobladas por más de 2 millardos de personas.
De los países del sur del mundo, sometidos a un estado de vejación y “esclavitud” por los países
ricos, no se puede pretender que actúen de manera respetuosa hacia el ambiente.

UN “DESARROLLO SUSTENTABLE” DE MERCADO, DENTRO DE LAS DINÁMICAS DEL DESARROLLISMO...


671
Es importante no perder de vista las responsabilidades históricas y actuales en la destrucción de la
naturaleza. Si se analiza, por ejemplo, la producción de CO2 en el tiempo, que es causa principal –y
antrópica– del cambio climático, se puede ver que el incremento de tales emisiones comenzó hacia
mediados del siglo xix, es decir, cuando se produce lo que se ha conocido como “la revolución indus-
trial”. El salto, sin embargo, se da, aproximadamente, cien años después, cuando la industrialización
se extiende, en líneas generales, por todo el llamado Primer Mundo. Bastaría solo eso para atribuir las
responsabilidades, a escala mundial, por la emisión de gases contaminantes. Todo eso, además, es re-
frendado por los datos actuales de emisión de CO2 per cápita, según se puede ver en el cuadro siguiente1.

Producción anual per cápita de CO 2 en algunos países industrializados

Estados Unidos 20 toneladas (aprox.)


Australia 20 toneladas (aprox.)
Canadá 19 toneladas (aprox.)
Japón 10 toneladas (aprox.)
Unión Europea Cerca de 9 toneladas en promedio (con países que
superan las 10-12 toneladas; Italia está en la media con 8,7)
En algunos países llamados emergentes

Sudáfrica 9 toneladas (aprox.)


China 5 toneladas (aprox.)
Brasil 3 toneladas (aprox.)
India 1,5 toneladas (aprox.)
En algunos países en vías de desarrollo

Venezuela (el más alto de América Latina) 6 toneladas (aprox.)


Argelia (el más alto de África del norte) 4 toneladas (aprox.)
Nigeria (el más alto de África si se excluye Sudáfrica) 6 toneladas (aprox.)

En los llamados países desarrollados, en los que viven cerca de 1,5 millardos de personas, las ne-
cesidades primarias y secundarias se encuentran casi siempre satisfechas y el abuso contra los recursos
naturales provoca notables daños en la naturaleza. ¿Qué pasaría si los 4,5 millardos de personas que
viven en pobreza en el sur del mundo comenzaran a disponer, en justa cantidad y calidad, de los bienes
necesarios para satisfacer sus necesidades?
Los recortes del gasto social, la disminución de las tasas de empleo, la reducción de las ayudas y
los subsidios a los habitantes de los países en vías de desarrollo y, en general, el desmantelamiento del
Estado social en los países europeos, han hecho que entre quienes viven por debajo del umbral de la
pobreza se cuenten ya no solo los pobladores del Tercer Mundo, sino también una creciente capa de
personas que viven en el norte del planeta, pero que han sido expulsadas del bienestar y la vida digna
como resultado de la desocupación, de la precariedad del trabajo y del vivir social, de la carencia de
una adecuada protección social, para pasar a engrosar las filas de los nuevos pobres con y sin trabajo.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


672
Pero hay todavía otro aspecto que considerar: ¿qué pasaría si se produjese hoy, de manera repentina,
una reducción sustancial en la producción de mercancías que, si bien pueden en cierto modo ser con-
sideradas superfluas, garantizan por otra parte a millones de trabajadores la posibilidad de un salario?
Una eventual disminución del crecimiento, es decir, un decrecimiento, procuraría una mayor in-
justicia para los pobres del mundo entero, que serían los primeros en sufrir las consecuencias de la
reducción del consumo.
No tiene sentido hablar de decrecimiento, en tanto que “crecimiento” y “decrecimiento” son, de
cualquier manera, indicadores cuantitativos e instrumentos de medida estrechamente ligados a un
modelo económico y social basado en el consumo y la ganancia; vale decir, al modo de producción
capitalista. Es una idea extravagante, aunque completamente económica, que responde a una lógica
política occidental-céntrica, pero que al mismo tiempo es peligrosa para el desarrollo autodeterminado
y solidario de la humanidad, como si ello resolviese los problemas y desastres del sistema capitalista,
cuando en cambio equivale a mantenerse refrenado dentro de este, sin plantearse el problema de su
transformación y superación.
Si el decrecimiento es una idea inaceptable en los países de capitalismo maduro, lo es todavía más
si se razona en términos globales, al considerar que alrededor de 80% de la población mundial vive en
condiciones de pobreza o de pobreza extrema, con cerca de un millardo de personas que no disponen
de comida suficiente para llevar una existencia digna, sana y activa, con 950 millones de analfabetos,
con más de 1,2 millardos de personas que no tienen acceso al agua potable, con cerca de 2,5 millardos
que no disponen de servicios sanitarios básicos, con casi 325 millones de niños y niñas que no van a
la escuela y con el drama de 11 millones de niños menores de cinco años que mueren cada año por
causas que podrían ser evitadas2.
Como tampoco tiene sentido hablar de green economy, frente a un desarrollo económico que se basa
en la acumulación capitalista y en el que el PIB sigue siendo el gran indicador, construido en forma tal
que no se consideran los daños sociales y ambientales; una green economy que no puede producir mila-
gro ocupacional alguno, dado que las relaciones de producción y sus fines, como también las relaciones
sociales, siguen siendo las mismas, es decir, las de la explotación de la naturaleza por el hombre y del
hombre por el hombre. Resulta evidente, entonces, que se trata de un intento del capital para activar
un nuevo y rentable sistema de acumulación que le permita salir de su crisis, que, sin embargo, no es en
esta ocasión simplemente coyuntural, sino que va incluso más allá de lo estructural para configurarse
como una crisis de carácter sistémico, en la que son los mismos mecanismos de acumulación los que
no logran reactivarse de manera rentable.

2. Los continuos ataques al macrosistema ambiental, la deforestación sin límites, la desertificación de


los suelos y la contaminación del aire y de las aguas son ya evidentes.
Basta analizar unos pocos datos: la temperatura media del planeta aumentó cerca de 1 grado en los
últimos 50 años y se prevé que suba todavía de 1 a 3 grados en los próximos 50; en el último medio
siglo, las emisiones mundiales de CO2 pasaron de 3 a 5 toneladas per cápita, aproximadamente, mien-
tras el consumo mundial de energía pasó en los últimos 40 años de poco más de 1 tonelada de petróleo
per cápita a 2 (datos de la ONU: 7,5 toneladas anuales per cápita en Canadá, 7 en Estados Unidos, 6
en Australia, 4 como promedio europeo, 3 en Italia, 1,7 en China), y estamos en una fase pico de la
extracción de petróleo; por otra parte, en los últimos 20 años se ha producido una pérdida de superficie

UN “DESARROLLO SUSTENTABLE” DE MERCADO, DENTRO DE LAS DINÁMICAS DEL DESARROLLISMO...


673
forestal cercana a los 130 millones de hectáreas; en el mundo se producen 4 millardos de toneladas de
desechos al año (0,73 toneladas anuales per cápita en Estados Unidos, 0,45 como promedio europeo,
0,50 en Italia, 0,11 en China); y cabe considerar el riesgo existente para el futuro mismo de toda
la humanidad cuando, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (foro de la
ONU), 70% de las especies vegetales y 30% de las especies animales están en peligro.
En 1972, un libro titulado I limiti dello sviluppo [Los límites del desarrollo], comisionado por el Club
de Roma, analizó el problema del crecimiento sin control:

Si la población mundial sigue creciendo a la velocidad de estas décadas, y si la producción agrícola


e industrial de bienes requeridos para satisfacer las necesidades de esa población continúa también
creciendo a las mismas tasas de estos decenios, la producción de desechos, el empobrecimiento de las
reservas de minerales y de las fuentes de energía, así como de la fertilidad del suelo, aumentarán tan
rápidamente que provocarán guerras por la conquista de las materias primas, aumentos de precios
de los bienes esenciales a escala planetaria, enfermedades y conflictos que llevarán, a su vez, a un
enlentecimiento del crecimiento poblacional y a su disminución absoluta; y quizá, entonces, un
relajamiento de la situación de crisis podrá permitir la recuperación del desarrollo de la humanidad3.

3. Pero esa situación no podrá cambiar mientras persista el actual modo de producción: los principios
en que se basa el capitalismo no permiten, en efecto, otra posibilidad que la de alcanzar la máxima
ganancia a través de la explotación sin reglas del hombre y de la naturaleza.
El modelo neoliberal en curso necesita de la producción ajustada y flexible, capaz de reducir al
máximo los costos y de desdeñar, por tanto, las necesidades reales de los consumidores, empujados a
gastar cada vez más en objetos frívolos y sin utilidad verdadera.
Con el programa “Ambiente 2010: nuestro futuro, nuestra decisión”, la Unión Europea se propone
implementar planes para contrarrestar el cambio climático, la desertificación, la contaminación, el
incremento de los desechos, etcétera, y salvaguardar así la flora, la fauna, el ambiente, la salud y los
recursos naturales.
Para alcanzar entonces un desarrollo equitativo, cabe al menos considerar los principios de una
economía ecológica:

Mientras la economía ambiental es una especialización de la economía neoclásica, basada en realidad


en la yuxtaposición de conceptos económicos y ecológicos, la economía ecológica discute sobre la
esencia, el método, los instrumentos e, incluso, sobre el estatus de la economía, sacándola fuera del
aislado universo de los valores de cambio entre los cuales se desenvuelve tradicionalmente, para hacer
de ella una disciplina obligadamente transdisciplinaria.

Si los países ricos continúan entendiendo la cooperación solo como un medio para hacer a los
países pobres cada vez más pobres y dependientes, y si siguen provocando guerras, ¿cómo se puede
hablar de desarrollo sustentable? ¿Cuál sustentabilidad y para quién?
Está claro que si los países pobres comenzaran a tener niveles de consumo cercanos a los de los
países ricos, nuestro sistema macroambiental afrontaría consecuencias desastrosas en pocos años.
Pero, ¿se puede acaso pensar en negar el agua, fertilizantes y energía a las poblaciones más pobres
del mundo y contribuir así a empeorar la situación de países donde los muertos se cuentan por miles
cada día?

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


674
La explotación de los recursos naturales y humanos en busca de la máxima ganancia, la agresión
siempre creciente contra la naturaleza y contra los pueblos, no son otra cosa que una nueva forma de
conquista y de dominio; el llamado desarrollo o, mejor, el desarrollismo del crecimiento cuantitativo,
con todos sus efectos negativos, es el indicador ligado al modo de producción capitalista.
Si se consideran las condiciones de miseria en que viven tres cuartas partes de la población mundial,
se pone en evidencia, nítidamente, que este sistema de producción capitalista ha llegado a una fase en
la que ya no es posible seguir adelante por las mismas vías utilizadas hasta ahora, y eso significa que la
crisis capitalista en curso es estructural y sistémica.

­— notas —

1 Datos de la ONU para 2007, con actualización para 2010.

2 M. Pallante, Un programma politico per la decrescita, Edizioni per la Decrescita Felice, Roma, 2008.

3 Cfr. Meadows, Behrens, Meadows, Randers (1972).

UN “DESARROLLO SUSTENTABLE” DE MERCADO, DENTRO DE LAS DINÁMICAS DEL DESARROLLISMO...


675
Capítulo III
EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE

1. Maldito PIB

1. En años pasados, la ininterrumpida producción de mercancías fue siempre considerada como un


factor positivo y el crecimiento cuantitativo, como un indicador válido para medir el bienestar social y
nacional. Ahora, en cambio, se empieza a comprender que un aumento incondicionado de mercancías,
en áreas ya sobrecargadas, puede comprometer negativamente tanto el ambiente como la posibilidad
misma de producir en el futuro; en otras palabras, que el desarrollismo atenta contra la supervivencia
de la humanidad.
La idea de medir el crecimiento a través del valor del producto interno bruto (PIB) muestra todas
sus ineficiencias reales. Este indicador, en efecto, resulta cada vez más inexacto. Baste pensar, por
ejemplo, que un accidente automovilístico que produce víctimas hace crecer el valor del PIB. De
hecho, este índice mide solamente el modo de acumular valor y no establece diferencia alguna entre
si el crecimiento se debe a medidas económicas favorables o contrarias al ambiente, a la salud humana, al
crecimiento cualitativo de las condiciones de vida.
El PIB ignora la riqueza natural existente y, por tanto, no toma en cuenta ni el despilfarro ni el
deterioro del ecosistema. El uso de los recursos naturales es considerado solo en términos de creación
de un ingreso monetario como riqueza, mientras se omite el proceso simultáneo de pérdida de riquezas
naturales y sociales.
Desarrollo, ambiente y progreso no deben ser considerados como objetivos antagónicos.
La idea de que un incremento del PIB sea algo bueno y un objetivo que deben perseguir todos los
países, se enmarca siempre en el concepto de mundo globalizado, se entronca con las políticas neoli-
berales, que tienen por valores esenciales los del mercado, los de la economización y mercantilización
capitalista del mundo.

Concebido como un instrumento para medir la capacidad productiva en el período bélico, el PIB
se ha convertido con los años en una suerte de patrón del bienestar de una nación: su crecimiento
suscita aplausos, su estancamiento genera preocupación. Esto ocurre por diversas razones, incluso
compartibles, entre las cuales se cuenta su reflejo en la ocupación. Y sin embargo, el mismo Simon
Kuznets, su principal creador, ha subrayado en varias oportunidades el error intrínseco de la fórmula
“más PIB = más bienestar”. Dado que el PIB aumenta cada vez que se produce una transacción en
la economía, su crecimiento tiende inevitablemente a conectarse con gastos que, en algunos casos,
constituyen un indicio de malestar, antes que de bienestar, como son aquellos asociados, por ejemplo,
a desastres ecológicos, a la lucha contra la criminalidad o a los divorcios. Los gastos sostenidos para
la limpieza de un derrame petrolero, o para el tratamiento de un tumor por contaminación, aun
cuando hacen crecer el PIB, son síntomas de un daño al ambiente y al hombre. En ese terreno, aun
el más capaz de los abogados defensores se ve en problemas para socorrer al PIB. Un crecimiento del
gasto en Prozac, aunque estimule el PIB, no implica una mayor felicidad1.

2. El PIB es el patrón con relación al cual los países se miden, se comparan, pero es necesario de-
jar siempre en claro cuáles son las limitaciones de este indicador, cosa que por nuestra parte hemos
analizado en muchas publicaciones desde hace ya unos 20 años. En primer lugar, el PIB mide todas
las actividades que implican una transacción monetaria y se desentiende de todas las demás. Así,
por ejemplo, si una persona sufre un accidente automovilístico e ingresa en graves condiciones a un
hospital, se produce un crecimiento del PIB; también la economía de guerra y las guerras de agresión
contra los pueblos impulsan la demanda y, por tanto, lo acrecientan.
La idea obsesiva del crecimiento del PIB hace que toda producción mercantil, incluso aquella que
resulte nociva, sea evaluada positivamente.
Otra característica de este indicador es que contabiliza solo los daños y reparaciones al ambiente.
Si se le calculase tomando también en cuenta los daños ecológicos y sociales, su valor se vería notable-
mente reducido en todos los países.
Es entonces mera ilusión pensar en un desarrollo sustentable (¿sustentable para quién?: sustentable
para las leyes del mercado), puesto que toda producción de mercancías provoca un empobrecimiento
de los recursos naturales y tiene devastadores impactos sociales. La conciencia de que los indicadores
monetarios, como el producto interno bruto, no toman en cuenta el empeoramiento y empobreci-
miento de los recursos, ha llevado a la formulación de algunas propuestas –consideradas alternativas–
para introducir correcciones en el PIB. Sin embargo, son propuestas que se mantienen en el campo de
la compatibilidad con un sistema de contabilidad nacional que mide las dinámicas económicas, todas
ellas propias del modo de producción capitalista, con fórmulas cuantitativas de mercado.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


678
El impulso de hacer crecer el PIB, que todos los países capitalistas ponen en práctica, no es otra cosa
que una “mentira estadística”, ya que en definitiva su aumento no significa necesariamente un mejo-
ramiento cualitativo del nivel de vida de todos los ciudadanos de un país. Está claro que se trata de un
índice-paradoja, que premia todo lo que hace crecer el mercado; premia las reglas de la sociedad del
capital.

2. Los llamados indicadores alternativos y las leyes ambientales.


¿Cuál “perspectiva verde”?

2.1. Los indicadores macroeconómicos no propiamente alternativos


1. Se habla desde hace muchos años de incorporar a la contabilidad nacional el concepto de “desvalor
agregado”, para intentar medir el impacto negativo de la producción en el sistema socioambiental, sea
mediante la corrección del PIB o la creación de nuevos indicadores que tomen en cuenta la degra-
dación del ambiente y detecten los costos asociados, por ejemplo, a la introducción del convertidor
catalítico en los automóviles, a los incineradores, etcétera.
Se han elaborado así diversos indicadores “alternativos”, como el Índice de Desarrollo Humano
(que se basa en la renta per cápita, el nivel de instrucción y la longevidad), el Genuine Progress Indica-
tor (GPI, que se obtiene al restar del PIB los costos generados por la contaminación del aire, del agua,
etcétera) y aun el PIB verde (que considera la degradación del ambiente), entre otros.
Hay muchos otros ejemplos de indicadores “alternativos”, pero valga decir que hasta hoy no se han
superado las dificultades y obstáculos para la aplicación de ninguno de ellos.

2. El producto interno bruto verde (PIB verde) es, esencialmente, un indicador que toma en cuenta
las consecuencias del desarrollo económico en el ambiente. Sin embargo, y al igual que el llamado
desvalor agregado, es muy difícil de calcular, ya que se enfrenta a la prácticamente imposible tarea
de estimar cuantitativamente los efectos del cambio climático o de los cambios culturales, científicos
y económicos. A veces recurre a indicadores físicos, ejemplo de los cuales podría ser el cálculo de las
emisiones anuales de anhídrido carbónico o del “despilfarro per cápita”.
Otro ejemplo es el del GPI o indicador del progreso genuino (Genuine Progress Indicator), también
llamado índice de progreso efectivo o indicador del progreso real. Su peculiaridad estriba en distinguir
entre gasto positivo (como por ejemplo el de bienes y servicios) y gasto negativo (como el provocado
por la contaminación, la criminalidad o los accidentes). A diferencia del PIB, que contabiliza como
positivos todos los gastos, el GPI no considera que toda transacción monetaria se corresponda con un
incremento del bienestar.
En concreto, el GPI deduce del PIB los costos sociales vinculados con la contaminación, la degra-
dación ambiental y la criminalidad, al tiempo que suma el valor del trabajo cumplido en voluntariado
y del desempeñado en el seno de la familia. Además, toma en consideración la distribución del ingreso,
de manera que mientras mayores sean la equidad o la disponibilidad de tiempo libre, más altos son
los valores del índice, e incorpora asimismo el costo de bienes duraderos, obras de infraestructura,
etcétera.

EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE


679
3. Por considerar que el PIB per cápita, tal como está estructurado, es muy limitado –o más bien distor-
sionado– como indicador del desarrollo, algunos estudiosos franceses han concebido un PIB diferente
y rectificado: un índice de desarrollo humano que, como su nombre lo indica, introduce ese último
elemento –junto con factores sociales como la educación, la salud y la nutrición– en la determinación
del producto interno bruto. El Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) define el
desarrollo humano como “un proceso de ampliación de las posibilidades humanas, que permita a los
individuos gozar de una vida larga y sana, recibir educación y tener acceso a los recursos necesarios
para un nivel de vida digno”2.
Los objetivos generales que persigue el desarrollo humano son el crecimiento económico de todos
y, en especial, de las poblaciones pobres; el fortalecimiento de la instrucción y la educación básica, y el
mejoramiento de la salud humana y de las condiciones ambientales. Debe, por tanto, tener en cuenta
el ingreso individual, el nivel de salud y el nivel educativo3.
De allí la necesidad, cada vez más indispensable, de introducir nuevos indicadores económicos,
capaces de tener en cuenta todas las relaciones económicas, ambientales y naturales.
Un primer ejemplo de esto es el Human Development Index (índice de desarrollo humano), que
debería considerar las diferencias existentes entre poblaciones “ricas” y “pobres”, pero lo hace siempre
a través de cánones de definición “occidentales” –y por tanto de connotación capitalista–, en un con-
texto que no toma en cuenta otras civilizaciones, usos y costumbres que crean necesidades diferentes.
El Informe sobre Desarrollo Humano de 2005 permite observar cómo este índice ha ido alcanzan-
do valores bastante mejorados en los últimos años, con excepción de los países del África subsahariana
(sobre todo por causa del sida) y los de la antigua Europa Oriental (debido a una economía en declive).
Entre los primeros puestos se encuentran, obviamente, Europa, Norteamérica y Oceanía.

3. Los indicadores estadístico-empresariales para la medición del impacto ambiental4

1. Es evidente que las empresas, en el desempeño de sus actividades, entran en contacto con el ambien-
te externo, que influye y condiciona las decisiones que aquellas asumen. La empresa, como parte del
sistema social, es influida por el ambiente externo y viceversa, ya que cumple un papel tanto económi-
co como social; por tanto, debería actuar en una perspectiva socioeconómica, es decir, en una óptica
de interdependencia entre calidad del ambiente y desarrollo económico, a fin de mejorar la producción
mediante la utilización de las tecnologías más avanzadas en lo que respecta a las normas ambientales y
el control de la contaminación.
Resulta ya claro, y también para los procesos de gestión en el ámbito empresarial, que cada día es
mayor la importancia del elemento ecológico, el cual puede ser considerado como una fuerza exter-
na –en términos capitalistas, un factor de producción, como recurso del capital externo– que actúa
y condiciona el desenvolvimiento de toda la producción de la empresa. Para esta, la valoración del
patrimonio propio y de su renta estaría, pues, ampliamente condicionada por el respeto a las norma-
tivas ambientales. El ambiente se transforma así en recurso estratégico, en factor del capital, en tanto
que los elementos calificadores de la actividad empresarial a mediano-largo plazo deben tender a la
redefinición de las relaciones de poder entre sujetos empresariales y sociales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


680
También en el campo microeconómico resulta indispensable el empleo de indicadores que sean
buenos instrumentos para medir el desarrollo sustentable, a fin de poder adoptar decisiones prudentes
–entre las varias alternativas posibles– que conduzcan a la activación de la eficiencia de la empresa
capitalista, no solo en términos de gestión sino sobre todo en su carácter “social” y, en particular, frente
a aquellas circunstancias en las que la empresa se encuentra comprometida desde el punto de vista
ecológico y no está en capacidad de evaluar la situación real por causa de datos técnicos no fácilmente
interpretables.
Se torna entonces necesario, para la empresa, el disponer de medios de gestión e información,
de instrumentos de medición capaces de expresar, de manera clara y precisa, la composición de los
factores que deben ser utilizados en la actividad productiva y el impacto que esta tendrá en el ambiente
y en el contexto social en general, así como de extender ese conocimiento a cuantos externamente lo
utilicen y necesiten; siempre en la perspectiva de obtener una ganancia con fines capitalistas, con una
“ética” que, obviamente, tiene muy poco de verdaderamente social y, por tanto, tampoco de capacidad
redistributiva en el cuerpo social, dada la determinación de los procesos de acumulación capitalista.

2. En particular, para hacer frente a los mencionados efectos de la actividad empresarial en el patrimo-
nio natural, se suelen distinguir dos tipos de indicadores: los de impacto ambiental y los de desempeño
ambiental.
Se establece esa distinción por ser diverso el significado que puede asumir la medición de la activi-
dad de una empresa con relación a su impacto en el patrimonio natural. En efecto: si bien es posible
medir esa actividad en términos de uso de los recursos, de emisiones, de desechos producidos, etcétera,
para determinar su impacto global en el ambiente es preciso recurrir a valoraciones subjetivas, a esti-
maciones que puedan dar cuenta de las consecuencias derivadas de la gestión productiva.
Valga recordar, a este respecto, que los indicadores de impacto ambiental analizan la incidencia de
la actividad productiva a través de la determinación de magnitudes físicas que refieren a la producción
de un determinado establecimiento, como por ejemplo el efecto invernadero, el nivel de toxicidad para
la salud humana, para la fauna, para la flora, etcétera. Tales indicadores pueden ser calculados desde un
punto de vista físico o monetario.
Los indicadores físicos dan cuenta de la contribución de la empresa al cambio de las condiciones
ambientales, a escala tanto local como global, y constituyen una medida de su eficiencia en la admi-
nistración de los recursos. Para su construcción, el método más utilizado hasta hoy es el de vincular los
flujos físicos con algunos de sus efectos en la salud humana, en los ecosistemas y en el empobrecimien-
to de los recursos presentes en la naturaleza. Se tiene así, en primer lugar, una clasificación de los flujos
físicos con base en los efectos que producen en el ambiente; se procede luego a una caracterización
de dichos flujos, en la que se consideran los impactos ambientales en términos de efecto invernadero,
disminución de la capa de ozono, toxicidad –y los consiguientes peligros para los hombres, la vegeta-
ción y los animales–, energía, desechos, esmog, etcétera. Finalmente se realiza la verdadera evaluación,
fundamental si se trata de una situación en la cual los resultados o valores de impacto contrastan entre
sí; en ese caso es necesario saber confrontar dichos resultados para tomar las decisiones pertinentes.
Los indicadores monetarios, en cambio, sirven a la empresa para medir desde un punto de vista eco-
nómico –en términos de valor monetario estimado– las alteraciones causadas en el patrimonio natural,
lo que le permite incorporar la variable ambiente en sus distintos procesos de decisión económica.

EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE


681
Los indicadores de desempeño ambiental, por su parte, proveen información cualitativa y cuan-
titativa que posibilita una valoración de la eficiencia, de la eficacia y del consumo de recursos, con lo
cual facilitan a la alta gerencia la tarea de adoptar las mejores estrategias para alcanzar al máximo los
objetivos ambientales; lo que incluye también una mejor comunicación externa acerca de los resulta-
dos (dirigida, por ejemplo, a los stakeholders o partes interesadas en la empresa).
El uso de tales indicadores en relación con el consumo de materias primas, de energía, etcétera,
permite a la gerencia empresarial evaluar su eficiencia en el manejo de los recursos ambientales (indica-
dores de proceso), siempre en términos de balance como empresa capitalista con fines de lucro.
No obstante, esa eficiencia debe ser evaluada también en términos más estrictamente económico-
financieros, por lo cual se utilizan indicadores ecofinancieros a objeto de correlacionar las intervencio-
nes en favor del ambiente con los costos de inversión y de gestión que estas implican.
Por otra parte, la empresa puede controlar su propia capacidad de alcanzar sus objetivos en este
campo por medio de los llamados indicadores de gestión ambiental, que permiten medir continua-
mente el grado de conformidad con las leyes y políticas ambientales y su integración con otras funcio-
nes similares.

3. En síntesis, tales indicadores le permiten a la empresa prestar una mayor atención a la política am-
biental, mediante una formulación de objetivos más clara, específica y sectorial, así como desarrollar
su sistema de gestión ambiental y mejorar tanto la comunicación externa como la prevención, control
y reducción de las emisiones, y sobre todo de los costos asociados.
La primera observación que puede hacerse a este respecto, en cuanto al uso de los diversos instru-
mentos de gestión y control de la sustentabilidad ambiental, es que en ellos el ambiente es considerado
como un factor de la producción capitalista y, por tanto, es sometido a las leyes de valorización del
capital; de hecho, se habla del “capital naturaleza”, que no es otra cosa que el “ambiente del capital”. Se
trata, pues, de una política ambiental de mercado, que apela tanto a la publicidad como a las relaciones
públicas y tiene muchas veces como primer objetivo el mejorar la imagen de la empresa.
Los operadores de mercadeo deben, en todo caso, crear responsabilidad entre los consumidores,
aun en los menos sensibles, mediante estímulos que tiendan a producir motivaciones incluso entre
quienes no perciben una ventaja inmediata en la adopción de políticas ambientalistas.
Es preciso hacer comprender al consumidor la importancia y las ventajas que derivan de la utili-
zación de productos ecológicos y artículos “verdes”, y poner especialmente en evidencia los beneficios
personales que esto conlleva, en términos tanto económicos como de salud.
Cabe subrayar que, aunque todos los indicadores ambientales disponibles para la empresa –y sobre
todo los de impacto ambiental– presentan un alto nivel de complejidad e incertidumbre en cuanto
a su validez científica, su utilización de manera integrada permitiría adoptar actitudes y orientar las
decisiones empresariales hacia objetivos de sensibilidad económica y socioambiental. Obviamente, la
consideración será completamente diferente según se trate de una empresa capitalista, en la que todo
está relacionado con la obtención de la máxima ganancia, o de una socialista, o en todo caso sujeta a
lógicas ajenas al mercado –o, mejor, no de mercado–, en las cuales el logro del máximo resultado se
mide en términos redistributivos y de salvaguarda de los intereses socioambientales.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


682
4. Las leyes ambientales: instrumentos de control para el análisis de gestión

1. “Vivimos en un planeta que se inserta en una delicada e intrincada red de relaciones ecológicas,
sociales, económicas y culturales que regulan nuestra existencia. Si queremos alcanzar un desarrollo
sustentable, debemos demostrar una mayor responsabilidad en relación con los ecosistemas de los
cuales depende toda forma de vida, considerándonos parte de una sola comunidad humana y en
relación con las generaciones que seguirán a la nuestra. La Cumbre de Johannesburg 2002 representa
una oportunidad para el compromiso de construir un futuro más sustentable”5.
Estas palabras de Kofi Annan, pronunciadas en 2002 en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo
Sustentable, dejan ver cómo se ha hecho general e improrrogable la elaboración de leyes nacionales e
internacionales que tengan por objetivo la defensa del ambiente en que vivimos, y cómo también para
las instituciones, los organismos internacionales y las empresas, la solución más eficaz parece ser la de
cambiar el modelo actual de desarrollo siguiendo los principios de la sustentabilidad y la solidaridad.
En la perspectiva de la salvaguarda ambiental, la actividad general de la empresa debe preservar
–tanto en sus relaciones internas como en las externas– el patrimonio que ella tiene “en préstamo” y
que requiere para una gestión que acreciente su valor, es decir, que sea capaz de impulsar procesos de
acumulación de capital que determinen las relaciones de dominio social.
Las leyes ambientales promulgadas por el legislador, o de otras fuentes, son normas jurídicas que
salvaguardan tales relaciones de dominación y de poder capitalista.
Junto con esas leyes, existen también las llamadas normas de cumplimiento voluntario, emanadas
de organismos tanto nacionales (la UNI, por ejemplo, en Italia) como europeos (Comité Europeo de
Normación, CEN) e internacionales (ISO), que sirven para orientar a las empresas hacia un tipo de
producción que tenga en cuenta las necesidades ambientales.

2. La búsqueda de un hipotético equilibrio entre los intereses empresariales y los ecológicos ha llevado,
en los países de la Comunidad Europea, a la creación de algunos instrumentos económicos y de
autorregulación.
El Reglamento de la Comunidad Europea introdujo en 1993 (Nº 1.836) un nuevo instrumento
de gestión y control, conocido como Environmental Management and Audit Scheme (EMAS), que
puede ser aplicado voluntariamente por las diversas organizaciones (empresas, entes públicos, etcétera)
a fin de mejorar su propio desempeño ambiental y transmitir datos y noticias sobre esos asuntos a
cuantos puedan estar interesados.
La segunda versión de ese instrumento, el EMAS II, fue difundida por la Comunidad Europea con
el Reglamento 761/2001, y posteriormente modificada por el Reglamento 196/20066.

3. En lo que respecta a los “instrumentos voluntarios”, cabe destacar la Ecolabel (Reglamento CE Nº


1.980/2000), vale decir, el sello europeo de calidad ecológica, que mediante una etiqueta certifica que
el producto o servicio en cuestión tiene un reducido impacto ambiental en todo su ciclo de vida.
La Ecolabel otorga en esencia una oportunidad de mercadeo, en tanto que responde a la creciente
exigencia de productos “limpios”. Constituye también una estrategia de prevención, pues limita la in-
troducción al mercado de productos que podrían causar daños ambientales y, al ser un sello registrado,
deviene en garantía de la calidad ambiental del producto. Además, es un instrumento de certificación,

EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE


683
que tiene por objetivo garantizar la transparencia necesaria para la introducción en el mercado de
productos “verdes”. Se trata, pues, de un instrumento voluntario que garantiza una calidad superior a
la exigida por los estándares legales. Cabe destacar que:

El año 2007 marcó un récord en la historia de la Ecolabel europea en Italia, con un crecimiento en
el número de licencias equivalente a 111% con respecto al año anterior; de hecho, se pasó de 86
licencias y 1.384 productos para fines de 2006, a 174 licencias y 2.474 productos al concluir 2007.
Ahora, 2008 será un año de compromiso para la APAT y el Comité, dado que la Comisión Europea
le ha encomendado a Italia el desarrollo de criterios para la concesión del sello Ecolabel europeo
al grupo de productos “Edificios”, así como la revisión de algunos grupos de productos entre los
que se cuentan “Papel de copia y papel gráfico”, “Servicios de recepción turística” y “Servicios de
campamento”.

Cabe destacar, en particular, la importancia del sello Ecolabel para los edificios. Se trata de un
importante proyecto, que prevé un abordaje integral de las problemáticas ambientales vinculadas
con la construcción, el uso y la demolición de edificios, en el ámbito de todo su ciclo de vida. Esta
certificación ambiental será de carácter voluntario y se unirá a la certificación energética obligatoria
prevista en el decreto legislativo 311/2006, que hace posible informar a los ciudadanos acerca de los
consumos de un edificio7.

4. Las normas de la serie ISO 14000 proveen instrumentos gerenciales a las organizaciones que mani-
fiestan su voluntad de poner bajo control sus propios aspectos e impactos ambientales, para mejorar
así sus desempeños en este campo.
Valga señalar que todos los requisitos ISO 14000 son de naturaleza voluntaria. Su aplicación corres-
ponde, por tanto, a una decisión de tipo estratégico que debe estar a cargo de la directiva empresarial.
La ISO 14000 es una norma que puede ser impulsada por cualquier tipo de organización que se
proponga alcanzar una mejoría en el ejercicio de sus actividades, mediante la adopción de un sistema
de gestión ambiental; como tal, ha sido reconocida en el nuevo Reglamento EMAS. Además, en un
progresivo acercamiento del sistema internacional a los esquemas europeos, a ella se han añadido las
normas del subconjunto ISO 14030 para la evaluación de los desempeños ambientales, y está por
agregarse la norma ISO 14063 para la comunicación ambiental. El subconjunto ISO 14020 regula,
por su parte, diversos tipos de etiquetas y de declaraciones ambientales, al tiempo que estandari-
za diferentes niveles de información al público acerca de los desempeños ambientales de productos
y servicios.
Desde ese punto de vista, las etiquetas y las declaraciones cumplen un papel importante a los
fines del consumo sustentable, en tanto que definen, de manera creíble y transparente, un límite que
distingue los productos más compatibles con el ambiente de aquellos menos compatibles. A todo esto
se suma la ISO 14040, que establece la metodología aplicable en el estudio del ciclo de vida8.

5. Como parte de su quinto programa de acción, la Comisión Económica Europea (CEE) aprobó, en
marzo de 1992, un reglamento que instituye un esquema voluntario de gestión y auditoría ambiental,
con el fin de promover una mejoría del desempeño ambiental en las actividades industriales.
Esta auditoría, concebida en Canadá durante los tempranos años setenta para garantizar la seguri-
dad y la higiene en el ambiente laboral, se extendió posteriormente a todos los temas de seguridad am-
biental. Consiste en una evaluación sistemática, objetiva y documentada (y ejecutada periódicamente)

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


684
del funcionamiento de la organización empresarial con respecto a los desempeños ambientales, con lo
cual se busca hacer concordar las políticas de la empresa con las diversas políticas ambientales9.
Otros instrumentos que contribuyen a analizar y evaluar el impacto global de la empresa sobre el
macrosistema socioambiental, además de la ecoauditoría, son el balance social y el balance ambiental.

6. Hasta el momento, el instrumento al que se considera más válido para visibilizar las demandas y
las necesidades de información y transparencia del consumidor –siempre en el ámbito del enfoque
contable y cuantitativo– es el balance social. Es decir:

la utilización de un modelo de rendición de cuentas acerca de las cantidades y calidades de las


relaciones entre la empresa y grupos de referencia representativos de toda la colectividad, con miras
a delinear un marco homogéneo, puntual, completo y transparente de la interdependencia entre los
factores económicos y los factores sociopolíticos inherentes a las decisiones tomadas10.

El balance social es un documento muy difícil de redactar, ya que, al tomar en cuenta muchas
variables socioeconómico-ambientales, debe responder a las exigencias informativas de todos aquellos
que han “apostado” a la suerte de la empresa y que esperan retornos económicos y financieros.
En consecuencia, debe informar a los diversos ámbitos de la empresa acerca de los desempeños
sociales que esta impulsa y orientar con base en ellos las decisiones futuras. La empresa debe saber ad-
ministrar el consenso social a través de un mejoramiento de su imagen, capaz de conciliar los intereses
de los sujetos empresariales. Así, junto con el balance de ejercicio, que ha de responder a los requisitos
y reglas normativas, el balance social debe proveer informaciones “pertinentes, imparciales y claras”.
Cada uno de estos principios se subarticula en sucesivos postulados, de manera que la pertinencia
alude a la oportunidad, significatividad y periodicidad de la información; la imparcialidad, a su com-
pletitud, ponderación y aceptabilidad; y la claridad, a su comprensibilidad, concisión y corrección11.

7. Desde los años setenta, el problema de la contabilidad de las externalidades se ha manifestado


en toda su importancia, ya que las empresas que sostienen los costos de la salvaguarda ambiental se
encuentran en desventaja frente a las que no lo hacen, pues presentan un valor agregado inferior. En
consecuencia, para lograr una determinación más equilibrada de sus resultados de ejercicio, resulta
necesario incluir en la contabilidad el renglón de los “costos ambientales”.
A diferencia del balance social, el balance ambiental se ocupa de una determinada parte de la
actividad empresarial, a la cual analiza con parámetros específicos que siguen lineamientos definidos
por diversas organizaciones internacionales, como el Council of European Chemical Industry (Cefic),
la Public Environmental Reporting Initiative’s (PERI) o la Fondazione ENI Enrico Mattei (FEEM).
En lo sustancial, el balance ambiental debe tener una estructura que se acerque lo más posible a
la del clásico balance de ejercicio, con una parte numérica y otra descriptiva. Es necesario, además,
garantizar la transparencia ambiental de la empresa. En definitiva, dentro de esta debe surgir y consoli-
darse una auténtica filosofía gerencial, capaz de administrar los recursos, la producción y la calidad en
función del logro de ganancias y de la creación de valor.
Si bien es cierto que el impacto sobre el ambiente puede ser limitado con medidas idóneas para
disminuir los efectos negativos de la contaminación, cabe también subrayar que muchas veces las em-
presas tienden a adoptar una conducta orientada, sobre todo, a evitar controles y medidas coercitivas

EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE


685
por parte de las autoridades, así como a cumplir las leyes solo parcialmente y a los fines de evadir
procedimientos en su contra, en la convicción de que el problema ambiental solo ocasiona costos
agregados para ellas.
El balance ambiental debe tener una estructura capaz de aportar información exacta de la relación
con el ambiente, de la misma manera que el balance de ejercicio establece una comparación de pérdi-
das y ganancias que permite la evaluación económico-financiera de la actuación de la empresa.
En ese sentido, su estructura debe posibilitar la evaluación del desempeño en la relación existente
entre empresa y ambiente, a fin de poder optimizar el ahorro en lo que de hecho es considerado como
“capital ambiente”.
Cabe precisar que mientras el retorno del capital financiero puede ser medido con elementos de su
misma naturaleza (dinero contra dinero), en el caso del “capital ambiente” se produce una situación
distinta, ya que el retorno respectivo se mide en términos del “valor” que la empresa provee a la colec-
tividad. ¿Pero de qué valor se trata? Ciertamente, no un valor de progreso social y para el cuerpo social,
sino un valor para los procesos de acumulación de capital.

5. Los indicadores de sustentabilidad

1. Los indicadores de sustentabilidad buscan brindar una medida de la diferencia, en el uso del ambien-
te, entre la situación efectiva y la que se ha definido como “sustentable”. Es evidente que su dificultad
y su utilización “interpretativa” dependen, entonces, del concepto de sustentabilidad que se asuma.
El concepto de sustentabilidad está estrechamente ligado al concepto o modelo de sociedad, lo
que no puede ser asimilado exclusivamente a los aspectos económico y ecológico; en consecuencia, el
umbral de sustentabilidad de un indicador no puede ser definido de manera unívoca.
En la literatura económica-ecológica, por lo general compatible con el modelo social, político y
económico del sistema capitalista, se han definido tres principios relativos a la gestión sustentable de
los recursos:

– Las tasas de utilización de los recursos renovables no deben superar sus tasas de regeneración.
– Las emisiones contaminantes no deben superar la capacidad asimilativa de los ecosistemas.
– Los recursos no renovables deben ser utilizados de una manera “casi sustentable”: en otras pala-
bras, sus tasas de utilización se deben limitar a la tasa de creación de sustitutos renovables.

Los principales pasos que se han de cumplir para derivar indicadores a partir de estas reglas básicas,
son (Opschoor, Reijnders, 1991):

– Identificación de los elementos principales del capital natural y de sus funciones económicas.
– Selección de los más importantes de aquellos elementos cuya integridad se vea potencialmente
amenazada, para determinar un conjunto de indicadores.
– Determinación de estándares (valores-umbral) sobre la base de las reglas previas de gestión
sustentable.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


686
– Construcción de indicadores que reflejen las condiciones efectivas del ambiente, en compara-
ción con los estándares de sustentabilidad.

Sobre la base de estos principios se han adelantado esfuerzos para definir algunos indicadores, como
por ejemplo la “huella ecológica” (ecological footprint) o la “huella de carbono” (carbon footprint), que,
sin embargo, tropiezan con muchas limitaciones por causa de un “defecto básico” común a todos ellos.
Esas limitaciones son subestimadas y su resolución se remite a estudios e investigaciones ulterio-
res. Algunos autores plantean, esencialmente, dos principios-guías en la construcción de sistemas de
indicadores:

– El principio de “golpear la orilla”, que afirma que impreciso pero relevante es preferible a preciso
pero inútil; desde esta perspectiva, acercarse al objetivo es suficiente, cuando precisarlo con
exactitud requiere demasiado tiempo, esfuerzos y recursos.
– El principio del “grupo”: si para el análisis de un problema se requiere información muy con-
fiable y los indicadores disponibles son considerados demasiado imprecisos, es mejor utilizar un
conjunto de tales instrumentos en lugar de procurar uno solo y perfecto. Si todos los indicado-
res del grupo dan la misma señal, esta puede ser considerada confiable.

Hasta los momentos, los indicadores de sustentabilidad que se han elaborado pueden agruparse en
tres categorías:

– Indicadores de carga crítica y nivel crítico.


– Indicadores socioecológicos.
– Indicadores de medición del desarrollo sustentable (sustainable development records, SDR).

La Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa ha desarrollado indicadores de carga
y nivel crítico que persiguen establecer el nivel crítico de los desechos, especialmente los contami-
nantes, en los ecosistemas. El término “carga” se utiliza para los desechos, mientras que el “nivel” refiere a
las concentraciones de estos.
Los indicadores socioecológicos han sido desarrollados por algunos autores suecos, como por ejem-
plo Azar, Holmberg y Lindgren. Tienden a determinar el aspecto causal, es decir, a ubicar en la socie-
dad aquello que determina los efectos en el ambiente, pero no a indicar –como falsamente se podría
deducir de su nombre– los nexos de desarrollo futuro entre sociedad y ambiente. Asimismo, buscan
superar los defectos de los restantes indicadores de sustentabilidad, que se manifiestan, por una parte,
en el retraso temporal que media entre una actividad específica y la correspondiente manifestación del
daño que se le imputa (lo que significa que pueden dar la señal de alarma con demasiado retardo, o
solamente indicar si ciertas actividades del pasado fueron o no sustentables); y por la otra, en la impo-
sibilidad de prever todos los posibles efectos de una determinada actividad, dada la complejidad de los
ecosistemas. Muchos daños ambientales son conocidos, pero otros no lo son todavía. Los indicadores
actuales consideran, por lo general, solamente los daños conocidos y comprobados científicamente.
Los indicadores de medición del desarrollo sustentable reflejan, todavía más que los otros, su for-
mulación economicista y propia de la lógica del capitalismo. De hecho, sus creadores los han derivado

EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE


687
de la gestión empresarial estratégica; utilizan, pues, la metáfora de la empresa para comprender el desa-
rrollo de una sociedad. El objetivo del análisis es entender las interacciones entre instituciones sociales
y ambiente, y su modelo de referencia está estructurado en tres partes: la base de recursos, el sistema y
el servicio. Los tres componentes son considerados esenciales para hacer funcionar la institución social.
El primero de ellos está constituido por el ecosistema, los recursos financieros y el conocimiento. El
sistema está formado por el capital fijo y operativo, y el servicio es el producto del sistema12.
La limitación de tales indicadores es del todo evidente, incluso para los organismos que determi-
nan los criterios de selección, como en primer lugar la Organización para la Cooperación y el Desa-
rrollo Económicos (OCDE), que ha identificado algunos requisitos insoslayables para la escogencia
de un indicador.
En efecto, todo sistema de indicadores debería ser utilizado en el marco de un proceso de planifi-
cación estratégica y de evaluación ambiental también estratégica; por tanto, su escogencia debería ser
compartida y la construcción del sistema final tendría que realizarse mediante un proceso participati-
vo, inspirado por el conjunto de los objetivos ambientales y sociales que se busca satisfacer.

­— notas —

1 Cfr. http://www.lavoce.info/news/view.php?cms_pk=927. PNUD, “Rapport mondial sur le dèveloppement humain”, Econo-

mica, París, 1992.

2 PNUD, “Rapport mondial sur le développement humain”, Economica, París, 1992.

3 “El concepto de desarrollo humano fue elaborado a fines de los años ochenta por el Programa de las Naciones Unidas para

el Desarrollo (PNUD), a fin de superar y ampliar la acepción tradicional de desarrollo, centrada únicamente en el crecimiento
económico. El desarrollo humano abarca algunos ámbitos fundamentales del desarrollo económico y social; la promoción de
los derechos humanos y el apoyo a las instituciones locales, con particular referencia al derecho a la convivencia pacífica, la
defensa del ambiente y el desarrollo sustentable de los recursos territoriales; el desarrollo de los servicios sanitarios y sociales,
con atención prioritaria para los problemas más extendidos y los grupos más vulnerables; el mejoramiento de la educación para
el conjunto de la población, con particular atención a la educación básica; el desarrollo económico local, la alfabetización y la
educación para el desarrollo, la participación democrática y la equidad en las oportunidades de desarrollo y de inserción en
la vida social”. En Utopie-Onlus. Cfr. http://www.utopie.it/sviluppo_umano.htm.

4 Cfr. L. Vasapollo, “Nuovi strumenti statistico-aziendali per la misura della compatibilità sociale d’impresa. Gli indicatori socioam-

bientali dell’attività produttiva”, en Finanza Italiana, año V, n. 11-12, nov.-dic. 1997.

5 Kofi Annan, entonces secretario general de la ONU, en Johannesburg, Sudáfrica, 26 agosto-4 septiembre 2002.

6 “El objetivo de EMAS consiste en promover el mejoramiento continuo de los desempeños ambientales de las organizaciones,

mediante, entre otras, las siguientes medidas:

– la introducción y aplicación, por parte de las organizaciones, de un sistema de gestión ambiental;

– la información sobre los desempeños ambientales y un diálogo abierto con el público y demás sujetos interesados, incluso a
través de la publicación de una declaración ambiental.

El sistema de gestión ambiental planteado por el estándar EMAS se basa en la norma ISO 14001/2004, de la que se exi-
gen todos los requisitos, mientras que para el diálogo abierto con el público se prescribe que las organizaciones publiquen

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


688
(y mantengan actualizada) una declaración ambiental en la que se reporten informaciones y datos resaltantes de cada orga-
nización en relación con sus aspectos e impactos ambientales.

La declaración ambiental debe contener (Anexo II del Reglamento EMAS 761/2001/CE):

– una descripción clara, libre de ambigüedades, de la organización que solicita su registro en el EMAS;

– la política ambiental de la organización y una breve descripción de su sistema de gestión ambiental;

– una descripción de todos los aspectos ambientales, directos e indirectos, que determinen impactos ambientales significativos
por parte de la organización, y una explicación de la naturaleza de dichos impactos;

– una descripción de los objetivos y targets relacionados con los aspectos e impactos ambientales significativos:

– un sumario de datos disponibles acerca de los desempeños de la organización en lo que respecta a sus objetivos y targets
sobre impactos ambientales significativos;

– otros factores concernientes a los desempeños ambientales, incluidos los que corresponden a las disposiciones legales;

– el nombre y el número de acreditación del verificador ambiental y la fecha de convalidación.

En cuanto a los datos e informaciones suministrados en la declaración ambiental, el reglamento comunitario precisa que deben:

– proveer una valoración cuidadosa de los desempeños (ser precisos);

– ser comprensibles y estar exentos de ambigüedad;

– posibilitar su confrontación de año en año;

– posibilitar su confrontación con los requisitos normativos.

Las organizaciones registradas en el EMAS deben utilizar un logotipo idóneo, sujeto a los procedimientos y requisitos de uso
establecidos en el reglamento comunitario.

Para obtener (y conservar) el reconocimiento del EMAS (registro), las organizaciones deben someter sus propios sistemas de
gestión ambiental a la evaluación de conformidad por parte de un verificador acreditado, y hacer validar por este su declaración
ambiental (y sus actualizaciones, normalmente anuales).

El procedimiento de registro prevé que la declaración sea examinada también por el órgano nacional competente del EMAS, y
sometida además a un control –exigido por ese mismo organismo– por parte de las autoridades ambientales locales (las ARPA),
que deben emitir un nulla osta (“sin objeciones”) de tipo legislativo (en cuanto a leyes, autorizaciones, etcétera).

En Italia, los registros EMAS con acreditación italiana son 714, que corresponden a más de 900 sitios (al 05/11/2007, según
listado de organizaciones registradas en el sitio APAT). El número es todavía relativamente bajo, en particular si se compara con
el de certificaciones ISO 14001 acreditadas en Italia para el 31/10/2007: 7.243 certificados y 11.505 sitios (fuente: Sincert)”.
Cfr. Network Sviluppo Sostenibile (Milano).

7 Cfr. Cfr. APAT - Agencia para la Protección del Ambiente y para los Servicios Técnicos, Sección Ecolabel. http://193.206.192.245/

giorgio/CrescitaEcolabelItalia2007.pdf.

8 Cfr. Copyright © 2000 Reporting R.P. http://www.bilanciosociale.it/bilancio_sociale.html.

9 Cfr. APAT - Agencia para la Protección del Ambiente y para los Servicios Técnicos. http://www.apat.gov.it/site/it-IT/Temi/Merca-

to_verde/Standards_ISO_14000/.

10 Matacena (1984: 131-134).

11 Cfr., entre otros, Copyright © 2000 Reporting R.P. http://www.bilanciosociale.it/bilancioambientale.html.

12 Cfr. www.sistemacosea.it/pdf/pubblicazioni/ind_sost.pdf.

EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE


689
Capítulo IV
LAS ENERGÍAS “LIMPIAS” DEL CAPITAL: LOS AGROCOMBUSTIBLES
Y LOS CRÍMENES PROGRAMADOS CONTRA LA HUMANIDAD

1. Producir combustibles con alimentos: la monstruosidad del crecimiento

1. José Antonio Díaz Duque señala que:

Son diversos los productos agrícolas que se emplean para la producción de energía, los que genéri-
camente se identifican como agroenergéticos, entre ellos están la caña de azúcar, el maíz, la remolacha,
el sorgo, la palma de aceite, la colza y otras oleaginosas. Además, se incluyen en esta categoría sub-
productos agropecuarios tales como la paja, el bagazo, las hojas, los tallos, las cáscaras, el aserrín, las
vainas, el estiércol, la gallinaza y otros muchos derivados de la elaboración de alimentos, de productos
agrícolas y forestales y del sacrificio de animales. En resumen, la biomasa es una fuente de energía
localmente disponible que puede proporcionar electricidad, calor y energía mecánica, a partir de
combustibles líquidos, gaseosos o sólidos, y contribuir así a la sustitución de los combustibles fósiles
y a la diversificación de las fuentes de energía1.

Se sostiene, por ejemplo, que los agrocombustibles son limpios y verdes. Eso no es verdad, porque
para producir una tonelada de aceite de palma se generan 33 toneladas de emisiones de anhídrido
carbónico, o sea, cerca de 10 veces más que en el caso del petróleo. Para producir etanol a partir de la
caña de azúcar –hecho que conlleva, además, la destrucción de bosques tropicales– se emite 50% más
de gas invernadero que para el equivalente en gasolina. Se dice que los agrocombustibles no provocarán
deforestaciones; también eso es falso, basta ver –por ejemplo– el caso de Indonesia, donde la pérdida
de bosques responde precisamente a las plantaciones de palma de aceite para el biodiesel. A esto se
deben agregar la contaminación de suelos y acuíferos por el uso masivo de herbicidas, abonos químicos
y antiparasitarios, el creciente desarrollo de organismos genéticamente modificados o transgénicos para
aumentar la producción, el empobrecimiento de la biodiversidad agrícola por la expansión constante
del monocultivo y el uso desmesurado del agua para la irrigación.
Se llega incluso a declarar que los agrocombustibles promoverán el desarrollo rural. También ese es
un mito que es preciso destruir: considérese que en los trópicos, 100 hectáreas dedicadas a la agricultu-
ra familiar proveen 35 puestos de trabajo, mientras que la palma de aceite y la caña de azúcar reportan
10, el eucalipto solo 2 y la soya apenas 0,5. Se dice, además, que los agrocombustibles no provocarán
más hambre. Según la FAO, la comida que hay en el mundo sería suficiente para saciar a todos, pero
la pobreza –ligada también a los altos precios de los combustibles, que hacen aumentar los rubros
alimentarios– no permite que todos puedan nutrirse adecuadamente. Aquella es, entonces, una mera
utopía, desde el momento en que no es, seguramente, aumentando la producción de agrocombustibles
como se pondrá remedio al hambre en el planeta2.

2. Muy claro ha sido Fidel Castro en sus reflexiones a este respecto:

Pienso que reducir y además reciclar todos los motores que consumen electricidad y combustible es
una necesidad elemental y urgente de toda la humanidad. La tragedia no consiste en reducir esos
gastos de energía, sino en la idea de convertir los alimentos en combustible.
Hoy se conoce con toda precisión que una tonelada de maíz solo puede producir 413 litros de etanol
como promedio, de acuerdo con densidades, lo que equivale a 109 galones.
El precio promedio del maíz en los puertos de Estados Unidos se eleva a 167 dólares la tonelada. Se
requieren por tanto 320 millones de toneladas de maíz para producir 35.000 millones de galones de
etanol. (...) el maíz convertido en etanol; los residuos de ese maíz convertidos en alimento animal con
26% de proteína; el excremento del ganado utilizado como materia prima para la producción de gas.
Desde luego, esto es después de cuantiosas inversiones, al alcance solo de las empresas más poderosas,
en las que todo se tiene que mover sobre la base de consumo de electricidad y combustible. Aplíquese
esta receta a los países del Tercer Mundo y verán cuántas personas dejarán de consumir maíz entre
las masas hambrientas de nuestro planeta. O algo peor: présteseles financiamiento a los países pobres
para producir etanol del maíz o de cualquier otro tipo de alimento y no quedará un árbol para
defender la humanidad del cambio climático.
Otros países del mundo rico tienen programado usar no solo maíz, sino también trigo, semillas de
girasol, de colza y otros alimentos para dedicarlos a la producción de combustible. Para los europeos,
por ejemplo, sería negocio importar toda la soya del mundo a fin de reducir el gasto en combustible
de sus automóviles y alimentar a sus animales con los residuos de esa leguminosa, especialmente rica
en todos los tipos de aminoácidos esenciales3.

Y sostiene además Fidel Castro:

La energía es concebida como una mercancía más. Tal como lo advirtiera Marx, esto no ocurre debido
a la perversidad o insensibilidad de este o aquel capitalista individual, sino que es consecuencia
de la lógica del proceso de acumulación, que tiende a la incesante “mercantilización” de todos los

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


692
componentes, materiales y simbólicos, de la vida social. El proceso de mercantilización no se detuvo
en los humanos y simultáneamente se extendió a la naturaleza: la tierra y sus productos, los ríos y
las montañas, las selvas y los bosques fueron objeto de su incontenible rapiña. Los alimentos, por
supuesto, no escaparon de esta infernal dinámica. El capitalismo convierte en mercancía todo lo que
se pone a su alcance.
(…) La transformación de los alimentos en energéticos constituye un acto monstruoso.
El capitalismo se dispone a practicar una masiva eutanasia de los pobres, y muy especialmente de
los pobres del Sur, pues es allí donde se encuentran las mayores reservas de la biomasa del planeta
requerida para la fabricación de los biocombustibles4.

Desde el punto de vista ambiental, la producción masiva de agrocombustibles sería más dañina que
el problema de contaminación que se intenta resolver.

3. Los agrocombustibles son presentados como alternativa al petróleo y como medio para combatir el
recalentamiento global y, por eso, las mayores empresas internacionales se están lanzando a este nuevo
mercado que, sin embargo, resulta contrario a las necesidades alimentarias de los pueblos.
La FAO afirma que entre marzo de 2007 y marzo de 2008 se registró en el precio de los cereales un
aumento de 88%, mientras el de grasas y aceites fue de 106%. El Banco Mundial sostiene que en el
último año y medio el precio de los granos se incrementó en más de 80%.
En los países de capitalismo desarrollado, la superficie agrícola per cápita es el doble de la existente
en las áreas subdesarrolladas: 1,36 hectáreas por persona en el norte, contra 0,67 en el sur, por el simple
hecho de que en las zonas subdesarrolladas vive cerca de 80% de la población mundial5.
Los precios de los alimentos básicos han aumentado muchísimo en estos últimos meses, lo cual
penaliza todavía más a las comunidades más pobres. El del maíz, por ejemplo, creció en un año más de
50%, y no es este un aumento provocado por escasez de producción; por el contrario, en estos últimos
años se ha producido mucho más maíz que en los precedentes.
La causa principal de ese incremento de precios debe imputarse al que a su vez experimentan los
cereales utilizados para la producción de biocarburantes, así como al de los costos del gasoil y los ferti-
lizantes, y también al del consumo de carnes, que tiene como consecuencia el aumento de la demanda
de alimentos para animales.
No es posible que se les quite la comida, el agua y la tierra a las comunidades pobres para sostener
los lujos del occidente del mundo.

La desnutrición amenaza hoy a 52,4 millones de suramericanos y caribeños, o sea, 20% de la


población del continente. Con la expansión de las superficies convertidas a la producción de etanol,
se corre el riesgo de transformar los llamados “biocombustibles”, de hecho, en “necrocombustibles”,
en depredadores de vidas humanas6.

Con el cautivante y engañoso término de biocombustible se consuma la nueva y monstruosa estafa


de los agrocombustibles; vale decir, la explotación capitalista –por parte de las multinacionales– de
bienes agrícolas que se destinan al mercado energético, en un intento de remontar la crisis con nuevos
experimentos en las modalidades de acumulación, ante la conciencia de la gravedad de los rasgos
sistémicos de esa misma crisis.
La crisis actual, en efecto, es la prueba definitiva del fracaso del sistema capitalista, y su irreversi-
bilidad se evidencia de manera incontrastable. La crisis económica y la crisis ecológica son dos caras

LAS ENERGÍAS “LIMPIAS” DEL CAPITAL...


693
de una misma moneda, y aun la misma cara de la misma moneda, porque dependen una de la otra.
Una crisis ecológica de la cual el sistema capitalista no podrá salir, ya que los medios que están a su
disposición no lo permiten. O, mejor dicho, no lo permiten los fundamentos mismos de su modo de
producción: mientras más intente salir de la crisis económica, tanto más agravará la crisis ecológica,
con lo cual aquella se torna irreversible.
La escasa atención a los problemas ambientales y a su solución no es, como algunos intentan hacer-
nos creer, una consecuencia de la actual situación de crisis económica –que impediría destinar recursos
económicos a ese estratégico problema–, sino una condición necesaria e inherente al funcionamiento
mismo del modo de producción capitalista. Los intentos de salir de la actual crisis de acumulación
exigen la puesta en discusión o, más todavía, el completo abandono de las reglas de la democracia
representativa, así como la anulación de todo límite: el energético, el alimentario, los que se derivan
de la naturaleza misma del Estado de derecho y aun los que imponen los vínculos de tipo ambiental.
Se trata de un fracaso, entonces, del modo de producción capitalista en su propia naturaleza y en
sus reglas, tanto en el campo social como en el ambiental. Y es por eso que, desde hace ya tiempo,
reiteramos que es la naturaleza del conflicto capital-trabajo lo que determina y subordina, hasta sofocar
el modo de producción capitalista en su conjunto, la dirección y el contenido de la crisis energética y
de la crisis alimentaria, que a su vez remiten al conflicto capital-naturaleza y, finalmente, al conflicto
capital-Estado de derecho.
El hombre, en su quehacer, manipula la calidad y la diversidad de los recursos naturales. Hoy, la
situación indica que las demandas son mayores que las posibilidades de esos recursos.

2. Ejemplos de cumbres y controversias

1. Un total de 43 jefes de Estado y más de 5.000 delegados, en representación de 181 países, se reu-
nieron por tres días en Roma, del 3 al 5 de junio de 2008, en la Cumbre Mundial de la FAO sobre
Alimentación.
Entre los temas más “candentes” estuvieron el de los agrocarburantes y el de las políticas agrícolas y
comerciales, en los que se enfrentaron de un lado los países latinoamericanos y del otro Estados Unidos
y la Unión Europea.
En la declaración de clausura de la cumbre se manifestó la necesidad de dar una respuesta duradera
a la crisis alimentaria, que requiere de acciones coordinadas de la comunidad internacional.
Todos los países y organizaciones asumieron el compromiso de destinar 6,5 millardos de dólares a
auxilios alimentarios: el Banco Mundial se comprometió con 1,2 millardos; Estados Unidos, con 1,5 y
Francia con otro tanto; el Reino Unido, con 590 millones de dólares; Italia, con 190 millones de euros.
La cumbre concluyó de manera decepcionante, con la simple disposición de los jefes de Estado y
de los tantos ministros presentes de asumir un compromiso genérico para combatir el hambre en el
mundo, sin identificar en absoluto las responsabilidades políticas de las grandes potencias occidentales,
de las multinacionales y de la crisis estructural del modo de producción capitalista.
Pero junto con la declaración final, pudo verse la clara toma de posición de algunos países de Amé-
rica Latina, encabezados por Cuba. Al dar lectura a la declaración de su país ante la sesión final de la
asamblea general de la FAO, el viceministro para la Inversión Extranjera de Cuba, Orlando Requeijo,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


694
reiteró y reforzó algunos elementos claves de la intervención que el día anterior había realizado el jefe
de la delegación cubana, Ramón Machado Ventura.
Para reforzar esa argumentación intervino también Ecuador. “Venezuela, Argentina y Cuba no
están solas. Somos muchos los países que no estamos de acuerdo”7.
La delegación cubana denunció abiertamente que el poco significativo resultado que se alcanzó
en la declaración final de la cumbre, era producto de la falta de voluntad política de los países de
capitalismo maduro para brindar soluciones sustanciales y duraderas a una crisis alimentaria mundial
que está hoy fuertemente vinculada a la crisis energética y ambiental. Asimismo, denunció que en el
documento final no había referencias al impacto proteccionista de los subsidios agrícolas, al control
monopólico de la distribución de alimentos, a la estrategia criminal de utilizar agrocombustibles en
contraposición al uso de los cereales para resolver los problemas alimentarios del sur del mundo;
como tampoco había referencia alguna al tema fundamental del cambio climático provocado por los
modelos de producción y de consumo impuestos por el neoliberalismo, a todo lo cual se unen las
consecuencias de la especulación financiera en el aumento de los precios de los alimentos.

2. Los delegados de Argentina, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Venezuela apoyaron la posición de Cuba.
En particular, la embajadora de la República Bolivariana de Venezuela ante la FAO, Gladys Urbaneja
Durán, subrayó en su intervención que la crisis alimentaria no es un problema técnico, sino social y
político:

es la mayor demostración del fracaso histórico del modelo capitalista. (…) Todas estas causas se
podrían resumir en una sola: el carácter de mercancía que tienen los alimentos en la actual estructura
económica internacional, sustentada en el modelo de producción y consumo capitalista, que
privilegia la maximización de la ganancia, en desmedro del bienestar colectivo de los pueblos y del
aprovechamiento sostenible de los recursos naturales.

Es por tales motivos, manifestó la delegada de Venezuela, que es preciso darle un fuerte impulso al
ALBA –es decir, la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América–, para contraponerse
así a la lógica capitalista, a la lógica de la ganancia y la competencia global. Propuso, además, la crea-
ción inmediata de un fondo agrícola especial, al que se destine un porcentaje consensuado del precio
del barril petrolero, para financiar la mecanización de la agricultura y sus tecnologías y desarrollar la
producción de alimentos, para lograr así una verdadera soberanía alimentaria de los pueblos frente a
los intereses de las multinacionales.
La delegación de Cuba, al agradecer el apoyo recibido de la mayoría de los países presentes para
exigir el fin del criminal bloqueo impuesto por el Gobierno de Estados Unidos, reiteró que su país
seguirá trabajando en defensa de la justicia, de la equidad y de la solidaridad, “a fin de que el hambre
se convierta lo antes posible en un flagelo erradicado de la historia de la humanidad”.

3. Esos importantes planteamientos de las delegaciones cubana y venezolana, fuertemente apoyados


por Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, fueron también las ideas centrales de quienes quisieron
promover una cumbre alternativa, una contra-cumbre, en conjunto con diversos centros de estudio,
asociaciones y movimientos de base, para acusar directamente al actual orden económico internacio-
nal, que incrementa cada vez más la pobreza, la desigualdad y la injusticia.

LAS ENERGÍAS “LIMPIAS” DEL CAPITAL...


695
Tal situación nos obliga a comprender que no es posible ya pensar como justo este sistema económico,
que no se puede pensar solo en el logro de la máxima ganancia, de la acumulación y de la explotación
del hombre y del ambiente, sino que se debe empezar a considerar que todos los países están obligados
a velar por la conservación y a colocar en el centro de sus modalidades de desarrollo, al hombre, la
naturaleza, los ecosistemas, la diversidad biológica y los recursos naturales.
El macrosistema ambiental, y no el capital, como elemento determinante de la economía. La polí-
tica autodeterminada por los pueblos, en función rectora de la economía, y no la economía del capital
al gobierno de la política.
En efecto, la crisis alimentaria, la crisis energética y la crisis ambiental son producto de la crisis
sistémica del modo de producción capitalista, de un modelo que se sostiene en el consumismo desen-
frenado y que, para hacer posibles las ganancias de las multinacionales, provoca cada vez más guerras,
explotación, miseria y hambre. Y es por eso que surgen y se crean inmediatamente alternativas radicales
en apoyo de las experiencias en curso de construcción del socialismo del siglo xxi.
Una visión, pues, basada en la democracia participativa, que tenga como fin la compatibilidad
socioambiental, la solución de los problemas sociales, el progreso social y el desarrollo colectivo y
autodeterminado y, por tanto, también la salvaguarda de la naturaleza como elemento central. Un
proceso de renovación cultural que vuelva a dar importancia a los valores de uso, a los bienes comunes,
al bienestar colectivo, a los derechos de la humanidad, a la solidaridad, a la equidad, a la repartición, a
la reciprocidad. Una sociedad que será también capaz de superar la simple relación oportunista con la
naturaleza, y en la que no se trate de preservarla para explotarla más y mejor, sino de vivir en armonía
con ella y utilizarla en la medida de lo necesario.
Un cambio que presupone la transición a un modelo social que se base en nuevos presupuestos;
que requiere, como nuevo paradigma, anteponer la macroeconomía a la microeconomía y el bienestar
social al mercado y que, en consecuencia, considere a la naturaleza como patrimonio de la humanidad
y por su valor en sí misma.

4. Luego de lo que muchos calificaron como el fracaso de la Conferencia de Copenhague, y en pre-


visión de otras experiencias similares, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales,
convocó para abril de 2010, en Cochabamba (Bolivia), la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre
el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra.
El motivo principal que impulsó al presidente Evo Morales a convocar esta conferencia fue el
fracaso de la cumbre de Copenhague. De hecho, en su discurso de apertura dijo:

Debemos unir nuestros esfuerzos en defensa de la Madre Tierra. Nos negamos a plegarnos a los
intereses económicos capitalistas que hicieron naufragar la Conferencia de Copenhague. Para que eso
no se repita, trabajaremos todos juntos en la articulación de una propuesta compartida y concreta,
capaz de incidir en las políticas globales que amenazan la supervivencia de nuestro planeta.

Los temas principales de discusión fueron los siguientes:

Para afrontar el cambio climático debemos reconocer a la Madre Tierra como fuente de vida y
plasmar un nuevo sistema basado en los principios de:
– armonía y equilibrio entre todos y con todo;
– complementariedad, solidaridad y equidad;

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


696
– bienestar colectivo y satisfacción de las necesidades fundamentales de todos, en armonía con la
Madre Tierra;
– respeto a los derechos de la Madre Tierra y a los derechos humanos;
– reconocimiento del ser humano por lo que es, y no por lo que posee;
– eliminación de todas las formas de colonialismo, imperialismo e intervencionismo;
– paz entre los pueblos y con la Madre Tierra.

Después de seis días de discusiones, en las que participaron más de 15.000 delegados –entre mili-
tantes, estudiosos e intelectuales– provenientes de 170 países, así como 90 delegaciones en representa-
ción de otros tantos Gobiernos, se llegó a un documento final consensuado que recibió el nombre de
Acuerdo de los Pueblos8.
En la parte política de dicho documento se subraya:

– los responsables históricos y actuales de los desastres ambientales son el capitalismo y los países
desarrollados, y corresponde a ellos solucionar tales problemas;
– la descolonización de la atmósfera de los países desarrollados debe lograrse a través de la reducción
y absorción de sus propias emisiones;
– los países desarrollados deben asumir los costos y las necesidades de transferencia tecnológica de
los países en vías de desarrollo, debidos a la pérdida de oportunidades de desarrollo que se derivan
del vivir en un espacio atmosférico restringido; deben hacerse responsables de los centenares de
millones de personas que se ven obligadas a emigrar por causa del cambio climático que ellos han
provocado, eliminar sus políticas restrictivas en materia de migración y ofrecer a los inmigrantes
una vida digna, con usufructo de todos los derechos existentes en sus países; y asumir los costos de
adaptación vinculados a los impactos del cambio climático en los países en vías de desarrollo.

En la parte práctica se plantea proponer e impulsar:

– la aprobación, en la Asamblea de las Naciones Unidas, de una Declaración Universal de los


Derechos de la Madre Tierra;
– la creación de un Tribunal Internacional para la Justicia Climática y Ambiental;
– la realización de un referéndum mundial sobre cambio climático;
– la constitución de un Fondo de Adaptación para afrontar el cambio climático, como parte de un
mecanismo financiero administrado y dirigido, de manera soberana, transparente e imparcial, por
los países en vías de desarrollo;
– la reducción del límite aceptable de sobrecalentamiento del planeta a 1ºC, en lugar de 2ºC como
se planteó en Copenhague.

Propuestas estas que más adelante serían hechas propias por los Gobiernos del ALBA (Cuba, Ve-
nezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Dominica, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda)
durante las negociaciones oficiales en Cancún y en Durban, aunque lamentablemente con escasos
resultados.
En su discurso de clausura, el presidente Evo Morales dijo, entre otras cosas:

Si no cambiamos el sistema capitalista, cualquier medida que decidamos adoptar tendrá un carácter
limitado y precario. Debemos construir un nuevo sistema, basado en la armonía con la naturaleza
y con los demás seres humanos. No puede haber armonía alguna en un modelo en el que 1% de
la población mundial concentra en sus ávidas manos el 50% de la riqueza del planeta. El poder de

LAS ENERGÍAS “LIMPIAS” DEL CAPITAL...


697
cambiar las cosas reside en la fuerza de los pueblos. Solo los pueblos unidos pueden vencer contra
los poderes económicos y políticos que imponen estas políticas de exclusión y de destrucción (…) Si los
Gobiernos del mundo no asumen el desafío de salvar el planeta, serán los pueblos quienes tendrán
que hacerlo.

5. En diciembre de 2010 se efectuó la COP16 en Cancún, México. También allí, los temas principales
fueron el futuro del Protocolo de Kyoto –que vence en 2012–, las decisiones vinculantes con respecto
a los cambios climáticos y las emisiones, y los compromisos financieros en favor de los países en vías
de desarrollo, que deben ayudarlos a obtener tecnologías energéticas limpias para reducir sus propias
emisiones de gases de efecto invernadero. Entre sus resultados, esta décimo sexta conferencia planteó la
necesidad de “acciones urgentes” para evitar un aumento superior a 2 grados en la temperatura media
del planeta y pidió a los científicos determinar si ese límite se debe fijar en 1,5 grados, pero no esta-
bleció objetivos precisos y vinculantes para lograr la reducción de los mencionados gases. Asimismo,
acordó exhortar a los países a “ampliar sus propias aspiraciones” y manifestó la necesidad de compro-
meter de inmediato 30 millardos de dólares para el período 2010-2013 –y movilizar posteriormente
100 millardos de dólares anuales hasta el año 2020–, a fin de ayudar a los países en vías de desarrollo
en el mencionado objetivo de obtener tecnologías limpias para reducir sus emisiones de gases de efecto
invernadero; todo esto a través de un nuevo organismo internacional denominado Green Climate
Fund. Se habló, pues, de necesidad y no de certeza; de movilizar y no de asignar. Pero sobre todo,
se habló sin precisar de dónde saldrán esos fondos y quién los administrará. En concordancia, se
arribó a un compromiso no vinculante para mantener el aumento de la temperatura terrestre por
debajo de los 2 grados. No hubo compromiso alguno para prorrogar el Protocolo de Kyoto tras su
vencimiento en 2012.
En diciembre de 2011 tuvo lugar en Durban, Sudáfrica, la COP17. Dados los escasos resultados
de las dos cumbres anteriores, los temas planteados fueron casi los mismos: el futuro del Protocolo de
Kyoto, compromisos vinculantes respecto a los cambios climáticos y las emisiones de CO2, obtención
y administración de los recursos de la Green Climate Fund. También en esta oportunidad, los resul-
tados fueron un tanto decepcionantes; de hecho, y en lo esencial, el cónclave concluyó con el solo
compromiso formal de llegar a 2015 con un acuerdo vinculante que entre en vigor en 2020.

­— notas —

1 Cfr. “La faccia oscura degli agrocombustibili”, de José Antonio Díaz Duque, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular,

viceministro del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Ambiente de la República de Cuba, en Vasapollo, Martufi (ed., 2008)*.

2 “I cinque miti degli agrocombustibili” (Los cinco mitos de los agrocombustibles). Fuente: Missione Oggi. http://www.trentino-

solidarieta.it/article/articleview/2020/1/156/.

* (n.t.) El fragmento que aquí se incluye es tomado de la versión original en español, titulada “La cara oculta de los biocombustibles”,
según se reproduce en http://rsandres.wordpress.com/category/medi-ambient/.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


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3 Reflexiones de Fidel. http://www.granma.cu/italiano/2007/marzo/juev29/fidel.html**.

4 Reflexiones de Fidel. http://www.granma.cu/italiano/2007/marzo/juev29/fidel.html***.

5 http://www.granma.cu/italiano/2007/mayo/juev10/sintensifica-il-dibattito.html.

6 Cfr. Frei Betto, “I necrocombustibili”, in http://www.che-fare.org/news/Frei%20Betto%20I%20necrocombustibili.html.

7 Cfr. 2008-06-06 12:53; “FAO: vertice chiuso, approvata la dichiarazione finale”; http://www.ansa.it/opencms/export/site/visua-

lizza_fdg.html_77952538.html.

8 http://cmpcc.org/2010/04/24/acuerdo-de-los-pueblos/#more-1757.

** (n.t.) El fragmento que aquí se incluye es tomado de la versión original en español que, con el título de “Condenados a muerte
prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo”, se publicó el 28 de marzo de 2007 y se reproduce
en www.cubadebate.cu.
*** (n.t.) El fragmento que aquí se incluye es tomado de la versión original en español que, con el título de “Se intensifica el
debate”, se publicó el 9 de mayo de 2007 y se reproduce en www.lajiribilla.cu.

LAS ENERGÍAS “LIMPIAS” DEL CAPITAL...


699
Capítulo V
LINEAMIENTOS CONCLUSIVOS: PARTIR DE LAS LUCHAS
DE LOS MOVIMIENTOS DE BASE Y DE UNA
TEORÍA ECONÓMICA SOCIOECOLÓGICA-POLÍTICA PARA UN
DESARROLLO FUERA DEL MERCADO

1. En lo sustancial, un concepto está ya claro: nuestro sistema macroambiental no puede seguir repro-
duciéndose a través de la explotación continua y descontrolada de los recursos naturales. La solución,
sin embargo, no puede ser el crecimiento cero o detención del desarrollo, ni está en falsas alternativas
que en realidad son crímenes contra la humanidad, como el uso de agrocombustibles.
El empeoramiento de las condiciones de vida de las clases subalternas en el mundo entero, agudi-
zado por las guerras necesarias para los nuevos esquemas del modo de desarrollo del capitalismo, pone
de relieve las posibilidades para una solidaridad internacional renovada. El internacionalismo renovado
y militante de los movimientos de clase no es ya postergable: lo hace más y más necesario el contexto
de “guerra infinita”, la que batallan ejércitos y la que se cumple en el terreno social.

Los desafíos de la globalización (desempleo, subempleo, cambios en la estructura del trabajo,


declinación de los servicios públicos y otros más) son problemas sociales que van más allá del puesto
de trabajo. Aceptar el desafío significa actuar de manera tal que el movimiento obrero se convierta en
un movimiento social que promueva los intereses de todos los trabajadores, tanto de los organizados
como de aquellos que no lo están.
Los sindicatos deben ser capaces de expandirse más allá de los lugares de trabajo y de abarcar comu-
nidades más grandes, mediante la construcción de alianzas con organizaciones ambientalistas, locales,
religiosas, femeninas, de derechos humanos, de agricultores y de otros géneros1.

Está claro que darle voz a las exigencias ambientales y sociales no debe implicar, en contrapartida,
que se produzcan repercusiones negativas para las ya precarias condiciones salariales. El temor, en
efecto, es que la empresa, para conformar la producción a las exigencias ambientales y negada a tocar
para ese fin los recursos destinados a las ganancias y las rentas, ataque con tal propósito los que co-
rresponden a la retribución del trabajo, ocasionando así un empobrecimiento adicional de las clases
más desposeídas. Eso no se debe permitir. Los costos de la salvaguarda del ambiente deben correr por
cuenta de la empresa y recaer, por tanto, en el factor productivo capital y no sobre el costo del trabajo.
Pero esto solo será posible si las organizaciones sindicales asumen un rol de madurez, si ubican y
enfrentan las contradicciones capital-naturaleza en el marco del conflicto capital-trabajo, sin sacrificar
–o, todavía peor, contraponer– las cuestiones ambientales a los problemas de la retribución; vale decir,
si desarrollan una visión unificadora de las luchas por el trabajo y por el ambiente y si logran construir
relaciones de fuerza que sean en su conjunto favorables al mundo del trabajo.
Es ya indispensable poner freno a la carrera desbocada en pos de la ganancia, así como definir y
establecer, en materia de condiciones sociales, ambiente y trabajo, estándares mundiales mínimos a los
que todos los Gobiernos deban ceñirse y hacer respetar2.

2. Dado que la sobrevivencia biológica de la especie humana y su sobrevivencia social están estre-
chamente ligadas, resulta necesario, para posibilitar un crecimiento equilibrado e igualitario de la
sociedad, superar el modo de producción capitalista y poner en discusión el lugar de la economía en
la vida cotidiana. Una economía hoy drogada y de papel, ya que únicamente determina las leyes de la
búsqueda desenfrenada de ganancias por parte de los capitalistas.
El desafío planteado es, pues, el de lograr una sociedad que vaya más allá del capital, pero también,
al mismo tiempo, el de dar respuestas inmediatas a la barbarie que flagela la vida cotidiana del ser social
que trabaja, es decir, de la clase trabajadora.
Es necesario, desde ya, desarrollar batallas de contra-tendencia, con un programa de fases bien de-
finidas sobre las compatibilidades socioambientales, que sea primero de carácter político para después
buscar influir en las decisiones económicas.
Los límites de la naturaleza deben ser considerados también en su relación con las necesidades reales
de los llamados países en vías de desarrollo, y con su derecho a la autodeterminación para emprender
caminos propios de emancipación social y económica.
Resulta evidente, pues, que se requiere una redistribución de la riqueza natural, a través de la so-
beranía jurídica y económica de cada Estado sobre sus propios recursos naturales, como también una
nueva geopolítica ambiental basada en la descolonización del suelo y de la atmósfera por parte de los
llamados países desarrollados o de capitalismo maduro.
Es preciso plantear asimismo en escala ambiental los problemas vinculados con la inmigración.
Son cada vez más los emigrantes ambientales; es decir, las personas que no tienen ya esperanza de so-
brevivir en sus tierras de origen por causa de factores relacionados con la destrucción de la naturaleza,
como son la sequía, la desertificación, la erosión, la falta de recursos hídricos, entre otros, o debido

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


702
a problemas emergentes como el cambio climático, o como consecuencia de ciclones, tempestades,
aludes y otros desastres naturales. Efectos ambientales que son provocados por los países industria-
lizados, a los que se considera desarrollados y avanzados cuando, de hecho, son portadores de las
devastadoras consecuencias de su modo de producción y de la actual forma de ser del colonialismo
y el imperialismo.
En lo concreto, el verdadero responsable de la migración de cientos de millones de personas por
motivos ambientales es el modo de producción capitalista, que origina esas causas. Y deben ser enton-
ces los países de capitalismo maduro los que se hagan cargo de esas desesperadas migraciones, para lo
cual deben eliminar sus políticas restrictivas en la materia, garantizar la plena y libre circulación de los
seres humanos y ofrecer a los inmigrantes una vida digna, con los mismos derechos que sus propios
ciudadanos.
Se ha de reconocer a los países de la periferia productiva el daño sufrido por la pérdida de oportu-
nidades de desarrollo, derivada de la colonización, del imperialismo, de la imposición de vivir en un
espacio atmosférico restringido, del saqueo de sus recursos naturales. En esa perspectiva, debe también
retomarse decididamente la propuesta de condonar la deuda de los países en vías de desarrollo y de
que sean los industrializados quienes asuman los costos de la transferencia tecnológica hacia aquellos,
así como la conformación de un fondo de adaptación que esté a su disposición para afrontar los graves
problemas suscitados por el cambio climático, como parte de un mecanismo de resarcimiento admi-
nistrado por ellos mismos de manera soberana, transparente e imparcial.
No se puede seguir aceptando un comercio que, además de contemplar la compra-venta de la
naturaleza, permite adquirir o vender, monetariamente, el derecho a destruirla, hasta llegar al punto
de mercantilizarla. Resulta decisivo, pues, eliminar todos los mecanismos de comercio en materia de
cambio climático y del mercado de carbono, como los certificados de reducción de emisiones (CER)
y los créditos forestales (REDD).

3. Solo de esa manera se pueden detener para siempre y dondequiera las guerras de agresión y de
expansión imperialista, a la vez que redistribuir la riqueza al mundo del trabajo y del trabajo negado,
y vincular el concepto de desarrollo a los de Estado social, de progreso y de buen vivir para todos:
un desarrollo, pues, cualitativo y autodeterminado, con fuerte compatibilidad social y ambiental,
basado en la centralidad del hombre y de la naturaleza y, por tanto, enfocado en los derechos de
la humanidad.
Desde hace mucho, Cuba ha hecho de la protección del ambiente una prioridad nacional. Así, por
ejemplo, la superficie de sus bosques ha aumentado en 33.631 hectáreas.
La isla dispone hoy de 2.696.589 hectáreas de terrenos boscosos, sin contar las 170.253 hectáreas
de plantaciones jóvenes, con menos de tres años. Gracias a un programa nacional de mejoramiento de
suelos, en 2006 fueron tratadas 515.000 hectáreas, lo que permitió disminuir la contaminación am-
biental en 3,8% con respecto a 2005. Cuba es uno de los pocos países del mundo cuya superficie
forestal es actualmente superior a la de 50 años atrás3.
Todo esto se traduce en una aproximación diferente a la naturaleza, gracias a un mayor involucra-
miento con el territorio, a su conocimiento profundo, a la percepción exacta de las necesidades y de
los recursos territoriales disponibles, a una visión de valorización y de valía de la cultura local, como
también a una visión cosmocéntrica de la naturaleza misma.

LINEAMIENTOS CONCLUSIVOS: PARTIR DE LAS LUCHAS DE LOS MOVIMIENTOS DE BASE...


703
En ese terreno está trabajando la revolución cubana y, no obstante las grandes limitaciones impues-
tas por la agresión imperialista, alcanza resultados sociales y ambientales que son reconocidos por los
más importantes organismos internacionales.
Por ejemplo, en un despacho de la agencia ANSA, de hace algún tiempo, puede leerse:

Ambiente: Cuba, único país con desarrollo sustentable, estudio


(ANSA) – Londres, 6 octubre 07 – El “desarrollo sustentable” puede haber sido el centro del discurso
de muchos políticos en estos últimos tiempos, pero, según un reciente estudio, el país donde se le
puede ver realizado es uno solo: Cuba. Una investigación de la Global Footprint Network, reseñada
por el semanario británico New Scientist, ha comparado las condiciones de vida de 93 países (en
términos de PIB per cápita, instrucción, salud, expectativa de vida, etcétera) con su “huella ecológica”,
un índice que mide el impacto ambiental del estilo de vida de una determinada nación. El estudio,
que será publicado en la revista Ecological Economics, es parte de una investigación más amplia en
150 países, que será presentada en el Día de la Deuda Ecológica Mundial (mañana). Los resultados se
correspondieron, en larga medida, con lo esperado: los países occidentales tienen estándares de vida
muy elevados, pero consumen demasiados recursos. Los científicos autores de la investigación han
calculado, además, que si toda la población mundial viviese según los estándares estadounidenses, se
requerirían cinco planetas como la Tierra.
En el otro extremo de la escala, los países de África, América Latina y buena parte de Asia consumen
los recursos de la Tierra en proporción sustentable –tanto así, que el planeta bastaría tranquilamente
para hacer vivir a todos como un ciudadano, por ejemplo, de Malasia–, pero los niveles de vida son
demasiado bajos. La única nación donde el desarrollo parece marchar de acuerdo con la sustentabilidad
es, sorprendentemente, el país dirigido por Fidel Castro. “Los cubanos –explica Mathis Wackernagel,
coordinador del estudio– tienen altos niveles de educación y de expectativa de vida, y han sido
obligados por el embargo petrolero a tener una pequeña huella ecológica”. “Nadie tiene el valor de
decir qué es en verdad la sustentabilidad –agrega el científico–, pero nosotros creemos haber provisto
una sólida medición”. 05/10/2007 12:51 (ANSA). Z08-NS4.

Y justamente porque los medios de producción son del pueblo, puede Cuba, con todas las dificul-
tades y contradicciones de un proceso socialista obviamente todavía inacabado, plantear una relación
distinta con el cuerpo social y con el macrosistema ambiental, ya que la producción está orientada a
la resolución de las necesidades de la gente, a las posibilidades de redistribución social y, por tanto, al
respeto y protección de la naturaleza.

4. Tal como hoy se presenta, el desarrollo es solo expresión de la civilización capitalista, que se ca-
racteriza por su exclusividad al confrontarse con otras civilizaciones del planeta. Remite, pues, a un
crecimiento cuantitativo que presenta el modelo de desarrollismo capitalista como única perspectiva
de la humanidad.
En el actual sistema capitalista, las grandes empresas nacionales, financieras y transnacionales, que
actúan únicamente en función de sus propios intereses, generan un desarrollo desigual. Es fundamen-
tal demostrar que ese sistema y las teorías que lo legitiman son injustos, que generan pobreza, desigual-
dades y trágicos problemas de supervivencia, porque son las mismas leyes del modo de producción
capitalista las que determinan el conflicto social con la naturaleza, como reflejo de la contradictoria
dinámica que establecen entre desarrollo de las fuerzas productivas y relaciones de producción.
Se impone, por tanto, el establecimiento de relaciones internacionales de nuevo tipo, basa-
das en la cooperación real, en la solidaridad activa, en el respeto recíproco y el desarrollo social y

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


704
autodeterminado. Sobre esa base se puede desarrollar una alternativa mundial de lucha que se oponga a
la competencia global y a la mundialización del capital, vale decir, un proyecto con significado popular,
transnacional y anticapitalista, transversalizado por la democracia participativa y por la globalización
de la solidaridad entre los pueblos.
Esto puede hacerse posible mediante el desarrollo de un movimiento internacional de los traba-
jadores, entendido como movimiento de los ocupados, de los desocupados, de los precarios, de los
pueblos originarios, de los emigrantes, que sepa construir una estrategia de lucha común contra las
leyes del modo de producción capitalista.
En otras palabras, vincular, dentro de un nuevo proceso internacionalista, a los movimientos socia-
les y políticos que en los países de capitalismo maduro actúan en el marco de la contradicción capital-
naturaleza, con aquellos que lo hacen en la periferia productiva, todo ello en una visión indisoluble de
sus respectivas instancias frente al conflicto capital-trabajo.
De allí nuestra atención política y cultural, exenta de todo enfoque romántico o nostálgico, a
la realidad de esa América indio-africana que, por causa de la reestructuración neoliberal, ve pro-
fundizarse cada vez más la brecha entre riqueza y pobreza. El rol de semiperiferia económico-pro-
ductiva asignado a la América de los pueblos originarios, hace de ella el área en que más marcada
y directa es la centralidad del conflicto capital-trabajo, y donde se configuran de manera más con-
creta, salvaje y sin mediaciones las contradicciones capital-naturaleza, capital-ciencia, capital-demo-
cracia y capital-derechos (por no hablar de la negación del Estado de derecho a través de la brutal
represión de los movimientos de base), todo en clara explicitación de las dinámicas del conflicto
de clases.
El socialismo del siglo xxi –al que quizá mejor sea definir como socialismo en el siglo xxi– se llena
así de verdaderos contenidos de clase. Esta formulación, aparentemente genérica, encuentra un con-
tenido concreto precisamente en la vida cotidiana, con las decisivas reformas estructurales de Chávez,
de Evo Morales, de Correa, que por la radicalidad de sus formas y contenidos representan, junto con
Cuba, el horizonte revolucionario de América Latina, a su vez referencia para todo el universo de las
luchas sociales globalizadas de resistencia y de recuperación de la ofensiva social. Y es fundamental que
estas acciones tengan, en su naturaleza más profunda, una dirección esencialmente contraria a la lógica
del capital y del mercado.

5. El reto, como ya hemos dicho, es lograr una sociedad que vaya más allá del capital. Un modelo de
sociedad –y por tanto de desarrollo autodeterminado– que se centre en la planificación económica
y social como instrumento de igualdad y de justicia, en el que sea posible un desarrollo socio-eco-
sustentable que se oriente hacia nuevas relaciones entre los hombres y entre el hombre y la naturaleza,
y por tanto hacia la redefinición de las relaciones de producción, de las relaciones entre las fuerzas
productivas y de sus finalidades.
En la economía planificada, y en particular en la socialista, el postulado primario es la propiedad
colectiva de los medios de producción fundamentales, seguida por la propiedad colectiva de los secto-
res productivos estratégicos, comenzando por el crédito.
Una planificación, entonces, incluso no del todo centralizada y acompañada por diversas formas
de descentralización, en la que pueden tener cabida posibles relaciones mixtas entre centralización y
autogestión local.

LINEAMIENTOS CONCLUSIVOS: PARTIR DE LAS LUCHAS DE LOS MOVIMIENTOS DE BASE...


705
En definitiva, una ya impostergable planificación, capaz de prever los recursos que se han de em-
plear, con base en la disponibilidad y en una racionalización –en términos económicos, científicos y
ecológicos– en la cual los recursos, aun los de tipo natural y energético, puedan ser no solo nacionales
o internacionales, sino sobre todo locales, al igual que los destinatarios de las mercancías y los servicios
producidos.
Accesos inmediatos a una planificación que, en sus sucesivas fases transitorias, convierta a los traba-
jadores de cada unidad productiva en protagonistas de la determinación de objetivos, de las decisiones
ordinarias y de las ejecutivas –y por tanto de toda la gestión–, y en la que estos puedan disfrutar de los
resultados positivos y sostener en parte los riesgos.
La ciencia y la tecnología podrán entonces asumir su intrínseco valor social, como “simple” creci-
miento del conocimiento humano, como mejoramiento de la calidad de vida, como instrumento para
adaptar los comportamientos sociales a la naturaleza; así, aun cuando adquieran el valor de medios de
producción, no estarán subordinados –por ser de propiedad colectiva– a la obtención de ganancias,
con lo cual se podrá efectivamente aplicar el principio de precaución, el hipocratiano primum non
nocere (lo primero es no hacer daño)5.
Además de este postulado primario, en la planificación socialista rige el principio de que las deci-
siones políticas y económicas, y por ende las relaciones sociales que de ellas se derivan, están orientadas
hacia la maximización del bienestar social de la población. Esto le brinda una visión completamente
distinta a la concepción de la naturaleza. En efecto: si esta última es –como lo es– un elemento funda-
mental para la vida del hombre, debe ser obligatoriamente concebida como necesaria para su bienestar,
y por tanto conservada.
De estos dos principios se deriva que el nivel óptimo coincide, en el socialismo, con el máximo
y, en consecuencia, con la minimización de los excedentes. El desperdicio de recursos materiales en
producciones que no sean socialmente útiles no tiene razón de ser. El excedente, útil al sistema capi-
talista para facilitar el mejoramiento de los resultados contables de las empresas, es eliminado por la
organización del sistema de producción y distribución típico de la planificación predominantemente
macroeconómica. Esto reduce notablemente el impacto ambiental de dicho sistema en todas sus fases,
que es en cambio considerablemente alto en el sistema capitalista de excedencia y consumismo.
Al imaginar el futuro en esa dirección, debemos, sin embargo, saber también reconocer los errores
del pasado, como los ocurridos en algunas experiencias históricas de planificación. En la Unión Sovié-
tica, por ejemplo, el desarrollo de las fuerzas productivas, aunque de propiedad social y no dirigidas a
la acumulación capitalista, se dio muchas veces bajo los mismos mecanismos del modo de producción
capitalista, a pesar de la intención de utilizarlas para liberar al hombre de la necesidad y suprimir la
explotación. Eso se tradujo en desarrollo cuantitativo, en un crecimiento a marcha forzada de la in-
dustria pesada que, al exigir un continuo aprovisionamiento de materias primas y recursos energéticos,
produjo contaminación y una explotación excesiva de la naturaleza, y se manifestó igualmente en un
desarrollo tecnológico peligroso para esta, como es el caso, por ejemplo, de la energía nuclear. Aunque
no orientado directamente por mecanismos de acumulación como los capitalistas, en la Unión Sovié-
tica el desarrollo asumió frecuentemente un carácter cuantitativo y de alto impacto ambiental.
Los esfuerzos deben entonces orientarse a tomar de las experiencias cumplidas sus mejores partes, a
saber actualizarlas y a ser capaces, también, de contaminarlas con “nuevos” paradigmas socioecológicos
de carácter político y anticapitalista6.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


706
Se trata, en fin, de una planificación socialista basada en la democracia participativa, que tenga por
fin la solución de los problemas sociales, el progreso y el desarrollo colectivos, la creación, preservación
y máxima socialización de los bienes comunes y, en consecuencia, también la salvaguarda de la natura-
leza en todas sus manifestaciones y expresiones. Todo esto en el ámbito de los planes nacionales, pero
también de los locales y sectoriales.

6. Un proceso de renovación cultural que vuelva a dar importancia a los valores de uso, a los bienes
comunes, al bienestar colectivo, a los derechos de la humanidad, a la solidaridad, a la equidad, a la
repartición, a la reciprocidad, a la coparticipación.
Ese proceso, sin embargo, no puede ser interpretado de manera unívoca, sino que será necesaria
–como ha sido el caso en las experiencias cumplidas y en las que se están realizando– una aproximación
subjetiva a cada experiencia en particular.
Una superación, pero que desde un comienzo se plantee la perspectiva de cambio. Que sepa iden-
tificar y crear de inmediato la sociedad alternativa.
El problema tiene dos caras. La primera consiste en pasar de los movimientos sociales a la construc-
ción de una organización política en forma de partido, con un grupo dirigente y con capacidad para
conducir numerosas formas de lucha hacia un horizonte estratégico no solo antiimperialista, sino sobre
todo anticapitalista, es decir, hacia un gobierno alternativo al modo de producción capitalista, utili-
zando para ello las formas y modalidades objetivas y subjetivas que las condiciones reales impongan.

Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la
realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas
actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente7.

Entretanto, hay que tener muy claro que esto es un proceso y, como tal, se realiza en el tiempo. Así,
por ejemplo, no cabe pensar en la eliminación del mercado, por lo menos a corto plazo. Aunque no
será una economía de mercado, al menos inicialmente tendrá que ser con mercado, pero eso en todo
caso no determinará las decisiones ni las inversiones productivas.
Está claro que solo con una guía y una subjetividad política organizada podrán los movimientos de
masas avanzar en el fortalecimiento de una etapa de transformaciones con sentido realmente alternati-
vo, para colocarse así inmediatamente en el terreno de la superación del capitalismo.
Los caminos para la realización de un proceso de transformación radical deben necesariamente
estar ligados a las condiciones particulares de cada país. Las especificidades del lugar, desde el punto
de vista de su devenir histórico y de su economía actual, como también de su cultura, sus tradiciones,
sus costumbres, y aun de sus condiciones geográficas, geomorfológicas y de disponibilidad de recursos
naturales, determinan las posibles trayectorias.
Por tanto, también la relación entre planificación y salvaguarda de los ambientes naturales pue-
de discurrir por distintas vías, aunque sin negar los valores universales que las vinculan; vale decir,
sin negar la necesidad de eliminar gradualmente, en la sociedad socialista, toda contradicción con la
naturaleza8.
Una sociedad que será capaz de superar asimismo la simple relación oportunista con la naturaleza,
y en la que no se tratará ya de preservarla para explotarla más y mejor, sino para vivir en armonía con
ella y utilizarla en la medida de la necesidad.

LINEAMIENTOS CONCLUSIVOS: PARTIR DE LAS LUCHAS DE LOS MOVIMIENTOS DE BASE...


707
Un enfoque completamente diferente de la producción, de la circulación de mercancías y personas,
del consumo y los servicios, para la optimización de las necesidades materiales y culturales, además de
las primarias y, que por tanto, no podrá tener sino efectos positivos en los recursos naturales, ya que se
colocará al margen de la lógica de la ganancia y de la acumulación capitalista –y en particular de la que
corresponde a su fase imperialista–, que subsume la naturaleza9.

7. Construir, pues, una globalización de la solidaridad entre los pueblos, de manera tal que se equilibre
con las reglas de un desarrollo cualitativo, compatible y sustentable en el plano social y ambiental y en
el de los derechos humanos, civiles y del trabajo, y resulte así realmente eficaz para todos los países: una
globalización, entonces, de los derechos de la humanidad.
Solamente siguiendo los lineamientos de Cuba, de Venezuela y de Bolivia pueden consolidarse las
reformas parciales; y las tácticas y las luchas por reivindicaciones parciales transformarse en verdaderas
estrategias para la superación del capitalismo. Es por eso que el socialismo en el siglo xxi sigue teniendo
como referencia prioritaria a Cuba, su revolución, su gobierno, y que han asumido carácter de revolu-
ción socialista tanto la alternativa de Chávez y la revolución bolivariana, como la de Evo Morales y el
movimiento indígena del “vivir bien”.
Es necesario, entonces, ya en lo inmediato, desarrollar teorías alternativas y luchas sociales para
imponer la redistribución del ingreso y de la riqueza en favor de los trabajadores, de los desocupados,
de los indígenas, así como salvaguardar el ambiente y la salud y fortalecer la educación, la formación, la
cultura y el saber social, a partir de una renovada crítica de la economía aplicada, capaz de configurarse
como economía política socioecológica para un desarrollo fuera del mercado y alternativo al capitalis-
mo, y por tanto en capacidad de superar, en una perspectiva socialista, las leyes de la explotación del
hombre y de la naturaleza.
Es así que, en una economía política socioecológica, el estudio y desarrollo de teorías alternativas
de crítica de la economía aplicada se realiza como soporte e intercambio de experiencias con los mo-
vimientos internacionales de lucha de los trabajadores y de los indígenas, en el entrelazamiento de la
teoría y la práctica de la lucha de clases, al tiempo que la contradicción capital-naturaleza se asume
por completo dentro de las dinámicas del conflicto capital-trabajo, para la superación del modo de
producción capitalista en la construcción y concreción del socialismo del y en el siglo xxi.
Resulta indispensable un nuevo modelo de desarrollo en el que las desigualdades sean corregidas por
buenas políticas para el progreso social, que den voz a las minorías y a las marginaciones creadas
por el sistema de producción capitalista; es decir, una nueva teoría de la economía política socioecoló-
gica, que tenga por centro las compatibilidades sociales y ambientales perseguidas e impuestas por las
luchas del movimiento de clase, para así lograr de inmediato un cambio profundo. Un socialismo del
siglo xxi, posible, necesario, irrenunciable, impostergable, a partir de un programa mínimo de grandes
reformas estructurales: ¡pero ahora, ya mismo! Mañana podría ser demasiado tarde.
Se trata de una batalla única, que hay que vencer unidos para poner fin a las causas del cada vez
más inhumano sistema social capitalista, siempre en pos del horizonte de la construcción del socialis-
mo, pero en un mundo en el que se afirmen procesos inmediatos del socialismo posible, que resulta
necesario ahora mismo.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


708
­— notas —

1 Brecher, Costello (2001: 194).

2 Cfr. Vasapollo (ed., 2006).

3 Granma, “La superficie des forêts augmente dans l’île”, 27 de dicembre de 2006.

4 http://www.ansa.it/ambiente/notizie/notiziari/mondo/20071005125134454118.html.

5 C. Modenesi y G. Tamino (ed.), Fast science, Jaca Book, Milano 2008.

6 L. Vasapollo e Y. Farah, Pachamama. L’educazione universale al Vivir Bien, vol. 1 y 2, Natura Avventura Edizioni, Roma 2010 y

2011.

7 K. Marx y F. Engels, La ideología alemana.

8 L. Vasapollo, Il tocororo e l’uragano. La pianificazione socio-economica come risposta alla crisi globale, Jaca Book, Milano 2011.

9 Rete dei Comunisti [Red de los Comunistas], Capitale e natura, 2011.

LINEAMIENTOS CONCLUSIVOS: PARTIR DE LAS LUCHAS DE LOS MOVIMIENTOS DE BASE...


709
NOVENa parte

LA CRISIS SE TORNA SISTÉMICA.


LA SOLUCIÓN ES POLÍTICA
Capítulo I
UNA CRISIS LARGA Y PROFUNDA, QUE VIENE DE LEJOS

1. Un poco de historia y de teoría económica

1. La crisis económica del capital internacional, originada en los primeros años setenta como crisis
general de acumulación, ha manifestado su profundidad en estos últimos años. Desde hace más de tres
lustros, en diversos trabajos1, la hemos identificado como una crisis de naturaleza estructural que ha
asumido luego carácter sistémico: diferente, por tanto, de aquellas “normales” en que se desenvuelve el
modo de producción capitalista por causa, precisamente, de su intrínseco desequilibrio2.
Independientemente de que su profundidad se haya puesto en evidencia en las bolsas y en las
prácticas especulativas de los grandes sistemas bancarios, hemos señalado que no se trataba de la
clásica crisis financiera3, ya que en tales circunstancias, consideradas “normales”, no se interrumpen los
procesos internacionales de acumulación del capital.
Ya hacia fines de los años setenta, diversos sectores productivos de los países de capitalismo maduro
evidenciaban un cierto agotamiento del modelo de organización capitalista centrado en la fábrica
fordista, el llamado “fordismo”.
Por una parte, se había producido la saturación del mercado sobre la base de productos existen-
tes, introducidos masivamente (consumo de masas) al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Cuando
los habitantes de los países desarrollados comenzaron a disponer de todos los artículos de consumo
necesarios (TV, lavadora, teléfono, posibilidades de viajes y vacaciones, etcétera), se produce una
desaceleración de las ventas y por tanto del crecimiento económico. El mercado potencial, que está
formado por las mayorías empobrecidas de los países periféricos, no fue incorporado al consumo
porque su función en el modelo de desarrollo fordista consiste, precisamente, en trabajar a cambio
de un ingreso de subsistencia y producir a bajo costo materias primas y algunos bienes de lujo y de
consumo obrero que requieren los países centrales. Otro factor fundamental del fracaso del modelo de
organización capitalista (entiéndase como organización fordista) fue la redistribución del poder dentro
de las fábricas, del capital al trabajo. Una de las características del modelo fue que se alcanzó, de hecho,
el pleno empleo de la fuerza laboral, aun cuando esto involucró solo al 20% de la población mundial
y por un lapso no superior a 20 años –entre 1948 y 1968–, mientras que en los restantes 200 años de
capitalismo, antes y después, no se produjo nunca ese fenómeno, que ha resultado así ser una rareza.
Por otra parte, a lo ya señalado es preciso agregar la dinámica política mundial, que redujo todavía
más el margen de maniobra del capital. A todo esto hay que añadir el cambio del panorama político.
El sistema internacional adopta la forma de una jerarquía de naciones, que responde al papel que
desempeña cada país en la división internacional del trabajo.
En la cúspide, en ausencia de autoridades mundiales, se coloca el Estado imperial, Estados Unidos,
que ejerce el papel de “juez-árbitro” internacional y dicta las reglas del juego en función de las necesi-
dades particulares de reproducción de sus propios capitales.
Desde los inicios de la segunda revolución industrial (1871), las nuevas potencias que dominan las
tecnologías modernas, Alemania y Estados Unidos, ponen en discusión la hegemonía británica, que
dominó el mundo durante el siglo xix. Inglaterra, entonces, comienza a perder parte de su influencia
tanto en el campo militar (la Armada británica) como en el económico (la industria textil y siderúrgi-
ca) y el financiero (la libra esterlina). La Primera Guerra Mundial no da lugar a un nuevo período de
estabilidad político-económica, dado que Alemania no consigue imponer su dominio y Estados Uni-
dos no ejerce todavía el liderazgo mundial. Los años veinte y treinta constituyen entonces un período
de fragilidad objetiva del dominio capitalista, que favorece el triunfo de la Revolución Rusa y reclama
un nuevo ciclo de enfrentamientos militares para dirimir la jerarquía mundial del capitalismo (hay que
subrayar que los grandes poseedores de capitales, no obstante su manifiesto “elogio” del libre mercado,
recurren siempre a la acción organizada del Estado y a la fuerza militar para establecer las jerarquías de
poder, dentro y fuera de los confines nacionales, cuando estas son puestas seriamente en entredicho).

2. Puede también suceder que la crisis financiera se acompañe con un cambio radical del modelo
de acumulación capitalista y del correspondiente sistema productivo. Esto probablemente solo ha
ocurrido una vez, en 1929, y provocó radicales cambios político-institucionales que se asociaron a la
definición de un nuevo modelo de producción y de desarrollo. En este caso la crisis asume rasgos de
estructuralidad y puede hacer surgir un nuevo modelo de acumulación capitalista, como sucedió tras
el año 1929 con el modelo keynesiano en sus diversas formas y manifestaciones.
En octubre de 1929 se produjo, en efecto, la fatídica caída de la economía mundial, que involucró
a todos los países industrializados. La gran depresión, recordada como el “crack de Wall Street”, tuvo

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


714
consecuencias devastadoras en todos esos países y provocó, además de drásticas reducciones del ingre-
so, la caída también del comercio mundial, de la agricultura y de la producción en general. Incontables
fueron los análisis realizados para explicar esa grave crisis económica que, iniciada en Estados Unidos,
se había extendido a todo el mundo. Galbraith, entre otros, explicó que además de la errada distribu-
ción del ingreso, como causantes había que inculpar también, sin duda, a la especulación financiera y
a la desacertada estructura del sistema bancario.
La crisis bancaria fue en primer lugar sobreproducción de capital, falta de reglas firmes, etcétera,
pero seguramente también se trató entonces (como hoy) de una crisis de carácter estructural y por tan-
to inherente al sistema de producción en sí mismo; es decir, crisis de una determinada conformación
del modelo de producción capitalista y de su paradigma de acumulación.
En los años que siguieron se produjo una recuperación económica mundial que conoció, sin em-
bargo, variadas crisis de menor impacto y pequeñas recuperaciones, hasta llegar a la solución de la crisis
misma con la Segunda Guerra Mundial, que hizo posible la explicitación –en todas sus formas– de la
economía de guerra y el keynesianismo, con su caracterización militar en términos de sostenimiento
de la demanda tanto para la guerra como para la posterior fase de reconstrucción.
Si la crisis es un evento “normal” y no excepcional, como piensan los keynesianos, ínsito al modo de
producción capitalista y útil para destruir ese capital en exceso que atasca los mecanismos de acumu-
lación y de crecimiento de la tasa de ganancia, entonces también la propia economía de guerra es una
modalidad “normal” para sostener la demanda (inducida e impuesta) en los períodos de subconsumo
o de sobreproducción de mercancías y de capitales. Es así que las crisis se repiten, como ha ocurrido,
por ejemplo, con las últimas que recordamos, desde aquella del sistema monetario en 19924 a la de las
bolsas asiáticas en 1987, y también la de Wall Street en 2001, con el consecuente estancamiento que
se ha prolongado por largos años.
Es solo después de la Segunda Guerra Mundial que Estados Unidos (y el dólar) se colocan a la
cabeza de la economía mundial. Al concluir ese conflicto bélico, en efecto, Estados Unidos era el único
país acreedor de cierta importancia; además, sus territorios no habían experimentado la devastación
sufrida por los demás países aliados, y tenía la industria y el dinero suficientes para convertirse en el
centro del desarrollo y de la reconstrucción de Europa y del mundo.
Ese sistema funciona hasta el momento en que Europa Occidental y Japón ven reconstruidas sus in-
dustrias y se presentan en la competencia internacional para disputarle a las empresas estadounidenses,
cara a cara, los mercados internacionales.

3. A partir de los años sesenta, los tiempos cambian rápidamente y a Estados Unidos le cuesta cada vez
más mantener su hegemonía económica, por lo que debe recurrir constantemente a la política militar
(guerras de Corea, Vietnam, etcétera). Desde finales de esa década, el oro de la Reserva Federal de
Estados Unidos, que sirve para garantizar los dólares esparcidos por el mundo, no logra cubrir siquiera
la quinta parte de su valor.
Así, cuando el presidente Richard Nixon reconoce –en agosto de 1971– que su país no puede ya
asegurar que pagará con oro los dólares, da origen al derrumbe del sistema monetario internacional:
se suprime la convertibilidad del dólar con respecto al oro y el sistema económico internacional expe-
rimenta una caída. Mediante un acto de fuerza unilateral, se decreta el fin de los acuerdos de Bretton
Woods y en 1976, cinco años después, el FMI reconoce que el sistema monetario ya no existe: se

UNA CRISIS LARGA Y PROFUNDA, QUE VIENE DE LEJOS


715
suprime también la cotización oficial del oro, se elimina todo control de las tasas de cambio y, en
consecuencia, se otorga mayor poder al mercado para fijar dichos precios. Estas decisiones marcan el
inicio del fin del ciclo de hegemonía financiera estadounidense.
El debilitamiento del dominio norteamericano se traduce en el surgimiento de condiciones propi-
cias para que los países exportadores de materias primas reclamen un precio mayor para sus recursos.
Hasta 1973, el modelo fordista había generado para el capital una rentabilidad suficiente, que le
permitía funcionar con altos costos salariales en razón de la productividad creciente y de los bajos
costos de las materias primas. Esa situación cambia y el aumento de los precios de estas últimas, en
particular de la energía –petróleo–, agrava la crisis de rentabilidad iniciada con la desaceleración de la
productividad a fines de esa década: las ganancias de las empresas se van a pique y el PIB de muchos
países se torna, de año en año, claramente negativo, o sea, sus economías empeoran cada vez más.
Si Keynes y la planificación económica –también llamada, en sentido capitalista, programación-re-
gulación o gobierno programado de la economía– habían influido en los resultados macroeconómicos
hasta los años setenta, a partir de los ochenta y noventa son el monetarismo y el aparataje neoliberal los
que dominan el mundo, al que gobiernan con el “mercado desregulado, sin limitaciones y sin reglas”.
Es en ese momento que los europeos, encabezados por el eje franco-germano, deciden crear el
Sistema Monetario Europeo (1978) para regular sus propios intercambios y, de seguidas, la moneda
única (1999), para defender sus modelos de cambio ante la especulación de los mercados y liberarse de
la tutela que, de hecho, sigue ejerciendo Estados Unidos sobre el sistema internacional de pagos gracias
a la función que todavía, de manera predominante, cumple el dólar como activo de reserva.
Entonces, con el objetivo de aniquilar la unidad y la fuerza que la clase obrera había manifestado
en toda su potencialidad durante los años sesenta y setenta, se imponen procesos de descomposición
de clase que apelan a la externalización, la deslocalización, la precarización del empleo mediante las
mil formas del trabajo atípico. En otras palabras, incrementos de la explotación, que junto con un
significativo descenso de los costos del trabajo conducen al establecimiento de relaciones cada vez más
individuales y desagregadas de la clase trabajadora.
A partir de los años ochenta se cumplió así en Europa –aunque de manera diversa en cada país– un
intenso proceso de privatización que, en el empeño de redimensionar la presencia pública en todo el
sistema productivo, impuso duros sacrificios al mundo del trabajo. Las acciones emprendidas por los
Gobiernos durante estos años confirman su voluntad de ejecutar todo un programa de entrega de las
empresas públicas, bajo la motivación oficial de resolver problemas productivos y económicos. En esto
marcaron excepción algunos países, como Francia y en parte Alemania, que defendieron la presencia
pública en los sectores estratégicos y estructuraron de tal manera un modelo productivo más fuerte y
equilibrado para la competencia global.

2. Crisis del proceso de acumulación

1. Una característica estructural del proceso permanente de acumulación capitalista es que su desacele-
ración se transforma automáticamente en crisis. Dicho en otras palabras: el estado estacionario es una
situación imposible bajo las reglas de la economía capitalista.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


716
El proceso de acumulación se produce mediante la incesante transformación de la riqueza natu-
ral –por medio del trabajo o de las máquinas– en mercancías, en objetos destinados a alimentar la
acumulación o el consumo final. Esto se realiza en sujeción a las reglas del mercado que exige que todo
aquello que entra en el proceso del trabajo y todo cuanto sale del proceso del mercado, sea mercancía
(además de basura o desechos industriales). El dinero, tradicional mediador entre dos mercancías que
se intercambian en el mercado, adquiere en la economía capitalista un nuevo papel como regulador
del ritmo de la acumulación. En esa función, adquiere asimismo una cierta autonomía con respecto al
intercambio de mercancías.
La dimensión del dinero en tanto que equivalente general del valor, en su función de mediador en-
tre dos mercancías en el mercado, está determinada por el valor de las mercancías que en un momento
dado están disponibles para el intercambio y en términos monetarios se expresa en forma de precios.
Por tanto, el volumen del dinero equivale al volumen de los precios que se deben negociar en el
mercado y se expresa en términos monetarios como la masa de dinero por su velocidad de circulación.
En la circulación mercantil simple, el dinero es endógeno y determinado por la demanda (necesidad
de dinero).
Pero cuando nos confrontamos con la acumulación prolongada, la situación cambia. En ese punto
el dinero no es solo un intermediario: es el motor de la transformación de las mercancías en capital
(medios de producción, trabajo asalariado) y promesa de realización (venta) del nuevo valor creado en
el proceso de trabajo. El dinero se ha convertido en crédito.
El dinero de crédito es exógeno y su volumen depende de las expectativas de los acreedores (crea-
dores de crédito) en cuanto a la tasa de acumulación que pueda obtenerse. Los operadores de crédito
deben realizar un ajuste para vincular el dinero de hoy (D) con el valor de mañana (M) y con la canti-
dad de dinero requerida, para vender esos valores a los precios de mercado (D'), que aproximadamente
equivalen a los precios de producción, es decir, al valor bruto de las mercancías producidas.
Tal ajuste es difícil de realizar, por tres razones principales: dos vinculadas a los tiempos del proceso
de producción (es decir, la suma de los procesos de elaboración y de intercambio) y a las contradiccio-
nes que en esos tiempos se generan, y la tercera debida al hecho de que el interés (precio del dinero) es
una renta, y las rentas son por definición el resultado de precios especulativos, es decir, de precios que no
están en relación con los valores. Brevemente exponemos las tres causas:

a) En síntesis, el dinero del crédito se hace disponible para adquirir medios de producción y fuerza
de trabajo, con la promesa de una recuperación –tras la venta de las mercancías– mejorada por
el interés, o de parte del nuevo valor creado en el proceso de elaboración. Pero la oferta no crea
su demanda, por lo cual puede ocurrir que las previsiones no se cumplan y una parte de las
mercancías no se realicen o vendan, y no sea entonces posible embolsillarse el dinero del crédito
mejorado por su renta.
b) En un período indeterminado de tiempo, los generadores de dinero de crédito pueden ayudar
a la valorización del capital con el crédito al consumo y su renovación más allá del plazo de
vencimiento. Pero en el largo plazo, si el problema de la realización de parte de las mercancías
se repite durante varios ciclos de producción, puede producirse una acumulación de crédito o
de las correspondientes exigencias de renta financiera, incompatibles con la generación de una
ganancia capitalista que resulte suficiente para sostener la acumulación.

UNA CRISIS LARGA Y PROFUNDA, QUE VIENE DE LEJOS


717
Este es un problema recurrente en el capitalismo, y adquiere forma de crisis cíclicas o, inclu-
so, de crisis estructural. El pensamiento económico ordinario suele calificar esos períodos de
desequilibrio en el proceso de acumulación como “crisis de demanda”. Pero un análisis más
profundo del problema revela que las crisis “financieras” no son crisis “de demanda”, sino que
son al mismo tiempo crisis de inversión. En efecto: por un lado (D - M) se produce un exceso
de acumulación de capital productivo, y al mismo tiempo se tiene por el otro (M - D') una
escasa realización monetaria de los valores mercantiles. El término más adecuado es “crisis de
sobreacumulación” y esta no se resuelve con una mayor inyección de liquidez (dinero de cré-
dito) en el mercado, sino mediante una profunda reestructuración del ciclo de acumulación,
que pasa por una rotunda destrucción de capitales. Los partidarios fanáticos de la incentiva-
ción de la demanda olvidan que la crisis de los años treinta no fue resuelta con inyecciones
“keynesianas” de liquidez, sino con una guerra mundial que destruyó masivamente capital físico
y fuerza de trabajo.
c) Cuando se produce un problema estructural que limita la valorización del capital, adquiere
mayor relevancia una característica que acompaña la autonomía del proceso de creación del
dinero: el dinero de crédito es un dinero producido mediante reglas de mercado; se transforma en
mercancía dentro de un proceso mercantil, pero el dinero no tiene valor: el precio que se paga
por esta mercancía (la tasa de interés) es solamente una renta. Además, en las economías mer-
cantiles, la especulación permite percibir rentas sin pasar por la producción de valores. El capi-
tal monetario define un espacio de autorreproducción que busca facilitar el nacimiento de ca-
pital monetario a partir de otro capital monetario. Aparentemente, la circulación del capital
monetario se autorreproduce a una escala más amplia en un simple circuito crédito-mercancía
(D - D'). Pero ese capital monetario solo puede valorizarse cuando es restituido de la ganancia
capitalista como una parte de ella misma (la ganancia). Por eso una reproducción excesiva en
la circulación financiera da lugar a una acumulación de capital ficticio o “especulativo”. Por
otra parte, también cuando la crisis se presenta con la apariencia de una enorme acumulación
de deuda, refleja en realidad las dificultades para la valorización del capital en general y no
únicamente del capital “financiero”.

2. Son esas las premisas teóricas necesarias para entender mejor las causas y los efectos del peso deter-
minante que, con el neoliberalismo, asumen en la política económica el sector financiero y los procesos
especulativos posibilitados por la desregulación financiera, inicialmente impulsada por los gobiernos
de Reagan y Thatcher. Se eliminó así toda restricción al movimiento de capitales –y en particular el
ficticio–, en relación a lo cual se cumplió efectivamente una globalización, pero no la mundialización
plena de las economías en general, sino simplemente una incontrolada internacionalización financiera.
Se eliminaron de esa forma los fondos bancarios de garantía, se multiplicaron los paraísos fiscales, se
permitió la proliferación de las finanzas creativas y la posibilidad de apostar o jugar en la bolsa no
solo con los flujos de los instrumentos financieros, sino también de las materias primas, de las tasas de
cambio y de los alimentos; en otras palabras: la renta especulativa, generar especulación para obtener
una ganancia fácil e, incluso, superganancias mediante la determinación, por esa vía, de los precios
del petróleo, los granos, el maíz, sin importar para nada el hecho de que tales rentas signifiquen luego
hambre, miseria y destrucción para continentes enteros.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


718
A partir de los años ochenta, y hasta hoy, el juego de la bolsa se ha convertido en una carrera por la
masacre social: por una parte se “engordan” los fondos líderes de inversión, los fondos de pensiones y
los grandes especuladores, y por otra se transforma en miserables a los productores de materias primas
del sur del mundo (asalariados de las plantaciones, campesinos, mineros y obreros) y en nuevos pobres
precarizados a los trabajadores del centro del imperio. De esta forma, además, las posibilidades de in-
versión en la economía real son transferidas a las cuentas de la especulación financiera, aparentemente
más rentables, y se destruyen voluntariamente los excedentes de capital para fines productivos.

­— notas —

1 Cfr. Vasapollo, L.; Casadio, M.; Petras, J.; Veltmeyer, H. (2004) y Vasapollo, L.; Casadio, M.; Petras, J., Clash! Scontro tra po-

tenze. La realtà della globalizzazione, Jaca Book, Milano, 2004. Por lo demás, para la redacción final de esta novena parte han
sido fundamentales las contribuciones de J. Arriola y R. Martufi.

2 Cfr. Vasapollo, L., Trattato di Economia Applicata. Analisi Critica della Mondializzazione Capitalista, Jaca Book, Milano, 2007 y

Martufi, R.; Vasapollo, L. (2000a).

3 Cfr. Vasapollo, L.; Arriola, J., Crisi o Big Bang?, Eprint Edizioni, Roma, 2009; y Vasapollo, L.; Martufi, R. y Arriola, J., Il risveglio

dei maiali. PIIGS, Jaca Book, 2011. Este último texto ha sido base de referencia y de fundamental importancia para la redacción
de esta novena parte.

4 En 1992 se produjo, en efecto, la llamada crisis del sistema monetario europeo, causada por la “especulación internacional”,

que atacó primero a la lira (finalmente devaluada) y luego a la libra esterlina.

UNA CRISIS LARGA Y PROFUNDA, QUE VIENE DE LEJOS


719
Capítulo II
UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO

1. Crisis contra trabajo

1. En los países de capitalismo maduro, la fuerza de trabajo ha vuelto entretanto a producir plusvalía.
Con mayor razón si se piensa en sectores como el de informática, el de biotecnología, el agroalimen-
tario y el de los cultivos genéticamente modificados, etcétera; sectores que hoy (gracias también a sus
frecuentes posiciones de oligopolio, cuando no de verdadero monopolio) garantizan altísimas tasas
de ganancia, pero que están concentrados en el “centro”, aun cuando se valgan muchas veces de una
fuerza de trabajo instruida en otras partes (recuérdese el fenómeno del brain drain o fuga de cerebros,
que golpea en general a todos los países coloniales y, en los últimos años, sobre todo a China en el
sector de la ingeniería y a la India en el informático).
Eso no significa que la aristocracia obrera haya desaparecido en los países de capitalismo maduro
(ni en los coloniales). Persiste, pero es ahora más furtiva: los factores que concurren para estructurar su
base material son múltiples y, sobre todo, en el seno de una clase trabajadora fragmentada asume ella
una forma menos homogénea. El saneamiento financiero público y privado no se ha complementado
con un adecuado fortalecimiento de las inversiones en investigación y desarrollo o en innovaciones,
y aunque el proceso se ha caracterizado por un fuerte incremento del progreso tecnológico, ha tenido
como contraparte negativa una continua disminución del nivel de ocupación y la precarización del
empleo, con el único objetivo de aumentar las ganancias y comprimir los costos del trabajo; vale decir:
el salario social en su conjunto, tanto directo como indirecto.
El endeudamiento generalizado es parte de esta perspectiva financiera, que se ha afirmado en el
tiempo gracias a un largo ciclo de bajas tasas de interés y a una salvaje desregulación, así como al papel
central de los organismos internacionales y en particular del FMI, que ha impulsado un sistema de
pagos internacionales capaz de garantizar la continuidad de una voluntaria situación de desequilibrio,
en la cual el increíble endeudamiento estadounidense pudiese ser suplido con el enorme excedente de
Japón, Alemania y China.
Es obvio que una tal estructura de pagos introduce en el sistema una gigantesca concentración de
liquidez, proveniente de las grandes multinacionales, administrada por los grandes bancos y las gran-
des sociedades financieras. Para canalizar esos excesos de liquidez hacia el sistema financiero, se han
contraído todavía más las inversiones productivas, con la consiguiente reducción del ingreso potencial
de los trabajadores.
Tanto así, que ya desde la misma OCDE –y muchos otros organismos internacionales– se ha
confirmado cómo en el conjunto de los países de capitalismo maduro, durante los últimos 35 años, la
participación de las rentas del trabajo en el PIB se ha reducido en más de 10%, mientras se ha produ-
cido un aumento correspondiente de las rentas del capital y, por tanto, de la masa de plusvalía. Y no
responde esto a un desarrollo proporcional de la productividad del trabajo, sino a un vuelco estructural
en la redistribución del ingreso.
El exceso de liquidez, entonces, se deriva de esa modificación estructural de la redistribución del
PIB, que desde los años ochenta fluye con marcada ventaja para el capital y en desmedro del trabajo.
A esto debe agregarse que otro tanto sucede con los incrementos de productividad del trabajo, que
durante los últimos 25 años solo en una pequeña parte han sido redistribuidos a las nóminas salariales.
Por último, contribuyen también a esa acumulación de liquidez los procesos de centralización del ca-
pital, resultado de fusiones, incorporaciones, liquidaciones, quiebras más o menos verdaderas y cierres
de empresas, que han multiplicado las filas del ejército de los desempleados y los precarizados.
Al reducirse la participación del salario en la redistribución del PIB, ha disminuido también, obvia-
mente, la capacidad adquisitiva y la propensión al ahorro del operador familia, de los trabajadores, que
de ahorristas-acreedores se han convertido en consumidores pobres y deudores, obligados a recurrir a
las mil formas de endeudamiento para cubrir, incluso, sus consumos de primera necesidad.
Al mismo tiempo, la cada vez más evidente redistribución del valor agregado hacia las rentas de ca-
pital y la transformación de las ganancias en renta, desincentivan de hecho la propensión a la inversión
productiva, a lo cual contribuyen también la disminución del consumo de las familias y el aumento de
las ganancias, que torna menos importante o estratégica la necesidad de recurrir al endeudamiento
de la empresa.
Se viene a configurar así un nuevo equilibrio entre los sujetos económicos, en el cual es ahora el
operador familia –es decir, los trabajadores– quien más recurre al endeudamiento, a los préstamos ban-
carios y de las sociedades financieras; el operador empresa, en cambio, se convierte en el nuevo sujeto

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


722
ahorrista y canaliza sus recursos hacia la especulación financiera; mientras que el sistema bancario ya
no dirige los grandes flujos de liquidez –provenientes de dicha especulación– hacia los créditos para la
producción, sino a los préstamos para el consumo. Todo esto produce un fuerte endeudamiento del
operador familia, al mismo tiempo que genera en los procesos de acumulación un bloqueo estructural,
que lleva a dirigir los incrementados ingresos del capital hacia la búsqueda de rentas financieras.
Si se considera que en 2008 las rentas de capital fueron de más de 1,7 millardos de euros, mientras
que en los países de la OCDE la inversión total privada en capital fijo fue para ese mismo año de 8
millardos de euros, se comprende claramente hasta qué punto las rentas financieras –a las que se suman
las inmobiliarias y las de posición ventajosa– sustraen recursos a la productividad real, al canalizarse
hacia procesos de aceleración especulativa que necesariamente concluyen en el agotamiento del ciclo,
representado por el estallido de las burbujas especulativas.

2. Sea en el centro, en la periferia o en la semiperiferia, el capitalismo continúa, en la práctica, embol-


sillándose las ganancias sin crear oportunidades de empleo. Para ello ha reestructurado el modo mismo
de ser de la empresa, que se atiene ahora exclusivamente a una óptica de competitividad basada en
procesos de deslocalización productiva en el exterior, decrecimientos ocupacionales, superexplotación
mediante incrementos del sobretiempo y de los ritmos, utilización creciente de un trabajo “negro” y
precario que contempla escasos derechos para los trabajadores; todo esto acompañado con las nuevas
figuras del trabajo atípico, con flexibilidad del salario y del trabajo mismo, con recortes continuos al
gasto social y, por tanto, con salarios reales –directos e indirectos– que tienen cada vez menor capaci-
dad adquisitiva. El objetivo final es obtener ganancias que, a pesar de tan favorables condiciones, no
son luego utilizadas en inversiones productivas sino en la especulación financiera o, en todo caso, en
inversiones productivas en el exterior, que se desplazan hacia países donde el trabajo especializado está
disponible a bajo costo y con escasa regulación legal.
La explosión de crisis financieras y de serios conflictos comerciales es una amenaza siempre actual,
aunque el capitalismo ha demostrado tener, frente a fenómenos de esa naturaleza, una capacidad de
maniobra superior a la que muchos le atribuían. La solución de las serias contradicciones mencionadas
constituye ahora el mayor desafío del capitalismo, durante el proceso de instauración de un nuevo
modelo de acumulación, altamente internacionalizado.
Las contradicciones entre riqueza y pobreza, desarrollo tecnológico y desempleo, desarrollo tec-
nológico y ecosistema, valorización del capital y marginación de un numeroso grupo de países, son
expresión de su debilidad y del carácter histórico necesariamente transitorio de la formación socioeco-
nómica capitalista.
Hemos visto por qué, con las políticas neoliberales, se registra una acentuación del desarrollo des-
igual, no solo entre los países más desarrollados y los que están en vías de desarrollo, sino también –y
muy significativamente– dentro de aquellos que forman parte del centro capitalista.
Añádase a esto la inseguridad ante las amenazas que representan la difusión de drogas “duras”, la
contaminación, el sida y el crimen.
Este estado de cosas ha provocado, y provoca, la falta de redistribución de los incrementos de
productividad a los salarios directos e indirectos de los trabajadores, quienes reivindican su derecho
de recibir tales incrementos en formas remunerativas directas o indirectas, a través de retribuciones
más elevadas o de reducciones del horario de trabajo, crecimiento de la ocupación y mejoramiento del

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


723
Estado social, es decir, formas de redistribución de la riqueza a los ocupados y los desocupados. En el
análisis hasta ahora realizado se ha podido verificar que nada de esto ha ocurrido y que la remuneración
del factor capital se ha incrementado a expensas de los salarios y del factor trabajo en general.
Se han desechado los parámetros que garantizaban un compromiso generalizado entre capital y
trabajo en los países de capitalismo maduro; el capital ha desmantelado progresivamente (sigue hacién-
dolo) todas las instituciones políticas, económicas, sociales y jurídicas que estructuraban aquel modelo
de welfare, y se pasa así al warfare.

3. La crisis internacional de los países centrales se manifiesta como:

– Crisis financiera global.


– Crisis de crédito.
– Crisis fiscal.

Si se tratara de una crisis financiera, su manejo, planificado por los Gobiernos centrales y basado
en nuevas reglas financieras y mayores controles por parte de las autoridades monetarias, podría llevar
a una solución interna, es decir, de características capitalistas. En ese contexto, la respuesta de las
izquierdas debe centrarse en la reducción drástica de las dimensiones de las finanzas globales y la
prohibición de las operaciones especulativas de “cobertura de riesgos” (¿por qué se necesita un mercado
de productos derivados de 600 millones de dólares, cuando el producto mundial es de 60 millones? Se
trata de un evidente mecanismo financiero de transferencia de valores entre agentes especulativos, que
se debe eliminar), así como en la estimulación del sector público en la actividad productiva financiera
(creación de una banca pública de fomento, de empresas públicas y de empleo en el sector público para
el desarrollo de los servicios sociales, etcétera) o en el control de los bancos centrales, a fin de que estos
tengan como prioridad el crecimiento y no solo la estabilidad de los precios.
Pero, aunque la crisis se manifestó inicialmente como crisis de las finanzas internacionales, esa no es
en absoluto su causa profunda. Las medidas para reducir el peso del mercado internacional del dinero
y del crédito pueden constituir un programa de emergencia, pero no una alternativa a la crisis global.
Ante una crisis que golpea en mayor medida a los países que tienen fuerte endeudamiento externo,
la izquierda responde con la tesis de una “crisis de demanda” y, en consecuencia, propone como alter-
nativa un ajuste fiscal más lento, para así favorecer la generación de un volumen de inversión pública
que habría de transformarse en motor del crecimiento.
El problema es que no se trata de una crisis de demanda. La demanda mundial, que creció incluso
en los momentos más graves de la crisis (2008-2009), no deja de aumentar. Solo en 2009, el PIB
mundial se redujo en 3,3 millones de dólares, lo cual dice mucho acerca de la profundidad de la
crisis. Y sin embargo, a pesar de esa caída, la inversión mundial se mantuvo en los niveles habituales
(21,4% de aumento, frente a una media de 22,3% en los 10 años previos al estallido de la crisis, entre
1998 y 2007). Todo eso significa que los capitalistas, a escala mundial, no han percibido un problema
keynesiano de “demanda efectiva”, de realización del valor (de hecho, en paridad de poder adquisitivo,
el PIB mundial aumentó en 239 millones de dólares en 2009), y que han seguido invirtiendo sus
capitales como siempre, con solo cambios de ubicación espacial y sectorial (datos del FMI: World
Economic Outlook Database). Si la crisis no es de demanda, la solución no puede ser una política de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


724
sostenimiento de la demanda, de los salarios de los trabajadores y del Estado social (keynesianismo de
izquierda) o de las empresas y del Estado mayor industrial militar (keynesianismo privado y militar).

2. Armas y finanzas contra los trabajadores

1. La construcción de un aparato militar y su vinculación creciente con la política gubernamental y la


economía, responden, en el capitalismo, a la necesidad cada vez mayor de hallar salidas para el proceso
de agudización de las contradicciones que es inherente a este régimen de explotación. De hecho sirven,
al mismo tiempo, para sostener el orden imperialista y para proveer un instrumento regulador del ciclo
de reproducción.
Como nunca antes, la actual oligarquía detenta el poder, y esa realidad coincide con el hecho de
que las relaciones político-militares han alcanzado –no solo en la sociedad norteamericana, sino direc-
tamente en Europa y también, por ejemplo, en Italia– una condición estructural que las coloca, dentro
del sistema político, en el mismo nivel que los subsistemas conformados por el Gobierno, los partidos
y el sistema electoral, con la ventaja de que las relaciones del complejo industrial militar se entrecruzan
con los tres subsistemas y presentan, además, un nivel de transnacionalización no logrado por ningún
otro componente estructural del sistema político-económico-productivo, con lo cual reproducen, de
hecho, lo que desde hace décadas ocurre en el sistema norteamericano.
Entre la fase del imperialismo colonialista del siglo xix y la del imperialismo poscolonial de matriz
norteamericana del siglo xx, el militarismo se ha transformado en el garante del poder imperialista y
elemento esencialmente político del proceso capitalista de producción, hasta configurar un triángulo
de funciones que determinan el carácter del sistema en su conjunto: es a un tiempo el eje de la articu-
lación intersectorial del sistema industrial norteamericano, el motor de la innovación tecnológica y el
factor de ajuste frente al ciclo económico. Se ha desarrollado así, a partir de Estados Unidos, un com-
plejo industrial militar que expresa el conjunto de intereses del capital y el Estado, y que el proyecto
paneuropeo de la Unión Europea aspira a reproducir (incluso en su especificidad italiana).
Hay grandes empresas militares-industriales que obtienen ventajas al trabajar como contratistas o
subcontratistas del Estado, pero que al mismo tiempo son, como actividad fundamental, productoras
de mercancías civiles, frecuentemente en sectores no monopolistas cuya actividad está más ligada a la
economía interna que a la producción bélica para el exterior.
La posibilidad de contar con ingentes fondos públicos, así como con una planificación detallada
de las actividades de investigación y de los resultados perseguidos en el campo militar, está en la base de
las ventajas tecnológicas de muchas ramas de la industria norteamericana, que posteriormente se trans-
fieren a la competencia de los mercados de la industria civil.
En general, es significativo el hecho de que el gasto militar influye no solamente en la coyuntura
económica interna, sino también en la situación sociopolítica internacional. El gasto militar dinamiza
un sector industrial orientado a la producción de armas y actúa con un efecto de inversión propio del
multiplicador keynesiano.
Resulta además claro que también para los países del polo europeo –en el que Italia desempeña cada
vez más un papel de alto nivel–, la agresiva política del imperialismo requiere que los gastos militares

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


725
de los países subdesarrollados aumenten continuamente, para así dar respuesta a la estrategia de milita-
rización de la economía a nivel mundial. Se trata de una estrategia internacional del imperialismo que,
además de sostener y desarrollar el sistema transnacional de altas ganancias para las grandes empresas
productoras de armas y apoyar el acceso a las fuentes de recursos energéticos y de materias primas, don-
dequiera se encuentren, debe reforzar la capacidad ofensiva de una red de Estados que apoyan la política
imperialista, dotándolos de cuanto sea necesario para reprimir todo movimiento de rechazo o resis-
tencia a la explotación capitalista. A ese fin resulta instrumental la creación de tensiones regionales en
torno a problemas como el narcotráfico, la emigración, las disputas territoriales, el ambiente, etcétera.

2. Pero los principios en los que se sustenta el capitalismo –propiedad privada de los medios de produc-
ción, competitividad y máxima ganancia– deben ser preservados a todo costo. ¿Y qué hacen entonces
los Gobiernos estatales y del capital?
Protegen a los ricos y nacionalizan las empresas para socializar sus pérdidas a expensas de los tra-
bajadores. Primero que nada, es necesario destacar que las soluciones instrumentadas para intentar
ponerle freno a la amenaza cada vez más real de recesión, no están en línea con el concepto neoliberal
según el cual el Estado debe permanecer ajeno a la economía, ya que es justamente con la intervención
de los Gobiernos que se procura subsanar los desastres del libre mercado, mediante inmensas inyeccio-
nes de dinero público en la economía. Dinero que se sustrae del gasto social con un keynesianismo de
empresa y de guerra que destruye el welfare y ataca duramente el salario social, en el empeño histórico
de hacer pagar la crisis a los trabajadores, a través del profit State, el warfare, el welfare de los miserables.
Es interesante reseñar lo que ha escrito Fidel Castro sobre estos temas:

El lunes 13 [de octubre de 2008] se anuncian las cifras multimillonarias de dinero que los países
de Europa lanzarán al mercado financiero para evitar un colapso. Las acciones subieron con las
sorprendentes noticias.
En virtud de los acuerdos mencionados, Alemania había comprometido, en la encuesta de rescate,
480.000 millones de euros; Francia, 360.000 millones; Holanda, 200.000 millones; Austria y
España, 100.000 millones cada uno, y así sucesivamente hasta alcanzar, junto con la contribución de
Gran Bretaña, la cifra de 1,7 millones de millones de euros, que ese día –ya que varía constantemente
la relación de cambio entre una y otra moneda– equivalían a 2,2 millones de millones de dólares, que
se sumaban a los 700.000 millones de dólares de Estados Unidos.
(...) Los países capitalistas europeos, saturados de capacidad productiva y mercancías,
desesperadamente necesitados de mercados para evitar paros de obreros y de los especializados en
servicios, con ahorristas que pierden su dinero y campesinos arruinados, no están por tanto
en situación de imponer condiciones y soluciones al resto del mundo. Así lo proclaman los líderes de
importantes países emergentes y de los que, pobres y saqueados económicamente, son víctimas del
intercambio desigual1.

La desigualdad ha aumentado en dos tercios de los países que forman parte de la OCDE –admite
la misma organización–, y esto se explica porque “las familias ricas han alcanzado resultados particu-
larmente positivos en comparación con la clase media y con las familias que se ubican en los niveles
más bajos de la escala social”2.
Se ha puesto así en evidencia que el 10% más rico de la población posee más del 30% de toda la
renta disponible; asimismo, es importante recordar que en Italia la tasa de pobreza entre los menores
de edad supera el 15%, frente a una media de 12% en el conjunto de la OCDE.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


726
3. Este cuadro macroeconómico evidencia igualmente que, con tales escenarios de cambio de fase,
de conflictividad aguda entre el área del dólar y el área del euro, con atención siempre a la variable
asiática (China, Rusia, Irán, India) y bajo fuertes miras expansionistas en Eurasia, en el Asia central y
en América Latina, en el futuro inmediato seremos llamados a un arreglo de cuentas, en un contexto en
el que la competencia global asumirá cada vez más los rasgos político-estratégicos de un conflicto
interimperialista.
Entonces hay que preguntarse: ¿quién pagará los costos de los rescates financieros emprendidos por
los Gobiernos? No parece haber duda acerca de la respuesta. Serán como siempre los trabajadores, las
clases más débiles y marginadas: aumentarán el desempleo y la precariedad del trabajo y del vivir social,
se recortarán los gastos para el welfare y serán incontables las zozobras de las familias que, al no poder
pagar las hipotecas de sus viviendas, se quedarán sin techo.
Pero esta crisis es más grave que la de 1929, pues nada dice que los nuevos países competidores y
emergentes –como por ejemplo China, Rusia, India– puedan compensar la caída de Estados Unidos,
justamente porque este último tiene un peso notable en el comercio mundial y en las funciones del
mercado financiero, y por el hecho de que, hasta hoy, más de dos tercios de las reservas monetarias
internacionales están en dólares. Además, esta crisis tiene consecuencias inmediatas y directas para los
trabajadores, tanto en términos de una aún más grave desocupación y de recortes al salario directo,
indirecto y diferido –lo que incluye la quiebra de fondos de pensiones–, como de un previsible creci-
miento de la masa de nuevos pobres y de la polarización hacia abajo de parte de las capas medias, que
pasarán a acompañar a los verdaderos pobres, a aquellos que cada vez más se quedan sin vivienda y ven
reducirse más y más su poder adquisitivo.
Es por eso que desde hace tiempo hablamos de una crisis estructural irresoluta, transformada en
auténtica crisis sistémica –fomentada y prolongada a través de la desregulación financiera–, que ha
determinado una suerte de dominio del capital ficticio, aunque no su exclusividad: de manera alguna
se podrá nunca decir que esa forma del capital sea el elemento fundacional o precursor de los procesos
de acumulación.
Se podría a este respecto hacer referencia a los ciclos largos de Kondratiev3 que, después de una
larga fase expansiva –la que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los primeros años
setenta–, permiten identificar un largo ciclo de crisis desde fines de los setenta hasta hoy, ciclo en el que
los capitalismos han intentado obtener ganancias especialmente a través de la especulación financiera.
La particularidad de esta crisis es su carácter estructural y sistémico, que determina, seguramente,
el fin del predominio del capitalismo y el imperialismo estadounidenses y que, al mismo tiempo,
preanuncia la fase terminal del mismo sistema capitalista, justamente porque las posibilidades de acu-
mulación real del sistema han alcanzado su límite. Y si bien el modelo keynesiano y los Estados de
bienestar permitieron durante la larga fase expansiva el crecimiento cuantitativo del capital, ahora la
financiarización de la economía, las privatizaciones forzadas, el ataque a los derechos y al costo del
trabajo, así como al salario directo, indirecto y diferido en todas sus formas, no han podido resolver
esta crisis a través de la destrucción del valor del capital, precisamente porque es una crisis del sistema.
La financiarización de la economía no ha llevado a la solución de la crisis, sino a una burbuja
financiera sin precedentes y al agravamiento de la crisis económica general.
La privatización de la economía tampoco ha aportado soluciones, al punto de que hoy tanto los
progresistas y la izquierda como los conservadores quieren regresar al papel intervencionista del Estado,

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


727
bajo una forma de keynesianismo que tiene características no solamente militares y de sostenimiento
de la economía de guerra, sino también de fuerte apoyo a las empresas, a la banca y a las aseguradoras,
que en esta fase estaban destinados a fracasar sin dejar a cambio espacio alguno para el sostenimiento
de la demanda mediante el gasto social.
Tampoco ha ayudado la tercera vía intentada para salir de la crisis, la de la compresión del costo del
trabajo y el ataque al salario social en su conjunto, que en cambio ha provocado una contracción gene-
ral de la capacidad adquisitiva y, por tanto, le ha sumado a la crisis de sobreproducción los contenidos
y los efectos de una crisis de subconsumo.

4. Se pone así en marcha lo que en varias ocasiones hemos llamado el relanzamiento del keynesianismo,
del llamado keynesianismo “privado”, que en última instancia se traduce en la habitual socialización de
las pérdidas. Esto significa sustraerle al salario y al welfare tajadas consistentes del gasto público para
socorrer a ese sistema criminal de los bancos, que después de provocar desastres son auxiliados con
dinero público; es decir, con impuestos que se sustraen al gasto social y se destinan a esa última forma
de privatización que es la “deuda soberana”.
Se trata, simplemente, de un incremento de la deuda pública que es absorbido por el rescate del
sistema privado de bancos e instituciones financieras.
Resulta evidente que está en marcha un auténtico ataque político y especulativo, por parte de los
mercados financieros internacionales –dominados por los grandes bancos y los fondos de pensión e
inversión–, para desacreditar el papel del Estado. Crear en la opinión pública, como ocurre hoy, la
idea de que los Estados están al borde del fracaso, significa ocultar la crisis económica general de acu-
mulación del sistema capitalista y el desastre de los mercados crediticios y financieros, para promover
al mismo tiempo la necesidad de socializar las pérdidas del sistema bancario mediante el dinero y los
impuestos de los trabajadores y a través del recorte del Estado social y del costo del trabajo.
Así, por ejemplo, fueron los bancos europeos –y en particular los de Italia– los que financiaron la
burbuja especulativa de los precios inmobiliarios mediante la fuerte reducción de las tasas de interés; y
son los bancos los que han cerrado para las empresas el acceso al crédito y lo han tornado cada vez más
oneroso para las familias. Y luego resulta que son los bancos los que reciben la ayuda pública del key-
nesianismo “privado-estatal”, los auxilios fiscales, incluso para beneficiar el carry trade, lo que significa
que los bancos centrales les suministran dinero, con tasas de interés por debajo del 1%, para que ellos
luego recompren los títulos de la deuda pública a más o menos 5%. Además, el Banco Central Europeo
no compra deuda pública, pero acepta los títulos de deuda pública de los bancos privados para que
estos sigan recibiendo liquidez y puedan volver a comprar deuda pública.
Más de 40% de la capitalización de las bolsas se perdió entre fines de 2007 y fines de 2008. Las
cifras hablan claro: casi 26.000 millardos de dólares y solo Wall Street llegó a perder 7.000 millardos.
En los primeros seis meses de 2010, los bancos europeos y estadounidenses perdieron 568 millardos de
euros de capitalización. Si HSBC y el Santander se mantuvieron en la primera y segunda posición, e
Intesa Sanpaolo confirmó su sexto lugar, UBS descendió de la quinta a la séptima posición, UniCredit
cayó de la tercera a la octava y el Royal Bank of Scotland terminó en la cola con una caída de capitali-
zación de 75%, a 14,6 millardos4.
La contracción “está afectando incluso a los más meritorios consumidores de crédito y amenaza
al sector bancario, ya en fuertes dificultades, con otra oleada de pérdidas masivas, tras una época en

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


728
la que pudo cosechar ganancias récord con el negocio del crédito fácil, que contribuyó a crear”. En
el primer semestre de 2008, explica el NYT, las sociedades que ofrecen tarjetas de crédito devaluaron
créditos de riesgo por 21 millardos de dólares “porque muchos clientes no logran ya pagar las deudas.
Y con sociedades que despiden a decenas de miles de trabajadores, el sector espera –según los analistas–
pérdidas por otros 55 millardos durante el próximo año y medio”. De 2009 al inicio de 2010, “las pér-
didas totales llegan a 5,5% de la deuda en tarjetas de crédito, pero podrían superar el nivel de 7,9%
alcanzado en 2001 tras el estallido de la burbuja de títulos tecnológicos”5.
Eso significa que la constante sobreproducción de mercancías y capitales que tiene lugar en los
países de capitalismo maduro, no encuentra ya solución ni en las distintas formas de presentarse y de
salir de las crisis coyunturales ni en las de naturaleza más estructural, y que se va configurando cada vez
más una crisis de carácter global acompañada por una crisis sistémica.
Esto es así porque las mismas relaciones de producción entran en conflicto con carácter endémi-
co, destruyendo incluso, por primera vez, la forzada convivencia patrón-trabajador. La actual crisis
sistémica llevará probablemente al fin del dominio de Estados Unidos, que será sustituido por nuevos
centros de poder representados por Europa, China, India y algunos otros países, como Rusia y Brasil.
La historia demuestra que el capitalismo ha atravesado siempre crisis económicas más o menos graves
y que muy frecuentemente las ha resuelto por medio de la guerra.

3. Una competencia global con fuertes rasgos financieros

1. La crisis actual va más allá de la crisis financiera y la recesión. Es el síntoma del fin del ciclo de
acumulación capitalista, que se traduce en dos aspectos esenciales:

a) El fin del ciclo de la hegemonía del capital estadounidense, en curso desde los años sesenta y, en
consecuencia, el agotamiento de los procedimientos puestos en marcha por dicho capital desde
fines de los años setenta y comienzos de los ochenta para seguir captando recursos materiales y
trabajo en forma de bienes comerciales del resto del mundo, siempre a crédito.
b) La desaceleración de la productividad, que genera dificultades para ampliar la masa de ganancias
y frena la tendencia al crecimiento, provoca también la caída de la tasa general de ganancia. Este
fenómeno hace surgir un problema clave, de cuya respuesta depende la perspectiva de salir de
la crisis: ¿cómo es posible que, transcurridos veinte años de la “nueva revolución industrial”, la
economía no crezca? ¿Qué significa el estancamiento económico a largo plazo de los países
centrales, justo en medio de una revolución científico-técnica como la llamada “revolución
de la información y de la materia viva”? Los avances de productividad que se esperaban tras la
introducción masiva de los nuevos procedimientos de automatización del saber obrero y con
la reducción de la demanda de materias primas mediante la nanotecnología y las biotecnologías,
no han reportado los frutos prometidos. La crisis del capitalismo industrial de los años setenta
se ha traducido, para los países centrales, en tasas muy bajas de incremento de la productividad.

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


729
Tasa de variación anual media del valor de la producción por trabajador
(PIB constante año 2000)

1961-1970 1971-1980 1981-1990 1991-2000 2001-2010

Alemania 4,2 2,4 0,7 1,3 0,2


España 6,0 4,6 1,0 -0,8 -0,8
Francia 4,5 2,7 1,8 0,8 0,1
Italia 6,7 2,2 1,3 1,8 -0,8
UE15 4,5 2,5 1,2 1,2 0,0
Estados Unidos 0,5 -1,2 -0,5 0,4 1,7
Japón 7,3 2,8 2,5 0,7 1,4
OCDE** 2,7 1,1 0,8 0,8 0,9

* Variación del PIB-variación de la ocupación civil (personas). Fuentes: Base de datos Ameco y elaboración propia.
** UE15+Estados Unidos+Japón+Canadá+Australia+Nueva Zelanda.

En los países centrales, el capitalismo se encuentra en una situación de profundo estancamiento de


la productividad. El desarrollo de las fuerzas productivas se ha tropezado con el límite objetivo de las
formas actuales de las relaciones sociales de producción.
La solución a ese problema la ha encontrado el capital en el pensamiento neoliberal, a través de dos
puntos centrales.
Una primera respuesta ha sido la deslocalización del capital productivo. El capital ha intentado
recuperar la tasa de ganancia mediante procedimientos de explotación extensiva. La deslocalización
y la reducción de las tasas salariales son, en el centro, la principal receta aplicada, que ha generado en
la periferia un aumento de la fuerza de trabajo asalariada y un crecimiento económico orientado al
ensamblaje de exportación y a productos de bajo valor agregado. En este este momento se produce un
nuevo impulso en esa dirección, sobre todo por parte del capital europeo. De hecho, una reducción
de los salarios en Europa se puede compensar, en términos de demanda agregada y de expectativas de
rentabilidad, con un aumento salarial en la periferia, como en efecto ocurre. De esta manera, la es-
trategia sindical y su versión de keynesianismo salarial –que debería servir para enfrentar la crisis– se
encuentra en Europa en un callejón sin salida.
La segunda vía emprendida por la potencia dominante es la financiarización de la economía. Esta-
dos Unidos ha promovido la privatización de los tipos de cambio y la desregulación financiera, para así
subvencionar con mayor facilidad su enorme desequilibrio comercial. En muchos países, el volumen
del crédito ha crecido de manera sustancial por causa de dicha desregulación y en el caso de Europa
(el área euro), por la drástica reducción de las tasas de interés en los países de la periferia europea (los
llamados Piigs). Así, el estancamiento de la acumulación se mantuvo oculto, en la medida en que se acu-
mulaba una masa cada vez mayor de deuda, sobre todo privada.

2. El cierre del ciclo especulativo del verano de 2007, con la caída del mercado mundial del crédito,
conduce a un regenerado intervencionismo del Estado de los países de capitalismo maduro, solo que no
dirigido al relanzamiento de la productividad en la economía real, sino al rescate del sistema bancario

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


730
Crédito-producto interno bruto
y financiero, mientras se vislumbran nue-vos es-
1998 2010 cenarios que preanuncian el estallido de una nueva
y gigantesca burbuja financiera, inflada por el jue-
Eurozona 1,29 1,81
go especulativo con los derivados de última gene-
Bélgica 1,62 1,54
ración sobre derivados anteriores.
Alemania 1,53 1,51
Tales operaciones, que buscan brindar oxígeno
Irlanda 1,31 3,35
a los bancos, aumentan fuertemente el déficit fis-
Grecia 0,87 1,60
cal de los países centrales, tanto por la magnitud
España 1,12 2,47
de las cifras empeñadas (la Comisión Europea es-
Francia 1,12 1,65
tima que en 2009 los países de la Unión Europea
Italia 0,96 1,68
se jugaron literalmente el potencial de cerca de
Países Bajos 1,55 2,43
un tercio de su PIB en auxilios a los bancos en
Austria 1,32 1,66
crisis, considerando el conjunto de inyecciones de
Portugal 1,12 2,47
capital, las garantías bancarias, el restablecimiento
Finlandia 0,60 1,10
de la liquidez y el saneamiento de las inversiones
Turquía 1,23 4,15
financieras de mala calidad) como por la caída de
Estados Unidos 0,78
la recaudación fiscal, debida a la desaceleración de
Japón 1,62
las inversiones productivas como resultado, a su
(EA11-2000, EA12-2006, EA13-2007, EA15-2008,
EA16-2010, EA17)
vez, de la reducción del crédito a la producción
Fuente: Calori y Ubago Vivas (1990). que, de hecho, bloquea los procesos de crecimien-

to de la acumulación capitalista.
El papel de los bancos y las finanzas en el capitalismo global es el mismo que en el capitalismo
nacional. La diferencia es de escala: el proceso de centralización y concentración del capital se acelera,
favorecido por el acceso al crédito internacional de que disfrutan los grandes capitales multinacionales.
Al mismo tiempo, las finanzas globales sostienen la “fábrica global” de muchas marcas productivas, al
financiar la fragmentación internacional de los procesos productivos (factor que impulsa la competen-
cia entre los trabajadores a escala internacional).
Por último, la caída del rendimiento global que experimenta el capital por la pérdida de eficiencia
en los procesos mercantiles necesarios para la generación de valor (que se traduce en aumentos escasos
de productividad, logrados mediante la intensificación del trabajo), es compensada a escala global por
la transferencia de las rentas desde los lugares de producción a los de realización del valor, rentas que
son en su mayor parte financieras (y en menor medida ganancias de capital por inversiones directas
en el exterior).
Se ha tratado, en efecto, de una gigantesca operación en beneficio de los bancos, del sistema fi-
nanciero y de las empresas –en su mayoría grandes y medianas–, para transformar la deuda privada
en deuda pública. Se traslada así la crisis del capital a un ámbito más grave, como es el de la crisis
económica y política de los Estados soberanos, bajo la forma de crisis de la deuda pública.

3. Todo eso en un contexto de competencia internacional con fuertes rasgos financieros, en la cual lo
único que ha cambiado del viejo concepto de globalización es –si se excluyen las tecnologías– la inter-
conexión de los fenómenos económicos (producción, consumo, intercambio, pero también el incre-
mento y centralización de capitales, de técnicas e instalaciones, las nuevas formas de financiamiento,

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


731
la empresarialidad, la competitividad, los nuevos procesos de acumulación). Estos factores tienden, sin
embargo, al reforzamiento polarizado de los bloques económicos de los más poderosos países y áreas
de la economía mundial (Estados Unidos, Unión Europea, polo asiático), a través del uso político de
los nuevos procesos de financiarización de la economía.
Desde que se produjo la extinción forzada –y perseguida– de los acuerdos de Bretton Woods,
Estados Unidos no ha dejado de recurrir a los préstamos para financiar su inmenso déficit: durante los
años que van de 2002 a 2007, más de 48% del financiamiento neto del déficit corriente de ese país
fue cubierto por Gobiernos extranjeros. La política fiscal de Bush produjo en el sistema financiero un
hueco equivalente a más de 7% del PIB y a eso se agregó el creciente endeudamiento de las familias
estadounidenses, que por años han seguido gastando por encima de sus propios ingresos. Hasta el año
2006 se había registrado en Estados Unidos un muy fuerte aumento de los precios de la vivienda, que
subieron más de 124% en poco menos de diez años (1997 a 2006). Esa situación, sin embargo, tuvo
como principal determinante la decisión de responder a la asfixia de la demanda con un desmesurado
aumento del endeudamiento de las familias estadounidenses, cada vez más vinculado al pago de hipo-
tecas para la adquisición de viviendas y también al consumo.
Para sostener el crecimiento “inflado” del PIB, el sistema norteamericano hizo que los bancos
comenzaran a conceder créditos a los llamados clientes Ninja (no income, no job and assets: sin ingre-
sos, sin trabajo y sin activos); es decir, a personas que no tenían un trabajo estable, un patrimonio
propio ni cobertura financiera de ningún tipo, pero que pagaban alquileres sumamente altos, muchas
veces superiores a su propio salario. Esta práctica permitió a muchas familias de precarias condicio-
nes económicas obtener un préstamo hipotecario con tasas de interés que inicialmente eran muy
favorables. Obviamente, esa situación no podía prolongarse mucho. Cuando aumentaron las tasas de
interés, esas familias no pudieron pagar las cuotas de su deuda y perdieron sus viviendas por ejecución
de hipotecas.
No obstante, la situación se mantuvo hasta llegar a una auténtica burbuja especulativa con un
marcado aumento de las tasas de interés. Eso hizo que la inmensa mayoría de los estadounidenses que
tenían préstamos hipotecarios con tasas variables no pudiesen cancelar sus mensualidades y sus hogares
fueran embargados. En cadena se derrumbaron los activos titulizados y se produjeron las conocidas
quiebras de bancos e instituciones financieras. Es así como la crisis tiene el efecto –normal– de destruir
el exceso de capitales (y de empresas).
El aumento de los precios inmobiliarios registró un brusco frenazo en 2007, por causa de un des-
mesurado pero previsible incremento de las tasas de interés hipotecarias que convirtió en insolventes
a muchos deudores –especialmente entre los no garantizados– y dio paso a una serie de embargos
que afectó a muchas familias estadounidenses. Se produjo así una debacle económica del sistema, que
aparentemente tuvo como factor desencadenante la llamada crisis subprime, o sea, la quiebra de los
bancos que tenían por práctica cotidiana la concesión de hipotecas a personas que no podían garantizar
su solvencia. La crisis hipotecaria norteamericana empeoró desastrosamente en 2008 y para julio de
2009 el número de procesos de embargo contra propietarios de viviendas se había incrementado en
más de 170% con respecto a julio de 2007, con lo cual más de 800.000 de esos propietarios corrían el
riesgo de ver expropiados sus hogares.
El marcado aumento de las tasas de interés condujo a una crisis de insolvencia y a la quiebra de un
elevado número de familias estadounidenses (cerca de dos millones).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


732
En junio de 2008 se registraba una altísima tasa de insolvencia en los préstamos subprime: en el caso
de las hipotecas otorgadas en 2005, por ejemplo, más de 37% de los titulares confrontaban problemas
de pago y por tanto de solvencia. En 2006 la situación empeoraba y el porcentaje subía a más de 40%,
para luego registrar una leve disminución en 2007 y detenerse en torno a 29%.
En el ámbito de los juegos de las finanzas “creativas”, los bancos que habían concedido esas hipo-
tecas “de segunda categoría” o subprime pensaron en titulizarlas6. Se introdujeron así en el mercado
títulos absolutamente inseguros que, al estar en cierto sentido “camuflados” –avalados por la compli-
cidad de “confiables” agencias de clasificación–, fueron con frecuencia adquiridos por los titulares de
fondos de pensiones. De tal manera, estos se encontraron al poco con portafolios abultados por títulos
que no eran sino “papel de desecho”: el mundo del trabajo resultaba así golpeado y el salario social
disminuía todavía más.

4. No bastó siquiera la rebaja de la tasa de descuento dictaminada por la FED. Esta grave situación se
produjo en Estados Unidos, fundamentalmente, por causa de la especulación financiera e inmobiliaria:
es eso lo que explica que, durante los últimos 20 años, el precio de los inmuebles se duplicara aproxi-
madamente cada cinco. No por un efectivo aumento del valor o de los costos, sino como incremento
forzado por la especulación. Solo en parte fueron simples ciudadanos, deseosos de adquirir su primer
hogar, quienes solicitaron préstamos hipotecarios; en la mayoría de los casos se trató, en realidad, de
especuladores –incluso pequeños especuladores, que tentaban la suerte– sin otro propósito que el
de revender a precio duplicado en pocos años.
Valga recordar que en julio de 2007 se llevaron a cabo en Estados Unidos 179.599 embargos de
viviendas, lo que representó un aumento de 9% respecto al anterior mes de junio y de más de 93% en
relación con 2006. El escenario, pues, es catastrófico y se extiende hacia los países europeos.
En 2007, en efecto, el temor a una debacle todavía mayor de las subprime provocó una muy acen-
tuada caída de todos los índices de la bolsa, que se extendió también a Europa.
Después de 30 años de endeudamiento creciente de toda la economía estadounidense, se llegó al
límite final. Frente a un PIB mundial de 44.000 millardos de dólares, la deuda pública de Estados
Unidos supera los 11.000 millardos. En 2007, su endeudamiento llegó a 13,8 trillones de dólares –más
de un trillón por encima del año anterior– y la deuda per cápita alcanzó a 46.115 dólares, es decir,
184.460 para una familia de cuatro personas.
Esa grave crisis, que resaltó por sus rasgos financieros, se acentuó en Estados Unidos y afectó en
cadena a todas las bolsas occidentales. Lehman Brothers era uno de los mayores actores del capitalismo
subprime, y cabe recordar que Fannie Mae y Freddie Mac, los dos colosos del ramo, concentraban
más de la mitad de los 12.000 millardos de dólares en hipotecas sobre las viviendas de los ciudadanos
estadounidenses. La quiebra de colosos bancarios como Lehman Brothers –el mayor en todo el país–,
junto con la caída de todas las bolsas, llevó al Gobierno de Estados Unidos a nacionalizar, de hecho,
a los gigantescos Fannie Mae y Freddie Mac, al convertirlos en sociedades públicas por un período
indeterminado.

5. Otro elemento importante para comprender las causas de la explosión de esta burbuja especulativa
inmobiliaria y financiera son los datos que muestran cómo el mercado, a partir de las llamadas hipo-
tecas subprime, creció en Estados Unidos hasta el punto de alcanzar un valor total –en titulizaciones e

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


733
hipotecas inmobiliarias– de 531.000 millardos de dólares, equivalentes a diez veces el PIB mundial.
A esto es preciso sumar un hecho más: el extraordinario aumento de los precios del petróleo y de los
alimentos. Desde comienzos de la explosión de la crisis de 2007, en efecto, y hasta concluir el verano
de 2008, se registraron en los precios del petróleo incrementos mayores que nunca, que llevaron el
barril a casi 150 dólares.
Resulta claro que ese desproporcionado aumento no fue causado por una mayor demanda de cru-
do, sino por una especulación determinada a conseguir superganancias cada vez mayores. Así ocurrió,
ya que tales ganancias fueron a dar, principalmente, a manos de las multinacionales que lo exportan y
no de las empresas que lo extraen, que en su mayoría son de propiedad estatal.
También el aumento de los alimentos respondió a la especulación. Con el pretexto de desarrollar la
nueva energía alternativa –los agrocombustibles–, se impulsó la explotación y el comercio sin límites
y con fines no alimentarios de bienes primarios como el maíz, el aceite de palma, etcétera, que son
básicos para las economías de los países más pobres. También en este caso se llevaron a cabo pavorosas
especulaciones de carácter financiero. Resulta evidente que la especulación con recursos energéticos y
alimentarios no es sino otra forma de la financiarización de la economía, que a través del capital ficticio
intenta desesperadamente hallar solución para una crisis que tiene, claramente, caracteres sistémicos.
Los bancos, y hoy también las aseguradoras y los llamados “inversionistas institucionales” (fondos
de pensión o de inversión), son enormes arcas de dinero no invertido. Necesitan “poner a rendir” su
propia liquidez y para eso, además de recurrir a especulaciones bursátiles de distinto tipo (que no crean
riqueza y que en el mejor de los casos pueden ser consideradas a largo plazo como un juego “suma cero”,
en el cual el perdedor cede a otro la riqueza que ha “jugado” en los mercados de títulos y monedas,
pero sin que nunca se cree nada nuevo), pueden invertir en el sector productivo y así valorizar su propia
masa de dinero, que de otra forma seguiría siendo capital no valorizado, en términos de acumulación.

6. El sistema bancario-financiero cumple, además, otra función central en el proceso de circulación del
capital: la de poner a disposición de este último, a través de los sistemas de crédito y financiero, una enor-
me suma de dinero que sería no valorizable y que puede utilizar para extender su propio poder a escala
mundial, mediante inversiones directas en el exterior, participaciones y financiamientos de todo tipo.
Luego, la financiera y la productiva son simplemente dos funciones del capital que cada vez más
conviven en un mismo operador económico, incluso como mescolanza de actividades técnico-mate-
riales y actividades de especulación financiera. Esto se ha acentuado particularmente en los últimos
25 años, gracias a la desregulación del sistema financiero y a la utilización de los instrumentos de las
llamadas finanzas alegres y creativas.
En realidad, los bancos están aprovechando el incremento de la oferta de deuda pública para rees-
tructurar sus fondos de inversión y colocarlos en papeles de menor riesgo, con el objetivo de brindar
una mayor garantía a un cliente que, tras la aparatosa caída, no se muestra en absoluto dispuesto a seguir
apostando en la ruleta rusa del riesgo-alta rentabilidad. Los bancos necesitan asimismo modificar la
composición de sus propios activos, cargados de títulos y valores inmobiliarios en proceso de devalua-
ción acelerada. En esa circunstancia, los títulos de deuda pública resultan un valor de cobertura perfecto.
Es, en síntesis, un juego de masacre, en el que las víctimas (los Estados) proveen a su verdugo (el
sistema bancario y financiero) el arma de ejecución, la soga de ahorcamiento (la liquidez), para ser así
no solo colgados sino también burlados.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


734
En Italia, todo esto es producto de haber vendido el gran patrimonio constituido por uno de los
mejores sistemas bancarios públicos.
Pero si el juego es así evidente, ¿cómo logran los bancos y los mercados financieros convencer a la
opinión pública de que los dos puntos débiles de la economía italiana, y europea en general, son el alto
costo del trabajo y el déficit fiscal, con la conexa acumulación de deuda pública?

4. La crisis es provocada por la ruptura de los fundamentos de la economía


y refuerza las finanzas especulativas

1. La actual crisis del capital viene entonces de lejos y muestra su condición estructural ya desde los
primeros años setenta, con tendencia al estancamiento y con fuertes y continuas tensiones recesivas,
en parte atenuadas por los también continuos procesos de recomposición en la localización de los
centros de acumulación mundial del capital, y con una reducción temporal de los ciclos de las crisis
financieras.
Tales crisis dejan ver cómo las diversas y crecientes formas de endeudamiento, interno y externo,
público y privado, han garantizado, de alguna manera, la supervivencia de los centros históricos de
acumulación del capital de Norteamérica y de Europa Occidental.
Las distintas formas de endeudamiento presentes en esta crisis son resultado del desesperado es-
fuerzo del capital por prolongar en el tiempo su propia reproducción, por mantener el aumento del
consumo de masas en concordancia con el aumento de la productividad del trabajo y con la reducción
de los salarios y, en general, de la masa salarial implicada en el valor agregado. Es un tipo de sobrendeu-
damiento que responde, también, al objetivo de retardar el momento en que la caída de la rentabilidad
se traduzca en una fuerte disminución de los bienes y de la masa de ganancias, momento en el que se
produce un fatal desequilibrio entre los ritmos de la producción, de la realización y de la valorización
del capital, condición última de la crisis.
Es por eso que se nos quiere hacer creer, mediante un deshonesto juego massmediático, que la
actual crisis es de naturaleza financiera y se debe a una excesiva liberalización y desregulación de los
mercados, que habría provocado tanto las burbujas especulativas, financieras e inmobiliarias, como la
sustitución de las ganancias del capital productivo “bueno” por las del capital financiero “malo”, dado
el exceso de rentas financieras, inmobiliarias y de situación. Al estallar las burbujas y caer los precios
de los activos financieros del capital ficticio, con las consecuentes y variadas situaciones de insolvencia
bancaria, se fueron evidenciando las diferentes crisis regionales, como por ejemplo la de Japón en
1992, la de México en 1995, la de los tigres asiáticos en 1997, la de Rusia en 1998, etcétera, hasta
llegar a la de 2007, que fuera erróneamente definida como crisis financiera de Estados Unidos y que
en 2008, por efecto de la articulación del sistema bancario internacional, golpeó a todos los países de
capitalismo maduro –y no solo a ellos–, para luego revertirse fuertemente sobre los países de la Europa
mediterránea, los llamados Piigs.
Se busca así sobrevivir de la mejor manera posible, intensificando la sustitución de las funciones del
capital productivo por la financiarización, deslocalización, externalización y privatización; reducien-
do drásticamente los costos de producción mediante un ataque violento y generalizado al costo del

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


735
trabajo, a las propias garantías y derechos del trabajo, al salario directo, indirecto y diferido; provocan-
do desempleo estructural y precarización institucionalizada; apelando al uso chantajista de la fuerza de
trabajo inmigratoria para expulsar mano de obra local, más costosa y exigente en términos de derechos
y garantías.
El capitalismo actual está condicionado por las finanzas y por el abandono de las políticas keynesia-
nas de sostenimiento de la demanda a través del Estado social. Las finanzas se han hecho así dominan-
tes y el más desenfrenado liberalismo es aplicado no solo a las mercancías y productos, sino sobre todo
a los movimientos de capital, lo que no deja de suscitar muchas dudas, incluso entre quienes respaldan
la economía dominante.

2. Pero aquello que se podría llamar “reaganismo originario” tuvo algunas consecuencias, como una
pesada rigidez de la “política monetaria” en 1981, que implicó un crecimiento inicial de M17 cercano
al 10%, para posteriormente tener un aumento equivalente solo a 4,7% y luego decaer entre abril y
noviembre de 1981 y ser cancelado definitivamente8.
Las mencionadas medidas de política monetaria tuvieron efectos no previstos por la teoría:

a) Un crecimiento sustancial del costo del crédito, es decir, un aumento de las tasas de interés.
b) Un impulso al alza de la tasa de cambio efectiva.
c) Un impacto recesivo en el nivel de actividad económica, por cuanto limitó fuertemente la
demanda y la producción.
d) No funcionó el llamado principio de la “curva de Phillips”, según el cual un incremento de M1
produciría un incremento del ahorro, que habría de traducirse en un aumento de la inversión
productiva.

En realidad, el incremento de M1 fue directo a un ahorro que no tuvo que ver con la inversión
productiva, sino con la industria de la diversión y de la especulación, como resultado del nivel nada
estimulante en que se encontraba la tasa de ganancia, todo lo cual provocó el aumento de las tasas
de interés.
Durante ese período, la economía se vio inmersa en el peor momento recesivo de la posguerra. La
recuperación del último trimestre de 1982 no dependió solo de la política económica: la perspicacia
de los llamados economistas de la oferta (Supply Side Economics) no consistió tanto en la política que
habían recomendado, como en darse cuenta de que el modelo de acumulación de la posguerra se ha-
bía agotado y que la economía norteamericana, en particular, estaba pasando a un nuevo paradigma
tecnológico, dentro del cual el objetivo de la política económica no debía ser ya el estímulo directo a
la “demanda efectiva”.
Está claro que para llegar a esa situación de liberalismo sin reglas de las finanzas, fue preciso intro-
ducir antes la libre circulación de capitales, que el sistema monetario de Bretton Woods9 no permitía
y que, de hecho, no existió siquiera hasta hace pocas décadas.
El actual sistema monetario, que los economistas estadounidenses llaman “Bretton Woods II”,
no se basa ya en la convertibilidad dólar-oro, sino en tasas de cambio fluctuantes y en la creciente
capacidad de los países asiáticos para financiar el déficit de Estados Unidos, que tras haber crecido
desmesuradamente arruina nuestros días.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


736
3. Para insertarse en el nuevo contexto de las finanzas globales, el capital europeo creó el euro. Nece-
sitaba, en el espacio europeo de la acumulación, una estabilidad monetaria imposible de alcanzar con
las finanzas privatizadas que fueron típicas de los años ochenta y noventa.
El euro posibilitó una drástica reducción de las tasas de interés en los países de la periferia del con-
tinente. Sin embargo, en ausencia de mecanismos públicos y sociales que hubiesen podido canalizar
el crédito mínimo hacia las actividades productivas y la creación de empleo –para así satisfacer las
necesidades sociales–, se ha permitido que el capital utilice dicho crédito para ocultar el estancamiento
de la acumulación a través de una enorme acumulación de deuda privada.
¿Cómo se traduce esto en la práctica? Si antes de la entrada en vigor del euro bastaban en Italia
0,68 céntimos de euro en créditos para generar 1 euro de valor agregado, en 2010 se requerían 1,6
euros en créditos para tal fin. En España se pasó de 1,12 euros en 1998 a 2,47 en 2010. En Grecia, de
0,87 a 1,60; en Portugal, de 1,12 a 2,47; en Irlanda, de 1,31 a 3,35. Todos los países de la Eurozona
han experimentado ese incremento del peso del crédito en la creación de valor (de 1,29 a 1,81, en
promedio), salvo uno: Alemania, que si en 1998 necesitaba 1,53 euros en créditos para generar un euro
de valor, en 2010 lo sigue haciendo con 1,51 euros.
La gran expansión del crédito se ha traducido en una crisis del crédito global, ya que las expectativas
de rentabilidad no se han cumplido: la velocidad con la que se multiplica el crédito, ponderada por
la reducción de las tasas de interés, ha sido mucho mayor que las tasas de crecimiento alcanzadas por la
economía del capitalismo central. En consecuencia, no se ha producido plusvalía suficiente para remu-
nerar el capital financiero como cabía esperar por la deuda acumulada.
El pacto del euro es la respuesta que dictó el capital a los Gobiernos europeos para intentar resolver
ese problema. Ante la necesidad de destruir la enorme acumulación de capital para relanzar la acumu-
lación privada, el capital plantea el pacto del euro, que quiere hacer pagar a los trabajadores el costo
del ajuste al privatizar los bienes comunes para compensar esa destrucción de capital, necesaria para
retomar la vía de la acumulación capitalista.

4. En 1981 comenzaron los procesos de reestructuración de la política económica. Las previsiones


apuntaban a la reducción rápida y sostenida de la inflación, la disminución del desempleo y el drástico
recorte del déficit fiscal.
La lógica de la política económica sería dirigida hacia una política de restricción monetaria, que
implicaría una disminución de las presiones inflacionarias, y hacia una política fiscal que estimularía
un incremento de la oferta; vale decir, una combinación entre la “ortodoxia monetaria” y las “recomen-
daciones de oferta”, en la consideración de que este círculo vicioso conduciría a un proceso dinámico
y sostenido que rompería el encadenamiento caracterizado por la combinación de estancamiento e
inflación.
Además, el arma de la crisis del petróleo había sido ya usada fuertemente en los años setenta: dos
terribles ataques piloteados por enormes encarecimientos del precio del petróleo pusieron en crisis, de
hecho, el primer intento europeo de crear un bloque económico antagónico al estadounidense, a través
de la construcción de la “serpiente monetaria”*.

* (n.t.) Denominación informal que recibieron los acuerdos monetarios estipulados en 1972 por la entonces Comunidad Económica
Europea.

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


737
Apenas nacida la moneda europea, temiendo que esta pudiese fortalecerse en los mercados y conver-
tirse en instrumento de reserva internacional de divisas, se inició el ataque frontal de Estados Unidos,
que fue capaz de atraer hacia sí enormes cantidades de capitales europeos mediante la oferta de altas
tasas de interés y la hipertrofia de una economía financiada, precisamente, con el dinero proveniente
de la vieja Europa. Esta última decidió, por una parte, implementar políticas monetaristas restrictivas
con respecto a los criterios financieros de Maastricht, que provocaron desempleo y acrecentaron el
malestar social; y por otra, se sintió políticamente demasiado débil y fragmentada para enfrentarse de
inmediato y adecuadamente al superpoder estadounidense. A ello se añade que la política monetaria
implantada por el Banco Central Europeo tiende a imponer vínculos restrictivos a los Gobiernos, con
el fin de aprovechar las situaciones económicas favorables para sanear los presupuestos y reducir la
deuda pública sin intervenciones expansivas sobre la economía, en términos ocupacionales.
Europa apunta, en realidad, a una continua competencia con el crecimiento estadounidense, sobre
la base de la estabilidad de los precios y el estímulo a la expansión de una economía de intercambios
fáciles y alta rentabilidad en los servicios, especialmente en su faceta financiera, así como a reforzar los
procesos de financiarización e imponer reformas estructurales que lleven a la liberalización (es decir,
privatización) de los desempeños sociales y a la remoción de toda forma de rigidez en el mercado del
trabajo; esto es, flexibilidad y precarización ampliadas al máximo.

­— notas —

1 Cfr. Le Riflessioni del Compagno Fidel, “L’insolito”, http://www.granma.cu/italiano/2008/octubre/juev16/reflexiones.html**.

2 http://www.tgfin.mediaset.it/tgfin/articoli/articolo430703.shtml.

3 Las ondas de Kondratiev (también llamadas ondas k) son ciclos regulares, con forma sinusoidal, de la moderna economía mun-

dial capitalista. La duración de cada onda o ciclo largo varía entre 50 y 70 años, durante los cuales se alternan una fase ascen-
dente y una descendente. A la fase ascendente corresponden períodos de crecimiento veloz y especializado, y a la fase
descendente, períodos de depresión. Este tipo de ciclos económicos resulta más evidente en los datos relativos a la producción
internacional, que en los individuales de las distintas economías nacionales, y atañe más a la producción que a los precios
(Fuente: http://it.wikipedia.org/wiki/Onde_di_Kondrat%27ev).

4 http://www.ilsole24ore.com/art/SoleOnLine4/dossier/Finanza%20e%20Mercati/2008/crisi-credito-borse-governi-banche-cen-

trali/borse-analisi/banche-10-mesi.shtml?uuid=e84043a8-a00c-11dd-b23c-4c4868599d2c&DocRulesView=Libero.

5 http://www.ilsole24ore.com/art/SoleOnLine4/Mondo/2008/10/crisi-carte-di-credito.shtml?uuid=7b83e2d4-a5a1-11dd-bd0e-

74972eef3b4a&DocRulesView=Libero.

6 La titulización (securitisation, en inglés) es la cesión de actividades –o más propiamente de bienes financieros que proporcionan

derechos de crédito– de una sociedad, técnicamente conocida como originator, a través de la emisión y colocación de títulos
financieros. El crédito es así traspasado a terceros y el rembolso debe garantizar la restitución del capital y de los intereses
correspondientes a la obligación. Si el crédito resulta irrecuperable, el comprador de la titulización pierde tanto los intere-
ses como el capital desembolsado. Por lo general, esos bienes están constituidos por créditos, aunque también pueden ser

** (n.t.) La versión que aquí se reproduce ha sido tomada del original en español, tal como aparece en www.juventudrebelde.cu.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


738
inmuebles, instrumentos derivados u otros. Los bienes son traspasados a una sociedad-vehículo (SVP, sociedad cesionaria ha-
bilitada para emitir títulos, a los que se incorporan los créditos cedidos en venta), que los retribuye con el beneficio obtenido a
través de la emisión y colocación de los títulos respectivos. Las obligaciones emitidas pueden ser de distintas clases (AAA, AA,
BBB, BB, etcétera, hasta la participación accionaria) y su solvencia es menor en tanto sea más alto el nivel de subordinación para
la restitución de la deuda en cuestión. Cfr. http://it.wikipedia.org/wiki/Cartolarizzazione.

7 Valga recordar cómo se subdivide la masa monetaria. Masa monetaria M0 es la moneda creada por los bancos centrales:

billetes en circulación y haberes de los bancos en cuenta corriente de aquellos; el banco central ejerce, pues, una influencia
directa sobre la masa monetaria M0. Luego siguen las masas monetarias M1, M2 y M3. El agregado monetario restringido M1
comprende el efectivo (billetes y monedas) y los saldos que puedan ser inmediatamente convertidos en efectivo o utilizados
para pagos, así como los depósitos a la vista. El agregado monetario intermedio M2 abarca, además de M1, los depósitos con
vencimiento no mayor de dos años y los depósitos rembolsables con preaviso de hasta tres meses; la definición de M2 refleja el
hecho de que el análisis y la observación continua de un agregado monetario que, además del circulante, comprende los depó-
sitos líquidos, reviste un particular interés para todo banco central. El agregado monetario amplio M3 incluye, además de M2,
algunos instrumentos negociables emitidos por el sector de los intermediarios financieros, y cuyo elevado grado de liquidez y
certidumbre de precio convierten en sustitutos de los depósitos; en consecuencia, y en relación con las definiciones de moneda
más restringidas, M3 resulta menos influido por fenómenos de sustitución entre las diversas categorías de activos líquidos, y es
por eso más estable. A diferencia de M0, las masas monetarias M1, M2 y M3 están compuestas en su mayor parte por moneda
creada por los bancos. Cfr. http://www.gambelli.org/download/banche%20-%20finanza/Capire_l’emissione_monetaria.pdf.

8 Véase a este respecto el Economic Report of The President, 1981, Washington, Estados Unidos.

9 La conferencia de Bretton Woods tuvo lugar del 1 al 22 de julio de 1944 en la localidad homónima cercana a Carroll (New

Hampshire), para establecer las reglas de las relaciones comerciales y financieras entre los principales países industrializados del
mundo. Los acuerdos de Bretton Woods fueron el primer ejemplo, en la historia del mundo, de un orden monetario totalmente
acordado, pensado para regir las relaciones monetarias entre Estados nacionales independientes. Cuando todavía no cesaba
la Segunda Guerra Mundial, se preparó la reconstrucción del sistema monetario y financiero, al reunir a 730 delegados de 44
naciones aliadas para la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas (United Nations Monetary and Financial
Conference) en el Hotel Mount Washington de la ciudad de Bretton Woods (New Hampshire). Tras un encendido debate, que
duró tres semanas, los delegados firmaron los Acuerdos de Bretton Woods, que establecían un sistema de reglas y procedi-
mientos para la política monetaria internacional. Sus temas principales eran dos: el primero, la obligación de todo país de
adoptar una política monetaria dirigida a estabilizar la tasa de cambio en un valor fijo con respecto al dólar, que resultaba así
elevado a divisa principal, sin permitir más que pequeñas oscilaciones de las demás monedas; y segundo, el deber de solucionar
los desequilibrios causados por los pagos internacionales, tarea asignada al Fondo Monetario Internacional (FMI). El plan creaba
tanto el FMI como el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (más conocido como Banco Mundial). Ambas
instituciones solo se harían operativas cuando un número suficiente de países hubiesen ratificado el acuerdo, lo que ocurre
en 1946. En 1947 se suscribió el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (General Agreement on Tariffs and Trade, GATT),
que se unía al FMI y el Banco Mundial en la tarea de liberalizar el comercio internacional. Fuente: http://it.wikipedia.org/wiki/
Conferenza_di_Bretton_Woods.

UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO


739
Capítulo III
¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?

1. Crisis del mercado capitalista: la planificación socialista como única solución

1. La crisis económica que hoy viven los países capitalistas más desarrollados es una de las más pro-
fundas en la historia del capitalismo. Independientemente de que haya nacido en Wall Street y de las
prácticas especulativas de los grandes bancos, hay que ver si se trata de una crisis financiera “normal”
–ya que, como se puede observar en el gráfico siguiente, durante las crisis financieras no se interrumpe
la acumulación mundial de capital– o más bien del agotamiento del modelo de acumulación capi-
talista –como ocurrió en el año 1929–, pues solo con una crisis de las estructuras institucionales y
productivas como la de entonces, o durante las guerras mundiales, retrocede la acumulación capitalista
de manera significativa y provoca una fractura que abre posibilidades para cambiar el modelo de
producción.
Crisis financiera y crecimiento de la economía mundial (1870-2008)

Fuente: FMI, World Economic Outloook, octubre de 2009.

En lo que respecta a las economías desarrolladas, nos encontramos entonces en un largo período de
tendencia al estancamiento, que incluye la reubicación de los centros de acumulación y la reducción
de los ciclos de las crisis financieras mundiales. La llamada globalización es un proceso de cambio
espacial de los centros de acumulación y las crisis financieras de los últimos 15 años constituyen, de
hecho, una manera de mantener, a través del endeudamiento creciente, los niveles de acumulación en
el centro tradicional, que corresponde a Europa Occidental y Norteamérica.
Numerosos análisis de la crisis se concentran, sobre todo, en la dimensión financiera o macroeco-
nómica. Usualmente se da por “culpable” al largo período de crecimiento económico que, junto con
la liberalización financiera, permitió la creación de un mercado financiero mundial que ha alimentado
las burbujas especulativas en el sector inmobiliario y la inflación de los activos. Después de varios
episodios de crisis financiera, caracterizados por la caída de los precios de los activos del capital ficticio
y por situaciones de insolvencia bancaria que provocan, con mayor o menor violencia, la destrucción
del empleo y del capital productivo, con impacto sobre todo regional –países nórdicos, 1991; Japón,
1992; México, 1995; los tigres y dragones asiáticos (o sea, las economías de Hong Kong, Singapur,
Corea del Sur y Taiwán), 1997; Rusia, 1998; dotcom, 2001–, en agosto de 2007 estalló en Estados Uni-
dos una crisis financiera que a fines del año siguiente embestía también al conjunto de las economías
desarrolladas y articuladas en el sector bancario internacional.
Desde la perspectiva financiera, esta evolución se debe a un largo período de bajas tasas de interés
(“dinero fácil”) y a la falta de supervisión y reglamentación de las actividades bancarias y financieras.
Como factor desencadenante se habla, según el caso, de crisis bancaria, crisis de la bolsa, crisis del
crédito o crisis inmobiliaria.
Desde una perspectiva macroeconómica, en algunos análisis –sobre todo de organismos internacio-
nales como el FMI o la OCDE– se explica esa evolución como resultado de la existencia de un sistema
internacional de pagos que facilita la acumulación de enormes desequilibrios en cuenta corriente (el
impresionante déficit estadounidense y el enorme excedente de China, Japón y Alemania) y, por tanto,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


742
de una alta concentración de reservas líquidas que circula por el mundo en búsqueda de la máxima
rentabilidad financiera.
Análisis más profundos advierten que la acumulación de liquidez se encuentra en manos de las
grandes multinacionales y responde, por un lado, a un largo ciclo de superganancias que se basan en
la reducción constante de la participación del trabajo asalariado en el valor agregado y, por otro, a
procesos de centralización del capital mediante la liquidación o cierre de empresas. Esa liquidez ha sido
redirigida, masivamente, hacia los mercados financieros.
En efecto, recientemente la propia OCDE constató, estadísticamente, la existencia de un largo
período de escasa participación de las rentas del trabajo (asalariado o autónomo) en el PIB de todos los
países desarrollados (aunque de esa evidencia nadie parece haber extraído una lección política). En 30
años, el trabajo ha perdido en los países centrales 10 puntos de participación en el PIB. Eso significa
que el capital genera cada año más plusvalía, con un volumen que equivale a 5 millardos de dólares
(al cambio de 2008), con respecto a lo que obtenía tres décadas atrás. Esto no es consecuencia del
desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, sino de una modificación estructural de la distribución
de las rentas entre capital y trabajo.
Mientras el número de trabajadores asalariados aumentaba en los países de la OCDE, entre 1993
y 2008, en más de 20%, las rentas salariales y los aportes sociales crecían solo 20%. Por su parte, el
consumo y la inversión no productiva de los capitalistas se incrementaron en 211%. Esas rentas del ca-
pital, que solo en el año 2008 fueron equivalentes a cerca de 1,7 millardos de euros (cifra superior a la
de toda la economía italiana de ese año, que fue de 1,6 millardos), no se destinaron a la productividad
(la inversión en capital fijo alcanzó en la OCDE, en 2008, a 8 millardos de euros) sino a su multipli-
cación en forma de rentas de la propiedad, a través de inversiones en activos que experimentaban un
acelerado proceso de revaluación especulativa, proceso que halló su límite en el agotamiento del ciclo
especulativo del verano de 2007.

2. El colapso del mercado mundial del crédito llevó a los Gobiernos capitalistas de los países centrales
a organizar costosas operaciones de rescate bancario, que generaron un rápido crecimiento del déficit
fiscal, tanto por causa de las sumas empleadas para restablecer la liquidez y solvencia de los bancos1,
como por la caída del ingreso que experimentaron muchos países como consecuencia de la reducción
del crédito, que frenó el rimo de acumulación.
Desde fines de 2009, la atención de las políticas públicas se ha centrado en el déficit fiscal y
la deuda pública. En términos cuantitativos, esto es solo una parte menor del problema real de la
deuda externa: en la Eurozona, la deuda externa soberana equivale a 44% del PIB, mientras que la deuda
bancaria –que además es en gran parte de corto plazo– representa casi el doble. Solamente en Grecia se
constituye la deuda externa soberana en la parte principal del problema. En Gran Bretaña y en Estados
Unidos, la deuda externa de las empresas (deuda corporativa y deuda intrafirm) es superior a la deuda
de los Estados de la Eurozona.
Luego, el asalto emprendido contra la deuda soberana por los grandes bancos que controlan los
mercados financieros y los principales fondos especulativos es, sin ninguna duda, una postura política
que busca lanzar sobre las espaldas del Estado la visión crítica de la opinión pública, que hasta ahora
solo ha experimentado el desastre del mercado en la gestión del crédito y en la necesidad de emprender
rescates bancarios mediante el dinero sustraído de los impuestos ciudadanos.

¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?


743
Tratar de imponer en Europa un modelo de ajuste estructural similar al que provocó, en los años
ochenta, una gravísima regresión de los niveles de bienestar en América Latina y África, es una manera
de salvar el mercado. De hecho, cuando la medicina del endeudamiento creciente ya no funciona, se
dota al mercado de nuevos espacios para la acumulación –mediante la privatización de los servicios
básicos– y se promueve un nuevo sector del valor, más propicio a las ganancias y rentas, obviamente
en perjuicio de los salarios.
Hay dudas sobre la posibilidad de que estas iniciativas puedan hacer aumentar las ganancias (las
privatizaciones) y la tasa de ganancia (el ajuste salarial), ya que es sabido que en los países centrales la
productividad tiende al estancamiento desde los años setenta.
La evolución de la productividad es consecuen-
cia del profundo cambio ocurrido en las inter- Tasa de crecimiento económico
relaciones entre centro y periferia, cambio que ha
desplazado la acumulación de capital hacia esta Período Centro Periferia
última, y sobre todo hacia el Asia oriental. Sin em-
1969-1975 5,0 7,5
bargo, el nuevo modelo de crecimiento se basa pre-
1976-1982 3,7 6,0
dominantemente en la realización del valor agre-
1983-1989 3,8 5,3
gado en la periferia de los países del centro, lo que
1990-1996 3,4 4,7
ha hecho posible, con la reducción del consumo en
1997-2003 2,6 5,6
Europa y Norteamérica, que la crisis se haya conver-
2004-2010 2,4 7,3
tido en crisis sistémica del capitalismo mundial.
Fuente: FMI, World Economic Outloook, abril, 2010
y elaboración propia.

Tasa de crecimiento del valor producido (PIB), por regiones

2007 2008 2009

Mundo 5,2 3,0 -0,6


Mundo (tipos de cambio de mercado) 3,9 1,8 -2,0
Países centrales 2,8 0,5 -3,2
Unión Europea 3,1 0,9 -4,1
Eurozona 2,8 0,6 -4,1
G7 2,2 0,2 -3,4
Países centrales excepto Eurozona y G7 4,9 1,7 -1,1
Periferia 8,3 6,1 2,4
América Latina y el Caribe 5,8 4,3 -1,8
Magreb y Machrek 5,6 5,1 2,4
África subsahariana 6,9 5,5 2,1
Europa central y oriental 5,5 3,0 -3,7
Comunidad de Estados Independientes 8,6 5,5 -6,6
Periferia de Asia 10,6 7,9 6,6
Nuevos países industrializados de Asia 5,8 1,8 -0,9
Asean-5 6,3 4,7 1,7

Fuente: FMI, World Economic Outlook Database.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


744
Esa posibilidad –que algunos creen reconocer en los signos de la burbuja inmobiliaria de China
o en la caída del calor de la producción en Rusia (-7% en 2009)– es la clave para interpretar la crisis.
Aun si el crecimiento sigue siendo (¿todavía?) importante en gran parte de la periferia, los signos más
recientes apuntan en esa dirección.
En 2009 el crecimiento mundial resultó negativo y la periferia –con excepción de América Latina
y Europa del Este– siguió acumulando capital, pero con un ritmo muy reducido en comparación
con años anteriores. Con solo considerar este hecho –que puede ser analizado como un estancamien-
to de las fuentes de crecimiento de la plusvalía relativa–, se puede entender la enorme presión que
ejerce el capital para extraer una mayor plusvalía absoluta del trabajo, al aplicar reformas jurídico-
políticas dirigidas a reducir sustancialmente la participación de los trabajadores asalariados en el
valor agregado.

3. La crisis actual es mucho más que una crisis financiera de dimensiones mundiales. Es el síntoma del
agotamiento de los procedimientos puestos en marcha por el capital estadounidense, desde fines de
los años setenta y comienzos de los ochenta, para continuar saqueando recursos materiales y trabajo
en forma de bienes, siempre a crédito. Al mismo tiempo, plantea problemas claves de cuya respuesta
dependen las perspectivas de salida de la crisis.
¿Cómo es posible que, transcurridos veinte años de la “nueva revolución industrial”, la economía
no crezca? ¿Qué significa el estancamiento económico a largo plazo de los países centrales, justo en
medio de una revolución científico-técnica?
El final de un largo ciclo de dominación imperialista se manifiesta siempre como un período de
inestabilidad político-financiera, puesto que no se han creado todavía los fundamentos institucio-
nales del nuevo régimen de acumulación, con reglas de dominio que incluyan la administración de
la moneda-medio de pago internacional y los mecanismos de dominación militar necesarios para
establecer –y hacer respetar– las normas de los créditos internacionales asociados al comercio y
la inversión.
Así, por ejemplo, antes de que el dominio británico se estableciera sobre la base del control tec-
nológico de la primera revolución industrial, en Europa se vivió un período de fuerte inestabilidad
político-financiera (era la época de las revoluciones liberales, de 1814 a 1848), durante el cual Francia
le disputó a Gran Bretaña el control de Europa y de las colonias.
En el período de la segunda revolución industrial, el dominio de Estados Unidos encontró resisten-
cias en los liderazgos de esos países. Entre 1871 y 1896 se produjeron cambios estructurales que dieron
origen a la segunda revolución industrial.
Estas fueron algunas consecuencias:

– Se producen muchos cambios tecnológicos (de la energía producida por vapor y carbón se pasa
a la eléctrica, generada con petróleo).
– La madera es sustituida por el acero como material básico para la construcción.
– La siderurgia –sector clave de la primera revolución industrial– cede el paso a nuevos sectores
industriales (como por ejemplo el químico-plástico, nuevamente a través de la explotación del
petróleo como materia prima).
– Ocurre una gran revolución en el sistema de transporte (de la vela al carbón).

¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?


745
– Se inventa el motor de combustión interna, que favorece el surgimiento del automóvil como
medio de transporte individual.
– Se acelera la concentración y centralización del capital, por lo cual se pasa del monopolio a las
primeras multinacionales.

En Alemania, la aplicación de los nuevos avances tecnológicos le permite a ese país aspirar, a
lo largo de medio siglo, al dominio mundial, hecho que entre los años veinte y treinta se traduce en un
largo período de crisis económica, financiera y política.
De igual manera, la crisis actual indica el fin de un ciclo de hegemonía y el tránsito a una tercera
revolución tecnológica, en la que se producirá la aplicación masiva de nuevas invenciones y tecnologías
que favorecerán el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo y el relanzamiento del proceso de
valorización del capital.
De cualquier manera, aunque el contexto conserva algunas características de fases anteriores, otros
aspectos, no menos cruciales, hacen que de esta ocasión resulte un escenario completamente nuevo.

4. Las revoluciones tecnológicas anteriores constituyeron un enorme desarrollo de las fuerzas produc-
tivas del trabajo y de su medida estadística, la productividad. Para lograrlo, se aceleró la planificación
microeconómica o programación empresarial. La organización del proceso de trabajo a través de la
cadena de montaje conllevó el aumento de la productividad y, también, a una importante disminución
de los costos unitarios. Hasta ese momento, solo las clases sociales más poderosas podían comprar un
automóvil. Esa situación cambia con la aplicación de una innovación crucial, la cadena de montaje y
con una estrategia empresarial basada en el incremento de la productividad y la reducción de los cos-
tos, que hace posible a los trabajadores adquirir una parte de la producción masiva. Mantener el flujo
de capital en las nuevas condiciones del consumo de masas, fue algo posible solo gracias al desarrollo de
instrumentos idóneos a la planificación macroeconómica, como la contabilidad nacional y las políticas
de corto plazo (políticas fiscales, monetarias y de ingreso).
Desde el momento en que la fábrica se convierte en la forma dominante de producción de bienes
sociales, el escenario principal del conflicto social se traslada a su seno. La historia oficial se desarrolla
toda o casi por completo en los espacios públicos, y solo algunos historiadores nos cuentan lo que
ocurre allí donde las personas se expresan como seres humanos socializados, es decir, en el puesto
de trabajo.
Inicialmente, la crisis-transformación de la primera mitad del siglo xx revela las contradicciones en-
tonces existentes en el seno de las fábricas, donde el dominio de los propietarios es puesto en discusión,
de manera creciente, por una clase obrera cada vez más consciente de sí misma y que desde algunas dé-
cadas atrás cuenta con un programa político y una alternativa social basada en su emancipación como
clase. En ese sentido, el fordismo –denominación asociada a la transformación social que determina la
transición del capitalismo del siglo xix al del siglo xx (y que tuvo más éxito que el concepto gramsciano
de americanismo)– presuponía también un procedimiento de regulación obrera: intensificación de
los ritmos de trabajo a cambio de una mayor participación en la distribución del valor, negociación
colectiva y sindicato como instrumento de regulación del conflicto de clase.
La tercera gran oleada de transformaciones tecnológicas no se tradujo en un nuevo proceso de ace-
leración del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo. La acumulación capitalista se hizo extensiva;

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


746
de hecho, es productiva solo en los nuevos espacios que se incorporan al mercado mundial como
lugares de producción basados en las antiguas normas fordistas, asociadas a la producción en cadena
(China y sudeste asiático).

5. En un sistema fundado en el trabajo asalariado y en la asignación privada del trabajo social para la
producción de bienes y servicios que se distribuyen en forma de mercancías a través de mecanismos
de mercado, las crisis nacen cuando una parte sustancial de los recursos es desperdiciada, como puede
ser el caso de recursos (trabajo y medios de producción) no utilizados y productos no vendidos. En la
historia del capitalismo, es un hecho comprobado que tales crisis se presentan de manera recurrente,
en una sucesión cíclica de fases de recesión, estancamiento y expansión con mayor o menor magnitud.
En todas las fases se manifiesta, además, como crisis de rentabilidad del capital, que es el factor clave
en la demanda de factores productivos y en su asignación a la producción de cantidades variables de
cada mercancía. Es la rentabilidad del capital lo que determina la tasa de acumulación y sus contenidos
materiales.
Identificar esta sucesión de fases recurrentes en la dinámica global de la acumulación no es muy
difícil: basta disponer de algunos datos estadísticos básicos. El problema se presenta cuando se quiere
determinar si esa sucesión de fases obedece a una particularidad específica cualquiera del sistema capi-
talista, a través de la cual se pueda comprobar la existencia de límites objetivos (lo que no quiere decir
definibles en el tiempo) en el proceso de acumulación. Es este un problema teórico que no puede ser
resuelto con análisis historicistas, basados en la mera selección de datos descriptivos, sino que exige su
resolución en el campo de la teoría.
La teoría económica convencional solo ha prestado una atención marginal a este problema y en los
años del predominio del pensamiento neoclásico (o sea, desde la Segunda Guerra Mundial) abandonó
completamente el tema. En contrapartida, en los fundamentos teóricos de la economía marxista en-
contramos su solución; y la respuesta teórica nos dice que, más allá de las fases cíclicas de expansión
y contracción, es posible identificar un factor de fondo que limita a largo plazo las posibilidades de la
acumulación bajo formas capitalistas. Ese factor no es otro que la propia competencia capitalista, que
existe y se produce entre agentes del capitalismo, entre capitalistas y trabajadores y entre los mismos
trabajadores: la competitividad es la parte sustancial del funcionamiento de la economía de mercado
y puede ser administrada bajo formas menos reglamentadas (capitalismo liberal) o más reglamentadas
(capitalismo monopólico), o con diversas modalidades de intervención del Estado, agente regulador de
la acumulación capitalista en última instancia.
La teoría que analiza esa característica del capitalismo constituye uno de los logros más relevantes
del método de análisis desarrollado por Marx. Esa teoría aparece cada vez que se compendian los
esquemas de reproducción y también se le encuentra expuesta en su forma más amplia, como un
modelo económico, en una parte de los manuscritos que componen el tercer tomo de El Capital;
concretamente, en la sección segunda (“La transformación de la ganancia en ganancia media”) y en la
tercera (“Ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia”).

6. En este momento estamos viviendo las consecuencias de una contradicción de fondo entre el desa-
rrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas, contradicción que genera
estancamiento e incapacidad, por parte del capital, para remontar la crisis mediante un reimpulso de

¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?


747
la productividad, es decir, para generar mayor plusvalía relativa. La tendencia a reducir la participación
de los trabajadores asalariados en el valor agregado ha provocado, obviamente, dificultades adicionales
para la realización del valor, y es justamente por eso que la crisis se manifiesta, para algunos, como
crisis de sobreproducción-subconsumo. Pero hay que añadir algo que no atañe a la dinámica usual
del funcionamiento del sistema, sino a los nuevos aspectos estructurales del proceso de producción,
asociados a la llamada “tercera revolución industrial”.
Esta nueva revolución estalla en los años cincuenta y tiene dos componentes principales: la infor-
mación como fuerza productiva y la vida orgánica como materia prima fundamental (las biotecno-
logías y el desarrollo de nuevos materiales, muchos de los cuales están compuestos por bacterias que
modifican la conductividad de algunos materiales). Esto determina una creciente socialización del
proceso de producción y reproducción material que, al articularse –con base en la propiedad privada–
como norma de reglamentación social y con la depauperación como norma de gestión de la fuerza de
trabajo, produce, sin duda alguna, ineficiencia social y económica.
Casi toda esa tecnología ha sido desarrollada después de la Segunda Guerra Mundial. Es con desa-
rrollos logrados en el campo militar, sobre todo por el Pentágono, que la tecnología eléctrica pudo ser
sustituida por la electrónica, en un proceso de cambio tecnológico en el que la hegemonía pertenece
seguramente a Estados Unidos, no obstante su incapacidad para traducirlo en desarrollo general de la
productividad del trabajo. A este respecto, uno de los datos más importantes refiere al tratamiento de
la información: de 1965 a nuestros días, el costo de procesar un millón de operaciones se redujo de 1
dólar a 0,00000001 céntimos de dólar (L’Expansion, abril de 2009).
Actualmente, la tecnología más reciente de los lenguajes comunicativos o simbólicos busca desarro-
llar máquinas pensantes, dado que hasta ahora el límite principal es que la máquina solo puede pensar
después que los programadores le han introducido la información. Para superar esa circunstancia se
están diseñando, dentro de los programas respectivos, procesos de decisión con base en algoritmos di-
námicos, que cambian con el aprendizaje acumulado por la máquina cada vez que hace una escogencia.
Esta nueva tecnología ha sido aplicada a los procesos de trabajo desde hace un tiempo. En un
primer momento, la revolución tecnológica de la cadena de montaje fue complementada con la auto-
matización de muchas fases del proceso productivo, hasta llegar, en los años cincuenta y sesenta, a la
distribución de las máquinas de control numérico y a un nuevo impulso a la productividad. Más tarde,
los procesos de automatización parcial de la producción contribuyeron a reducir el número de obreros,
mientras que la tecnología CAD-CAM ha hecho posible centrifugar la localización de los procesos de
trabajo y ha favorecido así el desarrollo de la fábrica mundial (descentralización productiva, ejército
industrial de reserva de escala mundial).
Por tanto, el problema de la crisis no radica en el desarrollo de las fuerzas productivas, sino en las
relaciones sociales de producción, que no están en capacidad de traducir adecuadamente la aplicación
de la ciencia a las técnicas de producción en un sistema de producción eficiente y compatible con la
escasez de muchos recursos naturales.
Algunos dirigentes políticos y económicos han tenido intuiciones a este respecto; de hecho, mu-
chos insisten en las políticas de R + S + i, que son vistas como bálsamo de Fierabrás para todos los
males del sistema. Pero, constreñidos por la lógica de reproducción del capital, apenas logran darle
a esas intuiciones un contenido cuantitativo (el famoso objetivo de destinar 3% del PIB a gastos de
investigación y desarrollo tecnológico).

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


748
7. Ahora, más de 80 años después del fatídico 1929, nos encontramos de nuevo ante una de las crisis
económicas y financieras más graves que el mundo occidental recuerde.
La crisis actual tiene características sistémicas que no se manifestaron en otras anteriores, como
la de la bolsa en 1987 y la informática –o, mejor dicho, de la new economy– en 2001. En la presente
situación no solo están en peligro los instrumentos y las estructuras financieras, sino que ha sido
directamente golpeada toda la fuerza de trabajo, especializada o no, capas bajas y capas medias-altas,
sin que existan amortizadores sociales ni mediaciones algunas que salven, al menos en parte, para el
equilibrio del sistema, el poder adquisitivo y el salario social en su conjunto.
La población trabajadora se encuentra sin vivienda y sin posibilidad alguna de sanear su propia
situación deudora. En añadidura, se registran quiebras de fondos de pensión y, una vez más, quienes
pagan las mayores consecuencias son los ciudadanos que fueron compelidos a invertir en fondos de
capital que debían garantizarles su pensión. Valga decir que el terremoto que ha embestido contra las
bolsas internacionales a partir del llamado “septiembre negro”, puede ser paragonado –según Paul
Samuelson, premio Nobel de economía– con la caída del Muro de Berlín para el comunismo:

En el último año, las bolsas mundiales han perdido 41% de su capitalización, lo que equivale a 25,9
trillones (miles de millardos) de dólares. Y Wall Street ha pagado el precio más alto: 7 trillones. Son
números tan grandes que no se consigue siquiera imaginarlos. Lo que decimos es que los inversionistas
mundiales han perdido en los últimos doce meses el producto interno bruto generado por el mundo
entero en siete meses2.

En ese momento se hizo notar que las pérdidas sufridas equivalían a cerca de 70% del PIB mundial.
Pero, cuidado, porque el capital financiero, al jugar en el sistema del capital ficticio y no productivo,
no produce plusvalía, no genera riqueza real, y por tanto la bolsa no quema riqueza sino que, en una
suerte de juego suma cero, a mediano-largo plazo hace que lo que pierda uno lo gane otro. Las finanzas
han cambiado de papel y de sostén de la economía real ha pasado a sostenerse a sí misma.

8. La crisis actual muestra los límites de la planificación capitalista, tanto micro como macroeconó-
mica. Y es que las normas capitalistas de producción y consumo son incompatibles con un sistema
racional de programación político-económica a largo plazo y con un sistema de planificación estra-
tégica macroeconómica y social. Esa incompatibilidad entre mercado capitalista y gestión racional
de la economía a largo plazo, deriva de la imposibilidad de adelantar una gestión centralizada de los
recursos en un contexto de competencia capitalista, como también de garantizar el libre desarrollo de
las fuerzas vivas del trabajo: dado que el capital necesita un dominio absoluto del trabajo durante el
proceso productivo, le resulta indispensable mantener su protagonismo en la toma de decisiones micro
y macroeconómicas, a fin de que la revolución tecnológica de la información y la comunicación se
traduzca en ganancias de productividad.
Esa incapacidad para avanzar en la racionalización del mercado capitalista, sin sustituirlo por las
nuevas relaciones sociales socialistas, se explica porque –a diferencia de las fases anteriores de la revo-
lución científico-técnica– en esta fase el capitalismo no ha sido hasta ahora capaz de lograr la trans-
formación energética que marca el éxito de las fuerzas productivas del trabajo. Si durante la primera
revolución industrial el carbón sustituyó a la leña, con el fordismo el petróleo deviene en símbolo de
la supremacía tecnológica estadounidense. En todo caso, confrontado hoy con el agotamiento de los

¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?


749
recursos energéticos fósiles, el capitalismo se ha demostrado incapaz de abrir paso a nuevas tecnologías
energéticas. Una de las razones es que las energías renovables son más eficientes con un uso descen-
tralizado, lo que resulta incompatible con el capitalismo fuertemente centralizado de nuestra época.
La energía atómica vuelve a ser tema de debate como una alternativa que lleva al cumplimiento de los
objetivos de control y centralización que exige el capital, pero debe afrontar un fuerte rechazo social.
En la nueva fase de transformación productiva, el capital debe afrontar el conflicto capital-trabajo
de una manera distinta: consciente de que su organización de la clase trabajadora en la fábrica fordista
se agotó en los años setenta, ahora propone la precariedad como modelo social: la destrucción social de
la colectividad obrera, a través de un proceso de pérdida de la subjetividad colectiva del conflicto y de la
introyección del idealismo individualista del mérito personal. Esta “solución” del conflicto se revelará,
de hecho, como uno de los límites estructurales del capitalismo mundial del siglo xxi.
Esos tres aspectos (incapacidad para relanzar la productividad, carencia de una alternativa energéti-
ca y solución contradictoria del conflicto de clases) determinan los límites de la nueva fase de acumu-
lación capitalista. De ellos derivan, por ejemplo, la fuga hacia la financiarización de las ganancias, la
lucha despiadada por el control de los recursos energéticos fósiles y la imposibilidad de proyectar un
orden capitalista mundial nuevo y reglamentado.

2. Dinámica de la acumulación capitalista y crisis sistémica

1. Según Marx, ya desde los orígenes de la sociedad humana, los individuos tienen la capacidad
de poner en movimiento, a través de su trabajo, un número creciente de medios de producción, de
manera que los avances técnicos y el aumento de la productividad del trabajo se manifiestan inmedia-
tamente, gracias al crecimiento de los medios de producción en relación con la fuerza de trabajo. Sin
embargo, en el sistema capitalista de producción de mercancías se presenta un rasgo específico, como
es el hecho de que esa relación entre medios de producción y fuerza de trabajo –para la generación de
un producto– no se establece únicamente a través del proceso de trabajo, sino también de un proceso
de valorización que exige que la relación entre ambos (y la tendencia a incrementar constantemente
la masa de medios de producción movilizados por el trabajo vivo) se exprese siempre mediante la
generación de un excedente, que sobrepasa la reproducción del valor de los medios de producción y
de la fuerza de trabajo. Obviamente, ese excedente debe ir a manos de los propietarios de los medios de
producción, con lo cual se manifiesta la contradicción entre el carácter social de la producción (que
incluye el trabajo de generaciones pasadas, cristalizado en los medios de producción y en el trabajo de
la presente generación) y el carácter privado de la apropiación del excedente o ganancia.
La dificultad (teórica) de interpretar este modelo aparece cuando se pierde de vista el carácter dual
del proceso de producción capitalista, ya que es la consideración de ese carácter lo que lleva a Marx a
poner en discusión la idea de que el proceso de producción y de aumento constante de la productivi-
dad del trabajo pueda hacerse permanente.
Este aspecto fue estudiado detalladamente por Henryk Grossmann hacia fines de los años veinte
del siglo pasado, en su libro –tan citado como poco leído– La ley de la acumulación y del derrumbe del
sistema capitalista, en el que analiza los fundamentos lógicos y matemáticos de los límites estructurales

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


750
de la acumulación capitalista, en lo que denomina “tendencia al derrumbe”. David Laibman (Un
ensayo sobre la estructura y la dinámica de la sociedad capitalista, Realidad Económica, Buenos Aires)
presenta una versión moderna del análisis de Grossmann.
En términos macroeconómicos, el problema se desprende de la búsqueda constante de incrementos
en la productividad del trabajo, requisito ineluctable de la competitividad capitalista, en tanto que
condición para captar una parte creciente del valor agregado en forma de ganancia. Pero las ganancias
de productividad son decrecientes en relación con cada unidad homogénea de medios de producción
(homogeneidad que se mide por el valor de dichos medios), y eso provoca a largo plazo la reducción
de la rentabilidad del capital, aun cuando esa tendencia a la reducción de la tasa de ganancia pueda ser
ocultada, durante un largo período, por la realización de una masa creciente de ganancias.
Cuando la inversión creciente en medios de producción va de la mano con períodos más o menos
largos de caída de la rentabilidad (que expresa el valor agregado, asumido como ganancia, en relación
con cada unidad de valor invertido en medios de producción y trabajo), surge una crisis de liquidez
y de devaluación de vastos sectores del capital. Si, por el contrario, el aumento de la composición del
capital se compensa con una reducción de la participación del trabajo vivo en el valor agregado, a la
larga se presenta un problema de realización del valor, de lo cual se deriva la crisis de demanda (pero
no como causa, a pesar de que así lo interprete la mayoría de los economistas).
Luego, la acumulación del capital fluctúa siempre entre dos límites: uno inferior, que acompaña la
caída de su rentabilidad y que se expresa como crisis de la oferta; y uno superior, asociado a la máxima
participación de la ganancia en el valor agregado, que se manifiesta como crisis de la demanda. La
teoría expuesta por Marx, Grossmann y otros intelectuales demuestra que, en ausencia de factores que
modifiquen el valor homogéneo de los medios de producción o de la fuerza de trabajo, estos dos límites
tienden a entrecruzarse.
Simples estadísticas, desarrolladas por la economía capitalista en las últimas décadas, demuestran
de la manera más clara el funcionamiento de estas dos tendencias: la caída de la rentabilidad marginal
del capital, por un lado, y el aumento de la participación del excedente bruto empresarial, por el
otro. Entre 1961 y 1970, la participación de dicho excedente en el producto total (la cual se con-
trapone a la de los salarios) era de 28% en la Eurozona (15 países), de 30% en Estados Unidos y
de 28% en Japón. Esa participación ha ido creciendo: durante la primera década del siglo xxi llegó
a 34% en la Eurozona y en Japón y a 35% en Estados Unidos. Al mismo tiempo, sin embargo, la
eficiencia marginal (rentabilidad) del capital decaía: en la Eurozona cayó de 23% en los años se-
senta a 6% en el decenio 2001-2010; en Estados Unidos, de 28% a 8%, y en Japón, de 41% a 3%
(fuente: Ameco 11/2011).

2. La globalización financiera ha sido desarrollada como un procedimiento de retardo temporal del


colapso del consumo y de la rentabilidad del capital, que había manifestado ya sus límites ante el brutal
estancamiento productivo del capitalismo central.
Tradicionalmente, el comercio internacional ha sido utilizado como un mecanismo para com-
pensar la devaluación del capital en los países centrales. Dado que las tasas de ganancia son mayores
en tanto menor sea la relación entre medios de producción y trabajo vivo, la formación de una tasa
media para la competitividad en un mercado presupone una transferencia de valor entre capitales, en
función de su composición relativa. El comercio internacional no se basa en un intercambio de valores

¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?


751
equivalentes, ya que –como en el mercado nacional– los precios del mercado mundial se rigen por
los mismos principios que se aplican en virtud de un capitalismo conceptualmente aislado. Por tanto,
también aquí hay una tendencia que impulsa las tasas de ganancia hacia una tasa media. Las mercancías
de un país capitalista avanzado, donde es mayor la intensidad de medios de producción por unidad de
trabajo vivo (e inferior la tasa de ganancia), se venderán a precios internacionales “de equilibrio” (pre-
cios de producción) superiores al valor incorporado. En cambio, a las de un país atrasado, con mayores
intensidades de trabajo y mayores tasas de ganancia, se les asignan precios (internacionales) de produc-
ción inferiores a su valor. En definitiva, las empresas que tienen niveles de intensidad y productividad
del trabajo por encima de la media internacional, logran modificar sus tasas de ganancia gracias a
las mercancías producidas en el espacio internacional (ganancia extra), en desmedro de aquellos que
producen y venden en dicho mercado con técnicas que están por debajo de la media social (a pesar de
que la tasa de ganancia realizada por estos últimos sea mayor que la de los otros).
Esos procesos de compensación en razón del comercio a escala internacional se han hecho cada
vez más complejos, dada la fragmentación de los procesos internacionales de producción. La desloca-
lización productiva es un instrumento utilizado en el intento de modificar el valor de los medios de
producción y de la fuerza de trabajo, para compensar así la tendencia a la combinación de los límites
de la acumulación.
Una parte creciente del llamado “comercio internacional” consiste en la transferencia de compo-
nentes semielaborados entre instalaciones diversas de una misma empresa multinacional, o entre esta
y sus subcontratistas internacionales. Las ganancias extraordinarias que se obtienen con este procedi-
miento son gigantescas, ya que la deslocalización (la empresa destinada a producir componentes para
el mercado mundial, y no solo para el local) permite alcanzar elevados niveles de productividad, y con
un menor aumento de capital cuando se remunera el trabajo vivo local en países más atrasados que
cuentan con condiciones tecnológicas medias, a precios inferiores. El sudeste asiático y los antiguos
países socialistas han provisto la fuerza de trabajo requerida para poner en práctica esta estrategia.
Sin embargo, esos procedimientos para la gestión de la tasa de ganancia a escala global –que han
permitido prolongar la agonía del capital por 30 años– muestran claros signos de pérdida de su efi-
ciencia. En ausencia de una devaluación masiva del capital –posible solo con una guerra mundial de
proporciones equivalentes a las experimentadas durante la primera mitad del siglo xx–, las perspectivas
apuntan a una prolongada fase de estancamiento y de empobrecimiento en los países centrales, parcial-
mente compensada por la ampliación de los espacios de acumulación en la periferia. En consecuencia,
la alternativa posible solamente puede nacer de la unión de las luchas actuales de la clase obrera,
mediante una revitalización de los objetivos finales de superación del régimen comercial capitalista.

3. Una época histórica en disolución: la crisis es también de civilización

1. La pregunta de quién podrá asumir el liderazgo capitalista en el nuevo ciclo histórico de acumula-
ción puede entonces ser resuelta sobre la base de los procesos políticos, más que de los datos puramente
económicos. En efecto, para administrar el desarrollo de las fuerzas productivas se requiere también de
otras cosas; hace falta, de hecho, eliminar la formalidad de la apropiación privada del conocimiento,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


752
que se traduce –por ejemplo– en un sistema de patentes y legislaciones sobre derechos de autor que es
incompatible con la transversalidad y con la apertura de los flujos de información.
Para hacer que las nuevas tecnologías se conviertan en desarrollo de las fuerzas productivas del
trabajo, es necesario un conjunto de relaciones sociales que se basen en la participación y en el disfrute
colectivo del saber, incompatible con toda idea de determinar a priori la participación de un ciudadano
cualquiera en el producto del trabajo social, sobre la base, por ejemplo, del diploma o certificado que
previamente haya obtenido.
Se trata, pues, tanto de la socialización de la vida política y cultural como de la condición funda-
mental para el nuevo desarrollo histórico: el uso del saber social, del conocimiento y de la naturaleza,
en cuanto fuerza productiva. En el entendido, claro está, de que el “modelo” histórico del socialismo-
comunismo fracasó por los mismos motivos que ahora está experimentando el capitalismo en crisis
estructural. Con la tercera revolución industrial se quiere la institucionalización de los flujos abiertos
de información y su transferencia horizontal, en redes capaces de autoalimentarse gracias a su propio
dinamismo. Esta nueva institución, inexistente entonces, hubiese sido incompatible con el carácter
limitado, centralizado y jerarquizado del flujo soviético de información, tanto en lo que respecta a la
tecnología como a la reglamentación de los flujos. Precisamente por tal motivo ese sistema fracasó en
el plano tecnológico y económico.
Hay que recordar, a este respecto, una dimensión de la revolución tecnológica que ha tenido im-
portantes consecuencias en el panorama político mundial: la victoria estadounidense sobre Rusia en
la carrera armamentista.
Esa disputa la ganó Estados Unidos porque los recursos que requería para el armamento los obtenía
al costo de disminuir las ganancias sociales. Pero en el fordismo estadounidense, la carrera armamentis-
ta formaba parte del sistema de acumulación de capital: aunque absorbía gran parte del gasto público
y no beneficiaba a las empresas públicas, servía indirectamente para alimentar dicha acumulación a
largo plazo, puesto que a través de ese gasto se lograba transformar el esfuerzo militar en producción
de bienes y servicios de distribución universal. Los avances militares, así financiados, se reflejaban
en el presupuesto público administrado por el Pentágono, que es la unidad económica planificada
más grande del mundo. Los desarrollos tecnológicos de la aviación militar, logrados con la inversión
pública, terminaron por ser transferidos a la Boeing, a Lockheed o la General Electric, vale decir, a la
aviación y la ingeniería civil.
Los desarrollos tecnológicos de la nueva fase provienen también del mismo mecanismo keynesiano-
militar de reglamentación social. Las máquinas de control numérico e Internet son claro ejemplo de
tecnología militar transferida al ámbito civil. La incapacidad de los soviéticos para implementar un
sistema equivalente de reciclaje de la inversión militar a la civil, produjo un costo social permanente
y creciente, como consecuencia, de hecho, de una carrera armamentista insostenible para ese sistema.
Actualmente, sin embargo, es el capitalismo el que se manifiesta incapaz de desarrollar las con-
diciones sociopolíticas necesarias para traducir los avances de las nuevas tecnologías en un auténtico
desarrollo económico y social.
El recurso creciente a la fuerza militar parece marcar la transición de un ciclo de dominio en el ca-
pitalismo, que, en relación con modelos de producción anteriores, tiene la gran capacidad de traducir
el esfuerzo bélico en factor de reforzamiento de la acumulación. En todo caso, no se puede pensar en
un nuevo “ganador” de la competencia global capitalista a partir de la imposición, manu militari, de

¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?


753
nuevas reglas de funcionamiento, justamente porque no existen nuevas reglas estables de funciona-
miento del capitalismo en la era de la información como fuerza productiva. La salida de la crisis solo
podrá ocurrir en dos circunstancias: tras un largo ciclo de inestabilidad permanente, acompañado por
el estancamiento de la productividad y la reducción progresiva de la riqueza social a escala mundial,
o con un socialismo nuevo que haga suyas todas las ventajas de los nuevos componentes de la fuerza
productiva social.

2. En el caso de la crisis actual, desde hace tiempo hemos puesto en evidencia que su aspecto sistémico
convive con el de una verdadera crisis global. De hecho, al ser simultánea con la crisis económica
general de acumulación y sus fenómenos conexos de naturaleza financiera, resulta claro para todos,
incluso para quienes no son partidarios del trabajo, que el modo de producción capitalista evidencia
hoy una agudización del conflicto capital-trabajo, que de manera creciente saca a la luz las dramáticas
consecuencias de otras crisis simultáneas, como la ambiental, la energética, la alimentaria, la del Estado
de derecho y la de las formas mismas de representación democrática. Se llega así a una auténtica globa-
lidad de la crisis, y aun de los valores éticos que fundamentan la teoría y la práctica de la era capitalista,
que en el pasado habría cumplido su función evolutiva.
Eso significa que la constante sobreproducción de mercancías y capitales en los países de capitalis-
mo maduro, no encuentra solución ni en sus diversas formas de entrar y salir de las crisis coyunturales
ni ante aquellas de naturaleza más estructural, sino que se va configurando cada vez más su carácter de
crisis global acompañada de crisis sistémica. Esto es así porque las mismas relaciones de producción en-
tran en conflicto con carácter endémico, destruyendo incluso, por primera vez, la forzada convivencia
patrón-trabajador. El fin de la relación social esclavo-patrón pone todavía más en evidencia una crisis
sistémica, ya que golpea los elementos mismos de la convivencia social y la civilización.
Para el capital internacional, es una crisis irreversible que va más allá del agotamiento de un mo-
delo de acumulación capitalista, como ocurrió en 1929, y que al provocar una profunda ruptura en
términos de relaciones políticas, abre grandes posibilidades de cambio, no para el simple modelo de
producción, sino para las perspectivas generales de la humanidad, ya que se rompe definitivamente la
aspiración a la relación y a devenir otro sujeto de clase.

3. En este punto, el análisis conduce directamente a las condiciones políticas. ¿Qué puede esperar-
se de potencias capitalistas cuyo papel de dominio comienza a pertenecer a una época histórica en
disolución?
Si el mundo afrontase simplemente una crisis financiera, aun de grandes dimensiones por las in-
terconexiones bancarias derivadas de la globalización, pero sin mayores implicaciones que limiten el
modo de producción capitalista y la gestión planificada de la crisis por los Gobiernos centrales –gestión
basada en nuevas reglas financieras y mayores controles por parte de las autoridades monetarias–,
entonces sí: podría haber una solución. A este respecto, la alternativa socialista debe apuntar hacia la
reducción drástica de las dimensiones de las finanzas globales (¿para qué, por ejemplo, se necesita un
mercado de productos derivados de 600 millardos de dólares, cuando el producto mundial equivale a
600 millardos? Se trata de un evidente mecanismo financiero de transferencia de valores entre agentes
especulativos, que se debe eliminar), así como hacia el crecimiento del sector público en la actividad
productiva y financiera (creación de una banca pública de fomento, de empresas públicas y de empleo

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


754
en el sector público para el desarrollo de los servicios sociales, etcétera) o hacia el control político de
los bancos centrales, a fin de que estos tengan como prioridad el crecimiento y no solo la estabilidad
de los precios.
Si estamos viviendo una crisis estructural que se caracteriza ya como sistémica del modelo de pro-
ducción capitalista –no solo de su forma fordista–, y sin un programa de socialización masiva de la
actividad productiva, la única alternativa es un ajuste hacia abajo en la participación de los trabajadores
en el valor agregado, junto con la privatización de las nuevas áreas de intervención del Estado, en la
esperanza de que la productividad logre crecer (o sea, que aumente la intensidad de la explotación del
trabajo, para relanzar la acumulación de capital), o que el capitalismo renazca, y eso significaría volver
a una fase de acumulación o reacumulación originaria a escala mundial. En otras palabras, volver a
un modelo en el que la polarización social excluye la participación de la fuerza de trabajo obrera en el
consumo de masas.
El programa propuesto por la Unión Europea se basa en esa perspectiva. Un comunicado de la Co-
misión Europea (Reinforcing economic policy coordination COM(2010) 250 finale Bruxelles 12-5-2010)
cita algunas variables que deben ser supervisadas sistemáticamente para garantizar un mayor control
de esa Comisión sobre la evolución de la distribución del valor entre los países miembros y el exterior
(cuentas corrientes, saldo neto de los activos extranjeros, tasa de cambio real vigente), entre el capital
y el trabajo (productividad, costos laborales unitarios, ocupación), y entre el capital productivo, el
Estado y el capital financiero (deuda pública, crédito al sector privado, precios de los activos, etcétera),
para planificar una vía de acumulación favorable al capital:

El Consejo (...) a partir de una propuesta de la Comisión (...) hará recomendaciones precisas sobre
política económica (...) que podrán estar dirigidas tanto al sector de los ingresos como al de gastos y
de política fiscal (...) para frenar el aumento del crédito excedente o los crecimientos exorbitantes de
los precios de los activos. (ob. cit., p. 7).

La Unión Europea se dispone a retroceder cerca de 80 años en materia de política económica,


en la voluntad de instaurar una política prefordista de equilibrios contables que, como lo enseña la
experiencia histórica del siglo xix, o la de América Latina en los años ochenta, lanza el peso del ajuste
sobre los trabajadores y sus salarios. De esas respuestas depende la transformación neoliberal europea.
La deslocalización hacia la periferia –con todo lo que a eso sigue– y el endeudamiento masivo
del centro son las dos caras de la voluntad de prolongar la existencia del modelo de producción y
consumo de masas, pero sin modificar los fundamentos de las relaciones sociales de producción, que
es lo que requiere el actual nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. La crisis de producción,
que lentamente está llegando también a la periferia mundial –primero América Latina y Europa del
Este, y de seguidas el sudeste asiático–, marcará el final del intento de considerar la producción como
única variable central del sistema.
La alternativa ínsita a la crisis ya desde los años setenta, se hace cada vez más clara: o abrir camino
para la superación del capitalismo con el socialismo, o continuar la barbarie en una crisis de civiliza-
ción que no tiene posibilidad alguna de salida en clave económica.
Si la crisis fuese expresión de una crisis más amplia del capitalismo, de su capacidad para garantizar
nuevos y sostenidos aumentos de la productividad, acompañado esto por el cuestionamiento de la
continuidad de la civilización capitalista, la alternativa socialista no se limita a las propuestas del

¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?


755
“keynesianismo de izquierda”. Una crisis del capitalismo significa que las reglas del proceso de acumu-
lación –o sea, el modo en que se trabaja, las normas de distribución del valor entre el capital y el trabajo
y entre capital productivo, financiero y rentístico, los espacios de intervención del Estado, las formas
de aplicación del cambio técnico, la división internacional del trabajo– han dejado de funcionar y de-
ben ser sustituidas. Es justamente en esa fase que se agravan las contradicciones sociales y las reglas de
control social pueden saltar en pedazos. En una coyuntura de esa naturaleza, la evolución de la lucha
política es el factor crítico. No se puede descartar que la evolución de la lucha de clases en la periferia
(en China, pero también en América Latina, en India y en Rusia) agrave los desequilibrios económicos
mundiales y transforme la coyuntura de crisis en crisis del modelo de producción.
El programa consiste en sustituir las reglas del mercado y de la acumulación de capital con la plani-
ficación social de los recursos y con su distribución racional. Sin duda, establece la socialización total
de los recursos financieros, pero sobre todo la socialización de los recursos productivos. O sea, sacar del
mercado toda la producción de bienes básicos y de consumo universal, así como la salud, la educación,
la vivienda, la energía, los alimentos, el sector textil y las telecomunicaciones, etcétera.

­— notas —

1 La Comisión Europea estima que en 2009 los países de la Unión Europea comprometieron cerca de un tercio de su PIB en au-

xilios a los bancos en crisis, considerando inyecciones de capital (2,7% del PIB), garantías bancarias (24,6%), restablecimientos
de la liquidez y saneamiento de inversiones financieras de mala calidad (4,1%). (Datos tomados de European Economic Fore-
cast, otoño 2009. European Economy 10, 2009, pág. 61.) Para el conjunto de los países centrales, esos auxilios equivalen, en
términos de porcentaje del PIB, a 3,4% en inyecciones de capital, 4,1% en adquisición de activos de mala calidad por parte de
los bancos centrales, 13,9% en garantías, 7,6% en inyecciones de liquidez y 5,7% en financiamientos directos del Gobierno
(FMI: The State of Public Finances Cross-Country Fiscal Monitor: November 2009 Staff Position Note 2009/25, pág. 11).

2 http://it.biz.yahoo.com/09102008/92/liquidazione-non-sta-risparmiando-niente-nessuno.html.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


756
Capítulo IV
EL PAPEL ACTUAL DEL EUROPOLO Y DE LOS PODERES FINANCIEROS

1. Cómo se llega al Eurobang

1. Esta nueva fase, llamada posfordista de rasgos financieros, conduce además al predominio de un
ciclo fuertemente especulativo, en el cual el dinero invertido crece sin pasar a través de intermediario
productivo alguno: en la práctica, no hay transformación del capital en medios de producción, en
producción efectiva, y la inversión financiera prevalece cada vez más con respecto a la productiva, con
lo que se generan contextos de “burbuja financiera” especulativa.
El lugar en que se efectúa la producción ha sido históricamente determinado por el costo del
trabajo, por la especialización de los trabajadores y por la infraestructura. Hoy, lo que influye en el
surgimiento y desarrollo de los asentamientos productivos no es ya la ubicación geográfica vinculada
a la explotación de recursos materiales, sino los factores económicos, sociales y políticos relacionados
con las dinámicas del costo del trabajo y con los procesos de creación de monopolios.
Pero mucho más impresionante es la globalización efectuada en estos años en el mercado financie-
ro, y es seguramente en ese sentido como mejor se ha evidenciado y cumplido una de las condiciones
de la fase actual de la mundialización capitalista.
La diferencia entre el aumento de la exportación de mercancías, el crecimiento y la movilización
de capitales ha sido sorprendente; basta pensar que en los países de “capitalismo avanzado”, de 1964 a
1992, la producción creció en 9%, las exportaciones en 12% y los préstamos internacionales en 23%.
Hoy día, cerca de 2.500 millardos de dólares se desplazan de un punto a otro del planeta a través de
la especulación financiera. Los grandes establecimientos industriales que hasta hace pocos años se
colocaban entre las primeras diez empresas del mundo, han sido sustituidos por emporios financieros
(como por ejemplo los grandes fondos de pensión de Estados Unidos y Japón). Además, los capitales
se desplazan fundamentalmente entre Europa, Estados Unidos y Japón, mientras que solo 15% de las
transferencias involucra a los mercados emergentes. Objeto de la especulación financiera no son ya
las oscilaciones en los precios de las mercancías, como ocurría en los años ochenta, sino las divisas: tan
solo en 1999, el valor de las actividades financieras de los principales países capitalistas se calculó en un
monto equivalente a 365% del PIB respectivo.
El control de las divisas y del capital financiero permite determinar las tasas de cambio y, por tanto,
acumular ganancias cada vez más altas; sin embargo, esto solo provoca un movimiento ficticio de la
plusvalía entre capitales, y no un movimiento real, determinado por las mercancías.

2. La competencia determinada por la unificación internacional, entendida como la actual fase de


la mundialización capitalista, ha impuesto en los últimos años las reestructuraciones de empresas,
innovaciones tecnológicas que, en lugar de crear nuevo empleo, reducen los puestos de trabajo. Una
realidad sin analogías en el pasado, que ha convertido el desempleo en uno de los fenómenos más dra-
máticos de nuestro tiempo, y de características cada vez menos coyunturales y más estructurales. Esto
también porque muchas empresas, para reducir el peso de la seguridad social y el costo del trabajo, al
tiempo de acrecentar su eficiencia y productividad, recurren cada vez más al llamado outsourcing, o sea,
la externalización de fases y proceso productivos enteros.
Ha nacido así el dominio de la “producción ajustada”1 que, unida a fuertes procesos de financia-
rización, permite alcanzar rápidamente altas ganancias. Para que este sistema se haga cada vez más
eficaz, las empresas se organizan sobre la base de nuevas técnicas y tecnologías que ensanchan la parte
del ciclo productivo que puede ser descentralizada, con lo cual logran responder más rápidamente a las
oscilaciones de la demanda y las solicitudes de los clientes-consumidores.
En el plano local, la financiarización se une al enorme agravamiento de la desigualdad en la distri-
bución interna del ingreso y de la riqueza producida, que cada vez se dirige menos al factor trabajo (en
forma de salario directo, indirecto o diferido) y más al factor capital en forma de excedente financiero,
es decir, con la ganancia financiera como elemento predominante de remuneración.
Consecuencia de este fenómeno es el riesgo de un retroceso de las democracias en Occidente, una
desocialización, una degeneración de la política y una homologación de todo el cuerpo social a las
lógicas de la ganancia.

3. Hasta hace algunos años, al incremento de la liquidez internacional no se sumaban tensiones infla-
cionarias porque en Estados Unidos la inmigración, el aumento de la productividad y las importaciones

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


758
frenaban esa posibilidad; y en Europa, por su parte, los procesos inflacionarios estaban limitados por
políticas restrictivas en materia de salario, de gasto social, de redistribución del ingreso y la riqueza y,
por tanto, de contención del consumo.
Pero desde hace algún tiempo, como se ha visto, el comportamiento de la inflación se ha convertido
en una variable central, como se percibe en el aumento de los precios del petróleo y las materias primas,
que provoca el alza de las tasas y una alta volatilidad de las cotizaciones accionarias.
Son los organismos financieros internacionales los que advierten sobre el incremento de los riesgos
de inestabilidad vinculados a la estructura de los mercados financieros internacionales, en los cuales tan
solo los inversionistas institucionales mueven capitales –en dólares– aproximadamente equivalentes a
todo el producto bruto mundial. Basta que las expectativas de ganancia sobre los capitales invertidos
estén en baja, para hacer huir enormes masas de dinero hacia los paraísos fiscales. Se ha llegado así a
pensar que solo una tremenda sacudida monetaria y una caída de las cotizaciones bursátiles podrían
restablecer una correcta relación entre el mundo financiero y el mundo de la economía real, en un
sistema monetario internacional que tenga como referencia mayor los equilibrios fundamentales de la
economía entre el polo estadounidense, el polo europeo y el polo japonés.
Por otra parte, si la crisis la caracterizamos no como una crisis capitalista, sino como una crisis del
capitalismo, del modo de producción basado en la propiedad privada de los medios de producción
–conocimiento incluido– y en reglas de mercado para asignar el trabajo social, entonces las limita-
ciones estructurales de las políticas de ajuste y austeridad se tornan evidentes. Tal política económica
puede brindar una salida temporal, al recuperar las tasas de ganancia, pero sobre la base de un fuerte
empobrecimiento de la fuerza de trabajo de los países centrales.
Pretender, por ejemplo, que la regulación centralizada de la gestión de la deuda en la Eurozona se
convierta en salida para la crisis, sea mediante un ajuste estructural o con la expansión de la demanda
(con o sin emisiones centralizadas de títulos de la deuda pública), es una quimera. Incluso, más realista
es la vía de las políticas restrictivas o del ajuste en austeridad, ya que al menos contribuye a la destruc-
ción de capital (medios de producción y fuerza de trabajo), en el propósito de alcanzar un nuevo ciclo
de acumulación a largo plazo.
Cuando la especulación ha alcanzado un volumen tal que supera todas las posibilidades de cre-
cimiento de la productividad, de sustentabilidad en la explotación de los recursos naturales y de de-
sarrollo de las fuerzas productivas, la única alternativa a la desvalorización (destrucción) masiva de
capitales es desmercantilizar el dinero. No se trata de darle nuevas funciones a un banco central, sino
de nacionalizar el sistema financiero, comenzando por sus agentes principales, y transformar el capital
monetario en dinero público, en bien común, para destinarlo a la producción, sobre la base de una
planificación democrática de la actividad productiva (algo parecido a lo que en el siglo pasado llamá-
bamos “socialismo”).
Una “estabilidad” que se convierte en ley de dominación, tanto política como económica, para el
control de las áreas de interés estratégico-económico en el mundo, de las dinámicas políticas y sociales
y de las crisis económicas, de manera que se resuelvan siempre en favor de las grandes multinacionales
occidentales y de los intereses de los más importantes bloques geoeconómicos y geopolíticos, Estados
Unidos y la Unión Europea primero que todos.
Es a través de la guerra del dólar contra el euro, de la crisis petrolera comandada desde Norteamé-
rica y de la gestión de lo que han definido como “la más grave crisis del capitalismo”, como bien se

EL PAPEL ACTUAL DEL EUROPOLO Y DE LOS PODERES financieros


759
ha puesto en evidencia anteriormente, y en el contexto general de la financiarización de la economía,
que Estados Unidos ha jugado sus cartas para sofocar los intentos de afirmación y expansión del nuevo
polo geoeconómico de la Unión Europea.

2. Globalización polarizada y acumulación flexible: cómo se llega a la crisis


de la deuda soberana

1. Un aspecto fundamental en todo este proceso de internacionalización es seguramente el relativo a


la redefinición, en el sentido de centralidad de su papel, del sistema bancario y financiero en general,
al que se ha encomendado la tarea de determinar los nuevos procesos de desarrollo internacional y las
líneas estratégicas de la competencia global. Desde hace ya muchas décadas, en efecto, está en curso un
proceso de grandes movimientos financieros que involucra el mundo entero, con un sistema interban-
cario que se apoya en intermediarios diseminados en todo el planeta. Los bancos universales cumplen
directamente gran parte de las funciones demandadas por clientes privados y empresas, con grandes
mercados interbancarios que vinculan entre sí los bancos radicados en el territorio y los ubicados en
plazas financieras.
Se produce así una suerte de “totalitarismo financiero” y de la cultura de empresa que, en búsqueda
de ganancias fáciles, cada vez más de tipo financiero-especulativo y no productivo, desestabiliza regio-
nes completas (véanse las crisis de México, de Brasil, de Tailandia, de Corea, de Indonesia, de Rusia,
de Argentina y ahora de los Piigs europeos), provocando procesos de inestabilidad político-económica-
social con consecuencias que se tornan más críticas y violentas por la utilización de las llamadas gue-
rras étnicas, de los fundamentalismos religiosos, de la disgregación de las unidades nacionales y con
formas cada vez más sofisticadas de uso de la criminalidad, todo ello completamente funcional a los
paradigmas del Nuevo Orden Mundial. En los últimos 25 años se ha evidenciado un fuerte vínculo
entre financiarización de la economía y criminalidad. Piénsese, por ejemplo, en el comercio de drogas,
al cual se añaden tantos otros tráficos ilegales, como el de las armas, el mercado clandestino de dese-
chos, la prostitución y el mercado de trabajadores esclavos en la así llamada economía sumergida (al
sumar estos tráficos con el de la droga, se alcanza un rango de negocios de más de 1.500 millardos de
dólares anuales).
La nueva globalización polarizada o, mejor, la moderna competencia global, pone en juego no solo
el papel de la empresa fordista y del proceso productivo conexo, sino también las estructuras financie-
ras y bancarias internacionales, verdadero elemento de innovación en el proceso económico mundial.
Lo que está sucediendo es el predominio no solo de un nuevo sistema productivo deslocalizado,
sino también de un nuevo sistema financiero y una nueva acumulación de capital, la “acumulación
flexible” de la era posfordista, basada justamente en procesos de financiarización de la economía y en el
uso masivo, en términos de acumulación de valor, del capital intangible, de los recursos inmateriales,
como el conocimiento, la información, la comunicación, etcétera.
Se habla entonces de una acumulación flexible, que se distingue de las rigideces del fordismo. Tal
modelo de acumulación requiere de una clase trabajadora flexible, condescendiente, que no pueda
combatir, carente de una estructura de clase organizada, fragmentada, descompuesta y, por tanto,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


760
individualizada y precarizada. El capital retoma así la ofensiva imponiendo un dominio social global,
que se basa en una determinada flexibilidad en relación con los procesos productivos, los mercados de
trabajo, los productos y los modelos de consumo.

2. Una de las imágenes más difundidas es la que muestra que vivimos en un mundo globalizado, en
el que los márgenes de maniobra de los partidos políticos se van reduciendo, independientemente de
las ideologías. Sin embargo, hay que considerar cuáles son los actores concretos, para darse cuenta del
hecho de que los márgenes de maniobra no vienen dados, sino que se construyen a partir de la fuerza
de cada quien.
El capital financiero de muchos pequeños países de la periferia se está empleando en estos circuitos.
También muchas grandes empresas productivas se mueven por la vía de la financiarización e interrum-
pen en gran parte la producción, pues lo que se necesita producir es dinero a partir del dinero, a través
de las mil formas de finanzas especulativas, que es lo que produce mayor rendimiento. Empresas como
la General Electric obtienen hoy mayores ingresos de sus inversiones financieras que de la actividad
productiva.
En el marco de las instituciones nacionales e internacionales, los nuevos actores que aparecen en
el mercado global de divisas saben hacer presión sobre los organismos respectivos y superan a muchos
Gobiernos, tanto en fondos como en capacidad de negociación.
La discordancia entre producción (industria, servicios, actividades públicas) y exigencias ocupa-
cionales ha sido reformulada solo en la perspectiva de un desarrollo de las posibilidades de lucro,
con rasgos cada vez más financieros, en la cual la valorización sociocultural de los recursos humanos
representa solo un costo y no una gran ocasión para incrementar la demanda individual y colectiva,
incluida la de un desarrollo con alta sustentabilidad socioambiental, que favorecería las actividades
basadas en el incremento de la cultura, de la solidaridad y la civilidad. No todos los aumentos de
productividad han sido correctamente redistribuidos. Por el contrario –como se ha visto en el curso
del análisis–, se han usado casi exclusivamente para remunerar al factor capital, bajo la forma de una
ganancia que no es reinvertida productivamente sino que termina en su casi totalidad en la “burbuja
financiera especulativa”, donde el beneficio es fácil pero no existe capacidad de crear empleos nuevos
y reales.
Es Grecia la que ha evidenciado una deuda externa soberana por encima de la media y particular-
mente ingente, ya que en Estados Unidos y Gran Bretaña, por ejemplo, la deuda externa privada (de
las empresas, incluida la deuda intrafirm) supera la deuda soberana de los países de la Eurozona.
España tenía a comienzos de 2010 una deuda externa de aproximadamente 2 millardos de euros,
en su mayor parte acumulada tras la sustitución de la peseta por el euro. Su deuda pública externa está
cerca de 300 millardos de euros, mientras que la privada es de 400 millardos, la de las empresas sube a
475 millardos –ambas en su mayor parte a largo plazo– y la de los bancos es de 800 millardos de euros,
de la cual más de 50% es a breve plazo.
La situación actual en España –uno de los primeros países en verse bajo ataque de la especulación
financiera– indica que por cada euro de deuda externa soberana, las empresas privadas deben al extran-
jero un euro y medio, y los bancos casi tres.
Ciertamente, es una situación muy diferente de la griega, donde la deuda pública representa más de
55% de la deuda externa total. En España esa proporción es de solo 18%, pero la parte del león, entre

EL PAPEL ACTUAL DEL EUROPOLO Y DE LOS PODERES financieros


761
quienes poseen sus títulos de deuda externa, está justamente en manos de los bancos que operan en los
mercados especulativos internacionales, seguidos por fondos de pensión y de inversión.
El déficit italiano, en cambio, es relativamente bajo, pero su deuda es la tercera del mundo: 123%
del PIB.

Deuda externa italiana por sector (en millones de US$)

Gobierno Autoridades Bancos Otros Préstamos Posición de la


general Monetarias sectores entre empresas deuda externa bruta

2002Q4 550.462 5.356 312.163 233.960 15.015 1.116.957
2011Q2 191.641 3.907 909.053 370.620 209.256 2.684.477

Fuente: Banco Mundial, Joint Debt Hub.

En la última década, la deuda externa italiana aumentó en 2,5 veces, al pasar de 1,1 millardos de
dólares en 2002 a cerca de 3 millardos en 2012.
Ha cambiado su distribución sectorial: en el cuarto trimestre de 2002, la deuda pública (Gobierno
y Banco de Italia) representaba 50% del total, mientras a los bancos correspondía 28% y a las em-
presas 22%. En el segundo trimestre de 2011, la deuda pública estaba en 45%; la de las empresas,
en un porcentaje análogo, y la de los bancos había llegado a 38% del total. En la deuda empresarial
es notable el incremento de los préstamos entre filiales de empresas multinacionales, que pasa de
15.000 millones en 2002 a más de 200.000 millones en 2011. Este tipo de préstamo, entre empresas
de un mismo grupo multinacional, es uno de los instrumentos financieros que facilitan la evasión
fiscal internacional. La deuda externa italiana, privada y pública, representaba a mediados de 2011
el 10% de la deuda externa de los países de la Eurozona (incluida la contraída entre ellos mismos),
el 17% de la deuda pública, el 8% de la bancaria y el 7% de la empresarial. Por tanto, la estructura
de la deuda externa italiana se parece a las de Grecia y Portugal (mucha deuda pública, menos deuda
bancaria) y se diferencia de las de países como España o Irlanda, donde prevalece la deuda bancaria
y empresarial.
El peso de la deuda pública italiana en el PIB (123%) es uno de los más altos de los países centrales:
superado solo por Japón (233%) y Grecia (166%), es mayor que el de Irlanda (109%), Portugal
(106%) y Estados Unidos (100%), y muy superior a la media de la Eurozona (89%). La evolución del
endeudamiento permite observar, sin embargo, que el actual nivel de deuda pública es análogo al de
1993-1994 (datos del FMI, WEO Database). En el período 1988-2011, el nivel medio de la deuda
fue de 110% del PIB, solo 10% menos que en el último año.

El déficit de Portugal es de 9,3%, y el de Irlanda, de 11,5%. La loca decisión de perseguir la reducción


del déficit en el lapso dictado por la UE –“entre 2011 y 2013”–, suministra a los especuladores un
parámetro de referencia y, al poder utilizar los derivados, disponen de una palanca financiera superior
a la de los Estados que se encuentran bajo ataque. Irónicamente, las municiones las provee el BCE,
que acepta los títulos del Estado como garantía para las emisiones de efectivo2.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


762
Deuda pública italiana, en % del PIB

Fuente: FMI, World Economic Outloook, octubre de 2009.

Considérese, además, que se mantendrá la política de sustraer recursos de los presupuestos públicos
para sostener a empresas, bancos y finanzas, en un contexto en el que, ante el empeoramiento de las
condiciones sociales por causa de la misma crisis, habría más bien que aumentar las cuotas de recursos
para el welfare. Habrá entonces recortes difíciles de ejecutar, para no verse expuestos a auténticas
rebeliones sociales y costos cada vez más altos para el gasto social.
Ciertamente no será la tasa de inflación lo que de alguna manera pueda reducir el peso de la deuda
pública, puesto que allí donde la situación se vuelva “insostenible”, el Banco Central Europeo inter-
vendrá inmediatamente para redimensionarla.
Como también es cierto que los bancos alemanes que poseen tales títulos de deuda, junto con
las hipotecas subprime estadounidenses y los títulos inmobiliarios especulativos, hacen que el crédito
potencial sea probablemente inexigible en su mayor parte.
Es por eso que Alemania persiste en mantener precios y salarios moderados, en términos relativos,
para favorecer su propio modelo de desarrollo basado en la exportación, e intenta agredir a sus socios
con un relanzamiento de las exportaciones extraeuropeas. Pero China y Estados Unidos, ciertamente,
no están en papel pasivo de observadores: la guerra continúa.

3. Por qué los keynesianos yerran el análisis de la crisis

1. En las interpretaciones de la actual crisis mundial, asistimos a una polifonía directa de la evolución
aparente y específica de los acontecimientos: de cuando en cuando, la crisis internacional de los países
centrales es explicada como crisis financiera global, crisis de la deuda, crisis fiscal y pasajera, una con-
secuencia de los salarios excesivos (crisis de competitividad) o de los salarios demasiado bajos (crisis
de demanda). Esta última interpretación tiene cierto número de seguidores entre organizaciones que

EL PAPEL ACTUAL DEL EUROPOLO Y DE LOS PODERES financieros


763
se consideran “de izquierda” y que, ante los ajustes fiscales y salariales, proponen como alternativa un
ajuste fiscal más lento, que permitiría generar un volumen de inversión pública que se transforme en
motor del crecimiento, de manera que, gracias al crecimiento, se podría postergar en el tiempo “el
ajuste” de los otros componentes de la crisis: los precios, las finanzas, el crédito, el comercio exterior.
Desde ese punto de vista, apuntar a un ajuste fiscal y a la reducción drástica de los salarios en el
corto plazo, solo llevaría a la contracción de la demanda, a detener el crecimiento del PIB y a aumentar
el peso que en este tiene la deuda.
El problema de esta interpretación es que parte de un análisis errado, porque la crisis no es en
absoluto una crisis de demanda, como piensan los economistas keynesianos o los tantos que dicen
remitirse al análisis marxista. La demanda mundial, que creció incluso en los momentos más graves de
la crisis (2008-2009), no deja de aumentar. En términos corrientes, el PIB mundial se redujo solo en
2009, cuando registró una caída de 3,5 billones de dólares con respecto al año anterior, dato que dice
mucho acerca de la profundidad de la crisis. Sin embargo, a pesar de esa caída, la inversión mundial
se mantuvo en los niveles habituales (21,7% del PIB) y siguió aumentando en 2010 y 2011 (22,9%
y 23,6%), frente a una media de 22,3% en los 10 años previos al estallido de la crisis (1998-2007).
En consecuencia, en 2010 el PIB mundial creció en 5,2 billones de dólares y en 7,1 billones en 2011:
¿dónde está entonces la crisis de demanda?
Todo eso significa que los capitalistas, a escala mundial, no han percibido un problema keyne-
siano de “demanda efectiva”, de realización del valor (de hecho, en paridad de poder adquisitivo, el
PIB mundial aumentó en 68.000 millones de dólares en 2009), y que han seguido invirtiendo sus
capitales como siempre, aunque obviamente han cambiado de manera sustancial la geografía de la in-
versión, tanto en lo espacial como en lo sectorial (datos del FMI: World Economic Outlook Database
09/2011).
Si se tratara de una crisis financiera, su manejo, planificado por los Gobiernos centrales y basado
en nuevas reglas financieras y mayores controles por parte de las autoridades monetarias, podría llevar
a una salida capitalista del problema. En ese contexto, la respuesta de las izquierdas debe poner el
acento en la reducción drástica de las dimensiones de las finanzas globales y prohibir directamente
las operaciones especulativas consideradas –falsamente– como de cobertura de riesgos (¿por qué se
necesita un mercado de productos derivados de 600 billones de dólares, cuando el producto mundial
es de 60 billones? Estamos ante un auténtico mecanismo financiero de transferencia de valores entre
agentes especulativos, que se debe eliminar). Las izquierdas deberían incentivar el crecimiento de la
participación del sector público en la actividad productiva financiera (creación de una banca pública
de fomento, de empresas públicas y de empleo en el sector público para el desarrollo de los servicios
sociales, etcétera) o el control político de los bancos centrales, a fin de que estos tengan como prioridad
el crecimiento y no solo la estabilidad de los precios.
Pero, aunque la crisis se manifestó inicialmente como crisis de las finanzas internacionales, tampoco
esa es su causa profunda. Las medidas para reducir el peso del mercado internacional del dinero y
del crédito pueden constituir un programa de emergencia, pero no son jamás una alternativa a la
crisis global.
La crisis actual es mucho más que una crisis financiera de dimensiones globales. Es el síntoma de
dos fenómenos estructurales: de un lado, el fin del ciclo de la hegemonía del capital estadounidense,
en actividad desde fines de los años sesenta y, en consecuencia, el agotamiento de los procedimientos

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


764
puestos en marcha por dicho capital desde fines de los años setenta y comienzos de los ochenta para
seguir captando recursos materiales y trabajo en forma de mercancías del resto del mundo, siempre
a crédito.
Por el otro, una desaceleración neta de la productividad, que genera dificultades para ampliar la
masa de ganancias y frenar la tendencia a la caída de la tasa general de ganancias.
Por ejemplo, en los años setenta la eficiencia marginal del capital (entendida como el aumento del
PIB a precios constantes en un año, por cada unidad de formación bruta del capital fijo, determinada
cinco años antes) era en Estados Unidos de 0,28; en Japón, 0,41; y en Alemania, 0,20. Entre 1971
y 2000, descendió a 0,20 en Estados Unidos, a 0,12 en Japón y a 0,13 en Alemania. En la última
década ha caído todavía más, hasta llegar a 0,08 en Estados Unidos, 0,03 en Japón y 0,05 en Alemania
(Ameco Database, 11/2011).

2. Estos fenómenos plantean un problema clave, de cuya respuesta depende la perspectiva de salir de
la crisis: los avances de productividad que se esperaban tras la introducción masiva de los nuevos pro-
cedimientos de automatización del saber obrero y con la reducción de la demanda de materias primas
mediante la nanotecnología y las biotecnologías, no han reportado los frutos prometidos. La crisis del
capitalismo industrial de los años setenta se ha traducido, para los países centrales, en tasas muy bajas
de incremento de la productividad.
En los países centrales, el capitalismo se encuentra en una situación práctica de estancamiento de la
productividad desde hace varios años. Si la crisis se torna crisis del capitalismo, crisis de productividad,
es porque el desarrollo de las fuerzas productivas se ha topado con un límite objetivo impuesto por las
formas actuales de las relaciones sociales de producción; y todas las medidas basadas en la “regenera-
ción” de la acumulación capitalista están condenadas al fracaso.
Una primera respuesta a esta crisis de las estructuras ha sido la deslocalización. El capital ha inten-
tado recuperar las ganancias mediante procedimientos de explotación extensiva: la deslocalización y
la reducción de las tasas salariales son, en el centro, la principal receta aplicada, y ahora asistimos a un
nuevo intento de continuar en esa vía.
La segunda respuesta ha sido la financiarización de la economía. En muchos países, el volumen del
crédito ha crecido de manera sustancial, sobre todo la desregulación financiera internacional, y en el
caso de Europa (o sea, el área euro), por la drástica reducción de las tasas de interés en los países de la
periferia europea. Entre 1998 y 2010, el peso en el PIB del volumen del crédito aumentó en la Euro-
zona de 1,29 a 1,81 (datos de Eurostat). Excepto Alemania y Bélgica, todos los países experimentaron
aumentos similares: de 1,12 a 1,65 en Francia, de 1,55 a 2,43 en Holanda, de 0,96 a 1,68 en Italia,
de 1,12 a 2,47 en España, de 1,132 a 2,47 en Portugal; curiosamente, en Grecia, país que no se ha
caracterizado por una economía que se funde en la inflación del crédito, ese peso subió de 0,87 a 1,69,
asunto que refuerza el carácter excepcional del endeudamiento griego.
Así, el estancamiento de la acumulación se mantuvo oculto, en la medida en que se acumulaba una
masa cada vez mayor de deuda, sobre todo privada.
La expansión del crédito, al no estar acompañado por un incremento en la producción y en la
realización de valor, se ha traducido en una crisis del crédito global, ya que las expectativas de rentabi-
lidad no se han cumplido: la velocidad con la que se multiplica el crédito, ponderada por la reducción
de las tasas de interés, ha sido mayor que las tasas de crecimiento alcanzadas por las economías del

EL PAPEL ACTUAL DEL EUROPOLO Y DE LOS PODERES financieros


765
capitalismo central. En consecuencia, no se ha producido plusvalía suficiente para remunerar el capital
financiero como cabía esperar por la deuda acumulada.

3. En un contexto como ese, las propuestas de expansión por la demanda y por el gasto público son
claramente insuficientes e ineficaces, dado que una crisis del capitalismo implica que las reglas del
proceso de acumulación –o sea, el modo en que se trabaja, las normas de distribución del valor entre el
capital y el trabajo y entre capital productivo, financiero y rentístico, los espacios de intervención del
Estado, las formas de aplicación del cambio técnico, la división internacional del trabajo– han dejado
de funcionar y deben ser sustituidas. Lo que se plantea son instancias de cambio estructural que no
pueden surgir de la “caja de herramientas” keynesiana, en ninguna de las dos versiones.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, el peso del Estado en la actividad económica giraba en
torno a 10% del PIB. Hoy, en los países centrales, fluctúa entre 30% y 50%. En 1960, el peso de las
remuneraciones de los asalariados en el PIB de esos países (OCDE) era de 70%. Actualmente apenas
supera el 55%. Una política sindicalista de estímulo de la demanda salarial no podría tener ahora el
mismo impacto que tuvo en los años cincuenta o sesenta sobre el crecimiento económico, ni se podría
financiar del mismo modo.
Esta evolución es una clara manifestación de la ineficiencia de las soluciones de mercado en el capi-
talismo moderno, cuando la socialización de las fuerzas productivas ha alcanzado un nivel tan elevado
que se necesita una centralización profunda de las decisiones relativas a la asignación del trabajo social,
a la producción y a la distribución.
De la capacidad de respuesta de los trabajadores dependerá el resultado de las transformaciones
neoliberales en Europa.
Hoy las propuestas keynesianas de gestión de la demanda a través del envío de señales al mercado,
para su activación, no funcionan porque el Estado está directamente a cargo de asignar una parte fun-
damental de los recursos del trabajo social. Es una incongruencia histórica, incluso dentro del mismo
desarrollo capitalista, que los recursos financieros continúen siendo privados. Que se pretenda aplicar
una política económica de incentivos a la inversión privada a través de la activación de la demanda, es
un absurdo que únicamente refleja el despiste histórico de quien lo propone.
Para cuanto concierne a la dimensión nacional de las economías, la situación es diferente. Los
procesos de deslocalización masiva de la producción hacia la periferia han modificado los circuitos
de incremento y acumulación del capital. Actualmente, la demanda que permite movilizar recursos de
inversión para generar empleo –que se basa en las expectativas de los inversionistas privados en cuanto
al aumento de capital– no se manifiesta a escala nacional, sino mundial.

4. Como ya se ha recordado, actualmente no se presenta ningún problema en el escenario mundial. De


hecho, una reducción de los salarios en Europa se puede compensar, en términos de demanda agregada
y de expectativas de rentabilidad, con un aumento salarial en la periferia, como en efecto ocurre. De
esta manera, la estrategia sindical y su versión de keynesianismo salarial para enfrentar la crisis se
encuentra en Europa en un callejón sin salida.
La gestión de la crisis ha desembocado en el control del gasto público y en una nueva oleada de pri-
vatizaciones, ya que el capital quiere extender su espacio de valorización –hoy en fuerte estancamien-
to– hacia los servicios públicos de uso universal, para capturar así espacios hipotéticamente seguros.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


766
De cualquier manera, ni aun esa medida permite responder al problema fundamental que repercute
sobre el actual contexto global. El desarrollo de las fuerzas productivas ha avanzado hacia procesos
socializados de creación de riqueza. La idea de que el conocimiento es una fuerza productiva, se resiste
a los intentos de administrarlo mediante reglas de mercado y de propiedad privada, puesto que el
conocimiento es, por definición, un patrimonio común de los sujetos operativos, que solo puede
desarrollarse eficazmente a través de un flujo continuo, compartido (no compartimentado) y libre (no
privado).
Las economías de escala se han agrandado y han tornado así ineficaces los procedimientos competi-
tivos para la gestión de muchos bienes y servicios que necesitan de un manejo centralizado de recursos,
en el que las alternativas se establezcan con base en sistemas públicos y colectivos de distribución o
monopolios privados con drenaje de las rentas extraordinarias del resto de las actividades y de los
sectores sociales.
La crisis energética responde a la inaplicabilidad de las energías alternativas en un contexto de centra-
lización de la propiedad, inherente al modelo energético capitalista; de esta manera, el agotamiento de
los recursos energéticos tradicionales torna ineficaces los mecanismos descentralizados de los precios
de mercado para determinar el nivel óptimo de consumo.
Son entonces los propios mecanismos del capitalismo para la asignación de recursos (los mercados
privados y sus sistemas de precios) los que resultan incompatibles con la resolución del problema
que plantea el agotamiento del modelo energético y con la adopción de los progresos de la tercera
revolución industrial.
La alternativa, entonces, no es entre un determinado modelo de gestión capitalista (el rigor, el ajus-
te) y otro (la expansión, el crecimiento). Si nos encontramos en todo el medio de una crisis sistémica
y sin un programa de socialización masiva de la actividad productiva, la única alternativa es un ajuste
hacia abajo en la participación de los trabajadores en el valor agregado, junto con la privatización de
las nuevas áreas de intervención del Estado, en la esperanza de que la productividad logre aumentar y
retomar el camino del crecimiento (o sea, que aumente la intensidad de la explotación del trabajo, para
relanzar la acumulación de capital).
Quienes creen en el relanzamiento de la acumulación del capital, hacen bien en no prestar atención
a los discursos keynesianos de una izquierda en bancarrota. Pero aquellos que quieren reforzar el poder
de los trabajadores, deben apresurarse a abandonar esa perspectiva –que persigue un pacto imposible
entre intereses contrapuestos– si en verdad tienen la intención de vencer.
El programa necesario no puede fundarse hoy en una gestión de la demanda y de los desequilibrios
fiscales que no se corresponde con el grado de desarrollo del capitalismo en Europa, ni con las nuevas
contradicciones que manifiesta.
Ahora es necesario un programa que permita llevar adelante la socialización de los recursos, en una
nueva fase que vaya más allá de la socialización que hizo posible la creación de los sistemas de protec-
ción social que hoy día se quieren pasar al mercado. Para eso hay que construir una nueva correlación
de fuerzas, que debe basarse en un programa de ruptura con las estructuras político-financieras que
han generado la situación actual.

EL PAPEL ACTUAL DEL EUROPOLO Y DE LOS PODERES financieros


767
— notas —

1 Con el término producción ajustada (del inglés lean manufacturing o lean production) se identifica una filosofía industrial

inspirada en el Toyota Production System, que tiene por objetivo minimizar los desperdicios hasta eliminarlos del todo. Entre
los desperdicios se consideran los de materias primas, de tiempos muertos, de inventarios inutilizados, de sobreproducción, de
productos defectuosos, etcétera.

2 Tomado de Movisol: http://www.criticamente.it/globalizzazione/9364-la-crisi-del-debito-sovrano-si-allarga.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


768
Capítulo V
EL CONFLICTO CAPITAL-TRABAJO SIGUE SIENDO CENTRAL

1. Mundialización neoliberal y aumento de la desigualdad

1. Seguramente las tendencias de fondo del contexto económico internacional han cambiado mucho
en los últimos años. En la instalación estructural productiva, por ejemplo, las empresas han pasado de
una estructura productiva horizontal a una vertical, con la consecuente segmentación y concentración
de la producción y del capital. La disminución de los costos de transporte, la supresión generalizada de
los aranceles, la creciente eliminación de los derechos portuarios y aeroportuarios y de los monopolios
ferroviarios, marítimos y aéreos, están creando un mercado de mercancías en el que la localización del
centro de producción resulta cada vez menos relevante.
En la producción ajustada, la comunicación –el flujo informativo– accede directamente al proceso
productivo: comunicación y producción se hacen coincidir. El programa de producción se formula
exclusivamente a partir de las exigencias de la oferta del mercado. La deslocalización, la fragmentación
y la dispersión de los lugares físicos de la producción no implican, en absoluto, una disminución del
poder de la gran empresa capitalista: ella mantiene su poder, justamente, gracias a la concentración
financiera y el downsizing (enflaquecimiento). Se conforman así las cadenas productivas nacionales y
también internacionales, en busca de lugares de producción donde el factor trabajo sea especializado
y bajos sus costos y las garantías sindicales.
Todo esto sucedía porque (como se ha anticipado parcialmente) se estaba pasando progresivamen-
te del ciclo fordista-keynesiano, basado en el paradigma tecnológico de la industria metalmecánica-
automovilística-petroquímica, a un ciclo llamado posfordista, que tiene su base tecnológica dominante
en el paradigma electrónico-informático. La acumulación flexible1 (bautizada así por David Harvey)
se confronta directamente con las rigideces del fordismo: se trata de la flexibilidad de los procesos
productivos, de los mercados de trabajo, de los productos y de los modelos de consumo que determi-
nan los cambios en el proceso desigual de desarrollo, sea entre sectores productivos o entre regiones
geográficas, con un aumento vertiginoso del sector servicios y el surgimiento de industrias en regio-
nes subdesarrolladas.
Se podría también decir que la globalización neoliberal se opone a la multinacionalización que
implica que una empresa, aun estando presente en diversos países, esté ligada sobre todo a uno en
particular, usualmente el de origen.
Hoy, en cambio, la empresa multinacional decide su estrategia productiva en función, cada vez
más, de los costos relativos de producción en los diversos lugares, así como de la diversificación de un
producto final que se venderá en el mayor número posible de países, o de un producto ensamblado
en la empresa matriz con componentes que llegan desde filiales situadas en todas partes del mundo.
La mundialización neoliberal favorece el crecimiento de la desigualdad. En los países empobrecidos,
eso es lo que ocurre entre la mayoría popular, de un lado, y los propietarios, los que detentan el capital
y los administradores del sistema, del otro (hay un método verdaderamente simple para distinguir, en
los países de la periferia, a los incluidos y los excluidos de la competencia global: podemos identificar
quiénes son pobres y quiénes no porque estos últimos son sujetos de crédito y tienen acceso a los ban-
cos, como grandes o pequeños clientes, mientras los otros no; en casi todos los países del Sur, de hecho,
solo un porcentaje de entre 5% y 25% de la población tiene acceso al crédito y realiza operaciones
bancarias, lo que se traduce en una tasa de exclusión que fluctúa entre 75% y 95%).
Además, sigue existiendo un sistema de circulación de mercancías (permisos de importación y
exportación, autoridades aduanales), pero no existe un sistema monetario internacional, no hay
una divisa mundial, no hay autoridad monetaria que regule el espacio internacional de circulación
del dinero.
Por tanto, consideramos la globalización financiera como el resultado de la decisión de Estados
Unidos de enfrentar sus problemas presupuestarios sin un fortalecimiento real de su economía y evi-
tando las presiones de los bancos centrales del resto del mundo para que no siga pagando sus deudas
con dólares no convertibles. Así se torna más aguda y directa la competencia global en busca de
la concentración de la riqueza en pocas manos, con escenarios cada vez más frecuentes de guerra
económico-financiera, guerra comercial, guerra social contra las clases subalternas y guerra militar
expansionista por la conquista y el dominio de los recursos energéticos –más escasos cada vez– para
sostener los ritmos del proceso de acumulación internacional.
La dificultad para activar un modelo de acumulación nuevo y rentable hace esta crisis única, al
tiempo que pone seriamente en tela de juicio el propio modo de producción capitalista, por lo que es

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


770
de carácter sistémico. El carácter particularmente destructivo de la actual crisis está relacionado con
su carácter sistémico y estructural, que tiene impacto no solo económico y financiero sino energético,
ecológico, alimentario, social y también en la ideología y la moral, por lo que requiere un gran esfuerzo
de coordinación internacional para afrontarlo. Esta circunstancia es, tal vez, lo que mejor explica la alta
influencia de esta crisis en el PIB, producto de una caída múltiple del sistema.
La crisis ecológica mundial ha llamado la atención sobre el agotamiento de materias primas por el con-
sumo intensivo puesto en marcha por la sociedad industrial. Se puede disentir de la idea de que ese
consumo intensivo tenga en la salud del planeta un impacto tan grave como lo afirman los partidarios
del crecimiento cero (los “limitadores” como Sicco Mansholt y el Club de Roma y los “decrecentistas”
al estilo de Serge Latouche o Nicolás Georgescu-Roegen, hasta llegar a los últimos y confusos econo-
mistas de la llamada izquierda alternativa libertaria y ecologista); sin embargo, es indudable que la uti-
lización de criterios de mercado en la administración de tales recursos resulta francamente irracional.
Tanto por parte de quienes persiguen la reproducción del sistema capitalista mediante acomodos
técnicos específicos para cada fuente de polución o recurso en vías de extinción, como de quienes
critican la validez general del crecimiento económico, el problema ambiental carece de un fundamento
analítico y teórico que permita entenderlo en su dimensión histórico-social, cosa que en cambio es
posible al adoptar las categorías histórico-materialistas de la crítica marxista de la economía política.
Valga asimismo subrayar que desde hace tiempo hablamos de crisis sistémica porque su globalidad
y condición estructural hacen evidente la tendencia a la caída de la tasa de ganancia en los países más
desarrollados o, como los hemos definido siempre, de capitalismo maduro. Es clara allí la evidencia
de la enorme destrucción de “fuerzas productivas en exceso”, sean estas fuerza de trabajo o capital
como explicitación de formas de trabajo anticipado; por tanto, no hay ya condiciones para poner en
marcha un nuevo modelo de valorización del capital que sepa dar “justa” rentabilidad a las inversiones
y crear posibilidades para un nuevo proceso de acumulación capitalista, ni aun a través de un cambio
de modelo de producción.
La crisis actual es sistémica, entonces, porque amplía cada vez más la brecha entre desarrollo de las
fuerzas productivas y modernización y socialización de las relaciones de producción, al punto que se
han disociado no solo estas últimas, sino incluso las relaciones sociales en todos los países de capitalis-
mo maduro. Debido a que los nuevos sujetos del trabajo, del no trabajo y del trabajo negado, es decir,
el sujeto que se torna clase proletaria explotada no obstante la modernidad de las formas, no acepta ya
esa situación y no ve en la sociedad del capital posibilidades de emancipación política, cultural, social
ni económica. Se vienen a menos las mediaciones motivacionales del sujeto de clase del trabajo, aun
cuando su rebelión contra la sociedad del capital asuma formas ajenas a la organización de clase, en
las mil modalidades del descontento juvenil, de la ilegalidad metropolitana, del suicidio a través de las
drogas, de las revueltas campesinas en Asia y América Latina, de las “locuras” asesinas y terroristas de
la insatisfacción del vivir.

2. En términos generales, la globalización –o la actual fase de la mundialización capitalista– puede ser


definida como un proceso a escala mundial de redistribución del poder entre las clases sociales (de los
trabajadores hacia los capitalistas) y entre territorios (de las zonas rurales a las urbanas, de la periferia
de las ciudades a los centros de negocios, de las regiones menos desarrolladas a las más desarrolladas:
en suma, de las periferias al centro).

EL CONFLICTO CAPITAL-TRABAJO SIGUE SIENDO CENTRAL


771
Así, en la Unión Europea, por ejemplo, no hay reducción de las disparidades nacionales en térmi-
nos de ingreso (a diferencia de lo que sucede con las medidas nacionales), a pesar de las importantes
transferencias vinculadas con fondos estructurales.
Obviamente, a escala internacional y sin ningún tipo de transferencia del centro a las periferias,
no es difícil imaginar cómo han aumentado las diferencias: en 1960, el 10% más rico de la población
mundial tenía un ingreso medio 46 veces más alto que el 10% más pobre (11.080 dólares contra 256
dólares, a precios constantes de 1995). En el año 2000 la diferencia era de 144 veces (35.210 dólares
contra 245 dólares): en esos 40 años, los más pobres se empobrecieron todavía más, mientras los más
ricos triplicaron su riqueza (datos calculados de World Development Indicators, 2004). En la Italia de
los años noventa fueron precisamente los Gobiernos técnicos y de centroizquierda (Ciampi, Amato,
D’Alema, Prodi, etcétera) los que mejor respondieron al dictado de los poderosos de Europa. Fueron
los Gobiernos de centroizquierda los que abrieron camino a la liberalización, a las privatizaciones, al
recorte del welfare, a la precarización del trabajo. Todo en nombre del “divino” euro.
La construcción de la Europa de Maastricht y la imposición de sus parámetros de sustentabilidad
–mantenimiento de un bajo déficit fiscal y una baja deuda pública– hicieron que el operador Admi-
nistración Pública, es decir, el Estado, intentara reducir la oferta total de títulos de la deuda pública y
contrajera así más tarde, por medio de atractivos intereses, las posibilidades de crear ingresos adiciona-
les para las familias (y esto vale tanto para Italia como para los otros países miembros).
Por otra parte, en los mercados financieros internacionales se producen operaciones similares para
resolverle a Estados Unidos su problema de liquidez y financiar así el gigantesco déficit de su balanza
comercial, debido a su fortísima exposición a las importaciones. En este caso, el sistema de operaciones
financieras es gerenciado por bancas de inversión estadounidenses, suizas, francesas y alemanas.
Es así como la construcción del Europolo, basada en los parámetros de Maastricht, no es otra cosa
que la definición de un escenario de confrontación –abierta y directa– de los países europeos en su
participación como protagonistas en esa economía globalizada o, mejor dicho, en esa competencia
global en la que el choque se mide por la definición de las áreas de influencia y de dominio de las tres
hipótesis liberales: la estadounidense, la japonesa-asiática y la europea, comandada por el eje franco-
germánico2. La fuerza de estos dos últimos países no se deriva de la política, sino, como ya se ha dicho,
de la solidez de sus respectivos sistemas productivos.

3. Los intensos procesos de competencia global en la economía mundial han llevado a Alemania, en
privilegiado eje con Francia, a intentar una hipotética solución de los problemas de la competencia
internacional mediante la construcción de un área económica y monetaria centrada en las exigencias
exportadoras del modelo germano, y con una nueva división internacional del trabajo que asigna a
los países de la Eurozona mediterránea el papel de importadores y de proveedores de servicios. Con
ese mismo fin ha deslocalizado su propio sistema industrial hacia los países del Este europeo, lo que
le permite grandes ahorros en los costos del trabajo y obtener, al mismo tiempo, una mano de obra
especializada.
Desde que entró en vigencia la moneda única, es decir, desde el año 2000 y hasta 2011, los países
centrales han tenido un saldo comercial medio equivalente a 3,2% de su PIB –frente a 1,7% durante
los diez años previos–, mientras que los países periféricos han experimentado un déficit comercial de
1,7% del PIB al año, frente a un activo de 0,6% del PIB en la década previa al euro.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


772
Se entiende entonces claramente por qué Alemania controla esas variables, ya que su crecimiento
está basado en la exportación, y por qué necesita el déficit de los países europeos del área mediterránea
(incluidos no solo los llamados Piigs, sino también Francia), pues los títulos de deuda pública que
adquiere de estos últimos constituyen una forma de inversión para sus acumulados excedentes. En
definitiva, el excedente de la balanza comercial alemana se hace rentable gracias a su inversión en deuda
de los países europeos con déficit de balanza. Y es el sistema bancario alemán el que administra ese
excedente, junto con el de otros países del norte de Europa.
Se trata, pues, de una vía europea que, en nombre de un mal llamado progreso, de un liberalismo
cada vez más salvaje, se lanza al encuentro-choque con la economía mundial y deja a un número cada
vez mayor de personas sin protección y en la miseria, al aumentar las desigualdades económico-sociales
en nombre de la gigantesca mitificación europea.
Al aplicar la misma moneda, indistintamente, a los países en los que la acumulación de capital se
basa en las exportaciones y a aquellos que son estructuralmente importadores, la política monetaria
se demuestra, sin embargo, incapaz de conciliar las necesidades de los primeros (que necesitan una
moneda estable para sostener en las exportaciones la acumulación a largo plazo) y de los segundos (que
requieren devaluaciones periódicas para facilitar el ajuste externo). Al final, la política aplicada defen-
derá, obviamente, los intereses de los más fuertes, vale decir, de los países exportadores de la Europa
central, frente a los débiles países europeos de la periferia mediterránea.
En la práctica, salvar la Unión Europea –y por tanto el modelo exportador alemán– significa, sim-
plemente, destruir las posibilidades de desarrollo autónomo y autodeterminado de los países europeos
del área mediterránea.
Si nos encontramos en todo el medio de una crisis sistémica y sin un programa de socialización
masiva de la actividad productiva, la única alternativa para “sus señorías del euro” es una política de
austeridad y ajuste estructural hacia abajo en la participación de los trabajadores en el valor agregado,
junto con la privatización de las nuevas áreas de intervención del Estado, en la esperanza de que la pro-
ductividad pueda crecer (o sea, que aumente la intensidad de la explotación del trabajo, para relanzar
la acumulación de capital).
Para llevar a cabo el amplio programa de privatización de los bienes públicos, se pone la deuda
pública en el centro de las políticas. En ese sentido cabe interpretar las acciones de la Unión Europea
que, carente de toda capacidad política autónoma, impone a los países deficitarios las mismas reglas
de los planes de ajuste estructural que el FMI ha aplicado durante los últimos 30 años en los países de
América Latina para practicar la usura y condicionar las modalidades de desarrollo, con lo cual se hace
jugar ahora a Europa, como entonces a la América Latina, un papel central en las reglas del Banco
Mundial y del Fondo Monetario Internacional.

EL CONFLICTO CAPITAL-TRABAJO SIGUE SIENDO CENTRAL


773
— notas —

1 David Harvey escribió en 1989 La crisis de la modernidad, uno de los textos fundamentales de las ciencias sociales sobre el

posmodernismo, que es, según el autor, la ideología del capitalismo tardío y no de la época de la posmodernidad. Explica allí
cómo, desde los años sesenta, Occidente ha pasado de un modelo de producción fordista a un modelo posfordista, en el cual
el modo de producción está regido por formas de acumulación flexible, capaces de integrar –de articular en redes– modos,
tiempos y lugares de producción muy diferentes entre sí. Pero para Harvey esto podría no ser un verdadero cambio de época y
de paradigma económico, sino una mutación del capitalismo, que se hace flexible para escapar de la crisis reduciendo el costo
del trabajo y disminuyendo los tiempos que transcurren entre la inversión y la realización de la ganancia. La relación entre espa-
cio geográfico, tiempos económicos y capital se convierte en el focus central de reflexión en el pensamiento del autor. Fuente:
http://it.wikipedia.org/wiki/David_Harvey.

2 Véase también para lo que sigue, Vasapollo, L.; Martufi, R.; Arriola, J., Il risveglio dei maiali. Piigs, Jaca Book, 2011.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


774
DÉCima parte

A CRISIS SISTÉMICA, SOLUCIONES POLÍTICAS


Capítulo I
NO HAY YA ESPACIO SIQUIERA PARA EL
“WELFARE DE LOS MISERABLES”

1. El Europolo de la pobreza

1. La crisis financiera refleja en la Eurozona una configuración institucional diseñada de modo parti-
cular desde hace décadas. Los trabajadores de los países del euro sufren las consecuencias de la crisis
estructural y sistémica del capitalismo, incapaces de obtener mejores beneficios a partir de sus incre-
mentos de productividad, que dependen también de la importante revolución tecnológica en curso.
Pero más allá del reciente comportamiento recesivo de la economía, común a todos los países de
capitalismo maduro, el Europolo se ve particularmente golpeado por causa de un sistema monetario y
financiero especialmente inmaduro, que agudiza las tensiones y amplifica el impacto de la crisis.
Muchos economistas poscapitalistas, en particular norteamericanos, habían señalado desde hace
años que la moneda única agrupaba bajo una misma política monetaria formaciones sociales muy
diferentes, y advertido que, en ausencia de mecanismos fiscales de compensación, eso agudizaría las
desigualdades hasta materializar todas las contradicciones de un modelo monetario mal diseñado,
incluso para los mismos parámetros capitalistas. Las previsiones en tal sentido de personajes como
Krugman, Dornbush, Modigliani, Becker y otros parecen haberse confirmado en la coyuntura finan-
ciera de esta crisis estructural y sistémica.
A estas alturas, el contexto económico, social y político ha creado una situación en la que sectores
sociales completos están fuera de los campos tradicionales del welfare (trabajo y salud), al tiempo que
capas cada vez más vastas de la población acusan un creciente malestar social vinculado a factores
como la toxicodependencia, la inmigración, la precariedad, el trabajo atípico y flexible, el desempleo
estructural, la nueva pobreza y la marginalidad, que se suman a los “viejos” problemas no resueltos de
la salud, la prevención y la asistencia. Hay que resaltar, además, que factores como el envejecimiento
de la población, la disminución de la natalidad y la precarización del trabajo han planteado la necesi-
dad de un desempeño más intenso en los sectores de pensiones, sanidad y servicio social.
De esa manera, se desarrolla un sistema económico en el cual el gasto público no tiene por objetivo
un verdadero fortalecimiento infraestructural de la economía nacional, ni una eficiente producción
de servicios públicos. Con las últimas leyes financieras –y el discurso vale en general para todos los
países de la Unión Europea, sea que tengan Gobiernos de centro-derecha o, todavía más, de centro-
izquierda– ha continuado el ataque contra las clases más desposeídas, que cada vez ven recortarse más
su salario directo e indirecto, sin ninguna política seria para el tema del empleo, sin redistribución
alguna de las rentas a cargo del capital, con incentivos y desgravámenes cada vez más fuertes para
las empresas, frente a la falta o la intermitencia de ingreso para los bolsillos de la mayor parte de los
ciudadanos. Se crea así una sociedad con mayores diferencias sociales, en la que se reduce cada vez más
el sistema de protección de las capas ciudadanas más débiles, capas que no dejan de crecer, hasta llegar
a abarcar estratos a los que, hasta hace pocos años, se consideraba protegidos (empleados públicos, ar-
tesanos, comerciantes). Se crea así nueva pobreza, nuevas necesidades y se amplía, en definitiva, el área
de la marginación social y absoluta: aumentan, pues, los “miserables”, a los que, por no ser reconocidos
como tales –porque pueden, por ejemplo, tener un pequeño ingreso en algún trabajo precario e inter-
mitente–, no se les reconocerán siquiera los derechos mínimos de protección social y de ciudadanía.
Mientras hace cada vez más larga la fila de los pobres y los excluidos, el Europolo restringe constan-
temente la protección social. El paso del universalismo de los derechos a las garantías caritativas para los
miserables se convierte así, con el keynesismo para los privados, en auxilios y apoyos a los bancos y
los patrones, es decir, en “welfare del baile enmascarado de las celebridades”.
Se incrementan las formas de más verdadera pobreza y de marginación absoluta y relativa, aumenta
la miseria de un número siempre creciente de personas que no logran ya acceder siquiera los niveles
mínimos de sobrevivencia, ni a una mínimamente digna calidad de vida. Es así que regresa, como
en los años noventa, el “welfare de los miserables”, de los excluidos, pero todavía más restringido,
más selectivo.

2. La crisis llevará a la formación de un sistema multipolar en el que Estados Unidos deberá compartir
el poder con otras naciones, y esto podría significar el inicio de un período de competencia cada vez
más aguda y en perjuicio, como siempre, de la clase trabajadora. Para el capital internacional, es una
crisis irreversible que va más allá del agotamiento de un modelo de acumulación capitalista, como
ocurrió en 1929, y que al provocar una profunda ruptura en términos de relaciones políticas, abre
grandes posibilidades de cambio, no para el simple modelo de producción, sino para las perspectivas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


778
generales de la humanidad, ya que se rompe definitivamente la aspiración a la relación y a devenir otro
sujeto de clase.
Es en ese ámbito que se desencadena la especulación de los mercados financieros con títulos de
Portugal, Italia, Grecia y España, los vulgarmente llamados PIGS (cerdos), y con Irlanda, Piigs. En par-
ticular contra Irlanda y Grecia, y en una segunda batida contra los demás, ya que las mejores apuestas
son por la baja de las obligaciones de esas economías-países, lo que hace imposible para estos últimos
reducir los ya muy altos niveles de las relaciones déficit-PIB y deuda pública-PIB.
El nuevo papel de los bancos reoxigena el sistema financiero y mete toda la economía en el “mal-
dito” juego de las multinacionales y transnacionales privadas; todo esto con dinero derivado de tasas
e impuestos que gravan sobre todo a los trabajadores, quienes en contrapartida solo obtienen lo que
desde hace años hemos definido como el “welfare de los miserables”.
Es ese el contexto en el que a partir de 2009 se desencadena la crisis de la deuda soberana,
de las políticas públicas vinculadas y del gobierno de la economía, que ha producido la hemorragia de
dineros públicos: Estados Unidos ha gastado más de 2.500 millardos de dólares en auxilios a su sistema
bancario (con operaciones de restablecimiento de la liquidez, intervenciones para la solvencia bancaria,
garantías, saneamiento de las inversiones financieras de mala calidad y financiamientos directos al
capital accionario de bancos e instituciones financieras al borde de la quiebra, etcétera), y Gran Bretaña
ha destinado a operaciones similares más de 1.000 millardos de dólares.
En realidad, la cuestión de la deuda pública ocupa, en términos cuantitativos, un lugar secundario
dentro de los problemas generales de la deuda externa. En la Eurozona, por ejemplo, la deuda externa
soberana equivale aproximadamente a 45% del PIB, mientras que la deuda bancaria privada, casi toda
de corto plazo, llega a 90% del PIB.
Los datos de las instituciones financieras internacionales ponen en evidencia que, en el total de la
deuda externa de cada país, la parte predominante es la de los bancos y las empresas, con un peso cada
vez más alto con respecto a la deuda pública soberana externa. Tanto así que en la Eurozona, de una
deuda externa conjunta que equivale a 183% del PIB, solo 44% es deuda soberana de los Gobiernos,
mientras que 83% es de los bancos y 51% de las empresas (incluida la deuda intrafirm). Y no es cierto,
en absoluto, que la situación empeore en los cómputos de la Europa de 27, ya que en su deuda externa,
de 152% del PIB, solo 37% es deuda soberana gubernamental, mientras la bancaria es de 101%, la
privada, de 40% y la empresarial, de 20% (incluida la intrafirm).
Lo que está en curso es, simplemente, el desplazamiento de las deudas, que pasan de los balances
de algunos grandes monstruos bancarios, aseguradores, industriales y financieros, a los presupuestos
públicos. Tanto así, que el FMI calcula que en los diez mayores países del G20 la relación deuda
pública-PIB llegará en 2014 a 120%; en todo el G20, a 100%; en Japón, a 220%; en Europa, a 100%,
y en Francia, Alemania y Reino Unido, a 90%.
Considérese, además, que continuará la política de desplazar recursos de los presupuestos públicos
para apoyar empresas, bancos y finanzas, en un contexto en el que empeoran las condiciones sociales
por causa de la crisis y habría, por tanto, que aumentar la cuota de recursos destinados al welfare.
En consecuencia, habrá recortes difíciles de implementar, para no exponerse a verdaderas rebeliones
sociales y a costos crecientes para el gasto social.
Es evidente la diversidad de formas de deuda y cómo, en la estructura de la deuda externa, la parte
o porcentaje de la gubernamental o soberana no es ciertamente la más preocupante. Lo que está en

NO HAY YA ESPACIO SIQUIERA PARA EL “WELFARE DE LOS MISERABLES”


779
curso es, simplemente, el desplazamiento de las deudas, que pasan de los balances de algunos grandes
monstruos bancarios, aseguradores, industriales y financieros, a los presupuestos públicos.

3. De la misma manera en que una familia es económicamente estable, aunque esté endeudada, si
tiene un sólido patrimonio (inmobiliario, pero sobre todo en términos de saber, cultura y tradicio-
nes), también un Estado puede tranquilamente endeudarse para invertir si mantiene la solidez de su
patrimonio general, que no puede ser solo cuantitativo, medido por el PIB, sino que debe incluir las
bases cualitativas fundamentales del desarrollo, como la cultura, los monumentos, tradiciones, saberes,
bienes comunes, etcétera.
El mismo Estados Unidos tiene un endeudamiento sostenido en parte por Alemania, además de
China. La competencia, sin embargo, es hoy cada vez más fuerte, y los Brics quieren su espacio. Esta-
dos Unidos no tiene ya la fuerza política y militar para imponer en el mundo su modelo de desarrollo,
basado en su endeudamiento. Se ha dicho que la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE)
fue diseñada especialmente en función de las necesidades de Alemania, cuyas políticas de moderación
fiscal y salarial han provocado la disminución de la demanda interna, por lo que necesita tasas de
interés bajas para no disminuirla todavía más. Eso ha implicado una baja de las tasas reales en los países
periféricos del continente, que se distinguen por una inflación estructural superior a la media europea.
Piénsese, además, que hay una Europa débil y dividida, una Unión Monetaria que no es todavía ni
económica ni política, y que esa restricción de la deuda estatal tiene más bien por objetivo justificar y
concretar la construcción del Estado político supranacional europeo.
Se entiende así claramente que la campaña de terrorismo massmediático sobre la deuda pública y la
deuda soberana tiene simplemente el objetivo de dirigir contra el Estado, contra lo público, la crítica
feroz de la opinión pública y, al mismo tiempo, salvar el sistema empresarial y bancario mediante la
socialización de las pérdidas, es decir, ponerlas a cargo del Estado, que deberá entonces liberalizar, pri-
vatizar, recortar salarios y welfare, e infligir así otro duro golpe al poder adquisitivo de los trabajadores
y pensionados.
Pero las políticas de usura en clave europea no necesariamente funcionarán en toda su capacidad
expansiva, ya que hoy, incluso en los países de capitalismo maduro, la productividad está estancada
desde hace más de 35 años, lo que ha hecho que la acumulación de capital –y la producción fordista
que se le vincula– se haya desplazado a los países de la periferia y semiperiferia, en particular de Asia
oriental y de América Latina.
La Unión Europea es el proyecto neoliberal de Europa, al menos desde el giro político representado
en 1986 por el Acto Único, consolidado por el Tratado de Maastricht. La construcción de una Europa
alternativa es incompatible con los tratados vigentes de la Unión. Por tanto, una alternativa a la Unión
Europea implica el abandono de la “constitución europea”, el Tratado de Lisboa.
Todo proyecto alternativo para Europa implica una alternativa a la Unión Europea, y no admitirlo
así solo puede conducir a la frustración política de las expectativas de cambio.
La alternativa no puede limitarse a reivindicar otras formas de administrar la crisis. En particular, el
BCE es una institución inadecuada para administrar estrategias distintas al ajuste, dada su dependen-
cia estructural (legal y política) del capital financiero.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


780
2. ¿Cómo salir de la crisis del capital? Propuestas ante todo políticas y luego
económicas

1. El euro ha servido para reforzar los patrones exportadores de los países centrales del Europolo, es de-
cir, el polo geoeconómico europeo, y para debilitar la posición comercial y subordinar la dinámica de
acumulación de los países periféricos del Mediterráneo a la división internacional del trabajo impuesta
por aquellos. De esa manera, Portugal, Italia, Grecia y España (Piigs, con el agregado de Irlanda) se
convierten cada vez más en reserva de servicios turísticos y residenciales, o de servicios generales a las
empresas, y se someten a un proceso de desindustrialización más o menos acelerada.
Las finanzas especulativas, que deberían ser las que estén en crisis, asoman de nuevo con prepo-
tencia e inventan nuevas armas y nuevos terrenos de combate. La especulación financiera está allí,
como un buitre, y con sus instrumentos creativos agrede a quien no acepte las reglas de dominio o no
emprenda ataques cada vez más fuertes contra el salario directo, indirecto y diferido.
Para salir del problema de la deuda pública se están preparando nuevos instrumentos de finanzas
creativas que difieren el endeudamiento y crean las premisas para nuevos colapsos. Los Piigs son impe-
lidos a endeudarse cada vez más para responder a las reglas del euro, a sofocar sus propias economías
y masacrar el mundo del trabajo para garantizar que la “cuestión del euro” se mantenga funcional al
desarrollo exportador de Alemania y, en segundo lugar, a los intereses franceses, hasta que termine por
tocarle también a Francia hacer de cerdo servido en la mesa alemana (y es por eso que muestra los
músculos, como en la agresión contra Libia).
Las finanzas siguen cumpliendo el papel de masacre y especulación, y esto a costas de las arcas
públicas, de los salarios, del Estado social. Está claro, sin embargo, que el problema planteado no es
tanto ni solo de crisis financiera, sino el de una crisis del modelo de acumulación: en crisis está todo
el sistema capitalista.

2. La política de austeridad no es una solución, porque, como señalan muchos analistas, la reducción
de las inversiones reduce la acumulación a largo plazo, y la reducción del consumo público restringe
la demanda global y, por tanto, también el crecimiento a corto plazo, al punto de que el aumento de la
desocupación y el cierre de empresas reducen la base impositiva fiscal, de manera que el problema
del déficit, lejos de corregirse, se agrava. La política de ajuste tiene entonces el único fin de resolver el
problema de liquidez en que ha caído la banca europea, mediante una transferencia masiva de rentas
de los trabajadores al capital, por vía directa con el ataque a las condiciones de trabajo y al salario, y
por vía indirecta con la reducción de las transferencias sociales.
Se invierten así los comportamientos y el papel del ciclo expansivo keynesiano. En efecto, en esa
construcción, que se remonta al modelo teórico de equilibrio de la contabilidad nacional keynesiana,
el papel del operador bancario es el de intermediar entre el operador familia, que tiene por objetivo
institucional el consumir y ahorrar, mientras el operador empresa, en tanto que dedicado a la actividad
productiva, debe sostenerla con el autofinancimiento y sobre todo con el endeudamiento. En ese
contexto, el modelo de keynesismo social juega un papel de amortizador del conflicto capital-trabajo,
ya que es capaz de redistribuir ingresos (y por tanto valor agregado, y por extensión PIB) a los traba-
jadores. Estos últimos, gracias a la fuerza manifestada en el gran ciclo de luchas victoriosas de los años
cincuenta y sesenta, conquistan una mayor capacidad adquisitiva y con ella una fuerte propensión al

NO HAY YA ESPACIO SIQUIERA PARA EL “WELFARE DE LOS MISERABLES”


781
consumo, sostenida en sus propios salarios. Con tan alta capacidad adquisitiva se logra incluso crear
abundantes fuentes de ahorro que, a través de la intermediación bancaria, impactan en el endeuda-
miento de las empresas para permitir inversiones y, por tanto, impulsar el ciclo de acumulación de
capital.
Todo esto llevaría a considerar la escogencia de la financiarización de la economía como un pro-
ceso momentáneo de reajuste del capital internacional, mientras que se trata, efectivamente, de un
ilusorio intento de salir de la crisis estructural, tomando en cuenta la incapacidad e imposibilidad de
impulsar un nuevo modelo de acumulación capitalista a través de un eventual cambio del modelo
de producción.
De esta manera el proceso de privatización, puesto en marcha desde el inicio de la fase neoliberal en
el intento de ocultar los efectos de la crisis de acumulación del capital –acompañada por los procesos
de financiarización y el ataque general al costo del trabajo–, da su última estocada al someter a los Es-
tados a una crisis de naturaleza fiscal. Un Estado que, con fuertes carencias de recursos, debe transferir
tajadas consistentes del gasto social al sector privado, a las grandes empresas y al sistema bancario y
financiero, para sostener así a quien ha sido el primer artífice de la crisis económica general.
Se entiende entonces claramente por qué Alemania controla esas variables, ya que su crecimiento
está basado en la exportación, y por qué necesita el déficit de los países europeos del área mediterránea
(incluidos no solo los llamados Piigs, sino también Francia), pues los títulos de deuda pública que
adquiere de estos últimos constituyen una forma de inversión para sus acumulados excedentes. En
definitiva, el excedente de la balanza comercial alemana se hace rentable gracias a su inversión en deuda
de los países europeos con déficit de balanza. Y es el sistema bancario alemán el que administra ese
excedente, junto con el de otros países del norte de Europa. Son entonces los bancos los que realizan
la mayor parte de las transacciones en los mercados de productos financieros derivados, son los bancos
–y los fondos de pensión y de inversión– los mayores especuladores, y la crisis financiera no ha frenado
en absoluto las transacciones en esos mercados, sino que las ha multiplicado de manera frenética.

3. En este marco de acentuada competencia global, parecen prevalecer tres estrategias europeas para
salir de la crisis.
La primera es la receta alemana para lo que considera la periferia europea, que apunta a la deses-
tructuración del mercado del trabajo con una mayor austeridad y mayor liberalización, mientras se
reducen también las formas de protección social. En ese sentido, las políticas de ajuste estructural en
clave europea tienen el único objetivo de salvar bancos, empresas privadas y mercado, a través de un
siempre creciente endeudamiento público que ve luego su salvación en la privatización de los servicios
públicos básicos, para así crear un nuevo espacio de acumulación a través de la nueva cadena de
valor que se realiza sobre la privatización de los servicios sociales. Una idea, pues, de estabilidad en la
austeridad, dentro de los rígidos parámetros europeos impuestos por Alemania, que favorece procesos
recesivos con un fuerte condicionamiento negativo para el mundo del trabajo, en términos de costos,
de especialización y de derechos. Pero hay que decir que esto podría tener un impacto negativo sobre la
productividad, al favorecer a las empresas menos productivas, que utilizan mano de obra a bajo costo,
y perder capacidad en términos de innovación tecnológica.
Una segunda hipótesis es la británica y de una parte de los potentados de la llamada izquierda
euroescéptica, que auspician la creación de un “segundo euro”, en la idea de devaluar y reestructurar la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


782
deuda pública en su totalidad, a la vez que impulsar políticas de nacionalización de ciertas empresas y
políticas industriales de mejoramiento de la productividad. Esta estrategia radical de salida del “euro 1”
carece por los momentos de posibilidades reales, tanto por las fuertes presiones proteccionistas como
por una segura fuga de capitales y por la creación de condiciones que reducirían en el sistema europeo
las capacidades de inversión interna.
La última hipótesis es la de la izquierda europea, incluida la llamada radical y alternativa, que, al
partir de una hipótesis de análisis de la crisis como de subconsumo, propone una nueva oportunidad
para las ilusiones de los keynesianos de izquierda: superar la crisis a través del sostenimiento de la
demanda y de un imposible reforzamiento de los gastos de caracter social y de la inversión en infraes-
tructuras públicas, tecnologías, educación, etcétera.
El error de tales keynesianos de izquierda no está solo en identificar la crisis como de subconsu-
mo, sin poder entender su carácter sistémico y negando toda formulación teórica de origen marxista;
además, su hipótesis de un “euro bueno” choca con su propia lectura del crecimiento en las compati-
bilidades capitalistas: es impensable conjugar políticas de austeridad y rigor con políticas expansivas
de crecimiento.
De hecho, se multiplica en ese sentido la idea de elevar el denominador de la relación deuda pública-
PIB, para reducir el impacto de tal índice a través de las extravagantes ideas de los keynesianos de
izquierda para estimular el crecimiento: green economy, proyectos ambientales y proyectos infraes-
tructurales tan fantacientíficos como inútiles; a todas estas, las soluciones de financiamiento podrían
derivarse de la emisión de nuevos instrumentos financieros, como los eurobond, para atraer liquidez
del resto del mundo y sostener tales modalidades de inversión en un nuevo crecimiento que llevaría,
en consecuencia, a la privatización del mismo gasto social (hospitales privados, universidades privadas,
fondos de pensión, etcétera). No se dan cuenta de que tales hipótesis debilitarían gravemente el euro
en los mercados internacionales y pondrían en marcha una competencia internacional aún más fuerte,
mortal para la Unión Monetaria Europea y para el futuro del área del euro.
Si se considera que los Estados europeos están poco a poco perdiendo su autonomía por causa del
diktat de la Unión Europea, resulta seguramente contradictorio pensar que el problema sea el aumento
de la deuda pública, y no la completa pérdida de independencia de cada Estado, sobre todo al saber
que en el Europolo cerca de 60% de la deuda es de naturaleza privada.

4. Suponiendo que toda la deuda pública se financiara a las tasas actuales para la deuda de largo plazo,
la Eurozona estaría transfiriendo hoy (primeros meses de 2012) cerca de 400.000 millones de euros
anuales del fisco al capital privado, en forma de intereses (la cifra exacta debería tomar en cuenta las
tasas históricas de las sucesivas emisiones, cuya rentabilidad ha cambiado en el tiempo, y considerar la
parte de la deuda a corto plazo, que genera una rentabilidad menor para el capital financiero, pero a
cambio de mayor liquidez y de un mayor costo relativo de refinanciamiento para los Gobiernos; a los
efectos de esta hipótesis, podemos presuponer una tasa única de referencia: la de los bonos del Tesoro
a diez años).
Si se estableciera un sistema de títulos de deuda europeos, la tasa de interés se situaría por lo menos
al nivel de la media de las tasas actuales. Con base, entonces, en los datos sobre tasas de interés de
octubre de 2001, los eurobond deberían pagar no menos de 5,6% al año, menos de lo que hoy pagan
Italia (6%), Grecia, España, Portugal, Eslovenia, Chipre y Estonia, pero más de lo que pagan otros

NO HAY YA ESPACIO SIQUIERA PARA EL “WELFARE DE LOS MISERABLES”


783
países de la Eurozona. En ese caso, la transferencia de rentas de interés al capital financiero se elevaría a
470.000 millones de euros al año. Pero aun suponiendo tasas excesivamente optimistas, como la media
ponderada del peso de la deuda de cada país, la tasa de interés resultante, de 4,6%, implicaría un cierto
aligeramiento del servicio de la deuda para Italia (cerca de 26.000 millones de euros menos), Grecia
(-50.000 millones), Portugal (-12.000 millones) y España (-5.000 millones). En cambio, Alemania
tendría que pagar cerca de 56.000 millones más por su deuda; Francia, 28.000 millones; Austria,
3.500 millones; Holanda, 8.000 millones; Finlandia, 2.000 millones, y Bélgica, 1.400.
¿La izquierda europea no ve otro camino que redistribuir la carga de la deuda entre los distintos
países, dando por asumida la transferencia de ingresos públicos al capital financiero?
Es evidente la diversificación de las formas de deuda, como también que en la estructura de la deuda
externa no es ciertamente el porcentaje de la deuda gubernamental o soberana lo más preocupante. Lo
que está en curso es, simplemente, el desplazamiento de las deudas, que pasan de los balances de algu-
nos grandes monstruos bancarios, aseguradores, industriales y financieros, a los presupuestos públicos.
Valga considerar, sin embargo, que también fuera de la Unión Económica y Monetaria (UEM) y la
Unión Europea hay países con elevados déficit y deuda pública, como Japón, Gran Bretaña y Estados
Unidos. Japón, por ejemplo, tiene una deuda pública de más de 200% del PIB, y la de Estados Unidos
supera el 100%. ¿Y por qué, entonces, esos países no sufren ataques especulativos como los países de
la Eurozona?
Hay que decir que al área del euro se le considera débil e incierta porque no es apta para soportar
crisis económicas que golpeen uno o más países en su seno.

5. En los últimos 30 años, el modelo capitalista de base keynesiana –en todas sus diversas formas– se
ha disuelto, cancelando así el concepto mismo de civilización. El desmoronamiento de toda la estruc-
tura productiva preexistente destruye las formas de convivencia civil determinadas por el modelo de
mediación social del keynesismo.
Probablemente esto signifique la destrucción de las condiciones de vida de los trabajadores en los
países desarrollados y una ligera mejoría de las condiciones de vida de los trabajadores de los países
subdesarrollados que se inserten en la nueva división internacional del trabajo.
La perspectiva futura no puede apuntar a otra cosa que al endeudamiento creciente de los países de
capitalismo maduro, para tratar así de mantener sus niveles de vida. La nueva estructura de la división
internacional del trabajo llevará a un juego por el dominio financiero de la deuda, en el que, por ejem-
plo, los nuevos países emergentes del llamado BRIC (Brasil, Rusia, India, China) seguirán comprando
títulos occidentales e incrementando la competencia entre el euro y el dólar.
Considérese que China y Japón, conjuntamente, poseen más de 50% de la deuda estadounidense.
Bastaría con que esos dos países decidieran diversificar su posesión de títulos públicos para determinar
una reorganización definitiva del ahorro y de las reservas mundiales, agudizando así la competencia
internacional. Y considérese, además, que muchos piensan ya en una reestructuración, no de la deuda
de los países europeos individualmente, sino de toda la deuda soberana de ese continente, lo cual,
afirman, podría aportar mayor estabilidad y crecimiento y brindarle una estructura y un papel político
a la Unión Europea.
Pero se insiste en la necesidad de recortar el gasto social y se alega para ello, falsamente, que Europa
en general es un sistema en déficit, cuando en verdad resulta claro lo contrario, es decir, la ausencia de

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


784
una deuda exterior europea (aunque esto sea resultado de partidas compensatorias, cuyo acreedor por
excelencia –Alemania, junto con algunos países del norte de Europa– posee los títulos de deuda de los
Piigs y de otros países fuertemente endeudados).
La agudización de la crisis de la deuda de los Estados integrantes de la Unión Europea hizo que se
echara mano a los presupuestos, e impuso un continuo ataque a la economía pública y a los salarios
y derechos de los empleados públicos, junto con recortes del gasto social, con el fin de sostener a los
bancos y la especulación del sector privado. La característica de esta fase es una consistente transferen-
cia de riqueza de una parte a otra de las sociedades europeas.
Italia se comporta como Estados Unidos, porque ambos difieren el problema de la deuda para más
adelante. Es decir que, para hacer frente al déficit –que es un dato coyuntural de flujos–, lo transfor-
man en exposición estructural de stock, con lo cual lo convierten en deuda que masacrará a las futuras
generaciones de trabajadores.
Más allá de la estabilidad (la relación deuda pública-PIB fue en 2012 más o menos del mismo nivel
que en 1993-1994), hay que subrayar que el peso de la deuda pública externa de Italia (53% del PIB)
es inferior al de muchos países de la Eurozona, como Grecia (83%), Irlanda (64%), Austria (58%),
Bélgica (57%), Portugal (56%) y Francia (54%). La deuda pública externa de Italia está en los niveles
medios de la Eurozona (48%), no muy lejos de la misma Alemania (45%) (datos del Banco Mundial,
JDH Database). Lo que define el golpe contra el Ejecutivo italiano es la imposición de un gobierno de
eurócratas con el mismo carácter de eslabón débil de la cadena que el gobierno de Berlusconi, más que
el poder de los acreedores externos.

6. Es evidente que con las privatizaciones, con el ataque al costo del trabajo, al sistema del welfare, a los
derechos y con la financiarización de la economía, el capital internacional ha buscado salir de la crisis
o al menos ocultar su carácter estructural y sistémico. Una vez más la economía, en nombre del dios
ganancia, impone su dominio y determina las escogencias de política económica.
En consecuencia, los países del Euopolo no disponen de instrumentos económicos eficaces para ha-
cer frente a la crisis económica. En ese escenario, las organizaciones sindicales de los trabajadores están
llamadas a desarrollar un nuevo ciclo de luchas, con un programa de fases sucesivas, por el trabajo y las
eco-socio-compatibilidades solidarias, para recuperar en términos redistributivos los inmensos incre-
mentos de productividad que se han logrado en las dos últimas décadas, para reivindicar de inmediato
una reducción generalizada de la jornada laboral con pago de salario completo, para poner las bases
de una nueva ocupación a partir de empleos con compatibilidad social y ambiental y de utilidad públi-
ca, con plenos derechos y plena retribución, para crear “puestos fijos”, para reforzar al mismo tiempo
el welfare State con incrementos del ingreso en los presupuestos públicos, mediante la tributación de
los capitales, de manera de poder incluir en el gasto social un “ingreso social mínimo” europeo que se
otorgue a los desempleados, a los precarizados, a los marginados.
Los economistas críticos y heterodoxos, en sus distintas vertientes, están tratando de lograr acuerdos
para un programa de contratendencia y progresivo que se pueda proponer y practicar conjuntamente,
con el sindicalismo conflictivo y clasista en papel central, in primis las organizaciones pertenecientes a
la Federación Sindical Mundial (FSM).
El movimiento de clase de los trabajadores debe hoy partir de la inversión de esa relación, reivindi-
cando y practicando la supremacía de la política sobre la economía. En segundo lugar, hay que afrontar

NO HAY YA ESPACIO SIQUIERA PARA EL “WELFARE DE LOS MISERABLES”


785
decididamente el problema del control de la tecnología. El cambio tecnológico puede constituir un
progreso técnico y social si es fruto de una decisión colectiva de los trabajadores, mayoritaria, respon-
sable, abierta al diálogo, negociada y contratada. Siempre fue una decisión que se dejó en manos de los
empresarios y del capital. Invertir esa tendencia secular implica entender de otra manera el desarrollo
democrático, y comprender que el debate sobre tecnología, que es parte del debate entre marxistas,
exige de los trabajadores una cultura tecnológica.
Si está en marcha un proceso de rápido agotamiento de determinados recursos naturales, la posibi-
lidad de forzar transformaciones tecnológicas y comportamientos sociales que conduzcan a su menor
utilización solo puede ser resultado de una decisión política. No es este, entonces, un problema de
precios, sino de mecanismos institucionales para determinar quién y cómo se decide el acceso a esos
recursos y cómo se distribuye ese acceso entre la población mundial.
Si una primera respuesta puede consistir en lanzar una campaña, en el mundo del trabajo, contra
las reglas de masacre social impuestas por las compatibilidades económico-financieras del euro, el se-
gundo problema que se plantea en el orden del día es impulsar una serie de políticas para una eficiente
nacionalización y estatización de los bancos y de los sectores estratégicos de la economía.
Ante una política monetaria que obliga al ulterior ataque contra los derechos y el costo del trabajo,
es necesario crear una nueva moneda que demuestre mayor flexibilidad al representar una tasa de
cambio que refleje una capacidad adquisitiva determinada por la verdadera situación económica de las
regiones periféricas del área monetaria.
La deuda soberana se está convirtiendo para los países débiles en un nudo porque con los dineros
públicos se financia a los bancos. Por tanto, la primera nacionalización debe ser la del sistema bancario.
Y después, desatar inmediatamente los nudos de la energía, el transporte y las comunicaciones, como
sectores estratégicos que deben estar en manos del Estado. Rechazar la deuda permitirá una rápida
reorganización social a través de la destrucción del capital ficticio y facilitará las bases para impulsar
la actividad productiva y socialmente útil a través de la concesión de líneas de crédito social para
inversiones de utilidad pública y propiedad colectiva.
La nacionalización de los sectores estratégicos de la comunicación, energía y transporte no solo
puede constituir una justa retribuición a los ciudadanos por los impuestos que pagaron al Estado y
que fueron destinados a rescates bancarios o a la privatización de amplios ramos y sectores productivos
públicos, sino que al mismo tiempo aportará los recursos necesarios para implementar una estrategia
de impulso productivo a breve plazo, que permita crear las condiciones para que millones de desem-
pleados de los países de la periferia europea mediterránea comiencen a producir riqueza social en el
menor tiempo posible.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


786
Capítulo II
EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

1. Por un sistema de relaciones internacionales horizontales

1. La evolución previsible del sistema, en ausencia de fuerzas alternativas, conduce hacia el debilita-
miento de los mecanismos democráticos de participación social y hacia el reforzamiento de los me-
canismos represivos y de control de masas, comenzando por la “TV basura”, la vigilancia electrónica,
la metrópoli como cárcel ideológica, la subordinación del sistema educativo a las necesidades de las
compatibilidades del capital, etcétera.
El proceso de centralización y concentración del capital llevará al reforzamiento del poder de las
multinacionales y de los organismos internacionales de la compatibilidad con el capitalismo agresivo,
como el FMI y el BCE. La democracia seguirá perdiendo su propia consistencia, transformándose en
un orden plutocrático de represión ideológica, funcional al dominio de la ganancia. La existencia de
monopolios no inhibe la acción de las fuerzas competitivas que definen la lógica profunda del conflicto
social, en la activación de una nueva dinámica del conflicto directo entre el capital y el nuevo mundo
del trabajo y del trabajo negado.
Por más difícil que sea la sustitución del sistema de propiedad privada, todavía más increíble resulta
pensar que el capitalismo pueda garantizar un nivel de vida digno a toda la población mundial. Al
menos en ese punto, los Estados que participaron o participan en el área socialista han demostrado
mayor capacidad para dar solución a las necesidades básicas de la población.
En la búsqueda de alternativas, la posición utópica cree posible reformar el sistema capitalista –sin
sustituir sus principios esenciales– para resolver los problemas de la pobreza, la miseria y la exclusión.
La puesta de límites a la explotación y el uso del Estado como mecanismo de transferencia del ingreso,
nivelador de las desigualdades, solo han sido posibles en áreas muy limitadas del sistema y con la
contrapartida, además, de la existencia de otros segmentos de la fuerza de trabajo mundial sometidos
a niveles de expolotación que compensan la reducción de las ganancias en el centro del sistema, donde
ha dominado el Estado redistribuidor.
Actualmente, las propuestas de regeneración del capitalismo por medio de un nuevo contrato social
(sea que se le llame neokeynesismo, tercera vía, etcétera) solo son concebidas en los llamados países
desarrollados. Ninguna de esas propuestas aporta algo sustancial con miras a integrar a las masas ex-
plotadas, de la misma manera que las esperanzas depositadas en la superación del desempleo no acaban
con esa indigna situación, sino que apenas determinan una posición en la fila de los precarizados y
los nuevos desocupados, con menos garantías aún. La esperanza de lograr un capitalismo “civilizado”
responde únicamente a las aspiraciones ideológicas de la “clase media-alta”, de mejorar su propio nivel
de consumo y de protección social, sin planificar ninguna vía socioeconómica de alternativa para los
obreros y los trabajadores en general, para los excluidos y los desheredados de la Tierra.

2. En el actual contexto socioeconómico internacional, la configuración de esta crisis sistémica hace


que la fe en Keynes y en un capitalismo reformado sea, simplemente, demostración de la sumisión de la
izquierda, incluso la radical, a las ideas de la democracia política y económica impuesta por el modo de
producción capitalista. Por eso las hipotéticas soluciones de la crisis son todas compatibles con la repro-
ducción y continuación de un sistema de relaciones internacionales ya antiguo, superado, inadecuado.
No existe argumento teórico alguno que justifique la idea de que el capitalismo sea la última etapa
en la evolución de la socialización humana; entre otras razones, porque en muchos sentidos constituye
un retroceso con respecto a sistemas anteriores: nunca como en el capitalismo ha sido puesta en dis-
cusión la propia supervivencia de la especie humana, tanto por la técnica (las únicas bombas atómicas
que han acabado con vidas humanas, y muchas, fueron lanzadas por un país capitalista) como por la
destrucción del ecosistema (cosa grave en un sistema que solo valoriza aquello que tiene un precio, o
sea, aquello de lo que se apropia en forma privada, y hace caso omiso del costo del amplio consumo de
bienes naturales no renovales). Es por eso que hablamos de crisis sistémica.
El tratamiento adecuado de una fuente de riquezas como lo es la Tierra, no puede responder a una
valoración similiar a la que se hace del producto del trabajo humano, valoración que bajo las relaciones
capitalistas se expresa en forma de precio. Desde el momento en que los recursos físicos se transforman
en objeto de compra-venta a través de su apropiación privada, se echan las bases de la insustentabilidad
ambiental.
Al reconocer, desde un punto de vista antropológico, que solo la Tierra es fuente de riquezas y que
cuando el hombre interactúa con ella –a través del trabajo y de los medios de trabajo– genera cosas
útiles que refuerzan el dominio humano sobre la biósfera, puede entenderse el absurdo de algunas

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


788
formas de interacción que generan más perjuicio colectivo que utilidad individual agregada en los
productos del trabajo.
De las dos fuentes de riqueza, solo una, el trabajo, tiene conciencia, y por tanto capacidad para
valorar sus actos y modificar sus comportamientos a corto plazo.

3. Desde un punto de vista teórico, es posible concebir un sistema en el cual la división del trabajo se
establezca a través de un sistema de relaciones internacionales horizontales, basado en actos de reci-
procidad, y en el que el mercado no prescinda de la gratuidad y el conflicto no se base en la dicotomía
posesión-no posesión. Eso significa que, cualesquiera sean las formas de un sistema poscapitalista, para
representar un avance social y humano tendrá que acabar con la separación capitalista entre la economía
y la política, la cual solo permite a unos pocos privilegiados pasar de una región a otra como ciudadanos.
Por eso la democracia participativa, política y económica es una dimensión clave de cualquier
proyecto de futuro poscapitalista: ser integralmente ciudadanos (también en la empresa), ser univer-
salmente ciudadanos (ciudadanía global). De esta manera, cuando la actividad económica deje de ser
parte de la esfera de lo privado, se estará transitando hacia un mundo diferente al capitalismo.
La evolución del capitalismo real ha conducido a una situación en la que las exigencias democráti-
cas aparecen como aspiraciones radicales.
La sociedad del terciario avanzado crea nuevas necesidades, pero con el actual modelo de desarrollo
crea al mismo tiempo nuevas exclusiones. Resulta entonces estratégico poner en el centro del debate
un proyecto global hacia un modelo de desarrollo diferente, solidario, socio-eco-compatible, en el que
sean fundamentales las compatibilidades ambientales, la calidad de la vida, la respuesta a las nuevas
necesidades, un lugar más alto para la educación, la recuperación de culturas y saberes tradicionales, la
centralidad del trabajo y la valorización del tiempo liberado, la redistribución del ingreso y del valor y
la socialización de la acumulación, de la riqueza producida en su conjunto.
Es posible, entonces, dar una vuelta definitiva de página a las decisiones de política económica
y de política industrial, puesto que las innovaciones tecnológicas permiten una más alta productivi-
dad en la empresa que, de manera directa o indirecta, se deriva exclusivamente del incremento de la
productividad del trabajo. Incrementos que son entonces riqueza social en su conjunto, y deben por
eso ser utilizados para mejorar la calidad del trabajo y la calidad de la vida –a partir de la reducción
del horario laboral, que podría estar acompañado por un aumento del trabajo voluntario y social–,
para su redistribución al factor trabajo, y por tanto a los desocupados, y no solo para las ganancias y
las rentas inmobiliarias, especulativas, de posición, financieras, como ha ocurrido particularmente en
estos últimos 30 años.
No se trata, pues, de reproducir simples formas de intervención, ni de actuar exclusivamente en
el frente de la distribución del ingreso, sino de retomar con nuevos instrumentos el conflicto capital-
trabajo, que de hecho es ahora más duro y diversificado, a partir de los nuevos sujetos del conflicto
social, así como de reorganizar la unidad de intereses del mundo del trabajo, la solidaridad y la fuerza
que la clase obrera se dio en los años sesenta y setenta a partir de su organización en la fábrica. Para
eso hay que saber conjugar un fuerte, renovado y antagónico sindicalismo del trabajo con un nuevo y
no menos antagónico sindicalismo del territorio en la fábrica metropolitana, que reivindique la distri-
bución social de la riqueza y que incida profundamente en los procesos de acumulación capitalista, a
partir de una política fiscal redistributiva que finalmente golpee al factor capital en lugar de favorecerlo

EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


789
indiscriminadamente, para así adoptar un nuevo welfare que atienda tanto las necesidades primarias
(trabajo, derechos, casa, ingreso social, educación, formación, salud) como las nuevas necesidades y
garantice los bienes comunes en su más amplia acepción.

4. Los proyectos de los diversos capitalismos internacionales enumerados en este libro permiten ver
que la tendencia político-económica está cada vez más orientada a la ganancia, a la liberalización de los
servicios públicos, la privatización más desenfrenada y sin límites.
La brecha entre crecimiento de la riqueza financiera y contracción de la riqueza real, entre econo-
mía real y economía financiera, ha sido y es favorecida no solo por la especulación internacional y la
falta de control, sino sobre todo por escogencias de política económica que, al centrarse en una lógica
privada y en la centralidad cultural de las compatibilidades económicas y sociales de la empresa, no son
capaces de producir o distribuir trabajo, ingreso o riqueza, sino que destruyen recursos.
Es una vía exclusiva para la ganancia, que no tendrá en cuenta, de ninguna manera, las exigencias
de los trabajadores, de las clases más débiles de la sociedad: en nombre del “dios mercado desregulado”,
se seguirán eliminando hasta las mínimas garantías de Estado social que todavía persisten, aunque ya
de manera casi residual. Cuando se habla de privatizar la energía, los transportes, la escuela, la sanidad,
el agua, los servicios locales, se comprende fácilmente cuáles podrán ser las consecuencias para los
ciudadanos, para los trabajadores, para los desocupados y todas las figuras sociales precarias, marginales
y de bajos ingresos. Pero lo que está en juego es el modelo mismo de participación en la vida política
a nivel local.
En el futuro inmediato, también las exigencias de mayor democracia y participación serán rápida-
mente conflictualizadas.
La contradicción entre las reglas salvajes de mercado y la garantía de una calidad de vida digna
para los ciudadanos-trabajadores no tiene resolución posible en los automatismos internos del propio
mercado, que imponen las políticas neoliberales. La lógica no puede ser la de un capitalismo agresivo
y “sin ley”, que no persigue más que la realización de la ganancia, sin escrúpulos, sin reglas, y crea de
tal suerte serias descompensaciones sociales, en términos de desempleo y de disminución de la calidad
de vida en general.
El proceso de reconversión, de reestructuración y de innovación tecnológica no puede basarse en
la caída del empleo, no se puede seguir exprimiendo el limón de las rentas del trabajo dependiente,
las mejores políticas empresariales no pueden ser las que se basan en mayores ganancias derivadas de
más altos recortes de la ocupación. El ahorro debe ser canalizado hacia inversiones productivas en su
más amplio sentido, capaces de crear riqueza y trabajo y de impulsar un mejoramiento general de las
condiciones de vida y de la protección social.
Es por eso que puede ser a la vez explosiva y recomponedora del bloque social del trabajo y del
trabajo negado la capacidad de sostener, en términos no ya estrictamente políticos, sino con con-
sideraciones macroeconómicas ahora sí de orden global, la necesidad de un modelo de desarrollo
radicalmente diferente, capaz de generar ocupación nueva y diferente, así como diferente riqueza y
una manera diferente de producir y del vivir social. Un modelo de desarrollo cualitativo que apunte
hacia la distribución del trabajo, del ingreso y de la acumulación de la riqueza social; una modalidad de
desarrollo, pues, socio-eco-compatible y solidaria, basada en formas de economía que se centren en el
valor de uso, capaces de crear una riqueza diferente y de distribuir el valor difundiéndolo socialmente.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


790
2. Poner de nuevo en el centro los intereses del mundo del trabajo:
un programa mínimo de contratendencia

1. Las tendencias que hemos identificado marcan la actual fase del conflicto económico y social y de la
confrontación política y militar en la competencia global. Las fuerzas del capital están organizadas de
manera transnacional, con una burguesía que tiene conciencia de sus funciones, se afana en defender
sus intereses y hace pagar su agonía con guerras financieras, comerciales, económicas y sociales, pero
también con represiones y guerras militares.
Mientras se intenta sofocar el conflicto entre trabajo y capital permitiendo una representación social
de la empresa que recae sobre la vida de todos los ciudadanos, la práctica de la solidaridad, inspirada
y dirigida por el Estado social fordista, se vacía progresivamente de todo significado, a medida que la
ideología y el accionar de la privatización generalizada destruyen los instrumentos de poder económico
y de legitimación moral que habían hecho posible el compromiso social con el gasto público.
Es el momento de relanzar, de poner en el orden del día una iniciativa político-económica desde
abajo, que reivindique un welfare más grande para los derechos universales y para los nuevos derechos
de la ciudadanía.
Con las actuales tendencias, no queda dentro del sistema fuerza alguna por descubrir que permi-
tiese pensar en la posibilidad de una recomposición de las condiciones del pacto social del período de
posguera, que dio origen al llamado “milagro económico” con el Estado social keynesiano en los países
centrales, ni mucho menos en su eventual expansión haca la mayoría expropiada y empobrecida del
planeta.
La alternativa posible y necesaria exige la conjugación inmediata de una etapa táctica reinvindica-
tiva, dentro de las luchas y el conflicto social, con una perspectiva estratégica de poder para la supera-
ción en clave socialista del modo de producción capitalista: un programa mínimo de contratendencia
(PMC), y por tanto una mayor calificación y sofisticación en las exigencias y en el análisis de los
trabajadores y de sus representantes, de los ciudadanos y de sus organizaciones.
Se trata de distribuir la acumulación de valor a quien la ha creado y a quien le ha sido impedido
entrar a un mundo del trabajo con pleno salario y plenos derechos. Es en la práctica del conflicto social
donde se ha de ver que es posible producir y no “inflar los bolsillos” de esos potentados económicos
que hacen de la especulación financiera y de la codicia de ganancias su razón de existir. Si se continuase
por el camino de la privatización de los entes centrales y de desmantelamiento de los servicios públi-
cos, Italia asumiría, junto con toda Europa, la peor cultura de empresa, la cultura de la globalización
financiera de ganancia fácil y bajísima compatibilidad ecológica y social, una cultura que se convertiría
en terreno de iniciativas concretas para administrar también la convivencia social según principios de
darwinismo económico.

2. Hasta ahora, el proceso de producción se ha mantenido al margen de la decisión reflexiva y colectiva


de los ciudadanos. Así, la principal fuerza de crecimiento, la innovación tecnológica, se ha transforma-
do en una reserva personal en manos de una élite de militares, políticos, industriales y profesionales
de la ciencia. Es bajo su responsabilidad y su acción que, de la bomba atómica a la devastación eco-
lógica, la fe en la ciencia y la tecnología como motores del progreso adquiere caracteres de mito de
nuestro tiempo.

EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


791
Lo grave es que el control de las empresas sobre el avance de la ciencia está generando una marcada
ineficiencia y desperdicio de recursos. En lugar de orientar ese avance hacia el mejoramiento de las
condiciones de vida de todos, se le dirige hacia actividades cada vez más lucrativas desde el punto de
vista económico y financiero. Recientemente hemos visto algunos ejemplos de esta práctica aberrante:
las patentes de las medicinas contra el sida, la planificada carencia de recursos para desarrollar vacunas
contra enfermedades tropicales, que salvarían millones de vidas, etcétera.
Y la crisis ecológica del sistema, ¿hasta dónde llegará, cómo, cuándo, cuánto?
En todo cuanto concierne a los recursos físicos en vías de extinción –o a los de acceso cada vez
más difícil–, como es el caso de diferentes metales y de materias orgánicas como el petróleo, el mar-
co capitalista de producción y consumo y el sistema de contabilidad de inventarios y flujos que lo
acompaña, el sistema de precios, se demuestran claramente ineficaces para encontrar alternativas de
administración de los recursos a largo plazo.
La economía política clásica destaca la irracionalidad implícita en un sistema que trata los pro-
ductos de la naturaleza como mercancías. La pretensión de la teoría económica neoclásica –para la
cual valor y precio son una misma categoría– de establecer para los recursos naturales renovables un
“precio” que refleje las condiciones físicas (que no sociales) de su proceso de agotamiento, y esperar
que la evolución de dichos precios envíe “señales” que induzcan al surgimiento de transformaciones
tecnológicas que posibiliten su utilización sustentable para fines productivos a largo plazo, es una
apuesta irresponsable en la mayor parte de los casos. Y es que no hay manera de asegurar que el ritmo
de variación de los precios se adapte a las reservas y no a la producción, ni tampoco de que el cambio
tecnológico “inducido” se produzca a tiempo, ni de que garantice la sustentabilidad a largo plazo en el
consumo de los productos naturales no renovables.
Los precios aplicados a los recursos naturales no se derivan de su “valor”, que no existe, sino de la
apropiación privada que se expresa en su producción, es decir, en su extracción y colocación como
mercancía en el mercado, por lo que en ningún caso reflejan su mayor o menor disponibilidad en la
naturaleza.
La propiedad privada de estos recursos significa que su asignación se cumple a través del mercado, de
manera que la contabilidad de los recursos no renovables, en los términos neoclásicos de valor-precio,
reflejan la relación oferta-demanda, un flujo variable que en todo caso incluye el valor agregado por el
trabajo de extracción-producción –vale decir, la transformación de la materia física en materia prima–,
pero que en ningún caso expresa la condición de stock agotable de la materia prima en cuestión.
Desde el momento en que el control de los recursos está sometido a las reglas de la propiedad
privada, el problema de su agotamiento no tiene solución posible. Y esto es así por el hecho de que
los recursos están sujetos, por una parte, a las relaciones asimétricas de poder entre propietarios y
copropietarios, que establecen un proceso creciente de exclusión a medida que cada recurso esca-
sea, y, por otra, a las leyes de funcionamiento de las relaciones sociales capitalistas, que determinan
que solo se tomen en cuenta los flujos que se expresan en el mercado en el tiempo abstracto del
equilibrio oferta-demanda, los valores-precio efectivos, y no se considere el tiempo histórico de los
procesos materiales (es decir, sociales y naturales), que no son “estimables” mediante la contabilidad
del mercado.
La contaminación que destruye y altera a gran velocidad la biósfera (efecto invernadero, polución,
reducción de la biodiversidad) es un proceso que se desata como resultado de la actividad humana,

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


792
como un efecto del proceso social de producción y consumo. El análisis de ese proceso social tiene co-
mo categoría central la del “trabajo” y, por tanto, mantiene como central el conflicto capital-trabajo.
Si existe un proceso de agotamiento rápido de determinados recursos naturales, la posibilidad de
forzar transformaciones tecnológicas y comportamientos sociales que aseguren su menor uso solo
puede ser resultado de una decisión política. No es este, por tanto, un problema de precios, sino
de mecanismos institucionales que establezcan quién y cómo se ha de decidir sobre el acceso a esos
recursos y cómo se ha de distribuir dicho acceso entre la población mundial.
Cada vez resulta más evidente que solo la planificación socioeconómica y racional puede permitir
una gestión sustentable de los recursos naturales.

3. Después de unas tres décadas de distribución del valor cada vez más en beneficio del capital y con
criterios contables impuestos por Estados Unidos a escala internacional –que obligan a valorar las
empresas en función de los activos realizados a precios de mercado–, la determinación y regulación de
la economía capitalista va dejando de estar en manos del Estado y de las empresas productivas, para
ahora favorecer cada vez más al capital financiero, que concentra un volumen creciente de capitales en
espera de ser asignados a un uso productivo. Frente a las exigencias apremiantes del capital financiero
para que se sostengan y amplíen las tasas de rendimiento, la tasa de interés predomina cada vez más
sobre la tasa de ganancia, lo que lleva directamente a la contracción salarial para balancear la pérdida
de eficacia del capital productivo, sometido a bajas tasas de productividad y, por tanto, a rendimientos
marginales siempre decrecientes.
Los mercados competitivos, comandados por un indisoluble entramado en el que el sistema polí-
tico, el mundo de los negocios y las finanzas se protegen y favorecen recíprocamente, encubren coti-
dianamente diversos fenómenos de “criminalidad financiera”. Ante esa realidad, hay que restablecer el
papel mediador de la política, con un sistema que se someta al control de la autoridad pública, pero
independiente de las lógicas partidistas y del poder económico.
El mercado no se puede disciplinar a sí mismo. Necesita de la mediación política, de una interven-
ción del Estado que imponga la transparencia y la eficiencia, que preserve el interés social general, que
garantice condiciones de igualdad a los participantes y canalice los recursos financieros hacia quien
esté en capacidad de conjugar rentabilidad y justicia social y distributiva, para así crear una riqueza
socialmente redistribuida y trabajo verdadero, con salario pleno y plenos derechos.
En el proceso general para salir de la financiarización de la economía, la parte más importante es
la nacionalización de los bancos. Hasta tanto no se cumpla ese objetivo, continuará el deterioro de la
calidad de vida y se mantendrá la concepción de que el trabajo no tiene más fin que aumentar la tasa
de ganancia. Romper la lógica del capital financiero significa nacionalizar las decisiones de inversión
para favorecer las actividades socialmente útiles, bajo un criterio de rendimiento social y ecológico, que
son criterios de mediano y largo plazo. El control social de las inversiones es imprescindible para dina-
mizar la actividad productiva, así como para orientar el crédito en función del máximo desarrollo de
la ocupación y de la utilidad social, funciones estas muy diferentes de las que aplica la banca privada,
orientadas siempre por el criterio de la máxima ganancia a corto plazo.
La nacionalización de los bancos que se encuentran en situación de insolvencia y que dependen de
los auxilios públicos es también un requisito para evitar la fuga de capitales y para erradicar la dramá-
tica e histórica tradición capitalista de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.

EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


793
Todo esto es posible únicamente con una seria conducción del desarrollo, que no puede prescindir
del papel fundamental y eficiente del sector público en los servicios esenciales y en los sectores estra-
tégicos de la economía.

4. Más allá de las limitaciones y los elementos estructurales, el crecimiento del sistema industrial
italiano –como el de todos los países europeos, en modalidades diversas– está seriamente amenazado
por la escasa difusión de los factores indispensables para un desarrollo equilibrado con característi-
cas de compatibilidad socioambiental. El primero y más importante de los obstáculos es la ausencia
misma de reglas de competencia en el mercado, todavía hoy falseada por vínculos ilegítimos con las
estructuras institucionales y con el sistema político-partidista, en un verdadero sistema de corrup-
ción partidista-empresarial mejor conocido como “sistema tangentopoli”, al que nunca se ha querido
poner coto.
Además de contribuir a alimentar el proceso inflacionario, la falta de competencia en el mercado
no incentiva a las empresas a buscar innovaciones y calidad en sus productos y servicios. Nunca se ha
querido en verdad resolver estos y otros problemas que amenazan la competitividad real de la industria
italiania, ni siquiera a través de una acción socialdemócrata de gobierno de la industria, es decir, de una
política industrial que debería acompañarse de una eficaz política socioambiental y de un nuevo papel,
no clientelar y asistencia, sino intervencionista y ocupador, para el Estado.
Solo a través de una ampliación de las bases de las grandes empresas públicas y del reforzamiento
del tejido de las PYME, en el marco de una economía pública equilibrada y eficiente, habría podi-
do la industria italiana remprender la carrera y recuperar aquellos márgenes de competitividad con
características también sociales. Era importante para el país la recuperación tecnológica en sectores
tradicionales, al igual que lo era aprovechar la adaptabilidad a las exigencias y alternativas que se
presentan de tanto en tanto, como solamente es posible con un gobierno planificado y orientador del
desarrollo, que no puede prescindir de la fundamental presencia pública en los servicios esenciales y en
los sectores estratégicos de la economía.
Era necesario entender el nexo indisoluble entre los cambios en los lineamientos del desarrollo y el
papel local y central de la industria pública (y de la economía pública, en general).
Perseguir tales objetivos sería aún más válido, económica y socialmente, en esta fase del desarrollo
italiano, en la que asistimos a intensos procesos de desindustrialización y fuerte competencia interna-
cional. Además, si siempre ha habido sectores específicos de la economía sujetos a control por parte del
Estado, en tanto que proveen servicios estratégicos y esenciales a los ciudadanos y a las demás empresas
–nos referimos a las empresas que operan en el campo de la energía, del agua, el transporte, telecomu-
nicaciones, etcétera, sin dejar de considerar los consumos colectivos, públicos por excelencia, como los
de asistencia, sanidad, defensa, prevención social, etcétera, es decir, la “producción de welfare”–, hoy la
intervención del Estado en tales sectores sería todavía más una garantía, para todos, de acceso paritario
a la calidad de los bienes y servicios producidos, intervención que debería acompañarse con la nacio-
nalización de las empresa que experimentan crisis estructurales y la eliminación de la especulación, que
agrava los caminos de la bancarrota.
Una parte de la deuda pública es resultado de las acciones emprendidas por los Gobiernos para
auxiliar a capitales locales fuertemente endeudados: a los bancos, en primer lugar, pero también a
las empresas (de los 4,7 billones –miles de millardos– de euros en deuda externa acumulados para

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


794
comienzos de 2011 por España, Portugal, Italia y Grecia, cerca de 32% correspondía a la deuda so-
berana gubernamental, 4% a las autoridades monetarias, 38% a los bancos, 17% a otros sectores
empresariales y 8% a deudas generadas dentro de los mismos grupos multinacionales). Este intento
fallido de estabilización, adelantado por los Gobiernos con los recursos de todos los ciudadanos, debe
tener una compensación.
La nacionalización de los sectores estratégicos de la comunicación, la energía y el transporte, no
solo puede ser un precio justo, sino que al mismo tiempo puede aportar los recursos necesarios para
implementar una estrategia de impulso productivo a breve plazo, que permita crear las condiciones
para que millones de desempleados de los países de la periferia europea mediterránea comiencen a
producir riqueza social en el menor tiempo posible. Estos sectores estratégicos son, al mismo tiempo,
las actividades productivas que hoy obtienen mayores beneficios, como resultado de una gestión de los
recursos naturales no renovables que se basa en la socialización intensa de costos que no se reflejan en
los balances de las empresas (los costos de la contaminación, de la destrucción de recursos naturales,
etcétera), así como por el hecho de que esos sectores se benefician de la privatización de tecnologías y
redes de comunicación que en su mayor parte fueron desarrolladas con recursos públicos.

5. En estos últimos 30 años, la desaceleración del desarrollo económico ha provocado, junto con el
marcado crecimiento del desempleo, un desmesurado incremento de la presión fiscal. Las consecuen-
cias de ese incremento las han percibido sobre todo los trabajadores, por cuanto no ha sido posible o
simplemente no se ha querido aumentar la tributación fiscal del capital, con el argumento de que los
capitales son siempre móviles y se desplazan hacia los países en los que el costo del trabajo es más bajo.
El sistema fiscal italiano insiste, con absoluta persistencia, en proteger la evasión y la elusión y en
brindar continuas y masivas transferencias, facilidades e incentivos a las empresas. Baste considerar
que, durante los últimos años, generalmente más de dos terceras partes de las sociedades de capital
declaran un Irpeg* negativo, y más de 25% de ellas asegura tener una renta imponible inferior a
los 10.000-15.000 euros. Esto sin considerar que la enorme mayoría de los trabajadores autónomos
declaran rentas menores que las de sus empleados. La evasión fiscal y contributiva llega así a más de
350.000 millardos de viejas liras, casi 200 millardos de euros. Por el contrario, para los trabajadores
dependientes, los pensionados y los ingresos familiares, los tributos y cargas fiscales han alcanzado
niveles insostenibles.
Es preciso, entonces, implementar políticas y sistemas de control efectivamente capaces de sacar
de sus escondrijos a los grandes evasores fiscales: eliminar las exenciones de que gozan la ganancia y la
renta, e invertir así la tendencia que desde 1970 ha hecho que las cuotas de transferencia de ingresos al
Estado aumenten cada vez más en perjuicio de las familias y disminuyan en beneficio de las empresas.
Valga entonces plantear, como eslabón central de las políticas económicas, una lucha seria contra
la evasión y la elusión fiscal, de manera de ampliar las posibilidades de intervención del Estado social.
Hay que abandonar las políticas restrictivas de tributación de las rentas de capital y de empresa, las
políticas neoliberales de recortes al gasto social, de movilidad y flexibilidad, de transformación del sis-
tema de derechos en benévola “caridad para los excluidos”. Hay que implementar una incisiva política
de ingresos que finalmente apunte a una verdadera reducción de la evasión fiscal y a una tributación
seria por parte de todos los capitales.

* (n.t.) Impuesto sobre la renta para personas jurídicas.

EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


795
Es absolutamente irrenunciable la necesidad de invertir el flujo de los recursos para que vayan del
capital hacia el Estado y la sociedad, de las rentas financieras hacia los salarios directos e indirectos.
Este cambio radical en la política fiscal puede proveer los recursos necesarios para poner en marcha,
en una primera fase, un vasto programa de relanzamiento económico y de mejoramiento de la calidad
de vida.
Evidentemente, una política de esas características requiere un cambio radical en la relación de
fuerzas entre capital y trabajo.
Gravar finalmente y de diversos modos al capital, hasta imponer tributos también a la innovación
tecnológica –que carguen sobre ella los impuestos de la fuerza de trabajo que va a sustituir–, e imple-
mentar controles apropiados a través de un registro patrimonial y de un eficiente registro tributario:
todo eso significa hacer que las capas más desposeídas de la población, los trabajadores –ocupados y
no ocupados–, se reapropien de la riqueza que ellos mismos han producido y realizado, y que se ha
concretado, a lo largo del tiempo, en esos incrementos de productividad que hasta ahora han bene-
ficiado exclusivamente al capital. La perspectiva debe ser la de canalizar el ahorro hacia inversiones
productivas, capaces de crear trabajo, de crear una riqueza que no se mida exclusivamente en términos
de PIB, sino de crecimiento de la sociabilidad, de la civilidad y la humanidad.

6. En una sociedad en la que el vivir social se convierte en fenómeno de precarización institucionali-


zada, la propuesta de instituir una renta social mínima (RSM) para los desempleados y para quienes
tienen trabajos precarios o pensión mínima, puede constituir una respuesta fuerte en términos de
reformas estructurales.
El valor para poner en el orden del día, inmediatamente, un nuevo sentido del interés social y
general, puede partir de la idea de garantizar pensiones dignas para los nuevos trabajadores atípicos
y de reforzar el sistema de pensiones con un financiamiento que canalice en esa dirección no solo
rentas del trabajo, sino también del capital. Impuestos al capital y una fuerte y coherente tributación
patrimonial –que muchos de nosotros, economistas de la escuela marxista, hemos propuesto desde
hace años–, también para financiar la renta social mínima para los desempleados y precarizados, y
para cubrir los gastos adicionales de nuevas contrataciones por tiempo indeterminado –y con salario
y derechos plenos– en la Administración Pública; es decir, para poner fin, en general, a la vergonzosa
precarización institucionalizada.
Son reclamos de mejoramiento social, pero también de ampliación de los espacios de decisión
democrática y participativa, para inaugurar una fase de transformación tecnológica en la que las de-
cisiones de producir y distribuir estén bajo el control de todos los trabajadores. Decisiones, además,
subordinadas a un proceso político y social de discusión del papel que deben ocupar las máquinas y la
ciencia en nuestras vidas. Es inaceptable que el avance tecnológico, en vez de liberar a la humanidad
del trabajo pesado, provoque desempleo; en vez de mejorar la calidad de la vida, provoque nuevas for-
mas de contaminación; en lugar de incrementar el saber social, secuestre el conocimiento y lo esconda
tras el muro de las patentes y los derechos de propiedad.
No hay trabajo disponible para todos y la flexibilidad de las relaciones laborales hace que el vivir sea
precario e inestable incluso para aquellos que todavía gozan de un puesto de trabajo más o menos esta-
ble. Toda forma de garantía de la época fordista es eliminada de raíz por la transformación productiva
del nuevo modelo posfordista de la acumulación flexible.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


796
La solución hay que buscarla en el reforzamiento del sistema de welfare, en un aumento de su
eficiencia, en el equilibrio estructural de ingresos y gastos y de formas de financiamiento y tipos de
desempeño. Y esto solo puede surgir del restablecimiento de la certeza de los derechos adquiridos,
de la ampliación de la base ocupacional, de la regulación de las mil formas de trabajo “negro” y atí-
pico, de políticas para la inmediata reducción de la jornada laboral con salario integral, de una seria
lucha contra la evasión y elusión fiscal, de gravámenes significativos a las rentas financieras y a los
movimientos de capital de carácter especulativo, de la institución de una renta social mínima para
los desempleados y los trabajadores precarizados y de la formación continua y remunerada.
La construcción pública de viviendas con alojamiento gratuito para quien tiene bajos ingresos, las
inversiones productivas, la creación de verdaderos puestos de trabajo con plenos derechos, una equidad
fiscal que golpee la evasión y la especulación de los capitales de inversión financiera, con formas gene-
rales de imposición tributaria a los capitales, cuya recaudación se destine a la lucha contra la pobreza
y a responder a las exigencias socioambientales y ocupacionales, a través de una equidad distributiva
que refuerce el Estado social y determine un welfare con nuevos derechos de ciudadanía, fundado en
la socialización de la acumulación del capital.
Se reafirma así la necesidad de la planificación socioeconómica con compatibilidad socioeconómi-
ca, para relanzar el papel de un Estado garante de las exigencias colectivas y de los equilibrios sociales,
con controles reales contra la evasión fiscal y que, al invertir esos ingresos fiscales, ponga en el centro
los intereses de los trabajadores y las necesidades socioeconómicas de los ciudadanos.

7. Solo hay dos soluciones: o el dominio financiero, con deuda externa y privatizaciones, o el rechazo
de la deuda, con socialización del crédito y satisfacción de las necesidades colectivas.
Actualmente, el programa necesario para afrontar la crisis no puede basarse en la gestión de la
demanda y de los desequilibrios fiscales, que no corresponden ya al grado de desarrollo del capitalismo
en Europa.
Por tal razón, un programa de contratendencia debe rechazar los instrumentos del programa neoli-
beral, como el euro neoliberal y los procedimientos puestos en marcha para promover la reducción del
gasto público a través de un inicuo y socialmente perverso pacto de estabilidad.

– Con una moneda que se demuestra incapaz de estabilizar un área monetaria en la que se es-
tán agravando los desequilibrios, es necesaria una nueva moneda y una política monetaria que
faciliten el desarrollo equilibrado de todos los países que forman parte de la zona euro. Un
cambio de moneda determinaría la devaluación implícita de la medida. Pero tendría un costo
financiero, en términos de mayores tasas de interés y de posible fuga de capitales. Estos proble-
mas pueden resolverse con un control adecuado sobre el sistema financiero local y mediante la
nacionalización de los entes de crédito. En cualquier modo, los beneficios de una medida de este
tipo –reducción del valor nominal de la deuda y éxitos en la competencia internacional– pueden
contribuir a un ajuste real de la economía, más rápido que el aplicado por los Gobiernos de la
Eurozona. Esto haría recaer el costo del ajuste sobre los importadores y sus acreedores, pero
también sobre los trabajadores con deudas familiares si, por ejemplo, tienen créditos con tasas de
interés variables.

EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


797
– Rechazar la deuda es una decisión que puede darse en varios grados (rechazo parcial, rechazo
con renegociación de la suma y de las condiciones, etcétera). Pero la prioridad política no puede
ser liquidar la deuda, cuando eso significa aumentar el desempleo y agravar el empobrecimiento
de los trabajadores. El tan esgrimido argumento de que el país que rechaza su deuda es expulsa-
do del sistema internacional de crédito es absolutamente falso: esto solo ocurre cuando el capital
percibe que ha sido excluido de un país (o sea, cuando se produce una revolución socialista). En
todos los casos de países capitalistas que han recurrido al default, se ha demostrado que el capital
tiene una memoria corta y al poco tiempo vuelve a prestar dinero, incluso allí donde antes hubo
una reestructuración de la deuda, ya que el capital financiero está siempre en busca de lugares
en los que pueda circular y valorizarse.
– Sin embargo, es preciso avanzar más allá de la mera gestión de la crisis. El cambio estructu-
ral demuestra la necesidad de un programa que favorezca el avance en la socialización de los
recursos, en una nueva fase que vaya más allá de la socialización de los ingresos, como la que
permitió la construcción de los sistemas de protección social que ahora se quiere hacer retornar
al mercado. Ahora hay que avanzar en la socialización de las estructuras de acumulación. Y
comenzar por los bancos: mantener los instrumentos de creación del crédito en manos privadas
es algo absolutamente ineficaz, incluso en términos capitalistas. De hecho, el límite principal
del capitalismo global –o sea, las escasas ganancias de productividad asociadas a la tercera revo-
lución industrial– solo puede superarse con un sistema social en el que la propiedad privada se
subordine a la propiedad colectiva. La libre circulación del conocimiento debe convertirse en
un bien común: la propiedad privada sobre el conocimiento, el arte, la cultura y la técnica, no
debe ser ya un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad.

3. Propuestas posibles y practicables

1. La propuesta, ampliamente compartida por confusos sectores de izquierda, de que el BCE actúe
como prestador de última instancia, mediante la adquisición directa de la deuda soberana, no sirve
ni para resolver el problema estructural del capitalismo ni, mucho menos, para limitar el impacto de
la financiarización. Es cierto que la emisión de títulos de la deuda europea podría implicar un alivio
en la transferencia de rentas al capital financiero internacional, para aquellos países que hoy deben
pagar mayores tasas de interés para refinanciar su deuda. Pero en el conjunto de la Eurozona, dada
la dispersión actual de los sistemas fiscales, la sustitución de las emisiones nacionales por emisiones
europeas no conduciría a una reducción, sino a un incremento de la captura de valor por parte del
capital financiero. Este argumento, que resulta obvio para los economistas y políticos alemanes, no
parece comprensible en otros países, y ni aun para la Comisión Europea.
Y entonces, preguntémonos concretamente: salir del euro, con la propuesta de una nueva moneda
para los países que tienen estructuras productivas más o menos similares, ¿sería una alternativa reali-
zable? ¿Permitiría eso conservar un margen de negociación con las instituciones comunitarias y con el
Banco Central Europeo? ¿Es posible crear un nuevo bloque político institucional, capaz de impulsar
un modelo de acumulación favorable a los trabajadores?

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


798
La salida del euro, y por tanto de la Eurozona o Europolo, es una opción y un paso hacia la solución
de los graves desequilibrios estructurales de las economías periféricas, que no son simples desequilibrios
financieros, sino que tienen ante todo carácter productivo: una estructura industrial básica en declive,
un uso excesivo y enormemente ineficiente de la fuerza de trabajo, una concentración escandalosa de
riqueza y de patrimonio.
Tras una decisión de no pagar la deuda pública, es el sistema bancario-financiero el que debe em-
pezar a ocuparse de sus intereses económicos y políticos, defendiendo los intereses socioeconómicos
del mundo del trabajo. De tal manera se pueden favorecer, en consecuencia, las inversiones en bienes
comunes, en servicios sociales, en la nacionalización de las empresas de los sectores estratégicos y
aumentar así los salarios directos, indirectos y diferidos.
La capacidad de resistencia y de negociación es mucho mayor si se la ejerce conjuntamente, y en
particular si se refuerza estructuralmente con la nacionalización de los bancos y de los sectores estraté-
gicos. Por tanto, para la afirmación de una nueva moneda y de una política en favor de los trabajadores,
resulta imprescindible contar con un área nueva, fuera de las reglas del Europolo.
Nuestra propuesta –basada en el ejemplo del ALBA suramericano– de construir en la zona medite-
rránea un Área Libre para el Intercambio Alternativo y Solidario (Alias), implica pues salir como grupo
de países, nacionalizar in primis los bancos, e impulsar como bloque de capitales una tendencia al
emparejamiento y luego al superávit en la balanza de pagos. Un espacio productivo en el cual se pueda
establecer una nueva división del trabajo, basada en los principios de un desarrollo social colectivo y
solidario y en un bienestar cualitativo. Para ello se ha de declarar la necesidad de un cambio sociocul-
tural radical (lo que en términos gramscianos se conoce como un cambio de hegemonía que modifique
el sentido común), que invierta las relaciones causales entre la economía y la política.
Es obvio, entonces, que una tal propuesta se transforma de creíble en realizable al replantear, con-
cretamente, el protagonismo de los trabajadores europeos en la lucha, al restablecer la supremacía
de la política sobre la economía, y al convertir así la crisis del Europolo en una decidida recuperación de
la iniciativa por parte del sindicalismo de clase. Con esta propuesta se puede abrir una hipótesis
de debate y un camino práctico de lucha con un objetivo directo y alcanzable, y al mismo tiempo
impulsar una posibilidad concreta para el sur del mundo, que podría así encontrar en los Piigs, y en
los países del área mediterránea en general, el ejemplo de un camino capaz de desbaratar las cartas del
consociativismo cogestor de la crisis.

2. Nuestra lectura es propedéutica para el reforzamiento de las luchas y de los procesos de sedimen-
tación organizativa en todos los niveles y ámbitos posibles, que a su vez son el producto permanente
y estratégico de un proyecto sindical clasista en Europa. Se trata de reconstruir, así, la identidad y
conciencia de sí del mundo del trabajo, en la dimensión y en la práctica de la defensa del mundo
del trabajo. De allí se debe derivar la decisión de impulsar cursos de formación política-sindical y de
formación sindical propiamente dicha, como paso fundamental para dotar de fuerza al proyecto del
sindicalismo clasista en Europa.
Como siempre, la suerte de la clase trabajadora no está en manos de las variadas recetas económicas,
incluidas las edulcoradas del nuevo keynesismo de izquierda: la solución es por completo y únicamente
política, y la palabra la tienen los sujetos políticos y sindicales de clase, organizados, capaces de consti-
tuirse en fuerza motriz de un cambio total y radical.

EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


799
Luego, la presente situación podría abrir una esperanza de cambio para la clase obrera y popular.
El sistema capitalista no ha llegado a su fin, pero sin duda está atravesando un período muy oscuro.
Y es justo ahora que la clase trabajadora podría intentar hacer valer completamente sus derechos.
Hay que admitir que en Europa, hasta los momentos, no se ha desarrollado plenamente una subje-
tividad política que haga de alternativa al sistema y que, más bien, encuentra dificultades para crecer.
No obstante, se van construyendo nuevas organizaciones sindicales clasistas, capaces de expresar en el
mundo del trabajo una direccionalidad y de llevar adelante la lucha por la transformación radical del
modo de producción capitalista, como posiblemente sucede hoy solo en los países de América Latina,
donde, a partir de las organizaciones clasistas de los trabajadores, se está construyendo realmente una
situación en la que es posible poner en marcha un programa de transición hacia un proceso de supera-
ción de la sociedad de la explotación capitalista.

3. Por todas esas razones, una alternativa global es la que redefine el discurso político en el terreno
social y subordina a este último tanto el dicurso económico como el discurso político sobre la econo-
mía. Hay que construir de manera independiente las propias perspectivas y moverse inmediatamente
con total autonomía respecto a todo modelo consociativo, concertacionista y de cogestión de la crisis.
Solo así asume la autonomía de clase una verdadera independencia frente a los diversos modelos de
desarrollo impulsados o impuestos por las varias formas de capitalismo y, sobre todo, frente al sistema
de explotación que es propio del único modo de producción capitalista. El movimiento de los trabaja-
dores no puede ni debe ser parte en la gestión de la crisis, sino, antes bien, encontrar también en ella
los elementos que refuercen sus reivindicaciones socioeconómicas y en especial las políticas, aun las
más radicales.
Ninguna gestión de la crisis por parte de los trabajadores. No aceptar las compatibilidades de la
sobrevivencia en el deterioro social del sistema del capital. La independencia del mundo del trabajo
frente al desarrollismo capitalista significa negarse a colaborar y plantear, en cambio, el propio progra-
ma de clase, ajeno a las compatibilidades del capital, y expresar así plena autonomía e independencia.
Una ocasión para apasionarse y crear una oportunidad para otro mundo posible “aquí y ahora”, que
demuestre concretamente que se puede lograr un vivir diferente, solidario y autodeterminado, a través
de los caminos de un movimiento sindical realmente independiente, que se plantee estratégicamente,
pero con prácticas y objetivos tácticos inmediatos, el logro de una sociedad libre, a través de la auto-
determinación de los pueblos.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


800
Capítulo III
FORZAR EL HORIZONTE HACIA UNA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO

1. El problema trabajo-tecnología está en el centro de la política

1. Si las nuevas exigencias se dirigen hacia el espacio de producción y distribución de la riqueza social,
antes o después se concretarán en una estrategia de ruptura con el propio capitalismo. No queremos,
entonces, terminar estas reflexiones sin aportar algunas posibles claves de lectura que vayan más allá del
inmediato y táctico “programa mínimo de contratendencia”, para ubicarse en el terreno estratégico de
la transición socialista, por la construcción de una alternativa al poder global del capital.
Insisteremos en la vinculación de dos aspectos centrales: el ideológico y el técnico, teórico y práctico.
Desde un punto de vista lógico e ideológico, existen varias alternativas posibles a la actual com-
petencia global, hasta llegar a la más estratégica determinación de superar el modo de producción
capitalista, cada una con distintos grados de probabilidad en función de razones técnico-económicas o
político-sociales. En todo caso, cualquier propuesta realizable tendrá que vérselas, en primer lugar, con
la identificación de los sujetos –el bloque social– con los que se ha de avanzar hacia la construcción de
una alternativa no capitalista y, seguidamente, con la relación clasista del trabajo y la tecnología.
El cambio tecnológico puede representar un progreso técnico y social si es fruto de una decisión
colectiva de los trabajadores, mayoritaria, responsable, abierta al diálogo, negociada y contratada.
Desde la época “ludista”, cuando muchos trabajadores se propusieron destruir las máquinas que los
reemplazaban en las fábricas, los sindicatos han renunciado a controlar, a regular y a participar en el
sentido y la orientación del cambio técnico. Es esa una decisión que se ha dejado siempre en manos de
los empresarios y del capital.
Revertir esa tendencia secular implica entender de otra manera el desarrollo democrático: com-
prender que el debate sobre la tecnología –que es también parte del debate entre marxistas– exige
de los trabajadores una cultura tecnológica, que hoy no tienen, así como estructuras que sirvan para
canalizar y organizar el debate sobre el cambio tecnológico y su conveniencia o inconveniencia, como,
por ejemplo, ante el actual proceso de privatización de los recursos o la orientación científica de las
universidades, que es el paso que precede al desarrollo tecnológico.
Hoy día es más bien fácil obtener financiamiento para un proyecto que sea funcional a los intereses
de la empresa, pero es muy difícil conseguirlo para un proyecto que no tenga rentabilidad comercial
a breve plazo. También eso es parte del debate que debe abrirse entre todos los trabajadores y los inte-
lectuales militantes y orgánicos, para lograr que el cambio técnico se oriente en función del progreso
de la sociedad. Y para tal fin se necesita un proyecto central fiscal, planificado, que sepa redistribuir los
recursos al canalizarlos hacia inversiones en tecnologías de fuerte compatibilidad ambiental y social, en
una dimensión socioecológica del desarrollo con sustentabilidad cualitativa.

2. En segundo lugar, se ha de declarar la necesidad de un cambio sociocultural radical (lo que en


términos gramscianos se conoce como un cambio de hegemonía que modifique el sentido común),
que invierta las relaciones causales entre la economía y la política, como ya se está experimentando,
por ejemplo, en los países del ALBA, y particularmente en Bolivia, donde los movimientos sociales,
de indígenas, de campesinos y de mineros, han determinado nuevas formas de economía, plural y
solidaria, a través del instrumento político de la democracia participativa.
La política ha estado siempre al servicio de la economía, al menos desde el siglo xix. El discurso
político ocultaba anteriormente esos intereses en la esencia de la economía, pero en el siglo xx se
produjo una inflexión y el discurso político fue colonizado por los intereses económicos, al punto de
que hablar de política parece sinónimo, hoy, de hablar exclusivamente de economía, de gasto público,
de intereses, de impuestos, de marcos legales, de legislación del trabajo o legislación comercial. Y eso es
lógico en un sistema que subordina el desarrollo social a los intereses de la ganancia.
Por todas esas razones, una alternativa global es la que redefine el discurso político en el terreno so-
cial y subordina a este último tanto el dicurso económico como el discurso político sobre la economía,
a partir de la centralidad de la planificación socioeconómica.
Hay que construir de manera independiente las propias perspectivas, y moverse inmediatamen-
te con total autonomía respecto a todo modelo consociativo, concertacionista y de cogestión de la
crisis, para reafirmar, a través de la planificación socioeconómica, la voluntad de autodeterminación
de los pueblos en la democracia política participativa. Solo así asume la autonomía de clase una ver-
dadera independencia frente a los diversos modelos de desarrollo impulsados o impuestos por las
varias formas de capitalismo y, sobre todo, frente al sistema de explotación que es propio del único
modo de producción capitalista. El movimiento de los trabajadores no puede ni debe ser parte en la

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


802
gestión de la crisis, sino, antes bien, encontrar también en ella los elementos que refuercen su propia
subjetividad política.
Subordinar la economía a la política sería una alternativa a la mundialización capitalista realmente
existente. No se trata de otra cosa que del viejo, pero no antiguo, programa del Manifiesto Comunista:
la subordinación del capital al trabajo y de la producción al ser humano.

3. Desde hace mucho tiempo se debate, no solo entre marxistas, acerca de la oportunidad que se
presenta para un área de países, con estructuras económico-sociales similares, de “abandonar” o “se-
pararse” de lo que Hosea Jaffe llamó en 1994 “la empresa mundo”, para identificar así los polos de
dominio del sistema capitalista internacional y las instituciones y organismos de que se han dotado
(FMI, Banco Mundial, OMC, UEM, BCE, etcétera).
No ha sido esto un mero ejercicio teórico, sino que se han producido experiencias concretas que
permiten hablar, entonces, de hipótesis practicadas y practicables. Piénsese en los ejemplos históricos
del Kemala ayer, del ALBA hoy. En tales experiencias, aun desde toda la posible diversidad, se han
afirmado modelos de desarrollo autodeterminados, centrados en los recursos y las economías locales,
con una autodeterminación que valora al mismo tiempo las tradiciones culturales y productivas. Se ha
demostrado asimismo que, al saber valorar los propios recursos, se puede renunciar a tanta mercancía
importada e inútil, funcional a un sistema de consumismo insostenible.
Y llegamos, entonces, al tema también operativo, pero que plantea de inmediato el tema estratégico
de la ruptura, del “abandono” de las áreas capitalistas –como el Europolo– sobre la base de una puesta
en práctica inmediata.
El euro ha servido para reforzar los patrones exportadores de los países centrales del Europolo, es
decir, el polo imperialista europeo, y para debilitar la posición comercial y subordinar la dinámica de
acumulación de los países periféricos del Mediterráneo a la división internacional del trabajo impuesta
por aquellos. De esa manera, Portugal, Italia, Grecia y España (Piigs, con el agregado de Irlanda) se
convierten cada vez más en reserva de servicios turísticos y residenciales, o de servicios generales a las
empresas, y se someten a un proceso de desindustrialización más o menos acelerada. Por eso, si no se
modifican las reglas del sistema monetario y financiero vigente, no puede haber una salida a la crisis
que no perjudique cada vez más a los trabajadores.
La política de austeridad no es una solución, porque, como señalan muchos analistas, la reducción
de las inversiones reduce la acumulación a largo plazo y la reducción del consumo público restringe
la demanda global y, por tanto, también el crecimiento a corto plazo, al punto de que el aumento de la
desocupación y el cierre de empresas reducen la base impositiva fiscal, de manera que el problema
del déficit, lejos de corregirse, se agrava. La política de ajuste tiene entonces el único fin de resolver el
problema de liquidez en que ha caído la banca europea, mediante una transferencia masiva de rentas
de los trabajadores al capital, por vía directa con el ataque a las condiciones de trabajo y al salario, y
por vía indirecta con la reducción de las transferencias sociales.
Los Gobiernos del Europolo han decidido crear fondos financieros de estabilización, destinados
exclusivamente a administrar los desequilibrios presupuestarios y garantizar el pago del servicio de la
deuda pública a los banqueros y demás perceptores de rentas. La posibilidad de establecer una política
de transferencias fiscales está fuera de discusión, ya que presupondría cambiar los objetivos estratégicos
para los cuales se creó el euro; es decir, los de profundizar de una determinada manera la división

FOrZAR EL HORIZONTE HACIA UNA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO


803
capitalista del trabajo en el espacio europeo y reforzar un mercado interno al servicio de la concentra-
ción y centralización del capital de las multinacionales de los países centrales.
No se trata de un problema vinculado solamente a la cuestión monetaria. La idea de abandonar
la Unión Económica y Monetaria (UEM) de la Unión Europea y volver a las monedas nacionales del
pasado no es una alternativa para los países de la periferia mediterránea, ya que la debilidad extrema
de una eventual moneda nacional frente al capital financiero global no permitiría una regulación eficaz
del ciclo y del cambio estructural en dichos países. Conviene recordar que el Sistema Monetario Euro-
peo, que pretendió brindar estabilidad a las monedas europeas frente a la inestabilidad promovida por
Estados Unidos con el sistema de cambio de mercado (origen de la globalización financiera), desapa-
reció en 1993 por la incapacidad de los bancos centrales del sistema para contrarrestar los masivos
movimientos de capital especulativo en los mercados de divisas.
Salir del euro con la propuesta de una nueva moneda para los países que tienen estructuras pro-
ductivas más o menos similares sería la única alternativa realizable, que permitiría tanto conservar
un margen de negociación con las instituciones comunitarias y con el Banco Central Europeo
como crear un nuevo bloque político institucional, capaz de impulsar un modelo de planificación
con compatibilidad socioeconómica y con formas de inversión social y de acumulación favorables a
los trabajadores.

4. La salida del euro debería realizarse de manera concertada, en primer lugar entre los países de la
periferia mediterránea, a través de cuatro movimientos estrechamente relacionados, sin los cuales ese
proceso podría resultar una catástrofe para todos.
Los cuatro movimientos son: a) la creación de una nueva moneda común para la Europa mediterrá-
nea (que, a manera de ejemplo, podríamos llamar “libera”*, vale decir, una moneda precisamente libre
de los vínculos monetarios impuestos por la construcción del euro); b) la reconducción de la deuda de
la nueva moneda del área periférica (que, también a título de ejemplo, podríamos llamar Área Libre
para el Intercambio Alternativo y Solidario, Alias), relacionada con el cambio oficial que se establezca;
c) el rechazo y condonación de, al menos, una parte consistente de la deuda, comenzando por la que
existe con los bancos y las instituciones financieras, y la imposición de una renegociación del saldo
restante; d) la nacionalización de los bancos y la estricta regulación (incluso prohibición temporal) de
la salida de capitales fuera del área en cuestión.
Todos esos elementos se deben ejecutar simultáneamente, para evitar la descapitalización de toda
la región periférica y para asumir un control adecuado de los recursos disponibles para las inversiones
(una respuesta parecida a esta es la que defienden Costas Lapavitsas y el grupo de investigación sobre
la moneda y las finanzas en “Eurozone Crisis: Beggar Thyself and Thi neighbour”, marzo 2010, y en
“The eurozone between austerity and default”, septiembre 2010, consultable en www.researchonmo-
neyandfinance.org).
La nueva moneda común, la “libera”, se podría negociar tanto dentro como fuera de la Unión
Europea, lo que de por sí permitiría una gestión más ordenada de la transición productiva, sin que se
tenga que conducir a un mismo tiempo la ruptura monetaria, la del mercado único y la de los flujos
monetarios.

* (n.t.) Libre, en italiano.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


804
La salida del euro, y por tanto de la Eurozona o Europolo, es una opción y un paso hacia la solución de
los graves desequilibrios estructurales de las economías periféricas, que no son simples desequilibrios
financieros, sino que tienen ante todo carácter productivo: una estructura industrial básica en declive,
un uso excesivo y enormemente ineficiente de la fuerza de trabajo, una concentración escandalosa de
riqueza y de patrimonio.

2. Alias, la nueva alianza para la planificación socioeconómica solidaria y “libera”,


la nueva moneda a favor de los trabajadores

1. Los países de la periferia europea necesitan un sistema monetario y financiero alternativo al euro y a la
globalización. Pero no se puede concebir un sistema de ese tipo en el ámbito del mercado único neo-
liberal, tal como ha sido construido por los tratados europeos. Las reglas de funcionamiento de dicho
mercado impiden una solución que aporte estabilidad al proceso de acumulación, al menos en el senti-
do de lo que se entiede por “estabilidad” bajo el sistema capitalista, vale decir, un período relativamente
largo de crecimiento, en el cual se suceden ciclos de expansión y de contracción económica. Una cosa
muy diferente, pues, del largo período secular de dificultades que atraviesan las economías capitalistas
desarrolladas, incapaces ya de intensificar la productividad del trabajo.
Por todo eso, la alternativa monetaria y financiera debe insertarse en una propuesta de integración
económica y social completamente diferente a la que persiguen la Unión Económica y Monetaria y el
mercado único.
Si los países de la periferia europea desean regresar al control de la actividad productiva, solo
pueden hacerlo de manera conjunta y mediante un proceso de ruptura con el modelo de las finanzas
privadas y con el vigente espacio monetario asimétrico.
Salir del euro es una operación compleja, que tiene implicaciones no solo monetarias. No se puede
pensar en imponer un retorno a la lira, a la peseta o al dracma, ya que la existencia misma del euro ha
dado lugar a una evolución del sistema monetario internacional y a una integración productiva de las
economías nacionales.
Solo en condiciones de fuerte autarquía se podría considerar realizable una economía nacional
europea. Pero no hay garantía, ni mucho menos, de que en tales condiciones pueda mejorar rápida-
mente la calidad de vida de la población. Una moneda propia, pero siempre dentro del mismo sistema
monetario europeo –cosa que algunos analistas proponen para países como Grecia, o para los demás
que en el Europolo confrontan altos niveles de desequilibrio fiscal–, no permitiría siquiera autonomía
en la política monetaria para desarrollar una política alternativa, ya que, como sucede hoy con los
países de la Unión Europea que no forman parte de la Unión Económica Monetaria (en la práctica, el
área del euro), esa eventual moneda propia estaría sujeta a los criterios –neoliberales y favorables a las
finanzas privadas– del Banco Central Europeo.
Cambiar la moneda de los países que tienen fuerte desequilibrio fiscal, implica una devaluación casi
inmediata. Por eso, el cambio de moneda requiere que al mismo tiempo –y en esto no deben haber
dilaciones– se renomine la deuda externa e interna con la nueva moneda, la libera, a la tasa de cambio
que los Gobiernos consideren más apropiada. Obviamente, esto representa una nueva fuente de tensión

FOrZAR EL HORIZONTE HACIA UNA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO


805
política con los acreedores, y en particular con los de la misma Unión Europea, dado que los agentes
financieros europeos son propietarios de la mayor parte de la deuda de la periferia mediterránea.
Una nueva valuación de la deuda, mediante el rechazo a pagar gran parte de ella y la renegociación
del resto, es otro elemento necesario para reducir el peso de las deudas del pasado en el financiamiento
de un plan de expansión futura. Este proceso se debe ejecutar con rapidez, puesto que reducir la carga de
la deuda es una condición necesaria para poder iniciar un fuerte proceso de creación de puestos
de trabajo con características sociales.

2. Por razones tácticas, nos parece conveniente separar la decisión de construir efectivamente otra
moneda –la libera, para concretar una política en favor de los trabajadores–, de la decisión de abando-
nar la Unión Europea. En la práctica, y al menos durante una primera fase y tácticamente, valdría el
principio de “en la Unión Europea y fuera de la UEM”.
En efecto, es seguro que las restricciones establecidas por los tratados de la Unión Europea –desde el
Acto Único y el Tratado de Ámsterdam hasta el Tratado de Lisboa–, que colocan la propiedad privada
y los criterios de mercado por encima de las decisiones colectivas de los ciudadanos y de los Estados,
hacen más difícil impulsar una política alternativa que se base en la gestión social de los recursos y que
respete –cosa de por sí imposible– los principios de la libre competencia y la gestión privada. Como
igualmente es incompatible con los tratados vigentes la existencia de un Banco Central sujeto a deci-
siones públicas y a las directivas democráticas de los representantes de los ciudadanos.
Por tales motivos, una nueva moneda –como la libera– para la periferia europea entraría inevitable-
mente en conflicto con las estructuras vigentes en materia de integración europea.
Pero no existe un procedimiento preestablecido para salir de la Unión Europea y eso puede facilitar
la implementación de la propuesta de crear una nueva moneda para una gestión alternativa de la
economía y de la política, puesta en marcha inicialmente dentro de la Unión Europea, para abrir un
espacio que permita avanzar una hipótesis realmente reformista, contraria al neoliberalismo y a la
estructura de dominación imperante.
En cualquier caso, una nueva moneda para una gestión alternativa de la economía y de la política,
impuesta dentro de la Unión Europea, podría ser un procedimiento útil para ofrecer a los trabajadores
de los países centrales una posibilidad de salir del desastre que presupone la construcción misma de
la Europa neoliberal (cambiar las políticas conlleva la exigencia de cambiar las reglas de la Unión
Europea), y puede servir también para limitar el impacto de la problable reacción del capital y de sus
representantes políticos, reacción que podría estar justificada en el caso de una salida voluntaria y de
un aislamiento económico y político de los países de la periferia del Europolo.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de la población de los países periféricos internos valora en
forma positiva la contribución efectiva de la Unión Europea al desarrollo institucional de la infraes-
tructura en las regiones de menor desarrollo relativo –como es el caso de la utilización de los Fondos
Estructurales o la Política Agraria Común (PAC)–, y la considera capaz de alcanzar buenos resultados
porque, precisamente, está basada en criterios no compatibles con los del mercado, aun cuando en los
últimos años la PAC ha sido sometida a un proceso de liberalización.

3. Desde el momento en que países con diferentes sistemas político-sociales, como Gran Bretaña, Di-
namarca o Suecia, pueden mantenerse dentro de la Unión Europea pero fuera de la Unión Económica

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


806
Monetaria, resultará muy difícil impedir tal cosa a un bloque de países que quiere impulsar una polí-
tica de socialización de los recursos productivos básicos y de las inversiones.
Establecer así un proceso de salida del Europolo –y por tanto de la Unión Económica Monetaria–
sin salir de la Unión Europea, por razones tácticas, nos parece políticamente muy conveniente, de
manera de mantener como central la decisión de crear de inmediato otra área monetaria –el Alias,
con una política a favor de los trabajadores–, y al mismo tiempo separar esa decisión de la posterior
y más estratégica de abandonar la Unión Europea. En todo caso, la salida constituiría una opción
de ataque al sistema del capital europeo, al confirmar la intención política de poner en seguida en
discusión las instituciones comunitarias, con un proyecto completamente alternativo que, además
e inevitablemente, se debe mantener y reforzar en el tiempo con la incorporación de los países del
África mediterránea y del este europeo al área alternativa inicial que agrupará a los países de la periferia
mediterránea europea.
Es asimismo importante que el cambio de sistema monetario y financiero sea una respuesta conjun-
ta, ya que el peso conjunto de la periferia mediterránea europea es muy superior al de esos países por
separado, y su capacidad de resistencia y negociación será mucho mayor si se realiza conjuntamente, en
particular si se refuerza estructuralmente con la nacionalización de los bancos y los sectores estratégicos.
La nacionalización de esos sectores debería permitir que se canalicen las utilidades hacia usos sociales,
como una fuerte ampliación del acceso a los sistemas de comunicación y energía, particularmente para
las capas más pobres de la población local y para los países aliados de la nueva área del Alias, en una
práctica de desarrollo global solidario.

4. Seguramente el capitalismo estadounidense podrá todavía seguir siendo un actor importante, pero
se cumplirá el fin de un ciclo político y Estados Unidos no tendrá ya una posición dominante con
respecto a otros centros de poder, como Europa, Rusia, China, India, Brasil, que impondrán, aunque
de manera diversa, nuevas formas del poder político del capital, que solo entrará en crisis si las fuerzas
subjetivas del movimiento obrero y de clase saben transformar la crisis económica y política en caída y
superación del sistema de producción capitalista, a través de procesos de construcción de sistemas de
relaciones socialistas.
Pero es posible contraponerse inmediatamente a los mecanismos de poder de los centros-polos, de
las áreas del sistema de dominación del modo de producción capitalista, como tenazmente lo viene
haciendo la alianza alternativa del ALBA. Y para las organizaciones sindicales y los movimientos socia-
les que actúan en Europa, se trata de agudizar las contradicciones y contraponerse directamente a las
reglas de los potentados del Europolo.
Para la afirmación de una nueva moneda y de una política orientada en favor de los trabajadores,
resulta por tanto imprescindible contar con un espacio productivo en el que se pueda establecer una
nueva división del trabajo, basada en los principios de la planificación económica, que posibilite un
desarrollo social colectivo y solidario y un bienestar cualitativo para el conjunto de la población del
Alias, la nueva área monetaria.
Por eso, en una segunda etapa tras su conformación en los países de la periferia de la Eurozona,
la nueva moneda y las nuevas condiciones de desarrollo social y económico deberán convertirse en
propuesta de integración directa de las restantes periferias del área del capital europeo: la del este de
Europa y la del África mediterránea.

FOrZAR EL HORIZONTE HACIA UNA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO


807
Los países del este de Europa fueron transformados por las multinacionales europeas, mediante
un proceso de deslocalización industrial y productiva, en espacios de trabajo a bajo costo, necesarios
en particular para la industria automovilística y la de bienes de tecnología media, de manera que las
empresas de Europa central pudiesen seguir siendo competitivas a escala mundial. Así, una parte del
tejido industrial de la Europa mediterránea fue deslocalizada hacia nuevas áreas de integración de la
Unión Europea, las del este, y los sectores de alto valor agregado, hacia el centro del continente. Sin
embargo, de esa manera se creó un grave problema de exceso de mano de obra, que el capitalismo
europeo es incapaz de utilizar productivamente.

5. La moneda común, la libera, asociada a una política de plena ocupación, de producción solidaria
y eco-socio-sustentable, puede ser instrumento para brindar una alternativa a países que, como lo
muestra la experiencia de la periferia euro-mediterránea, requieren inmediatamente dejar de ser parte
del juego, de la trampa que presupone la utilización político-monetaria del euro por parte de naciones
que tienen una base productiva dependiente y tecnológicamente menos sofisticada y que, por tanto,
se ven forzadamente sometidos a la necesidad de importar masivamente productos provenientes de los
países más avanzados del centro y norte del Europolo.
El África mediterránea se está convirtiendo, para la Unión Europea, en una reserva energética
y turística, proveedora de productos agrícolas y manufacturas ligeras. Su integración con los países
del norte mediterráneo y del este europeo en un espacio monetario y financiero común –que hemos
llamado Alias–, podría ser una oportunidad para superar la catástrofe política e ideológica en que hoy
se encuentran los países del Magreb, como consecuencia de la ruptura del modelo desarrollista de los
años ochenta y del posterior fortalecimiento del fundamentalismo islámico.
En conjunto, el Mediterráneo y el este de Europa agrupan formaciones sociales con un elevado
nivel de simetría productiva; son países en los cuales la política monetaria y fiscal encuentra una
confluencia de intereses, lo que puede facilitar un proceso de transición a través de políticas basadas
en el pleno empleo de los recursos productivos y el mejoramiento gradual –pero decidido– de las
condiciones de vida de toda la población.
La polarización productiva, los intereses contradictorios y de dominio que caracterizan al Euro-
polo, serían así sustituidos por un espacio de desarrollo poscapitalista y orientado hacia el socialismo,
como ocurre hoy en América Latina para los países del ALBA. Un Alias, entonces, que a largo plazo
supone un modelo alternativo también para otros países de la periferia europea, como por ejemplo
Irlanda, donde actualmente se expresa la ruptura, el fin del modelo de acumulación basado en la des-
fiscalización de las rentas del capital y donde mejor se han implantado las sedes de las multinacionales
norteamericanas y japonesas. Pero la alianza alternativa Alias puede también incluir, posteriormente,
a países como Bélgica, o la misma Gran Bretaña, cuya permanencia en la actual división europea del
trabajo es cada vez más contradictoria y problemática.

3. La crisis como oportunidad de transformación

1. El deseo y la esperanza es que este libro pueda servir no solo a los estudiantes universitarios de
disciplinas como la economía aplicada y la política económica, sino también a quien cotidianamente

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


808
empeña sus esfuerzos en las batallas y conflictos sindicales y en los movimientos sociales, así como
al diverso mundo del trabajo y del trabajo negado y a todos aquellos que duramente se ganan la
vida y saben transmitir eso a las generaciones futuras. Esto puede permitir al movimiento de los
trabajadores tener más elementos para entender que las propuestas de salida de la crisis del capital
desde una visión de compatibilidad reformista y dentro de las dinámicas del sistema, tienen todavía
que ver con los procesos de liberalización y privatización, que no solo atacan el salario, el ingreso y
el Estado social, sino que, a través de la propaganda oficial sobre una crisis catastrófica, procuran
obligar a continentes enteros, a sistemas de países y a las comunidades locales de ciudadanos, a con-
vivir con la difusión social del paradigma de la ganancia, para vivir exlusivamente en lo privado y de
lo privado.
Lo que se ha presentado en esta parte del libro quiere ser una hipótesis de debate, pero también y
al mismo tiempo una posibilidad concreta para que los muchos sur del mundo puedan encontrar en
los Piigs y en los países del área mediterránea en general, el ejemplo de un camino capaz de desbaratar
las cartas de la “empresa mundo”; una ocasión para apasionarse y crear, de manera autodeterminada,
una oportunidad que demuestre que se puede vivir de los recursos y de la propia pobreza, que se
contraponen a la ilusoria riqueza del crecimiento cuantitativo impuesto por los poderosos del mundo
junto con la desastrosa miseria que este provoca.
La respuesta a la crisis no puede tener entonces otro carácter que el de reforzamiento político
del conflicto social internacional, en sus diversas formas de representación política. Una alternativa
mundial para la transformación socioeconómica debe ser un proyecto que contenga un significado
transnacional, con una estrategia inmediata que se mueva en un horizonte capaz de determinar proce-
sos políticos que, aun en momentos reivinidicativos tácticos, tengan siempre clara la estrategia política
para la crítica radical del modo de producción capitalista y la construcción del socialismo posible.

2. Las luchas sociales de fines de los años noventa, en todas sus variantes y diversidad –como lo fueron
en Europa las grandes manifestaciones contra la guerra y contra el neoliberalismo, y como han sido
en América Latina las luchas que han dado el poder a Gobiernos revolucionarios y democráticos
como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Uruguay, Argentina y Brasil–, han
animado un debate, en términos tanto de claro rechazo al neoliberalismo como de crítica radical para
la superación del sistema capitalista en sus fundamentos teóricos y alternativos, que puede ya mostrar
excelentes aportes, incluyendo, sobre todo, los provenientes del país que cuenta con el capitalismo más
desarrollado del planeta.
La mayor o menor participación en estas luchas, y en el debate abierto, será la línea de demarcación
de la reorganización del espacio político entre las fuerzas de la izquierda radical –la de clase, la que
plantea una alternativa al sistema– y aquella cuyos proyectos se insertan todavía en la lógica capitalista.
Es por eso que las propuestas que hace el Centro de Estudios y Transformaciones Económico-
Sociales (Cestes) en Il risveglio dei maiali [El despertar de los cerdos] son realistas y cónsonas con las
necesidades actuales de la periferia europea del sur. Creemos que está naciendo una nueva alianza del
trabajo entre norte y sur en el espacio mediterráneo.
En todo caso, esa tarea solo será posible si se dan las necesarias condiciones políticas y sociales. ¿Es
posible prever una crisis de poder de tales dimensiones que los vientos del cambio radical se infiltren
en sus instersticios?

FOrZAR EL HORIZONTE HACIA UNA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO


809
No sabemos si eso ocurrirá. Como sea, la planificación económica y los mismos esquemas políticos
del socialismo soviético –experiencia sin duda contradictoria y, en muchos sentidos, errada en algunas
de sus aplicaciones prácticas– muestran que es esa una posibilidad real. Lo que podemos asegurar es
que la existencia del capitalismo se hace, a mediano-largo plazo, imposible.
Es por eso que nuestro análisis no tiene nada que ver con una visión inmediatista de fin del capita-
lismo “por autodestrucción” ni, por tanto, con alguna suerte de teoría del caidismo. En ausencia de una
confrontación radical de clases y con fuerzas subjetivas organizadas en el mundo del trabajo, nuevas
y dinámicas, capaces de una búsqueda concreta de soluciones, el sistema encontrará todavía modali-
dades de acción para hacer sobrevivir el modo de producción capitalista. Sobre todo porque el paso
a otro modo de producción o, mejor, el paso a la sociedad poscapitalista, presupone obviamente no
solo la explosión de la dramática objetividad con la que se presenta la crisis, sino también la presencia
organizada de una subjetividad revolucionaria que pueda dirigir a la clase por una vía de superación
verdadera del modo de producción capitalista.
Como siempre, la suerte de la clase trabajadora no está en manos de las variadas recetas económicas,
incluidas las edulcoradas del nuevo keynesismo de izquierda: la solución es por completo y únicamente
política, y la palabra la tienen los sujetos políticos organizados, capaces de constituirse en fuerza motriz
de un cambio total y radical, auspiciada por nosotros como capacidad teórica y práctica de las fuerzas
del socialismo en el siglo xii.
Hay que construir, entonces, una nueva correlación de fuerzas intelectuales militantes y del mundo
del trabajo y del trabajo negado, que se debe fundar en un programa de ruptura con las estructuras
político-financieras nacionales e internacionales que han generado el caos. Solo así las nuevas estruc-
turas sociopolíticas y organizativas, proyectadas como alternativa al sistema vigente, podrán continuar
los procesos de transición socialista y las batallas de signo anticapitalista y antiimperialista.

Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos


810
BIBLIOGRAFÍA

Para dar cuenta exhaustiva del itinerario intelectual que está en la base del presente trabajo, esta bi-
bliografía incluye, además de los textos explícitamente citados, las obras consultadas y, más en general,
aquellas que se consideran útiles para posteriores profundizaciones. Los aportes explícitamente citados
en el texto se señalan aquí con un asterisco después del año de publicación.

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Este libro se terminó de imprimir
en los talleres de Litoven C.A.
en el mes de septiembre de 2013.

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