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Un lobo que estaba cansado de fracasar al intentar cazar las ovejas de un pastor,
un buen día tuvo un plan: se disfrazó cubriéndose con una piel de oveja, y se
mezcló con el rebaño para pasar desapercibido. Tan bueno era su disfraz, que al
final del día el pastor lo llevó junto con las demás ovejas al corral, y allí lo encerró.
El lobo estaba feliz, pues finalmente iba a poder comerse a unas cuantas ovejas;
estaba a punto de llevar a cabo su plan, cuando entró el pastor al corral: tenía que
procurar carne para su familia y venía a escoger una oveja para sacrificar. Escogió
al lobo y lo sacrificó al instante, sin darse cuenta de nada.
La moraleja de la fábula
El cadejo
En la tradición oral se afirma que existen dos tipos de Cadejo, uno malo y
diabólico que es de color negro y cuida de quienes ingieren bebidas alcohólicas, y
uno bueno cuyo color es blanco y su trabajo es proteger a niños y mujeres.
Hay quienes manifiestan haber visto a los dos cadejos juntos, afirmando que El
Cadejo negro suele ser más inquieto y distante mientras que El Cadejo blanco se
mantiene siempre al lado de la persona a quien cuidan.
Muchos arman el arbolito sin saber por qué lo hacen, ni qué significa. Sus orígenes
se remontan al siglo VIII, según relata la leyenda más conocida, cuando San
Bonifacio fue a Germania para convertir a los paganos al cristianismo. En una
noche de Navidad, los germanos intentaron sacrificar a un niño debajo de un árbol
y San Bonifacio, furioso, arrancó el tronco de raíz y emergió de este un pino. Con
su acción, no solo salvó la vida del niño, sino que logró que la mayoría de los
presentes se convirtieran al cristianismo, ya que lo consideraron un acto
milagroso. Pero fue recién en el siglo XVI que se empezaron a colocar los árboles
de Navidad adentro de los hogares. La tradición pasó a Reino Unido, de allí a
Estados Unidos y de ahí llegó a Latinoamérica.
Poema