Sunteți pe pagina 1din 18

Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited.

Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

REVISTA DE PSICOANALISIS DE MADRID- N.o 17 25

CASOS LIMITROFES Y PROCESOS TOXICOS

David Maldavsky

UNA INTRODUCCION CLINICA

Teresa consultó a los 35 años, luego de dar a luz su ter-


cer hijo vivo. Tenía un estado de parálisis aterrada alternan-
te con momentos de somnolencia abúlica, afectos que
arreciaban cuando debía encarar una realidad: su marido
mantenía un vínculo extramatrimonial. Teresa pertenecía a
una familia opulenta que hacía ostentación de sus riquezas,
y su marido, a una clase económicamente inferior, por lo
cual ella tenía la convicción muda de que sólo estaba intere-
sado en su dinero.

La paciente no consultó por propia decisión, sino traída


por su hermana, dos años menor. Durante mucho tiempo el
análisis se centró en torno de esta alternancia entre una dó-
cil e indiferente apatía, y el terror ante los atisbos de un pen-
samiento lúcido, cuya eficacia abortaba a través de
estallidos de furia que la dejaban otra vez abúlica.

Tenía la sensación de ser un monstruo, a lo cual la obesi-


dad, derivada de un comer excesivo (alternante con momen-
tos de anorexia), hacía de presunto aval. Vestía casi
andrajosamente y con mal gusto, a diferencia de su herma-
na y sus padres, pero de un modo similar a su suegra, como
reafirmando un origen diverso del aparente. Del mismo mo-
do, pese a su origen judío, al comienzo del tratamiento os-
tentaba una cruz colgada al cuello, igual que su suegra.
Describía a su he:rmana como inteligente, elegante y muy
hermosa, y se autodenigraba, como cuando se comparaba
con la amante de su marido.

Frecuentaba a espiritistas y videntes en la tentativa de


neutralizar sus crisis de pánico y su parálisis, y parecía darle
a la analista un valor similar. Pese a ello no creía lo que ésta
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
-,
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

26
le decía, suponía que todos fingían, eran falsos, le mentían,
le ocultaban la verdad.

Por momentos la situación clínica tenía otros ribetes


complicados, ya que informaba con indiferencia acerca de
accidentes y enfermedades preocupantes de los hijos, como,
por ejemplo, que uno de ellos corrió el riesgo de ahogarse
en la pileta de natación de su casa, por un descuido familiar.

Cuando tenía 16 años, como consecuencia de una vida


sexual promiscua, impávida y absorta, quedó preñada, y
tanto ella cuanto su familia sólo lo advirtieron cuando su
cuerpo comenzó a cambiar de proporciones, a los seis me-
ses de embarazo. Fue conducida a un consultorio, donde se
le hizo caminar varias horas, hasta que finalmente le provo-
caron el parto, mientras la paciente se preguntaba qué hacía
con un bebé en su vientre. Supuso que el feto fue arrojado
al incinerador, y durante mucho tiempo tal episodio le dejó
un estado de terror inerte, y permaneció encerrada, presa de
espanto y vergüenza. Aun en la actualidad desarrollaba una
crisis de pánico cada vez que debía ir a consultar a un médi-
co, y por años evitó todo contacto con ginecólogos.

A partir de estas evocaciones fue posible prestar aten-


ción a su identificación con un aborto, con un cuerpo no dis-
ponible para la identificación y la palabra, sin carta de
ciudadanía anímica, fundamento de su estado abúlico, en
que se sentía adormecida y lentificada en su pensar.

Este camino clínico condujo a nuevas profundizaciones,


relacionadas con su vínculo con una madre alcohólica (por
ejemplo, se había emborrachado con el nacimiento del hijo
menor de la paciente, para la época en que ésta consultó), re-
emplazada por la abuela materna en el cuidado infantil de Te-
resa. La crianza por esta abuela, de quien recordaba las únjcas
manifestaciones tiernas, tuvo, sin embargo, su precio, ya que
la paciente había establecido una enorme dependencia afecti-
va de ella, a la cual daba un poder despótico e imprevisible.

Así fue posible acceder a otros relatos, referidos a su na-


cimiento. Mientras asistía a su madre en el parto, el obstetra
sufrió un infarto. Inmediatamente después de su nacimiento
le mostraron a su progenitora un bebé monstruoso, dado a
luz casi simultáneamente.

A partir de este relato fue posible profundizar en el análi-


sis de algunas de las determinaciones de sus rasgos de c.a-
rácter. Estos parecían ligados a su identificación con ese
monstruo abortado, y a su convicción de que había habido
un trueque de niños por dinero, por lo cual ella se suponía
adoptada e hija de una mujer poco pudiente, que adjudicaba
a su existencia un valor más monetario que identificatorio,
simbólico o afectivo.
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

27
Esta presentación clínica pretende evocar e introducir en
una consideración de un complejo problema, cuyo abordaje
teórico se ha vuelto cada vez más insistente. En la exposi-
ción que sigue (que, según espero, ofrezca al lector algunas
categorías teóricas pertinentes para pensar el caso recién
expuesto) continúo con una línea de intereses que abarca a
mis tres últimos libros (Maldavsky, 1986, 1990, 1992a) y a
dos trabajos recientes, aparecidos, respectivamente, en la
Revista de Psicoanálisis, de la Asociación Psicoanalítica Ar-
gentina, y en Psicoanálisis, publicación de la Asociación Psi-
coanalítica de Buenos Aires (Maldavsky, 1992b y 1992c,
respectiva mente).

DISPOSICION DEL MATERIAL FENOMENICO

La terminología abunda en denominaciones para referirse


a un grupo de pacientes como la recién descripta, cuya ampli-
tud se descubre como crecientemente abarcativa, y que no
queda recubierto por las denominaciones clásicas, que alu-
den a neurosis de transferencia (como la histeria de angustia),
estructuras narcisistas no psicóticas (como las perversiones) y
psicosis (como la esquizofrenia). Se trata de pacientes en los
cuales coexisten manifestaciones neuróticas, caracteropáti-
cas, perversas y psicóticas en grados variables, y que han si-
do designados como borderline, personalidad como si,
esquizofrenia seudoneurótica, pacientes fronterizos, esquizo-
frenia latente, casos límites, personalidades limítrofes, por
mencionar denominaciones surgidas en muy diversas orien-
taciones teóricas. En la mayoría de las ocasiones se ha jerar-
quizado la eficacia del fragmento psicótico, aunque al mismo
tiempo se ha procurado destacar ciertas diferencias, al menos
fenoménicas, respecto de las paranoias y, sobre todo, las es-
quizofrenias. A su carácter de limítrofes entre diversas estruc-
turas, e inclusive entre lo analizable y lo inanalizable, cabe
agregar otro matiz: limítrofe para la teoría que hasta el pre-
sente ha asediado tal problema clínico, y se ha detenido sobre
todo en el reconocimiento de ciertos rasgos de su pr~senta­
ción, y no tanto de su constelación estructural.

En efecto, las distinciones realizadas, si bien cercanas a


los hechos clínicos, y en este sentido descriptivamente perti-
nentes, no fueron acompañadas por esa reflexión psicoana-
lítica que animó a Freud cuando pretendió distinguir entre
las estructuras clínicas a partir de formulaciones metapsico-
lógicas. Si deseamos salir de un terreno nosológicamente
útil, pero más afín a las preocupaciones psiquiátricas, para
profundizar en aquellas categorías inherentes a la práctica
analítica, parece necesario dar un nuevo paso, que permita
elaborar teorías sobre las fijaciones y las defensas en juego,
y tal vez sobre las características de las formaciones sustitu-
tivas preconcientes, terrenos éstos en que Freud ubicó sus
consideraciones referidas a una clínica diferencial.
i
[
ih
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

28
De las tres áreas recten mencionadas la definitoria en
cuanto a la consideración de una estructura clínica es la de
la defensa, que pone de manifiesto al mismo tiempo a qué
se opone un yo, a cuál de sus servidumbres (realidad, pul-
sión, superyó) y, consiguientemente, en qué posición aními-
ca se coloca.

Pero para investigar este aspecto parece necesario desta-


car que las descripciones de las manifestaciones clínicas de
los pacientes aquí encuadrados no pueden soslayar ciertos
rasgos: la adicción (entre ellas la anorexia), la accidentofilia,
la violencia, la promiscuidad, que a veces llega a la práctica
incestuosa, las afecciones psicosomáticas o su combinación
con una neurosis traumática. La presencia de uno o varios
de tales rasgos, como lo evidencia el caso clínico con que
encabezo esta presentación, constituye un elemento habi-
tual en tales estructuras, y se vuelve uno de los puntos de
partida para nuestra exposición. Cabe recordar que Paz, Pe-
lento y Olmos de Paz (1976) ubican al Hombre de los lobos
dentro de tal categoría nosológica, y que en este paciente
pareció tener un carácter determinante, una afección pulmo-
nar temprana que casi acabó con su vida, a la que siguió,
tiempo después, una anorexia infantil poco considerada por
los autores posteriores, inclusive por el mismo Freud (Mal-
davsky, 1992a). Con ello tenemos reubicado el conjunto de
componentes: neuróticos, caracterópatas, perversos, psicóti-
cos, y un elemento tóxico, como en las neurosis actuales y
traumáticas.

Algunos de ellos forman parte de una fachada, a la cual


podríamos caracterizar por su inconsistencia o por la sobre-
adaptación, en ambos casos entendida como una presenta-
ción con la cual el paciente no se identifica, es decir, en la
cual no están representados sus procesos anímicos nuclea-
,¡ res. Tal fachada suele estar compuesta por fragmentos de
una presentación similar a las de las neurosis de transferen-
cia (histeria de angustia o de conversión, o neurosis obsesi-
va), a menudo combinada con elementos inherentes a las
perversiones (por ejemplo, exhibicionismo, homosexuali-
dad, sadismo), y con otros caracterópatas (ciertos rasgos pa-
tológicos de carácter, como el despotismo, la avaricia, el
lamento, una competencia exacerbada).

A tal fachada no creíble, no representativa, se le agrega


un discurso catártico y otro especulativo. El primero alude
habitualmente a elementos pasionales, a menudo relaciona-
dos con otros individuos, pero también intrapsíquicos. Lo
esencial es que no se trata de un material disponible para el
análisis, no posee un valor interrogativo acerca de sí, sino
que está animado por un propósito expulsivo, y evidencia
una tendencia a desembarazarse de lo relatado. Con ello el
valor del interlocutor como tal se pierde, al mismo tiempo
que desaparece el sujeto que se podría interrogar acerca de
-- Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

29
sí. El discurso especulador, numérico, invade la sesión con
el cl'ima desolado de las cifras, y en ese sentido evidencia
del modo más palmario la claudicación de la función identi-
ficatoria propia del decir.

De estos tres discursos, el primero, que corresponde a


una fachada no creíble, resulta el más riesgoso en un abor-
daje analítico, ya que se lo puede dar por bueno, creer que
el paciente está identificado con lo que expresa, y operar, en
consecuencia, con las posteriores sorpresas al advertir que
no ocurren las respuestas anticipadas, sino una llamativa in-
diferencia, una falta de continuidad, hasta que no queda
más remedio que admitir que la teoría empleada para abor-
dar el caso no resulta coherente con las evidencias clínicas.

Así, pues, la manifestación clínica contiene al menos tres


rasgos: discurso catártico, especulación, fachada carente de
identificación, esta última con diversas alternativas, que tie-
nen similitudes con las de las neurosis de transferencia, las
perversiones y las caracteropatías. Con ello hacemos refe-
rencia a tres de los fragmentos que a menudo se describen
dentro de la compleja presentación clínica de los pacientes
limítrofes.

Cabe entonces interrogarse por el otro componente del


conjunto más tradicíonalmente señalado respecto de tales
patologías, el fragmento psicótico, que es precisamente el
que impone la designación (descriptiva) antedicha: fronteri-
zo, limítrofe, borderline. En efecto, a menudo se ha señala-
do que en tales pacientes aparecen estallidos psicóticos,
sobre todo esquizofrénicos o paranoicos, aunque también
melancólicos. Sin-embargo, tales episodios suelen ser tran-
sitorios, y a menudo el paciente sorprende al analista por
un restablecimiento inesperado, cuando todo hacía prever
un agravamiento o al menos el mantenimiento de un desa-
rrollo psicótico.

Freud (1922) hizo referencias a tales tipos de situaciones


aludiendo a un paciente que era un severo candidato a la pa-
ranoia, pero que no tenía una presentación psicótica. El deli-
rio destellaba a veces, pero el paciente se burlaba de él, no
creía en su propio discurso, con lo cual nos hallamos en esta
situación paradoja!: una convicción descreída, no suficiente-
mente investida.

En otra ocasión, Freud (1914a) comparó el caso del Hom-


bre de los lobos con otro, en el cual un presumible duelo pa-
tológico temprano (por la pérdida de la madre) se ensambló
con la pérdida de la convicción en su propia alucinación ate-
rradora, creencia sustituida por el privilegio otorgado al nú-
mero, al acto de contar. Se da entonces una convicción
arruinada, ensamblada con un duelo patológico y con el pre-
dominio del número.
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

30
Pues bien, yo sostengo que, si bien este desarrollo psicó-
tico no se despliega plenamente en el paciente, desde la óp-
tica yoica de éste, el proceso transcurre en otro lugar, a
saber, en lo anímico de su interlocutor, del cual depende to-
talmente. Diría, en este sentido, que el paciente tiene pro-
yectado en su interlocutor un déspota psicótico, con la
función de un superyó sádico, siempre inesperado y caótico.

Ahora bien, hasta aquí me he referido a los cuatro frag-


mentos anímicos que más habitualmente suelen describirse.
en relación con las patologías limítrofes. A tres de ellos los
he localizado en una fachada no creíble, no representptiva, y
al cuarto, el psicótico, en un superyó loco, despótico. Pare-
cería que se hacen de recíproco complemento, ya que el
desconocimiento de la realidad, que es inherente a la psico-
sis, es desarrollado no en el yo, sino contra el yo, por un in-
terlocutor poderoso o imprevisible, y entonces el yo, carente
de reconocimiento, profiere un discurso que no lo represen-
ta.

Pero entonces cabe preguntarse en qué fragmento aní-


mico el yo se halla representado, dónde encontrar ese nú-
cleo identificatorio que nos resulte un asidero para el
abordaje clínico. La pregunta concierne al terreno de las ma-
nifestaciones, a partir de la cual inferimos la armazón de re-
presentaciones y pensamientos inconcientes, el conjunto de
operaciones anímicas que constituyen un núcleo patógeno,
como el que Freud (1919b) describió, por ejemplo, al anali-
zar las estratificaciones psíquicas identificatorias y sus deter-
minantes, en torno de la fantasía femenina de ser golpeada
por el padre.

Cabe interrogarse, pues, por el tipo de representación y,


sobre todo, de acto anímico inconciente, en que podemos
hacer pie firme para sostener un proyecto clínico centrado
en torno de los fundamentos identificatorios del paciente. Al
respecto cabe distinguir entre indicios e identificaciones. Por
ciertos indicios, como el discurso catártico, la presentación
especuladora, la fachada no representativa o inclusive los
ocasionales estallidos psicóticos, podemos inferir la estruc-
tura anímica de un paciente, podemos identificarlo, usando
la terminología en boga, como limítrofe; pero con ello no ac-
cedemos a su núcleo identificatorio, no accedemos a deslin-
dar la posición anímica desde la cual nos escucha y nos
habla, ni a los puntos de la manifestación a partir de los cua-
les discernimos dicho deslinde. · ·

Pues bien, yo sugiero que el tipo de elemento anímico a


partir del cual podemos iniciar el trabajo analítico, el discerni-
miento del núcleo determinante de los procesos patógenos,
no se halla en el terreno de las representaciones, de las hue-
llas mnémicas, de los pensamientos, sino en el de los afec-
tos, y, en particular, en un tipo de sentimiento paradójico, ya
-- Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

que está caracterizado. por no ser conciente, con lo cua


cería contradictorio con la definición misma de tales aco
cimientos psíquicos. En efecto, habitualmente caracterizamos
a los desarrollos de afecto como concientes, o bien supone-
mos que se hallan en estado de amago, de planteo, y en ese
caso no acceden a la superficie, a la conciencia; pero los afec-
tos a los que hago referencia se han desarrollado, no perma-
necen como amago, y, sin embargo, no son concientes.'EIIo
ocurre sobre todo con un estado anímico al que considero un
punto nuclear de la manifestación clínica: el sopor, la abulia,
la astenia, el letargo, la apatía, como la que Freud (1918) con-
sideró el punto más resistencia! de la presentación clínica del
Hombre de los lobos. Considero que tal estado psíquico co-
rresponde a un tipo específico de afecto, el dolor, pero des-
cualificado, carente de matiz, del tono que habitualmente se
le atribuye, y no porque se lo haya reprimido, ni porque per-
manece como amago, sino porque ha desaparecido el sujeto
que podría sentirlo. Digamos, pues, que el punto central des-
de el cual podemos iniciar una indagación clínica en las lla-
madas patologías limítrofes corresponde a un dolor sin
sujeto, sin conciencia, cuya consideración más detenida pos-
tergamos provisionalmente. Antes de ello me parece oportu-
no hacer referencia a otros dos afectos igualmente
representativos de los procesos .anímicos del paciente, pero
que ya no necesariamente carecen de conciencia: el pánico y
la cólera, que se suelen presentar en este orden cuando de-
saparece parcial o totalmente el estado de sopor, y, en con-
secuencia, el sujeto, la conciencia, es recuperado para el
sentir. En efecto, apenas el paciente se siente anímicamente
vivo, sobreviene un estallido de pánico, de espanto sin nom-
bre, de angustia no ligada, de hipnosis por terror, que· pro-
gresivamente es relevado por ún ataque de furia, de
violencia, que finalmente es el camino por el cual el paciente
retorna al sopor letárgico inicial, al punto de partida.

Con esta forma de disponer el material fenoménico, cen-


trado en torno del dolor sin conciencia, el pánico· y la cólera,
por sobre el conjunto de representaciones y pensamientos
(referidos sea a la fachada, sea al fragmento psicótico cons-
tituido en el superyó), creo que nos hallamos en mejores
condiciones para avanzar hacia la consideración del ensam-
ble defensivo, ya que sólo a partir de la dilucidación de este
aspecto será posible inferir cuál' es la posición ·anímica del
paciente y cuál la del analista, y, consiguientemente, cómo
se define la meta clínica central.

SISTEMA DEFENSIVO: LOS AFECTOS


Y LOS PROCESOS PSICOTICOS

Comencemos con lo más sencillo: la consideración de


las defensas relacionadas con la fachada no creíble. La teo-
ría psicoanalítica reza que la defensa central en las neurosis
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

32
de transferencia es la represión, en las perversiones, la des-
mentida y en las caracteropatías, una identificación con un
rasgo de carácter que resulta una transacción entre la fija-
ción a un trauma y la pugna por prevenirlo. Pues bien, pue-
de ocurrir que algunos fragmentos de tales defensas
participen de la determinación de la fachada no representati-
va de estos pacientes, pero ello no parece lo dominante, si-
no otro mecanismo, como el que Freud (1911) describe
respecto de las psicosis, una disolución identificatoria, aun-
que el proceso no culmine en una restitución paranoica o es-
quizofrénica, sino más bien en una rigidificación creciente
que se afirma por organizarse en torno de los números, de
la posición especuladora.

Ya he mencionado que dicho proceso se enlaza con el


que acontece en el superyó, donde se desarrolla un proceso
psicótico. En las psicosis lo dominante es el mecanismo de
desestimación, por el cual se le rehúsa a determinada reali-
dad su carta de ciudadanía psíquica, su inscripción como re-
presentación inconciente, y el proceso suele culminar en una
restitución, en que dicha representación abolida retorna y
asedia al yo desde una presunta exterioridad. La disolución
de identificaciones es correlativa del proceso de desestima-
ción y ambos conciernen al campo de las psicosis. Pero en
las patologías que acabo de describir todo ello no forma el
núcleo de lo anímico, sino que se desarrolla, respectivamen-
te, en una fachada no creíble y en un superyó proyectado.

En cambio, en el núcleo de lo anímico se despliega otro


mecanismo, que hace de contrapartida, digamos de res-
puesta, al acto desestimante desarrollado en el superyó psi-
cótico, y dirigido contra el yo. Tal mecanismo puede ser
descripto como una desestimación del afecto, tema que he
investigado con detalle en otras oportunidades, y que en es-
ta ocasión sólo puedo exponer sucintamente (Maldvsky,
1992).

La descripción de tal mecanismo resulta de la articula-


ción de dos hipótesis freudianas: por un lado, que la desesti-
mación es una defensa frente a lo nuevo, y, por el otro, que
los afectos son lo primero nuevo en constituirse en lo aními-
co. Como se advierte, si reunimos ambas postulaciones po-
demos hacer referencia a la desestimación del afecto, del
sentir.

En efecto, Freud (19Ü3) aludió a la desestimación como


una defensa ante la castración y contra un sustituto simbóli-
co de la instancia paterna. Afirmó: "Pero entonces sobrevino
lo nuevo, teniendo él cumplidos ya los 4 años. Las experien-
cias que había hecho a partir de ese momento, las alusiones
a la castración que había escuchado, despertaron y pusieron
en duda la teoría de la cloaca, le arrimaron el discernimiento
de la diferencia entre los sexos y del papel sexual de la mu-
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

33
jer. Se comportó entonces como suelen hacerlo los niños a
quienes se da un esclarecimiento indeseado -sexual o de
otra clase-. Desestimó lo nuevo -en nuestro caso por moti-
vos derivados de la angustia frente a la castración- y se atu-
vo a lo antiguo. Se decidió en favor del intestino y contra la
vagina, de la misma manera y por los mismos motivos que
más tarde tomó partido contra Dios y en favor de su padre.
El nuevo esclarecimiento fue rechazado, la antigua teoría fue
conservada" (pág. 73). Pero advertimos que el mismo texto
pone en evidencia que la desestimación es un mecanismo
más abarcativo, y consiste en una defensa frente a lo nuevo,
frente a aquello que se constituye en lo anímico como con-
secuencia de un trabajo de creciente complejización.

Además, Freud sostuvo que los afectos que sentimos de


adultos son reproducciones de ciertas matrices prácticamente
universales, automáticas. Si los efectos actuales son símbolos
mnémicos, son reproducciones de los iniciales, éstos, evoca-
dos por aquéllos, son considerados por Freud (1926) neofor-
maciones, neoproducciones, en lo cual se enfatiza el carácter
de la generación de lo nuevo. Es que los afectos son lo prime-
ro nuevo en crearse en un terreno puramente cuantitativo,
pulsional, constituyen el primer registro cualitativo, concien-
cia, y en este sentido son anteriores al desarrollo de la senso-
rialidad, que en un principio se halla desinvestida. Los afectos
son un tipo de contenido de conciencia que da cuenta de una
realidad cuantitativa particular, el estado de los procesos pul-
sionales. Y como los afectos son solventados por la libido, so-
bre todo representan a ese fragmento más vital de los
contenidos en Eros, a saber, la sexualidad. Podríamos decir
que las neoproducciones afectivas son, pues, conciencia de la
vitalidad del ello, conciencia de la propia vitalidad.

Agregaremos. que la noción de conciencia, y en particu-


lar de conciencia primordial, está enlazada para Freud (1895)
con la de subjetividad. Sujeto y conciencia inicial son térmi-
nos estrechamente unidos, y, en consecuencia, una desesti-
mación del afecto, que hace desaparecer la conciencia del
núcleo vital de Eros, implica simultáneamente una abolición
del fundamento de la subjetividad singular.

Con ello pretendo dar cuenta del tipo específico de me-


canismo desarrollado en las afecciones llamadas borderline
o limítrofes. Mientras que la desestimación psicótica se opo-
ne a las percepciones mundanas, a las huellas mnémicas
(derivadas de tales percepciones y representantes anímicas
de la realidad) y a la instancia paterna, en las patologías en
cuestión en esta oportunidad dicha desestimación está pro-
yectada y retorna desde un superyó sádico contra el yo, en
el cual se activa entonces otro mecanismo, complementario,
la desestimación del afecto, del sentir. Tal es el proceso que
culmina en esa manifestación antes descripta, el sopor abú-
lico, que corresponde a un dolor sin conciencia, sin sujeto.
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

34

En cuanto al pánico, a menudo va acompañado de con-


ciencia, pero el paciente no pretende otra cosa que aliviarse
de él, suprimirlo a cualquir precio. Si bien la mayor parte de
estos pacientes consultan enviados por familiares, médicos
clínicos o instituciones de todo tipo y, en consecuencia, no
esperan nada del tratamiento, un grupo menor sí acude pi-
diendo ayuda. Dicho grupo está constituido por quienes se
hallan anegados por el pánico, y sólo esperan ser aliviados
de dicho afecto insoportable, sin que ello les exija trabajo
psíquico, por lo cual cuando el horror desaparece resulta re-
levado por el sopor. Ya he mencionado que poco a poco el
pánico cede su lugar a la furia, que se presenta igualmente
acompañada de conciencia, pero que deja lo anímico agota-
do, desgastado, con lo cual el proceso culmina en retorno al
estado abúlico inicial, del cual a veces el paciente pretende
sustraerse mediante una autoflagelación que lo deja sumido
en una inercia mayor.

El ciclo afectivo: sopor, pánico, cólera y nuevamente le-


targo tiene un carácter canónico, y la variación puede con-
sistir sobre todo en su aceleración, cuando el paciente
extrema sus defensas patógenas, hasta que todo culmina en
una coexistencia de afectos insoportables.

Del mismo modo en que a partir de ciertas manifestacio-


nes, y sobre todo de la fantasía sádica en que se golpea a un
niño, es posible inferir la posición masoquista ante el padre
en la mujer, en estas patologías podemos conjeturar que el
sopor es una trasmudación de un sentimiento de dolor cuya
conciencia ha sido abolida. Pero no queda claro cuál es la le-
galidad inherente a la secuencia de afectos como la hasta
aquí descripta.

Para dar cuenta de este punto cabe recordar la teoría


1, freudiana acerca de los tres momentos de la psicosis: retiro
'11'
de libido de los representantes anímicos de la realidad (per-
cepciones, huellas mnémicas, instancia paterna), retracción
de dicha libido al yo, restitución, en cuyo caso aparecen los
delirios y las alucinaciones.

Hasta este punto me referí más bien a la desestimación,


y no tanto a la proyección, el otro mecanismo que aparece
habitualmente en las psicosis, y que también puede ser con-
siderado en relación con los momentos de dicha afección.
Mientras que la desestimación corresponde al primer mo-
mento de la psicosis, la proyección es inherente al momento
restitutivo, en que otra vez se pone un mundo exterior con el
cual restablecer los nexos. En el segundo momento, el de re-
tracción narcisista psicótica, la realidad ha sido desinvestida
y carece de significatividad, como consecuencia de la activi-
dad de la desestimación, ocurrida con anterioridad. Es pro-
bable que en este segundo momento la megalomanía,
derivada de la sobreinvestidura del yo con libido retraída
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

35
desde el mundo, encubra un duelo no consumado porque se
decreta no existente la realidad que se debería echar de me-
nos con nostalgia. Claro está, resulta imposible procesar el
caudal invistiente del yo con libido retirada del mundo y, en
consecuencia, se vuelve imperioso reponer un mundo al que
libidinizar, como corresponde a la restitución. Freud (1946b)
sostiene que la retracción psicótica se vuelve tóxica, y que la
restitución entonces resulta necesaria; pero en tales pacien-
tes la restitución se da proyectada en el superyó, mientras
que en el yo se desarrolla el correspondiente proceso tóxico,
como el que se da en adicciones, epilepsias, manifestacio-
nes psicosomáticas, accidentofilias, promiscuidad, violencia
familiar o neurosis traumáticas.

Dentro de este marco es posible avanzar en la tentativa


de dar coherencia a la secuencia antes descripta, referida a
los estados afectivos como los representantes más genuinos
de la posición anímica de tales pacientes.

Recordemos que tales estados son sopor, pánico, cólera,


con un retorno final al estado de letargo. Considero que tal
secuencia es correlativa de otra serie, que se desarrolla en el
superyó psicótico proyectado en un interlocutor: retracción
psicótica, restitución, retiro libidinal del mundo, para retor-
nar a la retracción. Para decirlo con precisión: el sopor se ar-
ticula con el supuesto del paciente de que se hala ante un
interlocutor en retracción psicótica, como la que tenía Schre-
ber cuando suponía que el mundo exterior estaba inerte. El
paciente se ubica como uno de los seres muertos que cons-
tituyen la exterioridad de dicho psicótico, y su fachada no
creíble encubre y potencia dicha postura, derivada de la de-
sestimación del sentir.

En determinadas circunstancias (a veces por alguna in-


tervención clínica feliz por parte del analista), el paciente re-
cupera su sentir y se siente vivo, pero inmediatamente
sobreviene la ya. mentada crisis de pánico, a la cual supone-
mos no derivada de una represión de un deseo hostil (como
en las histerias de angustia) ni de una claudicación del mun-
do representacional, simbólico (como en las psicosis), sino
más bien de que un tirano psicótico, imprevisible, ha pasado
al proceso restitutivo y, por lo tanto, tiene una convicción lo-
ca, un delirio paranoico (en que predomina la referencia a la
justicia) o esquizofrénico (en que predomina la referencia al
factor cognitivo, a la verdad), en cuyo seno queda engloba-
do el paciente como objeto.

La restitución del superyó psicótico va acompañada de


una violencia desatada contra el yo, al cual toma como pre-
sunta causa de algún padecimiento, de una injusticia o de
una sustracción cognitiva (robo de ideas), y el pánico que se
desarrolla en el yo es la respuesta a la envidia codiciosa atri-
buida a ese interlocutor desenfrenado. Entonces, ante la
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).
ll
36
acuciante urgencia por hacer desaparecer el pánico, el pa-
ciente se apresura a entregar aquello que supone objeto de
la codicia ajena: su sentirse vivo y lo genuino de su decir.
Por lo tanto, se obliga a creer lo no creíble, a tragar lo no tra-
gable, a soportar sin refutar las convicciones ajenas y amol-
darse a ellas.

Ante la intrusión (siempre imprevisible y, sin embargo,


desde la perspectiva clínica, siempre anticipable) de un loco
en restitución a costa del yo propio, no sólo sobreviene una
crisis de pánico, sino también otra, de cólera, pero en princi-
pio triunfa la primera, quizá más perentoria en su carácter
acuciante. Pero a medida que se desarrolla el proceso apla-
catorio y cede el pánico, la cólera va ocupando el centro de
la escena anímica.

Este último afecto tiene múltiples determinaciones. Qui-


zá lo central sea que el paciente supone que su interlocutor
loco, una vez aplacada su codicia envidiosa por la ofrenda
anímica ajena, retira libido de éste, lo desinviste, para pasar
a consumar una escena primaria sádica en otro lugar. Este
recomienzo de una desestimación que el yo padece desde el
superyó se articula con otros factores codeterminantes de la
furia: contra sí mismo, por haber entregado aplacatoriamen-
te lo más genuino y, sobre todo, por haber salido del sopor
y empezado a sentirse vivo.

El estallido de cólera ante el despliegue proyectado de la


desestimación va acompañado de una actividad autoerótica
que tiene una función supresora del sentir y constituye una
forma de autoinmolación, ejecutando el destino que el yo
supone padecer en lo anímico de su interlocutor. Con ello se
retorna al estado inicial, al punto de partida, al sopor.

PUNTUALIZACIONES METAPSICOLOGICAS

Cabe aún formular algunas apreciaciones generales. Por


un lado, considero que existen nexos entre las característi-
cas atribuidas a la psicosis proyectada y el tipo de proceso
tóxico desarrollado en el yo. Si el superyó loco tiene rasgos
paranoicos, en el yo se desarrolla una afección psicosomáti-
ca, y si posee rasgos esquizofrénicos aparecen adicciones,
traumatofilia o promiscuidad.

Por otro lado, parece evidente que en estas afecciones


tiene eficacia una fijación a un nexo con una madre que pa-
deció un grave duelo en el período de mayor endeblez aní-
mica del niño, en la infancia temprana del hijo, tal como lo
han postulado diversos autores (Green, 1983; Meltzer, 1973;
Winnicott, 1931-36) y como podríamos inferirlo en el caso
relatado al comienzo.
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

37

Pero sobre todo deseo destacar que, si bien hasta aquí


me valí de la metapsicología de las psicosis para dar cuenta
de tales afecciones, no puedo menos que efectuar deslindes
respecto de ella. Es que creo pertinente complementar tal
propuesta teórica con otra, concerniente a las neurosis trau-
máticas, como una potencialidad desarrollable en cualquier
psiquismo (C. y S. Botella, 1992). En las neurosis traumáticas
grandes magnitudes de estímulo dejan la tensión vital inhe-
rente a Eros nivelada en un estado inerte, al arrasar las dife-
renciaciones estructurales orgánicas, neuronales y químicas.
Si bien Freud (1920) se refirió a la claudicación de la coraza
antiestímulo, a la eficacia de las incitaciones mecánicas y al
valor de las pesadillas, sólo deslizó someramente una obser-
vación que considero capital: cuando el yo se ve enfrentado
ante fuerzas muy superiores e incapacitado para procesar su
carácter hostil, se deja morir (Freud, 1923). Es que vivir tiene
la significatividad de ser amado, y cuando ocurre la inversa,
cuando desde un mundo poderoso sólo adviene hostilidad,
entonces el yo se abandona a sí mismo, y esto es inherente
al mecanismo ya mencionado, la desestimación del sentir.

Por lo tanto, parece pertinente disminuir la importancia


de un arrasamiento contingente de la coraza antiestímulo
desde una incitación mecánica, para destacar que en deter-
minados momentos, quizá los iniciales en cada proceso vi-
tal, y muchos otros con posterioridad, la misma incitación
pulsional deja de tener un carácter químico, como es inhe-
rente a la tensión vital propia de Eros, para ser procesada
como mecánica, es decir, con una aceleración desconstitu-
yente. Diversos factores parecen intervenir en este proceso,
entre los cuales figuran tanto ciertas particularidades inhe-
rentes al despertar de alguna nueva incitación pulsional,
cuanto las peculiaridades del nexo establecido con los asis-
tentes primordiales; pero Freud (citado por Nunberg y Fe-
dern, 197 4) sugirió agregar a esta constelación otras dos
alternativas: una precariedad psíquica determinada y tam-
bién, quizá lo más soslayado, ciertas disposiciones propias
de la arquitectura neuronal.

A partir de estos múltiples factores puede desarrollarse


una disposición a la producción de situaciones traumáticas,
en que el dolor se combina con la estasis de la necesidad, de
la pulsión de autoconservación (Freud, 1926), y esta conste-
lación anímica es el complemento metapsicológico de la te-
oría antes expuesta sobre la psicosis. Precisamente, la
desestimación del sentir es el modo en que se perpetúa el
trauma, en que retorna ese momento en que quedó abolida
la subjetividad, cuando un estímulo dejó de aparecer a lo
anímico como cualidad, como conciencia (por el camino del
afecto), para trasmudarse sólo en cantidad.

Es hora de reconsiderar algunos aspectos del caso pre-


sentado en un comienzo, sobre todo en torno de la identifi-
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

38
cación de la paciente con un aborto, es decir, con un conjun-
to de procesos somáticos sin enlace con términos simbóli-
cos, representacionales. Más bien parecía ubicada en el
lugar de la placenta, tal como Freud (citado por Jones, 1953-
1957) lo sugiere al referirse a ese primer tipo de doble, de
mellizo, destinado a perecer para que otro, por ejemplo, la
hermana menor de Teresa, sobreviva. Se trata, pues, de un
doble orgánico, enlazable con un número más que con una
letra (es decir, con ese tipo de términos que nombra la canti-
dad, más que la cualidad), y, en particular, con uno, el cero a
la izquierda.

En otras ocasiones presté atención a este tipo de mellizo


en el marco de la teoría de los dobles (Freud, 1919d): ima-
gen especular, sombra, espíritu, de los cuales difiere por no
dotar de significatividad anímica a un cuerpo. La fijación en
la posición de placenta para el otro, o bien en la posición de
un número para un especulador carente de empatía con el
paciente, parece poner de manifiesto una falla en la constitu-
ción del primer yo, al que Freud (1915) denomina yo real pri-
mitivo, para el cual precisamente la realidad exterior carece
de significatividad y tiene un valor más cuantitativo que cua-
litativo, en el sentido de que capta sobre todo períodos
(Freud, 1895) o frecuencias (Lacan, 1964), y no tanto percep-
ciones diferenciadas. Para tal yo el exterior tiene precisa-
mente el valor de un número o bien de una placenta, como
doble no cualificado.,

Pues bien, estos pacientes se ubican más bien como nú-


mero o como placenta de otro y, por lo tanto, podemos inferir
que ha ocurrido una fijación en un trauma temprano, corres-
pondiente al momento de constitución del yo real primitivo,
en cuyo caso éste termina por estructurarse, pero en el exte-
rior y a costa del organismo propio, tomado como doble.

Como cierre, cabe destacar que hasta aquí me referí a


problemas concernientes a la especificidad de las formacio-
nes sustitutivas preconcientes, las defensas y las fijaciones
yoicas en afecciones fronterizas. Cabe aún señalar un bache
teórico: la no consideración de la fijación pulsional corres-
pondiente, a la cual sugiero enlazar con una fase no muy in-
vestigada del desarrollo de la libido, en que ésta recae sobre
los órganos y no se desplaza aún hacia las zonas erógenas
periféricas, y a la que he propuesto (Maldavsky, 1990, 1992a)
denominar libido intrasomática.

RESUMEN

El autor comienza su presentación ordenando el material


fenoménico en pacientes fronterizos: neurótico, caracterópa-
ta, perverso, psicótico y tóxico. Tales pacientes presentan
una fachada caracterizada por la inconsistencia o la sobrea-
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

39
daptación, con un discurso que no representa lo anímico nu-
clear. A ello se agrega un elemento especulador y otro catár-
tico, todo lo cual constituye un discurso carente de
identificación. Dicha fachada no creíble está integrada en
proporciones variables por componentes neuróticos, carac-
terópatas y perversos. En cuanto al fragmento psicótico, si
bien destella por momentos en lo anímico, es sobre todo
atribuido a un interlocutor despótico, del cual el yo posee
una dependencia absoluta.

Aunque el paciente no esté representado en su decir,


otro fragmento anímico resulta revelador: el de los afectos
(y no tanto el de las huellas mnémicas), sobre todo un dolor
descualificado, en segundo lugar crisis de pánico, y en terce-
ro, estallidos de furia.

Respecto de la defensa dominante, el autor discrimina


entre la desestimación de la realidad (atribuida a su interlo-
cutor primordial) y dirigida desde éste contra lo anímico pro-
pio) y la desestimación del sentir (desarrollada en el propio
yo). Tras describir esta defensa frente al sentir, el autor des-
taca que el efecto de esta desestimación consiste en hacer
desaparecer la conciencia de la vitalidad de los procesos
pulsionales, ya que los afectos constituyen la forma primor-
dial de cualificación, de conciencia.

La desestimación del afecto deja al paciente con un esta-


do de dolor no conciente porque falta el sujeto que hubiera
podido sentirlo. Una vez salido del sopor, ocurre un pasaje
necesario a las crisis de pánico, y de éstas al estallido de có-
lera, desde donde se vuelve al sopor, al dolor sin sujeto. El
autor correlaciona luego tales estados afectivos con los dife-
rentes momentos de la psicosis atribuida por el paciente a
su interlocutor (superyó). El sopor corresponde a suponer el
interlocutor en retracción narcisista. El pánico es correlativo
de que el paciente le atribuye una restitución delirante o alu-
cinatoria que lo engloba. Por fin, la furia se acompaña de la
conjetura de que el interlocutor vuelve a desinvestir al pa-
ciente, para reingresar en la retracción.

El autor hace finalmente referencias a la relación entre


estas afecciones y las neurosis traumáticas y al valor de un
tipo de doble orgánico, carente de dimensión anímica.

SUMMARV

The áuthor starts by sorting out the phenomenic material


in borderline patients: neurotic, characteropathic, perverse,
psychotic and toxic. These patients have a fagade characteri-
zed by inconsistency or overadaptiveness, and their speech
does not represent the psychic nucleus; to this is added a
speculating element anda cathartic one- all of which result
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

40
in a speech ·devoid of identification. This non-credible fagade
is made up, in varying proportions, of neurotic, characterop-
hatic and perverse components. Asto the psychotic frag-
ment, while it flashes at times in the psychic dimension, it is
mainly attributed to a despotic interlocutor, on which the
ego wholly depends.

Even though tl')e patient is not represented in his speech,


another psychic fragment proves revealing: that of affects
(not so much that of mnemic traces), firstly non-qualified
pain, secondly, panic crises and, in the third place, outburst
of rage.

As to the prevailing defense, the author discriminates


between repudiation of reality (attributed to the patient's pri-
mordial interlocutor, and directed from him against his own
psychic life) and repudiation of feeling (developed in the
ego). After describing this defense against feeling, the aut-
hor stresses that the vitality of drive processes, since affects
constitute the primordial way of qualification, of conscious-
ness.

Repudiation of affect brings about in the patient a state


of non-conscious pain beca use the subject capable of feeling
it is missing. Once the patient emerges from sopor, he ne-
cessarily goes through panic crises and from these to rage
outbursts, and then back to sopor, to pain without a subject.
The author correlates these affective states with the different
moments in the psychosis the patient attributes to his inter-
locutor (superyó). Sopor corresponds to the assumption that
the interlocutor is in a state of narcissistic withdrawal. Panic
is the correlate of the patient's attributing to the interlocutor
a delusional or hallucinatory restitution in which the patient
is immersed. Finally, rage is accompanied by the conjecture
that the interlocutor de-invests the patient once again in ar-
der to return to withdrawal.

The author refers to the relationship between these dis-


turbances and traumatic neurosis and to the significance of
a kind of organic double, devoid of the psychic dimension.
Copyrighted Material. For use only by FieldingGraduateU. Reproduction prohibited. Usage subject to
PEP terms & conditions (see terms.pep-web.org).

41
BIBLIOGRAFIA

BOTELLA, C. y S. (1992): "Nevrose traumatique et coherence psychique".


Rev. Frant;aise de Psvchosomatique, 2. '
FREUD, S. (1985): "Proyecto de Psicología", A.E., 1.
- (1911): "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (De-
mentía paranoides) descrito autobiográfica mente", A.E., 12.
(1914a): "Acerca de la fausse reconnaissance (déja raconté) en el curso del
trabajo psicoanalítico", A.E., 14.
( 1914B): "Introducción del narcisismo", A. E., 14.
- (1915): "Pulsiones y destinos de pulsión", A.E., 14.
- (1918): "De la historia de una neurosis infantil", A.E., 17.
FREUD, S. (1919a): "Lo ominoso", A.E., 17.
(1919b): "Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las
perversiones sexuales", A.E., 17.
- (1920): "Más allá del principio de placer", A.E., 18.
- (1922): "Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y
la homosexualidad", A.E., 18.
(1923): "El yo y el ello", AE, 19.
- (1926): "Inhibición, síntoma y angustia", A.E., 18.
GREEN, A. (1983): "La madre muerta", en Narcisismo de vida, narcisismo de
muerte, A.E..Buenos Aires.
JONES, F. (1953-57): Vida v obra de Sigmund Freud. Nova, Buenos Aires,
1959.
LACAN, J. (1964): Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ba-
rral, Barcelona, 197 4.
MALDAVSKY, D. (1986): Estructuras narcisistas. Constitución y transforma-
ciones, A.E., Buenos Aires, 1988.
- (1990): Procesos v estructuras vinculares. Nueva Visión, Buenos Aires,
1991.
- (1992a): "Teoría y clínica de los procesos tóxicos", A.E.. Buenos Aires.
- (1992b): "Letra: procesos pulsionales y lógicas institucionales". Revista de
Psicoanálisis, IL, 1.
- (1992c): "Sobre la relación entre psicosis y procesos tóxicos". Psicoanáli-
sis, XIV, 2.
- (1992D): "Caracteropatías tóxicas". Revista Argentina de Psicopatología,
111, 8.
MELTZER, D. (1973): "El mutismo en el autismo infantil, la esquizofrenia y
los estados maníaco-depresivos". Revista de Psicoanálisis, XXX, 3-4.
NUNBERG, H., y FEDERN, E. (comps.) (1974): Las reuniones de los miérco-
les: Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, 2 vol. Nueva Visión,
Buenos Aires, 1979-80.
PAZ, C.; PELENTO, M. L., y OLMOS DE PAZ, T. (1976): Estructuras y estados
fronterizos en niños, adolescentes v adultos, tomo l. Nueva Visión, Bue-
nos Aires.
WINNICOTT, D. W. (1931-56): Escritos de pediatría v psicoanálisis. Laia, Bar-
celona, 1979.
PEP-Web Copyright

Copyright. The PEP-Web Archive is protected by United States copyright laws and international treaty provisions.
1. All copyright (electronic and other) of the text, images, and photographs of the publications appearing on PEP-Web is retained by
the original publishers of the Journals, Books, and Videos. Saving the exceptions noted below, no portion of any of the text, images,
photographs, or videos may be reproduced or stored in any form without prior permission of the Copyright owners.
2. Authorized Uses. Authorized Users may make all use of the Licensed Materials as is consistent with the Fair Use Provisions of
United States and international law. Nothing in this Agreement is intended to limit in any way whatsoever any Authorized User’s
rights under the Fair Use provisions of United States or international law to use the Licensed Materials.
3. During the term of any subscription the Licensed Materials may be used for purposes of research, education or other
non-commercial use as follows:
a. Digitally Copy. Authorized Users may download and digitally copy a reasonable portion of the Licensed Materials for their own use
only.
b. Print Copy. Authorized Users may print (one copy per user) reasonable potions of the Licensed Materials for their own use only.

Copyright Warranty. Licensor warrants that it has the right to license the rights granted under this Agreement to use Licensed
Materials, that it has obtained any and all necessary permissions from third parties to license the Licensed Materials, and that use of
the Licensed Materials by Authorized Users in accordance with the terms of this Agreement shall not infringe the copyright of any third
party. The Licensor shall indemnify and hold Licensee and Authorized Users harmless for any losses, claims, damages, awards,
penalties, or injuries incurred, including reasonable attorney's fees, which arise from any claim by any third party of an alleged
infringement of copyright or any other property right arising out of the use of the Licensed Materials by the Licensee or any Authorized
User in accordance with the terms of this Agreement. This indemnity shall survive the termination of this agreement. NO LIMITATION
OF LIABILITY SET FORTH ELSEWHERE IN THIS AGREEMENT IS APPLICABLE TO THIS INDEMNIFICATION.

Commercial reproduction. No purchaser or user shall use any portion of the contents of PEP-Web in any form of commercial
exploitation, including, but not limited to, commercial print or broadcast media, and no purchaser or user shall reproduce it as its own
any material contained herein.

S-ar putea să vă placă și